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Literatura Medieval Española
Luis Felipe Díaz.
Universidad de Puerto Rico, Río Piedras
(Editado para Espa 3211.
Del internet y otras fuentes bibliográficas)
Derechos reservados
Durante los tres siglos que median entre las primeras
invasiones germánicas (411) y la invasión árabe (711)
transcurrieron los principales procesos socio-culturales
que llevaron del latín hablado a las nuevas lenguas
iberorrománicas. Ingresamos de la cultura de la Hispania
neo-romana y bárbara-visigótica a la cultura que iniciará
el Al-Andalus (región medio-sureña de España) y a toda
la inmersión de la etnia oriental formando una cultura
híbrida en la Península. La producción litúrgica,
doctrinal, jurídica e histórica de la hispania visigótica se
realizaba en latín docto y no sería hasta mediados de la
Edad Media que se vendrían a emplear oficialmente las
emergentes lenguas romances (especialmente el
castellano). Ya para fines de la Edad Media el castellano
como lengua alcanza identidad ideomática plena y se
impone en el imperio monárquico-señorial que tiene su
consolidación en 1492 con la invasión de Granada y la
expulsión de los judíos, realizadas bajo los Reyes
Católicos Fernando e Isabel. En 1474 Isabel había
subido al trono en Castilla y Fernando había heredado la
corona en 1479; ambos se habían casado en 1469.
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En 1478 se establece la Inquisición, órgano
religioso y político que ayuda a la consolidación del
reino y la creación del Estado. Los judíos y moriscos no
convertidos al cristianismo son expulsados del reino. La
Corona también obtiene medios de máxima autoridad,
echando a un lado del poder político a los altos nobles,
a parte del ejército y a los municipios. Se apoyan y
aprovechan los reyes católicos de la ruralía popular y su
sentimiento nacional y de la nueva burocracia que
emplearon, la baja nobleza, ya que la alta nobleza se
les oponía. De oportuna importancia resulta el
“descubrimiento” de América, realizado por Cristóbal
Colón en 1492, el mismo año de la toma de Granada.
Todo este poderío de la monarquía absoluta continuará
reforzándose con Carlos V y Felipe II en el siglo XVI. El
académico Antonio de Nebrija también había ofrecido el
simbolismo de la unificación del reino mediante la
creación de Gramática sobre la lengua castellana
(1492), primera gramática impresa en lengua vulgar,
“compañera del imperio”, en su propias palabras. Ya
para 1472 y 1474 funcionaban imprentas en Segovia y
Valencia, lo que obligó a mayor disciplina en la
institución moderna de la escritura y el que se superara
el mundo medieval de los manuscritos.
Estos procesos de expansión, desarrollo y
exclusión mencionados han llevado a que en los cursos
de literatura y cultura española medieval, se privilegien
los procesos histórico-sociales de las clases y grupos
dominantes de estirpe hispánica, romano-visigoda, y se
obvie bastante la cultura híbrida de base árabe y judía
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y aquellos aspectos menos directamente relacionados
con la Corona, así como la cultura de base oral. La
etnicidad misma de los grupos raciales blancos es
ampliamente heterogénea y no responde a una España
única e indiferenciada. Una cosa era ser, por ejemplo,
del sur o del noroeste y otra, catalán. Esta situación
pide que se re-articulen las nociones de historia y
literatura españolas (en lengua castellana y en otras
lenguas de la península) que han imperado hasta hace
poco.
Castilla y Aragón fueron una gran potencia
industrial y comercial de la época. La base económica
estaba en la industria, la agricultura, la ganadería lanar
y la exportación de materias primas. Para defender la
riqueza que suponía la lana, los Reyes concedieron
privilegios a la Mesta con la Ley de Defensa de las
Cañadas de 1489, amenazadas por los agricultores. Se
protegió a los artesanos por medio del comercio
interno. Pero el poderío económico no se incrementaría
en España. En Historia social de la literatura española
(en lengua castellana), Carlos Blanco Aguinaga, Julio R.
Puértolas e Iris Zavala resaltan como del paso de la
Edad Media al Renacimiento (siglos XIII al XV) surgen
unas nuevas relaciones de trabajo y producción. Crecen
las ciudades y se rompe con la economía local y
medieval y adquiere prominencia una economía
monetaria. El pequeño mercader va apoderándose de
su producción, se quiebra la relación medieval siervo-
señor, surge el trabajador libre y la fuerza de trabajo se
convierte ella misma en una mercancía y el dinero
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termina cubriendo la semiosfera cultural de una nueva
manera ya más moderna. Pero en España parte de la
burguesía pacta al principio con la monarquía, muchos
miembros de esa clase fueron expulsados por su etnia
diferenciada y se crean los inicios de una ineptitud de
esta clase para ser más frontal, y que rendirá hasta el
siglo XVIII. Las riquezas extraídas (por no decir
robadas) del Nuevo Mundo fueron utilizadas
mayormente para financiar las guerras del Imperio. La
huida de los conversos y los judíos permite la fuga de
mano de obra diestra en industria y finanzas. Los
“Reyes Católicos, creadores del estado moderno
hispánico, fueron simultáneamente los artífices de su
propia destrucción al desconfiar de la burguesía —de
origen converso en gran parte—, expulsar a los judíos y
menospreciar la industrialización…” (227), nos dicen
Aguinaga y los otros autores.
Siglos antes, en lo histórico, en el año 219 aC. el
general Cartaginés, Aníbal, destruyó la ciudad de
Sagunto, cerca de la actual Valencia, que era aliada de
Roma. Se impulsó así a los romanos a conquistar
definitivamente la Península. Quedó establecida la
adhesión de la región a la cultura grecolatina, que luego
se uniría a la fuerte influencia islámica posterior a la
invasión del 711. Desde el año 197 aC. Hispania se
organizó en las provincias de Citerior y Ulterior.
Augusto dividió esta última en Bética y Lusitania. En el
70 dC. Vespasiano concedió a Hispania el derecho
latino y la ciudadanía a todos los habitantes libres del
imperio en el año 212 dC. Hispania aportó al legado
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histórico, literatos y pensadores como Lucio Anneo
Séneca, eminente pensador estoico. Hubo una
literatura cristiana primitiva, con autores como Osio,
obispo de Córdoba, Prudencio Clemente, un poeta y
Paulo Orosio, primer pensador que consideró a la
Hispania una entidad nacional.
Las invasiones de los pueblos germánicos a
mediados del siglo III produjeron una profunda crisis y
una gran transformación en la península. De estos
pueblos germánicos prevalecieron los visigodos,
quienes lograron crear, en el siglo VI, una organización
política unitaria fundamental. Eligieron a Toledo como la
capital, y fueron una minoría militar que siguió muchos
de los modelos romanos, e identificaron sus intereses
con los de las elites de la región que invadieron, lo cual
contribuyó a su poderío. Su credo religioso era el
arrianismo, culto que negaba el dogma de la trinidad y
la divinidad de Jesucristo. No obstante, la religión
católica en el III Concilio de Toledo (589) fue adoptada
y el Liber Iudiciorum (Fuero Juzgo), obra legislativa que
acabó con la pluralidad jurídica. Cuando los visigodos
arribaron a la península ibérica asimilaron la cultura
clásica y el latín, y el nombre de Hispania se impuso
sobre el de Gotia.
El desembarco de los musulmanes en las costas de
Algeciras se produjo en el año 711. Esto marcó un hito
cultural que, aunque muchos no lo tengan tan
presente, rinde hasta nuestros días. No obstante,
fuertes grupos militares de resistencia de Hispania se
mantuvieron en las montañas del norte, y adoptaron
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formas monárquicas de organización política.
Evolucionaron con gran independencia y asumieron
giros culturales y lingüísticos distintos a los de los
sectores del sur, pues sus raíces eran germánico-
romanas. Un grupo de resistencia asturiana tomó la
sucesión de la monarquía visigoda y se adjudicó el ideal
de la Reconquista. Se propusieron recuperar las tierras
ocupadas en el sur, lo cual permitió ya para principios
del siglo IX la creación de la capital en Oviedo. Se había
comenzado también, en el norte de la península, el
culto al apóstol Santiago, creándose el “camino a
Santiago”, lo cual llevó a ampliar el intercambio y
desarrollo económico-cultural de las personas que ya
vivían en esas áreas y de las que peregrinaban por las
mismas. Con la búsqueda de la tumba de este santo de
Compostela se creó una vía de integración económica y
social de vital importancia geográfica y social. Sería uno
de los centros de peregrinación más visitados por los
europeos medievales y los beneficios además de
ideológico-religiosos fueron económicos. También hubo
un “camino francés” que permitió a muchos emigrantes
francos desde el siglo XI asentarse en las comarcas y
ciudades, ejerciendo actividades comerciales y
artesanales importantes para los inicios de una cultura
moderna en lo comercial.
A principios del siglo XI los asturianos extienden
su dominio hasta el valle del Duero, y crean la capital
de León; repueblan las tierras con pequeños
propietarios libres que se asocian “democráticamente”
en municipios rurales, consejos y forman ejércitos
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populares (instituciones muy adelantadas en el marco
de lo medieval). El condado de Castilla se separó del
reino astur-leonés en el 961. Fernando I de Castilla
unificó en un solo reino las coronas de Castilla y León
en el 1037. Su hijo Alfonso conquistó Toledo, la
antigua capital visigoda en 1085. En lo sucesivo Castilla
y León llevaron la iniciativa de la Reconquista. La misma
tiene su punto culminante mediante la toma de
Granada en 1492 con los Reyes Católicos.
En los siglos X y XI existían en la España cristiana
cinco grandes dialectos románicos bien diferenciados:
el gallego-portugués, astur-leonés, el castellano, el
navarro aragonés y el Catalán. En el 989 el conde Borell
II rehusó reconocerse vasallo de Francia, y Cataluña
quedó vinculada a la parte noreste de lo que se conoce
hoy como España. No obstante, hasta hoy día
mantienen su propia identidad cultural, además de los
vacos.
