EL DICCIONARIO
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POR LA ACADEMIA ESPAÑOLA
ADOS EX <( LA CONTROVURSIA»
N CONTESTACIÓN
EL IMPARCIAL» HA [JADO Á LUZ MIGUEL DE ESCALADA
CONTRA LA DUODÉCIMA EDICIÓN.
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por
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Flor Baja . 22.
1887
EL DICCIONARIO
LENGUA CASTELLANAPOR LA ACADEMIA ESPAÑOLA
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"
EL DICCIONARIO
BNGUA CASTELLANAPOR LA ACADEMIA ESTAÑÓLA
COLECCIÓN DE ARTÍCULOS PUBLICADOS EN « LA CONTROVERSIA»
Y «EL LIBERAL», EN CONTESTACIÓN
Á LOS QUE EN «EL IMPARCIALÍ HA DADO Á LUZ MIGUEL DE ESCALADA
CONTRA LA DUODÉCIMA EDICIÓN
DEL DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
por
FRANCISCO A. COMMELERÁN(quintilius)
MADRIDIMPRENTA DE A. PERfcZ DUBRULL
Flor Baja, 22.
1887
AL QUE LEYERE
ara oprobio y vilipendio de las letras
españolas y para regocijo de los in-
justos detractores de nuestras glo-
rias más legitimas , en un periódico de los
que más circulan, un escritor maldiciente yprocaz, que se firma con el pseudónimo
M'guel de Escalada , ha perpetrado esa felo-
nía sin nombre , que , con el título de El
nuevo Diccionario, ha producido grandísimo
escándalo entre todos los que con verdadero
entusiasmo trabajan por levantar la cultura
española al mismo nivel que la de los países
más adelantados.
Empresa menguada , ruin , innoble y anti-
patriótica, es la que ese mal español, sin
más medios que una ignorancia inconcebible
y una osadía sin límites, se ha propuesto
realizar.
¡Que Dios y la patria se lo paguen
!
En desagravio de las letras españolas y del
nombre de nuestra patria , injusta y grave-
mente escarnecido, escritores más compe-
tentes que Quintilius, en periódicos tan im-
portantes como El Globo, El Día, El Correo,
El Resumen y algún otro, y en revistas tan
importantes como La Revista Contemporánea,
han triturado y reducido á polvo la obra
injusta, desatentada y antipatriótica del igno-
rante y maldiciente Zoylo.
Que el fallo de la opinión ilustrada, im-
parcial y amante de la honra de la patria de-
cida en esta cuestión.
Por nuestra parte , lo esperamos tranqui-
los , fiados en la honradez de nuestros pro-
pósitos, en la justicia de nuestra causa y en
el sentimiento de puro españolismo que ha
puesto la pluma en nuestras manos.
EL DICCIONARIO
LENGUA CASTELLANAPOR LA ACADEMIA ESPAÑOLA
I.
de que apareció la duodécima edición
del importante Diccionario de la Lengua
Castellana ,publicado por la Academia
Española, la crítica docta y desapasionada vio en
esti excelente obra un libro verdaderamente no-
table y digno de la corporación ilustre que ha
enriquecido con él, y espléndidamente por cier-
to, nuestra literatura filológica. Sabía todo el
mundo, antes de que esta obra viera la luz pú-
bli:a, que la Academia trabajaba con verdadero
amor y perseverancia infatigable por dotar á Es-
paña de un Diccionario que estuviera á la altura
qus en todos los países han alcanzado los estu-
dios filológicos y lexicográficos; y ésto, que en
cualquier país del mundo hubiera sido motivo de
sincero y leal aplauso, y más con la garantía de
los nombres ilustres que aparecían empeñados en
tan noble empresa, ha encontrado en España un
impugnador, cuya tenacidad sañuda sólo puede
compararse á su falta absoluta de conocimientos
en la materia que lleva entre manos, y á la sin
par osadía con que, bajo su autoridad individual
y obscura, hace las afirmaciones más estupendas,
en formas tan crudas y de un naturalismo tan
subido,que apenas se concibe cómo ha logrado
su autor dar á la estampa ese conjunto de enor-
midades que, si dan á Escalada algún provecho,
en cambio , al atravesar nuestras fronteras , sólo
producirán á nuestra patria oprobio y deshonor
inmerecidos.
No vamos á rebatir uno por uno los injustos
cargos que el improvisado filólogo de El Impar-
cial dirige al Diccionario de la Academia. Vamossólo á poner de relieve aquellos dislates de más
bulto en que incurre su desatentada crítica,
aquellos dislates cuya evidencia está al alcance
de cualquiera, y que no exigen largas ni cortas
vigilias para demostrar su magnitud inverosímil,
y esto además lo haremos, aunque con cierta re-
gularidad , cuando no tengamos cosa de mayor
importancia en que emplear el tiempo;porque,
aparte de otras razones , después que el docto
académico que disfraza su amenísimo ingenio
cor el pseudónimo de Juan Manuel Fernández,
ha resuelto de plano y en absoluto la cuestión
cor. las dos sabrosísimas epístolas que El Impar
-
ciai ha publicado, nuestro empeño resulta inútil,
ó innecesario cuando menos. Pero es también el
amor al arte lo que nos mueve; y ya que Miguel
de Escalada no ha querido ó no ha podido sol-
tar el puñado de definiciones que Juan Fernán-
dez le pedía para regocijarnos con ellas , vamosádsmostrar por nuestra cuenta lo muy atrasa-
dos, de noticias en que respecto al Diccionario
de la Academia y en punto á materias filológi-
cas vivían los lectores de El Imparcial, mientras
no tuvieran otras que las proporcionadas por Es-
calada, que tampoco está, según parece, muy al
tanto de lo que ocurre en el mundo de las letras.
Prueba al canto. Hablando del artículo que el
Diccionario dedica á la preposición inseparable
Ab, dice el imponderable filólogo leonés: «Aquí
entfa, puede decirse que por primera vez, en
furciones el etimologista.... Ab del latín ab, nos
dice: ¡Claro! como que es latín puro», y másabijo : «Y digo que esa voz ab ha sido incluida
neciamente en el Diccionario de la Lengua Caste-
llana, igual que otras varias preposiciones insepa-
rables, que dicen los señores académicos, por-
que ni es castellano, ni en castellano tiene uso
ni significación asi sola».
De donde resulta que, según este lexicógrafo
IO
eminente, pero desconocido, la circunstancia
de no usarse en castellano sola esta preposi-
ción , hace que no sea castellana,
por más que
se halle formando , no ya parte de la palabra,
sino de la significación misma de palabras cas-
tellanas, como en absorber, abjurar, abusar, etc.
,
cualidad más que suficiente para que haya
adquirido carta de ciudadanía en nuestro idio-
ma , como tal preposición inseparable.
Pero dejando á un lado estas consideraciones,
ocúrrenos ante todo preguntar : ¿qué Dicciona-
rios habrá consultado este pedagogo que en El
Imparcial le ha salido á la Academia, cuando
ignora que en los mejores, y con excelente acuer-
do , se da tal importancia á la composición de
los vocablos, que dedican á veces muy extensos
artículos á esas partículas que generalmente se
llaman preposiciones inseparables,porque en-
tran como componentes antepuestos al vocablo
simple y unidas á él, formando una sola palabra
y modificando la significación del simple en de-
terminado sentido? ¡Ah! Pero es latín puro,
dice el insigne Escalada, y el incluirla en un
Diccionario de la lengua castellana es una nece-
dad. Pero es el caso , decimos nosotros,que no
• Suponemos que querrá decir fuera de composición, por-
que las preposiciones, no ya las inseparables, sino las propia-
mente dichas preposiciones , no se usan sino acompañadas del
nombre ó relacionadas ó referidas á él.
1
1
ay Gramática castellana moderna, mediana-
mente escrita,que no dedique á estas partícu-
las ó preposiciones inseparables capítulo aparte,
como elementos que son importantísimos del
idioma. Además: si por conservar su forma lati-
na no son castellanas estas preposiciones insepa-
rables, y si por ello deben excluirse del Dicciona-
rio , hay que excluir también de él, y por la mis-
ma rfzón, palabras como anterior, citerior, exterior,
inferior , interior,posterior , superior , ulterior
, ycuantas conserven en castellano la misma forma
que tienen en latín, y que, por esa razón ^se-gún Escalada, no deben ser palabras castella-
nas: ¡como que son.... latín puro!
Pero es que el doctísimo filólogo de El Impar
-
cial dice que las preposiciones inseparables no se
usan solas, y por eso no merecen artículo apar-
te. Pase lo chabacano de este singular tecnicis-
mo;pero lo que no puede pasar es lo peregrino
de esta teoría, que no autorizan,por cierto , ni
Littrí, ni Freund, ni Theil , ni Bopp , ni Fede-
rico Diez, por quien preguntaba un día de estos
escamado el autor de estas maravillas, y como
avergonzado de que lo compararan con él. No:
esa teoría no puede pasar. El Diccionario es,
por lo menos, un libro en que se explica la sig-
nificación de todas las dicciones ó palabras de
un idioma ; dicción ó palabra es el sonido ó
conj anto de sonidos articulados,que representa
12
ó expresa una idea: es así que estas preposicio-
nes inseparables representan una idea más ó me-
nos general, pero idea al fin, puesto que con ella
modifican en uno ú otro sentido la significación
del simple; luego son palabras ó dicciones: lue-
go , aunque no se usen solas ó fuera de composi-
ción, no se deben excluir del Diccionario: lue-
go no hay necedad en incluirla, sino en hablar,
como el pedante crítico, de lo que no se sabe.
Esto bastaría para demostrar adonde llega , ó,
mejor dicho, adonde no llega la ciencia filoló-
gico-lexicográfica del omnisciente Escalada;
pero hemos de confesarlo , aunque nos duela.
Los artículos de El Imparcial sobre El Nuevo Dic-
cionario, son tentadores, y muy débiles nos-
otros para resistir á la tentación ; así que , con
verdadera pena y con temor de haber abusado
del corto espacio que puede concedernos el pe-
riódico , hacemos hoy punto final , hasta que
podamos ocuparnos de nuevo en un asunto que
no podemos menos de estimar muy importante.
sigue la polémica tan estrepitosamente
iniciada en El Imparcial.
Y sigue en términos tales, que en el
penúltimo lunes, aunque parezca imposible, el
impertérrito Escalada se ha salido de madre, de
tal modo, que muestra ofuscado el entendi-
miento hasta el punto de contestar con la ma-yor frescura: «Lo que realmente me contrista,
es que Vds. mismos, los académicos, den
por pecado á los españoles el no conocer á Fe-
derico Diez y sus obras.... Nada; que á pesar
de permitirnos el lujo de tener una Real Acade-
mia Española, tenemos que pasar, en cosas de
filología, igual que en política, por las horcas
caudinas de Alemania; y así como tenemos allí
un Bhmarck, que dispone de nuestro territorio,
14
hemos de tener también un Federico Diez,que
disponga de nuestro idioma».
Pero, ¡qué cosas tiene V., amigo Escalada
!
¡Pero qué cosas! Si lo que Juan Fernández ha
dicho es que presumir de filólogo (y vaya
si V. presume) y no conocer á Federico Diez,
es lo mismo que presumir de naturalista y no
saber quiénes fueron Buffón ó Linneo. Por lo
demás, no tenga V. cuidado ni crea que Fede-
rico Diez tiene que ver nada con el famoso can-
ciller de hierro : no , señor ; al contrario , es una
buena persona, que puede enseñarle cosas que
V. no sabe ni siquiera que existan : conque
anímese un poquito y aprenda de él lo que tanta
falta le hace: vamos, atrévase V., hombre;
atrévase V. con él , que no es ningún hulano.
Pero si tanto horror le inspira el padre de la
filología neolatina, y no se atreve á penetrar en
las profundidades lingüísticas de la Gramática yel Diccionario etimológico de las lenguas romances,
dígnese pasar la vista por un erudito y concien-
zudo artículo que publicó El Globo en su número
4,046, correspondiente al sábado 27 de Noviem-
bre último; artículo que por cierto es capaz de
hacer pasar por el aro á cualquier Escalada.
Una ocurrencia deliciosa ha tenido el penúl-
timo lunes el maestro de filología , cuya ciencia
profunda ha confesado al fin que no conoce á
Federico Diez , sin duda porque le basta cono-
á sí mismo. Extráñase Escalada de que en
el Diccionario de la Academia no figuren las pa-
labras pastelear, tramoyan, celiminis , escriben,
paridara , fregati^ar ,quillotro
,quillotrar, rempu-
jar y fufo. Y en verdad que no hay motivo para
semejante extrañeza;porque á cualquiera se le
alear za la razón que la Academia habrá tenido
presente para no incluir en su Diccionario esas
palabrejas, que tanto abundan en las comedias
de Tirso; razón muy poderosa, y que, á nues-
tro juicio , no ha podido ser otra que haberlas
puesto Fr. Gabriel Téllez en boca de los Esca-
ladas de sus comedias.
Pero nos desviamos demasiado de nuestro
propósito,que no era por cierto demostrar el
poco fondo de la crítica (llamémosla así) que
hace Escalada del Diccionario de la Academia
en su segundo paréntesis, sino probar esto mis-
mo con textos viejos, de la época en que el cita-
do cítico quería parecer sensato y docto.
Er el número del lunes n de Enero de 1886,
nos decía Escalada: «En el vocablo abalanzar
dan otro tropezón mayúsculo (los Académicos).
Porque el verbo abalanzar, arrojar, impeler,
que oonen en el segundo artículo, no existe; es
decii,que abalanzar no es activo , sino recí-
procD, y, por consiguiente, la etimología que
le ponen del griego bailo, arrojar, lanzar, no
puede sostenerse. ¿Han oído decir alguna vez
\6
los académicos que Fulano riñó con Mangano
y le abalanzó una piedra? ¡Si no se necesita
más que un poco de sentido común para hacer
bien las cosas!»
Verdad, decimos nosotros: no se necesita
más, y por eso, sin duda , las hace tan mal Es-
calada. No nos extraña que no haya él oído á
nadie usar como activo el verbo abalanzar; lo
que nos hubiera extrañado, y con razón , es que
los académicos hubieran dado gusto al indocto
censor, que, por efecto de su sordera intelectual,
no ha oído al P. Juan Bautista Dávila, que en la
Pasión, escribe:
«Ya, ya el más feo castigo
Al presidente abalanza»;
ni á Saavedra Fajardo,que dice en sus Empre-
sas políticas : « Porque faltando fortaleza para
esperar en el peligro, nos abalanza á él la tur-
bación del miedo».
Como se ve , los Académicos tropezaron con
el P. Dávila y con Saavedra Fajardo, y por eso
incluyeron en el Diccionario el verbo abalanzar
como activo y en la significación de arrojar,
lanzar; y por eso le atribuyeron , con sobrado
fundamento, la etimología del griego bailo; de
suerte que quien da aquí, no otro tropezón, sino
un tumbo mayúsculo, de los infinitos á que nos
tiene acostumbrados , es el propio Escalada, que
»7
en el mismo número del mismo lunes dice con
una frescura que pasma : «Debo manifestar, que
esta mcjaderia de poner abaldonar como sinónimo
de abandonar, es enteramente nueva y exclusiva
de la edición presente». Y nosotros debemos
advertir á nuestros lectores, que el Diccionario
de la Academia dice: «Abaldonar, a. ant. '.
Abandonar». Y en la Crónica general de Espa-
ña , i.-cxv, se lee: «A ti me abaldono, cualquier
Dios poderoso, que en cielo eres». Con lo
cual queda suficientemente demostrado que
este verbo es anticuado y activo, y que no
es majadería incluirlo en el Diccionario en tal
concepto. Por de contado, que no diría estas
cosas Escalada si , en vez de protestar con-
tra la .autoridad de Federico Diez y de Littré,
venciera esa obstinada repugnancia que siente
á los buenos estudios, y dedicara al examen de
las obras clásicas de la filología el tiempo que
lastimosamente pierde en su antipatriótico em-peño de desacreditar una obra que, pese á la
crítica enconada del pobre Zoylo, es un pro-
greso notable en nuestra literatura filológica.
Porque es lo bueno del caso que la / y la n son
consonantes muy parecidas en su pronuncia-
ción: ambas son linguales, es decir, que se
pronuncian hiriendo con la lengua el cielo de la
boca í.l emitir la voz; y no hay más diferencia
' Activo , anticuado.
entre ellas que el carácter nasal que distingue ala
n de la / ; y por eso estas letras se confunden en
los orígenes de la lengua, y así en el poema de
Alejandro se lee tnortahdad por mortandad, y las
contracciones quiera y quiexo por quien la yquien lo, y ticima por fiedla ó tunela.
Y no sólo se verifica en castellano la sustitu-
ción de estas dos letras, la una por la otra, sino
que se ha observado , por ejemplo,que la n del
sánscrito antara, otro, se convierte en / en ei
latino, alter; así como la n del sánscrito anyas,
otro, se convierte en / en el griego olios por
altos, en el latín aliw , en el gótico aljis ó alja, en
el antiguo alemán alies y en el inglés all. De
suerte que aun cuando no constara, como consta,
haberse usado abaldonar por abandonar, á los ojos
de la ciencia filológica no podía ser majadería y
novedad, y sólo podría calificarlo de tal modo
un crítico para quien los principios fundamenta-
les de la filología fueran un verdadero mito.
En el ya citado número, y siguiendo el siste-
ma de sus afirmaciones temerarias, escribe el
censor de El Imparcial: «Luego viene dos veces
el verbo aballar , y las dos veces está de sobra,
porque en la primera acepción que le dan los
señores, sinónimo de bajar ó abajar ', no es cas-
tellano , sino gallego. . .. , y en la de llevar ó con-
ducir no tiene uso hace siglos, si es que le tuvo
i La Academia dice : v Aballar , a. ant. Bajar, abatir.»
alguna vez». Y para que nuestros lectores vean
lo muy enterado que de estas cosas anda Esca-
lada, vamos á copiar aquí las palabras de la
propia Crónica general, en cuya parte cuarta,
folio 228, se lee: «É los moros recibiéronlo é
comenzáronlo de ferir muy de recio, dándole
muy grandes golpes para aballar la seña».
