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Abordaje de las políticas de acreditación universitaria en Argentina desde las
producciones en el campo de estudios de la Educación Superior.
Yamila Duarte. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de
Introducción
El trabajo que se presenta forma parte de los avances de la Tesis de Maestría en
Ciencias Sociales, en la cual se delimita como objeto de estudio la construcción de la
agenda institucional en instituciones universitarias que atraviesan procesos de
acreditación de sus carreras de grado. En este sentido, y como parte de los
procedimientos implicados en la construcción del problema de investigación, se
presenta el estado del arte de las principales producciones que abordan las políticas de
evaluación y acreditación universitaria en la Argentina. Dicho relevamiento establece
un recorte temporal que abarca la producción desde losprimeros años de la década del
90 hasta la actualidad, pues durante este período seinicia, desarrolla y consolida el
campo de estudios sobre la Educación Superior enArgentina y define como criterio
ordenador para su análisis las etapas que persigue el “ciclo de la política pública”
(Aguilar Villanueva, 1993; Oszlak y O´Donnell, 1995; Tamayo Sáez, 1994) desde su
desde su sociogénesis y formulación hasta su institucionalización.
Así, las producciones son analizadas en base a dos claves de lectura: por un lado, la
relación entrelapolítica (politics) y las políticas (policies), esto es, los puntos de
encuentro y/ o desencuentro que pueden presentarse entre el entramado de reglas,
recursos y relaciones de poder entre actores estratégicos en una sociedad y las
condiciones más específicas de elaboración y puesta en práctica de los cursos de acción
estatal; por el otro, el curso que persigue una decisión estatal, su incorporación en el
ámbito universitario y las adaptaciones que se hacen de la misma de acuerdo a las
tradiciones institucionales. La primera pone de relieve aspectos macro-estructurales de
definición, mientras que la segunda permite evidenciar la especificidad que adopta una
política sectorial en un contexto determinado, inscribiéndose en la línea de análisis de
políticas públicas (Tamayo Saez, 1994; Aguilar Villanueva, 1993, Kingdom, 1995).
La estrategia de relevamiento se basó en la búsqueda de diversas fuentes de
información. Por un lado, se consultaron revistas científicas y académicas locales
relacionadas a temáticas de Educación Superior, así como también se utilizó una
IX Jornadas de Sociología de la UNLP
Ensenada, 5, 6 y 7 de diciembre de 2016ISSN 2250-8465 - http://jornadassociologia.fahce.unlp.edu.ar
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estrategia de búsqueda amplia y general a través del acceso al núcleo básico de revistas
científicas de argentina, bibliotecas virtuales y repositorios institucionales. Por último, y
dada la complejidad que fue asumiendo el sistema de educación superior en las últimas
décadas, se relevaron producciones originadas en organismos estatales: Comisión
Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), Secretaría de
Políticas Púbicas (SPU), Ministerio de Cultura y Educación (MCyE); Centro de
Estudios de Estado y Sociedad (CEDES); y órganos representativos del sistema
universitario: Consejo de Universidades (CU), Consejo Interuniversitario Nacional
(CIN), Consejo de Rectores de las Universidades Privadas (CRUP). Así como también,
se asistió a la búsqueda de información relativa a congresos nacionales, encuentros y
simposios asociados a la universidad como objeto de investigación.
A partir de estas coordenadas, y teniendo en cuenta que la configuración del campo de
estudios sobre la educación superior en Argentina responde a una doble matriz de
origen, esto es, en las agencias estatales y en las universidades(Krotsch y Suasnábar,
2002), daremos cuenta del estado de producción de conocimiento sobre las políticas de
evaluación y acreditación universitaria, a partir del rol diferenciado de las agencias, el
interjuego entre los actores que participan en su producción y los propósitos que
subyacen a las mismas, dando cuenta de las múltiples lógicas de producción en cada
etapa del ciclo de la política.
1. Instalación del tema “evaluación de la calidad” en la agenda de la Educación
Superior.
1.1 Construcción de un diagnóstico sobre la Educación Superior.
En la región latinoamericana, a fines de los 80 comienzan a producirse documentos que,
a modo de diagnóstico, señalan una “crisis” en la educación superior, en consonancia
con procesos de reforma del Estado y deslegitimación de las instituciones estatales, e
instalan discursivamente la necesidad de instaurar mecanismos de evaluación que
permitan elevar la calidad y mejorar el rendimiento de las mismas.
Así,podemosidentificartresgrandesactores:organismosinternacionales y multilaterales
de créditoque, mediante recomendaciones y propuestas irán marcando la dirección del
cambio; un grupo de especialistasde América Latina que analizan la evolución de estos
cambios e impulsan la reforma educativa como parte de la reforma del Estado; expertos
yfuncionarios políticos locales que oficiarán como encargados de incorporar estas
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recomendaciones en la agenda universitaria, darle continuidad y lograr que se
transformen en políticas de Estado.
Un conjunto de trabajos académicosreconoce durante este período la prevalencia de
organismos internacionales como el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura (UNESCO) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL)(Suasnábar,1999; Nosiglia y Diodati, 2009). En los mismos puede
evidenciarse una recurrente asociación de los términos crisis y educación, la
incorporación de actores del sector empresarial en el debate sobre las reformas
educativas, motivados por el contexto de globalización y la conformación de una
sociedad del conocimiento y un marcado consenso en torno a la creencia de que la
“solución” a los problemas de desarrollo residen en la reducción de las
responsabilidades estatales1 (Chiroleu e Iazzeta, 2004).
En líneas generales, todos destacan como premisa la incorporación de cambios en las
estructuras de gestión de las instituciones sobre la base del pasaje de un Estado
benevolente a un Estado Evaluador, que sea capaz de regular las instituciones y
garantizar la calidad de los servicios, mediante la instalación de dispositivos de
evaluación y el principio de accountability (rendición de cuentas).
