Marina DÍAZ IGLESIAS
DON JUAN, EL DONJUANISMO Y LA MUJER EN LA NARRATIVA DE JACINTO
OCTAVIO PICÓN
Máster Universitario en Literatura Española
Departamento de Filología Española II
(Literatura Española)
Facultad de Filología
Curso Académico 2014-2015
Convocatoria de septiembre
Tutor: Epicteto José DÍAZ NAVARRO
Fecha de Defensa: 19 de octubre 2015
Calificación: 9
Título: Don Juan, el donjuanismo y la mujer en la narrativa de Jacinto Octavio
Picón.
Autor: Marina Díaz Iglesias
Resumen:
La atracción literaria que existe por el mítico Don Juan Tenorio queda patente
desde finales del siglo XIX, cuando los escritores más célebres de la época empiezan a
utilizar la parodia de este personaje para crear los suyos en sus novelas. Jacinto Octavio
Picón es un claro ejemplo, puesto que en su narrativa es muy fácil encontrar
donjuanismo. Picón juega con los personajes de sus novelas y cuentos donde puede
observarse el importante papel que cobra la figura de la mujer en la degradación del
mito. Este trabajo académico estudia los rasgos propios del donjuanismo en
comparación con el mito literario y el protagonismo que adquiere la mujer en la obra
narrativa del escritor decimonónico.
Palabras clave: Don Juan, mito, donjuanismo, mujer, siglo XIX, Jacinto
Octavio Picón, novela, cuento.
Traducción:
Don Juan, the donjuanism and woman in the Jacinto Octavio Picón’s
narrative.
The literary attraction which exists towards the legendary Don Juan Tenorio
has been obvious since the last years of XIX century, when the most famous writers of
this moment started using the parody of this character to create theirs in their own
novels. Jacinto Octavio Picón is a good example of it, because it is really easy to find
donjuanism in his narrative. Picón plays with the characters of theirs novels and tales, in
which the woman has a very important role in the myth’s degradation. This academic
work studies the characteristics of donjuanism in compare to the literary myth and the
leadership of the woman in the decimononic writer’s narrative.
Don Juan, myth, donjuanism, woman, XIX century, Jacinto Octavio Picón,
novel, tale.
DECLARACIÓN PERSONAL
Dña. Marina Díaz Iglesias, con NIF 50555680-R, estudiante del Máster Universitario en
Literatura Española de la Universidad Complutense de Madrid, curso 2014- 2015, como
autor/a de este documento académico, titulado
y presentado como Trabajo Fin de Máster, para la obtención del título correspondiente,
DECLARO QUE Don Juan, el donjuanismo y la mujer en la narrativa de Jacinto Octavio
Picón es fruto de mi trabajo personal y que no copio ni utilizo ideas, formulaciones, citas
integrales e ilustraciones diversas, sacadas de cualquier obra, artículo, memoria, etc. (en
versión impresa o electrónica), sin mencionar de forma clara y estricta su origen, tanto
en el cuerpo del texto como en la bibliografía.
Así mismo, soy plenamente consciente de que el hecho de no respetar estos extremos es
objeto de sanciones universitarias y/o de otro orden.
En Madrid, a 19 de octubre de 2015
Agradecimientos
La realización de este trabajo no habría sido posible sin la ayuda y el interés de
muchas personas que han ido orientándome a lo largo del curso. En primer lugar, mi
más sincero agradecimiento al doctor Víctor de Lama de la Cruz, por acercarme a la
literatura de Jacinto Octavio Picón y animarme a seguir adelante con la investigación
realizada el año pasado en el Trabajo de Fin de Grado. También al doctor Álvaro Bustos
Táuler, por su apoyo y disponibilidad como coordinador del Máster en Literatura
Española y por su infinita generosidad demostrando una enorme vocación. Asimismo,
expresar mi gratitud a mi director, el doctor Epicteto José Díaz Navarro por su
disposición y sus constantes sugerencias que han hecho posible la elaboración de esta
investigación. Y, por último, a mis compañeros, por sus ánimos y sus consejos desde el
principio de la carrera.
A mis padres, por su constancia infatigable.
Y a Ana, Irene, Jaime, Marta, Paloma y Teresa,
por haber hecho de este un curso inolvidable.
Índice
Introducción .................................................................................................................. 3
1. Sobre el mito del Don Juan y el donjuanismo ......................................................... 5
1.1. Don Juan como mito literario .......................................................................... 5
1.2. El donjuanismo: la degradación del mito ......................................................... 7
2. La mujer en la literatura del siglo XIX ................................................................. 10
2.1. La mujer en el donjuanismo .......................................................................... 12
3. Jacinto Octavio Picón .......................................................................................... 15
3.1. Vida .............................................................................................................. 15
3.2. Obra.............................................................................................................. 16
3.3. Profeminismo en sus obras ............................................................................ 16
4. Don Juan, el donjuanismo y la mujer en la narrativa de Jacinto Octavio Picón ..... 19
4.1. La hijastra del amor...................................................................................... 19
4.2. Dulce y sabrosa ............................................................................................ 24
4.3. Juanita Tenorio............................................................................................. 31
4.4. Algunos cuentos ........................................................................................... 37
4.4.1. «El último amor» ................................................................................... 37
4.4.2. «Lo ignorado» ....................................................................................... 39
4.4.3. «Desencanto» ........................................................................................ 39
Conclusiones ............................................................................................................... 41
Bibliografía ................................................................................................................. 43
Bibliografía primaria ..................................................................................... 43
Otras obras citadas y consultadas .................................................................. 43
Página Web................................................................................................... 46
3
Introducción
El objetivo del presente trabajo académico consiste en el estudio de algunas
obras narrativas del autor decimonónico Jacinto Octavio Picón partiendo de los rasgos
donjuanescos de sus personajes y la actitud de la protagonista femenina en cada una de
las situaciones de sus obras. Para ello, he seleccionado las novelas del escritor
madrileño que abordan el tema del donjuán —tan vigente en la época— bajo la
perspectiva de la mujer burlada: La hijastra del amor (1884), Dulce y sabrosa (1891) y
Juanita Tenorio (1910).
La elección de este tema para mi Trabajo de Fin de Máster vino motivada por
el interés que me despierta, en primer lugar, la literatura del último tercio del siglo XIX
desde que comencé a estudiar la carrera, por ser tan rica en cuestiones que, a día de hoy,
continúan siendo actualidad; también por dicho autor naturalista, al que dediqué mi
Trabajo de Fin de Grado del año pasado: El naturalismo en los cuentos de Jacinto
Octavio Picón, y el tratamiento del donjuanismo en la mayoría de sus relatos como
crítica a la sociedad y en apoyo a la mujer que reniega de las condiciones que se
imponen en la época.
A pesar de los años que distancian a las tres novelas, es posible encontrar
ciertas similitudes entre sus tramas. Como se ha indicado anteriormente, las tres
historias cuentan con una protagonista femenina y cuyo punto de vista es clave a lo
largo de la novela. Se trata de mujeres que sufren la conquista y el abandono de sus
amantes en una sociedad tan discriminatoria e hipócrita como es la que se vive en el
siglo XIX.
En su narrativa queda patente el compromiso que muestra Picón a favor del
avance de la mujer en la sociedad, por esta razón, también analizaré tres cuentos donde
se aborda la cuestión sobre la mujer como seductora y seducida. Dichos cuentos son:
«El último amor», «Lo ignorado» y «Desencanto», recogidos en la edición de Esteban
Gutiérrez Díaz-Bernardo Después de la batalla y otros cuentos.
He decidido estructurar el trabajo de la siguiente forma: el primer apartado
estudia el mito desde la obra dramática de Tirso hasta los inicios del donjuanismo y su
4
trayectoria novelesca con la ayuda de las ideas que aportan Mercedes Sáenz-Alonso en
su libro Don Juan y el donjuanismo e Ignacio-Javier López en Caballero de novela —
cuyas referencias bibliográficas pueden ser revisadas en el último apartado—; en
segundo lugar, se investiga el tratamiento que se le ha dado a la mujer desde la literatura
a lo largo del tiempo para seguidamente estudiar su papel en el donjuanismo; A
continuación, al tratarse de un autor poco recomendable en su época y, por consiguiente,
escasamente atendido a día de hoy, se presenta una breve biografía y se toma en
consideración su postura a favor de la defensa de algunos derechos de la mujer y en
contra de lo que le dicta la época. Una vez atendido todo lo anterior, se entra en detalle
con cada una de la obras, destacando aquellos aspectos que se relacionan con la figura
del donjuán y el mito del que proviene.
Finalmente, se aporta una serie de conclusiones con respecto al tratamiento de
la materia en cuestión en la obra de Jacinto Octavio Picón analizada en este trabajo
donde se pretende mostrar aquello que se considera destacable.
5
1. Sobre el mito del Don Juan y el donjuanismo
Es posible encontrar numerosos estudios acerca del mito de Don Juan y el
donjuanismo. Sin embargo, en primer lugar, resulta necesario matizar la diferencia entre
ambos conceptos para facilitar el seguimiento del trabajo ya que pueden parecer
bastante ambiguos.
1.1. Don Juan como mito literario
Como para todos es sabido, el célebre Don Juan Tenorio nace de la pluma de
Tirso de Molina al escribir su obra dramática más valiosa: El burlador de Sevilla
(1630). A pesar de que las fuentes del drama son inciertas, su relevancia radica sin duda
alguna en la elaboración innovadora de su protagonista mediante el cual se rompe con el
modelo caballeresco y el ideal del amor cortés característicos de la literatura medieval:
«Don Juan invierte esa estrategia, pues es claro que su propósito es gozar de la mujer,
sin que importen honor o sentimientos»1.
Desde entonces, esta figura de cortejador de damas y libertino que se rebela
ante cualquier autoridad, ya sea eclesiástica como real, comienza a ser refundida por
muchos autores de épocas posteriores como resultado del éxito que supuso la obra de
Tirso. Su camino hasta la categoría de mito no había hecho más que empezar. En
palabras de Sáenz-Alonso:
El nombre de Don Juan unifica a todos los donjuanes declamados en el escenario,
leídos en el libro, contemplados en el arte, escuchados en la música, vividos en la vida
misma. Si escribo sobre Don Juan es porque pretendo plasmar la imagen creativa que
del «hombre obsesionado por la mujer» han tenido y tienen los más prestigiosos
autores a lo largo de las épocas más diversas.2
1 J. Lasaga Medina, Las metamorfosis del seductor: ensayo sobre el mito de Don Juan, pág. 26.
2 M. Sáenz-Alonso, Don Juan y el donjuanismo, pág. 11.
6
Es a partir de aquí cuando la historia primitiva de Tirso se versiona. Cada Don
Juan va reflejando la intención de su autor y su época, dejando de ser un mero personaje
para convertirse en el arquetipo de un hombre que conquista, ama y burla a las mujeres,
rebelándose contra el orden social.