Al principio Castilla era un pequeño rincón en el
extremo oriental del reino astur-leonés. En 884 se creó
Burgos como capital y desde allí se le haría frente a los
musulmanes. Estas actividades guerreras crearon una
sociedad de infanzones sin título y caballeros villanos,
con conciencia más igualitaria e innovadora que los
aristocráticas y tradicionalistas de Asturias y León. De
ahí procede mucho de la ideología que encontramos en
el Cantar de Mío Cid.
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La conquista islámica de la península
En el año 702 Witiza es colocado en el trono por su
padre en medio de grandes conflictos del reino
visigodo, de epidemias y turbulencia social. Existen dos
grandes facciones, los witizas y la aristocracia
comandada por Don Rodrigo, un caudillo apoyado por la
aristocracia del antiguo rey Ervigio. La iglesia también
está en crisis, la aristocracia visigoda ocupa los cargos
más importantes en la iglesia. En el 710 muere Witiza y
Don Rodrigo se proclama rey por exhortación del
senado. Ahora se produce la incursión del bereber Tariq
y a partir de ese momento se entrelaza la historia con
la leyenda. Rodrigo hace frente a los judíos, bizantinos
y bereberes. Pero Tariq derrota a Rodrigo en la batalla
de Guadalete. En esta lucha los hijos de Witiza ayudan
a Rodrigo para después abandonarle y traicionarlo.
Más tarde Tariq marchará hacia Écija, Córdoba,
Toledo, Guadalajara y allí es llamado a una reunión con
su gobernador Mussa ibn Nussayr, interesado por los
tesoros obtenidos durante el saqueo de Hispania. En el
712 Mussa atraviesa el estrecho con 18.000 hombres,
entre bereberes y árabes, posteriormente la cultura
musulmana impregna toda Hispania en un proceso
lento. Lograron subir hasta Asturias, la cordillera
Cantábrica, en los Pirineos aunque no pudieron
conquistar Asturias y su núcleo cristiano de resistencia.
Pronto Mussa abandonó Hispania, ya que el Califa
lo reclama para discutir problemas en la repartición de
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los botines. Los mismos se dividían en bienes muebles
que podían ser distribuidos libremente entre los
conquistadores, salvo 1/5 que pasaba al Estado. Hacia
el 714-716 la conquista ya era un hecho; fundamental
era conseguir los pactos de capitulación, no tan
favorables para los vencidos, que a cambio de un
tributo podrían mantenerse en el poder de su feudo.
Los musulmanes animados tras ocupar casi toda
Hispania cruzan los Pirineos e intentan conquistar el
reino de los francos, pero fueron derrotados en la
Batalla de Poitiers. La monarquía visigoda se
desvaneció con bastante premura tras la invasión árabe
en 711 que ocupó casi toda la península.
Se crea el emirato Omeya independiente. Mientras
tanto en Arabia estalla la revolución Abbasí, que
acabará con el califato Omeya. Toda la familia es
asesinada, excepto Abaderramán I, El emigrante. En el
750 se escapa y va reuniendo apoyos por todo el norte
de África, donde intenta establecerse. Al no
conseguirlo se traslada al Al-Andalus en busca de
apoyos necesarios para gobernar. Los árabes lo
apoyaran y por ser partidarios del califato Omeya,
tenían recelos de los abasíes defensores de teorías
religiosas no ortodoxas de forma similar a los
bereberes. Abderramán trató de imponerse pero aún
tenía multitud de opositores a sus pretensiones de
gobernar Al-Ándalus, por lo que se produjo la batalla de
Musaza. Salió victorioso y desde entonces no hubo
oposición a su mandato. Gobernó en Córdoba,
comenzando un Emirato independiente. El emir se
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consideraba príncipe con autoridad religiosa, pero aún
no se considera Califa.
Los árabes dejaron de apoyarlo luego porque
Abderraman I ganó la batalla de con la ayuda de
mercenarios del norte de África a los que tuvo que
pagar con el dinero de las arcas de Al-Andalus. Además
los apoyos que reciben cargos son bereberes o
cristianos; por ello los religiosos y los árabes se oponen
cada vez más a su régimen. Abderramán I reforzó la
guardia de palacio, concedió tierras (en usufructo
vitalicio) a los fieles, creó una aristocracia a su servicio,
levantó la corte, mandó construir murallas y reforzar
las existentes. Su política chocó con la forma de
administración anterior llevada a cabo por los antiguos
walíes, quienes hasta ese momento se habían dedicado
a enriquecerse en Hispania. Se produce una islamización
en Al-Andalus, y uno de los primeros en comenzar este
proceso es Hisanl (hijo del emir Abderramán). Surgen
escuelas para volver al Islam más antiguo como la
Malawi. Llegan del norte de África los Alfaquíes que son
maestros del Islam. Dirigen la comunidad
espiritualmente, participan en las decisiones de la corte
y a la vez representan un grupo de presión. Se
efectúan campañas contra los considerados politeístas:
cristianos (astures y mozárabes).
El siguiente emir es Al Hahken I quien era muy
enérgico y tuvo problemas con los visigodos al no
cumplirse ya los pactos de capitulación. Surgen
problemas fronterizos con los cristianos del norte, y a
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esto se suma la oposición de los cristianos dimmies y
también los bereberes y los gobernadores de las zonas
fronterizas. Realmente la unión no se dará nunca en Al-
Andalus. En el año 822 sube al trono Abderramán II que
se dedica a multiplicar los gastos en santuarios,
reforzar la corte y fue objeto de varias revueltas en las
marcas y en Córdoba. En las marcas destaca la revuelta
de Toledo, ciudad bastante independiente. En su
reinado se produce la revuelta de Musa y la gran
revuelta de Córdoba, que desde el punto de vista
militar fueron aplastadas pero culturalmente se
mantuvieron influyendo en la siguiente generación
andalusí.
En los distritos fortificados se da una progresiva
feudalismo. En el siglo IX se mantenía la dependencia
con Córdoba, pero solo en teoría pues sus gobernantes
ocupan el cargo de manera que el emir no podía
revocar los títulos ya que los gobernadores tenían el
cargo como un señorío (Tasgil). Existe también una
base patrimonial de tierras y rentas derivadas en
régimen de Iqta. Lo único que hace el emir es ratificar
los cargos. Las revueltas son evidentes, y buscan
apoyos cristianos. Todo aumenta el debilitamiento del
poder central y crea una situación de inseguridad. Se
multiplica la aparición de caudillajes (señoríos
fronterizos cuya población está sometida al poder real).
Con esto se pretende hacer renacer la sociedad feudal.
Se dan revueltas incluso con elementos
extrapeninsulares, como los ataques normandos.
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La primera incursión vikinga se dio en el 844, en
época de Abderraman II. Serán derrotados por el
monarca astur Ramiro I, después bordearan la fachada
atlántica y saquearán Lisboa y más tarde a Sevilla por
el Guadalquivir. El emirato se vió obligado a desviar las
tropas de la marca superior para doblegar a los
vikingos. Al-Andalus se forjó por iniciativas de los
señores feudales, también hubo fortificaciones de los
gobernadores fieles al emir.
Incumbe la existencia de torres defensivas en la
costa y los ribats (fortificaciones de carácter religioso y
militar), desde donde se hacía la guerra santa por los
defensores de la fe (Yihad). En este aspecto se
establecen los precedentes de las órdenes militares
cristianas. Se concentran en zonas costeras y valles de
los ríos para fortificar las entradas. Se cree que los
ribats no son fortificaciones simples sino regiones de
concentración de fortificaciones.
En época de Mihamad I hubo otra incursión
normanda que llegó a hacer prisionero al rey de
Pamplona, saqueó Galicia, Lisboa y Algeciras. A raíz de
esto el rey de Pamplona buscará apoyos cristianos y no
de rebeldes musulmanes. El último emir fue
Abderramán III.
Es la época califal. Abderramán III, el emir, es
nombrado califa. Durante su reinado Al-Andalus gozará
de su mayor esplendor. En el año 929 el emir
Abderramán III ponía fin a la teórica decadencia
religiosa del Islam peninsular respecto a Bagdad y se
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proclamaba califa o sucesor del Profeta y jefe de los
creyentes. El título lo usarían sus herederos hasta la
desintegración de Al-Ándalus en los primeros años del
siglo XI. Dicho título cuestionaba los derechos de los
fatimíes que, desde el norte de África pretendían
reunificar el mundo musulmán como sucesores de
Fátima, la hija del profeta.
Abderramán fue nombrado Califa para realzar su
figura personal y conseguir el apoyo de los fatimíes del
norte de África, y con el fin de alejar a los fatimíes de
las rutas comerciales controladas por los mercaderes
de Al-Andalus. Otro de sus objetivos fue modificar la
organización militar introduciendo en el ejército a
mercenarios beréberes, y eslavos comprados en los
mercados europeos.
Al-Andalus se convertirá en una gran potencia
económica y militar y en una de las regiones más
adelantadas de Europa. Sin embargo, a finales de siglo
la figura del califa perderá prestigio y el poder lo
tomará Almanzor y sus descendientes. Años después
habrá una guerra civil entre los jefes militares que
durará 20 años. En 1031 termina el califato omeya y
será sustituido por señoríos o reinos independientes al
mando de jefes militares árabes, eslavos o bereberes. A
partir de esta época los eventos de la reconquista
comienzan a tener protagonismo. El esplendor y la
importancia de la presencia árabe en España ha sido
relegada incluso hasta hoy día a un segundo plano,
distorsionándose así el desarrollo amplio de la sociedad
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hispánica y presentándose incompleta la visión de su
historia y cultura.
El gran filólogo y crítico de la cultura, Américo
Castro (1885-1972), señaló la importancia de atender
la religiosidad tripartita y dinámica en la cultura
española. Se trata de la relevancia, ignorada por
muchos, que conlleva la presencia de las minorías judías
y musulmanas, cada vez más marginadas por el Poder
institucional cristiano y la intimidación ejercida sobre (y
por) el llamado pueblo español. Castro estudió la
segregación de los judeoconversos y los marranos en la
literatura española y reconoció sus consecuencias en la
producción de una literatura con estructuras no tan
visibles en cuanto a estos aspectos. La exclusión de
estos grupos y sus discursos había creado un concepto
equívoco e incompleto de España que recae en la
prejuiciada caracterización y definición de los
importantes Renacimiento y Siglo de Oro.
