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1er Foro de Arqueología, Antropología e Historia de Colima
Juan Carlos Reyes G. (ed.)
D.R. © 2005
Gobierno del Estado de Colima, Secretaría de Cultura
LOS PROCESOS FORMATIVOS DEL ESPACIO REGIONAL EN COLIMA
De la conquista al siglo XVIII
Héctor Porfirio Ochoa Rodríguez
1. Enfoques en el estudio de las regiones
Cuando intentamos aprehender y definir a las
regiones, parece que están y no están allí, las vemos pero
no las miramos, las sentimos pero no las podemos
describir, son como escurridizos anfibios que se nos
resbalan de las manos cuando creemos tenerlos
sólidamente atrapados. Si las estudiamos con las
herramientas que nos aporta la geografía, las perspectivas
parecen más claras, los horizontes más alcanzables; pero
luego, la testaruda realidad nos desmiente. El caso es que
se lidia con cuestiones complejas, multidimensionales. No
obstante, se debe acometer la tarea de intentar un ligero
orden en el aparente caos de formas de abordar las
realidades regionales.
La ecología humana puede ayudar a la interpretación
de los procesos de interacción sociedad-naturaleza, a
2
1. Enrique J. Jardel P.
"Diversidad ecológica y transformaciones del pai-saje en el Occidente de
México", en Ricardo Ávila Palafox (coord.). Transfor-maciones mayores en el
Occidente de México.
Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1994, p.
14-15.
2. Ibid., p. 15. Cfr. María de Bolós (dir.). Manual de
ciencia del paisaje. Teo-ría, métodos y aplicacio-nes. Barcelona, Masson,
1992.
3. María de Bolós i Capdevila. "Anteceden-
tes", en María de Bolós (dir.). Op. cit., p. 5.
través de cuatro grandes líneas de investigación: 1) el
efecto de las condiciones ambientales sobre las
sociedades, y los procesos de adaptación de los grupos
humanos a las condiciones y restricciones que les impone
el medio; 2) el efecto de los seres humanos sobre su
entorno ecológico, a través de la modificación de las
condiciones ambientales, la transformación de los paisajes,
la explotación de los recursos naturales y la producción de
desechos; 3) las interacciones ecológicas entre
poblaciones o grupos humanos, que incluyen competencia
por recursos, la desviación de energía y materiales de una
población a otra a través de procesos exploratorios, la
distribución de grupos humanos en el espacio, las formas
de uso y manejo de los recursos naturales, y el
conocimiento y la percepción del ambiente; 4) los
procesos, las políticas y los métodos de gestión del
ambiente y los recursos naturales.1
En el estudio de las interacciones entre los sistemas
humanos y naturales, un enfoque metodológico es el de la
ecología del paisaje, campo de investigación originado en
la geografía del siglo XIX, pero con un importante
desarrollo en las últimas décadas del XX.2 El término
"paisaje", procedente del lenguaje común, tiene el
significado de espacio territorial más o menos bien
definido. Otra acepción, se la dieron los pintores, para
referirse a los cuadros en donde se representaba una
porción de la superficie de la tierra firme (en inglés,
landscape), mas no del mar, cuyas pinturas eran conocidas
como "marinas". De cualquier manera, estas concepciones
estaban cargadas de un sentido más bien estético.3 El
barón Alexander Von Humboldt introdujo el paisaje como
3
4. Enrique J. Jardel P. Art. cit., pp. 15-16.
5. Ibid., p. 16.
6. Olivier Dollfus. El análisis geográfico. Bar-
celona, Oikos-tau, 1978, pp. 13-14.
concepto científico en la geografía, con el significado de
"carácter total de una región de la tierra".4 En la actualidad,
tanto en la geografía como en la ecología, dicho vocablo
"constituye una imagen del territorio que manifiesta de
forma sintética las condiciones físico-geográficas,
ecológicas y sociales en el espacio y sus cambios en el
tiempo," constituido por los componentes perceptibles en
forma de panorama o escena (fenosistema) y de
componentes de más difícil observación (criptosistema),
que permiten interpretar la estructura, funcionamiento e
historia de los complejos sistemas ecológicos en el espacio
geográfico.5
Resulta, pues, que todos los paisajes están
compuestos por diversos elementos geográficos que se
articulan unos en relación con otros. Algunos son de tipo
físico o natural (abióticos), como el sustrato geológico, el
clima, las aguas. Otros constituyen el ámbito vivo, la
biosfera formada por el conjunto de comunidades
vegetales y animales. Los protagonistas decisivos, empero,
son los grupos humanos, que alteran el medio viviente. El
ámbito abiótico constituye el potencial ecológico; las
comunidades vivas, la explotación biológica; en tanto que
la utilización antrópica se refiere a un determinado tipo de
ordenación del espacio.6 Como se verá más adelante,
estos elementos pueden servir para realizar ciertos tipos
de aproximación a las regiones geográficas.
El espacio regional, de acuerdo con Olivier Dollfus, no es
una porción cualquiera de la superficie terrestre, sino una
porción organizada por un sistema y que se inscribe en un
conjunto más vasto. Esto evidencia la ambigüedad de la
idea de región. Así, se habla de una diversidad de
4
7. Ibid., pp. 101-103.
8. Pierre George. "La
región en cuanto objeto de estudio de la geo-grafía", en Geografía ac-
tiva. Barcelona, Ariel,
1980, pp. 326-327.
9. Ibid., p. 324.
regiones: "natural", "histórica", "geográfica", "económica",
"urbana", "homogénea", "polarizada", etcétera. Por
ejemplo, la región natural es una de las más viejas
nociones geográficas, "basada en el papel determinante de
los elementos físicos en la organización del espacio".
Mientras que la región histórica "nace de un [amplio]
pasado vivido en común por una colectividad que ocupa un
territorio, […] de una voluntad de vivir colectiva que da su
identidad al grupo de personas que viven en dicho
territorio", donde "el pasado aspecto político prevalece
sobre el territorio".7 Profundizando en la definición, Pierre
George nos dirá que:
Una región constituye sobre la tierra un espacio
preciso pero no inmutable, inscrito en un marco natural
dado y que responde a tres características esenciales:
los vínculos existentes entre sus habitantes, su
organización en torno a un centro dotado de cierta
autonomía y su integración funcional en torno a una
economía global.
Es el resultado de una asociación de factores activos y
pasivos de intensidades variables, cuya dinámica
propia se encuentra en el origen de los equilibrios
internos y de la proyección espacial.8
Un rasgo muy importante de la definición de
George es considerar que, ante todo, deben afirmarse el
carácter concreto y la relatividad histórica de la región,
entendiéndola como una "situación", como "resultado de un
equilibrio de fuerzas en el que el pasado juega un papel
considerable".9
Para George, las regiones son "organismos
complejos y vivientes", que nacen, se desarrollan y,
5
10. Pierre George. "Métodos para el estudio de lo regional", en Geo-grafía activa. Barcelona,
Ariel, 1980, p. 352.
