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Mide 1,59 m. de alto y pesa 63 kilos. Tiene 41 años. Estuvo casada, hace mucho tiempo. No tiene hijos. Es una mujer inteligente y trabajadora, que se desempeña con éxito en
una agencia de publicidad. No es gorda, pero no es flaca. No es vieja, pero no es joven. No es fea, pero no es linda. Es solamente una persona muy agradable, y una gran amiga de sus amigos. Vive sola en
una casita sin jardín, en Vicente López.
Tengo una amiga llamada Nélida.
Nélida pasaba largas noches aburridas, sobre
todo los fines de semana. Casi todas sus
amigas, bien o mal, habían logrado formar
pareja. Otras tenían sus grupos de pertenencia: el tenis, la metafísica, el
yoga, la canasta, el burato, las pandillas femeninas del viaje a
Buzios o Angra dos Reis o Jamaica, o Merlo-San
Luis.
En una noche desesperadamente vacía, Nélida hojeaba el diario en busca de algo, hasta que vio lo que sus ojos se negaban a ver desde
hacía años. Servicios útiles para el hombre y la mujer. Corría el mes de diciembre y ella estaba recostada en enaguas, descalza, en el pequeño
living de su pequeñísimo departamento.
¿Por qué no llamar a un boy, un escort, un
masajista...un hombre? Se avergonzó de su
propio deseo. Algo que no le habría parecido correcto
a mamá o a papá. Pero los pobres viejos
descansaban en sus nichos de la Chacarita, y
Nélida estaba sola, precisamente en esa
noche del último mes del año, cuando se cumplían dos lustros desde que el
último novio fallido le había dicho adiós.
Llamó, pues, a un oscuro número, donde una telefonista tenebrosa le tomó los datos.
- En treinta minutos, Alec estará con usted. Por favor, permítale usar el teléfono para su llamada de control.
Nélida estaba loca de excitación. Corrió a la ducha, se empapó en
champú y acondicionador, se
perfumó y entalcó llena de pudor, se envolvió
en dos batas de toalla. ¿Y ahora, qué hacer?
Fue muy sencillo. A la hora exacta llegó Alec, un flaco de buena figura. La sonrisa suelta, el ademán espontáneo, le
indicaron de inmediato que se trataba de un buen muchacho. Tenía 23 años. Ojos color miel, cabello castaño,
cuerpo bronceado. Nélida no tuvo que hacer mucha cosa, ya que el chico era
ducho en su oficio.
• Con ternura y firmeza la condujo en una noche de sexo breve pero intensa, como ella no había vivido nunca en su
vida. Luego, Nélida le ofreció un whisky. A medio vestir en el
sillón del living, completaron aquella
velada de verano charlando sobre mil
cosas. Ella necesitaba una
amistad, él también…
• . Así llegaron las seis de la mañana. Alec recibió llamadas en el celular, pero rechazó distintas citas de madrugada.
Desde entonces, Nélida y Alec se encuentran una noche, o dos, por semana. La primera vez, Nélida pagó 100 dólares. Luego nada. A veces hacen el amor, charlan, cocinan, miran la tele, hojean las
revistas.
• ¿Son amigos? Sí. ¿Son novios? No. ¿Son pareja? No. ¿Son amantes? No y sí. ¿Son una patrona y su empleado? No. ¿Son sobrevivientes? Tal vez.
• Nélida y Alec son dos seres humanos que flotan en la caída libre de la pareja humana. Habrá que ver si al final nos estrellamos contra el piso o volamos hasta el más allá del humanismo. Por el momento, caemos solos en el vacío y de vez en cuando nos tomamos de la
mano
• formando figuras geométricas, a la espera de que el maldito paracaídas se abra de una vez. Pero...¿Quién lo chequeó? NADIE.
TEXTO: ROLANDO HANGLIN