Castro señaló la pervivencia de "castas" separadas
que se intensificó incluso después de las conversiones
masivas bajo monarquía de los Reyes Católicos y el
papel que jugaron en ello los estatutos de limpieza de
sangre. Al respecto Castro polemizó tenazmente con
otro historiador conservador, Claudio Sánchez Albornoz
(1893-1984), sobre la identidad del ser español. Este
sostiene que hubo una continuidad de lo romano en el
reino visigodo y luego durante el reinado cristiano
posterior a lo árabe. España, a su entender, hizo frente
a la invasión desde el 711 hasta el 1492. Su
perspectiva es la de lo árabe como una otredad
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usurpadora y no parte de un proceso histórico que va
más allá de constructos de celos nacionales.
La obra importante de Américo Castro sobre
estos aspectos se titula: La realidad histórica de
España (1954, 1962 y 1966). En la misma expone su
interpretación global sobre la hispanidad: “los futuros
españoles se hicieron posible como una ternaria
combinación de cristiandad, moros y judíos” (p. XX).
Se sustenta en la teoría de las tres castas en complejos
procesos —cristianos, moros y judíos—, y recalca el
alcance de las pruebas de limpieza de sangre, de la
época, lo que suscitó su famosa polémica con Sánchez
Albornoz. Más, argumentando a favor de Castro, en el
Al-Andalus había mozárabes, en la España cristiana,
mudéjares y moriscos. No había ciudad cristiana que no
tuviese su morería y judería. El sepulcro de Fernando
VII (muere en 1252) tiene su epitafio grabado en latín,
castellano, árabe y hebreo.
Primeros textos en dialecto romance
A partir del siglo X se expresó en la península un gran
desarrollo de la literatura clásica y culta árabe. Hay
también tres corrientes de la lírica de origen provenzal,
la poesía de tipo árabe bilingüe y una poesía romance
autóctona primitiva que documentó Ramón Menéndez
Pidal, en La primitiva poesía lírica europea (1960). Por
supuesto que hubo una transformación folclórica desde
los tiempos romanos y ésta se despliega a lo largo da la
alta Edad Media hasta los primeros intentos de lengua
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romance más o menos en el siglo IX. La influencia que
provocaron los peregrinos del camino a Santiago de
Compostela fue un poderoso elemento en el despliegue
de la lírica provenzal y la cultura galaica. La lírica
gallego-portuguesa se reconoce mediante “las cantigas
de amor” y “las cantigas de escarnio”, y las famosas
“cantigas de amigo”. Las primeras son textos en que el
poeta se lamenta de su dama dentro del amor cortés;
las segundas son satíricas y de críticas sociales y
políticas a personas de la época. Las de amigo son
poemas de romería en que puede cantar una joven,
haciendo referencias a la naturaleza o lo urbano:
¡Ay flores, ay flores do verde pino
si sabede novas do meu amigo!
¡Ay Deus! ¿E hu e?
¡Ay flores, ay flores du verde ramo
si sabedes novas do meu amado!
¡Ay Deus! ¿E hu e?
A principios del siglo XI se escriben los más
antiguos textos conocidos en castellano, aunque aún
no se pueden considerar literarios porque son
simplemente unas explicaciones anotadas en textos
latinos que servían para facilitar su comprensión. A
estos textos se les conoce como las Glosas Silenses y
Glosas Emilianenses, por los lugares dónde se
descubrieron —monasterios de Santo Domingo de Silos
y San Millán de la Cogolla, respectivamente.
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Pero es en la lírica de tipo popular donde aparecen
textos propiamente literarios. Hubo una pequeñas
cancioncillas que se transmitían de forma oral. Los
primeros que recogieron estas canciones fueron los
autores de poemas de la España musulmana, dentro de
unos poemas cultos en árabe llamados moaxahas. Sus
autores incluyeron unos pequeños estribillos en
mozárabe, que se conocen como jarchas. Las primeras
de ellas han sido fechadas hacia 1040, por lo que
preceden a El Cid por un siglo. Fueron reconocidas en
una sinagoga de El Cairo por Samuel S. Stern en 1948.
Tant’amare, tant’amare
habib, tant’ amare,
enfermieron welyos nidios
e dolen tan male
Eran versos sencillos en lengua romance o árabe
vulgar que se encontraban al final de poemas árabes o
hebreos que se llaman moaxajas (jarcha significa
salida). Los primeros aparecieron por el año 1040.
Ofrecen una revolución dentro de la historia de la
literatura porque ello permitió impulsar la teoría de los
orígenes árabes en la cultura peninsular, y porque
señalan la existencia fundamental de una cultura de
carácter tradicional que solía ser relegada ante lo
aristócrata e ideológicamente dominante. Las jarchas
nos ofrecen la huella más antigua de la poesía
tradicional y de la cultura oral principalmente, de la
época. Se reconoce así cómo la literatura comenzó con
la lírica tradicional y no con la épica como se había
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pensado. La última estrofa de la moaxaja no tiene
relación temática con el resto del poema y son
tomadas de la tradición oral.
El tema de las jarchas era casi siempre amoroso, y,
a pesar de ser textos en lengua romance (el mozárabe
es una lengua del tronco latino), estaban escritos con
caracteres árabes, por lo tanto pasaron desapercibidos
durante mucho tiempo (los judíos también la
cultivaban). Debemos señalar que en el periodo del
Califato de Córdoba, Al Andalus era uno de los más
importantes centros culturales de Occidente, dónde
permanecía gran parte de la cultura que los árabes
habían conservado. En Córdoba se mezclaron las
culturas cristiana y musulmana oriental. Anualmente se
hacían concursos públicos de poesía y los ganadores
eran agasajados con todo tipo de premios, pero, lo más
importante era el interés que los poetas despertaban
en los gobernantes de la ciudad califal. Eran
contratados para escribir textos oficiales o cartas
amorosas, y así, protegidos por los poderosos; podían
vivir libres de penurias y dedicarse a la composición de
nuevas obras. En Córdoba se mezclaron las tres
religiones, musulmana, cristiana y judía, en las épocas
de esplendor. Esto creó una cultura de singular
dinámica según analistas del siglo XX, como Américo
Castro.
Otra modalidad lírica es el zéjel. Es una forma
popular de literatura árabe dialectal inventada por un
poeta de Cabra, Mocádem ben Moafa que murió en
920. Es de versos cortos y en árabe popular, de formas
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romances tipo arábigo-andaluz y de tema “chocarrero”
(Del Río) muy alejado de lo refinado y clásico. El zéjel
hispano-árabe nunca lleva jarchas romances pese a que
incorpora aisladamente palabras de dialecto mozárabe
(Deyermond). El zéjel es un tipo poema formado por un
estribillo y puede definirse como un tríptico monorrimo
con estribillo y con un cuarto verso de vuelta, con rima
igual al estribillo.
En su forma más típica, consiste en un estribillo de
dos versos, al que siguen otros tres monorrimos
(mudanza) y un cuarto verso (vuelta) que rima con el
estribillo, anunciando su repetición. La distribución de la
rima es la siguiente: aa (estribillo), bbb (mudanza), a
(vuelta) y repetición del estribillo . O sea, aa-bbba, aa-
ccca, aa-ddda.
En origen fue un género poético que se desarrolló
en forma de canción en el Al-Andalus, cultivado luego
por poetas hebreos castellanos y europeos. Estaban
escritos en árabe dialectal (árabe andalusí, y a menudo
con palabras y expresiones en romance, muestra del
bilingüismo de la sociedad andalusí). El más típico
cancionero escrito en forma de zéjel es el de Abû Bakr
ibn Abdul-Malik ibn Quzmân, más conocido simplemente
por Ben Quzman, poeta cordobés del siglo XII. Ejemplo:
¡Ay fortuna, (a)
cógeme esta aceituna! (a) [Estribillo de 2 versos]
Aceituna lisonjera (b)
verde y tierna por defuera, (b)
y por dentro de madera, (b) [Mudanza]
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¡fruta dura e importuna! (a) [Vuelta]
¡Ay fortuna, (a)
cógeme esta aceituna! (a) [Repetición del estribillo]
Fruta en madurar tan larga (c)
que sin aderezo amarga; (c)
y aunque se coja una carga, (c) [Mudanza]
se ha de comer sola una. (a) [Vuelta]
¡Ay fortuna, (a)
cógeme esta aceituna! (a)
De Lope de Vega en El villano en su rincón
El zéjel era cantado por coro y solista. A veces, se
acompañaba de baile. Tuvo una gran repercusión en
todo el mundo árabe de la época, como reseña el
historiador Ibn Galib. También tenía mucho éxito en los
reinos cristianos, que pagaban altas retribuciones a los
juglares moros.
Cantar de Mío Cid
El Cantar de Mío Cid es el “poema” épico y medieval
más importante de la cultura española, principalmente
la castellana. Para el eminente filólogo español, Ramón
Menéndez Pidal (1869-1968), la obra fue escrita para
el año 1140, y tuvo una versión primitiva de alrededor
1105 (pocos años después de la muerte del Cid). Para
otros importantes cidianos, como Colin Smith, la obra
apareció un poco más tarde, para el año 1207. Esta
última versión es la que más o menos ha prevalecido
últimamente.
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En realidad no estamos ante un poema, pues éste
es un concepto moderno (renacentista). Se trata más
bien de cantares de gesta mediante los cuales ciertos
juglares podían cantar los hechos guerreros y heroicos
de sus héroes regionales en pugnas con sus enemigos.
