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Jos Garca Romero
EL PAPEL DE LA MINERIA Y LA METALURGIA
EN LA CORDOBA ROMANA
Crdoba, 2002.
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Este trabajo, realizado en el Area de Historia Antigua de la
Universidad de Crdoba bajo la direccin del doctor Rodrguez Neila,
constituye la Tesis Doctoral del autor. Defendida en junio de 2000, obtuvo la
calificacin de Sobresaliente cum laude.
Formaron el Tribunal:
Presidenta: Dra. LEON ALONSO
Secretario: Dr. MELCHOR GIL
Vocales: Dr. CHIC GARCIA
Dr. MANGAS MANJARRES
Dr. SANTOS YANGUAS
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P R L O G O
En el apogeo de Roma bajo el emperador Augusto, y en su famosa
obra Ars Amatoria, escribi el poeta Ovidio lo siguiente: "sta es realmente la
Edad de Oro; con oro se compran casi todos los honores; con oro se consigue
el amor" (II, 277). La apreciacin por los metales preciosos como smbolo de
estatus y riqueza constituye, evidentemente, una de las "obsesiones" ms
antiguas del hombre. Pero tambin la obtencin y transformacin de otros
metales, no tan valiosos, pero s de enorme utilidad para facilitar diversas
facetas de la existencia, han constitudo eslabones claves para valorar los
progresos de la Humanidad desde remotos tiempos. El autntico "despegue
tecnolgico" lo dio nuestra especie cuando aplic la metalurgia del cobre, y
ms tarde del bronce, a la fabricacin de instrumentos de diverso uso.
Hace muchos siglos las tierras de Europa y del Prximo Oriente con
recursos mineros se convirtieron en referencia fundamental para los grandes
imperios, y tambin para pueblos colonizadores, como fenicios o griegos, que
hicieron de la bsqueda de metales en el entorno mediterrneo y atlntico uno
de los objetivos prioritarios de sus aventuras martimas. Viejos mitos, como el
robo por Hrcules de las manzanas de oro del jardn de las Hesprides,
evocan desde milenios cmo uno de aquellos "eldorados" de la Antigedad
fue la Pennsula Ibrica. Las numerosas laudes a su exuberancia en metales
que encontramos en los escritores griegos y romanos (Polibio, Diodoro,
Estrabn, Plinio, etc.), no hacen sino recoger una tradicin que hunde sus ms
lejanas races en tiempos protohistricos.
Iberia fue una "fijacin" para algunas civilizaciones antiguas gracias a
los recursos mineros que su subsuelo brindaba con prodigalidad. Y algunos de
los pueblos que habitaban el extremo Occidente estn cualificados en los
libros de Historia de forma especial por su condicin de expertos trabajadores
del metal. La obtencin de tales materias primas, bien por el intercambio
comercial o por la forzada conquista militar, constituye tambin una constante
histrica en el desarrollo de las culturas mediterrneas.
Nadie duda de la enorme trascendencia que tuvo en su momento la
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integracin de Iberia en el naciente imperio romano, forzada tras largas
guerras contra algunos de los pueblos que la habitaban. La presencia militar
de Roma en lo que con el tiempo sera una Hispania unificada bajo su
dominio, se inici con la Segunda Guerra Pnica en el ltimo cuarto del siglo
III a.C., que enfrent a la que pronto sera superpotencia con uno de los ms
difciles rivales con quien tuvo que dirimir su supremaca en el tablero poltico
de entonces. Aquel antagonista fue Cartago, un estado que se haba forjado
desde antao un imperio mercantil en torno al Mediterrneo occidental, y al
que ya haba derrotado algunos aos antes de que se reavivaran las
hostilidades. Dirigida poltica y militarmente por la familia de los Brcidas,
cuyo ms afamado lder fue Anbal, Cartago haba tratado de compensar sus
prdidas tras la Primera Guerra Pnica con un expansionismo territorial por el
sur y el este de Iberia. Gracias a ello pudo controlar reas mineras de gran
importancia, como Sierra Morena (Castulo) o la zona de Cartagena.
Arrebatarle la potencia que iba recuperando, en buena parte gracias a su
control sobre dichos recursos, constituy una de las principales razones que
decidieron a la Repblica romana a intervenir militarmente en la Pennsula
Ibrica a partir del 218 a.C. Es significativo que algunos episodios decisivos
en la evolucin de la guerra que enfrent a romanos y cartagineses en tierras
hispanas tuvieran lugar en torno a las reas mineras reseadas.
Terminado el conflicto lo lgico quizs hubiera sido que la coyuntural
presencia de las tropas romanas en Iberia se hubiera liquidado con su retirada.
Pero Cartago era un enemigo gravemente herido, aunque no aniquilado.
Motivos de prudente estrategia militar aconsejaban mantener las legiones en
suelo hispano. Haba tambin otra oportuna justificacin para ello, el control
de las reas mineras que Roma haba arrebatado a los cartagineses. La riqueza
"colonial" ya la haban percibido los romanos desde que se haban adueado
de Sicilia y recaudaban sus tributos. Ahora los polticos de la Urbs, y los
poderosos grupos econmicos que en ella funcionaban con gran influencia,
podan utilizar tambin la riqueza hispana en su provecho. Ello a sabiendas de
que tal decisin poda desencadenar, como as ocurri, un conflicto de
imprevisibles consecuencias con los pueblos indgenas, algunos de los cuales
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haban sido precisamente aliados de Roma en la lucha contra Cartago.
Pero los intereses econmicos pesaban mucho. Y aunque tal decisin
cost al estado romano una enorme sangra de recursos humanos y materiales
durante los largos aos de campaas militares en Hispania, no parece que
nadie pusiera en seria duda la conveniencia de seguir fiel a la trascendente
resolucin que el Senado haba tomado en su momento. Los dirigentes de la
Repblica trataron de justificar ante la opinin pblica, y ante la Historia, la
decisin que adoptaban, que iba con el tiempo a afectar decisivamente a la
propia esencia del estado romano. Algunas de tales explicaciones se basaban
en culpabilidades que se hacan recaer sobre las actitudes de algunos pueblos
hispanos, reacios a aceptar la misin histrica que los dioses haban dado a
Roma como pacificadora y propagadora de la civilizacin. Entonces, como
tambin ocurre hoy, algunos estadistas estimaban que lo polticamente
correcto y lo estratgicamente conveniente era revestir con enfticas
representaciones ideolgicas lo que en el fondo eran lisa y llanamente
intereses econmicos, slo defendibles mediante empresas blicas y actitudes
imperialistas.
Las guerras contra los pueblos de la franja septentrional de Hispania
que acaecieron gobernando ya Augusto, pusieron en manos de Roma
importantes recursos aurferos, que aliviaron en gran medida la bancarrota de
un estado quebrado social y econmicamente por duros aos de guerras
civiles. Pero ya desde mucho antes Roma se estaba beneficiando de la riqueza
de Hispania en metales, al controlar los importantes cotos mineros del sudeste
y de Sierra Morena. Los duros conflictos con lusitanos y celtberos durante el
siglo II a.C., o las expediciones galaicas de Bruto (138 a.C.) y ms tarde de
Julio Csar (61 a.C.), guardan estrecha relacin con el acceso a importantes
reas mineras. Y basta recordar las enormes cantidades de botn y tributos
cifrados en entregas de metales preciosos que salieron de Hispania rumbo a
Roma, para confirmar la preeminencia de los objetivos econmicos en el
desarrollo de la conquista militar romana. Tambin durante el Alto Imperio la
explotacin minera seguira siendo uno de los vrtices fundamentales de la
economa hispana.
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Buena parte de los esfuerzos organizativos desplegados por Roma
estuvieron encaminados a dinamizar dicho sector para que respondiera a las
expectativas suscitadas. El aparato militar y el diseo de la red de
comunicaciones tuvieron muy en cuenta la ubicacin de los enclaves mineros,
la necesidad de transportar los cargamentos de metal hasta los puertos de
salida y la conveniencia de mantener tales zonas al margen de cualquier
situacin de conflictividad. Un captulo esencial en el diseo administrativo
que Roma dio a los territorios hispanos fue la configuracin de las reas
mineras como dominios singulares, con su propia reglamentacin y bajo la
autoridad de funcionarios especiales. As lo vemos claramente en las tablas
broncneas de Aljustrel (Portugal), que nos han conservado el rgimen de
funcionamiento de las minas de Vipasca. El estado romano, dueo en ltima
instancia de las zonas mineras, fue alternando segn sus intereses y la propia
dinmica histrica frmulas de explotacin directa con otras que permitan a
particulares o empresas (societates) lucrarse con tales actividades pagando al
fisco los correspondientes rditos.
Uno de los aspectos de la Antigedad grecorromana que la alejan ms
de la forma como hoy funciona nuestro mundo, es su gran desapego hacia el
desarrollo tecnolgico. Aun prosperando notablemente en el conocimiento de
muchos principios tericos de las ciencias, suele insistirse en que el mundo
clsico, que marc decisivos progresos en muchos terrenos de la creatividad
humana, no avanz en la aplicacin de sus logros cientficos al bienestar
humano. Tal observacin es relativa, ya que en ciertos campos, para facilitar
el trabajo o para resolver problemas tcnicos que ralentizaban un productivo
desenvolvimiento de ciertas actividades econmicas, los romanos usaron de
forma prctica los conocimientos fsicos. El famoso relieve de la tumba
romana de los Haterii nos muestra, por ejemplo, cmo supieron emplear
maquinaria en el sector de la construccin. Y por lo que respecta a la minera,
el empleo de la bomba de Ctesibio, el tornillo de Arqumedes o las norias
hidrulicas, facilitaba la extraccin del agua que inundaba las galeras, grave
obstculo que impeda su normal explotacin. Pero estamos ante la
excepcin, no la regla.
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Quizs las mquinas no encontraron ms sitio en los planteamientos
laborales de entonces no slo porque, como se ha repetido a menudo, la
esclavitud proporcionaba una mano de obra abundante y barata. Tambin por
los clculos que el poder poltico poda hacer sobre su negativa incidencia en
la oferta laboral que daba sustento a artesanos y jornaleros urbanos, lejano
presagio de lo que en tiempos actuales es la preocupacin por el paro.