11. Ángel Bassols Bata-
lla. "Cuestiones funda-mentales de la teoría re-gional", en México. For-
mación de regiones eco-nómicas. México, UNAM,
1979, pp. 39-51.
eventualmente, pueden desaparecer. Además, su
formación puede ser de dos tipos principales: libre y
voluntaria. Con relación a la primera, nos dice que en ese
proceso deben considerarse los factores naturales e
históricos, la polarización (la organización creciente en
torno a un centro o "polo" urbano), el desarrollo de las
comunicaciones y la administración (organización de los
servicios administrativos del Estado y de las firmas y
sociedades). Asimismo, las regiones se pueden analizar
tomando en cuenta la población (en sus aspectos
demográficos y sociales), los recursos y su utilización, el
consumo, los intercambios exteriores y, como se ha dicho,
la estructura geográfica. 10
En el estudio y delimitación de regiones en México, Ángel
Bassols Batalla señalaba en 1979 algunos factores o
criterios, así como variables, a ser tomados en cuenta. En
tal virtud, mencionaba: a) la naturaleza, haciendo hincapié
en los factores y recursos; b) la historia de carácter
socioeconómico; c) la población en sus diversos caracteres
de importancia espacial; d) factores y variables de la época
actual, de índole física, económica y demográfica. A todo
ello, se debía agregar siempre: 1) un riguroso estudio
histórico de la génesis regional y problemas de división
político-administrativa; 2) migración interna y externa,
colonización; 3) análisis del hinterland urbano; 4) papel de
las compañías transnacionales; 5) el sistema natural-social
de la región como un todo, y de la producción en particular;
6) problemas de tenencia de la tierra y, en general, el uso
del suelo; 7) políticas regionales del desarrollo, y 8)
impacto de la lucha de clases en la región.11
La antropología social en México, desde hace décadas, ha
6
12. Véase Guillermo de la
Peña. "Los estudios regionales y la antro-pología social en México", en Relaciones, El Colegio
de Michoacán, núm. 8, otoño de 1981, pp. 43-86.
utilizado también enfoques regionales. Al respecto,
Guillermo de la Peña presentó en 1981 un interesante
balance de estudios realizados por Manuel Gamio,
Gonzalo Aguirre Beltrán, Robert Redfield, Julian Steward,
Eric Wolf, Angel Palerm, Arturo Warman y Andrés
Fábregas. Los temas trabajados por estos investigadores
iban desde la integración cultural de los grupos étnicos
hasta el estudio de "mentalidades" regionales específicas,
pasando por la relación entre tradición y modernidad, así
como la heterogeneidad de culturas en áreas específicas.12
En el ámbito de la historia regional mexicana, las
ideas de Eric Van Young resultaron muy estimulantes para
el manejo del concepto de región. Después de señalar que
las regiones son como el amor, difíciles de describir pero
reconocibles al mirarlas, este autor dejó en claro que existe
una confusión derivada también de la falta de rigor en el
manejo de los conceptos. Pero Van Young ha ido más allá.
Plantea que una región es una hipótesis por demostrar, un
recurso para pensar la realidad social, que requiere ser
definido para saber qué espacio le integra, qué variables
deben considerarse en su análisis y qué información es
necesario recopilar. Se requiere ubicar las convergencias
del espacio físico con el social, o de la generalización con
la particularización. Este análisis debe tomar en cuenta la
integración o no de los mercados internos y externos. Eso
debe hacerse al realizar historia regional, antes que
describir presuntas entidades con existencia previa.
También considera que la forma más útil del concepto de
región es considerarlo como la "espacialización" de una
relación económica. Además, una definición funcional muy
simple sería la de un espacio geográfico con una frontera
7
13. Eric Van Young. "Haciendo historia regio-
nal: consideraciones metodológicas y teóricas", en Pedro Pérez Herrero (comp.). Región e historia en México (1700-1850): métodos de análisis re-
gional, México, Instituto
de investigaciones José María Luis Mora, Univer-
sidad Autónoma Metropo-litana, 1991, pp. 99-101.
14. Carol A. Smith. "El estudio económico de los
sistemas de mercadeo: modelos de la geografía económica", en Nueva
Antropología, México, año
VI, núm. 19, 1982, pp. 29-80.
15. Eric Van Young. Art. cit., pp. 102-104.
que lo delimita, determinada por el alcance efectivo de
algún sistema cuyas partes interactúan más entre sí que
con los sistemas externos. La frontera no necesitaría ser
impermeable ni congruente con las divisiones políticas y
administrativas más familiares. Van Young llama también
la atención sobre dos aspectos que a menudo se
confunden y son fuente de incertidumbre: la regionalidad
(la cualidad de ser de una región) y el regionalismo (la
identificación consciente, cultural, política y sentimental,
que grandes grupos de personas desarrollan con ciertos
espacios a través del tiempo).13
Las economías y sociedades regionales en general,
y las mexicanas en particular, resultan bastante diferentes
entre sí, según estén ligadas a mercados internos o
externos, como plantea Carol A. Smith,14 retomado en
parte por Van Young, para dilucidar si el emplazamiento
central de una región está dentro o fuera de ella. Así,
algunas regiones se centran en ciudades con una jerarquía
urbana más o menos estructurada y una división interna
del trabajo. Otras pueden ser descritas como
agrupamientos de unidades productivas o de empresas
vinculadas con un mercado externo en una forma
cualitativamente semejante. Las dos son formas
metafóricas bien diferentes de región, y se les puede
designar como de "olla de presión", en un caso, y de
"embudo" en el otro.15
El modelo de "olla de presión", que otros teóricos
llaman de tipo "solar", se caracteriza por un espacio interno
relativamente complejo y polarizado jerárquicamente,
donde se vería una proliferación y complicación de las
estructuras internas a través del tiempo. El modelo de
8
16. Ibid., pp. 106-108.
17. Ibid., pp. 109-111.
18. Eric Van Young (ed.). "Are Regions Good to Think?”, en Mexico's
Regions. Comparative History and Development.
San Diego, University of
California, Center for U.S.-Mexican Studies., pp. 1-36.