Ya ve, pues, Escalada cómo aballar, en la
sign ficación de bajar ó abatir, no abajar , comoél dice, no puede ser más castellano. Ahora, tó-
mese la molestia de leer en Quevedo , Mus. 9,
parafr. de los Cantares :
«Si tú no sabes, mi querida esposa,
Hallar las mis ovejas do sestean,
Aballa tu ganado presurosa
Y tus cabritos que pacer desean»,
y díganos si se usó alguna vez en la significa-
ción de llevar ó conducir. Ya ve el atolondrado
censor que hay autoridades para todo; para
todo , menos para probar las pocas y descabella-
das afirmaciones de esa crítica , cuya crudeza de
formas y falta absoluta de todo humano respeto
es la demostración más evidente de que carece
por completo de criterio y de razón.
II
III,
l pedagogo de El Imparciál empieza á
recoger velas. El último lunes nos refie-
re uncuentecito , capaz de hacer dester-
nillar de risa á un guardacantón. Con un can-
dor inconcebible,pero muy parecido á la sim-
pleza, nos cuenta que hace más de ocho meses
dejó caer adrede en el artículo iv déla colección
de sus despropósitos , uno muy garrafal , apos-
tando á que nadie caía en él, y que, como en
efecto nadie ha caído, almorzó en Los Cisnes,
y qué sé yo cuántas cosas más. En resumen:
que un alma caritativa le ha llamado la aten-
ción sobre ese despropósito , advirtiéndole que
abrinuntio no se escribe ab renuntto, y Escalada
ha llenado media columna de El Imparcial, con
fárago indigesto, que nadie cree. ¡Porque si
no fuera más que ese el despropósito que ha
dejado caer!.... Pero ¿y la planta aro, y lo de
22
abacero y abacería, y lo de que capear no era
robar capas, ni nada parecido? ¿Y lo de que
abaldonar no fué nunca abandonar, y todo, en
fin, lo que lleva dicho en veinticuatro artícu-
los y dos paréntesis? Desengáñese Escalada: lo
del abrenuntio es un grano de anís, y con la
apuesta que refiere , no logrará otra cosa que
excitar la risa de sus lectores. Porque no es
aventurado pensar que quien inventa numero-
sas comisiones académicas destinadas á estudiar
y combatir las injustas catilinarias que contra
el Diccionario de la Academia publica El Impar-
cial, bien puede inventar apuestas y almuerzos
cuando alguien le haga notar alguno de los
innumerables disparates con que suele atibo-
rrarlas. ¿Qué idea tendrá de sus lectores Esca-
lada, cuando, al recoger uno de los muchos
despropósitos en que ha incurrido su imponde-
rable numen lingüístico, les dice que lo dejó
caer adrede? Porque leyendo sus palabras,
resulta que no lo dejó caer adrede , sino que
remachó el despropósito con premeditación,
ensañamiento y alevosía, puesto que él, que
tan parco se muestra de razones en toda ocasión
,
intentó en aquélla dar algunas, que son, por
supuesto , como suyas. Oigan nuestros lectores
sus palabras : «También escriben Vds. (los Aca-
démicos) separado ab initio y con t, y otros lo
escriben junto y con c, considerándolo palabra
castellana. Y, en cambio, escriben Vds. abre-
nuntio, asi unido, y más comúnmente se es-
cribe separado ab renuntio,pues de la otra ma-
nera, parece que no se trata de renunciar á
nada , sino de abrir al nuncio , cosa más propia
que de Académicos de tradicionalistas, que son
los que no suelen estar bien con tan elevado
personaje ».
En donde, dejando á un lado el ab initio , no
hay un disparate, sino dos; uno, lo de escribir
separado ab renuntio , y otro lo de abrir al nun-
cio, que supone que en abrenuntio la r tiene el
son do suave que en el castellano abrir , porque
sin duda ignora el cuitado censor, que la r ini-
cial de los compuestos latinos conserva su so-
nido fuerte cuando el prefijo termina en conso-
nar te , como en obrepo, quamobrem , abrenun-
tio , etc. , y cuando el prefijo termina en vo-
cal, la /' se suaviza, como en derivo, dirigo,
quare, etc. Pero demos de barato que dejara
caer adrede ese despropósito. ¿Es formal y se-
ria la crítica que tal hace? Y si no es así, ¿es
serio y formal inventar una novela que nadie
puede creer? ¿Y cómo ha de poderla creer na-
die, cuando intenta probar con la autoridad
mi;ma de la Academia que con muchísima ra-
zón escribe verbigratia y verbi gratia,que debe
escribirse separado ab renuntio, y cuando para
reforzar el argumento pregunta á continua-
24
ción: «¿por qué no han de ser lo mismo oibin-
testato y ab intestato?» ¿No ven aquí nuestros
ectores el ensañamiento, premeditación y ale-
vosía con que Escalada remachó el disparate?
De todos modos , bueno es que dé alguna prue-
ba de arrepentimiento , aunque tardío y ver-
gonzante, y tentados estábamos de darle nues-
tra enhorabuena, si no fuera porque en su
último artículo vuelve á manifestarse impeni-
tente y dejado de la mano de Dios, á juzgar
por los despropósitos que se ha dejado caer de
nuevo, sin duda adrede, y por ver si alguno
se los recoge. Para que no vuelva á contarnos
otro cuento, y para que, si no ha llegado á
perder del todo el buen sentido , recoja velas
sin alardes,que más perjudican que abonan su
derrota , vamos hoy á hacernos cargo de la
mayor parte de ellos, aun á riesgo de exten-
dernos demasiado, y retirando el artículo que
destinábamos al presente número.
En el último lunes, dice sobre la palabra
caramillo: «El chisme, enredo, embuste, que
u. m. (úsase más) en las frases armar ó levan-
tar , se llama jaramillo en la tierra clásica yjaramietto antiguamente, por más que en el fa-
rragoso libro académico no exista ninguno de
estos vocablos». ¿Pero qué tierra clásica será
esa? ¿Acaso las Batuecas, donde, según es
fama, ha fincado Escalada? Porque por aquí
nadie diez jarami11o, y el P. Alonso de Ovalle,en su ya citada Historia del Reyno de Chile,
escribe: «El buen hombre, temiendo no le
armasen otro caramillo, tuvo por fortuna quele «dejasen ir»; y Santa Teresa, en el Camino de
Perfección, XII : «Finalmente pone el demo-nio un caramillo en la lengua de la otra, queya que acabáis con vos de sufrir, quedáis aúntentada de vanagloria»; y Cervantes, en suIngenioso Hidalgo, II.-XXV : «levantando cara-millos en el viento y grandes quimeras»; peroya Juan Fernández dijo, que si la Academiaprefirió á la de Escalada la autoridad de Cer-vantes, debió únicamente ser por considerar áéste más entrado en años. Y más adelante aña-de
: «También he de decir á los señores quecarantamaula por carantuU (sic) ó carátula es
una simpleza que nadie dice»; y aquí ha de
pernitirnos el indocto censor, que puesto que,consideradas atentamente sus palabras , noresulta claro si la calificación de simpleza se
refi »re sólo á carantamaula ó también á carán-
tula y carátula, le digamos que nos hemos en-
contrado con que Quevedo, en la Fortuna conSesc
, escribió : «Oíanse las voces como de lo
proúndo de una sima, donde yacía con pinta
de carantamaula»; y que en las Morales de Plu-tarco, de Diego Gracián , se lee: «Para no ser
conDcidos, llevaban cubiertos los rostros con
26
unas carátulas de horribles figuras»; y en el
Quijote, II.-XI; «Desde muchacho fui aficio-
nado á la carátula»; y en la Vida del Escudero
Marcos de Obregón, de Vicente Espinel : «Sa-
lieron por las cuatro esquinas de debajo de la
cama, cuatro carátulas de demonios)-); y en la
misma Historia de Chile, del P. Ovalle : «Para
pasar las Pampas es menester llevar betas,
guantes y carátulas muy fuertes,para preser-
varse de los tábanos»; y Esquilache, en sus
Rimas
:
(¡Todo es nada,pedante nieritísimo
,
Aunque parezca del mayor teólogo
Tu venerable calva y tu carátula.»
De modo que, ante la autoridad de Escalada.
Quevedo, Cervantes, Espinel, Ovalle y Esqui-
lache , ó son unos simples , ó no son nadie.
También afirma , bajo la fe de su autoridad
indiscutible, que «carao%, caráota, caran^ ycarbaso, pertenecen exclusivamente al caudal
filológico académico por herencia y donación
de Plinio y los venezolanos». Es decir: que
estas palabras se usaron en tiempo de Plinio,
que no sabemos que hablara castellano, y en
Venezuela , que tampoco se descubrió en tiem-
po de Plinio, que sepamos; pero, en fin, por
de pronto, el Diccionario señala á caraos ycarau% (no carao^) como sinónimos y además
como anticuados, aunque no tanto que pue-
27
an atribuirse á Plinio : sólo caráota figura en
la obra académica con el carácter de vocablo
venezolano;pero carbaso no figura como anti-
cuado ni como venezolano, sino como palabra
mu}' castiza y nada extraña. El ComendadorGriego, sobre las 300 de Juan de Mena, dice:
«Carbaso es una especie de lino, que fue pri-
mero hallada en España, cabe la ciudad de Ta-
rragona». Fernando de Herrera, que no era
un quídam, sobre la elegía primera de Garci-
laso , dice : «Coronábanlos por !a mayor parte
con guirnaldas de cañas, y cubiertos hasta el
ombligo de un carbaso,que es vestidura ancha
y floja, y descubiertos la parte superior del
cuerpo»; y Juan de Mena, de quien tampoco
consta que fuera venezolano, en la copla 165 :
«Y vi las antenas por medio quebrar,
Aunque los carbaso! no desplegaban i;
y Sánchez de las Brozas , en la anotación de
esta copla : «Antena es un largo palo, que hace
cruz en el mástil y del que se cuelgan las velas:
carbasos se llaman las mismas velae». Y en
estaí cuatro autoridades están las tres acepcio-
nes que á esta palabra da la Academia, sin
herencia ni donación de Plinio ni de los veno-
zolanos , como asegura Escalada , sin duda
porque dice el Diccionario que, según Plinio,
el lino llamado carbaso se halló primeramente
en España.
28
También dice que embalumban los Académi-
cos el Diccionario con palabras como cardu-
zador , cardume y cardumen; y aunque esta
palabreja embalumbar es de la invención exclu-
siva del hablista de los Lunes de «El Imparcial»,
no sucede lo mismo con cardume y cardumen,
que aparecen como anticuadas, y que, por
consiguiente, no sobran; y menos carduzador,
por cuanto Quevedo dijo
:
«Andaba de mosca muerta,
Aturdido de facciones,
Con sotanilla y manteo
El carduzador Onofre.»
Más adelante pregunta el detractor del Dic-
cionario: «¿Y quién les habrá dicho á los Aca-
démicos que echarse con la carga es enfadarse?
Precisamente es todo lo contrario». Así, y sin
más pruebas , lo afirma este crítico-filólogo-
naturalista,que negó la existencia de la planta
aro, como negará , cuando se le antoje ,la luz
del día. ¿Que quién ha dicho á los Académicos
que echarse con la carga es enfadarse (y aban-
donarlo todo como dice el Diccionario)? Pues
no se lo ha dicho ningún Escalada , sino el
mismo Licenciado Francisco de Ubeda , en la
Pícara Justina , donde cualquiera puede leer,
en la página 142 : «Y si Dios y el Padre no meremedian por otra vía ,
pienso echarme con la
carga». « Pero más es decir , añade el imper-
térrito censor, que la caridad es refresco de
vino, pan y queso, ó de otras comidas....
¡Vaya una manera de refrescar que usan los
señe res Académicos ! » Ante todo hay en esto,
como en toda la crítica de Escalada,
patente
mala fe; porque para combatir una definición
es preciso copiarla entera, como vamos á ha-
cer nosotros. La Academia dice, en la tercera
acepción de la palabra caridad, que es «refresco
de vino, pan y queso y otras comidas, que en
los lugares se da á los concurrentes en las
solemnidades de algunos santos por las co-
fradías que celebran la fiesta». Expuesta así la
definición de esta palabra, es invulnerable, por
más que exclame el pobre Zoylo : « ¡Vaya una
manera de refrescar que usan los señores Aca-
dém eos ! » Exclamación que demuestra su ig-
nora ncia respecto á las acepciones de la palabra
refresco , una de las cuales , la primera y máscláska, es la de alimento moderado, que se
tomí. para fortalecerse y continuar en el traba-
jo. "V' por si Escalada no lo sabe, vea la Histo-
ria íh Méjico por Gomara, y lea en el cap. n:
«Donde se proveyeron de refresco y comida
sufic ente á tan largo camino como llevaban»;
y er la Crónica de España por Florián de
Ocanpo, II. -VII: «En aquel viaje saltaron una
vez jn tierra , creyendo poder tomar algún
freresco cerca de la parte donde ahora hallamos
30
la villa de Almuñécar». Por de pronto, queda
sentado lo que es refresco. Ahora vean los lec-
tores de El Imparcial, cómo caridad (no la cari-
dad; que no dice semejante cosa el Dicciona-
rio) es refresco de vino, pan,queso y otras
comidas, etc., para lo cual bastará leer en la
Nueva Recopilación , I.-X.-IV: «Mandamos que
los comisarios de Cruzada ó Composición, ni
lleven , ni cobren cosa alguna de lo que en algu-
nos lugares ó cofradías gastaren de sus bol-
sas en correr toros ó dar caridades». Y si este
texto concluyente no bastare, oigan al Maestro
D. Manuel de León , que en la tercera jornada
de su comedia Las dos estrellas de Francia, dice
:
«¿Sabe lo que es caridad?
—Si . padre; pan , vino y queso.»
¿Vendrá al siguiente lunes Escalada diciendo
que todos estos desatinos y otros de que no
hacemos mención los dejó caer adrede? Sea
como quiera , ahí tienen los lectores de El ha-
parcial la ciencia filológica de su ingenioso cola-
borador, y eso que no hemos desbrozado del
todo el último de sus disparatados exabruptos,
porque aun así nos hemos extendido demasia-
do; pero todo se andará, Dios mediante. Por
hoy nos contentaremos con preguntar : ya que
Escalada no lee, ¿con quién habla? ¿En dónde
vive?
IV.
a ven nuestros lectores qué mal para-
da queda la crítica de Escalada ante la
razón , la autoridad , la filología y la
lexicografía. No se dirá que no hemos sido ge-
nerosos; pudimos haber pedido al crítico de El
Impatcial la prueba de sus piramidales asertos;
mas como sabemos que ni da peras el olmo,
ni ra/.ones Escalada , nos hemos propuesto de-
mostrar lo malévolo, absurdo y antirracional
de los afirmaciones hechas por el atrevido
cense r de la Academia, y probar así una vez
más que estamos nosotros tan sobrados de ra-
zones como anda escaso de ellas el desventu-
rado Zoilo, que al fin llega á confesar por sus
pecados, que su empeño no es otro que des-
acrec itar el Diccionario de la Academia. La em-
presa no será noble ni patriótica . pero tampoco
justificada, como ven nuestros lecfores, y co-
32
mo, Dios mediante, irán viendo, si, comohasta ahora , no nos falta tiempo ni el humor
nos abandona.
Sobre la frase hacerse aire, dice Escalada:
«¡Para hacerse aire!.... la frase no puede ser
más infeliz ni menos castiza, pues, entendida
castellanamente , lo mejor que puede significar
es que el abanico sirve para convertirse en aire
el que le usa, lo mismo que "hacerse agua" ó
"hacerse almíbar", no quiere decir proveerse
uno de agua ó de almíbar, sino convertirse en
agua ó volverse dulce». ¡ Pero lo que sabe este
Escalada! , dirán nuestros lectores. Porque, en
verdad , no hay pies ni cabeza en lo que deja-
mos copiado. ¿De dónde saca Escalada que no
puede ser más infeliz y menos castiza la expre-
sión hacerse aire? Porque, en efecto: en el si-
glo xvn , época infelicísima para las letras es-
pañolas , como que el gran Escalada no había
nacido aún , el P. Alonso de Ovalle, en su His-
toria del Reyno de Chile, pág. 120, decía: «Ycon unos grandes abanicos de pluma se hacen
aire», para comprobar sin duda lo infeliz ypoco castizo de la frase, que, según Escalada,
significa convertirse uno en aire por el uso del
abanico.
Pero venga V. acá, deliciosísimo pedagogo;
si la citada frase tuviera semejante interpreta-
ción , hacerse cargo significará convertirse al-
)3
guien en un cargo, acusación, etc., hacerse
cuesta arriba será convertirse uno en una em-
pinad* cuesta: y así, cuando en el Cuento de
Cuentos escribió Quevedo : «La pupilera se
hacia carne, llorando de ver el murmullo y la
tabahola que habían metido en su casa», V.
interpretará que la pupilera se convirtió en car-
ne; y para V. quedará Sandio convertido en mil
cruces, cuando lea en el Quijote : «Llegó San-
cho , y como viese el rostro del Bachiller Ca-
rrasco , comenzó á hacerse mil cruces, y á san-
tiguarse otras tantas». ¿Pues qué hay aquí
para que hacerse cargo signifique tomar uno
una cosa por su cuenta, y también conocer,
entender ó tener por cierta una cosa ; hacerse
carne sea consumirse ó deshacerse de pena ysentimiento ; hacerse cuesta arriba una cosa
equivalga á hacerla contra el genio, carácter
ó costi mbres del agente ; hacerse cruces se in-
terprete unas veces no haber comido ó no te-
ner qii'i comer, y otras admirarse ó extrañarse
cuando se oye alguna cosa rara ó singular? Y,
sobre :odo, ¿qué habrá aquí para que hacerse
aire vílga tanto como impeler el aire con el
abanico para que refresque el rostro? Pues hay
una co: a que Escalada ignora : hay que el ha-
bla castellana es hija de la latina, no sólo por
la deri /ación de un inmenso caudal de sus vo-
cablos, sino por el no pequeño de giros y
3
34
construcciones castellanas,que, tomadas del
latín, han hecho que sea esencialmente latina
nuestra sintaxis: hay, además, el uso de nues-
tros escritores clásicos , como lo demuestra
el texto del P. Ovalle citado arriba: hay, ade-
más, que estos escritores calcaron, por decir-
lo así, hasta las formas de su estilo, en las
formas del estilo de los clásicos latinos. Y por
eso no es de maravillar que el P. Ovalle dije-
ra: «con unos grandes abanicos de pluma se
hacen aire», dando al verbo hacer forma re-
flexiva que mejor debería llamarse media : v
no es maravilla que así lo hiciera el escritor
citado,
porque mucho antes que él había
dicho Terencio en su Eunuco, III.-V.-XLVII
:
«Cape hoc flabellum : ventulum huic sic facito»,
donde cualquiera puede ver el origen de la ex-
presión hacerse aire ó hacer aire á otro,que nadie
interpreta convertirse ó convertir á otro en
aire; razón por la cual, el citado verso de Te-
rencio se traduce: «Toma este abanico, y haz
aire á ésta así».