En este contexto, Suasnábar (1999) destaca el peso de los “reformadores”, en alusión al
grupo de especialistas coordinados por Brunner, representantes de un posicionamiento
diferente del que asumen los intelectuales-académicos en torno al análisis de la relación
entre Estado, universidad y sociedad.En documentos de su autoría (Brunner, 1990;
1993) puede encontrarse un claro alineamiento con los supuestos anteriores, dónde
señala que las universidades deben volverse más emprendedoras, en el sentido de
buscar fuentes alternativas de recursos y no quedar sujetas estrictamente al presupuesto
fiscal, y que se requiere deun Estado más activo en el plano de la evaluación, capaz de
sensibilizar a las instituciones y elevar así su calidad y rendimiento. Esto supone
establecer un nuevo contrato social entre las instituciones de educación superior, la
sociedad y el gobierno, que posibilitará sentar las bases para el fortalecimiento de la
autonomía y las capacidades de autogobierno de las instituciones, agilizando los
procesos de toma de decisiones y ampliando la capacidad de iniciativa hacia el
cambio.Estas orientaciones serán retomadas en un estudio posterior, donde participan
1Una revisión y actualización de la posición de los organismos internacionales y su incidencia en la Educación Superior puede
encontrarse en Chiroleu y Vilosio (2007)
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investigadores de diversas instituciones y centros de América Latina coordinados por
Brunner (1994), dónde a diferencia de los anteriores, se propone una agenda concreta de
temas, la cual es una resultante de diagnósticos pormenorizados sobre los sistemas
universitarios de Chile, Colombia, Argentina y Brasil.En la misma reconocen que no
resulta pertinente estimular una mayor diferenciación institucional, dado que ya la hay,
sino más bien trabajar en la diversificación de la oferta académica, volviéndola más
adaptable y flexible a las demandas del mercado de trabajo; mientras que, otros ejes
evidencian alineamientos directos con organismos internacionales, como la idea de
incorporar mecanismos que regulen la calidad académica de las instituciones,
restableciendo la confianza depositada en ellas, en base a un nuevo contrato social que
le otorgue mayor autonomía de gestión a las instituciones en detrimento de
intervenciones ineficientes y viciadas de componentes políticos, burocráticos y
corporativos.
Esta matriz de ideas, podemos encontrarla en documentos locales que presentan, a
través de datos empíricos, los cambios en la morfología del sistema de educación
superior, enfatizando a través del dato la necesidad de aplicar un conjunto de reformas
en pos de la adecuación a las transformaciones globales (Balán y Marquis, 1990;
Bertoni y Cano, 1990).
1.2 El rol de la SPU en el pasaje de una estrategia discursiva a una
intervencionista.
Conforme al contexto y el ritmo de las transformaciones, en 1993 se presenta el
documento “Evaluación para el mejoramiento de la calidad universitaria. Estrategia,
procedimientos e instrumentos” como resultado de la labor realizada en torno al eje
evaluación de la calidad del Subproyecto 062, bajo la coordinación de Carlos Marquis y
Víctor Sigal. Mediante un estilo propositivo el documento presenta un marco
conceptual sobre la evaluación y las estrategias a desarrollar según el nivel de
evaluación elegido y las unidades de análisis seleccionadas, así como también define
lineamientos de política universitaria y propone la creación de un Consejo Nacional de
2El tema evaluación de la calidad surge como una preocupación durante la gestión del gobierno radical (1983-89), período
donde se logra avanzar en la elaboración y diseño de un proyecto destinado a obtener fondos del Banco Mundial para el apoyo a la coordinación y gestión de las universidades. El mismo será retomado por la gestión menemista y, a partir de 1991, se da
inicio a las actividades de evaluación, mediante la presentación del Subproyecto 06 para el “Fortalecimiento de la Gestión y
Coordinación Universitaria”, financiado por el Programa Nacional de Asistencia técnica para los servicios sociales (PRONATASS), que a su vez cuenta con el financiamiento del Banco Mundial y la cooperación técnica del Programa de las Naciones Unidas para el
desarrollo (PNUD). En este marco, se propone un plan de trabajo en torno a una serie de componentes, entre los cuales se encuentra
uno específico destinado a evaluación de la calidad, coordinado por el Arq. VíctorSigal y el Lic. Carlos Marquis.
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Evaluación Universitaria.En lo que remite al marco conceptual, sus intervenciones van
dirigidas a reflexionar sobre el sentido y la legitimidad de la evaluación en las
universidades desde una mirada que señala que “es necesario discriminar la crítica a las
acciones de los gobiernos, sean institucionales, ministeriales, nacionales, etc., de la
crítica conceptual o metodológica a los instrumentos de gobierno” (Marquis y Sigal,
1993: 11). En esta clave, la evaluación debe poder dar cuenta de la diferenciación
existente en el sistema, a partir de discernir el desempeño de universidades, facultades,
departamentos,institutos,áreaadministrativa,etc., y en función de ello, planificar
acciones para el mejoramiento de la calidad. Así, la evaluación es definida como un
diagnóstico y un modelo ideal a alcanzar, a partir del cual es posible definir, en función
de la distancia entre ambos, un plan estratégico.
Este documento finalmente es rechazado por los rectores como instrumento de
evaluación, ya sea por el supuesto de un modelo previo de universidad deseada, la
metodología de evaluación propuesta y el número de “jueces” no representativo del
conjunto de las universidades. En paralelo, se produce una serie de reconfiguraciones en
el nivel central, que modifica la marcha de las actividades de evaluación y encauza las
discusiones, asociadas a la creación de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU),
coordinada por el Lic. Juan Carlos Del Bello. Dentro de las iniciativas3del sector cabe
destacar el “Programa para el mejoramiento de la calidad Universitaria” coordinado por
el Lic. Carlos Marquis, encargado en esta nueva etapa de coordinar la ejecución de
convenios con las universidades para el desarrollo de evaluaciones internas y externas.
Este trabajo derivó en un documento titulado “Memorias del II Taller sobre experiencias
de evaluación universitaria” (1995), que sistematiza las experiencias desarrolladas por
las instituciones, instala reflexiones orientadas hacia la comunidad universitaria en torno
a los sistemas de evaluación desarrollados en otros países y se brindan orientaciones
para el caso de Argentina. Como correlato de esta estrategia, se revaloriza y destaca la
centralidad que deben ocupar los propósitos de la evaluación como supuestos que
sustenten las decisiones epistemológicas-teóricas y metodológicas y no a la inversa,
ajustando cada modelo de evaluación a las singularidades del objeto. A su vez, se señala
la necesidad de institucionalizar los procesos, la conveniencia de no establecer
3Durante la gestión de Juan Carlos Del Bello (1993-1995) se impulsan:
- la evaluación de los académicos por medio del Programa de Incentivos a docentes investigadores de las universidades nacionales - la construcción de la Comisión de Acreditación de Posgrados (CAP) y la correspondiente acreditación de posgrados - la promulgación de la Ley de Educación Superior (1995) y, por su intermedio, la creación de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) - la creación y puesta en marcha del Fondo para el Mejoramiento de la Calidad (FOMEC)
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parámetros comunes a todas las instituciones y las ventajas de crear sistemas de
información integrales que sean útiles para la evaluación y el planeamiento estratégico.
1.3 Disputas sobre el sentido de la evaluación: de una posición metodológica a una
decisión política.
