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PALABRAS SOBRE EL TEMA ÉTICO DE LA TECNOLOGÍA

Dr. Alfredo Alegría Alegría

Panorama Histórico

En la tragedia “Antígona” de Sofocles, el coro exclama: “Hay muchas cosas maravillosas pero la

más maravillosa de todas es el hombre”. Y para el gran dramaturgo el hombre es un ser

maravilloso por su capacidad de ingenio para someter a sí a la naturaleza. Este ingenio es lo

que ha hecho que el ser humano se enseñoree del globo, busque sus más recónditos lugares;

se preocupe por los orígenes de la existencia y por la forma en que esta puede ser más

facilitada; por otorgar al espacio una configuración nueva, en donde pueda vivir de modo que

pueda satisfacer sus necesidades y expectativas. La historia humana puede definirse así como

los cambios que la técnica ha ocasionado a la sociedad y la forma como estos cambios se han

proyectado y vienen proyectando.

La existencia del hombre es inconcebible sin la técnica, dice Ortega y Gasset, quien recalca que

esta varía de acuerdo a lo que se entiende por bienestar en un momento dado. Para Karl

Jaspers (1985) la técnica es “el procedimiento con que el hombre científico domina la

naturaleza a fin de organizar su existencia para eximirse de las necesidades y dar a su contorno

una forma que resulte efectiva. De qué modo la naturaleza se aparece por virtud de la técnica a

los hombres, es decir cómo es transformado a su vez por la organización de su trabajo y la

configuración de su contorno, es una línea fundamental de la historia” (p.133).

Sin embargo, la concepción que convierte a la técnica –y a la ciencia como su sustento- en eje

supremo del ordenamiento humano, está actualmente cuestionada. Es cierto, la ciencia y la

técnica produjeron en su desarrollo el ensueño de dominio característico del hombre

occidental pero hoy el hombre de nuestro tiempo, aparentemente dominador, está llegando a

preguntarse si el mundo que su tecnología creó no será destruido por esa misma tecnología.

El proceso del conocimiento práctico no siempre fue entendido como resultado inherente del

conocimiento teórico o científico. Aristóteles, por ejemplo consideraba tres niveles en el

conocimiento: la empeireia o EXPERIENCIA, por la cual se aprende lo que la cosa ES; la techné,

que es el CONOCIMIENTO ÚTIL en la vida cotidiana y mediante la cual se resuelven los

problemas inmediatos; el episteme o CUERPO TEÓRICO DE LA CIENCIA, que posee un carácter

universal. Para el gran filósofo, la técnica –no siendo universal- no podía estar relacionada con

la ciencia, cuyo objeto es explicar y señalar las causas finales de la existencia, el problema del

ser.

Esta concepción del conocimiento, definió el pensamiento de la Grecia antigua. Pensamiento

antropocéntrico según el cual “el hombre es la medida de todas las cosas” y que considera que

la virtud suprema es el equilibrio de la conducta. Así, las grandes creaciones trágicas

demuestran las funestas consecuencias de la inmoderación en el individuo. Héroes y heroínas

que caen en catástrofes al romper el equilibrio. Así pues, para los griegos el valor supremo fue

este sentido de vida cuyos eventos debían transcurrir teniendo a la prudencia como máxima.

La orientación hacia una visión armónica y cósmica de la existencia sería el espíritu de esta

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cultura, el que sería modelado por sus grandes filósofos en sistemas que han influenciado de

modo decisivo al occidente a lo largo de su historia.

A pesar de todo, Grecia ofreció-aunque en su última etapa- personalidades como Arquímedes

de Siracusa, famoso por sus habilidades mecánicas, para quien se debía trabajar de acuerdo a

la sencillez y perfección de las leyes de la naturaleza, las que tienen un carácter matemático.

Enunció el principio de la palanca y el de la flotación de los cuerpos. Aún así, el valor de

Arquímedes fue solo inmediato y casual. La técnica no fue en Grecia sino un hecho externo y

no aliado al pensamiento o conocimiento propiamente dicho.

La teoría geocéntrica de Claudio Ptolomeo (120 d.C.) que expresó de manera matemática la

ilusión griega del universo geocéntrico, estático y perfectamente bello. Esta teoría –aunque

obviamente falsa- fue aceptada debido a que podía demostrar y predecir matemáticamente

los movimientos de los astros. Además, elevaba la autoestima del hombre griego y romano

que se sentía así dueño del universo.