"embudo", en cambio, se caracteriza por un grado de
polarización espacial interna muy bajo, así como una
simplificación y homogeneización de las relaciones
económicas y sociales internas, al mismo tiempo que una
diferenciación más aguda entre las clases sociales. La
orientación hacia el exterior es con el propósito de
comerciar un solo bien exportable.16
En la historia mexicana no han existido, según Van
Young, muchos ejemplos de región de embudo o
dendrítica, salvo los casos de la economía azucarera de
Morelos y el desarrollo de la industria henequenera de
Yucatán, en el siglo XIX; en cambio, ha sido más frecuente
el tipo regional de "olla de presión", como las regiones de
Guadalajara y el obispado de Michoacán en la época
colonial.17
Van Young también ha señalado la importancia de
incorporar al análisis regional las perspectivas teórico-
metodológicas de diversas disciplinas, en el entendido de
que las regiones históricas no son espacios físicos sino
sociales y de que no existe una definición universal de
región, pues depende de la perspectiva de quien la defina.
El análisis regional tiene sobre todo posibilidades
heurísticas, pues las regiones sirven para pensar
históricamente el cambio socio-cultural y para comprender
las mediaciones entre lo local, lo nacional y lo global.18
Un autor clave para entender la compleja dinámica
que se articula entre región, cultura e identidad es Gilberto
Giménez. Consciente de que la noción de región es de las
más confusas y ambiguas que maneja la geografía
humana, propone el abordaje de la región sociocultural a
partir de la definición que de la misma hiciera Guillermo
9
19. Gilberto Giménez. "Apuntes para una teoría
de la región y de la identidad regional", en Es-tudios sobre las culturas
contemporáneas. Colima,
Universidad de Colima, vol. VI, núm. 18, 1994, p.
166.
20. Gilberto Giménez.
"Territorio y cultura", en Estudios sobre las culturas contemporáneas.
Colima, Universidad de Colima, época II, vol. II, núm. 4, diciembre de
1996, p. 10.
21. Ibid., p. 14.
Bonfil Batalla:
Una región sociocultural sería la expresión espacial
de un proceso histórico particular, que ha
determinado que la población del área esté
organizada en un sistema de relaciones sociales que
la sitúan en el contexto de la sociedad global en
términos de relaciones características particulares
con el todo y con las demás regiones.19
Giménez plantea el estudio de la región
sociocultural, afirmando que ésta no se reduce a sus
dimensiones ecológica, demográfica, económica o política,
sino que va revestida por un ropaje simbólico que la dota
de "voluntad y representación", cuyos significantes
primarios están ligados a la territorialidad. Se hace
necesario, entonces, definir al territorio, vocablo
proveniente del latín "terra", que "remite a cualquier
extensión de la superficie terrestre habitada por grupos
humanos y delimitada (o delimitable) en diferentes escalas:
local, regional, nacional o supranacional", representada (o
representable) cartográficamente, pero que está lejos de
ser "neutral", pues siempre es un espacio valorizado, sea
instrumentalmente (ecológico, económico, geopolítico), sea
culturalmente (simbólico-expresivo).20
El territorio es, pues, un "espacio de inscripción" de
la cultura, asociado al cual está el concepto de
"geosímbolo", definido como "un lugar, un itinerario, una
extensión o un accidente geográfico que por razones
políticas, religiosas o culturales reviste a los ojos de ciertos
pueblos o grupos sociales una dimensión simbólica que
alimenta y conforta su identidad".21 Según esta
10
22. Gilberto Giménez.
"Territorio, cultura e iden-tidades. La región socio-cultural". Colima, Univer-
sidad de Colima, época II, vol. V, núm. 9, junio de 1999, p. 27. Cfr., Gilberto
Giménez. "Cultura, terri-torio y migraciones. Apro-ximaciones teóricas", en Alteridades, 2001, pp. 5-
14.
23. Ibid., p. 167.
24. Luis González. Pue-blo en vilo. México, SEP,
1984.
consideración, la "desterritorialización" sería muy difícil,
pues por más que los sujetos sociales se movilicen
(migraciones, por ejemplo), siempre cargan con ellos los
elementos territoriales componentes de su idiosincrasia.
Además, el espacio sería anterior al territorio y se
caracterizaría por su valor de uso, en tanto que éste lo
haría por su valor de cambio ("la prisión que nos hemos
fabricado para nosotros mismos"). Tres serían los
ingredientes primordiales de todo territorio: la apropiación
de un espacio, el poder y la frontera, y tres sus formas de
representación: a través de mallas, nudos y redes.22 Lo
que más quisiera rescatar de lo anterior, es la utilización
del concepto de territorio, que hace Giménez, como
"espacio simbolizado o valorado".
Además, retomando el concepto de matria de Luis
González, para designar a microrregiones culturales con
fuerte sabor localista, Giménez nos dice que "el área de
una región o de una microrregión cultural carece, por lo
general, de límites precisos, y no coincide necesariamente
con las delimitaciones político-administrativas". Sus límites
serían "franjas" de transición donde lo regional o lo
microrregional se va diluyendo gradualmente, pero que
tiende a ser polarizada por un centro urbano, que
generalmente suele ser una ciudad mercado.23
Resulta ineludible referirse ahora, al menos
sucintamente, a la obra Pueblo en vilo,24 de Luis González.
En este libro, estructurado con un marco nacional al inicio
de cada capítulo y un resumen conclusivo al final de cada
parte, nada queda fuera del inventario de su autor:
demografía, economía, política, cultura. Dicho de manera
más precisa: nacimientos, defunciones, enfermedades
11
25. Mary Kay Vaughan.
"Cultural Approaches to Peasant Politics in the Mexican Revolution", en Hispanic American Histo-rical Review, 79, May, pp.
269-305.
(endémicas y epidémicas, viejas y nuevas); técnicas de
producción agrícola y ganadera; formas de
comercialización, de financiamiento; patrones de consumo
alimentario y hábitos en el vestir; condiciones de la
morada, vínculos con la tierra, relaciones entre hombres,
mujeres, adultos y jóvenes; gobiernos espiritual y temporal,
en un pueblo azotado por la revolución y el bandolerismo,
tres veces quemado, tres veces reconstruido.
González hizo una historia aderezada con licencias
literarias, ya por presentarnos personajes humanos,
concretos, visibles, en cuya psique pareciera querer
introducirse (no oscuras fuerzas del mercado, estructuras
sociales de carácter impersonal, procesos sin agentes), ya
por recuperar auténticos giros del habla popular, y escribir
en un estilo desenfadado, con gracia, que invita a la
lectura, que no intimida, sino que intima, en cuyo propósito
reconstructor de la historia se vale de todo, como ya se
dijo: estadísticas oficiales, registros parroquiales,
entrevistas, diarios, archivos, bibliotecas, memorias propias
y ajenas, cartografías; sometiéndolas, por supuesto, a la
imprescindible revisión crítica.