Si Escalada, que en materias de gramática
,
filología, lexicografía y literatura, y sobre
todo en punto á autoridades, se manifiesta
nihilista, fuera por el contrario aficionado á la
erudición clásica y procurara estudiar la rela-
ción íntima que existe entre la autoridad de
nuestras clásicos y la de los clásicos latinos, á
buen seguro que no diría esas cosas estupendas,
que sólo puede decir quien no sabe lo que dice.
Sólc así se comprende que el ingenioso cola-
borador de El Imparcial , en la forma agresiva
y poce culta que le es propia , niegue á Abati-
do la acepción que muy fundadamente le con-
cede la Academia, interpretándolo bajo, ruin,
despreciable; porque Escalada no ha leído á
Queve .lo, que, en su Vida de Marco Bruto, dice:
«Come los viles y abatidos consultasen, que
por la muerte de tan grande amigo se hiciesen
á los dioses sacrificios públicos, alegrías yfuegos, Foción ásperamente lo estorbó»; ni á
Saavec.ra Fajardo, que en sus Empresas Políti-
cas escribe : « Un reyno humilde y abatido sirve
á la fuerza y desconoce sus obligaciones al Se-
ñor natural». Y tan es así, que abatido tiene la
significación de bajo , ruin , despreciable,que
todavía le sobra lo bastante para dar parte en
ella al adverbio derivado abatidamente,puesto
que en el Símbolo de la Fe, V. -II. -XXV., escribe
Fr. Luí; de Granada, que por lo visto habló tam-
bién el castellano de la Academia , «Hacer que
los hombres me adoren como á Dios verdadero,
aun después que yo fuere abatidamente crucifica-
do». Y no es extraño que abatido y abatidamente
se user en esta acepción,que toman sin duda
alguna del verbo abatir,que, entre otras signi-
3 6
ficaciones, tiene la de humillar, rebajar y envi-
lecer, como puede verse en la Vida de Esteba-
nillo Gon%ále% , en cuya pág. 342 se lee
:
«Porque en no remontándose un poeta, sino
abatiéndose á escribir con lisura pan por pan yvino por vino , no solamente no era estimado,
sino tenían sus versos por versos de ciego». Yel citado P. Ovalle, en su Historia del Rcyno de
Chile, pág. 185, dice: «Para obligar más, se
abale y humilla, como leemos en algunos
ejemplos».
Por este estilo son los mil doscientos reparos
que á la fecha asegura Escalada haber puesto al
Diccionario de la Academia, y aunque conta-
dos los que lleva dados á luz no llegan ni con
mucho á la citada cifra , como sean todos,que
sí lo serán, de la calidad de los que llevamos
examinados, será preciso convencerse de que
sólo este crítico es capaz de decir en el mismo
artículo de donde hemos sacado estos gazapos,
publicado el lunes 18 de Enero del pasado año:
«Abella, abellar, abelkro, abeya y abeyera , son
cinco ripios (pero ¡qué afición á los ripios!).
tres gallegos y dos asturianos; es decir, cinco
artículos que están de sobra,porque esas cinco
palabras no son palabras castellanas, distintas
de abeja, abejar , etc., sino pronunciaciones de
estas palabras en Galicia y Asturias respectiv.i-
mente». Dejando á un lado lo de que unas pala-
bras sean pronunciaciones de las mismas aquí ó
allá, lo cual prueba que Escalada no sabe cómo
se habla de estas materias, que, como las de-
más, tienen su especial tecnicismo; dejando á
un laco la calificación de si son ó no palabras
castellanas las citadas, todo sería verdad, salvo
que los anteriores vocablos no son ripios , sal-
vo qu; no son gallegos ni asturianos, y salvo
que no están de sobra los artículos á ellos de-
dicados en el Diccionario;porque en los Fueros
de Angón, folio 106, se lee : «E que los ditos
ganados, abellasó vasos metrán ó sacarán del
dito Reyno»; y en las Ordenanzas de Abejeros
deZaiagoza: «Por beneficio e utilidad de la
dicha Contraria Confraires de aquella conser-
vador de las abelJas y abellares»; y en otra
parte de las mismas Ordenanzas : «La Confraria
del glorioso San Juan Baptista clamada de los
abelleros de la dita ciudad»; y en el Fuero Ju^go:
«Y si algún home faz abeyera de abeyas en Vila
ó en Cibdad». De donde lógicamente se infiere
que el crítico de los ripios, ó ignoraba la exis-
tencia de estas autoridades, ó cree que Aragón
y Casi illa son lo mismo que Galicia y Asturias.
Otra cosa podrá ver en esto todo el que no sea
ciego, y es que el detractor de la Academia
sabrá ooco ó no sabrá una palabra; pero que
mala íe tiene de sobra para ejercer esa crítica
maldiciente, que ha escandalizado á los aman-
38
tes de nuestra honra literaria; porque han de
saber nuestros lectores que la Academia in-
cluye en su excelente Diccionario las palabras
abella, abellar , abellera, abeya y abeyera , con la
nota de anticuadas; lo cual, después de tener
en cuenta las autoridades referidas,prueba una
vez más, y por concluyente manera, que la
ilustre Corporación sabe cómo deben hacerse
los diccionarios , y que lo ignora por completo
el Zoylo indocto , cuya ciencia ha demostrado
Juan Fernández que está muy por bajo de la
del más adocenado estudiante.
V.
stÁ visto queEscaladanoescarmienta.
Nuestro empeño de traerle á buen ca-
mino, resulta completamente estéril, y
eso que algo hemos conseguido de él, pues en
su último artículo ,publicado en El Imparcial
el lunes 17 del corriente, cita ya á La Picara
Justina , donde dice, y es verdad
,que se lee el
adjetivo carrancudo. Como ven nuestros lecto-
res, hemos conseguido atraerle hacia los li-
broí, y que , siquiera por un momento , les
perc iera el miedo que les tiene;pero aparte
de esta pequeña muestra de enmienda que nos
da, ¡
qué de cosas dice en el artículo citado
!
Cosas tales, que, como en otra ocasión hici-
mos , nos obligan á retirar el artículo que para
hoy teníamos preparado, y á decir cuatro pa-
labras sobre la segunda parte de la sesión acá-
40
démica imaginada por el famoso Zoylo,que,
no contento con ejercer la crítica del modoque todos sabemos, parece que también siente
conatos de meterse á novelista. Y por cierto
que jamás como en esta ocasión pudo decirse
con mayor motivo aquello de que nunca se-
gundas partes fueron buenas; pues, tratándose
de Escalada, si mala fué la primera, resulta
detestable la segunda.
Empecemos por cualquier parte. Según Es-
calada, carnecería es una tontería, y hasta cree,
al parecer, que no debe decirse carnecería por
lo mismo que no se dice chori^oría , salchicho-
ría, ceraría, abanicoría y libroria; y piensa así
el inexperto filólogo,porque no sabe que en la
derivación castellana las vocales ayo finales
se convierten por atenuación en e, como de
guarda, guardería, de arma armería, de huevo
huevería, de bobo bobería; pero la e se con-
serva sin atenuación, como de leche lechería , de
bonete bonetería, de sastre sastrería. En carnecería
ó carnicería hay otra cosa que Escalada tam-
poco sabe, y que por no alargarnos hoy un
poco más, no diremos aquí. Por lo demás, la
Academia no hace en su Diccionario otra cosa
que consignar que carnecería es anticuado yequivalente á carnicería. Si es ó no así, con-
testen por nosotros Fr. Pedro de Alcalá,que la
admite en su Vocabulista arábigo , y Pérez de
4'
Traducción de las epístolas
de Séneca, folio 54, dice: «Pregunta á ti mis-
mo si Dios te diesse á escoger que tu pudiesses
de estas dos cosas haber la una : ó vivir en la
carnearía y en la cocina ó en la hueste en ac-
tos de armas, cuál farías tú antes». Pero sobre
todo, y ya que á cada momento está Escalada
invocando el testimonio verdaderamente anó-
nimo de León y Castilla para justificar los dis-
parates que él inventa, vea cómo le desmien-
ten respecto á carnecería nada menos que las
Ordenanzas para el gobierno de esta muy noble ymuy leal ciudad de León.. . . hechas por los Seño-
res Justicia y Regimiento della. Confirmadas
por la Majestad del señor Emperador Carlos V , yen las ;uales se lee: « Los fieles (almotacenes)
asistar en las carncccrías mientras la carne se
pesaren. Ahí tienen los lectores de Escalada una
prueba incontestable del crédito que sus afir-
maciones merecen, y de lo enterado que está
decóiro se habla aun en León , donde parece
que aprendió el castellano, ó se lo enseñaron
por lo menos.
Déjenos el carnereamiento, porque, gracias á
la forria dialogada en que presenta sus dos
último; artículos, no podemos inferir si lo ad-
mite ó lo rechaza, y aun pensamos, quizá no
sin fundamento, que el diálogo no tiene otro
fin qu<: evitar los inconvenientes que llevan
I
42
siempre consigo las afirmaciones terminantes
y concretas.
Respecto á carnerear, ya es otra cosa: lean
nuestros lectores el diálogo en que el colabora-
dor ingenioso (de El Imparcial) descubre su atre-
vido pensamiento.
—«El Secretario: Carnerear. Llevar la pena
de los carneros que entran en alguna parte á
hacer daño.»
—«Fausto ViüabrilU (correspondiente): hom-bre, carnerear es hacer el carnero, altercar
sin razón, porfiar neciamente, hacer tonterías,
á lo menos en León...,» (Ya pareció León.)
—«Núñe% de Arce: sí, es verdad, y en tie-
rra de Toro.»
—«Tejado: Y en Extremadura,» etc.
De donde se infiere, que, según Escalada,
carnerear significa hacer el carnero, altercar
sin razón,porfiar neciamente, hacer tonterías,
y que significa esto en León (sobre todo León),
en tierra de Toro y en Extremadura y en todo
el mundo. En todo el mundo , menos en las
Ordenanzas de la ciudad de Tara^ona, en cuya
página 39 se lee : «Y asimismo estatuymos yordenamos que, aunque en cada rebaño no
vayan sino veinte reses, se pueden carnerear yllevar las penas arriba dichas». ¿Quién se atre-
verá á interpretar que aquí carnerear significa
todas esas cosas que Escalada dice? Y nótese
que con esta autoridad echamos abajo dos afir-
maciones de Escalada: una, la significación
que ól atribuye á carnerear ; otra , la denuncia
ó cosa así que hace de la frase llevar las penas,
subrayando dos veces la primera palabra,
como para indicar la sorpresa que le produce
semejante frase, que para él no existe, por lo
visto, y por eso, sin duda, subraya malicio-
sicamente la palabra llevar.
Pe:*o siguiendo más adelante , hallamos que
Escalada continua su insubstancial y desma-yado diálogo en esta forma :
— <El Secretario (leyendo): Carnero: m. Lu-
gar donde se echan los cuerpos de los difun-
tos.»
— « Vittabrille : Señores: quiten Vds. esa
acepción ó pónganla siquiera una nota de an-
ticuada ó de provincial, si es que es provin-
cial de alguna parte.»
Es decir, que, según Escalada, carnero en la
acepción de osario, sepulcro, etc., debe ex-
cluirse del Diccionario. De distinto modo opi-
nan, ijntre otros, Salazar y Castro, que en sus
Prueb is de la Historia de la Casa de Lara , en el
testamento de D. Juan Manrique de Lara, dice:
«Manióse sepultar en la capilla de San Juan,
del monasterio de Nájera...., para hacer en ella
un arco y carnero donde estuviesen sus güesos
y los ie Doña Catalina de Orduño, su mujer»;
44
y el P. Sigüenza, que, en su Historia de la Orden
de San Jerónimo , m, u, xxv, escribe: aHoy en
día, después de quince años que ha que está
en el carnero , donde ponen los difuntos de
aquel convento , se ve entero»; y Pedro Malón
de Chaide,que , en la Conversión de la Magda-
lena, dice: a¿No leemos de algunos que, tenién-
dolos por muertos . los han enterrado vivos
en carneros?» ¿Querrá decirnos Escalada, en
vista de estas autoridades, de qué parte será
provincial , ó si es anticuada esta acepción de
la palabra carnero , ó si debe quitarse del Dic-
cionario por no haber existido nunca?
Déjese el indocto censor de criticar defini-
ciones como la de «Carpeño, ña: adj. Natural
del Carpió»; que si son varias las villas, pue-
blos y lugares que así se llaman , el sentido
general en que la definición está redactada, á
todos los comprende, y para eso suelen todos
los Diccionarios dar á definiciones de esa índo-
le ese carácter y sentido general. Porque en-
tonces, ¿en qué quedamos? ¿No llama Escala-
da farragoso libro académico al Diccionario,
porque contiene palabras y acepciones cuyo
carácter castizo y uso autorizado hemos pues-
to ante sus ojos? ¿Cómo ahora encuentra defi-
ciente el mismo libro,porque no desciende á
innecesarios pormenores?
íbamos á concluir, olvidándonos de la pala
bra carlanca, de la cual dice Escalada estas
substanciosísimas palabras:
«Diálogo entre el León y el Castillo (ya sa-
lieron León y Castilla) de las armas de España
que presiden aquello.» (Aquello es la imagi-
naria discusión que , según Escalada , sostienen
los académicos sobre el vocablo carlanca.)
—«En mi reino se dice carranea » (dice el
León enfurecido). Y el Castillo contesta con
pachorra:
—«Y en el mío también, y es mucho más
fácil ce pronunciar.»
«Y hay autoridades confirmatorias tan
irrefagables como la de La Pícara Justina,
donde se lee carrancudo.»
¿Le ven Vds., y qué erudito se va volviendo?
Ya nc es sólo León y Castilla , es, además , La
Picar¿ Justina quien confirma las palabras de
Escahda; y esto ya es algo, aunque poco,
muy ooco ; lo primero, porque carrancudo no
es carlanca, y segundo, porque carrancudo no
es palabra de las que constituyen, por decirio
así, e! nervio del idioma, sino que ha sido ca-
prichosamente formada por gracejo. No es,
por consiguiente , un vocablo clásico en la ri-
gurosa acepción de esta palabra. Pero, en fin,
no qu temos á Escalada el mérito de probar,
por medio del vocablo carrancudo, la existencia
de la palabra carranca. Nosotros vamos á pro-
46
barle, no con derivaciones formadas más ó
menos caprichosamente , sino con la autoridad
de escritores de todas las épocas de nuestra li-
teratura,que esa palabra carlanca
,que recha-
zan el León y el Castillo de Escalada , la admi-
ten la Pragmática de tassas del año 1680, donde
se lee: aCada par de carlancas»; Cervantes, que,
en su Coloquio de Cipión y Bergan^a, escribe:
«Me puso luego al cuello unas carlancas llenas
de puntas de acero», y Fernández de Avellane-
da en su Quijote, cap. XXXIII : «¿No me dirá
á qué fin trae esas carlancas al cuello, que no
parece sino que las traen los mastines de los
pastores de mi tierra?»; y el P. Ovalle, en su
Historia del Reyno de Chile, página 363: «De no-
che les ponen carlancas en el pescuezo»; y Lope
de Vega, en el El mejor alcalde el rey, I. -VI.,
«Al sabueso con el diente
suelen abrir la carlanca »;
y en El hombre de bien,—I.-X.,
«No sé yo
qué carlanca de lebrel
pueda comparar con él »;
y en Castelvines y Monteses.—I. -I.,
«No hay hombre que sin carlanca
traiga su alano valiente »;
y en i\ auto sacramental Pastor, lobo y cabana
celestial, I.,
* Sus mejores ganados
,
sus corderas más blancas
les quito, y á pesar de sus mastines;
porque suelo á bocados
deshacer sus carlancas»;
y Burguillos en uno de sus sonetos
:
« Un lebrel irlandés de hermoso talle,
bayo , entre negro de la frente al anca,
labrada en bronce y ante la carlanca,
pasaba por el margen de una calle » ;
y Matos Fragoso , en El sabio en su retiro y vi-
llano m su rincón, jornada III.,
— i ¿ Es golilla ó pie de amigo
Esto que me han puesto al cuello ?
— No es sino carlanca , insignia
De darte un famoso perro »;
y D. (osé Iglesias de la Casa, en su Égloga VIII,
en alabanza de la vida del campo,
«Y sin carlancas sueltos mis mastines
júbilo muestren»;
y Juai Pablo Forner, en su Epitafio burlesco,
epigrama LXII.,
a Sus dientes y carlancas
Fueron defensa al tímido rebaño»;
43
y Arriaza en La Fábula de las fábulas,
«A tí , alano , á pesar de tus carlancas,
Y,perdiguero , á ti con tanto olfato».
Y ahora bien. ¿Se dice ó no carlanca? ¿Les
parece á los lectores de El Imparcial que la au-
toridad de Cervantes , Avellaneda, Ovalle,
Lope, Burguillos, Matos Fragoso, Iglesias,
Forner y Arriaza, no es una buena carlanca bas-
tante fuerte y poderosa para defender al Dic-
cionario Académico contra la ignorancia im-
pertinente de Escalada?