La propuesta de evaluación anterior va a ser problematizada por intelectuales
académicos que anteponen a la discusión sobre la evaluación, la discusión sobre los
supuestos que subyacen a la concepción de calidad.
En esta dirección, Pérez Lindo (1990; 1993) plantea que la discusión sobre los criterios
de evaluación y la metodología exige pensar previamente una teoría de la evaluación, a
riesgo de transpolar teorías organizacionales, gerenciales, economicistas que
desatiendan las singularidades de la universidad y neutralicen el contexto histórico-
social en el que estas instituciones surgieron.Así, propone hablar de “evaluación de
rendimiento” en lugar de “evaluación de la calidad”, en tanto evita emitir juicios sobre
la “naturaleza” o la “esencia” de las instituciones; nos obliga a identificar y valorar
resultados, acciones, productos, realizaciones y es compatible con distintos enfoques
(económicos, culturales, sociales, etc.) y con distintas interpretaciones.
Mollis (1993) va a discutir y problematizar si la evaluación de la calidad en América
Latina y Argentina es un problema propio o importado, reconociendo abordajes
analíticos que recuperan el problema de la calidad en relación al problema de la
masividad y el crecimiento del sector privado a partir de establecer relaciones
unicausales. Esta tendencia, más anclada en los estudios macro-históricos y la
incidencia de lo externo en el desarrollo de la universidad, que en el estudio de las
dinámicas de poder hacia el interior de las instituciones, ha llevado a sobredimensionar
la función utilitaria de la evaluación, distanciándola de la función social.
Mientras que, otros trabajos alientan la construcción de un discurso alternativo, a partir
de rescatar algunos de los significados que históricamente ha asumido la evaluación en
el campo educativo, de manera que puedan soslayarse las significaciones inmediatas
(Puiggrós y Krostch, 1994). En esta empresa, sostienen que los talleres y encuentros han
sido claves para instalar la preocupación sobre estos puntos, generando un efecto
boomerang sobre las universidades, primero como reacción y luego como
contrapropuesta, en la elaboración de marcos teóricos y metodológicos, logrando
traccionar el avance del Ministerio y haciendo que las propuestas se orienten más hacia
el mejoramiento que al aseguramiento de la calidad.Así, y teniendo en cuenta que estas
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producciones se inscriben en el momento de formulación de la política4, resulta nodal,
en palabras de Krotsch, volver sobre una perspectiva centrada en los actores y en las
instituciones, que permita conocer las condiciones organizacionales en que se propone
introducir la evaluación de la calidad, de manera que puedan incorporarse efectivamente
a las prácticas de los agentes, teniendo en cuenta que los procesos decisorios en la
universidad responden a un esquema de interacción fuertemente plural, centrado en la
negociación y el conflicto.
Por último, y formando parte de análisis sociopolíticos de esta primer etapa,
identificamos posturas que sostienen que los encuentros desarrollados por las
universidades jugaron un papel importante en la definición de una concepción diferente
y propia de las universidades, aunque por problemas internos en la composición del
CIN y de representación, no se logró concretar la coordinación e implementación de un
sistema alternativo de evaluación (Álvarez, 1996; Krostch, 2002; Guaglianone, 2010).
No obstante, fueron necesarias un conjunto de condiciones para que el Estado construya
esa hegemonía: el apoyo material y simbólico del Banco Mundial, la existencia de un
sólido liderazgo para enfrentar las resistencias y un contexto en el que la necesidad de
una reforma de la universidad supo construir consenso entre la sociedad y los propios
actores universitarios, estos últimos desplegando estrategias de resistencia más que de
anticipación de políticas.
Mientras que otras, postulan la necesidad de trascender aquellos discursos y estudios
que han sostenido que las políticas de evaluación y acreditación de la calidad
universitaria son consecuencia de corrientes opuestas -ideologías neoliberales para unos,
de mayor intervención estatal para otros-, a fin de reflexionar sobre la importancia de
una mayor convergencia en la participación del Estado, el mercado y la universidad en
la elaboración de estas políticas (Corengia, 2005).
2. Formulación y reglamentación de la política: la Ley Nº 24521 y el Art. 43.
Con la promulgación de la Ley de Educación Superior, en agosto de 1995, se sellará una
etapa de discusiones centradas en los aspectos instrumentales de la evaluación y
surgirán tensiones y discusiones en torno al carácter reglamentarista que asume la
4Cabe destacar durante este período, el papel que jugará la revista Pensamiento Universitario en el impulso y vehiculización de
producciones académicas nacional e internacional, bajo la dirección de Pedro Krotsch y coordinada por un grupo de investigadores
locales. A partir del año 1993 y de manera regular, se publicarán artículos de destacados investigadores así como entrevistas con
actores universitarios referentes de la política universitaria, postulando como principal objetivo “estimular el pensamiento y lareflexiónuniversitariaatravésdelainvestigación de todas aquellas problemáticas que atañen a la universidad”. Parafraseando a
Krotschrespectoalespírituqueoriginólamisma, no se trata de consagrar alternativas, sino de generar espacios que, a la vez que se
comprometanconladefensadelopúblico,construyan instrumentos para lograr una defensa eficaz de los mismos.
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misma, el avasallamiento –o no- a la autonomía universitaria y su correlato con las
primeras experiencias de acreditación, en el año 2000.
Esta cuestión marcará dos vertientes analíticas, una que destaca el marco legal como
sustento legítimo de la evaluación en las universidades (CONEAU, 1997; SPU, 1999;
Mundet, 2011) y otra que subraya las contradicciones, ambigüedades y vacíos que
surgen a partir de las primeras prácticas (Krostch, 2002; CU, 2013; CRUP, 2013; Pérez
Rasetti, 2007).
2.1 La evaluación respaldada por el Estado.
En lo que refiere a la primera vertiente, una serie de documentos producidos desde el
Estado evalúan la política con el objetivo de construir legitimidad sobre la misma y
avanzar sobre los acuerdos logrados. Así, la CONEAU, como órgano evaluador
encargado de una diversidad de funciones, se irá constituyendo en una agencia de
producción de conocimientos sobre el sistema, ya sea técnico-procedimental a través de
la preparación de guías de autoevaluación, informes, lineamientos generales,
capacitaciones externas e internas, como en la elaboración de diagnósticos y balances
sobre el devenir de la política.En 1997, presenta el documento “Lineamientos para la
evaluación institucional”, con un claro sentido prescriptivo, dónde reinvindica la
autonomía como baluarte de la tradición universitaria argentina a la vez que postula la
necesidad de avanzar en la incorporación de prácticas de evaluación institucional, en un
sentido diferente a las que se vienen realizando, como intrínsecas a la actividad
universitaria (concursos docentes, becas, subsidios, etc.).Se destaca la importancia de
entender las prácticas de autoevaluación y evaluación externa como procesos
complejos, donde intervienen diferentes actores y donde “es importante que se
considere al proceso de evaluación institucional como un todo, en el cual hay dos
instituciones que intervienen en diferente medida y de distinta manera. Ambas están
asociadas para el logro de un proceso exitoso; de tal forma que la colaboración mutua es
imprescindible” (1997:7).