Pero si la idea del hombre como hecho fundamental del conocimiento en armonía con el

universo fue la pauta de la cultura clásica, el cristianismo significó un viraje hacia la

comprensión espiritual de la vida humana. La Edad Media, se adaptó a las nuevas necesidades

culturales y sociopolíticas. Creó las universidades y propulsó el pensamiento dialéctico aunque

dentro de los parámetros teológicos, la época medieval debió adecuarse a los nuevos

requerimientos. Desde el siglo XII –en que aparecieron los primeros elementos capitalistas en

la sociedad feudal- se inició una profunda revisión conceptual.

Fue un monje, el intelectual más revolucionario de esa época: el inglés FRANCIS BACON,

durante el siglo XIII. Propugnó el sistema de la libre investigación y consideró que la verdad del

conocimiento científico solo puede descubrirse en base a la observación directa de ¡a

naturaleza. Planteó pues, que el conocimiento puede alcanzarse a partir de la inducción. Las

matemáticas eran fundamentales para entender la naturaleza. Gran estudioso de la óptica se

le considera inventor del vidrio óptico, los lentes de aumento y los anteojos. Llegó a decir que

“Pueden construirse máquinas para navegar sin remos, para que los barcos más grandes

dedicados a la navegación fluvial puedan ser impulsados por un solo hombre a velocidad

mucho mayor que si estuvieran llenos de hombres. Es posible utilizar carros quer se muevan

con rapidez increíble sin utilizar la fuerza animal..Igualmente, se pueden construir máquinas

violadoras con las cuales un hombre, sentado en su parte media, haciendo girar una artefacto,

pueda poner en movimiento a las artificiales que batan el aire como un pájaro”

Entre tanto, Santo Tomás de Aquino reconcilió la filosofía de Aristóteles con el dogma católico.

Pero la sociedad feudal a que respondía la necesidad de la escolástica estaba dejando de ser.

Los elementos capitalistas se hacían cada vez más importantes y, a fines del siglo XIV, la

escolástica no fue ya más una propulsora del pensamiento lógico. Constituyó un marco que

encerró el razonamiento, de modo que no se podían ya plantear nuevos sistemas ni

posibilidades.

Los últimos siglos de la Edad Media significaron el replanteamiento del ser humano dentro de

la obra de Dios en la naturaleza. Este nuevo planteamiento llegó desde una concepción por la

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cual la razón es el instrumento que permite controlar el mundo. Se consideró que puesto que

la naturaleza carece de alma, el hombre no tiene por lo tanto responsabilidad moral sobre ella

y tiene derecho a dominarla y transformarla. En el siglo XV con el Renacimiento, se colocó

nuevamente al hombre como eje del universo.

A finales del siglo XVI, el mundo había cambiado para siempre en su concepción gracias a los

descubrimientos geográficos. La teoría heliocéntrica de COPÉRNICO, que había pasado casi

desapercibida, se convirtió en eje de la discusión por el comentario que de ella realizó GALILEO

GALILEI, el primero en utilizar el método experimental. La tesis copernicana defendida por

Galileo –según la cual los planetas giran alrededor del sol en órbitas circulares- fue revisada

por JOHANNES KEPLER, quien determinó que las órbitas no eran circulares sino elípticas. Las

leyes de Kepler proporcionaron al sistema heliocéntrico la predictibilidad que los científicos

estaban buscando para reemplazar el paradigma del universo geocéntrico según Ptolomeo.

Varios pensadores plantearon la necesidad de un método para resolver los problemas

científicos. El inglés FRANCIS BACON rechazó a la ciencia contemplativa señalando que el

conocimiento científico solamente tendrá sentido si asume que tiene como objeto transformar

al mundo. Es decir, ya no la idea de ciencia como un hecho de contemplación estética de la

perfección natural sino una pauta de acción operativa en un mundo cambiante. Exigió así

Bacon una nueva ciencia. Esta nueva ciencia debía posibilitar el cambio, rechazando los

paradigmas tolemaicos y aristotélicos, que se proponían definir el pensamiento y la

concepción de la naturaleza y la existencia cósmica desde la perspectiva de un idealismo

racionalista que no encajaba ya en el mundo que estaba surgiendo.

