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LAS DIFICULTADES DEL PRESENTE Y LA CONFIANZAEN EL PORVENIR

De este cuadro recién expuesto, realista y objetivo, se de-ducirían ya consecuencias concretas para guiar los pasos de laeconomía forestal española, de no existir en el exterior, y derebote en nuestro propio campo, un estado de cosas provocadopor el inmenso acontecimiento bélico reciente, que perturba to-talmente el normal curso de las ideas. .

El mundo convalece-y no rápidamente, por desgracia-deuna convulsión que puede calificarse de monstruosa. Quede paraotros la tarea de describir sus consecuencias militares, diplo-máticas o sociales, pero a la vida del intercambio y de la pro-ducción, a la vida económica en suma, ha alcanzado en tal gra-do la salpicadura del conflicto que no ^hay rama de la actividadhumana en que no se advierta la confusión provocada por lagran tragedia.

Citando, a título de ejemplo, el caso de Alemania, se puedeconcebir hasta qué pttnto el desastre k^a qttebrantado todas lasantiguas y habituales normas de explotación y de comercia. Se-gún datos dignos de crédito, Alemania-importadora de ma-dera en los últimos años de la guerra-ha exportado i i.ooo.ooode metros cúbicos, pero para ello los ocupantes se han vistoebligados a cortar el arbolado en una extensión de considera-ción. EI 2a por ioo de] área forestal de este país está hoy día

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en manos de Polonia y Rusia, donde parece ser que los apro-vechamientos han alcanzado magnitudes desoladoras. En la."l.ona británica las cortas han afectado al i5 por ioo de la ex-tensión poblada, y esta citra se remonta al a8 por ioo en Schles-wig-Holstein y al 8 por ioo en la bizona.

Claro está que, el caso alemán, es un ejemplo extremo enel apoyo de nuestra tesis, pero también hasta los países vencedo-res ha ascendido la apremiante necesidad de usar de sus reser-vas forestales para enjugar el déficit maderero del mercado.

En los Estados LJnidos de América del Norte el problema, reocupa seriamente a los directores de la política económica.

Inglaterra se han visto obligados, según Michael Grant, at^ r la mitad de sus bosques, después de haber sido sacrificada.st^r exta parte al finalizar la primera guerra europea.

» ^^ Ante tal estado de cosas, tras dibujar las realidades de nues-^^ a propia situación y considerar las del mundo entero, bien pue-

de ya comprenderse que el deficitario balance de la demanda detnadera no podrá ser remediado con el concurso del exterior.

Tocamos ya al punto de las conclusiones prácticas y en estt^'"^orden de ideas la pregunta, elemental e intuitiva, surge inme-diatamente con toda claridad y toda justificación : z ctué hacer T

La respuesta tamnoco es dudosa y ya ha sido emiti^da a lo^largo de todo este rápido estudio. Hay due repoblar. Repoblarcon ttrgencia y tenacidad, repoblar al ritmo más veloz posible^y usando donde se pueda, como hemos preconizado, de especiesde crecimiento rápido, que en breve tiempo suministren la ma-dera necesaria para equilibrar la creciente demanda de la in-dustria y de las restantes necesidades nacionales.

Hoy día, coincidiendo con la crisis natural de las naciones,la técnica, al descubrir y perfeccionar nuevas aplicaciones de losproductos forestales, ha: atimentado todavía más la penuria demaderas en el mercado.

La solución rotttnda, la que de modo rnaterial y tangiblepromete a las exigencias del hombre remedios seguros en cortc^plazo, es la repobladora.

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Repoblar ; es preciso no cesar y aumentar la tarea. Pero ello,aunque no lo crean así los f áciles e insolventes críticos de tod^tobra, ]leva consigo cíihcultades ingentes. Refiriéndonos de nue-vo concretamente al problema de España, la función repoblado-ra no encierra sólo los innumerables obstáculos físicos que la

l.os montes ne son sóto productores di^ maderas destinadns a la tar^•n de los aserradores. Otraa

Industrias de gran volumrn n^•cesitan de los productos forex[ales para trnnsformarlos en iitileamateriax, Sir^m de ejemplo esta fúbrica del Irati, quc dedica su actividad a la destilaci^in de ma-

dcrns para obtenrr numerosos artículos nrcesarios a las activldades de la nación.

técnica conoce y soslaya. Llega más lejos ; hasta las raíces mis-mas de la íntima economía particular, planteancio cuestiones eincom^^atibilidades que no son siempre de sencillo reajuste.

IIace pocos clías decía, en efecto, una autorizacla ^'oz fores-tal, que sobre ca^cla metro cuadrado del territorio nacional, baseen general de una nroclucción mezquina, gravitaban en camhit^unos intereses de inihortancia que, sohre todo en las comarcl^,

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de humilde economía, obligaba a proceder con cautela prudente^para no lesionar derechos heredados o afecciones tradicionales.