VI.
i ejemos el abinüio, el db intestato y el
Á verbigracia, porque cualquiera que lea
f| lo que sobre ellos dice Escalada , com-
prende sin esfuerzo que no está muy al tanto
de estas cosas el destemplado crítico,que el
lunes 25 de Enero de 1886, en El Imparcial, nos
dice qu; abigarrar «no viene del latín variegare,
sino de cualquiera otra palabra en que entre el
bis latino ó el bi vascongado». Fíjense bien
nuestros lectores en las palabras que acabamos
de copiar, y que son, como del crítico famo-
so, una lección tan disparatada como todas
las que pretende dar á la Academia, y declá-
rennos :on franqueza qué dirían ó qué pensa-
rían del Diccionario en que encontrasen un
articule encabezado con estaspalabras: «Abiga-
4
50
rrar: a. (De cualquier palabra en que entre
el bis latino ó el bi vascongado.)» Sospecha-
mos que lo menos que podían pensar es que
semejante Diccionario se había cocido en la
mollera de Escalada, porque sólo él es capaz
de descubrir semejantes etimologías. Pues es
lo cierto que , siendo muy pocas las palabras
castellanas cuyo origen puede explicarse por
el vascuence , no es cosa de acudir á él para la
etimología de un vocablo cuyo origen latino
sólo puede ofrecer duda á quien no entienda
palabra de estas cosas; porque si considera-
mos que abigarrar significa dar ó poner á una
cosa varios colores sin unión , orden ni armo-
nía,que es lo mismo que significa el verbo
variegare , equivalente á varium agere , hallare-
mos que con la anteposición del prefijo a,
partiendo de la forma avariegare, y en virtud
de metamorfosis naturales, y de todos cono-
cidas,por apócope, metátesis y refuerzo, que
no se hace preciso explicar aquí, pasando por
la forma abariegar se llegó á abigarrar , sin que
sea admisible la suposición de que el bis lati-
no,que significa dos veces , entre en la compo-
sición de una palabra que expresa la idea de
dar á una cosa ó revestirla de variedad de co-
lores sin orden , armonía ni concierto ; es de-
cir, una palabra que encierra el doble concepto
de variedad en los colores y modo de com-
5«
binarlos; idea, en fin, sin limitación ni deter-
minaron alguna, y en cuya formación , á los
ojos del más ciego en estas materias, no pue-
de admitirse como componente la idea de li-
mitación tan clara y concreta expresada por
la partícula bis.
No nos admira , sin embargo,que ponga
tan ce relieve su ignorancia el desdichado
Zoylo con estas etimologías trasnochadas yde su peculiar invención; lo que verdadera-
mente sorprenderá á nuestros lectores es que
un poco más adelante, y con asombrosa fres-
cura, nos diga: que «no hubiera dejado de ad-
vertir á los señores que. abigotado , á más de
estar ie sobra , no es el que tiene bigote, que
éste e:; bigotudo , sino lo que se parece al bi-
gote». Este disparate, que no es bigotudo ni
abigotado, es en cambio morrocotudo: es
decir, todo un señor disparate, de esos que
nuestro hombre deja caer adrede,porque se
conocs que adrede ha dejado de estudiar estas
cosas para hablar luego de ellas ignorándolas
adrede, y reirse de sus lectores. Si así no fue-
ra, ¿ignoraría que en El Gran Tacaño, XVI,
dijo Cuevedo: «Había en el calabozo un mozotuerto , alto , abigotado , mohíno de cara »
?
Ahora bien: ¿puede sostenerse ante esta auto-
ridad que abigotado sobre en el Diccionario, y
que s gnifique lo que se parece al bigote? ¿Se
52
van enterando nuestros lectores de lo que sig-
nifican y valen las afirmaciones de ese crítico
que tanto escándalo ha movido en El Imparcial?
Pues no acaben de asombrarse, y oigan al pro-
pio crítico, que en el mismo número nos dice:
«No existen las frases beber las acciones ni beber
los acentos; sólo existe la de beber los vientos, lo
cual creo deber advertir á los señores, para
que lo enmienden en adelante». Modestia en-
cantadora,que nos obliga á poner de mani-
fiesto por la centésima vez la sabiduría de este
famoso crítico. ¿Conque sólo existe la frase
beber los vientos? Pues aprenda Escalada todo
lo que se bebe en la fecunda tierra de nuestros
clásicos: Se bebe la sangre, y así, en El apre-
cio de la gracia , IV. -II. , dice el P. Nieremberg:
«Procurando beberías la sangre y deseando ver-
los rabiar». Y Santa Teresa, en el Camino de
perfección, XXXVIII: «Sino que nos andan be-
biendo la sangre y acabando las virtudes». Se
bebe la doctrina, y así dice la Madre María de
Jesús de Agreda en su Mística ciudad de Dios
:
«Mucho cursaron los Apóstoles y discípulos en
ia escuela de Cristo nuestro bien, y bebieron la
doctrina de la perfección en su misma fuente».
Se bebe á alguno el espíritu, y por eso en el
prefacio de la Apología de Tertuliano, dice don
Fr. Pedro Mañero : «Imposible asunto beberle
á Tertuliano el espíritus. Se beben los semblan-
tes y las sospechas, razón por la cual en sus
Panegíricos dijo Fr. Hortensio Paravicino: «Ya
bebiéndoles los semblantes, y ya las sospechas de
ellosx . Se beben las palabras , como se prueba
con aquellos versos de Góngora:
«Lirones siempre de Febo,
Si de Diana , lechuzos,
Se bebían las palabras
En el polvo del conducto».
Se beben las lágrimas, pues el mismo Gón-
gora dice :
«Y los troncos las lágrimas se beben».
Y en sentido figurado, hasta las camisas, ó
sea sí valor, puesto que el maestro D. Manuel
de León, en la página 181 de sus obras poéti-
cas, íscribe
:
«En la taberna se deja
Dos camisas empeñadas,
Que se las pueden beber
Sin ser delgadas».
Y íasta se puede, y esto sí que es maravilla
que r o lo sepa Escalada , beber el freno, puesto
que por algo dijo Juan Suárez de Peralta en su
Trati'do de la jineta y brida : «Los caballos que
suben el freno y le beben y estiran de él, es vi-
cio malísimo»; y en otra parte: «Y asimismo
54
se aprovecha de ella (de la lengua) para subir el
freno y bebelle». Ya ve Escalada que hay más
frases que la de beber los vientos, supuesto que
hemos demostrado que existen las de beber la
sangre , beber la doctrina , beber el espíritu, be-
ber los semblantes , beber las sospechas , beber
las palabras , beber las lágrimas, y hasta beber
el freno. Respecto á beber las acciones y los
acentos , frases que , según Escalada , no exis-
ten , haremos constar que en el Diccionario
español-latino de D. Manuel de Valbuena , París,
:86o, en el artículo beber, se halla, entre otras
frases, beber las palabras, acentos y acciones de
otro, y la traduce loquentis verba , gestas , oculis
haurire, frase ó modo de hablar, cuyo modelo
vio indudablemente el docto académico en
aquellas palabras de la Eneida, IV.-CCCLIX:
«Vocemque bis auribus hausi», y en aquellas
otras del mismo poema , XII-XXVI : « Simul
hoc animo hauri», y aun también en aquellas de
Tito Livio, XXVII. -LI: «Oculis aur¡busque haurire
tantum gaudium cupientes», ó en aquellas otras de
Valerio Flaco, I.-CCLXII: «Stupetin ducibus ma-
gnumque sonantes baurit», ó en cualquiera délas
muchas frases en que los clásicos latinos dieron
á los nuestros el molde perfecto y acabado, en
que vaciaron la castiza expresión de sus pen-
samientos el P. Nieremberg , Santa Teresa , la
Madre Agreda, Fr. Hortensio Paravicino, y
cuantos en mayor ó menor escala perfeccio-
naron y enriquecieron con sus obras el habla
de Castilla.
Ahora bien: ¿qué queda de todo aquello
que, en un arrebato de prosaico lirismo, nos
dice Escalada:
«No existen las frases
Beber las ac
Ni beber los acentos ;
Sólo existe la
De beber los vientos :
'ues queda la colosal frescura de este crítico,
cuya ignorancia corre parejas con su atrevi-
miento;queda además esa presunción que le
hace considerarse superior á todo el mundo, sin
asomo de razón que lo disculpe ; y queda,por
últimD, esa malevolencia incomprensible que
le hace decir que se propone desacreditar el
Diccicnario de la Academia, que , según venimos
demostrando, es el mejor de cuantos se han
publicado hasta hoy en España. ¿Son éstas las
condiciones que deben resplandecer en la crí-
tica, Dará que sea atendida y respetada? Con-
teste oor nosotros el buen sentido y la impar-
cialidid de nuestros benévolos lectores.
VII.
ara que vean nuestros lectores cómo
escribe el indocto censor de la Acade-
13 mia, y á qué altura se encuentra en
materias de gramática, vamos á citar unas pa-
labras suyas, que en verso y todo, y parodiando
al autor de las Doloras, como él dice, copiamos
á continuación
:
¿ Qué dirás que es academia ?
¿Qué dirás
lector de mi alma?
»Pues Academia es 'f. (femenino) lugar ó si-
tio aneno'.... ¡Vaya si lo es, aunque sea mala
concordancia!»
En las palabras que acabamos de copiar,
puede entenderse una de dos cosas:
i." Que «Academia: f.» (femenino) es mala
concordancia.
5 8
2. a Que la mala concordancia está en las
palabras «lugar ó sitio ameno».
En el primer caso, Escalada no sabe que an-
tes de la palabrafenwúno se sobreentiende nom-bre, y que, por tanto, la idea que aquel adjetivo
representa, no se refiere á la entidad Academia,
sino al valor gramatical de este vocablo.
No saber esto es una ignorancia inverosímil.
En el segundo caso, Escalada ha cometido,
quizá adrede , una de esas garrafales que , con
toda la intención que cabe en el error invenci-
ble, suelta á cada momento , sin encomendarse
á Dios ni al diablo; porque, ó las citadas pala-
bras nada significan, ó quiere decir su autor con
ellas que, para hacer una concordancia á toda
ley , debió escribir la Academia «lugar ó sitio
amena». Elijan nuestros lectores lo que más en
gana les viniere, para justificar el sentido del
texto que citamos.
Ahora bien : después de soltar este petardo,
entra el Zoylo ignaro á criticar la definición de
la Academia, y, con aterradora impavidez y en
tono magistral y dogmático , añade : «Pero la
definición sigue diciendo: ' Lugar ó sitio ameno
en uno de los arrabales de Atenas, donde Pla-
tón y otros filósofos enseñaban la filosofía'.
Todo lo cual, y mucho más que sigue, podrá
servir para explicar el origen de la palabra ó
de la cosa, pero no para dar idea de lo que
hoy se entiende por Academia, que era, sin
duda, lo más importante». Estas palabras, que
al pie de la letra copiamos del periódico El
bnparciil, dan la medida exacta de lo que sabe
nuestro lexicógrafo, que ignoraba, por lo vis-
to,que existiera en el mundo semejante género
de estudios , hasta que se vio por sus pecados
metido en su crítica con el agua al cuello ytarquín un poco más abajo. En primer lugar,
el origen de la palabra no se fija por las acep-
ciones diversas que puede tener, y á las cua-
les se refiere indudablemente Escalada con las
palabras «todo lo cual y mucho más que si-
gue». E-l origen de la palabra se fija con la eti-
mología griega que el artículo citado encie-
rra en (1 correspondiente paréntesis. Las dis-
tintas a;epciones, que vienen después, sirven
para explicar, no el origen de la palabra , sino
las transformaciones que con el tiempo ha in-
troducido el uso en la significación del voca-
blo; y esas acepciones están colocadas en el
orden íistórico que les corresponde, y por
eso no se ha puesto sin duda la primera , esa
que tarto preocupa á Escalada, porque lo pri-
mero que se llamó Academia fué el jardín de
Academo , donde Platón enseñaba su filosofía;
despué; recibió el mismo nombre la escuela
fundada por el gran filósofo. Más tarde, los
latinos dieron por extensión este nombre á la
6o
escuela en donde se enseñaban con toda la am-
plitud posible las ciencias; y de aquí vino que
nuestras Universidades se llamaran Academias,
y así la famosa de Alcalá se llamaba Academia
Complutense, y de la insigne Universidad de
Salamanca dijo ya Lope en su Circe :
«Os dio por tanto lustre agradecida
Del Tormes la Academia generosa.»
Hasta más adelante no vino el llamarse Aca-
demia la Sociedad de personas literatas ó facul-
tativas , establecida con autoridad pública para
el adelantamiento de las ciencias, buenas le-
tras, artes, etc. De suerte que el disparate
hubiera sido colocar la primera una acepción
que, por el tiempo en que aparece y por la dis-
tancia á que se encuentra de la primitiva, no
debe ocupar en el artículo otro sitio que el que
ocupa. Por lo demás, sólo para quienes, comoEscalada , ignoren la forma y modo de colocar
en un artículo las acepciones del vocablo que
lo encabeza,podrá ser verdad aquello de que
«todo lo cual y mucho más que sigue, no po-
drá servir para dar idea de lo que hoy se en-
tiende por Academias. Los que conozcan las
leyes á que ha de someterse este género de
trabajos, comprenderán de sobra que el artículo
de que se trata , como todos los que contiene
el excelente Diccionario académico, está es-
rigor lógico y una escrupulosi-
dad histórica muy evidentes, sí,pero que no
puede i estar al menguado alcance de lexicó-
grafos y filólogos que preguntan en letras de
molde quién es Federico Diez.
Pero no es sólo en la lógica lexicográfica
donde brilla la ciencia de Escalada ; es también
en la sinonimia castellana donde se atreve á
penetrar , tan á ciegas y dejado de la mano de
Dios, que da lástima verle. Quien lo dude, lea
estas palabras suyas, en que suelta , no sabe-
mos s también adrede, porque hasta ahora no
lo ha dicho que sepamos , una verdadera es-
puerta de desatinos, que, trasladada aquí á la
letra , dice así : «Por último , adorar , señores
académicos, no es reverenciar, ni besar la mano
al Pa£a, á quien,para inteligencia de Vds., no
se le suele besar la mano , sino el pie; ni reve-
rencia es lo mismo que respeto, ni respeto es lo
mismo que acatamiento ,porque acatar, aunque
Vds. r o lo digan , se parece mucho más á obe-
decer-».
Para deshacer este enredijo, hay que tener en
cuente que la Academia no dice que adorar es
reverá ciar , sino «reverenciar con sumo honor
y respeto á un ser, considerándole como cosa
superior y divina»; y por eso, sin duda, en el
Valerio de las Historias, IX.-III.-II. , se lee: «El
Dios ce Elias es Dios de Israel, y adoráronle»;
02
y en la Historia de Nueva España,por Solís,
III. -II. : «Con igual obligación de adorar y reco-
nocer á nuestra primera causa». Respecto á lo
de que «adorar no es besar la mano al Papa»,
como ha dicho que no se le suele besar la mano
sino el pie, y al menos parece que no niega
que se le besa la mano , nos contentaremos
con citar aquí la autoridad de Mariana,que en
su Historia de España, XXI. -XIV. , dice: «En el
Concilio Basiliense, últimamente condenaron
al Papa Eugenio, y adoraron á Amadeo, á cinco
de Noviembre, con nombre de Félix quinto».
Tampoco dice la Academia que reverencia
sea lo mismo que respeto, sino «respeto ó vene-
ración que tiene una persona á otra»; y así
debió entenderlo quien en la Nueva Recopila-
ción, I. -II. -IV., escribió: «Yque las iglesias sean
tratadas con gran reverencia, porque son casas
diputadas para la oración y servicio de Dios»
;
y Ambrosio de Morales, VIII. -XV.: «Añadió
también Sertorio grandes mañas, que con su
severidad y mesura hacía pareciesen dignas
de mucha reverencia y). Ni dice tampoco la Aca-
demia que respeto es lo mismo que acatamiento,
sino que es «miramiento , veneración , acata-
miento (sin lo mismo), que se hace á uno»; yque así es, puede verse en las obras de Am-brosio de Morales, VIII. -VIII., que dice : «Para
que todos le tuviesen el respeto y acatamiento
izóles á tratar con alguna aspe-
y por eso mismo la Academia no
ha dicho que acatamiento sea respeto , venera-
ción, etc., sino «la acción y efecto de acatar».