Cabe destacar que este documento sigue vigente hasta la actualidad sin modificaciones,
lo cual puede atribuirse al estilo abarcativo y amplio con que fueron redactadas las
normativas, donde si bien no se establecen pautas rigurosas para la evaluación externa a
las universidades, sí se especifica con minuciosidad el proceso a seguir para las
acreditaciones de grado, el cual comprende la adecuación a estándares de calidad para el
posterior reconocimiento nacional del título. Como veremos más adelante, surgirán
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contradicciones y tensiones durante la puesta en práctica, pero ninguna de ellas pone en
cuestionamiento la política, sino sus mediaciones.
Por otro lado, la SPU presenta “La Educación Superior en Argentina.
Transformaciones, debates y desafíos” (1999) a modo de balance de la gestión, donde
refiere, entre otras cosas, a los desafíos que tendrá que afrontar la CONEAU en la toma
de decisiones, respaldadas en la objetividad y autonomía de las fuerzas corporativas del
sector y del Ministerio de Educación. Estas transformaciones, en palabras de Sánchez
Martínez, tienden a lograr una autonomía responsable, donde el interrogante por sus
alcances ha llevado a la posibilidad de su absolutización, haciendo entrar a las
universidades en un proceso de deterioro y desprestigio. Y agrega la importancia de que
vaya acompañada de una correlativa responsabilidad pública que sea capaz de poner por
encima de los intereses corporativos las exigencias del interés general, procedimiento
que conlleva un reconocimiento, antes que una resistencia, de los mecanismos de
regulación, donde “las razones que justifican tales regulaciones, y el modo en que se
propone ejercerlas, son una invitación a repensar el concepto de autonomía…” (SPU,
1999:84).Asimismo, Mundet señala que en materia de autonomía universitaria, es la
primera que sienta con carácter de regla general la autonomía de las universidades tanto
en lo académico como en lo institucional, previendo únicamente la intervención de la
CONEAU en la “reducida franja de carreras reglamentadas por el Estado cuyo ejercicio
comprometa el interés público... (Art. 43). En todas las demás carreras, insistimos que
comprende a la inmensa mayoría, las universidades cuentan con la más amplia
autonomía para definir sus contenidos y planes de estudio (Mundet; 1999:59). Respecto
al mecanismo de incorporación de carreras al Art. 43, menciona una serie de
procedimientos de actuación, que si bien se irán ajustando a las experiencias
desarrolladas y a las realidades institucionales, necesariamente deben seguirse para
evitar un desorden institucional. De esta forma, el Ministerio delega en las Asociaciones
de Facultades la preparación de documentos sobre los contenidos, intensidad de la
formación práctica, estándares de acreditación y competencias reservadas al título, los
cuales se someten a discusión por los diferentes actores interesadosy se elevan a la
Comisión de Asuntos Académicos del Consejo de Universidades. Sin embargo,y ante la
emergencia decontroversias y malestares generados en torno al posible impacto
negativo que puede tener sobre la autonomía universitaria, Mundet (2011) retoma las
pautas para la aplicación del Art. 43 con el objetivo de clarificar los alcances que tiene
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esta legislación sobre la regulación de títulos, delimitando conceptualmente los términos
que allí se enuncian.
2.2 El Art. 43 analizado a contraluz: distancias, solapamientos,
correspondenciasytensiones con las prácticas.
Las pautas incluidas en el Art. 43 serán problematizadas por una serie de documentos
que publica el CRUP y el CIN, con motivo de revisar las interpretaciones que se vienen
realizando a partir de las primeras experiencias desarrolladas. Se parte de identificar una
distancia entre la normativa y las experiencias concretas, la cual abre paso a una
necesaria revisión sobre los términos, sus alcances y correspondencia con las prácticas.
En esta línea, el CU problematiza una serie de supuestos que aparecen en la letra de la
normativa, que han sido fundamento de múltiples decisiones y que se han tomado como
reglas generales. Proponen un análisis minucioso sobre las conceptualizaciones y
procesos implicados en el Art. 43, tales como “la noción de profesión regulada por el
Estado”; “la noción de riesgo directo”; “la noción de criterio restrictivo”siempre
necesario por su utilización como herramienta deliberativa. Por otro lado, remarcan que
ante la falta de intercambios y consultas entre Asociaciones de Profesiones colindantes
se pone de manifiesto que cada una ha querido abarcar el mayor espectro de
incumbencias profesionales posibles, generándose un efecto no deseado de
solapamiento de actividades profesionales y de pérdida de autonomía de aquellas
profesiones cuyos títulos no fueron incluidos en el Art. 43.
Otro punto que genera tensión remite a los procedimientos implicados para la definición
de estándares. Si bien hay consenso en la necesidad de identificar una serie de
dimensiones para el establecimiento de parámetros comunes (contexto institucional/plan
de estudios/recursos humanos/ alumnos y graduados/ infraestructura y equipamiento),
no lo hay respecto al tipo de estándar que debiera formularse para atender las
singularidades de cada institución. La pregunta que se formula es ¿cómo balancear la
diversidad (referidaa las instituciones) y la homogeneidad (relativa a los requerimientos
de la calidad) a través de la efectiva implementación de procesos de acreditación?
Por su parte, el CRUP demanda que el CU asuma mayores resguardos en la definición
de actividades reservadas, siendo un tema de conflicto entre las disciplinas, además de
tener en cuenta las leyes que regulan las profesiones ex-ante Art. 43, dado que se
generan incompatibilidades o contradicciones entre las actividades exclusivas y los
alcances del título; así como también con la definición de estándares, contenidos
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mínimos y carga horaria, debiendo adecuarse a las actividades reservadas y donde es
condición necesaria que el Ministerio de Educación controle con exhaustividad otros
planes de estudio, procurando que no incorporen en la definición de sus alcances,
actividades reservadas exclusivamente a otras profesiones ya incorporadas al Art. 43.