Es el caso de esos calveros de raídas matas y pastos mez-quinos, esas laderas ya medio corroídas por las aguas, apenascapace^ de sostener una exigua población ganadera, pero sobrecuyas espaldas estériles pesan el apego y la existencia de unaempobrecida vecindad humana. Repoblar no es fácil tópico detertulia, pttntualizado en mesas de café con dogmatizacionessimplistas. Para repoblar es necesario medítar mucho, proyec-tar mucho, gastar mucho y operar más. Pero esto no se logratan alegremente como algunos stiponen al quejarse de que tan-ta estepa y tanto raso languidezcan en la ausencia del árb^l.

Una primera y obligada consideración física del territorioespañol, unida a otra y ya subrayada calificación de urgencia.obliga a dividir nuestro suelo con vistas a su aptitud productora.y a la velocídad de esa capacidad de producción. Es ahora cuan-do la mencionada diversidad del paisaje peninsular encuentraaplicación y acomodo, con sólo traducir en consideraciones sel-vícolas las externas y subjetivas que más arriba expresábam'ós^^

^ Qué zonas peninsulares son las más adecuadas para cn-contrar pronta solución a la escasez? t Cuáles, en cambio, sonsusceptibles de constituir a largo plazo una especie de reservaboscosa que, además, cumpla las restantes funciones protecto-ras que los montes desempeñan en las cuencas hidrográficas ylas laderas erosionables ?

Ya en párrafo anterior se ha dado la respuesta a ambas^preg^untas al hablar sobre la necesidad de efectuar repoblacio-nes ínmediatas, sin blvidar ^i ^preterir aquellas otras repobla-ciones que están llamadas a componer la gran reserva forestaldel país.

Por consiguiente, las regiones del norte y noroeste de Es-paña, ricas en lluvias, muy constantes en las zonas bajas res-pecto a las variaciones termométricas y salpicadas de centrosconsumidores industriales de extraordinaria magnitud (minasasturíanas, papeleras vascas, praducciones celulósicas santande-

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rinas, etc.), son física y económícamente las predestinadas a ser-vir de campo de ejecución a la repoblación con especies de cre-cimiento rápido--eucaliptos, Pinzts insi^^ais, híbridos de Pofizi-hts-ya ensayadas y consegttidas desde hace tiempo, como an-teriormente exponíamos. En este litoral del Cantábrico y delAtlántico, verdadero borde de las hostiles comarcas del alti-plano, y en las tierras de la Andalucía occidental, es donde debeproyectarse la fuente inmediata de recursos urgentes que elpaís necesita.

En el centro de la Península-siempre hablando en rasgosgenerales--cabe nlantear el problema de la repoblación desdeun punto de vista diferente. En el interior de nuestra patria.donde las condiciones físicas del medio no son tan benignascomo para as^parar la creacián de cualquier clase de masas ar-bóreas,' la pblitica repobladora debe venir presidida por la elec-ci^n de especies apropiadas a lá dureza de la estación. No scm,generalmente, de rápidp desarrollo aquéllas que se adaptan aIri^or de las sierras y de las mesetas, pero la conveniencia decantar, atmque sea a lo largo de un vasto período de tiemp^con una reserva forestal de decisiva importancia económica, asicomo la necesidad de proteger de la degeneración y del empo-brecimiento a los mezquinos suelos que todavía merecen unaatención conservadora, o la urgencia de crear, gracias a la ve-getación, suelos productivos allá donde los agentes atmosféricoslos hicieron desaparecer por las barrancas, impone atender conredoblado celo la penuria forestal de estas amplias superficies.

Ya, muy a^roso modo, pueden concebirse las directricesposibles de una eficiente acción restauradora de nuestra riquezaforestal, pero t basta lo explicado en estas simples consideracio-nes para emprender la ingente obra? ^ Puede, por sí solo, el Es-tado acometer un problema tvtal de repoblación, una vez deci-dida su orientación y sus necesidades?

Rotundamente, no. El problema forestal de nuestro país esun problema total y hondo que a todos atañe y a todos com-promete, como apuntábamos anteriormente. Acabamos de decir

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unos renglones más lejos que, sobre cada metro cuadrado desuperficie pesan atendibles y rígidos intereses que ha de procu-rarse no lesionar, usar de esa superficie implica. una nueva visióndeI tema que conduce finalmente a una conclusión terminante.El Estado no puede repoblar con la rapidez necesaria si no cuen-ta con la asistencia colaboradora del país entero. Es precisoque las Corporaciones provinciales y municipales, los Estableci-^nientos públicos, las Empresas y Compañías interesadas en laproducción forestal y, por último, sobre todo, los particularesposeedores del rnayor número de montes de la nación, sientan ycomprendan la conveniencia de respaldar la acción estatal consu propia y privada iniciativa, a través de uria reglamentaciónque evite pugnas y rivalidades allí donde solamente debe existirun solo afán. Claro está que-rosario de dificultades qtte con-viene conozcan los simplistas discutidores-una nueva serie deobstáculos se levanta al proyectar sobre los propietarios de fin-cas particulares la obligación repobladora. El particular no creanuevas masas en sus predios si no cuenta con dos elementQs degarantía, que den estabilidad económica a su acción. La, exist^cia de un seguro forestal sobre el monte y la posibilidad clecontar con créditos suficientes en caso de exi ĝirlo su capital,inmovilizado durante varios años de falta de rentas en especie.

