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LA HUMANIDAD
NUEVA
Ensayo de Cristologa
Volumen I
Jos Ignacio Gonzlez Faus
a
edicin
EAPSA HEC HO S Y DICH OS M ENSA Jt-RO
RAZN Y FE "SAL TERRAE"
16 de noviembre de 2015
http://es.slideshare.net/franciscomunoyerrogonzalez/gonzalez-faus-jose-ignacio-la-humanidad-nueva-ensayo-de-cristologia-i?from_action=save
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SUMARIO
VOLUMEN I
Pgs.
Confteor
I N T R O D U C C I N
EL
PROBLEMA
DEL CONOCIMIENTO DE JESS
Captulo I. La cuestin del "Jess histrico" y el "Cristo de
la fe" . 1 7
Historia de la cuestin.El fondo teolgico del pro
blema.Balance.
PARTE PRIMERA
CR1STOLOGIA BBLICA
Seccin I. Teologa de los m isterios de la vida de Jess
II. La pretensin de Jess. Lectura "histrica" de la
vida de Jess 57
Jess y la Ley.Jess ,y el Tem plo.Jess y los
m arginados Jess y Dios. (Apnd ice: los m ilagros de Jess).
III. M uerte y Resuireccin 123
El fracaso de la pretensin de Jess.La mueite
segn las Escrituras muerte del Profeta, muerte del
Jus to, m uerte del Siervo La irrupcin de lo Esca-
toldgico.La Resurreccin como utopa humana
(Apndice. el retraso de la Parusa y su significacin
teolgica).
IV. Lectura "teolgica" de la vida de Jess 181
Las tentaciones de Jess como destruccin de la
imagen religiosa de Dios.La Transfiguracin como
"negacin de la negacin".El tema de la knosis
Encarnacin e historia
Seccin II. Reflexin de la Iglesia primitiva
V. La lealidad del Hom bre Nuevo. Jess, Adn defi
nitivo . .
239
Jess Segundo Adn.Jess Hijo del Hombre.
(Apndice: La problemtica exegtica relativa al
Hijo del Hombre).
VI. La vigencia del Hom bre Nuevo pata nosotios 271
Jess Seor. Jess Prim ognito Jess Recapitula
cin y Plenitud.
VII.
La Hum anidad Nueva como revelacin de Dios
339Jess Palabra.Jess El Hijo.(Apndice a la sec
cin II: el problema de los ttulos cnstolgicos).
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VOLUMEN II
PARTE SEGUNDA
L A D O G M T I C A C R I S T O L O & C A
Secc in I . Hac ia la s n te s i s patr s t ica
Pgs
C a p i t u l o V I I I
Las primeras reflexiones sistemticas
375
P l a n t e a m i e n t o d e l os p r o b l e m a s L a c n s t o lo g i a d e
san Jus t ino Iren eo de Ly on (Ap nd ice un tex to
cn s to l g i co d e T e r tu l i an o )
I X
Los datos de la dogmtica cnstologwa
417
E l cam in o h a s t a N icea A p o l in a r y san D m as o
E f es o y C a l ced o n ia A p n d ice s a C a l ced o n ia
X Sentido y constantes teolgicas de la historia de la
Crtstologia
4(>5
L a p r o b l e m t i c a D i o s - h o m b r e E l n t e r e s s o t e n o -
lo g i co L a f o r m a d i a l c t i ca d e l p r o g r e s o
X I
Significado y valor de los dogm as cristotogicos para
nosotros
4S*>
El con subs lan c ia l de Nicea La c on de na de l apo l i -
n a r i s m o L as f o r m u la s d e E f e s o y C a l ced o n ia
E l p r o b l e m a d e l a s " d o s " v o l u n t a d e s ( A p n d i c e
el problema de la sens ib i l idad de Cr is to)
Secc in I I .
La rup tura de la s n tes is
X I I
La separacin entre Cnstologia y Soteriologia
519
El in te nto de san 'A nse lm o y su inf lu jo C ri t icas
a l a exp l icac in anse lmia na El lengua je de l Nu e
v o T e s t a m e n t o E l e m e n t o s p a r a u n a e x p l i c a c i n
de la redencin
X I I I
Inveisin de perspectivas en la Edad Media
567
El n te res doc t r ina l a l margen de l in te rs so teno-
log ico La s n tes is de T o m as e l
instrumentum
comunctum ( A p n d ice S o b r e a lg u n as cu es t io n es
de la cn s to lo g ia esco ls t ica l a "p er s on a l ida d" de
Cr i s to , e l su je to de l a Encarnac in , e l mot ivo de
la Encarnac in , l a c ienc ia de Cr i s to )
X I V La reaccin cnstolgica de Lulero 605
L a t e o l o g a p a r a a p r o v e c h a r L a c n s t o l o g i a d e
in te rcambio y su repercus in en la p rob lemt ica
D i o s - h o m b r e C o n c l u s i n
C O N C L U S I N
E S B O Z O S I S T E M T I C O
X V Las grandes lineas de la sntesis cnstolgica 625
L a cu s to lo g i a co m o ca t eg o r a e s t r u c tu r a d o r a d e l a
r ea li d ad L a r ea l id ad co m o ab s o lu to L a r ea l id ad
co m o m a ld i c i n L a r ea l id ad co m o p r o m es a
Apndice Tesis cnstologicas
661
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CONFTEOR. .
Por mi grandsima culpa." Por el desafuero y la audacia
de intentar escribir una Cnstologa.
Los clsicos grecolatmos tenan unos magnficos proverbios
para justificar sus fracasos. Ahora, tras el cansancio y la sa
turacin que siguen al remate de una obra larga, absorbente y
de elaboracin lenta, sera reconfortante uncirle un prlogo
que glosara el antiguo adagio
-
in magms volwsse satis est
O evocar la fbula de Faetonte, que quiso conducir el carro
del sol y estuvo a punto de quemar la tierra, pero que, al me
nos, "cay por haberse atrevido a algo serio"
Quien tenga una panormica slo mediana del estado ac
tual de la teologa, sabr que es una audacia desmesurada el
intentar una obra sistemtica, cuando cada captulo requerira
un especialista para l solo. Puede que haya consideraciones
pedaggicas o exigencias de reflexin personal capaces de jus
tificar esa audacia Pero al menos parece honrado dejar cons
tancia de ella: esta no es una obra "cientfica" o de investi
gacin aunque haya intentado ser seria. El material exegetico
o histrico que utiliza es, en muchos casos, de segunda mano
Slo intentan ser de primera mano las respuestas que con l
se confeccionan a una sene de cuestiones.
El especialista sentir comprensiblemente la tentacin de
intervenir. Y lo trgico es que la sentir all mismo donde el
profano o el simple interesado quizs sienta ya la tentacin de
abandonar. Esta era la segunda gran dificultad de la obra. Du
rante su redaccin he puesto empeo en no olvidar el consejo
que una persona amiga me dio en una sobremesa, exactamente
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una cosa que la podamos leer nosotros." El empeo probable
mente ha fracasado. Al final se acaba hablando de "los libe
rales", aun a riesgo de dar la impresin de que ste es un li
bro sobre las elecciones inglesas y no un libro de teologa.
O se navega entre expresiones latinas y griegas, que han de
ser traducidas, pero que, a 4a hora de la verdad, son insustitui
bles porque una vez traducidas ya significan otra cosa. La jerga
teolgica resulta invencible. Y quizs se hubiese hecho ms
cmoda la lectura suprimiendo todas las referencias. Pero un
spray de erudicin y una cierta agresividad bibliogrfica ayu
dan a vencer la inseguridad.
Mea culpa.
Y el lector har bien
si no les hace demasiado caso...
Por si todo eso fuera poco, se repiten algunas cosas ya di
chas por el autor en otras ocasiones. Y la repeticin pasa por
ser Un signo de caducidad... Pero la obra, que ha nacido a
partir de apuntes de clases, deba ser fiel a] posible inters
sistemtico del lector y del estudiante de teologa, a quien se
favorece suministrando totalidades de material y no imponin
dole una dispersin excesiva.
Esto nos lleva a decir tambin una palabra sobre el mto
do. La obra intenta seguir un mtodo preferentemente hist
rico. El autor est cpnvencido de que las pocas llamadas de
crisis son pocas en que se impone estudiar mucho la historia,
interrogarla y aprender de ella. Pero esto es precisamente lo
que no se suele hacer en pocas de crisis, porque stas se ca
racterizan por una desconfianza radical hacia el pasado que se
derrumba y por una prdida del crdito y autoridad de la tra
dicin. Y esta desconfianza la acrecientan hoy muchos ancia
nos venerables, que suelen identificar a la tradicin con el
mundo catnp, con los felices aos veinte o con la poca de su
abuelita la pobre qu trajes llevaba. Y van recomendando a
gritos a los "depravados curas jvenes" una fidelidad a la Tradicin que, en realidad, es fidelidad al siglo pasado o, a lo
sumo,
en los ms cultos de ellos, fidelidad a la Contrarreforma.
Este libro trata de escuchar a la tradicin bblica y patrstica,
y cree haber aprendido mucho de ellas. Pero se acaba delibe
radamente con la Reforma. Luego de sta vinieron la Contra
rreforma y la Modernidad. La Contrarreforma apenas pudo
crear tradicin porque casi slo era defensiva, y hoy se liqui
da. Y la Modernidad pertenece a nuestro presente, desde el
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que leemos, ms que al pasado que leemos. La tenemos muy
en cuenta: pero no para si tuarla del lado del objeto a estudiar
o del interlocutor al que se interroga, sino ms bien de parte
del sujeto que estudia y pregunta. Por eso no se l leva, tem
t icamente hablando, ningn cap tulo .
