Download - Historia Del Istmo Centroamericano-Tomo I
Historia del istmocentroamericano
Tomo I
COOR
DINACIONEDUCA
TIVAYCULTURAL
CENTROAMERICANA
CECC
COORDINACIÓN EDUCATIVA Y CULTURAL CENTROAMERICANA
Instituciones de los gobiernos centroamericanos que aprobaron e impulsaron el proyecto de elaboracióndel texto sobre la historia del istmo centroamericano
Costa RicaMinisterio de Educación Pública
Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes
El SalvadorMinisterio de Educación
Consejo Nacional para la Cultura y el Arte
GuatemalaMinisterio de Educación
Ministerio de Cultura y Deportes
HondurasMinisterio de Educación
Ministerio de Cultura, Arte y Deportes
NicaraguaMinisterio de Educación, Cultura y Deportes
PanamáMinisterio de Educación
Instituto Nacional de Cultura
Coordinación académicaDr. Knut Walter Franklin
AUTORES
Costa RicaDr. Víctor Hugo Acuña OrtegaDr. José Antonio Fernández Molina
El SalvadorDr. Jorge Rafael Cáceres PrendesDr. Knut Walter FranklinDr. Héctor Raúl Lindo FuentesLic. Othón Sigfrido Reyes
GuatemalaLic. Edgar Leonel Barillas BarrientosDr. José Luis Muñoz NavichoqueDr. Arturo Taracena Arriola
HondurasDr. Mario Posas AmadorLic. Rigoberto Paredes Fernández
NicaraguaDr. Germán Romero Vargas
PanamáDr. Francisco Alberto HerreraDra. Beatriz Rovira de Pacheco
Coordinación del proyectoMarvin Herrera Araya
ConalitegHumberto Blanco PedreroPedro Javier Herrera AriasFrancisco Oviedo VillavicencioStanislao Fabbrizzi Buonavita
Coordinación editorialAna Laura Delgado
Cuidado de la ediciónMartha Poblett MirandaSonia Zenteno
Investigación iconográficaRosario Ponce PereaGerardo Uriz BorrásAna Laura DelgadoEsther Torres Guerrero
Reproducciones fotográficasPedro Hiriart
Diseño gráficoHumberto BreraAna Laura Delgado
Formación electrónicaDavid Cruz MartínezMarco Antonio Ponce Perea
Corrección de estiloRosario Ponce PereaAna María Carbonell
Elaboración de mapasDavid Cruz Martínez
Servicios editorialesGrupo Editorial Siquisirí
El Gobierno de México, en el marco de Tuxtla Gutiérrez II y a través de la Secretaría de Educación Pública y la ComisiónNacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg), aportó fondos para la investigación iconográfica, la edición y la impresiónde esta obra, concebida por la Coordinación Educativa y Cultural Centroamericana (CECC).
D.R. © 2000, por Coordinación Educativa y CulturalCentroamericana (CECC)175 m norte de la esquina oeste del ICE, SabanaNorte, San José, Costa Rica, C.A.
Se prohíbe la reproducción parcial o total de estaobra, sin el permiso escrito del titular de los derechos.
ISBN 970-18-4409-2 (obra completa)ISBN 970-18-4421-1 (tomo I)
AGRADECIMIENTOS
A la UNESCO, por la cooperación financiera, canalizada por mediode la Oficina Subregional para Centroamérica y Panamá, que sustentó todo
el proceso de preparación de este texto de historia.
Al Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), por haber contribuidoeconómicamente para su elaboración.
Al Gobierno de la República de China en Taiwan, por la donación del papel para imprimir esta importanteobra sobre la historia de Centroamérica.
Al Gobierno de México, por su valiosa colaboración en la investigación iconográfica,edición e impresión de Historia del istmo centroamericano.
COMISIÓN ACADÉMICA
Dr. Víctor Hugo Acuña Ortega • Coordinador académico • Costa RicaDr. Knut Walter Franklin • Coordinador académico • El Salvador
Lic. Edgar Leonel Barillas Barrientos • GuatemalaDr. Mario Posas Amador • Honduras
Dr. Germán Romero Vargas • NicaraguaProf. Euribiades Chérigo Canto • Panamá
Sr. Marvin Herrera Araya • Coordinador regional
PresentaciónIntroducción
CAPÍTULO 1 El espacio y los seres humanos
IntroducciónOrigen geológico de América CentralEl relieve centroamericanoLos suelos de América CentralEl clima en América CentralEl recurso aguaRutas de dispersión biológicaBiodiversidad: la floraBiodiversidad: los bosquesBiodiversidad: la faunaRecursos no renovablesLa población centroamericanaConclusión
CAPÍTULO 2 Orígenes y evolución de los pueblos del istmo
IntroducciónLos descubridores del continenteLos inicios de la domesticaciónLa base económica de las primeras aldeasEl antiguo espacio ístmicoConclusión
CAPÍTULO 3 Antiguas civilizaciones de la Zona Norte
IntroducciónDe las aldeas a los centros políticos: el período PreclásicoLos mayas clásicos
—Cultivo y comercio—Organización política—Religión y poder—El papel de la guerra en las ciudades-Estado mayas—Parientes, poder y política—Conocimientos necesarios para el sostenimiento de un Estado
Los cambios sociales y políticos a partir del 900: el período PostclásicoConclusión
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ÍNDICE
UNIDAD I
CAPÍTULO 4 Sociedades antiguas de las zonas Central y Sur
IntroducciónLa Zona Central
—Los desarrollos autóctonos y el contacto mesoamericanoLa evidencia arqueológica
—El noroeste—La Gran Nicoya—El nordeste de Honduras—El noroeste de Nicaragua
La Zona Sur—Las primeras aldeas igualitarias
Surgimiento de sociedades complejas—Símbolos de poder
La orfebreríaLa cerámica policromada
—Las sociedades cacicales—Los intercambios económicos
Conclusión
CAPÍTULO 5 Las poblaciones nativas en el momentode la conquista hispánica
IntroducciónMigraciones y comercioLas zonas de poblamiento
—La región Norte—La región Central—La región Sur—La subregión nororiental de Nicaragua—Los grupos indígenas de Costa Rica—La subregión panameña
Conclusión
Conclusión de la Unidad I
CAPÍTULO 6 La conquista de Centroamérica (1492-1542)
IntroducciónLa expansión europeaLa España del descubrimiento y la ConquistaEl descubrimiento de Centroamérica: 1502La conquista de Centroamérica
—La conquista de Panamá—La conquista de Nicaragua
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UNIDAD II
—La conquista de Guatemala—La conquista de El Salvador—La conquista de Honduras—La conquista de Costa Rica
Conclusión
CAPÍTULO 7 El establecimiento del dominio español (1542-1600)
IntroducciónEl descenso de la población indígenaLa instauración del dominio españolLa nueva sociedadLa cristianización de CentroaméricaConclusión
CAPÍTULO 8 La crisis del siglo XVII
IntroducciónLa crisis europea del siglo XVII
Los problemas en CentroaméricaLa crisis económica y socialEl mestizajeConclusión
CAPÍTULO 9 La sociedad centroamericana en el siglo XVIII
IntroducciónEuropa y España en el siglo XVIII
Economía y sociedadLas reformas borbónicasVida cultural y religiosaConclusión
Conclusión de la Unidad II
BibliografíaCréditos de iconografía
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PRESENTACIÓN
La excelente y retadora idea de elaborar un texto de historia del istmo centroameri-cano surge en la XIV Reunión Ordinaria de la Coordinación Educativa y CulturalCentroamericana (CECC), realizada en Panamá en 1994. A partir de ese momen-to, se inicia el proceso en el que el Dr. Rodolfo Pastor Fasquelle, Ministro deCultura, Arte y Deportes de Honduras en ese entonces, juega un destacado papelen su calidad de historiador al preparar una rigurosa propuesta de objetivos, crite-rios y contenidos consultada y retroalimentada por los despachos de Educación y deCultura de los países centroamericanos. En la IV Reunión Extraordinaria de la CECC,llevada a cabo en Panamá en marzo de 1995, se dispone, por medio de la resolu-ción CECC/RM(E)/PAN-95/RES/004, aprobar el contenido del texto distribuido; in-tegrar la Comisión Académica de Historiadores, conformada por un historia-dor de reconocido prestigio de cada país miembro de la CECC; agradecer a laUNESCO su valiosa ayuda y autorizar al ministro Pastor Fasquelle a continuar susgestiones para solicitar la cooperación de la Secretaría de Relaciones Exterio-res de México.
Durante esas ocasiones, en el seno de la CECC, se consideró que la poblacióncentroamericana, particularmente los estudiantes de educación media, debían co-nocer y valorar el acervo cultural común de la sociedad centroamericana, desdesus orígenes hasta el presente. También influyó en la materialización de esta ideala voluntad de los Excelentísimos Señores Presidentes de las Repúblicas Centro-americanas de fomentar la unidad, los valores y la identidad centroamericanos. Elobjetivo es sistematizar, con un enfoque holístico y regional, la historia del istmo;incluir y explicar los acontecimientos más relevantes y los procesos evolutivos en loscampos social, económico y político, así como forjar una conciencia ciudadanacentroamericana en el contexto de una sociedad unificada, de cara a los desafíosque demanda el desarrollo sostenible y la convivencia pacífica con otros pueblos ynaciones.
La Comisión, en su primera sesión de trabajo, reconoció la importancia y lanecesidad del texto y definió que éste, al fortalecer los valores, resaltar la identidad yrevitalizar la historia, debía ser una valiosa contribución a la unidad de los puebloscentroamericanos. Sus miembros consideraron que esta obra de historia debía serdidáctica, motivadora, útil a los estudiantes y docentes y, sobre todo, cumplir el pro-pósito de hacer esta materia atractiva y fácil de aprender, y con ello, favorecer elpensamiento crítico y reflexivo.
Historia del istmo centroamericano10
Con el propósito de buscar la mejor distribución de los temas del texto, laComisión Académica de Historiadores los agrupó de la siguiente manera: El espa-cio y los seres humanos, El mundo antiguo (10000 a.C.-1502), El mundo colonial(1502-1821), Fundamentos del mundo contemporáneo (1821-1979) y El mundoactual y el futuro de Centroamérica. De estos amplios bloques temáticos se derivanlos 21 capítulos de esta singular obra, escritos por connotados historiadores de laregión.
Los objetivos aprobados por la Comisión para orientar la elaboración del textosobre el istmo centroamericano fueron los siguientes:
• Contribuir al acercamiento de los estados, naciones y pueblos de Centro-américa, como un esfuerzo educativo y cultural en el marco de la integraciónregional.
• Fortalecer la formación de los estudiantes con sentido crítico, reflexivo, res-ponsable y solidario.
• Promover el conocimiento de las raíces históricas y culturales de la región, yel respeto a la diversidad cultural, política y religiosa.
• Contribuir a la formación de jóvenes con sentido pluralista, conscientes de ladiversidad cultural, de la tolerancia y de la construcción de la paz y de la demo-cracia.
La Secretaría General de la CECC, con satisfacción, deja constancia escrita de lamagnífica disposición de trabajo de los miembros de la Comisión, así como de susolvencia académica, evidente desde el inicio, cuando definieron las característi-cas técnicas del texto. Esta capacidad intelectual y la vasta experiencia de cadauno en la preparación de otros textos escolares, hicieron posible la superación deobstáculos o limitaciones, lo mismo que la conclusión de este texto, único en sugénero. Felizmente, con la publicación de esta importantísima obra, de gran valoren el marco de la historia centroamericana, se da un fuerte impulso al procesoregional de integración, porque las generaciones de jóvenes que la estudiarántendrán una visión diferente de nuestros países, de nuestros pueblos y su historia,así como del Sistema de Integración Centroamericana.
MARVIN HERRERA ARAYASecretario General de la CECC
INTRODUCCIÓN
CENTROAMÉRICA EN UNA GOTA
La historia de la presencia humana en Centroamérica comenzó cuando varios gru-pos de cazadores debieron transitar por el puente del istmo centroamericano, de-cenas de miles de años antes de nuestra era, en búsqueda de la megafauna queabundaba en aquellos tiempos. Los que se establecieron finalmente aquí vinieron,quizá, unos cinco mil años antes de nuestra era cuando, tanto en México como enlos Andes, ya se había inventado la agricultura; tal vez inmigraron como conse-cuencia, precisamente, del crecimiento demográfico que indujo el cultivo.
En Centroamérica, a diferencia de México o Perú, no hubo una etnia belicosaque impusiera su dominio. Cohabitaron el istmo una miríada de pueblos, provenien-tes de dos tradiciones culturales en continuo desplazamiento, encuentro y conflicto.Distinguimos entre ellos a los mesoamericanos, cultura de maíz, frijol y chile que,encabezados por los olmecas, llegaron a Guatemala, El Salvador y Honduras haceunos cuatro mil años. Y grupos provenientes de un tronco cultural circuncaribeño,pueblos de río y selva, cultivadores de pejibaye, yuca y malanga, ancestros de losmiskitos, ramas, sumos, payas y tawahkas. Desde entonces, el istmo encarna a unaunidad geográfica, enraizada en su particular diversidad cultural.
En el primer milenio de nuestra era, los mesoamericanos desarrollaron Es-tados nucleados en torno a grandes ciudades-Estado, mientras que sus vecinosnahuas y lencas organizaron cacicazgos hereditarios. Los pueblos de la regióncircuncaribeña formaban clanes familiares, cuya subsistencia dependía en ma-yor medida de la caza y la recolección; organizados en tribus independientes,los hombres del río y la selva conservaron sus poblamientos temporales cerca de lasmárgenes, pero a salvo de la furia estacional de los ríos.
El descubrimiento por los europeos de las tierras y pueblos del istmo, ha sidoatribuido por los investigadores a varios viajeros, pero ha quedado registrado comomérito de Cristóbal Colón, quien llegó con sus barcos a Guanaja y exploró la costadel caribe en 1502, describiéndola como un paraíso terrenal. “Contacto” ciertamen-te es un eufemismo para calificar lo que ocurrió después: una invasión violenta, unaguerra a sangre y fuego de los europeos contra los nativos. Seis ejércitos españolesrivales atacaron el istmo por tres flancos, entre 1519 y 1526, y a menudo pelearonentre sí por los territorios que suponían ricos en metal precioso.
Historia del istmo centroamericano12
A medida que las tropas españolas avanzaban sobre el istmo, los príncipesnativos se levantaban para oponerles resistencia. Pero una vez derrotados, los venci-dos alimentaban a la tropa del conquistador, cargaban sus bultos, y proveían logís-tica e información contra el vecino. Así, las rebeliones eran cada vez más exiguas,dirigidas por figuras de menor rango y fracasaban más rápidamente. Quedabanzonas en las selvas tropicales del istmo —El Petén, en Guatemala; la Taguzgalpa, enHonduras; la Tologalpa, en Nicaragua y la Talamanca en Costa Rica y Panamá— derefugio efectivo, que el español sólo dominaría parcial y lentamente dos siglos des-pués; pero éstas se ovillaban, estaban cada vez más aisladas y no alteraban el con-trol establecido sobre la mayor parte de la población, ni representaban un reto aldominio español.
La construcción de la colonia en Centroamérica fue una empresa de otro tipo.Del esclavismo y la minería de oro, los españoles pasaron a organizar una explota-ción fiscal en torno a la “encomienda” del tributo indígena en el norte del istmo;fundaron reales mineros para explotar la plata y establecieron ranchos y estanciasganaderas vinculados a las minas y las ciudades de las provincias del centro. Losnativos fueron congregados en pueblos, bajo la supervisión de los frailes y de supropia élite, responsabilizada de las obligaciones colectivas con la economía colo-nial. Los encomenderos pasaron de virtuales “señores de horca y cuchillo” a bene-ficiarios de una concesión fiscal, cuando la minería de plata permitió la articula-ción de una economía mercantil. Las ciudades españolas y los pueblos indígenasfueron dotados de gobiernos municipales. Asimismo, se organizó una burocraciaimperial con su centro en Santiago de Guatemala, y representada en cada provin-cia por alcaldes mayores, corregidores y gobernadores nombrados por el rey.
Con la introducción de nuevas plantas, animales, artes y oficios, medios decambio y relaciones mercantiles, la economía colonial centroamericana creció des-de mediados del siglo XVI hasta la segunda década del siglo XVII, cuando el comer-cio del istmo era el tercero del imperio atlántico español según el volumen de lamercancía embarcada en los puertos. Hacia 1630, la incapacidad del imperiopara proteger de la piratería las redes de tráfico tan extensas condujo, empero, alcolapso del sistema comercial de flotas y al consecuente aislamiento especialmentede las colonias pobres.
Durante las décadas intermedias del siglo XVII, siglo de “crisis” y de síntesis, laeconomía española decayó, la población indígena se estabilizó y el istmo fusionóelementos de las tradiciones indígenas y de los inmigrantes para producir sus pro-pias culturas sincréticas. Fue entonces cuando cristalizó la cultura del criollo, ex-presada en notables obras literarias, como La recordación florida, de FranciscoAntonio de Fuentes y Guzmán, y en las grandes catedrales. También el indio sinte-tizó una nueva cultura a partir de su tradición; es así como surgió el culto de lossantos y las vírgenes, que encarnaban a antiguas deidades paganas para las co-fradías indias. Marginados por definición del sistema colonial, los mestizos de
Introducción 13
casta todavía minoritarios ocuparon y dominaron pronto las áreas periféricas de lacolonia, en donde crearon su propio mundo social y se dedicaron a actividadesmarginales, que nadie más quería asumir. Muchas de las diferencias precolombi-nas se conservaron dentro de los mestizajes. En la antigua mesoamérica centro-americana los criollos aprendieron a comer maíz en tamales y pan, en tortilla yatol; en el sur chibcha, a comer arepas de yuca y pejibaye soasado.
A fines del siglo XVII, la ya asfixiada economía había derivado en el contraban-do. Los ingleses, apoderados desde 1650 de gran parte del Caribe y de San Andrésy Providencia, amenazaban la costa y terminarían por colonizar Belice, las Islas de laBahía y la Mosquitia. Los costarricenses desarrollaron toda una economía de planta-ciones de cacao, orientada por esa exportación, para ello importaron esclavos ne-gros que compraban a los ingleses.
El cambio dinástico y las primeras reformas administrativas de los Borbones aprincipios del siglo XVIII no fueron suficientes para restablecer la conexión con lapenínsula. Pero el programa de reformas modernizadoras, así como el estableci-miento de monopolios y compañías reales, la apertura de puertos y el fomento dela minería, terminaron por transformar las condiciones de producción y comercio eindujeron cambios sociales. La población creció con un nuevo ritmo y, a mediadosdel siglo XVIII, ya era predominantemente mestiza (aunque en Guatemala seguiríanprevaleciendo los indígenas). Se transformó asimismo la cultura oficial, que se con-cretó en el movimiento ilustrado de la Universidad de San Carlos en Guatemala.
La mala administración y las guerras napoleónicas quebraron al gobierno es-pañol y determinaron, a fines del siglo XVIII, la descomposición del imperio, del cualel Reino de Guatemala era una remota provincia secundaria. El alza de los impues-tos y otras reformas fiscales draconianas dieron al traste con la administración colo-nial y provocaron descontento general. Los movimientos insurgentes, especialmenteel de México, y la efervescencia popular obligaron a los notables reunidos en Guate-mala en 1821 a asumir la independencia. José del Valle, el más lúcido teórico de lailustración centroamericana, redactó el acta. Tres años después, una constituyenteproclamó la República compuesta por las Provincias Unidas de Centro América. Seconvocó a elecciones y ganó el liberal salvadoreño Manuel José Arce, contra quiense alzaron los gobiernos provincianos unos meses después. Ganaron la primeraguerra civil los liberales, cuyo jefe, Francisco Morazán, intentó gobernar la Fede-ración desde 1830 hasta 1838, cuando fue derrotado por los conservadores.
Como en otras regiones de América, los intereses locales impidieron la forma-ción de la nación, pero las antiguas jurisdicciones coloniales conservaron cierta co-herencia. En cada ex provincia del istmo se impusieron dictaduras conservadoras,empeñadas en restablecer el antiguo régimen. Centroamérica transitó luego por ladisolución, y perdió en el camino tiempo, territorio y dominio sobre sus recursos, loque obligó a una larga espera para la incorporación a la dinámica mundial, que enese momento se aceleraba con el surgimiento de nuevas potencias industriales.
Historia del istmo centroamericano14
No todo por cierto era oscuro. Los gobiernos conservadores buscaron nuevosproductos de exportación, como el algodón y el café. Manejaron hábilmente lascontradicciones entre los Estados Unidos y Gran Bretaña, cuyo conflicto por el controldel futuro canal quedó teóricamente resuelto con el Tratado de 1850. El mayor logrode los conservadores fue neutralizar la amenaza, en cierto momento ominosa, delfilibusterismo, que pretendió apoderarse primero de Nicaragua y después del istmo.La “Guerra Nacional”, organizada por los gobiernos (encabezados por Rafael Ca-rrera en Guatemala, Santos Guardiola en Honduras, Juan Rafael Mora en CostaRica, el general José Dolores Estrada en Nicaragua, y Rafael Campo en El Salvador)expulsó a los filibusteros, cuyo jefe, William Walker, fue fusilado en Trujillo cuandointentó regresar en 1860.
El triunfo definitivo de los liberales en México y Colombia precipitó en los paí-ses del área una revolución liberal que, de 1871 a 1893, estableció gobiernosreformadores con una visión moderna de la economía y de la administración públi-ca. La revolución liberal nicaragüense triunfó en 1893 y se extendió durante el perío-do 1893 a 1909, año en el que concluye el gobierno del general José Santos ZelayaLópez. Esos regímenes reformaron las leyes y expropiaron los bienes de la Iglesia yde las corporaciones, para impulsar un nuevo desarrollo mercantil. Aprovecharon lanueva bonanza del mercado internacional y de las exportaciones del café para res-tablecer el comercio centroamericano con las economías centrales; en Honduras sereactivó la minería.
El inusitado auge del comercio y del café a finales del siglo XIX, trajo aCentroamérica una nueva prosperidad y permitió a los nuevos gobiernos reformarlos Estados incipientes y emprender programas de infraestructura y desarrolloinstitucional. Se construyeron ferrocarriles, teatros y palacios nacionales, se esta-blecieron bibliotecas, archivos y cátedras en las universidades. Los intelectualesparticiparon entusiastas. Por otro lado, los estadounidenses promovieron la sece-sión de Panamá y construyeron su soñado “canal americano”, que convertiría elistmo en región estratégica para el comercio mundial y reforzaría sus nexos con losEstados Unidos. La prosperidad atrajo nuevas migraciones de europeos, estadouni-denses y levantinos, quienes se dedicaron a trabajar y enriquecieron la economía yla cultura local.
La bonanza atrajo además un tráfico naviero de vapores, que abarataron losfletes y permitieron el transporte en gran escala del banano a los Estados Unidos. Lademanda de ese nuevo producto acarreó un desarrollo agrícola en el litoral delmar Caribe. Los norteamericanos rápidamente se apropiaron del tráfico, por la víade las concesiones ferrocarrileras, que les facilitaba el acceso a las tierras. Surgieronasí los enclaves norteamericanos que, al mismo tiempo, significaron un desarrollo sinprecedentes del litoral. Sin embargo, la fragilidad del desarrollo dependiente quedómanifiesta cuando sobrevino la crisis financiera mundial de 1930 y la contracción dela demanda de nuestros productos “de postre”, el café y el banano.
Introducción 15
La crisis económica desembocó en movimientos sociales, entre los cuales destacael de 1932 en El Salvador. Sobrevino entonces el establecimiento de regímenes dictato-riales: Maximiliano Hernández Martínez, Jorge Ubico, Tiburcio Carías y AnastasioSomoza García se encargaron de garantizar las inversiones y sofocar las protestas. Ensus manos entraron estos países a la Segunda Guerra Mundial contra el Eje. Solamenteen Costa Rica y Panamá se mantuvieron regímenes encabezados por políticos civiles.
La Segunda Guerra Mundial consolidó la reorientación de Centroamerica ha-cia los Estados Unidos. Los dictadores invirtieron los réditos de la recuperacióneconómica de la posguerra en obras públicas. Pero el crecimiento y el nuevo climainternacional creaba ya, hacia 1944, un ambiente incómodo para las dictadurasquinceañeras. Por entonces, el desarrollo de las comunicaciones —la radiodifusióny la prensa escrita— estimulaba una opinión pública alerta, ampliando los vasoscomunicantes del istmo. Cayeron Ubico y Hernández Martínez en 1944. Guatema-la eligió presidente a Juan José Arévalo; con su ayuda, José Figueres dirigió unarevolución victoriosa y eliminó el ejército en Costa Rica. Al final cayó Carías enHonduras. Los regímenes “progresistas” dieron paso a un fermento social y a unaapertura política a mediados del siglo.
Las organizaciones populares recuperaron con creces la fuerza reprimida y seconvirtieron en agentes políticos eficaces, al organizar huelgas importantes que apo-yaban a los gobiernos reformistas. Con desfases temporales y la excepción parcialde Nicaragua, los regímenes reformadores establecieron una serie de adelantos:leyes laborales y agrarias, sufragio universal y el seguro social. Entablaron, además,las negociaciones que propiciaron la integración del Mercado Común Centroameri-cano. Se inicia entonces un período de nuevo crecimiento industrial e integracióncomercial y un proceso de urbanización acelerada.
Pronto, sin embargo, el ritmo de cambio resultó molesto para los inversionistasextranjeros y para el capital local. La guerra de Corea precipitó una mentalidad de“guerra fría” mientras que, con patrocinio de la Unión de Repúblicas SocialistasSoviéticas, los comunistas nativos se radicalizaron. En Guatemala, la contrarrevolu-ción derrocó al gobierno de Jacobo Arbenz con apoyo norteamericano. El creci-miento económico continuó durante otro par de décadas, con efectos deformadoresy polarizantes.
Salvo en Costa Rica, en los demás países continuaron, por la vía del golpe,dictaduras militares, apoyadas por sectores conservadores, que veían en los regí-menes de fuerza la tabla de salvación para continuar su control. Los militarescooptaron la burocracia para controlar una situación inestable, reprimiendo a losmovimientos guerrilleros incipientes. Sistemáticamente se produce entonces un di-vorcio entre la clase intelectual y el poder, que queda aislado y sin ideólogos.Hacia 1969, la mal llamada “Guerra del Fútbol” entre Honduras y El Salvadorpone de manifiesto las contradicciones soterradas, así como el costo y la peligrosi-dad de la dictadura militar.
Historia del istmo centroamericano16
Los generales Oswaldo López Arellano, en Honduras, y Omar Torrijos, en Pa-namá, intentaron, emulando al gobierno reformista del general Juan Velasco Alvaradoen Perú, arrebatarle banderas a la izquierda con programas populistas, que no pu-dieron sostenerse, aunque Torrijos negoció la recuperación progresiva de la zona delcanal. Hacia 1974, sin embargo, el encarecimiento del petróleo y el descenso del valorde nuestros productos tradicionales de exportación invirtieron los términos de inter-cambio comercial y le plantearon a los países del istmo nuevos problemas, doble-mente complicados en Honduras y Nicaragua por devastadores terremotos y hura-canes, que pusieron de rodillas a sus economías. De inmediato, sirvió como mitigantela disponibilidad de créditos blandos que ofreció la banca internacional, pero esosrecursos se gastaron en proyectos mal concebidos, sentando las bases de una ago-biante deuda externa y alimentando la corrupción. Entraban en crisis un modelo decrecimiento económico concentrador y excluyente, y uno político de gobierno militarrepresivo.
La más armada de las dictaduras, la dinastía de los Somoza en Nicaragua,sucumbió, en 1979, ante una rebelión pluriclasista con la que comenzó el experi-mento “sandinista” que precipitó la devolución de los gobiernos a manos civiles enHonduras, El Salvador y Guatemala. Pero las imprudencias del novel régimen nica-ragüense provocaron grandes tensiones y la intransigencia de la administración nor-teamericana del presidente Reagan, cuya respuesta fue una guerra “secreta y sucia”que derramó sangre inocente, inhibió el posible desarrollo económico de la región eincrementó todavía más la deuda externa. El colapso de la Unión Soviética, laprudencia de los gobernantes civiles y la astucia del pueblo nicaragüense en lasurnas desactivaron la tragedia inminente de un enfrentamiento regional.
Mientras tanto, entre 1940 y 1990 la degradación ambiental había corridopareja con la urbanización y el avance de la frontera agrícola mercantil. Después deque la economía agroexportadora se apropiara de los valles fértiles y la franja delcafé, los campesinos migrantes avanzaron sobre las selvas tropicales casi vírgenes,donde la tala de árboles y las siembras en laderas provocaron desecamiento, erosióne inundaciones cada vez más graves. El incremento absoluto y relativo de la miseriapor retraso y polarización mantuvo un continuo desperdicio de recursos humanos yuna devastación de los recursos naturales, que condujo a una crisis ambiental, quesólo se ha detenido en Costa Rica.
Los medios masivos de comunicación subvirtieron las estructuras mentalestradicionales y las culturas de nuestros pueblos; crearon un régimen de opiniónpública pero también de enajenación colectiva. Con el divorcio de la clase pensan-te, la cultura oligárquica entró en crisis al tiempo que la cultura popular se vioasediada por la globalización alienante. Gran parte de la población vive aúndesorientada, entre la desesperanza y la incertidumbre, la carencia de solidaridad y lamentalidad de la selva. Esto se traduce en violencia consuetudinaria, delincuenciae inseguridad.
Introducción 17
En la última década, Centroamérica se ha transformado profundamente y el pa-norama luce esperanzador, aun bajo el fardo pesado de los “ajustes” económicosimpuestos. Algunas de nuestras economías, especialmente en Honduras y Nicaragua,caminan aún sobre un campo minado por la deuda, pero tienen nuevas perspectivas einversiones. Los gobiernos civiles asumen un verdadero control y combaten la corrup-ción, al tiempo que luchan por una integración. La empresa privada, que ha visto unanueva oportunidad, empieza a repatriar el capital que exportó y surgen nuevos gruposde poder, financieros y exportadores de productos no tradicionales. La sociedad civilmadura y se apresta a asumir su nueva responsabilidad. La firma de la paz en ElSalvador y Guatemala augura un nuevo desarrollo pacífico. Los movimientos étnicoshan conseguido respuestas políticas que prometen disminuir su marginación social.Los premios nobeles de Óscar Arias y Rigoberta Menchú son emblemas de esa nuevacondición y de cierto reconocimiento en la comunidad internacional.
Nuestro reto es construir sobre la base de la reunificación, que ya han plan-teado nuestros presidentes en la ONU, una patria grande que ofrezca oportunida-des para todos, con una cultura de identidad en la diversidad, con paz y demo-cracia, y con el compromiso compartido de conservar el medio ambiente quepueda garantizar la calidad de vida del futuro. Esa gran tarea exige, en primerlugar, que nos eduquemos para ella y esa educación es el fin de este texto. Hantrabajado en él durante dos años los mejores historiadores del istmo, por inicia-tiva de los ministros de Educación y Cultura. Depende ahora de los estudiantes ylos maestros que esta obra cumpla con la finalidad de sustentar una concienciacentroamericanista perdurable.
Rafael Ángel “Felo” García
Sin título
Acrílico sobre madera
1973
Costa Rica
El espacio y los seres humanos 21
INTRODUCCIÓN
l istmo centroamericano tiene dos características físicas únicas en el mundo:
es el lugar de paso más angosto entre los dos océanos más grandes del
planeta y es el corredor obligado para trasladarse por tierra entre las dos
masas continentales de Norte y de Sur América. Es decir, tanto para los huma-
nos que se mueven por tierra como aquellos que navegan por los mares, América
Central es un lugar de importancia estratégica. No siempre fue así. En los tiempos
antiguos, cuando eran pocos los que se aventuraban mar afuera, la ubicación espe-
cial de América Central no tenía mayor importancia para los navegantes. Sin embar-
go, desde tiempos inmemoriales, desde que los humanos se hicieron presentes en
América, los suelos de nuestro istmo han sido marcados por las pisadas de numero-
sos individuos que buscaban pasar de una masa continental a otra en busca de
mejores tierras, mejor caza o mejores mercados para sus productos.
La presencia de los seres humanos en el istmo centroamericano no tiene que ver
solamente con su afán de pasar de América del Norte a América del Sur. Muchos se
quedaron en el istmo, construyeron sus viviendas y echaron raíces, convirtiéndose así
en pobladores permanentes. Por lo tanto, América Central también ha sido punto de
atracción para diversas poblaciones por sus notables características físicas: clima y
topografía variados, abundantes fuentes de agua, suelos ricos y gran diversidad de
vegetación y animales silvestres. Pero la presencia humana también comenzó a alterar
significativamente el entorno natural centroamericano gestado durante millones de
años, aislado, incluso, del resto del mundo.
Para comprender cómo es que el humano ha alterado el medio natural en
América Central, y cómo el medio también ha influido en el desarrollo de la sociedad
humana, en las siguientes páginas se analizarán las principales características físicas
y biológicas del istmo centroamericano, tal como lo fueron hace muchísimo tiempo, y
cómo han evolucionado hasta convertirse en lo que son en el presente.
ELos volcanes son quizá
la característica más
espectacular de la geografía
centroamericana. Desde
tiempos inmemoriales, sus
erupciones han provocado
destrucción de poblados
y cultivos, pero sus cenizas
también han abonado las
tierras del istmo, creando así
algunos de los suelos más
fértiles del mundo.
Historia del istmo centroamericano22
egún los antiguos cakchiqueles,
la obsidiana —piedra divina
con que se fabricaban instru-
mentos y ornamentos— prove-
nía de Xibalbay, un reino subterráneo de
magníficos tesoros naturales. “Entonces
fue creada la Piedra de Obsidiana por el
hermoso Xibalbay, por el precioso Xibal-
bay,” escribieron en el Memorial de So-
lolá. Ellos, como los otros pueblos cen-
troamericanos originarios, poseían un
amplio conocimiento sobre los bienes que
la tierra podía proporcionar. En Pana-
má y Costa Rica se trabajaba el oro. El
jade era usado en toda el área. Con la
obsidiana se fabricaban cuchillos, pun-
tas de flecha y adornos. Los mayas es-
culpían sus estelas en las calizas del Pe-
tén y las ignimbritas de Copán. Los
chorotegas sabían que era más fácil tra-
bajar una escoria volcánica que un den-
so basalto. También entendieron cómo
su territorio se originó aun antes de que
existiera ser vivo alguno.
ORIGEN GEOLÓGICO DE AMÉRICA CENTRAL
Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni unanimal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni
bosques: sólo el cielo existía... Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz... ¡Hágase así!¡Qué se llene el vacío! ¡Qué esta agua se retire y desocupe el espacio, qué surja la tierra
y qué se afirme! Así dijeron. ¡Qué aclare, qué amanezca en el cielo y en la tierra!
Popol Vuh
SLa obsidiana, un vidrio
natural, usado por los
centroamericanos para
fabricar herramientas
de trabajo y de cacería, como
estas puntas de flecha.
Los principales yacimientos se
encuentran en Guatemala.
El espacio y los seres humanos 23
Esos conocimientos y concepciones
sobre temas que ahora llamamos geoló-
gicos, fueron desarrollándose y amplián-
dose con el tiempo. A partir de las refor-
mas borbónicas en el sistema colonial, a
finales del siglo XVIII, se organizaron ex-
pediciones científicas que estudiaron los
tres reinos de la naturaleza americana.
Durante los dos siglos siguientes, nume-
rosos científicos se dieron a la tarea de
sistematizar los conocimientos sobre nues-
tro medio. Hoy se posee una idea bien
fundamentada sobre cómo se constituyó
el istmo centroamericano y se desarro-
llaron las formas de su relieve, montañas
y mesetas, planicies y colinas, así como
las riquezas que contienen.
Desde lejos, América se observa
como dos grandes masas triangulares con
la base hacia arriba y el vértice hacia
abajo. Las dos parecen flotar entre los
océanos, pero no están sueltas, pues las
une una franja estrecha. Ese eslabón es
lo que se llama América Central. Una
descripción más objetiva, basada en su
geografía física, la define como el área
terrestre y de plataforma continental que
se extiende desde el istmo de Tehuante-
pec (México) hasta las tierras bajas de
Atrato (Colombia). Desde una perspec-
tiva biológica, se dice que es una co-
nexión continua entre los neotrópicos del
sur y el neoártico del norte, sirviendo de
puente para las formas vivas terrestres y
de barrera para las formas marinas del
mar Caribe y del Pacífico. Esta caracte-
rística de puente entre el norte y el sur de
América fue determinante hasta el siglo
XVI. A partir de entonces, América Cen-
tral fue incorporada cada vez más a la
economía mundial y privilegiada por su
condición ístmica. La fácil comunicación
La América Central se ubica
en los trópicos, pero buena
parte de su territorio está
cubierta de cerros y montañas
de cierta altura y de clima
más bien templado.
El altiplano de los
Cuchumatanes en Guatemala
(arriba) y el departamento
de Chalatenango
en El Salvador (abajo) son
ejemplos de la topografía
montañosa de la región.
Historia del istmo centroamericano24
entre los océanos más grandes del mun-
do aumentó su importancia geoestraté-
gica para las potencias mundiales. Esto
condicionó, en gran medida, el desarro-
llo de la región en general y de cada país
en particular.
En términos de su geología, la re-
gión centroamericana está formada por
dos partes o provincias diferentes: una
septentrional y otra meridional, cuya se-
paración se localiza al sur de Nicaragua.
Una zona de origen más reciente se ex-
tiende por el Pacífico a lo largo de am-
bas. Así pues, la historia geológica de la
América Central septentrional —Guate-
mala, Honduras, El Salvador y gran par-
te de Nicaragua— está ligada a la Amé-
rica del Norte y es la más antigua de las
dos provincias. La América Central meri-
dional —sur de Nicaragua y los territo-
rios de Costa Rica y Panamá completos—
tiene vínculos con el Caribe, el Pacífico y
parte de Colombia.
La América Central septentrional
tuvo dos ciclos en que emergió y se su-
mergió sucesivamente, iniciándose este
proceso hace 600 millones de años. Al
concluir el primer ciclo, el núcleo principal
Los volcanes
centroamericanos, tanto
activos como inactivos, se
encuentran sobre una línea
que corre paralela a la costa
del Pacífico hasta internarse
en la Meseta Central de Costa
Rica. Su ubicación coincide
con la región donde la placa
de Cocos se hunde bajo
la placa del Caribe, creando
así las condiciones de calor
y fracturamiento de la corteza
por donde puede ascender
el magma.
El espacio y los seres humanos 25
de la región norte de América Central ya
se había formado. Con la sumersión si-
guiente, hace unos 130 millones de años,
sólo quedaron emergidas algunas islas.
La última fase de emersión, que comenzó
con una intensa actividad geológica ex-
tendida por toda Norteamérica cien mi-
llones de años atrás y que culminó hacia
el Eoceno, hace 60 millones de años, ter-
minó por darle la forma actual a las tie-
rras emergidas. No obstante, las formas
del relieve y la cadena volcánica termi-
narían de formarse sólo en los últimos cin-
co millones de años.
Cuando la América Central septen-
trional era una serie de islas, comienza
la historia de la América Central meri-
dional. Se dice que comenzó a formarse
como un cinturón de islas volcánicas que
dio paso a la unión de las dos masas con-
tinentales, hasta entonces separadas por
el llamado canal centroamericano. Coin-
cidiendo con los movimientos en Nortea-
mérica, entre los 100 y los 60 millones
de años, la intensa actividad geológica de
la región formó un sistema de montañas.
La formación de esta provincia concluyó
con el levantamiento general de toda la
región, hace cinco millones de años. En
esta última fase se formaron las sierras
volcánicas de Guanacaste, la cordillera
Central de Costa Rica y el volcán de Chi-
riquí en Panamá. Es decir, la unión de
América del Norte y América del Sur no
se realizó sino hasta hace menos de cin-
co millones de años.
La zona marginal del Pacífico pro-
viene de finales del Terciario e inicios del
Cuaternario, hace dos o tres millones de
años. Está formada por la cadena volcá-
nica cuaternaria y, en el océano Pacífico,
la fosa mesoamericana. A lo largo de esta
zona se origina la mayor cantidad de sis-
mos de la región. De hecho, la cadena
volcánica es una de las zonas de vulca-
nismo más activas del mundo.
Cráter del volcán Telica,
Nicaragua.
Historia del istmo centroamericano26
a región huista se ubica en las
montañas más altas de Améri-
ca Central, en la región fronte-
riza de Guatemala con Méxi-
co. Es uno de los lugares en donde los
científicos suponen que comenzó a do-
mesticarse el maíz. Muchas de las mani-
festaciones culturales de la población
huista tienen como referente el maíz,
como ocurre en buena parte del área
mesoamericana. Desde hace siglos, los
pueblos de la región huista identifican sus
cultivos con el clima y a éste con la alti-
tud de las tierras.
En el párrafo transcrito arriba, los
huistas identifican cuatro regiones por su
altitud: tierra caliente, tierra menos ca-
liente, tierra templada y tierra fría. En una
reciente historia general de América Cen-
tral, en la que participaron numerosos
académicos dedicados a las ciencias so-
ciales, también se utiliza el mismo pará-
metro, con similar clasificación. El con-
traste ecológico fundamental en América
Central es el existente entre las tierras al-
tas y las tierras bajas, o tierra templada y
tierra caliente, que, a su vez, se subdivi-
den por su grado de humedad. La rela-
ción actual entre altitud, clima, animales
y plantas, no difiere de la que existía an-
tes de la venida de los europeos en el si-
glo XVI.
Estas formas de explicarse el terri-
torio centroamericano, tienen mucho que
ver con una de las características predo-
minantes del paisaje: las tres cuartas par-
tes de su superficie son montañosas. Con
la sola excepción de las planicies del Pe-
tén y de La Mosquitia y el norte de Costa
Rica, parecería que la América Central
es una larga montaña, interrumpida por
una depresión en territorio nicaragüense
y salvadoreño, y otra, muy angosta, en
Panamá. Hacia el Pacífico, una angosta
franja plana separa las montañas del mar.
El sistema de cordilleras que atra-
viesa América Central no es sino parte
de esas cadenas montañosas mucho ma-
yores que corren a lo largo del continen-
te americano y que se extienden desde
Alaska hasta la Patagonia. Si a ello suma-
mos el cinturón volcánico paralelo a las
costas del océano Pacífico, tendremos
los aspectos más relevantes del relieve
del istmo, que aparecen repetidamente en
los símbolos nacionales centroamericanos.
Así fueron sacando la clase de maíz y el color también. Semillas de tierra caliente, semillasde un poco menos caliente, tierra templada, tierra fría. Hay maíz amarillo, hay maíz
blanco... el pinto y el negro, son cuatro colores y así sacaron las semillas, la variedadde semillas que hay en cada clima.
Tradición oral huista
EL RELIEVE CENTROAMERICANO
L
La agricultura
centroamericana siempre se
ha identificado con el cultivo
del maíz. Esta planta
proporcionó alimentación
a los primeros agricultores
y sus granos siguen siendo
todavía un componente básico
de la dieta de muchos
centroamericanos.
El espacio y los seres humanos 27
Con estos elementos podemos pre-
sentar una clasificación de las regiones
centroamericanas por las formas de su
relieve: 1) planicie del Pacífico o tierras
bajas del Pacífico; 2) planicie del Caribe
o tierras bajas del este; 3) tierras bajas
del norte (que incluiría las zonas bajas del
norte de Honduras); 4) tierras altas del nor-
te o zona montañosa del norte, y 5) zona
montañosa del sur o istmo sur. De es-
tas cinco regiones, el geólogo Gabriel
Dengo diferencia la cadena volcánica
del Pacífico, y las sierras y mesetas vol-
cánicas.
La planicie del Pacífico es, en reali-
dad, una serie de regiones planas, inte-
rrumpidas por el acercamiento de las
Según su altura, las tierras
centroamericanas pueden
clasificarse en cinco áreas,
como se aprecia en este mapa.
La caoba, es un árbol de
madera fina que ha sido
explotada para diversos fines.
Durante la Colonia se
transportó caoba
centroamericana
a los astilleros españoles
en La Habana, en virtud
de su resistencia al agua
salada y a los crustáceos
que atacan los cascos
de los barcos.
Historia del istmo centroamericano28
montañas a la costa, que tiene una alti-
tud no superior a los 200 m sobre el nivel
del mar. Su parte más ancha se ubica en
Guatemala, en donde alcanza hasta los
50 km. Su vegetación es la característica
del bosque tropical seco, aunque en al-
gunos lugares cambia a bosque tropical
húmedo. Esta fue una región de grandes
bosques de maderas preciosas y de abun-
dante fauna. En la actualidad, la gana-
dería y la agricultura de exportación, esta
última con sus sistemas de utilización de
fertilizantes y plaguicidas químicos, aca-
baron con aquella bonanza silvestre.
Ahora es una de las regiones más ricas
del área centroamericana, pero sus re-
cursos forestales sólo se pueden apreciar
por los restos que existen a la orilla de
los ríos o de algunas especies en los cer-
cos que dividen las fincas y las haciendas
ganaderas. Es una región de alta densi-
dad demográfica, de mucho desarrollo
vial y de gran fertilidad en sus suelos.
Al igual que la del Pacífico, la pla-
nicie del Caribe, presenta un relieve plano
de baja altura (menos de 200 m). Aunque
su ancho es variable, adquiere grandes
proporciones si se compara con aquélla.
En La Mosquitia, llega a tener entre 80 y
150 km, por un largo de 1000 km. La ve-
getación predominante es la del bosque
tropical húmedo. Es una región de gran-
des ríos, en comparación con los otros de
América Central. En el litoral abundan las
lagunas, bahías y estuarios. Por ser muy
poco habitada y con poblaciones situadas
principalmente en los puertos de la costa,
en esta región se encuentra una de las
grandes reservas naturales de América
Central.
Las tierras bajas del norte tienen un
relieve plano y bajo, que no supera los
500 m. Forma parte de una gran planicie
Los pinos centroamericanos
son la principal fuente
de madera para
la construcción. En tiempos
pasados, también se les extraía
la brea que se usaba para
sellar los cascos de barcos
y lanchas.
En las riberas de los ríos
de la vertiente caribeña
de la América Central
generalmente se da
una vegetación tupida propia
de una selva tropical.
El espacio y los seres humanos 29
que se inicia en Veracruz, México, y se
extiende hasta Sudamérica por la costa ca-
ribeña; comprende la región del Petén y
la península de Yucatán. Las montañas pe-
teneras, de poca altura, son formaciones
de rocas calizas. En el sur de la región
llueve con mayor intensidad, por lo que
existe un bosque tropical húmedo. Los bos-
ques densos de árboles de maderas pre-
ciosas y de muchas especies útiles se com-
binan con sabanas y bosques de pinos de
zonas bajas. Al norte, el bosque presenta
las características de tropical seco. En la
parte que le corresponde a América Cen-
tral, la región presenta escasos puntos de
poblamiento, los cuales se localizan prin-
cipalmente al centro del Petén y el Valle
de Sula en Honduras. Su principal atrac-
tivo es la extensa reserva forestal que, sin
embargo, está cediendo lugar por la am-
pliación de la frontera agrícola y la des-
controlada explotación maderera. Existen
algunos lugares de explotación petrolera.
Las tierras altas del norte abarcan
gran parte de la región central de Guate-
mala, el norte y centro-oriente de Hondu-
ras, el norte de El Salvador, y el norte y
centro de Nicaragua. Es la región geoló-
gica más antigua de América Central, sien-
do prolongación natural de la Sierra Ma-
dre mexicana. La región está formada por
una serie de sierras alineadas de este a
oeste, que varían desde los 200 m hasta
más de 3 000 m y que están separadas
entre sí por valles de ríos como Negro,
Polochic y Motagua, en Guatemala, Ulúa,
Un bosque de coníferas típico
de la región montañosa
del norte de la América
Central.
Historia del istmo centroamericano30
Chamelecón, Aguán, Tinto y Patuca en
Honduras, y Coco entre Honduras y Nica-
ragua. Esta diversidad del relieve, además
de las diferencias significativas en el régi-
men de lluvias, hacen de ella una región
rica en microclimas. Esto, a su vez, propi-
cia la existencia de numerosas variedades
de zonas de vida: bosque tropical húme-
do, bosque tropical seco, bosque tropical
muy seco, bosque montano, y bosques
nubosos y de coníferas. Los famosos bos-
ques de coníferas de Honduras son exten-
sas zonas de amplio potencial para el ma-
nejo forestal. Por ser una región extensa
presenta gran variedad de asentamientos
humanos, siendo la zona más poblada el
altiplano guatemalteco. También destacan
la diversidad de fauna y flora, y lo abrup-
to de la topografía que dificultó la cons-
trucción de vías de comunicación.
Al sur del istmo centroamericano se
alza la zona montañosa del sur separada
por la depresión de Nicaragua. La carac-
terística más notoria es su angostura de
200 a 100 km. La condición centroameri-
cana de istmo, es decir, de franja estrecha
de tierra entre dos océanos, en ningún otro
lugar es más apreciable que en esta re-
gión. Aunque sus montañas llegan a tener
hasta 3 800 m en Costa Rica y alcanzan a
cubrir hasta las cuatro quintas partes del
Fue posible construir un canal
en Panamá precisamente
porque su topografía no es ni
muy elevada ni accidentada.
Éste fue revertido a la nación
panameña el 31 de diciembre
de 1999.
El volcán Momotombito,
ubicado en una isla del lago
de Managua, todavía
manifiesta señales
de actividad.
El espacio y los seres humanos 31
territorio panameño, están cortadas en
muchos lados por las cuencas de los ríos,
lo que facilita la comunicación interoceá-
nica. Por ello, la depresión de Panamá ha
sido utilizada para la construcción del ca-
nal interoceánico. La diversidad del relie-
ve propicia múltiples variaciones climáti-
cas y, por tanto, de expresión ecológica.
Las reservas naturales de la región pre-
sentan un potencial tanto para el desarro-
llo del ecoturismo como para el manejo
forestal y de cuencas.
La cadena volcánica se extiende
desde Guatemala hasta el poniente de Pa-
namá. El relieve es variado, siendo en al-
gunos lugares accidentado, mientras en
otros presenta pendientes poco pronun-
ciadas. La altitud también es variable,
desde las altas cumbres de 4 000 m has-
ta las zonas bajas colindantes con el lito-
ral del Pacífico. Los volcanes más altos
están en Guatemala y Costa Rica, mien-
tras que Honduras y Panamá son prácti-
camente ajenos al vulcanismo. La fertili-
dad de los suelos de origen volcánico ha
provocado el auge de la economía de
agroexportación, siendo el café el más
beneficiado de todos los productos. Es una
zona de gran concentración humana.
La depresión de Nicaragua ha sido
mencionada pero necesita mayor atención.
Esta depresión comienza en el lago de
Güija —frontera de Guatemala y El Salva-
dor— y se extiende en dirección oeste-este
hasta la desembocadura del río San Juan,
en la frontera de Nicaragua y Costa Rica.
Buena parte del río Lempa se ubica en
esta depresión. También se encuentran
en ella los grandes lagos nicaragüenses
y la cuenca del río San Juan, que juntos
constituyen casi un canal natural entre el
Atlántico y el Pacífico. La concentración
humana y el desarrollo de la zona en ge-
neral, dan cuenta de un pasado intenso,
por la atracción que significaba el relati-
vamente fácil paso de un océano a otro.
Desembocadura del río Lempa,
Usulután.
Historia del istmo centroamericano32
iedo o ambición, los volcanes
nunca pasaron desapercibi-
dos para los centroamerica-
nos. Los mitos y las crónicas
dan cuenta de ello. Pedro de Alvarado
daba noticia a Hernán Cortés de lo “es-
pantoso” del volcán de Fuego. Ciertamen-
te, los volcanes no daban oro ni plata,
pero tampoco sólo destrucción y muerte.
Durante miles y miles de años los volca-
nes han sido formadores de suelos y
creadores de una fertilidad de la que aún
gozamos. Las cenizas volcánicas nos le-
garon uno de los suelos más fértiles del
mundo.
También los ríos han dejado vida
en sus márgenes y siguen haciéndolo. De
esa manera, aquellas regiones alejadas
LOS SUELOS DE AMÉRICA CENTRAL
Muchos cristianos creen que el Masaya es una boca delinfierno, y que las llamaradas y los fogosos humos anuncian castigos eternos. Otros
aseguran que son hervores de oro y plata los que alza hasta las nubes esa humaredaincandescente, que se ve a cincuenta leguas...
Eduardo Galeano
MEl volcán Izalco de El Salvador
surgió a fines del siglo XVIII.
Durante dos siglos, el humo
y el fuego de sus erupciones
regulares ayudaron
a los marineros a orientarse,
por lo que recibió el apodo
de El faro del Pacífico.
Actualmente, está inactivo.
El espacio y los seres humanos 33
de la cadena volcánica recibieron la fer-
tilidad por las corrientes fluviales. Las
partículas minerales y vegetales, suspen-
didas en las aguas, se fueron depositando
río abajo, creando así terrenos no sola-
mente ricos en nutrientes sino también
húmedos.
Por último, debemos mencionar los
bosques, donde las hojas, las ramas y
los troncos viejos, al igual que los ani-
males que mueren, comienzan a descom-
ponerse y pasan a formar parte de la
materia orgánica que constituye el sue-
lo. Cuanto más viejo sea el bosque, más
gruesa es la capa de materia orgánica
que cubre el suelo. Por supuesto, no to-
dos los suelos de los bosques son fértiles
ni todos los que son fértiles lo serán por
siempre. La erosión, los incendios y el
uso irracional pueden destruirlos.
Los suelos más feraces del istmo cen-
troamericano son los ubicados en las proxi-
midades de la cadena volcánica. Ellos han
hecho posible la producción de café, uno
de los cultivos sobre los que se han soste-
nido las economías de buena parte de
América Central. La concentración de la
La actividad volcánica
se aprecia claramente
en los estratos de ceniza
y piedra producto
de las erupciones,
como en este corte realizado
en el sitio arqueológico de Joya
de Cerén en El Salvador.
El río Reventazón en Costa
Rica tiene una caída
pronunciada, que permite
su explotación para
la generación de electricidad.
Historia del istmo centroamericano34
población ejerce una gran presión sobre
estas tierras, dados los grandes desequili-
brios sociales. Muchas de las fincas más
ricas sobreviven con grandes grupos hu-
manos en condiciones difíciles de vida. Por
otra parte, los cultivos anuales, en los que
durante parte del año se elimina la cubierta
forestal, dan lugar a la erosión y la conse-
cuente pérdida de los suelos.
En la planicie del Pacífico, los sue-
los son de origen aluvial, es decir, se han
formado por la acción de los ríos. Al
igual que los suelos vecinos de la boca-
costa, representan lo mejor de los suelos
centroamericanos por su contenido mi-
neral y sus condiciones físicas. Sin em-
bargo, la utilización indiscriminada de
los fertilizantes e insecticidas químicos ha
provocado la contaminación de los sue-
los, al igual que de las aguas, los ani-
males y los humanos. Esta situación ha
llevado a que las aguas costeras del Pa-
cífico tengan la reputación de ser un mar
de veneno.
Los suelos de la planicie del Caribe
son variados, predominando los aluviales.
En las tierras altas del norte
centroamericano, el caudal
de los ríos se reduce
sensiblemente durante
la época seca, como se aprecia
en este afluente del río Lempa
en El Salvador.
Donde los bosques se han
conservado, los ríos fluyen
todo el año, aunque su caudal
se reduce en la época seca.
El espacio y los seres humanos 35
Los árboles contribuyen
a detener la erosión
en las pendientes, ya que
sus hojas frenan el golpe
de las gotas de lluvia
y sus raíces le dan
consistencia a los suelos.
Las laderas no siempre son
adecuadas para los cultivos.
Los grandes ríos, en su lento desplaza-
miento, han formado franjas de materias
fértiles en las márgenes de sus cauces o
en los deltas que se forman en su desem-
bocadura. Los expertos señalan que las
amplias zonas boscosas pueden llevar al
engaño de creer que la calidad de los
suelos es mejor de lo que en realidad es.
Empero, dicen, luego de la destrucción
de los bosques la capa fértil del suelo se
agota rápidamente.
Algo similar sucede con la capa
orgánica de las tierras altas del norte.