Sin embargo, el personaje ha de conservar aspectos esenciales para poder
relacionarse con el mito literario. Carlos García Gual presenta dichos aspectos y los
califica como invariantes del mito. En su artículo «El mito de Don Juan: variantes e
invariantes», es posible encontrar tres: el trágico final como condenación, la lista de
conquistas amorosas y el héroe.
A medida que la literatura avanza, estos rasgos característicos del mito siguen
vigentes pero con ciertas variaciones con respecto a la época. Una de las innovaciones
más destacadas y analizadas a lo largo de la literatura es la que presenta José Zorrilla en
su Don Juan Tenorio (1844), quien versiona el mito presentando los rasgos románticos
del momento e introduciendo al final de su drama un Don Juan rendido por el amor de
Doña Inés.
Con la rendición de este Don Juan, para muchos críticos comienza el declive
del mito3. El personaje legendario da un giro importante con esta concepción y
evoluciona —como bien explica Sáenz-Alonso— de «hombre macho», cuyo objetivo
solamente era la satisfacción sexual, a querer compartir un futuro con una única mujer,
donde surgen «las hondas raíces del nacimiento del amor»4.
A través de esta idea, Sáenz-Alonso sugiere que el primer Don Juan tirsiano
pudiera ser una recreación de este «hombre macho», más primitivo, mientras que el
presentado por Zorrilla, con este final inesperado, acaba seduciendo a los lectores de la
época, lo que para los escritores venideros abre una puerta a la posibilidad de crear
múltiples donjuanes, personajes que heredan el carácter seductor y rebelde pero que
terminan degenerando el mito inicial.
3 I. Arellano, «Las raíces del mito: Don Juan, de Tirso a Zorrilla», en Mitos universales de la literatura
española. Don Juan, genio y figura, pág. 26.
4 M. Sáenz-Alonso, Don Juan y el donjuanismo, pág. 28.
7
Por todo ello, la figura de Don Juan ha sido, es y será estudiada desde siempre,
no solamente como modelo literario sino también como objeto de investigación
«seduciendo» a científicos y filósofos de la talla de Gregorio Marañón y José Ortega y
Gasset, lo que ensalza su carácter legendario a pesar del paso del tiempo.
Razón tenía, sin saberlo, aquel burlador cuando en tono jocoso, respondiendo a
aquellos que le anunciaban su inminente condenación, pronunciaba su frase más
famosa: «¡Tan largo me lo fiais!»
1.2. El donjuanismo: la degradación del mito
El donjuanismo aparece por primera vez en España a finales del siglo XIX.
Ignacio-Javier López señala 1880 como la fecha inicial por ser el año en el que se
publica Don Juan Solo, novela de José Ortega Munilla, y en el que Benito Pérez Galdós
empieza a escribir La desheredada5, que publicará un año más tarde.
Surge de la parodia del mítico Don Juan como ataque al riguroso
convencionalismo de la época. Es decir, el término donjuán define al personaje,
primordialmente novelesco —pese a que es posible encontrarlo en todos los géneros
literarios—, que se origina a partir de la degradación del mito dramático que
anteriormente se ha analizado.
De este modo, la novela decimonónica postromántica se fija en el modelo
mítico teatral del que suele tomar el nombre para enfatizar un carácter irónico, lo cual
sirve además para acentuar la crítica a la sociedad de entonces6.
El donjuanismo no pretende representar una realidad, sino que es el fruto de la
interpretación literaria de esta a través de la novela. Para esto, hay que tener en cuenta la
5 I. J. López, «Introducción» a Caballero de novela. Ensayo sobre el donjuanismo en la novela
española moderna, 1880-1930, pág. 15.
6 Ibídem, pág. 20.
8
realidad desde un punto de vista objetivo7 y, sobretodo, que el lector conozca la
tradición literaria anterior para poder alterarla y desarrollarla sustituyendo el sistema
jerárquico establecido a la figura mítica por una perspectiva inusual del personaje8.
Esto último es clave para que sea evidente la intención paródica de la obra.
Cuando Ortega Munilla nos presenta en Don Juan Solo a un galán con el propósito de
casarse lo que pretende es mostrar la faceta decadentista del mito con ayuda de la ironía
que expresa desde el propio título: «el apellido “Solo” contradice el modelo romántico
del Tenorio»9.
A lo largo del último tercio del siglo XIX y el primero del XX han sido muchos
los escritores españoles que recurrieron al donjuanismo a la hora de elaborar a los
personajes de sus novelas. Encontramos en esta larga lista novelistas de la talla de Pérez
Galdós, Clarín, Dicenta, Azorín, Valle‒Inclán, Pérez de Ayala, Unamuno y Torrente
Ballester, entre otros. Todos ellos lo que presentan no son caballeros míticos, sino
personajes con cualidades humanas sumadas a ciertos rasgos decadentistas. Como
señala Ontañón de Lope, «existe, sí, un “héroe”, pero con características muy peculiares
que lo acercan a veces más al antihéroe»10
.
En el caso del donjuán galdosiano —modelo que utiliza en más de una ocasión
a lo largo de sus novelas para definir a algunos de sus personajes—, se encuentran
semejanzas irónicas con respecto a la figura legendaria y su historia, sobre todo en el
momento en el que da a conocer el nombre del galán: Joaquín Pez en La desheredada
(1881), Juanito Santacruz en Fortunata y Jacinta (1887) o Don Juan López Garrido en
Tristana (1892), entre otros muchos, sin duda son fruto de un guiño sarcástico por parte
del escritor.
7 Recordemos que nos encontramos a finales del siglo XIX, época en la que prepondera el movimiento
naturalista que parte de la objetividad.
8 Ibídem, págs. 21-23.
9 I. J. López, Caballero de novela, pág. 38.
10 P. Ontañón de Lope, «Aproximación al concepto de ‘Don Juan’», en El donjuanismo en las novelas
de Galdós, pág. 6.
9
Con Álvaro Mesía en La Regenta (1884), Clarín no da ninguna pista
onomástica aparente, sin embargo, sí destaca sus cualidades seductoras. Se trata de un
donjuán de provincias cuya sociedad le empuja a contribuir al adulterio de Ana Ozores,
lo cual acentúa la degradación del personaje en la novela. Además, tras conseguir que
Ana cayera en su engaño y, posteriormente, ser descubierto por Víctor Quintanar,
demuestra su cobardía huyendo de la ciudad.
Valle‒Inclán, por su parte, presenta en sus Sonatas (1902‒1905) las memorias
de un donjuán modernista, decadente y grotesco. Ignacio‒Javier López señala una
«inversión del mito de Don Juan en Bradomín»11
cuando el propio autor destaca
irónicamente la fealdad, el catolicismo y la sentimentalidad como aspectos
característicos de su personaje.
El donjuanismo expuesto y analizado en este trabajo es fruto del juego
paródico que recrea Picón en sus novelas, un juego donde cobra vital importancia desde
las primeras líneas la figura de la mujer: razón de la existencia del Don Juan y principio
de su declive.
11 I. J. López, Caballero de novela, pág. 135.
10
2. La mujer en la literatura del siglo XIX
En primer lugar, me veo en la necesidad de dedicar un poco de atención a la
figura de la mujer como tema constante de debate a lo largo de la historia de la
literatura, ya que las novelas de las que va a tratar el contenido de este trabajo se
postulan en contra de la represión que ha sufrido la mujer en la historia.
Desde los primeros escritos, esta literatura dependía únicamente de autoridades
tales como clérigos, médicos, filósofos, etc., que dedicaban su tiempo a escribir sobre
las labores permitidas y, sobretodo, las limitaciones impuestas al sexo femenino12
.
Uno de los primeros y más famosos tratados referentes a esta cuestión es el
manual de La perfecta casada (1583) donde Fray Luis de León expone sus ideas sobre
la educación de la mujer en el ámbito doméstico. A partir de este momento, su papel
está rigurosamente limitado a las obligaciones en el entorno familiar y las prohibiciones
en el espacio público.
No es hasta el siglo XVIII cuando su figura se ve reforzada y revalorizada. Ya
en 1673, Poullain de La Barre13
publica su trabajo titulado De l’egalité des deux sexes
donde se adelanta a su tiempo a la hora de reivindicar el derecho de mayor libertad y
mejor educación para la mujer.
Sin embargo, el principal argumento de los defensores de la idea de Fray Luis
es que la mujer es considerada como un ser movido por instintos naturales:
Vosotros los que queréis asimilar la mujer al hombre, los que queréis llenar su corazón
de sus pasiones con mil ensueños de hierro y oro, no sabéis que si desnaturalizáis los
únicos seres en que se hallan algunos restos de la gracia primitiva, nos vamos a
12
B. A. Aldaraca, El ángel del hogar: Galdós y la ideología de la domesticidad en España, pág. 22
13 François Poullain de La Barre (1647-1725): escritor y filósofo francés defensor de la igualdad entre
hombres y mujeres y de la libertad religiosa en pleno siglo XVII.
11
encontrar perdidos en el mundo, sin nada que nos ate a lo pasado y nada que nos
encamine al porvenir14
.
Este concepto rousseauniano señala la necesidad de proteger a la mujer de
cualquier contacto con la civilización, tachada de corrupta y caótica, para evadir el
riesgo de contaminar su pureza primitiva. Por esta razón, debía permanecer alejada de la
esfera pública y dedicarse exclusivamente al hogar, considerado como un «ambiente
espiritual» apto para su preservación15
.
En 1765, doña Josefa Amar y Borbón, figura clave de la Ilustración española,
publica su Discurso sobre la educación física y moral de la mujeres, en el cual se
defiende el acceso de la mujer a la vida cultural. Aldaraca resalta la importancia de que
el artículo no fuese censurado en su época como símbolo de cambio en España. Esta
preocupación se extiende al ámbito de la educación y una vez llegado ya el siglo XIX la
figura de la mujer consigue alcanzar gran importancia como personaje en la literatura
didáctica16
.