Usar un mtodo histrico no significa estudiar la historia
por simple curiosidad de erudito. Cuando el autor comenz a
ensear , hace pocos aos, era la poca en que se abandonaba
el sistema de las tesis escolsticas y en que el posit ivismo teo
lgico pareca la gran panacea. El gran mtodo haba de ser
exponer la Bibl ia y los Santos Padres. Hasta que un buen da,
al acabar uno de los primeros cursos, un alumno, que hoy corre
por algn lugar de Amrica Lat ina sorteando dictaduras de
derechas, se permit i la s iguiente cr t ica: "Nos has expuesto
lo que crey san Pablo, y lo que crey san Justino y lo que
creyeron los cr is t ianos de antes. Podas habernos dicho tam
bin qu es lo que hemos de creer los crist ianos de hoy." Era
muy fci l dar una respuesta escapista y verdadera: uno no
tiene la asistencia del Espri tu Santo para eso. Pero, sin em
bargo, la cr t ica tena buena parte de razn y haba puesto el
dedo en la l laga. Por ello conviene advertir que el pasado no
va a ser ledo en esta obra de manera aspt icamente neutral
o s implemente erudi ta . Est le do " interesadamente" , y no hay
recato en confesarlo: porque es grande el inters en responder
a aquella cuestin, con fidelidad al ayer y con lealtad al hoy.
Se ha intentado hasta el mximo el leerlo con objet ividad.
Pero sabiendo que no existen ms objet ividades que las pose
das por sujetos; los cuales preguntan y sufren y progresan, in
terpretan, necesitan y dan. Y por ello, mal que bien, al leer se
interroga, se subraya, se selecciona, se aprende y se intenta
sacar, del en-s del ayer, el para-nosotros del hoy.
Finalmente, es obligado confesar tambin que la obra in
tenta ser de eso que se l lama Teologa Sistemtica o Dogmti
ca. Hace un esfuerzo por dejar de lado todas las cuestiones
que ,
en una divisin clsica de los tratados, se l lamaran de
Teologa Fundamental o , ms ranciamente , "de Chr is to Le
gato": fundamentacin cr t ica de la pretensin de Jess, de
su Resurreccin o de la confesin de su Filiacin Divina. Este
proceder viene impuesto por la presencia de esta obra en una
coleccin de t ratados teolgicos. Las cuest iones aludidas han
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quedado asignadas a otro lugar en la citada coleccin. Se ha
hecho un esfuerzo por respetar la divisin de tareas y por no
pisar terreno ajeno. El lo no siempre era posible, porque todo
el mundo es t de acuerdo en qua la divis in ent re Fundamen
tal y Sistemtica es bastante imperfecta, y en que ambas se
entre te jen mutuamente . Pero s i no se ha conseguido tampoco
es demasiado grave. En fin de cuentas, el orden de los factores
no al tera el producto. . . con tal que se siga mult ipl icando, claro.
J. I. G. F.
marzo 1974
N O T A A L A S E G U N D A E D I C I N
La necesidad que me plantean los edi tores de una reim
presin lo ms rpida posible, impide una serie de correccio
nes y reelaboraciones. Pero creo que la obra las necesita hoy
por estos dos motivos: porque al cabo de ao y medio de
haberla escri to es uno ms consciente de sus puntos dbiles,
y porque es te lapso de t iempo se ha caracter izado precisa
mente por la aparicin de grandes Cristologas (Kasper , Schi-
Uebeeckx, O. Gonzlez, Bouyer.. .) .
Aludir a " la inesperada buena acogida" que ha encontra
do la primera edicin podra sonar a propaganda camuflada,
si no fuese ms bien testimonio de una realidad bien seria y
exigente y de la que no cabe presumir demasiado: la terr i
ble pobreza teolgica de nuestro catol icismo autosat isfecho de
antao, y la necesidad alarmante y perentoria en que se de
baten los pocos espaoles que todava conservan algn inte
rs por la fe en Jess, en demanda de unas respuestas para
las que nuestra Iglesia carece hasta de preparacin remota.
Pensando en nuest ros es tudiantes de teologa no puedo menos
de aadir : ojal que esta ancdota intrascendente de la re
edicin de un l ibro pesado y largo sirva para ayudarles a
creer en la fecundidad de esa semilla que se pudre en la
tierra del estudio lento y a largo plazo, tras la utopa de una
verdad que slo sirve a sus esclavos.
J. I. G. F.
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INTRODUCCIN
El problema del conocimiento de Jess
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Ya antes de empezar, la Cristologa se enfrenta con una
objecin que no puede reh uir: es posible conocer a Jess de
Nazaret?
Este problema ha de abordarse. Y no simplemente por ra
zones eruditas o pedaggicas, ni por afn de totalidad siste
mtica. Es un problema con el que nuestra poca se ha encon
trado, y que pone en juego a la Cristologa mism a: si no es
posible conocer a Jess, qu tipo de reflexin podr hacer la
comunidad creyente sobre El? Se puede argir que se trata de
un seudoproblema, o de un problema paralizante
1
; se puede
hacer de la necesidad virtud y decir que no necesitamos al
1
Esta objecin viene precisamente de las cristiandades ms revolu
cionarias, como es el caso de buena parte de Amrica Latina, y se inser
ta en el marco de una crtica despiadada a la concepcin occidental de
la ciencia, la cual ha sido domesticada por el sistema en beneficio pro
pio y privada de su "capacidad de sospecha" ("Marx fue llamado un
maestro en sospechas"); y al tomar como criterio de verdad lo verifica-
ble, termina siempre en una canonizacin del status quo. Cf. vg. J. P. M I
RANDA, Marx y la Biblia (Sigeme, 1971), pp. 279-82; 296-310; 318 etc.
En contra de lo que parece, esta objecin no es nueva. Ya a fines del
siglo pasado, un autor tan poco sospechoso de hacer apologtica como
P. J. PROUDHON, acusaba a toda la crtica histrica sobre Jess de ser
"abstracta y unidimensional": "tras haber rechazado las profecas, los
milagros, las apariciones, tras haber puesto en el escaparate las contra
dicciones de los historiadores, tras haber invocado el mito y la supers
ticin, no ha hecho sino hacer ms densas las tinieblas, no ha producido
ni una chispa de luz. El Fundador sigue desconocido". Jsus et les origi
nen de la revolution. Pars 1896.
Y modernamente, mil imgenes de Jess van apareciendo en los di
versos grupos contestatarios o comprometidos, a travs de lo que se ha
llamado "la exgesis salvaje" para contraponerla a la exgesis "neutral"
y supuestamente asptica de los cientficos. Y lo interesante es que alguno de stos ha empezado a reconocer que quizs es en dichos grupos
donde, por lo menos, se plantean los verdaderos problemas. Cf. lo que
decimos ms adelante en la nota 30.
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Jess del pasado para la Cristologa
2
. Pero, aun en estos ca
sos,
tales posturas debern justificarse; y ello equivaldr a en
frentarse con nuestro problema.
El hecho es que casi no poseemos
documentos
sobre Jess.
Los Evangelios no son, en realidad, documentos: slo posee
mos
testimonios
de fe en El
3
. Obras, por tanto, de hombres
que no estaban interesados en narrar unos hechos desnudos,
sino en el significado que haban descubierto en ellos. Sern
tiles para quienes acepten aquel significado que los primeros
testigos predicaban. Pero sigue en pie la pregun ta: no debe
ra haber, para nosotros, un acceso puramente neutral a los
hechos, que nos permita recorrer el mismo proceso que siguie
ron los primeros testigos: desde los hechos a su significacin?
Abordar con plenitud el problema histrico de Jess exigi
ra todo el espacio y todo el tiempo de que disponemos. Por
otro lado, la literatura sobre l es abundantsima e incesante;
y sta no intenta ser una obra ms sobre el problema histrico
de Jess, sino un .tratado de Cristologa. Sin embargo, aunque
slo podemos abordar el problema en cuanto somos deudores
de l y en cuanto nos condiciona, pensamos que no se trata
simplemente de un problema previo a la Cristologa y que
deba ser abordado slo por la llamada Cristologa Fundamen
tal. Al revs: una mirada ms profunda a l har que nos en
contremos introducidos en el corazn mismo de la Cristologa.
3
Generalizando quizs en exceso podramos decir que mientras la
objecin anterior es tpica de ambientes catlicos radicales, sta repro
duce una actitud del radicalismo protestante. As insinuamos una proble
mtica relativa a la relacin entre Cristo y el mundo, que volveremos a
encontrar en el captulo XIV.
3
Para los escasos documentos no cristianos como el clebre de T
cito,
el de Suetonio o el del Talmud puede consultarse W. TRILLINQ,
Jess
y loi problemas de su historicidad. Herder, 1970, pp. 60-72.
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CAPTULO PRIMERO
LA CU ESTIN DEL JESS HISTRICO
Y EL CRISTO DE LA FE
Para dar a este problema su verdadera dimensin teolgica,
no nos interesa tanto el contenido o el rostro concreto que
presenta hoy la cuest in del Jess histrico, sino ms bien su
sentido y su significacin de conjunto. Por esta razn, vamos
a acceder a ella no a travs de los trminos concretos en que
se plantea hoy, sino a travs de su propia historia.
1. HIST OR IA DE LA CUESTIN
Se seala el ao 1778 como fecha del nacimiento de este
problema. Hermann Samuel Reimarus (1694-1768), profesor de
lenguas orientales en Hamburgo, dej al morir una serie de
manuscri tos inditos que, diez aos ms tarde, seran publica
dos por su discpulo G. E. Lessing. El ltimo de ellos se t i tu
laba La intencin de Jess y sus discpulos
4
. Este escri to haba
de hacer famoso a su autor y desatar un proceso que todava
no ha concluido ni quizs acabar nunca.
Reimarus sostiene que el Jess que existi realmente en
Nazaret y el Cristo que predican los Evangelios no son lo
mismo: el primero fue un mesas pol t ico que fracas (expre
sin de este fracaso es la cuarta palabra de la cruz). El resto
lo hicieron sus discpulos en un a especie de ve ng an za: t ran s
formaron este fracaso y a su maestro con ello.
4
Existe una reciente reimpresin inglesa: The goal of Jess and his
disciples, Brill, Leiden 1970.
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No se sabe si las notas de Reimarus iban destinadas a la
luz pblica. Estn escritas con fuerza, con innegable resenti
miento y con una gran agudeza crtica (muchos de sus argu
mentos no han sido superados por la crtica posterior, dotada
de muchos ms medios de investigacin). "El mundo no esta
ba preparado por nada, para una obra tan violenta como la de
Reimarus", escribir ms tarde A. Schweitzer. Inmediatamen
te surgieron tomas de posicin contrarias y muy acerbas. Pero,
como suele ocurrir tantas veces, conforme se rechazaban las
conclusiones de Reimarus, se van aceptando inconscientemente
muchas de sus dudas o de sus presupuestos, y una pregunta
comienza a roer secretamente los nimos: fueron realmentelo mismo el Jess de la historia y el Cristo que es objeto de
la fe? As naci el problema cuya historia vamos a resear.