Y he aquí como, sin proponérselo, e1 bilo de los razonamien-tos nos ha ido conduciendo a las conclusiones aparentementemás apartadas de cuantas a la ligera hubieran podido imaginar-se: La repoblación nec^esita de zcn eficaz sistema de créditos yde un se,quro f orestal p^ara lograr ^mpliamente sics f ines.

Ahora bien, el Estado debe también apoyar la gestión pri-vada con medios más directos. Es preciso que dé el máximo defacilidades para 1a adquisición de semillas y plantas ; y que, pormedio de sus técnicos, preste necesario asesoramiento a cuan-tos intenten crear masas arbóreas en sus predios. Y si, á pesarde ello, los particulares no repueblan, es cuando cabe estudiary meditar la conveniencia de ultimar soluciones bilaterales através de `las cuales el interés privado salga 'favorecido, salva-

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áuardando al tiempo la responsabilidad económica de i;1á acciestatal de modo que los trabajos repobladores representé'tl #arála Hacienda pública una mínima carga. ^

No es el caso de ade]antar opiniones o sugerir solucion^^improvisadas a estas ocasiones de concierto o acuerdo entre loscapitales representados por el monte grimitivo y por el futurovuelo, creado a merced de labores y gastos efectuados por elEstado, pero sí pueden ya imaginarse como, desde otro puntode vista, nacen nuevos problemas que es preciso considerar ydiscutir.

No obstante, aun contando con todas estas dificultades, ala ligera expuestas, hay motivos sohrados para el optimismo.La acción que ha de desarrollar el Patrimonio Forestal del Es-tado abre e1 ánimo a las mayores esperanzas, materializadas yaen realidades alentadoras. Y es que hoy, por primera vez trasmuchas años de abandono y desidia, la acción técnica se sienterespaldada por un nuevo estado de cosas, 'animoso y eficientec^ue, en lugar de poner cortapisas a las ideas, es acicate y es-puela de la voluntad ejecutiva.

No hace mucho la ,autorizada voz del Excmo. Sr. Ministrode Agricultura lo afirmaba, desde las aulas de la Escuela Espe-cial de Ingenieros de Montes, en la solemne sesión inaugural delos actos conmeznorativos del Primer Centenario de la funda-ción de la Escuela y Cuerpo :"En el aspecto forestal creo en-tender que el motivo fundamental de la creación de la Escuela ydel Cuerpo 1^Tacional de Ingenieros de Montes, fiié la defensade la masa forestal que le quedaba a España. Bien la habéisdefendido y cumplido vuestra misión; pero habia otra misión,más importante todavía, y que sólo se podía desarrollar cuandoel país se sintiera seguro de sí mismo y seguro de su porvenir,que era la creación de nuevas masas forestales que nos recupe-raran de todo lo perdido, ,y se ha afrontado con toda valentía.Bien sabéis que hemos sobrepasado las 50.00o hectáreas de re-población, que superan a las labores análogas realizadas éncualquier otra naeión. Pero no ^debemos contentarnos con ello.

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La cansigna del Caudíllo, que me repite constantemente yque hago Ilegar a vosotros, es alcanzar-éste es su deseo-lacifra rle aoo.ooo hectáreas anuales".

"F3ien sé, mejor lo sabéis vosotros que domináis la técnica,las dificultades, casi insuperables que habrá que vencer parallegar a esta cifra en toda España; dificultades de todo orden:pero las grandes obras no se consiguen más que marcando me-tas elevadas y, cuando se logra ganar una etapa, no considerarque se debe dormir , sobre laureles, sino considerar que es ur.escalón para seguír avanzando; para alcanzar esa meta quenunca se consigue y que viene a constituir el porvenir ;ha.cia e]cual nos dirigimos y al cual debéis encauzar vuestro esfuerzo "

En estas frases, llenas de enjundia y de limpía confianza enel destino, residen las razones aue vienen a fortalecer nuestrooptimismo. Al frente de un pueblo en marcha, la mano de unCaudillo al cual calificó el propio Mínistro de Agricultura com^"Prímer forestal de España", guía y empuja todas las activi-dades que se dirigen a aumentar la riqueza de nuestro suelo, aconcluir el impreciso período del lánguido fatalismo que card"c-^terizó una etapa y a legar a los espafioles del mañana una P^1-tria unida y fuerte, alegrada por la sombra de ]os rl^ontes ben-ditos. Porque el monte no ^es sólo la fuente de productos ma-dereros a que esencialmente se refieren estas páginas. Losbosques no pueden ^considerarse únicamente +como manantialesdirectos de riqueza material imprescindible. De su presencia ofalta dependen indirectamente 'trascendentales fenómenos ,na-turales, y de ellos a su vez se derivan hechos ^omplejos, cuyainfluencia sobre el armónico conjunto de. la economía de unpueblo puede ser decisiva_ .

