DOMINGO IRWIN
INGRID MICETT
MILITARES Y CONSPIRACIÓN ¿De las guerras civiles a los golpes de
estado?
El texto que no quisieron publicar tres editoriales venezolanas
Caracas, junio-julio 2012
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MILITARES Y CONSPIRACIÓN
¿De las guerras civiles a los golpes de estado?
Domingo Irwin e Ingrid Micett
INDICE GENERAL DE CONTENIDOS
Explicación y Advertencia ------------------------------------------- p. 3
Reflexiones iniciales --------------------------------------------------- p.5
I: Una mirada al pasado nada reciente------------------------------- p. 9
Venezuela e independencia-------------------------------------------- p. 10
Caudillos y república---------------------------------------------------- p. 25
Caudillismo y pretorianismo------------------------------------------- p. 40
Tiranía pretoriana-------------------------------------------------------- p. 54
Personalismo y pretorianismo------------------------------------------ p. 68
II: Logias militares contemporáneas --------------------------------- p. 81
CMP, UPM, OMA y UNB: 1943-1962 ------------------------------ p. 82
Las guerrillas: 1961-1971---------------------------------------------- p. 101
R-83 y ARMA: ¿1972-1986? ----------------------------------------- p. 116
La maraña golpista en el ejército: 1977-1992 ----------------------- p. 129
Colcha de retazos, M5J y otros: 1992-1993 ------------------------- p. 143
III: Procurando entender ----------------------------------------------- p. 159
Fuentes Impresas Testimoniales… ------------------------------------- p. 172
2
CUADROS ESQUEMÁTICOS.
N° 1- Venezuela e independencia------------------------------------------- p. 24
N° 2- Caudillos y república--------------------------------------------------- p. 39
N° 3- Caudillismo y pretorianismo------------------------------------------ p. 53
N° 4- Tiranía pretoriana------------------------------------------------------- p. 67
N° 5- Personalismo y pretorianismo----------------------------------------- p. 81
N° 6- CMP + Unión Patriótica Militar-------------------------------------- p. 97
N° 7- Organización Militar Anticomunista--------------------------------- p. 98
N° 8- Frente Militar de Carrera-PCV- -------------------------------------- p. 99
N° 9- Unión Nacional Bolivariana-------------------------------------------- p. 100
N° 10- Resistencia Armada de las Décadas 1960-1970------------------- p. 115
N° 11- R-83 y ARMA: ¿1972-1986? --------------------------------------- p. 128
N° 12- La maraña golpista en el ejército: 1977-1992 --------------------- p. 142
N° 13- Colcha de retazos, M5J y otros: 1992-1993 ----------------------- p. 158
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EXPLICACIÓN Y ADVERTENCIA
Al referir al tema de los grupos conspirativos militares del siglo XX venezolano,
la literatura política destaca los golpes de estado frustrados contra la dictadura
gomecista en 1919, 1922 y 1928, para luego comentar sobre la llamada Unión Patriótica
Militar de la década de 1940 y las calificadas en varios textos como logias militares
conspirativas de finales del siglo pasado. Algunos estudiosos se remontan a la llamada
historiográficamente Revolución de Las Reformas, 1835-1836, para explicar la
existencia de dos pretendidas tendencias políticas venezolanas, una civilista y otra
militarista; una buena y civilizada, la otra mala y bárbara. Procuramos en las páginas
que siguen, partiendo de las guerras de inicios del siglo XIX, ofrecer nuestro muy
modesto análisis sobre la participación política ilegal del sector militar en el acontecer
histórico nacional.
Intencionalmente hemos reducido la sección erudita del discurso escrito a su
mínima expresión. Nuestros comentarios provienen en buena parte de la documentación
y otras fuentes históricas estudiadas para escribir otros textos, como por ejemplo
Caudillos, Militares y Poder. Una historia del pretorianismo en Venezuela (Caracas,
UCAB-UPEL, 2008). En notas de píe de página señalaremos los escritos de nuestra
autoría en donde reposan en papel y tinta las referencias documentales, bibliográficas,
hemerográficas y testimoniales impresas que nos permitieron llegar a las propuestas en
la obra que hoy ofrecemos, no sin temor de historiadores, al lector.
Es necesario resaltar que nuestro texto se apoya, para desarrollar los apartes
sobre los grupos conspiradores militares de las tres últimas décadas del siglo XX, en la
crónica publicada sobre individualidades que formaron parte o enfrentaron esas logias
militares. Éstos están reportados en la sección que hemos denominado Fuentes Impresas
Testimoniales, en las páginas finales. Referiremos a los autores y sus obras, dando por
sentado que el lector interesado bien puede consultar éstas para ampliar, con la muy
abundante información presente en esos escritos (datos que hemos procesado nosotros
según los procedimientos clásicos de la metódica histórica) la visión analítica que
presentamos en este libro.
4
Somos de la opinión que no es necesario atiborrar al lector con una serie
inmensa de acontecimientos menores, auténticamente intrascendentes, que bien puede y
debe estudiar el historiador, ofreciendo el resultado de su labor de pesquisa con la
mayor sencillez posible. Ésta ha guiado la redacción de las páginas que siguen. Nos
hemos esforzado, pues, en presentar un escrito para un público exigente sin sacrificar
seriedad académica y exactitud en los datos.
Este libro lo hemos fraccionado en tres partes. En la primera abordamos lo que
consideramos el contexto histórico que arropa la formación de los grupos conspiradores
militares, en esa Venezuela de los siglos XIX y las primeras décadas del XX. Es decir,
ofrecemos una versión lo más resumida que pudimos vinculada con la evolución del
sector castrense, hasta el fin de la dictadura pretoriana del general en jefe Juan Vicente
Gómez. La segunda se dedica a presentar un listado de los grupos conspirativos o logias
militares, dado lo elemental de nuestro escrito empleamos ambas palabras (“grupos
conspirativos castrenses” y “logias militares”) como sinónimos, desde 1943 hasta 1993.
La tercera, ofrece un balance de lo desarrollado en las dos secciones anteriores,
procurando entender su origen y significado histórico.
Nos pareció prudente no avanzar en nuestro esfuerzo de investigación, por los
momentos, más allá de los años iniciales de la última década del siglo pasado. Las
evidencias sobre los violentos sucesos de abril 2002 (sean éstos golpes de estado o
expresiones de un pretendido “vacío de poder”), el llamado caso de la Plaza Francia o
Altamira, así como otros de parecido tenor en los inicios del siglo XXI, son
particularmente abundantes y muy recientes, por lo que ameritan un tratamiento
especialmente cuidadoso por cualquier historiador que pretenda tener el oficio de tal.
La reflexión evidente es que el proceso de reacomodos militares iniciado en
1992-2002, no se vislumbra como consolidado al momento de volver sobre estas líneas,
en junio de 2012. Temporalmente no es tanto desde el punto de vista histórico, solo
unos meros diez y veinte años; máxime si el lector está familiarizado con la centenaria
evolución del efectivo, cierto y operante ejército nacional venezolano; así, es un proceso
bastante cercano, muy difícil de abordar con un sincero esfuerzo de objetividad
profesional.
5
Lo fundamental es que los sucesos posteriores a 1993 ofrecen condiciones
peculiarmente distintas a las desarrolladas en estas páginas, son, insistimos, el resultado
de una situación de reacomodo corporativo y de profesionalidad militar donde las
pasiones no han inicialmente decantado, más bien todo lo contrario. Lo acaecido entre
1810-1992 sí permite un tratamiento analítico más sereno, menos efervescente o
parcializado de la temática castrense. También, las críticas que surjan al libro que
presentamos, nos permitirán avanzar con mejor píe en la comprensión de la otra historia
militar venezolana de inicios del nuevo milenio.
Reflexiones iniciales
Resulta ya definitivo, ante la evidencia documental y testimonial disponible, el
papel político que desempeña la oficialidad venezolana de carrera, como una constante,
en el siglo XX; los militares políticamente motivados, constituye un segmento que se
renueva, generación tras generación en la estructura de las FF.AA.NN del siglo pasado
(hoy rebautizada como Fuerza Armada Nacional Bolivariana, FANB). Una minoría
porcentual, pero su organización dentro de la arquitectura militar, la ambición de poder
y una visión simplista de la realidad social, arropada con un sentimiento heroico de la
vida, los impulsa no sólo a defender su Patria, sino actuar políticamente para intentar
definir dominantemente la sociedad en la cual viven.
Especialistas en el tema de las relaciones civiles y militares, como Amos
Perlmutter,1 identifican a los oficiales arriba descritos como: pretorianos. La política
que éstos desarrollan, bien se puede catalogar de pretorianismo. En esencia son oficiales
militares que promueven una influencia política abusiva; esto, en tanto que su proceder
está reñido con el orden constitucional establecido, legítimo y legitimado.
Claro está, la gran mayoría de los oficiales de carrera carecen de las condiciones
pretorianas ya descritas. Bien reflejan éstos, una auténtica profesionalidad siguiendo el
planteamiento de Rafael Bañón y José Antonio Olmeda.2 Otros estudiosos, traduciendo
1 The Military and Politics in Modern Times: On Professional, Praetorians and Revolutionary Soldiers
New Heaven-Londres, Yale University Press, 1978.
2 La institución militar en el estado contemporáneo. Madrid, Alianza Universidad, 1985.
6
del inglés la categoría analítica military professionalism a lo Samuel P. Huntington,3
escriben: profesionalismo militar. Uno que atendiendo a las destrezas propias de la
oficialidad, su carácter corporativo y responsabilidad social los auto-limita como
activistas políticamente operantes con intenciones dominadoras en lo social.
La neutralidad política militante del oficial militar auténticamente profesional se
expresa en que carecen de ambición efectiva de poder político. Son esos oficiales,
quienes se consideran a sí mismos, ciertamente lo son, auténticos militares profesionales
de carrera. Lo cual, paradójicamente, permite que la institución castrense pueda en
determinados momentos históricos en países como Venezuela, quedar bajo de dirección
de los oficiales pretorianos, aún cuando éstos sean una minoría.
Personalmente consideramos que los oficiales venezolanos, motivados
políticamente pueden agruparse en tres subtipos pretorianos bien definidos. Partimos,
claro está, para esta tipificación de la expuesta por Perlmutter. Diferenciándonos de éste
y apoyándonos en la evolución histórica de la realidad militar venezolana, proponemos
una clasificación algo más compleja; aceptamos sí, la categoría oficiales pretorianos,
pero consideramos que entre éstos hay manifestaciones históricamente comprobables de
su comportamiento que permiten establecer diferencias que son evidentes en términos
políticos ciertos e históricos.
Centrándonos en Venezuela; inicialmente están aquellos oficiales que favorecen
soluciones político-sociales capitalistas, de naturaleza desarrollista; por ejemplo el
general de división del ejército y ex-presidente Marcos Evangelista Pérez Jiménez.
Otros, tan radicales como los anteriores, son partidarios de socialismos de diversa laya,
los pretorianos de izquierda; verbo y gracia el teniente coronel en condición de retiro de
la Fuerza Aérea (hoy re-bautizada como Aviación Militar) Willian Izarra. Un tercer
subconjunto pretoriano, está representado por aquellos oficiales que utilizan su vocación
y habilidad política como medio para ascender a las posiciones de comando dentro de la
estructura castrense; la gran diferencia con los pretorianos anteriormente señalados, es
que éstos no siempre participan, al menos no dejan evidencia incuestionable sobre ello,
3 The Soldier and the State: The theory and politics of civil-military relations. Cambridge, Mss.,
Harvard University Press, 1957.
7
en grupos conspirativos que actúan para derrocar al gobierno; algunos ministros de la
defensa, como por ejemplo el general Fernando Ochoa Antich, constituyen los casos
más representativos de este tipo de oficiales.
Planteamientos como el calificado por Alfred Stepan de: “nuevo profesionalismo
militar de seguridad interna y papel expansivo castrense” (new professionalism of
internal warefare and military role expantion),4 esconden lo que en realidad son esos
militares-políticos, que aspiran ser en algunos casos dominantes políticos-militares.
Expresan estos oficiales un bien definido fenómeno socio-político: pretorianismo; es
decir, una influencia política abusiva ejercida por algún grupo militar. Este criterio
teórico del supuesto “nuevo profesionalismo”, resulta particularmente útil para entender
a los pretorianos grupos conspiradores referidos en estas páginas.
Oficiales militares técnicamente capacitados, políticamente motivados, intentan,
recurrentemente desde 1919, llegar al poder transitando el camino del golpe de estado.
El argumento constante para justificar tal proceder, es la incapacidad demostrada por los
gobernantes para dirigir el país por la senda del progreso material y bienestar social
generalizado. En el caso de los partidos políticos, desde 1945, la actitud de estos
oficiales frente a los civiles gobernantes se vuelve aún más crítica. Se entienden a sí
mismos como una “élite tecnocrática”, capaz de definir la sociedad. Sacrifican así su
naturaleza profesional y pasan a ser políticos, con o sin uniforme.
El peligro de procederes como los mencionados en el párrafo anterior es
necesario enfatizarla. Insistiendo en el campo meramente teórico, se podría avanzar en
la dirección de versiones tropicales del nefasto Estado Cuartel o Estado Guarnición; tal
como lo advirtió hace décadas Harold Lasswell (1941: “The Garrison State and the
Specialists of Violence” American Journal of Sociology. N° 46, pp. 455-468) en sus
4 Authoritarian Brazil. New Heaven-Londres, Yale University Press, 1973. Los planteamientos sobre
Stepan y su pretorianismo encubierto los presentamos sintéticamente en el libro de nuestra autoría:
Relaciones Civiles-Militares en el siglo XX. Caracas, El Centauro Ediciones, 2000, pp. 113-114, 193-194
y 200. Véase también el capítulo escrito por Luis Alberto Buttó “El Nuevo Profesionalismo Militar de
Seguridad Interna y Desarrollo Nacional”…, en Domingo Irwin G, Frédérique Langue y otros Militares y
Sociedad en Venezuela… Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (UCAB)-Universidad Pedagógica
Experimental Libertador (UPEL), 2003, pp.129-148.
8
críticas al ilegitimo proceder político de los especialistas de la violencia, es decir los
militares, en las sociedades modernas e industriales.
El Estado Cuartel es una auténtica tecnocracia militar; no meramente de nombre,
que ya de por sí es socialmente peligrosa, sino efectiva. Significa, sencillamente, un
gobierno de los militares, por los militares, para una sociedad en realidad dominada en
todas sus fundamentales instancias por los hombres de uniforme verde oliva y sus pares
en la armada y aviación. La negación absoluta de la civilidad republicana.
El Estado Cuartel o Guarnición, es una expresión de la fase superior del
pretorianismo, el bien llamado militarismo. Éste emerge cuando toda la sociedad está
condicionada y dominada por lo militar. Las experiencias históricas de militarismo,
como Alemania finalizando la Primera Guerra Mundial o el Japón imperial, desde la
guerra con China hasta las bombas atómicas que destruyen las ciudades de Nagasaki y
antes la de Hiroshima, son dos evidentes ejemplos del fracaso socio-político de
gobiernos como los aludidos en este párrafo y el anterior.
Cerrando ya estos comentarios iniciales, surge una pregunta que estimamos
deben estar haciéndose algunos lectores: ¿Habrán cesado de existir las subterráneas
logias militares conspiradoras, hoy día, en esta Tierra de Gracia venezolana? Ante una
interrogante como la recién expuesta, según la evidencia documental, hemerográfica y
testimonial impresa consultada para redactar este libro, Clío, la musa de la historia, nos
sugiere que la respuesta no es afirmativa. El devenir inexorablemente dirá, como
siempre, la última palabra.
9
I
UNA MIRADA AL PASADO NADA RECIENTE
Consideramos indispensable recurrir a la historia para ofrecer un auténtico
contexto al tema del desarrollo de grupos conspiradores militares en esa Venezuela del
siglo pasado. Referiremos a los que entendemos como orígenes ciertos de la sociedad
venezolana; procurando desmitificar visiones que nos parecen como reñidas con la
realidad. Portadoras éstas de discursos alejados de la auténtica academia y con
pretensiones de erudición.
Sobre las guerras de inicios del siglo XIX, presentaremos no la ingenua versión
de patriotas buenos versus realistas malos, sino el frustrado esfuerzo por avanzar en la
dirección de una sociedad liberal; esto ante al colapso de los mecanismos de control
social heredados de un orden patrimonial y tradicional forjado bajo impronta hispana en
un proceso de cerca de 300 años; condiciones de dominación retomadas por el sector
propietario venezolano de ese siglo bajo ropajes pretendidamente republicanos y
liberales.
Los aportes sociales del conflicto 1811-1823, procurarán sopesarse, evitando la
absurda e interesada negación o deslumbramientos fantasiosos. Presentaremos auténtico
interés por la oficialidad del Ejército Libertador, el colombiano inicial y especialmente
el venezolano. Éste último, particularmente, desde 1830 hasta los inicios del siglo XX.
Los otros temas que comentamos muy sintéticamente en la primera parte del
libro son: El colapso de la república de orientación liberal, forjada y favorecedora de
propietarios civiles y civilistas, en 1846; el fenómeno del caudillismo; las guerras
civiles entre los supuestos conservadores centralistas versus los liberales federalistas en
aquel decimonónico tiempo; los conflictos armados trascendentes entre las facciones
armadas personalistas del pretorianismo histórico criollo, su crisis, el resultado de ésta:
el pretorianismo moderno, desde la 1898 hasta 1919 y sus implicaciones en la
deformación del estado moderno venezolano.
10
Venezuela e independencia 5
Al examinar el pasado pre-colombino de estas tierras, resulta como definitivo
que Venezuela como tal no existía en ese entonces. Esta es una verdad del tamaño de
una catedral. Una cosa eran los Caribes, Arawacos, Timoto Cuicas y pare usted de
contar; otra muy distinta, espacial e históricamente: Venezuela. Ésta se vertebra en un
proceso más que tricentenario que está inicialmente vinculado con la presencia
dominante del europeo hispano en estos lares.
Procurando explicar el asunto enunciado en el párrafo anterior, evitando la
erudición y buscando la sencillez. La unidad territorial decretada desde 1776-1777:
Intendencia de Ejército y Real Hacienda y Capitanía General de Venezuela,
respectivamente; años, pero no tantos, después: Audiencia de Caracas en 1786 y Real
Consulado de Caracas 1793; agrupa varias realidades sociales y espaciales bastantes
diferentes entre sí.
Esas realidades territoriales y sociales que muy regionalmente se venían
conformando por no menos de tres siglos, en buena medida, para las fechas recién
mencionadas, eran bastante disímiles entre sí; mucho más que en nuestros días cuando
ya la unidad territorial nacional es una operante realidad en lo fundamental. Abarcaban
un inmenso territorio, en buena parte virgen. Esto, desde las islas cercanas a Tierra
Firme, en el Mar Caribe, hasta las selvas de la amazonía venezolana cierta; desde los
Andes, sus serranías y píe de monte, pasando por las extensas llanuras hasta las selvas
del Esequibo.
5 Remitimos a varios escritos nuestros, Domingo Irwin G, vinculados con lo desarrollado en estas páginas
para mayor información sobre las fuentes consultadas para su elaboración: “Notas Sobre La Evolución
Histórica del Aparato Militar Venezolano, 1810-1830”. Anuario de Estudios Bolivarianos. Caracas,
Instituto de Investigaciones Históricas Bolivarium, Universidad Simón Bolívar (USB), 1994, pp. 37-94;
Relaciones Civiles-Militares en Venezuela, 1830-1910 (Una visión general). Caracas, autor-Litobrit
C.A, 1996, pp. 7-13; y “Comentarios Sobre la Génesis de las Instituciones Educativas Militares en
Venezuela: Del Siglo XVIII a 1830” Anuario De Estudios Bolivarianos, Año VII, N° 7 y 8, Instituto De
Investigaciones Históricas Bolivarium, USB, 1998-1999, pp. 31-50. De ser necesario insistir en alguna de
las fuentes consultadas, se mencionarán, éstas, a píe de página.
11
La Capitanía General de Venezuela agrupa un muy vasto territorio donde
propietarios descendientes de los europeos llegados a estas tierras desde el siglo XVI,
los funcionarios de la corona y los religiosos conformaban el vértice de la pirámide
social. Quienes trabajaban para éstos, ya fuera como hombres libres o mano de obra
sometida a formas de coerción extra-económica (la llamada haciendilla) o esclavos; los
artesanos de variados oficios, libres o esclavos, así como los pequeños comerciantes; sin
descuidar a los aborígenes originarios de aquellas tierras y los esclavos fugados
agrupados en sus pequeños grupos fugitivos; conformaban todos una realidad social
fuertemente jerarquizada, bastante dispersa y débilmente interconectada espacialmente.
El vínculo de unión era la autoridad real de la corona española, la lengua común con sus
acentos peculiares y la religión católica, apostólica y romana.
La mayor parte de la población se encontraba (y todavía se encuentra) en el área
andina y costera; las actividades fundamentales eran de naturaleza agrícola, pecuaria y
comercial. Destacaban como centros urbanos con salida al mar vía un puerto
relativamente cercano: Caracas-La Guaira y Valencia-Puerto Cabello, en la porción
central norteña. Hacia el occidente resaltaba el puerto de Maracaibo, en el oriente
Cumaná, en los llanos puertos fluviales y en el Orinoco, Angostura.
En la medida que se avanzaba en dirección sur, disminuía notablemente la
población y aumentaba impresionantemente el número de cabezas de ganado bovino y
caballar, hasta llegar a la selva virgen, con una población autóctona muy escasa,
dispersa y una vida ciertamente vinculada con la naturaleza en su estado primigenio;
esto último, con sus obvias desventajas sanitarias civilizadas como con sus favores
silvestres espontáneos.
La porción insular caribeña, cercana al territorio venezolano, presentó cambios
debido a las rivalidades entre los grandes reinados europeos. Así, Curazao, Aruba y
Bonaire quedan firmemente en manos holandesas. Finalizando el siglo VXIII serán las
islas de Trinidad y Tobago las que se perderán ante la arremetida británica y la
debilidad hispana. La Capitanía General de Venezuela para inicios del siglo XIX,
cuando se inicia el proceso de ruptura política criolla con España, era una realidad
político-espacial con límites terrestres definidos en el papel de la documentación oficial
12
de la época; pero vastas áreas, mayoritariamente despobladas y selváticas, eran el
aspecto dominante del umbral territorial con los vecinos neogranadinos, portugueses y
británicos.
Es en esa heterogénea y débilmente poblada Capitanía General, donde el sector
propietario criollo con bienes superiores de fortuna en su contexto social, desde 1808,
en la relativamente próspera provincia caraqueña, toman la decisión de avanzar con una
forma de gobierno propio. Éste, inicialmente se encontraba motivado por una reiterativa
actitud de desagrado ante las autoridades metropolitanas enviadas por la ibérica Corona
como Capitanes Generales; los reiterativos Juicios a los que eran sometidos estos
funcionarios al finalizar su gestión de gobierno, bien demuestran esta situación.
Como todo intento político pionero y novedoso de envergadura, el resultado no
podía ser otro que el fracaso. Los mecanismos de control social forjados en un proceso
de varios siglos, por la corona y sus muy leales súbditos americanos, demuestran el peso
de ese poderoso ayer sobre un futuro que no se evidenciaba aún como bien definido en
1810-1812. Al igual que intentos previos de finales del siglo XVIII que no provenían
del ápice de la pirámide social colonial criolla, éste de 1808 también fracasó.
Las condiciones históricas generadas por la situación española, con las
abdicaciones de los Borbones ante Napoleón Bonaparte y la invasión francesa de
España imponiendo el reinado de José I Bonaparte (el “Pepe Botella” del leguaje
coloquial hispano de la época y familiar de Napoleón), fueron el catalizador que acelera
la ruptura entre la bien llamada Madre Patria y los propietarios criollos de esta Tierra de
Gracia. Finalizando el siglo XVIII, los vientos de cambios políticos eran ya evidentes en
la Capitanía General de Venezuela.
El credo liberal evidenciado ya en 1797 durante la fracasada asonada coordinada
por Manuel Gual y José María España, en la provincia de Caracas; bajo la inspiración
doctrinal de los prisioneros de la frustrada insurrección española de San Blas, en las
mazmorras de La Guaira (Juan Bautista Piconell, Sebastian Andrés, Manuel Cortés
Campomanes y José Lax) presentará años después un novedoso giro estructurado por
juristas criollos. Así, jurisconsultos de la talla de Juan Germán Roscio y Miguel José
13
Sanz, finalizando la primera década del siglo XIX, recurren a propuestas republicanas
liberales que significan una alternativa teórica viable frente al fin del poder patrimonial
del monarca español en estas tierras.
El 19 de abril de 1810, en plena Semana Santa, los propietarios caraqueños
retiran, sin violencia física extrema, al Capitán General don Vicente Emparan y crean
una Junta Conservadora de los Derechos de don Fernando VII como ente sustituto del
gobierno metropolitano. Un congreso, con delegados de las provincias, esas que
integraban la Capitanía General, es convocado para reunirse en Caracas. El credo liberal
interpretado por los criollos, los lleva a establecer la independencia el cinco de julio de
1811. Pero no todos los propietarios del territorio venezolano siguen a los liberales
republicanos; Maracaibo, Coro y después Guayana, enfrentan las pretensiones
independentistas. No se logran soluciones de compromiso. Una prolongada guerra se
inicia; uno de los bandos enfrentados tenía que vencer y someter definitivamente al otro.
La sociedad venezolana se fracciona en dos segmentos que dirimen sus
diferencias en acciones bélicas que, prácticamente sin soluciones de continuidad,
durarán hasta 1823 y aun años después, pero con mucha menor intensidad guerrera; eran
estas últimas banderías más interesadas en el pillaje que en la causa de la monarquía
hispana en estas tierras venezolanas. El andamiaje institucional impuesto por la Corona
española colapsa estruendosamente ante los sables, lanzas, el plomo y la pólvora de
cañones, fusiles y pistolas, siendo sustituido por el personalismo guerrero; esto desde
1812.
Jefes guerreros, caudillos, como Domingo Monteverde o José Tomás Boves o
Eusebio Antoñansas, combaten defendiendo la causa de don Fernando VII; José
Antonio Páez o Juan Bautista Arismendi o José Tadeo Monagas, hacen otro tanto
favoreciendo al campo republicano. Las instituciones monárquicas y republicanas
sobreviven de nombre, en alguna medida, pero son ciertamente ineficientes para
mantener el necesario control social, la ley y el orden, ante un estado de permanente
agitación bélica.
14
La institucionalidad no podía volver a manifestar sus racionales efectos sociales
en los territorios venezolanos, insistimos en esta idea, hasta que uno de los bandos
enfrentados derrotara al otro. El problema básico era que el proceso guerrero había
afectado sustancialmente el orden social de la antigua Capitanía General. Los ejércitos
enfrentados estaban formados en buena parte por patronos armados con sus fieles
seguidores, sus clientelas personales, unos a favor y otros en contra de la construcción
de una republica independiente. Esto, pese a la presencia de las tropas expedicionarias
peninsulares, desde finales de 1815, bajo el mando inmediato de don Pablo Morillo,
futuro Marqués de La Puerta y Conde de Cartagena.
Como en toda acción de guerra que se prolonga por más de una década, surgen
jefaturas que se sustentan en la capacidad guerrera de individualidades sobresalientes.
También, es necesario mencionar la existencia de una oficialidad y tropa veterana en
ambos conjuntos enfrentados, valiosa en términos castrenses. No solo eran los veteranos
de la guerra de independencia española ante la invasión francesa que vienen con
Morillo, o parte de los mercenarios europeos que combaten a favor de la república en
estas tierras americanas.6 Fueron los venezolanos que sobreviven a las campañas de
Boyacá, el Sur y Perú. Una vez dicho esto, no se debe descuidar que el conflicto
guerrero venezolano de inicios del siglo XIX, fue fundamentalmente uno donde
participan tropas improvisadas.
Resulta particularmente interesante, desde el punto de vista histórico, el reseñar
como los sectores militares de las distintas provincias que constituían la Capitanía
General de Venezuela, acataron la autoridad de sus institucionales superiores civiles.
Los casos de Maracaibo y Coro son significativos, al negarse a seguir los intentos
independentistas caraqueños esas autoridades civiles provinciales, los militares en esas
tierras obedecieron la voluntad de sus superiores políticos inmediatos. Caso contrario al
del los hombres de armas de las provincias que abrazan la casusa de la independencia.
6 Sobre el caso de los mercenarios europeos, particularmente del Reino Unido, en las guerras de
independencia venezolanas, véase la obra reciente de Edgardo Mondolfi Gudat: El Lado Oscuro de la
Epopeya. Los Legionarios Británicos en Venezuela. Caracas, Editorial ALFA, 2011, especialmente las
pp. 39-42, 76-81, 166-169 y 251-253.
15
Cuando en 1810 los militares de la provincia de Caracas intentan presionar a la
suprema Junta Conservadora de los Derechos de Don Fernando Séptimo; el principio de
autoridad civil se impone. La tradición jurídica heredada de la legislación hispana,
aunada a los noveles principios doctrinales liberales, se implementan para controlar
civilizadamente el pretendido poder político del grupo castrense en cuestión. Pero la
realidad guerrera acabará ciertamente con la racionalidad liberal o monárquica, se
impone el principio de la fuerza bruta, por algo más de una década de constante
combatir.
Ni los expedicionarios del Mariscal de Campo don Pablo Morillo entre 1815 y
1820 ni los intentos republicanos criollos con Bolívar a la cabeza, 1813-1819, logran ir
más allá de la idea institucional y de andamiajes jurídico legales que poco importaban
dentro del esfuerzo guerrero. Lo trascendente para la historia es que estas acciones
institucionales por muy de papel que fueran, por muy aéreamente estructuradas que
estuvieran, evidenciaban una continuidad de la civilidad política republicana, en el caso
de los partidarios de la independencia, que acompaña este movimiento desde sus
inicios.
Lo cruento de la guerra a muerte, en no pocas ocasiones, lleva al estudioso de la
historia a descuidar la importancia de esa constante propugnadora del control civil sobre
lo militar. Una condición que acompaña, insistimos en ello, desde sus inicios la idea de
una Venezuela libre de tutelajes políticos foráneos. No se debe sobredimensionar la
civilidad republicana durante el proceso bélico de las primeras dos décadas del siglo
XIX; tampoco, el proceder militar. Como dice el sabio lenguaje coloquial: “ni tan calvo
ni con dos pelucas”.
Los logros sociales del movimiento bélico independentista deben reseñarse sin
procurar exagerar sus logros. No todo fueron acciones guerreras en esa Venezuela del
proceso independentista; necesariamente guerrero por la aguda división de la sociedad
venezolana de aquellos años. Pero tampoco fue una situación de civilismo extremo que
soportó las acciones de guerra, mientras avanzaba con un proyecto de redención socio-
político.
16
Algunos de los efectos sociales de la situación de violencia extrema, se dan muy
a pesar de la opinión de los cultos propietarios liberales que habían propiciado el
movimiento de independencia política frente a esa España y su imperio territorial
allende los mares, de los Borbones. En el próximo párrafo reseñamos brevemente varios
de los cambios sociales originados por una guerra de casi dos décadas, al extenderse por
razones estratégicas fuera del territorio de la antigua Capitanía General.
En Venezuela se rompe definitivamente con la rígida estratificación étnica; una
que había sido promovida, en un proceso prácticamente ininterrumpido de trescientos
años, como mecanismo de dominación por parte del sector de hacendados criollos y
funcionarios hispanos sobre el resto de la sociedad. La esclavitud queda herida de
muerte como oprobiosa institución y solo pervive bajo el formalismo de la manumisión
hasta 1854; en ese año los viejos esclavos y los jóvenes manumisos pasaran a ser una
mano de obra libre para el sector propietario criollo, aunque muchos de ellos serán
sometidos a formas de coerción extraeconómicas.
Como un sub-producto de la actividad bélica, los blancos de orilla bien pueden
lograr superar sus modestos orígenes de cuna y tener acceso a bienes y prestigio que
antes les estaban negados. Esto, sí lograron ganarlos por los méritos de sus lanzas o bien
en acciones comerciales audaces y peligrosas. Lo trascendente de entender, es que esa
situación de flexibilidad social no era posible en la que fue llamada desde 1777:
Capitanía General de Venezuela.
El sector social más favorecido con el proceso emancipador fue el de los pardos.
Esa mayoría de “razas mixtas” sometida antes de las guerras iniciales del siglo XIX a la
férula subyugante del mantuano “gran cacao”; no importando las riquezas de los pardos,
si las hubiere, amén de su condición de hombres libres. Los olvidados parecen ser la
ciertamente escaza población nativa indígena. Resumiendo, la sociedad venezolana
logró en buena medida superar, como resultado parcial del prolongado conflicto
guerrero de inicios del siglo XIX, las tensiones raciales extremas que sí afectaron a otras
latitudes del hemisferio occidental; negarlo es enfrentar una copiosa documentación que
evidencia lo contrario.
17
Sin desconocer lo señalado en el párrafo anterior es absolutamente necesario
comprender que las relaciones patrón-clientela con un carácter guerrero, político y de
naturaleza personalista, se potencian y fortalecen durante el esfuerzo bélico que
comentamos analíticamente. El personalismo de los caudillos se cubrió durante ese
proceso de luchas extremas con un ropaje monárquico o republicano, pero siempre
asegurando el predominio de estos jefes dentro de su área de poder inmediata. El
cambio de bando, cuando ello era posible, fue un recurso al cual recurrieron los
caudillos para evitar su derrota o aniquilamiento; situación que bien expresa el
personalismo de estos patrones y sus clientelas guerreras.
La condición militar dentro de los ejércitos enfrentados era el maquillaje ideal
para poner charreteras y uniforme a los caudillos (tan pronto como las condiciones
objetivas de tan salvaje guerra permitían esos lujos); ya se mencionaron los casos de
Páez, Arismendi y Monagas, pero los ejemplos son numerosos. En el Diccionario
Biográfico de Ilustres Próceres de la Independencia Sur Americana,7 no son pocos los
personajes con esta condición quienes pueden ser identificados, amén de otros
destacados ya en la historiografía criolla; para solo referir algunos: Manuel Antonio
Pulido, en Barinas; Miguel Madrid, en Guanare; Romualdo Mesa, en Apure; José
Antonio Yanes en San Carlos; agregando solo tres más a manera de inventario para no
cansar al lector con una agobiante lista, Ramón Escobar, José Félix Salinas y Ángel
Heredia.
La independencia política nunca podría lograrse sin la seguridad estratégica, es
por ello que no solo la Capitanía General de Venezuela debía librarse del dominio
metropolitano español, también era necesario que lo hiciera el resto de la América
continental de habla hispana. Efectivamente, el fenómeno afectó a todos los Virreinatos
y Capitanías Generales desde Nueva España (México), pasando por toda Centro
América y en el Sur, desde las costas del Caribe hasta la Patagonia y las tierras bañadas
por los océanos Pacífico y Atlántico. En el caso venezolano, neogranadino y quiteño, el
virreinato del Perú aseguraba, al romper sus lazos de unión política con España, que
7 Obra escrita por don Vicente Dávila y publicada en Caracas, en dos volúmenes, siendo el primero
editado en por la Imprenta Bolívar, en 1924 y el segundo por la Tipografía Americana en 1926.
18
desde el flanco del Pacífico los partidarios del rey no amenazaran la integridad
republicana de esta porción de tierra firme suramericana.
Las acciones de guerra de los republicanos independentistas venezolanos y
neogranadinos se hermanan en la causa común que los motivaba: vencer al enemigo en
batalla. Ésta era una necesidad compartida entre venezolanos y “reinosos”, como en ese
entonces los caraqueños y valencianos gustaban en llamar a los neogranadinos. Es el
punto de partida práctico, por darle un nombre, del proyecto colombiano de Bolívar.
El proceso integrador propuesto y ejecutado por El Libertador tiene antecedentes
teóricos ciertos, más amplios en términos espaciales, siendo esto necesario resaltarlo por
mera justicia con nuestra Historia, esa que se escribe con mayúscula inicial. Antes de las
ideas prácticas de Bolívar y su Colombia, tenemos los planteamientos integradores
hispanoamericanos de Francisco de Miranda y el interesante “William o Guillermo
Burke”, quienquiera que fuera éste último. La propuesta colombiana bolivariana está
expresada sintéticamente, en un largo párrafo, de su Carta de Jamaica, en 1815; pero se
materializará, luego de varios años de duro combatir.
El 17 de diciembre de 1819 se crea la República de Colombia. Ésta, fusiona en
lo político-territorial al extinto Virreinato de la Nueva Granada y a la Capitanía General
de Venezuela; aún cuando la porción más importante y poblada de los territorios
venezolanos, estaban para ese entonces en manos de los partidarios de la causa del Rey
don Fernando VII, incluyendo Caracas. En 1821 se promulga la nueva Constitución en
Cúcuta y se da una forma ya institucional definida, al menos en el papel, a la novel
república. Bogotá será la capital de esa Colombia grande creada por El Libertador-
Presidente, quedando la propuesta escrita de Bolívar en 1815 y la potencial ciudad
capital de Las Casas sólo en papel hasta el día de hoy.
Para asegurar la independencia de Colombia era necesario lograr definitivamente
la de Quito y Perú. En esa dirección marchan victoriosas las tropas del ejército
colombiano. Entre 1822 y 1826, se reafirma la independencia de las actuales repúblicas
de Ecuador (parte integrante de esa Colombia grande de Bolívar), la de Perú y se crea
por iniciativa bolivariana la de Bolivia, con las tierras del Alto Perú.
19
Es necesario resaltar que buena parte de la oficialidad de las tropas colombianas
que participan en estas acciones allende las fronteras de su nación, no son las huestes de
caudillos a las cuales hemos referido en párrafos anteriores. Son oficiales militares
veteranos con memorable experiencia de combate, no son patrones armados con sus
huestes personales. Es la gran diferencia que existe, a manera de ejemplos ilustrativos,
entre un Páez y un general Bartolomé Salóm, quien logra la rendición de la plaza fuerte
peruana del Callao, en enero de 1826.
Diferencias entre los oficiales militares venezolanos desde las guerras por la
independencia han sido reportadas por textos varios desde hace décadas. En 1940,
Rafael Paredes Urdaneta8, propone una tipología de los que califica de “oficiales de
carrera”, desde el siglo XIX hasta sus días. Una que se basa en el origen de la formación
militar de esos éstos; así, unos son de academia, otros de acciones de guerra y los
terceros se forjan en la disciplina de la vida de cuartel. Según este autor los tres tipos de
oficiales antes reseñados se complementan entre sí.
Una tipificación más simple pero con igual perspectiva temporal es la que
presenta el teniente, en situación de retiro del servicio activo, Mario Martínez Polanco.9
Quien, quizás simplificando y, paradójicamente, complicando el tema, refiere a lo que
califica como dos “escuelas militares enfrentadas” desde los mismísimos días del
proceso emancipador; una, la de los que carecen de cultura y la otra conformada por los
oficiales “brillantes”, auténticos paradigmas “en la evolución militar republicana”.
Ofrece ejemplos de los segundos: El generalísimo Francisco de Miranda, el Mariscal de
Ayacucho general Antonio José de Sucre, los Generales Eleazar López Contreras,
Diego Bautista Ferrer e Isaías Medina Angarita.
Muy probablemente teniendo como fuente las lecturas antes señaladas el poeta y
político venezolano Andrés Eloy Blanco, en un artículo de exilio, luego del golpe de
estado de 1948, en la revista cubana Bohemia, presenta una clasificación de los oficiales
8 Bosquejo Histórico de la Academia Militar de Venezuela, desde el 19 de abril de 1810. Caracas,
Editorial Cecilio Acosta, 1940, p. 15.
9 Apuntes para la Historia del Ejército Venezolano (Mis Memorias de Estudiante en la Escuela de
Aplicación Militar). Caracas, Impresores Unidos, 1943, p. 20.
20
venezolanos en dos grandes conjuntos. El aspecto que toma como definitorio para
ambos es el respeto a la institucionalidad civil republicana; así, desde el siglo XIX han
existido los oficiales que atentan contra el orden constitucional y quienes lo respetan.
Resumiendo las ideas del Andrés Eloy Blanco: oficiales golpistas versus los que no lo
son, los que podrían calificarse de institucionalistas.10
El primer académico de profesión en estudiar la evolución del ejército
venezolano, fue Robert L. Gilmore. Aunque en su obra11
no refiere a ninguno de los
textos mencionados en los tres párrafos anteriores (Paredes Urdaneta, Martínez Polanco
y Andrés Eloy Blanco), su tipificación es en cierta forma coincidente con la de éstos.
Gilmore divide la oficialidad de las guerras independentistas venezolanas en dos
grandes segmentos, los caudillos y los oficiales semi o cuasi profesionales.
Para el historiador anglosajón los caudillos eran esos patrones con sus clientelas
personalistas armadas, que ya hemos destacado en páginas precedentes. Los segundos,
los semi o cuasi-profesionales, eran el grupo de oficiales veteranos que combaten no
solo en su lar nativo, sino abandonan el territorio de la antigua Capitanía General e
imponen las armas de la república en la Nueva Granada, la Campaña del Sur y Perú.
Eran ciertamente el sector militar élite de los ejércitos, legalmente calificados desde
diciembre 1819 hasta enero de 1830, como colombianos.
Los caudillos ciertamente presentan como condición fundamental su ambición
política protagónica; una ambición de poder que bien podía estar limitada
territorialmente, sea ésta solo local o regional, pero en algunos casos lograba abarcar
todo el territorio nacional; es decir, los emblemáticos ejemplos de Páez y Monagas ya
mencionados varias veces.
10
La totalidad del artículo en cuestión, publicado inicialmente en la revista cubana Bohemia en febrero
de 1949, junto otros textos del referido autor puede verse en: José Agustín Catalá (Editor). De Bolívar a
Vargas. Próceres civiles y militares en fechas patrias conmemorativas. Discursos y Escritos de Andrés
Eloy Blanco. Caracas, El Centauro Ediciones, 2003.
11
Caudillism and Militarism in Venezuela, 1810-1910. Athens, Ohio, Estados Unidos de América, Ohio
University Press, 1964.
21
Los oficiales de orientación profesional militar son menos conocidos pero son
documentalmente identificables; en el Diccionario de Ilustres Próceres de la
Independencia… ya referido, de don Vicente Dávila, encontramos no pocos ejemplos;
mencionaremos solo algunos casos, así, del Regimiento de la Reina antes de abril de
1810, tenemos a quienes llegaran a ser coroneles sirviendo la causa republicana: Carlos
Nuñez y Manuel Ruiz. Otro ejemplo interesante del mismo Regimiento es el del futuro
general Juan Manuel Valdez; el coronel Carlos Padrón fue antes subteniente de los
Granaderos del Rey; otros ejemplos son: el general Trinidad Portocarrero y los
capitanes José Hernández, Jaime Olivier, Francisco Vargillas y el teniente José Antonio
Herrera.
Resulta interesante apreciar como entre los oficiales no caudillos de las guerras
iniciales del siglo XIX, algunos se manifiestan proclives a lograr una participación
política dominante, por sorprendente que parezca corporativa bien podríamos decir, del
sector militar. Son fuerzas veteranas que propugnan, atendiendo a su condición
corporativa, dominar políticamente la sociedad. Violan así un aspecto entendido como
esencial del profesionalismo castrense, su neutralidad política militante; esto, ya que
dejan de ser militares-militares y se convierten en políticos-militares. Son los oficiales
pretorianos, aquellos dispuestos a propulsar un poder y una influencia política castrense
abusivamente dominante.