Así como acatar lo define en la primera acep-
ción , venerar, respetar, en contra de lo cual
afirma Escalada que se parece mucho más á obe-
decer. Y, efectivamente, aunque lo de que se
parece mucho más á obedecer es muy elástico
y nada propio de la precisión y exactitud que
debe dominar en el lenguaje cuando de estas
materias se trata, vamos á demostrar que, con
efecto, acatar y obedecer no se parecen, comono sea mirados tan de lejos como está Escalada
de la ciencia filológica. En primer lugar, son
palabras de distinto origen : acatar es un com-
puesto de a y catar, que procede del bajo latín
captare , mirar atentamente , de donde le vino
la significación de respetar ó venerar, por la
atención que el que venera ó respeta pone en
no ofender, aun por descuido, al objeto respe-
tado ó venerado. Obedecer, procede del latino
obedire por obaudire, compuesto de la prepo-
sición ob y anuo, obedecer; y de aquí que
obedecer sea cumplir la voluntad de quien
manda. De modo que, lejos de parecerse, se
diferencian en que acatar es venerar y respetar,
y, por tanto, y como consecuencia de la vene-
ración y respeto, obedecer; y obedecer es cum-
64
plir lo que ordena el que manda, respétesele ó
no. La idea de acatar es más general y de ma-
yor extensión ; obedecer representa una idea
menos general y extensa : el que acata, obe-
dece siempre ; el que obedece, no siempre aca-
ta , como ocurre cuando cede á la fuerza mate-
rial ó á la presión de. las circunstancias. Las
siguientes autoridades pondrán más en claro
esta doctrina: Juan de Mena, en la copla 257,
dice
:
«A su señor propio no viene acatando»;
en donde se interpreta que no sólo no obedece,
sino que el que tal hace , no tiene hacia su pro-
pio señor veneración ni respeto. En la Crónica
General, 111. -II. , se lee: «Y que les enviase un
rey á quien acatasen»: es decir, un rey á quien
tuviesen veneración y respeto suficientes para
cumplir su voluntad ú obedecerle. Todavía se
ve más claramente esta diferencia en el deri-
vado acatamiento. Dice el Comendador Griego,
Sobre las trescientas de Juan de Mena : « Las
estatuas de los Dioses Troyanos las llevaron á
Roma, y los romanos las tuvieron en muchoacatamiento» , es decir, en gran veneración, yFr. Luis de Granada, en la Escala espiritual
:
«Poderle hablar con el acatamiento (es decir,
respeto) y reverencia que se le debe». L
mismo confirma el uso que del participio
65
lado hace Juan de Mena en la copla 10, dondedice :
«Más bien acatada tu varia mudanza
Por ley te gobiernas maguer discrepante »
;
donde acatada vale tanto como respetada. Yen las Partidas, I. -I. -IV. : «Complidas decimos
que deben ser las leyes e muy cuidadas e muyacatadas», donde cualquiera comprende que
el legislador no se contenta con que las leyes
sean cumplidas, es decir, obedecidas; sino
que exige además que este cumplimiento nazca
de la veneración y respeto que deben inspirar
á los que han de obedecerlas. Respecto á obe-
decer, está tan lejos de significar la idea de ve-
neración ó respeto, que D. Antonio de Fuenma-yor, ea su Vida de San Pío V, escribió : « Pero
un ánimo altivo y para mandar, pasa délos
límites de buen subdito cuando ha de obede-
cer»; es decir, que el ánimo altivo, el ánimo
que mira á los demás, no con el debido respe-
to y consideración, sino como Escalada mira
á los que saben más que él , con desprecio,
puede obedecer. Pero todavía resalta más la
diferencia que entre acatar y obedecer hemos
notado , en aquellas palabras de Antonio de
Herrera, que en su Historia General de las In-
dias, IY.-VI.-V. , escribe : « Desde allí corría la
tierra; y los indios
,por no obedecerle, se retí-
5
66
raban » ; es decir,que los indios
,por lo mis-
mo que no sentían respeto ni veneración , se
retiraban para no verse obligados á cumplir
por la fuerza una voluntad que no respetaban
ó acataban.
¿Después de esto, se atreverá á sostener Es-
calada que acatar se parece más á obedecer?
¿Se van enterando ya los lectores de El Impar-
tió! de que por el sistema de Escalada no es
difícil ostentar el ingenio de que alardea el inge-
nioso colaborador filólogo, lexicógrafo, natu-
ralista, etc., etc., que así ignora el origen yacepciones de las palabras castellanas, comolos nombres y hasta la existencia de las plan-
tas más vulgares y conocidas?
VIII.
n un periódico, de cuyo nombre no hay
por qué acordarse , leemos lo siguien-
te: «Aun cuando El Imparcial, fiel á sus
tradiciones deparcialidad liberal, se ha rendido
á discreción á la Academia, según nuestras no-
ticias, negando el campo á nuestro amigo para
seguir desmenuzando la pandorga académica,
creemos que el Sr. Valbuena seguirá criticando
al Diccionario en la misma forma que hasta
aquí, valiéndose de algún periódico que no sea
accesible á los asaltos de la opulenta corpora-
ción».
Las anteriores líneas se publicaban el día de
Año Nuevo : de entonces acá El Imparcial ha
dado á luz tres artículos de Escalada. ¿Sabe El
Imparc ;ál quién es el autor de estos lamentos?
Nosotros lo ignoramos; pero quizá pueda cer-
ciorarla ese Sr. Valbuena de quien se habla en
I
63
el suelto copiado arriba, ó si no, el mismo Es-
calada, que, según dicen, tiene mucha manoen el periódico no citado. Pero, en fin, sea
quienquiera el autor, á nosotros nos tiene sin
cuidado, y nos contentamos solamente con ha-
cer constar que así paga el demonio á quien le
sirve. Hecho esto, entremos en materia.
El lunes, i.° de Febrero de 1886, estampaba
en El Imparcial su ingenioso y agradecido cola-
borador, estas palabras: «La cual (la Aca-
demia) sigue diciendo que acogollar es 'cubrir
las plantas delicadas con esteras , tablas ó vi-
drios';que la etimología de adelante es de a y
delante ( ¡qué saber
!); que el aderezo es un jtie-
go; que adobe es un 'ladrillo que se usa sin co-
cer'», etc., etc. ¿No es esto, preguntamos nos-
otros , un juego, y muy cabal ciertamente, de
despropósitos inverosímiles? Admírase Esca-
lada de que en el Diccionario se diga que ade-
lante se compone de a y delante. ¿Y qué vamos
á hacerle si es así? ¿O es que le pareció que
por ser tan evidente y clara no debió incluirse
en la obra académica semejante etimología?
¿Pero entonces, no hubiera venido el avina-
grado crítico asombrándose de que los aca-
démicos no supieran cosas tan elementales ysencillas? En fin , dejémoslo ; consignemos so-
lamente el hecho como muestra elocuentísima
de lo que sería un Diccionario á lo Escalada.
6 9
Según él , dice la Academia que «acogollar es
cubrí - las plantas delicadas con esteras , tablas
ó vidrios», aunque la Academia añade 'para
defenderlas de los hielos ó lluvias', y esto que
el crí:ico infeliz considera un disparate colosal,
le pareció á D. Manuel de Balbuena que debía
decir;;e en latín Plantaría cooperire, es decir, que
significaba , como dice la Academia , cubrir las
plantas con los medios apropiados para defen-
derlas de la intemperie.
Tampoco dice el Diccionario que el aderezo es
xxnjuigo; lo que dice, y por cierto en la cuarta
acepción de esta palabra, esqucadere^o significa,
«juego de varias joyas más ó menos ricas con
que S2 adornan las mujeres, y que se compone,
por lo común, de collar .pendientes y manillas
ó pulseras». Expuesta así la definición, y no
como Escalada la presenta, partida por la mi-
tad, nada tiene de censurable, y menos de risi-
ble. Como parece que lo del juego es el argu-
mento Aquiles que contra la cuarta acepción de
aderezo lanza el pedante crítico , resulta que si
nos enpeñamos en librarle de la acusación de
mala fe por truncar tan sin conciencia defi-
nición tan completa y exacta, hemos de ver-
nos obligados á afirmar y demostrar, según
nuestra costumbre,que Escalada no sabe que
juego entre otras acepciones , tiene la de con-
junto de varias cosas relacionadas entre sí y
7o
que sirven todas para un determinado objeto;
y así en el lenguaje familiar y corriente sabe
todo el mundo , menos Escalada , lo que es un
juego de café,por ejemplo
; y también debía
entender algo de esto D. Antonio Palomino,
cuando en su obra titulada Vidas de Pintores, es-
cribió: «Hizo Lucas de orden de Su Majestad
un juego de láminas admirable». ¿Qué hay,
pues , de absurdo en llamar juego al conjunto
de joyas más ó menos ricas, que tienen comoobjeto determinado el que con ellas se engala-
nen ó aderecen las mujeres, pues que en la pá-
gina 89 de su Adviento y Cuaresma, dijo de ellas
Fr. Hortensio Paravicino: «Que para adere-
zarse y adobarse no les falta tiempo » ? Cierta-
mente que no aparece el absurdo, y menos si
se tiene en cuenta que también se llama aderezo
al juego ó conjunto de objetos que constituyen
los arreos de un caballo, y, en general, á la
colección ó juego de cualesquiera objetos ó
piezas, que, relacionados entre sí, se destinan á
un fin determinado: y por eso dijo Espinel en
su Escudero Marcos de Obregón,
página 79:
«Vi que unos gitanos estaban vendiendo un
macho, muy hechas las crines, con su jalma ydemás aderezos»
; y Anastasio Pantaleón , en
la página 73 de sus obras:
iMandásteisme un aderezo
De paño para un vestido» ¡
7»
y en la Pragmática de tasas del año 1680 , en
el folio 30, se lee: «Dorado de un aderezo de
espada y daga liso, cuarenta reales». Queda,
pues , demostrado que aderezo significa, en ge-
neral, juego ó colección de varias cosas relacio-
nada:; entre sí, y que sirven todas para un de-
terminado objeto.
Según el texto que literalmente dejamos co-
piado arriba, censura Escalada que diga la
Academia que «adobe es un ladrillo que se usa
sin cocer». Como en un erudito y concienzudo
artículo, que publica El Día el 23 del corrien-
te, se prueba por concluyente manera la igno-
rancia del colaborador de El Imparcial, adu-
ciendo en pro de la definición académica auto-
ridades tan respetables como el Manual del
Albañil, por Marcos y Bausa , los Diccionarios
de Arquitectura de Clairac y Bails, y el Dic-
cionario de Terreros, por nuestra parte remiti-
remos al lector á ese artículo, para que se
entere de lo que entiende de adobes Escalada,
que, con ser tan poco, viene á ser casi lo mis-
mo que lo que entiende de materias filológicas.
Cialquiera que no fuese este crítico de im-
pavidez asombrosa , se hubiera dado por satis-
fecho con soltar esta sarta de disparates;pero
Escalada no es de los que se contentan con
poco en este punto, y, llevado de la comezón
del desatino, añade: «No importa que diga
72
(la Academia) que aladrar es verbo activo, y lo
mismo que arar , cuando es recíproco y signi-
fica corromperse la carne». ¿Por qué es recí-
proco aladrar y significa corromperse la carne?,
preguntarán nuestros lectores. Pues muy sen-
cillo : porque lo dice Escalada, y boca abajo
todo el mundo, aunque haya quien recuerde
que en Aragón el arado se llama aladro , y que
allí aladrar, por consiguiente, es lo mismoque arar. Pero lo bueno del caso es que el sa-
pientísimo filólogo rechaza el verbo aladrar yno el nombre aladro, que está en la obra aca-
démica separado de aquél por un espacio de
tres líneas. Mas por si alegara que al no admi-
tir el derivado aladrar rechazaba también el
primitivo aladro , le diremos que si bien arado
parece haber obtenido del uso una sanción másgeneralmente aceptada, en cambio aladro, sin
estar excluido por el uso, es palabra más cas-
tiza, es decir, de más noble abolengo y que
encaja mejor en el árbol genealógico de la fa-
milia, por lo mismo que desciende en línea
recta del latino aratrum, con parentesco más
próximo que arado; puesto que del ablativo
aratro , sin más que convertir la lingual aspi-
rada vibrante r en la lingual sonora vibran-
te l y suavizar la fuerte dental / convirtién-
dola en d, se formó aladro, de una manera
naturalísima , al paso que, para formar arado
73
de aratw , además de convertir la dental fuerte
t en su correspondiente suave d, hubo necesi-
dad de una violenta contracción (que en casos
parecidos se verifica pocas veces en las termi-
naciones de los vocablos) para que desapare-
ciera la segunda r en la palabra castellana. Si
por su formación la voz aladro es más castiza
que arado,¿qué inconveniente puede haber en
admitir el verbo aladrar, que por igual proce-
dimiento, y con la apócope de la e final , se
formó c el latino aratrare, derivado de aratrum?
Ciertamente que ninguno, pues que, además de
enriquícer el idioma, ostenta aladrar abolengo
tan castizo, que sin duda por eso, y por algu-
nas otras razones, D. Manuel de Balbuena lo
admite en su Diccionario Español-latino , donde
dice: «Aladrar, v. a., y Aladro, v. Arar yArado». Es decir
,que D. Manuel de Balbuena,
conocedor profundo de las lenguas latina ycastellana, decía sobre este particular lo mismoque dice la Academia, y lo contrario de lo que
afirma el crítico de los Ripios.
Mas no se- crea que paran aquí los inmo-
destos alardes de ese crítico,que ha conver-
tido su ignorancia en base y fundamento de
sus ataques, que más que al Diccionario ofen-
den á la lógica, y en prueba de ello, al si-
guiente lunes comienza con estas palabras,
que, sin ser un prodigio de modestia y come-
74
dimiento, son, en cambio, la expresión más
elocuente y acabada de la pedantería más ne-
cia y ridicula : «Acalandar, señores académi-
cos, no es prohibir ni es nada, como no sea la
pronunciación gallega de acallantar,que es
como se dice en León y Castilla, y vale lo
mismo que acallar, sosegar, consolar, aunque
Vds. no lo sepan». Y díjolo Blas, ó Cataclismo,
ó Escalada, que, sin ser tres personas distintas,
son un solo pedante verdadero y de tomo ylomo
; porque noten nuestros lectores que
cuando este hombre asegura que tal ó cuál
cosa se dice de este ó del otro modo en León
y Castilla, lo dice en un tono y en tal forma,
que parece haber soltado la ultima ratio , sin
ver el infeliz que, á fuerza de inventar dispa-
rates para acumulárselos á León y Castilla,
va haciendo creer á todo el mundo que en
cualquier parte de España se habla el caste-
llano mejor que en aquellos nobilísimos reinos,
á quienes, después de todo, nadie ha concedido
ni reconoce hoy el privilegio exclusivo de ha-
blar con absoluta propiedad y pureza nuestia
lengua; y eso que no dudamos que en León yCastilla hablarán los Escaladas como Dios les
dé á entender; pero con seguridad no habrá
allí una sola persona culta y literata que ignore
que en la copla 1,677, y hablando de ciertos
clérigos que no querían renunciar á ciertas
75
libertades que les prohibía su Prelado, dijo el
famoso arcipreste de Hita :
«Fcbló en pos aqueste el chantre Sancho Munnos
Dis: squeste arzobispo non sé que ha con nos,
Él quiere acalandarnos lo que perdonó Dios
Por eide yo apello en este escripto : avivad vos».
¿Puede nadie, en vista de esta autoridad, afir-
mar eit cathedra que acalandar no es prohibir,
ni es nada? ¿Quién es aquí el que no sabe, la
Academia, que interpreta acalandar en su ver-
dadero sentido de prohibir ó hacer que cese
alguna cosa, y que además considera anticua-
do este verbo, ó Escalada, que niega todo esto
y que supone que semejante palabra es pro-
nunciación gallega de acallantar? Confesemos,
sin embargo,que eso de que acalandar es pro-
nuncie ción gallega, no deja de ser un detalle
precioso para calcular los puntos que calza
en la ciencia filológica este sabio improvisado,
que hi conseguido dejarse muy atrás á aquel
otro cue hizo su reputación asando la manteca.
IX.
AYdías aciagos sin duda alguna. En uno
de esos días levantóse Escalada lleno de
bélicos alientos, y, entrándose resuelto
y animoso por las columnas del Diccionario aca-
démico, hizo en las palabras que empiezan con
la letra A tan horroroso desmoche, que apenas
quede títere con cabeza á los airados golpes
de su fiero enojo. Hazaña singular fué aquélla,
y por más de un concepto digna de estupendo
asombro, y sólo comparable á la que el famo-
so Hidalgo D. Quijote de la Mancha llevó á
cabo v término feliz contra el inofensivo reta-
blo de Maese Pedro. ¡Qué gran jornada aquella!
Tan grande,que en un arrebato de satisfecho
orgul o, hizo exclamar á Escalada: «Todas esas
seiscientas y pico de palabras , de las que se-
guramente no habrá un lector que entienda ni
el pie 3 , están en el nuevo Diccionario de la Len-
78
gua Castellana por la Real Academia Española,
en la duodécima edición , acabada de imprimir
en Madrid en el año de gracia de 1884.— Seis-
cientas y tantas palabras inútiles y desconoci-
das casi por entero , sin salir de la primera le-
tra , de la letra A», etc.
Claro es , como comprenderán nuestros lec-
tores, que en esa lista ha puesto Escalada , no
todas aquellas palabras que él no entiende,
porque entonces hubiera incluido en ella el Dic-
cionario entero , sino aquellas únicamente que,
á su juicio, no conocen sus lectores. Lo cual,
si no habla muy alto en pro de la opinión que
de ellos tiene este crítico-filólogo , en cam-
bio demuestra con toda evidencia y claridad
que Escalada desconoce nuestra lengua por
completo, y hasta las más populares obras de
nuestros escritores más insignes.
Para que no se nos tache de crueles con un
adversario deshecho y confundido, y de quien
ya la opinión pública ha formado concepto
cabal y justo , vamos á perdonarle las seiscien-
tas palabras comprendidas en su lista famosa;
lo primero, porque nos place ser generosos, y
lo segundo,porque, metidos en el intrincado
laberinto de la ignorancia que atesoran los es-
critos de Escalada, no un artículo ni dos, pero
ni un libro sería suficiente á rebatirlos, y ni
los dislates del Zoylo ignaro merecen de núes-
79
tra parte trabajo tan enorme, ni la bondad de
nuestros lectores nos autoriza á cometer con
ellos semejante abuso. Por eso vamos á con-
tentarnos con el pico ,porque el pico no se lo
hemos de perdonar á Escalada , al menos por-
que una vez más se vea que no hablamos á
humo de pajas.
Han de saber, pues, nuestros lectores que
en esa lista de palabras inútiles y desconocidas
(para Sscalada), incluye el crítico famoso las
siguientes: «acibarrar, adquisito, adunco, adu-
nia, alo, afrisionado, aho, ajobar , albengala,
albórbDla, alcaller, aleto, alfana, alhombra, al-
hombiar, almalafa, almarada, almofrej, almué-
dano, amurcar, andábata, andorra, andularios,
andulencia, aparir, apetite y aquistar».
Empezando por acibarrar y adquisito , pala-
bras que Escalada considera inútiles, haremos
constar que se hallan usadas por Fr. Luis de
Granada, el Cicerón español, cuando en el Sím-
bolo dí la fe, IV. -I. -XVI., dice: «A los chiquitos
que por ventura tiraban de su pan y asidos se
colgaban de él, acibarraban á las paredes». Y en
la prcpia obra, II. -XXXV. : «El conocimiento
de Dios natural y adquisito con ser pequeño yno muy cierto». La palabra adunco, otra inútil
para Sscalada, se encuentra en las Soledades
de Góngora, una de las obras más exentas de
los defectos del culteranismo que aquel malo-
8o
grado ingenio hizo florecer en España, y en la
cual dice :
« Examinando con el pico adunco
Sus pardas plumas el azor Britano ».