Y lo realizaban en vida del propio héroe y luego esos
hechos eran poco a poco modificados y ficcionalizados
por otros cantantes posteriores. No se debe olvidar
que se trataba de cultura oral y de la memoria, muy
distinta a nuestra cultura escritural moderna. No
obstante, en la épica castellana hay muy pocos textos
conservados. Además del Cantar de Mío Cid aparecen el
Cantar de Roncesvalles (de unos cien versos), Las
mocedades de Rodrigo (existe un texto incompleto de
unos 1160 versos), y hay varios centenares de versos
de un poema llamado Los siete infantes de Lara.
El manuscrito que se conserva del Cantar de Mío
Cid aparece firmado por un tal Per Abbat. El tono
jurídico que se desprende de la obra, las tácticas de
combate y la presencia destacada de la ascendente
clase guerrera, señalan que la obra fue escrita para
defender los valores de la clase social que representaba
el Cid. Los guerreros, los clérigos y el pueblo se
identificaban con el protagonista del Cantar porque su
ideología era más afín con ellos y no con la alta
aristocracia.
Las referencias topográficas y las formas
dialectales que se aluden a través del texto llevan al
estudioso español de principios del siglo XX, Ramón
Menéndez Pidal, a concluir que el autor era un juglar de
22
la ciudad fronteriza donde convivían moros y cristianos:
Medinaceli. También se cree que hubo un juglar natural
de San Esteban de Gormaz, a quien se debería el primer
cantar, el segundo y parte del tercero. El juglar de
Medinaceli retocaría, por su parte, el cantar primero,
modificaría el segundo y crearía casi todo el tercero.
Mientras que el primer juglar se mantiene dentro del
marco de ciertos los hechos históricos, el segundo es
más libre en su capacidad de “novelizar”. Por tratarse
inicialmente de cultura de tradición oral, el Cantar
sufrió muchas alteraciones hasta su forma final escrita.
Así es recogido por Pedro el Abad en el siglo XIII ("en
era de mil e CC XLV años") quien era un hombre culto
que sabía varios idiomas y conocía de leyes, como se
infiere a lo largo del Cantar.
Otra de las teorías nos habla de un solo autor,
entendido en las leyes de la época, que habría
estudiado en alguna ciudad de Francia, y que dio forma
artística a aspectos documentales de carácter histórico
que conocía. El concepto de un solo autor es también
de las sociedades modernas sometidas a la escritura y
su noción de originalidad y no a la oral y lo colectivo,
como a la cultura híbrida a que pertenecían el héroe y
los juglares.
Pese a prestarse al imaginario y la ficción, la obra
no deja de estar sumamente atada a aspectos
referenciales (históricos) fundamentales. Este aspecto
es el que han destacado los críticos y filólogos
principalmente. El Cantar no responde a una
presentación inicialmente informativa de la historia
23
como se entiende hoy día (en la prensa o la historia
académica), más bien toma elementos (pseudo)
históricos motivados por una finalidad tanto de deseo
de propaganda como de creación artística ligada al
orgullo regional. Pero es del Cid histórico que se
obtienen las bases fundamentales de la elaboración
ficticia a que la someten sus autores juglares a través
del tiempo. Otras obras como la Historia Roderici
(1110?), y el Carmen Campidoctoris (1093-1094)
ofrecen laudos de las hazañas cidianas que así lo
demuestran. También se encuentran las historias
árabes de Ibn Alcama e Ibn Bassan, con un enfoque
anticidiano. La Crónica najerense (1160?) fue la
primera obra que incorporó las hazañas del Cid a la
historia general de la España del siglo XI (aunque se
inspiró en material legendario). Esto nos dice que nos
ólo se trata de tradición popular.
La verosimilitud narrativa de la obra prescinde de
lo fabuloso y de la epopeya exagerada (como La
Canción de Rolando, de fines del siglo XI) para
mantenerse mayormente en lo “realista” y presentar el
relato de la manera más creíble y verosímil posible. Los
relatos del Cantar eran recitados a los habitantes de la
región como parte de la ideología de la reconquista
durante los siglos XII y XIII. Algunos críticos (Milman
Parry y Albert B. Lord) plantean que las epopeyas
medievales fueron compuestas de una forma oral, de
manera improvisada y combinando fórmulas o
expresiones con patrones métricos propios de sujetos
cultos. Otros críticos (como Joseph Bédier) proponen
24
que el Cantar de Mío Cid es producto de la elaboración
cuidadosa de un individuo de cultura monasterial, con
conocimientos del latín, de lengua vernácula y de
estilos literarios. Muchos concuerdan con el importante
medievalista Allan Deyermond en que la obra presenta
una compleja mezcla de elementos orales y cultos que
parecen característicos de la epopeya española.
Además de este Cantar también existe todo un
ciclo de romances dedicados al Cid que nos ayudan a
reconstruir la historia, más allá de los textos
documentales arriba mencionados. Gaston Paris plantea
que los cantares de gesta castellanos se derivan de los
cantares franceses que le anteceden y que comparte
con éstos ciertos temas y expresiones formales.
Menéndez Pidal, por su parte, formula que la épica
española es más de origen germánico (por el verismo
de la épica castellana frente a lo fantástico maravilloso
de la francesa, y por ciertas particularidades métricas).
Julián Rivera defiende la procedencia árabe de la épica
española, basándose en las convergencias entre la
épica castellana y ciertas leyendas musulmanas (cree
que hubo una épica popular andaluza, ya desaparecida).
El argumento del Cid se basa en el destierro de un
guerrero medieval del reinado de Alfonso II (rey de
Castilla). Se trató de Rodrigo Díaz de Vivar, "El Cid"
(1043-1099). Fue infanzón (general en jefe) de la
corte del rey Sancho II, hijo de Fernando I de Navarra.
Las actividades bélicas del Cid como alférez cautivaron
el imaginario popular y contribuyeron a que se le
atribuyeran hazañas de héroe idóneo para lo epopéyico
25
que respondía al ideal de reconquista y la unificación de
España. Lo más seguro desde joven fue un destacado
soldado y una persona astuta y ambiciosa.
Al morir Fernando I dividió la herencia de su reino.
Sancho obtuvo a Castilla, Alfonso VI a León, García el
reino de Galicia y Urraca la ciudad de Zamora. Sancho
no fue partidario de la división y le declaró la guerra a
sus hermanos. Ayudado por el Cid se apoderó de León
y de Galicia, sitió a Urraca en Zamora, pero murió tras
sus empeños. Su hermano Alfonso fue entonces
coronado rey de Castilla y León. El Cid fue elegido para
tomar juramento al nuevo rey, de que no tuvo nada
que ver con la muerte (asesinato) de su hermano.
Alfonso acogió al Cid en la corte y lo casó con doña
Jimena, pero pronto se enemistó con él y lo desterró
por primera vez en 1081. Lo perdonó en 1087, pero
volvió a desterrarlo un año después de 1089 a 1092.
El Cid histórico fue un mercenario que luchó unas
veces del lado cristiano y otras del lado musulmán
durante la Reconquista. Luchó contra el conde
Barcelona, a quien hizo prisionero (como se ve en la
obra). En 1092 atacó las tierras de García Ordoñez.
Pudo conquistar el preciado reino de Valencia que
estaba en manos de los árabes. Luego de cercarla por
veinte meses la llevó a rendirse (1092-1094). La gran
reputación de Rodrigo en las batallas, le valió el
sobrenombre de al-Sidi (el Cid). Ya establecidos en la
conquistada Valencia, su hija mayor, Cristina, se casó
con Ramiro, infante de Navarra. Su segunda hija, María,
fue la primera esposa de Ramón Berenguer III, conde de
26
Barcelona (sobrino del Conde que se menciona en el
Cantar). El Cid murió en 1099 y doña Jimena tendría
que defender a Valencia de los ataques de los
almorávides durante tres años. Finalmente el rey
Alfonso acudió en su ayuda, pero se vio obligado a
incendiar la ciudad y llevarse a Jimena, con los restos
del Cid, a Castilla.
El Cid pasó a la leyenda cuando los juglares
empezaron a cantar sus gestas, extrayendo
información (“noticias”) de los sucesos históricos.
También es parte del proceso histórico-cultural en que
Castilla se presentaba como región dominante en la
ideología del escenario político de la Península. La rígida
escala de valores nobiliarios contrasta con una Castilla
más dada a valorar la audacia, la valentía, el saber y el
ganarse el pan, más que ser un sujeto de ilustre
abolengo (como ocurría en la tradición leonesa). Se
desprende del Cantar —pese a los recelos con el pueblo
judío y con los moros— un acercamiento del pueblo
simple y llano a un infanzón (título más bajo en la
escala nobiliaria) perseguido por el alto poder, como el
Cid. Hay menos distancia entre un esforzado guerrero
como don Rodrigo y el distanciamiento del pueblo
simple (y los guerreros de la reconquista) frente a la
mediana y alta nobleza medieval. En ese sentido el
pueblo llano y los guerreros se identifican con un héroe
más “democrático” y afín emotivamente con ellos.
En este poema se nos cuenta el viaje de destierro
que sufre el Cid a partir de 1081. No es de olvidar que
el Cid había obligado a su rey, Alfonso, a jurar que no
27
tuvo nada que ver en el asesinato de su hermano
Sancho II de Castilla (Zamora, 1072). Las cortes se
reunieron en la Iglesia de Santa María de Burgos y allí se
realizaron las juras. Conocemos la razón del destierro
inicial no por el Cantar mismo, pues falta la primera
hoja, sino por la Crónica de veinte Reyes. Se plantea
que Alfonso envía al Cid a recaudar los tributos del rey
moro de Sevilla. Rodrigo llega precisamente cuando el
rey moro de Granada se dispone a atacar la ciudad
asistido por el conde García Ordoñez. El Cid lucha con
los agresores y toma prisionero al conde. Al regresar ya
sus enemigos han convencido al rey en que el Cid ha
malversado los tributos obtenidos y el monarca lo
destierra. De aquí arranca el Cantar.
De los sos ojos | tan fuerte mientre lorando
tornava la cabeça | y estava los catando.
Vio puertas abiertas | e uços sin cañados,
alcandaras vazias | sin pielles e sin mantos
e sin falçones e sin adtores mudados.
Sospiro mio Çid | ca mucho avie grandes
cuidados.