Esta zona siempre fue considerada
como un granero potencial de Guate-
mala, porque se suponía que si los suelos
podían contener tanta riqueza vegetal
y animal, serían aptos para la activi-
dad agrícola. No es así. La mayor par-
te de los suelos del Petén y La Mosqui-
tia son pobres, aún más en las zonas
del norte, en donde la roca debajo del
suelo es caliza y donde los suelos son
poco profundos, en especial en las se-
rranías. Hacia el sur de la región, exis-
ten suelos mejores, más propios para
la agricultura.
En las tierras altas del norte, la si-
tuación de los suelos es más difícil. Los
suelos son muy frágiles en las pendien-
tes, sobre todo en las que sufren avan-
zados procesos de deforestación. Los
más fértiles se encuentran en los valles y
en los altiplanos, en donde la capa or-
gánica se conserva mejor. Es de hacer
notar que los sistemas de cultivo prehis-
pánico eran más eficaces para la con-
servación de los suelos que las técnicas
modernas. Una herramienta como la coa
prehispánica (vara cuya punta era en-
durecida por el fuego) es un instrumento
más simple que el azadón o el arado
traído por los europeos en el siglo XVI.
Sin embargo, el potencial destructivo del
suelo de estos últimos es mucho mayor,
si no se utilizan adecuadamente y en con-
junto con ciertas técnicas de preserva-
ción como lo son las barreras vivas y las
terrazas.
Los mejores suelos de la zona mon-
tañosa del sur se encuentran en las par-
tes que han recibido el beneficio de las
cenizas volcánicas. Esto ocurre en la me-
seta central, en el Valle Central de Costa
Rica y en la depresión interior de Pana-
má. En el resto de la región, predominan
los suelos muy poco fértiles, sujetos a la
erosión y a la filtración.
Historia del istmo centroamericano36
l 20 de octubre de 1852 los
centroamericanos se prepara-
ban para el fin de la época de
lluvias. Pero ese día comenzó
un temporal que no parecía terminar. Al
llegar noviembre y no cesar las lluvias
la alarma cundió. En Amatitlán, Guate-
mala, la cosecha de grana se perdía en
las bodegas. En la costa caribeña de
Honduras, el Ulúa y el Aguán se habían
desbordado destruyendo haciendas, se-
menteras y trojes. Se decía que en Oco-
tepeque, Honduras, los cerros se partían
y se inundaban los poblados. De León y
Chinandega, en Nicaragua, se reporta-
ban también los estragos causados por
el desbordamiento de los ríos. Los habi-
tantes de América Central se encontra-
ban otra vez con la prueba de que su
territorio estaba propenso a catástrofes
naturales, no sólo por estar sobre una
zona sísmica, sino también por causa de
su clima. Ya los primeros pobladores, ha-
bían aprendido que debían convivir con
los terremotos y con los fenómenos me-
teorológicos. Pero si bien sólo podían
prepararse en caso de los sismos, debie-
ron aprender que las alteraciones de su
medio ambiente aumentaban la posibili-
dad y la magnitud de los fenómenos del
clima. Por esa época, Jacobo Haefkens,
un diplomático holandés que viajaba por
la región, señalaba cómo la tala inmode-
rada en Belice podía alterar la lluvia fina
conocida como “chipi chipi”, en Cobán,
Alta Verapaz.
El surgimiento mismo de América
Central produjo modificaciones en el cli-
ma mundial hasta niveles insospecha-
dos. Antes de que se uniera la América
del Norte con la del Sur, existía una co-
rriente marítima que circulaba alrede-
dor del planeta. Esto tenía efectos en el
EL CLIMA EN AMÉRICA CENTRAL
Venía lloviendo tieso por los potreros. El cerro pelón, parado en medio de los llanos, gordoy cobarde, no halló dónde meterse y se quedó. Llovió sin pringar, de golpe, a torrentes;
con un viento encontrado, que corría atropelladamente en todos los rumbos, como sillevara agarrado un tigre a la espalda.
Salarrué, Cuentos de barro
ELas corrientes marinas son
los grandes reguladores
de las temperaturas del globo.
Las dos principales,
la corriente de Humboldt (a)
y la corriente del Golfo (b),
la primera fría y la segunda
tibia, tocan las costas
de Norte y Sur América.
El espacio y los seres humanos 37
clima mundial al estabilizarse las tem-
peraturas. Cuando se produjo la eleva-
ción final de la región centroamericana,
cortando la comunicación entre los dos
océanos, se formaron las dos grandes
corrientes marítimas hoy conocidas: la del
Golfo de México en el Atlántico y la co-
rriente de Humboldt, en el Pacífico.
Como consecuencia de ello se forma-
ron los desiertos del Sahara, en África,
y de Atacama, en Sudamérica. Desde
entonces, la angosta franja centroame-
ricana quedó bajo la influencia de los
dos climas oceánicos. Lo que se puede
apreciar de manera especialmente cla-
ra cuando ocurre el fenómeno climáti-
co llamado “El niño”, en el cual las
aguas superficiales del Pacífico se ca-
lientan y desvían la corriente de Hum-
boldt, provocando sequías en el litoral
del Pacífico centroamericano.
América Central se ubica en el he-
misferio norte, entre el trópico de Cán-
cer y el ecuador. Es decir, es un peque-
ño territorio tropical, lo que significa
temperaturas cálidas. Esto definiría, en
gran medida, las variedades vegetales
y animales que la poblarían. Pero la di-
versidad del relieve hace que las varia-
ciones térmicas sean importantes. La
variedad climática se va acentuando y
esto posibilita la multiplicación de los eco-
sistemas. En términos generales, se puede
decir que existen en la región tres provin-
cias térmicas: las tierras con temperatu-
ras altas (60% del territorio), las tierras
templadas (30%) y los páramos que es-
tán a más de 3 000 m de altura (10%).
A eso debemos sumar la diferente expo-
sición a los vientos, lo que propicia una
gran diversificación en la precipitación
pluvial. Estos tres factores —latitud, alti-
tud y precipitaciones— hacen que en un
territorio relativamente pequeño existan
al menos veinte zonas de vida.
Los centroamericanos hablamos de
la existencia de dos estaciones: una seca,
En algunas regiones
de América Central se
encuentran paisajes
semidesérticos, como éste
del oriente guatemalteco.
En la costa caribeña del istmo,
llueve torrencialmente
en cualquier momento
del año, como se aprecia
en esta imagen
de La Mosquitia de Nicaragua.
Historia del istmo centroamericano38
que se inicia en noviembre, y una lluvio-
sa, que se inicia en mayo. Sin embargo,
esto es aplicable sólo a las regiones del
Pacífico. En la costa caribeña las monta-
ñas que se extienden perpendicularmen-
te a la dirección de los vientos, hacen au-
mentar la precipitación cuando las nubes
cargadas de vapor de agua chocan en
sus alturas. De esta forma llueve casi todo
el año. La diferencia entre las regiones
en donde llueve más y aquellas en donde
llueve menos es muy grande. Existen bos-
ques nubosos con una precipitación de
7 500 mm anuales (en comparación con
10 000 mm en la zona más lluviosa del
mundo, en la India), mientras que hay zo-
nas semidesérticas con 400 mm al año
(en comparación con 5 mm en el lugar
más seco del planeta, en Iquique, Chile).
En términos generales, las condiciones del
régimen de lluvias en la región centro-
americana están determinadas por varios
fenómenos meteorológicos que, a su vez,
son modificados por factores locales. Los
vientos alisios provocan la estación llu-
viosa de mediados de mayo a mediados
de octubre. A estos vientos se une otro
fenómeno conocido como ondas tropi-
cales o del este. Cuando éstas se esta-
cionan, los dos fenómenos provocan los
“temporales”, tal como el ya menciona-
do de 1852. La irrupción del llamado
anticiclón de las islas Bermudas provo-
ca un fenómeno conocido como “caní-
cula”. Esto ocurre porque el anticiclón
empuja hacia el sur a los vientos alisios,
produciéndose entonces un descenso de
la lluvia, fenómeno que se da por lo ge-
neral entre el 14 de julio y el 16 de agos-
to. Cuando termina la influencia de los
vientos alisios y de las ondas tropicales,
la tierra tiende a calentarse en compa-
ración con la temperatura de los mares.
Entonces se forman centros térmicos de
baja presión atmosférica, lo que hace
más fuerte el “verano” en los meses de
febrero a abril. Finalmente, un sistema
de brisas marinas provoca unos agua-
ceros aislados a principios de mayo. Du-
rante seis meses, América Central se ha-
lla bajo la influencia de los vientos alisios
y las ondas del este, y los otros seis me-
ses por los aires fríos y masas de aire
polar. Estas condiciones, combinadas
con los aspectos del relieve y orientación
de las montañas que se mencionaron, de-
terminan en gran medida la variedad de
climas y microclimas que caracterizan a
la región.
Corrientes marinas en
Centroamérica.
Esta ilustración se basó enel mapa elaborado por Alejandro
Gutiérrez E. y Carlos BrenesRodríguez, oceanógrafos físicos del
Laboratorio de Oceanografía yManejo Costero, UNA.
El espacio y los seres humanos 39
uando el ser humano pudo ver
la Tierra desde el espacio, le pa-
reció azul. Este color se lo daba
el agua y, desde entonces, se le
ha llamado el “planeta azul”. No es casual
que la Tierra sea el único planeta donde
existe vida, al menos en nuestro sistema
solar. El agua y la vida son inseparables.
Pero, contrario a lo que se podría suponer,
el agua es un recurso limitado. La cantidad
de agua que existe en la Tierra (estimada
en 1 400 millones de km cúbicos) no se
puede aumentar ni disminuir. De toda esa
agua, 97.5% es agua salada de los océa-
nos y 1.76% se encuentra en glaciares y
casquetes de hielo. Solamente 0.4% es agua
dulce que está en los ríos, lagos, embalses,
subsuelo, pantanos, atmósfera y en los or-
ganismos vivos.
El agua no permanece en estado
líquido en la superficie de la tierra y de
los mares. Es transferida (reciclada) con-
tinuamente a la atmósfera por la energía
solar que la convierte en vapor de agua,
y de la atmósfera, regresa a la tierra con-
vertida en lluvia, granizo o nieve. Al lle-
gar a la superficie de los continentes, toma
diversos rumbos. Una pequeña parte se
evapora desde la tierra o desde las plan-
tas (transpiración). La mayor parte o se
infiltra reponiendo los depósitos subterrá-
neos (acuíferos) o se escurre por grave-
dad sobre la superficie, llenando los ríos
que la llevan al mar o a los lagos. Esta
última fracción del ciclo hidrológico es de
la que se sirve la población humana para
beber, regar y generar energía hidroeléc-
trica. El agua de lluvia se distribuye en
cuencas, es decir, en territorios dentro de
los cuales todas sus aguas confluyen en un
río, lago o mar. El agua que fluye por una
cuenca es el principal agente en la defi-
nición del paisaje. Construye montes, ca-
ñones y mesetas. Por otra parte, trans-
porta y deposita nutrientes y sedimentos.
La distribución de las aguas que flu-
yen en América Central tiene que ver con
su historia geológica. El movimiento inicial
de la región hacia el Pacífico, produjo un
levantamiento de esa área y la inclinación
del territorio hacia el Atlántico. Esto se vi-
sualiza por las cuencas de drenaje actua-
les, con ríos de mayor longitud hacia el
Caribe y con la división de las aguas mu-
cho más cerca del Pacífico. Así, existe un
gran desbalance en la disponibilidad de las
EL RECURSO AGUA
En las cuatro leguas últimas se cruzan dos ríos sobrado caudalosos; el 1o. se llama el RíoSeco; el 2o. Río de Gotera, por estar a la entrada del pueblo; ambos corren de como
de norte a sur y se incorporan en el Río Grande de San Miguel; en sus madres hay muchaspiedras que los hacen de mal paso.
Pedro Cortez y Larraz, 1768
C
Visto desde el espacio,
el nombre del planeta
Tierra no concuerda
con su apariencia, pues
la mayor parte de su superficie
está cubierta de agua.
El nuestro es el único planeta
del sistema solar con
abundante agua y, por lo que
sabemos hasta ahora, el único
con vida.
Historia del istmo centroamericano40
La mayoría de los principales
ríos de la América Central
desembocan en el mar Caribe.
La razón es que la vertiente
del Pacífico es angosta
y la lluvia que capta
proporcionalmente menor.
Además, la región caribeña
recibe más lluvia
que la del Pacífico.
HIDROGRAFÍA DE AMÉRICA CENTRAL
O C É A N O PA C Í F I C O
M A R C A R I B E1
2
3
45
7
8
6
910
11 12
13
14
15 16
17
1819
20
21
22 23
24
2526
272829
3031
32
3334
3536
37
3839
4041
42
43
44 45
Belice 1. Río Belice
Guatemala 2. Lago de Petén 3. Río Usumacinta 4. Lago Izabal 5. Río Polochic 6. Río Motagua 7. Lago Atitlán 8. Lago Amatitlán
El Salvador 9. Embalse Cerro Grande10. Lago Coatepaque11. Lago Ilopango12. Río Lempa13. Río Goascorán
Honduras14. Río Chamateca15. Río Ulúa16. Lago Yajos17. Río Humoya18. Río Aguán19. Río Tinto20. Río Sico21. Río Patuca22. Río Choluteca
Nicaragua23. Río Negro24. Río Coco25. Río Wawa26. Río Kulcalaya27. Río Elambana28. Río Prinzapolka29. Río Tuma30. Río Grande de Matagalpa
31. Lago de Apanás32. Río Estero Real33. Lago de Managua34. Laguna de Apoyo35. Lago de Nicaragua36. Río Escondido37. Río San Juan
Costa Rica38. Río Tepizque39. Laguna de Arenal40. Río Reventazón41. Río Sixaola42. Río Térraba
Panamá43. Río Chiriquí44. Lago de Gatún45. Lago de Bayan
46
aguas entre las dos vertientes. Del agua de
lluvia que cae sobre la región, 70% lo hace
en la vertiente atlántica, donde las cuencas
son más extensas y húmedas, los ríos son
más caudalosos y su caudal está más regu-
larizado a lo largo del año.
Las cuencas de la vertiente del Pací-
fico son más cortas y los ríos tienen cau-
El espacio y los seres humanos 41
dales menores. Si a esto agregamos que
es en la región del Pacífico en donde his-
tóricamente tiende a concentrarse la po-
blación centroamericana, podremos com-
prender la existencia de una permanente
escasez de agua en esa región. Debido a
la corta distancia entre la cadena volcáni-
ca y la costa, los ríos descienden a gran
velocidad. Al aumentar su caudal en la
época de lluvias los ríos salen de su cauce
con frecuencia, arrastrando los suelos vol-
cánicos mundialmente famosos por su fer-
tilidad. En la costa caribeña la elevada
precipitación pluvial provoca suelos de
drenaje más lento y de mayor compacta-
ción. En esa región, los terrenos más férti-
les se encuentran en las vegas de los ríos.
Los lagos son fáciles de estudiar, por
lo tanto, de conocer y valorar sus carac-
terísticas de aprovechamiento. Esto se
debe a que tienen límites bien definidos.
El origen, evolución y destino de los la-
gos está en relación con lo que sucede a
su alrededor; en su cuenca de drenaje,
por efecto de la erosión, la persistencia y
desplazamiento de las masas de aire so-
bre su superficie y por la acción e interre-
lación con los seres humanos que habi-
tan sus márgenes. Los lagos, a semejanza
de los seres vivientes, tienen juventud,
envejecen y se extinguen. Se inician o for-
man como depresiones u hoyas rellena-
das u ocupadas por las lluvias o las aguas
corrientes; gradualmente a causa de la
sedimentación, la sequía o la evapora-
ción van perdiendo su volumen. Todos los
lagos y sus cuencas constituyen centros de
turismo y refugios de fauna y flora silvestre;
también se pueden aprovechar para la pes-
ca artesanal, los cultivos locales y la extrac-
ción de agua potable y para riego, entre
otros. Son uno de los fundamentos del ciclo
hidrológico. Asimismo, actúan como cuen-
cas para el asentamiento de los sedimentos
arrastrados por los ríos, moderan el clima
y provocan mayor precipitación pluvial, re-
ducen las extremas inundaciones y sequías,
conservan el agua para usos domésticos y
para la generación de energía eléctrica.
La mayor parte de los lagos centroame-
ricanos se originaron debido a la activi-
dad volcánica o como resultado de la
formación de depresiones o fosas tectó-
nicas engendradas por la acción de fuer-
zas o movimientos geológicos desde el
interior de la Tierra. La depresión lacus-
tre ocupada por los grandes lagos de Ni-
caragua (Cocibolca y Xolotlán) es de
origen tectónico.
Historia del istmo centroamericano42
Los lagos centroamericanos
tienen orígenes variados:
las calderas de volcanes
extinguidos (como
los de Ilopango y Coatepeque
en El Salvador);
las depresiones naturales
de las planicies (como
los Grandes Lagos
de Nicaragua), y las regiones
montañosas (como
el de Atitlán en Guatemala).
También se han creado varios
lagos artificiales como
resultado de la construcción
de represas hidroeléctricas.
1. Laguna Petén Itzá
2. Lago de Izabal
3. Lago de Atitlán
4. Lago de Yojoa
5. Laguna de Caratasca
6. Lago de Güija
7. Lago de Ilopango
8. Lago del Cerrón Grande
9. Lago de Managua
10. Lago de Nicaragua
11. Lago Arenal
12. Lagunar Bosque Alegre
13. Lago Gatún
El espacio y los seres humanos 43
ace doscientos años, una expe-
dición científica enviada por la
Corona española, formada por
el naturalista José Longinos Mar-
tínez y el botánico José Mariano Moziño,
abrió la brecha para los estudios de los
minerales, la flora y la fauna de la región
centroamericana. Un siglo después, el
científico alemán Karl Sapper llegó a
América Central con el mismo propósito.
Sus estudios abarcaron los aspectos físi-
cos de la geografía, pero también las
formas de desarrollarse y distribuirse los
seres vivientes en el área, es decir, las ru-
tas centroamericanas de dispersión bio-
lógica. Al evaluar sus observaciones, Sap-
per concluyó que gran número de las
formas vivientes que aquí existían proce-
dían de América del Norte, de América
del Sur o de las Antillas, idea que ha sido
verificada en la actualidad.
Actualmente, los científicos tienen un
cuadro más completo que el esbozado por
Sapper. Los mayores cambios en las for-
mas vivientes de América Central se die-
ron en los últimos 60 millones de años,
es decir, luego de la masiva elevación de
las tierras de principios del Cenozoico. Los
mamíferos y las angiospermas (plantas
superiores) se convirtieron en las especies
dominantes y, junto con las aves, tuvieron
un amplio proceso de dispersión. En ese
momento las partes emergidas de Amé-
rica Central estaban unidas a Nortea-
mérica y no existía una comunicación
con Sudamérica. De ahí que las especies
predominantes de la fauna fueron nor-
teamericanas. La flora, en cambio, pre-
senta más similitudes con el sur, posi-
blemente por migraciones a través de
islas. Precisamente, entre lo que hoy son
Nicaragua y Colombia existía una serie
RUTAS DE DISPERSIÓN BIOLÓGICA
La tierra ha pasado de su niñez a su primera juventud, y existía ya en aquellos tiemposabundancia de seres organizados; tanto plantas como animales, los cuales, si fuesen
presentados a nuestra vista, ciertamente nos parecerían de aspecto muy extraño y antiguo.Por lo mismo se llama esta época la Paleozoica.
Karl Sapper, 1897
HAl final del Plioceno,
después de la formación del
istmo de Panamá, distintas
especies, como el armadillo,
se desplazaron hacia el norte,
ampliando su hábitat.
Historia del istmo centroamericano44
de islas como las actuales Antillas Me-
nores, que permitían un moderado in-
tercambio de especies entre el norte y el
sur. Se supone que, mientras tanto, varias
especies mesoamericanas tuvieron un de-
sarrollo independiente hasta la actualidad.
Al terminar de formarse hace poco
menos de cinco millones de años, Améri-
ca Central unió a las regiones biogeo-
gráficas del norte y del sur. De esta ma-
nera comenzó a funcionar como puente
continuo para el intercambio de plantas,
aves y mamíferos. En este mismo período
se formaron los sistemas montañosos ac-
tuales, lo que implicó la diversificación de
los climas, con su consecuente formación
de hábitat. Se presume que en esta épo-
ca se desarrolló una fauna de mamíferos
pequeños que se dispersó desde aquí.
Los grandes cambios climáticos del
Pleistoceno (desde hace dos millones hasta
diez mil años) provocaron movilizaciones
y reubicaciones de la flora y de la fauna.
Al generarse temperaturas frías en el tró-
pico, hubo un desarrollo de especies como
las grosellas, las uvas de Corinto y los
sauces. Por otra parte, de acuerdo con
algunas hipótesis, los climas fríos propi-
ciaron condiciones de mayor aridez que
las actuales. Esto tendió a favorecer la ex-
tensión de las sabanas, facilitando la mi-
gración de especies adaptadas a las zo-
nas áridas y a la alimentación con el
pasto. Algunas de ellas, como los glipto-
dontes, los caballos y los camellos, son
especies que más tarde desaparecerían
del suelo americano. Las sabanas llega-
ron a formar una franja casi ininterrum-
pida entre el norte y el sur.
Al terminar las variaciones climáti-
cas características del Pleistoceno, hace
10 000 años, esta situación cambió. Hubo
un incremento de las lluvias y se desarro-
llaron los bosques tropicales de la actua-
lidad. Las agrupaciones bióticas actuales
se formaron entonces. Los bosques fun-
cionaron como barrera para el paso de
especies de sabana. El intenso vulcanis-
mo en la zona marginal del Pacífico fue
también significativo para la definición de
la biodiversidad en el área al provocar
desplazamientos y extinciones de gran
magnitud.
Las zonas biogeográficas que hoy
conocemos en América Central tomaron
su forma definitiva en los últimos 10 000
años. Es decir, son relativamente recien-
tes, producto de condiciones geológicas
y climáticas cambiantes, de procesos mi-
gratorios entre el norte y el sur de Amé-
rica, así como de la función de la región
como centro de evolución de especies ve-
getales y animales.
La fauna centroamericana
hace más de veinte mil años
incluía algunos verdaderos
gigantes, como el perezoso
terrícola, a la izquierda
y al fondo, y el gliptodonte,
mucho más grande que
su descendiente actual,
el pequeño armadillo.
Contemporánea
de los mamíferos gigantes,
la pequeña zarigüeya parece
fuera de lugar. Sin embargo,
ésta ha sobrevivido hasta
nuestros tiempos mientras
que los mamíferos gigantes
se extinguieron.
El espacio y los seres humanos 45
ace poco más de cinco siglos,
cuando los europeos llegaron a
América, encontraron un mun-
do para ellos desconocido. Co-
lón y los expedicionarios de las tres cara-
belas se asombraron ante lo que para
Europa era el descubrimiento de socie-
dades y naturaleza diferentes.
Buscando las especias asiáticas tan
apreciadas en el viejo mundo, encontra-
ron una flora y una fauna abundantes que
despertaron su interés. Al retorno de su
primer viaje llevaban ejemplares de la
diversidad biológica encontrada en es-
tas tierras. A partir de entonces comen-
zaron a utilizar y a estudiar las varieda-
des vegetales y animales americanas.
La observación de la naturaleza del
Nuevo Mundo fue más bien una activi-
dad aislada de algunos de los recién lle-
gados, como fray Francisco Ximénez. Su
libro Historia natural (1722) es tal vez el
primer tratado sobre la diversidad bioló-
gica americana. En él anotó las descrip-
ciones de aves, reptiles, mamíferos, insec-
tos, árboles y flores de la región. También
describió montes y volcanes, las aguas y
sus habitantes, piedras y minerales. Hubo
quienes advirtieron el conocimiento que los
pueblos americanos tenían sobre su en-
torno, al utilizar los bienes de la naturale-
za como alimento, ornamento, medicina
o estimulantes. Se impuso el criterio de que
los conocimientos tradicionales de los pue-
blos eran satánicos y estaban, por tanto,
en contra de las ideas y costumbres cris-
tianas. Por mucho tiempo fueron relega-
dos y hasta olvidados. De esa manera la
sabiduría popular y el conocimiento insti-
tucionalizado siguieron rumbos diferentes.
Ha sido sino hasta la crisis ambiental de
nuestros días cuando han vuelto a encon-
trarse, debido a la actual destrucción ace-
lerada de la diversidad biológica. Los cien-
tíficos reconocen hoy que los conocimientos
de los pueblos sobre su medio son un re-
curso para luchar contra su desaparición.
La ciencia y la tradición trabajan para
defender el planeta que habitamos e im-
pedir que se destruya la biodiversidad.
BIODIVERSIDAD: LA FLORA
El estudio de la flora iberoamericana es, en cualquier caso, un capítulo inacabado. Seinició inmediatamente con el descubrimiento...
Benito Valdez C.
Una de esas plantas que para los occidentales fue un descubrimiento es el akepandup.Hace 10 años, los científicos reportaron haber descubierto esta liana espinosa
y la bautizaron Randia peporformis. Desde hace miles de años los kunas la utilizan paracurar muchas enfermedades.
Guillermo Archibold
HPlantas cultivadas por los
indígenas del área
mesoamericana.
tabaco
cacao
cacahuete
yuca
chile
frijol
Historia del istmo centroamericano46
Hace más de una década, los am-
bientalistas comenzaron a llamar diversi-
dad biológica a la variedad de recursos
biológicos y a la diversidad genética. Rá-
pidamente el término biodiversidad fue
adoptado por los científicos. La biodiver-
sidad se refiere al número y abundancia
de las diferentes clases de organismos vi-
vos que existen. Los organismos vivos se
relacionan con el mundo físico que los ro-
dea. A esas interacciones se les llama sis-
temas ecológicos o ecosistemas. De esta
manera, existen ecosistemas forestales,
montañosos, de desiertos, océanos y sa-
banas. Cuando una especie está elimina-
da de todos los ecosistemas se dice que
la especie está extinta. La biodiversidad
es vital para el mundo porque las diver-
sas especies pueden servirle al humano
en los campos de la medicina y la indus-
tria, y como reservas para el futuro.
La región centroamericana, a pe-
sar de su pequeña extensión, es una de
las regiones del mundo con mayor di-
versidad biológica. Ello se debe a la
gran variedad de sus entornos. De ahí
la existencia de por lo menos veinte zo-
nas de vida, lo que permite una enorme
biodiversidad. Las zonas de vida van des-
de los bosques nubosos hasta los man-
glares, desde los sistemas lacustres hasta
las zonas semiáridas, desde los arrecifes
de coral hasta los bosques lluviosos, siem-
pre verdes.
Dada su posición entre las biorre-
giones de América del Norte y del Sur,
América Central es un ecotono, ya que sir-
ve de apoyo a las otras dos y comparte
sus características. A esto ha contribuido
la ubicación de norte a sur de las monta-
ñas, creando corredores por donde se dis-
persaron las especies.
Las especies centroamericanas tienen
su origen en cuatro regiones: en la Améri-
ca del Norte, la del Sur, la América insular
y el desarrollo de especies en la propia re-
gión, es decir, especies endémicas. Las del
norte se ubicaron en las regiones más frías,
compensando la ubicación tropical de
América Central con la altitud. Las especies
provenientes de Sudamérica buscaron las
zonas más cálidas y húmedas. Por su par-
te, las formas antillanas se asentaron en la
costa del mar Caribe.
Respecto a la flora, en América Cen-
tral existen más de 20 000 plantas supe-
riores, muchas de las cuales son endémi-
cas. De las plantas de la región neártica
—que vinieron del norte de América— se
pueden mencionar las coníferas (como pi-
nos, pinabetes y cipreses), los encinos, el
sauce, el liquidámbar, la mora, la manza-
nilla y el nogal. Entre las de origen neotro-
pical —de América del Sur— están: las
orquídeas, el amate, las palmas, el cedro,
los helechos gigantes, el palo blanco, la
caoba y el conacaste. La prolongada exis-
tencia de las especies en el área centro-
americana condujo al desarrollo de espe-
cies propias, endémicas de la región. Entre
ellas se pueden mencionar diversas espe-
cies de musgos, helechos y orquídeas.
Los bosques centroamericanos
que todavía existen contienen
árboles de gran tamaño como
el amate.
El helecho es de las plantas
más antiguas de la Tierra.
Crece en zonas sombreadas
y se reproduce por medio
de esporas.
El espacio y los seres humanos 47
n aquel 1827, hacía un año que
Jacobo Haefkens había venido
a tomar posesión como cónsul
general de Holanda en Améri-
ca Central. Se había establecido en la ciu-
dad de Guatemala y ahora visitaba El Sal-
vador. Más tarde, cuando repasaba sus
notas y escribía la relación de su viaje, el
bosque cercano en pocas millas a San
Vicente, le hizo reflexionar. La naturale-
za centroamericana le sorprendía a cada
paso. Admiraba los inmensos árboles, en-
tre ellos a la majestuosa ceiba. Las aves
le causaban placer. Gustaba de ver las
bandadas de loros y las parejas de gua-
camayas, los colibríes y las tortolitas.
Evidentemente, algunas cosas no le
gustaban al cónsul. Los pueblos indíge-
nas le parecían atrasados y las tortillas
de maíz, insípidas y de mal gusto. Pero si
rechazaba el maíz, el principal cereal
americano, creía en cambio que el añil
de la región no tenía paralelo en el mun-
do. Degustaba con placer el chocolate que
le servían. Las anonas tenían para él un
“sabor y, sobre todo, el olor sumamente
aromáticos”. En los mercados encontra-
ba manzanas y peras al lado de bana-
nos y piñas. Arvejas y repollos al lado de
calabazas y cocos. Papas y nabos junto
a camotes y yucas. “De la flora puede
decirse que comprende todos los produc-
tos de la tierra”, escribió.
Aunque en la región centroameri-
cana no se encontrara toda la flora del
mundo, los elogios de Haefkens no eran
vanos. En pocos lugares del planeta se
halla en tan reducido espacio una varie-
dad vegetal y animal como la que existe
en América Central: 10% de los vertebra-
dos y 8% de la flora mundial. La mayor
parte de esta biodiversidad se localiza en
los bosques. En los bosques lluviosos lati-
noamericanos —entre los cuales los de
América Central juegan un papel impor-
tante— se encuentran más especies de ani-
males y plantas que en todos los demás
ecosistemas del mundo juntos. Ellos son los
principales estabilizadores del clima del
planeta. Además, según Hedstrom, son “la
maquinaria más grande que maneja el
sistema energético de la Tierra”.
A pesar de esa riqueza, las accio-
nes humanas atentan contra la cubierta
BIODIVERSIDAD: LOS BOSQUES
Al fin... se avanza por un bosque lleno de bellos árboles, generalmente altos... Si algunavez he lamentado mi falta de conocimientos científicos, de seguro que lo ha sido
en estas selvas americanas. ¡Cuán infinita variedad de árboles, arbustos y matas...!¡Cuántas de las plantas... serán aún desconocidas en el viejo mundo, aun poseyendo quizá
las más benéficas cualidades!
Jacobo Haefkens
ELa flora centroamericana
a partir de la llegada
de los europeos en el siglo XVI,
se modificó con
la introducción de plantas
del viejo mundo. Ya para
el siglo XIX, a la par de plantas
autóctonas como el maíz,
el camote, la tuna y el cacao,
se estaban cultivando
manzanas, piñas, naranjas
y mangos, traídos
de otras partes del mundo
por los europeos.
Historia del istmo centroamericano48
forestal de América Central. En 1950, tres
cuartas partes de la región centroameri-
cana tenían bosques. Ahora sólo queda
30% de cubierta forestal. Anualmente se
deforestan 400 000 hectáreas, lo que
afecta a todos los tipos de bosque: secos,
húmedos, fríos y cálidos. Y, como hecho
significativo, las áreas que menos han
sufrido el deterioro ambiental, son aque-
llas donde habitan pueblos indígenas que
han tenido una mejor relación con su
medio ambiente.
De acuerdo con el Plan de Acción
Forestal para Centroamérica (1990), los
principales tipos de áreas naturales de
la región son:
Grandes áreas originales. Se tra-
ta de bosques naturales continuos, de
gran diversidad biológica, con exten-
sión de más de 100 000 hectáreas y
ubicados en zonas remotas de suelos
no fértiles. Frecuentemente tienen gran
diversidad de altitudes: desde la costa
hasta las altas cordilleras. La más grande
se ubica en el oriente de Nicaragua. Mide
cinco millones de hectáreas y contiene
pantanos, esteros, bosques lluviosos cos-
teros, sabanas de pino y áreas monta-
ñosas de bosque húmedo tropical. La
población humana es escasa. Otras re-
giones como ésta son: La Mosquitia
oriental de Honduras; la cordillera de
Talamanca, en Costa Rica, y áreas ad-
yacentes del occidente de Panamá; la
provincia del Darién y comarca de San
Blas, en el oriente de Panamá, y El Pe-
tén, en el norte de Guatemala.
Reductos con bosques menores.
En la actualidad, la mayor parte del
área centroamericana está ocupada por
zonas alteradas por la actividad huma-
na. Esto ocurre particularmente en las
zonas más secas y en la vertiente del
Pacífico.
Los ecosistemas naturales que han
subsistido son reductos medianos y pe-
queños. En algunos casos llegan hasta
100 000 hectáreas, pero generalmen-
te no pasan de las 20 000. Están ro-
deados regularmente de zonas dedica-
das a usos agropecuarios o urbanos. La
importancia de estos ecosistemas reside
en la producción hídrica, la de madera
y la de productos forestales menores.
Igualmente se utilizan para turismo, re-
creación, investigación científica, educa-
ción ambiental, protección de la diversi-
dad genética y prevención de desastres
Las selvas que bordean el lago
Gatún en Panamá son típicas
de los bosques tropicales, como
las del río Amazonas en Brasil
y el río Congo en el África
central.
La ceiba, árbol autóctono
de América, crece a gran
altura. Después
de la Independencia,
se convirtió en el símbolo
de la Federación
Centroamericana.
El espacio y los seres humanos 49
mala. Tienen potencial para el manejo
intensivo a escala industrial de produc-
tos como leña, carbón, postes y taninos.
Otros pueden ser usados a nivel local,
como Monterrico, en Guatemala y la
bahía de Jiquilisco y Barra de Santia-
go, en El Salvador.
naturales. Caso especial de estos reduc-
tos menores son los bosques nubosos de
las altas cordilleras. Ellos garantizan la
producción hídrica, que puede ser utili-
zada para proyectos de agua potable,
hidroeléctricos y de riego. Producen
agua en forma sostenida durante todo
el año, por lo que son importantes en el
manejo de cuencas críticas.
Pinares y otros ecosistemas fores-
tales con potencial para la producción
sostenida. En Guatemala, Honduras y
Nicaragua existen grandes extensiones
de pinares que exigen un manejo fo-
restal activo y no son aptos para la agri-
cultura. Además, son fuente de semillas
para programas mundiales de refores-
tación y proyectos de resinación. Pue-
den contribuir a la producción hídrica
sostenida y a la recreación, tanto como
para la reproducción de fauna. “Otros
ecosistemas sumamente importantes son
los manglares. Estos forman parte de los
humedales. Los humedales son extensio-
nes de marismas, pantanos; turberas o
aguas de régimen natural o artificial,
permanentes o temporales, estancadas
o corrientes, dulces salobres o saladas,
incluyendo las extensiones de agua ma-
rina cuya profundidad en marea no ex-
ceda de seis metros.” (Ramsar, 1990). Los
manglares representan 10% de la co-
bertura forestal de Panamá. Se encuen-
tran también en la región del golfo de
Fonseca, en Nicaragua, Honduras y El
Salvador, y en El Manchón, en Guate-
En la América Central todavía
quedan importantes zonas
de bosques vírgenes
que debemos proteger
y conservar. De lo contrario,
se perderá buena parte
de la biodiversidad del istmo.
Los manglares son ecosistemas
muy delicados que contienen
la planta del manglar, aves,
peces, crustáceos y reptiles.
La tala del manglar para sacar
leña amenaza la existencia
de todas las demás especies.
Historia del istmo centroamericano50
acia el norte de México existe
una región árida formada por
los desiertos de Sonora y Chi-
huahua y las sierras Madre
Oriental y Occidental. Constituyen una
frontera natural que sirve de barrera para
la migración de especies animales y ve-
getales. Al norte, se extiende una zona
biogeográfica con rasgos particulares: la
zona neártica. Hacia el sur, la región
neotropical tiene una población también
característica. Es, biológicamente, la
América del Sur. La región centroameri-
cana posee, en general, una fauna neo-
tropical, con algunas especies neárticas
asentadas en sus cordilleras y otras espe-
cies endémicas. Estas características ac-
tuales sólo se desarrollaron con el trans-
currir del tiempo.
Al sur, una cadena de islas volcá-
nicas se extendía como un rosario entre
las dos masas continentales.
Algunas especies,
“los saltadores
de islas”, como
los llamó Simp-
son, viajaron de
norte a sur. Esa fue
la ruta de los platirri-
nos, o monos del Nuevo Mundo. Estos
tendrían un desarrollo cuantitativa y cua-
litativamente importante en Sudamérica.
Otras especies emigraron en sentido in-
verso, de sur a norte. En su viaje, unas
se asentaron y comenzaron un desarro-
llo independiente en las partes emergi-
das de la región centroamericana.
Cuando los actuales países de Cos-
ta Rica y Panamá finalmente emergieron,
hace casi dos millones de años, la migra-
ción tuvo un incremento. El encuentro de
ambas faunas fue intenso. Muchos de los
migrantes primitivos y de los saltadores
de islas desaparecieron. De los primiti-
vos animales de América Central se han
encontrado restos. Se sabe, por ejemplo,
de la existencia de rinocerontes, de ca-
ballos y camellos primitivos, unos cinco
millones de años atrás. Los mastodontes
también radicaban en la región. Los pri-
meros seres humanos del área los caza-
rían con armas rudimentarias. En otras
regiones como el valle de Comayagua,
en Honduras, en el sur de Nicaragua y en
varios sitios de Costa Rica, también se
han encontrado restos de mastodontes,
glyptodontes (antecesores del armadi-
llo actual), patos, tortugas y roedores
BIODIVERSIDAD: LA FAUNA
H
Estos monitos capuchinos,
están en peligro de extinción
ante la inminente destrucción
de su hábitat y la demanda
que tienen como mascotas
en los países desarrollados.
Esta boa es una de las más
comunes entre las grandes
culebras centroamericanas.
Los más primorosos y juguetones [monos capuchinos] son los que en aquesta tierra llamande Nicaragua que los hay en toda la Provincia de Honduras. Y tienen carillas blancas
y los pechos, y se domestican mucho y aprenden muchas cosas.
Fray Francisco Ximénez, 1722
El espacio y los seres humanos 51
venados, conejos, saínos, tepezcuintles,
mapaches, zorros, tapires, puercoespines
y perezosos.
En un bosque nuboso, como el par-
que nacional La Tigra, en Honduras, al-
gunas especies están en peligro de extin-
antiguos y un perezoso terrestre. Al fi-
nal del Pleistoceno, hace 10 000 años,
hubo un aumento de las lluvias. Los bos-
ques cubrieron la región. El callejón de
sabanas entre Norte y Sur América se
cerró. La fauna y flora centroamerica-
nas terminaron de adquirir sus rasgos
actuales.
Entre la fauna centroamericana de
origen neártico están, entre otros, el vena-
do, el pavo silvestre, mapaches y coyotes.
Entre la fauna neotropical hay tapires o
dantas, osos hormigueros, loros, boas, ja-
guares y monos. Entre las especies endé-
micas, es decir, que no se encuentran en
ninguna otra parte del mundo, existen 45
de vertebrados. Especies endémicas de
mamíferos hay 11 en Panamá, ocho en
Costa Rica, cuatro en Guatemala, dos
en Nicaragua y una en Honduras. Entre
los mamíferos endémicos más importan-
tes están algunas especies de murciéla-
gos y de roedores.
La fauna de algunas áreas cen-
troamericanas nos puede dar una idea
de la diversidad existente en la región.
En los territorios de los kunas, en Pana-
má, las aves son innumerables. En sus
bosques existen tucanes, búhos, colibríes,
gavilanes, águilas, pavos y pericos. Las
serpientes son huéspedes habituales en la
zona kuna: boas, corales, cascabeles y
terciopelos. Otros reptiles son las igua-
nas, los garrobos y los camaleones. En-
tre los bosques habitan monos, jaguares,
pumas, tigrillos y cauceles. También hay
El armadillo se caza por
su carne, lo que ha
contribuido a su desaparición
en algunas partes
de la América Central.
Los tucanes llaman
la atención por su enorme
y vistoso pico.
Actualmente, la iguana
se reproduce en cautiverio
para venderse como mascota.
Historia del istmo centroamericano52
El tapir se encontraba silvestre
hace tiempo en todos los países
centroamericanos.
La destrucción de su hábitat
ahora restringe su existencia
a partes de Panamá
y Costa Rica.
El perezoso es totalmente
arbóreo, a diferencia
de su ancestro gigantesco
del Pleistoceno.
ESPECIES DE VERTEBRADOS MAYORES POR PAÍS
ción. De ellas, tres son de anfibios y 13
de serpientes. De estas últimas, se desta-
can la serpiente ciega, la coral venenosa
y la toboba de altura. En el parque hay
31 especies de mamíferos, de las cuales
hay varias en peligro de extinción y otras
amenazadas. Entre ellas se mencionan
el león de montaña, el tigrillo, el ocelo-
te, el quequeo y el coataquil.
La laguna El Jocotal, en El Salva-
dor, sirve de descanso para aves que
emigran desde el hemisferio norte. Entre
las aves residentes están los pishishes de
ala blanca, el piche real, el pato enmas-
carado y el real. También existen garci-
llas verdes o charancuacos, gallinetas
de pico blanco, gallitos de agua y co-
limbos pico rayado. Hay caimanes y, en
los alrededores, iguanas verdes, garro-
bos y boas. Los manglares centroameri-
canos, como el de Monterrico, en el sur
de Guatemala, también albergan una
fauna diversa. Hay allí más de cien espe-
cies de aves, entre las residentes y las mi-
gratorias, tales como pelícanos, garzas,
patos, quiebrahuesos, águilas, gavila-
nes, gallinillas y pericos. Las especies ma-
rinas son aprovechadas por los pescado-
res del área. Hay camarones, cangrejos
y conchas, además de 26 especies co-
merciales de peces, entre lisas, mojarras,
leches y cuatro ojos. Existen al menos 10
especies de reptiles y tres de tortugas, que
llegan a poner sus huevos a las playas.
Los mamíferos ya no son tan abundantes
como antes, pero aún se puede ver la za-
rigüeya, el venado cola blanca, el cabri-
to, el mapachín y el pizote.
País Mamíferos Aves Reptiles AnfibiosCosta Rica 203 796 218 151El Salvador 129 432 92 38Guatemala 174 666 204 99Honduras 179 672 161 57Nicaragua 177 610 162 59Panamá 217 920 212 155
El espacio y los seres humanos 53
penas hacía un día, John Ste-
phens había desembarcado en
el puerto de Caldera. Al entrar
en la ensenada, vio la cordille-
ra de Aguacate, a la izquierda el anti-
guo puerto de Puntarenas y a la derecha
el llamado volcán de San Pablo. A la ma-
drugada siguiente abandonaba el puer-
to, rumbo a San José. Mientras el diplo-
mático subía la cordillera, un ruido
retumbante, “como trueno lejano”, se fue
haciendo cada vez más fuerte. Finalmen-
te llegó a un claro. Una bonita edifica-
ción de madera apareció ante su vista. A
la par de ella, la máquina que producía
el ruido: una trituradora que convertía en
polvo la piedra de la montaña. “Extran-
jeros del otro lado del Atlántico” estaban
escarbando la tierra para obtener uno de
los recursos no renovables más precia-
dos: el oro. “Toda la cordillera —dice Ste-
phens— el mismo terreno que nuestros ca-
ballos herían con sus cascos, contenía ese
tesoro por el cual el hombre abandona a
la familia y a la patria.”
Por supuesto que no era Stephens
el primer extranjero que se emocionaba
con los metales preciosos de la región cen-
troamericana. Pedro de Alvarado obligó
a sus aliados, los reyes cakchiqueles, a
entregarle oro, bajo la pena de crueles
castigos. Los puso a lavar oro en los ríos.
En fin, la obtención de riquezas era una
de las motivaciones de la conquista. Pero
esta técnica de enriquecimiento por ob-
tención de metales en los ríos sólo duró
dos décadas en América Central. Cuando
los primeros europeos por fin llegaron a la
conclusión de que en esta tierra no se
encontraban las minas y ríos dorados con
que soñaron, buscaron la riqueza en la
agricultura. Todavía un siglo después,
Tomás Gage, un fraile irlandés que vivió
en la región, se burlaba de los españoles
por su hambre de oro. Decía que al ha-
cer morir a los indios que no indicaban
dónde había metales preciosos, se ha-
bían quedado sin indios y sin tesoro.
Como no poseían los medios nece-
sarios para invertir en capital fijo (insta-
laciones, maquinaria y medios de comu-
nicación), las naciones centroamericanas
no pudieron explotar sus riquezas mine-
ras. En algunos casos fue posible utilizar
medios artesanales, como con el hierro.
Mientras en Inglaterra, ya en el camino
RECURSOS NO RENOVABLES
Según la opinión de unos cuantos geólogos que han visitado ese país —Costa Rica—,inmensas riquezas yacen sepultadas en la montaña de Aguacate; y muy lejos de estar
escondidas, los propietarios dicen que sus lugares se hallan tan bien marcados, que todoel que busca puede encontrarlas.
John L. Stephens
AEl principal interés
de los conquistadores
españoles en Centroamérica,
inicialmente, fue la búsqueda
de oro y plata. Aquí
observamos a un grupo
de indígenas excavando
un cerro para sacar el mineral
de oro.
El mineral de oro era fundido
en un horno tipo castellano,
calentado por carbón vegetal.
Historia del istmo centroamericano54
de la Revolución Industrial, se utilizaba
carbón de piedra para la fundición del
metal, en España y sus colonias ame-
ricanas se continuaba con los métodos tra-
dicionales, utilizando la leña y el carbón
vegetal como combustibles. En el reino de
Guatemala, la producción de hierro nun-
ca superó al importado de España. La
producción local más bien se mantenía
por la irregularidad de las importaciones.
Así, en el período final de la Colonia,
cuando los nexos comerciales con Espa-
ña se interrumpieron, se producía hierro
en Metapán, San Salvador y pequeños
poblados de Guatemala.
A la falta de mano de obra, hay
que agregar las técnicas atrasadas y la
escasez de insumos como factores que
impidieron el desarrollo de la industria
colonial de la plata, incluso en un centro
de producción tan importante como Te-
gucigalpa, el más importante en Améri-
ca Central. A pesar de la riqueza de sus
vetas, la explotación hondureña de la
plata nunca llegó a ser una gran indus-
tria como las de México y Perú.
El problema ha sido la dificultad de
la explotación. Muchos de los recursos ya
se conocían desde la época prehispánica:
en el litoral del Pacífico y la región costera
de Belice, por ejemplo, la sal fue extraí-
da del mar; también fueron explotadas las
minas de sal del altiplano de los Cuchuma-
tanes (Sacapulas y San Mateo Ixtatán); en
la planicie del Caribe, se recogían peque-
ñas cantidades de oro en algunos ríos,
como en los tributarios del Guayape, en
Honduras, y los ríos que desembocan en el
golfo de Honduras; en la planicie petene-
ra, la roca caliza se utilizó en la construc-
ción, como bloques o como argamasas y
estuco, y de las montañas mayas se extraía
piedra volcánica con la que se fabricaban
utensilios para moler. En las montañas del
norte, la existencia de minerales era más
conocida. Entre Chiapas (México) y Nica-
ragua, se explotaban el oro, la plata y el
cobre. La obsidiana, material de suma im-
portancia para la elaboración de armas y
utensilios hogareños, se obtenía en el cen-
tro y en el oriente de Guatemala. La jadeí-
ta y las serpentinas se encontraban en las
montañas del nororiente. El ámbar de Chia-
pas se comerciaba en toda la región norte
de América Central. La piedra volcánica
se aprovechaba al máximo para las pie-
dras de moler y morteros. El oro, que se
encontraba en los ríos de ambas vertien-
tes, como en las montañas de Guanacaste,
Osa y Chiriquí, fue el principal metal ex-
traído en la zona montañosa del sur.
Otros recursos no renovables que
se encuentran en cantidades limitadas en
América Central son el plomo, el zinc, el
mercurio y el azufre. Se han encontrado
algunos depósitos de petróleo en la zona
norte de Guatemala que están siendo ex-
plotados en forma cada vez más crecien-
te. Aunque la producción no es suficiente
para dejar de importarlos, se comienza
a tener autosuficiencia en materiales pe-
sados como el bunker y el asfalto.
La piedra caliza ha sido
utilizada para la construcción
en la América Central desde
tiempos muy antiguos,
tal como se aprecia en esta
imagen de un templo del sitio
maya de Copán.
Esta águila de oro proviene
de la Costa Rica precolombina.
El espacio y los seres humanos 55
sto opinaban, hace casi dos si-
glos, los miembros del Real Con-
sulado de Comercio acerca de
América Central. Hoy se dice,
al contrario de lo expresado por ellos, que
somos demasiados los que vivimos en el
istmo. Se habla de mantener al ser hu-
mano fuera de las reservas naturales. Pero
hasta ahí llegan las diferencias. El lamento
por las condiciones de vida de centroame-
ricanos y centroamericanas sigue escu-
chándose acaso con más intensidad.
La Colonia marcó a América Cen-
tral en muchos sentidos, aun cuando hoy
la dinámica de la sociedad sea diferente.
Una de esas huellas ya presentes en el
período precolombino es la de los patro-
nes de ocupación del territorio. Si se ob-
serva un mapa en donde se contrasten
los centros de concentración humana de
aquellos en donde la presencia de habi-
tantes es nula o casi nula, se verá que, en
términos generales, los lugares de asenta-
miento español siguen siendo los polos de
aglomeración, incluso en aquellos luga-
res en donde la capital cambió de asien-
to durante el período republicano.
Comenzando desde el norocciden-
te, Guatemala presenta gran densidad ha-
cia el Pacífico y el altiplano occidental, el
principal asentamiento precolombino. Ha-
cia el norte, principalmente en la región
petenera, la ocupación es poca. Honduras
y El Salvador presentan grandes contras-
tes. Honduras es el segundo país en tama-
ño y uno de los menos poblados, mien-
tras El Salvador es el más pequeño y el
más densamente poblado. En Honduras,
la densidad de la población es de menos
de 50 habitantes por km2, pero en la repú-
blica salvadoreña es de más de 200. Esto
ocasiona una presión constante en la fron-
tera entre ambos países. Pero todavía hay
más, en Honduras la población se concen-
tra en el interior y en las zonas bananeras
del Caribe, quedando el resto del territo-
rio con poca ocupación.
LA POBLACIÓN CENTROAMERICANA
Pero hallándose tan inmenso espacio de país [América Central] ocupado por un millónescaso de habitantes derramados en todo él, a distancias enormes interpoladas de
desiertos y montañas, que no ha penetrado su centro la huella humana, y de costumbresdiametralmente opuestas a todo lo que verdaderamente podría constituirlos felices en sus
respectivas condiciones: ¿qué probabilidad ha de haber de que... se eleve repentinamentea un grado de opulencia que compita con los mejores Reynos del mundo?
Apuntamiento sobre la agricultura y comercio del Reyno de Guatemala, 1811
Familia guatemalteca
Familia guaymi de Panamá
E
Historia del istmo centroamericano56
Nicaragua es el más grande de los
países centroamericanos. Es también el
menos poblado, en términos relativos y
absolutos. La tendencia a la ocupación
en Nicaragua es hacia el Pacífico. En el
Caribe, la población se asienta en puer-
tos y en algunos enclaves económicos. En
Costa Rica, el asentamiento colonial en el
Valle Central sigue siendo el más impor-
tante, con casi las dos terceras partes de
la población. Ha ocurrido, sin embargo,
un desplazamiento hacia Puntarenas, en
el Pacífico, y hacia Puerto Limón, en el
Atlántico, formando un eje de desarrollo
entre los dos océanos. En Panamá, la po-
blación se concentra también en el paso
interoceánico, en donde se destacan am-
pliamente las ciudades de Panamá y de
Colón, la primera hacia el Pacífico y la
segunda en el Caribe.
En términos generales, la mitad de
la población de América Central ocupa la
región del Pacífico, 40% la región monta-
ñosa central y sólo la décima parte la ver-
tiente atlántica. La tendencia es hacia la
macrocefalia, es decir, a la aglomeración
en las capitales o en algunas ciudades im-
portantes, dejando con poca ocupación el
resto del territorio. En Panamá, el caso ex-
tremo, la mitad de la población reside en
la capital. Casos similares son los de Gua-
temala y El Salvador, mientras en Hondu-
ras la población se distribuye entre Teguci-
galpa, la capital, y San Pedro Sula, ciudad
industrial y comercial del Caribe. En Nica-
ragua, la población se concentra entre los
Niña salvadoreña
Niñas nicaragüenses
Niñas costarricenses
grandes lagos, el Pacífico y el río San Juan.
En Costa Rica, la población se asienta en
las ciudades del Valle Central, principal-
mente en San José, Cartago, Heredia y
Alajuela.
La aglomeración de la población en
algunas áreas ha contribuido a su emigra-
ción, especialmente hacia los Estados Uni-
dos, o su desplazamiento hacia regiones
del interior en cada país. Aquí, las áreas
más apetecidas son las de las reservas na-
turales, que han resentido el peso de las
migraciones. Estas siguen un patrón casi
inmutable. Primero, se abre una carretera
para unir algún punto de interés con una
ciudad, luego llegan los grandes agricul-
tores, los madereros o las compañías ex-
tranjeras, que talan enormes extensiones.
En algunos casos, las extensiones descom-
bradas son ocupadas posteriormente por
pequeños agricultores migrantes, quienes
agotan los suelos, sumamente pobres de
por sí. Finalmente, las áreas son ocupa-
das por las haciendas ganaderas.
La población centroamericana es
joven; casi la mitad es menor de 18 años.
Respecto a las identidades culturales, la
población centroamericana es esencial-
mente mestiza, con la notable excepción
de Guatemala, en donde al menos la mi-
tad de la población corresponde con los
pueblos indígenas que han mantenido,
desde la Colonia, una resistencia a los
patrones culturales impuestos, y actual-
mente sus demandas van mucho más allá
de la propia reclamación étnica.
El espacio y los seres humanos 57
n los tiempos actuales, uno de los temas que más ocupa y preocupa a los
centroamericanos es el de los recursos naturales, de su escasez y agota-
miento. Lo que antes parecía abundante e inagotable, ahora se presenta
vulnerable y finito. El recurso natural que antes se explotaba sin que se
pensara dos veces, ahora requiere de mayores esfuerzos o cuidados o, simplemente,
ya no existe. Por lo tanto, la historia del istmo centroamericano, cuyo estudio iniciare-
mos en los siguientes capítulos, también es la historia de las estrechas y complejas
relaciones entre las sociedades humanas y todos los demás seres vivientes e inanima-
dos que las rodean. Además, mucho podemos aprender de las experiencias del pa-
sado para enfrentar los retos ambientales del futuro, los cuales requerirán, sin duda,
grandes esfuerzos y mucha creatividad para superarlos.
CONCLUSIÓN
E
La preservación
de los recursos naturales,
una de las principales
preocupaciones
de los centroamericanos.
Fabio Herrera
Rupestre
Elbacite y papel
1995
Costa Rica
Orígenes y evolución de los pueblos del istmo 61
INTRODUCCIÓN
n todos los lugares del mundo donde los humanos domesticaron plantas e
inventaron la agricultura, surgieron rápidamente poblados más o menos
fijos, donde la comunidad de agricultores se reunía para protegerse y apo-
yarse mutuamente. América no escapa de esta realidad. Después de entrar
en el continente americano desde el Asia, y de deambular como cazadores y recolec-
tores, los humanos finalmente dieron el salto clave a la vida sedentaria asociada con
la domesticación de las plantas y la agricultura. En Centroamérica, los humanos
comenzaron a practicar la agricultura, cultivando y cosechando las plantas que me-
jor se daban en los distintos climas y topografías.
