El discurso del presidente de Klerk del 2 de febrero de 1990 comprometió oficialmente al Gobierno sudafricano en un proceso de transformación negociado con el conjunto de las fuerzas políticas del país. En realidad, este proceso se inició cuando, a principios de la década de los ochenta, -aunque sí es cierto que bajo formas menos oficiales y a través de la intermediación de actores no vinculados directamente a las instituciones políticas del país- tanto las opciones políticas de las fuerzas gubernamentales como las de los movimientos de liberación parecían abocadas al fracaso .
Los éxitos de la política sudafricana de desestabilización política y económica de sus vecinos más intransigentes y de neutralización de los otros Estados de la región, el efecto de la lucha contra el Congreso Nacional Africano (ANC) en el exterior y la retirada de la URSS y Cuba de la escena regional debilitaron ya en esa época a un ANC retirado al norte del río Zambeze e incapaz de imaginar, incluso a medio plazo, una victoria militar. Por el contrario, el muy rápido desarrollo de los movimientos internos de contestación y de protesta, la creciente ingobernabilidad de los townships tanto urbanos como rurales, el incremento de las presiones internacionales y sus efectos sobre los flujos financieros y económicos del país y, de forma más general, los efectos económicos desastrosos de la política de apartheid convencieron al poder de la incapacidad de sus fuerzas armadas para prolongar significativamente la existencia de un régimen social y económicamente condenado a corto plazo. Si bien es cierto que, como señala H. Giliomee (The Start, 10-6-1991), el Partido Nacional (NP) no estaba de ninguna manera amenazado por la toma del poder, ni tan siquiera una simple desestabilización, por parte de los movimientos de liberación\ no podía seguir dirigiendo el país sin el apoyo de un socio legítimo tanto en el ámbito nacional como internacional. El apartheid había llegado así a un callejón sin salida3•
En este contexto, el cambio de táctica política que constituye el abandono de la confrontación armada global en favor de un arreglo negociado pareció a los dos principales protagonistas del conflicto sudafricano -ANC y NP/ Gobierno-el medio más adecuado para asegurar la transformación del régimen y optimizar sus posibilidades de controlar el nuevo poder. Sin embargo, y contrariamente a una idea demasiado extendida, la fase de transición negociada no marca el fin del problema sudafricano, y no excluye en ningún caso el recurso in extremis de otras formas de resolución del conflicto. La negociación es la forma de acción política que eligieron en ese momento los dos principales movimientos políticos del país para intentar reforzar su capacidad de acción y de obtener el máximo beneficio de una situación cada vez más incontrolable. El período de transi-
419
C OYUNTURA INTERNACIONAL
ción transforma progresivamente a la pareja ANCINP
de enemigos a contrincantes. La oposición permanece, pero si antes no contaba con otras leyes que las de la victoria total de uno de los campos por la aniquilación
no menos total del otro, ahora se estructura a partir de unas reglas mínimamente consensuadas para llevar a la victoria de uno de los campos aceptada por el otro. Ello supone, en este caso, conciliar las estrategias nacionales de los aparatos que optan sin ambigüedades a un reparto de poder y a las aspiraciones exclusivistas de sus bases.
La teoría de juegos se muestra particularmente útil para analizar los procesos de transición y de negociación, ya que permite no sólo analizarlos en
términos de ventajas e inconvenientes, de concesiones y compromisos -dicho brevemente, en términos de resultados-, sino estudiarlos como formas específicas de estrategia política, como modos de acción política estructurados permanentemente por las fuerzas políti
cas participantes para proseguir su lucha bajo formas diferentes al conflicto violento armado.
"La opción
F. Van Zyl Slabbert comparó al dúo negociador ANC-NP/Gobierno con dos beodos avan
zando penosamente apoyándose el uno en el otro sin dejar de
increparse. Opuestos y sin embargo incapaces de avanzar en solitario, se ven obligados a continuar siendo solidarios.
Esta metáfora, por muy perti-
negociación supone un cambio profundo de la propia naturaleza del juego político" nente que parezca por mostrar
cómo los dos movimientos son a
la vez opuestos y forzados a la cooperación, presenta no obstante tres
insuficiencias: -Hace suponer que los dos interlocutores sufren
el juego, mientras que en el proceso de transición controlan y manipulan una parte no menospreciable de él, tanto a nivel de la mesa de negociación como sobre el terreno.
-Hace creer que la solidaridad impuesta de los dos negociadores se explica únicamente por sus debilidades internas. Ahora bien, aliado de una debilidad organizativa real de los dos movimientos - y sobre
todo de la alianza ANC/Partido Comunista Sudafricano (SACP)/Congreso de los Sindicatos Sudafricanos (COSATU)- el medio contribuye bastante a modelar la forma, el sentido, el ritmo y el contenido de la negociación.
-Finalmente, permite creer que los dos negociadores están solos y no pueden contar eventualmente
420
con ninguna intervención exterior, por muy tímida y
evanescente que sea, lo que no es el caso. Las nume
rosas fuerzas políticas secundarias que siguen el juego de los dos grandes están dispuestas a acudir en socorro de uno u otro de los movimientos - o a hacerlos tropezar- para reforzar su propia posición. En Sudáfrica, la transición negociada está o rganizada por los dos movimientos líderes -con apoyos muy diferenciados pero capaces, cada uno de ellos, de hacer fracasar las opciones políticas en las que no participarían- rodeados de movimientos menos im
portantes y con opciones frecuentemente poco compatibles, pero que intentan utilizar todas las ocasio
nes que se les presentan para erigirse en interlocutores importantes.
La transición negociada en Sudáfrica toma de
este modo la forma de un brazo de hierro que se ofrecen las dos grandes organizaciones rivales, capaces por razones diferentes (legitimidad popular histórica contra capacidad organizativa y control del aparato estatal) de controlar, incluso monopolizar, el poder. Vinculados por su común elección -que les ha sido impuesta por circunstancias comunes pero con efectos diferentes-de una negociación que aparece como su preferencia eficaz, las dos organizaciones intentan hacer triunfar sus opciones políticas y colocarse en una posición óptima si no para obtener el poder al menos para controlar su ejercicio. La transición negociada aparece así como otra forma de la competición por el poder que libran organizaciones rivales sudafricanas. Ello se traduce en la normaliza
ción del juego político institucional desde ahora abierto a todos y se manifiesta en el desarrollo de apuestas políticas tanto más violentamente disputadas al no estar las reglas del juego ni completamente aceptadas ni completamente estabilizadas todavía.
La negociación como modo de gestión de la t ransición
La elección de la negociación como método de resolución de los conflictos políticos y de organización de un nuevo régimen político no implica sólo una transformación de las relaciones entre las fuerzas políticas del país. En efecto, la opción negociación
supone un cambio profundo de la propia naturaleza del juego político, en lo sucesivo renovado por la aparición de nuevos actores y la revaloración de su respectivo peso social, por el establecimiento de nuevas reglas mínimas de acuerdos y la elaboración de nuevas formas consensuales de gestión social.
a. Redistribución y reorganización de las funciones
H asta fin a les de los ochenta , el ma pa po lítico
sudafrica no era notablemente establ e. Exce ptuando
un movimiento liberal minorita rio co n opciones mu y
flu ctu antes, las o rgani zaciones progubern amenta les
(conserva doras) dominadas po r un pa rtido nac iona l
victorioso se oponían a un grupo de movimientos
excluidos de la vida po líti ca lega l de l que emergía el
AN C. La opos ición era fronta l y presentada en el
ma rco de la teo ría del Total O nslaugth (Arremetida
to ta l) como irreversibl e.
Durante los ochenta, sin embargo, los actores
del proceso de negociac ión co menza ron a emerger
progres ivamente. Al principio , en el seno del polo
lega l y po r ell o fo rzosa mente conse rva do r, el papel
alternativo del jefe del lnkatha y clérigo mayo r del
KwaZulú , M angusutu Buthelezi, se a firm ó hasta el
punto de que este último y su movi miento a pa recie
ron como a li ados esencia les de un pa rtido naciona l
en busca de una so lución a ltern a tiva entre su propia
gesti ón en adelante obso leta y una transfe rencia de
poder a los movimientos de liberac ió n prohibidos.
En el transcurso de unos años (desde fin a les de los
setenta hasta 1985/6 ), el lnkatha se impuso como
principa l interlocuto r del poder y como a lternativa
suficientemente creíble (sea objeti va mente sea po r la
ha bilidad de la puesta en esce na rea lizada) como pa ra
que M. Buthelezi fu era in vitado a la mesa de los
dirigentes occidenta les. Los proyectos de un a nueva
Sudá fri ca toma ban cuerpo ba jo la fo rm a de un a
unión territo ri a l (fórmula del lndaba desembocando
en el KwaNa ta l rechazada po r Pretoria) o bien de una
a lianza multirrac ia l efím era con el Pa rtido Progresista
Federa l (PFP) de F. Van Z yl Sla bbert . Pa ra lela mente,
se ponía n en ma rcha las refo rmas constituciona les
que ha rían triunfa r las vías a ltern ativas a l ca mbio y
que hacía n emerge r a nuevos líderes. Así, la refo rm a
de las estructuras loca les o rga niza ndo una ex tensión del poder de las a utoridades loca les negras elegidas
en adelante po r sufragio un ive rsa l así co mo la cons
titución de dos nuevos pa rl amentos asoc iados (un o
pa ra los Coloureds -los mestizos- y o tro pa ra los
lndians - los indios- ) ve ían el nacimiento de nuevas
élites a lgunas de las cua les logra ban do ta rse con
bases po líticas efectivas, si bien reducidas . A nivel
loca l, el rec hazo tota l de las nuevas autoridades
elegidas po r los habitantes de los townships y las
vio lentas intim idaciones de las que fueron objeto
impidieron el desa rroll o de movimientos po líticos
moderados significativos. Po r el contra ri o, en las
EL PROCESO DE T RANSICI6N EN SUDÁFRICA
cá ma ras pa rlamenta rias coloured y indian, y a pesa r
de su impopula ridad, a lgunos pa rtidos po líticos lo
gra ron so brev ivir y constituir una pequeña base
electora l. Entre los coloured la situación es más difí
cil , aunqu e só lo sea po rque desde que el NP se
convirtió en multirracia l (septiembre de 1990 ) nu
me rosos diputados se han a fili ado a éP. Fina lmente,
en esta pano rá mi ca de los acto res po líticos de
Sudáfr ica antes de la negociación, es preciso cita r las
. o rganizac iones po líticas fa ntoc hes creadas, a la ma
nera de los pa rtidos únicos de los regímenes dictato
ri a les, po r los líderes de los homelands pa ra esconder
su dictadura .