Primera etapa: La investigacin sobre la vida de Jess.
La aparicin del problema planteado por Reimarus coincide
prcticamente con la aparicin de la historia como ciencia. Por
ello no es nada extrao el que inconscientemente se piense que
la naciente ciencia histrica podr ayudar a responder a la pre
gunta de Reimarus. As nace toda una corriente de investiga
cin que tratar de descubrir quin haba sido en realidad Je
ss de Nazaret. En ella caben derechas e izquierdas, conser
vadores y demoledores, contradictores de Reimarus y conti
nuadores de sus tesis. Pero todos coinciden en el clebre grito
de guerra: zurck zum Menschen Jesu
5
; y en el mismo afn
de encontrar al verdadero Jess para ponerlo a salvo: a sal
vo de los ataques de Reimaruscreen unosy a salvo de la
crcel en que lo tiene metido el dogma y que es la que dio
pie a los ataques citadoscreen todos. Esta es la corriente
de la teologa liberal, que llena prcticamente todo el siglo xix.
Al cabo de un siglo, el balance de este esfuerzo ilusionado
no
puede ser ms desalentador: en nombre de la ciencia han
aparecido las imgenes ms variadas y ms opuestas de Jess:
el humanista, el esteta, el romntico, el moralista, el socialis
ta... Lo que un cientfico cree poder garantizar, lo niega otro.
Parece que cada poca o situacin falsea la imagen de Jess
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de acuerdo con ella misma. Y al final, la pluralidad de "im
genes cientficas" del mismo Jess va haciendo que germine la
duda sobre la posibilidad del intento.
En estos momentos (hacia fines del siglo pasado) tienen lu
gar algunos sucesos que van a dar el folpe de gracia a toda
esta corriente:
Mencionemos entre estos sucesos:
a) La aparicin de la llamada Escuela escatologica (1863-
1914): J. W eiss, A. Schweitzer, A . Loisy y especialm ente del
libro del primero de ellos: La Predicacin de Jess sobre el Reino
de Dios (1892). Esta escuela demuestra lo absurdo de la preten
sin de buscar una imagen humana de Jess; se carga as lo que
de algn modo haba sido comn a todos los intentos anteriores.
Para la Escuela escatologica, lo decisivo de la figura de Jess ha
ba sido el anuncio del Reino de Dios, que implica el fin de los
tiempos (hasta el punto de que el propio Jess crey que el fin
del mundo estaba prximo).
b) En 1901 aparece la famosa obra de W. Wrede (1859-
1906):
El secreto mesinico en los Evangelios.
Prescindiendo delvalor de la obra, sigue en pie la tesis del autor de que el evan
gelio de Marcos no es una obra espontnea e ingenua, sino un
libro muy construido teolgicamente. Pero con ello desaparece
la fuente que los liberales consideraban como histricamente ms
segura: Marcos, por comparacin con los otros tres, daba la
impresin de ser mucho ms primitivo y ms cercano a los he
chos. Pero ahora resulta que Marcos tampoco es simple docu
mento, sino testimonio de fe.
c)
En este estado de cosas, ya no es de extraa r que la
Intro
duccin a los tres primeros evangelios, que publicar J. Well-
hausen en Berln, en 1905, establezca la tesis de que es imposible
conocer a Jess independientemente de la imagen que de El se hizo
la fe. Esto supone que se le cierran todos 'os caminos a la inves
tigacin liberal: Jess est tan empotrado en su crcel que es
imposible extraerle de ella.
Por eso, y visto ahora con la distancia que dan los aos,
resulta perfectamente lgico el que en 1906 publique A. Schweit
zer la famosa Historia de la investigacin sobre la vida de Je
ss, que hoy est considerada como la partida de defuncin
del movimiento liberal. Schweitzer procede de este movimien
to,
est incluso convencido de la necesidad de su intento, pero,
tras el paso por las tesis de la escuela escatologica, su obra
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resulta ms bien una amarga constatacin de fracaso. Vale la
pena escucharle:
"A la investigacin sobre la vida de Jess le ha ocurrido una
cosa curiosa Naci con el nimo de encontrar al Jess histrico
> crey que podra restituirlo a nuestro tiempo como El tue
como maestro
y
salvador Desato
los
lazos
que le
ligaban desde
hacia siglos a la rocade la doctrinade la Iglesia, y se alegro cuan
do su figura volvi a cobrar movimiento y vida mientras pareca
que
el
Jess histrico
se le
acercaba Pero este Jess
no se de
tuvo, sino que paso de largo por nuestra poca y volvi a la
suya
Se
perdi
en las
sombras
de la
antigedad
y hoy nos
aparece tal como se presento en el lago a aquellos hombres que
no saban quien
era
como
el
Desconocido
e
Innominado
que
dice Sigeme"
6
Ya no puede extraar el que, aos despus, A. Harnack
intitule asi su tesis de habilitacin en Berln: Vita Iesu scribi
nequit
7
.
Este ttulo resulta terrible si se piensa que es el ba
lance de todo un esfuerzo ilusionado y enorme
8
. Schweitzer
dejo la teologa y marcho al frica a trabajar entre los lepro
sos. Y puede que con ello diese su mejor leccin de teologa
Segunda etapa: La reaccin fidesta de M. Kahler (1835-
1912)
Pero la historia nunca se detiene aunque se detengan los
hombres Slo ocurre que no avanza de manera lineal, recta,
sino de manera dialctica, pendular, a travs de reacciones que
van al extremo opuesto y encuentran all, en la olvidada ver
dad de la anttesis, la fuerza con que sobrevivir a la liquidacin
6
A
SCHWEITZER,
Geschichte der Leben-Jesu-Forscliung, Siebenstern,
Hamburg 1966, pp 620630
7
"Es
imposible escribir
la
vida
de
Jess
"
8
Como balance de la etapa liberal, suele sealarse esta doble tesis
a) La esencia del cristianismo no es la dogmtica histrica sobre Cris
to,
sino
el
mensaje histricamente trado
por
Jess
del
"valor infinito"
del alma humana y de la paternidad de Dios (A Harnack) Y b) no hay
linea divisoria entre el cristianismo primitivo y su mundo religioso am
biental
La segunda tesis est hoy superada en cuanto al simplismo con que
la afirmaba
la
teologa liberal
En la
primera
hay una
intuicin vlida
Pero la predicacin cristiana solo afirma eso a partir de la irrupcin de
la Escatologia y, por tanto, a travs del hecho de que el predicador
Jess pasa
a ser el
predicado
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de la tesis. Y de hecho, cuando la corriente liberal daba los
ltimos pasos de su carrera, ya estaba en marcha a su lado el
movimiento que haba de tomarle el relevo.
Generalmente, se seala como fecha de nacimiento de esta
reaccin el ao 1892, ao en que Martin Khler pronunci su
famosa conferencia
Der sogenncm te historische Jess und der
geschichtliche, biblische Christus, que de momento no tuvo
demasiada resonancia, y que despus ha sido mil veces citada
y reimpresa.
El simple ttulo, por las contraposiciones que contiene(Jess
Christus; sogennante biblische; historisch geschicht-
lich),
es suficientemente expresivo de la actitud de Kahler:
Jess
(el hombre que vivi en Nazaret) pertenece a la
asi lla
mada historiografa;
pero
Cristo
(lo que la
Biblia
confiesa de
Jess) constituye la verdadera historia
9
. El ataque de Kahler
se dirige en realidad contra los presupuestos de la investiga
cin que le ha precedido: ella no puede aspirar ms que a dar
nos unos hechos, pretendidamente desnudos, cientficamente
probados en su desnudez, pero o en su verdadera realidad.
Pues la verdadera realidad de estos hechos la constituye su
significado, y ste es inaccesible a la investigacin histrica.
Esta podr decirme que un hombre muri en cruz hace mil
novecientos aos. Pero que en aquella muerte "Dios reconci
liara al mundo consigo" (2 Cor 5, 19), eso slo me lo dice la
palabra de la comunidad de fe: la Biblia.
En consecuencia, Kahler tiene por intil toda la investiga
cin histrica. Su fe en Jess se fundamenta a s misma de
' La distincin que se hace entre los dos vocablos con que la len
gua alemana designa a la historia
(Historie
y
Geschichte),
y que es cl
sica en algunos filsofos alemanes, resulta muy difcil de traducir al
castellano En este caso hem os optado po r hab lar de historiografa e
historia. Para comprender la distincin puede ayudarnos parar mientes
en el dob le sentido de la expresin castellana "hacer h istoria " Significa
hacer una investigacin cientfica sobre hechos pasados (lo que corres
pondera a lo histonsch), y significa tambin realizar cosas que abren
un futuro, que son significantes para el futuro, etc (que correspondera a
lo geschichtlich)
En cuanto al titulo de la conferencia de Kahler, para no quitarle su
fuerza quizs podra traducirse as- El Jess que llaman histrico, y el
Cristo de la verdadera historia el bblico.
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manera totalmente fidesta
10
. Los "esfuerzos de los telogos li
berales por recobrar la verdadera fe en Jess desde la ciencia
histrica, desconocen lo que Pablo considera fundamental en
la predicacin y en la fe: que Dios no ha querido valerse de
"las persuasivas palabras de la sabidura humana" (1 Cor 2, 4).
La investigacin liberal no ha fracasado por casualidad: tena
que fracasar necesariamente porque los Evangelios slo pueden
ser proclamacin de la cruz ("historias de la pasin con una
introduccin detallada" segn la clebre frase acuada por
Khler). El Cristo que en ellos encontramos es el nico acce
sible y el nico de importancia para el hombre.
Tercera etapa: Bultmann y la Historia de las formas.