Casi todos los territorios centroamericanos fueron ocupados por los primeros
habitantes, lo que no quiere decir que todos fueron poblados por igual. Los rasgos de
poblamiento que actualmente observamos en Centroamérica ya se estaban perfilan-
do hace muchísimo tiempo, conformados, en buena medida, por las posibilidades
que ofrecía el entorno. En algunas regiones existían condiciones naturales que permi-
tían sostener poblaciones más grandes y densas, mientras que en otras la presencia
humana era escasa. En este capítulo se describirán y analizarán las primeras etapas
de la presencia humana en Centroamérica como preámbulo al florecimiento de los
grandes núcleos de la civilización y los Estados indígenas.
E
El estrecho de Bering visto
desde un satélite. La distancia
entre la Rusia asiática
(izquierda), y Alaska (derecha),
es de apenas 85 km.
Los colores de esta foto no
corresponden con la realidad
sino que son producto del uso
de filtros especiales
para detectar
los tipos de vegetación
en la zona.
La cacería fue primordial
para la sobrevivencia
de los grupos nómadas.
Historia del istmo centroamericano62
a especie humana había al-
canzado ya su etapa moder-
na de Homo sapiens cuando
se hizo presente en el conti-
nente americano. Hoy está fuera de
discusión el hecho de que estos po-
bladores iniciales tuvieron su origen
en emigraciones del nordeste asiático.
La migración fue efectuada a finales del
último episodio glacial del Pleistoceno.
Fue posible debido al descenso del nivel
del mar, fenómeno asociado a las trans-
gresiones glaciales, y que en la zona
del estrecho de Bering dio lugar a la
exposición de una franja de continente
de un ancho considerable (entre 1 500
y 3 000 km), la cual fue ocupada pau-
latinamente por poblaciones humanas.
En algún momento, hace 12 000 a
20 000 años, estas poblaciones fueron
ingresando poco a poco en las tierras
americanas, espacio nunca antes colo-
nizado por nuestra especie, producién-
dose así el verdadero descubrimiento de
este continente. Existen arqueólogos que
postulan fechas más tempranas; sin em-
LOS DESCUBRIDORES DEL CONTINENTE
L
La tierra perdida de Beringia
apareció al bajar el nivel
del mar durante la última
glaciación, cuando
una enorme cantidad de agua
líquida pasó a formar parte
de los casquetes polares
y de los enormes glaciares que
cubrieron vastas regiones
de Norteamérica y Eurasia.
Por Beringia pasaron
los primeros humanos
de Asia a América.
BERINGIA
Orígenes y evolución de los pueblos del istmo 63
bargo, se trata de un tema abierto toda-
vía a la discusión.
En aquellos lejanos días, los pai-
sajes centroamericanos diferían de los
presentes: la temperatura y la humedad
eran menores. Se calcula una reducción
de entre 4 y 6 grados centígrados en las
temperaturas promedio. Áreas de bos-
que tropical, como las de las tierras ba-
jas de Guatemala, estaban cubiertas por
bajos matorrales y era posible ver nieve
en los picos más altos de la cordillera de
Talamanca.
Esta etapa inicial del poblamien-
to americano se conoce con el nombre
de período Paleoindio. Existen testimo-
nios de este período en todo el conti-
nente, desde Alaska hasta la Patagonia,
con una antigüedad de 10 000 a 12 000
años, aproximadamente. La presencia de
estos antiguos pobladores está señala-
da casi siempre por el hallazgo de pun-
tas de proyectil confeccionadas con ro-
cas de grano fino, con una técnica
denominada bifacial, es decir, talladas
en ambas caras.
En Centroamérica se han hallado
estas puntas en contextos estratigráfi-
cos fechables, en Los Tapiales, en tie-
rras altas guatemaltecas y en Los Gri-
fos, en el estado de Chiapas, México.
Las fechas de carbono-14 obtenidas
para estos hallazgos se ubican entre
9 000 y 11 000 años antes de nuestra
era. Materiales similares se han colecta-
do en el sitio de Turrialba, en Costa Rica;
si bien no se dispone de pruebas radio-
carbónicas para éstas, su antigüedad ha
sido estimada en alrededor de 11 000
años. En Panamá, evidencias relaciona-
das con este período se han reportado
en la cuenca del río Chagres (Lago
Madden), donde se han hecho hallazgos
superficiales de puntas bifaciales. Las con-
diciones de su descubrimiento imposibili-
tan establecer una cronología absoluta,
pero dadas sus características tipológicas y
de manufactura, no queda duda acerca de
su edad paleoindia. En algunos sitios de la
Este ejemplar de una punta
paleoindia demuestra
el dominio de la técnica
del trabajo en piedra
que tenían los cazadores
nativos hace miles de años.
CRONOLOGÍA DE LA ERA GEOLÓGICADEL PLEISTOCENO
Hace 600 millones de años
500
440
350270
180
225
135
400
7060
40 205
3
Com
ienz
a el
tiem
po p
rese
nte
CENOZOICO
PALEO
ZOICO
MES
OZO
ICO
ChordataVertebrata
Tetrapoda
Animalia
Mammalia
Theria
Primata (?)Eutheria
Cretácico
Jurásico
Triásico
Pérm
ico
Car
boní
fero
Devónico
Silúrico
Ordovícico
Cámbr
ico
70
60
40 25 53Primata
Anthropoidea (?)
AnthropoideaHiminoidea
Himinoidea
Paleoceno
Eeoceno
Oligoceno
Mioceno
Pleistoceno
Plioceno
Homo erectusHomo sapiensHomo sapiens sapiens
Historia del istmo centroamericano64
cuenca del río Santa María, en las pro-
vincias centrales de Panamá, se han re-
cobrado fragmentos de materiales líticos
bifaciales, como en el sitio Corona, con
fechamiento de carbono-14 del orden de
los 11 000 años de antigüedad.
Estos artefactos debieron ser efec-
tivos para la cacería. El repertorio de
utensilios de piedra se completaba con
raspadores, cuchillos, martillos, raederas,
perforadores y buriles utilizados segura-
mente en otras actividades económicas
como la recolección, la preparación de
alimentos, la confección de instrumentos
de madera y otros.
La gente del Paleoindio fue con-
temporánea de algunos mamíferos her-
bívoros de gran talla que se han extin-
guido y que se conocen como la
megafauna del Pleistoceno. Es por esta
razón que algunos arqueólogos consi-
deran que la prueba más contundente de
hallarse ante restos de esta época es la
proporcionada por los sitios de matan-
za. Se llama de esta manera a aquellos
en los que se encuentran restos de ani-
males extintos, con señales evidentes de
haber sido cazados por seres humanos.
Dichas señales consisten en la presencia
El ser humano le llegaba
a las rodillas a los grandes
mamíferos del pleistoceno,
los cuales, por fortuna para
nuestros antepasados, eran
completamente herbívoros.
A pesar de su tamaño,
algunas especies de fauna
extinguida en América Central
fueron cazadas por
los primeros humanos.
Orígenes y evolución de los pueblos del istmo 65
de instrumentos de piedra, empleados en
la cacería o en la labor de desollar y
trozar la pieza, junto al esqueleto del ani-
mal, al cual por lo general le falta algu-
na de sus partes, debido a que una con-
ducta usual del cazador era la de
transportar porciones hacia los campa-
mentos en los que se encontraban sus
parientes.
En Centroamérica, sin embargo,
no se ha localizado ninguno de estos si-
tios, pero algunos hallazgos paleontoló-
gicos efectuados en yacimientos pleisto-
cénicos de Nicaragua, Costa Rica y
Panamá nos permiten conocer la fauna
que existió contemporáneamente con los
primeros centroamericanos.
Los arqueólogos que han estudia-
do este período concuerdan con que las
poblaciones paleoindias fueron pequeñas,
dispersas y móviles. Sin embargo, que-
dan por resolver muchas interrogantes
acerca de estos antiguos americanos. Una
de las controversias es si fueron éstos, en
efecto, los primeros pobladores o si aún
es posible hallar testimonios de grupos
más antiguos. Las investigaciones realiza-
das en Panamá, al menos, demuestran
que no se detecta presencia humana con
anterioridad al Paleoindio.
Historia del istmo centroamericano66
l concluir el Pleistoceno con la
retirada de la última glacia-
ción, hace unos 10 000 años,
se produjeron considerables al-
teraciones en los ecosistemas a nivel
mundial. En Centroamérica, el clima co-
menzó a hacerse más cálido y húmedo,
se transformaron los paisajes y se extin-
guieron algunos animales que conforma-
ban la fauna pleistocénica. En conse-
cuencia, la población humana comenzó
a reorientar sus modos de vida y a en-
sayar nuevas estrategias de subsistencia.
La mayor cantidad de información
acerca de este fenómeno procede de la
Zona Sur de Centroamérica, particular-
mente de Panamá y Costa Rica, aunque
es lícito pensar que el proceso tuvo es-
trechas semejanzas en el resto de la re-
gión. La cantidad y calidad de informa-
ción existente depende de la orientación
particular de las investigaciones arqueo-
lógicas en los diferentes países.
La recolección y la domesticación
incipiente de algunas plantas, la cacería
de animales de menor tamaño y el uso de
un amplio espectro de recursos fluvia-
les, estuarinos y marinos (moluscos, pe-
ces, aves), fueron las actividades econó-
micas que cobraron paulatinamente más
importancia. Consumir o utilizar regu-
larmente algunas plantas silvestres trae
consigo la modificación de las relacio-
nes ecológicas, las cuales se reflejan en
las características que las especies van
desarrollando. Llamamos domesticación
a este proceso.
Todo parece indicar que no hubo
una ruptura dramática entre los sistemas
económicos de cazadores y recolectores
y aquéllos en los que comenzó a practi-
carse la domesticación de ciertas plan-
tas. Por ende, podemos suponer que tam-
poco se dieron cambios drásticos en el
estilo de vida. Fue éste un proceso gra-
dual de adaptación a nuevas condicio-
LOS INICIOS DE LA DOMESTICACIÓN
AEn estos sitios se verifica
la incursión en nuevas
prácticas económicas que
incluyen la utilización
de un amplio espectro
de recursos.
Orígenes y evolución de los pueblos del istmo 67
nes ecológicas del período postglacial u
Holoceno, de clima más cálido y más hú-
medo que el del Pleistoceno final.
En la actualidad, los arqueólogos
están de acuerdo en que las personas
no se plantearon en un principio el de-
seo o la intención de hacer más útiles
las plantas para la alimentación, sino que
fueron dándose cambios relativamente
simples en las formas de explotación de di-
chas plantas. Por eso, la domesticación
fue un proceso prolongado y no un in-
vento genial que a alguien se le ocurrió
poner en práctica en un determinado mo-
mento. Ha sido consecuencia de las re-
laciones ecológicas de las poblaciones
humanas con las plantas, al consumir re-
currentemente algunas especies.
El vínculo entre los grupos huma-
nos del Holoceno inicial y una varie-
dad de plantas silvestres que comenza-
ron a desempeñar un papel importante
en su alimentación se dio tempranamen-
te. Sabemos, por ejemplo, que algunas
poblaciones centroamericanas comenza-
ron a emplear los frutos de palmas y ár-
boles de tal manera que su reproducción
natural comenzó a modificarse. Pense-
mos solamente en los efectos que puede
tener el hecho de que la gente transporte
semillas de un lugar a otro: los seres
humanos contribuyen a la dispersión de
estas plantas y es altamente probable que
crecieran en lugares próximos a los
usualmente transitados por grupos hu-
manos. Inclusive algunas plantas, entre
las cuales cabe mencionar a los tubércu-
los como la yuca y el camote, encuen-
tran condiciones óptimas de propaga-
ción en ambientes alterados por la
ocupación humana.
Esta reorientación en la base eco-
nómica se asocia a la aparición en los
sitios de este período de piedras de mo-
ler, empleadas en el procesamiento de
plantas. Con el tiempo, la domesticación
condujo al cultivo de una variedad de
especies en parcelas desmontadas, por lo
general en las proximidades de los sitios
de habitación, y a los sistemas agrícolas
orientados fundamentalmente al cultivo
sistemático de una o dos especies de
plantas.
La domesticación de animales no
fue significativa en las economías cen-
troamericanas. Muy pocas especies, ta-
les como el perro y el pavo, estuvieron
sujetas a este proceso. Por lo tanto, el
balance alimentario en lo que a proteí-
nas animales se refiere, debió lograrse
a través de la práctica de la cacería de
animales silvestres y la pesca de la fau-
na marina, lacustre y fluvial. Los antro-
pólogos creen encontrar en la reducida
Un indígena cosecha
camotes, un tubérculo
de sabor dulce. El vocablo
proviene del náhuatl camotli.
La mandioca fue
probablemente una
de las primeras plantas
cultivadas en las tierras
bajas del litoral caribeño
de Centroamérica.
Historia del istmo centroamericano68
disponibilidad de animales adecuados
para la domesticación, una de las más
notables diferencias con los procesos de
evolución sociocultural que se dieron en
algunas partes del viejo mundo, donde
la cría de ovejas, cabras y bóvidos estu-
vo estrechamente asociada al surgimien-
to de precoces sociedades sedentarias.
Cerro Mangote, sitio conocido desde
mediados de este siglo, fue en su épo-
ca de ocupación uno de los aproxima-
damente 200 pequeños asentamientos
ubicados en la cuenca del río Santa
María en Panamá. Los datos obtenidos
en investigaciones realizadas sugieren
que, alrededor del 4000 a.C., fue ocu-
pado por períodos sucesivos de varios
años cada uno. No se han registrado
restos de viviendas, por lo cual la esti-
mación demográfica para cada perío-
do de ocupación resulta prácticamente
imposible. Actualmente, debido a las
fluctuaciones de la línea de costa, Cerro
Mangote está a unos siete kilómetros de
la playa. En épocas de ocupación, su
distancia del mar era de menos de dos
kilómetros.
La pesca y la recolección de mo-
luscos eran de importancia vital. Los os-
tiones (Crassostrea) y otros moluscos
constituyen la parte más significativa de
los restos alimentarios encontrados. En
el manglar adyacente se obtenían can-
grejos y mamíferos tales como el ma-
pache. Algunas especies de aves del li-
toral también se incluían en la dieta. A
cierta distancia del sitio de habitación,
se cazaban iguanas y venados.
Han sido excavados alrededor
de 60 esqueletos humanos. Predomi-
nan los llamados enterramientos secun-
darios. Esta práctica funeraria consis-
te en dejar los cadáveres expuestos a
la intemperie para que se descarnen,
y luego enterrar las osamentas en pe-
queñas cestas. En ocasiones se encuen-
tran restos de más de un individuo en
cada una de ellas. También aparecie-
ron enterramientos primarios, es decir,
cadáveres que habían sido directamen-
te colocados en las fosas, generalmente
en posición fetal. Entre los restos hu-
manos analizados, la incidencia de
caries dentales, si bien menor a la usual
en un grupo agricultor, revela que los
carbohidratos, tales como semillas y tu-
bérculos, eran también parte significa-
tiva de su dieta.
DOMESTICADORES INCIPIENTES EN CERRO MANGOTE
(PANAMÁ)
Restos humanos encontrados
en un entierro en Cerro
Mangote, Panamá.
Orígenes y evolución de los pueblos del istmo 69
diferencia de la domesticación
en la que los seres humanos, sin
proponérselo y sólo como con-
secuencia de su carácter de
consumidores interfieren en la reproduc-
ción de las plantas, el cultivo implica una
intención humana de modificar los am-
bientes en que las plantas se desarrollan
con el propósito de aumentar su produc-
tividad. Dos modalidades de cultivo de
la tierra que representaron adaptaciones
humanas a ambientes particulares y des-
empeñaron un papel importante en el sur-
gimiento de aldeas estables son el cultivo
de roza y los sistemas agrícolas.
El sistema de roza o de tala y que-
ma no hace uso intensivo de ninguno
de los factores de producción, es decir,
tierra, trabajo y herramientas. Empero,
puede sustentar poblados relativamente
densos en la medida de la disponibili-
dad de tierras que permitan la rotación
periódica de los cultivos y la regenera-
ción del bosque. El cultivo de roza impli-
ca la quema regular de parcelas de bos-
que a f in de desbrozar espacio
cultivable y proporcionar fertilizantes en
forma de ceniza. Se trata de una técnica
extensiva, es decir, que requiere relativa-
mente amplias superficies de tierra en
diversas fases de cultivo y barbecho, el
período en que la vegetación se rege-
nera antes de que pueda ser quemada
nuevamente para repetir el ciclo.
A medida que las poblaciones au-
mentaban, en algunos casos, esta técni-
ca fue complementada con otras que per-
mitían producir más por unidad de
superficie, aunque requerían mayor in-
versión energética; usualmente los llama-
mos sistemas agrícolas. En efecto, los sis-
temas agrícolas utilizan la tierra de manera
intensiva y continua, haciendo imprescin-
dible la construcción de obras de infraes-
tructura de regadío y aterrazamiento y,
con frecuencia, el uso de fertilizantes.
En Centroamérica prevaleció la téc-
nica de tala y quema, aunque a medida
que se avanza en el conocimiento de las
sociedades del pasado van apareciendo
LA BASE ECONÓMICA DE LAS PRIMERAS ALDEAS
A
En esta ilustración
se aprecian las tres etapas
del cultivo de roza y quema:
la tala del bosque, la quema
de la maleza y, finalmente,
la siembra de la milpa.
Historia del istmo centroamericano70
evidencias del empleo de técnicas más
intensivas. En lo que se refiere al área
maya, por ejemplo, hasta hace relativa-
mente poco tiempo se determinó que en
ciertos sitios se utilizaba el riego.
La mayoría de los investigadores
considera que el maíz es el resultado de
la domesticación de un pasto silvestre lla-
mado teocinte. Se postula que se inició
su proceso de domesticación en las altu-
ras del occidente de México, donde hoy
aún abunda el teocinte. Si bien es difícil
establecer con certeza cuándo comenzó
tal proceso, debió ser antes del 5000 a.C.
En efecto, se dispone de datos obtenidos
en el valle de Tehuacán, México, que con-
firman el cultivo del maíz alrededor de
esa fecha. Además, estudios paleobotá-
nicos recientes señalan que el maíz se
cultivaba en el sur de Centroamérica y
en el norte de Sudamérica por la misma
época.
Es peligroso generalizar sin tomar
en consideración factores locales, ecoló-
gicos, históricos y sociales, pero podemos
decir que la incorporación de un grano,
en este caso el maíz, tiene efectos consi-
derables en cualquier grupo humano por
su facilidad de conservación y almace-
namiento. El cultivo del maíz desempeñó
un papel central en el surgimiento de las
aldeas permanentes en el contexto cen-
troamericano. No obstante, los efectos no
fueron inmediatos. Por algunos milenios
más, las sociedades siguieron siendo sen-
cillas, a pesar de haberse producido al-
gunas innovaciones tecnológicas como la
fabricación de la cerámica en Panamá
en los albores del tercer milenio a.C., y
un poco más tarde en Costa Rica. Ade-
más, recientemente se ha reportado la
presencia de cerámicas tempranas en el
área metropolitana de Managua.
El establecimiento de sistemas
agrícolas orientados a una cosecha prin-
cipal como el maíz sentó las bases para
el aumento demográfico, mientras que los
grupos domésticos comenzaron a hacer-
se más amplios, en respuesta a los reque-
rimientos de la producción agrícola.
Bajo la influencia
del agricultor precolombino,
el maíz evolucionó desde
la variedad silvestre hasta que
alcanzó la forma y el tamaño
que se asemejan mucho
al maíz que se consume
hoy en día.
La siembra del maíz
se realizaba con una coa,
palo puntiagudo
endurecido al fuego que
permitía abrir un hoyo
en la tierra dentro del cual
se colocaban dos o tres
semillas de maíz.
Orígenes y evolución de los pueblos del istmo 71
asta aquí hemos tratado el es-
pacio centroamericano como
una unidad. Nos hemos referi-
do globalmente a los proce-
sos generales que de manera más o
menos sincrónica se produjeron en dis-
tintos puntos de esta región hasta el ad-
venimiento de sistemas económicos ba-
sados en el cultivo. Hemos abordado
Centroamérica en su conjunto, funda-
mentalmente por dos razones: en primer
lugar, la información arqueológica dis-
ponible para las épocas previas al pri-
mer milenio a.C. no es igualmente abun-
dante en toda la región; en segundo
lugar, las similitudes observadas en los
procesos adaptativos iniciales de las po-
blaciones humanas presentan, en tér-
minos generales, más recurrencias que
disparidades, aun cuando existen des-
de muy temprano diferencias culturales
que se observan, por ejemplo, en las
características de los instrumentos líti-
cos y en la antigua separación de len-
guas vecinas que revelan procesos lar-
gos de divergencia.
Los procesos desencadenados por
las economías de cultivadores, por otra
parte, además de estar mejor documen-
tados arqueológicamente, tienen conse-
cuencias sociales diferentes en cada zona,
debido a una multitud de factores tanto
culturales como naturales. Por esta razón,
en los siguientes capítulos nos referiremos
por separado a tres zonas dentro del con-
texto centroamericano: la zona norte, la
zona central y la zona sur. También se
analizarán las dificultades que se presen-
tan al intentar subdividir el ámbito centro-
americano, al igual que los criterios utili-
zados en la definición de las tres zonas
mencionadas.
La zona norte, escenario de los
grupos usualmente llamados mayas, se
extiende desde el istmo de Tehuantepec,
abarcando los estados meridionales de
EL ANTIGUO ESPACIO ÍSTMICO
H
Historia del istmo centroamericano72
norte y noroeste de los lagos nicara-
güenses —lago Xolotlán o Managua y
lago Cocibolca o de Nicaragua— y las
tierras adyacentes al golfo de Nicoya
en Costa Rica. El desarrollo sociocultu-
ral de esta zona estuvo muy vinculado
a Mesoamérica a partir del primer mile-
nio a.C., hasta el punto de ser considera-
da por algunos autores como su perife-
ria. Sin embargo, y a medida que
progresan los estudios arqueológicos, se
refuerza la hipótesis de una larga histo-
ria de desarrollos locales. Un ejemplo lo
constituye, como ya lo hemos consigna-
do con anterioridad, el hallazgo de ce-
rámica temprana en el área metropoli-
tana de Managua, fechadas, hacia
2000-800 a.C.
Por último, la Zona Sur abarca el
sureste de Nicaragua, Costa Rica y Pa-
namá. Debe hacerse la salvedad de que,
si bien no se contempla como parte inte-
gral de Centroamérica, definida en tér-
minos políticos y económicos actuales,
el noroeste de Colombia guarda estre-
cha afinidad con los procesos sociocul-
turales que se dieron en la historia anti-
gua de esta zona. La arqueología de la
Zona Sur ha realizado avances signifi-
cativos en las últimas décadas, rastrean-
do las huellas de procesos autóctonos de
adaptación humana que se remontan
al Paleoindio. Además, se empeña en
comprender el carácter de la interac-
ción con otras áreas, desde los prime-
ros siglos de nuestra era.
México, la república de Guatemala y
Belice, hasta los territorios norocciden-
tales de Honduras y El Salvador. Como
se verá más adelante, sin embargo, re-
sulta imposible desvincular la historia
de la zona norte de un contexto más
amplio mesoamericano, en la medida
en que sus sociedades en diferentes
momentos mantuvieron vínculos con
otras sociedades complejas que se de-
sarrollaron tanto en la costa del Golfo
de México como en el altiplano mexi-
cano. Las investigaciones arqueológicas
en esta zona se han orientado hasta
hace poco tiempo al estudio de la so-
ciedad estatal maya. Hoy se observa
una tendencia a profundizar más en el
tiempo, tratando de conocer los desa-
rrollos previos.
La Zona Central comprende la ma-
yor parte del territorio de Honduras y El
Salvador (a excepción del sector corres-
pondiente a la Zona Norte), el flanco pa-
cífico de Nicaragua, las estribaciones
Orígenes y evolución de los pueblos del istmo 73
Durante la época prehispánica, Cen-
troamérica no constituyó una unidad eco-
nómica ni política. Sin embargo, existie-
ron redes de interacción más o menos
intensas dependiendo de la época y los
lugares específicos que se tomen en consi-
deración. Las culturas del pasado trasla-
paron las fronteras políticas actuales de
los países centroamericanos, por lo cual,
por ejemplo, es imposible estudiar sepa-
radamente el oeste de Panamá y el sures-
te costarricense, como también lo es tratar
de entender el desarrollo cultural del flan-
co pacífico nicaragüense prescindiendo del
noroeste de Costa Rica.
Quizás la observación más impor-
tante que debemos hacer, antes de finali-
zar este capítulo, es que, contrariamente a
la visión simplista de Centroamérica como
frontera entre los desarrollos mexicano por
un lado y andino por el otro, fue un rico
caldo de cultivo de procesos sociocultura-
les autónomos y de múltiples identidades
étnicas, de las cuales somos herederos.
Historia del istmo centroamericano74
El concepto de territorio permanente no
es una constante en las diferentes cultu-
ras humanas. A lo largo de la historia
de la humanidad, los territorios ocu-
pados o controlados por las diversas
entidades sociopolíticas no han sido fi-
jos, es decir, las fronteras, respondien-
do a presiones internas o externas, se
han expandido, retraído, desapareci-
do o redefinido. Por otra parte, las con-
quistas, invasiones, desintegraciones,
fusiones y alianzas, son sólo algunos
de los factores que constantemente hi-
cieron fluctuar los límites territoriales. En
nuestros días, se aplica claramente lo
expresado. Basta comparar la actual
división política euroasiática con la de
pocos años atrás: las dos Alemanias se
han reunificado; la Unión de Repúbli-
cas Socialistas Soviéticas se desmem-
bró; Checoslovaquia es hoy la Repúbli-
ca Checa y Eslovaquia; y la antigua
Yugoslavia se fragmentó en una cons-
telación de nuevos Estados.
Al profundizar en el estudio de
la historia antigua centroamericana,
llegamos a la conclusión de que re-
sulta prácticamente imposible propo-
ner una división territorial que sea vá-
l ida para todas las épocas. De
hacerlo, estaríamos implícitamente
aceptando la ausencia de dinamismo
en las formaciones sociales del pasa-
do, posición que no concuerda con lo
que conocemos de dicha realidad. En
definitiva, no es posible delimitar el
espacio sin tener en cuenta la dimen-
sión temporal.
Los estudiosos de la arqueología
centroamericana, movidos por la necesi-
dad de ordenar la información, de ma-
nera que permita obtener una imagen re-
lativamente coherente de los hechos del
pasado, han desarrollado diferentes pro-
puestas de divisiones o áreas culturales.
Las cuales se basaron en la dis-
tribución de rasgos culturales y lenguas,
tal como se presentaban a fines de la
época prehispánica, aproximadamen-
te desde el año 900 en adelante. Una
de las limitaciones es que realza las in-
fluencias de las sociedades de Meso-
américa en el resto de Centroamérica,
descuidando la importancia del desa-
rrollo propio de los otros pueblos. Por
ejemplo, los pueblos que habitaban
Honduras, El Salvador y la costa pací-
fica nicaragüense, incluidos dentro del
área mesoamericana, tuvieron su pro-
pia historia autóctona, tal como lo de-
muestran los trabajos arqueológicos ac-
tuales, aun cuando se vincularon en
determinado momento a la esfera de
interacción mesoamericana.
TERRITORIOS Y SOCIEDADES
Orígenes y evolución de los pueblos del istmo 75
CAPITANÍA GENERAL DE GUATEMALA (1753-1821)
O C É A N O PA C Í F I C O
M A R C A R I B EVirreinato de
Nueva España
Yucatán
Chiapas
Virreinato deNueva Granada
Soconusco
Provincia deGuatemala
Intendencia deSan Salvador
Honduras
Intendencia deNicaragua
Nicoya
Gobierno deCosta Rica
NUEVO MUNDO A PRINCIPIOS DEL SIGLO XIX
1. Virreinato de Nueva España
2. Virreinato de Nueva Granada
3. Virreinato del Perú
4. Virreinato del Río de la Plata
5. Capitanía General de Cuba
6. Capitanía General de Guatemala
7. Capitanía General de Venezuela
8. Capitanía General de Chile
Virreinato deNueva España
VeracruzAcapulco
Oaxaca
La Habana
Belice Haití
Capitanía Generalde Cuba
Santo Domingo
San Juan
Francia e InglaterraGuyanas
(Ingt.; Fr.; Hol.)Porto Bello
Panamá
Quito
Cuzco
Lima
Brasil(Portugal)
Virreinato deRío de la Plata
Buenos AiresSantiago
Capitanía Generalde Chile
Historia del istmo centroamericano76
uizá la observación más importante que debemos hacer, al finalizar este
capítulo, es cuestionar aquella visión simplista de Centroamérica como fron-
tera entre los desarrollos mexicanos, por un lado, y los andinos por el otro.
Más bien, Centroamérica se constituyó en un caldo de cultivo de procesos
socioculturales autónomos y de múltiples identidades étnicas, de las que somos here-
deros. Difícilmente podía haber sido de otra manera: en un territorio relativamente
estrecho sin barreras naturales importantes, la gente y los productos se movían con
gran facilidad, influyéndose mutuamente y dando lugar a una mezcla rica de expre-
siones culturales. A partir de estos contactos e intercambios, se difundieron variedades
y técnicas agrícolas y estilos de producción artesanal, lo cual permite hablar, desde
muy temprano, de una Centroamérica con rasgos que se comparten en toda la región
dentro de una gran variedad de características locales.
CONCLUSIÓN
Q
Fabricación de utensilios,
intercambio de estilos
de producción artesanal entre
los centroamericanos.
Pedro Arrieta
Amarillo candente
Acrílico sobre tela
1994
Costa Rica
Antiguas civilizaciones de la Zona Norte 81
os pueblos de habla maya tuvieron por escenario histórico desde hace mi-
lenios, el territorio que hoy abarcan los estados de Yucatán, Campeche,
Tabasco, la mitad oriental de Chiapas y el territorio de Quintana Roo en
México; el departamento del Petén y las tierras altas adyacentes por el lado
sur, en Guatemala; la sección occidental de Honduras y El Salvador; y la totalidad de
Belice. En su conjunto, este territorio, denominado Zona Norte en este texto, ocupó
aproximadamente 325 000 km2.
Entre las lenguas mayas, que suman alrededor de treinta, se encuentran el
quiché y el cakchiquel hablados en Guatemala, y el tzotzil y tojolabal hablados en
Chiapas, México.
Durante el período Clásico, estos pueblos constituyeron una constelación de
ciudades-Estado. La intensa interacción económica, política e ideológica entre dichas
unidades, evidente en los datos arqueológicos, permite distinguir una amplia esfera
de interacción, denominada mundo maya.
Las sociedades de la Zona Norte, respondiendo a la diversidad de ambientes en
que se gestaron, presentan cierta variabilidad. Las adaptaciones humanas tuvieron
rasgos propios y efectos particulares en los bosques de pinos y robles de las tierras
altas; en las tierras bajas del sur, cubiertas de bosque tropical salpicado de sabanas; y
en las más secas y calizas tierras bajas del norte.
INTRODUCCIÓN
L
Escultura del sitio maya
de Copán, Honduras. Como
toda civilización en el mundo,
los mayas se preocuparon
por levantar edificaciones
monumentales para
reconciliarse con los dioses
y para impresionar a
propios y extraños.
La agricultura fue actividad
económica fundamental para
el desarrollo de la sociedad
maya.
Historia del istmo centroamericano82
l comienzo del primer milenio
a.C. existió una constelación
de aldeas, de tamaño variable,
dispersas en la mayor parte del
territorio. Entre ellas, el modo de vida
apenas difería. Hombres y mujeres se de-
dicaban a la producción de alimentos,
sin que existieran personas desligadas
de esta actividad fundamental. Las vi-
viendas no presentaban contrastes entre
sí, además no se advierte la existencia
de estructuras arquitectónicas especiali-
zadas. Eran sociedades claramente igua-
litarias. Los arqueólogos reconocen dicho
igualitarismo, en lo sencillo y homogé-
neo de los ajuares funerarios que acom-
pañan a los enterramientos.
Ejemplo de estas antiguas aldeas
lo constituye el sitio de Cuello cerca de la
costa del Caribe, en Belice. Su econo-
mía se basaba en el cultivo del maíz y de
la yuca, en la recolección de plantas y ca-
racoles, en la pesca y en la cacería de di-
versas especies tales como venados,
tortugas, agutíes, armadillos, puercos de
monte y perros. Cabe la posibilidad de que
estos últimos fueran domesticados. Se uti-
lizaba la arenisca, el pedernal y la ob-
sidiana para la fabricación de instrumentos
de trabajo. También se encontraron ador-
nos confeccionados con jade y conchas.
Existen también evidencias de aldeas si-
milares en el valle de Belice; más hacia el
oeste, en Tikal, Nakbé, Altar de los Sacri-
ficios y Ceibal; en Copán, en el sudeste;
en Komchen, en el norte, y en las tierras
altas, en Sakajut, El Portón y Kaminaljuyú.
DE LAS ALDEAS A LOS CENTROS POLÍTICOS:
EL PERÍODO PRECLÁSICO
AEl área ocupada por los mayas
se ha clasificado según la
altura del terreno: las tierras
bajas del norte, bajas del sur
y altas.
Antiguas civilizaciones de la Zona Norte 83
En el primer milenio a.C., este pa-
trón de vida igualitario comenzó a modifi-
carse. Algunas aldeas empezaron a
volverse más complejas; aparecieron in-
dicadores de estratificación y diferencia-
ción sociales basados en la existencia de
clanes. A partir de estos tiempos, se esta-
blecieron vínculos —probablemente co-
merciales— entre las tierras altas mayas y
el mundo olmeca. Es más, un estudioso de
la arqueología mesoamericana opina que
los olmecas hablaban una de las lenguas
del tronco maya. El sitio de Chalchuapa,
en el occidente de El Salvador, parece ha-
ber sido la avanzada meridional de la red
de intercambios olmecas.
En sitios tales como Altar de los Sa-
crificios, Kaminaljuyú, Izapa y Chiapa de
Corzo se inició tempranamente la cons-
trucción de plataformas, con graderías de
piedra y fachadas con repello de cal, es-
tructuras arquitectónicas especializadas
que denotan la existencia de funciones
administrativas, políticas y ceremoniales.
Surgieron los primeros centros organiza-
tivos que caracterizaron a la sociedad
maya clásica. Todo parece indicar que las
tierras altas llevaron la vanguardia en el
proceso de estratificación social, aunque
en Talgua Olancho (Honduras) existen evi-
dencias de clanes socialmente diferencia-
dos ya alrededor del año 1000 a.C. Más
al norte, en Komchen, hacia el 800 a.C.,
y en varios sitios del Petén, alrededor de
600 a.C., empezaron a construirse pirá-
mides en forma masiva. En Nakbé, entre
Escena de la vida cotidiana
en el poblado maya de Joya
de Cerén en El Salvador
alrededor del año 500.
Ilustración basada
en la evidencia arqueológica.
Estela encontrada
en la región de Izapa,
occidente de Guatemala,
correspondiente al período
Preclásico Tardío.
600 y 400 a.C., sobre grandes platafor-
mas, se erigieron elaborados complejos de
edificios finamente terminados.
El surgimiento de estos centros or-
ganizativos sólo puede explicarse en la
medida en que se postule la existencia
de: a) grandes contingentes de campesi-
nos en la periferia, cuya producción pu-
diera sostener un aparato burocrático
político-religioso, una constelación de ar-
tesanos y trabajadores dedicados a to-
das las tareas imaginables requeridas
para su funcionamiento (construcción,
mantenimiento y fabricación de objetos
de uso cotidiano y suntuarios), y b) un
aparato de control social y coercitivo, es
decir, un gobierno, para garantizar a los
grupos dominantes el tributo requerido
para perpetuarse.
En definitiva, en estas tempranas fe-
chas están ya plenamente establecidos los
rasgos de la sociedad clásica maya que
seguirá modelándose durante los siglos
siguientes.
Historia del istmo centroamericano84
os centros organizativos mayas
alcanzaron su máxima expre-
sión entre los años 250 y 900
de nuestra era. Si bien el desa-
rrollo maya fue autónomo y distintivo, en-
tre los años 300 y 600 de nuestra era,
existieron activas relaciones comerciales
con Teotihuacan, en la meseta mexicana.
Entre el 600 y el 900, y coincidiendo con
transformaciones sociales en el centro de
México, fundamentalmente el despobla-
miento de Teotihuacan, dicha interacción
se atenuó considerablemente. Mas los
mayas siguieron impulsando un intenso
desarrollo. Fueron construidos cientos de
complejos arquitectónicos, en los que se
concentraron las funciones religiosas y
administrativas, y que sirvieron de resi-
dencia a las élites. El pueblo maya, de-
dicado principalmente a la agricultura,
ocupaba territorios periféricos de los cen-
tros organizativos. Debido al sesgo par-
ticular que han tenido las investigaciones
arqueológicas en el área maya, se ha en-
fatizado la investigación en los sitios mo-
numentales, quedando pendiente, casi en
su totalidad, la arqueología de las aldeas
circundantes.
Cultivo y comercio
Hasta hace poco tiempo, se consideraba
que el cultivo maya se había basado ex-
clusivamente en el sistema de tala y que-
ma, también conocido como sistema de
roza. Esta técnica, empleada aún por el
campesino de la región, exige un perío-
do de recuperación de cuatro a ocho
años, luego de tres años de explotación
de las parcelas. Las investigaciones re-
cientes han revelado la existencia de
amplias redes de irrigación y otras obras
hidráulicas en diferentes áreas. Se han
registrado, por ejemplo, restos de cam-
pos elevados en los ríos Usumacinta,
Candelaria y Hondo, así como también
extensas terracerías en el este de Gua-
temala, Belice y Río Bec. Por lo tanto,
LOS MAYAS CLÁSICOS
L
Estructura desenterrada
en Joya de Cerén que servía,
probablemente, como punto
de reunión para
la administración
de la justicia y el ejercicio
del poder político.
Baño de vapor o temazcal,
utilizado por los pobladores
mayas del sitio de Joya
de Cerén en El Salvador para
limpieza corporal
y purificación espiritual.
Antiguas civilizaciones de la Zona Norte 85
podemos considerar que el proceso de
desarrollo de la sociedad maya estuvo
asociado tanto a técnicas extensivas —la
milpa— como a una serie de técnicas
intensivas adaptadas a las diferencias de
terreno, suelo y humedad.
La diversidad de productos cultiva-
dos, sin duda fue amplia: maíz, calaba-
zas, frijoles y frutas variadas. Entre estos
últimos tenemos que mencionar a la fruta
de pan o ramón (Brosimun alicastrum),
alimento de alto valor calórico en la die-
ta maya. Además, los mayas produjeron
y consumieron cacao. Su cultivo fue im-
portante en el área de Chetumal y en So-
conusco. La producción de semillas de
cacao requirió técnicas intensivas y cui-
dados especiales. Era estimada como
fuente de una bebida estimulante y nutri-
tiva y formó parte de los rituales religio-
sos, apareciendo en los mitos de origen
quiché y cakchiquel; además se utilizaba
como bien de intercambio.
Los tubérculos, a veces considera-
dos como de menor importancia dietética
que los granos, tienen sin embargo una
larga historia de domesticación en las
tierras bajas de Centroamérica. Además
de producir más calorías por unidad de
área que el maíz, sus demandas de fer-
tilidad de suelo y de trabajo son meno-
res que las de aquél, con la ventaja
adicional de ser más resistentes a la se-
quía. Sin duda, junto al maíz y los frijo-
les, conformaron una parte vital en la
subsistencia del campesino.
El abastecimiento de proteínas ani-
males se logró a través de la cacería.
Entre las especies consumidas preva-
leció el venado. Existen, además,
indicios de cría de perros y pa-
vos para el sustento humano.
En las tierras bajas del sur,
aún bajo la técnica de roza, la
productividad debió ser elevada
en la época en que había gran-
des extensiones de selva virgen.
Sin duda, las condiciones fueron pro-
picias para la rápida expansión de la
población y el surgimiento de grupos
dirigentes. Los suelos excepcionalmente
fértiles de las tierras altas, a menudo vol-
cánicos o aluviales, hicieron posible que,
bajo el régimen natural de las lluvias, se
diera la milpa de alto rendimiento, con
dos o tres cosechas anuales. Sin embar-
go, el crecimiento demográfico y su con-
secuencia inmediata, la necesidad de
intensificar la producción, prefiguró,
según algunos autores, la crisis que ge-
neralmente se denomina “colapso
maya”, tema sobre el cual se
volverá más adelante.
La actividad comercial a
larga distancia jugó un papel sig-
nificativo en la economía maya. Ka-
minaljuyú, en las tierras altas del sur,
mantuvo un constante flujo comercial con
el altiplano mexicano durante la época
de Teotihuacan. Por su parte, Tikal pa-
rece haberse establecido como cen-
tro principal de las tierras bajas para
Las calabazas, componente
central de la dieta
de las poblaciones
precolombinas
en Mesoamérica.
Los pueblos centroamericanos
de la vertiente del Pacífico
llegaron a depender en alto
grado del cultivo del maíz.
Historia del istmo centroamericano86
la articulación del sistema comercial Teoti-
huacan-Kaminaljuyú. En todos los sitios
estudiados se encuentran productos im-
portados. No sólo circulaban artículos bá-
sicos tales como la sal y la obsidiana, de
la cual se fabricaban instrumentos cortan-
tes, sino que poco a poco se fue creando
un mercado excepcional para objetos
suntuarios, tanto de uso doméstico como
ceremonial: cerámicas policromas de las
tierras altas salvadoreñas, conchas y ra-
dios [espinas] de raya de las costas, y
jade y piedras verdes de los altos de Gua-
temala. La existencia de vínculos comer-
ciales constituye uno de los factores
importantes para interpretar la integra-
ción del mundo maya.
Organización política
La mayor parte de la población residió
en áreas rurales, en los alrededores de
los centros organizativos. Sin su aporte
es incomprensible el sostenimiento de una
sociedad como la maya clásica. Es pro-
bable que los gobernantes, burócratas y
sacerdotes, que constituían un grupo mi-
noritario, vivieran permanentemente en
dichos centros. Algunos autores sugieren
que poca gente vivía en los centros du-
rante la mayor parte del año, pero que
durante las fiestas religiosas se congre-
gaba allí la dispersa población campesi-
na de los alrededores. Una hipótesis
compartida por la mayoría de los mayis-
tas es que los 60 o 70 centros principales
que existieron durante los tiempos clási-
cos eran ciudades-Estado. Cada una de
ellas controló un territorio de 2 500 km2
en promedio.
La civilización maya parece haber
estado estructurada como un mosaico de
unidades políticas, algunas grandes y
otras pequeñas. Es, hasta ahora, difícil
asegurar cuál fue la naturaleza exacta de
la relación entre tales unidades. Algunos
estudios de desciframiento de glifos em-
blemáticos correspondientes a varios cen-
tros de las tierras bajas del sur, conducen
a pensar en afiliaciones políticas entre
varios centros. Tales glifos eran análogos
a títulos de nobleza correspondientes a
los gobernantes y sus allegados. Los cen-
tros subordinados a otro más importan-
te, emplearían el glifo emblemático de este
último como señal de afiliación. Todo
parece indicar la existencia de una orga-
nización política jerárquica, en la que los
centros menos importantes estaban subor-
La cerámica policroma
es característica del período
Clásico maya. Sus colores
vivos, finos acabados y diseños
atractivos sirven
de inspiración para
los ceramistas
de nuestros tiempos.
La escritura de glifos
de los mayas ha sido
mayormente descifrada
en tiempos recientes. Estos
glifos identifican a cuatro
de las principales ciudades
de la civilización
maya clásica. Tikal Copán Calakmul Palenque
Antiguas civilizaciones de la Zona Norte 87
dinados a otros de mayor poder, consti-
tuyendo Estados regionales.
De acuerdo con esta hipótesis, al-
rededor del año 731, según las inscrip-
ciones que aparecen en una estela de
Copán, había cuatro Estados regionales,
cada uno de los cuales controlaba una
extensa región circundante: Copán, Tikal,
Calakmul y Palenque. Habría, además,
dos territorios con centros de baja jerar-
quía: Yaxchilán y Petexbatún. Con el
tiempo, éstos, a su vez, se convirtieron en
centros políticos de primer orden.
La comprensión de la naturaleza
de las fronteras mayas exige que se re-
pare en la particularidad del concepto
de territorialidad entre los mayas, sus-
tancialmente diferente al de los actua-
les Estados. En efecto, los territorios
mayas fueron discontinuos, es decir, que
entre ellos había “tierras de nadie” y
no hay evidencia de la existencia de lí-
mites o fronteras precisas. Así, el con-
cepto de límite político es de dudosa
aplicación a la territorialidad maya.
Aún no se comprenden cabalmente
los mecanismos que hicieron posible la in-
tegración territorial en torno a los centros
hegemónicos. Sin embargo, el papel de la
ideología religiosa y el de los vínculos de
parentesco entre los grupos dirigentes
constituyeron factores de cohesión. Se con-
sidera que la guerra, ampliamente referi-
da en las inscripciones y la iconografía,
así como el comercio, deben ser incorpo-
rados al modelo explicativo general.
Religión y poder
La existencia de creencias y rituales má-
gico-religiosos es casi universal. Se pre-
sentan en una gran variedad de formas y
cumplen diferentes funciones, respon-
diendo al nivel de organización políti-
co-económica de las sociedades o de los
momentos históricos específicos. Es así
como, en las sociedades más simples, las
de cazadores y recolectores, predomi-
nan los llamados cultos individualistas.
En ellos, cada persona, sin la participa-
ción de especialistas religiosos, realiza ri-
tuales que su cultura considera necesarios
Extensión probable
de los territorios controlados
por las principales ciudades
mayas hacia finales
del período Clásico.
Historia del istmo centroamericano88
radas por el Estado. En el contexto ac-
tual, aparecen cultos eclesiásticos, es de-
cir, regulados por una jerarquía de
especialistas a tiempo completo en asun-
tos religiosos y dedicados a conservar y
desarrollar conocimientos y habilidades
al servicio de los grupos dirigentes. Existe
entonces un clero o sacerdocio profesio-
nal organizado como una burocracia y
se establece una escisión rotunda entre
miembros activos y pasivos del culto.
Los especialistas religiosos eclesiás-
ticos son los encargados del manejo de
una serie de conocimientos necesarios
para la estabilidad y el control social: as-
tronomía, matemáticas, escritura, ritua-
lismo e historia oficial. No es asombroso
entonces que las sociedades estatales in-
viertan una gran porción de la energía
socialmente disponible en la construcción
de edificios y monumentos que represen-
tan el centro del orden legitimado por su
íntima articulación con las poderosas fuer-
zas de los dioses.
Los centros organizativos mayas se
caracterizan, en efecto, por su monumen-
talidad. Las estructuras arquitectónicas y
su elaborada ornamentación transmiten
mensajes relacionados con el mundo so-
cial, político y religioso.
Los bajorrelieves y esculturas con-
vierten a los monumentos en verdaderos
textos donde se registran las dinastías go-
bernantes, remontándose a sus ancestros
mitológicos, en los cuales se localiza la
fuente de su poder terrenal. Algunos de
para la supervivencia y el bienestar. En
las sociedades aldeanas preestatales, es
frecuente la existencia de chamanes, es-
pecialistas en ritual a tiempo parcial, que
llevan por lo demás una vida corriente
con casi todas las obligaciones cotidia-
nas del resto de la gente y pocos privile-
gios distintivos.
Cuando en la historia de la huma-
nidad surgen sociedades estatales, com-
plejas y estratificadas, es común que
sobrevivan antiguos comportamientos re-
ligiosos (individualistas, chamanistas).
Usualmente son incorporados o, en su
defecto, combatidos por subversivos, por
las nuevas expresiones religiosas ampa-
Campo de juego de pelota,
Copán, Honduras. El juego de
pelota, que tenía un sentido
ritual, se practicaba en buena
parte del territorio
mesoamericano.
Arco del sitio de Copán,
Honduras. El arco maya
se encuentra en la mayoría
de los principales sitios
ceremoniales y refleja
el dominio de la técnica
de la construcción
monumental de sus creadores.
Antiguas civilizaciones de la Zona Norte 89
los centros de mayor jerarquía presen-
tan una amplia tipología de edificacio-
nes con funciones tanto residenciales
como públicas.
Sobre grandes plataformas se cons-
truyeron edificios con muchas dependen-
cias, agrupados simétricamente alrededor
de plazas. Se encontraban, además, es-
telas, altares y juegos de pelota. Sobre
el conjunto destacan las pirámides trun-
cadas, revestidas de piedra y con esca-
linatas empinadas que conducen a tem-
pletes en la cima, rematados casi siempre
con una crestería imponente.
Si bien es arriesgado realizar estima-
ciones demográficas en arqueología, se
calcula que el centro urbano de Tikal
debió haber albergado alrededor de
45 000 habitantes en una superficie
de 123 km2. En el apogeo de su poder,
Tikal controló un territorio de alrededor
de 2 500 km2, con una población de
360 000 habitantes.
Sus edificaciones
están construidas con pie-
dra caliza unida con
mortero y recubiertas
con estuco. Las paredes
son típicamente anchas
en relación con los espa-
cios que limitan. No se
UN CENTRO ORGANIZATIVO DE LAS TIERRAS BAJAS:
ALGUNOS DATOS SOBRE TIKAL
emplea la ventana. El corazón del asen-
tamiento lo constituye la gran plaza,
flanqueada por dos pirámides masivas,
los templos I y II, y por una serie de edi-
ficios bajos y patios. El Templo I recibe
el nombre de Templo del Jaguar Gigan-
te. Esta pirámide de nueve escalones so-
porta un templete de tres recintos en su
cúspide. Los recintos son
oscuros y pequeños, y sus
bóvedas falsas están sos-
tenidas con dinteles de
madera de dureza consi-
derable; muchos de los
cuales han conservado, a
pesar del clima húmedo,
sus tallados originales.
El templo II de Tikal,
en Guatemala. A diferencia
de las pirámides del México
central, las del Petén son más
espigadas.
En este bajorrelieve
maya, una mujer entrega
una cabeza de jaguar,
símbolo de la fertilidad, a un
hombre finamente ataviado,
probablemente un sacerdote
o jefe.
Historia del istmo centroamericano90
terrado con un fino ajuar que incluía
180 piezas de jade. Además, se reco-
bró en este enterramiento una multitud
de astillas de hueso delicadamente la-
bradas, algunas de ellas con textos glí-
ficos.
En las inscripciones de Tikal, se
halla la crónica de una dinastía que
gobernó durante varios siglos. El mo-
narca más antiguo de los registrados
en los relieves fue Yac-Moch-Xoc, quien
reinó entre los años 219 y 238, y dio
origen a un gran linaje real al que per-
tenecieron los siguientes reyes de Tikal.
Sobre la pared del último de los re-
cintos se eleva la masiva crestería, de-
corada en su parte frontal con pie-
dras talladas. El Templo del Jaguar
Gigante fue construida sobre una tum-
ba preexistente, cuyo ocupante fue en-
Este sector del sitio de Tikal
permite apreciar el complejo
diseño de sus niveles
y escalinatas.
Plano de Tikal. El sitio cubre
una extensión de
aproximadamente un
kilómetro cuadrado.
Templo 1
Templo 2Templo 3
Templo 4
Antiguas civilizaciones de la Zona Norte 91
El papel de la guerra
en las ciudades-Estado mayas
Los conflictos bélicos, con característi-
cas propias dependiendo del nivel de
complejidad social, son una constante
en la historia de la humanidad a partir
de la instauración de economías agríco-
las. La guerra es considerada, además,
como un factor de importancia a tomar
en cuenta en el estudio del surgimiento
de sociedades estatales prístinas. A pe-
sar de ello, hasta hace muy poco tiempo
se consideraba a los mayas clásicos
como una excepción a dicha regla, en-
fatizando el carácter pacífico, supuesta-
mente teocrático, de sus instituciones y
explicando el surgimiento del militaris-
mo en el Postclásico por influencias fo-
ráneas procedentes del México central.
Hoy, a partir de los avances reali-
zados en la teoría antropológica para
explicar los procesos de evolución socio-
cultural, y en la obtención de datos ar-
queológicos concretos, podemos decir
que la guerra jugó un papel muy impor-
tante en el surgimiento de la sociedad
estatal maya, y que no fue meramente
un síntoma de su decadencia al final del
Clásico. Los murales de Bonampak mues-
tran, por ejemplo, a un gobernante
maya, a un grupo de guerreros y sus
cautivos; las inscripciones de Piedras
Negras y Yaxchilán sugieren que la guerra
formaba parte importante de los esfuer-
zos dinásticos por conservar su poder,
mientras que la existencia de fortifica-
ciones que se remontan a principios del
período Clásico revelan una larga histo-
ria de conflictos bélicos.
La guerra no sólo cumplió el come-
tido de anexar o controlar territorios en
respuesta a una presión demográfica sino
que operó como mecanismo de reforza-
miento de la diferenciación jerárquica y
la estratificación económica. El desempe-
ño notable de un guerrero se convertía
en trampolín para la apropiación y acu-
mulación de bienes y recursos, reforzan-
do no sólo su propia influencia político-
económica sino la de su linaje. Éste, a su
vez, conformará un segmento social di-
ferenciado de mayor prestigio y poder.
Al constituirse un grupo de parentesco
muy jerarquizado, sus miembros trata-
rán de monopolizar las funciones reli-
giosas, mecanismo de coacción proba-
blemente más eficiente que la fuerza
física, dado lo disperso de la población
rural.
Este guerrero maya, armado
de mazo y escudo y una
expresión temible, debe haber
sido un adversario peligroso
en el campo de batalla.
Las pinturas murales
de Bonampak (México)
muestran escenas
de la historia maya. En ésta,
un jefe guerrero maya
condena a muerte
a los guerreros derrotados,
uno de los cuales pide
clemencia.
Historia del istmo centroamericano92
neal. Aunque el hiato temporal es sig-
nificativo, la analogía con los antiguos
mayas no es totalmente descartable. De
todas formas, es cierto que existen muy
pocos datos acerca de la tenencia de la
tierra y de las relaciones existentes en-
tre los linajes aristocráticos y el campe-
sinado.
En cada una de las unidades polí-
ticas, existió un linaje real, cuya genea-
logía se remontó hasta antepasados
mitológicos, al mundo sobrenatural de
los dioses. Esta conexión sagrada cons-
tituyó el más eficaz de los instrumentos
de legitimación del poder. Dentro de este
linaje, el cargo político más importante,
el de rey, fue transmitido de padres a
hijos, o de hermanos a hermanos.
Los matrimonios entre los miembros
de dinastías gobernantes fueron proba-
blemente los más importantes recursos de
integración política. Algunas inscripcio-
nes describen la visita de los líderes de
un centro, o sus delegados, a los centros
aledaños en ocasión de la toma de pose-
sión de algunos herederos. Los vínculos
de parentesco funcionaron, por lo tanto,
como agentes de consolidación de poder
e integración.
De acuerdo con la distancia
genealógica que los separara de los lina-
jes reales, el resto de los linajes se orde-
naba en una estructura de rango: una
mayor proximidad genealógica se tradu-
cía en mayor rango y, por consiguiente,
en mayores privilegios.
Parientes, poder y política
No está totalmente esclarecido el carác-
ter de la organización política interna de
las ciudades-Estado o de los Estados re-
gionales, aunque se conoce que el poder
se transmitía a través de los canales esta-
blecidos por los vínculos de parentesco.
Estos vínculos determinaban, en términos
generales, el lugar que cada individuo
debía ocupar dentro de la sociedad. El
acceso al poder dependía de la pertenen-
cia a linajes de rango elevado.
Se entiende por linaje un grupo
de personas emparentadas por línea
materna o paterna. En el caso de los
mayas, parece haber existido un sistema
de linajes de filiación patrilineal, en los
cuales la herencia operaba de padres
a hijos. Si bien este fenómeno se ha es-
tudiado mejor en relación con los lina-
jes de los grupos dominantes, es pro-
bable que los mismos principios hayan
operado entre los campesinos mayas.
En una investigación realizada recien-
temente en una comunidad
indígena campesina de El
Quiché, se describe en
qué consistía el sis-
tema de tenen-
cia de la tie-
rra de tipo
patrili-
La sociedad maya estaba
claramente estratificada.
En la base de la sociedad,
están campesinos,
artesanos y esclavos. Encima
de ellos, los comerciantes,
seguidos en el tercer nivel por
guerreros y sacerdotes.
