Download - La Ronda de San Miguel
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@ Juan fur'ano
@ Bravo t'Allende Ldirores
Primer¿ Edición 1006
Regisrro Propiedad lnrelecru¿l No lr4 5Ú-
I.S.B.i\. 9 56-307'009'7
Se terminó de imprimi en el mes de
mavo de 2006.
Diagramación
Juan Simón Valdebeniro
Corrcctor dc Pruebrs
Rogclio Rodrigucz Nf uíroz
Dibujo Porrada
Pieter Brueghel
Impreso en Chile / Printed i¡ Chile
II ¡Desaparecró el\'llll El arte de lx anes: Sacarx un Pie.
iV El Sr. Alver, profaor primario de arnbigüedad
V Tres pezon* en uno: lvfim¡d¡e de leche.
VI kma S., micice personal
Vll E circo: Feria de budu l ambigúedades
\{ll Una argamasa de faramalla
]X Discontinuidad: i¡ anción del jadine¡o il
X Turgeniev v Dosroievskr': trfiró olra Yez 1'vio.
Xl Chela, Bena y Salusio: ltliru v no ler' jj
XII l^a Guer¡a delGolfo: Elec¡o de Sublimidad.
Xll Mundo cerrado y persPeclive. .. .- - .. .. . . " "--!i
XIV l¡s crimenes delTu¡ur'én I el amor de Hilda H
XY Elloco de mi pueblo: El Flar * tuk del* ¡tLnbas " - -- ':9
trV1 Lo.1-:¡o, r-rvort,i.o dero nrno'
]NDICE
I ;Gn qué se ciern el mundo de los niiosi
XVII El ins¡in¡o: ltlirimo de h inreligencir anind ... .
XVlll Gra¡des de¡erminacion:s: El m¡tadero
ll
9
' ''- i6
Xll Unión l separación: El compleio de los tres pezones.
D0 Jusrina, el-Alarlo ¡ el c¡i¡ren rie Vic¡or \l " " " ''tiIXI El perro ragabundo t l:s malas 6gurx. . .. -0
}}ill ;Bra es tu madre, desgraciado'
D0V I¡s burros flautistas.
)ff\' l,a piedra flosolal
f{Vi Dos c¡nciones de miinti¡:i: v sr-r disolucron
$l¡ll l,r puenr l el piquere.
[iMIi El cun Prrojo: Na¡ur¡]:¿: ' cu;lidads " 9:
\TJX El ángel de la gruo: D¿l Cielo v del lnierno
XIX Elamo¡ de los animales.
laX GLriliermo eldes¡l¡nado: L¡ historia naru¡al de las delicias
\}XI El erro de heno y lo, ¡emolino, de Tuturin
)OOOll Junto a ia rurnba de mi madre.
X\]fl¡l Los agralanres: Alerosia, premeditación ¡ ensaúamiento.
$JVll L.l' frgurx dd hrbla i ru em¡l.o prop'o
XX\1411 l¡s l¡¡mrá, de Lear: Hacer algo sin sabedo.
fü Hk¡oria na¡u¡al de la mis¡ia: \1i¡a¡ I mi¡a¡ sin ver nunca -- i0ll0ii09
I l-]]i\}i{IV El Sr. Rector ¡ el sr A Erirar el eseín<ialo grande con uno chico
nCO¡ La palabras y el signiñc¡do: Desde el ros¡ro de mi amada al de su rnadre ,v Yicele¡s¿- l lsDi13E
141
146\}XX El emo¡ de mi m¡dre l elamor deJustine.
)O Le Ronda de lar Esrupideces.
)3-l Tirro¡ismo en l¡s ent¡añ¿s:
K-ll Julio S. ¡AJro! ¿Quién vive?
K-lll ¡Hfuase h luzl Elca&za de manrelito mágico.
XLIV Rerórica de ¡¡renosyde repetición. los nombres racíos El arcingel Gabriel y el Ererno
Femenino.
[Vl Perspectnt. ,Quién danz la Ronda de San Miguel?
K-X El Ewgelio: EI monte de las rentaciones.
)0,V Lo mhmo de o¡ra manen: Los ced¡zos delve¡ con.¡ero ! elver absrr¿cro. ........................172
l: lombriz soliraria. E parasit¡mo y les €laciones. .................150
156
t60
177
i85
190
r9t
...252
. .... t)i
......... ..............260
t47
t65
}LVll Los cuentos de Justina y las historias del ",44a cbo" . b. fueru, el yÁer vla náusee. ............l8l
)LWII Mi arnigojosé P se him "rarrro" y ¡p6úlse esfumó.
L E1 apetito de poder. .................
Ll AJrmismo: Egoismo dc cepr muy 6na. Don todo-para-miy Don ondil-de-la-cal1e. .........198
LIIUnaanécdotacrucirldcmipadrelosladril1ospuahacerpelicr.rlas.................................20l
LIII E1 ane de haccr ¡cliculu: I-a Histo¡ia, la Li¡erarun el ltlito y elTabú. . .. .. .. .. . .. ........20iLIYl.rRondadeSanMiguelyelVíaCrucisdeBre-whel.......................................................210
L\'laslin¿¡i&¡dcbarcomocuadradirosdeunced:zoporelquemiraelmundo...............2l8LVI Dc canrsros y tócnica .......... ..211
L\¡11 El crimcn dc Francisco V ............................... . . . .....119
L\4ll El ordcn dc Francisco V caballe¡o dei caos. .... ..........................2-17
LIX Los miros griegos. En el principio era el Cosmos .......................240
II El hilo de Adriana y Ia infatuación. .................... ......................2/-3
L\l Ed*'rrd Lrar y ltwú Canoll. Humpq.Dumpo, caricarura del poder. ........... ............. .....246
L\ll l¡ d¡ve de tod¡¡ lx claves: El oso Mópsikon flópsikon. Creciendo se p.se dc tonro ,r
tonto ¡ medio.
l-XI1 ;t''o canes, hermano, no canresl
LXY L¿ seÁon de Narern.
lf3¡ Las tmrÍas de ia niñez del nióo.
L\1'l \janidad de ';¡nidrdes, humo de humos. ......262
?66
............... ...)(,7
.............................271
l)l'11 Nuevo inredudio kurdo.
LXTlll Y con esro ;qué se hace?
Addenda
I:CoN quÉ sE cIERRA EL MUNDo o¡ Los NIÑos¡
En verano, cuando el sol desaparecía tras las montañas de la costa,
Ias mujeres del vecindario sacaban sillas a Ia ve¡eda. Comenzaba por
roda la cuadra el murmullo de sus lennías caseras, parejo y monótono
como el coro de las ranas en la laguna. No demoraba elalegre alboroto
de las niñas en la calie.
Vamos jugando a ltt rond¿ de San Miguel:
el que se rie sc ua al cuartel.'.
Sí, se transformaba en un pórtico toda la cuad¡a, deco¡ada de
arreboles, empolvada de oro, tesonando rumores y griterío. Se cerraba
el mundo al atardece¡. Eso es, se cer¡aba Ya no estaba abierto como al
mediodía de cielo despejado y sol quemante. ¡Qué bendiciónl
Porque 1'o, el azul, sóio lo ¡esistía acostado, con entornos que me
lo de.jaran i mano. Se ab¡ía ar¡iba el azul del cielo y adiós mi vida.
Esa separación, La veía con toda claridad siendo pequeño,
,unque no l"i"ptesara ni tuvie¡a noción de que intimidades así suelen
pon.rlrs en palibras incluso personas mayores. Só10 mucho, mrtcho
iie.po derpué, me dejé arrasrrar también a esta dudosa exposición
ranamudeando tonleras: "Mundo cílido del atardecer... lr4undo...
mundo con su t¡ocito de noche y su lotito de estrellas' con su tantico
de angustia y desesperación".
Jí, .l.ro, mundo de mue¡tes de acuerdo a la capacidad del
cementerio y no como ocurrió después, cuando el terremoto trajo todo
al suelo y no había dónde pone¡ los cadáve¡es.
I:s niñas, en sus juegos, andaban siempre buscando panicipantes
varones. A veces, venían a sacarme de mis tareas para que las asisde¡a
en sus rondas 1'pases de prenda. Aunque no me guslaba mucho, no iba
I
i
a ¡ehusarme ante una personita d€l otro sexo, Po¡ Racucha y l'cnida a
menos que se viera. A mí, las niÁas podían t¡aérmelas cn canastos. O
en cesras si les suena mejor. Siempre tuve bajo mi protección en mis
lanmsías de niño a una o dos beldades del bar¡io. En las noches, antes
de dormirme me estaba mirándolas en sus oios con los o.ios del alma,
a punto de ahogarme con sólo el pensamiento del roce de sus mejillas.
A veces, jugando con ellas, las ¡ozaba de ve¡dad. No sólo eso, Santo
Dios, las olía en sus cabellos, en sus axilas y en su aliento y tenía para
mí como cosa segura que los ángeles del cieio no huelen mejor.
A veces me tocaba iniciar esos juegos. ¿Qué edad me cuadra en
estos trotes? ¿Cuatro, cinco, seis años? Déjenme ver: La dictadu¡a de
Ibáiez se senría en el ai¡e todavia. Sí, entre cinco y seis años.
Recue¡do como en sueños. Me situaba f¡ente a una hile¡a
formada por mis damas enlazadas de manos con algunos muchachos.
Me empinaba en mis sandalias decidido. No miraba a los lados, de
miedo que un mayo¡ me sorprendiera mezclado en niñerías. Iba hacia
la hilerique me enf¡entaba dando mis saltitos de conejo a1 compás de
una tonadillas y retrocedía lo me.jor que podía sin dejar de mi¡a¡ios
a mi posición inicial, no sin habe¡les cantado clarito mis versos que
dccían así:
Vnmos jug'tndo al hiLo fu oro
y nL hihi i pltri ranbilnq* nt ha dicho untt súorut
Ett Lindás hijás tcnéis.
Como se entende¡á, pongo acentos donde no se debe pa¡a indicar
el acenro cantado, con f¡ecuencia distinro del hablado; distinto como
para dar cuenta de no pocos enredos de los que se verá más adelante.
Me detenía, pues, vibrando en el ai¡e delpónico o mundo ce¡rado
que digo mi " Lin&k h|(i: t€nl¡i'l El susu¡ro de las mujeres senudas en
las puertas se hacía más conspicuo. Pero no pasaban unos segundos
cuando iun, dos, tres! ¡Yallávenían ellas con sus mancebos entre medio,
albo¡otando a gritos y echándome en cara sus vientos frescosl
¡Yo lns tengo, 1o lns tengo!
¡Yo /ns sábre mantener
con un pan qae Dios me ha dado
y un uasó de agaá también!
Eso decían, en plena calle, y nadie se volvía a mi¡ar. Pero no
habían vuelto todavía a sus Iugares orondos y satisfechos, cuando, ¡a1lá
salía yo con mis saltitos de conejo y las novedades mías!
Yo me uo1 muyénojado
a los ptíkcios del rela decírseloá k reina
Jalhijó del rey también.
Lo que tenía un efecto ¡etardado pero Formidable; porque,
después de consultar ent¡e ellos con siseos y grititos que se confundían
con los que en ese mismo momento soltaban las mujeres comentando el
precio del azúcar, la calidad del pan y jesúsmaríayjosé, venían corriendo
con tal griterío de protestas que me estrujaba por dentro de risa.
¡ Vr e Lu euu e /u e, p as ta rc i I lo,
noseás tan descortés,
la mejor hija que tengrl
la mejor u daré.
¡Ya está, ganél A.hora no me quedaba más que elegir a la más
he¡mosa de las beldades. Asunto muy, muy delicado. ¿Cómo elegir
sin ofender? No me digan que estos son juegos de niÁos. "La mejor
hija que tenga". Eligiera a la que eligiera me echa¡ía encima la ira y el
¡esentimiento del ba¡rio ente¡o. Nada menos que la Guerra de Troya
se armó por una cosa parecida' Despues de dccidirnlc' srtlí:l cott ¡rrtsitct
de bodas:
Yo escojo Por esPosa'
por dmante I Pol müJer'
que mi madre es una rosa
) mi padre es un clttuel.
;Qué quería decir toda esra palabrería? ¿Esraba tirando.rinra
.oro ).ií, mi padrc que hacian los pulpos para arrancar sin ser vistos:
i"."" ^it.r¿, p.ro i", .or", tiene¡ un limite' Aunque' pensándolo
;;;";", ., .uy.i.no que mi madre era una rosa y mi padre era un
clavel. Por Io tanto..."'" - i;;;';; qt. croaban eu la laguna, caliaban,de pronto y a la
vez. ;Scrit I'ur..,,J'l'lllrltiúll c¡ll¡ball de Pronro )'¡ la vez las muiere:
,."i.'J., "'l sus silhs dc mimbrc Y si me permiten una asociación
imu.r,'".,t,., c.rlrbicn h¡biln callado dc pronto v a lavez todos en
.l ,I,,ir.,'.',tJ,' cl Jictrdor lbjn'r¿ \'ino iuganJo al hilo de oro con su
,,,j,.'.',,,,f...t¡.11.' nru; cnojado ¡ meior-itvanta'se' entrrr las sillas y
poncr trancxs a las Puertas.No pidan que supiera en esos aÁos de mi niñez qué es
,lir.nn,inuid"d, qué.s sinientido Metiene a veces la sospecha de que
rodavia no lo sé. ,fuí y todo, por e se entonces tropezaba frecu^entemente
con cosas así. Por ejenplo, esos arrestos de mis damas desafiantes:
Yo ln xnga 7o ln tmgo
Yo la sábre mantener
cüt un Pan que Dios me ha dadn
1 rm uosó de aguti también'
¿No hay que ser inrbÚcil? El pan v cl vaso dc aguame quedaban
.l.,tJu'u,,cltai cn la c.rl'.2., 1'ttr¡ l¡r'tr''lr:t' l)llr'l l\illrilñr y trrctttira'
Arrnqttc ttmbión cs cicr to tlttc ttl it ltbrl prtr't t l IIrtIr t t 'r
ttt I;trit I: ntttltcnetse
l0
enrero, contra el mundo si es necesa¡io y aunque hay que darle a los
hi.jos sóto agua y pan. Así suelen muchos cer¡ar el mundo siendo niños.
Yo lo cer¡aba así, no ¡engo dudas. No sólo eso: mi madre e¡a una rosa
y mi padre e¡a un clavel. Tal como suena.
¿Con qué se cierra, entonces, el mundo de los niños? ¿Condisparates? El azul del cielo abie¡to del mediodía bajo el sol quernante
no era un pañuelo de agarrar por las puntas así como así. Se ab¡ía, allá
a¡¡iba, ¡adiante e infinito, y yo tromba abajo agachadito, sin mira-r. Para
ce¡¡ar el mundo no hay como el crepúsculo, cua¡do, como se dice, todos
los gatos son pardos y a buen entendedo¡ pocas palabru.
]I¡Dssap¡n¡cló ¡r fun
Había también eljuego de las prendas. Nos sentábamos con las
palmas junus entre las ¡odillas. Una belleza del ba¡¡io, de lu que t'a
les hablaré. hacía corre¡ el anillo. Estaba, es¡e anillo ent¡e sus manos
que iba encajando de canto entre Ias palmas de las nuestras. Sobre esta
"b.rtum o rasgadura de Ias paimas, forzada por el canto de las manos
de la bella mient¡as hacía corre¡ el anillo, podría excogitar cinco o seis
pfuinas. Pero, pase.
¿Entre qué manos cae¡á el anillo? Cada uno esperaba el honor.
Cuando lu manos de la bella es¡aban entre las mias, senda... ¡QuécíJidas, qué suaves, qué delicadas! ¿Se desprendería el anillo? ¿Era vo
el preferido? lr4ientras iba pasando de uno en uno, la belleza ¡ecitaba
unos versos indignos de sus labios:
Cone el anilla por un Portillo;cayó un ladrillo, mató al chiquilb;
11
cttYó una rcja, mdlú IItl,t I'¡rltt:
ri1ó un tenón' mntó un ln!r'iu
¡Dios de los cielosl Pero pase tambión, p:lsc l';ts< tl t l 'rrrillo
y
.l poriillo. Sin más aviso, sin más razón, c:yó rttrrt tcirt y ttr;tt''' rrn;t
rriela. ;Cómo es posible? Mi mad¡e era una rosa ¿Y si lc c:tycr:t rrnr"'?
'Ñf. ,ir.io, no pensa¡! El mundo está cerrado y de pronto sc a[¡rc' O'
ii or.fr.i.n,.riá ar.do y de pronto se desata, iigado y de Pronto se
deiliga, enquiciado y de'pronio se desquicia' ¡Cayó una^teja! Digamos'
',,,i.n." un sólpe miliiu, üene un temblo¡ de tierra' En frn' ocurre una
discontiniriiad que siembra el sinsentido' ¿Siembra? ¡Qué estupideces
.onái.io-n.d"t -. r"l.n de la cabeza! (iue caiga una teja cuando
viene un temblor de tie¡ra tiene senrido, mucho sentido' Lo que no
tiene sentido cs construir un pucblo donde hay remblores de tierra El
mundo, clc prol)to, sc dcsquicia, rompe todas las. atadu¡as ¡Dios me
amp"r.l l\'r ''¡rrt
tl'r Irli :rlttl''Llu ll l;r vi'la cu¡ndo el mundo comien¿a a
,.,ribl"r. CruJr,r,t u,t l¿.lLiLl", una teja, un terrón, mararon un chiquillo'
una vicia, un ladrón.
¿i)ónd. h. puesto vo el apovo de mi mundo? Mi madre es una
,ur., ,,ii p",lr" ., un .l.u.ir', po, ii no bastara: "ilr4ire, mire, mi¡e' ustedl
\ir nrc voy muy enojado a los palacios del rey" '
Itecuc¡do una película italiana que vi en los aóos.cincuenta'
I n ¡rlen,, des¡stre l d.rr.p.ro de postguerra' una muier 1el papel lo
,,.¡i.r.n'.1,r. .r.o. L., P¿dovanil deseiperada anre el atropello y la
injusticia grita: "¡Ha1'que ir a denuncia¡io al Revl" Su esposo la corrige
sil siquieia sacars. Ir. nrrnot de los bolsillos: "¡Pero, idiota, si no hay
Reyl" iPobre Lea Padovanil la estoyviendo (es tan hermosa), patidiñxa'
en'plena calle, entre las ruinas de la postguerra, con una-cara' con unos
oios. ;No hay Rey? Pero. entonces, ¿qué r'amo' a haccr?
' 'Y .r, igual ie igual ctranclo las ,in,'' dt p'nntt' y a le vcz-' dejaban
de croar y todo qued"aba suspcnclitlo ¿Quú p:lvi? () conro cuando las
n,ui.r", ,l. la .r,.drr' ,.,t,.,..1., "t,
srri till'r' tlc lrritlll'rc' se callaban
t,,.l,rs rin s.rllcr p,rr qtré y :ttisll:tlr:ttl ilsllsli¡(lils t tt llt st tlti¡lcttumbra' O
1.,
como si a mi me gritara una de las bellas desprendiéndose del grupo
deliberadamente: "¡Vuelueauelue, pastotcillo, antes de qut te caiga un
hdrillo! ;No hay rq! ¿Qrt ro re dijeron? ¡No hay rE pedtzo dc.animal!"
O sea que cuando el mundo se cierra con reyes' con madrevrosas'
con padres-cüveles, basta una teja, basta un ladrillo para descalabrarlo'
Cay3 un terrón, mató un ratón. ¿Será tan simple, tan para retardados
mentales?
iIIEl ¡nr¡ DE LAs ARrEs: S¡c¡¡sr uN PIr
Pe¡o mis beilas no me deiaban tiempo para examinar ia teja que
mató una vieja. ¡Menos mal! Sin solución de continuidad... Quiero
decir que ahoia eitábamos en estrecho cí¡culo decidiendo quién llevará
la baruta en el juego que sigue.
Hry un .u"dto-de Bieughet (¿o es Breugel?) sob¡e.los jueqos de
los niños. Es¡án danzando, coiriendo, saltando, lucha¡do, topeando,
cabeceando, rengueando, zanqueando, culebreando, escalando,
colgando, rodando, nadando y yo no sé cuántas- cosas más en las
calÉs, los patios, los vestíbulos, Ias ventanas, las escalinatas, los árboles,
l.rs verjas, Ios jardines. Una parada completa de los juegos infanriles
despiegada por docenas 1' do..n"t de niños y niúas, gordos, leos,
fl"*ch.ntoi, narigones, cabezones, con roPas que les cuelgan, que no
les alcanzan.
¡Cuánto juego hayl De las muñecas, del a¡o, del trompo, de los
bolos, ior cabaliitoi, las patas arriba, la silla de mano, el palo ensebado,
cl volantín; juegos para niñas, juegos para niños; juegos.individuales,
.olectivos, de cómpitencia, de violencia, de simulación, de ingenio' de
prontitud. ¡Cuántos juegos!
r3
Mucho me ha sen'ido cstc ctlrtlro tlc llrrrr'1ilr' l (rr.'' ' s Ilrtrtgcl)
para recordar esos aÁos en las cosJs qLlc t"n rc li'ls, lllll(lltr- ll(r li' crcan'
'rnu.. seriasl cuando se comienza a l¡ailar l¡ ll,,n'.1.r
' lc S;rrr M i¡'rrcl' Jt tnde
.l q'u. ,. ,i. se 'a
al cuartel.
En mis juegos de niño casi siempre está esa bcll:r qrrt'tlijc Atrnquc
demasiado mujercita para nosotros, siempre está Yo sú por qrró: porque
Jo, o *o u..., ;ug"-o, a Ia mamá v me dio a chupar, jedcando de
olacer v mi¡ando cJn ,ur,o , rodos lados' sus pezones rosados quc no se
'.r,rbri nun., rranqui)o.. Pero de e,to luego Aquí' Ia recucrdo porq'te
hr.í, uro d. un rr,éf^.,o nada de simple pata sorte¿r al encargado de
dirigir el juego. Permítanme repetir: los juegos de los niños son cosas
.ui ,.,i". Tiatando de recordai, Breuqel (que tendría que ser a 6 n de
cuenras Brógel) me asiste como nadie, pero no.sé bien por qué' Acaso por
la miseria, i abandono y el sinsenrido que abunda en sus cuadros En
lin, e n mi me moria lo¡-amos un .irculoierrado de pe querios famélicos'
atcritlos i'ccjrjuntos en torno de 1a bella que presiona sobre,sus senos
.,,n l. ,n,,n,,'irquie¡da abierta mien¡¡as con los dedos de la de¡echa va
qol¡reurt,lo.,' .i p..ho de cada uno de nosotros .sigue el compás del
',r,.1,,.,,, ,¡ric diq(,, quc le sin'e Para sonear Y es el siguiente:
I'i t tlt it t, '\oLt.f itt'( )r rl t i l.li ro rntrfi l,
l:,1 qtt rrtttttlt lt rutd,t
Qut ncatln utt Pit:Detrás de k Puerta de San Jo:é.
¡Tirtirimonde esconde paaa .peL!
Dirigía el afortunado al que La mano de la bella tocaba ctrando
d.cía "¡pel!í Estaba oscu¡o lal nó .orno .n .l cuadro de Breughcl donde
,. pl.u'á di, y pleno sielo f{. Había que atende¡ el ritmo de la est¡ofa
r' .i 1,, ,',.no'i. la belL. "¡ir4e ,rltav., -. saltáste! ¡Tiamposal" Todo
rl, llll( \'r):
14
?inpin, Serafn,Cucltilliro tnarfil...
Tenia su busto ya, tenía sus senos. Pero, dejaban un gusto... Yun disgusro. Dos o t¡es veces me los dio a mamar. " Tome su papa, nite:oro" . N4uaba a todos lados meciéndome. No, sacudiéndome: ", )'rt,iene l¿ papa, y riene b papa!" mientru se desab¡ochaba Ia blusa. Pero
vo no rragaba leche sino saliva que sentía dulce y amarga.
La bella sorteaba ai que mandaria la ronda con un "Pirnpín,
Ser$n" como si no nos hubiéramos visto en la vida, segura de mí, de
nuesrro secre¡o. "Solo soy mnmri su.1a, de ntdie mi\ mi tesoro". Exoyliéndola, se abrochaba la blusa con prisa y bajaba la voz. "Es un secreto
enrre l,,r nrtnti ], su guagiiita".
Juegos de niños. ;Las frases que hacenl Estoy seguro de que labella de los senos agridulces tiene mucho que ve¡ en mis ¡elaciones
con 1a Sanra Iqlesia, ¿Cómo iba a traiciona¡la jamás?;Cómo iba a
drci¡le al cura en el confesionario que Hilda H. v yo .jugábamos a la
nramá de esa manera? Claro, para ese entonces no estaba mul. seguro
de que era pecado. Era exponerla lo que no haría aunque me co¡raran
cn pedacitos en el Infierno. Pasó algún tiempo hasra que supe que loque hacíanos con Hilda H. era pecado. Y mucho, mucho más hasta
que volr'i a la posición inicial. Quiero decir, que no era pecado por más
pecado que luera.
I)ice n: hace¡seL)icen: hace¡se como un nino. L)icen: recobrar al nrño que
hcnos perdido. Recobrarlo, por ejemplo, contenplando ese cuad¡o de
Dicen: recobrar
Brueghel r',iejando los aspavientos para los... para los...
;A quién b toca? ¿Quién manda k rond¿? Quienquient que sen,
quc e:conda un piedenis de k puerta dz San José.
;Y cómo se hace? He aquí una gran p¡egunra y hat que ponermucha arención, porque es mul'dilicil no atinar mal Ia respuesta. Si uno
t5
recobra la infancia perdida es seguro que entenderá bien' En el.fondo,
el problema es de solución fácil; y' como siempre, lo difícil es llegar al
fondo. Pregúntenle a cualquier pequeÁo ent¡e cuatro y seis años cómo
,e h".e p"rl ...onder el pie derrás de la puena de San José y se van a
quedar sorprendidos de la prondtud con q.e ¡s5pe¡de y de su elegante
solución. És "sí,
s. s"ca uno un pie (de preferencia el izquierdo); se va
saltando en el pie que le queda a la calli; mira a Ia derecha, mira a la
izquierda, pot ii h"y.notoi en la costa; seguro de que no' se acerca a la
pu.r," d. San José.'la abre y pone el pie ditrásr y si hay por ahí, debaio
iel banco carpintero, algo de viruta, se le hecha encima'
NEl Sn Arve¡R PRoFEsoR PRll\'r-A'RIo DE AMBIcÜEDAD
El seÁor Alvea¡ tenía el cabello c¿¡o, ensortijado y 6no' Sus ojos
claros, su frente amplia, levantada y pueja, su menrón angulo-so pero
delicado. Pe¡lecta la boca, perfecta'la nariz, Pero ya un poco 0ojas las
me.jillas. El sol, cuidadoso, le do¡aba la cara para que no estuviera tan
pálida. Era de mediana estarura, bien proporcionado de cuerpo y de
"nd", .l.g"nt. y silencioso. Su voz se oía suive, algo tímida Siempre iba
sonriendó; era la enca¡nación de la serenidad,v el equilibrio Persona.je
angélico, el seÁor Alvea¡. Con túnica, hubiera podido sentarse en el
.oio de lo, ,rnto, y nadie hubiera tenido qué objetar. No lo tuve nunca
de profesor. Sólo io conocí por las burlas cariñosas que me..hacía al
pasir. " ,4,h, me prlrece uer lefl¡r alguin enreda^do en sus stibanas!" .Así
me
ialudrb".uaod'o llegaba atrasadJa clases y caminando en puntillas con
el corazón "tar..do-..
.ru,r.l¡a con él por los pasillos silenciosos de la
Escuela Superior. Se distinguía también por los discursos que dirigía
. u..., lo, ií., lun.s a tu,li, cl pllntcl. Qtricrrt dccir, sus discu¡sos se
l(r
entendía¡ ente¡os. Pero quizás hubiera olvidado al señor Alvear si no
fuera por un juego de palabras que hizo una vez en el patio, a la hora
del ¡ec¡eo.
Había un compariero de apellidoValda al que Ie decían "el bco"por demasiado imprevisible, vioiento y absurdo en su conducra. Jugabayo con oüos cuando, a unos metros, oí ai seúo¡Alvea¡ haciendo b¡omas
al loco Valdes. Le decía sonriendo (pero sin herir, que n o podía): ''¡Loco,
bquito, lncam, bco, loco!"
Por los gestos y miradas del señor Alvear fue muy claro para míque esraba dándonos una lección sobre las palabras. Mirando al loco
Valdés y mirándonos a nosotros, hacía la mímica de quitar a1go, de
coger a1eo, de colocar algo. O sea, "¡Loco, hquito, bc¿zo, bco, bco!"e¡a al mismo riempo "¡Loco! ¡Lo quito! ¡Lo cazo! ¡Lo coloco!" Capté
inmediaramente y no olvidé nunca más. Tal fue la clase que me dio el
seúor Ah'ear, una mañana en el patio de la Escuela Superio¡ cuando
tenía unos ocho aÁos y no recuerdo si jugaba a ios bolitos, ai emboque,
si salraba la campana con mis compañeros, si echaba ¡opeadas o si daba
con mi trompo a una chaucha. ¿Qué provecho inmediato saqué? Nosé. Supongo que ninguno que valiera la pena. "Laquito" y "b quito".
¿Tuve la percepción de la ambigüedad? Me parece, recordando, que
sí la rur,e. Po¡ lo menos, el loco Valdés adquirió para mí nueva figura
desde entonces y ya no lo eludía. En la escuela, en el barrio, me esraba
mirándolo mient¡as corría haciendo de las suyas, que no podía estarse
quieto. I'fe ponía tu¡nio de la cabeza trarando de entender el "bcaza"y
cI "ln cazn", rodo en uno. Ni más ni menos que cuando veía ir y volver
por la vereda, provocando ya con su cuerpo )'sus miradas, a Hilda H.,esa beldad que en su tiempo me ofrecía sus senos para que los tomara ychupara, trataba de verla como mamáy amante, todo en uno; y Ia boca
se me hacía agua enüe dulce y asquerosa, todo en uno. Aquí era muyfácil percibir la ambigüedad, sólo que los pelos se me ponían de purtay no me atrevía con mis pensamientos. En cambio, con el loco Valdés,
¿qué de malo había? Sólo que resultaba muy difícil percibir todo en
lnoel "bcam"y el "h cam". Sólo desesperación cosechaba.
T7
M¿is allá de sendr así la ambigüedad no fui' Un amigo mio'
zaDatero y anarq uisra, de nombre Enrique A, acosrum-braba uombra¡
as'u audi.n.ia.ln un juego largo de pJabt"s qut e-p ezaba: "En parte
dz bs partes que tú reparts se iiu qit pro,to po't" Pa.rd,ltra Parte" "
No m. "cu.ido
de ló que sigue pero terminaba con "el corazon se me
parte de parte a ?a/te".' Mu.h", p.rron", como Enrique A. parecian al tanto de la
"-bisü.d"d qué -e ensenó de forma u¡ cabalelseÁor Alvear' Después,
-. di.u.n,, i. l^ ambigüedad en el rosuo pinado de los payasos y en
Ia voz y las cosas que dáían .on ¡al ani-6cio que parecía que lloraban
cuandá reian y que ¡eian cuando lloraban. Pero creo que aún entonces
la ambigüedaá no la percibía como la percibí de golpe con el "loquito"
y el "lncazo" del señor Alr'ear.' Algo me valió por ese entonces esta lección' Recuerdo que de la
función án mi cabeá de oyenre infantil de ciertas palabras comencé
a curarme gracias al "/nquito" v eI "hcazo". Mi madre y n-ris he¡manos
.ryoro ."át^b-, se est;ban largas horas can¡a¡do' Casi no hay canción
ooóu1", qua no conozca gracias a estas aves cantor¿s que llenaron mi'ni¡.r. Todot renian lind-a voz. N4i padre también can-raba arias de
ópera. Todo eso quedó en mi memoria v no tengo que estorzarme Para
,..orda, .r^ ."n.ion.r. Hasta me ocurre en Suecia que escucho una
vieja canción en la radio, y resulta que mi madre la cantaba'
Con la lerra de las canciones muchas veces me ocurría que' sin
mucho vocabulario y también por el acento de las palabras que cambia
al canta¡las, to-"bá un. lrare co^o si fire¡a una palabra Mi madre
c¡nnba "Vene en su cano d¿ rosas aurora "yyo entendia "Venesucár" que
oLriá cue sisnifica¡ía. Un he¡mano cantaba "Pierrot, Pienot cesa 1a con
*, kirrtoi'y yo, por la contracción que pedía la melodía, oía clarito
"Pienot, Pienot cesdid con tus lamentls" y tenía por cosa segura que
Pierrot cesayaba algo con sus lamentos. También ese hermano centaba
ot¡a canción que d"cía "Tbrna a ní, china ntía" y no me parecía muy
apropiarlo qu. ,r.r.r. dc "cl¡in¡t" tt stt ¿ntnda. I)cspués- del ''loquito" y
"i "tnrn*" d"lscítot Alvc;rr l)lc l)tlsc il rcvis:rr la lctra de las canciones
J
po¡que em evidente que a¡daba arareando disParates. Y fui disolviendo
el "iienensucár", el "cesay" y muchas otras contracciones, riéndome de
mi simplicidad. Ta mbién el "torna a mí, china rnía" se contrajo porque
estaba mal disuelto; es "tnma, picina mia", en italiano. Y dapués de
empezar mis clases de francés me tropecé un día con el "tuturimondt"
del'"Pinpin, serafn" qte supongo se formó yendo desde el pario de
las señoriras que decían "tlut b mon¿e" al de las criadas que decían
"ntirimonde", las muy siúticas.
Tn¡s przoN¡s EN uNo: Mt u¡on¡ DE LECHE
Por lo que cuenml, Diógenes tuvo una gran lección de sabidu¡ía
en Arenas. Se la dio un ratoncillo que iba y venía entre los desperdicios'
seguro de síy satisfecho de lo que encontraba en el peo¡ de los mundos
como si fue¡a el mejor. Por los clculos que hacen los his¡oriadores,
Diógenes llegó a Atenas a encontrarse con su ratón-maest¡o cuando
teníá unos cincuenta aóos. Para que vean. Se dice umbién que viendo
a un pequeño beber agua en sus manos, botó el vaso que llevaba en el
zurrón; 1', por si fuera poco, botó también su plato cuando vio a o¡¡o
muchacho que comía sus lentejas sobre la co¡teza del pan. Estas cosu
las hacía, parece, gruñendo, pero reconociendo que de los niúos 1'losratones aprendía. Observa¡ cómo se las arregla un ratón Para subsisdr
en el arroyo representa un curso nada despreciable de economía. Y de
mucho más. Lás cosas se reducen al mínimo suficiente para vilir. Todo
lo que basta para vivir queda a la vista; y todo lo que excede y complica
la vida y nos desorienta desaparece. ¡Y es tan simple el cuadro, tan a la
vis¡a de todos! Un ¡atoncillo en el arroyo.
Las niñas de mi barrio jugaban a Ia ¡onda cantando:
r9
'4senín, aenán
bs madtros dt San Junpídtn pan, no les d¿n,
piden quao, les d¿n hueso,
se fastidian 1 se t,an.
Tiene ritmo, dene gracia. ¡Y si ustedes las vieran saltando en sus
piedrecitas, bailando al aire sus faldas y sus cabellos! Me venían ganas
ie comérmelas con queso y de.jarlas en los huesos y aserrín, aserrán'
Pero ¿qué demónios son estos made¡os de Sa'n Juan? No hay modo
de disolverloi. ¿Para qué piden pan? Bueno, parece que piden pan para
que rime. Y poi la misma ¡azón les dan hueso cuando piden.queso.
Un pequeño fo¡ma con sus manos un vaso para beber agua;
otro hace un plato con la co¡teza de su pan. Aserrín, aserrán. Está más
claro que la ciara del huevo. Lu niñas de mi infancia fo¡maban con las
palabás un anefacto para danzar. Tal como formaban con las palabras
a¡tefactos para sortear:
Azúcar candia pasó Por Prendatengo un negrito que me lz uende
ni por oro ni por pbtani por una garraPata.
¿Vióse disparate más gracioso 1'musical? Se forma como siguiendo
una regla: "No atienda al sentido de lt: palabra: sigue su acento, sigue
su rimi, sigue su mtisica. 'Así se d¿nza, se juntan una dtspués de otras lat,,tkhrn5 p¡¡¿ formar un nrtefactl dc danza. ¿No es hata mtís diuertido'si s,'f,,rin u,,n ,snofa si, seni¡dol Coro una uaija hrcha con /zs palmas
y los ldos, cünr nt pl.lttl hecho con ltt corteza dzL pan, aenín, aerrán
tott lt rarttza ll pnn".
¿A¡rlicirlxr (i'rl,ti.l,r lr4istral una ¡cgla así al esc¡ibi¡ sus rondas,
,, ,,,',l,ir.li'ttglrts sirto qtrc l;t tl:rntl cra una niña grandota? También oí
(irl(ilr sus r,ll,l,ts crr rlri illf:tlcilt.
20
Ti lhmas Rosa y yo Bperanza,poo a nombre oluidzrk,porque tenemos una d¿nz¿
en h colina 1 nada mtís.
¿Por qué olvidarás ru nombre? Nada más sencillo: porque tenemos
una danza en la colina que es, como todos saben, una forma más segura
de olvidar el nombre de uno. Me pregunto: ¿Veria Diógenes en Atenx o
en Co¡into a Ios niños danz¿ndo en círculo y en griego sus sinsentidos?
O sus ambigüedades:
Dame n mano y danzalemoíDame n. mano 1, me amarás,
Como una esplga ondul¿remos,
Como una espiga 1 nada más.
¿Cuánns en una hay aquí? Estoy viendo al seno¡ Alvea¡ son¡eír
ambigüedades. Estoy viendo a una de mis beilas, la más humilde, de
pronto como una Venus emergiendo de las espumas, sonriéndome
pícara'. " Como una... espigll... ¡0ndul"iremos!" iUluy,;ycitot. O sea " Dame
tu m/1n0 )'me amarás 1, ondularemos comlltwt espiga". ¿No es una delicia?
Y si no basrara: "N¿d¿ ntís".
Hilda H., mi mad¡e-amante (ya sé, estoy condenado al luego
del infierno), abre su blusa, presurosa, mi¡ando a todos lados. lb me
cueigo de sus senos como un picaflor. Como una espiea ondularemos.
Porque, está cluo, rambién teníamos una danza nosot¡os dos. Ta¡¡o
más diver¡ida, tanto más deliciosa, cuanto más se apanaba de Ia rutinadel ba¡rio.
"Irenga, tesora, tome su papita".
Ella satisfacía dos deseos en uno. Madre y amante. Como el pan
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que era plato pa¡a poner encima las lentejas. O sea, la dulce Hilda H.se comía las lentejas con plato y todo.
¿Yyo? No recuerdo bien, pero recuerdo suficiente. Recuerdo más.
No me van a cree¡ pero todavía me viene Ia náusea ¡ecordando. Porque
fue así. Mi mamá de leche me quitó el pecho echándo se "n¿tri",40 oyo no sé qué menjunje amargo y repelen¡e. Todavia tengo pesadillas conese sabor asqueroso. Así, el pezón de mi bella en mis labios no e¡a tansimple como se veía asomando son¡osado por la abenura de su blusa.
Había tres pezones en uno: el suyo, el de mi madre y el de mi mamáde leche, o nodriza como decía¡ mis he¡manos siúticos. ¡Ties pezones
en uno! Una ambigüedad palpitante, si me perdonan. La cosa se me
escapaba de ios labios y Hilda H me aJudaba empujándola, afirmándolaentre sus dedos. 'Z¿ cdzo, b quitl, lo cobco".
\4Inve S., Mr crRcE PERsoNAI
Si se sigue por la vereda de las mujeres sentadx que conversan
todar'ía puerta a puerta, y llegando a la esquina se tuerce hacia el norte(es deci¡ por la calle que sale del pueblo), a unos cincuenta met¡os está
la casa de S... que ¡iene molinos, igual que nosotros. Somos enemigos
pacíficos los S... y nosotros. Hay cierta rolerancia y respeto hacia mipadre que es un seño¡ que sabe mucho de máquinas, aunque es pocopráctico y nulo de competencia. Lo que los S... llevan en prácrica,
mi padre lo lleva en teo¡ia. No hay discusión al respecto: los S... son
más ricos, mi padre es más sabio. Cuando hay un desperfecto serio
en las máquinas de los S... te¡minan por solicita¡ a mi padre auxiliotécnico.
No nos podemos ve¡ con los S... pero nos estamos viendo todos
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los días. Una hermana mía se ha enamo¡ado de un S... Para que vean.Son muy morenos los S..., pero se apoyan, sin argüi¡ en la harina queles cae encima todo el día para que los demás no esrén ran seguros.
Voy caminando hacia la casa de los S..., alejándome de la Rondade San Miguel. Ties son los miembros de esta familia que importan en
mi ¡elato. No, cuatro. Porque Alicia S., que me lleva uno o dos anos,
me hacía también muchos discursos mudos al cruzarnos en la calle.Con estos discu¡sos de Alicia S. que no me mi¡aba mi¡ándome, que se
enderezaba al caminar y decía rallras cosas con su cuerpo de señoritaen ciernes, pero que sobre to do decía "Acércate " tan clarito y al mismoriempo "Eres un gusano que no ueo", podría estar escribiendo páginasy páginas de... Lo que quiero decir es que era espigada AJicia S., <1ue
tenía unos ojos, un andar y unos gestos de no me toques que decíancla¡ito todo lo cont¡a¡io de lo que decían, haciendo de ella no sólo una.rmbigüedad sino una paradoja caminanre y exciranre.
Pero son sus he¡manas mayores, Irma S. e Inés S., las que a esm
hora se sientan al ot¡o lado de la calle, bajo las acacias, y obsenan desde
allí sin que nadie las vea.
Son mayorcitas ya, pero no tanto. Se abu¡¡en las pobres. Estántardes inte¡minables hablando de los muchachos del ba¡¡io, mienr¡asse limpian las uñas, se ¡evientan las espinillas, se arrancan ios pelosde la f¡ente y colorean sus mejillas y sus labios. Son como muñecaspara mí. Muñecas enre chinas y egipcias. Más egipcias que chinas,espigadas. Podrían mete¡se las dos en mi cama y dormiría feliz. Tienensus hondu¡as ya, algo es6nges con un eterno femenino que las ponefuera de mis alcances. Aunque me empino todo io que puedo.
Fue Irma S. la que me dio mi segunda lección de ambigr.iedad.
¿Qué pensaría de mí? ¿Cómo me juzgaría para conrarme esa obscenidad
sin nombre? Juzguen ustedes. Es ya de noche; en cualquier momenrolas madres llamarán a todo el mundo y ce¡rarán las puertas. BramosIrma, Inés, yo y supongo que dos o rres más bajo las acacias. Pe¡o en
mi memo¡ia estoy solo con Irma S. Siempre que la recuerdo, aunque
esté poblado el mundo alrededo¡ estoy solo con ella. Ella es... Bueno,
ya verán.
Ahora Inés vigila. ¿O quiere irse 1e, sin en¡ender qué más hace
aquí su hermana? Hay luz en el balcón de la casa de los S... En cualquier
momento asoma la madre, llama a recogerse y se acabó la fiesta. ¿Será
en ene¡o? ¿Tendré nueve años? Irma S. dene una cara linda, morena,
ovalada, alegre. Pero hay seriedad en su mi¡ada. Se¡iedad y ternura.
Los ojos pequerios, achinados, negrísimos. Los labios pintados de rojo
cardend. Es preciosa de cuerpo irma S. 1' no hay más que verla caminar
cuando sube al centro del pueblo para preguntarse mil cosas.
¿Juega ahora conmigo? ¿Qué espera de mí en la oscu¡idad y a estas
alturas de la noche? ¿Por qué me cuenta histo¡ias picantes estrechando
su cuerpo a1 mío?
Recue¡do una de estas historias. Seguramente recuerdo muchas,
pero de ésta estoy seguro que me la contó ella. ¿Será por la ambigüedad
que trae? Pero ¿dónde no había ambigüedad, doble sentido, como decía
ella misma, en las histo¡ias que contaba? No sólo contando hisrorias
disf¡utaba I¡ma S. Ponía un tono de voz, una mueca en los labios, unalfiler en la mirada y ya había que estar atento a lo que se hablaba.
¿Cómo decirlo? Irma S. tenía ese don... ¿O no era don? Había
descubie¡to a su manera la ambigúedad de las palabras "¡Bah!", es comosi dijera, "¡todo habla¡ es hablar de ambigüedades! Me pongo a sonreí¡
de una cie¡ta manera, a mirat de una ciena manera, a pro... nun...ciar de
una cie¡ta manera, y basta con eso. Desaté el desconcierto, nadie sabe
cómo atinar, nadie sabe de qué se trata, rodos se ponen tartamudos. Yen ese estado, mi amiguito...".
Pero yo no lo veía así. ¡Qué iba a verlo así! Si por lo menos me
dijera: "¡Bah, tontito, ¿no ve que todo gira en torno a la mujer? Yo sonrío,
yo cambio de tono, y el mundo se puso a girar en sentido contrario. Elijausted una palabra, cualquier palabra, y déjcmc haccr. ¿Vaso, escalera?
¡Vayal Eso es lo más f,ícil. ¿Por qué no cligit! dolicocéfalo? Yo mi¡o,sorrrío, digo rkrlicocól:rlo y sc v:r :r qrrcdar ustcd tlc una pieza viendotrxl:rs lr¡s lr;rrlr;¡¡itl;rtlcs t¡rrc sr'¡rrrcrlctr tlccir con clolicocéfalo".
)4
No, tampoco hubiera entendido un discurso así. Dicen que
la pitonisa de Delfos era una mujer más loca que cuerda. Dicen que
sohaba las palabru sin ton ni son, pero que nunca dejaba de encontra¡
algún sentido a lo que decía. ¡Támpoco es por ahí! No tenía maneras
de pitonisa Irma S. Sabía muy bien lo que decía.
"hta era una mujer ca¿da" comenzaba, bajando la voz, hablando
solamen¡e para mí, "una mujer casala cuyt cdla tenía dos huertas, uno
que utaba alfente, 0tr0 que ertaba darris. Como por la crisis que había
ejtaban escdsls d¿ dinero, el marido lt dijo que lo mejor era arrend¿r el
segundn huerto. Al día sigutente, la mujer puso un ¿uisa a k entrad¿ de
la caa que decía: Se aniend¿ k parte de atrris porque h dz adeknte kocupa mi maridn".
En los cuentos de Ped¡o U¡demales (a este no tuve que disolverle
el apellido) cuando se reallzaba el acto sexual solía escucha¡ una f¡ase
de Justina, de la que ya les contaré: " Diai iesocupó". No ¡ecue¡do
cuando la disolví, pero tengo de siempre Ia impresión entre de ¡rámite
v resignación cuando se hablaba del ac¡o sexual en es¡os relatos. Las
rnujeres, sin idea de orgasmo, de goce sexual, jesusmaría1josé, apuecían
como recipientes ocasionales del semen que echaba dentro de ellas un
animal que s'esocupaba.
Irma S. ¿sonreía ambigüedades al termina¡ su relato? ¿Quéesperaba de mí? ¿Una erección y que ie pidiera en u¡iendo la parte de
adelante? ;Vayal Lo que está en mi imaginación distinto y no sé porqué, es Ia casa del cuento, con un huerto delantero y su huerto traseto,
y el letrero en cartón blanco, clavado en un troncor con ca¡acleres de
imprenta pintados con alquitrán, sin ortogralía v demasiado disueltos:..SEHARIENDA".
Recuerdo que comprendí el chiste a la primera. Reíseguramente,
como Irma S. esperaba. ¿Esperaba algo más? Un caballero que se
respete... En cualquier momento aparecía Ia mad¡e en e[ balcón. ]nes
S. vigilaba.
¿Qué demonios ocurría? ¿No esta¡ía ocu¡¡iendo en otro lugar
mient¡as a mí me entretenían en la parte de atrás?
25
Lo que pasaba conmigo €ra otra cosa... ¡Pobrecita Irma S.!
Recue¡do el recato y las risas, esas maneras de señorita pulcra con que
contaba su historia. Pulcra y perversa. Quería dar bien en el blanco ysalir limpia al mismo tiempo. Una mujer no es un hombre. ¡Vaya, las
esrupideces que me salen! Es que ¡diant¡esl Irma S. estaba ridiculizandoy hasta pisoteando su eterno femenino, ]'esas cosas dan pena y rabia.
''Se arrienda la pane de auás". Ustedes tendrían que habe¡la visto
camina¡ al mediodía. Era tan claro que 1a comenzaba a ofrecer la pane
de ar¡ás mientras se movía altiva sobre sus tacones altos y muy ciaro
rambién que la parte de adelante personificaba el recato y Ia modestia.
La parre de adelante no, Ia parte de atrás sí. Una ambigüedad subiendo
al cenrro del pueblo, en sus tacones altos.
Era tan claro, tan claro. ¿Me creerán? Todo lo cla¡o que firera,
igual no lo veía. Bueno, se puede decir que yo veía la ambigüedad de
forma ambigua. ¡Eso esl Aunque parezca una esrupidez de fábrica, no es
esrupidez. Ambigüedad de ambigúedades, todo es... Yo mi¡aba a I¡maS. ir y venir sobre sus tacones altos, calle arriba, caile abajo, ofreciendola parte de atrás por atrás y negándola por delante. Pero, por más qucla mi¡aba no ia veía. ¡Eso esl
Pasaba ante mí Irma S. Se ace¡caba con su parte de adelante que
era una niÁa de primera comunión y se alejaba con su parte de atrás
que era un escándalo. Y yo no la veía tal como era. ¿Se dan cuenra? Elloco Valdés respondía: "Si, nos damos cuenta".
Cuando digo que Irma S. ponía mucho cuidado contán-dome esa
hisroria, que quería da¡ bien en el clavo v al mismo tiempo salir limpiade implicaciones vulgares, ambas cosas fb¡maban también un cuad¡o
de ambigüedad que yo miraba, aunque muy bien no vie¡a.
Algo que podría decir de oÍa manera llamando la atenciónsobre lo que dije: que Irma S. ridiculizaba y hasta pisoteaba el ere¡no
femenino. Porque en ella se veía muy claro que el eterno femeninocomprendía también algo xí. Quiero deci¡ que una mujer como I¡maS. lo ridiculizara y lo pisoteara. O sea, diant¡e, que había una razón de
que yo mirara y no viera. ¡El tiernpo que me tomó verlo! No es llegar
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y sacarse un pie cuando uno está c¡ecidito y esconderlo detrás de la
puerta de San José.
\1IEl CInco: Fsm¡ or BURLAs Y AMBIGÜeo¡¡¡s
En el ci¡co -el "pobre circo" que llega a la provincia con un león
jubilado y muchas gracias- la parte más atrayente la tenían los payasos.
Por lo que repetían y repetían todos, en canciones I'poemas, los
pa)¡asos eran seres mu1'especiales; porque ríen mientras están llorando
o llo¡an mient¡as es¡án riendo. Tenía una noción mu1'precisa sobre las
ambigüedades de la risa y el llanto. "Quien ve caras no Ye corazones",
decía mi madre .
Suponía, después, cuando conocí la opera I PagLiaci, que con ella
vino una oleada sob¡e la paradoja de los payasos, que reían llorando y
lloren riendo. Lo extraordinario era que estuvieran ¡iendo porque ese era
su trabajo mientras por dentro lloraban. Al rer'és, que lloraran por fuera
nrientras que por dentro reían, bah, eso Lo hacíamos todos cuando nos
pillaban robando nísperos o naranjas en eljardín del señor rector- Este
cducación sobre la cara, que ríe, que llora, según el viento que sopla,
l:r tomé a Ia letra con la misma seguridad que hubiera dado por plana
la tier¡a si no fi-rera que todos decían que es redonda.
Pienso que ios payasos hubie¡an sido paradojas muy claras para
mí, sin necesidad de que su mujer los abandonara, el hijo se les mu¡iera
o la madre no ruviera mendrugo que llevarse a la boca. lr4e bastaba verlos
pasar de vuelta de Ia pista, cansados, quitándose la peluca, hablando
cnt¡e e[os con voz natural. Pero bastaba sob¡e todo, y hasta podía
terminar con ellos, cuando salían de sus camari¡es instalados junto a
la carpa corriendo, dando gritos y echando garabatos y patadas a los
27
que rrarábamos de cola¡nos sin pagar. ¡Vaya, qué clase de payasos era
esal ¿Somos o no somos?
También, variando sob¡e lo mismo, unavez me dícuenta de que
uno de los payasos era uno de Ios trapecistas, aunque el loco Valdés me
decía que estaba equivocado, que era uno de los trapecistas el que era
uno de los payasos. Allí, creo, es ve a un paso de percibir de verdad,
quiero deci¡ encaramarme por fin y entrar como se debe en la Ronda
de San Miguel.Recuerdo que un sentimiento parecido tuve r.iendo una película
de Ca¡litos Chaplin donde, primero, lo vemos por la parte de atrás, ypor unas convulsiones que le vienen eslamos segu¡os de que el pobreestá llo¡ando, que por lo menos se mu¡ió su mamá, se lugó su mujer ysu hijo se está mu¡iendo de meningitis en el hospital. Pero, a renglónseguido, la cáma¡a lo enloca de enfrente; y lo que ocurre es que está
batiendo una cocteie¡a con una cara de launo bueno para el rrago
que es para morirse. ¿No era igual lrma S. con sus partes de atrás y de
adelante?
VIIIUN¡ ¡rc¡.irt¡s¡. DE FARAMALLd
Pero, era siempre como siempre. Viendo la paradoja no la veía,
viendo el absurdo y asomando por todas partes el sinsentido, noterminaba nunca de verlo de una buena vez. ¿Sería porque e¡a niño,porque mi mundo era un "mundo infantil", porque estaban escindidos
en mi pensamiento el mundo de los niíros y el mundo de los mayores yno soñaba que se relacionaran? Miraba la paradoja y no la veía. ¡Cómoiba a verla! Ni las paradojas con que los payuos me hacían reír veía bien.
Arlequín estaba muy en sus zapatillas dándole a las mandolinas:
Aunque tú me has echado en el abandono,
tlunque tú hdr muerto mis ilusiones,
en uez de maldecirte con justl encznlen mis sueños te colmo, en mis suenos te ca/m0...
¡Y allá venía un payaso corriendo como condenado hacia la pisra,interrumpiendo chabacano:
...¡de chicharrones!
Todos ¡eíamos. A¡iequín iba a decir a Coiombina que ie colmaba
de l¡endiciones, pero pa)'aso se metía entremedio 1l ral como Ca¡liros(ihaplin Ie daba a su adyersario con una Ior¡a en la cara, dejaba caer
sob¡e la linda Coiombina una fuente llena de chicha¡¡ones.
Me rei¿. nle s¿lt¿ban l¡. lignma'.
¿Sentía vergúenza? Pensaba un poco, no crean que no. Porejemplo, nadie tuvo que venir a enseña¡me nunca Ias dile¡encias ent¡el;r galcría y la platea. ¡Bah, las conocía,vendo solo a galería, ¡ vendo.r platea con mi papál En la galería había palabroras, carcajadas. risa
,lcsetada; en la platea uno era un caballe¡o aunque no quisiera. ;Si noib¡ a sabe¡ esas cosasl
;Cóno no veía entonces que el baicón. entre la qaiería v la platea,('r1I rin espacio de ambigüedad?
¿Sospecharía Irma S quc cuando me ¡eia dcl ar¡icndo cie la
¡rLrre de atrás hacía al mismo riempo algunas cuentrs e¡r mis adenrros?
l'orque pensaba, pensaba en Ia señori¡a cassda dc la l.Listo¡ia de sus
rlobles sentidos impensados, 1'pcnsaba también al mismo riempo en la
seÁorita que me con¡aba la historia, coir su boquita de grana, sus cejrs
dcpiiadas, sus pestañas encrespadas. la fineza de sus brazos, la lraqanciade sus cabellos y todo ese silabario de movimien¡os con que su cuerpoexpresaba el ete¡no femenino (tan de moda en mi pueblo prolincianopor esos aiios de mi infancia). Y pensando conrrasraba su cuidado yqcntileza con la his¡oria obscena que acababa de conrarme.
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En el circo, dei escándalo se hacía ci¡co. Y ya no era esc'ándalo.
A!í estaba todo mi pueblo, de galería a platea, ¡iéndose con el montón
de chicha¡rones que el pa1'aso había echado encima de Colombina.Las mujeres er.r la galería most¡aban todas sus muelas, 1as careadas y las
que no tenían; las damas en platea llet'aban el pairuelo a la boca para
no exhibir las suyas.
Pensaba, me.jor dicho senría, que Irma S. de noche bajo las acacias
insralaba un pequeño ci¡co. Sólo para ella y para mí y que no se me
ocu¡¡ie¡a decírselo a nadie, ¡a nadie!
]nsralado en la oscuridad, por unos minutos, ese circo para los
dos, Irma S. hacía a escondidas lo que los payasos hacían a la i'isra ¡'risa del pueblo en pleno.
En fin, para deci¡lo ¡odo, en esos años de I¡ma S., ci¡co,chicharrones y pa¡te de atrás. sentía como si una sus¡ancia de laramalla
anduviera implicada por todas partes, metida en los inte¡s¡icios más
íntimos de nuesrro pueblo. ivle parecia que era de faramalla porque
no cosraba mucho desbaratar toda su construcción. Cuando venía el
circo;qué evidenres se hacían esos sentimientos míoslTodos cor¡íamos
cuando sonaban las trompetas y los tambo¡es. ¡Viene el circo, r'iene el
circol En las noches, los payasos arrancaban risas y apLausos sacudiendo
esa susrancia de laramalla que digo. A1 día srguiente, yendo a la escuela
por las calles desiertas tenía un sentimienro de precrriedad general, conosi los lad¡illos esruvie¡an sueltos i'las n.rurailas apenas apuntaladas.
Era por vacancia de esa sustancia de faramalla que todo quedara
suelto, desiigado. ¡Habíamos estado ¡iéndonos de nosotros mismos, en
coro v por toda una velada de ci¡col
Pero yo no iba más allá de toma¡le el sabor a¡rargo a mis angusrias.
¿Cómo se me iba a ocurrir que una sustancia de lara¡ralla es en primeriugar sustancia )¡ que ser de fa¡arnalla no la hace menos sustancial? Ysí, había que camina¡ con mucllo cuidado en ese tiempo. ¡Qué cierto
lo que decía F1ilda H. hacicndo co¡¡er el anillol Cayó un ladrillo. mató
un chiquillo.
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IXDrscoNtrNulo¡o: Lq caxclóN DEL JARDINERo
Si me piden un cuadro de discon¡inuidad, hay uno muy claro en
mi memoria. Estoy en un patio inre¡ior de cor¡edores con enredaderas,
un parrón a Io largo y naranjos al fondo. Estoy mirando po¡ una venúnaque casi llega al suelo. No recue¡do por dónde entré. Cogido de los
barrores, miro hacia un salón donde conversan y fuman hombres ymujeres. Alguien, la dueia de la casa, c¡eo recordar, da cue¡da a una
vicr¡ola. Esralla la música r'1e esrán todos en parejas saltando mient¡as
una voz chillona canta en americalo.
¿Qué les pasa? ¿Se i'ollie¡on rodos locos a1 mismo riempo? ;Cómoríen a gritos girando v moviendo el cuerpo como si lue¡an cojos de las
dos piernas!
¿Cuándo escuché por primeia vez la expresiónfuera de st Deloque esto)'seguro es que no la escuché por primera vez cuando ca.lzaba
cxacta, cuando se daban juntos el hecho y el terror Porque si la hubiera
cscuchado en¡onces, una de dos: me ruelvo loco ahí mismo o nunca
en la vida vuelvo a sorprenderme.
No, no quiero deci¡ eso. Es el recue¡do que me echa a perder el
juicio. Aunque muy bien podría s:r el juicio el que me echa a perdercl recue¡do...
Ahora me puse a escribir una estupidez encima de o¡¡a. Pura
pretensión. Pase, pase. ;Es¡aba alli I¡ma S.? Seguro que sí. Irma S., Inés
S., mi hermana S. Después de ¡odo e¡a¡ mayores )'no creo que...
¿Qué es lo que no creo? Bah, puedo poner una docena de
lrases diferenres después de n0 crel (lue... Lo que cuenta son las
discontinuidades reales, no las fanrásticas. Había una liebre y ¡tate, que
ahora hay un gato!
Recuerdo mi primera lecn-rn de ese poema de Lervis Carroil que
comienz¡ ¿sí:
j1
Crryó que uio un el$anre
que toc^ba un ?ífano.Miró otra uez 1 uio que era
una carta de su señor¿.
"Al fn me d.o1 cuenu" dijo"dz ln penas de k uida".
No quiero decir que recuerde cuándo lei por primera vez IaCanción fui Jardinrra. Lo que sé es que me quedé con la boca abiena'
Eso recuerdo con seguridad de la primera vez, la boca abierta'
Pensó que uia un bú-fab
en ltt repisa de k chinenea
Miró ota uez 1 uio oue era
La sobrina del aposo de su hermattn"Si no salts de esta rc.a' dijo"Ll¿maréabpolicía'.
Po¡ ese entonces había dedicado ya largos paseos por las
cos¡ane¡as del Mapocho, mirando la Co¡dillera nevada y encumbrada,
al pensamiento de lo sublime. Sin deci¡ nada del cielo est¡ellado en las
noih., "n
que me atrevía a mi¡arlo siendo pequeÁo.
A.,eces c¡eía enconrnr 1o sublime mi¡ando en el ¡ostro de Hilda
H. Había algo en sus ojos' en su entreceio, no sé, como si estuvie:an
siempre toriurándola unos espíritus muy sutiles. Las t¡enzas se las
.nroil.br sob¡e la nuca quedándole el cuello desnudo, ta¡ expuesto
y delicado. Sus labios bellísimot estaban trémulos siempre, miedosos
,lc irablar.
Los roslros ¡ienen labios, mejillas, nariz, ojos; cejas sobre los
,,¡o,,, rizos sobrc las sienes; cosas abstracns también, como ¡orrura en
Lr r,l.r,l,r, l cr)or cn los labios, ansiedad entre la cejas. Asílo descubría,
, r I r.r I r, I, ¡ i I r r r',t r o rlc Hilda H. Y cuando en la escuela el seúor Abuno¡,', ,1,, ¡,,1r, 1,,,i rr,,r¡rhrcs abstractos y nombres concretos, estaba muy
32
seguro de entenderlo. Ya les vov a conta¡ de oüos rostros en mi vida
de niÁo que tenían entre crla y cga cosas sumamenle abstractas como
furia, crueldad, desesperanza, piedad. Con los rosros ocuría, vaya que
sí, que uno miraba y veía clarito un búfalo en_ la repisa de la chimenea,
pero, miraba una segunda vez v se encon¡raba que era la sobrina del
esposo de su he¡mana.
Pe¡o no sé por qué el rostro de Hilda H. tenia Io sublime de ese
modo que digo. Lo -irab, peto no lo veía, en tanto que las est¡ofas de
esa Caición del Jardinero tenían Io subiime de tal modo que, no más
leerlas una vez, inmedia¡amenre Io vi
Crryó que uio una serPiente cacabeL
que lo intenogaba en griego.
Miró otra rcz 1' uíó que era
cL medio de I,a semana entrante.
"La pena grande" dijo"es que no sea h¿bhnte"
No sé si es necesario poner los Yersos en ingiés para darme a
cnrende¡ mejor. También, es probable que no se entienda nada. ni en
inglés ni en castellano, porque no hal'nada que entender, porque estoi'
confundiendo lo sublime con lo inefable o, vicel'ersa, una serpiente
a.scabel que me pregunta si he visro pasa¡ a Demóstenes con eL miércoles
que viene a las doce en pun¡o
XTunc¡r.ttr t Dosroln'str: Mtnó orn¡ lrez v vro...
Y cuando venían las niñas de la cuad¡a a busca¡me para que
participara en sus juegos, ¿cuái era la dile¡encia? Elias estaban en hilera,
33
enfrentá¡dome. Había¡ enrolado a otros y los sujetaban 6rmes con los
braz¡s enuelaz¿dos. Yo, sin que me dieran cuerda o, si prefieren, comosi me la hubie¡an dado, saiía da¡do salritos de conejo ccmo un perfecrobruto can¡aba: " Vamos jugandt al bib de aro...'l ¿No era lo mismo?Consideren: Si una de Ias mujeres que chismorreaban en la ve¡edamirara para este lado donde yo me encontraba a pun¡o de comenza¡ a
jugar al hilo de oro y despues de unos segundos mirara orra vez, ¿no es
cieno que hubie¡a sido igual? Yo miré por esa venrana y vi un grupode genre en el salón, gente como toda la gente, conversando de esro,
conversando de aquello, fumando y echando el humo por las na¡ices.
Pe¡o miré oua vez y vi un aquelarre de foxtrot con chimpancés.Muchu, muchísimas veces es así; miramos, vemos algo y despues
volviendo a mi¡a¡ vemos otra cosa. El seño¡ Alvea¡ cuando me veía veniratrasado, en puntillas y muerto de miedo por los pasillos de Ia EscuelaSuperior decía: "Wo uenir a alguien que se enredó an I¿s stibana".
El loco Valdés, para cambiar de cue¡da, de súbiro, estaba sob¡euno t¡atando de morde¡lo en el cuello sin que nadie pudiera decirpor qué. Esa e¡a la cosa con é1, la súbita agresión, sin causa y a maur.Mienuas lo sujeúbamos apenas, todavía en el suelo, rodavia sobándose,protestaba:
"¡Qué te hice 70, qué x hice! ¿Qué pájaro te piói ¡Loco imbhilderchauetado!".
Lo que quiero deci¡: no cuesta nada suponer que el loco \¡aldespensó que vio a un elefante (que había muchos en la Escuela Superior)pracdcando elviolín, que miró otra vez yvio la violación de su he¡mana(que era preciosa) al pie de un ¡osal forido.
He leído que Dostoievsky fue un día donde Turgeniev a
paniciparle un re¡rible secreto: le at¡aen las niñiras de seis aios;Tirrgeniev que había visto a Dosroievsh' sentado en un sillón 1, que almira¡ or¡a vez vio un fauno con una eno¡me cosa panda, le gritó: l.Sin0 sal+ inmediatdmente de esta cdJa, lk¡narí a k oolicía!". Dostoievsl::'
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cortó la enüevista diciendo que todo lo había urdido para verificar la
ruindad de Türgeniev. Si no es como lo pongo aquí, es peor todavía.
O sea, glosaban / a Canción dzlJardinerl esos dos, y Dostoievslq' muy
bien podía decir: "Pensé que ú a un hipopótamo baiknd^o el knbxhwalk, miré otra uez 1 uí que era siete diuididn por dns".
Pero las ambigüedades y disconrinuidades no eran ciencia que
1'o dominara. ¡Bah, todavia no sé qué sonl Miraba a Irma S. y veía a
Venus contándome chistes colorados. Miraba otra vez y miraba otra vez
y no me cansaba nunca de mirarla. Y siempre e¡a Venus contándome
chistes colorados.
En cambio, cuando esa vecina mía, medio eb¡ia, medio exci¡ada,
daba vueltas y vuel¡as a Ia manivela de la vict¡ola mientras yo adsbaba
por enüe los macete¡os junto a la ventana sin idea de la que se iba a
armar, y mirando otra vez vi un pandemonium de somb¡as y polleru
)'piernas, ello lue como un caso muv especial de discontinuidad. Tal
como lo fue la prime¡a I'ez que el loco Valdés me miró otra vez y se me
vino encima y quería uhimarme a la tigre en pieno pario de la Escueia
Superior, es decir, co¡tá¡dome ia llgu.lar con los colmillos y yo no sabía
si soltar Ia carcajada o grita por auxilio:
"Pero... pero, ¡suéltame, animall".
X]Cnu.c., BIRT,{ v S¡ruslo: Mtnen v
'.*o t'¡,n
Estaba lz pájara pintasentad.a en un uerd¿ limón
el pico pbaba lz bojala hoja picaba k fnr.¡Ay, ay, a1, rutindo undrd mi amor!
3t
Nunca supe qué o quien era Ia pájua pinta. Sabía, no más oírnombra¡la, que esuba sentada en un verde limón. Quizás fuera una
gansa, oscilando a horcajadas sobre un enorme limón, como esos
monos porfiados. Como Chela sería la pájara pinta, Chela cuya casa
se enconuaba a la salida del pueblo, a unos cien met¡os de la casa de
los S...
Se ¡enía el pelo rojo cob¡e, caminaba echada hacia atrás, como
seóora embarazada. Era enorme, ancha de cederas, abunda¡te de senos;
sus ojos grandes, redondos y zarcos, se le reían solos. Hablaba a voces,
que todo el mundo la oyera cuando iba por Ia ca1le. Muy bien se hubiera
visro Chela en un pedestal como monumento a la abundancia.
Tenía un hermano que parecía de menti¡a. Un duendeciilo de
unos cuaüo años que apenas se levanraba del suelo y andaba siempre
revoloreando ent¡e sus piernas. Hacía morisquetu, sacaba la lengua ¡ si
le respondían, tiraba piedras. Había unos veinte años de diferencia entre
Chela y su herma¡ito y más de una vez oí murmu¡ar que el pequeño
duende era hijo, no hermano; que Bena, la madre de Chela, Io cambió
en hermano por si a.lguien la pedía en matrimonio.Había oro cuento sob¡e Berta,r.su esposo, Salustio. Recue¡do
maña¡as de mi infancia en elhuerto de Bena. Elduendecillo no seveía
por ese enronces y yo comía sin molesdu mis ci¡uelas, mis damascos,
mi cuano de sa¡día con ha¡ina tostada. Salustio volr.ía del trabajo. Tenía
carrera y hacía fetes. Desenlugaba los buel'es, Ies echaba caña de mízy venía a sentarse al corredo¡. Era alto, huesudo, de gruesos bigotes,
negrísimo de pelo, ojos uistes y poquisimas palabras. Dejaba su ancho
sombre¡o en el suelo y bebía el agua con ha-rina tostada que Berta le
traía en un enorme vaso. Cambiaba¡ algunas palabras mirando pasar
las ca¡rems que enüaban lentas al pueblo. Be¡ta era baja de estatura,
morena, simpática, siempre alegre. De ella lo sacó todo Chela, porparddas dobles.
Pienso que una parte importante de mis años primeros la expulsó
mi memo¡ia de sus a¡chivos cuando me contaron ia historia de Berta
y Salusdo. Por la repugnancia que sentí. Sobre repugnancia, podría
36
estarme todo un día escribiendo, r' con el pañuelo en la boca. Pienso
que Berta y Salusrio me querían y que se ¡esintie¡on de mi alejamiento.Nunca má los f¡ecuenté despueJ de oí¡ esa historia. Me iba por la vereda
del f¡ente cuando pasaba por su casa y sólo saludaba de lejos cuandoBena me llamaba. El solo nombre "Salustio" bastaba para oscurecerme
el alma, como si ese somb¡ero negro enorme que llevaba me cayera
encima y me aplastara. A veces, a¡aliza¡do mis sueños como aprendíde Freud, aparecen Berta y Salustio, su casa, su hueno, su historia... yel somb¡ero.
Pero, en fin, supongo que a todos nos valen igual las experiencias
cuando combinándose con los recue¡dos de la infancia nos asisren
para comprender mqor. "¡Vaya!" exclamamos, ''cbro estti: esto fae poresto". E\ primer " ¿¡t¿ " se ¡efiere a los hechos que recordamos escue¡os.
El segundo, a los que infbrimos a panir de ellos, asistidos po¡ nuesüa
rrlrcrior experiencia y nuesrra propia miserla.
Antes de nacer 1.o, Berra,v SaJusdo cometieron un c¡imen grande:
asesina¡on a un hombre confiado e indefenso. Salusdo e¡a cochero en
ese entonces y desde la estación del ferocarril, apartada del pueblo, raraa los viajeros. Una noche, en inf ierno, Llovía fuene 1' Salustio cogió a
un viajero rczagado, un vendedor que venía al pueblo por primera vez.
Diciéndole que a esa ho¡a no encont¡a¡ía cuarto en ninguna parre, lollevó a su casa. A.llí el vendedo¡ \'iajero comió y se echó a dormir para
no levantarse más.
Después de oí¡ esra historia pregunté a oüos l no demo¡é en
da¡me cuenta de que todo el mundo la conocia con mil de¡alles. Sólo
que yo era muy pequeóo loda\'ía para que me contarar.
El crimen no ra¡dó en se¡ descubieno. Bena salió primero de la
cárcel y cuando Salusdo fue puesro en libertad, se dedicaron a rehace¡
su vida allegándose humildes y avergon-zados a las orillas del pueblo. Enesos estaban cuando me dejabaJr co¡rer por el huerto y comer la frutaque quisiera. Mi familia seguro que los acepraba puesto que pasaba yomaÁanas enteras en su casa.
Hasta que un día alguien me contó la historia del crimen de
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Bera y Salustio. ¿Por qué lo haría? ¿Por qué así se castiga? ¿Qué edad
tendria entonces? Recue¡do que me indicaron la casa en que vivíancuando asesinaron al vendedo¡ via.jero. Nunca más quise ace¡carme
por sus alrededores.
Recue¡do más, mucho más. Toda la instrucción que ¡ecibía, las
sentencias que escuchaba, Ios ejemplos que me daban, toda la vida delba¡rio, de la maña¡a a la noche, no dejaban un poquito así de lugar amonslruos inhuma¡os como Bena y Salus¡io. Po¡ todas panes, todoscerraba¡ con celo un mundo de sentido, de huma¡idad. Podía reco¡¡e¡ese mundo sin tropiezos, seguro de pies, libre de brazos. T as boliras e¡a¡redondas, los emboques embocaban, la brisa estaba esperando cuandollegaban los volantines, las puertas se ab¡ían y cerraban, que pa¡a eso
eran, Ias seáoritas se casaban, que pa¡a eso e¡an también. Cierto, a veces
se confirndía el cilantro con el orégano, la travesura. A veces, un huasoborracho se caía del caballo, pero pa¡a eso estaba el hospital. Un vecinogolpeaba a su mujer y de eso mejor no hablemos. Ni que decir cuandoel ¡ío se desbo¡daba o venía un remblo¡ de tier¡a.
Pero, no sé, Berta y Salusrio conmovieron para mí las cosas
de ot¡a ma¡era. Podría explicar lo que me ocurría con ellos con ladistinción entre mirar 1' r,er. Quiero decir que, por rodo lo que hasra
entonces me parecía firme y seguro, tenía que pensar que la gente deiba¡rio miraba a Berta y Sa.lustio pero no los veían. Pero ¿cómo no ibana ve¡los si ¡odos sabían lo que habían hecho? No, esra era una especie
más de ambigüedad. Quiá con ellos, Berra 1'Salustio, sen¡ados en el
co¡¡edo¡ mi¡ando pasar las carretas,
ese poema de Lewis Ca¡¡oll:
Pnsó que úio an cangltrú
malindo su cafe
Miró otra uez 1 uio que era
una oblta uegetal"Si tuuiera que ingerirb" dijo"me sentiría mu1 nul".
más que con nada dene sen¡ido
3B
Y vean usredes. Esr¡ofas como estas se conside¡an eiemplos de
sinsentido puro. Me pregunto, aplicándola a esa experiencia mía, a
io que ocu¡ría en mi mente mien¡¡as contemplaba a Berta I'SaJustioliviendo la vida que rodos viviamos en ese mundo ce¡rado de mi
infancia, me pregun¡o sobre esa est rofa ";Y qué, es faLa acaso por7ue no
tiene sentidti''. iVe prequnto también: ";Quines ttan a Qttner seguirnte
en e:te introito a b Rondtt de San |v{iguel, dondt el qite se rtla se ua ¿/
cu¿rtcll". Porque cabe muv a Punto que me digan: "¡\'a"td can usted! ;\'quién ua a reírsei".
\1ILl Gurn¡-r DEL GoLFo: E¡tcro o¡. Susurtto-io
Mient¡as escribo estas líneas. el mundo se encuer¡¡a en crisis La
rropas de Irak, hace unos días, invadie¡cn Kuri'ait en ataque re1ámpago'
cstilo alemán. Las fire¡zas de los Estados Unrdos se coilcentraron en
A;abia Saudita. Las Naciones Unidas han aprobado el bloqueo de Irak
l rnuchos paises álabes v europ€os están enviando h¡e:zas ai Golfo
l'érsico. Saddam Hussein. e1 dicrador rraquí. parodiando a Hide¡. t¡ata
dc rxrender su poder en e1 \4edio Orienre. En el 80 trató de ¡ealiza¡
lo cLrc los alemanes en el Ruh¡ invadiendo 1a zona de Schat-e1-'\rab.
ptro sin el mismo resultado puesto que Ia avenru¡a aca¡r:ó una gue¡¡a
con lrán que duró ocho años l costó sólo en I'idas un milión de
muertos. Ahora, Hussein t¡ata de hacer lo que hizo Hider con Austria
l anexarse el jugoso país petrolero. Se supone que, de deiarlo hacer. el
hombre seguiríi con fuabia Saudira l en ese nivel de poder l'a nadie
Io contend¡ía, terminaría de aperrrecha¡se de bombas nucleares, caería
sobre Is¡ael, unifica¡ía a los países árabes. ¡Qué no huial Sólo que en
este tnomen¡o está rodeado 1'no puede hace¡ nada.
39
En ia relevisión se P¡ol¡ectan de nuevo imágenes de la guerra
Irán-lral, muv en especiaLde aldeas kurdas iraquíes indefensu donde
no quedó nadie "ito después de caer lu bombas químicas.. Cadáveres
de mad¡es con sus hijos aparecen desparramados por las ca11a.
En la misma televisión t'al mismo tiempo vienen imágenes que
emiten desde Bagdad los aparatos de oropaga,'rda de Hussein. Hai'
miles de ¡ehenes eu¡opeos y norteamericanos en Bagdad. Después
de amenazar con emplear estos extranjeros como escudos de las bases
milirares y sirios estraiéqicos de Irak conira el ataque enemigo. cambia de
tácrica Husein y aparece en la televisión i'es¡ido de civil, aunque siempre
rodeado de guardaespaldu que miran con sospecha en todas direcciones
¿Qué hace Husseini Acaricia niÁos-¡ehenes, se hace fotograf,ar entre
mad¡es-rehenes. Claro está, no puede ocultar que aca¡icia con ga¡ras.
lo único que tiene para ac¿rici¿r.
No engaña este asesino a nadie en Occidente. Eso se cice. No sé.
probablemcnre a Hussein no Je queda nlucho tiempo de lida en este
muncio. Prob¿blemenre tambien vendrá una guerra que costa¡á miles
de vidas. Los ame¡icanos se instalaron ta en el Golfo Pérslco l quizás
cuándo sald¡án de alLí. ¿Qué ocu¡ri¡á en la regiónt
Esc¡ibo esto con la a¡ención Puesta en un detalle. La telei'isión
nos muestra a un hombre que hace rios cosas tan contrarias conlo Para
sarisfacer al centau¡o más exigenre: por una parter saluda a mad¡es
europeas i'aca¡icia a sus hijos ante las úmaras; ]'Po¡ orra mata con
bomta, .'.n.nor.s a mad¡es ku¡das con sus hijos l deja los cadár'eres
ante las cána¡as.
No es una exageración decir que cientos de millones de se¡es
humanos ha¡ r'isto estos días las dos imágenes en la relevisión: las
mad¡es v los niños ¡ratados con sonrisas, caricias y apretones de manos
por Huisein; Ix madres 1' los niíros envenenados poiHussein, tendidos
en ias calles de lu aldeas ku¡das de l¡al.Aquí podría hablarsedeefeao de sublinidad.LarcIet'isión es mui'
cspccial sen'idora de este efecto, porque no hay medio que la ai'entaje en
sirrult¡rneu noticias, simultanea¡las en imáqenes 1'despacharlas en un
40
segundo a la casa de millones de personas; millones de personas de l¡cuales, supongo yo, unos cua¡tos miles se quedaron mirando, mirando,mirando, v.ibrándoles el ce¡ebro con ese efecro de sublimidad que se
alimenta de la contradicción, el sinsentido, en¡re niriiros muertos demiedo al sentir las de un asesino reco¡¡erles la cabeza y niÁitosmreoo al senür las garras oe un aseslno recof¡enes H cabeza y nlnttosno muertos de miedo sino simplemente muenos, desparramados porel sueio junto a sus mad¡es ¡ambién mue¡tas.
A lo que se puede ag¡egar, para culminación de este efectode sublimidad, Ias ca¡as y expresiones de políticos, diplomáricos,gobernantes, barones de la indusr¡ia, el comercio, aitos ejecutivos delas corporaciones transnacionaies, prelados,v po¡rífi ces, periodisms,intelectuales que no encuentran qué decir o dicen que no encuentranqué deci¡ o que no saben dónde mi¡a¡ si para el pro, si para el conrra,si en pro de1 cont¡a o en contra del pro, llamando a la dipiomacrasilenciosa, al sentido de perspecriva, porque el sinsenrido llama al
sinsentido )'ese hombre, Hussein, tiene despensx hasra los ropes de
bombas venenosas que le fabricaron ellos mismos (¿quién iba a pensari)y no hal.que presionarlo mucho porque como se sabe un sujero sinalternativa, en fin, que esas bombas I'esos misiles que las pueden llevara n.riles y miles de kilómerros son para pensar porque pueden caer en'ltl Aviv, pueden cae¡ sobre las insralaciones petroleras de Saudiarabia,vcn¡onces no serían cien¡os de niños muertos con sus madres sino cien¡os
c1c miles de mue¡ros, enronces no sería el aiza I'a alarma,nre del petróleosino la escasez de un producto vira1, que acarrea¡ía c¡isis de producción.colapso de mercados, desempleo, hamb¡e, enfe¡medad v muerte.
Así es el efecto de sublimidad, impacro en el ce¡ebro de las
opciones del mundo, cerebro que se pone a vibrar, a caldea¡se, a
azulearse, ent¡e el caos de todo ¡'el rodo del caos. Veo venir al Góbbelsde Hussein, su ministro de propaganda: "Sácare el uniforme, vísterecono tn gentbman, a.féiate, exhibe ia mejor sonrisa, piántate ante las
címaras de las relevisión saludando madres, saludando niñitos. Hai'que con¡rarresrar el impacto de las imágenes que re muest¡an marandonradres, matando niñi¡os. Así ganaremos partidarios entre los pobres
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de espíriru que hacen nata v daremos a nuest¡os enemigos apo)'o pare
suspender el .juicio y diferir las cosas. No esta¡ían donde están si fue¡an
tontos. Ni seguirán allí si pierden la oporrunidad. Para ellos, sólo cuenta
el petróleo v se afe¡¡arán a lo que sea para ahorrarse los billones de
dólares que les costaría una guerra. Para nosotros sólo cuenta el tiempo.
El shou'de los niñi¡os amorosos v sus madres...".
Pienso que... El mundo como es produce a ralos en la cabeza el
efecro de sublimidad... Y eso se¡ía todo...
¿O es el eiecto de sublimidad algo como la antesala mental del
mundo como es: También en ia televisión veo en estos días una serie
de ocho a diez ho¡as sob¡e Stalin. Vienen los años t¡einta, los de la
política aera;ia r'la mue¡te de millones de campesinos. Tiempo cie
miseria i'hasra canibalismo en las isbas campesinas de Ucrania. Aquí
h^ynrrár., iambién que r-acilan ent¡e .o-érr. , sus hijos -v que sus
hijos se las coman a ellas. De estas imá9enes se pasan a las de un Berna¡d
Shau'que en :sa misma época visiu la Unión Soviética v que sonrie
bearifico ¡odeado de nrÁos que juegan a la ronda. Ambos cuad¡os a la
vez ¿comprenden: Todo puesto al mismo tiempo ante nuesuos oios.
¿Qué hacer, qué especular sob¡e el efecto de subLimidad? ¿Decir que
nos impone la perspectiva? ;Qué nos obhea a postular un punto de
¡esolución en el infinito inaccesible? ;Qué pensar? ¿No da el efecto de
subiimidad p¿r¿ mds qLe un 5uspiro:
Crc.tó aue t'io un Herades bobo
n:a:arrtindo n los ttiña: con mnmá 1'todo,lliró o¡d uez 1, uio que era
un ctmgurú can su congurito en La carlera.
"Con un coche camo ése" dijo" ;quién ua n k bencinen?"
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X.IIIMuxno cERR{Do Y PERSPECTñ'A
¿Cuándo aprendí esa fiase " mirar l¿s cosa: coí Drrspeliua'' iMi infancia esrá llena de los paisajes del río que pasa rodeando
mi pueblo. Son dos ¡íos los que se juntan allí, y el colono español quefundó el pueblo eligió el piomonrorio que dejan en¡¡e ellos al conffui¡.F,l meno¡ de esros ríos, que viene de la costa, es e1 cue pasa vecino a mibarrio y sin él supongo que mi formación no se¡ía la misma. E¡a a¡iscoeste río. Pequeño, pero arisco. Sieue igual por 1o que me cüenran, po¡mucho que conrrolen sus aquas con una represa que lei antaron después
entre las monrañas de la cosra.
Los hacendados que lleqaban con sus ¡ie¡¡as hasra las orillasdel Tutuvén (el nomb¡e del anredicho) rendían los ce¡cados hasra su
misno cauce. No sé qué piilerias hacían, pero al lleqai la primar.era mecncontraba con que en algunos lueares el río es¡aba cercado. No podí:.sequir, debía da¡ un rodeo o c¡uza¡ las ce¡cas. \4e iasridiaba. sen¡ia la:rrbit¡a¡iedad. el atropello. Sob¡e rodo senría el deso¡den. Pe¡o más deuna vez se impuso la perspectiva. \{i¡ando desde las cclinas aledañas ¿1
río veía o¡den r. sentido en el rrazado de ias ce¡cas. Tengo el recuerdoclaro de un senrimiento nuevo. qrande. Pero no ¡ecue¡do {ue hubiera uncoirenrario, como si alqún demonio inrelecrual me diie¡a: " Contnit,i,¡lo: reinos de este nttndo cori prrspecriua".
Tra¡o de recordar, de fijar mi memoria. Recorro mi pueblo
|rovinciano con todo el deralle de que sol'capaz, Aoalecen así, sirr quelos 11amen, los personajes de mi infancia, las hisrorias que contaba¡. losdiscu¡sos que hacían, las ¡azones que daban. Que iba a llover porquesoplaba el tibio viento del none; que me iba i perder porque no creíaen Dios; que el loco Valdés salió así por su padre; que el tri.qo veníadclqado por la sequía; que lu sandías eran chicas por ser de rulo y dulcespor lo mismo; que los cabalios estaban inquietos poiqle iba a tenblar;
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que si no nos vacunábamos vendría Ia epidemia; que la instrucción
pública era la salvación de Ia huma¡idad, la Santa Madre Iglesia el piiarde la parria v ia Virgen soco¡ro de los desamparados; que ei brazo de
la justicia llegaba hasta el último rincón; que el ojo de Dios esraba en
todas panes; que los maihecho¡es iban a la cárcel y los ¡uines ¡enían
un luga¡ c¿lentiro esperándolos en el Infierno.Si me hubie¡an pedido un dibujo del mundo en mi infancia io
hubiera hecho con flechas que iban desde una cosa a ot¡a sin desvia¡s:.
La palabra ' causa no recuerdo que me haya causado ningún problemasiendo nino. Las causas de mis penas e¡an: I¡ma S cuando pasaba sin
mi¡a¡me ; Hilda H que la no jugaba más a Ia mamá con su hijito querido.
Justina que renía leganas c¡ónicas como decía mi papá y que siempie
es¡aba sulriendo nLil males mientras pelaba las papas y cortaba la carnc
en la cocina; 1', por encima de todo, mi madre que se había muerrodejándone casi rgual de trisre que la pobre Justina.
Sobre las ánimas, los lugares en que aparecían eran luga¡es doncie
se habia cometido un c¡imen sin casriqar. Las luces que aparecían en
la noche indicaban luga¡es donde habia dine¡o enter¡ado. Si las luces
cambiaban de lugar era porque el dinero se habia corrido por debajo cela tie¡¡a. Este dinero consis¡ía en monedas enormes de oro l de plataque venían dentro de nnajas. Cua,ndo ni padre v mis hermallos mavores
comenzaron a lirrpiarme, aqui v allá r de vez en cuando, la cabeza de
ias supersriciones que habian instalado en ella las seno¡as l'los bu¡ros
del ba¡¡io. por no hablar de Jusrina l toda su parenrela, las causas de
Las cosu disminuian en núne¡o pero aumentaban en aplicación. -\medias, me daba cuenra de este canbio.
\4i padre sólo admiria "causas narurales", rodas las demás debra
expulsarlas de ml cabeza. Los "fuegos fatuos'' eran un fenómenoquímico, las apariciones e¡an alucinaciones, las salidas del Turulense debían a que habia llovido mucho en las montañas y no a que ei
Tutur'én estuvie¡a enojado; i' el maror¡al de espinos que salía r.voiviaa sali¡ en ese lugar siniesrro donde se aparecía el Cura Patojo, no saiía
y volr'ía a salir porque el áni¡¡a del Cura Patojo 1o plantara de nuevo
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cada vez que lo arrancaban sino porque los flojos de los peones de doña
Claudina U. no habían hecho bien su trabajo.
Mi padre, mis he¡manos mayo¡es. mis profesores de escuela v
¡ambién Ios ob¡e¡os, artesanos y vagabundos de toda especie con quienes
depaní por horas de ho¡as siendo niúo, sentado en el suelo tomando el
sol, son los arcángeles que me lib¡a¡on del ¡e¡ror Pero nunca, por más
que fijo mi memoria y hurgo en mis recue¡dos, hubo uno que por una
vez me hicie¡a notar Ia importancia cie mi¡a¡ con perspectiva.
;No parece inc¡eíble? Miraba muchas veces las cosas con
perspecriYa, sob¡e todo cuando ob¡aba ma1 I' me procuraba sin mucho
rrabajo una o dos razones para quedar tranqurlo; pero no me paraba a
conside¡ar lo que estaba haciendo. ;Sería que me daba verqüenza? Norellexionaba, no consideraba que para iustificarne at¡opellaba la relación
causal srmple. Ampllaba el núme¡o de mis motivos v así ¡elativizaba
nri maldad. Lo hacía, esto de multiplica¡ los motivos r-eieqir el cue me
dejara limpio, con segu¡idad de ma:stro psicó1o9o. Pe¡o no me detenía
:r conside¡a¡ lo que hacía.
La gente decía: " elcojo b echa k culpa al enpedrndo". ;Eso quiero
decirl Nadie r.ino nunca a decirne: ' J'o es tan simpLe; hr+ que anp/iarln berspectiua dr rnado que tngtttltl-i tl cttetltti l¿s dos t'rttte¡: k tiil cojo
.¡ k deL empedrado" .
También ¡enía a mano un caso de pe rspectiva e n 1a simoaria. Sob¡e
rorio en esa forma d¡amática suva. la conmise¡ación. ;\o es sen¡ido
de perspectiva. \'sumo, tomar el luea: de los otros? \b comprendía a
lrma S, Era linda, bien lormada,v a punto de fiorece¡. Pero no fio¡ecía
todar'ía por más que se apurara pintando sus labios, encrespando sus
pesrañas, blanqueando su cutis 1'reventándose Ias espinillas. Sin quién
ama¡ de ve¡dad, me admitía a su lado en las noches bajo las acaciu v
rrataba de excitarme con sus cuentos picantes estrechando su cuerpo
con e] mío. Pe¡o, de dia, escapaba mut'arregladita camino al cen¡¡0.
\b no existía para ella. El desprecio, supongo, pone punto final a la
relación de las personas; y si el despreciado no lo toma así, se piensa que
se enr.ilece sin ¡emedio. Y creo que es por eso que diqo Ja peispecnva
4t
que romaba poniéndome en su luga¡ sin da¡me cuenta de lo que hacía-
que el desprecio de I¡ma S. que tan¡o me hería no lograba tocar miamor por ella.
Pero ¡qué digo! ¡Si no era despreciol ¿Ven? Tales ma¡avillas
produce la perspectiva. Muchos a-áos despues escuché de un amigo
querido esa frase famosa de una dama famosa: "Comprenderlo todoes perdonario todo". Yo comprendía a lrma S. porque sabía I'a mirarcieras cosas desde cierta alrura. Sólo que no me daba cuenta delmétodo
que seguía pa-ra comprenderia, del camino por el que subía a esa a.ltura
desde donde Ia contemplaba. Tenía... Un sentimiento de superioridad
¡enía. ko lo ¡ecuerdo bien. Sendmienro, nada ni más.
Mi hábito de adoptar la perspectiva era un artefacto precario
todavia. Ni siquie¡a era hábito. Después, cuando lo fuera propiamenre,todavía no iría más allá de me¡amente se¡. Sólo cuando terminarade da¡me cuen¡a de él sería plenamente. Sóio enronces estaría en
condiciones de asis¡i¡, digamos pasablemente, al juicio de Be¡ta y
Salustio.
)oVLos crív¡N¡s DE TurtnÉN y EL AMoR ot Hrrp.q H.
El a¡o no lo recuerdo, pero fue uno en que ei Tutur.én se salió
dos veces de su cauce, haciendo de las suyas por los sembrados y los
caseríos a o¡illas del pueblo. Dos pequeños perecieron y los pobres que
vivía¡ en la población vecina a la laguna del costado no¡¡e del puebloquedaron con lo que tenían puesto, en pleno lodazal. Esas cosas hacía
el T[tuvén.Recue¡do bien que desbo¡dó su cauce dos veces ese año porque
fue en la segunda que cob¡ó la vida de un hombre. E¡a un hombre
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delgado. Decian que si no fuera por el poncho de Casdlla que lleraba
encima el viento lo afiastrara con caballo y todo; pero que por culpa dei
poncho que se empapó en el río Io a¡¡ast¡ó el Tu¡uvén. Estoy viendo a
ese hombre que se ahogó con su caballo. Todavía revivo el te¡ror. E¡a
ur campesino pálido, hirsuto, de ojos amarillos, chupado de mejillu.Hablaba poco, sólo quería terminar con el aguardiente para sacarse de
encima a los que en el despacho a la salida del pueblo le decían que
no cruzara. El Tütuvén iba a cob¡a¡ una vida denuo de unas horas. La
del caballo no se cuenta. la genre siempre hablaba así, que el Tirtuvén
cob¡aba vidas, que el Perquilauquén cob¡aba vidas. Esa la acepté como
6rme a la primera. En esto no me iban a veni¡ con" causas nanrales" .
Recuerdo que me fui a la escueia antes de que se echara a la
co¡riente aquel hombre y mientras seguían tratando de disuadirlo en
cse despacho. Cuando volví al luqar, r'ino mi amigo lt4anuel que se
había quedado a ver en qué terminaba el asunto. " Traró de cruz'zr" , me
di.jo y esroy viéndolo y oyéndolo, " trátó de cruz¿r pera el rio se b lleuó.
Con cabalb 1 todn se b lleuó" .
Hacía un f¡ío de esos que llegan a los huesos, soplaba el viento
sob¡e las alamedas esqueléticas, a medias de¡¡umbadas por elTuruvén.
No hacía unas ho¡as, había visto a un homb¡e dri¡a¡do bajo ei poncho,
bebiendo como a tropellones, envalentonánd ose'. " iSí, cruzn, sí seúor,
cruzo!'Ya no existía ni nunca más existi¡ía. El Tütui'én se lo ilevó, y a
su caballo también. lr4iraba a mi amigo l4a-nuel. No sabíamos decir con
palabras el terror y la desolación. HilCa H. asomó por la puena de su
casa, ¡¡as el jardin, y miró hacia el grupo en que esúbamos. También
esroy viéndola con una ¡renza a punro de lleva¡la a la boca. Pob¡ecira,
asusuda y triste riste.Mi amigo Manuel tomaba las cosas... ¿Cómo lo ü.jera? Era fino
de cutis, de pelo castaño y ondeado, ojos pardos y tiernos, un poquitochato de na¡iz. ltlás parecia crecer por el ancho que por el a1ro. Siempre
sonreía, sencillo pe¡o docro, de ruelta de todo. Su padre era panificador,
denominación que me parecía ridícula. Manuel decía " panif cadoi' yyoa medias en¡endía que era una forma vacía; no iba a ser menos panadero
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su padre porque se cambiara el nomb¡e. La cuestión de los nombres
me ¡ondó desde pequeño, r. me sigue rondando de viejo.
No parecía haber sorpresas en el mundo para Manuel. Si el
Turur'én se lievaba a un hombre con caballo y todo, no demo¡aba en
encogerse de hombros.
''¡Le diieron al hua:o bruta que no cruz''trn.t ¿Quiétt h ntnnd¡':"
Pero. lo oue más recue¡do de esa manana es que Hilda H. vino
desde su casa al almacén donde seguían comentando 1os homb¡es del
bar¡io. Ti¡iraban de frío bajo los ponchos mirando hacia las vesas
anegadas, qolpeando con los bo¡o¡os en el suelo, pidiendo que ies
rrajeran chicha l convrdándose charqui.
' ;Ría condlndo."'.
Hiida H. r'in o al alnacén a pregunra¡ de dónde era e I hombre e-r:
se había llelado e1 río, porque su padre lo lio al salir desde la veniana
v Ie pa¡ecia persona conociCa.
Recuerdo iodo esro, que el río se salió dos veces l' que se lle. ó
a ese pobre honb¡c con poncho i'caballo, porque Hilda H. r'ino 'ireque¡i¡ r'. antes de i¡se. mi¡ó dcl lado en que estábamos con lr'lianuei
mojacios enreros v dando diente con ciiente po¡que se nos ocu¡¡ió cuc
una mancha neg¡a. allá. en unos mato¡¡ales. podia ser el poncho dei
hombre i'debajo deL poncho acaso esruvie¡a é1 agarrado de las maras de
mimbre que por alli c¡ecían niuy ¡upidas. \/oh'imos hechos una sopa. \'aLIí esrábamos cuando Hilda H. al sali¡ ¡niró hacia nosotros. No, a míme miró. Eso ¡ecue¡do sob¡e todo 1o demás, Ia mi¡ada de Hilda H.
Esa r-ez senti tan cie¡to el calo¡ de mi alma que nunca en la vida
dudé de esa mirada. lr4i primera experiencia de amo¡. No el amor mio
por una mu.jer, que de esos amo¡es seniia a cada ralo, sino el de una
mujer por mí. Hilda H. me hizo sentir que ése es el ve¡dadero amo¡.
Recuerdo que no puaba noche sin revivir ese momento. tr4e anqus¡iaba,
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porque me iba quedando dormido i'se desvanecía en denlles esa mirada
de Hilda H. saliendo a la calle enre el gentio que llenaba el almacén,
con su vesddo de iana azul marino, con los braz¡s alzados daplegando el
negro chamanro sobre su cabeza para protegerse de la lluvia, volviéndose
hacia mí, diciéndome sus ojos su preocupación, su miedo de que me
ocurriera algo, su deseo de abrazarme y ampararme.
)l/Er loco DE Mr puEBLo: Et Fton or Hu.¿ DE L{s ru\{B,{s
Al loco Valdés, hasta su mamá Ie decía loco; pero compa¡ado con
el" Fl¿r da Haba" era una aipareata vieja. No sé cuándo oí por primeravez la f¡ase " a/pargata uieja", pero fire mucho anres de saber qué era
una alpargata y \¡e¡ una. Muchas veces me estuve preguntando si no
habría que disolveda. Igual que " Flor d¿ Haba" . Esa, la dkolr'í a parrirde" JLordiaba" . Pero cua¡do la ¡enía cor¡ectamente disuelta todar'ía no
habia visro ni un borón de haba.
La ve¡dad, " Jhrdiaba" parecía ser un insulto. Escuchaba a los
niños del barrio gritar "¡llordiaba, Jhrdlabal". Hasta que una vez,
cstando en medio, se produjo un desbande. ¡Y vino hacia ní eI " Flnrde Haba",Jesusito lindol E¡a como si los niños del ba¡¡io le hubieran
pisado la cola a un dragón.
Parece que me saqué la lorería esa vez p orqte el" Flor de Habn"
casi nunca arremetía. Lo que hacía cuando le grinban " Jbrdiaba,Inrdiab/l" los bandidos del ba¡rio se parecía a lo que hacen los pavos,
que si se les grira lo que sea siempre responden ;guruguruguru!.El ";guruguruguru!" del "Flor de Habas" me lo disolvió el loco
Valdes que tenía o ido denrzal. Casi en el mismo dempo en que un pavo
dice " ¡Gurugurugurul" el" Fbr de H¿áa" respondía " iCuchilla matador
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que matdi d bs f n¿¿s". Eso decia com o si fitera" iGuntguruguru!" así que
pueden imaginar la contracción que se producía. ¡Cuándo iba vo a se¡
capaz de disolver ún" garuguru" así! Esa era una parte de la ma¡avilla.
La segunda, que el " Flor dt Haba" respondía automáticamente, igual
que los pavos. La te¡ce¡a tenía que ve¡ con el cuchillo maudor; y lacuarta con los finaos. Virgen Santísima.