Aquí resulta necesario referirnos a los planteamientos de
Mary Kay Vaughan,25 para quien el espacio debe
entenderse, sin ignorar sus dimensiones políticas y
económicas, como socialmente constituido y socialmente
constituyente. Las maneras en que percibimos, valoramos
y ocupamos el espacio físico están en sí mismas
moldeadas por nuestras comunidades organizadas
espacialmente (desde los poblados locales hasta los
estados nación) y los sitios dentro de ellas (instituciones:
escuelas, iglesias, lugares de trabajo, ayuntamientos,
12
26. Gilberto Giménez. "Territorio, cultura e iden-tidades…", art cit.
27. Mary Kay Vaughan. Art. cit.
28. Gilberto Giménez, "Territorio, cultura e iden-tidades…", art cit.
cárceles; u otros lugares de interacción social: la casa, la
calle, la fuente, la cocina, la milpa, el mercado, el
cementerio, el confesionario, la corte) que nos socializan,
crean significado simbólico y articulan formas desiguales
de poder. Gilberto Giménez,26 como vimos, prefiere utilizar
el concepto de territorio para lo que llama "el espacio
simbolizado o valorado".
Claudio Lomnitz27 señala, por su parte, que la noción de
espacio social está cercanamente relacionada al concepto
de identidad, la cual es moldeada en los sitios de
socialización, y no puede ser reducida a nociones de
interés económico o de la posición en las relaciones de
producción. También es más profunda, íntima y específica
que las nociones genéricas de la economía moral,
construida alrededor de la ética de subsistencia. Está
históricamente clavada en la experiencia local y construida
a través de la memoria y la práctica. No se forma en
aislamiento, sino en relación con formaciones sociales más
amplias, sistemas de información, acontecimientos e
interacción con el Estado.28
2. Conformación histórica y cultural del Occidente de
México.
Al pretender caracterizar un vasto territorio que
presenta, en todos los niveles, diversos grados de
heterogeneidad, como es el Occidente de la actual
república mexicana, la geografía y la ecología pueden ser
un punto de partida, pues ayudan a tener una mejor
comprensión de las regiones a través del estudio del
paisaje (como ya se ha dicho anteriormente), el cual
13
29. Enrique J. Jardel P., "Diversidad ecológica y transformaciones del pai-
saje en el Occidente de México", en Ricardo Ávila Palafox (coord.), Transfor-
maciones mayores en el Occidente de México.
Guadalajara, Jal., Univer-
sidad de Guadalajara, 1994, p. 16.
30 Rodolfo Fernández
Jiménez, "El Occidente de México en la perspectiva regional", en Ricardo Ávila Palafox (coord.). Op. cit., p. 292.
31. Enrique J. Jardel P., art. cit. p. 18.
constituye una imagen del territorio que manifiesta de
forma sintética las condiciones físico-geográficas,
ecológicas y sociales en el espacio, y sus cambios en el
tiempo, donde el ser humano es uno de sus componentes
más importantes, pues ha contribuido de manera dramática
a su transformación, tanto en el pasado remoto como en la
más cercana actualidad.29
Al intentar, pues, definir lo que se ha llamado el
Occidente de Mesoamérica (y con posterioridad Occidente
de México) como una gran región arqueológica, social y
cultural, distintas disciplinas e investigadores se han
enfrentado al hecho de su gran diversidad.30 Por ejemplo,
con base en criterios físicos y biológicos, ese gran espacio
es casi imposible de delimitar, pues se trata de una zona
de contacto y transición entre, al menos, cinco regiones
fisiográficas: la Planicie Costera Noroccidental, la Sierra
Madre Occidental, el Eje Neovolcánico, el Altiplano Central,
la Sierra Madre del Sur y la Depresión del Balsas; y cuatro
provincias biogeográficas: Sinaloense, Sierra Madre
Occidental, Volcánica Transversal y Nayarit-Guerrero
(véase mapa 1). Además, si bien desde el punto de vista
histórico y de la división territorial político-administrativa, se
pueden encontrar rasgos comunes, la mutación de sus
fronteras ha sido también una constante. Por ello, algunos
se atreven a señalar que el Occidente, en buena medida,
puede ser una "invención" de los arqueólogos, para
nombrar aquello que no encaja con lo que se ha definido
culturalmente como Mesoamérica, pero tampoco con
Aridoamérica, de tal suerte que tanto en lo físico, lo
biológico y lo cultural su característica principal sea la
diversidad y la transición.31
14
Mapa 1
Tomado de Enrique J. Jardel P., "Diversidad ecológica y transformación…", art. cit., p. 19.
De acuerdo con la división política actual, el
Occidente comprende los estados de Aguascalientes,
Colima, Jalisco y Nayarit, y partes del sur de Sinaloa,
Durango y Zacatecas, y el oeste y sur de Michoacán. El
actual estado de Colima se divide en dos de las regiones
fisiográficas enumeradas con anterioridad: el Eje
Neovolcánico y la Sierra Madre del Sur. El primero corta
como una cuña toda la gran región occidental, dividiéndola
15
32. Ibid., pp.20-22.
en dos porciones (al norte la planicie costera, la Sierra
Madre Occidental y el Altiplano Central, y al sur la Sierra
Madre del Sur), y su paisaje está compuesto de sierras y
complejos volcánicos, mesetas, valles intermontanos y
cuencas lacustres. El clima predominante es templado
subhúmedo y todavía persisten algunos bosques de pino,
encino y oyamel, así como bosque tropical caducifolio en
las partes más bajas. La segunda, es la zona de mayor
complejidad geomorfológica y litológica. Corresponde a
una franja montañosa de unos 100 km de anchura en
promedio, que corre desde Puerto Vallarta hasta la
desembocadura del río Balsas y presenta una altitud de
200 a 2900 m. La planicie costera que ahí se encuentra es
muy estrecha y está formada por llanuras y lomeríos. Los
sistemas lagunares-estuarinos son de pequeña extensión.