En el cuarto nivel se
encuentran los nobles,
y en la cúspide de la pirámide
social, el rey.
Antiguas civilizaciones de la Zona Norte 93
Conocimientos necesarios
para el sostenimiento
de un Estado
La aparición de sistemas de escritura, de
cómputo y de mediciones calendáricas,
está estrechamente asociada al surgimien-
to de sociedades de nivel estatal. Tales
conocimientos, monopolizados por gru-
pos exclusivos, constituyen efectivos me-
canismos, no sólo para describir el mundo
circundante sino, fundamentalmente, para
administrar a la sociedad, ordenar el
transcurso del tiempo con el objeto de
regular aspectos de la vida religiosa y
mundana, y transmitir las historias dinás-
ticas, reforzando así el recuerdo de los
ancestros de los linajes reales.
A diferencia del caso de los jero-
glíficos egipcios, no existe ningún texto
paralelo en alguna lengua previamente
conocida que facilite la tarea de desci-
frar la escritura maya. Gracias a la labor
constante y paciente de algunos epigra-
fistas se han realizado avances consi-
derables en la transcripción.
Los mayas escribían textos en este-
las y monumentos, pero también tenían
libros muy parecidos a los nuestros, co-
nocidos con el nombre de códices. Esta-
ban confeccionados con la corteza del
Un segmento del Códice
Trocortesiano, uno de los tres
que sobrevivieron a
la Conquista. Las figuras son
de dioses y animales
relacionados con los ciclos
agrícolas.
Un fragmento del Códice
París, cuyas figuras guardan
relación con los ceremoniales
propiciadores de buenas
cosechas.
Historia del istmo centroamericano94
árbol llamado cobó (Ficus cotinifolia), la
que era reducida a pulpa, y se mantenía
unida y compacta mediante la aplicación
de goma natural. Las largas hojas de
papel de corteza se plegaban a manera
de biombo.
Lamentablemente, durante la con-
quista española la mayoría de estos do-
cumentos escritos fueron destruidos por
considerarlos heréticos. Sólo han sobre-
vivido tres de ellos, los códices de Ma-
drid, Dresden y París (denominados así
por encontrarse actualmente en museos
de dichas ciudades europeas), que son de
naturaleza calendárica y ritual. Proba-
blemente, como en otras culturas meso-
americanas, hubo también códices de
tema histórico, que señalaban las fechas
de inicio de la construcción de templos,
conmemoraban victorias en el campo de
batalla, identificaban las tierras que se
hallaban bajo el poder del Estado y re-
gistraban genealogías de personajes
prestigiosos, listas de gobernantes e his-
torias dinásticas.
Su sistema numérico era vigesimal
e incluyó nociones tan importantes para
el manejo de las cantidades como el
concepto de cero y de valor relativo.
Para la medición del tiempo emplearon
simultáneamente dos calendarios. Uno
de ellos era un calendario solar (Haab),
en el cual los 365 días se organizaban en
18 meses de 20 días cada uno, más cin-
co días adicionales al final del año. Es-
tos días adicionales eran considerados
de particular peligrosidad y mala suer-
te. El otro calendario (Tzolkin) consistía
en 260 días organizados en torno a la
conjugación de una secuencia de 13 nú-
meros con 20 nombres de días. Ambos
corrían paralelamente, por lo que cada
día particular del calendario de 260 días
tenía su posición en el calendario solar.
Las permutaciones posibles son tantas
que una misma combinación sólo vol-
vía a aparecer en la misma posición
cada 52 años solares. Al cumplirse un
ciclo de 52 años, de acuerdo con la con-
cepción maya, el mundo llegaba a su
fin. Una vez celebrados los ritos pres-
critos, garantes de la continuidad del
tiempo circular, el mundo y la vida se
reiniciaban.
Cada día tenía un especial signifi-
cado astrológico. Toda actividad estaba
sujeta rígidamente a tales predicciones.
Algunos autores consideran que las per-
sonas recibían su nombre de acuerdo
con el número y nombre de su día de
nacimiento.
Además de situar las fechas en el
contexto de los ciclos de 52 años, ellas
se ubicaban también en relación con un
punto fijo en el pasado, calculado en
3113 a.C. La cuenta larga fue precisa-
mente un sistema que señalaba cuántos
días habían transcurrido desde este pun-
to fijo considerado como el inicio de los
tiempos. (De la misma manera opera
nuestro calendario, a partir del año 0
de la era cristiana.)
Números mayas.
A la izquierda, los números
tal como aparecen en estelas
y otros grabados a la par
de deidades; a la derecha,
una representación
esquematizada de los mismos.
0
1
4
5
10
14
15
Antiguas civilizaciones de la Zona Norte 95
Las fechas de la cuenta larga se
expresaban con cinco posiciones de nú-
meros. Cada una de las posiciones co-
Baktún 144 000 días
Katún 7 200 días
Tun 360 días
Uinal 20 días
Kin 1 día
Ejemplo: Fecha 9.14.8.0.0,
significa
9 Baktún
14 Katún
8 Tun
0 Uinal
0 Kin
rrespondía con unidades de tiempo es-
pecíficas, cuyas denominaciones y du-
ración eran las siguientes:
Los glifos de los dieciocho
meses mayas, más el glifo
de los cinco días adicionales
para completar los 365 días
del año solar.
A pesar de que el sistema
numérico maya era vigesimal,
cuando se trataba del cálculo
del tiempo se introducía una
modificación a partir del tun,
que en vez de tener 400 días,
tenía solamente 360 para que
guardara relación con
la duración del año solar.
De similar manera, el katún
tenía 7 200 días en vez
de 8 000.
Los glifos de los veinte días
mayas. La representación
de la izquierda corresponde
a la versión que se tallaba
en piedra; la de la derecha
a la que se pintaba
en los códices.
Imix Ik Akbal Kan
Chicchan Cimi Manik Lamat
Muluc Oc Chuen Eb
Ben Ix Men Cib
Caban Eznab Cauac Ahau
Pop Uo Zip Zotz
Tzec Xul Yaxkin Mol
Chen Yax Zac Ceh
Kayab Cumhu Uayeb
Mac Kankin Muan Pax
Historia del istmo centroamericano96
l intento de explicar los cambios
ocurridos en el mundo maya a
partir del año 900, ha genera-
do múltiples discusiones en la
arqueología americana. Además, ha con-
ducido a especulaciones y fantasías acer-
ca de una supuesta repentina y misteriosa
desaparición de los mayas. Lejos de des-
aparecer, la sociedad maya enfrentó una
etapa de transformaciones políticas y ad-
ministrativas de carácter y profundidad
variables en cada una de las regiones.
Los efectos más visibles en términos
del registro arqueológico se presentaron
en las tierras bajas del sur, en donde los
grandes centros organizativos fueron
abandonados, reflejando una disolución
de las estructuras burocráticas del Estado
y, por consiguiente, una desarticulación de
las élites gobernantes. La más aceptada
de las hipótesis elaboradas para explicar
este fenómeno considera que un elemento
clave fue la degradación de los suelos
como consecuencia de una sobreintensi-
ficación de la producción agrícola.
A medida que la población creció y
las demandas de las élites aumentaron, los
ciclos de recuperación del suelo entre co-
sechas fueron acortados. El consiguiente
deterioro del nivel de nutrientes del suelo
condujo a la reducción de los rendimien-
tos. Si bien se pusieron en práctica algu-
LOS CAMBIOS SOCIALES Y POLÍTICOS A PARTIR DEL 900:
EL PERÍODO POSTCLÁSICO
E
El sitio clásico maya de San
Andrés, en El Salvador, tal
como pudo haberse visto hacia
el año 800. La ilustración
coloca al observador
en la cima de la pirámide
principal, viendo hacia
al norte. Las pirámides
de la derecha y el fondo
son actualmente montículos.
En la plaza principal, algunos
se han congregado
para ofrecer sus productos.
Antiguas civilizaciones de la Zona Norte 97
nas técnicas de cultivo intensivo, como los
campos elevados y la irrigación, no pa-
recen haberse llevado a cabo políticas es-
tatales al nivel requerido para mitigar los
efectos de la degradación y así sostener,
por más tiempo, rendimientos adecuados.
Si hubo alguna política al respecto, no
fue tan evidente como aquellas que con-
dujeron a la construcción de edificios
suntuosos. La crisis de la base agrícola
hizo insostenible la continuidad de la es-
tructura jerárquica de los Estados mayas
clásicos, aunque muy probablemente no
afectó de manera significativa los patro-
nes de vida de la población rural. La en-
tidad política más importante del Postclá-
sico en las tierras bajas fue Tayasal, centro
de una confederación que fue el núcleo de
los territorios adyacentes al lago Petén.
En las tierras altas, se constituyeron
varios Estados regionales que revelan la
herencia del Clásico maya. Entre ellos, el
más grande y poderoso fue el Estado
quiché, cuya capital fue Gumarcaah. De
él se desprendió, alrededor de 1500, el
Estado cakchiquel. Hacia el oeste existie-
ron varios pequeños Estados independien-
tes, entre los cuales sobresalía Zinacantán.
Los pocos datos que existen acerca del
patrón de asentamiento, muestran que las
aldeas tendían a ocupar las partes altas
de los montes y presentan evidencias de
fortificación. Las relaciones con la me-
seta mexicana fueron aquí como en las
tierras del norte, aspectos importantes de
la política de estos Estados.
La existencia de estructuras defen-
sivas alrededor de los centros muestra
claramente de la presencia de conflic-
tos. Las redes comerciales se hacen mu-
cho más extensas y las rutas marítimas
fueron particularmente notables. Los
principales puertos, Xicalango, Cozumel,
Chetumal, Nito y Naco, tendían sus ten-
táculos hacia el interior del mundo maya.
Este último, por hallarse en el límite del
mundo maya, jugó un papel importante
en los vínculos de la zona norte con el
resto de Centroamérica.
A la llegada de los españoles, el
área maya de las tierras bajas estaba di-
vidida en una serie de Estados relativa-
mente pequeños. Probablemente esta
fragmentación impidió que el control co-
lonial español no se hiciera efectivo sino
hasta bien entrado el siglo XVII. Por el con-
trario, las tierras altas fueron las prime-
ras en caer bajo el control de la Corona.
Bajorrelieve maya que
representa a dos jugadores
de pelota preparados para
iniciar el juego.
A medida que de la población
creció, se pusieron en práctica
algunas técnicas de cultivo
intensivo.
Historia del istmo centroamericano98
CONCLUSIÓN
La organización social que crearon los mayas es uno de tantos ejemplos en
el mundo del auge y el decaimiento de la civilización. Después de un largo
período de gestación, los mayas lograron combinar la abundancia material
de una agricultura basada en el maíz, el frijol y las calabazas con una serie
de conocimientos prácticos y abstractos, sobre los cuales organizaron impresionan-
tes sistemas políticos. La magnitud de los restos arqueológicos mayas, en Guatemala,
México, Belice, Honduras y El Salvador son testimonio del avance de la civilización
maya, del poder de sus gobernantes y de la productividad de sus campesinos y
artesanos.
Efectivamente, la civilización maya es uno de los más destacados casos en el
mundo del desarrollo de la civilización en las zonas tropicales, donde la lucha
contra la naturaleza requiere grandes esfuerzos. Si a esto sumamos que los mayas
no conocían el uso del metal para fabricar herramientas de labranza, la magnitud
de sus realizaciones es todavía mayor. Todo el trabajo en piedra que se aprecia en
sus templos y monumentos tuvo que hacerse también con herramientas de piedra.
Quizás el logro más excepcional de los mayas fue la integración que lograron
entre los conocimientos abstractos y prácticos. El sistema de numeración y la matemá-
tica que construyeron sobre él les permitió efectuar cálculos astronómicos y llevar un
control del tiempo que fueron casi tan precisos como los de la actualidad. Sus construc-
ciones incorporaron innovaciones técnicas como el arco y la bóveda, y sus ciudades
reflejan un dominio del diseño urbano. Todo esto hubiera sido muy difícil, si acaso
imposible, sin un conocimiento de los números y de las maneras de aprovecharlos.
Para completar la lista de principales logros de la civilización de la Zona
Norte de Centroamérica, es necesario mencionar la escritura, requisito indispensa-
ble para que una sociedad pueda llamarse civilizada. Hasta nuestros días ha
llegado una fracción mínima de los escritos de los mayas. El desciframiento de
este sistema de escritura permite conocer mucho acerca de la cronología de las
ciudades mayas, de sus casas gobernantes y de los principales acontecimientos de
su vida política. Pero es muy probable que los mayas también hayan escrito mu-
chas otras cosas: crónicas y epopeyas, rituales y rezos, documentos tributarios y
censales, y poesía y cuentos. Todo eso, si es que existió, se ha perdido para siem-
Estela de Copán. Las estelas
se labraban y colocaban
para celebrar las efemérides
de las ciudades mayas
y sus gobernantes. Por medio
de las fechas labradas
en las estelas, es posible
conocer la cronología
de la civilización maya.
Antiguas civilizaciones de la Zona Norte 99
pre. En consecuencia, el punto de contacto más directo que tenemos con la cultura
del pasado maya, aparte de la evidencia arqueológica, son las tradiciones orales
que se fueron transmitiendo de generación en generación. El Popul Vuh y el Memo-
rial de los señores de Sololá, escritos después de la Conquista, son los dos ejemplos
más conocidos de esta literatura, basada en la tradición oral.
Los logros de la civilización tienen que balancearse con sus desaciertos. Hace
algún tiempo, a los mayas se les consideraba como un pueblo pacífico y contemplativo.
Ahora se sabe que, como ocurre en todos los pueblos y las civilizaciones del mundo,
sus gobernantes estaban movidos por la ambición del poder y la expansión territorial,
por lo cual entraban en guerra con sus vecinos en los momentos oportunos. También se
sabe que efectuaban sacrificios humanos con cierta frecuencia y que tenían esclavos a
su servicio. Nada de esto debe sorprendernos: estas características eran muy comunes
entre sus vecinos y entre las otras civilizaciones de la región que les siguieron.
Tampoco se trata de evaluar a los mayas como “buenos” o “malos”, sino que
hemos analizado los principales rasgos del desarrollo de la sociedad maya con miras
a conocer mejor cómo los humanos aprovechan las oportunidades que ofrece el
medio, tanto natural como social, para realizar su mayor potencial. La civilización
maya es un ejemplo sobresaliente en este sentido.
Ilustración del Popul Vuh,
ejemplo de la tradición oral.
Irene Torrebiarte
Sin título
Plata sobre gelatina
1996
Guatemala
Sociedades antiguas de las Zonas Central y Sur 103
ntes de introducirnos en el estudio de las sociedades antiguas de la Zona
Central y la Zona Sur, es conveniente dedicar unos párrafos a dos conceptos
que se emplearán con el fin de caracterizarlas. Tales conceptos son el de
sociedad estatal y el de sociedad cacical. Ambas, a pesar de las diferencias
que expondremos, son consideradas como sociedades complejas, es decir, que presen-
tan una jerarquización de sus miembros en cuanto al prestigio y poder que detentan.
En el capítulo anterior, al referirnos a los mayas, tuvimos la oportunidad de
exponer aspectos fundamentales de las sociedades estatales, aun cuando no lo
hicimos en términos generales sino en relación con un caso particular. Si hacemos
el ejercicio de abstraer los rasgos básicos, podemos decir que los Estados se carac-
terizan: a) por ser entidades políticamente centralizadas, con instituciones de go-
bierno permanentes basadas en las desigualdades sociales, y b) por la existencia
de élites que detentan el poder y el monopolio sobre recursos estratégicos, que
utilizan la coacción física o ideológica para reforzar la autoridad, y que tienen, por
ende, la capacidad de apropiarse de excedentes.
Precisar el concepto de sociedad cacical implica un verdadero reto en la
medida en que su definición ha conducido a discusiones aún no acabadas entre los
especialistas. Los cacicazgos, denominados también jefaturas por los antropólo-
gos, son formas de organización sociopolítica, constituidas por un grupo de aldeas
dirigidas por individuos que, junto a sus grupos de parentesco, tienen acceso pre-
ferencial a los recursos. En otras palabras, se trata de sociedades con una jerarqui-
zación más o menos notable. A diferencia de los Estados, no existe en ellos un
aparato burocrático institucionalizado y sus líderes no ejercen un poder coercitivo.
Un elemento importante en la conservación de su prestigio social lo constituye su
desempeño en los enfrentamientos bélicos. En términos de territorio y demografía,
los cacicazgos son entidades de menor escala que los Estados. A pesar de las
diferencias señaladas, en la práctica es muy difícil establecer límites tajantes entre
una sociedad cacical y un Estado.
Si bien es cierto que las sociedades estatales, la mayoría de las veces son
precedidas por cacicazgos o jefaturas, no es correcto afirmar que toda sociedad
cacical sea sólo un escalón hacia el Estado.
INTRODUCCIÓN
ALa región panameña del istmo
centroamericano se
caracteriza por
la abundancia de objetos
de oro precolombino que
se han encontrado
en diversos sitios.
Historia del istmo centroamericano104
os actuales territorios de
Honduras y El Salvador (a
excepción del área maya), el
flanco pacífico de Nicara-
gua, incluidos los dos grandes lagos, y
la sección noroccidental de Costa Rica,
constituyen la denominada zona cen-
tral de Centroamérica. Esta zona reve-
la una larga historia de interacción con la
Zona Norte y con el área mesoameri-
cana en general. Sin embargo, debe-
mos plantearnos la hipótesis de que la
influencia mesoamericana se sintió so-
bre poblados preexistentes. Éstos, como
resultado de procesos locales de adap-
tación sociocultural, fueron sometidos a
la influencia mesoamericana, a través de
mecanismos que aún queda por diluci-
dar apropiadamente, pero que debieron
transitar desde relaciones comerciales
hasta colonización y sojuzgamiento.
Los esfuerzos realizados por la ar-
queología en los últimos veinte años con
el objeto de interpretar la historia anti-
gua de esta zona muestran que, a pesar
de la evidente liga con Mesoamérica,
persistieron rasgos regionales propios.
Conocer a fondo la historia previa a la
mesoamericanización constituye uno de
los retos de la arqueología de la Zona
Central.
Como indicamos en el capítulo se-
gundo, es casi nulo el conocimiento que
tenemos de los habitantes de la Zona
Central más allá del primer milenio a.C.
Las evidencias más tempranas, de unos
7 000 años de antigüedad probable-
mente, aunque su cronología es contro-
versial, parecen ser improntas de pisa-
das en suelos volcánicos halladas en el
sitio Huellas de Acahualinca, Nicaragua,
y en Guaimaca, Honduras.
No debe confundirse la carencia de
información disponible, con la inexisten-
cia de población temprana. En la medi-
da en que continúen las investigaciones,
sin duda comenzarán a ser visibles las
primeras etapas de ocupación humana
en la Zona Central. De hecho, si el po-
blamiento inicial de América se llevó a
cabo desde Alaska hacia el sur, resulta
altamente probable, por no decir nece-
sario, que en el proceso de ocupación del
continente, algunos grupos se hayan es-
tablecido en estas tierras.
La lingüística, disciplina que hace
aportes significativos a la reconstrucción
del desarrollo de las sociedades, apoya
la visión de una ocupación temprana en la
Zona Central. En efecto, revela que exis-
LA ZONA CENTRAL
LLos desarrollos autóctonos
y el contacto mesoamericano
La región costarricense
también se caracteriza
por las figuras precolombinas
de oro.
Sociedades antiguas de las Zonas Central y Sur 105
ten lenguas con identidad propia desde
por lo menos 5 000 años atrás. Esto sig-
nifica que se habían diferenciado mucho
antes de la aparición de las influencias
mesoamericanas. La familia lingüística
lenca distribuida en el centro y suroeste
de Honduras y en la mayor parte de El
Salvador, y las lenguas macrochibchas,
tales como paya y sumu, del noreste de
Honduras, son ejemplo de ellas.
Por otro lado, una serie de lenguas
habladas en la época de la conquista es-
pañola, por ser más afines a algunas de
las habladas en Mesoamérica, nos indi-
can la existencia de desplazamientos de
población desde el norte, en épocas rela-
tivamente recientes, a partir de la segun-
da mitad del primer milenio de nuestra
era. Ejemplo de estas lenguas son la cho-
rotega, pipil y nahua.
La variedad de lenguas
en la Zona Central
refleja, en cierta medida,
su ubicación como punto
de contacto de influencias
lingüísticas de Sudamérica
y del norte mesoamericano.
Historia del istmo centroamericano106
continuación se presenta una
reseña de los datos arqueoló-
gicos de la Zona Central. Esta
reseña es forzosamente esque-
mática dado que la información frag-
mentada y la ausencia hasta ahora de
una síntesis integradora hace difícil trans-
mitir una visión de conjunto. Para orde-
nar la exposición del tema utilizaremos
la siguiente subdivisión del territorio de la
zona central: el noroeste, la Gran Nico-
ya, el nordeste de Honduras y el noroes-
te de Nicaragua.
El noroeste
A partir del primer milenio a.C., se co-
mienza a detectar la influencia de las cul-
turas norteñas. Esta situación se vincula
al surgimiento en el área mesoamerica-
na, específicamente en las costas del
Golfo de México, de la primera sociedad
americana que alcanzó niveles elevados
de complejidad social, los olmecas. Se ha
dicho que Chalchuapa, en la República
de El Salvador, fue la más austral de las
bases de operación de la red de inter-
cambios comerciales olmecas.
Estas primeras manifestaciones de
influencia mesoamericana se hacen sen-
tir en el sector noroccidental de la Zona
Central, de donde la sociedad olmeca
obtenía probablemente elementos impor-
tantes para reforzar su prestigio social:
plumas empleadas en mantos, tocados
y adornos de los personajes de presti-
gio, cacao, obsidiana y piedra usada en
la elaboración de variados artefactos,
tanto utilitarios como suntuarios.
Algunos ejemplos de asentamien-
tos tempranos con características que los
vinculan a los desarrollos mesoamerica-
nos se hallan en la cuenca de El Paraíso
(El Salvador) y Los Naranjos y Yarume-
la, en las tierras altas centrales de Hon-
duras. En ellos se encuentran construc-
ciones sobre plataformas de más de veinte
metros de alto. El sitio Playa de los Muer-
tos, en la costa noroccidental atlántica
de Honduras, presenta rasgos afines a
esta influencia.
Alrededor del 300 a.C., comenzó
a manifestarse una clara relación con los
mayas. Los estudiosos de esta época to-
davía no están de acuerdo acerca del
carácter de esta relación. Algunos sos-
tienen que fue tanto de índole comercial
como político-ideológica. El sitio Quele-
pa en El Salvador fue en ese entonces
un centro regional importante.
En las fértiles tierras del valle del río
Sulaco en Honduras se encuentra el si-
tio Salitrón Viejo, cuyos inicios se remon-
LA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA
ACerámica anaranjada
Sociedades antiguas de las Zonas Central y Sur 107
tan al 400 a.C. En los siglos subsiguien-
tes, este asentamiento creció conside-
rablemente. Entre el 500 y el 1000 pro-
liferaron numerosos asentamientos
adicionales, alrededor de cuarenta, en
los bolsones fértiles del mencionado río.
Un fenómeno similar tuvo lugar en
el río Ulúa, en cuyo curso medio se de-
sarrolló el sitio de Gualjoquito. Su loca-
lización geográfica y sus características
arquitectónicas hacen pensar en un fuerte
vínculo con la gente de Copán.
En el valle de Sula se perciben de-
sarrollos culturales similares. Allí surgieron
una serie de centros regionales, subdivi-
diendo las llanuras fértiles del valle en
numerosas unidades políticas en perma-
nente interacción entre ellas y con las tie-
rras mayas. Tanto Salitrón Viejo, como
Gualjoquito y otros sitios del valle de Sula
fueron prácticamente abandonados alre-
dedor del año 1000, coincidiendo con la
época de desestructuración de las tierras
bajas mayas del sur. Más tarde, después
del año 1100, surge en ese valle un sitio
dominante, El Palenque, que tendrá un
auge vinculado al Postclásico hacia el
1300.
A partir de estos acontecimientos,
y de la emergencia de Tula, un nuevo
foco de poder en el centro de México, se
detecta la presencia de inmigrantes pi-
piles, sobre todo en el flanco del Pacífico.
Los asentamientos de Chalchuapa y de
la cuenca de El Paraíso muestran seña-
les claras de la interacción con la mese-
ta mexicana, tanto en los estilos cons-
tructivos como en las representaciones
iconográficas. La arquitectura, la esta-
tuaria y la magnitud y complejidad de
los sitios, que incluyen residencias y otros
edificios dispuestos alrededor de un nú-
cleo de funciones públicas, se conside-
ran como indicadores de la existencia
de una organización de tipo estatal.
Alrededor del siglo XIII, Cihuatán
y Las Marías, los dos principales sitios
del valle de El Paraíso, fueron súbitamen-
te destruidos. Este fenómeno se adjudi-
ca a la existencia de conflictos con otro
grupo pipil, los llamados nonoalcas,
quienes al momento de la conquista con-
trolaban parte del territorio salvadoreño.
Aun cuando arqueológicamente no se ha
podido identificar con certeza a los no-
noalcas, el históricamente documentado
Estado de Cuscatlán probablemente co-
rresponda con esta sociedad.
Una reconstrucción del sitio
arqueológico de Quelepa,
en el oriente salvadoreño.
Quelepa corresponde
a la zona de influencia
de la cultura lenca, de origen
sudamericano.
Historia del istmo centroamericano108
La Gran Nicoya
El área de los grandes lagos de Nicara-
gua —lago Xolotlán y lago Cocibolca— y
la península de Nicoya es considerada por
algunos arqueólogos como una entidad
geográfico-cultural, a la cual han deno-
minado Gran Nicoya. En los últimos años
se han hecho progresos importantes en el
estudio arqueológico de la Gran Nicoya.
Se dispone de colecciones de cerámica
cronológicamente ordenadas, que hacen
posible relatar la historia de las ocupacio-
nes humanas en asentamientos aldeanos
permanentes, a partir aproximadamente del
2000 a.C. A partir del 300, las sociedades
eran complejas y jerarquizadas. Además
de los tipos cerámicos que muestran conti-
nuidad con los de las épocas precedentes,
se encuentran algunos que revelan intercam-
bios con el sur de Honduras. Aparece, ade-
más, una gama variada de herramientas
de piedra pulida, fundamentalmente ha-
chas, indicadoras de un proceso de inten-
sificación de las actividades de limpieza de
Sociedades antiguas de las Zonas Central y Sur 109
la vegetación para el cultivo. Esta intensi-
ficación se asocia con un proceso de des-
pegue demográfico. Las conocidas esta-
tuas de las islas Ometepe y Zapatera, en
la región lacustre nicaragüense, si bien aún
no han sido ubicadas cronológicamente
de manera fehaciente, podrían represen-
tar este proceso, en la medida en que su
erección requirió una inversión conside-
rable de energía, más allá del mero nivel
de subsistencia.
Tanto la arqueología como la lin-
güística, proponen que, alrededor del
800, grupos nahuas, originarios del cen-
tro de México, penetraron en la Gran
Nicoya. Se trata de los chorotega-man-
gue. En el registro arqueológico, la lle-
gada de estos nuevos pobladores se aso-
cia con un tipo de cerámica policromada
denominada “papagayo policromo”.
En vísperas de la conquista, los ni-
caraos, escindidos de los pipiles de El
Salvador, parecen haber desplazado a
algunos de los chorotega más hacia el
sur y hacia el interior de la península de
Nicoya.
El nordeste de Honduras
Si bien los más antiguos vestigios ar-
queológicos del nordeste de Honduras
hallados hasta el momento se remontan
tan sólo hasta el 600, los datos de la
lingüística proponen la existencia de po-
blamiento con anterioridad a tal fecha.
La evidencia parece indicar que dichos
vestigios arqueológicos, consistentes en
asentamientos con plataformas y pla-
zas, datan del momento en que grupos
de migrantes de lengua nahua se insta-
laron en la región a manera de enclaves
comerciales, ejerciendo el control de la
población preexistente de lengua
misumalpa.
Estos enclaves nahuas tenían como
fin explotar los recursos regionales y ar-
ticularse con la amplia red de comercio
mesoamericano. Muy probablemente
son estos migrantes nahuas quienes in-
trodujeron el cultivo comercial del cacao
en esta región. Un caso particular, do-
cumentado en las crónicas, es el asenta-
miento de Popayeca, en la denominada
por los españoles “provincia de Taguz-
galpa”. Los arqueólogos consideran que
el sitio Río Claro, situado en un afluente
del río Aguán, es, en efecto, el Popaye-
ca de los documentos escritos.
El noroeste de Nicaragua
Esta región ha comenzado a ser estudia-
da arqueológicamente hace muy poco
tiempo. Por ejemplo, en los departamen-
tos de Estelí y Madriz han sido localiza-
dos alrededor de noventa sitios de ocu-
pación humana.
Estos sitios han sido clasificados te-
niendo en consideración su tamaño y la
densidad de artefactos encontrados:
a) aldeas y caseríos de menos de una
hectárea, con pocos o ningún montículo
y bajas densidades de artefactos; b) pue-
blos de más de una hectárea, con o sin
En vísperas de la Conquista,
los nicaraos, divididos de los
pipiles, desplazaron a algunos
chorotegas de la región.
Historia del istmo centroamericano110
montículos y una mediana densidad de
artefactos; c) centros locales o pueblos
nucleados de más de una hectárea y con
montículos de diferentes tamaños, en tor-
no a plazas, y alta densidad de artefac-
tos, y d) centros regionales, con más de
una plaza, de más de una hectárea y
con montículos de dimensiones variadas.
Tales centros regionales hacen pensar en
la existencia de cacicazgos.
En general, la cultura material, fun-
damentalmente la cerámica, muestra
mayores semejanzas con la de las áreas
adyacentes hacia el norte que con la del
sur (Gran Nicoya).
No se ha establecido aún una cro-
nología precisa para estos sitios, pero
la información es bastante ilustrativa
acerca de los modos de vida de la gente
que ocupó esta región en épocas preco-
lombinas. Los sitios, a excepción de tres
localizados sobre sendos cerros, se ubi-
can en tierras planas, próximos a que-
bradas o ríos, en ambientes propicios
para la agricultura. Se perciben seme-
janzas con el patrón de asentamiento
del río Sulaco al que ya hemos hecho
referencia.
La historia antigua de la Zona Norte
se tejió a partir de la interacción de dos
grandes tendencias socioculturales:
a) Los desarrollos autóctonos, re-
sultado de la evolución de los primeros
inmigrantes paleoindios, que, si bien no
han sido documentados apropiadamen-
te en términos arqueológicos, revelan su
presencia temprana y su diferenciación,
a partir de los estudios lingüísticos.
Como ya hemos dicho, las lenguas ma-
crochibchas tienen una larga historia en
la zona, la cual se inicia mucho antes
de la incursión de los grupos mesoame-
ricanos.
b) La expansión de grupos meso-
americanos, orientada a la integración
de las poblaciones de la Zona Central
a una amplia red de comercio. El inter-
cambio de cacao, plumas, algodón, oro,
y manufacturas líticas y alfareras, y qui-
zá esclavos, fueron probablemente la
base de este sistema. La naturaleza de
las relaciones entre los migrantes
mesoamericanos y los grupos aboríge-
nes parecieran variar según los casos
específicos, e irían desde el sojuzga-
miento militar hasta las alianzas con los
grupos dirigentes locales.
El algodón silvestre se utilizó
en toda la región
mesoamericana para elaborar
telas y adornos.
Tal fue su importancia,
que los tributos que pagaban
los pueblos incluían con
frecuencia telas
de algodón.
Sociedades antiguas de las Zonas Central y Sur 111
omprende la porción sureste de
Nicaragua, Costa Rica y Pana-
má. No perdamos de vista, sin
embargo, que la frontera en-
tre Panamá y Colombia es, en términos
de la historia antigua, totalmente artifi-
cial. El noroeste colombiano forma par-
te de la dinámica que expondremos en
esta sección. Muy claramente lo demues-
tra el hecho actual de que los cunas y
los waunan habitan ambos lados de la
frontera.
En el tratamiento de la información
se percibirá, sin duda, un énfasis consi-
derable en ciertas áreas geográficas. Esta
situación responde a que las investiga-
ciones arqueológicas no han tenido la
misma intensidad en todo el territorio de
la Zona Sur. Existen áreas prácticamente
desconocidas tales como las costas cari-
beñas de Nicaragua, Costa Rica y Pana-
má, el Pacífico central de Costa Rica, y el
oriente de Panamá.
Las investigaciones realizadas has-
ta la fecha demuestran que las sociedades
nativas de la Zona Sur fueron el resultado
de procesos autóctonos que se remontan
a las más antiguas adaptaciones huma-
nas de fines del Pleistoceno. A diferencia
de la Zona Central, no se verifican aquí
LA ZONA SUR
C
Los petrograbados son
de las expresiones artísticas
más tempranas que se conocen
en Centroamérica. Con el paso
del tiempo, el relieve se ha ido
perdiendo, por lo que sólo
delineándolo con tiza se
puede apreciar el diseño,
como en el caso de estos
petrograbados encontrados
en Costa Rica.
Historia del istmo centroamericano112
migraciones o invasiones masivas. Su lo-
calización geográfica contribuyó a que
siguiera caminos evolutivos originales.
Sus pueblos se desarrollaron con inde-
pendencia de influencias mesoamerica-
nas, las cuales sólo se han detectado en
momentos muy tardíos de su historia an-
tigua.
Ya nos hemos referido, en el ca-
pítulo segundo, a los datos más anti-
guos disponibles, y retomamos aquí el
hilo de la historia a partir del primer
milenio a.C., cuando la zona que nos
ocupa ya estaba habitada por grupos cul-
tivadores de maíz. Desde ese momento y
a grandes rasgos, incursionaremos en la
evolución de estas sociedades.
Las primeras aldeas
igualitarias
En este tipo de organización social no se
manifiestan diferencias de rango o jerar-
quía entre sus habitantes, y el control so-
cial se ejerce a través de mecanismos vin-
culados a las relaciones de parentesco y a
ritos comunitarios, tales como el chama-
nismo. Los asentamientos son pequeños
y no presentan áreas funcionales espe-
cíficas. Las viviendas presentan homo-
geneidad, aun cuando es difícil reconocer
estos rasgos en una excavación arqueo-
lógica, sobre todo cuando ésta se limita
a unos cuantos pozos de prueba y no
cubre la totalidad del sitio. Mucho más
sencillo es reconocer el igualitarismo en
los entierros: los muertos son acompaña-
dos de utensilios de uso común, herramien-
tas y vasijas utilitarias.
Sitios representativos de esta mo-
dalidad social, de reducida complejidad
en la medida en que no hay estratos so-
ciales diferenciados, se han identificado
en varios puntos de la geografía de la
Zona Sur, como La Montaña, La Pochota
y Curré en Costa Rica, y La Mula-Sarigua,
Sitio Sierra, Volcán y la península de Azue-
ro, en Panamá. La importancia de la agri-
cultura se manifiesta en el conjunto de
utensilios de piedra, tales como hachue-
las, morteros y manos de moler, utilizados
en la producción y el procesamiento de
plantas y semillas.
Como consecuencia de la eficien-
cia lograda en el sistema productivo, los
arqueólogos han detectado que en este
momento se produjo un incremento del
tamaño de las aldeas. Por ejemplo, La
Mula-Sarigua, Panamá, alcanzó en los
últimos años a.C. una extensión de apro-
ximadamente 58 hectáreas.
Los metates y las manos son
de los objetos más frecuentes
en los sitios arqueológicos
donde el maíz era el principal
cultivo.
Sociedades antiguas de las Zonas Central y Sur 113
Una imagen bastante completa de la vida
de un grupo aldeano surge de la investi-
gación arqueológica de Sitio Sierra, en
la cuenca baja del río Santa María, que
desemboca en la Bahía de Parita, Pana-
má. Alrededor del año 200 a.C., la gente
vivía en casas de planta oval de 8 m de
diámetro mayor por 4 de diámetro me-
nor, con techos de penca y paredes de
caña. Una gama amplia de restos ar-
queológicos revela la importancia eco-
nómica de la agricultura: metates y ma-
nos de moler, cuchillos y hachas pulidas,
junto a cantidades elevadas de semi-
llas de maíz preservadas por haberse
carbonizado en los fogones de las vi-
viendas.
Los restos de animales terrestres
que se consumían, entre los cuales ocu-
pa un papel significativo el venado de
cola blanca (Odocoileus virginianus),
indican que los ambientes aledaños a
la aldea presentaban alteraciones de-
bidas al cultivo: había pastizales, pan-
tanos y bosques en diferentes etapas
de regeneración. Se hacía uso, ade-
más, de aves y de especies marinas
adaptadas a esteros y estuarios. La exis-
tencia de agujas fabricadas con hue-
sos de venado probablemente esté aso-
ciada a la manufactura de redes.
Los muertos se enterraban con
ofrendas consistentes en utensilios de
uso cotidiano. Se encontró una asocia-
ción entre enterramientos de individuos
de sexo masculino con ofrendas de
hachas y otras herramientas para tra-
bajar la madera, y enterramientos de
individuos de sexo femenino con
ofrendas de vasijas y cuchillos. Las di-
ferencias en los ajuares obedecen sólo
a una división sexual del trabajo sin
observarse distinciones en función de
la posición del individuo dentro de una
escala jerárquica de poder, prestigio
o riqueza.
LA VIDA Y LA MUERTE EN UNA ALDEA:
SITIO SIERRA, PANAMÁ
Una de las viviendas
encontradas en Sitio Sierra
es de forma ovalada. Cuando
las viviendas son construidas
con materiales no perdurables,
los arqueólogos tienen que
determinar la forma
y el tamaño de las estructuras
fijándose en otros detalles,
como el lugar del fogón
y la ubicación de los horcones
que sostenían el techo.
Historia del istmo centroamericano114
La cerámica precolombina
de Panamá es muy vistosa.
Sus diseños abstractos y sus
colores vivos no dejan
nada que desear para
los gustos contemporáneos.
aralelamente al mencionado
aumento en el tamaño de los si-
tios, se verifica una reducción
de su número: todo parece in-
dicar un proceso de concentración de la
población en áreas cuyas características
ambientales eran propicias para el culti-
vo, tales como las llanuras aluviales y los
valles fértiles de las tierras altas. Paulati-
namente, los sitios comienzan a definir
características distintivas, las cuales se
manifiestan, por ejemplo, en los estilos de-
corativos de las cerámicas. Algunas al-
deas, aquellas que por su ubicación geo-
gráfica y por su acceso a los recursos se
hallaban en condiciones privilegiadas,
fueron convirtiéndose en incipientes cen-
tros de control de aldeas periféricas y
adquirieron los rasgos de complejas so-
ciedades cacicales. Este fenómeno se ma-
nifestará claramente a partir de los ini-
cios de la era cristiana. La arqueología
de la zona sur nos brinda informaciones
concretas acerca del proceso de surgimien-
to y posterior consolidación de cacicaz-
gos hasta el siglo XVI.
Estas sociedades tenían un grado
considerable de especialización económi-
ca. La ocupación de variados ambientes
aledaños, costas, valles y piedemonte, con
recursos particulares, dio cuenta de di-
cha especialización. Las aldeas centrales
actuaban como agentes de concentración
y de redistribución de la producción es-
pecífica de las aldeas periféricas: agri-
cultura, actividades extractivas, cacería,
pesca y recolección de moluscos, entre
otros. Además de la confección de ins-
trumentos necesarios para la subsisten-
cia y las actividades productivas, se co-
mienza a producir de manera notable una
serie de objetos suntuarios de gran cali-
dad y belleza que de alguna manera se
transforman en símbolos de prestigio so-
cial: cerámica policromada con excelen-
tes diseños, orfebrería y trabajos en pie-
dras semipreciosas. Es en las tumbas de
personajes de mayor prestigio donde se
van a encontrar los ajuares funerarios más
lujosos.
Símbolos de poder
La orfebrería
Algunos autores consideran que las téc-
nicas de fabricación de objetos de alea-
ciones de cobre y oro, incluidos los de
cera perdida, son de origen sudamerica-
no. Aun cuando esto fuera realmente así,
una vez introducida la metalurgia en la
Zona Sur de Centroamérica, adquirió es-
tilos propios y distintivos. El uso de ador-
SURGIMIENTO DE SOCIEDADES COMPLEJAS
P
Sociedades antiguas de las Zonas Central y Sur 115
nos (brazaletes, pectorales, narigueras,
pendientes, ajorcas) se convirtió, en el
contexto de las sociedades jerarquizadas,
en atributo de poder y como tal, acom-
pañaba a los individuos prestigiosos a su
tumba, allí donde los arqueólogos los han
encontrado.
Las piezas más antiguas provienen
de las provincias centrales de Panamá, y
se ubican cronológicamente en los pri-
meros quinientos años de nuestra era. Se
trata de pendientes en doble espiral, ani-
males de todo tipo y aves de dos cabezas
de cierto sabor sureño, específicamente de
la zona de Sinú y Quimbaya. A medida
que transcurrió el tiempo, la técnica sir-
vió de expresión para los principios esté-
ticos y la simbología local. En algunos
casos, se encuentra interpretada en me-
tal la misma iconografía de la cerámica
pintada, rasgo que siguió en vigencia
hasta la época de la conquista. En Cos-
ta Rica, el jade fue reemplazado por el
oro como símbolo de prestigio social.
La cerámica policromada
La producción cerámica alcanza un ele-
vado grado de maestría, fundamental-
mente aquella corrientemente denomina-
da “funeraria” por encontrarse asociada
a los enterramientos, a modo de ofren-
da. El estudio de la cerámica es una de
las tareas principales de los arqueólogos
porque la identificación de diferentes es-
tilos y su distribución geográfica contri-
buye a reconocer los territorios ocupados
por grupos culturalmente afines, y a esta-
blecer patrones de intercambio. La cerá-
mica producida en las sociedades caci-
cales de la región sur sobresale por su
elaborada iconografía, plasmada a tra-
vés de la policromía o de la decoración
plástica (grabado, inciso, aplicado).
Comprender el significado de las
representaciones es una tarea ardua: no
se tiene información directa acerca de
su simbología. En el caso de los motivos
zoomorfos, y específicamente en la ico-
nografía de la cerámica de Sitio Conte
(Panamá), se dice por ejemplo, que la
fuerza, agresividad o belleza de algunos
animales se asocia a los valores consi-
derados importantes por los grupos que
los adoptaron como sus referentes, como
sus ancestros mitológicos.
Las sociedades cacicales
En un principio, los cacicazgos consistie-
ron en grupos pequeños de varias aldeas
vecinas que respondían a un liderazgo co-
mún. Con el paso del tiempo, se fueron
dando alianzas de donde surgieron de
confederaciones que controlaban extensos
territorios. Los diferentes cacicazgos riva-
lizaban entre sí, principalmente por el ac-
ceso a las tierras de cultivo y al agua,
ambos recursos fundamentales. La beli-
gerancia entre territorios era una carac-
terística esencial de este tipo de sociedad.
Numerosos sitios correspondientes
a aldeas cacicales se han identificado
en la zona que nos ocupa. La población
Objetos suntuarios, símbolo
de prestigio social.
Historia del istmo centroamericano116
vivía en casas de materiales perecederos,
de los que pueden reconocerse sólo sus
huellas en excavaciones extensas cuida-
dosamente realizadas. En otros casos, el
uso de la piedra ha dado como resultado
la preservación de estructuras visualmente
llamativas. En efecto, en algunas aldeas
se encuentran basamentos de piedra, cal-
zadas y líneas de columnas de piedra ta-
llada, indicando que, además de vivien-
das comunes, se levantaban estructuras
con otra finalidad. Si bien es arriesgado
afirmar qué tipo de actividad se desarro-
llaba en tales estructuras especializadas
(reuniones, fiestas, ritos, celebraciones, in-
tercambios de productos, entre otras), sin
duda reflejan la complejidad de las rela-
ciones sociales.
En Costa Rica, los sitios correlacio-
nados con la sociedad cacical presentan
esculturas y construcciones de piedra de
diferentes tipos: montículos circulares, rec-
tangulares, muros de contención, calza-
das, plazas, basamentos, puentes e in-
cluso obras de canalización y drenaje de
agua. Bolas y Rivas, en el sur de Costa
Rica, son conocidos por sus singulares
esferas de piedra de gran tamaño. El más
estudiado, aunque no del todo explora-
do arqueológicamente, es Guayabo de
Turrialba, en la provincia de Cartago. Es
un complejo arquitectónico en el que se
encuentran alrededor de cuarenta mon-
tículos, tres acueductos, dos plazas y una
calzada. Dichos elementos se encuentran
intercomunicados por calzadas menores,
gradas y puentes.
En el oeste de Panamá sobresale
el sitio Barriles por la elaboración de sus
esculturas en piedra. Se encuentran las
grandes figuras antropomorfas y los me-
tates gigantescos labrados con suma ha-
bilidad. El sitio panameño con estructu-
ras arquitectónicas más complejas es El
Caño en la región central del país. Allí
se encuentran los restos, notablemente
alterados, de una estructura compuesta
por cientos de columnas de piedra, en
su mayoría esculpidas, y una calzada.
Numerosos montículos distribuidos en
una extensa zona son testigos de la exis-
tencia de construcciones de materiales
perecederos. El Caño ha sido hasta el
presente, pese a su importancia, míni-
mamente investigado.
Los intercambios económicos
Además de los patrones de rivalidad que
hemos mencionado, la arqueología de-
muestra la existencia de intercambios de
productos propios de diferentes regiones:
oro, cobre, sal, algodón, pigmentos na-
turales, perlas y conchas, con lo cual que-
da claro que en nuestra América antigua,
Esta pieza de cerámica
panameña representa a
un animal compuesto: tiene
cuernos de venado, patas
de pájaro y una boca que bien
podría ser de caimán.
Esta choza de techo de palma
en Costa Rica puede ser muy
parecida en sus generalidades
a las que construían
los antepasados indígenas
hace centenares de años.
Sociedades antiguas de las Zonas Central y Sur 117
al igual que en el mundo moderno, co-
mercio y guerra no eran excluyentes.
Este doble juego de alianzas y hostili-
dades, permite postular la existencia de
territorios cuyas fronteras fluctuaban a
través del tiempo.
Los productos de las diferentes al-
deas especializadas circularon dentro de
la entidad cacical, a través de mecanis-
mos redistributivos. Esto significa que el
cacique y su grupo de parientes tenían
la capacidad de concentrar la produc-
ción y reasignarla a la gente que estaba
bajo su liderazgo. Entre las diferentes
unidades cacicales, aun cuando existió
rivalidad y un acentuado patrón de beli-
gerancia, se verificó un activo intercam-
bio comercial. Algunos autores visuali-
zan el intercambio entre las sociedades
antiguas de Costa Rica, Panamá y de
Colombia noroccidental, como eslabo-
nes de una cadena, es decir, que los in-
tercambios entre sociedades vecinas,
permitirieron, además, la circulación
amplia de los bienes.
Como ejemplo, podemos mencio-
nar la cerámica producida en Guayabo
de Turrialba, en la zona caribeña cen-
tral de Costa Rica, la cual aparece en
otros sitios de la región; la materia pri-
ma empleada en las esculturas del sitio
La Pitahaya en Chiriquí, procedente de
áreas aledañas; y el uso de ciertas con-
chas para la fabricación de adornos per-
sonales, en localidades alejadas de las
costas. Si bien los intercambios de ca-
dena seguramente fueron los más impor-
tantes, falta estudiar el carácter del in-
tercambio a larga distancia que vinculó
áreas más alejadas. El hallazgo de una
pieza de oro panameña en Chichén Itzá,
es elocuente al respecto.
Historia del istmo centroamericano118
L
CONCLUSIÓN
as sociedades indígenas del Centro y Sur de Centroamérica desarrollaron
diversas formas de organización social, desde las más sencillas de las tri-
bus hasta las más complejas de los cacicazgos. Algunas de estas socieda-
des vivieron más integradas a otras mediante el comercio de sus artesanías
y materias primas que intercambiaron con otros grupos. Otras no generaron mayor
cantidad de excedente y vivieron relativamente aisladas. En algunos casos, las diferen-
cias y la competencia llevaron a la guerra, para la cual estaban bien preparadas
muchas de estas sociedades. Al salir victoriosos en la guerra, los grupos rectores
extendieron su control y dominio sobre grandes extensiones de tierra.
En todo caso, la situación en las regiones Central y Sur de Centroamérica
resultó ser muy dinámica, en virtud de los altos niveles de intercambio comercial y
de migraciones, y de conflictos bélicos continuados. Si bien se hablaba diversas
lenguas, la región fue adquiriendo una unidad básica en torno a los contactos y los
intercambios.
En este capítulo, se presentó una síntesis de los procesos que, con peculiarida-
des locales, condujeron al desarrollo de las sociedades complejas de la época de la
Conquista, en las zonas Central y Sur de Centroamérica.
El intercambio comercial en
las regiones Central y Sur de
Centroamérica fue muy
dinámico.
Sila Chanto
El silencio de Hugo
Monocopia xilografía
1998
Costa Rica
Las poblaciones nativas en el momento de la Conquista hispánica 123
ara comprender cabalmente el significado de la Conquista, será nece-
sario caracterizar a los pueblos indígenas que se encontraban en el
territorio centroamericano durante el período histórico conocido como
de contacto, cuando los europeos se dedicaron a explorar estas tierras.
Se trata de ver a las sociedades indígenas en la etapa inmediatamente anterior a
la Conquista, como en una fotografía, aunque muchos de los datos que se presen-
tan dependen necesariamente de lo que registraron los españoles después de
someter a los indígenas.
Las tres regiones centroamericanas, tal como se describieron en los capítulos
anteriores, tenían, al momento del contacto, sociedades con diversos grados de
complejidad en sus respectivas organizaciones sociales, desde el nivel de tribus
hasta el de Estados, pasando por el de cacicazgos. En este sentido, la región Norte
se caracterizaba por una presencia importante de sociedades estatales, mientras
que el Centro y el Sur se mantenían, por lo general, al nivel de cacicazgos y de
tribus. Los datos históricos y arqueológicos permiten sólo cierto grado de inferen-
cias en su interpretación.
P
INTRODUCCIÓN
Existen algunas
representaciones gráficas
de los mismos indígenas, como
este fresco del Templo
de los Guerreros de Chichén
Itzá, Yucatán, que representa
un pueblo de pescadores.
Es posible saber cómo fue
la vida cotidiana de los pueblos
indígenas mediante el estudio
de sus restos materiales.
Historia del istmo centroamericano124
a historia del período prehispá-
nico en Centroamérica identifi-
ca tres eventos que repercutie-
ron en toda la región, pero que
ocurrieron fuera del área centroamerica-
na: la decadencia de Teotihuacan (año
600), el colapso de Tula (año 1200) y
la emergencia de Tenochtitlan (año
1300). Al menos dos grandes migra-
ciones ocurrieron entre la primera y la
última fecha, ambas escenificadas por
pueblos de lengua nahua y náhuatl, que
a su vez presionaron a otros pueblos y
los desplazaron fuera de sus territorios.
Hacia 1500, predominaban al menos
tres grandes familias lingüísticas, pro-
ducto de esos procesos: la macro-maya,
la uto-azteca y la chibcha. Los grupos
pertenecientes al phillum oto-mangue y
hokan tenían menos representación,
aparentemente, en el área.
Los últimos quinientos años antes de
la Conquista fueron testigos de la emer-
gencia de los aztecas en el valle central de
México, y el desarrollo de las culturas
de la región Sur de Centroamérica hacia
formas de organización como los caci-
cazgos y jefaturas, y también unidades
menos complejas, al nivel de tribus. A
pesar de la crisis de los estados mayas
de las tierras bajas del sur, las redes de
intercambio entre regiones distantes se
habían desarrollado y fortalecido; en ellas
participaban pueblos tanto mayas como
náhuatls, vinculándose a los pueblos de
las regiones del Centro y del Sur. Debe
destacarse el papel que ejercían los pochte-
cas y los putún, comerciantes mexicas, o
aztecas, y mayas, respectivamente, que
practicaban el comercio a larga distan-
cia entre los principales centros políticos
y el exterior. Los comerciantes aztecas
MIGRACIONES Y COMERCIO
LLas migraciones desde el norte
hacia la región central
del istmo centroamericano se
dieron hasta unos dos siglos
antes de la llegada
de los conquistadores
españoles.
Las poblaciones nativas en el momento de la Conquista hispánica 125
también recababan información política
y militar que resultaba útil a los gober-
nantes de Tenochtitlan para sus empresas
de conquista. Los comerciantes, al pare-
cer, avanzaron hasta el noreste de Costa
Rica y el noroeste de Panamá, aunque
está por verificarse la magnitud e impor-
tancia de su presencia. Muchos de estos
movimientos de población deben enten-
derse también como involuntarios, es de-
cir, producto de presiones de unos pueblos
sobre otros o por crisis agroecológicas.
Mientras, pueblos de lengua nahua
y náhuatl se desplazaron en diferentes
olas migratorias entre 800 y 1300 desde
la meseta central de México hasta muy
cerca de la región sur de Centroamérica,
en Panamá, siguiendo una ruta asociada
principalmente a la vertiente del Pacífico,
aunque también hubo rutas de desplaza-
miento comercial terrestre y marítimo que
rodeaban la costa de Yucatán hasta el
golfo de Honduras y más al este. Entre
estos pueblos nahuas se menciona a los
pipiles en El Salvador y sur de Guatema-
la, los nonoalcos, nombre que designa
una pluralidad de grupos étnicos, y los
nicaraos, en el istmo de Rivas, al sur de
Nicaragua. Los españoles detectaron la
presencia de grupos de lengua náhuatl
como los sigwas en la frontera entre Cos-
ta Rica y Panamá.
En toda la región, el cultivo del
maíz, los frijoles y las calabazas, com-
binado con la caza y la pesca, constitu-
yó la base de la subsistencia.
En la región Norte, el cacao fue,
tanto un producto cultivado de gran va-
lor ritual como una moneda de intercam-
bio que circuló hasta en las tierras altas
de la meseta mexicana. El comercio, o
un sistema de intercambios parecido al
comercio, se abrió paso a lo largo de
toda la región, con grupos de viajeros
especializados dedicados a esta función,
por mar y tierra. También se desarrolló
una extensa red en torno a los denomi-
nados “puertos de intercambio” o cen-
tros donde los productos de origen
distante eran comercializa-
dos. Una extensa lista de
productos eran objeto
de este sistema, entre los
cuales se menciona la
cerámica, orfebrería,
pepitas de oro, man-
tas, telas e hilos de al-
godón, ágatas y otras
piedras semipreciosas,
pedernal y cuchillos de
obsidiana, plumas de que-
tzal, guacamaya y otras
aves, miel y cacao.
Las telas de algodón eran
importantes artículos
de intercambio comercial
en Centroamérica. Su
elaboración en telares
artesanales no se diferencia
mucho de la que todavía se
realiza en diversas
comunidades del istmo.
Esta figura de pedernal de
aproximadamente 43 cm
de altura, fue encontrada
en el sitio de San Andrés en
El Salvador. Representa a un
personaje de alto rango.
Su procedencia es de Belice
o Petén, lo que comprueba
la existencia de extensas
redes comerciales en toda
la región centroamericana.
Historia del istmo centroamericano126
La región Norte
n conjunto de ciudades-Estado
y Estados territorialmente más
amplios, la mayor parte de ellos
de lengua maya, caracterizan la
región Norte de Centroamérica en la eta-
pa de precontacto. Xicalanco al norte, el
Soconusco al suroeste, y Naco al nordes-
te, en el Caribe, representan importantes
enclaves y centros de intercambio aztecas.
Al norte de Yucatán se localiza-
ban 13 ciudades, como Mayapán y Chi-
chén Itzá, dos reinos venidos a menos
para la época de la Conquista, aunque
el último presidía un precario sistema
de Estados confederados, es decir, uni-
dos pero manteniendo sus autonomías
políticas. Al este, en la región costera,
Tulum y Cozumel fueron importantes
centros económicos y ceremoniales. Co-
zumel, una isla hoy famosa por el turis-
mo, era un importante centro religioso
y de peregrinaje. También funcionaba
como un centro de intercambio en la ex-
tensa red de comercio terrestre y marí-
timo que comunicaba el este de Centro-
américa con el oeste, hasta Xicalanco
en el extremo suroccidental de la pe-
nínsula de Yucatán. Esta red comunica-
ba también con Acalan y su capital It-
zamcanac, otro reino en el interior que
mantenía relaciones tanto con el norte
de Yucatán como con el este, hacia
Naco, en la zona del golfo de Hondu-
ras. Mercaderes de Xicalanco pudieron
dibujarle estas rutas al conquistador
Hernán Cortés durante su recorrido
hacia Guatemala y Honduras, las cua-
les aparentemente llegaban hasta el sur
de Nicaragua.