Adunia, vocablo también inútil para el exi-
mio crítico, se encuentra en el Quijote , II. -L.,
donde se lee: «Saca de la caballeriza huevos,
y corta tocino adunia , y démosle de comer
como un príncipe». El sustantivo afo , lo usa
también Cervantes en su Historia de Persiles ySegismunda , IV. -I., donde, á pesar de la opi-
nión de Escalada, se lee : «Campos hay en la
tierra que nos sustenten, y chozas que nos re-
cojan, y afos que nos encubran».
Quevedo, en Las Musas, V.-VII., sin tener en
cuenta la infalible opinión del pobre Zoylo,
usó el adjetivo afrisionado cuando dijo:
« No bien acabó sus lloros,
Cuando un gato afrisionado
,
Que hace la santa vida
En un refítorio santo »
El mismo Cervantes , en su Persiles y Segis-
munda, III. -X., incurrió en la excomunión ma-yor del crítico máximo de El Imparcial, usando
el vocablo abo , cuando, sin saber, por lo visto,
lo que hacía, escribió: «Y á Dios abo, que tan
buen pan hacen aquí como en Francia». Y el
P. Nieremberg, en sus Obrasy días, IV., incurrió
en la misma gravísima censura por el empleo
del vt;rbo ajobar, cuando decía: «No dio la
Naturaleza al cuerpo una fuerza para levantar
plomo, y otra para tirar piedras, y otra para
ajobar cargas». Ni tuvo para nada en cuenta
la opinión de este deliciosísimo Geroncio, el
Fénix de los Ingenios , cuando, en su comedia
Quien bien quiere tarde olvida, usó la palabra
albengtla en aquellos versos:
«Almaizales, almalafas,
albengalas, alcandoras».
Ni anduvo, por lo visto, muy acertado Que-
vedo en el uso del vocablo albórbola, cuando,
en su Gran Tacaño, XVI., escribió: «Fui llevado
abajo, donde me recibieron con mucha albór-
bola y placer los camaradas y amigos». YCervantes fué, sin duda, un escritor ramplón
y de poco más ó menos, como lo prueba el
el uso que hizo del nombre alcaller en aquellas
palabras de su Ingenioso Hidalgo, II.-XXX.: «Que
esto que llaman Naturaleza, es como un alca-
ller qu*: hace vasos de barro». El mismo pe-
destre gusto demostraron al usar el sustan-
tivo ahto el P. Ovalle, que en su Historia del
Reyno de Chile, folio 349, dijo: «Gustaba mu-
cho de la real caza de la cetrería,para cuyo
efecto enía muchos jerifaltes, pigargos, nietos
y azons»; y Alfonso Martínez de Espinar, que
en su Arte de Ballestería, escribió : «El aleto es
una especie de halcón que se cría en las Indias,
82
pequeño de cuerpo,pero de generoso ánimo»;
y el mismo Lope, que tuvo el mal acuerdo de
escribir en la Circe:
« No de otra suerte el corvo pico imprime
Aleto indiano en tímidas torcaces».
Alfana es otro vocablo inútil y desconocido
para Escalada,que sin duda no ha leído aque-
llas palabras del Quijote, de Cervantes, I. -XVIII.:
«El otro que carga y oprime los lomos de
aquella poderosa alfana.... es un caballero no-
vel», ni aquellos versos de Lope, en su Jeru-
salén Conquistada:
cEn turca aljana que con varias pintas
La piel de letra arábiga manchaba
,
Sobre color overa que en dos cintas
Verdes, crin y codón negro enlazaba».
Aihombra y albombrar deben , según Escala-
da , excluirse del Diccionario de la Lengua
Castellana , aunque Rui González de Clavijo
escribiera en su Embajada al Tamorlán , pá-
gina 45 : «É por el suelo había albombras é este-
ras de junco»; y Luis del Mármol, en su Re-
belión de los Moriscos , I. -XIII. : «Baeza , donde
se labran ricas albombras»; y Cervantes, en su
Ingenioso Hidalgo , I.-L. : «Y haciendo mesa de
una aihombra.... se sentaron y comieron allí»;
y Juan Fragoso, en su tratado déla erisipela:
«Es una inflamación y encendimiento que se
extiende por el cuero, á la cual los latinos
83
llaman ignis sacer , los bárbaros spina y los cas-
tellanos alhombra » ; y Quevedo, en su Vida de
San Pablo: «Alhómbranle con sus vestiduras las
calles o.
Tampoco convinieron con el destemplado
censor en la inutilidad del sustantivo almala-
fa, Lope de Vega en los versos arriba citados,
ni cuando en su Dorotea, pág. 216, dice: «Pues
era cierto que me había de llevar esta desdicha
al infierno envuelta en una almalafa» /ni Cer-
vantes,que en su Ingenioso Hidalgo, I.-XXXVII.
,
escribe : a Traía vestida una almalafa, que des-
de lo:, hombros hasta los pies la cubría»; ni
Góngora, en uno de cuyos romances se lee:
<i Escondiendo el dulce caso
Entre almalafas de seda»
.
En igual desacuerdo se encuentran con el
crítico de los ripios respecto al uso de la pala-
bra ah tarada , D. Diego Hurtado de Mendoza,
que er. su Guerra de Granada escribió : «Al en-
trar er la choza, le dio con una almarada por
debajo del brazo, y lo mató»; Quevedo, que en
Elenttemetido, la dueña y el soplón , dice : «Esta-
ba rodeado de senadores, que con almaradas
afdadas mal se defendían de su rabiosa furia».
Ni pu lo sospechar jamás Lope de Vega los
descubrimientos filológicos que , andando el
tiempe , había de hacer Escalada , cuando en su
84
comedia El perro del Hortelano, usóla inútil
palabra almofrej en aquel verso:
«Almofrejes y jergones i>
.
Mas no es extraño que incurriera en este gra-
vísimo defecto el Fénix de los Ingenios, que si
como literato valía algo , no tanto como Esca-
lada , al fin no se metió en su vida en filolo-
gías ; lo grave del caso es que el P. Guadix yel P. Alcalá y Urrea se calentaran los sesos
en eruditas disquisiciones sobre el origen de la
inútil y desconocida palabra almofrej.
Otra palabra que por inútil y desconocida
rechaza el ingenioso filólogo es almuédano, ytendría razón, si no existieran en el mundo la
Historia de Ultramar, III. -II. , donde se lee : «Ha-
bía tres torres altas en que subían los almuéda-
nos de los moros»; ni el capítulo 123 de la Cró-
nica del Cid, allí donde se dice : « Mandó poner
en la torre onde llaman los almuédanos campa-
nas que llamasen á los hijos de Dios á las ho-
ras»; ni la Guerra de Granada, I. -XIII. , donde
escribió D. Diego Hurtado de Mendoza : «Di-
cen almuédano al hombre que á voces los con-
voca á oración, porque en su ley se les prohibe
el uso de las campanas».
También amurcar , andorra y andularios son
palabras inútiles y que están de más en el léxi-
co de nuestra lengua; hemos dicho mal , de la
«5
lengua de Escalada,que no es la lengua de la
verdad, según demuestra por evidente modo
el comunicado que, suscrito por la casa edito-
rial de las obras de la Academia, publicó el
martes último El Imparcial en sus columnas;
pero que estén de más estas palabras en el Dic-
cionario de la lengua castellana , lo niega ter-
minantemente Quevedo, que en Las Musas,
VI.-LXXXIV. , escribió :
« Amotinada la edad,
El cuerpo se le espeluza.
Los Eneros se le encienden,
Las canas mismas amurcan»;
y en la Fortuna con seso : «Y lo negro á quien
apelan las venganzas de las andorras»; y en
otro lugar de la misma obra : «La dueña, en-
tendiendo que se había vuelto loca, echó á co-
rrer con los undularios».
Andábata es también palabra inútil y desco-
nocida , una de las seiscientas y tantas víctimas
del crítico desatentado , á pesar de que en sus
Rimas dijo D. Félix de Arteaga :
«Opone el toro que diestro
Si bruto andábala esgrime
Sobre los ojos las armas,
Sobre las armas las lides».
Lo extraño es que Escalada se ensañe en pala-
bras como andulencia y apetite; pues si bien Cer-
vales usó esta palabra en el Qiiijote , II. -XIV.,
86
donde dijo: «Cuando andemos buscando apeti-
tes, para que se acaben antes de llegar á su
sazón y término», nada tiene de particular
que Escalada no lo sepa ; lo que verdadera-
mente nos asombra, es que ignore que ambas
palabras se encuentran en La Pícara Justina,
con quien, según noticias recientes, ha hecho
relaciones el crítico famoso , aunque no deben
ser muy íntimas , cuando no sabe que en la
pág. 62 de la citada obra , se lee: «La verdad
es que yo no había menester mucho apetite , ni
me costó muchos pellizcos»; y más adelante,
en la ni: «Ya yo he andado en esas andulen-
cias y he visto la leonera».
Por último, aparir y aquistar son para el
censor indocto voces que no se deben incluir
en el Diccionario , aunque en su comedia Las
Batuecas, dijera Lope:
«Y hacen aparir por las riberas
Fantasmas de la altura de cipreses»,
y aunque escribiera Fr. Hortensio Paravicino,
en sus Panegíricos, pág. 359: «Aquistó crecidos
aplausos», y aunque en el Quijote, II.-LIX., se
lea: «Porque la sangre se hereda y la virtud
se aquista ».
De todo lo expuesto se infiere que , si por
la ignorancia de Escalada hubiéramos de calcu-
lar las palabras que en el Diccionario sobran,
87
el Diccionario, sino
castellana ; mas si
lectura de nuestros
habría que suprimir, no
hasta la misma lengua
hemos de juzgar por la
buenos clásicos , entonces hay que convenir
en qje para interpretarlos hace falta un léxi-
co tan completo y concienzudamente escrito
coma el de la Academia Española.
¡Terrible argumento el del pobre Zoylo!:
«Seiscientas y pico de palabras de las que segu-
ramente no habrá un lector que entienda ni el
pico , están en el nuevo Diccionario de la Len-
gua Castellana por la Academia Española».
¿Paia qué creerá este grandísimo Escalada que
se escriben los Diccionarios, sino para explicar
la significación de las palabras que los lectores
no entiendan?
X.
ecididamente Escalada es un hombre
terrible por su frescura.
Un día, aprovechando un descuido de
El Imparcial, anunció urbi etorbi que la Acade-
mia Española no había pagado la edición de su
Diccionario porque no se vendían ejemplares.
La cisa Hernando, encargada de imprimir yvendsr las obras de la Academia
,publicó en El
Impacial mismo un comunicado, en que, bajo
la fe de su honrado nombre y la autoridad de
sus 1 bros comerciales, afirmaba que en menos
de dos años se habían vendido la friolera de
die% nil ciento ochenta ejemplares, y que esta-
ba,por consiguiente
,pagada la edición. Esca-
lada quedó desmentido de la manera más
terminante; pero él se tragó aquel solemne men-
tís , como se hubiera tragado aunque fuera un
9o
paraguas abierto, y el lunes de Carnestolen-
das publicó, como si tal cosa , la vigésimaoc
tava de sus lucubraciones crítico-filológicas,
tan llena de sapos y culebras,que sólo puede
compararse á cualquiera de las otras veinti-
siete.
Quien lo dudare, lea, si se atreve, la última
broma de carnavalesca crítica que en El Im-
parcial da Escalada á sus lectores ; broma que
comienza con un párrafo insípido de esos que,
cuando se mete á literato , compone el Zoylo
indocto con las palabras que el Diccionario de
la Academia declara anticuadas porque lo son.
La broma, aunque deslavazada, insulsa y pe-
dantesca, como de Escalada , no ha llamado la
atención de nadie, y se ha confundido entre
las muchas que han hecho ya cursi el Carnaval
entre nosotros.
Después de terminar el susodicho párrafo,
pregunta Escalada , como cualquier persona
mayor: «No lo entienden Vds., ¿eh? Pues ahí
donde Vds. lo ven, es lenguaje académico
puro». Lenguaje académico para Escalada . es.
según de sus escritos se desprende , lenguaje
disparatado, asnal y hasta cabruno. Ahí está,
para ignominia suya , la colección de sus ex-
abruptos, que no nos dejará mentir. Por eso
vamos á probarle, por la centésima vez,que
ese lenguaje académico,que tan duramente ca-
lifica Escalada, es para las personas cultas yversadas en letras el lenguaje castellano puro
y castizo, y que esas palabras, de las cuales
tan sin razón se burla, dando á entender que en
el Diccionario están de sobra , hacen en él mu-chísima falta.
U ía de las palabras que en su crítica rechaza
el ignaro censor, es cativo , de la cual dice que
«allá, en Florencia, es una palabra que quiere
decir malo, y que acá, en Madrid, es una
tontería,que, según el Diccionario , significa
algo así como escrito de académico, es decir,
malc, infeliz, desgraciado». ¿Conque cativo,
dirán nuestros lectores, significa eso allá en
Florencia solamente? ¡Lo que sabe este Esca-
lada Porque la Academia dice que es un ad-
jetivo arcaico, y en la segunda acepción lo
interpreta 'malo, infeliz , desgraciado'; pero la
afirnación de Escalada es tan terminante, y su
autoridad y reputación de hombre sabio y veraz
tan extendidas, que casi hemos pensado si sería
el Dante el autor, ó se escribiría por lo menos
en Italia aquella estrofa 990 del Poema de Ale-
jandro :
«Nol priso en lleno , e ovo a deslayar,
Cuentra el brazo diestro ovo allinnar,
Encorvó el ombro por el golpe redrar,
Ovo al cativo el medio cuerpo á taiar ¡>,
donde cualquiera ve que el último alejandrino
92
quiere decir «fué á tajar por mitad del cuerpo
al infeliz ó desgraciado».
Cartapel es otra palabra que pertenece al
lenguaje académico, según Escalada, y lo
cierto es que ese lenguaje académico es el de
Gonzalo de Céspedes,que en su Soldado Pin-
daro, página 33, dijo: «Puestos unos antojos
comenzaron entrambos á leer un cartapel», y el
lenguaje de Quevedo, que en La fortuna con
seso escribió: «Todos á un tiempo, echando
mano á sus discursos...., nevaron cuatro bufe-
tes de cartapeles».
«.Cal no se crea que es el óxido de calcio, ó
sea la cal, propiamente dicha ; cal , es calle»,
dice el colaborador de El Imparcial , como
quien lanza una acusación terrible contra el
Diccionario, que considera anticuada esta pa-
labra, y le asigna la significación de calle, para
que sepan á qué atenerse las personas estudio-
sas cuando en la Crónica de D.Juan el II, y en el
capítulo 129 , lean estas palabras: «Y así lo lle-
varon por la cal de Francos y por la costanilla»,
ó cuando , sin irse tan lejos, tropezaren con
aquellos versos de Góngora, en la jornada 3.a
de su comedia Lasfirmezas de Isabela, donde dice:
«Dos casas en cal de escobas
Adonde de aceyte haces
Dos almacenes capaces
De catorce mil arrobas».
93
Igreja y Paracleto son dos palabras de que Es-
calada se burla. A igreja la considera anticuada
la Academia;pero anticuada que todavía en el
lenguaje del vulgo tenía uso en tiempo de Cal-
derón,puesto que en la loa de su auto sacra-
mental, El árbol del mejor fruto , se lee:
«Dime qué igreja es aquella
A cuya parte se ve
Tanta gente....»
Pero paracleto no es palabra anticuada, ni
tan desconocida de nuestros clásicos , que en
la Prefación á la Apología de Tertuliano, VIH,
no escribiera D. Fr. Pedro Mañero : «Comenzó
á predicar Montano que era él aquel Paracleto,
que prometió Cristo, cuando dijo : 'yo rogaré
al Padre y os daré otro Paracleto'».
«¿Y qué dirán Vds. que es estar en carrera
de saljación?», continúa preguntando Escalada
asombrado, aturdido, y como haciéndose cru-
ces de que, entre otras, incluya el Diccionario
frase tan clásica y expresiva. «Pues ,según el
Diccionario de la Academia , contesta el mis-
mo , es una frase que vale tanto como 'tener
ya asegurada su salvación las ánimas del Pur-
gator o, en acabando de satisfacer la pena
debida por sus culpas*. Á Vds. les parecerá,
añadí,que ni eso es frase ni cosa que lo val-
ga, y que , además de no ser frase , es una ton-
tería....»: y así continúa, dejado de la mano
94
Je Dios , sin tropezar con aquellas palabras de
Santa Teresa, en el capítulo IV de su vida:
« Tengo por cierto está en carrera de salvación >>.
« Y á propósito de carrera , tampoco se dice
á carrera-abierta, para significar á todo correr,
como dicen los académicos»,prosigue el Zoylo
impertérrito;pero D. Manuel de Valbuena,
en su Diccionario español-latino , 1860, en el ar-
tículo carrera , entre otras frases incluye la si-
guiente: A carrera abierta , á todo correr , y la
traduce citato cursu, é incluye además la frase
estar en carrera de salvación , y la traduce en la-
tín , crimina post rnortem expiare , beatitudinis
viam ingredi.
Y siguiendo en los aspavientos de su igno-
rancia . continúa preguntando el pobre Zoylo:
«¿Y qué creen Vds. que es carrerilla? Pues los
académicos dicen que es en la danza española,
dos pasos cortos acelerados,que se dan hacia
adelante, inclinándose á uno ú otro lado». Ydespués de unas cuantas bufonadas burdas ysin gracia , nos quedamos sin saber lo que, se-
gún Escalada, es carrerilla; pero , en fin, ello
es que D. Manuel de Valbuena , en su ya cita-
da obra , conviene con la Academia , cuando
en el artículo carrerilla , acepción segunda,
escribe estas palabras : « En la danza. Concita-
tus saltus».
En otra parte se expresa Escalada en estos
95
térmir os : «Foras , dicen los académicos que
significa en castellano /«mz de, aun cuando ni
en latín significa tanto , sino sólo fuera ». Yacomprenderán nuestros lectores que cuando
así lo dice Blas, debe ser precisamente todo lo
contrario. Ignora este pobre Zoylo que en la
época de la decadencia , foras en latín se halla
á veces haciendo el oficio de preposición yacompaña al acusativo
, y así enlaVulgata,
por ejemplo , se lee foras civitatem, que , ó no
quiere decir nada , ó significa fuera de la ciu-
dad. For lo demás , en el citado Poema de Ale*
jandro, en la estrofa 2,021 , se lee :
« El rey Alexandre,guerrero natural,
Plus duro quel fierro nin que el pedernal,
Todo vicio e coita preciaba per igual
,
'í foras por precio bono non daba ren por al».