Sin emba rgo, pa ra lelamente a estos avances
po líticos del régimen blanco -<asi siempre iluso ri os y
siempre contradictori os (no hay qu e o lvida r, po r
ejempl o, qu e el jefe Buthelezi rec hazó el sistema
tripa rla menta rio en ta nto que el poder rec haza ba el
proyecto de Kwa Nata l propuesto conjuntamente po r
el KwaZulú y el Nata l)-, las "visitas " a l ANC que se
hicieron ha bitua les a pa rtir de 1984 po r pa rte de
o rga nismos profes iona les o de grupos más o menos
representati vos de intereses corpo rati vos no hac ían
sinó demostra r el pa pel que debía jugar inev ita ble
mente esta o rga ni zación en toda negociación po líti
ca. El ANC, a pesa r de esta r más exiliado y a lejado de
sus bases interio res po r los repetidos go lpes de la
Estrategia Naciona l Tota l del Gobiern o Botha, esta ba
así presente en los debates po líticos en todas pa rtes.
Esta punza nte ause ncia no hizo sino acentuarse
a pa rtir de la p rimera mitad de los ochenta cuando,
respondiendo indirectamente a las o rientaciones del
ANC hacia un a People's War (Guerra del Pueblo) , la
po blac ión empieza a o rga ni za rse en estructuras
asociativas loca les . Se tra tase de estructuras sindicales en plena recomposición tras las concl usiones del Info rme Wieham o bien de asociac iones socia les
loca les de base y espec ia lmente de las civics (A uto
ridades C ivil es) ca paces de movi liza r a una pa rte
importante de la po blación en torno a preocupaciones
socia les y po lít icas cotidia nas y a l rechazo de las
nuevas instituciones co nstituciona les y loca les, las
estructuras de la soc iedad civil loca l juga ron un pa pel
considera ble en la lucha contra el apartheid, pa rti
cula rmente en el seno de agrupaciones bastante
flex ibles, como el Frente Democrático Unido (UDF)
y el M ovimiento Democrá tico de Masas (MDM ), que
sirvieron de ma rco po lítico a ltern at ivo en ausencia
de l A C. Este acceso a l mercado po lítico oficia l
transfo rmó profundamente la fisono mía del ta blero
po líti co de l país y conllevó una desv iación mu y
421
C OYUNTURA INTERNACIONAL
significativa de la posición y papel de los antiguos
actores legales. En el espacio de algunos años aparecieron también nuevos actores políticos, erigidos progresivamente y en todos los niveles de la sociedad en interlocutores incontestables de las estructuras
administrativas en busca de interlocutores represen
tativos. La nueva legalización en 1990 de los movimien
tos políticos prohibidos y la apertura oficial de las negociaciones a partir de finales de 1989 o principios de 1990 permitió institucionalizar a los diferentes actores de la cuestión sudafricana y darles un nuevo orden de preferencia en el origen de no pocos conflic
tos y violencias actuales. El ANC y el Gobierno del NP se impusieron en
principio como las llaves maestras de la negociación. El ANC, estrechamente arrimado a sus aliados (SACP y COSATU) se convirtió en lo sucesivo en el inevitable y privilegiado interlocutor del poder en la definición de nuevos procedimientos políticos, en detri
mento especialmente dellnkatha -convertido el 9 de diciembre de 1990 en el Partido de la Libertad
"El Congreso Nacional Africano y el Gobierno del NP se impusieron como las llaves maestras de la negociación"
lnkatha (IFP)-. Relegalizado en 1990, el
ANC intenta reestructurarse y transformarse progresivamente en par-
tido. Dicho brevemente, intenta convertir en ganancias organizativas la enorme legitimidad histórica que le confiere su título de partido más antiguo del Africa Negra y la an-
tigüedad de su lucha contra el apartheid. Por su lado, el Gobier
no del NP, progresivamente ocupado por el nuevo equipo dirigente de F.W. de
Klerk tras la dimisión forzada de P. W. Botha, intenta,
apoyándose en su control de los aparatos estatales, reunir alrededor suyo al conjunto de la población blanca, a ciertos sectores de las minorías sociales y culturales del país y a los negros decepcionados por la política conciliadora del ANC.
Esta identificación de los dos interlocutores principales de la negociación provoca movimientos de reestructuración que implican la reorganización de las diferentes tendencias internas. La asociación de hecho del Gobierno del NP y del ANC en el período transitorio de reorganización ha transformado profundamente el campo político. En un primer momento, la fase inicial del proceso de transi
ción consistió para los dos grandes interlocutores, con las llaves del futuro poder, en intentar organizar
422
y controlar una nueva fórmula de debate político. El
acceso a la negociación está pues muy estrechamente controlado por el ANC y el NP, que siguen estrategias extremadamente complejas intentando conciliar
tres imperativos: -Conseguir la participación del mayor número
de fuerzas políticas y sociales del país para dotar el
proceso de transición con la mayor legitimidad y
asegurarse el consentimiento de todos a las decisiones políticas.
-Controlar a sus propios aliados y sus propias
tropas e intentar desviar a las del otro. -Marginar a los extremos que pudieran afir
marse como alternativas eventuales al acuerdo de cogestión de la negociación ANCfNP.
Así, se posicionan en torno al bloque de los dos negociadores los movimientos secundarios que aceptan el principio de una transición negociada, mientras que se margina fuera del campo político a los
partidos del rechazo (extrema derecha y extrema izquierda). La gran división de estos partidos y movimientos extremistas y su incapacidad para propo
ner proyectos alternativos creíbles les impide aprovechar la impopularidad de la negociación con el antiguo campo enemigo tanto entre una parte importante de la población blanca (a(rikaner y boer) como de la población negra. Como muestra, la incapacidad del Partido Conservador (KP) -profundamente dividido
de tomar una postura clara sobre el referéndum del 17 de marzo de 1992 o sobre su participación en la Conferencia para una Sudáfrica Democrática (CODESA) I y CODESA 1110 llevó a perder su base de apoyo y a explotar. Del mismo modo, la opción maximalista de la Organización del Pueblo Azanio
(AZAPO) y del Congreso Panafricano (PAC), atravesados por violentos conflictos internos, no ha
hecho sino marginar un poco más a estos dos movimientos, al mismo tiempo que los rencores de los negros hacia un proceso de negociación del que no obtienen ningún beneficio material no paran decrecer. Debilitados y aislados, todos estos movimientos intentan desde mayo de 1992 volver al juego integrándose en las instancias multilaterales y bilaterales de negociación. (Este acceso del AZAPO y del PAC a las negociaciones en el momento en que el ANC las abandonaba parece una tentativa de estas dos organizaciones de poner en cortocircuito el ANC. De ahí la reacción de este movimiento, que no dudó en preguntarse sobre el significado de la alianza mínima concluida con el PAC bajo el nombre de Frente Patriótico.
Cada uno de los dos grandes interlocutores arrastra tras de sí un cierto número de actores secundarios, más o menos capaces de dirigir estrategias autónomas. La toma de control del proceso de negociación por los dos grandes actores conduce así al mismo tiempo a aumentar el número de actores institucionalizados, a estructurar el juego político
alrededor de opciones aceptables o al menos negociables por ellos y a multiplicar las combinaciones políticas posibles dentro de la negociación.
Globalmente, a nivel institucional, el campo político está enteramente ocupado por dos grandes grupos, cada uno controlado totalmente por un partido superpotente mientras que son apartados los movimientos y partidos que rechazan la política de negociación y el dominio del dúo ANC-NP en el proceso negociador. Alrededor del ANC se encuen
tran pues: sus dos aliados de la lucha de liberación que fueron a nivel interno la COSATU y a nivel externo el SACP, así como sus dos prolongaciones
indias, el Congreso Indio Natal (NIC) y el Congreso de los Indios del Transvaal (TIC), autorizados por la
necesidad de tratar de forma diferente a un electorado específico con independencia organizativa; el Partido Laborista, que reúne a diputados coloured del parlamento tricameral; movimientos políticos y Gobiernos de homelands que, como el lnyanza (KaNgwane), el Frente del Pueblo Unido (Lebowa) y los Gobiernos de Transkei y del Venda, se aliaron completamente al ANC. Alrededor del NP, convertido en multirracial y habiendo logrado la integración en su seno de algunos diputados coloured de la Cámara de los Representantes (HoR), se agrupan partidos de la Cámara de los Delegados (HoD) como el
Partido Nacional del Pueblo y Solidaridad, así como el Partido Progresista Ximoko (Gazankulu), el Partido Yesizwe Intando (KwaNdebele), los Gobiernos de QwaQwa, Bophuthatswana y Ciskei. Algunos movimientos logran beneficiarse de una cierta autonomía a causa de su mayor legitimidad, estabilidad o de su mayor eficacia organizativa. Este es el caso del Partido Democrático (DP) y del Partido de la Libertad lnkatha (KwaZulu). No obstante, se ven permanentemente laminados por las dos grandes placas en proceso de imbricación que suponen el ANC y el NP y que acaban bien por regular para ellos su futuro sin consultarles desde el momento en que su peso como clientes políticos ya no es significativo (IFP/Bop), o bien por digerirlos tomando en consideración sus programas (DP) hasta el punto de forzar a sus miembros a elegir entre uno u otro de los dos partidos.
EL PROCESO DE T RANSICiÓN EN SUDÁFRICA
Pueden constituirse alianzas aparentemente contranatura entre partidos étnicos y exclusivistas blancos y negros, marginados por su común intransigencia en la negociación, pero capaces de reforzar sus opciones políticas mediante una alianza (IFP, KP, Unión del Pueblo Afrikaner (A VU), Ciskei y Bophuthatswana). Estas alianzas son tanto más pertinentes políticamente cuanto que sólo ellas pueden -por pequeñas que
sean- dar una oportunidad a estos movimientos marginados para desbaratar el monopolio de la deci
sión política que ejerce de hecho el dúo ANCINP. Situados desde ahora en el centro de la vida política, los dos grandes se ven al mismo tiempo sometidos a las presiones de los partidos de la constelación en la que buscan ansiosamente la clientela, especialmente en el marco de CODESA y con la perspectiva de una próxima elección por sufragio universal.