Fablo mio Çid | bien e tan mesurado:
«¡Grado a ti, señor, | padre que estas en alto!
¡Esto me an buelto | mios enemigos malos!»
El Cantar se divide en tres partes:
28
1.- Cantar del Destierro: que narra desde el destierro
del Cid hasta la conquista de Valencia. Es la parte
más épica y mantiene lo privado de la vida del héroe
en el trasfondo del relato. El público compuesto de
soldados se podía identificar ampliamente con esta
parte del poema que resulta la más mito-histórica
del Cantar y cuyo efecto pragmático es la de elevar
la figura del héroe a todos los niveles posibles,
privilegiado por Dios, buen vasallo, buen padre, buen
marido, buen saldado, buen líder, sentimental,
racional, superior en las batallas. Termina este
Cantar con la derrota y humillación del Conde de
Barcelona, lo cual crea un elemento muy cómico
frente a la alta nobleza a la cual el Cid, en parte, se
enfrentaba. La ganancia del Cid es material y
honorable según la perspectiva del juglar.
2.- Cantar de las Bodas: Narra las bodas de las hijas de
Rodrigo con los infantes de Carrión. Es la parte más
familiar y que da despliegue a lo novelesco-privado
del Cid. El público que escuchaba el Cantar se podía
identificar con el héroe y sus soldados en su
enfrentamiento a los enemigos privados (ficticios en
el Cantar (pero paralelos a los de la vida real).
Siempre se mantiene el anterior aspecto guerrero y
público del Cantar, en cuanto a ver el Cid como
víctima de la nobleza y del rey injusto y distante. El
Cid muestra gran incertidumbre frente al pedido del
Rey (adentrándose el juglar en lo subjetivo e interno
del héroe) y señala que para Rodrigo es el Monarca
quien casa a las hijas y no precisamente él. Se
29
destacan las riquezas obtenidas por el Cid y su
contribución al engrandecimiento (la “ganancia”) de
la cristiandad toda. La parte comienza a internarse
más en lo novelesco y privado del héroe lo que le
proporciona al texto una gran dinámica
representativa.
3.- La afrenta de Corpes: Narra la vejación de sus hijas
por sus maridos de Carrión y la posterior venganza
del Cid. Es la parte más ficticia y novelesca por lo
que es la más densamente artística y gramática. Es
muestra final de que el Cantar en general se muestra
cada vez más consciente de lo jurídico en la
sociedad de la época y es tal vez el aspecto más
“moderno” del Cantar, pues se reclama justicia
pública y el reponer a la dignidad personal y general.
El héroe reclama justicia ante el rey, siendo éste
para el juglar (y el publico que escucha) quien ha
fallado. El Cid es un sujeto de “baja nobleza” (un
infanzón) pero puede usar al poder del rey como
intermediario frente a los poderosos infantes de
Carrión. Significativo resulta la manera en que el Cid
se prepara física, mental, militar y jurídicamente para
asistir a las Cortes convocadas por el Rey bajo su
petición (lo cual es muestra de su poder de
convocatoria). El Cid triunfa finalmente de forma
dramática, familiar, jurídica y épica. Aún existe la
concepción de que Dios está de parte de los
vencedores y como vemos en el Cantar los del
bando del Cid, triunfan en los duelos finales.
30
Las tres partes corresponden a lo que se podría
catalogar como (1) el Cid épico y público, (2) el Cid
privado y novelesco, y finalmente (3) el Cid jurídico que
acude a las cortes y restituye la dignidad perdida.
El Cantar se caracteriza por variadas sílabas. Los
versos del poema no tienen medida fija y están
divididos en dos hemistiquios cuyas medidas también
varían. Normalmente los versos siguen el esquema
silábico de la frase española. Se agrupan en estrofas
llamadas tiradas en las que el número de aquellos varía
desde los tres versos hasta los cien. Se derivan de las
jornadas de recitar que hacían los juglares y lo más
seguro muchas de ellas fueron encadenándose a lo
largo del tiempo hasta culminar en la versión primitiva
final.
El tema del poema persigue el encuentro del honor
y la dignidad frente a la afrenta pública y privada del
héroe (la afrenta del rey y de algunos egoístas y
siniestros nobles de la corte, como García Ordoñez). Se
trata de un alto dignatario de la armada que es
deshonrado al ser expulsado de la Corte (lo que
equivale para el público la afrenta a un héroe venerado
y lanzado sin nada en la búsqueda de su sustento) y
que prueba una vez más su capacidad heroica al
recuperar la dignidad y las riquezas (la palabra
“ganancia” es nombrada constantemente a lo largo del
poema). Pero la mayor ganancia no es material sino la
de la justicia y la dignidad, las cuales obtiene
finalmente por gran conocedor y manejador de las
leyes y las armas (tema luego perseguido en la
31
literatura: las armas y las letras). El rey es obligado
finalmente a respetar la ley por encima de la nobleza y
de sí mismo.
A lo largo del poema se suceden las pérdidas del
honor público y privado en dos ocasiones (destierro,
afrenta de Corpes) y las sucesivas recuperaciones del
mismo por parte del Cid, hasta la conquista de Valencia
y las bodas de sus hijas con los herederos de Aragón y
Navarra (cuando una vez más es afrentado por la
nobleza). Las bodas son un elemento ficticio en el
Cantar y resulta de la antipatía hacia la nobleza leonesa
y sus códigos e imposiciones frente a la mentalidad
castellana que podía ser en esta ocasión más moderna.
A lo largo del Cantar se le exige constantemente al rey,
con ironía, la restitución de la honra del héroe y la
estabilidad y justicia en su reino (¡“Dios, que buen
vassallo/ si oviesse buen señor”!). La ironía ante el rey,
como se puede apreciar, no es del todo disimulada pero
algo contenida; mientras la que se lanza en el Cantar
hacia el resto de la alta aristocracia es la ironía satírica
y paródica (más obvia), como las que se expresan ante
el Conde de Barcelona, los infantes de Carrión y García
Ordóñez.
Podemos ver cómo en la obra de El Cid, mediante
las acciones de autonomía que alcanza el héroe se
expresa subrepticiamente la noción de una
constituyente que se acerca a la de Maquiavelo en El
Príncipe (1513), donde se busca el controlar la tiranía
del Poder. El arte de conquistar el poder —para
Maquiavelo, ya leído en su forma más moderna— se
32
relaciona con el bien común que puede proporcionar el
Estado. En este arte de dirigir radica en parte la
política del gobernante, quien ha de estar exento de toda norma. El Estado podrá articular las relaciones sociales, garantizando que los hombres vivan en libertad a través de sus leyes. Solo así se logra el
bien común, y todo lo que atente contra él puede ser rechazado, siendo cualquier medio (i)lícito.
En la obra El Cid residen los principios
subconscientes del deseo que luego se revelarán como
el de cortar la cabeza al rey para crear una
constituyente más fundamentada en la participación
popular (la cual está implícita en la mentalidad del Cid
hacia sus soldados y los súbditos). Se presentan así en
la obra los deseos iniciales de una sociedad más
“democrática” que prescinda de un poder arbitrario
central y que se imponga la constituyente letrada, la
Ley. Por eso el Cid no solicita la devolución de la honra
a la nobleza directamente, sino al rey mismo —“el casó
mis fijas, ca non ge las di yo (…) si de deshondra i cabe
alguna contra nos/ la poca e la grant toda es de mio
señor.” (2907-09)— para hacerle ver al monarca su
equívoco de interceder en la vida privada de la dignidad
del sujeto menos noble o plebeyo. En ese sentido se
expresa la noción de una justicia más abarcadora que
comprenda a súbditos de la baja nobleza como El Cid,
quien por su condición de soldado, y pese a ser noble
de baja escala, era más cercano al pueblo y a sus
soldados plebeyos (pues de ahí procedía él mismo). La
33
ideología del texto se inspira en esta afiliación
ideológica
Mester de Juglaría
El Mester de Juglaría es el oficio que tenían los juglares
en la Edad Media. Recorrían pueblos y ciudades y
cantando las canciones de gestas realizadas por los
héroes locales que luchaban contra los enemigos de los
reinos. En un principio nacieron probablemente como
portadores de noticias de los acontecimientos que
sucedían en las aldeas vecinas. Adoptaron los métodos
de la rima para poder memorizar las noticias. De esta
forma nacieron los romances y los cantares épicos.
Se han encontrado romances que parecen formar
parte de los largos poemas épicos que se cantaban,
como si el juglar los hubiera cortado para no aburrir a la
audiencia con los hechos que ya habían acontecido
tiempo atrás y que ya no eran noticias, sino que
resultaban simples formas de entretenimiento. La gran
longitud de los poemas los obligó a acortarlos. El
romance es un poema de versos octosílabos con rima
en los pares y sueltos en los impares. Son de diferente
temática: amorosos, caballerescos.
El Romancero
La segunda vía de transmisión fue a través de los
cancioneros que se comienzan a escribir en el Barroco.
Los autores de estos cancioneros comienzan a fijarse
34
en las tradiciones populares líricas y las transcriben
para ser cantadas en los salones de los palacios. El más
importante de todos es el Cancionero de Palacio que se
escribió entre finales del siglo XV y principios del XVI en
la corte de los Reyes Católicos. En él se mezclan
poemillas populares con otros creados por los autores
cultos, entre los que empezaba a ponerse de moda la
poesía cortesana de influencia provenzal. Los romances
son obras poéticas de variada temática y longitud
cuyos rasgos comunes son las tiradas de versos
octosílabos y la rima asonante de los versos pares. El
romance tiene estrecha relación con el cantar de gesta,
de dieciséis sílabas y versos monorrimos que se dividen
en dos hemistiquios. El romance ha tomado esta
división para crear dos versos, de ahí que sólo rimen los
pares.
Podemos considerar a los juglares como creadores
de los romances. Iban de castillo en castillo llevando las
gestas de los guerreros o cantando al amor humano.
