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La tica del quehacer antropolgico en tiempos globales
Laura Raquel Valladares de la Cruz
Introduccin
El debate sobre la tica en antropologa es casi tan viejo como la disciplina misma, pues en
general se ha discutido lgidamente por los escndalos y denuncias de prcticas poco
cientficas, atentatorias de los derechos de los pueblos o comunidades estudiadas, o por el
uso de los resultados de las investigaciones antropolgicas con fines oscuros (colonizacin,
contrainsurgencia, polticas estatales, etctera), procesos que decantaron en la construccin
de cdigos de tica elaborados en los colegios y asociaciones de Antropologa, siendo el
ms emblemtico el de la American Anthropological Association (AAA) aprobado en el ao
de 1967. A diferencia de estas experiencias, en Mxico la discusin sobre los parmetros
ticos de nuestro quehacer profesional no ha logrado traducirse en un acuerdo mnimo, es
decir, en la construccin de algn tipo de cdigo tico al cual apelar frente a los viejos y
nuevos retos que enfrentamos. En este contexto voy a defender la propuesta de que sea el
Colegio de Etnlogos y Antroplogos Sociales AC (CEAS), como instancia profesional,
quien retome el debate, recuperando la discusin emprendida en los aos recientes para que
en el corto plazo est en condiciones de someter a nuestra comunidad acadmica un
declogo mnimo de principios ticos que guen nuestra praxis profesional.
Si bien tenemos largos y acalorados debates al respecto, en las ltimas dos dcadas
enfrentamos nuevos retos, tanto en trminos epistemolgicos "sobre los mtodos y
controles de la construccin de las interpretaciones antropolgicas" como en lo
relacionado con los nuevos campos profesionales a los cuales se incorporan
mayoritariamente los jvenes egresados. Estas nuevas realidades nos convocan a retomar la
ms reciente discusin sobre la tica antropolgica en la denominada por Luis Vzquez
(2006) como etapa post acadmica, que alude al ejercicio profesional vinculado con un
mercado de trabajo ms amplio y complejo que el tradicional realizado en institutos de
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""Profesora*investigadora"de"la"Universidad"Autnoma"Metropolitana,"Unidad"Iztapalapa."Correo"electrnico:"[email protected]"
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investigacin y universidades. En este ltimo campo problemtico argumentar que la
discusin sobre los parmetros ticos del quehacer antropolgico han salido del gremio
disciplinar para asumir las directrices de fundaciones e instancias supranacionales, y
aunque esto no significa necesariamente un retroceso, s me parece necesario visibilizar y
convocar a una reflexin sobre las nuevas formas de nuestro ejercicio profesional y sus
implicaciones tanto para la ciencia antropolgica, como para el quehacer profesional y
sobre las responsabilidades para con quienes trabajamos e investigamos desde nuestra
disciplina.
El debate tico en la antropologa
El debate sobre la tica en la antropologa ha transitado por diversos senderos desde el
origen mismo de la antropologa por ser una disciplina dedicada al estudio de las culturas
de diferentes pueblos, comunidades y sectores sociales. Esta caracterstica de estudios sobre
y con culturas diferentes a la nuestra nos ha colocado siempre en un escenario en donde el
contacto, las influencias e impactos de nuestro quehacer cientfico nos obligan a considerar
nuestras responsabilidades con los diferentes actores involucrados en nuestro trabajo: las
comunidades en donde realizamos nuestras pesquisas, la comunidad cientfica, los
integrantes de los equipos de investigacin, con la formacin de antroplogos, con nuestras
instituciones de origen, con el pblico receptor de nuestros resultados y cada vez ms
frecuentemente frente a los financiadores y contratantes de nuestro trabajo. Ahora bien, el
debate tico ha discurrido por diferentes caminos, uno es el que se encuentra permeado por
la visin filosfica, que ha tenido sus referentes en la filosofa de la praxis de Kant y la
tica del discurso de Karl-Otto Apel y/o la tica de la liberacin de Enrique Dussel, en
donde se ha debatido la importancia de la construccin de una tica universal frente a los
retos que enfrentamos, en tanto que no son solamente disciplinarios, sino que tienen que ver
con procesos mundiales amplios (Dussel 1994).
Un segundo mbito de reflexin tiene races ontolgicas, en donde se han
confrontado perspectivas universalistas y particularistas que por largo tiempo han tenido
lugar en el discurso de la antropologa. En este camino autores como Esteban Krotz (1993)
han puesto en la mesa de debate la forma en que se construyen las interpretaciones
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antropolgicas, pues si bien reconocemos la existencia de las propiedades intrnsecas del
proceso de produccin del conocimiento antropolgico, seala que no podemos obviar la
importancia de considerar seriamente el carcter tico de la vigilancia epistemolgica.
Adems reconoce la imposibilidad prctica de reglamentar legalmente todos los aspectos
vinculados con la realizacin de las investigaciones, con la vida de y en las instituciones,
puesto que esto ocasionara que en lugar de avanzar por el sendero de una ciencia
responsable cientfica y socialmente, asfixiara la creatividad y la iniciativa de los
investigadores. Sin embargo, es necesario contar con una vigilancia epistemolgica de
todos los pasos constitutivos de un estudio, por ejemplo, acertadamente seala que es muy
remota la posibilidad de que podamos verificar los datos obtenidos por los investigadores
en sus largas estancias de trabajo de campo, pues los resultados de investigacin siempre se
realizan a partir de la presentacin de los materiales finales, es decir, no podemos verificar
el origen de los mismos o las formas en que se construyen los datos. Asimismo, nos
recuerda que en toda traduccin antropolgica siempre se refleja la personalidad y ciertos
intereses del traductor, lo cual no significa una falta de objetividad, sino una jerarquizacin
de los mismos; aun as, siempre se deben respetar los criterios de cientificidad "entre ellos
deberan estar la presentacin de los materiales empricos de tal forma que los colegas
tengan la posibilidad de evaluarlos y no solamente contar con los razonamientos que se
elaboran a partir de ellos". A la vez, es necesario tener clara la relacin de los diversos
condicionantes de una investigacin concreta, ya que stos son parte constitutiva de la
misma y no elementos que le son exteriores. Es indispensable que la organizacin de los
resultados de una investigacin se presente de tal modo que al menos para los lectores
especializados les sea posible la reconstruccin de sus pasos decisivos. Lo mismo podemos
sealar sobre la importancia de que exista por parte de los investigadores una aceptacin y
una estimulacin de la confrontacin y el debate en torno de los trabajos propios, situacin
que incluye tanto la disposicin para exponer y corregir los enunciados de uno mismo y de
su grupo, como para revisar estudios de otros, as como el fomento del espritu crtico en
los centros de formacin de antroplogos y en todo tipo de foros acadmicos y
profesionales (Krotz 1993, 221-222). Si bien en el artculo de Krotz se sintetizan las
principales discusiones sobre la tica en la antropologa me parece que vale la pena
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detenerse en cada una para dar cuenta de los debates y los retos existentes; en este sentido
continuar con el listado de temas relevantes.