El sob¡enomb¡e " Fbr de Haba" por lo que vi después mirando
las flo¡es de habu era perfecto, si es permitido hablar de perfección en
cosas así, 1'si es verdad que alguna vez he visto flo¡es de haba. ¡Cómoacier¡a Ia gente poniendo sobrenomb¡esl Tánto acierta, que se queda
uno pensando si no son los nomb¡es simplemente sobrenombres que
nos impiden nomb¡a¡. Pero, pase. Quiero decir que el" Fhr de Haba"
era rodo ente¡o como una flo¡ de haba, ent¡e ceniciento ,v oscuro,
enr¡e manifiesto y disueito, leve al ¡oce y que el viento se lo llevaba.
Iba siempre en puntillas con un t¡o¡e que no se oía, cambiaba de ace¡a,
desaparecía en las esquinas. Todo en é1 parecía esfumarse.
Esrol' viendo el rostro, Ia son¡isa, la figura del " Fbr de Haba" .
Tiato de ¡eco¡da¡ la angustia, el miedo, el desapego, el terror que
me venían al verlo acerca¡se; pero no consigo más que iágrimas yremo¡dimientos. Iba casi siempre descalzo, con un pantalón viejo de
montar )'una casaca sin botones sob¡e el to¡so desnudo. Se colocaba
una chupalla de espantapájaros. ¡Eso parecía rambién: un espantapájaro
descolgado que venía a vagar por el barriol
Sal¡aba de una vereda a otra según ladraban los perros, seqún
insultaba¡ r' amenazaban los gandules. Se dice que Ios niños son ángeles.
El " Flnr de Haba" ios hacía most¡ar toda su " angeLidad' dándome en
esro unas lecciones que sólo igualaban los chincoles que formaban nidos
y empollaban en ellos para que los ángeles del barrio los desprendierar,los pusieran en el suelo y dieran de piedras a los polluelos hasta hace¡los
papilla. Y vo les digo a ustedes... ¡Ay, mi almal Hacerse como un nino.¡econsrrui¡ Ia Ronda de San Miguel siendo un viejo... Anres pasa uncamello delporte de un dinosau¡io por el ojo de la agu.ja que se perdióen el pajar
io
La primera vez qu e oílas fnsr-s" pndcr la raztn" ," pertler eLsentido"
fue cuando las aplicaban il" Fbr de Haba". Esaba ahí, agachado, con
Ia cabeza torcida, sonriendo, todo desdentado, separadu lu piernu,caréndole los brazos. Aguardaba que le trajeran algo de comer de la
cocina. Mis he¡manos hacían gestos docto¡ales:
"Ha perdido h razott, tto ha1' mti: que uerb".
En ese lejano entonces acaso tuviera yo una pizca de ldea de lo
q:,e el " Flor de Haba" había perdido. Pero ninquna de cómo lo había
¡,erdido. Después, cuando tr{anuel A. se volvió loco en el momento
lnismo en que mató a su he¡ma¡o con un combo de 6erro por una
tlisputa sobre la herrería que he¡edaron de su padre, recuerdo que algo
cntendí de por qué v cómo se pierde Ia razón.
Todos decian que N4anuel .{. sólo fineía para que no 1o
enca¡celaran. Pero 1'o sabía que estaba loco. Mirándolo en los oios sabía
\4irándolo en los oios a é1, después de mirar en los ojos a1 " Flor de Haba" .
Sabía qué es estar loco. Tal como sabia cuándo están pasadas las peras
sin ¡emcdio. Después, ano con ano, todos te¡minaron Por reconocer
quc l4anuel A. había pellido el juicio. como se decía también, o que
,1, ,ro .r^ dueño de sus aclos; y ahi tienen otra l¡ase de las grandes.
14is he¡manos decían: los sentiCos son cinco; r'ista, oirio, olfato,
slrsio li tacto. Para mí, hablaban como ia Biblia. Ni un sentido más,
ni un sentido menos. Cinco. Iba ¡eoi¡iéndolos para iijarlos bien en
nri nemo¡ia a salriros por las baldosu camino de la escuela: una vist¿
sicmpre lista; un oído para el ruidol un buen gusto como es justo; un
olfaro para el gato; ¿no hav contacto con el tac¡o? Y el que manda en
ia ronda que esconda un pie.
¿Qué había perdido entonces N4anuel A. cuando decían que
había perdido eLsenddo? Tenía los cinco que teníamos todos. El juicio
r'la ¡azón eran aún más diflciles. Pero que Manuel A. no era dueño
de sus actos eso e¡a el colmo. ¿De quién iban a ser süs ac¡os si no e¡an
s uyos?
;Íl
EI " Flor de H¿ba" dormia en los nichos vacíos del cemenre¡io.
¡Esa sí que era grande! Yo mi¡aba pasar a ese Vencedo¡ del lr4iedo conlos pelos parados. ¡Dormir en¡¡e los muertosl ¡Uuuuhl Aparecía enlos lune¡aies con un ¡icrus de cuchilio matador golpeándosé el pecho,persignándose, aca¡reando coronas con ese rro¡iro suyo que no rocabael suelo. Po¡ at¡ás se Ie veían ios muslos delgados entre los andra.jos.
En rodo lo que tuviera que ver con muerros andaba el" Fbr deHaba" y rcdos sus monólogos cuando aparecía por enrre los juncalesdel río, agachado siempre, al aguaite de las piedras, hundiéndosedespu& de persignarse en ios pequeóos raudales, despiojando su casacaandrajosa senrado en la chépica. e¡an un run¡uneo de frases de lu queno podía saca¡ nada complero i'en que sólo asomaban captados pormí al vuelo nomb¡es fune¡a¡ios. rumbas, araúdes, r,elorios, coronas yfi n aos. finaos, hnaos.
Aho¡a, ¡ecordándo1o, r'iéndolo ir v veni¡ de insulto en carcajada,cojeando v aie¡eando calle ar¡iba, rio abajo, de rumba en nicho, enremausoleos, co¡onas y sanro seño¡ del cielo, ¡ascándose las verijas,ios sobacos, corrido por los perros y los peñascazos, meriéndose enlos nichos vaca¡tes del cemente¡io a descansa¡ por fin entre los fríostabiques de lad¡illo, me viene ¡anra pena y ranral lágrimas, y me doycuenra de que nadie, nunca, jugó como el"Fbr de Haba" la Ronda deSal tr4iguel. Nadie, por io menos, que yo sepa. Y no piensen que noha1'¿ ¡r,o jugarla cientos, miles de veces. He escuchado a demagogos,he ieído a filósofos, me he senrado en iglesias de todos los ...d"orl h.departido con charlatanes, ideólogos, profetas, he presenciado, padecidoy hasra acruado un poco revoluciones sociales, he aguantado teriemotos,balace¡as, persecuciones; he do¡mido en puertas, en parques y cndespoblados, he padecido en campos de concenración, in campos derefugiados, he seguido y sulrido el dealle sangriento de la riranía, laguerra, el esrado policial, he repasado los puntos suspensivos de misestupideces, mis imposturas 1'men¡iras, he abie¡to enormes huevos sinmás que podredumbre den¡¡o, he canrado en el coro de los hipócriru y
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los tramposos, he seguido el hilo de la música de los crednos, babeado
en tabernas con babosos, en ramadas, en prostíbulos, en c'áted¡as, he
visto ir y r.eni¡ a las pob¡es mujeres emputecidas por esas calles de
Dios. He c¡uzado a los perseguidos por el mundo, de ida, de weha yde revuelta. Y a los perseguidores, igual. En 6n, que no se dirá que el
sinsentido me es ajeno, que no he tenido mi ¡ación de todos ios días en
rigres con delantales, elefanres tocando la flauta 1' mandriles pintándoseel ¡rasero.
ñ1Los lurcos AzusrorÉLrcos DE Los Nrños
Los niños desde muv temp¡áno juegan a la metafrsica. :Saben que
lo hacen? Si no lo saben, no son ios únicos. Se están. por ejemplo. largorlto contemplando el ir 1'\'enir de las hormigas. las hormigas van en
fila india. Todavía no había indios cuando I'a las hormigas iban en filaindia. Los nióos se p¡egun¡an: ¿Habria hormigas si no hubie¡a 6la india:)';habría mujeres si no hubie¡a e¡e¡no femenino? Cuando Dios c¡eó a
l'.r'a lo primero que tomó no fue una costilla sino un pedazo de erernofemenino. Así como sin sa¡tén no se pueden f¡eír huevos, igual no se
pueden hacer mujeres sin ere¡no feinenino. \/oh'iendo a las hormigas.nuestro pequeÁo Aristóteles empieza por clasi6ca¡las en dos clases. Las
que van 1'las que vienen. El crite¡io para distinguirlas y ponerlas en la
clase correspondiente es muv evidente: se t¡ata delhormiguero mismo.I-as que van se encuentran cada vez más le.jos del hormiguero; las que
lienen se encuentran cada vez más cerca. Ahora bien, nuesrro pequeño
-{ristóteles obsen'a que las que van no llevan nada entre las mandíbulu,mientras que las que vienen r¡aen su buen pedazo de par, trigo, cebada,
azúca¡ lo gue sea. " iQué bntto ,i¿-1" dice el niio. " B¿sta uer si lbuan o na
ti
alimento para saber si uan o uienen" . |vhora, un hecho importante: las que
van se están un ratito conve¡sando con las que vienen. ¿De qué estarán
hablando? ¿Por qué se notan ¡an excitadas? Y cuando el niño observa que
las que van están siemp¡e deteniendo a las que vienen y siempre con el
mismo chismor¡eo, llega a la conclusión que las que van están siempre
contándoles la misma histo¡ia a las que vienen. AJgo que ocurrió en el
hormiguero mientras estaba¡ ausentes les esrán contando, preparándolas
para las novedades que van a encontrar a su ¡egreso y que no crean a1
llegar que se equivocaron de hormiguero. Aunque, piensa de nuevo
nuestro pequeño Aristóteles, ;no será al revés, no serán las que vuelven
las que esún siempre contándoles la misma historia a las que van? ¿Y
qué hisroria se¡ía ésa? Pero, ;si se cae de madurol Les cuentan dónde
está la despensa con la rica comida que rraen a1 hormiguero. ¡Ahí esrá
toda la explicaciónl Pero, veamos, r'eamos. Si una hormiga que viene le
dice a una hormiga que va dónde está la comida, .:por qué entonces ésta
no se r.a derechito a la despensa? ;Por qué tiene que preguntar v volver
a p¡egunrar Ia tonta a cada una de ias hormigas que vienen? ¿Que no
sabe ya dónde está la despensa? ¡Bah, no cuesta nada entenderlol Las
hormigas son incrédulas. No creen a la primera, no creen a la segunda,
no c¡een a la ¡e¡ce¡a. No creen nunca. Por eso van preguntando siempre
a las que vienen de vuelta por la 6la india. Hasta que llegan a la última.Pero la última dice: "
¿Que dónde está k dapensa>. ;Que no k uu>. fhí¿Jtl " Nuesrro pequeÁo Aristóteles seinfla'." Ckro, eso es. Las hotmiga,como e: sabido, san mu1 innéduLtl Ni a su ntltnitn b creen. Gr¿cit¿s a
que son incrédubs preguntan 1'siguett preguntando. Graci¿s a que siguen
preguntando se uan acercando y acercando hasnt que ¡tate! no necesitan
dudzr mris ni preguntar mtís, porque ahí, ante ellas, estti b enorme dtspensa
llena de trigo, de harina, de charqui, d¿ un nnnto haJ". Así establece
el niÁo su ciencia de las hormigas, de su alma hormigo-dubitariva,y su método que consiste en la duda metódica. Hecha método que,
como ¡odos saben, es camino, la duda camina caminando el c¿minoque conduce con cerleza apodíctica desde las puertas del hormiguero
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hasta el paraíso terrenal que es la despensa saqueada por las hormigx.Pero, ayaya¡ todavía no encuaderna nuestro pequeño fuistóteles su
ciencia definitiva sobre los andares de las hormigas, cuardo aparece
un rivai con una explicación que no tiene nada que ver con cuentos de
viejas. Lo que ocurre es que, como ¡odo el mundo sabe, las hormigas
son muy olvidadizas. Siendo muy chicas, así es también mui'chica su
memo¡ia. Po¡ eso van preguntando v volviendo a preguntar, porque los
recuerdos se les evaporan como el ¡ocío de la maúana. Pe¡o rodavía no
han terminado de evaporarse cuando se encuentran con otra hormiga
que se los ¡efresca. Y así r'an, de ¡efresco en refresco, hasta que llegan
a la despensa. Y todo es¡o vale para las que I'uelven a las cuales se les
olvidó ente¡amen¡e donde está el hormiguero, pero 1o encuen¡¡angracias a las preguntonas que quieren saber donde está Ia despensa
y que ya olvidaron donde está el hormiguero. Y en cuanto a las que
vucir,en, si no se les olvida donde está la despensa es porque se lo están
pregunrando siempre las que van. por eso no se les oh ida. Y esta es
toda la ciencia de los anda¡es de las hormigas que son un camino que
sc hace con el recuerdo del oh'ido v el olvido del recuerdo y mejorjugamos al emboque. Pe¡o allá viene un terce¡ teó¡ico de ios anda¡es de
las hormigas v hay que bor¡a¡lo todo. La ve¡dad, la ve¡dade¡a verdad,
cs que las hormigas, como es sabido l requete sabido, tienen un olfato
como no hay orro. No hat cosa que escape a su olfa¡o. Se encuent¡an
con una que viene cargada con azúca¡. "iHn, htn! ¡Azúcal " dice lalrorniga. "Wamos, ueamoi'. La que sique t¡ae la misma comida. " Hn,lrn" .La que sigue también. " Vatnos por buen canina" , dice la hormiga" al camino del azúrar". Hasra que lleqan a la despensa. ;Cómo hace para
volver? Mu1'sencillo. Se guía por Iu que vienen. ''Hm, hm", no traen
ninguna comida. Así de ho¡miga-sin-comida en hormiga+in-comida,la hormiga con comida desanda el camino que hizo sin comida y que
ahora deshizo con comida. ¡Listol
))
X\4IEr- INsrrNro: Mixr'ro DE LA rNTELrcENcrA ANTMAL
Cuando me dijeron que los animales acrúan por insdnro. sinpensa¡ sin que nadie les enseñe, ni una pizca de duda pasó por micabeza. Htbía una separación rajante entre nosorros y los animales.Si las hormigas iban a la despensa sin que les die¡an la di¡ección de ladespensa, se debía a que no esrán en condiciones de ir a ninguna parrerecibiendo la di¡ección, como yo iba a Ia casa de mi padrino no másme la indica¡an. A las hormigas, el insrinro ias llevaba donde iba,r; r.el instinto las uaía de r.uelra. Lo mismo que los zorzales. Por instinrohacían sus nidos ¡edondos v abrigaditos en el parrón, sin tene¡ idea delo que estaban haciendo. La verdad. de nada tenían idea. Eran animalesy los animaies no rienen ideas.
Los bu¡¡os dan r.uel¡as y r.uehas sin sabe¡ que están moliendoel trigo. ¿Dan vuelta por insrinto? ".\¡a por hnbito" , me decían mishermanos. " Dan uue/tas 1, uuelta porque a picnnazos se Les etzseñó. ?rimeradan aueba: para euitar los picanazos. De:pués, bata enlugarlos a/ lnrguero
l mostrarlzs ln picanrt Para que se p7ngan a d.zr uue/tas sin parar".La ve¡dad que ¡hay unos burrosl
Sin embargo, no sabía combina¡ mis senrimienros con mis ideas.No iba a dejar así no más de pensar que nuesr¡a gam, que iba rodu las
noches a ron¡onear sob¡e mi cama y maullaba bajito para que sólo yola oyera 1'la dejara entrar bajo Ia fiazada, no esruvieia pidiéndomeloaunque no supiera decirlo con palabras, )'que lo hiciera por puroinstinto o por hábiro. Tenía por cosa cierra que ella queríá dormirconmigo, que_la complacia dormir conmigo r.que me quería más quemucha genre de los airededores. ¡Si iba a dudu del amoráe mi gara! Enlu noches cuando volvía del cine mueno de miedo por la pelicula deterror que había visro y la perspecdva de que estuviera aguardándome elCura Parojo entre los espinos, encon¡raba a mi" Chiniti' (así se llamabay era toda negra, llenita y ta-n suave de piel) esperándome. Corría a mi
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encuentro. La romaba en b¡azos y ¡adiós miedo al Cura Patojol Buscaba
en Ia cocina qué darle de come¡. Se iba aJ pado yyo a mi cama. Estaba
cabeceando entre ensueÁos cuando la " Chinha" saltaba a la cama. Mepuaba su cara por Ias mejiilas y me olfateaba runruneando.
En esto, no me iban a veni¡ así no más con instintos. Igual ymejor decir que la " Chinita" era una princesa encantada o mi amada
transmigrada en gatira regalona. ;Cómo la quería yo! De pronto, eso sí,
se fastidiaba y hasta arañaba. Me acordaba entonces de los instintos ypensaba en la irracionalidad de nuestras ¡elaciones. ;Cómo podía haber
rmor entre nosot¡os si ella sólo se dejaba llevar por la maquinaria de
sus instintos y sus hábiros?
\b sentía -¡y cómo me dolial- que cuendo ias cosas eran serias de
verdad I¡ma S. ac¡uaba como si I'o no exisdera. lt4iraba pasar a uno de
los Adonis del ba¡rio r' ;ésa sí que era Irma S. en todo su esplendorl Se le
encendía eI... instinto. Se hacía sentir entera ia sepa¡ación entre nosot¡os
con mi humillación. Y cuando mi gatita se desprendía de mis brazos 1'
nre mosr¡aba los dienres si la sujetaba, comparaba las dos cosas: I¡ma S.
olvidada por completo de mi exisrencia cuando pasaba un Adonis del
barrio con pasos de torero marador 1'la " Chinita" sacando las garras yvolando de mis brazos a ia cocina donde afilaban cuchillos anunciandoque iban a corrar cerne. No, no quiero decir que lu comparaba. Se
comparaban solas. Se comparaban por el desamor que sentía v que era,
dos patas más, dos patas menosr el misno {gsamor. ,
X\,/iIIGn¡rq¡¡s DETERIvf INACIoN¡s: EI- Irareo¡Ro
Las grandes derermina¡tes en la vida de un niÁo se dan al aza¡.
Se desa¡rolla¡ al azar 1'se combinan al azar. Puro azar. En mil modos se
confi¡nden en un enredo que ni el rel de Los desenredadores es capaz
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de desenreda¡. Pienso en ia mue¡te de mi madre. " El sufimiento" , mediría despues mi muy querido p¡ofeso¡ de his¡oria de Ia cuIrura, " es /¿esencia dz k uid¿" . Lo expresaba en francés. " Quedz meior en francéi' ,
decía. Yo pensaba en el crimen de Berta y Salustio, en ej f¡ar¡icidio deManuel A., en la figura esmirriada y ardrajosa deI" Flnr de Haba", enlos asesinaros de Vctor V., el c¡imen de Julio V, las inundaciones delTutuvén. la violación de... No. no voy a seguir.
Esa frase " bs animabs lo hacen todn por instintT" cae como unaguillotina. Lireralmente: separa la cabeza del co¡azón, del esrómago,de_las ent¡añas. Aquí recuerdo que ¡engo un amigo filósofo que en suvida.de pensador ha descendido de la cebeza a las entrañas y no quiereoí¡_de nada que no a¡ranque de las entrañas, única fuen¡e de verdad yrealidad. Lo que me lleva por asociación, y a lo mejor por sentido, álmatade¡o de mi pueblo provinciano, donde se formabi todos los díasde maranza un me¡cado preliminar con las ent¡añas de los animaiesbeneficiados. Así se decía, beneficiados, y no conozco ia explicación deeste atropello verbal. Pero, pase. Y pasen las en¡¡aúas y ios b¡amidos deterror en ese maadero de mi infancia (una determinanre más, grandecomo la vida que llevamos jugando la Ronda de San Miguel).
-
No te¡mino nunca de empezar. Las asociaciones no me dejan.Inten¡o saca¡me el pie como se debe cua¡do ¡a1lá viene el loco \/aldés ami encuenro, saltando que no cabe en sí por enre los cuerpos rendidos,a medio desrripa¡ inflando una vejiga de cordero, jugando con ellacomo un ar.rgelito mienrras unas mujeres limpian de inmundicias rripascon las que, por lo que me cuenun, se hacen cuerdas para las guirarrasy huifa, mi almal
Se dice que un sabio mosr¡ó un buey despanzur¡ado a ot¡o sabioque le pidió ve¡ su biblioreca. Entonces, me esrará permitido decirque el matadero de mi pueblo provinciano e¡a una unive¡sidad. Unauniversidad del rerror, pa¡a empezar, de muerte violenra. A los ce¡doslos maraba¡ dando con un ma¡¡iilo a un punzón puesto entre ceja yceja, y los sumergían inmediaramenre en un caldero de agua hin,iendo.
is
A los corderos les ¡ebanaban Ia gargar ra y ios ponían a desangrar Losce¡dos chillaban por instinto. Los io¡deros gemian por insrinio. A míme venía el instinto de ¡ebana¡les el cuello a todos los mara¡ifes. Alos bueyes les daban con un es¡ilere en la resruz (;o es el resruz?) y algolpe las cuarro paras salían al ai¡e del mismo lado como si hubieracuat¡o insdntos ob¡ando a una )'en ei mismo senrido sob¡e ama¡¡asinvisibles. Caían de cosrado con un ¡caraplúnl digno de Homero, En elpavimenro del matadero se mezclaban r.ngte, oiin" y.rriércol y subíaun vaho caliente y asqueroso. Los ojos di las bestias, deso¡birados.Cansumatum est.
¿Qué senría aJ comer lx prietas calentiras preparadas con Ia sangre.lc esos animales, al iñadas con ají, o¡égano y cebolla 1, emburidas en susnrismas tripas? Me las comía encantado, que no har.a dudas. pensaba,
cicrro, pero igual disfrutaba comiendo mis prietas con papas cocidasl pebre. 41 fin de cuentas, como rodos sabén, los animilés son pu¡oinsrinto.
, .Dedonde viene Ia pregunu: ;Qué nos proponíamos diciendo que
los animales son pu¡o instirrto. que no piensan, que no sienten? pa¡ice(lue comer r¡anquilos. Había que vivir Pa¡a r.ivi¡, había que comer. para
comer había que matar. Y el que se ¡íe se va al cua¡rel.
XXEl ¡¡¿on DE LOS ANrr[A.LEs
. . Siempre amé a los animales. Algunos, como las arañas, lasculeb¡as, las cucarachas, me ponían los pelos de punta. A las moscas,las e chaba: "
¡Vtfuanse, urlanse!" Cua¡do se me iba el insdnro l,marabauna cucaracha como si fuera una cucaracha me dolía el almi, au.rqueus¡edes no lo crean o me romen por un hindú o un ¡eta¡dado de la
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mollera. Cuando murió la " Chinita" me mo¡día el pulgar para nollo¡a¡, instintivamente, sin que se me pasa¡a por Ia cabeza considerar
que estaba anulando un dolor espirirual con un dolo¡ físico. Un dolorcura un dolo¡.
¿k robar algo grande al niño cua¡do le dicen que los animales se
conducen sólo ins¡in¡ivamente? A mí me dividie¡on ia vida. Recue¡doque oí, creo que a una de mis hermanas, decir que Irma S. era una gara
¡Dios de los cielos! ¡Una gata Irma S.! ¿Cómo pueden hace¡ llove¡ rantodisparate? Porque llueven sin parar. Cayó un ladrillo mató un chiquillo.No hacía mucho nos gobernaba un caballo. Después fue un león. EICura Patojo se aparecía a las 12 en punto de Ia noche ahora que había
brotado de nuevo el mato¡¡a.l. El Türuvén cobra¡ía nuevas vidas esre
invierno, había que pagarle en vacas, caballos y niÁos recién nacidos.]¡ma S. se r¡ansformó en una gara 1', claro, yo era el ¡aroncillo
con que se entretenía en las noches bajo las acacias. La " Chinita"jugaba asi, a¡añando a los pobres ¡arones. Cuando la enconrraba en
estos juegos la agarraba y no la sol¡aba hasta que el ratón desaparecía,
rengueando el pobre. Bastan¡e tenía vo con el matadero. lr4e ¡eía,
¡cómo me reía!, viendo despues a la" Chinita" busca¡ maulla¡ r'enir a
mí pregunúndome dónde estaba su rarón, cómo era posible, quién mehabía creído 1'o que era, que eJ¡as bromas no se le hacen a una gata. "Sl
!0 b c/120, ¿por qué me b quita:i" Ja, ja, jalY después me vie nen con los
insrintos. Estoy oyendo los reproches \- proresras de la " Chinita" . Talcomo si a i¡ma S. Ia hubie¡an privado de su ¡a¡oncillo.
" Los gatos rasguúan,'' hubie¡a dicho ese pequeño Aristóreles." Como es sabido, bs gatos rasguñan. Jugaru/o raguñan. Rasguñando hacntsangff al plbrc ratón. Haciéndob sangrar h kmen lbnos dt pieúd.Lamiéndnlo, b toman el gusto al ratón. Tomtindnl"e el gusto se ln clmenentero" - Si no me a¡daba con cuidado con I¡ma S. en esta aventura dedescubrirle el ete¡no femenino, muy bien me podía ocurrir como a ése
que cavando eljardín encontró un reso¡o, no, el otro, el que buscandoun tesoro cavó su ¡umba gratis. "
¿Srrber." me decía el loco \¡aldes " /¿¡
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gatzs se clmen también- Los chinos na sób co¡nen ratones. Comen gatos
también" .
O sea, los chinos comen gatos, los gatos comen ¡atones. Estaba
la pájara pinta, sentadita en un ve¡de limón. El loco Valdés me mirabael asco en la boca, feliz de la vida. " Los gatos se comen, sí, 1, no están mal.
Mi tío Humberto se comió uno el inuierno pasa/.0. Son como liebres. Poreso dicen pasar gato por liebre. En Parral les uendzn gatos escabechados abs huasos brutos. Se chupan bs dtdts. Les pasan jztes plr pauzs tdmbi¿n.
¡li,li,li! .
¡Comerse aIa" Chinita"l ¡Comerse a i¡ma S. escabechadal Bah,
en Al¡ica se la comerían al horno, envueha en sus enaguas y organdíes.
Con sus costillas harían limpia-uÁas 1'con sus lindos dienres un colla¡.
;Qué tanto, enlonces, que cuando Irma S. pasaba por la vereda haciacl centro dijera uno de los Adonis del bar¡io: " Estri para comérsel¿"?
Así, pues, ¿recuerdo también esos tiempos en que Irma S. estaba" pttra comérsela"). Va1a, ¿cómo no vov a reco¡da¡los con todo lo queocu¡¡ió? Una cosa es que no ¡ecuerde )'ot¡a que no quiera recordar,aunque sé muy bien que hay psicólogos que piensan que no, que se
trata de la misma cosa.
Recuerdo, sin problemas (bueno, tanto como sin problemu, no,pero recuerdo) crnndo una" ntujer de k uíd¿" , como las llamaban, todapintarrajeada, con ruedo de colla¡es sob¡e unos senos enormes, aros
como ruedas colgándole de las orejas y zarandajas en Las muÁecas se
levantó las polleras delan¡e de unos jór'enes que esuban en una esquina
del barrio y que quizís qué bubaridad ie dijeron mientras c¡uz:ba."ikma, chúpate ésral".
Recuerdo la náusea mía, las carcajadas de ellos 1'sobre todo lacara de esa " señora de b aida", tan grave, tan iracunda, Ia¡ grotesca ya1 tiempo desderiosa y superio¡. Los animales son puro instinro. ¿Quééramos nosotros? O ellos, por mejor hablar, porque yo me sentía ranajeno, tan limpio de toda esa suciedad y calerva de cernícalos, comodecía mi papá.
6l
Pero yo quería hablar de las hormigas, conra¡ lo que un maesÍocarpinrero que arregiaba la puena del gallinero al fondo del patio medijo viéndome inre¡e¡ado en un hormiguero que había quedado a1 airecuando medó chuzo en unos escombros. Contempiaba un zafa¡¡anchode hormigas corriendo de un lado a orro, cogiendo las lan as y sáivese
quien pueda. Tiaraba de descubri¡ un o¡den de rerirada, renía quehabe¡ un orden de ¡edrada. \/ino ese maestro carpintero y se detuvo,sonriendo. Un poco como mipadre . Recuerdo lo que me conró por unabuena ¡azón. Me dijo que en el Lrjano Oriente, cuando enconrrabanun hormiguero, ponían azúcar en el londo de una enorme sartén 1,cuando el insrinto azucare¡o de las hormigas las tenía a rod¡ en lasartén, danzando Ia danza del pa-rs de Jauja donde ias primeras lerrasson de chocolare 1'los ce¡dos nacen hechos a¡rollado, ponían la sarténal fuego ¡ se las comían tosr¿da..
Es el primer recue¡do que rengo de ¡ebelión intelectual. Esa noIa iba a trágar ni con aceire.
uUNróx y sEIARACTóN: El covlli¡o DE Los rREs pEzoNEs
"iChlto, chiro, chitz, yá uiene k papa,.ya uiene Lt papa!'- creo¡eco¡da¡ un sabor, una fraqancia r- un crlo¡ de cielo a¡¡es de que, depron¡o y como un eructo ácido, me subiera la náusea de que hablé ycon la que se podrían escribi¡ r¡arados de nauseabunda filoiofía.
Mi madre de leche había inr¡oducido una discontinuidad en misistema perceptivo. Había dualizado elpezón en pezón de mamá ypezónde Hilda H. Había metido el pezón suvo en¡¡e meüo, embeunado denatri, para discontinua¡ la continuidad; de manera que una unidad unase había rransfo¡mado en una r¡inidad i¡ina. como dicen las diucas aldespu niar el alba.
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Tal como yo había uansfo¡mado el " torn¿, picina mia" qt-,e
can¡aba mi hermano en" torna a mí, china mía" haciendo cinco de ¡¡es,
mi mamá de leche hizo üer de uno. Y pasó el anillo por un portillo yme quedé por siempre jamás paralizado f¡ente a la bella Hilda H. en
mañanas y mañanas de sol radianre, brisa refrescante y premonicionesnauseantes que no me dejaban entrar en el mundo del amo¡ sensual
por miedo de caer en el vómiro y Ia hediondez.Ya estamos de acuerdo: el niño junta cosas; pero vienen y se las
separan. O viceversa, sepa¡a cosas; pero vienen y se las juntan. A veces,
viendo separar lo que junró, el niño se queda, primero, con la boca
abierta; después salta, aplaude v pide más, más, más. Y lo mismo le
ocur¡e viendo juntar lo que separó. Pero, otras veces...
Recuerdo que un profesor (del que tenqo que contarles unas
barba¡idades que no van a creer) nos decía que, al comienzo de laconquista de Chile, Ios espaáoles renían una ventaja como del cielol la tie¡¡a f¡ente a los a¡aucanos. Y era que los araucanos creían que
los españoles fo¡maban un solo cuerpo con su caballo. ¡Habráse visrobrutos iguales! ;Claro que se han visro, y más bruros todar'íalAAquileslo educó un centauro, a la ciudad de Atenas la expolió un mino¡au¡o.Esta sí que es para pensarla largo. ¿Qué ocu¡¡iría en la cabeza de esos
araucanos cuando veían a estos mons¡ruos de pronto dividi¡se en cios
y venir Ia parte de arriba co¡riéndolos a sablazo limpio? Yo me hubie¡aquedado de una pieza. O de dos. porque dei tajo en el gaznate no melibraban mis pies. Seguro o,ue aJ " Fbr de Haba" se Ie cayó la razón aI
suelo cuando saiió a¡¡ane-ndo de un ánima así de horripilante.I SI eS pOÍ Segurr COn eS¡aS OlYrSrOneS, Una vez vl una culeDra
que se mor,ía muy, muy despacito para que la piel no se diera cuenra;
Ysi segurr divisiones, una vez vi culeb¡a
y se fire la culebra y la piel se quedó ahí, sin culebra. ¿Qué de exrraño
tenía que el loco Valdes quisiera sacarme un oio o que un caballero
muy pobre, como contaban en la escuela, hubiera vendido su sombraen contante y sonante?
Pero, en fin, ¡qué ranto asunto! El loco \''aldés jugaba a la pelotacon las vejigas de los corde¡os. Y cuando mi mamá de leche se echó
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natri en el pezón, bah, me sacó el estómago y me puso ol¡o lleno de
náuseas. Eso es lo que hizo. Y si al loco Valdes lo dejara, seguro que me
saca un ojo y me pone en el hueco un oio suyo.
Pensándolo de nuevo, mi mamá de leche me sacó un ojo y me
lo cambió po¡ uno suyo. Me dejó bizco. Comencé a ve¡ doble, mi
amor separado de mi amo¡. Todo intento de uni¡lo en su unidad una
y unitaria me anticipaba unas primicix de náuseas tan asquerosas que
no hay nada de siutiquería en decir que me cerraton ei mundo con
náusees o que el mundo mío era una oposición de cosas pegadas con
el miedo a la náusea y el vómiro.
Cla¡o, no voy a decir que veía la separación de mi amo¡ como
veía al Loco Valdés que se me venía encima con ios dedos engrifádos
para saca¡me un ojo; o como veia. ¡an clarito, que para manda¡ en la
Ronda de San Miguel tenía que saca¡me un pie y esconderlo det¡ás de
la puerta de Sa¡ José. No la veia así. la verdad, pero igual la miraba
todas las maáanas,r'todos los atardeceres. Quiero decir que veía a HildaH. con su pelo suel¡o antes del desaruno aca¡reando leÁa para el luego
para el pan. Lámpara para parafina. O aca¡¡eando agua en un balde
para regar las flores del jardín cuardo el sol se ponía en ias montaÁas.
No me daba cuenta de la separación; o me daba cuenta Pero no me
daba cuenta de que me daba cuenra.
Quiero decir, ah, diablos. quiero decir que el pezón untado de
natri 1' ajo me dividía el aim a. " ;Tbne nt papa, mi te:oro, tome su papal"
¿Cómo iba a da¡me cuenta? Ni idea tenía en ese enlonces del destete,
de cómo se desteta. Sólo sé que cua¡do Hrlda H. me puso esa cerezá
rosada v palpitan¡e entre los labios c¡eí que me iba a morir de placer
en su seno, pero ahí mismo subió la oleada de náusea que yo de algún
modo idenrifiqué porque la soñaba en las noches cua¡do me despertaba
como chi¡ria¡do en las sienes 1'los oídos, seguro de que Ia muerte se
me venía encima." Hasta aquí no mtís lbgué' pensaba, ral como le dijo Julio S. a
ese otro matarile que recién se estaba avecinando en el pueblo y que
entre caia y ca'áa se le entalló a Julio S. que rayaba si no pasaba los
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cincuenra; el ouo, ademá de mamrife, era domador de caballos, pero
Julio S. sacó cuchillo a¡tes y lo despachó de un punuzo: " Hasta aquíno mtís llzgaste, al ho7o te fuiste" . Y Julio S. a la cá¡cel. Y yo a la cercajunto a la laguna a vomita¡ cuando me lo contaron.
O sea, que... Había un complejo, causado por un ¡¡aumadesteta¡orio ocur¡ido ent¡e mi primer y segundo año. Se me dn,idió elalma en an¡es y después del des¡ere. Había una separación, un lími¡e.De un lado, una mirad del amo¡ I del or¡o Ia or¡a mirad. No habíaforma de ab¡ir una brecha por o" ron, d. náuseas y vómitos, que medejara transitar salvo desde el amo¡ de mi mad¡e al amo¡ de Hilda H.No podía hace¡ ese camino porque el pezón, el seno, la suavidad, elcalo¡ el cuerpocnre¡o de mi madre se ro¡nó un mal dia en enemigopeligroso en la figura de mi mad¡e de leche que me dio ese golpe quedigo a mano salva, sin ninqún aviso, \'con ranra c¡ueldad.
-
Y la he¡ida, o r¡auma, se abría con f¡ecuencia. Y era porque minradre de leche salía muchas veces de sus quicios 1. aparecía borracha porlas calles Ilenando el ba¡¡io de escá¡dalo, subiéndose las polleras comoitna prostituta, como si nunca hubiera sido mi madre de leche, lo quecra como otro golpe, )'orro y o¡¡o. Como lo fue sabe¡ que Berra erarrna asesina, que esa sonrisa sul'a, esos ojos alegres sul'os, ese cariño, ese
cuidado por que me dieran 1o mejor de la sandia, lo mejo¡ de la cazuela,no tenían ni sentido ni susrancia. Porque Berra había asesinado a manos;ilva, había sen'ido la sopa calentira v después las lentejas con pancitoror¡¡d¡ ¡ un buen I'aso de I ino. con esa misma sonrisa r. esa mísma.rleg¡ía de sus ojos, a un viaje¡o cansado que decia ¡gracias. gracias! y se
rctiraba y se desvestía y se quedaba do¡mido como un bendio de Dioscon el ¡buenas noches! y la sonrisa de Berta a¡¡ullá¡dolo.
Así, pues, iba jugando mi Ronda de San Miguel: Julio S. sacando, irchillo. Ber¡a y Salustio ¡odea¡do a la luz de la vela el lecho de ese
L omercianre viaje¡o, ManuelA. abadendo a su he¡mano con el comborlLre primero enconrró a mano, Vícror V. levantando el martillo sobrecsos dos pequeños...
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Mi madre de leche salía a la calle griundo, escupiendo, insultando
a gritos, arrancando de amantes y matones que se metían en su pieza
empinando borellas de aguardiente, proclamando entre hipos, rodadesgreáada, su honestidad, su decencia, su, su... Mi mad¡e de leche,
facucha, hundida de hombros, torcida de piernas, pajiza de pelo, ojos
ristes y grandes, mentón prominen¡e, Iabios hundidos y voz chillona.Can¡aba tocando la vihueia, de ¡amada en rarnada, de ¡rilla en ¡¡illa, de
santo en sanro. Los huasos, encendiéndoseles ya la cara con la cueca yla chicha, venían a meterle billetes en la gtirala" ¡Cante, mtjita, cante!"
y no hay primera sin segunda, mi alma.
)C'{l
Jusrrxe, EL MACHI y EL czu\{EN DE \4croR V.
El mayor de los dos pequenos que junto con su padre asesinó
Vícror V tenía ya.juicio como para identificarlo sin que cupieran dudas.
Justina, la cocinera de mi casa, que no podia habla¡ sin gemir v sorbercon las narices como si no hubie¡a más que penas y calamidades en
el mundo, me contó que el menor de los dos, el pobrecito, tambiénteníaya" uso de ramn" y que fue por eso que Víctor1r.," esa bestia sincoraznn",lo asesinó con el mismo manillo con que maró a su padre 1.
a su hermanito ma1'or.
Gemía y suspiraba Justina mienuu se pasaba el dorso de ia diesrra
por la frente sudorosa sin soltar el cuchillo de cocina. Yo no conocí a
esa lamilia masac¡ada por Víctor V. Mi padre me había referido unavez Ia historia y Justina me Ia repería después con más detalles, entrepucheros y sorbos de na¡ices, mientras pelaba papas.
Justina era toda humo, sudor y penumbras, siempre en la oscuracocina, siempre al otro lado delvapo¡ de las cace¡olas, ol¡eciéndome sólo
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escorzos de su cuerpo, sólo ardor de ojos, sudor de frente y gemidos,
gemidos, gemidos. Olía a payasa, a cebollas, ajo y carbón. De tez cobriza,
ojos pequeios, negros, encendidos y como desmantelados de pestañas.
Frente estrecha, hombros redondos, menudos, siempre encogidos. Elcuello desnudo hasta bien entrada la espalda y un moño de pelo negro
]'grasiento a medias t¡enzado sob¡e la nuca. Era pequeña y debilucha.
Así y todo, tenía un hijo, José, que podía pelear a combo limpio con
un peso pesado. Y una hija, enorme también, María, que en un tiemposirvió en la casa. José rabajaba en los molinos de mi padre. El esposo de
Jusrina murió de cirrosis. Lo apodab an" el Macho" . Creo que lo conocí
anres de conoce¡ a Justina. ¿O me engaáo con uno de esos espe.jismos
que se forman sepa Dios cómo 1'por qué en los vastos desierros de la
memoria? Recuerdo un hombre cuadrado, cortado con hacha, de fiero
semblante y mentón recerrado, de esos que si se les pasa la ma¡o al
norder, adiós mi hueso. Iba sin afeitar, no hablaba nunca. Sólo ponía
cl hombro para cargar. En los cuentos que me contabaJustina, cuando
había un oero, ¿quién or¡o iba a ser que su propio marido? tr4i padre
nre contaba que una vez vinieron a busca¡ al "Macho", que trabajaba
cn las bodegas de mi tío Téodo¡o, porque había mandado al hospital
r uno que se le at¡avesó mien¡¡as romaba sus litros. Tres ca¡abineros
vinieron a buscarlo, pero el resultado, me decía mi padre, fue que ahora
cran cuatro ios que estaban en el hospital.
¿Cómo formó Justina pareja con el " Macho" ? Esapregunta me la
irice cuando empecé a frecuenta¡ el cine. No me daban permiso I'me.rrrancaba. Muchas veces José estaba esperándome a la salida 1' me llevaba
rlc la mani¡o donde mi padre, que estaba mu1'tranquilo esc¡ibiendo
v muy tranquilo despedía aJosé, se sacaba el cintu¡ón y me daba una
paliza como para no ir más al cine... hasta el día siguiente. En esto de
cine y palizas no uansé nunca. ;Qué me voy a arrepentirl
A-llí, en las películas, r'eía muchas veces escenas donde unos
nrasrodontes iban del brazo de unas damiselas que les llegaban a iacinru¡a. Y vice... versa, como decía el loco Valdés a cada rato por cada
cosa dándola welta. Yo pensaba en Justina ante el altar del brazo del
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" Macho" gue no hallaria dónde meter ias manos. Esa pareja ridícu1atambién me sirvió en mis clases de penpecriva, porque pensaba "¿Dr
que me río?" y me hacía un cuad¡o de Irma S. muy linda en su vestidolargo y escotado, con un somb¡ero de alu glamorosas y una miradafatal como Mata Hari, lumando frenre a un aperirivo mienrras yo en
pannlones cortos y las piernas colgando pedía una ¡aza de chocolatecon galletas. Esos hombres siniesros, de mirada torva, ba¡bones, calvos,
obesos que veía en el cine mos¡rando a los espectadores un cuchilloca-rnice¡o de medio metro y escondiéndose ras las co¡tinas para dejarcaer el goipe a la menos pensada, ese desca¡o con que nos mirabansubiendo y bajando unas cejas de gorila. echando chispu por 1os ojos
I'mascullando maldiciones quedaron para siempre asociados a la figurade Vícto¡ V i' su c¡imen a golpes de maniilo.
Nunca olvido la impresión ),nunca ago¡é La lección que recibícua¡do vi al ve¡dadero Vícro¡ V Conocía los deralles de su crimen.pero no lo conocía a é1. Cuantos me hablaban de Víctor V daban porsupuesto que yo sabía quién era. \b lo si¡uaba entre los se¡es siniest¡osde las películas. Estaba viéndolo, ahiro de furia y aspavientos, golpeary golpear con su marrillo. Pe¡o un dia, no recue¡do quién me dijo:" iMira, ahi ua Víctor I,l" ¡Santo Diosl ¡Cuánus veces había pasado frenrea esre hombre pequeriiro, anodino, anteojudo (cuarro ojos, decíamo$,mofletudo, siempre de prisa con un malerín est¡echado con¡¡a las
costillas, siempre cor¡eteando papeles por el juzgado, la in¡endenci¿,la tesore¡íal E¡a un rinte¡illo, un inofensivo ¡interillo.
Vícto¡ V. planeó el asesina¡o: envolvió el ma¡rillo en una hojade dia¡io y Io merió en el malerín. Yo renía que combinar dos cosas
tan opuesras: esa figura o¡dinaria de un tinrerillo diligente, lleno desonrisas y genuflexiones, y esa otra de un ama¡re de tragedia que, si leimpiden la unión con su amada, no vacila en marar a ma¡tillazos. Nosólo eso, sino que viendo aparecer las cabecillas de dos pequeños quese han despertado con los griros del padre y que miran hor¡o¡izaáossin comprende¡ re¡mina con ellos rambién a marriliazos.
" Con el ruido que se produjo," decía mi padre, " despertaron bs
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pequeí?ls. Lo conocían. Habían jugadn en sat rldillts. Segurc que ln
identifcarían 1 no b queü mtís qrc matarbi' .
Recuerdo el conuas¡e enre el relato de mi padre y el relato de
Justina. No sé cuántas veces he observado la misma diferencia después.
Y aunque pasa por obvia, todavía conside¡o que no la comprendo.
Justina era mad¡e. Para comprender, hay que ser intelecual como
el papá y madre como Justina. El mayor de los pequeños agonizaba.
Estoy viendo la expresión, escuchando el apremio en la voz de mipadre mientras me contaba como se precipitó a la cama el sargento de
policía y sin consideración remeció por los hombros d pequeáo que
boqueaba: " ¿Fue Victor V el qae mató a tu pa¿rc>. ¿Fue Víxor V? Mueue
Lt cabeza si fue é1. ¿Fue é3."
Mi padre me decía que fr:e exactamente como en las novelas
policiales. EI pequeÁo se esforzó por decir algo, los ojos le salían de las
c!rbitas ¡ en el momento mismo en que iba a decirlo, expiró.
Una cosa lleva a la o¡¡a. Hasta el " Flnr de H¿btz" hacía empieo a
cada paso de una obviedad así. Aunque muchas veces hacía cosas que
no sabía y'o de dónde salían, como ponerse a decir su ;gurugurugurullrente a un sauce que no le había dicho nada. Vícto¡ V amaba a su
señorita como yo amaba a Hilda H., a Irma S. ¡Si no iba yo a sabe¡ lo
que es amar! Pero conside¡a¡do lo que fue capaz de hacerVíctorV. porsu seño¡ita amada, ¿sabía 1.o lo que es amar? ¿Tomaría un mardllo, no
lue¡a más que por tomarle el peso, si el padre de Hilda H. a¡renazara
quitármela?
Justina no decía nada del amor de Víctor \i ni del asesinato
del padrastro. Pero con los dos pequeños cambiaba rodo. ¡Esro no se
puede perdonarl Matar a dos pequeños inocentes que han jugado en
sus rodillas, que han besado sus mejillas. ¡No, no puede serl El ma¡tillose le cae a uno de las manos. Sí, se le cae. O es una besda sin corazón,
sin nombre. Ese era el juicio de Justina, el juicio del pueblo.
Mi padre veía una conexión donde ni Jusdna ni yo veíamos
nada. Una cosa acar¡ea la ora, decía mi padre, y no había una pizca
de cambio en su expresión. Jusdna y 1'o, pegado a ella con los pelos de
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punta, no entendíamos de dónde pueden salir las fuerzas para levantarese mar¡illo. ¡Se cae de las manos, se cae y se cael Eso es lo que tiene queocurir y no hay perspectiva que valg si no se cae y por el cont¡a¡io se
levanta y golpea hasu matar. No hay manera, por muy arriba que nos
encumbremos, de enra¡ en el cuadro la figura de Vctor V. uhima¡doa esos niÁos. Por eso digo que cuando me lo mostra¡on " iMira, ahí ua
Víctor'V" no sabía qué pensar Iba como Pedro por su casa Víctor V.
¿No fue también un martillazo lo que recibí en la cabeza?
Era... ¿cómo decir? Las bestiu no en¡raban en el cuadro de mimundo ce¡rado. Todo cuadro dene u¡ marco y en el mío decía: ''N¿
ntren aquí las bexias". Bueno, si quieren las besrias ent¡an ¡ambién en
el cuadro. Pero enüa¡ como las bestias que son. No pueden entrar, omás bien dicho, encontrarse allí como si no fireran bes¡ias.
Así me parecía. O sea, que esaba muy lejos de comprenderentera la Ronda de San Miguel. Mi¡aba y veía a un rinterillo sonriente,diligente, cortés, corri€ndo de oficina en oficina. Miraba otra vez y nocreia, no podía creer lo que veía.
Er p¡nxo i,ac¡nuxffv u.s iúArAS FrcuRAs
Tiempo después de esas sesiones de horro¡, cuando me ardíanIos ojos con el humo de Ia cocina )'las cebollas que picabaJusrina yyono sabía bien de dónde me venían las lfurimas, enconüé un poema enuna ¡evista. Trataba de un perro vagabundo, y su auror es de todos los
poetas de mi tie¡ra el que más me enseñó y más aprecio.A Diógenes le decían
- el Pmo' , me conraba mi padre, y como
a perro vagabundo lo t¡ataba¡. ¿Pensé en el" Fbr d¿ Haba" ya que noen Diógenes cuando leí y releí hasta saber de memo¡ia este poema?Nunca necesiré ningun dibujo, ran bien estaba dicho todo. Veía a mi
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pe¡ro vagabundo, dñoso, famélico, mordido, quebrado, ir de un lado
a otro olisqueando bajo los mesones del mercado, los mosuadores de
lu carnicerías, metiendo la cabeza y las pams en los arros de basura
hasta volca¡los, agarrando a la mala un trozo de bofe en el matadero ya¡¡ancando con su presa entre patadas y gritos.
Po¡ las ferias callejeras, por los corrales vecinos a1 pueblo, por el
basurero municipal, por los lodazales de las poblaciones aledarias a le
laguna, ¿cu'ántos penos vagabundos correteaban? Fste poeta que digo los
había visto y les dedicaba un poema enüe de piedad y admiración.
¿Veía claro a mi perro i'agabundo leyendo este poema? ¿Qué6gura de perro se formó en mi imaginación mienras lo recitaba a
solas? Sin dificultad entendía que mi perro vagabundo arranca¡a " entre
una dobk fk de amenazai' . Sí, pero, ¿qué ciue de perro era? ¿Ovejero.lebrel, perdiguero, una mezcla, un quiltrol No, siempre fue un perro
poiicial, gris claro, con lados de lobo y zorro, tiñoso en los lomos, conlas costillu claritas bajo el pellejo, llena de cica¡¡ices la cara, partidas a
mordiscos las orejas. Ahora no recue¡do el poema entero, sólo algunas
cstrofas. Pe¡o pienso que e1 poeta quería habla¡ del perro vagabundo
en general, describir el arquetipo de perro vagabundo.
Nunca escuché a nadie ¡elerirse a ese poema, ni en la escuela nie n 1a calle; ni a mis hermanos. ¿Era uunto demasiado vil ¡ despreciable
para un poema? La verdad, no cualquier poeta es pluma para aleo así.
Demasiada perspectil'a. Irma S. hubiera considerado de mal gusto que
le recitara esre poema. Hilda H. no. Hasta hubiera llo¡ado Hilda H.lrma S. hubie¡a sentado docuina: " De esas cosu na se esoiben poema" .Ycso era lo notable: De esas cosas había esc¡ito un hombre ex¡¡ao¡dinario
un poema con todas sus letras:
Cntza, siguiendo ínterminab bs uiaj u,
bs paeos, ks pkzas 1 ln feria:,cruza rumo una sombra l^os pamjes
recirando un poema d-e miserias.
7T
Ahí lo tienen al perro, por si no hay quien se aueva a hacerlo comoé1, " recitandn un poema de miserias": el poema de su propia miseria. EIpoea observa al perro vagabundo y percibe poesía en lo que observa.Hay poetas que se han ocupado de los asnos, de las moscas, del bueyasado y los porotos con chule¡as. No se trata de que sea un derechosuyo hacer poesía de lo que les parezce, se trata de que hay poesia enello, sólo que la mayoría esramos acosrumb¡ados a la especie corrientede poesía.
Pero quisiera decir algo a propósi¡o del úldmo verso de esra
estrofa. Seguramente, alguna vez me impresionaron imágenes comoese " poema d¿ miseria" gue ra " recitando'' el perro vagabundo. Peroun verso liene que ver con mis sentimientos, no con arrificios. Si unsentimiento se exp¡esa con a¡rificio, mejor andarse con cuidado, nosea que debajo del a¡rificio no esré el sentimienro o solo se encuenrresu ca¡icatu¡a.
"El hecho escueto" diria Irma S. 1'mi amigo Manuel pondríala 6rma a su discurso, "es que aqui se está haciendt un poenti co, larina, bs piojos l tod¿s ks sucied¿des de un ¿nim¿l inmundo, b que es uninsuLto intolzr¿bLe contra el arte sultlime dt lz poesía. I dóndi uamo: nparar? Esta son l¿s consecuencia de/ modernismo, elrealismo 7 todos eso:
faciLitnos fu plebelos sin educación, sin cultura. Comienzan con h críticasocial, parten por bs proxibubs, bs hospitales lbnos de tísicos y siflíticos 1,termitan con... ks perros samosoi'. Pongo el asunto en manos de ]¡ma S.
1' mi amigo Manuel, porque yo, para ese entonces, no entendia muchode esos discursos y dilemas. Sólo ¡ecuerdo mis lágrimas de compasión vmi poquín de rebelión por el esrado de los perros vagabundos habidosy po¡ haber.
Yo estaba de parte de todos los seres que sufren en la miseria y delos perros y los gatos vagabundos desde mucho an¡es de leer este poema.Ahora, como venido del cielo a reconocerme y alentarme, enconuaba a
un hermano mayor que daba valo¡ a mis sentimientos. ¡Bravol Recibíami apoyo toml. Ese era un camino por recor¡er ¡A la defensa de los perrosvagabundos, cualquiera fuera su Iinaje o ftreran simples quilrrosipero.
7Z
como iba diciendo, había otro asunro además de esta va.liosa posturade un poeta que arendía al lado ín6mo, al deralle insignificanre y hastaa las púsulas de las cos¡. El perro vagabun do i6a" recitandn un plemade miserias" - Como si fuera poco, en ot¡a esüofa aparecia " cantandltrüte k canción del hanbri'. ¿Cómo se puede hacer con las miserias deun perro un poemai ¿Cómo se puede hacer que sus miserias sean unpoema? ¿Cómo se puede hacer con el hambre del perro una canción? Es
como hace¡ flores de bronce, ángeles de 1'eso. Pero, ¿qué estoy diciendo?En la lápida del nicho de mi madre hay flores de bronce. En la caredralde mi pueblo había ángela de 1'eso. Aunque no lo c¡ea¡.
Mi hermana mayor cartaba de un árbol que vigilaba arenro iaentrada de un jardín, de un buev piadoso y sereno que e¡a ¡odo un caso
de trabajo y ascetismo. ¡Muhl decía el bue¡ en todo de acue¡do. ¡Muhldecía el dueÁo del buey, más de acue¡do todavía. No sólo el luego se
helabay la nieve a¡día en las canciones de mi hermana. Caniaba rambiénde un río que venía grande (vo suponía que e¡a Tutur.én en invierno).Después de esta anunciación, que el río venía grande, agregaba:
Si lz aumento eL lknto mio
¡como grandr no ha de e:tar!
Recuerdo que desde Ia primera vez que escuché ve¡sos así, vi cla¡oque no eran poesía sino... sino...
Después, cuando oí en la escuela que un sabio había dicho queen su república no admiri¡ía poems ni en fotografías, ocu¡¡ió como si
por encargo que un hermano que volvió de Santiago más docto de loque ya era, uaía otra estrofa para la canción de mi herma¡a:
Qué negra k noche ingratn,uiene mi pena a aument¿r;
si elk mi dobr retrata
¡cómo negrd no ha de estar!
/)
Reconozco que me ocurrió al comienzo como me ocurrióambién al comienzo con el poema de mise¡ias que iba recitando elperro vagabundo. La imagen me pareció ingeniosa. Pero no por muchotiempo. Un_perro que va recirando un poema de miserias é, un p.rromuy especial, por mucho que lo recire cojeando, gimiendo, aguantandopalos y cosas así muy reales. Pero una noche que sin máquina forográficare¡raa mis dolores que salen negros en la forografía v que la enneg.ecenmás que lo que esrá, no riene destino. Tiaren de dibuJarla.
O sea, las cosas se esraba¡ poniendo a punro. Bastaba dejarsellw_ar por los ve¡sos que se escriben a ¡azón dé miles por ho.a, rob.etodo en provincia; aunque en la capital se imprimen. pónganse en micaso: la noche rer¡ara mi dolo¡, más negro que Justina, sui historias ysu cocina.
O sea, tengo que idear un método. Primero que nada, apanarmeun poco de la cosa para agarrarla enrera. ;Hav unos imbécilesi ;Calma,calmalAhora mismo mienr¡as escribo escucho una canción en ia ¡adio;una canción peruana. Parece que hav brujos en la radio sueca, pa¡ece queel mundo esrá lleno de bru.jos. Canra una voz peruana mien¡ias esc¡iboy nieva sobre mi jardín. Canra de amor i'desencanto, y canta así:
Amor se escríbe con ll"ttnta
en el diario amargode mi desencanto.
¡Ahí está! Seguro que esros \.ersos los escribió un alumno delque fue donde la noche negra para que le rer¡a¡a¡a su dolor ¡Hay unosimbécilesl Bueno, el problema es que no haya más qu. i.bé.il.r.Aunque, mi¡ando ot¡a vez, ¿no será uno el imbécil? Veo a ]rma S.tirándome de la orejira., "la tlue pa.t/1 $ que usted ej un tlntita ] €se
sabio que quiere echar a hs poeta dt su rcpúblicn tantbién es un ron¡ito.Supóyase qye p yoche b retratara a uxel mi ángel. ¿to b parece que sepondría mak de lz cabeza?" .
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¡EsrA Es tu "ffittour"R^clADo!
Con Manuel, el loco Valdés y oros recuerdo que haciendo el
censo una noche sentados bajo un farol llegamos a la conclusión que
con excepción de nuesrros respecrivos padres i'madres no había en el
pueblo quién no hubie¡a vendido el alma al diablo. El loco Valdés se
revolcaba en el suelo y decía que el diabio había metido críos suyos en
el pueblo después de acosta¡se con Io mejorcito de Ia sociedad. También
había aumentado el núme¡o de los lugues en que se podía pactar con
el diablo y las condiciones ya no eran ta¡ difíciles de satisface¡. Bastaba
llevar una polla negra a la salida del pueblo a la medianoche. Ei diablo
ya no empezaba fo¡nicando al que le vendía su alma, afirmaba A.rcadio
A. que era dos años mayo¡ y sabía de esas cosas. La verdad es que si
uno no quería, no t¡ataba de fo¡nica¡lo ni cuando se había quedado
dormido, como hacía anres. O ja1á se entienda y de aquí no sigo o me
pesca el Malo antes de llegar a la casa.
Pe¡o mi asunto es otro. Recuerdo que por ese entonces, durante
el recreo, vino uno a enfrenta¡me. Lo seguía un séquito (que en ese
en¡onces no era todavía pleonasmo i. se podía deci¡ sin probiemas).
Recién me iniciaba en preparatorias 1'no tenía mucha idea del te¡reno
que pisaba. Este que vino con su séquito trazó una raya sob¡e el maicillocon el can¡o del zapato. Recue¡do ei cuidado y el énfasis que puso
trazando esta raya. Los otros aguardaban. Ca¡a de no¡arios tenían." Esttt es tu madre" , drjo serioy obietivo, y yo me quedé mirando la raya
sin entender qué hacía allí mi madre. Después, ustedes no van a ctee¡
hizo sona¡ la garganta como si la desgarrara a¡¡anc'ándole un enorme
escupo (mi padre decía que lo correcto es decir " esputo" y que para la
gente común podríapasx" arupitajo") y lo escupió como si fire¡a todoel asco y toda la basura del mundo. ¡Santa Maríal No sé si dio en la raya
con la saliva, pero me quedó mira¡do ñe¡o.
75
. No es que me las dé de superior pero ¿cómo no hace¡lo cuandoufn. :n lon,o gle no es cápaz de conrar hasta veinre a arropellarmei
¿¿srana Manuel al lado mío? \b creo que esraba. Recue¡do .lrra-.nrea.l sujeto de la raya. Gastón C., hijo de un médico que tenra uilno...auromóvil. Tenía el peio como escobilia d. zrp"ár. o;o, dl bo,ono0e chaleco. 5u ave¡sión. pensé. venía de la vergienza que pasó cuaadonos hrcJeron conra¡ hasra cien en Ia clase de a¡iimérica y éJ ,uu,, qu.e,sra¡se ahí. parado, esperando que yo liegara , .1.n, qr.'el no o"ra d.dlecrnueve. lodos se reian del bu¡ro. Ahora venia a recóbrar su presrigioa combo limpio.
,,^.., ,jl1t-qr: te hago siempre ia idea que fue Manuel, y no yo. quien
llevo la baturai
Gastón C: Est¿ es tu madre. Mira, ¡escupo en tu madre!Manuel: Pno, animal ;no sabes q)e su'madre murió?jlstdn f: !.no.nrcs.
,s ,, padrc. ,:To^o. n*po ,n él!'lulanuel: ¡Lual es su padre.,
Gastón C: Estc. ¿qui no la esus uiendo?Manuel:
-Yo uel un/1 ra),¿, no ueo ningún padre.
Gaxón C: ¿Que no? ¡Exe es el padreTe eita mierda! ¡ücupo nt él!¡Srup, stup!
. . Estoy viendo, sin enrender mucho, porque la sangre me sube aIa cabeza,.a mi amigo Manuel. G¡ande et,'por'^u.t o-otu; ;i;;"
"r.más grande era yo. ¡Qué iba a se¡l No le ilegaba al robilü.-
Manuel: Mejor b dejaremos para Lt saliát.Gastr)n C: ¡Cobardes!Manuel: ?ara h salida, pnra k salida...Ga¡ón C: A ln salidn uan n salir nnancando. ;Cobarrle,lManuel: Na a k salidt uamos donde el paptj'd¿ este cabalbro.Gastón C: ¡Cabalbro, bab!Yo: ¡No, donde mi papá, no! ¡peko al riro mejor!
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Manuel: Usud, ¡pare el arpa!Gastón C: ¿Y a qué aamos a ir dondt el papri?
Manuel: ¿Cómo que a qué? ¡A que b escupa, pues brrto! A que
escupas alpapd, no á na rala.Yo: ¿Que... esrupa a mi papri?
Manuel: Este ualiente dice que esta rqrl es su p/1p/i...
Gastón C: ¡Y ln escupo! ¡Stup, stup!
Manuel: Mejor escape al uerdadzro papd.
¿Se vio nunca genio igual? Porque si me pregunaban a mí, Ia
ra1'a en el suelo era mi papá. Yo no sé por qué misreriosa operación de
la menre. Era una raya en el suelo que primero fue mi mamá muertay üora era mi papá enrero y vivo. Y después se ¡ien de los perros quevan recitando, de los que buscan la piedra filosofal, el elixir de la vida,el ere¡no femenino. De los que escriben su amo¡ con llanto en el diarioamargo de su desencanto. O de los que corren a limpiar la pesebrera
del caballo que nos habia gobernado a patada limpia.
Yo: No. Mi papá le ua a dtr por eltraero. Mjor...Manuel: De eso se trata. ¡Anda, anda a urupirb a él!
Gatón C: ¡Cobardrs, cobardcs de mierda!Manuel: Empecemos de nueuo. Mira, ¡esta es n madre!
Gatón C: ¡7lcak, d L)tt, tócdll!Manuel: üpera un ratita. Antes Ie uamos ¿ hacn un hoyito aquí.
Gatón C: ¡Un qué!Manuel: Un hoyito, para el gusüt0...
Ahí no ¡ecuerdo más. Seguro que se nos vinieron todos encimay que la paliza me dejó en blanco la memoria. O en negro un ojo, que
suena más apropiado. Y como he contado, mienuas escribo estas líneas,
han sitiado a Irak por todos lados. Sube y sube la presión en el GolfoPé¡sico. Hussein invadió Kuwait y lo declaró provincia iraquí. En las
Naciones Unidas hay un ajeueo de todos los diablos. Los miemb¡os de
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esta asamblea son signararios de intangibles derechos. El primero, la noinmiscuencia de ninguno en los asuntos de ninguno, como no sean lospropios. De pronto, uno de los miembros se embucha a otro. Enteriro,lleno de peróleo y billones de dóla¡es. ¡Se ha visto nada igual! ¡Vaya,claro que_se ha visro! ¡Peor se ha r.isrol Hussein se para .n uÁ. p",, y r.pone a salrar con las manos atrás. " El qae mandz en k ronda qui esco'nd.tun pie" . L^ prensa se llena de anticipaciones espeluznal rá. " Bte, alque se ríe, l¿ tira con ana bomba atómic¿". " iNada, con una bomba d¿hidrógenol" Vjenen las pregunras de las porencias de| mtndo: " ¿euiénarmó a este bco?".Yienen las respuesras de las potenciu del mundo," Nosotros Lo armamos, bien que nos pagó
En 6n, que se me enreda rodo con los arsenales de Hussein, laguerra nuclear y la paliza que nos dieron a Manuel 1. a mí por andarrazonando con las patas, que ésra es tu madre, éste es u padre y ésrees ei hoyiro de ru mamira. Se queman y pisotean banderas. " Esta es
tu madre, ¡toma, totna!" dicen mulri¡udes de palestinos furibundosen Jordania y el Wst Banh. Se hacen monos que representan Israel,Inglarerra, Erados Unidos; se les prende luego yvienen todos pareando
I' escupiendo. " Esta a k p... d¿ tu madre, ¡toma, toma\" Amiricanos,franceses, ingleses se han metido en una tiei¡a santa. Allí los perros, loscamellos, ias piedras, las rayas en el suelo, todo es sanro. Los ame¡icanosins¡ala¡ sus letrinas en la tier¡a san¡a. " Este es Mahoma, este es A/kh,¡mira b que hago encima de tu Mthoma 1 de n Alkhl". Los pedidos dearmas aumentan, los saldios compran nuevas armas, los is¡aelíes ¡ecibennueva-s armas. Sube y sube Ia más formidable de las concenracionesbélicas en el Medio y Cercano Orienre. Billones, ¡rillones de dóla¡esen armas para dispararlas y desrruirlas en aras del inc¡emento de laproducción, la destrucción de ciudades, el controi monopólico de losmercados, el descenso demográfico. Si esralla la guerra ;lindas pascuaspara los que labrican destroyers, fighr.rs, trnquerl. "Esra es ru rn'".i,rr.en este hoyiro le voy a echar cinco mil billones de dóla¡es en TNT',.
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¡Cómo aa a gomr tu mamit¿!""Gringo dzsgraciada, hijl de Sdttin!""¡Camelh retardalo, drogadn, dzgenerado!"
"¡Esta es tu madre!";'¡Bta a k p... que te Paió!"" ¡ Tócalz, infe liz, tó cab! "
Los capitales de Irak en el exranjero, congelados. Su producción
de petróleo, bloqueada. Suben los precios del petóleo, ia gasolina' El
puéblo iraquí siente Ia escasez, no hay lecht para los niños, medicina
par" los .ttfermos. Cientos de miles de refugiados egipcios,. hindúes,
pakistanos comienzan a padecer en campos improvisados en e] desieno.
L televisión se llena de guerra psicológica, de gestos, retórica de d-esafío,
orgullo atropellado, de¡echos conculcados. ;Esra es tu madrel ¡i:ste es
tu padre!Yo sólo quería recordar que echar rayas en el suelo desa6ando
ent¡a en el catá1ogo de Ios sinsenddos de los niños. Cuando, en¡onces,
nos dicen que débemos hacernos como niños, ;de qué nos- hablan?
¿Es que alguna vez dejamos de ser niúos? ;Bah, estoy cayendo en las
majaderías de los tontos grandesl
)OflvLos suRlos FLAUTISTAS
Había en mi casa una " Crestomatia de la Letra kpaúola" qrchojeaba a veces, pero sin hablu de ello a mi amigo Manuel, ni mucho
ménos al loco Valdés que con e[ sólo dtulo hubiera ido a paru sentado
en elTütuvén. Recuerdo que en esta crestomatía leía y leía unos versos
satíricos escritos .ontr" uno, "poetas culteranos" a los que no se les
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entendía neda po¡ amanerados y enredosos. Se me grabaron esosversos:
"¿Entiend"es, Fabio, ln que uo1 diciendo?""¡Y toma si no enüendo!""Mientes, Fabio,
pues y so1 quien b dice 1, ne h entiendo".
. .Pero esro fue después del tiempo que recuerdo aquí. ya habíanvio.lado a Ernesrina M. y asesinado a iu padre p"r" .r. .nton..r;Guille¡mo R. había dado mue¡¡e a su prostituta- p¡ediiecta en u¡anoche de parranda;y el hermano mayor dil loco Valáés había escapadoa Santiago con Chela, la hija de Bena y Salustio. Hasta el re¡remoio detodos los rerremoros había pasado ya.
¡Y toma si no entiendol Por lo que sé, los españoles dic en " itoma!"como nosorros a veces decimos "¡bah!", o " jtremend.a ,orrdoÁ" E o,versos me sonaban muy apropiados para decirlos a esa genre quepretende esra¡ de weha de todo cuando ni de ida esrá. ¿CuLta gentehab¡á así? No re¡mina usted de hablar de relarividad, de iisica cuá¡rica,de antimateria y ¡'a esrán haciendo gesros de que no siga, esrán a1 ranto.Muchas, incontables veces, me he dado yo iambieiestos humos detipo al ta-nto. ¿Será psicológico, se¡á culru¡al? Mis he¡manos decían"farsante"; mi amigo Manuel 1' el loco Valdés decían " cachiDorra".
¿Habrá culturas cachiporras desarrollando su propia física cuániica? ¡ytoma si no enriendo!
. . Pe¡o donde no me parecían apropiados estos versos era jusramenredonde prerendían serlo. Conside¡o que no hay nada de extiao¡dina¡ioen decir algo que se enriende, aunque el qré lo dice no lo enrienda.Uno dice, enrerito, el " Credn" , dice el " Padre Nuesto" . ¿Endende loque está diciendo?
.. _ . Digo yo, sin entender lo que digo (1, créanme que no lo entiendo):" Padre nu.esto, que est(is en bs ciebs';. Ahora, si un Fabio me dice queendende lo que estoy diciendo, ¿voy a decirle que miente puramente
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porque yo no lo endendo? Ese bu¡ro famoso que tocó la flauta porcasualidad, ¿va a decirnos que no enrendemos su música porque é1,
que l: tocó, no la entiende?
Bah, es ta.i como ese que estaba cavando eljardín y encontró untesoro... No, quiero decir el otro, el que estaba buscando un resoro ycavó el.jardín. El bur¡o se ace¡có a oler la flaura. Pensaba, el burro, quela flauta era un espárrago o una zanahoria. Olfateó, ¡esopló y;sa1ió unamúsical Me parece esrar o1éndola yviendo al bu¡ro recular ¡elinchando.
¡Ahí está el temal Bach relinchando. Que lo pinre Breughel, que Iopinte Bosch, que lo desarrolle en mil variaciones el mismo Bach. Nocs tan monstruoso que digamos. O si es monst¡uosidad, no hav quehace¡ tanto escindaio. Por ejemplo, yo he conocido escritores... ¡Diossantol Escriben que vienen ganas de levanta¡les una estarua. Pe¡o se
ponen a hablar de lo que escriben y uno se dice: " La uerdtd es que ui unhipopótann tocando b fiuta rrat'ersa, k pura uerdad. ¡Y qué bien que toca
e/ anim¿l! Si no hiciera atra. cosa pasaría por Apolo mxamorfoseada".
O tomen el caso de lrma S. conrándome hisro¡ias obscenas. Ellase proponía diverrirme y diverrirse ; escandalizarme y excirarme. Quizás,un poco, excita¡se ella. Pretenden algunos que Afrodira se excitabacon el defo¡me Hefaistos- Cavaba un Jardín sin darse cuenta. PorqueHefaistos u¡día mil üampas, técnicas ingeniosísimas para atraparle elete¡no lemenino. Hefais¡os delorme; A-f¡odira contándole his¡o¡i¿sobscenas mientras se arregla el vestido, los iabios, ios o.jos 1'rizos paracuando venga A-res, el de la musculosa enve¡gadu¡a. Se arrienda la partede atrás. No sabe la pobre, la bella, que caya un jardín. ;O lo sabe?
En estas cosas, nunca se sabe. ¿Se busca un resoro o se cava ei .jardínllrma S. muy bien podría esrar eduqí¡dome, r¡ama¡do algo serio conbo¡dados de frivoiidad.
¿Para dónde voy con el burro fautista v el jardín que se cultivóbuscando un ¡eso¡o? Ejem, el lector atento habrá obse¡vado... Apropósito, digame, ¿cuánns veces se enconüaron usredes con esa reró¡icade" el lector atento habruí obseruado...''? Yo perdí la cuenta. Muchas veces,
cuando empezaba la lectura del párralo que empez.aba " El bctor atento
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habrí obseruad¿...'', la verdad era que yo no había observado nada; yme decía: "iBab, chro, qü¿ simpb, qul obuio! Lo paé po, obo, no -, iicaenta, n0 estaue lltentz. Oltuio, obuio como b obuio. Sób se me escapópor falta de atención" .
Pero al dempo que me decía estas cosas, me decía otras que no meatrwía a decirme, aunque igual me las decía. Digamos que esasprimerascosas me las decía por la superficie, en tanto que esras segundas me las
dech por debajo de la superficie. '' Qzr i imbécilsol;' , me deiía por debajo
de la superficie. " soS un cabezt dr rhinrol 1, mejor no sigamos'' .
)co/L¿ pI¡onr FrLosoFAr
La piedra filosofal era una piedra que llenaba bien el puño de unamano. Aspera, gris clara, con peso de piedra. En un exremo comenzabaancha, angulosa, poliédrica; seguía redondeándose y est¡echá¡dose comou-n cono y terminaba como el dedo gordo del pie. Se le podía ri¡a¡ conella en la cabeza al " Fbr de Haba" senrándolo ahí mismo. Pe¡o esas cosasno se hacen. Al loco Valdés, a ése si que se Je podía dar sin problemu.El andaba rodo el dia a las pedradas con los pobres zozalei.
Sise le hubie¡a dado un piedrazo filosofri a Ma¡uelA. pienso quehubiera seguido como si nada, a¡rodill¿do en plena ca1)e. puándoré Lpaimaza de su izquierda por la nuca 1'pregundndose mienrras mi¡abasospechoso y de reojo, pero sin abandona¡ su acrirud de súplica, si elpeñascazo que le había llegado en la nuca e¡a un rábano qui lo h.bí.picado, la piedra filosofa.l que el diablo le había ri¡ado pari cenrarlo oalgún coscacho del ánima de su hermano.
^. ]Iaciendo comparaciones me parecia que compa¡ar la piedrañlosofal con el e¡e¡no femenino era como m.dit el .ócho deliachacon los made¡os de SanJuan o como si elTütuvén inunda¡a la Hacienda
Pública llenándola de cangrejos tal como hacía cua¡do inundaba luvegas de " La Higuera" y " La Quinquina" .
La piedra filosofal era para mí, aunque no sabía en el comienzo
deci¡lo con esa palabra, una piedra concreta; mientras que el ererno
femenino, por más que ¡ra¡aba de hacerme una imagen suya, nuncalograba sorprenderlo sino que me encontraba mirando a lrma S., aHilda H., a Inés S., aAlicia S., pero no al eterno femenino.
O vean los ejemplos de esos dos, ManuelA. y eI" Flnr de Haba" .
N " Fbr de Haba" no había por dónde tomarlo. De pronto aparecia,
de pronto desaparecía. Esúbamos poniendo flo¡es en el nicho de
mi mamá y no sabía de dónde salía trayéndonos agua en un balde,
persignándose y haciendo morisquetas hacia la lápida. Otras veces,
estaba desnudándome para mete¡me al ¡ío I' como si fuera el Arcángel
Gabriel con un recado del cielo Io tenía a mi espalda con la ba¡billasobre mi hombro echá¡dome encima su alienro f¡ío de loco fi.rne¡a¡io.
Me había dado el susto del año.
En cuanto a Manuel A. era -¿cómo decirlo?-, una amenaza, undesencadenamiento; pero rodo es¡o lo fo¡maba con susros, angusrias,
retraimientos, cansa¡cios 1'yo no sé cuántas pasiones y sentimienros
que privaban de seguridad v dejaban Ios cielos abienos, allá ar¡iba. Sin
hablar de la saliva amarga que me venía y que los médicos sabrán porqué viene en situaciones así.
Ya lo dije, tampoco sabia por dónde roma¡ el eterno femenino,
aunque no me iba a pasar por la cabeza que no existiera tai cosa. Existiótan pronto Io nombraron mis hermanos. Pero ¿dónde, dónde estabal
¿Dentro de las mujeres como el pino dentro de lu empanadas? ;O había
que salir en su busca como andaba¡ buscando el Dorado, la Ciudad de
los Césares, la Fuente de la Eterna Juventud los aventure¡os espaioles
del siglo )O{? Estaba en Irma S., pero no e¡a Irma S., porque estaba
también en Inés S. y en Hilda H. Po¡ no deci¡ nada de Berta, Jusrinay Chela, donde también estaba.
Yo, el burro en Ia noria, pensaba que el ete¡no femenino esaba en
I¡ma S. de un modo... ¿Cómo decir? No Io habían repartido en pertes
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iguales. En pane de los partes que tu repartes. Mi madre dividía el budínque ni Euclides lo hiciera mejor. Pero, no sé, eleterno femenino de lrmaS., suave, morena, ojos profundos 1. tiernos, cuerpo elásrico. ¡Y qué decir
del eterno femenino de Hilda H. que tenía todo el amo¡ en la mi¡ada,todo el calor en su pecho, todo el cielo en su cabellera, su cuello y sus
homb¡osl. Miraba y su entrecejo se ponía tenso de ansiedad, de ¡emo¡que me descarriara, me descuidara sob¡e todo en invie¡no cuando el
Tutur'én derrumbaba las alamedas 1'avanzaba fu¡ioso cob¡ando sus
cuentas en vidas.
Pe¡o se me en¡edó el ere¡no fbmenino con la piedra fiiosofa1.
Si me hubieran pregunrado cuantas piedras filosofales había,
no sé qué hubiera respondido, aunque este iipo de preguntas eran de
despacho rápido entre nosotros. ;Y toma si no entiendoi Supongo que
hubie¡a decidido con tres o cuatro argumentos 1a unicidad de 1a piedrafiiosofal. Se caía de madu¡o que no habia más que una. En primer lugar,
nunca nadie habló que se buscara n.rás de una piedra filosofal. En rodocaso, muchas no había o ya hubieran encont¡ado alguna después de
buscar ta¡¡o.Si me hubie¡an preguntado dónde buscaban esros sa'bios
alquimistas la piedra filosofal, hubiera contes¡ado... ;Qué hubie¡acontestadoi En los pedregales no Ia iban a buscar. ¿Cuántos pedreqales
hay en ei mundoi No, la piedra filosofal no era piedra de pedreg:rles.
Ese no se¡ía el caso de una aguja en un pajar sino de una aguja en rodos
los pajares del mundo. Además, no anda botada por cualquier parreuna piedra así.
Si me hubie¡an p¡egunrado por las propiedades de la piecirafilosofal... Pero. antes, debe quedar en claro que esta ciencia de lapiedra filosolal no es tan de cinco ¡.rinutos como pareciera. Son aÁos
de reflexión. Cie¡to que enrremedio hay aÁos de vagabundeo, delerreo,
trompadas, peste cristal, amigdaiitis, tifus y adiós que me voy ilorando.Cie¡to también que reunidas todas mis ¡eflexiones sobre la piedrañlosoial seguro que no pasan de media hora. Pero, de du¡a¡ aÁos, ¿nos
du¡a¡on-
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Si me preguntan, como digo, por las propiedades de la piedra
filosofal, bueno, hay que ser un reverendo ignorante Para no conocer
la propiedad de las propiedades. Uno tocaba con la piedra filosofal otra
piedra y chúpate esa que la piedra tocada decía " ¡in, tinl" y brillaba ypesaba medio kilo de o¡o de veinticuatro quilares.
Porque esto era mu1'claro para mí: la piedra filosolal no ie iba
a hace¡ nada a Hilda H. si tocaba con ella sus mejillas de ángel. La
piedra filosofal sólo conve¡tía en oro a oiras piedras, en especial a esas
piedras que son piedras sin discusión y que parecen huevos un poquito
achatados-
Una pregunta que no sé como hubie¡a respondido es si lapiedra filosofal es o no es de oro. De otra manera: pueslo que la piedra
filosofal convie¡te en oro a las piedras que toca. elia tendría que ser de
oro, porque a nada toca la piedra filosofai como se toca a sí misma. ¿O
cstoy burreando?
Ot¡a cosa que me ocurría con la piedra filosolal ¡ que no sé si
deba contarse entre las proptedades su1'as, se ¡efiere al sueno. Nunca
terminé de converti¡ todas las piedras que había en los pedregales en
piezas de oro tocándolas con ia piedra filosofal. Estaba en lo mejor
tocando piedras y echándolas en un saco donde hacian"¡in, tirtt" para
ileva¡las a mi bar¡io )'ter-mina¡ con la pobreza de todos, comp¡ar un
palacio a I¡ma S., un jardín a Hilda H., contratar los médicos má¡
famosos para que encontraran la razón del " F/or de Hab¡" , instala¡ un
cemente¡io con nichos con colchones v almohadas, aboLir el matade¡o
público 1:.. ¡1a estaba durmiendo como un benditol
85
Dos ccNcro'¡s ou "fiI-*.* " su orsor-ucróN
E¡an dos canciones. No las oí en la escuela. Seguro que las
escuchaba en tiempos de mi mad¡e. o sef,, an¡es de mis sierá años.Una de ella, la que empezaba "Yo tení¿ un camarada, ono lgua/ noencznttírruís" ,volvia escucharla despues, en excursiones, sentado á o¡illasde una fogara o paseando en las noches por el parque con los amigos.Me conraban que a la sobremesa de los milita¡es jubilados e¡a comúnescucha¡la entre iágrimas, erucros y ivavan saliendo de a uno, cholosdesgraciados! Parece que la cantan también llo¡ando en el" Qritnpena"los milira¡es que vienen de enre¡ra¡ a un compaÁero. En los mismosentier¡os milirares me dicen que se escucha, porque es rriste al oído yapropiada como marcha fúneb¡e. Una niña di nis arnor.srn. lr.anróuna vez al oído en alemán y ruve así la noricia de que era más unive¡salde lo que lo pensaba- E¡a la historia de un cama¡ada. Fue la primeravez que oí la paiabra " camtntda'' y no creo que pudiera aprenderla demanera mejo¡ porquc un canarada tiene que esrar dispues¡o a ma¡cha¡con uJro a donde sea, aunque lluevan ba1as.
Recuerdo que me romó buen tie mpo disolverla como es debido.Mucho más tiempo que la otra canción, que también tenía que ver conbatallas v muesrras de he¡oísmo. Trarab¿ de un cornera, esia sequndacanción. Yo sabía io que era una corneta porque el \/iejo Pascuero rrajouna por ese riempo y también vi a un ca¡abine¡o de la banda tocando laco¡ne ¡a en la Plazc de fumas. Támpoco recuerdo que ruviera problemascon que el carabinero que tocaba la co¡neta se llamara " corneta" .Perotenía muchos problernas, como 1'a dije, que venían de que uno al c¿¡ta¡no lo hace como al habla¡. Esra canción empezaba: "
¿Por qui el rontetarott st izquioda mnno lleua a sus kbios k rorneta f r[!"
O sea, al comienzo de la canción había esra larga pregunra; perolas prqunras no se cantan, igual que no r...nt".l .rérÁo ñmenino nise mau¡ zo¡zales con la piedra filosofal. Todo el ¡esro de Ia c¿¡ción e¡a
86
la respuesta a esa pregunta. Así que 1'o no entendía nada de la canción
porque no se comenzaba con ese acento que tienen las preguntu.
Supongan, ustedes, (ya que Ía¡amos de estas cosas, el ete¡no
lemenino, la piedra filosofal, el movimiento PerPeluo y tantas otras
con toda .onfi"n- y sin reírnos, porque el que se ríe se va al cuartel)
supongan que todo el universo con sus es¡ructuras mayúsculas 1'
minúsculas no fuera más que una ¡esPuesta a une pregunta, y que
nosotros andamos dando u-reltas, con la boca abierta, sin comprender
una jota, por la muy sencilla ¡azón de que no vemos la pregunta de
la qúe el universo es ¡espuesta. Asi me pasaba a mí con la canción del
.o-.t, qu. con su izqJierda mano Llevaba a los labios la co¡neta fiel.
I)ero, como digo, andando el tiempo puse las cosas en su lugary no sólo
eso sino que la disolr'í enterita 1' en iugar de monstruos inimaginables
como " Siizquierdamana" cologué ltmpia y disdnu la mano izquie rda
del corneta aferr¿ndo la corneta.
¡Por qué el corneta con su izquierd"t mano
Il.eua a sus lzbios k corneta fe Ll
Es cai un niúo que resoPb ufano
Y toca al m¿ndo de su coroneL.
Así comenzaba la histo¡ia. Este niño, por lo que sigue, " dejó en
su hogar eltnaterttal cariúo 1'por k Pania a pebar tnarcü1". O sea, que
el mJte¡nal ca¡iÁo se puede dejar en cása )'quizá si algo así le había
ocur¡ido al " Flor dc Haba" cuando perdió la razón.
Pero, ustedes tendrían que hacerse como niños, doblar una hoja
de EL Mercurio, hace¡se un bicornio I'salir conmigo baruta en ristre
cantando, muchando y ¡a1'del que se atraviesel Estoy seguro de que si
se hacen como niños y encajan (si es que no lo denen encajado todavía)
de nuevo ese anda¡te con brío que me salía cuando la canción decía
"y por la Patria a pelear marchó" inmediatamente les va a venir una
.oriient. por las sienes, les va a salir una espumita por la boca, un I'ahito
por las nirices, unas chispitas por los ojos y ¡a la de... ¡e! De f¡ente...
87
imar! y échenme por este lado a ios enemigos de la Patria para hacerles
sentir la ñre¡za de mi brazo y el filo de mi espada.
¿Y qué ocurrió con el co¡nen de esta historia cuando, en el mejorestilo Ronda de San Miguel, se sacó el mate¡nal cariño y lo dejó en
el es¡uche de los lápices? Seguía inmediatamente después que a pelear
ma¡chó:
El Rípitan ll dijó '¡Ere: mu1, níiíúo!"?oo chiltee noeLniíto contestó.
'' Naelnina" rengo que haberla disuelto al ri¡o (mi papá dccia " rpra
facto", no " al tiro" ) porqte es¡ov seguro de que entendí el a¡gumenroahí mismo, a la primera v enlero. ¡Ese sí que es niáo, mi almal
Háqanse un cuadro. El Kapitán esrá de pie, tras la mesa de los
que reclutan. Ta1 como en Afqanistán. en Irán, en Nic¿ragua, en Burmao en Ku¡dis¡á1, el Kapirán. Con las ma,qos a¡rú fumando un pucho.,Ahora aparece el pequeúo. Con él se las va a ver el Kapitán. ;Será ésra
mi primera clase de lógica? El niño se ace¡ca a la mesa de recluramienro.O reclutación, cono queda más co¡to. El Kapitán son¡íe con cariño vse pregunra si no habrá que agreqar una" Sección Pañales" en el depósirode unifo¡mes. ¿Habrá una man.iade¡a para darle al peq'teírc. " Ja, ja,pero si ere: ntu1, ni¡i¿I" exclama el Kapirán. "iPtro, cltileno!" le responde
elpqueño r'1o me pregunlaba, no cómo se puede se¡ tan imbécil, eso de
ninguna manera. sino cómo se puede ser ran inreligente v ran valienre.
Ni el loco \¡aldés. ni mi amiqo tr{anuel e¡an capaces de algo así. Pero,
en fin, lo que ocurrió es que
b ennegaron ll úril corneta
que en ltt batall",¿ resonando esti
.t sób con k izquierdn k sujera
pur; k dererha na k si"tr n¡is.
AErí, en su brazo,
óó
k lkgó un bakzn;baítado en sangre
toca el cornet/n.
¡Heroico niñ0, mutibdn el brazo!
¡Por él uenció su batalhn alfn!
Y si quieren que arreglemos el brazo, les diré que aquí en Suecia se
fabrican y exponan por miles toda clase de prótesis a lrán, Afganistán,
Irak. Brazos, piernas, manos para que siga la Ronda de San Miguel.
No sólo a¡mas iban a exponar los suecos, no sólo cañones Bofors yexplosivos Nobel.
m'Iif,e pu¡Rt¡ v ¡r PIQUETE
De los cuentos que oía siendo pequeño -de Jusdna, sob¡e todo,
que despachaba hasta rres en una noche enlre ma¡e v mate junto al
brasero- recuerdo más que nada a los príncipes que partían hacia
lugares remotos y peligrosos donde un ogro tenía encerrada a la joven
princesa o donde un d¡aqón custodiaba el manantial de la vida. Era ral
como ese poema que ¡ecitaban mis hermanas v los pelos se me ponían
de punta.
"Soñé que era un nirio, que estab¿ en l¿ cocita,
escuchando cuentos de h uieja Paulina".
Los cuentos de Jusdna casi siempre ¡¡ataba¡ también
príncipes he¡manos que se fueron muy lejos, a paises lejaros
el mayor que era un orgulloso. No volvía. Partia el segundo
de "tres
". Partía
89
que era
un tarambana. Tampoco volvía. Pa¡tía el menor sin más armas que su
co¡azón bondadoso, su lealtad v su sinceridad, y no había obs¡áculo
que no salvara invicto. El nás débil, desarmado y expues¡o a los ardides
del mundo, triunfaba. Tll como decía ese poema:
"El menor que era un ringel, por adtrabk y be/b,
llrgó alfondo del bgo sin perder un c¿belb".
Yo quisiera... ¡Cómo Iograrlo de fo¡ma cabal sin caer en los
espejismos de mi memo¡ia que )? eslol dando por docr¡ina senradal
Quisiera revivir la impresión que tenia l el juicio que formaba en esa
parte de los cuentos de príncipes que se iban muy lejos, a países lejanos,esa parte en que al Ilegar a una encrucijada. o un puente sobre un abismo,
o la enr¡ada de un valle desie¡¡0, de un bosque habitado por fieras (que
de todas estas cosas ponía Justrna en el camino de los principes que
iban en busca delpájaro azul, el agua milaqrosa o la princesa encantada)
encont¡aban a un se¡ mise¡able. una viejita en los huesos, un vrejitotullido, que pedíar una aludita po¡ caridad. " ¡Quitnte d¿ nti catnno,uieja inmunda!" g¡itaba el príncipe, y ta estaba muy cla¡o que ei talno iba a llegar a ninguna parte. por radiante que luera su armadura 1'Bucéfalo que fuera su caballo.
¿Qué había ocu¡rido? El príncipe sin corazón, casquivano,altanero, no había resisrido " k pnreba del pnsa". Siempre había estas
pruebas en lugares especiales de la ruta. Siempre habia lugares especiales,
puertas cusrodiadas que ni parecían pu:rtas ni parecía que esrulierancustodiadas. No era llegar, subi¡ al caballo y saiir a dar una r.uelra porpaíses lejanos. A la menos pensada, aparecía la puerra menos pensada yel guardián menos pensado. " No oeas que uas aí no mris a apadrarte dtlpijaro azul' , decían esos guardianes disf¡azados de viejitas esqueléticas." No bata kfuerza, la inteligencia, e Lconi.ie. Debes tener uÍt clrdzin purl), generurz. Aquí hal und puñd fzmtidil:le, atnque no se ue, 1, no l^t utts
a cruzt¿r nsí no más" .
90
¡Qué iba a pensa¡ nada de esto mientras escuchaba a JustinalPero igual lo pensaba, esperando que Justina dijera, cuando el principesalía lanza en alro a rescatar a la pobre princesa: " A k entrada dzl bosque
habia sentad¿ una uiejita mul fzarchenta" .;Ahí esrál me decía yo, ¡ahiestá la vieii¡a junto a Ia puena que impide que los príncipes malos se
acerquen a Ia princesa encantada!
Y pensaba también que si firera el " Fbr de H¿ba" el que se
acercaba montado en un burro, caía de coligue en risrre, la viejira lodejaría pasar sin siquiera pregunm-rle el nombre. E\ " Fbr de Haba"iba de un lado a ot¡o cor¡iendo enue las mariposas, regresaba por unatajo con los zorzales a la siga, flotaba como u¡ espíriru de espaidas
en el Tütuvén, co¡reteaba po¡ el Basu¡ero lr4unicipal como si fuerael Jardín de las Delicias. Ese sí que sabía de puertas. No sólo sabía
de puertas sino que sabía de puenu, ¡ el seÁor A.lvear me en¡iende.Saltando de una ve¡eda a orra por las calles de1 barrio, corrido por los
perros y las pedradas, si no iba a sabe¡ de puertas e1 " Fbr da Haba" .
Sabía y requetesabía. Distinguía infalible las que se abrían de las quese cerraban; las que estabar, ahí, de la-s que para él hacían como que noesruvie¡an ahí. Las puerras del Cemen¡e¡io. Ias puertas de las rumbas,todas abiertas para é1. El " Flor dz Haba" mi¡aba con esos ojos suvos,
amarillo-miedo, verde-esperanza, mi¡aba en Ios de uno v sabía sin más
qué especie de puerta era¡. lt{i¡aba, se persignaba I'echaba a correr." iCuchilb mdtador q e ma.tai a los f naas!" .
¡Bah, no había más que seeuir al " Flor de Haba" por el ba¡¡iopara saber dónde estaban lu puertasl Sóio que eran puenas de las orras,
no de las que se cerrabal para los pnncipes malos, sino de las que se
ab¡ian de pa¡ en par cuando esros llegaban mientras que se cerrabanpara el " Fhr de Haba" que era adorable y bello y que estoy seguro de
que llegó a los cielos sin perder un cabello.
Hay una gran puer¡a a la que se acerca el viajero. Le vienenIemores mientras se acerca. Mientras más cerca de la puerta, más
grande el remor Por fin. Junro a ia puerra, el viajero se decide y golpea.
91
¿Qué creen ustedes que ocure? ¿eué apuesto a que no se les ocur¡elo que ocurre? A mí, ni por causaliáad se me hubiera o.u¡.ido. Vi.neel viaiero que digo, golpea y en lugar de abrirse la puerta, he aquí quese abre una puerta ch.iquira que se encuenr¡a a ia jrura de los o.jos ielviajero- ¿A quién se le ocurrió. una cosa así? ¿Se figuran us,.de, qu.voy a declararle mi amor a Hilda H_f g.u. .r"ndo lI hago en lugar'de
i*l"ii:t-T. Hilda H. aparece una Hiláita H. enrre los iechos die esrabeldad? Usted. ¿qué quiere?" pregunran al viajero a rravés de esa puerrachíquiu. Claro está, una ve7 que ve uno que har.una puerta chjquitaen la puerra grande no le cuesra nada idea¡ una puerra más ch iquira enla puerra chiquita; y una más chiquira en l" pu.rr" más chiquia en lapuena chiquira. Y así, de puerritt en puerriia, no termina¡'nunca deabnr la puerta.
Había, si quieren que lo refie¡a en el estilo de Ia Ronda de SanN4iguel, una impresionante hile¡a de soldados v sojdadas mirá¡dome6eros desde lo alro de los mu¡os almenados. La gran pu.ro JJ Uurgoce¡rada.a piedra y lodo (como me enseñó un hinlalro mavor que secier¡an las puerras en estas ocasiones).
Despues, mucho después, supe que mi percepción pueri.l de lapuena y el piquete era verdadera, por mú pueril que fueia. No sé sitendríafuerzas para conrarles mis expe¡iencias, leouras. contemplacionesy reflexiones sobre la puena ¡ el piq uere. A¡dando l and*do á n.rnpohan ido acumuhndose. A veces. IIega;rdo a un Iugar. me deci¿: "Bj¿¡¡.ésu es k puertn.;Ddnde esurá el piq)ael O.al ¡erlés. i.eia rn oiou.,.1.me pregunraba' ¿Cutils.eri k puerra?' porque asi como habia puerrasr.pue¡ras, es claro que había piqueres l, piquites. euiero decir que habiapiquetes para abrir puertas y piquetes para m*r.ne.lr. ..r..drr. E.l R.vdelos Borbones esraba muy rranquilo en su corre porque renía piqueres.I al como Saddam Hussein en su bunker anrinuclea, J. G.org. Bush .n
su Cas¡ Bla¡rca ¡odeado de piqueres en helicópreros.Yo comprendía. Lo esencial. .omo se di.., Jo comprendia.
¿Seráacerudo decir: lo que comprende el niÁo. eso cs lo esencirli Co-pr.nai.
9)
cuando Justina, chupando Ia bombilla del mate que era un asco, decía:
" Al llzgar a un puente mry alto, se encontró con un uiejito" - Comprendía
que hiv pu.nas por todas partes, aunque uno no lu vea y que el "Fár
fu Haba" sí gueluveía y Ias soneaba como si fuera un mu-rciélago y que
no había más que mirarlo a él y guiarse por él para saber dónde había
puertas y dóndi no había puerras,v no i¡ a cae¡ ¡edondo, el imbécil, en
lu garras de un piquete.- Y ¡ecue¡do también, a propósito, las reflexiones Elosóficas sob¡e
las weltas del perro. Las que da para do¡mir. Muchas veces observé estas
vuelras del perio. Tenía que morderme las uñas para aguantarme la ¡isa'
Vale para todos los perros, grandes, chicos, flacos, gordos, pobres, ricos.
Quieie dormir el perro, pero no le acomoda este lado. Se vuelve del or¡o,
rampoco le acomoda. Esti¡a las paras, las recoge, mete las na¡ices en el
pecho. ¡Diantre, que no encuent¡a cómo dormirl Se endereza, se está
mirando algo que sólo é1r'e. se rasca derrás de la oreja, bosteza, suspira.
Se deja caer con ruido a ¡odo Io largo del cuello. Vueh e a ensavar este
iado, el otro. Al fin, l'a saben. se queda dormido en la misma posición
que adoptó al comienzo.- Digo esto de las vuekas del Perro Por mis experiencias con la
puerta y el piquete. El Rev de los Borbones asigna un piquete. La gente
no pt.gunta " ¿Quién e: ései" cuando llega uno al f¡ente de su piquere.
¡Que se abran las puertas al Rev de los Bo¡bones! El que comanda el
piquere saca su lib¡eta 1'comienza el cuestiona¡io: ¿Cuánto rrigo hav
enlas bodegas? ¿Cuántos caballos en el co¡¡al? ¿Dónde está el dinero. ei
charqui, los huevos? ¿\hn a misa rodos los domingos? ¿Cuántas mujeres
se escondieron en elpajar? ;Cuálros hombres debajo de las camasr ¿Que
no hay ninguno? ¡Vamos, que se ab¡an las puertas inmediatamente!
93
XXVIUEl Cuna Paro¡o: NATuMTEzA y cuALTDADEs
AJ Cura Patojo no lo vi nunca; pero es igual, porque siem-prcestaba viéndolo. Hasta peor es que no lo hala visro nunca.
Esto ocure con las palabras, que las pone uno a sen.ir I' sin'entan mal. La duquesa de ese cuento de Leu'is Ca¡¡oll dice que hay que
cuida¡ el sentido porque ias palabras se cuidan solas. ¡Qué se van a
cuidarl Cuidando el senddo, lu paiabras dejan clarito el sinsenrido.Por eso digo que sin'en mal, porque uno las emplea para que ocu.lren
elsinsentido. Aunque, ¿qué culpa tienen las pobres, si uno quiere hacer
con eilas una consumación de senrido? Vean ahí mismo. Consumación,hasta el " Fbr de H¿áa" sabe que tiene que r.er con "s¡lz¿". \b digo: AlCura Patojo no lo vi nunca. porque esa es Ia ve¡dad. Pe¡0, ¡ambién es
cieno que siempre esraba viéndolo. Las dos cosas son cienas.,{io¡a,sumo las dos cosas. ;Y qué resulta? El ¡idículo ¡esulta.
Sin Cu¡a Parojo no podía haber Ronda de San Miguel. ;A-hí¡ienen ot¡al La del sin... no. No hay cazuela sin zapallo. Sin marorralno había Cu¡a Patojo. Sin ere¡no femenino no había Irma S. ni HildaH. ni lnés S. ni belleza ninsuna.
Yo lo r.eía enre¡o al Cura Patojo, con la túnica negra cubriéndolohasta el suelo l el amplio capuchón punrudo encajado hasra las narices.
Salía a la medianoche en la ba.jada de Ia calle que sube al cent¡o. Lo veía
entero r'¡cómo lo iba a ve¡l ;Ni las narices le r,eíal
Cua¡do los mozos de doña Claudina U. arramblaban a 1o quees hachazo con el maro¡ral de espinos, la cuadra ente¡a cambraba. l¿reco¡r.ía feliz de subida y bajada. ¡No podía creer! ¡Qué limpia esraba lave¡eda! ]ba v venía corriendo de arriba a abajo. A ras la vereda, comocuando me coftaban el pelo a1 rape.;No iba a aparece¡ un piojo delCura Patojol De noche, pasaba livianiro por la cuadra, de vuelta demis momias v d¡áculas )'raránrulas en la película sólo para mavo¡es.
Silbando " Tonta a ntí, chint ntín" .;Qué aln'iol ¡Se fue el Cura Patojo!
94
Lo a¡¡anca¡on a hachazos con el mato¡ral de espinos que 1'a se había
adueriado de ia vereda.
Pero... pero... De pronto, una aciaga maiana de septiembre (mis
hermanos decÍan " aciaga") rciaque xomaba¡ los ¡etoños de espino (mis
hermanos decían " retoñoi').lba c¡eciendo un matorralito. Al comienzono daba para un Curim Patojito, pero a la vueita del aÁo ya esraba otravez alto como para un Cura Patojo de tamaño respetable.