Recordemos que hasta bien entrado el siglo XV la
literatura no pasa a ser atendida de modo letrado (La
Celestina es la gran obra impresa), pues la cultura
obedecía a un tradición mayormente oral. El propio
Miguel de Cervantes asegura en El Quijote que el
ingenioso hidalgo se volvió loco por esta forma de
lectura: "del mucho leer y del poco dormir se le secó el
cerebro."
Los romances no eran de un autor sino
representativos de una voz colectiva. Se les recitaba
una y otra vez transformándolos hasta que los autores
35
cultos se deciden a reunirlos en los cancioneros del
siglo XVI. Este tipo de romance del que se desconoce
su autor, o su autor es el propio pueblo, son lo que
conocemos como Romancero viejo. A partir del siglo
XVII los autores cultos se interesan por las estructuras
populares del romance y comienzan a escribir siguiendo
sus moldes. Así dan lugar a la aparición del Romancero
Nuevo. Éstos son ya unos romances con autor
conocido. En el Romancero Nuevo se incluyen incluso
autores del siglo XX: Lorca o Alberti en el
Vanguardismo siglo XX escriben siguiendo estas
estructuras.
En cuanto a los temas. el romance trataba los
aspectos que interesaban al pueblo. Los romances
históricos o heroicos traían noticias de las diferentes
batallas contra los árabes, noticias dónde se ensalzaba
a los héroes convirtiéndolos en mitos y enlistando a
nuevos soldados para las nuevas batallas de la
Reconquista. En cuanto a los romances amorosos,
producían horas de entretenimiento con sus historias
de amores casi imposibles. Existían también los Ciclos
Bretón, con sus historias de la corte del rey Arturo y
sus caballeros, y el Carolingio, que narra las hazañas de
la corte de Carlomagno, modelo de corte cristiana y
europea para los reinos Hispanos.
El silabario también es seductor. Recordemos que
el romance son versos octosílabos que se acentúan en
la penúltima silaba. Lo más común en el discurso oral
del español son las frases de ocho sílabas y las palabras
llanas, esto produce que los versos del romance suenen
36
naturales para el oyente y por lo tanto sean fáciles de
recordar e incluso transformar a la vez que se recita.
Así nos han llegado muchas diferentes versiones de un
mismo romance. Por lo tanto los encabalgamientos son
escasos y abundan las repeticiones y los epítetos, que
funcionan como fórmulas mnemotécnicas.
El Mester de Clerecía
Mientras era raro y fuera de la norma escribir en
romance, quienes lo intentaron tuvieron que
enfrentarse al problema de representar gráficamente
sonidos romances inexistentes en latín. En los primeros
decenios del siglo XIII la cancillería regia de Castilla y
León abandonan el uso del latín para lo de uso local y al
irse reconociendo la lengua romance como medio oficial
se aceleró el Mester de Clerecía. El Mester u oficio de
Clerecía es el oficio de los monjes de la Edad Media. Se
dedicaban a la oración y a la transmisión de la cultura
que procedía de los monasterios. Comienzan un nuevo
estilo de escritura, la Cuaderna Vía. Ésta organiza el
texto en estrofas de cuatro versos alejandrinos
divididos en dos hemistiquios iguales dando al poema
un ritmo monótono fácil de recordar para aquellas
composiciones destinadas a enseñar (no debemos
olvidar que una de las principales ramas literarias
medievales es la Didáctica).
En el Libro de Alexandre aparece lo siguiente:
37
Mester traygo fermoso, non es de ioglaría
Mester es sin pecado, ca es de Clerecía
Fablar curso rimado por la cuaderna via
A silabas contadas que es de gran
maestría.
(2da. estrofa del Libro de
Alexandre)
Los textos escritos en esta estrofa dan un orden
al poema estricto y ordenado de principio a fin. Se pasa
del modo de componer popular, la lírica, a un nuevo
modelo culto que sigue unas normas estrictas.
Su importancia se extendió debido a que sus
monasterios se encontraban en la ruta del Camino de
Santiago, unión que tenían los reinos del norte de la
Península Ibérica con el resto de Europa. Los
monasterios que se fundaron en dicho recorrido eran
monasterios de la orden de San Benito, que partieron
de la región de Cluny. Estos monasterios fueron los que
preservaron la cultura de la antigüedad y los que
iniciaron la cultura del saber erudito e
institucionalizado. En ellos se traducía y se copiaban los
textos a mano, y las copias se enviaban a los nuevos
monasterios.
El camino francés está salpicado de monasterios y
albergues dónde los peregrinos se alojaban durante el
largo viaje. Estos monasterios se convertían en
verdaderos núcleos de riqueza y centros de unión
cultural de la Europa medieval. Dentro de estos
monasterios realizó su obra literaria Berceo: Vida de
38
Santo Domingo, vida de San Millán, Vida de Santa Oria,
etc.
Es autor de Milagros de Nuestra Señora (1260) y
nació probablemente a fines del siglo XII y fue un
conocido clérigo culto en el monasterio de San Millán
de la Cogolla. La obra de Berceo representa el Mester
de Clerecía y podemos distinguir obras de tipo
doctrinal, hagiográfica (Santo Domingo de Silos, El
Martirio de S. Lorenza, tipo mariano : Los Leones de la
Virgen, Los Milagros de nuestra Señora). Durante esta
época circulan una serie de comentarios sobre la Virgen
y algunos fueron recogidos en una sola obra, en
recopilaciones como la de Guillermo de Malmesbarry.
Más tarde la devoción mariana se extenderá a través de
las órdenes mendicantes. En la literatura se desarrolló
en la lírica, en leyendas y en la literatura puramente
narrativa. Berceo no inventa los temas de sus
composiciones, su actividad creadora radica en divulgar
en lengua romance los relatos escritos en latín.
El paso al tema de la Virgen busca la difusión en
lengua vernácula y ya eso de por si es una gran
empresa de construcción discursiva novedosa. Durante
los siglos XII y XIII a la Virgen se le conceden los
atributos piadosos de Cristo, pero al mismo tiempo se
humaniza su figura como sustitución matriarcal de una
sociedad dominada por la mirada androcéntrica de los
monasterios y su visión imperturbable y dogmática de
Dios. Se le ve a la Virgen como abogada de los
hombres (hay en la obra más perdonados que
condenados). Frente al Cristo de las iconografías de la
39
época y el imaginario creado por la iglesia oficial y su
masculinidad, de un monarca con toda su corte, la
Virgen funge de mediadora maternal.
Los milagros se desarrollan a todos por igual:
tentación, caída, salvación, milagro. La obra consta de
una introducción, que es una extraordinaria alegoría, y
más de 25 milagros. Hay 2 manuscritos que le sirven
de fuente. El manuscrito de Copenhague tiene el mismo
orden que emplea Berceo. Pero éste quita los cuatro
últimos milagros y añade uno nuevo, el de la Iglesia
Robadía. De vez en cuando nos cuenta dónde ocurren
los milagros. Se trata del “mester de clerecía”, una
escuela erudita y clerical que emplea una técnica de
estrofas de cuatro versos en una sola rima y con
catorce sílabas (tetrástrofos alejandrinos monorrimos o
cuaderna vía).
En la introducción nos presenta una pradera a la
cual llega un sujeto en busca de sosiego y desprendido
del mundo del trabajo y el pecado. Se da la impresión
inicial de ser un encuentro de simple paz, de soledad y
de un ser que literalmente se desnuda (lo que significa
quitarse el lenguaje de la cultura vulgar y mundana).
Pero la simple narrativa refiere de una alegoría que se
propone expresar una idea por medio de imágenes
poéticas, de manera que entre los elementos del plano
real y los del plano imaginario existe una
correspondencia de significaciones. Se trata de una
alegoría, la cual se compone de las significaciones
(textos) de dos campos semánticos distintos: el cuerpo
y el espíritu; y es presentada por medio de una historia
40
o pequeña y simple narrativa que refiere a ambos
signos: “Tolgamos (quitemos) la corteza, en el meollo
entremos”, —nos dice el poeta. Implica que vivimos en
este mundo, pero existe una romería mediante la cual
se puede encontrar un paraje de descanso glorioso
simbolizado en el prado (paraíso o “lugar ameno”) que
conduce a un estadio superior, que es el divino. Se
trata más bien de un post-paraíso, porque se implica
que en ese lugar ni Adán mismo hubiese pecado (“si
Don Adán hubiese/ del tal fruto comido/ de tan mala
manera/ no fuera decebido/ ni tomaran tal daño/ Eva
ni su marido” (estrofa 15).
Son alegorías de concepciones medievales
cristianas en las cuales se rechaza el cuerpo y la
inmanencia del “aquí” y se privilegia de manera
neoplatónica la trascendencia y la espiritualidad del
“allá”. El cuerpo y sus actividades mundanales es el
espacio semántico del pecado, mientras que el espíritu
representa el encuentro de la vía de la salvación divina.
Pero se alude más allá de lo devoto y religioso —y ya
ofreciendo una interpretación más actual—, a la
propaganda (ideología) monasterial propia de una
época en que estas instituciones alcanzaban la máxima
expresión y poder de convencimiento de sus discursos
y símbolos, los cuales rinden hasta hoy día en el
imaginario popular, por medio de las valoraciones de los
católicos. Es la manera en que la iglesia “invierte” su
discurso religioso de la devoción cristiana.
41
Explica la voz poética que el prado simboliza la
virgen, las cuatro Fuentes claras son los Evangelios, los
árboles, los Milagros de nuestra Señora.
Pero no todo es bondad y calma. Si clasificamos
los milagros por temas tenemos que hay un grupo de
milagros donde domina el aspecto dogmático: la Virgen
perdona o castiga. Hay otro grupo donde dominan los
aspectos morales: el amor mundano, en los cuales hay
crisis de vocación y dedicación a lo mariano Son tres
los motivos que se relacionan: la tentación realizada
hacia algunos por el diablo, la caída sufrida por un débil
pecador y el milagro oportuno de la Virgen. En el grupo
de protagonistas tenemos clérigos cultos, y otro grupo
de seglares buenos y otros malvados. El tercer grupo
serían personas relacionadas con los judíos.