Desde el pasado, los principales centros de población se
ubicaron en la costa y en los valles que penetran hasta las
estribaciones de la sierra.32
Dado lo abrupto de la topografía y la amplitud
altitudinal, es común en la zona la sucesión brusca de
climas y tipos de vegetación, y pasar en pocos kilómetros
de áreas cálidas cubiertas por bosques tropicales a
montañas con bosques de coníferas. Además, el paisaje
actual del Occidente es el resultado de una larga cadena
de factores tanto naturales como humanos. Por ejemplo,
hay quienes opinan que a la llegada de los españoles, la
zona transtarasca "tenía una población considerable, y un
importante nivel de desarrollo cultural, con centros
urbanos, sistemas extensos de agricultura irrigada […] y
formas de organización política" sólidas, lo cual, en mi
opinión, debería investigarse más. No obstante, a causa de
16
33. Ibid., pp. 24-30.
34. Ibid., p. 30.
35. Ibid., p. 31.
la conquista "ocurrieron cambios muy marcados en los
sistemas productivos", debido al "despoblamiento, la
organización social de la producción, la adopción de
nuevas técnicas agrícolas, como el uso del arado y la
introducción de la ganadería y la minería." De hecho, el
proceso de caída de la población y el repoblamiento del
territorio no fueron homogéneos en la región. La zona sur
de Jalisco y el oeste de Colima, alrededor de la Sierra de
Manantlán, resultaron particularmente afectados. Por
ejemplo, la densidad poblacional existente al momento de
la conquista sólo se recuperó hasta la cuarta década del
siglo XX.33
Los principales centros de población colonial, sin
embargo, siguieron estando en los valles, costas y cuencas
lacustres, aunque la minería propició la aparición de
nuevos asentamientos. De hecho, la ganadería y la minería
se convirtieron en dos de las principales actividades
económicas con efectos ambientales considerables. La
primera se expandió rápidamente por una gran variedad de
hábitats de toda la región y contribuyó a un mayor deterioro
ecológico en ciertas áreas donde se concentró.34
Distintos autores señalan que ambas actividades se
convirtieron también en factores muy importantes en la
conformación de la sociedad, la cultura y las tradiciones de
la región, así como en los nuevos patrones de
asentamiento en los siglos XVII, XVIII y XIX. Hacia fines
del siglo XVIII, por ejemplo, Guadalajara se había
convertido ya en la segunda ciudad en importancia del
país, y concentraba una gran actividad agropecuaria y
comercial, y una incipiente industria.35
Rodolfo Fernández, al hablar de lo que llama "el
17
36. Rodolfo Fernández Jiménez. Art. cit., pp. 293-
295.
37. Ibid., p. 302.
proceso regional", nos dice que éste se construye
inicialmente a partir del ejercicio del dominio sobre la tierra
por los grupos humanos, en función de los recursos
naturales y sus posibilidades de ser transformados, y cobra
sentido a partir de las actividades productivas
predominantes, las cuales condicionan fuertemente la
identidad y la cultura regionales. De ahí su insistencia en
que el Occidente de México experimentó "un proceso
supraregional [sic] que fue organizado en torno a una
actividad productiva predominante, la ganadería, a partir
del tard[í]o siglo XVI." Pero va más allá, y afirma: "La
actividad ganadera construyó historia, cultura e identidad a
niveles que desbordaron a las regiones prístinas que
comprendió."36 Y aunque reconoce que "cada actor,
individual o colectivo, posee un universo conceptual
basado sobre todo en lo simbólico", a mí me parece,
francamente, que bajo esta concepción subyace un
determinismo económico mal disimulado. Fernández
retoma a Heriberto Moreno para rematar con que
la estancia ganadera fue el principal instrumento en
la ordenación y distribución de los espacios, la
aplicadora de los derechos sobre el suelo, el agua y
los demás recursos naturales. Que fue la escuela de
trabajo para el elemento indígena implicado en la
ganadería y la difusora de técnicas para la
construcción, la herrería, la carpintería y la
curtiduría.37
Ricardo Ávila Palafox, por su parte, señala que al
menos se debe de hablar de cuatro "Occidentes de
México". El prehispánico, que presenta mayor coherencia y
18
38. Ricardo Ávila Pala-
fox. "Élites, región e iden-tidad en el Occidente de México", en Ricardo Ávila
Palafox y Tomás Calvo Buezas (comps.). Identi-dades, nacionalismos y
regiones. Guadalajara,
Jal., Universidad de Guadalajara, Universidad
Complutense de Madrid, 1993, p. 21.
continuidad desde el siglo XII hasta la llegada de los
españoles. El colonial —ahora se diría virreinal—, "muy
dilatado y cambiante", en el que a mediados del siglo XVIII
Guadalajara había impuesto su hegemonía comercial a la
región. El del periodo independiente, que según él se
prolonga hasta la década de los cuarenta del siglo XX. El
del México contemporáneo, donde la ciudad de
Guadalajara, por sí sola, limita, si no es que anula, la vida
regional.38
Ávila Palafox cree que se puede hallar un "hilo
conductor" que le dé unidad a las "definiciones
fragmentadas" del Occidente. La clave estaría en
identificar "el nacimiento, desarrollo y consolidación de una
cultura regional propia". Y agrega:
el área donde aparece y más se desarrolla esta
cultura —que se esparcería [sic] en el tiempo, hasta
nuestros días, a una amplia región—, es el que
comprende, por un lado, el centro-sur del estado de
Jalisco, donde, desde la época prehispánica, los
grupos sociales se han enfrentado por el control de
los importantes recursos naturales de la zona, y por
otro, alcanzaría el centro-norte del mismo Jalisco,
incluyendo, por supuesto, el sur del estado de
Zacatecas.
[…] Es ahí donde se pueden observar las primeras
manifestaciones de lo que a la postre sería llamada
cultura ranchera, muy propia de la región. Es en
estos lugares donde se inicia y más se desarrolla el
mestizaje y donde aparece el hombre a caballo,
representante típico de la cultura regional campirana.
Planteado como supuesto de trabajo, esta zona es
19
39. Ibid., p. 22. Negritas
en el original.
40. Ibid.
donde probablemente se encuentre el núcleo
histórico y cultural, de nuestra región, así como su
territorio inicial y principal.39
Desde mi punto de vista, la caracterización hecha
por Ávila Palafox contiene varios problemas. En primer
lugar parte de una noción bastante estrecha de identidad,
que no reconoce las distintas dimensiones y la mutabilidad
de la misma. Es, como se verá, una concepción muy
estática:
La identidad puede ser entendida como un conjunto
de "productos culturales" —tangibles e intangibles—, así
como representaciones públicas, que identifican, que
hacen "idénticos" —así, entrecomillado— a un grupo
determinado de individuos que comparten un territorio, una
historia, y una cultura específicos. Para mí la identidad es
una especie de "argamasa invisible" que aglutina
puntualmente y da coherencia a la vida de los pueblos: les
provoca el sentimiento de pertenencia, de identidad; de
diferencia respecto a los otros, para que éstos les
reconozcan diferentes.40
Buscar un elemento que "haga idénticos" (aun con
el entrecomillado) a los habitantes de un territorio, me
parece que debe tomarse con cuidado y ser planteado, al
menos, con mayores matices; de lo contrario, supondría
una selección epistemológica y metodológica que privilegia
la "coherencia" por sobre las múltiples inconsistencias en
que los actores, individuales y colectivos, se mueven en
sus vidas cotidianas. Si esto se generaliza en la larga
duración, lo percibo incluso más delicado, porque no toma
en cuenta las necesarias transformaciones que los
componentes identitarios van sufriendo con el tiempo.