Por otro lado, recuperamos unos de los primeros trabajos académicos que describe y
analiza el proceso de toma de decisiones en la definición de los estándares de calidad
para la acreditación de las carreras de Medicina5. En ese estudio, De Vicenzi (2009)
identifica los principales actores que participaron en la discusión, desmitificando
aquellas posturas que entienden al mismo como una “imposición desde arriba”.Destaca
el protagonismo de la Asociación de Facultades deCiencias Médicas de la República
Argentina (AFACIMERA)enlaelaboracióndeldocumento cero, con la participación
activa del CU, el CRUP, el CIN, Consejos de Planificación Regional de la Educación
Superior (CPRES), el Consejo Federal de Educación y la CONEAU y señala “los 140
estándares finales son algo más que el resultado de una revisión y análisis de los
posibles contenidos mínimos, la intensidad de la formación práctica y los alcances del
título, porque, en definitiva, cada uno de ellos implicó un proceso, donde actuaron
varios actores que determinaron la toma de decisiones” (2009: 59. Cursivas del autor).
3. Procesamiento institucional de laspolíticas: avatares de un ciclo de
mediaciones,ajustes y cristalizaciones en las dinámicas institucionales.
Este último apartado, correspondiente a la etapa de institucionalización de la política, se
caracteriza por una creciente multiplicación y diversificación de los estudios que
abordan la evaluación y acreditación, producto de un marcado interés por conocer los
efectos, ajustes y transformaciones surgidos durante su procesamiento, desde una
mirada centrada en las creencias, prácticas y dinámicas institucionales que despliegan
los actores para dar respuesta a estas políticas. Este crecimiento del campo de
producción de conocimientos está en consonancia con la consolidación e
institucionalización de dispositivos decirculación y producción del conocimiento, como
es el caso de los Encuentros “La Universidad como Objeto de Investigación”, donde
convergen investigadores, académicos, funcionarios, docentes y alumnos universitarios.
5Mediante Res. 238/99 se incluye la carrera de Medicina en el Art. 43, siendo la primera en someterse a procesos de acreditación.
Esta carrera junto a especialidades de Ingeniería, incluidas posteriormente, comenzarán a ser objeto de investigaciones, dada lacomplejidad que se trama entre el Estado y las universidades a partir de la aplicación de las mismas. Asimismo, y como resultado
deestos procesos, se irán incorporando ajustes a la política, donde los actores a la par que construyen los procedimientos van
aprendiendo a aplicarla.
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Entre las producciones actuales identificamos un interés particular por conocer la
evaluación del curso de la política e inquietudes cómo: ¿en qué medida los procesos de
evaluación significan verdaderos estímulos a la innovación o cambio en la base del
sistema?; ¿existe una “cultura de la evaluación” en las universidades?; ¿en qué grado
participan los actores y cómo entienden los cambios?
De acuerdo al abordaje y los posicionamientos podemos reconocer tres grandes líneas
de estudio que, aunque con matices y diferencias, reconocen la importancia de
comprender, descubrir, atestiguar en los procesos de implementación el leitmotiv de la
política. Así, una primera línea de estudios pone el acento en la particular relación que
se hilvana entre la política y los cambios institucionales, abriendo interrogantes acerca
del impacto que ha tenido en la configuración de una cultura de la evaluación en las
instituciones (Araujo, 2007; Corengia, 2010; Álvarez de Campos, 2007; 2012;
Guaglianone, 2010; Nosiglia, 2014; Pérez Rasetti, 2004; Moler, 2006; Villanueva,
2008).
Una segunda línea de estudios, reconstruye las etapas de la política a partir de un
análisis que va desde su génesis hasta su institucionalización, las cuales según el
enfoque, aparecerán graficadas de forma complementaria, superpuestas o en tensión. En
este sentido, las producciones buscan dar cuenta de las razones que posibilitaron su
continuidad hasta la actualidad, ofreciendo una multiplicidad de respuestas que van
desde el énfasis en el interjuego de actores e instituciones durante el proceso (Krotsch,
Camou yPrati, 2007; Araujo y Trotta, 2009; 2011; Marquina, 2006; 2009; Trotta, 2013;
Atairo y Trotta, 2014) hasta las estrategias que va desarrollando la CONEAU para
legitimarse ante la comunidad universitaria (Guerrini, Pérez Rasetti y Jeppenssen, 2002;
CONEAU, 2002; Isuani, 2003). Este punto será motivo de reflexión de otro conjunto de
trabajos, los cuales ven reflejada la institucionalización de la política en la ausencia de
debate de una nueva ley que actualice su contenido y permita vehiculizar nuevas
discusiones y el carácter inercial de algunas políticas surgidas durante el contexto
neoliberal (Suasnábar, 2005; Chiroleu y Iazzeta, 2012) Por último, estudios que
analizan la política en relación a los incentivos otorgados por el Ministerio, a partir de
los cambios impulsados por las instituciones como respuesta a los planes de mejora y
compromisos asumidos por las carreras acreditadas (Casajús, 2010; Mulle, Januszevsky
y Rivadeneira, 2011; Casajús y Garatte, 2012; García de Fanelli, 2012; García de
Fanelli y Claverie, 2013); o la incidencia que han tenido los procesos de evaluación y
acreditación en la definición del perfil académico y profesional (Cap, 2011).
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3.1 La política bajo el caleidoscopio: ¿cultura de la evaluación o isomorfismo
institucional?
Un conjunto de investigaciones propone pensar y analizar el sentido de la política en
estrecha relación a los cambios institucionales por medio de abordajes metodológicos
cualitativos como el estudio de casos, que permiten conocer en profundidad el
desempeño y evolución de las instituciones ante una política concreta. En esta línea
encontramos estudios como el de Álvarez de Campos, sobre la incidencia de la política
de acreditación en la generación de una incipiente “cultura de evaluación” y cambios
tendientes al logro de la calidad educativa.Para ello elige como caso las carreras de
Medicina y establece diversos criterios para su selección (pública o privada, antigüedad,
acreditadas con y sin compromisos de mejora). La autora destaca que los cambios
suelen ser de tipo isomórfico respondiendo a dos de sus mecanismos de generación:
mimetismo y la coerción externa, lo cual deriva que sólo algunos pocos cambios
respondan al carácter de innovación. En lo que refiere a las respuestas de los actores,
pueden distinguirse algunas más formales, otras rituales y reactivas pero “en la mayoría
de los casos se prueba que el cambio es progresivo y que es necesaria la aplicación
periódica de los procesos de acreditación, ya que los actores académicos aprenden a
jugar el juego de la evaluación y cuando saben que este es reiterado, modifican su
actitud, evaluando los costos y beneficios derivados de la aplicación estable de
recompensas y castigos (Camou, 2007 citado por Álvarez de Campos,
2012:282).Respecto a la pregunta de si es posible hablar de una “cultura de evaluación”,
la autora considera que la política de acreditación permite promover algunos cambios e
influir en el diagnóstico institucional, pero que por sí sola no es suficiente. Por el
contrario, la misma debe ser acompañada de la voluntad política de los liderazgos de
motorizar esos cambiosy apunta: “considerando que todo cambio no necesariamente
implica mejora, cabría interrogarse para futuras investigaciones si los realizados han
impactado en los indicadores académicos (desgranamiento, duración teórica de la
carrera, rendimiento académico, inserción de los graduados, etc.) y si los médicos que
se forman son acordes a las necesidades generales de nuestro sistema de salud, y
particulares de cada una de las regiones, así como a las demandas de un mundo
globalizado” (Álvarez de Campos, 2012:297), subrayando la importancia de atender la
relevancia social, muchas veces relegada.