Yo sabía muchas cosas cua¡do rodavía cambiaba de cal.le en las
noches por miedo del Cua Patojo. Sabía que la materia arae a Ia mareria
en razón di¡ecta del producto de las masas e inve¡sa del cuad¡ado de
la distancia. Pensaba -así me ensenaba¡ mis herma¡os- que eso va.lía
para los cuerpos celestes y para can¡idades ast¡onómicas de mareria,
no para la masa de pan que amuabaJustina, multiplicada por Ia maza
de Caupolicán.EI Cura Patojo no tenía masa, pero en todo lo demás era igual
a cualquier cura: si se levanta¡a la capucha se¡ía como esta¡ r,iendo al
Cura Patojo I'si se desnuda¡a sería un Cu¡a Pato.jo pilucho, ¡ji, jil.No había nada de esrupido en mi manera de concebi¡ al Cu¡a
Patojo, juzgando por la cantidad de estúpidos que habría en el mundosi no fuera así. Hasta pienso que nunca hubo en una cabeza algo más
cabal que esa noción que I'o tenía del Cu¡a Patojo. No sólo del CuraPatojo sino de cuanto aparecido, ánima del purgatorio, fantasma 1'
espectro hubo y habrá en ¡odos los cemenlerios, castillos abandonados
y matorrales de espinos del universo mundo. Mí prueba es mu1'simple:Vean las películas con fantasmas, sea para reír, sea para sali¡ a¡¡ancando.
Ni que me hubieran consuhado los que hacían Ix pelícu1as de fantasmas.
Une cosa e¡a la mate¡ia del Cu¡a Patojo y otra mu). disrinra la formadel Cu¡a Patojo. Si algun ma¡a¡ife fantasma con un cuchillo fanrasma
abriera al Cu¡a Patojo despues de colgarlo por ios tendones de sus talones
de dos garfios fantasmas como si fue¡a un cerdo, tend¡ían ustedes uncuadro de los inte¡iores del Cura Patojo. Pero sólo interiores fantasmas,
sin materia. Había ciena cla¡idad en la apariencia del Cura Patojo. Se
debía a que era translúcido. Como era pura forma sin mareria, la luz
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lo ar¡avesaba. Un poquiro de luz se reflejaba en los bordes y gracias a
ese poquito de luz se veía la forma sin materia del Cura Patojo. Comosi fuera poco ser rranslúcido y tener üipas que se hinchaban con puroviento, el Cura Patojo er¿r eté¡eo, porque podía cruzar paredes, rocas,
hundirse en la dern, en elTi.rtuvén, en lo que fuera. También era ubicuo,o sea, podh esta¡ en va¡ias panes al mismo riempo, siempre que nofuera muy lejos del mato¡ral de espinos.
O¡ra cosa exuao¡dina¡ia del Cu¡a Parojo es que podía desaparece¡
o aparecer rai como las cosas aparecían o desaparecian al encende¡ o
apagar la luz. Podía desaparecer y no había más Cura Patojo a la visn,aunque en algun luga,r tendia que esar. Además, era intermiren¡e:podía desaparecer de un lugar y aparece¡ al mismo tiempo en ouo sinhaber puado por ningún lugar intermedio.
Ya dije que e¡a eré¡eo, así que no había manera de ponerlezancadillas o da¡le en la cabeza con un palo. Pero una cosa ext¡ao¡dinariaera que esrardo él rambién impedido de arreme¡er con un palo o uncuchillo en con¡¡a de uno, igual e¡a el miedo que daba y rodos salían
a¡rancando no más ve¡lo.También, aunque no podía tomar en sus manos más que formas
sin mareria, el Cura Patojo tenía poderes telekinéticos. O sea, que si
no podía darle a uno con sus propias maros, ranro peor, porque podíahacer que le calera un ladrillo en la cabeza y ¡buenas nochesl L¿ mareriaatrae a la materia, cierto; pero el Cura Patojo, pura forma sin mareria,no sólo auara la materia sino que ia repelía, y con la fuerza que él queríasin que le die¡a un bledo el producto de las masas o el cuad¡ado de ladistancia.
Como digo, todas esras estupideces tenían apoyo no sólo en laautoridad de Justina y Ias señorims del c¿recismo sino en todo el mundo.Bastaba ver una película de fa¡rasmas para darse cuenta.
Enre los escasos que liamaban a esms estupideces por su nombreesuba mi padre. Decía que creer en fanmsmas es confundir las pesadillas
con la ¡ealidad, las cosu que dene uno en la cabeza con las cosas quehay en el mundo. O sea... Bueno, yo estaba muy de acuerdo con mi
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padre; pe¡o no recue¡do que po¡ ello dejara de andarme con cuidado.Me venía, mejo¡, por la o¡¡a calle aunque me ¡oma¡a más tiempo. Al,1ía siguiente, de mañanira, pasaba junto a los maro¡rales como si nada.
¡A mí con Curitas Patojos y esupidecesl
Cuando, después, mis profesores decían que la superstición es unafuerza primitiva a Ia que debemos oponer la ciencia y la razon, tambiénestaba de acue¡do. La mare¡ia ar¡ae a la mate¡ia en ¡azón di¡ecta delproducto de las masas y en razón inversa del cuad¡ado de la disrancia.Pero ¿dónde demonios estaba la mase que producía esa lueza rangrande de la superstición? ;Y qué renía que ve¡ la distancia? " El miedoes cosa uiua" , me decíaJusuna cuando me lo veía en la c¿ra en las nochesde invie¡no. "
¿A que na Je atrel)e a ir a buscar hña?" I-a materia at¡aea Ia mareria, cierro, pero las ánimas rambién la ar¡aen. Y la repelen...
1Oh, hacen lo que quieren con ellal Dicen que Hitler consuhaba unastróloqo v no hace mucho una primera dama de V/ashingron reconocióque en momenros de c¡isis le daba un vistazo a una bola de crisral.,A,\ora mismo, mien¡¡as escribo, los americanos ¡eza¡ a Dios todos losdominsos. los á¡abes a Aiá rodos los vie¡nes y los judíos a Yavé todoslos sábados pa¡a que Ia mate¡ia no atraiga la mare¡ia como no sea laque \¡a]¡a a da¡ en 1a cabeza a sus adversarios.
Volviendo a mi ninez, eI" Flnr d¿ Haba" sabía de anres, muchoa¡rtes, dónde iba a habe¡ un muerro. Por eso Le cerraban las puertas,para aumentar el cuad¡ado de la distancia. Los adivinos y martes ho1'
ma¡¡es maiana ma¡tes roda la semana lque así ha1. que nomb¡a¡ a las
que ustedes saben para que no nos hagan lo que saben ellas) no movíannada pero... Méjor no sigo.
Andando el tiempo, supe que el Cura Patojo no sólo aparecíaen ese marorral de espinos. Un amigo me dijo, no me acuerdo biencuándo, pero fue anres del ¡erremoto que nos trajo todo el pueblo alsuelo, que todossuelo, que rodos teníamos nuesl¡o Cu¡a Patojo y nuestro matorral. yque era de Io más común que no se lo conráramos a nadie. Despu& supeque todos ller'ábamos den¡¡o nuesrro propio Türuvén, sob¡e nuesrroshomb¡os nuesra propia cruz; también que a nadie le fahaba un" Flor
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d¿ Haba", un amigo Manuel, una Irma S. y una Hilda H., por no decirnada de VíaorV, Julio V y ManuelA. Ni del cemenrerio, porque rodosteníamos un cementerio y a todos nos aguardaba un Waterloo con unrVellington y una isla Santa Helena donde rumiar nuesrras victorias l,nues¡¡as de¡¡otas en razón directa de sus mas:s-
- ,,C(IXEr- ANc¡r DE LA GRUrA: D¡r C¡aro y ¡¡r iN¡l¡nxo
Cuando volr.íamos al mediodía de la escuela donde cu¡sé Ios dosprimeros aios de preparatorias, un hermano mío (del que mientrasescribo me llega la noticia que murió hace unos dos meses aliá en mipueblo provinciano el pobreciro v vo sin saber nada) se derenia muchasveces en un enorme ralle¡ de reparaciones de au¡omóviles. I4e haciaenüar con é1. E¡a místico este he¡mano mío. Dos años mayor quc r,o.Recuerdo que canraba: " Duen¡ten en mi jardht ks bl¿ncas azuceias, b¡nardns y lzs rosas" . Amí me daban ganas de abrazarlo y consola¡lo cuandocantaba llo¡ando la hisro¡ia de un niñiro que había muerro en su cunay que los ángeles habían bajado para llevarlo al cieio. Parecía que era é1
quien subía, lánguido, en brazos de los ángeles. En el ba¡¡io rodos se
peleaban por rener en casa después de la comida a esre he¡mano míopara que ca¡ra¡a. Las mujeres lloraban, lo abrazaban y lo llenaban conbudín con pasas l alfajores. En las noches, tendidos en la oscuridad,me hablaba del cielo. de los ángeles, arcángeles, rronos, poresrade,.querubines v serafines como si los esruvie¡a viendo. Los ángeles llevabanliras, los arcángeles espadas. Serafines y querubines eran !ura cabecirarizada y alas de o¡o. No sé cuáles me dijo que rocaban á Dios, si losserafines o los querubines. Me decía que eran nueve ias jerarquías delcielo. Pa¡ece que no las conocía rodas, ni renía doct¡ina fi;aiobre elorden en que esnban. Ei cielo era muy limpio. El espació sobraba,
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porque era infinito. No ¡ecuerdo que hubiera muebles- Los a¡n'bien¡es
b¡illaban, el aire puro, los colo¡es celeste y rosado. Había nubecillas
blances por rodas partes. No había puertes como no lue¡a la de entrada
que sí que era puena. Lo que más se hacía era canta¡. Si uno quería una
lira para cantar, alargaba la ma¡o por ent¡e las nubecillas que flotaban
por todas parres y no ialtaba una li¡a. Se estaba uno rendido en nubes
como vellones de oveja blanquísimos y blandos que era una delicia.
No tengo dudas sob¡e la exacritud de la noción del cielo que tenía
mi hermano, sob¡e todo porque la he ve¡ihcado muchas veces en las
pelíailas que he visto sobre el cieio que son como lo desc¡ibía él sin faita¡
detalie. De modo que vale también como de los lantasmas: que si era
u¡a noción esúpida, ello no quita que era exacta puesto que millonesv millones de personas no ¡end¡ían pelo que quitarle ni ponerle.
En ese taller de reparaciones al que pasábamos de rtelm a casa con
mi pobre hermano que recién ha muerto, viejo ya, había una dama que
atendía en la caja y que estaba siempre feliz de vedo. Se daba tiempo para
conversar largo con é1. Se entendían como viejos cama¡adas y vo sentía
que este hermano mío no sólo a nueslro mundo lamiliar penenecia
sino a or¡o que le imponaba más, un mundo lleno de fiaternidad ypromesas que disfruraba en mi presencia con La dama cajera como si
vo no esruvie¡a enr¡e elios. Los dos se iban a ir al cielo, por desconrado,
v se des.ivían con las cosas que había que hacer para el pasaje. Era'r
un boy scottt y u.na girL yide preparándose para el jamboree. Nunca he
presenciado enüevistas como las de mi he¡ma¡o y la señorita cajera.
Pe¡o no se crean, esos dos devoros hablaban también de los
pecados y los castigos, de los ¡ezos más importantes y dei cuidado con
que había que andarse porque la muene nos podía venir encima en
cualquier momento. Había una oración que se llamaba el'' Senar Mío
Jesucisto". Era muy importante sabe¡la bien, porque, caso de estar
muriendo uno sin confesión, sin cura, sin extrema unción, basnba con
recirarla y no habría problemas de t¡ánsiro del d,mahacia el jamboree
eterno. Ellos la llamaban meramente el " Señormí0" y yo, despua de
conocer esla propiedad suya, me proponía, siempre que me venía miedo
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de que me mararan en 1a noche volviendo del cine, procurarme esre
o¡ación sin lal¡a I'ap¡endé'meia ¿l dedillo, po¡que uno nunca sabe, r'si lo entie¡¡a¡ con exceso de precauciones igual caben en el ataúd porestrecho que sea.
Como digo, la dama cajera. no se quedaba en las alegrías del cielo.No sé si 1o haría con la visra puesra en mi salvación o por puro deleire,como ése que sienren los que comen bien mirando a los que se muerende hambre. El hecho es que sonreía siniestra que daba miedo derallandolas tonu¡as erernas que aguardaban en el infierno a los pecadores sin;urepentimiento ni conlesión. En las cavernas del infierno había ta1 fuegoy calor que para mí era seguro que nada se encont¡aba en esrado sólido,pura lar,a ai rojo por todas paites. Los diabios con sus cuernos, colas.pezuÁas y r¡identes corrían ocupadísimos de un lado a or¡o clavandoa los condenados en las cosrillas. sacándoles el pellejo, echándolesacelteaccrre nln'tenoo en tas cárnes vlÍas, lnsutanoolos, maldlclendolos ybu¡lándose con unos griros estridentes que desgarraban los oídos. Ni
hin'iendo las vlÍas, insultándolos, maidiciéndolos
qué hablar de la leridez y la inmundicia, los vómitos, exc¡emenros ygargajos. Todo esro por toda la erernidad.
Y lo que dije sobie el cielo i.el Cura Patolo se repite aquí igual.
Quiero decir que esra noción del inherno no era ninguna estupidezcomo no luera que el mundo estuviera lieno de estúpidos que loconcebian igualro, si no peor.
;\' r,aya un prospecro para mil El que no iba a misa estabacondenado, el que no coniisaba sus pecados estaba condenado.;Conlesar mis pecados? ¿Confesar lo que habíamos hecho con HildaH.? ¿Conlesar ios chistes obscenos de lrma S.? ¿Confesar mis ¡obos denísperos y naranjas en el hue¡ro del seÁo¡ Rec¡o¡, mis mentiras parasaca¡ dinero a n.ri padre para ir al cine?;Jamásl Nle a¡maba con misa¡gumentos:
"¡Pero, ...per0... señoritl! Uno ua sin cuerpo al inferna. El cuerpo
:e queda en el cementerio. ;Cómo hncen lns diabbs para sacarle e/
pelbjo?" "Elpellqo d¿l alm¿ Ie sacnn, hijho, el pelb¡o dzl alma".
100
"Pero... pero... eL aceite puede estar hiruiendn, pero m quema el
alma, ni h toca. ¿Cóm0..."."¡ü aceite ful inferno, aceíte especial para |tts alma maln!"
La señorita que digo era mu1'hermosa. También la estoy viendo
t¡as el mosrador, jun,o "
Ia caja registradora. Delgada, refinada. Le
caían rizos castaÁos sobre las sienes y seguían cayéndole sobre las orelas,
sob¡e e[ cuello. Su cutis era pá1ido, casi úansParenIe. Sus o.ios tiernos
y vivaces. Su na¡iz tan delicada v perfecta sobre la boquita parlanchina
que daban ganas de cogerla 1' decirle:" iTizn linda, tan mona 1 tan bunal"
Ér".o-o ese ángel que pintó Leonardo junto a Ia \/irgen de la Gruta,
xi de hermosa.
La recue¡do siempre porque le debo el temo¡ del infierno I'unacantidad de to¡turas del alma peor que esos desgarros de Ia pieL y el
aceite hin'iendo. Al fin de cuentas. si a uno le a¡¡ancan la piely Io echan
cn una calde¡a de aceite hin'iendo, hasta ahí no más Llegó. Pero... pero,
rener que i¡ a deci¡le a un cu¡a mis rntimidades con ]rma S , tener que
.ont.ri. qu. Hilda H. me daba sus Pezones )'yo los.. Pe¡o. si no iba
maÁana mismo, ¿quién me dice que pasado rnañana no me ahogara en
eiTütuvén? ¡Señoimío, Jesucristo...l 1No, tenia que conseguir el" Seúor
rrla" I' aprendérmelo de pe a pal
Peio ,vo no quería conta¡ todo esto. Só1o me inte¡esaba el camino
de vuelm de la escuela con mi hermano que acaba de morir' tar leios de
mí pero alortunadamente a un Paso de donde reposa nuestra madre.
¡Ese canino de regreso de la escuela v esa dama cajera agua¡dmdol
Uno no sabe, r'a tranquilamente por un camino r'<ie p:onto se encuentra
con el lugar de paso.
Todot loi caminos tienen lugares de paso. Dicen que yendo
camino de Tebu había una dama en el lugar de paso, una esfinge a la que
había que responder, y responder bien, porque si no, la dama esfinge Io
.-pu;iba a un abismo que se abría junto al lugar de paso. Yo pensaba,
saliendo no muy bien parado de Ia Ronda de Sar Miguel y rudrimonde,
que mejor me alejaba de ese enredo de hilos de oro 1'viudira del conde
10i
Laurel para mocosas tontas y me echaba a caminar por Ia calle que salía
del pueblo. Y así caminando iba a da¡ con todo mi cuerpo en las faldas
de ]nes S. y Irma S. sentadas bajo la sombra de las acacias. Tenganlo
po¡ segu¡o: hay esfinges en todos los caminos. No hay un solo camino
en la tie¡¡a sin esfinges. La es6nge está tejiendo, hilando, limpiándose
las uñas, mirando distraída a los viajeros que ver, o vienen, que de las
dos mane¡as se puede decir. Porque los caminos...
De pronto,,va lo tienen ustedes. La esfinge sale de su dis¡racción
al ver a un camina¡¡e. "¡Eiel" dice Ia es6nge. El camina¡te, sin tene¡
idea, viene de¡echo donde la esfinge. Así ocur¡ió conmiso con HildaH., con Irma S. y tantas otras esfinges en tantos caminos. Como con
esa dama cajera de bucles castaños que me most¡ó elinfierno 1'que, sin
darse por ente¡ada o sin mal'o¡ interés, por pura rutina como ocur¡e
con muchas es6nges, me dio ese empujón que saben da¡ tan bien luesfinges y me arrojó al abismo y arrégiatelas como puedas.
Pc{Hrsronr¡ N-{TUML DE L{ NJrsERlA.:
Mrn-rt r" ;\{IntR sIN \rER NUNCA
A,hí hay una frase grande para m| " Arréglatclt: cotna ¡nredai .
¿Sólo para mí? Los que vivian en los aledaÍios al no¡te del pueblo, en
esa población de los milagros, r'ecina a la laguna, se las arreglaban como
podían. Con tablas, latas de zinc, sacos de gangocho, carlones, para
levanta¡ un sucucho y delendeise de la lluvia, elviento y el frío. Pasaba
por esa población de miserables con los pelos de punta, entre quiitroshostiles, seÁons desdentadas, niÁos con la cara embadu¡nada de moco r'
barro. la ropa colgaba de alanbres i'ce¡cados. lr4ira¡do a -edirs .o-osi no mi¡a¡a me preguntaba qué podía hacerse con esos harapos.
102
Cuando bajaban del cen¡ro del pueblo los ca¡¡etones con la
basura, las seño¡as desdentadas de esa población corrían con un palo
).un bolso y se ponían a escarbar como gallinas rabiosas, peleándose
a gritos entre los perros y los duques en busca de lo mejor que habían
botado Ia¡ seño¡as ¡icas.
Para ese entonces no ¡enía mucha idea dela¡e de la comparacíón,
pero comparaba. No sabía de la existencia de la palabra discondnuidad,
pero igual percibía que tropezaba. Las seño¡as desdenradas recogían Io
que las seíroras ricas botaban. Muv simpie: echaba¡r los desechos de los
,icos a ru sopa, los parchaban en sus vesridos, los clavaban sob¡e los
agujeros de los techos. ¿Puede haber nada más simple de percibir? l.o
percibía, no queden dudas. Pero, tampoco queden de que no percibí;r
nada. 1Qué iba a percibirl. Miraba, volvía a mirar; pero no veía.
Seguramente o1'eron de niño la f¡ase " k parte del bón" .t'tambiénla f¡ase ' hi:taria naturnl' . Hav animaies que viven de car¡oÁa Los
llaman así, carroÁe¡os. Se delei¡an comiendo ca¡¡oña ¡al como el león
se dele ita comie ndo posta, enüecole y Iomito. Hal'animales que comen
encantados 1o que el león deia por despreciable. Para ellos, 1o que el león
conside¡a despreciable, ¡qué va a ser! ¡Bahl, ha1'animales que comen
como ia más exquisita golosina las heces del león, por no nomb¡a¡lucon otro nombre que tienen. Por eso me pregunto cómo les sentó a
usredes la lrase " historia ttatural' cuando la escucharon por piimera vez.
.\ mí ne pareció quedecía:" Cnda especie ¿nima[tiene su ptzpiú histlria" .
Pero esa no es toda la historia. Porque después oí que la historia del
homb¡e no es hisio¡ia humana, sino histo¡ia natu¡al. Cuando escuché
esta doctrina, yo mismo era un hombre 1'a Hacía muchos años que era
un hombre. Así1'todo, me ocu¡¡ió al escucha¡la lo mismo que cuando
Iei. esa" Canción delJardinero", de Lewis Carroll que comienza "Creyó
que vio un elelante practicando la flau¡a; miró ot¡a vez 1'r'io que era
una carta de su esposa". Así de imbécil me había ruelto.
Miré l pensé que ui el daPliegue
de un caro nttcion¿l:
103
mir¿ otra t)ez I ui que etu1
historit n¿tur¿|.
Las hienas vienen a comer Ia carroÁa que dejaron los leones,
porque son carroñeras; las moscas vienen a comer el estié¡col de las
híenas, porque son estercoleras; r'las señoras desdenudas de la población
mise¡able a.ledaña a la laguna de mi pueblo provinciano venían a escarba¡
la basura que botaban las seúo¡x ¡icas por si había una naranja a medio
podrir o un hueso que todar'ía sin'iera para el caido, porque e¡an
basure¡as. Bo es lo que quiero decir cuando digo que no dominaba el
a¡te de la comparación aunque a mi ma¡era comparaba. Quiero decir
que, ¡diantrel, todos comparaba,r v nadie necesitaba que ie vinieran a
decir que Ia hktoria del homb¡e es his¡oria natural. ;Bah, la novedadl
Las seóoras desden¡adas lo sabían con el es¡ómago, con la prel, con ia
médu1a de los huesos.
¡Era ran sencillo de ve¡l Pe¡o. igual no 1o veía.:Cómo puecie
explicarse que no 1o viera?.N'fuv simple 1'mui'... En lin, que pued':
expiicarse así: li4i¡aba, pero no veía, el aninal; v que siqan los
psicó1ogos.
Irma S. decia: " San cerdos, nacieron en Ia tnugre, cu1len ,ingre .\'
tnoririn eti la nugre". Punto v aparte. La dama es6nqe cajera, decía:
'',\on rofas. tta se ttrczc/e mn rotoi'.Las seóoras desdentadas esca¡bardo
en la basura, decím: " i\tida de penosl" .
Pe¡o no es esto lo que quiero decir. ;liialdita seal ;Por qué se me
meten siempre las mujeres en¡¡e medio con su elerno femenino, su
belleza, sus padecimientos? Y no piensen que las seóoras desden¡adas
no tienen mu1' fresco y albo¡otándolas por rodas partes su e¡erno
femenino.
Lo que yo quiero decir tiene que ver con la digestión. No. con
la digestión no. Es que aho¡a se me meten entre medio las hien¡comiendo y ¡elamiéndose muenas de la risa, por no decir nada de las
moscas comiendo heces de hiena 1' chupándose las patas embetunadude historia na¡u¡al. Las hienas carroieras comen carroÁa, de acuerdo;
r04
y las mujeres basu¡eras comen basura. Pero, dígame: ¿Qué era si no
basura y de la más podrida o car¡oña de la más inmunda Ia que me
vaciaban encima para que me la comiera en ese talle¡ de reparaciones
de automóviles y que estaba a medio camino de la escuela, al que me
llevaba mi pobrecito he¡maro aho¡a rnuerto que comenzaba con su
ensalada de ángeies con seraines a la que seguía el plato principal con
todas las especies de tor¡u¡u del alma hirviendo en aceite, en¡oscada la
pobre de dolor en tridentes sargrien¡os, desollada ente¡a entre insultos
y maldiciones?
DC(IGull-rEzurlo EL DEsALT'IADo :
Lq ntsronn \ATURA.L DE L¡'s DELicL{s
Para Fernando, eI" Cornrtd" , para li4anuel, incluso para el "I/orda Habn" que ni a mirarlo se a¡¡er'ía. Guille¡mo R. era un desalmado.
Por mr parte, sabía qué era " de:ttLnndo" mucho antes de disolve¡lo,
tarea que me tomó cierto tiempo porque no se me ocu¡¡ía, b¡u¡o de
mí, considerar que la eente. por tener alma. es almada. lt4anuel decía
que una trapecista eximia habia sido srmia en e! pasado. El seúor Alvea¡
afi¡maba que un garito era un húngaro chico.
Bas¡aba mi¡arlo en la cara a Guille¡nto R. para saber que alma no
había tenido nunca, que ni siquiera para ex-a.lmado le daba el pellejo.
EI" Flor de Haba'' había perdido su razón el pobre. Pe¡o ese Guille¡mo
R...
Mejor no sigo. ii4ucho, mucho tie mpo después dei que cuento
aquí, vi un cuadro "EI Jardh de Lt: Delicias llttnd¡na", de JerónimoBosch, caballe¡o experrísimo en Ronda de Sar \4iguel. \'iéndolo, pensé,
sin creerlo, que bien poCía haber una histo¡ia naru¡al de las delicias y
i05
que bien podía ser que ésta fuera la única histo¡ia de las delicias que
había.
No sé muy bien cómo decirlo, pero creo que se entende¡á si se
considera que esa doc¡rina de la histo¡ia natu¡al del hombre significaba
que todos los que vivían en los a.ledaños de mi pueblo provincianoconsrruyendo sus casuchas con tablas )'cartones )'escarbando en la
basu¡a eran animales de otra especie, basureros, carroneros, hez de
la de¡¡a. No sólo eso. La historia natu¡al del hombre significaba que
había hombres que domesticaban a oüos hombres, que los tenia-n en
corrales, los enyrgaban a Ia carrera, los obligaban a acarrear lroncos,hende¡ la lierra, extraer agua, dar vuekas ¿l molino y despu&, a la
puesta del soL, los metían olra vez en sus co¡¡ales. Se los comían,rambién, como protestaban ra¡tos obreros que escuché siendo niáo:les comían los pulmones, les chupaban Ia sangre, les mondaban los
huesos 1' los botaban después, tísicos, cirróticos, sifilíticos, ca¡rona
para .Los gusanos.
En ese "Jardin de l¿: Delicias" de Bosch se veía otra parte de la
historia natu¡al deL homb¡e. Asi como la economía hacía del homb¡eun animal al servicio del hombre, así el placer hacía del homb¡e una¡imal ent¡e los animales. Ei goce sexual requería de los animales: de
su piel, sus plumas, sus hocicos, sus coias, sus garras, sus picos, sus
ancas, narices 1, lenguas.
Vi una película, recuerdo, de orgias romanas que mos¡raba unaexpansión parecida, más personal y dramática, del goce en Ia animalidad.Hacia el final, se veía un homb¡e borracho en una fiesta; cabalgaba,
entre risas I'gritos de todo el mundo sob¡e una mujer cansada, ebria,
has¡iada, igual que é1, que la azuzaba, golpeándola en las nalgas " rLrrearzl", después la acariciaba, la golpeaba, la aca¡iciaba, le vaciaba en
los senos una botella de vino, la golpeaba, Ia acariciaba, rasgaba unplumón y echaba plumas sobre el cuerpo pegajoso, volvia a golpearlay acariciarla. Ya no e¡a una historia natural, sino maquinal, como si se
hubiera sol¡ado una pieza 1'la mujer se mecie¡a como un objero y el
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hombre ya no saliera más de un mecanismo de movimiento perpetuo:
pegar, acariciar, pega¡ acariciar, pegar...
Cosas así me contaron que ocurrían con Guillermo R. en ese
prostíbulo que habia a Ia salida del pueblo, más allá del puente sobre el
Turuvén. Daba, bor¡acho, en golpear ¡ acariciar a una joven prosriruta.
Hasta que una noche la sacó al camino con otros, la fue a-¡rastrando con
golpes y promesx. AJ llegar ai puente sob¡e elTi:tuvén, no encontrando
qué más hacer con el cuerpo apenas consciente Io tendió en el suelo y
le pasó y repasó la rueda tasera del coche sobre Ia cabeza.
En ae 'Jardín dt la Delicid: Mundana " ocurren cosas m¡1'... l[¡a decir " extraña" . Supongo que Io son cuando se entra por primera vez
en el jardín. Hay mujeres metidas en probems, parejas fo¡nicando ent¡e
las conchas de moluscos gigantes, hombres a los que les salen del rxeroramas de mad¡eselvai a ot¡os les aflora todo un bouquet. Se fornica
en el agua, dent¡o de una calabaza des'encijada, con flamencos, con
salmonis, con reptiles, con frutas gigantescas. Los hombres ar¡iendan
la parte de atrás, las mujeres se masru¡ban con ramas de espinas, los
homb¡es con grifos, con venados, con leones, con las piernas al cielo,
con lechuas, con puercoespines, con sirenas. Se fo¡nica sobre las jorobas
de un camello, bajo las aguas, den¡ro de gigantescas esferas, sobre Ia
grupa de ios caballos, por delante, por detrás.
Es un tríptico esta obra: a la izquierda, el Paraíso con Dios, Ad¿i¡,
Eva y el comienzo de la histo¡ia natura.l del deleite; al cenuo, el .lardín de
las delicias mundanas propiamente ¡al; a la derecha, ia concLusión de la
ronda, el infie¡no con los hor¡o¡es que me describía la esfinge cajera.
Me preguntaba mirando este rriptico: ¿Dónde está aquí
Guiliermo R. pasando y repasando la rueda trase¡a del coche sobre la
cabeza de su prostiruta predilecta? Bah, cla¡o que estaba. No cosraba
nada enconua¡lo. Btaba en todas panes, todos e¡an el mismo Guille¡mo
R. Todos desalmados los pobrecitos. Les pusieron un alma ai nacer ycon el cordón umbilical se les cayó. Igual que a Guille¡mo R. montado
en la joven prostituta dá¡dole con las espuelas en los ijares y con el
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ramal en las nalgas ¡arre, arrel camino abajo por el.jardín de las delicias
mundan¡.Vista así, en el Jardín d¿ lts Delicia Mund¿nas, ¿quién va a
considerar a una persona como ser racional? ¿Qué costaba sacar a
Guillermo R. del embrollo en que estaba por la puerra del manicomio?
Además, sus padres tenían poder para hacerlo.
Así subió a tres el número de los que en el bario habían perdido
Ia nzón.Nosotros mismos, Manuel, Fe¡nando, el loco Valdés, parecíamos
de acue¡do. ¿No deciamos que era ur desalmado? ;Y qué se puede
esperar de un desalmado? La verdad, haciendo cuentas, no había
necesidad de ningún Jardín de la Delicias Mundana pan saber que
todos éramos unos desalmados l'que Ia historia ente¡a del mundo e¡a
natu¡al de punta a cabo.
Y cuando iuego de Ia contemplación asombrada (un hombre de
mundo di¡ía '' boba/icona") de ese cuadro, pasé a otro del mismo Bosch
que contaba esa primera pane de la historia natu¡al, la historia de Ia
economía y el consumo, bajo el ¡í¡:'Io El Cano d¿ Henoy q,te ilust¡aba
lo que todos los zotes del pueblo sabían -que el mundo es un costal de
harina y cada uno poruiia en diesua I'cuchillo en siniestra agarra todolo que puede- yo había pasado lx mias más que suficientemente en ese
aspecro para que la quijada se me cave¡a al suelo.
Si igual me asombré, fue por otra razón. ¿De dónde sacaba vaLo¡
este hombre para pinrar el de¡aLle de todo el crimen, la a¡bitrariedad,
el descaro, ei desprecio. el sen'iLismo, el atropello 1' envilecimientouniversal que despliegan en el mundo de la historia natu¡al del hombre
la disrribución y el consumo? Este cuadro, un tríptico también con su
Paraíso a la izquierda, su Infie¡no a la de¡echa, elevaba la historia de mihumilde pueblo provinciano a1 rango de las grandes categorías.
A.llí en mi pueblo, tambiénJ como en el cuadro de Bosch,
los papas, emperadores, rey'es 1' condestables, asesorados por sus
.jurisconsultos, filósofos y sacerdotes, respaldados por su ejérciro,adulados por sus bulones, acarreaban sin problema la pane del león. Alií
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también toda especie de lances, saqueos, ¡dtos, batallas a mano armada,
abordaje de piratas, oportunismo de listos, sutilismo de estafado¡es, se
desolegaba a1 paso del carro de heno que escoltaban los señores al tanto
de fas modaliáades del reparto, de Iu granjerías en la distribución del
consumo, partiendo del cen¡ro de mi pueblo donde comen Ios leones,
pasando por los barrios de los acomodados rentistx reflexivos, los curas
panrudoi a quienes les viene por correo su parte del heno, siguiendo
por los del cuchillo y el palo, que con cuchillo agarran y con palos
áefienden su atadito, hasta te¡mina¡ en las poblaciones marginales
donde se asesina a razón de cabeza por hebra de heno.
A un comenta¡ista leí, que barajaba explicaciones sobre Ia
posibilidad de esta pintura de exposición más brutal, más descarnada,
(ue el otro tríptico sob¡e las deliciu mundanas. Este comenta¡ista decía
que seguramente Bosch, del que no sabemos casi nada, se casó con una
mujer rica. De otra mane¡a no se puede entende¡ Porque no iban los
que se reparten ei heno a pagarle porque les expusiera el sec¡eto. Pero a
esta damá rica supuesta, ¿no le llegaba el heno por un conducto regular y
seguro como a ese cura gordc que chupa tranquilo en el ¡incón inferior
derecho dei "Cano de Heno''l O sea, que...
)'1XIiEl ctmo DE HENo Y Los B.Er{oLINos DEL Turu\ÉN
Siempre me metieron miedo con los ¡emolinos del Tirtuvén."Si te coge unl, te lbua dlflndo. ¡Mucho ruidadol" Era muy fácil hacer
remolinos revolviendo rápidamente ei té con la cucha¡a. Más de un
sopapo me llevé por estudiarlos con este método. Los remolinos del'liuuuén
se hacía¡ sin cuchara. En sePriemb¡e, cuando elrío estaba muy
¡1to todar,ía, miraba desde la orilla estos remolinos stti'os, con ganas de
tlesnuda¡me, zambullirme y ver qué pasaba.
109
A veces, ¡ambién se lormaban en el barrio 1'hasta en el pueblo
enrero estos ¡emolinos. Cua¡do venían con Ia Virgen del Ca¡men en
procesión, cuando marchaba por las calles Ia banda del circo, cua¡do..-
cuando algún matarife se peleaba a tajo limpio con un huaso botado a
guapo. Se formaba¡ a vista de ojos estos remolinos de gente que yo no
iabía de dónde salía ranta. Un hermano con facha de papá me decía:
" No es tanta, tonto. & l"a mismtt gente d.e siempre concentra¿t en n lugar" -
¿Qué me dicen? Estas cosas me ocur¡ían a cada rato con estos he¡manos
áemuiado grandes que me dio la mamá. Cuando venía la 6esta de la
primavera, que también llamaban de los esudiantes, todo el pueblo
parecía de aguas cor¡entosas: en cualquier lugar v a la menos pensada
se fo¡maba un ¡emolino. El loco \¡aldes tiriraba y se ponía místico. Le
venían hasta pataleos de proieta. "ALgo ta a ocurrir, a alguien uan a
matar" . Después, mucho, mucho después, cuando veia esos cuadros
de Kermesses aldeanas en los museos de Europa, ¡ecordaba esas fiestas
de primavera de mi infancia 1'trataba de concen¡¡ar bien mi memoria
para detallar ios remolinos de mi pueblo provinciano en los días de
ca¡naval.
E¡a, sí, un ¡emolino g¡ande el que venia. Se camuflaba en
remolinos que parecían pero no eran ¡emolinos. Se ensayabar coros,
se ensayaban presentaciones, ¡odos andaban ti¡ándose los pelos a lalta
de inspiración para escribi¡ canciones. Poco a poco la cosa iba tomando
cuerpo. Los alumnos del Iiceo a¡maban murgas; los de la Escrtela
Superior armaban murgas. Aparecían grupos de seÁoritas qritonas
vendiendo voros para la elección de la Reina y su Rey Feo. Los grupos
oponentes no demo¡aban en chocar. A qritos las señoritas, a combos
los seóoritos.
Recuerdo que una noche le dije a Irma S. que no entendía toda esa
condenda, siendo un evidente que eila tenía que ser Ia Reina. Se quedó
mirándome con tal intensidad y ternura que por noches y noches estuve
soñando que me amaba con el más grande amor que nunca existió.
Pero ni en ]rma S. ni en Hilda H. pensaron esos retrasados para
hace¡las reinas de Ia primavera. Nadie en todo el pueblo parecía saber
110
disdnguir la belleza aunque esraba ahí, a la vista de todos, en ias figuras
de irma S., Hiida H., Inés S. por no deci¡ nada deAlicia S. que se esaba
afinando como un ángel.
Eligieron a Gina T. que era de otras esferas por lo que decían en
casa. Europea por sus cuaüo abueios, ¡qué se c¡eenl Ni una pizca de
india en su " cuerpo de akbastro" como dijo el poeta cuando ieyó esos
versos que no ¡erminaban nunca. " Mtis rubia 1 sonrosadz que ltt aurora"
seguro que dijo también y " can ojos de cielo" , pero no recuerdo estos
deralles. Sí ¡ecue¡do que GinaT, durante la campaña saludaba ¡adia¡te
a sus adeptos desde la te¡¡aza de ese chalet tan mode¡no que había hecho
construi¡ su padre. Todos corrían a vender votos como locos.
Competian otras beldades, eso sí. Irma F. (sí, había otra lrma) era
más... ¿Cómo decir? Comparar a Irma F con GinaT. era como compara¡
una orquídea con una rosa, aunque 1'o no ienía idea de Io que era una
orquídea. De estas comparaciones de una cosa con otra de la que no
tenemos idea, podría escribir diez páginas de un tirón. Pero, pase.
Lo malo e¡a una hisro¡ia impúdica que coigaban a I¡ma FDecían que el " Copiltue" se la había vioiado en eI " R¿ud¿l d¿L Cura"
l el seño¡ A;avenal aunque no nos explicaba la palabra "r'iolado", nos
decía que no se dice " rc k h¿bírt uiabda" sino '' k hnb¡a uiokdn" . Se
bañaba la he¡mosa lrma F sin preocuparse Para nada de los remolinos
del " RnutLtL del Cura" que cambiaban de lugar más rápido que el Cura
Patojo. Había allí o¡ras bellezas piluchas como ella. De pronro ocrtrrió
algo absolutamente grieqo. Esre " Copi/:ue" que digo cavó como Tárzin"'f1,úhuuuut" desde lo ai¡o de la ribe¡a que es allí mul'encumbrada.
Nadó a toda máquina lanzando sus gri¡os de alacalule con complejos de
Johnny Weissmülle¡, sembrando el terrot y el desconcierto en el grupo
de las sílfides que chapoteando salia¡ del rio, agarraba;r a ia c.a¡rera sus
prendas de vestir echando grititos ¡'hasta sus carcajadas una vez fire¡a
de alcance. Pero " Copihue" !üeismülle¡ andaba de caza mayor. Había
preparado con tiempo su estrategia espiando desde las ramas de una
patasua. Sabía el momento, el lugar y el objetivo. Segundos antes que
irma F., la diosa de sus sueÁos, saltó el "Copihue" sobre el montoucito
111
que formaban en la a¡ena la falda, la blusa, las sa¡dalias y prendas más
índmas de la sílfide.
El " Copihue" era fornido y buen mozo. Como un cacique de
La Araucana, el " Copihae" . Sólo que un cacique sin muchos ¡ecu¡sos
económicos. Con este status violó a Irma E que casi era igual de bella,
espigada, morena, rizada de cabellos y radiante de ojos que Irma S. Nosé por qué, trayéndome siempre náuseas la violencia, nunca repudié que
el poderoso " Copihui', que era tonto que ni con la tabla del dos podía,
viola¡a a ]rma F. Po¡ lo demás, nunca creí que de ve rdad la viola¡a. Merefiero a la idea, que un animal como el "Copihue" fo¡zara a una ninfacomo ]¡ma F.
Si me preguntan a mí, toda esta histo¡ia d.eI " Copihui' y hmaF. no fue más que una inr.ención de ios adve¡sarios politicos del padre.
Dije va: era elegante, delicada, r'aqarosa lrma F Al verla saiir de su casa
seÁorial caminando hacia la Plaza de.{rmas daban ganas de alzarla
en b¡azos paJa que no ensucia¡a la suela de sus zapatos. El padre era
dipurado. Se pasaba en Sandago caurelando unos r'ínculos esenciales
que había enrre la capital y nuestra provincia. No paraba 1'endo I'viniendo enrre el Congreso y la Moneda. Así contaba, con ese ronosuyo de ironía, mi amigo Manuel.
No sé por qué se me ocurría que el padre de lrma F. estaba
diciendo un discu¡so sob¡e los r'ínculos esencia.les y el precio del vinomienuas el " Copihui' Io violaba con hija y todo enr¡e los tororales del" Rttud¿l del Cura" .
Recuerdo que el loco \'aldés se agachaba rascíndose lu verijas
como siernpre hacía el cochino cuando me contó Ia violación de Irma F.
N4enos c¡eía en esta fábula cuando era el Ioco Valdes el que me contaba.
Decía que el padre cuando bajó del tren parecía un sonámbulo. Yo le
preguntaba a Manuel si creía en la violación de I¡ma F. y si matarían al" Copihui' . A mi amigo Manuel, que e¡a el sen¡ido común en sus dos
pies, sólo le faltaba escupir por un colmillo.
t1)
"No. A esta abura, ln hultiernn hecho 7a. Se b "pescó'' a k lrmael "Copihue" 1 ¡santas pasmas!".
Asírespondía Manuel, sin idea del peso que me sacaba de encima.
;Lo único que faltaba es que mataran il" Copihui'lPor culpa del " Copihui' ,I¡ma F no podía ser Reina de la
P¡imave¡a. Ese e¡a el año suyo \'... ese era el año suy.o. Las dos cosas en
el mismo año. Así y todo, su padre, val.a quién a saber por qué obsesión,
compraba votos por miles para que la corona¡an. También 1os compraba
el padre de Gina T. que prácricamente tenía el monopolio del pan en el
pueblo. Los espías de los dos padres andaban me¡idos en todas partes
averiguando cómo iban las ventas l'las compras de votos. Los jefes de
campaña de GinaT. echaban a circular inlo¡maciones falsas; y lo mismo
los de l¡ma F Se hablaba de canddades infladas o desinfadx según iban
las fluctuaciones en el mercado. Así se lo¡man los ¡emolinos. Hacia las
finales, entraron los grandes a talla¡. ;Me di cuenta? Quiero decir, del
Carro de Heno. ;Era ¡an cla¡o de ve¡ el Ca¡¡o de He¡ol Supongo que
por la mucha claridad se a¡u¡de uno, se Jsust¿ )' no se at¡ele ¿ mira¡ en
cl de¡alle de un panorama ¡an vasto y aplastante.
Andaban todos vendiendo votos. Veinte lotos p.)r un peso.
Entraban en grupo los es¡udiantes a los alnacenes, al mercado, a los
bancos, a las oficinas fisc¡1es. Por todas partes los veía con sus talonarios,
n.iost¡ando ia fotografía de sus candidatas. Gina T. iba por los treintamil y la sequían de ce¡ca Irma F y otras dos que no recuerdo. Había
sido un trabajo de hormigas que duraba semanas. Hasta donde nos
bañábamos, en el Thtuvén, llegaban los vendedc,¡es.
De pronto, a dos días de los esc¡utinios, los grandes ent¡aron a
talla¡. Corrían noticias sensacionales.
"¡El padrino dc Gtnn T cornpró ueinte miL uaro¡!".
"La abuek de lrma E conpró ueinte mil uotos''.
"Un tío de Gina T que ncttba dc llegnr de Talca se metió dos
fudos en el chaleco 1' conzpró ¡diez ntiLuotos!"
113
Me caí sen¡ado y no era una figura de palabras. Fernando, el
" Corneta" , me daba los deulles y creo recordar a mi amigo Manuel
mirando hacia lu nubes. De las carcajadas del loco Valdés para qué
habla¡. Habíamos estado sacando las chauchas de la alcancía para
comp¡ar nuestros votos. Nos habían limpiado los bolsillos v nos
hacíamos la ilusión de una batalla campal. Pero hacia las finales,
aparecían los seño¡es del Ca¡¡o de Heno. No se daban el trabajo de
aventar la paja de heno molido que habían acarreado sudando la gota
gorda cientos de entusiuus vendedores de votos. Ahora entraban ellos
a tallar y ¡apartarse, pergenios!.
Mi amigo Manuel sonreía y de las nubes descendía a tira¡ sus
pedradas de siempre al Tütuvén. Seguramente, es un espejismo más de
los muchos que se forman en mi memoria, como tengo ya por asunto
esrablecido. Pero siempre que recuerdo esos momentos míos en que,
como se dice, me caía la teja (otros dicen la chaucha), veo a mi amigo
Manuel drando piedras al río, moviendo la cabeza, como pregunrándose
cómo podía ser amigo de ramaío idiota.
"Ahora empieza k cosa en serio".
O sea... Pero ¿no había se¡iedad en este mundo? ¿Cómo podían...?
¿Qué éramos nosoüos a la hora de las cuentas?
"Y eso no es nadn. Todttuía no han entr¿d.o a talkr bs uiejo:.
Dicen que el padre de Gina T parte con doscientos miL. Una
canetada de mdnaqtetü coma quien dice".
"¡Que se peben, que se saqlnn k pkta!".
Pero yo quería hablar aquí de los ¡emolinos del Tutuvén. Ya
ven, me dejo llevar y traer. Mí padre decía que el Unive¡so e¡a un solo
remolino de fuego en sus comienzos y que los cuerpos celestes se fue¡on
fo¡mando a medida que ese pandemónium de materia se enfriaba. Mimadre me había expuesto otra explicación: que el mundo lo había
114
creado Dios en seis díu y que el séprimo habia descansado de su trabaio'
como debíamos hace¡ ¡ádos Recuerdo que. por Hilda H ' tan hermosa'
oe¡tecu v delicada, prefe¡ia las explic¿ciones de mi madre' Un ser así no
podía originarr. de un totbelliná. Creo que a Hilda H Por ser como
.r. y "."i.. (porque de eso sí estol'seguro) debo ese rechazo mío de
1as explicaciones materialisras que me acompanó gran p¿ne de mi vida'
Cada u.z que retrocedía ante lo, átomos, tenía muchos )'mul'srltiles
"rgu-.ntot sacados de mis lecturas v mis experiencias, pero como un
¡¡xfondo de ¡odas esas sutilezas había en mi mente un roslro que me
mi¡aba sonriendo y que a Ia meno¡ r'acilación mía contraía ias ceias
sob¡e la mi¡ada profund. t pt.o.upada ¡No. esas mi¡adas no se hecen
con átomosl
En cuanto a la repugnancia que sentí cuando me acercó a su seno'
cosa mía es. ¿Qué tieneella que ve¡ con mis miseriasi La repugnancia '
¡ésa si que nace deL to¡beliino originall Por elemplo,Salusrio ' lPero si
,ólo.l no-bt. -e repugnaba v todavia me repu{nal Fraunaangustia '\,'ean: angustia, Salustioi ¿No es casi iqual? ;salustiol'{ veces, el nombre
de las peisonas resulta propio, no mero bau¡ismo i\4e aparto orra vez
de los ¡emolinos del Tútuven. Manuel A. me qriraba:
'¡ Cuidado, ha1 remo Linos!"
EI agua entraba en teireno disparejo vprofirndo,.r'se ponia a girar'
Por ahí deiaparecía uno si io cogiail renolino Sin deci¡ nada de que
lo cogiera eli' Cae ro" . Este " Cue¡lo" eia una especie de " Cura Patojo' de|
T.rtui'én. Se ex¡endía sob¡e la ¡ibeia dei ¡io con tanta simulación que
uno se sentaba encima sin darse cuenra. Entonces, a la menos pensada'
el" Cuero" lo envolr'ia 1' se lanzaba a la cor¡iente ¡Esa sí que era grandel
Había, si no en esms parraÁas, en las que vo imaginaba -ri¡itanrlo
de
miedo cuando estaba iolo en el río, uni correlación perlecta entre el
" Cuero" y elTur:svén. Bastaba que ei,' Cuera" envolviera a uno o,ue se
había qu'edado dormido enci-a pera que apareciera u.n remolino a la
medida del pobre diablo. Eran nichos qirantes los torbellinos Cave¡nas
lii
del vé¡tigo, decian mis hermanos, yyo sentía un zumbido por denro'
Como áando todo comenzaba a girar cuando había una ¡iña de
huasos bor¡achos. ¡SáJvese quien puedal Las mujeres griaban, Ios niños
palidecían yvomitaban. Corría sin sabe¡ dónde. ¿Qué se hizo mi amigo
Manuel? ¿Dónde esú Fernando, el " Corneta" con su izquierda mano
sangranrei ;Dónde se escondió el " Cop ihue" , dónde elloco Valdes? ;Bah'.l líco V"ldo es¡aba en el centro deia pelea hecho unas pascuasl ¡A.llá
vael"Fbr d¿ Hab¿"! Desaparecía haciendo cruces. " iCuchilb matadnr
que matai a los fnaosl" Manuel A. ceía de ¡odillas. " iSeñot,maté a mi
hrr-oro. Srúor.f ' Bena y Sdusdo corría¡ a ence¡¡a¡se en su do¡mirorio,
no fuera que Ie viniera el recuerdo a la gente y Ios lincharan a la pasada.
Lu madres gritaban buscando a sus hijos. Los perros a¡rdaban locos
lad¡ando y iirando mo¡discos a destajo. ¡Allá venían los mata¡ilesl
iAlo¡a sí que se iba a arma¡ la grandel Aparecían diferencias por todas
parres. l-a-pelea iba cundiendo. " ¡Lbmen a bs carabinerosl" " iCálbte,uieja metcrc'." ' ,Qué te pasa, desgrada/-oi" "',Conmigo na rc melai.' ',7-as'
pÁol, " iCuid,rln con el ruchillol" ¡Zas, cuchillazol ¿Dónde está mi mad¡e?
;Donde.tán mis hermanos? ¿Qué se hizo mi padre? ;Hilda H hab¡á
presenciado el duelo a cuchilladas? ¿Quién se encargará de kma S. de
ius he¡manas? ¡A.v, ay', a¡ Diosito Sanro, los perros, los colmillos, las
cuchilladasl Angustia, violencia, desamparo. Todo esto viene de los
comienzos, del ¡emolino original. No hay amor, no hay esperanza,
no hay nada. Se murió Ia mamá. Se murió por recibir con buena cara
ario a aío ios dones de Dios. Hijo tras hijo rras hijo para alimenta¡ ei
remolino, el desquiciamiento. ¡A cuchilladas se arreglan las cosasi Abalazos, a c¿nonazos. Con cohe¡es nucleares se arreglan. ¡Hasta aquí no
más llegaste, desgraciado! ¡Esm es tu madrel ¡Esta es la ruya!
116
)CC{III
Juxro a LA TUN{BA DE Mr MADRE
Cuando volví a mi pueblo provinciano, despues de aÁos v anosde exilio, después de décadas ¡'décadas de andar por el mundo a1 correel anillo por un portillo, ;me c¡eerán que el Turuvén esraba dondemismo y seguía su curso como si nada? ;Ese Tüuvénl No sé si me hab¡á¡econocido. Después de todo, jamás le he ri¡ado con piedras 1'no sé si
alguien lo ame nunca como lo amo yo. Lo que no es ninguna graciacon todo lo que le debo.
Los álamos, za¡zamo¡as, mimbre¡as 1'totorales se reflejaba,r comosiempre en sus aguas. lt4ás allá, en la laguna, las ranas seguían croando.Las colinas a la salida del pueblo, quitadas las nuevas poblacionesmise¡ables, seguían como siempre. Pero, I¡ma S., Hilda H., Inés S.,
Alicia S,. I¡ma E. no se veian por ninguna parte. EI senrimiento... ;No,no iba a dejarme ileva¡l Lo más conc¡e¡o e¡a i¡ al cemenrerio. r'e¡ el
nicho de mi mad¡e v aveiiguar con epirafios quiénes habían muerro
1'cuándo.El cementerio, como ei Tü¡ur'én, estaba igual. ;Y después me
vjenen con los espejismos de Ia memo¡ial Du¡anre cincuenra años
había consenado el recue¡do sin perder un de¡aile. Los mausoleos, los
cipreses, el pario con sus hileras de tumbas. La llave de agua frente al
nicho de 1a mamá, ahí ¡nismo. la misma. El mausoleo de los angelitos.al lado, sin que faltara uno. Había rnás angeliros, cla¡o esrá. Habíanuevos mausoleos rambién 1'el pa¡io de las rumbas llanas se er:¡endióhacia el norte. ¡Cuánra gente había mue¡ro )'\'o sin saberl
Me puse a inspeccionar Ias nuevas hiie¡as de rumbas. No habíacomenzado y;dos nombres conocidosl No, mejor no seguia o me moria¡hí mismo de solida¡idad.
Dicen que visitando los cementerios ias gentes se sien¡en bienporque no están mue¡tas. ;Qué va a seri Los cemenre¡ios son un co¡orle puntos 6nales. Se vitió la vida l'¡e¡minó la vida. " Aquí dcscnn:ttn ks
1t:
r¿rlas...". iQué desca¡sol Preciosa palabra, " dzscanso" - No cues¡a nada
disoiverla. Sabiduría pura. Yo viví, amé, sufrí... ¡cómo suf¡íl Alora,descanso. Me saco de encima el cansa¡cio. Sigan ustedes y cuando i'ano puedan más con sus sufrimientos, acuéstense a1 lado. ¡Nada como
Ia nada!
El nicho de mi mad¡e. La lápida estaba como nueva. No había
flores, pero estaba limpio todo. ¿Se habría encargado eI" Fbr de Haba"?
¿Andaría por ahí todavía? Se han visto muertos cargando adobes. Los
bronces de Ia lápida, eso sí, había que limpiarlos de la pátina
Me fui al centro del pueblo a comP¡ar con qué. Quiero decir
" con qué linpiarb¡". Mi madre decía'." V'ea con qué' ." Traiga con quy'' .
Irma S. se ¡eía de lr4anuel A., descalzo 1'sin camisa. " Quisiera gastar
camisa el pobre, pero no tiene con quy' '. Recue¡do sobre t odo el" con qul'
de mis primeros años- A cada rato decían mis he¡man¡: ¡Pero, mamá'
no hav con quél ;Qué casa la míal Nunca habia " con qtté'. Echado en
cama, enlermo de quizás qué, imaginaba una despensa llena de "r¿¡¡
qui . \1e tomó su riempo di'oli erlo. \o ienia con que.'
Pero ahora, para sacar brillo a los b¡onces de tu lápida, si tenía con
qué, madre mía. \tndo por el cenrro, miraba de reojo. h4ás asustado que
en el cemen¡e¡io. Prelerible los muenos muertos a los muertos vivos.
¿De dónde me salió esta lrase ingeniosísima? No del seÁor,4'1r'ea¡ que
bu¡¡o no eia.
Caminaba ilotando. O, para cambiar de zapatos, floraba
caminando. " Yo Lr xngo, 7o La reryo, w ltts snbré ntantanc¡". ;Dóndese fi¡e¡on todas mis amadas? ¿Qué sería del ' Copihud'? ¿No escaparía
al no¡te con Irma F?;,\sí que éste era el paraiso de mi infa¡cia con
su infierno al ladoi Aquí, ¡déjenme verl Sí, por aquí pasaba eI Carro
de Heno. Aquí lo detenían con palos i'cuchillos v era una pelea de
todos ios diablos: los curas, lx monju, los milita¡es, los políticos, los
burócratas, 1os comerciantes; por arriba, por abajo, por delante, por
detrás. " Dmte tu mnnl ), d¿nzarcnto' d¿me tu nu1n0 I nte amaris".
A ver, r,eamos. ,dónde me moría de hanb¡e lo, dónde eI " Flor de
Haba", dónáe li4anuel A. que mató a su hermano, el idiota, el b¡u¡o,
118
el... animal? ¿A quién se ie ocurre matar a su he¡mano? ¡Bah, a Caín,
p"r^ ..p.r"il Sí-, e|" Flnr de Haba," y Manuel A. vagaban grirando a
ios cieloi, por a1lá, en los aledaños al no¡te del pueblo'. El heno se lo
peleaban aquí, se lo repartian aquí. Dos cuadras más allá I'ni el olor
quedaba. Desapareció el heno.- Camina¡do, me aÍer'ía a mirar algunos rosuos. N4e devolvian una
mi¡ada huraña. ¿Quién será el foras¡erol Si hubiera aparecido Fiilcia H.,
;la ¡econociera arrastrando sus pies de viejecira? ¿Reconociera a lrma S'
si la hubie¡a visto viniendo por la ca1le del mercado 1' me mi¡ara ent¡e
canas, ar¡ugas y verrugas? No sólo la ¡econocie¡a. Fue¡a ¡al como e¡a
en esos años de mi niñez bajo las acacias. f fue¡a ¡al Hilda H. como
aparecia en las maÁanas con los cabellos su¿ltos sob¡e los hom'b¡os
¿Qué demonios será el amo¡? it{e he pasado la vida definiendo
ilusiones, tonteras académicas. Dicen que ei amor ¡riunfa sobre ei
tiempo, sobre la muerte t'la decrepitud. ¡Claro que triunlal ;Qué no va
a t¡iúnla¡l Toda mi vida ha estado sonriéndome mi ¡rad¡e. ;La mue¡tei
lr4i mad¡e, toda mi vida ia libró de ia mue¡ie con su sola sonrisa. ¡Quéserá ante su amori La muerle, quiero ciecir.
¿Y si apareciera lrma S. a¡¡ast¡a¡do sus pies. subiendo hacia la
Piaza de Armas? ;Y si mi madre me empujaia a sus brazos i" por fin 1a
besara? ;Cómo Ia besa¡al ;N4i dulce amori Y besa¡a a Hilda H. v e Inés
S. ¡' a Alicia S.
"?ero... pero ¡si sienryrc te íln¿.t""\'o tantbién te atné, ,'sienPre!""Y
¿altes? y amab¡ a! "Flor ,/e Haba""."Yo tantbién, sietnpre lo ané"."Y a mí, ¿me amas todaúai""¡Siempra mi amor, siernpre.t"
Voli'i al cementerio. me arremangué t comencé a linpiar los
b¡onces.
r19
La amada de todas mis amadas había viajado conmigo. Mienrrasrestregaba el epitafio sobre la lápida de mi madre, do¡mía feliz en ei
hotei. No pasó mucho cuando ya sudaba y lloraba. La pátina no se iba
a ir a la primera. Ni a la segunda ni a la ¡e¡ce¡a.
"¡Dios santo! ALli dentrl estlin bs restos de mi madre. ¡Qué digo!Mi madre estí. Tbdo b que es mi madre ahora esti alli. ¡Diossanto, mi amad¿ ma/re!"
El amo¡... el amor tiene que ver también con cenizas. ¿Y si sacaba
Ia lápida, me mería dentro ¡'echaba mi cuerpo sobre sus resros? ;it4iamada mad¡el ;Dormirme para siempre sobre los ¡esros de mi mad¡elEI amo¡ es casi todo cenizas. "Yo re amo" quiere decir primero que
nada 1. por encima de rcdo: " Sobre ttlt cenizds quiero para síentpre
dormir, nansformanne en ceniz¡-r sobre tu: ceni:zts'' . ¡Cómo hacer pata ser
cenizas enr¡e las cenizas de Hilda H.i La úlrima partícula de la^s cenizas
de mi mad¡e... ;Esrot'diciendo insensarecesj ;Cómo va a haber úl¡imapa¡ticula? ;N4i madre no es parrículasl ¡El amor no es panículasl ;Todoen todo es mi madrel ¿Cómo se hace pa¡a besa¡ enrera a la mad¡e: Bah,la mad¡e es roda un único beso.
Sudaba y lloraba. Po¡fiaba a mue¡re con Ia pátina en los b¡oncesdel epitafio de mi mad¡e . " A ti el recunrio de quim jantris te oltifurí' .
Ese epitafio puso mi padre. Pe¡o I'o sol una parte viva de su recuerdo.
;Qué se creía mi padre? Sí, él la amaba, a su manera. No vov a compaiaramores. \b amaba a Hilda H., a I¡ma S., a lnés S., aAlicia S. ;Qué digo?
Sigo amán-dolas l siempre las amaré.,{mo a.l\4anuel, amo al "Flor de
Haba", amo al loco Valdes, a Fernando. Y a mi madre... ¡Dios de los
cielos! ¿Dónde hay amor más grande que mi amor por mi madre?
Se me confirndían los senrimien¡os. ¿Qué susrancia sec¡eta lamemoria que ar¡anca lágrimas? ¿Es cosa de neurofisiólogos, nada mfuque de neurofisiólogos? En este nicho es¡án las ceniz¿s de mi madre. EIIame hizo enrero denr¡o de su cuerpo. Sus cenizas están ahí den¡¡o. EilaLimpiaba, ba¡¡ía, cosía, cocinaba canrando '' La ttrde ent triste, /¿ nine
1t0
caía...''. muy hinchada I'echada atrás con su pequeño en las entrañx,
alimentándálo con su sangre, calentándolo con su cuerpo. Haciéndolo
ente¡o con su cuerpo.
Me hizo eniero mi madre, me tra]o al mundo ente¡o Me
amamantó, me aca¡ició 1'amó que no ha1'palabras para decir cómo'
Y,vo, allí, limpiaba los bronces de su lápida. ;Av dei que se ace¡ca¡a
no fuera más (u. ^
pt.gunr"tte ia hora en ese momentol Ha,v tipos
que desnudan ia d.nt"Juta enlera con Ia soLa idea de que les roquen
ún taliito de su heno. A mí me ocu¡re que ios desnudo cuando " No,
mejor me callo. Limpiaba l limpiaba con fir¡ra 1'a1eqría, lio¡ardo v
sudando. ¿Cómo puede nadie senri¡se si no sien¡e?
"Ere hilo te ttaLe, tttadre mía. Te salió tat:ra quc da pena.?¿:ttron
nnos de atios :in que dprendiera wtttca a sactir¡c e/ pic corno se rieb.e. Pera
;autl inporta s; íe udle y te anto sien?re J'sietnore? No unb nada' pcra'¡'bsolu.timatte
nada e:ti hi¡r, ht.ya sin ni antar' Sób t'alr parqitc te dma"'
}}l'ilVEl- Sn fucroR. Y EL SR A.
Eur¡.n ¡l ESCANDALo GR¡*NDE co\ L \o cHlco
Cuando el ¡ecto¡ de la Escuela Superior -o sea. e1 misnisimo
Rei'de ios Bo¡bones- nos expulsó, a mí ]'a un herniano mavor que
era igual de tonto que yo si no más. porque se lloq o-urrió denunci¿¡ a
gtito', qu. nrestro proÉ.ro, .r. un hómoiexuaL v abusador de menores,
iu". unt lección tan grande que ias veces en que Irma S. se rebajaba
contándome obscenidades, en que Hilda H. se rebajaba haciéndome
que le chupara sus pezones. que mi padre se rebaÍaba uotárdome por
l]i
cosas que habían hecho los bandidos de mis he¡manos, todos esos
rebajamientos ¡esultaron f¡uslerías por comparación.
Nuesrro profeso¡ ei seÁor 4., jugaba con mis compañeros ¡unas¡ondasl El " Copihue" sacaba el naipe y se ponía a jugar a" lz carga de la
burra" con Manuely Fernando. El loco Valdés, en cambio, mueno de
risa, iba de un rincón a otro mient¡as el señorA andaba mordiendo portodas panes a los mfu lindos del cu¡so. No quiero decir que andaba por
todas partes mo¡diéndolos, sino que andaba mordiéndolos por todas
partes. No hay que confundir a.l seño¡ A. con el " Copihue" .
Recue¡do que el loco Valdés aprovechaba Ia oportunidad para
dar lecciones de masturbación a un cí¡culo de inte¡esados. Ese sí e¡a un
cuadro: el seño¡ A. en sus trajines inmundos y el loco Valdés tocíndolela guitarra. Yo no tenia idea del Jardin de k: D¿licias Mund¿l?¿r en ese
entonces, aunque oía a mis hermanos mayores y mi padre hablar de unrey Sardanápa1os, de ias orgías dia¡ias en que vivia. \b no había visro
nunca una orgía, pero estaba seguro de que si viera una, aunque fuera
de lado, no tendría problemas en reconoce¡la. A Sardanápalos me lo
represenuba como un serior A., sólo que medio desnudo y con collares
y brazaietes de diaman¡es. Tampoco había visto un diaman¡e en mivida, y podría estarme un día esc¡ibiendo de esus cosas que uno no ha
visto en su vida pero que... ¡Pase, pasel
Así, pues, el a¡¡iendo de la parte de ar¡ás de Irma S. no e¡a
solamente una manera de hablar. Como cua¡do uno de mis companeros
le decía a otro: ";Te voy a sacar la m...1" ¿Cómo iba a hace¡lo? I4uchomás fácil saca¡se un o.jo yjugar con él a los tres hoi'itos. Tra¡o de ¡eco¡ia¡cómo me impresionaba esta conducta del seúo¡ A. Nos ponía notas
en conducta, orden y aseo. ;Aií tienenl Yo me ponía turnio. ¿Aseo?
¡Pero si él metía sus narices en las pa¡tes más hediondaslAl loco Valdes
le ponía mala nota en conducta por alborotar, mientras él albororaba
manoseando y lamiendo sus dos o tres preleridos de la mañana. ¡Ahírienenl
Mis hermanos hablaban de sus proleso¡es, todos hablaban de sus
profesores. Eran ejemplares de otro mundo los profesores. ¿Que uno
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de ellos era un degenerado y un corruptor? ¡Cómo, eso jamásl ¡Ni que
se sugiriera un ho¡ro¡ asíl
¿Qué ocurría entonces en mi curso? ¿Cómo podía un degenerado
pasar por profesor y todos como si nada? ¿Qué pensaba el señorAlvear?
¿Qué pensaba mi padre? ¿Qué pensaba el cura que iba a dar clases de
religión? Yya que estamos en éstas, ;qué pensaba voi No crean que no
me daba cuenta. Lo que pasa es que no era cápaz con la cuenta que me
daba. Me daba cuenta también de que todos se daba¡ cuenta, pero de
allí no seguia. Era como con Berta,v Salustio. Mi¡aban pero no veían-
lr4iraban y ¡diantre! no queríari ver.
Había, entonces, más. mucho más que las poblaciones mise¡ables,
los ¡echos de canón, los pequeños sentados en lodazales, Llena la ca¡a
de moco t moscas. Dent¡o de Ia misma Escuela Supe rior, elTemplo de I
Sabe¡, un degenerado con título de prolesor en prepa-ratorias se dedicaba
sin molestiai a corromper a los niios más pequeáos. Nadie decía nada.
Ni era único e1 seño¡ A. El senor B. decían que era peor que é1, porque
no¡día hasta sacar sanqre. Y no me ciigan que no, porque me tocó curar
a uno. E1 loco Val désle decía' y'cúsaln, ¿nisainl" pe ro la mai'oría estaba
porque no, 1, le erseÁaban las mentiras que debía conta¡ a la mamá si
le preguntaba de dónde salie;on esos morelones. "',Dile que te caí:tet" ,
"',DiLe que tc pe ka:te cot el Quezadal"
;Dios del cielol El esqÍncialo que todos miraban y nadie veía.
Pero I'o, aquí sí que miraba 1 r'eía. ;En nuestra propia escuelal ;Nuesrrornismo profesorl ;No era una paradoia? Po¡ la sonrisa en el rost¡o de mi
amlso N{anuel, por los respingos de Fe¡nando l el " Capihue" pareciera
que no, que la paradoja ve¡dadera éiamos lo l mi hermano. ¡\4irenque salir a eritar! ¡Par de idiotasl
El recto¡ sabía que decíamos la ve¡dad. lQue no iba a sabe¡l Lo
recuerdo como si firera hov: miró sin mira¡nos. Porque rambién hai'
esa combinación: que uno ve perfecramente sin mi¡a¡ N'f ira¡ como si
no mira¡a, ésa especialidad de Irma F., no la sabía el ¡ector Pe¡o igual
sabía. Supe al tiro que sabía. No sólo miró sin mira¡nos. ;Nos expulsól
;Cuánto aprendí ese díal ¡Qué digol En ese sequndo cuánto aprendí.
12i
¿Toma lie mpo aprender? iQué r" a tomarl En un segundo se aprende
lo que despues pasa uno toda su vida uarando de probar que no es asi.
Tendría que haberlo conve¡sado con mi padre. Pero ¡estaba tan ¡esenddo
con éllTambién miraba y no quería ver el muy... muy... mejor me callo.
La verdad era así, y así de así: justo porque denunciábamos el escándalo,
el rector nos expulsó. Esa fue la razon y no hubo ot¡a. Pero esro lo digo
üora. En aquel entonces ni mi amigo Manuei io hubie¡a dicho asi.
¡Anda a saber si no me equivocol Mi amigo Manuel tenia mucho
hilo en la cañuela. Huaso sería, pero no bruto.
¿Cuándo escuché por prim eravezLa f¡ase "evira¡ el escándalo"?
¡Hav que evita¡ el escándalol ¡Hay que evita¡ el escándalol Los
esc'ándalos se evitan con escándalos ¿sabían? Yo no 1o sabía por ese
enronces. Aunque, claro, ¡cómo no iba a sabe¡lol Lei hace algunos
aios la aurobiog¡alía de Pete¡ Ustinor'. 'Dr¿r me",latiruló. O sea, se
desdobla. Eso hacen muchos, aunque nadie io c¡ea, con más iacilidad
v frecuencia que sacarse un pie. Pe¡e¡ Us¡inov se escribe una larga carta
a sí mismo. Cla¡o está, " Dear me" e¡ también una exclamación inglesa.
Como quien dice " 'r\, de mi!" Seguro que tuvo también su se rior Alvea¡
esre cómico tan inreligente, Pe¡e¡ Usdnov.
Cuando uno nace tonto, supongo que los escasos v bruscos
peldaÁos en el camino de su vida mu1' bien pueden marcarse con eL
"¡A1 dc ml." que le sale como un desgarro, subiéndolos.
En esra aurobiografía de Pete¡ Usdnov encuent¡o una ¡eflexión
que rodos los ton¡os terminamos por hacer si nos alcanza ia cuerda.
Palabras más palabras menos, es así: que madu¡a¡ no es más que avenirse
I'acomodarse en un mundo de avenimiento y acomodo. ¡Si el loco
Valdés me oyera\ " iLa que descubriste, burrol".
Cuando mi padre me azotaba sin razón (lo hacía, pero sólo a
veces) me ocurría que no podía llorar. No es que no quisiera, no podía.
¿Cómo iba a poder si ni siquiera me dolía, preocupado como es¡aba en
entender La injusticia 1' hasm en avenirme 1' acomodarme con ella? ¡Conmás firerza l,l¡¿5¡¿ con ¡abia me daba mi padre porque no llorabal ¡Lindonegocio en e1 que estaba metido! ¿Cóno no iba a seguir zur¡árdome
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mi padre? Hay que ser lógicos ¿no: Era una máquina de movimienlo
p..p.,uo. Más me zur¡aban, menos lloraba, menos llo¡aba, más me
,urirbrn. ¡Aserrín, aserránl Casi, casi' comprendía Ia rabia de mi padre'
\4e hacia un ovillo por comprenderla.
iDear md Habí" nntat coras que comprende r al mismo tiempo 1'
baio tanto apremio. Porque 1o ilamaban así, apremio' a1 trance por el que
pasaba. No'me pidan que disolviera " apremio" mienras me zu¡¡aban'
¿Que tenia qu. i'., .on " prcmio" : iEsa sí que seria buenal lr4e avengo 1'
acomodo porque me apremian. Todas con a.
Mis hermanos, ámo si esu'ieran en el circo " iQue salga eltoni'
aue saLqa eLtani!" ;Zas, zasl zumbaba la huasca. ¡Dale dalel El verdaderc
Jdp"bie .,rrb. en la qalería ,Hermanito mío el ve¡dadero culpablel
lr4iraba ;con una son¡isital
Tenía que pensar en Ia calumnia, tenía que pensar en la crueldad'
en el descaro. Ia b¡utalidad, el desapego.
'¡Dab, papi, dak!'
El atropello, la injunicia, la indiie¡encia Denasiado para un '
Defirra,'ros " ¡o¿¡o'', eje m. Tonto es el que pasar l pasan los aíos r-
no aprende a acomodarse 1' a atenirse con las cosas que tiene la vida '{síqueáa que ni pintado el tonto 1'no ha,v ofensa en decirle a Pete¡ Ustinov'
- ,od" tu caia de persona inteliqenre hasra Ia pared de1 iiente que ha
sido un tonro de marca ma¡'or. 5upongo que el tonto por ercelencla,
el tonto que n\ el" FLor de'H¡ba" hubiera aguantado en ei nicho del
lado, se distingue porque no sólo no se aviene ni se acomoda' sinc que
haciendo caso-omio, sentándose como quien dice en las apremiaciuras,
apremiamientos o apremiaciones (que de todas estas maneras se pueCe
dlcir apremio, "unqu.
*,.d., no lo c¡ea¡) porfía porque los demás se
.r'.ng"n l' ".oaoden
a tut desaveniencias e incomodidades''
Tengo lrna pt.gunra. Necesito al co¡neta con su izquierda mano
pa¡a que i i.nd"n. iCunlpl. el tonto de esta hl¡ina y encumbrada
j.rrrquí" l.,n"... fun.ión toiial¡ Poi eiemplo: ;Resultó alqo positilo de
iri
ese escándalo que armanos con mi he¡mano denunciando los abusos
lascivos del seño¡ AiLe dijimos al seúor A.: " Iremos a quejamos, iremos a,quejanns al
Rq dc bs Birbone:''. Pero é1, chupardo sus cuellos, metiendo su lengua,
ni se dignó responder como persona que jueea bien su Ronda de San
MigueI: "¡Vnyan a quejarse, ttryan n quQarse, pedans de...." .- El ¡ecto¡ r"bí, d. lot lances del seño¡ A. con los pequenos
ent¡esados a su tutela escolar. ¡Qué no iba a saber! Todos sabian.
Miraban, veían l'hacían como si no vie¡a¡ Ton¡o seré, pero hasta ese
extremo simplemente no hat'¡on¡os. Me mi¡ó sinverme el seño¡ ¡ec¡o¡.
Un segundo, nada m* que un see.rndo. esa maóana de mi expulsión
en su amplia oficina de ¡ector. En ese segundo suPe que sabía. Supe
que sabia igual que sabía que con el " Copibue" 1'el loco Valdés nos
¡obábamoslos níiperos de su huerto No sólo que sabía supe. ALIá en su
fuero interno, como se dice. el ¡ecto¡ sabía que vo sabía que él sabía. Y
se avergonzaba. iAcaso se dio cuenta. ml¡ándome así, por un.segundo
de dolor y de fastidio, que le veía esas dos cosas ¡ambié¡r, el dolo¡ I' el
fasridio? ¿Vio que daba un qolpe en serio para mi seriedad, para que me
aviniera y acomodara. exponiéndose por ello, rebajándose por ello?
"Mira el esctindttlo que qtiere: arnirtr' ntocoso idiota. l¡lira rótno
st euita el e:citid¡La; con tttt e:únrialo para tus pr7P7rci7ner T
a/redcdores, con un e:cindah parn que la rumies l tlmes tu.
ntedidas 1 te llungítJ.f it ttcontode:. ;Funa de mi uista, tonio de
remate!"
Claro es¡á, en esos aíos no me alcanzaba la cabeza para estos
análisis. Un poco los hacía, pero... Como digo v redigo, la cabeza me
alcanzaba para mirar, no para ver. Algo veía, no se crean que no veía.
A Peter Uirinov le dedico esto que veía. Y que era: la se¡iedad de los
grandes llega hasta por ahí no más.
lsi I¡ma S. conrándome chisres obscenos, HLlda H. abriendo en
éxtasis los labios con su pezón en los mios, mi padre azodndome Por
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ba¡ba¡idades que no había comeddo, el ¡ecto¡ de la Escuela Superior,
é1 sobre todo, pudieran sentir conmigo la superioridad que senría, la
seguridad que sentía, de ve¡los ran... tan...
Voy a hablar con paradojas. ¡N4aldita sea, no me gusm la ¡etó¡ica
de paradojas! ¡Es tan fácil, nn violada y requetevioladal
Yo pensaba ser denantes
pero úne a ser dcspués
1 b mris emocionante
es mirar por el reués
el deruho del inxante.
¿Leyeron nunca esrupidez igual? Mejor no nombro el autor. Pe¡o.
en fin, io que quiero decir es que mi seguridad me venía de darme
cuenta de Ia inseguridad de todo. lYa está! ¡La dijel ;A!i la tienen, la
paradoja!
Los mal'ores, la gente se¡ia. se movían en un mundo de principios.
de ideales. Ver resquebrajarse 1'hasra un poco hundirse un palacio tan
magní6co, rendría que producir angustia en un pequeóo. Pues, a mí,
no me producía angustia. Bueno, me producía angusria, pero... No, no
me producía angustia. A lr4anuel, a Fernando, al loco Valdés, ¡qué les
iba a producirl lr4anuel son¡eía rirándole piedras ai Tutuvén; los o¡¡os
dos querían mori¡se de ¡isa.
Pero esa superioridad, esa sequ¡idad, ,;la sentirian con ese regocilo
que me venía a mí tan por dentro viendo a los mat'ores dando traspiés,
clanzando a rontas y a locas la Ronda de San l4ieuel' sin idea ios
estúpidos de que la danzaban?
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}OCfl/Le ¡'au¡nas v rL slcNIFIcADo:
DEso¡ n RosrRo DE Ml ¡.\L{DA DE su MADR.E Y vIcEvERsA
El" F/nr d¿ H¿b¿" era ¡oto de acue¡do a la más est¡icta definición'
No llevaba nada bajo los panralones de monta¡ ¡otos en las posaderas
(como decía que se debia decir por el trase¡o el seÁorA-), ni nada bajo
la casaca sin bo¡ones, ama¡rada por Ia cintura con un cáÁamo Pe¡o
en su rostro había un no sé qué, como si estuvie¡a comunicándose
pelmanentemenle con los cielos Se persignaba,-no más, cuando le
iiraban piedras, o echaba a co¡¡e¡ soltando su " iCuchi/h mata.dor que
matai a lns fnaosl" que no e ra más que w " iG,urugurugurzl" ¿Decir
disparates ét " FLo, dt Haba": Pero;si e¡a 11a {a1al.¡Y-a se quisieran
múchas damas ser asíl No, no era roto el" Flot de Haba" .
tr4i padre rambién tenía mucho cuidado con.las palabras cuando
se enojabi. Decía, a lo más," tAliércobll' o"iMiéchicnl". Ja, ja, ial No
me tomó disolver estas expresiones de mi padre el tiempo que corrió
entre oirlas y reí¡me. Eran sustirutos esdrújulos de una palabra llana r'
sucla. Sin darme cuenta del deulle. pe¡cibía ei sentido de la susti¡ución'
Un caballero, a lo más, áice " itríiéthical"Cuando en un examen un alumno, muer¡o de miedo, respondió
que las ballenas eran... huir'íparas. el prolesor exclamó: " iTii sa'tí:
ituiuíparot" r'por todo eI patio corrió la anécdota. "iHu.itlparo..
huiuiparol" Re.u.tdo que decían que. si no lue¡te en zoologia, el
muchacho era un genio de la gramática. ¡HuivíparolDe niño también tuve ¡emPrana nodcia de las palabras y su
significado. Supongo que no es lleqar al mundo y separa¡ las palabras
de .u significado. Tengo la r agr nrimoria que mi primera experiencia
con las palabras v su significado lue con los nombres.propios. ¡lrma!\blos desafío a que sepa¡en el nonibre de su amada, de su amada. Pero,
de pronro, he aquíque había otra bellez.a que también se llamaba Irma.
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¿Se dan cuenta? ¡Qué fuerza rienen los nombres propiosl Los ponen
sobre uno al bautizarnos y es como si nos hubie¡a¡ empavonado con
él hasra los ruéranos.
lrma se llamaba i¡ma. ¿Qué más podía ser que lrma? De pronto,aparecia oua lrma. ¿No es para quedarse mudo? ¿Cómo podra ser? ¿Quéocu¡re con e.l nombre que se adhiere de esa mane¡a a.l se¡ nombrado? Les
pido otra vez: rraten de separar e1 nomb¡e de su amada, de su amaCa.
A Irma S. y Irma F ni sus mamitas las iba¡ a disdngui¡ si se
guiaran por el nomb¡e que renían. " ¡lrmal" llanaba la mamá de lrmaF. en el paseo de ia Plaz¿ de,fumas lleno de gente el domineo. '¿51"
respondía la ot¡a ]¡ma. " No, ¡to e: n usted, es a lrma". Pero, ¿cómo iba
a no se¡ lrma. sino l¡ma la que llamaba?
Otrosí v para peor: Desde el punto de vista del eterno femenino
eran exac¡a¡renre iguales Irma S. I'lrma F. Si, pues, amaba a Irma S.
;qué duda cabe de que amaba ieual a Irma F.? Nada que hace¡: el e¡e¡no
femenino era Ia causa de que amara a tantas mujeres. Si amaba a l¡maS. y Hilda H. de mane¡a especial, alternativa i'conflictiva. se debía a
que las dos vivian y do¡mían con su e¡erno femenino a un tiro de piedra
de mi casa. Y a las intimidades que se han refe¡ido.
Pero vo no pensaba, eso no, en el problema delsignificado de ias
palabras con esre a¡telacro del e¡erno femenino que siempre estaban
haciendo sona¡ mis he¡ma¡os ma)¡ores y sus doc¡os amigos. No me
dejaban dormir disputardo a qriros en su do¡miro¡io. Que eL eterno
lcnenino es e¡ernor que el eterno lemenino es lemenino v que el Rev
de Constalrinopla se quiere desconstantinopolizar.No, la cuestión dei sienificado la t¡ataba siempre, t'Dios me
perdone, desde el ángulo de las palabras sucias, como " ntié¡coLes''
v " huiuípara". Mi padre decía ¡ambién, cuando va no tenia a qué
rec,trrir: " iPelipidasl". Y por lo que oía contar, ei mismo P¡esidente de
la República -el que sucedió al caballo y que era un león por lo que
decían todov tenía que contenerse y para no decir lo que le lenía a
la lengua, se la mordía y decía: " iHunnull" en lugar de " iHuiúpnro\."
cuando lo fxridiaba alqún huemul.
l]9
Cla¡o está, que )'o üatara la cuestión del significado es sólo un
decir. ¡Qué iba a tratar yo nada que frreral Aunque también es claro que
la t¡ataba. El señor Alvea¡ dhía: " El cabalbro trata dt tratar" . Bueno,
tampoco estoy muy convencido de si no t¡ata uno me.ior las cosas
cuando r¡ata de tra¡a¡las que cuando ias t¡aa. Sé que estoy hablando
igual que unos estúpidos que conozco. Pero, pase. Baste decir que yo
no me gano la vida con esrupideces. Con tonterías, puede ser, pero no
con esrupideces.
Consideren el asunto con su propia manera de habé¡selas en su
niñez con las palabras sucias. El loco \'aldés venía con el diccionario
abierro en la lera m y me decía: " iMira\." Y negro sobre blanco ahí
estaba.
\/ean usredes mismos en su dicciona¡io. Digo, ejem, ¿no les
ocur¡ía siendo niáos pensar qué demonios tenía una palabra por lo
cual e¡a dec¡e¡ada palabra sucia? ¿Por qué las mismas letras, Ias mismas
sílabas puestas así eran sucias y pues¡as asá eran limpias. Un topo visro
de izquierda a derecha ¿era más limpio que vrsto de derecha a izquierda?
Recuerdo que me estaba pensando lareo, largo en el pico de la tete¡a,
el pico de las gallinas, por dar dos ejemplos,v ¡cierra el pícol Thmbién
eran ésas experiencias muy vivas de ambigüedad. La ambigüedad...
Vava, ¡qué tonto era! ;Si la ambigüedad tenía que ver con el
significadol ¿O era al revés? Miraba a la mamá de Irma S., r'ieja va la
dama, sin pretensiones, con la cara en¡¡e ha¡inav colorete. Y de pronto,
¡no sabía si era la mamá de I¡ma S. o i¡n.ra S.l.
;Ahí sí que me dolía el corazónl ;Cómo deci¡lol Mi amor envejecía
1'rejuvenecía anre mis ojos. Era una oscilación Ia ambigüedad. Tal como
la ceb¡a e¡a. Quiero decir que e¡a bla¡ca con r¡'as negras 1';toma! que
resuhaba negra con rayas blancas. Irma S. envejecía a-nte mis ojos. lemamá de Irma S. rejuvenecía a¡¡e mis ojos y vo no sabía quién era
Irma S. qué e ¡a mi amo¡.
l¿ dife¡encia entre el pico de la tetera y el ouo pico era el contenido
de la oscilación y ojalá se entienda. Uno oscila con continuidad, no
bruscamente. La diferencia entre los ex¡remos de la oscilación llena la
r30
oscilación. Quiero decir, ¿cómo iría uno de un ext¡emo d ot¡o de una
ambigüedad si no fuera por la diferencia?
Pero;dianrre!, el paso del pico de la tetera al otro pico no es
propiamenre oscilación. k vib¡ación. O sea, yo hablaba muy mal.
Hacía lo que podía. Mejor no hiciera nada. No sabía siquiera distinguir
la oscilación del cambio. Porque el cambio no es oscilación v yo no iba
del ¡ost¡o de Ia madre de l¡ma S. al rost¡o de I¡ma S. cambiando una
cosa por otra. E¡a el mismo rosuo que envejecía 1'rejuvenecía, enveiecía
y rejuvenecía. Y yo tenía u¡ra lección de amot grande, grande, pero no
Ia comprendia.Pero, el pico, nomb¡e del pico de la retera y a la vez nomb¡e de
esa cosa roja como zanaho¡ia que el ioco Valdés agitaba en sus manos
mient¡as el S¡. A. hacía de las suy'as en el Serrallo, no oscilaba. \/ibraba.
¿Por qué vib¡aba? Bah, la respuesta se caía de simple que era. Po¡ Ia
ambieüedad vibraba, por sus distintas aplicaciones vib¡aba, v si me
llamaba Ia atención su vib¡ación era por el escándalo, que la misma
palabra era limpia aquí r'sucia al lado.
Recuerdo una película mejicala en que el acto¡ se echó a ca¡ta¡
con su guitarra a Ios pies de laventana de su amada, que se llamaba... se
llamaba... ¡No lo puedo deci¡i Se llamaba con la palabra más obscena de
nuest¡o vocabulario. lla batahola que se a¡mó en e[ cine! EI" Copihud'
y el loco Valdés lanzaban alaridos l pataleaban; ia galería se venía
abaio. Recuerdo que lo comenté con mi amigo Manuel. ¿Cómo era
posible? ¿Cómo iba nadie en el pueblo a ponerle a su hija un nombre
así? Estoy viendo a nuesüo cura junto a la pila bautismal . '' ¿\' cóna se
l|annrá k pequttta?" Y el padrino, con el mejor sonsonete meiicano Ie
dice: " iChucha, padrel" Hu:a eI seio¡ Alvear se hubie¡a caído sentado
de la impresión.
Lo que me lleva por asociación libre al mandandí¡un-dírundá¡.
Las bellas de la ronda me arrast¡aba¡ sin conside¡a¡ para nada mi" sentid.o dal ridírul¿" como llamaba mi padre a ese sentimiento que el
ioco Valdés no tenía, que el" Copihue" sí tenía, que mi amigo Manuel
también ¡enía, que Fernando, eI" Contetrt" , ent¡e que tenía v no ¡enía
r.l r
y de mí mejor no hablemos porque lo tenía hasta más que Irma S. y
Hilda H. juntas renían ete¡no femenino.
Había una parte deljuego en que las síifides venian saltando, las
manos entrelazadas, las polieras flotando y pregunundo a gritos: ";1'
qué nombre Le pondremos, m¿ttd¿n-dírundírunúín)." Yo respondía: "l.r
pondremos paticoja, mandandírundírundtin"t Lo que producía un coro
d. prot.rt"r' " i\e nombre no h agrafu, mtznd¿ndírundiru.nfuinl" , " Le
pondremos bocatoma, m¿ndandírundirundán" ." Ese nombre no lz agrada,
mand¿ndírundírunúin" . ¿Qué querían? ¿Que le pusiera Hilda, que le
pusiera lrma?;Antes me colgaban! ¿Quién inventó este juego en que
así, de buenas a primeras, se pone un nombre? Las cosas, los animales,
los seres humanos denen un nomb¡e. Sob¡e ¡odo las mujeres tienen un
nombre. ¿De dónde viene esa temeridad de cambia¡ el nombre a las
mujeres? Ellu tienen su nomb¡e. son su nombre. \b no podía separar
el nombre " htna" de Irma. ;Bren buena sería que a una niña venida
de ia o¡¡a cuadra, por encendidos v enormes que lueran sus ojos, por
ensortijado en bucles que fuera su cabello 1'almidonadas sus enaguas
le pusieran irma, mandandí¡und.í¡undárl ¡Hay unas qentesl ¡Miren que
llegar y cambiar el nomb¡e a una seÁo¡ita! ;Eso sí que es el colmo del
desprecio 1'la prerensión, cambiar el nombre de una señorita. encima
de su eterno femeninol Antes le cambian ia piel completa, con Pecas,
Iuna¡es y cabellos l velios de la nuca a la punta de los pies.
Aunoue. pensando de nuevo, como el jardinero que crevó que
vio un elelante tocando la flau¡a siendo que al mirar otra vez vio que
e¡a una ca¡ta de su señora, icómo se llama mi madre? ;Cambia nada mi
mad¡e, llámese como se llame? \o cambia una parrícula de mi amo¡
que mi madre se llame así, se llame asá. Si me fue¡a dado, le cambio el
nombre y ie pongo Hiida.
¡A-hí esrál Mi mad¡e ¡esolr'ía el problema del significado 1'losnombres. El amor de mi madre irrumpía y no quedaba nombre en pie .
Como elThruvén en invierno que desbordaba todas las lindes, ce¡cados.
terraplenes 1'puentes, así irrumpía el amo¡ de mi madre v limpiaba las
cosas de sus nomb¡e s.
]il
Quiero decir: adoro el nomb¡e de mi madre, pero, po¡comparación, es puro ruido vacío cuando pienso en mi madre. ;Seentiende? El amo¡ de mi mad¡e disolvia, desjuntaba lo que para míestaba tan junto como la piel al cuerpo. Voz vacía el nomb¡e de mimzáre.' iQuí tengo y0 que urr c0n nombre¡\" protestaba clari¡o el amo¡de mi m:dre.
Yoz vacía el nomb¡e de Ia nad¡e de mi amigo Manuel, de
Fernando eI" Corncta", de, " Copihue" vel loco Valdés. Ypara los hijosde i¡ma S., si los tuvo r.para los hijos de Hilda H., que sesu¡o los tuvo,voz vacía los nomb¡es " Irnt¡" .t," HiHtt" .
N4e vienen lágrimas a los ojos. No siento ve¡güenza. Se disolvióel sentido del ¡idiculo. ¡Los hijos de I¡ma S., Ios hijos de Hilda H.l
¡Frgúrensel El amo¡ de esas cios beldades por sus hijos.Así, pues, se separó el significado de las palabras, de las paiabru,
El amor de mi mad¡e 1o separó. Y con esta separación se hizo uno con
el amo¡ de todas lu madres. El e¡e¡no femenino e¡a un eniqma. El amo¡de mi mad¡e no era ningún enigma. Irma S. como una esf;nge posaba
de enigrna bajo ias acacias al anochece¡. ]¡ma F era un enigma desnudo
nadando de espaidas en eI " Raudal del Cu¡a". Ei ete¡no femeninoencarnado en I¡ dos I¡mas e¡a un eniqma. Pero, el amor de la mad¡e
de Irma S. no era ninsún enigma. ¡Qué iba a serl Era el amo¡ de mimadre . Y era el mismo anoi por rodas partes. Ahí sí que no había nada
que disolvei nada que separar: e1 amo¡ de ia mad¡e.
Yo, mirando rantas veces e1 ¡ostro ar¡ugado, curlido ya en las
mejillas, des'aneciéndose casi entera su bellez-a entre canas, cenizas
y harina, 1' cono prendido al ¡ostro un simulac¡o suvo con ridículacosmética de rouqe, pollos, carboncillo y coloreres, r'eia a I¡ma S.
ahogándose en Ia caducidad sin esperanzas del rostro de su madre; pero
también, teniendo el alma llena de Ia belleza de l¡ma S., r'eía cómo su
madre rejulcnecia anre mi\ ojos.
Ya diso: no eran lu ambigüedades del seño¡ A.h'ea¡. Cambiarde "locazo" a ''lo cazo" era una r.ib¡ación, algo brusco, discon¡inuo.
Saltaba de una significación a la oua. Y e¡an ¡an dife¡enres. Tal como
u3
ver un elefante ¡ocando la flaura 1', de Pronto, no está el elefante sino
llna cana.
Con la mad¡e de Irma S. era distinto. Mis hermanas decían
que los pa1'asos ¡eían llo¡ando y vo pensaba que Pierrot que siempre
esraba liorando por Colombina mul'bien pudiera esnr riendo mientras
Iloraba. O sea que reír llorando e¡a Palaso y llorar riendo era Pierro¡.
Pe¡o no era Fácil distinguir estas cosas v como mejor me las había con
su separación era pensar en ia madre de Irma S. mi¡ando esta beldad,
lo que era como reí¡ llorando; 1'por la parte contraria, pensar en Irma
S. mi¡ándola en el rostro de su madre, que era como llo¡u riendo.
No era un cambio entre aiternativas, no era u¡ salto sob¡e eivacío,
un quedarse sin asir nada y seguro de no asir nunca nada. ¡Nada de cebra
blanca ¡avada de negro y cebra negra ravada de blancol I¡ma S. era su
madre. ;Qué duda podía caber? Y viceve¡sa. Entonces, ;cómo podría
amar a una sin amar a Ia ot¡a? Se probaba mi amo¡. ;Cómo podría la
mad¡e de l¡ma S. no amar a su hija? Pero, lsi era ella mismal.
O sea... o sea... que 1'o amaba a mi mad¡e porque yo era mimad¡e. ;Puede haber explicación más simple y más verdadera del
amo¡i La madre ama al hiio porque ei hijo es la madre. ¿Y cómo no
va a amarla el hijo?
Yo amaba a l¡ma S. Si era ve¡dade¡o mi amor, entonces, amaba
rambién a su madre. ;Cómo podia no ama¡la? La amaba has¡a las
Lágrimas. La mad¡e de Irma S. era e1 amor, ia vida, la muerte, todo en
uno. Si vo ama¡a a ]rma S. sin amar a su madre 1'sin ilo¡a¡ su muerte...
¿la amaría?.
rj4
)coclLos ¡cnw¡Nt¡.s:
Ar¡vosíq. Pn¡r,r¡¡Ir¡cIóN v ENs¡ñ¡vt¡xro
Julio S. mató, el solo, a uno, y cuchillo contra cuchillo. Bena ySalustio mataron, entre los dos, a uno, que esraba durmiendo. Guillermo
R. I'orros dos que iba¡ con él en ese coche de seño¡itos: ma¡aron a una
muchacha, también indefensa. Víc¡o¡ V mató a tres, ei solo. Tampoco
tenían defensa los que mató Víctor VAndaría por mis nueve años de edad cua¡do oí habla¡ ¿ mis
hermanos de los asesinatos v sus t¡es ag¡avanles, que eran: premeditación,
alevosía 1'ensañamie nto. Me hizo impresión la exhaustividad v el o¡den.
Como si no hubiera más que agregar 1'lindo de ver. Hasta en el crimen
hay' orden v los mavo¡es ¡que grandes sonl descubren el o¡den en el
crimen. P¡emeditación, alevosia y ensañamien¡o.
No tuve casi que disolver nada. A Ia primera comprendí. No es
1o mismo matar como 1o hizo Julio S., como quien dice al ruelo de la
ofensa. " iEsta es tu madt'e, desgratiadot"," ¿Que es qu&' iTontrt, infelizl"
Y desapareció el afi-re¡ino del nundo de los vivos." Caso linryio" , decía Enrique A., zaparero nadie sabía por qué,
siendo tan caballero. " Caso linpia. l\Ii n/et,asia, ni ¡trenteditación, nimsatiamiento. ¡Dieciocin nese: a Lt :ontbr¿t" ltllo 5., mata¡ife cono e¡a,
iba de¡echo al asu nto. "O ntc nttta: tL¡ a t( 7ttñt0 1'0" . Pero ;ese \'íctor \'i,esa Berta, ese Salusrio. ese Guillermo R.l.
It4i padre decía que la premeditación l'la alevosia e¡an muy
cla¡as en el caso de Berra v Salustio. El tendedor viaje¡o do¡mía feliz,
cansado como esraba v caientito por dentro como lo de¡ó Ia comida
que le sirvió Berta.
"Esos dos pLtnenron el ctinen".
135
lr4is hermanos discudan con mi padre sentado en ia presidencia
del comedo¡. ;Cómo se atrevían? Afuera, noche cerrada' El Cura Patojo' 'idas.
estaría preparándose Para sus sall
¿T.ndti- idea,mi padre 1'mis hermanos de los golpes que me
daban en el cereb¡o .on .nor-., martillos? Igual que Víctor V' dando
con el mariillo en la cabeza de los inocentes hermani¡os de su novia'
Era hora para mí de ir a la cama. Lu poLillas giraban en ¡o¡no de la
a-polle¡a. \4is hermanos decian que La luz las atraía. Yo me había
.ornido ,odr. las migas que había en el mantel 1'rupaba los ¡estos de
azúca¡ del fonrio de mi taza.
I'rn tdtta;ton:"I'0, no htba premeditación!"." Pero, ¡si
p lnnifcaron! "
"L'a, no plani.firarott. )Cónto iban a snber que esc uiajera uenla en
el tren?".
';Esntpido.' Itl'rnif mran cu¿ttdo Io tutieron durnienda a patn
siuel:r. Ertrot:ces pl,tuifimron'.. :ue:1
""üo e: irnprouiar. A k canera imPruisml ".
"A Li carrera saría, Pcrl pLnil;mrzn"." ; )tio, no pl'tnifraron! hnproui:ttrox! ".
tt,.Ltltnfnr0tl:"lnpiot,isnratt, igtal que ttt que lo disctrtt: ¡oao ;'\'u ues' ['ttrto,
qur',:i siquint iLpietirt qt,e'bnrcr cott rl rndit'ei: A e,o llttnm:
p i;u::.íi ;it r? "
it{i padre oñciaba de Re1' Salomón. ;Si le iban a veni¡ con
proble mas a mi padrel
"Pkn;licnron en cicrra ttedida. {Jnas co:as las pknifcnron, onas
no ",
¡Tomen, ahi tienen! lgtrai que el t'ino tiene grados de alcohol,
136
igual que hay grados en la escuela y en la temperarura, igual hay grados
en el asesinato. Más alevosía, menos a.levosía. Más ensañamiento que
el de Vícto¡ V. y el de Guillermo R. ¿dónde se vió?
"No es h mismo ¿tacar por b espaH.a que atdcat d and Persznaquc esté durmiend!"."Pero, hay qae reconocn, Victor \( no fue altttoso con l.os niítos"."¿Que no fué alntoso?; Tú esais bco!""Con el padre fue abuoso, no con hs niúos. No uas a negar que hs
mdtó dr fente"."Pero... pero... ¡Tú esrris malo dr ltt cabeza!".
"Tampoco se ensanó con eLpadre"."¿Cómo sabes tú, n rer, cóma sabes? Si no se ensañó con elpadre,
se ensañó con los niñ0s"."Si se considera sah el ¿sesinato del padre..."."¡Y cómo uas a considerar sók el ¿sesinato delpadre, anitn¿|.!".
"...e1 asesinato dr hs niños es circunstancial, parece chro"." Crimen co n ensanamiento ! ".
"\' aleuosía y premeditación"."Sl, caso cl¿r0"."A ése tendrían que fusikrln"."Pera and¿ sue/to el cana/k"."Andtt ntelto sóh porque su hermana es la mujer deljuez"."Cierto, con pnrientes en Lt corte puedes cometo' los crhnene: que,".. --,^ l.- ""Con abuosía 1 todo lo dantís"."Yo pienso que el martilb..."."¿Síl
¿Qué pinsas dcl martillol""Ha1 arma, ejnn, que nan el ensaúamiento en el diseíi0".
''¡Cierto, qué cierto! ".
"La palzs, por rjenpb, Los ttz¡dones".
"¿Quiera decir que es imposible aesinar con un twtrtilll sitl
ensañarse?".
137
'Inpuible, no, pero muy difícil"."Alli hay un grado también, e larma con que se mata".