5in ir más lejos, nos hallamos cuando estas cuartillas salenpara la imprenta frente a11 hecho dramático de una sequía tozurda e inexorable, que desde hacé meses víene perturbando lasmás distantes ^a.ctividades de la laboriosa armazón praductora.

No vamos a,caer ^en el debatido y discutido tema íde ^a ^in-fluencia de las masas forestales sobre el clima, que a fuerza de

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ser repetido, defendido y rechazado ha pasado casi a conver-tirse en tópico fácil de las ^conversaciones.

Los montes podrán o^no mejorar el régimen local de pre-cipitaciones de una ^comarca; serán o no capaces de "atraer lalluvia", como suele rdecirse '^en términos vtilgares; pero lo quesí es innegable ^es que para el ,rnejor aprovechamiento dd lasaguas caídas, para ,alcanzar la total utilización rle las masaslíquidas desprendidas de las nubes es f orzoso contar con ^con-curso del ambiente forestal, protector de las tierras erosiona-bles y defensor de las 'reservas hidráulicas del territorio patrio.

EI aterramiento de 1os embalses, provocado por los arras-tres sólidos de los ríos; la ^torrencialidad de ciertas cuencas,inutilizadas para cualquier intento por la irregularidad de ^sucomportamiento; la degradación de las laderas, aptas ^en otrotiempo para mantener un vuelo de incaículable valor, son ma-nifestaciones de una, misma y lamentable ausencia.

No hace mucho, la autorizada pluma de D. José GarcíaSiñeriz, Director dGl Instituto Geológico y Minero áe çEspa-ña, ,señalaba, ^en un artículo aparecido en la prensa diaria, laimportancia que en cualquier momento, pero singularmente enépocas de excepción como la presente, encierra el alumbramien-to de aguas subterráneas. Y apuntaba el 'ilustre Ingeniero (quela solución de 'dicho problema-que será planteado en toda fiuextensión en el próximo Congreso I^Tacional de Ingeniería-exige la ejecucián de repoblaciones y obras complementariasen las cabeceras de las cuencas, con vistas al aprovechamientointegral de ^los depósitos subterráneos, que el autor califica acer-tadamente de "verdaderos embalses naturales".

En todos los aspectos, en la ^nayoría de las cuestiones queafectan al intríncado cuerpo económíco'de.l país, se ^echa ^de werla necesidad de contar con masas forestales que, rentando ^di-rectamente materiales insustituíbles, como la madera, la resinao el corcho, lleven-sólo por su presencia-su aceión'bienlhecho-ra a otras ocupaciones y atras tareas aparentemente distantes.

La bttena administración de los bienes naturales concedi-

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dos por Dios a nuestro pueblo ^exige esta constancia en Ia labóren pro de nuestros montes, que día a día va avanzar^do, cak-mino de sus ambiciosos objetivos ; pero también lo piden lapropia estética de los paisajes y la salud y e1 bienestar de loshombres,

Los cerros despoblados, los calveros estériles, las parame-ras calcinadas por el sol, predisl^nen al tedio, a la ^ristezan aldesaliento. La mirada se cansa al recorrer horizontes va+cíos,espinazos rocosos, sierras hoscas, campos melancólicos no ale-grados por ey! verdor 'del árbol.

Es preciso devolver a España el júbilo de los bosques queantaño la vistieron de ricas galas en símbolo ^viril de juventudlozana. Es necesario vivificar nuestras montañas con rumoresde brisa entre altas copas ; cubrir la vergizenza de lo inculto y-de Io infecundo con Ia prolífica sociedad vegetal que enriquecelos suelos, conse^nTa 1as aguas, da cobijo al caminante, ,regalalas leñas del invierno y obliga a^as gentes ^ alzar la wista 1^a--cia una perspectiva de ílusión satisfecha.

Las generaciones futuras bendecirán la obra. Pero también1a nuestra, espectadora del renacer de nuestro paisaje agrío,ejecutora de esta tarea incomparable, ^sentirá en su entraña ^co-lectiva esa grata sensación de plenitud que acompaña a kluienessaben que ^an cumplido 'con su deber. ^


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