Una tercera dimensin vinculada con la anterior, pero que se ha debatido como
una esfera diferenciada y sobre la que se ha hecho gran nfasis, alude a la construccin de
los datos antropolgicos recogidos en el contexto del trabajo en el campo. Sobre esto se han
realizado reflexiones desde diversas perspectivas que van desde la forma en que se levanta
la informacin, el consentimiento informado, el anonimato y la transparencia con que se
expresa el objetivo de las investigaciones a realizar, hasta la forma en que a partir de los
datos se construye la imagen del otro, de una cultura y/o un fenmeno social. Recordemos
por ejemplo, los lgidos debates generados frente al uso de nociones o ms sencillamente
de ttulos sensacionalistas para describir a los yanomami de Venezuela como pueblo
fiero, en donde el xito de librera levant un estigma sobre este pueblo amaznico
(Ramos 2004); lo mismo se ha denunciado sobre el sensacionalismo subyacente en los
relatos que sobre los huicholes, Wixricas, que se han realizado en diferentes trabajos
antropolgicos (Wiegand y Fikes 2004).
No se trata de una cuestin menor en virtud de que los datos de trabajo de campo
son la fuente primordial de nuestras investigaciones, y aunque partimos de principios
bsicos aceptados como colectividad "tales como guardar el anonimato de los actores o
informantes, previendo posibles consecuencias negativas sobre ellos o su comunidad como
resultado de nuestras investigaciones", no siempre son respetados, tal es el caso del
anonimato que no solamente es un principio de sentido comn, sino que debe ser pactado
en cada investigacin. Por otra parte, no se trata de un principio unvoco, pues, tal como lo
seal en un trabajo previo en donde retom las reflexiones de Ana Bella Prez Castro, que
nos alertaba acerca de algunos casos en donde los antroplogos sin consultar a los
investigados, los mantienen en el anonimato, es decir, se les menciona marginalmente en el
relato antropolgico a travs de la seccin de reconocimientos con un vago agradecimiento
a la comunidad "por haberlos aceptado en su entorno y en sus vidas, por la informacin
y la convivencia compartida", frente a pginas enteras de agradecimientos con nombre y
apellido a los financiadores de su investigacin, a los colegas que haban ledo o asesorado
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su trabajo, etctera. En este sentido Prez Castro se preguntaba si esta forma de actuar era
una conducta tica, o simplemente nos constituimos como saqueadores de la palabra.1
Otra arista de este tema se vincula con la forma en que se recopilan y presentan los
datos en algunas investigaciones, pues en ocasiones los antroplogos no expresan
claramente a las comunidades estudiadas cules son sus objetivos, los fines de su
investigacin y en consecuencia no existe un reintegro de la informacin recopilada. Se ha
sealado que en ocasiones esta falta de claridad sobre los motivos de la investigacin se
debe al temor de los investigadores a ser rechazados, o porque la complejidad del tema
hace necesario el observar y documentar determinados procesos en su expresin natural.
Carlos Garma (2003) ha cuestionado la actitud tica de algunos estudiosos de las
comunidades religiosas que en lugar de negociar su presencia en ellas, preferan hacerse
pasar como nuevos feligreses, como nuevos conversos, lo que de acuerdo con Garma,
adems de ser una prctica falta de tica, tampoco garantiza el acceso a informacin
cualitativa significativa, pues por el contrario, se podra acceder a datos significativos si nos
presentamos como lo que somos: investigadores interesados en una temtica, por lo que
debemos transparentar nuestros intereses y necesidades de informacin.
Una cuarta fuente de reflexin proviene de la prctica antropolgica, en este caso
me refiero a la antropologa aplicada y al uso de los conocimientos antropolgicos, que
tiene una larga historia en y sobre la academia norteamericana (Jorgensen 1980a y 1980b;
NACLA 1980; Fluehr-Lobban 2011). Por su parte, el debate mexicano se ha centrado en la
distincin entre la antropologa prctica frente a la terica, de tal forma que el debate tico
sobre la praxis antropolgica va emparejada, de acuerdo con Luis Vzquez (2006), al
momento en que termina el maridaje de la antropologa con el Estado, es decir, cuando el
trabajo antropolgico deja de ser una profesin de Estado y se inicia un fuerte proceso de
academizacin, lo que se expres en la apertura de licenciaturas y posgrados en distintas
instituciones del pas, as como la creacin de centros de investigacin.
A diferencia de la etapa acadmica, la fase ms reciente del desarrollo de la
prctica antropolgica parece inclinarse cada vez ms a las demandas del mercado.
"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""1"Vase"Valladares"y"Escamilla"(2005)."Este"artculo"puede"consultarse"en"el"Dossier"sobre"tica"y"Antropologa"que"prepar"el"CEAS"y"est"disponible"en"la"siguiente"direccin:"http://www.campusleon.ugto.mx/pdf/Dossier%20Etica.pdf."""
Cristopher Martin
Cristopher Martin
Cristopher Martin
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Estamos frente a una discusin que tiene por lo menos dos dimensiones. La primera tiene
que ver con la polmica no resuelta sobre la falsa distincin entre antropologas tericas y
aplicadas, la cual ha estado colmada de mutuas descalificaciones. Los antroplogos
involucrados en proyectos de desarrollo, de defensa de derechos, en consultoras, etctera,
frecuentemente expresan agudas crticas "aunque no siempre fundamentadas" sobre la
falta de compromiso y/o vnculo de los tericos con los graves problemas de las realidades
que investigan, incluso cuestionan su conocimiento en virtud de su alejamiento del trabajo
de campo, de tal forma que sealan que para los acadmicos la tica es slo una referencia
o un tema que no toca a la puerta de sus cubculos universitarios. Por su parte, para algunos
acadmicos la antropologa prctica no es cientfica, se trata solamente de poner en marcha
programas sin una reflexin epistemolgica que pueda ser digna de discutirse, pues no
existen reportes y/o publicaciones acadmicas generadas por los antroplogos prcticos que
permitan emprender un debate entre ambas antropologas. Considero que se trata de una
discusin estril, en el sentido de que el quehacer antropolgico requiere,
independientemente de donde se realice (en el cubculo, en organizaciones o en pueblos),
una base terica slida y una responsabilidad tica con su quehacer. Lo mismo puedo decir
de aquellos colegas que descalifican el compromiso de los antroplogos con sus temas de
estudio, pues la cientificidad no debiera estar divorciada de la sensibilidad y el inters por
disminuir o frenar las injusticias y las inequidades existentes en las sociedades que
estudiamos.