Aunque la idea de la emancipación aún se resistía, comienzan a aparecer voces
que reclaman mayor facilidad para la mujer a la hora de acceder a una profesión. Esto
para los tradicionalistas significaba una amenaza, pues su defensa se basaba en que el
cristianismo había hecho evolucionar el papel de la mujer de esclava y concubina a
posicionarla junto al hombre como su esposa y compañera17
.
Contra la idea de que la mujer dependiera del hombre se postulan muchos
escritores, entre ellos, nuestro autor. Para ello, el prototipo de mujer que encontraremos
en su obra será el de una mujer inteligente e interesada por la literatura. Además, Picón
14 R. de Latorres, «Estudios filosóficos sobre la mujer», El Pensil del Bello Sexo, pág. 73.
15 B. A. Aldaraca, El ángel del hogar, pág. 43-45.
16 A. Ena Bordonada, «Jaque al ángel del hogar: escritoras en busca de la nueva mujer del siglo XX» en
Romper el espejo. La Mujer y la Transgresión de Códigos en la Literatura Española: Escritura. Lectura.
Textos (1001-2000), pág. 89.
17 B. A. Aldaraca, El ángel del hogar, pág. 48.
12
se sirve del donjuanismo para denunciar la inferioridad del sexo femenino en la
sociedad.
2.1. La mujer en el donjuanismo
Sáenz-Alonso titula uno de los capítulos de su libro «La mujer como destino de
Don Juan», y es que es difícil concebir al personaje legendario sin tener en cuenta el
papel de sus conquistas. Atrás se dejan los rasgos característicos del mito primitivo
como son la presencia de lo demoniaco y el conflicto con los muertos, quedando
reducidos al de seductor obsesionado por coleccionar mujeres como si de trofeos se
trataran18
.
Todo hecho que acontece a Don Juan gira en torno al personaje femenino: cada
deshonra, cada muerto en desafío, incluso, su propia degradación, que comienza con la
primera experiencia del sentimiento de amor y se acentúa con la aparición del
matrimonio y, por consiguiente, de los hijos19
.
La imagen del donjuán evoluciona a medida que lo hace la actitud que adopta
cada una de las mujeres con las que comparte sus historias de amor. Y será llegados a
este punto donde muchos escritores opten por incorporar en la figura de la mujer el peso
suficientemente importante como para terminar cobrando mayor protagonismo que su
seductor, imponiendo el punto de vista femenino como víctima de la historia.
Ejemplos de esta última idea van a ser las novelas de Picón presentadas en este
trabajo, pero una de las más destacadas respecto a la cuestión feminista será la escrita
por Emilia Pardo Bazán, Insolación (1889). En esta obra se narra la pasión amorosa que
experimenta por primera vez la marquesa de Andrade con Diego Pacheco, un apuesto
18 Ena explica que esto se debe a que en la época en la que aparece el donjuanismo, los escritores
buscaban normalizar la conducta de su donjuán para conseguir una mayor cercanía con el público. A. Ena
Bordonada, Gloria y declive de Don Juan Tenorio, en Ciclos Hispánicos Universales. Clavileño, pág. 41.
19 Ibídem, pág. 41.
13
donjuán andaluz. Por boca de la protagonista, Pardo Bazán reclama la libertad de la
mujer en dar rienda suelta a sus deseos, aunque ello le cueste equivocarse20
―idea que
comparte nuestro autor y que recalcará a lo largo de las novelas que se analizan a
continuación―.
Pero, ¿qué pasaría si las cualidades seductoras que caracterizan al prototipo del
donjuán se aplicasen a la mujer? A pesar de las limitaciones sociales de la época,
Fernández Tresguerres, en su ensayo Las máscaras de Don Juan, se postula con total
seguridad a favor de la existencia de una doñajuana, aunque sea fácil relacionarla con
una prostituta o una ninfómana21
.
La primera mujer que representa el arquetipo femenino del seductor es fruto de
la creación del escritor francés Pierre Choderlos de Laclos al escribir su famosa novela
Las amistades peligrosas (1782). El papel principal es encarnado por la marquesa de
Merteuil, quien se dedica a seducir a los hombres jactándose de ello en las cartas que se
escribe con el vizconde de Valmont durante la novela. Este también vive deshonrando
jóvenes pero, a pesar de estar en igualdad de privilegios, la condición sexual de la
marquesa le obligará a ocultarse. Laclos, en su Tratado de la educación de las mujeres,
defiende los derechos de la mujer y disculpa la astucia de su personaje como única
disposición para poder igualarse al hombre22
. Como era de esperar, la publicación de
esta novela obtuvo muchas críticas dado que para la sociedad del momento era difícil
concebir el papel de una mujer tan perversa.
Otro personaje cuyos rasgos lo acercan al donjuán es el presentado por
Merimée en su obra Carmen (1845). Encontramos en esta mujer un deseo desmesurado
por conseguir la libertad, no entiende de imposiciones sociales y muestra continuamente
su rebeldía. Como en el mito masculino, todo ello conlleva un trágico final que
terminará con la muerte.
20 M. A. Cantero González. «El ángel del hogar y la feminidad en la narrativa de Pardo Bazán».
Consultado el 4 de octubre de 2015 en http://www.um.es/tonosdigital/znum21/secciones/estudios-6-
%20pardo.htm.
21 A. Fernández Tresguerres, Las máscaras de Don Juan. Un ensayo sobre el donjuanismo y el amor,
pág. 43.
22 D. Picazo, «Introducción» a Las amistades peligrosas, pág. 27.
14
A pesar de que estas dos figuras femeninas muestran las suficientes actitudes
para definirlas como doñajuanas, hay opiniones críticas que no creen en la posibilidad
de que el papel del donjuán pueda ser interpretado por un personaje femenino. En
primer lugar, como hemos visto en el apartado 1.2., porque el donjuanismo comienza a
finales del siglo XIX y estas dos novelas son anteriores. Además, por entonces las
mujeres comienzan a desprenderse del rol de «ángel del hogar» y a tomar decisiones por
sí solas, sin intervención del padre o del esposo.
Las heroínas que protagonizan las novelas de este momento no aspiran a
convertirse en una doñajuana, sino en adquirir la suficiente libertad como para elegir el
amante que la complace y escapar de las obligaciones e impedimentos que les impone la
sociedad23
.
23 L. Ortiz, Don Juan, el deseo y las mujeres, pág. 243.
15
3. Jacinto Octavio Picón
3.1. Vida
Jacinto Octavio Picón y Bouchet nació en Madrid, el 8 de septiembre de
185224
, bajo el seno de una familia burguesa: hijo único de don Felipe Picón, periodista
y magistrado de la Audiencia de Madrid, y doña Octavia Bouchet, dama francesa que le
inculca su pasión por la literatura y el arte; además, es sobrino de José Picón, el famoso
dramaturgo de zarzuelas autor de Pan y toros (1864).
Empieza a estudiar Derecho en la Universidad Central en 1869. En 1873, el
mismo año en el que terminó la licenciatura, obtiene el puesto de administrativo en el
Ministerio de Ultramar al cual se ve obligado a renunciar al año siguiente, con la caída
de la República.
En 1876 se casa con Dolores Pardiñas, pero enviudará dos años más tarde,
después de haber tenido dos hijos: Jacinto Felipe y María Octavia.
La mayor parte de su vida la dedica a la literatura y a la política, mundos en los
que llegó a ser una figura importante y consagrada. En 1900 ingresa en la Real
Academia Española y dos años después en la de Bellas Artes de San Fernando. En 1903
fue elegido diputado republicano. Fue Vicepresidente del patronato del Museo del
Prado y Bibliotecario de la Academia de la Lengua. En 1916 viaja como corresponsal a
la guerra a Francia, donde se le otorga la Encomienda de la Legión de Honor.
El 20 de enero de 1917 muere su hijo de manera inesperada, hecho que le hace
sumirse en una profunda tristeza de la que no logra salir, dando fin a su carrera como
escritor. Muere en Madrid, el 19 de noviembre de 1923.
24 Encontramos a menudo ciertas discrepancias con la fecha de nacimiento de Picón. Algunos críticos,
como López-Valdemoro, optan por el año 1851.
16
3.2. Obra
Se estrena como publicista en el año 1873, escribiendo en la revista El
Gobierno su primer artículo «Eduardo Rosales»; y como literato en La Revista de
España y en El Globo donde en 1876 aparecerá su primer cuento, «El epitafio del
Doctor», al que se le van sumando muchos otros con el tiempo. Más adelante los reúne
en colecciones: Novelitas (1892), Cuentos de mi tiempo (1895), Tres mujeres (1896) y
Cuentos (1900).
Además de cuentos, también escribía su opinión sobre pintura, literatura,
teatro, política e historia en los periódicos citados anteriormente. Su figura como crítico
resalta por su Vida y obras de don Diego de Velázquez en 1899.
En 1882 publica su primera novela, Lázaro. Tras el éxito de esta obra ―cuya
primera tirada alcanzó los 2.000 ejemplares vendidos en 20 días―, se anima a publicar
más: La hijastra del amor (1884), Juan Vulgar (1885), El enemigo (1887), La honrada
(1890) y Dulce y sabrosa (1891). Después de unos años dedicados a la política, en 1906
vuelve a la pluma, publicando tres años más tarde sus Obras completas donde incluye
dos novelas nuevas: Juanita Tenorio y Sacramento.
3.3. Profeminismo en sus obras
Picón se ha considerado uno de los escritores más comprometidos por su
denuncia constante a la sociedad decimonónica, posicionándose en defensa del sector
más débil y marginado por esta. Precisamente y como hemos visto en el apartado
anterior, uno de estos sectores más desfavorecidos de la época es el de la mujer.
La mayoría de las novelas piconianas presentan protagonistas femeninas que
afrontan ―cada una a su manera― la situación en la que viven. Ante esto, Picón adopta
una actitud profeminista, término que le acuñan algunos de sus críticos:
17
Picón no es un feminista […] apenas se refiere a legislación y nunca a sufragio:
siempre a educación y vida moral. Desea que la mujer no se deje subyugar por los
poderes represivos que intentan mantenerla en la ignorancia […]. En este sentido sería
más adecuado hablar de profeminismo, una actitud no programática pero resuelta y
consecuente, dirigida a lograr para la mujer, no obstante su desigualdad respecto al
hombre, mayor libertad25
.