Resumiendo sobre este aspecto en particular. Desde las guerras por la
independencia emergen en la realidad social venezolana tres tipos bien diferenciados de
oficiales: los caudillos, los de orientación profesional y los pretorianos. Los primeros
son los guerreros personalistas, patrones con una hueste de fieles seguidores como
clientela guerrera, estén o no organizados en compañías, batallones y escuadrones. Los
segundos son los oficiales de orientación profesional, los auténticamente de carrera,
libres de personalismos protagónicos y carentes de una ambición política sustentada en
el sector castrense mismo. Finalmente los pretorianos, los oficiales políticamente
motivados que pretenden influir y hasta dominar la sociedad atendiendo a su condición
de hombres de armas.
22
Los tres tipos de oficiales militares, arriba mencionados, se complementan
durante el proceso bélico de inicios del siglo XIX. El equilibrio de autoridad proviene
de la muy personal jefatura suprema, para bien y para mal tal fue el caso; lo primero ya
que en términos castrenses era una imperiosa necesidad el mando único superior, lo
segundo ya que contribuye sustancialmente al llamado, en frase feliz del consagrado
historiador don Germán Carrera Damas, “culto a Bolívar”. Todos los oficiales se
someten, por las buenas o las malas, a los mecanismos institucionales fundamentales de
control y jefatura con El Libertador-Presidente (las mayúsculas son intencionales
atendiendo a la realidad histórica, no a sus efectos centenarios en la mentalidad
colectiva criolla) a la cabeza: Simón Bolívar Palacios.
Los brotes pretorianos de importancia serán tres y fácilmente dominados en sus
potenciales efectos políticos, 1810, 1816 y 1819. Nos referimos al intento frustrado
institucionalmente de lograr cambios en la Suprema Junta Conservadora de los
Derechos de don Fernando VII, en 1810; el gobiernillo provisional del Alto Apure
(Guasdualito) y el motín militar de Arichuna, en 1816; el golpe de estado que le
propinan en Angostura los generales Arismendi y Santiago Mariño al vicepresidente
neogranadino Francisco Antonio Zea, encargado de la presidencia al estar Bolívar
dirigiendo la Campaña de la Nueva Granada en 1819. En la Colombia grande de El
Libertador-Presidente, una vez logrado el triunfo de la causa republicana en la América
meridional hispana, se presentan agudas tensiones políticas internas desde 1826 y los
oficiales independentistas serán actores de primer orden en esos acontecimientos.
Con la llamada “Cosiata”, en los Departamentos colombianos de la antigua
Capitanía General de Venezuela (1825-1826) se acelera un proceso de fraccionamiento
en la novel Colombia, que solo es retardado por tres años gracias al prestigio personal
de El Libertador-Presidente. Los núcleos dirigentes de los cuatro departamentos
colombianos que comprendían la antigua Capitanía General de Venezuela para finales
de 1829, es decir, Orinoco, Maturín, Zulia y Venezuela, avanzan decididamente en un
proceso secesionista que se evidencia finalizando ese año como indetenible. Las
alternativas ciertas para 1830 eran simplemente dos: recurrir a la guerra civil para
mantener la unión colombiana o dejar hacer y la patria natal de Simón Bolívar Palacios
recobraba su destino independiente del proyecto gran-colombiano.
23
Venezuela, para que sobreviviera como tal a las guerras de 1811-1823, tenía que
separarse de esa Colombia grande de Bolívar; si no lo hacía dejaba de existir como
nación; así de sencillo y definitivo. Esta Tierra de Gracia es una creación española,
negarlo es absurdo e infantil; una realidad espacial que sobrevivió formalmente como
varias provincias desde el siglo XVI y, desde 1777, con la condición de Capitanía
General hasta 1810. Una porción político territorial, en la América meridional hispana,
donde se formó una dinámica elite propietaria, la cual decide mayoritariamente,
iniciándose el siglo XIX, procurar un gobierno propio. Luego de superar agudas
tensiones socio-políticas que se expresaron en casi tres lustros de acciones guerreras, los
civiles y civilistas criollos en 1830 restablecen la república.
Como veremos en el próximo capítulo, es fundamental entender para avanzar
con píe firme en la comprensión de nuestra evolución histórica, la relación dinámica
entre el sector militar, ejecutor pero no creador de la independencia, con el sector
civil dirigente republicano y liberal. El problema básico que enfrentaban los pensadores
y políticos civiles, era como controlar el poder político que bien podía desbordarse con
ambiciones dominantemente protagónicas en la oficialidad de esos ejércitos triunfantes.
A manera de introducción al tema los invitamos a leer el cuadro que
presentamos de seguidas. Las palabras claves son: institucionalidad republicana. El
cuadro en cuestión es una versión algo modificada del inicial, uno elaborado por Ingrid
Micett y que fue presentado en nuestro librito ya referido: Relaciones Civiles-Militares
en Venezuela: 1830-1910…, p. 145.
24
N° 1- Venezuela y República.
Guerras: 1811-1825.
porIndependencia
Independencia
Patriciado Civil Caudillos Movimiento Separatista
Ejército separatista venezolano
Principalmente conformado por partidarios de Páez
Pocas tropas de línea
No se enfrenta a las tropas colombianas
El Patriciado Civil implementa medidas
para neutralizar políticamente a los
hombres de armas
Con apoyo del Congreso dan licencia a los oficiales que carecían de un destino militar
inmediato. Prohíben el ingreso a Venezuela de militares considerados como un peligro para la
causa separatista. Dominio civil sobre el Ejército, Marina de Guerra y Milicia,
establecidos en la Constitución de 1830.
Apoyo de Páez obstaculiza cualquier atentado contra la institucionalidad
Algunos de los afectados reaccionan con la publicación del prospecto de un periódico militar y la “Presentación dirigida al Congreso por Varios Jefes y Oficiales sobre el Fuero Militar”.
Se pretende organizar una pequeña fuerza armada obediente y no deliberante controlada por las autoridades civiles
El Patriciado Civil no cede en su posición dominando la situación
25
Caudillos y república
El siglo XIX venezolano, luego del fraccionamiento de la Colombia grande de
Bolívar, es uno que debe ser analizado de nuevo por nuestros historiadores. Superar
errores conceptuales, anacronismos interpretativos y confusiones entre la crónica y el
estudio histórico analítico, son tareas que se aprecian como retos interesantes para los
jóvenes. No pretendemos en estas páginas lograr una novel visión del decimonónico
siglo; solo nos limitamos a tratar el tema de las asonadas militares y reinterpretar el
carácter de nuestras guerras civiles de hace ya dos centurias.
El cerebro del movimiento separatista venezolano de Colombia fueron los
propietarios civiles y civilistas de pluma, tintero y formalismos liberales, en las distintas
provincias de la fenecida Capitanía General. El brazo ejecutor fueron mayoritariamente
los caudillos menores movilizados por Páez y Arismendi. Las tropas de orientación
profesional mantienen una neutralidad política que deja hacer a los secesionistas. Los
pretorianos, con el General Santiago Mariño a la cabeza, o los venerables batallones
Anzoátegui y Boyacá, entienden que sus posibilidades de poder se verían potenciadas
con una Colombia fraccionada y disminuirían con la existencia de la unión gran-
colombiana.
Las tensiones entre autoridades políticas civiles y los militares, constante cierta
del proceso bélico independentista, es una herencia que recibe el núcleo dirigente de
propietarios que comienzan a moldear la república, iniciándose la tercera década del
siglo XIX venezolano.12
El tema de la abolición del fuero militar por parte del Congreso
de la República, para aquellos que no estuvieren prestando servicio activo castrense,
genera polémicas públicas donde se evidencia ese sentimiento corporativo militar tan
propio de los hombres de armas. La civilidad se impone, no solo en caso del fuero
militar (sólo gozarán de éste los militares en servicio activo) sino también en los
12
Nos apoyamos en lo señalado en el artículo de Ingrid Micett, “Participación política y militar de los
hombres que intervinieron en la guerra de independencia venezolana”. Anuario De Estudios
Bolivarianos. Año VII, N° 7-8, Caracas, Instituto de Investigaciones Históricas Bolivarium, USB, 1988-
1999, pp. 51-88; también, del libro de Domingo Irwin G., ya referido: Relaciones Civiles y Militares en
Venezuela, 1810-1910…, pp. 15-125, hemos tomado información de ambos en este capítulo y el
siguiente.
26
mecanismos de control civil y civilizatorio que se establecen en la Constitución de
1830.
Los brotes violentos de rebeldía de caudillos desafectos a la causa de la nueva
república son dominados con relativa facilidad por Páez y sus parciales. El ejército es
reducido a solo tres batallones: Anzoátegui, Junín y Boyacá. Las añejas fortalezas
venezolanas cuentan con sus modestas baterías de artillería, así como una muy reducida
oficialidad y tropa para atenderlas. La Armada (la mayúscula es intencional)
republicana se limita a solo dos goletas y varias unidades menores; la corsaria, gallarda
y dinámica escuadra de bajeles de guerra independentista había sido vendida o
desincorporada del servicio activo.
Las milicias, en parte herencia del sistema colombiano y, antes de éste del
español, son normadas. Aunque debe resaltarse que el análisis histórico evidencia que, a
lo largo del siglo XIX venezolano, éstas serán tan de papel como sus reglamentos. Muy
a diferencia del siglo XVIII, la defensa de la novel república hasta inicios de la década
de 1840, descansaba en las fieles huestes personalmente adictas al caudillo nacional,
Centauro de los Llanos, general en jefe José Antonio Páez, amén de los demás caudillos
provinciales.
Dos aspectos deben resaltarse de estos primeros quince años de vida republicana
independiente en el campo castrense. El esfuerzo necesario por desarrollar la educación
militar de carrera, el primero, por sus evidentes implicaciones históricas. El segundo,
como se logró neutralizar políticamente a los próceres militares independentistas, aún
cuando el costo de este proceder se evidenció como importante en términos
crematísticos para el tesoro púbico.
Con el desarrollo de la educación militar para la oficialidad del ejército;
inicialmente, en la llamada Escuela Militar de Matemáticas (imbricada en la práctica
con los estudios de esa ciencia en la ya republicana Universidad de Caracas, hoy
Universidad Central de Venezuela) y luego en las Escuelas Náuticas, fundamentalmente
la de Maracaibo y Margarita, se procuraba formar la generación de relevo en la
oficialidad de la república. El sistema de pagos parciales a los veteranos de las guerras
27
por la independencia, no activos pero sí activables; las llamadas letras de cuartel o la
cancelación de la tercera parte de la paga correspondiente según el grado militar o las
pensiones a los próceres militares de la independencia, eran un medio para contar con
sus servicios en caso de una amenazante emergencia guerrera. También, un
procedimiento que garantizaba la neutralidad política de los así beneficiados.
Los tres tipos de oficiales antes referidos, insistimos, caudillos, militares de
orientación profesional y oficiales pretorianos, conviven con diferencias y tensiones
efectivamente menores hasta 1835, cuando estalla la denominada Revolución de Las
Reformas. Ésta fue un intenso brote pretoriano que cuenta inicialmente con el apoyo de
los caudillos orientales y pone a tambalear la república de propietarios civilistas. Fue un
proceder violento que tiene su epicentro en la oficialidad de los batallones Boyacá,
Junín, Anzoátegui y en un segmento de los jefes personalistas veteranos de las guerras
anteriores.
Al lograr Páez neutralizar a los caudillos orientales con Monagas a la cabeza, en
el acuerdo de Pirital (1835), el movimiento queda reducido a las fuerzas pretorianas que
apoyaban las pretensiones políticas del general Santiago Mariño. La derrota del
movimiento conspirativo fue completa. Los caudillos mayoritariamente siguen a Páez,
cabeza del calificado como ejército constitucional, a lo que se agrega la posición
decidida de los oficiales de orientación profesional que enfrentaron exitosamente a los
pretorianos.
Una consecuencia poco referida como resultado del movimiento reformista fue
como se va perfeccionando la fórmula política republicana, durante los primeros quince
años, luego de la separación venezolana del proyecto gran-colombiano de Bolívar
Palacios. La presidencia de la república se evidencia como reservada para los próceres
militares: los generales Páez, Carlos Soublette y Monagas. Los civiles pueden aspirar a
la vicepresidencia, a las secretarías, al Congreso y demás cargos burocráticos menores.
El médico civilista José María Vargas, quien triunfa en los comicios para elegir
el sucesor de Páez y fuera depuesto por los pretorianos durante la asonada reformista,
renuncia al cargo en 1836. Atendiendo a lo establecido en la Constitución de 1830, será
28
sustituido por el vicepresidente electo general Carlos Soublette, hasta concluir el
período que inicialmente correspondía al galeno. Así, los Jefes Civiles y Militares del
colombiano Departamento de Venezuela, durante la bolivariana realidad gran-
colombiana, serán los presidentes constitucionales de la República de Venezuela en los
siguiente tres lustros después de 1830.
Otro aspecto relevante de la afortunadamente malograda Revolución de Las
Reformas, una que por cierto parece olvidada por los historiadores, es que cierra las
puertas del poder político a la tendencia pretoriana. Hasta que se organice un efectivo
ejército nacional, en los inicios del siglo XX, el ejército no será un factor determinante
de poder político en Venezuela. Esto no significa que los oficiales pretorianos
desaparecen del acontecer militar, claro está que individualidades con tal condición
subsisten pero opacados, sin brillo propio, bajo la sombra dominante de los caudillos.
Los oficiales de orientación profesional colapsarán institucionalmente cuando lo
haga la república civil y civilista de propietarios. Tal situación se materializa más o
menos una década después de la derrota política de los pretorianos de Las Reformas.
Las tensiones socio-políticas generadas por la crisis cafetera de 1842-1843, estimulan
un clima de fricción creciente entre hacendados y comerciantes en proceso de ruina y
los también propietarios, quienes se favorecen económicamente de éstas.
La tormenta política se desata con la elección del sucesor del presidente
Soublette en 1846. El núcleo propietario se fracciona en dos bandos opuestos y desde
ese entonces irreconciliables que dirimirán sus querellas, luego de varios vericuetos y
formalismos legales, recurriendo a la violencia guerrera. Alegando fraude electoral un
sector de la oposición al gobierno toma el camino de la insurrección. Aún cuando son
fácilmente dominados, esta situación marca el inicio de una condición novedosa para la
república venezolana de ese entonces, sus efectos se sentirán por más de medio siglo en
la vida política nacional.
En la insurrección de Septiembre de 1846, bajo la jefatura del comerciante de
Villa de Cura, Ezequiel Zamora y el mayordomo de hacienda Francisco Rangel
(llamado el indio Rangel), se evidencia un problema políticamente distinto a los
29
anteriormente enfrentados por la elite propietaria. No son caudillos ambiciosos y
cerreros que buscan obtener el poder violentamente, o las fuerzas pretorianas que
desean catapultar a sus jefes militares al poder. Esta vez son partidarios de una facción
política, nacida de la sociedad vernácula de propietarios, que argumentando atropellos y
ventajismos politiqueros de variada laya, toma el camino de las armas para imponer su
criterio. La elección del general José Tadeo Monagas como sucesor del general
Soublette y la actitud que ante él asumen ambos sectores políticos en pugna, aviva la
discordia entre los mentados conservadores y los proclamados por iniciativa propia
como liberales.
Los propietarios civiles de los bandos enfrentados abandonan la civilidad
republicana y procuran imponerse a sus rivales recurriendo a la guerra. Los oficiales de
orientación profesional y los caudillos se fraccionan, apoyando a uno de los dos
segmentos políticos en pugna. Páez enfrenta al gobierno presidido por Monagas y en
acciones de guerra entre 1848 y 1849, terminando así la coyuntura guerrera iniciada casi
tres años atrás. Con prisión y exilio paga el León de Payara, su “Esclarencia” y luego
Rey de los Araguatos (tres motes que en vida recibió Páez), su derrota; Monagas se
erige así en el nuevo caudillo nacional.
El conflicto guerrero entre los descritos como “Conservadores”, “Godos” u
“Oligarcas”, por sus rivales políticos que se autocalificaban de “Liberales”, acaba con la
república de propietarios con un efectivo ideario pragmáticamente liberal y civilizatorio
de gobierno. Concomitantemente, permite que aflore de manera dominante en la
sociedad criolla de lo que quedaba del siglo XIX, el personalismo político extremo y
guerrero, ese que estaba representado en los caudillos y el caudillismo decimonónico.
Éstos ya no servirán como en el pasado a un proyecto político determinado. Desde la
coyuntura histórica 1846-1849, serán los “Godos” y los “Liberales” de variada laya los
que sirvan a los intereses ciertos de poder personalista de los caudillos.
El ejército, la marina de guerra como se le llamaba en ese entonces a la que hoy
gusta en calificarse de armada y las milicias o como se llegó a referirlas para entrada ya
la segunda mitad del siglo antepasado a éstas: tropas supernumerarias o ejercito de
reserva; bien subsisten en el papel y la tinta de las reiterativas Memorias de Guerra y
30
Marina, pero carecen esos militares ciertos o potenciales de poder político efectivo. El
sector militar de la sociedad, había sido sometido por civiles armados personalistas.
Éstos actuaban recurriendo a la violencia para asegurar el poder político sobre una
unidad territorial; una que podía ser local, regional o provincial y mediante acuerdos o
guerra civil entre aquellos, un caudillo lograba el poder nacional.
Desde 1848-1849 hasta finales de ese siglo, el personalismo político se cubre de
un supuesto manto doctrinal. Inicialmente el conflicto entre Conservadores-centralistas
y Liberales-federalistas se resuelve en una serie de guerras civiles que tiene su más
acabada expresión en la calificada de “Guerra Larga”, “Revolución Federal” o “Guerra
de los Cinco Años” (1859-1863). En parte ésta situación reflejaba la realidad
fraccionada de la distribución político-espacial e histórica venezolana, esa que califica
acertadamente el destacado historiador don Elías Pino Iturrieta como “País
Archipiélago”. También, el resentimiento de los propietarios provinciales ante el
predominio político del centro del país. Lo primero era el resultado natural de un
proceso de varios siglos, que solo adquiere una condición homogénea en lo institucional
administrativo con las reformas borbónicas de finales del siglo XVIII. Lo segundo, el
celo de las élites provinciales ante lo que entendían como la petulancia política
caraqueña, valenciana y centralista en general.
Si con los gobiernos de los hermanos Monagas (1847-1858 y 1868-1870) el
oriente venezolano se integra efectivamente a la república, el resto del país avanza en el
proceso de efectiva integración nacional vía las guerras civiles decimonónicas.13
La
calificada como Revolución Federal significó, muy paradójicamente, la consolidación
de la supremacía caraqueña. Como también, por sus resultados, evidenció que el
problema no era doctrinal; las guerras civiles en los territorios de los llamados
constitucionalmente, desde 1864, Estados Unidos de Venezuela, serán entre facciones
rivales federales-liberales; en realidad facciones personalistas de los distintos caudillos
de provincia.
13
Sobre la conformación de la territorialidad venezolana resulta imprescindible referir a la profusa obra
de Manuel Antonio Donis Ríos, sólo a manera de ejemplo invitamos al lector interesado en estos temas a
consultar su libro De la Provincia a la Nación: el largo y difícil camino hacia la integración político-
territorial de Venezuela (1525-1935). Caracas Academia Nacional de la Historia, Serie Estudios,
Monografías y Ensayos, 2009.
31
La altivez del occidente venezolanoo será dominada por el doctor y general de
guerras civiles Antonio Guzmán Blanco, al vencer la insurrección del “ejército sin
general” de León Colina y Romualdo Falcón en 1874. Para asegurar el dominio sobre la
región occidental se mantienen jefaturas civiles-militares en los estados Barquisimeto y
Falcón por el tiempo en que fueron necesarios; los brotes guerreros que surgen contra el
gobierno en estas tierras serán dominados con relativa facilidad. Los delegados militares
serán otro de los recursos empleados por los “Liberales de Antonio” (es decir de
Guzmán Blanco) para reafirmar el dominio centralista sobre el resto del país.
Con los caudillos provinciales que no resistían su poder, Guzmán Blanco
establecía acuerdos de poder. Es la llamada fórmula “partido-ejército” por don Ramón J.
Velásquez.14
Claro está, el partido era el conformado por los Liberales de Antonio; el
ejército, las huestes de los caudillos de provincia fieles al “Ilustre Americano”, como
llamaban a Guzmán Blanco sus acólitos. Era una situación en la cual el caudillo
regional era amo y señor en sus predios, pero aportaba sus hombres armados para
auxiliar al presidente en caso de una emergencia guerrera y política.
La situación arriba descrita podría malinterpretarse, (la relación entre el caudillo
nacional en la presidencia y los caudillos de provincia) con una realidad equivalente a
un pretendido “feudalismo político”, las comillas son intencionales. No se necesita ser
muy perspicaz para entender que la analogía resulta bastante débil, para decirlo con algo
de académica elegancia. Son contextos históricos muy distintos.
En el feudalismo tenemos siervos de la gleba, nobleza feudal y una forma
monárquica de poder sustentada en los lazos de sangre; todo esto está ausente en esa
Venezuela de la segunda mitad del siglo XIX. También, en un sistema político feudal
no existe una realidad de mercado como aspecto rector de la actividad económica;
condición que sí es evidente en los territorios venezolanos de la segunda mitad del siglo
XIX.
14
Véase Ramón J. Velásquez: La Caida del Liberalismo Amarillo (Tiempo y drama de Antonio
Paredes). Caracas, Segunda Edición, Cromitip, 1973; aspectos III y IV en la calificada por el autor de
Explicación.
32
La dispersión del poder, propia del caudillismo criollo del siglo XIX, se
desenvuelve en una realidad que se calificaba de republicana; sin presencia efectiva de
ninguna nobleza; los peones, jornaleros, pisatarios, medianeros y arrendatarios, si bien
están muchos sometidos a variadas formas de coerción extra-económica, no guardan
una relación cierta de igualdad con los siervos de la gleba europeos; los campesinos, son
eso: campesinos, no siervos de algún señor feudal. El caudillo venezolano del siglo XIX
no es de ningún modo comparable con el señor feudal. Claro está, detrás del caudillo
provincial, estaban intereses económicos agropecuarios y comerciales propios de la
región en cuestión donde desenvolvía su poder de hecho y no de derecho; pero la
analogía es bien lejana con el caso de los nobles feudales del Medioevo europeo.
El problema político, al colapsar el intento de una república de propietarios de
orientación liberal, en realidad no era uno de fórmulas republicanas de poder político,
no era un problema ciertamente doctrinal, no era una lucha de ideas. Claro está,
teóricos, muy particularmente del sector federalista, los hay particularmente desde la
segunda mitad del siglo XIX; sus textos están para recordarnos la aguda diferencia entre
la teoría y la práctica. Poco importó lo que dijeran los sesudos y eruditos escritos, como
también las elaboradas y a veces barrocas constituciones. El poder político en aquellos
tiempos, no era institucional era en extremo personalista y guerrero, ciertamente
tradicional y patrimonial, pero no feudal.
Los caudillos, propietarios que contaban con el apoyo de sus clientelas
personales armadas, eran los que vía la violencia imponían su orden en la sociedad
criolla. Mantenían aquellos una relación de mutua conveniencia con los civiles
comerciantes. En realidad estos patrones guerreros personalistas eran empresarios
políticos de la violencia política, no autárquicos señores feudales. Sus relaciones con el
sector comercial se establecían durante las guerras civiles, de la cual extraían beneficios
mutuos en caso de triunfar.
No resulta exagerado señalar que la actividad empresarial más importante del
siglo del café, cacao y ganado vacuno en Venezuela, eran las recurrentes guerras civiles;
esto, particularmente, durante las cuatro últimas décadas del siglo XIX. Los dineros y
pertrechos de toda índole que recibían los caudillos que pretendían el poder nacional, en
33
caso de triunfar, eran reconocidos y pagados por el nuevo gobierno resultante. Tal fue el
caso de los gobiernos presididos por Guzmán Blanco (1870-1877, 1879-1884 y 1887) y
los del general Joaquín Crespo (1892-1898).
Para que las huestes armadas personalistas, perrunamente fieles a sus respectivos
caudillos, pudieran operar con éxito en los territorios de la antigua Capitanía General de
Venezuela como los factores fundamentales del poder político, el ejército nacional tenía
que ser tan de papel como las constituciones republicanas. Si no existían instituciones lo
suficientemente sólidas para evitar que la violencia armada alcanzara la condición de un
principio político básico de poder, el péndulo no podía dejar de oscilar entre la anarquía
y el despotismo. De los héroes militares de las guerras de la independencia, se pasará
sin soluciones importantes de continuidad a los de la Guerra Larga de mediados del
siglo XIX.
Caudillo era algún patrón, no pocas veces autoproclamado comandante o coronel
o general, quien con su grupo de fieles seguidores armados (casi siempre bastante
rudimentariamente) decidía luchar o amenazaba hacerlo, por la causa supuestamente
federal o liberal. Así, los caudillos menores, gamonales o caciques retenían un poder
político meramente local. Entre estos caudillos, recurriendo a la violencia y/o los
acuerdos uno era admitido entre sus iguales como el caudillo regional y/o provincial. De
igual forma se procedía entre éstos, vía las guerras civiles, para reconocer al nuevo
caudillo nacional, jefe supremo y presidente de la república.15
No siempre el caudillo nacional ejercía el poder político directamente como
presidente. Esta situación se inicia con José Tadeo Monagas y su hermano José
Gregorio Monagas. Era José Tadeo quien tenía ciertamente el poder en sus manos,
gracias a sus entendimientos y acuerdos con los caudillos provinciales aún cuando José
Gregorio fuera el presidente (década de 1850). En el caso de Guzmán Blanco y Joaquín
15
Estas condiciones de los caudillos provinciales para con el caudillo nacional, han sido brillantemente
expuestas en el discurso escrito de la obra ya destacada de Ramón J. Velásquez: La Caída del
Liberalismo Amarillo… Véase también los artículos posteriormente editados a la obra recién aludida de
Diego Bautista Urbaneja: “Caudillismo y pluralismo en el siglo XIX venezolano”. Políteia, Nº 4,
Caracas, Universidad Central de Venezuela (UCV), Instituto de Estudios Políticos, 1975 e “Introducción
Histórica al Sistema Político Venezolano”. Politeia. Nº 7, Caracas, UCV, Instituto de Estudios Políticos,
1979.
34
Crespo, en 1884-1886, tenemos otro ejemplo o bien Crespo y el General Ignacio
Andrade en 1898.
Otra modalidad de poder en el caudillismo venezolano del siglo XIX, era cuando
los caudillos provinciales no reconocían a ninguno de ellos como el Jefe Supremo de la
pretendida y nominal república. En estos casos se dieron dos situaciones. Una era
cuando la presidencia la retenía un civil, no caudillo claro está, como un hombre de
transición ante una situación de equilibrio de poder entre los grandes guerreros
provinciales personalistas. Los ejemplos históricos son las presidencias de los doctores
Juan Pablo Rojas Paúl (1888-1890) y Raimundo Andueza Palacio (1890-1892).
Advirtiendo que Andueza pretende prolongar su mandato, lo que permite que vía la
guerra civil, la denominada Revolución Legalista, emerja un nuevo caudillo nacional: el
general Crespo en 1893. La otra situación ya está descrita en la referencia anterior,
recurriendo a las guerras civiles un conjunto de caudillos logra llevar a su jefe al
ejercicio del poder nacional.
Nuestras guerras civiles del siglo XIX, después del quiebre institucional de
1846-1849, fueron no otra cosa que conflictos entre grupos diversos de caudillos
rivales, de propietarios armados civiles mas no civilistas, de empresarios políticos de la
violencia guerrera criolla. La duración de las acciones bélicas, entiéndase la violencia
guerrera, era mantenida hasta que una red caudillesca de propietarios lograba imponer
su autoridad a lo largo y ancho del territorio venezolano. Los conflictos bélicos
menores, esos que tanto abundan desde 1849 en adelante, estaban conformados en
realidad por intentos de grupos caudillescos rivales de quienes detentaban el poder, en
un esfuerzo por desplazarlos.
Los ropajes iníciales, insistimos en esta idea ya que la consideramos de
importancia capital para entender cabalmente nuestra historia del siglo XIX, eran de
“conservadores” versus “liberales”; meras vestimentas que procuraban esconder la
ambición personalista de los jefes en ambos segmentos enfrentados. Luego de la
calificada como la Guerra Larga o Revolución Federal (1859-1863) el conflicto se
desarrolla, como ya dijimos en párrafos precedentes, entre facciones que se decían todas
“federales” y/o “liberales”, con iguales condiciones que las mencionadas recién. Ese es
35
el personalismo político venezolano decimonónico cierto. Como tanto en la historia
venezolana, la explicación es, paradójicamente, mucho más sencilla de lo que pudiera
inicialmente pensarse analizando nuestro pasado republicano del siglo XIX.
En circunstancias como las arriba descritas no podía haber lugar para una acción
importante de oficiales pretorianos o de orientación profesional. Los caudillos
dominaban la escena de la tragicomedia política de esos tiempos. Tampoco, se podían
organizar logias militares conspirativas, en un ejército y marina de guerra que eran más
nominales que ciertamente operativas. Los oficiales no caudillos debían “apostar a
ganador” para no abandonar definitiva, o momentáneamente, sus cargos en el muy
endeble tinglado castrense durante las repetitivas guerras civiles del siglo XIX.
Las tendencias pretorianas y profesional militar no desaparecen en la segunda
mitad del siglo XIX en Venezuela. Brotes pretorianos encontramos en el derrocamiento
del presidente don Pedro Gual en 1861, por el Comandante de Armas de Caracas el
coronel Echezuría. La llamada Dictadura Senil de Páez, 1861-1863, ofrece rasgos de un
definido corte pretoriano. Los oficiales de orientación profesional subsisten en la marina
de guerra, las muy escasas unidades de artillería, las academias militares y escuelas
náuticas, en los cargos administrativos del Ministerio de Guerra y Marina, pero hasta
allí. Mientras no se estructure un efectivo ejército nacional, Venezuela seguirá siendo
tierra de caudillos.
El caudillismo, recapitulando, la acción dominante de patrones civiles más no
civilistas con sus huestes guerreras y sus grados militares, sin tener ciertamente una
auténtica calificación castrense, expresa una condición que se proyectará por algo más
de medio siglo (1849-1903) en Venezuela. En parte hereda este fenómeno histórico, esa
realidad simbiótica vernácula (por darle un nombre) entre lo militar y lo civil en
funciones públicas. Condición ésta que se aprecia durante las guerras iniciales del siglo
XIX y que se proyectará a todo lo largo del siglo antepasado.
Una vez dominado el potencial político del sector militar (1830-1836) por los
prohombres civilistas con el paradójico apoyo de Páez y sus guerreros, fracasará el
modelo político construido desde que los venezolanos abandonan el proyecto gran-
36
colombiano de Bolívar. La república de propietarios sobrevive hasta la coyuntura
histórica, suicida en lo político, del sector civilista (1846-1849). Los caudillos, quienes
emergen como los entes dominantes de la situación referida recién, expresan una nueva
versión del poder político personalista vernáculo; esa peculiar fusión de intereses civiles
pero no civilistas, entre quienes pueden recurrir a la violencia guerrera y el resto de la
sociedad.
Las acciones violentas que se desarrollan en la Venezuela del siglo XIX no
expresan una lucha entre mayorías oprimidas y una dominante minoría opresora. Lo
verdaderamente trascendente en términos históricos, es como vía las relaciones patrón-
clientela el núcleo de propietarios de civiles armados incorporan al resto de la sociedad,
a las mayorías, en sus personalistas disputas violentas por el poder político. Inicialmente
serán los próceres de la independencia (1848-1858), luego vendrán los de la federación
(1864-1898).
Con lo argumentado arriba, no estamos señalando que no existieran las obvias
tensiones sociales entre los desposeídos y los propietarios de fundos agropecuarios o los
comerciantes y financistas. Lo que procuramos resaltar, es que esas presiones sociales
se resuelven favorablemente para el núcleo de propietarios, en buena parte, con las
guerras civiles decimonónicas. Acciones bélicas de diferentes magnitudes, pero siempre
propiciadas por personeros del sector propietario mismo; ajenas, en consecuencia, a un
auténtico movimiento redentor socio-político, fueron, en términos históricos auténticos
precisamente lo contrario.
La agricultura de subsistencia y las acciones de pillaje y bandolerismo eran en
buena parte las expresiones más comunes de las inequidades sociales en la Venezuela
del café, el cacao y el ganado. Una escaza población, un inmenso territorio virgen en
buena medida despoblado, las pésimas condiciones sanitarias y de transporte en la
provincia, eran todas variables que influían y moldeaban las angustias de las mayorías
desposeídas trabajadoras, ante los no muy notables privilegios de los propietarios. El
patrón, actuando como caudillo, movilizaba sus dependientes (clientes) armándolos para
la violencia política; en caso de triunfar se disfrutan algunas prebendas, pero si fracasan
las penurias del patrón se proyectan en buena medida sobre su clientela personal. El
37
caudillo es un actor político que ejerce funciones de control social, anulando en realidad
la potencial rebeldía de las mayorías desposeídas.
Un aspecto descuidado en nuestros análisis históricos es el efecto de las crisis
cafetaleras en la situación política venezolana del siglo XIX. Mucho se tiene escrito
sobre la crisis y recesión de la década de 1840 y como ésta contribuye al colapso
republicano y civilista liberal. Situación que se presenta como contrastante si la
comparamos con la realidad económica que enfrenta Guzmán Blanco, durante el
Quinquenio (1879-1884). En ésta, el malestar socio-económico es controlado con éxito
político por el “Ilustre Americano” y la fórmula de poder caudillesca (es decir de los
caudillos que congeniaban con él o sus sucesores inmediatos) se consolida hasta finales
de siglo.
En 1898 una crisis cafetalera lleva a una pronunciada baja en los precios de
exportación del café. Esta situación, de por si preocupante, se agrava con la muerte
inesperada del caudillo nacional, Joaquín Crespo, en abril de ese año; a la crisis
económica con sus obvios efectos sociales, se suma una crisis política de poder entre los
caudillos regionales. Las guerras civiles de 1898-1903, serán la divisoria de aguas entre
las huestes personalistas de los caudillos y los inicios de un efectivo ejército nacional.
Otro aspecto que debe resaltarse es el inicio de la modernización de equipos
militares adquiridos finalizando el siglo XIX, durante el último gobierno de Crespo.
Este reequipamiento militar, en realidad bastante modesto, pero significativo para los
niveles criollos de ese entonces, se desarrolla como consecuencia de los problemas
limítrofes con el Reino Unido y su Guayana Británica. Los nuevos armamentos que
recibe el ejército venezolano en 1893 y 1894 son de capital importancia para lograr
avanzar en la estructuración de un efectivo ejército nacional para inicios del siglo XX.
Entre las adquisiciones militares crespistas, destacan la artillería de campaña (30
cañones Krupp de campaña de 80 mm, y 10 de montaña de 60 mm.) y los fusiles
Mauser; de éstos se recibieron la nada despreciable cantidad de 30.000 M/71 y 6.000
llamados coloquialmente “de repetición” (M. 71/84); también fueron adquiridas 3.210
carabinas de fuego circular y 19.500 bayonetas Mauser; así como 8.522.400 cápsulas de
38
Mauser y 1.727.604 de carabinas. Estos nuevos equipos llevaron a la necesidad de
entrenar a la tropa en su cabal manejo, por lo que la Memoria de 1895 destacaba el
énfasis que se le daba a la instrucción del Ejército regular en el manejo de las nuevas
armas. Éstas y los transportes movidos por vapor, ferrocarriles y barcos, contribuirán al
fin del caudillismo en Venezuela.
En el esquema que presentamos en la próxima página, procuramos resaltar un
aspecto que consideramos como fundamental para la comprensión de nuestra evolución
militar. Abordamos el tema de la tipificación de la oficialidad castrense. En las páginas
precedentes hemos referido como se expresaba en términos históricos los procederes de
estos oficiales durante el siglo XIX; es lo que calificamos de tendencias castrenses
venezolanas, presentes en la realidad criolla desde ese siglo. El cuadro reproduce uno
presentado en el librito ya referido: Relaciones Civiles-Militares en Venezuela: 1830-
1910, p. 143.
39
N° 2- Caudillos y República
A P A R A T O
M I L I T A R
V E N E Z O L A N O
D E L
S I G L O
X I X
Cuerpo de Oficiales: Tendencias
Caudillesca
Caudillos
Pretoriana
Ejercicio del poder de manera
personalista, empleando la violencia
Oficiales militares
Pretendían influir determinantemente
en la conducción política del país,
apoyándose en la organización
castrense
Entendían su actividad militar como profesión libre de personalismo y sin ambición de poder político, su propensión era la defensa de la institucionalidad y la soberanía nacional.
Oficiales de Orientación Profesional
Profesional
40
Caudillismo y pretorianismo.
El DRA refiere a la voz pretorianismo como “influencia política abusiva
ejercida por algún grupo militar”. Los caudillos y sus huestes se calificaban de militares,
sin en realidad ir más allá de ser guerreros improvisados, mal equipados, sin disciplina,
carentes de entrenamiento sistemático en la ciencia y arte de la guerra; aunque sí
desarrollan una política abusiva para con la sociedad. El académico anglosajón Amos
Perlmutter16
divide al pretorianismo en histórico y moderno. La diferencia entre uno y
otro viene dada por la existencia de un efectivo ejército nacional moderno. Siguiendo
este criterio el caudillismo, comentado en páginas precedentes, sería una manifestación
cierta de pretorianismo histórico.
Dejando los conceptos teóricos y volviendo al análisis del siglo XIX venezolano,
el caudillismo como fórmula política presentaba serias limitaciones para lograr la
transmisión del poder por vías distintas a la violencia guerrera. Los acuerdos para
mantener en la presidencia a un hombre de compromiso, tenían corta vida ante las
ambiciones personalistas de los grandes guerreros provinciales. Al morir el caudillo
nacional, aun cuando este no fuese el presidente, colapsa el acuerdo de poder que tenían
en aquel su vértice cierto y efectivo.17
La muerte del Taita Crespo, favorece el inicio de una coyuntura histórica que se
inicia en 1898 y termina en 1903. Conforma el auténtico transito político y cronológico
del siglo XIX al XX. En la década inicial de la primera centuria mencionada recién, se
gestan las condiciones cercanas del proceso republicano; en el segundo de los siglos
mencionados, se avanza en la conformación del estado moderno con sus deformaciones
primigenias que aun hoy afectan la vida pública venezolana.
Las guerras civiles de finales del siglo XIX venezolano, responden a la
dinámica política por la sucesión del poder en el caudillismo despótico; serán también,
16
The Military and Politics in Modern Times. New Heaven-Londres, Yale University Press, 1978.
17
Hemos tomado información que presentamos en un libro de nuestra autoría: Relaciones Civiles y
Militares en el Siglo XX. Caracas, El Centauro Ediciones, 2000, pp. 17-58.
41
el inicio del fin de esta fórmula de gerencia socio-política en la tierra natal de Simón
Bolívar Palacios. Eso es lo históricamente comprobable; referencias a un siglo XIX que
se prolonga hasta 1936 tiene más de percepción analítica personal, por los más variados
motivos, que un estudio intenso sobre la evolución socio-política criolla; eso ya lo
demostró brillantemente don Ramón J. Velásquez en la presentación de la obra que
hemos referido de este autor La Caída del Liberalismo Amarillo…; máxime, agregamos
modestamente nosotros, si se refiere al análisis de la evolución militar.
La revolución bajo la jefatura del llamado Mocho Hernández, o de Queipa, en
1898 fue dominada por las huestes fieles al general Ramón Guerra, quien luego fracasa
en su intento por derrocar al presidente Ignacio Andrade, el sucesor y protegido de
Crespo. Cruzando la frontera tachirense de su exilio colombiano, avanza, desde el 23 de
mayo de 1899, la Revolución Liberal Restauradora con Cipriano Castro a la cabeza y
teniendo inicialmente a Juan Vicente Gómez como administrador, es decir, lo que
calificaban en ese entonces de comisario de guerra.
El triunfo de Castro fue más político que militar; es decir, para los caudillos y
sus aliados propietarios regionales de aquellos tiempos, la toma del poder por parte del
audaz tachirense duraría tanto como se lo permitiera una nueva coalición de guerreros,
quienes, vía la guerra civil, procuraría desplazarlo de la presidencia de la pretendida
república (las minúsculas son intencionales). La historia demostraría el grave error de
cálculo de quienes no entendieron la nueva dinámica política criolla que miraba al siglo
venidero, el naciente siglo XX. Brumas interpretativas que son necesarias superar para
comprender ciertamente la evolución histórica venezolana y la de su efectivo ejército
nacional.
Es necesario rechazar varias ideas, especie de lugares comunes sobre esta tan
interesante coyuntura; una que cabalga entre dos siglos; pues no se ajustan esas
distorsionadas visiones a la histórica verdadera. La primera, es sopesar el mito de la
gran capacidad estratégica militar de don Cipriano; en realidad éste puede avanzar hasta
vencer en la batalla y llegar a Valencia con su hueste fundamentalmente tachirense,
debido a las graves diferencias internas que presentaban quienes debían enfrentarlo y
defender al gobierno del general Andrade. Éste se evidenciaba, aparentemente, como
42
más peligroso que Castro para los caudillos regionales y con ambiciones políticas muy
propias, liberados de los entendimientos de poder con el finado Taita Crespo.
También, resulta necesario resaltar que la política de compra de armamentos
implementada por Castro es una continuación de la iniciada por Crespo. Donde sí se
nota un incremento sustancial es en la marina de guerra. En un arranque de optimismo,
el ministro de guerra y marina llega a señalar en 1902: “Por primera vez en la existencia
de la República, posee ella una Escuadra que representa decorosamente la nación y que
corresponde a las necesidades de nuestro extenso litoral”. El nuevo jefe de la armada era
el general Alejandro Ibarra. Se moderniza la legislación naval. Se compran nuevas
unidades, estando conformada la escuadra por:
“Restaurador” antiguo “Atlanta” de construcción norteamericana, de 750
toneladas, armado con 1 cañón de 7.6 cm, 4 de 5.7 cm, y dos de 4.2 cm.
“Bolívar” antiguo “Galicia” de 631 toneladas, armado con 6 cañones de 5.7 cm,
una ametralladora de 25 mm y 2 tubos lanza torpedos.
“Miranda” antiguo “Diego Velásquez” de 200 toneladas y armado con 2 cañones
de 5.7 cm y dos ametralladoras de 37 mm.
“Zumbador” antiguo “Augusto” remolcador artillado de 290 toneladas, armado
con 3 cañones de 5.7 cm. y una ametralladora.
“23 de Mayo” antiguo “Aliance” armado con cañones Krupp de 3 cm.
“General Crespo”, “Zamora” y “Totumo” eran los otros vapores de la escuadra.
La nueva organización del ejército que impone Castro tenía como columna
vertebral a 30 batallones, con 5 compañías cada uno, compuesto por 300 hombres sin
contar la oficialidad. ¡Al mando de cada batallón estaba un General! Los “Cuerpos de
Ejércitos” en operaciones estaban formados por “Divisiones” (las comillas son
intencionales), éstas a su vez por brigadas y éstas por batallones. Como resultado de los
numerosos movimientos armados contra el gobierno entre los años de 1900 hasta 1901,
las fuerzas de línea fueron reforzadas con 39 batallones y 2 compañías supernumerarias,
con un total de 11.820 individuos de tropa. Así, el denominado ejército activo del
gobierno llegó a tener bajo las armas cerca de 20.000 hombres.
43
Para lograr mantenerse en el poder, Cipriano Castro si bien podía recurrir al
armamento comprado por el gobierno de Crespo, no podía confiar en los acuerdos con
los caudillos del crespismo. Podía sí emplear las diferencias personales entre éstos para
ganar tiempo, comprar más equipos militares y robustecer su muy personal ejército
Liberal Restaurador. Durante los años 1900-1903 se suceden insurrecciones tras
insurrecciones a las cuales tuvo que enfrentar el aparato militar de Castro que bien
reporta Ramón J Velásquez en la obra de este autor varias veces referidas.