Podemos atisbar tales previsiones si damos credibilidad a las conocidas
ancdotas del "vidrio flexible" (Plin., NH, 36, 195; Petron., Satyr., 51) y de la
"mquina elevadora" (Suet., Vesp., 18). En la primera Tiberio ejecuta al
ingenuo inventor por motivos de "poltica social": su descubrimiento pona en
difcil situacin al gremio de vidrieros y metalrgicos. En la segunda un
innovador arquitecto inventa una gra capaz de ahorrar gran cantidad de
mano de obra en el amplio plan de obras pblicas de los Flavios en Roma.
Respuesta imperial: el invento pona en peligro su poltica de pleno empleo de
los menos favorecidos.
Preocupado por no rebajar los ndices de empleo, al gobierno romano
no parece, sin embargo, que le sensibilizaran tanto como hoy a nosotros los
negativos efectos medioambientales de ciertas actividades que consideraba de
orden prioritario, as las mineras. Desde luego una "tecnologa" como la del
mundo antiguo, basada en la fuerza energtica humana y animal, podra
parecer a primera vista ms apropiada que la moderna para no daar en
exceso el entorno natural. Pero haba otras dependencias energticas que
podan tener resultados acumulativos y perjudiciales sobre su siempre frgil
equilibrio. Los antiguos consuman mucho ms que nosotros madera y carbn
vegetal, materias primas con las que resolvan una amplia gama de
necesidades. A largo plazo esa explotacin excesiva dejaba irrecuperables
cicatrices en los bosques. Si los romanos hubieran respondido a los acuciantes
retos tecnolgicos mejorando sus mquinas e inventando otras nuevas, y lo
hubieran hecho sin progresar paralelamente en los valores ecolgicos y el
conocimiento de la Naturaleza, es probable que sus impactos medioambienta-
les hubieran sido an ms graves.
Tales consideraciones se hacen muy patentes en las actividades
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mineras y metalrgicas. La minera romana fue muy depredadora, y el avance
de sus explotaciones signific el talado de muchos bosques a fin de obtener
vigas para el entibado de galeras y combustible con el que alimentar los
hornos metalrgicos que funcionaban a pie de mina. Paralelamente la
remocin de la cubierta vegetal aument la erosin de los suelos y los
procesos de aguda deforestacin en aquellas reas de intensa actividad
minera. Otro efecto medioambiental fue el derrumbamiento provocado de
montaas y la desviacin de corrientes de agua para arrastrar los depsitos de
mineral y facilitar los procesos de sedimentacin y lavado de las tierras,
sistema que economizaba tiempo y mano de obra, pero dejaba profundas
cicatrices en el paisaje, como vemos en Las Mdulas (Len). Muchos cursos
acuferos se secaron o quedaron contaminados por sustancias venenosas. La
polucin del aire fue otro efecto percibido por los antiguos. Los trabajadores
de las minas, que laboraban en penosas condiciones (recordemos la famosa
descripcin de Diodoro sobre las minas hispanas), sufran sus perjudiciales
efectos (Plin., NH, 33, 98). Vitruvio recomendaba examinar el aire de las
minas con lmparas (De Arch., 8, 6, 13).
Tras la extraccin los minerales eran procesados para obtener los
metales tiles: oro, plata, cobre, hierro, mercurio, plomo, estao. Para ello se
usaban hornos dotados de chimeneas. Muchas tcnicas metalrgicas exigan
altas temperaturas y por consiguiente grandes cantidades de combustible. Y
posteriormente las herreras y talleres de forja para manufacturar objetos de
metal necesitaban ms combustible y, por tanto, generaban ms
contaminacin. El gegrafo Estrabn (3, 2, 8) anot la polucin causada en el
aire de Hispania por las actividades metalrgicas: "Los hornos del mercurio
los construyen elevados para que la fulgine que se desprende de los trozos
del mineral se eleve en el aire, pues es pesada y nociva" (trad. M.J.Meana-F.
Piero). Conscientes de los perjuicios derivados de la contaminacin, ya
entonces se idearon algunos procedimientos para contrarrestarla, as
chimeneas ms altas para dispersar los humos emitidos por las fundiciones.
Toda la casustica que hemos expuesto anteriormente afect de forma
notable a una de las reas mineras ms importantes que funcionaron en la
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Hispania romana, Sierra Morena, el Mons Marianus de los antiguos. El libro
que presentamos se centra en una parte importante de dicho conjunto
geogrfico, la que corresponde a nuestra provincia de Crdoba, pero abarca
tambin otras zonas del entorno cordobs tambin productoras de recursos
minerales en tiempos romanos, aunque menos resaltadas en la literatura
especializada.
El denso trabajo que ha efectuado Jos Garca Romero sobre las
actividades mineras y metalrgicas romanas en tales espacios empieza
concediendo toda la importancia que se merece a la estructura geolgica y
metalognica que los territorios analizados presentan, como premisa
ineludible para acometer una investigacin bien documentada, que nos
permita reconstruir lo ms aproximadamente posible cmo funcionaron esas
demarcaciones mineras hace veinte siglos, bajo unas directrices polticas bien
definidas, que hicieron de su fructfera explotacin una de las preocupaciones
ms constantes del gobierno de Roma.
Creo que una de las aportaciones ms interesantes del estudio que
prologamos, y desde luego muy expresiva por sus abundantes contenidos, es
el catlogo de yacimientos minero-metalrgicos. La bsqueda, localizacin e
identificacin de todos y cada uno de ellos han puesto muy a prueba la
enorme capacidad de trabajo y sacrificio y la constante ilusin del autor para
alcanzar los objetivos previstos. Han sido muchos aos de frecuentes y
laboriosos itinerarios por amplias zonas de la provincia cordobesa, en sintona
con el infatigable espritu que anim en su momento a estudiosos de la historia
de estos lares, que llegaron a conocerlos con bastante minuciosidad
recorrindolos palmo a palmo con nimo observador. As vienen al recuerdo
personalidades ilustres como Antonio Carbonell o Juan Bernier, que han
dejado decisiva y muy apreciada huella en el mejor conocimiento, entre otros
temas, de lo que fue la minera antigua por estas tierras.
Pero, como decamos lneas atrs, para que Roma pudiera
aprovecharse de los recursos mineros hispanos explotndolos adecuadamente,
no bastaron las decisiones polticas, la fcil disposicin de mano de obra
esclava gracias a las numerosas guerras, o el mantenimiento de un dispositivo
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militar que garantizara la explotacin contnua de las minas al margen de las
amenazas blicas. Era preciso acometer los trabajos mineros con una
planificacin adecuada y, sobre todo, con los convenientes recursos tcnicos
para conseguir los mejores dividendos. La elemental y rentable racionalidad
que los romanos proyectaron a otros horizontes de su dominio imperial, la
pusieron igualmente en juego a la hora de extraer de la madre tierra sus ms
codiciados frutos, as los metales. Las tcnicas de extraccin minera, la
aplicacin a tales labores de toda una abigarrada panoplia de tcnicas e
instrumentos al nivel factible entonces, los sistemas de organizacin de los
trabajadores, los rendimientos energticos, la solucin de problemas que
obstaculizaban las labores en las galeras, constituyen aspectos esenciales de la
minera romana, cuya mejor comprensin nos permite aquilatar a qu nivel de
importancia poltica y econmica funcionaron las explotaciones en aquellos
siglos. La densa tarea investigadora realizada por Jos Garca Romero ilustra
todos estos captulos con multitud de datos pacientemente obtenidos.
Pero la extraccin de las materias primas era slo el primer paso de un
proceso, cuyo objetivo final no era otro que la obtencin, aplicando las
convenientes pericias artesanales, de objetos de muy variada ndole,
destinados a hacer ms cmodas numerosas facetas de la vida. Los talleres
metalrgicos eran el complemento indispensable a fin de moler y cribar los
productos que la naturaleza ofreca, con vistas a las ulteriores labores de
fundicin. La metalurgia de entonces incorporaba una serie de tareas muy
especializadas, que requeran un personal buen conocedor de su oficio y la
disposicin de instalaciones bien planificadas.
Todos estos aspectos, pese al largo transcurrir de los tiempos, han
dejado elocuentes testimonios arqueolgicos de su funcionamiento en tierras
cordobesas. Una valiosa documentacin que adems se puede contrastar con
la informacin tcnica que proporcionan algunos autores antiguos que en sus
obras, as Estrabn o Plinio el Viejo, tuvieron muy en cuenta las actividades
mineras, y de modo especial las que se desarrollaron en diversas partes de
Hispania. Tambin el detenido rastreo que Jos Garca Romero ha efectuado
a lo largo y ancho de la geografa cordobesa para identificar las fundiciones
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romanas y la huella material dejada por las actividades que acogieron,
constituye otra de las valiosas contribuciones con que nos obsequia en este
libro. Por supuesto, no ha olvidado sealar cmo las operaciones indicadas a
menudo produjeron sensibles impactos ecolgicos, cuya huella an es
perceptible, de forma ms o menos elocuente, en diversos paisajes de la
geografa ibrica.
Si las actividades minero-metalrgicas impulsadas por los romanos en
Hispania alcanzaron el notable nivel que las fuentes literarias de entonces
destacan, y los datos arqueolgicos corroboran, la razn de ello hay que
buscarla en los grandes intereses econmicos que estaban por medio y en las
repercusiones sociales originadas por dicho sector productivo. Los siglos de
conquista militar romana fueron acompaados por una creciente corriente
migratoria desde la pennsula Itlica a Hispania, pues muchos explotadores y
comerciantes acudieron al olor de la ganancia fcil, pensando encontrar en los
territorios ocupados unas perspectivas de vida ms optimistas.
No debemos olvidar que en algunas zonas mineras no slo se
concentraban muchos trabajadores, sino que en ellas permaneca un personal
administrativo y militar que deseaba ser abastecido de diversos productos. La
atencin logstica ocupaba, pues, un lugar importante en la vida de tales
establecimientos, y ello comprometa a determinados sectores mercantiles. A
ello se sumaba el siempre complejo mundo del dinero y las inversiones
financieras, dados los importantes intereses crematsticos que jugaron un
significativo papel en las explotaciones mineras hispanas. Son cuestiones que
este libro aborda con toda la documentacin disponible, a fin de desvelar en lo
posible el intrngulis de ganancias personales o de determinados grupos que
funcion en el sector minero, bien protegido por todo el aparato de gestin
poltica y toda la fuerza militar desplegados por Roma en Hispania.
Me complace mucho que la tesis doctoral de Jos Garca Romero,
que en su momento obtuvo la mxima calificacin, vea ahora la luz pblica.