El proceso de negociación política somete a todos los movimientos políticos a limitaciones inter
nas y externas muy potentes que deforman su fisonomía y alteran la coherencia de sus opciones políticas. Por ello, la opción del NP de recurrir a un referéndum se explica tanto por el interés en legiti
mar su política como por la voluntad de romper la tendencia expansionista de los partidos de extrema derecha y de retomar la iniciativa en la negociación con el ANC. La decisión del ANC de rechazar CODESA JI puede verse, de la misma forma, tanto como un rechazo intransigente a aceptar las soluciones institucionales propuestas como una voluntad de demostrar a su base y a sus interlocutores su intransigencia y determinación de terminar bien y a corto plazo la transición democrática. El acercamiento objetivo entre IFP, KP, A VU, Ciskei y Bophuthatswana
traduce más la voluntad de aprovechar la oportunidad de reducir una marginalidad común que una verdadera opción política. Los dos grandes partidos, tras su acceso a la condición de negociadores centrales de la transición, parecen más estructuras citoplásmicas en fase de crecimiento que aparatos rígidos y controlados. Ambos lanzan temas y propuestas tanto para avanzar terreno como para probar las reacciones de los otros organismos que participan en el mismo campo político. Como en última instancia ambas intervienen en el mismo terreno, desde 1989 se evidencia una clara tendencia de las dos organizaciones a hacer converger sus programas.
La redistribución de papeles se ha generalizado a todos los estratos de la sociedad y ha afectado tanto a los dirigentes nacionales como a las estructuras sociales más loca listas. En todos los niveles de la
423
C OYUNTURA INTERNACIONAL
sociedad, las discusiones y acuerdos entre los responsables de las estructuras gubernamentales y administrativas provinciales y municipales y los miembros de las civics se multiplican frecuentemente en ausencia
incluso de interlocutores creíbles. La negociación ha calado en la totalidad de la sociedad hasta el punto de convertirse en una nueva ideología, mientras que no
es más que una modalidad específica de actuación política. Cada estrato intenta obtener beneficios de la nueva situación, ya sea para estabilizar la situación social local, ya para tomar el control del tablero político local. Esta generalización del procedimiento de negociación indica una profunda modificación de la cultura política del país, acostumbrado hasta aho
ra a un debate político inscrito en el marco de relaciones violentas generalizadas. Se refleja en las grandes maniobras políticas por parte de numerosas élites para acercarse a los movimientos más susceptibles de asegurar un futuro. De ello resulta una gran inestabilidad política que provoca una situación social confusa propicia al desarrollo de la violenc ia .
La situación es tanto más compleja cuanto que el desarrollo anárquico de las civics en el
"La liberación, el 15 de octubre de 1989
período de lucha contra el régimen, su desorganización por las accio
nes represivas y de ablación de las élites/organizadores en los
de 8 prisioneros años 1985-1987 por parte de las fuerzas de seguridad, su manipulación sistemática en el marco de acciones secretas de
políticos y 7 dirigentes del ANC, acercó infiltración y la multiplicación
de la violencia política y crimina l, hacen muy difícil tanto que las es-
posiciones"
tructuras partisanas retomen las estructuras sociales como la formulación de nuevas reglas de gestión social.
b. La gestión institucional provisional de la transición La restructuración del juego político también
afecta a las reglas del mismo. La oficialización del procedimiento de negociación exigía, en efecto, la puesta en marcha de nuevas modalidades de interacción política que pudieran garantizar un mínimo de estabilidad del juego político y a la vez permitir a los interlocutores reconsiderar sus estrategias políticas .
El preámbulo de la fase de transición fue objeto de un debate directo entre el NP y el ANC desde septiembre de 1989. La liberación el15 de octubre de
424
1989 de ocho de los prisioneros políticos sudafricanos más importantes y especialmente de 7 dirigentes del ANC permitió crear un vínculo de comunicación entre el Gobierno, el ANC todavía basado en el exterior y N. Mandela -aún encarcelado en esa época- para sentar las bases de un proceso de negociación concret04
• A partir del discurso del 2 de febrero, de la nueva legalización de los movimientos
políticos prohibidos y de la liberación de Nelson Mandela, las discusiones bilaterales NP/ANC preparatorias de las negociaciones se multiplicaron convir
tiéndose en casi permanentes. La delimitación temporal del período de transi
ción es particularmente difícil. En efecto, podemos
considerar como su comienzo el inicio de las reformas sociales que garantizan una participación de los no blancos en una forma de expresión pública de sus quejas (Informe Wieham y Reforma de las Leyes Sindicales). De igual forma, podemos identificarlo con el progresivo acceso al poder del presidente de Klerk y los primeros encuentros semioficiales entre representantes del poder blanco y líderes encarcelados del ANC (Merienda en Tuyhnhuis de P.W. Botha
y N. Mandela) (el 15 de enero de 1990, Mandela declaró en una entrevista a TF1 que las discusiones
entre él y los responsables sudafricanos databan de tres años) o intermediarios aceptados por el ANC (F.W. de Klerk). Nosotros mantendremos esta últi
ma, marcada por el difícil acceso de F.W. de Klerk a la Presidencia del país el6 de septiembre de 1989. La definición de estas reglas de negociación puede dividirse, a parte del período de toma de contacto que podemos considerar de 1985 a septiembre de 1989, en tres etapas:
1 a. Una etapa de prenegociación bilateral entre
el ANC/SACP y el NP/Gobierno para sentar las bases que permitiesen el cambio del modo de actuación
política, estructurar los principios mínimos del nuevo juego político y allanar los obstáculos a una verdadera negociación. A lo largo de esta etapa se trataba básicamente de normalizar las relaciones
políticas entre los distintos movimientos sudafricanos y sentar las bases de un control a dos del conjunto del proceso de transición. El proceso empezó efectivamente con la liberación el 15 de octubre de varios prisioneros políticos importantes del PAC y del ANC, designados para establecer un vínculo de comunicación entre estos movimientos, y especialmente el ANC, y el poder.
El discurso de de Klerk ante el Parlamento el 2 de febrero de 1990, anunciando una Nueva Sudáfrica
po r el levantamiento de la prohibició n de los pa rtidos
ilega li zados (ANC, PA C, AZAPO, ... ) y la liberación
de determinados pri sioneros po líticos -entre ell os N .
Mandela- supuso la transformaci ón tota l del mapa
po lítico del país. Ya legalizado, el ANC dirig ido por
su jefe histó rico se convirtió en un interl ocutor pri
mo rdi a l que tomó con el N P la iniciati va de senta r las
bases previas a la negociación. Tras haber sido rec ha
zados una primera vez por el ANC, los Encuentros de
Groote Schuur entre el ANC y el NP (del 2 a l 4 de
mayo de 1990) permitieron derroca r los obstáculos a
la negoc iación, anuncia r a bierta mente la prio ridad
d e la o pc ió n negoci a do ra y senta r las bases
instituciona les del proceso de transició n. La libera
ción de los pri sioneros políticos, la detenció n de la s
persecuciones judiciales iniciadas po r delitos po líti
cos, la suspensión de la lucha armada po r pa rte del
ANC, la progres iva a bolición de las leyes y reglamen
tos administrati vos de seguridad que recorta ban la
libertad po lítica, fu eron confirmados y o rga nizados
en el acuerdo ANCINP de 6 de agosto de 1990 (Pretoria Minut es) . Conclu ía as í el período de
prenegociación permitiendo la ela boración de nue
vas reg las del juego y la reintegración en el proceso
político de actores prohibidos o enca rce lados . Una
multitud de encuentros bilateral es de grupos de tra
ba jo encargados de o rga niza r la rea lizac ió n progres i
va de los compromisos de los dos socios y de a ll ana r
las dificultades inherentes a la negociación tom ó el
relevo a estos acuerdos. A pesa r de numerosos a tas
cos (significado de la noción de la suspensió n de la
lucha a rmada, modalidades de liberac ión de los pri
sioneros políticos ... ), estos grupos de tra ba jo asegu
ra ron permanentemente la continuidad de las nego
ciaciones, como lo demuestra el Acuerdo de El Ca bo (D.F. M a,lan ) del 12/02/1991 o la suspensión de la decisión del ANC de cancela r todas las negoc iaciones
so bre la s negociacio nes en abril de 1991. Aunque el
texto del Pretoria Minutes anuncia la a pertura inminente de negociaciones mult ilatera les (punto 8) , no es hasta fin a les del 1990 (el discurso del 5 de
septiembre de 1990 de de Kl erk pa rece se r el primer llamamiento o fi cia l a un a consulta con todos los
pa rtidos o movimientos del pa ís), con el firm e esta
blecimiento de una práctica mínima de acuerdos y la
ex peri encia de la cogestión forzo sa del proceso de transición, que la idea de un a negociac ión multila
tera l empieza efecti va mente a tomar consistencia de fo rm a oficia l. (Ca rta del 8/0111 991 del ANC a
F. W. De Klerk , en Perpectives Sud Africaines, 2/9 1, 6/0211 99 1, p. l 0).
EL P ROCESO DE T RANSICiÓN EN SUDÁFRICA
Así, desde los primeros acuerdos, la pos ición de
los di stintos ac to res po líti cos suda fri ca nos en el pro
ceso negoc iado r apa rece firmemente establecida. Los
dos grandes protagonistas, que son el ANC y el NP,
se oto rga n o fi cia lmente, so bre la base de su supuesta
mayo r representa ti vidad, el contro l del conjunto del
proceso de transición y no conceden a l resto de
mov imientos más q ue pa peles secunda ri os d e
legitimac ió n del proceso y de clientes po líticos de un o de los dos. Podr ía n intervenir , pero siempre en el
ma rco y dentro del límite de las o ri entac iones defin i
das po r lo dos grandes actores .
2 ' . La etapa de las negoc iac iones multil a tera les
contro ladas po r los dos grandes se ab re de hecho
oficia lmente los días 20 y 21 de diciembre de 1991
después de que el ANC y el NP haya n superado las
dificultades relat ivas a la noción de Suspensión de la
Lucha Armada y de Prisioneros Políticos en e l
Acuerdo de El Cabo de 12/02/1 991. No podía en
nin gún caso inicia rse un a negociación multil a tera l
mientras los dos movi mientos no estu viese n lo sufi
cientemente seguros ni de su base ni de la buena fe mínima del o tro interl ocutor y mientras no hubieran
sentado las bases de ta l negoc iación. Con respecto a
CODESA 1, los debates giraron ese ncia lmente en
torn o a la representatividad efectiva de las o rga ni za
ciones po líti cas, pri vadas por razó n misma de la
po lítica de apartheid de toda seña l de represe n
tati vidad.