Bultmann es uno de los mayores telogos de nuestro siglo,
pero ahora slo nos interesa por el papel que le toca jugar en
la historia que estamos narrando: personifica una nueva acti
tud que slo puede entenderse a partir de las dos etapas anti
tticas que hemos comentado. Bultmann est condicionado por
ellas y trata de ser una superacin de ambas. Sus presupuestos
pueden esquematizarse as;
a)
desde el punto de vista
histrico
la tarea de la investigacin sobre la vida de Jess es estpida,
puesto que faltan fuentes;
b)
desde el punto de vista teolgico
es innecesaria: pues la fe no tiene que ver con lo que Jess
hizo o dijo (en la historia) sino con lo que afirma la predica
cin que obr Dios a partir de l (y fuera de la historia); y
c)
desde un punto de vista
exegtico
tampoco cabe abordar los
Evangelios como documentos cuyo grado de veracidad haya
que dilucidar y comprobar, pues no son documentos unitarios,
sino un conjunto de unidades de la predicacin primera, fruto
de una tradicin viva y obra de una comunidad creyente:
"En el principio exista la predicacin" es la frase de M. Di-
10
"Slo hay un puntoescribe Pannenbergen el que KaMer tenga
razn: que la reconstruccin histrica de la figura y de la predicacin
de Jess est obligada a explicar cmo, a partir del fracaso de Jess,
pudo nacer la predicacin primera del Cristo. La afirmacin de una opo
sicin entre Jess y el primitivo Kerygma cristiano sobre l, es insatis-
factoria precisamente desde el punto de vista histrico. La continuidad
entre ambos tiene que resultar comprensible. Es, por tanto, posible pasar
ms all de la predicacin de los apstoles hasta el mismo Jess hist
rico. Y adems es necesario." (Fundamentos de Cristologa, Sigeme,
Salamanca 1974, p. 32).
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behus que sirve para explicar el nuevo mtodo exegtico que
ahora aparece: si slo podemos llegar a la predicacin primera,
la tarea de la exgesis no puede ser ms que hacer la historia
de esa predicacin. Por tanto, no se trata de reencontrar al
Jess real, que es inaccesible y que no interesa, sino de encon
trar esas unidades primeras independientes
(formas)
para sa
carlas del texto y situarlas en el contexto vital en que nacie
ron, y as poder entenderlas Este es el famoso m todo llama
do de historia de las formas (o unidades primeras).
De este modo, frente al ya citado zuruck zum Menschen
lesu de los telogos liberales, aparece ahora un nuevo grito de
guerra: zuruck zum Kerygma
n
. El mensaje lo absorbe todo
y Jess se convierte en una figura totalmente irrelevante: in
cluso,
propiamente, no pertenece al cristianismo sino al judais
mo.
La relevancia la tiene el mensaje paulino del perdn de los
pecados y la llamada a una nueva existencia que a propsito
de Jess se nos predica. En esa predicacin del kerygma, Dios
vuelve a interpelarme a m, ofreciendo su perdn y llamndo
me a una existencia nueva
12
. Es evidente que de esta forma
11
"iA trs A por el m en saje '"
12
J JEREMAS (op cit en nota 14, p 17), ca ne atun za asi a esta po
sicin "la Revelacin no es un hecho histnco N o la encontram os
como un acontecimiento perteneciente a la histona; no puede delimitarse
y circunscnbirse a los aos 1-30 de nuestra era, sino que tiene lugar
cada vez que el kerygma es pred icado En el acontecimiento de la fe
es donde ocurre la R evelacin" Y al hacer esta descnpcin, con la que
polemizara el texto que citamos en nota 14, remite a G EBEJLING Die
Geschichthchkeit der Kirche und ihrer Verkundigung ais theologische
Problem, Mohr, Tubingen 1954, pp 59 ss
Pero esta referencia a Ebehng nos parece desafortunada y ambigua
La intencin de Ebehng cuando escnbe que la Revelacin no es un his-
orisches Faktum (op c \t , 59), es con traponer esta frase, dialectvcamente,
a la anterior que acaba de negar la Revelacin tampoco es una "'doc-
tnna revelada" que se contenga en un libro, el cual lleva este sello devehculo de la Revelacin gracias al m ilagro de la inspiracin Tam poc o
es la Revelacincontinua Ebehngun acontecimiento histnco que
lleve el sello de su carcter "suprahistonco" gracias a algo milagroso
Sino que, aun teniendo una dimensin doctnnal y una dimensin hist
rica, la Revelacin no hace que la Biblia y la historia de Jess sean, a
los ojos del historiador, distintas de todo el resto de la historia y de la
literatura, y queden fuera de su mbito de competencia El carcter re-
velatono de la Esentura y la historia de Jess no es accesible a la pura
historiografa la Revelacin es revelacin
in abscondito
Y por eso,adems de Biblia e historia, implica un tercer elemento en que tambin
acta Dios la fe que brota cuando el hom bre, puesto en contacto con
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se hace posible desmitificar el Evangelio para quedarnos con
su esencia.
Cuarta etapa: La "nueva bsqueda" del Jess histrico
(1956).
Como si la sntesis de Bultmann fuera una sntesis inesta
ble, el hecho es que se va a romper en cada uno de los frentes
en que la hemos presentado.
Desde el punto de vista teolgico se realizar una crtica
del presupuesto fidesta de Kahler y Bultmann (aqu juega un
papel la tmida entrada en escena de la exgesis catlica; pero
esta crtica es detectable tambin en una cristologa protestan
te como la de W. Pannenberg): si la fe ha de afirmar lo con
trario de lo que la historia dice, la esquizofrenia o el absentis
mo del creyente sern inevitables
13
. Y sobre "todo, se realiza
una crtica de la concepcin que tiene Bultmann del kerygma:
lo que importa en el cristianismo no es la pura predicacin
sino aquello que ha hecho posible la predicacin
14
.
Desde el punto de vista exegtico debe consignarse la en-
ambas, descubre como pecadores todos sus intentos de justificacin por
las propias obras y en ese descubrimiento de la propia pecaminosidad
queda desarbolado y halla su propia justificacin solo en la aceptacin
creyente de la justificacin que Dios le da en Cristo
13
"Si la fe en
Cristo
no
quiere caer
en el
nesgo
de
apoyarse
en si
misma y a la vez agotarse en una reflexin esotrica sobre la estructura
de la propia comprensin de si, necesita poder dar informacin de quin
era Jess, quin es el Resucitado y qu es lo que aporta la experiencia
de E como Seor" P STUHLMACHER,
Kritische Marginahen zum gegen-
wartigen Stand der Fiage nach Jess en Fides et Comunicatw Fests-
chrift M. Doerne, Vandenhoeck, Gottingen 1970,p 341.
14
"Lo que est en juegoescribe J
JEREMASen
nuestra protesta
contra esa nivelacin de Evangelio y Kerygma, es el concepto mismo de
revelacin Segn
los
testigos
del
Nuevo Testamento,
la
Revelacin
de
Dios es la Palabra hecha carne y solo El. La predicacin de la Iglesia
pnmera, por el contrario, slo es el testimonio de esa Revelacin, susci
tado por el Espritu Si se me permite una formulacin exagerada
-
Re
velacin
no es una
cosa
que
sucede todos
los
domingos
de 10 a 11 El
Glgota no est en todas partes, sino que solohay un Glgota que est
a las puertas de Jerusaln La doctrina de la revelatio continua es una
doctrina gnstica errnea
No la
predicacin
de la
Iglesia,
ya
desde
el
comienzo,
no es la
Revelacin sino
el
camino hacia ella.
Al
menos
as
entendi Pablo
la
tarea
del
Kerygma, cuando resume
el
contenido
de sus
prdicas en Galacia con la frase, "pon er ante los ojos al Cristo cruci
ficado". El significado central del Jess histrico En el volumen en co-
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trada en escena de la exgesis sajona
15
. La historia de las for
m as no tuv o dem asiad o bu en a acogida en el .mundo sajn, que
se muestra posit ivista y escptico, frente a lo que considera
como precipi tadas construcciones germanas. Prescindiendo aqu
de las tpicas ironas del humor ingls (como la ya famosa -de
que resul taba un mtodo muy apto para demostrar que la rei
na Victoria no haba existido), se objeta que el mtodo da a la
primit iva comunidad un poder creador enorme e insl i to, que
no puede conciliarse con la imagen que las mismas fuentes dan
de esa comunidad (la cual, lejos de ser una especie de masa
annima y en t rance, aparece como muy unida bajo los aps
t o l e s :
cf. Hch 2, 42). Esta l nea se continuar despus con la
aparicin de la
Historia de la Redaccin
y con lo que dire
mos de la exgesis escandinava, o de los aspectos sociolgicos
de la Tradicin.
La reaccin teolgica y exegtica t iene su repercusin en
el campo histrico. Y aunque todo t iene lugar de manera muy
abigarrada y muy poco sistematizable, el hecho es que hacia
los aos cincuenta asistimos a una especie de frente unido, en
el que los mejores discpulos de Bultmann parecen levantarse
contra el maestro y, aunque con mil prudencias y mil t i tubeos,
van declarando que s que podemos saber algo de Jess, y que
este algo, por poco que sea, no carece en absoluto de inters
16
.
Y as , tras el escepticismo de comienzos de siglo, aparece aho
ra un nuevo intersrelat ivo y maduradopor el Jess his
trico. Su caracterst ica es que se trata de un inters contrario
al de los l iberales: un inters, si se quiere, ms bien "conser
vador", no heterodoxo sino ortodoxo, no para l iberar a Jess
del dogma sino para devolverlo a l. El resultado es la flora
cin de l ibros sobre Jess que tuvo lugar a partir de 1956: ya
no tratan de ser, con la ingenuidad liberal , "vidas de Jess".
laboracin: Der historische Jess und der kerygmatische Christus. Evan-
gelische Veslagsanstalt, Berln 1962, p. 25.
15
Vase vg. la obra de V.
TAYLOR,
The formation of the Gospel
Tradition. Macmillan, Londres 1933.
16
P .
ALTHAUS,
Der sogennante Kerygma und der historische Jcsui.
Bertelsmann, Gtersloh 1958; E.
KASEMANN,
Das Problem des historischen
Jess, ZTK 51 (1954) 125-53; E.
FUCHS,
Die Frage nach dem historischen
Jesus,
ibd.,
53 (1956) 210-29; G.
EBELING,
Die Frage nach dem historischen
esus und das Problem der Christologie, ibd. 56 (1959) 14-30. Todos estof
autores han completado su posicin en escritos posteriores.