Como director de la misma, compart con su autor un proceso de maduracin
que fue largo, en razn de algunas alternativas de su trayectoria profesional,
pero siempre ilusionante y fructfero, gracias a su provechosa capacidad de
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anlisis, su infatigable espritu de trabajo, su incansable afn por ir alcanzando
todos los objetivos fijados, su fortaleza para superar los obstculos,
imprevistos e incluso contratiempos que todo proceso de investigacin
conlleva. Es el momento de hacer llegar a la comunidad cientfica, y en
general a todos los lectores interesados por la historia de esta tierra, los
resultados obtenidos gracias a tantos esfuerzos. Por ello tambin es de justicia
agradecer desde aqu el apoyo editorial prestado por el Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Crdoba, y especialmente por su director
Antonio Barragn Moriana, que desde el principio acogi este proyecto con
gran inters. De este reconocimiento nuestro participan igualmente los
profesores Pilar Len Alonso, Julio Mangas Manjarrs, Narciso Santos
Yanguas, Genaro Chic Garca y Enrique Melchor Gil, que aceptaron
gentilmente formar parte de la comisin que en su momento juzg este
trabajo, con seguridad enriquecido por sus competentes y oportunas
observaciones y sugerencias. Creo que este libro puede significar una
estimable contribucin al mejor conocimiento de la minera y metalurgia de
Hispania, y en concreto de la historia cordobesa durante la Antigedad
romana. Y, desde luego, conociendo a quien lo ha forjado, estoy seguro de
que no va a ser estacin final, sino punto de partida para nuevas expediciones
intelectuales, a travs de otros muchos desafos que quedan an por aclarar en
nuestro ms lejano pasado.
Juan Francisco Rodrguez Neila
Catedrtico de Historia Antigua
Universidad de Crdoba
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A pesar de que la Ciencia se hace para los dems, siempre se
hace a costa de los ms prximos........
A Concha, Mario y Alvaro.
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. AGRADECIMIENTOS
Vaya por delante nuestro ms sincero agradecimiento a esas personas,
gracias a cuyo asesoramiento y apoyo esta Tesis Doctoral ha podido llevarse
a cabo: al Director de la Tesis, Dr. D. Juan Francisco Rodrguez Neila,
Catedrtico de Historia Antigua de la Universidad de Crdoba; a los
Profesores y compaeros del Area de Historia Antigua, Arqueologa,
Geografa y todos los que me han ayudado en esta Facultad; a D. Antonio
Daza y a D. Rafael Hernando Luna, profesores de la Escuela de Ingenieros
Tcnicos de Minas de Belmez; al gelogo D. Esteban Mrquez Triguero; al
Director y a la Conservadora del Museo Arqueolgico Provincial de
Crdoba, y a los Directores de los Museos Histricos de Montilla y Priego; al
Prof. de la Facultad de Ciencias de la Educacin D. Francisco Valverde,
compaero entusiasta en los trabajos de campo y ayuda inestimable para el
conocimiento histrico de la comarca de Los Pedroches; a trabajadores y
propietarios de fincas, que me permitieron el acceso a las mismas para poder
realizar mis investigaciones; a las dibujantes Ana Zamorano y Fuensanta Jan;
a todos aqullos que, de un modo u otro, me han prestado su apoyo y,
finalmente, a mi familia, que ha tenido que soportar a su costa una inversin
excesiva de tiempo y dinero en la preparacin de este trabajo.
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INTRODUCCION
Umberto Eco1 indica que hay dos modelos posibles para realizar una
Tesis, los de compilacin y los de investigacin. Permtasenos hacer una
rectificacin al maestro Eco, pues consideramos bsica una fundamentacin
de lo investigado, lo ms exhaustiva posible, desde la ms remota antigedad
hasta nuestros das. Si es que queremos avanzar en el conocimiento riguroso,
suponemos, en buena lgica, que toda Tesis debe ser, a la vez, recopilatoria e
innovadora. Siguiendo este hilo conductor, al tratar el caso de El papel de la
minera y la metalurgia en la Crdoba romana, nos vemos en la necesidad
de realizar una investigacin y exposicin de esas actividades en todo el
mundo romano y a lo largo de su historia para, desde esa visin, enfocar ms
cercanamente y hacer resaltar lo que de ello se manifiesta en nuestro definido
mbito de accin. No consideramos balad nuestra actitud sino, muy al
contrario, enriquecedora, ya que cualquier estudioso que profundiza en la
Historia, rpidamente se percata de la complejidad del acontecer, y de la
interrelacin de cada uno de los eventos, incomprensibles si se analizan
descontextualizados. Por otra parte, no debemos menospreciar un dato, del
mayor valor acadmico, como es el de que los planes de estudio universitarios
suelen ser obligadamente generalistas. Dicho llanamente, la formacin del
1 ECO, (1985), p. 21.
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licenciado adolece del conocimiento puntual en profundidad del tema de
investigacin doctoral que se propone, por lo que el primer paso a seguir es
adquirir esa fundamentacin previa que le permita avanzar en dicho tema.
Como deca Tolstoy: "si quieres hablar del mundo, habla de tu aldea".
Nosotros, al hacer un estudio de la minera y metalurgia romana en el espacio
que ocupa la actual provincia de Crdoba, que englob en nuestro perodo de
estudio buena parte del conventus Cordubensis y una porcin del Astigitanus,
nos hemos visto obligados a recopilar previamente el acervo cientfico sobre
el tema, en todos los espacios donde los romanos realizaron esa actividad
econmica y en todas las pocas, con objeto de diferenciar las diferentes fases
de actividad. Nuestra Tesis es, por ende, un trabajo de recopilacin y, por
supuesto, una profundizacin en el mbito concreto espacio-temporal que nos
hemos fijado: de los inicios de la conquista romana al Bajo Imperio,
centrndonos especialmente en el espacio del conventus Cordubensis que se
engloba en la mitad norte de la actual provincia de Crdoba, por ser ste en el
que se ubican la mayor parte de los yacimientos de nuestro estudio y por las
limitaciones que imponen las posibilidades econmicas de nuestra
investigacin.
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CAPTULO I
PRESENTACIN DEL TEMA Y DINMICA DE INVESTIGACIN.
1. TEMA DE INVESTIGACIN: INTERS DEL TRABAJO Y
ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIN.-
El delimitar el mbito de accin a la provincia de Crdoba obedece
tanto a razones aleatorias de configuracin espacial, como a rellenar un hueco
que la dinmica de investigacin actual ha dejado y a la restriccin lgica que
impone un distrito minero tan amplio como el usufructuado por el mundo
romano. No es necesario indicar, por otra parte, la obligada limitacin que
impone un trabajo tan arduo como es la sistemtica prospeccin espacial, si es
que se pretende profundizar en el tema. Ante este planteamiento previo, no
resulta obligado admitir que, con la prctica, demostr ser incluso ambicioso
el espacio propuesto a conocer y por ello expresamos no ser exhaustivos, ni
queremos entrar en pugna con otros autores por ver quin olvid
determinado yacimiento.... Valoramos la amplitud y riqueza del espacio a
prospectar y ni queremos, ni podemos, agotar el tema en un trabajo como
ste, cuya principal finalidad no es otra que introducir en la dinmica de
investigacin.
Por la naturaleza misma del proceso de indagacin, lo que hemos
iniciado son nuevas interrogantes que darn pie no a completar la tesis, sino a
la realizacin de todo un proceso de tesis sucesivas.
Es evidente que, en todo trabajo de historia, los hechos estudiados se
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deben contemplar como coyunturas incardinadas en procesos estructurales
ms amplios, por lo que si, en un principio, el espacio se presenta restringido,
no es bice para que el tema tenga una proyeccin cada vez ms amplia y se
explique y se comprenda, a la vez que contribuya al conocimiento de una fase
de la historia de la antigedad cordobesa.
El tema que ocupa nuestra investigacin tiene como ttulo El papel de
la minera y la metalurgia en la Crdoba romana, dirigido por el Catedrtico
de Historia Antigua de la Universidad de Crdoba Dr. D. Juan Francisco
Rodrguez Neila. El abordar este trabajo supone continuar una lnea de
investigacin ya iniciada por el Area de Conocimiento de Historia Antigua de
la Universidad de Crdoba, como Grupo de Investigacin sobre "El medio
rural en la Btica romana", catalogado en el Plan Andaluz de Investigacin
con N 0342HUM.
Nuestra investigacin pretende estudiar la minera y la metalurgia en
la Crdoba romana, as como las relaciones econmicas que se producen en
un marco contextual ms amplio, social, poltico e ideolgico. Partimos de las
aportaciones de los autores fuente, la evidencia de los datos arqueolgicos y
la crtica ms actual. Intentamos conocer la estructura de la produccin
minera, los propietarios de los medios de produccin (Estado, emperador,
ciudades), los arrendatarios (compaas, familias), los productores directos,
bien libres, libertos, esclavos, damnati, ejrcito; las relaciones de produccin
entre ellos y con la naturaleza, observando la incidencia en el modelado del
paisaje, bien por deforestacin, acondicionamiento vial, urbanizacin o tareas
de esquilmo por relacin colonial. Los sistemas de produccin, con las
tcnicas de extraccin, el proceso metalrgico y las vas de distribucin. Las
minas y fundiciones, su representacin, localizacin y secuenciacin. Los
instrumentos de extraccin minera y elaboracin metalrgica. Las estructuras
que inciden en la produccin, tanto la econmica, social, poltica e ideolgica.
En definitiva, el inters del trabajo radica en la constatacin o
invalidez que presente la realidad de la minera y la metalurgia cordobesas
respecto de la romanidad en su conjunto, profundizando en el conocimiento
general a partir de una circunstancia local diferenciada. Consideramos que el
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estado actual de la investigacin se encuentra en una fase inicial, rudimentaria,
no obstante prometedora, dadas las perspectivas arqueolgicas y los elogios
de todo tipo lanzados desde la pluma de los autores fuente.
Los estudios sobre esta actividad econmica, de transcendentales
consecuencias, no dejan de ser generales en nuestro pas, como los de los
profesores Domergue y Blzquez, si bien existen corrientes de investigacin
que profundizan en el estudio sectorial de zonas mineras como la de Huelva,
por los profesores Luzn, Blanco y Rothenberg; el NO. peninsular, por los
profesores Prez Garca y Snchez Palencia, o los estudios asturianos de N.