Propuso Bacon partir del método inductivo para investigar. Los intelectuales debían

proporcionar el conocimiento físico adecuado para el mejoramiento de la existencia y la

posibilidad de desarrollar nuevos inventos que permitan transformar el contorno. Clasificó las

invenciones entre aquellas que fueron resultado de la observación puramente empírica y las

fundadas en la ciencia. Consideró que fueron descubrimientos técnicos los determinantes del

cambio del mundo y de la estructura del poder: la imprenta, la pólvora y la brújula. En suma,

Francis Bacon creó el marco referencial para la tecnología.

Por su parte, el francés RENE DESCARTES defendió el método deductivo dando preeminencia

absoluta a las matemáticas por medio de las cuales se podía acceder a verdades eternas,

inmutables y aún teológicas. Todo es, para Descartes, sujeto de duda: solo del pensamiento

humano no es posible dudar de su existencia. Su famoso aforismo “Pienso, luego existo” sería

el emblema de una sociedad individualista en la que Dios aparece como resultado de una

elucubración racional antes que un hecho verdaderamente espiritual.

La nueva concepción del cosmos –anunciada por las leyes mecánicas de galileo y la teoría

heliocéntrica de Copérnico y su revisión según Kepler- se expresó en el sistema mecanicista del

universo según ISAAC NEWTON. Por su parte, WILLIAM HARVEY descubría nuevamente la

circulación de la sangre, que ya había sido proclamada antes por el español MIGUEL SERVET,

en tanto que el holandés LEUWENHOECK hallaba la existencia de los microbios gracias a su

microscopio.

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El siglo XVII aparecía pues como un mundo diferente. En lugar de la tradicional inmovilidad que

se suponía a la creación, resultó que tanto el macrocosmos como el microcosmos se hallaban

en movimiento perpetuo. De pronto, el planeta se tornó en un pequeño punto en el espacio

sideral. Se abrían así, para los científicos, maravillosos posibilidades de estudio e infinitos

problemas por responder.

Una serie de mejoras técnicas se difundieron por Europa, muchas de ellas partiendo de una

política mercantilista que dominó el continente europeo en el siglo XVII, sobre todo en Francia.

Fue en ese siglo que surgió el término “tecnología” y esta se convirtió en instrumento de poder

político y económico de las grandes potencias. Ese desarrollo ya no podía ser detenido y logró

su impulso más grande cuando en el siglo XVIII se inventó la máquina de vapor. Primero fue la

máquina de vapor. Primero fue la máquina de Newcomen en 1712 para luego JAMES WATT

inventar un modelo más práctico en 1765, que perfeccionó y puso en práctica a fines de ese

siglo. El sistema económico y social basado en la energía manual terminó su ciclo y las nuevas

realidades de producción se cimentaron en la Revolución Industrial. Luego de la máquina de

vapor vino la dínamo en 1867. El desarrollo de la química y las nuevas teorías y aplicaciones

de la electricidad cambiaron el entorno y las relaciones de producción. Así, en la génesis del

mundo moderno se enlazaron indisolublemente la ciencia natural, el espíritu inventivo y la

organización del trabajo.

El progreso como un hecho imposible de ser detenido fue propuesto por AUGUSTO COMTE y

los positivistas del siglo XIX, concepción inmediatamente aceptada en un tiempo dominado

por el evolucionismo de CHARLES DARWIN y en el que el alto desarrollo tecnológico y cien

tífico hacía impensable otra cosa que no fuese la idealización del futuro. Fue pues el dominio

de la tecnología –arma de información que permitió controlar la naturaleza y la sociedad- el

causante de la hegemonía de los grandes centros culturales de poder desde entonces. Entre

1700 y 1900 estos fueron los países del occidente europeo- Inglaterra y Alemania- y, después

de la segunda mitad del siglo XIX, surgieron los Estados Unidos de América. Estos últimos se

dividieron, a fines de la Segunda guerra Mundial en 1945, el poder universal con la unión

Soviética.

El problema siempre estuvo en las nuevas relaciones del trabajo. El maquinismo y la

producción en masa a que dio lugar determinaron que los trabajadores se conviertan también

en parte de la gran maquinaria, en piezas del proceso técnico. Paulatinamente, la tecnología

fue sobreponiéndose al hombre y el hombre terminó subordinándose al proceso tecnológico.