20
41. Ibid. Las negritas son
del original; las cursivas son mías.
Además, significa despreciar y subvalorar las
heterogeneidades, los procesos de resistencia y
negociación entre las élites y las clases subordinadas, o
ha señalado atinadamente
de lo que creía la historia de las mentalidades; la identidad,
tampoco.
Percatado, en parte, de estos problemas, Ávila
Palafox suaviza sus consideraciones anteriores:
he utilizado indiscriminadamente el término región
para referirme al Occidente de México, lo he hecho
pensando en que cierta entidad cultural, económica y
política —es decir Guadalajara y sus instituciones—
ha regido y proporcionado coherencia relativa,
durante mucho tiempo, a un territorio tan vasto como
su influencia se lo ha permitido: la historia del
Occidente de México se tamiza necesariamente con
el cedazo de la historia de Guadalajara y esta ciudad
ha impuesto de alguna manera su fisonomía al resto
de la región. Todo lo anterior ha impedido, hasta
ahora, ver con mayor objetividad el conjunto de
fenómenos de esta parte del país.41
Y más adelante agrega:
hoy en día se puede observar que, en términos
generales, allende del territorio que ocupan los
estados [del Occidente], hay diferencias culturales
significativas: fisonomías, ideodialectos, formas de
vida, estilos étnicos, maneras de pensar, formas de
concebir el mundo, que son significativamente
diferentes a los de nuestra provincia cultural […].
No está de más decir que esta diversidad ha existido,
21
42. Juan Carlos Reyes Garza. La antigua pro-
vincia de Colima, siglos XVI al XVIII. Colima,
Universidad de Colima-
Gobierno del Estado de Colima, Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes, 1995, 346 pp. (Col. Historia General de Colima, 2).
por supuesto, también aquende de ese complejo territorio
llamado el Occidente, como se verá más adelante.
La critica a Ávila Palafox y la alusión a Giménez no
son gratuitas. En las páginas que siguen pretendo
reconstruir, de manera ciertamente sucinta e
intencionadamente narrativa, algunos de los rasgos más
destacables de la construcción identitaria en la antigua
provincia de Colima y exponer las diferencias
subregionales respecto al presunto modelo de
homogeneidad palafoxiana.
3. Particularidades identitarias de la antigua provincia de
Colima.
Entre la mar —que los españoles denominarían del
Sur— y los volcanes, surcado por ríos de variable caudal y
profundas barrancas, existió un señorío que se llamó de
Coliman (o Colliman), cuyos habitantes mantenían su
autonomía, frente a purépechas y mexicas.
Cuando llegaron los conquistadores españoles, les
hicieron conocer el sabor de la derrota, pero finalmente
sucumbieron ante su embate y el de los purépechas, que
actuaron como aliados de los europeos. Los naturales
conocieron, por consecuencia, yugo y opresión, trabajos
forzados en minas y huertas de cacao, enfermedades
desconocidas y muerte masiva.42
Los hijos de España fundaron una villa en las
inmediaciones del pueblo indio de Caxitlan y establecieron
un ayuntamiento en 1523. Al año siguiente, el mismísimo
don Hernán Cortés envió a su pariente, Francisco Cortés,
con el nombramiento de alcalde mayor e instrucciones de
22
43. José Miguel Romero de Solís. El conquistador
Francisco Cortés. Reivin-dicación de un cobarde.
Colima, Archivo Histórico
del Municipio de Colima, 1994, 61 pp. (Serie Pretextos, textos y
contextos, 10). Véase Ernesto Terríquez Sáma-no. Sobre las fundaciones
de Colima. Colima, Archi-
vo Histórico del Municipio de Colima, 2001, 34 pp. (Serie Archivarios, 7). Cfr.
José Miguel Romero de Solís. El señuelo de la
imaginación. Conquista y fundación de la Villa de Colima (1522-1523). Coli-
ma, Archivo Histórico del Municipio de Colima, 1995, 42 pp. (Serie Pre-
textos, textos y contextos, 11).
44. Juan Carlos Reyes Garza. Op. cit., pp. 42-48.
organizar a los vecinos españoles, formalizar el
repartimiento indígena, entregar encomiendas, localizar a
unas "míticas" amazonas —supuestas pobladoras
exclusivas de una misteriosa isla—, evitar posibles
levantamientos y conquistar nuevas tierras. Años más
tarde —esta afirmación es motivo de debate entre
historiadores locales que no logran ponerse de acuerdo al
respecto—, la primitiva villa hubo de moverse hacia su
actual asiento, por ser más sano el lugar. Siguiendo esta
versión, el 20 de enero de l527 la nueva puebla fue
bautizada con el nombre de Villa de San Sebastián de
Colima.43
Una vez pasado el enfrentamiento, los principales
conquistadores recibieron cédulas de encomienda de
pueblos, los cuales quedaron sometidos al pago de tributos
y a la realización de extenuantes tareas en minas y
campos, mientras que la instrucción religiosa —pretexto
para el repartimiento— era exigua o nula.
Ante tal panorama, la población indígena disminuyó
dramáticamente: de más de cien mil habitantes a
comienzos del siglo XVI, pasó a poco menos de dieciocho
mil, en 1548. Entre 1551 y 1554, el licenciado Lorenzo
Lebrón de Quiñones, oidor del reino de la Nueva Galicia,
fue comisionado por el virrey, don Luis de Velasco, para
hacer una visita a los pueblos de Colima. El documento
que elaboró, la Relación Breve y Sumaria, da cuenta de las
terribles injusticias que sufrían los indios y del desorden
reinante entre los españoles, ante lo cual giró instrucciones
precisas para revertir esos males, no sin antes enfrentar la
animadversión de los vecinos de la Villa de Colima.44
Hasta aquí, nuestra historia parece ajustarse al
23
45. José Miguel Romero de Solís. Colima marinera en el siglo XVI. Colima,
Archivo Histórico del Municipio de Colima, 1994, 43 pp. (Serie Pre-
textos, textos y contextos, 9). La información si-guiente, relativa a este
subtema, está tomada de aquí.