Abierta con la preparac ión de CODESA 1, esta
etapa se ca racteriza principa lmente por la pa rticipa
ción en la refl ex ión y elabo rac ión de nuevas reglas
constituciona les pa ra el pa ís de todas las estructuras
políti ca s ignifi ca ti vas in stitu c io na li za d as d e
Sudá fri ca . Diec inueve o rga ni zac iones pa rticipan en estas negociaciones (20 a pa rtir de mayo de 1992, con la pa rti c ip ac ió n' indirec t a d e l Afrikanerv ryheidstigting de Ca rel Bos hoff ), en representac ión de
los mov imientos de liberación (ANC, SAC P, NI CI TI C) , el Go biern o sudafri cano, los pa rtidos presentes
en el triple Pa rlame nto nac iona l (Pa rtido La bo ri sta (Ho R), Pa rtido Nacional del Pueblo (H oD), So lida
ridad (Ho D), Pa rtid o Democrát ico y P (Cá mara de
la Asa mblea -HoA-) y de los movim ie ntos e institu
ciones po líti cas d e h o m elands (Go bi e rn o d e Bo phuth a tswan a, Go bi ern o de C iske i, Pa rtido
DinkwankwetI a (Q wa Qwa), Pa rtid o Progres ista
Xinoko (Gazankulu ), IFP, Pa rtid o Yezizwe Intand o (Kwa debele), Go biern o de Tra nskei, Frente de l
Pueblo Unido (Lebowa) y Gobie rn o de Ve nda). Estas o rga nizac io nes pa rticipantes refl ejan a la vez la d i-
425
C OYUNTURA INTERNACIONAL
versidad de la vida política sudafricana y su gran
ambi~üedad. Los parti~os y representantes de los homelands no reflejan sino una monopolización del poder por grupos restringidos de élites, que se apoyan alternativamente en el Gobierno (Ciskei, Bophuthatswana) o en el ANC (Transkei, Venda) para asegurar su supervivencia, sin tener verdaderas
bases políticas. Políticamente, estas organizaciones presentes
en CODESA se reagrupan en dos bloques. Alrededor del ANC se encuentran: SACP, NICrrIC, lnyanza (KaNgwane), Transkei, Venda, UPF (Lebowa), Partido Laborista (Coloured); alrededor del NP: Bophuthatswana, IFP, Partido Nacional del Pueblo
(NPP), Solidaridad, Qwaqwa, KwaNdebele, Gazankulu, Ciskei. Algunos movimientos intentan administrar su situación fuera de los dos bloques, bien a título de moderadores neutrales laminados por las presiones de los dos grandes (DP), bien para optimizar en ciertos momentos posiciones de todas
maneras completamente dependientes del PP (Bophuthatswana e IFP). Por otra parte, algunas
CCCODESA es
un gran foro de ideas que conjuga una gran misa mediatizada y puntual con un trabajo de larga duración"
organizaciones políticas rechazaron parti-
cipar en una negociación que, a causa del papel dirigente reconocido a
los dos grandes grupos, les marginará por mor de sus opciones maximalistas: el PAC y el AZAPO en la extrema iz
quierda y el KP y el Partido Nacional Reconstituido (HNP)
en la extrema derecha. Cada vez más aisladas, estas organizaciones
tienden a aproximarse a la mesa de
negociación para que se les reconozca una realidad política (ya que, en efecto, no pueden participar en CODESA más que las organizaciones significativamente representativas) o para intentar, en el caso del PAC, poner en cortocircuito a un ANC decidido a practicar provisionalmente la política de la silla vacía en CODESA. (Este es el sentido del acuerdo entre Gobierno y PAC concluido al final de las primeras negociaciones de estas dos organizaciones los días 11,18 Y 24/08/1992 que anuncia el inicio de la participación del PAC en las negociaciones . El AZAPO anunció por su parte, el 20/08/1992, que se uniría a las negociaciones y se entrevistaría con el Gobierno el 12 de septiembre) .
CODESA es en realidad un gran foro de ideas que conjuga una gran misa mediatizada muy puntual con un trabajo de larga duración y secreto de nego-
426
ciación en el seno de cinco grupos de trabajo . Estos,
formados por representantes de cada una de las 19 delegaciones, se encargan respectivamente de :
-Crear las condiciones favorables a una participación política libre (Grupo de Trabajo 1).
-Definir los principios constitucionales y las instituciones de la futura Sudáfrica (Grupo de Trabajo 11).
- Trabajar sobre la etapa de transición y los principios del Gobierno interino (Grupo de Trabajo III ).
-Indagar sobre el futuro de los homelands (Grupo de Trabajo IV).
-Organizar los plazos y las condiciones de
puesta en marcha de las resoluciones decretadas por CODESA (Grupo de Trabajo V).
Cada uno de estos grupos está dividido en subcomités que se encargan de un aspecto particular de cada tema. CO D ESA es un órgano de reflexión sin ningún poder constituyente, legislativo o reglamen
tario. Sin embargo, el compromiso de todas las partes ratificantes de los acuerdos logrados en su marco-y especialmente el del Gobierno (establecido en el
último párrafo de la Declaration of Intent, de121112/ 1991)- de poner en marcha las resoluciones adoptadas conjuntamente le otorga un peso político considerable.
Estos grupos de trabajo aseguran la continuidad
del contacto directo de las diferentes organizaciones políticas participantes y de los grupos sociales externos a CODESA a través de sus expertos, de forma que la mayor parte del trabajo es realizada por ellos. El éxito de CODESA 1 se materializó en una declaración de intenciones adoptada por 17 de las 19 delegacio
nes (el IFP y el Gobierno de Bophuthatswana se negaron a firmarla por temor a que esta declaración determinase definitivamente la suerte de los
homelands y el régimen de las relaciones Estado/ estructuras territoriales descentral izadas) que sienta los principios institucionales constitutivos de una nueva Sudáfrica y confirma el compromiso de todos a respetar las obligaciones contraídas en CODESA. Esta declaración llevó así a un trabajo de comisión muy efectivo que permitía acercar significativamente las posiciones de las diferentes partes presentes, y especialmente del ANC y del NP, sobre puntos tan fundamentales como: el grado de centralización / descentralización del poder, la protección de las cláusulas constitucionales fundamentales, la separación de poderes, la elección del Parlamento por sufragio universal. Si bien continuaba habiendo di-
vergencias, sobre todo en el nivel de traducción concreta de estos principios, parecía que la sesión de CODESA Il, entonces en preparación, sería un éxito.
Este éxito parecía tanto más seguro cuanto que las dos grandes organizaciones parecían haber progresado mucho en el plan organizativo y político y haber llegado a un grado mínimo de connivencia política. El referéndum del 17 de marzo de 1992 en el que el presidente de Klerk preguntaba a los blancos si «apoyaban la continuación del proceso de reforma iniciado el2 de febrero de ] 990 con miras a establecer una nueva constitución a través de la negociación » fue aprobado masivamente por los votantes. El Go
bierno se desembarazaba pues de la hipótesis -muy ilusoria- que hasta entonces había hecho pesar sobre él, el rápido avance de los partidos de extrema derecha en las elecciones parciales. Las condiciones mismas de la preparación y organización de este referéndum ilustran bien como funciona el procedimiento transitorio. Cada uno de los dos grandes movimientos intenta ciertamente reforzar sus posiciones, pero necesita la ayuda del otro, o al menos su pasividad. El ANC fue notablemente discreto los meses anteriores al referéndum, evitando hacer aumentar las pujas, volver a sus exigencias de la organización de una consulta electoral al conjunto de la población y mostrándose particularmente concilia dor tanto frente al Gobierno como frente a la población blanca en general. De este modo, las posiciones
extremadamente conservadoras expuestas por el presidente de Klerk en su discurso de apertura del Parlamento el 24 de enero de 1992 destinadas a dar garantías a la población blanca sobre su futuro no dieron lugar más que a unos pocos comentarios por
parte del ANC. Porque un voto negativo o muy poco mayoritario habría, en efecto, situado a un NP ya debilitado en una posición' política extremadamente difícil frente a su electorado y sus competidores conservadores y al mismo tiempo cuestionando nuevamente la posición del ANC. El mandato otorgado
por el electorado blanco (68% de respuestas favorables) al Gobierno orientaba de esta forma CODESA Il (15-16 de mayo de 1992) hacia el éxito, confirmando la opción negociadora. Sin embargo, CODESA fracasará y llevará a la ruptura de las negociaciones.
3". Una etapa -a priori puramente provisional y ciertamente muy corta- de negociación ante el abierto peligro de ruptura total, que comienza con el fracaso de CODESA Il y que debería acabar a finales de 1992 con la reanudación de las reuniones al más alto nivel entre el ANC y el NP/Gobierno y una tercera sesión de
EL PROCESO DE T RANSICION EN SUDÁFRICA
CODESA que en lo sucesivo acoja a casi todas las
estructuras políticas significativas del país, incluidos verosímilmente el PAC, AZAPO y KP. En realidad se trata de un retorno al principio de la negociación bilateral ANC -NP/Gobierno que permite al ANC romper la lógica emoliente de CODESA. De ahora en adelante, como recuerdan el secretario general del ANC, Cyril Ramaphosa, y algunos documentos internos de la alianza ANC-SACP-COSATU: «Cuando se alcance un acuerdo en el foro bilateral, se presentará al foro multilateral. Pero este foro multilateral no tendrá la capacidad de minar el acuerdo bilateral básico» (Weekly Mail, 4-10/09/1992, p. 4). Esta afirmación
oficial de la negociación previa del futuro de Sudáfrica
se tradujo concretamente un poco más tarde en el Record of Understanding firmado por los dos movimientos el 26 de septiembre de 1992. El Gobierno presenta este acuerdo afirmando que no significa que el dúo ANC- NP/Gobierno predetermine el sentido de la negociación. Es cierto que no tiene nada a ganar presentando de esta forma un acuerdo a unos aliados que quizás --como lo demuestra la reacción delIFP- no apreciarán este fait accompli (de Klerk, octubre de 1992) . El acuerdo indica que en lo sucesivo las maniobras dilatorias ligadas al sistema de clientelas políticas presente en el cuadro de las CODESA serán prescritas y que sólo se tendrá en cuenta la relación de fuerzas real de las organizaciones.