La virgen incluso puede llevar a la acción
antisemita, como en el Milagro XVIII, en el cual informa
a los feligreses de Toledo cómo los judíos realizan a
escondidas tormentos a Cristo. Finalmente: “Fueron
bien recabdados los que prender podieron/ dieronles
jantar mala qual ellos merecieron:/hi fizieron tu autem,
mala muerte prisieron”. Se trata además de una Virgen
salvadora de los burgueses, cuando vemos en el
Milagro XXIII a un burgués de “buen corazón” que ha
caído en las “garras” de un judío avaro, y quien pese a
recibir el pago del dinero a tiempo, no lo recibe y
prefiere convertirse al cristianismo.
Todos parecen ser cubiertos por el poderoso
manto de la Virgen protectora de la España católica e
imperial dominada por los ordenamientos simbólicos
42
heteronormativos a los cuales se une la Virgen en
romería discursiva. Se trata de una construcción
simbólica de la época y no necesariamente de la
protectora virgen referencial que suelen ver los críticos
que por los regular son católicos e hispanófilos
conservadores y varones religiosos (acríticos). Una
interpretación menos imperial es la que ofrecen Carlos
Blanco Aguinaga, Julio Rodríguez Puértolas e Iris Zavala
en Historia social de la literatura española (en lengua
castellana) (74-81). Se trata de un libro de enfoque
marxista, no muy recomendado por los críticos
tradicionales e hispanófilos.
Alfonso de Borgoña, el Sabio
Nació en Toledo, 23 de noviembre de 1221 y muere en
Sevilla, el 4 de abril de 1284. Fue rey de Castilla y de
León, de 1252-1284. Es reconocido por si interés
letrado y por continuar con la labor de la Escuela de
Traductores de Toledo.
Los años finales del rey fueron muy dolorosos. A la
muerte de su primogénito se unió la de su hija Leonor,
la de su hermano Felipe y la de su sobrino Alfonso
Manuel. Sufrió varias enfermedades, como la hidropesía
la que le llevó a la tumba. Sin embargo, el máximo
esfuerzo creador del rey se produjo en esta época,
como si su obra legislativa, poética, astronómica e
histórica fuera una compensación a tantas amarguras y
decepciones. Falleció en Sevilla, acompañado de su hija
43
Beatriz. Quiso ser enterrado en la catedral de esa
ciudad, junto a los restos de su padre, Fernando III, y a
los de su madre, Beatriz de Suabia. No obstante, su
corazón y sus entrañas descansan en la catedral de
Murcia.
Fomentó la actividad cultural de la Escuela de
traductores de Toledo, con lo que habilitará
definitivamente el castellano como lenguaje culto,
científico y literario. Su afán por la divulgación de la
lengua le llevó, ya siendo infante, a patrocinar la
versión al castellano de Calila e Dimna y del Lapidario.
Además fue un excelente poeta en gallego-portugués.
De su extensa obra jurídica, científica, histórica y
literaria, destacan, el Fuero real de Castilla, las Siete
partidas , las Tablas alfonsíes entre las astronómicas; y
entre las de carácter histórico, la Estoria de España y la
Grande e General Estoria o General Estoria, acerca de la
historia universal. Las Cantigas de Santa María es obra
lírica, escrita en gallego-portugués, lengua común a
gran parte de la lírica ibérica hasta finales del siglo XIV,
cuando aparece el Cancionero de Baena, que ya está
escrito en castellano. El Lapidario, es una obra sobre
las propiedades minerales, y el Libro de los juegos es
una obra sobre temas lúdicos (ajedrez, dados y tablas),
deportes de la nobleza en aquel tiempo Alfonso X el
Sabio y el ajedrez.
Alfonso X realizó también la primera reforma
(normalización) ortográfica del castellano, idioma que
el reino adoptó como oficial, desplazando el latín. La
44
Escuela de Traductores aglutinó a un grupo de
estudiosos cristianos, judíos y musulmanes que
desarrollaron una importante labor científica al rescatar
textos de la antigüedad y traducir los textos árabes y
hebreos al castellano. Muchos críticos consideran que
se indujo al rey a emplear la lengua romance para
debilitar el latín y la iglesia católica.
El Sabio expuso a España a nuevos conocimientos
que procedían de tierras distantes. Su especial interés
en el arte, la historia, el derecho y la ciencia ejerció una
profunda influencia en el desarrollo cultural de España y
del resto de Europa. Favoreció la difusión de La Biblia.
Alfonso X fue el impulsor de La Escuela de Traductores
de Toledo, y participó en la misma decisivamente.
Crisis del Arte de Clerecía.
El Libro de Buen amor
En el siglo XIV aparece un singular autor, Juan Ruiz,
Arcipreste de Hita o Fita. Sólo lo conocemos por los
datos dispersos que nos da su única obra, El Libro de
Buen Amor, según la nombra Ramón Menéndez Pidal en
el siglo XX (y como probablemente lo llamó el propio
autor).
A partir de lo que dice a principios de su obra
misma deducimos que probablemente la escribió en la
cárcel, o al menos allí redactó una de sus versiones
(según investigaciones se habla de dos fechas de
composición: 1330 y 1343). La alegoría de la prisión
del cuerpo (a la que se alude en la obra de forma dual)
45
en la Edad Media es un “lugar común”, pero tal parece
que el Arcipreste fue tomado preso en realidad. Es así
si destacamos las continuas alusiones que hace a que
Dios lo libere de la prisión. Probablemente lo encerró allí
el arzobispo de Toledo don Gil, uno de los jerarcas
eclesiásticos que consagraron los Papas de Avignon y
que fue fundamental en la imposición de las leyes
eclesiásticas del celibato y la abstinencia total de los
placeres mundanales.
Podemos considerar a Juan Ruiz como verdadero
padre de la poesía moderna, en la medida que rompe
con la visión puramente medieval de la existencia y
crea una nueva visión moderna del mundo en que se
acepta la ineludible tendencia natural al sexo. La
literatura anterior estaba llena de alusiones a
cuestiones externas de la dependencia de existencia en
Dios y no era tan subjetivista y ambigua en cuanto al
cuerpo y el deseo carnal y al libre albedrío. Juan Ruiz se
despega de la visión puramente medieval, llenando su
poesía de lirismo personalista y alejándola de la visión
idealista imperante y del discurso doctrinal eclesiástico
como en Los milagros de Berceo. Cultiva gran variedad
de metros propios de toda la época medieval tanto
clerical como juglaresca. Es también de los primeros
que cultiva tan originalmente la sátira humorística en su
obra, lo cual hace al texto aún más moderno y cercano
a la mentalidad renacentista. Sobre todo, se destaca el
empleo de la ironía y la contradicción en cuanto a la
relación de lo espiritual y lo material-carnal (Zahareas).
Se mofa de las costumbres religiosas de su época, y de
46
las prohibiciones de los concilios que pedían a clérigos
el dejar de convivir con mujeres y mantenerse célibes,
como se les exige a los sacerdotes hasta hoy día.
En su obra, y según el gusto de la época, incluye
gran variedad de exiemplos. En ellos se abordan las
críticas a las costumbres morales y se proporcionan
comparaciones de estilos de vida y contrastes de
visiones personales y sociales. Canta al amor profano
con sorna, haciendo de su obra uno de los textos
medievales más divertidos y complejos por el uso de la
sátira y la ironía. Resulta tanto así que el libro parodia
aquello que el texto mismo está proponiendo: el que
exista un “buen amor” que no prescinda de el “loco
amor”, que un sacerdote pueda amar abiertamente a
una mujer sin pensar en haber cometido pecado. El
Libro de buen amor es un texto paródico y
carnavalesco propio de la crisis de fines de la Edad
Media y principios de la mentalidad moderna del
Renacimiento. Se mofa del fin de una época y su
mentalidad e inicia una nueva visión pero con gran
incertidumbre. En ese sentido es un metatexto, un
texto consciente de sí mismo como vehículo que se
propone presentar una nueva visión de cómo entender
la relación entre el amor divino y el amor carnal con
consciencia crítica y paródica. Hay ambigüedad e
incertidumbre en el texto y este sentir es moderno y
contario a la certeza dogmática medieval.
El libro se compone en la segunda parte del
reinado de Alfonso XI. En el resto de Europa se inicia la
Guerra de los Cien Años y además se produce una gran
47
crisis en la Iglesia. En Castilla también hubo crisis de
diferentes tipos, como la política (luchas sangrientas
entre la nobleza y el poder real que provoca la
desaparición del vínculo del vasallaje y es sustituido por
el vínculo natural). Aparece para esta época cercana al
Renacimiento también la burguesía, cada vez más
poderosa y materialista, pero sin superiores poderes
frente a la aristocracia y la Corona como ocurría en
otros pueblos de Europa. Esta burguesía pronto entra
en conflicto con las ordenes sociales y culturales
anteriores, ya que la sociedad establecida sigue
aferrándose a los valores tradicionales que les inculcaba
la iglesia. Las epidemias también provocan una noción
de pobreza y pesimismo cultural. De aquí que la muerte
y el goce de la vida se conviertan en grandes temas de
la literatura. En este aspecto vemos en la obra de Hita
cómo la muerte de la trotaconventos se presenta como
un gran motivo y expresa un escarmiento para Juan
Ruiz. Al principio ríe y celebra la vida pero al final habrá
de sufrir por el reconocimiento profundo de la muerte
que emerge después de tanto goce mundanal. Se ve
obligado el Arcipreste así a regresar a lo que
inicialmente negara, el domino absoluto de la visión
idealizada y desexualizada de la iglesia y el dogma.
La labor de la Iglesia en el campo educativo
continúa, pero a fines de la Edad Media se presentan
escuelas urbanas que poco a poco van modernizando la
sociedad y la cultura. En Castilla esta clase urbana es
un más refinada en cuestiones laicas, y demanda una
literatura y arte no sólo de tipo religioso o didáctico
48
sino también de diversión y que no prescinda de
símbolos y signos laicos y antropocéntricos propios de
la época que comienza a ser distinta, más moderna.