Los Liberales Nacionalistas, con el Mocho Hernández a la cabeza, toman una
vez más el camino de la guerra civil, como lo habían hecho contra Andrade y Crespo en
1898 y de nuevo son derrotados. Luego vendrá el movimiento autonomista del general
Nicolás Rolando en Guayana. Le seguirá la insurrección del general Celestino Peraza;
tan pronto ésta es dominada emerge un “coletazo” de la inicial revolución de Rolando,
pero esta vez en el oriente venezolano y bajo la jefatura del general Pedro Julián Acosta,
y luego en el centro del país intenta un movimiento contra el gobierno el general Juan
Pietri.
Los problemas políticos internos venezolanos de 1898-1903, el rosario de
guerras civiles, unas mayores otras menores, que se inician desde la llamada Revolución
de Queipa hasta la Revolución Libertadora, evidenciaban los estertores de muerte del
caudillismo, del pretorianismo histórico venezolano. El constante apoyo que brindaba el
gobierno de Cipriano Castro a los liberales colombianos exiliados en Venezuela, luego
del fracaso de éstos en la contienda armada neogranadina conocida como la Guerra de
los Mil Días, tendrá muy desfavorables consecuencias para las relaciones entre ambas
hermanas naciones. El presidente conservador de esa nación el Dr. José Manuel
Marroquín Ricaurte, decide poner a disposición de un político venezolano, enemigo
personal de Castro, el también andino Dr. Carlos Rangel Garbiras, tropas de línea
colombianas para desarrollar una invasión contra Venezuela.
Rangel invade por la frontera del Táchira y pone sitio a San Cristóbal. Se
materializa una gran amenaza foránea sobre Venezuela, una que estuvo presente en
1830 cuando Venezuela se separa de la Colombia grande de Bolívar. En 1901, San
Cristóbal será defendida ante la arremetida de Rangel Garbiras y las tropas de línea
44
colombianas por Celestino Castro, hermano del presidente venezolano. Participa
también en la defensa de la ciudad tachirense, al lado de los venezolanos, el general y
político liberal Uribe Uribe, colombiano exiliado en Venezuela luego de su derrota en la
Guerra de los Mil Días. Los neogranadinos son derrotados y se repliegan.
Castro decide responder a la agresión colombiana, organizando una expedición
punitiva venezolana vía La Guajira. La acción militar termina en un rotundo fracaso.
Las condiciones disuasivas de uno y otro bando eran obvias. Ninguno de los dos países
estaba en condición cierta de vencer al otro. Ambas acciones respondían a condiciones
básicamente internas, de cada una de las naciones involucradas. Para el presidente
colombiano Marroquín Ricaurte, era una advertencia a los venezolanos para que dejaran
de apoyar los proyectos bélicos de los liberales exilados contra su gobierno. En el caso
de Cipriano Castro, una advertencia a los conservadores colombianos que no debían
inmiscuirse en los asuntos políticos internos venezolanos.
Luego de vencer las insurrecciones de 1901 en Sucre, Barcelona, Maturín y
Bolívar, surge de nuevo la insurrección; bajo la jefatura de Pablo Guzmán, Horacio y
Alejandro Ducharne, Zoilo Vidal y otros. En octubre de 1901, en el estado Lara, es el
general Rafael Montilla quien toma las armas contra el gobierno; para diciembre de
1901, en los Estados Carabobo y Aragua, el viejo caudillo Luciano Mendoza, inicia un
movimiento contra el gobierno, el cual, según señala la Memoria de Guerra y Marina
de 1902 “no fue sino el prólogo de un proceso, cuyo autor, el General Manuel Antonio
Matos, quiso darle el título de revolución”.
La Libertadora (1901-1903) viene a ser la gran coalición de intereses
caudillescos provinciales que procuraban poner fin al gobierno de compromiso, tal
como lo entendía dicho caudillaje, de Cipriano Castro. El triunfo de las fuerzas del
gobierno sobre La Libertadora significó la prueba de fuego para el Ejército Liberal
Restaurador. Un paso ciertamente definitivo en su proceso de mutación para convertirse
en un efectivo Ejército Nacional. La batalla de Ciudad Bolívar marca el fin de la
existencia de ejércitos particulares, así en plural, como el medio básico para ejercer la
política, para dirigir políticamente a Venezuela.
45
Como en ocasiones anteriores, durante las guerras civiles de 1898-1903, los
oficiales de vocación profesional, que servían en el ejército activo, se fraccionan en dos
segmentos, uno de los cuales se une a los revolucionarios y otro al gobierno. Aquellos
egresados de las escuelas náuticas, los veteranos de la Academia Militar de
Matemáticas, o de la Academia Militar de 1890-1892, o de la Escuela de Artillería
instaurada durante el último gobierno de Crespo, sirvieron tanto en el ejército de La
Libertadora como en las tropas de Castro. Pero lo significativo del resultado de esta
particular coyuntura histórica, para la evolución de la realidad venezolana, es que la
influencia de los caudillos, así en plural, en la sociedad venezolana en general y en el
aparato militar deja de ser la dominante.
Para diciembre 1902 hasta febrero de 1903, una nueva amenaza externa se cierne
sobre Venezuela: el bloqueo de las costas venezolanas, por naves de guerra alemanas,
británicas e italianas, reclamando indemnizaciones por diversas ofensas contra sus
súbditos e intereses en territorios venezolanos. En su defensa el gobierno recurre de
nuevo, como en 1893-1896, durante los problemas limítrofes con la Guayana Británica,
a los buenos oficios del estadounidense Departamento de Estado. Ante estos sucesos, la
humillación venezolana fue intensa aunque sin pérdida territorial alguna; pero el
impacto que produjo en los venezolanos pensantes del núcleo propietario fue
importante.
Todas las unidades navales de combate venezolanas, con la notable excepción
del cañonero “Miranda”, fueron capturadas y/o inutilizadas por los vapores de guerra
británicos y alemanes, durante las peculiares acciones de guerra contra Venezuela por
las tres potencias europeas ya mencionadas. Los italianos, si bien envían tres cruceros a
efectuar labores de patrullaje en aguas venezolanas, no desarrollan una actitud agresiva
comparable a los teutones o las unidades de la Royal Navy. Las autoridades criollas,
sorprendentemente, dado sus antecedentes históricos del siglo XIX, expresaron
habilidad y raciocinio. Pese a los desplantes histriónicos de Cipriano Castro, los
diplomáticos venezolanos actuando pragmáticamente, logran influir favorablemente
sobre El Cabito para evitar males mayores a los ya acaecidos.
46
Venezuela no sufre mutilaciones territoriales como Colombia, con el Istmo de
Panamá. Tampoco invasiones, como algunos países Centro Americanos e insulares
caribeños. El control de las finanzas públicas venezolanas no se perderá soberanamente
en manos de entes gubernamentales extranjeros, como en la República Dominicana.
Para el momento en que sucede la agresión de las potencias europeas contra
Venezuela, ya la Libertadora había perdido fuerza, al haber sido derrotado el grueso del
ejército revolucionario por el propio Cipriano Castro en la batalla de La Victoria, a
comienzos de noviembre de 1902. Aún así, el movimiento contra el gobierno de Castro
no había concluido, ya que quedaban por librarse batallas como las del Guapo y
Carúpano, e inclusive después de superado el grave incidente internacional en el cual se
vio envuelto el gobierno, los revolucionarios contaban con el enclave de Guayana y la
jefatura del caudillo Nicolás Rolando para mantener vivo el fuego de la insurrección.
En una operación conjunta de fuerzas navales y terrestres, una expedición del
gobierno logra vencer a los revolucionarios encabezados por Antonio Paredes y tomar el
puerto de Ciudad Bolívar defendido por Nicolás Rolando. Una expedición de no menos
de 2.000 hombres, parte del puerto de La Guaira en los vapores “Restaurador”,
“Bolívar” y “Zamora”, a mediados de 1903, y toma rumbo hacia Ciudad Bolívar. En las
cercanías de Güiria desembarcan las tropas del gobierno y junto con algunas fuerzas
terrestres, vencen el 2 de julio de 1903 a los revolucionarios en el combate de Campo
Claro.
El 13 de julio las unidades navales mencionadas bloquean a Ciudad Bolívar,
agregándoseles el cañonero “Miranda”. El 15 de julio llegan dos unidades de guerra
extranjeras, una de Estados Unidos, otra francesa, con la intención de proteger a los
ciudadanos de esas nacionalidades en Ciudad Bolívar. La batalla se desarrolla entre los
días 19 y 20 de julio.
Las tropas del gobierno en el asalto a Ciudad Bolívar son las llamadas
Divisiones “Araujo” y “Vanguardia”, al mando de los generales Manuel S. Araujo y
Eustoquio Gómez, respectivamente. El triunfo sobre las tropas revolucionarias de
Rolando fue total; el propio Nicolás Rolando fue capturado junto con otros 54
47
generales, 92 coroneles, 42 comandantes, 32 capitanes, 6 tenientes, y tal como señala la
Memoria de Guerra y Marina de 1904: “nueve Doctores y cuarenta y cuatro ciudadanos
más”.
La amenaza interna del caudillismo y su recurrente violencia física guerrera, fue
dominada estructurando un efectivo ejército nacional. En realidad, la guardia pretoriana
de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Ejército que, en términos estrictamente
históricos, nada tenía de heredero directo de las glorias pasadas de la independencia.
Pero sí fue el instrumento quirúrgico efectivo que extirpa, y de raíz, el tumor de las
guerras civiles personalistas en el siglo XX criollo. La solución fue de carácter
pretoriana, pero fue una definitiva ante la amenaza interna de los desordenes políticos-
guerreros de los empresarios políticos de la violencia personalista
Los caudillos no desaparecen súbitamente, de un día para otro en la Venezuela
que se adentraba en un nuevo siglo; lo que sí desaparece, en ese proceso de guerras
civiles de 1898-1903, es la acción dominante de los caudillos en la sociedad, la política
y el ejército. En la sociedad criolla, ese caudillo, el hombre que se lucraba con las
guerras civiles, cuyo poder e influencia dependía de un grupo armado del cual él era el
jefe, no podrá actuar con éxito en un medio donde un efectivo cuerpo armado del
gobierno monopoliza ciertamente el ejercicio directo de la violencia física.
Los caudillos son “asimilados” por la estructura política de Cipriano Castro
primero y el gomecismo después: serán presidentes de estados (como se llamaba a los
gobernadores estadales de hoy día), senadores o diputados en el congreso, en síntesis,
burócratas sin efectivo poder, mediatizados por la autoridad del cabito Castro. De la
Escuela Militar y de la Escuela Náutica luego Escuela Naval, saldrá la nueva oficialidad
que junto con los veteranos de las guerras civiles de 1898-1903 dirigirán esta nueva fase
de la organización militar venezolana de las primeras décadas del siglo XX.
Resulta absolutamente imprescindible para comprender la evolución histórica
del ejército venezolano y su relación con el ejercicio del poder, aclarar acertadamente
ciertos aspectos que pueden prestarse a interesadas interpretaciones, confusiones y
disparates analíticos. Es decir, saber diferenciar lo que representa el poder político
48
ejercido por, digamos, un general José Tadeo Monagas, el doctor y general Antonio
Guzmán Blanco o el general Joaquín Crespo con referencia al poder de Castro y
Gómez. Es la diferencia que existe entre los caudillos y el dictador.
En un artículo de los años de la década de 1960, los académicos Wolf y
Hansen,18
logran desentrañar el agudo contraste entre el caudillo y el dictador. Este
último, podía ser por su origen un caudillo, pero ya no lo era plenamente por la armazón
de poder en la que se desenvuelve, por sus funciones y forma política de operar. El
dictador funge como jefe supremo de una efectiva fuerza armada nacional, la cual
básicamente cumple labores policiales internas.
La acción y misión de esta fuerza armada nacional bajo el mando de un dictador
era mantener el tan deseado por los inversionistas foráneos y sus aliados criollos: orden,
paz, fin de las recurrentes guerras civiles y violencia física supuestamente política. El
dictador era la máxima expresión de poder del nuevo acuerdo entre los sectores
propietarios criollos y los nuevos inversionistas foráneos. Lamentablemente Wolf-
Hansen no refieren al caso específicamente venezolano, por lo que los comentarios
sobre éste son de nuestra entera responsabilidad.
Entre los más agudos análisis sobre los caudillos del Hemisferio Occidental,
destaca la obra de John Lynch. Éste afirma que el personalismo es una constante en la
realidad americana de habla hispana y que éste se expresa fundamentalmente, en lo
político, de tres formas básicas: caudillismo primitivo, dictadores oligárquicos y
dictadores populistas. Como ejemplos típicos señala los casos de Juan Manuel Rosas en
la Argentina, Porfirio Díaz en México y Juan Domingo Perón en la Argentina,
respectivamente.19
Surge pues, producto del análisis desinteresado y académico, como inevitable, al
tratar este tema, el agudo contraste existente entre el caudillo y el dictador. La gran
18
“Caudillo Politics: A Structural Analysis”. Véase este texto en la obra de Amos Perlmutter y Valerie
Plave Benett (Edts.) The Political Influence of the Military A Comparative Reader. New Heaven-
Londres, Yale University Press, 1980.
19
Caudillos in Spanish America. Oxford University Press, 1992.
49
diferencia entre ambos: las bases efectivas y ciertas del ejercicio del poder político, es
decir, los instrumentos concretos empleados para ejercer dicho poder. Para Castro-
Gómez el medio fundamental era el ejército nacional, para Monagas, Guzmán Blanco y
Crespo los grupos armados propios y de sus aliados caudillos de provincia. Si existen
ejércitos privados de caudillos el ejército nacional será tan de papel como los discursos
oficiales y oficiosos, tan letra muerta como las constituciones nacionales.
En el caso venezolano la evidencia se muestra como concluyente en lo que atañe
al carácter ya dictatorial de Castro primero, y más nítidamente de Gómez después.
Tratar de entender a Guzmán Blanco como un dictador de orden y progreso o un
dictador oligárquico es un error analítico. El proyecto modernizante de Guzmán era una
segunda edición, desmejorada por el caudillismo, del proyecto nacional de los civilistas
propietarios de orientación liberal de los años 1830-1846.
Atraer capitales foráneos e inmigración, las muy liberales y personales tensiones
con la Iglesia y sus máximas autoridades en Venezuela; los esfuerzos en mejorar las
vías de comunicación reduciendo así el aislamiento provincial; el celo más aparente que
real por la integridad territorial venezolana; poner orden en los asuntos de la hacienda y
deuda pública, etc., son todos proyectos de los llamados conservadores de las décadas
de 1830-1840, que Guzmán Blanco retoma haciéndolos propios.
Las mejoras en la educación pública y los civiles registros de nacimientos,
defunciones, matrimonio y divorcio sí son logros de los gobiernos de Guzmán Blanco,
así como las obras de ornato público en Caracas. Pero en sus procederes reales
administrativos nacionales, insistimos, el “Ilustre Americano” es más un continuador y
no un innovador. Las novedades son más de forma que de fondo. El proyecto de país
liberal, que proponían los godos de 1830-1846 (dentro de un marco legal
auténticamente republicano e institucionalmente operante), busca desarrollarlo el hijo de
Antonio Leocadio Guzmán y Carlota Blanco bajo condiciones caudillescas.
En el aspecto militar Guzmán Blanco continua con un ejército de papel,
confiando en las huestes de los caudillos de provincia personalmente fieles a él, amén
de las propias, para el ejercicio del poder. Lo novedoso con relación al gobierno
50
autoritario de José Tadeo Monagas, es que Antonio Guzmán Blanco logra lo que no
pudo Monagas: vincularse simbióticamente con el partido liberal. Es decir, convertir su
clientela política personal en los “auténticos” liberales y a sus enemigos vincularlos,
fueran en realidad o no, con los godos-conservadores. Sobre Crespo, bien podemos
decir otro tanto.
Los relatos contenidos en dos textos venezolanos ilustran sobre las diferencias
referentes a las bases efectivas de poder entre los caudillos, así en plural y el dictador,
así en singular. Lo interesante y valioso del aporte que ofrecen al estudioso de las
relaciones civiles y militares venezolanas, es que ninguno de los dos fue escrito con la
intención de justificar otra cosa que la vida particular de sus autores. Ambos son libros
autobiográficos y como tales reflejan dos momentos distintos de la realidad política y
militar venezolana.
El primero de los libros arriba mencionados, lleva por título Memorias de un
Tachirense del Siglo XIX (Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, No. 14) del
general Francisco Alvarado, un caudillo menor. El segundo: Cuarenta y Cinco Años de
Uniforme (Memorias 1901 a 1945), impreso en Caracas, por la Editorial Bolívar, sin
fecha de publicación, pero probablemente sale de la imprenta en 1947 o 1948; su autor
es el coronel Pedro García Gil, un militar de guerras civiles y de cuartel.
La autobiografía del general Alvarado nos traslada a esa Venezuela de los
caudillos, la época del predomino de esos guerreros-políticos-personalistas. Aquellos
que inculcaron en la imaginación del colectivo venezolano en sus tiempos de
predominio político, la idea, perniciosa por demás, de que se gobierna por la autoridad
que emana de la fuerza y no de las leyes. Manda el que se evidencia como el guerrero
más capaz, dirige no el líder, institucional por definición, sino el jefe, el patrón. La
política y la violencia física personalista eran hermanas gemelas en esa Venezuela de
los caudillos, como bien señala Gilmore en la obra de este autor ya antes referida.
El joven Alvarado se transforma de comerciante en guerrero durante los
azarosos años de la Guerra Larga o Revolución Federal (1859-1863). Sin estudios
militares, pero con experiencia guerrera práctica, obtiene el grado de general y se
51
desenvuelve en el medio caudillesco sin lograr consolidar una influencia regional. Pero
a diferencia de esos caudillos regionales, Alvarado transciende históricamente no por
sus acciones de poder, lo hace, por el retrato vivo de esa Venezuela de la segunda mitad
del siglo XIX que ofrece su escrito.
El coronel Pedro García Gil, dice haber terminado el texto de su libro en febrero
de 1945 cuando comandaba la Brigada N° 8 del Ejército, en Caripito. En la página [5]
del texto comenta: “Quizás en la actualidad este libro carezca de interés para el
público”, como efectivamente era muy probable, continua diciendo: “pero, las
generaciones de mañana apreciaran en sus páginas la verdadera evolución alcanzada por
nuestra Institución Armada”. Ciertamente, logró su objetivo como evidencia
testimonial. Es un ejemplo de esa oficialidad sin escuela y academia sistemática,
servidora de un poder dictatorial inicialmente y luego garante del proceso gradual de
transformaciones políticas, durante 1936-1945.
Lo verdaderamente importante del escrito de García Gil, es que tenemos un
ejemplo autobiográfico de esa oficialidad, sin estudios en la Escuela Militar. Una
persona que emerge militarmente defendiendo al gobierno de Cipriano Castro en la
guerra civil con la cual se inicia, prácticamente, el siglo XX venezolano: La Revolución
Libertadora (1901-1903). Son esos oficiales que harán de la carrera de las armas una
profesión, más por vocación y práctica del oficio que por estudios sistemáticos
militares.
También se evidencia en el libro del coronel García Gil, como el personalismo
aún dominaba la estructura castrense del gomecismo. Es un personalismo que se
entremezcla con el sentimiento corporativo castrense, originando una expresión política
de carácter pretoriana. Son oficiales como éstos los que los serán los gerentes militares
del ejército, pero compartiendo esa responsabilidad con esa minoría en constante
aumento al pasar de los años, es decir, los egresados de las instituciones educativas
castrenses: Escuela Militar, Naval y hasta los efímeros pero importantes cursos en las
calificadas como Escuelas de Aplicación.
52
Sintetizando, caudillos y dictadores no deberían ser entendidos como sinónimos
históricos en el devenir venezolano de los siglos XIX y XX. Otro tanto podemos decir
del caudillismo y las dictaduras militares. La confusión estriba en que en ambos
fenómenos encontramos evidencias de esa peculiar simbiosis de intereses entre un
sector armado de la sociedad, que se convierte, producto de la fuerza física y armada
que detentan, en los actores políticos dominantes y un sector civil que claudica su
civilidad, por las más diversas razones. Los intereses políticos de los guerreros primero
y de los militares, después, parecen sobreponerse a los intereses de la sociedad en su
conjunto. Pero una cosa son huestes de guerreros y otra un ejército con oficiales de
oficio y con oficio castrense, quienes dirigen a las jerarquías de clases y tropas.
En el cuadro siguiente exponemos sintéticamente, nuestro criterio sobre la
evolución del caudillismo venezolano, desde que emerge durante las guerras iniciales
del siglo XIX venezolano hasta que colapsa iniciándose el siglo XX. Fue tomado de
nuestro texto ya identificado en segmentos anteriores: Relaciones Civiles-Militares en
Venezuela (1830-1910)…, p. 142.
53
N° 3.- Caudillismo venezolano del siglo XIX
Anárquico
Caudillismo Venezolano
Presidencia ejercida por “Hombres de Compromiso”. Obtiene la presidencia ante la ausencia de un Caudillo Nacional, se genera un equilibrio de fuerzas entre los Caudillos Provinciales impidiendo que surja un Caudillo Nacional. Casos: Juan Pablo Rojas Paúl, Raimundo Andueza Palacio.
El poder puede estar concentrado en el caudillo Nacional y Presidente o la presidencia puede ser ejercida por un hombre de “paja”. Casos: José Gregorio Monagas, Joaquín Crespo (1884-1886), Ignacio Andrade, Francisco Linares Alcántara (trató de desplazar al caudillo nacional, pero muere).
Un conjunto de compromisos caudillescos logran imponer su autoridad en todo el territorio nacional evitando estados prolongados de guerra civil.
Lucha generalizada entre caudillos rivales por obtener el poder. No logran consolidar su autoridad a nivel nacional
1812-1817
1872-1898
1848-1858
1859-1872
Despótico
54
Tiranía pretoriana
Una vez dominadas las insurrecciones en su contra 1899-1903, Cipriano Castro
procede a reordenar el aparato militar.20
En octubre de 1903 se decretan nuevos Códigos
Militar y de Marina; en noviembre de ese año se aumenta la ración de los soldados en
un 50% diario; desde el triunfo mismo del ejército Liberal Restaurador, se ordena la
recolección del armamento disperso y particularmente el que perteneció a los
revolucionarios de la Libertadora. Las tropas son sistemáticamente entrenadas en el
llamado “orden disperso” o ejercicios tácticos de guerra de guerrillas.
En 1904 se compra nuevo equipo militar, incluyendo un numeroso lote de
municiones y 7 cañones Schneider Canet de 150 mm. Destinados éstos para la defensa
costera. Desde mediados de ese año operaba en el vapor “Zamora” una escuela naval de
artillería. También, es reactivada la itinerante Escuela Náutica, la cual contaba ya para
1907 con 24 alumnos.
Entre las mejoras castrenses durante el predominio político de Cipriano Castro y
sus generales de guerras civiles tenemos: una Junta Superior de la Instrucción Militar;
comienza a operar con sonado éxito un dique astillero en Puerto Cabello, que se encarga
del mantenimiento de los barcos de la marina de guerra y naves mercantes, evitando así
que éstas tengan que trasladarse hasta las Antillas para efectuar reparaciones periódicas.
En síntesis, la estructura militar venezolana durante el gobierno de Castro cuenta con un
armamento y una organización muy superiores a las que se tenía en una Venezuela
dominada por los caudillos del siglo XIX.
Llama la atención cuando se estudian las Memorias de Guerra y Marina desde
1903 en adelante, es decir luego de la crisis internacional con las grandes potencias
europeas, que en esos textos no se presenta información que antes era usual en este tipo
20
La información básica que se presenta sobre el período bajo el dominio político en Venezuela de
Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez fueron tomados de las Exposiciones y Memorias de Guerra y
Marina, 1902-1936. También, incorporamos segmentos, en este capítulo y el próximo, de escritos de
nuestra autoría publicados en, Domingo Irwin e Ingrid Micett: Militares, Caudillos y Poder. Una historia
del pretorianismo en Venezuela. Caracas, UCAB-UPEL, 2008, pp. 165-185.
55
de informes, como por ejemplo, el numero de efectivos del ejército, la distribución
espacial de las tropas del gobierno, el total de los parques militares y su distribución.
También, invita a la reflexión como las medidas tomadas por Castro en materia militar,
tienden a superar evidentes deficiencias demostradas durante el bloqueo anglo-
germano-italiano de las costas venezolanas durante los meses de diciembre 1902 a
febrero 1903.
El equipamiento de las defensas costeras, con baterías de 150 mm y el
entrenamiento de artilleros, no resultaba una medida necesaria para la conservación del
orden interno del país. A lo que tendríamos que agregar las compras de grandes lotes de
municiones y el énfasis en entrenar a las tropas del gobierno en el llamado orden
disperso. Estas medidas implementadas por el gobierno de Cipriano Castro pueden
llevar al observador imparcial a pensar que se había asimilado la lección del breve y
preocupante incidente internacional de 1902-1903, propugnando el gobierno estar en
capacidad de enfrentar y dar respuesta ante una nueva situación potencialmente
violatoria de la soberanía nacional.
En todo caso, lo que sí resulta definitivo, es que la conformación de un efectivo
ejército nacional en Venezuela se da poco tiempo después de las acciones de guerra
entre Venezuela y Colombia en 1901 y del bloqueo de las costas venezolanas por naves
de los imperios británico, alemán e italiano. Amenazas externas a la soberanía nacional
que evidenciaban la necesidad de organizar un efectivo medio de defensa. Realidad
militar que históricamente, en buena parte de la primera mitad del siglo XX, actúa como
una guardia pretoriana al servicio de intereses políticos personalistas de Cipriano Castro
y luego de Juan Vicente Gómez.
El primer reporte militar sobre Venezuela, 1906, elaborado por el General Staff
de la War Office británica,21
señala de las tropas venezolanas su capacidad para
constituirse en hábiles enemigos en las acciones de guerrillas. Esto, aun cuando su
organización militar y entrenamiento fuesen altamente deficientes. En esta fuente,
también, encontramos información sobre nuevas unidades de artillería para el año de
1905; muy probablemente los Schneider Canet de 155 mm ya referidos. Otro aspecto
21
W.O. 33/420. Military Report on Venezuela. Public Record Office, Londres, Kew Gardens.
56
que comentan los analistas extranjeros, es la potencial vocación militar del sector
andino venezolano.
La posición venezolana a nivel internacional se agravó, desde 1906 hasta 1908,
frente los desatinos diplomáticos de don Cipriano. Se interrumpen las relaciones
diplomáticas con Francia, con los estadounidenses; también, se está a punto de un
conflicto con Holanda. El viaje de Castro hacia Europa por motivos de salud,
finalizando 1908, permite el “golpe de estado seco” de Juan Vicente Gómez. La
amenaza externa de un conflicto con Holanda desaparece, las relaciones diplomáticas
interrumpidas con ésta, Francia y los estadounidenses se reanudan. Controladas ya las
amenazas internas, las externas se resuelven pragmáticamente, vía negociaciones.
Cuando Gómez sustituye a Castro en la presidencia de la república y, más
importante aún, como auténtico nuevo jefe de la política venezolana, no se producen
cambios de importancia en la estructura militar. Por el contrario, se acentúan y
profundizan las mejoras en el ejército y marina de guerra que había propiciado Castro.
Sólo se producen cambios en las jefaturas de unidades militares y en la burocracia
castrense en general, procurando neutralizar el poder de los oficiales personalmente
leales al depuesto don Cipriano.
Winfield Burggraaff,22
bien señala y demuestra, que el aspecto fundamental de
la política militar de Gómez fue desarrollar con éxito una estrategia conscientemente
contradictoria. Así, durante el gomecismo se tomaron medidas para contar con un
ejército poderoso, dadas las condiciones objetivas en esa Venezuela de aquel entonces,
relativamente bien apertrechado y entrenado; pero igualmente se pervierte cualquier
esfuerzo serio de profesionalizar el ejército. Se buscaba así contar con una fuerza
armada que fuese capaz de dominar cualquier brote de insurrección interna,
constituyéndose el emergente ejército nacional en el pilar fundamental del poder
personalista de J. V. Gómez.
22
The Venezuelan Armed Forces in Politics, 1935-1959. Columbia, Missouri, University of Missouri
Press, 1972, pp. 16-18.
57
Los oficiales de orientación profesional no logran predominar dentro de la
arquitectura militar del castro-gomecismo; si bien su existencia dentro de la
organización militar se hace menos incómoda, al ser ésta mucho más ordenada, más
técnica, más disciplinada que en cualquier otro momento de la evolución militar
republicana desde 1846. Muy a pesar de los progresos técnicos dentro del ejército, el
personalismo se robustece centralistamente. Es la oficialidad vinculada personalmente a
Castro primero y Gómez después, la que predomina en el ejército durante los primeros
35 años del siglo XX.
En Venezuela, desde la perspectiva de las relaciones civiles y militares, la
constante es la ausencia de un efectivo y ciertamente operante control civil. El
pretorianismo, entendido como una influencia política abusiva del sector militar, se
expresa como una constante histórica; el de los caudillos y sus huestes guerreras en el
siglo XIX y el moderno, en el siglo XX, con un efectivo y operante ejército nacional.
Las diferencias son de matices, eso sí, muy importantes en términos analíticos.
Unas veces, en esta Tierra de Gracia venezolana, tenemos un pretorianismo
latente o potencial y en otras el manifiesto o actuante (siguiendo los validos criterios
teóricos de A. Perlmutter). Es reiterativo en estos dos casos una recurrente y más que
centenaria interrelación, que no fusión ya que ésta es imposible por definición (siendo
didácticos, sería como fusionar el agua fría y caliente, el resultado sería algo
ciertamente distinto, agua tibia; es decir, el irrepetible caudillismo del siglo XIX), de
intereses entre el sector armado de la sociedad y el resto de ésta. Esa comunidad de
intereses es una constante histórica en los territorios venezolanos desde inicios del siglo
XX hasta la actualidad.
No deja de molestar al lector imparcial leer las loas a Castro o Gómez en las
Memorias de Guerra y Marina hasta 1935. Algo de esto sobrevive en las Memorias de
1936 hasta 1945, pero en un tono menos hiperbólico. Lo importante de este detalle,
aparentemente de estilo y superficial es que refleja un aspecto particularmente
importante: cómo el personalismo en la realidad militar venezolana va cediendo ante el
incremento de la condición corporativa castrense. La tendencia caudillesca desaparece,
58
pero el personalismo político sobrevive aunque bajo la presión de una institución
corporativa militar cada vez más sólida.
La tendencia pretoriana dentro del cuerpo de oficiales se presenta como la
predominante y la de orientación profesional, aún cuando aumenta en un número y
proporción sin precedentes en la historia republicana venezolana durante los años 1910-
1945, permanece en su tradicional condición subordinada. Era el ejército la única fuente
cierta de poder político efectivo, todo intento de lograr un cambio en la estructura de
poder tenía que ser vía el ejército nacional.
El bárbaro caudillo Funes, en esa amazonia venezolana de inicios del siglo XX,
en la periferia sur del país, nunca representó un peligro para el poder político gomecista.
Arévalo Cedeño, curiosamente victimario de Funes, en sus correrías antigomecistas
nunca pasó de ser una molestia secundaria, fácil de mantener bajo debida supervisión y
control. Enemigos personales de Gómez, como el general Juan Pablo Peñaloza, fueron
sometidos por la fuerza y encarcelados. Peligros de autoridad dentro de la institución
armada y con ambición de poder político propio como las del general Ramón Delgado
Chalbaud, en tanto ponían a la oficialidad del ejército a decidir entre el poder político de
Gómez, amén de su propia existencia y el aventurarse con un nuevo Jefe, siempre
fueron superadas: ¡Gómez Único!
Un caso interesante y ampliamente comentado en la bibliografía sobre el
gomecismo, particularmente la superior colección Biblioteca de Autores y Temas
Tachirenses, es la acción desarrollada por Eustoquio Gómez en el Táchira. Desde 1913
hasta mediados de la década de 1920, la estabilidad política andina tachirense es
asegurada por este familiar de Juan Vicente Gómez. Don Eustoquio, general de guerras
civiles, desarrolla acciones y poderes prácticamente virreinales en su estado natal.
Las Memorias de Guerra y Marina, nada reportan sobre la violencia en la
región andina. Sólo en una (1920), se refieren al conocido y fracasado atentado contra la
vida de Eustoquio Gómez. Sobre la situación en el Táchira, las migraciones de
venezolanos de bien y trabajo hacia Norte de Santander y otros territorios colombianos,
59
como consecuencia del barbarismo gomecista, nada dicen los informes al Congreso de
los ministros de guerra y marina.
El desempeño del general Eustoquio Gómez en el Táchira debe ser explicado,
aún cuando sea brevemente. Su comportamiento está dentro de la peor tradición de los
caudillos del siglo XIX: civil de origen, general de guerras civiles sin estudios militares,
jefe de un grupo armado que le era perrunamente fiel, hueste que empleaba como su
instrumento de poder político regional. La gran diferencia, el inmenso contraste con el
caso de los caudillos decimonónicos, era que el poder de Eustoquio estaba subordinado
al del Comandante en Jefe del Ejército de Venezuela: general en jefe Juan Vicente
Gómez.
Eustoquio carecía de un poder político propio, como si lo tenían los caudillos
regionales del siglo XIX; su poder era delegado, su misión era servir a los intereses
personalistas de Juan Vicente, convertirse en un soporte más de la estructura de poder
centralizante del dictador. Cuando su presencia en el Táchira fue más inconveniente que
favorable para los intereses de poder de Juan Vicente, el general Eustoquio Gómez será
sustituido. El instrumento clave para lograr este cambio, así como todos los otros
cambios en mandos militares y políticos efectuados durante la longeva dictadura
pretoriana, fue la oficialidad del efectivo ya operantemente consolidado ejército
nacional; uno mayoritariamente fiel a su único y verdadero jefe: Juan Vicente Gómez.
Los negocios de las guerras civiles pertenecían al siglo XIX venezolano, con
Castro y Gómez se pasa a los negocios del dictador y su círculo de poder. La anarquía
demagógica fue identificada con la acción de los partidos políticos históricos: godos-
conservadores y liberales-federales. Grave e interesado error de apreciación. La
violencia era el resultado de la acción de los caudillos, esos que habían sido ya heridos
mortalmente por Castro y luego serán enterrados en términos políticos por Gómez.
Los partidos políticos eran el medio idóneo para avanzar en el proceso de una
institucionalización cierta de la actividad republicana, el paso decisivo para adentrarse
en la modernidad política. Pero la existencia de tales instrumentos de mediación
ciudadana, sería el comienzo del fin del sector pretoriano en el ejército y del poder del
60
dictador. Por ello, la literatura interesada del régimen gomecista presenta como los
responsables de las guerras civiles a los conservadores y los liberales, los culpables del
atraso, la inestabilidad y la corrupción serían los partidos políticos históricos del siglo
XIX.
Estas dos palabras: partidos políticos, se convierten en el imaginario colectivo,
ante la actitud de los defensores y publicistas del nuevo orden rehabilitador gomero, en
sinónimo de corrupción. En síntesis, en una grosería que debía y tenía que ser
descartada del diccionario político venezolano de comienzos del siglo XX. En tal
sentido se procedió y con éxito hasta la década de 1940.
En esa Venezuela dominada por Castro y Gómez, se pasa de la anarquía
demagógica a la tiranía monócrata. Esto obedece, fundamentalmente, a la ausencia de
eficientes y auténticas instituciones republicanas, lo suficientemente sólidas para servir
de dique de contención ante las fuerzas que anteponen su beneficio personal al colectivo
nacional, al interés común, al bienestar social ciudadano. La advertencia de Bolívar en
su Carta de Jamaica de 1815, en el sentido de evitar los extremos perniciosos de la
anarquía demagógica y la tiranía monócrata, habían caído una vez más en saco roto en
esta Tierra de Gracia venezolana.
Lo interesante del proceso de racionalización intelectual del nuevo régimen por
parte de las “luces del gomecismo”, frase ciertamente feliz acuñada por la historiadora
Yolanda Segnini (plumas y mentes brillantes como las de José Gil Fortoul, Laureano
Vallenilla Lanz, José Manuel Arcaya, etc.) es que no parecen interesarse en la armazón
fundamental de poder para el sostenimiento del régimen pretoriano. En dos palabras: lo
militar. La justificación al régimen será supuestamente sociológica o histórica. Lo
importante era acabar con las guerras civiles, lograr la paz, asegurada ésta se avanzaría
hacia el progreso.
Como escribiera Vallenilla en Cesarismo Democrático (1961, pp. 145-147): por
una “evolución necesaria” debía llegarse “al reconocimiento de un Jefe Supremo como
representante y defensor de la unidad Nacional”… “¡General usted es la Patria!” le
61
dijeron a Páez los separatistas en 1830; para comienzos del siglo XX venezolano será:
¡Gómez Único!
En la literatura oficiosa del gomecismo sobre el sector militar destaca un libro
lujosamente editado en Caracas por la Lit y Tip Del Comercio en 1917. Su autor es
Victorino Márquez Bustillos. Su título: La Reforma Militar Venezolana. Márquez
Bustillos había presentado ante el congreso dos Memorias como ministro de guerra y
marina, las de 1913 y 1914. En la primera de éstas ya afirmaba que desde 1911 se venía
desarrollando una importante reforma militar en Venezuela.
En 1915, la Memoria del ministerio de guerra y marina que presenta el veterano
general M. V. Castro Zavala, informa como el congreso de plenipotenciarios había
investido al general Juan Vicente Gómez como comandante en jefe del ejército y a V.
Márquez Bustillos como presidente provisional de Venezuela. Expresión cierta de ese
peculiar interactuar militar-civil y militar-político que caracteriza paradójica y
secularmente la evolución castrense venezolana. Esta relación de poder militar y civil
parece pasar desapercibida y bien puede ser mal interpretada. Se procurará comentarla
acertadamente.
Resulta interesante apreciar unos civiles, como los doctores Márquez Bustillos o
Carlos Jiménez Rebolledo, en la cartera de guerra y marina durante un proceso de
avance modernizador para el ejército. En este caso el término ejército se refiere a la
fuerza militar terrestre. La marina de guerra, o la armada como gustan en llamarla los
hombres de blanco uniforme, no había avanzado técnicamente, en términos comparables
con el ejército, desde el impulso dado a ésta durante los primeros años del gobierno de
Cipriano Castro. Aspecto éste que amerita una breve referencia con datos extraídos de
las Memorias de Guerra y Marina 1910-1918, como la que se ofrece a renglón seguido.
Se crean sí instituciones educativas marineras, algunas de las cuales tendrán una
vida efímera, para reaparecer con distintos nombres, como la Escuela Náutica para la
formación de oficiales de la marina de guerra, futura Escuela Naval; la Escuela de
Ingenieros de la armada; Escuela de Cabos, Cañoneros y Timonéeles. Sobre la
evolución histórica de la Escuela Naval de Venezuela, desde sus orígenes como Escuela
Náutica, en 1810-1812 y su evolución como Escuela Naval en el siglo XX, se cuenta
62
con el valioso aporte de Francisco Alejandro Vargas y su obra Escuela Naval De
Venezuela, Historia Crítica y Razonada. 23
Remitimos a este texto de 346 páginas para
los detalles sobre la evolución de las instituciones educativas marineras en Venezuela.
Continúa durante el gomecismo el eficiente funcionamiento del dique-astillero
nacional de Puerto Cabello, inaugurado durante el gobierno de Cipriano Castro.
Cambian algunos nombres de los bajeles de la escuadra como el bergantín
“Restauración” pasa a ser “Antonio Díaz”, el “Restaurador” será conocido oficialmente
como el crucero “General Salóm”. Otras unidades navales siguen manteniendo sus
antiguos nombres, aunque no por muchos años, como el transporte “Zamora”, el
meritorio cañonero “Miranda” y los pequeños vapores “Margarita” y “5 de Julio”.
Como adquisición tenemos al crucero “Isla de Cuba”, presa estadounidense
originalmente de la marina española del Pacífico, producto de la Guerra de 1898. Este
crucero (Memoria de 1915) era una nave de 1.125 toneladas, con un andar máximo de
13 nudos, un calado de 12.5 pies, una eslora de 192 pies y una manga de 30 pies.
Contaba con dos cañones de 100 mm [Sic], es decir, 10 cm, no referimos las pulgadas;
su armamento consistía también en piezas de artillería de 57 mm (2), de 47 mm (6) y de
37 mm (2). Estaba equipado con un sistema de telegrafía sin hilos Marconi y podía
transportar, 300 hombres de tropa. Será bautizado venezolanamente como el crucero
“Mariscal Sucre”.
El gusto por cambiar los nombres de los bajeles de la escuadra se mantiene
durante los años iniciales del gobierno gomecista. El venerable remolcador artillado
“Zumbador” es rebautizado como “José Félix Ribas” y el vaporcito “Julia” será el
“Salias”. Sobre la marina de guerra, si se prefiere armada, dice el folleto ya mencionado
de V. Márquez Bustillos (La Reforma Militar Venezolana): “Nuestro país no está al
presente en el caso de tener que sostener escuadras poderosas”... En la mejor tradición
venezolana del siglo XIX, señala como sólo necesario “un número de unidades navales
que sea suficiente para ejercer el control de nuestras costas y ríos navegables”; en un
acto de sinceridad, continua escribiendo que ello obedece al objeto de impedir “el
23
Caracas, Imprenta Naval, 1998.
63
desembarco de expediciones rebeldes y, por el contrario, facilitando y protegiendo los
movimientos de las tropas regulares”.24
La Escuela Militar tenía ya para 1917, inclusive, cerca de 90 oficiales como
egresados en seis promociones. Entre ellos, en 1914 y ocupando el número 17 en el
“orden de mérito” de un total de 21 alféreces, el futuro general y presidente Isaías
Medina Angarita. Estos datos provienen de un interesante y modestamente presentado
librito, sin más identificación que el de haber sido editado por la Escuela Militar de
Venezuela, en Caracas, para el año 1963, y que lleva por título: Nominas De Las
Promociones 1911-1962. Lo que se procura destacar es que esta educación sí era
ciertamente modernizante dentro de la realidad militar venezolana.
La oficialidad sin estudios en las ciencias y artes militares podían adquirirlos en
la efímera Escuela de Aplicación, creada en 1911 y donde cursaron y aprobaron
estudios, para 1912, en topografía y fortificación, táctica aplicada y servicio de
campaña, balística, geografía e historia de Venezuela y justicia militar, gramática
castellana y aritmética: 9 capitanes, 10 tenientes y 15 alféreces. Estos datos tomados de
las Memorias de 1912 y 1913, se pueden complementar con la información y
comentarios del teniente Mario Martínez Polanco en su obra antes referida: Apuntes
para la Historia del Ejército Venezolano…
Nos refiere Martínez Polanco, como en el cuarto curso de la escuela de
aplicación se incorporaron a ésta 4 coroneles, 5 tenientes-coroneles, 13 capitanes, 5
tenientes, 2 subtenientes y 19 aspirantes. La idea era dar formación académica básica a
los oficiales ya activos. En el caso de los aspirantes, si ganaban un concurso pasaban a
ser oficiales. Tal fue el caso de Martínez Polanco, quien en el segundo concurso para
oficiales logra ascender por méritos al grado de teniente.
Otro texto que presenta ideas de interés sobre el esfuerzo modernizador del
cuerpo de oficiales militares venezolanos, es el ya destacado libro de Rafael Paredes
Urdaneta (Bosquejo Histórico de la Academia Militar de Venezuela). En esta obra se
24
La Reforma Militar Venezolana, p. 55.
64
confirma lo antes dicho: “Escuela de Aplicación para Oficiales, fundada en 1912 [Sic]”.