Finalmente, la revolución bolchevique en la Rusia de 1917 atacó el capitalismo que aparecía

como culpable de la distorsión e injusticia social. Pero era imposible detener el proceso y la

sociedad debió adecuarse.

Después de la Segunda Guerra Mundial el enfrentamiento entre el sistema capitalista y el

comunismo soviético se dio en el marco de un nuevo y más estructurado orden mundial. Se

diseñó en Occidente un nuevo concepto de estado y se entró a un aparente período de

estabilidad y aún de desarrollo extremo. Es el período que se conoce como Guerra Fría. Es

entonces que surgió el Internet y la tecnología informática que hoy asombra al mundo.

En la segunda mitad del siglo XX, comenzó el surgimiento de una nueva fuerza, el Japón y el

sureste asiático y en nuestros días han surgido la China y la India como nuevas potencias

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económicas emergentes. Por último, el destino del mundo se está hoy jugando nuevamente en

las arenas de Irak, y el Cercano y Medio Oriente. El ciclo de la historia ha dado un círculo

completo: desde Mesopotamia a Grecia. Desde Grecia a Europa occidental. De allí a América

del Norte y luego la cuenca del pacífico y el oriente en nuestros días.

Ha sido pues un proceso extraordinario en el que el hombre ha llegado a alturas increíbles en

su afán por dominar la naturaleza

Actualmente y, sobre todo después de la caída de la bolsa de Nueva York en 2008 debido a

crisis financiera mundial, se ha pasado de una revaloración de la intervención del estado en la

economía de los países. Las relaciones de producción y la organización del trabajo son

aspectos que se encuentran en completa revisión y cuestionamiento.

Evidentemente, la tecnología y el desarrollo que trae consigo facilitan el trabajo de la sociedad,

aportan nuevas posibilidades de producción y suscitan nuevas necesidades que cuando crecen

obligan a nuevos y mayores trabajos. En ese sentido, la disminución efectiva del trabajo gracias

al desarrollo técnico puede ser cuestionable. En todo caso, se ha producido gracias a la técnica

un enorme aumento del trabajo para el hombre que colabora con ella. Lo que cambia es el

concepto del trabajo y aún del lugar del mismo debido a que la tecnología informática se hace

cada vez más virtual y globalizada. El desarrollo tecnológico modifica al trabajo pero al hacer-

en muchos casos-depender al hombre de la máquina contribuye también a deshumanizar el

trabajo. Esta preeminencia de la tecnología y la tecnificación no se ciñe a la reelaboración de la

naturaleza sino que extiende a toda la vida social, a todos los hechos culturales, entre ellos a la

vida política.

Es así como la técnica –como así la ciencia- fue colocada por el hombre moderno en un altar.

Tal como la Ciencia, que también fue convertida en una especie de ídolo, el mismo fenómeno

ha ocurrido en relación con la Tecnología. La revolución de la ciencia y sobre todo de la

tecnología en nuestro tiempo se opera con una aceleración tan grande que la sociedad y los

hombres caen subyugados ante su poder. El hombre ha quedado dominado por la tecnología y

el ámbito del espíritu y de la esencia auténticamente humana se ha reducido

inconmensurablemente.

Desde la Revolución Industrial y durante el siglo XIX y el siglo XX, en el cual cobró un inusitado

énfasis desde su segunda mitad, se intentó realizar el ensueño humano de configurar un nuevo

contorno en el cual el hombre deje de ser dependiente de la naturaleza y esta quede sometida

definitivamente a él. El problema estriba si el resultado conseguido contribuye realmente en

forma positiva a la humanidad. Es decir, si lo que se ha construido debido a la tecnología no ha

sido sino una división injusta y no equitativa de la riqueza. Así pues, la idea de que el desarrollo

ilimitado de la tecnología conducirá a la perfección humana se encuentra en nuestros días con

realidades completamente opuestas.

El Problema Ético de la Tecnología

Actualmente se aparece ante nosotros, con una evidencia trágica, el augurio lanzado por el

desaparecido mural moche de la Huaca de la Luna conocido como “La Rebelión de los

Artefactos”. En él, se plasma un mito singular: al final de los tiempos, el hombre será destruido

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por los propios artefactos que imaginó para servirle. Cada vez crece ante nosotros la sombra

de una tecnología que en realidad no ha conseguido liberar akl hombre de la naturaleza por

medio del dominio de la misma sino que está destruyendo a la naturaleza y la vida. El in

dividuo ha perdido su alma.