Santos y Maya Gonzlez.
Al observar un vaco considerable en Crdoba, es por ah por donde
intentamos desarrollar nuestro trabajo. Dada la generosidad de las fuentes y la
existencia de una amplia manifestacin arqueolgica, hemos constatado la
presencia de un amplio campo de investigacin, que debe ser trabajado y que
nos ha llevado a elegir este tema a la hora de realizar nuestra Tesis Doctoral.
2. CRITERIOS DE DIFERENCIACION.-
Una vez fijado el mbito espacial de actuacin y teniendo en cuenta el
tema escogido de la minera y la metalurgia, observamos sobre el terreno la
escassima evolucin a lo largo de siglos de las tcnicas de trabajo, dado el
limitado desarrollo de los instrumentos de produccin, lo que nos oblig a
crear una metodologa que sirviera para diferenciar actuaciones de muy
diferentes perodos histricos, en definitiva es previo realizar, ya que an est
por hacer, una sistematizacin de las tcnicas de produccin minera a lo largo
de la historia, intentando caracterizar perodos concretos. Es muy fcil atribuir
un yacimiento a tal o cual perodo cuando en l an permanecen restos
materiales, pero dado que eso no es ni con mucho general, debimos guiarnos
por huellas diferenciadoras grosso modo de diferentes perodos histricos
obligadamente amplios:
. Tamao de las explotaciones. Mayores cuanto ms modernas. No hay que
olvidar el reducido tamao de explotaciones familiares en todas las pocas.
Un tamao desmesurado indicara la actuacin de una sociedad o institucin
oficial. Habra que considerar la hiptesis de un tamao elevado por una
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continuidad de las explotaciones......
. Restos arquelogicos. Es el criterio definitivo. El problema es su escasez o el
deterioro de los mismos. Los ajuares mineros siempre han sido pobres y sus
cermicas son de la peor calidad, fabricadas con pastas que se asemejan en
diferentes pocas. Los restos cermicos ms abundantes en poca romana son
las nforas y tgulas.
. Tecnologa: Hemos observado las magulladuras de los martillos de
escotadura, las estras de la punterola metlica y las caas de barreno, sin
olvidar, a nuestro pesar, que incluso esos instrumentos presentan una
elasticidad tan confusa que obliga a completar el conocimiento mediante
anlisis de laboratorio de escorias y restos. El martillo de escotadura tiene
milenios de uso, se emple en todo el planeta por culturas en extremo
distantes y perdura en poca histrica. La punterola metlica se extiende a la
ms cercana actualidad y el barreno para cartucho de dinamita, a parte de que
su empleo se inicia en el s. XX, la naturaleza del terreno puede impedir su
uso.
Martillo de escotadura como supuesto til prehistrico. Hemos observado
que son ms antiguos aquellos de escotaduras laterales que los cantos
rodados de escotadura completa. Creemos que en filones superficiales de
xidos de cobre, y para una primera fase de trituracin del mineral, se
continuaron utilizando en poca romana.
Punterolas. La punterola se ha usado idntica hasta la actualidad.
Las piedras de cazoletas cnicas las hemos descubierto como tiles antes
desconocidos y junto con las de cazoletas mltiples en una cara y las de
cazoletas enfiladas son especficamente romanas. Otras formas de piedras de
cazoletas se han usado en pocas del ms amplio espectro.
Los canjiloncillos cermicos son musulmanes.
. Granulometra de la escombrera. Cuanto ms antigua, mayor grosor.
. Cobertera vegetal de la escombrera. Es indicativo, pero en absoluto fiable.
. Estructura de las escorias. Ms compactas cuanto ms modernas. Ms
aturronadas cuanto ms antiguas. De aspecto ms vtreo cuanto ms
modernas. No hay que olvidar que la morfologa de la escoria cambia en el
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mismo horno segn su ubicacin, y que la tecnologa romana alcanz un nivel
muy superior al de pocas posteriores. La textura de la escoria marca el
proceso previo de preparado del concentrado mineral y la fase posterior de
fusin.
. Presencia de taladros para cargas de dinamita. Los mismos taladros,
evidentemente con otra finalidad, se observan en superficies de corte de
sillares augsteos. El hecho de no observarlos no es en s mismo indicio de
antigedad.
3. OBJETIVOS.-
Los principales objetivos que se pretenden cubrir con este trabajo son:
. Recopilar y estudiar tanto las referencias escritas, como datos arqueolgicos
de minera y metalurgia en la Crdoba romana.
. Conocer en profundidad cada una de las manifestaciones extractivas y
transformadoras de esta ndole.
. Realizar una distribucin espacio-temporal de dichas manifestaciones,
diferenciando reas productoras y consumidoras.
. Estudiar las peculiaridades de la minera y metalurgia cordobesa romana.
. Comparar las manifestaciones extractivas cordobesas con las de un contexto
geogrfico ms amplio, para comprenderlas en su carcter histrico.
. Analizar la minera y la metalurgia cordobesa en el contexto econmico,
social, poltico e ideolgico de la romanidad en su conjunto.
4. METODOLOGA.-
Metodolgicamente, en nuestro trabajo hemos de distinguir varias
fases:
. Una primera, de bsqueda, recopilacin, lectura e interpretacin de las
fuentes existentes: literarias, jurdicas y epigrficas.
. Una segunda, de estudio de la bibliografa existente sobre minera y
metalurgia en el mundo romano, que sera complementada con obras de
administracin, sociedad y economa, referente al mismo perodo.
. Una tercera, donde realizamos un compendio de la prctica minera y
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metalrgica de la Crdoba romana, en la que aprovechamos los datos
disponibles de otras zonas del Imperio para completar aspectos de los que
carecemos de informacin, as como para establecer paralelismos y
diferencias.
. Una cuarta, donde enmarcamos estas actividades en su contexto econmico,
social, poltico e ideolgico.
. Una ltima en la que, teniendo presentes los anteriores apartados,
establecemos las conclusiones.
Respecto a la tercera fase, la del trabajo de campo y estudio de los
yacimientos mineros, en la actualidad se llevan dos mtodos principales de
investigacin sobre los aspectos mineros antiguos2. Se hacen bsquedas de
restos de minas posibles y se localizan geogrficamente donde quiera que sea
posible. La otra lnea de investigacin es establecer localidades de donde se
extrajeron las materias primas que se utilizaron para hacer objetos conocidos.
Esta ltima va requiere un analtica metalogrfica que escapa a la formacin
histrica que hemos recibido, por lo que nos centramos en la primera. Ahora
se estudia el tema desde el punto de vista de la arqueologa espacial3. Lo
primero que se requiere es la elaboracin de la carta arqueolgica de las zonas
productivas. Se realiza una investigacin pluridisciplinar, arqueologa y
arqueometra. En la carta arqueolgica de las regiones productivas hay que
diferenciar los lugares de trabajo en campo y diferentes categoras urbanas.
Diferentes fases de extraccin y transformacin. Los trabajos de eruditos
modernos se cartografan, actualizan, racionalizan y se diferencian por fases
cronolgicas y productivas4. En la recogida de datos de un yacimiento,
seguimos la metodologa propuesta por el profesor Domergue5, situando en el
mapa el yacimiento, observando los terrenos encajantes (mapa geolgico,
mapa metalognico), la direccin de los filones, el nmero de filones 2 SHEPHERD, (1993), p. 2. 3 MANGIN, (1988), p. 76. 4 Cf. MANGIN, (1988), pp. 77-79. 5 Cf. DOMERGUE, (1990), p. XVI.
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existentes, las mineralizaciones de que se trata, y realizando croquis de la
estructura de extraccin y vacies. Por otra parte, sealamos escoriales, zonas
extractivas y zonas de transformacin secundarias. Hornos u hogares y sus
tipologas, nivel de los objetos manufacturados, su tcnica de elaboracin,
composicin y comercializacin. En las villas, hay que diferenciar las que
tenan la actividad minera y/o metalrgica como principal o secundaria
dedicacin. La reduccin en pequea cantidad, para necesidades especficas,
en bajos hornos que podan servir tambin para necesidades ulteriores
(refinado de lingotes en bruto y forjado). Estudio de escorias, lingotes y
objetos fabricados, paredes y fondos de hornos6. En lo que respecta al estudio
de los yacimientos metalrgicos, seguimos la dinmica que el profesor Cleere
propone para el estudio de yacimientos siderrgicos, amplindola a la realidad
metalrgica, ms diversa, que nos ocupa. Se podran clasificar los yacimientos
conocidos en cinco grupos principales7:
a) yacimientos metalrgicos mayores
b) yacimientos metalrgicos menores
c) yacimientos siderrgicos militares
d) yacimientos siderrgicos urbanos
e) yacimientos siderrgicos en villas.
a) Los yacimientos metalrgicos mayores.- Los criterios para este tipo de
yacimientos exigen que se haya dedicado preponderantemente al trabajo
metalrgico, estando en operacin por un perodo sustancial (no inferior a
cincuenta aos), y debe cubrir un mnimo de una hectrea. Habr que
diferenciar las distintas zonas de trabajo y residencia que se ocupan en los
yacimientos, calculando porcentualmente el espacio ocupado por cada una de
las actividades. Habra que calibrar la extensin del yacimiento con las
vicisitudes que haya sufrido a lo largo de su historia, ya que dependera
igualmente de la dispersin posterior que hayan sufrido las escorias.
b) Yacimientos metalrgicos menores.- Los yacimientos menores son
6 Cf. MANGIN, (1988), pp. 83-86. 7 Cf. CLEERE, (1983), pp. 110-112.
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aquellos de duracin relativamente corta (menos de cincuenta aos) y
reducida extensin (menos de una hectrea).
c) Yacimientos siderrgicos militares.- Casi todas las fortalezas y fuertes han
producido evidencia de siderurgia.
d) Yacimientos siderrgicos urbanos.- Casi cada comunidad romana -colonia,
municipium o vicus- ha producido evidencia de actividades de herrera.
Algunos de ellos tambin han aportado algunos especmenes de escoria de
sangrado, lo que sugiere una fundicin de corta vida, llevada a cabo ad hoc
durante perodos de escasez. En la mayora de los casos, las forjas urbanas
parecen haberse limitado a producir artefactos para el mercado local,
importando productos semielaborados de hierro. Estas operaciones se
llevaron a cabo generalmente en las afueras del rea del yacimiento
amurallado.
e) Yacimientos siderrgicos en villas.- Ahora se acepta generalmente que la
economa de las villae se pudo basar en otras actividades, aparte de la
agricultura.