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Y en este sent ido permanece en pie la af irmacin de Harnack:
no es posible escribir la vida de Jess. Pero s que intentan
ser esbozos sobre la figura de Jess, su personalidad, sus ac
t i tudes, etc. Desiguales en valor , estn emparentados al menos
por una gran proximidad cronolgica
1 7
. J . Robinson acua la
expresin "nueva bsqueda del Jess histrico" para dar carta
de ciudadana a este cambio de la s i tuacin.
Conforme la investigacin histrica crea pisar terreno fir
me,
se i rn elaborando tambin unos cr i ter ios de historicidad
que ya no nos toca exponer a nosotros
18
. En cambio s que
debemos subrayar un rasgo comn a casi todos estos autores
y que, de alguna manera, viene a consti tuir el balance de toda
esta larga historia: el descubrimiento de lo que se ha l lamado
la "singular pretensin de poder" del hombre Jess. Existe una
sene de conductas , palabras y act i tudes , que per tenecen indis
cut iblemente al Jess de la historia; y todas el las revelan una
inaudita concepcin de su misin y de sus posibi l idades (y de
las posibi l idades del hombre, aadiremos nosotros)
1 9
. Tene
mos un moderado acceso al hombr Jess, a t ravs de su con-
17
G
BORNKAMM, Jess von Nazaret,
Kohlhammer, Stuttgart 1936
R FULLER, The mission and achievement of Jess, SCM, Londres 1954
W GRUNDMANN, Die Geschichle Jesu Chrisi Evang Verlagsanstalt, Ber
ln 1956 E STAUFFER,
Jess, Geslal und Geschichle,
A, Francke, Bern
1957 V
TAYLOR,
The lije and mimstry of Jess,
Macmillan, Londres 1954
Muy po co despus realiza el balance de esta nueva situacin J VI R O
BINSON A new quest of histarical Jess, SCM, Londres 1959
, s
Sobre los c te nos de historicidad cf N
PERRIN, Rediscovenng the
teaching of Jess, SCM, Londres 1967, pp 15-53, I DE LAPOTTERIF,CO
me unpostcre oggi problema del Ges stonco
7
, en Civ Cat 120
(1969,
JI), 447-63, y J JEREMAS,
Kennzeichen der psmima vox Jesu
En Abba Studien zur neu Theologie und Zeitgeschwhte, Vandenhoeck,
Gottingen 1966, pp 145-52 Estos criterios son de innegable utilidad, perono ira mal completarlos con esta observacin ms global de M
DIBELIUS
"La discusin sobre si una frase aislada es 'autntica' resulta a menudo ago
tado ra p or qu e las razones en pro o en con tra no son definitivas Por lo
general, el historiador har bien en atender al conjunto de la tradicin,
y no construir mucho sobre una sola palabra, caso de que se aparte de
las dems tradiciones " Jess, W. de Gruyter, Berln 1960, p 21
" Escribe JEREMAS resum iendo este proceso "C uan do, protegidos con
los medios de la investigacin moderna, llegamos a Jess, tropezamos
siempre con el mismo resultado: una pretensin de grandeza nica e irre
petible que rompe los lmites del Antiguo Testamento y del judaismo y que
no es ms que la pretensin y exigencia de fe ante la que nos sita el
kerygma "
Op. cit.
(en nota 14), p. 23.
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ducta, sus actitudes y el significado de su predicacin. Vale
la pena notar cmo con ello la interpelacin que Bultmann
pona como acaecida en la predicacin del kerygma se traslada
ahora radicalmente a la
persona
de Jess.
Los ltimos aos.
As como es posible distinguir las cuatro etapas previas con
una cierta dosis de exactitud, en cambio lo ocurrido en los lti
mos quince aos es demasiado denso y demasiado cercano como
para que podamos intentar ninguna clasificacin. La teologa de
bera empearse en no perder ni volver a olvidar ninguna de las
adquisiciones definitivas de las etap as anter iores Pero esto es
tremendamente difcil para el espritu humano, condicionado como
vive por la particularidad de su circunstancia La unilaterahdad
de las reacciones y el vigor de las verdades redescubiertas impi
den m uchas veces la totalidad Y de hecho, quizs hoy estemos
entrando insensiblemente en un nuevo- y peligroso mo m ento de
confianza teolgica en la ciencia, actitud que pareci definitiva
mente superada tras la amarga experiencia liberal.
Pero todo juicio global es p
r
em aturo Lo nico que podemos
hacer es enumerar algunos factores que se han producido lti
mamente y que parecen llamados a incidir, quizs con cierta es-
pectaculandad, sobre el problema que nos ocupa
1. El m s imp ortan te parece ser la aparicin de la que lla
maramos exgesis escandinava, representada principalmente por
las obras de H Rie senfe ld
20
y B Gerhardson
2 1
Esta corriente
He aqu, entre muchos otros, un par de ejemplos concretos de esa
pretensin:
"La conducta de Jess es la de un hombre que se atreve a actuar en
lugar de Dios atrayendo a si a los pecadores El que lee la parbo la
del hijo prdigo, que pertenece al estrato ms antiguo de la tradicin,
y tiene en cuenta que con ella pretende Jess justificar su comida con
los publcanos y pecadores describiendo la incomprensible bondad per-
donadora de Dios, se encuentra situado otra vez ante la pretensin de
Jess de actuar como representante y plenipotenciario de Dios", E
FUCHS,
op cit. (en nota 16), pp 210-19
"Aquel que solamente reconozca el hechoque yo no veo cmo pue
de negarsede que la voz Abba es una psissima vox Jesu, se encuentra
yasi entiende rectamente esta palabra y no la tnvializacolocado fren
te a la pretensin de supremaca de Jess Este es el hecho nico del
que las tuentes dan testimonio ha aparec ido un hom bre y los que oyeron
su mensaje estaban ciertos de or la palabra de Dios" (J JEREMAS, op. cu,
pp 23-24).
a o
H
RIESENFELD,
The Gospel Tradition and its begtnnings, \
R
Mowbray, Londres 1957.
21
B. GERHARDSON, Memory and Manuscript. Oral tradnwn and writ-
-
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quizs puede enmarcarse en un movimiento mucho ms amplio
de vuelta al judaismo (en vez del helenismo) como clave de lec
tura del Nuevo Testamento. Lo caracterstico de los escandinavos
ha sido un estudio muy minucioso de la tradicin oral juda y sus
formas de transmisin. La historia de las formasarguyenno
ha sabido ver que la tradicin evanglica es una tradicin SKI ge-
neris, que no tiene punto de comparacin ms que con un tipo de
tradicin juda (el que origin los comentarios llamados "Tradicin
de los Padres"). Se trata de una tradicin que no est en manos
de cualquier miembro de la comunidad, sino slo de algunos
cualificados para ello. No basta conocerla: hay que tener el
oficio
de transmitirla y son muy pocos los que lo tienen (cosa
que coincide con la misin de los apstoles)22. Riesenfeld sostie
ne que se dan dos tipos de tradicin: la llamada tradicin misio
nera (ms libre e interpretadora) y la tradicin recitadora (trans
misora) que es la que ms influy en la labor transmisora de los
apstoles. Podemos, pues, determinar qu es lo que predicaron
los apstoles. Y de la enseanza de los apstoles podemos, por el
mismo camino, pasar a Jess. Este debi ensear segn los m
todos nemotcnicos de los rabinos.
La importancia de esta corriente es innegable23. Sus autores
parecen andar sobre seguro en lo que toca a la tradicin rabnica.
La pregunta que queda es hasta qu punto influye dicha tradi-
ten Iransmison in rabinic Judaism and early christianity, E. T. E. Shar-
pe, Copenhague 1961.
22
A modo de ejemplo vase el texto que aduce Gerhardson sobre
las formas de aprender y la seriedad con que se previenen las negli
gencias: en varios pasajes del Talmud en los que un estudiante consulta
a su maestro o a algn responsable de la tradicin, se nos dice a pro
psito de la respuesta: "y la aprendi de l cuarenta veces y se le hizo
tan familiar como si la llevara en el bolsillo" (Op. cit., p. 119). Y con
tra los simples olvidos: "a todo aquel que olvide una sola palabra de
esta enseanza, la Escritura se lo tendr en cuenta como si hubiese ol
vidado su propia alma" (Op. cit., p. 168).
23
Esta corriente fue valorada as por la revista Concilium en un n
mero dedicado a la Cristologa:
"Durante algunos aos, especialistas escandinavos y de otros paises
han investigado las tcnicas que han servido para preservar- y transm itir
la tradicin en los ambientes rabnicos y judos. Las tradiciones sobre
Jess que contiene el Nuevo Testamento afirman estos investigadores
se preservaron y transmitieron de formas semejantes. En este sentido sus
conclusiones distan mucho de las conseguidas por la crtica de las for
mas. La magistral obra de B. GERHARDSON sobre la materia, publicada
hace slo unos aos, representa el ms poderoso desafo a que ha debido
hacer frente la crtica de las formas. Las conclusiones ms interesantes
de GERHARDSON se refieren a la fiel preservacin de la tora oral por opo
sicin a la tora escritael texto bblicocuya pureza fue custodiada
con extremo cuidado. Al estudiar la tora oral, GERHARDSON define pri
mero las categoras de exposicin oficial... y demuestra cmo no slo
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cin en la formacin de los Evangelios. Y quizs hay que decir
que no tanto como ellos pretenden, dada la espera escatolgica
inminente en que vive la comunidad; pero s que influy ms de
lo que pensaba la Historia de las Formas
i 4
.
La innegable diver
sidad teolgica de los distintos evangelios, hace ver que no se
los puede reducir a productos de una transmisin mecnica y
neutra. Y, hoy por hoy, resultan exageradas las afirmaciones de
que Jess determin ya los grandes rasgos de lo que haba que
transmitir, o de que Juan es histricamente fidedigno cuando re
produce meditaciones de Jess en la intimidad con los suyos
2.
A una conclusin cercana a la de los escandinavos, ha
llegado G. Theissen por camino diverso: el de la sociologa.