Continua señalando “la cual estuvo funcionando el tiempo que fue necesario” logrando
que “algunos de los antiguos Oficiales alcanzaran aquellos conocimientos de que
carecían y hacerlos aptos para recibir el despacho de Escuela”.25
Esfuerzos parecidos al de la Escuela de Aplicación se habían implementado para
finales del siglo XIX, durante el gobierno de Andueza Palacio; una escuela de este tipo
había sido propuesta por Domingo Monagas siendo ministro de guerra y marina en
1868. La existencia de institutos educativos castrenses como estos, habían sido aun de
más corta duración que la de los inicios del gomecismo y sus resultados prácticos muy
distintos. Los proyectos auténticamente militares que impedían los caudillos
venezolanos, se materializarán al desaparecer la influencia predominante de éstos, en el
naciente siglo XX. Oficiales militares son enviados a seguir estudios en Colombia y
Perú. Los estudios de oficiales militares venezolanos en el exterior como una práctica
constante se inicia con el gomecismo.
Los primeros egresados de un curso de estado mayor en una escuela superior de
guerra que se logró identificar en las Memorias de Guerra y Marina del siglo XX
(1912-1913), fueron el coronel del arma de artillería Arturo Santana y el teniente-
coronel de igual arma Carlos Sánchez, así como, los tenientes-coroneles de infantería
David López Henríquez y José Becerra. Estos oficiales aprueban el curso de estado
mayor en Bogotá, Colombia. El coronel José Becerra será director, con ese grado
militar, de la Escuela Militar, durante los años de 1916-1917 y 1929-1934.
Volviendo sobre el folleto de Márquez Bustillos, mencionado ya varias veces,
quien haya estudiado las genéricamente llamadas Memorias, desde el Septenio
Guzmancista (1870-1877) hasta finales del siglo XIX, encontrará una conocida y
repetida idea al leer el aludido folleto, parafraseando: Ahora sí Venezuela cuenta con
una moderna estructura militar, ciertamente adecuada a sus necesidades. La gran
diferencia entre el contenido del texto de 1917 con relación a los anteriores, más allá de
la presentación formal del discurso escrito y los abundantes fotograbados, era que por
25
Caracas, Editorial Cecilio Acosta, 1940, p.13.
65
primera vez, desde el colapso institucional de 1846-1849, en Venezuela, el ejército
nacional era una operante realidad.
El ejército de Castro primero y Gómez después, no era un ejército de papel y
tinta, intrascendente fuera de las páginas de las Exposiciones ministeriales ante los
distintos congresos de la república. Pero lo que calla el folleto del civil no civilista, ex-
ministro de guerra y marina, futuro “presidente” (así, entre comillas) aunque si lo
sugiere, entre líneas, y emerge en el análisis hermenéutico-histórico del texto, era que
Venezuela sería lo que su ejército nacional decidiera. El poder político en los inicios del
siglo XX en la patria natal de Simón Bolívar Palacios, para bien o para mal, descansaba
en los hombros de los militares de su ejército.
Para 1918, otro civil, Carlos Jiménez Rebolledo será el ministro de guerra y
marina quien sustituye en ese cargo al general M. V. Castro Zavala. Este civil, era
doctor en ciencias políticas, antiguo capitán de montoneras bajo las órdenes de Cipriano
Castro en 1886, burócrata al servicio del gomecismo en provincia desde 1909 hasta
1915, director de guerra en el despacho ministerial de guerra y marina desde 1915.
Ministro con una permanencia a la cabeza de ese despacho por 22 años, desde 1917
hasta 1929. Situación ésta que en ningún momento evidencia el predominio del control
civil sobre el sector militar. Ilustra sí, sobre la forma en que operaba la simbiosis de
poder militar-civil de inicios del siglo XX en Venezuela.
En páginas anteriores se señaló como si bien el caudillismo desaparece deja
como herencia histórica el personalismo. Tanto el sector propietario civil como la
oficialidad militar, mayoritariamente, se subordinan ante el hacendado-comerciante
(civil) y el general de guerras civiles (militar) Juan Vicente Gómez. Éste sintetizaba en
su aparentemente tosca y simple persona las cualidades del “militar” y el “civil”. En
síntesis, la mejor expresión simbólica de esa relación militar-civil. Es él quien supervisa
el proceso de modernización inicial en el ejército y puede, empleando al ejército
convertirse en el gendarme de la paz, el dictador de orden y progreso, aún cuando éste
fuese sólo el de los grandes propietarios de campo y la ciudad.
66
En el cuadro que sigue, esquematizamos, la armazón de poder de la tiranía
pretoriana venezolana, de inicios del siglo XX. La versión inicial del cuadro proviene de
la fuente ya varias veces mencionada: Relaciones Civiles-Militares en Venezuela (1830-
1910), p. 156. Como en los cuadros esquemáticos anteriores, procuramos la síntesis, la
sencillez, pero sin sacrificar lo que entendemos como la médula sustantiva de lo
desarrollado en las páginas del capítulo en cuestión. El esquema fue elaborado por
Ingrid Micett.
67
N° 4- La Tiranía Pretoriana
El predominio de los caudillos dentro de la organización militar colapsa en la coyuntura histórica 1898-1903
La muerte de Crespo origina guerras civiles por el ejercicio del poder político nacional
Ferrocarriles, vapores y el nuevo armamento favorecen al Ejército Liberal Restaurador
Cipriano Castro logra estructurar un efectivo Ejército Nacional con el cual vence política y militarmente a los caudillos Fortalece su
Ejército Andino fundamentalmente tachirense
TIRANIA PRETORIANA
Emergen de la anarquía guerrera como entes institucionales, el Ejército Nacional y la burocracia gubernamental.
El predominio de los caudillos en el contexto social y político de Venezuela desaparece.
Vence a los ejércitos particulares de los caudillos provinciales
68
Personalismo y pretorianismo
Desde la primera década del siglo pasado, el instrumento de la paz,
paradójicamente, el ejército nacional, se puede convertir en tal, no sólo gracias a los
armamentos relativamente modernos y a la mejor infraestructura de comunicación, que
aumentaba substancialmente el poder de fuego y reducía el aislamiento provincial. En el
proceso de su organización como el auténtico gendarme del orden político en la
República venezolana, el ejército debía superar añejos vicios internos. Una actuante y
eficiente, por primera vez en la historia militar venezolana efectivamente operante,
inspectoría general del ejército y de la marina de guerra, así como, la educación militar
fueron los vehículos iniciales en el proceso que procuraba lograr una novel
institucionalidad castrense.
Durante la fase de consolidación del poder gomecista, destacan como oficiales
que tuvieron responsabilidades en el proceso modernizante, entre otros: el general M. V.
Castro Zavala como ministro de guerra y marina, el militar chileno contratado por el
gobierno venezolano coronel Samuel Mc Gill, el general Francisco Linares Alcántara,
hijo, que había estudiado en la academia estadounidense de West Point y los general
Félix Galavís y Julio Sarría. También, el coronel Arturo Santana y los tenientes
coroneles Carlos Sánchez y José Becerra (los graduados de Estado Mayor en
Colombia), que junto con Mc Gill, son los oficiales destacados en la oficina técnica
adscrita a la inspectoría general del ejército.
Los civiles que participan en la administración del proyecto modernizante
militar son los ya señalados Jiménez Rebolledo y Márquez Bustillos. El coronel y luego
general José Vicente Gómez, como inspector general del ejército, es un buen reflejo que
no todo era tecnicismo militar y reorganización burocrática. El personalismo gomecista
no deja de estar presente con su sello familiar en las reformas castrenses.
Las efectivas revistas de comisario (inspecciones rutinarias técnicas-
administrativas de las unidades castrenses que evitaban la existencia de “soldados
fantasmas”, con sus obvias consecuencias crematísticas), el procurar con éxito evitar las
69
raterías y corruptelas tradicionales en el siglo XIX e inicios del XX en los batallones,
eran ya un signo de avance organizativo. La justicia y tribunales militares, mejoraron
substancialmente. El sistema de reclutamiento y reemplazo de la tropa, superó añejos
procedimientos e incrementó su eficiencia, aún cuando perviven añejos vicios
clientelares como los soldados-peones en las haciendas del dictador.
En pocas palabras, con el gomecismo se inicia una más racional organización
burocrática militar. En esta remozada estructuración, un ministro de guerra y marina
civil era el oficinista jefe. Hombre fiel personalmente a su Jefe Supremo, el dictador de
Venezuela. Jiménez Rebolledo era un mero administrador que no fungía como vocero, o
vínculo de enlace entre el sector militar y la realidad política venezolana. Los doctores,
licenciados y civiles con grados universitarios, fueron secularmente los plumíferos, los
oficinistas, los administradores, los publicistas, los juristas acomodaticios, de todos los
gobiernos desde el colapso de la institucionalidad republicana en el siglo XIX. Es en
este sentido, que los partidarios y colaboradores civiles del gomecismo, se inscriben
dentro de la tradición de servilismo administrativo no civilista, heredada de esa
Venezuela bajo el dominio de los caudillos.
Los guerreros-políticos (así en plural, los caudillos) desaparecen como factor de
poder desde los inicios mismos del siglo XX venezolano. Los militares-políticos se
subordinan interesada y personalistamente ante su Comandante en Jefe: el tirano o
dictador pretoriano. Los militares-militares, la sacrificada minoría, en sus cuarteles,
institutos educativos castrenses, bajeles de la marina de guerra y cargos burocráticos en
empresas del naciente estado moderno; mudos testigos en un país que luego de casi un
siglo de guerras civiles por fin alcanzaba una paz aparente y se estructuraba como
nación, avanzando lenta y muy controladamente en un proceso de modernización.
El ejército era el instrumento para la gerencia de la violencia directa, organizada
y supuestamente legítima de ese naciente Estado moderno. El segmento de oficiales
pretorianos paga el precio de su subordinación ante el único sobreviviente con poder
nacional de los seculares guerreros-políticos. Los oficiales de orientación profesional
apuestan al futuro, soportando un presente reñido con una auténtica profesionalidad
70
militar, pero que era ciertamente un progreso ante los desmanes ocasionados por los
responsables de la anterior y recurrente violencia política.
Era Juan Vicente Gómez quien retenía en sus manos todo el poder político. Su
instrumento de dominación era la estructura militar, los civiles que sirven a la dictadura
como administradores y juristas carecen de poder: ¡Gómez Único! La triste realidad de
una Venezuela que no encontró otra fórmula política para salir de la anarquía y
comenzar a estructurar un estado moderno.
La simbiosis militar-civil era una expresión remozada de la anterior relación
entre caudillos y civiles carentes de jefatura sobre grupos armados. Escribanos que se
abrazaban al poder como un medio para asegurar una subsistencia derivada de las
dádivas del gobierno. Otros civiles, sacrificaban la civilidad buscando la paz como
primer paso en un proceso gradual hacia la auténtica República. También, en no pocos
casos se fusionan ambas actitudes. La otra alternativa era aislarse, el ejercicio libre de la
profesión, la única libertad que no encerraba peligros físicos ante el poder de la
dictadura. Otra posibilidad era procurar derrocar, vía el ejército, a su Comandante en
Jefe, general Juan Vicente Gómez.
Luego de la reforma militar gomecista, en tres ocasiones, 1919, 1922 y 1928,
egresados de la Escuela Militar de Venezuela intentaron acciones conspiradoras de
importancia contra el régimen pretoriano que los había formado como oficiales. El
primero estuvo encabezado por el capitán Luis Rafael Pimentel. Éste era un destacado
oficial con cursos de especialización en artillería y de estado mayor en Perú; profesor de
la Escuela Militar; el segundo tenía ramificaciones que trascendían al ejército,
incorporando oficiales de la armada; pero ambas acciones conspirativas fracasaron. El
tercero es el más recordado por la literatura política venezolana, ya que a pesar de su
incapacidad para derrocar la dictadura anuncia el nacimiento de una nueva dirigencia
nacional: la calificada tradicionalmente como Generación del 28.
La conspiración de enero de 1919, contaba con el respaldo de la oficialidad en
las instalaciones del ejército en Caracas con excepción de Miraflores y otro cuartel
caraqueño. La idea básica era tomar el poder en la capital de la república, desplazando a
71
las autoridades; nombrando nuevos gobernantes provisionales. Claro está, que con un
proceder como éste, se estaba arriesgando un posible enfrentamiento con las tropas
fieles a Gómez en provincia; de nuevo la posibilidad de una guerra civil en Venezuela.
Una delación hace fracasar el movimiento. La mayoría de los comprometidos
son reducidos a prisión. El núcleo conspirador esta conformado, además del ya referido
capitán Pimentel, por otros capitanes, tenientes y subtenientes. Buena parte de estos
oficiales morirán en prisión, luego de sufrir torturas y vejaciones.
Si en 1919 los líderes de la conspiración eran capitanes y del ejército, tres años,
después, será un teniente coronel en el ejército y un capitán de corbeta en la armada, los
oficiales conspiradores de mayor grado militar. Según refiere Rafael Simón Jiménez,26
en su obra sobre las insurrecciones militares en Venezuela de la primera mitad del siglo
XX, participa en la conjura en cuestión el capitán Fernández Ortiz de la neonata
aviación militar de aquel entonces; otros oficiales comprometidos fueron, por ejemplo,
el capitán Francisco Angarita Arvelo, el teniente de navío Antonio Picardi, y el teniente
del ejército Leónidas Méndez Chacón.
Como sucede muchas veces, por no decir siempre, con las conspiraciones
militares venezolanas del siglo XX, una delación pone fin al movimiento subversivo de
1922 contra el gomecismo. Con prisión pagaron los oficiales comprometidos el precio
de su fracaso. Solo si sobrevivían a las inhumanas condiciones de La Rotunda o los
Castillos de San Carlos o Puerto Cabello, un indulto presidencial podía dejar en libertad
a los enfermos, luego de varios años de prisión.
Por sus características, las dos asonadas militares antigomecistas referidas arriba,
son antecedentes ciertos de lo que luego serán una constante en la venezolana historia
militar del siglo XX: las logias o grupos militares conspiradores. Al destruir la auténtica
institucionalidad política republicana, la tiranía pretoriana no dejaba una posibilidad de
cambio distinta a la acción militar. Paradójicamente, como tanto en la evolución
histórica, el limitado profesionalismo castrense permitido por Gómez fue fortaleciendo
26
Militares contra militarismo. La resistencia militar a las dictaduras de Juan Vicente Gómez y
Marcos Pérez Jiménez. Caracas, El Centauro Ediciones, 2008, p. 50; véase las pp. 44-70.
72
corporativamente al sector militar, pero mientras viviera el dictador su personalismo
extremo lograba someter cualquier disidencia.
Otra característica de los movimientos conspiradores de los jóvenes oficiales de
escuela, de 1919 y 1922 en adelante, es como cuentan con apoyo en sectores civiles
opuestos al gobierno. Inicialmente se establecen conversaciones entre militares, donde
se critica la situación militar y política nacional; luego se va conformando un grupo de
inconformes oficiales con aspiraciones de implementar un golpe de estado; en muchos
casos, a un tiempo, se establecen contactos con sectores civiles opositores al régimen en
cuestión. Sobre las intenciones finales de los frustrados golpes de estado contra Juan
Vicente Gómez, los sobrevivientes afirmaban que procuraban acabar con la dictadura y
avanzar en la dirección de una auténtica república; aunque se debe advertir que no hay
manera de corroborar históricamente tan nobles propósitos ya que nunca llegaron al
poder.
El mayor Santiago Ochoa Briceño dejó para la historia una reseña de sus
actuaciones en el acontecer político venezolano. Así, el libro: Lo que vi, oí e hice / Del
andinismo a la democracia / Memorias.27
Ochoa Briceño, comenta como sirvió de
secretario a su tío materno el general Santiago Briceño Ayesterán, cuando escribía lo
que sería la obra póstuma de su pariente: Memorias de su Vida Militar y Política.28
La
obra testimonial del general Santiago Briceño Ayesterán, a todas luces sirvió de modelo
para el texto de Santiago Ochoa Briceño, libro de igual tenor temático.
Del prologo de don Santiago en el libro de Briceño Ayesterán, reproducimos una
idea que la historia escrita desde hace ya varias décadas reconoce como cierta: durante
el castro-gomecismo se produce la “transformación del Ejército en verdadera Institución
[Sic] Nacional [Sic]”.29
En buena medida el libro de Ochoa Briceño presenta insumos
27
Caracas, Presidencia de la República, 1994. Sobre este texto referimos también a un artículo de
Domingo Irwin e Ingrid Micett “Militares y Política en Venezuela, siglo XX. Las crónicas del mayor
Santiago Ochoa Briceño y el general de división (Ej.) Fernando Ochoa Antich”. Montalbán. N° 44,
Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Facultad de Humanidades y Educación, Instituto de
Investigaciones Históricas, 2010, pp. 141-170.
28
Caracas, Tipografía Americana, 1949.
73
de valía para analizar el devenir de ese ejército, desde sus orígenes ciertos, en los inicios
del siglo XX hasta nuestros días, unos cien años después. Un reiterado tema del libro
del mayor Ochoa, es el de las insurrecciones militares y golpes de estado. En términos
más amplios, ofrecen información de interés sobre las acciones políticas en contra de los
distintos gobiernos de la primera mitad del siglo XX por parte de los egresados de la
Escuela Militar de Venezuela; esa que desde hace ya varias décadas fue re-bautizada
como Academia Militar; hoy día se le conoce oficialmente como Academia Militar del
Ejército, dentro de la novel Universidad Militar Bolivariana de Venezuela, creada en
septiembre de 2010.
Para Ochoa Briceño existían básicamente dos tendencias dentro de las filas del
gomecismo militante para inicios de la década de 1930. Una la califica como el
“Sanhedrín”, encabezada por la eminencia gris del régimen, doctor José Rosario García;
entre sus miembros más destacados tenemos a Eustoquio Gómez, José María García,
Rafael María Velasco, Emilio Fernández, Francisco Antonio Colmenares Pacheco y
José Ignacio Cárdenas. La otra era el ala luminosa del régimen y resaltaban las figuras
de Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita.
Resulta interesante apreciar como operan dos condiciones básicas en la vida del
joven oficial Ochoa Briceño: su origen andino tachirense y las amistades que surgen
desde los tiempos de cadete en la Escuela Militar, a la cual ingresó en 1924. Luego en
su desempeño profesional se vincula con la actividad política, inicialmente conspirativa
y posteriormente defensora de un proceso que procuraba institucionalizar una verdadera
república. Sus intereses son más políticos que castrenses; es decididamente un oficial
militar políticamente motivado.
La clasificación que efectúa don Santiago de los oficiales militares venezolanos
durante los primeros cuarenta años del siglo pasado, es necesario comentarla. Son dos
los tipos o conjuntos: unos los “oficiales analfabetas improvisados en nuestras guerras
civiles” a los que califica de “chopo e’ piedra” y “los formados en academias militares”
29
Prólogo de Santiago Ochoa Briceño en el libro de su tío, p. XX. Recoge así una expresión:
“transformación del Ejército en verdadera Institución Nacional”, las mayúsculas son del original, p.380
del texto ya referido de Briceño Ayesterán: Memorias de su Vida Militar y Política.
74
a quienes describe como “ténicos” [Sic].30
Evidentemente está asimilando formas
coloquiales de expresarse en aquel entonces. Quienes se rebelan contra la dictadura
gomecista son mayoritariamente los segundos.
Esta clasificación entre oficiales venezolanos “chopo e’ piedra” y técnicos, es
una que se repetirá en la literatura política criolla. Las tensiones que se generan entre
estos dos conjuntos militares, tienen supuestas implicaciones para la rebelión militar.
Consideramos que ambas ideas pueden ser perfeccionadas con visión académica. Se
ampliaría la clasificación si se destaca como existen oficiales de escuela con
motivaciones más políticas que castrenses, por ello su participación para derrocar los
gobiernos, sean estos dictatoriales o no. Las fricciones entre los oficiales provenientes
de las guerras civiles o la vida de cuartel y los egresados de las escuelas militar y naval
fueron un aspecto dominado, por los distintos gobiernos hasta 1945, recurriendo a un
institucionalismo corporativo cada vez más robusto en la medida que se avanzaba en el
siglo XX.
La insurrección de abril de 1928 cuenta con un estudio monográfico muy
completo efectuado por el historiador y bibliógrafo don Rafael Ramón Castellanos.31
Es
un movimiento que incorpora oficiales de escuela, cadetes de la Escuela Militar,
estudiantes universitarios y otros civiles. Entre los estudiantes participan en la
conspiración futuros presidentes constitucionales: Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. El
líder militar del movimiento era el capitán Rafael Alvarado Franco, contando como
dirigentes castrenses a los tenientes Rafael Barrios, Agustín Fernández y Leonardo
Leefmans.
Al igual que las acciones de 1919 y 1922, el plan inicial tenía como objetivo
tomar militarmente a Caracas, sublevando y apoderándose de los cuarteles de la capital.
También, otra vez, una delación informa de la situación a las autoridades y el
movimiento insurreccional fracasa. El general Eleazar López Contreras dirige las
acciones que, luego de los consabidos intercambios de disparos, muertos y heridos,
30
Ibid., p. 175.
31
La sublevación militar del 7 de abril de 1928. Caracas, Italgráfica, 1978.
75
permiten al gobierno dominar la situación con rapidez y eficacia. Los involucrados en la
asonada son en su mayoría detenidos y sometidos a prisión.
La fracasada insurrección de 1928 resalta no solo por el desempeño futuro de los
involucrados, los casos mencionados de Betancourt, Leoni y también el del general
López Contreras, todos presidentes constitucionales en el siglo XX. Se deben destacar
otras consecuencias de importancia capital. Así, para enfrentar el descontento entre la
joven oficialidad de escuela se toman medidas de emergencia inmediatas y mediatas,
ambas de carácter militar.
La primera de las acertadas acciones que adopta el gomecismo, es de naturaleza
preventiva, creando tres nuevos batallones, entre abril y mayo de 1928. Son los
batallones 23 de Abril en Maracay, el batallón 1º de Mayo, en Valencia y batallón
Maracay en Güigüe. Se fortalecía militarmente el centro del país, fuera de Caracas, con
unidades absolutamente fieles al dictador. En caso de triunfar un movimiento contra
Gómez en la capital, tendrían que enfrentar los sublevados a las unidades de provincia
ciertamente constituidas para hacer frente a una situación de este tipo.
La segunda de las medidas militares resultantes del fracaso de abril de 1928 son
mejoras de carácter técnico. En 1930 se crea un estado mayor con pretensiones de
modernidad, con López Contreras como jefe y el teniente coronel Isaías Medina
Angarita como su ayudante. El general López Contreras es nombrado ministro de guerra
y marina en 1933 y se promulga nueva legislación militar. Se reorganiza el ejército en
brigadas, regimientos para la artillería, escuadrón para la aviación militar dependiente
organizativamente del ejército en ese entonces. En pocas palabras se avanza en la
modernización corporativa del sector militar.
Interesante resulta referir a los comentarios de don Santiago Ochoa Briceño
sobre estos años. Bien señala en su obra, arriba mencionada, como él estaba
comprometido con la insurrección de 1928; donde un castigo disciplinario evita su
participación activa en la fracasada acción contra la dictadura. Poco después pide la baja
y se dedica a las labores de agente viajero, actividad que le permite recorrer el país y
obtener buenas ganancias, pero no deja de participar en proyectos conspirativos
76
antigomecistas. Convencido que cualquier posibilidad de cambio político tenía que
provenir desde el ejército, se reincorpora en 1933 como oficial activo y asistente del
general López Contreras.
En los grupos conspirativos contra Gómez, de oficiales egresados de la Escuela
Militar, todavía no tenemos en términos históricos, la aparición de las calificadas luego
en el devenir castrense como logias militares. Todas las acciones, 1919, 1922 y 1928
eran de una ingenuidad efectivamente heroica. La idea recurrente de tomar por la fuerza
la capital de la república y suponer que con ello se podía derrocar al régimen pretoriano,
era una subestimación del poder y estructura del gomecismo. La fortaleza de éste se
encontraba más en la provincia que en Caracas; ésta era un mero ente administrativo.
También, de triunfar alguna de las conspiraciones se estaba arriesgando el inicio de una
nueva guerra civil cuyas consecuencias serían muy difíciles de prever.
Al morir en cama Juan Vicente Gómez, en diciembre de 1935, el sector que se
entendía como la oficialidad esclarecida del gomecismo, contando como trinchera al
sector militar de carrera con estudios sistemáticos, logra imponerse sobre los seguidores
de Eustoquio Gómez; quien paga con su vida el despótico proceder de los suyos y el
propio. El ministerio de guerra y marina se convierte en la antesala de la presidencia de
la república. El general López Contreras será el nuevo presidente. Se logra un
inteligente acuerdo nacional para lograr el transito sin violencias extremas y continuas,
desde el personalismo de la tiranía pretoriana hacia formas políticas más racionales; este
entendimiento es calificado como: Programa de Febrero de 1936.
Una nueva constitución en 1936, establece las bases legales para implementar
una segunda edición, estilo siglo XX, de la realidad institucional republicana de 1830-
1846. Una república de propietarios y para propietarios que contará en el ejército como
garante de la paz interior. Una civilidad un tanto peculiar; el ex-ministro de guerra y
marina como presidente constitucional; careciendo de una sociedad civil organizada
políticamente y negando el voto a los adultos varones analfabetos, amén de las mujeres,
supiesen éstas leer y escribir o no; en síntesis, bastante más de la mitad de la población
adulta de ese entonces no podía votar.
77
El argumento para implementar esta pretendida república de notables bajo
tutoría militar, era el que las mayorías no estaban aun educadas para ejercer derechos
ciudadanos plenos; había que evitar la anarquía sin caer en una tiranía monócrata,
parafraseando libremente a El Libertador-Presidente. El ejército no podía participar
directamente en el debate político cotidiano, pero un oficial era el presidente
constitucional. El mecanismo electoral a varios grados, tal y como estaba diseñado
ponía en manos del presidente la capacidad de imponer a su sucesor. López escoge a su
ministro de guerra y marina, coronel Isaías Medina Angarita, para que triunfara en los
comicios que lo llevarían a la presidencia en 1941.
Resulta evidente que si bien la institución militar no participa activamente en la
actividad política, su influencia en la conducción del país era innegable. El
personalismo político parece como superado por el carácter corporativo de la estructura
militar. Con Medina tenemos el primer egresado de la Escuela Militar presidente
constitucional de Venezuela; también, el primer oficial y quizás el único, por ahora, con
curso de perfeccionamiento (artillería de campaña) en los Estados Unidos de
Norteamérica, en llegar a la primera magistratura venezolana. Con los gobiernos
presididos por los generales ex-ministros de guerra y marina, se avanza lenta pero
constantemente en el proceso de modernización militar.
Muy venezolanamente las conspiraciones militares continúan. Según Roberto
Pérez Lecuna,32
aproximadamente en 1937 es develada una pretendida conspiración que
involucraba un número importante de oficiales en servicio activo. La cifra de 100
oficiales involucrados en la actividad conspirativa parece un tanto exagerada dada las
dimensiones del ejército en ese entonces. El problema conspirador fue inteligentemente
resuelto por las autoridades, dispersando a los entendidos como cabecillas del
movimiento hacia distantes guarniciones de provincia.
El libro de Pérez Lecuna, mencionado en el párrafo anterior,33
refiere a otra
potencial conspiración, esta vez en 1940-1941; se apoya en información oral que señala
le fue suministrada por Rafael Caldera. En pocas palabras, el general León Jurado
32
Apuntes para la historia militar de Venezuela, 1° de enero de 1936, 18 de octubre de 1945. Valencia,
Venezuela, Editorial El Viaje del Pez, 2000, p.173. 33
Ibid., pp. 527-528.
78
organiza una conspiración que procuraba llevarlo a la presidencia; la acción fue
develada y en conversación entre León Jurado con López Contreras, se admite como la
solución al problema de la sucesión presidencial la candidatura del entonces ministro de
guerra y marina, Isaías Medina Angarita.
La nueva legislación militar durante el gobierno del general López Contreras,
procura actualizar la base legal castrense, desde 1938; se crean Escuelas de Clases en La
Grita y Maracay, modernos batallones como el Venezuela se nutren de los egresados de
estas escuelas; la guardia nacional es creada por López; la armada entrena una compañía
de infantería de marina, desincorporan añejas unidades navales y adquirirán otras;
numerosos oficiales son enviados a cursos de perfeccionamiento profesional en el
exterior. Durante la presidencia de López, mejoran los sueldos y raciones de
subtenientes, tenientes y capitanes; desde 1936 opera con éxito una Sociedad de Socorro
Mutuo para el personal de oficiales.
Con la Segunda Guerra Mundial regresan a su país las misiones italianas
militares que habían prestado servicios de asesoría y entrenamiento en la aviación y
armada venezolanas. Con la participación estadounidense en el conflicto mundial, la
influencia militar de ese país se manifiesta como nunca antes en Venezuela; se firma un
convenio con los estadounidenses, en marzo de 1941 por cuatro años, para el
funcionamiento de una misión militar que asesoraría al ministerio castrense criollo y a
la armada.
Con la cooperación norteamericanas se instalan baterías de defensa costera en la
isla de Patos, Puerto La Cruz y Paraguaná; dos unidades de la escuadra (“Soublette” y
“Urdaneta”) son reparados en instalaciones navales estadounidenses; oficiales
venezolanos, en números sin precedentes para la época, efectúan cursos de
perfeccionamiento con la U. S. Navy; entre estos oficiales navales mencionaremos
algunos, como el entonces teniente de navío Ricardo Sosa Ríos, los alférez de navío
Jesús Carbonell Izquierdo, Juan Torrealba y el cadete José Constantino Seijas quien es
enviado a estudiar en la academia naval de Annapolis; según la Memoria de 1945, bajo
la figura de préstamos y arriendo, se obtienen varios bajeles “caza-submarinos” para la
escuadra venezolana.
79
En la aviación militar y el ejército continúa el proceso de modernización, por
cierto, más rápidamente en la primera bajo asesoría de la misión militar del Tío Sam en
Venezuela; el regimiento de aviación militar contaba con dos grupos de bombardeo y
uno de caza. El ejército envía a Kentuky siete militares para un curso de motoblindados.
Se crean nuevos batallones modernos como el Caracas Nº 2, el Bolívar Nº 3 y el de
ingenieros Francisco Avendaño Nº 1 y la Escuela de Clases en la población de La Grita
es transformada en Escuela de Suboficiales y Clases.
Resumiendo, el proceso de actualización y modernización militar en Venezuela
es una constante con distintas intensidades, pero sin soluciones de continuidad
destacadas. Esto, desde que se forma el efectivo ejército nacional en las primeras dos
décadas del siglo XX. Luego de la muerte de Gómez (1935), durante las presidencias de
los generales López y Medina (1936-1945) la actualización castrense se mantiene con
un ritmo superior que durante el gomecismo. Avances técnico militares que están
relacionados, en parte, con las asesorías italianas primero y luego estadounidenses desde
la década de 1940 durante la Segunda Guerra Mundial.
Para aquellos que gustan en minimizar o magnificar los avances técnicos entre
los años de 1936-1945, se les recomienda el análisis crítico con criterio histórico de las
Memorias de Guerra y Marina, así como la Revista del Ejército, Marina y Aeronáutica
de aquellos años. Una vez dicho esto, es necesario aclarar que si bien los avances dentro
de la realidad militar son ciertos, efectivamente faltaba mucho para transitar con
seguridad por el camino de la auténtica profesionalización militar; pero durante las
presidencias de López y Medina se habían logrado innegables mejoras con relación a las
décadas anteriores; la evidencia documental disponible así lo demuestra.
El proceso de formación del Ejército Nacional, se inicia con las guerras civiles
1898-1903, pasando por el potencial político evidenciado en el golpe de estado
incruento de Gómez contra Castro en diciembre de 1908, hasta la reforma militar
venezolana publicitada por Gómez (vía Victorino Márquez Bustillos y su celebérrima
obra La reforma militar venezolana) en el año de 1917 y luego el primer golpe de
estado frustrado 1919 contra el tirano pretoriano. Tenemos, pues, un lapso temporal de
80
formación y consolidación del auténtico y operante ejército nacional venezolano de
unos 20 años de duración. Desde el año 1919 hasta 1945 se desarrolla un proceso de
conspiraciones frustradas recurrentes; es decir, son 26 años de reacomodos al interior de
la armazón militar, fortaleciendo el carácter corporativo de la institución.
Dentro de la novel institución castrense en proceso de consolidación cierta, las
tensiones internas son exitosamente enfrentadas con relativa facilidad, pero pagando la
oficialidad auténticamente gomera, el precio del fortalecimiento corporativo dentro del
ejército de la oficialidad de escuela. Esta institucionalidad corporativa avanzará
continuamente, hasta 1945. Más aún, el ejército asume indirectamente la tutoría política
del país desde 1936, por muy civilistas que fueran los presidentes de la república y ex-
ministros de guerra y marina, generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina
Angarita. La constante en estos años del fortalecimiento del sentimiento de cuerpo, de la
condición corporativa de la institución militar, es la formación técnica de un grupo de
oficiales militares, tenientes, capitanes y mayores, con una decidida ambición de poder
político protagónico.
En el cuadro siguiente, insistimos esquemáticamente en dos aspectos que
entendemos como fundamentales para la comprensión de la realidad militar venezolana
de aquellos tiempos: personalismo y pretorianismo; la inicial versión de este cuadro
esquemático se localiza en la obra de nuestra autoría varias veces referida: Relaciones
Civiles-Militares en Venezuela (1830-1910)…, p. 157.
81
N° 5- PERSONALISMO Y PRETORIANISMO
Ejército Liberal Restaurador
Es equipado técnicamente
Vence a los caudillos provinciales
Se organiza un efectivo Ejército Nacional
Los oficiales del Ejército y la Marina de Guerra se
ven favorecidos por la existencia de una mejor
disciplina y formación técnica dentro de la
estructura militar. Se consolida la educación militar
y naval
Predominan desde comienzos del siglo XX,
oficiales de carácter pretoriano, frustrando la
tendencia de orientación profesional
Cualquier esfuerzo serio por llevar más allá la
tecnificación con la intención de profesionalizar el
aparato militar chocaba con el personalismo del
Dictador
Al morir Gómez sobrevive el “sector
luminoso” del pretorianismo, fortaleciendo
el carácter corporativo e institucional
castrense: presidencias de los generales
López Contreras y Medina Angarita
82
II
LOGIAS MILITARES CONTEMPORÁNEAS
Una constante en la evolución militar del siglo XX venezolano, una vez
constituido el efectivo ejército nacional en las primeras dos décadas de esa centuria
(1899-1919 en su fase inicial y de consolidación operativa), es la organización de
grupos castrenses que pretenden lograr el poder político derrocando al existente.
Inicialmente son las frustradas acciones militares antigomecistas ya referidas
anteriormente en 1919, 1922 y 1928. Desde 1936 se produce el deslinde entre la
oficialidad fiel personalmente al general en jefe Juan Vicente Gómez y su círculo
familiar de poder, frente a la tendencia de oficiales auténticamente corporativos; es
decir, de aquellos militares que favorecían avanzar en el perfeccionamiento profesional
y consolidación institucional.
El poder político personalista de un jefe militar intenta ser sustituido por la voz
corporativa del oficial de mayor ascendencia dentro de sus compañeros de armas;
primero López Contreras, luego Medina Angarita; esto sin olvidar las referencias a
intentos conspirativos frustrados en 1937 y 1940-1941, referidos en párrafos anteriores;
actividades potencialmente desestabilizadoras que continuaran durante los años
siguientes. Procuramos ofrecer un inventario, lo más exacto y breve posible, de los
distintos grupos militares conspiradoras desde 1943 hasta 1993. Las fuentes en que se
apoya nuestra listado cronológico fue expresada en la presentación de esta obra; razón
por la cual, insistimos, referimos sólo al autor consultado, invitando al lector a la
consulta de las obras en cuestión para los detalles de lo aquí expuesto sintéticamente y
con criterio analítico histórico; en aquellos casos en los que presentemos información
no tomada de los textos antes aludidos, procedemos a identificar la fuente en que
apoyamos el dato en cuestión. Los comentarios son de nuestra entera responsabilidad.
Al final de cada aparte, en esta segunda sección del escrito, presentamos unas síntesis
esquemáticas.
83
OMP, UPM, OMA y UNB: 1943-1962.
Con el golpe de estado que derroca a Medina, se entra en una situación de
efectivos cambios que se extenderá desde 1945 hasta 1962; una gran fractura en la
oficialidad militar; proceso que abarca unos 17 años, temporalmente comparable al
proceso de formación de un efectivo ejército nacional en los inicios del siglo XX. Es
una auténtica situación de reacomodos dentro de la arquitectura castrense; una que se
inicia con los dos exitosos golpes de estado; contra Medina primero y tres años después
contra el civil don Rómulo Gallegos, en 1948.
Los oficiales políticamente motivados (los pretorianos) se organizan en las
calificadas como logias militares conspirativas. Sus más destacados dirigentes llegan a
dominar la estructura castrense, desde 1945. Más luego, entre 1948-1958, desarrollando
una efectiva influencia política abusiva, logran el poder nacional; inicialmente con una
Junta Militar de Gobierno. Estos movimientos conspiradores militares procuran ser
interpretados como una segunda edición, mejorada, corregida y aumentada de las
contestatarias acciones insurreccionales de los oficiales “ténicos” [Sic] del período
gomecista; en realidad, históricamente, son herederos ciertos de expresiones pretorianas
como la Revolución de las Reformas de 1835-1836.
Luego del asesinato del presidente de la Junta Militar de Gobierno, coronel
Carlos Delgado Chalbaud y la burla electoral a la Constituyente de 1952, el poder
político de los exitosos oficiales conspiradores seguirá avanzando hasta el 23 de enero
de 1958. Son 10 años de predominio político militar, público y evidente. Pero el proceso
de reacomodos castrenses iniciado en 1945 se extiende más allá de la derrocada
dictadura, hasta mediados de 1962 y las fracasadas insurrecciones de las guarniciones
de la infantería de marina en Carúpano y Puerto Cabello; se inician, así, 30 años de
predominio efectivo de los oficiales auténticamente profesionales; pero como se
comentará más adelante con modesto detalle, los pretorianos perviven dentro de la
estructura burocrática militar venezolana.
La llamada Unión Patriótica Militar (UPM; otros prefiere calificarla como
Unión Militar Patriótica) es el primer grupo conspirador moderno que registra
mayoritariamente la historiografía venezolana; aunque es necesario mencionar una muy
84
poco reportada organización: Comité Militar Patriótico, CMP,34
conformada, por
oficiales navales desde finales de 1943. Estaban constituidas ambas por oficialidad
joven, donde el grupo de más elevada influencia eran ocho mayores en la UPM; entre
los comprometidos en ésta se pueden señalar como destacados conspiradores unos 28
capitanes; al menos 56 tenientes y subtenientes algo así como 33; en la armada resaltan
unos ocho tenientes de fragata y 14 alféreces de navío.35
Las figuras más visiblemente
protagónicas eran los mayores Marcos Evangelista Pérez Jiménez, Luís Felipe Llovera
Páez, Julio César Vargas y su hermano el capitán Mario Ricardo. A este grupo dirigente
se agregó, prácticamente en los últimos momentos del golpe de estado, el mayor Carlos
Delgado Chalbaud.
El epicentro de la insurrección militar se localizaba en el estado mayor y en
instancias educativas castrenses, donde laboraban como profesores Pérez Jiménez,
Vargas y Delgado. Debe señalarse que los líderes conspiradores habían sido los
alumnos más destacados en sus respectivas promociones de la Escuela Militar: Julio
César Vargas fue el primer alumno en el orden de merito de 1926, igual lugar en sus
respectivas promociones tienen en 1932 Llovera Páez y en 1933 Pérez Jiménez.
Delgado había sido educado en Francia y fue inicialmente asimilado con el grado de
capitán, luego como oficial regular ascendido a mayor en julio de 1945.
Contactos entre los grupos conspirativos militares y el futuro presidente Rómulo
Betancourt han sido reportados en varias fuentes; los militares golpistas son quienes
toman la iniciativa procurando apoyo político para su ilegal proceder. Así, en los datos
presentados por Pérez Lecuna36
sobre la conspiración en la armada contra el gobierno
de Medina, señala que eran tres núcleos de oficiales jóvenes agrupados en el Comité
Militar Patriótico (CMP), sumando cerca de 35 oficiales y que el inicial contacto con
Betancourt lo realizan en 1944; para septiembre de 1945 los oficiales navales se
integran, juramentándose, con sus pares de la UPM.
34
Véase: Roberto Pérez Lecuna, Apuntes para la historia militar de Venezuela..., pp.1090-1095.
35
José Agustín Catalá Editor, 1945-1947 del golpe militar a la constituyente Caracas, Centauro, 1992,
pp., vii-ix y 3-8
36
Apuntes para la historia militar de Venezuela…, pp. 1090-1091
85
Concuerda lo recién señalado con los datos que han sido reportados por Nora
Bustamante,37
quien se fundamenta para ello en evidencia testimonial suministrada por
tres oficiales de la armada. Rafael Simón Jiménez, en su obra ya referida, recurre al
libro de José Ramón Avendaño Lugo38
para destacar que el origen de la UPM se
remonta al año de 1942, pero que ésta se desarticula para volver con mayor capacidad
organizativa en 1944. Será al año siguiente cuando públicamente se manifiesta el grupo
conspirativo castrense.
La literatura sobre el golpe de estado de 1945, refiere insistentemente que los
contactos entre los líderes de la UPM, a mediados de ese año, con varios dirigentes del
principal partido de oposición al gobierno. Así, las reuniones entre políticos de
orientación social-demócrata del partido Acción Democrática (AD), donde resaltaban
Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Gonzalo Barrios, procurando los conspiradores
militares apoyo civil y político para su proceder. Derrocan los militares al general
Medina en un cruento golpe de estado que tiene como escenarios principales, con sus
combates, muertos y heridos, la ciudad capital y Maracay. Una Junta autoproclamada
como Revolucionaria se hace del poder. Dos miembros de la UPM pertenecen a dicha
Junta, el mayor Carlos Delgado Chalbaud y el capitán Mario Ricardo Vargas.
Una despiadada purga de oficiales deja la estructura castrense en manos de unos
recién ascendidos teniente coroneles; los números no dejan de ser impresionantes, solo
mediante los Decretos Ejecutivos 118 y 267 de la Junta Revolucionaria de Gobierno,
pasan a disponibilidad unos 49 coroneles, 54 tenientes coroneles, 27 mayores, 32
capitanes, 7 tenientes y 4 subtenientes. El número de oficiales pasados a retiro fueron
según algunas fuentes 280 oficiales. La ascendencia de la oficialidad de la UPM, así
como pugnas entre sus miembros dentro de la organización militar, se evidencia en su
capacidad para dominar no menos seis acciones de fuerza que pretendían acabar con el
novel gobierno, entre 1945-1948.
37
Isaías Medina Angarita”. Tierra Nuestra: 1498-2009. Tomo II, Caracas, Fundación Venezuela
Positiva, 2009, p. 172.
38
Militares contra militarismo, p. 77; citando a El militarismo en Venezuela. La dictadura de Pérez
Jiménez. Caracas, Ediciones Centauro, 1982, s/p.
86
Según señalan el mayor Manuel Asuaje Ortega, capitán Américo Serritiello y los
tenientes de fragata Antonio Piccardo [Sic] y Pausídes González39
en su libro
originalmente clandestino, desde mediados de 1947 se organiza una logia militar:
Organización Militar Anticomunista (OMA). Mencionan que inicialmente sus
intereses eran más gremialistas que políticos. Ante el proceder sectario desplegado por
AD en el gobierno, los rumores de la oposición sobre supuestas posturas comunistas en
ese partido y su pretendida intención de acabar con las Fuerzas Armadas Nacionales
(FF.AA.NN), los oficiales de OMA contribuyen decididamente al derrocamiento de don
Rómulo Gallegos en un incruento golpe de estado, el 24 de noviembre de 1948.