Una quinta expresin del debate tico, ha estado envuelta en una axiologa que,
basada en el por qu y para qu del quehacer de la antropologa, ha puesto en tela de juicio
la asepsia de la investigacin, es decir, sobre la neutralidad de las investigaciones tericas
de la antropologa; este fue un debate que a finales de los aos setenta y ochenta del siglo
XX tuvo un importante protagonismo en los procesos de descolonizacin de Asia y frica,
enmarcados en las crticas marxistas al capitalismo reinante. En aquellos aos los
antroplogos latinoamericanos debatieron sobre la importancia de que los estudios
antropolgicos sirvieran a causas justas de liberacin y expresaban un compromiso con los
movimientos indgenas que se gestaban en los aos ochenta, vase por ejemplo los
contenidos de las Declaracin de Barbados I y II. Por este sendero otra seccin del gremio
se posicionaba sealando la importancia de cambiar la estructura de dominacin y
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explotacin existente, dicho posicionamiento qued expresado en la llamada Declaracin
de CLALI, (Consejo Latinoamericano de Apoyo a las Luchas Indgenas) signada en el ao
de 1980. Sin embargo, no se trata solamente de la existencia de dos posiciones polticas y
tericas enfrentadas, pues un tercer sector de acadmicos ha defendido la pertinencia de
tener siempre una sana distancia frente al sujeto investigado, y sugieren que la participacin
comprometida con problemticas sociales y polticas pone en riesgo la objetividad, la
imparcialidad y por tanto la cientificidad de sus posiciones analticas (Valladares 2005).
Las dos primeras posturas se han mantenido a lo largo de las siguientes dcadas; sobre este
aspecto se ha referido recientemente Mercedes Oliveira (comunicacin personal), al sealar
que el compromiso asumido por muchos antroplogos contra la subordinacin, la exclusin
y la explotacin se ha mantenido de diversas formas, ya sea que a travs de sus estudios
denuncien las inequidades o bien participando como asesores o actores comprometidos con
los procesos de lucha de los pueblos, organizaciones o comunidades con los que trabaja. La
diferencia la encuentra en que ese compromiso se expresa de otra manera, pues para los
antroplogos contemporneos es relevante expresar su lugar de enunciacin, es decir,
sealar claramente desde dnde se analiza y se escribe un proceso o fenmeno, de tal suerte
que en el locus de la enunciacin se revela su compromiso con las problemticas que viven
las personas con quienes se investiga. Esta posicin terica-poltica se ha cristalizado en la
construccin de nuevas metodologas como las dialgicas, las comprometidas, las
denominadas epistemologas desde el sur, o los acercamientos feministas, el enfoque de los
derechos humanos, entre los ms relevantes.
Una sexta preocupacin tica est vinculada con la relacin investigadores-
profesores y estudiantes, tanto en la conformacin de los equipos de investigacin, como
sobre la forma en que se expresan u omiten los derechos, deberes y responsabilidades de
cada integrante del equipo. En este rumbo tenemos tambin discusiones acerca de los
ritmos y la produccin acadmica de los investigadores que no puede desvincularse de las
exigencias que enfrentamos en los marcos institucionales de evaluacin, compensacin y
reconocimiento acadmico, tales son los casos del ingreso y la permanencia en el Sistema
Nacional de Investigadores (SNI) y en los sistemas de evaluacin y estmulos
institucionales. Condicionamientos similares provienen de ciertas directrices
suprainstitucionales, y estos modelos cuantitativos o evaluativos han construido un
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escenario en donde algunos acadmicos estn inmersos en una vorgine de publicar y
publicar pensando en los ritmos y escalas evaluativas. Lo mismo ocurre con las cargas de
trabajo que los investigadores asumen al aceptar un nmero desproporcionado de
estudiantes dirigidos, prefiriendo los de posgrado porque son los dadores de puntos, lo que
en muchos casos ha demeritado en la atencin y seguimiento de sus asesorados. Ms de uno
conocer casos de estudiantes que estn peregrinando en diversas universidades, institutos y
centros de investigacin en busca de asesoras porque sus directores no los pueden atender
por sus sobrecargas de trabajo. Desde aqu es que nos preguntamos: es tico tener ocho o
hasta diez asesorados de posgrado? cuando humanamente no es posible apoyarlos y
dirigirlos adecuadamente si consideramos que la direccin de tesis es una tarea que se suma
a las cotidianas de dar cursos, hacer investigacin de campo, asistir a congresos y
seminarios, escribir artculos, y en algunos casos fungir como consultores o asesores, o
tener la responsabilidad de un cargo acadmico-administrativo.
Otro punto de tensin vinculado con los equipos de investigacin es el relativo a
las relaciones, responsabilidades y acuerdos no siempre claros y transparentes entre los
integrantes de dichos grupos, pues tambin en varias ocasiones hemos conocido casos en
donde los asistentes o alumnos que participan en un proyecto colectivo se han sentido
plagiados, ya que los investigadores o coordinadores no les dan al crdito al retomar los
datos que aquellos recopilan en el campo o que plasman en sus informes. Pero no
solamente esta tensin se expresa de parte de los ayudantes y/o estudiantes, tambin
algunos investigadores han externado las mismas quejas, de tal forma que es imperioso que
en cada proyecto de investigacin, en cada contrato, se seale claramente cules son las
responsabilidades de cada integrante, qu tipo de informacin podrn publicar, si podrn o
no escribir sus tesis, artculos o presentar ponencias; tambin sera correcto dar los crditos
por su labor a cada miembro del proyecto, lo que seguramente evitara suspicacias y malos
entendidos.
Un ltimo campo al que deseo referirme es el relacionado con la produccin
antropolgica y la praxis profesional para el mercado, es decir, sobre el quehacer de la
antropologa en tiempos neoliberales, para lo cual presento el siguiente apartado.