Iniciada el 15 de mayo de 1992 en medio de una euforia general, CODESA 11 acaba a la mañana siguiente con la constatación del fracaso y con comentarios muy amargos de los líderes del Gobierno y sobre todo del ANC en la prensa. Oficialmente, el fracaso es imputado a la incapacidad de los dos grandes movimientos de ponerse de acuerdo sobre el nivel de la mayoría cualificada necesaria para adoptar la nueva Constitución y para modificar las cláusulas de garantía que contiene, como los derechos fundamentales y las prerrogativas locales. En realidad, el intenso regateo sobre los puntos porcentuales (66,6% de los votos según el ANC, que acepta después el 70 % ; 75 % de los votos según el NP, que acepta el 70% excepto para algunas cláusulas reservadas al 75 % ) esconde el debate de fondo. La negociación se concentra en lo sucesivo en la organización misma de las nuevas instituciones constitucionales y sobre sus modalidades concretas de funcionamiento.
El acuerdo sobre los principios establecido en CODESA I en diciembre de 1990/enero de 1991 fue relativamente fácil de alcanzar en la medida en que
427
C OYUNTURA INTERNACIONAL
todos los movimientos presentes se pusieron de acuerd0 para construir un régimen democrático y
demostrar su compromiso en el proceso de negociación . Contrariamente, la definición concreta de las
modalidades de organización de las futuras instituciones constitucionales del país -que influyen directamente en el alcance de la acción de los movimientos políticos y su capacidad de controlar el poder, si no de acceder a él, en el futuro- continúa siendo un problema fundamental. Muy prosaicamente, el significado concreto que dan el NP y el ANC a las implicaciones del principio un hombre, un voto y del principio de separación de poderes es muy diferente. Mientras que para el segundo la democracia se expresa por la atribución del poder al movimiento político capaz de conseguir el mayor número de votos bajo el
control de los demás poderes constituidos (legislativo y judicial), para el primero la democracia supone, más allá de la garantía ofrecida por la separación de poderes, la protección organizada de los grupos minoritarios contra los riesgos de dominación por un partido ma yoritario en votos o escaños (Meyer, 1992).
"El largo regateo de CODESAII sobre la futura Constitución, "La opción negociación supone un cambio profundo de la
De esta forma se ha llegado al núcleo del proceso de transición. Si CODESA Il
fue un fracaso tan imprevisto fue, como escribió L. Schlemmer, porque los partidos hicieron de ella «un ritual político evasivo»
(Schlemmer, 1992) y perdieron de vista su función política creadora. La negociación se
había convertido en Sudáfrica
en una verdadera ideología. El diá-logo parecía ser suficiente para calmar
todas las angustias frente al futuro, siendo finalmente los resultados concretos muy poco importantes. A fuerza de querer persuadirse de que la otra parte cedería ante sus argumentos, cada uno de los dos negociadores acabó por convencerse de la ineluctabilidad de sus propuestas constituciona les. Es así que, hasta finales de septiembre de 1992, ninguno de los dos ha cedido sobre el fondo de su posición ni parece dispuesto a llegar a compromisos, sobre todo el NP (De Beer, 1992) (Laurence, 1992).
Las dos partes intentan por todos los medios imponer el modelo sobre el que se basa la mayor parte de su base electoral: un poder ejecutivo contrapesado por dos cámaras y limitado por la constitucionalización de grandes ámbitos de la vida pública y una muy fuerte descentralización, que podría llegar al federalismo, para garantizar una fuerte protección a
428
los grupos minoritarios contra la dictadura de la
mayoría es la opción del NP y sus aliados; el ANC y
los suyos defienden un poder ejecutivo fuerte apoyado en una única cámara elegida por sufragio universal nacional y regional y compensado por regiones dotadas de una autonomía real. Hallamos así un conflicto fundamental acerca de la noción de gobierno mayoritario y sus implicaciones (Mande la, 1992).
El largo regateo de CODESA II sobre las condiciones de elaboración de la futura Constitución también muestra como cada uno de los campos intentó controlar las propuestas del otro. Al aceptar que las decisiones constitucionales normales se adoptaran por una mayoría del 70%, el NP añadió al mismo tiempo una solicitud de constitución de un senado dotado con los mismos poderes legislativos
que la Cámara baja pero cuya composición regional hiciese posible impedir al ANC obtener la mayoría deI70%. De esta forma se protegían las minorías por
un sistema de casi-veto, muy acorde con las recomendaciones de los especialistas de los modelos constitucionales "consociativos" (Lijphart, 1985). Cuando
el ANC aceptó este senado, lo acompañó de un dispositivo que permitía que al cabo de seis meses la mayoría simple acabase con el bloqueo de textos vetados por el principio de mayoría cualificada. Así se afirmaban las consecuencias directas del principio mayoritario a nivel parlamentario.
El bloqueo se revelaba total y desembocó en un período de extrema tensión social marcado por un nivel de violencia social y política sorprendente, y en la decisión del ANC de retirar todas sus oferras en la
mesa de negociación de CODESA II (19 de mayo) antes de suspender unilateralmente las negociaciones bilaterales con el poder (21 de junio) y someter éste a un ultimátum de 14 puntos condicionando la participación del ANC en toda forma de negociación (23 de junio).
Después del fracaso de CODESA 11, y sobre todo de la ruptura de las negociaciones el21 de junio, el proceso de transición negociada adquiere un aspecto más confidencial, en un medio mucho menos exaltado que anteriormente. Los encuentros bilate
rales entre todas las partes se multiplican. A pesar del anuncio de ruptura total de las negociaciones por parte del ANC, los encuentros ANC/NP apenas se han interrumpido (28 de julio, 9, 21 y 25 de agosto, 10 y 14 de septiembre) para asegurar pese al brazo de hierro el progreso del proceso iniciado, que nadie puede permitirse hacer fracasar en lo sucesivo (por razones internas pero también internacionales, como
lo recuerda la Reso lución 765 del Conse jo de Seguri
dad de la ONU so licitando a las diferentes pa rtes qu e
reanuden las negociaciones (16 de jul io) o la reso lu
ción del Congreso de EEUU en este mismo sentido
(10 de agosto )). El Go bierno ha ido res pondiendo
prog res iva mente a a lgunas de las 14 demandas pre
sentadas po r el ANC, a lgunas de las cua les encubrían
pro puestas de o tros ó rga nos constituid os, por ejem
plo: la Comisión Go ldstone (di solución de determ i
nad as unid ades de inte rve nció n d e la Po licía
sudafricana (SAP) y del Ejército (e l Koevoet y los
ba ta llones 3 1 y 32), un ma yo r contro l socia l de los
hostels, prohibición del porte de a rm as peli grosas,
incluidas las tradiciona les). Por otra pa rte, la pa rti
cipac ión de representantes extranjeros (un indio y un inglés) en la Comisió n Go ldston e de in vestigación
sobre la Masac re de Boipatong (e l Sr.] ustice Baghwati )
y en la comisión de contro l de las in vestigaciones po licia les (e l Profeso r Wadd ington) esta ba o rga ni
zada, lo que desembocó -espec ia lmente por la me
diación de un info rme del Profesor Waddington- en
el cuesti ona miento d irecto de la competencia de la
po licía suda fri ca na en materia de investigac ió n
(Weekly Mail, 28 agosto-3 se ptiembre 1992, pp .1-2 ).
El ANC anunc ió por su parte qu e la reanudación de
las negociac iones no estaba condicionada por la
sa tisfacc ión de todas las exigencias a co rto plazo .
Esta mínima conni vencia permitió ev ita r que el brazo
de hierro ado ptado po r los dos pro tagonistas, a pa rtir del mes de julio de 1992, desemboca ra en un
conflicto genera li zado .
La transición como método de gestión de la
negociación
En rea lidad, si bien las negoc iac iones no se interrumpieron nunca a ni ve l técnico (prepa rac ión de
in fo rmes, disc usiones so bre las propuestas de nuevas reglas y ó rga nos instituciona les, etc), el brazo de
hierro po lítico ANC- P/Go biern o se desplazó de
julio a se ptiembre de 1992 de la mesa ve rde hac ia la acción po lítica no vio lenta de masas. La negoc iac ión
en marcha no es un fin en sí misma, como t ienden a pensa r un buen número de obse rvado res extranj eros .
Como máximo es un a muestra de la opción tomada por las fu erzas po líticas en favo r de un a nueva fo rma
de lucha po líti ca y de la ex istencia de un a mínima confianza entre las di fe rentes pa rtes . Contra riamente
a lo qu e pa rece a firm a r D . Welsh, la fase de prenegociac ión continúa en Sudá fri ca, ya que si bien los dos negociadores principa les y sus comparsas
EL PROCESO DE T RANSICIÓN EN SUDÁFRICA
acepta n considera r en lo suces ivo su futuro en el
marco de reg las comunes y de una coexistencia
efecti va con su antiguo enemigo, contin úa n intentan
do gana r la lucha to ta lmente. El brazo de hierro
interpuesto de julio a octubre de 1992 entre el Go
biern o y el ANC permiti ó la cla rifi cación del juego
po líti co y la desa pa rición en cad a ca mpo de la idea de
un a victo ri a to ta l so bre el otro.
El extremo ruido mediát ico que rodea a la
negociación inst ituciona lizada, especia lmente en la
fo rma m ultil a tera l adoptada pa ra las CO DESA, tien
de a esconder la pa rtida de brazo de hierro q ue li bran
las di fe rentes o rga ni zaciones po líticas pa ra toma r el
contro l de la po blación y ocupar el terreno po lít ico. El terreno común ba li zado po r las disc usiones es o bjeto de múltipl es interpretac iones y rega teos mani
pulados po r las d ist intas pa rtes de la negoc iació n
pa ra intentar refo rza r su pos ición. Las di scus iones so bre la noc ió n de prisionero po lítico, de a rm a trad i
ciona l, de lucha a rm ada, de neut ra lidad del Estado,
no son puramente técnicas, sino que conll eva n fac tores políticos impo rtantes . Pa ra los distintos movi
mientos po líticos, no se trata tanto de sa ber lo que es
jurídicamente un pri sionero po lítico como de ofrece r
pruebas a un electo rado potencia l de su compro miso
en la defensa de los oprimidos o de su ca pacidad de
hace r res peta r el o rden (el Weekly Mail del 25 sep
ti embre- l octu bre 1992, p.5, ofrece un ejemplo de ell o) ; la noción de armas tradiciona les no se limita a l
examen de l ca rácter peligroso y si mbó lico o no de
determinadas a rm as, sino que expresa, según los
ac to res implicados, bien la ca pac idad de hace rse
respeta r e imponer sus o piniones, bien el poder de
protege r a determinadas po blacio nes, o bien la voluntad ob;etiva de deja r degrada r un a situación que
no puede más que debil ita r en último término a los actores contrinca ntes.