De ma¡tillos sabía yo. ¡Cuántas veces me había dado en los dedos
con el martillol Pero... ¡matar con un mariillol t,\i ai loco Valdés le
pasaría por la mbeza algo asi. Después, lr4anuelA. mató a su he¡mano
con un combo. Pe¡o fue un a¡rebato. Estaba Frera de sí y no voh'ió
más en sí.
)cü\41L* rrcun-¿,s DEL TLA.BLA y su EMpLEo pRopro
Recue¡do un poema que recitaba una he¡mana mía. donde los
bigotes de una linda eatita que había mue¡¡o eran " ptias de pkta" .Traro
de concentrarme , fi jar 1a memoria, no dejarme llevar por sus espe jismos.
Estol'oyendo, aunque no recue¡do de dónde viene esa voz, ¡ecita¡. Es
mi he¡mana mavor que hace anos mu¡ió. Pa¡ece que va a desmalarse.
¡Pobrecital;Porqué tan uiste la muclnchita?...;{r'1, es que lu muerto suhe rmosa
gara cr-rvos bigotes. púas de plata, cien 1' cien veces acarició...
O sea, doscientas veces. Con los núme¡os no hav cómo
ec,uilocarse. Pero, con ias púas de plata-.. lns biqotes de la he¡mosa gata
eran púas de plata. ;Estaba claro? ;Claro que esraba clarol Había visto
púas r-había listo plata. Sabía sin falta qué eran los bigotes de una gata.
¡Que no iba a sabe¡! Desde la ¡aíz a la punta conocía los mostachos
de mi " Chinitn" . Sólo que... sólo que... Los de esta gatita que había
muer¡o eran púas de plata.tr'Íe esF.rezo por recorda¡ pero no alcanzo. Se me en¡edan 1os
cabellos de plara. 1os palacios de plata, las montairas de plata. ;Púas de
r38
platal ¡rl''é lindo, qué manera de habla¡l Púas de plara. ¿Me formé elcuadro de estar acariciando cien y cien veces unas púas de plan salidas aJ
lire en dos haces bajo la naricilla sensible y sonrosada? ¡Hubiera redradola manol Los espinos, viejos conocidos mios, ¡ésos sí que renían púas!No de plara, pero... Sí, de plara.
. Uno no acaricia púas, por muy de plara que sean. De hace¡lo,hay que andarse con cuidado. ¿Y a cuento de qué acariciar unas púasde plata? ¿Me dicen a cuento de qué? Sin decir nada de los gatos que nia su mamita Ia dejan rocarie los bigotes. ¿Qué pensar, entonces? ¿Paradónde voy? Yo quería hablu de lo que me ocuria pensando y pensindoen los niños queVícto¡V. ultimó a marrillazos. Por eso se me metie¡onentremedio las figuras del habla, las púas de plata de esa hermosa gata ylos ma¡tillazos que me dabar en el ce¡ebro mis hermanos mayores, sinalevosía, sin premeditación, pero icon cuán¡o ensaiamienro!. Cuandovienen a decirle a un niio de nueve años que un hombre maró a dospequerios a ma¡rillazos, se queda pensando, pensando, pensando. Yr.uelve a pensa¡ y luelve a pensar. Por las noches, sobre rodo, piensa.Camina¡do por la acera a comprar aceire. piensa.
¡Aquí síque recue¡do bien, nada de espejismosl Pensaba 1'pensabaI'endo por ia acera. Para mi ma1 pensaba. Cada vez e¡an más fuertes losmartillazos sobre mi cereb¡o.
Existen se¡es... No sé, seres que pa¡ecen mandados a hacer paradar de mar¡iilazos en el cereb¡o de los niños huta delar sin vidi suspensamientos. No, sin vida no. Así no pensaba. Quiero decir que hayque dibujar un cuadro muy amplio para que entre alli lo que pénsabi.Un cuadro no, una historia.
Justina, junto al brasero, cebaba el mate gimiendo, moqueardo ypasándose el dorso de la mano por las narices. ¡Oh, si atoy óyéndolál
'.'&te era un hombre que queia crlsltrse cln una señorita muybonita. Pe.ro
.el padrastra de k dicha ¡enorita no k dejaba porque
su mujer había muertl ! n0 había quién cuidtra a las dnscriaturas que había drjadt mis que k dich¿ senorita. Entonces
139
un demonir entró en el hombre que queia caarse 7 es que se dijo:
uoy a matar al padre para poder cadrme. ,4s.í mesmito dijo, tan
dzsesperado estiba. Y es qae tomó un mdrtiLh I en k n.oche se
oroi¿ió to la pieza espnandn quz ltzgara el padre. Y bs angelitu
estaban dormíos cuando este hombre ennó 1se escondió rcn el
martill.o. Sonaban los angelitos con su madre que estaba cn bs
cielns. Jesús mí0, sin sabá que estaba el hombre co, el martilh
dzbajo fu k cama. üpoa ahí con el martilh bien sujeto este
hombre. Y el padre lÁgó 1 como estaba mu1 cansadn dt tanto
trabajar todi el día es que se quedn ahí mumito dnrmido, que
Dioinos proteja, 1 exi hanbíe mab oyendn que roncaba salió dt
drbajo y-lcuantó el marrilln 1 b drjó caer 7 el padre g!,! t qhopor[uí no podía matarlt cln tanto martiLkz.o, pero e.l hombre'sigiió
pegind.olz hasta que h mató v I'e rnentó la cabeza 1 ln
ti"gri tilpirobo por todts partes. \'con todns lns gritos 7 hs golpes
bs du angelitu dapertaron. Mejor no despert/lr/ln nuncrl pl-rq e
el hombri es que dij0: Alnra tengr que natarbs a ellos tambien,
porque si no bs mato me uan 4 druiar que fui 7o 1 uoy a ser'seníenciadt
7 n0 me t)o] a casllr nunca cln mi nouia. '4si
que lns
sujeta frme a Los dos angelitos, 1 con el mismo martillo bs mata.
A los dns bs mtltó sin Pieda¿ Porque un dzmonio había entradn
en é1".
Esa es ia historia. Un demonio enuó en Víc¡or V. Seguro que
después salió. Tal como esos demonios que habían entmdo en ese
hombre endemoniado del Evangelio a los que Jesús hizo salir y que no
hallando qué hacer a la intemperie fue¡on a meterse dent¡o de unos
pobres cerdos que salieron cor¡iendo hechos unos locos y se precipitaron
al mar. ¿Se figuran la Ronda de San Miguel que armaron?
Por eso hablo de las figuras del habla de las que ni idea tenía, por
mucho que el habla estuvie¡a llena de figuras.
Veia el ¡ost¡o de ]¡ma S. en el ¡ost¡o de su madre' Algo ocurría en
mi pensamiento en es¡a transición desde la vejtz de Irma S. a la juvenrud
i40
de i¡ma S. Igual me ocu¡tía con el martillo con que mató Víctor V. alos pequeños y el manillo que me golpeaba en el cereb¡o escuchando
aJustina. E¡a el mismo ma¡dllo que estaba golpeando la cabeza de los
niios y que, con inadvenida t¡ansición, estaba golpeándome a mí. Esas
eran las t¡ansiciones del pensamien¡o enüe las figuras del habla que
para mí no eran 6guras.
Pe¡o ésta es sólo una parte de las rransiciones de mi pensamiento.
Porque yo miraba el rostro de A¡mando S., el hermano mayor de Irma
S., y allíveía el rost¡o de I¡ma S. en el rostro serio, masculino, aindiado
y hasta feo de su he¡meno. A1 reves que en N4arta, la hermana de
Manuel; era muy hermosa, un año menor que yo )'me amaba también,
esioy seguro. En su rost¡o estaba el rostro de mi amigo Maruel. Loque hacía mu)¡, pero muy delicadas mis ¡elaciones con é1. Por las
rransiciones, quiero decir, que lo llevan a uno sin da¡se cuenta no sólo
de Ia ingenuidad a la estupidez, del tonto chico al tonto grande, sino
de cosas como Ia ado¡ación a cosas como la repugnancia.
Las peras eran iguales, no había ninguna t¡ansición delpensa-r'niento 1'endo de una pera a otra pera. Me comía una con el mismo
deleite con que me comía la ot¡a. Pero a veces, en mis ensoñaciones
nocturnasi cuando aca¡iciaba a Marta, no más pensara en mi amigo
lr4anuel tenía que terminar con mi ensoúación. ¡Cómo me i¡¡itabanestas r¡a¡siciones del pensamiento de la juventud a la vejez, de la bellez¿
a la fealdad, del eterno femenino al odioso masculinolPe¡o estas ¡¡a¡siciones delpensamiento, ¿cómo decirlo? No eran
carriles que lo llevan a uno de una estación a otra y lo deiuelven. No, era
el mismo martillo el que golpeaba a esos pequeÁos que de pronto estaba
golpeándome a mí, e¡a el mismo rostro de i¡ma S. que sin brusquedad,
suav€mente, envejecía y se transfo¡maba e¡ el rostro de su madre.
Por eso digo que oyendo a Justina releri¡ el crimen bes¡ial de
Víc¡or V. yo pensaba y pensaba. La historia se repetía )' repetía en mipensamiento. Y así como e¡a la transición real del ¡ost¡o de ]rma S. al
rosuo de su mad¡e lo que llenaba mi pensamiento de envejecimiento
y caducidad, así e¡an los martillazos de Vícto¡ V. transformados en
141
martillazos en mi cerebro io que llenaba mi pensamiento de mue¡te a
martillazos.Así era, así se hacía mi pensamiento por más que yo
ni parte ni conciencia. Po¡ eso hablaba de las figuras
Cuando conté de mi padre y mis he¡manos discutiendo ia alevosía, la
premeditación ,v el ensañamiento dije en un aParte: "¿Tendrían idea
rni padt. y mis hermanos de los golpes que me daban e¡ la cabeza
con enormes martilios?" Y después me ¡eferí a esas púas de plata que
formaban los bigotes de la hermosa gata. Me parece a mi que hay figuru
del habla que se originan en algo real y que hay otras que no resisten
esa ¡eferencia. Estas últimas, al primer examen muestran no ser más
que un adorno de palabras. La poesía está llena de figuras así, a veces
entretenidas, a veces olensivas, siempre vanas como las nueces que se
\¡en como nueces pero que vienen I'acías y que ni hav que abrirlas para
saberlo.
no ruvlefadei habla.
}}cl4ll]ros uurmcrs DE LLAR: FLc¡R ¡rco slN s.4.BERLo
Ediva¡d Lea¡ nació en 1 812 en lnelarerra. en Hiehgate. \'furió en
Italia, en San Remo, en 1888. En su cama. Se consideraba a sí mismo
un paisajista de óleos; pero es en ilustraciones de páiaros donde se
-ortrrba .onsu.ado dibujante. Como pintor de cierto vuelo, son sus
acuarelas las que destacan. En ánimo de dive¡sión, élmismo nos cuenta
que improvisó con ilustraciones de trazo simple I'caricaturesco est¡ofas
,ln r.niido para entretener a los numerosos niños que había en la casa
de un Iord Derbl', donde tenía el encarqo de ilustrar un lib¡o. Revisó
estas csrrolas y las publicó en un Boob of Non Se¿re. Si no Io hicie¡a, no
Llegara siquiera a la ent¡ada de la Inmortalidad. que como todos saben
está obst¡uida por montañas 1' montañas de esqueletos.
142
Solterón y viajero, anduvo vagando por paísa de Euopa, Asia
y Africa. Amaba po¡ sob¡e todo Greiia e ltalia. Conoció la celebridad,
p.ro nun.. pari vivir bien a sus cosas (no confundir-con "en sus
tosms"). En hombre débil, con enfermedades crónicas, epilepsia, asma y
bronquitis;y no es fácil entender cómo se las arregló solo en el mundo,
qu. yi hrbi.t" sido difícil solo en su casa; cómo hizo para acarrear
ól.oi, a.ua.elas, 9rá6cos, dibujos, ilusraciones, diarios y de un cuánto
hay por tres continentes, sin deiar de producir, hacer exposiciones y
departir con medio mundo.
Por un tiempo es¡uvo enseiándole a dibu.iar a la Reina Vicroria'
Se cuenta que los últimos anos los pasó en companía de un gato, que
mu¡ió dos aóos anres que éi a los 17 cumplidos' "Vos" se llamaba este
minino que aparece a-cada rato en sus caric¡¡uras. la fama, pues, le
viene de ius hmerichs, es¡rofas con historias absu¡das que publicó en
dos lib¡os, uno en 1846 y ot¡o en1872. En las antoioqías inglesas que
he visto, siempre y únicamente apa¡ece ese poema sul'o,.mu1' gracioio
r-musical, 7/ie OiwL and the Puss1, Cat, gue comienza: " Lt gatha 7 el
brho salieron al mar..'', Fue lo primero de él que conocí.
Hay yo no sé cuá¡tas interpretaciones del sinsemüo en Lea¡'
El mismo suministró la suya, porque al parecer lue obligado a un
pronunciamiento sobre su propia creación cuando se enconuó con que
,rlírn nurn.roro, .omenurltas a hacerse catgo de su prime¡ lib¡o da¡do
explicaciones disdntas del sentido de sus sinsentidos. Admi¡o mucho
, i.r, por tu, limerichs. Tiatándose de poetas que admiro, los dos que
van erprimer lugar son Platón y Lea¡. Pero las consideraciones que
hace Leir de su propia poesía -que se rrau de sinsentido puro rimado e
ilustrado pata entrétener a lot niñot- nunca las tomé por adecuadas'
En Ia misma Biblia se implica y ruelve a implicar que Dios no
estaba muy seguro de qué había creado cuando creó al hombre' No sólo
eso, en más de una ocasión dejó caer agua o fuego para ¡e¡mina¡ con los
hombres. Como quien dice, para disolve¡los. Del Diluvio excepruó a
Noé. Pero ¡qué grácial Es como si Lea¡ hubiera ti¡ado alTámesis todos
su limerichs, menos uno. Ei mismo reconoce que basta uno para que
143
se multipliquen como amebas y sigan siendo lo que a él no le parece
que debieran ser.
Dicen algunos que no es cierto que Dios esruvopo¡ la desrucción
totalyse arrepindó a úl¡ima hora, sino que hace mucho mucho riempo
que lo hizo, que dio al traste con los hombres, ¡sí, seÁorl. Aunque vaya
úno a sab.r si no hay aquí una meulePsis )'lo que se quiere decir a la
quita-pone es que son los homb¡es quienes dieron d rraste con Dios
hace mucho tiempo ya. ¡Esa síque sería buena, que los ámcricks deLear
hubie¡a¡ dado hace mucho tiempo ya a1 traste con Learl
Para más abunda¡ con el Creador y la criatura, ¿no se vieron
padres mirándose las caras mientras el hi.jo integraba parábolu en griego,
medía el radio de la tierra o construía bombas nucieares?
;Bah, qué cuentas gano haciendo cuentas con Lear! ¡Cómo las
saca! ¡A1 revéi ias saca! Es un genio y allá él si no se da cuenta. lncluso
bien podría ser ésra la fo¡ma más apropiada de ser un genio.
Un senor que uiuia en Figueras
compró grandes TwtnzlrLal ! Pcrds:qui ientlls Tlotent/l
con que sin d¡rse cuenta
dio en l¿ cabeza a todos en Figuera.
Este es un limerick de Lear puesto en espanol por un sen'idor'
El orisinal dice " quinientas nouettta" (fiue hrnúed nineq'). Si diier.a
" dasciintas nraren¿¿" hubie¡a ¡edondeado Lear el núme¡o de linterichs
que coció como ot¡os nntos ladrillo ss' que" sin darse cuenta" porlo que
él mismo üce, se puso a lanza¡nos a todos en Ia cabeza con un ojito que
el ioco Valdes se quisiera tener para matar zorzales, el mul'bruto.
O, 1'a que estamos de retó¡ica de figuras, podria habla¡se de los
ladrillos con que doscienros cua¡enta albaniles de todas las catadur¡ nos
habían enladrillado la cebeza 1' que Lear fire desenlad¡illando a punta de
Limerick. iPw,abajo un ladrillol Cosa que se puede poner en relación
con el famoso Freud que se puso a escarbar 1'escarbar como esos Perros
144
que mienüas más escarban, con más aplicación siguen escarbando yque haciéndolo iba tirando ladrillos para atrás y por enüe las piernas,y cada ladrillo caía al que pasaba en roda la cabeza. Cayó un ladrillo,mató un chiquillo . Ja, ja, jal
O como ocu¡rió a ese come¡ciante visiona¡io que buscaba elcamino a las Indias y que rema que te rema iba descubriendo isla i¡asisla y sin da¡se cuenta descubrió un nuevo con¡inenre lleno de genreque salió co¡riendo. O esos de que hablé, que busca¡do el Do¡ado ola Fuente de la Eterna Juventud sin querer colonizaron roda Améric¿.Orro limerick parecido, dice así:
Tinía una doncelk dc Dijónen lugar de barbilla un nguijon:en un arpa de uiento
la aguzaba en momentos
que lbnaban de trénobs Dfin.
O sea, buscaba un resoro, pero io que hacía era cavar el jardin,o viceve¡sa. ;Y qué me dicen enronces del que produce sinsenridopuro y lo echa a circular sin darse cuenta de lo que r.a a resulta¡ de su
circulacióni O tro limeri c k :
Ut señor que uiuía en el hnnoron¡ra seis pipa de gargari:nto
t hs knz) a b hondn
porque pensó: "En elfondotodos bs peces hacen gargarismo".
Digo 1'o: ;Quién nos dice que ios pequeños jugando a la Rondade San Miguel, o sea. haciendo gárgaras con sinsenridos, no llegaron sindarse cuenra a un nuevo mundo? Elmismo Dios, implicaAgustín, hizoel mundo porque no tenía nada que hace¡. El.dice sin vacilar que Diosantes de hace¡ el mundo no hacía nada. El cura que enseñaba esias cosx
ú5
decía que el mundo lo hizo Dios a panir de la nada. Como no hacía
nada yrno había nada, ésas son las causas obvias de que hiciera algo.
(Jn niúo que sentía mucbo fíose cabntaba a piedra con el rí0.
El río se salió
1 el niño se ahogó
con lt cual 1a no sintió mrís fí0.
Ya ven, me conragié con los linterichs de Lear' Le ocur¡e a todo
el mundo.
X}C{iXEl ¡l,ron DE N{I trIlDRE Y EL ArroR DE JusrINA
Pongo mis brazos ca¡iáosos sobre los homb¡os deJustina, que me
contaba gimiendo ias desgracias del bar¡io. Ace¡co mi cuelpo a su cueryo
lleno de grasa, hediondo a cebolla, ajo. sudor l vino rancio. N4i Justinadesmantelada de pestañas 1'cejas v dientes, leqaÁosa, riritona, gimiente
v siempre muerta de miedo, persignándose, incapaz de aven¡u¡arse sola
ni al pario trasero. Pongo, digo. v me vienen suspiros recordando mis
manos amanles en los hombros de Justina y le digo: " ;Sabe por qul /lora
Jurina? Porque es pktónica, por e:o lLora".
Dicen que hay que voiver a se¡ niñ0. " Si no os uoluéis 1' hacéis
cotno !.os nitios no entraréis en el reino de los cielos" -\rer como un niño.
¡Pero si un niño casi únicamente mi¡a v casi nunca ve! ]nocencia de
niÁo. ;Con el loco Valdés los quisiera verlTe¡nura de niño. ¡Debajo de
los borotos de Gastón C. los quisiera verl Pure¿a de nino. ¡Manoseadospor el señor A. Ios quisiera verl
146
¿Quién dijo " elespíritu paa entre elbs 7 no h uen"? Pasaba yvolvíaa pasar el espíriru, y no lo veía. Yo amaba aJustina. ¡Cómo la amabal Pe¡o
no sabía que la amaba... ¿Será eso volver y hace¡se como un niño?Itfe ace¡co y palpo con la pLrnra de mis dedos los párpados de
Jusdna. "¿Par qué no tiene pestaítas, Ju*ina? ¿Por qué es tan lzgañosa/'
¡Qué niño más cruel, más ma1 educado, más antipáticol Se fue la visiónacadémica, el mundo sin enr¡erelones. Ya no se puede amar.
Mi mad¡e había muerto. Ahora Justina encendía el fuego,preparaba el desal.uno, pelaba las papas. Para Justina acarreaba .leña
como antes acarree para mi madre. Justina me decía "iCona a comprarun cuarto de aceite!' tal como anres decía mi madre. No veía que ahora
mi madre eraJustina. Pensaba que vi a mi mad¡e sin'iéndome el budin;mi¡é otra vez y vi que era una china legaÁosa y liorona. ]ba del rosr¡o
de ]¡ma S. al rost¡o de su nadre, pero no era capaz de ir del ¡ecue¡do
de mi madre al regazo de Justina. Comprender renía que ve¡ con las
rransiciones del pensamiento. El mundo mío era como la primera etapa
de la t¡ansición del pensamiento. Cua¡do uno mira sin ve¡ ranrea conla 1'ema de los dedos, sin comprender.
¡Era tan simplelJusdna era mi madre. Hacía la comida. me lavaba,
me contaba sus cuentos cebardo su mate y lagrimeando. Jaús míolLos sollozos deJus¡ina, apenas visible en el rincón, junto al brasero, sonmis clases más serias de amo¡, abandono y piedad. " i*témonos jutttos,
Justina! ¡Quedetnonos aquí! ¡Qre uettgan toúu Lts inirnas del purgatorio,
?er7 estém7n1J juTxt7s J DiLs tenglt piedad de nosotrosl"
\¡T,¡! L
L¡ RoNoe DE L{s EsruPrDEcEs
¡Las estupideces que nos vienen a la cabezalVean las que cuentaLear:
147
Prolrctaba un señor dz Petrogradn
hacer que caminaran bs pescadns.
Cuandn cayron muatos
dijo: "Lo único cierto
es que mejor me uueluo a Petrogrado".
O ésta:
Un señor que uiuía en Siracusa
d¿ba cl¿ses de té a lzs bchuztts,
pues b sol"a noción
dc comerse un ratón
le parecía impropia dc Lechuzas.
Lo que me da una idea genial: cambiar la dieta de los leones,
¡eunirlos en salas de conferencias y dicta¡les charlas sobre los beneficios
que eca¡¡ea el tabaco. Así, con Ia ano¡exia leónica, se produciría un
exceso de proteina animal en Al¡ica con el cual se podría financia¡ el
proyecto del señor de Petrogrado de hace¡ camina¡ a los pescados. Si los
pescados salieran a caminar, el mar bajaría de nivel y las tie¡¡as nuevas
disponibles servirían de pastizales a Ios cien'os, cebras y búfalos que los
leones no se come¡ían debido a la monandad leónico-nicotínica. Todo
esto iría en beneficio de la Compariía Chilena de Tábacos que podria
exportar puros a Kenya, tnzania v Mozambique para los leones; y para
Ios tigres y jaguares también, porque, como es sabido, cualquier idiotez
que hagan los leones en tü/ashington la hacen los jaguares en Tokio.
Sobre publicar todo lo que le pue a uno por la cabeza, no se ha
comenzado todavía a percibir este lado de la industria del libro. Por
ejemplo, un pionero de estas fuentes ingentes de producción y consumo,
Nikita K¡ushov, escribe en sts Memoias lo que Ie pasó por Ia cabeza
despues que le pasó por la cabeza poner misiles nuclea¡es en Cuba.
Pasó todo el tiempo sin desvestirse, cuenta lGushor'. Parece que
Kennedy se desvistió como ¡odas las noches. Cast¡o se desvistió como
148
todas las noches y de Gaulle se dewis¡ió como todas las noches. pa¡ece
que todos se desvisrieron como todas las noches. Menos Krushov ¿porqué? Porque le pasó por la cabeza la imagen del premier austríaco quees¡aba en calzoncillos cua¡do fue¡on a dJci¡le que las fuerzas alemanuinradianÁustria. ;Y despues dicen que Lear escribe ronterías para nióoslHagan el limericl¿ ustedes mismos y verán que, tontería seúJ pe¡o nopara nirios:
Un senor que buscaba en sus bolsilbsse enczntró cln qae estdbl1 en calmtzciLhs.Dijo: ''¡Ha1 que ser kdrón!
¡Robarme elpantahnsin dejarme siquiera bs bo/sil/os!"
. Yo aprendí mucho en mi vida levendo esrupideces que les pasaronpor la cabcza a mucha genre. En primer luear,
"p..ndí " darm. .u.nt,
de mis propiu esrupideces. ¡Queda tan .lla yiinda de ver Ia Rondade..San Miguell Un poderoso de la rierra p.r"lir"do ante la idea quela Grce¡a Guer¡a Mundial lo sorprenda Én calzonciilos. En r'e¡dad,tenía.un punto grande a su favor Diógenes cuando no roleraba qenrer,estida en sus alrededores, cuando pedía desnuda¡lo todo v roáo lodesnudaba. En cuan¡o a los niños, no veía más que mocosos chicospor todas parres.
¿Han visto ustedes rinoceronres cargados de conde-co¡acionesi
¿Rinoceronras empiumadas como avesr¡uies? ¡Cuánra enseñanza ha1,er las cosas que nos echamos encimal Carlyle lo ha mos¡¡ado. pero,
¡basta entender de lo que se echa uno encima para entender de lo queocu¡¡e cuando se lo saca de encimal Vean a K¡ushov a la ent¡ada ielli¡emlin, ia puerta entornada, la mi¡ada coquera, una ma¡o sobre eipecho desnudo, la otra sujetando pudorosa ts calzoncillos. Hagan ellitnericky conside¡en después si va uno a enrra, al Reino de los óielospor el solo hecho de ser un viejo que se pone a jugar como un niúocon DomDas nucleares_
149
XLIT¡momsuo Et¡ r-ts ¡NrRAñAs: l¿ rot'tsRlz soLrrARIA.
El r,¡-n¿sIrrsvo Y L{s ELACIoNES
¿Oyeron us¡edes siendo niños de la lomb¡iz solitaria? Seguroque sí y seguro también que sinrie¡on eso que podríamos llamat sinjugar con las palabras, ent¡aÁamiento de la amenaza, puesto que en ias
ent¡añas de uno se agarran esos platelminros y allí están, transformandoen fetida viscosidad lo que comemos, lugh!.
Todos daban por segu¡o que eI " F/or de Haba" , amarillento ydelgaducho que el primer vien¡o de oroño se lo llevaba, renía unalomb¡iz solitaria de este porte. En ia escuela, ran pronro adelqazaba ypalidecía un compañero le decían: "¡Tienes Ia lomb¡iz solira¡ial".
Me miraba al espejo. ¡Qué flaco me había puestol ;No rendríauna...?
Jusrina también caía a veces en el re¡¡o¡ de la lomb¡iz solitaria ya escondidas comía pepas de zapallo. Decía que estas pepas emborabana Ia lomb¡iz v Ie aflojaban los dien¡es con que se agarraba a las paredesde las rripas. Se iba tripas abajo la lombriz aronrada con tanta pepa dezapallo. Sa1ía la cola primero, después sequía el cuerpo, eo¡do, anillado.Los pelos se me ponían de punta con só10 imaginar la lombriz colgando,tratando de agarra¡se ¡odar'ía a las tripas. Si la cabeza quedaba adentro
¡adiós mi plaral. Había que seguir con las pepas de zapallo porque de lacabeza volr.e¡ía a nacer el cuerpo i'la cola. Po¡ eso no había que ipurarsesacándcse con las manos esa porquería. Había que dejar que se escurrie¡¿con su solo peso )'meterle pepas de zapallo sin parar.
No me cuesta nada recorda¡ el re¡¡or. lt4etros y metros de lomb¡izsoli¡a¡ia saliendo del... Preguntaba a mis hermanos.
"¿Qué krgo ticnut?""Son largas. Antt o, scis, ocl¡o meffos".
1i0
¡U;ruytycitol Me costaba c¡ee¡. Un monsruo así, viscoso, r'erdoso,
llevaba yo agarrado a mis tripas. Un monsrruo largo y fofo que no se
soiuba y me estaba comiendo por dentro tranquilamente.
ltndría que haberme de¡enido a pensat a elaborar la ciencia
aristorélica de ia iomb¡iz solinria. Pe¡o el ho¡¡or no me dejaba. ;Comoiba a lograr algo así? ¡Tenia una lombriz solitaria embutida en Iu tripulNi mi amigo Manuel hubie¡a sido capaz de medita¡ sobre el por qué
de la Iombriz solita¡ia llevando una en las tripas.
Sin que Justina me viera, cogía pepas del pedazo de zapallo que
había en la cocina para la cazuela,v me iba al hue¡to a cura¡ne de mi
lombriz soli¡aria.
¿Cuándo sald¡ía? ;Y si lo hacia en Ia noche, nient¡as do¡mía?
tr4e1or que rnejor. Se desliza¡ía cama abajo, ilegaría a1 patio l se enle¡¡aría
entre las matas de porotos. Ni la " Chinita" se da¡ia cuenta.
Traro de concen¡rarme. de salta¡ los espejismos de mi memoria.
;Cuáles e ran mis sentimientos cuando pensaba en mi lomb¡iz soli¡a¡iai
Que a uno io ataquen, pase. Que ¡ésta es tu mad¡e r'és¡e es tu padrel
pase. Que lo ataquen con alevosia, premeditación t'ensañami¡nro,pase también. A mí me a¡aca¡on más de una vez con las tres m¿n¡s.
Emboscándose los bandidos. car'éndome por la espalda 1' dándome du¡o
en el suelo. sin mo¡ivo a la lista. Como no fuera que conraba hasra
quinienros v no sequía porque todos los bur¡os quedaban botados en
ei camino v el mismo seÁo¡ A. se había dormidoJ como un bendiio. el
cor¡uptor de n.ieno¡es.
Pero rodo eso es ataque por fuera, no por dentro. Que se lo corna
a uno por denuo sin que nadie la vea, sin que naciie sepa, una cuiebra,
¡Eso es demasiado! No había defensa, no había amparo, no habia nás
que pepas de zapallo y lr4aría San¡isima.
Nos n.ri¡ábamos conJustina. ¡Esumos iistos, nos aqaró 1a lomb¡iz
soliraria! Calladitos 1os dos, sin hablar pero pensando lo mismo." iL,sredla tiene!" "iU:ted k tienel'' "
iLos dos b tatemo¡\" .
lr4i padre no era ningún consuelo. " Si, na son cuentos. Ha.¡ quttü ff agua Purtl I 110 comer frutas uerdes ni porqueritts. La c¿rnr bint
ri1
heruid¿. No ha1 que acercarse a bs chanchos, ni dtjar que bs buryes, bs
perol o lns gatos te metan elhlcicl en l"a cara''. Losbwy'x, pase, pero ¡los
perros! ¡Se estaban lengüeteándome todo el día los perrosll-a" Chinitd"
se iba a do¡mi¡ todas las noches a mi cama. ;Y cómo iba a tener una
lombriz solitaria la" Chinita"!Los cha¡chos venían a mete¡ sus hocicos
cu¿¡do removía la der¡a. l¿s moscas... ;Nol ¡Estaba perdido sin remediol
Tenía una lomb¡iz solitaria más grande que la del " Fbr de Haba" .
¿Sospecharia Irma S.? ¿Sería por eso que Hilda H. me mi¡aba
sólo de lejos? No, no era amor lo que había en sus ojos. Sólo compasión
de verme muriendo lenmmente alimentando mi lombriz solitaria.
¿Compasión? Repugnancia, con roda seguridad. ;ir{iren que jugar a la
mamá con e.se ascol
T¡ato de concentrarme, t¡aro de ¡eco¡da¡. Si pudiera;cuántucosas se acla¡a¡a¡l Estoy seguro de es¡o: Cuando por primera vez el
Seno¡ A. nos habló de los parásitos no ¡uve necesidad de que siguiera.
Sabía mu1'bien el significado ¡'cómo lo sabíal an¡es que me dijeran
Ia palabra que le correspondía. ¡La lombriz soiita¡ia e¡a el parásito de
rodos los parásitos!
ii4is clases de niÁo están llenas de esas experiencias: que me
proporcionaban palabras para significados que la conocía. NiÁo lrodo, había formado significados por docenas. la escuela era como un
bauds¡erio (mi papá decía " baptisterio", .r' como el papá dice que es, así
es). Pero cuando el SeñorA. explicó qué son los parásitos, ¡ecue¡do de
una mane¡a mut'clara mi elación -que así se dice cuando a uno se le
agranda el entendimiento y las cosas en ia cabeza se acomodan mejor
por e1 espacio nuevo disponible.
Yo, pequeÁo y todo, a medias me daba cuenta de la elación. Me
daba cuenra de que eso era la escuela, no sólo un bapdsterio, sino uno
con abundancia de elaciones. Cierto que no todos los días, ni siquiera
todas las semanas había elaciones. Po¡ lo menos, r'o no tenia lantas.
Pe¡o de vez en cuando me tocaba una. Entonces me ponia como unchiflado con mi elación. ¡Cuántas cosas cambiabanl ¡Cuántas cosas que
ni miraba siquiera, aho¡a las miraba r'las veía!
1)l
Una maiana habló de Ios parásitos el señor A Cuando se produce
una elación la boca se abre de una manera muy especial y no hay quien
la cier¡e. Uno abre la boca en proporción direc¡a con la elación. Tlmbién
es ca¡acte¡ís¡ico de Ia eiación que produce tal descalga de energía que
lo mejor es correr, saltar, desnudarse y la¡zarse al Türuvén a perseeuir
cocod¡ilos como Johnnl V/eissmüller. Por eso bailaba Lea-¡ con ios
niÁos, con los gatos, con los den'iches, a la orilla del ma¡, en el claro
de luna, por las elaciones que tenía.
Lo más, más ca¡ac¡e¡istico de las elaciones es que juntan cosu
que estaban disjuntas. Aunque hay'una escuela al rer'és que dice que 1o
más caracte¡ísrico de 1as elaciones es desjuntar Io que esraba junto.
Recuerdo que todar'ía no salía de la escuela ese mediodia entre
los mediodías cuando empezaron a aparecer los parásitos. Parriendo
de Ia lomb¡iz solitaria, iejos la primera, ¡odos los que comían a costas
de o¡ros e¡an paiásiros. Los que vir'ían a costas de o¡¡os, más parásitos
todar'ía. Supongo que elseñor-A.. nos explicó de donde venía esa palabra
csdrújula. Pe¡o vo no ¡ecuerdo su explicación, 1'estoi'seguro de que iu.por la elación. Recuerdo tanbién que Roberto \4.. que era zapatero.
anarquista i'de armas tomar -como son todos los zapateros, ninguno de
los cuales es, Dios me libre, parásito- ¡uvo una frase memorable sob¡e
las lombrices solitarias. Dijo... ;\'le cree¡án 1o que diio? Dijo... ¡Cómose puede decir alqo asíl
Alo¡a me viene la idea cie que habría que levanrar un monumento
a los zapateros. A los zapateros remenCones, como se entiende. Se
esrán ¡odo el dia arreglando nuesrros zapatos. Ni que decir, conocen
a los hombres no más ver e1 esrado en que se encuentran los zaparos
cuando los traen para que se ios arreglen. Los conocen Por el lado del
que los gastan, por cuánto los gastan. Se quedan mirando los zapatos
que les traen. Se pasal Ia iesna (que el seño¡ A. decía lezna l' el seño¡
Aburto alesna) por el pelo, que es la fo¡ma como se ahor¡an la ce¡a.
;,hacen un discurso completo sob¡e la vida que han estado ilelando
los zapatos que es punto por punto Ia vida que ha es¡ado llevando el
dueño de los zapatos.
153
" ¿'*i que nos esttín ¿Ínjdndn bs clsturdi ¿.üí que hemos andadn
taconeando? ¿'4sí que hay que aguantar La patadzs?"" A tí te conozco" -decían los ojos de Robeno
un cliente a preguntar si estaban listos sus zapatos- "
conocei Conozco bs zapatos que calzas.
M. cuando venía
¿Cómo no te uol a
¡Bah, a mí no me uienes tti con esafachada, bandidn de siete suel¡ts!
Ti conozco hasta /¿s estaquilla:" .
Rober¡o M. era anarquista, pero no ia clase de anarquista que era
Enrique A, también mi amigo y también zapatero. Enrique A. era más
bueno que el pan y pertenecía a esa clue de anarquistas que no tienen
Ia más ¡emo¡a idea de que son anarquistas. Si alguien viene a decírselo
no se les produce ninguna elación.
Roberto M. renía maneras de senta¡se en ia sociedad con todosu cuerpo (por él supe que todos éramos miemb¡os de un monst¡uo
de mil cabezas que se llamaba "sociedad"). No demosrraba afecro pornada, Robe¡to N4., aur.rque muchas veces lo traicionaban los ojos.
¡Cómo 1o quería yo, hasta cuando andaba de malasl Fue de él que
escuché esa frase sobre Ia lombriz solitaria que no me a¡¡evo a escribi¡.
Esto,vviendo a Roberto M., cua¡do sin ler.anta¡ 1a cabeza de Ia costu¡a
en que la tenía ocupada, dijo con todu sus letras es¡a enormidad:
"Todos llcuatnos dentrl de nlsztras una lotnbriz solitnria".
;Comprendí a la primera? Seguramente no. Ni a la segunda,
ni a la ¡e¡cera. ¡Bah, todavia no comprendol Lo que sí es claro en mimemoria es que en ese momento mismo, y sepa Dios por qué, se fue
el rerro¡ de la lombriz solitaria. Como por arre de magia. No sólo el
rerror. Desaparecie¡on también los re¡ro¡istas de la lomb¡iz solita¡ia, sin
quedar uno. Como si se hubie¡a ido de noche, co¡¡ida por una tonelada
de pepas de zapallo, desapareció la lomb¡iz solira¡ia.
Quizás qué se¡ía esa otra lombriz soliraria que todos ilevamos
dentro; pero de una cosa estaba seguro: Iomb¡iz solita¡ia no e¡a. Así e¡an
1i4
los.enigmas que de vez en cuando lanzaba en¡¡e sus ayudanres v paraembrollo de los clientes y curiosos e¡e anarquisra entjlado y boiaio ailuminista que era Roberro M.
En ios dí¡ domingo se encargaba de la insrrucción milia¡ deuna brigada socialis¡a. Daba órdenes a una hilera de adeptos de rodoslos porres t edades gue le obedeci¿n como si fuera sarqenro prinero.Ieual que en las películas de Carlitos Chaplin: bajiro el,"pero un¿ fi.ra,enormes los reclutas. pero buel'es rodos.
Es¡ov yiéndolo ot¡a vez clava¡do una media suela v diciendodiscu¡sos incendiarios a sus avudan¡es. Parece que.,enía una grande.más grande que las del Türuvén. No tanto como 1a que anuiciabanlos.evangélicos, pero grande. Un cambio de las .oras qu..rrrbro p"rr.arriba, un nuevo 6rden social. Había que prepararse pára las trincheras.las ba¡ricadas. Mi padre, cuando se reLa;ata i considera¡ estas cosas e¡apara decir '¡Pehpidtsl" o alguna barbaridad así.
. * Era de la población marginal Roberto \4. ¿De qué orra parr: iba ascrl In sus discu¡sos l monólogos..;ahí sí que aparecían paráiitosi ,{1gohabía rambién. horrendo, que andaba por ahí no más con la lonbiizsolitaria. Tenía que ler con üipas v se podría hacer un Iitnerich comolosde Lea¡; r'e¡a que no habría sosiego nijusticia en el mundo mient:as nocolgara el ú1rimo capitalisra de las rripas del úhimo cu¡a. iUluir:vcitoj\b mi¡aba a los cu¡as de San¡o Domingo, rodos bien eordás. Ej locoYaldés decía que un bur¡o les podía ,ro,r, po, ,u, r:ipai r.darse vueltaa mitad de c¿mino sin avisar Ja, ja, ja, jal
. Recuerdo que pregunr€ por ese riempo a Roberro l\,1. iemblandode que me rulminar¿ ahimi,nlo. " t\!i papa... ;es pn,ri:iro rni papr:': \lenió son¡iendo y yo no sabía si iba a dejar caei de pLano o áe 6lo elcuchillore a,rarquisra. "
¿Su pndre?... ¡No!... ü un intelcctu¿l su o¿dre.Algo despistada. rono todo¡ /os iu¡elecnt¿/cs.. . Pardti¡0. na" ..Ese sioue fu.alivio grandel Har¡o renía con ser huérfano de madre o"r, ou.
"homcolgaran a mipapá de las rripx de un cura.De la lomb¡iz solitaria que todos llevamos denr¡o nunca lc
pedí detalles a Rober¡o M. Esa la rumiaba solo aunque no rerninaba
lii
nuncá de entender. iHay unos bu¡ros! ¡Miren que no pregunrar cuando
menos se entiende y teniendo al sabio al ladol Una cosa sí me parecía
segura. Que la lombriz solitaria que todos llevamos den¡ro esaba en
el ce¡ebro. Eso en primer lugar. Enseguida, que se alimenuba con la
médula delce¡ebro. ¡Eso es! El "Co¿ihue" segtro que renía una lombriz
solitaria grande en el mate. Ni la tabla del dos entendia el animal. No
sé cuá¡tas tablas del dos le enseñé que se las comió todas la lombriz
solita¡ia del " Copihui' . Ni sabía cuánto era dos por dos, el violado¡de
Irma E. No digo que no sabía cuánto era dos por uno; porque eso vo no
lo sabía tampocoysigo sin saberlo; porque dos por uno quiere decir que
dos se repite una vez: pero si se repite una vez entonces es cuatrol 1'sino se repite entonces es dos; pero el señorA decía que si no se repite es
dosporceroloque da cero. Todo esto se puede resumir enun ümerich de
Lear que dice:
IJn señor aue uiuia en Las Mekmsusaba el pLraguas dentro de la casrt.
Decia: "Na es decente
mab*ar a ln gente
por mrís que no hala gente en Las Mebzas".
XLII
Juno S. iArror tQurÉx vIvr.i
Una maÁana de visitas fuimos a la c'á¡cel con empanadu para
Julio S. ¿Tendría 1rc nueve años? No ¡ecuerdo la persona mayor que iba
con nosoiros. Acaso era Enrique A., zapatero de los buenos y "pico de
oro" que le decian, parece que jugando con las ambigüedades, porque
sus cualidades más que orato¡ias eran donjuanescas. \b, claro está,
1i6
suponía que can¡aba como un zorzal bajo los balcones. No se me iba a
pasar por la cabeza Ia ora medfo¡a, tan esrúpida es.
La esposa de EnriqueA. e¡a elresultado más serio de sus aventuras.
Una ve¡dadera madona flamence con dos bambinos mes¡izos. Se mecolgaban es¡os bambinos no más verme ent¡ar al taller de Enrique A.que era además sala de espera, living y comedor con piso de ¡ie¡ra.Tenia que hacer, como se dice y a la leua, de tripu corazón aguantandoias embestidas de esos dos angeliros que me arañaban y merían sus
narices mocosas po¡ toda la cara. A mí, Ias niñas podian rraérmelas porcarretadas, aunque vinieran mocosas, iegañosas y hxu sarnosas. Les
veía el eterno lemenino con una infalibilidad que se quisiera el Papa.
Pero, ¡los críosl... ;Hay que tener paciencial
Julio S. r'ino a la venranilla en¡ejada de las visi¡as. Ni ¡graciul dijopor las empanadas. Inmediatamente se puso a conversar con EnriqueA. como si se hubieran encontrado en la bodega del frenre. Era enorme
Julio S. v se iba ag¡andando de los bototos para arriba como un ¡rompode espino. Tendria unos sesenaa años. Poco pelo le salía I'a, pero le cubríael c¡áneo enre¡o, crespo, canoso. Tostado, con pocas arrugas en la ca¡a;
frente amplia, redonda; menrón escaso pero firme. Nariz abul¡ada,orejx pequeñas. dos o rres arrugas muy inteiectuales en Ia frente. Sanode dientes y limpio de boca. Los o.jos, más grises que azules. es¡aban
sin move¡se mucho, riéndose solos, pequeáos, redondos, escasos de
párpados, casi sin pestañas. Las cejas, no ¡ecuerdo habe¡las norado. E¡ade anda¡ lelino Julio S. Hablaba tranquilo 1' como secrereando.
Trato de reco¡da¡ frases de Julio S. pero sólo recuerdo una que Ie
oí esa maÁana en que ie llevamos empanadas a la c'árcel y esu'o hablaque habla con Enrique A. como si los pequeúos no esrur.ié¡amos ahí.Dijo:
"...se nte uino encina, 1 lt gané el ¡quiht uiue!"
Eso di,jo Julio S. a Enrique A. aquella mañana en la c.árcel. Loescuché sin quereri pero. fue como si... ¡Ay, Señorciro C¡eado¡ del CieLo
t57
yde [aTierra! ¡Esras cosas no se hacenl Fue como si..- ¡No, no fue como
,il ¡Nrdr d. como! De nuevo clavó con su daga Julio S. Clavó _con
ml
fuerza que salió al otro lado, por la espdda. Yyo calladito allí, calladiro,
sin un ¡afl, sin que por la cabeza me pasara considerar que me dañaban
y que no había para nunca cómo reparar el dano.
Para ese entonces yo conocía el ane del ¡Quién vivel No quiero
decir que sea experto en este arte. Lo que digo es que conocía ya todo
lo que conozco hasta ho¡ que no es mucho. No tengo experiencix
militares de ninguna especie, como no sea que los milita¡es, una noche,
me errestaron, cinco días me incom unic¡-ron e interrogaron y por cerca
de un aúo me detuvieron en un campo de presos poiíticos. Cosa que
viene a se¡ casi nada en la Ronda de Sar Miguel donde si uno se ¡íe se
r.a al cua¡tel. O lo fusilan. Pero, pase.
Alguno de mis maestros z¿pateros me enseáó, acaso, lo poco que
sé del arre del ¡Quién vive! El ¡esto, me lo hab¡é enseñado yo mismo
le1,en¿o .u.n,ot. Pienso que es un a¡te para saber a qué atenerse en Ia
oscuridad, como saben hace¡ los murciélagos I'los ciegos.
Tiene que ve¡ con la oscuridad, los límites i' el peligro. El que
vigila una entrada, un flanco, una b¡echa, una pieza de artillería, sin
hablar de la tienda de campaña donde su querido coronel due¡me el
sueúo de los co¡oneles -que es, como todos saben, llegar a general- el
que vigila, digo, oye pasos en la oscuridad, localiza el bulto del que se
".etca. ¿No se¡á el Cura Patojo? Apunu y gri:r:: " r{.lto, quiln uiue1" El
orro tiene que responder con ia con¡raseña. Si no. ¡pum, puml lr4uertoy Ie sanó el iQuién vivel.
Cuando Julio S. dijo "Ie gané el ¡qúen u'l¿,¿|" ¡ecuerdo que
enrendí, en el segundo mismo en que Io dijo, siendo una aplicación
ran nueva e inesperada para mí. EI que pregunta primero, tiene la
ventaja, porque pregunta apunrando desde Ia oscuridad. El que
pregunta primero " gana e/ ¡quién tiue!' l'si el o¡ro no responde con Ia
ionr¡aseÁa, dispara. Así ne hacía un cuadro lel'endo esas historias de
fortalezas custodiadas, de ciudades sitiadas, de campamenros militares
a los que me.jor no acercarse.
1)8
La frase hecha "á gané el ¡quién uiuel" , para eI niño que la escucha
por primera vez, ¡qué r'a a se¡ frase hechal Es como tropezar con unádaga en oscuro. Tiopezar en oscuro con una daga y darse cuenta de
que es una daga cuando 1'a no le queda más que el mango afuera paratantea¡lo. No tiene gracia ganarle el ¡quién vivel a un nióo. Es comoensartar mariposas con alfile¡es. ;Quién vivel ¿No es para que 1o rrare
el seóor Alvea¡? ¿Quién vive? Quien muere, ése vive.
\b sé que estal cosas son bagatelas y majaderias en los riempos
que corren. A la primera perspectiva, digamos, ab¡iendo el dia¡io de
la manana, iadiós mis pequeúecesl. Recién han puesro a la vista de
millones de eu¡opeosJ en esa caja repleta de efectos de sublimidad que
está a mi lado 1'que no nre avengo a encende¡ mient¡as escri'bo parano comerme el lápiz. imágenes de niños abandonados por sus madres,
apilados como animaies mal paridos. en asilos miserables en Rumani¿.
Dicen que hal unos cuarenta mil en distintos lugares del país. ;\¡ov acomparar mis sulrimientos de niúo con el de una cualquiera de esas
c¡iaru¡asl No hay ningún limerick de Lear para un despropósito asi.
En la misma televisión r,emos homl¡¡es que han dedicado su viCa a los
niÁos desamparados. Nos dicen... "Eso no es nada," nos dicen. "usiedes
tcndrían que ver más, mucho más para fo¡marse una idea". Tambiénaparecen en la televisión gentes de ese mismo pueblo. Rumanra. cue5e encogen de hombro'. Tirnen orra perspecrila.
"Son hijos de girnnos"."Son úños anormttles".";Quicre usted que as lcu/)enat de el/os cuanda na na¡ nl:¿t::n
plltu1 ocupúrltü dt l¿s nue:tros?".
No falra uno que riene un limerick:
"¿Cómo dice: ¡lt'o k oi bial ¿Dice que dejanos abcndonada: ti/os ni¡ios en los atfclinato:? ¡?ero nidente! 7'ustedes t,iuen de k:nr uls y expl7ir)as que ex?7rtdn. No sóLo eso. Des\ué: n¡orretL
159
piernas 7 brans artifciabs para hs ninos mutil¿dos en lrdn, Ir¿h,
Afganisttin, por esa misma arma 1 exphsittos".
Se ace¡ca otro, francamente fastidiado:
"Estos d¿n el Premio Nobel una uez al año 1 exportan Expbsiuos
Nobel cien ueces al día". Rec¡erdo alloco Valdes cuando querían contarle
cue¡ros'. ,Cltro.
Y y tengo un tí0 que tocd eLpiano''.
>f,-III
iHÁcAsE LA LUZ! EL cABEzA DE IILANTELITo MÁclco
En el Génesis dice Dios: " Hrigase k luz" y con eso basta para que
el mundo se llene de luz. Cuando, con altiva resolución, avanzando
conr¡a la hilera de bellezas que aguardaban, enl¡ec¡uzando los b¡azos,
desafiantes, gritaba yo: "¡Que se abra k puerta al Rq' de bs Borbonul" ,
icomo no qui se iba a abrir la puerta! El Rey de los Borbones, al que iba
" qu.jrr.é, un poco se descomponía por esta insubordinación de sus
siervos; pero Ia ve¡dad es que él no gritaba pa¡a ei lado donde estaba la
pterta: " iQue se abrd inmeditfidntente esa puertal" TanDios no se creía el
itey de los Borbones. Lo que hacía e¡a da¡me en mando un piquere. Es
cieno que el piquere no tenía m* que hacer acto de presencia. Aparecía
el piquete y las bellas no teníar qué hacer: Ia puerm se abría.
Aprovecho aquí para dejar constancia de que en esos primeros
años de mi vida, cuando el país era gobernado por un caba.llo y mi
mad¡e era una ¡osa acabada de nacer, el Rel'de Ios Borbones era Rey
de los Gorgones. Me tomó buen tiempo desgorgonizarlo.
Por Io que decía mi padre a mis hermanos mal'ores cuando les
hablaba del daño que hace el tabaco, bastaba tene¡ 'fterza de uohrnrad"
para dejar de fumar. A mí me parecía que así no más era. ¡Bah, mís claro
160
que la clara del huevo! Bxtaba que aplicara mi " fuoza de uolunta^d'
para no comerer ios pecados que cometía y que crecían y crecíal sin
esperanzas de conlesión.
¿Se me ocurrió pe nsat gtela" fverz.a de uolunta"l' la hizo mi padre
en mi cabeza igual que Dios hizo la luz? Si no se me ocurrió, ¿cómo es
posible que no se me ocu¡¡ie¡a? Porque mis he¡ma¡os ni oír queríalde la "fuerza de voluntad", mienl¡as que para mí oi¡ a mi padre decir"frierza de voluntad" fue suficiente para que hubiera tuerza de voluntad.
Así fue, ténganlo por 6rme. Pero que no se me ocurrió pensar en ello,
ténganlo por más firme todavía.
Después leí la histo¡ia de Ia c¡eación del mundo como laexplicaban los mayas. Según estos mayas. Dios dijo "',Tienal"
1., sin que
lire¡a necesa¡io nada más, Ia tierra estaba ahí, ente¡a l completa, llena de
árboles, plantas v animales. Me quedé con la boca abierta. Aquí no se
r¡a¡aba de una semana ni de ningún trabajo. Creación Iimpia y simple." iTien a!" , puro nombrar y ahí está la tie¡ra en¡era l complera.
¡Y el deseol ¿Se dan cuenra? lb deseo una muje r muu a la medida
de mi gusto v mi felicidad y dígo: "iHilda,4l" v ahí está toda ente¡a
v complera Hilda H.En Ios cuen¡os de Justina ocurrían cosas así. Recue¡do un mantel
mágico que Pedro, el héroe, había robado coti todas sus letras a un ogro
requete malo después de verlo ba-nquetearse con ei dicho maniei mágico.
Decía el ogro: " iBuel ttsadol" 1'¡zas que sobre el marte 1 mágico apue;ra
un buev asado al palo en un azafate gigantescol Decía el oero: ";\iao,
pa:rrel." v aparecía una tinaja de vino exquisito l una luente enorine
con las f¡uras más exóticas del mundo. lrde reiamía. Ei héroe Ped¡o ¡lo
debía deshace¡se por nada del mundo de un mantel como ése.
Pe¡o no renía ninguna elación escuchando las maravillas de
Jusrina. Ni me pasaba por la cabeza comparar eI " ¡Higae Lt luzl" con
eI"iBuq,asa/ol' Si Io hubie¡a hecho, acaso se me ocurrie¡a también
aplicar esta clave que Justina me sen'ía, en un man¡el tan ma¡avilloso
como el del cuenro, a la " fuerza dc k ulunr¿/' , e1 " etcrno fentenino" ,
la " pie dra f losa-fal' , eI " motiniento ?ery)etu7'' \' Ianros otios nomb¡es
161
que me fue¡on propuestos siendo niñoy con los cuales obró mi cabeza
á .olno obró ise ispacio vacío ante el Dios ma1'a que dlio " ¡Tima!"y ahí esraba la tierra, sin más que hablar.'
Si hubiera hecho una comparación así (mi amigo Manuel las
hacia, estoy seguro, y a veces sospecho que hasta el loco Valdes y el
" Copihue" las hacían) ¡qué elación me hubie¡a venido! Peor que ese
r.rri.o¡o que después sacudió como si fire¡a un saco de gangocho mi
pueblo provinciano y mató a tantos, mntos, sin detene¡se a considera¡
ii eran riabajadores o parásitos, si mujeres o buenos pa¡a nada, si niños
o viejos.
No, no quiero decir eso, vlgame Dios. L¡s elaciones no son como
los ter¡emotos. O sí, son como los lerremotos, sólo que se producen
en la cabeza de uno y si la desajustan ente¡a es con vistas a reajustarLa
que lo hacen.
Las elaciones son, ejem, nada más que un arreglo de cuentas que
el mundo hace con algunos sujetos que se Pasan de-.. ¿Cómo decir:
Vean ustedes. El" eterno femenino" me lo guardaba para mí. Pero
la" piedraf hsoJal' ,el" tnouimienro perpetuo" , eI" elixir dz b uida -'
y rcdas
esas ma¡ivillas que oía referir a mis he¡manos trataba de difundirLas
entre mis amigos de co¡¡e¡ías mientras nos sec'ábamos al sol a oriiias
del Türuvén. No recuerdo mucho de sus comentarios, pero sísus caras.
No iban a veni¡le a ellos con...
O sea, y dicho de una vez aunque caiqa sobre mí todo el ridículo
del mundo, mi cabeza, mi pobrecita cabeza, era tal como el mantel
mágico del cuento de Justina. Quien se apoderara de mi pobrecita
cabiza -fue¡a el SeÁo¡ A., el seno¡ Al¡urto, Roberro M-, algunos de
mis hermanos mayores- no tenía más que decir " iPaua asado!" y en mi
pobrecita cabeza aparecía un pavo asado; " rLucha de cl'asest" y en mi
pobrecira cabeza aparecía una lucha de clases que ni Breughel la pintara
mejor; " iMouimiento perpetuol" y en mi pobrecita cabeza aparecía una
máquina que no paraba nunca.- ¿Se áan cuenta? ¿Habrá en el mundo ot¡o imbécil igual? He oido
que el mundo está lleno de imbéciles iguales, que no me aflija. Pero no
162
1o puedo creer. Que a uno le cs¡án con¡ando cuentos toda ia vitla, pase.I)ero que le hagan un cuenro con.la figura misma de su tonrería, que ledigan en sus na¡ices "¡,111¡i¿, ¿sí de imbécil eresl", eso sí que r.ro me cabeen Ia cabeza por muy de man¡eliro mágico que la tengi.
AquÍ viene la gran cues¡ión: ;Ténd¡á valor una pil" de tonrerías?Tal es la g_ran cuesrión porque son grandes y nu..iorm las pilas de
¡on¡;¡iu. \- que no hava equir.oco con los equívocos: Cuanáo digo'pik" me sienro como si ei seno¡ Alvea¡ hablaia por mi boca. y h¡-¡alas canas queél ¡enía florecen en mi cabeza. Digo " pila de tonterías" enel senrido de" un montón d¿ tonteria" ; y digo alaviz" pik de tonteríu,,en el sentido de " un anunthd.or c¿rgndo con un montón de tonteria" . Osea. a la manera Alvear: una pila hecha con una pila de ron¡e¡ías.
;Funcionará un anelacro asi? A cuan¡o iabio escuch¡¡on susruxiliares da¡se un golpe en la f¡enre y exclama¡: "¡eué imbécil soliCómo se puede :er tttn inbécil" . O sea, no podemos salir de nuestroencierro porque la puerta no se abre;pila cargadl Je ronrenas no le dela.lcz c:rgrdas de basura y' m iseria.
y la puerta no se abre porque unaLo que me ileva a or¡as pilas, esta
. .. Yendo de lo grande a lo pequeño, pongo esos monrones dehollejos podridos que sorreaba con asco en¡¡e nu6es de insectos aipasarde vueha de la escuela l¡enre a 1os bodegones donde exprimíal la uva.Se preparaba aguardienre del más fino áe roda esa mufre. Bxraba undedal de aguardienre para irse a dormi¡ como un benditJ. Ta-bién ,ru.una eiación cuando me lo dijeron. ¡Que de un desecho así ob¡ur.ieran elmás preciado licori Pero hay dis¡intas clases de elaciones como sabe elmás..." Copihue'de los esruciianres de elaciones. En mi caso, Ia" ebcióndel hollejo' se quedó en" holle¡o de k ekcióti', para apunrarles una conel puntero del seño¡ Alvear. La" ekción det h;ttej0" istuvo por anos ¡.años aguardando hasra que iue tanra Ia fetidez, tanra la niusea,,1u.vino por 6n el.reventón de mis acumulaciones y suigió de esa poblaciónde niños hambrientosJ sarnosos y mocosos de mi pueblo provinciano,de esa hediondez de buurero municipal en que esiarbaban las señorasdesdentadas, sudorosu, andrajosas que dejaban al agacha¡se a la visra sus
r63
ve¡güenzas, que se peleaban con los riuques y ios quiltros los huesos, el
pacado podrido, las papas y el pan pringado de hongos y todo el desecho
de la cocina cie las seño¡as ricas que descargaban a gritos los basureros,
surgió, digo, -y no me hago ta-nras ilusiones diciéndolo porque lo más
seguro es que me lomen por un imbécil del porre del" Copihue" - untelación de elaciones lb¡mada con todo el amor que se pueda acumulary que es el más fino lico¡ hecho con la podredumbre y la miseria.
Porque asise acumula el amor, con la b¡utalidad de las besrias que
somos todos, se acumula con el desprecio y el abuso, con el atropello y el
crimen, con el ¡obo y la expoliación, y cuando así acumulado se produceno sea más que una chispa de reflexión y conmiseración, irrumpe y nos
inunda como irrumpía y nos inundaba elTuruvén que sólo volvía a su
cauce cuando no quedaba nada del basu¡al. Y de este licor hecho con 1a
podredumbre que acumuiamos, con las mad¡es desdentadas y sus hijosenfermos, aldrajosos, mue¡ros de hambre, basta un dedal para salir.
ahora si. entallado v medio que me voy pa¡a esre lado, medio que mevoy para el oro, a baila¡ la Ronda de San ivfiguel, donde si el susodicho
se ríe se va al cuar¡el por ronto, por no saber conr¡ola¡ sus elaciones,
por echar las piernas al ai¡e, sin arender a los que bailan con él y que
en la mavo¡ía de los casos bailan durmiendo, porque son niños, porquenunca lue¡on ot¡a cosa. Hay que sabe¡ bailar la Ronda de San ñfiguel.La bailan bien ios niños haciéndose los rontos, marando zorzales,
comiéndose todo el queso, destapando la olla, ¡obándose las hosri¡con cáliz y todo, sacando la lengua, vomirando el puchero, echando a
hervi¡ ei 1o¡o, meando en la sopera. La pena es que la bailan sin saber,
du¡miendo, sonámbulos los pobrecitos. Hay que bailar con medida, da¡lu patadu con serenidad, como si fuera otro el que estuviera pareandocon ios pies de u¡o. Y hablando de pie, hay que sacárselo con esrilo,
como si luera el zapato. Ello explica que los expertos más consumadoshayan elegido siempre para bailarla el " estib elegante", es, a sabe¡, conla son¡isa de la Gioconda y las patas del elefante.
I ()4
furózuc¡. o. rouu.oil'" o¡ n¡p¡rrcróx.Los xorrsR¡s v,\cíos.
Er ,rncilc¡r G,c.Bru¡r v ¡.1 ErenNo Fplr¡Nlxo.
Hay un largo poema de Lewis Car¡oll lleno de electos desublimidad donde se cuenta la hisroria de una partida de caza lormadapor los más dispares miembros que sale a la ma¡ e n busca de un animalinexistente llamado Sna¡k. Pero no crean, por más que no exista, esla
cspecie de animal abunda en el mundo igual o más que el agua de lavida, la piedra filosofal, la íuerza de la volunrad, por no decir nada delrr lucha de clases v la justicia social de Roberro lv{. zapatero.
En este poema conocemos a un bellman, un campane¡o, quccorre por todas parles muy ata¡eado uno no sabe en qué, aunque pareceque es en hace¡ sonar la campana. Lo que por encima de rodo liama laetcnción, lo decla¡a el mismo campane¡o desde el primer momenro:v es que lo que él dice tres veces es ve¡dadero. ¿Se figuran? Si dice "/¿¡¡nris dos son tr¿J" lres veces, entonces, dos más dos son tres v es igual.¡uc 'i lo hubierrn dicho cu¿rro veces.
Si me lo conra¡an siendo muyniá0, no sé... Seguro que lo crepraa la primera, como el " etern7 femenino" y eI " mouimiettto perpetu7" .
Además, había tanra genre repitiendo lo que decía para que resultaraverdadero. ;Bah, vo mismo me guardaba mis ló¡mulas verbales que
había que repetir rres vecesl Haciéndolo así, resulraba. No sé si fue
Justina la que me enserió esta regla de tres. Si quieren que lo confiesetodo, yo agregaba un poco de "fuernt de uoluntat' , que nunca esrá
de más. Cuando I¡ma S. se enfermó y todos c¡eían que moría y ¡ahísí que terminó mi vida y qué sería el mundo sin ellal aquantándomelas lágrimas y mordiéndome el pulgar salí a la medianoche hasta ios
mato¡rales del Cu¡a Patojo y dije en voz alm para que me oyera bien:"iNo puede ser! ¡No puede ser! ¡No puede serl"
r65
Y no fue. ¿\tn?Supongo que en esto también hay grados y que el ioco Valdes
Ios llama¡ía, el muv imbécil, grados de imbecilidad. Quie¡o deci¡, del
núme¡o de veces que hay que repetir un deseo para que se cumpla a1
pie de la letra. Supongo que tres, por mágico que s€a, no es un lími¡ey que hay expenos y que hay tablas según sea el porte de las mend¡rspara que se ransformen en ve¡dades, y según sea la clase de las personas
a las que hay que reperir las menriras.
Recuerdo qu€ mucha gente prefería simplemenre gritar io que
decia para que se es¡ableciera 6rme. El señor Recto¡ nos demos¡ró
esta máxima cuando nos expulsó de la hcueia Superior. Repetir dgoy repetirlo a gritos en mis años de niño era la consumación de love¡dade¡o. En esa época, parecían imperar en Europa dos hombres que
siemp¡e aparecían en los noticiarios, siempre muy enojados y hablardoa griros. " Perro que b¿ra no muerde", decía Roberto M., aunque miexperiencia era que los perros no habían terminado de lad¡a¡ t¡es veces
cuando ya lo habían mordido a uno en salva sea la parte, como decía
mi papá.
También, sobre gritar las cosas para que no cupieran dudas
sob¡e ellas, lue Irma S. la que me dio ei antídoto. Juraría que lueella: "A p,tkbra neciu oídos sordos". O sea, que por más que gruarany repetieran estupideces, i¡ma S. no las oía, que e¡a la lorma comocaminaba ve¡eda al centro, sin oír, porque no entraban en sus lindas
orejas ni las vulgaridades ni las ¡oterías.
No sé si era por disidencias uí que hacía sonar la campana el
campanero y que por más seguridad repetía tres veces lo que decía para
que quedara firme v verdadero. Sin decir nada de lo que oí a un herma¡omío, querido por encima de los otros. Decía, son¡iendo y guiñándomey como si la sabiduría viniera en tonadillas. "A buen entendedor, pocas
palabra". Así decía, a él se lo oí por primera vez, y eru una deiicia de
pensamiento que de.jaba en claro que la tripulación de ese ba¡co en
busca dei snarh no sería muy brillante cuando había que decirle ues
veces las cosas.
r66
Orrosí: " La boca l¡abk de b que el corazón rebosa" . Támbién eraese he¡ma¡o mío quien lo decia. Y ¡ecordándolo lo beso en su boca.Murió_joven, no quiso vivi¡ más. Ese fue un recuerdo que me dejó,que la boca habla de lo que el corazón rebosa. ¿Será ciertol No ¡endríamás que repedrlo orra vez. Aunque si 6.rera cie¡to nunca habría que¡epetir nada, (pero yo sé que muchos me van a decir que habría queestar repitiéndolo rodo siempre justo por esor como dijoil loro cuando.e ¡eba¡ó el pescuezo).
Thmbién hay una frase famosa. No sé si de Hirler, que se
atribuye a Goebbeii o si de Goebbels, que se atribuye aHiúer. " Mentir,mentir, mentir que siempre algo queda" se puede anotar en el haber deicampanero, sólo que éste diría: "
¿Cómo que algo queda? ¡Queda rod"ol".Sise miente, queda un re¡cio. Si se ruelve a mentir, queda,r dos rercios.Alas tres, quedan tres tercios que es un enrero como huta eI" Copihue"sabe.
Está cla¡a enronces la dile¡encia en¡¡e el Dios de los mayas y elcampanero. Basra que el Dios de los mayas diga "
¡Snarbr." y "hi
.rá .lSnarh vivito y coleando, mienras que el campanero tiene que decirlotres veces. Podemos imaginar a Napoleón pensando, volviendo a pensary rerminando de pensar, en'Waterloo:" Este es el lugar para una uictoria" -
Algo que al mismo riempo pensaba rres veces Wellington. Aunquepensando or¡a yez. muy bien pudo ser que Wellington pensara rresveces: " üte es el lugtr p/tr/1 una derrltlt". Porque así no más iesuhó, unavicroria y una derrora. Basra leer un lib¡o de hisroria para verifica¡lo.
En fin, lo que quiero decir es que la maravilla de las ma¡avillases que ei Dios mava dijo ",Tienal" y, sin habe¡ antes que lo dijera, undeda.lde rier¡a, después que lo dijo esraba ahí toda la tiérra. Ni siquieradljo: " iHágae b tienal" lo que supone un mandato y una instrucciónpara que los cumplien sepa Dios quién. No, el Dios m aya dtjo " iTima!"y apareció roda la riera.
Despues, gracias a mi primer profesor de historia que me enseñóde El Do¡ado, l^a Fuente de laJuvenrud y los españoles (ue jugaban alas prendas con los indios buscando esras cosas, supe más y más cosas
167
inc¡eibles. Por e.jemplo, supe que no sólo los mayas creían en un Dioscon ral poder adentro de sus palabras. También en el Corán se hablabade una fuerza así, y acaso mayor. Porque el Dios de los árabes ni siquierase rebajaba a los nombres conc¡eros como la luz de los judíos y la rierrade los mayas sino que decía "¡ExistiA" y todo existía. ¡Ese sí que era
poderl Sin salir de las absrracciones, todo el poder.No sé cómo decirlo. Un sabio que esruve estudiando po¡ mucho
riempo, pedía que nos olvidáramos de las palabras para que pudiéramospensar con pristinidad.
-lal como pensaban Adán y Eva en el Paraíso.
Era por una preocupación grande que pensaba así este sabio que escribía
a¡atados de metafisica a una edad en que yo no sabía bien sonarme las
narices. Porque, pongamos por caso, yo abría el diccionario, tomaba lap abra " eterno" que ahí esrá, negro sobre bianco, y tomaba la palabra" femenino" , que también está. Luego las unía las dos y ib¡maba" eterno
fntenino". O, si lo quieren más sensible, tomaba la palabra " caballo" y).apd.abra" akdo" y las junraba las dos. Un puo más y sa1ía uno, el muytonto, volando en un caballo alado en busca del eterno fémenino.
Aquí estaba la causa dei horror que senría esre sabio cuandooía hablar a ouos sabios vecinos en el barrio de la sabidu¡ía. No sólodecian" cabalb akdo" estos sabios. Discuda;r del movimiento perperuo,la firerza de las ideu, el destino de Ia rua superior, el fin de la luchade clues, Ia decadencia de Occidente, las peripecias del ser, el puestodel hombre en el cosmos, la volunrad de poder, el ete¡no rerorno, porda¡ una muesr¡a de las palabras que junraban y que renían el efectoasomb¡oso de hacer creer a muchos (como era mi caso y el del" Copihue"que para esras cosas parecía drado con honda) que ex.istían las cosas queesu palabras nombraban, del mismo modo que eistía la de¡¡a con rododenrro ran pronto el Dios maya la nombraba o AIá decia: "iExistid.".
El programa de ese sabio (¡no me van a creerl) era prescindir delas palabras al pensar ¡Y después me dicen que un gato pensando en su
gata, si sale la laucha, no puede quita¡se de la cabeza el pensamiento desu gata, dejarlo ahí, salir corriendo derrás de la laucha yvolve¡ a busca¡lodespues de haber resuelto las cosas más inmediatasl
168
Bueno. no hay que reírse ¡anto. Menos de sabios que ya rienensobre sí una joroba de risas. Po¡ lo demás, ya saben, aquídonde .sra*os,el que se ríe se va al cua¡tel. Supongamoi, pu.r, qu. .n lugar de hacercomo en ese cuen ro maya, que Dios d rjo: " ,Tierra!" y ahí estaba la rierraporque él lo dijo, cambiamos de ánimo y álvidándónos de las palabrasrtendemos a.los pensamienros conre¡idos en ellas. No sé muy úien quéestoy diciendo, pero supongamos. Tan ma1 program" no .r, .prr,rrir.p abras y arenerse a los pensamientos. Y si parece imposible, dedicarsea pensar respetando la gramática. ¡Cuántas frues se amonronaria¡ comovi¡utas en una carpintería asíl
. Pero falraba a1go. No, no fal¡aba nada. euiero decir que dejaba
uno de percibir muchas cosas siguiendo .ste p.og."-a. Cuaodo digo,por eiemplo, que miamigo Guillermo A. qui cuidaba cord.ror.nl^,ribe¡as del Turuvén e¡a el arcingel Gab¡ief a quien Dios drjo:,,Anda¿ cuid¿r
,nrdnu aL Tutuuén" .iclaro que esroy tratando de jecir algol
¡Qué real es lo que rraro de deci¡! Sé que igual tra¡ara de romar ¿€uacn elTirtuvén con un renedor Pero, dígime, muertos de sed, colgaridoJe una jaula. sin.más medio para alcanzar las aguas del Iuruvén queun tenedo¡ ¿no lo emplearian? Estoy viéndoloi mo.jar el renedoi ypuándole la lengua que es un gusro.
Yo me estaba mi¡ando a Hilda H. que salía a colgar ia ropa en eljardín. Cómo se empinaba en sus pies, cómo esri¡abaiodo su cuerpocsbelto y alzaba los brazos y cantando aseguraba las prendas bla¡cas sobrela cue¡da. Cómo le caía el sol por el cabello y los hombros dorá¡doiacomo el ángel que era. Cómo sonreía de lejos mirando hacia donde¡o.estaba enrollando mi rrompo. No renía palabras para nomb¡ar subclleza y arracción. Y si h-rera sólo entonces. Caminja por el huerrohablá¡dole a las flores, corría riendo rras su garo. Despuéi, Dios sanro,ralía.a la calle.y era como si vinie¡a un .ort.jo de a.lee¡ía. puaba junro¿ mi son¡iendo, jadeando un poco, hacienáo como"si yo no exisrieracua¡do más exisua, mirándomi como si no me viera. ¡yis piernas bajola faldal ¡Y la forma delicada de sus caderas, su cintura, suius¡o!...
169
iNo, yo no tenía nomb¡e para las mil manifestaciones de una belleza
asil No sabía por dónde empezá¡ con mis sentimientos.
lvlis hermanos, por fin, me proporcionaron un nomb¡e: e¡a el
" eterno femenino" . Pienso que fue esta f¡ase de Goethe " eterno femenino"la que fi;ó mis afecros sexuales. Porque tengo que reconocer que, a veces,
se me iban los ojos hacia algunos de mis compaÁeros. La ve¡dad, el
seóorA. sabía elegir a los más hermosos. Yo veía, despuó, cuando sa.lían
jadeando, sudando, avergonzados, sonrosados, que eran hermosos.
Pero no tenían eterno femenino. ¡Qué iban a tene¡! Les colgaban las
mismas cosas que aJ, " Copibue", al loco Valdés y a Manuel A. que a
veces salia a la calle como Dios lo echó al mundo. ¡Qué asco de señor
A.l Confundir así el e¡e¡no femenino. ¿Cómo iba a tener yo amor,
arnparo, comprensión en b¡azos de un muchacho tan engreído, sucio
y esrupido como yo mismo? Pe¡o muchos años después, este sabio que
digo me pedía apa¡ta¡ mi mente de lafrase" etono femenino" y atenerme
al pensamiento, no a las paiabras. Entonces encontraba que no podía,
que mis pensamienros se expandían como un gas que no había forma de
abarca¡. Cuando digo que Guillermo A era el rcángel Gabriel cuidando
corde¡os en el Tu¡uvén, toda esa multirud de impresiones, alegrías,
sorpresas, perplejidades, contemplaciones, preguntas, expectaciones,
desconciertos, angustias, todo io que vivía jugando, bañándome,
comiendo ci¡uelas verdes, peras pintonas, contando historias, cantando
ronadas con mi amigo Guillermo A. en las ¡ibe¡as delTirtuvén quedaba
resuelro en esa his¡oria: Dios dijo al arcá,ngel Gabriel " And¿ a caidar
corderos al Tutuuén" y Gabriel hizo como se ie pedía, bajó al Tutuvén yse puso a cuidar co¡deros en sus orillas.
Y rodo Io que ocurría en mi alma, todo lo que había en laexpresión, ademanes, movimientos, palablas de Guillermo A., toda
Ia soledad en que pasaba sus días cuidando sus co¡deros se ¡esolvía en
esa histo¡ia del arcángel Gab¡iei. Mi historia se lormaba de las pocas
palabras que dije, pdabras que tratadas como me pedía ese sabio, es
decir, puestas de lado para que quedaran a la vism mis pensamientos,
t70
revelaban que no eran ran flojas, pues¡o que sin ellas no tenía comoabarcar mis ideas, mis sentimienros, todo mi amor.
- Digo que me conraba una hisroria, la del arcángel Gabriel. yconsu luerza y arracrivo: mi amigo Guillermo A. era elarcíngel Gab¡ielque sentía hambre, y que, calsado, espantando rábanos y za¡cudos,oteaba por enue los juncales y mimbre¡as por si venía yo cruzandoaguas arriba con el puchero y el pan. Esa his¡oria daba un sentido muycla¡o a mi amo¡ mi desconcierro, angusria y conmiseración. Habíauna persona para m¡ra va¡iedad i¡asible de pensamienros: el arcángelGabriel. Ningun mis¡erio. Cuando el arcángel Gabriel baja al Türuvena cuidar corderos, así ocurren lx cosaJ, porque se trata de las cosas queocu¡¡en cuando a¡da merido en las cosas el arcángel Gabriel.
Debo mucho a ese sabio que me advirdó sotre el empleo de las
palabru, diciéndome que no me sinriera ran seguro, porque muchas,muchas a veces no es¡aban haciendo más que ruido. Ese fue el capítuiocritico de su enseñanza. Pero rambién capré el capirulo posirivo, aunqueno esloy muy seguro de que él aprobara esta lección. Y es qr. mu.ñaspalabru, no por claudicar a esm exigencia de tener significado dejanJe envolver como sea un pensamienro.
. La frase " eterno femenino" no riene ninguna significacióndeterminada porque significa danzando, y Dios meimpare. El arcángelGab¡iel andaba danzando por el Turuvén. Y los corde¡os danzaban coné1, para seguir la da¡za. Y los tororales, los membrilla¡es, las alamedas,Janzaban con é1. Por no hablar del Turuvén mismo que no más ver al.rrcírgel Gabriel sacaba una tonadilla arcángel Gabriel, un rielar arcángelGabriel, un arropellar y burbujear arcíngel Gabriel.
Yo no nombraba nada cuando decía como loro " moui-miento
Per?etu7", " eterna juuentu/', " eterno retorno" . Pero sí nombraba, ¡ycuántol, cuando decia mi¡ando a Hilda H. y el halo de sus al¡ededo¡es,'' ieterno femenino!''. Y nombraba rambién cuando en los atardeceres,
viendo venir a Guillermo A cojeando (que era cojo mi inolvidableamigo), bizqueando (que era bizco y Dios sabe por qué), seguido por
17r
sus corderos (que no los arreaba), me decía casi sin oírme: " fhí uiene el
arcingel Gabiel" Nombraba, claro que nombraba. Sólo que no me daba
cuenra. Y a pesar de nombrar bien, tenía por otra cosa lo que decía.
XLVLo rtls;uo DE orru rvLL\EM:
Los cÉo¡zos DEL \ER coNcRETo y EL vER ABsrR A.cro
Lo puedo deci¡ de ot¡a ma¡era, como era común que dijera e[
señor Abu¡ro que se encargó de seguir mi enseñanza después del seóor
A. Recuerdo que por mucho, mucho tiempo me anduvo iasddiando esa
expresión: " dicho de otrn manera" . Si encon¡raba esa frase en un libro,suspendía la lecrura y me esforzaba por encon¡raÍ por mi cuenta la ot¡a
mane ra como podia decirse lo mismo. Nunca ia encontraba. Pero ¡si ya
estaba dicho! Sólo después de lee¡ resultaba claro que lo mismo podía
decirse de ota manera. Lo que no era claro era por qué se decía de ot¡a
mane¡a, si ya se había dicho de una. Tampoco me parecía serio que
hubie¡a muchas maneras de decir la misma cosa. No podía ser la cosa
lo que aldaba mal. Las cosas andan de una sola manera. ¿O no?
A veces, Enrique A., mi amigo anarquista zaparero andaba ¡an de
o¡¡a mane¡a que apenas lo reconocía. Andaba así una semana con yaPa
y había que ampara¡ a sus hijos y a su santa señora contra los ataques
que le venían en plena borrachera.
EI" Copihui' tenía también muchas maneras: una en la escuela,
ora en el " R¿ud¿l del Curn", ot¡a cuando andaba arrancando mue¡to
de miedo porque los he¡ma¡os de Irma F. querían cogerlo y cast¡a¡lo.
¡Uyulu,vcito! Cuando iba al teat¡o con cuello y corbata, c¡si no loconocíaal" Copihre"; y él mismo se daba ai¡es como si no me conociera
de verdad. A mí, el tal por cual. Cuando lo cruzaba a la hora del paseo
por la Plaza de fumas no recue¡do una vez que me haya saludado.
t72
El serio¡ Alvea¡ e¡a siempre igual; el señor Abu¡ro, siempre igual.Uno no podía hablar de elios de o¡ra manera. El señor A... ¡qué iba ascr siempre igual el corruptor de meno¡es! Pero estoy seguro, aunqueno tanto, de que mi lecto¡ entendió que iba a deci¡ lo mismo de ot¡arnane¡a tal como el rostro de la seriora madre de I¡ma S. era lo mismo,cs decir, el rost¡o de Irma S. de oüa mane¡a.
Porque así era y no sólo del rost¡o de lrma S. vaiía. La madrede I¡ma S. toda enrera era ]¡ma S... de otra manera. ¡Ah, Seño¡a de
los Cielosl ¡Si yo hubiera comprendido no fuera más que un dedal del
senrido que había en esa frase del señor Aburto, " Diciéndnb de otramineñ"1
Todo me era dicho de muchas maneras y no me daba cuenta de
que esa es la mane¡a como todo se dice. Yo pensaba que todas las cosas
debían decirse como se dice triá-ngulo cuando se dice "triálgulo'', que
ésa e¡a la fbrma de hablar con propiedad. Por ejemplo, si yo no sé porqué impulso o empu.jón que me diera¡, le hubiera dicho a Irma S. que
la amaba, hubiera creído yo que nombraba una cosa en mi corazón, aigo
rnuy preciso que había en mi co¡azón tal como hay un diama¡te en unjoyero. Ella acaso pensara lo mismo. Y si dudara, como es frecuente que
duden bellezas así, entonces dudara de que hubie¡a un diama¡te en el
jovero de mi corazón. Asi creía yo nombrar, ¡Virgen del cielol.
¿O estoy pensando mall Ninguna seña mejo¡ tanto del extremoque había alcanzado en mi experiencia con los nombres como del
camino que debía seguir, que el rostro de la señora mad¡e de Irma S.
¿Cómo no me daba cuenta, cómo no seguía un trecho ta¡ corto de
¡ellexión que tan claro alumb¡aba el ¡ostro de esa dama que era IrmaS. de ot¡a manera, una manera en que estaban a la vista el tiempo, los
sufrimientos, los desencaltos, la resignación? Era lo mismo dicho de
otra má¡era; y dejaba tan en claro que había vivido en mil mane¡as
siendo siempre lo mismo. Ahi estaba la bella Irma S. llena de vida, apunto de empezar, para probarlo. Lo veía, lo veía tan claro, y no me
nacía esa minucia de ¡eflexión que bastaba para comprender.
Muchas veces escuché siendo niio la frase " nada ha1 nuno bajo
173
el sol'. ¿Cómo no uní ios ¡ost¡os de la mad¡e y Ia hi.ia con esa frase?
¿Cómo no entendí que los ojos de Irma S., mirándome cansados y
tristes desde el ¡ost¡o de su madre, me decían " nad"t hay nueuo bajo e/
s¿/', todo es io mismo en una profusión de mane¡as diferenres? En fin,
que cuando dieo que vov a decir lo que ya dije de una manera diferenre,
hagan cuenra que danzo en la ¡onda cantando una canción. Hay un
limerich de Leu que traduzco así:
Habí¿.un c,zbalkro en Arn njuez
que decírt: "¡Elo a, esto es!"
Preguntnro n : " ¿Qué ?
¿ Cu'í l? "
y se anojó a un c¿n¡/
que ab:orbió aL cttbttllero de Arrtnjuez.
;Y después dicen que Lear escribe puros sinsenridos! ¡Hasta éL
mismo lo dice! " ücribo sinsentido pnro y absokto". Quizas qué querrá
decir. Para mí esta estrofa es más clara que la cla¡a del huevo. Yo decía:
¡Esto es, esto esl por el ete¡no femenino. Decía, ¡esto es, esto esl por la
cabelle¡a dorada de Hilda H., por eL tierno calor en los ojos de Irma
S., en la sonrisa de Inés S., en el anda¡ de Alicia S. Yo decia ¡esto es,
esto esl por ia mirada ca¡inosa de Guille¡mo A., por la sabiduría de mi
amiqo trfanuel. por el rostro de santo del " Fbr de Haba" . Y también
decía ¡esto es, es¡o esl por los crímenes de Bena y Salustio, Víctor !1,
Manuel A., Julio S., Guillermo R., F¡ancisco V. (del que no les he
contado). " Estl es, estl ¿s, esto ei' iba diciendo, como si espigara... No,
no como si espigara, porque todas las espigas eran iguales hasta donde
me alcanzab¿ la vista, y no cuesta nada espigar espigas. Decía ¡esto es,
esto es, esto eslTiatando de ¡eunir en un todo los detailes del crimen de
Víc¡o¡ V., en un todo los detalles de la belleza de Hilda H., de l¡ma S.
O si prefieren de Inés S. que vaya a saber si no e¡a más belia que Irma
S., porque sus ojos enormes miraban con Lucidez y ternura y Ie ca.ían
como oblicuos sob¡e la na¡iz fina y respingada. Y su cabello casmio le
ci¡cundaba toda Ia cara como una aureola de sonijas. Y de Ia gracia de
174
su cuerpo de ángel mejor no hablemos. Yo decía "¡ara es, estl es, ettl est"
recogiendo con alegre cuidado los detalles de su belleza. Pero he aquíque 1'o misrno, como si examinando el resukado, pregunraba: "¿Qué?
;Curil?" Porque estaba siempre haciéndome esras preguntas sobre esras
beldades que tan hondo me conmovían.
¿Cómo iba a responder? No se rraraba de un ¿qué?... muchomenos de un ¿cuál? Cuando a uno le preguntan ¿qué? responde,
digamos: " Un hombre" . Y cua¡do le preguntan ¿cuá11 responde: "Á-e"
v mueslra aJ " Copihue" , aunque más que un hombre sea un bruro, el
animal. ¡Miren que violar en despoblado a la pobrecita Irma F., aunqueeiia se lo anduvie¡a busca¡do a su manerel Pero si vienen a pregunrarme";Qué?
¿Cuál?" cua¡do hablo del ete¡no femenino de Inés S., .:qué voyr hacer? ¡A¡ desesperación grande de no poder decirlol ¿Qué hav de
cxt¡arlo entonces en que se arro.je uno a un canal y que lo absorba la
cor¡iente tal como el Tu¡uvén absorbía en invie¡no al que inrentaracruza¡lo? Hasta se aviene una cosa con otra, ¿no es cierro? La belleza deInés S se disuelve cua¡do auno le preguntan "¿Qué?"y uno mismo se
arroja al Tirtuvén que 1o absorbe, y así responde a la pre gt:nra: "¿Cuil?".
Por eso digo que cuando Ieí esa" Canción delJardinero" me quedé conla boca abie¡ta. Uno miraba y veía algo; miraba otra vez y era orra cosa
lo que veía.
Pensó que uio un cajero
d¿scendiendo del bus:
miró otra uez y uio que era
un cangurú al traluz"Si h inuito /1 casa", dijo,"se embolsa al micifuz".
Ahora sí que está claro. Hay pa.labras, hay frases, hay hisroriu queson como cedazos para mi¡ar ei mundo a su través (¿se dirá así?). Si unodice "triángulo" es como si mi¡a¡a el cielo azul a través del cedazo. Todos
los cuadraditos dei cedazo contienen r¡ocitos cuadrados de cielo azul y
175
dent¡o de cada cuad¡adito un triángulo. Cedazos así me los enca¡qan
a mí a peso ia docena. ¡Porotos, arvejas, zapallos, peras, ciruelasl ¡Achaucha el kilol ¡Y un membrilio por la cabeza al tonto que se confirnda!
¡Si iba a haber problem¡ en separar las an'e.jrs de las castañasl
Pero... hav cedazos v cedazos. Cuando mis hermanos mayores me
enseña¡on el nombre" etemo femenizo" no encont¡aba con qué pagarles.
Les lustraba los zaparos, les rascaba la espalda, hasta las patas hediondas
les rascaba mienras tendidos a la ¡oma¡a canraban "La donna é mobile"
o buscab¡n rimas para sus inspiraciones.
¡El " eterno Jemenir¡¿"1 Miraba a Hilda H., a Irma S., a Inés S.
(que viene insinuá¡dose la he¡mosa por ent¡e mis ¡ecue¡dos v no sé
qué va a ocurrir conmigo). Las miraba, digo, a t¡avés de este cedazo del"ere¡no fimenino". Todo. su belleza de rosrro, de cuerpo, de andares
v gesros y sonrisas. su "efecto de halo" que embellecía 1¡ cosas en su
enrorno, quedaba abarcado sin pérdida en el ab¡azo del cedazo. Tal como
mi amigo Guillermo A.. pastor de corderos en las riberas del Tütuvén
quedaba él con todo su estilo de ser, todo su entorno, su paciencia v su
miseria, abarcado en esa historia que me contaba yo mismo: Que Dios
dijo al arcíngel Gabriel: '' And¿ a cuid¿r corderos en elTutuuén".
Pero ya lo anricipan ustedes, estos no e¡an cedazos para mir.rr
el cielo azul, las a¡enas del ¡ío, los maizales de " La Qtiriquina" o \os
monrones de hollejos podridos junto a los lagares del vino, que para
el caso es lo mismo. Sino que en estos cedazos no había un cuad¡adito
que conruviera lo mismo que los restantes. Yo mi¡aba el cuadradito
donde aparecía un pie de Irma S., y me preguntaba: "¿Esttí nquí eL
ererno femenino?" Ili¡aba el cuadradito donde estaba la naricita de
Irma S. (que besaba en mi imaginación igual como besaba para que
no queden dudas los pies y cada detalle que había en cada cuadradito)
y me preguntaba: ";Aqú eaani el ererno femmino?" iQté iba a estarl Yasí, lgual de igua.l, ¡ecor¡iendo de a¡riba a abajo, de derecha a izquierda
todos los cuadraditos del cedazo. ¡Qué desesperación de no atina¡ con
lo mismo dicho de tan¡as mane¡asl
176
Entonces, díganme, cua¡do sahaba desesperado de un cuad¡adiro,r otro buscando el ere¡no femenino de esa belleza, Irma S., senrada junro.r mí, sonriendo mil picardías bajo las acacias, ¿no ocurría lo mismoqLre en esa " Czzrl ón deLJ,zrdinero"? Muv bien podría aquí agregarle unaestrola de mi cosecha desesperada:
Pensó que uio uno; kbias rojos
pregntando: "¿Por qué?"
luliró otra uez 1 uio rlue era
el dtdo gord"o de su pie.
Acercó el oído a h una 1 dijo:"¿Qué preguntaba uxed:".
P¡nsprcrrve. ,qu,i* o**Tn RoNo.t o¡ SaN Mrcu¡r¿
Con lo que luelvo a la perspectiva. Todavía no puedo enconrrarcn mi biblio¡eca, que no es más que un monrón de libros por donde se
la mire, ese ríl:.tlo: " Baknce 7 Perspectiua". ¿No Io habrá " desaparecido"alguna de mis visiru chilenas? Somos ran... No sé cómo deci¡lo comosi no se dijera. Cuando pienso en todos los libros desaparecidos de mibiblioteca, no puedo de.jar de hacerme pregunras. Por ejemplo: ¿Dóndeestán, dónde están, a dónde se han ido? Con deci¡les que hasta mispropios... Pero, no. Pase.
En ese libro, " Baknce y Pospectiua" , ¡vaya a saber si no esrá en unpárrafo lo que no logro decir aquí en páginas y páginas! Pero desapareció,se esfumó. Muchu veces me ocurre así, quiero decir que leo en unlibro, en un parénresis, en una nota, como si el autor no ruviera másespacio para obviedades, un pensamiento que me tomó tiempo largo
t//
desenma¡aáar. Sin ir más lejos (nada hay de nuevo debajo del sol) ese
lib¡o de lib¡os, " Eclesiatés" . Una maÁana 1'endo de lecrura por la calle,leí de ve¡dad ese ve¡siculo: " Lo rorcido no se puede enderezar; y ln f,zlrono Puede cont{lrse" .
¡Ay de mi alma! Z¿ torcido na se puede enderezrtr.;Hay cosa más
cierta y evidente que io torcido no se puede endereza¡? Supongo quetodos llegan a un pensamienro así cor¡iendo los anos. " Nada hal de
nueuo bttjo el sol' . Estoi'seguro de que ei sabio entre los sabios dijo esta
f¡ase sabiendo que la ¡eperia.
Hay momentos... Bueno, hav momentos. Lo que me lleva a
la cuestión: ¿Para qué escribo? O sea, que voy de Medite¡¡áneo enMedirerráneo. Tengo merida en 1¿ cabeza por años de aÁos la Rondade San lvliguel. La tengo aludida v hasra un poco iniciada en algunosescriros. A veces, viejo va para las magnitudes del asunto, quería jugarcon mis alumnos en la Unive¡sidad. Pe¡o no había caso. No sabíansacarse un pie. Si lo hacían, se quedaban con élen las manos, mirándolo,sin sabe¡ qué haceq po¡que no ¡enían idea de dónde esraba la puerrade San José. ñfea cuJpa.
;Qué hizo Edward Lear? Lo esrol'oyendo. "¿Uniuersi-tarios? Pero,
¡usred está loco! L,t Rondtt de San illigrel k baikn bs níno¡, nada más
que los niños. ¿Cóno puede uxed...? Los uiejos, bien, pase. Sób que a kprimera uuelta uan a parar a/ hospital. Y muchas gracia si uan a parar alhwpital. ¡No, no hq nada que httcer, tienen qtte ser bs niños! Los uiejos
sueltn hacerse conto bs ninos, cierto, pero ¿qué sacanl Yo h uo1, a decir: Loúnico qtte sacan e: que entran al cementerio por el manicomio".
ñ{ienr¡as escribo, lumo y fumo. ¿Cáncer? ¡Bah, qué imponalHay miles, decenas de miles de se¡es humanos en esre mismo momentot¡otando y trotando para quemar sus g¡asas. Comen como si nocomieran: carne que no es carne, pollos no contaminados, galledtucon azúcar que no es azúcar, papas fritas que no esrán fri¡as. Todoscomen, respiral, caminan eno¡mes cantidades de vida sin mue¡te. Latelevisión no para:
t78
"Co¡na conto si no corniertt, engorde como si no engortdtra,
enutjezcrt como si no enufeciera"."Mire este uiejo. ¿No a untt ma idlt? L0 hemr.,s mantenido
mLterto cofio si estuuier¿ uiuo"."lv[ire este po/lo. ;No es gordo prtrn rel,tmerse? No tiene un títomo
radloactiuo, no tiene untt tnolicuL¿ de colesterol. Cómnseh, como
si no comiera, uiua, úua hnsta bs nluenta j t/tntzs años comiendo
pollo que no a pollo l trotando pot est6 cdlles de Dils".''fulire esta uiejita de nouenta y siete dnos. ¿No pnrece que tuuiera
setenta j nueue? ¡Dígame después si no dan ganas de besarb hsilk de rued"a, las muleta, los dientes nueuitos llntes de qxe se
bs trague lz rnuy gobsa! ;Ha uisto u¡ted nunc¿ una uiejita igual?
¡Crí:ese con estlt uiejitll que tiene un pe/bjo sin colesterol!"
La verdad, no es llegar y tomar perspectiva. No sé si Lear la tomó,.runque me pregunto, leyéndolo: ¿Cómo podía no tomarla? Porque lo,¡ue nos dejó, cierto, no es perspectiva, sólo que no ve uno de dóndel,' s;lcó sin romar una gran per5pecriva:
Hdbitaba un señor en ltiLicade dudosa materia encefálica:
en ln boras d¿ calma,
sentado en na P/llma,contemPlabd l* ruinas de ltálica.
Cuando uno toma la gran perspectiva, ¿no será el resuhado" sinsentido puro 1 absoluto"? Yeen esos niños rumanos:
"Hijos de ghanos". "Creaturas d¿formes. Batardos infeaadns porel SIDA'. "lndeseablzs anoja/ts por sus madres".
Asi los desc¡iben y así será. Llega-n más noticias en estos días
sob¡e esos niños. Un g¡upo de médicos experimenta con los que están
17)
infec¡ados para lograr la \.acuna conrra el SIDA. ¡Hav un griterío portoda Suecial
"¡Nazis, cocltinos na-isr "
El minist¡o rumano de la salud nos informa ante las cámaras quetoda experimentación tiene ues lases , elem: in uino, en animales, en sereshumanos. Los bu¡óc¡aras de h " Defensa fu tos Niños,' ..rponá.., qu.,cieno, hay que obrene¡ esa vacuna, pero ¡no a ese cosrol. ios médicosaceleran la experimenración. La prensa se les viene encima. Cie¡ran iaspue¡tas a¡te las cáma¡as.
";qté t,1nt0 ntidol ¡Si uos niñls yt est¿n contagiadns, inbhiles!¿Qré? ¡No, ustedes son bs imbécibs, no ks niñu!,
Los bu¡óc¡a¡as cor¡en a busca¡ una sonda para medir la hondu¡adel ma¡.
"Hay t1ue tener esn uncuna, ¿no? ¿por qué no se uan a fotografar0 tftl c0 r:a, s en o rcs ? ; Hn1 m nro q u e foto gra f a r! Fo nrroñ ¿ r I o,qempln hs ruina: dz ltálica, rhnosa. Vi1a, o ,niiirtn, o bsenfernos ful SIDA, uaytn d entreuistl1r-a bs homosrxuales, a Luprlstit trts. El turismo baja, señores, el desemplzo sube. preguntene1 Banghoh, en Maniltt, en Singapore, en Miani. pogunin ahs corcorcios, ltu transnacionaüs hoteleras. pregunrm'a la CocaCob, a las trlc Donald Hamburger. preguntei a hs chicos ychicas que se drdican al negocio in lupalares del Tercer Míndo.Dense unz perspetriua. ¿A dóndr iríinl, a. parar ri nls deilir/tmlslkuar por el lbriqueo de La uieja beaw? pregurrrn rn ,í\httcano. ¡&o es!Va1an alh 7 pregunten',.
180
XLVIILos cusNros or Jusrrx.l v rls HrsrozuAs ort " Iulscao"
L,r Furnzr, lr Poo¡n Y re NÁusla
Cuando cuento las cosas de mi infa¡cia no me c¡ee nadie. " iQuét,¿s ¿ record¿l" me dicen, ")'o no recaerdo nada. Son historias que túnisml t€ cuentds. Vds cre¡endo tntís en ellts mientras mris Lts recargas con
tletaLles que inuenta". Los espejismos de la memo¡ia. Pero no estoy
contando cuentos sobre Justina. ¿Cómo voy a hacerlo? ¡Era ella la que
nre contaba los cuen¡os a míl" Había una uezut rE Ee etaba nut1, enfermo. Na había un médico
tn l¿ corte que pudiera c:trltr i este plbre rry. Mandaron a btucnr a bs
nédicos de los reinos uecinos. Taítos uinieron, pero ningtuto ptio curar aL
rc1 que se moria elpobre. Y es que k reina lbraba por su rry que se moría.
Y rod¿ la corte lbrdba por k enfermedri del rq,. Un día lz reina estaba
tn eljardín del pakcio 1 uio una uiejita que la miraba 7 se escondía, kmintba 1 se escondía. li, ji! "¿QtiA serrí esta uiejita?" es que se ijo kreina. Entonces lkmó tz Lx datn¿s de n corte. Tbdas uinieron corriendo
¿ Lt nouedti. "Ha1 una uiejita en eLjardín que me mira y se esconde, me
nira 1se esconde. ¡Triiganmeh paracrí!. Y Ie trajeron a la uiejita que era
un h¡da uuelta uiejita. Y u que h ijo a Lt reina: Mi reina, en un castillo
,1ue ha1 en el medio deL bosque uiue un ogro mu1 mah y muy poderoso. Eliene el agua de [¿ uirtú, que ua a utrar nl re1". Entonces k reina cargó
de presentes a b uiejita que era un hada 7 ¡pma lo que queia presentes! yntnü que sus heraUos publicar'tn por todo el reino que daría k mano
de n hija, lz princesa, t h mitad dz su reino al príncipe ualiente 1 si no
era príncipe igtaL podía pruenrarse que juera decían los heraldos a buscar
cl agra de b uirtú para curar al rry..." .
No sólo el de¡alle de su.s cuentos recuerdo. Estoyviendo aJustina.