Si toda cultura es una manifestación objetiva de la vida y el espíritu, toda ella tiene un carácter

simbólico. Es decir, la cultura es una manera de dar forma y significado a los hechos y

circunstancias pero, en el hombre actual, la idea de armonía cósmica con la naturaleza es una

situación trágica. Hoy está recién comenzando a entender la necesidad de implementar

sistemas de acciones que equilibren la acción civilizadora humana con la necesidad de tener

una naturaleza que pueda sostener y preservar. Durante mucho tiempo primó en el hombre

partícipe de la cultura occidental globalizada, una idea absolutamente material de la

existencia. La mecanización ha destruido la identidad y la esencia humana. Se ha perdido el

sentido del espacio y del tiempo. Convertido en pieza de una enorme maquinaria social y

tecnológica, el hombre se masifica y despersonaliza.

Obviamente, indica Jaspers (1984) la técnica no es en sí ni buena ni mala, no entraña una idea

de perfección ni un sentido demoníaco de destrucción. La circunstancia de que el hecho

tecnológico esté causando la actual zozobra que sentimos no proviene de la tecnología en sí

misma sino de otras características humanas. El problema proviene, en realidad, del uso que se

otorga a la tecnología y del inmoderado sistema de consumo que no ha tenido en cuenta las

limitaciones que ofrece nuestro propio planeta y la sociedad donde ese sistema debe

desarrollarse. Es ese sistema social injusto quien ocasiona la angustia actual. Sistema en el cual

el poder determina el tipo de tecnología que habrá de fundamentarlo.

El ensueño pero también la tragedia de la tecnología es el conflicto de Fausto, el superhombre

imaginado por Goethe, el paradigma poético del hombre occidental moderno. Fausto es el

científico que entrega su alma al demonio para satisfacer sus deseos. En el contrato pactado

entre ambos, si Fausto llega a aceptar algún instante como merecedor de un sentimiento de

belleza total, perderá finalmente su alma. El protagonista de esta obra cimera alcanza las más

altas posibilidades del placer físico e intelectual así como poder político y riqueza material.

Pero, ya anciano, Fausto se da cuenta que su vida ha sido desperdiciada. Entonces –

precisamente en el momento en que queda ciego- imagina que él, con todo su poder

intelectual y económico puede ser capaz de mejorar a la humanidad. Esto le produce una

sensación tan suprema que no quiere que ese instante desaparezca como todo en su vida, la

cual ha sido solamente un conjunto de momentos de placer fugaz. Y proclama las palabras

fatales: “Detente, eres tan bello”, procurando detener ese momento ideal y llegar, por fin, a la

felicidad. El demonio llega con el contrato para llevarse el alama del protagonista pero Fausto

logra salvarse. La intención de servir a los hombres ha sido suficiente para el perdón.

Ahora bien, ¿podrán los científicos y tecnólogos de hoy –nuevos Faustos- contar con la ilusión

romántica de un final feliz, de la salvación? No será que están, en muchos casos ya perdidos

por la ambición del conocer y de actuar sin asumir actitudes definidas de ética que sean

verdaderamente humanas? ¿Llegará, alguna vez, el momento esencial en el cual el hombre

tome conciencia de que él no es solo su propia individualidad sino que esta depende de la

armonía con los demás y sobre todo con la naturaleza?

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Tal es el trágico conflicto de la tecnología de nuestro tiempo.

Sin embargo, es indudable que la tecnología ha construido y construye, paso a paso, un mundo

nuevo. Está engendrando una nueva conciencia del mundo. La globalización de la información

es uno de los hechos extraordinarios de nuestro tiempo. Actualmente, el mundo se encuentra

en la palma de la mano. Puede por lo tanto decirse que el temor a la tecnología se da en una

generación que se siente culpable de no haber colocado una valoración ética suficiente al

desarrollo y que, por otro lado, es incapaz de comprender realmente el nuevo proceso porque

está imponiendo un paradigma cultural distinto al que nos habíamos acostumbrado. ¿Y los

jóvenes que dominarán este nuevo siglo? Posiblemente, ellos ven este mundo como un hecho

evidente y lógico. Un mundo distinto les sería inaceptable. Aún así, ese optimismo no tiene

más que aceptar que el desarrollo tecnológico tiene determinados límites.

