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Page 1: Jon Sobrino Recordemos a Monseñor Romero

8/17/2019 Jon Sobrino Recordemos a Monseñor Romero

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Recordemos a Monseñor.Y recordémoslo lo mejor posible

 Jon Sobrino s.j.

Romero

1. La celebración de este nuevo aniversario de Monseñor

ha mostrado que sigue presente entre los pobres y los

solidarios de muchas partes del mundo. Lo que me

parece muy importante recalcar es que esta presencia

no es evidente sino que es un triunfo, pues todavía hoy

acaece en contra de poderosas fuerzas que lo quisieron

enterrar, y en medio de una civilización de la riqueza,

como decía Ellacuría, que mueve a diluir su presencia.

 Monseñor dijo con humildad “Resucitaré en mi pueblo”,

 y ocurre. Al aeropuerto de San Salvador le han puesto su

nombre, y un grupo de ancianos han venido a visitarlo

al Centro Monseñor Romero. Pero hay fuerzas de todo

tipo que lo silencian de manera bochornosa. De nuevo,

con humildad, Monseñor los desanimó poco antes de

que lo asesinaran: “ojalá se convenzan que perderán su

tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es

el pueblo, no perecerá jamás”.

2. Hay que recordar que Monseñor Romero vivió volcadohacia su pueblo, con sus sufrimientos y esperanzas, y

en total confianza y fidelidad al misterio de Dios, como

Dios de los pobres. Así lo dijo Ellacuría cuando la UCA

le concedió un doctorado en 1985: “Sobre dos pilares

apoyaba Monseñor Romero su esperanza. Un pilar

histórico que era su conocimiento del pueblo al que el

atribuía una capacidad inagotable de encontrar salidas a

las dificultades más graves, y un pilar trascendente que

era su persuasión de que últimamente Dios es un Dios

de vida y no de muerte, que lo ultimo de la realidad es el

bien y no el mal.

 Al pueblo salvadoreño, sufrido y esperanzado, le amó contodo su corazón, y lo amó hasta el final: “no abandonaré

a mi pueblo, sino que correré con él todos los riesgos

que mi ministerio exige”. Y construyó una iglesia para

ese pueblo, identificada con él hasta el final: “Me alegro

hermanos de que nuestra iglesia sea perseguida. Sería

triste que una patria donde se esta asesinando tan

horrorosamente no contáramos entre las victimas

también a los sacerdotes. Son el testimonio de una

iglesia encarnada en los problemas del pueblo”.

 Y Monseñor Romero fue totalmente un hombre de Dios.

“¡Quién me diera, queridos hermanos, que el fruto de esta

predicación fuera que cada uno de nosotros fuéramos a

encontrarnos con Dios y que viviéramos la alegría de su

majestad y de nuestra pequeñez!”. Dice la escritura “Padre

de huérfanos y viudas es Dios… En ti el pobre encuentra

compasión”. Ese fue Dios para Monseñor Romero. Y para

los pobres, huérfanos y viudas, así fue Monseñor Romero.

Ciertamente con él Dios pasó por El Salvador.

3. Como toda tradición, la de Monseñor Romero

puede tomar direcciones distintas. Se puede recordar

a Monseñor bien, regular o incluso mal. Hace años

periódicos y medios de comunicación adulteraron su

memoria. Dios nos libre de hacerlo, aunque no está en

nuestras manos evitarlo del todo. Como somos limitados,

a veces lo recordamos solo de manera regular. Pero

muchos y muchas lo recuerdan bien.

Estos son los que aman la verdad y la dicen sin fijarseen los costos. Los que son honrados con la realidad y

no la encubren, los que son humanamente correctos y

no se empequeñecen con lo políticamente correcto. Son

los compasivos y compasivas, buenos samaritanos, que

no pasan de largo ante los heridos en el camino, o los

cadáveres que siguen abundantes en nuestro país, que

buscan casa y empleo para los que aquí no tienen, o

los defienden de coyotes crueles a quienes tienen que

emigrar. Son los que prefieren dar más que recibir.

Son los que tienen fortaleza para aguantar la dureza de la

 vida y de las persecuciones. Son los que tienen esperanza

 y la transmiten a los demás. Son los que viven con gozoser hermanos y hermanas unos de otros. Son los que

le rezan a nuestro padre Dios. Y son los que ven en

 Monseñor Romero a nuestro hermano mayor.

 Y así entre todos hacemos que crezca la iglesia de Jesús

que Monseñor plantó entre nosotros.

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