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tica, globalizacin, mercado y responsabilidad social
Inicio algunas reflexiones sobre la importancia que tiene la tica en la investigacin
antropolgica de cara a los retos que estamos enfrentando y que seguramente sern la
tnica en los aos venideros. El primero tiene que ver con los enormes procesos de
desigualdad social, econmica y poltica que tienen sus mayores efectos en nuestras
economas emergentes y el resto del mundo en desarrollo, especialmente en los sectores
con quienes trabajamos y con quienes realizamos investigaciones. Sin duda, el lado oscuro
del discurso del elogio de la diversidad, la multiculturalidad, la consulta, el consentimiento
previo libre e informado, la rendicin de cuentas, las invasiones a territorios indgenas y las
nuevas formas de expropiacin conforman los actuales procesos de exclusin en esta era
neoliberal, en la cual las inequidades por condiciones de gnero, clase y etnia continan
siendo el signo fundamental. Es esta situacin la que nos convoca como gremio a
emprender una reflexin disciplinaria sobre lo que ocurre en nuestras comunidades de
estudio, en nuestros pases y su rol en el contexto internacional, es decir, sobre el vnculo
entre procesos macro y micro sociales y sobre nuestros compromisos ticos frente a estas
realidades.
Con este marco deseo poner en la mesa de discusin lo que considero como la
prdida del papel que tena la tica en la comunidad antropolgica, pues hasta hace poco
ms de una dcada la reflexin tica tena como ejes referenciales a las asociaciones y
colegios de antroplogos, aunque como ya decamos, sin ningn resultado concreto, es
decir, sin cdigos o comisiones que den seguimiento, investiguen o den su opinin sobre
probables acciones o prcticas poco ticas.
Me parece que hoy en da tenemos zonas nebulosas. Las buenas prcticas estn
asociadas actualmente con el consentimiento informado por parte de los sectores o pueblos
con los que realizamos investigaciones, esto de acuerdo a los parmetros emanados por
organismos y fundaciones internaciones como el Banco Mundial o las Naciones Unidas y
las fundaciones internacionales, entre otras. Y si bien esto ha sido un avance muy
importante, pues tienen la intencin de respetar los derechos e intereses de pueblos y
comunidades en donde se ponen en marcha proyectos y programas, tambin el
consentimiento ha tendido a legitimar intervenciones, protegiendo en mayor medida a los
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patrocinadores de los proyectos y programas, salvaguardando o disminuyendo las
posibilidades de crisis, quejas o acusaciones diversas que pudieran afectarlos. Es decir, en
ocasiones se busca mayormente salvaguardar los derechos e intereses de los patrocinadores
que los intereses de los pueblos involucrados, por tanto, se subordina en igual medida la
construccin de interpretaciones antropolgicas de los fenmenos sociales que
investigamos.
Este principio del consentimiento informado tiene varias aristas no muy bien
delimitadas. Por ejemplo, en el caso de los pueblos indgenas tenemos principios de
comportamiento tico que son promovidos por las agencias supranacionales como Naciones
Unidas o el Banco Mundial, vinculadas con la doctrina del respeto a los derechos de las
minoras y pueblos indgenas del planeta, que si bien se crearon poniendo el acento
normativo partiendo de reconocer los procesos de subordinacin y expoliacin existentes,
tambin han legitimado nuevas intervenciones y nuevas formas de integracin al mercado
global. Como muestra de esta afirmacin tenemos hechos tales como que los territorios
indgenas se han convertido en reservas de la bisfera, en bancos de germoplasma o en
reservas energticas. En este contexto, en muchas ocasiones somos testigos mudos de las
nuevas amenazas que viven los pueblos indgenas asentados en espacios territoriales ricos
en recursos minerales, que estn siendo disputados y codiciados por empresas nacionales e
internacionales, as como por los gobiernos locales y el federal (Gmez 2011). Los casos
ms recientes son los relacionados con la concesin a diversas empresas nacionales y
extranjeras para la explotacin minera (Boege 2012).2 Ante estas circunstancias me
pregunto: bastar la consulta previa, libre e informada? Creo que no.
Siguiendo esta lnea tenemos el caso del Banco Mundial, que tiene directrices
como la 4:20 sobre pueblos indgenas (creada en 1991), la cual condiciona el arribo de
crditos para megaproyectos a la consulta previa libre e informada, pero hasta ahora no es
claro si lo que busca es proteger a los pueblos y sus territorios de los posibles efectos
negativos de los proyectos, o proteger los intereses de sta y otras corporaciones de
posibles demandas y denuncias ominosas como las relacionadas con etnocidios y
desplazamientos forzosos, como ha ocurrido en vastas regiones del planeta "tales son los
casos de los pueblos y comunidades desplazados por la construccin de presas
"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""2"Vase"Boege"(2012)."La"ponencia"puede"consultarse"en:"http://www.grandesproblemas.org.mx.""
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hidroelctricas en Mxico (Bartolom y Barabs 1990; Robinson 1992; Prez 1992; Rangel
1999).
Como muestra veamos algunos de los contenidos de la directriz operacional 4:20,
misma que fue actualizada y substituida por la 4:10 que seala que se debern:
a) Evitar efectos potencialmente adversos en las comunidades de pueblos
indgenas; o
b) Si fueren inevitables, minimizar, mitigar o compensar a las comunidades por
tales efectos.
Las directrices operacionales tambin estn diseadas para asegurar que los
pueblos indgenas sean acreedores de beneficios sociales y econmicos culturalmente
adecuados e incluyentes en lo relativo al gnero y al rango de edades. Existen tambin
diversas directrices cuyo objetivo es prevenir y/o mitigar cualquier dao a los habitantes y
al medio ambiente a lo largo del proceso de desarrollo. As, partiendo de la nocin de
efectividad y del impacto del desarrollo ocasionado por la puesta en marcha de los
proyectos y programas patrocinados por el Banco Mundial, se ha construido una plataforma
para la participacin de los interesados en el diseo de los programas y ciertamente ha sido
un instrumento importante para involucrar a las poblaciones locales. Entre las polticas de
salvaguarda estn las siguientes: Evaluacin Forestal (OP 4.01), Hbitats Naturales (OP
4.04), Bosques (OP 4.36), Control de Plagas (OP 4.09), Seguridad de Presas (OP 4.37),
Recursos Culturales Fsicos (OP 4.11), Reasentamiento Involuntario (OP 4.12), Pueblos
Indgenas (OP 4.10), Vas Fluviales Internacionales (OP 7.50) y reas en Disputa (OP 7.60).3
En el caso mexicano se ha debatido sobre la conveniencia de emitir un instrumento
especfico de defensa de los derechos de los pueblos indgenas, que ha tomado la forma de
una iniciativa de Ley Federal de Consulta a los pueblos indgenas; sin embargo, an est
pendiente su aprobacin. Lo que nos seala esta larga demora, es que para el pleno del
Congreso dicha ley no es una de sus prioridades. Como podemos constatar, hemos pasado
de un abordaje sobre los derechos de los pueblos y comunidades a sus territorios, y por
tanto, el derecho a decidir sobre sus formas de organizacin y sobre los usos de sus
entornos, a uno que se acota a evaluar impactos de la intervencin gubernamental a travs
"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""3"Para"consultar"informacin"detallada"sobre"las"directrices"se"puede"ingresar"a"la"siguiente"direccin:"http://www.worldbank.org/safeguards.""
