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"un arte para aficionados, en el sentido lIlás rigteroso del término"

Por Jesús BAL Y GAY

"mitad oyente y mitad ejecutante"

'lue tuvieron que cantar en público, unpoco o un mucho a su pesar. Y ahora, ca,rroborados por el éxito obtenido en la salade conciertos, se decidieron a grabar eldisco Gramex titulado Canciones españo­las del Renacimiento, en el que se agrupanpiezas del Cancionero de Palacio del deUpsala, del de Medinaceli, de la Recopila­ción. de Juan Vásquez y de las Cancionesy villanescas espirituales de FranciscoGuerrero. todas muy bien cantadas. Lafunda del disco tiene en su anverso unlindo dibujo de Elvira Gascón y en Stt

reverso una excelente nota de AntonioAlatorre sobre la música grabada, másuna breve presentación que dice así: "ElGrupo Alatorre es un conjunto de aficio­nados que desde hace años consagran susocios a la música del Renacimiento espa­ñol. La pasión que por ella sienten -uni­da a sus conocimientos musicales y litera­rios y a su buen gusto- compe~san lasdeficiencias naturales del aficionado. Asílo ha comprendido el público culto ele Mé­xico, que en varias ocasiones no ha re­gateado su aplauso a este entusiasta grupode cantantes".

Por dos veces aparece en tan breve es­pacio la palabra aficionado y la segundacon un sentido que nada tiene de elogioso.y no me parece justo. Porque no hay ra­zón para admitir que al aficionado le seanatural ninguna deficiencia. Para comen­zar, cuenta él siempr,e con una cualid:.1dque con frecuencia le falta al profesional:la afición, es decir; el amor al arte, cuali­dad sin la que ningún hombre podrá con­siderarse un artista cabal. Y además e: seraficionado no significa necesariamente ca­recer de la suficiente capacidad técnicapara el cultivo del arte. Ahí están los com­ponentes del Grupo Alatorre que lo de­muestran. La incapacidad técnica se en­cuentra, en cambio, en muchos profesio­1I.a,les, s~a. por falta de talento, prepara­Clan deÍlClente o exoeso de rutina. Todos ".hemos oído a cantantes de ópera famosos. i

destrozar con su desafinación, mala medi...4.,da y peor sentido del equilibrio ciertó!:­tercetos y cuartetos a cappeUa que hay el} .,.algunas obras, cosa que no ocurre nuncacon los aficionados Alatorre, a pesar delas grandes dificultades que encierra elgénero polifónico, más grandes casi siem­pre que las de aquellos trozos operísticos.

En correspondencia con el senti~lo unpoco despectivo que se suele <br :.1 'Lé;'ll1i~

no aficiowJ.do, se usa ~n sCI1tido contrarioel de profesional, y en estos días se estáabusando mucho -por parte de los cro­ni<tas rle conciertos y revisteros de dis­cos- del de j>rofesionalismo. Cuando esos

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refinada, llena de interés, emocionante voriginal, que viene a ser una especie d~diario íntimo, realista en su fondo y almismo tiempo lleno de fantasía en susformas.

Para e! espíritu de universalidad todoarte tiene cabida, por eso la Universidad:N"acional Autónoma de México ve comohijos propios a los artistas, que con susobras contribuyen al conocimiento huma­nista, y por eso rinde homenaje en estaocasión a cinco pintores, a cinco poetasque con sus cantos enriquecen nuestrasvidas. Así, podemos decir con palabrasde López Ve1arde en su oración fúnebrea Saturnino Rerrán: "la próxima inver­nada. .. descubrirá que no son nuestrosmiembros los que se llenan de su frío,sino ella la que se quema de nosotros".

Que tan noble costumbre se haya con­servado en algunos lugares o renazca enotros es algo que alegra el corazón detodo músico o amante de la música. EnInglaterra, por ejemplo, está viva en losclubes de aficionados al madrigal y en loscolegios de las grandes universidades. Yaquí, en México, existen algunos gruposde amigos que se reúnen periódicamentepara cultivar en privado ese delicioso gé­nero. Uno de ellos es el de los Alatorre,formado por Antonio y Enrique Alatorre,sus respectivas esposas, Margit Yolanday J asmín Reuter, ninguno de ellos músicoprofesional. Sábado tras sábado y desdehace años han venido dedicando unas ho­ras a cantar piezas del repertorio polifó­nico español, con todo el amor y desinterésdel buen aficionado. Y como todo lo quese hace bien, con devoción, con rigurosahonestidad. acaba trascendiendo sus ini­ciales límites y propósitos, un día llegó en

su

La obra pictórica de Frida Kahlo esde carácter distinto, introspectiva, imagi­nativa, intelectual; pero su gracia, su ofi­cio refinado y un "no sé qué" popularla salvan de toda rigidez o sequedad. Re­presenta la última novedad de la pinturade! siglo xx, antes de las corrientes "~oobjetivistas". Ella es todo lo contrario.Ahonda en los objetos convertidos ensímbolos y así se sirve de la metáforapara expresar los más recónditos sentidosde su ser, en que van incluidos recuer­dos, anhelos, interrogaciones y algunosrasgos freudianos que supo tratar con lamayor delicadeza y sabiduría, si bien enalgunos casos llegó a la crudeza, perosiempre dentro de los límites estrictosdel arte. Espíritu complejo, atormentado,bajo la apariencia de jovialidad, intentóla definición de sí misma y creó su obra,