La huelo, la toco mienr¡as rezonga y a medias solloza desmpando
cacerolas, pelando papas, soplando el fuego. Recuerdo mis sendmientos,
181
sob¡e todo el rriedo .junto a Jusrina en riegras noches de invie¡no.Oigo llover, veo las cenizas lo¡mándose sob¡e las b¡asas. Escucho esos
¡uidos odiosos que hacía Justina, estirando 1os labios, sorbiendo con la
nariz, chupando la bombilla de su mate de calabaza, caliente que nosabía sostene¡lo cuando era mi tu¡no. Revivo mi sentimiento entre de
repugnancia y escondida promiscuidad cuando chupaba la bombillamojada con la saliva deJustina. Me entra el gusto de Ia hierba y el azúcar
quemado calentito por la garganta. Me quemo de nuevo la lengua al
chupu. No estov fingiendo nada, memoria pura. Es Justina en cuerpo yalma ante mí. Y l.a que estamos en Justina, al" Macho" , su marido, que
había mueno antes que mi mad¡e, sólo lo vi dos o tres veces, pero nolo olvidé más. Pod¡ía dibujarlo, si fuera dibujante. Pod¡ia busca¡le undoble y hace¡ una película, si fuera di¡ecto¡ de cine. No Io olvido más
desde esa vez que mi padre me contó que había¡ r.enido r¡es ca¡abine¡os
a buscarlo porque en una pelea a combo limpio dejó al que 1o desafió en
el hospital, o sea. a un paso del cementerio que esraba un poquito más
allá del hospital. Y cua¡do vinie¡on los ca¡abine¡os a buscarlo ¡toma,toma y tomal y aJ hospital los tres. Pero lo recue¡do mucho más porquee¡a el marido de Justina y está grabado indeleble en mi imaginaciónpor esa orra historia que me contó también mi padre y en la que me
daba gusto porque el prepotente de mi tío Teodoro quedaba tan maly eI' " Macho" tan bien. Tiabajab a el" Macho" para mi tío Teodoro que
¡enia viáedos, bodegas y de un cuanto hay. Y, me conró mi padre, ala mitad de una semana de Dios al " Macho" se " le calentó k boca" (el
loco Valdés hubie ra dicho " el hocico") y fue por un anticipo a la oficinade don Teodoro, el patrón, que también lo esroy viendo, rojo de ca,ra,
ba.io y ancho, semicalvo v medio encorvado, mejillas mofleudas, ojos
vidriosos que se le caían y puro en los labios, ¡evisando todo el santo
día papeles en su esc¡ito¡io. Pero no fue ¿llí, en la oficina seño¡ial de mitío Teodoro que lo abo¡dó el " Macho" sino enla que había a la entrada
de lu bodegu 'f ¡Quiero un anticipz, pdt/ón!"Mi pa&e, que yo recuerde, no le colgaba moralejas a sus hisrorias.
No lo necesitaba porque todo quedaba tan cla¡o mienrras hablaba y
182
',)rrreía mirándolo a uno enrre pícaro v piadoso. No recue¡do haberr
',rr:rdo con persona más lúcida, más aba¡cado¡a, certera y sencilla que
rni padre en toda mi vida.Cuando el '' |v[acho" le pi,|ió el anticipo, mi tio Teodoro ya se iba
,le la o6cina. Debe habe¡le fasridiado la idea de tene¡ que abrir la caja
l)or cuatro o cinco pesos para un rolo con ganas de toma¡.
"¡Nada dz anticipo:!"
Mi padre, más con ademanes que con palabras desc¡ibía elcnlientamienro de esos dos, ei " Ifatho" y mi tío Teodoro, y yo me
1l'cparaba para el desenlace con ramanos ojos. Y es qrue el " Macho"Loqió Ia tranca con que se r¡ababa el porrón, una viga como quientlice, que estaba apoyada en la pared aguardando; v es que girándola" torno si fuera u/tra deLicadt" Ia cruzó lren¡e a mi río a la salida de laoflcina. No dijo más eii" trL¿ci:0" . Ni dijo más mi tio. No se tragó el
pu¡o, pero tampoco lo apagó en Ia tranca que tenía deiante. Fue a la caja
rie fbndos, es que sacó el llave¡o y es que se volvió sin mirar mientrascncont¡aba la liave:
"¿Cu,inro quie,es. nimnl:
ivfi padre decía qu e eI" If¡cho" era como una dama mien¡¡as nose le at¡avesara¡. Bueno, no como una dama, como un buev. Cuandodejó tendidos a esos tres carabineros que vinieron a buscarlo, fue después
sin chistar ai cuarrel donde le ¡enían listo el calabozo y se tumbó en el
camastro.
La historia del " tríacho' v mi ¡ío Teodo¡o, ¿fue para mí uncedazo con que abarcar las cosasi Lo que recuerdo y no es cuenro queme cuente yo mismo, son dos ideas. Pero ¡qué iba a saber yo que se
ilamaban ideas! No sabía nombra¡ ni los arbus¡os a orillas delTutuvénpa¡a ese entonces. Sabía que uno renía ideas en la cabeza y qte el" Fbrd¿ Haba" no tenía ninguna. QueJusrina había amanecido con sus ideas
r8j
y que mejor seguirle ia corriente. Pe¡o nomb¡ar con Ia palabra " idta"
eso no sabía. Mi padre muchas veces estaba pensando en su escritorio
y no había que hacer ruido. Los ruidos perrurban las ideas. Hasta ahí
Ilegaba mi ciencia de estas cosas.
Esas dos ideas que digo, que no sabía nombrar porque no eran
como Irma S. que estaba entera y clarita en mi mente a¡tes de quedarme
dormido, pero que se encuenÍan ahí en mi memo¡ia porque las tuve
enronces áunqu. no supiera nombrarlas, estaban, una, mezclada de
náusea y la otra, de desconcieno. La náusea la sentía ante la imposición
desnuda y sin apelación de la fuerza. El desconcierto me venía por el
atropello del orden. Tal como suena. No me las iba a da¡ de anarquista
así no más, por mucho que desde lejos en mi imaginación acompañara
con mi amigo Manuel, el loco Valdés y Fernando con la corneta en su
izquierda mano, a mi amigo Roberto M. zapatero cuando saliera con
su patota socialista a colgar a los capitdistas de las tripas de los curas
de San Alfonso y Santo Domingo.La idea que mi padre veía encarnada en esa historia d el" Macho"
amenazando con una tranca a mi tío Teodoro parecía ser otra. ¡Quédigo, " parecía" , si la estaba viendo en sus ojos llenos de ironía y de
¡riirez¿! E¡a esa idea así: Que la firerza es Ia última ins¡ancia' que no hay
nada que hacer an¡e la fuerza, por mucho que lleve unoanreojos, fume
puro y se .r.ude detrás de un montón de papeles se.llados, timb¡ados,
iequeietimbrados. Así e¡an las cosas sin vuelta que darle. El"'Ivlacho" ,
empinado en sus chalas de neumático enf¡entaba la enorme puerta y
gritaba:
¡Que se abra la Puertay se dé un anticiPo
aL Rry dz bs Borbones!
y mi tío Teodoro, en falda almidonada, con cachirulos deuás de
las orejetas, zepatitos chatos, calcednes blancos, mordiendo su puro y
ajustando sus lentes venía a saltitos y rugía:
184
"¡Anda n cantarlz a tu akrcl¿!"
¿Y si el" fufacho" le hubie¡a romado gusro a la cosa cuando mi tío'leodo¡o le pregunró: " ¿Cutinto quieres, animal" , si agarrara la trancacn serio y "¿l quién Ie decís animal, akcalufe con anteojosl ¡Abre k caja!
¡lv[e da, todo el dinero, me das Lr uiúa, me d¿s la bodcga cln tndo lnque tienen ¿enüz, me da a tu mujer para uiokrmel¿ aqui mism4 me
dds todo, toda 1 ¡chitón! o te mand¿ al cementerio d¿ un sob trancazol"?Tal como lo hacía el Rey de los Borbones yya esrá bueno de hisro¡iasque la única ma¡e¡a de hace¡las cienas es a rrancázo limpio y si nome abren las puenas me tomo a lo que es üancazo Santo Domingo,Saivador, Las Malvinas, Mar de la Pla¡a, Panamá y al que se ponga pordelante le vuelo la cabeza.
XLVIIIMr ¡"vrco JosÉ P sr Htzo'c&yuro'y ¡pFrú! sE Es¡uMó
Yo jugaba con José P. que era un gus.o. Al trompo, al bolita, a
las chapitu. Encumb¡ábamos volandnes y nadábamos en el Tutuvén.Pe¡o un día su familia entera se hizo pentecosral y ya no fue nuncaigual. Parece que éramos paganos para él todos los del barrio. ¡Esa sí
que fue grande! No creo que tuviera a¡res una expe¡iencía así. Fue enesa pérdida de Ia amistad deJosé P, conada de un tajo porque a su papáse le ocurrió hacerse pentecostal, que por prime¡a vez tuve de verdad la
sensación de haber visto algo y después ver algo del todo diferente. Porcosas así, se entiende que al leer "l,a Canción delJardin¿¡¿" me vinie¡auna elación como he tenido poc¿s. ivli amigo José P. se esfumó. Nosólo se esfumó. Donde estaba él apareció otra persona que me mirabadesde muy arriba y hasta me despreciaba. El desprecio es una cosa...
Que a uno lo miran pero no lo ven, eso es.
185
Cieno, si es por cambia¡ cambiábamos todos. Mi amigo Manuel,a veces, no quería saber de nadie. Mi amigo Guillermo A. con dolo¡de muelas, hasta piedras me tiraba para que no me acercara. Jusdnaandaba que no la conocía insultando a las cacerolas mientras preparabael almuer¿o. Mi padre se ence¡raba en su estudio y mejor no acercerse
por esa pa¡te. ¡Quién no cambiabal Hasa el seño¡ Alvear puaba a veces
por el patio echando chispas.
Pero con José P. la cosa era más seria. Dejó de ser el amigo que
yo quería. Yo sabía que era para siempre y me angustiaba. ;Dónde se
había ido mi amigo? ¿Y de dónde salió esta nueva persona?
No sé cómo se ¡esolvía un problema así en la cabeza de ios demás." ih un canuto brur¿I" decía el loco Valda. Ma.nuely Fernando asendan.
Fernando se levan taba: "',luguemos a k pelota mejor! ¡A quim lt importrt
lsel" Enrique A. son¡eia cosiendo sus suelas. Rober¡o M. se encogía de
homb¡os. Lo único que laltaba es que dijera que en todos nosorros hay
un canuro escondido.
La casa de José P. con todo lo que había dentro quedó cerrada
para el barrio. Salían todos, padre, madre, hijos a1 caer la ta¡de a su
encuentro evangélico con los ouos pentecostales. Iban en grupo porlas calles c¡¡mndo al son de una mandoii¡a. ¿Qué ten.ía que ver con
ellos ia mandolina? Ese es un instrumento de Arlequín. Eiegían una
esquina, se esrechaban dándose confianza para enfrentar el mundoenemigo. ¡Cómo estaban todos cambiadosl Hasra las pequeíiitas con
los dedos meddos en los ojos y en las na¡ices parecían soldados del
SeÁo¡. Formado el grupo compacto, en el mejor estilo de la Ronda de
5a-n Ifiguel, la¡zaban su arenga con zumbante ag¡esividad:
Las huestes enemiga en orden y estrin,
Las nopa infernabs mandada por Satrin,
oabr pues compañerot Jesús con nos está,
Aquel que nunca lid pudió, uictoria nos d¿n!.
¡Sin uacikr marchad, soHad"os dc Juús!
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lvfi amigo José P era de los primeros, cantaba a gritos y parecía a
l,rrnto de cae¡ espada en alo en medio de lu huestes enemigas mandadas
¡',ir Satán. Ni que decir, nosot¡os éramos las huesres enemigas y no,lcnrorarían en apor¡earnos y aplasrarnos los e.jércitos de Jesús.
Me daba miedo un cambio así de José P Po¡ mi separación, milrrunillación caída de quiás dónde, me daba miedo. El Cura Patojorrc thba ha¡¡o miedo, pero desapa¡ecía a la media cuadra. Este miedorro. Me estaban negando entero. Y cantaban mi negación. Uno de estos
¡,crrtccostales se adela¡taba. Hablaba a griros. Nos trataba rugiendo delrcrnanos. ¡Qué iba a c¡eerlel Y después dei cambio de mi amigo Joséll.. Se golpeaba el pecho el del sermón, diciendo que Jesús lo tocó en,,rr corazón y desde enronces e¡a or¡o hombre. ¡Ahísí que le creial y non,cesitaba andar grirándolo v repiriéndolo como el campanero. Eraot ro hombre.
Una noche, recuerdo, pasé frente a ese templo pentecostal. Habíar3:ntc en las calles mirando por Ia puena y las ventanas abiertas de par en
¡r,r r. Muchos comentaban ¡iendo a c¡¡cajadas. Me acerqué y miré. Sólo
¡ror unos segundos. Adentro había una zalagarda de ayes, imploracionesv njetreo de todos en una danza desordenada, como de poseídos porun¡. caterya de demonios. Enronces divisé a mi amigo José P..
¡Mi pobre amigol Con los ojos cerrados, la ca¡a hacia las vigas,
l,rs b¡azos colgando daba vuehas en ei mejor estilo de la Ronda de Santrliguel mientras hablaba al Seúor de los Cielos. ¿A qué orro podia ser?
l)cbo haberme puesro blanco. No dije una palabra y me fui, caile abajo..Scntía tanta pena, tanto terror.
No recuerdo más. Sólo que muchas, muchas veces pensé en
rni amigo José P. que desapareció de esa manera tan brusca, ranincomprensible. Y había otra persona en su cuerpo. ¿Se dan cuenta?
Esto era para pensario largo, largo. Pero no lo hacía. No era capaz. Sólola falta de mi amigo sentía, y el rerror y la pena. Y la desconcerran¡epresencia de otro ser en el cuerpo de mi amigo. Porque era otro se¡bastaba mira¡ el ho¡ro¡ en la cara del " Flor dz Haba" para rener porseguro que era oüo ser
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Nlanuel A. en el momenro mismo de descargar el golpe con el
combo he¡¡ero en la cabeza de su hermano enloqueció y ya no era el
mismo. Pe¡o ¡qué no iba a ser el mismol Era el mismo sólo que loco.Lo sacaba de la mano áeI " Raud¿l ful Cura" aese gigamón. " iYa, batade agtt, fulanuel" Se dejaba llevar como un perrito. Entrando en elpueblo, se soltaba gentil de mi mano. Mi¡aba al cielo y sin dejar demirar quizás qué ho¡rores ent¡e las nubes, caía de ¡odillu." ¡Seíioa matéa mi herm¿no, Señoi iNo ungo perdón, Seúol" Me echaba a caminary no demoraba en alcanzarme al trote. Descalzo, sólo con pantalones.Tizia¡o lo hubiera pintado como un Bautisra y lindo de ver hubie¡aquedado. Yo escuché muchas veces los suspiros de Manuel A. Pa¡ecía
que iba a echar el alma.
Irma S. era siempre lrma S. por mucho que a veces no era más quesu mamá. Mi padre era siempre mi padre, hasra cuando me castigaba.
Y Justina siempre Justina, sólo que no quería verme por la cocina.Mi amigo zapatero Enrique A. era siempre Enrique A. por más queuna semana por mes andaba bo¡¡acho que era una vergüenza y todosquerían que se fuera a su cama y no anda¡a a las trompadas con todoel mundo.
Yo pensaba que había visto d," Copihue" a¡riba de una paragua.
ñfiraba orra vez y e¡a I¡ma E. co¡¡iendo por las arenas del " Rnudal d¿lCura" lo que veía. Y qué decir de Bena y Salusrio: con sólo verlos unavez e¡an muchas cosas las que veía a1 mismo tiempo.
Nada, sin embargo, nada en estos casos de transfo¡mación comola t¡anslormación de mi amigo José P. Sus padres ingresaron a la secta
penlecostal y desapareció, se desvaneció, no hubo más José P. aunqueno lo crean. Estoy seguro que intenró una vez lleva¡me a su rebaño.O sea, quería que desapareciera yo también. ¿Se figuranl Recuerdoque con este empeÁo suyo me yenía una irritación como nunca habíaexperimentado. Es¡aba claro: por su boca hablaba la verdad y mejorme tragaba para siempre o todavía mejor escupía para siempre comoveneno y vanidad todas esas " ramnes cienlfca" con que me hinchabay me perdía.
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NlLrchos homb¡es conocí después, poseedo¡es de la Verdad,
I,Lrrlo por punto iguales que ese amigo de mi infancia. Sin que me,lr, r¡ cucnra había ¡ecibido una gran lección de él sob¡e el fa¡itismol l,,s l¡niricos y esa pelora que emplean en sus juegos: la Ve¡dad. Sin(lrr( ¡r rne lo proporcionara, armé 1.o mismo mi cedazo. Ni qué deci¡, r,r un ccdazo de ésos a peso la docena y que se llamaba "faruítico" y,lu( nrirf,ndo con él el mundo de mi pueblo provinciano aba¡caban',rrr tnbajo todo Io que había que aba¡ca¡. Y en cada cuadradiro del, , ,lrrzo " fanático" había un fanárico. Y rodos los fanáticos eran iguales.\ ¡,licando el cedaz o " castañ¿" aparecía una castaña en cada cuadiadiro.\,, r¡no se¡ía un despropósito pedirle a una castaña que no luera castana,,,1rr.rl lo era pedir a un fanárico que no fue¡a fanárico.
Pcro grande y todo como e¡a esra lección tan dolo¡osa-mente,ir.rl,udu e n mi lib¡o de lecciones, no se compara con la otra lección: la, i.r¡r,:ración de mi amigo José P No piensen que me dedicara a averiguar1,,' rrzoncs de un hecho así. No piensen que me interesara en averiguarl,¡ n:lturaleza de esas cosas que pareciendo fi¡mes como una roca se
r ,,f run¿n como el humo. En esas a.lturas ¡qué iba a respirar siquieral Era, ,rs;r más simple: iVf i arnigo José P. habia desaparecido, no estaba más y,r r,laba ot¡o circulando con su cuerpo. Un perfecto exrano.
No sé muy bien lo que ocur¡e con otros niños cuando suf¡enLrrr.r cxperiencia así. Supongo que 1o mismo o algo parecido. No sé si
l,r er¡munican. Supongo que se 1o guardan y sufren y maldicen a solas, , r nro me ocurría a mi. No sé si sienren el terror que yo sentí. Sin habla¡,lc lrr pérdida y la pena. ¡Bah, seguro que les ocurre punro por punrolo nrismol
¿Había más? Pienso que ios expenos en Ronda de San Miguel
¡rlslrán por obsráculos como ésre como si casca¡an nueces. Hasta es
¡rosible que los consideren elementos tan buenos como los buenoscLrando bailan la Ronda. Creo que es el casto¡ un miemb¡o de esa
partida de caz:l que va por el Snarh, el que sufre un susto ral grandecn un momenro que se pone todo pálido. Hasta el chaleco con relojy todo se le pone pálido. Y hay un serior en un limerick de Lear que
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riene uila na¡iz ran larga que tiene que da¡ una r,uelra sobre sí para notermina¡ en el suelo. Este seáor, con es¡a nariz tan larga, nos dicc quesi se toma como premisa que su nariz es larga se comete un e¡ro¡. Osea, que no es tan larga como pudiera pensarse.
Cuando nos ocur¡e en nue¡t¡a niñez ler que un amigo desaparecey hav en su cuerpo mismo otra persona que nos mira como si fuéramoscuncunas' rnejor le damos una repasada a la Ronda de San Mieuel. Noes llegar y jugarla. Uno nunce sabe. ¿Qué decir de esra variación puandodel pie a la cabeza? " El que m¿ndn k ronda que se saque /a cabeza 1 se
pongt h dzl que sigrc antes del que empiei'.
Er Ev.rscruo: E',- "o^t:l|",
L{s rENrAcroNEs
El Evangelio 1o conocía de pequeño a grandes rasgos, por misclases de religión r. las de carecismo a las que por orden de mi mad¡esistía punrualmente. Después de su muer¡e casi no iba. Ese era unode mis grandes pecados: no hon¡a¡ a mi madre, y después de muena.A mi padre lo hon¡¿ba, pero por él podía ir a jugar a la pelota o a
encumb¡a¡ volanrines v de.jar el carecismo para los pobres de espíritu.Tal como suena. Sonreía mi padre cuando decía esto, sin saber que mimadre prevalecía en mis remo¡dimientos.a encumbrar volantines y cuando volvía al
El ¡esultado es que me ibaba¡¡io y veía regresar a los
pobres de espíriru del ca¡ecismo no me senría nada de bien. Mi jorobade pecados iba subiendo peligrosamenre.
Cua¡do iba al catecismo era por el chocolate y las galletas quehabía al te¡mina¡ los rormenros. No quiero decir que no aprendiera subuen poco escuchando al cu¡a. Pe¡o más mi¡aba del lado en que unasseñoras ponían la mesa para los angelitos. No recuerdo que me haya
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, ), ir(lo ni una taza vacia dei rico chocolate. Las gailetas que por lo que,1, , írrn eran de manos de monjas. desaparecían en un amontonamiento,l, s'r,lucadores profesionales. Nunca vi una, ni que me la mostraran,l, i, jos.
Esto no dejaba de tene¡ relación con los cua¡enra días de ayrno,l, ftstis en el desie¡to. Hubiera prelerido que se relaciona¡a con el
rr'l)i¡r'to de los panes y los peces, aunque los peces supongo que veníanr r u(los y con sus tripas, lo que es un asco. ¿Se figuran la hediondez quelr.rbrí:r? Sin habla¡ de ias peleas v los ti¡ones. Uno se quedaba con una,.rl,cz;r de pescado en la mano. ¡Comerse eso con el panl
Pero ¡las tentaciones de Jesúsl. Era una la que me inreresaba:
, u,rn(lo el Diablo lieva aJaus a un cerro muy alto y le muesua rodos los
rr'inos de la tierra v su gloria. A Jesús siempre io conside¡é un hombre( \(cpcional. Pero siempre un hombre. Era yo un a¡¡iano sin idea delr,, rnbre que me correspondia.
Cuando mi amigo José P, t¡atando de ganarme para los
l,.ntccostales, me obsequió un ejemplar del Evangelio no podía creer
, ¡rrc cra p:rra mí. Era un libro pequerio, perfecto para llevarlo a.lTüruvén,, n prpel brillante y bellamente impreso. ¿Cómonoiba a lee¡lo? Lo leíyl.lví r lee¡. iVlenos elEvangelio de Juan y el Apocalipsis, que por donde( olrcnT-ara no podia seguir
Cuando dije aJosé P. que era lecrura terminada, no le cabía en el
, L rcrpo el escándalo y ei desprecio que sentía. Pienso que la verdad es que
n,i podía compararse conmigo en esto de leer libros v que el escándalo
v el desprecio se los lab¡icó para sacarse de encima la envidia que es un
l)ccrdo muy grande, por Io que dicen, pero que no va conmigo. Cuando,rlquien me supera en comprensión y en argumento siento admiración,lc que sea tan lúcido y rabia conmigo por ser tan tonto. Y no veo cómosc puede formar envidia con eslos sentimientos. ¿O se puede?
Esro me dijo JoséP .: ";Lecutra terminada? Puede u*ed exar lEendn
tl Euangelio tod¿ yt uid¿. Cad¿ uersícub es una fuente d¿ sabiduría nqLte n0 se termina de beber". Eso me dijo, aunque en muchas más
palabras.
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,\ mi me sonaban como sal¡idu¡ía muchos pasa jes del Evangelio.
Pero otros...¡Esas disputas de los discípulos deJesús sobre quién era más
grrnde, quién rba a ser primero en ei Reino de los Cielosl Ni repartiendo
roles con el ruti¡imonde parecen más que estupideces. Esa ¡¡aición de
Judas e¡a peor que la cuadratu¡a del círculo. Echa¡ los demonios en
unos pobres cerdos parecía peor que bau¡izar a los pingüinos, como
ocurre en esa gran novela de A¡atole France. Formar barro con tierra ysaliva para curar Ia ceguera no sé qué clase de ataque le producirá a un
oculista. Sudar sangre no sé qué significado pueda tener ni veo cómo
se podría sin romperse yo no sé cuán¡as venas. Tampoco entendía que
viniendo las noricias del cielo, no se evitara la masacre de esos pequeÁos
que en Belén jugaban al Pimpín Serafin sin moiesta¡ a nadie. ;Con qué
fin se obraba esra masacre? Que Jesús se enojara con una higuera porqueno renia higos, lo comprendía. lTan humaro y tan sinsenrido! Sí, con
ést;r me quedaba. Como darle un puntapié a una piedra por atravesa¡se
en el camino, la muy b¡uta. Hasta que maldi.jera a la pobre higuera 1o
entendía. Pero que Ia higuera se quedara estéril por la maldición era
para los cuentos de Justina. Seguro que Lear saca¡ía un /inerich de :,lgo
así. ¿Se arrevería?
El cu¡a del catecismo decía que había en la doci¡ina c¡isti¿na
miste¡ios insondables. Y cuando nos preparábamos para reducir al
absu¡do al cu¡a, el loco Valdés nos decía: " Hijos míos, ha1 misrerios
insand.nbbi' . El cu¡a decía que el nismo Agusrín habia sido puesro en
ridículo por un nióo a la o¡illa del mar por donde Agustin caminaba
pensar.rdo en el miste¡io de la T¡inidad. "¡Lo creo porque es dbtuldol'había exciamado por fin Agustin poniendo seguramente sin darse
cuen¡a el visro bueno a cuanto absurdo tenemos en la cabeza como
la cosa más segura: que el Cura Patojo puede ordenar que caiga una
teja en la cabeza y mejor ir preparándose, que los muenos van a surgir
nueviros de sus cenizas, que ei Diablo, previo acuerdo, nos puede voiverjóvenes, que vamos a vivir eternamente ca¡¡ando rodo el tiempo v sin
POnefnos ¡oncos.
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[s cl pasaje de las renraciones de Jesús el que imporra aquí. lvfásr'\ r( rlrrcnte, la re¡ce¡a tentación. Y, rambién, ese monte muy alto al,¡rr, cl Diablo llevó aJesús. No sé qué monteserá. Nuncaheleído nada,,,1,r'e esc monte. No se me ocurría cómo hizo el Diablo para llevar a
l( ,ris x csas aluras. Si lo llevó r'olando, conr¡a su volunrad, si hizo un,, 'rri,lo con elpulgarv el dedo delco¡azón como hace siempre el Diablo
, ,r)do quiere que aparezcan o desaparezcan las cosas.
L,n las películas que daban en los días de Semana Sanra, el Diablo, ., r,rtrl con Jesús en una gran alura v extendía el b¡azo haciendo gestos',inicsrros. Pe¡o no había mane¡a de saber si Jesús había ido de grado,
1',,r ll fuerza, si esca.lando con el Diablo o volando en los b¡azos delI )i.rblo o agarrado a sus lesridos. La ve¡dad es que estas precisiones las
1', , líl e i loco Valdés. A mí ¡an¡o detalle no me iba a pasar por la cabva.\, rlrrrnrenre sus he¡manos mayo¡es 1o aleccionaban. " iPregúntale uto,
l,n.(intltle estztrll" El loco Valdés reía por dentro y el señorA. se poníar,j,, nriraba a lo aho de los venranales de la sala.
"¿Se ueinn todos, todos bs reinos de l¿ tierra desde ese ceno tantt ho? "
"Todos /o: reinos, sin fairar uno"."Entonces ese ceno tan aho tendría que terse desde aqui".
Algunos sohaban la ¡isa. El seáor A. golpeaba en el pupirre,rl)Lrntf,ndo hacia eL loco \hliés como si lue¡a el mismo Diablo conrI levils tentacl0nes.
";Al patio, insobnte, d patio!"
Este asunro de subi¡ a lo alto, tomar perspectiva y ver todos los
reinos de este mundo, ¿le sienra bien a un pequeóo sobre todo cuando;rc;rban de deci¡le en Ia clase de geografía que la tierra es ¡edonda? Yve¡,vcr todo, desde ran arriba. ¡No parece más que claro que cuanro más
rrrriba menos se ve? El señor Abuno h allaba del" uértigo de Ltts alnras" y
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que era por.se \'érrigo que Faerón había caído del ca¡¡o del sol cuandoestaba en lo más aito del cielo que se llamaba cénir. Subiendo a los
cerros, mirábamos desde Io alro. El" uhtigo de La a/¡ar¿s" no se me iba aescur¡i¡ como el " eterno femenino" . Las altu¡as son las alturas, y llegandoa ellas sudando y con puntadas en las caderas así y rodo mi¡ábamos. Omiraba yo, por 1o menos. Lo primero que debía aparece r ere el " uértigo
de ks ¿lnr,u" . Sed tenía, se me pegaba la lengua y veía nubecitas de
todos colo¡es. Pero de " uértigo de ks aLtura" , nada. Hay que ser unburro para subir tan alto buscando e|" uértigo de ks alnrai' .
Eso sí, se abría el mundo en perspectiva y valía la pena. Pero
parecía de lógica al nivel del" Copihaa", lo que se ganaba en perspecrivase perdía en deralle. Se veían todos los fundos de los alrededores, pcrono sus enseres. su gente. Estoy oyendo al" Copihue" .
"Ckra qte :e ue todo desde aqui. El puebln entero, bs ríos, los
pltrerai. Se ue tado. Pero, ¿dónde está Irma F que no k teai""lnnd,Ei"''¡Cbro,
pues! ¿Dónde está que no /a ueo?""¡Brun, cótno ua a uerl¿ desde estn ¿lura?"";Y cótno dijixe que lo ibnmos a uer todo?""Tado, cLtro, ¿que no lo ues?"
"No teo ¿ lrma F.""¡Ah, aninal!"
Eso tiene la perspecriva. Unos seño¡es que yo conozco dirían:" Lo que :e gdna en pefipectiult se pierde en drama". A lo que el "F/or
de Haba" podría agregar que 1o que se gana en d¡ama se pierde en
perspectiva, como le ocu¡¡ía a él cada noche al meterse en un nichovacío del cemenrerio para calentar sus huesos.
194
LEr ¿¡'rtIro DE PoDER
Mi amigo anarquista, zaparerc y jefe de barricada, Robeno M.
", i,r la lucha de clases por todas panes. Otro gran revolucionario del
l',rrrio, Arruro A., tuberculoso sin remedio que yo quería mucho I'que.r11'n iz-ó por días y días, me decía que bastaba te¡minar con la iglesia y los
, u r:rs para que desaparecieran los basurales y las poblaciones miserables
,r l,r rrrilla del pueblo. " Cuandn dcsaparezcan lns ruras, l¿ tien¿ seni d¿
n¡t ,0 un paraísl". ¡Esa sí que era para no c¡eerlal Ni más ni menos que( ui¡nilo e1 loco Valdés nos dijo que su hermano may'or le había dicho,¡rr, tn Rusia decían que el Papa era el Anticristo. ;Jesusmariay'josél
Había en esos lres, Roberto 1r4., José P y Arruro A... ;No sabía
,Irir qué había en ellosl Cuando, muchos años después, oía a los
¡'r'líricos, no entendía lo que decían mis compañeros en la Unive¡sidad:{ ¡ r( rx) cran rrÁ queafán y apetito de poder Para una conclusión así había(lu( supone¡ cosas increíbles: que e¡an deliberada y monstruosamentenrcntirosos, que no hacían nada por sólo sen'ir alpaís 1. que no éramos
1',rr;r cllos más que rebañ0.
No, no fue po¡ mis docros compañeros universitarios que
,l,s.Lrbrí el apetito de pode¡. iEste sí que era re lE,'' etcrno fentenino"rr,, lc llegaba ni a los talones. Mis maestros en "apedto de poder" fireronl(,rbcrto it4., José P. y Arturo A. Ent¡e mis ocho 1'diez aúos me dieron
'.rr lccción, uno derrás de ouo y con punte¡o infalible. Sólo que 1'o, el
, rrltez-r de chincol, papando moscas, esperando que Hilda H. apareciera
, rr la ventana 1'me echara su cabelle¡a para subir por ella sin escalera
,r r¡ue Irma S. me llamara susurrando bajo las acacias para nues¡ns
yrliticas platónicas y babilónicas, ni cuenta me daba de las fieras que
rcnía dela¡te. lr4ejor dicho, me daba cuenta, pe¡o como si las viera en
cl z-oológico. Para mí, su afán de poder frenre aJ, " eterno femenino" de
lrma S. ni cosquillas era.
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La aplicación de la fuerza desnuda produce náusea. La dife¡encia
entre el poder v la fuerza se hacía muy cla,ra. le náusea la dejaba en claro.
;Han visto esos cuad¡os con ejecuciones de má¡tiresl A Juan Bautista
lo decapitan, a Jesús lo crucifican, a Pedro ¡ambién. A Juana de fucola queman en ia hoguera. Yo he visto cuadros con c¡ímenes que no le
cabrían en la cabeza a Víctor \l Partiendo por ei hachazo en medio del
cráneo, siguiendo por la inmersión en aceite hin'iendo, Ia lapidación,
el desollamiento, hasta terminar en el descua¡rize-mienro con caballos,
el desgarramiento con garfios, ¡astriilos, perros. En rales cuadros está
pinrada la diferencia entre la firerza 1'el poder. No hay más que mirar
a los verdugos, desnudos, sudorosos, fieros, para sentir la náusea. Nohav más que cont¡astarlos con los jueces, prelados 1' autoridades que
suben convergiendo hasta coincidi¡ en la persona del príncipe para
percibir el poder y percibir que no es la fuerza v en¡ender a A¡tu¡o A..aJoséPvaRobertoli'I.
¡,{I, qué burro, qué asnol ¡Hav unos bu¡¡os, unos asnosl No hablo
de| '' Copihue" ni del Ioco Yaldés. ¡Qué iba¡ ésos a se¡ bur¡osl Hasta
e|" F/ar fu H¿ba" estaba por encima del bu¡ro de que esrol hablando.
;No hab¡á un linsich dc Lear que venqa al caso?
Habit¿lrn un sefior cn Portugal
pro ua cado r, peruer: o, i nt e lt irut l:sent¿do, sin resuelio,
con un btltle lnstn t/ cue ll,t,
trnnstniSrni n ru uidn cr f'orttt.c,.
1.,\ada como ia pintura para educar a los asnos. Hay' que dibujarlesias cosas. Asi y todo, no liu ven. El apetito cie poder era más ciaro que
la clara del huevo. Bastaba ni¡a¡ esos cuadros de márrires que digo.
O atender a Ia mi¡ada de Robe¡¡o I{. r'siquisncio su dirección da¡sc
cuenra de lo que pensaba por 1o que miiabr. Bastaba avanzar con la
imaginación sólo unos pasos for el ca¡rino que seguia José P Bastai¡a
r,er la rabia I' lrust¡ación en los oios de ,{¡turo ,{. ¡Esos rres, esos... rrcs!
196
¡Maldita sea! ¿Cómo no veía yo algo tan simple de ver? Ninguno de
csos tres bandidos quería ora cosa que el poder.
También era cla¡o de ver que ninguno ¡enía medio kilo de fuerza.
lurr¡e los t¡es no leva¡m¡an un saco de papas. José P. era plido como
rorrilla mal cocida. fuiu¡o A. tenía que andar senrá¡dose en el suelo a
,.rtla rato. Rober¡o M., si duro de mechu y nenudo como un cacique
,lc "La Araucana'l parecía un liliputiense. ¡Bah, a los tres juntos el' l\|ncha" los ma¡da¡a al cemente¡io de un cachuchazo!
E¡a ta¡ claro y no Io veía. ¿Qué fuera de mi v.ida si Io vie¡a
, rrronces? Para empezar, un pito se me diera come¡me todo elpucheror lc Guille¡mo A. Para seguir, co¡¡ería sus corderos a puntapiés. Justina,
,:r l:r cocinal A I¡ma S. la hubie¡a hecho vestir como hurí del Co¡án.,,lsándole zarandajas del cuello, de las muñecas, de }os tobillos; r'elos
l,r:rlumados insinuarían su cuerpo, el pelo cayéndole po¡ la comba de Ios
lornos, elvientre subiendo y bajando, subiendo y bajando ent¡e eivair'én
,lc las caderas y ei temblor de Ios muslos y a1 compás cálido, exórico.
¡,clapelambrórico de pífanos, t¡ombones y panderetas. Así baila¡ía ia
,llnza de Salomé ftenre a su califa reclinado, drogado, atosieado. A HildaI I... ¿Qué haría con Hilda H.? ¡Ejem, veamos, r'eamos! Sí, la pondría a
i¡uc ay.udara a Justina a pelar papas y desgranar arvejas.
En cuanto al loco \¡aldés )' al " Copihue" , por favor, atiendan, que
c:to es fi:ndamental. Los emplearía como los bueyes de dro que eran,
como la fuer¿a bruta que e¡an. Les echa¡ía su cua¡to de charqui en el
lfiecho y su lirro de vino en el agua. Les mete¡ía su china ¡'media en
l:r cama. Así esrarían siempre agradecidos de su seÁor y califa, I'siempreLlispuestos a descargar pa.los sobre los Iomos del que osara ace¡carse a
Ias puertas de mi palacio y también sob¡e el resto de mis esclavos para
que araran, sembraran y cosecharan sin chista¡ y cuidara¡ los animales
I' saca¡an la mugre de las pesebreras 1'canaliza¡an elTirtuvén. ¡Ya esrá!
¡.&í sería el negocio!
En el caso de que no me fr,rera bien, po¡ lo menos le sacaría punlaal lápiz y sería poeta, cronista, contador o gran visir del califa, con palacio
apane y harem propio. O me i¡ía a una quinta a chupar de mi teta
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t¡anquilo. O me of¡ecería de embajador de mi seáo¡ en tierras le.janas.
Cualquier cosa, cualquier cosa. Pero, por encima de ¡odos los rodos,esto: que gato por liebre no me pasarían nunca. Sob¡e ¡odo no se me
pasuía un canalia ni por un portillo. Clariro ve¡ia a los ca,na1lu. ¿Cómono iba a ve¡los clariro siendo yo uno de ellos? ¡A mí con canallasl
En cuanto a la Ronda de San Miguei, ¡r'a1'an a bailarla con su
abuela! Porque 1.o... porque yo, no me vería por jamás de los jamases en
la situación de ese imbécil que pensó que vio un elefante practicandocon una flau¡a t¡aversa y cuando miró oua vez, se encontró con que era
una ler¡a protesrada hacía más de un mes. Las lerras las protesraría yo
a esos irresponsables que nunca faltan, que se dejan prorestar las letras
los mul lacirones 1, son la plasa de la hunanidad.
LIArrRursvo: EcoÍslro DE cApA l\f L\. FIN-¡,
Dou tooo-p¡n¡-r.rÍ r' DoN cANDIL-DE,L{-c{LLE
.{ uno de mis he¡manos mavo¡es lo l}amaba mi mad¡e " Don torlo
ptrn1 ni'. Aotro," Cttndi/ de k c¿lk" . N4e tomó su riempo disolve¡los.Eran nomb¡es mu)' ¡aros. No r,ov a deci¡ cómo se llamaba ni pacire.
E¡a nonb¡e insoluble. lr4i tío Teodo¡o también era persona con nombrecomo para disoh'erio, pero no había caso. Te ado¡o. todo¡o.
Esrol'seguro de que la ¡educción de" cmdil de k c¿\\e" a nadamás que"todo paran/'fue mi primera lección de ciencia abst¡acra. \bveía el ¡ost¡o de I¡ma S. en el ¡osr¡o de ia mad¡e de Irma S., pero no meatrer'ía a seguir mi¡ando. Yo veía el desquicio de los quicios cuando el" l4¿cl¡0" arremetia con la tranca cont¡a mi tío Teodoro, pero la náusea
no me dejaba pensar. Yo veía Ia lo¡ma como esraba¡ custodiadas las
instituciones en esos ojos del seno¡ Recro¡ cuando me expulsó de la
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r,,{ r( lir porque antes la injusticia que el escándalo, pero ei ama¡o y, ,,rr r ¡rlcjidad de lo que veía era demasiado para mí, sin contar que todo
.,r,', r';rz¡ba veni¡se al suelo y que Ia desaparición de ese asco de seño¡
A , r¡ rrn regalo en el que no podía creer.
No lo dije antes. Elseño¡A., en las mañaras, cua¡do ¡eníavo que
, r rrz.rr rodo el pueblo para ir a la escuela en que me admitieron después
, l, lri cxpulsión de Sodoma, más de una vez se cruzaba conmigo en la
l'l,r¡,r Llc fumas. Siempre iba vestido que parecía ma,niquí el señor A..\l , rrz.rr. quiraba la mirada como si...
¿Qué edad mental tendria el señor A.¡ Gracias a é1, 1'un poco al,,r'ror l{ccror, esraba seguro de que había edades menrales. Pensaba que
, | ',, nor A. era meno¡ que yo en edad mental, con todo lo viejo que
, r,r ¡lr4ire que mirar para otro lado al encont¡armel Nie|"Copihue" era
r,rn... Aunque rambién me hacía de ésas el" Copihue".
l'e ro lo que me maravilla, reco¡dando, es mi resiqnación. Dicen,¡rrr' cs virrud. ;Qué ra a serl Un paso más y la cobardía v la esrupidez,,,,rr vir¡udes. Se dice que los chiienos somos ía¡alis¡as. El seño¡ A. e¡a
rrrr,r l:rtrlidad. Pero, ;soponar yo sin chisrar todo ese atropello! Todas
Lrr nr;riranas renía que caminar el largo del pueblo porque ¡esulnba
u r,,lcrable lo que había dicho al señor A., a ese homo... sapiens, como
,1, , irl rrendo ]rma S.
¡Cómo se erguía al cruzarse conmigo por ias ma-áaras de invie¡nol
l(r', ordándolo, me viene rodo junto: el frío, el hambre, Ia precariedad
i l'r ¡rompa de mocoso ton¡o del seÁo¡ A. Tendrian que r-erlo, mul en,,u\ z:lpatos de cha¡ol, mu)'en su terno de rayas 1'su corbara ai vi:nro,
,rrrinndo para donde yo no esraba!
Ja, ja, jal Seguro que ni respiraba por miedo de agarrar el tifus.r;rntemático que rne salia por ia boca. Yo era eso, claro, un perro
sirrnoso con tiius exantemático. ¡Va1'a! ¡Pedazo de bui¡o con chalecol
¡l iáse vistol
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Y a propósiro, ¿les tocó alguna vez ser peros sa¡nosos? Tiarende reco¡da¡. No sólo perros sarnosos. Elefa¡tes en la cristalería, pulgasen el oído, lobos con piel de oveja. Quién no peneneció aJ grupo delos cuat¡o gatos, al de las vacas sagradas, las mosquitas muenas, las
ratas del arroyo, los piojos insignificantes, los monos sabios, ios gallosdesplumados, los chanchos con chaleco, paros de Ia boda, bur¡osfl auústas, gusanos raidores, sanguijuelas, cucarachas, aranas peludas,basiliscos v cuanta criatura de Dios hay en el mundo.
Volviendo a ese " Candil de b callz" ,v ese " Don toda para m/' quesacaban chispas a mi madre, recue¡do una noche de calu¡osa discusiónen¡¡e mis he¡manos mayores )¡ mi padre. Sentía mucho miedo, más
que cuando ¡uvie¡on ese cong¡eso sob¡e la aievosia, la premeditaciónv el ensañamienro. Seguro que había polillas dando rr¡el¡as en tornoa Ia ampolleta del comedor, pero no las ¡ecue¡do. Tampoco ¡ecue¡doIas figuru que hacía con las migas de pan mienrras agarraba las migas
figuradas que me caían de la docm disputa. No recuerdo habe¡ tenidode niÁo ot¡a e...lación como esa que me vino con el egoísmo de "Dantodr par,t nti 1 el egoísmo de" Don Candil de b tnllz" . C'¡ando disolr.íy entendí 6ien " candil de k t¿//e'' recuerdo que no ruve problemas enentender que mienr¡as mi he¡mano " candi/ d¿ k ra11r" no era más queun'' todo prtra nti' , parecía muy dilícil que mi hermano " todn para mi'se r¡ansformara en un " candi/ de k call¿" . N|is he¡ma¡os discutiendocon mi padre lo en¡edaron mucho más, pero ¡ecue¡do muv cla¡amenremi elación de esa noche 1,que siguió por aÁos. Habia que busca¡ convela una acción cue no fue¡a puro eqoísmo. puro todo para mí. HastaHilda H, hasra Justina eran un par de egoísras ias cios. Guiiierno A.no. ;Ese sí que nol
r00
LIIUu¡ ¡NÉcoore cRUcrAL o¡ ¡¿r P¡on¡:Los i¡omlros pAn¡ r{AcER pELícuLAs
Mi padre viajaba a la capiral dos o tres veces a1 ano. Nunca supe
, ,¡rr11 iba. ;Se abur¡ía el pobre, sentado, al atardece¡ mi¡a¡do sin nada
L lr(1 \,cr e n la plaza de nuestro pueblo? una vez me conró que una
,,,, lrc ¡rasó f¡ente a Ia Biblioteca Nacional y vio un gran espectáculo.
\ , ) r( ndría que agregar por mí que fire una noche en¡re las noches I' un, ,l',,,rrículo entre los espectáculos. Po¡ esas cosas que sabe hacer tan
l,r, r l:r imaginación, Ia persona de mi padre se t¡ansfo¡mó para mí en
cenrral dei espectáculo,1 ¡,crsonaje cenrral dei espectáculo que vio. fuí, siempre que tengo
r I rL r Lrc¡do de esu his¡oria que me contó mi padre, representa é1 allí,4JI,
,1,,,, ¡rLpeles: el del que presenció el espectáculo y el del personaje que
, ,, rr1,;rba el cenr¡o del especráculo que presenció.
I{ay una gran escalina¡a en la fachada de la Biblioteca \acional.)'Lr¡,c de ella por mi padre que me contó antes de ve¡la con mis ojos.
li, , Lrcrdo que me decía sonriendo que en la ¡ealidad tenía mi peldanos
, ¡rrc cn el diseño, porque instala¡on la planta del edificio olvidando el
rrivcl de la calle. I4i pad¡e me contaba también que el edificio de laI r r rbrjada de Brasii estaba al ¡evés, dándole la parte de arás a la -{ameda:,1rr,. la Esración N,fapocho estaba mul'por debajo del nilel de la c-alle.
Sicmpre sonreía comprensivo mi padre contándome eslas cosas. P.ienso
,lrrc sabía que 1'o rambién comprendía. Nunca me contaba histo¡ias,,in un gran significado. Hasta ei día de hoy encuentro en mis lecturas
lri.rurias que me contó mi padre.
Esa vez que volvió de Santiago me contó que al pasar una noche
lrcnre a Ia Biblioreca Nacionai vio un gentío en la acera 1' unos locos
,lc intensa luz dirigidos desde lo alto a la er.rt¡ada.
"Bajo tod't es,l Lt., r/tlió un señor desde k Bibliatecn, ntiró d
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cielo, se s¿cut/ió c0n un estuetnecitniento 1, d¿¡¡¿r.t¿¡6 Oresurlst p0r
Lzs escalínat¿s".
Eso había sido rodo. Unas c.ámaras fiimaban la escena y, comodigo, en mi imaginación, el señor que salia de ia Biblioreca. balo la luzde los focos. era mi padre.
I4i pacire no me dijo más, pero sabía que me habia dicho mucho.Para ese enronces e¡a yo un asiduo del cine. Habia mucha pedagoqía ycon¡enido en la hisro¡ia de mi padre. Tanro era uí que haira eidia dehoy le saco implicaciones. Dicen que los niños inreúeentes enriendena la primera. Dios los bendiga. No, quiero deci¡: Diás los bendice. Alos rontos los bendiga Dios. Les dé a ¡odos ellos 1o que a mí no meneqó i' que es la pacierrcia para dar vueltas 1'r,uehas a las .or., qu. nocomprendía. Ha1' muchas a las que todavía sigo dándoles vueltá.
La histo¡ia de esa escena 6lmada a la salida de la BibliorecaNacional no rengo dudas de que mi padre me la conró para que medie¡a cuenra de lu pelícuias, cómo se hicen, cómo se iilrn.n unri prr,.,aquí. otras a1li, sin conexión. Cómo después unidas las parres en sinplesecuencia crean esa ilusión de conrinuidad. Todo eso inmediaramen¡elo capré. O sea, ran ronro no era. Hasra en¡endí _i'¡ecuerdo que aqreguépor mi cuenra que en la película se verían las puertas r,.r.alin"rri di laBiblioreca Naclonal como si fue¡an la.nr¡aáa de la qran nansión deese seÁo¡ que salía, est¡emeciéndose. \,fi padre son¡ió sarisfecho.
. \bh'ía I'r'oh'ia sobre esa hisro¡ia que me conró mi padre. \/iendopelícuias a ¡azón de una por día (como ai.udaba en 1a propaqandadel cin¡ ¡ocando el ¡ambor, imprimiendo v repaniendo lor ,,ol.nr.r,tcnía enuada lib¡e hasra en las noches de " sóla p,u.n nqtlreJ" ) nteolvidaba en¡e¡amenre de la hisro¡ia de mi padre; pero, áespués deverlas. ¡eco¡daba es¿ hisro¡ia l'ap¡endía más. E¡a como si, deipués dela pelicula. imaginan una conrrapelícula. tr,li ¡ecu¡so infalible parahacer conra-películas consisría en imaqinar que rodo lo que ocúrríaen la pelícu1a, parre por par¡er se había desa¡¡ollado ante un equipo defocos, cá¡na¡as. seÁores que diriqían y forog¡af,aban. Seguro que habría
202
, r rr rr ) os como los que mi padre vio esa noche frente a la Biblío¡ecall.¡r ional mirando toda la pantomima. Pero, una consideraciónn.rrrs¡rclícula como erta no quitaba que me asusrua, me angustiara,ll,,r,rr;r 1'riera viendo las películas. Todavía me ocurre a veces. Pocas,
| ,r'r( ) r)lc ocurre. Me encuent¡o absorbido, como se dice, y me pregunro
',r .rtrr identificación será la regla. Porque si es la regla enronces somos
rrrr,,,,... Quiero decir que debemos andar con mucho cuidado en es¡e
,,,, r 1,10.
Cuando un personaje desaparecía de la escena como si no hubie¡a
' .l,r(l() nunca allí, el loco Valdés ab¡ía tamaña boca.
"¡De:npareció!... ;Cóma...! ¿Por donde se fue?""l'rro,
¿na entiendes? Esttín fltnando h escen¿, paran la cintnra,¡ttcttn nl senor de la escend dejandl todo h demtís iguall siguen
liLtnando. Cuando dan k peLícub y lkga esa parre e: cama si el
srior desaparecicra".
¡l-je ml El loco Valdés se quedaba mi¡ándome. ;Al1á empezaban.' , rrccndérsele los ojos de zorzall Le venían los grituos, la paulera v se
rr, r,r- nia e ncima a corlarme con los dientes La yugular.
" ¡ Su é ltam e, [¡ ruto, su é /tante ! "
Lr vida de los personajes de las películas estaba fb¡mada con
r r.¿os de vida inconexos. ;Qué me dicenl Volvía 1'voivia a la escena que
l,rcscnció mi padre lrente a la Biblioteca Nacional. Después de salir de
, rlli, cse seÁor que se estremecía, reaparecería sepa Dios dónde. Enta¡do.r rrn cabaret seguramenre. Mi padre me había dado su lección de hace¡
I'cliculas, most¡ándome como se hacía un bloque de los muchos bloques. .,rr que e\raba hecha la película.
Cuando venía lv{anuel al rí0, después de días de no r'érsele por:ringuna parle, todos corrían a saludarlo.
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";Qué te habías hecho?""¿Dóndc estuuistel"
I4anuel, como si lo empujaran iba dando sus noticias.
'; Enferrno?'"Pero, ;córno no dijeroni"";Té uino Lt febre?"
A ellos no les bastaba con la película en bloques de lr4a¡uel. E¡a
Maruel el que importaba, no su película. lb no me interesaba así por
mi amigo \4anuel ni por nadie; ) me pregunto, como ese señor de
Chejov, sobre el daño que hacen las películas. Só1o contaba para mí lo
que aparecía en el telón. ;E¡a un egoísra más, sin cuidado de nada que
no luera un espectáculo a mis ojos?
No hai'oue erasera¡. Pasando l¡ente a la casa de Hilda H. vviéndola tan aleg¡e con sus trenzas bailándole en 1os homb¡os mienuas
tendía la ropa cantando, aplicaba a su vida ia lección de mi padre
sobre las películas. Entre escena l escena de la película "Hilda H." se
desenvolr'ía su vida que trataba de imaeinar. Yo queria ser el espectador
de toda su lida, que toda su vida me fuera dada. ;Cómo se¡ian sus
pensamientos? ;Qué soÁaria? ¿SoÁaría conmigo como vo con ella?" Cada una t,it,e n uidn," decia mi amigo \4anuel tirándole
piedras a1 Turur'én. ";Qué saben ln: denrís rle k t,ida de uno?" Todos
nos quedábamos callados, cada uno ence¡rado en su vida. \b pensaba
en esos bloques con que se hacen las películas. Una buena parte de
mis pensamientos venía de las películas. Cada uno de nosotros llevaba
en su mente una película del ba¡¡io. Si una compaíría de Holhrvoodse propusiera 6lma¡ todas esas películas, ;qué cosas ext¡ao¡dina¡i¿s
veriamosl ;Cómo sería la película del barrio que haría e\ " Copihue'':
¿Dónde colocaría lrma S. la cámara para hacer su película?
204
" l lo.y, mztinel, tardc 1, noche. Hol "El Ban'io", gran peiírub escrit¿,
,t, rrr,rth .7'
dirigida por el gran cineasta 1, conocidt uiokdor... ;de menores!
, I "t ,i¡ilnc". Emoción, drama, sexo, uiobncia. Se amaron jadzando 1', lt,t1,1t¡1¡¡n¿l¿ tr¡, ¡os juncos delRlud"al del Cura, mtis alltí dc /as humanas
lry,, y I quí dirrin. Véab, na se la pierda por nad¿ del mundo. Precios:
l'l,ttu ,f' I; Bnlcón $0,60; Gabría $0,20' .
¿iisraría vo en el ba¡rio visro por el cineasta " Capihul'. ',Bah.
',,'1, lr í.r :rcar¡eando los mapas al se¡ior A.l De la película que haria ]rma', .,,',lr r sú que en ella el " Copihui' y el loco Valda aparecerian tirando,rl1'rrrrrr clrrcra carqada de ca¡bón hasta los topes, como los bueves que
, l,lll
LIIIEr ¡Rrg DE raAcER PELícuL{s:
Ll Hrsronrq, LA. LITERA,TURA, EL N4rro y EL TABú'
¿li{e creerán que a pesar de esa lección de mr pacire sobre la
, ,'rrsrrucción filmica de la continuidad no se me ocur¡ió oue en muchas
l) r rcs había continuidades consrruidas de la misma manera que ias del
, inci I-a his¡oria que me enseñaban, la vida de los hé¡oes, sus hechos.
r(lll¡ más e¡an que una continuidad const¡uida con cua¡¡o o cinco
l'1,,r[lcs?
¿jugaba a Ias bolitas Berna¡do O'Higgins? ¿Jugaba al rrompoArturo P¡ar? ;Le aguantaría un pa¡ de combos al loco \/aldés, \4anuelliodriguez?;Cómo le iría a Caupolicán a la misma eCad con el" (.opihui': E¡a muy fácil ve¡ ia histo¡ia como una conrinuidadllbricada con bloques, igual que las películas. Sólo que también e¡a
nr Lrv difíci1.
)05
Ha1' huevos que no cuesta nada quebrarlos v lreirlos y comérselos
con pan. La cosa difícil es siquiera acerca¡se a esos huevos. ]r,fe refie¡o,e.jem, a los huevos del águila. Hay cosas, cuántas ha1', que no se puedentocar. Cosas encumbradas v así inaccesibles. Hai'historias sobre esas
cosas. Y tales histo¡ias no se pueden verificar por la mu1'sencilia ¡azón
de que no podemos acerca¡nos a esas cosas.
O sea, descubrí el tabú, el mito v la ¡elación del miro l el rabú.
;Si ne overa el loco Valdésl
Los coscachos que a veces recibí. pero, sob¡e ¡odo, mi erpulsiónde la Escuela Superior, estaba a un paso de descubrir la ¡elación en¡¡eel tabú. el mito l el poder.
La calpa era del Si. A., no mía. ;Cóno se le ocuiiía al muv ronroiSj é1 mismo e¡a un rabú no podia dejar que se le vieran los calzoncillos.K¡uschov sabia más y ni por nada quería sacarse los pantalones en esos
días de la c¡isis de los mrsiles i,e1 bloqueo Ce Cuba. Tan pronto se le
ven los calzoncillos al ¡abú. ;aáiós los mirosl.Enronce.s. anre la amenaza de que se haga r¡¡isión de los mitos r.
todo se r.enga a1 suelo, el poder se pone de pie, hace l1ama¡ a su o6cinaa los dos: el ¡abú I'al que anda gritandc por los patios conr¡a el ¡abú;y hace 1o siquiente: Primero, mira al tabú; no le dice nada; 1o mira, nomás; 1o mira v e1 rabú er.rtiende que a la orra, se acabó el tabú. Segundo.indica al tabú que se ¡eri¡e r.después cue el ¡abú hace muris el poderse vuelve al que se atre\.c a enl¡enra¡ cl rabú. P¡ime¡0, regla en mano le
repite que los miros soll cosa muv importante; 1'después de asegu¡arse
que los míros siquen bicn, muchas gracias, por mal que ande el rabú.ie muesrra la pu:rta dándoie a enrende¡ que, a pesar de ¡odo. el ¡abúes el tabú, oue no se le puede rocar, asi que;fueral.
Aí se entende¡á que rampoco se me ocurric¡a ¡elacionar el cinecon la Li¡e¡atu:a. No se me pasaba por la cabeza aiqo asi. ¡Bah, por esos
tienpos i'esas larirudes, a quién se le iba a pasar por la cabez¿lTodar'íaocu¡re lo mismo. En rni pueblo provinciano por Io nenos nadie iba a
rebajar ias ler¡as ai nivei del cine. ;El cine? ¡Puafl ¡Dilersión de masasl
Los Doetes, los homl¡¡es de lerras e¡an seres especiales. Los preferidos
206
,l' l.rs lnusas. Se esraban concent¡ados en sus estudios, reclinados a la, 'r ll,r tlc un lago, absortos en el cla¡o del bosque. Eran los momenrosr lrrli.rrcs preferidos de las musas, que descendían, abrazaban por derrás,l' l.rs cs¡raldas a sus bienamados y les iba¡ dicrando al oído lá melodíarrrr()nal. Era el momento de inspiración, cuando las musas tomaban1,, I'lruu. y daban el compás. Tal como hacía el seño¡ A. con sus lindos
I'r, f , ridos, las musas tomaban la mano de los suyos e iban escribiendo
¡,,,r .llos. Le¡¡a a letra guiaban las musas al poera.Vale, pues, que también aquí un mito y un tabú no me dejaban
,,,,r,r il lire¡arura desde el cine, enrenderla y apropiármela con esos1,,,'¡rrcs del cine que eran cosa tan obvia, tan para rústicos de la, .rlrczr
Ibr ejemplo, un verso como ese de Da¡ío, " e/ jardin puebk elr,
' rrl f i, dc los patos reabi' no se me ocu¡ría conside¡a¡lo como éxpresión
I L, r,rrirr de una serie de insr¡ucciones para filmar, tal como si la escena,¡r, vio Hlmar mi padre se desc¡ibiera en una novela, diciendo: El't tl¡)hue" salió de su mansión, miró hacia el bar¡io amenazanre,,Lrriri un est¡emecimienro y descendió apresurándose por Ias riberas,1, I lirruvén.
Y y.a que estamos en esra verdadera "1¿l eueía Cohn" Ilena con las( r )',ils (llle no se me ocu¡¡ían -sea porque los mitos me encantabanJ sea
¡,,,r,¡rrc )os tabúes me asustaban o me enamoraban, sea porque e¡a unr, ,n to dc papirote como senrencia¡ía el loco Valdés- debo confesar que
l',r',rl ¡lqún.riempo anres de que me ciiera cuenta de que " Eljardin ¡,uebk, I túttnfo de Los pauls retl/ei'no e¡a más que un acomodo batto.o d. la(,r.ri i(i¡ con sujero y predicado: "El triunfo de ios pavos ¡eales puebla el
1.,r..1ín". Aigo que tampoco entendía muv bien. Que los pavos reales (nolrrrbi;r vis¡o uno en mivida ta.l como no había visto nunca la BibliotecaN.t ional) pueblen eljardín, pase. aunque no veo cómo pod¡ían hacerlo.l! ro que el t¡iunfo de Ios pavos reales (que quizás qué será) poblara el
¡,rrtlín, eso sí que era materia superior. Aunque a mi mane¡a lo entendía.l)cspués de todo, no parecía ran arri6cioso decir que Ia depravación
1t orrupción del Señor A. poblaban la Escuela Superior.
207
La Escuek Superior puebkn k dzprauación
1 k conupción d¿l señor A.
Ja, Ja,Ja, jal El loco Valdes y Manuel eran experros en barba¡idadesasí.?ero ¿cómo hacer.un bloque de pelicula con jgo así?;Ese si que eraproblema! No se trataba simplemenie de salir de la"Biblio;ca Na¿ional,m.i¡a¡ al,cielo,.hacer ¡Br_rrl y corer escalas abajo. O cambiando de objetoy conside¡ando a la belleza de todas las bellezas:
Eljardin puebk el canto de k dube Hilda H.
,{qui.sí que no cosraba nada hace¡ un bloque de cine. Con iamisma Hilda H. se podía hacer, cantardo l rendlendo la ¡opa en eljardin. Pero. ¡poblar Ia Escuela Superior con la corrupcion d'el seRo,A.t
Veamos. l¿ra empeT¡r, no basraba con un bloque. Habia queconsrruir un numero nada despreciable de bloques. Sólá para decir quela corrupción del señor A. r¡iunlaba en la Escuela Superior.
. Primer bloque:El" Copihue" duerme plácido en su cama cuandolo sacude la mamá:
"¡Leuríntate, fnjo!; Otra rez t ni n ibgar aÍnsao!,,
Segundo bloque; El" Copihui'mere su ca¡ora en un lar.ato¡io, lasaca! se seca con un paño de tocuyo no muy limpio. Canta:
Al paar por el puentedc Santa Ckr¿me ntordieron bs penosdr da n Juana, huifa¡n¡a¡!
Tercer bloque: Casa del" Copihue" vista desde ei f¡ente. Se abre la
208
¡'r r.r r:r y salc el " Copihue" con una ro¡ti.lla enre los dienres, poniéndosel.' , lr;rr¡rrcta, enredándose en libros y cuadernos y corriendo como si lo',r¡irricn el Cura Patojo.
( )uarto bloque: el " Copihue" entra a la Escuela Superior entrerrr,r rr:Lrltitud echando zancadillas a medio mundo; ¡ermina dando
l',,lnrct;rzos a dos compaÁeros, Manuel y el loco Valdes.
()uinto bloque: el" Copihue" úl¡imo de ia fila está enr¡ando a la',.,1.r y rnirando con sorna y desprecio al seior A. que aguarda de pie
lrrrrt, r rrl pupitre.
Sexto bloque: ¡oma de medio cuerpo del seÁo¡ A. mi¡ando,'l ' t.)o¡ihui', pestaóeando, sonrojándose. Esre es un bloque muyI l lr(,l rante porque recién aquí se comienza a decir con palabras claras
,¡'r, lu Irscuela Superior está poblada entera por la corrupción delseñor
l)cro, ¿qué ocurre aho¡a? EI seúor directo¡ de la película se pone,1, 1,ic, da pandas a su silla de director, se mueve de un lado a otro,L i)nricr)z-a a gritar y ges¡icular. ¡Este sí que es ene¡gúmeno! Aho¡a es¡á
,,,'l¡rcando ei libre¡o como si quisie¡a charqueario.
";Creen que con tod¿ esta, esta... ¡MaUita sea! ¿Qte no uen de
qué se trata? ¿Cuántü ueces tengl que repetirlo? Et/l escuek
lry que pobkrk de ¡co-rrup-ción! ¿Con evo b uan a poblarcon esto? ¿Qte no entiend¿n? Sin un gran efeül de czmtpción,
se perdió k pelíatk. &ta u una pelícuk de comtpción, no de
prirnera comrnión. ¡De co...nup...ción! ¡Tniíganme a ese señorito
que estli interyretando al "Copihue"! ¿Que no entiende usted? El
"Copihue" es... ¡Va1a con Los actores que b itnplnen a unl! El"Copihue" es lz lkae para abrir b puerta y dejar abierta ante eL
público toda esta porquería dt señor A. Vendo al "Copihuy'', sóLo
209
uiendn al "Copihue", el público tiene que uer que el iardín pucbbel ilunfo de! señor A ;No!, quiero dziir, pueb'lz el sínor A'd"elniunlb... ;No! ;mallia sea! il rriurfo deiseúor A puebk el iardín.;Bo es! ¡Vamos a c0mnr24r lrrd uel ¡Quiero rr, ü ,ourpióndzl seítor A.triunfundo n toda k Bcuek Superior! ¡euiro ueruna ücaek Superilr enterament€ clrrumpida por it iñor A.
¡Todt conompida, entiendzn! El saior Rraor ¡conompido! elP7rter1, ic7rr7mpi¿o! el señor Aluear, ¡corrompido! bínitios, me/.os conompen todos, ¡que no les quede un piijo en Lt cabez¿ sinconomper! Y ¡un punta importante! ¡Sáquenme fu k uista alsenor A.!Aquí se trata de la conupción de/ senor A, no delseiiarA. Debemos formar moaones dr bbques: bbques de
,,0 , bbauts
de 'nup" 1 bloques de 'rión". La ,o*poro dn el úlrino roqul.
¡l\'adn cono u a umpctn para drz, tiques.' Cuando st ene'krnrxpana alrirmino dtl p.imer reoeo debe ser unn car,tpn,m dcet¡chust ram iento, de bodn negra. ale al"armn ¡ funer,zl ¡oda cnutn. Qtriero que nl sottn, esn cdmpann el p biico se nferre dr ksburnca,, que nague saliru, rccl¡in'e /os die)ttes ¡ pidz k caLrzn deete cllruptzr de menore: a gritos. Cuanda el piblico sea tulejtrt,podentos hacer con el setior A. un "Copihue';, con e/
,,Copihue,, un
¡eior Reoor, podrrma: ltarer lo qu( se nos orurra. Lo fi,id,t,renrnles Ere el rriunfo del¡ardirt cononpn nl Sr. A... ;Ao.,Quiero de,ir,'Bnh. ne uolt i n eurtdnr."
LIVL¡, RoNo¡ DE SAN MrcuEL y EL \'í{ Cirucls ¡¡ Bn¡ucs¡r
Sigue la crisis en el Golfo Pérsico. Cia-¡o esrá, a cada raro mepregunto cómo puedo escribir en medio de una c¡isis un seria. Comenzóa comienzos de agosto y hoy es 22 de ocrubre. Redondeando, se puede
210
'1,, rr ,¡rrc comencé a esc¡ibir a un tiempo con Sadd¿m Hussein. El,,., ll,r', ronlo se dice, histo¡ia. Pero no crean que no tenga relación
Lr lr'.rrlirr quc escribe Hussein con las historias que cuenta Lea¡. Por
, ¡, rrr¡,1o, ósta:
Iitt rn un señor de Kristianía\0ttndo a remache en una sacristía.( iri táron/e: "Eres un..".llupondi ó: "¡ Karap lúm!",:r odiosa señor de Kristiania.
lln cuanto a las tropas americanas haciendo maniobras porI L( r r()s de miles en los desiertos de Saudiarabia, cLaro que recuerdan esa
r r r¡rr rl¡¿if¡ d.f Ooema de Car¡oll que se embarca a la caze del Snark. Se
r,,rr.r tlc ¡ecobrar el derecho de autode¡e¡minación de los pueblos que
,,rr,l,r pcrdido por esos lueares. Lo que dice el campanero en este caso
rr,, Insta que Io diga cien veces para que sea verdadero.
Desde USA, un querido amigo me escribe y se reñere a " l¿ cisis del
t ,rtllit Persa" ylosimpacros que p¡oduce en ese país. ;Cuántos han mueno
, rr Alganisún mientras he estado esc¡ibiendo estas líneas! Cuántos en
l.ibcria, en Cambodia, en Jerusalem. en Líbano, en Sudáfrica. Claro,
,,,rno dicen, la vida sigue. Hay que seguir disrribuvendo cen'eza,
,.rcunando a los niños, ba¡¡iendo las calles, ente¡¡ando a los muertos,
l)ersiguiendo a los criminales, limpiándose los dientes. especulando en el
r'crcado negro, escribiendo boleros, comprando zapatos, colecciona¡do
cstampiiias, defendiendo en los t¡ibunales, vigilando en las cá¡celes.
lbdo sigue iguai. Por mi pane, dicto un semina¡io sobre un nuevo
rnodelo iógico y a veces me parece que -como ese Personaje de Rabelais
que co¡re de un punto a otro en la cubiena de un barco en a1ü mar ycn noche de tormenta- esto)' pidiendo que midan Ia profundidad del
mar. Con suma urgencia.
¿Me ocurre sólo a mí? Porque voy por la calle 1'tengo a veces la
sensación de que no es la ace¡a sino la cubiena de un transatlántico
211
y que rodos están inclinados en la borda, con el rrasero parado, cadauno echando su sonda con gran concentración. De los niios que ahoramrsmo mueren como moscas en Sudán y Eriopía, de los que caen enCambodia bajo el ataque de Khmer Rouge, deias mu¡eres violadas enKuwair, del robo y la torrura, no ha¡,detale. Se pierde el deralle debidoa la perspecriva del petróleo, que es muy a.lta.
Mi arnigo de USA dice " GoLfo Persa" en vez de " Golfo phsico,'.Aplica una regla antiretórica que Onvell me enseñó: De dás palab¡asque sign i6ca n lo m ismo, emplear J¿ mÁ cor¡a. No diga" rcorltiro" , sino' teóri¡¿"; no diga " rernohgico.' sino " tírniro' : no di{a " búsqued/l" sino" busca" : no diga " causnlfuico" . diga " causal . Todo" e,re esriramienro
¿tiene algo que ve¡ con la Ronda de San tr4iguel?
^ . jTodg riene que ver con la Ronda de San lt4iguell La Ronda deSan Miguel, ejem, es todo rodo, r'isto de una cierrJmanera que tienela peculiaridad de ser la única mane¡a de verlo todo.
Lo que me lleva a1 Vi¿ Crucis deBreuehel. No al Vía Cruci: suyo,que no lo conocemos, sino alVa Gaoi deJesús r.isro por Breuehel ypintado en un cuadro con e5e nombre. Vasra. mu1 ,*," p.r.oi.r,r,toma Breughel para su Wa Crucis. Tama perspecti,;a qu. uno á.ror"en percrbir el Vn Cruds. ¿Cuándo vi .r,. .u.áro por irimera vez? Noio ¡ecuerdo, pero mis cursos de filosofía de la his¡o¡ia esraban rodoshechos y rendidos. Breughel, de una plumada, borró el pizarrón.
^, ^QTi4: qué será la his¡oria. Pero las esrupideces que llaman
lilosol¡¿ ¿.. l, ¡;r,.ria ésas si que no só qué serán. aunqu. sé pJn qu. son.Har anécdoras en Heródoro. Tucidides. Jenolonre. plurárco. poiibioque uno lee v vuelve a.leer, prensa y ruelve a pensar. ;Habrá aiqo quese nombre cuando se dice " l¡iyoria" ? ;eu. r', , haberi
Habín una donrclk ru1n hisro,inno habia quiin supiün d( memorin.Se iba a un arenal(nadie sabia curil)
I o?tintabn un pequeño ffatado de bistoria.
212
, No cs ¡rara estrujarse llorando y reventar de ¡isa? Este es limerich,1, l ( ,r (luc cucnto ent¡e los sublimes; y pueden salir po¡ cienro de los
r,,r',r,,,,:, , rrrrtcmplando el Vía Crucis deBreughel. la perspecriva es mn
l, '
.rrr r ,rr l;r qLrc desaparece esa cosa que mis profesores y compañeros de
, r,r,lr,, ll;rnraban "sentido de la histo¡ia" y que hasta dibujaban con
rr, ¡ fl, i hu que iba de izquierda a derecha en el pizarrón.Sc mc ocu¡¡e que si hay cosas que sirven para representar el
., rrrlo (lc la historia, el Vía Crucis es una. De manera que Breughel,
I,rrr r,rnrl() como pi nró el Via Crucis parece esrar escri\iendo un limerich.,, ,l ,rt cl scntrdo de la histo¡ia. En es¡e cuadro suyo hav muchas lineas
,1, .r, t irin, paralelas, divergenres, contrarias, inconexas. ;Po¡ dónde va
1., lrtstoIia?
l.e crucifixión de Jesús de Nazareth tiene su público. Se está
l,,rrrnnclo va, allá lejos, en el ángulo superior derecho del cuadro. De
r,,,krs ledos se aproximan al espectáculo, a pie, a caballo, corriendo,, r rtrlrpos. El Gólgata en este cuad¡o de Breughel es un parque de
,rr r ,r.. ciones después del desaruno. NiÁos, mujeres, caballeros. Diviso a
Lrn scíror que va con un pequeño: caminando con é1, le ha quitado el
r1,,rro 1'1o alza jugando mient¡as el niÁo t¡ata de alcanzarlo. ¿\/erdad,1rrc vale? Quiero decir que un detalle así puede adueÁa¡se de todo el
, Lrrclro, de toda la histo¡ia, dejarnos con la boca abiena y echarnos a
, rnpollar tal como una gallina una buena docena de huevos nuelitos.
\tln a la crucifixión dir.i¡tiéndose por adelanrado esos dos. ¿Padre e
Irijo? ¿Hermano ma)'o¡ 1'he¡mano menor?
¿Qué diantres es la his¡oria? Hay una pelea en grande en otra
sccción del cuadro. ¿fuia, a¡raco? Los otros dos que lan a crucifica¡
van por su propia Wa Crucis. Hay grupos de caza que enrran al bosque.
Pandillas de niáos que juegan. Mujeres cargadas con bárrulos camino
de su aldea. La perspecdva es ¡an alta que no vemos más que desorden
y sinsentido.No caben dudas: la histo¡ia es un mi¡o. Atrás, aliá lejos, quedó
Jerusalem, encerrada en sus muros, r,uelta a las cosas prácticas, a la vida
o¡dinaria, después de expulsar hacia el Gólgota su carretonada diaria
213
de basu¡a. Vuelta a su vida prácrica, de negocios y administración,
Jerusalem. En alguna biblioteca de esa grar merrópoli, allá al fondo,
¿quién asegura que no habrá gente seria? AJgún erudito, digamos, que
trata de ar.eriguar los principios retóricos, culturales, psicológicos,pedagógicos, demagógicos que rigen el estiramien¡o o la estiración de
las palabras y que rienen efectos de los mfu r'ariados y desrinos de ios
más dispares y ranta peculiaridad en lo de suyo, propio y ca¡acre¡ístico,
por no hablar de ese elemento sui generis, particular 1'específico por el
cual en Iugar de estiración anden todos diciendo es¡iramiento siendo
que en iugar de crucifixión no hay uno que diga crucificamiento.
;Quién era este Breughel, tan perceptivo, tan oriqinal, sabio ytajante? Tiato de imaginar cómo e¡a el cuad¡o \ría Cru.cis de acue¡do
a las representaciones qu€ espigaba de niño aquí r'allá -en esrampas)
en sob¡errelieves de yeso, en ¡elatos, misas, procesiones- en mi puebloprovinciano. Si un pintor de mi pueblo pusiera el Vía Crucis en ¡ela
podria hacerlo desde cualquier perspecriva porque sería el mismo l.?Crucis, de ca6o a rabo, por donde se lo mi¡a¡a. Todos rend¡ían ca¡a de
\/ín Crucis, desde los niÁos has¡a los viejos, desde los qaros hasta iosjotes, desde los cántaros hasta las pipas. Los trajes. pantalones, chupallas.
ojotas, chamantos, polainas, sombreros, manrillas, todos sería¡r lí¿Cirrai. Quiero deci¡ si se aplicara un cedazo a ese cuadro del \lfu Crucisde mi pueblo provinciano en cada cuad¡ito habría un a cosa Via Guci:;un zapato \/ía Crucis, un pedazo de sandía \lin Cruci:, un tiuque i/za
Crucis, una cabeza de yaca \lía Crucis.
¡Qué contraste con los cuadritos del cedazo aplicado al l?Crucis de Breugheli Aquí, en cada cuad¡ito hal cualquier cosa, menos
rn Wa Crucis.
Es ran simple. Pero también ra¡ difícil. Dilícil porque erigeremover un mito y atacar un rabú. Yo no veía Ia Lire¡arura en el cine -nome daba cuenta de las triquiñuelas de la li¡era¡u¡a apor'ándome en las
triquiiiuelas más obvias del cine- porque las bellas Ierras las diaaban las
¡nusas. ke e¡a el mito: Las nusas decían sus ve¡sos hablando por la boca
de sus elegidos. Pe¡o, si e¡a el discu¡so de las musas el que escribían los
2)4
, l, ¡,r, l, , ,, ,., ritrro iba yo a tocarlo, descomponerlo, analizarlo? Ese e¡a el
rrl,,r Al frrr rlc cuentas, lo que no se podía tocat eran los mensajeros de
I' r,,rr'.,r,,,,I( nr{)doquesustriquióuelasyhasrasuspatraiaspasabansin, ,r,1.,,1,,r ,lc;rduana. Pasaba ¡una cantidad de basural Pero, pue, pase.
I rr r¡rrc quiero decir es que eI uia nucis es el camina¡ de Dios
, i,,.,rr,r,1,, ctt homb¡e soportando un made¡o sob¡e sus homb¡os,
¡ r r, ,rt l. ,r l;rt igazos y picanazos hacia el Gólgota. Ese es el hecho y nada
'1, lrr,r.rrrrr:r: el testimonio de Dios hecho homb¡e y delincuente y loco
\ l,rrr'r. l).rr:r nada en el mundo.lln limerick así, tan incomprensible y
'rl,lrrrr', Ito es cosa que toque a un mundo de monigotes sin que ésros
l,rr,,¡rr ,lt cllo un monigote.
Ahi cs¡án: mito 1.tabú. Niños, mujeres, animales, á¡boles.
rrrrr.ri.s. paisaje, todos transfigurados en el camino de Jesús hacia el
r ,',lr,r¡r;r. iA quién se le va a pasar por la cabeza ¡omper Ia susPensión
,1, r,,,lo, lr convergencia de ¡odo en eI Vía Crucil encajando en ese
r,orrl)ro, cn esa epifanía, acontecimientos inconexos. niños que jueean
,,1 lrrl,, tlc o¡o, cazadores que cor¡en t¡as un zorror ladrones que se van
,, Lr., n:unos. negociantes que regateanJ mujeres que se alejan con sus
L.,, rul,,s, ganduÉ qr. ,. di"i.r,.i, .uriosos desimplicados y mil detalles
,¡,r, rcducen ese camina¡ de Dios baio el rnadero a una anécdota más
, r r r.. lls mii que se prodigan en las afue¡as de Jerusalém?l'ues, a Breughel se le ocurre y Io hace.
¿Es maestro superior a Lewis Car¡oll, suPerior a Edu'ard Learl
l',,, sú. Hav mucho en esos dos poetas que viene implícito l'que no
, ( sra poco averiguar. Son o¡ra Vez los mitos y los tabúes. Se supone
,1rrc cscriben para niÁos; se pretende que ei mundo de los niños no se
,,,,1u., qu. t.1o d.je como está, que por nada del mundo se lo disrurbe.
s, .upon. rambién que ante.l Áunio del hombre maduro, el mundo
lr.liniil es como si n;da. Cuesta pasar (porloqueveo) deun Limerick
,lc Lear a una percepción objedva delsinsentido. Cuesla Po¡ el mito )' el
r,rbú. Quitados elmito y el tabú, no cuesta nada. Considérese esta estrofa
(salcn por cientos) elaborada atendiendo al Vía Cnrcis áe Breughel:
2r5
Pensó que uio a Jesúsaftastran¿o sa cruz.
Miró ota uez y uio
que era un mango de arcabuz"¿Me altanzaní con esto?" dijo,"para pagar k luz?"
La est¡ofa la escribo imaginando el cedazo "Via Crucis" aplicadoalWa Crucis d,e Breughely seleccionando el con¡enido de dos cuad¡iros.De alií se produce el sinsentido. Si aplicara el cedazo a ese otro VíaCrucis gue digo, el que pintan los monigotes que hacen de rodas las
cosas monigotes, entonces, no resul¡a¡ía un sinsenrido, sino una esrofamuy elevada, muy tautoiógica y ¿cómo decir?.
¿Me será permitido sugerir que el mundo no tiene sentido, queno le busquen un sentido al mundo? Dios encarnado en hombre,a¡rastrando una eno¡me cruz camino del patíbulo, a 1o que es patadas,latigazos y picanazos, expuesro y conducido con Ia propiedad v rigorde una senrencia .judicial tan bien pinrada como 1a que me.jor, encalidad de ¡eo-Dios, tan reo como el reo que más por reo se ¡crga,en predicamento cotidiano entre los que se echa¡ un trago y los quesuben al bus, los que compran an'ejas 1'los que venden sandías, los quese van a ias manos con el vecino v los que acar¡ean ladrillos. Dios enun emb¡ollo breugheliano así, es prueba a punto, de sobra meriroria,prueba l,requere p¡ueba del sinsenrido unive¡sal.
¡No. se me pasó la manol Quiero decir prueba del sinsenrido entodo lo que alcanza la visra. No hay más que conremplar el Wa Crucisde Breughel. " Wnga, uenga conn rga 'l dice Breuehel," O/uídese dcl nito,déb un puntapié al tabú. ¡Suba, uenga, mire conmigo desde aquí! Notenga tnied.o del uértigo de lzs alturat. Ya lo nrjeto. \rea e/ panornnn de lacosa o la cosa en panoranta y dígame de:pués si c/ t errlqdero sentidn no es
elsinsentido. O uiceuersa. Pero, ¿pnrn dónde sube usted? ¡Mire desde aqui,cammba! ¡No suba mtís ¿n'iba! Dade ni¡ arr:i¡¿ se ue todo, ciffta, pertcier¡o ¡amlsién qk( tú t( ue nnCa'.
t16
I )r,,.,rlijortl arcángeiGabriel: "And¿ a cuid¿r cordnos ¿LTutuuén .
i, I l.r,r ¡'.r r cL ir'r cl arcíngel Gabriel cojeando, bizqueando v agarrándose
, ,l' ,', ¡ r r.¡¡r rs l,r cabeza por los te¡¡ibles dolo¡es de muela que le venían.
",,, l,,rl,l.rr tlc los retorcijones de estómago por las ciruelas verdes. Por
l', rrr, r' rs, usí vino a mí el arcángel Gabriel. Porque I'o no soy ningún
1rI'rlrIl'(rl(.
I )i.s diio a uno de sus querubines: " Anda a jugar a/ hib dz oro
., l,,,,,tlrtn" . Y ocu¡rió que el dicho querubín esnba en lo mejor del
\ ,, 1.r,, rcllqo, yo las tengo, yo las sabré man¡ener" cuando se hizo oír
, rrr 1'r rr.r íu de todos los diablos en la calle que llei'aba a las afue¡as de
l,,, r,,,l, rrr. Salió, entonces, el querubín co¡riendo con los demás aver lo
,¡rr, ¡,.¡',;¡l¡x. ! '¿on qué se encontró? Se enconüó con que el mismo Dios
I ,l,r r I,,rjldo a unos asuntos en Jerusalem y ahora iba acarreando una
I I r/ ( llr( :lpenas aguantaba en los homb¡os mient¡as unos energúmenos
1, ,1.,1,.n ion picas, palos y látigos que era un escándalo. Llegó el
, 1 r, r rrl) in a donde estaba arrodillado Dios, justo cuando ie die¡on unos
.. "rrrl{)s pa¡a que cobrara aliento. Entonces se ace¡có a Dios, lo mi¡ó
1lll rlonlcnto y...
¡Á verl ¿Qué hizo entonces el querubín?
iJu.no, .rtoy t.guro de que ya 1o saben. Hizo igual que Gabriel
rr,rnclo bajó a cuida¡ co¡deros al Tütur'én. Lo que quiere decir que Le
rrurrl :r Dios sus moretones y cuchilladas, le metió ei indice ent¡e las
.rncs sanqrantes I'presionando un Poco entre sonriente, curioso v
,, ,rsr¡do le preguntó: " ¿DueLel" v sig:üieron en serie preeuntas mui'
,,1, jerivas -";l iónde n lleua ." " ¿Te tdn a lnrttarl" ":Tines miedo)." '
lr.rsLr que Dios fue obligado a ponerse de pie v seguir rín cruci: arriba..
I )espués de lo cual el querubín y los que lo acompaáaban se l'oh'ie¡on
.,,r¡iendo a1 lugar donde estaban las puertas que no se querían abrir a1
licv de los Gorgones mient¡as no mandara su buen piquete.
Y para.rtrs aituras será más claro que la clara del huevo que el
" Flor de Haba" iba con su cruz por esas calles del barrio. De modo que
,ro hay problema sobre quien era el " FIor de Haúa". Ni voy a dejarme
irsustar ¡o¡ los monigotes 1'mirar sin ver la enorme cruz que llevaba
217
Manuel A. sobre sus hombros por asesinar a su hermano. Ni mi¡arsin ver la que llevaba Salusrio, por no decir nada de lo que acarreabanenrre Berta yJustina que era como para que todas las bellas y todos losgandules del ba¡rio nos subiéramos arriba a paralear, sal¡a¡, baila¡ Iaronda y echar a vola¡ lu chupallas y los volanrines.
O sea que (¡la descubrí orra vezl) Dios anda crucificado ydescua¡tizado por el mundo; y no hat'manera de tene¡lo en el mundocomo no sea descua¡tizado v crucificado. O sea que, ejem, el mundoes una cosa... un aparato... un sisrema... un artefacto o adminículo quedescua¡tiza a Dios ni más ni menos que como el agua descuaniza lasal. Ylor nu, tratan de t¡anslo¡ma¡ es¡e a¡tefacro son ios monigotes deldescuartiza-mien¡o, qu€ es de lo peor que hay.
tmbién se puede decir que Dios es... es (1\/irgen de los Santoscielosl) una cosa... una cosa imposibie que quiás cuándo, cómo y a
quién se le merió en la cabeza. Porque no más aparecerse por estos ladossiquiera una imitación, simulac¡o o imagen suyos, 1¡ por más de ladoy de disfraz que lo haga, es descua¡ri:¿ado ipso Jaoo. Lo que no deja dese¡ en su peculiar manera una cu¡.iosa definición de la Ronda de SanMiguel. De manera que "r'olver r- hacerse semejanre a los niños" equir.alea d,ecir "
iMuchas graciasl" y " ¡Hasta Iz t,istat" aPeter Breughel, bajar de
esas aitas escaleras 1'reincorporarse a la Ronda de San lt4iguel como sino hubiera ocu¡¡ido nada a pesar de rodo lo que ocurrió.
LVLOS TUVT¡NTCXS DE LLA,R COI{O CUADRADITOS DE UN CEDAZO
POR EL QUE MIR{ EL MUNDO
Colocando un cedazo sob¡e el cuadro " La Crisis de/ Golfo persa"
o sob¡e el cuad¡o "1.¿ Caida clel lluro de Berlín" sonmiles dé esrrofus
218
Ir', ,¡rr, sc pueden escribi¡ para bailar la ronda. Por ejemplo, y pa:a la
rr,Nrrl.r(l (lue viene:
I.ts Rq,es que ouz'aban e/ d¿sierto
lftunt/lban: "¿Por dtinde es el Mar Muerto?" In dijeron: "¡lsienro,
(tf tcrcn un momenta
), tquí misml tendrán un tnar de muertos!"
Ni qué hablar de rodas las perplejidades que se pueden consr¡ui¡,l'lr,.rr,kr el cedazo al mu¡o de Be¡lín:
( Jn lrerlinés marristn sin futuro.¡r ltnda crucet contenpl,lnda el ntura.
Lr dijron; "Amigo,
l,usigtase e/ ombli{0,
I nurra es aLga o:curo t sin futuro".
(]ueda muy cla¡o: con Breughel es muy lácil comprender la, irt nsilrn v realidad del sinsenrido. El cuad¡o \/í¿ Crucis deja todaLr ()itcusión en perspecriva. Con Lea¡ es menos obvio: tenemos el
, I rti n tido ante ios ojos. pero no Ia extensión en que se espieó. Tenemos, lrr, tlcscubrir o suplir po¡ nuest¡a cuenta el cuad¡o de donde salen los
',rrrv'ntidos de Lea¡.
Lht señor que uiuía et¡ Sirants¿
dttba claes de té a lns leclntz",ts
pues /a sok noción
de comerse un ratón
le parecia impropia de bcltuzas.
¿De dónde puede sali¡ un absurdo así? Bueno, si de sopetón nos
l)rcscntan un cangre.jo vamos averlo como un absurdo que cien Lear no
)1c)
baswian para hacer algo igual Para el que está aJ tanto de las ecologiasdei caso, Ia cosa no riene nada de increlble. Cuando un inglés vicrorianome habla de un señor que rrata de arreglarle la definición a"las lechuzas ycomo si.firera poco enseÁa¡les a toma.ié, no m. cuoa mucho imaginarun cuad¡o de donde pueda emerger u¡ ser ran exrraño. ¿No llei,aronIos ingleses el ré por rodo-su imperio? ;No consideraron mirchas veces alos n¿rn os como seres inferiores que_había que civiliz:r sie mpre que nofuera mejor elimina¡los? En Tie¡ia del_Fueqo, Ios esunciero's pagabanuna libra por indio ona muerto-y bastaba qie los c,radores les'rraje¡¿nlas orejas. De donde sale sin dificulrad:
Un señor dedicado a ganaderoquería que aumentarnn sus cordero:se cortó ltls or4nsse ks puso a una oueja
quc parió cuntrocíantos nil cordero:.
O consideren rodas las esuofas que pueden empezar asr:
Se caeQnn /as mujeres onns uiejn,tnedia libra esterlina en cnda orqa...
Así, también, reniendo a la i.is¡a ei ,'Cuadro de nti Barrio
Prouinciaua" se ,pueden
consrruir e\rro:Js que van a parecer abrurd¿sar quc no esra al rario. pero no a mi ins:ruido lccror:
Ha[.,in unn stúorn en ln cariuaresrregaudo Lu ollas can irtquim,se nontó en un macho
que estnba nury borracho
y le dijo ¡Au reuoir.t a la ucinn.
tt0
O ésta:
Un joum era henero er?erto, aanq e
r confundía a ueces con el 1'unque;runndo le dio fu pknocn l¿ nuca a su henndno
quadó con k cabezt como un lanque.
O ésta:
El puebb era mu1 pobre, pero el río
igual cobraba por el regadío
h dnban f.ora de haba
I si no le batabah echaban un copihue ! lo uiol¿ba.
O ésta:
La usa de un senor mu-y eleganre
tenia un huerto atnis 1 otro dehnte.
Pero b suegra dijo:"¿No te parece, hijo,
que sobra con el hueno de deknte?"
O ésta:
LJna dama lz daba el pecho a un nino
metiendn utv cer(zrl en su corpino:
cuando b metió un ajo
gritó el chico: "¡Camjo,
estas cosas no se hacn con un niño!"
221
O esn:
Un nartillero público resueho
remataba niñitos enuueltos;
reuoluía el martilln
1 salía un caUilbd¿ niñitos enuueltos reuueltos.
O ésm:
De tanta estar Justina en b cocina
dadnbh k cuestión femeni ¿:
se sacó el c¿lmn
1' ntostró un manchón
como nn signo de intenagación.
O és¡a:
";Cdno hacerl, se decío el "Copihue",
"Si me arranco 1 me escondo en Quiribue,estos adminículos
lkntados testicubs
me lo: t,¡tn 11... notlt e Quirihue".
O ésra:
Al :alir fu su nicho e L "Flor de Haba"";Dónde uto1, dónde e:tof" preguntaba.
Se vbió a un peraldetrris de un mrz¿lque sabía mu1 bien dónde estaba.
2?2
LVIDe c¡r¡sros v rÉcNrces
( .uundo mi padre se fastidiaba arreglando una máquina
' ' l,rrr,¡lr;r: " ¡Carambal" Pero a veces lo oí deci¡ " ¡Cana.tost" Me daba
, 'r,
r'r,r rlcl servicio que la palabra le prestaba, pe¡o aullque me daban
1,,u,,r,, ,lc ¡roder de cir " iCanastosl" yo rambién, me parecía que no estaba
., Lr .¡lrrl:r de algo así.
Srrpongo que la palabra" canato" la aprendí cuando hacía dempo,lr, { slltra familiarizado con ios canastos, que los habia de todo tipo
1,,,r l( )(Lis parles. No sé cuá¡do en mi primera infancia oí que a lr4oisés
1,, ,,¡,,,',¿un ' su mad¡e en el Nilo en un canasro. Tengo que haber{ ,l,r(lo nru\', muy concen[ado cuando escuché esra historia, porquer''r nrcnroria sí que es clara. Esraba viendo vivita a la mad¡e de N,foisés
,,lr.lrrio el canasto al río ent¡e los cariave¡ales. Esrol seguro de mis',t rrinricuros mienr¡as escuchaba la hisro¡ia. Estas cosas, que la macire
r r lrc rr su hijo en un canasro en Ia co¡¡iente delTürur'én, no me ias iba., rnq:rr así no más.
Como esa otra hisroria, de F¡esia, que arrojó su hijo al suelo y1,, nr:rtó de un cabezazo de pura r,ergúenza cuando vio a Caupoiicán, rrcldenado por los españoles. ;No, ésu conmigo, nol Tenía a mi mad¡e
I)iua delenderme de estas atrocidades.
;Y ese canasro de lt4oisésl ¡N4ire que va a salir a ffo¡e en un bore así!
l\rrque esa fue Ia cuarra aplicación d ela palabra" canaro ': acarrea¡ agua(1)n un canasto. O sea, que había el ¡canastosl de mi padre, el can¡¡oclc esa madrecita que se gastaba Moises, los canastos propiamente tales(como decía el señor Abuno) y esos canastos en que unos tipos más
rontos que el " Copihue" acatreaba¡ agua.
Parece que en los tiempos de Breughel un tipo parecido de
canastos se utilizaba para acarrear luz desde la casa aJ patio, porquecn un cuadro suyo en que ilust¡a los proverbios flamencos aparece unseÁor que t¡ae un canasto lleno de luz de una pieza Llena de luz y que
)? I
se supone que va a vaciar el pedazo de" Capihui'en el aire del dia qucgracias a eso va a quedar más claro.
Otro cana-sro recuerdo de mis años de nióo: el canasro del quca uno le sacaba¡ los cho¡os. Casi esrol'seguro de que lue ese he¡manomio tan querido que decía "a butn entendrdar ?0c/1s ptikbtdi' el
primero a quien oí decir por no sé qurén: ".Mr erti sdcnlrdo lo: chorosritl canato" , cosa que me pareció mul' g¡aciosa, aunque nunca habíavisro canas¡os en los que se liela¡an choros. thnpoco se me ocu¡¡íaninguna reiación ent¡e la rabia dc mi he¡mano I'cue le saquen a unochoros de ios que ileva en un c:rnasro. Iqual valdría, o mejor,' nte e:tis¿ctutda los hueuos de/ canasra" . O los quesos, o las cas¡anas, oue eso sí
que era para iasridiarse.
De huevos, a propósito, mi he¡mano decía de ios g¡and3s ronrosde su generación que " /os lltunbntt en wt canrtsto" ,lo oue tambiénme hacía reír como un /interick de Lear. Después, uno de los jovenes
mavo¡es de mi ba¡¡io que va esrudiaba medicina cn Santiago r.euc cnlas r-acaciones se rebajaba a juqar con noso¡¡os a ia pelora. me mosrróen un eno¡¡ni libro en que leía v leía preparando un examrn. foros deunos pobres seóores enfe¡mos de los testiculos v que ies habian c¡ecidotan¡o que p;ia ir de una parre a or¡a ¡enían que lier';rilos en ca¡¡etil1a.
¡Avavalcitol ¡Ese sí que era linericl:lNo sé cuanro tiempo csruve con el estómago ¡naio debido a esas
forogralías l no sé cuál náusea f-re peor, si la que padeci en¡onces r.ienrioa esos honbres nontados en sus restículos como la Páia¡a Pinra sentadaen un ve¡cie iimón, o la que me brindó ot¡o de los mar.o¡cs ciei bar- o.Este había ingresado a li tr{a¡in¡ de Guerra. Vol, ra no re;u:rdo si deVaiparaíso. Gua¡'aquil o Singapore. Recuerdo, si, r'mu1,ciaro. que nosmosr¡ó en el ¡ío una tarjera posral en que dos muieres t.un homb¡e,desnudos, menos las medias, los calcerines, ligas v zepatos. p¡acricabancon la boca acros sexuales que el loco Valdés celeb¡aba ¡iendo a gri¡osmienuas 1n, sin ser notado, ral e¡a el alboroto de rodos por ver la posral,me ftri cor¡iendo a vomitar ent¡e las mimb¡eras.
Po¡ mescs esür'e sin acerca¡me a lima S., sin pensar en las noches
)1;
, n I lrl,l,r I 1., porque me daba miedo y repugnancia y tenía Po¡ cosa
, t,ür,r ,lr( todoel amor, toda la belleza y la ternura, no eran más que
, rr r', ,lr, r r io tic papel que apenas aguantaba sin reventa¡ la Podredumbre,¡rr, ll, v.rb:r dentro.
I'.lrrlca más quise acercarme a ese muchacho que nos mosüó [a
¡,, , ,i .'l No sl' decir con cla¡idad mis sentimientos, pero Ie tomé aversión
I'rr.r ',r( r)rpre. Recue¡do que sacó su bille¡e¡a y eligió Ia pos¡al entre
\ r ¡.r,, (l(r( llevaba en ella como i¡n tesoro. No voy a darle a nadie clases
'l ¡,,, r, ,,k rqía, ¡diantrel, de experienciu traumáticas y obviedades. "E¡¿¡
',\,t\ to .\( tnuestfttn a bs niños" , diría Justina sin vacilar v pondría sobre
lrr. ,rios sus manos.
I i¡clo se to¡nó tan oscuro 1' repugnenle en ese liempo. A-ho¡a sí
' ¡,r, ,, t crnía sobre el ba¡rio la inminencia. Aouí si que estaba el tabú
''r .,rr, [ , instalado sabe Dios con empleo de cuánta cantidad de energía.
I .r rrr ,r cne rgía, que el mero asomo de uansgresión, no firera más que
¡', ,r , l rincón del ojo, acarreaba una náusea de meses )' meses y Por si
lr, r,r l)(,co la inminencia ominosa. Pienso que no hat'dudas. Yo por,, rr( Dos no las tengo: con cosas así se revela la magnirud v el arraiqo
,1, Lr. lircrzas con que se ha consolidado la sociedad.
;Me creerán que esa experiencia de asco )'náusea cambió mis
' , rrinricntos hacia Berta ,v Salustio? ;Tanto eral Hasta a Vícto¡ V. Ior, ,rr, rl,.r con o¡ros ojos. Como uansfigurados esos tres por Puro contrasteJ
l,¡)r(luc ninquno de el1os ¡enía pa¡te en suciedades así. Y haciendo, , .¡, r¡¿¡ig¡¡r. ;rendrá iodo ese menjunie nause¿nte que se pusn mi
,,,,r,lle de leche en el pezón la misma iuerza, pero contraria, que esa
l,,rosrrfla pornoqráfica que sin consulta y de sopetón pusieron ante
rr is ojos?
¡Ha'olen después de ios juegos de los niñosl Pero lo empecé
,,,n Ios canastos. Vean dónde me encuenlro. Quería ascender a una
l)( rspcctiva que tengo en f isla. Iqual pude pardr de los alicates que me
( \riLl)a mirando sin cree¡, de los cepillos con que mi padre dejaba las
r,rl'las bellísimas de r,e¡, de ios fuelles de la lragua del pobre i4iguel A.
,¡Lre cer'ó a manos de su propio hermano. Pude comenzar por el brasero
)25
de Justina, por la bombilla de su mare o ese vest.ido de lana verdinegroque le caía rodo grasien¡o desde sus hombros encogidos. Tomé elcanu¡oporque frre lo primero que enconrré a mano.
Hav una fiase que he escuchado a los políticos suecos y queemplean nmbién los ingleses. En mi niúez c¡eo que Ie oí. La r¡aeCen'antes v bien pudiera ser sut'a y llevada a ouas lenguas. Dice: ",\lrplner t0d0s bs hueuos en un sob canato". En el campo, cargando suca¡reta los campesinos con las cosas que traran aJ pueblo para vender.vi muchas veces respela¡ a la lera este precepto; y hasra sin necesidadde que nadie io hubie¡a escuchado nunca. ¡Bah, estol'seguro de quehaua eI " Copihue" dist¡ibui¡ía así sus huevos si ¡uviera que cargarlos tlleva¡los al ne¡cadol ¡la,ja,ja, jaJ
También hay un canas¡o en esa f¡ase " no echar lz futn sana etiel can¿sro de k podrida" . O viceversa. No sé si la oí de mi madre porprimera vez. Ese es " e! cnnnsto dr las buenas junta:". del que todo niáoque se respete tiene que decir " iCnnastol" no mas ver1o, si es que existeun canasro así \'no es la cuad¡atura del cí¡cuio con o,ro no¡rrbr..
i\4e parece que esro es rodo Io que oí de niÁo sob¡e c¿nas¡os.
Cuando una cioncella angelical vueive del me¡cado siempre lieneuna criada det¡ás con el canasro cargado. ;Se imaginan una doncellasaliendo del mercado con su criada, después de hacer las compras perosin canasto en que acarrearlas?
A tn ptquenue/o que pedía pcras
lr dijo el ducúo: "Tbnta hs que quieras".
Pero no d,tba abasra
por no /lcuar canasta
.7,e/ pobre reuentó comiendo peras.