La literatura va dejando de ser patrimonio
exclusivo de la Iglesia o de un grupo de profesionales al
servicio de señores. En el siglo XIV observamos la
decadencia del mester de clerecía y ya no se
respetarán los contenidos y formas del mismo. Decae
también la épica, ya que se pasa de un sentido más
práctico de la vida que provoca una crisis de conciencia
de ideología medieval. Pasamos de una concepción
teocéntrica a una visión antropocéntrica de la cultura.
La literatura laica se va cultivando cada vez más y
crece en su expresión hasta culminar en una obra tan
monumental como La Celestina en el siglo XV. El dinero
y sus significaciones culturales adquieren una gran
importancia, lo que conduce a una crisis de valores en
cuanto a la apreciación de la vida. Ya desde mediados
del siglo XIV (1330-1343) Juan Ruiz expresa en su
obra el nuevo proceso humanístico frente a la crisis que
estos cambios producen en la concepción de las
nociones de saber y Eros en la cultura ya menos
medieval y más moderna.
El Libro de buen amor (1330-1343) es un tratado
del eros (arte amatoria) en una forma algo
autobiográfica, pero ficticia, y casi de forma novelesca
pese a estar escrito en rima y de no seguir un
argumento, como en la novela. Se entremezclan
relatos, cuentos, poesías, etc., pero la obra posee una
sentido unitario de un sujeto en busca de su salvación
49
a pesar de sus concepciones atrevidas y transgresoras
para la época y de su vida dada al pecado pues es un
clérigo.
1) En primer lugar hay relatos amorosos en
primera persona; casi todos acaban en fracaso.
Todos se desarrollan en un ambiente urbano y
sólo unos cuantos en un ambiente rústico. Se
introduce la figura de la alcahueta, la
Trotaconventos.
2) Hay fábulas de la más diversa procedencia.
Tiene cuentos orientales, cuentos procedentes de
Francia, relatos de carácter erudito. Los cuentos
aparecen de modo arbitrario agrupados de forma
irregular para ilustrar y sacar conclusiones de la
aventura amorosa contada anteriormente. Hay 8
fábulas sobre el amor y los pecados capitales. Hay
9 con las conversaciones de Trotaconventos con
doña Garosa. Estos cuentos siempre van
vinculados con la acción anterior.
3) Nos encontramos con disquisiciones de
carácter didáctico y partes que constituyen
razonamientos. Sátira y parodia contra el dinero,
las malas mujeres, el guerrero degradado. El libro
actúa como difusor del conocimiento tanto de la
literatura popular como de la religiosa.
4) Hay una serie de composiciones poéticas-
líricas. 2 composiciones dedicadas a la pasión de
Cristo. Dentro de las líricas hay cánticos profanos.
50
5) Paráfrasis de Pamphilus de Amore. Trata del
amor, pero de carácter burgués, más realista y
verosímil. El arcipreste reelabora el Pamphilus y le
da un carácter de ejemplo y lo amplia
introduciendo nuevas fórmulas poniéndolas en
boca de Doña Endrina y Trotaconventos.
6) En la Batalla de don Carnal y doña Cuaresma
recoge varias tradiciones literarias de la Edad
Media como los debates. Nos lo presenta como un
relato de gesta épico pero parodiado.
7) El Prólogo (en prosa) nos presenta una especie
de sermón que llamamos "sermón de intra", para
gente culta. Se nos va declarando la intención del
libro. Este sermón va dispuesto en: 1) Disposición
del alma limpia compuesta por 3) potencias:
entendimiento, voluntad y memoria. 2) El alma en
el cuerpo. El desvirtuar de las 3 potencias.
3) Aparece el "yo" del autor en relación con los
lectores. Surgen una serie de dualidades (lector
de buen entendimiento y lector de poco
entendimiento. Emergen dualidades del "yo" del
autor con el del lector. 4) Presenta la obra como
una obra de arte preocupada por el arte de amar
en el sentido amplio (el “buen amor”). Todo ello
dentro de la ironía en que se dice una cosa para
abierta o disimuladamente superior lo contrario.
8) Prólogo (en verso). Trata de explicarnos cómo
se debe entender el libro. Al final del libro insiste
de nuevo en su preocupación para que se
entienda el libro. Tal parece que lo que añade en
51
la segunda edición corresponde más al
arrepentimiento y al retractarse de su visión tan
irónicamente gozosa inicial. Tal vez haya sido el
reconocimiento de la muerte como alegoría amplia
lo que lo lleva a reconsiderar su visión
carnavalesca inicial.
9) El relato autobiográfico es lo que le confiere
gran unidad de la obra y le da un todo novelesco
en su estructura profunda. Este proceso
autobiográfico podría tener sus antecedentes en
un género semítico en el "Maqamat". Sin
embargo, el crítico Francisco Rico posteriormente
señala que este "yo" se relaciona con la tradición
medieval. Confluyen 3 tradiciones medievales:
Ovidio, de Vetula y elementos anecdotarios de los
sermones populares. Esta tesis se impone a la del
género semítico.
La estructura de el Libro de buen amor se desarrolla en
3 planos: el plano didáctico que proviene del Mester de
Clerecía; el plano de parodia y comicidad; el plano lírico.
El LBA es un conjunto de estos elementos y la voz del
texto se presenta al mismo tiempo como narrador y
como comentarista y moralizador de sus aventuras.
Este perspectivismo aporta la ambigüedad, ironía
profunda y un distanciamiento entre narrador y
comentarista a pesar de ser la misma persona. Por un
lado se encuentra el "yo" de la vida real del autor y por
otro el "yo" didáctico que sermonea. Este proceder
discursivo es parte del perspectivismo renacentista en
52
el cual se presentan varias situaciones desde un plano
que se abre en posibilidades de reconocimiento e
interpretación.
Se nos presenta un hombre eclesiástico que “cae”
en el loco amor a pesar de que su vocación y profesión
lo obliga a pregonar el buen amor o el amor de lo
divino, de lo trascendente y no de lo inmanente-
material (el “loco amor” terrenal). El autor nos cuenta
con una ironía sorprendente, y parodiando la tradición
literaria. Esto le convierte en el poeta más individual de
la literatura medieval española y con mayor consciencia
moderna de un Yo y del texto. La cuestión es cómo
entender al autor dentro de sus ambigüedades que le
surgen como Arcipreste que se debe a la iglesia y cómo
poeta de la vida. El LBA debió gozar de una enorme
popularidad. Nos han llegado tres manuscritos: G
(Galloso), T (Toledo), S (Salamanca).
En la copla 1624 de T se habla del año 1330. En S
se lee el año 1343. Se debe esto a que presenta una
primera edición y luego una segunda, ampliada cuando
ya había sido tomado prisionero de seguro por sus
actividades licenciosas de goliardo dado al vino y las
mujeres.
Surgió la teoría de una doble relación a raíz de las
fechas y que fue dada por Menéndez. Pidal. Según este
filólogo, Juan Ruiz hizo dos obras: una en 1330, más
breve de la que se derivan los manuscritos G y T.
Después hizo una versión definitiva (S en 1343), la cual
hizo estando lo más seguro preso. En esta 2ª versión
añade composiciones de tipo religioso y un prólogo en
53
prosa en el que el autor se disculpa por su actitud en la
obra y asume una posición más académica y
eclesiástica.
El problema de la doble redacción puede estar
relacionada con el encarcelamiento del autor que en
1330 produce un texto más jocoso y alegre que el
segundo de 1340, en que añade textos más
cuidadosos. Según muchos críticos no podemos
asegurar si es una prisión real o una prisión alegórica
porque no hay documentación válida al respecto de lo
ocurrido. En la 1ª versión del LBA es el de los cuerpos
alegres, en cambio en el prólogo en prosa (2ª versión)
es el de Dios. S es un alegato de defensa de la
moralidad de la obra.
Comparando las 2 versiones vemos que la obra de
1330 es un conjunto gozoso de cantares y de un amor
mundano y la de 1343 se defiende y justifica de lo
anteriormente hecho. Muchos se preguntan: la
intención del LBA, ¿es didáctica-moralizante, o satírico-
mundana? El Arcipreste se preocupa de cómo se debe
leer y entender la obra, por lo que tiene un carácter
didáctico y a la misma vez ambiguo, de dobleces y
juego de significados. Pero enseña deleitando a la vez
que es un metatexto, un libro que se ve a sí mismo y
se cuestiona su propia significación ambigua y doble. A
la larga es un libro que presenta una concepción del
amor que luego desarticula y deconstruye. Todo
porque el mundo moderno al que se acerca ya le ofrece
una concepción menos idealizada del amor. Es el propio
Arcipreste quien nos da las claves para leer la obra en
54
la copla 16 y en muchas otras partes. En ese sentido
es un discurso que se acerca lo laico del Renacimiento y
su nueva visión antropocéntrica pero en una España
cuyas autoridades son aún muy medievales. Contario a
Italia, por ejemplo, en el Decameron, donde se exponen
situaciones mundanas y pecaminosas para la época,
pero sin tanta ambigüedad.
Hay aspectos en antítesis con el fin de abarcar la
realidad, la cual se nos presenta como apariencia y
esencia. La expresión Buen Amor está encubierta, y el
lector es libre y debe buscar las significaciones
implícitas por medio de las claves dadas por el propio
autor. Lo de afuera no es como lo de adentro ni
viceversa, hay relativismo; no hay una significación fija
y estable como en el dogma de la iglesia. La obra tiene
un sentido distinto al que parece tener a simple vista y
el lector ayudado por entendimiento y voluntad debe
interpretar el sentido según lo propone el texto mismo.
Pero la obra no deja de ser ambigua y cargada de una
fuerte dosis de humor (según el crítico Anthony
Zahareas). El autor toma recursos juglarescos pero no
es un juglar, es culto y se sirve de estos recursos para
llegar mejor a su público que lo más seguro era gente
de deber eclesiástico como él, pero con sentido de
protesta y de malestar ante la intransigencia y
dogmatismo de la institución que dominaba su fe.
Bibliografía: (véase Silabus Espa 3211)