«Y cas dicen que es apócope de casa», pro-
sigue Escalada, y más adelante añade : « Mas
aun c jando ese cas estuviera en uso entonces,
que le dudo mucho , lo cierto es que hoy en
ninguia parte se dice». ¡Qué idea tiene Esca-
lada de lo que es un Diccionario! ¿Pues no
cree el infeliz que en él no deben entrar más
palab'as que las que están en uso? Y entonces,
como no todas las palabras están en uso en to-
das partes , habría que hacer tantos dicciona-
rios orno provincias, ó pueblos, ó villas, ó
lugares, y hasta tantos como individuos, pues
96
que no todos usan las mismas palabras, y las
hay muy castizas que no obtuvieron los ho-
nores del uso ni aun en las obras de los más
fecundos escritores;pero esto no lo sabe Esca-
lada , aunque lo sepa todo el mundo, y para
que no vuelva á decir más que duda poco ni
mucho si alguna vez se ha usado el vocablo
cas , calle, y aprenda para otra vez , aquellos
versos de Tomé de Burguillos:
« Canción , si acaso vas á pasearte
Al Prado ó á otra parte,
Pásate por en cas de un alojero
Y dile cómo muero »,
y aquellas palabras de Alejo Venegas en su
Agonía de la muerte, VI. -II.: «A un Hombre
Dios le trujesen de cas de Caifas á cas de Pi-
latos».
Admírase Escalada de que falte en el Diccio-
nario la palabra carreto, «sin la cual no tiene
fundamento el carretón», según dice; y á vuel-
ta de disparates con que prueba su poco saber
en materias de gramática , concluye censu-
rando que el Diccionario defina el 'carretón.
carro pequeño',porque «es un absurdo comen-
zar llamando pequeño á un aumentativo». Lo
primero que debía conocer Escalada, es que ca-
rreto no figur ci en el Diccionario, porque no
figura en el idioma : además, que quien haya
estudiado algo de gramática , sabe muy de so-
97
bra que en castellano hay nombres que parecen
aumentativos y no lo son; y los hay que has-
ta son diminutivos, como anadón, que significa
el pollo del ánade , es decir , ánade pequeño;
callejón, que no significa una calle ancha y
larga como la de Alcalá , sino estrecha , tor-
tuosa obscura y no muy larga; y que hasta
por antífrasis, y á pesar de su forma de au-
mentstivo, se llama pelón, no al que tiene mu-cho pulo , sino al que no tiene ninguno
; yrabón no al que tiene mucho rabo , sino al
Escalí da que carece de este aditamento.
Por último, y para no alargar demasiado
esta fiípica, vamos á hacernos cargo de otra
preguita de Escalada, que
, como todas las
suyas, tiene muchísima sal : «¿Y Carriola? Car-
rióla, dice el Diccionario, viene del italiano
carrioh , lo cual no es verdad, porque no vie-
ne, siró que se queda en Italia, y que significa,
supongo que en Italia , cama pequeña ó tari-
ma ccn ruedas». ¿Conque carriola no viene
del italiano carriola porque se queda en Italia?
Entonces el Quijote se escribió en Italia, y en
italiana escribió Cervantes aquellas palabras
de su Ingenioso Hidalgo, II.-LXX. : «DurmióSancho aquella noche en una carriola en el
mismo aposento de D. Quijote». ¿Verdad queeste ití liano se parece mucho á la lengua de
Castilla? Tan verdad , como, sea por lo que
7
98
quiera . en la hoja literaria de Los Lunes de «El
Imparcial» oficia de crítico máximo, contra la
obra más insigne de nuestra literatura filológi-
ca contemporánea, un Escalada, que ni siquiera
ha leído el Quijote.
¡Buena está la literatura del detractor del
Diccionario de la Academia! ¡Pero buena....
buena.... buena! Como suya. ¡Lástima de
tinta, papel, tiempo y dinero que gasta El
Imparcial en imprimirla
!
apientísimo, eruditísimo, discretí-
simo y cultísimo Escalada , ingenioso
colaborador átElhnparcial y empeder-
nido censor del Diccionario de la Academia Es-
pañola, ha venido muy á menos; y eso que en
su trigésimo artículo emplea casi dos mazorra-
les colu linas del diario de la plaza de Matute
para llanar á los miembros de la Academia
Española rocines, consonantes de fruto y otras
ingenios idades de su repertorio , sólo dignas
de aque renombrado y por mil conceptos fa-
mosísirr o caletre.
Denunciamos el hecho, ó, mejor dicho, la
fechoría,porque nos consta que ni por esas
conseguirá el destemplado censor disipar el
aburrimiento del público, que ya no lee las
desmayj das y soporíferas catilinarias de El
\
lOO
Imparcial, todas iguales, y más que iguales,
idénticas en el fondo huero y en la forma inculta
con pretensiones de grotesca.
Al cabo de treinta artículos mortales para la
crítica y el común sentido , el público ha pro-
nunciado sentencia definitiva; y si algún día
pudo seducirle el desenfado con que el infeliz
y presuntuoso crítico hacía las más estupendas
afirmaciones, hoy, envista déla insistencia
con que continúa en propagar y mantener
constante el recuerdo de su propio descrédito,
no hay nadie de cuantos han seguido con in-
terés esta polémica que instintivamente no
recuerde aquel dicho de que la terquedad es la
constancia de los necios. Así es que, á pesar
de la despreocupación y frescura de su igno-
rancia empedernida , no logra Escalada con-
vertir en triunfo su derrota. Alguien pensará
acaso de nosotros que somos de aquellos que
dan á moro muerto gran lanzada; pero aun
así, no podemos resistir á la tentación de con-
tribuir al renombre que á sí mismo se procura
el crítico desventurado , de quien es constante
y apasionado Mecenas El Imparcial. Contribu-
yamos,pues , en la medida de nuestras escasas
fuerzas, á propagar y difundir las glorias de
Escalada , y , al efecto , ahí van esas cuartillas
que, entre otras varias, teníamos arrinconadas
y en olvido.
« Tampoco blasmar por blasfemar existe más
que en Francia, donde lleva en lugar de la s
central un circunflejo. » Si nosotros fuéramos
aficic nados á la chacota insulsa de que alardea
Escalada, ¡qué de cosas podríamos decir sobre
esas pocas palabras que literalmente copiamos
del número 6,855 de El Imparcial, publicado
el 28 de Junio de 1886! Pero nuestros lectores
lo sajen por experiencia: en vez del insulto yla chicota ,
que nada prueban , nosotros prefe-
rimos las razones convincentes y que no tienen
vuelta de hoja. Por eso afirmamos que blasmar
es palabra castellana , anticuada , como afirma
la Academia, y demuestran , entre otras , estas
poca», autoridades.
Vaya la primera la de las actas del Concilio
de Líón de 1020, donde se lee: «Mais se fur
blasmado de furto, ó de trayciom» , etc. Lée-
se también en el Fuero Ju^go , XII. -II. -IV:
«Nengún judío non blasme ni en ninguna ma-
nera dexe la santa fee délos cristianos». Yen la Crónica general de España, I-LXVII : «E
esta iue una cosa de que blasmó todo el mundo
á los romanos». Y en otra parte : « Pero bien
ovo y algunos que blasmaron ende á su mujer,
que auie nombre Sempronia». Y Gonzalo de
Berce") en su San Mittán, estrofa 102 :
« Blasmáronlo que era omne galeador
,
Que era de los bienes del común gastador » .
102
Y el marqués de Santularia, en la página 187
de sus Obras:
« E quanto blasmó del solo,
E quanto plogo verdat
A Periandro».
Y en la 245 :
« Infinitos otros á estos seguian
Con voces cansadas é tristes acentos
Blasmando á Fortuna é sus movimientos
É todos aquellos que en ella confían ».
YJuan de Mena en su Laberinto, VII:
« Dame licencia , mudable fortuna,
Porque yo blasme de ti lo que deuo».
De donde se infiere, en contra de lo que
afirma Escalada ,que desde los albores del idio-
ma hasta el siglo xv fué usual y corriente en
castellano el verbo blasmar, á menos que, des-
bordándose la erudición inmensa y profundo
saber del eximio crítico de El Imparcial ,inten-
te probarnos que se escribieron en francés la
Crónica general de España y el Fuero Ju^go, las
obras de Berceo y D. íñigo López de Mendo-
za, y las coplas de Juan de Mena.
Atrévase, pues, que bien puede atreverse á
tanto quien ignora quién es Federico Diez;
quien niega abolengo castellano á palabras que
puede cualquiera leer en el Quijote, y quien,
en un arrebato de desparpajo colosal y heroi-
o estaba boyante y animoso , no
como ahora , marrido y blando de puro des-
hecho, escribía en el número 6,835 de su Me-
cenas, lo que van á ver nuestros lectores:
« Benino por benigno es una tontería que sólo
escribiría hoy algún poeta de séptima clase , ó
sea de la clase de académicos,por la necesidad
del consonante. » No vayan á creer nuestros
lectores que aquí ha querido decir Escalada
que los académicos son poetas de séptima cla-
se; pues aunque sólo á él puede ocurrírsele
que sean poetas de séptima clase Tamayo yAyala, Núñez de Arce y Zorrilla, por ejem-
plo , lo que ha querido decir , ó ,por lo menos,
ha dicho , es que en su tiempo fueron poetas
de séptima clase Santillana y Fr. Luis de León,
Vilh viciosa y D. Alberto Lista, y hasta pro-
sistas de clase más inferior Cervantes y Santa
Tere>a, puesto que en estos autorcillos de
poce más ó menos encontramos usado este
adjetivo en la forma que precisamente rechaza
el famosísimo Geroncio
:
Así , el marqués de Santillana, en la página
274 de sus Obras , dice
:
« Al templo divino
Donde yo creo seas receptada,
Segunt tu santo ánimo é benino».
Y en la 314 :
« La tu charidad piadosaa La 11
104
Benina beninidat
La sentencia rigurosa
Tornó de ser á non ser ».
Y Fray Luis de León , en su poesía Noche se-
rena :
« Y como otro camino
Prosigue el sanguinoso Marte airado,
El Júpiter benino
,
De bienes mil cercado,
Serena el cielo con su rayo amado ».
Y en el salmo 24 :
« Al que sin tino
Va ciega y locamente,
Redúcele benino
,
Mas con debido azote , al buen camino ».
Y en la Mosquea de Villaviciosa , XI :
«¿No has visto alguna vez , lector benino
La multitud de aves que al camino
Sale el Agosto á procurar que coma ?
»
Y D. Alberto Lista, en una de sus poesías :
« Mas ¡ ay ! que cuando el cielo más benino
Me sonrió , á desdichas inmortales
El despiadado amor me abrió el camino».
Pero¡ya se ve ! : escritorzuelos tan insignifi-
cantes como el Maestro León , Villaviciosa yD. Alberto Lista, cuyos ripios el día menos pen-
sado roerá Escalada en El Imparcial, autorcillos
infelices y obscuros, ¿qué habían de hacer, fal-
105
tos de genio y desconocedores del idioma , sino
baja" humildemente la cabeza ante la fiera ne-
cesidad del consonante? Lo raro y casi porten-
toso es que, no debiendo pagar tributo á esta
necesidad, escribiera Santa Teresa en sus Mora-
dea, VI. -IX : « Me acordaba que habían los con-
denados de ver airados estos ojos tan hermosos
y mansos y beninos del Señor». Y Cervantes,
en su Ingenioso Hidalgo: Il.-XLIV : «Los beninos
cielos infundan en el corazón de Sancho Panza
núes :ro gobernador un deseo de acabar pronto
sus disciplinas, para que vuelva á gozar el
mundo de la belleza de tan gran señora»
¿Ciué tiene, pues, de extraño que la erudi-
ción del sapientísimo Escalada, el lunes 15 de
Febrero, y en el número 6,072 de El Imparcial,
se de abordara, sin poderse contener, en aquellas
palabras: «.Amicicia, señores fijadores , no es
palatra castellana, sino latina , lo mismo que
agro , amplexo , atramento , autumnal, y leticia, ynequicia, que vienen más adelante y que nadie
las usa »?.... Ciertamente que nada tiene de ex-
trañe tan espantoso desbordamiento y derroche
de erudición latina, como nada tendrá de par-
ticular que nosotros, por abreviar esta filípica,
que ya resulta demasiado larga,perdonemos á
El Imbarcial y á su colaborador todos los dis-
parates que forman el racimo que hemos sacado
para muestra, fijándonos por hoy únicamente
io6
en lo que se refiere á la palabra agro, que, como
nombre sustantivo, es muy usada en Galicia,
hablando en castellano y en documentos ofi-
ciales, y en la acepción que en este concepto
le atribuye la Academia , como puede verse en
el Diccionario Gallego Castellano , de D. Marcial
Valladares y Núñez, donde se lee: «Agro.
Agrá». Y en el artículo agrá á que agro hace
referencia , dice así: «Agrá. Finca labrantía de
alguna extensión y llana , ó conjunto de here-
dades labrantías de uno ó más dueños, cerra-
das alrededor». Claro está que la Academia
obró muy cuerdamente al admitir esta palabra,
no latina como Escalada dice , pero sí de latino
abolengo y que no puede, por tanto, recha-
zarse como extraña á nuestra lengua; y obró
muy cuerdamente, primero porque así se en-
riquece el idioma con un vocablo de noble
estirpe, y segundo porque de este modo se
facilita en parte á los profanos la inteligencia
de palabras castellanas como agronomía, agró-
nomo, agronómico. Considerada como adjetivo,
encuéntrase usada , no sólo por escritores de
la época que podemos llamar anteclásica , sino
hasta por algunos de los más notables de
nuestro siglo de oro, como se prueba con las
autoridades siguientes:
En el romanzado de Calila é Dymna, se lee:
« Los sabios facen semejanza del rey et de su
io:
privanza al monte muy agroy>. Y el rabí DonSerr Tob en sus Proverbios morales:
« Non vi tan dulce cosa
Mas agrá á la dejada »
.
Y al arcipreste de Hita
:
«Vino á mi mucha duenna de mucho ayuno magra
Con muchos paternostres é con mucha oración agrá».
Y el marqués de Villena , en su Arte Ciso-
ria, XI : «Sacado lo agro de en medio (de la
cidra) lo al cortar en partes con la corteza».
Y en la Crónica de Pedro Niño, página 79 : ce Para
subir arriba de las peñas es una subida muyagrá». Y en la página 171 : «Para subir al pie
de la peña se avía de subir una cuesta bien
agrai. Y el marqués de Santillana, en la pági-
na 287 de sus Obras :
« E los movía con viril deseo,
Con agros sones é fieras canciones
A la batalla».
"Y Gabriel Alonso de Herrera, en su Agricul-
tura ¿enera!, III.-XXVI : «Las granadas (dul-
ces ) son mejores para comer;que las agros
daña el estómago si dellas comen muchas », y
en la misma obra, III. -XXXII : «Para que de
naranjos agros se hagan dulces, han de tomar
las pepitas y tenerlas tres días antes que las
siembren en aguamiel». Y el Comendador grie-
go, Sobre las trescientas deJuan de Mena : «En el
tercero lugar sucedieron Menandro y Filemón,
io8
que mitigaron las agros reprehensiones de las
comedias». Y D. Bernardo de Balbuena, en el
Bernardo ó Victoria de Roncesv alies, XX :
«Volvió, y siguiendo de disgustos lleno
La senda menos agrá y más seguida».
Y Boscán , en la página 83 de sus Obras :
«Mis pensamientos cansados
Se han tomado dulces de agros,
De muertos resucitados».
Y Granada , en la Guía de Pecadores I. -IX :
« Paréceles cosa muy agrá comprar esperanzas
con peligros, esto es, comprar bienes de futu-
ro con daños de presente». Y Rioja, en la Sil-
va XI :
« Cuando el agro invierno
Roba al bosque el verdor y lo oscurece ».
Y D. Juan de Jaúregui, en la Aminta, IV :
«Me llevó por lo fragoso y agro
Del collado »
.
Y en la canción Con dulce afán
:
« El alma en la oración siempre afligida
Camino es agro de subir al cielo».
Y Lope de Vega, en Los TeUos de Metieses:
« Como las frutas , hizo
Naturaleza estudiosa
Los hombres, agros y dulces;
Y así , en esta casa agora
Tello el viejo es agro y Tello
El mozo es dulce».
109
Y hagamos aquí punto final por hoy, pues
con lo expuesto basta y sobra para que afir-
memos y corroboremos la opinión que todo el
mundo tiene formada de la sabiduría profunda,
de la erudición pasmosay déla encantadora mo-
destia que en El Impartid ostenta su ingenioso
colaborador.
XII.
aya: continúen Vds. disparatando, se-
ñores académicos » Así comienza Esca-
5 lada el artículo XXXI, que publica en
El Imbarcial el lunes 2 de Mayo de 1887. «No
se acobarden Vds..— continúa, — y sigan di-
ciendo que el castor es un 'animal mamífero....
que.. . se construye con destreza.... sus vi-
viendas á orillas de los ríos y lagos , dándo/¿s
hasta cuatro pies de altura'. No á los ríos ni
á los lagos, como parece desprenderse, por-
que son los últimos y porque son masculinos,
sino a las viviendas, de las cuales, cualquiera
que no fuera académico diría dándote, como
han dicho los mejores hablistas.» Dejemos á
un la lo la ingeniosa interpretación que da el
pobre. Geroncio á la definición académica, y
la estupenda puntuación con que en su Mece-
112
ñas aparecen las líneas citadas, y examinemos
el uso que del pronombre el, ella , ello, en la
forma femenina de dativo , han hecho algunos
escritores que , á pesar de pertenecer al Siglo
de Oro de nuestra literatura , deben ser malos
hablistas para el hablador sempiterno de Los
Lunes de «El Imparcial».
En Boscán se lee:
« Pues Hero acullá dentro donde estaba
Yo fío que su parte le cabia i
.