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de emprender sendos procesos de consulta, cuyos resultados, por cierto, no siempre son
vinculatorios. No est de ms sealar que en estas acciones de consulta participan algunos
antroplogos, a veces como parte de los equipos del Banco Mundial o de instituciones
gubernamentales, y en otros como parte de los equipos de asesores o integrantes de las
organizaciones que se oponen a la intromisin y usos de los recursos de los pueblos
indgenas con fines comerciales y/o del denominado desarrollo. Frente a la diversidad de
situaciones y actividades en las que estn laborando los antroplogos nos preguntamos
cul es el lado justo, el lado digno? o la participacin de uno u otro lado de un problema
depende de una tica individual? podemos afirmar que cada uno acta de acuerdo a su
conciencia? Evidentemente yo no tengo la respuesta, pero ciertamente es un mbito
problemtico que no podemos eludir, as como no podemos caer en un relativismo tal de
hablar de mltiples ticas de acuerdo a cada individuo y su conciencia (Vzquez 2006 y
2004).
Estrechamente relacionado con lo anterior, me parece que uno de los cambios
significativos en el campo de la reflexin tica es que hemos pasado de discusiones
endogmicas, sin resolver la forma de abordar los problemas de la responsabilidad de la
antropologa y las prcticas no ticas en nuestro pas, a sumarnos a principios globales, lo
cual no es negativo, sin embargo, esto ha ocurrido en desmedro de las discusiones
nacionales. En el caso de nuestro pas, esto nos ha llevado a que exista un bajo perfil en las
discusiones de temas concomitantes a la tica, como son las que seal en la primera parte
de este captulo, de tal forma que la produccin acadmica est siendo subordinada a los
ritmos de los esquemas de evaluacin institucionales que hoy en da existen, as como a la
aceptacin de contratos de consultora o investigacin subordinados a la aprobacin de
comits evaluadores. Es igualmente preocupante que en la mayora de los contratos de
consultora o de servicios profesionales se estn firmando acuerdos relativos al secreto y
confidencialidad de la informacin y los productos generados en los proyectos, sin que se
tenga entonces la posibilidad de conocer y evaluar los impactos de los usos del
conocimiento antropolgico y la validez cientfica de los mismos.
El otro lado de la moneda es analizar los constreimientos que dichas
reglamentaciones ponen a los investigadores en los proyectos de investigacin que plantean
realizar y que deben ser evaluados por los comits de las fundaciones y/o instituciones que
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otorgan recursos para su desarrollo, y/o el aval para solicitar recursos o ganar
convocatorias. Los procesos de evaluacin tienen dos dimensiones, la primera relacionada
con las evaluaciones de los proyectos acadmicos por comits de pares acadmicos, y la
segunda con la ausencia de controles y normas mnimas para el quehacer profesional fuera
de las instituciones acadmicas; a cada uno de estos mbitos me quiero referir ahora. En
cuanto al primero, tenemos que desde hace por lo menos una dcada la Academia
Mexicana de la Ciencia se ha discutido la necesidad de crear un Cdigo de la Investigacin
Cientfica, pensando en que sea un parmetro para todas las ciencias que se cultivan en el
pas (Aluja y Birke 2003). Sin embargo, an est en discusin y esperamos conocer su
propuesta en un corto plazo.
En cuanto al trabajo profesional antropolgico fuera de la academia, sabemos que
hoy por hoy, es un nicho laboral en donde va a parar la mayor parte de nuestros egresados,
llmese consultoras, organizaciones no gubernamentales, fundaciones, organismos y
dependencias gubernamentales, entre los ms relevantes, pero no existe un referente tico
mnimo al cual apelar, por lo que sera deseable que fuera el Colegio de Etnlogos y
Antroplogos Sociales AC (CEAS) quien tuviera un rol fundamental como gua, difusor y
defensor de los principios que deben guiar el ejercicio profesional (Salmern et al. 2006).
Este es un asunto de reflexin importante, pues a diferencia del trabajo independiente, el
trabajo acadmico realizado en universidades y centros de investigacin existe inicialmente
en un espacio de proteccin institucional a nuestras actividades. Se han creado redes
internacionales y/o grupos de investigacin entre antroplogos mexicanos y extranjeros que
debaten nuevos paradigmas y metodologas dialgicas, comprometidas, descoloniales,
como la construccin de las llamadas epistemologas desde el Sur, etctera, que son en s
mismas posturas tico-polticas, aunque hay otras dimensiones en la vida acadmica que
deben ser discutidas abiertamente.
Finalmente podra afirmar que las discusiones sobre la tica y la responsabilidad
social son espejos de situaciones muy particulares, que en buena medida reproducen la
trayectoria de nuestra disciplina: las antropologas metropolitanas son estudiosas del
mundo, mientras que nosotros somos en general estudiosos de nuestros contextos
nacionales, de all que los debates sobre el qu investigar, en dnde, con quines y el para
qu, as como los lmites y oportunidades de la investigacin aluden inicialmente a nuestro
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objeto de investigacin: nuestras naciones, nuestra diversidad. Aun as, me parece que
requerimos ampliar el debate a las distintas dimensiones del quehacer profesional, as como
a los contextos macro de las fundaciones, instituciones y empresas supranacionales que
estn incidiendo en nuestro quehacer profesional.