guión general palafoxiano reseñado anteriormente, pero al
mismo tiempo, durante la primera mitad del siglo XVI, la
costa de la Mar del Sur fue objeto de un gran interés por
los conquistadores. En 1522 Francisco Álvarez Chico
descubrió, sobre la margen izquierda de los bajos del río
Zacatula, un puerto al que se conoció con el mismo
nombre. Ahí fundó una villa y estableció el primer astillero
del Pacífico, con el fin de facilitar la exploración costera y el
aprovisionamiento de buques para los viajes
transpacíficos, así como para la exploración de nuevas
rutas.45
Hacia 1524, como ya se dijo, el capitán general don
Hernán Cortés envió a su pariente, Francisco Cortés, con
diversas misiones, entre ellas: acelerar los trabajos del
astillero de Zacatula, reprimir a los naturales rebeldes de
los alrededores y repartir pueblos a los españoles allá
avecindados. Un amplio territorio, que abarcaba Zacatula,
Michoacán y Colima, quedó bajo el cuidado de don
Francisco (véase mapa 2), quien al poco tiempo propuso a
Cortés trasladar la villa y las instalaciones zacatulanas a
Acapulco, por considerar que ello resultaba más ventajoso,
pero don Hernán pensó que tal acción no podría realizarse
sino hasta que zarparan de Zacatula los navíos en
construcción.
En 1527 salió de Zacatula Álvaro Saavedra Cerón,
para explorar la costa con rumbo noroeste. Se detuvo en
Zihuatanejo y continuó hasta llegar a una bahía ubicada en
la provincia de Coliman —descubierta años atrás por
Gonzalo de Sandoval— a la que llamó Santiago de la
Buena Esperanza, conocida también como Salagua,
Xucutlan y Puerto de Colima, entre otras denominaciones,
24
hasta la actual de Manzanillo. Ahí se avitualló Cortés para
salir a la exploración de las Californias.
Mapa 2
Tomado de Carl Sauer, Colima de la Nueva España en el siglo XVI.
En 1535 Juan Fernández de Híjar descubrió un
puerto —ubicado en el actual estado de Jalisco, pero
entonces perteneciente a la provincia de Colima— que,
desde esa fecha y hasta 1540, fue conocido como La
Purísima, Cihuatlán, Juan Gallegos, La Purificación y
Xalisco. El 25 de diciembre de 1540, con el arribo de la
armada dirigida por el virrey Antonio de Mendoza, se le
25
comenzó a llamar puerto de La Navidad.
Enclavado entre los límites de la Nueva España y la
Nueva Galicia, La Navidad recibió la promoción de los
virreyes Antonio de Mendoza y Luis de Velasco. De ahí
partieron importantes expediciones como las siguientes: la
de Francisco de Bolaños, quien el 8 de septiembre de 1541
zarpó con rumbo al noroeste, y la de Juan Rodríguez
Cabrillo, quien se hizo a la mar el 27 de junio de 1542, para
explorar el norte del litoral del Pacífico. El 1 de noviembre
de ese año salió, con rumbo a las islas asiáticas de la
especiería, la primera expedición compuesta por seis
navíos, dirigida por Ruy López de Villalobos, quien en
honor del emperador Felipe II las bautizó como islas
Filipinas.
La Navidad vinculó a la Nueva España y la Nueva
Galicia con California, y ahí se organizaron las primeras
empresas interesadas en la explotación de bancos de
perlas. Del mismo modo, fue el punto de partida del viaje
de Miguel López de Legazpi y fray Andrés de Urdaneta
para la conquista de las Filipinas. A mediados de 1557
comenzó la construcción de los navíos para tal fin. Esto
causó un severo daño ecológico, al derribarse numerosos
árboles de los bosques aledaños al puerto. Finalmente, la
expedición se hizo a la mar el 21 de noviembre de 1564, y
regresó el 9 de agosto de 1565, iniciándose un amplio y
lucrativo comercio en el océano Pacífico.
No obstante, desde antes que partiera Legazpi, la
Audiencia de la Nueva España ordenó la destrucción del
astillero de La Navidad, fundamentalmente por la presión
de los mercaderes de la ciudad de México, quienes
preferían que el comercio con las islas asiáticas se
26
46. Juan Carlos Reyes Garza. Op. cit., pp. 50-58.
47. Ibid.
realizara a través de un puerto ubicado más al sur y
cercano a la capital del virreinato. Tal sitio fue Acapulco.
A partir de 1565, La Navidad se limitó a una función
complementaria del comercio principal, y a servir,
eventualmente, como lugar de abastecimiento para las
naves que cubrían el eje comercial Asia-Acapulco-Ciudad
de México. Desde entonces, y durante el resto de la época
colonial, la provincia de Colima, obligada desde la Ciudad
de México, poco a poco le dio la espalda al mar.
La debacle poblacional indígena hizo necesaria la
importación masiva de mano de obra esclava de origen
africano, cuyas condiciones de vida fueron relativamente
mejores que las de los aborígenes, pues por su alto precio
recibían un trato preferente al de éstos. A lo largo de la
Colonia, este grupo fue mezclándose con el resto de los
pobladores y diluyéndose entre ellos, no sin antes dejar su
huella cultural y étnica.46
En la Nueva España, durante la época colonial,
hubo tres componentes étnicos fundamentales: indígenas,
blancos y negros. Pero en la costa del Pacífico —y en
especial en la provincia de Colima— fue importante
asimismo la inmigración procedente del Asia, debido al
intenso intercambio comercial por la ruta Manila-Acapulco,
que devino también en flujo demográfico y cultural. Así
llegaron, con cada viaje de los galeones, grupos de
filipinos, malayos y molucos, identificados popularmente
como "indios chinos", que poco a poco se fueron
internando al territorio novohispano.47
Además, en 1569, Álvaro de Mendaña, procedente
de las islas Salomón, llevó a Santiago la palma de coco.
Con la introducción de su cultivo, gracias a los "indios
27
48. Ibid, pp. 155-162.
49. David Oseguera Parra. Herederos diversos y conversos. La formación de la cultura alimentaria
colimense. Colima, Con-
sejo Nacional para la Cul-tura y las Artes, Gobierno
del Estado de Colima, Universidad Autónoma Chapingo, 415 pp.