También aqu í ve mos como la to ta lidad del
proceso de negociac ión refleja la transfe rencia de la
lucha política de una modalidad de acc ión a o t ra.
Ahora bien, si la func ión de CO DESA e pe rmitir el
estab lec imiento de las reglas inst ituc iona les ap lica bles a la nueva Sudáfri ca, la a puesta po lít ica última co ntinúa siendo el contro l de un electo rado del que
nadi e puede predec ir, po r a usencia de referencias pasadas, ni el número ni el co mportamiento .
La media tización de CODESA conduce a hacer conside ra r los conflictos socia les actu a les en la baseque toman en determin ados casos las ca racterísticas de una verdadera guerra civil-como desconectados de las negociaciones que se siguen en Pretoria. El in fo rme
429
C OYUNTURA INTERNACIONAL
especial de Amnistía Internacional (Al) sobre las vio
lencias en Sudáfrica traduce esta ambigüedad en las
percepciones de las relaciones entre la negociación y la
violencia política en estos términos: «no hay aparen
temente más que un vínculo muy tenue entre la política
de negociación sobre la Nueva Sudáfrica, que se de
sarrolla a nivel internacional, y el cinismo, la descon
fianza y el temor sentidos en la base. Los habitantes de
las ciudades negras y de los campos de squatters han
sido empujados a la desesperanza por una policía que
pa rece cómplice o indiferente y por la incapacidad de
sus dirigentes políticos que no han sabido protegerles »
(Amnistía Internacional , 1992).
En realidad, el vínculo no es tan tenue como
pudiera parecer. Al contrario, negociaciones y vio
lencia están relacionadas porque el uso de la fuerza
a rmada continúa siendo en Sudáfrica una modalidad
legítima de la confrontación política que libran or
ganizaciones partisanas sin ninguna experiencia en la
política democrática. La violencia tiene repercusio
nes directas sob re la negociación e, inversament~, la
negociación da lugar a muchas estrategias sobre el
"La etapa de transición asegura a todos los negociadores un período de relativa impunidad política"
terreno para intentar, bien confirmar los
beneficios obtenidos por negociación,
bien evitarlos o bien adelantarlos.
(Así, se ha podido demostrar
que los estallidos de violencia
iban directamente ligados a
iniciativas políticas y a la evo
lución de las negociac iones).
Todas las organizaciones polí-
ticas intentan influir en la mar
cha de las CODESA y consolidar
su posición en el proceso de negocia -
ción con iniciativas políticas concretas so
bre el terreno, consistentes en asentar su dominio o
debilitar el de los demás. Estas actuaciones políticas
ti enen tantas más posibilidades de degenerar en vio
lencia cuanto que los movimientos contrincantes
continúan percibiendo su influencia en términos de
feudos geográficos y no de electorados . La opción
política de los individuos importa poco en último
término; lo que cuenta es su locali zación en talo cual
zona que intentan controlar por todos los medios los
caciques locales y, especialmente en el Natal, los
Wardlords (Señores de la Guerra). La lucha política se estructura en términos de conquistas de territorios
y no en términos de atracción de electores, lleva ndo
a lgunas zonas (PWV, Natal) a una verdadera
balcanización política del territorio urbano que con
lleva a su vez movimientos masivos de población.
430
La etapa de transición asegura a todos los nego
ciadores un período de relativa impunidad que les
permite, particularmente argumentando la ausencia
de nuevos principios constitucionales claramente
aceptados por todos y protegidos, continuar diri
giendo los asuntos políticos de la misma forma que
antes de 1989, al mi smo tiempo que preparan muy
sinceramente nuevos modos de gestión. La impuni
dad es tanto mayor cuanto que los distintos actores
secundarios que necesitan los dos grandes líderes
para hacer creíbles sus opciones políticas se benefi
cian muy frecuentemente de la cobertura política del
ANC o del NP. La situación resultante es bastante
dramática ya que, aliado de la inercia de las estruc
turas de seguridad y gubernamentales, los movi
mientos políticos que compiten directamente, si bien
desigualmente, como el ANC y el IFP, se libran a
pujas que llevan a un incremento tanto más sorpren
dente de la violencia cuanto que los dos movimientos
no controlan a sus soldados de base. El National Pea ce
Accord, alcanzado el14 de septiembre de 1991 entre
los dos grandes protagonistas sudafricanos gracias a
los buenos oficios de las iglesias y las estructuras de
negocios, y prolongado por un comité de supervisión
del respeto del código de conducta aceptado, parece
bien poca cosa comparado con las veleidades de
todos los movimientos y sobre todo de todos los
pequeños jefes locales para inscribir sobre el terreno
el máximo de beneficios para poder hacer prevalecer
sus posiciones en el momento de la negociación final.
Como remarca J. Hall, presidente del Comité Nacio
nal de Paz, sólo el éxito rápido de las negociaciones
y la constitución de estructuras políticas nacionales y
locales aceptadas por todos pueden permitir acabar
con la escalada de la violencia. En ausencia de una
nueva Constitución, todos los elementos continúan
destrozándose mutuamente por no reconocerse la
más mínima legitimidad (Hall, 1992) (Weekly Mail, 11 -17 septiembre 1992, p.3) . Iniciado con el desarro
llo del UDF a principios de los años ochenta, el
conflicto lnkatha/ ANC no ha parado de crecer. El
poder blanco ha jugado sin duda un papel importante
en la exacerbación del conflicto. Las acciones de
infiltración, de represión y de destrucción llevadas a
cabo por las fuerzas de seguridad hasta 1989 contra
los líderes del UDF y del MDM no hicieron sino
reforzar la anarquía social en los medios urbanos y
quebrar todos los esfuerzos realizados para retomar
el control de las comunidades urbanas tanto más
desorganizadas cuanto que las estructuras municipa
les oficiales, desprovistas de toda legitimidad políti-
ca, fueron destruidas sistemáticamente. Esta situa
ción, combinada con la crisis económica sudafricana
y la inmigración urbana masiva de finales de los
ochenta y principios de los noventa, condujo inexo
rablemente a l desarrollo de grupos pseudopolíticos
que sembraron el terror en todos los townships. El
efecto fue tanto más fuerte al crearse paralelamente
movimientos oficiales de destrucción de los líderes
antiapartheid, con el nombre de vigilantes, y al
abandonar las únicas estructuras susceptibles de ase
gurar un mínimo control social esta tarea bien para
consagrarse a sus propios problemas (iglesias) bien para entrar resueltamente en política (COSATU) .
El constante apoyo tanto material (ver el asunto
del Inkathagate) como político del poder blanco al
IFP no hizo sino exacerbar el conflicto con el ANC.
Convertido en actor secundario tras la legalización
del ANC, el IFP intenta por todos los medios proteger las ventajas que adquirió anteriormente, mientras
que sus contrincantes intentan arrebatárselas. Las
tensiones se agravan tanto más deprisa cuanto que el Gobierno continúa mostrándose extremadamente
complaciente respecto al IFP y que la policía
sudafricana hace muestra en el conflicto ANC/lnkatha de una parcialidad en provecho del IFP y de una
completa inercia (Al, 1992). Por otra parte, la propa
ganda etnicista desarrollada por los órganos de prensa gubernamentales, haciendo creer que el conflicto
ANC/lFP se reduce a una guerra tribal, no hace sino
polarizar un poco más a los dos movimientos y sobre
todo a sus seguidores locales en una oposición
irresoluble. Es porque para el IFP, la apuesta es de
talla: se trata de una cuestión de supervivencia. Sólo
el mantenimiento de una fuerte base regional con el
fuerte apoyo del NP, de otros movimientos federalistas o particionistas (A VU, KPP, Movimiento de Resis
tencia Afrikaner) y de los líderes de los hornelands opuestos al ANC (Ciskei, Bophuthatswana) puede
asegurarle un papel efectivo en una nueva Sudáfrica
muy verosímilmente dirigida por el ANC. Para el NP,
el IFP es una pieza importante de todos sus proyectos políticos de protección de las minorías, de debilitamiento del poder central de la futura Sudáfrica (como
ejemplo, el proyecto de transferencia de tierras a KwaZulu para reforzar más el territorio desde la óptica de un gobierno federal: Weekly Mail, 18-24
septiembre 1992, p.6) y de reclutamiento de electores negros (el ministro Roelof Pik Botha declaraba así en el Congreso del NP en Bloemfontein en septiembre de 1992 que el NP debía conquistar cerca de un millón
de votantes zulúes si quería conservar el poder:
EL P ROCESO DE T RANSICI6N EN SUDÁFRICA
Weekly Mail, 18-24 septiembre 1992, p.6). Para el
ANC, el hundimiento del IFP supondría un golpe
fatal para todos los líderes de los homelands pro NP,
para la política de minorías del Gobierno y para sus
proyectos federalistas. Las apuestas son pues impor
tantess. En adelante acorralado, el IFP se ha convertido
en una organización plural y dividida, controlada
geográficamente por Warlords. Si bien continúan
inscribiendo sus acciones en el cuadro del IFP, actúan
ante todo en su propio interés, lo que les hace
incontrolables (Weekly Mail, 2-8 octubre 1992, pA).
En este contexto de tensiones extremas, el NP y el ANC se encuentran en situaciones totalmente
diferentes. La apertura del proceso de negociación y
particularmente de las CODESA permitió al nuevo poder acumular beneficios inmediatos sin perder a
corto plazo el control del aparato institucional. Re
cuperó la legitimidad perdida tanto a nivel internacional como nacional reforzando de esta forma los
recursos institucionales de los que dispone. Por el
contrario, el ANC, aunque obtuvo una respetabilidad internacional, se enfrenta a un grave problema
de movilización, de normalización y eficacia, que no
puede resolver más que con un acceso rápido al
poder. En efecto, corre el peligro de perder la ventaja
de su aura histórica y de ser aventajado por sus
extremos si no consigue hacer triunfar el principio de un hombre, un voto . La duración de la negociación se
convierte por ello en una apuesta como lo demues
tran las condiciones del fracaso de CODESA IJ y la
rapidez del proceso de reanudación de las negocia
ciones institucionalizadas.