Hacia el sur de la península de Yu-
catán, un número menor de ciudades, to-
davía en tierras bajas, competía con las
de tierras altas. Pocas se encontraban a lo
largo del río Usumacinta, como ocurría en
el período Clásico. De hecho, el número
de ciudades y unidades políticas se ha-
bía reducido sustancialmente. En las tie-
rras altas, ciudades como Gumarcaah e
Iximché, mantenían su estatus político como
capitales de los reinos quiché y cackchi-
quel. El primero se extendió hasta Zacu-
leu, otra ciudad del grupo lingüístico mam.
Todavía más al oeste, en territorio tzeltal y
tzotzil, se desarrollaron “Estados regiona-
les independientes”, como Zinacantán.
Desde un punto de vista cultural, la
arqueología revela un proceso de reduc-
ción general de la monumentalidad arqui-
tectónica propia del período Clásico maya,
lo que reflejaba a su vez una mayor flexi-
bilización de las formas de organización
LAS ZONAS DE POBLAMIENTO
U
El cacao fue un producto
altamente cotizado antes
y después de la Conquista.
Las poblaciones nativas en el momento de la Conquista hispánica 127
social, en las que los reyes perdieron mu-
cho de su poder, al igual que las clases
altas. La reducción del poder real contras-
tó con la posibilidad de ascensos sociales
de los sectores menos ricos.
Al otro lado del altiplano, grupos
de lengua nahua y náhuatl dominaban
en el Soconusco, enclave azteca en la
vertiente del Pacífico, e importante zona
productora de cacao, moneda y produc-
to de valor ritual para los aztecas y mu-
chos otros pueblos mesoamericanos. Junto
con Xicalanco, constituyó un centro de
intercambio en territorio maya, con pro-
yecciones hacia los territorios de Cen-
troamérica. El Soconusco se comunicaba
con la región noroccidental de El Salva-
dor, en territorio de los nahuas pipiles,
así como Xicalanco lo hacía con las tie-
rras mayas de Yucatán a través de los pro-
pios comerciantes mayas. La dependencia
de estas redes con el principal centro he-
gemónico, Tenochtitlan, se comprobó
cuando, al desaparecer el imperio azte-
ca, desaparecieron igualmente tales in-
tercambios y las redes.
La región Central
La Zona Central está comprendida entre
los actuales territorios de Honduras y El
Salvador, excluyendo la zona maya, el
flanco del Pacífico de Nicaragua y las es-
tribaciones al norte y noroeste de los gran-
des lagos, y se extendieron en dirección
al golfo de Nicoya, en la región norocci-
dental de Costa Rica.
Se decía que la civilización
maya había desaparecido
hacia los años 800-900.
En realidad, siguió existiendo
en torno a centros políticos
distintos a los del período
Clásico.
Es lógico suponer que en la región
Central se hayan dado intensos intercam-
bios culturales entre Mesoamérica y la
región intermedia o sur. De hecho, las
áreas de mayor concentración de pobla-
ción fueron principalmente aquellas que,
en la vertiente del Pacífico y al norocci-
dente de Honduras, sirvieron de asiento
a pueblos mesoamericanos. Por otra par-
te, grupos de lenguas chibchas ocupa-
ron los territorios de tierras bajas de la
Historia del istmo centroamericano128
vertiente del Caribe, al norte de Hondu-
ras y noreste de Nicaragua. Entre éstos
estaban los grupos de lengua sumo-mata-
galpa-miskito, así como grupos ulva y
matagalpas, en las llanuras costeras del
Caribe nicaragüense.
La etnohistoria ha identificado unas
21 provincias o unidades sociopolíticas
independientes. Para los españoles, una
provincia indicaba el territorio bajo con-
trol de un señor, rey o cacique, o también
una región con cierta unidad lingüística
y cultural. En el siguiente mapa se pre-
sentan las 21 provincias de acuerdo con
su posición de oeste a este y de norte a
sur, con costas en el Caribe y costas en el
Pacífico.
No siempre hay consenso entre
los investigadores respecto a la filiación
lingüística de los grupos. El problema
reside en las mutuas influencias deriva-
das de los contactos entre pueblos de
cultura y lenguas distintas. Estas rela-
ciones condujeron a adopciones de
modelos culturales y lingüísticos por se-
parado, especialmente en las zonas
fronterizas, condicionando manifesta-
ciones que ocultan sus orígenes.
En la zona central de Honduras, y
todo el este de El Salvador, dominaron
los lencas, que hablaban una lengua de
origen chibcha, pero que habían asimi-
lado mucho de la cultura mesoamerica-
na circundante. Los lencas constituyeron,
al parecer, cacicazgos muy desarrollados
que llegaban hasta el golfo de Fonseca,
dominando toda la zona entre el río Lem-
pa y el golfo.
La región presentó una notable di-
versidad cultural y sociopolítica en el
momento de la Conquista. En su extremo
occidental encontramos los límites de la
cultura maya, así como colonias muy de-
sarrolladas de pueblos de habla nahua y
náhuatl. Se discute todavía si estas uni-
dades eran Estados o cacicazgos. Para
algunos especialistas, los territorios do-
minados por nahuas pipiles, al noroeste
de El Salvador, eran Estados, en tanto que
la mayor parte de las unidades políticas
del este, también de habla nahua como
Las poblaciones nativas en el momento de la Conquista hispánica 129
los nicaraos y los chorotegas, tenían es-
tructuras cacicales. Los pipiles mantenían
también una relación de intercambio con
el valle del río Motagua, en la provincia
de Naco, al norte de Honduras, donde,
al parecer, su presencia era la de una co-
lonia dominante en medio de grupos de
lengua maya.
Tanto los pipiles como los nicaraos,
sobre los cuales se posee más informa-
ción que sobre los chorotega y lenca, re-
flejan muchos rasgos considerados pro-
pios de los Estados aunque, al mismo
tiempo, mantienen otros que son típicos
de los cacicazgos. En general, los arqueó-
logos afirman que en la región se dieron
interacciones de tipo variado entre socie-
dades étnicamente diferenciadas. En ellas
predominó una estricta estratificación so-
cial con poca movilidad vertical, consti-
tuida con una jerarquía de poder en tres
niveles (nobles, comunes y esclavos). Exis-
tieron, además, sistemas de tributo y ejér-
citos de guerreros, quienes se mantenían
alerta ante cualquier ataque de poblacio-
nes vecinas. Por lo demás, entre todas
ellas se efectuaron intercambios que abar-
caron todo el istmo centroamericano y
más allá.
La estratificación social fue carac-
terística de la mayor parte de los pue-
blos de la región, con variantes muy
amplias que hace difícil precisar cuáles
eran Estados, cacicazgos y señoríos. Un
rasgo que es general para los Estados,
la existencia de los ejércitos profesiona-
les, apareció entre los chorotega y los ni-
caraos, ambos grupos considerados ca-
cicazgos. Tezoteaga, una provincia
nicarao, tenía 6 000 hombres de arco y
flecha, mientras que en Managua los
chorotega tenían un ejército de 10 000
guerreros, armados con arcos y flechas.
Su papel no era ocasional a cualquier
ataque sino que tenía la función de ejér-
cito en pie de guerra, lo cual exoneraba
a sus miembros de otras tareas.
Hacia la costa del Pacífico, gru-
pos de habla chorotega-mangue se ha-
brían desplazado desde mucho antes,
procedentes de la costa sur de México,
entrando hasta el istmo de Rivas en Ni-
caragua y estableciéndose en esa zona
hasta la península de Nicoya. Detrás de
ellos vinieron los pipiles, por la misma
La riqueza lingüística del
territorio maya se aprecia en
este mapa, que abarca
porciones de México,
Guatemala, Belice
y Honduras:
1. maya; 2. chontal; 3. chol;
4. tzeltal; 5. tzotzil;
6. tojolabal; 7. chuj;
8. lacandona; 9. motozintleca;
10. mame; 11. jacalteca;
12. kanhobol; 13. solomeca;
14. ixil; 15. aguacateca;
16. quiché; 17. tzutuhil;
18. uspanteca; 19. rabinal;
20. poconchí; 21. pocomán;
22. chortí, y 23. kekchí.
Historia del istmo centroamericano130
ruta y, posteriormente, un grupo multiét-
nico nahuatizado, conocido como los no-
noalcos. Éstos empujaron a los pipiles
hacia el sur de Nicaragua, penetrando
en los territorios chorotega-mangue y los
subtiaba-mangue. Este grupo de pipiles
se conoció en el momento de la Conquis-
ta como los nicaraos. Al norte y al su-
reste del río Lempa en El Salvador,
pueblos de habla lenca, dominaron parte
del territorio de Honduras y El Salva-
dor. En la región nordeste de los lagos de
Nicaragua, en las tierras bajas que vier-
ten al Caribe, pueblos ulvas y matagal-
pa, de lenguas chibcha, se establecieron
en la región desde hacía varios miles
de años.
La economía se basó en la produc-
ción agrícola mediante la técnica de la
roza y quema. El maíz, los frijoles y el
ayote (chayote), eran los productos prin-
cipales, junto con diversos tubérculos. En
algunas zonas, como el noroeste de Hon-
duras —región de Trujillo— aún se utili-
za la yuca amarga para procesar
cazabe, una variedad que con seguri-
dad procede del sur. Otro producto
sudamericano, la coca, también se mas-
ticaba en algunas áreas; la sal y el ca-
cao fueron importantes productos de
intercambio. Árboles frutales como el
nance y el coyol (una palma de corozos)
probablemente se dejaron en el terreno
selectivamente, después de derribar el
bosque para las parcelas de cultivos. En
la zona media de Nicaragua (León y
Granada), el cultivo del algodón se de-
sarrolló como producto de intercambio.
La elaboración de hilos, entintado y teji-
do, refleja una cadena de actividades
técnicas, al igual que un intercambio a
larga distancia. Las telas de algodón
fueron un producto final de consumo
entre las clases altas. El perro nativo y
el pavo representaron los únicos anima-
les domésticos.
La región Sur
Una característica notable de la región
Sur (como parte de la región interme-
dia) es la ausencia de sistemas políti-
cos estatales. La región Sur se extiende
desde la zona nororiental de Nicara-
gua, al norte de los lagos, hasta el ist-
mo de Panamá.
En esta región, grupos de lengua
macro-chibcha y paezan tenían varios
miles de años de haberse establecido has-
ta muy cerca de la actual Guatemala. Los
grupos de lengua misumalpa-matagalpa
y miskito (chibchas) se desarrollaron en
la región nororiental de Honduras y Ni-
caragua, hacia la vertiente del Atlántico,
Baile de indígenas
nicaragüenses según se lo
imaginó un europeo
del siglo XVI.
Se talaban árboles para
preparar las parcelas
de cultivos.
Las poblaciones nativas en el momento de la Conquista hispánica 131
donde dominaban gran parte de estos
territorios.
Se encontraban en plena fase de de-
sarrollo tecnológico y sociopolítico, al ni-
vel de cacicazgo o jefatura, donde la me-
talurgia, especialmente la orfebrería, la
cerámica pintada, la artesanía sobre pie-
dras esculpidas (metates) y las filigranas
sobre conchas de espondilus, tiempo atrás,
se convirtieron en objetos de intercambio
entre estos pueblos y las sociedades más
al norte o mesoamericanas.
Otra característica de la región,
además del mosaico de pueblos de habla
chibcha, fue la presencia de avanzadas
de pueblos de habla náhuatl que se esta-
blecieron en el nordeste de Costa Rica y el
noroeste de Panamá. Se piensa que los
sigwas identificados en esta zona, consti-
tuyeron colonias de mexicas o aztecas en
funciones de comercio, o grupos despla-
zados allí por la fuerza. La mayor parte
de estos grupos de habla nahua llegaron,
al parecer, en los últimos siglos antes de la
Conquista. La etnohistoria y la arqueolo-
gía confirman que el número de pobla-
ciones de origen mesoamericano (nahuas
y náhuatl) en la zona nororiental de Ni-
caragua, era la mayor en la región. En la
provincia de Tegucigalpa (Honduras) se en-
contraban colonias de papayeca, de ha-
bla nahua, que controlaban hasta 18 co-
munidades tributarias, la producción de
oro del valle de Agalta y otros medios ex-
portables hacia el norte.
Todavía se discute acerca de la in-
tensidad de las influencias culturales del
norte y del sur frente al supuesto desa-
rrollo endógeno de la Zona Sur. Esta úl-
tima hipótesis sugiere que las influencias
La distribución lingüística
de la región Sur
de Centroamérica evidencia
los nexos con Sudamérica.
Historia del istmo centroamericano132
del norte y el centro habrían sido minimi-
zadas por la creatividad de los propios
pueblos de la región. En estas condicio-
nes, las influencias de Sudamérica, más
fuertes, serían readaptadas. Por endóge-
no también se entiende que estas influen-
cias habrían disminuido en términos re-
lativos, al menos en los últimos trescientos
años antes de la Conquista. En Panamá,
las técnicas y estilos de la orfebrería sud-
americana influyeron aparentemente en
los de la cerámica pero, al mismo tiem-
po, se desarrollaron formas estilísticas
propias.
La subregión nororiental
de Nicaragua
En Nicaragua, los pueblos identificados
comprenden numerosas unidades polí-
ticas de lenguas sumo, matagalpa,
misquito y rama, con organizaciones so-
ciopolíticas a nivel de tribus y cacicaz-
gos. También se encontraron pueblos de
habla lenca, del grupo otomangue, aun-
que hay opiniones que los vinculan con
las lenguas chibchas. En Honduras, el
cacicazgo de la “provincia” de Cerquín
era de habla lenca. Los mayangna (su-
mus) constituían probablemente uno de
los grupos etnolingüísticos de habla
chibcha más numerosos en la zona. Se
dividían en siete dialectos, de los cua-
les sobreviven tres: tawahka, panamahka
y ulwa. Se cree también que la región
noreste de Nicaragua fue una zona pe-
riférica, aun en el marco de la evolu-
ción de la propia región sur. Los pue-
blos que fueron identificados aquí
reflejaron niveles de desarrollo propios
pero menos complejos, con efectos li-
mitados desde el punto de vista de los
cambios culturales.
Los grupos indígenas
de Costa Rica
La arqueología ha dividido el territorio
de Costa Rica en tres zonas: norte, sur y
occidente. La zona noroccidental ha sido
incluida en la región central ya comenta-
da, más mesoamericana. La etnohistoria
menciona los siguientes grupos, incluidos
los huetar, o güetares: los quepos, al su-
roeste, en los ríos Grande de Térraba y
Pirris; los suerres en la costa del Caribe;
los chirripos y estrellas en los ríos de los
mismos nombres; los tucurrique y orosis,
del alto Reventazón; los cabecares del río
Las poblaciones nativas en el momento de la Conquista hispánica 133
Tarire (actual Sixaola); los bribris, en el
río Lari, afluente del Tarire; y los térrabas
y los borucas; los primeros localizados en
la zona noroccidental de Panamá, y los
segundos en la vertiente del Pacífico. De
todos estos grupos, sobreviven los boru-
cas, cabecares, bribris, térrabas y los gua-
tusos, muy aculturados.
Aproximadamente 18 cacicazgos
estaban establecidos en el territorio de
Costa Rica, entre los cuales se mencio-
nan los de Garabito y Guarco en el valle
central; Boruca y Coto, al oriente en el
valle del General y en la zona de Tala-
manca. En esta última zona se desarro-
llaba una intensa relación de intercambio
en donde la isla Tojar (hoy isla Colón) era
aparentemente un centro de convergen-
cia de distintos pueblos, como los texbi o
teribe y los chánguenas, en la zona de la
bahía de Almirante y el río Changuinola,
en territorio panameño, su límite sureste.
El límite norte era el río San Juan, donde
habitaban los votos, lingüísticamente re-
lacionados con los ramas.
Los cacicazgos de Costa Rica man-
tenían una red de intercambio de recur-
sos y de relaciones sociopolíticas que
garantizaba su unidad a través de un sis-
tema de colaboración y antagonismo en-
tre grupos semejantes. Además de los
modos de intercambio, la reciprocidad y
la redistribución de bienes constituían for-
mas de garantizar el flujo de recursos y
productos desde zonas vecinas y distan-
tes. Este sistema favoreció en la región
costarricense cierto grado de integración
interna, independientemente de los con-
flictos y guerras que se dieran entre sus
distintas unidades cacicales. Es probable
que los chorotegas, nicaraos y sigwas, de
origen mesoamericano, ya estuvieran cul-
turalmente integrados a este sistema in-
terno regional.
La subregión panameña
Los arqueólogos han dividido el istmo de
Panamá en tres zonas, oriental, central
y occidental; división que todavía resul-
ta problemática para el análisis evoluti-
vo de las culturas. Desde el punto de vista
de los estudios, se conoce más sobre la
zona central y la occidental que sobre
la oriental, virtualmente un territorio inex-
plorado arqueológicamente. La etnohis-
toria compensa al menos parte de este
desconocimiento, puesto que fue por esta
región por donde penetraron los espa-
ñoles para descubrir el Pacífico y domi-
nar el resto del istmo. Por razones de
espacio, distinguiremos entre la zona
Este metate chorotega proviene
del norte de Costa Rica.
Historia del istmo centroamericano134
oriental y la occidental, que incluiría la
zona central (actuales provincias de He-
rrera, Los Santos, Coclé y Veraguas). La
zona oriental comprendería el territorio
entre el Atrato y el golfo de Urabá (en
Colombia) y una vertical que cruzaría
desde Chame en el Pacífico, hasta el río
Indio, en el Caribe, como territorio de
los cacicazgos cueva.
En Panamá se identifican no menos
de treinta cacicazgos mayores, pero es
probable que hubiera más de un centenar
de unidades cacicales menores y tribus.
En la zona oriental o provincia de Cueva
(hablantes de la lengua cueva, posiblemen-
te chibcha), existía un número considera-
ble de pequeños cacicazgos, ribereños la
mayor parte. En 1545 se contaban 89
cacicazgos o comarcas en territorio cue-
va, cuyo número podría fluctuar entre una
docena de familias hasta 8 000 y 15 000
habitantes. La mayor parte llevaba por
nombre el de los caciques o queví, en len-
gua cueva. La lista de estos cacicazgos
puede presentarse de este a oeste y de
norte a sur: a) en la vertiente del Caribe,
de la cordillera de San Blas: Bea, Coroba-
ri, Micana, Careta, Comogre y Pocorosa;
b) de la desembocadura del Tuyra en el
golfo de San Miguel, hacia el sur: Cho-
chama, Abanumaque, Churruca; c) en la
cuenca del río Chucunaque, vertiente al
sur de la cordillera de San Blas: Ponca,
Cuquera, Timame; d) en la cuenca del río
Bayano, el cual corre de este a suroeste:
Pacra, Careca Buchiribuca, Chiman, Tu-
banamá, Chepo, Mahe, Chanina y Pa-
sagra; e) en la bahía de Mandinga, ac-
tual San Blas: Secativa; f) en la cuenca del
Chagres: Chagres y Ataracherubi; g) ha-
cia el oeste del canal, los cacicazgos de
Totonaga, Perequeté, Taboré y Chame,
mientras que al norte, por el río Indio, el
cacicazgo Queboré, límite noroccidental
de la provincia de Cueva. Muchos de es-
tos gentilicios han quedado como topóni-
mos de la región.
Una de tantas estimaciones de po-
blación le asigna un total de 235 000
habitantes, distribuidos en los 25 000 ki-
lómetros cuadrados del territorio cueva,
la mayor parte en el área del Pacífico. La
vertiente del Caribe mostraría poblacio-
nes menores, localizadas sobre las már-
genes de los ríos, alejados de la costa.
Una característica es que, con la excep-
ción de un supuesto grupo nahua en la
costa de Nombre de Dios, la mayor par-
te de la población hablaba una misma
lengua y la cultura era igual, con las va-
riaciones dialectales propias de cada
zona y las adaptaciones propias de las
ecozonas.
Las aldeas variaban en tamaño. Los
cacicazgos mostraban cierto grado de
estratificación, entre dos y seis distintas
clases, aunque se discute la conveniencia
de esta interpretación. El cacique o queví
era soberano absoluto de su territorio,
pero con obligaciones, incluidas las de
ejecutar la redistribución de los recursos
y productos que sus súbditos entregaban.
Mujer ngobe
Familia ngobe de Las Palmas,
en la provincia de Veraguas.
Las poblaciones nativas en el momento de la Conquista hispánica 135
Este tipo de organización permite califi-
carla de sociedad tribal dominada por
relaciones de parentesco con diversos
grados de integración local, de pobla-
dos o aldeas, donde las unidades tribales
se integraban en unidades más amplias
como el cacicazgo.
Al oeste del río Chame, las pobla-
ciones indígenas que habitaron el terri-
torio, en la vertiente del Pacífico, cons-
tituían cacicazgos con poblaciones más
numerosas y con una organización so-
ciopolítica relativamente más compleja,
así como condiciones de afluencia ma-
yores que las del este de Panamá. No
obstante, hay reservas por el grado de
complejidad de estas sociedades. La de-
signación de provincia a territorios do-
minados por un cacique o jefe corre el
riesgo de sugerir una imagen de socie-
dades más complicadas de lo que eran
en realidad: posiblemente aldeas de ma-
yor densidad de población y un espacio
territorial inmediato y asociado a la
cuenca de algunos de los ríos donde se
residía. La afirmación de Andagoya de
que los cacicazgos de Escoria, Nata,
Parita, Esquegua y Urracá, estos dos úl-
timos en las tierras altas, hablaban len-
guas distintas y que mantenían frecuen-
tes enfrentamientos, contrasta con la
unidad de los estilos en la cerámica (pin-
tura negra y polícroma) observados en
la misma región y que llegaron a ser con-
temporáneos de estos cacicazgos. Una
posible explicación sugiere que el inter-
cambio de mujeres entre estas unidades
políticas contribuía a dar homogeneidad
en los estilos cerámicos, dado que ellas
eran las artesanas. Por otra parte, la di-
versidad lingüística pudiera explicarse
mediante el concepto de exogamia lin-
güística. La lengua se heredaba del pa-
dre y tenía una función emblemática en
una comunidad multilingüe. Los enfren-
tamientos podrían reflejar más bien que-
rellas entre aldeas vecinas, algo común
entre pueblos amerindios, cuya expre-
sión podría tener elementos rituales.
El número de tribus identificadas
en la zona occidental podría alcanzar
alrededor de cuarenta unidades socio-
políticas, la mayor parte nuevamente en
el área del Pacífico. Hacia el noroeste,
en la zona del Caribe, visitada por Cristó-
bal Colón en 1502, los cacicazgos pa-
recen haber estado confinados en los es-
trechos valles de las estribaciones que
conducen sus aguas hacia el Caribe. Si
bien hubo diferencias lingüísticas, los
grupos doraces, changuenas, chirildes,
yrbolos, chalivas, suarimis y zuries, iden-
tificados realmente un siglo después del
cuarto viaje de Colón, reflejaron separa-
ciones relativamente recientes de grupos
de un tronco común. Estas tribus, ya des-
aparecidas, estuvieron en realidad em-
parentadas con los actuales ngobes y
buglere, situados más al este de la re-
gión. Los doraces, en particular, proba-
blemente representaron un grupo domi-
nante en la región.
Vivienda ngobe,
en Las Palmas, provincia
de Veraguas.
Dirigente emberá
de la república de Panamá.
Historia del istmo centroamericano136
a diversidad cultural y lingüística era la característica primordial de la
región de Centroamérica en el momento del contacto con los europeos.
Esta diversidad estaba condicionada, en parte, por la diversidad ecológi-
ca de la región y por su función como puente ístmico. Cada región y sus
subregiones mostraban distintos grados de dinamismo sociopolítico, con formacio-
nes estatales en la región Norte y cacicazgos y tribus en fases de complejidad
diversa en el resto del territorio. Las redes de intercambio de productos y recursos
comunicaron las regiones más distantes, especialmente con las civilizaciones azteca
y maya, sin que esto implicara dominio político. Por lo demás, los estilos cerámicos y
de orfebrería reflejaron un notable desarrollo tanto artístico como económico.
CONCLUSIÓN
L
Mercado en la plaza central
de Tazumal, Chalchuapa.
Conclusión de la Unidad I 137
os pueblos indígenas que encontraron los españoles en Centroamérica a
partir de 1502 fueron los herederos de un largo proceso de evolución cul-
tural que se interrumpió parcialmente en la etapa de la Conquista, aconte-
cimiento que determinó cambios en la demografía, la organización social y
política, y las culturas de los pueblos que lograron superar o sobrevivir al primer
choque con los españoles. En algunas regiones, el impacto fue tan violento que causó
la desaparición física, lingüística y cultural de pueblos enteros, como los cuevas de la
región este de Panamá y la mayor parte de los pueblos de la vertiente del Pacífico
centroamericano. En otras, como en el altiplano de Guatemala y Chiapas (México),
la densidad de la población en el momento de la llegada de los europeos era tan alta,
y las estructuras sociales y políticas tan complejas, que los españoles utilizaron méto-
dos de dominio que favorecieron el mejor uso y explotación de los indígenas como
fuerza de trabajo. Por su parte, la vertiente del Caribe no fue conquistada por los
españoles y se convirtió en un área de resistencia para los pueblos indígenas que
lograron superar la Conquista y la Colonia hasta el presente.
La etapa inmediatamente anterior al momento del Descubrimiento y la Con-
quista muestra características muy especiales. En primer lugar, es importante recor-
dar que los pueblos indígenas tenían tecnologías y organizaciones sociales y políticas
muy diversas. En la región Norte y Central, entre Chiapas y Honduras, los mayas y
otros pueblos, desde mil años antes, tenían formaciones estatales. Pero para el perío-
do de precontacto, los pueblos mayas se encontraban organizados en Estados poco
integrados o confederaciones de pequeños Estados débilmente relacionados. En la
región Central, los pueblos reflejaban niveles de organización variados, desde Esta-
dos hasta cacicazgos y sociedades tribales. En el Sur, dominaban igualmente los
cacicazgos, con diversos grados de complejidad en su organización, así como las
tribus. Estados, señoríos, cacicazgos y tribus son conceptos que indican la compleji-
dad relativa alcanzada por una sociedad en su organización social y política.
En segundo lugar, ya antes de la Conquista la región estuvo sometida a cam-
bios demográficos debido a guerras de dominio de unos pueblos sobre otros, así
como desplazamientos de población por motivos ambientales y de intercambio eco-
nómico. En consecuencia, nuestra comprensión de la situación ha estado limitada por
CONCLUSIÓN DE LA UNIDAD I
L
Historia del istmo centroamericano138
la calidad de los registros y las observaciones de los españoles, a veces realizados
pobremente.
En tercer lugar, la Conquista interrumpió el desarrollo de las sociedades indíge-
nas y le imprimió otra dirección, provocando un profundo cambio demográfico y
cultural en los pueblos sometidos. A partir de ese momento desaparecieron numero-
sos pueblos, y muchas culturas se desarticularon por la imposición de nuevas formas
de vida. Las enfermedades que los españoles trajeron de Europa, frente a las cuales
los indígenas carecían de inmunidad natural, fueron también un factor de gran im-
portancia para el descenso de la población.
Por lo tanto, la Conquista implicó la fusión de unos pueblos indígenas con
otros, también indígenas, así como la ocupación de territorios por pueblos nuevos en
territorios que fueron vaciados, casi literalmente, de sus ocupantes originales. No
obstante, en Centroamérica, a diferencia de las islas del Caribe, subsisten hasta hoy
numerosos pueblos indígenas, la mayor parte de los cuales son nativos de la región;
mientras otros llegaron después de la Conquista, traídos a la fuerza desde otras
partes. En Nicaragua, por ejemplo, el conquistador Pedrarias Dávila esclavizó nume-
rosas poblaciones, enviándolas hacia Panamá, México y el Perú. La isla de Roatán en
el Caribe hondureño, fue igualmente despoblada para llevar esclavos a Cuba. En
Panamá, el descubrimiento del Perú determinó el envío de miles de indígenas del
istmo a labores forzadas en el nuevo territorio.
En general, es preciso comprender que las comunidades indígenas de princi-
pios del siglo XVI fueron el resultado de un proceso histórico cuyos antecedentes más
inmediatos se remontan hasta 700 años antes. En particular, resultan decisivos los
efectos de la dispersión de pueblos de habla nahua hacia el sur, así como el inicio de
cambios en las estructuras sociopolíticas de los Estados mayas del Clásico Tardío.
La Conquista interrumpió
el desarrollo de las sociedades
indígenas.
Silfrido Ibarra
Esperando la eternidad
Óleo
1996
Panamá
La conquista de Centroamérica (1492-1542) 143
Muchas veces y muchas noches se oía una voz de mujer que a grandes voces lloraba ydecía, anegándose con mucho llanto y grandes sollozos: ¡Oh, hijos míos, del todo nos
vamos ya a perder!
Sexto presagio mexicano antes de la llegada de los conquistadores
E
INTRODUCCIÓN
Esta escena de la marcha
de Cortés hacia Tenochtitlan
muestra al conquistador frente
a una columna de indios
amigos, quienes fueron
incorporados a las filas
de los españoles como
guerreros y cargadores
en la batalla final contra
los aztecas.
l 12 de octubre de 1492, navegantes españoles, bajo el mando de Cristó-
bal Colón, divisaron por primera vez tierras americanas. Medio siglo más
tarde, casi todo el hemisferio americano, en parte ocupado por brillantes
civilizaciones, se hallaba bajo el dominio de españoles y portugueses. La
gran mayoría de las poblaciones asentadas en el istmo centroamericano, en particu-
lar las que tenían una organización más compleja, pasaron a formar parte de la
monarquía española.
Tanto el Descubrimiento como la Conquista fueron fenómenos que hay que
entender dentro de la perspectiva de la evolución general de la historia universal y, en
particular, de la historia española. La conquista de América le permitió a España
convertirse en la mayor potencia europea, si bien por poco menos de un siglo.
Para el mundo indígena fue una catástrofe en tanto eliminó de golpe los siste-
mas políticos nativos, sustituyó las religiones ancestrales y causó un tremendo descen-
so de la población.
Presagio de la llegada
de los españoles
a México-Tenochtitlan.
Historia del istmo centroamericano144
l descubrimiento de América
por los europeos se sitúa en un
vasto movimiento de expansión
que se inició a principios del
segundo milenio y concluyó a principios
del siglo XX. A partir del segundo mile-
nio, las sociedades de la Europa occiden-
tal comenzaron a experimentar una serie
de transformaciones fundamentales en
lo demográfico, económico, social, polí-
tico y cultural.
El aumento de la población y las
transformaciones económicas que se pro-
dujeron en Europa después del año 1000
marcaron una nueva fase en el desarro-
llo histórico del viejo mundo. Grandes
extensiones fueron roturadas, ampliándo-
se así el espacio agrícola. La introduc-
ción del sistema de rotación trienal, que
dejaba sólo una tercera parte de la tierra
agrícola en barbecho, propició un incre-
mento de la producción. Por otro lado,
una serie de innovaciones de carácter
técnico significaron un latigazo a la eco-
nomía agrícola: el arado de hierro más
eficaz que el arado de madera romano;
la collera de paletilla para el caballo; y
los molinos de viento y de agua. Todo
ello contribuyó a aumentar la produc-
ción agrícola que, a su vez, permitió ali-
mentar a una población cada vez más
numerosa y, al mismo tiempo, acumular
excedentes para la comercialización.
El subsuelo europeo se excavó in-
tensamente en busca de hierro y de meta-
les preciosos para satisfacer las crecientes
demandas de la nueva economía. La cons-
trucción, la agricultura y las nuevas tácti-
cas de combate exigieron más hierro. En
el siglo XIV se inventó el fuelle de cuero
movido hidráulicamente, lo que permitió
elevar la temperatura del horno a los
1 200 grados, facilitando la producción
de artículos de hierro y acero.
Paralelamente, se desarrolló la pro-
ducción textil. Las fibras textiles utiliza-
LA EXPANSIÓN EUROPEA
E
Escena de la vida
rural en Europa occidental
en el siglo XV. A diferencia
de los agricultores americanos
de aquellos tiempos,
los europeos contaban
con animales de trabajo, como
el buey y el caballo,
y con instrumentos
de labranza, como el arado
y la guadaña.
La conquista de Centroamérica (1492-1542) 145
das hasta entonces habían sido la lana,
el lino y el cáñamo, pero fue la primera
la que se impuso. En los Países Bajos e
Inglaterra, miles de artesanos se dedi-
caron a la producción de telas de lana,
mientras que la región de Castilla se ocu-
pó de la cría de ovejas para suplir la de-
manda de materia prima. Otras industrias
como las del vidrio y el jabón tuvieron un
desarrollo paralelo.
Con el incremento de la produc-
ción artesanal se reactivó el comercio
bajo la dirección de una nueva clase
social: la burguesía.
Los burgueses, radicados en las ciu-
dades y los pueblos, se preocuparon por
el desarrollo de los centros urbanos y el
mejoramiento de los caminos; bajo su
patrocinio también se realizaban ferias,
donde llegaban comerciantes de todas
partes a intercambiar sus productos. La
necesidad de agilizar los negocios y el
comercio dio lugar a innovaciones en las
empresas y la banca, tales como la con-
tabilidad de doble partida y las cartas de
crédito. El comercio a larga distancia, que
se extendió hasta el Extremo Oriente y el
África negra, paulatinamente ocupó un
lugar creciente en la economía europea.
De manera que entre los años 1000 y
1500, salvo algunas interrupciones, Eu-
ropa entró en plena ebullición económi-
ca y social.
Inmensas fueron las repercusiones
políticas y culturales de estos cambios
económicos y sociales. El sistema político
predominante en la Europa medieval era
el feudalismo, cuya característica funda-
mental era la fragmentación del poder
político, basada en la existencia de gran-
des latifundios y en las relaciones de va-
sallaje a un señor. El sistema feudal co-
menzó a entrar en decadencia en algunas
regiones de Europa occidental a partir del
siglo XIII debido a varias razones. Por una
parte, las monarquías nacionales, alia-
das con la emergente burguesía de las
ciudades, debilitaron el poder de los terra-
tenientes feudales. Por otra, los campesi-
nos comenzaron a emigrar hacia las ciu-
dades y los pueblos en busca de libertad
y mejores oportunidades de trabajo.
La vida religiosa conoció una revi-
talización a partir del año 1000. Varios
pontífices de gran prestigio lograron co-
locar a la Iglesia romana a la cabeza de
La catedral de Amiens
en el norte de Francia,
es una muestra del estilo
gótico, de gran altura,
con grandes vitrales
y abundante decorado.
Uno de los grandes avances
de la civilización europea
a partir del siglo XV
lo constituyó el diseño
y la fabricación de máquinas
para hacer más eficiente
la producción. Este
es el diseño de una máquina
para moler metales.
Historia del istmo centroamericano146
la cristiandad occidental. Se fundó una
serie de órdenes religiosas que, por el
contrario de las anteriores, se dedicaron
a trabajar entre las poblaciones europeas;
eventualmente, sus miembros empren-
dieron largos viajes hacia el Oriente, con
el fin de propagar el cristianismo. Se cons-
truyeron inmensas catedrales, gracias a
la generosidad de los fieles, pero tam-
bién como consecuencia de la mayor ri-
queza disponible.
A finales del siglo XI, monarcas,
señores feudales y pueblo en general aco-
metieron la primera cruzada para recu-
perar el control de las tierras santas en el
Medio Oriente que habían pasado a
manos de los musulmanes. Esta y las si-
guientes cruzadas rebasaron los fines re-
ligiosos, militares y políticos originales
pues abrieron el Asia al comercio con
Europa. Fue, en efecto, la primera vez que
los occidentales emprendieron expedicio-
nes más allá de sus fronteras desde tiem-
pos del imperio romano. Este episodio de
expansión territorial europea sólo termi-
naría ocho siglos después. Dentro de ese
contexto hay que situar el Descubrimien-
to y la Conquista de América.
Los inicios de la expansión europea
ocurrieron de manera simultánea a impor-
tantes convulsiones en el Asia. En el siglo
XII, India y China perdieron la hegemonía
política. En 1167 nació en una tribu mon-
gol Gengis Khan, un líder militar que uni-
Gengis Khan, el guerrero
mongol, se hizo de un imperio
que se extendía desde
la China hasta la Rusia
occidental. Aquí se observa
sentado en su trono ante
sus consejeros.
La conquista de Centroamérica (1492-1542) 147
ficó a los pueblos mongoles y emprendió
la conquista de la China. A su muerte, en
1227, su imperio se extendía desde Pekín,
en China, hasta el río Volga, en Rusia. Sus
sucesores intentaron incluso, sin mayores
éxitos, la conquista de Europa central.
Los misioneros franciscanos vieron
la oportunidad de convertir al cristianis-
mo a los pueblos mongoles; el mismo
papa se interesó en el proyecto. Por pri-
mera vez los europeos conocerían el Le-
jano Oriente. A mediados del siglo XIII
salió de Italia el franciscano Juan Pian
Carpino, enviado por el papa Inocente IV
ante el gran khan mongol. Después de
cruzar Alemania, Polonia, el principado
de Kiev y el Quitchag, Pian Carpino llegó
en 1246 a Quaragarum, donde se entre-
vistó con el khan antes de regresar a Ita-
lia. En 1250, el rey francés San Luis envió
Para llegar al Lejano Oriente
desde Europa había que viajar
por mar y tierra. En esta
ilustración, Marco Polo
y sus acompañantes cruzan
el mar Negro en un barco
impulsado por velas y remos.
otra misión integrada por tres religiosos
dominicos. En 1253, Guillermo de Ro-
bruck, franciscano, salió de Constanti-
nopla y llegó hasta Quaragarum. Bajo
el papado de Nicolás IV, los misioneros
pudieron llegar hasta el Lejano Oriente.
En Pekín se construyeron dos iglesias ca-
tólicas y, en 1307, el franciscano Juan
de Montecorvino fue nombrado obispo de
Pekín por el papa Clemente V que sobre-
vivió hasta 1370.
Paralelamente a los viajes de los
misioneros se desarrollaban las expedi-
ciones de los comerciantes italianos. Des-
de la antigüedad hubo intercambios en-
tre el mundo romano y la China, pero
desaparecieron en el siglo V cuando la
economía europea se contrajo. En el si-
glo VII los árabes restablecieron la circu-
lación entre el Medio Oriente y la China,
Historia del istmo centroamericano148
fueron los hermanos venecianos Niccolo
y Maffeo Polo, que llegaron a Pekín por
primera vez en 1266. En su segundo via-
je, comenzado en 1271, llevaron consi-
go al joven Marco, hijo de Niccolo. Marco
Polo fue nombrado funcionario en la cor-
te imperial de la China, en donde per-
maneció quince años, y conoció el enorme
país como ningún otro europeo había te-
nido antes la oportunidad de hacerlo. De
regreso en Venecia escribió un libro céle-
bre conocido con el nombre de Libro de
las maravillas.
A finales del siglo XIV el imperio
mongol se desintegró y los ensayos euro-
peos de penetrar en el Asia se vinieron al
suelo. No así el espíritu que los había
animado, pese a que en 1453 cayó Cons-
tantinopla, capital del imperio bizantino,
en manos de los turcos otomanos. De esta
manera quedó inutilizado este vital puente
comercial entre Europa y el Oriente. Sin
embargo, se mantuvo la necesidad de los
europeos de procurar especias en el
Oriente, “tumba” del oro y la plata con
que las pagaban. Por otra parte, la ex-
pansión del comercio en general hacía
necesario que se utilizaran metales pre-
ciosos para realizar los intercambios, si-
tuación que se complicó cuando se ago-
taron las minas de plata alemanas y
españolas.
Los portugueses fueron los prime-
ros en tratar de llegar a la India por la
vía marítima. Desde principios del siglo XV,
el príncipe Enrique el Navegante se ha-
pero Europa siguió aislada en su pobre-
za y desunión política. No fue sino hasta
el siglo XII cuando Europa se reincorporó
al comercio euroasiático a través de la
“ruta de la seda”, nombre que se daba
en el siglo XII a las vías continentales que
unían a China con Occidente. Intermina-
bles caravanas, de hasta mil camellos, lle-
vaban oro y plata, a veces perfumes y
algodón, hasta la China, de donde vol-
vían con especias, sedas y joyería. El viaje
en una dirección duraba seis o más me-
ses y estaba plagado de peligros e incer-
tidumbres.
Entre los comerciantes italianos que
viajaron al Oriente, los más conocidos
Marco Polo, viajero y
comerciante veneciano, autor
del Libro de las maravillas.
La conquista de Centroamérica (1492-1542) 149
Carabelas del tiempo
del Descubrimiento
de América.
bía instalado en el sur de Portugal, don-
de fundó una escuela de navegación en
Sagres, con la idea fija de llegar a la
India dándole la vuelta al África. Se hizo
rodear de expertos cartógrafos y de há-
biles navegantes para llevar adelante
su proyecto, así como de mercaderes
árabes que habían estado en China, de
marinos venecianos y de astrónomos
alemanes. A partir de 1416, desde el
Cabo de San Vicente, comenzó a en-
viar expediciones al África. En 1420 se
construyó por primera vez en sus asti-
lleros la carabela mejorada, que se con-
virtió en la embarcación por excelencia
de las expediciones portuguesas y, más
tarde, de las de Cristóbal Colón. En
1446, los portugueses lograron doblar
el Cabo Verde y llegar a Guinea. En
1488, Bartolomé Díaz alcanzó el Cabo
de las Tormentas, más tarde llamado de
Buena Esperanza, y en 1499, Vasco de
Gama arribó a la India. Siete años an-
tes, sin embargo, Cristóbal Colón, ma-
rino genovés al servicio de la monar-
quía española, había l legado a
América.
El príncipe portugués Enrique
el Navegante. Su afán por
conocer tierras distantes
permitió a los portugueses
llegar hasta la India antes
de finalizar el siglo XV.
Historia del istmo centroamericano150
niente. En 1492 cayó el último bastión mu-
sulmán —Granada—, y ya no hubo más
tierras que repartir, por lo que muchos
miembros de la pequeña nobleza y los se-
gundones de la gran nobleza vieron com-
prometidos su ascenso e incluso su estabi-
lidad social. Para unos y otros las tierras
americanas ofrecieron una opción para
satisfacer sus ansias de riqueza y poder.
La monarquía los apadrinó.
En 1469 habían contraído matri-
monio Fernando, príncipe de Aragón, e
Isabel, princesa de Castilla. Al ascender
cada uno a su respectivo trono, Isabel en
1474 y Fernando en 1479, se realizó la
unificación de dos reinos, que daría ori-
gen al Estado español. Su hija doña Jua-
na, quien heredó ambas coronas, se casó
con Felipe, apodado “el Hermoso”, de
las casas de Austria y Borgoña; su hijo
LA ESPAÑA DEL DESCUBRIMIENTO Y LA CONQUISTA
CEl matrimonio de Isabel
y Fernando fue el evento
decisivo para la consolidación
de una España unida.
Los Reyes Católicos aceptan
la rendición de Granada
en 1492, entonces último
reducto del poder musulmán
en la península ibérica.
abe hacerse la pregunta: ¿qué
era España en el momento del
Descubrimiento de América? A
principios del siglo VIII, la pe-
nínsula ibérica fue invadida por los ára-
bes. Los reinos cristianos tuvieron que re-
plegarse hacia el norte, mientras que los
árabes, de religión islámica, desarrolla-
ron una brillante civilización en el sur de
la península. Comenzó entonces una “re-
conquista” cristiana que habría de durar
siete siglos hasta 1492. La guerra entre
musulmanes y cristianos, además de po-
lítica, era religiosa.
El avance de los cristianos hacia el
sur se acompañaba de la repartición de
tierras entre los jefes guerreros que parti-
cipaban en los combates, quienes recibían,
al mismo tiempo, títulos del rey con lo que
se fue conformando una nobleza terrate-
La conquista de Centroamérica (1492-1542) 151
Carlos (es decir, el nieto de Isabel y Fer-
nando) heredó, además de la Corona es-
pañola, lo que hoy son Bélgica, Holanda,
el Franco Condado (en Francia), Sicilia y
Nápoles, y también las cabezas de pla-
ya establecidas en el Caribe americano
por las expediciones de Colón. Así, la
monarquía española fue, en la primera
mitad del siglo XVI, el Estado más podero-
so de Europa, al cual, por medio de los
conquistadores, se enfrentaron los se-
ñoríos indígenas de Centroamérica.
La beligerancia entre las bandas
de soldados españoles y los diferentes
grupos indígenas de Centroamérica fue
el enfrentamiento entre dos civilizacio-
nes con medios técnicos desiguales en
extremo. Desde hacía varios milenios, los
guerreros castellanos utilizaban armas
de bronce y hierro, incluidas espadas,
picas, lanzas, puñales y dagas. En los
siglos XIV y XV se había introducido el
uso de la pólvora, cuya efectividad se
comprobó en las últimas etapas de la
guerra de reconquista. Estas armas ofen-
sivas se complementaban con las de-
fensivas, tales como cotas, corazas, mo-
rriones, celadas, cascos, petos, coseletes
y rodelas. Frente a los metales europeos,
los indígenas opusieron piedra, piel y
madera. Arcos de madera y flechas con
puntas de piedra o hueso de pescado
fueron las armas que utilizaron común-
mente los indígenas contra los españo-
les. Las lanzas podían tener la punta de
madera endurecida al fuego o de obsi-
diana. Cerbatanas, macanas y porras
completaban el arsenal indígena, todos
de madera.
A las armas de los españoles hay
que añadir dos poderosos auxiliares: los
caballos y los perros. En el segundo via-
je de Colón se trajeron caballos para
ayudarse en la lucha contra los indíge-
nas. Los caballos iban protegidos con
pecheras, testeras y monturas de algo-
dón o cuero. El perro también fue de gran
ayuda para los conquistadores. Un cro-
nista, años después de la Conquista, se-
ñaló a este propósito: “...los perros, con
el artificio de la guerra y despedazar in-
dios, se hacían bravos como tigres”.
El cronista Fernández de Oviedo
relata una anécdota ocurrida en las cer-
canías de León de Nicaragua, en la déca-
da de 1520. Habiendo los indios de las
comarcas vecinas matado a varios espa-
ñoles, el gobernador Pedrarias Dávila
Cortés llega a la costa
mexicana en 1521 y emprende
la lucha contra los guerreros
indígenas. La armadura
de los españoles
les proporcionaba gran
protección contra las armas
indígenas.
Historia del istmo centroamericano152
sido una serie ininterrumpida de triun-
fos desde la batalla de los Navas de To-
losa, en 1212, hasta la toma de Grana-
da, en 1492. La unión dinástica de los
reinos de Castilla y Aragón, en 1479,
fue un rotundo éxito político. Cuarenta
años más tarde, el rey Carlos fue electo
emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico. Por otra parte, en el cristia-
nismo español se unían el espíritu de la
guerra santa contra los infieles con el sen-
tido misionero. A la lucha se iba con el
fin de expander la religión católica, que
concebía la historia en términos universa-
les, como una historia providencial de sal-
vación de la humanidad, en la que se
actuaba como agentes de la voluntad di-
vina. Por supuesto, hay que agregar los
intereses personales.
La cosmovisión indígena era muy
distinta a la española, pues concebía el
mundo cíclicamente: destrucción y recons-
trucción periódica del mundo. Habían
ocurrido ya varias catástrofes y ocurri-
rían otras. El calendario mesoamericano
dividía el tiempo de acuerdo con ciclos,
a cuyo término era posible o necesaria
una catástrofe. Para garantizar la estabi-
lidad del mundo eran necesarios los sa-
crificios humanos. Una expresión de los
cakchiqueles de Guatemala recoge esta
forma de ver la vida: “Para morir naci-
mos”. Los pueblos americanos no tenían
una visión de conjunto de la historia sino
fragmentada en historias étnicas, contra-
puestas y antagónicas.
Carlos I de España y V
de Alemania. Fue el monarca
más poderoso de Europa
en su tiempo; además
de sus posesiones
en Italia, Países Bajos,
España y Alemania, también
ejercía dominio sobre
los vastos territorios
americanos recientemente
sometidos por
los conquistadores.
ordenó capturar a algunos miembros de
la nobleza indígena. En la plaza de León
hizo enfrentarse a los capturados con pe-
rros hambrientos. Los indios fueron des-
pedazados por los perros y Pedrarias
ordenó colgar sus despojos en la plaza
para escarmiento de la población.
Si los medios materiales con que
contaban españoles e indígenas eran
muy diferentes, las mentalidades de unos
y otros lo eran más aun. El pensamiento
prevaleciente en Europa a finales del si-
glo XV y principios del XVI era de opti-
mismo, propio del humanismo y del es-
píritu renacentista. Los intelectuales
creían en un renacer de la civilización
después del prolongado letargo medie-
val. En España, la Reconquista había
Las armas de fuego
y los caballos fueron
de las principales ventajas
de los españoles durante
la Conquista, tal como
lo demuestra este grabado
de la conquista de
Tenochtitlan a manos
de Cortés en 1521.
La conquista de Centroamérica (1492-1542) 153
racias al apoyo de los reyes
españoles Isabel de Castilla y
Fernando de Aragón, Cristóbal
Colón emprendió cuatro viajes
exploratorios que le permitieron llegar a
tierras hasta entonces desconocidas por
los europeos. Es en este sentido que se
habla del Descubrimiento de América,
pues los primeros descubridores del terri-
torio americano fueron, en realidad, como
ya se vio, los grupos provenientes del
Asia. Sin embargo, la llegada de Colón
a América en 1492 le reveló a los euro-
peos la existencia de “otro mundo”, “nue-
vo”, distinto del que hasta entonces
conocían. Paradójicamente, Colón murió
sin saberlo, pues hasta el fin de sus días
pensó que había llegado a la India; de
ahí el nombre dado a los nativos ameri-
canos: indios.
En los viajes segundo y tercero,
Colón se enfrentó a numerosos proble-
mas no sólo en las islas del Caribe, en
donde se habían hecho los primeros in-
tentos de colonización, sino también en
España, donde el conflicto entre la Coro-
na y Colón habría de volverse crónico, y
cuya solución final repercutió en la colo-
nización del continente americano. La
controversia tuvo que ver con los intere-
ses políticos y económicos del descubri-
dor y de la monarquía española. Isabel
la Católica afirmó desde un principio que
los indígenas serían vasallos de la Corona
y no del descubridor. Las ambiciones de
Colón, sin embargo, basadas en parte en
EL DESCUBRIMIENTO DE CENTROAMÉRICA: 1502
G
Nadie sabe cómo se desarrolló
la llegada de Colón a tierras
americanas. Esta escena
probablemente exagera
algunos detalles pero
transmite la sensación
de alivio y triunfo que deben
haber experimentado
los navegantes después de
tantos días de incertidumbre
en alta mar.
Historia del istmo centroamericano154
sus primeros arreglos con los reyes, re-
basaban las concesiones de la Corona,
la que al final se impuso.
Al regresar de su tercer viaje, Colón
tuvo que enfrentar muchas dificultades.
Aun así, pudo emprender un cuarto y últi-
mo viaje, autorizado por los reyes de Es-
paña el 26 de febrero de 1502. El objetivo
principal era explorar y encontrar un es-
trecho entre Cuba, que suponía un pro-
montorio chino, y el continente adonde
había llegado en 1498, durante su tercer
viaje. La flota de cuatro carabelas salió de
Sevilla el 3 de abril de 1502 con una tri-
pulación compuesta por unos 130 hom-
bres, quienes en su mayoría tenían entre
12 y 18 años.
El viaje oceánico duró 21 días. El
15 de junio llegaron a la isla de Martini-
ca y, ante la amenaza de un huracán, se
guarecieron en la isla de Santo Domin-
go. Pasado el fenómeno meteorológico,
siguieron su ruta hacia el suroeste cru-
zando el mar Caribe hasta arribar a la
isla de Guanaja. Habían llegado a Cen-
troamérica.
En la isla de Guanaja, los españo-
les avistaron una canoa indígena, la más
grande que hasta entonces hubiesen vis-
to, movida por velas y remeros. Se trataba
de una canoa de comerciantes que viaja-
ban entre las islas de la Bahía, Honduras,
y la isla de Cozumel, frente a la península
de Yucatán, cargada de artículos de me-
tal y algodón. Guiados por un rehén to-
mado de esa canoa, Cristóbal Colón al-
canzó por fin la Tierra Firme en las
cercanías de la actual Trujillo (Honduras).
Después de bordear las costas en
dirección al oriente, encontraron gente
“muy selvática”, que comía “carne huma-
na y peces crudos...” y que tenía las ore-
jas horadadas. Siguieron navegando
hasta enfrentarse con una terrible tormen-
ta, con rayos y truenos, que puso en peli-
gro la expedición. Los barcos estaban a
merced de las aguas, con las velas rotas,
y parte de las anclas, cordelaje y botes
estaban perdidos. La tripulación estaba
aterrorizada y muchos pensaron que ha-
bía llegado su última hora.
El 12 de septiembre en la madruga-
da, la flota dobló un cabo. Allí, donde la
costa sigue hacia el sur, la tormenta se cal-
mó. Colón bautizó ese lugar con el nom-
bre de Cabo de Gracias a Dios, denomi-
nación que conserva hasta el presente.
Siguiendo hacia el sur llegó al río Grande
de Matagalpa, llamado por Colón el río
El retorno de Colón después
de su primer viaje causó
asombro en la corte real
española, en marzo de 1493.
La conquista de Centroamérica (1492-1542) 155
de los Desastres porque dos de sus mari-
neros se ahogaron cuando buscaban agua
y madera. Después de pasar por el río San
Juan arribó a Cariari, cerca de lo que hoy
es Puerto Limón, en Costa Rica. Los habi-
tantes del lugar usaban ropa de algodón
y, lo que era más importante para los ex-
pedicionarios españoles, llevaban objetos
de oro “colgados del cuello”. De allí Co-
lón siguió a lo largo del litoral y llegó en
su travesía hasta el límite de los países
actuales de Panamá y Colombia.
En la región panameña de Veragua
volvió a encontrar nativos con adornos de
oro. Fue informado de que este metal se
extraía en minas, tierra adentro, y tam-
bién se recogía en los ríos. Tales nuevas
indujeron a la idea de establecer, en vez
de un puerto para el comercio, una colo-
nia para conseguir oro. No obstante, la
colonia bautizada con el nombre de Santa
María de Belén, en territorio panameño,
fue un fracaso.
Colón volvió a las Antillas, desde
donde emprendió el retorno a España el
12 de septiembre de 1504. Desembarcó
en Sanlúcar de Barrameda el 7 de noviem-
bre del mismo año. Concluía el último y más
aventurado y decepcionante de sus cuatro
viajes. Para los nativos centroamericanos
estos primeros contactos tampoco signifi-
caron gran cosa, pues no hubo conquista
ni mayores intercambios comerciales. Lejos
estaban de pensar que estas exploraciones
extranjeras abrirían el camino a futuras ex-
pediciones que hirieron el corazón mismo
de sus culturas y significaron para mu-
chas de ellas el principio del fin.
En su último viaje a América,
Colón bordeó la costa
caribeña de Centroamérica
desde Honduras hasta
Panamá.
Historia del istmo centroamericano156
l fenómeno de la conquista de
América es único en la histo-
ria de la expansión europea.
Iniciada en las islas del Cari-
be a finales del siglo XV, se extendió a
tierra firme en la primera mitad del si-
glo XVI. En términos de su extensión, los
territorios conquistados se ampliaron
entre 1493 y 1560 de la manera si-
guiente:
50 000 km2 entre 1493 y 1500
250 000 km2 entre 1502 y 1515
2 000 000 km2 entre 1520 y 1540
500 000 km2 entre 1540 y 1560
El período de mayor expansión, entre
1520 y 1540, corresponde con la con-
quista de México y Centroamérica, la
cual se ubica entre la ocupación espa-
ñola del Caribe y los procesos de con-
quista en Sudamérica, a saber:
• Entre 1493 y 1520, los españoles con-
quistaron buena parte del Caribe.