Theissen no se ha preocupado slo por la transmisin del texto,
sino por la conducta y las condiciones sociolgicas que la hacen
posible. Y cree ver en ellas la posibilidad de un acceso a Jess,
que no encontraba la Historia de las Formas. "El radicalismo
tico de las palabras de Jess hace que sean intiles para regular
una conducta cotidiana. Y esto agudiza el pro blem a: quin pudo
transmitir esas palabras oralmente, durante ms de treinta aos?,
quin pudo tomarlas en serio?" Al socilogo, que analiza las
conductas, le resulta imposible aceptar que palabras de un radi
calismo como las de Le 14, 26 ("si alguien no aborrece a su padre y su madre y su mujer y sus hijos... no puede ser mi discpulo")
hayan nacido y se hayan transmitido en una comunidad que
ciertamente no las practicaba. De este tipo de datos concluye el
autor la existencia de unos "radicalistas peregrinos", verdaderos
rganos de transmisin de la tradicin primera
2 5
.
la tradicin bsica, sino tambin la explicacin y discusin que naci en
torno a ella fue conservada con fidelidad escrupulosa, tanto si fue el
mismo rabb o sus discpulos inmediatos o generaciones posteriores, que
se enfrentaban con problemas nuevos, quien determin qu elementos
de sus palabras o acciones era esencial retener." J.
BOURKE
en Conc. n
mero 11 (1966) p. 38.
2 1
En este sentido nos parece muy imp ortante el intento del exegeta
de la Alemania Oriental H.
SCHURMANN
quien, valindose de la Historia
de las Formas, ha intentado rastrear una transmisin de palabras de
Jess ya ante de la muerte de ste. Die vorsterliche Anftinge der Lo-
gien Tradition. Versuch eines formgeschichtlichen Zugangs zum Leben
Jesu, en la obra colectiva citada en la no ta 14, pp . 342-370. A hora bien ,
con este intento se da en realidad una superacin parcial de la Historia de
las Formas: En el principio ya no est soto la predicacin; sino que esta
mos ante otro principio ms semejante a la tradicin oral juda de que
hablan los escandinavos. Y la Historia de las Formas ya no da su paso
atrs hacia el kerygma, sino hasta la vida de Jess.
25
Cf. G.
THEISSEN,
"Wanderradikalismus. Literatursoziologische As-
pekte der berlieferung von Worten Jesu in Urchristentum", en Zeits-
chrift fr Theologie und Kirche,
70 (1973)
245-71.
No ha habido todava
tiempo suficiente para constatar la aceptacin de las ideas de G.
THEIS
SEN,
las cuales es posible que abran algn camino nuevo. En una lnea
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3 En los ltimos aos hemos asistido a una floracin de
libros sobre Jess, procedentes de autores judos
26
Aparte un
comprensible mteres por regaar a Jess para el judaismo, y por
liberar a su raza de toda complicidad en el asesinato del rabino
de Nazaret, vanos de estos autores coinciden en una macallada
desconfianza ante los presupuestos de la Historia de las Formas,
a la que acusan de falta de comprensin de la realidad y de lamentalidad judia No cabe excluir el que, en un futuro no muy
remoto, el dialogo con el judaismo moderno proporcione puntos
de mira privilegiados, para abordar la realidad de los Evangelios
4 M erece mencin especial la reciente obra de J Roloff
27
que ha puesto de relieve un detalle bien aceptado por la critica
el verdadero papel, el verdadero contexto vital (Sitz un Leben)
de muchas pericopas evanglicas en la comunidad primitiva, no
paralela, cabria pensar en la utilidad de una aplicacin del mtodo de
la Historia de las Formas a los evangelios apcrifos, donde sin duda
existen ejemplos mucho ms puros de unidades o formas nacidas en el
seno de una comunidad La comparac in de estas unidades con algunas
narraciones evanglicas parece poner de relieve que estas ultimas no re
sultan "popularmente satisfactorias" y con ello, que es difcil explicar
su origen tal cual exclusivamente en la com unidad Asi vg la falta
de concrecin de algunas narraciones evanglicas parece ser lo contra-
n o de un a forma annim a en los apcrifos se precisa que el hom bre
de la mano seca (Me 3, 1 ss) era un albail que haba ganado su vida
con sus m anos y las necesitaba para traba jar , que la hemorroisa se lla
maba Vernica, etc Frente a este comprensible afn de concrecin, la
critica debera explicar la insatisfactona indeterminacin de algunas na
rraciones evanglicas
26
He aqu algunos ejemplos, adem s de la obra ya antigua de
J
KLAUSNER
(Jess of Nazareh His Ufe, time and teaching
George
Alien, Londres 1925) J
CARMICHAEL,
Leben und Tod des Jess von Na
zareh, Munchen 1965,
SCHALOM BEN CHORIM,
Bruder Jess, Der Nazare-
ner in udischer Swht List, Munchen 1967 Del mismo Jess in Juden-
um Brockhaus, W uppertal 1970, D
FLUSSER,
Jess in Sebszeugnissen
und Bilddokumenen
dargestellf,
Rowohlt, Ham burg 1968,
GEZA VER
MES,
Jess he ew,
Collins, Londres 1973
Un autor tambin judio, tras un labonoso intento de retraduccin
de los Evangelios al hebreo, que le ha llevado a una nueva teora sobre
el origen de los sinpticos, basada en las relaciones de su lenguaje con
el heb reo , se atreve a escn bir esta conclusin tan dura "todo esto (es
decir la narra tiva de los Evangelios) es perfectamen te biografa hebrea
vlida N o hay necesidad de disculpar a los Evangelios prese ntndo los
como predicacin prolongada Eso es exactamente lo que no son"
R L
LINDSEY,
A new approach o he synoplic gospels
Dugith Pu-
blishers, Jerusalem 1971, p 15 Tales afirmaciones son francamente du
ras y cuesta aceptarlas, pero quizs sena simple chovinismo occidental,
si desautonzramos a sus autores pensando que no podemos aprender
nada de ellos
aT
Das Kerygm a und der irdische Jess Hisonsche M oive ir den
Jesus-Erzahlungen der Evangelien Vandenhoeck, Gottingen 1970.
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es,
como pensara Bultmann, el resolver discusiones o problemas
nacidos en el seno de la comunidad, sino el dar una explicacin
histrica y facilitar una comprensin histrica del escndalo de
la ejecucin de Jess y de cmo su camino haba de terminar
a l l
2 8
. Escenas como las del sbado, del Templo, etc., cobran un
gran relieve dentro de este marco; y quizs quepa establecer un
nuevo criterio de autenticidad en la explicacin del conflicto Je
ss-fariseos. . Se trata de una intuicin que pareca flotar en el
ambiente, puesto que poco antes el exegeta de Regensburg F. Muss-
ner haba aplicado un criterio parecido a los milagros de Jess,
creyendo poder encontrar los ipsissima faca lesu all donde se
daba un frente antifariseo
2
*.
Cabra ci tar otros datos, pero no podemos perdernos en
los detal les del anlisis . Es hora ya de retomar, para tratar
de entenderla, esa historia cuyas etapas hemos venido siguien
do. La que empez con un grito i luso y eufrico (vamos a sa
berlo todo sobre Jess ); se encontr con una negativa deseo-
razonadora (ya lo sabemos todo sobre Jess, al menos lo que
hemos de saber); logr sobrevivir gracias a la resignacin bult-
maniana
(no necesitamos saber nada de Jess)
y se ha ido le
vantando desde ah para constatar t midamente, pero con ms
madurez, que podemos saber algo de Jess. Historia que qui
zs, hacia el ao 1968, a pa rtir de las rev ueltas d e la juv en tud
que se aparta del existencial ismo y busca un compromiso so
cial radical, ha entrado en una fase nueva cuyo slogan podra
se r :
necesitamos saber algo de Jess;
con tal que se entienda
esta frase no como una decisin de manipular la ciencia de
acuerdo con nuestros deseos, sino como una constatacin de
que el Jess terreno no es irrelevante para la vida de fe y para
la teologa (en contra de Bultmann) y, por tanto, como un nue
vo inters por la pregunta sobre el Jess de la historia
30
.
28
Es por lo dems muy comprensible, que tras una primera expli
cacin teolgica (la muerte de Jess como querida por Dios, conforme
a las Escrituras etc.) esto resultara todava insuficiente y~se~pase a ex
plicar cmo los hechos mismos en su red causal, haban de levar a
esa muerte.
29
Cf. F.
MUSSNER,
Los milagros de Jess, Verbo Divino, Estella
1970.
En contra de la argum entacin de M ussner, R.
PESCH,
/
-
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2. EL FONDO TEOLGICO INEXPLICITADO DEL
PROBLEMA
Cuando el problema que hemos tratado de resear se abor
da de manera inmediatista, perdindose en la sene de argu
mentaciones positivas y en la necesidad de resolver cuestiones
concretas, el telogo puede quedarse con la seguridad inex-
presa de que se trata pura y simplemente de un problema de
ciencia histrica, de un problema, por tanto, que es previo a
la teologa, aun cuando quizs sea necesario para ella. Acaso
no fue el nacimiento de la historiografa lo que de hecho plan
te con urgencia y con empuje el problema del Jess histri
co? No son argumentos de ciencia histrica los argumentos
que se barajan en l?
Pero una visin que sea, a la vez, menos aislante y menos
aislada (es decir: que no desligue el problema de la totalidad
de la vida y de la obra de quienes lo abordaron, y que trate
de contemplarlo en su conjunto y no en momentos o pasos
concretos), descubre inmediatamente que no se trataba de un
por A Schweitzer a los intentos de llegar al Jess histrico, y tras la
liquidacin definitiva de las esperanzas llevada a cabo por Bultmann
(definitiva porque se converta en principio teolgico), ha vuelto a sur
gir con vitalidad impresionante la bsqueda de imgenes concretas de
Jess a travs de la llamada "exgesis salvaje" es decir: no realizada
por tcnicos competentes. Roloff
ve en la
aparicin
de
esas exegesissalvajes
una
muestra clara
de que las
verdaderas preguntas
no
estaban
en la crtica histrica y, por eso, han sido recogidas por todos esos
grupos. Por ello avisa a la crtica histrica del peligro seno de dege
nerar en "escolstica", es decir "una pseudociencia que se agota en
su propia tradicin, y lo mide todo segn se adapte o no a los cnones
metdicos
que le han
sido dados"
(p. 564).