No deja de interesar al lector cuidadoso, como los autores mencionados en el
párrafo anterior enfatizan las acciones de OMA y no mencionan el papel destacado de
miembros de la UPM en el derrocamiento del presidente constitucional. La Junta Militar
que asume el poder la integran tres miembros de la UPM: tenientes coroneles Delgado
Chalbaud, Pérez Jiménez y Llovera Páez. Se reafirma la situación vivida después de la
muerte de Gómez; así, la presidencia correspondía al anterior ministro de la defensa,
quien desempeñaba ese despacho desde 1945, era el teniente coronel Delgado
Chalbaud.
Lo interesante de esta situación de 1945-1948, es como los grupos sediciosos
militares recurren a importantes figuras de la dirigencia de las fuerzas opositoras civiles
de los gobiernos que pretenden derrocar. Tal fue el caso del gobierno de Medina y el
partido AD, después quienes derrocan a Gallegos, permiten la supervivencia del partido
socialcristiano COPEI y el dirigido por el carismático líder Jóvito Villalba, Unión
Republicana Democrática (URD), pero sin asignarles un poder político significativo. Es
decir, frente al fraccionamiento y enfrentamiento político civil extremo, los hombres de
uniforme procuran demostrar ante la sociedad en general, una capacidad superior de
cohesión política.
39
De militares para militares. Caracas, Ministerio de la Cultura, Fundación El Perro y La Rana, 2006;
con una presentación, en esta versión impresa, elaborada por Pedro Pablo Linares; la primera edición
clandestina fue circa 1963 o 1964.
87
En 1950 es asesinado el teniente coronel Delgado Chalbaud, en una situación
que responde a intereses personales y políticos. En su lugar es nombrado, con el visto
bueno castrense, un civil; el Dr. Germán Suárez Flamerich fue el nuevo jefe de una
Junta de Gobierno que dejó de ser, al menos nominalmente, exclusivamente militar. Los
hechos demostrarán como el poder estaba en manos del ministro de la defensa teniente
coronel Pérez Jiménez. Situación que se evidencia con la burla electoral a la
constituyente de 1952 y las presidencias primero provisional (dos de diciembre de
1952) y luego “constitucional” (así entre comillas, desde el 19 de abril de 1953) del ya
ascendido coronel Pérez Jiménez. Así, los miembros más destacados de la logia
conspiradora UPM dominan, luego de burlarse ciertamente de COPEI y URD, la
política venezolana hasta el 23 de enero de 1958.
Volviendo al interesado e interesante libro de Asuaje Ortega-Serritielo-Piccardo-
González, mencionado arriba, en éste se refiere como los miembros de OMA se
fraccionan en varios segmentos. Inicialmente en dos grupos, en los primeros años de la
década de 1950. Unos los califica de oficiales nacionalistas que reaccionan contra el
gobierno militar, destacando la figura del capitán Wilfrido Omaña, mientras otros, la
mayoría, se apoltronan durante los gobiernos de quien logra los dos soles de general de
división en el ejercicio del poder político nacional: Pérez Jiménez. Pero los
fraccionamientos continúan dentro de este segmento de la oficialidad criolla como se
comentará en próximas páginas.
Se tiene pues, alguna evidencia de que los grupos conspiradores militares, como
fueron UPM u OMA, se dividen una vez logrado el objetivo político de derrocar al
gobierno. También, como coexisten varios grupos militares conspiradores en un mismo
tiempo. En realidad, la oficialidad militar motivada políticamente no está tan
cohesionada como algunos pretenden.
El caso de las insurrecciones militares contra el gobierno de las fuerzas armadas
que se inicia el 24 de noviembre de 1948, está en buena parte vinculada con la
resistencia clandestina de AD primero y el Partido Comunista de Venezuela (PCV) años
después. Las iniciales se produjeron en número no menor de tres, todas fracasadas, entre
1951-1952. En éstas tiene injerencia la clandestina dirigencia y activistas de AD en el
país.
88
La de octubre de 1951 con el Teniente de la Guardia Nacional Genarino Peña
entre los militares comprometidos; en 1952, en Maracay, con ramificaciones civiles en
estados cercanos, liderado visiblemente el movimiento en cuestión por el Capitán
Wilfrido Omaña (quien parece ser miembro de OMA) y luego, en octubre de ese año, la
focalizada insurrección de militares en el oriente venezolano, bajo la jefatura del
Capitán Juan Bautista Rojas. El poder logrado por el grupo pretoriano que derrocó a
Medina Angarita y Rómulo Gallegos, se evidencia como uno efectivamente
preponderante en la estructura militar de aquellos años y vence con facilidad a los
insurrectos.
Los miembros más conspicuos de la UPM, logran controlar la realidad militar
venezolana por 13 años consecutivos, siendo de éstos, 10 con dominio político nacional
total. La crisis emergerá en 1957 debido al reto personalista que representaba el poder
del general de división (Ej.) Pérez Jiménez para la condición corporativa castrense y los
auténticos militares profesionales. Sin desconocer las valientes y arriesgadas acciones
de civiles contra la dictadura militar, en el año antes referido, fueron los propios
militares quienes acaban con el gobierno que decía ser originalmente de las FF.AA.NN.
El primero de enero de 1958 se subleva la fuerza aérea en Maracay, en tanto que
en Caracas unidades blindadas bajo la jefatura del teniente coronel Hugo Trejo,
comprometidas con los aviadores, abandonan la ciudad en dirección de Los Teques. La
falta de una eficiente coordinación entre las unidades insurrectas, le permite al gobierno
dominar la situación en solo un día; pero las constantes agitaciones callejeras civiles,
una decretada huelga general, la acción desarrollada por la armada y la mayoría de las
guarniciones que desconocen la autoridad del gobierno, llevan en la madrugada del 23
de enero de 1958 a Pérez Jiménez y Llovera Páez al exilio; ese fue el destino político
final de la dirigencia más destacada de la Unión Patriótica Militar.
Según el texto ya referido de Rafael Simón Jiménez, quien toma la información
de un escrito de Tomás Enrique Carrillo Batalla,40
dentro del sector militar se organizan
para 1957 tres grupos conspirativos contra la dictadura pretoriana corporativa que
pretende avanzar hacia una forma, evidentemente, personalista de gobierno. Esto,
40
Militares contra militarismo, pp. 138-139; citando el texto Quién derrocó a Pérez Jiménez. Caracas,
Universidad Santa María, 1998.
89
recurriendo a un plebiscito inconstitucional según la Carta Magna, por cierto, elaborada
bajo la tutoría cierta de los triunfantes golpistas de 1948 y 1952. Como en 1936, 20 años
después, chocan dos propensiones evidentes dentro de la oficialidad criolla; de una
orientación personalista, con Pérez Jiménez a la cabeza; la otra expresión del auténtico
sentimiento corporativo castrense.
En 1957 afloran, según las fuentes arriba referidas, tres grupos militares con
intenciones de acabar con un gobierno con evidentes visos personalistas. Uno de los
grupos subversivos, estaba siendo organizado por el ex-presidente López Contreras y
contaba con apoyo de individualidades de la alta oficialidad. Otro tenía al teniente
coronel Hugo Trejo a la cabeza, contando con un conjunto de capitanes y tenientes
como principales comprometidos; según relata el carismático oficial, inicia sus
actividades conspirativas subterráneas desde 1955. El tercero tenía su epicentro entre la
oficialidad de la Escuela Militar de Venezuela.
Lamentablemente las dos fuentes arriba referidas no aportan mayores datos
sobre las logias militares. Refieren sí, a las conversaciones iniciales entre oficiales
(básicamente capitanes y tenientes) sobre la situación política del país y la necesidad de
derrocar un gobierno que atentaba contra el corporativismo castrense. Los necesarios
contactos que se establecen con civiles opositores al gobierno pretoriano, es otro de los
temas desarrollados con detalle de crónica acuciosa en las fuentes antes aludidas.
Una vertiente conspiradora, donde participan oficiales de los tres grupos antes
mencionados, es la de oficiales superiores que entienden como necesario un cambio
transicional. Esto, ante las diferencias que se han producido entre la alta oficialidad que
se benefició personalmente del gobierno militar y los oficiales subalternos. Procurando
los oficiales comprometidos, estructurar algo así como una segunda generación de
liderazgo en el ámbito castrense y la sociedad en general.
Por la información que presentan de los oficiales vinculados con las acciones
contra el gobierno presidido por el general de división Pérez Jiménez las fuentes
indicadas arriba, es posible inferir varias ideas ya no de crónica sino analíticas. Así,
muchos de los militares conspiradores de 1957-1958 luego participarán en acciones de
igual tenor contra las autoridades provisionales y constitucionales, después del 23 de
90
enero de 1958. Unos favorecen el regreso a fórmulas corporativas de poder político
castrense, con orientaciones desarrollistas en lo económico; pretenden implementar una
versión mejorada de la década militar que colapsó el 23 de enero de 1958. Otros
conspiradores en las FF.AA.NN son radicales socialistas de diversa laya. Termina
imponiéndose la tendencia de orientación ciertamente profesional castrense, aquellos
que favorecían un gobierno civil, civilista y democrático.
Continuando con la evidencia publicada sobre OMA. En el libro De Militares
Para Militares se comenta como hay un resurgir de esa logia militar, en 1958, después
del colapso del gobierno del general Pérez Jiménez; señalan que llegó a contar ese
grupo conspirativo con el apoyo de unos 100 oficiales. Dan a entender, en la página 118
de su libro, que la logia en cuestión se disuelve cuando “muchos de sus miembros son
hoy [circa 1964] notables jerarcas militares apoyadores [Sic] de un gobierno adeco que
antes catalogaban de comunista”.
Otro grupo conspirativo militar emerge, supuestamente desde 1957; según
testimonio de Fernán Altuve Febres, pulcramente recogido por el analista Alberto
Garrido (Zeta, No. 1.618, Caracas, julio 13 de 2007, p. 37): la Unión Nacional
Bolivariana (UNB). Según la misma fuente esta logia conspiradora presenta como
cabeza visible al general Jesús María Castro León. Éste, siendo ministro de la defensa,
en julio de 1958, intenta un fallido golpe de estado contra la llamada Junta Cívico-
Militar de gobierno presidida por el C/A Wolfgang Larrazabal. Situación que marcó,
para la segunda mitad del siglo XX venezolano, el fin de ese despacho ministerial como
antesala a la presidencia de la republica.
Castro León intenta otra acción militar, esta vez contra el gobierno
constitucional presidido desde 1959 por Rómulo Betancourt. Cruza la frontera del
Táchira desde Colombia, donde se encontraba exilado, y llega a dominar
momentáneamente San Cristóbal. Las tropas y oficialidad, leales al gobierno, lo vencen;
será capturado y llevado a prisión, donde muere años después. Surge, pues, la obvia
interrogante si esta logia UNB, estaría vinculada con OMA o sería una derivación de
ésta, o se vinculaba con el grupo conspirador de la alta oficialidad contra el gobierno en
1957. La muy limitada evidencia testimonial hasta ahora conocida sobre estas dos
91
organizaciones conspiradoras de militares activos y retirados, impide esbozar una
respuesta seria a la pregunta planteada.
La situación militar desde 1958 hasta 1962, es ciertamente tensa, expresión
cierta de la iniciada estructuralmente, por darle un calificativo, en 1945; la realidad
castrense está en un proceso acelerado y públicamente visible de reacomodos frente a
los civiles organizados en partidos políticos; en este caso concreto, opositores de los
anteriores e inmediatos gobiernos militares. El proceso de reestructuración castrense, no
siempre evidentemente notorio para la población en general, está avanzando en la
dirección de consolidación superando contradicciones internas que se manifiestan
políticamente desde 1945 y terminarán en 1962.
Varios golpes de estado fracasan desde 1958 hasta 1962. Señalaremos
brevemente los más destacados;41
obviando ofrecer una crónica básica sobre éstos. La
estabilización democrática (consenso racional bien logrado entre los partidos políticos
gobernantes no implementada efectivamente durante el llamado Trienio) se logra
después de ser dominados por las tropas y oficiales fieles al gobierno democrático tres
insurrecciones militares importantes. Estas son, dentro de este agitado período, una
efectiva divisoria de aguas; conocidas en la historiografía nacional como Barcelonazo
(junio de 1961), Carupanazo (mayo 4) y Porteñazo (junio 2), ambos en 1962.
Sobre la participación de logias militares conspiradoras en los tres eventos
insurreccionales mencionados en el párrafo anterior, la evidencia testimonial es
particularmente confusa. Esto, aunque resulta más que evidente para cualquier estudioso
que se esfuerce en ser objetivo y racional en sus análisis, que tal debió ser el caso; por lo
que bien se podría argumentar que no sería aventurado suponer la participación de
miembros de la UNB en acciones posteriores a las dos insurrecciones dirigidas por el
general Jesús María Castro León.
41 Los ya referidos del general Castro León y otros oficiales, a mediados de 1958 y abril de 1960. En
septiembre de 1958 intenta un golpe de estado Juan de Dios Moncada Vidal y fracasa. Luego vendrá la
acción encabezada por el coronel Edito Ramírez en 1961, intentando sublevar a los cadetes de la Escuela
Militar. En enero de 1962 se aborta una pretendida insurrección en La Guaira, donde parece ser que
estaban involucrados grupos radicales civiles del PCV y oficiales de la armada; sobre esta última la
síntesis que ofrece el consagrado historiador Antonio García Ponce es ciertamente valiosa: Sangre,
Locura y Fantasía. La guerrilla de los 60. Caracas, Libros X Marcados, 2009, pp. 47-52.
92
Varias fuentes se revelan particularmente útiles para cubrir las escabrosas
situaciones arriba mencionadas. Las compilaciones testimoniales de actores civiles y
militares de estos sucesos, con oficio cierto de historiador recogidas y publicadas por
Agustín Blanco Muñoz,42
son particularmente valiosas para comprender las limitaciones
ciertas y el optimismo exagerado que presentaban los golpistas de aquellos tiempos.
Lamentablemente sobre OMA o la UPM, no hay desarrollos analíticos en estos libros;
aunque se deduce que los militares comprometidos en las insurrecciones de esos años
presentaban dos tendencias básicas, una tenía una matriz básicamente corporativa y
desarrollista, otra era de una pretendida orientación marxista.
Otro texto relevante para obtener información de valía sobre estos sucesos
insurreccionales de los inicios de la década de 1960, es la del articulista y político
Guillermo García Ponce.43
Con un estilo periodístico, apoyándose en las noticias
presentadas por la prensa entre los años de 1960-1962; procura presentar una crónica de
las acciones civiles y militares en contra del gobierno que habían decidido los
venezolanos, en pulcras elecciones en diciembre de 1958. Al igual que las fuentes
mencionadas en el párrafo anterior, no se presenta información sobre las logias
conspiradoras militares. Éstas parecen como “diluirse” en el relato, aunque algo sobre el
tema se infiere, con los nombres de los oficiales conspiradores vinculados con las
frustradas rebeliones.
El Barcelonazo fue dominado con relativa facilidad por las quienes defendían la
constitucionalidad democrática lograda desde 1958. El oficial de mayor antigüedad
comprometido visiblemente con el movimiento de Barcelona fue el mayor Luis Alberto
Vivas Ramírez. Éste contó con el apoyo de los capitanes Rubén Massó Perdomo (según
García Ponce, tiene el grado de mayor) José Gabriel Marín y Tesalio Murillo Fierro,
entre otros.
42
La Lucha Armada. 6 Tomos, Caracas, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FACES)-
Universidad Central de Venezuela (UCV), 1980-1982; uno de ellos, publicado en 1981, por demás
interesante, está vinculado con los sucesos que comentamos en estas páginas, lleva por título: La
Conspiración Cívico-Militar: el Guairazo, Carupanazo y Porteñazo.
43 Relatos De La Lucha Armada (1960-67). Primer Libro. La Insurrección (1960-62). Valencia,
Venezuela, Vadell Hermanos Editores, 1977.
93
Se dice en las crónicas sobre este movimiento que pueden localizarse en internet
(google, palabra clave: “Barcelonazo”), que en éste estaban comprometidos el aviador
militar Martín Parada y el oficial retirado Oscar Tamayo Suárez; pero que ambos, no
procedieron según estaba acordado y esto contribuyó al fracaso del movimiento
insurreccional más allá de Barcelona. Según García Ponce en concordancia con esta
acción en el oriente del país, fracasa el intento de insurreccionar el destacamento de la
guardia nacional en La Guaira.
El Carupanazo presentó como su oficial de mayor jerarquía al capitán de corbeta
Jesús Teodoro Molina Villegas y el centro del movimiento fue el cuartel de la infantería
de marina en esa ciudad. El Porteñazo tuvo como líder visible al capitán de navío
Manuel Ponte Rodríguez, en las instalaciones navales de Puerto Cabello. Ambos
movimientos cuentan con el apoyo del PCV e individualidades radicales de otras
organizaciones políticas, como el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR,
partido político conformado por disidentes radicales de AD) e individualidades de
URD.
Los orígenes conspirativos de estos dos movimientos están directamente
relacionados con la estrategia del PCV de lograr el poder por medios violentos.
Circunstancia que se evidencia claramente en la crónica ya referida de García Ponce. Si
el Barcelonazo fue de “derecha”, estos dos fracasos insurreccionales militares, con
epicentro en la armada, se dicen públicamente de “izquierda”.
Complementa bien la información que ofrece el autor arriba referido, sobre
ambos movimientos insurreccionales militares, la que presenta quien era comandante
general de la armada para ese entonces, el contralmirante Ricardo Sosa Ríos; este
destacado profesional de la armada, en su libro Mar de Leva,44
presenta información
algo contrastante con la de García Ponce sobre la crónica de los sucesos de Carupano y
Puerto Cabello en 1962. La lectura comparativa de ambos textos, es ciertamente
recomendable para quienes estén interesados en los detalles sobre esos dos fracasados
golpes de estado.
44
Caracas, edición del autor, 1979.
94
Insistimos en varios planteamientos que son necesarios para tratar el tema con
criterio historiográfico serio. En el texto De militares para militares, antes mencionado,
al referir a la logia OMA, los autores señalan como los miembros de ésta se fraccionan
en varios segmentos que ya hemos destacado. Analizando el contenido de este libro,
podría agregarse otra derivación insurgente de OMA, una que se dice heredera del
conjunto de oficiales liderado por el asesinado capitán Omaña, en los inicios de la
década de 1950. Grupo donde procuran incluirse los autores de esta publicación
inicialmente clandestina; caracterizándose como nacionalistas y propugnadores, como
dicen la página 120 de su libro, de una “alianza entre militares patrióticos y civiles
honestos” y con actitudes decididamente anti-estadounidenses.
Refiere el texto de Altuve Febres, citado por Garrido (Zeta, 2007), como se crea
un grupo conspirador militar en 1957 que se autoproclama como UNB. En otro escrito
de Alberto Garrido (ver: http://www.vcrisis.com/index/php?content=esp/20032071007,
consultado en enero 20 de 2007) menciona como desde 1957 el PCV destaca activistas
que procuran penetrar e influir en la oficialidad militar venezolana. Resalta entre los
contactos militares el entonces coronel Rafael Arráez Morles y entre los civiles Douglas
Bravo, Eloy Torres y Teodoro Petkoff.
Se constituye desde 1957 el calificado por Garrido como Frente Militar de
Carrera del PCV. El número de oficiales comprometidos llegó a sumar,
supuestamente, cerca de 170. Son éstos, quienes en buena parte, desarrollan las acciones
del Carupanazo y Porteñazo. A los nombres ya mencionados (Ponte Rodríguez y
Molina Villegas) se pueden agregar, a manera de ejemplo, varios otros oficiales como el
capitán de fragata Pedro Manuel Silva, el capitán de corbeta Víctor Hugo Morales, los
tenientes de fragata Paucídes González y Antonio Picardo, así como el hermano de éste,
alférez de navío Otoniel Picardo.
Surge la obvia interrogante si la UNB mencionada por Altuve Febres, se refiere
a los grupos conspirativos militares que se insurreccionan en 1961-1962. De ser así,
existirían dos tendencias claramente distintas, hasta contradictorias, entre los miembros
de esta agrupación de oficiales sediciosos; una de orientación anticomunista y otra con
visos socialistas y hasta comunistas. Otra posibilidad es que fueran algunos remanentes
de la mencionada OMA, que al fraccionarse ésta, después de enero de 1958, coinciden
95
coyunturalmente en su intento por derrocar al naciente sistema democrático de partidos
políticos en Venezuela.
Varios aspectos llaman la atención al consultar las ideas expuestas por Fernán
Altuve Febres y los autores del libro De militares para militares. Uno que salta a la
vista, es como poco o nada se dice de oficiales destacados en las acciones que conllevan
al colapso del perezjimenismo, por ejemplo, no se menciona al entonces teniente
coronel Hugo Trejo ni al aviador, mayor Martín Parada. Hay dos posibilidades, buscan
“olvidar” o “ignorar”; en el segundo caso, por alguna circunstancia (personal, grupal o
estratégica subversiva de alguna índole) procuran no mencionarlos intencionalmente; en
el primero, se trata de un lapsus, sencillamente se les pasó por alto escribirlo.
En todo caso, queda sin saberse, por ahora, si Trejo y Parada pertenecían a OMA
o a la UPM. Otra alternativa es que solo tuvieran contactos con miembros de estos
grupos subversivos militares. También, queda pendiente lograr establecer las relaciones,
si las hubiera, entre los miembros del calificado Frente Institucional Militar del PCV,
con individualidades o grupos de las otras dos agrupaciones subversivas castrenses
mencionadas en este párrafo.
El carácter gregario de quienes participaron en el Porteñazo lo expresó el oficial
Víctor Hugo Morales en una entrevista que sostuvo con Carlos Croes, en el televisivo
programa “Regiones” de Televen, el cual fue publicado en el semanario Quinto Día
(Caracas, junio 8 al 15 de 2007, p. 8). Según Morales los comprometidos en el
Porteñazo y el Carupanazo han mantenido, por 45 años, una postura doctrinal acorde
con la que los llevó a levantarse en armas contra el gobierno en 1962; las calificadas
como “deserciones” han sido muy pocas. Se presenta como un admirador del modelo
político cubano fidelista, aunque rechaza su aplicación en Venezuela, destacando que
“tenemos que adoptar un modelo propio de lo que es la revolución bolivariana de
acuerdo a nuestras propias peculiaridades”.
Resumiendo muy apretadamente lo antes dicho sobre los grupos conspirativos
militares, desde 1945 hasta 1962:
Comité Militar Patriótico, CMP (1943-1944) + Unión Patriótica Militar,
UPM (1945) sangriento golpe de estado exitoso, derroca al gobierno del general Medina
96
Angarita Fraccionamiento: sectores mayoritarios que apoyan y otros actúan en unos
seis golpes frustrados contra el gobierno de la Junta Revolucionaria de Gobierno
1948 golpe de estado exitoso e incruento derroca al presiente constitucional Rómulo
Gallegos sus más destacados dirigentes gobiernan desde 1948 hasta enero 1958.
Organización Militar Anticomunista, OMA (1948) contribuyen con el golpe
de estado de 1948 Fraccionamiento: unos apoyan a los gobiernos 1948-1958 Otros
se oponen, 1951-1952, algunos relacionados con el partido político AD en la
clandestinidad y son vencidos En 1962-1964, varios militares se dicen herederos de
este proceder, pero actuando contra los gobiernos de AD y COPEI OMA parece
diluirse en la década de 1960, cuando algunos de sus miembros ocupan altos cargos en
la organización castrense durante el gobierno constitucional de Rómulo Betancourt.
Frente Militar de Carrera del PCV (1957) Oficiales activos contactados por
el Partido Comunista de Venezuela Participan en las acciones contra el gobierno del
general Pérez Jiménez en 1958 Fraccionamiento: unos cooperan con los gobiernos de
turno, pero otros, en 1962, están relacionados con las fracasadas insurrecciones militares
denominadas Carupanazo y Porteñazo.
Unión Nacional Bolivariana, UNB (1958-1959) fracasa en sus intentos por
derrocar a los gobiernos democráticos apoyados por AD, COPEI y URD Unos
cooperan con golpes de estados fallidos posteriores, posiblemente el Barcelonazo, 1961
Otros permanecen subterráneamente, como tendencia crítica, en la organización
militar hasta su retiro.
En los cuadros siguientes (N° 6 al 9) esquematizamos las principales
organizaciones militares conspiradoras en Venezuela 1945-1962, mencionadas en este
capítulo.
97
N° 6.- CMP + UNION PATRIÓTICA MILITAR.
CMP+UPM
Golpe de estado exitoso contra el
gobierno del general Isaías
Medina Angarita 1945
Otro sector actúa contra la Junta
Revolucionaria de Gobierno
Sectores mayoritarios apoyan a
la Junta Revolucionaria de
Gobierno
Efectúan un golpe de estado
contra el gobierno de Rómulo
Gallegos en 1948.
Sus más destacados dirigentes
gobiernan desde 1948 hasta
enero de 1958
98
N° 7.- ORGANIZACIÓN MILITAR ANTICOMUNISTA (OMA) 1948
Contribuyen con el golpe de
estado de 1948
Unos apoyan a los gobiernos
1948-1958
1962-1964
Varios militares se dicen
herederos de este proceder pero
actuando contra los gobiernos de
AD y COPEI
OMA
Otros se oponen 1951-52
Algunos se relacionan con el partido
político AD en la clandestinidad y son
vencidos
La organización parece diluirse en la
década de 1960, cuando algunos de
sus miembros ocupan altos cargos en
la estructura castrense durante el
gobierno constitucional de Rómulo
Betancourt
99
N° 8.- FRENTE MILITAR DE CARRERA DEL PCV (1957)
FMCPCV
Unos cooperan con los gobiernos
de turno
Integrado por Oficiales activos
contactados por el Partido
Comunista de Venezuela
Otros en 1962, están relacionados con
las fracasadas insurrecciones militares
denominadas Carupanazo y Porteñazo
Participan en las acciones contra
el gobierno del general Pérez
Jiménez en 1958
100
N° 9.- UNION NACIONAL BOLIVARIANA (UNB) 1958-1959
UNB
Fracasa en sus intentos por
derrocar a los gobiernos
democráticos apoyados por
AD, COPEI Y URD
AD, COPEI y URD
Unos cooperan con golpes de
estados fallidos posteriores,
posiblemente el Barcelonazo,
1961.
Otros permanecen subterráneamente,
como tendencia crítica, en la organización
militar hasta su retiro
101
Las guerrillas, 1961-1971
Venezuela conoce, por primera vez en su historia, gobiernos que reflejan el
sentir popular expresado en consecutivas lides electorales desde finales de 1958. Lo
novedoso de aquellos tiempos era lograr que un gobierno, electo por el pueblo en
transparentes comicios, entregara el poder a otro de igual origen. Inicialmente los
vencedores políticos son los candidatos del partido AD, Rómulo Betancourt y Raúl
Leoni.
En 1968, para suceder a Leoni en la presidencia, triunfa en cerrados resultados
electorales, el líder indiscutible de COPEI en esos años, Rafael Caldera. Otra novedad
histórica en la política venezolana. Triunfa un candidato de la oposición y el gobierno
entrega el poder a quien constitucionalmente debía, sin que por ello ocurrieran traumas;
caso sin antecedentes destacados en el devenir político hasta ese entonces.
El sistema político venezolano de los gobernantes partidos AD y COPEI, fue
particularmente eficiente en lograr publicitar la idea de Democracia, así con mayúscula.
Una fórmula de poder político que es asimilada positivamente por el pueblo venezolano
de la segunda mitad del siglo XX. El añejo programa de mejoras materiales
fundamentales, iniciado en realidad durante el gobierno de Medina Angarita más que en
la presidencia de López Contreras, continuado e intensificado con diversos matices por
los gobiernos posteriores, avanza decididamente hacia su fase final durante las
presidencias de Betancourt, Leoni y Caldera, en las décadas de 1960-1970.
Corresponden estos años a reiterados esfuerzos por parte de sectores radicales de
la contestataria izquierda venezolana de lograr el poder político nacional, siguiendo vías
anti-constitucionales. Destacan inicialmente en estas acciones militantes del PCV, el
MIR e individualidades de URD. Luego de la muy importante derrota política que
significó para estos grupos el desarrollo y resultado electoral de 1963, se produce una
división interna donde un sector persiste en sus esfuerzos desestabilizadores violentos,
prácticamente hasta los inicios de la década siguiente. Nuestra literatura le da varios
calificativos a esta temática: “La Insurrección Armada”, “Las Guerrillas de los 60”, “La
Insurgencia”, etc.
102
Las derrotas del Carupanazo y el Porteñazo llevan a los oficiales comprometidos
en esas dos asonadas fracasadas a contribuir con la organización de las Fuerzas
Armadas de Liberación Nacional (FALN). En ellas, se sugiere en el libro De
Militares Para Militares (p. 225), llegaron a participar una veintena de oficiales
militares. Aún multiplicando por tres ese número, esta cifra se aprecia como muy
interesante si se compara con los supuestos 170 comprometidos con el Frente Militar de
Carrera del PCV, para 1957-1958. Evidencia sí, la continuidad conspiradora activa de
esos oficiales militares, ya retirados del servicio activo.
En parte las FALN y su brazo político, el Frente de Liberación Nacional (FLN),
recogieron lo que quedaba de los oficiales golpistas de los distintos grupos
conspiradores en prisión. Éstos, en no pocas ocasiones, luego de ingeniosas y audaces
fugas, se incorporaron a los frentes guerrilleros y a la actividad subversiva. En las
ciudades las guerrillas urbanas actuaban como las UTC, es decir, las Unidades Tácticas
de Combate; en provincia, los exageradamente llamados “frentes guerrilleros”; en
realidad muy pequeños grupos, mal entrenados, débilmente armados y deficientemente
coordinados contingentes de guerrilleros en sectores muy bien delimitados de la
provincia venezolana.
Uno de los autores del libro originalmente clandestino tantas veces referido
anteriormente (De militares para militares), el mayor de artillería Manuel Asuaje
Ortega y el teniente coronel Juan de Dios Moncada Vidal (quien fracasa en su intento de
sublevación militar contra el gobierno provisional el 7 de septiembre de 1958)
participan en la dirección de la FALN, junto con los vencidos del Carupanazo y
Porteñazo. Ante las reiterativas derrotas, los militares golpistas proceden a reagruparse
clandestinamente. Sus aliados coyunturales, serán los partidos políticos PCV y MIR, a
los que se le suman individualidades de URD, durante el primer lustro de la década de
1960.
Es Moncada Vidal quien anuncia públicamente en abril de 1963, la creación de
las FALN. Otros oficiales que ejercen funciones directoras en la clandestina
organización subversiva son, además de los ya mencionados, el capitán de navío
103
Manuel Ponte Rodríguez, mayor Pedro Vegas Castejón y el capitán Elías Manuitt
Camero. Entre los civiles que pertenecieron a los frentes guerrilleros se pueden
mencionar, a manera de ejemplo: Douglas Bravo, Lubén Petkoff, Raúl Rodríguez
Araque, Argimiro Gabaldón, Alfredo Maneiro, Américo Martín y Fabricio Ojeda.
Dirigentes jóvenes en ese entonces del PCV, MIR y URD.
Vinculado con la historia de la FALN-FLN se publicó, recientemente, hace un
par de años, un muy valioso estudio por el consagrado historiador Antonio García
Ponce.45
Pedro Pablo Linares es el autor que reporta el mayor número de textos sobre la
temática de las guerrillas venezolanas, su lucha armada contra los gobiernos
constitucionales desde 1959 hasta finales del siglo XX, así como el complejo mosaico
de los partidos políticos radicales con sus muy numerosas divisiones y fracciones, las
cuales eran inversamente proporcionales a su muy escaso caudal de votación en los
comicios electorales de la segunda mitad de la centuria pasada. Linares publica varias
obras donde destacan: Lucha Armada en Venezuela, Apuntes sobre guerras de
guerrillas venezolanas en el contexto de la Guerra Fría. 1959-1979 (Universidad
Bolivariana de Venezuela, UBV, 2006) y seis años después Venezuela Insurgente,
1959-1999, editada Caracas, por la UBV, señalando ésta en el colofón que se terminó de
imprimir la obra en enero de 2012.
Existen diversas evidencias testimoniales, varios libros sobre las guerrillas en
Venezuela; pero éste es un tema ciertamente difícil de analizar objetivamente por las
fuentes tan variadas, dispersas y particularmente contradictorias, relacionadas con estos
muy numerosos sucesos que se extienden por varias décadas y con una crónica
caracterizada por la penumbra de las operaciones encubiertas, psicológicas y de
violencia guerrera. Los contenidos de las obras de García Ponce y las de Linares
evidencian las diferencias que surgen en quienes abordan ésta muy espinosa realidad de
la historia venezolana relativamente reciente. Sintetizando criterios, el libro de García
Ponce evidencia un esfuerzo de objetividad del cual carece, en partes, el relato de
Linares.
45
Sangre, Locura Y Fantasía. La guerrilla de los 60. Caracas, Libros Marcados, 2010.
104
No procuramos en estas páginas un estudio exhaustivo sobre una temática tan
rica y escabrosa en detalles y noticias históricas tan contradictorias; remitimos a los
libros arriba mencionados para el lector que procure avanzar en la comprensión de este
complicado aspecto de nuestra historia contemporánea. Nos limitamos a señalar
inicialmente algo que está por encima de la duda razonable de la metódica histórica: el
efecto inmediato y mediato de los frentes guerrilleros rurales y las urbanas UTC, fue
precisamente lo contrario a lo que pretendían sus propulsores en el corto y mediano
plazo. Sobre su efecto en el largo lazo la polémica sí está abierta y no pretendemos,
insistimos en esta idea, incursionar en esas lides.
El sector militar venezolano encuentra al igual que los partidos políticos
gobernantes en esos tiempos AD y COPEI, un enemigo común que procuraba
destruirlos por vías violentas: las guerrillas rurales y urbanas. Esto favoreció dos
aspectos que son claves para entender la evolución castrense criolla. Primero, fortaleció
la cohesión interna dentro del cuerpo de oficiales; motivo profesionalmente a la
institución militar, muy venezolanamente por cierto, a reequiparse rápida y eficazmente,
para enfrentar una guerra de baja intensidad, de guerrillas rurales y urbanas. Segundo,
cementa un acuerdo tácito entre la alta dirigencia militar y la de los partidos políticos
gobernantes; esta última explica el record en el siglo XX criollo de 30 años, 1963-1992,
sin públicamente visibles golpes de estado.
Parecía que luego de las experiencias previas de tensiones y enfrentamientos
entre el sector militar y los partidos políticos, situación que se arrastraba desde los
gobiernos de los generales López Contreras y Medina Angarita, se había llegado,
después de 1958-1962 a una situación de mutuos y estables compromisos. El
fundamento era la Constitución Nacional de 1961, los dirigentes civiles son los gerentes
políticos de la sociedad, mientras los militares defienden al sistema democrático
constitucional, al igual que a la soberanía nacional y retienen una sutil pero muy
efectiva e importante influencia política de carácter corporativo; la última idea
mencionada es básica en términos históricos ciertos, el recurrente esfuerzo por ignorarla
o minimizarla es responsable de limitaciones interpretativas.
105
Una de las más notorias contribuciones de las entonces FF.AA.NN con el
desarrollo nacional, se expresa en la brillante labor gerencial desarrollada por el general
Rafael Alfonzo Ravard. Éste es nombrado desde el gobierno constitucional de
Betancourt como director de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), el
proyecto más importante y complejo vinculado con el progreso material de la nación
por más de una década. Los militares siguen participando en la gerencia pública
orientada al logro del progreso material del país, pero esta vez bajo el civil y según sus
partidarios civilizatorio dominio político civil.
Para la sociedad en general, incluyendo observadores políticos venezolanos y
extranjeros, el sector castrense pasa de ser un actor, durante la calificada de década
militar (1948-1958), al de asesor experto en temas de seguridad y defensa desde 1962.
La elección para la sucesión presidencial de Betancourt, donde triunfa Raúl Leoni, con
muy bajos porcentajes de abstención (menos del 10%), representaba, insistimos en ello,
la derrota política de las guerrillas. Colapso que luego se confirma militarmente años
después. La última idea es necesario enfatizarla, como en toda guerra la derrota es
inicialmente política, luego vendrá la militar.
Una visión castrense de las acciones militares venezolanas contra el FALN y su
brazo político, el calificado de Frente de Liberación Nacional (FLN), puede leerse en el
libro mimeografiado, editado en Caracas por la Dirección de Educación del Ejército
para finales de 1980, con el largo título de: Los Cinco de Línea (Apología a los cinco
teatros de operaciones que durante 17 años formaron una sólida línea defensiva frente
a la subversión, que trató de imponer al pueblo venezolano una dictadura marxista
leninista).
El texto arriba referido, señala ser el primer tomo, no hemos localizado otro u
otros volúmenes; aunque un segundo tomo es citado recurrentemente en el libro de
Linares (2012, mencionado en páginas anteriores). Consta el que sí hemos estudiado de
209 páginas, autorizado para ser un manual con educativos fines en las escuelas del
ejército; esto explica el carácter restringido de la circulación del libro en cuestión. Sus
autores eran militares activos para el momento que lo escriben: coronel Juan Biaggini
Gutiérrez, mayores Nelsón Noriega y Roberto Moreán Umanez, capitán Eduardo Lobo
106
Parra y teniente Marcos Arleo Espinoza. Entre los planteamientos de interés que
presenta este libro, está su esfuerzo por establecer una periodización para la actividad
subversiva militante de 17 años hasta los inicios de la década de 1970:
1º “El de las Condiciones Previas”; desde 1958 hasta el Porteñazo, en 1962. Es,
por cierto, la sección menos desarrollada del texto en cuestión.
2º “El Auge Guerrillero”; desde febrero de 1962, cuando se inician las guerrillas
en las serranías de Falcón, hasta 1964 y la división del partido comunista. Es el inicio de
las actividades armadas coordinadas contra el gobierno presidido por Rómulo
Betancourt. Se corresponde con la creación de las Fuerzas Armadas de Liberación
Nacional (1963) y el fracasado plan para sabotear violentamente las elecciones de ese
año.
3º “El Gran Fraccionamiento de los Partidos de Izquierda”; éste se caracteriza
por la decisión tomada por el PCV, en uno de sus “Congresos”, de abandonar la lucha
armada como vía para llegar al poder político nacional. Un análisis descarnado de la
realidad llevó, a la dirigencia del partido comunista, a la conclusión que no estaban
dadas las condiciones necesarias y suficientes para lograr éxito político vía las acciones
guerrilleras.
4º “El Foquismo”; desde, aproximadamente, 1964 hasta 1968. Operan de manera
independiente varios frentes y columnas guerrilleras, bastante debilitadas y sin mayores
posibilidades de éxito militar o político. Destacan, entre otros, el liderazgo de Douglas
Bravo y Luben Petkoff, disidentes del PCV. Menciona, el texto que glosamos, como
coopera con este esfuerzo guerrillero en el oriente del país la que califican de columna
Antonio José de Sucre, responsabilidad política del MIR. Presenta un organigrama del
frente guerrillero Manuel Ponte Rodríguez, que abarcó áreas de los estados Anzoátegui,
Monagas y Sucre, bajo la dirección de Alfredo Maneiro. Se mencionan otros frentes,
como el José Leonardo Chirinos y el Ezequiel Zamora. Las columnas reseñadas son,
entre otras, la Argimiro Gabaldón, bajo dirección de Luben Petkoff, actuaban en los
estados Portuguesa Trujillo y Barinas; la columna Simón Bolívar al mando del teniente
retirado del servicio activo Nicolás Hurtado Barrios, abarcando los estados Lara y
Portuguesa; la columna José Leonardo Chirinos, bajo la jefatura de Francisco Prada
Barazarte, en los estados Lara, Yaracuy y Cojedes.
107
5º “La pacificación” y 6º “El socialismo”; serían, según este criterio, los últimos
períodos. Desde 1968-1971, prácticamente hasta finales de la década de 1970; se
corresponde con el fin de la actividad guerrillera de alguna significación, el decreto de
pacificación del presidente Caldera, el nacimiento del partido político Movimiento al
Socialismo (MAS, otro fraccionamiento del PCV) y el inicio de su estrategia de llegar al
poder por medios electorales y democráticos.
Detalles sobre los apoyos logísticos, materiales y humanos del gobierno cubano
de Fidel Castro, al movimiento guerrillero venezolano, es otro de los aspectos
interesantes que surge de los datos históricos que ofrece este libro. Evidencia ésta nunca
desmentida. Más aún, confirmada en lo fundamental en un libro escrito por Antonio
Sánchez García y Héctor Pérez Marcano46
, con un prefacio del distinguido historiador
Germán Carrera Damas. La actividad bélica se prolongará más allá de 1964 debido a
este apoyo foráneo.
Continuando con la evidencia presentada en el libro Los Cinco de Línea…, para
finales de 1963 es descubierto por el Ejército, el que luego se logró identificar como el
tercer cargamento de armas enviadas desde Cuba, en las playas del estado Falcón. Otras
ayudas en dinero, armamento y hombres siguieron a ésta. Una prueba de la
participación activa de nacionales cubanos en las actividades guerrilleras en Venezuela,
lo tenemos en un enfrentamiento sostenido por tropas del batallón de cazadores Cruz
Carrillo, 1968, en Chupulún, estado Yaracuy. En esa acción pierden la vida 15
guerrilleros, entre ellos 5 cubanos que habían ingresado en territorio venezolano por las
cercanías de Tucacas, en 1966, junto con Lúben Petkoff.
Sin desconocer lo arriba señalado, es necesario enfatizar que el conflicto
guerrillero-antiguerrillero en Venezuela, fue decididamente un enfrentamiento armado
entre venezolanos. La participación extranjera si bien existió, fue siempre minoritaria;
importante sí, a nivel de asesoría y apoyo logístico. Esto, tanto en el sector guerrillero
46
La invasión de Cuba a Venezuela. De Machurucuto a la Revolución Bolivariana. Caracas, Libros de
El Nacional. 2009.
108
con auxilios cubanos inicialmente y luego de variado origen foráneo, como en el sector
que defendía a los gobiernos democráticos con apoyo básicamente estadounidense.
Las acciones de las UTC, perseguían fundamentalmente fines propagandísticos,
intimidatorios y “financieros”, entendiendo por estos últimos atracos, asaltos y
actividades de extorción para con propietarios del campo y la ciudad. Entre los
secuestros que procuraban solo publicidad tenemos los de un as internacional del futbol,
en Caracas, o los coroneles estadounidenses Smollen y Chenault, el barco mercante de
bandera venezolana “Anzoátegui” y de un avión comercial.
Las acciones subversivas son difíciles de comprender para un estudioso que
procura la objetividad. El asesinato de los guardias nacionales en el tren Caracas-El
Encanto; los modestos asaltos a instalaciones militares sin importancia táctica o
estratégica y el tirotear a las instalaciones castrenses de Conejo Blanco o ministerio de
la defensa en La Planicie; los atracos a bancos y algunas de las empresas foráneas que
operaban en Caracas; fueron, todos procederes que no reportaron, como lo esperaban
sus ejecutores, beneficios importantes ante la opinión pública nacional o internacional.
Pareciera que con las actividades de violencia urbana como las arriba descritas,
se buscaba crear zozobra entre la población. El resultado, claro está, fue todo lo
contrario a lo que se pretendía lograr. Se fortalece el espíritu de cuerpo castrense, la
reciedumbre y virilidad democrática en la población civil. Los venezolanos aprendieron
a vivir con constantes disturbios estudiantiles en los centros de educación secundaria y
superior; la violencia urbana con una intensidad policial, fue enfrentada exitosamente
por los organismos de seguridad del estado encargados del mantenimiento del orden
interno.