La ética que aprueba el escritor madrileño se basa en la libertad del individuo.
Esta idea muy probablemente tendría que ver con sus raíces francesas, ya que en la
España de entonces no estaba bien vista.
Además, se muestra partidario confeso del divorcio. A menudo, en sus novelas
Picón escribe su preocupación por la vida conyugal y la represión que sufren las
mujeres con respecto a sus maridos. Concibe el matrimonio como contrato donde «se
busca la estima y el bienestar material», quedando el amor apartado a un segundo
plano26
.
Como solución, Picón hace una propuesta a favor del amor libre al final de
cada una de sus novelas27
. Junto a esto, defiende también la libertad sexual, uno de los
puntos más relevantes en su narrativa, donde de vez en cuando decide congelar la
acción y presentar un monólogo al lector exponiendo sus ideas. Nuestro autor se
dispone a demostrar que la mujer considerada ilegítima es más capaz de encontrar la
felicidad que la que se somete a las normas convencionalistas. Mantiene la idea de que
aquella que se propone aprender y trabajar como el hombre puede salir de esa represión
social y conseguir ser independiente y autónoma.
25 G. Sobejano, «Introducción» a Dulce y sabrosa, pág. 27.
26 I. Valdés Sánchez, «La mujer moderna en la olvidada narrativa de un autor decimonónico
profeminista: Jacinto Octavio Picón», pág. 346.
27 Algunos críticos aplauden la originalidad que demuestra Picón al presentar el prototipo de mujer que
propone en sus obras, puesto que son ellas las que se niegan rotundamente al matrimonio cuando les es
propuesto por sus amantes. H. Gold, «”Ni soltera, ni viuda, ni casada”: Negación y exclusión en las
novelas femeninas de Jacinto Octavio Picón», Ideologies and Literature, pág. 63.
18
Estas son las cualidades que Picón valora del sexo femenino. En sus novelas,
nuestro autor premiará esa ansia y su lucha por encontrar el cariño que se merecen, sin
intereses ni normas.
19
4. Don Juan, donjuanismo y la mujer en la narrativa
de Jacinto Octavio Picón
A continuación, serán expuestos los análisis de las novelas mencionadas en la
introducción por orden de publicación. El motivo por el que han sido seleccionadas
estas tres no es otro que el haber encontrado en ellas la cuestión que hemos propuesto
analizar en este trabajo: el donjuanismo y su relación con el mito y la mujer como
protagonista y víctima de la obra.
4.1. La hijastra del amor
La segunda novela que escribe Picón, La hijastra del amor, se trata de la más
extensa de su producción narrativa, hecho por el que precisamente recibió duras críticas
que le debieron servir para no volver a extenderse tanto en sus obras posteriores. Sin
embargo, también hay autores como Ortega Munilla que la alabaron, calificándola de
«novela de osada inspiración y atrevido asunto»28
.
Como indica Valis, estamos ante la primera de las muchas novelas del escritor
madrileño que dedica protagonismo a la mujer como víctima de la sociedad
decimonónica, tema en el que es posible encontrar una fuerte influencia del naturalismo
de Zola29
. Puede verse reflejada esta idea desde el mismo título: el término «hijastra»
nos adelanta la historia de la hija ilegítima del Conde de Elgueta, descuidada por sus
padres desde niña y deshonrada y humillada por los hombres durante su vida.
De esta manera, la novela puede verse dividida en dos partes: la primera
dedicada a la infancia y el primer amor de la protagonista y la segunda, a su último
amante y el final de su vida.
28
J. Ortega Munilla, Madrid, El Imparcial (10 marzo 1884), citado por Valis en Jacinto Octavio Picón,
novelista, pág. 36.
29 N. M. Valis, Jacinto Octavio Picón, novelista, pág. 71-72.
20
Picón no tarda en presentar al lector a su heroína, Clara, nombre que anticipa la
personalidad transparente de la heroína, puesto que su carácter humilde irá ligado a su
condición social a lo largo de la novela, y cuyo significado irónicamente se contrapone
a la oscuridad de una vida cruel y desalentadora.
Desde el comienzo es comparada con Luisa, la sobrina del conde con la que
comparte juegos en su infancia. La relación de las niñas es clave a la hora de describir la
situación de ambas y es en el capítulo V donde queda patente esta diferencia, cuando
Luisa va al teatro por primera vez y le describe su experiencia a su amiga:
Estaban muchas señoras bien vestidas y con vestidos de colores, elegantes como las
visitas, y en los palcos, como nosotros, estaban otros señores y niños, y arriba, arriba,
junto al techo, que hay mucha luz, había mucha gente; pero abajo, donde yo estaba,
todos estaban bien vestidos; niñas pobres, como tú, no había30
.
A pesar de esta condición, Clara, aprovechando las clases que le impartían a
Luisa, comienza a mostrar interés por la lectura, gracias a la cual adquiere una gran
capacidad imaginativa31
: «Con el abuso de tales lecturas llegó a veces a exaltarse como
si realmente participara en los sucesos novelescos» (pág. 140).
No es hasta el capítulo IX cuando el lector conoce los rasgos físicos de Clara
en la adolescencia: «El desarrollo convirtió a Clara, de niña bonita, en mujer hermosa.
[…] A semejanza de la tierra, que no pregona sus tesoros ocultos, Clara no hacía
ostentación de su belleza: en su hermosura franca y leal no había coquetería ni artificio»
(pág. 135-136).
30 J. O. Picón, La hijastra del amor, ed. Noël Valis, pág. 94. A continuación, cada vez que se cite esta
novela se indicará solo la página de esta edición.
31 Inmediatamente después leemos: «lo poco que veían sus ojos, unido a lo mucho que su imaginación
fantaseaba, iban lentamente bastardeando en su entendimiento la noción de la vida y desvirtuando el
sentido de la realidad». En este pasaje el lector recuerda instintivamente personajes de la historia de la
literatura como don Quijote o Madame Bovary. Esta influencia es una constante en muchos de los
personajes que Picón elabora a lo largo de su obra como podrá comprobarse en las novelas que se
analizan en el trabajo.
21
Este momento coincide con la presentación del que va a ser el primer amante
de Clara, un «señorito madrileño» que se obsesiona por la joven desde el primer instante
en que la ve: Eduardo Talvera, cuyo apellido parlante nos adelanta su carácter
donjuanesco por el posible juego de palabras, según Valis, tal vez veraz32
. El narrador
proyecta en este personaje la imagen típica del dandi de la época a la hora de
describirlo:
…de mediana estatura, con el pelo negro cuidadosamente echado hacia atrás y la
barba peinada a lo Carlos V; esbelto, delgado, de mal color; muy natural en
movimientos y posturas; de pensamiento, aunque no profundo, rápido al concebir; y
expresivo al hablar como si el brillo de la frase hubiera de suplir la pobreza de ideas.
(pág. 127)
Picón destaca su elocuencia por encima de su inteligencia lo cual degrada su
talante como seductor, en el que poco más tarde se hace hincapié: «Las que hasta
entonces había hecho Eduardo no fueron verdaderas conquistas; sus triunfos
consistieron en tomar posesión de los despojos que otros abandonaban» (pág. 152). De
esta manera se muestra la imagen de un donjuán degenerado dispuesto a seducir a Clara,
quien «le atraía única y exclusivamente por su hermosura, inspirándole con deseo
torpísimo sin sombra de poesía lo que se llama entre hombres solos un capricho» (pág.
176).
Clara intuye las intenciones de Eduardo y se resiste a caer en varias ocasiones,
pero la escasez de cariño recibido durante su infancia y la ingenuidad propia de su
juventud le empujan a confundir la atracción apasionada, insistentemente manifestada
por su amante, por verdadero amor, lo que hace que finalmente comience una relación
entre ambos.
Lo que la protagonista ignora es que Eduardo está interesado a su vez en
casarse con Luisa para poder heredar la fortuna del conde, y así es como termina
abandonándola. Tras las inesperadas muertes del Conde y su sobrina, Eduardo consigue
32 N. M. Valis, Jacinto Octavio Picón, novelista, pág. 78.
22
hacerse rico y vuelve a seducir a Clara con el pretexto de casarse con ella. Este es un
rasgo muy típico del mito literario que, como bien señala García Gual, a las mujeres
seducidas por don Juan no les mueve solamente su encanto personal sino «la promesa
de un ventajoso matrimonio» que nunca llegará a cumplirse33
. Efectivamente, Eduardo
volverá a marcharse.
Clara abandona la casa del conde definitivamente, pasando a vivir con una tía
suya, Pascuala. Allí empieza a trabajar con ayuda de su máquina de coser. «La idea de
trabajo fue para Clara un consuelo que le infundió esperanza» (pág. 291), así es como
Picón introduce a nuestra protagonista en el mundo laboral como única salida honrada a
su situación. Sin embargo, este propósito se ve truncado cuando Pascuala le arrebata la
máquina para venderla y así conseguir más dinero a costa de la belleza de la joven que
acaba por prostituirse.
Después de una vida económicamente más acomodada pero poco digna como
mantenida de un caballero madrileño, Clara vuelve a encontrarse con un personaje que
reaparece en escena tras ser presentado en los primeros capítulos de la novela. Se trata
de Lorenzo Guadaira, heredero del marquesado de Vado que se da a conocer a través de
unos negocios con el conde. A partir de este momento, empezará a cobrar vital
importancia en la vida de la protagonista.
Podríamos decir que la personalidad galante de Lorenzo destacada por el
propio narrador se contrapone al personaje de Talvera a la hora de definir sus
relaciones:
Lorenzo llevó, en tanto, la vida que por más libre le agradaba; pero ni sus gustos ni sus
inclinaciones le arrastraron a hacer mal uso de esa libertad. En posición honrosa, y con
el bolsillo bien provisto, pasó dos años, dando a su espíritu y a su cuerpo la enseñanza
y los placeres que le pedían la edad y sus inclinaciones. Su reflexión regateaba lo que
la juventud le exigía, quizá con exceso, y de esta suerte, sin dejar de rendir culto a
todo sentimiento honrado (pág. 167).
33 C. García Gual, «El mito de Don Juan: variantes e invariantes» en Mitos universales de la literatura
española. Don Juan, genio y figura, pág. 71.
23
Este decoro mostrado hacia las mujeres es impropio del mito de don Juan que
en la versión de Zorrilla se regocija de necesitar una hora para olvidar a sus conquistas,
mientras que al personaje piconiano «le hacía daño ver pasar junto a sí a la amante de
una noche sin recordar su nombre, o confundiéndola con otra» (pág. 168).