14
Por su lado, Guaglianone (2010) selecciona dos universidades para su estudio, una
pública y otra privada, a través de las cuales busca conocer las condiciones que
posibilitaron la implementación de las acreditaciones, específicamente en las carreras de
grado de ingeniería.El carácter político que asume la evaluación, al ser una herramienta
de gestión, tendrá efectos diversos y graduales sobre el sistema, aunque desde esta
mirada no lograra promover cambios sustantivos en las bases del mismo. El dinamismo
que caracteriza a las acreditaciones no se extiende a las evaluaciones institucionales, las
cuáles demuestran utilizar la instancia de autoevaluación para el desarrollo de planes
estratégicos o el cumplimiento de objetivos institucionales. En el caso de las
acreditaciones, los datos remarcan su carácter positivo, en tanto ha fomentando una
articulación horizontal del sistema con las carreras que se van sumando a las prácticas
de acreditación, aunque se comienza a evidenciar, a partir del financiamiento otorgado,
una creciente diferenciación y segmentación interna entre las carreras comprometidas y
aquellas que no requieren procesos de acreditación, como son las ciencias sociales y
humanidades. Este proceso de diferenciación hacia el interior de las distintas unidades
académicas, según acrediten o no sus carreras, pone en tensión la idea de la universidad
como un todo, así como también se pone en cuestión la sub-valoración de algunos
estándares por sobre otros, desafiando el sentido del Art. 43. Estas cuestiones, en
opinión de Gaglianone, marcan la necesidad de revisar y discutir nuevamente las
políticas dirigidas a la universidad, contemplando la complejidad del sistema
universitario y las culturas organizacionales que orientan la práctica de los actores, de lo
contrario se corre el riesgo de caer en reformas formales que atraen cambios formales.
Otra vertiente analítica, proveniente de las bases disciplinares del sistema universitario
se encuentra en “Evaluando la evaluación”, compilación que reúne una serie de trabajos
fundados sobre una vasta base empírica proveniente de cuatro universidades nacionales
(Krotsch, Camou y Prati, 2007). Recuperamos el trabajo de Sonia Araujo, titulado
“Evaluación institucional y cambio universitario. Un difícil proceso de reconstrucción”
donde su pregunta central gira en torno al papel de la evaluación institucional en la
promoción del cambio universitario, a partir de la delimitación de dos universidades
nacionales de gestión pública.Este estudio, por demás significativo, permite visibilizar
laopacidaddelprocesoylavariedad de representaciones que emergen en torno a una
misma política. Respecto a esto, la autora identifica que los actores que tienen mayores
posibilidades de reconstruir la dinámica de la evaluación institucional son aquellos que
tuvieron una participación activa en el proceso, es decir, aquellos que ocupan lugares
15
estratégicos en el gobierno y gestión de la universidad. Por otro lado, se identifican
actores que salen y entran de la escena, dinámica que se asocia a la distribución del
poder y las posibilidades de acción que detentan los actores en esa trama, lo cual se
convierte en un obstáculo al momento de delimitar los cambios organizacionales que
han sido producto de la evaluación. En relación con esto, la implementación de los
cambios originados por la evaluación estará asociada a la continuidad de los grupos que
gobiernan la institución y la construcción de consensos respecto a la orientación que
deberán asumir los mismos.
Asimismo, la tesis de Corengia (2010) nos acerca a la comprensión del impacto de las
políticas de evaluación y acreditación de grado y posgrado en las actividades de
docencia, investigación y extensión y gestión, a partir de las percepciones de los
directivos en cuatro universidades argentinas seleccionadas a partir de una diversidad de
criterios. Los resultados le permiten mostrar que los cambios institucionales no son un
“efecto neto” de las políticas, aunque logran constituirse en una valiosa herramienta
para la gestión, identificando temas y zonas prioritarias para la definición de políticas
institucionales. Entre los cambios analizados en posgrado, la autora identifica que hay
una predominancia de “cambios enunciativos hacia la mejora” más que “cambios
fácticos hacia la mejora”, aunque en lo que refiere a las carreras de grado, los cambios
se presentan como más contundentes y reales, no sólo por su carácter cíclico, sino por el
carácter vinculante de esta política con el funcionamiento de la carrera. Por otro lado, y
respecto a las opiniones de los actores, hay consenso en reconocer que se está
avanzando hacia una cultura de la evaluación y que no se trata sólo de apariencias,
aunque aún falta mucho por hacer, sobre todo contra el desinterés y la falta de
participación de los profesores y estudiantes. Este estudio brinda una evidencia empírica
densa, iluminando sectores de la caja negra y con ella sus lógicas intrínsecas, aunque es
necesario destacar que al construir una mirada del sistema desde la perspectiva de los
directivos de las instituciones y de las carreras, quedan por fuera del análisis la
perspectiva de los docentes y estudiantes, dejando entrever que la política suele
dirimirse en los espacios de gestión institucional, dimensión que abre el interrogantea si
realmente se trata de desinterés y apatía o de una falta de acceso a la información,
cuestión que será retomada por otros estudios que centran su análisis en la posición de
los/las estudiantes ante la política.
Por su parte, la CONEAU publica una serie de documentos tendientes a construir
legitimidad como agencia evaluadora y como insumo para la toma de decisiones. Entre
16
ellos se destaca “Contribuciones para un análisis del impacto del sistema de evaluación
yacreditación” (2002) y “Estudio sobre algunos resultados de la labor de la CONEAU”
(2003), elaborado por Ernesto Aldo Isuani, donde se recopilan las primeras experiencias
ysepostulanorientacionesaseguir,ofreciendounafoto del sistema a partir de sus
desniveles, vacíos, áreas de desarrollo en crecimiento.Estos aportes serán utilizados
posteriormenteporelMinisterio de Educación para promover un conjunto de programas
orientados a otorgar unfinanciamiento especial para dar respuesta a los problemas
detectados, los cuáles comoveremos en otras investigaciones servirán para generar
consensoentornoaestaspolíticas. Estos análisis, a diferencia del planteo que hace
ÁlvarezdeCampos,sostienenque los cambios son resultado de la implementación de los
procesos de acreditación. Porejemplo, a nivel de la formación incorporando
modificaciones curriculares orientadas a la atención primaria de la salud, incremento de
la cantidad y de la intensidad de la formación práctica, como a nivel de la gestión
académica, mediante la formulación de políticas de admisión que adecuen el número de
ingresantes al desarrollo de la capacidad educacional de la institución y el
establecimiento de comisiones de seguimiento curricular.