No renqo que decir que no soy capaz de escribi¡ una i¡ase sob¡elos orígenes de1 crnasto. Tampoco soy capaz de enume¡a¡ ¡odas las lavasde canastos que ha1: Ni conozco rodos los usos del canasto. En curná,los abusos. recuerdo a la judith pintada por Rafael. \riene acompañada
)26
,1, . r¡ , r i,r Lr, al amanecet despua de decapita¡ a Holofernes. L¿ c¡iada
r,l, ,,,,1,1c l¡ cabeza el cesto con la cabeza del desgraciado capitán, ta1
,,,rr,r Juslina traía el canasto cua¡do volvía del mercedo. De Judith y
I l' ,1, , f .r rcs podría escribir... Pase, pase. Cua¡do se dice " quien mucho
, ti',n,,r ¡toL¡t npvi¿¡¿" lo primero que imagino es un carLasto de vend.imia.
I Lr rrrros qirndes que llenaba y después no sabía cómo echármelos
rl lrrrrbro. Muchas veces me ocurrió un percance así I'endimiando.
I'l.rrrr, l A. se echaba al homb¡o esos canastos como si se pusiera el
'.r ,r rl)r( ro. No creo que sea co sa de limerich echu a ]¡ma S. en un ca¡asto
,.' 1,,.' plntorrillas saliendo por un lado y la cabeza ,v los brazos por, I , ,r r( ) \' llevá¡sela co¡¡iendo al oro lado del lagar. Rapto v violación
, , lrrt;r S.
I )nr de las pocas artes que aprendí de niño es la de hace¡ c2nastos.
lirr, rr.. quiero decir que más de un cesto teji. No es un a¡te el de hacer
.¡ r,r',ros. sino muchos artes en uno. O mejor, primero un arte, después
,,rrr r. rlts¡rués otro, hasta terninar. ¿Quién dijo que el uabajo borra 1as
Lr, ll,rs del trabajo? ¡Qué cierto esl El a¡te bor¡a l¡ huellas del a¡¡e.
. r¡l,iún la na¡u¡aleza trabaja encima de lo que trabajó. Y vuelve a
Lr.rlr.rjrrr cncima. Y encima y encima 1'encima.Uno ve al " Copihui'y no hav mane¡a de disolve¡lo. ¡Cómo ha
, l, ',1,lcs¿ds u¡¿ 5s¡ie áe anes Ia naturaleza para formar a ese desagradecido
,l'l' tlopihui'l Paso con paso, de arte en arte fue haciéndolo. El ar¡e
,l, nndurar el huevo en su madre, el a¡te de fertiliza¡lo con el semen
,1, ,Lr ¡adre. Sin habla¡ de las mil artes del padre para que ia madre Io
,1, i,rr.r madurarle el huevo y viceve¡sa. El arte de hace¡ las neutonas,
1.r', ;rrtcrias, los músculos, tendones, cartílagos v huesos de" Copihuito"
, i, ntro de su mamá. Hace¡ todo el c erebro del" Copihrr" ese genio de la
r,rlr Lr deldos. ¿Se figuran? Yo no sé quién sabrá computar todas las anes
,¡rr.. trrra sobre una desplegó la natu¡aleza para hacer aJ'' Copihue".Ni( reo que hava un espíritu que perciba el trabajo oculto en el despliegue
,1. ¡oias esas arres,;omo quien dice mi¡ando al " Copihud'' Hacer un
' csro, cla¡o está, es cosa que sería ridículo comparar con lo que hace
l,L naturaleza cua¡do hace la punta de un pelo deL "Copihue".Pero,
2)7
humilde como es, un logro así rambién envuelve en serie muchasarres. Hay que conocer el ane de elegir el mimbre, el a¡¡e de co¡¡arlo,de acarrearlo, descortezarlo, remojarlo y hendirlo en cin¡¡. Hay queelegir el mimbre de la rrama, ajusrar aJ ruedo ei larqo de las huinchas,atende¡ a la humedad y a los nudos dei mate¡ial.
Supongo que no pasé de principianre. No llezué a acerca¡me delejos aJustina. ;Ella sí que era expenalTejía como si no rejiera, fumando,rezongando. No iba a compara¡ ei adelesio de ca¡asto que salía de mismanos con el ca¡asto en que ese mismo adefesio se tansfo¡maba cuando
Justina, moviendo Ia cabeza, lo ¡ehacía entero.Pero quede consrancia de que vo pensaba, aunque fuera un
poquito, mienrras tejía mi canasto. Un úril iba saliendo de mis manos.
¡Si sólo fuera un útil! Era espacio que habia agarrado en un r¡amado demimbre. Nunca he tenido que corregir mi percepción de los canas¡oscomo los percibí de niño. Hasra pienso que nunca después los percibítan bien, Después he visro pelícu1as en que se esrudian de¡alle aie¡allelas acrir.idades de los pájaros haciendo sus nidos. ;I4e creerán? porque
yo siso sin creerlo mucho, habiéncioio visro .on ri, o¡or. Ha1-pájarosque tejen sus nidos colgándolos conro cesras de las ¡amas. ;Qué digo"coma cesta") ¡Son cestasl Aquí no hav ¡¡aslado me¡afó¡ico de unapalabra. Los nidos de esos pájaros son cesras, r' la misma Jusrina notendría detalle que corregirles.
. En esa percepción mía de los canasros tejidos con mimbre parejov disposición simé¡¡ica, ),o veia no só10 una idea rejida en mimt¡e. sime permiren hablar con figuras... ;Tampoco son figurasl Se rra¡abarealmen¡e de una idea tejida en nimb¡e. Siendo niño consr¡uía uncanasto v pensaba, bueno, no pensaba, aunque de a1gún modo lo hacía(y harto me apoyaban todos: mi padre, mis maesrroi, mis amigos paraque lo hiciera), pensaba que los homb¡es habían captado la-idei deun espacio vacío, disponible, empleando el hueco formado por susmanos, por un ¡¡ozo de c¡áneo o una concha 1'que habíar ido más alláconsrrulcndo ellos ar¡efacros que encerraral es¡a,-io.
Téjer el mimbre pa¡a lormar un hueco así fue experiencia especial
:28
,1, ¡'rr i¡rfr¡ncia po¡que hacía yo el t¡abajo, aunque lo hiciera mal.
ll ' , rrlrrlr¡ .l asomb¡o que sentía: que los hombres, como si se jacaran,
l,,,l,r.rn rurancado el mimb¡e de las mimb¡eras y decían cannndo
r,rr, rrrr.rs tcjían: " iBah, no sóh encenamos elespacio en gedt, Io encetamos
, 't tttttul,rr! ¡Tejemos k id¿a" -
ll,u yo tramando las cinras de mimb¡e en el a¡mazón ciel canasto
r ¡,, rr,rrl,r cn los hombres que en ¡iemPos primitivos va habian resuelto
r, ,, l, ,,, I rs detalles del arte. No había que Pensar más pa¡a hace¡ canastos.
L,' , l rrrtc dc la cestería como un g¡an mensaje, tan claro, Ia¡ ar¡iculado,
r.,r, ¡,r',xirro. Como si esos genios primitivos nos hablaran y nos dijeran
, . . , .¡ ll( i, ]nes. sus rrabajos ]' su Paciencia.lJrrstaba hacer un canasto para escuchar un discurso lejano que
ll, 1',rl '.r tlistinto ,v preciso y que contenía de pane en pane pensarnientos
r r r , l;rros de entende¡. A-hí estaban las mimbre¡as. Bas¡aba senta¡se a
t¡ l, t l);L'.:1 convefsar directo I'caleqórico con nuest¡os padres le.janos
\ (l1r¿ grande enseÁanza nos habían deiado aJ ¡ranslo¡ma¡ las cosas
,,.,',,',,1., en materia de sus a¡tefac¡osl. EL hombre saltaba uí al plano
(lLr(' l,' clestacaba del ¡esto de los a¡imales.
l)cro como cuento, vi despues esos pajarillos hacendosos cortando
l,,rl,¡, ilcarreándola en sus picos ¡' tejiendo con ella cestas colgantes
¡,, rlccras para anidar y empollar. En¡onces... entonces... ¿Qué hav tan
,1,
1,,
¡ri
.,l,rurdo en esa histo¡ia del señor que enseñaba a tom¿r el ré a las
l,,rz:s? I-a verdad. Io menos 0ue Duede hace¡ uno es exclama¡ comorrzrs? La verdad, Io menos que puede hace¡ uno es exclama¡ como
y.rJre: " ¡Cnnastost"
LViIEr czul,lsN o¡, Fnt'.*clsco \{
El crimen de F¡ancisco \/., que tenía tienda de ropas y calzado
, n cl centro y vestía como un eLeqante de película, fire premeditado por
)29
donde se lo mi¡e. Pe¡o no hubo alevosía ni ensaña-mien¡o. ¡Pum, pum!,
u¡r balazo a cada un o ,\t" ar¿stmle, Jl1rgento" .
Si me preguntaran a mí, ni que hubiera premeditación me parecía.
Háganse una secuencia de bloques como en las películas. Vinie¡on unos
a decirle a Fra¡cisco V.: "Estin en uM caJa, al otro bdo del rio. Vueluen
en coche, entre doce 1'media 1 una" . F¡ancisco V. no mostró seia ninguna
en la ca¡a. Dio lu gracias por ia ambigua co¡tesía 1'siguió como si nada,
arendiendo ent¡e sus empleados. Hacia las doce F.le a Ia uastienda. Se
quitó la cotona, se enjuagó la cara, se peinó ante un pequeóo apejo, se
esparció colonia. Pasó al pequeÁo escritorio, abrió el cajón del centro
y sacó el revólver. Se ¡eguró de la ca¡ga y lo encajó en¡re la camisa v
el panulón. Se ajustó la co¡bata. se puso el r'estón. Saliendo, agarró al
vuelo su somb¡ero de la percha v gritando hacia los mos¡radores ";)?
uueluot", desapareció ent¡e el gentio cie la calle Come¡cio. Frente a la
Cared¡al se persienó, siguió calle abajo v fue a insularse junro a la
ba¡anda del Puen¡e Chico, a la ent¡ada del pueblo.
;P¡emeditación? Habría que preg,rniarle al Seño¡ de los Cielos.
tr4ás parecia predeterminación, aunque resulte más ia¡go.
Esa ma¡ana de mi vida se qrabó muv bien en mi meno¡ia. Hice la
cimarra. A¡duve río aba;o, como siempre que hacía la cima¡¡a. comiendo
moras, flores de me mb¡iilo v chori¡os crudos. Hacia el mediodía llené e I
tiempo que quedaba hasta Ia hora de almuer¿o banándome no muv lejos
de1 Puenre G¡ande. No recue¡do a nadie en e1 rio a esa hora. Despues
de nada¡. debo habe¡ do¡mido un ¡a¡o. desnudo sobre Ia chépica. El
calo¡ me desperró. Me vestí r'me eché a caminar de vuelta, c¡uzando
los pasrizales en¡re el río y el Puenre Chico.
¿Qué pensaba? Lo de siempre: que alqún día se descub¡iria
que hacía la cimar¡a porque todo. sin falta, termina por descubr.irse.
Entonces... ¡mejor no pensarl
la antes de subir al camino de terraplén me di cuenta de que
era Francisco \l Se apoyaba en la baranda con los b¡azos cruzados
sobre el pecho. Sin idea de mi alma. me ace¡caba al bloque principalde una gran película. Sin idea ni la que más remota de lo que hacia,
l.l0
r' , ,r.rlrir rr((icndo en un enticlimax. Quiero decir, ejem, algo que se
l, , r r r,r ( ll.l r)(lo una linea secunda¡ia de acción cob¡a significancia por el
,¡rrrrr.r',r( crr tlue la percibimos con la línea de acción principal Acaso
rr,,, ,r.i nnl dccir que se tra¡a de dos películu que se cruzan^por un
r¡,,rr( uo y "l
azar''la película" Critná I'aionaL en el Puente Chico" se
,,,r,, ,,,n lr pe\atla " Cimana ett e/Tutut:én"
\',r lo dije, poca cosa sería mi pueblo provinciano \'.menos que
I ,, ,, ,r ( ( r\;r nti É"rrio en su borde no¡ri' pero en- él hasta la última de las
,1,,,, ,,', y .l último de los gorriones tenía su película propia'
No rccuerdo much-o de mi ¡elación con F¡a¡cisco \¡' ;De dónde
1,., ,r rr¡i cr ¡clación entre los dos? i\{áJ de una vez, ¡ecue¡do, me detuve
| ,,llvcrs:rr con é1 y sus empieados' en Las horas de siesta' en las puertas
, l¡ ,,U n( rlocio. Sin qué hacer, se sentaba¡ allí a esPanta¡ moscas Y contar
Irt,trrt irt s
( luando aho¡a pasé junto a él me saludó sonriendo Hasta
rrr, ,rr rrrició, p"r"rrdo * mano por mi peio. ¡Si no tol a recordr esa
, .r r( ii¡ rlc Francisco V.! Po, esa-c¿ric'a ésrá roda la escena rarl clara en
rrr rrt nroria. Más que por los baiazos. Con la misma mano con que
rl,.' ,r rlisparar dentro de unos minutos sobre su mujerv su amante, me
.,, ,',icilúa al pasar. Sonreía F¡a¡cisco \¡.. saludándome por mi nombre
ll,, rrcrdo que me dio orgullo que un hombre con cosas mn serias que
lr,rr r nre riconocie¡a. Seguro que sonrei 1'hasta dije algo'
l'ero no recuerdo.
lrn mi casa es¡arían por sentarse a la mesa Debia aPura¡me' Creo
r, , ,,r'cl:rr mi extrañeza de ue¡ a F¡ancisco \¡. apol'ado en la ba¡anda del
l'rrcute Chico. ¿Qué hacia alií. solo. a Ia salida del pueblo, a todo sol,
,r ur) paso de lat hediondec.s del Basurero Municipal, un hombre que
,l,l¡ía csta¡ atendiendo su enorme neqocio?
Y mienras almo¡zaba, mirando de sosla,vo Porque no me vieren
l,r cimar¡a en los ojos, el coche en que vetlía con su ama¡te Ia seño¡a de
l r¡ncisco V. llegó al Puente Chico. Aquí no se trataba de dos películas
,lisrintas. El maiido sacó ei revólver l disparó a quemarropa, expresión
,1uc se disueive sola.
23i
Lo supe en ia noche, a la hora de corne¡. No senrí náuseas. Niasomos de náuseas. Recuerdo, eso sí, el desconcierto, que duró meses y
meses. ¡Qué digol A-úos duró. También ¡evivo en mi memoria la piedad.
Por la esposa de Fra¡cisco V., por los hijos que quedaban sin mad¡e.
Piedad por el mismo Francisco \{ ¡an educado y elegante.
A nadie di¡e nunca una palabra sobre mi encuent¡o ese mediodía
en el Puente Chico. Recuerdo que la figu¡a de F¡a¡cisco \/. se adueñaba
de mi imaginación. ¿Qué pensaba cuando pxé junto a él? Alargó ia
mano, acariciándome, me saludó por mi nomb¡e I'sonrió. Estaba
aguardando a1 se r que más amaba para matarlo. ;Qué pasó por su mente
viéndome c¡uza¡ el Puente Chico: 'Cómo
vo¡'yo a saberl Lo que sé es
que había dos personas en F¡ancisco \'. \b me cruce con una de las dos.
Su mujer t'su amante se cruzaron con La ot¡a. Recue¡do que sudaba en
las noches en mi cana t¡atando de 0ue no file¡an dos personas, sino
una. No lo ioqraba. ¿Cómo pociía a^sesinar a la mad¡e de sus hijos un
hombre que sonreia v acariciaba a un pequeÁo sólo un momento an¡e-sl
Ocu¡ría una cosa i'después ocu¡¡ia ia ot¡a. Me sen¡ia ofendido. tr4ás
ofendido que cuando Irma S.. ca-.nino del cent¡o l muv arregladita,
pasaba por mi lado rin mirorme.
;Qué importancia podía tener vo e n ese mornento para Francisco
V? \a sé, un di¡ecto¡ de peliculas cue¡¡ía darme un coscacho, por
ronto.";lmportanciai Pero, jovencirc. ¡su papeles cruciall Ljteralmente.
porque como dice usred mismo. us¡ed se c¡uzr. ;\o se da cuenta? Usted,
de sirl¡uo, suspende ia acción. Us;:i aparece. r'iniendo sa'oe Dios de
dónde. r'la accióir se suspende. ;.{r. mi amiqoi En esto de suspende r la
acción... ¿Leyó el,,1¿aralp,crs? ;N6 1¡1ponal... Un senricio, una sabiciu¡ía,
una profundidad... Vaya a ver mi película" Crimen P¿siondL en e/ Puenre
Cbiro". El púbfico está de tosta¡]o. mo¡diéndose Ix uias, ti¡ándose
los bigotes. Todos aguardan sin que se oiga más que ei casrañeteo de
los dienres. Pero, ;qué ocu¡re? No aparece ningún coche. Aparece en
cambio, usted peidone, un qandul flacucliento que sube casi a gatas poiel terra.plén v se echa a camina¡ daado puntaprés a las piedras, sin idea
, i, I r',,r .rrrrtio por el que va a cruzar. El mundo, si me pe¡mite, está lleno
,1, 1i,,,',l,rl.s aií. Pero ¡no la historial. Elpúblico reacciona como u¡ solo
1,, ,', ,l ,,, , cort visos de saca¡lo a usted a lo que es patadas de la película.
,{ .lr rn,¡rt , rnocoso de porqueríal ¡i\4ándate a cambiarl Esto siente y grira
, I l,ul,li.r. Bueno, no tanto. No falta¡á una buena seóora que se lleve
l, ,,,.,',,, ul corazón: iQuítate, quítate, pobrecito, que te van.a dar un
l'.rl,r¡, r ti tambiénl Fuera de es¡a buena seÁora, que por lo demás no
, r,r rr.rtlu de ma1 para la venta de mi pelícu1a, todos quieren aplastarlo
r r',r( (l ), ccharlo fuera. Pe¡o ¿qué ocurre ahora? ¡Ah, esa sonrisa, esa
,,,.,,,, , , ¡,r. ,. alatga, esa caricial Si, sob¡e todo esa c¿¡icia sob¡e las meches
,,,r,,',. j.\. da cuenta? Usted suspende la acción. Francisco V. igual que
,l 1,,,1,1i,,,, hasta más que el pútlico, aguarda que aparezca por fin ese
, ' ,, lr, . I:n lugar del cocie, ap¡ece us¡ed. Pero F¡a¡cisco \'. no Io sac-q de
, rr n r( ( lio a g;itos y empujones. Todo lo cont¡a¡io' le son¡ie, 1o acaricia.
,'\1, rrri :rnrigo, sólo un genio puede combina¡ las circunstancias asíl Se
,,',,,',,,,,t,,n"po, todas pattes, pero sólo un genio sabe encontrarlas v, \ l,l,)r.rrl:ls. Mtt. 1o qu. o.utte ion ei público. Esa sonrisa, esa c¡¡icia de
L.,r,, isco V ha tranimutado los sentimientos del púbiico. Todo corría
' r, u rr,r dirección, el colapso sangrienlo de un triángulo pxional, ejem'
h 1.r t'r irrancisco V a los amantes? Todo apunu en una sola direccrón'
I ), 1,r.nto, apa¡ec: usted. ;Qué hace üí ese nocoso? ¿Qué ocurle? ;Qué
lr' , lc llran cisco \4, de esa ¡esolución su)¡a que estremecía Po¡ serena v
,r',' ',inr?,,{sí se pregunta un poquin frusrrada la gente del público al ver
., I r,rrrcisco \l i un prso de ponerse a iugar a1 emboque con usted. Sí.
rr. r'strí mal esa ideisui'a de dos películas que se cruzan No está nada
,l, rrru1. Al cruzarse se superponen. Y sobrepuestas, una desdibu.la a la
, )r rir, y viceve rsa. ¿Cu,il o .,tli,lt-bigedad pura. Ha,v un bloque doble,
,1,,r bloques en uno, un bioque en dos. Muv apropiada-n.rente puede
,1, , irsc que usted ent¡a en la película de Francisco \/. y que Francisco
\1. . ntra en la película sui'a. ;Se da cuenta? Con este en¡recruzamietr to,
',,,1,, ,c pone a vib¡a¡ en el Puente Chico. Ninguna brujería, pura
,,rr¡,,,rposición de películas. Y cada miembro del público experimenta la
,,'i,,,o,n,bigu.did. ¿En qué película estoy? se pregunta cada micmbro
.r li
del público, ;En ia del gran vengador Francisco V o en la del cab¡ito
cima¡¡e¡o? Ve¡ a un hombre que va a matar acariciando a un pequeño,
o ver a un pequeno que va a a.lmorzar aca¡iciado por un hombre que
es¡á haciendo Ios punros par¿ maur. e5 una gran experiencia, mi amigo.
Una experiencia d¡amática. Le aseguro oue ya no hav uno en el públicoque quiera sacarlo a usted a paudas ciel lugar. TaJ es el impacto de esta
superposición de películas en Ia psiquis de todos. No hay' t1n6 q¡s t.vea ahora que el escenario es tan propiedad suva como de Francisco V. Yobserve esto: el público y Francisco \l no saben nada de us¡ed, no saben
de dónde viene ni para dónde va. Sólo usted 1o sabe. Pe¡o el público I'Franciso \/. saben muy'bien de dónde viene F¡ancisco \{ ,v para dóndeva. Sólo usted no 1o sabe. ;Se da cuental Usted es un cero por donde
se lo mire v Francisco V es el infinito por donde se lo mi¡e. Usted no
significa nada, él io significa rodo. Esa es Ia lo¡ma de la combinaciónque vemos rodos los días por toias panes: el cero v el infiniro. Lavemos en ei colegio, en los hospirales, en las iqlesias, en los t¡ibunales.los reqimientos. las fáb¡icas. los ¡estau¡antes. almacenes. peluquerías.
Yendo por la,,ereda. subiendo por una escala, r'iajancio en t¡enr po¡todas partes la enconrramos. EI ce¡o v el infinito, fb¡ma de las fo¡mastodas. Pero, mi amigo. el contenido de esa forma es cosa distinta, cosa
escu¡¡idiza. ro¡nadiza. \/ea su encuen¡¡o con Francisco \". en el Puenre
Chico, vea mi pelicula " Critnct ?aion.il en el ?uente Clrir¿". En este
encuenlro. en este anticlínra'i, ;odo se pone a vib¡a¡. ;Po¡ qué? Por el
cruce de dos peliculas vibra. \'no hal un miembro del púbiico que nose pregunte: ¿Cuá1 es el ce¡o acui. cuál :l infinl¡or Poreue parece mur-
claro que usrcd es un cero en la película de F¡ancisco \i Pe¡o igual de
claro resulta que F¡ancisco \i es un cero en la pelicula suva. Cuando las
dos películas se superponen. ¡esulta cue 1o que era claro, por separado,
se torna oscu¡o. por junro. Uno no sabe a qué atenerse. A-hí está e1
4rr;r/. Lo que puede extende¡se a rodos ios encuent¡os del mundo. Son
peLículas que se supcrponen. Todo liene a parar en e1 contenido del
encuenrro. Digamos, usred se encuertra con cI" Flar de Haba" . ¡Qoéocu¡re? Nada ocurre. Si h;rsta se pueie decir que son la misma pelicula
ri,i,'lr',, (los. Pcro, si es con Francisco V. en ese Puente Chico que se
, rr¡ lli lrr;r rrstcd... ¿Me endende¡"
,:(.)1¡[ I¡s dicen enronces si hubie¡a subido al terraplén justo
, ,rr,,,1,, ¡xsaba el coche de los amantes? ;Si fucardo N. (así se llamaba
, J rrll,rrrr de la película), dá¡dose cuenta de Ia situación al dii'isar
rrrr r r r r,, nllis allá en el Puente Chico a su adversario, me dice que suba a
l, ¡'r,,,r,kra el muy bandrdo, metiéndome en Ia pelícuLa suva ¡al como
r1, lrrin sc mete a un cen'adllo en el esróm€o? ¿Qué hubiera hecho
1,, \r'111¡¡1¡ que salto encanmdo a la pisadera del coche. Así, cruzaran el
l'Lr, rrrt (lhico los amantes conmigo cub¡iéndolos con mis espaldas de
I r,r rr, isr o \l ¿No es para quedarse pensardo con todos los riedos meiidos
' r, l.r l,.ca? Tres películas, no, cualro películu se ctuzan en el mismo
,r',r.rr( en el Puente Chico. lorque no le vamos a negar su película
¡,r,,¡,r.r ;r i{icardo N. Todo cambia¡ía entonces lnterponiéndome con
rll r ( ü( r l)o enrre Francisco \i y los amantes, una de dos, o me Yuel: la
, .,1', ,,.r tlc un balazo Francisco \/. o se queda allí patidifuso, rumiando
1,, r',,rricntos sobre el aza¡, el destino o, más segu¡amente, sobre las
r,l\( rrencias del Cielo. Y nc lue¡a a Ia cá¡cel, como fr-re, 1'su muier
, r r, r.r. Avcrgonzada y todo, siguie¡a viviendo y criando a sus hiios.
li r, ,rrtlo N. r'iviera entero, entonces, ]' no con un ojo menos y Ia cabeza
, ,,rr,, Ic quedó, al pobre, con Ios to¡nillos sueitos como decía el loco
\ ,,1, Ics. y que ni para jugar a los puntos con el " Copibue" le alcanzaban
I ,, lrr.cs. Todo es cuestión del lugar en que se encuenüan las pelícuias.
I ,,r cicnrplo. e1 lugar en que se encuenl¡a Edipo con ese desconocido
,lr( e n srl propio padre. Venia de camino también Edipo. El padre iba
1,1)r (l rlrisn.ro camino en su coche ¡egio. Nlis he¡manos mavores me
, ( )nl ¡l)an la historia de Edipo como una Película que a\anzaba de hor¡o¡
, n lrorror. Peor, mucho peor, que la pelicula de Victo¡ \l Se peleaban
rrris he¡manos mayores sobre el encuentro de Edipo con su padre. Que
1,,r,1,, p¡oducirse así, asá, que pudo no Producirse.
"Pcro, ¿cómo no ihan n encanítlrse?".
"¿Qué hay de imposiblc en que na se encontrarnti".
23i
" ¡ Tení an qu e encontrarse ! ".
"Pero, buno, Edipo pud,t t7mar 0ti'0 camin7"."Puio, nadie te k disrute. Pero el hecbl es que n0 h tomó".",4sí sertí, pero eso no tiene nadt que úer czn el d¿stino"."El dexino se cumple at hrchos, ejcm!"."Pero bs hrchas puedtn sn 1,
puedzn no sn"."¡Eso precisamente! EI fustino se cumpl¿ en hechos, que pueden ser
1' pueden n0 ffr, perl b indisrutiblr es que fueron"."Lo que lLtmas destinl n0 es mtís que caua/idad"."Considera k histaria. Al padre k dicen que ua a morir a manos
del hijo..."."¡Esas son patraúas!"."...Apenas nace el hijo ia tLz n x pttJtlt pdfft que k nzate..".";Por qul no h mató éi nivno, a t.er? ¡Patrañas!"."...ELpastor no se arrere 1 abdndota a! pequeúa entre las roc¿:..."."¡Traíak, rrníak!".
"...Antes que ks Jier¿s, arra hontbre encuentra aL nitio 1' se k llnnlejos... ".
"¿Par qué no se lo /Leua cerca nejor:"."Casualid¿d sobrc cnsuaLid¿d. l:í se fonna e\..."."¡ Denasiado para cuenro!".
"Edi¡,0 crece. De casutlid¿d en catalidad, crece. Cotna toda h,co:a, de c¡yta/id¿d en ca¡unlida/. Hasta qua lbga a ese cdntino,
al que pudo no lltgar, :e ttiruenri; cln lu uerdadero padre, riene
con él un ahercndo qut puda no ¡et¡cr. \'b matd...".
¡Ai', a1', ayl ¡Esa sí que era granciel Y se la sin'en a un pequeño
como si lue¡a un s¿ndwicb de a¡¡ollado. Saca¡se un pie y esconderio
det¡ú de la puerta de San José ¡esulta una bagarela para niÁos con
dientes de leche. ¡Hacer que Edipo no se encontrara con su padre en
ese caminol A¡tes, me n.rordia Ia punu de la nariz.
236
L\4I]llr. ono¡,N o¡ Fn¡¡clsco V., cABATLERo DEL clos
I{,, rrcrdo Ia baranda del Puente Chico. ;Qué r'ie ia y peligrosa
r.rl,,rl Así 1' todo, con Fernando y el " hco thl/á" coníamos por ella
l,r' r, rilo piruetas como en Ia cue¡da foja. ¡Y floja eral Si mi padre
lL' ¡',rr,r u srber, ¡la paliza que me llevabal
No sé si ocur¡e a los demás Io mismo. Recue¡do una historia, le
,1,,\ \ n( lr:ls i'\'ue ltas, pe¡o escapa a mi percepción el elemento I'enebral.
I r, r, ,r n. de es¡e elemin¡o todo se o¡qaniza 1' todo se caPta con claridad.
l',,1 ¡,,,,.,,,r oscuras tantas cosas) po¡que no se percibe el elemento
' , r r, l , r u l. ir jemplo a punto: esa ba¡anda medio desve nciiada ciel Puente
rIrr,,r. l,rrsri -ucho tiempo. arios de anos. Recordaba y volvía a ¡ecorda¡
r ,r ( l,( ücntro con Francisco \/. ese mediodía y no me daba cuenta de
I r |,,r,rrrdr. \4iraba y mi¡aba la bara¡da en mi imaginación' pero no 1a
,, ' lirrlos mis pensamien¡os sobre F¡ancisco \{ v mi encuenr¡o con él
, ' n r, ,liodía (;de noviemb¡e? ;de 1934) se organizaban y sostenían por
l, l,,rrurtla. Pero, ni una pizca de cuenta me daba. Crujía la ba¡anda,
I , I r( ( iil (lue se iba al ba¡ra¡co con baranda l' ¡odo F¡a¡cisco \l Era tan
,l,rr,: si se de¡¡umba¡a la bara¡da, todo se de¡rumba¡ía con ella. Sin
,l.,rrc cLrcnta. me apor'aba. pensando l padeciendo. en esa ba¡anda
lrLr t rLriíl a pun¡o del colapso en mi imaginación.
No, no senrí náuseas esa noche, cuando me contaion que
I r ,r r, isco \'. asesinó a su mu jer ¡ dejó aqónico a su amante. Los pelos se
rrr, pon ian de punta pensando. Pero náusea no sentí. li4e daba rueltu en
LL , ,rrnl ¡ara cambiar de asunto, pero no demoraba en apa¡ecer Francisco
\' :r¡ro1'ado en la bararda. Lo que tenía, io tenía en otra pute Francisco
V l)cspués de lo ocu¡rido, e¡a todo tan ciaro. No estaba donde es¡aba,
rr,, tm cl que estaba ahí. ;Litera¡ura? ¿Por qué no cambiaba mejor de
,,','rr,to? N4e est¡echaba a Hilda H. sobre las a¡enas del Tü¡ur'én, a la
',,,rrbrl de los álamos. Era tan claro que había dos mundos. De uno de
?37
esos mundos creía conocer los principios: orden, sentido. El otro ¡ne lo
representaba como caos 1' negación. ¿Cómo iba mi madre a mezclarse
con un mundo así? ¿Qué renían que ver Hilda H., Justina, Irrna S.,
Fe¡nando o mi amigo Manuel con un mundo así?
F¡ancisco \'l me parecía un cabaile¡o a sus anchas en dos mundos
opuesros. SeÁo¡ del orden v seÁo¡ del desorden. Peinado, perfirmado v
con corbau a¡tes de saca¡ el revólver; desgreáado, sudoroso yvociferante
al disparar a quema¡ropa sobre ese par de infames. Me iba a veni¡ la
náusea, pero no me venía. No me venía, porque era tan claro que se{uía
un orden F¡ancisco V Quiero decir. sentia que F¡ancisco V seguía un
orden, por más que fuera un orden extraio para mí y que me a¡errara.
Siquiendo ese o¡den que sequía desde que ¡ecibió la noticia sob¡e su
mujer v su anante -que estaba¡ fo¡nicando en una casa al o¡¡o lado
del Ti,rtur'én v que voli'ían en coche ent¡e las doce 1'media l la una-
desaparecía todo límite. toda f¡onte¡a. Bah, 1os limites 1'f¡on¡e¡as son
apariencia, no ¡ealidad. Francisco \{ lo most¡aba a toda la luz del dia
y a quien tuviera es¡ómago para verlo.
Aquí. refiriendo es¡a his¡o¡ia. inventé que Francisco \'. se persienó
al pasar lrente a la Ca¡ed¡al. Pero estot's:guro de que, si pasó. 1o hizo.
No inr.enré que se arreqló como el eleganre que era antes de sali¡ de su
negocio, porque allíestaba. en elluente Chico, de punta en blanco. \oolvido nunca ese sen¡imiento mío del cuidado que ponía en el o¡den
de ias cosas Francisco \1. cie su lugar 1'su momento.
N4ucho tiempo después, hombre va. vi una película de ese ecnio
de hacer películas que es Akira Kurosas'a donde aparece un samurai
emboscado que aquarda el paso cie sus enemiqos con el piopósiro ci:
eliminarlos. It4ientras espera, acaricia una flor. ;\¡a1al ¡Pero si era igual
que Francisco \i en el Puen¡e ChicoJ Sóio que Francisco \'. no estaba
emboscado. Tan¡o le daba mata¡ él como que 1o mataran. Lo conocí
en¡onces a F¡ancisco \1, cuando sequía el o¡den de las cosas...
¡Qué diqol ;Que va a s:1i¡ un o¡den de aquí? Ya sé. \i sé:
mi Ci¡ector de películas otra lez. No hay remedio, no entiendo de
películas.
" l\'ro nri amigo, hay orden en lodo ese desorden. A usted le hace
l,lr,r .r,1, ¡Lr
irir unos hábitos que igual no va a adquiri¡ nunca. ¡Y con qué
,,lrrrr.r lnbla de la Ronda de San tr4iguel! Usted, mi seóo¡, no en¡iende
rrrr,r 1,rr.r. \b le voy a decir: seguir el orden del desorden es casi ¡oda Ia
, r' ,¡ ,r, r,.r clcl arte. Po¡ no deci¡ nada de Ia vida. Mire usted, en el mundo,l ,l,,,,,rrlcn lleva todas las de ganar. Guerras, ¡ebeliones, masacresJ
rrrr.r,,irrcs. saqueos. Crímenes, mi amigo, ¡obos, desfalcos, asaltos,
r,,, ,,rr.¡ro\. Atropellos de mil especies. ;Que ei o¡den fo¡ma un mundo
r1 ,,r r tr':' I)cro ¡si el orden no es más que sabe¡ atenerse al desorden, seguirle
l,,,1,,rsrrs dondequiera que nos llevel De un deso¡den que sabemos
,,rr'¡,r, rr,.1er r, respetar, de allí se forma todo el o¡den. ;De allí resultan
L . ¡ ', lir rrl;rsl F¡ancisco \/. es un maest¡o dei deso¡den. No úene más
,lrl, rririlrlo. Un poco sonámbulo, cieno. pero... ;N{ire esa sonrisa, esa
, ,r t r,r irl pequeño que pasal ;Ah. mi amigo! Y despues, ¡pum, puml un
I ,.r1. L/ (, 1'cr cápita a Ios aman¡es. iA la círcel F¡ancisco \i..1 De sus hijos'
I r .rl,r( lii se e ncarga. Su muje¡ aJ cementerio, a dormir ai lado del ' ,F/¿¡
't, ll,tl,ti , ija, la, ja, ja! Dígame;tiene ejemplo de un desorden mejor
, , r, l, rrJ ol \¡aya a ver mr película " Gintet Pttsional en e/ Puente Chico" .
t ,.rl.r íu, sesenü centavos. Desde allí tendrá una Perspectiva, una visión
,,,,,1,1i1 v detallada de Io que le di*o. Le quedará un sabo¡ ama¡go en la
I ,, ,, ,r, cierto, pe¡o se pasa lueqo l' en segunda consideración ve¡á us¡ed
r l( il\i es la vida y que no hai. seÁas de que pueda ser de or¡a manera.
l\,r ,1Lrú cree usted que se llenan los cines para ver mi pelicula? Porque
| ,, ( \ LLna pelicula, es un espejo que devuelt'e la imagen de la vida.
li,,r(lrrc muesrra el caos. Sí seño¡. ¡al como suena: sigue paso a paso el
,,r,l, n del deso¡den. ¿Quién dijo que la vida es una mezcla de azar i'r,, esrdad? Hm, mezcla, mezcla. Eso es un desacieno. L,a vida es puro
,rz¡ sin mezcla ninguna. La necesidad va de atrás, en pundllas, humilde
r resiqnada siguiendo los pasos, saltos 1'atropellos del aza¡".
239
LIXLos vlros cRrEGos. EN ¡r pzuwcrpro ¡n¡ ¿r Cosvos
Recue¡do cuando se enredaba el hilo de mi volanrín. ¡Me aracaba
una ¡abial La esfinge-cajera decía: ' Contra ira, pacienna". ¡Ese sí que era
deso¡den, el en¡edo delhilo de mivoian¡ínl Hilo en¡edado no es hilo. En
lucha con ot¡o volartín que cruza su hilo con el nuesr¡o para "rebalarlo
y echario cortado", no queda más que recoger a toda velocidad. Nadieme enseñó. pero sabia que si recogía más rápido que mi adve¡sa¡io e¡¿
mi hilo el que rebanaba el suyo. Pero ;había unos trampososl " Cumbttn"
el hilo encolándolo con vid¡io molido. ¡No ha,v que ser un prinitivolEl ioco Valdés me grir.ba " :Cuidado cox ése, tiene hib curadal" Cuandola pelea era limpia, ganaba el que recogía más rápido. Pero ai recoqer se
armaba el enredo. EI hilo se enroscaba sob¡e la hierba.Con el hilo enredado v Fe¡nando desenredándo1o sí que en¡endía
la irase " orden tiel desordeti' . Había que atender 1' ser paciente, "irgrrreL hi/0" con cuidado y delicacieza. Fe¡nando manipulaba el en¡ecio
ent¡e los decios. ;Nudos? Pura rLusión para el que sabe "seguir el hiio'.
¿Nudosi A-hi hav un ejemplo de ai*o que no existe aunque todos dicen
que existe. Lección perfecta sob¡e eso que mis hermanos mar-ores
llamabar "apariencia y realidad'. Me Ia daba a mí mismo esa leccion
desenredando. \{ejor dicho, r'iendo como Fe¡nando desenredaba el
hilo de mi voianrín.
Habia un solo en¡edo. De vuelta en vuel¡a, buscando con
paciencia dónde es¡aba el en¡edo, se encontraba al 6na1 que no habia
ninguno. Sentía una elación qrande, grande. Pero, igual no ia senria.
¡Hay unos brutos en este mundol l¿ ¡ealidad parecía un hilo en¡edado.
Elenredo delhilo era pura apariencia. E1 hilo no esraba enredado. rQuéiba a es¡arl No había nás que'':tguir tLlti/o'' para darse cuenta. De unapunta a ia or¡a del hilo no había ni una pizca de enredo.
¿No fue con un hilo que salió Tlseo del laberinroJ Seeuía el hilode la dulce.{¡iadna. ;Y riué encontró:1 fina1i Que no había nrnqun
ti0
1 ,1,, r rr ro. ¿(]ué cara de elación pondría Teseo cuá¡do la dulce fuiadna
l' .rl.rrliri cl ovillo?M i padre me hablaba siempre de la sabiduría profunda que había
,,, 1,,,, r:riros griegos. Yo me aplicaba muchas veces a esa lección Mi
¡,,,,1,,,,,. cu,rió efmito de Cronos, elTiempo, que devorabaasus hijos.
,l ',,r :,í r¡uc fue elaciónl O Ia historia de Eros, el Amo¡, que sin quere¡1,, lrrri,i con una de sus fechas y se prendó de Psiquis, el A1ma. ;QueI r,, ,, , l Hcchador, se flechara a sí mismo! ¿De quién iba a prendarse
I r , , , sino del amo¡ de todos los arno¡es?
\i,:rmaba el alma de irma S. Amaba sob¡e todo elalma de Hilda
ll ( lon cl mito de E¡os y Psiquis se acla¡aba¡ mis sentimientos. No
l,.rl,r,r nrrtla de imposible en que amara a mi mad¡e tal como amaba a
lrrr.r S.. cn que amara aJustina ¡al como amaba a mi mad¡e. No amaba
1., 1,r, 1, los ojos, el aJiento, los olo¡es de lrma S. Si fuera así, ¿cómo podia
,,, ,,,r ,r lrrstinai Ei miro de E¡os l' ?siquis era la úkima palabra soL're el
1r r,)r 5( ama el alma de Ia amada. No para poseerla. Se la contempla
r ',, l,¡ rttlo¡a.
No soy capaz de hace¡ la cuenta de mis suf¡imienlos, de la
r, 1,r
rlsiiin v también del senumiento de superioridad que experimenraba
, ,, rrri niñczviendo que todos entendían elamor como atracción sexual,
l,,,r,,,lcseo del cuerpo. Mis amigos de infancia e¡an en esto todo hoyrtos
' , 1, ,1,,, .n los ho1,itos. ;?uaf, asquerososl Oía a lu muleres: ''Los hombres
',,1" l,u¡t,tn hacer l"t cochinada". iDi'ai iesocup6.
l)e niÁo no ¡ecue¡do conve¡sación ni lectura sobre el amor que
rr,, lr hiciera cuiminar en el acto sexual. Sen¡ía la belleza del cuerpo
lL rrrrino. Cómo olvidar el gozo que me daba ver a I¡ma S. ceminar
',rrlricndo al centro sobre susiacones altos. O sendr el jadeo y el sudor
, l, lls Iliúas danza¡do la ronda. 1Y cuando canrabanl Que¡ía abraz¿¡las,
¡rrrrt rr r rnis mejillas con las su1'as. ¡Cómo ardia en las noches.ima,ginando
,lrr, llilda H. se metía en mi camal Pero no iba mu allá. Como el
,rrr,,r dc don Quijote, mi amor Tal como el amo¡ de don Quijote' A
l,r,rPt'rsito de grandes amo¡es. Fausto se prendaba tan.bellamente de
\ 1,,rr1,rrita sólJpara terminar pisoteando cl amo¡, ent¡ando en su alcoba'
14r
meúéndose en su \echo y " esoc',tprindose" .Y Margarira parecía feliz con
ia "esocupación'' de Fausro. ;Eso sí que era un airopello del o¡den del
amo¡l Un asco, una cochinada indigna de ia Ronda de San Miguel.
Pe¡o vo esuba desenredardo el hilo de mi volantín. Mejor dicho'
observando a Fe¡na¡do que es qüen pacientemente lo desenreda. En
medio se aravesó el Labe¡into de C¡e¡a con la dulce A¡iadna; y Cronos
que devora a sus hijos,v Eros prendado de Psiquis. En mi mundo cerrado
y ordenado de nióo convir'ía¡ sin molesdas la mitología griesa y Iareligión católica. Pero los mitos griegos eran a¡tefactos de o¡ra fac¡u¡a
que las patrañas católicas. Que el audaz Faetón subiera a1 ca¡¡o del sol
y sin poder contener sus co¡celes cal'e¡a a ¡ie¡¡a desde el cénit y que
de su sang¡e b¡or¡an los áiamos e¡ectos, era historia Pa¡a pensa¡ \'
pensar. ¡Cuánto sentido t¡aia al mundo, cuánns cosas o¡denabal Por el
contrario, que el pequeúo Jesús subiera en los hombros de ese titán de la
mitoloqía qriega (a1 que pusieron el nomb¡e de C¡istóbal sin consul¡a¡io
para nada) \'que pesara ta,n¡o sobre é1 que Io tenía a punto de ahoga¡se
al c¡uza¡ ese Tl¡ur'én desbo¡dado, era cosa que no me impresionaba
más que si me aplasraran con una moie. Como la propaeanda del cine
en que ponían: "Nunca antes vis¡o. ¡coloso colosall" ¿Tenía más peso el
miro carólico porque seeún un miio católico tenía más peso?;A quie n
se le podía ocur¡ir razona¡ asi, sentá¡dose sob¡e uno? ¿Que a quiénl
Bah, medio mundo se sien¡a en el ot¡o medio. Y viceve¡sa. A cada ¡ato
en la prensa, en la ¡elelisión nos insulran con cosas por el esrilo. Sin
conta¡ las veces en que somos noso¡ros los que insultamos.
En elprincipio era Caos. el deso¡den absoluto. Ni baila¡ la Ronda
de San ir4ieuel se podía. I'iira¡do a ni amigo Fe¡nando desenredar
el hilo de mi volantín, no me daba cuenta de que el mito de Caos se
volvía al reves. En el principio era el o¡den. Cosmos primcro i'Caosdespués, r'no al revés. Se desa¡¡ollaba el tema ante mis ojos 1'no 1o veía.
Paso con paso, desen¡edaba el hilo Fernando. De pronto, ¡se esfirmó el
en¡edol No había ninin enredo. ¡Esa sí que era para filósofosi EI caos
era pura apariencia, iqué iba a se¡ ¡ealidadl.
t1)
TXF,l srlo o¡ A¡nr¡N¡ v I-¡ lNp¡ru¡clóN
I I:rbía un labe¡into. Bastaba el hiio conducto¡ pa¡a que se
, lrrrr;rr:l el labe¡into. Cualquiera fuera el deso¡den, bajo él estaba
h ilo conducto¡
' I ,,r,lt n cn que se disolvía como Pura apariencia. No era primero el
( ,r,.,, ni segundo, ni tercero. Nuestra ignorancia, nuestros prejuicios,
'.,,1,, r,lrcríai y estupideces, en eso se resumía todo el caos y todo el
L l,r'r in r o. El mito delhilo de la dulce Ariadna sí que era profirndo. Todas
f r r1 ,,r r irs 1)rofundidades se esfirmaba¡ que era una risa. ¿Me creerán que
r,,rr,'l rro me daba cuenta? ¡Hilitos conmigo, nuditos conmigo!
\'ir volaba en otras esferas del o¡den )'el desorden. Lo que ocurría
, ,¡rr' ¡ridecía de infatuación. Ca¡acte¡ísticamente, la infatuación
¡, ,rr lrrL c csre resultado: que uno mira pero no ve. Tarnbién es así: que
r r ¡ ) r rir'¡ lo pequeáo pero sólo ve lo gra-nde, O mejor, mira lo pequeúo
\ r¡) \'( que enlo pequeÁo esrá lo grande: I'mira lo grande )'no ve
'¡,', , rr lo grande está lo pequeio. Sentía que mi amo¡ por Hilda H., ,., r,,..lo cl amor 1. que todo el amor era mi amor por Hilda H. Pero
l, rrrfutLlación no me dejaba ver que, siendo así, algo muy pequeño
, , , r',1, rt ndía algo muy grande, o que alqo rnuy grande se manifestaba
, rr ,rl1'o tnuy pequeÁO.
;(]uién me conló que Escipión, el Af¡icano, r'io a unos chicos
,1, l, rrrlilndose de una loba que se había me¡ido a hacer de las suyas en
1., li,,ntll de San \4iguel? A uno de los pequeáos se Ie ocur¡ió atacar
,, 1,,' Lrbcznos en la madriguera de Ia loba que para defende¡los tuvo
,¡rr, rlcjar de lado su primer asunto. De este pequeÁo altercado sacó
I ',, i¡ririn la regla para aleju a Aníbal de Italia y corrió a atacar e los
,rrril,rlcz-nos en Cartago. Si tuve una elación no valió g¡an cosa, porque
nl' s( r'ne pasó por la cabeza [o que ciertamente era una obviedad en
l.¡ ,:rbc,.e de Escipión elAfricano. El veía las cosas grandes en las cosas
243
pequeñas o, mejor dicho, disolr'ía las tonte¡ias de los grandes baiiando
Ia ¡onda con los pequeÁos.
Yo no veía nada. ¡Qué iba a verl Los dioses amaban al" Copihud' .
A mí, no. Estaba ante mis ojos una lección para tontos de apariencia vrealidad, de orden y desorden, mient¡as Ferna¡do desen¡edaba el hiio de
mivolantín. ¡Era tan claro, pero iqual no Io veíal O si prefieren, miraba
la apariencia v no veía la realidad. ;Eso esl ¡AIí estál Apariencia 1' realidad
eran como mirar y ver. lr4i¡aba, mi¡aba y miraba. No veía nada.
Yo ¡enía cosas grandes que comprender, no menudencias. Yo
tenía que comprender a Francisco V, a \/ícto¡ V., a Guillermo R. ¿Quése creen, que iba a gastar pólvora en gallinazos? Ob¡aba, imbécil de
mí, como si lo grande no tuviera punto de relación con lo pequeÁo niviceversa. Tenía que comenzar por F¡ancisco V en cuanto F¡ancisco \1,como si comenzar por otra cosa que F¡ancisco V. propiamente tai fi-rera
perder sin remedio ia pista de Fralcisco \¡. No se me ocurria -¡Dios
de los Cielos, cómo se me iba a ocu¡¡i¡ una barba¡idad tamaíral- que
podía empezar por los zapatos de Francisco V, por sus unas. por su
bigote de Adolphe N{enjou. O por los gailos en el salline¡o, las vacas
en el cor¡al o las cucarachas en el este¡colero debajo dei Puente Chico.
lPero no, qué horrorl \b tenía que entender a F¡ancisco V en cuanto
F¡ancisco V tai como mis hermanos me decían, no ¡ecuerdo si en
serio o en broma, que entienden el ser los metafísicos: en cuanto ser
propramente ¡al\'no en cuanro membrilio podrido o ciruela seca r iene
llotando Tutuvén abajo.
Diciéndolo con hilos, vo ne proponía seguir el Hrlo de ,Liadna.
¡Si seÁorl ;El Hilo de Ariadna con maiúsculal No me iban a veni¡ a ¡ní
con hilitos ni con hilachas. No rba a seguir a un tonto como Fe¡nando en
una ronre¡ía como el enredo que estaba desen¡edando. Pa¡a mí, o el Hilode A¡iadna, el Hiio Arquetipo, el hilo de rodos los hilos, o guárdense
sus hilachas. Pe¡o, ¿dónde encontrar el Hilo de A,riadna? Tenía la certeza
de que Francisco \.t se rnovia cono pez en las agu:rs deso¡denadas del
Tutur,én. Sonreía y me acariciaba al pasa¡ como un samu¡ai de l:rspasiones humanas, nrientras atisbaba hacir cl Puen¡e Grande por si 1.r
144
\ ' r r,r ( l ( o( lle con los amantes que se p¡oponía despachar al o¡¡o mundo.
I l,rl,r,r ,luc sesuir el hilo de Ia dulce Ariadna, pero yo me quedaba con
,I , rr' (lo cn las manos, sudando y sudando noches y noches. Estaba
,,, lrr,r,lo cn esa baranda peligrosa, muy tranquilo y muy atildado
I r,r r, rrt o V. Seguía un orden por camino despejado. No caben dudas.
I ¡r l¡,,nrlrre enredado en ei Túuvén de las pasiones no le son¡íe así a
,rrr ¡,r'r¡ucíro que lo mira desde las orillas.(]rrcda claro: para comprender lo que ocurría (y " comprendtr"
., ,lr,,r¡r'lvc en" prendzr" y"junto"; o sea, que se agar¡an cosas distinüs,,r r n,r nrano, digo yo) debía anteponer el orden al deso¡den, invertir
, I rrrr,r tlc Caos y Cosmos. Debía aceptar que si Francisco \{ se movía
, r , r 1, , l)( / cn las aguas turbulentas de T!¡ur'én Furibundo, si seguía como
, rr.r,l,r .n 1o que para mí e¡a violencia, desquiciamienro v crimen, era
1, r lt n(lo un orden que lo hacía. Seguía un o¡den, tal como Fe¡nando
, ,, r,,,1,, tsc enredo de hilo. Y, ante ese orden que seguía F¡a¡cisco \1,r, ,, 1, , , I r rros que sentía) todo el desquicia-miento que me sacaba saliva
,',,.,r1',r ,1r la boca y que du¡ó meses y meses desde que Francisco
\ ,lrs¡rrrri sobre su mujer ) su amante, no era más que apariencia,
,l,,r r( rcia que se desvanecia siguiendo el orden de F¡ancisco V., ni más
,r nr( ros que se desvanecen los bombardeos de ]¡ali, ios crímenes de
I rrrr',rit, Ia masac¡e de las aldeas kurdas siguiendo el orden de Saddam
I I r,,' in y,oja1á se entienda t'Dios me perdone.
Yl lo dije y redije: miraba el o¡den ent¡e los dedos de Fe¡nando
¡lLr, ( ( ) n los brazos esti¡ados y las piernas abiertas sujetando ei hilo por1,,,1,'s l;rdos, parecía una araóa desa¡mando su lela. Pero no veía nada;
,,,, ,.. iu nada porque todo eso era cosa pequeña y mi inlatuación no
rrrr' ¡r¡¡1l1i¡i¿ ver las cosas grandes en las cosas pequeñas, tai como no
rrr, ¡x rmitía ver las pequeñas en Ias grandes.
¿Overon de ese obispo que dijo a ese jele f¡anco mienr¡as se
l¡,r, írr lr¡Ltttizar con sus piquetes: " Doltk ln ceruizfero sicambro, adora
1,, ,¡tt hns quemado ! quema b que ha adorado"? A mí me lo contaron
r¡r is llcrmanos mayores y recuerdo que no sólo no e¡a capaz de disolver"s i, :rrrrl¡ ro" (como tampoco podía hacer nada con " Ludibrio" , " gélido" ,
) l,<
" nlstalgi¿" y docenas de palabras así) sino que ni un asomo me pasó
por la cabeza sobre la pequeñez que había en una frase tan grande.
Mi amigo José P imponiéndome la lecru¡a del Evangelio, ¿no hacía lo
mismo? "Dobla la cerviz mocoso porfiado, r,omita io que has comido
y come lo que har vomitado". ¡Ese José P.l Daba lástima verlo ¡ecia¡sus estupideces en las esquinas. "
iEL Reino dr lts Ciebs se ha acerca/0l"
Ado¡a lo que has quemado y quema Io que has adondo. Tal como el
Ioco Valdá que cambiaba de opinión todas las mañanas y que en lugar
de comer el par con arrollado se propo-nía enmendarse, cambiar su
vida v come¡ el a¡¡oliado con pan.
LX]Eov'¡n¡ Llc.n v L¡rüs Cllrroll
Hulrlrv-Dr''vpry, CARIo{TUR{ DEL poDER
No es igual mi rato con esos dos poetas, Lea¡ 1' Car¡olI. lv{ientras
Car¡oll me e¡a algo familia¡, Lea¡ resul¡aba del ¡odo ext¡aÁo. Ca¡¡oLl
me diverría, Lear me desconcenaba. Ya en mis prime ros años -cuando
t¡ataba de atisba¡ al otro lado del enorme espejo dei ropero- oí de
Carroll; a Lea¡ lo conocí mucho después v sólo en trozos breves. Ca¡rollme inducía, como un maest¡o de lóqica; Lear me confundía, como un
poeta con los tornillos suel¡os. Entendía sin dificultad lo que signi6caba
Car¡oll con sus absu¡dos; no en¡endía mucho, por no decir nada, lo
que signific.aba Lear con los su;'os. Ca¡ro11 me divenía y hacía reii hasta
las lágrirnas con sus pirueras en los limites de mi mundo cerrado; Lear
obraba sabe Dios qué barba¡idades más allá de los límites.
Recuerdo esa Liebre de Ma¡zo y ese Sombrerero Loco que
celeb¡aban su no-cumpleaños en "EI País de las l4aravillu". ¡Votépor ellos a la primeral ¡Esa es vida! Sob¡e todo cuando se ha vividosu poco. Mieniras más no-cumpleaños celel¡ro, menos años cumplo.
J4lt
I ' rl,r( ,r l)ura dijo la esposa del cura. Y esa duquesa, tan fea, que nunca
,,,r,r¡,r,lccía. Como Polonio, cuando le seguía la corrien¡e a Hamlet.
,l rrt.rrtlirr tan bien a esa duquesa! Sobre todo por las horas de torrura,lrr':,ufría cuando mis hermanos mayores discudan. ¡No terminaban
rrr( .r con ts " peroi' y " sinembargoi'! ¿Discutían o se pavoneaban?
t,'r ) r ( r l)avos, eso es, se pavoneaban y hacían " guruguruguru!" - ilÁ', a
¡ 11r{ l)( lcarse tantol ¿Se discute nunca de ve¡dad? Puro " guruguruguru!"
I¡ ur,rn(lo no se rebajaría a desenredar enredos como ésos. ¿Cómo los
, r rr,rlr:r ]ri duquesa? Vol'iendo Ia cabeza según soplaba el viento. Mi,,,,r¡,,, Manuel y el loco Valdés solían jugar así:
"¡ltace fío!""¡.\'í, cuánto!" l\'ra, ¡1a estol sudando!"" ¡l l[, sí, cutínto calor!"" !lro, ¡es inuierno!"" I'l.cno inuiemo"."i1u que... ¿por qué nc podría h,tcer cttlnr en inuierno?""Ilaf inttiernos mu1 calurosos".
" l:ste, por ejempb"." Ni tnár ni nzenos".
";\irya, me he puato a tiritdr!"
'lirnrbién ¡eía con ese Humpry Dumpn'que hacia significar
.' 1.,,, ¡,rrlabras lo que se le ocurría. ¡Para eso ies pagabal Hacia¡ cola
Lr,, l,rrl:ibras los 6nes de semana para ¡ecibi¡ el sob¡e con su sueldo.
\,) nrc daba cuenta de lo que quería decir Humpq'Dumpry. ¿Cómorr,, ibl a entende¡lo con todas las discusiones. griros, peleas y golpes
,l, rrutoridad que se producian a cada rato por encima de mi cabeza?
I lrrrrr pry Dumpry eso sí, parecía pura figura de diversión infa¡til. Más
r,'rlrrr'ía con esa facha suya. Tenía forma de huevo, boca que le crecía
lr,r, i.r ias orejas. Cuando empezaba a son¡eí¡ le c¡ecia la boca y uno renía
"Aia u exh'añ0, con elfío que harc .
247
miedo de que soltara una carcajada y se quebrara el huevo. tmpocosabía uno si era una corbata que parecia cinturón la que llevaba, o uncinturón que parecía corbata.
Humpry Dumpry era el poder caricaturizado como huevo con
corbata.corData. rero ¿como lDa yo a oarme cuentaf iue queoaDa nenoo con
esas colas interminables de palabras que venían en sus dos patas a reúrarPero ¿cómo iba yo a da-rme cuenta? Me quedaba riendo
su sueido a fines de semana. O sea bufones, plumarios, demagogos.
¿Discutí alguna vez al ovoide Hunpry Dumpry con lrma S.? Ni con
ella. ni con nadie-
A1 garo cie Cheshire 1o entendía la mitad. Reía, como es el caso
con todos Ios garos de Cheshire. No sólo ¡eía: desaparecía. Sin ninguna
¡¡ansición, ni la oue menor, zas, desapareció el gato de Cheshire. Aquíestaban mu1'a Ia r.isra Ios pagos extras cie que hablaba Humpw Dumpn'.Había que pagar extra d ver6o " desaparccer" , por ia muy obvia razón
que los qatos no desaparecen así. Otras veces el garo de Cheshi¡e se iba.
pero quedaba su sonrisa. Para hacer sonreí¡ a un gato hav que pagar
ext¡a a las dos palabras, " gtÍa" \' " sznrdr" . Y para que yéndose el garo
se quede la sonrisa, hay que pagar ext¡a a las cuatro palabras: "lr.re",
" gato" , " sonrisn" v " qtrcdarse'' . ¡Dios santo, cuánto gastol
Pero los qasros podían disminuirse. ¡Atención, que suene lacornetal Por ejemplo, si el gato de Cheshire ¡eía, ello se debía a que era
un garo de Cheshi¡e. Todo el mundo sabe que los gatos de Cheshi¡eríen, no hay necesidad de deci¡lo i't€ne¡ que paga¡ exrra. De esra formade aho¡rarse el pago, ¡trataré aquí? ¿No es asunto más para tonrosilVient¡as esc¡ibo esialió la Gue¡¡a del Goifo Persa. Hav cosas que nadie
discute. No es necesa¡io anda¡ diciendo que todos los gatos persas ieen
de de¡echa a izquierda, que ninguna alfombra persa vuela con bencina
persa. Tampoco discute nadie que la guerra es la mad¡e de todas Iucosas, que hay guerras y gue¡rai. En esros momentos hay una guerra
tecnológica, ües guer¡as religiosas, cuatÍo guerras cismáticas. Todavíano comienza ia guerra bacteriológica, pero falta poco. Nadie lleva Iacuenta de las guerras psicológicas y nadie tiene idea del curso que esián
tomando las guerras cuirurológicas, ideológicas y ecológicas. Sobre el
248
t i'lfo Persa, es¡amos en medio de la guerra aérea, a un paso de la guerra
,r' f ibia y a dos de la terrest¡e. Sin habiu de las guer¡as muldnacionales
¡,,rr:r la sustitución de las armas, barcos, aviones, tanques, biindados,
rrsrrlaciones militares. Todo [o que se esrá destruyendo es obsole¡o. O,,, 1, se es¡á ganando la guerra contra la obsolescencia. Comienza ya la
rirrcrra política que viene despues de la guerra milita¡. Po¡ 1o demás, es
,,lrvio que toda guerra viene después de una guerra.
Pero yo me proponía hablar de Ia guerra Iingüstica, que se divide, ',
propaganda, sofística y retórica. Ahora encuenüo que guera fiLosófica
r,, Iray todavía. ¿Hubo alguna vez? En el HernA Tribune (Febrero',,1')91) apa¡ece un capitán, N4ike Sande¡s, de la Segunda Divisiónl ilindada del Ejército Ame¡icano. Mientras " can La punta de su baynetart,r, a Líneas gruesas sobre el piso arettoso de su ticndn, bo:quejandt Lo que
\¡ t¡¡ utn guertul terrestre de extraordittaria uioLenci¿, dice: La nuestra es
tt tttt ntisión de destrucción. \ramos a entpltar ks nunicianes i' el tiempo
tt t 6ltria para deJtruir ks fuerz,as cttemigas. Lt nuranz't seri grande, pero
)¡! t (nrin para uet'tcer lrts fuerzas tenaces 7 experintentadu de lrah. De:pués
, ¡trt tuntitte Ia guena, uaso puedaf bsofar soltre si .fue b correcto".Fn|a
rr isma página, leo que los soldados ame¡icanos se queian de Ia escasez
,l, suce¡dotes católicos. O sea, el Vaticano está descuidando la guerra
'.,urr¡. Tendría que haber cuatro de estos sace¡dotes poi brigada, pero' trttrd se ptuede considerar afortwmdo si ha.y'dos sacerdote: c¿tólicos en su
,lit,i:ión". No es, pues, fácrl to worship in the ntidtliz of the war. Comor,tlos saben, no sóio todos los gatos de Cheshi¡e rien, sino que no hai'
lrrsur más apropiado para adorar al SeÁor que en medio de Ia ba¡:lla.
l.Jo sú qué decir del estado de la guerra química que se complica con 1a
rlrrerra aduánica. Hace unos días se ¡eveló que nás de cien indust¡ias
rlrrímicas alemanas ha¡ estado a¡mando a Irán todos estos aúos para la
lrrcrra tóxica. Los rusos se han encargado de vende¡le los misiles para
rr.insportar el gas. Estos misiles está¡ cayendo ya en Saudiarabia y en
I'r.rcl, pero sin gas. Guerra misílica. La guerra tóíca ame naza estallar.
l n Israel y Saudiarabia la gente se encie¡¡a en cuanos sellados, con
rrrisc:rras antigases. Los suecos esrán produciendo estu máscaras no
249
sé a cuántas coronas la docena. Al negocio de las máscaras se agregan
la leche en polvo, el suero, la sangre de ¡odos los tipos, ias vacunas. Se
expoftan enormes hospitales de emergencia. Kuwait abre sus cuentas
enLond¡es, los saudíes con¡raen c¡éditos en Estados Unidos. Todo se
importa de Europa, de América, 1'se p€a con ios billones del petróieo
árabe. La guerra recnológica ha ¡¡aído la guerra quirúrgica: se golpea
exactarnente en ia fábrica, el depósito, ia transmisora, el puente, el
aeropuerto que se quiere destrui¡. Casi no hay bajas civiies. Porque
¿qué son unos cuán¡os cientos de miles cont¡a los millones aplasrados
en los bomba¡deos de la Segunda Gue¡¡a Mundial? Se preguntan
los comentaristas de la Guer¡a Quirúreica si no se está relegando la
Cruz Roja a1 paleolítico. A estas altu¡as, un mes de bomba¡deos, se
han ¡ealizado unas 70 mil incu¡siones aé¡eas en I¡al<. Nunca antes
se bomba¡deó un espacio igua1, en tiempo igual con tal cantidad de
explosivos. Pero no tengo perspectiva en todo este enredo de guerras.
Por ejemplo, con el deso¡den se me perdió la guerra rerórica. A-h. sí.
los rusos llevan en este momento la venraja, seguidos de cerca por
los f¡anceses. Aunque en esto ha1 que cieiar aparte a los iraquíes. Las
palabras se amontonan aguardando sus cheques en los bancos de Nero'
York, London, Pa¡ís. Hussein declara por La televisión escondido en un
bunke¡ aniiatómico que esrá ganando la Ererra en todos ios frentes. Ha¡'
una cola eno¡me dc palabras enormes que comienza a la ent¡ada del
bunker de Husein. Esperan por su cheque de 6n de semana. La cola se
despliega en forma espiral, después se esdra, cruza Bagdad, at¡aviesa el
Tigris y baja hasra el Sha¡-el-fuab, sigue hasta ei Gollo Persa t' se hrrnde
en un iodazal o chupe de pescados a1 petróleo. Se me pegan las palabras.
no puedo salir del pantano, patino y paino sin de dónde a{i¡marme.
Estoy viendo a un minis¡¡o alemán de comercio. Explica la venta de
gases alemanes venenosos. ¿Todos los gases alemanes son venenosos?
Parece que las industrias alemanas que venden esos productos no pueden
menos que venderlos cuando ha¡.alguien que no puede menos que
comprarlos. Si no fue¡a así, 1a sonrisa del gato de Cheshire se quedaría
2i0
.rr li,rr ' (lc Cheshi¡e. Otrosí: la guerra aduánica. No hay aduana en el
r,,rrrr,l,, r¡rrc tcnga la capacidad de examinar todo lo que pasa por ella. Si
l,r, r,r .rsí tle aduana, no sería propiamente aduana. ¿Cómo cruzaron la
r, lr.rrr.r ;rlcmana los produoos venenosos con destino a Hussein? Muy,,r,,¡,1,: s;rlieron antes de salir io que quiere decir que a¡tes de entra¡
lr.r, r.r ricnr¡.ro que habían enuado. Andan investigando estos miste¡ios.',r r r I'r'n l)requnns capciosas:
"¿\' si cae sobre Israel ga uenenosa abmrin?"" !:l¡t c:e caso, nuesna probbma de conciencia sería grandt"";()uicre decir que si no cae, seria chico'|"" No oluide que en este mlntentl estamos dando una :ustancia/
,tyrda a hael,"";,'1sí r rcsueluen bs problema de conciettcia?""h'a, así na, pero así se disueLuen".
'l .da esta parrafada (pude hace¡la con iabes recrbiendo dóla¡es
¡ ,, ,r
¡ rr rrrllco, comprando armas con los dóla¡es, vendo a la guerra conua
1,,, ,¡rrc ics i'endie¡on las armas, quienes alegremente se lx destruyen
| ,,r, ,r v,,lver a .'ende¡les armas más avanzadas, más caras, por peiróleo
r,,r,, l,,rnito. armas con que los árabes van a i¡ de nuevo a la guerra 1'
rr, l.s países industriales ran a dest¡ui¡ de nuevo)'que... etc, etc.) no
rL r ( ( lL
rc ve ¡ mayo¡mente. Sólo menormente . Yo esuba hurgando en el
'' 1., r i,, tlc las palabras. Las palabras dicen lo que se les ocurre que digan, l,,. ,1Lrc ias dicen. ¡Todo el trabajo que se danl Pero,;paga nadie un
, , ,l ,r, u l:rs palabras?. Basta abrir la boca para averiguarlo. ¿Quién dijo, l rrrf icrno está pavimentado con c¡á¡eos de cuas"? ¿Jua¡ Crisóstomo?
l',r11i ¡ror lo que dijo?
151
LXIIL-t crn'¡ DE ToDAs LAs cLA\Es: Er oso MópsxoN ¡rópslxoN.
Cn¡cr¡,xoo sE PASA DE ToNTo A Toliro Y MEDIo
EI gato de Cheshire ¡eía r'la razón de que riera era que todos
los grtos á. Cheshi¡e ríen. No ha1'más que ir a Preguntar a Cheshire'
Tergo que habe¡ sido muv pequeño Para t¡aga¡me.una tan grande. ;O
esroj' equivocadoi La verdad, millones v millones de personas mayores
(yo incluido, ni qué decir) se tr€an unas que mejor no hablemos. Hal
,ipo, qu. compran anteoios de larga vista para mirar la Historia por
ditrás,-hal tipos que pagan por un lriclinio de leipa para ei día delJuicio
Final, hai'tipos que sac¡ifican a sus hiios en el altar del Futuro. ¡Qué
taco de dinamita había colocado ese anarquista de Leu'is Ca¡¡oll con
su garo de Cheshirel ,{sí v toCo, por 1o que a mí toca, tomaba el ¡tco'
1o Áiraba por todos lados, lo sacudía por si renia algo que confesar.
lo volvia a iu iuga: r' me decía: ¡'ava cosa cu¡iosa v graciosal 1' me iba
sal¡ando en el único pie que me quedaba a bailar a la Ronda de San
Miguel, a contemplaidesie mi to¡re atalava a Hilda H., a pelearme ias
moras con las abejas a c¡illas del Tütuvén.
Le*'is Carroll 1o decía bien y requetebién. Así y todo, todavia
meior lo decía Edrva¡d Lea¡. Por eicmplo, esta historia: Iba un cabalie¡o
cabalqando en un oso, icaparás. capatás. capatásl ,ql pasar. la 9':nre 1e
pr.g'u-ntrb. a gritos si ei oso era capaz de trorar. No. no era capaz de
trota¡. ;Saben por qué?
Había un abal/ero en Mt¿to Grossa
que corría t atbalh de ttn o:o;
l.e preguntaron : " ¿Tiua? "
respondió: "¡Iti una jota!Es un nópsihon f'oPsiLot oso".
)i2
;\/crdad que uno se siente ¡onto leyendo una historia ui? Yo me
',, rrri r('nro a la primera, a la segunda, a ia tercera y todavía me ocur¡e.
,A,,r ,¡rrt rnópsikon flópsikon! Claro está, por eso no Íotabe.A contraiis:
I I " l:1,,¡ lt Haba" no era mópsikon fópsikon, po¡ ero se pasaba todor I rit.¡ trotando.
l .o que me venía a la mente, en primer iugar i' después de reírme
rr l)r)( () scpa Dios de qué, e¡a la mentalidad de este Lea! su carácter,
,,1 lrrrrrror, su... su... Lo que me venía a ia mente, en segundo lugar,
, r .r r r;is claro que la clara del huevo: me esuban tomando el pelo y yo
( r)nlcnto.
L:r barrera, una de las barreras, que impide mejor que nada el
r, r, ) r r( ) iil niÁo que fuimos es, ejem, ia prueba de fuego de la estupidez.
I r,. Lrr ,los partes de la esrupidez, la habida y la por haber. ¿Voiver a
,., r rn rriño? O sea, ¿r,olver a ser un estúpido? Artes se cuelga uno una
r u, ,l,r ,lc molino al cuello l se echa a la mar( lirno decía el " loco V¿ltLéi'. suPongamos una supongación:
rrl'.r)13¡llos que uno nunca dejó de ser esrúpido. Aquí se apiica
rrrr 1,ri¡¡¡ipjs de ¡eladvidaC de lo ¡elativo. Creciendo, ha I'enido uno
, r, , i( n(lo entero. De modo que ias estupideces han crecido con uno Y
r,,,lr,rl rnodo de darse cuenta. Siendo así, ¿qué significaría voh'e¡ a se¡
rrrrri ( ,omo en ese chiste que contaba Fe¡nando, üí tienen una para
, 1r,, 1,r ¡rcle n mientras voi' a buscar ot¡a.
¿fuíque el oso no uotaba porque era un oso mópsikon flópsikon?
l', rrrít;rnme ver, permítanme pensar. Yo esperaba que F¡ancisco \{,,rl,i,\',r(lo en ia ba¡anda del Puente Chico, aguarda,rdo a su mujer 1'
'r .rlliurre para mararios, se ¡iera como buen gato de Chahire. ¡Eso,',¡,, rrrbal O que no tro¡aral como buen oso mópsikon flópsikon. ¡Ahí, ',r,i l¡r llave dellabe¡into; elhiio de la dulce A¡iadna! Por eso no entendía,
l,¡)r cso tenía un solo enredo en la cabeza. Pasaron aÁos y aÁos, y el
, rrr.rlu seguía. Seguía allí por el horror a la estupidez, g¡acias al cual
l,,,rr,,r criposible un mundo plagado de osos mópsikon flópsikon.
¿Quién puede comprender arocidades como Ias carnice¡ías de
l,li Anrín, Pol Pot, Stdin, Hider? ¿Cómo comprender enormidades
253
así? l,a respuesta es la misma. Simple, como todas las respuestas a las
grandes preguntu. Vista sin complejos, más parece cosa hecha para
iat"dos d. la cabeza. Esperamos que Saddam Hussein, Idi Amín, Pol
Pot, etc. rían como buenos gatos de Cheshire, que no t¡oten como
buenos osos mópsikon flópsikon. Eso esperamos. Como no lo hacen
y hacen exactamente lo con¡ra¡io, no podemos creer, no podemos
comprender.Por ahí va el hilo conducto¡. Ese es el punto de partida: uno
siente que le están tomando el pelo. Se puede hacer un dibujo: la
rontería como un muro feudal muy encumbrado. Uno se encuenua
del lado de fue¡a. A¡¡iba, sob¡e una de Ias almenas, todo un huevo é1,
está senudo Humpq' Dumpv en equilibrio muv inestable. Thl como
iba yo a saltitos a pedir que se abriera la puerta a1 Rev de los Gorgones,
me paro ante la fachada del mu¡o. Har'¡onte¡ías con una fachada que
a uno no le sale la voz:
";Por qué e:isren lts cosas, Hunpn Duntp4'?""Porque Dio: las hace n:isrir".";Cómo h¿ce Dios pnra que o:istan?"
"Dios dice ¡sea! 1'las cosa son".
";Tanto puede una pura pakbrn?"Harta que:e lr paga".";Dónde busca Dios con auéi""¿Con qué qué?""Con qué pa... n0... con qué hacrr La co:tt:".
"En k naút allí busctt".
";En b n¿da?"
'iCl.,zro. ¿Dónde mtis quieres que busque si no hay nada?"
''/)uede Dios aniquibr Lzs cosai'"Sí, puede, ¡cómo no ua n poder! Retia Dias el ¡Sea! 1 ks cosns
drjan de ser. Son por el ¡Sea!""¿Qué u mri: dtfícil Hunp4, Dunpry, haco alga o hacer nttd¿?"
" Buen o, ri gu rosamente-.. ".
254
IXiIIiNo CANTES, HERMANO, NO CANTESI
¡Alrora recuerdo! ¿Cómo pude olvidar? Estoy tendido, enfe¡mo,i r urir l)ocilga. ¿1943? ¿Cómo descendí tan bajo? ¿Será por eso que,,lvr,[1? Mr vuelven los doiores en la garganta, la fiebre y ei deli¡io.Lr', , uclr:rchas se agrandan en las sombrías paredes. A ¡atos escucho
1,r,, r,,', cs cn el patio de mujeres que se afanan sob¡e Ia anesa. Suen¿
rr rroror. Aho¡a escucho esa voz que se destaca de ios ruidos. ¿1943,' l'til'!l ¿i)e dónde r.iene esa vozi ¿EsIo)'soñando? Me parece ver a
1., ¡,,r'r'rr c¡ue canta. Es bella, como un esbelto Gabriel de Lorto que
\ i r r ¡.r vc7-, que desciende en túnica carmesí con el rostro encendido
,rlrrri,rntlo a ]r4aría un ¡amillete de azucenas. ¿O son jacintos? ¿Quér¡ nrl)o ('stov ¡eco¡dando? ¡Qué joven m* bella I'qué lriste su vozl
l'J t J, rlcfinitivamente .
No rantes, herm¿no, no cafites,
,¡tr Mosrú evti cubienn dr nieue
t, los lobos ¿ulkn de hambre,
tto cltntes que Olga no uuelue,
tu que e! s0l ltueullmente iltrntine,
tunque siga cayendo k nieue.
;l)c dónde salió esta canción? Estaba Ioda en¡era en n:i memoria
l,¡,r .rrros de aúos 1'ahorasin más agencia aparece, junto con la imagen
,1, r'tr joven un bella, au¡eolada de bucles, de labios temblorosos yt¡)J(,\.
;Qué triste suena su voz! Pe¡o igual se van los dolores, se van
l.' fr,lrrc, la desesperanza, escuchándola. ;Qué impona nada si existe
r r¡,r \,oz qLie canta asíl. Los lobos aullan de hambre. ;Qué es esto? ¿Un, ,r, n(o rlc Selma LagerlóP Como si vie¡a una película de Hollrwood,l,Lrr¡rrc rras bloque, Ios 1'entiladores soplan firriosos nieve de algodón
255
sobre los prisioneros que arrasrral tira¡do sob¡e los homb¡os las ¡iendas
de los rineos de carrón piedra. No io voy a negar, no es por la fiebre y
el delirio. Me siento camina¡do rumbo a Siberia. La nieve cubre mis
homb¡os, mis cabellos. Aulian de hamb¡e los lobos y Olga nunca más
volverá. La bella cantando solloza de verdad, parece atada con cadenas
al trineo que avanza lento:
Rumbo a Siberia manauparte h carauana...
¡Quién sabe si el sol
querrti ihnninar n estrl1 múrchú dr hzrrlr!
¿Por qué callan todos: ;Deiaron las muieres de lavar? ¿Qué hay en
esa voz, en ésos versos? Rumbo a Siberia. ¡Sarto Dios, en qué mundo
estovl Pero si ni siquiera saben para dónde es Siberia! ¿Conocen la
causa de esa ma¡cha de hor¡o¡? Y como si ftrera poco, ¡Olga no vienel
Olga no viene aunque el sol nuevamente ilumine, aunque siga cavendo
la nieve.
¡Habráse visto estupidez iguall
Hav que volver al niÁo que fuimos, hav que volver al mundo
firme y cerrado del nirio que fuimos. Pero ;cómo volver de ve¡dad, no en
figura? ¿Cómo aboli¡ Ia me mo¡ia de la iornada aduka que hicimos? Esto
eimás imposible que sacarse la sonrisa,v deiarla colgando de una percha.
;Cómo volver sin la conciencia. 1a culpa, toda la ftalciad insufrible de
lo que fuimos 1' lo que obramos? ¿Cómo volver desprendiéndose de la
desiiusión, el hábito cínico del nundo adulto que construimos despues'
sin agitar irritados la denuncia del orgullo, la ostentación, Ia vanidad, el
crimen? ¡Cómo volver a ser un niño lievando un monstruo dentro, no
sea más que ese monstruito chico alin.rentado con la lucidez, la avidez,
la visn gorda, la ¡acionalización, la coba¡día?
¡El niño que fuimos! Devolvernos y volver a ser el niño que
fuimos. ¿De dónde nació cs¡a ocurrencia? Es preciso hacerse cargo
)i6
\ ,rrl.¡ (le ccnteneres de millones de se¡es asesinados, masacrados,1, ,i,,1,r,;rtlos, despreciados y explotados. Toma¡ sob¡e sí, como sea, aI , r rlr. , t ll deca.lle, el fardo de crímenes que nos corresponde. ;O vamosr ,li t r cono en el juego del que compra huevos "¿ h ofta esquina"?( ,rll,rr¡ros, miramos para otro lado, hicimos ruido para no oír. Y, como
'lrr,r ,sc'iweedledum de Lervis Ca¡¡oll, no imporra ranto cuánto, ¡,r,1rr]os, Io que impona es que cogimos cuánto pudimos.
l)cvolverse y volver a ser como un niño. ¿Con qué alquimia,, , ii.,rrcivc la inmundicia que filimos acumulando bajo afeires, bajor,, r rr l os, ba.jo discursos, bajo tierra? Vamos a limpiarnos ¿con qué? Nolr rr' , on qué. Ni const¡icción, ni arrepenrimiento, ni perdón. Hagamos,r i .r { rn os de hace¡ la experiencia de volver y escucha¡ de nuevo:
llunbo tt Siberin, mañana,
¡,trte la carrtuana.
,()uién sabe si elsalquenri iluminar nuestr¿ marchd de h0n0t!
,No es posible volver a escuchar como un niÁol Hav que combinar1., , ,1,,s cosas: la ma¡cha de horror y la suspicacia. La marcha de ho¡¡or
, rr,is que un panflero anricomunisra?. ;No tuve después Ia suspicacia,1, ,¡rrc lo era? Volver a ser un nino. Tengo que cocinar mi pan con,rr',¡ricrcia y compuión. ¿Cómo se logra algo así? Y si se logra ;quél'rr,,t() liene?.
tXiV["r s¡ñor¡. DE NAVAR¡A
Hay dos especies de hisro¡ias para niÁos: las del emperador quer',r sin vestido y las del vesrido que va sin emperador. ¿Sólo para niños?
Salustio, antes de que supiera yo del crimen que comerió con
1<7
Be¡ta era como un emperador en su vesddo Pero después, cuando
Justina me contó del crimen (porque juraría que fue Justina la que
me contó mient¡as so¡bia las narices y pelaba papas), desapareció el
vestido. ¡Vaya, qué estupidez digol Desapueció el emperador. Sólo
había un vesrido que iba y venía muv suelto de cuerpo. Ta1 como esos
cuadros de Tiziano que se transforman a¡Ie nuest¡os oios y en lugar
de un emperador vemos un vestido ostentoso. ¿Hase visto cosa iguall
¡Bah, por millones, todos los días!
Pero yo, oído el inlo¡me de Justina, podía revelarme. ¡Diantre,escribí mal rebelarmel Podía en pleno ba,rrio y a la vista de todos
apuntar a la casa de Berra y Salustio v gritar quiénes vivían a1lí. ¿Podía?
E¡a co-o la luz del día, ¡tan ciertol Estoy viendo e[ crimen de Berta y
Salustro en los oios desorbitados, enrojecidos v legañosos de Jusrine.Era así y uí. Enronces, ¿por qué se conducían todos como si no luera
asi? Conduciéndose todos (loco Valdés incluido) como si no fuera así,
resultaba para sujetos de mi porte que no era así- ;Qué iba a serl Pero,
como digó, un buen día (¿o tue malo?) Justina decidió que había que
abrir un poco más las ventanas de mi cabeza.
¡Avavavcito, entonces vo, sabiendo que era así, también comencé
a conduci¡me como si no fuera asil Nadie vino a enseÁa¡me, solito me
endilgué. De mala gana, con mis modos, pero como si no firera así.-O
sea -comJ hasta ei mismo bruto del " Copihue" diria- de la
ambigüedad pura vine a sentarme muv calentiro en la ambigüedad
impura. El loco Valdés t¡inaría de risa.
Pa¡a ir v decirle en sus narices al emperador que va desnudo hav
que ser un mocoso estúpido. O hace¡se esrúpido como un mocoso.
¡Qué esroy implicando! ¿Que la verdad es una esupidez? ¿Eso estoy
implicando? ¿O que uno es un estúpido de marca mayor cua¡do la dice
y que, así, por asociación, por metonimia, se mira la verdad como una
santa es¡u... ? ¿Qué más puede decir el esrupido que estupideces- I-os
perales dan peras; los guindos, guindas.
2i8
I l¡bía horro¡ a las estupideces, por pequeias que fueran. Pero
,u ,r rlccirle al emperador que era un estúpido al cuad¡ado e¡a una, ', r l)
i( Ic7. al cubo!Itro lo que quiero decir es or¡a cosa. El" Fl.or d¿ Haba" la cogería
,rl vrrr'lo. Yo entonaba esa canción que digo, "que Moscú esrá cubie¡ra,l, rrit vcylos lobos aullan de hambre" comosi filera un lamen¡o siendorlr( ( ril un panfleto escrito como un lamento. Yo comía mi sandía conl,,u rlr rostada entre Bena y Salustio como si fuera entre Santa Berta 1'
".rrr Srrlrrstio, siendo que...
I:l niño ve veni¡ un emperador pilucho y escucha aclamaciones:
,(.)rr,1 r'lcgancia, qué estilol E1 niÁo considera que así r,isren los, rrr¡,, r:rrlcrres. Lógica pura, dijo el Copihue fr,otando en el" R¿ud¿L del
l'cro, si es tal como esa seÁora de Navarra que...
...¡'ns,, roda sL' uid.a e,, una jnrrd:
lnm hacerl"a incobralt pintaba a tod¿ hore
la pLicidn seítora de Nauarrn
\ir no tengo dudas: mi mundo cerrado era una jaula y me esraba
¡,,r,r.irrikrlo y pintándolo sin parar v asi nadie lo veía por más que ior, ,rr ,1.r. Cuando me di cuenta de mi esrupidez 1' haciendo como que no,,r, ,l,rba cuenu segui de todos rnodos dándole a la b¡ocha, en¡onces., ,'¡¡¡1¡ ¡li¡ia el " Copihue", me deslicé desde Ia ambigüedad pura a Ia,r r r r l,irlircdad impura.
2i9
txv[¿s rronÍ¡s o¡ r-¡ Nrñrz otr Nrño
Había una cantidad de reo¡ias sob¡e los n.iÁos. Tá¡ras como paratener a mi padre y mis hermaros mayores peleándose el invierno enrero.Los niños no e¡an los autores de esras teorías. Tlmpoco tenían la miradde una palabra en la discusión de es¡as teo¡ías. No recuerdo, durantela Sema¡a del Niño, escuchar que se discuriera alquna de esras reorías,aunque se empleaban a granel.
Las reo¡ías del niño como futuro de la Pa¡¡ia, como inr.e¡sión a
largo plazo, como capiral acumulado y producción porencial, aparecíaaa cada ¡aro en 1os discu¡sos de ios intendenres, gobernadores r. seÁoresde la indust¡ia.
Pero, aquí, no se üata de esas teo¡ías. Hasta el " loco \/aldéi' se
sonaba las na¡ices con ellas.;Oí de esas or¡as numerosas teorías delniño, siendo niúo? Seguro que sí 1' más de una vez. Aquí tienen algunas:En ¡odos nosorros hay un niáo, ésa es una; algunos hombres iiguensiendo niños. ésa es otra; algunos hombres se conducen como niúos,
fuimos, hocus pocus,
tertia: algtnos hombres no quieren dejar de ser niños, quartn; de t,ezen cuando, despierta el niño do¡mido en nosorros, quinta; podemos¡evivir el nióo que futmos, se:;ta; el niÁos quedesaparecio. Esa es Ia última de lar primeras.
Oímos que el niño es un monsrruo; que es un pequeño pen erso;que no disdngue la ¡ealidad de la ficción; que ve lo que no uen io, orror;que sólo busca desrruir 1' que no distingue el bien del mal; que es unparadigma de inocencia; un mono con pant:Jones, una masa maleable;un ángel; un juguete de los grandes; un sabio emboscado; un a¡imalque rodos ven pero nadie mira; un r,iceversa; un ojo crítico que nosobsena; un viejo con dienres de leche; un irresponsable delicioio; unac¡iatu¡a libre ¡ feiiz; un ¡uiseño¡ en una jaula; un rrasero para recibir
260
'I irmbién se dice que el niño ya a sus dos o ues años no es más unr rrrr, r sirro un hombre hecho y derecho. ¿No es increíble? A los rres a.úos, I " ( )rt¡ihue" era ya el violador que sería por siempre violador Con esrar, ,,r i,r ¡t¡uó renraciónlToda la enorme caatidad de ingenieros que hay en, I rr rrrrrtlo construyendo armas, urdiendo esrraregias, enseña¡do a maur,.r ',.r( lnulr, a destruir, no son más que los mismos idiotas que vieron susrr.',, \lts vecinos y sus compañeros de ronda cua¡do tenía¡ tres a¡osr ,r l,rs r¡uc les cargaban los gatos, ix flores y derramaban me¡melada, rr l,'s rizos de sus hermaniras. El mismo bruro que había aplastado
¡, r¡,rritos a los dos aíos era el que ahora a los 70, andaba apiastando
¡,rr, l'los cnteros. ¡Qué daahogo teórico más grandel( )rra tentación gra¡de de esu reoria es... es... que yo amé y amaré
,.rr'rrl)r( í1 lrma S. y a Hilda H., que todo mi amor es todo mi amor1,,,r , llrrs 1' que pervive encendido sin morir jamás. Y ambién que mi.rr r,,r.r(l l)o¡ Manuel, Fernando, ei "/o co Valdes" y e|" Copihui'es t;da mir rr rr., r,rr I dc siempre, que nunca muere. Y que mi amorl, conmiseración¡,,,r lrrsrina, el"Flor de Haba" y lr4a¡uel A. es una susrancia viva yl,.,ll,itl te que siempre estuvo y estará en mi co¡azón.
l'o¡ Io demás, y haciendo pruebas, ¿senrí jamás en mi vida la,1,,,,'nrinuidad entre el niño y el hombre? No, no rengo noricias, ni1,r, rrr.is menudas, de una experiencia así.
¿Me creerán que hav orra teoría? No, no es eso 1o que quiero deci¡'.rrr,,: ¿N4c c¡ee¡á¡ ot¡a reoría que hav? No, talnpoco es eso, sino: hay,
' r r ,r rcor ía que pa¡ece increíble. No quiero decir que lu que 1a enume ré
' , .,rr , rcíbles. Mi¡ándolas con un poco de arención no sabe uno decidir, r,i.l i s nrás increíble. Pero lo que ocur¡e con esra ultima reoría que digo, ,, ,lt b más inc¡eible que hay. la he conocido en muchu aplicacionesr rrrrr,:ha genre. En el caso de Lear, dice así: "Lear es un viéjo que fue,r( r¡rl)rc un nirio o, más bien, un niño que fire siempre un vie.jo". Ja,1,r, jlr, ja! ¿No es para componer tn limeichl
'thmbién, va¡iando de teo¡ía en reoría, combinándolas,, r'rrcrcjiéndolas, se dice que mienrras el hombre serio puede de vez en, ,r,rrr,1o desperrar el niño que hay en é1, volver a se¡ un niño, revivir el
26r
niño que fue, ransformarse otra vez en un niño (salir, por e.iemplo, a
encumbrar volantines, a columpiarse en el Parque Foresral, a dispararle
a los fa¡oles con honda, a sacarle la lengua a una viejita que mira por
Ia venuna) sabe muy bien que esos momentos son como ios díx rojos
dei calenda¡io. Cada quien tiene de¡echo de dá¡selas de tonto de tanto
en únro. Pero, ¡pasárselas en eso todo el tiempo!
Hav gente que se las pasa en esas todo el tiempo. Cie¡to. Incluso,
hay eente a la que se le paga por eso. Pa¡a dive¡sión. Por ejemplo, va
uno a su uabajo, se detiene, da un vistazo por una ven¡ana ento¡nada
a propósiro, sonríe, mueve Ia cabeza y sigue su camino. ¿Qué vio? Aun viejo parado sob¡e la alcoba comentando a Platón en araucano con
un ukeiele.
¡Ahi está! El niño que ha sido siempre un viejo, o sea. el viejo
que ha sido siempre un niá0, r'e como veía (me parece a mí) el señor
Alvear que no hay que confi-rndir con el seño¡ An'eal. Dicho cie o¡ra
ma¡re¡a: cuando se es viejo 1'niÁo, se es al mismo tiempo niño t'vrejo.Y liceve¡sa. Se ven Iu cosas desde aquí para ailí, al mis¡no tiempo que
se ven desde allá para ac'á. Se ven... como si uno i'iniera recién llegaldo
y como si luera por fin saliendo. xí se len.
LXVI\ixlo,lo DE \¡ANTDADEs, HUMo DE Hutvf os
Con or¡as palabras: VarLidad de va¡idades, todo es vanidad. N4i
madre repetía este inmenso pensamiento cada tanto. Támbién lo decía
esa esfinge en ese ta11er de reparaciones de los Muñoz, Ia que me describía
el infierno como si crey'era más en el Corán que en la Biblia. Esrov
o1'éndola en¡¡e ¡uido de motores, olo¡es de aceite 1'bencina, ajetreo t'gritos de mecánicos,v clientes. Se daba su tiempo para pronunciar sus
26)
',¡ rrr( n( ias: " Voz del Predica/a¡ rry dz Jerusal^em: Vanid¿d de uanidades,
t,t,ltt tt t¡ttnid,c,¿' .
,lisa sí que era grandel Como si le extendie¡an a uno una licencia,l, l r,¡rrlrño del mundo. Todo ese enorme taller y su constante ajetreo,
1,.r.¡ I n)pczar, no e¡an más que vanidad. La esfinge esc¡utaba en mis, ,1, '' r'l inr pacto del dictum. ¿Sería edifica¡te? No recuerdo el porte de la
, Lr, rrir. I)c¡o todar.ia escucho una voz " Anda cómete tad-as bs nísperos delI'ut to tlrl seúor Rector, ntata al Fbr d¿ Haba, aniend¿ k parte d! dtr^ d^e
I I tl,h I L Todo es uanida4 mi amiguito, uanidtt"d de uanid¿de:. Pabs con el, tut \t ffucc ! con el que no se cruce. Agat l b primerc a m¿no 1 z,rimpnte/rt.t\t¡
t'¡tit lt sff menLs cenizas Lts cosa porque no l"as comas, ni tnenos uacieda/.
l,t' , rl,t;.tts porque na bj partns cln un nzrtilb" .;Se figuran al " Copihui',1, ,rrrrilo cnte¡o ailá a¡¡iba, en las ¡iberas encumb¡adas del" Rnud¡l delrr¡¡,r";rlz-¿rndolosbrazos,adelan¡a¡dosucosaenhiestaalrojoygritando:
I ttt,, tl |tradicador: \lanid¿d de t,nnidlde:, todo es unnid¿d'?
liccuerdo que muchas veces juqábam os aJ," por na dj,tr' '. Algunos,r,,, r,,s cultos, decíanal" deparuer", como si fue¡a lo mismo. ¡los burroslt ,,lrir entendí cuando escuché por primera vez esre p¿?" no dejar").
I ! ,r r ¡r rc lo entendí a la primera. estol' seguro ! aunque no recue¡do cuá¡do
l, , , s, L rché por primera vez. Se ¡efiere a los juegos de paeo: pagábamos en
.,', ll.rnas, en boliras, esrampas l hasta en dinero a veces. " Por no djar"',rlrrilicrba con toda cla¡idad, no como " Binensuc/ll" o " ameglel' .
i ,¡l t onro " desa/mada" , iqud, " pornade.itzi '. Lo escuché por un tiempo,r t: " lrrprentos al pornodejar' J pero no ne tomó trabajo disolverlo. No
' ',¡n " dcsttLntad.o" que lo entendi clarito cuando Justina se lo aplicó a
, ,,r lrcstia de Guille¡mo R., pelo que n.ie pasé años de aúos.sin que se
,r( l)irsara por ia cabeza disolve¡lo.
Con " uanidad de unid¡dei' no fue igual. Tiato de recordar I', ,r\i cstoy seguro que por primera vez escuché: " Hontbre, uaniútd de
t',rrirlndci' y nojunté m desjunté nadasino que entendí a la primera así:
( lu( cntre todas las vanidades destacaba el homb¡e tal como el" Copihue",l \r.rcílba enrre rodos los burro,.
263
Despues, mucho despu&, escuché que el rey David participó con
su hijo Salomón en un simposio sob¡e la vanidad en el tiempo de los
tiempos cuando los ratones vivía¡ sin sobresahos I'dormían bajo nuestra
"l-oh"dr. No sé por qué imagino a David en una te¡¡aza palaciega
vecina a1 Jordán, .lh"do en magnífico ¡eclinato¡io con su barba negra
de revoluciona¡io ¡ecién Ilegado. Los revoluciona¡ios ¡ecién llegados son
seres aparte. Todo ha quedado por el suelo cuando llegan. Si no fuera
"rí, .nion..r, simplemente no hubie¡an Llegado. Hay que nombrarlo
todo de nuevo, hav que pensarlo todo de nuevo. Todos aguardan lápiz
y cuaderno.n -aná mienuas los ¡evoluciona¡ios recién lleqados se
ti¡an las barbu ¡ratando de nombra¡ las cosas de nuevo y pensar todo
de nue.,o. Se desviste de su manto retórico, ejem, la ton¡ería gene¡al
cuando llegan ios revoluciona¡ios ba¡budos a poner su empeÁo bajo el
sol ,v dar un empujoncito más al carro de 1as vanldades."Así que el hombre es Purl hunl" ' exclamaba David medio
enojado. Se ponía de pie, subia a un promontorio a zumbar piedras con
su honda famosisin.ra, ri¡ándolas finalmen¡e sob¡e ios lomos delJordán.
Volvía de alli rascándose la nuca. Se detenía, I'oh'ía a mi¡a¡ el To¡dán.
Después, echando un largo suspiro, medía de alto a baio a ese portento
d. hilo qu. le había nacido. ¿No se estaria riendo? ;Hm, humol "?¿¡o,
;qui rbse de hutno>."
También después, mucho después, escapando como tanios
otros de Herodes Pinochet que quería hace¡nos pasar Po¡ inocen¡es
lui a ampararme a Israel. Alli estuve un tiempo haciendo eje¡cicios de
hebreo. Ñ{e alcanza para saber que "l'nnidad es" hebel' ' gue" t'tznid¿i d¿
uanid¿dd' es" htlreIhebelim" .t'gne" todo e: uanidttd es" l:ecai hel¡el' .Td'
como dice David, " hebel' eshuno. Pe¡o también es" uapor" ," alienro" ,
" aire" ," uiento" , " resPiftlción" . Se me ocu¡rió pensar que " hebel' poüa
se¡ onoma(opeva a pa¡tir del ruido que hacemos al echa¡ frre¡a ei ai¡e.
Supe despuéi que no sólo a mí se me había ocurrido. ¡Nada nuevo baio
el sollAl mori¡ soltamos un largo " hebe[' . "Expiró" , se dice.,iustina n.rás
de una vez dijo: " Ln uidtt es ttTt üIsPirl".;Qué hay de asible? Soltamos
el último suspiro, ;se nos acabó el " hel:e['1.
264
(luando mi madre suspiraba: " Vanid¿d de uanidades.', no piensen,lrr{ \, 'r,rra de forma parado jal en mis orejas esa frase. ;No ,. h".,á hrrin",l, lr,rrirrrp::andolaharina-porel cedazo? y esta harina de harinapodía, ( r¡rirsc en un cedazo más Áno, resul¡ando harina de ha¡ina de ha¡ina.ll.rlr. cn los molinos de mi padre se hacía harina de harina de harina'1, ir.rrina. Por eso, después, cuando oí del simposio sob¡e l¿ esencial nirrrlraleza del hombre ¡ealizado en esos tiemios de David _cuando,,r' nriltaba con honda 1. se pensaban las cosas úhimas con huma¡edasl lrunroradas-. no rur'e problemas en comprender que no había nada,¡rr, t ornprender po¡que no se comp¡endía nada. Eniendi clarito lo que, ¡rrt rírr dccir " uanidad de u¿nid¿d¿| .
Dijo David:
"El hontbre es catno un hutno".
¿Qué cspecie de huntoi,\i cs humo de horno a
l,umo de fogtta,I icrc sust/lncia.
Entonces, su hrja Sahntón uino 1, explicó: hi6trí escrito: "Humo de ltunto''.
¿Cómo se forma elhumo de humo? pregúnrenle al prime¡ mocoso,¡'r, 1'.,rr saltando en.el únicopie que le queja y r'a a responder a1 tiro:\, tt,tltt
,cl lntno. se /eprettde.firego1,el hunto oue s¿le e: hi,nra d, hunto,,.
l ,,r \ \,, dloo que no enrendra nada. eniendiendo ran cl¿ro.
l6i
DX,{INu¡l'o lxt¡ntuDlo KuRDo
He dejado de esc¡ibi¡. l-a persecución de los ku¡dos no me deja.
Unas veces son aucados por los persas desde el este; otras, por los rurcos
desde ei none; otras, por los sirios desde el oeste. A|ora son los iraquíes
desde el su¡. Los ame¡icanos, europeos y á-rabes dejaron las manos libres
y los helicópteros disponibles al Calila de Bagdad que está la¡zando
sus misiles sobre Ki¡kuh, l\4osul r'los centenares de miles de mujeres
y niÁos cue huyen hacia las monraÁas. Los ame¡icanos e ingleses
pensaban que después de la paliza apocalíptica, el Caiifa de Bagdad
(más conocido en Kuu'ai¡ como el l¿d¡ón de Bagdad) no ¡esistiría en
su rrono. Asi fue el cálculo que hicie¡on, ellos mismos lo dicen. Pe¡o
Saddam Hussein tiene una qua¡dia de paiacio que,va se quisiera el
Rey de los Bo¡bones. Comenza¡on matando shiitas en el su¡ r'aho¡a
siguen con los kurdos en el nor¡e. Decenas de miles de ku¡dos l shiitas
masacrados se suman a los cienros de miles de iraquíes eliminados
por los bombarde¡os ame¡icanos. Ent¡e dos l t¡es millones de kurdos
huyen hacia 1as mon¡aÁas. al no¡te de Irán v sur de Ti-rrquía. Unos 800
mil han ent¡ado en Irán. En las montaias al no¡te de Irak, Ia nieve v
la lluvia caen sobre ellos. \'ienen imágenes de peste, hambre v pánico.