Ante la derrota política y militar de las guerrillas rurales y urbanas, los partidos
políticos radicales de la izquierda venezolana adoptan dos posiciones fundamentalmente
diferentes. Unos, como el PCV, MAS y MIR procuran su reinserción en el juego
democrático electoral. Sectores disidentes de estos partidos, persisten en sus actividades
subversivas. En el caso del MIR, surge Bandera Roja (BR), desde la década de 1970. En
el caso de las FALN se constituye el Partido Democrático Venezolano (PRV) dirigido
109
por Douglas Bravo, en 1968-1969. Mención aparte merece el MOSAN, o Movimiento
de Salvación Nacional, grupo armado en ese muy complicado mosaico de los activos
insurgentes políticos venezolanos de finales del siglo XX.
La nueva estrategia radical izquierdista procura concentrarse en actividades
urbanas, aunque Bandera Roja persiste en sus, muy modestas por cierto, actividades
guerrilleras rurales en el oriente del país. Las universidades públicas, escuelas técnicas,
tecnológicos y centros públicos de educación secundaria, son los centros básicos de
actividad y reclutamiento de estos sobrevivientes radicales de la izquierda guerrillera de
la década de 1960. En el caso del PRV, por ejemplo, surge como brazo político público
el grupúsculo denominado Ruptura, del que años después emergerá, partiendo de esta
misma matriz política, Tercer Camino.
Para facilitar el proceder de estos partidos radicales en los centros educativos
públicos, en algunos casos como modestas divisiones entre los ya pequeños PRV o BR,
emergerán durante las décadas de 1980-1990, organizaciones como Venceremos,
Desobediencia Popular, Unión de Jóvenes Revolucionarios y el Movimiento por la
Democracia Popular. Todos estos relacionados con BR. Sus acciones se limitaban al
desarrollo de desordenes públicos urbanos, interrumpiendo la circulación automotor por
minutos y en algunos casos varias horas, en las cercanías de algunas instituciones
educativas públicas, con las consecuentes perdidas de días de clases en algunos centros
educativos y molestias para los conductores.
Las barriadas populares, fundamentalmente caraqueñas, son otro espacio donde
procuran ganar adeptos los sectores políticos más radicales venezolanos. Grandes
conglomerados residenciales urbanos para trabajadores asalariados de bajos ingresos,
como el 23 de Enero y los barrios de Catia, en el oeste caraqueño, son áreas donde el
esfuerzo proselitista del PRV, Ruptura, Bandera Roja y sus derivados grupos de
activistas procuran ganar adeptos. Los logros son ciertamente limitados y el avance muy
lento y modesto durante las décadas de 1970 y 1980.
Las condiciones objetivas de la sociedad venezolana de aquellos años limitaban
en gran medida un avance significativo de proyectos políticos extremistas. Eran tiempos
110
en los que se continúa con la modernización racional del país. Un incremento de los
precios del petróleo en el mercado internacional, permite que se creen las condiciones
que llevarán a materializar aspiraciones básicas de la dirigencia política, de vieja data,
como las estatizaciones de las industrias del hierro y el petróleo.
Entre los objetivos que señala públicamente tener las FALN en el momento de
su conformación inicial está la “Organización y tecnificación de las Fuerzas Armadas”.
Vale la pena citar textualmente la información presente en el texto Los Cinco de Línea
(p. 27) sobre este aspecto, donde se reproduce una entrevista del teniente coronel Juan
de Dios Moncada Vidal a corresponsales extranjeros, el 18 de abril de 1963. A la letra:
“No se propone ahora [1963] ni se propondrá nunca la sustitución de las actuales
Fuerzas Armadas Nacionales. Entre otras razones, por las siguientes:
1) Quienes comandamos la FALN somos Oficiales Profesionales de
Carrera, surgidos de las Fuerzas Armadas Nacionales, a las cuales hemos servido en
todo momento desinteresadamente, con lealtad y patriotismo. Por tanto no puede abrigar
las FALN ningún propósito de liquidación de las FAN.
2) La victoria de la Revolución requerirá la existencia de unas poderosas
Fuerzas Armadas para conjurar la amenaza interior y exterior, y defender las conquistas
revolucionarias. Como vamos a liquidar a las FAN, si vamos a necesitar como nunca
antes, de ellas para defender a la Patria y al Pueblo.
Las FALN no sustituirán a las FAN sino que se integrarán unas solas y únicas
Fuerzas Armadas Nacionales.
Las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional constituyen una alternativa digna
para todo Oficial honesto y patriota. En su seno son acogidos -respetando su jerarquía-
todos los venezolanos que combaten contra el régimen actual.”
El proceso de actualización técnica y organizacional en la realidad militar
venezolana, se acelera con el combate contra las guerrillas y las FALN-FLN. Nuevos
equipos y entrenamiento, para vencer en una guerra irregular de baja intensidad, son
recibidos y puestos en práctica con óptimos resultados por los oficiales y tropas de las
FF.AA.NN. Se crean los batallones de cazadores; fortalece la guardia nacional;
infantería de marina y fuerza aérea colaboran con los llamados Teatros de Operaciones
111
del ejército. El resultado no podía ser otro que la derrota de quienes pretendían por
medios violentos y guerreros derrocar a los gobiernos, así en plural, de la naciente
democracia venezolana. Nuevos equipos castrenses son adquiridos con fines
estratégicos defensivos, durante las décadas de 1970 y 1980, desmintiendo los
comentarios ya citados de Moncada Vidal.
Quedó muy en evidencia durante la llamada Insurrección Armada, 1961-1971,
que los cambios políticos en Venezuela tenían que ser con el sector militar nunca contra
éste. En un sugestivo artículo Rafael Pompilio Santelíz,47
refiere, apoyándose en un
texto de Julio Escalona (escrito bajo el pseudónimo de Juan Luna: Votar para qué.
Caracas, Editorial Proceso, 1971, p. 80) como en el sector militar, luego de la derrota
política y militar de las guerrillas, existían cuatro grupos de oficiales. Señalaremos muy
brevemente cada uno de éstos.
El primero lo califican de “grupo Pentágono o Washington”. Fiel a los designios
de los estadounidenses. Con dos tendencias, una que sigue el liderazgo del general
García Villasmil y otra de simpatías perezjimenistas; viendo sus miembros con
deferencia al partido socialcristiano COPEI; supuestamente presenta tendencias
potencialmente golpistas.
El segundo conjunto de oficiales activos es de simpatías, de origen familiar y
personal, con el partido AD. También está influenciado por los estadounidenses vía la
llamada Misión Militar de ese país en Venezuela. Pierde puestos de comando ante el
cambio de gobierno al triunfar Rafael Caldera Rodríguez en las elecciones
presidenciales para sustituir a Raúl Leoni, pero reciben el apoyo de AD desde el
congreso nacional.
Los llamados “Institucionalistas”, son el tercer grupo. Son militares-militares sin
influencia político partidista copeyana o adeca, pero seguros defensores del sistema
político democrático de partidos políticos venezolanos. Podrán tener algunos de ellos
47
“Contenidos Político-Militares de la Izquierda Insurreccional entre 1960-1971”. Tiempo y Espacio. N°
40, Caracas, Julio-diciembre, 2003, Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry”
Universidad Pedagógica Experimental Libertador- Instituto Pedagógico de Caracas (UPEL-IPC), pp. 92-
94.
112
relaciones de amistad o consanguíneas con individualidades en los partidos gobernantes,
pero su actitud es particularmente profesional militar sin influencias políticas conocidas.
El cuarto es el calificado de “Grupo Perú”. El más débil. Muestra ciertas
simpatías con partidos como URD y el MEP (otra disidencia del partido AD, que
impulsa la candidatura presidencial de Luis Beltrán Prieto Figueroa en las elecciones de
para elegir el sucesor de Leoni). Importante en los sectores de la oficialidad media, para
ese entonces, pero sin capacidad golpista.
El último de los grupos arriba referidos, era visto por los políticos radicales de la
izquierda venezolana, como uno que podía tener coincidencias interesantes con una
situación de cambio revolucionario en Venezuela. Algunos autores como Alberto
Garrido, procuran destacar la vinculación entre un proyecto de la izquierda radical, con
el renacer de las logias conspiradoras castrenses en las décadas de 1970-1980. Como
procuramos demostrar en páginas por venir, la evidencia testimonial y documental para
tal afirmación no es, por ahora, concluyente. Es solo parte del complicado mosaico del
pretorianismo criollo, uno que no está condicionado exclusivamente por los proyectos
de los partidos políticos extremistas.
Una vez superada la amenaza que significaba para las FF.AA.NN la actividad
guerrillera, paradójicamente, como tanto en la evolución histórica venezolana, se
comienza a desarrollar un renacer de los subterráneos grupos conspiradores militares.
Una explicación a esta situación, quizás, se encuentra en lo que señala el texto
Pensamiento Militar Venezolano/2005 (localizable en internet empleando un buscador
on line como google y empleando como palabras claves el título antes señalado). El
grupo editorial responsable del escrito fueron: el general de división (EJ) Alberto
Müller Rojas y general de brigada (GN) José Nicolás Albornoz Tineo; los relatores
fueron el general de brigada (GN) Gerardo Alfonso Mendoza, general de brigada (EJ)
Eduardo Centeno Mena y contralmirante Luis Alberto Morales Márquez.
En el capítulo IV de la obra, ya identificada como fuente, Pensamiento Militar
Venezolano/2005, se afirma que los grupos conspiradores militares de la década de
1960, si bien fracasan en sus intentos por lograr el poder, presentan un sector de
113
oficiales que comulga con las ideas de aquellos pero que no participaron directamente
en lo que entienden como la “rebelión civil” [Sic] de aquellos tiempos. Este segmento
de oficiales activos, a los cuales no identifica con nombres y apellidos, “persistieron en
su acción, sentando las bases para una respuesta a largo plazo que recuperara la
tradición histórica militar venezolana” (capítulo IV, p.18 de 19 pp.) Con esta afirmación
parece confirmarse lo señalado por Fernán Altuve Febres sobre algunos miembros de la
UPB, ya comentada anteriormente.
El texto arriba referido, continua indicando que “la respuesta llegó impulsada
por la rebelión popular de 1989.” Refiriéndose al Caracazo, esa violenta protesta
popular de los sectores menos favorecidos en lo económico y social de la capital
venezolana, motivada en parte por grupos políticos radicales contra las políticas de
estabilización económica impuestas por el gobierno nacional de ese entonces. Así, el
calificado por los autores del mencionado opúsculo como: “El golpe militar del 4 de
febrero de 1992 y del 27 de noviembre del mismo año, fueron expresión de esa
corriente de pensamiento disidente dentro de la estructura del aparato militar
venezolano.” (Capítulo IV, p. 18 de 19 pp., las bastardillas son agregadas: DI e IM).
Con lo referido recién, se confirman las declaraciones dadas por el capitán de
corbeta Morales ya mencionadas anteriormente. Es decir, existe seria evidencia
documental que vincula los movimientos insurreccionales militares de la década de
1960, con el desarrollo de grupos conspiradores castrenses en el decenio siguiente. Esto,
claro está, como desarrollaremos en las páginas que vienen, debe ser analizado en su
auténtica dimensión sin exagerarlo o minimizarlo. Lo que sí resulta definitivo es el
predominio de los oficiales militares profesionales dentro de la armazón castrense
criolla, desde 1958, controlando internamente las tendencias pretorianas de sus
compañeros de armas hasta 1992.
La propensión al ejercicio del poder político por parte de un segmento de la
oficialidad militar de carrera venezolana, desde la formación misma del ejército
nacional en las primeras décadas del siglo XX, parece no presentar soluciones de
continuidad temporales significativas. Las expresiones públicas y subterráneas de una
influencia política abusiva propiciada por grupos militares de carrera, son una constante
114
histórica hasta los inicios del siglo XXI criollo. Una demostración más de la existencia
del pretorianismo como un fenómeno sociopolítico recurrente desde la formación (¿Será
mejor decir deformación?) del estado moderno venezolano.
Como en los capítulos anteriores, presentamos un cuadro esquemático que
ilustra aspectos que entendemos de interés sobre lo antes comentado; procuramos, como
en los anteriores cuadros, ser didácticos; se obvian detalles y se procura la simplicidad
pero sin sacrificar lo que entendemos como aspectos medulares del complicado tema de
la insurrección armada en la Venezuela de las décadas de 1960-1970.
115
N° 10.-
RESISTENCIA ARMADA DE LAS DECADAS 1960-1970 Y EL SECTOR MILITAR VENEZOLANO
1961-1962
Operan insipientes grupos guerrilleros en el
interior del país y en las ciudades las UTC,
sin mayores éxitos militares o políticos
Fuerzas Armadas de
Liberación Nacional
(FALN)
Urbanas unidades tácticas de
combate (UTC)
Mayoritariamente
civiles
División del PCV Frente y comandos guerrilleros rurales
1963-1964
Militares derrotados en las
insurrecciones contra los gobiernos
posteriores al 23 de enero de 1958
Individualidades URD
MIR
PCV
Derrotados
políticamente en
1964
1964-1971
Persisten focos
guerrilleros y las UTC
en las actividades
subversivas, gracias
inicialmente, al apoyo
logístico cubano
Derrotados en lo
político y militar las
FALN y su brazo
político el FLN
Mutan hacia nuevos y
muy pequeños partidos
políticos y grupos bajo
la dirección entre otros
de Douglas Bravo y
Manuel Puerta Aponte BR
PRV
Sobrevive la tendencia contestataria no visible
públicamente entre algunos oficiales activos,
condición que bien refleja una tendencia
permanente de naturaleza pretoriana en las
FF.AA.NN.
116
R-83 y ARMA ¿1972-1986?
Desde 1958, un proceder distributivo populista va de la mano al avanzar en los
proyectos básicos del desarrollo nacional. Los gobiernos pueden ser adecos o
copeyanos, pero la constante populista se mantiene. Al agotarse la inicial agenda de
reivindicaciones nacionalistas, con las estatizaciones de las industrias del hierro y el
petróleo, la dirigencia política y sus asesores técnicos, son incapaces de implementar
con éxito una novel propuesta programática; una, efectivamente realizable con visión de
futuro y de consenso nacional. La situación se agrava con una baja sustantiva de los
ingresos petroleros y la crisis fiscal que lleva a una devaluación del bolívar en 1983.
La herencia histórica, no tanto de las guerras del siglo XIX como sí de inicios
del siglo XX, de una influencia política abusiva del sector militar, como el ave fénix,
renace en estas tierras venezolanas. Los avances en la profesionalización militar
logrados desde 1958-1962, esos que habían contribuido a controlar las apetencias
políticas de poder en los oficiales pretorianos, comienzan a resquebrajarse. Oficiales
subalternos políticamente motivados inician, desde la década de 1970, en pleno período
de auge económico petrolero venezolano, la conformación de nuevos grupos
conspiradores.48
Uno de los principales líderes de las logias conspirativas militares de la década
de 1970-1980, el teniente coronel de la FAV (Fuerza Aérea Venzolana), William Izarra,
dejó en papel y tinta, en una autobiografía y con sus respuestas frente a sesudas
entrevistas, una crónica que resulta de particular auxilio para avanzar en el estudio del
renacer de los grupos militares conspirativos en Venezuela. Esto, luego del fracaso del
FALN y FLN en la década anterior. Un ejemplo de las entrevistas a Izarra, lo tenemos
en libros de compilaciones testimoniales logrados por Alberto Garrido.
48
Recogemos en las páginas que siguen en este capítulo y el siguiente, el contenido revisado de un
artículo que publicamos en una revista universitaria: Domingo Irwin e Ingrid Micett “Logias Militares
Venezolanas y Conspiración, 1972 - febrero de 1992”. Argos. Vol. 28, N° 54, enero-junio de 2011, USB,
Revista de la División de Ciencias Sociales y Humanidades, pp. 61-86; en éste referimos técnicamente a
las fuentes analizadas para desarrollar la temática que nos ocupa en este segmento de nuestro discurso
escrito actual.
117
La versión del teniente coronel Izarra se complementa con los datos históricos
que presentan las pocas entrevistas ofrecidas por el otro jefe visible de las
insurrecciones en la FAV, de finales del siglo XX: general de brigada Francisco
Visconti Osorio. Una de estas la recoge Garrido en uno sus libros. Otro tanto hace el
general de división del ejército y ex-ministro de la defensa y de relaciones exteriores,
Fernando Ochoa Antich, en su libro autobiográfico, pero refiriendo a Efraín Visconti.
Curiosamente, el renacer de los grupos conspiradores será en la FAV, sector
militar que había ofrecido constantemente apoyo a los gobiernos posteriores a la
llamada década militar 1948-1958. Según la versión de Izarra, quien por cierto fue el
primero de su promoción en el orden de méritos, los orígenes de lo que luego llegaría a
ser R-83 (Revolución 1983) surge de su interés por lo que califica de preocupaciones
sociales y políticas. Confesión de sus intereses más políticos que castrenses; el caso,
ciertamente, de un oficial políticamente motivado; potencialmente un político-militar,
un oficial pretoriano.
El hermano de William Izarra, Richard, era un activista de la izquierda política
radical criolla, quien fue puesto en prisión durante tres meses por un artículo publicado
en la revista Reventón. En las visitas a su hermano, William conoce otros detenidos en
el cuartel-prisión caraqueño de San Carlos, como Teodoro y Luben Petkoff y Francisco
Prada, entre otros. Luego establecerá contacto con el célebre ex-guerrillero Douglas
Bravo, dirigente del pequeño partido político socialista radical: Partido Revolucionario
Venezolano (PRV); también realiza estudios de educación en la Universidad Central de
Venezuela.
Desde 1973-1974, según Izarra (el general [Francisco] Efraín Visconti Osorio en
entrevista con Fernando Ochoa Antich, señala que fue en 1972), inicia conversaciones
sobre la situación política nacional, con tenientes y algún capitán recién ascendido de la
FAV. Ese parece ser el punto de partida para lo que luego de entrenarse como piloto de
combate en aviones CF-5 y de efectuar estudios en los Estados Unidos, avanzará en la
conformación de un proyecto político tecnocrático militar de inspiración socialista. Uno
que se materializaría en 1979, con la creación de R-83.
118
Ésta nueva logia castrense de oficiales activos, en sus inicios, la integran un
grupo de aviadores de la FAV, a los que se le suman algunos oficiales del ejército que
pretendían tomar violentamente el poder para 1983. Según Izarra en la fase organizativa
de R-83, resultó favorable el auxilio de Douglas Bravo, quien le informaba de militares
que podía contactar para avanzar en la estructuración del grupo conspirativo. Esta
relación entre políticos radicales marxistas-leninistas y oficiales activos, presenta como
antecedente lo que califica Garrido como el Frente Militar de Carrera del PCV, en 1957-
1958.
Se edita así, en la década de 1970, una nueva edición del libro conspirativo
militar criollo. Las diferencias entre ambos momentos, 1957 y 1977, son importantes y
deben comentarse, aún cuando sea brevemente. En la primera se estaba buscando
incentivar el descontento profesional militar ante un gobierno que había ya adquirido
condiciones más personalistas que corporativas castrenses. En la segunda, no solo había
avanzado el auténtico profesionalismo militar, sino que existían condiciones
económicas ciertamente favorables para el gobierno y la sociedad en general.
El sector directivo de R-83 en el ejército estaba conformado por los entonces
tenientes coroneles Ramón Guillermo Santelíz Ruíz, Sánchez Paz, Emilio Arévalo
Braasch y un cuarto que no menciona el creador de R-83. Fernando Ochoa Antich,
recurriendo a una entrevista con Visconti Osorio, señala que el otro oficial del ejército
era el entonces teniente coronel Carlos Santiago Ramírez. Al grupo anterior se sumará,
luego, en la década siguiente (1980) Francisco Arias Cárdenas.
Para aquellos años Izarra ya era mayor de la FAV y tiene buen cuidado en
señalar dos cosas interesantes en sus declaraciones a Garrido. La primera, que Santelíz y
Arévalo Braasch no estaban vinculados con Douglas Bravo ya que no compartían la
posición política e ideológica del ex–comandante guerrillero. La segunda, R-83 no tenía
una relación estructural y de planificación con el partido político que dirigía Bravo, el
PRV.
Debe mencionarse que Sánchez Paz está detenido en los Estados Unidos,
vinculado con un caso de narcotráfico. También, de Carlos Santiago Ramírez no se
119
ofrece información sobre su participación en R-83, según las declaraciones de Izarra a
Garrido. Pero lo verdaderamente importante es como las acciones de Douglas Bravo no
se apreciaban como dominantes, más bien lo contrario, meramente secundarias en el
proceso de consolidación de R-83; el grupo militar era eso, una logia castrense
conspiradora.
El elemento simbólico no estaba descuidado en R-83, según Izarra. Los oficiales
se juramentaban frente al Panteón Nacional en Caracas y recibían una moneda como
evidencia material concreta del compromiso adquirido. Por razones que no se llegan
ciertamente a explicar, fuera de que no se logró el objetivo de que en 1983 se pudiera
avanzar hacia un golpe de estado, aunado al ascenso al generalato de varios de los
comprometidos, en ese año R-83, según Izarra, muta, creándose ARMA, es decir:
Alianza Revolucionaria de Militares Activos.
ARMA tenía su epicentro en la oficialidad de la FAV. Izarra la coordina; otros
pilotos de combate activos como Luis Reyes Reyes y Efraín Visconti Osorio actúan
como sus manos izquierda y derecha. En el ejército, un grupo de oficiales subalternos
bajo la jefatura inmediata de Arias Cárdenas, se suma al movimiento insurreccional
como ya se indicó. Los grandes ausentes son los oficiales activos de la armada y la
guardia nacional.
Resulta interesante recoger una información de interés presente en un libro de
Garrido sobre los documentos de estos grupos conspiradores. Es un documento que
carece de título y el compilador lo presenta como: “Crisis En Las Fuerzas Armadas”. En
éste se critica al alto mando militar por problemas varios que adolecía la institución
castrense de ese entonces. Los responsables del documento dicen ser la: Junta de
Oficiales Pro-rescate de los Valores de las Fuerzas Armadas.
Las reivindicaciones socio-económicas para la oficialidad encabezan la lista de
reclamos del escrito arriba aludido, junto con peticiones de mejoras en infraestructura y
equipamiento. Sugiere negociados y corrupción entre el generalato. Alerta por las
medidas disciplinarias contra aquellos oficiales como el coronel Aquiles López, que
120
expresó públicamente sus criterios personales sobre el tema fronterizo venezolano, sin
autorización del alto mando militar.
Le siguen, en el documento de marras, varias observaciones críticas sobre el
sistema de cursos de estado mayor; por el de ascensos y la resistencia que presentaba el
alto mando para que oficiales prosiguieran estudios universitarios. Alerta sobre la
actitud vigilante del jefe de la DIM (dirección de inteligencia militar), general Castro
Hurtado. Finalmente, presenta una lista de oficiales superiores, que menciona, se reúnen
con dirigentes del partido AD.
No existe evidencia que permita relacionar esta manifestación de protesta con
los supuestos oficiales críticos, con vocación política, que mencionamos en el aparte
anterior tomando la información del documento en internet Pensamiento Militar
Venezolnao/2005. Las críticas en el documento parecen centrarse en el caso del ejército.
Sutilmente deja entrever la existencia de oficiales serviles al gobierno de AD. En pocas
palabras, un documento que bajo el ropaje de reivindicaciones que podrían catalogarse
de gremiales, esconde un inteligente esfuerzo por desacreditar a la alta oficialidad, sus
mecanismos internos de inteligencia y procura vincularla con una actitud sumisa ante
los partidos políticos en el poder.
Lo cierto es que la “Junta de Oficiales Pro-rescate de los Valores de las Fuerzas
Armadas”, no parece volver a manifestarse, como grupo. Esto si en realidad éste como
tal existió. En todo caso, según Izarra, ya operaba el grupo conspirador R-83 para la
fecha en que se publica este escrito. También, para ese entonces, tenían ya contactos
subversivos los oficiales de la FAV y el ejército.
Ochoa Antich, citando la entrevista con Visconti, ya referida varias veces, no
menciona al grupo conspirador R-83. Señala, sí, que en 1983 se creó la Asociación [Sic]
Revolucionaria de Militares Activos, cuyos antecedentes provenían de 1972 en
conversaciones sostenidas entre varios oficiales de la FAV. Sigue mencionando que la
manera que encontraron de aumentar el número de comprometidos fue procurando
relacionarse con varios oficiales del ejército. Éstos serían el grupo conformado por los
121
tenientes coroneles ya destacados en párrafos anteriores. La responsabilidad de los
contactos con oficiales fuera de la FAV recaía en los hombros de Izarra.
En su organización la logia contaba con un grupo directivo y varias células de
comprometidos. Según el testimonio reiterativo de Visconti Osorio, eran unos 10
miembros en cada célula y solo uno conocía a los miembros de otra. Estas medidas de
seguridad, obviamente, no solo protegían a los comprometidos oficiales golpistas,
también fortalecían el liderazgo superior del grupo conspirador.
Ochoa Antich, sin identificar la fuente más allá de mencionar “algunas
entrevistas” con ex-miembros de ARMA, vincula a este grupo conspirativo al
vicealmirante Haroldo Rodríguez y al general de la FAV, Maximiliano Hernández
Vásquez; concordando en este último caso con declaraciones de Visconti Osorio a
Garrido y en lo que atañe al primero, es decir, al marino, con declaraciones de Izarra a
Garrido. Estos dos oficiales llegaron a ser, años después, los comandantes de la armada
y la aviación militar respectivamente. Quizás esto los alejó de sus intenciones golpistas.
Refiere también Ochoa que los entonces coroneles José Luis Prieto y Jacobo
Yépez Daza, eran notorios críticos del sistema político de partidos. Yépez Daza escribe,
en 1984, el capítulo “El Realismo Militar Venezolano” en el libro colectivo coordinado
por Moises Naim y Ramón Piñango, editado por IESA: El Caso Venezuela: Una Ilusión
de Armonía. Ambos, Prieto y Yépez Daza, oficiales militares interesantes de estudiar
con mayor detenimiento; aspecto que no cubriremos en estas páginas, esperando que
quizás sea tema de interés para algún “tesista” en historia.
La información sobre ARMA que presenta Izarra, se complementa con la de
Visconti Osorio y se enriquece en detalles con los datos presentes en el libro de
Fernando Ochoa Antich. En el texto de éste último, que glosamos, se refiere a un
intento de golpe, abortado, ya que el entonces coronel Carlos Santiago Ramírez vacila
en insurreccionar al batallón blindado Pedro León Torres, durante el desfile militar del
cinco de julio de 1982. En el potencial movimiento estaba vinculado, también, según el
escrito de Ochoa, el entonces coronel Santelíz Ruíz.
122
No podemos dejar de especular que este frustrado golpe de estado parece estar
relacionado de alguna manera con el fin de R-83 y el inicio de ARMA. Aunque la
evidencia sobre la mutación de un movimiento al otro se aprecia un tanto confusa.
Resulta evidente el esfuerzo que efectúa Izarra, en sus declaraciones y escritos, para
presentarse como el iniciador de los grupos conspiradores militares de finales del siglo
XX. R-83 fue una iniciativa personal del referido oficial aviador, pero el transitar de R-
83 para conformar ARMA parece darse antes de 1983, según algunos documentos
presentados en varios libros con evidencia testimonial sobre los militares conspiradores
venezolanos de finales del siglo XX venezolano.
En un par de textos de Garrido con documentos sobre las conspiraciones
militares, se presenta uno firmado por ARMA, en junio 24 de 1982, que se denomina
“A los militares venezolanos: Carta para reflexionar y tomar una decisión histórica.” El
documento en cuestión aparece un mes antes del abortado intento de golpe de estado,
referido ya en párrafos anteriores, que se pensaba ejecutar en julio de ese año. También,
llama la atención como las siglas ARMA, según este documento, significan “Alianza
Revolucionaria Militares en Acción”. Son ese elemento particularmente confuso para el
historiador, sobre las fechas y nombres ciertos de los grupos militares conspirativos en
cuestión. Los oficiales involucrados en estas lides, no han sido muy exactos, por las
razones que fueran, al presentar públicamente sus testimonios
En el documento arriba identificado, se critica a la dirigencia política de los
partidos gobernantes, calificándola de inmoral, corrupta y carente de ideales; en síntesis,
traidora a los postulados ciertamente democráticos. Por el contrario argumentan que los
militares son “la reserva moral del país y la vanguardia política [Sic] para reeducar y
reconducir la nación”, por lo que los invitaba a organizarse para desplazar del poder a
los añejos y corruptos dirigentes políticos carentes de auténticos ideales patrióticos. Un
manifiesto que expresa, sin duda posible, las condiciones esenciales del pretorianismo
criollo de finales del siglo XX.
Se presentan los autores del documento pretoriano ya aludido, como un
movimiento de la joven oficialidad que reacciona ante el servilismo y la corrupción del
generalato y los almirantes. Procuran proyectar la idea según la cual, los jóvenes
123
patriotas militares revolucionarios, diferenciándose así de los oficiales generales, sí
tenían visión de futuro y eran capaces de solucionar los graves problemas sociales.
Claro está, obvian señalar que para proceder como sugieren, tenían que violentar la
constitución y leyes vigentes en la república.
Procurando ser breves en el comentario analítico sobre el documento que hemos
parafraseado, evidencia, más allá de cualquier duda razonable, la vocación política de
poder del grupo sedicioso. Es una evidencia, insistimos en esta idea, del pretorianismo
de la más rancia naturaleza castrense criolla. Procura vincularse, también, a la constante
histórica venezolana contestataria entre la joven oficialidad de capitanes y tenientes.
Llama la atención la neutralidad doctrinal del documento, es decir, no se aprecian visos
socialistas ni desarrollistas en el discurso escrito en cuestión, solo unas nacionalistas
críticas a los imperialismos, así en plural; lo que supone alguna forma de entendimiento,
entre oficiales golpistas con diferentes concepciones ideológicas.
De la evidencia hasta ahora conocida parece ya concluyente, que las siglas R-83
son creación de Izarra y su proyecto personal conspirativo; presentado por su mentor
intelectual como una alternativa supuestamente racional para superar los graves
problemas nacionales. También, los grupos subversivos van surgiendo producto de las
motivaciones políticas por parte de algunos muy pocos oficiales, casi siempre de una
misma promoción o de promociones cercanas. Se conforma algo así como una
generación de oficiales proclives al golpe de estado.
En casos como R-83 y ARMA, esta generación conspiradora militar parece
motivada o vinculada con oficiales de mayor graduación. Otro aspecto de interés, es
como unos avanzan notoriamente en la organización del grupo conspirativo, mientras
otros permanecen en las sombras. Estos últimos, cooperando discreta pero
efectivamente desde posiciones burocráticas o de comando en la organización militar.
Para la conformación de una logia militar conspiradora, los pasos iniciales son el
desarrollo de conversaciones sobre la situación socio-económica y política del país, las
llamadas en medios militares muy coloquialmente como “murmurar” o “murmurando”,
de naturaleza crítica primero, golpista después. Esto, entre oficiales que se conocen
124
desde los tiempos de cadetes, o bien de un oficial de mayor antigüedad y sus
subalternos inmediatos. Luego viene un período de captación de voluntades, casi
siempre entre otros subalternos u oficiales de la misma promoción.
La elaboración de un proyecto socio-político y socio-económico es
indispensable para los grupos conspiradores. En las jefaturas de los movimientos
subversivos de militares activos, por lo general, se respetan los niveles antigüedad y los
grados superiores castrenses, resultando indispensable contar con oficiales al comando
de unidades operativas de combate. En el caso de R-83 y ARMA, tardaron sus parciales
una década (1972-1983) en avanzar desde las conversaciones subversivas hasta
vertebrar una capacidad potencial para la planificación y ejecución para un golpe de
estado.
Un aspecto que resulta particularmente interesante en la conformación de las
logias militares conspiradoras, es el de los contactos con civiles partidarios de una
alternativa de fuerza para iniciar la solución de los problemas del país. La iniciativa no
parece provenir únicamente de los civiles sino lo contrario, aunque la evidencia
documental sobre este aspecto no es todavía definitiva. Lo concluyente, en los casos
comentados arriba, es que el contacto con organizaciones políticas civiles radicales no
resultaba ser indispensables en los estadios operativos iniciales del movimiento
conspirativo militar.
Lo antes dicho no quiere decir que no existieran en el pasado iniciativas de
políticos civiles para captar militares potencialmente conspiradores. Ejemplos de ello
encontramos desde mediados de las décadas de 1940-1950; procurando ganar
voluntades dentro de la oficialidad para derrocar al gobierno por una acción de fuerza
militar-civil. Es decir, los casos reportados por la historiografía venezolana sobre AD
durante la década militar 1948-1958 y el PCV con su Frente Militar de Carrera,
enfrentando a la dictadura del general Pérez Jiménez, 1957-1958, respectivamente.
Lo que procuramos resaltar es que el calificado como programa de captación e
“infiltración” de oficiales partidarios de una solución política de carácter socialista,
tiene un peso específico bastante menor del que se le asigna comúnmente. Mejor dicho,
125
es solo parte de la moneda golpista y no la más nítidamente importante. Sin desconocer,
claro está, como el sector castrense entiende la necesidad de apoyo civil para un golpe
de estado exitoso; sin soporte civil no es posible un cambio de gobierno, así de sencillo.
ARMA presenta, según el testimonio de Izarra, dos posiciones doctrinales
distintas. Una, donde él se incluía, favorecía un programa socialista y concordaba en lo
esencial con las posturas del PRV de Douglas Bravo, pero sin llegar a ser el brazo
militar de esa organización política. La otra carecía de esa orientación de supuesta base
marxista-socialista y aunque no lo señala expresamente, parecía como una tendencia
con una orientación capitalista y desarrollista. Las tenciones entre estas dos
orientaciones ideológicas, contribuyeron a la disolución de ese conjunto conspirativo.
A lo antes dicho se debería agregar, que los organismos de inteligencia logran
identificar a varios comprometidos con el movimiento subversivo. Ante el
hostigamiento institucional, el propio Izarra se ve forzado a pedir la baja en 1986. Como
resultado de lo anterior, ARMA prácticamente se desarticula o, mejor dicho, se atomiza;
se ve reducido a unos grupúsculos; mantienen su carácter básicamente FAV y persisten
en la labor proselitista conspirativa, no solo Reyes Reyes y Visconti Osorio, sino
también aparentemente otro aviador, W. Castro Soteldo.
Otros grupos conspirativos castrenses habían surgido en el ínterin y continuarán
con las acciones preparatorias de un golpe de estado. También, individualidades civiles
parecen favorecer una salida de fuerza, derrocando al gobierno, para iniciar una fase que
entienden como de reconstrucción nacional. Los dos sectores contestatarios, el civil y el
militar, procurarán nuevos contactos en la búsqueda de entendimientos donde la
extrema derecha e izquierda criolla ven con simpatías una alternativa golpista.
Por iniciativa de Douglas Bravo, el teniente coronel de la FAV ya retirado de la
estructura militar activa, fundador del R-83, vuelve por sus fueros golpistas. Esta vez
los vínculos son con veteranos dirigentes de la política criolla como Manuel Quijada y
Luis Miquelena. También cooperan en el denominado Frente Patriótico, oficiales
retirados como el general de la FAV Maximiliano Hernández y el vicealmirante
126
Haroldo Rodríguez. Los contactos con militares activos en la FAV y este nuevo sector
potencialmente golpista se renuevan por proceder de Izarra.
Las diferencias ideológicas entre izquierdistas y quienes no comulgan con esas
orientaciones, se vuelven a manifestar como había sido el caso en ARMA. Para Izarra,
hay manifiestas intenciones de Manuel Quijada por intentar contactar al ex presidente
Rafael Caldera, empleando para ello al escritor Juan Liscano. Una vez más, ante las
diferencias doctrinales, Izarra se aparta del movimiento en cuestión y dice tratar de
mantener sus anteriores contactos con la oficialidad activa de la FAV.
El movimiento conspirativo entre los aviadores será sustituido, inicialmente, por
el protagonismo de grupos conspirativos en el ejército. Un aspecto interesante y poco
reportado, es como al desaparecer de la escena golpista protagónica Izarra, los contactos
entre los oficiales activos con inclinaciones subversivas en la FAV y el ejército, pierden
dinamismo. Si bien la tendencia pretoriana sigue presente en la oficialidad, tanto de la
aviación como del ejército pero independiente una de la otra.
La evidencia hasta ahora conocida sugiere, ausencia cierta de efectiva y
funcional coordinación entre los grupos golpistas. Esta situación refleja una de las
constantes en los grupos conspiradores militares de finales del siglo pasado: la ausencia
de una eficaz y eficiente coordinación entre los sectores subversivos de militares
activos. Condición que presenta como primer aspecto a considerar el carácter complejo
de la organización castrense moderna en Venezuela, donde las distintas fuerzas o
componentes como se les llama hoy día son “pequeños mundos” en sí mismos, celosos
de su propia idiosincrasia organizativa y funcional.
Otro elemento importante para entender como fracasan en una coordinación
eficaz los esfuerzos golpistas militares entre fuerzas o componentes, es el tema del
liderazgo del movimiento en cuestión. Los oficiales superiores, coroneles,
particularmente generales y almirantes, no ven con agrado el papel protagónico que en
los movimientos en cuestión desempeñan los oficiales jovenes. A lo dicho se agrega el
ancestral personalismo venezolano, heredado en buena parte de las guerras civiles del
siglo XIX. Un aspecto recurrente es la existencia de liderazgos rivales, en cierta medida,
127
entre las propias logias militares conspiradoras; una especie de contradicción entre
personalismo protagónico y propensión pretoriana corporativa.
En base a lo expuesto en las páginas anteriores, bien podemos referir, que
sencillamente, el fenómeno del pretorianismo se evidencia como una constante cierta en
la realidad militar venezolana y en términos más amplios, nuestra historia
contemporánea. Los oficiales pretorianos de tendencias izquierdistas o derechistas
perviven dentro de la organización militar venezolana más allá de 1958-1962; esto, aún
cuando predominan dentro de la institución militar de esos años los oficiales militares-
militares, es decir auténticos profesionales de las armas sin ambiciones políticas
protagónicas. En el cuadro N° 11 presentamos una síntesis esquemática de lo arriba
expuesto sobre R-83 y ARMA.
128
N° 11.- R-83 y ARMA
Conversaciones críticas sobre la
situación nacional y de las
FF.AA.NN entre varios oficiales
jóvenes de la FAV
Revolución -83
1972-1973 Grupo conspirativo
coordinado y promovido
por el teniente de la FAV
Willian Izarra
Julio 1982, se frustra un
movimiento conspirativo
que no llega a
materializarse
Versión ampliada y
mejorada del grupo
anterior
Contactos con oficiales del
ejército y otras fuerzas
Sobreviven subterráneamente
individualidades conspirativas
en las FAV
1982 ò 1983
1986
Alianza Revolucionaria
de Militares Activos
ARMA
Propugnan soluciones
capitalistas-desarrollistas +
ascensos de algunos
importantes comprometidos al
generalato y su equivalente en
la Armada +las acciones de los
servicios de inteligencia militar
Los que favorecen
una alternativa
socialista
Tensiones internas
Contactos con el
pequeño partido
radical PRV
1989
Retiro de Izarra
de las FF.AA.NN.
y disolución de
ARMA
Douglas Bravo vincula a Izarra con el llamado Frente Patriótico,
donde diferencias ideológicas lo llevan a retirarse de ese grupo civil,
aun cuando reanuda contactos con oficiales en la FAV
Ya operan otros grupos
conspiradores en el
ejército
129
La maraña golpista en el ejército, 1977-1992.
Como se enunció en el aparte anterior, independientemente del grupo
conspirador que procuraba organizar Izarra, finalizando la década de 1970, existieron en
el ejército otros sectores de oficiales jóvenes que comenzaban a transitar el camino de la
inquietud conspirativa. Al igual que en el caso del aviador, para Hugo Rafael Chávez
Frías el intercambio de ideas con su hermano, en este caso, Adam, vinculado al PRV de
Douglas Bravo, lo llevó a proponer constituir un grupo conspirador militar. Situación
esta que no deja de ser, para decirlo con elegancia, interesantemente coincidente.
El grupo conspirador lo bautiza Chávez Frías con el pomposo nombre de
Ejército de Liberación del Pueblo de Venezuela (ELPV). Esto en 1977, según el
cronista de los movimientos subversivos militares de las últimas décadas del siglo XX,
Alberto Garrido. El acucioso historiador Agustín Blanco Muñoz, recoge las palabras de
Chávez donde menciona la clave empleada para identificar este núcleo conspirador
entre los comprometidos: “ecolimapapavictor”. La vida del pretendido ejército liberador
fue muy breve, pero no así los grupos clandestinos subversivos dentro del ejército.
Según narra el general Ochoa Antich en su libro autobiográfico, integraba este
grupúsculo conspirativo, además de Chávez Frías, el subteniente Jesús Urdaneta
Hernández. Los contactos iniciales fueron los oficiales José Miguel Ortíz Contreras y
Felipe Antonio Acosta Carles. En este momento de conversaciones iniciales con
intensiones golpistas no existía todavía un liderazgo definido en el neonato movimiento
subversivo.
Se inicia así una complicada maraña de esfuerzos por organizar dentro del
ejército, por parte de algunos de los egresados de la Academia Militar (antes llamada
Escuela Militar), una conspiración. Entre los tempranamente comprometidos en
Maracay, plaza donde había sido enviado Urdaneta Hernández, están los subtenientes
Pedro Alastre López y Carlos Días Reyes. El objetivo obvio, la toma del poder político
nacional en un plazo más mediano que largo.
130
Refiere Garrido como el siguiente grupo conspirativo conocido, contemporáneo
de R-83, fue el Comité de Militares Bolivarianos, Patrióticos y Revolucionarios
(CMBPR), en 1980. Éste lo promueve Chávez Frías en común acuerdo con el PRV y su
Frente Militar de Carrera. Estaba constituido por oficiales muy jóvenes del ejército,
como por ejemplo, el teniente David López Rivas; el hermano de éste, el sociólogo y
profesor universitario del Núcleo Táchira de la Universidad de los Andes (NUT-ULA),
en San Cristóbal, Samuel López Rivas, se vincula a los conspiradores militares y civiles
desde tan temprana fecha. De nuevo la relación familiar, muy interesante por
coincidente, como en los casos de Izarra y Chávez, hermano civil de tendencias
socialistas radicales y oficial militar activo con pocos años de graduado.
En algunos de los libros de Garrido, contentivos de documentos de las logias
militares y sus compañeros de ruta civiles, se presenta un escrito de dos páginas del
Comité arriba mencionado. En éste se argumenta como los militares contribuyeron al
establecimiento del sistema democrático en 1958, pero también, como los principios de
bienestar habían sido traicionados por el sector político dirigente venezolano. Resaltan
las numerosas carencias sociales después de 23 años de democracia y la injerencia
oprobiosa de los Estados Unidos de Norteamérica en el acontecer nacional. Propone la
organización de un grupo militar que ponga fin a tan pretendidamente nefasta situación
Otro documento más que evidencia las características básicas del pretorianismo
criollo, en su fase potencial o larval. La tendencia anti-estadounidense resulta evidente,
aunque no se manifiesta proclive en aplicar soluciones socialistas a los problemas
nacionales. La reinstauración de una democracia que presentan como traicionada en sus
sanas intenciones de mejoras sociales para la población, parece ser el mensaje básico del
texto; algo así como: rescatemos la verdadera democracia.
Llama la atención, en el documento mencionado recién, las referencias
simbólicas a Bolívar, el ejército patriota, los procederes libertadores. Evidentemente, un
medio para vincular las enseñanzas de la visión heroica de la historia obtenidas por los
jóvenes oficiales en sus estudios en la Academia Militar, con la idea de revolución y
proceder político proselitista dentro del ejército. Libertar a Venezuela de quienes la mal
gobernaban, era el mensaje básico del texto.