5. PLAN DE TRABAJO.-
En primer lugar, presentamos un bosquejo del marco espacial que
vamos a estudiar, desde un punto de vista geolgico, morfoestructural y
metalogentico.
A continuacin, estudiamos los antecedentes minero-metalrgicos de
la zona, para comprender la circunstancia en la que se desarrollar esa
actividad en poca romana.
Analizamos los textos de autor fuente, estudiando los textos
documento en la estructura que les corresponda. Seguidamente, se presentan
las aportaciones de los investigadores contemporneos y eruditos locales.
Los pasos siguientes escudrian las estructuras social, econmica,
poltica e ideolgica como influenciadoras o mediatizadas por la produccin
minero-metalrgica.
As, en la estructura social veremos el papel desempeado por los
propietarios de los medios de produccin: Estado, Emperador, ciudades,
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sociedades, familias; o la relevancia de los diferentes productores directos:
libres, semilibres, libertos, esclavos y ejrcito. Igualmente, se estudiarn los
movimientos migratorios, la tasa de mortalidad, esperanza de vida,
condiciones de vida y hbitat.
En la estructura econmica, veremos las tcnicas de extraccin
mineral y de agua, el proceso metalrgico y todo el instrumental necesario. En
las relaciones de produccin, veremos las relaciones de produccin entre sus
diferentes agentes y con la naturaleza: el modo de produccin, las condiciones
de trabajo, la organizacin del trabajo, el asociacionismo, la legislacin y el
impacto ecolgico. Seguidamente, tratamos el comercio interno (suministros)
y externo (exportaciones), las vas (terrestre y fluvial). Veremos las
aplicaciones del producto elaborado (tiles, armas, monedas). En las finanzas,
estudiamos las aportaciones a las arcas estatales, el papel de la banca, las
inversiones de capitales, la inversin de beneficios, los precios, la moneda y la
inflacin.
En la estructura poltica, veremos el papel de la minera en la divisin
del territorio, la configuracin del poder del Estado y de jerarquas socio-
polticas, los conflictos blicos, con su incidencia en las labores minero-
metalrgicas y los beneficios por botn de guerra.
En la estructura ideolgica, veremos la consideracin del trabajo
minero y la religin del colectivo.
A continuacin, se constatan las evidencias arqueolgicas sobre el
terreno o en colecciones y museos. Finalmente, contextualizaremos estas
manifestaciones en su entidad poltica superior y su correspondiente marco
histrico.
El paso ltimo es la presentacin de resultados, las problemticas
surgidas y las nuevas vas de investigacin que se nos han abierto.
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CAPITULO II
INTRODUCCIN A LA GEOLOGA Y LA METALOGENIA DE LA
PROVINCIA DE CRDOBA.
1. UNIDADES MORFOESTRUCTURALES DE LA PROVINCIA DE
CRDOBA.-
Por su situacin, las tierras cordobesas (fig. 1) forman parte de tres de las grandes
unidades geogrficas que constituyen el conjunto andaluz: la Meseta Ibrica, el Valle
Btico y las Sierras Subbticas. Cada una de ellas se caracteriza por una constitucin
litolgica, una estructura y una historia geolgica diferentes. En su mitad N. es un
fragmento del viejo bloque de la Meseta que en nuestra provincia se conoce con el nombre
de Sierra Morena. El segmento central corresponde al tramo medio del Valle del
Guadalquivir que, hasta finales del Terciario, pas por los estadios de fondo marino,
estrecho norbtico y, finalmente, golfo btico. Por ltimo, el extremo SE. forma parte del
sistema orogrfico subbtico, la alineacin montaosa ms joven de la Pennsula1 (fig. 2).
Tres grandes conjuntos podemos distinguir, pues, en la geologa cordobesa,
pertenecientes a otras tantas regiones naturales: al N. se sitan los terrenos arcaicos y
primarios acribillados por numerosos asomos eruptivos; en el centro y S., los terciarios y
cuaternarios, y en el rincn SE. los secundarios. Entre los conjuntos primero y segundo la
separacin se establece mediante una lnea que sigue la margen derecha del Guadalquivir2
(fig. 3).
1 CABANS, (1980), p. 15.
2 CABANS, (1962), pp. 367-368.
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Fig. 1. Plano de situacin de la provincia de Crdoba.
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Fig. 2. Mapa geolgico de la provincia de Crdoba (segn Cabans et alii,1971).
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Fig. 3. Morfoestereograma de la provincia de Crdoba (segn Cabans, 1962, p. 368, fig. 8).
1. A. EL SECTOR NORTE: SIERRA MORENA.-
Como es sabido, Sierra Morena constituye una de las digitaciones que prolongan
hacia el Este el rea ms nuclear o embrionaria de la Iberia silcea, aparece como el
reborde meridional del macizo hesprico. Bien definida por la topografa y por la edad
paleozoica de sus materiales, Sierra Morena se individualiza entre la cobertera
sedimentaria de la Meseta, de materiales blandos y ms modernos, y del Valle del
Guadalquivir, de materiales tarditerciarios y cuaternarios3.
La Sierra Morena cordobesa entra de lleno en su sector Ossa-Morena, que
3 VALLE, (1985), p. 17.
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limitado al norte por el batolito de los Pedroches, se extiende por el sur hasta el Valle del
Guadalquivir4.
Al N. de la lnea del Guadalquivir, formando fajas irregulares orientadas de NO. a
SE. (direccin armoricana), se disponen los terrenos ms antiguos, precmbricos y
paleozoicos y, entre sus fajas, manchas con el mismo arrumbamiento, alargadas y de
contorno irregular, correspondientes a afloramientos de rocas gneas5.
Por su gran antigedad, los materiales que forman el sector Precmbrico-
Paleozoico se han visto sometidos a esfuerzos orognicos muy intensos, que han actuado
en pocas y direcciones diferentes, dando lugar a estructuras muy diversas. Las estructuras
fundamentales del territorio, a las que ste debe sus rasgos tectnicos ms importantes,
son las producidas durante la orogenia Hercnica. La actividad orognica dio lugar a dos
tipos de estructuras de acuerdo con las condiciones mecnicas de los materiales, por una
parte, en los plsticos, se formaron los pliegues cuyos ejes se arrumban de NO. a SE. con
gran constancia. Los materiales ms antiguos, cratonizados por las acciones mecnicas y
magmticas ya sufridas, se fracturan dando origen a fallas de varios tipos, paralelas o ms
o menos normales a los pliegues. Hay pues una tectnica de fractura superpuesta a otra de
plegamiento. La orogenia alpina ha influido muy escasamente en la arquitectura de esta
zona, sus empujes llegaron muy amortiguados al borde de la Meseta, como lo prueba la
casi horizontalidad de los depsitos terciarios del valle btico; su influencia quedara
limitada a la reactivacin de viejas fracturas como las que determinaron en esta provincia
la falla btica6.
A toda la mitad norte de la provincia, sin embargo, se le llama "la Sierra" y forma
parte del extenso conjunto del S. de la Meseta denominado Sierra Morena (fig. 4). En
realidad, se trata de una penillanura accidentada por una serie de cordales y serratas de
modesta altitud, que apenas destacan sobre el nivel de arrasamiento circundante, las cuales
se disponen siguiendo el arrumbamiento general de los pliegues hercnicos, o sea de NO. a
SE.
4 LPEZ ONTIVEROS, (1985), p. 25.
5 CABANS, (1980), p. 17.
6 CABANS, (1980), pp. 33-34.
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Fig. 4. Panormica de Sierra Morena, cruzando el ro Guadiato diagonalmente en direccin NE.-SO.
Toda esta zona constituye un caso tpico de relieves de erosin que, al actuar
sobre materiales de diferente dureza, ha dado lugar a una morfologa diferencial, en la que
las cuarcitas, calizas compactas cristalinas y otras rocas duras han quedado en relieve, en
tanto que las pizarras, filitas, micacitas, etc., ms deleznables, han sido presa de la erosin
que en ellas ha labrado los valles. El proceso erosivo se ha desarrollado sobre materiales
plegados de antiguo segn los rumbos hercnicos y afectados posteriormente por
fenmenos tectnicos intensos que provocaron la formacin de fracturas y movimientos
de bloques; todo este conjunto de circunstancias ha tenido como resultado la formacin de
un relieve de tipo apalachiense, con valles pizarrosos flanqueados por crestas de cuarcitas
de notable isoaltitud. Es posible distinguir en todo este sector una serie de ciclos sucesivos
de erosin, puestos de manifiesto por otras tantas unidades morfolgicas: niveles de
cumbres, penillanura general, valles encajados, etc.
Las bandas cmbricas, integradas por pizarras, calizas y cuarcitas, ocupan grandes
extensiones, seguidas por el Silrico, con pizarras y potentes estratos de cuarcitas.
El Devnico forma dos fajas de larga corrida, una en el valle del Guadalmez, y
otra, ms ancha, en la divisoria Guadalbarbo-Guadiato; son areniscas y cuarcitas de tonos
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rojizos y pizarras.
Los terrenos carbonferos tienen tambin una amplia representacin, especialmente
en la cuenca del Guadiato, donde aparecen integrados por espesos bancos de
conglomerados, pizarras negruzcas arcillosas o silceas, grauwackas y calizas generalmente
muy fosilferas. Al O., por la cuenca del Bembzar, se extiende un conjunto pizarreo-
cuarcitoso, no bien conocido estratigrficamente, que se incluye en el Arcaico y
Precmbrico. Las manifestaciones hipognicas son abundantsimas, y entre ellas la ms
extensa es la granodiortica de los Pedroches, cruzada por diques y filones cuarzosos,
aplticos, porfdicos y felsticos, que cubre una extensin de casi 2000 Km2. Manchones
granticos encontramos en los trminos de Villaviciosa, Obejo, etc.; las diabasas, los
gabros, euftidas, dioritas, andesitas y variedades numerosas de prfidos, as como
algunas lavas, aparecen en manchitas e isleos en toda la zona septentrional.
La tectnica de todo este sector es complicadsima, pues a las intensas acciones
orognicas del plegamiento herciniano hay que aadir los empujes del alpino que
determinaron la reactivacin de la gran falla btica con su cortejo de accidentes satlites
que, al afectar a los terrenos cratonizados de antiguo y, por consiguiente, incapaces de
plegarse, reaccionaron ante las presiones como caba esperar de sus condiciones
mecnicas, fracturndose y dando lugar a la formacin de dovelas independientes que
jugaron segn la vertical provocando un rejuvenecimiento del relieve.