Languidecen los cuerpos so'bre el fanqo, bajo tiendas improlisadas.
Saddam Hussein ordena flmigarlos como si hle¡an ratas. lt4iles de
fámilias se han dispersado por Iu montaÁas. ¿Dónde está el hijo, dónde
esrá el padrel iHan muerto los he¡ma¡os? Entretanto, en Ku*'¿it, se
inicia la penecución de Ios palestinos que colaboraron con I¡ali. Vienen
imágenes de cuerpos aho¡cados en las terrazas de los departamentos.
Por su parte, 1'con ofertas en buenos dólares por sus " tr'lemorias" ,
el general americano entra üiunlante en Nueva York. ¡Ya viene el conejol
Y por ese axroma genético-poético, la más hermosa sonríe al más fie¡o
de los r,encedores.
266
Los kurdos por cientos de miles se atropellan por entrar en los
',rrlros emericanos de refirgiados. De pronro, ha1'un terremoto enr,r'rrrlir. Cientos de miles sin hogar. Todavía no llega la cuenta de
1,,', r¡rrcrtos cuando un ciclón a¡¡asa Bangladesh. Cien¡os de miles1r' lLtcrtos. 5ln conta¡ los anlmales, que esas cosas no se nacen.
Vr, rrcn largos reportajes sob¡e las implicaciones dei desurre nuclea¡los animales,,1, hacen.
, ¡ ( ,lrcrnobil. Se dice que 10.000 mu¡ieron en los primeros días. Pero
r,,' .,, ,Iu la cuenta de los que murieron después y mueren todavía. Los
l,,r/( r:, pcrrole ros de Iral, y Kuwait siguen ¿rdiendo. ;Se me olvidaron los
r'r( nos en Ia guerra civil en Libe¡ia! Se habla de medio a un millón.Iiroy ovendo preguntar al Sr. Abur¡o: ;Qué relación hay entre
1,, li,,¡rrla de San Miguel 1'la Guerra del Golfo? Si le preguntara al' r',,f ilttt",;la cara de pescado a la parrilla que pondrial "',Yo no f,ti,',,rlr'1" I'-l " loco VaMés" move¡ía la cabeza hablándole a las ventanas:' l'tr,l,r, .yrt salió ztra ucz con l¿ candinga! ¡DéLe con busatrlt eJ cuesco a
l,¡ l,t, ¡',tl'li4i amigo l4anuel pediría que le acla¡a¡an la cosa. En cuan¡o., | , rr.rndo... icon enreditos a Fernandol
DO4IIY coN ¡,sro ¿eL;É sE HACEi
;(-u:il es pues la ¡elación en¡re la Ronda de San \'fieuel ,y el
rrrLrrr,io propiamente tal? Ha)' quienes miran el mundo en broma.,1, ,,1,1rús lo mi¡an en serio )'terminan por no agua¡Iar la risa. ¿Habrá,lll r(1lr l)ueda hacer todas esras cosas al mismo tiempo? Repaso t'repuor r r'. ( rl)criencias )' encuent¡o que nadie puede hacerlo, 1' también que
r, ',
J,,s cstán todo el tiempo haciéndolo.
l.co y releo las palabras del sabio enl¡e los sabios. Las secuencias
,1, r'rs razonamientos se destruven en qllerra pareja t sin cuarrei, se
Sin
267
invienen, se desinvie¡ten, se combinan, se relirerzan, se desvanecen.
Como un enredo entre los dedos de Fernando se disuelve todo. Vapor
de vapores. Según unos, dijo el P¡edicador, va¡idad de vanidades. Segun
o,ror, fu,ilid.d de futilidada. Según otros, vaciedad de vaciedades.
Según unos, no recibió influencia. Según otros de los.egipcios viene,
de Alejandría viene, de los escépricos, de la Academia, del Liceo, de los
cínicos, los epicúreos. Para unos, es un místico de los auténticos- Pa¡a
o¡ros, un agnósrico de los peores. Dicen que no es uno, sino dos, que
no son dos, sino tres, cinco, nueve, ciento 1'tantos. Se considera que el
texto o¡iginal estaba en arameo \'\'a no es¡á. De la ¡¡aducción Íiieron
sa.ando ésto l poniendo es¡oüo celosos, piadosos, copiosos, rabiosos
rabinos, ]'no quedó nada de nacia. Interpolación de interpolaciones
Por mejorar echaron a perder. Poi borrar, subrayaron. Po¡ consrruir
destrul'eron v destruyendo levanta¡on el más grandioso monumento
de la desesperación, la protesta. la resignación, la nulificación ¡ ;la
alegríal
;Por qué no podrá ser así: Bas¡a ver la cantidad de los que meten
."no ahor". a la vista de todos, en el ¡exto. ;Cuá¡tas versiones ha1'de
uno cualquiera de sus versos? He ieido v vuelto a lee¡ en mi larea vida
los versos del Predicador. ;En¡endí la mi¡ad, Ia cua¡ta parte? Teme a
Dios. No ha1'nada que tene¡ porque no hai'nada. El sabio va por
el camino de Ia sabidu¡ía. Sabio o insensato, lo mtsmo da. Todos los
goces son ranidad. Goza ¡odo 1o que puedas. Come 1o justo Disfrura
mientras puedas.
T¡ato de entende¡ el discurso aniquilante del P¡edicador mientras
las pulqas me chupa¡ Ia sang¡e en un camastro del Ejército de Salvación.
Echa tu pan a1 río y más adelante lo encont¡a¡ás. Estol' cabeceando en
tardes de ve¡ano en escaños de igiesias solita¡ias; a¡do c¡zando elviento
en lib¡e¡ías de segunda mano; me quedo sin aliento ante los nichos
vacíos del cementerio. Vanidad de va¡idades, aliento de un aliento,
nada de nada.
O sea: mi¡é )'no vi, c¡elendo que veía; 1'cuando por fin vi,
encont¡é que no había nada que nirar, que sólo andaba viendo cosa-s
l.(r8
,, r r .,usrancia, que me hinchaba de insensatez üatando de encumbra¡me.li 1 r,1 y vi por fin que no hay nada que ver de patente que es rodo y de, Lrrr, ,¡ue se hace el mundo de vacío que esú. Escudriñé mis en¡edos
l rrir cn¡edos de en¡edos y enconré que no hay nudo que no se
,lr",.r)llde, secuencia que no pueda inten'enirse, sentido que no puedar,r,,uocarse, vínculo que no pueda deri'incula¡se, causa que no pueda,l, r.ncuusarse, polvo que no pueda pulverizarse. ¡Vaya, dewínculo de
ur¡( ulosl No había cabeza que no pudie¡a cambiar de hombros, brazos,1rr. rro pudieran arra¡ca¡se. No había ojo que no pudiera vaciarse.
h 1rr,1 y vi con toda claridad una z¿laqa¡da de tonrerías formadas con,r,l),rvicntos. Reí y reí, lloré y lloré, viendo el desranecimiento de rodoi I r(,r¡lo mío. Que el sol termina por calcinar rodos los huesos, elYienro
1,,)r lvcntar todo el polvo. Vi desquiciarse mi mundo en sacudidas
I'ror(\c'rs, perderse sin espe¡anza todo el sentido y el propósito. Como',r l,r csrulticia ávida abrie¡a eno¡mes ouijadas. " l'czn e:tl, ;qué se hacel"
rrr, ¡rrcgunré. Como cualquier pequeño hijo del vecino, perplejo conr r) \,rl)o en la palma de Ia mano: "
¿A dónfu se u/¿ czn estl desdc aquí?"r,,, 1,rcgunté.Yrecordéa.l Predicador de Jerusalem: queno había dónderr r¡rrc justanente de suponer que hal dónde i¡ r'iene la aficción de, f iriLu y el odio de la vida.
Agosto, 1990 - junio, 1991.
269
AooENoa(1999)
1.
Viene conmigo un seÁor resperable, casado, con hijos, camina¡do,rl .rnochece¡ en amable plática, el brazo cariñoso y p rotecto¡ esr¡echandorrris lromb¡os. Es de 6no lenguaje y gran cultura. De pronto, desliza',rr rn:rno bajo mi camisa 1'me aca¡icia en el pecho. ¡Ése sí que fue unrrr,¡rt illazo en ei almal Un seño¡ con quien conversaba por hoias y horas, r l:r puerta de su casa, vecina a la mía, cuando al volver de su trabajo, r I,r'lbsore¡ía Provincial se senraba a fumar. Me aludó a conjugar losr', rlros ingleses y a memorizar }os irregulares. Comenaba para mí las
1'r.rrrtlcs obras de la lire¡aru¡a. Lo hacía ran bien juntando iis palabras,r¡,r,piadas que era ün gozo oírlo.
¿Tendría yo ocho aios? No, porque con el inqlés comencé a
r¡.rr;rrme hacia los diez.;Dónde anda¡ía mi padre, dónde mis hermanosiY rrlrora que recuerdo, uno de éstos, don Juan de barrio _\'armas roma¡,',, ,lrrjo una noche a Ia mujer de este serlor que después de iargas sesiones, l, 1ir:rmática y lite¡aru¡a mería de pronto su mano bajo mi camisa.
¿Dónde andaria Irma S.? ¿De amores ya? ¿En la cama de algún¡ oriul)tor igual de ilustrado, igual de viejo y baboso? Qué frases me',,rk n con sólo reco¡da¡.
L,l inesperado seducro¡ me preguntó qué sentía.;No estaríal,r,,ncando? ¿No esta¡ía bo¡racho? Pa¡ y sus faunos hacíal ba¡ba¡idades',rr rrombre cuando se embo¡rachaban. Thl como mi mad¡e de ieche,¡rr, vi una vez sali¡ al pado de su casa, ebria, en calzones, gritando,,1'sccnidades y que me dejó enfermo de náusea para toda la viáa. Lisro
l,,r l cuanta pomada de moralina vendan en la fe¡ia.Escapé a perderme de ese seior y no recuerdo habe¡lo visto sino
rrrr;r vcz, mucho dempo despues. Se condujo entonces con su corrección
271
de siempre, como si nada hubiera ocurrido. Tál como Hilda H., tan
.o-puÁ,^, tan seria y tan pulcra, como si nada, después de.haberme
dadó a chupar de sus pechos cálidos, temblo¡osos y encendidos.
¿Qué tiene que ver esto con la Ronda de San tr4iguel? Veamos,
u."rnoi. -Flot"ndo
de espaldas sob¡e Tutuvén Voluptuoso, con la
boca abierta y un nin'ana completo en la cara, Manuel A. t¡ina
mastu¡bándose a la vista de todos. Como si nada. Cuentan que Diógenes
hacía lo mismo. Y dicen también que, ya viejo, Aristóteles t¡otaba feliz
en cuatro patas con un pequeÁo ama¡te suyo a las espaldas que lo
cabalgaba muerto de risa y dándole en las costillu estagiritas con sus
riernJs talones. ¿Por la conjugación del verbo griego' por lectu¡as de
La ilíada? ¡fuistóteles en cuatro Patas, asqueroso corruPtor de menores!
Lo leo, lo releo y no lo creo.
Veamos, veamos. Hagámonos un cuad¡o de la cosa. N4uchos
afirman metafísico más encumbrado ha visto ni ve¡á. ;Seanrman que meIaIrSrLU lllas slrcurrrurduu
verá suciedad más grande que un doctor sublime de tamaña es¡atu¡a
cogiendo a un pequeño por las verijas, doblándolo ¡.. y..?
¿Con extremos como éste, qué se formal Un torbellino o una
ecuación?
Recuerdo y recuerdo mi asomb¡o amarguísimo ante ese hombre,
hasra entonces serio y admirable, babeando, tai como babearía
A¡isóteles con su elebo en los Iomos. Pe¡o ¡ecuerdo más. Recue¡do
el sentimiento de superioridad y libenad. ¿Así de poca cosa e¡a ta¡ta
eminencia? Igual me ocurrió con ese Rector de mi escuela de pequeno,
que no fue capaz de enf¡enta¡ a nuestro prolesor homosexual y llegó al
eitretno d. diift^rar su cobardía con un cobarde atropello: expulsarnos
de la escuela a mí y a mi he¡mano.
He oído de dos formas de madurar: Hace¡ como ese Rector; o
apanarse de él como la peor basura.
¿Hay una tercera? ¿Ya me pregunté: Torbellino o ecuación? Pa¡ece
que el señor Rector era toda una ecuación. Y ecuación también ese señor
que intentó corromperme. Y ecuación A¡istóteles. ¡Bah, qué cosas digo!
Todos somos una ecuación. Si no, cómo se entenderia que andemos en
)7')
(los pies como si nada? Fs como nos enseia el mismo y monumenral
Alistóteles, el corrupror de rntno"'' El to¡bellino se fo¡ma cuando los
: ',;;;. ;ü como los t"b^llo' del coche que tiran Cuando
,,.;.;;;.,l,.;ili.,¿n 'oridi"n* todos dormimos iranquilos sobre el
";".lilt;ntu;;;; *; q-' me miró con hondo fastidio ei Rector
li, ..,..r.".i^ ¿, ,'i inf-.ir. lorque Io obligaba a aparrarse del iusto
'l;,:i:. d. i";.ia", á.1.q'iiiu'io' obligánáolo a proceder con tanta
rrriLrsticia Y cobardia r -i,' ''" "';j¿; Ñ Lern L Carroll hacia también cosas xi -quiero decir'
, ,,'',u Árirtót.i., y mi prolesor de verbos ingleses' El famoso cuentisra
r r,lí;r historiu fan,,írri* p"" ptqt'eñas de slis a diez años y.después Las
:i,"',;il;;;;;Ji" á' r"iogl'f" f ias hacía posar' No hav que ser
,,',l r:nn¡ltur" o|tn" loca Yt;Ldis para\maginarqe cosas.con una Perso¡a
,, ., r ,r'r'"i. trq nos cuenra de iieios canallas gue '1du1en l,ltqutnt:,r i ,', i,.tro. .láro. qu. digol La prensa, esrá denunciando c:lT:nt'"t'
r 1,,:,,,.. ,odi, lo, i1".,' -Lo'
degener¿dos comienz¿n 'on dulces con
l,r.r¡.tle Lcs. . on iuegos \ te rmin¿n"'' ;i;;j.l;^;;: ie lo' Cielos' será que quieren volrer " ser niños r
.'' ',',.,i.. con Hilda H e'ta lez "i?
l.o oue rrae a mi memoria utt ¡noclle cer ¿ la s¿lid¿ del, lnstiruro
I I ,'',;s;.::;;;;;;;" '; ¿'"" ' endo v r iniendo' a':"p:rlildT:':
, r,rr) i.ilrJL-rno\ y yo enter¿mente ap)astadosin enrender por que me
,,11.,1,.,rl .,,.i*i i¿n intolerable horro¡ Estor viendo a ml colega cr
, ,, , ,l, sr ir V. c ue ensenaba Pstcologia Gcne¡al' Óomo al pasar y sin venir
l,,,, i',]','::;;.ri,'i"" Ñ;;hero " ;Ar' mi ridal Este despachero
L,. r.r ,lrre la" pequeña. del b¿rrio' detras del mo\trador' ierchupfran el
''',, ,r1,r,,. De.puis de eruñir iu'*3undo' d' placet el c:rdo
]::^e.c^h,1:i
',',.,'r.io. Él profesir \¡', ob j erilo' psicólogo' cont",t' t: ::jt1l.::""¡ l' ,r,lc l. rolápa' comentó: "¿Qué problema Para la nlnal LnuPa'
. Ur)L \'¡1le corriendo fe]iz con su caramelo
i,,':. F,.ü';;;;i; .n.,' los sabios' que aunque desalojamos
,1, l,r rrrcnte los hechos que no podemos tolerar' runque los enterramos
lr,,r(lo l)rlra no saber nunca mi' dt tllo'' igurl o con más fuer¿a obran
273
sobre nosoros desde esas profundidades. Echados a pudrirse como
inmunda basura, t¡atan a su manera y con gran energía de abrirse paso
a la conciencia. Lo que iogran con las más ¡ebuscadas astucias, con los
más absu¡dos dislraces y procediendo por las entradas menos viqiladas
de nues¡ra conciencia -como se producen mientras soñamos o andamos
disr¡aídos. Pero, también, considera Freud que estos hechos relegados
a los ext¡amuros de la mente nos resul¡an intole¡ables porque directa
o indirecramente afectan a los tabúes de1 sexo dent¡o de la familia. A
última de cuentas, 1o que ia hija quiere es desalojar a la mad¡e del lecho
de su padre y ocuparlo ella. Y otro nnro el hrjo que no sólo desalojar
al padre quiere, sino mata¡lo. Así se explica la represión de todos los
impulsos que tiendan a la ¡ealización de estos deseos.
Pero hechos que recuerdo aquí r' que surgen de pronto con toda
su náusea -como esa aproximación homosexual y esa suciedad que
me ¡efi¡ió sin más aviso 1'sepa Dios por qué mi colega del Instituto
Pedagógico- no rienen qué ver con deseos míos intole¡ables. ;O me va
a deci¡ un analista que si, que sí tienen cue ver, mucho que ler? Pero
no tengo que luchar con ninguna luerza contia¡ia cuando vienen a mi
conciencia 1. Ios contempio en su pasada realidad ob.jetivamente. Si
sov en mi ín¡ima iibido homosexual o depra.'ado, no me asus¡a que
me lo comuniquen cien psiquiatras. De donde parece que no 1o soy
¿Qué ocurre enlonces que olvido estos hechos y que no los ¡ecue¡do
incluso cuando los busco en mi n.remoria? Porque ha1'esto: el enorne
impacto, la enorme impiicación qLre tur'leron e n su tiempo t'que vuelr'e
a mostrarse si por azar los recuerdo. ;Por qué. pues. durante tanto
tiempo duermen en el oivido? Repito que esuvie¡on conmigo largos
I'dolo¡osos días en la época en que se produjeron; y que conmovieron
)' alTrenxztrron de der¡umbe todo
¿Por qué, pues, los olvidé 1', si los
a olvida¡los?
mi mundo o mi visión dei mundo.
recuerdo por unos instanres, vuelr'o
Ya oigo a1 " Copihui' y aI" hco \IaAéi' responder a dúo: "Po¡ la
amenar¡ de de¡¡umbe, bur¡o, por eso oli'idas"
2.
Se llam-aba Ana L. Estoy viéndola. irrumpe alegre entre jugando a1., r,, nda y bailando la mazu¡ca en un escena.io ésconáido y acón-gojanre,l, nri memo¡ia. Todo se conmueve con su aparición. y mien¡-ras meI )r( llur.lto por vez milésima cómo procede Ia memo¡ia, cómo se establece,
, r' ,¡ué se afirma, hasta dónde es ilusoria esa fidelidad que prerende, me, ,r"r rclve una nube de oro en polvo y mi cuerpo famélicó d. .r.ro, o.ho,,r,,
'r sc llcna de calor y de remblores. Vienihacia mí, florando casi, sulriirrn de ángel descarriado, sensual, prohibido por donde se lo mire,,1,rrz¡ndo, girando, expandiendo en amplio .u.do ru pollera giuna.( ,rlzu [¡otas negras, puntudas, de raco alro y caña a meáia panrá¡¡illa.t .rc sobre sus homb¡os desnudos, dejando apenas ver su rortro rnor.nor ,l,licado, la cabellera abundante, crespa i castaÁa. ;No! va recogida,'rril,r. por enrre las sienes 1'la nuca con cin¡a de rerciopelo granare. Así1,,, ri.r I:i me moria con mi inocencia y mis a¡do¡es: sol¡ando ius cabeliosl,.r,,trr cubri¡me entero bajo el fuego de sus ojos enormes y cautivantes,¡)rro si los dos estuviéramos...
¡Aií sí que era peligrosolAna L. de ia piel de cobriza y los cabellos,,,,,l, undo en el polvo do¡ado del crepúscu1o. lr4e cogió una vez enrre,rr lr lzos y ne estrechó con desesperación .ontr, ,u, senos echa¡do'r ,r]itnto quemante en mi cara como si el alma se le fuera de gozo.\r Jc¡ríl ;F,i ardoi, el aroma... moría en sus brazosl ;irna S.? iBahllliilu H.?;Bahl
;Qué edad tendría,{¡a L. en ese enronces? Recuerdo que sólo,1, ,,¡,1¡is ds ls5 h"6hos sin nombre que voy a conrar (si soy."prrj dí po,| !r , rcra vez en obsen ar en ios rostros lo que cuenta con tanio detalie y
r L ',1 ;rro el enrorno de los ojos, que se hunde, se infa, palpita violáceá,'. rrlirríneo, ceniciento, siempre r.icioso y siempre vulnerable.
Ana L. vir'ía allegada a Ia casa de su hermana ma)/or Cuidaba a los
¡ ', r ¡r ciros de ésta y amdaba en el negocio que tenía en el ba¡¡io donde
' , r ri lirrn maiz, ha¡ina, leÁa, crrbón, papas, peras, ciruelas 1. membrillos
',,,,,r. Ilabía un cerco de vigilancia .n to¡no suvo. Después supe por
275
qué. A veces, cuando la hermosa tenía que salir venían a pedirme que
la acompaÁara. Sola no podía ir. Parece que la hermana mayor veía en
mí un guarda de confia¡.Una vez fuimos... no ¡ecue¡do dónde. Es el regreso lo que
recuerdo... ¡Dios de los Cielos! Hayque tener cuidado con los niños. Se
malea¡ de una ho¡a para la que sigue. AJ que escandalice a un pequeno,más Ie valie¡a am¡se al cuello una piedra de molino y lanzarse a las aguas
procelosas desde lo alro de un acantilado. ¿Qué le habrá ocur¡ido deniño a Jesús para decir algo así?
De regreso nos enconüamos con un hombre joven. Para mí,desde Iuego, era un viejo. No recue¡do el nombre, pero aparecía a veces
por el barrio. Cuando yo pasé a viejo, así y todo me tomó su dempocompletar la hisroria. Casi siempre es así: demo¡a romar distancia I'juzgar con objerividad. Hasta nos depositan delicadamenre en la rumbatan ingenuos como antes.
¡Lindo guardián Ie habían puesto a Ia excitante A¡a L.lSe saluda¡on a voces, en la más perlecta simulación de encuenr¡o
casual. Como digo, me ¡omó aÁos de anos darme cuen¡a de que habíasido una simulación de encuenrro. ¡Que cómo estaban, que ranro dernposin verse, siglos de siglos!
Seguro que usredes también rienen ¡ecuerdos de la infanciacuando los mayores hablaban y hablaban por allá, mu1' ar¡iba de usredes
sin parar nunca. ¡Qué traqueteo de frases sin ron ni son que van y vienen
por el airel ¡Ah, fastidio que no termina nunca! ¿Cómo no se les seca
la boca y acalambra la lengua?
De pronto estos dos renían algo imprevisro y muy urgente quehacer. ¿No podría esperarlos allí, en ese puenre a la salida del puebloen el que nos encontrábamos? Volverían en menos de lo que canta ungallo.
Ahora viene la espera. A todos nos rocó de niños espe¡a¡. Depie, en el vestíbulo, en el pasillo, al iado afue¡a de la puena, al f¡ío, alsol. Tiempo vacío, largo, largo. Sin posibilidad de move¡se. Arisbandolas nubes, los pájaros, las ho¡misas. Encumbrándose con Ias ráfagas
276
pasajeras, vola¡do a cazar Ieones en Africa. ¿Vi alguna vez una películacon un niño esperando? No recuerdo. Y se¡ía tan lácil secuencia de
6lma¡ y tan universal y profunda.Sí, llegó el momento en que no podía más. Descendí al sende¡illo
que habían tomado por ent¡e las zarzamoras. ¿Cómo podía imaginarnada? Sólo queria avisaries que me iba, si no e¡a moles¡ia. Que por míno se Preocuparan.
¿Podré revivir los de¡alles de mi búsqueda ent¡e los matorrales?
;Me encontré con una vaca filosofando bajo un espino, un riuque,lcshuesa¡do su carroña, una liebre salrona 1'corre que re pillo? ¿Saltéu n estero, pisé la bosra de la vaca 6lósofa? ¿Me clavé enrre los ca¡dos,
nc enganché en los alamb¡es de púas? ¿Qué á¡boles había además de
cspinos? ¿Alamos, sauces, perales? Un recuerdo vago tengo de chépica,
totorales, z rzamo::s... y ranra ansiedad.
Pe¡o de todo eso... No sé... La memo¡ia...Bajo un árbol esraban. Y aquí mis recuerdos son muv ní¡idos.
Si tur,iera mano, podría dibujarlos. El encima, ella aguanrándolo entrelos muslos con las ¡odillas en alro. Él frenético y brutal en la ca¡¡era.( )abalgaba como si se le a¡¡a¡cara el alma. La besaba por todo el rostro,cn el cuello, en los senos, gimiendo y gruÁendo. Estaban desnudos a
rncdias, sobre el pasto y el ba¡ro reseco. AI calo¡ de Ia siesta, bajo la
sornbra. ¿Pensé en Adán y Eva? ¿Por qué no? ¡Pero cómo iba a pensar conr,xlo el pavorl ¡Qué especrácu1o de náusea ;' seducción! La conmoción,lc mi alma y mi vida. " El que escandaLice ¿ tno de estos pequeúo:..."l'rcscnciaba por primera vez un acto sexual entre se¡es humanos. No',,ilo miraba. \¡eía y hasta veía el hecho de mirar. ¿Así era enronces, así
rc cjecutaba? Cosa bestial y chocante. ¿Así que es así, madre mía, comonrc hiciste a mí? ¡No puede serl Tenía miedo del grande, lo ¡ecue¡dor.n bien. ¿Pero miedo de qué? ¡Si pudiera responder a esa preguntalS, tlice: Conócete a d mismo. Habría que ir por fases: Cómete un, ,,, odrilo, rasguÁa un vidrio, averigua si el número de las esrrellas es
,lrlisible por 13.
't'7'7
Sali corriendo, tropezando. ¿Me detuve a vomitar? Sí. Fs lo que
recuerdo por encima de todo: El vómito y las cuchilladas en las-sienes'
No recueido en qué condición salí al camino y volví a mi casa' Uno se
siente tan desgraciado que olvida y no hay remedio. Pero sí recue¡do ese
anochece¡. A¡a L. a"d"b, ¡oda ansiosa busqá¡dome por el ba¡rio' Po¡
fin me encont¡ó ent¡e mis amigos y tomándome del brazo me apartó'
Comencé a sudar y me volvía el amargo del estómago' Me repugnaba
y avergonzaba mirarla. ¡Pero estaba tan hermosa! Me ab¡azó, con calo¡,
con a-igutti". ¿Y si me volvía el vómito? Respiraba agitada, miraba a
todos ládos, me devoraba con esos ojos suyos que me incendiaba¡
entero. Sonreía después, pícara, prostirutísima. ''Pero, usted, qué se
hizol" Tiaía, cr.o ...o.d"ibi.n, un paquete de gallems para mí con el
ruego de que no dijera nada a nadie, ni por nada del mundo. "Júreme,
júrelel" ;Pobrecital ¡Sin idea del daño eno¡me-que me hizo, sin idea
i.l sello que guardaba el secreto! ¿Cómo iba a deci¡.nunca nada? Só1o
^hor", pot impulso espontáneo del recuerdo, cuando ya no hay dano
por hacer ni a quien daÁar.
¿Quién h¿bl¿ d. escene ancest¡al? ¿Cómo se verían Irma F. y el
" Copiiui'cuando ocurrió entre ellos lo que ocurrió? ¿No fire Leonardo
da Vinci quien dijo que si nos fiiera dado vernos mie¡tras copulamos
la feaidad y el asco atenta¡ían se¡iamente cont¡a la sob¡evivencia de la
especie? Habrá visto Leona¡do siendo niáo... ;Mejor no slgol El" lnco
Vill¿| d¡ría: "Sí, cierto, no sigas mejor".
Veamos, veamos. ¡Hay fundamento para la pornografía si es
cierto lo que dice Leona¡do? ¡\¡a1a! ¿De dónde me vienc esta pregunta
esrúpida? be mis clases de geometría y de mi vanidad, de allí me viene.
Irmi S. diría: "¡Usted va a ser un intelectua.l, mi tesoro! ¡Qué.frente tienel
¡Apenas le cabe en la ca¡ai" Bah, si fuera por eso, A¡istóteles seria una
ipugata uie.ia al lado del " Copihui' . Ése sí que era frentón. Frentón,
cabeza de melón y .ietón.A propósito... ¿cómo le hubiera ido a este animal si en lugar
de Irma F. firera Ana L. la que fotaba desnuda y ta¡areando enue los
toto¡ales de " El Raud¿l del Cura"? Ahí quisiera ver al "Copihue", entre
278
lrrs piernas de A¡a L., enre las piernas de la bellGima y p¡osritudsimaI lr de mi niÁez.
3.
¿Con qué propósi¡o me eché a caminar esa mañana de primave ra
1',,r cl camino que saliendo al norte del pueblo va derivando hacia Ia, .ru de legua en legua? No recue¡do a dónde iba, ni si alguien ibar ,,r)nrigo. P¡obabiemenre iba solo, sin más propósito que ale.jrme del
¡'rrcblo y que nunca más nadie supiera de mi alma. ¿Alguna injusricrarrr:Lrfiible de parte de mi padre, o de mis he¡rnanos mayoresJ iA quérriro no le ocurre más de una vez que de indienación, de rabra v derr ¡rotencia no quiere venqarse muriendo!
Hacia el mediodía renía hambre 1.sed- Sobre rodo sed. El sudor,,', ;rrdía en los ojos y Ia cabeza me palpiraba entera, ¡bum-buml ;No,,r,rr¿' reco¡dando un sueúoi' ¡No, qué r.a a serl Es un recuerdo rea1. que',, nrpre ller'é conmigo desde ese mismo día, cuando r.olví a mi casa
.,, ,,lrerdado, después de vagar, sentarme 1' adormecerme sobre escab¡osos
l'.r\ril-eles. Era un lugar de lugares. No volr'í a enconrrarlo, pero todarr ri vicla lo he ¡eco¡dado con nosralgia )' sintiendo que debí quedarme.'L1i ¡xrr siempre, sin que imponara roda la ansiedad. Era un espacio,1, Iroriz-ontes abierros, poblado de rocas 1' a¡bustos donde caía sin
¡,r, ,lrtl todo el sol del mediodía. Era una encrucijada de ruras remotas.\ r,rrr en.rplio a todo el ¡ededot ¡an silencioso ). sin un alma a la visu.t uurdo asocio por ahí esos r,ersos (¿de Lope?) "A mis soledades vo;',, l, nr is soledades vengo" me brota enrero con su argusria, su aJnenaza
r r,rscendencia el recue¡do de ese lugar, donde el cielo con roda sur.,,li;rncia reposaba enre¡o sob¡e la rie¡ra. Tal como dice el miro que,, 1',,suba Urano sobre Gea.
Me pregunto por qué nunca hablé a nadie de ese lugar, por qué
)19
nunca expresé en palabras mi experiencia, como lo inrento ahora. ;Bah,quién habla nunca de experienciu asíl ;Pa¡a que lo miren de soslayo?
Supongo que fue una de esas experiencias que en mis años de
niño llamaban de " no sé qay'' . Un no sé qué de suspenso ete¡no. De
soledad y abandono sin esperanzas. De consuelo ¡ambién. Por una
certidumbre de absoluto que me envolvía. Después, en elliceo, encontré
que había nombres, que había recibido en ese lugar mi parte pequeña
de lo numinoso. Supongo que todos Ia reciben alguna vez en el lugar
sin límites, el instante sin tiempo, Ia dulcísima quietud, el silencio, la
entera e inefable p¡esencia de no sé qué. Y el pavor.
Supongo, rambién, que una experiencia así tiene que ver con
circuns¡ancias muy excepcionales. En ot¡os lugares, alguna vez, creí
adverrir el inicio de un nue\¡o encuent¡o. Y también al mediodía 1' en
la naturaleza, en eisuspenso cie todo bajo la tó¡¡ida luz del cielo. Pero a
corto andar ya no era así; 1'por más disposición 1' s¡¡¡ega de mi parte.
nada surgía.
A una frust¡ación como ésra asocio una hisroria que cuenta
Chejov: Un homb¡e r.uelve a su pueblo provinciano en mrsión de
servicio desde la capital. Allí le viene el ¡ecue¡do de una mujer que
lo amó y protegió hasta que pudo desplegar las alas de su car¡era. La
dama ha muerto hace años sin que el tuviera noticias y ahora visiu su
tumba. ¡Ése es también un iugail Allí comienza a manifesra¡se todo el
drama de ese amor. La devoción, el sacrificio. El abandono. ¡Ya viene
la to¡menra de la culpa, la vergüenza, el arrepentimiento! Pero. jusro
en el momento, alguien lo toca en el homb¡o: Lo aguardan por asunros
urgentes. El homb¡e va, responde de su parte ¡'r,uelve a toda prisa a
la rumba de ese se¡ abandonado y despreciado para desahogarse, parallorar su ingratitud y clamar por penitencia y perdón. Pero se encuenr¡a
con que ya no hay nada: se evaporaron las lágrimx y se evaporó ei
espíriu del lugar.
Pero yo nunca voh,í. ¿De miedo? Era un pequeio entonces.
Y ahora que lo pienso, eI" Flor de H¿bn" -que corría a Ia siga de
las mariposas por las orillas del Tütuvén y que dormía en los nichos
280
vircíos del cemenrerio- me daba a veces la impresión de habitar un lugar.rsí, numinoso, con eI tremendus de los negros cipreses en las nochei ylt lrscinatio inefable de la mariana en flo¡.
4.
He oído de psicólogos que rodo el homb¡e que vamos a se¡ esrátcr nrinado a los cinco años. Otros dicen que no, qu. , los tres. ¿euél, s dccía yo? Hay que anda¡se con mucho cuidado con la Ronda deS:rn Miguel. Así como vamos, nos va¡los a enconrra¡ hechos ente¡os al',,rlir dcl vientre de la mamá, ral como Palas A¡enea salió entera, lanza, rr ristre y escudo en siniestra, de ia cabeza de Zeus.
Pena que.tanra precocidad deja escasa abe¡¡u¡a. si es que deja, alucsr¡a cu¡iosidad por saber cómo fuimos hechos, cómo nós hicimos,, Ias dos cosas. La ve¡dad es que resulraría difícil averiguar mucho,ur)que se sostuvie¡a que, un año más un aóo..nor, ülo.r,rrno,¡, rkrndeados a los quince.
Agustín cuentaensus" Confesi¿r¡¿s" de una seño¡ita entregada al,,l..irholsin remedio a quien, un día enr¡e los diu. le ocurrió pasa_ido delrn cuarto a olro escuchar a una de las c¡iadas que alrernando con otras',, rclc¡ía a ella con Ia f¡ase "Esa bo¡¡achuela". Has¡a ahí no más llegó',u lfición al vino. Y a mí, baila¡do la Ronda. recuerdo que me ocurrió.rl11o comparable. Habiendo sido expulsado de Ia Escuela Núme¡o Unolror .cl_señor Rector por auros que 1a se expusieron, considerándome
I'cnlido sin ¡emedio mataba mis días a o¡illas delTutuvén. Una ra¡de der,rrtics decía ami amigo Manuel que va no había destino para mí y que,:l rnc sup_eraría a corto anda¡. A esto, respondió en el acto y vivamente:",;A usted? ¡Tendría que nace¡ de nuevol" De donde recibí, Seño¡a del,,s (Jielos, un alienro tan grande que me inscribí en otra escuela, laN,rrnero Ties, olvida¡rdo La injusticia, la decepción y hasta la amenaza,l( nLlevos corruptores. Por eso digo siempre: "Mi amigo Manuel".
281
Cambiando escenario, dicen que cuando Platón (supongo que
era un muchacho) escuchó por primera vez a Sócrates, al volve¡ a su
casa quemó todos sus poemas. Debió senti¡ enorme vergüenza. Del
relámpago que encegueció a Pablo (que tan muchacho no sería por ese
entonces) yendo a Damasco, no sabemos qué fue, hablando lite¡almente,
pero tuvo que ver con los crímenes que andaba comedendo, recogiendo
genre para entregarla a los ca¡nice¡os del Templo como un flaman¡e
Eichmann de su época. No cuesta nada imaginar que en estos trotes se
encontró con la sorpresa de que había entregado al Sanedrín a la mamá
de su novia o al hermano de su papá. ¡Anda a saberl
Pero hechos así, aunque llenos de destino, no son propiamenre
lo que entra en la labricación de un homb¡e. Parece todo al contr¿¡io:
para que se produzcan el homb¡e debe estar 1'a fabricado.
¿No estaré diciendo la del año?
¿Porque, qué iba a hace¡ie -como dicen que le hizo- un ¡avo a
Lute¡o si no 6re¡a Lute¡o? ¿O por el ¡everso, a cuántos no-Lute¡os no
le caye¡on uno y diez ¡ayos sin que les cambiara un pelo? ¿No es en el
Evangelio que se dice que ei mismo Evangelio es una semilla echada a la
suerre de los vientos? Los ¡omanos decían que los grandes ca¡acte¡es se
forjan en la adversidad. ¡Qué va a ser! ¡Se manifiestan en la adve¡sidadl
Como no se r¡are de una adversidad muy larga -como los judios en
Egipro o eI " Fbr de Haba" aquantándose los invie¡nos en los nichos
vacíos del cementerio.
¿Para dónde vot'con todo esto? Ocurre que quiero habiar de urpoema que siendo mu1' pequeóo me ¡ecitaba un he¡mano ma1'or. Un
poema que nunca oividé y que a medias repetía y repetia con los pelos
de punta en negras noches de invierno y desamparo. En sus versos se
refería la tragedia de un hogar rico y dichoso que:
disfrataltan por igualun ímante |enturusq,
un marido cariñoso
1 una mujer dtslral.
2s,.
No podría detallar todo el daño producido en mí, pequeñor,,,|rvía, por esta historia sangrienta conrada en quintillas. No es que
',,,r cosa principal, pero no es nada despreciable. Finjamos que nuesr¡o¡,rrii(lcr es una casa consrruida con lad¡illos. Entonces, el poema a
,¡rr. rne refiero se¡ía uno de es¡os ladrillos. O pane de uno, para no, :i.r+ rar. Todavía agréguese que son docenas v docenas los poemas querr, nletieron en la cabeza v que üvie¡on efectos puecidos.
¿No resulta estúpido hacer comparaciones con lad¡illos? Sí, muy, ,rri¡rido. ¿Aunque va nadie a neger que reco¡riendo los inrerio¡es de su
.rlrnir rropezó más de una vez con ladrillos, por no decir adoquines?
De los que formaban el triángu1o amoroso, dice mi poema:
Elk, de instinto littiano;ll, modeb de candar;
tl amantu era un uilknarlr ésos que nos dan h mnxo
.1, nos quitan el honar.
Y después se xombral de que alguien se saque un pie i' 1o esconda( L( r r;is de ia puerta de San José. Pero en el ca¡ácrer del marido, en su
, ,rrlirrnación moral, o en su consr¡ucción. como esramos diciendo,,,¡rri, había... ;un ladrillol Se rrataba justamenre de esa cosa. el hono¡, r { lllc era experto ladrón, el aman¡e.
He leído que hav culturas del hono¡ i'que éste cuen¡a pa¡a sus
rr r cllllros como algo más precioso que los tuéranos de los huesos. "Todo
',, lrl pe rdido, menos el honor", di.jo un rev después de una derrota.l)rl)or)go que para él sonaba como si no se hubiera perdido nada; peror .rrrrb ién, supongo, que para sus súbdi¡os sonaba de otra manera: comoi,'nlu re¡órica de decir "Quedamos en cueros".
Y supongo que en nuest¡os días, cua¡do los iraquíes, los chinos,1,,', rusos, Ios americanos se esmeran en eso que llaman " sauíng face" ,
.,l,lun en las mismas.
-r dJ
En cuanto a cómo llegaron a ocurrir las cosas que se cuentan en el
poema que ¡ecuerdo aquí y que representa un lad¡illo nada despreciable
de los que se cuecen en sociedades como la mia, vean ustedes y juzguen
POr SU Cuen¡a:
Lo quiso así lz impiedalpor capricho dz k suete,
formandn est¿ trinid¿dque concita b mal/ad (pero no estoy seguro de "concita")
! que desllta Ld muerte.
Ér¡r., un" rnu.r,ra de la poesía que se crea por montaúas todos
los días y que me pregunto si no será de la misma que avergonzó a
Platón cuando se encontró con Sócrates y que lo llevó al ext¡emo de
estipular Ia expulsión de los poetas de su República. Pero, no, no puede
se¡ la misma. Se¡ía demasiado. (De la que escribía yo siendo joven...
pase, pase.)
Aquí me interesa -aunque dudo mucho de lograrlo como se
debe- dar una idea de lo que ocurre en el alma de un pequeÁo cuando...
cuando el marido enfienta al amante:
Del tniserablt duró
poco e/ ittsensato anhelo:
mi arma en su Pecho se l¡undió
1 su cadtíuer rodó
por el alftmbrado suela.
¿No esuré recordando la his¡oria de una idiotez? ¡Pero si de eso se
traral ¿No hay que se¡ entonces un idiota? ¡De ninguna manera! Se dice
que nos traen hechos los genes; se dice que nos hace enteros el medio
ambiente; se dice que miud y mitad. ¿Qué más se puede hacer en un
medio ambiente que rebasa de estupideces que el esrupido?
284
El marido despacha al ama,nte, pero la inñme escapa. Enronces,clla,
¿...de qué seruía
¡De nad.a! Porque al matar
mi honor de su infane hue/b
1 mi honor se fue con elky no b pude alcanzttr.
Imaginen una pareja, é1 crisriano, eila judía., r il aeropuerro. Ella sube al avión huvendo con,,,rrc gritando, pero no alcanza
.y el hijo se fue can elk
.y no k pudo bautizar.
l'.n un caso así, por mucho que a muchos no le quepa en la cabez¿,
1 .,t l,' ms¡6t se enriende: B¿urismo o circuncisión.
Si me preguntan en deralle qué me ocurrió de niÁo con esta, I)cricncia poética, no sé qué decir. El daúo es como al buho. Acaso
I'r rr rcro que nada debiera consignar la repugnancia, la náusea. Cret, clucr,,rrri ll histo¡ia a la lerra. Tll como le ocu¡¡e a un nino con las peliculas.I i r. nrc daba cuenta un poco de los lersos, de la manera veloz, tajanre,,l.rt r¡md? de las imágenes. EI desprecio, la exrrañeza fireron respuestas
,, ,rn posteriores. Algo aparen¡emenre serio y hasta rrfuico cocinado en\ 1 r\os y con la aceptación 1' hasta el aplauso de ¡odos.
Curioso, nunca leí este poema. No lo he enconr¡ado en lib¡os ni' , , l nomb¡e del au¡o¡. Sólo 1o escuché dos o t¡es veces de ese he¡mano\ ,( 1lr¡ramente lo ¡ecue¡do a medias v mal. ¿Resuitara peor si me die¡a,r, rrtu, leyéndolo, de sus ocrasílabos encabalgados?
rl caúiuer de aquel hombre?
yo pretendía l"auar (6orrar,limpiar, salvar... no me acuerdo)
Háganse el cuadro
su c¡ío a Israei. F.l
285
¿Cómo ln supe? No tiene
uabr. Un rastro un indicio,nube que el ra1,o czntiene (o detiene)
pasL I rumpb con slt ofciosin decir d¿ dónd^e aiene.
Como digo, la elaboración mérica y quebrada del ¡elato meescapó casi del todo en esos aÁos. ¿Si, en lugar de oír recira¡ a mihe¡mano mayor, hubiera leído...
La mujer lanzi un gemido,
el hombre initado y ferose uino a mí decidido
/t sdluarlt. Aque/ bandid"o
era todo un c¿ballero.
...no me nacie¡a mu1' profunda percepción de frivolidad?
Quiás. Porque pensándolo de nuevo... ¿qué decir de los relarosque vemos en esos vitreaux de viejas caredrales? Se hacen con trozos devidrio caprichosamenre corrados, ajustados a la medida de los marcos,encabalgados a trar,és de los límires. ¿No es el mismo capricho? Y peorf¡ivolidad, puesto que allí se ¡elaran episodios trágicos y crueles comola decapitación del Baurista o la cruciflrión de Jesús.
Nunca me avine del rodo con la eisrencia de aleo llamado h,rlu..porque me fire propuesta en medio de la brualidad, el"crimen 1,la náusea
que me venía. Y en versos por si no bastara. En versos quebrados, comome dj cuenm después, y que uno no sabe si reí¡ o liora¡:
Sobre el caüuer sahé
y ciego dt ira fuial lugar cn que lz uionLtarselnobhallé,b infame no estaba allí.
286
¿Estaré recordando bien o se me quebró el recuerdo y loreconstruyo a denü¡s con los pedazos que encuentro?
5.
"iChuria, chuñal''
Estoy seguro de que es una de las grandes y unir ersales experienciu
cn 1os inicios de la Ronda de San Miguel."¡Chuña, chuñal"
Irrupción del caos, la barba¡ie y sinrazón, Ia... Ia...
¿En qué quedamos? ¿Existen o no reglas deljuego? ¿O no es ¡odo
más que pura chacota?"¡Chuña, chuña!"
¿Existe o no un cont¡ato? Lo tuyo es ru1'o, lo mío es mío. La
propiedad privada es sagra..."¿Sagra...? Ja, ja, 1a,la! ¡Chuña, chuña!".
La horda arrasaba con todo. No quedaba un bolito de c¡istal de
nuesrra. Todo el espacio deijuego, desbararado. Uno aquí, senudo en
cl suelo mi¡ándose el ombligo. Ot¡o más allá, rascjndose la nuca. Dos
todavía corriendo tras ia pandilla."¡Desgraciados, lad¡ones, cobardesl"
Lo que recuerdo muy clara-mente es la ¡abia de impotencia, la
perplejidad, la amargura. Y también el rech¡to fi.rrioso de avenirse con
l:r resignación con que mi amigo Manuel se encogía de hombros y los
nrodos de Fernando el" Corneta" que terminaba riendo. Ahí sí que me
entendía con el" bco Val.dés" que aceleraba de auás hecho una frera.
"¡Desgraciados, lad¡ones, coba¡des! ¡Vuelvan, coba¡des!
Ah, seguirlos, alcanzarlos, mole¡los a patadas. Eso recuerdo, nada
nás, pura violencia y rabia. Ninguna reflexión, ni siquiera en estado
l;rn'ario. ¡Y ante un acontecimiento tan eno¡me! El despojo insolente,
287
arbitrario, prepo¡ente. Seguro que Fernando el" Corneta" y mi amigo
Manuel es¡aban de vuelta.
Un amigo médico me contó una vez que esmndo en un congreso,
no me acuerdo si en Calcuta o Nueva Delhi, fue invitado a un cóael
de clausura y que no habían iniciado el primer discurso cuando se dejó
caer una ru¡ba de monos desde las en¡amadas...
iLhuna, chunal
Agarraban con manos y colas las tortas, los sandwiches, Ios
melones, las botellas de champán y desaparecían en lo alto.
"¡Chuña, chuñal"
Los mozos no ¡enían qué decir. I4enos qué hace¡. En India, los
monos son tan sagrados como ias vacas.
Pero también mucho a¡tes -aún antes del tiempo en que los
rufanes cayendo sob¡e nuest¡os bienes "¡Chuña, chuáa!" no dejaban
un membrillo ni una pera de muest¡a- ra nos había contado el curita
en las ho¡as de catecismo cómo cal'e¡on los hebreos sobre los canaanitas
cuando por fin Jehová los sacó del desie¡to.";Chuna, chuúal"
¡Va1al Y después ios asi¡ios cave¡on sob¡e Israel; y después 1os
babilonios sob¡e Judá; y después los romanos sobre Jerusalén.
¿Entonces?...Pe¡o había más, mucho más. ;EnormidadeslTodavía no salía del
silabario yta mis profesores me con¡aban de los espanoles y ponugueses
que cayeron sob¡e el continen¡e en¡e¡o:"lChuÁa, chuÁal"
Arramblaron con todo, has¡a con los mismos indios.
Pero yo ni por asomos me daba cuenta; y la sonrisa amarga de
Fernando el " Corneta" y el encogerse de hombros de mi amigo Jr4anuel
me parecían el colmo de la indiferencia. ¿Serían coba¡des o tarados de
la cabeza?
Por eso digo: Ha1'personas a quienes Dios bendice y entienden
a la primera. Pe¡o no son pocos los que ni a la centésima entienden. O
sea, que el ta¡ado de la cabeza e¡a ot¡o.
288
Y ahora que lo pienso, no esroy seguro de si era "¡Chuña!",";MaraÁo!" o "¡Barato!"
¿Pero qué impona lo que griaran? No iba a
can.rbia¡ Ia insti¡ución porque cambiara el nombre. ¿insdtución? Si,institución. Después de la cenrésima le enr¡a has¡a al más duro denrollera: INSTITUCIÓN.
Con todo lo cual me viene la asociación de mis moras, misrnembrillos, mis peras y ciruelas recolec¡ados con ranro trabajo bajo el
sol por las riberas delTü¡uvén. Hay un pasaje en Anatoie France que leisiendo muchacho: en ese pas fabuloso de pingüinos nos encon¡¡amoscon uno que trabaja y trabaja aporcando sus papas, lechugu v cebollu.fusto a la hora de la cosecha, aparece un pingüino-Hércules con la maza
'r punto. ";Tü huerto es mío!" y;ás! de un mazazo despacha al pingiiino
lrorticulto¡. Satán, que disf¡azado de f¡aile anda por los alrededores.( orre a congrarular a pingüino-Hércules. Acaba de inventar la propiedad
¡rrivada con lundamenro en oposición a la propiedad privada sinf undamento. Lo que trae a la menre orro pasaje del Predicador, donde,l sabio ent¡e los sabios dice que la más g¡ande felicidad consisre en,lislruta¡ uno 1o que uno produce con su duro trabajo bajo el sol y querro hay mal más grande que trabajar para que or¡o disf¡ute de lo quer rrro produce...
¡Por eso era entoncesl De allí ve nían la amargura y la ira que me,rlrogaban cuando los forajidos caían sobre mis mo¡as recogidas conI,rn ro sudor 1' ranra paciencia y ranta ilusión debajo dei sol. Po¡ eso e¡a.
l)or(lue no había mal más grande.
¡Ese pingúino-Hérculesl ¡EseA.lejardro l\4agnol ¡EseAtila, Gengisl.,1rLn, Hernán Co¡tésl La histo¡ia ente¡a, hechura de una mism¿rn st itución. ";Chuia, churial"
289
6.
No recue¡do que en nuestros ateneos a orillas del Tutuvén
hayamos discutido la doctrina del ángel de la guuda con Fe¡na¡do
el " Corneta" ni mi amigo Manuel. Recuerdo, eso sí, aunque no
con precisión, una noche en que mientras mi madre controLaha las
o¡aciones de su numerosa p¡ole oí a una de mis he¡manas ¡ecita¡ mul'
inspirada:
Ángel de la guadn, dulre romPaiua
no me drsamparas ni de noche ni de dia
ni ahora ni en k hora de tni muerre. Amén
Pasando de mi madre a la her¡nana mayor y de ellas a los
siguientes, debió quedar enteramente erPuesta Ia doctrina del ángel de
la guarda. Aquí, en Suecia, he visto cuadros de cie¡tas dimensiones en
-"r.os d. plata de antigua procedencia lamilia¡ con la {lgura blanca,
Iuminosa, majestuosa de un ángel que camina paciente I'protector tras
pequeÁos que se aventu¡an en bosques I'riscos. Y no ha]'un punto de
discrepancia entre el ángel que imaeinaba de niÁo, a la ho¡a de acostarme
enrre mis hermanos 1'el que aparece en estos cuad¡os que digo.
Desde pequeÁo tu\¡e yo -por anda¡ suelto por calles y Potrerosdesde que murió mi madre- mis cumplidos maestros de anri-religión.
Robe¡ro li4. nos contaba la histo¡ia de un pasror proteslanle que en
una feria pública clamaba: "¿A qué vino Dios al mundo, mis an.rados?"
"¡A tomar helado, a tomar heladol" gritaba un helade¡o desde su ca¡¡0.
"¿De qué fue hecho nuest¡o seño¡?" "¡De bocado y canela, de bocado,v
canelal" Y en rueda ya más seria, recuerdo a un grave señor que vendía
paños de casimir a domicilio )'que un atardecer, r'iéndonos de cha¡la
sentados en Ia ve¡eda, se ace¡có ]'nos contó sin más preámbulos que
cua¡do murió Federico Santa lt4aría que era de genio ligero llegó al
Cielo tarde en la noche. "¿Quién es?" t¡onó de dentro San Pedro. "Santa
290
l\4.rri:r" "¡Ya se me quedó esra p... de m... afueral" Y no me at¡evo a
',, 1'rril con otros que son obscenidades sin nomb¡e.Iic¡na¡do el " C¿z¿t¿'' Émpoco se quedaba en chicas. No sé cómo
lr.r, í.r para robar hos¡ias en cantidades de ia sacristía. Sacaba algunas dell',,lsilkr, se llenaba la boca y masdcaba lentamente con los ojos dirigidos.r lr,:rlro mienrras enroliaba elrrompo.Del" bca \/a//ei' contaban que se
l, r'.rn ¡rba al alba los domingos, enrraba en la c¿¡edral, se enca¡amaba en
l.r ¡rilrri{el agua bendita y hacía pipí. Pero ésa no la creo. ¿EI"Copihue'?',t, ,1" Copihue" podria ser. Pero no el " bco Val"dei' . Aunque fue de este
l, r;( cr y a propósito de orines que ruve un comentario práctico y muy,uv,, sobre la doctrina delángel de Ia gua¡da. Cuando volviamos del río',, 'lir¡ c:rminar orinando. Apostaba co n eI " Copihuy'' a quién cubría más
rr, u,ls. Echaba el cho¡¡o a Ia de¡echa,.justo a-l contrario de Fernando,l ( .)ometa" que io hacía hacia la izquierda para que no se mo jara los
I'r, ' cl ángel de la guarda.
Cosas así, por cientos, hacían 1'decían mis maestros de anti-r, lrllitin en 1os años de mi infancia. Y no les cara siquie¡a un ¡avi¡o del, r.lo. ¿No será que sí les caía y les sigue cayendo. sólo que lento, lento, y,1rr, vr desgarrándolos de a¡¡iba a abajo y pulveriándolos has¡a la ho¡a(l( lrl muerle cuando no sean más que inmunda carroiia, mientras que.r Irs vicjitos beatos que no comelen un jeme de pecádo el álgel de la
rlrl rt,ll los protege desde que son niúitos tan lindos de ver?
Del PapaJuan Pablo II Ieí que "cree firmemente que file laYirgen,l, l;:irima quien lo saivó de la bala de un asesino -i'de casi una muerre( r( rtl- cn 1981, justo en lafies¡a de Nuestra Seño¡a de Fátima".
Anoro esro con visr¡ a Ia docuina de una prorección vitalicia,l, l rinqcl de la guarda y ambién pensando en que eI" Copihue" , s\ tivet,rlrrvía (lo que deseo con roda mi alma) debie¡a saber a quién se lo,l, l'c cl animal, violado¡ de ninf¡ I'cabeza de chincol.
to 1
7.
No recuerdo qué edad tenía la primera vez que recibí sueldo pormi rrabajo. Fue en ¡areas de vendimia. No recue¡do el nombre de micompañero. Pagaban por canas¡o. Uno cortaba y lienaba los canastos;
el ot¡o los aca¡reaba a lu bodegx. Allí llevaban la cuenta y pagaban al
té¡mino de la ¡a¡ea. Tánto por ca¡aslo. Recue¡do especialmente a los
sujetos que despues supe que se llaman capauces. ;Por lo que importacómo se llamenl Son más simpies de entende¡ que un ladrilio en lapanderera.
"¡Lbnar bien hs canastos, bien hasta el tope, o no se Les paga n'tota chaucha!"
Así gritaban los capataces, \'r'o me p¡egunto: iNecesita nadie
acarrea¡do canasros y sudando la legua a los gritos del capataz que
venga a1gún Mani a explicarle la explotación y sus astucias?
Aho¡a no ¡ecuerdo si me pagaron por un día o por dos. Pero
era mucho dinero. ;Y me sentía ¡an felizl Dine¡o mío por trabajo mío.
Propiedad limpia y pura. Me enredaba en prolectos de gastos con miteso¡o. Pe¡o el hombre propone y en¡onces aparece e1 Diablo que todolo descompone.
A unos cincuenta met¡os más allá de Ia salida de esos r.iúedos,
me encont¡é con un grupo de cama¡adas excitados fo¡mando ruedo
alrededor del que echaba las ca¡tas. iNo se¡ía el " Copihui' , o el " hco
VaAéi', o una lunra así de bandidos? No recuerdo. Ni tampoco cómoempecé. Sí recuerdo que subía y subía, dobiando con la angustiosa
esperanza de ¡ecuperar. Parece que Agustín se vio en éstas. Montaigneambién. ¡Ah, cómo los compadezcol Porque no me pidan que los
entienda. Doblaba y doblaba sobre las canas. ¿Será por esto que llaman"monre" a esa trampa del Diablo? ¡Ay de mi vidal Trabajé de sol a sol
tal como pide el Predicador que sudemos por el pan nuestro de cada
,li.r. No sé si fueron treinta o menos los minuros que bastaron para que1,, ¡rc rrlicra todo.
Siempre me resultó mu1' dificil, imposible más bien, nomb¡ar, , ,rr ¡rropiedad mis senrimienros- Pero en este caso, no. Lo ¡ecue¡do tanI'r, n, ¡, ¡¡¡ bien la pronrirud con que vino a mi menre el nombre de1,, , ¡rrc padecía: amargura. No sé si nunca en mi vida habré nomb¡ado,r' tsndo de mi alma con nl ce¡reza y propiedad. Ni que se hubierar.'r,rdo de un volantín o de un trompo.
¡1 .\ombrar con propiedadl ¡Si sólo me hubie¡a derenido por unos
,, rlrrndos a idenrifica¡ el milagrol ¿Pero cómo iba a pensar en nada? La.r r ilrgura no me deiaba.
¡Y era tan simplel Amarga^s son: ia bilis de 1os cangrejos cuando, Lrs nue¡de donde no se debe; ias acei¡unas cuando no han sido
r r.rn tcnidas unos días en sa1; la limonada con fieb¡e. ;De dónde enroncesrrL vino la ocurrencia de nombrar ¿marqura e se sentimienro que tuve, rr.urilo -,idiora y animal de míl- avenré al aza¡ r' la trampa de losr',,r rrllc¡os (;se dirá así?) 1o que gané con ranro sudo¡ v rantaiilusiones,l, l,ljo del sol? Aquí no hubo ninguna t¡ansacción merafórica, como,Lirírr un peda,rte (1'o, el imbécil, en primer luqar). Era ei amargor que
', rrlta de morder (el idiora. otra r.ez) a1 cangrejo donde no se del¡e, de
r,',ucrir la aceiruna que no es¡á a punto. El mismo amargo¡ sólo querrrii unrarqo y expandido por las en¡ranas, por ia saliva, por el cerebro.
\ \' Llc ml ltal,t1
Dicho sea al pasa¡ sienp¡e me resul¡ó más dificil encajar unrrrulgor xí en la Ronda de San lr4ieuel que sacarme un pie y esconderlo,l. rrrls r.le la puerta de San José.
Pe¡o ¡odo esro de amargura es pocor por mucho que hasra el día,l, lroy con el mero ¡ecue¡do me venga un resabio de esa experienciar,' i:cr:rl¡le en rantos sentidos. Pienso así, que es poco o nada, po¡que nor, , ucrdo habe¡ salido de mi amargura para pensar aunque frrer; unosrr in utos. Pensar, por ejemplo, en que jugamos con el azar )' el dine¡o.li nsrrr en la codicia en ese estado suvo ran denso que casi 1o sobamos, .n l:rs manos, sudor nauseante de los desventurados que jueqan. Pensar
)()1
en el temor y la esperanza. Y en la desesperacigl 9u5 se hace ver en
el semblante pálido 1' trémulo del que dobla v dobla hasta ar¡uinarse'
Y en la ruindid, también, a propósito de arruina¡se' Porque se ve tan
.t"." t. ti..n.i" ¿e la dignidad i l, .,tdt en el enviiecimiento (¡uf'
cuánta idiotez abstractal).
Los psiquiatras me dicen que no me inquiete, que no es más que
aparienciaie indiferencia' que me atenga fi¡me a I¿ experiencia de mi
,rn"rnuru mientras mi inconsciente se enc2Jga de procesaria como se
d.b..""Sl fue así de amarga" me dicen "entonces ya no hay más que
pedir. Allá en los laborato-¡los p'ofundos del inconsciente se hace un
ix"-.n profundo de las cosas profundas, no rengas dudas"'
¡O';rl,il lot lo menos ., .i.,,o qut en otra como ésta. no me he
uirto. b ií me he visto, pero inmune t l' "tt'g"t Diciéndolo con el
lenguaje de la Ronda, ,i ,lqun.,'.t enrro a un casino, lo primero que
h"g"o ., ,r.^r.. un pie i' eiconderlo det¡ás de Ia puena de San José'" P.to qu.d, un. p^.. ¡odar'ía Grande, eno¡me Si la coioco en
un plarilio d. la b"lanza i' en el otro el Aconcagua entero' no sé cómo
"ndlí.n las cosas para.iA.on.,qu" No ha1'ninguna exageración' Ya
conté de esos caparaces que mediaban ent¡e unos seño¡es que nunca se
veía¡ y los que echaban él bofe ba;o ei sol Es¡ov segu¡o que desde niño
o.nr..n lo, c¿pai¿ces. Aparecían en lu peiícuLas de galeras romanas'
á. n.nr.ror.n Afri.". de aigodoneros enil su¡ de los Estados Unidos'
Látieá en alto l'llenos de furor. \'íediaban, si, eran como ei té¡mino
-.dlo d. Ios iiloeismos. En el cine se daban por desconudos' En
cuanto a mí, no m-e queda más que decir que siempre los miraba' pero
no los veía nunca.,Arturo A. y Robeno M me habla¡on mucho de los
exolotadores, pero nunca los oí hablar de los capataces' ¿Entrara más
t.rnprrno .n Ii Ronda de Sar Miguel si lo hubieranhecho? ¡Seguro que
síl E's tan inc¡eíbleya Iaveztan óblio el capataz ll té¡mino medio de
un siiogismo económico. ¿No es como para quedarse turnio?
ñ.ro los ."prt"..s tienen poco que ver con el.Aconcagua que
digo. Bueno, no i- po.o. Digamos, no Pesan más de una milésima
d.i A.on."gu". Los que sí pesan son los marulleros, los que se instalan
291
.r l,r sulida de ese viñedo de mi historia y a la de cuan¡o viúedo hav en
l.L, r iíras del Seno¡. Sacan su naipe, lleno de sucias ma¡aÁas hasta en los
,.,rrr,rs, colocan sus pesos t'comienzan a tallar. P¡ime¡o con sus "palos
l,l,urcos' que ganan y ganan sin parar. Luego con la clientela real que
, , ,r r icnza ganando enc¿ntada y ¡erm ina perdiendo amargamente hasta
1,,' rulzoncillos. ¡Mientras nuestros padres sudan de sol a sol, esros
., rnrelminros se ins¡alan a la salida de los talleres y las fáb¡icas los ciias
,1, pego, desenrollan la culebra y vamos chupando sang¡e, mi :lmal
;Vióse oprobio mavor, crimen igual?"Bah," responden economistas, etólogos, sociólogos, ";un jeme
, L ii y re vas a i¡ritar con ia caída libre de los cuerposl"
O sea, elAconcagua. También me tocó r'erlo en peliculas v como,,
'r ierl:ici de obviedades. Esos salmones que en colas inte¡minable se
.,r,,1,ellan ¡ío ar¡iba hacia las aguas del desove; o esas bandadas que
, ,ltr¡rlazan según las estaciones; o esos retoños de pingúinos que por
1,:irrcra r.ez se echan por miles a 1as olas; o esos retoñós de ¡orrugas
,r,r. slliendo del huevo corren hacia el mar; o esas oleadas humanas
,rrL cmigran de ambientes inhóspiros, la sequía, 1a inundación. los
rl rr( nloros, las peste, las guerras, e.staban en ias películas tarnbién, y, r viiriaciones sin núme¡o. Y sin talta, asimismo, aguardando en el
lLLrl,rr preciso (como a la salida de ese vinedo de mi historia) estaban
,',, ,lnallas con la zarpa, ei anzuelo, la red a punto para atraparlos.
I ), 'l,Llés,
adelantando en rnis pobres anos de asomb¡o, supe que se
I rrrrn predadores ]'que son los seÁo¡es de1 mundo.
De nodo que si vas saliendo el viernes de la láb¡ica (o enrrando
,l rrrndo el lunes o saliendo del mundo el jueves, que para ei caso
, Lr rnismo); si vu huyendo del fuego, de las aquas, de ias bonbasrr,, ndiarias y venenosas del ¡i¡ano, de las cámaras de gas o los misiles
,, , leurcs; si vas en dema¡da de salvación al nar que te alberga, al bosque
,1'r, tc oculta, a la ciudad que te protege... io.io con los momentos y
, L ,rrcs donde el camino es problemárico 1' el paso estrechol Alli es¡án, ,L,l,lando los marulleros para expoliarte. exprimirte y come¡te en¡ero
, ,¡Lre hal'a amparo de los cielos.
29i
8.
No había cumplido un aio ¡odar'ía. Estoy seguro, porque hay un
año enue mi ed¿d y la de María Paulina,{¡tonieta, mi he¡maniú meno¡,
que murió de tuberculosis en un convento donde fue internada poco
iespués de mo¡ir mi madre. ¡l-a pobreci¡a! Recue¡do que jugábamos y
nos abraz'ábamos con un amo¡ basu¡te prohibido. Sólo ella me cuidaba
preparárdome limonada;' aplicindome comPresas cuando me dejaban
ab"ndon^do en oma duran¡e " las fiebres". (Ojalá hubiera un cielo, para
tu eterna primavera, ángel de mi a1ma.)
Fui.os rr... he¡manos. Según íbamos llegando a1 mundo, el
último que lo hacía desplazaba al anterio¡ de Ia cuna que había al lado
del lecho de mi madre. Por eso dieo que no pude tener en ese en¡onces
más de un aÁo, porque mi recuerdo es en esa cuna, o sea, María Paulina
Ar¡onieta no nacía todar'ía.
Fue de noche, estoy seguro. Desde el cielo raso, la luz de Ia
ampollen cara sobre la colcha cie la cuna. Los demás no se acos¡aban
todavía. Estoy seguro también porque cuando mi mad¡e asomó a la
puerta movida pár el alarido bestiai que debo haber lanzado es¡aba
vestida.
Y lo que ocurrió fue así: Que mirando sob¡e Ia colcha vi una
cucaracha nigm n.er^. ¡Aaaah, aaaajl ;Todo el espantol Debo haber
lanzado un aiarido de chancho que degüelian, Po¡que una cosa 1' l¿
oüa están casi simultáneas en mi memo¡ia: Ia visión del esPe¡Penio
negro,v ia figura de mi mad¡e asomando medio cuerpo entre las hojas
dela pu.n.. La .ttoy viendo, tranquila. un rantin cu¡iosa. ¿Qué podh
adivina¡ del horror que vivía su pequeÁo? Seguro que oyó mis aia¡idos
desde el comedo¡ l'vino co¡¡iendo. Pe¡o, dando un vistazo, decidió
que se trataba de un retorcijón pasajero. No Io creo. Tiene que haber
visto en mi cara el horror en persona.
En ese punto está bloqueada mi memoria. Pero recuerdo más
del mismo initante, aunque nadie me c¡ea. Recuerdo habe¡me dado
196
( ucnt¡ de la ninguna relación en¡re la actirud reposada de mi madre yr'l ¡rcligro sin nombre en que me enconuaba. Y eso sí que es angusria
¡ir;rnrle, mis amados. Angusda mayo¡. Pe¡o, ot¡a vez aunque no me crean
l no me crea mucho yo mismo y no sea más que un espejismo en las
rr'liiones desérticx de mi memoria, ¡ecue¡do también la otra argustia:l''1, poder decir "¡Ahí, esol iEso, ahí!" No se trata de que el espanto
rrrt ¡raralizara entero y no me permitiera grirar: "¡Una cu...una cu...l"l'so no. Lo que ocurría -y estoy seguro de que me daba cuenta y me
,rrgustiaba por ello- es que no sabia hablar todavía. ;Cucaracha? ¡A¡,lc nri almal Si no e¡a capaz de decir "Cu". "fuú", quizÁ. Y ése sí quelrrrbic¡a sido el chisre de mi vida: A¡te todo el ho¡¡o¡ del mundo. ante
,l lreligro evidenre de muerre en las garras del monstruo negro neg¡o
ririt:rrlc a mi mamá: ";Agú, agúI"
Como digo, estaba muy en panales. Pero la urgencia de comunicar
,Llrio y la incapacidad de hacerio esto)¡ seguro de habe¡las entendido..\, rso has¡a el impulso de superarlas. Segu¡amente ¡ecue¡do todo esto
1,,,r cl golpe súbito e inrole¡able de angustia y pavor. Tarrrbién -como
lr.' visto que en efecro ocur¡e a los pequeños- seguranen¡e entendía
r'.r muchas palabras de mi madre 1'mis hermanos, pero sin capacidad
r,,,lur,ía de proferirlas I'o.Se puede hablar de pronto, estov seguro. Sobre todo si es cues¡ión
,li vida o muerte. Un he¡manito mío tres años menor dicen que lolrizo lsí 1'de cor¡ido. Resuha que otro hermano, ma),or! se encargaba
, i, rl¿rle Ia mamade¡a. Pero en lugar de hacerlo, le meua un dedo en
Lr lroca mient¡as é1 se chupaba toda la leche con azúca¡, calentiu. ;Ell',rrrtlidol ¿No es para instalarle un kiosko en la Ronda de San Miguel?"ili4un.raderas calentitas: Chúpese el dedol" A veces me pregunto si no',,r, rLrían esta historia de a1gún grabado. Pe¡o es el caso que ese hermanor r( no¡ -que murió menor y que hubiese sido un genio si vivie¡a- estaba
ll,rr o que se le veía todo el esqueleto y ni el médico ni nadie sabía qué
,1, , ir. Y una urde entre las ta¡des esta¡do mi madre zurciendo calcerines
¡r rrrro a su agoniza nteLataro, esre musitó un discurso completo que la
)q7
e.jó turulara: "Mamá teno hambe. Fulo toma toda la mamalela". Lo
que sí es cosa para grabado eótico es la paliza que se llevó "Fulo .
Esra hisro¡ia de mi cucaracha seguro que es el ¡rauma de los
r¡aumas y que un psiquiaua la emplearia para picotear a su placer
cuanto cachivache se ar¡umba en el cajón de mis experiencias. lPase,
pasel y conste que en Ia Ronda de San tr{iguel estos artículos se venden
como cucuruchos de ma¡í.Pero... pero... Tener a un jeme al Diaaaablo sin tene¡ ia D...D...
D... para nombrarlo. Ahí sí que vale.
En nuestro siglo, sin que tener que ir donde A¡ila o Cengis Klan,no hay alma de Dios que atine con ei diluvio del hor¡or. Las pequeñas
niÁitas judías, qitanas, ucra¡ia¡as, checas, polacas -cientos de miles,
millones- sin que antes de enlenena¡las e incine¡a¡las les corta¡an sus
graciosas trenzas para hacer lienzo para hacer capotes para marchar
a Rusia para incendia¡ aldeu para liouidar campesinos también por
millones, no tenían ninguna posibilidad de entrar en la Ronda de San
Miguel. Las jóvenes polacas, eiranas,ludías, ucranianas, rusas, Iampoco
podían si no co¡¡ian a malarse. desnudas, saqueadas, violadas r- si no
pasaban antes de te¡mina¡ la ca¡re¡a bajo una iluvia violenta de gas
morral 1'de allí a los hornos c¡emato¡ios. Que no pensaran los once
millones de católicos, judíos. prorestanres y musulmanes arreados porlos alemanes a ios campos de exrerminio que iban a adquiri¡ los de¡echos
a la exis¡encia du¡ante e1 siglo )X como si tal cosa.
Así, enronces, se ab¡ie¡on las puertas del Infierno y llegaron
ios riempos en que nadie atinaba a más que decir "Cu...cu...cu...'.
Caía la bomba arómica sobre Hi¡oshima y Nasasaki. Caían miles de
toneladas de TNT al día sobre Viemam. Fue cua¡do se sucedieron
las masacres de Yeme n, Biafra, lndia, Argelia, Ogaden, Mozambique,
Sudán, Cambodia; cua¡do murie¡on por millones chinos, pakisranos,
iranios, ku¡dos, afganos. Los dempos del Napalm y el Ziklon B, ialiquidación masiva de los a¡menios. Los tiempos de los hutus i' los
tutsis, los fundamentalistas argeiinos, iranios. afganos. Los tiempos en
que nadie atinaba a decir "cu...cu...cu... "., ni siquiera "c...c...c...".
toa
Ilueno. ranro como nadie... Aiguien tenía que consrrui¡ la bomba,rr,inrica, alguien tenía que producir el Napalm, ei Ziklon B, la V-2.,'\lgrricn tenía que comerciarlos, disr¡ibui¡los, emplearlos. Ésto, no',,,1r sabían deci¡ "cu...cu...cu..". sino que llegaba de un tirón al "¡ja,
1,r,jrrl"Sin conra¡ los que arrastraban a los campos de ex¡erminio a
1,,' seres infe¡io¡es, los que los apiÁaban antes de liquidarlos, los que, ( rcrli)an, saqueaban, violaban. enr.enenaban l'enter¡aban.
¿Cuántos millones de se¡es humanos fueron liquidados así en esre
r1'L r nuestro? ;Cincuenta millones? ¿Cien millonest Días atrás escuché, rr l;r T\¡ a un investigador muy aurorizado que decía ciento sesenralrillones. ;Cuánros millones de ejecurores requiere una nrranza así 1',lu( l)odían mucho más que decir "cu...cu...cu,,,"?
Y sin embargo no demo¡ó mucho en producirse un cambio, ,,rrplcto. De un día para el siguiente. rodos se sacaron un pie. No había
'r rr,, crrpaz de deci¡ "cu... cu... cu... ". ;Tenían noción de Io ocurrido i ;Ni
L. rlrre menorl ;O bueno. si. alqo... pero, no esrol ;Esro nol Du¡anre los
',r,scs de los procesos de Nüremberg ei nlundo se llenó de gente así.
I I;rbía dos clases, una a cada lado de Ia barra: Los que decíaÁ: ";ldea?
,lrr ll que menorl" t'1os que contesraban: ";ldea?;Ni la que menorl"Será iqual una esrupidez, aunque nos adelantemos a decir que no
, , nlis que poesía, netáfora, alegoría, considerar que hasra este siqlor lrcst ro los homb¡es de buena voluntad rodar'ía usaban paáa1es cuando, ( l)ron¡o apareció en sus cunas. sob¡e la linda colcha de ¡aso celeste,',',, cuca¡acha espantable l ellos, Ios pobres, no estaban siquiera en, ,,rriliciones de decir "¡c...c...c...1".
;O estoy diciendo ¡onr€ría-s de ron¡o?Seguro que el " bco \Itldls" se cae¡ía de culo ¡eventando de ¡isa
rll,.indole enrre los mocos de sus na¡ices y la baba de sus labios eilr Lrr.lnte i)1. st, s[tliltl
Iis que... ¡Vean ustedes mismosl No más aparecer en los reporrrjr:I V Lrs cueryos de miles de cambodianos masacrados, a 1o ¡edondo dc1
,,,'rnt]o comenzó el tartamudeo: "c...c...c...". Si me pregunran a mí, no
299
le c¡eo una de sus "c...c...c..." a ninguno de estos tar¡amudos. Sob¡e
todo, no les creo porque -y sé que mi argumento les va a parecer, a
ellos en primer lugar, nada más que el consabido caca¡eo de un beato
bruro- mientras hacen "c...c...c..." no suel¡a¡ la bo¡ella de whisl*r el
puro, la jeringa, el perro que los está fo¡nicando, ia vieja que los está
gozando mientras los abanica con verdes de los grandes, el chofer ¡ecién
adquirido que los está poniendo en primera, y en fin la variedad sin
núme¡o de bellaqueríu de es¡e mundo. Y lo ot¡o, también de beato
bruto, que mient¡as hacían un griterío que llegaba a los cielos porque
Prnoche¡ Iiquidó cuatro mil se estaban calladitos mient¡as Pol Pot
Iiquidaba dos millones. Y, por 6n, para rerminar con tanta beate¡ía,
porque son ellos los que producen las a¡mas que truecan por peuóle0,
cobre. hierro. cfe. pláranos. palras 1 n:ranias.
;Pero... a1 t¡aste con Io que crea vol ;No me ocurre igual? He
sabido de los horro¡es, he sesuido al deulle los cómputos del crimen. he
aguantado en la cabeza los cuenros 1'los recuentosi toda la hipocresía vIa canaLlada. He convivido ¡odx las guerras, revoluciones y liquidaciones
en masa desde los años cua¡en¡a. Y me encuen¡¡o igual que en esa
cuna con mi cucaracha: Que no me sale el habla, que no soy capaz de
nomb¡ar.
¿Y si es así en mi caso, por qué no en el de millones y millones
de seres semejantes?
Estanos de acuerdo: La joven universitaria hija de un señor
que vive de sus acciones Bofo¡s. Nobel o S-^-AB muy bien puede no
enconrra¡ palabras cuando ve su cucaracha; pero parece que las la a
encontrar sin muchos problemas cua¡do vai'a a con¡arle a su papá. Ylo mismo va.le del hijo, Ia cuñada, la comad¡e, el abuelito, ei portero
de cuanro indust¡ial de guerra, especulador de la bolsa, abogado de las
transnacionales, político, obispo, ca¡denal, banquero, come¡ciante,
diarero, teler.isero, peliculero t'toda la cí6la in¡ernacional de seÁores que
poseen el mundo, lo t¡ansan, lo tras6eren, lo violan y lo revienran.
Por numerosos que sea¡ es¡os seóores, son cosa poca po¡ ¡elación.
¿Cuánros? ¿Cinco, diez, r'einre miliones de los siete mil que habitar ia
300
rr( r rit cn esros tiempos? ¿Yde los que resran, habrá o¡¡os veinte millones.r l.s r¡uc les que de verdad y sin maromas a¡chisabidas les ocurrc que,,,, son capaces de decir "c...c...c..." cua¡do son info¡mados de todos loslr,,rrores de nuesrro siglo? Quizás no ranros. Yo por lo menos no esroy
", lirrro de habervisro uno. Ni siquiera cuando me miro al espejo. Cada
\ 1 / (luc converso con alguien de estos asunros 1'mi homb¡e comienza alr,rLcr "c...c...c..." resulta que no se trara más que un pob¡eciro de Dios,, r r cubeza de ca¡ambolas, un imbécil de campanillas, un canalla que no'..r1,, que lo es o un hipócrita al cubo. Y el que no se sienta consid-erado, rr t s¡a clasificación, que lo piense de nuevo.
Y siguiendo en ru¡aj no hace una semana que vi en Ia relevisión.r Lrrn joven que salía de un lugar donde erponían documentales de loslr)rorcs nazis. Dijo sus versos: "¡Bueno, no sé... Es ran complicadoll',rn tse enronces, )'o no nacía roda\'ía". N4u1' cierto, así no ¡nás es.
l,rrr¡roco nacía para cuando los ¡omanos quemaban a 1os crisrianos.
,( rrintos millones y millones de genre así hav en esre mundo de Diosl(.)Lrcdará alguien de aquí a unos aÁos que sepa dónde queda Siberia,
,l,, ntlc Cambodia, Ru'anda, Ogaden?
;Para dónde vov? No para muy lejos. Busco una división enr¡e ios,lLr, dicen "c...c...c..." de ve¡dad 1'el resro. Aunque hay que reconocer,11r.. ha1' problemas. Caer en pseudoloqismos (;se dirá asíi), en dir.isiones,¡rL, no dividen nada. Aunque parezcan operaciones increíbles, abundan.\rr csquema es así:
,1 ntí:B=Cu=0Iuego, A = C.
'l'al como cuando el" Copihui' se comía rodas las aceitunas 1,nos
'rtiruba esca¡bándose los dienres el asqueroso: "Por favor, repárianse1.,' ,¡Lre quedan". Tengan un ejemplo de gran tamaúo:
Ho.¡bre, - Ario: mi, l\'o-nria:
301
Arios = 0luego, Hombres = Ah-nrios
O nmbién:
Hombres = R¿cionab: más ]rracian¿ks
Rlcionales =...
¡Mejor no sigol
La dil'isión que se opera con nuesr¡o "c...c...c..." es así: Pe¡sonas
que hacen "c...c...c..." de le¡dad; 1' personas que hacen 'c...c...c..."
porque el que está al lado hace "c...c...c...".
Y aquí surge una complicación. La casi totalidad de las personas
que hacen "c...c...c..." de ve¡dad lo hacen no más de diez minuros al
año. Así, ¡esultan tres clases: a) Unos muv escasos que hacen "c...c...c... "
todo el tiempo; b) unos más abundan¡es que hacen "c...c..,c..." unosminu¡os alaÁo;i'c) unos muchisimos que hacen "c...c...c..." solamen¡eporque el i'ecino sueie hace¡ ese ruido ¡an curioso. De rodas formas, eiruido que hacen especialmenre los de la re¡ce¡a cLase es ran enorme quesube a los cielos y se tiene Ia impresión de que en este mundo -comoen ese tango- ya todo terminó i'es inútii ¡emove¡ las cenizas del amo¡.O que -para seguir en la misma cue¡da a¡rabalera- en esre Sielo XXproblemático y febril, sin que nadie se ha1'a percatado, se produjo i aelApocalipsis, la liquidación de roda la humanidad y que si una sanra
señora, por ejemplo, dedica su vida enre¡a a a¡rdar a mori¡ a milesde se¡es humanos abandonados a la miseria, Ia plaga y la muerre o unexcéntrico de Ia gangrena mukinacional lanza a las muhirudes unatorta de mil millones de dólares (como leí en Ia prensa días atrás) ellono viene a más que aps 1'sritos aislados en la noche del horror 1'asídoblemenre horro¡osos.
Vuel¡'o a mi cuca¡acha. (De paso, les cuenro que el" loco \/aldéi'acostumb¡aba llevar dos o rres en una caja de lósforos por si alguna
302
belleza del bar¡io le pedía fuego para fumar a la Joan C¡au4ord. Ya
pueden imaginar los gritos I'los garabaros.) Yo no tenía palabras paranombra¡ el horro¡. Vuelvo a mi analogía: Así como no renía palabraspara nombrar ei ho¡ror así he leído más de una vez proclamar en esrosdías que no hay palabras para nombrar los hor¡o¡es de nuestro siglo.I)ero 1'o carecía del todo de palabras. En el segundo caso no es así, y hurapodría no tratarse más que de astucia retórica para hace¡se el mudo.
;Que no iba a haber palabrasl No tengo el número de las páginasv páginas que he leído sobre los ho¡rores de S¡a1in, Hirler ¡ li4ao. Haceunos años, un millón de hurus y rutsis se masacraron reciprocamenre
I sin piedad con armas adquiridas en los países indust¡iales. Algo deldetalle r.imos y leímos. ¿Era cosa sin nombre? Escuché a un ¡eporreroen la TV sueca habla¡ de canibalismo en Bosnia. Pero rodavía nocmpezaba cuando 1o apabullaron con música ¡ock. Ei homb¡e se
cstaba aventurando e n lo indecible. En sus " Mentori¿,," Krushovcuenta de madres campesinas uc¡anianas que se comían a sus hijos.\o tengo que ag¡egar que nadie me c¡ee cuando 1o repiro. He leídorlue los.japoneses se comía¡ a los aborígenes en las islas del PacíficoSur duranre la Segunda Guer¡a Mundial. Pero, ahora, rampoco puedenpropalarse esas noricias. Tampoco se les puede olender ¡eco¡dándolesJos prisioneros ingleses que decapiraron. En publicación an¡igua Ieítlc canibalismo en el sirio de Leningrado, aunque ahora ni lo mismor¡e c¡eo. También Ieí en su riempo de un al¡o oficial americano que,lespués de asisti¡ a la deronación de la primera bomba arómica di.jo:' \'aho¡a somos todos unos hijos de pura", aunque me sonó un 'todos"rncdio sibilino. Himmler -que ordenó la liquidación de todos los judíoscl poder alemán- conside¡aba que en la Unión Soviérica habia quelitluidar un mínimo de treinta millones de la población. Hider o¡denón,, rlejar piedra sobre piedra en Leningrado. Otro tanro se propuso conL,,nd¡es. Los aliados respondieron haciendo lo mismo en Hamburgo,I )rcsden, Colonia, Berlín. Aio¡a se afirma que son un millón serecien¡osr',il los cambodianos que masacró Pol Pot. íi¡ushov cuenra que Mao, ,,nside¡aba que China podía resisti¡ una guerra nuclear generalizada
J03
has¡a con t¡escientos millones de su población. Hussein, de Irak,
Iiquidó aldeas ku¡das enteras para probar sus bombas venenosas. Los
,uros lrn-ro,t su napalm sob¡e los campesinos afganos, tal como los
americanos lo hicie¡ón anres en \/ietnam. Se calcula en un cua¡to de
miLlón de colombianos asesinados en 1a llamada " época de la violencia"
de los años cua¡enu. A Stalin se Ie at¡ibuyen diez millones de mue¡¡os
durante la relorma campesina de los treinta. Musulmanes e hindúes
se liouida¡on po¡ miLlones duran¡e Lx divisiones del subcon¡inente
asiári'co. No se sabe de los miles liquidados por los nazis con Ziklon B
en los fürgones atestados de minusvlidos' giianos, judíos, ucranianos'
Se dice que las cáma¡a-s de Auschs'itz podían envenena¡ con Zklon B
dos mrl personas por vez. ;Cuántos muiie¡on hacinados en los trenes
de carga que Eichmann deportaba desde todos los países de la Europa
ocupaáa úacia los campos de exterminio? Se puede seguir.y sequir' No
."re..rnos d. t.stimonros por niles v miles; documen¡os' lotos, filmes;
cemente¡ios con cientos de miles de cadár'e¡es. Toriavia ha1'1in*otes
de o¡o en Suiza (se dice que también aquí' en Suecia) hechos con las
prótesis arrancadas a los cadár-eres
Qué pues se siqnifica con esa iiase de 1o innomb¡able. Está todo
ahí, para decirlo 1'para nombrarlo.
Aunque, cieito, a ,'eces... \b recuerdo habe¡ mi¡ado 1'r'uelto a
mi¡a¡ r'eces sin número una io¡o a roda página que t¡aía un lib¡o con
documentos sob¡e los horrores nazis. Se veía, contra la pared' de espaldirs
al que hizo la loto. un grupo de unas trein¡a o más personas, hombres
1. mujeres, a segundos <ie se¡ amerrallados. Po¡ los vestidos se dedrrcía
que eia invi.rno en el luqar. Entre dos de esas personas, se apretujaba el
cuerpo de una pequeÁa de entre cuat¡o l cinco años con ios b¡acitos en
al¡o. Llevaba boina clara, abrigo oscuro con cuello de piel. Sus piernas
se adivinaban t¡émulas entre el ruedo del abrigo 1'los calcetines que
subían un poco sobre los botines. Hace muchos aÁos que desapareció
ese lib¡o de mi bibiioteca i'nunca pucie reemplazario. Creo que mis
sentimientos ¡ecordando la fiqura de la pequeria estrechada en¡re sus
mayores conrra ia pared, ot¡eciendo a1 que mira nada más que sus
.01
, ,l)lldas alzadas, sus b¡azos, sus pierniras, pero rambién la in¡uición ran,l,,lr ¡ rosa de su ter¡or, su inocencia desconcertada. sus est¡emecimicnros,',,,n l¡rs mismos de enronces. De un hor¡o¡ así. apena-s arisbado en unaloroqraiía, recue¡do lan amargos momentos. Y recue¡do la ce¡teza enrrri ulna de que no 1'alía la pena vivir. Todavia ia sienro ¡eco¡dando a
, .,;r ¡rcqueña. Y con el mismo peso, si no aún mavor después de reperirse
\ r( pctirse tanta miseria.
Y todavía sigo vii'iendo.Yo no llego a esra desesperación porque ei horror haya alcanzado
( )s cx¡remos de lo innombrable. Todo lo cont¡a¡io. L-l pe nsamiento busca
rlr¡ rclación en rodas las di¡ecciones. A¡aliz¡ v consrara cn rérminos de
',r lnálisis que hemos asentado ei valor de la vida en iundamentor qucrro r¡515¡s¡ los hechos de la vida. Es porque cjer¡amenre no csramos en
, ,, ndiciones de da¡ luqar a esos hechos sobre rales fundamenros que nos
l,,rrcccn un ho¡¡or sin nomb¡e. Relativjdad. enreram¡n¡e ¡ela¡n'iCad:I r lr,rndura de nuestra humanidad es profunda. peio no alcanza ni conrrrrrcho la profirndidad de nuestra ¿...vileza: \/acrlo. porque no sé hasta, i,inde es¡án adecuadamenrc nomb¡ados los ho¡¡ores de nuesrro ¡ienlpo( uiuldo lo hacemos por simple y casi au¡omárica oposición a nues¡tov.rlores moraies.
Sob¡evive el más apto. ¿Hal nada de absu¡do en suponer,1rre, cambiadas dos o rres medidas esrra¡éqicas. los nazis se hubi€rarl.r1r,,de rado del mundo?
¿)', enronces, quéiEllos, los nazis, forografia¡on, fiimaron, docu¡nenraron alde¡alle
r,,,.lo lo que hicie¡on. ¿Para complemenmr con ello la educación de las
rl rteraciones arias en el milenio? En una reciente pubiicación aparecenl,)ros en que .jóvenes del Ejército Alemán disparan a sangre fría sobre, ivilcs indefensos en las aldeas del Esre. Envian orguilosos esas lotos,, ,rrs madres que las exhiben con orgullo por el vecindario. ;Dónde.r)ronces, dónde andaba por ese riempo el indecible hor¡o¡? No entrcr llos. Ni entre los demás. Simplemente, no había por ese enronces,
, urndo los horrores se producían, ningún indecible ho¡ror.
305
Una evidencia que resultó muf instructiva durante los largos
meses que tomaron los juicios de Nüremberg es que los acusados
no sabían nada de los c¡imenes que ellos mismos habían cometido.
Resuhado de la división riel trabaio y la incomunicación de los
géneros. Un poco les ocurría como a ese seáor que había esudo en
iodos los departamentos de ia universidad, peto que de la unive¡sidad
propiamente ¡al no ¡enia la más flaca idea. O como a ese pequeño ai
que manduon por un kilo de l¡utu v volvió sin nada, porque sólo
había naranjas, manzanas, melones, pero nada de fruta. O como a esos
t¡es acusados que no entendían nada: lo único que hizo el primero lue
comprar arsénico, sin más idea; Io único que hizo el segundo iue echar
el conrenido de un fruquito en la sopa, sin más idea; lo únrco que hizo
el te¡cero fue sen'i¡ la sopa. sin más idea. ;Podría sabe¡se qué ideas se
le habían metido al senor ñsca1 en la cabeza?
Lo otro que resultó mu1'c1a¡o a través de los procesos de
Nürembere es que los acusado¡es tampoco sabían nada de los c¡ímenes
de los acusados du¡ante los drez o doce anos que tomaron en comete¡ios.
Ésros elimina¡on du¡ante ese tiempo Dor lo menos once miilones de
europeos. ¿Qué organización gieanresca se requiere para arrestar once
millones de personas. transponarios, concent¡a¡los, matarlos 1' disponer
de los cadáve¡es? ¿Cuánto en ¡ecursos, cuánto en personal? ¿Cómo se
hace para nararlos, sob¡e todo, para echar tie¡¡a sob¡e los cadár'e¡es
sin que nadie sepai Para emprender aleo asi hav que partir suponiendo
que somos todos unos imbéciles o unos canallas.
O también así, que suena casi lóeico: De sabc¡, todos sabíamos.
;Pero, eso? 1No, eso nol ¡Eso es increíole! ¿Cómo creer esol lEso no
tiene nomb¡e!Por eso no 1o c¡eíamos, en¡onces, po¡que no es¡aba en el
Dicciona¡ro.
Se expusieron en esas sesiones de Nü¡emberg fi1mes de ejecuciones
en masa, de cuerpos retorcidos v amontonados al ab¡irse las puerta^, de
las qíma¡as de gas, de mujeres desnudas fusilaclas al bo¡de de ¡umbas
colectivas lrente a oficiales lumando sus cigarriLlos, de bodegones
306
,rcsrados con fardos de pelo conado a las mujeres, de ia operación dcl,,s lrornos c1em.ar9Ji.os, el apilamienro de ios cadáve¡es empujados al:rs lir5¿r Oor 1or bulldoze¡s.
Como di¡ía un humo¡ista: "Con rodo respeto, e1 Tiiunlo de laIt'1rrcrre. de Breughel, era una alpargara vieja".
Enronces rodos hablan del "silencio de muerre" que se produjo, r ]:r sala al re¡mina¡ la exhibición. Esus cosas son de la prediJección áe1,,r plumíle ros: "e.l ominoso silencio". "el ho¡ro¡ r,e I ,.nrtlor". ,,e
I cie ¡zoI l,ielo que sacudio al auditorio". Cuánro, sc peleln por un .rqicnr,,
1,.rr,r no perderse la del siglo y panicipar también para e.siar conrándolol)or:rÁos en "el silencio anre el ho¡¡or sin nombre".
En estos tiempos, rodo esre embrollo rello¡a de nuevo dejando,lrrizis más a la vista el cieno en el fondo. Se repite una vez más: "Es,lt nrasiado el ho¡¡o¡". Y se r¡a¡a de habérselas más a fondo con esra,lcnrasía. "Es que nos fallan los mi¡os," se dice. "es que debemosr.lrlccrlos,.ponerlos al día". Se conr.ocan cong¡esos de reótqos, ;Cómolr,rcer con los miros para que den cuenra del c¡imen sin nomb¡c v la, rLlcldad inhumana? Con csras inquietudes l propósiros ,. .onvo." .l.s nitólogos 1'moralistas. A,\í es¡án por ejempio, ios mi¡os del Diablo.,lt Serán ¡' sus huestes de corrupción. Sus verdugos. rambién, el fuego v,l :rceire hin'iendo. la le¡idez imposible de los iifie¡nos. ;eué hal con,llosi La le¡dad se reducen a susros para pequeiios .u-,ilo ,.r,r-o,,l, rcpresenrarnos r.manipular con elloi lós ho¡¡o¡es del mundo,,,rrrcn.iporáneo-
¿Qué hacer pues? ¿Acaso un Ler.iará¡ siguie ndo los mode los de\rllin, Hide¡, Pol Pot I'toda la hile¡a de monir¡uos cut,os hechos delr.,rrrr llenan nuesrro siglo?;Acaso lormando una coÁposición conl,' rr1¡,n. ¿. tales dechados esraremos en condiciones de aprehenderL r.lnro crimen nos aguarda todavía? No es nala idea. ;pe¡o basta¡á con. r \.rr.in de esre porre. un Sarán posrmoderno?
Desde hace alrededor de un siglo viene abriéndose anplio1 .u n ino un dogma moderno, el dogma de la historicidad de la relisión.| ',rr:rlclamenre va pe ¡icli¡ando el dogma de la relieión rerelada. Je ñor,,i,
307
de es¡entóreo Zeus del Sinaí, seño¡ de Ia guerra y el trueno, ha ido
cambiando, se nos dice ahora, debido a los cambios de la histo¡ia. De
general de ejército pasó a legislado¡ a político, a diplomático... hasta
iermina¡ en Dios di misericordia. Todo esto por la fuerza de los hechos
de la historia. Así, la correspondiente evolución histórica del Diablo
pa¡ece asunto de pura lógica. El bien, la piedad ya no se co_nsuman en
ia oferta de ca¡ne humana asada a las brazas que Dios saborea entre
sus servido¡es. Se le ofrecen I'idas todavía, pero de forma espirirual: un
F¡ancisco de Asís, una Teresa de Calcuta ¿Y qué ocurre con el Diablo?
Ha cambiado ambién, se ha ¡efinado. Ha puado del asado a la horqueta
al asado nuclea¡. Ya no le araen lu decenas, las centenas, los miles
Ahora pide decenas, centenas de... millones. Y lo logra con tal poderío
técnico sob¡e el mundo que uno busca y busca sin encont¡ar dónde
pueda encontrarse Dios.
No sólo anre los ho¡¡ores contemporáneos nos quedamos sin
habla. Los místicos se quedar sin habia ante sus visiones; los poetas,
ante la na¡uralez¿; los neurólogos, alte el cerebro; las masas, ante un
gol de Pelé. A mí me ocurte que n.re quedo sin habla ante Llr coro
áe niÁu. De las mujeres hermosas, mejor no hablar. Supongo que
todas estas experiencias que suspenden el habla merecen el cali6cativo
de sublimes (Pelé excluido) en oposición a las hazaias de Sarán que
confo¡ma¡ lo ho¡rendo.
-Así como naturaimente recuperamos el habla ante una belleza
libe¡ada buena para los combos, las sutilezas dialéc¡icas, Ia caza de
elefantes o los garabatos, así también la recuperamos cuando nos
vienen con los horro¡es de un Satán t¡adicional. ¿Que se metió en el
cuerpo del cura que co¡¡e ¡ras el acóliro? ¿Que se merió en la cabez-a del
hijo que uesinó a su padre? ¿En la del depravado que anda violendo
pequeñas 1'echándolas en las alcantarillas? Bah, eso no da ni para una
peiícu1a. Ni para un comercial T\¡. Satán se quedó chico. No sirve ni
para reírse. Necesiamos un nuevo Sa¡án, un Satán postmoderno. Un
Satán a la altu¡a de la cul¡ura ransnacional, el na¡coráfico, el SIDA,
la guerra bacterioiógica, el te¡rorismo nuclear, el envenenamiento de
308
1.r,. ¡roblaciones, la destrucción de la naru¡aleza, la prostitución de los
1',,lricrnos, las iglesias, los ejércitos. Un Satán que, señor de su enorme
, ,li.. in¡ de comandos 1' botones disparadores, se mareje sin proble mas
,urr, la Guer¡a Santa, la distribución de los misiles nuclea¡es, la ¡ed de,,,rrclircs, lo concilios relisiosos, el Senado americano, el Pentágono, la
l! L rcva Biblia.
¿Cómo hacer para una Satán así? ;Cómo representárnoslo:
Yo lo veo casi. No necesito representaciones. Lo veo de muchas
l.rnras, cada dos, ¡¡es días. semana por medio, un mes de co¡rido. En
lr¡ rclevisión se le ve ¡odos los días- En los semanarios inre¡nacionalcs ;ro
f ,rlt rl nunca. Po¡ las maóanas manipula un enorme tablcro con ve ntanas
., rodos los departamen¡os del muncio. En ¡orno suyo, todo ígnco. todo,lcerrónico. ¡Qué bien en su pellejo se siente! F.s Satán postmoder.no.
,( irr:íntos botones titilan prestos a su comandol Arriba del ¡ablero esrá
' rr lctras góticas el lema clásico: ' Seiéis como dioses '. En un cuarto del
r,¡l,lr¡o. arriba, a la izquie rda. sobre e I lema "Crece d v mulriplicaos'.,, 1ec "Demografía". tr4ás abajo se iee "Recu¡sos" sobre el lema "No
s,',lo de pan vive el homb¡e". A ia de¡echa, a¡¡iba. está 1a sección" ltleologías" con el lema ' BIa bla bla". Finalmente, bajo esta sección se
, n,.ucnrra "Est¡a¡egias" sobre ellema "El fin iusti6ca los medios". Satán
( \lii n'rirando iargo raro eL bo¡ón donde dice "Ca¡ibalisrno". Suspira:
; lcndré que recur¡ir ot¡a vez a este né¡odo? " Todos los indicadores van
.r ,lrrr l "De mogra-fía". \4ucha, nucha se nte . Un diez por ciento de Ia que
l''rl todar'ía es mucho. ;Cómo hace¡ para que las madres se coman a los
lr ilos antes de paririos?;Una nutación qené¡ica? Hmm, Hmm. ;Cómolr;rtcr para eutanasia¡ \'p¡eparar ca¡ne enlatada con ios viejos de más
,lt cincuenta años? ¿Para qué sinen idiotas de más de cincuen¡a años?