131
Según Garrido, el CMBPR tuvo corta vida ya que se integra al que dio en
denominarse Ejército Bolivariano Revolucionario (EBR) en 1981. Éste a su vez
mutará como el Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 (MBR-200), desde
1982, con un carácter civil y militar. Chávez logra un entendimiento con la gente del
PRV, su calificado de Frente Militar de Carrera, coordinado por el profesor de
educación secundaria Nelson Sánchez, bajo instrucciones de Douglas Bravo.
Al año siguiente, en 1983, es que se crea el MBR-200 militar. Por ello las
reiteradas referencias al publicitado juramento frente al Samán de Güere. Así, existían
inicialmente dos MBR-200. Muchos de los comprometidos en uno de los MBR-200, no
conocían la existencia del movimiento homónimo.
La labor de captación de nuevos miembros para los grupos conspiradores en
gestación, se ve favorecido en gran medida, con el traslado de varios de los propulsores
de éstos como instructores a la Academia Militar de Venezuela en 1981. Así, escribe
Fernando Ochoa Antich, resaltando como en esa institución laboran por esos años, entre
otros, el teniente Francisco Arias Cárdenas, Hugo Chávez Frías, Miguel Ortíz
Contreras, Joel Acosta Chirinos, Gustavo Manuel Pérez Issa, Felipe Acosta Carles, Raúl
Isaías Baduel y Wilfredo Ramón Silva. Entre los captados por los oficiales
conspiradores, se encontraban varios destacados subtenientes de la promoción de 1981:
Carlos Guyón Célis, Edgard Hernández Beherens y el que había sido el primero en el
orden al mérito en esa promoción, Ronald Blanco La Cruz.
Los grupos conspirativos en el ejército, arriba mencionados, se dan, insistimos
en ello, a un tiempo de ARMA, pero algunos no relacionados con ésta. Así, en 1983
existían no solo los dos MBR-200, sino también un grupo conspirativo liderado por el
capitán (Ej) Francisco Arias Cárdenas y vinculado a la logia conspiradora ARMA.
Garrido menciona también núcleos golpistas en la guardia nacional y la armada, pero
hasta ahora no se tienen mayores detalles sobre éstos. Podrían ser iniciativas personales
de oficiales en estas fuerzas, donde se relacionaban solo los, hasta ahora, anónimos jefes
con otros grupos conspirativos, pero manteniendo los integrantes de su grupo en las
sombras.
132
El caso de la armada es ciertamente interesante. Hay referencias a dos
almirantes, de los cuales uno se mencionó en el aparte anterior con nombre y apellido:
Haroldo Rodríguez; el otro permanece en la penumbra todavía. Pero los procederes
golpistas dentro de este cuerpo parecen como débiles; quizás una explicación se
encuentre en la modernización de equipos navales que se intensifica en las décadas de
1970-1980. En el libro de Eliezer Otaiza Castillo49
se encuentra información de interés
sobre este equipamiento, tomando los datos, suponemos de las Memorias de los
distintos ministros de la defensa desde 1969 y de otras fuentes gubernamentales.
Recurriendo al texto arriba referido se pueden señalar las siguientes
adquisiciones, entre otras, inicialmente se la dota con material transferido de la U. S.
Navy, como los destructores “Beatly” y “Robert K. Huntington”, el submarino
“Granadier” y el transporte “Vernon Country”, aviones antisubmarinos Traker y otras
unidades navales de poco calado. Se compran submarinos alemanes del tipo U-209,
lanchas cañoneras y misilísticas en el Reino Unido, fragatas misilística tipo Luppo
italianas y unidades navales para desembarco tipo Capana en Corea del Sur, blindados
brasileños para la infantería de marina y equipos de guerra antisubmarina. Esto, claro
está, obligaba a la oficialidad a capacitarse para operar los nuevos equipos, así como
adquirir experiencia en los regulares ejercicios conjuntos con unidades de armadas
amigas en el Caribe. Poco tiempo quedaba para estar la oficialidad de la armada
vinculándose con grupos conspirativos.
En el caso de la guardia nacional, los equipos están orientados básicamente a sus
funciones relacionadas con el mantenimiento del orden interno. Las adquisiciones
fueron de equipos anti-motines, incluyendo algunos vehículos ligeros blindados;
lanchas para combatir el contrabando y el tráfico de drogas; aviones y helicópteros para
fines de transporte de personal, observación y vigilancia fronteriza. La poca o nula
participación de la guardia nacional en las logias militares del componente terrestre,
quizás se vincule no tanto con la adquisición de noveles equipos sino con su constante
49
Las relaciones internacionales contemporáneas de las Fuerzas Armadas Venezolanas (1969-1993).
Caracas, ediciones del autor, segunda edición 2003; (la primera edición es de septiembre de 2002).
Versión impresa del trabajo especial de grado de maestría en ciencias políticas de Otaiza Castillo en la
Universidad Simón Bolívar, bajo la tutoría de Luis Castro Leiva.
133
actividad, vinculadas con el control de disturbios, combate del narcotráfico, del
contrabando, resguardo de aduanas, etc. Otro aspecto que se debería considerar, es el
carácter profesional de carrera no solo de la oficialidad sino también de la tropa, lo que
los hace menos permeables a las influencias extremas de participación política militante.
Un caso hasta ahora ambivalente en lo que atañe a nuevos equipos castrenses y
la necesidad de prepararse profesionalmente para operarlos, como mecanismo
neutralizador de la organización de las logias militares conspiradoras, lo tenemos en la
FAV. Las adquisiciones de muy modernas unidades de combate como los CF-5,
estadounidenses-canadienses, los Mirage franceses y F-16 estadounidenses, transportes
como los C-130, aviones de reabastecimiento de combustible de manufactura
estadounidense, otros menos sofisticados pero eficientes en apoyo de unidades terrestres
como los estadounidenses OV-10 Bronco y los de entrenamiento básico brasileños
Tucanos, pudiera ser una de las variables que contribuyeron al fracaso de R-83 y
ARMA, pero que no explicaría situaciones como las de noviembre de 1992.
En el caso del ejército, evidentemente, la adquisición de nuevos equipos de
combate no tuvo mayor influencia contentiva en la formación y desarrollo de los grupos
conspirativos. Las noveles unidades blindadas Escorpión y Dragón, obuses de variado
calibre, unidades misilísticas tierra-tierra de manufactura israelí, nuevas unidades de
transporte de tropas, aeronaves de ala rotatoria y unidades antiaéreas, poco significaron
como muro de contención para el golpismo en el ejército.
Dejando las especulaciones a un lado y volviendo sobre los hechos ciertos, la
evidencia sobre los oficiales conspiradores se complica aún más con las informaciones
presentadas por Fernán Altuve Febres, citadas por Garrido, sobre la existencia de otro
segmento conspirativo en el ejército, “paralelo” en el tiempo con los dos MBR-200 y el
de Francisco Arias Cárdenas. Según Altuve Febres este grupo conspirador militar se
proclamaba como Movimiento Revolucionario 200 (MR-200) y tenía como líder al
oficial del ejército Acosta Carles. Éste muere durante las acciones desarrolladas por el
ejército en las barriadas caraqueñas, durante los sucesos del calificado por la literatura
política venezolanan como El Caracazo, en febrero de 1989.
134
Muy a diferencia de los grupos conspiradores militares anteriores, desde 1919
hasta 1962, los de las décadas de 1970-1990, se prolongan en el tiempo sin concretar un
efectivo golpe de estado. Esto los obliga a desarrollar una interesante organización
interna. Ésta es descrita por el propio Chávez, entrevistado por Blanco Muñoz; así, los
llamados Comandos de Áreas Revolucionarias o CAR.
Según un artículo de Francisco Olivares, publicado en el diario caraqueño El
Universal (febrero 5 de 2006), los mencionados “Comandos” eran: el Varyna, en los
llanos apureños y barineses; Maracay en Aragua, quizás abarcaría, especulamos,
Guárico y Carabobo; Timotocuica en los estados Mérida y Táchira; Jirahara,
comprendía los estados Lara y Falcón, incluyendo según Olivares, también los estados
Aragua y Carabobo; Cumanagoto, en Margarita y el oriente del país; Caracas,
destacando el entonces llamado Distrito Federal y el estado Miranda; Guajira, en el
Zulia; Piaroa, en los estados Bolívar y Sucre.
Los nombres indígenas que le dan sus creadores a estos Comandos, bien reflejan
la idiosincrasia de sus proponentes quienes procuran resaltar lo vernáculo. La
organización conspirativa presentaba dos sub-directorios a los cuales reportaban los
CAR. Estos a su vez, lo hacían a un directorio superior, pero cada CAR mantenía
características “gerenciales” propias; atendiendo a la idiosincrasia de las condiciones
que presentaban los oficiales comprometidos y el medio donde se estaban
desenvolviendo.
Los conspiradores crean una organización descentralizada, flexible, pero que
debía responder a unas direcciones y estrategias comunes, propuestas en los dos sub-
directorios y el directorio superior. Lo fascinante desde el punto de vista histórico de
esta peculiar organización, es que constituían un ejército paralelo al auténtico ejército
nacional, conformado mayoritariamente por oficiales muy jóvenes y algunos cadetes.
Aspecto éste, que parece ciertamente descuidado en los análisis sobre los grupos
conspiradores militares de aquellos años.
Como acertadamente comenta Ochoa Antich, una organización como la de los
conspiradores de 1980-1990 obligaba a establecer reuniones periódicas para evaluar
135
resultados, fijar metas y estrategias comunes. Por ello surgen como una necesidad los
calificados pomposamente de “Congresos del MBR-200” (C-MBR-200). El primero se
realizó en las cercanías de Mamo, en el Litoral Central.
Según el testimonio de uno de los asistentes a este primer “Congreso”
conspirativo, citado textualmente por la fuente antes referida, entre los asistentes hay
varios cadetes como Jesús Rafael Suárez Churio, Yannece Borrome y Eduardo
Adarmes. El oficial con el grado militar superior era un mayor, Tito Orozco, pero quien
domina la reunión es el capitán Chávez Frías; también, entre los asistentes se
encontraban los tenientes Ramón Moreno Acosta, Donald Blanco La Cruz y Edgard
Hernández Beherens, así como el subteniente Jesús Alberto Aguilarte Gámez. Se
discutieron aspectos básicos de la organización, señalaron temarios para estudiar y se
proponen nombres para el movimiento.
El siguiente Congreso del MBR-200 (según la fuente arriba mencionada), se
realizó en 1985; es decir, un año antes del retiro de Izarra como oficial activo y
disolución de ARMA. La sede fue Maracay y contó con la presencia de civiles como el
Sr. Eugenio Adarmes, el sociólogo Samuel López Rivas, la profesora Herma Marksman
y una señora de nombre Iris. Los militares asistentes fueron, siguiendo un orden de
antigüedad militar, David López Rivas, Hugo Chávez, Felipe Acosta Carles. Otros
oficiales asistieron acompañados de sus esposas, como Pedro Alastre y Hernández
Beherens.
Entre los acuerdos a los cuales se llegó en el segundo Congreso fue el de evitar
contactos conspirativos con generales. Lo que supone para cualquier observador
imparcial, que este tipo de contactos se habían efectuado en el pasado. Pero lo más
significativo era que con una decisión como ésta, se procuraba afectar un elemento
fundamental del sector militar: el respeto efectivo al grado superior y antigüedad.
San Cristóbal será la sede del tercer C-MBR-200, según el relato de Ochoa
Antich. Asisten militares y civiles. Entre los militares están los mayores, David López
Rivas, Francisco Arias Cárdenas, el capitán Chávez Frías y otros oficiales con menor
antigüedad. Entre los civiles el profesor universitario Samuel López Rivas, el Sr. Ostos,
136
Narciso Chávez, el Sr. Adarmes, Ricardo Aro y dirigentes estudiantiles radicales de la
Universidad de los Andes. La tensión que se venía acumulando desde Congresos
anteriores sobre la orientación ideológica del movimiento llega a su punto de ebullición.
Surgen agudas diferencias entre la visión de cómo impulsar las condiciones favorables
para el golpe de estado. Resaltan las diferencias de liderazgo del capitán Chávez, frente
al mayor Arias. También, se hacen evidentes las orientaciones doctrinales distintas entre
la dirigencia fundamental del movimiento.
En 1986, surge una importante delación que afecta la capacidad organizativa del
MBR-200. Según la crónica de los involucrados, la ingenuidad o imprudencia del
oficial subalterno Valera Querales, en su esfuerzo por captar nuevos adeptos para el
movimiento subversivo, genera una investigación que golpea la capacidad organizativa
del movimiento conspirativo. Según Ochoa Antich, esto explica la convocatoria algo
modesta de los “Congresos” siguientes en el Zulia (Paraguaipoa) y en San Fernando de
Apure; nosotros pensamos que a lo antes dicho se deben agregar las diferencias de
liderazgo efectivo y las evidentes diferencias ideológicas entre Chávez y Arias. Pero
aún así, los movimientos conspirativos continúan avanzando, pese a los esfuerzos de
algunos sectores del alto mando militar por desactivarlos.
Las delaciones y tensiones internas son situaciones consustanciadas con las
actividades subterráneas conspirativas, tanto como los derrumbes en las minas bajo
tierra rudimentarias. Otra situación de tensión se origina supuestamente en 1988, por un
supuesto error del político Pablo Medina, de Causa-R, quien en conversación con un
oficial encubierto de la inteligencia militar le revela información sobre uno de los MBR-
200. La investigación subsiguiente debilita momentáneamente el movimiento golpista.
La versión de Medina sobre sus relaciones con los grupos conspiradores militares,
puede consultarse en su obra parcialmente autobiográfica Rebeliones, publicada años
después de estos sucesos en 1999.
En los MBR-200, surgen diferencias doctrinales (que bien reportan Ochoa
Antich y Garrido) entre una tendencia que nos atrevemos nosotros a calificar de
capitalista-desarrollista y otra de orientación socialista. Chávez favorecía la segunda,
pero otros civiles de antecedentes socialcristianos como el Sr. Adarmes, padre de uno de
137
los subtenientes captados por el movimiento insurreccional, Eduardo Adarmes Pérez, o
bien Wenceslao Ostos, criticaban esta actitud. Se realizan un par de reuniones para
resolver el impase llegando inicialmente al compromiso de que el MBR-200 civil y
militar, tendría una concepción doctrinal nacionalista y democrática. Pero aún así, las
tensiones ideológicas entre los grupos conspiradores continúan.
Según menciona Ochoa Antich en el MBR-200 militar, surgen rumores de la
cercanía de Chávez con la izquierda radical, lo cual no era bien visto por varios de los
comprometidos. La muerte sorpresivamente trágica del Sr. Adarmes en un accidente
vehicular, un aparatoso choque, bajó el nivel de crítica sobre las orientaciones
izquierdistas radicales. Dentro del sector militar, Chávez niega ante los comprometidos
que lo inquieren sobre el particular, su condición comunista o sus vínculos políticos con
Douglas Bravo. Pero esta situación afecta desfavorablemente al grupo militar
conspirador. Según Garrido, la incorporación plena de Arias Cárdenas al MBR-200,
contribuyó sustancialmente a disipar las aprensiones ideológicas de varios de sus
miembros sobre las intenciones pretendidamente marxistas radicales de Chávez.
En octubre de 1988 se produce el confuso incidente conocido como la noche de
los tanques. Unidades blindadas del grupo de caballería Juan Pablo Ayala, se desplazan
desde Fuerte Tiuna, rodeando La Viñeta, residencia presidencial ocupada por el
presidente encargado Simón Alberto Consalvi, ya que Jaime Lusinchi se encontraba en
una gira presidencial fuera del país, mientras otras unidades blindadas Dragón se dirigen
hacia el centro de la capital, llegando hasta la sede del ministerio de relaciones
interiores. Supuestamente la intención de los militares era proteger a Consalvi de un
pretendido ataque. Lo sorprendente es que los blindados se desplazaran desde Fuerte
Tiuna hasta el centro de Caracas, sin llamar la atención de las autoridades competentes
y los medios de comunicación.
La absurda situación fue rápidamente resuelta por los mandos naturales del
sector militar, convocadas para tal fin por el presidente encargado Consalvi, con el visto
bueno del presidente Lucinchi e implementadas bajo la dirección operacional del
ministro de la defensa, general de división Italo del Valle Aliegro. Los oficiales que
participaron en el desplazamiento de los vehículos blindados Dragón, fueron reducidos
138
a prisión esa misma noche y se volvió en cosa de muy pocas horas a la normalidad. La
investigación desarrollada posteriormente no logró establecer un vínculo entre el
peculiar proceder de los vehículos blindados y algún grupo conspirativo en el ejército.
En sus entrevistas con Blanco Muñoz, Chávez niega la participación del MBR-200 en el
sorprendente incidente antes descrito.
Poco más de un año después, en noviembre de 1989, se produce lo que califica
Ochoa Antich, quizás tomando la frase de las entrevistas de Chávez con el destacado
historiador Blanco Muñoz como: “La noche de los mayores”. El alto mando del ejército,
obtiene información sobre un plan de operaciones para desarrollar una insurrección
militar. Ésta, involucraba a los segundos comandantes de importantes unidades
operativas de combate del ejército.
La investigación que se desarrolló fue suspendida por órdenes del presidente
Carlos Andrés Pérez. Como en el caso de los blindados del Ayala en 1988, Chávez
niega la participación del MBR-200 en esta potencial insurrección; aunque en este caso,
los hechos parecen desmentirlo. Lo que resulta difícil de entender, para cualquier
analista imparcial, es como luego de obtener información tan delicada e importante de
los organismos de seguridad castrenses, la presidencia decide no avanzar en la
investigación.
Lo paradójico de la situación arriba mencionada es que los oficiales
comprometidos en la potencial rebelión eran miembros del MBR-200. Así, entre los
relacionados con la frustrada insurrección, estaban entre otros, los mayores, Gustavo
Pérez Issa del batallón O’Leary, Joel Acosta Chirinos del batallón Justo Briceño (sobre
la participación de éste en los procesos insurreccionales, son particularmente valiosas
las entrevistas que sostiene con Blanco Muñoz y que publicará el acucioso historiador
en un libro testimonial editado en 2006), Jesús Ortíz Contreras del batallón Caracas,
Hugo Chávez Frías, para ese entonces ayudante del general Arnoldo Rodríguez Ochoa,
en la Secretaría del Consejo de Seguridad y Defensa (SECONASEDE) y Jesús Urdaneta
Hernández de la dirección de inteligencia del ejército. Éste último ofrece extensas
declaraciones al historiador Blanco Muñoz, quien publica éstas en un voluminoso libro
139
en el 2003, donde, por cierto, se evidencian las diferencias doctrinales entre Urdaneta
Hernández y Chávez Frías.
Sobre las vinculaciones de los grupos conspirativos militares con partidos
políticos radicales, como el PRV, Tercer Camino y Causa-R, se tiene abundante
información en la historiografía vernácula. Buenos ejemplos de esta literatura son los
libros de los autores que hemos constantemente referido en este aparte. Se mencionan
en estas fuentes, insistentemente, las relaciones de Izarra y Chávez con estas
organizaciones. También, se repite el nombre del coronel retirado del servicio activo
Hugo Trejo, como participe en reuniones conspirativas.
Un aspecto que no debe descuidarse en el mundillo insurgente de inicios de la
década de 1990, es la vinculación de algunos capitanes como Blanco La Cruz y Antonio
Rojas Suárez con el partido Bandera Roja. Estos capitanes parecen llegar a conformar
un grupo que si bien tiene su matriz inicial en uno de los MBR-200, serán para finales
de 1991, el sector pretendidamente más radical de la izquierda castrense; organizados
como la autoproclamada Fuerza Bolivariana de Salvación Nacional (FBSN).
En la documentación testimonial que hemos logrado analizar hasta ahora, la
evidencia presentada tiende a sugerir que era más un caso de los militares procurando
apoyo civil para su movimiento conspirativo que lo contrario. Existían dos posiciones
doctrinales entre los militares conspiradores, una era de origen netamente castrense; por
ello la bien documentada resistencia de un grupo mayoritario de militares conspiradores,
ante la injerencia de partidos políticos radicales en el movimiento golpista. Otra se
relaciona, por conveniencia o convicción, con los pequeños pero muy activos grupos
radicales de la izquierda marxista venezolana.
A lo antes dicho sobre los grupos conspiradores activos en el ejército, durante la
segunda mitad de la década de 1980 e inicios de la siguiente, se deben agregar algunas
otras informaciones. En la maraña golpista castrense, insistimos: los MBR-200, el civil
y militar, así como el meramente castrense, donde resaltaba la figura de Hugo Chávez o
el que fue liderado por Acosta Carles (MR-200) hasta su muerte en 1989, se agrega
otro, según la misma fuente que informa sobre la existencia de este último (Altuve
140
Febres referido por Garrido). Así, en 1990, otro segmento conspirador es el liderado por
el teniente coronel Arias Cárdenas; una especie de MBR-200 paralelo a los dos
anteriormente mencionados y que estaba constituido exclusivamente por oficiales, sin
conocida injerencia civil.
Cabe preguntarse si esta nueva agrupación insurgente retomaba los miembros
del grupo de Acosta Carles, MR-200. Mientras no surjan nuevas evidencias
testimoniales y/o documentales, esa posibilidad no podrá superar el nivel de mera
hipótesis de trabajo investigativo. Otra alternativa es que fuera una derivación del
MBR-200, pero el de conformación exclusivamente militar y bajo la jefatura de Arias
Cardenas y no de Chávez Frías; esto ya que el primero tenía mayor antigüedad como
oficial activo que el otro. También, no se puede descartar que fusionara ambos, es decir,
los comprometidos con el MR-200 y el MBR-200 castrense, o bien se correspondieran a
los comprometidos en el “Comando Zulia”, bajo la dirección de Arias.
Lo que resulta más allá de cualquier duda razonable, según la evidencia histórica
por ahora conocida, es la existencia de varios grupos conspiradores dentro de la
estructura militar venezolana en la década de 1980 e inicios de la de 1990. Existían los
múltiples MBR-200: los liderados por Chávez, al que se agregarían los cerca de 100
oficiales parciales del MBR-200 que acataban la autoridad de Arias Cárdenas. A éstos
debería sumarse un grupo militar dentro de la burocracia castrense, donde resaltan
conocidos miembros del ejército que se vincularon con ARMA, como los generales
Santelíz Ruíz y Santiago Ramírez; según Altuve Febres y el documento Pensamiento
Militar Venezolano/2005, habría que tener presentes, también, la tendencia subterránea
de oficiales contestatarios que tienen sus orígenes en la muy poco conocida Unión
Nacional Bolivariana (UNB) de finales de la década de 1950 e inicios de la de 1960.
El violento golpe de estado de febrero de 1992, estaba ya, empleando una
expresión coloquial, a la vuelta de la esquina.
Intentando esquematizar:
Ejército de Liberación del Pueblo Venezolano 1977 Comité de Militares
Bolivarianos Patrióticos y Revolucionarios 1980 Ejército Bolivariano
141
Revolucionario (EBR) 1981 1982, Movimiento Bolivariano Revolucionario-200,
(MBR-200) militar-civil, contactos con el PRV primero y luego con Tercer Camino,
Causa R y Bandera Roja 1983, MBR-200, exclusivamente militar, liderado ambos
por Chávez Frías.
¿Movimiento Revolucionario-200 (MR-200) exclusivamente militar, dirigido
por Acosta Carles hasta su muerte durante el Caracazo Grupo militar dirigido por
Arias Cárdenas y vinculado inicialmente al grupo conspirador ARMA ¿MBR-200
exclusivamente militar, dirigido por Arias Cárdenas desde 1990?
Fuerza Bolivariana de Salvación Nacional (FBSN), segmento de oficiales
jóvenes radicales que emerge de uno de los MBR-200, procuran vinculaciones con
Bandera Roja, ¿1991-1992?
Individualidades conspiradoras dentro de la alta oficialidad de las
FF.AA.NN desde las décadas de 1960-1970.
La sumatoria de estos grupos golpe de estado de febrero 1992.
142
LA MARAÑA GOLPISTA EN EL EJÉRCITO 1977-1992
Ejército de Liberación del Pueblo
Venezolano
Ejército Bolivariano Revolucionario
EBR
Comité de Militares Bolivarianos
Patrióticos y Revolucionarios
Liderado por
Chávez
Cívico-
militar
Movimiento Bolivariano
Revolucionario-200
MBR-200
1980
1981
1982
1983
C
o
n
t
a
c
t
o
s
Causa R
Tercer
Camino
PRV
Bandera
Roja
MBR-200
Exclusivamente militar
G
O
L
P
E
D
E
E
S
T
A
D
O
F
E
B
R
E
R
O
1
9
9
2
Liderado
por
Chávez
MR-200? Solo militar Liderado por Felipe Acosta Carles
hasta su muerte en 1989
Liderado por Francisco
Arias Cárdenas desde
1990
Vinculado inicialmente
al grupo conspirador
ARMA
1977
Varios Capitanes,
tenientes y sargentos
del MBR-200
FBSN
1991
Ronald Blanco La Cruz
Antonio Rojas Suarez y otros
+ Contactos con Bandera Roja
(BR).
143
Colcha de retazos, M5J y otros: 1992-1993
El fracaso del golpe de estado intentado por las logias conspiradoras del ejército
en febrero 3 y 4 de 1992, no resultó sorprendente para cualquier observador objetivo e
imparcial. Lo verdaderamente desconcertante fue que se avanzó en una acción militar
destinada a ser derrotada con relativa facilidad. La crónica de esta rebelión militar o
golpe de estado (en este escrito, insistimos, empleamos como sinónimos los términos
antes aludidos, descuidado intencionalmente los aspectos jurídicos del asunto, con la
intención de facilitar la lectura) es abundante en detalles, circunstancias, personajes
involucrados, aspectos polémicos aún no aclarados debidamente y no pretendemos
incursionar en esos temas. Centramos nuestro comentario en el accionar histórico, por
darle un calificativo, de los grupos subversivos castrenses.50
En pocas palabras, el 4 de febrero de 1992 fracasan los militares en derrocar por
la fuerza al gobierno legítimamente electo en transparentes, legales y legítimas
elecciones, ya que representaban la existencia evidente de una especie de Fuerza
Armada paralela, formada mayoritariamente por jóvenes oficiales del ejército, frente al
resto de la institución militar; no solo el alto mando militar sino la mayoría del ejército,
la armada, fuerza aérea y guardia nacional. Los núcleos de oficiales conspiradores fuera
del ejército no coordinaron, por la razones que fueran, de manera efectiva un accionar
conjunto con sus pares de las tropas terrestres. A lo antes dicho es necesario enfatizar
que la situación hemisférica, muy a diferencia de las décadas de 1960-1970, no era
tampoco favorable para este tipo de procederes pretorianos.
Otro aspecto que llama la atención al estudiar el desarrollo de los
acontecimientos de esos dos días de febrero de 1992, es que la acción fue una
exclusivamente militar. Es decir, los apoyos de civiles armados, por limitaciones
50
En este segmento y el siguiente presentamos en papel y tinta nuestra ponencia en las VII Jornadas
Institucionales de Investigación del Instituto Universitario de Tecnología Tomás Lander (IUTTOL),
Ocumare del Tuy, 07 de mayo de 2012. Reproducida en su totalidad en el Cd-Rom del evento en
cuestión, bajo el título de “Colcha de retazos golpistas venezolanos, M5J y otros: 1992-1993”. En ésta
hemos presentado técnicamente las fuentes en que nos hemos apoyado para redactar estas páginas finales
del presente libro, también presenta la versión actual algunas modificaciones menores.
144
intencionales o falta de coordinación, están ausentes; solo unas cuantas individualidades
no un accionar colectivo apoyó el movimiento castrense. Fue un delimitar, ciertamente,
cuál era el ejército efectivo de la república de Venezuela, el de los golpistas o el que
defendía la constitución vigente; aspecto que resolvieron los oficiales activos de aquel
entonces con los resultados conocidos; intereses de índole político partidista han
descuidado esta importante característica de las acciones del 4 de febrero.
Individualidades de los grupos conspirativos de la década de 1960, civiles de
diferentes orientaciones ideológicas, la tendencia subversiva subterránea dentro de la
burocracia militar, retirada y operativa, se activan todos en ese país que acababa de
superar su primer golpe de estado, público y notorio en 30 años. Las tensiones entre los
miembros de la institución armada continúan después de febrero de 1992. La presencia
castrense en el gabinete se amplía, al incluir al general de división del ejército y ex-
ministro de la defensa Fernando Ochoa Antich como nuevo ministro de relaciones
exteriores, siendo nombrado como ministro de la defensa el general de división de la
FAV, Iván Darío Jiménez Sánchez.
El aparente telón de fondo de la insurrección militar era la complicada realidad
fiscal venezolana, una que se venía arrastrando con precios bajos de exportación del
petróleo desde 1982-1983. Como se señaló en páginas precedentes, al agotarse en lo
fundamental el proyecto de modernización propugnado desde la década de 1940, no
había surgido un consenso nacional cierto sobre una nueva fase de un novel programa
básico de desarrollo socio-político; uno que fuera públicamente conocido y aceptado
mayoritariamente por la sociedad criolla. Sin desconocer lo antes dicho, es necesario
insistir en aspectos de exclusiva responsabilidad del sector castrense mismo; para ubicar
el asunto en su verdadero contexto histórico puede ser útil volver sobre el incidente
conocido como La noche de los Tanques de 1988.
En el apéndice del libro de Carlos Capriles Ayala y Rafael Del Naranco, Todos
los Golpes a la Democracia Venezolana (Consorcio de Ediciones Capriles, 1992;
prólogo de Ruth Capriles Méndez), se presentan dos documentos que refieren a la
desconcertante situación recién referida. Uno de ellos lleva por título, precisamente: “La
Noche de los Tanques”. El análisis en cuestión fue efectuado por un grupo de oficiales
145
superiores, que llega a ser calificado como Los Notables. El otro texto, es una respuesta
al escrito de los Notables; responsabilidad de otros oficiales militares de alta
graduación.
Una lectura de estos documentos pudiera llevar a la conclusión de la existencia
de oficiales militares que veían con simpatía el gobierno de AD, mientras los otros se
identificaban con las políticas de COPEI. Consideramos que un análisis cuidadoso de
ambos escritos, teniendo presente la evolución histórica del sector militar, lleva a una
visión más completa y compleja del asunto. No es que se logre dilucidar el confuso
incidente de los blindados Dragón de octubre de 1988, pero sí se ponen en evidencia las
agudas debilidades estructurales de la profesionalidad militar en la realidad venezolana
de finales del siglo XX.
Los Notables eran un grupo de oficiales del ejército graduados de la Escuela
Militar de Venezuela en los inicios de los años sesenta. Fueron un grupo cohesionado
que mantenían una sólida amistad personal y desarrollan una carrera profesional exitosa.
Los oficiales antes aludidos, mencionados en el segundo de los documentos arriba
señalados (“Las intenciones del grupo militar conocido como ‘Los Notables’, para
tomar los altos cargos en las Fuerzas Armadas y perpetuarse en ellos”) son los generales
Carlos Julio Peñaloza Zambrano, Fernando Ochoa Antich y Ramón Santeliz Ruíz,
quienes son responsabilizados de la autoría del primero de los escritos analíticos, ya
referidos varias veces: “La Noche de los Tanques.” A los oficiales arriba mencionados
se pueden agregar los nombres de otros más, como por ejemplo, el general Carlos
Santiago Ramírez.
Los Notables no llegaron a conformar un formal grupo conspirador en el sentido
tradicional “a la venezolana”, hasta donde es posible discernir analizando con sentido
histórico la evidencia públicamente editada hasta ahora; aunque sí, varios de ellos, como
los generales Santeliz Ruíz o Santiago Ramírez se vinculan con ARMA, desde sus días
de tenientes coroneles, aunque permanecen dentro de la burocracia militar superior
hasta el momento de su retiro; no se ha logrado ofrecer evidencia confiable de su
participación activa en los sucesos del 4 de febrero de 1992. Peñaloza Zambrano, fue
comandante general del ejército y Ochoa Antich, ministro de la defensa primero, más
146
luego de relaciones exteriores. En esencia era un grupo de oficiales motivados
políticamente; unos conspiran otros no; los oficiales pretorianos no necesariamente son
siempre activos conspiradores.
Un problema estructural, por darle un nombre, que presentaba el sector militar
venezolano era que la carrera de sus egresados de los institutos educativos castrenses,
desde la década de 1960, se orienta por alcanzar el grado de general o almirante,
pertenecer al alto mando militar y la cúspide de la burocracia castrense, es decir, ser
ministro de la defensa. Para racionalizar la situación recién descrita, se crea un sistema
de evaluaciones sistemáticas que operaba sin mayores interferencias. Esto, hasta el
ascenso al grado de teniente coronel o capitán de fragata; la exigente educación
sistemática, imprescindible de aprobar para ascender de un grado al inmediato superior,
se orientaba en formar al teniente coronel o capitán de fragata para poder dirigir un
batallón o su equivalente en la armada, aviación, guardia nacional y burocracia de nivel
medio.
Para los coroneles y capitanes de navío, era ya necesaria la aprobación del
congreso y la presidencia de la república para los ascensos. La educación militar
procuraba vincular a los oficiales superiores, no solo con los usuales procedimientos de
estado mayor sino ofrecer una visión socio-política del país y éste en el mundo. Los
estudios en el IAEDEN (Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional “Gran
Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre”) o en institutos educativos de reconocido
prestigio en el exterior, se consideraban requisitos importantes para poder avanzar hacia
el generalato y su equivalente en la armada. La competencia entre los oficiales era
constante e intensa para lograr los grados superiores de la estructura militar.
La situación brevemente descrita en los párrafos anteriores, fue acumulando
frustraciones ya que no todos los oficiales de las distintas promociones podían lograr el
tan preciado sol, de generales o almirantes, en sus charreteras. Originaba también, una
pugna intensa entre los miembros de las distintas promociones por lograr los tan
ansiados ascensos. En numerosos casos, la frustración de no lograr el grado militar o
cargo burocrático, llevaba a los afectados a responsabilizar a los políticos de AD o
COPEI de ser los causantes de esa injusticia.
147
En la realidad de los hechos, los asensos a coronel, capitán de navío, generales y
almirantes, era un resultado de pugnas internas castrenses. Los auténticos casos de
ascensos por razones políticas partidistas o de amistad personal fueron los menos no los
más. Casi siempre las autoridades civiles respetaban la lista de ascensos enviada por el
ministerio de la defensa; se producían pocos cambios, pero éstos se destacaban entre los
afectados y sus círculos de familiares y amigos no como lo que fueron, la excepción
sino no como la regla.
Desde la década de 1980, resultaba un lugar común en la literatura periodística,
referir a los supuestos oficiales militares de simpatías adecas o copeyanas. Esto ocurría
pretendidamente en los altos mandos y la oficialidad superior. La verdad parece alejarse
de tan simplista versión. Los esfuerzos personales, familiares o de grupos de amigos,
por ver acceder a los grados de general o almirante a quien ellos conocían, llevaba a los
oficiales y sus parciales de la clase media y alta (en este caso la referencia clasista es
absolutamente imprescindible), a intentar lograr el favor de los políticos en el poder
para lograr tales fines.
En algunos casos, las relaciones personales y familiares jugaban un papel
importante, tanto como la exitosa carrera profesional desarrollada. Pero, insistimos, la
selección la hacían los propios militares, exceptuando claro está al ministro de la
defensa y los comandantes del ejército, armada, FAV y guardia nacional. Los políticos
del congreso o la presidencia, en la inmensa mayoría de los casos, se limitaban a dar el
visto bueno a lo ya decidido por la alta burocracia militar, quien era la que en realidad
proponía los ascensos.
En cambio de los partidos políticos catequizando a la oficialidad militar, la
situación era inversa; los militares procurando convencer a las autoridades políticas de
la conveniencia que significaba para ellos su ascenso. Las agudas tensiones que
originaba este pugilato sobre los ascensos y cargos gerenciales y administrativos dentro
de la institución militar, se agudizaban con los cambios de gobierno en el mundo civil.
Algunos gobiernos democráticos intentaron una solución al problema descrito,
nombrando un nuevo alto mando militar prácticamente en el año final de carrera activa
148
de cada promoción militar. Esto implicó una rotación importante anualmente en la
arquitectura burocrática superior militar.
El grupo militar y civil que se autoproclama Movimiento 5 de Julio (M5J),
presenta una historia bastante distinta a las anteriores logias subversivas que hemos
comentado anteriormente. Afortunadamente el líder nominal del movimiento en
cuestión, por ser el oficial de mayor antigüedad, el contralmirante Hernán Grüber
Odremán, dejó para la historia su versión de los hechos. El libro tiene un título que bien
refleja su contenido y la personalidad de su autor: Antecedentes Históricos de la
Insurrección Militar del 27-N-1992 / Por el Honor de las Armas.51
Quien evidenció ser, en la realidad de los hechos ciertos de las acciones militares
que se desarrollan al iniciarse el golpe de estado, el líder del movimiento insurreccional
de noviembre de 1992, fue el general de brigada de la FAV, Francisco Visconti Osorio.
Éste aceptó ofrecer entrevistas a Ochoa Antich y Alberto Garrido; los cuales, a su vez,
llevan esas informaciones a papel y tinta, en los libros de estos autores que hemos
referido anteriormente. Otra fuente ciertamente interesante para la comprensión de la
participación civil en ese proceder golpista, es el libro del político civil del partido
radical Causa R, el entonces miembro del Congreso, Pablo Medina, también ya
mencionado.
Grüber Odermán era un oficial activo de la infantería de marina y para 1992
estaba encargado de la inteligencia naval. Luego de los sucesos del 4 de febrero, los
cuales según afirma, le tomaron por sorpresa, ordena desde la dirección de inteligencia
de la armada una investigación sobre las causas de esa insurrección militar. El informe
en cuestión tenía la referencia en su encabezado del estado mayor general de la armada
y Grüber lo reproduce parcialmente en su libro. El título del escrito era “Insurrección
Armada Del 04 Feb.92 / Análisis / 16 Feb. 92.”
Llama la atención lo rápido del estudio analítico mencionado en el párrafo
anterior, menos de 12 días después del fallido golpe de estado. En síntesis, se
responsabiliza de éste a la aguda crisis política, social, económica, pretendidamente
51
Caracas, Impresos Micabu, C. A, 1996; se consultó la tercera edición.
149
ética (los casos de corrupción administrativa en el gobierno incluyendo el sector militar)
del país, a un desarrollo deficiente en las negociaciones limítrofes con Colombia, la
ambición política de los insurrectos y el distanciamiento entre la alta oficialidad con los
niveles medios y bajos de profesionales militares de carrera. Había pues, razones de
índole socio-económicas y político-éticas, sin descuidar la de exclusiva condición
castrense.
Refiere Grüber Odremán en su libro a otro documento de interés al cual califica
de “Diagnostico FAN-01-92.” Éste fue un estudio técnico que desarrolla el equipo de la
empresa Proinvesca, bajo la supervisión de otro contralmirante de la infantería de
marina, Luis Cabrera Aguirre. Buscaba el análisis diagnosticar la situación cierta de la
realidad militar venezolana, incluyendo una encuesta efectuada al personal castrense de
las principales guarniciones del país, en mayo de 1992.
La muy necesaria investigación, arriba referida, fue ordenada por instrucciones
del ministro de la defensa Ochoa Antich, vía el jefe de estado mayor conjunto para ese
entonces y luego sustituto de Ochoa en el ministerio de defensa, general (FAV) Iván
Darío Jiménez Sánchez. Participa en el desarrollo de la investigación, en lo que atañe a
la FAV, el general Visconti Osorio. Así, dos comprometidos en el golpe de noviembre
de 1992, tienen acceso directo de primera mano al referido estudio.
Según el análisis de los técnicos de Proinvesca (intencionalmente evitamos
pesquisar quienes eran éstos), eran 5 las causas de tensión entre la oficialidad militar de
ese entonces. Unas las catalogamos nosotros como de carácter “gremial”, es decir,
reflejaban deficiencias en la atención recibida de parte del IPSFA (Instituto de Previsión
Social de las Fuerzas Armadas Nacionales); también, en los servicios médicos
asistenciales. Otra era de naturaleza ética, la percibida como corrupción no castigada o
contenida en los niveles superiores militares y políticos. Las otras dos eran de naturaleza
netamente castrense; la forma en que se implementaban los ascensos (imaginamos que
desde los grados de coronel y capitán de navío) y la muy grave falta de liderazgo. Claro
está, en ninguno de los análisis arriba referidos se menciona la circunstancia cierta de
los grupos conspirativos de militares activos, desde 1972-1973.
150
Para el tiempo en que fue entregado y archivado el Diagnostico FAN-01-92,
julio de 1992, ya avanzaba el segundo golpe de estado de ese año. La logia militar
desactivada desde tiempo atrás, ARMA, se reagrupa en la FAV bajo la jefatura del
general Visconti Osorio, con la decidida cooperación del coronel Luis Reyes Reyes y
otro piloto de combate, el teniente coronel Wilmer Castro Soteldo. La situación de
malestar dentro de la oficialidad subalterna, es hábilmente utilizada por los
conspiradores, especialmente en la FAV.
Los oficiales del MBR-200, prisioneros desde febrero de 1992, participan,
indirectamente, en la organización del nuevo golpe de estado. Nombran como sus
representantes en la organización del nuevo movimiento insurreccional en ciernes, al
coronel retirado desde hace años del servicio activo, pero muy respetado en medios
castrenses, Higinio Castro del ejército y el coronel de la FAV Jorge Wilfredo Garrido
Martínez. La gran ausente, parece ser la oficialidad superior de la guardia nacional. Si
bien el accionar de los aviadores fue intenso y absurdamente destructivo en las acciones
de noviembre, no ocurre lo mismo con el ejército, la armada y la guardia nacional.
El relato de Grüber Odremán sobre su incorporación al insurreccional
movimiento está dentro de los procederes rutinarios en este tipo de eventos. El
contralmirante Cabrera Aguirre lo invita a una reunión donde asisten, Visconti Osorio,
el oficial retirado Higinio Castro y otras tres personas que no identifica con nombre y
apellido; uno de estos anónimos personajes es el anfitrión, posiblemente decimos
nosotros, Vinicio o Parsifal De Sola, un general de división y otro coronel.
Lamentablemente no señala la fecha cierta de este encuentro.
La versión de Visconti Osorio es bastante distinta a la arriba expuesta. Según
declara a Garrido, el contacto es inicialmente entre militares solamente. Visconti y
Cabrera trabajaban en el ministerio de la defensa, donde surgen intercambios de ideas
entre ellos y Cabrera le propone a Visconti avanzar en la dirección de un golpe de
estado. Luego será Cabrera quien le presente Grüber a Visconti y se comprometen los
tres en la conformación de un grupo conspirativo. Después vendrán los contactos con
los civiles golpistas.
151
Otras reuniones subversivas, según el testimonio de Grüber, se desarrollan para
organizar el movimiento insurreccional, donde se incorporan personas que no identifica
con nombres y apellidos. Señala sí, que eran reconocidos intelectuales, especulamos que
eran miembros de las academias nacionales de la lengua y la historia; propietarios con
bienes de fortuna (posiblemente el Dr. Manuel Quijada, entre otros) y un miembro del
congreso nacional de ese entonces, quizás podría ser Pablo Medina; éste en su libro
parcialmente autobiográfico, referido en páginas anteriores, señala haberse reunido con
fines conspirativos con Grüber y Vincio D´ Sola.