Al S. de los Pedroches, entre stos y el borde bajo de la falla que jalona el
Guadalquivir, se extiende la penillanura con caractersticas diferentes de la comarca
anterior. Geolgicamente es un territorio pizarroso-cuarctico de topografa movida,
modelado por las acciones erosivas, sobre un nivel de arrasamiento producto del
desmoche de los pliegues de una cordillera de edad hercnica; su estudio morfolgico de
detalle est an por hacer, pero, en lneas generales, cabe distinguir en l los siguientes
elementos: a) Una serie de serratas de armazn cuarcitoso y de cerros de perfiles cnicos
de acentuada isoaltitud que oscilan entre 700 y 800 metros, con diferentes niveles de
cumbres, de origen erosivo. b) A altitudes inferiores, entre 500 y 50 metros, se desarrollan
amplias superficies planas o algo onduladas, a las que localmente se denomina llanos; su
gnesis es tambin erosiva y con frecuencia estn modeladas sobre pizarras y otros
materiales blandos y homogneos, y cubiertas por una capa detrtica arcilloso-silcea
procedente de la alteracin in situ del mismo sustrato o de acarreos fluviales. c) El tercer
elemento est constituido por los valles fluviales, estrechos y encajados en su mayora, con
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frecuentes zonas en garganta de paredes verticales que coinciden con las bandas de rocas
duras. Los ros que por ellos discurren son aparatos de gran actividad destructora y en sus
cabeceras la erosin remontante avanza implacable, invadiendo las de los afluentes del
Guadiana. En ocasiones, como ocurre en el Guadiato, el tramo superior se desarrolla en
amplia vallonada abierta en sinclinal.
Se distinguen tres ciclos de erosin que modelaron el terreno, imprimindole un
carcter serreo, que es lo que ha motivado que a todo este sector de la Meseta se le llame
Sierra de Crdoba7.
El tringulo metamrfico de la Sierra de los Santos.-
Ocupa esta zona todo el oeste de la Sierra Morena cordobesa, entre el sinclinal del
Guadiato y el lmite de la provincia de Crdoba con las de Badajoz y Sevilla, o sea
aproximadamente entre Fuente Obejuna y el Valle del Guadalquivir.
Parece estar claro hoy que, en buena parte, su litologa es cmbrica y precmbrica
-si bien no es fcil deslindar entre ambos sistemas-, lo que es indicativo de una de las
caractersticas que se atribuyen al conjunto de Ossa-Morena.
En el Precmbrico hay gneis, micas y otras rocas cristalinas, adems de potentes
alternancias de areniscas y pizarras comparables a las formaciones tipo flysch8.
El Cmbrico ocupa una amplia zona triangular comprendida entre el valle del
Guadiato por el NE., el Guadalquivir por el S. y el lmite de la provincia por el O. El
batolito de Los Pedroches y la franja sedimentaria que lo limita por el NE. son
carbonferos. Por el SE., forma vrtice con el carbonfero, tras pasar Alcolea, y se dirige al
O.-NO., hasta contactar con el lmite meridional del batolito grantico de Los Arenales,
donde se produce una aureola de metamorfismo. Por el S., el Cmbrico, en clara
discordancia, se oculta bajo el Tras, el Mioceno o el Cuaternario fluvial, todos ellos en
disposicin horizontal. Por el N., contacta con el Carbonfero.
Se diferencian dos tipos de Cmbrico espaol por fauna y litologa: uno, de facies
nertica, costera, caliza, con arqueocitidos; otro, de facies batial y abisal, de materiales
finamente detrticos, pizarras sericticas, filitas y grauwackas, con trilobites y
braquipodos. En la provincia de Crdoba predomina la facies caliza, si bien en la base los
7 Cf. CABANS, (1962), pp. 354-380.
8 LPEZ ONTIVEROS, (1985), p. 25.
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tramos pizarrosos presentan potencias muy considerables9.
El sinclinal del Guadiato.-
El Carbonfero se presenta, al igual que los restantes sistemas, arrumbado de NO.
a SE., en largos y estrechos sinclinales que de Norte a Sur son el que conecta por el norte
con el Devnico del Guadalmez y por el sur encaja el batolito pedrocheo; otro que corre
por el borde meridional del citado batolito extendindose hasta los depsitos devnicos de
las crestas de Cuartanero, Calatraveo y la Chimorra; y un tercero alojado entre dos fallas
en el sinclinal del Guadiato. A stos hay que aadir el manchn de Valdeinfiernos en el
valle alto del Bembzar, que pasa a la provincia de Sevilla. Las dos bandas que flanquean
los granitos de Los Pedroches son fundamentalmente pizarrosas, con algunos lechos de
areniscas y estratos delgados de conglomerados de gravilla, de elementos silceos con gran
cantidad de guijarrillos de lidita. Las pizarras son de una gran esterilidad fosilfera; se
presentan plegadas en acorden, en rgimen isoclinal en grandes trechos, afectadas por
fallas segn el arrumbamiento y cruzadas por numerosos filoncillos y vetas de cuarzo.
El sinclinal del Guadiato es una faja de materiales plegados con arrumbamiento
hercnico, sensblemente paralela a la de Los Pedroches y limitada por sta y por el borde
NE. de la Sierra de los Santos. Morfolgicamente corresponde en su mitad septentrional al
valle por cuyo fondo discurre el ro Guadiato y los depsitos carbonferos continan hacia
el SE. por la pequea cuenca de la Ballesta, los llanos del Vacar y los valles inferiores del
Guadalbarbo y Guadalmellato, yendo a terminar en la orilla derecha del Guadalquivir entre
el Carpio y Alcolea. La constitucin litolgica es fundamentalmente pizarrosa, con
areniscas y grauwackas interestratificadas, formando una montona secuencia de casi dos
mil metros de espesor, con la tpica facies flysch del Carbonfero inferior. Las calizas
forman en el centro del valle algunos relieves residuales tales como la sierrezuela de Nava
Obejo, del Castillo, Sierra Palacios, Sierra Boyera y el cerro en que se asienta el castillo de
Belmez. En el valle del Guadiato la principal fuente de riqueza es la minera de carbn,
cuyas capas fueron incluidas por Mallada en el Westfaliense, pasando en algn caso al
Estefaniense inferior. En el flanco SO., el Carbonfero del Guadiato queda en contacto con
el metamrfico de la Sierra de los Santos mediante una lnea rgida, -falla en unos tramos y
cabalgamiento en otros- que va desde Fuente Obejuna hasta la Angostura y que constituye
el principal accidente tectnico del sector septentrional. En el sinclinal del Guadiato se
9 Cf. CABANS, (1973b), pp. 169-170.
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encuentran dos bandas paralelas, la ms meridional de las cuales est datada como Culm
con materiales formados por pizarras pardooscuras, arcillosas y nodulosas, areniscas
pardas, grauwackas y lentejones de caliza arrecifal con numerosos crinoides, corales
indeterminables y prodctidos. La alternancia de pizarras y grauwackas de la tpica facies
flysch del Culm. Al norte de esta banda queda el Westfaliense, caracterizado por
Sigillarias, Cordaites, Lepidodendron, Neuropteris y otros helechos muy abundantes en
las areniscas y pizarras que encajan las capas de carbn, y en estas mismas.
La tectnica de este sinclinal es interesante; por su flanco SO. queda en contacto,
mediante falla en unos puntos y cabalgamiento en otros, con el metamorfismo de la Sierra
de los Santos. Una fractura pone en contacto el Carbonfero inferior con el medio,
siguiendo el eje del sinclinal. El plegamiento de los depsitos del Culm ha sido tan intenso
que provoc el cabalgamiento de las calizas de esa edad sobre los depsitos westfalienses.
Buenos ejemplos de este fenmeno se tienen en la Sierra de Nava Obejo, Sierra Palacios y
en el castillo de Belmez. Esta faja va a terminar, a orillas del Guadalquivir, en El Carpio.
An cuando en la cartografa existente esta banda termina estrechndose en cua, la
realidad es que sus materiales continan por la orilla derecha del Guadalquivir, desde El
Carpio hasta el puente Mocho, en Alcolea, donde una falla los pone en contacto con el
Cmbrico. En todo este recorrido, notable desde el punto de vista de la morfologa fluvial
por la existencia de varios meandros encajados, slo hallamos la montona secuencia de
pizarras y grauwackas, fuertemente plegadas y enderezadas hasta la vertical, que tan
caracterstica es de la facies flysch del Culm. El intenso plegamiento que presentan los
depsitos carbonferos es consecuencia de la mayor plasticidad de las pizarras y de su ms
reciente deposicin cuando se produjeron los movimientos hercnicos, por lo que se
deformaron ms intensamente. Aunque desaparecen bruscamente a orillas del
Guadalquivir, cortados por la falla btica, continan por debajo de los depsitos terciarios
del Valle a una profundidad de 400 metros, que es el valor medio del salto de la falla,
como han demostrado los sondeos efectuados cerca de Bujalance que dieron testigos de
pizarra con fsiles vegetales anlogos a los del Carpio10.
Los Pedroches.-
Conocida tambin con el poco afortunado nombre de Valle de Los Pedroches, es
en realidad, segn los estudios morfomtricos efectuados por Cabans, "el residuo de una
10 Cf. CABANS et alii, (1971), pp. 20-30.
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cpula aplastada de materiales endgenos que, encajada entre materiales pizarrosos ms
blandos, ha quedado en relieve constituyendo una divisoria panda e indecisa entre los
valles del Guadiana y Guadalquivir"11. Se extiende por todo el norte y noroeste de la
provincia, formando una banda de unos 100 kilmetros de longitud por 25 o 30 de
anchura mxima. Sus lmites vienen dados por los cursos de los ros Guadalmez al norte,
Yeguas al este, Zjar al oeste y los afluentes del Guadalmellato por el sur. Al N. se
enmarca por las sierras ordovcicas, contrafuertes de las de Alcudia y Fuencaliente, y al S.,
por los cordales devnicos de la Chimorra, Chivatiles, Calatraveo, Cuartanero y el
Torozo; se forma as un fondo de saco abierto al O., hacia Extremadura, regin con la que
Los Pedroches tiene grandes semejanzas12.