3.2 El rol del CU y las Asociaciones de Decanos en la construcción de legitimidad.
Nosiglia (2014) desde una perspectiva de estudio que concibe el proceso de la política
como interactivo, negociado y conflictivo, busca iluminar aquellos efectos diversos o
incluso no deseados de la política. Para ello, analiza los documentos que publican el
CIN y el CRUP en el año 2013, donde manifiestan sus preocupaciones sobre la
incorporación progresiva e intermitente de carreras al Art. 43, mecanismo que genera un
solapamiento entre las actividades reservadas y contrae tensiones entre las
corporaciones disciplinarias. Desde esta perspectiva, recupera las posiciones de ambos
organismos de representación, los cuales le permiten reconstruir las tensiones que se
configuran alrededor del Art. 43. A partir de la noción de configuración universitaria
(Musselin y Friedberg, 1996) buscará comprender los cambios que se suceden en las
instituciones, desde la descripción de las acciones y relaciones desarrolladas en un
determinado momento, distanciándose de aquellos enfoques que buscan uniformar
formas de acción colectiva. Incorpora a su vez la diferencia que establece Bobbio
(2003) entre representación política y representación de intereses, para entender qué
sucede en el caso de las representaciones profesionales a partir de la introducción de la
acreditación. La autora concluye con una serie de reflexiones en torno a la
17
configuración particular de los procesos de profesionalización entre las diferentes
carreras, la cual hizo que la resolución de los conflictos no fuera uniforme. Agrega la
tendencia de los propios grupos profesionales a solicitar la regulación estatal de sus
títulos, ya que esto permite jerarquizar la profesión, obtener beneficios simbólicos y
materiales y posicionarse mejor en el mercado de las titulaciones, como el acceso a
programas de mejoramiento y becas y subsidios relaciones a la acreditación periódica de
estas carreras.
Desde una mirada proveniente de la agencia evaluadora, recuperamos el trabajo de
Villanueva “La acreditación en contexto de cambio: el caso de las carreras de Ingeniería
en la Argentina” (2008), donde propone una revisión del funcionamiento de la
CONEAU durante sus primeros años y el rol de las asociaciones. Para ello, reconstruye
las etapas del proceso, recuperando el papel del CONFEDI (Consejo Federal de
Decanos de Ingeniería) durante la etapa previa a la definición de estándares, la puesta en
marcha de la acreditación y la evaluación de los planes de mejora.
En este sentido Pérez Rasetti (2004) y Moler (2006) apuntan que todo este desarrollo
previo fue construyendo un consenso entre las instituciones formadoras de ingenieros
respecto de la necesidad del proceso de acreditación. En esta misma línea, Araujo y
Trotta (2009; 2011) sostienen que la legitimidad e institucionalización que fue cobrando
la política entre los actores universitarios, es el resultado de una interjuego entre la
coordinación estatal (SPU- CONEAU), los cuerpos intermedios como las Asociaciones
de Decanos en primera instancia, y del CU en segundo lugar. El CONFEDI, en este
caso, supo instituirse como organismo de representación institucional que articula la
especialidad del conocimiento disciplinar-profesional y como principal sujeto de
determinación curricular de las ingenierías, que luego estuvieron en la base de la
acreditación de las carreras de grado.
3.3 La otra cara de la política: la perspectiva de los estudiantes, técnicos y
paresevaluadores y la función de los Programas de Mejoramiento.
En su investigación, Trotta (2013;2016) aporta una mirada innovadora sobre la política
al recuperar las motivaciones, creencias y estrategias que desarrollan los/las estudiantes
ante la misma, discutiendo con aquellas miradas que los caracterizan como “rebeldes sin
causa” y que lleva a disociarlos o invisibilizarlos de los análisis institucionales. Recorta
para su análisis el posicionamiento ejercido por los/las estudiantes ante el conflicto que
emerge por la adecuación de la Práctica Final Obligatoria (PFO) a los estándares de la
18
acreditación en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata.
Elige como fotografía para el análisis la “toma” de la facultad por parte de los
estudiantes, herramienta de lucha que les permitió visibilizar el conflicto y socializar
puertas afuera sus reclamos. Esto la habilita a interrogar sobre el sentido que los jóvenes
estudiantes le otorgan a sus prácticas políticas y no desde el lugar que deberían ocupar.
Por otro lado, y en relación a las políticas de acreditación, remarca que a pesar de su
institucionalización, siguen presentes en su implementación una serie de juegos de
poder al interior de las instituciones, donde los distintos actores recurren a diferentes
estrategias dentro de un repertorio de acciones conocidas y legítimas.
Por su parte, Marquina (2009) articula en su estudio tres miradas: la de los técnicos y
miembros de CONEAU, la de los pares evaluadores y la de los evaluados, remitiéndose
a las autoridades de aquellas instituciones acreditadas. En el primer trabajo analiza el
desempeño de los pares evaluadores desde la creación de la CONEAU, a partir de una
serie de entrevistas a técnicos de la agencia, más específicamente a quiénes conforman
el comité de pares, encargados de conformar la nómina de expertos por áreas
disciplinares y profesionales, procurando garantizar nivel intelectual, independencia de
criterios y aceptación de reglamentos. En su segundo trabajo, Marquina (2014) aborda
su objeto a través de una triangulación de fuentes basado en el análisis de documentos y
normativas, encuestas aplicadas a evaluadores y entrevistas a diferentes actores. El
análisis le permite identificar una serie de tensiones en diversos niveles y grados,
producto de la diversidad de actores que participan y de las funciones de cada
organismo.
Por último, aquellos estudios que se abocan al análisis del Programa para el
Mejoramiento y su procesamiento en las unidades académicas (Casajús, 2010; Cap,
2011; Mulle, Januszevsky y Rivadeneira (2011); Casajús y Garatte, 2012; García de
Fanelli y Claverie, 2013)permiten señalar dos aspectos de los procesos de acreditación:
por un lado, que generan condiciones para instalar reformas en los planes de estudios e
incidir en los lineamientos del perfil de la carrera y por otro, que es necesario unamayor
reflexión y revisión sobre qué áreas se transforman o modifican para adecuarse a las
recomendaciones, dado que podrían estar incidiendo en la conformación de
profesionales para un determinado mercado de trabajo.