Consiguieron controlar las Antillas
Mayores y las costas caribeñas del ist-
mo de Panamá. Las poblaciones nati-
vas fueron exterminadas casi en su
totalidad.
• Entre 1520 y 1534 se produjo la con-
quista del poderoso imperio azteca y
de la región centroamericana.
• Entre 1534 y 1555 la conquista se ex-
tendió hacia las regiones periféricas
e interiores de Sudamérica. Se domi-
nó al imperio de los incas, al igual
que extensas regiones de Venezuela,
Colombia, Chile y Argentina.
La conquista de Centroamérica con-
sistió en una especie de operación tena-
za: desde México por el norte, desde
LA CONQUISTA DE CENTROAMÉRICA
ELos mayores esfuerzos
militares de la Conquista se
hicieron en México y Perú,
los núcleos de las principales
entidades políticas: los incas
y los aztecas. Sin embargo,
expediciones españolas
deambularon por todo el sur
de lo que es ahora los Estados
Unidos, el sur de Chile,
y llegaron hasta el Amazonas.
La conquista de Centroamérica (1492-1542) 157
Panamá por el sur. Una peculiaridad fue
que en algunos puntos del istmo hubo
enfrentamientos y disputas entre los mis-
mos conquistadores por el control de los
nuevos territorios, reflejo de las ambicio-
nes contrapuestas de los expedicionarios,
ya que su móvil principal fue la búsqueda
del oro. Para las poblaciones sometidas,
la conquista significó capturas masivas
de indios para venderlos como esclavos
y trabajos en condiciones inhumanas,
además de la propagación de epidemias
y la destrucción de pueblos enteros. Es-
tas fueron las notas macabras de la con-
quista.
La conquista de Panamá
Se considera a Rodrigo de Bastidas como
el descubridor del istmo de Panamá, pues
tocó tierra firme en la Guajira y Puerto
Escribano en 1501, un año antes de que
Colón arribara a esas costas en su último
viaje. En 1504 llegó una expedición a
Panamá al mando de Diego de Nicue-
sa, a quien cuatro años más tarde se le
asignó el gobierno de la Provincia de
Castilla del Oro, que incluía desde el golfo
de Urabá hasta Cabo de Gracias a Dios.
Ese fue el punto de partida de la coloniza-
ción de Panamá. En 1510 partió de la isla
de Santo Domingo una nueva expedición
Los esfuerzos de conquista
de los españoles
en Centroamérica
se concentraron
en la vertiente del Pacífico,
donde estaba la población
indígena.
Historia del istmo centroamericano158
dirigida por Martín Fernández de Enci-
so, la cual fundó la ciudad de Santa
María de la Antigua en la región del Da-
rién, la primera del continente americano.
En esos tiempos el Darién tenía fama de
ser una región densamente poblada.
El 25 de septiembre de 1513, uno
de los expedicionarios de Enciso, Vasco
Núñez de Balboa, avistó el océano Pa-
cífico. Su descubrimiento le valió el títu-
lo de adelantado y la gobernación de
Panamá y Coiba, pero su poder no duró
mucho tiempo, ya que en 1514 salió Pe-
drarias Dávila de España como capitán
de una formidable expedición compues-
ta con 19 navíos en los que venían 1 500
hombres armados. Traían toda clase de
semillas de plantas desconocidas en
América, ganado bovino, ovino y mu-
lar, aves de corral, aperos de labranza
agrícola y herramientas de artesanos.
Pedrarias fue recibido por Balboa en
Santa María “con quinientos” españo-
les que se hallaban establecidos en el
lugar. La ciudad contaba, además, con
más de 1 500 indios que servían a los
españoles.
Pedrarias consideró que había que
apresurar la conquista, pero el nuevo ata-
que español provocó una tenaz y firme
oposición de los indios. Varios asenta-
mientos españoles como Fonseca, Dávi-
la, Santa Cruz y el fuerte Tubanamá fue-
ron destruidos por los indios. Pedrarias
decidió crear dos nuevos poblados. En
1515, fundó Acla en la vertiente oriental
del país. Su función original era la de
consolidar el territorio conquistado. Pos-
teriormente sirvió de punto de partida de
expediciones hacia el sur.
Años más tarde, en 1519, después
de ejecutar en Acla a Balboa, Pedra-
rias decidió la fundación de una nueva
ciudad. Una expedición compuesta con
trescientos hombres se dirigió al sitio
“más angosto y estrecho de la tierra, de
la una mar a la otra” para fundar en
medio de un poblado de pescadores la
ciudad de Panamá. El lugar sirvió pocos
años después como base de varias ex-
pediciones conquistadoras al resto del
área centroamericana. La conquista de
Panamá duró varios años. Desde las ex-
pediciones de Nicuesa en 1510 hasta la
década de 1520, los indígenas tuvieron
que soportar el asedio continuo de los sol-
dados españoles. En las descripciones del
cronista Gonzalo Fernández de Ovie-
do, el gobernador Pedrarias Dávila sur-
ge como la figura más cruel. Es cierto
que Gonzalo Fernández de Oviedo era ene-
Vasco Núñez de Balboa llegó
al Océano Pacífico
atravesando el istmo
de Panamá, en septiembre
de 1513.
La importación de esclavos
del África para sustituir
la mano de obra indígena
que moría de enfermedades
y malos tratos fue
uno de los episodios más
ominosos de la historia
de Occidente.
La conquista de Centroamérica (1492-1542) 159
migo de Pedrarias, pero no hay duda al-
guna de que muchos poblados fueron arra-
sados. La despoblación llegó a tales extre-
mos que, a partir de 1527, fue necesario
importar esclavos indios de otros lugares,
en particular de Nicaragua. Más tarde se
hizo necesaria la importación de esclavos
africanos, que significó la sustitución casi
por completo de la población original.
La conquista de Nicaragua
En 1518 salió de España una expedición
al mando de Gil González Dávila con rum-
bo al Darién, donde encontró la hostili-
dad del gobernador de Castilla de Oro,
Pedrarias Dávila. Desobedeciendo las ór-
denes del rey, éste se negó a entregar a Gil
González los barcos que le había quitado
a Vasco Núñez de Balboa. Gil González,
sin embargo, logró fabricar sus propias
naves y emprendió un viaje por la costa del
Pacífico hasta Chiriquí. Recorrió luego, por
tierra, toda la costa hasta las tierras de los
caciques Nicarao y Diriangén, en el sur de
Nicaragua. Los indios de la región le di-
jeron que hacia el norte se encontraban
riquezas y grandes poblaciones, por lo que
Gil González avanzó en esa dirección, en-
trando en abril de 1523 a la tierra del caci-
que Nicarao, ubicada entre los actuales
poblados de Rivas y San Jorge. Fue recibi-
do en paz y entabló conversaciones e in-
tercambios con el jefe indio.
El cronista Francisco López de Gó-
mara relata así el primer encuentro en
tierra nicaragüense entre el conquistador
español, Gil González Dávila, y el caci-
que Nicarao: “Pasó grandes pláticas y
disputas con Gil González y religiosos,
[el cacique] sabio en sus ritos y antigüe-
dades”. Notando la sed de oro de los
soldados españoles, Nicarao les pregun-
tó “para qué tan pocos hombres querían
tanto oro”. Y añade el cronista: “cierta-
mente fue un admirable razonamiento...
y nunca indio, a lo que alcanzo, habló
como él a nuestros españoles”.
A poca distancia de donde vivía
Nicarao, Gil González tomó posesión del
lago Cocibolca en nombre de Castilla. Al
cabo de recorrer unos ochenta kilómetros
llegó al territorio del cacique Diriangén.
Acompañado de 500 hombres y 17 mu-
jeres, el jefe indio le hizo regalo de pavos
y de oro, cuyo peso era de “dieciocho mil
castellanos”. Diriangén, sin embargo, ata-
có posteriormente a los españoles en la
primera batalla que se libró entre los con-
quistadores y los indios en esa región.
Esta escena del Lienzo
de Tlaxcala muestra
a los conquistadores españoles
luchando contra los guerreros
indígenas en Masaya,
Nicaragua.
Historia del istmo centroamericano160
Pedro de Alvarado, jefe
de los ejércitos indohispanos
que conquistaron buena parte
de las actuales repúblicas
de Guatemala y El Salvador.
Después de estos logros,
Alvarado se afanó
infructuosamente
en organizar una expedición
hacia el Perú. Sus últimos
años los pasó peleando
en el norte de México, donde
murió después de que
su caballo le cayera encima.
Iglesia de la Merced, en
Granada. Los españoles
decidieron asentarse
en Granada por su ubicación
en las riberas del Gran Lago
y la concentración de
población indígena en la zona.
Gil González emprendió el repliegue ha-
cia el sur. Al pasar por las tierras de Ni-
carao fue recibido con hostilidad, lo que
le obligó a seguir hasta llegar al lugar
donde se hallaban los navíos de Andrés
Niño, quien, mientras Gil González ex-
ploraba por tierra, había emprendido una
expedición a lo largo de la costa del Pa-
cífico de Nicaragua hasta el golfo que
bautizó con el nombre de Fonseca. Niño
también exploró la costa de lo que hoy es
El Salvador antes de regresar a Panamá
junto con Gil González en junio de 1523.
Los resultados de las expediciones
de Gil González y Andrés Niño se difun-
dieron rápidamente, pues habían vuelto
con regular cantidad de oro. Además,
ahora se tenía conocimiento de tierras al
norte y de los accidentes principales de
la costa. Sin embargo, Gil González no
había logrado establecer dominio algu-
no sobre los indios.
A finales de 1523, Pedrarias envió
una expedición al mando del capitán Fran-
cisco Hernández de Córdoba, compuesta
por unos doscientos soldados españoles y
unos cuantos esclavos negros. En 1524 fun-
dó las ciudades de León y Granada, las
principales poblaciones de la que más tar-
de sería la provincia de Nicaragua, y la
Villa de Bruselas, hoy Costa Rica. En los
enfrentamientos con los indios, el pueblo
de Managua, a orillas del lago Xolotlán,
fue casi destruido. Ese mismo año de 1524
comenzaron a salir oro y esclavos indios
de Nicaragua hacia Panamá. A pesar de
que en 1543 se fundó la ciudad de la Nue-
va Segovia al noreste del país, ésta no pros-
peró ante el ataque de los indios vecinos,
por lo que el avance conquistador se detu-
vo en el centro del país. Casi dos tercios del
territorio de la actual República de Nicara-
gua quedaron fuera del dominio español.
La conquista de Guatemala
En 1519, Hernán Cortés desembarcó
en Veracruz y, tras una larga marcha
y negociaciones con los indios, llegó a Te-
nochtitlan, la capital de los aztecas. Des-
pués de consolidar en dos años su dominio
sobre los territorios de lo que fuera el “im-
perio azteca”, decidió enviar a dos de sus
capitanes, Pedro de Alvarado y Cristóbal
de Olid, hacia el sur. Había recibido em-
bajadas de los cakchiqueles de Guatema-
la y noticias de hostilidades contra los
pueblos sometidos en Soconusco, así como
de tierras ricas en metales preciosos en el
La conquista de Centroamérica (1492-1542) 161
istmo. Alvarado debía dirigirse hacia las
tierras del Pacífico, y Olid, por su lado,
hacia el golfo de Honduras.
Alvarado salió de Tenochtitlan a fi-
nales de 1523. Su expedición se compo-
nía de 120 soldados de caballería y 300
de infantería, además de un regular nú-
mero de guerreros indios aliados. Antes
de emprender la marcha hacia el sur, Al-
varado había estado en el Soconusco,
donde sentó las bases de una alianza con
el rey cakchiquel.
En febrero de 1524, el ejército de
Alvarado entró en territorio quiché. En las
cercanías de Xelajú (actual Quezaltenan-
go) se enfrentó y derrotó a los guerreros
quichés, quienes opusieron una férrea re-
sistencia bajo el mando de Tecún Umán.
Los quichés entonces invitaron a Alvarado
a su capital Kumarcaaj (Utatlán) para dis-
cutir los términos de la rendición, pero apro-
vecharon para llevar a cabo una última
acción armada contra el invasor. La res-
puesta de los españoles fue drástica:
después de derrotar a los guerreros qui-
chés, Alvarado capturó a sus jefes y los con-
denó a morir quemados, además de
ordenar la destrucción de la capital quiché.
A principios de abril de 1524, sa-
lió Alvarado hacia Iximché, capital de los
cakchiqueles. Desde allí preparó expedi-
ciones hacia el sur, a las regiones del lago
de Atitlán y de Escuintla, en la planicie
costera del Pacífico. En dos meses, du-
rante abril y mayo de 1524, sometió al
dominio español a sus poblaciones. Así,
en un corto período, Alvarado había con-
quistado los principales centros mayas en
Guatemala.
Posteriormente, entre 1525 y 1530,
los españoles organizaron expediciones
para tomar control de las poblaciones in-
dígenas de la sierra de los Cuchumata-
nes, quienes, tras una fiera resistencia y
repetidas batallas, fueron derrotados por
los conquistadores. Durante ese período, los
cakchiqueles, antiguos aliados de Alva-
rado, se rebelaron por el tratamiento bru-
tal que recibían. La rebelión de los cakchi-
queles puso en serios aprietos a los
colonos españoles antes de 1532, pero
al final fueron también reducidos por la
fuerza al dominio español. De 1532 a
1534, varios ejércitos españoles que ope-
raban desde la nueva capital establecida
en la original Santiago de los Caballeros
(Ciudad Vieja) se desplazaron para so-
focar resistencias focalizadas y para ter-
minar de conquistar el área del oriente,
La batalla de Quezaltenango,
según el Lienzo de Tlaxcala,
elaborado por los tlaxcaltecas
de México hacia mediados
del siglo XVI para apoyar
sus peticiones de que se
les exonerara del pago
de tributos en reconocimiento
a la ayuda que prestaron a
Hernán Cortés durante
la conquista del imperio
azteca.
Historia del istmo centroamericano162
cuzcalco, los conquistadores siguieron
hacia Azacualpa, que los indios habían
abandonado. Desde allí se dirigieron ha-
cia Ateos (Atehuán), donde recibieron a
los enviados de los señores de Cuscatlán,
capital de los pipiles, quienes traían men-
sajes de paz.
Cuando los españoles llegaron a
Cuscatlán, la hallaron casi desierta y se
ordenó apresar a cuantos indios se pudie-
se para reducirlos a esclavitud. Alvarado
regresó a Guatemala con la frustración de
no haber encontrado oro ni otras rique-
zas en El Salvador. Al año siguiente, los
españoles volvieron a Cuscatlán y funda-
ron la ciudad de San Salvador. La región
occidental de El Salvador fue sometida en
su totalidad nueve años después de la en-
trada inicial de Alvarado.
El dominio español de la región
oriental de El Salvador comenzó en 1529
cuando soldados españoles cruzaron el
río Lempa. Al año siguiente, fuerzas pro-
cedentes de Guatemala fundaron San Mi-
guel de la Frontera. La expedición había
sido enviada para evitar que Pedrarias
Dávila, para entonces en Nicaragua, pe-
netrara en territorio salvadoreño.
La conquista de Honduras
Las expediciones de exploración y con-
quista de Honduras procedieron de lu-
gares diferentes: de la isla de la Espa-
ñola, bajo el mando de Gil González
Dávila; de México y Guatemala, dirigida
por Cristóbal de Olid y Francisco de las
Escena de la batalla
de Acajutla según el Lienzo de
Tlaxcala. En esta batalla,
los izalcos mostraron una fiera
resistencia contra las fuerzas
combinadas de españoles
e indígenas tlaxcaltecas.
El mismo Pedro de Alvarado
fue herido, tal como
lo describe con sus propias
palabras: “Me dieron
un flechazo que me pasó
la pierna... de la cual herida
quedo lisiado, que me quedó
la una pierna más corta que
la otra, bien cuatro dedos...” poblada por los chorti. Para 1544, los
españoles dominaban casi todo Guatema-
la, excepto por la región montañosa de la
Alta Verapaz, “tierra de guerra”, que con-
quistaría pacíficamente fray Bartolomé de
las Casas evangelizando a los indios.
Mientras, la región selvática del Petén per-
maneció inhóspita y rebelde hasta el siglo
XVIII, bajo el control de los indios itzaes.
La conquista de El Salvador
La conquista del territorio salvadoreño fue
una prolongación de la de Guatemala, a
partir del establecimiento del dominio
español en la región de Escuintla. En efec-
to, al salir Alvarado de este lugar, mar-
chó hacia la costa del Pacífico en direc-
ción sureste. Cerca de Acajutla, los
españoles y sus aliados indígenas se en-
frentaron a un considerable número de
guerreros pipiles a quienes vencieron, no
sin dificultad; el mismo Alvarado fue heri-
do seriamente en una pierna por una lan-
za indígena. Tras vencer de nuevo en Ta-
La conquista de Centroamérica (1492-1542) 163
Casas, enviados por Hernán Cortés en
1524, y por el mismo Cortés posteriormen-
te; de Panamá, comandadas por Andrés
Niño y Gil González; y de Nicaragua al
mando de Francisco Hernández de Cór-
doba, enviado por el gobernador Pedra-
rias Dávila.
La primera expedición que tocó tie-
rra hondureña fue la de Andrés Niño, en
1522. El 5 de marzo de ese año, Niño tomó
posesión de la isla de la Petronila en el gol-
fo de Fonseca. Dos años más tarde, Gil
González salió de la isla de la Española
con rumbo a Honduras, con el fin de bus-
car el famoso “estrecho dudoso”, es decir,
la conexión entre el Océano Pacífico y el
Océano Atlántico que supuestamente de-
bía existir entre el golfo de Honduras y el
de Fonseca. Al llegar a la costa de Guay-
mura, el mal tiempo lo obligó a echar al
mar varios caballos de los que traía. Fue
por eso que bautizó el lugar con el nombre
de Puerto Caballos, hoy Puerto Cortés.
En 1524 también, Hernán Cortés
envió a Cristóbal de Olid a Honduras
desde México, con el mismo propósito de
encontrar el “estrecho dudoso”, pero evi-
dentemente con el objetivo de extender
sus dominios hacia el sur. Después de
desembarcar en Honduras, Olid se rebe-
ló contra Cortés quien, informado de la
traición de su subalterno, envió a Fran-
cisco de las Casas por mar para castigar
su desobediencia. Por el mal tiempo, los
barcos de Francisco de las Casas naufra-
garon frente a la costa en medio de una
batalla con las fuerzas de Olid, y fue cap-
turado por el capitán rebelde. Había,
ahora, tres conquistadores en territorio
hondureño: Gil González, las Casas y
Olid, quien encarceló a los dos primeros,
pero éstos lograron escapar y ejecuta-
ron a Olid. González y las Casas termi-
naron juntando a sus hombres en una
sola expedición, que estableció una colo-
nia en Trujillo. Por su lado, Francisco Her-
nández de Córdoba envió desde León una
fuerza expedicionaria al mando de Her-
nando de Soto, la que se enfrentó en Olan-
cho a la tropa de Gil González. Derrotado,
Hernández de Córdoba regresó a León.
Hernán Cortés, entre tanto, igno-
rante de lo que ocurría en Honduras, en
1525 salió de México con 140 españo-
les y 3 000 guerreros indígenas mexica-
nos, de los cuales la mayor parte sucum-
bió en el camino, ya que llegaron con él
a Honduras apenas treinta, después de
cruzar por los pantanos y las selvas del
Petén en la más desastrosa de las expe-
diciones españolas. El conflicto en Hon-
duras comenzó a apaciguarse y, de re-
greso a México, Cortés dejó en su lugar
a Hernando de Saavedra, quien tuvo que
enfrentar la sublevación de los indios de
Olancho. La resistencia comenzó hacia
1528, cuando los indios de los alrede-
dores de Trujillo, fundado en 1525, y del
valle de Olancho se rebelaron contra los
malos tratos y la esclavitud.
El caso es que los funcionarios es-
pañoles no hicieron nada para impedir
Hernán Cortés, jefe
de la expedición española
que conquistó Tenochtitlan.
Posteriormente recibió el título
de Marqués del Valle
y muchas encomiendas
que lo convirtieron
en uno de los hombres
más ricos de su tiempo.
Historia del istmo centroamericano164
los maltratos y la esclavitud de los indí-
genas. La Audiencia de Santo Domingo
había nombrado a Diego López de Sal-
cedo gobernador de Honduras, en 1526.
Bajo su administración, la esclavitud in-
dígena aumentó considerablemente y la
disputa por los territorios y los esclavos
se agudizó entre Trujillo y León. Los hom-
bres de Pedrarias capturaron a López de
Salcedo y lo mandaron preso a León,
donde Pedrarias lo tuvo encarcelado du-
rante seis meses. En 1529, Andrés de
Cerezeda asumió el gobierno. Bajo su ad-
ministración, miles de indios fueron cap-
turados y vendidos como esclavos en las
Antillas.
En 1530, la resistencia indígena se
hallaba generalizada y dirigida por Co-
zumba en el noroccidente del país. La
resistencia fue vencida por Pedro de Al-
varado quien, auxiliado por indios gua-
temaltecos, en 1536 tomó y destruyó con
sus huestes la capital rebelde, Cerro Pa-
lenque. Ese mismo año, el cacique Lem-
pira logró reunir a 30 000 indios en
Cerquín para luchar contra los españo-
les. En el Valle de Comayagua y en otras
regiones proliferaron simultáneamente
movimientos de resistencia.
No fue sino hasta 1539 cuando
Francisco de Montejo, nombrado gober-
nador de Honduras desde 1535, logró
sofocar los levantamientos indígenas en
el centro y el occidente, pero la resis-
tencia en el oriente persistió. En 1542,
1544 y 1546 hubo nuevos levantamientos
en la región de “las minas de Olancho”.
Por su parte, Montejo se instaló en Santa
María de Comayagua, una región mi-
nera fundada en 1537. Larga y difícil,
anárquica y conflictiva fue, pues, la con-
quista de Honduras. Una tercera parte
del territorio de esa gobernación que-
dó fuera del control español hasta el si-
glo XVIII.
La conquista de Costa Rica
La conquista de Costa Rica revistió ca-
racterísticas especiales. Iniciada en 1519,
sólo concluyó después de un largo inter-
valo, en 1573. Aun así, varios grupos
indígenas no pudieron ser sometidos al
dominio español.
En 1516, una expedición explora-
dora, dirigida por Juan de Castañeda y
Hernán Ponce de León, llegó a Nicoya.
Antes de entrar en combate
contra los españoles,
los guerreros indígenas
celebraban ritos propiciatorios
para alcanzar la victoria, tal
como se aprecia en esta
ilustración.
La conquista de Centroamérica (1492-1542) 165
Refiriéndose a esta expedición, fray Bar-
tolomé de las Casas escribió lo siguiente:
“hallaron un golfo... lleno de islas, y es
puerto cerrado admirable; llámanle los
indios Chira... es una provincia muy fértil
y graciosa de Nicaragua”. Con relación a
la recepción que hicieran los indios a los
expedicionarios, escribe que rodearon a
los navíos españoles “gran número de
canoas, llenas de gente armada... que
apareció en la costa con sus trompetillas
o cornetas haciendo grandes... amenazas;
pero tirados algunos tiros de pólvora,
no quedó hombre en la mar ni en la
tierra que huyendo no volase”. Pese al
miedo que metieron inicialmente a los na-
tivos con el estruendo de sus armas de
fuego, los españoles no lograron estable-
cer dominio alguno sobre el territorio ante
la resistencia montada por los indios.
En 1522, la expedición encabezada
por Gil González entró por tierra a Costa
Rica desde Panamá, recorrió parte del
territorio que se conoce hoy con el nom-
bre de Guanacaste y siguió de paso hacia
Nicaragua. A su retorno a Panamá el año
siguiente, Gil González tampoco intentó
conquistar grupo alguno en Nicoya. A fi-
nes de 1523, el gobernador de Panamá,
Pedrarias Dávila, envió una expedición al
mando de Francisco Hernández de Córdo-
ba con el fin de evitar que Gil González
tomase ventaja a su expedición. Hernán-
dez de Córdoba fundó la villa de Bruselas,
en la franja costera oriental del golfo de
Nicoya, cerca de donde encontró oro. Des-
de Bruselas, Andrés Garabito hizo un in-
tento infructuoso por conquistar el territorio
de los indios huetar pero no fue sino unos
cuarenta años más tarde cuando se realizó
la conquista de Costa Rica.
En 1560, Juan de Cavallón asumió
los cargos de gobernador de Nicaragua
y alcalde mayor de Nicoya. Fue Cava-
llón quien organizó el primer intento sis-
temático de conquista de Costa Rica a
partir de dos expediciones, una hacia la
costa del Caribe y la otra bordeando el
Pacífico. La del mar Caribe fue un fraca-
so y la del Pacífico no resultó más que en
la fundación, en el Valle Central, del Cas-
tillo Garcimuñoz, donde los indios veci-
nos siguieron presentando una fuerte
resistencia.
En 1562 Juan Vásquez de Coro-
nado fue nombrado alcalde mayor de
Nueva Cartago y Costa Rica. En 1563
conquistó varios territorios en el Valle
Central y fundó la ciudad de Cartago,
capital de Costa Rica durante toda la
época colonial. Durante el resto de la dé-
cada de 1560 la resistencia indígena
siguió sin tregua frente a diversas ex-
pediciones españolas que intentaban
controlar todo el Valle Central y zonas cos-
teras. Sin embargo, no fue sino hasta en
1573 cuando las fuerzas al mando del nue-
vo gobernador, Alonso Anguciana de Gam-
boa, pacificaron el Valle Central, momento
en que las poblaciones indígenas ya ha-
bían sido debilitadas por el acoso español
y diezmadas por las enfermedades.
Juan Vásquez de Coronado,
uno de los conquistadores
de Costa Rica.
Juan Cavallón, gobernador
de Nicaragua.
Historia del istmo centroamericano166
CONCLUSIÓN
La expansión del poder español desde comienzos del siglo XVI afectó de ma-
nera dramática a las sociedades nativas establecidas, desde miles de años
atrás, en lo que hoy es Centroamérica. El último viaje de Colón despejó la
ruta a expediciones militares emprendidas de 1523 en adelante. Partiendo
de México, en el norte, y de Panamá, en el sur, estas expediciones bélicas resultaron
en el sometimiento al dominio español, a veces fulminante, a veces paulatino, de los
pueblos asentados en el istmo centroamericano. En 1560, este proceso, conocido
como la Conquista, había concluido, aunque muchas zonas poco pobladas como
el Petén, La Mosquitia (o Taguzgalpa) y la Tologalpa y Talamanca quedarían fue-
ra del control español por siglos todavía.
Representación desde la óptica
indígena de la conquista
española de la ciudad
de Texcoco, uno
de los principales núcleos
poblacionales del México
prehispánico.
Juan Luis Rodríguez Sibaja
Iconos en cruz (Políptico)
Polvos de piedra y piedras sobre yute
1994
Costa Rica
El establecimiento del dominio español (1542-1600) 171
Murieron vuestros abuelos y junto con ellos murieron el hijo del rey y sus hermanos yparientes. Así fue como nosotros quedamos huérfanos ¡oh hijos míos! Así quedamos
cuando éramos jóvenes. Todos quedamos así. ¡Para morir nacimos!
“Memorial de Sololá” de los indios cakchiqueles
U
INTRODUCCIÓN
La conversión de los indios
al cristianismo fue
indispensable para lograr
su incorporación plena
a la sociedad colonial. Aun
así, muchas comunidades
indígenas conservaron
prácticas religiosas heredadas
de sus antepasados que
los eclesiásticos no pudieron
erradicar.
na vez concluida la conquista de la mayor parte del territorio centroameri-
cano se inició su organización política, social, económica y cultural bajo el
control de la Corona española. La derrota militar de los aborígenes por las
huestes españolas fue más que un simple episodio bélico, o más que el
desenlace de una guerra corriente. Fue, por una parte, el fin de un proceso histórico
—el aborigen— iniciado hacía unos 10 000 años y, por otra, el comienzo de un
proceso sociohistórico del que somos herederos.
En los inicios de este proceso, el acontecimiento más dramático fue la disminu-
ción en proporciones elevadas de la población indígena por causas de naturaleza
diversa. Sobre los escombros de la antigua sociedad indígena se comenzó a levantar
una sociedad de inspiración hispánica con algunos remanentes indígenas. Al mismo
tiempo, se montaron sobre la herencia indígena nuevos sistemas económicos, socia-
les y culturales. Y esos sistemas, y las formaciones sociales derivadas, interactuaron y
sintetizaron nuevos fenómenos socioculturales de nuestra propia manufactura. Tal fue
el origen de nuestras actuales sociedades centroamericanas.
Los españoles llegan al valle
de México, según el Códice
Florentino.
Historia del istmo centroamericano172
ntre 1523 y 1542 finalizó el
aislamiento en que habían vi-
vido las sociedades indígenas
centroamericanas, que hasta
entonces sólo habían tenido contacto con
sus vecinos más inmediatos. La llegada
de los españoles les puso en relación con
guerreros cuyas armas producían destruc-
ción y muerte, y con colonizadores que tra-
jeron consigo plantas y animales ex-
traños pero, sobre todo, enfermedades
que les eran del todo desconocidas y
contra las cuales no tenían inmunidad al-
guna. En consecuencia, la población in-
dígena experimentó una baja enorme.
Los autores divergen en sus cálcu-
los sobre el número de habitantes que
poblaban Centroamérica antes de la lle-
gada de los europeos. Tampoco están de
acuerdo sobre la cifra de la disminución
de los nativos después del contacto. A
pesar de estas divergencias, hay un con-
senso sobre el fenómeno global: la po-
blación indígena bajó en enormes propor-
ciones.
Desde una posición conservadora
puede afirmarse que la población indíge-
na centroamericana disminuyó en 90% en-
tre 1502 y 1600. El período más desas-
troso ocurrió entre 1523 y 1545, cuando
se redujo fuertemente en algunos lugares
y en otros desapareció por completo.
La primera causa de la baja de la
población, mas no la más importante, fue
la guerra entre indios y españoles, que dejó
un saldo entre los primeros, difícil de pre-
cisar. Una vez victoriosos, los conquista-
dores impusieron una explotación cruel y
despiadada sobre los indios. Muchos ven-
cidos fueron calificados de “rebeldes” y
esclavizados de acuerdo con una tradición
y un estatuto legal que, por cierto, ya ha-
bía sido derogado. Cualquier oposición o
resistencia indígena era duramente repri-
mida. Los malos tratos y vejámenes eran
corrientes y generalizados antes de 1544.
El primer sistema jurídico para
normar las relaciones entre indígenas y
EL DESCENSO DE LA POBLACIÓN INDÍGENA
E
Los españoles obligaron
a los indígenas a realizar
trabajos bajo diversas formas
de organización de la mano
de obra, desde la esclavitud
hasta el trabajo asalariado
obligatorio. Dicha explotación
contribuyó a mermar
la población indígena.
El establecimiento del dominio español (1542-1600) 173
españoles fue la encomienda. Ésta era un
favor concedido por el rey a los conquis-
tadores para compensarlos por los tra-
bajos realizados en la guerra contra los
indígenas. El beneficiado recibía de los in-
dígenas un ingreso determinado en pro-
ductos y servicios. Como contrapartida,
el encomendero tenía la obligación de
defender los derechos del rey en el terri-
torio de su encomienda, proteger a los
propios indígenas contra terceros, y ase-
gurar su conversión a la fe cristiana.
Este tipo de sometimiento laboral
generó innumerables abusos y se apro-
vechó para esclavizar al indígena. En dos
regiones en particular, Honduras y Nica-
ragua, la principal causa de disminución
de la población nativa fue la esclavitud.
Los indígenas capturados en la guerra
eran esclavizados y posteriormente expor-
tados a las Antillas, a Panamá y al Perú.
Un cálculo, quizá exagerado, de la ex-
portación de indios esclavos desde Ni-
caragua se ubica entre doscientos mil y
quinientos mil. En 1530, 1535 y 1542
se prohibió la esclavitud de los indios,
salvo circunstancias muy especiales, pero
ya para entonces el daño estaba hecho:
para mediados del siglo, más de la mi-
tad de la población indígena se había
extinguido.
Los conquistadores españoles y los
esclavos africanos que fueron traídos pos-
teriormente eran portadores de enferme-
dades contra las que ellos ya habían
desarrollado cierta inmunidad, no así los
indígenas. La involuntaria “guerra micro-
biana” que se desató con la conquista fue
la principal causa de la disminución de la
población indígena en el conjunto del
área centroamericana, entre 1502 y
1600. Refiriéndose a las nuevas enfer-
medades, un historiador ha dicho recien-
temente: “La viruela era el capitán en esa
guerra, la fiebre tifoidea el primer teniente
y el sarampión, el segundo teniente.”
La mayor mortalidad ocurría duran-
te los momentos en que la enfermedad
adquiría características de epidemia. En
1519-1520, aun antes de la llegada de
los conquistadores a Guatemala, se pro-
pagó una peste de viruela que exterminó
a la tercera parte de la población en el
altiplano guatemalteco. Peor aún, se ex-
tendió a otras áreas centroamericanas.
Otras epidemias se desataron entre 1529
y 1586 desde Chiapas hasta Costa Rica
sin exceptuar a Honduras, El Salvador o
Nicaragua. El cuadro de la siguiente pá-
gina presenta la relación de estas “pes-
tes” del siglo XVI.
El conjunto de estas pestes constitu-
yó para la población del istmo una catás-
trofe demográfica, de la que no se recu-
peraría sino hasta mediados del siglo XIX.
La despoblación, a su vez, condicionó las
estructuras y los procesos sociales de la
colonización: desintegró familias y comu-
nidades, facilitó la aculturación, limitó el
crecimiento, dificultó el control político,
impulsó unas formas de explotación e im-
posibilitó otras.
La viruela fue la más terrible
de las enfermedades
introducidas por los europeos
en América. Se extendió
con más rapidez que
los mismos conquistadores,
debilitando la capacidad de
resistencia de las poblaciones
indígenas.
Historia del istmo centroamericano174
AÑOS LOCALIZACIÓN ENFERMEDADES
O SÍNTOMAS
IMPACTO
DEMOGRÁFICO
1519-1520
1529-1531
1532-1534
1545-1548
1563-1565
1570
1571
1573
1576-1577
1585-1586
Mortalidad muy alta: untercio de la poblacióntotal. Se extendió enmuchas áreas deCentroamérica despuésde la conquista deMéxico.
Mortalidad muy alta: deun tercio a la mitad dela población.
Mortalidad alta: unasseis mil muertes,equivalente a un terciode la población deNicaragua.
Mortalidad muy alta;Desaparecieron muchasaldeas.
La desnutricióny la enfermedad juntasprodujeron muchasmuertes.
Muchas muertesen Soconusco.
Mortalidad alta.
300 muertes en Nicoya.
Mortalidad muy alta.Desaparecieron muchasaldeas.
Mortalidad muy alta.
Viruela en la NuevaEspaña. Probablementeacompañada de pestepulmonaria o tifusen Centroamérica.
Peste neumónica,tabardillo en Chiapas,seguida de hambruna.
Sarampión.
Peste neumónica,llamada por losindígenas “gucumatz”.
Sequía y hambrunas,seguidas de epidemias.
Hambruna localy “fiebres”.
“Peste”.
Fiebres.
Peste neumónicay viruelas“matlazhuatl”.
Hambrunay enfermedades.
Altiplanoguatemalteco.
Nicaragua,Honduras yChiapas.
General.
General.
Guatemala.
Verapaz ySoconusco.
Guatemala yVerapaz.
Nicoya y CostaRica.
General.
Nicaragua.
EPIDEMIAS DEL SIGLO XVI
El establecimiento del dominio español (1542-1600) 175
ortugueses y españoles acudie-
ron al arbitraje del papa —máxi-
ma autoridad moral europea—
para zanjar las disputas surgi-
das en el avance de sus expediciones ex-
ploratorias y de conquista. En relación con
el hemisferio americano, hay dos documen-
tos fundamentales que sirvieron de base a
los monarcas españoles para justificar, más
tarde, la legitimidad de su dominio. Uno
de ellos, la bula papal Inter Caeterea
(1490), concedió a la Corona de Castilla
los territorios situados en el Atlántico, cien
leguas al este de las islas Azores y de Cabo
Verde. El otro, el tratado de Tordesillas de
1494, movió la línea fronteriza entre los
territorios de España y Portugal 270 leguas
al oeste de la línea anterior.
Desde el primer viaje de Colón, los
españoles tomaron posesión de los terri-
torios en el Nuevo Mundo a nombre de
los monarcas españoles. La colonización
se fundamentó en los derechos que el rey
supuestamente tenía sobre el continente
americano. Así, pues, cuando un grupo
indígena no reconocía voluntariamente la
autoridad española era sometido a la fuer-
za por los conquistadores y quedaba bajo
la autoridad del monarca español y de las
leyes del Reino de Castilla. Fue por eso
que una vez conquistados, los nativos
pasaron a ser súbditos de la Corona de
Castilla.
La instauración del poder real, me-
diante leyes, instituciones y funcionarios,
no fue tarea fácil. Tanto los conquista-
dores como sus descendientes entraron
en conflicto con la monarquía cuando
ésta intentó establecer su dominio en las
tierras conquistadas. La manzana de la
discordia era el tributo y el trabajo de los
indígenas, reglamentados inicialmente
por la encomienda. Pronto surgieron gra-
ves conflictos entre el rey y los conquistado-
res, en vista de que los beneficiarios de la
encomienda reclamaron el derecho per-
petuo para heredarla a sus sucesores. Por
otra parte, los malos tratos dados por los
encomenderos a los indígenas suscitaron
una fuertísima ola de protestas por parte
LA INSTAURACIÓN DEL DOMINIO ESPAÑOL
P
Los encomenderos, como
los que se representan aquí,
fueron los españoles más
privilegiados de los se
asentaron en Centroamérica.
Muchos españoles
no recibieron encomienda
alguna y terminaron viviendo
en relativa pobreza.
Historia del istmo centroamericano176
de la Iglesia y legitimaron el esfuerzo de
la Corona por rescatar la prerrogativa real.
En 1542 se dictó un conjunto de le-
yes conocidas como Leyes Nuevas. En ellas
se estipuló, entre otras disposiciones,
que, a la muerte del beneficiario inicial, la
encomienda volvería a ser propiedad del
rey, quien podía otorgarla a quien él qui-
siera, como una afirmación clara de su au-
toridad en el Nuevo Mundo. Todos los
beneficiarios de la encomienda levanta-
ron el grito al cielo. Hubo oposición en
toda América a ésta y a otras medidas rea-
les. En León de Nicaragua, los hermanos
Contreras se levantaron en armas contra
el poder real. El obispo Valdivieso, defen-
sor de los indios y de la autoridad del rey,
fue asesinado por Hernando Contreras el
26 de febrero de 1549. A pesar de la opo-
sición, el rey salió victorioso.
A mediados del siglo XVI ya se ha-
bía organizado un gobierno que abar-
caba al istmo, y en la cabeza se hallaba
el rey. En 1542 se creó la audiencia de los
Confines con sede en la ciudad de Gra-
cias, Honduras. Tenía jurisdicción sobre
Guatemala, El Salvador, Honduras y León
(que abarcaba a Costa Rica). En 1548 la
audiencia se trasladó a la ciudad de Gua-
temala. En el sur, se creó la audiencia de
Tierra Firme para Panamá.
Las audiencias eran los órganos ju-
diciales y centrales de gobierno y adminis-
tración de la Corona, bajo las que se halla-
ban organismos regionales o locales tales
como las gobernaciones, las alcaldías ma-
yores, los corregimientos, los cabildos de
españoles y de indios, las tesorerías, los
obispados, los curatos y las milicias. Es de-
cir, su jurisdicción era no sólo civil sino tam-
bién militar y religiosa. Todos dependían
del Consejo de Indias, con sede en España,
y en última instancia del rey mismo.
Los distintos funcionarios de las
audiencias tenían nombramiento real, al
igual que los gobernadores, alcaldes y
corregidores. Nadie podía ejercer juris-
dicción si no era a nombre del rey. Otro
tanto ocurría con las leyes a las que esta-
ban sujetos los súbditos, aunque los cabil-
dos españoles e indígenas elegían de
manera intermitente a sus alcaldes ordi-
narios y otros oficiales locales, igual que
Como se aprecia en este mapa,
casi todas las villas
de españoles de comienzos
del período colonial se
encuentran en la región
del Pacífico de Centroamérica,
reflejo de la mayor
concentración de población
indígena en esa zona.
El establecimiento del dominio español (1542-1600) 177
los gremios y las organizaciones autóno-
mas civiles y eclesiásticas.
La legislación colonial que fue sur-
giendo incorporó elementos de la tradi-
ción indígena anterior a la llegada de los
conquistadores y el derecho de la monar-
quía castellana. Las costumbres indígenas
se podían conservar, si no iban en contra
de las disposiciones legales españolas. Por
ejemplo, la propiedad comunitaria indí-
gena se conservó e incluso se legalizó. De
igual manera, los caciques conservaron sus
puestos en los pueblos de indios.
Estas instituciones y leyes nuevas se
impusieron sobre las poblaciones que
ocupaban los territorios de las dos au-
diencias: la audiencia de Guatemala, que
incluía una inmensa región en la que se
hallaban las gobernaciones de Soconus-
co, Honduras, Nicaragua y Costa Rica; y
la audiencia de Tierra Firme o Castilla del
Oro, mucho más pequeña, que cubría las
gobernaciones de Panamá y Veragua.
En 1574, había en el territorio de
la audiencia de Guatemala 19 poblados
de españoles, de los que 14 tenían el títu-
lo de ciudad. La población total de espa-
ñoles era de unos 2 200 vecinos, de los
cuales sólo la mitad eran encomenderos.
La población indígena dominada era de
unos 120 000 habitantes repartidos en
aproximadamente mil encomiendas. Ade-
más de las cuatro gobernaciones, en la
audiencia de Guatemala había tres al-
caldías mayores: Zapotitlán, Sonsonate y
Verapaz. El territorio estaba dividido, a
su vez, en cinco obispados: Guatemala
(que comprendía El Salvador), Coma-
yagua (Honduras), León (que incluía Ni-
caragua y Costa Rica), Verapaz (supri-
mido en 1603) y Ciudad Real (Chiapas).
En ellas se hallaban 16 monasterios de
dominicos, franciscanos y mercedarios.
En Guatemala existían, hacia fines
del siglo XVI, cinco poblados españoles:
dos ciudades y tres villas. De sus 1 300
Había cinco obispados
en el istmo centroamericano.
Cuatro pertenecían al Reino
de Guatemala y uno a Tierra
Firme (Panamá).
El convento de Nuestra
Señora de la Merced
en la ciudad de la Antigua
Guatemala, primera capital
del Reino de Guatemala.
Historia del istmo centroamericano178
vecinos españoles sólo 300 eran enco-
menderos. También había 300 pueblos
de indios con 45 000 tributarios. La cir-
cunscripción eclesiástica tenía 98 cura-
tos y cuatro conventos de dominicos, tres
de franciscanos y uno de mercedarios. La
ciudad de Guatemala tenía 500 vecinos,
de los que 70 eran encomenderos. En sus
alrededores había 140 pueblos de indios
con 22 000 tributarios. La audiencia es-
taba compuesta de un presidente, tres oi-
dores y un fiscal. La caja real estaba
servida por un tesorero y un contador. Fi-
nalmente, hay que señalar los dos hospita-
les: uno de indios y otro de españoles.
El Soconusco tenía un sólo pobla-
do de españoles y 33 pequeños pueblos
de indios con 2 000 tributarios. En Chia-
pas se hallaba Ciudad Real, hoy San
Cristóbal de las Casas, con 200 vecinos
españoles. Los indios eran 26 000. No
había gobernador, por eso los asuntos
corrían a cargo de los alcaldes ordina-
rios del cabildo español de Ciudad Real.
San Salvador tenía 150 vecinos es-
pañoles de los que 70 eran encomende-
ros. También había un monasterio de
dominicos. En su circunscripción se halla-
ban 80 pueblos de indios con 10 000 tri-
butarios. La villa de la Santísima Trinidad
de Sonsonate contaba con 400 vecinos es-
pañoles, pero las encomiendas en su terri-
torio pertenecían mayormente a vecinos
de la ciudad de Guatemala. La villa de
San Miguel, fundada por orden de Pedro
de Alvarado, tenía 130 vecinos y 80 pue-
blos de indios con 5 000 tributarios.
En 1582, Valladolid, Honduras, te-
nía 70 vecinos españoles de los cuales 22
tenían pueblos de indios en encomienda.
Era residencia del gobernador, del obis-
po, de los oficiales de finanzas y tenía su
cabildo de españoles. En ciudad de Gra-
cias, en donde había funcionado origi-
nalmente la audiencia, entre 1544 y 1548,
residían hacia 1582 un teniente de go-
bernador y justicia, el alcalde mayor, los
oficiales reales y el cabildo. Las otras ciu-
dades en Honduras eran San Pedro, con
20 vecinos, y Trujillo y San Jorge de Olan-
cho, con otros tantos. San Juan de Puerto
Plano del siglo XVIII
de la ciudad de Sonsonate
en el occidente de El Salvador
y, al fondo, el puerto
de Acajutla.
Las ruinas de la iglesia
de Cristo en la Antigua
Guatemala; al fondo,
el volcán de Agua.
El establecimiento del dominio español (1542-1600) 179
Caballos apenas llegaba a ocho vecinos.
Recientemente, en 1579, se había creado
la alcaldía mayor de Tegucigalpa en un
rico “real de minas”. La villa de la Cholu-
teca (“Jerez de la Frontera y de mis Rea-
les Tamarindos”), fundada por Alvarado,
tenía 30 vecinos en 1574.
Nicaragua tenía tres ciudades: León
y Granada, fundadas en 1524, y la Nue-
va Segovia, fundada en 1543. León era
la capital; en 1574 residían allí 150 ve-
cinos, de los cuales 100 eran encomen-
deros y los demás “pobladores y tra-
tantes”, además de un monasterio de
mercedarios. Residían allí también el go-
bernador, el obispo, los oficiales de las
cajas reales y el cabildo español. Grana-
da tenía 200 vecinos, la mitad de ellos
encomenderos bajo quienes había 7000
tributarios. Al sur se hallaba Nicoya, don-
de vivían 400 tributarios de la Corona
pero ningún español. La ciudad de Car-
tago, en la meseta central de Costa Rica,
tenía 60 vecinos.
En la gobernación de Panamá se
hallaban dos ciudades cuya función pri-
mordial era facilitar el traslado de la pla-
ta, a través del istmo, que iba del Perú a
España y de las mercancías que toma-
ban el camino contrario. En 1610, la ciu-
dad de Panamá, en el Pacífico, contaba
—igual que Guatemala— con 500 veci-
nos españoles y un gran número de ne-
gros y mulatos libres. Prácticamente todo
el mundo vivía de las actividades ligadas
al comercio. Sus habitantes, se dice, eran
“tratantes y mercaderes”. En la ciudad
residían los funcionarios de la audiencia,
cuyo presidente era también gobernador
y capitán general. Había una catedral y
varios conventos, además de un hospital.
El otro punto del eje de la ruta del
tránsito panameño era Portobelo, en el
Caribe, donde había, hacia 1610, 150
casas de españoles, negros y mulatos.
Portobelo se comunicaba con Panamá por
un camino muy fragoso de unos 80 km,
recorrido por mulas que cargaban plata
y mercancías de toda clase. Había dos
fuertes, uno a la entrada del puerto y el
otro a la de la ciudad, que protegían el
lugar contra cualquier incursión pirata. A
media legua se hallaba un poblado de ne-
gros libres bajo la autoridad de un capi-
tán español, que servían en la ciudad. En
la gobernación de Veragua funcionaba un
gran número de aserraderos, donde tra-
bajaban unos 4 000 negros aserradores
y oficiales para los astilleros vecinos.
La feria anual en Portobelo,
Panamá, que se celebraba
en ocasión de la llegada
de la flota de España
cargada de mercancías para
el Perú. Simultáneamente,
se embarcaba la plata
de las minas peruanas
para su envío a España.
Historia del istmo centroamericano180
partir del establecimiento de los
españoles en los territorios cen-
troamericanos se instauraron
nuevas formas de vida econó-
mica en la región. Sin desmantelar la
antigua economía indígena, se alteraron
la tecnología, las relaciones de produc-
ción y el comercio.
La primera (algunos dirían única)
obsesión de los conquistadores fue la
adquisición de metales preciosos. El oro
fue como un imán para los españoles del
siglo XVI, aunque en Centroamérica no
encontraron mucho. En los años que si-
guieron a la Conquista, miles de indios
fueron enviados a las zonas altas de Nica-
ragua y bajas de Honduras para buscar
oro en los ríos, pero el experimento fue
de corta duración y fatal para muchos
indígenas.
Pasado el ciclo del oro y de la es-
clavitud, se trasladó el interés hacia otros
sectores. Durante los siglos restantes de
dominación colonial se produjo una su-
cesión de ciclos económicos en búsque-
da de un producto de exportación
susceptible de sostener el nexo colonial
articulado al mercado interno. Es decir,
se buscaría producir aquellos bienes que
tendrían demanda en el mercado espa-
ñol y, por extensión, europeo, a cambio
de los cuales se podría importar lo que
no se producía en Centroamérica.
En el Soconusco, el cultivo del ca-
cao se hallaba fuertemente desarrollado,
al igual que en el valle de Sula donde,
sin embargo, la despoblación total obli-
gó al abandono de las plantaciones. Se
adoptó un mecanismo especial para con-
seguir cacao: los indígenas siguieron cul-
tivando el cacao, pero una buena parte
la entregaban a los españoles, ya fuera
en forma de tributo o en trueque por otros
productos. Las devastadoras epidemias
que se desataron en 1545 redujeron la
mano de obra indígena y la producción
LA NUEVA SOCIEDAD
A
Los españoles que tuvieron
posibilidad de controlar mano
de obra indígena la ponían
a trabajar en sus tierras
o en los llamados obrajes,
talleres donde se producían
telas para el mercado local.
El establecimiento del dominio español (1542-1600) 181
de cacao descendió, incluso en la re-
gión de Soconusco. Entonces, los espa-
ñoles comenzaron a pedir tributo en
cacao a indios de otras regiones como
Chiapas, Verapaz y Quezaltenango. Esto
obligó a muchos indígenas a trasladar-
se de esas regiones al Soconusco para
cosechar el cacao con el cual pagarían
el tributo pero, a pesar de ello, la pro-
ducción no se recuperó.
En Sonsonate también se exigió a
los indios el pago del tributo en cacao.
Eran los encomenderos de la ciudad de
Guatemala quienes controlaban el tribu-
to, exigiendo, además, a los indios de Los
Izalcos el pago de un impuesto sobre las
plantaciones de cacao. Aquí, como en So-
conusco, la producción entró en decaden-
cia como consecuencia del agotamiento
de los cacaotales y de la competencia de
otras regiones que empezaron a produ-
cir cacao a menor precio. Hacia 1590
había concluido el ciclo del cacao en Cen-
troamérica.
En resumidas cuentas, los colonos
de la audiencia habían ensayado con tres
En la región de Los Izalcos,
en el occidente salvadoreño,
el cultivo del cacao tuvo
una gran importancia
en los primeros años de vida
colonial. En esta ilustración,
un español inspecciona
la calidad del cacao que
se le va a entregar como
producto de su encomienda
mientras que el cacique
del pueblo, con camisa
blanca, observa.
La caña de azúcar se cultivó
en casi todas las regiones
de la Centroamérica colonial
para consumo doméstico
y para la fabricación
de aguardiente. En esta
ilustración, un trapiche
de madera, movido por mulas,
muele la caña.
Historia del istmo centroamericano182
productos de exportación durante el si-
glo XVI, de los cuales esperaban ganan-
cias abundantes y rápidas: el oro, los es-
clavos indios y el cacao. Un cuarto
producto, el añil, se había comenzado a
sembrar desde mediados del siglo. Este
tinte natural terminó sustituyendo a los
anteriores como principal producto de
exportación a principios del siglo XVII y
sobreviviría a las crisis coloniales hasta
el siglo XVIII, cuando experimentó su ma-
yor auge.
La economía tradicional indígena
sobrevivió, tanto para producir el susten-
to de los pueblos indígenas como com-
plemento de la producción que deman-
daban los colonos españoles. Los cultivos
de maíz, frijol, tomate, calabaza y algo-
dón se siguieron practicando. Pronto, sin
embargo, diversos cultivos y animales do-
mésticos europeos se hicieron presentes
en la comunidad indígena: cerdos, ove-
jas, cabras, aves de corral, cítricos y otros
árboles frutales. El cultivo del trigo se in-
trodujo con éxito en Guatemala y en la
meseta central costarricense. La gana-
dería cobró un auge extraordinario en
algunas regiones como Nicaragua y
Honduras, donde también se desarrolló
entonces la minería de plata. Eventual-
mente se introdujeron otras plantas de ori-
gen asiático y africano: la caña de azú-
car, los plátanos y el mango.
A nivel de las técnicas de produc-
ción, hubo varias innovaciones impor-
tantes en el agro, incluido el uso de
mejores herramientas agrícolas, como el
arado y el hacha. Los medios de trans-
porte, que en tiempos indígenas estaban
limitados a los cargadores humanos y a
las canoas, se transformaron radicalmen-
te con la incorporación de la carreta, los
bueyes y los caballos en los terrenos pla-
El transporte durante
la Colonia fue lento y caro.
Donde había caminos
se podían emplear las carretas
tiradas por bueyes.
El transporte de personas
y bienes se hacía por medio
de recuas de mulas, cuya
agilidad les permitía sortear
los peores obstáculos
en las veredas que se hacían
pasar como caminos reales.
El establecimiento del dominio español (1542-1600) 183
nos, y de las mulas en las zonas acci-
dentadas. De más está mencionar los
navíos, grandes y pequeños, que los es-
pañoles utilizaron para atravesar los
mares y remontar los ríos.
El indígena suministró la mano de
obra en la vida económica. La regulación
del uso de la mano de obra indígena en
Centroamérica fue un asunto extremada-
mente espinoso y complejo, en el que in-
tervinieron la Iglesia y la Corona para
moderar y controlar excesos. Sin embar-
go, la tremenda disminución de la pobla-
ción nativa, combinada con el afán de
lucro de los colonos, se conjugaron para
mantener a los indígenas en un estado
permanente de explotación desmedida.
A pesar de que se introdujeron esclavos
africanos en Centroamérica, desde la dé-
cada de 1520 no desempeñaron ningún
papel importante en la producción o en
los servicios.
El estatuto de la tierra se vio pro-
fundamente alterado al consolidarse el
dominio español. Cuando se fundaba al-
gún pueblo o ciudad se distribuían sola-
res a los nuevos vecinos españoles, como
una concesión real, razón por la cual se
le llamaba merced, o sea, regalo. Más
tarde, los encomenderos, al ver caer sus
ingresos por la disminución de la pobla-
ción indígena, adquirieron tierras como
propiedad privada. Se les concedía un
título, que fue el origen de la propiedad
privada y del latifundio primigenio en
Centroamérica.
A pesar de todos los asaltos a la
propiedad indígena, la tenencia comu-
nitaria de la tierra de la época preco-
lombina se preservó y recibió el apoyo
Plano del siglo XVII
de la ciudad de Sonsonate
en el occidente de El Salvador
y, al fondo, el puerto
de Acajutla.
Historia del istmo centroamericano184
eficaz de la ley. Las autoridades locales
indígenas regulaban la distribución de
acuerdo con sus propias tradiciones. Toda
la tierra desocupada, sin embargo, pasó
a ser del rey, realenga, y por lo mismo
susceptible de ser “mercedada” o vendi-
da por la Corona, de modo que la des-
población y reducción despojó irreversi-
blemente a los grupos indígenas de los
territorios que habían trabajado y usu-
fructuado originalmente.
En lo que se refiere a la artesanía,
las tradiciones indígenas de los textiles, la
cestería y la alfarería, en particular, se
conservaron sin mayores innovaciones
técnicas. Desapareció la cerámica artísti-
ca al decaer el poder de los señores indí-
genas, clientes de esa producción. En
cambio, la alfarería doméstica, destina-
da a un público más amplio, sobrevivió.
Simultáneamente se introdujeron diversas
artesanías y tecnologías europeas, tales
como la herrería, la fundición, la ebanis-
tería, la curtiembra y la elaboración de
productos de cuero como zapatos, botas
y monturas.