El reencuentro con Lorenzo significa para Clara el fin de su vida como
prostituta cuando este la salva de ser víctima de una escena humillante en manos de su
amante. Como es de esperar, ella queda prendada de este acto caballeroso y él, tras
escuchar su historia, se compadece de su humildad: «Yo la haré olvidar cuanto ha
sufrido; usted me hará olvidar que otros hombres han puesto sus labios donde yo no me
atrevo a poner los míos, y ¡quién sabe! Todo eso se borrará algún día de nuestra
memoria» (pág. 369). En esta salvación es posible observar cierta analogía con el
Tenorio zorrillesco, pues con Lorenzo, como con doña Inés, terminan los amoríos de
Clara.
Sin embargo, la inferioridad con la que a sí misma se compara la protagonista
con Lorenzo hace que le pierda y él termina casándose con una joven de buena familia.
Es entonces cuando surge de nuevo en escena Eduardo, quien haciendo gala de su
talante cautivador, seduce a la esposa de Lorenzo. Inmediatamente al enterarse, Clara
planea una estratagema para evitar la deshonra de su amado y así, además, mostrarle su
gratitud.
Esta vez, Talvera es descrito como un donjuán visiblemente marchito:
«…había engruesado, empezaba a quedarse casi calvo, y su fisonomía, antes animada
por una sonrisa casi constante, tenía un sello de gravedad algo afectada» (pág. 435).
Además, en el momento en el que Lorenzo irrumpe en la habitación donde se
encuentran su mujer y Eduardo, este huye demostrando una cobardía ruín y
antidonjuanesca.
Lorenzo vuelve a los brazos de Clara demostrándole mayor amor que nunca:
«Lo positivo, lo indudable, es que Lorenzo la amaba ciegamente, como nunca la había
amado, con ardor igual al del creyente que, después de postrarse ante un ídolo falso,
volviera los ojos hacia el verdadero Dios» (pág. 452).
24
En el instante en el que la verdadera felicidad asoma en la vida de Clara es
cuando esta empieza a marchitarse. La cita anterior y la muerte de la heroína piconiana
―que viene dada por un golpe violento de frío tras salir al balcón una noche a la espera
de Lorenzo― recuerdan a la última escena del Don Juan Tenorio, donde es posible
encontrar cierto paralelismo entre la muerte de don Juan34
y la de Clara:
Lorenzo se abrazó a ella, cual si creyera poder reanimarla con su propio calor; pero al
comprimirla el pecho, el aire que quedaba en los pulmones salió chocando con la
glotis y produjo un ronquido prolongado […]. Lorenzo sin sentir repugnancia, le cogió
la cabeza entre las manos, como ella hacía con él en sus ratos de amor, y al aplicarle
los labios a la frente, empapada en un sudor tibio y pegajoso, le pareció que besaba un
mármol húmedo.
Era el primer beso puro que Clara recibía. (pág. 479)
4.2. Dulce y sabrosa
Dulce y sabrosa es la novela por excelencia del escritor madrileño. Rubén
Darío la describe como «el más preciado fruto de su árbol literario esa Dulce y sabrosa,
manzana de Garcilaso, novela de maestro»35
. Sin duda, se trata de una novela que en la
época en la que se escribió no debió dejar indiferente a ningún lector por su más que
insistente crítica a la sociedad36
.
34 En la última acotación de la obra de Zorrilla puede leerse: «Cae don Juan a los pies de doña Inés, y
mueren ambos. De sus bocas salen sus almas representadas en dos brillantes llamas, que se pierden en el
espacio al son de la música». J. Zorrilla, Don Juan Tenorio, pág. 225.
35 R. Darío, «Jacinto Octavio Picón», en Cabezas. Pensadores y artistas. Políticos, Obras completas,
vol. 22, pág. 97.
36 A pesar de que Picón adelanta en su apartado «A quien leyere» su deseo de entretener, es consciente
de la repercusión crítica que llegará a tener su obra, como apunta Barrero Pérez en su artículo «Dulce y
sabrosa, de Jacinto Octavio Picón: La vía esteticista hacia la novela galante», en Cauce: Revista de
filología y su didáctica, pág. 178.
25
El título rememora unos endecasílabos de la Égloga III de Garcilaso de la
Vega: «Flérida, para mí dulce y sabrosa / más que la fruta del cercado ajeno». Leyendo
estos versos el lector puede anticiparse al argumento de la obra, que, según explica
Gonzalo Sobejano en la introducción de su edición, cuenta la historia de cómo «la mujer
es para el catador de doncellas una fruta codiciable que se muerde y, una vez mordida,
deja de excitar el deseo hasta que reaparece dentro de cercado ajeno»37
.
Esto bien lo sabe Cristeta, la protagonista de la novela, quien una vez engañada
por su amado se propone reconquistarlo haciéndole creer que está casada, y es bajo esta
imposibilidad de volver a estar juntos donde renacerá en el donjuán el deseo de volver a
su lado.
Picón juega con la psicología de los personajes en esta obra, cuya estructura es
primordial para que el mismo lector se adentre en la ficción recreada por la mente del
donjuán y empatice con él a la hora de descubrir la verdad.
En el primer capítulo se hace una descripción detallada del personaje
masculino principal:
Don Juan de Todellas, caballero madrileño y contemporáneo nuestro, cuya manía
consiste en cortejar y seducir el mayor número posible de mujeres, con una
circunstancia característica: y es, que así como hay quien se deleita y entusiasma con
las ciencias, no en razón de las verdades que demuestran, sino en proporción del
esfuerzo que ha menester su estudio, así don Juan, más que en poseer y gozar
beldades, se complace en atraerlas y rendirlas38
.
El nombre del seductor no es arbitrario ni casual. Sin duda, don Juan evidencia
la importancia del mito en el personaje a tratar y el apellido Todellas se origina, como
37 G. Sobejano, «Introducción» a Dulce y sabrosa, pág. 29. Esta idea la retoma años después Ramón
Pérez de Ayala: «Cuando Don Juan dice ¡hermosa mujer! lo dice como de una fruta. No expresa amor ni
admiración por la belleza, sino apetito, en la imaginación, de dar pábulo a su sensualidad» en «Sobre las
mujeres, el amor y Don Juan», Revista de Occidente, pág. 144.
38 J. O. Picón, Dulce y sabrosa, ed. Gonzalo Sobejano, pág. 69. A continuación cada vez que se cite esta
novela se indicará solo la página de esta edición.
26
bien explica Picón, de la «contracción de Todas-ellas, alias o apodo que debió de usar
alguno de sus ascendientes» (pág. 70). Esta clara huella naturalista del escritor muestra
la estirpe de la que proviene el protagonista.
En esta novela el lector podrá encontrar reminiscencias al mito del don Juan
mucho más claras que en la anteriormente estudiada. Desde el primer momento
Todellas presume de su condición cuando dice descender orgulloso del «célebre
Mañara, y si no dice lo mismo del Tenorio, es por no estar demostrado que en realidad
haya existido» (pág. 70). En estas líneas, Picón establece un paralelismo claro con don
Miguel de Mañara, el personaje histórico sevillano a quien se le atribuye la fama de
seductor, y don Juan Tenorio.
Con el personaje femenino también podemos establecer una determinada
relación con las obras que tratan el mito. En cuanto a su nombre se puede deducir en el
significado de Cristeta cierto sentido religioso39
. Valis apunta que se asocia
auditivamente con el «cristal», y este término, a su vez, con la pureza y la transparencia.
En el apellido Moreruela se encuentra encerrado la conexión «entre Naturaleza, el
mundo vegetal (mora/morera) y la protagonista»40
que se contrapone a la evocación
cristiana que alude a la redención del Tenorio romántico.
Y es que Cristeta, de alguna manera, salva a su amado de un futuro
desamparado, obligándole a reconocer su culpa y perdonándolo finalmente. La
redención esta vez es mutua, puesto que el estar junto a don Juan la salva también a ella
de acabar con otros hombres y de más posibles engaños.
Si hay algo que caracteriza al personaje de Cristeta, y, a su vez, lo contrapone
con las figuras femeninas que aparecen en las primitivas obras dramáticas, es la astucia
que alcanza tras el engaño. El ejemplo de doña Inés, una joven de 17 años que no ha
podido conocer mundo por vivir encerrada en su convento, es el de la inocencia y de la
torpeza a la que someten a la mujer en la época en la que está ambientado el drama de
Zorrilla.
39 Cristeta es un diminutivo femenino de Cristo. En Los nombres de pila españoles de García Gallarín
encontramos que también puede ser un derivado de chrestós que significa ‘útil, servicial’, pág. 116.
40 N. M. Valis, Jacinto Octavio Picón, novelista, pág. 216.
27
Como crítica a esto y como respuesta opuesta, Picón presenta una mujer criada
«a puerta de calle», lo cual refuerza la destreza de la joven mientras aprende de la mejor
maestra, la experiencia:
Las doncellas ricas […] conocen las sirtes donde naufraga la virtud por la torpe
murmuración de las visitas y el grosero lenguaje de ayas y criadas; pero lo inmoral y
pecaminoso llega a su entendimiento desfigurado, incompleto y hasta poetizado con
cierto aroma de encanto prohibido que acrecienta el peligro. En cambio, las pobres
como Cristeta, desde pequeñas se codean con lo vedado y lo lícito, aprenden a
defenderse por sí mismas, se acorazan contra los hombres, y con perfecto
conocimiento de causa se esfuerzan en conservar lo que tanto les importa no perder.
(pág. 88)
Esta imagen de mujer inteligente y preparada se fortalece con su afición a la
lectura y su gusto por el teatro:
Le dejaban leer cuanto quería; de modo que, a fuerza de devorar escenas de
apasionamientos románticos y exageraciones realistas, llegó la chica a saber,
teóricamente, mil cosas de amor que fueron aleccionándola en tan peligrosa y dulce
enseñanza. Pero ¿quién proveía a Cristeta de dramas y comedias? (pág. 88)
Con la cuestión que plantea Picón en la última línea de la cita mencionada, se
insinúa que la capacidad de creación de la propia ficción que más adelante ejecutará
Cristeta es fruto de esta lectura41
.