La comarca de Los Pedroches pertenece al mbito de la Meseta; no obstante, por
su posicin marginal dentro de ella, se enmarca en una unidad morfolgica muy precisa:
Sierra Morena. Los Pedroches se individualizan claramente en el contexto de Sierra
Morena, y ello porque constituyen un enclave granodiortico de grandes dimensiones y de
contorno preciso en pleno reborde de la Meseta. A escala general, desde el punto de vista
topogrfico, el relieve de Los Pedroches es simple, presentando, entre otros, los siguientes
rasgos:
1. Orientacin NO.-SE., la cual obedece a razones estructurales con el Plegamiento
Herciniano.
2. Moderada altitud media. Aproximadamente un 40% de la superficie comarcal est
comprendida entre las isohipsas de 500 y 600 metros; un 30% entre las de 600 y 700; en
torno a un 20% rebasa la de 700 y el 10% restante comprende los relieves que
ocasionalmente rebasan los 800 metros y aquellos otros de mayor significacin porcentual
que no alcanzan los 500 pero que tampoco descienden de 40013. La comarca se presenta
como una extensa penillanura en la que apenas destacan aplastadas lomas que actan
como interfluvios, separando los abiertos vallecillos, por donde discurren arroyos y
riachuelos de curso levemente insinuado en el terreno. Las lomitas son de escasa altitud
relativa sin que en ningn caso rebasen en 60 u 80 metros el nivel general de la penillanura;
la existencia de estos accidentes se debe a diferencias de constitucin litolgica; en casi
11 CABANS et alii, (1971), p. 20.
12 CABANS, (1973c), p. 9.
13 VALLE, (1985), pp. 17-18.
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todos los casos las lomas presentan un armazn formado por diques o filones, de larga
corrida a veces, de prfidos, granfidos o felsitas. Cuando estos diques son de gran
potencia, forman crestones salientes en el terreno, debido a fenmenos de erosin
diferencial. La penillanura presenta una altitud media entre 550 y 600 metros, siendo sus
hitos ms destacados los vrtices de Cantos Blancos (622 m.) y Raya (558 m.)14.
3. Basculamiento hacia el Oeste. Hacia el N., en direccin al valle del Guadalmez, ofrece
un ligero basculamiento; hacia el S., su borde es ms abrupto y se presenta intensamente
atacado por la erosin remontante de las cabeceras de los afluentes del Guadalquivir, que
han fraguado un conjunto de barrancos y valles relativamente encajados15. La mayor
elevacin corresponde a la mitad oriental, engarzndose as la comarca con los relieves
movidos y algo ms prominentes de Sierra Morena. El basculamiento hacia el Atlntico,
que en total supone la prdida de poco ms de 300 metros de cota en una distancia de 100
Km. (pendiente media del 0'3 %), es otro de los rasgos que la comarca comparte con la
Meseta.
4. Divisoria de aguas. Constituye un domo convexo que acta como divisoria de aguas
entre las cuencas del Guadiana y del Guadalquivir16. Es una panda divisoria entre los valles
del Zjar y Guadalmez por el E. y N., y las cabeceras del Cuzna, Gato, Matapuercas y
Arenoso, que forman el Guadalmellato, por el S. Por el E., su lmite viene dado por el
curso del Yeguas. La extensin es de unos 3.000 km2 17. Los Pedroches, pues, se
presentan como un interfluvio de charnela bastante indecisa que "grosso modo" viene
marcada por una lnea que parte al SO. de Hinojosa del Duque y se contina por
Alcaracejos, Pozoblanco, Villanueva de Crdoba, hasta Cardea, coincidente casi con el
eje de simetra de la comarca y con su va de comunicacin ms relevante.
El sector central, que es el de mayor extensin y personalidad topogeogrfica, se
corresponde con los afloramientos endgenos y constituye el armazn comarcal. Su
fisonoma cartogrfica es la de una amplia franja dispuesta longitudinalmente al eje
comarcal y de orientacin NO.-SE., direccin en la que experimenta un progresivo
ensanchamiento hasta el lmite provincial. En conjunto, conforma un relieve muy plano en
14 CABANS, (1973c), pp. 9-10.
15 CABANS, (1967), p. 24.
16 VALLE, (1985), p. 18.
17 CABANS, (1967), p. 23.
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el que resalta su carcter de penillanura, hallndose accidentado por suaves lomas de gran
radio de curvatura separadas por hendiduras de mnimo calado y mxima anchura. Las
primeras corresponden a modestos interfluvios, mientras que las segundas representan
amplias vaguadas.
En contacto con el sector central, se disponen dos bandas paralelas al mismo,
situadas una al flanco septentrional y otra al flanco meridional. Ambas presentan como
notas de identidad la anchura, que raya en los 10 Km., la litologa, la disposicin
estructural, la red hidrogrfica y la topografa. La litologa marca el contraste con la unidad
central, pues en ambas bandas marginales los materiales son de naturaleza sedimentaria.
Ello les ha permitido por efecto de la tectnica de plegamientos adquirir una estructura
sinclinal que, si no est del todo bien ejemplificada, es fcilmente reconocible. En lo que se
refiere al relieve de las dos franjas comentadas, merecen ser destacados los siguientes
rasgos generales:
1. Topogrficamente ambas franjas suponen un leve y gradual descenso con relacin a la
unidad central. Este descenso que se opera en toda su longitud es concordante con el
carcter de domo que tiene la comarca y la divisoria de aguas de su eje.
2. Los resaltes orogrficos que se presentan son paralelos al bloque central. Se disponen
arrosariadamente de NO. a SE. y tienen forma alargada en esta direccin, a diferencia de
los existentes sobre la unidad antes comentada que gravitan en torno a formas circulares.
La denominacin de "cuerdas" con que reiteradamente se alude a ellos en la toponimia
comarcal es bien expresiva al respecto.
En tercer lugar, hay que sealar otras dos unidades de relieve. Ambas presentan
como rasgos comunes su carcter perifrico con relacin a las unidades anteriores, su
altimetra y su estructura anticlinal. En contrapartida, divergen en la ubicacin y en la
configuracin; as, mientras una se sita en el extremo noroccidental de la comarca y de la
provincia y su forma es la de un tringulo de base paralela al interfluvio pedrocheo, la
segunda es la unidad de relieve ms meridional de Los Pedroches. De configuracin muy
alargada, se orienta de NO. a SE., es decir, en la misma direccin hercnica de las unidades
anteriormente reseadas.
La primera subunidad basa su personalidad geogrfica en la orografa que es, sin
duda, la ms abrupta del conjunto comarcal. Contribuyen a esta caracterizacin el hecho
de ser un anticlinal muy agudo, la dureza de sus materiales constitutivos y la circunstancia
de que de ese tringulo que conforma dos de sus lados coincidan con los ros Guadalmez y
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Zjar, en cuya confluencia, ya en la provincia de Badajoz, se sita el vrtice del conjunto
orogrfico. La segunda subunidad cierra la comarca por su flanco meridional. En conjunto
y, vista desde el interior de la comarca, supone un importante escollo topogrfico que
viene dado por su condicin de anticlinal, la cual se presenta con nitidez en toda su
longitud. Finalmente, es de indicar que la existencia de estos dos anticlinales (septentrional
y meridional) cerrando la comarca es la responsable de la equvoca denominacin de Valle
de los Pedroches, la cual responde a una paradoja visual, pues si bien es cierto que a
primera vista da la sensacin de que la zona central de la comarca est deprimida con
relacin a estos conjuntos, la altimetra y los perfiles topogrfcos demuestran lo
contrario18.
Los materiales que constituyen el armazn de la comarca son de naturaleza
intrusiva. Por el contrario, los que se ubican al Norte y Sur de estos dando lugar a los
anticlinorios y sinclinorios que conforman otras tantas unidades de relieve, son de
naturaleza sedimentaria. El roquedo de naturaleza intrusiva est constituido
fundamentalmente por granitos; con esta denominacin aparece en la cartografa
geolgica19, si bien, sabido es que cuando se habla de granito, por lo general, se hace en
una acepcin tan amplia como petrogrficamente impropia, aludiendo ms a una familia de
rocas que a una roca en s20. El estudio pormenorizado que realiz Cabans de algunos
centenares de lminas delgadas nos ha revelado que "...en realidad es de constitucin
mucho ms complicada. En una extensin de 2.060 km2 hemos hallado granodioritas,
adamellitas, granito de dos micas y granito normal, este ltimo en proporcin muy escasa.
Todas estas variedades presentan la conocida estructura granulada en la que a simple vista
se aprecia la existencia de cuarzo, feldespatos y mica; la colaracin es generalmente
azulada, pero no son raras las zonas en que aparece el color rosado, incluso rojo. En las
reas de granito de dos micas el color es blanco amarillento"21.
Mucha significacin morfolgica tienen tambin los numerosos diques y filones
que surcan el plutn, pues forman crestones salientes muy alargados que contrastan con
18 Cf. VALLE, (1985), pp. 18-24.
19 I.G.M.E.Mapa geolgico de Espaa 1/200.000. Hoja n 69. Pozoblanco. Madrid, 1971 y Mapa geolgico de Espaa 1/50.000. Hoja 832, 833, 856, 857, 858, 859, 881 y 882. Varias fechas.
20 GODARD, (1977), p. 10.
21 CABANS et alii, (1971), p. 22.
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las formas suaves del terreno. Los de mayor tamao se siguen fcilmente en la fotografa
area tanto por su trazado rectilneo como por la estrecha franja de vegetacin que los
cubre. Su anchura es variable, oscilando por trmino medio entre uno y 10 o 15 metros.
Se componen de prfidos diversos y su disposicin es muy ordenada, arrumbndose segn
tres direcciones predominantes22: "dos muy norteadas con 10 a 20 al E. o al O., que
resultan sensiblemente perpendiculares al eje del plutn, y otra mucho ms frecuente de
NO. a SE., paralela al eje del mismo"23. El inters hidrogeolgico de los filones estriba en
que cuando estn diaclasados suministran caudales de cierta consideracin, los cuales son
muy estimables en un mbito tan impermeable como el grantico24.