Hasta la decisión del ANC de recurrir a una
campaña de acción de masas, los analistas estimaban
que el tiempo corría a favor del NP. El modo de funcionamiento de CODESA, donde participan to
dos los grandes movimientos políticos considerados
representativos del país, da en efecto una mayoría al
Gobierno en temas como el nivel de centralización y de devolución del poder, la opción federal (o ultra
descentralizada) o las mayorías cualificadas necesa
rias para la protección de las disposiciones constitucionales. Incluso si CODESA exige un consenso significativo para la adopción de una recomenda
ción, la posición del ANC es de (acto bastante difícil.
Aunque concentra tras de sí (según toda verosimili
tud) a una gran mayoría de la población, aparece como el que impide negociar, el que pretende imponer su punto de vista a todos los demás movimientos
políticos, menospreciando todo respeto de la democracia, definida aquí como el respeto de los grupos
431
C OYUNTURA INTERNACIONAL
representados y no de la voluntad de la mayoría
global. Esta actitud, asimilada a la opción del ANC
en favor de un sistema de gobierno más centralizado
y funcionando con sistemas electorales mayoritarios,
permite a los adversarios de este movimiento de
nunciar sus tentaciones totalitarias o más bien, to
mando el vocabulario del Gobierno, que intenta
siempre deshacer la alianza ANC/SACP/COSATU, aquellos de sus elementos antidemocráticos. La
participación oficial en CODESA de movimientos
políticos significativos aunque no representativos,
como los de los jefes de los homelands independientes,
permite además al NP/Gobierno asegurarse el man
tenimiento en el poder de fuerzas políticas muy
contestadas por la población, congelar de esta forma
el mapa político y asegurarse el mantenimiento de las
poblaciones rurales hasta ahora poco penetradas por
los grandes movimientos políticos (el ANC permanece
particularmente prohibido en Bophuthatswana y
Ciskei) controlados por las redes tradicionales mo
dernizadas dirigidas por los jefes locales.
Dicho brevemente: el Gobierno tendría indirec
tamente la situación en sus manos. El
"La inestabilidad actual statu quo institucional conti
núa jugando en favor de un poder social y económica contribuyen a atizar
que controla los instrumentos
institucionales y se beneficia
del apoyo suprarepresentado
de las estructuras surgidas de
la política de apartheid aún
vigente. La mayoría de los re-
el desencanto de las poblaciones urbanas en Sudáfrica "
presentantes oficiales de los
homelands independientes (con
una sola excepción), de los homelands autónomos y de los partidos miembros del
Parlamento tricameral, por no hablar de movimien
tos más autónomos, y particularmente ellFP, juegan
a favor del Gobierno a pesar de la extrema debilidad
de su representatividad . Su única posibilidad de supervivencia en una Nueva Sudáfrica, en la que
saben desde los trabajos de las CODESA que serán
rápidamente reintegrados, consiste en efecto en la
gran descentralización del poder que les ofrece el NP.
Confiando en este apoyo, el Gobierno puede pre
sentarse como el único garante de la verdadera democracia cuyo espíritu es asegurarse de que «ningu
na mayoría debería poder abusar de su poder para
minar la Constitución o dominar o dañar los intere-
ses de las minorías, como quiera que estén definidos »
(de Klerk, 1992a). Interviene como protector de
todas las minorías -frecuentemente constituidas por
432
una pura reconstrucción teórica- y con este título
hace prevalecer, por encima de la regla democrática
que da la razón a aquél que ha obtenido más votos,
el principio del acuerdo global de todas las organiza
ciones representadas, por poco significativas que
sean en número de votos.
El abandono social y económico que atraviesa
Sudáfrica, que debe en principio conducir a la vez a
una radicalización y a un descorazonamiento de
determinados sectores de la población negra, y el debilitamiento lógico que atraviesa todo movimiento
de liberación obligado a transformarse en partido
político, y particularmente a disociarse organizati
vamente de forma progresiva de otras estructuras de
diferente naturaleza a las que está unido (SACP y
COSATU en el caso del ANC), también jugarían en
favor del NP, al que el ministro Pik Botha, especia
lista en la provocación política planificada, no duda
en asignar la tarea de convertirse en mayoritario.
La inestabilidad social y la inseguridad econó
mica crecientes contribuyen en mucho a atizar el
desencanto de las poblaciones urbanas de Sudáfrica,
que ven como las promesas de una rápida
redistribución de la riqueza se alejan más y más en el
tiempo y se enfrentan de forma cotidiana a una
violencia política y social ahora ya generalizada y a
la llegada masiva de inmigrantes huyendo de las
zonas rurales. Esta situación beneficia globalmente
al NP/Gobierno que ve así como su principal adver
sario pierde terreno entre las capas acomodadas de la
población negra y no blanca, pero sobre todo entre
las poblaciones negras más desprotegidas, en prove
cho de grupos más extremistas como el PAC o
AZAPO o, más generalmente, de una inmensa des
ilusión. Aunque las transferencias de votos son aún
de corto alcance, podrían bastar para impedir al
ANC disponer de una mayoría suficientemente grande
para superar las mayorías cualificadas necesarias que
serán seguramente mantenidas para la adopción y
modificación de las claúsulas fundamentales de la
futura Constitución sudafricana. Esta era la apuesta
que se jugaba en el conflicto entre ANC y NP en tor
no a la fijación en el 70% o 75 % de la mayoría de
veto en el Senado. Ante la total incertidumbre del
comportamiento de un electorado sin ninguna ex
periencia electoral y cuyo mismo número es hasta
hoy muy incierto, ni el NP ni el ANC parecen dis
puestos a correr el peligro de verse marginados por
algunos puntos porcentuales. (Weekly Mail, 4-10
septiembre 1992, p.4) (Weekly Mail, 9-15 octubre
1992, p.5).
En estas condiciones, la lentitud del proceso de
negoc iac ión ligada a l rechazo del poder de negoc ia r
entre igua les y la multiplicación de las vio lencias
po líticas en las q ue las fu erzas de seguridad están
directamente implicadas o demu estran un a manifiesta
parcia lidad o un a incompetencia o rganizada, no pueden
sino ser percib idas po r el ANC como acciones plan i
fi cadas del poder, aunque el víncul o con el Gobiern o
actua l no ha podido esta blecerse nunca . Es cierto que
este último se benefi cia directamente de esta vio lencia.
Pa ra romper esta lógica, el ANC dec id ió a l fin a l de
CO DESA 11 , e incluso pa rece que un poco antes,
demostra r po r los hec hos como esta ba la relac ión de
fuerzas sobre el terreno : es el o rigen de la campaña de
acción de masas lanzada el 16 de junio de 1992 pa ra
fo rza r a l Go biern o a acepta r en un plazo de tiempo
predeterminado (a ntes del fin de año) el princip io de
elección de una asa mblea constitu yente.
La suspensión de las negociaciones a pa rtir de
junio de 1992 se justificó po r la nega ti va del Gob ier
no a ado pta r verdaderas medidas de refo rm a co nsti
tuciona l (de cru za r en fin el Rubicó n, para usa r la
ex presión de elson M andela a la sa lida de CO DESA
11 ), po r sus mani o bras dil ato rias y po r su fa lta de
ac tu ación pa ra detener las vio lencias anti ANC, de las
que la Masacre de Bo ipatong (18 de junio) aca ba ba
de da r otro ejempl o. El recurso a la acc ió n de masas
(moda lidad a pa rcada tras el inicio del p roceso de
CO DESA) , impulsado pa rticul a rm ente por los res
ponsabl es del ANC e imitado en el se no de estructu
ras asoc iativas y sindica les intern as de l país, es in
di ca ti va de esta vo luntad de poner el ti empo a su
favor. Las acc iones de masas intentando pa ra li za r
ciertas instituciones estata les y el secto r económico y
reclamand o e l cese del pres idente de Kl erk tu vieron la
fun c ión de demostra r qu e el ANC di sponía en todo
momento de la ca pacidad de acelera r el tie mpo y de
provoca r lo irrepa ra ble. Hac iendo ostentac ión de su
fuerza y de su ca paci dad virtua l de hace r silba r co nt ra e l Go biern o de de Kl erk en la ca ll e o hacer degenera r
e l proceso de negoc iación, el ANC demostró q ue la
po blac ión estaba de su lado y no del de los representantes oficia les presentes en CO DESA y lanzó un a
se vera adve rtencia directa a la lenta po líti ca de
transición del Go biern o. Este es el signi ficado de la
ad ve rtencia sum a mente vio lenta de N. M andela , el
16 de mayo de 1992 en la cl a usura de COD ESA 11 : «el
ac tu a l Go bie rn o de nuest ro país ha aceptado el hecho
de que no es sufic ientemente representa ti vo de l pue
blo de nu estro pa ís. Pa ra la mayo ría de nu estro
pueblo, la cuesti ón va sin embargo más a ll á. Estas
EL P ROCESO DE T RANSICiÓN EN SUDÁFRICA
masas consideran a l Go biern o il egítimo » (Mandela,
1992). La estra tegia de la acción de masas puesta en
ma rcha po r el A C a lo la rgo de junio y julio fue así
pensada pa ra intenta r romper la tenta tiva guberna
menta l de esta blece r un derecho de retracto sobre los
res ultados de CO DES A 11 y no pa ra romper el pro pio
proceso de negoc iac ión, como demuestran la conti
nu ac ión de los encuentros ANClGo biern o y el co n
tro l de las acciones pa ra ev ita r su degradación.
Los o bjeti vos de las acciones de masas del ANC
no fu eron eleg idos a l aza r. Apuntando directamente
a l Go bie rn o y a los líderes de los hom elands inde
pendi entes más ce rca nos a aquél, el ANC mata ba dos
pá ja ros de un tiro : debilita ba considera blemente
un os poderes ya pro rrogados y de rebo te el peso del
Go biern o en COD ESA, y po r o tra pa rte mostra ba a
su base, con ruid osas accio nes d irigidas contra los
sím bo los mismos de la vieja Sudáfrica , que no ha bía
pe rdido nada de su determin ac ión como movimiento
de liberación. La ca mpaña de acc ión de masas de
mostró el peso del ANC y puso a l Gobierno en la
de licada pos ición de un negociado r pri vado de su
alter ego . El A C y el Go biern o senta ron rá pida
mente nu evas bases de negoc iación. Desde antes del
Tiroteo de Bisho , las dos pa rtes pa recían ha ber
llegado a a perturas po lít icas sustancia les en el cuadro
de los encu entros bil a tera les entre el mini stro de
Desa rro ll o Constitu ciona l, Roe lf Meyer, y el secreta
ri o genera l del ANC, Cy ril Rama phosa. Pa rticul a r
mente, el Go bie rn o ace pta ba el principio de un a
úni ca asa mblea constitu yente, elegida po r sufragio
uni ve rsa l, la ause ncia de todo derecho de veto en las
di scusiones so bre la nueva Consti tución y un a age n
da fij ando los plazos pa ra la ela bo ración del tex to .