Los cdigos de tica en antropologa
Si partimos de considerar a los cdigos de tica como una expresin de las preocupaciones
tericas, sociales y profesionales de nuestra disciplina, podemos constatar el contraste entre
los debates ticos al interior de la academia mexicana frente a los emprendidos por las
asociaciones de antroplogos ms importantes del orbe como la Asociacin Americana de
Antropologa (AAA), cuyo cdigo de tica ha servido de modelo para la elaboracin de los
cdigos de diferentes pases.4 Baste reiterar que en Mxico ni el CEAS, ni el Colegio
Mexicano de Antroplogos (CMA) tienen un cdigo de tica. Por su parte el CEAS discute
una propuesta de cdigo desde hace varios aos. El nico referente en esta materia es la
Declaracin de Principios del CMA, que data de la dcada de los ochenta. Entre los
principios de la declaracin est la defensa de la libre decisin de los antroplogos para
abordar los temas y con los enfoques que cada acadmico considere pertinentes. Y
ciertamente no entenderamos esta discusin si no aludimos al contexto en que se elabor,
recordemos que en esa dcada fue el momento en que la antropologa mexicana ampli sus
campos de investigacin a nuevos temas y sujetos de estudio, pues hasta entonces las
investigaciones antropolgicas estaban acotadas prioritariamente al tema indgena. La otra
arista es la situacin que enfrentaban los investigadores del Instituto Nacional de
Antropologa e Historia (INAH), en su gran mayora integrantes del CMA, que adems de
defender la pertinencia de estudiar nuevos campos problemticos, estaban reivindicando
sus posiciones polticas-crticas.
Esta particularidad de defender nuestros campos de trabajo es compartida por las
antropologas de Sudamrica, lo que ha quedado plasmado claramente en los cdigos de
tica de Brasil y de Chile, pues adems de sealar los principios axiolgicos que deben
guiar la prctica profesional, se habla de derechos, una cuestin interesante pues se da
"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""4"La"ltima"versin"del"cdigo"de"tica"de"la"AAA"fue"aprobada"en"el"ao"de"1998."
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cuenta de las condiciones de la investigacin que prevalecen en nuestros Estados (vase
cuadro nm. 1). En este sentido llama la atencin que estos cdigos incorporen la
dimensin de los derechos en un instrumento que debiera referirse a la ontologa y
axiologa de nuestra disciplina. Cuadro Nmero 1
Cdigos ticos de la Asociacin Brasilea de Antropologa (ABA) y el Colegio de Antroplogos de Chile.
Cdigo de tica de la Asociacin Brasilea de Antropologa (ABA)
Colegio de Antroplogos de Chile Fragmento de la Propuesta de Cdigo
Constituyen derechos de los antroplogos, como investigadores: 1. El derecho al pleno ejercicio de la investigacin, libre de cualquier tipo de censura respecto al tema, a la metodologa y al objeto de investigacin. 2. El derecho de acceso a las poblaciones y a las fuentes con las que el investigador requiere trabajar. 3. El derecho a preservar informaciones confidenciales. 4. El reconocimiento del derecho de autor, aun cuando el trabajo constituya un encargo de organismos pblicos o privados, y proteccin contra la utilizacin sin la debida cita. 5. El derecho de autor implica el derecho de publicacin y divulgacin del resultado de su trabajo. 6. Los derechos de los antroplogos deben estar subordinados a los derechos de las poblaciones objeto de investigacin y tienen como contrapartida las responsabilidades inherentes al ejercicio de la actividad cientfica. Constituyen derechos de las poblaciones objeto de investigacin, y sern respetados por los antroplogos: 1. El derecho a ser informados sobre la naturaleza de la investigacin. 2. El derecho a rehusarse a participar en una investigacin. 3. El derecho de preservacin de su intimidad, de acuerdo a sus patrones culturales. 4. La garanta de que la colaboracin prestada al investigador no sea utilizada con el objetivo de perjudicar al grupo investigado. 5. El derecho de acceso a los resultados de la investigacin. 6. El derecho de autor de las poblaciones sobre su propia produccin cultura. Constituyen responsabilidades de los antroplogos:
Los Principios de Responsabilidad se expresan tanto en Derechos de los/as antroplogos/as como en Deberes de los/as mismos/as. Son derechos: 1. El derecho al pleno ejercicio de la investigacin, libre de censura respecto del tema y el objeto de investigacin, salvo las que deriven de los lmites ticos del ejercicio profesional. 2. El derecho de acceso a poblaciones y fuentes de informacin con las que el investigador requiere trabajar. 3. El derecho a preservar informaciones confidenciales. 4. El reconocimiento del derecho de autor, aun cuando el trabajo constituya un encargo de organismos pblicos o privados, y proteccin contra la utilizacin sin la debida cita. 5. El derecho de autor implica el derecho de publicacin y divulgacin del resultado de su trabajo. 6. Los derechos de los antroplogos deben estar subordinados a los derechos de las poblaciones objeto de investigacin y tienen como contrapartida las responsabilidades inherentes al ejercicio de la actividad cientfica. Son Deberes especficos: I. De los asociados como investigadores. 1. Deberes hacia las personas, las comunidades y su patrimonio cultural. 2. Deberes hacia sus colegas u otros investigadores de su rea de inters. 3. Deberes hacia sus colaboradores en una investigacin. 4. Deberes hacia los patrocinantes de sus investigaciones. 5. Deberes en la publicacin de los resultados de sus investigaciones. II. De los asociados como docentes. 6. Deberes hacia los colegas pertenecientes a su profesin u otra disciplina. 7. Deberes hacia sus alumnos, colaboradores en la
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1. Ofrecer informaciones objetivas sobre sus calificaciones profesionales y la de sus colegas, siempre que fuera necesario para el trabajo a ser desempeado. 2. En la elaboracin del trabajo, no omitir informaciones relevantes, a no ser en los casos previstos previamente. 3. Realizar el trabajo dentro de los cnones de la objetividad y el rigor inherentes a la prctica cientfica.
docencia. 8. Deberes hacia las instituciones acadmicas o de investigacin. III. De los asociados como integrantes de instancias de aplicacin de saber antropolgico. 9. Deberes en el diseo y ejecucin de proyectos o programas. 10. Deber de explicitar sus roles de acuerdo a su disciplina y competencias acreditadas. 11. Deber de resguardar los efectos de la aplicacin de sus saberes. IV. De los asociados como defensores de derechos civiles (humanos). 12. Deberes hacia las causas que defiende. 13. Deberes hacia los involucrados en sus causas. 14. Deberes como informador de atropellos a los derechos civiles.
Fuente: Asociacin Brasilea de Antropologa (2012); Colegio de Antroplogos de Chile (2003).