Nue stro auto r cree,
no
obs
tante,que, sin volver a caer en el positivismo teolgico de los liberales,
es posible afrontar las preguntas de esa "exgesis salvaje", y que hoy
la exgesis cientfica cuenta
con
bazas suficientes para ello como
son
cierta desescatologizacion
del
mensaje
de
Jess
que se
manifiesta
vg en
la originalidad de su lenguaje , da tos suficientes so bre su conducta, y
la superacin de la imagen individualista de Jess Cf J ROLOFF, Auf
der Suche nach emem neuen Jesusbd,
en
Theol Lit Zeitung
98 (1973)
561-72
En este contexto es inevitable evocar los esfuerzos actuales por de
limitar la relacin exacta de Jess con los zelotes, el movimiento gue
rrillero de su tiempo Aunque en seguida se han dejado sentir los pe
ligros
que
tanto tema Bultmann
de una
sustitucin
del
kerygma
por
la historiografa, parece comosi el queJess (no) hubiese sido zelote,vi
decide sobre la (ilegitimidad de la guerrilla
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simple problema de ciencia histrica, sino que en su fondo
estaba debat indose inconscientemente un problema teolgico
est r ic to
31
. En el siglo xix y en Occidente ocurra a sus prota
gonistas lo mismo que ellos echaban en cara a los autores de
los Evangelios: el objeto de su investigacin no era neutral
para el los. Creyentes o incrdulos, el tema que trataban po
sea una especial relacin con sus vidas, de la que no se po
dan desligar. As como no haba sido posible escribir docu
mentos neutrales sobre Jess, no era posible para el los abor
dar el problema histrico de Jess como cualquier otro: como
si se tratase de la amante misteriosa de Ovidio, o de la part i
cipacin de Alfonso VI en la muerte de su hermano. Lo que
la filosofa ha hecho notar tantas veces: que las
afirmaciones
humanas estn condicionadas por
posiciones
previas, volva a
cumplirse en ellos y de manera privilegiada
32
.
Esto har que el problema de fondo en la historia que he
mos narrado no sea un simple problema histrico, sino una
cuestin teolgica. Por esoms que por una simple coinci
dencia temticala cuestin del Jess histrico tiene su lugar
propio en el seno de la teologa. En ella late toda una proble
mtica que es mucho ms honda y ms vi tal para el telogo
que los simples resultados de la historiografa. Y las posturas
31
Cf. para lo que sigue R
SLENCZKA,
Geschichthchkeit und Person
Jesu Chnsti. Studien zur chnsfologischen Problematik der historischen
Jesusfrage, Vandenhoeck, Gottingen 1967.
32
Con ello no queremos decir que las afirmaciones humanas siempre
sean falsas y de ninguna manera capten la realidad, pero si que nunca
consiguen una total identificacin con ella, porque la realidad que cap
tan est siempre mediada po r el sujeto El conocimiento pu ro , aquel
que de ninguna manera estuviese mediado por el sujeto, que se interpo
ne como pantalla y se lee o se busca asimismo en el objeto, sera aquel
en que el sujeto fuese el amor puro, el puro
gape
n necesidad de recurrir a que la comunidad
las introdujera posteriormente en las frases citadas, para identificar a Jess
con el Hijo del Hombre. Vase lo que diremos en el apndice
21
En Qumrn se encontraron fragmentos del Henoch etope, pero no
de esos captulos.
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dido hasta el fin, cuando vendr a juzgar al mundo, para li
berarle y reinar sobre l. En ocasiones parece identificrsele con
el Mesas (vg., 48, 10 y 52, 4). El rasgo de su preexistencia a
la creacin sera la mayor novedad que explcita Henoch con
respecto a Esdras, si no existiera la sospecha de su proce
dencia de mano cristiana (vase cap. 37 a 71, especialmen
te 46-47).
En resumen, tres rasgos antitticos nos parece que carac
terizaran a la figura judaica del Hijo del Hombre.
a) Se trata de un personaje que es a la vez humano y tras
cendente. Su figura es claramente una figura humana, pero
sin embargo aparece en el celo, de junto a Dios, y su carcter
escatolgico es claro.
b) Se trata de una figura que es, a la vez, personal y co
lectiva. Los apcrifos insisten ms en el primer aspecto, mien
tras Daniel haba subrayado ms el segundo. Esto ha derivado
tambin en una polmica exegtica: mientras T. Manson opta
exclusivamente por la interpretacin colectiva, reduciendo el
Hijo del Hombre a una expresin ideal que equivale al Reino
o al Pueblo de Dios
22
, F. Hahn no admite para el trmino (en
los Evangelios) ms que un significado individual
23
. Por qu
no mantener la ambigedad? Con ella se insertara el ttulo
en un proceso bblico que va desde el resto de Israel (que re
presenta a todo el pueblo) hasta el Siervo o el "y" de que
hablan muchos salmos (quizs tambin Rom 7) y que por de
bajo de su figura individual tiene una clara resonancia colecti
va (todo el pueblo, o la humanidad toda). El hecho de qu2
nuestro liberalismo occidental e individualista se atasque ante
estas concepciones, no debe llevarnos a introducir nuestros es
quemas mentales en la mentalidad juda. Pues precisamente
esta concepcin juda es la que permitir luego a Pablo, en las
Cartas de la Cautividad, establecer la idea de la Iglesia como
Cuerpo de Cristo o de Cristo como Cabeza del cosmos, im
genes ambas que tienen una significacin mucho ms estricta
que la de una simple metfora de tipo moral, vlida para toda
22
The Teaching of Jess, Cam bridge 1935, p. 227.
*' Christologische Hoheitstitel, pp. 18 ss.
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agrupacin de personas. Se trata de esa especie de universal-
concreto que solemos llamar el Cristo total y que estaba ya
prefigurado en la comunidad del Jess terreno con sus disc
pulos.
c)
Finalmente, el Hijo del Hom bre tiene una clara rela
cin con la historia, que tambin es ambivalente. Por un lado
empalma con ella, juzgndola y condenndola en cuanto es, en
su totalidad, historia de opresin, y alimentando una esperanza
liberadora de carcter poltico (en el sentido etimolgico del
trmino). Por otro lado se trata de una esperanza que corona
a la historia y procede claramente de fuera de ella.
No puede negarse que estos tres significados cuadran con
la figura del Hijo del Hombre que presentan los Evangelios
24
,
y nos permiten ver en este ttulo una nueva formaaunque
quizs ms oscura y menos explcitade expresar la visin de
Jess como el Hombre Nuevo. La pregunta que queda en pie
es si se trata de una expresin nueva y distinta, o si ya el Se
gundo Adn no era ms que una traduccin del ttulo de Hijo
del Hombre a un ambiente diverso. Pues tambin aqu encon
tramos la paradoja de antes: a una figura Trascendente se la
denomina simplemente hombre.
El Segundo Adn y el Hijo del Hombre.
Sobre la relacin entre estas tres figuras: el Segundo Adn,
el Hombre Prototipo y el Hijo del Hombre, no existen posi
ciones unnimes entre los exegetas. Nosotros hemos intentado
hablar de manera que puedan seguir en alto las espadas. Una
relacin inmediata entre las especulaciones sobre el Hombre
Prototipo
(Urmensch)
y el Hijo del Hombre, tal como parece
aceptarla E. Bloch
25
, pensamos que tiene muy pocas posibili
dades de ser real. La nica posibilidad de emparentarlos a
24
El Hijo del Hombre es, a la vez, terreno y trascedente, vendr al fin
de la Historia (Me 13) y puede equivaler al Reino (cf. Me 9, 1 con Mt 16,
28). Pero los Evangelios aaden algo ms al vincular el Hijo del Hombre al
Jess terreno y a la pasin. Cf. sobre esto el apndice al presente cap
tulo.
2 5
Atheismus im Chrstentum,
p. 207. Bloch acepta adems que la de
signacin proviene de Jess mismo.
-
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ambos sera a travs de la presencia de ambos en la reflexin
paulina sobre el Segundo Adn. Ya hemos visto el probable
influjo del
Urmensch
en ella. F alta aad ir qu e tam bi n, segn
algunos exegetas, est presente en Pablo la teologa del Hijo
del Hombre. Pablo, en efecto, no parece desconocer esta teo
loga, y en algunos momentos interpreta la frase del Salmo 8, 5,
ya comentada por nosotros, como si fuera una teologa del
Hijo del Hombre, valindose para ello del verso que sigue a
continuacin en el Salmo: "pusiste todas las cosas bajo sus
pies" (cf. adems de 1 Cor 15, 27, Fil 3, 21 y Ef 1, 22)
2 6
. El
que en 1 C or 15, Pa blo parezca ab an do nar el t tulo se explica
ra perfectamente por el pblico al que se dirige y a quien la
expresin Hijo del Hombre no poda decir le nada
2 7
.
Pero con todo esto quizs no salimos del terreno de las hi
ptesis coherentes. Por eso nos l imitaremos a sealar las coin
cidencias
temticas
que se dan entre ambos t tulos (Segundo
Adn e Hijo del hombre) sin entrar en la cuestin de si , en
realidad, son una simple traduccin uno del otro.
En primer lugar , Pablo ha convert ido al Hombre Protot ipo
en escatolgico: no apareci primero el hombre espir i tual ,
sino el terreno (1 Cor 15, 46). A la vez ya notamos en los Ap
crifos veterotestamentarios una cierta tendencia a afirmar la
preexistencia del Hijo del Hombre. Esta tendencia se consu
ma en el Apocalipsis, que vuelve a presentar una visin como
la de Daniel , l lamando al Hijo del Hombre primero y l t imo
(cf. Apoc 1, 13.17; 2, 8) y principio de la creacin de Dios
(ibd. 3, 14). De este modo la posibil idad de un acercamiento
estar a dada por ambas par tes : e l Hombre Protot ipo ya no
sera Adn, s ino ese mister ioso ser "guardado por el Alt s imo
durante mucho t iempo" (IV Esdras 13, 26) que ha de apare
cer al final de la historia.
Otra posibi l idad de acercamiento entre ambos t tulos la
ofrece el matiz de universalidad que implican ambos. Ya no
tamos la susti tucin del Hijo del Hombre en Daniel por el
Pueblo del Alt s imo. Este mismo matiz est presupuesto en
26
J. JEREMAS
(Neut, Theol.,
p. 252), cree que tambin se habla del
Hijo del Hom bre en 1 Tim 2, 6 que, para l es una traduccin al m undo
griego de Me 10, 45. Vase lo dicho en la nota 24 del cap. III, p. 133.