Po r su pa rte, el ANC acepta ba el principio de ma yo rías
cua lificadas y proponía meca nismos de levanta mi en
to de los bloqueos po líticos en el caso que la asa mblea
constitu yente elegida no lograse ponerse de acuerdo
so bre un texto (Weekly Mail, 4-] O se ptiembre 1992, pp.4 ). Además, el Go biern o decidió rea liza r un a
purga del mand o de la SAP, sigui end o las recomenda
ciones del Info rm e Waddin gton (19 de los 55 genera
les de la SAP fueron cesados; el signi ficado de esta
acc ión suscitó controve rsias : Weekly Mail, 28 agos
to-3 se ptiembre 1992, p. 2) .
El relanza mi ento del proceso de negociac ión
pa recía ha ll arse en buen ca min o y no justifica ba un a
confrontación directa con los líderes de los homelands favora bles a las opciones del N P.
Dirigidos po r líderes po líticos mu y contestados
por las poblaciones urbanas, el C iskei, Bophurhatswana
433
C OYUNTURA INTERNACIONAL
y KwaZulu continúan ejerciendo una represión feroz
de todos los elementos de oposición y manteniendo un
estrecho control de la población rural por medio de las
jefaturas tradicionales. Al mismo tiempo, dependen
tanto financieramente como militarmente del Gobierno
sudafricano para sobrevivir. El intento de golpe de estado proANC en Bophuthatswana en 1991 sólo
fracasó gracias a una intervención militar de Pretoria,
mientras que la Marcha sobre Bisho organizada por el ANC el 7 de setiembre de 1992 dio lugar a una multitud de intervenciones del Gobierno de Pretoria
obligado por su credibilidad a proteger el Gobierno de
Ciskei que le es tanto más adicto cuanto que él mismo
lo creó enteramente (Weekly Mail, 28 agosto-3 sep
tiembre 1992, p.6). La Marcha a Bisho, que sucedía a
una marcha similar hacia QwaQwa y debía ir seguida
por manifestaciones similares en Bophuthatswana y
KwaZulu, tenía el objetivo directo de desestabilizar
o derrocar según las afirmaciones de Ronnie Kasrils
el régimen del brigadier Oupa Gqozo y debilitar de
forma inmediata las posiciones del Gobierno
sudafricano, constituyendo lo que se podría llamar la
"La campaña de
acción de masas deL ANC, Le
permitió retomar
La iniciativa
política de La que
estaba privado"
fase de salida de la campaña de acción de
masas. Desde una óptica puramente cínica, el tiroteo desencadenado por
el Ejército de Ciskei sin provoca
ciones previas y en condiciones
bastante sospechosas (Comi
sión Goldstone, 1992) -que
causó 28 muertos- qUIzás
permitió en cierto sentido aca-
bar con una manifestación que
podría haver desembocado, consi
derando la irresponsabilidd del
brigadier Oupa Gqozo y la exaltación de los
militantes regionales del ANC,en una desestabilización completa de las relaciones de fuerza con el Gobierno,
desencadenando entonces un conflicto armado gene
ralizado. Las consecuencias trágicas de esta marcha permitieron al ANC retomar el control de su base local
y regional que había logrado hacer aceptar a las
instancias nacionales, a pesar de sus reticencias, el principio de estas marchas-sanciones contra los líderes
de los homelands hostiles (Weekly Mail, 25 septiembre-1 octubre 1992, p.2). Parece que la dirección del
ANC se dejó arrastrar por su base local, tanto más
fácilmente porque, como recuerda Phillip Van Niekerk,
un importante electorado estaba en juego (Van Niekerk, 1992). La muerte de 28 personas permitió a los diri
gentes del movimiento hacer suspender, y más tarde
anular, las marchas previstas hacia Bophuthatswana y
434
KwaZulu, sin incurrir en ningún peligro político grave
ante los militantes desmovilizados por el suceso (tras
los sucesos de Bisho, el ANC retomó el control directo
de sus 14 oficinas regionales obligándolas a someterse
a las decisiones de las instancias nacionales: Business
Day, 18 septiembre 1992). Por otra parte, el tiroteo
permitió tanto al ANC como al NP reevaluar su
posición y su fuerza efectiva y, constatando la extrema
volatilidad de una situación que no controlan totalmente, relanzar el proceso de negociación. Como contrapartida de parar la campaña de acción de masas
que demostró el poder político del ANC y que ame
nazaba con desestabilizar completamente al NP, éste
aceptó reevaluar la ponderación de los movimientos
políticos internos y hacer concesiones. La anulación de
las marchas hacia Bophuthatswana y KwaZulu por las
autoridades nacionales del ANC, la multiplicación de
las aperturas políticas por el Gobierno y la organiza
ción de una reunión en la cumbre del26 de septiembre
desembocaron en un acuerdo entre las dos partes
(Record of Understanding) que reconoce, a satisfac
ción del ANC, la necesidad de controlar la situación en
los hostels, de organizar la prohibición del porte de
armas peligrosas, particularmente de las armas llamadas tradicionales, y de preparar la liberación de los prisio
neros acusados de crímenes ligados a motivos políticos
(de Klerk, 1992b). Según el acuerdo, la liberación
tendría lugar antes del 15 de noviembre.
La campaña de acción de masas dirigida por el
ANC permitió indudablemente a este movimiento
retomar la iniciativa política de la que estaba total
mente privado y acelerar el proceso de transición.
Aparentemente, el Gobierno sudafricano sale debili
tado ,de este enfrentamiento que no podía resolver
por la fuerza sin perder toda su credibilidad interna
cional, tras haber perdido gran parte de la legitimidad reconquistada entre la población negra, tras la
Masacre de Boipatong. Así, las excusas públicas del
presidente de Klerk por el apartheid pueden considerarse como un intento de reconquistar una parte de la estima y de los votos de esta población. El Gobier
no de Ciskei perdió toda credibilidad, mientras que el [FP, que costea indirectamente la confrontación
viendo los hostels sometidos a un acrecentado con
trol policial y el porte de armas tradicionales en vías de prohibición, decidió romper (temporalmente) las
negociaciones con el Gobierno. Era necesario llegar
a esta situación de extrema inestabilidad para que los
dos grandes movimientos sudafricanos se dieran
cuenta de que la negociación no era un simple ejercicio de estilo. Al forzar al Gobierno a transigir en
algunos puntos esenciales de la negociación, el A C
se puso en la posición de poder aceptar algunas
disposiciones protectoras de las minorías sin perder
la cara. Al retomar el control del proceso de negocia
ción a dos, el Gobierno/NP y la alianza ANC/SACP/
COSATU constatan su influencia sobre toda solución
negociada y limitan las presiones de los actores
secundarios. Aún queda mucho por haceren el proceso
de transición. Sería muy ingenuo pensar que las
estructuras de seguridad gubernamentales, que tu
vieron durante cerca de veinte años la misión prio
ritaria de infiltrar, manipular y reprimir determina
das organizaciones políticas, detendrán estas accio
nes de la noche a la mañana, simplemente porque
serán legalizadas. la misma constatación puede
aplicarse a las estructuras mi litares del ANC y, de
forma más general, al conjunto de actores políticos
sudafricanos que no han conocido nunca otros mo
delos de regulación de conflictos que el recurso a la
fuerza armada . El juego de la transición en Sudáfrica
es complicado, y nada deja prever -más bien al
contrario- que los dos años que quedan para adoptar
una Constitución transitoria y formar una asamblea
constituyente y un gobierno interino, simplificarán
los invites políticos . Por contra, la extrema inestabi
lidad social del país, que afecta directamente a todos
los movimientos políticos tanto a nivel de su com
posición como de sus alianzas, debería complicar aún
más la situación, incluso si el dúo ANClSACP/
COSATU-NP/Gobierno está destinado a continuar
la gestión, a falta, por el momento, de otras alter
nativas igual de beneficiosas.
Notas
(1 ).- Este texto ha sido subvencionado por el
programa cuatrienal África Austral de la MaisOI1 des Sciences de /"Homme de Bordeaux.
(2).- j. Kane-Berman expone las manifestacio
nes de la revolución silenciosa en «South African:
The Silent Revolution », South A(rica News
Backrounder, 29/09/1989, pp. 1-3, siendo discuti
bles las conclusiones que extrae el autor. Para una
introducción general, ver A. Santamaría y otros,
Sudá(rica: introducción histórica y política, Los li
bros de la catarata, Madrid, ] 99 1.
(3).- Sobre las dificultades del NP para conver
tirse cn multirracial y conquistar un electorado no blanco, ver «Congres du P en OFS, Septembre
EL PROCESO DE T RANSICIÓN EN SUDÁFRICA
1992" , Weekly Mail, 4-10 septiembre 1992, p.4; sobre
la recomposición política en general en Sudáfrica, ver
D.Darbon, <<In Hac Lacrimarum Vallee: les enjeux
précontraints d'une démocratie cogérée », L'Année
A(ricaine 1993, CEAN, Bordeaux.
(4 ).- Las etapas de la apertura: Programa elec
toral del NP para las elecciones presidenciales del 6
de septiembre de 1989; Entrevista de F. W. de Klerk
en la BBC en la noche de su elección como presidente
de la República, SA B, 28/09/1989; Discurso de
entronización de F.W. de Klerk, del 20/09/1989,
lanzando la política de negociación; Encuentro entre
de Klerk y los líderes religiosos miembros de los
movimientos asociativos de lucha contra el apartheid,
1I/10!l989; Liberación de 8 prisioneros políticos el
] 5/1 0/1989; Discurso de apertura del Parlamento, el
2/02/1990 (punto 6) y conferencia de prensa de F. W.
de Klcrk acerca de la próxima liberación de N.
Mandela, 10/02/1990, SANB, 14/02/1990.
(5).- Origina múltiples debates sumamente
politizados para saber quién juega el papel de malo,
si el ANC o eIIFP. Ver el debate entre M. Coleman
(HRC) y j. Kane-Berman (SAIRR), Weekly Mail, 11-
17 septiembre 1992, pp.13 Y 18.
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