LOS MEJORES CUENTOS
DE
Ilustraciones Francesc Rovira
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© de la edición original: 2002 & are the property of Enid Blyton Limited (a Chorion company). All rights reserved© de las ilustraciones, Francesc Rovira, 2005© Editorial Planeta, S. A., 2005Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelonawww.planetadelibros.com
Cuarta edición. Primera en esta colección: marzo 2012ISBN: 978-84-08-11157-3Fotocomposición: IT’s Gràfiques, S. C. P.Depósito legal: B. 2.453-2012Impreso por LiberdúplexImpreso en España – Printed in Spain
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.
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FICHA BIBLIOGRÁFICA
BLYTON, EnidLos mejores cuentos de Enid Blyton ; ilustraciones de Francesc Rovira – 1ª ed. en esta colección – Barcelona: Planetalector, 2012Encuadernación: rústica ; 96 págs. ; il. color ; 13 x 19,5 cm – (Cometa. A partir de 8 años)ISBN: 978-84-08-11157-3087.5: Literatura infantil y juvenil Tratamiento: cuentos. Tema: sentimientos
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LOS ZAPATOS PARLANCHINES
Había una vez una niña que se llamaba Jen-
nifer. Todos los días tenía que andar dos ki-
lómetros para ir a la escuela, y eso era mu-
cho. Unas veces llovía, y entonces se ponía
el impermeable. Otras veces hacía frío, y se
ponía el abrigo, pero algunos días hacía tan-
to calor que no necesitaba ningún abrigo,
sino que utilizaba un sombrero para prote-
gerse del sol.
En cierta ocasión salió de casa con un sol
radiante. Era un bonito día de otoño, y Jen-
nifer decidió ponerse una chaqueta corta,
unos zapatos con cordones y el sombrero
que llevaba para ir a la escuela. La niña em-
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pezó a andar tarareando una canción que
les había enseñado la profesora. Cuando es-
taba a mitad de camino, sin previo aviso,
una gran nube oscura cubrió el cielo y en
seguida empezó a descargar agua. ¡Si hu-
bierais visto cómo diluviaba! La lluvia pa-
recía una cortina de agua plateada que caía
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del cielo e inundaba la tierra, y lo llenaba
todo de grandes charcos.
Jennifer se cobijó debajo de un árbol para
no mojarse. Cuando la lluvia cesó, la niña
salió corriendo para continuar su camino,
con tan mala fortuna que se metió de lleno
en un enorme charco. El agua le llegaba has-
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ta los tobillos, y los zapatos y los calcetines
se le quedaron empapados.
—¡Oh, no! —se quejó la pobre—. ¡Lo que
faltaba! Ahora tendré que pasarme todo el
día en la escuela con los pies mojados, y voy
a pillar un resfriado monumental.
Caminaba entristecida, imaginando
cómo estornudaría y tosería al día siguien-
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te, cuando pasó por delante de una casa de
color amarillo en la que vivía sola una vie-
jecita. Mientras la señora sacudía las migas
del mantel en el jardín, para que las comie-
ran los pájaros, vio a Jennifer, a quien ya co-
nocía, y la llamó.
—¿Te ha pillado la tormenta, cariño?
—¡Uf, sí! —respondió Jennifer—. ¡Mire
cómo llevo los zapatos y los calcetines!
Me he metido en un charco y estoy cho-
rreando.
—Pero, chiquilla, así no puedes ir a nin-
gún sitio —dijo la viejecita—. Anda, entra
en casa y veré si tengo unos zapatos para
prestarte. Como yo también tengo unos pies
muy pequeños, quizá encuentre algún par
que te vaya bien.
Así que la niña entró en la acogedora
casa, y la mujer le entregó un par de zapa-
tos con cordones y unos calcetines secos.
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—¡Ya verás! —dijo—. Éstos te
irán muy bien. Anda, póntelos,
guapa, y cuando vuelvas
de la escuela, acuér-
date de pasar
por aquí para
recoger los
tuyos.
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