Ahora bien, a diferencia de las discusiones latinoamericanas, en el caso de la
trayectoria de la antropologa norteamericana, siguiendo las reflexiones de Carolyn Fluehr-
Lobban (2011), afirma que el cdigo de tica AAA (1998) fue uno de los ltimos en adoptar
la mxima de los cdigos de tica profesional, que consiste en la admonicin de no
hacer dao. Plantea que recientemente se ha realizado un avance significativo al haber
incorporado una visin proactiva de la tica, que responde en buena medida al hecho de que
no se podra concebir al comportamiento tico, sin procurar hacer algo bueno para las
personas con las que se realizan las pesquisas antropolgicas. De acuerdo con la autora,
esto representa un paso importante hacia un cambio de conciencia tica en los mtodos de
investigacin, pues en lugar de tener una postura defensiva, se decidi sustituirla por un
paradigma de investigacin cuyos resultados podran dar lugar a hacer algo bueno para las
personas estudiadas desde la antropologa, lo que podra significar un cambio positivo para
la disciplina y los estudiados. Esta postura reconoce que los antroplogos son responsables
ante una profesin que asume un punto de vista tico, con un gran potencial para hacer
acciones positivas y nos da varios ejemplos de ello. Este argumento es interesante en tanto
se concibe como novedoso, pero como hemos comentado, este debate tiene ya varias
dcadas en la antropologa latinoamericana; de cualquier manera, veamos cules seran de
acuerdo a Fluehr-Lobban algunos ejemplos de esta nueva tica proactiva promovida por la
AAA:
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a) Los antroplogos podran actuar como intermediarios entre la gente
relativamente sin poder "que son los que con ms frecuencia estudiamos" y los
organismos de gran alcance y efecto que impulsan las polticas que ataen el bienestar de
las poblaciones. Teniendo esto en consideracin la nueva versin del cdigo afirma que los
antroplogos podran trabajar como constructores de redes y proveedores de informacin
que permitan vincular a las personas con las agencias, universidades y otras instituciones
del lado de los intereses de la poblacin investigada. Tambin podran trabajar como
proveedores de capacidades, ofreciendo servicios lingsticos y de traduccin como parte
de una reciprocidad por la informacin recibida. En este camino, se afirma que se podran
ofrecer cursos de idiomas, especialmente ingls. Asimismo:
b) Los antroplogos podran planificar y ejecutar la investigacin con los
estudiados, de tal forma que todo investigador debera empezar por preguntarles qu
proyecto(s) o qu tipo de investigacin le interesa a la comunidad o grupo social, y cmo el
antroplogo puede ayudar a la comunidad en el largo plazo. Incluso se plantea que las
relaciones con la gente investigada podran establecerse bajo nuevos parmetros, como
podra ser el de colaboradores de la investigacin.
c) En este mismo rumbo, el cdigo plantea que los antroplogos podran publicar
los resultados de investigacin conjuntamente con los estudiantes y miembros de la
comunidad que formaron parte del estudio.
Los dos ltimos puntos entraran en el rubro de las investigaciones dialgicas y
colaborativas que ya emprenden diversos colegas, como por ejemplo, las propuestas de
Leyva y Speed (2008), Leyva y Bez (s. a.), entre otros.
Retomando las reflexiones de Fluehr-Lobban (2011), me interesa rescatar su
propuesta de construir estrategias de investigacin que tengan como horizonte hacer algo
bueno para los actores o integrantes de las culturas con quienes trabajamos, pues plantea
que esta nueva forma de trabajo colaborativo podra ayudar a resarcir algunos de los
captulos ms tristes del primer siglo de la investigacin antropolgica. Desde su
perspectiva, esta postura podra transformarse en un movimiento que de manera decisiva
llevara a la antropologa ms all de sus races coloniales en Estados Unidos y conformar
as una nueva agenda para la comunidad globalizada en la que el mundo se ha convertido.
Esto no deja de ser llamativo porque afirma la conveniencia de cambiar la naturaleza de las
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relaciones entre los antroplogos/los arquelogos y los investigados. Esto significa que los
antroplogos deberan ceder el control absoluto sobre su investigacin y comprometerse
con la comunidad de investigacin, situacin que de acuerdo con la autora apenas se est
comenzando a desarrollar. Otro escenario posible al que se enfrentan los antroplogos es
tomar la decisin de no participar en ciertas investigaciones, si consideran que stas podran
causar algn tipo de dao a las personas impactadas por las pesquisas.
Ahora bien, si rescatamos los referentes del debate tico a nivel de la antropologa
americana, podemos aludir tanto a los cdigos de las diversas asociaciones de antropologa
norteamericanas, como a los cdigos de la Asociacin Brasilea de Antropologa y la
propuesta de Cdigo del Colegio de Antroplogos de Chile. Contrasta el caso de Mxico, y
es preocupante porque es una disciplina ya centenaria en nuestro territorio. Y preocupa
tambin porque la ausencia de cdigos ticos en los colegios profesionales es compartida
por todas las instituciones formadoras de antroplogos, que suman aproximadamente 24, y
ninguna cuenta con un cdigo de tica, cuando ms existen instancias especficas de
defensa de derechos de los alumnos, estos son los casos de las defensoras de los derechos
de los y las estudiantes en la UNAM y en la UAM. Lo nico que encontramos relativo a la
tica est en algunos de los reglamentos de las prcticas de campo. Son tambin escasas las
escuelas y universidades que tienen en su plan educativo cursos de tica, slo encontramos
un curso especfico sobre Antropologa Aplicada y tica de la Investigacin, que se imparte
en la licenciatura en Antropologa Social de la UAM y otro en la Escuela Nacional de
Antropologa e Historia (ENAH) en donde se aborda el tema en el marco de la materia
Antropologa Aplicada. Pareciera que el nico caso en donde la tica tiene un papel
relevante es en el posgrado en Antropologa Aplicada de la Universidad de Quintana Roo,
aunque no podra ser de otra manera porque se trata de una licenciatura enfocada a la
gestin, es decir, con una vocacin explcitamente aplicada.