En cuanto a edad geolgica, a los materiales intrusivos hay que ponerlos en
relacin con las ltimas fases del Plegamiento Herciniano (fase Astrica). Ello se colige de
la orientacin NO.-SE. de todo el batolito, del arrumbamiento predominante de los diques
y filones, de la concordancia que los materiales sedimentarios -bien datados- presentan con
los granodiorticos25. Cabans afirma que el batolito es sinorognico26. Por el contrario,
como es comprensible, "la serie de diques porfdicos que acompaan al batolito ocup su
emplazamiento con posterioridad, a favor de las fracturas longitudinales de tensin"27. Los
materiales sedimentarios se solapan a los flancos septentrional y meridonal de los gneos.
Exteriores al plutn, tenemos sucesivamente bandas carbonferas, devnicas (al S.) y
silricas (al N.)28.
Carbonell establece los gneises del S. de Villanueva del Duque y Alcaracejos como
fruto de las aureolas de metamorfismo del plutn. Febrel y Saenz de Santa Mara
establecen la edad devnica de una larga banda de terrenos que al S. de Los Pedroches,
cruza la provincia de NO. a SE. As pues, en esta zona, encontramos dos grandes
conjuntos litolgicos dispuestos paralelos NO.-SE., el N. constituido por materiales
22 Cf. VALLE, (1985), pp. 24-27.
23 CABANS, (1973c), p. 21.
24 HERNANDO DE LUNA, (1978), p. 85.
25 VALLE, (1985), pp. 27-28.
26 CABANS, (1968), p. 120.
27 ARMENGOT DE PEDRO et alii, (1973), p. 18.
28 CABANS, (1967), p. 27.
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hipognicos, granodioritas, adamellitas y granito, cruzados por diques y filones de prfido;
el S., pizarroso, pasa a areniscoso y cuarcitoso. Entre las dos formaciones, una banda de
0'5-1'5 km. de anchura, de materiales metamrficos29. Se hace necesario distinguir entre
los materiales que aparecen en las aureolas de contacto entre el bloque granodiortico y los
sedimentos carbonferos por una parte, y los asomos intrusivos marginales al plutn
pedrocheo, por otra. Los primeros se disponen en una aureola cuya anchura oscila entre
1 y 1'5 Km. Est constituida por pegmatitas, prfidos, esquistos micceos, pizarras
andalucticas, etc. y presenta un extraordinario inters desde el punto de vista petrogrfico,
pues permite conocer las isogradas del metamorfismo de contacto. Al mismo tiempo,
desde el punto de vista geolgico, permite observar la concordancia entre las rocas
intrusivas y las de caja, lo que es importante a nivel crono-estratigrfico30. A nivel
geogrfico su importancia estriba en la minera que llevan asociados31.
Las isogradas de la aureola de metamorfismo se presentan, segn Cabans, como
sigue: A) Una banda interna en contacto con el material hipognico, discontnua,
constituida por turmalitas y gneis turmalinfero; por fuera de sta, se encuentran los
esquistos micceos, pardo rojizos o pardo amarillentos, cuyo principal componente es la
biotita, en disminucin, cuanto ms alejados del contacto. B) Las pizarras chiastolticas,
color gris de acero, lustrosas, nodulosas o mosqueadas, cuyo componente ms importante
es la andalucita y la cordierita, disminuyendo al alejarse del contacto. C) Rodeando esta
banda se extienden los filadios, pizarras finas, lustrosas y satinadas, de superficies suaves y
untuosas, arcillosas o sericticas, criptocristalinas. D) La cristalidad va disminuyendo hasta
llegar a los sedimentos pizarrosos, arcillosos, pardo rojizos o pardo verdosos, cruzados
por innumerables vetas y filones de cuarzo. Estas pizarras de la formacin Pedroches-
Carolina son carbonferas, del Culm, como las de Huelva. En el ngulo SO., el Devnico
se presenta como una larga banda paralela al borde del plutn, con un recorrido prximo a
los 100 km., constituida por pizarras, areniscas, cuarcitas y muy raros estratos de caliza,
dispuesta en lentejones. Los materiales carbonferos son pizarras negras y pardo verdosas,
con restos carbonosos, grauwackas, areniscas grisceas de cemento arcilloso y
29 CABANS, (1973c), pp. 18-19.
30 VALLE, (1985), p. 34.
31 Cf. VAQUERO, (1977).
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conglomerados de elementos finos32.
La banda sedimentaria que entra en contacto con el granito constitua
originariamente un sinclinal de una anchura mxima de 40 kilmetros. La intrusin
magmtica y los empujes hercinianos la convirtieron en un sinclinorio que, muy
desmantelado por la erosin, ha quedado reducido a los tirabuzones que festonean la
comarca. Fue Carbonell Trillo-Figueroa quien basndose en el hallazgo de fauna de
crinoides en las calizas y en las analogas que presentan las pizarras con las del Culm de la
provincia de Huelva, la dat como carbonfera, (perodos inferior y medio)33. Estudios
tectnicos y estratigrficos a mayor escala han corroborado la tesis de Carbonell, al poner
de manifiesto que el muro de estos materiales corresponde al Culm y el techo al Viseense-
Namuriense34. Petrogrficamente la serie carbonfera es muy montona. La integran
pizarras con tonalidades que van del gris verdoso al negro y grauwackas dispuestas
alternativamente en fcies flysch, si bien con relativa frecuencia desaparecen los estratos de
pizarras quedando solamente potentes bancos de grauwackas35; ms ocasionalmente
aparecen areniscas y bancos de conglomerados (Norte de Torrecampo, Sureste de Santa
Eufemia) constituidos por elementos de pequeo tamao y gran predominio de cantos de
pizarras, caliza negra y cuarcitas de edad probablemente silrica36.
La segunda franja de materiales sedimentarios es, respecto al macizo
granodiortico, de una simetra mucho menos acusada, la disimetra se hace patente
tambin a nivel estructural, pues mientras el batolito de Los Pedroches y tierras
meridionales pertenecen al complejo Ossa-Morena, el vrtice septentrional de la comarca
se incluye en la unidad centroibrica del macizo hesprico37; y ello porque si el lmite de la
provincia de Crdoba con la de Ciudad Real se reduce a una estrecha tira adosada al ro
Guadalmez, con notables discontinuidades, en el borde meridional aparece con una
anchura prxima a los 10 km. y un notable desarrollo longitudinal; penetra desde
32 Cf. CABANS, (1973c), p. 24-29.
33 CARBONELL, (1925b), p. 376.
34 ARMENGOT DE PEDRO et alii, (1973), p. 7.
35 CABANS, (1968), p. 142.
36 CABANS, (1968), pp. 142-143.
37 I.G.M.E., (1980), Mapa tectnico de la Pennsula....., p. 17.
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Extremadura y, surcando la Sierra Morena cordobesa en direccin NO.-SE., alcanza hasta
el Valle del Guadalquivir en las inmediaciones de Montoro38. Datados del Devnico
inferior y medio (Cobleciense-Eifeliense) por la abundancia de fauna fsil, estos
sedimentos estn constituidos por una unidad inferior en la que predominan las cuarcitas y
otra superior de materiales arcillosos integrada por pizarras y grauwackas en facies flysch.
Entre ambas se encuentran afloramientos aislados de calizas detrticas39. Las cuarcitas por
lo general coronan las lomas, dando lugar a cresteras ms o menos ariscas o, cuando
tienen una disposicin subhorizontal, a superficies un tanto aplanadas, de las cuales el
Cerro de Cabeza Mesada es un buen ejemplo, incluso por la toponimia. Con anterioridad,
nos hemos referido a la unidad de relieve que conforma el tringulo septentrional de la
comarca. Esta, en cuanto a sus materiales constitutivos, tambin adquiere plena
individualidad, con la particularidad de que tanto la litologa como la estructura o la
tectnica son de una complejidad extraordinaria40.
En el lmite septentrional de la provincia el Silrico de Ciudad Real penetra en
estrechas bandas a lo largo del curso del Guadalmez, ensanchndose en la zona de Santa
Eufemia. Los relieves de la Sierra de Miramontes que dominan el pueblo de Santa Eufemia
estn constituidos por las cuarcitas armoricanas con Cruzianas que forman un anticlinorio
con algunas fracturas. En las pizarras de Santa Eufemia se han citado graptolites que las
sitan en el Ordovcico; estas pizarras son las que siguen el curso del Guadalmez
acompaadas por las cuarcitas armoricanas. Exterior a Los Pedroches y flanqueando su
borde meridional de metamorfismo, tenemos una banda silrica que, procedente de
Badajoz, cruza el Zjar y pasa por los Blzquez, Valsequillo, La Granjuela y norte de
Pearroya, para desaparecer al Este de Obejo. Los materiales existentes son pizarras y
cuarcitas, estas ltimas en paquetes potentes que, atacados por la erosin, forman
crestones impresionantes con perfiles almenados. Sus mejores representaciones se
encuentran entre Pearroya y Espiel, en los speros relieves de Ana Ruz, Cmaras Altas,
Pea Ladrones, Pea Crispina, Pea la Osa y Pea Pelayo. Los depsitos devnicos tienen
en nuestra provincia una representacin ms escasa pero revisten un inters extraordinario
por su abundante fauna. Se disponen en bandas largas y estrechas orientadas de NO. a
38 Cf. CABANS, (1973c), pp. 5-8.
39 FEBREL, (1963), p. 43.
40 VALLE, (1985), pp. 29-30.
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SE., discontinuas a veces, siendo reconocidas hasta la fecha de Norte a Sur la que desde
Santa Eufemia sigue el curso del Guadalmez; la que forma los cordales que limitan por el
sur la comarca de Los Pedroches y un pequeo retazo de unas docenas de metros de
anchura que sigue la cresta de Sierra Boyera. Los materiales de este sistema son pizarras,
cuarcitas y areniscas41.
De un modo muy sucinto, hemos de precisar que la estructura del tringulo
septentrional de Los Pedroches parece responder a la de anticlinorio, aunque muy
tectonizado. Los pliegues mayores estn formados a expensas de materiales ordovcicos
(Caradocense) y silrico (Llandoveryense - Ludlowense), mientras que los intersticios
sinclinales estn ocupados por materiales del Devnico. Tal es el caso del aprovechado
por el ro Guadalmez para establecer su cauce42. La litologa en todos los casos responde a
la alternancia de cuarcitas, areniscas y pizarras, con una gradacin de dureza que oscila
entre un mximo para las cuarcitas armoricanas del Ordovcico y un mnimo para las
areniscas y pizarras del Devnico43 (fig. 5).
41 CABANS et alii, (1971), pp. 26-27.
42 CABANS, (1968), pp. 138-139.