MLOS ALATORRE y EL CONCEPTO

DE PROFESIONALISMO

LA MÚSICA se escribe y edita hoy paraque se consuma y se consume en elconcierto público. Pero la polifonía

vocal clásica -profana, no sacra- se des­tinaba en su época al consumo doméstico,y quienes se encargaban de que se consu­mase en la ej,ecución eran muchas veceslos mismos que habían de saborearla. Sihoy los participantes en un concierto sedividen en ejecutantes y oyentes, en aque­lla época solían fundirse en una especiede centauro mélico, mitad oyente y mitadejecutante, un ser superlativamente aptopara penetrar en la música y penetrarsede ella. La música, en ese plano, venía aconstituir un arte para aficionados, en els,entido más riguroso del término. (Claroestá que los grandes señores tenían músicos profesionales a su servicio, pero luimportante aquí es que ellos mismos y susinvitados gustaban de participar con aqué­llos en la ejecución de la música.)

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"ser aficionado no significa carecer de la suficiente capacidad técnica"

,Antonio, Enrique, M;wgit y Yolanda Alatorre, y J. Reuler

mente de la música y que no tienen nin­guna otra actividad. Esos, se dirá, sonauténticos profesionales. Pero no hay queprecipitarse. Porque una cosa es compo­ner, otra tocar un instrumento, otra diri­gir orquestas, otra escribir crítica. Y esraro, muy raro el caso del compositor queno hace otra cosa que componer y, ade­más, vive de la composición. Lo más fre­cuente es que busque el diario sustentocomo instrumentista, como profesor, comodirector de orquesta o como crítico. Asípues, ya no podríamos llamarlo un com­positor profesional, según el rigor que al­gunos pretenden para semejante término.Berlioz vivió más del periodismo que dela composición: ergo no fUe (?) un com­positor profesional. Mahler y Strausstampoco, puesto que dedicaron gran partede su tiempo a dirigir. Y así tantos y tan­tos otros. Porque vivir exclusivamente dela composición significaría, en la mayoríade los casos, morirse de hambre.

En resumen, lo sensato será que nosabstengamos de caer en el afán de distin­ción entre el aficionado y el profesional.El músico, el poeta, el pintor es buen omal artista: eso es lo que importa. Cómoalcanzó excelencia, de qué vive, qué otrasaficiones tiene, son todas cuestiones abso­lutamente ociosas. Los Alatorre cultivancon gran habilidad la polifonía clásica, in­finitamente mejor que muchos coristasprofesionales y que muchos divos de laópera -si éstos se pusieran a cantar esamúsica-: son, por tanto, unos excelentesartistas. Por el ahinco que ponen en ellop.or el. sentido de responsabilidad que pre~slde sIempre sus actuaciones, sería preci­samente un error calificarlos de profesio­nales: son más bien unos aficionados engrado superlativo. Pero que se les llameaficionados y que al hablar de ellos sealuda a "las deficienóas naturales del afi­cionado", cuando en la jerga periodísticase está usando el vocablo profesionalismocomo sinónimo de perfección y sentido deresponsabilidad artística, lo considero so­bremanera peligroso, más para el públicoque para ellos mismos.

daderos profesionales podremos señalarentre los más ilustres escritores, pintoresy_músicos?

Poniéndonos rigurosos, sería cosa depreguntar si se puede ser profesional endos o más disciplinas simultáneas. Si de­cidimos que no, automáticamente declara­remos, por ejemplo, a St.-J. Perse, Boro­din y, lo que es más, a muchos de losgrandes artistas del Renacimiento, aficio­nados, nada más que aficionados. Si deci­dimos que sí, no estableceremos diferenciaalguna entre el aficionado y el profesio­nal. Hay mllsicos que viven exclusiva-

señores quieren elogiar de veras a un mú­sico, en seguida recurren a ese término,como si la perfección técnica, la intuicióninterpretativa y el buen gusto fuesen sinó­nimos de profesionalismo. Este vocablosignifica, según el Diccionario de la Aca­demia, "cultivo o utilización de ciertasdisciplinas, artes o deportes, como mediode lucro", nada más, y así se 10 había cn­~endido siempre. Pero ahora resulta queImplIca además un auténtico dominio delarte, incluso un evidente sentido de res­ponsabilidad, yeso sí es un disparate.

La cosa arranCa de lejos, con el uso deaficionado en el sentido de persona quepractica el arte sin gran asiduidad ni in­tención de lucro, pues ello parece implicaruna cierta actitud caprichosa e irrespon­sable de tal persona, además de su relativafalta de oficio debida a la poca asiduidadde la práctica. Frente a ese tipo apareceel de profesional, al que gratuitamentese. le concede todo lo que, no menos gra­tUItamente, se pretende, negarle al aficio-'nado, como si no pudieran existir prof~­

sionales ineptos y deshonestos en elejercicio de su arte.

En rigor, el profesionalismo es unacuestión de' economía privada que a nadiedebe interesar: de qué vive Fulano. Ele:,critor, el pintor, el músico puede que noYlva -que no pueda vivir- de su oficio.Parte de su tiempo lo ha de dedicar a otrogénero de actividad. Y entonces se nosplantea el problema de tener que decidir,dada esa circunstancia, si ese hombre esun profesional verdad o un mero aficio­nado de la literatura, de la pintura, de lamúsica. Si admitimos que lo primero, ¿aqué le llamaremos ser aficionado? Y sidecidimos que lo segundo, ¿cuántos ver-


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