19
Consideraciones finales.
Partiendo de los propósitos trazados presentamos como resultado de esta investigación
bibliográfica, una serie de coordenadas que nos permiten caracterizar las producciones
de este campo y reflexionar en torno a ellas.
De acuerdo al ciclo de la política, podemos decir que durante la etapa que remite a la
instalación del tema en la agenda, las producciones originadas en el seno de la esfera
estatal tendieron a asociar desde un principio el problema de la calidad con la necesidad
de evaluar las instituciones para su mejoramiento. Esta fórmula supo instalarse en los
documentos de forma unívoca y general, generando tensiones en las universidades
respecto de los sentidos y alcances de la misma, motorizando así las primeras
producciones académicas en esta dirección. Mediante una revisión del concepto, se puso
de manifiesto la necesidad de instaurar una mirada atenta a los marcos políticos e
ideológicos que encuadran las acciones, así como los referentes teóricos que estructuran
los discursos y orientan las prácticas de los actores en determinada dirección. Esta
disputa en torno al control de la evaluación y sus significados puede verse reflejada en
el carácter prescriptivo que asumen las producciones durante este período, ya sea
aquellas que expresan la voluntad política de funcionarios y expertos de instalar la
evaluación en las universidades, como las académicas que formulan la construcción de
un modelo de evaluación atento a las singularidades de la universidad.
En la segunda etapa, correspondiente a la formulación e implementación de la política,
se identifican dos grandes propósitos en las producciones relevadas. Por un lado, un
profundo interés, en el marco de una nueva relación entre Estado y universidad, que
encuadra y determina las acciones y responsabilidades de cada esfera; por el otro,
problematizar y revisar las contradicciones, distancias y vacíos existentes entre la norma
y las prácticas, donde el foco ya no se deposita en la política, sino en sus mediaciones.
En este contexto, las imprecisiones presentes en el Art.43. serán objeto de reflexión de
los órganos de representación como el CIN y el CRUP, por su incidencia en la
regulación de títulos y su concomitante distribución de poder; así como también la
discusión sobre el principio de autonomía universitaria y su redefinición en este nuevo
marco. En cambio, las producciones académicas reflexionan alrededor del rol que
ocupan las asociaciones de decanos y los órganos de representación en la discusión
sobre las carreras de interés público, las incumbencias y la definición del rol
profesional, donde los aportes permiten poner de relieve que las tensiones ocasionadas,
20
más que provenir de las imprecisiones de la ley, se originan en las disputas entre
corporaciones disciplinares por el resguardo en el alcance de sus incumbencias.
Por último, en la etapa correspondiente a la institucionalización de la política, las
inquietudes se diversifican, generando una multiplicidad de estudios académicos,
artículos científicos y debates públicos que comparten la preocupación por conocer,
comprender y explicar el impacto de la política sobre las estructuras universitarias.
Teniendo en cuenta estas coordenadas, ante la pregunta ¿existe una cultura de la
evaluación en las universidades? las producciones permiten ordenar las respuestas en
dos puntos de un continuum que se ubica entre el convencimiento de que se está
avanzando hacia su maduración y consolidación y la creencia de que la misma es el
resultado del aprendizaje de las reglas del juego de la evaluación. Esto puede verse
reflejado en los casos que son objeto de análisis de las investigaciones, donde a partir de
los datos arrojados se construye cierto consenso alrededor del carácter potencial de la
evaluación en la promoción de acciones tendientes a transformar aspectos de la vida
institucional, aunque se pone en cuestionamiento el carácter superficial y “cosmético”
de muchos de esos cambios, dimensión interesante a seguir indagando, dada la
importancia que ha asumido la evaluación como herramienta de gestión de las
instituciones. Este punto, desde la mirada de la CONEAU, es el principal argumento por
el cual la evaluación se ha legitimado y sigue resultando una herramienta valiosa en el
reconocimiento de áreas prioritarias para la definición de políticas institucionales. Este
punto merece especial atención, dado que no se ha indagado lo suficiente sobre la
tendencia que asumen estos cambios así como tampoco sobre la pertinencia social de las
acciones que se proponen.En este sentido, resulta interesante poder indagar más
profundamente las articulaciones que se producen entre los resultados de la acreditación
y la construcción de la agenda institucional, cómo se ejerce la autonomía en la
definición de temas y prioridades y qué discusiones priman ante cada acreditación.
En relación a esto, y con respecto a la legitimidad de estos procesos, aquellos estudios
que recuperan las percepciones de los actores, en su mayoría de directivos o
responsables de la gestión, nos permiten conocer más de la lógica que rige en la cúpula
de las instituciones. En este sentido, la apatía y desinterés que estos actores le atribuyen
a estudiantes y docentes en el compromiso con la tarea, es una dimensión que merece
seguir indagándose, a partir de analizar por dónde circula la información, ya que los
datos arrojados dejan entrever que la política suele dirimirse en la gestión institucional,
liderada por aquellos actores que ocupan cargos estratégicos y que poseen los recursos y
21
la legitimidad para concretarlos. En este sentido, la implementación de los cambios, más
que responder a la configuración de una cultura de la evaluación, pareciera estar más
asociada a la continuidad de los grupos que gobiernan la institución.
Por otro lado, las producciones permiten visibilizar una serie de problemáticas y
contradicciones que surgen durante el proceso de incorporación de carreras al Art. 43,
aspecto sumamente importante, ya que pone de relieve los efectos no deseados de la
política, a la vez que instala en el debate dos cuestiones: por un lado la necesidad de
revisar los roles que ocupan los órganos de representación, por el otro revisar y/o
modificar el artículo, con miras a evitar el solapamiento entre incumbencias
profesionales de diferentes carreras y una segregación entre aquellas carreras que logran
incluirse al Art. 43 y aquellas que no, quedando por fuera de un circuito de
financiamiento para la mejora.
En suma, y de acuerdo al estilo y propósito de las producciones, podemos decir que las
mismas asumieron, en sus orígenes, un estilo prescriptivo, con un fuerte protagonismo
del Estado como agencia de producción, mientras que, a partir de la etapa de
formulación e implementación de la política cobrarán un mayor protagonismo las
producciones académicas, en consonancia con un período de institucionalización de los
espacios de divulgación y socialización del conocimiento e incentivos a la producción
científica.
Sin duda, estos avances han generando las condiciones para instalar en la agenda
pública la demanda de producciones cada vez más específicas que reúnan, sistematicen
y produzcan conocimiento para avanzar en la agenda de investigación y para la gestión
del sistema y la toma de decisiones.
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