Otra cualidad que resalta Picón de su protagonista es la belleza, herencia de su
madre: «Cuando Cristeta cumplió los dieciocho años, ya estaban en ella perfectamente
desarrolladas la hermosura y la afición al teatro. Respecto a la primera, su belleza era
indiscutible» (pág. 91). Una belleza que mejora con los años, tras el abandono de
41
Encontraremos constantes ecos de La hijastra del amor en muchos pasajes de esta novela y de la
siguiente, pues la afición por leer es común en las tres heroínas piconianas que cobrará mayor importancia
a medida que vayan sufriendo el maltrato de la sociedad.
28
Todellas, y se describe cuando ambos se reencuentran en el Retiro, en el capítulo II de
la obra, titulado por Picón: «En que, para satisfacción del lector, aparece una mujer
bonita»:
¡Qué cara! Los ojos eran azules, oscuros, hermosísimos; la boca un poquito grande
como hecha adrede para que se admirasen bien los dientes; el color trigueño claro; las
facciones delicadas; las orejas chicas; la expresión de la fisonomía entre seria y
picaresca; en conjunto, un tipo popular realzado por una elegancia y dignidad
exquisitas. (pág. 83-84)
Como se ha anticipado al principio de este apartado, la estructura de la obra es
importante para que el lector comprenda la situación de cada uno de los personajes. Si
los dos primeros capítulos hablan del nuevo acercamiento de los protagonistas en el
Retiro, el capítulo III presenta a Cristeta y, con ella, narra la historia de amor que
comienzan a vivir ambos.
En el capítulo XIV es donde se retoma la escena primera del paseo en el Retiro.
Han pasado ya dos años desde el abandono de Todellas y, al volver a encontrarse con la
joven, más madura y «apetitosa», se encapricha de nuevo, sin saber que esta vez será él
quien la víctima de su engaño.
Es en esta segunda parte de la novela donde se encuentran continuas alusiones
a la figura del don Juan como mito literario. Paradójicamente, Todellas se presenta ya
como un donjuán decadente que empieza a impacientarse por descubrir la verdad sobre
la vida de Cristeta.:
El pobre don Juan estaba rabioso por lo que sucedía. Más de un mes llevaba perdido
en persecución de una mujer a quien dos años antes había considerado peligrosa. «En
realidad ―pensaba, tratando de explicarse su conducta―, esto es… una locura… un
capricho. (Cuando en materia de amor el hombre califica su gusto de capricho, es que
está ciego de amor propio.) […]. Pero ¿era sólo amor propio lo que ahora le impulsaba
al quebrantamiento de tales doctrinas? No; y la demostración, terrible por cierto,
29
consistía en que, desde la tarde del primer encuentro con Cristeta, no se le había
ocurrido acercarse ni conocer, en sentido bíblico, a ninguna mujer. (pág. 227)
Comienza a buscar a alguna de sus antiguas amantes para olvidar los
pensamientos que consideraba espeluznantes para un hombre como él.
Una de las invariantes que marca Carlos García Gual en su estudio al mito del
Don Juan es la lista de conquistas del seductor: «De entre esa ristra de mujeres
seducidas y abandonadas vendrá a destacar una cuyo amor perdurará y a la que le será
difícil olvidar»42
. Esto es sin duda lo que a partir de ese momento le ocurre a Todellas,
cuando, en el capítulo XV, recuerda cada una de las mujeres que han sido seducidas y
finalmente las compara con Cristeta, «la única que en cada beso daba un poco del
alma»43
:
Todas le dieron sobras de amor, escoria de los sentidos; pocas recordaba que no le
hiciesen reír o avergonzarse. Ahora comprendía que cuanta fruta mordió era de la que
se pudre en agraz o de la que por su peso cae dañada del árbol: la única vez que llegó a
cogerla sazonada y fragante, dejó, como un estúpido, que otro la saborease, y al querer
recobrarla… «Imposible». (pág. 304)
La palabra imposible se repite a lo largo de la novela y «taladra» la cabeza del
protagonista donjuanesco desde el primer momento en que se encuentra a Cristeta
paseando en el parque: «No, no es ella…, con esa ropa… ¡imposible!» (pág. 82).
La intensidad con la que recibe esa palabra aumenta y cobra sentido cuando
ambos se citan en un palco del teatro y después de una vehemente conversación, ella le
responde: «No nos hagamos ilusiones… me despreciarías, y harías bien… esto es un
sueño… me estás volviendo loca, ¡pobre de mí!... Perdóname… Imposible. ¡Adiós!»
(pág. 298)
42 C. García Gual, «El mito de Don Juan: variantes e invariantes» en Mitos universales de la literatura
española. Don Juan, genio y figura, pág. 71.
43 Palabras que recuerdan a las que pronuncia Eduardo Talvera al ver por primera vez a Clara: « ¡Y qué
distinta era Clara de cuantas mujeres había poseído!». J. O. Picón, La hijastra del amor, pág. 152.
30
Se trata de una palabra que choca con la índole del donjuán. El héroe
donjuanesco seduce y conquista a la que se propone sin necesidad de esfuerzo ni
preocupaciones. Sin embargo, cae ante la idea de una mujer «imposible» de alcanzar, lo
cual le aparta de su vida anterior y comienza su decadencia.
Ya no se le ocurría todo aquello de capricho, vanidad, lo que me dé la gana, un día,
una hora… La quería por suya como se desea la felicidad, sin fijar término ni plazo,
lo antes posible y para siempre: ya no era el temible Burlador de Sevilla, que seduce,
logra y desprecia, sino el Tenorio apasionado que se rinde a doña Inés. (pág. 301)
Es el fin del carácter donjuanesco de Todellas, aquel que asumió esa
condición cuando después de seducir a Cristeta se dispuso a abandonarla escribiéndole
una carta y haciéndole entrega de cinco mil pesetas mientras murmuraba para sí:
«¡Quien tal hizo, que tal pague!». Es inevitable que leyendo esta frase resuenen los
famosos versos de El Burlador de Tirso.
A medida que avanza la acción, encontramos más ecos y recuerdos de algunas
de las escenas más destacadas del mito literario. Cuando, tras su cita en el teatro,
Cristeta y la niñera se montan en el coche y desaparecen, Picón describe el ánimo de
Todellas comparándolo con la leyenda de Miguel de Mañara: «No debió de
quedarse tan triste ni asombrado aquel hidalgo de la leyenda que vio ante sus ojos pasar
su propio entierro, como quedó don Juan mirando alejarse rápidamente la berlina» (pág.
300).
En el capítulo XXII, don Juan queda con Cristeta en la Plaza de Oriente. Allí,
«los enormes y desnarigados reyes de piedra que rodean el jardinillo, surgen de entre los
árboles como grandes espectros blancos» (pág. 330). Vienen a la mente de manera
irremediable las estatuas de piedra con las que se encuentra el don Juan de Zorrilla en el
panteón. Cristeta asiste al encuentro como si de una sombra se tratara.
Esta evocación a la imagen de doña Inés se repite unas páginas más adelante,
cuando al llegar a casa, Todellas vive una serie de sueños que se convierten en
pesadilla. En uno de ellos, sueña con varias mujeres que se convierten en esqueletos
después de haberlas gozado, pero aparece Cristeta, envuelta en un aura angelical:
31
El alma de don Juan da un vuelco hacia ella, la alcanza, la detiene, y al tocarla queda
convertida en estatua. En vano pretende vivificarla acariciando sus hermosas caderas,
y gimiendo de dolor entre sus marmóreos pechos. Ya no es mujer, es una divinidad
[…]. A fuerza de besarla éntrasele a don Juan por los labios hasta el alma el frío de la
piedra, y paralizada su sangre, se desploma rendido. (pág. 338)
Por último, sueña con su vejez, enfermo pero con el «cerebro despierto y
sano», con la única compañía de una criada que le asiste de mala manera. Intenta
recordar su vida pasada y los nombres de las mujeres con las que ha compartido su vida,
pero no lo logra. Solo una palabra le viene a la mente: «“Imposible”. Es Cristeta. Don
Juan, reconociéndola, suplica, implora, ruega, grita, procura detenerla, y nuevamente el
fantasma se disipa, dejándole en las manos la sensación de un sudor frío y pegajoso»
(pág. 340).
Fría, como las estatuas del Don Juan Tenorio, se vuelve Cristeta en toda la
segunda parte de la novela ―«la maquiavélica Cristeta» la designa el mismo Picón―,
rasgo característico del donjuanismo masculino. Esto hace que el lector llegue a pensar
en un cambio de papeles de ambos personajes. No es que Cristeta se convierta en una
doñajuana en sí, sino que adquiere la capacidad de doblegar al propio donjuán de la
obra.
4.3. Juanita Tenorio
Escrita en su última etapa como novelista, Juanita Tenorio, culmina con la
reivindicación que hace Picón por la igualdad de trato y de comprensión de la mujer con
respecto al hombre en sus escritos narrativos.
El título de esta obra ya alude al mito del don Juan, pero, como indica Emilio
Miró, «en una originalísima variante femenina de un arquetipo masculino por
antonomasia»44
.
44 E. Miró, «Juanita Tenorio (1910), de Jacinto Octavio Picón, o el ‘anhelo de ser querida’», en Don
Juan Tenorio en la España del siglo XX, pág. 409.
32
Además, el tratamiento del personaje mediante el uso del diminutivo puede
considerarse una forma de acercamiento con el lector, clave para la empatía que a lo
largo de la obra obliga a sentir la protagonista. Picón se refiere a ella como Juanita, sin
tratamiento de cortesía ―no es doña Juana―, lo cual anticipa de la existencia de una
joven soltera. Para Soriano, este diminutivo muestra una intención sarcástica puesto que
la protagonista no merecería tal nombre donjuanesco ya que se narrará «la historia de
sus caídas» más que de sus conquistas45
.
El relato está escrito en primera persona, siendo la propia protagonista la que
narra sus memorias. Picón utiliza esta primera persona para afianzar esa unión con el
lector y, así, gracias al recurso del manuscrito encontrado, despreocuparse de la opinión
crítica.
Cierto amigo mío, cuyo nombre quiero callar, sabiendo mi afición a conocer episodios
y lances de la vida donde fundar novelas y cuentos, me regaló el manuscrito original
de este libro, sin declararme su procedencia, pero autorizándome para que lo
aprovechase a mi antojo46
.