Así, un nuevo mundo económico
fue tomando forma. Allí, el indígena que-
dó en parte sometido a las presiones la-
borales que exigía una producción
destinada a la exportación y orientada a
la obtención de ganancias. Pero, a la vez,
sobrevivieron prácticas económicas cuya
finalidad era el consumo local, y el mer-
cado y la satisfacción de las necesidades
para la sobrevivencia. Ambas constitu-
yeron el eje de la economía colonial.
Después de la Conquista, indíge-
nas y españoles se encontraron en posi-
ciones diferentes, aun cuando ambos eran
súbditos del mismo rey. Los primeros ha-
bían sido vencidos, los segundos vence-
dores. Las instituciones y los funcionarios,
así como la mayoría de las leyes, eran
las de los vencedores. No podía ser de
otra manera, pues Centroamérica fue in-
corporada al dominio español en función
de los intereses de la monarquía españo-
la y de los colonos españoles antes que la
de los indios.
Como se ha visto, los conquistado-
res desplegaron inicialmente una explota-
ción desmedida de los indígenas. Varios
Fray Bartolomé de las Casas,
protector de los indígenas,
hizo una labor destacada
en Chiapas. También escribió
extensamente sobre
la conquista, dando lugar
a la leyenda negra sobre
los excesos y desmanes
de los españoles en América.
El hierro en la Centroamérica
colonial era muy escaso
y caro. La producción local
era limitada; casi todo
el hierro se traía desde
España, a un alto costo. Eran
pocos los que podían costearse
alguno que otro objeto
de hierro, como estos utensilios
de cocina.
El establecimiento del dominio español (1542-1600) 185
Las diferencias entre españoles
e indígenas no eran solamente
de origen étnico también
reflejaban enormes
disparidades de poder
y riqueza, como se aprecia
en esta ilustración
del siglo XVIII.
hombres de iglesia se levantaron contra
este estado de cosas y protestaron con
vehemencia ante el rey. Con títulos reales
de “protectores” de los indios, los obis-
pos Valdivieso, de Nicaragua, Pedraza,
de Honduras, y las Casas, de Chiapas,
fueron ardientes defensores de los dere-
chos de los indios. Las Leyes Nuevas de
1542, protectoras del indio, fueron en
gran parte el resultado de la actividad
incansable de fray Bartolomé de las Ca-
sas. Aun cuando ya en 1542 muchos
miles de indígenas habían sucumbido
ante el impacto de la Conquista, las leyes
contenían el germen protector para la for-
mación de una nueva sociedad. La reali-
dad, sin embargo, aunque posibilitaba
la aplicación de muchas de estas leyes,
no impidió la formación de una socie-
dad en la que el indígena quedó someti-
do a otros grupos sociales.
En la sociedad que comenzó a per-
filarse después de la Conquista surgieron
dos grupos principales. Por un lado, la
minoría de los españoles conquistadores
y sus descendientes, cuyas filas se engro-
saron con el arribo de funcionarios y
comerciantes. Eran ellos los que contro-
laban el poder bajo todas sus formas: po-
lítica, económica y social. Ser español fue,
en la colonia, sinónimo de superioridad
social.
Por otro lado, el indígena quedó
sometido a la voluntad de sus conquis-
tadores. Hasta 1542, este dominio se ha-
bía ejercido prácticamente sin freno,
dando origen a múltiples desmanes. Pos-
teriormente, aunque su suerte mejoró,
siempre quedó bajo la tutela española. A
nivel de la comunidad, el indio conservó
algún poder político y religioso, pero éste
siempre estuvo supeditado al poder es-
pañol. La calidad de noble indígena se
mantuvo en la legislación, pero fuera del
pueblo indio ese estatus tenía un signifi-
cado social muy relativo. Ser indio pasó
a ser sinónimo de baja condición social.
Esta sociedad surgida de la Conquis-
ta, compuesta por sólo dos elementos, no
duró mucho tiempo. Desde la primera
mitad del siglo XVI comenzó a producir-
se una mezcla entre indios, españoles y
esclavos negros traídos del África. El
mestizaje era inevitable. Así, un nuevo
mundo social comenzó a formarse en el
siglo XVI.
El mestizaje surgido
de la Conquista fue inevitable.
Historia del istmo centroamericano186
a bula del 28 de julio de 1508
estableció el patronato del rey
de Castilla para la evangeli-
zación de América. El rey era
el patrón de la Iglesia, cargo desde el
cual tenía el derecho de fijar los límites
de las diócesis americanas y de nom-
brar a las autoridades religiosas. Poseía
ese derecho a cambio de la obligación de
evangelizar a los indígenas, y erigir y con-
sagrar iglesias y capillas.
La obra misionera de conversión
de los indígenas centroamericanos al
cristianismo dio inicio poco después de
la llegada de los primeros exploradores
y conquistadores. En 1514 seis francis-
canos acompañaron al obispo del Da-
rién a Santa María la Antigua. Allí se
levantó el primer convento franciscano
en Centroamérica. Después, tanto Gil
González Dávila como otros conquista-
dores se hicieron acompañar por reli-
giosos cuando partieron hacia Nicoya y
Nicaragua. Las órdenes de los francis-
canos, dominicos y mercedarios fueron
las que más activamente trabajaron en
esta misión del siglo XVI. En 1551 se fun-
daron las provincias dominicanas de
Chiapas y Guatemala.
Aunque en teoría la Conquista era
una empresa conjunta de la cruz y la
espada, desde muy temprano surgió un
conflicto entre los religiosos misioneros
y los conquistadores. Los excesos come-
tidos por los conquistadores en contra
de los indígenas provocaron una fuerte
reacción por parte de obispos y misio-
neros. El religioso más conocido, fray
Bartolomé de las Casas, infatigable de-
fensor de los indios, fue uno de tantos
religiosos, que se ocuparon de censurar
y contrarrestar las injusticias que sufrían
los indios.
Refiriéndose a la acusación de los
conquistadores de que los indígenas ha-
cían sacrificios humanos, fray Bartolomé
respondió: “[más hombres] han sacrifi-
cado los españoles a su diosa muy ama-
da... la codicia, en cada un año que han
LA CRISTIANIZACIÓN DE CENTROAMÉRICA
L
La manifestación más evidente
de la Iglesia católica en la
América colonial eran
los sacerdotes quienes, además
de administrar las parroquias,
también administraban
los sacramentos.
En esta ilustración,
un indígena peruano
se confiesa ante un sacerdote
en el siglo XVII.
El establecimiento del dominio español (1542-1600) 187
estado en las Indias... que en cien años
los indios a sus dioses”. Convencidos de
que la cristianización se podía empren-
der por medios pacíficos, solicitó y consi-
guió autorización para ir al territorio te-
nido por “tierra de guerra” en el noroeste
de Guatemala. Logró la conversión pací-
fica de los indígenas y el territorio tomó
el nombre de La Verapaz.
En este conflicto entre misioneros y
conquistadores, la Corona se hallaba en
una posición intermedia. Aunque no
aprobaba los métodos utilizados por los
conquistadores, temía que el otorgamien-
to de demasiada responsabilidad y po-
der a los misioneros daría pie al surgi-
miento de estados misioneros autónomos
que escaparan del control real. Igual se
preocupaba por el surgimiento de un feu-
dalismo distante e incontrolable, encabe-
zado por los conquistadores y sus des-
cendientes. En consecuencia, pudo apro-
vechar las contradicciones entre misione-
ros y encomenderos para prevenir am-
bos peligros.
Los misioneros tuvieron que enfren-
tar numerosos problemas en su tarea de
cristianización; particularmente difícil fue
el que planteaba la dispersión de la po-
blación indígena. El cronista Remesal re-
fiere que vivían los indios en su gentilidad
Las órdenes
de los franciscanos, dominicos
y mercedarios trabajaron
activamente
en la evangelización
del siglo XVI.
La obra misionera
de conversión de los indígenas
al cristianismo se inició poco
después de la llegada
de los conquistadores.
Historia del istmo centroamericano188
en pueblos diferentes unos de otros, con
distintos nombres, señores, gobiernos y
lenguas: “Los pueblos no se ordenaban
por calles o barrios sino que... estaba aquí
una casa, acullá otra, y otro trecho otra...
y por esta razón un lugar de quinientos o
menos de vecinos... ocupaba una legua
de tierra...” El obispo Marroquín de Gua-
temala, preocupado por la dispersión de
los indios, propuso su reducción en po-
blados agrupados con el fin de facilitar
la evangelización. La iniciativa fue reco-
gida en las Leyes Nuevas de 1542.
El obispo García Peláez relató
cómo se comenzaron a juntar los pueblos
a partir de 1548. Se hacía un plano, en
donde se asignaba un lugar a la iglesia y
a su lado la casa cural. Frente a la iglesia
se trazaba una plaza grande y en una
de las cuadras frente a la plaza se levan-
taba la casa de la alcaldía, y a un lado,
la cárcel. Siempre alrededor de la plaza,
se disponía un terreno para un mesón que
alojase a los forasteros de paso por el
pueblo. El resto del pueblo se dividía “por
cordel, las calles derechas y anchas... en
forma de cuadros”. El problema era el
traslado de los indios quienes, a veces,
se negaban a adaptarse a este sistema
de reducción.
No menos grave que la dispersión
de la población indígena fue el proble-
ma lingüístico. Los misioneros enviados
por fray Bartolomé de las Casas comen-
zaron su labor componiendo en lengua
quiché poemas y canciones en que se
contaban las enseñanzas bíblicas. Uno
de los que más trabajaron en la cate-
quesis indígena en Guatemala fue fray
Pedro Betanzos, quien compuso un ca-
tecismo y el Arte en lengua de Guate-
mala en cakchiquel, impreso este último
en México en 1545. Otros libros de
catequesis, diccionarios y sermonarios
fueron compuestos por los misioneros en
las diferentes lenguas indígenas, con el
Con el fin de facilitar
la evangelización, en 1548
se propuso la agrupación
de poblados.
El establecimiento del dominio español (1542-1600) 189
fin de atraer a las comunidades al cono-
cimiento del evangelio.
Desde el siglo XVI quedó estableci-
do un patrón eclesiástico para la audien-
cia de Guatemala: una iglesia urbana ser-
vida, sobre todo, por el clero secular
(diocesano), y una iglesia rural servida por
el clero regular (órdenes religiosas). Se
estableció la Inquisición para velar por la
pureza de la fe, pero su jurisdicción que-
dó limitada a la población española. En
los pueblos de indios se conservaron mu-
chos elementos de la religión ancestral. Si
bien es cierto que no se llegó a un sincre-
tismo religioso en materia de dogma o de
moral, el sentimiento religioso, el culto y
la liturgia se comenzaron a impregnar
de la herencia religiosa indígena. En la
Iglesia en Centroamérica surgieron, ade-
más, nuevas formas de expresión religio-
sa canalizadas, sobre todo, a través de
las cofradías de españoles, indígenas y
castas. A finales del siglo XVI el territorio
centroamericano bajo la administración
real se había convertido al cristianismo,
pero a una manera especial de cristianis-
mo, propia, sincrética; en muchos senti-
dos un mundo religioso nuevo.
La construcción de iglesias
y catedrales requería grandes
esfuerzos y abundantes
recursos en tiempos coloniales.
En esta ilustración se aprecia
la construcción
de la catedral de la Antigua
Guatemala, posteriormente
destruida, en gran parte por
el terremoto de 1786.
Historia del istmo centroamericano190
L
CONCLUSIÓN
a conquista militar había sido un proceso fulminante que duró relativamen-
te pocos años. El establecimiento del dominio español tardó mucho más y
tuvo que realizarse mediante una serie de cambios en las sociedades indí-
genas y de la organización del poder español. Por un lado, las comunida-
des indígenas fueron convertidas al catolicismo y recibieron algún conocimiento del
idioma de los conquistadores. Sus tierras fueron igualmente reconocidas por la mo-
narquía española, además de otros derechos. Sus obligaciones como súbditos del rey
incluyeron el pago del tributo y, por algún tiempo, el trabajo en encomiendas.
También los españoles que vinieron a Centroamérica quedaron bajo el domi-
nio del monarca español y estaban obligados a corresponder las mercedes del rey
con servicio en la milicia. Al principio, los conquistadores y sus hijos se resistieron a
aceptar que el rey, en la distante España, tuviera derechos sobre sus vidas y fortunas,
pero después de varios forcejeos aceptaron la autoridad que llegaba a Centroaméri-
ca en la forma de múltiples funcionarios reales, que legitimaban y armonizaban su
propio poder e interés creado. En efecto, los españoles eran los terratenientes y los
miembros de las alcaldías, lo que les daba una considerable cuota de poder frente a
los indígenas y aun frente a los funcionarios reales.
Los siglos de dominación colonial fueron muy dinámicos, en tanto cada grupo
trataba de velar por sus intereses y de sacarle ventajas a los otros. De esta compleja
interrelación de conquistadores, conquistados y funcionarios reales se fue formando
la sociedad colonial.
Aparte de los servicios
religiosos, las procesiones
de las fiestas mayores (como
Navidad y Semana Santa)
o de los santos patrones
jugaban un papel central
en el año litúrgico. Con
frecuencia se mezclaban
la solemnidad religiosa
con el estallido de los cohetes
y la música de pueblo.
Brooke Alfaro
El clarividente
Óleo sobre canvas
1992
Panamá
La crisis del siglo XVII 195
Abandonados los cacaos, se llevó todas las atenciones al añil, fruto noble que soporta loscrecidos fletes de tierra que desde sus principios fue uno de los ramos considerables de
exportación de este Reino... Se extraía en grandes cantidades para el Perú y para México,de donde pasaba a España por segundas y terceras manos, y todavía dejaba utilidad.
Memorial del Cabildo de Guatemala, 1683
E
INTRODUCCIÓN
Obraje de añil de la segunda
mitad del siglo XVII encontrado
en el sitio de San Andrés,
El Salvador. Las paletas para
agitar la solución
en la segunda pila se movían
con fuerza hidráulica.
l establecimiento de la dominación española en el Reino de Guatemala y la
gobernación de Castillo del Oro vinculó la evolución histórica de sus pue-
blos a la europea. Los grandes acontecimientos en el viejo mundo que invo-
lucraban a España, con toda seguridad se hacían sentir en Centroamérica.
En tanto el siglo XVII en Europa fue de crisis, de conflictos y dificultades de diversa
índole, en Centroamérica también hubo crisis, aunque no se manifestó de la misma
forma. Se pasó de una sociedad dicotómica, apenas incrustada en la economía mun-
dial, a una sociedad multiétnica, con una tendencia exportadora cada vez mayor
hacia la economía mundial. Fue una sociedad en la que elementos culturales de
origen e índole diversos se comenzaron a fusionar a un ritmo más o menos rápido
según los lugares.
Una de las aportaciones
americanas al mundo,
el tabaco.
Historia del istmo centroamericano196
l siglo XVII europeo ha llevado
muchos nombres. En España se
ha llamado Siglo de Oro, en
consideración al florecimiento de
la literatura y las artes. Los historiadores
de la ciencia y la cultura en Europa lo han
llamado también Siglo de Genio, por la
proliferación de aportes en la fisiología hu-
mana, la matemática y las ciencias físi-
cas, químicas y astronómicas. Fue también
el siglo de Luis XIV en Francia, cuando el
absolutismo llegó a su más acabada ex-
presión, pero también fue el siglo durante
el cual, en Inglaterra, el poder del rey fue
cuestionado y limitado por nuevas ideolo-
gías e intereses políticos democratizantes.
No cabe duda que el siglo XVII fue
decisivo para Europa. Durante esos cien
años entró en crisis todo el antiguo régi-
men europeo. Una vieja sociedad de-
clinaba, mientras que se esbozaba con
más claridad un nuevo mundo económi-
co, social y cultural. Las guerras religio-
sas se prolongaban y se convertían en
guerras imperialistas. Para España, en par-
ticular, el siglo XVII fue un siglo extremada-
mente difícil, pues competía en desventaja
con las otras potencias europeas.
En el campo económico, hay que
señalar dos fenómenos al parecer contra-
dictorios. Se pasó de una fase de expan-
sión económica, de inflación y abundancia
a una de contracción, acarreada, en gran
medida, por la disminución de la llegada
de los metales preciosos de América. Con
la baja en la oferta de los metales ameri-
canos disminuyó también la demanda de
la producción. Esto no provocó, sin em-
bargo, la caída económica de Inglaterra,
que ya iba marcando las etapas que la
llevarían a convertirse en la primera po-
tencia económica del siglo XVIII.
Todos los grupos sociales sufrieron
las consecuencias de la crisis económica
pero especialmente el campesinado. Si
bien es cierto que en muchas partes se
constata un ascenso de la burguesía y una
LA CRISIS EUROPEA DEL SIGLO XVII
E
El rey Luis XIV de Francia fue
el monarca europeo más
poderoso de sus tiempos. Fue
él quien mandó construir
el enorme palacio de Versalles
en las afueras de París.
La crisis del siglo XVII 197
decadencia de la nobleza, hay que desta-
car que los problemas del campesinado
europeo se debieron a diversas causas,
incluidas las guerras y las exacciones tri-
butarias del Estado. En todo caso, la se-
gunda mitad del siglo se caracterizó por
diversos levantamientos del campesinado
que fueron duramente reprimidos.
En el campo político, tres fenómenos
son dignos de destacar. Primero, el desa-
rrollo del absolutismo monárquico durante
la primera mitad del siglo, en particular en
Francia e Inglaterra, apoyado en la teoría
del derecho divino. En segundo lugar, la
Guerra de los Treinta Años, entre 1618 y
1648, que desoló los campos de Europa
central, al principio como disputas de na-
turaleza religiosa, a las cuales se superpu-
so después el interés de los Estados. Final-
mente, hay que destacar las convulsiones
políticas en Inglaterra, incluida la dicta-
dura de Cromwell y la Revolución Glorio-
sa de 1688, a partir de la cual se comenzó
la instauración en este país de la preemi-
nencia del parlamento sobre el monarca
en aspectos tan importantes como la tribu-
tación y la administración de la justicia.
En lo que se refiere a la cultura, un
autor ha hablado de “la crisis de la con-
ciencia europea”. Con ello se refiere al
triunfo del racionalismo y el inicio del de-
sarrollo de las ciencias experimentales.
Fue, en efecto, en 1644 cuando René Des-
cartes escribió el Discurso del método y
diez años más tarde Isaac Newton inició
los experimentos que le permitirían descu-
brir la ley de la gravedad. También en ese
siglo se fundaron las primeras academias
de ciencias. Las teorías acerca de los fe-
nómenos naturales aprobadas por la
Iglesia comenzaron a ser cuestionadas por
numerosos pensadores, algunos de los
cuales, como Galileo, tuvieron que enfren-
tarse a las autoridades eclesiásticas bajo
acusaciones de herejía.
Desde fines del siglo XVI era inmi-
nente la decadencia española. En lo mili-
tar, la destrucción de la armada española
La guerra de los Treinta Años
causó destrozos enormes
en Europa, especialmente en
la región central. Esta pintura
recrea la batalla de Lützen
(1632) entre tropas suecas
y alemanas.
René Descartes de Francia, sus
contribuciones a la física,
la matemática y la filosofía
del conocimiento todavía son
materia de estudio obligado
en colegios y universidades
de todo el mundo.
Historia del istmo centroamericano198
—la llamada “Armada Invencible”—,
que intentaba realizar una invasión a In-
glaterra en 1588, y la prolongada gue-
rra en los Países Bajos contra rebeldes
protestantes, le costaron muy caro a Es-
paña. En lo financiero, la producción de
las minas de plata de América empezó a
declinar, afectando así los impuestos que
cobraba el Estado español sobre el metal
precioso. En lo económico, la crisis se ini-
ció en Castilla, más vinculada a las pose-
siones españolas en América, para
después difundirse por toda España. Los
grandes éxitos de esta nación en el
siglo XVI se debieron, efectivamente, al
crecimiento demográfico y a la expan-
sión económica, política y militar de Cas-
tilla. La publicación de Don Quijote en
1605 fue como el canto del cisne de la
época gloriosa del siglo anterior.
En Centroamérica, la crisis espa-
ñola se manifestó en una reducción de
los intercambios comerciales. La pira-
tería en la región caribeña, favorecida
por la decadencia militar española, tam-
bién incidió negativamente en la activi-
dad comercial. Entre 1620 y 1630, el
comercio del Reino de Guatemala con
España se desplomó, víctima del colap-
so de la flota mercante. El vacío del
comercio español comenzó a ser llena-
do por los comerciantes ingleses, quie-
nes se instalaron en Jamaica y otras is-
las claves del Caribe, conquistadas por
Inglaterra a mediados del siglo y reco-
nocidas formalmente por España como
posesiones inglesas hacia 1670. Algu-
nos cortadores de maderas comenza-
ron a establecerse en las costas caribe-
ñas del reino, en Belice y la Mosquitia.
Esta ocupación inglesa del territorio
centroamericano ya se había iniciado
hacia 1630, cuando algunos comer-
ciantes comenzaron a incursionar en la
zona costera de Matina, Costa Rica. Ha-
cia esa misma fecha, los ingleses —me-
dio piratas, medio comerciantes— com-
praban conchas de tortugas de carey a
los misquitos de la costa caribeña de Ni-
caragua.
Isaac Newton, figura cimera
del pensamiento científico
inglés del siglo XVI.
Escena de uno
de los enfrentamientos entre
los barcos españoles
de la Armada Invencible
y la flota inglesa (1588)
en el canal de la Mancha.
La flota española terminó
dándole la vuelta a Inglaterra
por el norte, donde encallaron
y se hundieron la mayoría
de sus barcos.
La crisis del siglo XVII 199
lo largo del siglo XVII, la pobla-
ción centroamericana siguió en-
frentando los problemas que se
le habían presentado durante el
primer siglo de dominio español, tales
como las epidemias y las plagas de cha-
pulín, que tanto daño causaron en todo
el territorio centroamericano. Al comen-
zar ese siglo, tuvo que hacerle frente a
otro gran peligro, producto de la codicia
que despertaron las riquezas de las colo-
nias españolas de América, frecuentemen-
te exageradas. Las costas centroamerica-
nas fueron atacadas por elementos
europeos que actuaban al margen de la
ley, llamados indiferentemente corsarios,
bucaneros, filibusteros o piratas. Todos ac-
tuaban de modo semejante: invasión, sa-
queo y destrucción de los poblados en el
flanco expuesto del imperio.
Uno de los puntos más codiciados
por los piratas desde el siglo XVI fue el
istmo de Panamá, debido a que por allí
pasaba la plata que se dirigía del Perú
a España. En 1595, el inglés Francis
Drake tomó y quemó la ciudad de Nom-
bre de Dios. Para sustituirla, las autori-
dades españolas ordenaron una nueva
fundación en 1597. En 1602, el mismo
personaje atacó con éxito la ciudad de
Panamá, la cual fue acometida de nue-
vo por el pirata Henry Morgan en 1671.
Éste ocupó y saqueó el poblado antes
de llevarse, según un testigo ocular, 175
bestias cargadas de tesoros, además de
600 prisioneros. La ciudad completa-
mente destruida fue abandonada y tras-
ladada a otro lugar. En 1680 el pirata
Sharp cruzó el istmo del Darién para
capturar varios navíos.
El Caribe hondureño fue objeto de
numerosos ataques. El puerto de Trujillo
fue saqueado en varias ocasiones entre
1560 y 1603 y otros ataques se produ-
jeron en 1638, 1639 y 1641. En 1643 el
pirata Jackson, después de saquear las
casas de los moradores de Trujllo, lo des-
truyó y el lugar fue abandonado por sus
habitantes. El cercano Puerto Caballos
también fue saqueado a principios del
LOS PROBLEMAS EN CENTROAMÉRICA
ALa piratería arreció
en las costas
centroamericanas durante
el siglo XVII. Esta escena
muestra el ataque
de los piratas ingleses
a Portobelo (Panamá),
el principal puerto español
en el istmo centroamericano,
donde se embarcaba la plata
peruana con rumbo a España.
Historia del istmo centroamericano200
siglo XVII, igual que el puerto de San Pe-
dro Sula que se hallaba en el interior.
En 1666, los piratas Mansfelt y
Morgan trataron de tomar Cartago en
Costa Rica. En 1681 la villa de Esparza,
en el golfo de Nicoya, fue saqueada por
el pirata Sharp; el lugar de mayor atrac-
tivo ahí era Matina, debido a la presen-
cia de grandes haciendas de cacao, sobre
todo después de 1670. Por las buenas o
por las malas, el cacao era adquirido por
individuos que ejercían la piratería y el
comercio a la vez, provenientes de Ja-
maica y Curazao.
Las poblaciones de Nicaragua asi-
mismo fueron el blanco de los piratas. El
río San Juan y el Gran Lago permitían
fácil acceso a la ciudad de Granada, que
fue invadida y saqueada tres veces entre
1665 y 1700. En 1676, 1687 y 1688 la
ciudad de la Nueva Segovia fue atacada
y hubo que cambiar su ubicación. En
1685, Dampier atacó, saqueó e incen-
dió las ciudades de León y Granada.
Aunque Santiago les resultaba inac-
cesible, la misma Guatemala no escapó del
acoso de los piratas. En 1587 el pirata
Cavendish amagó la costa de Sonsonate.
El golfo Dulce fue atacado a principios del
siglo XVII. En 1687, un grupo de piratas ata-
có la región de Iztapa, aunque sin éxito.
Los ataques piratas, pese al terror
que creaban entre la población y las pér-
didas materiales que ocasionaban, no eran
el principal problema que afligía a los
pobladores centroamericanos. Las epide-
mias recurrentes fueron una desgracia
todavía mayor, debido a que afectaban
a territorios más grandes y golpeaban a
mucha más gente. En el siglo XVII las hubo
de carácter general y de carácter local.
Aunque menos mortíferas que las del si-
glo anterior, no por ello dejaron de provo-
car estragos entre los indios, impidiendo
la recuperación de su población.
Entre 1600 y 1601 se desató una
epidemia general de una enfermedad in-
determinada que “mataba en tres días”.
La mortalidad fue grande y en la Verapaz
se acompañó de viruela. En 1607 y 1608
hubo una peste de “tabardillo” (plaga pul-
monar o neumónica) en todo el territorio
centroamericano, pero sus peores efectos
fueron en las tierras altas; se calcula que
unas treinta mil personas murieron, es de-
cir, 10% de la población del reino aproxi-
madamente. En 1631 hubo una epidemia
de tifus, y en 1686 otra de peste neumóni-
ca. Entre 1693 y 1694 se registró una fuer-
te mortalidad por el triple ataque epidé-
mico de sarampión, viruela y tabardillo en
todo el ámbito de la audiencia.
Las epidemias locales también re-
vestían un carácter desastroso. Nicaragua
fue asolada en 1610. En 1614 una peste
barrió en el valle del Reventazón, en Cos-
ta Rica. La peste cayó de nuevo en Costa
Rica en 1645 y en Guatemala en 1647 y
en 1676. Las décadas de 1680 y 1690
fueron particularmente mortíferas: una epi-
demia de peste neumónica causó estra-
gos en Guatemala en 1686, mientras que
Dos de los más temibles piratas
que tuvieron que enfrentar
los centroamericanos
en el siglo XVII: el francés
Francis Lolonois y el inglés
Henry Morgan.
La crisis del siglo XVII 201
al año siguiente, una décima parte de la
población sucumbió, entre ellos veinte mil
indios. En 1693 y 1695 hicieron su apari-
ción la viruela y el sarampión, tanto en
Guatemala como en toda la provincia de
Nicaragua.
Las epidemias adquirían proporcio-
nes devastadoras, en particular cuando las
malas cosechas provocaban hambrunas.
Una mala cosecha, por causa de insuficien-
tes lluvias o plaga de insectos, tenía efectos
catastróficos sobre la población y sobre la
economía. Una plaga particularmente te-
mida por los agricultores indios durante el
período colonial fue la del chapulín o lan-
gosta, de la cual hubo varias en el siglo
XVII. Cuando el maíz comenzaba a crecer,
después de las primeras lluvias de mayo,
aparecían a veces nubes de chapulines, en-
La producción de brea para
calafatear los cascos de barcos
y lanchas fue una actividad
de gran importancia
en diversas regiones
de Centroamérica.
La alta mortalidad
que golpeó a la población
centroamericana durante
el período colonial significó
que su número aumentara
con lentitud. Aquí, los deudos
rezan antes de enterrar
a su ser querido.
negreciendo el cielo y haciendo crujir las
ramas de los árboles en que se posaban,
listos a devorar los tiernos brotes del maíz.
Una de las peores invasiones de
chapulines en el área centroamericana
se produjo entre 1616 y 1618. Todos los
esfuerzos para controlar la plaga, inclui-
da la destrucción de larvas, el fuego y
las siembras tempranas, fueron inútiles.
Tres cosechas seguidas de maíz se ma-
lograron. Incluso la incipiente industria
de la grana (cochinilla) se vino al suelo
al destruirse los nopales con que se ali-
mentaban los insectos que producían el
colorante. A partir de 1683 otra plaga
de chapulines en Guatemala devastó los
cultivos durante cinco años consecutivos.
El Salvador tampoco permaneció inmu-
ne a estas plagas en la década de 1680.
Historia del istmo centroamericano202
i a la piratería, a las plagas de
chapulín y a las epidemias se
añaden los desastres naturales
como sequías, lluvias excesi-
vas, terremotos y huracanes (como los
de 1641 y 1659, que destruyeron las
plantaciones de cacao en el Soconusco),
es posible apreciar claramente las difi-
cultades que experimentó el conjunto de
la sociedad colonial en este siglo que tan-
to dependía de uno o dos cultivos de ex-
portación. Aunque la élite mantuvo su
preeminencia social, su poder económi-
co se debilitó. Las encomiendas, que
para esas alturas sólo poseían unos
cuantos españoles, les procuraban aho-
ra un ingreso insignificante.
El trabajo de una población indí-
gena disminuida y escasa no permitía
el desarrollo de una economía fuerte
que generara un excedente comercial.
La intromisión sistemática del Estado en
los asuntos económicos era una barrera
que, aunque franqueable, constituía una
molestia permanente. Pero, sobre todo,
las dificultades de insertarse en un mer-
cado mundial mal conocido contribuyeron
al estancamiento económico.
Entre la población criolla que se
había dedicado a la producción para la
exportación se dieron dos reacciones
opuestas. Muchos dejaron sus casas en
pueblos y ciudades, y se retiraron al cam-
po para dedicarse, en pequeña escala, a
LA CRISIS ECONÓMICA Y SOCIAL
S
Las actividades agrícolas,
incluida la ganadería, fueron
la base de toda la economía
centroamericana durante
la Colonia. Fueron
especialmente importantes
durante el siglo XVII cuando
disminuyó la actividad
comercial en todo el imperio
español.
La crisis del siglo XVII 203
la ganadería (leche y carne), y al cultivo
de la caña de azúcar y de granos bási-
cos. Desarrollaron una economía de
autoconsumo y subsistencia. Varias ciu-
dades y villas que prosperaron en la pri-
mera década del siglo, para mediados
habían perdido buena parte de su po-
blación permanente.
Otros trataron de encontrar algún
producto comercializable para sobrevi-
vir en el naufragio de la crisis. La bús-
queda de ese producto fue intensa entre
1600 y la década de 1630. El cacao, que
en la segunda mitad del siglo XVI había
sido un producto rentable, entró en de-
cadencia en el siglo XVII. Así que, aparte
de los problemas de mano de obra, el
cacao de Guayaquil comenzó a penetrar
en los mercados y desplazó al cacao cen-
troamericano; y cuando el cacao de Gua-
yaquil comenzó a venderse en México,
la producción cacaotera centroamerica-
na perdió su más importante mercado y
se colapsó.
Una alternativa a la producción
agrícola fue la minería. La minería de la
plata se había iniciado en los valles y las
montañas de Comayagua hacia 1530.
Hacia 1580 existían unas treinta minas
ahí y en Tegucigalpa, y la producción ofi-
cial alcanzaba los 12 500 marcos de pla-
ta anuales. El descenso de la producción
comenzó en 1585; medio siglo después
era evidente la franca decadencia de la
minería hondureña. Sólo comenzaría su
recuperación a finales del siglo XVII. Las
razones del fracaso de las actividades
mineras fueron varias, entre ellas puede
citarse la tecnología primitiva utilizada
en las minas, la escasez de mano de obra
y falta de capital.
Hacia finales del siglo XVI, el añil co-
menzó a sustituir al cacao como el princi-
pal producto de exportación. Se cultivaba
en las tierras cálidas del Pacífico. La in-
dustria del añil también decayó a causa
de las plagas de chapulín y, más impor-
tante, la escasez de mano de obra, ya que
la Corona prohibió que los indígenas tra-
bajasen en esta actividad. Para colmo de
males, el desarrollo del cultivo del añil
coincidió con un período de grandes di-
ficultades financieras de la monarquía
Aquí se ilustra claramente
el sistema de producción
del añil basado en una pila
para extraer el tinte
de la planta por inmersión,
otra para agitar y oxidar
la solución, y una tercera
para sedimentar el tinte.
Este sistema se usó de manera
casi universal.
Historia del istmo centroamericano204
española. Fue así como, en 1629, el rey
solicitó a la audiencia de Guatemala cua-
tro mil ducados anuales por un período
de quince años; esto obligó a crear nue-
vos impuestos sobre el cacao y el añil, los
cuales en nada contribuyeron a mante-
ner o incrementar su producción.
El consumo local del añil era mí-
nimo y pequeñas cantidades se envia-
ban a Panamá, Cartagena, la Habana, el
Perú, Ecuador y México. El gran merca-
do, sin embargo, era Europa. Ahora
bien, entre 1618 y 1648, buena parte
de los países europeos estuvieron inmer-
sos en el conflicto generalizado conoci-
do como la Guerra de los Treinta Años.
España fue, precisamente, uno de los
principales protagonistas de este con-
flicto. Hasta 1630 los navíos españoles
llegaron con regularidad a recoger el
añil centroamericano pero después
prácticamente dejaron de arribar a sus
costas a causa de los descalabros de la
guerra.
Otros productos que se intentó ven-
der en el exterior fueron la brea, el al-
quitrán y la grana. La brea y el alqui-
trán producidos en Honduras y en la
Nueva Segovia tenían un excelente mer-
cado en el Perú. Por diversas razones,
pero especialmente para proteger el
monopolio del vino fabricado en Espa-
ña, la Corona limitó el comercio que
existía entre Perú y Centroamérica. Al
perder su mercado más importante, la
producción de la brea y el alquitrán dejó
de ser rentable. En cuanto a la grana, el
presidente de la audiencia ordenó, en
1617, la creación de nopalerías para la
crianza del insecto, conocido como co-
chinilla, que al triturarse produce un tin-
te (grana) de color rojo intenso. Se pro-
cedió con entusiasmo a hacerlo en el
Pacífico, pero hacia 1621 el experimento
había fracasado.
Uno de los problemas principales
que enfrentaban los productos centro-
americanos de exportación en el siglo
XVII fue su colocación en los mercados
europeos. Una vez procesados el añil y
la grana, y extraída la plata de los mi-
nerales, éstos se transportaban por ca-
minos en muy mal estado a los puertos
en la costa caribeña para iniciar el lar-
go viaje hacia Europa, pasando a veces
primero por Veracruz y La Habana an-
tes de continuar la travesía del Atlánti-
co. Trujillo fue el primer puerto caribeño
Nopal de la cochinilla
o grana.
La grana o cochinilla, un tinte
de color rojo intenso,
se extraía de un pequeño
insecto que se reproducía
en nopales. Aquí se observa
cómo los insectos son
removidos del nopal antes
de proceder a triturarlos para
extraer el tinte.
La crisis del siglo XVII 205
mientras se mantuvo la producción de
plata; posteriormente, entre 1560 y
1604, Puerto Caballos ocupó ese lugar.
En 1604 se terminó la construcción del
nuevo puerto de Santo Tomás de Casti-
lla y se suprimió el de Caballos. Santo
Tomás experimentó una cierta eferves-
cencia durante un par de décadas, pero
luego, junto con los demás puertos, en-
tró en decadencia ante la amenaza de
los piratas y los pocos barcos españoles
que lo visitaban. La decadencia de los
puertos de Honduras y la mengua del trá-
fico marítimo repercutieron especialmen-
te en la minería en Honduras, ya que se
encareció la importación de azogue (mer-
curio). También sufrieron las exportacio-
nes nicaragüenses de brea y alquitrán,
todo lo cual propició el contrabando en
esas provincias.
Otro grave problema que enfren-
taron los productores y comerciantes cen-
troamericanos fue el de la circulación
monetaria. En el reino de Guatemala se
producía poca plata, pero en aquella
época el circulante estaba hecho de ese
metal. ¿Cómo conseguirlo? A través del
comercio con México y el Perú, ambos
grandísimos productores de plata. Mien-
tras se exportaban productos de Centro-
américa a esos virreinatos, se recibió
suficiente metal para abastecer las nece-
sidades de la circulación monetaria local
y regional. Antes de 1630, ingresaron
importantes sumas de plata a Centroamé-
rica. Entre 1630 y 1660, a pesar de la
crisis, todavía había cierto excedente de
ese metal, aunque de baja calidad. Pero
cuando, a mediados del siglo XVII, des-
cendieron las exportaciones a otras co-
lonias, surgió un gravísimo problema
monetario para el comercio interno cen-
troamericano. No existía, o había muy
poca moneda con qué comprar. A partir
de 1660 solamente circuló plata de mala
calidad. Los granos de cacao que se ha-
bían utilizado como moneda en la épo-
ca precolombina volvieron a usarse en
muchos lugares para aliviar, en parte,
las necesidades del pago de productos
y servicios.
La falta de numerario abundante
fue catastrófico. El comercio se hundió,
debido, en gran parte, a la falta de mo-
neda de buena ley con la cual comprar y
vender. Esto, a su vez, contribuyó a la
decadencia de las ciudades y los pueblos,
y a la ruralización de la población, ya
que el funcionamiento de la economía de
autoconsumo y subsistencia a la que se
entregaron muchos no necesitaba mayor
cantidad de moneda.
La crisis también afecto a Panamá
a pesar de su ubicación privilegiada. En
La plata fue el medio
circulante más común
de la Centroamérica colonial,
como lo sugieren estas
monedas de plata. Cuando
este metal escaseó, el comercio
se vio afectado.
El procesamiento del refinado
de la plata comenzaba
al triturarse el mineral bajo
pesadas ruedas de piedra;
después se mezclaba, ya
pulverizado, con mercurio
para obtener una solución
antes de proceder a separar
la plata del mercurio
aplicándole calor.
Historia del istmo centroamericano206
el siglo XVII disminuyó la producción de
plata en el Perú debido a que se agotaron
las minas y a las dificultades de suministro
del mercurio para procesar el mineral. Las
múltiples de actividades que generaba el
tránsito de la plata a través de Panamá se
vieron profundamente afectadas; desde los
criaderos de mulas hasta los dueños de
posadas y cantinas fueron perjudicados.
La magnitud del deterioro de la activi-
dad económica de Panamá puede com-
prenderse mejor cuando se toma en
cuenta el movimiento de barcos. Hasta
1650 el istmo de Panamá recibió en pro-
medio una flota cada 1.28 años, lo que
equivale a un poco menos de una flota
por año. Este promedio bajó entre 1651 y
1663 a una flota cada 1.7 años. Después
de 1664, el promedio fue de una flota
cada 4.6 años. El nexo colonial que ge-
neraba el comercio, la actividad princi-
pal de los vecinos españoles, parecía estar
a punto de desaparecer.
Los indios siguieron viviendo en sus
pueblos y en sus chozas de paja, dis-
persos en cerros y valles, y cultivando
sus tierras ejidales y comunales con maíz
y frijol. Los ataques piráticos les afecta-
ban, pues cada vez que se temía o se
producía una invasión se les solicitaban
víveres y servicios de vigía. Pero éstas
no eran amenazas vitales para ellos. Mu-
cho más serias eran las frecuentes ma-
las cosechas, provocadas por las plagas
de chapulín, o por falta o exceso de llu-
vias, seguidas a su vez de escasez de
víveres y hambrunas. Peor aún, si una
mala cosecha se combinaba con una epi-
demia, la mortalidad de los indios era
todavía mayor debido a su estado de
debilidad orgánica.
Las exigencias laborales de los ve-
cinos españoles disminuyeron en alguna
medida durante el siglo XVII en relación
con el anterior, debido a la decadencia
de la producción para la exportación.
La encomienda como institución ya ha-
bía sido restringida por el poder real
en el siglo XVI y la despoblación acen-
tuó su decadencia. Para 1570 su exis-
Durante el siglo XVII,
los barcos que llegaban
de España a sus colonias
se redujeron
considerablemente. Para
Centroamérica,
el debilitamiento del vínculo
comercial con España supuso
una producción dedicada más
hacia el autoconsumo que
a la exportación.
La crisis del siglo XVII 207
tencia no era significativa. Es cierto que
los indios siempre tenían que pagar tri-
buto el cual, sin ser excesivo, constituyó
una carga pesada para algunas comu-
nidades indígenas en ciertos momentos,
sobre todo cuando las cosechas no eran
abundantes.
La gradual desaparición de la en-
comienda no significó que los indios de-
jaran de tener obligaciones laborales
hacia los españoles. En Centroamérica,
como en buena parte del resto de las co-
lonias españolas en América, se desa-
rrolló en el siglo XVII un sistema laboral
conocido como repartimiento de indios,
mediante el cual cada pueblo indio tenía
que suministrar periódicamente un cierto
número de trabajadores a los vecinos es-
pañoles para que les trabajaran durante
un determinado período. A cambio, los
trabajadores indios debían recibir herra-
mientas, comida, alojamiento y paga,
condiciones que no siempre se cumplían.
En el siglo XVII fueron frecuentes las que-
rellas entre los mismos españoles por ob-
tener esta mano de obra, como lo fueron
también entre los españoles y las comu-
nidades indias, que procuraban enviar el
menor número de sus hombres a traba-
jos de repartimiento.
Los pueblos de indios también fue-
ron afectados en su bienestar por la prác-
tica denominada repartimiento de bienes,
mediante el cual los funcionarios espa-
ñoles obligaban a los indios a comprar,
a un precio elevado, productos que no
siempre necesitaban. Esta forma de com-
pra forzada que los indígenas pagaban
con productos de la tierra y artesanías,
mermaba aún más la escasa base mate-
rial de las comunidades. Se puede decir,
sin exageración, que el mundo indígena
centroamericano vegetó en el siglo XVII,
sin posibilidad alguna de salir de la po-
breza en que vivía.
El siglo XVII fue un siglo difícil para
todos los grupos sociales del reino de
Guatemala y de la audiencia de Castillo
de Oro. Sin embargo, la depresión eco-
nómica afectó en forma más severa, en
términos relativos, a las élites de Centro-
américa. La riqueza fundada en las en-
comiendas o en el comercio exterior se
evaporó.
Muchas de las familias cuyos orí-
genes se remontaban a la Conquista se
vieron reducidas a la pobreza perdiendo
su ascendencia social. Otras, aunque tam-
bién en la pobreza, lograron conservar
parte de su antiguo prestigio social, el cual
en adelante descansó en el ejercicio de
los cargos públicos, la gran propiedad,
la participación en los mercados locales
El cobro del tributo
de los indígenas al monarca
español lo efectuaban
las autoridades de los pueblos
de indios. En esta escena,
los miembros del cabildo
indígena reciben los tributos
en forma de productos
de la tierra y en artesanías. Al
fondo, un indígena que no ha
pagado es castigado con
latigazos.
Historia del istmo centroamericano208
o la inserción en los puestos más eleva-
dos de la comunidad eclesiástica.
Algunas nuevas actividades econó-
micas hicieron su aparición. La interrup-
ción del comercio entre Centroamérica y
España creó graves problemas de abas-
tecimiento para la élite colonial, por lo
que los comerciantes buscaron mercados
alternativos para comprar y vender. Sin
embargo, muchas veces, tal búsqueda de
nuevos mercados violentaba las disposi-
ciones comerciales españolas, las cuales
buscaban orientar hacia la metrópoli
cuanto comercio fuera posible. Fue así
que se desarrolló el contrabando como
alternativa inevitable, tanto en el Pacífico
como en el Atlántico.
En el Pacífico, los puertos en que
se efectuaba el contrabando con el Perú
fueron Acajutla y El Realejo. Cuatro pro-
ductos, sobre todo, fueron objeto de con-
trabando: el vino y el aceite peruanos y la
brea y el alquitrán centroamericanos. A
finales del siglo XVI, el éxito de la oleocul-
tura y de la viticultura en el Perú acarreó
la necesidad de madera, alquitrán y brea
para la fabricación de barricas y barriles,
tres productos que se obtenían fácilmente
en Honduras y Nicaragua. A pesar de que
un activo comercio entre el Perú y Cen-
troamérica era necesario y conveniente,
la Corona se opuso activamente a que
ocurriera. La respuesta inevitable fue el
contrabando, que el gobierno fue inca-
paz de controlar.
Entre 1640 y 1665 la intensidad
de la crisis económica disminuyó este
contrabando pero, a partir de la década
de 1670, el comercio del vino con el Perú
se reactivó. Para efectos de comparación,
entre 1673 y 1679 únicamente llegaron
tres barcos procedentes de España al
golfo de Honduras, trayendo 4 598 boti-
jas de vino. Asimismo, en ese período in-
gresaron legalmente del Perú 15 954
botijas más una cantidad desconocida de
contrabando. Los principales beneficia-
dos fueron algunos comerciantes y fun-
cionarios de la Corona, cómplices del
tráfico ilegal. Las ganancias que perci-
bían les permitieron mantener una cómo-
da posición social.
En la segunda mitad del siglo XVII,
comenzaron los cortes de madera de tin-
te en Belice y surgieron algunos estable-
cimientos de este tipo en Honduras, en
En la costa del Pacífico
centroamericano hubo una
intensa actividad comercial,
especialmente hacia el Perú,
cuando se interrumpía
el tráfico marítimo con
España. Con frecuencia, este
comercio era en realidad un
contrabando ante el cual
las autoridades locales
no ponían mayores objeciones.
La crisis del siglo XVII 209
cuyos puertos del Caribe se hacía contra-
bando abierto de plata por manufactu-
ras inglesas. La amistad de los piratas y
comerciantes ingleses con grupos indíge-
nas de la región de Cabo Gracias a Dios,
los misquitos y los zambos-misquitos, les
facilitaron su desplazamiento por distintos
lugares del Caribe centroamericano. El
producto más codiciado por los ingleses
fue, quizá, el cacao de Matina. Varias acu-
saciones de contrabando se hicieron a ve-
cinos, clérigos y funcionarios de Costa
Rica, igual que a los gobernadores y sus
tenientes en Honduras. Pero el contraban-
do continuó e incluso se amplió.
Costa Rica orientó parte de su pro-
ducción comercial con el sur utilizando el
camino de mulas. Exportaba, a lomo de
mula, productos como sebo, manteca, cue-
ro y harina a Panamá, Portobelo y Carta-
gena, entre otros. Pequeñas embarcaciones
llegaron a Punta Blanca, Jueme y León a
cargar cerdos, harina, maíz y gallinas. En
el Pacífico, el puerto más utilizado era La
Caldera. Por los caminos de Costa Rica
cruzaban las recuas que venían desde
Honduras y Nicaragua con destino a Pa-
namá. De este último lugar se enviaba de
regreso vino, ropa, aceite, hierro y escla-
vos. Como consecuencia de la contracción
económica, la demanda de productos cen-
troamericanos en Panamá se redujo y se
tuvo que cubrir parte de las importaciones
desde Panamá con plata. Al escasear la
plata en Costa Rica, se sustituyó la mone-
da con granos de cacao, al igual que en
otras partes de Centroamérica. También
debe mencionarse que el deterioro del co-
mercio con Panamá sentó las bases del
contrabando con los ingleses por el mar
Caribe, el cual alcanzaría enormes pro-
porciones en el siglo XVII.
Uno de los grandes problemas es-
tructurales del comercio centroamericano
en el siglo XVII se derivó de la concentra-
ción de la población y la producción en
la vertiente del océano Pacífico, cuando
el Atlántico se había convertido, desde el
siglo XVI, en el eje del comercio mundial.
Para que la producción centroamericana
cruzara el Atlántico camino a Europa,
había primero que llevarla a las costas
del mar Caribe, alejadas e incomunica-
das de los principales núcleos de po-
blación centroamericana. Además, la ma-
yor parte de esas costas ya no estaba en
manos de los españoles: para 1600, sólo
la región entre el Golfo Dulce y Trujillo en
el Caribe estaba ocupada por ellos.
Los productos de la tierra eran
llevados a los puertos
y a las ciudades en recuas
de mulas. Un importante
sector de la población se
dedicaba a la cría de mulas
y al arreo de las recuas.
Historia del istmo centroamericano210
a sociedad colonial se había fun-
dado sobre el binomio de indios
dominados-españoles domina-
dores. El indio era natural,
“hijo” de un pueblo, donde trabajaba
y tributaba, constituyendo el rodaje fun-
damental de la vida económica. El espa-
ñol era vecino de una ciudad, y
gobernaba y administraba en lo civil, mi-
litar y religioso. Además, estaba el ne-
gro, muchas veces esclavo, considerado
como un objeto en la posesión y bajo la
jurisdicción de un amo.
En la segunda mitad del siglo XVII,
la población indígena presentó la ten-
dencia a un crecimiento lento, contraria-
mente al descenso ocurrido en el siglo
anterior. Se trataba de una población
bastante joven, tal como lo revelan los
datos de algunos pueblos indios de Ni-
caragua. Por ejemplo, 40% de la pobla-
ción del pueblo de Diriamba en 1663 era
menor de doce años, mientras que en Mo-
zonte, en el norte de Nicaragua, 91% de
la población en 1676 tenía menos de cua-
renta años, edad que parecía ser el límite
de la vida humana en Centroamérica para
la mayoría de la población indígena.
La población española siguió
siendo minoritaria en alto grado. Los es-
pañoles que llegaron a Centroamérica
fueron muy pocos y eran casi todos va-
rones, por lo que su prole con mujeres
españolas fue muy escasa. Más bien, pre-
dominaron las uniones de españoles con
mujeres indias. Fue así como, frente a la
población nativa, comenzó a surgir des-
de el siglo XVI una población, mezcla de
EL MESTIZAJE
L
La diversidad social y étnica
de los tiempos coloniales se
aprecia en esta ilustración
mexicana del siglo XVIII que
muestra la mezcla (mestizaje)
de españoles, indígenas
y afroamericanos.
Obviamente, el ilustrador
ha idealizado la realidad.
La crisis del siglo XVII 211
indio y español, a la cual se agregaría
poco después el negro. En el siglo XVII se
incrementó la mezcla de los diferentes
grupos étnicos que poblaban el área cen-
troamericana. La mezcla de indios, es-
pañoles y negros dio origen a un fenó-
meno que las leyes españolas habían
tratado de impedir: el mestizaje.
Desde finales del siglo XVI, los mes-
tizos se desempeñaban en diferentes ti-
pos de actividades. A diferencia de los
indios, quienes se dedicaban casi por
entero a la agricultura y las artesanías
tradicionales, los mestizos eran pastores,
capataces, baqueanos, tayacanes, car-
pinteros, albañiles, plateros y músicos,
entre otros; de hecho, el grupo que ejercía
las más variadas ocupaciones. Como no
tenían un lugar fijo de residencia, esca-
paban a los privilegios y obligaciones
tanto de los españoles como de los in-
dios: no tenían que pagar el tributo ni
estaban sujetos a los trabajos de repar-
timiento ni tenían que permanecer en de-
terminado pueblo o ciudad. Pero, al ser
mezcla de las tres etnias, se les veía como
intrusos en la sociedad colonial. Por tan-
to, se les consideraba rebeldes innatos,
refractarios a las leyes y resentidos so-
ciales. Atemorizaban a muchos pueblos
indios. A mediados del siglo XVII era ru-
mor común —bien fundamentado— que
mestizos y mulatos aumentaban más
que la población española.
Con el paso del tiempo, el mesti-
zaje adquirió más importancia, así como
mayores consecuencias. En algunas par-
tes fue más intenso, mientras que en
otras más discreto. En todos lados, sin
embargo, la base fue indígena. En al-
gunos sitios se injertó el elemento espa-
ñol, en otros el africano y en ocasiones
ambos. El resultado fue una nueva so-
ciedad que, aunque fundada sobre el
mundo indígena, no era ya puramente
indígena, sino que, al contrario, se de-
finía por contraposición a ella.
La presencia de los mestizos no es-
capó a los ojos de las autoridades colo-
niales. En repetidas ocasiones, las leyes
trataron de hacerlos abandonar los pue-
blos donde se suponía que solamente vi-
vían indios. En algunos casos se recurrió
a la fundación de poblados que no fue-
sen indios, pero fue en vano. A la vez
que se crearon esos poblados, los habi-
tantes mestizos aumentaban en los pue-
blos, villas y ciudades. Era un movimiento
que, aunque de origen demográfico,
adquiría un carácter social e iba trans-
formando paulatinamente a la sociedad
centroamericana.
La población española, que
en Centroamérica no pasaba
del cinco por ciento del total,
tenía una preponderancia
casi absoluta en lo político
y un dominio muy extenso
sobre la riqueza que se
prodicía.
La población indígena,
representada por esta
vendedora del mercado, era,
con mucho, la mayoritaria
al comienzo del período
colonial. Con el paso
del tiempo, los mestizos
se tornaron mayoría
en muchas partes.
Historia del istmo centroamericano212
l siglo XVII fue particularmente difícil para las mujeres y los hombres que
vivían en Centroamérica en aquel momento. Los problemas de diferente
naturaleza que experimentaron los países europeos, en particular España,
tuvieron profundas repercusiones en el desarrollo de la sociedad centro-
americana. Por otra parte, la piratería, las catástrofes naturales y las dificultades de
carácter demográfico, económico y social se hicieron sentir con intensidad en todo el
territorio de las audiencias de Guatemala y Tierra Firme.
Una nueva sociedad comenzó a perfilarse en este siglo. El modelo social mo-
nárquico del siglo XVI de las dos repúblicas, la de indios y la de españoles, entró en
crisis frente a la deriva de la dinámica demográfica. Una sociedad étnica y cultural-
mente heterogénea, que había comenzado a forjarse desde la Conquista, aceleró su
ritmo de desarrollo. Ahora había no sólo conquistadores y conquistados, sino tam-
bién un nuevo grupo sin ubicación legal en el sistema colonial impuesto en el siglo
anterior, desarraigado socialmente, que cada vez más reclamaría su propio lugar.
E
CONCLUSIÓN
Los mulatos no tuvieron lugar
dentro de la sociedad colonial
de los siglos XVI y XVII.
Brooke Alfaro
Between el cielo y la tierra
Óleo sobre canvas
1992
Panamá
La sociedad centroamericana en el siglo XVIII 217
INTRODUCCIÓN
a Centroamérica del siglo XVIII vivió momentos de cambio social y económi-
co de grandes consecuencias para el futuro del istmo. El siglo comenzó con
una crisis política en España que la llevó a la guerra y terminó también
marcado por las grandes luchas que surgieron de la Revolución Francesa.
En los años intermedios, comenzó en Inglaterra la Revolución Industrial, cuyo impac-
to se haría sentir en casi todo el globo, y se sentaron las bases de un nuevo pensa-
miento político y social que contribuiría a los procesos de independencia en la
Norteamérica inglesa y la América española.
Aunque el Reino de Guatemala estaba alejado y aislado del impacto directo de
estos procesos y acontecimientos, sus efectos no tardaron en sentirse. Los escritos de los
pensadores más destacados empezaron a leerse en libros y panfletos —a veces clan-
destinos— y a discutirse en los centros de estudio, especialmente en la Universidad de
San Carlos, en Guatemala.
Igualmente importantes fueron los cambios que se dieron a nivel de la economía
y la sociedad. La reactivación de la economía europea —especialmente la relacionada
con la industrialización de Inglaterra— se tradujo en un incremento de la demanda de
ciertos productos tropicales que Centroamérica estaba en condición de suplir. Esto obli-
gó a cambiar la vocación de ciertas tierras y a invertir capitales en la construcción de
infraestructura y maquinaria para el procesamiento de la materia prima.
Dentro de Centroamérica el cambio social se aceleró, especialmente en lo que
se refiere al crecimiento del sector de la población comunmente conocido como ladi-
no. Los ladinos se constituyeron en un grupo de amplia presencia social, a pesar de
que las leyes coloniales no les conferían mayores derechos. La población indígena
también creció pero seguía viviendo en una pobreza ancestral y sujeta a la gama de
exacciones propias del régimen colonial.