Varios aspectos hacen evidentemente diferente al M5J de los otros grupos
conspiradores militares importantes de inicios de la década de 1990. El primero, es que
el Movimiento 5 de Julio, nombre elegido por Grüber, era algo así como una “colcha de
retazos” golpistas. Lo conformaron antiguos y nuevos comprometidos de la extinta
ARMA, oficiales retirados, algunos vinculados con anteriormente fracasadas
actividades golpistas y civiles de diversas orientaciones. Todos estos, agrupados en el
esfuerzo común de salir del gobierno mediante una acción de fuerza.
Otra diferencia entre las logias antes referidas y el movimiento que fracasa en
noviembre de 1992 es la de un oficial de alta graduación, con publicitado prestigio
castrense, como la cabeza visible del proceso insurreccional. A lo que habría que
agregar, la participación preponderantemente de la FAV entre los golpistas. Un
contraste fundamental era el carácter improvisado de la insurrección en cuestión, es
decir, la muy corta duración para la implementación del golpe de estado, solo meses no
años como los anteriores de ARMA o los MBR-200.
Otro aspecto contrastante de interés, según declara Visconti a Garrido, es como
en el ejército las fracturas internas llevaron a que de las tres o cuatro tendencias
subversivas comprometidas inicialmente (de las cuales no da mayores detalles), no se
activa ninguna el 27 de noviembre de 1992. Muy venezolanamente, agregamos
nosotros, se impuso el personalismo entre los líderes conspiradores de las tropas
terrestres. El resultado evidente fue la falta de coordinación entre los comprometidos
para un accionar conjunto y bien coordinado.
152
El liderazgo del infante de marina y contralmirante sobre el movimiento golpista
de noviembre de 1992, se aprecia para un observador imparcial y que procure ser
objetivo, como más formal que efectivo. Un oficial militar de alta graduación, necesario
para publicitar el movimiento respetando el principio de antigüedad, tan acatado en la
institución castrense; uno que parece fue, aparentemente e intencionalmente olvidado
por los fracasados golpistas militares de febrero de ese año. Las usuales delaciones,
particularmente en la mismísima infantería de marina, llevan al colapso del M5J en su
proceder subversivo del 27 de noviembre de 1992.
Como en los anteriores golpes de estado, no presentaremos información sobre
los sucesos que bien pueden obtenerse en la bibliografía general que generó el hecho.
Insistimos que las versiones contrastantes se pueden obtener en los libros de Grüber
Odremán ya referido, y de quien en ese entonces era el ministro de la defensa,
divisionario (expresión coloquial militar vernácula para referir a un general de división)
Jiménez Sánchez. Aclarando que los datos del segundo se evidencian muy superiores en
información y documentos con relación al primero. Lo sorprendente del accionar de los
golpistas, es que insisten en avanzar con un proyecto que a todas luces estaba destinado
al fracaso desde que fue develado con días de anticipación.
Las unidades que se insurreccionan contra el gobierno, en noviembre de 1992,
son fundamentalmente de la FAV; aunque el sector elite de ésta, responsable de pilotear
en ese entonces los supersónicos tactical fighters F-16, o los Mirage y los CF-5, se
mantiene neutral o fiel al gobierno. En la armada, el respaldo al movimiento es cercano
a nulo, individualidades que fueron fácilmente neutralizadas por quienes se decían los
defensores de la constitución de 1961. El fracasado golpe de estado fue dominado en
solo horas. Lo que sí logró la acción insurgente militar, ya que al igual que en febrero de
ese año, civiles armados tienen una muy modesta participación en las acciones
violentas, fue demostrar a toda la población caraqueña la inconformidad decidida con el
gobierno de los aviadores que surcaron los cielos con sus unidades de combate.
Otro aspecto que llama la atención al comparar febrero y noviembre de 1992, es
quien es presentado públicamente como líder militar de noviembre, el contralmirante
Grüber, no señala ni deja entrever en su autobiografía ser un oficial políticamente
153
motivado. Muy a diferencia de Izarra o Chávez, el antes aludido marino, procura
presentarse ante el lector como un militar-militar; sutilmente sugiere que fueron las
condiciones ciertas de los desafueros de los gobernantes civiles de ese entonces los que
lo catapultaron a procurar un cambio de gobierno; claro está, se cuida de señalar que ese
proceder estaba definitiva y decididamente reñido con la constitución y las leyes de la
república.
Un caso interesante es el video grabado para ser presentado al pueblo
venezolano anunciando el inicio de la sublevación. J. R. Osío Reyna (oficial de la
armada retirado del servicio activo con el grado de capitán de corbeta y amigo personal
de Grüber) edita y publica en Caracas, en el año 2000, su versión del fracasado golpe de
estado de noviembre de 1992: Ejército de Fantasmas. El autor de esta obra es el
referido en el texto de Grüber con el seudónimo de Dr. Ovidio García. El video
efectivamente se entregó a tiempo en el Canal 8 de televisión, lo hace el propio Osío
Reyna o Dr. García.
Los encargados de transmitir el video insurreccional consideraron más
impactante, o con mayor capacidad de convocatoria popular civil y militar, un video de
Chávez Frías, desde la cárcel de Yare. El video grabado en las oficinas de la empresa
Cedazos, en el Centro Ciudad Comercial Tamanaco, quedó para ser visto por la historia.
Especular que hubiera pasado si se presenta el video de marras, es sencillamente ocioso
y absurdo.
En términos históricos no hay forma de saber que ciertamente hubiera ocurrido,
con la transmisión del video del M5J, ya que obviamente no se dio esa condición.
Responsabilizar al sector chavista, atendiendo situaciones vinculadas con el liderazgo
de la tendencia contestataria dentro del sector militar, es una explicación, pero nunca la
única y necesariamente la veraz; el analista Alberto Garrido parece inclinarse por esta
posición. Lo que sí surge como definitivo, en todo este asunto del celebérrimo video, es
el carácter particularmente heterogéneo y en cierta medida improvisado del M5J.
Otro aporte efectivamente histórico del libro de Osío Reyna, es que presenta
datos de interés sobre civiles vinculados o que asistieron a las reuniones con intenciones
154
organizativas del M5J. La premura en organizar el movimiento subversivo; su liderazgo
militar más nominal que efectivo, fuera de la FAV; el número destacado de
comprometidos civiles, eran todas variables que atentaban contra el éxito del golpe de
estado.
Ejemplos de los civiles que tenían algún conocimiento por asistir a reuniones
con los militares golpistas o entrevistarse con sus emisarios o recibir de éstos algunos
escritos subversivos, mencionados por Osío Reyna son: Iván Darío Maldonado; los
académicos de la historia y la lengua, Tomás Enrique Carrillo Batalla y Mario Torrealba
Lossi; Armando Alarcón, Domingo Francisco Maza Zavala, Héctor Malave Mata,
Enrique Alvarado Silva, Luis Alberto y Manuel Antonio De la Cruz, Carlos Savelli
Maldonado, Ángel Lobo y el líder estudiantil Luis Figueroa.
Si bien los golpes de 1992 fracasan, las intensas presiones políticas continúan
durante los años siguientes. El presidente constitucional Carlos Andrés Pérez es
obligado a renunciar en mayo de 1993 y llevado a juicio; luego de condenado abandona
el país clandestinamente. Por una semana asume la primera magistratura ejecutiva de la
república quien preside el congreso, senador Octavio Lepage. Un acuerdo político
nacional designa, al también senador, Ramón J. Velásquez como la persona que
culminará el período que originalmente le correspondía a Pérez. Las elecciones
presidenciales están pautadas constitucionalmente para diciembre de 1993.
La intranquilidad militar se prolonga más allá del fracasado golpe de estado de
noviembre de 1992. Es nombrado, durante la presidencia de Velásquez, un nuevo
ministro de la defensa, precisamente de la armada, el vicealmirante Radamés Muñoz
León. En una larga cita textual del general de la guardia nacional Pedro Romero Farías,
fruto de una entrevista que le concede al divisionario Jiménez Sánchez, que éste
reproduce en su muy valioso libro sobre parte de la historia militar venezolana y que
hemos referido varias veces, informa el general de la guardia nacional sobre un caso
típico de intento de captación golpista.
Procurando ser breves, un amigo de Romero Farías, el general del ejército
Carlos Santiago Ramírez (uno de los llamados Notables, mencionados en páginas
155
anteriores), acompañado de los empresarios civiles Parsifal De Sola y José Rafael
Revenga, tienen una conversación con él, en un acto protocolar y social de la guardia
nacional. El lugar, el comando de apoyo aéreo de la guardia nacional en el aeropuerto
caraqueño de La Carlota. El día, viernes 26 de noviembre de 1993. El tema, procurar el
apoyo de la guardia nacional para un golpe de estado donde supuestamente estaban
comprometidos el ministro de la defensa y los comandantes de las otras fuerzas;
entiéndase ejército, armada y FAV.
La novedad la transmite el general de la guardia nacional al ministro de la
defensa. Éste, a su vez, es contactado, no por Santiago Ramírez, sino por los civiles
Ignacio Quintana, Revenga y De Sola. Como consecuencia de lo anterior es detenido el
general Santiago Ramírez. Grabaciones efectuadas al teléfono celular del teniente
coronel Chávez Frías detenido en la cárcel de Yare, según refiere Muñoz León en una
entrevista con Jiménez Sánchez, vinculan al intento pretendidamente desestabilizador,
entre otros, a los políticos civiles Luis Miquelena, el profesor universitario Pedro Duno,
el abogado José Antonio Cova y dan a entender que el futuro ganador de las elecciones
de ese año, Rafael Caldera, se había comprometido a liberar los detenidos militares de
los golpes de 1992 de ser electo presidente.
El ministro de la defensa propone al presidente encargado Velásquez, que se
lleven a prisión los civiles que han sido detectados como propiciadores de una situación
desestabilizadora. Al negarse el presidente a dar esa orden, Muñoz León toma la
decisión de liberar al general Santiago Ramírez. Interesante resulta apreciar como la
esfera militar actúa con una muy importante independencia burocrática, esto en asuntos
no exclusivamente castrenses; también, como prevalece el control civil en este caso
especifico, aunque matizado por la recién referida elasticidad administrativa militar.
En el libro de otro ex-ministro de la defensa, Fernando Ochoa Antich, se tiene
una información que en cierta forma complementa la versión de los hechos referidas en
el párrafo anterior. Esta vez la fuente es una entrevista con el ex-presidente Velásquez,
en junio de 2006. Según esta evidencia testimonial, Muñoz León en una visita oficial a
Washington, junto con algunos asesores civiles y militares, efectúan en el hotel donde
se alojaban una serie de comentarios críticos al sistema político venezolano, siendo
156
particularmente coloquiales y disparatadamente agresivos al referirse a varios de los
líderes más destacados, incluyendo el presidente Velásquez y Rafael Caldera. Esas muy
imprudentes palabras, son grabadas en su totalidad por los servicios de inteligencia
estadounidenses, en septiembre de 1993.
Las grabaciones en cuestión son entregadas al presidente Velásquez, por el
entonces coronel Raúl Salazar Rodríguez (futuro general de división del ejército y
ministro de la defensa nombrado por Chávez Frías al iniciar su primer mandato
presidencial constitucional). Luego del triunfo electoral de Rafael Caldera, éste le
solicita a Velásquez la remoción de todo el alto mando militar, nombrando como nuevo
ministro de la defensa al general de división del ejército Rafael Montero Revette.
Vuelve, pues, el ministerio de la defensa a estar en manos de un oficial del ejército.
Para políticos como Pablo Medina, en su texto parcialmente autobiográfico,
Muñoz León era la cabeza de un pretendido golpe de estado que se vendría
supuestamente fraguando desde agosto de 1993. Le da el calificativo de la operación
“Lobo Gris”. Dice tener confirmación de ésta, por oficiales vinculados a los golpes
fracasados de noviembre de 1992, concretamente señala a Visconti Osorio.
Medina refiere a varios intentos concretos de supuestos golpes de estado, como
el 30 de agosto y 03 de diciembre de 1993. Este último, durante el desarrollo de las
elecciones presidenciales, con la intención de arrebatarle el triunfo al candidato de
Causa R y gobernador del estado Bolívar: Andrés Velásquez. Las agudas diferencias
personales y políticas entre Medina y el vicealmirante en cuestión, aunado a la falta de
pruebas más allá de su buena palabra, se prestan para las más variadas especulaciones.
Los referidos como potenciales golpes de estado, bien han podido ser ejercicios
castrenses para enfrentar nuevas potenciales insurgencias militares o “cívico-militares”;
tendría, así, una explicación racional el caso de oficiales custodiando las entradas de
Fuerte Tiuna y otras instalaciones estratégicas, finalizando agosto. Sobre la situación de
diciembre de 1993, se podría argumentar de igual manera. Sobre la supuesta burla
electoral que lleva a la presidencia a Caldera, con apoyo del Plan República, un
157
resultado que en realidad era favorable al candidato de Causa R, no presenta Medina
evidencia histórica confiable y contundente que respalde su planteamiento.
La idea de un potencial golpe de estado que estaba siendo fraguado por el
vicealmirante Muñoz León, tiene otro proponente: el teniente coronel, ya retirado del
servicio militar activo, Hugo Rafael Chávez Frías, en unas declaraciones al periodista
Carlos Croes (El Universal, N° 30.608, domingo 25 de septiembre de 1994, p. 1-16).
Según Chávez, fueron 5 los intentos de golpe de estado que se frustraron estado él y sus
compañeros de aventura en la cárcel, pero no da información sino sobre supuestamente
el último; uno donde estaba comprometido el ya aludido ministro de la defensa y el
general del ejército Montero Revette. Hasta que no surjan nuevas evidencias
testimoniales, es muy poco lo que se puede avanzar para esclarecer este tema de los
potenciales golpes de estado de 1993.
Lo que hasta ahora se ofrece como concluyente ante cualquier estudioso que
procure sinceramente la objetividad, sobre este año 1993 y las conspiraciones, son tres
cosas. Primero, se avanza en un tiempo de reacomodo dentro de la realidad militar
venezolana, iniciado en 1992-2002, que aún no se aprecia como consolidadamente
concluido para mediados del 2012. Segundo, si antes las iniciativas importantes para los
golpes de estado provenían inicialmente del sector castrense, en 1993 serán
individualidades civiles las que insistan en propugnar acciones de este tipo dentro de la
realidad militar. Tercero, fue un año particularmente tenso en lo que a relaciones civiles
y militares atañe.
Un esfuerzo de síntesis:
Comprometidos con ARMA y nuevos adeptos en la FAV para 1992 Análisis
en el sector militar procurando diagnosticar la coyuntura cierta de las fuerzas armadas
nacionales y el país + activación del muy reducido grupo conspirador en la armada +
militares retirados con antecedentes golpistas + civiles radicales, de izquierda y derecha,
que favorecen un golpe de estado Movimiento 5 de Julio (M5J) liderado
nominalmente por un oficial almirante y con acción decidida de un general de la FAV
Fracasa la, cruenta y costosa en equipos, insurrección de 27 de noviembre de 1992
por delaciones en la armada y carecer de apoyo en el ejército y la guardia nacional
158
1993 ¿Continúan individualidades militares de alto rango e importantes propietarios
civiles favoreciendo y hasta contribuyendo con un potencial golpe de estado en
Venezuela?
N° 13- COLCHA DE RETAZOS, M5J Y OTROS 1992-1993
+ +
Activación del pequeño
grupo conspirador de la
Armada
Militares retirados
con antecedentes
golpistas
Civiles radicales
de izquierda y
de derecha
Liderado nominalmente por un oficial almirante
M5J y con acción decidida de
un general de la FAV
Insurrección militar del 27/11/1992
¿Almirantes y Generales + empresarios
1993 civiles favoreciendo y promoviendo
un golpe de estado en Venezuela?
FRACASA Carece de apoyo
importante en el
ejército y la
guardia nacional
Delaciones
en la armada
golpistas
ARMA + Nuevos adeptos en la FAV Para 1992
159
III
PROCURANDO ENTENDER
En los análisis sobre el desarrollo y las consecuencias de la existencia de los
grupos militares conspiradores desde las décadas finales del siglo pasado, destacan los
publicados por el consagrado historiador Agustín Blanco Muñoz y los del analista,
tempranamente fallecido, Alberto Garrido. Sus compilaciones testimoniales impresas
son lectura obligada para quienes se interesen por el tema militar contemporáneo
venezolano. Consideramos imprescindible contrastar, tan brevemente como nos sea
posible, los dos análisis que estos especialistas presentan.
En un extenso texto, en el diario caraqueño El Nacional (domingo, enero 28 de
2007, p. A-2), bajo el título “Las caras del proyecto de Hugo Chávez”, se presenta un
resumen comparativo de las posiciones arriba señaladas. Se ofrecen como subtítulos
comparativos, “Garrido: Un proceso de medio siglo” y “Blanco Muñoz: Continuación
de lo mismo”. Bien reflejan estas frases la almendra de los análisis propuestos por estos
dos destacados estudiosos.
Según el escrito periodístico arriba mencionado, para Garrido, los grupos
conspiradores militares estarían relacionados con un proceso de la izquierda radical
venezolana, bajo la inspiración de Douglas Bravo, que procura ganarse el apoyo de
oficiales activos en las FF.AA.NN., para avanzar en su proyecto de lograr el poder
político nacional. Blanco Muñoz, insiste en destacar la ausencia de una sólida formación
marxista o de teoría política, detectada en sus entrevistas de 1995 a 1998 con Chávez; sí
presentaba éste un reiterativo discurso crítico sobre la socialdemocracia y la democracia
liberal, gustando en definirse como revolucionario y bolivariano.
La evidencia histórica bien destaca que el llamando Frente Militar de Carrera del
PRV (FMC-PRV), como señalamos en páginas anteriores, era una segunda edición del
creado en 1957 por el PCV en su accionar contra la dictadura del general Pérez Jiménez.
Efectúa el FMC-PRV un muy serio esfuerzo de infiltración en el sector de jóvenes
160
militares venezolanos. Tanto Izarra con los grupos conspiradores castrenses R-83 y
ARMA, como Chávez con uno de los MBR-200 bajo su liderazgo, tienen apoyo
logístico de movimientos políticos radicales de la izquierda criolla como por ejemplo el
PRV, Ruptura, Tercer Camino, Causa R. También, se establecen por parte de algunos
de los capitanes golpistas de 1992, contactos con Bandera Roja. Pero igualmente se
tiene irrefutable evidencia de inconformidad, desagrado y resistencia entre los
integrantes de los grupos conspirativos militares ante esta situación; esto es tan cierto,
que lleva a debilitar y fraccionar a esos grupos, retardando su potencial accionar.
También, se deben tener presente los contactos de civiles de la derecha radical
con sectores militares golpistas. Estos están reportados como acaecidos en la década de
1980-1890, hasta donde se sabe hoy día, ciertamente posteriores a las acciones del
Frente Militar de Carrera del PRV. Miembros del llamado Frente Patriótico, de 1989-
1992, o varios civiles del M5J, son de esta condición derechista. Otro tanto se podría
señalar de los civiles que se aproximan, supuestamente, a las autoridades militares en
1993 con proposiciones golpistas.
El argumento de las debilidades doctrinales en Hugo Chávez, bien se evidencian
en las entrevistas que sostiene con Blanco Muñoz; el apoyo de sectores de la izquierda
radical a los movimientos conspirativos castrenses deben ser entendidos en sus logros
ciertos como lo que efectivamente fueron, un recurso empleado por los militares para
ganar apoyo entre grupos civiles opositores de los gobiernos que pretendían derrocar.
Era pues, algo así como un matrimonio de conveniencia, donde los civiles radicales
izquierdistas o derechistas procuraban lograr, al igual que los militares, lo que no podían
obtener mediante los votos en los procesos electorales.
Garrido insiste en que gracias a las relaciones con la izquierda radical, muy
particularmente los seguidores de Douglas Bravo, obtiene el movimiento golpista
militar las referencias teóricas sobre la pretendida doctrina revolucionaria bolivariana,
apoyada también, supuestamente, en los planteamientos de Simón Rodríguez y de
Ezequiel Zamora; esto con el fin de crear una nueva realidad política y obtener una
alianza civil-militar. La primera observación crítica que efectuamos ante este
planteamiento es que tal situación afecta a solo un segmento del grupo golpista militar y
161
no el más importante o significativo. La segunda, que se procuraba no una alianza
cívico-militar sino militar-civil, en ese orden. Una cosa era lo que pretendían los civiles
izquierdistas o derechistas y otra la de los militares golpistas que procuran utilizarlos, en
mayor o menor medida.
La interpretación analítica del historiador Blanco Muñoz parece aproximarse
más a la verdad verdadera que las de Garrido. La evidencia tiende a confirmar la idea de
que los grupos conspiradores militares en el ejército, 1982-1992, fueron tolerados, por
las razones que fueran, por parte de segmentos interesados de la alta oficialidad y otros
factores de poder, incluyendo individualidades de la dirigencia de partidos políticos que
son informados del desarrollo de procederes golpistas entre los militares. Coincide con
estos planteamientos, la información testimonial suministrada por el general de brigada
del ejército Herminio Fuenmayor, en su libro Crónicas y Epístolas de la Cárcel a la
Dignidad.52
Este fue el jefe de la DIM (insistimos, la división de inteligencia militar)
durante los primeros años del segundo gobierno constitucional presidido por Carlos
Andrés Pérez.
Nos permitimos destacar como luego de varias delaciones, la llamada noche de
los tanques y el golpe frustrado de los mayores, que hemos referido en páginas
anteriores, no se toman las medidas obvias para desactivar el movimiento conspirativo.
Evidentemente, existía protección interna dentro de los militares y externa en algunos
sectores civiles para con los miembros de los grupos conspiradores. Esta propuesta
encuentra aval en el documento Pensamiento Militar Venezolano/2005, que hemos
citado en páginas anteriores. Las decisiones de los presientes Lusinchi y Pérez, en los
casos de las noches de los tanques y de los mayores, se deben entender como resultado
de asesorías recibidas por oficiales de su más íntima confianza.
Para el analista Garrido, el proyecto del movimiento golpista pasa de la
coordinación superior de Douglas Bravo a la de los tenientes coroneles Chávez y Arias.
El primero de los militares nombrados desarrolla un plan de acción a veinte años, desde
1992; es decir uno que se materializaría para 2012. Blanco Muñoz argumenta que la
52
Caracas, autor-Miguel Angel García e Hijo, s.r.l, 2008. Véase, también del mismo autor, otras obras,
como por ejemplo: Habla el general Herminio Fuenmayor ¿Comunismo o Democracia? Caracas,
autor-s/d, 2006.
162
evidencia testimonial es concluyente sobre la manifestada, recurrentemente, ambición
de poder político por parte de Chávez, desde sus tiempos de oficial subalterno. Ambos
expertos se complementan en sus comentarios sobre este aspecto en particular.
Las ideas arriba referidas confirman la condición pretoriana de los tenientes
coroneles Chávez y también Arias. Como buena parte de los oficiales golpistas eran
individualidades políticamente motivadas, quienes en su conjunto expresaban el
recurrente fenómeno del pretorianismo venezolano del siglo pasado. Evidencian el
predominio de la orientación y dirigencia castrense golpista, sobreponiéndose a la de los
civiles de los partidos políticos radicales de izquierda y las individualidades de la
derecha. Aspecto que por cierto, en cierta medida, contradice la importancia dada por
Garrido a la influencia de los partidos radicales de izquierda en la conformación de las
logias militares conspiradoras.
Según Garrido, el sociólogo argentino Ceresole influyó sustancialmente en
Chávez, con la fórmula caudillo-pueblo-ejército, sus ideas sobre un mundo multipolar
donde Sur América (no se puede dejar de lado la interrogante sí toda la América
Meridional o Brasil como vocera internacional de ésta; vacio argumentativo quizás
intencional) tendría una voz destacada, por ello la necesidad de la revolución
bolivariana chavista de proyectarse internacionalmente. Tesis solo parcialmente
coincidente con la idea de la propuesta chavista de un socialismo a la venezolana,
entendida influencia de Fidel Castro. Para Blanco Muñoz, las propuestas chavistas son
un disfraz que procuran esconder el desarrollo de una política de carácter populista y
manifiestamente autoritaria, las cuales terminarían en el último análisis, favoreciendo al
interés estadounidense en los hidrocarburos venezolanos.
Consideramos que la influencia “ceresoliana” ha sido exagerada, aunque la
pirotecnia verbal multipolar, los acuerdos del gobierno venezolano con Cuba, Irán y los
apoyos crematísticos desmedidos a gobiernos como los de Argentina, Bolivia, Ecuador
y Nicaragua, parecen como hechos ciertos e irrefutables. No es tanto la idea ceresoliana
del pretendido caudillo que en realidad no es tal, sino líder carismático que empleando
los medios de comunicación de masas y un discurso populachero de pretendida
redención social, procura cubrirse de un manto difusamente socialista, para perpetuarse
163
en el poder. Hay más de Fidel Castro y de lo que fue el gobierno militar de Velasco
Alvarado en Perú o del general Torrijos en Panamá que del sociólogo anti-semita
argentino, en el desarrollo de los procederes de los gobiernos venezolanos de 1998 en
adelante.
La influencia de Cuba sobre Venezuela y sus autoridades gubernativas; la
relación de beneficio económico más que evidente para la isla caribeña, como bien se
puede constatar en los acuerdos establecidos entre ambas naciones, constituye no solo
un sin sentido dentro de las teorías marxistas-leninistas del imperialismo, sino que
manifiesta la injerencia cubana en los asuntos públicos venezolanos, con la
complacencia de un segmento de los oficiales ex-golpistas de finales del siglo pasado;
esos que se entendían y entienden como proponentes de una tecnocracia castrense
venezolana.
La figura carismática de Chávez, extensamente publicitada en los medios de
comunicación, tanto del gobierno como miopemente en lo político por aquellos que
pretender ser sus opositores, le brinda al sector militar lo que habían siempre carecido,
desde la conformación de un efectivo ejército nacional en los inicios del siglo XX:
apoyo y simpatías populares masivas y electoralmente mayoritarias. Este es el beneficio
que ofrece el liderazgo personalista chavista a la pretendida tecnocracia militar.
Inicialmente logró captar el descontento popular ante la prolongada recesión económica
y el desgaste popular de los partidos políticos tradicionales. Éstos no supieron enfrentar
la nueva situación electoral de 1993 y 1998 exitosamente. Ese grave error de coyuntura
es el aspecto inicial para entender el triunfo político electoral de los fracasados
golpistas.
El choque entre las dos tendencias conspirativas de la década de 1980-1990 se
produce en abril de 2002, cuando oficiales militares izquierdistas socialistas y
derechistas de orientación capitalista y desarrollista, dirimen sus diferencias en los
sucesos que unos califican de golpe de estado y otros de “vacío de poder.” Dejando de
lado las apreciaciones jurídicas y limitándonos a los hechos públicamente conocidos,
nos parece innegable el desarrollo de varios golpes de estado en el último año arriba
mencionado, también, de acuerdos entre la alta oficialidad que participó en los referidos
164
acontecimientos. El análisis detallado de estos hechos y los inmediatamente posteriores
hasta inicios del 2003, escapan a los límites que nos hemos propuesto en este libro. Ante
la sumamente abundante, dispersa y parcializada evidencia que existe sobre la dinámica
militar de inicios del siglo XXI venezolano, la prudencia académica sugiere un estudio
por separado, al desarrollado en este texto. Para los fines de nuestro presente escrito,
baste con señalar, a manera de hipótesis lo enunciado recién.
Procurando abordar el contexto histórico referente al tema de los grupos
conspirativos venezolanos hasta 1993, debemos resaltar que es absurdo remontarnos a
nuestro pasado remoto como pueblo para entender la conformación de éstos. Los
caudillos decimonónicos nada tienen en común con los militares golpistas del siglo XX,
fuera de los nombres de algunas instalaciones y batallones. Son entes diferentes y
responden a circunstancias históricas muy distintas. El común denominador es, por
sorprendente que parezca, los recurrentes errores del sector propietario civil dirigente
ante coyunturas políticas bien definidas; las equivocaciones en política nacional tienen
consecuencias que, en algunos lamentables casos, proyectan sus efectos por varios
lustros.
Sintetizando lo argumentado desde las páginas iniciales de nuestro discurso
escrito, pecando en cierta medida de repetitivos: para que Venezuela existiera como tal,
era necesario que los habitantes originarios de estas tierras se adecuaran a la impronta
europea, durante los siglos XVI-XVIII. La bravía de la resistencia indígena ante la
agresión foránea de hace 300 años, queda para los discursos interesados, con pretensión
académica o no y los estudios analíticos serios de guerra irregular primitiva.
Los caudillos del siglo XIX venezolano son en origen propietarios civiles
armados, personalistas, que con su violento y recurrente proceder retardan la
consolidación de un efectivo ejército nacional en la segunda mitad de esa centuria. Su
figuración dominante en la sociedad venezolana va de la mano de las disputas entre la
elite dirigente civil por el ejercicio del poder político, concomitante con el fracasado
intento de establecer una república liberal de propietarios en 1830-1846, luego del
proceso independentista y el ensayo colombiano de Simón Bolívar Palacios.
165
El origen de los militares con ambiciones políticas, hunde sus auténticas raíces,
como una expresión deformante, del esfuerzo independentista venezolano; situación que
fue dominada eficazmente en 1810, 1816, 1819; respectivamente, por la emergente
legalidad republicana civil y civilista, el desarrollo mismo de las acciones bélicas y el
prestigio personal de El Libertador-Presidente. Al fracasar el general en jefe Santiago
Mariño y sus parciales en La Revolución de Las Reformas, 1835-1836, los oficiales
pretorianos no lograran el poder en el siglo XIX. Los civiles no civilistas, guerreros y
personalistas, dominaran la escena política criolla ante la incapacidad manifiesta de
construir un efectivo andamiaje republicano liberal.
El efectivo ejército nacional, ese que tarda cerca de dos décadas en consolidarse
operativamente como tal; es, desde sus orígenes inmediatos y ciertos en el siglo pasado,
una realidad corporativa débil, suerte de guardia pretoriana sometida a los designios
personalistas de su comandante en jefe, el dictador en el ejercicio cierto del poder
político nacional; primero, el general Cipriano Castro y luego el general Juan Vicente
Gómez. Expresaban sí, a pesar de sus limitaciones institucionales corporativas una
influencia política abusiva por parte de un grupo militar para con el resto de la sociedad;
manifestación evidente del pretorianismo moderno en Venezuela.
Las reacciones de los oficiales de escuela contra la dictadura del general Gómez
en 1919,1922 y 1928, fortalece la estructura corporativa militar pero no debilita a la
tiranía pretoriana; ésta tenía más de personalista que de corporativa. La vocación de
poder político corporativo del sector castrense se manifiesta es al morir el tirano
pretoriano, llevando a la presidencia al último ministro de guerra y marina del dictador,
el general Eleazar López Contreras. El acuerdo nacional entre el sector propietario
criollo y la institución armada, continua con el sucesor de López, el también ex-ministro
de guerra y marina, general Isaías Medina Angarita. Para la oficialidad, era por cerca de
medio siglo evidente el que la carrera de las armas constituía la ruta expedita hacia la
presidencia de la república.
Para la sociedad venezolana en general, por más de un siglo, la constante había
sido, con brevísimas soluciones de continuidad (casos de José María Vargas en 1835-
1836, Manuel Felipe de Tovar y Pedro Gual en 1859-1861, Juan Pablo Rojas Paúl y
166
Andueza Palacio en 1888-1892) el gobierno de caudillos que adquieren prestigio
guerrero en las contiendas civiles, de la independencia primero, luego de la Guerra
Larga y finalmente de la Revolución Liberal Restauradora. Con Medina está en la
presidencia constitucional de la república el primer oficial de carrera con estudios
sistemáticos militares, en Venezuela como el exterior y con una institución corporativa
militar tan bien estructurada como nunca antes en nuestro país.
Cuando Medina Angarita intenta avanzar democráticamente favoreciendo una
candidatura civil a la presidencia, surgen las primeras logias militares conspiradoras
modernas en la armada y el ejército. Éstas procuraban mantener abierta la ruta al poder
político nacional desde los cuarteles; eso no responde a pretendidas herencias de los
caciques precolombinos o los propietarios armados personalistas del siglo XIX; es una
situación que evidencia el papel deformante del ejército en la conformación del estado
moderno venezolano en el siglo pasado.
Por primera vez en el siglo XX, en octubre de 1945, se desarrolla un sangriento
golpe de estado donde se enfrentan facciones rivales del ejército nacional. Tres años
después, en un golpe de estado incruento se inicia la llamada década militar, 1948 hasta
1958. El problema cierto, lo entendieran conscientemente los oficiales de ese entonces o
no, era como articular la organización militar venezolana con el fenómeno naciente en
el siglo XX venezolano: los partidos políticos modernos.
El reacomodo institucional desarrollado durante 1919 a 1945, marca un período
de incremento gradual del sentido corporativo castrense dentro del ejército. La armada o
marina de guerra como se le llamaba en ese entonces, la aviación militar y la novel
guardia nacional creada por López Contreras durante su presidencia, poco significaban
ante el número y poder de fuego del ejército. En éste, la oficialidad pretoriana y el
sentimiento corporativo van de la mano hasta 1945. Como consecuencia de lo anterior,
el golpe de estado de octubre del año arriba mencionado, marca el inicio de un
prolongado proceso de reestructuración que se extenderá, en sus visiblemente públicas
manifestaciones, hasta 1962.
167
Una oficialidad de recién ascendidos mayores comparte el poder político con el
joven partido político AD. Los años del llamado Trienio, marcan un proceso de
selección natural entre distintos segmentos de una oficialidad pretoriana que en
frustrados golpes de estado van decantando sus ambiciones grupales y personales de
poder. Son unos 6 intentos de acabar con el gobierno de la Junta Cívico Militar de
Gobierno o el del muy civil y civilista don Rómulo Gallegos.
Una constante en estas logias, o grupos conspirativos de militares activos
venezolanos en sus versiones contemporáneas, es que una vez logrado el objetivo de
alcanzar el poder político nacional, surgen agudas divisiones entre sus miembros. Se
produce una especie de fraccionamiento grupal interno entre los oficiales golpistas,
donde el aspecto que destaca es algo así como una confrontación personalista de
liderazgo. Esta situación se manifiesta con las logias castrenses UPM, OMA, con los
miembros del Frente Militar de Carrera de 1957-1958 y los oficiales que participan en el
derrocamiento de la dictadura militar del general Pérez Jiménez; concuerdan con lo
recién dicho el grupo de oficiales que seguían al teniente coronel Hugo Trejo, o el
liderado por el general Jesús María Castro León.
Insistimos en una idea que consideramos fundamental. Los grupos conspiradores
militares de 1943 a 1962 reflejaban una situación de tensión, puertas adentro, de la
institución militar pretoriana frente al fenómeno sociopolítico novedoso del siglo XX
venezolano: los partidos políticos que se decían doctrinales y con una proyección
nacional masificada. Ya no era el caso del minúsculo y por años clandestino PCV, sino
organizaciones políticas como el Partido Democrático Venezolano (PDV) creado por el
gobierno del general Medina Angarita, AD, COPEI y URD. El esfuerzo por formar un
sector político civil favorecedor de los gobiernos militares 1948-1958, fue un rotundo
fracaso; careció de auténtico apoyo popular; las masas venezolanas de ese entonces eran
adecas o urredistas y en menor medida copeyanas y comunistas.
Hasta 1958 la oficialidad, muy principalmente el generalato y sus equivalentes
en la armada, fue predominantemente pretoriana, pero el proceso de modernización
militar, acelerado por el potencial escenario de conflicto con la república hermana de
Colombia, en los años de la década de 1950, lleva a un incremento muy importante,
168
dentro de la oficialidad joven particularmente, de los militares demostradamente
profesionales de origen y desempeño. Son éstos, más que los coroneles y generales,
quienes derrocan el gobierno inicialmente pretoriano corporativo que degenera luego en
personalista del general Pérez Jiménez. El pugilato dentro de las FF.AA.NN., entre la
oficialidad militar pretoriana y la profesional se extiende visiblemente hasta 1962.
El aspecto central, aderezado con los condimentos del liderazgo personalista,
temores ante el comunismo internacional y aceptación de orientaciones políticas
socialistas de diversa laya, era como vertebrar la institución militar con el nuevo
escenario político nacional dominado por partidos, así en plural, que se dicen
democráticos y de masas. La continuidad y ampliación en los proyectos de auténtica
modernización del espacio físico criollo, los entendimientos entre los más calificados
dirigentes de los partidos políticos y la oficialidad que domina la realidad militar, llevan
al predominio de los oficiales auténticamente profesionales. La ausencia de golpes de
estado visibles, 1963-1992, llevó a pensar a los analistas criollos y foráneos que el
proceso de auténtica profesionalización militar se había consolidado en Venezuela.
Sin desconocer el evidente predominio de los oficiales profesionales, la
tendencia pretoriana dentro de la oficialidad militar pervive. Según el documento
Pensamiento Militar Venezolano/ 2005, sobrevive un sector contestatario entre la
oficialidad activa aunque no se manifiesta públicamente. Los noveles grupos
conspiradores castrenses subterráneos, con sus inicios en pleno auge de los precios del
petróleo en el mercado internacional durante los años de la década de 1970, son la
expresión más concluyente sobre el peso del pasado pretoriano sobre individualidades
entre los jóvenes oficiales, con vocación política protagónica. Ese es el origen cierto de
R-83, ARMA, el MR-200, los MBR-200, etc. Responden a una dinámica propia del
sector corporativo militar venezolano, una que se aleja intencionalmente de la
profesionalidad y sacrifica ésta en aras del protagonismo político, inicialmente
corporativo y luego de manera reiterativa (Pérez Jiménez y Chávez Frías) personalista,
por el supuesto y ciertamente malentendido por los oficiales pretorianos, bien social de
la nación venezolana.
169
Claro está, los civiles no pueden estar fuera de la ecuación golpista. Ante el
colapso de los precios de exportación del petróleo, durante la década de 1980, tanto las
izquierdas como las derechas radicales, renuevan sus procederes desestabilizadores del
sistema de partidos políticos que se dicen uno socialdemócrata y el otro socialcristiano.
La dirigencia de éstos, así como sus asesores intelectuales, no supieron cómo enfrentar
la nueva amenaza que se cernía sobre ellos; así de sencillo y lamentable.
AD y COPEI siguen manteniendo una rivalidad pública insensata, finalizando 1a
década de 1980 e iniciándose la de 1990, aún cuando era ya evidente que un muy
peligroso enemigo había manifestado su poder con la llamada noche de las tanquetas y
la acción frustrada de los mayores, durante los gobiernos presididos por Lusinchi y el
segundo mandato de Pérez, respectivamente. Lo importante en términos históricos, es
que la dirigencia adeca y copeyana se manifestó incapaz de comprender la novel
situación castrense; pagando en consecuencia el precio político de ello.
A lo recién expuesto se debe agregar la predominante ingenuidad política de la
inmensa mayoría de los oficiales golpistas de febrero y noviembre de 1992. Esta, es más
que evidente. Su proceder estaba destinado al fracaso en tanto que procuraban
representar una especie de ejército paralelo a las auténticas FF.AA.NN. Su éxito derivó
de las suicidas diferencias de aquellos políticos de oficio que miraban a las elecciones
como un medio de vida, olvidándose de su responsabilidad para con el futuro de la
sociedad venezolana.
Tanto Lusinchi como Pérez fueron muy mal asesorados en el tema militar, tanto,
como los líderes del principal partido de oposición, COPEI. Los tres “NO” demostraran
su capacidad desestabilizadora: no presentaron un frente monolítico ante los problemas
de la corrupción, no lograron un acuerdo básico sobre estrategias socio-económicas y no
presentaron un proyecto creíble, con visión de futuro pero procurando enfrentar los
problemas de su presente, a la sociedad venezolana. Esta situación fue creando una
apatía entre los sectores medios urbanos que bien se reflejaba en los muy altos índices
de abstención electoral; a la vez que fortalecía los sectores radicales, muy pequeños
cuantitativamente pero con una ambición de poder político inversamente proporcional a
su minusvalía numérica.
170
Los principales partidos políticos degeneran en maquinarias electorales y
clientelares, en las décadas de 1980-1990. Gana cada vez mayor fuerza entre los
electores, el rechazo contra la denominada partidocracia adeco-copeyana. Uno de los
aspectos que resultaba particularmente irritante para las mayorías era el efecto
maquillaje frente a los problemas ciertos de la corrupción; la solución, se evidenció, no
era destituir al presidente Pérez como ejemplo emblemático; era implementar la
voluntad política para ciertamente aplicar y mejorar el sistema legal; esto para poner
entre las rejas a quienes se beneficiaban ilícitamente de los dineros públicos. Los
sectores económicos privados se fraccionan entre quienes continúan simpatizando con
los partidos políticos tradicionales, aquellos que apoyaban emergentes liderazgos
carismáticos y los que sibilinamente compartían entre ambos sus favores crematísticos.
Las FF.AA.NN fortalecen su condición de árbitros supremos, tras bastidores, de
la realidad política nacional, desde 1992. Se mantienen dentro de la institución armada
distintas tendencias, situación que pasa como desapercibida para la sociedad en general,
ya que no ocurren nuevos brotes visibles de rebelión. Esta situación supone que logran
los militares, aparentemente, un nivel de compromiso que está ausente en el mundo
político civil de ese entonces.
El segundo gobierno presidido por Caldera (1994-1999), sin el apoyo directo de
su partido COPEI ni directamente el de AD, aunque sí del MAS y otras pequeñas
organizaciones políticas, enfrenta condiciones muy adversas en el mercado petrolero
mundial y no logra una auténtica recuperación de la economía criolla. Los errores
políticos de la dirigencia adeco-copeyana-masista se repiten electoralmente (1998),
permitiendo el surgimiento de terceras fuerzas con ropajes de liquilique verde oliva. La
dirigencia civilista de la sociedad criolla, como la mujer del bíblico Lot, no entiende su
presente y mirando equivocadamente al pasado, termina convertida en estatua de sal
ante un personalismo que vistió uniforme militar. En este caso, uno fuertemente
exaltado recurriendo al uso masivo de los medios de comunicación modernos, con el
propósito de ganar el apoyo de las mayorías para servir a un liderazgo carismático y
ciertamente personalista.
171
Por simplista que parezca, el proceder político abusivo del sector militar
venezolano, es, insistimos en ello, parcialmente fruto de los errores de la dirigencia
política civil. Es ésta la que permitió el fortalecimiento del “fusionismo” militar-civil
que esconde potencialmente, en realidad, el recurrente pretorianismo criollo. Superar
esa influencia política abusiva de los militares, manifestada recurrentemente en
Venezuela durante el siglo XX, es el gran reto que se presenta a las generaciones
jóvenes de los inicios del siglo XXI.
Es necesario estudiar, con criterio científico y procurando la objetividad, el tema
que ha sido recurrentemente olvidado en la historiografía criolla: las relaciones civiles y
militares. Esa historia reciente que permanece en buena parte oculta, bajo las sombras
pretendidamente heroicas del árbol de las coloquiales tres raíces, voceada a los cuatro
vientos por quienes participaron en los movimientos conspirativos de 1992. Superar la
crónica que pretende enceguecer al estudioso, con una muy intensa luz patriotera, que
intenta disimular las ambiciones corporativas de poder en la autoproclamada tecnocracia
militar; corregir la visión analítica distorsionada de la realidad nacional, esa que
presenta intenciones militaristas no auténticamente venezolanas; son todas ellas,
responsabilidades sí históricas de la juventud en la patria natal de Simón Bolívar
Palacios en el naciente siglo XXI.
Hay que comenzar a levantar la alfombra de los lugares comunes, los juicios
interesados, las medias verdades, los discursos politiqueros, para efectivamente poder
estudiar lo que efectivamente se oculta debajo de ese tapiz de tanta distorsión analítica.
Esto, para poder seguir entendiendo la tan necesaria de conocer: evolución histórica de
las relaciones civiles y militares en Venezuela.
172
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