La técnica es un medio y necesita dirección. Esta dirección debe encontrarse a partir de una

comprensión y revaloración del ser humano. Hoy se habla de los cyborg –organismos

humanoides programados- y se especula sobre la posibilidad de colocar el cerebro de un

investigador en una computadora. Si son, por el momento, fantasías estas resultan terribles y

hay que asumir que hoy existen las posibilidades científicas y tecnológicas para construir un

mundo de seres romboides, programados genéticamente, tal como los integrantes de aquella

terrible sociedad del futuro que describía Aldous Huxley en su novela “Un mundo feliz”. ¿Tiene

el hombre el derecho a experimentar con la vida convirtiéndose en un nuevo Dr. Frankenstein?

Un carácter de la técnica es –a diferencia de lo que pensaban los griegos- el hecho de

constituir un conocimiento universal. No está limitada por ningún supuesto cultural, sobre

todo en estos tiempos. Aún así se encuentra limitada por las materias y fuerzas con las cuales

opera. Sin embargo, el sistema actual se estableció suponiendo que los recursos materiales

son inagotables. Esto no es cierto. La necesidad de trabajar, por ejemplo, con energía solar en

lugar del petróleo que contamina es imprescindible pero el sistema está tan generalizado en el

planeta y los intereses económicos son tan grandes que es sumamente difícil -por no decir

ilusorio- intentar un cambio energético que guíe la vida humana en un nuevo sentido. Ya no es

la tecnología quien sirve al hombre sino que el desarrollo tecnológico sirve al sistema

económico y social donde se ha forjado.

El hombre se encuentra así frente a una toma de decisión: o acepta la actual tecnología o crea

y establece la nueva que lo ayude a sobrevivir como especie. El desarrollo tecnológico, el

progreso inventivo, no es infinito sino que –como todo hecho histórico- tendrá un término.

¿Este término significa el hundimiento del sistema y la civilización occidental? ¡Aparecerá otro

sistema social nuevo y una cultura distinta que imponga un nuevo sentido a la tecnología?

¿Tendrá todavía el hombre como especie la posibilidad de ver que ha triunfado sobre el mismo

y se ha adaptado al mundo nuevo?

Cardwell (1992) rechaza que se culpe a la tecnología de los males que sufre el mundo

moderno. Respondiendo a quienes claman una mayor humanización, entendiendo esta como

un énfasis en lo espiritual, el autor indica que estos deberían irse a vivir a sociedades

fundamentalistas donde encontrarán la espiritualidad que desean. Acepta la verdad

deplorable del materialismo pero remarca que es un hecho inevitable y el resultado del

requerimiento social por una calidad de vida cada vez más alta. Pero, posiblemente, Cardwell

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está viendo el problema desde su propia cultura. Porque las zonas que sostienen al mundo

son, a fin de cuentas, las selvas amazónicas del África Central y del Sudoeste de Asia: ellas

proporcionan la reserva de oxígeno a la atmósfera. Quienes destruyen la capa de ozono son,

en mayor grado, los grandes estados industriales del hemisferio norte a los que hay que

agregar las economías emergentes de China e India. No puede cerrarse los ojos ante esta

realidad y debe tomarse en cuenta que el planeta es el hogar de todos y no solamente un

espacio para el desarrollo de unos cuantos y la supervivencia de unos pocos.

Existen, a pesar de todo, optimistas absolutos para quien no es dable abandonar el sueño

tecnológico pues siempre se podrá crear tecnologías más eficientes. A través de la

nanotecnología sería posible a través del manejo de cambios moleculares, sería capaz de

transformar al individuo y a la naturaleza.

Vivimos la “Era de la Información”, determinada por la introducción masiva de computadoras

personales, la generalización del internet y el empleo creciente de teleoperaciones, las redes

sociales y robots. Se espera, idealmente, que esa tecnología pueda hacer realidad el sueño de

la democracia semidirecta mediante la transmisión de las opiniones a través de la red. Este es

un hecho cada vez más visible y cotidiano, especialmente por la importancia cobrada por las

redes sociales informáticas. Asimismo, se espera que al robotizarse los servicios el hombre

será cada vez más libre pues los robots harán el trabajo. La educación mejorará y ampliará su

cobertura a niveles nunca imaginados. Tal vez, la ilusión nos haga creer que esta nueva

tecnología lleve a erradicar la contaminación ambiental al terminarse el gigantismo de la actual

industria. Habrá una desconcentración laboral y urbana. El centro de la nueva sociedad será la

casa propia y ya no la fábrica, la oficina, la escuela y las zonas comerciales.