LLa Revolución Industrial
en Inglaterra, sentó las bases
de un nuevo pensamiento
político y social.
Historia del istmo centroamericano218
n 1700 murió el rey español
Carlos II, el último de la Casa
de Austria, sin dejar heredero.
Su muerte abrió un gravísimo
problema político en España y Europa:
el de la sucesión dinástica. Las poten-
cias de la Europa occidental entraron en
guerra para ver quién tendría el dere-
cho de colocar en el trono al sucesor del
rey Carlos II. Finalmente, se aceptó que
el trono español fuera ocupado por un
nieto del rey francés Luis XIV. El nuevo
monarca tomó el nombre de Felipe V,
dando inicio a la dinastía de los Borbo-
nes en España.
A partir de ese momento, la políti-
ca exterior española quedó supeditada a
la francesa. Como consecuencia, cada
vez que Francia entabló guerra contra In-
glaterra, Holanda u otra potencia euro-
pea, España se veía involucrada y, por lo
tanto, el territorio centroamericano se con-
virtió en escenario de combates, tal como
ocurrió entre 1740-1749, 1756-1763,
1779-1783 y en 1798.
En cuanto al ámbito económico, se
produjo en Europa un cambio que se co-
noce con el nombre de Revolución Indus-
trial; éste se inició en Inglaterra y con-
sistió, fundamentalmente, en el paso de
una economía basada en la agricultura
a una basada en la producción indus-
trial. Las consecuencias de este fenóme-
no se vivieron en todo el mundo. La can-
tidad de productos manufacturados no
podían ser absorbidos por los mercados
nacionales. Fue necesario, para los paí-
ses europeos, buscar nuevos mercados.
Por otro lado, hubo en Europa una nue-
va acumulación de riqueza por la pro-
ductividad incrementada y una deman-
da mayor de productos tropicales.
En el área centroamericana, la
consecuencia principal de esta revolu-
ción tecnoeconómica fue el incremento
del contrabando. España no permitió
que sus colonias comerciaran con otros
países. Pero no estaba capacitada para
abastecer la demanda de sus colonias
de productos manufacturados ni para
comprar los que las colonias america-
nas producían. De allí que en el área
centroamericana se desarrollase el con-
trabando, inglés sobre todo, en la se-
gunda mitad del siglo XVIII.
Este afán comercial extendió los
establecimientos ingleses en el Caribe
centroamericano. Las bases de la pe-
netración inglesa se ubicaron en Beli-
ce, Río Tinto e Islas de la Bahía en Hon-
duras, la Mosquitia en Nicaragua y el
río Matina en Costa Rica. Los esfuerzos
EUROPA Y ESPAÑA EN EL SIGLO XVIII
EEl rey Carlos II de España
fue el último de la dinastía
de los Austria o Habsburgo.
La Revolución Industrial
comenzó en Inglaterra
a mediados del siglo XVIII. En
el área de los textiles, se pasó
de instrumentos para hilar
y tejer movidos por fuerza
humana o hidráulica
a hiladoras y tejedoras
movidas por la máquina
de vapor.
La sociedad centroamericana en el siglo XVIII 219
que hizo la Corona española por dete-
ner este comercio fueron inútiles.
El XVIII, llamado el “Siglo de las Lu-
ces”, fue también de aceleración de la
dinámica cultural europea, especialmen-
te del desarrollo del racionalismo, huma-
nista y secularizador, que logró grandes
avances en Europa. La secularización del
pensamiento, que se había iniciado en
el siglo anterior, alcanzó su apogeo. Ha-
cia 1760 la “filosofía de la Ilustración”
parecía triunfar. Fueron en particular los
ingleses y los franceses los que más ac-
tivamente tomaron parte en este movi-
miento intelectual, pero por la vía de
Francia, este pensamiento que todo
abarcaba tuvo profundas repercusiones
en España. Para comprender la histo-
ria centroamericana hay que señalar al-
gunas consecuencias.
El espíritu que animaba a la Ilus-
tración era racionalista, positivista y uti-
litario. La razón lo podía lograr todo. La
sociedad debía organizarse con el fin de
lograr la felicidad de los individuos. Esta
felicidad sólo se conseguía si se obser-
vaban los derechos del hombre, funda-
mentados en leyes naturales, que incluían
el derecho a la vida y el derecho a la
propiedad. Para garantizar estos dere-
chos, debía existir un contrato entre go-
bernantes y gobernados en el que se es-
tablecía que si los gobernantes no
respetaban los derechos naturales de los
gobernados, éstos podían rebelarse en
su contra. Se creía, además, que la hu-
manidad progresaba continuamente
gracias a la difusión del espíritu de la
Ilustración y de la educación, el más po-
deroso medio para alcanzar el progreso.
La revolución de las colonias inglesas de
1776 y la francesa de 1789 retomaron
estos principios; la primera en su Decla-
ración de Independencia y la segunda
en la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano, en las que,
por lo demás, se repudiaba el colonia-
lismo y la monarquía absoluta por dere-
cho divino y se abanderaba el republi-
canismo liberal.
Tal fue la influencia de estas ideas
que penetraron en algunos medios inte-
lectuales de la élite española centro-
americana. Encontraron respuesta en la
Universidad de San Carlos de Guatema-
la y en la Gaceta del Reino de Guate-
mala; posteriormente conformaron el nú-
cleo de la ideología de la Independencia.
La independencia
de las colonias inglesas
de América del Norte en 1776
fue uno de los acontecimientos
más importantes de los tiempos
modernos. Sus dirigentes
estaban profundamente
influidos por las ideas
de la Ilustración, tal como
se aprecia en la Declaración
de Independencia,
que aparecen ratificando
un 4 de julio en Filadelfia.
La Declaración
de los Derechos del Hombre
y del Ciudadano es uno
de los documentos
fundamentales de la historia
del mundo occidental.
Redactada en los momentos
iniciales del proceso
revolucionario francés,
su carácter universal
la convirtió rápidamente
en lectura obligada de todos
los individuos comprometidos
con la libertad, y en bandera
de lucha de los pueblos
oprimidos.
Historia del istmo centroamericano220
a actividad más importante de
la inmensa mayoría de la po-
blación centroamericana era la
agricultura. En el siglo XVIII no
había restricciones para el acceso a la
tierra. Los indios tenían sus tierras comu-
nales, suficientes todavía o aun sobradas
para su número. Los españoles podían ad-
quirir tierras realengas, mientras que los
ladinos se establecían en cualquier terre-
no que encontraban desocupado o, bien,
tomaban tierras en arriendo en las pro-
piedades comunales indígenas o en las
haciendas españolas.
La economía de exportación co-
noció una reactivación debido a la de-
manda de colorantes de los mercados
europeos, especialmente como conse-
cuencia de la Revolución Industrial in-
ECONOMÍA Y SOCIEDAD
Lglesa, una de cuyas primeras manifes-
taciones fue el desarrollo de la actividad
textil. Por su parte, el añil se convirtió en
un “producto motor” de la economía y
el más importante de exportación, y sus
precios en la bolsa de Londres condicio-
naron la vida, tanto económica como
social de los habitantes del reino. Cono-
cido por los indígenas desde la época
prehispánica, su cultivo tomó un auge
extraordinario en Centroamérica. Crecía
bien en Escuintla, Chiapas, Sonsonate,
Nicaragua, Chiquimula y Honduras, pero
fue en El Salvador donde más prospe-
ró. Así, una actividad agrícola centro-
americana se integró al mercado mun-
dial, quedando, por supuesto, a merced
de las oscilaciones del precio del mer-
cado y, a la vez, generando un progre-
so material nada desdeñable.
El cacao, también de origen pre-
hispánico, repuntó en el siglo XVIII. La
competencia del cacao de Guayaquil y
de Caracas había provocado anterior-
mente una decadencia del grano cen-
troamericano. En el siglo XVIII se cultivaba
en Rivas, Nicaragua, y en el valle de
Matina, en Costa Rica. Rivas debió su
prosperidad al desarrollo del cacao. En
1777 se llegó a exportar 800 000 libras.
En el valle de Matina había, en 1768,
Durante el siglo XVIII,
la exportación de añil
en Centroamérica experimentó
un repunte considerable
gracias a la demanda
generada por la Revolución
Industrial. Aquí se aprecian
los métodos empleados
para accionar las paletas
que agitan la solución
de agua y tinte.
Planta del añil
La sociedad centroamericana en el siglo XVIII 221
El comercio siguió
entorpecido por medios
de comunicación terrestre
muy lentos, como esta carreta
de bueyes.
En algunas regiones
de Centroamérica, como
Nicaragua, la actividad
ganadera tuvo un incremento
importante dentro del proceso
de reactivación económica del
siglo XVIII.
120 haciendas cuyo producto era ad-
quirido por comerciantes ingleses de
Jamaica.
Desde el siglo XVI se había intro-
ducido en América el ganado mayor y
menor. Era común la crianza de gallinas
y cerdos en las casas de los indígenas.
En cambio, la crianza de ovejas sólo se
desarrolló en las provincias frías de Que-
zaltenango y Totonicapán. El ganado va-
cuno fue el más importante tanto para el
consumo interno de carne, leche y que-
so como para la exportación de cuero y
sebo. Se desarrolló en Sacatepéquez,
Chiquimula, Suchitepéquez, San Salva-
dor y Nicoya. Pero las áreas de mayor
desarrollo ganadero estaban en Nicara-
gua y Honduras. En torno a la ganadería,
se desarrolló un comercio regional. Los
regidores del cabildo de Guatemala
hicieron de la compra de ganado un
verdadero monopolio. Había ferias en La
Lagunilla y en los llanos de Sacatepequez,
cerca de la capital. Hasta allí llegaba el
ganado procedente de Honduras y Ni-
caragua. En 1756 ingresaron a la ciu-
dad de Guatemala 40 000 cabezas y
en 1764 hasta 52 000. Posteriormente,
el comercio decayó y en 1797 sólo en-
traron 3 975 reses de Honduras y
10 159 de Nicaragua; con altibajos, ese
comercio se conservaría a lo largo del
siglo XIX.
A diferencia de la agricultura para
la exportación de los propietarios crio-
llos, quienes introdujeron técnicas nuevas
para el procesamiento del añil y otros
productos, el agricultor indígena conser-
vó las técnicas heredadas de sus ances-
tros precolombinos y aquellas introduci-
das después de la Conquista. También el
uso del arado y de implementos agríco-
las de hierro no se modificó; tampoco la
carreta, los bueyes y la mula como me-
dios de transporte en los terrenos llanos.
Historia del istmo centroamericano222
La producción de tejidos es
otra actividad artesanal
centroamericana antiquísima
que se sigue practicando en el
presente, ya sea para el
consumo propio o para la
venta en el mercado.
Una de las tradiciones
artesanales más antiguas de
Centroamérica es la alfarería.
En algunas partes se siguen
empleando las mismas
técnicas para formar y cocer
el barro.
En lo que se refiere a la artesanía
indígena, el estancamiento fue similar. El
hilado y el tejido de algodón o de otras
fibras vegetales continuaron usando téc-
nicas de producción de origen precolom-
bino. Los trabajos en madera, barro y
piedra apenas cambiaron sus métodos.
Podemos decir, sin temor a equivocarnos,
que en el terreno de la producción el
mundo indígena cambió muy poco entre
los siglos XVI y XVIII. Esto es así porque su
producción se orientaba fundamental-
mente a satisfacer las necesidades fami-
liares. El escaso excedente que podía
lograr estaba destinado al rey y al alcal-
de mayor, en forma de tributos, o a su
comunidad, en forma de aportes a las co-
fradías y a las celebraciones religiosas.
Muy distinto era el caso de los es-
pañoles y criollos, quienes se in-
teresaban en producir para
vender en el mercado
exterior, donde colo-
caban la mercancía a
buenos precios.
La sociedad cen-
troamericana a finales del
siglo XVIII, aunque presentaba carac-
terísticas del siglo XVI, era una sociedad
transformada. Si bien es cierto que la pre-
ponderancia del criollo y la sujeción del
indio eran sus características primordia-
les, un nuevo grupo había surgido entre
los siglos XVI y XVIII, a saber, el mestizo, al
que se empezaba a llamar “ladino”, por
suponerlo de origen indígena. En cuanto
a la esclavitud, muy poca incidencia tuvo
en la economía o en la sociedad, aunque
se siguieron importando algunos escla-
vos a regiones tales como Omoa, para fi-
nes específicos hasta mediados del siglo
XVIII. Para entonces, la mayor parte de los
descendientes de los esclavos africanos im-
portados eran libres y se mezclaban entre
las castas mestizas, diluyéndose su origen
étnico y su condición original.
La mayoría de los indios vivía en
sus pueblos bajo la autoridad de sus al-
caldes y regidores, reclutados entre los
descendientes, reales o supuestos, de la
antigua nobleza indígena. Los alcaldes
indígenas rendían cuentas ante los co-
rregidores, funcionarios españoles en-
cargados del cobro del tributo y de las
otras obligaciones del pueblo ante el Es-
tado español. El establecimiento de sub-
delegados a finales del siglo XVIII, en lu-
gar de corregidores, no cambió del todo
la situación de los indios. Aun cuando ofi-
cialmente el repartimiento ya había sido
abolido, los subdelegados españoles con-
tinuaron aprovechando el cargo que ejer-
cían para hacer trabajar a los indios en su
beneficio.
La sociedad centroamericana en el siglo XVIII 223
Hacia el siglo XVIII, en la gran ma-
yoría de los pueblos indígenas, existían
cofradías, fundadas originalmente por
el clero secular en el siglo anterior, con el
fin ostensible de celebrar la festividad
del santo patrón.
Desde el siglo XVI, los funciona-
rios de la Corona trataron, en vano, de
reducir su número. Las cofradías proli-
feraron en los pueblos indios porque res-
pondían a sus necesidades sociales y cul-
turales, funcionando como sociedades de
ahorro, crédito, producción y apoyo mu-
tuo para la seguridad social de sus miem-
bros. Por eso, los indígenas aportaban
dinero y servían gustosamente en su ad-
ministración.
A finales del siglo XVIII, las cofra-
días de Guatemala y El Salvador tenían
un capital de más de medio millón de
pesos, sin incluir sus tierras. En Nicara-
gua, las cofradías de pueblos pequeños
y pobres eran dueñas de miles de cabe-
zas de ganado. Con frecuencia, las co-
fradías sufragaban los gastos de orna-
mentación de las iglesias, como ocurría
también en los pueblos indios de Hon-
duras. Sin embargo, a raíz de la políti-
ca desamortizadora y el decreto de Con-
solidación de Vales Reales con que la
Corona buscó superar su crisis finan-
ciera derivada de las guerras napoleó-
nicas, el gobierno intervino sus fondos
en los primeros años del siglo XIX, des-
capitalizándolas y dando al traste con
el sistema de apoyo social que represen-
taban. Aun así, las cofradías, empobre-
cidas, sobrevivían y estaban lejos de des-
aparecer cuando ocurrió la independen-
cia en 1821.
Si las comunidades eran ricas en
tierras, dinero y ganado, los indios eran
pobres. Todos los autores de la historio-
grafía de los siglos XVIII y XIX señalan la
pobreza con que vivían. Su género de
vida cambió muy poco en los tres siglos
que duró la Colonia, siendo fundamen-
talmente cultivadores del maíz y artesa-
nos del barro, la piedra, la madera y las
fibras vegetales, en particular del algo-
dón. A pesar de los cambios políticos y
económicos que se produjeron entre 1502
y 1821, su condición de dominados no
se alteró y recibieron a cambio muy po-
cos servicios públicos del Estado al que
sustentaban. Encomienda, esclavitud, tri-
buto y repartimiento sólo fueron modifi-
caciones en cuanto al grado y la forma
de sujeción en que se encontraban.
Los españoles criollos se creían
herederos de los beneficios de la Con-
quista. En su ideología de supremacía
social se confundía lo étnico con lo so-
cial. Sus estereotipos mentales se funda-
ban, por un lado, en el recuerdo de
valores peninsulares encarnados en taxo-
nomías y conceptos de origen medieval,
tales como “limpieza de sangre”, “cris-
tianos viejos”, “hidalgos” y “nobles”; por
otro, estaban enraizados en la “recorda-
ción” de la Conquista, que enarbolaba
expresiones como “conquistadores” y
Las cofradías se organizaron
desde principios de la Colonia.
Este segmento de una cruz
procesional es conservado
por una cofradía del occidente
salvadoreño de fines
del siglo XVI.
Historia del istmo centroamericano224
Esta representación
de la ciudad de Guatemala
de mediados del siglo XVII
obviamente no es fiel
a la realidad pero sí destaca,
con toda razón, el carácter
volcánico de la zona
y los sistemas de transporte
empleados entonces.
“primeros pobladores” para, de esta
manera, justificar su pretensión de pri-
vilegio. Asimismo, los servicios presta-
dos al rey en la milicia, en la Iglesia o en
el gobierno justificaban otros reclamos.
Los focos de la dominación espa-
ñola eran las ciudades, desde donde
irradió el poder de los criollos sobre otros
grupos de las diferentes regiones del
área centroamericana. Entre todas las
ciudades, Guatemala adquirió un lugar
especial. Su fundación data de 1524, y
en 1541 fue trasladada a lo que hoy es
La Antigua, conocida entonces como
Santiago de los Caballeros. Guatemala
era la ciudad más poderosa: sede del
arzobispado y residencia definitiva de la
Audiencia —que englobaba Chiapas, el
Soconusco, Guatemala, El Salvador,
Honduras, Nicaragua y Costa Rica— a
partir de 1567.
Como las otras ciudades del rei-
no, Santiago de los Caballeros tenía su
cabildo español, pero éste era el más in-
fluyente de todos, epítome de la aristo-
cracia criolla y del gobierno de un cuarto
de la población española del reino. En
efecto, además de las atribuciones co-
múnmente asignadas a los cabildos en
sus respectivas ciudades, tenía faculta-
des de cogobierno. El corregimiento del
Valle, que el cabildo gobernaba y ad-
ministraba, agrupaba a más de ochenta
pueblos indios y a más de 40% de la
población indígena de todo el reino. De
allí derivó, fundamentalmente, la rique-
za, el poder y el prestigio de los criollos
de la ciudad de Guatemala y también allí
nació, vivió y murió el más importante
portavoz de la ideología criolla, Francis-
co Antonio de Fuentes y Guzmán (1542-
1599) quien, en su Recordación florida,
concluida en 1595, nos presenta a los
criollos como equivalentes a los nobles eu-
ropeos, los mejores súbditos en todo caso,
los que tenían derecho a los empleos y a
La sociedad centroamericana en el siglo XVIII 225
los otros beneficios, por ser descendien-
tes de los conquistadores.
En las otras ciudades del reino, los
criollos asumían el mismo papel de do-
minadores, aunque limitado a la región
circunvecina. Cada ciudad se considera-
ba independiente de las otras y tenía su
propia zona de influencia particular. Lo
que unía a los criollos de las diferentes
ciudades del reino era su ideología de
superioridad social en relación con los
otros grupos étnicos.
Los criollos controlaban el poder
civil, militar y religioso del reino y, entre
ellos, se reclutaba buen número de los ad-
ministradores de las diferentes institucio-
nes reales. Todos los cargos militares de
cierta relevancia eran su patrimonio.
De igual manera, la inmensa ma-
yoría del clero, tanto secular como regu-
lar, era criollo. En el campo de los cargos
civiles, tuvieron la competencia, a veces,
La vida contemplativa
de los monasterios y conventos
atraía a cierto número
de personas durante
la Colonia. La mayoría
de estas instituciones estaban
en Guatemala.
Una familia española de fines
del siglo XVIII de la ciudad
de Guatemala. Son pocos
los retratos de este tipo que
se hicieron en su momento
y menos los que han
sobrevivido hasta el presente.
de los funcionarios reales peninsulares.
En cambio, en lo que se refiere a las fun-
ciones de carácter religioso y militar, su
poder fue, con la excepción del cargo
episcopal, indiscutible.
A principios del siglo XIX, los mesti-
zos constituían un grupo numeroso y en
plena expansión. Sobre el millón de ha-
bitantes de la Audiencia de Guatemala,
575 000 eran indígenas, 375 000 eran
ladinos —como se tipificaba oficialmen-
te a los mestizos de diversas castas— y
50 000 eran criollos.
Historia del istmo centroamericano226
Los ladinos se diferenciaban de los
criollos porque no tenían, salvo excepcio-
nes, acceso a los cargos civiles, militares
y religiosos. Por otra parte, sólo en con-
tadas ocasiones disponían de alguna
fortuna. Además, las leyes de la monar-
quía, en general, los consideraban como
extraños en el cuerpo social. Por eso el
deán de la catedral de Guatemala, Gar-
cía Redondo, decía de ellos en el siglo
XVIII: “...estando en sociedad, no han te-
nido parte en el realengo, ni son dueños
de lo que es dueña la sociedad... súbdi-
tos sin derechos, extraños a los bienes
comunes y forasteros en el suelo natal”.
Por su parte el gobernador de Nicara-
gua, don Manuel de Quirazo, afirmaba,
refiriéndose específicamente a los mula-
tos, parcialmente descendientes de afri-
canos: “...han olvidado que su origen
primero fue la esclavitud y que los verda-
deros dueños del país son los españoles
por derecho de conquista y los indios por
derecho de ocupación”.
Los ladinos se diferenciaban, asi-
mismo, de los indios. La primera expre-
sión de esa diferencia, más importante y
más evidente, era el hecho de que los in-
dios estaban obligados a vivir agrupa-
dos en sus pueblos, sujetos al tributo y al
repartimiento, aunque tenían su propia
autoridad —los cabildos y caciques— y
una legislación que les daba derechos
específicos, que reclamaban ante jueces
y audiencia. Carecían, en cambio, de bie-
nes poseídos en común, tales como eji-
dos de pueblos, tierras comunales y bie-
nes de cajas de comunidad. Sin embargo,
cuando alguno de los ladinos adquiría
una cierta fortuna o se casaba con algún
miembro del grupo de los criollos, sus
descendientes trataban de insertarse en
este último grupo, para beneficiarse de
los privilegios que les podía acarrear tal
estatus.
El dinamismo demográfico de los
ladinos, en particular en algunas regiones
del reino, inquietaba a las autoridades y
a la población española. Sin embargo,
muy poco podían hacer para contener este
movimiento. Los tres siglos de dominación
española habían engendrado una nueva
sociedad.
Los mestizos fueron
constituyéndose gradualmente
en el grupo social mayoritario
en buena parte
de Centroamérica. Solamente
Guatemala conservó
—y conserva— una población
de mayoría indígena.
La sociedad centroamericana en el siglo XVIII 227
l asumir el trono, los Borbones
se dieron a la tarea de recupe-
rar el poder real que se había
debilitado durante el último si-
glo de la Casa de los Austria. Las estre-
chas relaciones entre los gobiernos de
Francia y España facilitaron la difusión
de las ideas de la Ilustración e influyeron
en la corte española. Fue así como, en la
segunda mitad del siglo XVIII, la Corona
tomó una serie de medidas de gobierno
y de administración en todas las áreas,
conocidas con el nombre de reformas
borbónicas. Estas medidas ejercieron una
profunda influencia en la vida política,
social, económica y cultural de la región,
aun sin alcanzar todas las metas que se
planteaban.
El rey más involucrado en dichas
reformas fue Carlos III (1759-1788), cu-
yos ministros se orientaron por este pro-
grama puntualizado en el Nuevo sistema
de gobierno económico para la Améri-
ca de Campillo y Cossío, manuscrito que
estaba en circulación desde 1743 y que fue
publicado en 1762. Las reformas procura-
ron esencialmente centralizar las funcio-
nes del Estado para contrarrestar las
fuerzas centrífugas de las corporaciones
(Iglesia secular, órdenes religiosas, cabil-
dos) y fortalecerlo para controlar los de-
sarrollos económicos, tales como el con-
trabando, que parecían escapársele, así
como para garantizar la estabilidad del
imperio contra amenazas externas.
La política borbónica se orientó en
Centroamérica a estimular las comunica-
ciones y el comercio, limitar el poder ecle-
siástico, cambiar el sistema de impuestos,
establecer el régimen de intendencias y
luchar contra la presencia inglesa. En las
reformas emprendidas por los Borbones
hay que distinguir dos fases: en un pri-
mer momento, se realizó una alianza con
las nuevas familias comerciantes para
LAS REFORMAS BORBÓNICAS
A
Carlos III, el monarca
que impulsó las reformas más
importantes del sistema
colonial español.
A su muerte, sin embargo,
ya se manifestaban
las primeras muestras
de inconformidad con
el dominio que ejercían
los españoles en América.
Historia del istmo centroamericano228
debilitar a las antiguas fuerzas colonia-
les de los terratenientes criollos; en un
segundo momento, a partir de 1763, la
lucha fue contra los comerciantes.
El primer paso fue la creación de
una fuerza militar adecuada, como de-
fensa contra ataques extranjeros y le-
vantamientos internos. En 1752, la Au-
diencia dispuso la creación del castillo
de San Fernando de Omoa. En 1765 lle-
gó como presidente de la Audiencia, el
mariscal don Pedro de Salazar y Herre-
ra, quien, entre otras, tenía instrucciones
de organizar el ejército y la dotación de
las plazas fuertes del reino, tanto en las
costas septentrionales de Honduras como
en el río San Juan, de Nicaragua, para
lo que dictó disposiciones con el fin de
mejorar los armamentos de sus fortale-
zas. En un informe de 1767 se revela que
el ejército miliciano alcanzó 30 714 hom-
bres de infantería y caballería. Estas me-
didas permitieron a España recuperar la
costa de Mosquitos, que se hallaba bajo
el control de comerciantes ingleses desde
finales de siglo XVII. Por un tratado con
los ingleses de 1786, España consiguió
la evacuación de la región, que se exten-
día desde Río Tinto en Honduras, hasta
Matina, en Costa Rica, permitiéndoles a
los ingleses únicamente el derecho de
corte de madera en un territorio delimi-
tado en Belice.
En el esfuerzo por rescatar el po-
der disperso, la Corona comenzó al mis-
mo tiempo por recuperar el control de la
Iglesia que, en América, podían reivin-
dicar los reyes por las prerrogativas que
le daba el Patronazgo Real. Se recalcó
la labor educativa que debía desempe-
ñar la Iglesia por medio de colegios y
escuelas parroquiales y se contuvo la
Vista del Castillo de San
Felipe, fortaleza construida,
a mediados del siglo XVII,
en la entrada del lago Izabal.
Los cañones de la fortaleza
de Santa Bárbara de Trujillo,
en la costa norte de Honduras,
apuntan al mar, tal como
lo hicieron hace más de tres
siglos para repeler
a los piratas.
La fortaleza de San Fernando
de Omoa, en Honduras, fue
la más importante de todas
en el Reino de Guatemala.
Se ha conservado casi intacta
y se usó, hasta entrado
el siglo XX, como cárcel.
La sociedad centroamericana en el siglo XVIII 229
dad ocupaba una manzana, y también
eran dueños de ricas haciendas produc-
toras de azúcar.
Obedeciendo una orden real, tu-
vieron que salir del reino hacia Europa
en julio de 1767. Entre los expulsados
iba el guatemalteco Rafael Landívar
(1731-1793), el más grande de los poe-
tas centroamericanos de la época colo-
nial. Su partida significó para la Iglesia
una enorme pérdida de poder y de in-
fluencia en la sociedad guatemalteca.
En relación con los comerciantes,
en un primer momento las reformas les
fueron favorables. En 1728 la Corona, a
cambio de un donativo, les concedió el
derecho, que antes había sido del cabil-
do, de recaudar los impuestos de alca-
bala, barlovento y almojarifazgo en todo
el territorio de la audiencia. Aquellos que
eran miembros del cabildo de la capital,
contaban con el derecho de reclutar in-
dios para trabajar en sus haciendas, au-
torizar el destace y venta de ganado, dis-
tribuir el agua y otorgar licencias de
comercio a tiendas y tabernas.
Pronto, sin embargo, surgieron con-
flictos. Era costumbre pagar los impues-
tos de acuerdo con la calidad de las
mercancías y no con el valor y peso del
artículo. Por otro lado, en Guatemala, la
ciudad donde se recaudaba más impues-
tos, era el cabildo el órgano encargado
de cobrarlos. La Corona ordenó la crea-
ción de una administración fiscal inde-
pendiente, lo que acarreó una fuerte
proliferación de conventos de contempla-
tivos, que habían acumulado grandes
propiedades y controlaban inmensos
capitales. La moralidad pública debía ser
tarea de los párrocos, además de que
había que hispanizar a toda la pobla-
ción y no mantener la tradicional divi-
sión de etnias.
Entre la Conquista y finales del si-
glo XVII, la Iglesia había acumulado rique-
za, poder y prestigio. Sólidamente
organizada y hábilmente dirigida por
gran número de excepcionales obispos,
había sido aliada del Estado, pero rece-
lando de aumentar su autonomía. Inclu-
so, llegó un momento, a finales del siglo
XVII, en que el clero secular y regular te-
nía más autoridad que los representantes
del rey. Eran, a la vez, los mentores inte-
lectuales y espirituales de la aristocracia
criolla y los dirigentes y pastores de los
pueblos de indios.
Desde la primera mitad del
siglo XVIII, se emitieron cédulas reales,
cuyo objetivo era limitar el poder del clero
regular. Por una de ellas, en 1717, que-
dó prohibida la creación de nuevos con-
ventos. El golpe más espectacular, sin em-
bargo, fue la expulsión de los jesuitas en
1767. Los primeros padres jesuitas ha-
bían llegado a la ciudad de Santiago de
los Caballeros en 1606. En 1615 fun-
daron el seminario de San Francisco de
Borja que, reorganizado en 1690, llegó
a competir con la Universidad de San
Carlos. El convento que tenían en la ciu-
El comercio entre las regiones
del Reino de Guatemala
estaba sujeto al pago
de impuestos, como
lo demuestra esta llamada
torna guía extendida a quien
transportaba la carga para
que pasara por las garitas
donde se controlaba
el comercio que entraba
y salía de cada ciudad.
Historia del istmo centroamericano230
El aguardiente era otro
producto estancado
(monopolizado) por el Estado.
Sin embargo, siempre tuvo
que competir con
el aguardiente
de contrabando, destilado
y distribuido ilegalmente.
oposición del cabildo que obligó al gobier-
no a rebajar los impuestos. La Corona,
sin embargo, continuó aplicando las re-
formas.
La reforma fiscal era un punto par-
ticularmente importante. A comienzos del
siglo XVIII, la estructura impositiva no ha-
bía cambiado sustancialmente desde que
se estableció el dominio español. El tri-
buto indígena seguía siendo la principal
fuente de ingresos fiscales. En 1700, 80%
de los ingresos estatales provenían del
pago de tributo, pero el rey sólo percibía
una parte de lo que se cobraba debido a
la corrupción de los funcionarios, quie-
nes, además, exigían a los indígenas más
de lo que, de acuerdo con la ley, debían
pagar.
Con la llegada a Guatemala en
1763 de los visitadores, enviados por
la Corona para inspeccionar la admi-
nistración de la Colonia, comenzó una
verdadera “revolución burocrática”, cu-
yos dos elementos fundamentales fueron
la reforma del sistema fiscal y la crea-
ción del sistema de intendencias. Esta
“segunda conquista” del reino, como la
ha llamado un historiador, permitió in-
crementar otras rentas reales de forma
dramática. Después de 1763, el tributo
sólo constituyó 50% de los ingresos del
Estado.
En 1765 una orden real estable-
ció el monopolio estatal del tabaco, la
pólvora y los naipes. En lo relativo al ta-
baco, se decretó que sólo el gobierno
podía autorizar su producción. Para tal
efecto, fueron seleccionadas regiones es-
pecíficas en Honduras, Costa Rica y Gua-
temala donde se establecieron factorías
reales que controlaban la producción del
tabaco, mientras que en Chiapas, El Sal-
vador y Nicaragua estaba prohibido
cultivarlo. El negocio del gobierno con-
sistía en comprar el tabaco a los pro-
ductores y luego venderlo a los expen-
dedores, obteniendo, así, grandes
ganancias.
En 1820, por ejemplo, se le com-
praba el tabaco al productor a un precio
entre medio real y tres reales la libra y se
le vendía a los expendedores a seis reales.
Los ingresos de la Corona aumen-
taron hasta que, entre 1771 y 1775, los
impuestos sobre las ventas rebasaron
aquellos que se obtenían del tributo. An-
tes de 1763, el cabildo de Guatemala
entregaba al gobierno 18 000 pesos
anuales; a partir de 1780 se recaudaron
más de cien mil. El tabaco produjo
71 894 pesos entre 1766 y 1771; a fi-
nales del siglo se recogieron 132 882,
mientras que en los años 1818-1819 la
recaudación fue de 338 250 pesos.
Este mapa antiguo del Reino
de Guatemala fue elaborado
con el fin de ilustrar
la producción y el consumo
de tabaco en las diversas
provincias. Producto que era
un monopolio del Estado
español que permitía ingresar
a las arcas reales cantidades
importantes de dinero.
La sociedad centroamericana en el siglo XVIII 231
Estas ganancias no se acumulaban
en las arcas del tesoro real sin dificultades
o resistencias. Las zonas tabacaleras que
cayeron bajo la prohibición se rebelaron
y lo cultivaron clandestinamente, vendían
la producción por la vía del contrabando,
sin que la Corona tuviera el poder de im-
pedirlo. El bajo precio que el gobierno pa-
gaba a los productores de tabaco incluso
provocó protestas populares en Costa Rica
en 1812. El monopolio de la producción y
venta de aguardiente, decretado en 1766,
produjo actos de sedición en varias partes
del reino.
A pesar de las reformas, en las
provincias la colecta de impuestos era
deficiente. Entre 1770 y 1774 el pro-
medio anual de impuesto de la alcaba-
la fue de 102 524 pesos en la capital y
tan sólo de 37 803 en el resto del reino.
Esta situación se atribuía “al poco celo
mostrado por los alcaldes mayores y co-
rregidores”. Con el fin de mejorar la re-
caudación de los impuestos, se crearon
cuatro subadministraciones bajo control
real directo en El Salvador, León, Chiapas
y Comayagua. Estas fueron la base para
la introducción del sistema de intenden-
cias posteriormente.
Las intendencias reemplazaron un
su mayoría a las gobernaciones. En 1778,
había cuatros gobernaciones: el Soconus-
co, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.
También había doce alcaldías mayores:
Tuxtla, Ciudad Real de Chiapas, Suchite-
pequez, Teconicapán, Chimaltenango, Sa-
catepequez, Escuintla, Verapaz, Sololá,
Sonsonate, San Salvador y Tegucigalpa.
A éstas se le sumaban los corregimientos
de Quezaltenango, Chiquimula, Realejo-
Subtiava, Matagalpa-Chontales y Nicoya.
Entre 1785 y 1787 se introdujo el
régimen de intendencias, que fue la cul-
minación de las reformas administrati-
vas de los Borbones. Los intendentes te-
nían atribuciones de recaudación fiscal
y control policial y militar, y goberna-
ban sus territorios por medio de subde-
legaciones. Se crearon intendencias en
San Salvador, Ciudad Real, Comayagua
y León. Sólo Costa Rica quedó como go-
bernación, supeditada a la intendencia
de León.
Una de las reformas
borbónicas más importantes
fue la creación
de las intendencias.
En el Reino de Guatemala
se crearon varias, tal como
lo indica el mapa.
Historia del istmo centroamericano232
a vida cultural de la Colonia
estuvo dominada por la Iglesia.
Los centros de estudio principa-
les fueron los colegios, conven-
tos y seminarios. Las expresiones artísticas
y literarias, por su parte, reflejaron, en la
mayoría de los casos, una profunda reli-
giosidad a pesar del influjo seculariza-
dor de las reformas.
Para el siglo XVII había cuatro se-
minarios en el reino de Guatemala. El más
antiguo era el de Nuestra Señora de la
Asunción, que se fundó en el siglo XVI. En
el siglo XVII se crearon tres más: el de
Nuestra Señora de la Concepción, en
Chiapas, en 1676; el de San Ramón
Nonato, en Nicaragua, en 1680; y el de
San Agustín, en Honduras, en 1682. Se
enseñaban las materias de gramática,
teología moral, cánones, filosofía y leyes.
Los conventos, por su lado, tenían cole-
gios. En el siglo XVIII el más famoso era el
de San Francisco de Borja, a cargo de
los jesuitas, que existió hasta 1773.
En 1681 se fundó en la ciudad de
Guatemala la Universidad de San Carlos.
Tenía cátedras de teología, filosofía, insti-
tuta, cánones, leyes, medicina y lengua
cakchiquel. Hasta 1768 sólo se enseñó con
el método escolástico. A partir de ese año,
se introdujo la filosofía cartesiana, dán-
dose impulso, asimismo, a la física expe-
rimental y las matemáticas. En la última
década del siglo XVIII se hicieron progre-
sos en anatomía y cirugía.
La introducción de la imprenta en
Guatemala fue obra del obispo fray Payo
de Rivera en la segunda mitad del
siglo XVII. En 1727 don Sebastián Aréva-
lo estableció una imprenta; mientras que
otros talleres se abrieron a lo largo del
siglo. Las publicaciones eran esencialmente
de carácter religioso. El primer libro im-
preso en Centroamérica fue Explicatio apo-
logética (1663), cuyo autor era el mismo
obispo Rivera. El alto índice de analfabe-
tismo explica la poca difusión de obras im-
presas en latín o manuscritas. Entre estas
últimas cabe destacar el Memorial de So-
lolá, crónica indígena también conocida
VIDA CULTURAL Y RELIGIOSA
L
El único centro de enseñanza
superior en el Reino
de Guatemala fue
la Universidad de San Carlos,
que comenzó a funcionar
en la ciudad
de la Antigua Guatemala.
La sociedad centroamericana en el siglo XVIII 233
como Anales de los cakchiqueles, que fue
escrita en cakchiquel por varios autores,
de los que sólo se conoce al indígena
Francisco Hernández Arana (1505?-
1581?) y contiene el relato de la Con-
quista vista por los indígenas. El punto
de vista de los españoles y criollos, por
su lado, se refleja en la Recordación flo-
rida, del guatemalteco Francisco Antonio
de Fuentes y Guzmán.
Entre 1729 y 1731 se publicó por
primera vez la Gaceta de Guatemala. En
ella se indicaban las festividades religio-
sas del mes, las crónicas de conventos y
algunas noticias del reino y, raramente,
de España. Reapareció en 1797 como
semanario. En esta nueva publicación
aparecían artículos relacionados con la
literatura y la vida económica y social del
reino. La Gaceta desapareció en 1803,
perseguida por la autoridad.
La arquitectura, esencialmente re-
ligiosa, y las artes plásticas reflejaron,
por una parte, la fuerte influencia de la
Iglesia, y por otra, los estilos españoles
de las diferentes épocas. Su costo mate-
rial fue asumido tanto por la Corona
como por la mitra, los conventos y, so-
bre todo, por los indígenas, quienes eran
el nervio de la economía colonial y gran-
des constructores de iglesias para sus
pueblos. Las primeras que se construye-
ron eran sencillas, en ellas se utilizaron
materiales tradicionales de construcción
indígena como la madera y el barro. Pos-
teriormente se usaron el adobe y la
mampostería. Sólo muy raramente se le-
vantaron edificaciones de cantera. En
la primera mitad del siglo XVI se erigió la
iglesia de Santiago en Ciudad Vieja,
Guatemala. En el siglo XVII fueron cons-
truidas numerosas iglesias y conventos en
El obispo Pedro Cortés
y Larraz realizó un viaje
de inspección por su diócesis
a fines del siglo XVIII.
El informe que elaboró es
una mina de oro
de información sobre
la situación social y religiosa
de las parroquias. También
contiene ilustraciones
detalladas de pueblos
y haciendas, como ésta
del cuarto de San Miguel
y San Vicente, en El Salvador.
Francisco Antonio de Fuentes
y Guzmán, regidor y cronista
de Guatemala, escribió
una de las principales obras
del período colonial,
la Recordación florida,
una visión de la Conquista
y la Colonia desde la óptica
de los conquistadores.
Historia del istmo centroamericano234
Los religiosos fueron
los educadores principales
durante la Colonia.
A su cargo estaban los colegios
y la Universidad de San
Carlos. A la izquierda,
un dominico y a la derecha
un agustino.
diferentes lugares del reino. Fue, sin em-
bargo, en el siglo XVIII cuando se edificó
la mayoría de las obras de la arquitec-
tura colonial que todavía sobreviven en
diferentes lugares del área centroameri-
cana: fortalezas en Panamá, Costa Rica,
Nicaragua, Honduras y Guatemala; im-
ponentes edificios administrativos en las ca-
pitales; iglesias y catedrales en todas las
regiones del área, y conventos y monas-
terios en Guatemala más que en otros
sitios. Como puede verse, la Antigua
Guatemala conserva, en nuestros días,
el mayor número de monumentos reli-
giosos concentrados en un solo lugar.
La pintura floreció principalmente
en Guatemala. En cambio, la escultura
religiosa se desarrolló en todas las pro-
vincias, dejando, aun en pequeños sitios
remotos y pobres, verdaderas obras
maestras que revelan una religiosidad
profundamente anclada en el alma co-
lectiva centroamericana.
En 1743 se erigió el arzobispado
de Guatemala. Los obispados de Chia-
pas, Honduras y Nicaragua quedaron
como sufragáneos. Sólo el presidio del
Petén Itzá, con cinco curatos, quedó bajo
un obispado fuera del reino. En 1773, un
severo terremoto destruyó Santiago de
Guatemala, por lo que la ciudad fue
reubicada. Aunque el arzobispo Cortez
y Larraz no se trasladó a la Nueva Gua-
temala, el siguiente Arzobispo Monseñor
Cayetanos Francos y Monrroy sí se insta-
ló en 1778 en la nueva sede. En cada
catedral había un cabildo eclesiástico
compuesto de por lo menos cinco miem-
bros, casi siempre controlado por las éli-
tes criollas, aunque la mayoría de los
arzobispos y obispos eran de origen fo-
ráneo; únicamente tres obispos nacieron
en el istmo.
Las órdenes religiosas más impor-
tantes siguieron siendo en el siglo XVIII las
de los dominicos, los mercedarios y los
franciscanos. La Compañía de Jesús sólo
tenía colegios en la capital y en Ciudad
Real. La orden hospitalaria de San Juan
de Dios tenía hospitales en Ciudad Real,
Sonsonate, León y Granada, y la de Be-
La iglesia parroquial de San
Miguel tal como se veía
a mediados del siglo XIX.
La sociedad centroamericana en el siglo XVIII 235
de la Corona, en donde la Iglesia tenía
una presencia activa y dominante.
No se puede, sin embargo, obviar
el nacimiento de un pensamiento y una
cultura secularizadora a fines del siglo XVIII,
misma que daría sustento a los liberales
radicales que, más tarde, retomarían las
políticas secularizadoras de los Borbones.
Los mismos clérigos ilustrados ya pensa-
ban de una manera distinta a sus ante-
cesores del siglo XVII. Se mencionaron las
profundas reformas curriculares en la
Universidad de San Carlos. Sabemos de
individuos que poseían libros incluidos
en el índice de libros prohibidos por la
Iglesia, como el de Dionisio de Herrera,
con quien se educó Francisco Morazán.
lén (orden nacida en Guatemala) sólo en
Santiago.
Las órdenes de Santo Domingo, San
Francisco y La Merced tenían, además de
los conventos en la villas y ciudades, doc-
trinas y curatos en los pueblos de indios.
A mediados del siglo XVIII, los Misioneros
de Cristo Crucificado reanudaron sus ac-
tividades en diferentes partes del reino. Su
mayor campo de acción fueron las mon-
tañas de Mulia y Leán, en Honduras; de
Matagalpa, en Nicaragua, y de Talaman-
ca, en Costa Rica, en donde su labor se
vio seriamente obstaculizada por la pre-
sencia inglesa en el Caribe. A principios
del siglo XIX , la “conquista espiritual” del
actual territorio centroamericano no se ha-
bía completado. Las zonas de refugio en
las densas selvas tropicales del istmo al-
bergaban poblaciones que seguían con-
servando la religión de sus ancestros.
Un historiador reciente ha escrito
lo siguiente: “Las instituciones eclesiásticas
eran la argamasa de la sociedad, pues
atendían las necesidades sociales impor-
tantes e integraban a los diferentes secto-
res de la Colonia en una unidad funcional
de una manera que el gobierno civil no
podía.” De ahí, la preocupación de los
Borbones por someterla al poder real.
Comenzó, desde entonces, una pugna en-
tre los poderes civil y eclesiástico que ha-
bría de prolongarse en los años venideros.
Lo que sí quedó como un elemento indis-
cutible fue la conversión al cristianismo de
todos aquellos que vivían bajo el dominio
Las tres órdenes religiosas
más importantes
en la Centroamérica colonial
fueron las de los franciscanos,
los dominicos
y los mercedarios, como
se aprecia en este mapa.
Historia del istmo centroamericano236
Durante el siglo XVIII, la sociedad centroamericana experimentó cambios pro-
fundos derivados, en gran medida, del desarrollo económico europeo, en
particular el de Inglaterra y su Revolución Industrial. También fue determinan-
te la difusión de las ideas de la Ilustración francesa y de los liberales ingleses.
La economía centroamericana, sin perder la preponderancia de las actividades
tradicionales de origen precolombino, se colocó en el mercado mundial con la pro-
ducción del añil, solicitado por la creciente industria textil inglesa, y después del
tabaco. La preeminencia de los comerciantes de la capital del reino generó tensiones
entre los pobladores de las provincias, perfilándose así el separatismo regional.
En lo político, cabe destacar el proyecto de reformas de los monarcas Borbo-
nes, cuyo fin esencial era recaudar más impuestos y centralizar en forma racional la
administración imperial.
Constatamos, asimismo, un florecimiento de la arquitectura y la escultura, prin-
cipalmente de carácter religioso, sin precedentes, cuya expresión más destacada
sobrevive, en nuestros días, en la Antigua Guatemala. En el campo intelectual, la
publicación de obras impresas y la penetración de las ideas liberales, sobre todo en
la Universidad de San Carlos de Guatemala, produjo en algunos sectores criollos una
cierta efervescencia política.
CONCLUSIÓN
Plaza mayor de San Salvador
a finales del siglo XVIII.
Conclusión de la Unidad II 237
E
CONCLUSIÓN DE LA UNIDAD II
ntre 1502 y 1821, Centroamérica experimentó profundas transformaciones.
A lo largo de los tres siglos de dominio español, fuerzas internas y externas
actuaron en forma tal que la Centroamérica de 1821 era muy distinta de la
de 1502.
La sociedad colonial surgió a raíz de la Conquista. Sus dos componentes ini-
ciales fueron el indio y el español. Una población indígena disminuida en proporcio-
nes apocalípticas, aunque en cifras difíciles de precisar, y un pequeño grupo de
europeos, conquistadores primero, funcionarios y comerciantes después, formaron el
núcleo inicial de la nueva sociedad. La introducción de esclavos africanos en pro-
porciones insignificantes, añadió un tercer ingrediente étnico y cultural a esta socie-
dad. La mezcla de los tres grupos, indígena, español y africano, fue uno de los
rasgos de la demografía colonial centroamericana. El otro fue el crecimiento pobla-
cional tanto de los indígenas como de los ladinos: el primero, sólo en términos
absolutos, el segundo, tanto en términos absolutos como relativos.
Un millón de habitantes para Centroamérica a principios del siglo XIX es una
cifra considerable. A Guatemala le correspondía más de la mitad. Costa Rica, en
cambio, sólo tenía 3% del total. La población era escasa en el conjunto de la re-
gión. De esta población, 58% era indígena, 37% ladina y 4.5% española. El mesti-
zaje era más intenso en algunas regiones que en otras: en Nicaragua, desde 1776
por lo menos, la mitad de la población era ladina; en Honduras, en 1804, 61.8%
era ladina, mientras que en El Salvador ésta se componía de 53.5%. En Chiapas y
Guatemala, por el contrario, más de 50% de los habitantes eran indígenas. Las
ciudades, diseñadas para residencia de los vecinos españoles, tenían, a principios
del siglo XIX, poblaciones mayoritariamente no españolas; para esa época, los es-
pañoles sólo constituían, por ejemplo, 17% de la población de Guatemala, 14% de
la de León y 5% de la de San Salvador.
La economía presentaba características variadas. Al lado de prácticas milena-
rias, se veían tendencias modernizantes que propiciaban la inserción de Centro-
américa en el mercado mundial. En muchas regiones se seguía cultivando el maíz y el
frijol de acuerdo con un sistema antiquísimo. En otras, en cambio, se sembraban si-
guiendo las pulsaciones del mercado mundial, como era el caso del añil. La propiedad
Historia del istmo centroamericano238
y el uso de la tierra presentaban los mismos rasgos de yuxtaposición de elementos
precolombinos y de origen hispánico. Las formas de trabajo, finalmente, dependían
de la orientación de la actividad económica: familiar si producían para la subsis-
tencia, y asalariado e incluso, aunque raramente, esclavo, si se producía para la
exportación.
La sociedad, tal como la había concebido la monarquía española en el siglo XVI
formada por dos repúblicas, de indios y de españoles, estaba profundamente tensio-
nada, aunque aparentemente en orden. Una minoría de españoles acaparaba rique-
za, poder y prestigio. Asentada en las ciudades, ejercía un dominio indiscutible sobre
la población indígena y una minoría esclava de ascendencia africana, y aunque su
poder sobre la población ladina era menor, no por ello escapaba a su control.
Esta sociedad era extremadamente compleja y la filiación étnica de los indi-
viduos era fundamental. Había conflictos por asuntos políticos y de carácter eco-
nómico entre los mismos españoles; unos, los recién llegados llamados peninsulares,
y otros, plenamente integrados, a veces desde hacía siglos en la sociedad colo-
nial, llamados criollos. Conflictos, asimismo, entre los españoles y los indios por
razones laborales y agrarias que dieron lugar, sobre todo en el siglo XVIII, a le-
vantamientos y motines. Dificultades dentro de la sociedad indígena, provocadas
por las presiones laborales, cuyo conducto era la nobleza local indígena. Friccio-
nes, también, entre los indios y los mestizos por la creciente penetración de estos
últimos en los pueblos y tierras de indios. Colisiones dentro de la misma pobla-
ción mezclada por asuntos de pertenencia étnica: no era lo mismo un mestizo,
supuestamente de ascendencia española e india, y un mulato, parcialmente de
origen africano.
En lo que se refiere a la vida cultural, si bien es cierto que la Iglesia ejercía un
papel preponderante tanto en la vida artística como en la intelectual, su monopolio
en el mundo de las ideas pertenecía al pasado en las postrimerías de la era colonial.
Una minoría criolla tenía acceso, a partir de entonces, a nuevas ideas que abogaban
por un nuevo orden político, económico e intelectual.
Así, la sociedad centroamericana de principios del siglo XIX ya no se parecía a
la del siglo XVI. En 1523, existían numerosos grupos humanos de distintas lenguas,
religiones, costumbres y sistemas políticos. Podríamos decir, incluso, de una sola etnia:
indios, nativos, indígenas, aborígenes o incluso, como acostumbraban decir los es-
pañoles, naturales. En todo caso, estas eran poblaciones relativamente homogé-
neas en su nivel socioeconómico. En 1821, la sociedad centroamericana era muy
distinta. Ahora era étnicamente heterogénea, con una lengua, el español, que habría
Conclusión de la Unidad II 239
de volverse un elemento unificador, con una religión de origen semítico, el catolicis-
mo, unida bajo la monarquía española y con una economía vinculada, no siempre
estrechamente, al mercado mundial. Sobrevivían, es cierto, elementos indígenas en
todos los aspectos sociales, en algunos lugares más que en otros, pero lo que es
importante recordar es que el legado colonial en 1821 fue el mestizaje. ¿Qué queda
de aquella herencia colonial en nuestros días?
Aceptémoslo o no, nuestro presente es el resultado de nuestra particular evolu-
ción histórica que duró varios milenios y en donde el período que se extendió de
1502 a 1821 dejó una huella profunda en la población, la economía, la sociedad, la
política y la cultura centroamericanas del presente.
La población centroamericana es de ascendencia indígena, española y africa-
na. En algunas regiones, la preponderancia será de unos, en otras de otros. El carác-
ter mestizo o mezclado del centroamericano es innegable. En el patrón indígena se
injertaron el español y el africano.
La economía centroamericana lleva todavía la marca de la época colonial,
cuando se inició su entrada en el mercado mundial. Pero esa inserción se efectuó de
manera especial, mediante la venta de productos principalmente de origen agrícola.
La producción para la exportación quedó sujeta a los vaivenes de la demanda y a los
altibajos de los precios del mercado mundial.
La sociedad heredada en 1821 era controlada desde y para las ciudades. Era
en ellas donde el grupo minoritario de los criollos tomaba las decisiones que afecta-
ban al resto de la población, tanto rural como urbana. El poder político, económico,
social y cultural se concentró en las ciudades. El mundo rural quedó al servicio de la
ciudad. Todavía hoy, el campo centroamericano, en donde se genera gran parte de
la riqueza nacional, está sujeto a la ciudad.
Si bien es cierto que en 1821 la dicotomía de las dos repúblicas, la una españo-
la, la otra india, había desaparecido, su fundamento ideológico y social subsistía. Es
decir, una sociedad compuesta de una minoría dominante que gobierna y administra y
una mayoría dominada que trabaja. A pesar de los cambios que se han producido en
Centroamérica después de 1821, la sociedad centroamericana no tiene todavía una
clase media amplia y fuerte que sea la base social. En su conjunto, Centroamérica es
una región en la que —a pesar de la tentativa democratizadora en todos los ámbitos de
la vida social— la concentración del poder y la riqueza en relativamente pocas manos
es característica. La clase media en Centroamérica aún no es decisiva.
La época colonial dejó como herencia una profunda tendencia al autoritarismo
ejercido por el rey. Todos los demás miembros de la sociedad eran súbditos que
Historia del istmo centroamericano240
debían acatar y obedecer los mandatos reales. Esta conducta social fue retomada
más tarde por las élites criollas. Todavía hoy, pese al avance en la construcción de
regímenes democráticos, la tentación del autoritarismo sigue presente en algunos
países de la región.
El pasado no es una cadena que ata a los pueblos. Su significado profundo
está en los lazos unificadores que deja en la sociedad. Centroamérica tiene, en gran
parte, una historia común que puede ser un elemento importante en la construcción
de un mundo libre, más justo, más democrático, en una palabra, más humano.
La época colonial dejó como
herencia una profunda
tendencia al autoritarismo.
La mayoría de los miembros
de la sociedad eran súbditos,
quienes debían acatar
y obedecer los mandatos
reales.
Créditos de iconografía 241
BIBLIOGRAFÍA
Introducción:
Esta lista comprende únicamente obras publicadas en forma de libro, en español. Se trata de libros escritostanto por investigadores de la región como por extranjeros. Se incluyen tanto estudios relativos a cada unode los países como síntesis sobre el conjunto del istmo centroamericano. Se seleccionaron las obras másrecientes y algunas que pueden ser consideradas como clásicos en los estudios de la historia antigua ycolonial del istmo centroamericano. Estos criterios se formularon pensando en las dificultades que puedenencontrar estudiantes y profesores de todos los países del istmo para tener acceso a la bibliografía másespecializada sobre la región. De cualquier forma, en los libros aquí indicados encontrarán informaciónbibliográfica suplementaria.
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Agradecemos la colaboración de las siguientes instituciones para la ilustración de este libro: CoordinaciónEducativa y Cultural de Centroamérica (CECC), y a las bibliotecas del Archivo General de la Nación, de laFacultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), y del Instituto Tecnológico de Estudios SuperioresMonterrey, campus Estado de México.
Historia del istmo centroamericano. Tomo Ise imprimió en la
Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos,con domicilio en
Acueducto número 2, Parque Industrial Bernardo Quintana,Municipio El Marqués, Querétaro, C.P. 76246
El tiraje fue de 220 000 ejemplares.
Sus páginas interiores han sido impresas en papel ecológico, con lo cualse evitó la tala de 2 700 árboles y se contribuyó a preservar la riqueza forestal
de la humanidad y a mejorar su calidad de vida.
Impreso en papel ecológico