Juanita empieza por revivir su desdichada infancia, pues queda pronto huérfana
de madre. De la etapa anterior a su fallecimiento, recuerda poco. Habla de ella como
una mujer «buena, hermosa y desgraciada»47
. La belleza de su madre es resaltada en
varias ocasiones cada vez que Juanita habla de su físico: «¡Funesta belleza que harto
cara hemos pagado ambas!» (Pág. 1).
Recuerda lo mal que se llevaba con su padre, un librero que le doblaba la edad
y con quien se había casado por el interés de sus familias. Juanita tampoco recuerda
ninguna muestra de afecto por parte de su padre:
45 E. Soriano, El donjuanismo femenino, pág. 167.
46 J. O. Picón, «Al lector» en Juanita Tenorio, Obras completas, pág. VII.
47 J. O. Picón, Juanita Tenorio, Obras completas, pág. 7. A continuación cada vez que se cite esta
novela se indicará solo la página de esta edición, donde se ha decidido modernizar los criterios de
acentuación con respecto a la norma actual.
33
Era tan áspero para conmigo, que nunca me acariciaba ni besaba; jamás fui para él
objeto de uno de esos impulsos de cariño con los cuales, hasta las personas de carácter
más esquivo, revelan en ciertos momentos, y a veces impensadamente, la poca ternura
que sean capaces de sentir. Malos tratos, no; ni una palabra fea, ni un golpe; pero
tampoco el menor halago (pág. 10).
Sin embargo, de la muerte de su madre culpa a otro hombre, con quien se
puede leer entre líneas que mantenían una relación y al que define como «simpático, de
arrogante figura, y vestido con sencilla elegancia» (pág. 7-8). Juanita cuenta que de
aquel hombre solía recibir regalos y cariño que jamás recibió del librero. Este misterioso
personaje es más importante de lo que puede resultar en un principio, pues con todo lo
dicho, Picón deja a la imaginación del lector que este sea el verdadero padre de la
protagonista48
.
El capítulo primero es intenso y significativo para entender el resto de la
novela. Tras el abandono del caballero, su madre muere de tristeza romántica y el padre
se deshace de Juanita ingresándola en un colegio de monjas. Estos son sin duda los
antecedentes que llevan a la protagonista más adelante a detestar al género masculino.
Juanita experimenta acto del amor a lo largo de la obra en varias ocasiones. La
primera de ellas fue una vez desaparecido su padre, cuando vuelve a la librería y se hace
cargo de ella, donde conoce a uno de los empleados, Ángel.
Y aquí desaparecen la niña de infancia triste y la colegiala por fuerza; es decir, cesa el
período de mi vida en que el daño me vino del prójimo, surgiendo en su lugar la mujer
predestinada a sufrir, no sólo por la maldad y el egoísmo ajenos, sino también por sus
propios errores (pág. 58).
48 Picón demuestra la misma habilidad en La hijastra del amor, cuando presenta a Clara como la hija
bastarda del Conde de Engueta, fruto del adulterio de su madre con este.
34
Este joven cuyos «atractivos consistían en una gran facilidad de palabra y en
parecer muy varonil» pronto llama a la desconfianza de Luisona, la criada de Juanita, y,
por consiguiente, la del lector. Tras mantener relaciones, Juanita le considera su novio
formal, del que se enamora apasionadamente. Sin embargo, termina traicionándola
cuando esta se da cuenta de que tiene una vida paralela.
Ante esto la joven hace una serie de confesiones: «Siento humillado mi amor
propio, porque fui insensata; herido el corazón, porque fui burlada» (pág. 73). Pero tras
este episodio no desistirá en seguir buscando a un hombre que la ame como merece: «el
desengaño me hizo aborrecer al amante; la revelación del amor nunca he podido
maldecirla» (pág. 79).
Encontramos en Juanita un personaje, como bien lo define Soriano,
antidonjuanesco a la hora de presentar las características propias de las víctimas
burladas49
:
Los dos parecíamos poseídos por la misma exaltación; pero, dicho sea en honor mío,
de día en día iba yo notando que en lo referente a cosas del corazón mi sensibilidad
superaba a la suya: él tenía... no sé cómo expresarlo... más de hombre que de amante;
yo mucho más de enamorada que de hembra (pág. 92).
A continuación de este episodio amoroso, le siguen dos más: el de sus amores
con Gonzalo, nieto de la marquesa de Arantines a la que se va a servir con intención de
alejarse de su vida pasada; y el de su vida junto a Blancas, secretario de la marquesa y
amante de la nuera de esta, que, después de morir la marquesa, compra a Juanita y viven
juntos.
Ambos personajes masculinos juegan con ella como lo haría cualquier donjuán.
Su imagen de «seductora seducida» cobra sentido cuando, una vez fuera de la casa de la
marquesa, se destaca su enemistad con la nuera de ésta:
49 E. Soriano, El donjuanismo femenino, pág. 170.
35
Lo de robar el amante (así decían) a dama tan conocida, me dio extraordinaria
notoriedad; mi belleza, mi elegancia, mi manera de vestir y presentarme en público,
hicieron lo demás; llegando a inspirar tal interés, que adquirí la certidumbre de ser por
muchos codiciada, y pagada a peso de oro en cuanto me prestase a traicionar a mi
poseedor, a él diese señal de flaqueza en apreciarme. […] Si me detengo en este
período de mi existencia, es porque lo considero como el fin de mi vida honrada y el
comienzo de mis días de escándalo (pág. 226).
Después de todo, Blancas y Juanita rompen de mutuo acuerdo, pactando que
ella se quedara con los bienes recibidos por él. Es el capítulo XII donde da un giro la
historia, desaparecen los romances efímeros de la protagonista y esta se dispone a
vengarse de cualquier hombre. Por medio de una antigua amiga de su colegio, Irene,
conoce a Sancho, un donjuán que además posee el título de marqués de Aljavir.
El odio y el desprecio del hombre, que tantas veces se había enseñoreado de mi
espíritu, encontraba al fin su forma de manifestarse. ¿Quién me negaría el derecho de
engañar y herir de igual manera que fui herida y engañada? ¿Por qué aquel don Juan
no había de tener en mí su doña Inés? Pero no una novicia entre candorosa e
inflamable, sino una verdadera y poderosa coqueta que diese al traste con su
arrogancia (pág. 286-287).
Sin embargo, su propósito queda olvidado cuando se da cuenta de que su nuevo
amante está enfermo.
Después de un tiempo manteniendo una relación, Sancho no puede reprimir sus
impulsos de seductor y tras haberse fijado en una joven rica, abandona a Juanita para
casarse con ella. Juanita la define como una mujer atractiva pero con malas intenciones:
«El cuerpo, un prodigio; el alma, un asco» (pág. 427).
De nuevo, como en el caso de Todellas, se nos presenta la figura de un donjuán
en su última etapa, pues esta jovencita le hará «sufrir lo mismo que otros sufrieron por
su causa». «Quien tal hizo, que tal pague», vuelve a repetirse la célebre frase de Tirso,
esta vez en puño y letra de Irene (pág. 457).
36
Ante la noticia del casamiento de Sancho y al contrario de lo que uno puede
imaginarse, Juanita se propone ayudarlo y liberarlo de aquella situación:
Mi afán no era reconquistarle, sino salvarlo, diciéndome que la mayor prueba de amor
que le podía dar era hablarle como en tales casos saben hacerlo solo la madre o una
amante verdadera; seres, al parecer, de índole tan opuesta, y a los cuales, a veces, la
fuerza del querer hace asemejarse tanto (pág. 458).
Si consideramos que en esta segunda parte de la obra el verdadero donjuán es
Sancho y no Juanita ―quien, en verdad, nunca ha demostrado serlo―, esta dice querer
comportarse como una madre. Varios críticos han hablado de la ausencia de esta figura
en el mito del Don Juan. En el de Zorrilla se nos muestra a Inés como una esposa
impuesta por el padre de don Juan, quien puede haberla elegido por reunir las
cualidades propias de una madre50
. Por lo tanto, la protagonista intenta comportarse
como una doña Inés al intentar salvarlo.
Como es de esperar, la protagonista hace que el donjuán se redima. Sancho se
divorcia de la joven después de una serie de adulterios, que se presentan como lances
donjuanescos femeninos: «Figúrate los comentarios de las mujeres quejosas y de los
maridos ultrajados» (pág. 516).
Finalmente, se encuentra Sancho solo y enfermo y Juanita se dispone a
cuidarlo para siempre:
—Estoy viejo, enfermo... aquí no hay hombre... ¡Y has venido!...
—Y, si tú quieres, ¡para siempre!
Entonces, alzó la cabeza, me miró con una ternura que antes jamás tuvieron sus ojos, y
oprimiéndome nerviosamente las manos, con tal fuerza que me hizo dulcísimo daño,
dijo en voz baja:
50 L. Fernández Cifuentes, «Notas complementarias», en Don Juan Tenorio, pág. 280.
37
—¡Para siempre! (pág. 528)
Esta frase final condena por completo la figura del conquistador por sus claros
matices antidonjuanescos, como bien señala Soriano51
.
Por lo tanto, en Juanita Tenorio encontramos un personaje que pasa de
seductora a seducida en cada uno de sus idilios amorosos. A pesar de todos los engaños
y los maltratos sentimentales recibidos por los hombres, no cesará de buscar el amor
que nunca ha recibido por parte de ninguno de ellos. La satisfacción de la joven se
fundaba «en el convencimiento de haber inspirado, por fin, a un hombre algo más que el
deseo de gozar mi hermoso cuerpo. […] este anhelo de ser querida antes que deseada
era todo mi afán» (págs. 404-405).
4.4. Algunos cuentos
Elementos donjuanescos en los cuentos de Picón no se encuentran tantos como
los que hemos podido estudiar en las novelas anteriores. Sin embargo, algunos rozan el
tema del donjuanismo, de nuevo, a través de un punto de vista femenino. En este
apartado me dispongo a mostrar el comportamiento de tres mujeres que han sufrido,
cada una a su manera, lo que la época decimonónica les ha condenado a vivir.
4.4.1. «El último amor»52
Picón presenta a Estéfana, una mujer de alto nivel económico y de avanzada
edad, a la cual describe físicamente al principio del cuento:
Era alta, fuerte, de complexión sanguínea, el color del rostro encendido, aunque los
polvos de arroz y otros afeites hacían que pareciese blanca; estaba muy gruesa,
51 E. Soriano, El donjuanismo femenino, pág. 177. 52 Publicado por primera vez en la revista Apuntes el 5 de julio de 1896 (año I, nº16).