,Si los musulmanes file¡a¡ por fin a la guerra con esos hindúes y se los
r .nrie¡an con sus vacas sagradasl ¡\'faldita seal ¡Esos físicos buenos para
,,rLln no son cepaces de prepa¡a¡ una bomba de hidrógeno de poluciónl,,rj:r! ¿Vale Ia pena expandir el SIDA: ;En cuánto ¡educirían Ia poblaciónl,rs ma¡rimonios homosexuales? ;En cuánto Ia revolución feme nina?
309
¡Bah, esto no es más que instalar jardines infantiles! ¡h bomba, sólo la
bomba! Una he¡mosa bomba de hidrógeno limpia, impoluta.Un Saún así no le queda tan chico a la época. Hasta podría
averiguarse si no está ya opera-ndo. Los sace¡dotes iranios no parecen
descaminados al identifica¡ a USA con Sa¡án. Lo que no ha de cosrarles
mucho, persas como son.
¿Son espejismos que se fo¡man en los desiertos sin ho¡izontes de
la memoria? Uno se concen¡ra, trata de no interferir, que la memoriafluya pura y libre. Parece cosa más imposible que una ga.llina nadando
en la laguna. En un labo¡atorio ingles, hurgando en el lado izquierdode mi ce¡eb¡o con su¡iles elec¡¡odos, un neurofisiólogo afamado podríasuscita¡ exacta Ia experiencia en mi cuna, el ¡ecue¡do perÍécto de micucaracha, el hor¡or y la figura ado¡ada de mi mad¡e asomando a la
puerta. Estol'segu¡o que seria rodo tal cual. Con el aeregado de unalarido que no dejaría mono ni ¡arón en su jaula.
l-a cucaracha negra sobre el londo blanco. Sus paras peludas
araña¡do el raso. Y el l.ro¡¡o¡. Los erologistas, los neodar*'inianos, los
genedstas ¡educen estos miste¡ios a obviedades de Ia sobrevivencia ¡'laadaptación. Uno tiene que reaccionar presto I con respuesras adecuadas
a las informaciones que vienen del ento¡no. Por ejemplo, a la forma,el color, el con¡raste, el movimiento. Uno llega al mundo prolisroya de dispositivos de defénsa que se disparan auromáricamenre, a laprimera emergencia, y del mismo modo a todas las que siguen. Por ulesmecanismos sob¡evive el indir.iduo I'con é1, la especie, mecanismos que
se fileron esrableciendo a ¡rar'és de millones de años mediante eljuegode Ias mu¡aciones genéticas y sus adaptaciones a1 medio ambiente 1'loscambros de ésre. Cambios al az¿r en el individuo; cambios al aza¡ en el
medio natu¡al. \b, babeando ¡oriavía, veo una figura negra moviéndose
sobre un fondo blanco. El mec¿¡ismo de ala¡idos se dispara. En el
comedor, a mi mad¡e se le disparan los suyos de defensa de su crío, yviene volando.
Biólogos, etólogos, gene¡istas no tienen nada que ver conasuntos como el bien y el mal de ios moralistx. Si eliminá¡amos así
310
1 i r¡l)o se eliminan las palabras escri¡as en Ia pizarra con un bor¡adorr, u L¡s las docrinas exis¡enres sobre la moralidad, enronces, acaso, les,,,rrcspondiera a ellos una palabra sobre el bien y el mal. Pe¡o, en elcrt;rrlo existenre de estos asuntos, no denen propiamente nada que deci¡( onlo no sea subsidiario, como por encargo o consul¡a. Tál como paral.s lcninistas el bien consis¡e en rodo lo que conribuve a la liberación,lcl prolerariado y el mal en rodo lo que la inhibe, así para los biólogos, l bicn tendría que consisdr en ¡odo 1o que contribuye a la conservación,lcl individuo y el mal en rodo Io que tiende a destruirlo. Por lo demásllo sc trata de reduccionismos exclusivos. Para un come¡ciante, el bien, onsiste de todo lo que aumenra sus qanancias y el mal de todo lo quelrrs tlisminuye. Pa¡a el dueno del casino, los clienres buenos son ios que
l,icrdcn. En religión, el bien es lo que agrada a Dios 1,el mal lo quel,r ir¡ira. En las iglesias, secras, y parridos políticos, Ios buenos son losnricrnb¡os )'los malos el ¡esto. En las películas de cowboys nunca ha1'
¡,roblemas en saber quiénes son los buenos y quiénes los malos.Seguramente las dife¡enres fo¡mas de la moralidad, las dife¡enres
rIrctrinas, 6losolÍas o ideologías de la moralidad, explican las dife¡enteslirrmas como los biólogos suelen incu¡siona¡ en el dominio de la mo¡al.I'cro, parece evidente, una comunidad de sen¡ido y fi¡ndamento entrel.r biología y Ia moralidad no puede rener curso mient¡as ¡engamos,lisrintai filosofías de la mo¡al il disrinras manifestaciones de lo que se
, onside¡a mo¡alidad.Pienso que hay algo parecido con mi cuca¡acha negra ncs¡a.
lror¡iiible. Quiero deci¡ que esro\' filogenéticamente a punro para,cha¡me a grirar no más ver un bicho negro. En especiai, si lo veor,,b¡e un fondo blanco (principio que se aplica como la sal al huevo enlls fábulas, pinturas y películas sobre la bella y la besria). Cla¡o está,
, l ¡necanismo se estabiece de manera honda, compleja, delicada. No
l,rrcrle confundirse con asociaciones ca¡icatu¡escas como, por ejemplo,l;rs impuestas por una iglesia o una sec¡a. Pero, así y todo, un dejo dev ínculo subsis¡e en éstas. Y aunque los teólogos postmode¡nos -por m¡ro,,bispo y cardenal de colo¡ como eúste hoy día en las órdenes clericales-
311
se esrán sin chisur, ia verdad es que Satán sigue siendo el príncipe de
las dnieblas y su oponenre, el arcángel N{iguel, el principe de Ia luz' Por
lo demás, b"st" t..orr., lot alrares y pinacotecas delVaticano: Miguel,
arcíngel ario puro con la bo¡a sobre Belcebú, demonio africano puro'
Para {ué habiar de epifánías, para qué habla¡ de Espíritu Santo, de
transnguraciones. Pu¡a luz. Lei hace unos aíos que algunos senadores
ameriünos se oponían a Ia ¡¡ansmisión de sus sesiones por televisión'
Los senadores neg¡os están en desventaia: sus rosrros no aparecen Porque
la relevision como todos saben es raci'ta1os lo neqro v laAigo muy obvio e ir¡efutable ocur¡e con los ojos, Io neqro v la
sob¡e"¡'Jncia. Si no ha,v luz, no veo; r' si no veo, ;qué no puede acechar
en el ento¡no negro negro? Se puede decir sin uno que contradiea: si
no har'1uz. da lJmisno tener que no tener ojos Sin luz. malo. muv
malo. Sin ojos, cuardo vengo a da¡me cuenta del tigre voy de viaie por
sus in¡estinos.
El Príncipe de las Tinieblas se muel'e en las trnieblas con tanra
facilidad conoil Príncipe de ia Luz en la luz Pe¡o se mueve iqual en
Ia luz, n.Lien¡¡as que el Príncipe de ia luz. en las tinreblas, no sabe de su
alma. Si hal'un Dios de los murciélaqos no saben sobre cuál es'
;Y a propósito. qué hubiera ocurrido conmigo v mi cuc¿racha
si mi mad¡e, mi padre I'todos en torno iueran negros negros como
el ca¡bón: Un 6lósolb grieqo -siempre me coniundo i'acaso no fi.re
un 6lósofb- obsen'aba que los dioses de los etíopes eran neqros. \{uvbien pudo ser Jenófanes poroue de él lei que se bu¡laba de los ¡itos
religiosos diciendo que si los bueves adora¡an dioses sus dioses tenrlrian
cuernos.
Digo esto pensando en etólogos I'biólogos que buscan (algunas
u..., prr... que postulan) un canino que vala desde la biología sin
salto, t.us.ot "
la morai de algún convento. Por eiemplo, una ¡elación
ent¡e el ma¡damiento "No mata¡ás" r'el hecho de que los animales
de una misma especie no se matan entre sí (lo que no es siempre el
caso); o una ¡elación ent¡e el mandamiento "No codiciarás Ia mujer
de ru prójimo" i'el hecho de que los animales proceden así (aunque
jll
no cs siempre el caso). De modo, a-simismo, que alguien podría aicqar,¡rrc la oposición blanco-negro (luz-oscuridad, día-noche) asociada a
lrr oposición bueno-malo (aceptable-repudiable, correcto-incorrccto)rcnc su base en la biología misma. Si ha¡'un grupo humano que se
l,rr clcdicado seriamente a probar que no hav tal relacrón (aunque ellos
rr ismos la tuvie¡on por dogma v aún ia tienen en amplios sectores) son
l,,s norteamericanos. Y los medios más a la vista que emplean en csta
rril)resa son el cine y la televisión.
Y a propósito, si la ¡elación biolóqica entre la moral y los
,rrnirientes de la luz y las ¡inieblas ha de ser removida como cos¡ [a]s¡,
rr'ndrán que venir tiempos en que ias iqlesias se verán obliqlclas:r,linrina¡ cuanto se encuenúe liqado a esra disrinción: como sus ri¡os.'Lls miros y su retó¡ica. Así como abunda va la qe nre que se sie nre
, rrle rma si alguien se pone a fumar en su proximidad, así como muchas
rrrrrjrres reaccionan fuertemenre ante la asrmerría machista de los géneros
rlr,rnraticales, ante el género rie los dioses, los rírulos, 1os nombres de
l',s olicios, las categorías grama¡icaies. etc.. así también tendrían que
r L nir ticmpos en que nadre podrá roierar pasajes de Shakespeare, dc
lt Dittin¿ Cotnedia" o " El ?ttraí:a Perdido" donde .'aya eI neg¡o en
, i,.nrcdro del bianco.
Anoche escuché los úirimos minutos de un debare en la televisión,,'l,rc los derechos de los animales. ,{quien dijo esro: "Los peleteros,, ,n ran repudiables como los ejecuiores de Auschri'i2". lr4e IIamó la
,rrl)ción que mientras algunas personas maduras parecían con 1a lengua
rr,is rrabada que 1'o con n.ii cucaracha. había gente joven que aplaudia.
1..,, :rlcancé a las ¡azones, pero suponso que algunos pensaban (aunque
, n csto hay que andarse con cuidado entre tanto canalla) que así como, ru rcpudiable que algunos oficiales SS (como en efécto ocurrió) hicieran
l,,,ntrllas de lámparas con la piel de ios cerdos iudíos, así 1o es tambiéntlLre los pelete¡os hagan abriqos con ia piel de Lu chinchillas. EnrienrloLLür cn un tiempo se empleó Ia piei humana para cubrir Ia tapa dc
L ,s libros (de oírlo, entre eI " Copihue" y' el " bco \/dUéi' me hubi.r.ur,,,,l,urlo por todas partes para apreciume la textura dei pellejo). \tr no
Jlf
sé más que lo que me con¡ó un colega: Que las tapas de una" Suntn
Teohgica", edi¡ada creo en el siglo XVii, que una dama an.ie¡icana
envió como obsequio a la biblioteca del Departamenro de Filosofía de
la Unive¡sidad de Concepción cuando vo trabajaba allíesnban lor¡adasen piel humana. Todavía deben es¡ar a la vis¡a los dos volúmenes en
cuarro en era biblioreca.El movimiento sob¡e los derechos de los animales alega¡á ¡ambién
seguramenre esta especie de condnuidad enr¡e biología l moral que
alegan algunos etólogos. He r.isro en e1 zoológico de Sanriaqo. en las
jaulas de los nonos babuínos o mand¡iles al jele del grupo intenenir
1'detener la violenta disputa de dos mand¡iles más jór'enes. ]ncluso he
leído oue el más ciébil en es¡os casos suele apelar i'olliendo su ¡ra-sero
hacia el jele...
Pe¡o vo estaba en mi Ronda de San \{iguel. en mi negra lespantable cucaracha, 1' como se dice, sin solución de conrinujdad vinea parar entre los que ¡ratan, rambién sin solucjón de conrinuidad, de i¡de la bioloeía a la moral i'de 1a moral a la galaxia donde, cono di¡ia el" Cotihul', el Sisrema Sola¡ ente¡o no alcanza ni para... para... para...
9.
Érr. no ., un ¡ecue¡do cie mi niÁez, pero da lo mismo porquehay muchas hisro¡ias de mi inlancia de Ia especie de ésta. sólo que nrulinsopona'bles -v dolorosas.
¿De qué se lorma la ¡imidez anre lu mujeres? Pregunta de primeramagnirud de profundidad para mí. Y no sólo la timidez. En mi caso.
la mujer es lo o¡¡o en el sen¡ido más propio. Porque no sólo es or¡o.sino que me impone sin cesa¡ su alteridad. Nada, ni Ia naruralezani el unile¡so enrero. me enfrenra, me define v me seduce como ian.rujer. cualquiera que sea 1'dondequiera se encuentre. Así como hav
v14
ol)i(inranosJ drogadictos, alcohólicos, así hal,feministas, y yo so)'uno.l'.J,r, lo dije mal. Así como hay bea¡as de todos los sanros, así so1, I'ol,i ,rto de todas las mujeres.
;Un Don Juan? ;Pero si vo -que como Don Giovanni las ado¡o a
r,,,lls sin distinción- no seria capaz de un avance con la más descarada
,l, las rnujeresl ¡Qué cosas dreol Con ésa menos que con ninguna.Nuest¡a mad¡e Eva...
¡A1tol ;Para dónde ¡e c¡ees oue 1'asl
¡Pero si es ciertol ;Quién va a negarlo? La hisroria no puede ser
rrr,is explícita: Nuestro padre Adán e¡a un timido,v nuesrra mad¡e Eva
r rir... Llna... ¡una descaradal
No tenía, cono se dice, iniciariva nuestro pad¡e Adán. Se senraba
1 , rjo le higuera, a la sombra. Hasta allí lleeaba. En cuanro a las brer as, si
l, c;ríe una en la boca, miel sob¡e hoiuelas. Si no le caía una en la boca.,rlrísc quedaba hasta que ni maci¡e Eva pasara. la tomara. ia pelara v sc
l,L encajara ent¡e los labios. I4ul'bien podria r-enir de alli el dicho quclr, cscLlchado tantas veces: 'Le qustan 1as brevas peladas".
Y de la comple menta¡iCad... ;,{,trí se anotó una cie las grandes el
,livino Platónl Casi no hal bole¡o donde no venga.
Cu¿nda nanan¿ nte rct Lu uuror¿
Ilorando por rí,ruando tni ¿lttn se :irm¡ ntitl':oltt,quí scri de ní!
Sin ella, uno no puede ser
Segunda parte: ¿Y con elia, qué será de unoi Támbién esrá sinf,rltl cn boleros y tanqos, esos dos chupetes mugrienros de nuesr¡os, li,rs de Dios.
Te quiero!Y sitt embargo te odio.
Te odio! Y no puedo alL,idtrre.
31i
Con lo que me viene a la memoria la más deliciosa, délhca yrítmica adivinanza de mi niñez:
P¿ra baikr me pongo la capa.
lara bailnr me h uueluo a quitar.Porque no puedo bailar con b capa.
Y sin h capa no puedo baikr
;No es una delicia? ¿Qué ingenio compuso una estrofa así? L¿
danz¿ en el Pa¡aíso ejecutada con el descaro y Ia timidez de mi primerospadres. ¡Cuántas veces enrollé con fuerza la soguiL{a en el trompoescupiéndolo para que quedara 6rme mient¡as zumbaba 1' zumbaba en
mi pensamiento maravillado el enigma de Ia capa y Ia danzal
¡Por el contraste de los cont¡a¡ios salta el trompo zumbando.it4isterio grande el del Edén. Sensualidad ardienre (otra vez ei
bolero) r'rimidez inánime (;se podrá decir así?). Tendría que lorma¡se
un to¡bellino con estas cosas. Tend¡ía, pero no conmigo.It4e alejo de mi ¡ecue¡do. Lo que ocurre es que con é1 me viene
una representación de mi vida. Estoy seguro de que vaie para muchos.
Si se pensara en la vida como un fluir homogéneo y continuo, ),clnuestras expetiencias, viviendo, como momentos aislables de ese flui¡,podríamos dibujar un río con islas, isli¡as, islillas que emergen aqui lallá. A.iencontrarse con uno de esros promonrorios, nuest¡o río discu¡¡e(que es una manera siútica o filosófica de deci¡ "se bifi-r¡ca' ) y después de
bo¡dea¡lo concur¡e o conflu)'e (lo mismo de lo mismo) v si"ue adelartesin derenerse, ¡esrableciendo sin falta La unidad de su curso.
Y aquí una disdnción (que nunca faftan): Hay ríos de cauce
llano, ¡an lla¡os que casi no denen saiientes: y hay ríos profundos, tanprofundos que los promonto¡ios de su cauce denen que ser mu)'airospara que se forme una isla con su cúspide. Sabemos que hay monranas
gigantes, macizos co¡dille¡anos con volcanes en erupción bajo lasuperficie del mar Para el mar, como si nada. Así de profr,Lndo cs.
Quisiera sugerir la aleeoría de los ¡íos profundos y los ríos llanos,
316
r r (r¡ad¡o de la condición de la genre que está siempre despierta a lo,lrrc scl en oposición a esa otra especie que sólo en cier¡os casos a¡iende,rr rovirlndose sobre el resto de sus expe¡iencias como si no existje¡an. No1,r,. urnsideran, no les inre¡esan, no ies imporran.
Esroy seguro de que en alguna parre escribí fingiendo un Ponciol'il;rros (por inspiración de A¡arole France, seguramenre) que escribe,l, srlc Jerusalén a sus amigos en Roma: "Aquí no pasa nada. Esro no es
rris que arena, ratas y cucarachas". \'mientras pone su 6rna, frenre.r su ventana pasa el Baurisra seguido de sus discípulos r', despues, cn',r'rrticlo contrario, pasa Jesús seguido de los suyos.
Así, enronces, jueando a 1as paradojas (como acostumbran1,,,,... los...) se puede deci¡ de los rios profundos que son unos ríos.,rr1,cr ficiales. Y liceversa. Como ocu¡¡e con esa seÁora de un cuen¡o de( .lrcjor,, cuvo marido e¡a un genio l la muv brura, oue dormia con él
,rl lldo sur la meno¡ idea, creia que ios qenios eran ulos pobres diablos,lrrc hablaban hasra por los codos de música, pinrura. literatura en sus
r( mlilias comiéndole las chule¡as v chupándole el vodka. por no decrrolLt cosa. Así e¡a la seúora de proiunda.
En cuanro al caso ní0... ;cómo hacer para deslizarme con,legancia? Se r¡ata de un ¡ío con muv pocas islillas en su ¡ravecrori¿.I\rquísimas. De ésras, no hay una que no ¡enga que subir al¡o desdc el
l.ndo para alcanza¡ la superticre. Saliendo a las alue¡u de la alego¡i.l.r n,, se da cuenta de po"", aor"r, pero ninquna de esas pocas cor'a. del. r q.rc sc da cuen¡a es poca cosJ.
Y aho¡a cuento mi ¡ecue¡do que riene algo de experiencia cruciai
', s¡,ccto de lo que dieo. Iba i'o por las aceras de la Avenida de la Pa¿.
Lls del costado o¡ienre. Puedo decir ia cuad¡a 1'casi exacto el iugar.I'r¡ un mediodía de calo¡. Caminaba lenro lel'endo entre el gentio untcrto de matemáricas. Muchos lib¡os lei así, aunque ahora yendo porl,rs vc¡edas no 1o crea yo mismo. E¡a un texto de N4aremáricas, pero nor( ( uc¡do el ríulo. Ni siquiera el ¡unro. Allí me sobrepasó un grupo der r,. s (aunque pudieron más bien ser cuarro) mujeres que pertenecian,rrrró al reojo, a un género mu1'definido y para mí muy conocido.
)1,
precisamente debido a mis andares de entonces por las calles aledañu
, l, \'.0, Cen¡¡al en una de las cuales I ivia'
É,n un lib¡o, entre aurobiográEc0. filosóhco v costumbris¡a que
publiqué hace unos.aÁos, hablo de "mis alcohólicas azul-terrosas de
Iveniáa de la Paz". Éstas que me sobrepasaron eran del género Seguro
oue abundan en Ia Literaruia prcaresca Trato de reco¡dar las que encont¡é
.'n Qu.".,io. Rabelais. D icLens. Cen'antes Hai' cuadros de.ca¡navai'
ornii. fi.,.r.. Hai mucha" hitrorias de Baco ;Como son su' bac-antesi
Briushel. r¿n Osrade. Tenie rs Rubens. Ca¡ar'¿qgio \ el¡quez' ;He vi'to
alcoh?licas azul-te¡¡osas en sus cuadros? No que recuerde He visto cie
todas lalas. Rostros viciosos. descompuestos. gangrenosos Pe¡o como
mis alcohólicas azul-terrosas. no. Ná.omo las mias con su facha de
miseria suma. sus ojos sanquinolentos. deso¡bitados' estrabosos; sus
mejilias hinchadas r'¡eventadas a punrapiés, sus cabellos cenicientos'
riesos de n.tuqr., ,u, piernas endibles I'r'aricosas lr4is. alcohólicas
";S¿iucrr¿l' .L"ndo .i ta¡ro con la tapa vueita' oxidado hasta 1os
reco¡chcs. Cuantas t eces las contenlplé estremecido l miedoso' de ida
v vueha por ia avenid¿. Ech¿das cnt¡e sus comoinches machos v sus
euiltro. iarnosor, ¿ La sombl; de las paimeras, eircima de sus r'ó¡nitos
'rl ,,r, orin-,. ¡onc¿ndo, reñrnfuÁando. con los caLzones y 1as hilachas
al aire v ;huiia, mi almal
bieo. pu.r, qu.,res o acaso cuatro de estas damas que identifiqué
,l ,oslato .i.ntt"s'me adelantaban, habiaban I'reían en las aiue¡as de
mi a¡ención concentrada en la maraíra de a1gún razonamiento Y una de
eilas dijo... dijo... ;Pero, nol lNo voy a r:perir lo que dijol lEso, jamásl
Por 1o menos, no vov a emplear el r'erbo que empleó ¡Eso nuncal Las
cosas lienen un límite. Lo que pasa es que.. ;Dónde es¡á el limi¡e?
;Dénse Ia molestia de una vuelta por esa avenida, dénle un vistazo, no
,., -*, , mis alcohólicas azul-te¡rosa-s v háblenme después de límitesl
Pe¡o a¡í v todo elverbo que empleó la dama que digo.no lo vo1'a escribir
aquí (o nc tov a escribirlo aqui. como queda mejor dicho) Aunque me
.ncaÁonrrr¡'no lo escribiria. Desde nino io oí. E1 verbo, se en¡iende'
Nunca lo usé. En el senrido en que lo usó esta dama, quiero decir' No
318
,r rc pregun¡en por qué, porque no sé. Emplearlo sería cruza¡ un límite,lrc nunca crucé. Porque también en el lengua hay límites.
Pero, en fin, ¡Dios me asista! Lo que dijo esn dama fue... ¡Sigo sin
.rr rcve¡mel Iban de camino, como digo. En la dirección del Cemenre¡io( icneral. Cuadra y media antes de llegar a la Calle de los Olivos. Repiro,¡Lrc hacía mucho calor y caminaba esrudia¡do mis cjlculos absiraído
,lcl mundo exterior. Y mueno de hambre además, esroy seguro. En estas
, ondiciones, no se percibe muy bien; pero de escuchar lo que escuché,
cstoy seguro de que 1o escuché tal cual no me atrevo a decirio aquí.
"Pucha Ete ma gusta c... con el Pedro! Es cor el Ec m.tis mt gtsto c...".
;A,hí esrál ¡Por fin me saliól Eso es lo que clamó la dama de milristo¡ia. Así mismo. A grito pelado y en plena calle, en medio de un
itcnrío. Sin conta¡ que encima mío. Casi echá¡dome el tufo, Tal comosi dijera: "¡Me gustan las empanadas fritas, palabral"
Hay... ¡Cómo decirl Hay... Quiero decir... Lo que ocurre es que
rrno no sabe có....
La fo¡ma superior de expresañe es con la lengua. Así v todo...l:n mi pueblo, recuerdo que decían: "Es un lengualarga". Recuerdo
;rhora a esas prostiruras aíndradas que atisbaba muer¡o de miedo en milrlolescencia a través de las ventanas de los prostíbulos. Sacaba¡ una
Icrrgua que Fellini las llevara ral cual a sus películas.
Y a propósito, Félix Schwa¡¿mann en un libro suvo sobre
Anrropología Culru¡al Latinoamericana habla de impotencia expresiva.
Y yo me pregunto, con la dama azul-te¡¡osa de mi historia... ;qué podrási gnifi car impotencia expresiva?
Recue¡do que años de aios después le referí esta anécdoa a un, olega español. Lo hacía por primera vez y ahora es por segunda. Era
.rnrlaluz. fuó, cortés J'co¡to. ";Ah, Io chileno y lo andaluzl Quevedo y1,, chusco''. O lo chusco y Quevedo. Quiás qué me quiso decir.
Recue¡do rambién que en úempos del Gobierno Popular me
319
encontré una vez ante una pared donde estaba alquitranada esta
rmpotencla expreslva:
"Seri uu m..., pero es mi gobiemo.
Y por ese mismo tiempo escuché de un distinguido académico
comprometido que prefería ser un h... de m... den¡ro del panido a u¡pequeño-burgues de m... fi.rera.
Todavía más asociaciones: En mis años de estudiante, uno
de derecho me contó de una ¡edada hecha en un prostíbuio de
homosertales y que mien¡ras salía¡ custodiados uno que pareciaespaíol
se dirigía a los cu¡iosos: "Conste, soy de los que lo introducen".
Á mi madre Eva no haY uno que se atreva a pintaria saliendo dei
Pa¡aíso, sonriendo, alta la frente, diciendo con toda su lindísima ca¡a:
"Me gusta c... con Adán, ¿y qué?
¡No, qué disparatel Mi mad¡e Eva aparece siempre llena de
vergüenza y lág¡imas cuando la expulsan del Edén. Sólo que ésa no es
mi m¿dte É"a. Ese es m i padre Adán. Estov viéndolo y estol' sintiendo
con é1. ¡Qué vergüenza, qué i'ergüenzal Y todo por culpa de...de... ¿A
é1, cuá¡do iba a pasarle por la cabeza tamaÁo desacato?
Abundan ios se¡es a los que no se nos pasa por Ia cabeza. Con
nosotros ocurre como con esos ríos que digo: Tiene que ser una
experiencia de mucha dimensión para que asome sob¡e la superficie.
Pe¡o una vez que asoma...
Desde nióo, desde adolescente i' hasu terminar mi juventud y
más acá todavía, acaso hasta el presenre, Ia mujer fue para mí todo lo
que merece el nombre de Ser Supremo' Bella, úlida, señora de si y
h".edota hasu de los huesos de uno. La mirad sublime de Ia nuanja.
¡Eso! Lo ouo, sí, pe¡o lo ouo subiime. Nuest¡o deflniente, ;ya esil Por
eso, seguramente, hay ese trauma de repugnancia insufrible en mi niñez:
cuandó r'i prácricamen¡e en la calle a mi madre de leche (nodriza, como
decían mii he¡manas siúticas) eb¡ia, trastabillando, garabareando y en
ropas interiores.
320
Lo que tiene mucho que ver con lo que cuento aquí.
¿Si digo, en dislogio, desca¡o, como será en euJogio? ¿Autenticidad?";Pucha que me gusta c... con el Pedro!" ¡Vaya un peÁón con el que
tropecé ese díal Uno va por la acera muy atildado y sin aviso le dan un
derechazo al plexo y le apagan todas las luces. En términos neurros, mi
alcohólica azul te¡¡osa hubiera dicho: "Me agrada hacer el amor con
Pcdro. Con nadie me agrada más que con é1". Tendría que nacer de
nuevo. ¿Cómo Io di¡ia la seÁorita de la banda opuesu? "Como yo te
he querido, desengáÁate, así no re querrán".
¿Habré dicho lo que proponía? Seguro que no. Mi prosdruta azul-
terrosa habló como la Pitia. Di.io con provocación suma, con descaro
cntero, una profirndidad suma y doble: Dijo la alegría exultanre de mimadre Eva pisoteando la vergüenza cer¡il de mi padre Adán. Me tomómucho tiempo atreve¡me en esus honduras. Todavía no salgo.
¿No andaré en Ios mato¡¡ales de Ia mitología, del tabú ancestral,
dando palos de tonto?En una película sueca de los años cincuena que repusieron días
rutrás en la TV, una estupenda mujer, sensua.l como Ia Lana Tlrner,re 6nada como la MaryAsror, irrumpe en un parq'yva resueha hacia un
hombre maduro que destaca en uri grupo. Lo empuja, lo hace re¡¡oceder
cnt¡e los invitados hasta la terraza, hasu la balaust¡ada. Lo rodea con
sLrs brazos por las caderas y io estrecha conüa su sexo. "¡A-h!", exclama,"¡cómo me gustan uí, grandes y tiesosll"
10.
Un herma¡o mío de los mal¡ores, el más talentoso de todos,
solía filosofa¡. Mejor dicho, lo hacía con frecuencia. Casi no se t¡ataba
:r\rr)to en cesa, no fuera más que las lornbrices para el anzuelo, sin que
,',,s dicta¡a una lección. Recuerdo que nos diver¡ía haciendo ca¡icatura-s
321
morales de la gente. Aveces, mienü¿s reparaba una máquina, se echaba
a reír y avenaba a gritos las cosas en que estaba pensaldo. Pocas veces
podía seguirlo. Sob¡e todo en sus retratos de las personas. Refexionaba
sobre todas las cosas y de él recue¡do mi primera lección sob¡e los
instrumenros musicales. Decía que nada en el mundo e¡a capaz de
expresar los sendmien¡os como el violín. Hablaba de la sensibilidad
mediocre de los b¡onces y de la brutalidad para milicos del bombo y
los pladiios (címbaios, como me enseÁó que se llamaban propiamente,
aunque ¡a¡Io nombre no merecían). Quizás qué barbaridades quería
deci¡.
Pero siempre me renía rumiando sus ideas. Algunas sigo
rumiándolas, viejo como estoy y a tanros aÁos de habe¡ muerto esta
lumb¡e¡a de mi familia.
Lo ¡ecuerdo aquí por una idea sura que me tomó a-rios de años
terminar de aprehender y que él ilust¡aba de lo¡ma muy cómica. Decía
que, 1'encio alento po¡ las calies del pueblo, podíamos obsen'a¡ las
numerosas personas a las que "perseguía un ieón". Recuerdo que nos
hacía ca¡icau¡as de estas personas simulardo que llevaba un ¡naie¡ín en
ia diesra v caminando casi a la ca¡rera, con el cuerpo echado adelante,
el menrón recerrado, el entrecejo f¡uncido. ¡Cómo nos ¡eiamosl Pero
segu¡o que a nadie escapaba el fondo se¡io del asunto.
Claro que mi practicismo escaso, nulo, no me permitía cultilaresta especie de sabiduría. Ni siquiera asomos de percepción tenía. Para
que veal. Aunque me cruzaba y volr'ía a cruzar, como me dí cuentas años
de años despues recordando, de ida y vuelta por lu calles con muchas
personas perseguidu por un león, para mí se t¡ataba de gente seria,
ocupada en asuntos se¡ios, en esferas altas y vedadas a ios pequeÁos.
No mi hermano, éi no. Metía sus narices en todo sin darle un
bledo que fire¡a¡ asuntos del Ministro de Hacienda o del Rey de los
Borbones y lo percibía todo con tal viveza que tenía que saltar a un
lado para no esro¡ba¡ a los leones.
Poionio, en un pasaje de " Hamlzl' donde con el rey Claudio
fraguan ul encuentro casual de Ofelia con el príncipe, o¡dena a su
I l')
Irija que simule ir absrraída en su lectura. Y volviéndose al rey le( ontenta,..
Fs cosrt mris que przbada qtte con el semblznte d¿ h deuociónllzgamos a endulzttr a/ mismo Diablo.
¿Si Ofelia se ias arregla con tal simplicidad para embaucar alnrismo Hamlet, de dónde iba a venirme a mí la idea de que un señortluc caminaba muy serio por la calie la verdad es que corría perseguido
¡ror un león?
No tengo que decir que no pedí a mi hermano que desa¡¡olla¡a un
¡xrco para mí la parábola de1 león. Nunca pedí a nadie que desarrollaraun tema para mí, fi-rera el que firera. Supongo que esta arrogancia mía(no sólo mía, 1'casi escribo "cultural") es causa de mucha frustración,nrucha pérdida, mucha indife¡encia i' desprecio. Aunque vo mismo nocrlriendo muv bien qué quiero deci¡ con toda esta palabreria.
Aíos después, r'iviendo en la capital, comencé a percibir engrln extensión y nume¡osas variaciones el rema de mi he¡ma¡o. Po¡Ahumada no se podía camina¡ en las mañanas, de ran¡o homb¡enriscrable yendo y viniendo con un león pisárdole los ralones. Nocs.necesario ser muy específico. Eran let¡as por vencer, cheques quecubri¡ créditos que conseguir En ios cafés, en los hall v anresalas se
,rlegaba, sudaba, suplicaba. Los leones esperabal senrados en un banco,lilnándose las urias.
Y un día en¡¡e los dias me encontré I'o mismc con un león.
;Tonto de mí! Había considerado )' \'ueko a conside¡a¡ cienrostlc veces el tema "hombre perseguido por un león"; pero no hacía másrlLre fijar la atención en el perseguido, lunca en el perseguidor. ¿No es
p:rra mover la cabeza?
EI león con que me encontré, eso sí, era viejo, casi desmanteladotlc melena, con cuarro o cinco dienres y más jubilado que una rorruga.Irn ese tiempo yo era un muchacho sin empleo y con horizontes muycscasos. Un día encontré en "El Me¡curio" un aviso colocado por este
-l.J.J
león. Recue¡do que por meses y meses seguí despues buscaldo empleo
y siempre me enconr¡¿b¿ con e5e aviso.
En su esrudio, amp-lio, vetusto, oscurísimo, al londo de una
casona vecina a Ia PIua Nuñoa gasté casi una ho¡a escucha¡do las
ins¡rucciones de este anciano. Era gigantesco, tosía asquerosamente
y hablaba con dificuitad. Derás dc su enorme esc¡itorio se veía allá,
le.jos, como un minist¡o. ¿Ruso, judío, polaco? De las tres especies
parecía tener. Algo de mongol también por ios ojos. Sentado como
permaneció durante toda la entrevista, supongo que circulaba por Ia
casa en silla de ruedas.
Las instrucciones. Tenia que ¡atifica¡ el paradero de viejos.
viejisimos deudores, conncarlos y si no i'ivían ya (cosa muy probable)
conÉcta¡ a sus deudos v hacerles ver pruebas documentadas de viejas
obligaciones. Si pagaban la deuda... ¡magníficol Sr sólo una parte...
¡magnífico ¡ambiénl Si no pagaban, pero reconocían la deuda...
¡magnifico rodavíal Si aceptaban renovar Ios documen¡os ante nota¡io...
¡magnífico or¡a vezl Si nada de esto ocurría, se aplicabal en sucesión
la advenencia. la indignación. la amenaza. En todo es¡o había que
marejarse con mucho cuidado, pero había que expresarse con cla¡idad
y firmeza. la ley'es. mi seÁo¡, los tribunales, mi seúor. Si a rodo esro
resulaba que... Si a pesar de todo, no.... Si... Si... Si... ¡Oh, no ¡e¡minaba
nuncal Y vo sin fijarme cómo se salía de allí. Como dije, era una casa
enorme.
No ¡ecue¡do el texto del aviso, pero sonaba: 'Cane buen dine¡ocon propia iniciativa".
O sea, el león viejo necesitaba un cacho¡ro. Tenía Ios ¡astros,
pero Ie laluban las piernas. No recue¡do haberlo comentado con nadie,
ni tampoco haber examinado el caso con aplicación. Sí recue¡do la
repugna-ncia que me r,ino con los olo¡es de esa vieja casa. Reolerdo
también que a1 sali¡, desde la Plaza Nuáoa me volví a mira¡ la cáiona.
Seguro que pensé en Dostoievslq', que leía por ese entonces comocorresponde a un joven hambriento y sin esperanzas. En Raskolnikovy su vieja usurera. Seguro que medité también, como )'a empezaba
324
;r ocurrirme con frecuencia, sobre la lireratura y la realidad. Ha-sta el
ricmpo de mi a¡¡ibo a la capini (mis rrece años) senría una separaciónnruy opues¡a ent¡e ambas. Recue¡do que no creía en la realidad delrnundo de Dickens. Me parecía la más caprichosa y fantaseada pinturade la imaginación. Y era justamente ése el mundo en que yo vivía desde
nis siete años al mori¡ mi madre. ¿No es como para pensarlo largo.lergo?
Vueivo a mis ieones. Creo que lue la b¡eve ent¡evis¡a con ese
usurero de la Plaza ÑuÁoa lo que me puso en ruta. Supongo que es ¿\icon los retraídos, testa¡udos r buenos ¡rara nada: lo poco del mundocx¡erno que admiten en su ¡idícula ciudadela mental, lo admiten porcse no sé qué que le encueniran que los tiene obsesionados dándole,'ucltas y r,ueltas, compeneualdose de ello por bruscos e inesperados
momentos de comprensión.
Comencé, pues, por icienrificar cada vez con más acie¡ro a los
honbres perseguidos por un i-ón. O por dos o tres, y Dios los ampare.Le ciudad comenzó a llena¡se cie esros desgraciados. Después, de pronro.nrc dí cuenta de que poco o nada niraba en la di¡ección cont¡a¡ia deI:r clel perseguido: la del león quc r.enía siquiéndolo. Mucho después.lrnriliarizado ya con el re¡¡e;ro de es¡a acción (o inrcracción comonrc dijeron después que se llamaba) me dcdiqué ranrbién a identiFcarleones. Ypor 6n terminé en el Oc*ano Pacífico: Así como nos perseguía
;r Lodos un león, asi é¡amos ra¡lbién nosotros leones a la caza. No rengor¡Lrc rebajarme a decir por quj no cra capaz de darme cucnta de esta
o1¡r'icdad.
Más grandes más chicos, rilás salvajes más mansos, más c¡ueies
nás piadosos, igual éramos todos Leones. Con cualquier desocupadoque venía a sentarse al lado en el Parque Fores¡al cabía bi-orienrar (?)
la perspectiva: "¿Me dice, por ialor, dónde esrá su león? ¿Me dice porlavor cuál es su presa?"
Y muy cierto, como con toda esta laJ'a de grandes descub¡imienros,ocurría que uno echaba a correr por las calles grirando "¡Eureka, eureka!"
3)5
pera ¡ropszár en el primer mesón con sus colegas echándose una cerveza
v ¡asc'ándose la nariz.
11.
Al niño no le enseñan a robar, sabe de antes. Lo que no sabe
es el nomb¡e que corresponde a lo que hace, ni que no debe hace¡lo.
Naciendo sin sentido de lo propio, el nino defeca como le nace, moquea
como le nace, agarra como la nace. Nada ilustra mejor la condición
natural del niño que su relación con Ia madre, fuente de abriqo v
nutrición. lQue no cumpla sur i,inciones la seio¡a v verá con quién uar:-
Nada ¡ambién, en estos tiempos, más insrructivo que el pequeúo en ei
supermer,:do con las insuucciones que ha ¡ecibido en los come¡ciaies de
la teler.isión, No creo que pase un día en el supermercado sin una docena
de enaniros que se echan al suelo pataleando v chiilando porque no los
dejan apropiarse de lo que es¡á al alcance de la mano y les apetece.
¡Es ran obvio! El niño hace lo se preste para su beneficio v su
placer. Y patalea, chilla y golpea a quien se le ponga por medio. Obvio
¡ambién: la mo¡al es esencialmente p¡ohibito¡ia. St se deja hacer al niño.
orina en la sopa, se come sus excrementos, estrangula a su he¡maniro
menor v a la he¡manita la vioia.
iin sentido de la propiedad, el niño ¡oma lo ajeno. Hav que ir
paso a paso haciéndole sentir que eso no se hace. Finalmen¡e, resulta
apropiado decirle con ¡odas sus letras que lo que está haciendo es
robar y que resulta acción tan repudiable cuardo la ejecuta é1 hacia los
oüos que cuando los otros Ia ejecutan con daño suyo. Si en el I'a¡aíso
hubiera dicho Dios a nuesuos padres que los frutos del manzano no les
pertenecían, el pecado original hubiera consisddo en eso: robo.
Digo todo esto pensando en la f¡ase "éste me enseñó a roba¡''
con la que identificaba para mis adent¡os a unos de mis hermanos
326
r)irlorcs y el más ¡ústico de todos. Acaso el único ¡ústico de ve¡dad.Ii nír, eso sí, buenas cualidades y yo lo quería mucho. Y todo el dairo
,¡rrc tnc hizo, que fue mucho mucho, por mi culpa entera fue, no porlr sLrya. Este he¡mano cuidó por años de años una he¡mana nuest¡arrrclclensa y casi ciega; y también por largos años se encargó de mi padre,¡Lrc nrurió en su casa tratado siempre como persona distinguida, y con¡rrrciro alec¡o.
Pero ¡ecuerdo aquí a esre hermano mío de enorme corazón,, rcrsa educación y más bien un bruto de pies a cabcz:r por una crnci<il(lllc cantaba. Cantaba muchas y rodas de cspecic a[ín. lrrrlllión cn LLn
rrisrico en música, tanto porque desa6nada tan fco dc ciír conro por hIt rra propia de ce¡dos de las canciones quc prcfcríe. Ll quc rccuerrlo.r,1uí tcnía una let¡a que sólo recuerdo en parte. Acaso fur¡a Ia únic.r
l)irrrc que mi he¡mano sabía, porque tampoco e¡a fi¡nre de memuri¡.
,lrl pobrel Le gustaba tanto cantar, pero a Dios parece que no 1e qustaba
rr,r,lrt que lo canta¡a. La canción decía así, estoy oyéndola y nle duelenl,,i,ríclos de tan desafinado ¡ecuerdo:
Aunque sea u.na chin¿
de k patn mjá,
con la. tranca'e k puertanrrincónamelti!
Seguía algo como
...si uiudita, ne {r6tt1;si casadt, major;
si, sohem, no quiere...
O sea, un cuad¡o de violación violenta. Con la tranca. Picnso, r liLs ¿venturas de don Giovanni asis¡ido por LeporelLo... ¿No cs
li.r,r cstarse un buen ¡ato con la boca al¡ie¡ta? Porque no hay nacl:r
,l, irrr¡rosrble )'por el conrrario de nuy probable en el cuadlo tle un
327
Leporello con una enorme horqueta arrinconando a una linda leche¡a
en el establo para el desayuno de su parrón.
¡Toda la saciedad, roda la violencia y la repugnancia!
En largas páginas conté una historia así, de violencia, ca¡nalidady abuso. Y la pobre niÁa de mi historia era sin ninguna duda una "china
de ia pata rajá". Yo era mu1'pequeÁo, pero igual me ¡ecue¡do a mímismo con mucho desprecio 1'vergüenza. Sobre todo por mi coba¡día.
Nunca habrá justicia y la poca que hal es un lujo. ¡\¡a1a perogrulladas
que digolSé como vine a estos recuerdos. En una ¡evisra que llegó en la
mañana viene con algún deralle la hrs¡oria de hechos ocu¡ridos en
Argelia hace unos días. Un bus se deruvo ante un puesro de policíaimproi,isado cn el camino. Pero no eia tal puesto sino una trampapreparada por un grupo de musulnanes fundan.rentalistas. Hicie¡onbajar a los pasajeros y comenzaron a deqollarlos. A las mujeres, previa
violación. Elinina¡on 43. Unos 15 pudie¡on huir Cuáj fue la ¡azón. Se
dice que son acros politicos. También desde niíriros se nos dice que Ia
guerra es la continuación de 1a política con otros medios. Y también que
cuando las armas de la c¡ítica no sin'en ¡¡Lás. se recurre a la c¡í¡ica de las
armas. A propósito, en l¿r misma revista se pubLica un descubrimienro:La violación sistemá¡ica de las mujeres musulmanas por los serbios es
tanbién una medida política.No leo or¡a razón par:r que, i:ientras sacaba Ia ropa de la
l¿r'ado¡a. n1e ellconlrara sin más con esa canción de la "china 'e lapata rajá" sonando en mi ce¡ebro (coir,o ocurre nuchas veces, esrov
segurci, a mucha gcnte con las canciones que desde su infancia están
grabadas en su memoria), no veo oira lazón, digo, que esta historiade violaciones 1' degoliamientos en Argelia. Porque esa canción esrá
asociada a la asquerosa y canallesca violación que he recordado aquí. \bsabía lo que iba a ocurrir, pero cailé y ne alejé del lugar. Después de untiempo tlue ocupé no recue rdo cómo, r'olví I'al llegar me enconrré conesa muchacha ciue salía de una de las enormes y oscuras bodegas. ¿Se
dio cuenta de mí, como 1'o de ella que no Ia olvido jamás? Sus lágrinr.rs
328
vivas todavía se mezclaban con el polvo en su ¡ost¡o revolcado en el
suclo por el violador.Yo no creo que Dios -si existie¡a un Dios- perdone a nadie nada.
Así cómo no sé muy bien qué es el honot qué es la felicidad, qué es
le amistad y docenas de nociones por el estilo, no sé muy bien en qué
consiste el perdón. Pero por todo lo que se dice que es el perdón, Diosno puede perdonar. A veces, por ejemplo, leyendo a un Dostoievsky,
nos ocu¡re llora¡ a ma¡es y c¡eer en la ¡emisión de los pecados y la
nriserico¡dia. Pero las más veces no, absolutamente no. No hay pcrdón
¡rara los crímenes de los homb¡es.
Recue¡do más, ¡ecue¡do los meses de emba¡azo de esa muchacha.
Y rccue¡do al pequeáo senrado en un gangocho todo sucio y mocoso
'r las puertas del cuchit¡il. Mientras con mi anigo Manuel y el "/ora
lhliés" enatmbrábamos nuest¡os voiantines, elia sentaba al pequeóo
cn las cercanías del basural y nos pedía que no lo perdiéramos de vista
rnicntras esca¡baba por sus vidrios v huesos. ¿No es para sentarla a ella
con su huachito en la falda a la ent¡ada de la Ronda de San Miguel?Pero, como digo, ya iendí a esa dama mi deuda y amor en otro
lLrga¡. Lo que quise aquí es hacer resaltar para los incontables pobrestlc cspíritu de mi tamaño esa "ma¡avillosa inmundicia": el cua¡reto
,lc la "china'e la pata rajá". Digo "maravillosa inmundicia" porque...
¿ no es de suyo una ma¡avilla que se escriban \¡ersos y se compongan
r :rnciones con inmundicias?
Y tan pobres de espíritu somos que ias tarareamos sin darnos
t trcnta siquiera.
Recue¡do a un colega de mis años de prolesor de liceo a quienr¡uise con toda mi alma. Enseñaba francés y , a veces, pasando cerca de
srr sala escuchaba el coro de sus alumnos cantando:
Au ckir d"e l¿ lune,
mon ami Pierrot...
Un día escuché:
329
Au pris de ma bhndtilfait bon, fait bon...
y preguntándole a la hora de almuer¿o cómo se las arreglaba con
la parte más escabrosa de la letra, donde dice:
Mon pére en auait une
qui lui fait sa forrune
se dio en la frente con [a palma. No había reparado en el pasaje
un poquín prostibulario. Justo, de eso se t¡ata. Escuchamos encantados
a don Giovanni sin ejercer siquiera ese poquín de imaginación que se
requiere para darnos cuenta del canalla al que le llevamos el compás.
12.
Recuerdo que para Navidad liegó un tambor a la casa y no más
ver cómo lo hacía sona¡ un hermano mayor, cantando y moviendo
graciosamente los palillos, pude imitarlo muy bien a la primera ysin perder el ritmo de'la música. ¡Si hubiera sido así con el violín ocon los pinceles! Después leí una gran novela de Gunthe¡ Grass cu1'o
protagonista es un pequeño que hace muavillas con el tambo¡. ComoPeter Pan, no quiere crecer este pequeño; es de una cu¡iosidad mo¡bosa,
pícaray obscena. Esto de toca¡ el tambo¡ Io hacen también los adultos ycreo recordar que Einstein una vez recalcó la figura de estupidez formada
por sujetos mayores marchando det¡ás de otro que toca el bombo.
Algo enorme y siniestro simbolize Gunther G¡ass con ese niño
monsrruo que no sue lta el tambo¡. Críptico, también, autobiográfico yautocrítico. Viviendo su niñez y adolescencia en la Alemania de Hitlet
330
( Ir rizás qué cosas no le ocurieron y hasta él mismo ob¡ó que orros tratan
rlc lestinar o acallar tocando el tambor.Entre mis diez y doce a¡os (¡qué vergúenza!) rocaba yo el rambo¡
( n un ce¡ro drado pacientemente por un viejo percherón. Íbamos devrreltas por el pueblo haciendo propaganda a la película del día. Pero, niI Iilda H. ni ]¡ma S. podían verme porque enormes ca¡telones cubríancl carro por ios cosrados y Ia pane trase¡a. Recuerdo aI hombre que
¡rirrtaba las let¡as. l,e decían " El Fltzco". Esroy viéndolo y me vienenlrigrimas de tristeza. A1to, moreno, ojos enormesJ crespo, labios grucsos.'lirdo un afrocubano. Me enseñó Ios rudimenros de la imprenra derrronotipia mientras le aludaba con la impresión de los programas. Se
,,cLrpaba de ia proyección de las películas. Lo hacía todo, ahora que
¡,icnso. Gritaba con un megáfono cuando íbamos en el carro: "¡Ho1',
lroyl ¡Doble especráculo, hoyl ¡Spencer Tiary en la superproducción( .;r¡ritanes Inrrépidosl ¡Hoit hoyl".
Ya me justifiqué de estas perrerías. Por da¡le al tambo¡ renía, ntrada libre al cine a la hora que quisiera y aunque la película fucrasri lo para ma)'ores.
Pero es otra la asociación con el tambor, aunque lo que recuerdoir(luí de mis lec¡u¡as de Gunrhe¡ G¡ass me da vueltas y vuekas enl,r cabcza. Tengo que haber sido muy pequeño cuando apareció ese
t.unbor en la casa, pero supongo que mi amigo N4anuel y Fernando el' (.lometa" se encontraban ]'a entre los que nos senrábamos al anochecer
¡ crtsayábamos la banda con piros de caíra y ramborileando en rarros
¡,,rlrrfineros.Mi ¡ecuerdo es mu;' preciso, aunque cont¡a un trasfondo de
rirrrn imprecisión. Tál como es siemp¡e con la memoria lejana y con los,rciros. Tal como los cuadros de Rembrandt.
El personaje de mi histo¡ia se llarnaba A¡cadio. O se llama, quer,, sé. Era muy crecido para nosotros. Digamos un joven de dieciséisI r, rr re a una hile¡a de homb¡ecitos de seis a siete años sentados al bordc,l, l;r acera poco menos que con los pies colgando. Se acercó al grupo
l]1
y sin decir "¡Agua va!" haciendo batuta con el índice partió de director
de orquesta, cantando para que siguiéramos el compás con pitos y
tambores:
Marchímos en kfii-kcual márchan bs sold¿¿¿-dns
erguída lz cabeee-za
Las mános a los la-a-dns.
Muchórden en k fii-koid la uoz de maaan-da
¡Un-dós! De fente ma¿ar-chen(Jn-dós uamos marcha-an-do
Nadie me repitió después la le¡¡a. Si la recuerdo, tengo que
haberla repetido veces y veces pa¡a mis adentros y mi vergiienza. ¿No será
que can¡é lambién esta canción dando .leltas por el patio, marchando
y tocando el tambor como ese enano que cuenta Gunthe¡ G¡ass?
Nuest¡o director de orquesta nos enseñó una canción más.
Estoy seguro de que fue é1, aunque no me atrevería a jurario. Pudo ser
Roberto M. que, bajito como era, hacía marchar con voz de trueno a su
brigada socialista todos los domingos en la maÁana, preparándola para
el asalto final cuando, desrruido a sangre y fuego el imperio burgués,
allá entre el humo y las ruinas, balanceándose contra el horizonte en
llamas, colgara de una horca el último de los capitalista ajusticiado con
las tripas del último cura. Pudo ser é1, pero estov seguro de que no fire,
porque un socialista, como no sea un provocado¡ infiltrado, no puede
cantar esto:
Quisiera siempre ir al compris
fu aquelltt mnrcha sin iguaL
porque me gusta el belb son
dt los clarines 1 el tambor.
Cuando mi paso marco l¡ien
332
!¿ se me ¿legra el roraz/in
! así en k guen¿
1 así en la guenaqu.isiera sitmpre marchar 70.
Y ya que estamos en esro del humanismo y sus paradoju, habíacste otr2:
Jouen guardia, jouen guardia!Al burgués insaciabh y cruel.
siem?re úael!
Jouen guardia, jouen gaardia!No le des pan ni cuartel,
pan ni cuartel!
No sé esc¡ibir como sonaba al ra-ta-plá-plán-plán de los umbores,h estridencia aguda de los pitos y el chillar cuchillero de los platillos.No quedaba opción sino ar.anzar con la bayoneta calada y destripar al
que se pusiera po¡ el frente. Ya me ¡eferí a la canción del pequeño quecmplean como corneta y termina usando la mano izquierda para tocar
Irorque en la batalla le inutiliza¡ la derecha de un balazo. Había muchascanciones así en mi niñez. Ma¡chas milita¡es con héroes, estandarres,
cascos brillantes al sol y ¡plán-plán-plán-ratapl:ínl Su efecto sob¡e los
¡rcqueños era tan infalible como una bar¡a de chocolare o un barquillo,lc helados.
Nunca olvidé a ese fucadio, aunque no lo ¡ecuerdo en ot¡ahistoria que la que cuento aquí. Lo recuerdo por la encrucijada. ¡Cuántasvcces depende de una minucia que uno se vaya con Dios o con el DiablolYt sé, eI " bco Vald¿i' me comentaría: "¡En efecto, hijo mío, cuántasvcccs!" A¡cadio era hermano de Guillermo, ese arúngel Gabriel qucl)ios mandó a cuida¡ co¡de¡os a o¡illas del Ti¡tuvén que ya recordé y,¡trc amaba tanto. Bueno, así suelen ser las cosas con los hermanos. En( urnto a este di¡ector de o¡quesra, ¡ecue¡do muy bien que Irma S. sc
333
¡efirió a él una vez para mi salvación. O no se refi¡ió sino que sólo hizo
un gesto de esos suyos que decían: "¡Ah, ése!''.
El impacto de A¡cadio con su "Quisiera siempre ir al compás"
y su "Marchemos en Ia fila" es así: Un hombre pasa ante un grupo de
mocosos amontonados en la ace¡a que tocan pitos y tambores. Sin
pensarlo dos veces, se acerca autoritario, Ios organiza en un dos por tres,
los pone in presto belicoso (¿se dirá así?), a punto de marchar a la guerra
a triunfar o moriS y se va después tan rápido como vino porque tiene
cosas muy urgentes que hacer en la otra esquina. Pero en mi memoria
y en mi imaginación, así como fue pasaldo el tie mpo, se t¡ansformó
en un símbolo: Un ganso de dieciséis años que marcha tocando el pito
seguidos por una docena de gansitos en 6la india, ios b¡utos, dispuestos
a triunfar o mori¡.la imaginación fabrica historias a granel. Nos sirven para esto y lo
otro a cada ¡ato. Reparamos en ellas mucho menos que en Ios calcerines
o la suela de los zapatos. Un he¡mano mío, muerto hace tantos ¡antos
aÁos y que tanto amé, me contó de un seÁo¡ obispo que viendo a unhombre ma¡chando al f¡ente de un ba¡allón de boys scout exclamó:"¡Ahí va un h... vestido de niáo!" y que por un niño vestido de boy scout
dijo en otra ocasión: "¡Alrí va un niúo vestido de h...". Y yo suponía
que estas histo¡ias las inventaban los beatos porque la creación de los
boys scout (también lo oí de niño) era una asucia de los masones para
saca¡ a las niúos de la misay el catecismo. Cuando oi la historia del "h...
vertido de niño" pensé inmediatamente en fucadio; y después, cuando
escuché la boutade de Einstein sob¡e ios imbéciles ma¡cha¡do detrás
de la banda, era A¡cadio el que iba al f¡ente con la guaripola.
Pe¡o nada de esto se compara con el efecto que produjo en míI¡ma S. cuando, oyendo mencionar a A¡c¿dio hizo el gesto de apartar
con el pie una colilla de cigarrillo. No sé si con justicia o no, pero IrmaS. puso al hombre en tan insignifican¡e pe$pectiva que no podría soñar
con sacarme de orillas del Tütuvén con mis sueños y a la vera de miVenus morena pa¡a lleva¡me marchando sepa Dios dónde al ''bello son
de los clarines y el mmbor".
334
Pero presumo demasiado. Como se dice, de vez en cuando -viendo películas desfiles o simplemenre tomando el paso de marchacn el gimnasio, cuando toda la escuela se preparaba para el desfile dell8 de Septiembre- se hacían senti¡ los resabios de la fiebre que esa vez
nos contagió A¡cadio con su "ma¡chemos en la fila cual ma¡chan los
soldados". Y siendo ya joven en excursiones con or¡os a la Cordillerao de paseo nocturno por el Parque Forestal con mis compaieros de
liceo, sin ninguna crítica, casi sin da¡me cuenta, estaba marchando ycantando estupideces a rodo griro:
Salue, de gloria penün azul.dz b uictoria risueño tul!Bandera amad¿, ünos uahr!htftímanos, sí, de béLbo ardordc beeeeee-lico ardor!
Avanzábamos disparando, bomba¡deábamos el PalacioI'residencial, colgábamos a los reacciona¡ios. Las bande¡as de lavicto¡ia fameaban aca¡iciadas por las brisas del futuro y la paz... de los
ccmenrerios, como se end€nde.
A propósito, ¿habrá alguien puesto música a esa Ma¡cha Tiiunfal,lc Rubén Da¡ío?
Todo esto me viene de esta¡ sentado días at¡ás viendo un viejolilmc preparado para propaganda en tiempos de la A.lemania nazi.l\'licntras pasa en tropel un grupo de jóvenes hitle¡istas, suena unarn;rrcha. ;Y era la misma que Arcadio cantó para orquesrar nuestros pirosy tarnbores! ¿Cómo viajó desde Alemania a Chile? Mi conjetura es que
t,nlas esus ma¡chas bélicas que nos enseñan de niños y que cantarnos en
l, rs días de conmemoraciones patrias llegaron a nuestros pais con todosl,
's a¡tefactos militares que trajeron los oficiales alema¡es que a fines del
rililo XIX se encargaron de reorganizar nuestras Fuerzas Armadas.
Como digo, todavía siento vergüenza recordando. Pe¡o escuchar
)))
l¿ misma marcha que nos inculcaba A¡cadio en esa vieja película depropaganda nazi fue muy disrinro. Es lo que digo de la encrucijada.
Caminamos sin mucha idea de las mil encruci.jadas en el camino.Casi no parece camino de tantas que hay'. A uno lo pueden lleva,r quizÁa qué infierno de crímenes siguiendo la guaripola que marca al son"de los clarines y el tambor". Afo¡tunadamenre, hay otras renraciones.Como ]rma S., miVenus morena. Bastó un respingo suyo de desprecioy ya estaba inmune contra todos los Arcadios y sus tambores.
13.-
Caminaba agachado, Ios codos hacia afiiera, como si remara conellos. Defo¡me entero, de cuerpo, de rostro, de andar. Entre píc-aro ysiniestro, como esos faunos en las pinturas. Enr¡aba ai pueblo con unabolsa al homb¡o y parecía que escupía sus quejas de todo, por io bajoy hacia ios lados. Como nada se presraba pa¡a el miedo que se mete a
los pequeños con "el hombre del saco".
Una maÁana, estando con mi padre sin qué hacer, apol'ados enlos quicios a la entrada del molino, lo vi aparecer por la vereda. Se paról¡ente a mi padre 1'con modo seco, casi hosril, dijo:
";Déme un cigarro, parrónl"Con mala suerre, porque mi padre fumaba el úhimo."¡Qué lástima, se me acabaronl"
A.lgo obsceno debió mu¡murar enue dienres el adefesio personaje,porque mi padre, suponiendo que yo también oí, me dijo:
"¡Si le doy un puñete, lo sienro en medio de ia calle!"Seguro que sí. El hombre me pasaba apenas en altura. Enano y
todo, para mi sorpresa se devoh'ió. Lento y decidido, se plantó ante elgigante y llevándose la mano dies¡ra deuás de Ia cintura, dijo:
"¿Y? Suéhelo, ¿a ver?"
336
Recue¡do primero que nada el miedo. Por esa mano atrás en la
cintura. ¿Quién puede prever la rapidez, la agilidad, lo recursos secretos
de un gnomo? Recuerdo también mi imagen anticipada: el homb¡ecito
sentado y medio aturdido en el ba¡rial al medio de la calle. Todavía estoy
viéndolo. No recuerdo con la misma cla¡idad, pero recuerdo también
mi sendmienro ante lo indeterminado. ¿Qué iba a ocu¡ri¡? Cla¡amente
veo a mi padre quitándose la boquilla, mi¡ando con algo de sorna, pero
de vacilación también a su inesperado y diminuro adversa¡io.
¿Cuántas veces desde mis aÁos adolescentes leí y volví a leer,
medité y volví a medi¡ar sobre el acto volunta¡io? El propósito, la
delibe¡ación, la resolución. Recuerdo mis caminatas por el Parque
Forestal ieyendo y medirando -que en esos años se podía hacer sin riesgo
de que lo asaltaran a uno. Mi representación era un contrasle: Hamlet,
cse bueno para nada. Me ma¡avillaba sob¡e todo la estructu¡a de esa
cosa, el acto voluntario. Toda una concatenación racional. Lo que no
recue¡do es habe¡ tratado de identificar actos así en mis experiencias
de niño. Después leí en Hegel de los dos salvaies que se encuentran.
l.ectura pura, gozo intelectual, geometría psicológica. ¿Cómo no
rcco¡daba entonces esa historia de mi niñez, a mi padre enfrentado
por ese hombrecito adefesio que después de inte¡minables segundos
cn actitud de desafío abieno se daba vuelta y con sonrisa socarrona
y triunlante se echaba a caminar con su saco al hombro? Porque no
lire más que eso: puro conato de lucha, sin que brotara una chispa de
lcción. El hombrecito había romado Ia iniciativa. Que saliera o no
con una quijada quebrada no importaba mucho. EI hecho escueto:
linlrenró a mi padre y mi padre eludió la conf¡ontación. Nunca sabré
cóno deliberó mi padre, qué clculos hizo. Y nunca superé la pequeña
y también infantil decepción.
Un pequeño no puede aprehender por explícito y a la primera
ll lorma de los hechos; pero implícitamente siempre puede. Se dicc
r:rmbién que aunque no está en condiciones de ¡efiexionar sobre las
, 'sas,
sí está en condiciones de aprehenderlas. Las cosas tienen todas
337
sin fal¡a su forma de realidad y no hay manera de experimentarlas si
no es ello a una con su forma.Pienso que la forma óptima de desa¡rollo mental se produce
cuando se inicia con nuestra experiencia y nuesra reflexión sobre ella,aunque sea pueril, débil y tentatoria. No llega uno profirndamenre a
las cosas cuando las encuent¡a esc¡itas en un manual o dibujadas en
una pizarra.
En ese enf¡entamiento, rranseúnte, nimio, corriente, peronovedoso y grande para mi, expe¡imenté en un simple momenro yrefundidas y confusas muchas cosas a la vez. Prime¡o, el miedo que loenvolvía todo. Y en medio de todo, el rorbellino, ese girar que se iniciaal enf¡entarse al azar dos fueras venidas de los lugares menos pensados.
Y el azar ¡ambién es cosa principal que senrimos imponiéndose comoun poder externo y que nombramos sin conoce¡. Está también elcontraste de las personas que Ias arrastra a enf¡enta¡se como animales.Y su igualdad que da sentido al enfren¡amiento. La persistencia de laigualdad que lo difiere o anula. Pe¡o, sob¡e todo, es¡á en mi historia Ioque todavía no conocia de nombre 1'que supe después nombrar aunqueme tomó mucho tiempo captarlo de modo inteligente: la bravara,baladronada o b¡avuconada.
Muchas veces me rocó asisti¡ a Ia formación del torbellino, queva de lenrísima hasta brusca. Recue¡do siruaciones violendsimas enque pe¡sonas se fueron a las manos por cruzar primero una puena,subir primero a un bus, comprar primero una en¡¡ada en la boleteríadel cine. De un segundo para el siguiente he visro a dos seóo¡es decorbau, peinado impecable, raje de corre y calzado en punta, dándosede golpes en elsuelo en deprimente espectácu1o. Nada hay que permitasospecharlo y de pronto están a punro todos los ingredienres y elto¡bellino se desata.
Pe¡o no en mi histo¡ia. Desafiando uno, no se at¡eve el oüo. Yasí están, inmóviles. La decisión corresponde a mi padre; el hombreciroque lo enfrenta ya decidió. El acto voluntario, la deliberación. Hay unjuicio que concluir. Aquí es donde enr¡a la bravara. ¿La diestra llevada
338
:rtrás empuña un cuchillo o empuÁa el aire puro? Recuerdo que el "ára\/aldci' enbravucón consumado. Siempre andaba desafiando imposibles
y casi siempre le iba bien, aunque algunas veces lo dejaron sentado en el
srrelo de u¡ sopepo. Pero aunque se viera en su cilso ran clara y a cada
nlroJ no creo que fue por él que comencé a pensar en la b¡avata.
Ni fue tampoco por la historia que cuento aquí, aunquevolví y volvi sob¡e ella incontables veces. Reparé por primera vez
cn la baladronada por una que eché yo mismo siendo niño, cuandohabiéndome ido a las manos con uno que apareció de repente y sin
nrucho argumento me lanzó un recto a las na¡ices, reaccioné bien ylcrminé con él en un rincón. El pobre no daba más. Pero, como es el
caso de taltos, yo estaba en las mismas, sólo que no en el rincón. Si minoble, mejor dicho innoble adversario no tuviera más que un puñetetle resena, termina conmigo. Pero... ¿de dónde iba él a saber que yo
cst:rba en las últimas? Y ahí surgió, espon¡ánea, perfecra, sin maestro que
nre enseñara, sin que nadie tuviera pelo que agregarle, la balad¡onada.
No lo pensé ahí, ocupado como esnba, pero a medias lo pcnsé: que
la l¡alad¡onada es cosa que está en el mundo como están las nubes, los
qorriones, los perales. Como están las piedras, a mano para aga¡rar unay lanzarla. Así, pues, con todo el público de mi parre (como siempre,
Irs cobardes) me erguí ante mi adversario 1'lancé mi b¡avata:
"¡Ahora podríamos empezar a pe lear!"
¿O1'eron nunca a un petulanre igual? Esa enormidad le dije. Y si
no csa misma, otra peor. ¡Cómo nos llena de astucias el Cielol Ahoranrismo veo en mi memoria la cara agachada, sudorosa y ofendida de
rni contrincante y la expresión en ella de que tomaba a la leüa, como
verdad ro¡unda lo que le decía. Y me viene tanta compasión y a la vez
rlnro desprecio de la vida.
Seguramente esta historia es posterior a la de mi padre y cl
I )uvid que le salió al camino esa maiana; porque fue mucho después
,¡rrc, recordando, se me ocurrió que como en mi caso fingiendo ftreruas
339
que no tenía igual hizo el hombrecito llevando la mano atrás por un
cuchillo fingido que para mí relampagueaba al aire. Y mucho, mucho
más tíempo transcurrió hasta que fui capaz de ve¡ la baladronada en
extensión, ¡Señor de los altos Cielos! -Así como yo caminaba tranquilopor los patios y pasillos de mi escuela, respaldado por esos puños que
tenía, siendo la verdad que no eran má fuenes que mi b¡avata, asi iban
por cientos, por miles, por millones, tranquilos y hasta angélicos por el
mundo sujetos que se las habían ingeniado como yo con sus paraóas.
Y hasta cabía preguntarse si toda la fi¡meza de las sociedades no estaba
casi ente¡amente enheb¡ada con ese nudo brujo que se repite y repite
al infinito: la b¡avata.
Á.
Nunca oivido la maña¡a de otoóo caminando por el Parque
Fo¡estal en que leí de Freud que ei infante pasa po¡ un período en
que su género, si masculino o femenino, es cosa no decidida todavía.
Y recue¡do mi lectura posterio¡ de Thomas N4ann, donde el personaje
cent¡al de una nor.ela se enamo¡a de una.joven en quien termina pordescubrir de pronto el rostro de un compaáero de sus años de escuela de
quien vivía pendiente ¡ pensándolo ahora, enamorado. Por mi pute no
tengo dudas (adquirí este saber después de leer a lr4ann) de que Ilegué
a contemplar más de una vez compañeros de mis aíos de escueia con
el corazon agitado. ¡Quién lo hubie¡a dicho! Pero más allá de admi¡arsu belleza y abraza¡los en mi corazón y el deseo de juntar mis mejillas
con las suyas nunca firi.Támbién recuerdo que muchos compañe¡os míos andaba¡ en las
mismas, pero a las claras. Se peleaban por las bellezas del cu¡so a vista
de ellas. Igual que caballeros en un to¡neo por su dama.
Dos o tres recuerdos muy precisos tengo de esos he¡mosos
340
compañeros a los que destacaban los prerendientes con el nomb¡e de"chicuelas". En mi memoria voy saliendo de la escuela en que hice mis
dos primeros aios; voy bajando por esa amplia escalinata y me n.relvo al
oír las protestas de adoración y los arropellos por besar a un muchachode tez mate, pelo rizado y castaño, ojos verdes ensombrecidos por largas
pestañas, rostro ovalado y figura delicada. Como se ve, los depravadostenían buen gusto.
"¡Es mi chicuek!""¡No, es mía, es tuía! ¿No es cierto?"
Le ofrecían presen¡es. Caramelos, avellanas, Iápices de colores.
Cada uno le prometía el cielo si era su chicuela. Su1'a y nada más que
suya.
De estos recuerdos resalta la expresión en el rostro, el ¡ecatove¡gonzoso, el ¡echazo a medias de las chicuelas. Y rambién mi reparosúbito en su belleza.
Era una gran lección de ambigüedad. Pero yo no arendía, aunquernuy bien pude hacerlo. Sabe Dios si para una vida mejor o aún más
dcsdichada.
Hablo de Mann, de Freud, porque pienso que se r¡ata de unnrundo muy amplio y común. Acaso las ar¡emeddas de mis compañeroslireran inducidas por nuest¡o profesor homosexual que, como )a conté,cstaba siempre -después de coloca¡ una naranja en el pupitre para que
ia dibujáramos o algunas frases en el pizarrón para que las copiáramos-
manoseando entre las piernas y mordiendo en el cuello a ios ejemplares
nás hermosos y delicados del curso. Pe¡o de esto ya conté. Y tambiénde cómo me nacían náuseas y obstáculos insalvables en los caminos de
ni imaginación amorosa cuando veía en el rosrro de I¡ma S. el rostro:rindiado y 6ero de su hermano o el ¡ostro de mi amigo Manuel en el
de esa hermana preciosa que tenía.
Recuerdo -y estoy seguro de que miles de personas van a exclamar"¡Sí, sí, yo también!"- que siendo niÁo y adolescenre oí más de una
34r
vez de iabios de alguna dama deci¡: "El hombre debe ser feo, peludo
y hediondo". Esto decían los se¡es mú delicados de la creación y uno
se quedaba con la boca abie¡ta. Y también escuché muchas veces la
f¡ase "Hombre de pelo en pecho 1'cascarrias en el c...". Frases así son
buenos signos de Ia forma brutal de marca¡ la linde entre Ios sexos en
los ambientes cultu¡ales de mi infa-ncia. Bueno, se defecaba en let¡inas
abie¡ras, hediondísimas y había que emplear papel de diario para
limpiarse. Y por lo que vi en Francia t' en EspaÁa en mis años de becado,
igual de igua1. La higiene es cosa de anreayer 1'sin mucho que imaginar
se siente mucha hediondez de sóio leer ia li¡eratura del siglo pasado.
Pero estaba en la separación de los sexos. Es¡as cosas inhiben con
eno¡me fuerza. Por ellas sale uno de un 1ado, sin detenerse a conside¡a¡
el otro, haciendo sabe Dios qué de su vida enre¡a. La mujer es mujery el hombre es hombre. Ta.janre v absoluro. ;Quién, como no sea un
degenerado indigno de Ia especie. r'a a cuestionar el límite y hasta
proceder como si no existie¡a?
No ¡ecuerdo cómo se daban las cosas para ese personaje de
Thomas N4ann. Quiero decir. si al darse cuenta del rostro del amigo
de su infancia en el ros¡¡o de la mujer amada ¡ecién tomó concienciade algo como un muy implícito amo¡ inlantil homosexual. Pero en micaso son cla¡as las dos cosas: el límrte rajante. naru¡al, definitivo ent¡e
los sexosi y la admiración enamo¡ada, aunque escasa ), t¡anseún¡e de
esas "chicuelas" -especialmente ias incorporadas al ser¡allo de esos dos
(porque eran dos hasta donde me alcanza 1a memoria) profesores que se
encargaban de enseÁarnos las primeras ietras mientras nos corrompían
aplicadamente i' a Ia vista del mundo.
It4ás de algún pícaro freudiano (como profesan de un tiempo a
esta parte casi ¡odos los pícaros) sal¡a¡á con un "¡Ajá, ésas ¡enemosl.
¡Así que bastaba con que esos dos profesores homosexuales ¡ocaran
Ia guitarra para que el niño saliera a bailar ia cuecal" ¡Es que todos
andaban excitados, qué demoniosl \ estol seguro (y acaso porqueéramos todos muchachos) de que en muchos casos mis compañeros
se exciraban antes de que esos dos corrupto¡es detec¡aran Ia presa. O
312
sea que todo suscitaba mi atención ¡ como digo, de pronto percil;í;r
yrné drb. cuenta de que la belleza esaba también donde no tendría
que estar. Y ello era así de así, por más que el hombre, el homb¡e hecho
)ide¡echo, firera feo, peludo, hediondo, de pelo en pecho 1'cascarriasen el c... Por más que considerara como basura pura las depravaciones
de mi profesor primario. Por más que ruvie¡a como lo más firme para
mí qui los alares de esas diosas, Irma S. y Hilda H., eran el opuesto
,otundo d. la fea masculinidad. Por más que Armando S., hermano
de Irma S., con todo el parecido que tenía con ella, no luera más quc
un indio que mejor no se me cruce porque Ie echo eI" Copihue" para
que lo muela a combo limpio.- Confieso que percibía la belleza en esas "chicuelas" de mi escrrela
primaria. Y esa percepción quedó ence¡rada en las mazmor¡as f¡eudiatlas
del inconsciente (y ahí tiene una f¡ase idiora para idiotas) a causa de
esa doct¡ina que suscribía y susc¡ibia en los años de mi adoiescencia y
mi juventud, doctrina según la cual el hombre, esa fealdad en dos pies,
es el homb¡e; 1'la mujer, ese ángel en la tierra, es la muier. Docrrin¿
que me trajo tanta conlusión )'tanta náusea cuando supe de Sócrates,
,Alejandro, Leonardo, rVilde, cuando supe de culturas enteras donde
viejos asquerosos gozan a sus "chicuelas" como carneros en el corral.
f.n 6n, de Sodoma, Pe¡sia, Atenas, Roma.
Y rodavía me aguardaba F¡eud con sus descub¡imlentos de
la sexualidad infantil y sus veleidades. lvfi repudio asqueado de sus
;rrqumentos duró aÁos de aúos. Hxta que un día' Lleiado de la maro por'lliomas
Mann (Dios Io tenga en su santo reino), encont¡é el ¡ecuerdo
,.lc esas "chicuelas" de mi infancia escolar.
No voy a mentir que cambié de sentimien¡os. Eva será siempre
l'.r'a v sólo ella será Eva en mi alma. Pero, eso sí, se fire la náusea. Y
rnás todavía: cierto que muy raramenle \¡eo un roslro hermoso en un
r',rsrro masculino; pero, cierto también que es muv difícil que no vca
]¡ lealdad masculina en mil ¡ost¡os de muieres.
343
t5.
Recuerdo que en mis úempos de niño, en la escuela especialmente,
pero también en el barrio, más de una vez me tocó recibir de manos
ofi.ior", esa correspondencia que al parecer circula espontánea
cubriendo enormes ixtensiones y que consiste en versos. Charadas,
acrósticos, adivinanzas con el tema cent¡al del sexo 1'sus mil formas de
expresión obscena. Después, viejo 1a, me he encontrado con personas
de edad que siguen en este comercio con el entusiasmo. la picardía y
Ia misma estupidez de los pequeños.
Este material venía en hojas de carta, de cuaderno, sucio ya
de i¡ de mano en mano. Ordinariamente, venía esc¡ito a máquina 1'
recuerdo la tinta azul del papel de calco. Mi memo¡ia no es mala y
recue¡do tanto y de tan variada especie que no creo que el recuerdo de
esra mare¡ia tan sucia indique nada de mo¡boso v repugnante en mi
caso. Po¡ io menos, nada que exceda de cualquier hiio de vecino. Siento
vergúenza haciendo estosiecue¡dos, pero los hago sin vacilación por la
¡eflixión que suscitan y la enseÁanza que traen. Además, la psiqLriatría
ha ido ran lejos en la elucidación y exposición de esns materias que
bien pudiera decirse que ando de niño chico y en las afi:erísimas de la
Ronda de San Miguel.Comienzo.on.rt, -u.ttr" que llegó a mis manos cor¡iendo de
banco en banco en la sala de mi terce¡ año de prepararorias (ahora se
dice "enseúanza básica" como si se dijera aigo dilerente con cargo al
presupuesto). No recue¡do todos los I'e¡sos, sólo los primeros:
Con l¿ intención de agradtr Tuna tard¿ TBC.
Tú pretmdiste enojar T
1 por eso TDG.
Al{tsC desdt ahora...
344
Y no recuerdo más. Me divinió y a1 segundo esraba yo trarandode producir algo parecido.
Despues las cosas empezaron a calenta¡se. Dibujos obscenos:mujeres copulando con asnos, curas con monjas, vieju brujas con el
Diablo. Los versos sucios iban al pie. Muchos años pasaron y yendopor el mundo he enconrrado dibujos a rodo colo¡, lujosísimos, conreproducciones en que las figuras escandalosas que circulaban en miinfancia quedan reducidx a moniros para huasos bruros. O rambién,que vale y mucho: son tales que por comparación con Ios escándalos dclos niños los mayores ¡esultan mil veces más idiotas y desp¡eciables.
No ¡ecuerdo mucho de estos ve¡sos obscenos. Algunos se grabaronen mi memoria porque después los oí ¡ecitar a personas que parecían
serias, que tenían negocios que atender, estudios que rerminar, hijos que
educa¡. Muchas veces, escuchando estos versos en el café o la tenulia hayque disimular la repugnancia y el desprecio. Y hasta sonreír 1' panicipar."Esta gente no se ha refinado", nos decimos, "no ha renido oponunidad,iacilidad, ocio para hacerlo, y así hay panes en su cabeza que siguenran silvesrres y abandonadas que son hasta peores de lo que fire¡on en
su infancia''. Nunca olvido (tenía yo unos rreinta y dos aÁos por ese
cntonces) mi encuent¡o una mañana de primave¡a con un homb¡e de
mi edad que publicaba versos muy finos. Sin más inroducción me conróque la noche anterior en un p¡osríbulo la dama que Ie rocó le contabasu vida sentada en su falda mientras éi jugaba con los dedos denrro de
su... Como digo, era un poeta delicado, sensible y no era fácil toma¡ el
hilo de sus ve¡sos. Muchos piensan que estas figuras del rebajamienroson abono necesa¡io de la poesía. Y recue¡do aho¡a ot¡o poeta, personainseparable de mi juventud, que rambién buscaba afanoso las formasmás ¡efinadas, quien más de u¡a vez me reciró suciodades en mediodc risas que se le iba el a.lma. Y no voy a ponerme apafie, po¡quc yonmbién reía e imaginaba situaciones cuando mi amigo ¡ecitaba de unrcg¡o y una negra que fornican que se los lieva el diablo hasta hundirsccn el piso con catre y todo. Decía:
345
Comienza el meneo
con suaue uaiuén,
la negra se mueue,
el nego también...
l',ero yo que¡Ia rere¡lrme a esos Papeles quc clrcurauarr c
infancia de ba¡co en banco, entre risas y miedos a espaldas del profesor.papeles que circulaban mlPero que¡ra rele¡irme
A uno, más bien, que traia rumor grande en morai y hasta e n filosofía.
P¡obablemente se grabó en mi memoria porque ya alimentaba yo mis
refexiones con esta laya de disentimientos. Debo deci¡ que en mi
infancia el amo¡ ¡omántico era todo el amor; pero, no sé, una sombra,
un vacío debió haber también puesto que send esos versos como algo
que certificaba mis arrestos escépticos. Y si me echaba atrás y respingaba
leyéndolos fire a raíz de esa chocante suciedad que traian. Abo¡recía esos
versos al tiempo que no pude nunca bo¡¡a¡los del ¡ecue¡do. Y siento
vergüenza ¡odar'ía. Tienen la forma de una lección que un sátiro dicta
a un enamorado que anda suspiraldo y qrabando su amo¡ en Ia cor¡eza
de los á¡boles. Tál como Don Quijote. Dice el sá¡iro:
Piojos cría el cabelln mk dorado,
legañas cuaja el ojo mris hemtaso
S en lz nariz del rosno dclirio;a
se ocuba el vtcio moco agbmerado.
(Anoto en este paréntesis que sólo después, en el liceo, me
indica¡on que no dijera jamás "lagana", esa ¡ote¡ía, sino "legaña.)
Y bien, ¿ómo reacciona el enamorado anle esras ¡evelaciones del
sátiro? ¡Una oiplosión increíblel Igual y más de sucio responde el joven:
¡Si ele es el rtmor que me enamora,
cagando de barrilcs mierd"a pura,
ne cdga en los cabelks que el sol dnra,
me cago en eL amor y en b hemtosur¿!
346
Para todos hab¡á mucho de resentimiento en esÉ composición.
Escrita por alguien que se c... en el roma¡dcismo y sale a escribir sus
garabatos en las let¡inas.(Cuando uno, viejo ya, dene que encargarse de su viejo amor
que arrasra los pies, dene las piernas hinchadas de várices y hasta se
ensucia en la cama y hay que limpiarla y mudarla, adquirió auto¡idad
para vérselas a fondo con estos contrastes.)
Recuerdo que un señor borracho se acercó a mí en una fiesta.
El día anrerior me había ¡eferido a Hegel en u¡a confe¡encia. Con
expresión huraña, echándome encima un tufo ag¡io, me dijo sin ninguna
inroducción: "Me c... en Hegel" y desapareció. Ysiendo nióo, recuerdo
más de una vez habe¡ oído esta burla en ci¡cunsta¡cias comparables:
¿Deónde salió este poera
que hace uersos tan bonitos?
¡No lr cayera un s¿co de mierda
1 ln cagara toito!
16.
De mul'pequeío me dijeron que la tierra era redondal'que giraba
cn to¡no del sol. También que la luna giraba en to¡no de la derra y que
su luz era el refejo de la luz solar. De Venus, tan hermosa al anochecer,
rambién supe de niño: que era un planeta como la tierra y que giraba
como ella, pero más cerca del sol. DeJúpiter me hablaron ambién. Nada
tlc esto, eso sí, me asombraba tanto como el cielo esuellado. Sobre tqdo
cLrando no había luna. No sé cuándo comencé a considera¡ la noción dc
in{inito, pero estoy seguro de que primero que nada y muy por encima
rle todo nació de mi contemplación en las noches, a uaves de la ventana
347
de mi pobre cuarto, del cielo est¡ellado. Tampoco sé si. me di.jeron de
niúo o lo deduje de todo lo que oía que los cielos eran abiertos, que no
tenían límites, noción que se combinó con mis experiencias nocturnas
del cielo estrellado para darle alguna forma.
Era joven cuando leí el;Retrato de un Artisttt Adolescente" , de
James Joyce. Aunque me identificaba con su estilo de pensa¡ entendía
iuy io.o de lai inquietudes de su personaje, Stephan Dedalus'
S.guá*.nt. porque se originaban de su educación en ambientes
.rióli.or -uy iiguiosos. Recuerdo que un pasaje me llamó la atención,
porque se hatía llí una figura del puesto de uno en el universo que yo
-. Éa.ía t"-bién siendo niÁo y que estoy seguro que no hay niño, por
más tonto de la cabeza que sea, que no se haga mientras se esca¡ba las
narices: Que uno está e; ru..rr' ru casa en el pueblo' el pueblo en la
provincia, la provincia en el pais, el país en el continente, el continente
in el mundo,'el *undo en elsirtema sola! elsistema solar en el unive rso,
el universo en... No c¡eo que Stephan Dedalus vaya más allá Ni se
iba tan allá antes de Giordano B¡uno. Vemos dibujos medievales quc
repr€sentan un cosmos que ni en los jardines infantiles aceptarían hoy
dá. La noción de univerio no iba en ese tiempo más allá de un espacio
cerrado, un cuarto muy grande capaz de conrener todos esos ob.jetos
inmensos, los planetas, el sol, las es¡rella.
Los griegos consideraban también un cosmos así. Pe¡o había
aleunos Giá¡dinos Brunos ent¡e ellos. En matemáticas dieron status a
Ia'noción de infiniro en la forma de series que se formaban en sucesión
sin llegar nunca a un término. Por ejemplo, un medio más-el rnedio del
medio'más el medio del medio del medio... Con la introducción de la
numeración arábiga la cantidad se tornó más abst¡acta. Recue¡do las
competencias que se hacían sobre quién llegaba más lejos contando. Pero,
sob¡e todo, reiue¡do la intuición de lo infinito: uno no demoraba en
darse cuenta que el proceso no tenía término. También es muy simple y
.lara para un niño li noción de que Aquiles no puede alcanzar la tortuga
desdé que le da una ventaja por pequeña que ésta sea. Recuerdo mis
clases a pequeáos: no tenían áificultades en entender que hay infir.ritos
348
puntos en un trazo, que podemos esta¡ dividiéndolo y dividiéndolo y
que las parres resulantes de dividirlo serán siempre trazos.
El profesor Jasinowski (¿o no fue él?) me contó esa historia dc
dos soldados húngaros (¿o eran búlgaros?) que se desafiaron a quién
nombraba el número más grande. Uno dijo "¡Tiesl" y puso al otro en
un trance del que no pudo salir. Heidegger ha dicho, a propósito de los
millones de seres humanos asesinados por los nazis en las cámaras de
gas, que se ¡rata de una cuestión industrial, no humana. También he
escuchado decir que se trata de un hecho estadístico. No sé muy bien
qué significan estas afirmaciones. Me parece que se üa¡a de ¡ehui¡ o no
ser cap^z de asignar contenido a un número, da¡le sentido concreto.
Por ejemplo, once millones de personas gaseadas e incineradas. Nuestro
soldado húngaro tiene problemas con el número tres. Ni que pensar,
once millones.Pe¡o vo, echado en mi cama y mirando por la venrana el cielo
esr¡ellado, tenía el sentimiento cont¡ario: Que puesto un iímite a ios
cielos hab¡ía siempre más allá espacios que envolve¡ían esos límitcs. Y
puesto un límite a estos espacios, nuevos espacios todavía más allá. Y
así adelante sin terminar jamás: espacios dentro de espacios dentro dc
espacios...
Con estas experiencias sudaba y sentía enorme arqustia, corno si
estuvie¡a haciendo algo muy peligroso con mi cabeza. Pe¡o me sen¡ía
encumbrado, también, a alturas que en muchas leguas a la redonda r.ro
habría un huuo bruto capaz de alcanzar. Despues, siendo joven, leí sobre
Kant y sus ideas sobre e[ conocimiento humano. Y alli me encontré con
lo que él llama "antinomias de la razón" y que una de estas antinomias
c¡a la enfe¡medad mía, sudando (de verdad, no en 6gu-ra) entre que el
universo renía y no tenia límires.
Andando el tiempo estudié matemáticas y me encontré con un
in6nito menos angustioso y más asible. Por ejemplo, si el número I
tiene una propiedad y se puede demosuar que si un número cua.lquient,
n, dene esa misma propiedad la tiene también el que sigue, entonces,
rodos los números la tienen. O las pruebas por encapsulamiento y
349
recurrencia. Aquiles no puede alcanzar la tonuga Poique antes de esta
.".*.ij^ ¿¿. "alizar
Ia misma operación anres; pero anres de rea-iizar
.i,, ,.gund, operación. delre re¿lizar la misma operacion antes " ) asl
no emDiez¿ nu nca"" '" tcr. .i;."samiento en algún momenro y de suyo en elr'¿iven de
lr. "nrino*i"s
o o cos¿ de culrura? Recuerdo a un alumno mapuche que
;;;;;;i;"i ."aminador que lo interrogaba sobre,ve¡bos franceses'
;; ;:#';;i ;i;;";i. p iáió al'*"-i'i'dor: " ¿lr4e perm ite que.lo
;,ilñr;¡i Y.iriu^n'o respondió de modo irnpecable a todes las
Dresuntas. ";lol qué no mc respondió a mii preguntó el examjnador
'.on"un d.io'd.,órp..ht. Y la respuesta ftte: 'l'orque usred Pregunta
el fururo ¿ntes del pasado" Cómo se da¡an la: dntinomia\ del tlemPo
crrando se Io concibe así?
17.
Recuerdo haber leído un libro sobre los Lippi -que está en
mi biblioteca, pero que no encuentro por más tien.rpo que tomo
bur.ándolo- .u"o ,uro, ,e.'.la to'"s increíbles para un santo ignorante'
lor ciemplo, que er.l \ irqen en adoración que he adorado por décad:s
v ou. ,.n*o prra .í .o.o el re¡rato de Ia \rirgen.misma en cuerPo 'Y
rñ., .. .i;;t;t. de una sorelia de un con'ento donde Filippo Lippi
lln,¿. v. o*. fu. descubic¡ta como modelo por éste que fie después su
l*"^,; .1," el que escapó y terminó por formar. un hogar y criar una
?r*iia. o. ¿""i. naciá Filipp;no Lippi que no le iba en amores ni en
oinrar curdro. a la zaqa al papá Lo que recuerdo-tambien de,esa leclura
!r'.i¿"i"it.r. po,,]. .l ,uiot' "friitndo
la inlancia de Filipo Lippi'
";l;, ;;;-;.'é,,. .n ,u barrio, enue hué¡fanos' abandonados y
;;il:*t;g"brn y."nt'b"n armando la zalagarda por las celles'
3i0
Niños como átos aparecen como entre marco y trasfondo humano en
los frescos del pintor y dan mucho que pensar sob¡e su alma.
También ¡ecuerdo haber leído en las obras completas de
Dosroievslry -pero no sé decir si en un artículo, una ca¡ta, un prefacio,
porque hace tantos años ya- que dijo de ély de Ia pléy,ade de^escrirores
rrroi d. ru tiempo: "Todos venimos de alli'. "Alli' se refiere a un
cuento de Gogol, " EL Capote" , donde el personaje central es uno en¡re
las pobres genies anónimas que habría llamado la atención, suscitado
la compasión, definido ei estilo ¡ sobre todo, abier¡o enorme campo
social a los escritores de su tiempo.
lncontables veces ocurre así. Descub¡imos, o mejor nos damos
cuenta de la importancia de algo nimio por toda su apariencia para la
explicación de una inclinación, un cumplimiento, un carácter incluso
y hasta un destino. Nos preguntamos: ¿De dónde me I'iene esla manera
de se¡, de pensa¡ de aspirar y actuar? ¿De dónde nace todo csto que
me define y 6ja en lo que xpiro y Io que hago? Y no es inf¡ecuen¡e
enconlrarnos con respuestas paradojales: "¡Ya sélTodo viene de esa sádica
mujer que me crió y de las palizas que me daba mañana por medio -
por no Áecir todas las maÁanas- por o¡inarme al desabrigo en mi pobre
jergón". O: " ¡Ya sé!Todo va a parar en esas tardes de mi inlancia cua¡do
cl iol se ponía y los querubines enca¡nados en pequeñas de ensueno
danzaba;r la ronday, después, al anochecet cantando sentados en la ace¡a
ilenaben los aires de recogimiento y felicidad". O: ";Ya sél Conmigo
rodo viene de aquella injusricia sin nomb¡e hicie¡on una vez¡odo viene de aquella injusricia sin nomb¡e que me hicieron una vez
nris mal,ores, con ventaja, a¡bit¡ariedad, frialdad y tanto desprecio. Sí,
rhí está, de ahí vengo yo".Lo que vale con todo el mundo, probablemente. Sólo que no vale
cn todo sino en aigún respecto. Porque un carácter, una personalidad,
un destino son tejiáo demasiado ¡ico y complicado como para explicarlo
rodo con sólo una razón. Aunque no es infrecuente ieyendo, por
cjemplo, biografías, encontra¡ esta tendencia ¡eductora. Consideramos
,¡ue la madré de Kant era pietista y nos sale sin más un "¡Ahí esrá!".
35r
Nos dicen que Snlin se formó en un seminario y exclamamos "¡Claro,
por ahí r'al;. Recue¡do que mi querido profesor Bogumil Jasinowski
para algún problema que se me presentaba con un pensado¡ sonreía:
No olvide. Es un pitagórico".Cie¡to, en *oi.orno éstos la conexión causal -si tiene senddo
llamarla así- es un rica y compleja que puede no dejar nada que desear
para explicar toda una vida, un proyecto, un logro; aunque.no es
io-ún i'"oto no ocurre .iamás que un hombre entero pueda explicarse
diciendá "es católico", "es islamia", " es vegetariano " , "es masón". Hasta
se pueden combinar las doctrinas sin que ello baste, como cuando uno
., il hi;o consen'ador de un padre luterano y una madre anarquista
Én cada quien hay aspectos y cualidades que no se explican así,
cualidades que muchas veces son las más sustantivas. Y tales cualidades
pueden ser muchas y dispares, como muchas y dispares sus causas.
Por lo demás, y diciéndolo por afuera, ¿quién vio un cuerpo
humano sin t'er una mezcla de panes así de diversas I'cont¡arias donde
no se aviene el t¡onco con ios brazos, los homb¡os con las caderas, las
orejas con las mejillas, la f¡ente con el mentón, los ojos con los labios
y mil disparidades como éstas que provienen de millones de ances¡ros?
¿Y qué hal'que permita en esto separar la biología de la psicoLogía?
Reco¡da¡ nuestra infancia es medio excelente para averiquar
eniqmas sob¡e nuest¡o ca¡ácter' nuestras aspiraciones, nuestras
repugnancias.- Pa¡a da¡nos una representación de la vida recu¡¡imos con mucha
lrecuencia a la metáfo¡a del camino de la vida. Y viene tan congruente
la representación con Io representado que hxta es seguro que Para
.uclos ".1 camino de la vida" no es metáfora sino el nomb¡e de la
vida misma. Considérense, por ejemplo, los obstácuios del camino, los
des,íos del camino, sus encrucijadas, sus rodeos y ascensos y descensos,
sus est¡echos l'¡iscos, puentes y túneles, el polvo, las a¡enas, el lodazal,
su principio, ,u tray..ioria y tu término. ¿No son lo mismo Ia vida yel
caÁino? Imaginando la vida como un camino se representa también lo
que nos sale J paso en el camino de ia vida. Como a Edipo, camino de
352
Tebas, como a Pablo camino de Damasco, como a Caperucita caminode 1a abuela.
Y tratando de Ia vida con metáforas... ¿qué tal la del ¡ear¡o?
Muchos la hicie¡on, la hacen y seguirá¡ haciéndola. Incluso, por comonos habla¡ los psicólogos, psiquiatras y pedagogos de roles, escenarios
y dramas, diríamos aquí también que no hay metáfora, que vivimos en
el teat¡o del mundo a la leüa.
¿Y qué tal la feria, el ca¡naval, el mercado? Aquí hay menos forma,más deso¡den, más a¡bitra¡iedad. El camino es unidimensional. tl tear¡otiene más dimensiones, pero las acuerda en un propósito. La feria y el
carnaval con su deso¡den se asemejan más a la vida.
¿Y la selva? Saliendo uno del seno familiar a vaierse po¡ sí mismoen el mundo, muchos dicen que a la selva va, a cul'a en¡¡ada se lee:"Come¡ o ser comido". La primera parte no es lácil de ejercer para unbisoño; la segunda, no es difícilde ejercer sobre un bisorio. En rérminosllanos, uno sald¡ía de casa a se¡ comido -lo que en una selva cir.ilizada
quiere decir: empleado, utiliz¿do, explotado mientras le cuelgue carne
de los huesos.
La metáfora de la selva también es considerada a cada rueka comola vida a la let¡a. No se puede negar que es adecuada y muv insüucriva.Uno sale al mundo y muy bien puede ocurrir en el acro de sa1ir, quelo coman inmediatamente y de un bocado. No queda mal glosar esra
metáfora considerando esos animales que van por el bosque con sólola mitad de la cola, una oreja menos, la quijada hundida, los lomoszurcidos en cicatrices de ta¡ta dentellada. Así r'amos nosotros por las
merrópolis del mundo medias comidos y a medias comiendo. Y así se
forma uno. O la selva nos forma en la medida en que eludimos quenos maten y nos coma¡ enleros sino sólo en parre; y en la medida en
que aprendemos a marar y comer nosorros mismos.
En el hoga¡ en la escuela, no nos forma¡ así, sino al ¡eves. Dcmodo que puede decirse que nos formamos en dos grandes academias,
una al frente de Ia ot¡a; una, dechado de humanismo, f¡are¡nidad,¡acionalidad; la otra, arisca escuela de pantanos, espinares, desicrros,
353
cuevasyacantilados,todaellapobladadealumnosfe¡ocesjugandoa.;;;t: ; matarse en el recreo dc la sob¡evivencia''""'"Üi; r;;;-tJ "gr"'i"dt
(de'go'iada) de aba¡dono'.desorden'
-bi,";ilJ"i;;uniá"a y las miil-o'mas de la indeterminación se
:i"" b;;;; ;;,ilb'a d'i' s'lu"r v 'u'hos de los que llegT
^,h:::l::t"';",;.;;" .ta: del comienzo '
¿De dónde vengo yo' de donde vtene
H?;;;;. ; anhelo y 'ngustia
I ansiedad.','esre afirma^r.esro y
,.af,r-t "q"¿1"
con ral resolución v vehemencia? \an a encontrarse
con las más exuañas magistrat"ttt'' ft ¿tf tigre ' la de la serpienre'cl
i*'ii.i --Jtio, y ,,'ñbien a cursos menos peligrosos Pero de gran
'ili;.t;;,.".o lls de la ardilla' Ia abeia' Ia.hormiga'
""t"t';;;;';Li"n pl"ntt"" así: ¿be dónde 'engo vo: de esa
I..,',;,1ü;; vl'gt"á"li' ¿a divino ?latón o del iarascón que me
dieron no más salir de casa?
Pe¡o también las dos meráfo¡as' Ia del idealismo iiuminista t' la
d.irJ;;,*'.';."ii'^'¿''ir*^"':i:::P:::*':i:':',1??;t:iesta combinación en uno de sus pasaies ma5 nonoos y vrurdt
de esra combinaci¿n at to'"' t'n"on""ti"' po' q,u: 10
ib1-l resuhar
.i;;; I nuestra lormación? ¿Cuánras 'eces el dulce cordero con
"* *li"¡Urt"s de niño no se iran'1^ormó en un lobo ante nrlestros
lfi:t'ff".il"t"' tttt' "á
st t'iumó el amor v se llenó de
;;;;i;" .i ".igo "n
amado? Que algo así ocurra' que ante nuestros
:üil; J ;,r*i :::..*: .:ffi *: :#ll.*il !:illi:loue nos desPrecie )'nos tr¿ns(
:;:il;;:'i;;*ado,a' D' '-ín'
pan'' s' to*a 'on'i'ncia
de Ia propia
;llJ#; ;üiá'á'v n"" in'án'""'' de la-orra' dei problemático
t',"*;i;i;".J; hu-"no Ág" q"t parecía firmemente antdado se
i.r."i. i"" ,¿f"tiUa'a y tt",'-aÉl todo qut no Parece haber habido
vínculo jamás.
Nuest¡a tida abunda en experiencias de esta especie.y 1a verdad
es que no asombran a. nadie Van de suyo' como ias Ple.oras o ras
rol.rr. Prr^ que asombren v entren así en nuestra formación parece
;;;;i.ó";."t"1 qut "'p'oduzcan
en nuestra niñez' A lo más en
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nuestra adolescencia. Vale también con muchos que llegan muy adelante
en la vida sin salir del jardin infantil, como se oye decir de tantos tantas
veces. Pero nada como eL contrasre entre eliardín iniantily la selva como
lo experimenta un niño. No sé yo de experiencia crucial más fo¡madora
que ver a mis mayores proclamando las leyes del Cielo y conduciéndose
de forma ruin y cobarde. ¡Duele, cuánto duelel Es el precio de la libenad.
De donde resulta la saludable distancia y la resignación. Y hasta un poco
de ¡isa viendo a los hombres (y a uno mismo también tantas veces)
como unos bribonzuelos, buscones y cuenteros.
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