27
Cf. O. CULLMANN,
Christologie des neuen Testamentes,
pp. 169 ss.
-
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el Segundo Adn paulino, puesto que slo a partir de l pue
de Pablo dejar sentada la universalidad del pecado del primer
Adn. Pablo no atribuye al primer hombre una representacin
obvia e indiscutible del gnero humano como la que se sacaba
de la manga la teologa postridentina. Si todos pudieron pecar
en Adn, fue porque ste "era tipo del Adn futuro" en el cual
realmente estn incluidos todos.
Todo esto explicara a las mil maravillas el significado apa
rentemente extrao de este ttulo de Hijo del Hombre, que
slo quiere decir "hombre", y que podra estar traducido en
Rom 5, 15 y 1 Cor 15, 21 ("por un hombre la resurreccin de
los muertos"). Explicara tambin la predileccin que el propio
Jess, o la comunidad primera, tuvo por este ttulo enigm
tico: se tratara de un ttulo que expresa la divinidad y la tras
cendencia de Jess ("hombre del cielo"), pero
la expresa en su
misma humanidad, la expresa llamndole Hombre. Cierra as
el proceso de comprensin al que alude la frase de L. Boff ya
citada: "tan humano slo puede ser Dios mismo", y que, con
imgenes bblicas, ha hallado expresin en Jn 1, 51: el puente
entre cielo y tierra ya no es un lugar o una escala de Jacob,
sino la persona de Jess como Hijo del Hombre. Su existen
cia significa que "los cielos se han abierto" (1, 51). Esta in
tuicin es fundamental para la Cristologa.
Se aclara tambin, de esta manera, la misteriosa misin que
Juan asigna constantemente al Hijo del Hombre: "le dio po
testad de juzgar
porque
es hijo de hombre" (5, 27)
28
. La mi
sin del juicio, que tambin aparece recogida en Mt 25, 31 ss,
donde el Hijo del Hombre es quien viene a juzgar. El juicio
del Hijo del Hombre quiere decir que el hombre no es juz
gado por la aplicacin de un cdigo exterior a l, sino por su
humanidad o inhumanidad, por su relacin con la Plenitud
del ser humano y con la Humanidad Nueva. Por eso Juan re
pite tantas veces y de tantas maneras que el juicio est dado
ya con Jess; el cual es la norma porque es El Hombre. Por
eso,
a los escritos joanneos no les quedar ya ms que afirmar
(a costa de ganarse la sospecha de sectarios) que en la acepta-
2
* Aunque sin artculo en este caso, de modo que no parece estar usa
do como ttulo.
-
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cin o no aceptacin de Jess se decide la suerte de todo hom
bre
2 9
.
Pero no hay ah un problema de confesionalidades ex
plcitas o implcitas, sino que, si al hombre se le juzga por su
ser o no ser hombre, se le mide necesariamente con Jess.
Pues el ser-hombre del hombre no es ms que su identificacin
con Jess.
Conclusin.
Esta ltima observacin nos confirma la observacin ante
riormente apuntada sobre el "contenido" de la Escatologa:
lo que ha de llegar en la Escatologa (el Hijo del Hombre) es
precisamente la Plenitud del Hombre (el Segundo Adn). Esta
plenitud define al proceso creador como un proceso honuni-
zador, en marcha a travs de la historia: el proceso hacia el
vir perfectus
(Ef 4, 13) antes citado
30
. Este proceso se va dan
do en la misma Biblia y no resistimos a la tentacin de pre
sentar la descripcin que hace de l el viejo Bloch comentan
do el texto citado de Efesios:
"Estas son las dimensiones de un mundo nuevo. No las del mun
do viejo, el mundo de un Yahv inaccesible y separado de todo lo.
humano, del cual poda decir uno de los amigos de Job: 'est ms
alto que los cielos y ms profundo que los infiern os; qu le vas
a ha ce r? ' (Job 11, 8). Precisamente a este misntropo agnstico le
responde el autor de la carta a los Efesios, a partir de la fe en el
hombre total, y de sus dimensiones adecuadamente humanas, tal
como aparecen por Cristo y en Cristo: 'que podis comprender
cul es la am plitud y la ex tensin y la a ltura y la profund idad . '
As de extraordinario es lo que se piensa en esta carta del hombre,
o mejor de su misterio: viene de muy atrs, y llega hasta muy
adelante" 31.
29
Cf. 1 Jn 2, 22 ss.; 4, 3.
30
La dialctica de si se trata de un proceso intrahistrico y en qu
forma, o si se trata de una libertad libre de la historia y para la historia,
es la misma dialctica clsica entre gracia y libertad, y no necesitamos
entretenernos en ella ahora, Basta con indicar que la teologa antigua, des
pus de tantas discusiones, lleg a comprender que no haba de concebir
la gracia como una merma de la libertad, sino como una posibilitacin de
sta.
31
Atheismus im Christentum, p. 297.
-
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Bblicamente hablando, la tesis de que Jess es El Hombre
vale independientemente de la identidad entre el Segundo Adn
y el Hijo del Hombre, e incluso independientemente de que
pueda invocar o no, en su favor, la figura del Hijo del Hom
bre.
Si es posible realizar estos acercamientos, las cosas se en
samblan maravillosamente.
La tesis no significa que Jess es "verdaderamente hom
bre"
en el sentido de la dogmtica posterior: pues de esta
manera se define a Jess por una "verdad" humana distinta
de El y abstracta. Aqu se trata, al revs, de que Cristo es la
verdad del hombre, la humanidad autntica, el Adn mentado
en Gen 1. Esto supone que el ser del hombre no se nos revela
a travs de una especulacin o de un concepto universal aris
totlico, sino en una mirada a Jess. Esto sita al cristianismo
como "distinto de toda religin y de todo humanismo: de
toda religin porque lo que est en su centro no es Dios sino
el hombre. Y de todo humanismo porque la razn de esa cen-
trahdad del hombre no radica en el hombre mismo, sino slo
en Dios"
32
. Cristologa es antropologa.. Y si toda teologa es
cristologa, podemos concluir que toda teologa es antropolo
ga. Aunque no se trate de la antropologa que se ejercita en
Gen 3, 5, sino en la knosis y Resurreccin de Jess, en que
aparece la
humanitas et benigmtas
de Dios (Tito 3, 4 y 2, 5).
Apndice
La problemtica exegtica relativa al Hijo del Hom
bre
En pocas cuestiones se manifiesta con mas claridad que en la
del Hijo del Hombre, la grandeza y la servidumbre de la exgesis
bblica La grandeza porque los dato s obtenidos son tan con tun
dentes y tan significativos que uno no puede menos de sentir que
tiene al alcance de la mano los hechos perdidos del pasado Y la
servidumbre porque, a pesar de todo, el significado de estos datos
no se entrega inequvocamente, y todos ellos no han conducido mas
que a una multiplicidad de interpretaciones y una atomizacin de
resultados tan desoladora como el paso de Atila
Ante esta situacin se hace imprescindible comenzar reprodu
ciendo todos los datos que parecen seguros e imprescindibles para
cualquier conato de interpretacin Creo que podem os integrarlos
en cinco captulos
32
Cf nuestro ar ticulo
"Que significa creer en Jess?", en Razn
y Fe
oct (1972), p 161
-
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1 La designacin de Jess como Hijo del H om bre debi de
desaparecer muy pronto puesto que, fuera de la lapidacin de Esteban
(Hch 7, 56) no se la encuentra en ningn documento del Nuevo
Testamento distinto de los Evangelios Cu ando em pieza a irse
escribiendo el Nuevo Testam ento, el titulo ya no est en uso o
ha sido abandonado o ha sido sustituido por algn otro (en ambos
casos,
probablemente porque no era inteligible en el mundo griego)
Se considera que el ttulo debi de ser usado por la primera comuni
dad palestina, que traslada al Resucitado la visin de un Hijo del
Hombre escondido en los cielos, esperando su venida definitiva a
la tierra En cuanto se am plia la com unidad, el ttulo cae en desuso
Precisamente por eso, resulta significativa su inesperada reapa
ricin en los Evangelios y en cantidad realmente abrum ado ra Tra s
los Sinpticos, vuelve a desaparecer el titulo, para volver a reapa
recer en el otro docum ento con forma biogrfica el Evangelio
de Juan.
2 El titulo slo aparece en labios de Jess Lo encon tramos
en los Sinpticos 69 veces (que, eliminando paralelos pueden redu
cirse a 38) y en san Juan 13 Fuera de estos casos, y con la excep
cin citada de la lapidacin de Esteban, nunca se encuentra en la
bios de nad ie ms ni de los apstoles, ni de interlocutores de Jess,
ni en profesiones de fe
3
3 Coincidencia tan abrumadora no puede
menos de ser intencionada, y ha de tener alguna razn concreta
3 4
33
"Lo maravilloso es que en los cuatro Evangelios, el ttulo slo apa
rezca en boca de Jess En este pun to la tradicin ha sido consecuente
hasta el fondo El titulo de Hijo del Hom bre no aparece en ninguna pro
fesin de fe del cristianismo primitivo Nunca es usado com o atributo
o predicado En ningn pasaje n arrativo de los Evangelios, ni en ningunaoracin, es designado Jess com o Hijo del H om bre Nun ca lo usan los
Evangelios en palabras de otros sobre Jess Y sn embargo est slida
mente anclado a las palabras de Jess
Como se explica que la comunidad que prescinde muy pronto del
titulo de Hijo del Hombre y que ni siquiera lo usa en las profesiones de
fe, lo transmita sin embargo en las palabras de Jess y adems como ni
ca autodesignacion de Este' ', que multiplique los testimonios pero, sin
embargo, manteniendo severamente la limitacin de su uso a las palabras
de Jess '' Solo existe un a respuesta el titulo estaba desde los inicios
mismos enraizado en la transmisin de las pa labras de Jess Po r ello era
sacrosanto, y nadie se hubiese atrevido a quitarlo de all" J JEREMAS
Neulestamenthche Theologie, p 254
3 1
Un a constancia parecida se observa respecto de otros ttulos el de
profeta caracteriza e