38
conociéndose que tenía el talle, las caderas y el pecho bárbaramente oprimidos por el
corsé. Debió de haber sido hermosísima, pero de aquella belleza solo atestiguaban las
líneas altas del escote, los brazos, los dientes, las manos y los pies pequeños para su
estatura53
.
Se pueden apreciar claros rasgos donjuanescos en el pasado de la protagonista
cuando el narrador habla de su fama de hermosa y triunfadora: «conservaba cierta
arrogancia y gallardía, propias de quien está acostumbrada a inspirar asombro a los
hombres y envidia a las mujeres» (pág. 258). Pero en el momento de la narración, acaba
de sufrir un desengaño con un hombre mucho más joven que ella:
Supuso tener rendido al amante, pensando que ninguna mujer joven, ni ella misma
veinte años atrás, hubiera sabido desplegar la experiencia medio ingenua, medio
perversa, necesaria para cautivarle, y de pronto, en pocos días venía el desengaño
inesperado […]. Aquel amor había sido el postrero: aquel hombre, el último amante
(pág. 260).
Esta doñajuana roza ya la vejez y, como señala Lasaga, en esta etapa lo único
que relaciona al personaje donjuanesco con su rasgo más destacable de seductor será el
recuerdo de sus conquistas, pero ya no sus acciones54
. Por lo tanto, estamos de nuevo
ante la degeneración del mito, pero esta vez a través de una figura femenina, que
además ha pasado de ser una seductora hábil a mujer burlada y humillada.
Ante esto, la protagonista, después de una noche de reflexión entre llantos y
rabia, se deja caer en los brazos de la religión, prometiéndose despedirse del amor
carnal55
del mismo modo que termina el Tenorio de Zorrilla cuando, antes de morir,
recita sus últimos versos: «¡Clemente Dios, gloria a Ti!»56
.
53 J. O. Picón, Después de la batalla y otros cuentos, págs. 257-258. A continuación se indicará al final
de los textos citados en este apartado la página de esta edición.
54 J. Lasaga Medina, Las metamorfosis del seductor, pág. 138.
55 También esta imagen puede recordarnos al final de La Regenta, cuando Ana Ozores recurre a la vida
religiosa para pedir perdón por sus pecados.
56 J. Zorrilla, Don Juan Tenorio, pág. 224.
39
4.4.2. «Lo ignorado»57
Carolina es una mujer casada con un hombre, al que ella misma define como
bueno, decente, cariñoso y leal, con el que tiene una hija de 17 años, tan hermosa
como lo era ella a su edad. A pesar de lo idílica que puede parecer esa estampa familiar,
Picón muestra a una mujer abatida e inmersa en sus pensamientos.
A medida que avanza la narración, el lector va conociendo la relación íntima
que Carolina mantuvo con un hombre a espaldas de su familia: «empezó él a perseguirla
y ella a vacilar, enorgullecida con haber inspirado amor a un hombre de quien se
referían tantas y tan extraordinarias conquistas» (pág. 277). Ella cree haberse
enamorado, pero pronto se da cuenta de que es una conquista más de un donjuán que
finalmente la abandona para seguir con su propósito de seducir a más mujeres: «sí que
la ofendió a ella mintiéndole una pasión que era incapaz de sentir, y tratándola como a
una mujer perdida» (pág. 280).
A pesar de que nadie conoce tal desliz, la mujer siente repugnancia hacia su
persona. Este autocastigo se fundamenta en la mala conciencia de la protagonista, que
recuerda su inevitable aventura llevada por los impulsos sexuales. No es el abandono lo
que le atormenta, sino la deshonra a la que ha arrastrado a su familia que ni siquiera es
consciente de ello, pero, sobre todo, la personal, pues ha sido víctima de su propio
adulterio.
4.4.3. «Desencanto»58
La historia se centra en Soledad, una mujer de 30 años tratada como una
víctima más de la sociedad decimonónica, pues es presentada como una mujer con ideas
propias y muy liberales sobre la realidad y que actúa sin importarle los prejuicios
sociales. Esto se puede comprobar en las conversaciones que con frecuencia mantiene
con Luis, su primo, donde se muestra firme al reclamar mayor independencia para la
57 Publicado por primera vez en Vida Nueva el 18 de diciembre de 1898 (año I, nº 28). 58 Publicado por primera vez en El Cuento Semanal el 4 de enero de 1907 (año I, nº1).
40
mujer: «…basta que ustedes los hombres, en vez de educarlas para que aprendan a vivir
y defenderse, las dejen ignorantes y sin defensa… Viven miserablemente… Eso es lo
que a ustedes les gusta, y cuando están desesperadas entontes sale el caballero que la
protege…, si es bonita; y si no…, se pone a servir…, o se muere de hambre» (pág. 318).
Además, encontramos también que Soledad se posiciona en contra de todos aquellos
que, «por gusto, hasta por vanidad y amor propio», juegan con la dignidad de las
mujeres abandonándolas y dejándolas al desamparo de la sociedad que las tacha de
peligrosas e indecentes (págs. 323-324).
Tras una serie de debates políticos y sociales, la protagonista termina
enamorándose de Luis, quien también ha quedado prendado de ella. Sin embargo, se
trata de un hombre conservador que teme al escándalo y, por ello, guarda las
apariencias, hecho que aborrece Soledad, cuya «inteligencia hará que se imponga la
razón por encima del impulso de un enamoramiento que conduciría inexorablemente al
fracaso»59
. Atendiendo a la cita siguiente y teniendo en cuenta el nombre que Picón le
otorga a la protagonista60
, el lector puede anticiparse al final del cuento:
Cuando he comprendido que estaba comenzando a querer; cuando he creído que me
amaban, he hecho todo lo posible por conocer a fondo al hombre que me cortejaba, sin
arredrarme ante la posibilidad del desengaño, y porque él me conociese a mí…, y he
comprendido que él y yo habíamos salido mal de la prueba, que uno de los dos se
equivocaba… Muy amargo, ¿verdad?, pero muy sano […]. Ni engañadora ni
engañada. Mientras no me salga al paso el hombre a quien yo crea digno de mi cariño
y no me persuada de que realmente le amo…, soltera me quedaré (pág. 333).
59 E. Gutiérrez Díaz-Bernardo. «Introducción» a Después de la batalla y otros cuentos, ed. cit., pág. 62.
60 Nombre parlante, pues al final del cuento el propio personaje se resigna a la soledad que le depara su
vida alegando: «Lo que me da pena es que la juventud se me acaba sin que aparezca el compañero con el
que he soñado para la vejez. […] Quizá por esto tu pobre amiga, que tanto te quiere, se llama Soledad».
(pág. 355).
41
Conclusiones
Después de haber realizado un análisis intensivo de la obra de Jacinto Octavio
Picón propuesta en la introducción y teniendo en cuenta los apartados anteriores que
han servido para el estudio en profundidad de este trabajo, podemos llevar a cabo una
serie de conclusiones.
En primer lugar, puede apreciarse el paralelo existente entre las heroínas de las
novelas a la hora de reconquistar a sus respectivos amados. Sin embargo, en cualquiera
de ellas es obvia la imposibilidad de una figura donjuanesca femenina, puesto que la
acción está ambientada en un mundo donde prepondera la desigualdad social y sexual a
favor siempre del género masculino y la existencia de una «burladora de hombres» era
difícil de concebir por aquel entonces.
Además, las protagonistas principales de estas historias han demostrado la
incapacidad de reproducir los actos característicos de un donjuán con los mismos
resultados que consiguen los hombres, sobre todo cuando son ellas mismas las que
muestran rechazo hacia esta actitud, sintiendo que la belleza que las define es un castigo
y la maldicen en más de una ocasión por ser el único motivo que les lleva a ser
deshonradas.
Cobra una importancia significativa la sensibilidad y el deseo de ser amadas
que demuestran a la hora de terminar siendo en verdad las víctimas de sus depredadores
sexuales, puesto que el honor que ultrajan es el suyo, nunca el de los hombres, por
imposición social. Solo la protagonista del cuento «El último amor» parece que se ha
acercado a las cualidades seductoras de un donjuán, pero con el paso del tiempo
encuentra las limitaciones de la edad y decide abandonar esta vida.
Durante el análisis de este trabajo se puede comprobar la continua defensa de
Picón hacia los más desfavorecidos y parece que leyendo el último cuento encontramos
a modo de conclusión la postura del autor en boca de Soledad, la única mujer que pone
en manifiesto unas ideas claras, partidaria confesa de la igualdad entre ambos sexos,
franca y espontánea a la hora de mostrar su opinión. Es capaz de admitir quedarse el
resto de su vida soltera, antes que terminar con un hombre que reniega de sus ideas.
42
Es posible también observar que no todas prestan la misma atención al mito del
Don Juan. En La hijastra del amor encontramos pocas menciones al personaje
legendario y solo rastreando en profundidad en las descripciones de los personajes
podemos hallar alguna comparación con las obras de Tirso y Zorrilla. Con las novelas
siguientes nos es más fácil esta relación. Tanto en Dulce y sabrosa como en Juanita
Tenorio descubrimos desde el principio dos personajes que comparten el nombre con el
mito. En ambas novelas Picón juega con la alteración de género de la figura
donjuanesca y no es hasta el final de la obra cuando el lector es capaz de diferenciar los
papeles de cada personaje.
El donjuanismo que presentan los personajes masculinos se va degradando de
manera dispar. En el caso de Eduardo, en La hijastra del amor, se aprecia un declive
muy significativo a medida que el tiempo pasa por él, tanto físicamente como en sus
acciones. En Lorenzo y Sancho encontramos un caso diferente. Ambos marqueses
terminan con su condición de donjuán porque encuentran el amor en Clara y Juanita
respectivamente y, a pesar de abandonarlas por mujeres de mayor categoría social,
terminarán compartiendo sus vidas junto a ellas. Don Juan de Todellas, sin duda alguna,
es el más elaborado y en el que Picón acumula más rasgos donjuanescos en cuanto a su
físico y a sus actitudes, pero también el que más evolución presenta a lo largo de la
obra. Pasa de ser de burlador a víctima en cuanto cae en la trampa diseñada por Cristeta
para volver a atraerle hacia ella.
En definitiva, Jacinto Octavio Picón termina confeccionando una idea del
donjuanismo muy particular, donde es continuo el cambio de roles de sus personajes
como defensa a la igualdad social y sexual en sus obras.
43
Bibliografía
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