El tema es complejo, tiene varias aristas y genera agrios debates que pasan por
discusiones morales y de jerarquas; entre los ms relevantes, en este contexto creo que
sera bueno retomar una propuesta que surgi en el marco de la Red Mexicana de
Instituciones Formadoras de Antroplogos (REDMIFA) y que podra llevarnos a avanzar en
este camino, pues se propuso que el Colegio de Etnlogos y Antroplogos Sociales (CEAS)
siendo el colegio con mayor vitalidad y continuidad en Mxico y que adems es miembro
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de la REDMIFA, debera tener un cdigo que sirviera de referente a todas las escuelas e
instituciones de formacin y ejercicio profesional de antropologa. En este marco el CEAS se
ha planteado construir un declogo mnimo en donde se puedan ver reflejadas las
actividades y principios rectores de nuestro ejercicio profesional. Asimismo, me parece
imperioso que se incorpore a nuestros planes de estudio una materia en donde se discuta la
problemtica de tica en sus diferentes implicaciones, formacin, difusin, investigacin de
campo, antropologa aplicada, el trabajo en fundaciones, instituciones, etctera. Debemos
retomar la discusin al interior de nuestra comunidad, ciertamente en concierto con las
normatividades internacionales, pero privilegiando los intereses de los sectores que
estudiamos y a la ciencia antropolgica.
Finalmente, me gustara concluir sealando que la ausencia de cdigos y
comisiones de tica es compartida en general por casi todas las ciencias, esto no significa
mal de muchos consuelo de tontos, sino por el contrario, da cuenta de la necesidad de
colaborar como comunidad cientfica para construir o plasmar nuestras responsabilidades
ticas en cdigos y reglamentos institucionales. Un punto de partida podra ser retomar los
recuentos de dilemas y preocupaciones que varios antroplogos hemos sealado.
Podramos acercarnos en este camino a lo que han realizado los mdicos, en especfico los
comits de biotica; sin embargo, debemos tomar precauciones, pues en diferentes foros los
investigadores de temas vinculados con la salud se han expresado con preocupacin por el
poder que adquieren los comits de evaluadores, que en ocasiones en lugar de fortalecer la
ciencia, entorpecen o dilatan la puesta en marcha de investigaciones relevantes, cuando no
ocurre que los dictmenes de pares que supondran imparcialidad y honestidad en sus
evaluaciones, son cuestionados pues parecieran beneficiar y castigar a los investigadores
por causas extra acadmicas y por tanto no ticas. No es por lo tanto, la creacin de comits
de tica en la antropologa la mejor solucin para vigilar, evaluar o avalar el trabajo
antropolgico; sin embargo, s veo necesario construir reglamentos en las instituciones
antropolgicas que ayuden a reducir y prevenir malas prcticas acadmicas.
Algunas reflexiones finales
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He pretendido presentar algunos de los temas centrales que involucra la reflexin tica
desde el ejercicio profesional de la antropologa, aunque quedaron pendientes de discutir
algunas aristas. Una que considero de enorme relevancia es la bsqueda de estrategias para
no continuar perdiendo el control sobre lo que investigamos, aqu me estoy refiriendo a la
firma de contratos en donde el secreto y la confidencialidad de los datos construidos le
pertenecen a los financiadores o contratantes de los antroplogos. La propiedad de la
informacin queda estipulada en los contratos, de tal manera que en muchos casos la
informacin, los usos y los resultados de nuestras investigaciones quedan en manos de los
patrocinadores, y esto implica situaciones tales como que el uso de la informacin
recopilada y analizada no pueda ser utilizada por el investigador para presentar una tesis,
escribir artculos, o presentar sus hallazgos en reuniones acadmicas. Pero ms alarmante
an, es el hecho de que se pierda el control sobre los usos de la informacin que
generamos. Sin embargo, estos son los nuevos parmetros y por tanto los nuevos riesgos
del trabajo dependiente de agencias, consultoras, fundaciones y dems patrocinadores, por
lo que nos preguntamos en dnde queda la tica, el compromiso, el principio de procurar
que la informacin obtenida no daar a los pueblos o grupos con quienes se realiz la
investigacin, en dnde queda la discusin sobre los controles y la validacin de la
construccin del conocimiento?
Aqu es donde sito uno de los mayores retos para nuestro quehacer antropolgico,
porque bien que mal, contamos con cdigos consuetudinarios, tenemos acuerdos implcitos
y otros explcitos que se deben cristalizar ya en un cdigo mnimo y consensuado. En este
rumbo hemos conformado sendos equipos de investigacin nacionales e internacionales
cobijados por nuestras instituciones, hemos intentado crear redes basadas en
identificaciones y preocupaciones comunes, podemos con cierta amplitud controlar el
proceso investigativo, el uso de la informacin y los compromisos con las realidades que
estudiamos, aunque ciertamente hay que negociar duro para lograr que se dirijan recursos a
las instituciones de investigacin. A la vez, hemos emprendido nuevos dilogos
colaborativos, como los esfuerzos encabezados por la Red de Antropologas del Mundo
(RAM) y el Consejo Mundial de Asociaciones de Antropologa (WCAA, por sus siglas en
ingls), que tienen como premisa la bsqueda de nuevos equilibrios que estimulen dilogos
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ms horizontales entre el Sur y el Norte.5 Pero tambin enfrentamos nuevos embates: la
crisis del modelo neoliberal, el crecimiento alarmante de la pobreza en una cada que
parece no tener fin a corto plazo, situacin que viven tambin los pases desarrollados. El
escenario en nuestra Amrica es ms acuciante, baste sealar el caso de Mxico que se
encuentra en el nivel 11 en cuanto a las economas del mundo, pero al mismo tiempo tiene
el lugar 66 en cuanto redistribucin del ingreso. En este contexto, de ms est el sealar que
la antropologa se ha caracterizado por tener como uno de sus compromisos sociales
analizar, denunciar, explicar los efectos de estas inequidades, as como develar los efectos
del modelo econmico en trminos de los altos costos sociales, de seguridad y de
sobrevivencia para muchos pueblos y minoras con quienes trabajamos; parafraseando a
Philippe Bourgois (1990), tendramos que expresar algo sobre los rituales sacrificiales en
que viven vastos pueblos y grupos. En este sentido, me parece que estos y otros muchos
dilemas vinculados con el quehacer tico de nuestra disciplina requieren ser nombrados,
discutidos y explicitados.
Vivimos tiempos de incertidumbres, de violencias econmicas y polticas sin
parangn, hoy ms que nunca debemos luchar por promover una antropologa socialmente
responsable, que retome los principios ticos del compromiso con los actores sociales con
que trabajamos, con la academia, con la formacin de antroplogos, en sntesis, con una
prctica profesional responsable, por contratos que garanticen el respeto a las culturas, a la
diversidad, a la ciencia antropolgica; no ms pero tampoco menos.
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