Pero todo ese ese futuro extraordinario –aunque algunos de los hechos mencionados

pertenecen ya al presente- no es todo lo brillante que parecería ser. Los aspectos negativos l

devienen cada vez más claros y terribles. No se trata pues simplemente de cambiar

simplemente la tecnología sino de cambiar la política tecnológica. Debe fijarse socialmente

metas y favorecer aquellas tecnologías más oportunas. Sin un diseño social de los fines que la

tecnología debe cumplir, esta se convierte –como actualmente lo sentimos con angustia- en un

fin antes que en el medio que debería constituir.

La ilusión de que el hombre será realmente libre gracias a la tecnología no es más que eso, una

ilusión. En su lugar, lo que se observa es el aumento del desempleo, la ampliación de la brecha

cada vez mayor entre el mundo desarrollado y el que no lo es, la agudización de los problemas

sociales que en nuestros días asumen un carácter de reivindicaciones culturales, religiosas,

fundamentalistas o nacionalismos extremos. El ansia por llegar el ensueño tecnológico está

dando lugar a resultados contraproducentes porque no toma en cuenta la naturaleza y la

esencia humana. Solamente el control social puede evitar que la tecnología –no solo la

informática- se imponga de manera indiferente a quien debería servir.

El hombre se está convirtiendo en un ser dependiente de una máquina. Sin las máquinas la

existencia sería inaceptable para buena parte de la humanidad y el hombre no puede

sustraerse a la tecnología que ha creado. Ante esta verdad, el destino humano dependerá de

cómo llegue a dominar las consecuencias de la tecnología en su vida personal y la vida del

ambiente, de cómo la utilice, de las condiciones que le imponga.

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Refiriéndose exclusivamente al campo del científico social, sea un psicólogo, sociólogo,

economista, es evidente que tiene un alto grado de responsabilidad. Su conocimiento de la

sociedad –la cual es tan variable- debe ser permanente y enriquecerse cada vez más. ¿Qué

podría esperarse de un investigador en ciencias sociales que trabaje con supuestos teóricos y

no se relacione de manera concreta con su entorno? Por lo tanto, es un imperativo replantear

continuamente los fenómenos sociales y ampliar su información y visión sobre los mismos si

tiene como propósito contribuir a controlar determinados fenómenos y, para eso, necesita del

apoyo de las Ciencias Naturales.

Sin embargo ¿cómo prevenir el hecho de que un determinado grupo pretenda controlar el

conocimiento social con objeto de controlar a otro grupo? Una pregunta sin respuesta porque

la historia non ha sido sino el cambio de poder a un grupo social con mayor información que

aquel a quien ha desplazado. Este problema se hace presente en los campos de la

investigación de mercado, la opinión pública, las relaciones industriales y económicas. Las

acciones del intelectual y el científico deben tomar en cuenta la realidad humana donde se

desarrolla y convertir en una filosofía personal el hecho de que está moralmente obligado y es

responsable del mejoramiento del grupo humano en donde se desenvuelve. Pero el dilema

persiste ¿es el intelectual un agente del sistema social o puede personificar la conciencia de la

sociedad para un cambio?

La gran alternativa de la tecnología es su desarrollo comprendido en un control social

auténtico y con normas éticas precisas. La actual tecnología es un hecho que debemos aceptar

pero conscientes de que la sociedad debe ser reeducada en un énfasis en los valores, en metas

superiores, en objetivos globalizadores, en los fundamentos humanos en suma.

La tecnología, tal como hoy se encuentra diseñada y aplicada, se está tornando en un hecho

fatal para la supervivencia y adecuada reestructuración de la sociedad. Pero no tiene que ser

necesariamente así. La tecnología ha sido y sigue siendo la gran ilusión del hombre moderno

pero hoy la sociedad está cada vez más consciente de que se ha constituido en uno de los

problemas cruciales para la humanidad. No se trata pues de negar a la tecnología –sería un

absurdo- sino de considerar límites éticos o metas ideales que permitan reorientar la

humanidad y la vida.

ALFREDO ALEGRÍA ALEGRÍA

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