50. Ernesto Terríquez
Sámano. "Colima, la anti-gua puerta del Pacífico", en Blanca E. Gutiérrez Grageda (comp.). Colima al final del segundo milenio. Colima, Gobierno
del Estado de Colima, Universidad de Colima, pp. 1-27.
chinos", comenzó la producción de "vino de cocos", que
empezó a competir con el vino de Castilla. A mediados de
1612, la Real Audiencia de México expidió un
mandamiento para la tala total de los palmares. Sin
embargo, el Ayuntamiento de Colima elevó una provanza
para oponerse a tal disposición, la cual se pudo evitar por
mucho tiempo, hasta que a fines del siglo XVIII la ratificó el
duque de Albuquerque, virrey de la Nueva España.48
La influencia filipina, empero, fue más allá de lo anterior, y
se expresó en diversas esferas de la vida cotidiana
colimense: objetos de cocina, muebles, ropa, adornos,
aromas y sabores.49
Si lo anterior no bastara para dar cuenta de las
"extravagancias" colimenses respecto a la "cultura
ranchera" —presuntamente "homogénea"— del Occidente
durante el virreinato, propalada por Ávila Palafox, es
menester decir que diversos puertos del Pacífico —La
Navidad, Salagua, Chacala, Matanchén—, con un papel
comercial secundario, tuvieron, sin embargo, la importante
misión de conformar pequeñas guarniciones para la
vigilancia de las costas y evitar el desembarco de piratas.50
Durante los dos siglos y medio que duró la ruta
comercial Manila-Acapulco, los corsarios ingleses u
holandeses —cuya práctica de la piratería entrañaba la
exigencia de libertad de comercio entre Inglaterra y las
posesiones españolas de ultramar— sólo se pudieron
apoderar de cuatro galeones, lo cual nos habla de que se
mantuvo una buena custodia de los litorales —si bien con
altibajos—, mediante el encargo de tal misión a individuos
experimentados.
No obstante, varios puertos fueron atacados por piratas.
28
51. Ibid.
52. Abelardo Ahumada.
"La Iglesia: breve repaso desde la conquista hasta nuestros días", en Blanca E. Grageda (comp.). Op. cit., pp. 267-292. Las
referencias siguientes
provienen de esta fuente.
Por ejemplo, el 4 de septiembre de 1587 desembarcó en
La Navidad Thomas Cavendish, quien saqueó el lugar,
destruyó embarcaciones y se abasteció de provisiones. Ahí
tuvo lugar, también, la lucha entre las fuerzas del almirante
holandés Speilbergen y las españolas de Sebastián
Vizcaíno. Los piratas Cavendish (1587) y Dampier (1704)
desembarcaron, asimismo, en sus costas.51
En el ámbito religioso, las cosas también estuvieron un
poco complicadas. De hecho, los celestiales dominios
fueron objeto de disputas bastante terrenales. Así, desde el
siglo XVI, apenas pasada la conquista de Colima, la Iglesia
Católica se comenzó a establecer en la provincia y a
desplegar su labor evangelizadora. El padre Juan de
Villadiego fue el primer sacerdote en llegar con la gente del
capitán Francisco Cortés y, al poco tiempo, arribaron
algunos misioneros franciscanos.52
En 1533 la capellanía de Colima ascendió a
parroquia y, al crearse la diócesis de Michoacán, en 1535,
pasó a depender de ella. Los frailes, en tanto, se
supeditaron a la custodia franciscana de San Pedro y San
Pablo de Michoacán, y en 1554 consiguieron autorización
del visitador Lorenzo Lebrón de Quiñones para construir el
convento de San Francisco de Coliman, llamado más tarde
de Almoloyan, con el objeto de atender a la población
indígena. Todo ello acrecentó añejas rivalidades entre el
clero religioso y el secular (diocesano), que se agudizaron
con el tiempo. En 1606 el convento pasó a formar parte de
la provincia franciscana de Xalisco, pero en la segunda
mitad del siglo XVIII, a consecuencia de las pugnas
señaladas, fue entregado al obispado de Michoacán y
convertido en parroquia. Otras órdenes religiosas que
29
53. Mucho tiempo des-pués, tras varios intentos frustrados, se logró la
consolidación del primer seminario, en el lapso de 1863 a 1875, y la erec-
ción de la diócesis en 1881, bajo el pontificado del papa León XIII. Sólo
hasta entonces comenzó un periodo de crecimiento notable de la Iglesia
Católica en Colima. De manera que la religio-sidad de estas tierras
tampoco pudo compa-rarse, al menos durante la época colonial y buena
parte del siglo XIX, con la "devoción" tapatía. Ade-más, las disputas por el
dominio de la jurisdicción eclesiástica colimense son una muestra de los
desacuerdos territoriales entre las élites de Guada-lajara y Valladolid, herma-
nas rivales, aunque repre-sentantes conspicuas, de esa ficción llamada Occi-
dente novohispano y mexicano.
actuaron en Colima fueron los padres juaninos, quienes
administraron un hospital, y los mercedarios, que tuvieron
un convento y un templo.
Los misioneros llegados a tierras americanas en el
siglo XVI emprendieron la tarea evangelizadora mediante
la fundación de misiones y hospitales. Don Vasco de
Quiroga, obispo de Michoacán, puso especial ahínco en la
obra hospitalaria, entendida como la fundación de
comunidades de indios para el servicio mutuo y la
superación material y espiritual, agrupadas en varios
edificios donde había casa de cuna, escuela, enfermería,
talleres, iglesia y habitaciones para sus moradores,
peregrinos y desamparados.
En la provincia de Colima se fundaron los
hospitales de Caxitlan, Comala, Ixtlahuacan, Suchitlan,
Juluapan, Quizalapa, Almoloyan, Tecoman y Zacualpan,
establecidos bajo la advocación de la "Inmaculada
Concepción de María", con sus respectivas asociaciones
piadosas o cofradías y su gobierno interno exclusivo de los
indios. Sin embargo, cuando las cofradías comenzaron a
funcionar más como negocios para el incremento de los
bienes hospitalarios que como instituciones de caridad,
empezó la decadencia de estas agrupaciones.
A fines de siglo XVIII, hacia 1795, la parroquia de
Colima pasó a depender del obispado de Guadalajara, y
atravesó las luchas independentistas con miembros del
clero luchando en ambos bandos.53
Las anteriores páginas sólo son un atisbo a una
historia más densa y con mayores aristas, pero han
pretendido mostrar que, incluso para un espacio como
Colima, que muchas veces se ha visto como un mero
30
apéndice de Guadalajara o de Valladolid-Morelia, las
realidades históricas intrarregionales son más complicadas
de lo que a simple vista parecen. De ahí que resulte
absurdo buscar elementos identitarios únicos o
"representativos" de una vasta región heterogénea como lo
es el llamado Occidente mexicano. Si procediéramos de
esa manera, llegaríamos al ridículo de afirmar que, si "de
Cocula es el mariachi", los sones son de Colima, porque
en 1772, el alcalde mayor de esta provincia, el capitán
Miguel José Pérez Ponce de León, fundó el corregimiento
de San Miguel Xilotlán, con cabecera en el pueblo de
Nuestra Señora de Guadalupe de Tecalitlán, y trasladó allí
la capital de la provincia de Colima. Espero haber
demostrado que tal despropósito sería mayúsculo.
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