Y en El Lazarillo de Tormos , de D. Diego Hur-
tado de Mendoza : « Con esto andábase todo el
mundo tras él , especialmente las mujeres,que
cuanto les decía creían». Y en las Moradas de
Santa Teresa de Jesús : «Acaece alguna vez
que estando el alma como habéis visto que se
muere por morir, cuando aprieta tanto que ya
parece que para salir del cuerpo no le falta
casi nada». Y en las Fundaciones: «Harto se
les agrió el contento á las monjas con mi par-
tida». El P. Granada dice: «Es cosa que
hace maravillar que en gentes que profesan
una misma religión haya podido acontecer
que lo que antes les aprovechaba, les dañe
ahora »; y en la Guía de pecadores : « Conviene
que, entendidas las malas mañas de esta bestia
(la imaginación) , le acortamos los pasos y la
atemos á un pesebre»; y en el Tratado de la
oración : « Si ha muchos días que no se regó
H3
(una planta) , está tan fea , tan lacia y tan mar-
chita,que parece que está ya del todo muer-
ta ; mas si luego le acudís (á la planta) con un
riego de agua , de allí á una hora la veréis tan
verde... , etc.»; y en otra parte de la misma
obra : «No suelen sufrir aquellas piadosas ypaternales entrañas ver andar un ánima de esta
manera por su amor desconsolada, sin acudirá
muy aína con grandes y maravillosas conso-
laciones ». Y Fr. Luis de León :
« A España , á quien amaste,
()ue siempre al buen principio el fin responde,
Tu cuerpo le enviaste »;
y en Los Nombres de Cristo: «Movidas de sus
voces acuden á ella y le preguntan qué busca».
Y el P. Rivadeneyra , en su Historia del cisma
de Inglaterra: «Como las viesen muy lindas,
con l,i rabia y el espíritu diabólico que traen
consigo, arremetieron á ellas y les dieron mu-
chas cuchilladas en las caras »; y en otra par-
te: «Y como un Padre de la Compañía de
Jesús le hubiese escrito una carta , le contestó
la santa reina». Y el P. Yepes en la Vida de
Santa Teresa : « Quedó la santa Madre de este
suceso y de otros que le sucedieron experi-
mentída de no recibir grandes señoras». YCervantes en su Ingenioso Hidalgo: «Pero pasa
adelante : cuando le diste mi carta (á Dulcinea),
¿besó a?»; y en otra parte: «Dio de buena
8
114
gana la cola (á la ventera) , y asimismo U de-
volvió todos los adherentes que había prestado
para la libertad de Don Quijote»; y en otra:
«Se fué á poner de hinojos ante Dorotea,pi-
diendo/e con palabras caballerescas y andan-
tescas....», etc. Y Mariana, en su Historia gene-
ral de España: «El sobrenombre de Venería
que tuvo Nebrija los tiempos adelante, se le
dieron»; y en otro lugar: «Parecía que esta
señora pedía razón en que se le admitiese su
demanda y se le hiciese justicia». Y Vicente
Espinel , en su Escudero Marcos de Obregón :
«Hay un género de gentes que hablan con
intercadencias , careciendo de hebra y caudal
para la materia de que se trata;que después
de haber/es respondido, aunque se haya muda-
do el primer motivo, acuden con lo que se les
ofrece fuera de la intención que se lleva». Y
D. Bernardo de Balbuena en su Bernardo:
« Dio con ellas
En unas estrechísimas prisiones
Sin que suspiros , llantos ni querellas
Aflojados les den los eslabones ».
Y D. Carlos Coloma, en sus Guerras de los
Estados Bajos : « Asestando/-** á las casas hacia
la tarde las piezas con fuegos artificiales, pren-
dió en ellas....» Y Bartolomé Leonardo de
Argensola :
« Alto , cedamos—dijo—á la ignorancia
sal,pues el poner/e enmienda
Se intenta con oprobio y sin ganancia».
Y Alarcón , en el Examen de maridos :
« Apaga el cierzo violento
Llama que empieza á nacer;
Mas en llegando á crecer,
Le aumenta fuerzas el viento».
Y Quevedo, en su Visita de los chistes: «Ve-nía una vieja con una cara hecha de un ore-
jón...., la boca á la sombra de la nariz , de
hechura de Lmprea, sin diente ni muela , con
sus pliegues de bolsa á lo jimio, y apuntándote
el bozo de las calaveras en un mostacho eri-
zado ). Y Tirso , en El pretendiente al revés :
4 De que se alborote el mar
Poco se le da á la roca ».
Y Meló en su Historia de los movimientos, se-
paración y guerra de Cataluña : «Procuraba en-
tonces la diputación detener al enemigo en
Martarell, porque los pasos angostos y el río
dificultoso le prometían más segura defensa».
Y el P. Nieremberg : «Ahora ha crecido ymadurado el fruto de esta virtud en filosofía
cristiana, y le ha venido su miel y su leche
suav : ». Y Calderón , en Amor , honor y poder :
« Mucho le debe á la fama,
Que dice que es muy hermosa.
—Siempre la opinión se alarga :
Q|ie no es muy hermosa Estela;
El no ser fea le basta ».
n6
Como á este artículo le basta y aun le sobra
con las autoridades aducidas, para probar que
en el Siglo de Oro de nuestra literatura fué
general y corriente el uso de la forma femeni-
na le, del pronombre él, ella, ello, sin que ne-
guemos que alguna rara vez se encuentre la
forma la en alguno de nuestros clásicos, por
aquello de que aliquando bonus dormitatHomerus
.
Lejos de negar el hecho , confesaremos que se
encuentra con frecuencia en algún escritor del
siglo xvi, como Ercilla,que no pudo hacer
prevalecer uso tan poco conforme con el que
sancionaron en sus inmortales obras la inmensa
mayoría de los escritores contemporáneos su-
yos, que, como filósofos, teólogos y literatos,
representan en el idioma una autoridad muysuperior á la que pueda concederse al insigne
autor de La Araucana.
En tiempos más modernos no han faltado
tampoco cultivadores ilustres de las patrias le-
tras, que, como Moratín, hayan seguido el ejem-
plo de Ercilla. Fuera de estos contadísimos es-
critores , cuando en los demás se encuentra el
pseudodativo la, procede indudablemente de la
ambigüedad en el régimen del verbo de que
depende el citado pronombre, por no decir de
la ignorancia del autor respecto del régimen
del verbo ; mas como no somos, Dio¿> nos libre,
tan irrespetuosos como Escalada con los ge-
II 7
nios que han ilustrado la patria,preferimos la
primera explicación á la segunda , fuera de que
ya el insigne gramático español D. Vicente
Salva explicó muy satisfactoriamente este de-
fecto en que incurrieron algunos notables y ex-
celentes escritores, cuando dijo: «No cono-
ciendo autor alguno antiguo ó moderno de los
que han empleado sistemáticamente la y las
para el dativo,que no haya nacido en Madrid ó
vivido atti por mucho tiempo, me parece esto una
excepción del lenguaje general y un modismo pe-
culiar de aquella provincia. De seguro no se
hall. irá muchas veces en Jovellanos, y puede
ser que ninguna en Villanueva, Marina, Car-
vajal ni Clemencín....»
Psrdonen nuestros lectores, y permítannos
que citemos algunas autoridades de ayer, como
quien dice,para muestra nada más del uso que
en la forma femenina del dativo del pronombre
él, ctta, ello, hicieron algunos de nuestros más
renombrados escritores modernos. DiceForner.
en ano de sus epigramas :
« Ansiosa por hijos Ana,
Porque es mayorazga rica
,
A San Antonio suplica
Que se le cumpla la gana».
fin una poesía á sus amigos de Sevilla es-
cribe Jovellanos
:
«Ni las canoras aves por el viento ,
n8
Ni su argentada margen por mil giros
Serpeando el arroyuelo murmurante
Le causa algún placer al alma mía».
El insigne filósofo D. Jaime Balmes dijo : «La
materia existe (según Aristóteles), mas no
sola, sino en cuanto está unida á la forma que
le da el acto». Martínez de la Rosa, en su
Isabel de Solis , escribió: «Se aproximó másaún á Isabel, le tendió la mano con cariño, yempezó á desahogar su pecho con estas pala-
bras». Y en La poesía castellana del siglo XVUIde Quintana leemos lo que sigue: «Se han
sepultado también en el olvido más profundo,
sin que nadie les ayudase á caer, las anacreón-
ticas del supuesto Melchor Díaz». Y en los
Sinónimos de D. José Joaquín de Mora: «Cuan-
do se quiere ensanchar ó alargar una pieza de
ropa , se le añade un pedazo del mismo tejido
y color». Y en la comedia A Madrid me vuelvo,
de Bretón de los Herreros , hallamos que dice
:
o Yo no sufro que mis novias
Por su juguete me tengan,
Y á las primeras de cambio
Les acuso las cuarenta».
¿Qué más? Para que nada falte, remontándo-
nos á tiempos más remotos , en las Partidas
I.-IV.-XCIX se lee : «Por esto nos dio á enten-
der quel non plazie de los duelos, ca non se
ii 9
aprovechaban dellos las almas de los muer-
tos...., mas los bienes que por ellas facían les
tenían pro». Y en un documento de 1363:
«Mando que hayades por tutora de los fijos é
fijas que fueron del dicho Garci-Fernández
á la dicha Doña Teresa , é le entreguedes los
luga res »
.
Por lo que antecede se ve que desde los co-
mienzos del idioma hasta nuestros días fué de
uso corriente entre los escritores castellanos la
forma femenina del dativo le, y que cuantos,
como Ercilla, Moratín y algún otro, usaron sis-
temáticamente la forma de acusativo ú objetivo
la , cometieron , dicho sea con el respeto debido
á ta 1 esclarecidos ingenios, un solecismoó infrac-
ciór de las leyes del régimen gramatical, tanto
más censurable, cuanto está masen contradic-
ciór con la ideología , la gramática y el uso de
los padres venerandos del habla castellana.
Otro día confirmaremos esta doctrina con la
autoridad de los gramáticos más insignes , no
pan convencer á Escalada , sino para rebatir
sus afirmaciones temerarias. Hace año y me-
dio próximamente que decía el intrépido Blas
de P.l Imparcial : « La Academia ha preceptuado
moiernamente en su Gramática, que en los
dat vos femeninos se diga le. No tiene razón
tan poco en esto la Academia. El uso de León
y Castilla está en contra, y los escritores de
120
nota, unos han escrito siempre la, y otros han
promiscuado». Ahí tienen nuestros lectores los
progresos que en la Gramática ha hecho Esca-
lada al cabo de año y medio, y eso que enton-
ces ya le llamamos al orden, aunque inútil-
mente. Así es que desconfiamos, y lo decimos
con pena,que el insipiente crítico llegue á
vencer jamás la crasísima ignorancia que pa-
dece, y menos aún á suavizar las formas de su
literatura epiléptica y naturalista. Por algo, yquién sabe si en profecía, escribió un agudísimo
ingenio aquella fábula :
« En agua de Colonia
Bañaba á su marrano doña Antonia
,
Con empeño ya tal,que daba en terco
;
Pero , á pesar de afán tan obstinado,
No consiguió jamás verle aseado,
Y el marrano en cuestión fué siempre puerco.
Es luchar contra el sino
Con que vienen al mundo ciertas gentes ,
Querer hacerlas pulcras y decentes :
El que nace lechan, muere cochino ».
No somos nosotros, es D. Miguel Agustín
Príncipe quien lo dice, y la terquedad inaudi-
ta y la supina ignorancia de Escalada lo con-
firman .
XIII.
I«^b« uedamos,pues, en que Boscán, Men-
f|||$||doza, Santa Teresa, Granada, León,
gJÜÜí^ Rivadeneyra, Yepes, Cervantes, Ma-
riana, Espinel, Valbuena (el otro), Coloma,
Argentóla , Alarcón, Quevedo, Tirso, Nierem-
berg, Meló, Calderón, Lope, Forner, Jovella-
nos, Balmes, Mora, Quintana, Martínez déla
Rosa, Bretón y muchos otros , no deben , comokistos , ser tenidos , según Escalada
, por es-
criture; insignes que fijaron la propiedad del
habla castellana. En cambio, Ercilla, Moratín,
Meléncez y algunos otros contados laistas , de-
ben, según él, considerarse como los mejo-
res hablistas castellanos. Líbrenos Dios de dar
ni siqi iera pretexto para que se sospeche de
nosotros que no consideramos como insig-
nes hablistas á Ercilla, Meléndez, Moratín yá la m noria exigua de laistas ilustres, cuyas
122
obras literarias son ornamento y gloria de la
lengua de Castilla;pero séanos lícito afirmar,
con el respeto debido á tan peregrinos inge-
nios, que á los ojos de la crítica gramatical
cometieron un imperdonable solecismo, tanto
más digno de censura, cuanto que afea, sin
poderlo remediar , la forma por tantos con-
ceptos clásica , castiza, y verdaderamente ar-
tística de sus maravillosas concepciones.
Es opinión de literatos insignes que el laísmo
de los citados escritores es una verdadera im-
perfección. Los gramáticos no pueden calificar-
lo más que con el apropiado nombre de solecis-
mo. Y es que, sometida esta cuestión al sufragio
universal de los padres del idioma, resulta el
uso de la forma femenina de dativo le, sancio-
nado por el voto unánime de una mayoría in-
mensa, que por su cantidad y cualidad decide la
cuestionen términos concretos, y por definiti-
va manera, en el terreno gramatical , en contra
de la minoría exigua de los laistas. Por eso, y
siendo la gramática, según nuestra humilde
opinión, arte, que, por medio de reglas funda-
das en la lógica y deducidas del uso de doctos
escritores, enseña á hablar un idioma con pro-
piedad y ^corrección , los más doctos gramáti-
cos, los más autorizados, los quemas á fondo
conocieron nuestro idioma , rechazan el laísmo
como contrario á la lógica y al uso gramaticales.
En efecto : laistas que sabían la gramática
que no sabe Escalada, han intentado defender
el solecismo la por le dativo femenino, fun-
dándose en que ni en latín, ni en griego, ni
en icioma alguno, cuando un adjetivo ó pro-
nombre tiene tres formas en el nominativo,
como sucede con el pronombre Ule, illa, illud
en latín, y con él, ella , ello en castellano, ja-
más se encuentra como femenina en ningún
caso forma que en otro fué masculina. Este es
el argumento más formidable que los laistas
presentan en defensa del solecismo que pre-
tenden introducir en la gramática ; argumento
que, en realidad, tiene más de ingenioso que
de verdadero, supuesto que la forma illa, por
ejemplo, es femenina en el nominativo y abla-
tivo de singular, y neutra en el nominativo yacusativo de plural
; y si tan general y lógico
fuera el principio que los laistas invocan , for-
ma que es femenina en algún caso , no podría
ser neutra en otro, atendiendo siempre á esa
preferencia de géneros en que parece fundarse
el susodicho principio. Resulta, pues, que el
famoso argumento Aquiles de los laistas se
funda en un principio que carece del carácter
de universalidad é inflexibilidad lógica, que la
filolog ía y la gramática , como todas las cien-
cias , ixigen en los que han de ser sus funda-
mentales principios. Consideremos, por otra
124
parte,que así como él se formó de Ule ,
ella de
illa, y ello de illud, de illi é illis se formaron le
y les, suprimiendo por aféresis la primera sílaba
y reforzando la i en e por medio de una com-
pensación natural: tengamos, además, en cuen-
ta, que el uso que de las formas del dativo
masculinas y femeninas le, les, han hecho nues-
tros más clásicos escritores , como quedó pro-
bado en el artículo anterior , se conforma exac-
tamente con el uso de los clásicos latinos, y
habrá forzosamente que reconocer que las for-
mas de este pronombre y el uso que nuestros
clásicos hacen de ellos para el dativo ,son una
herencia natural y directa que la lengua cas-
tellana obtuvo de su madre la latina.
Pero todavía hay más. Suponen los lautas
que, contradiciendo el carácter natural denues-
tra lengua, debe decirse la y las, y no /e y les,
para la forma femenina de dativo ,porque
diciendo le y les para masculino, y la y las para
femenino, se distingue al menos el género de
la persona ó cosa de que se trata, y este argu-
mento, como el anterior , también flaquea por
su base. Trátase de un pronombre,que, aun-
que personal, es más esencialmente demostra-
tivo, y por consiguiente hállase siempre refe-
rido á cosa ó persona que anteriormente se
expresa en la frase ó que fácilmente se sobre-
entiende en ella ; es , en fin ,un pronombre
125
que siempre se encuentra referido á persona ó
cosa conocida, y cuyo género
,por tanto , no
hace falta precisar por medio de la termina-
ción del pronombre. En cambio la relación del
régimen,que es más importante y trascen-
dental que la del género, se concreta y precisa
de un modo indudable con las formas de da-
tivo h y les , como puede verse en las pala-
bras que hemos citado del P. Granada : «Con-
viene que, entendidas las malas mañas de esta
bestia , le (dativo) acortemos los pasos y la
(acusí:tivo) atemos á un pesebre», y en aque-
llas o :ras que también hemos citado del mismoautor : « Si ha muchos días que no se regó
(una Dlanta), está tan fea, tan lacia y tan mar-
chita,que parece que está ya del todo muer-
ta ; mas si luego le (dativo) acudís con un rie-
go de agua, de allí á una hora la (acusativo)
veréis tan verde....», etc. Pero dejemos al
Cicercn español , maestro incomparable en el
bien dscir, y descendamos al lenguaje usual ycorriente ; si oyéramos decir que fulano riñó
con su hermana y la pegó , ¿ no podría alguno
preguntar con qué y dónde la pegó? Porque
es evicente que si la pegó, pudo ser á la pared ycon engrudo ; lo mismo que si dijéramos que
la dio con un palo , podríase entender que la dio
á alguen con ó por medio de un palo. Y pue-
de muy bien acontecer que quien no esté muy
1 26
enterado de las extravagancias gramaticales
de los laistas, al oir que pregunté á mi hermana
la lección y la supo mal , entienda , no que á mi
hermana le supo ó sentó mal que yo le pre-
guntara la lección , sino que la lección no era
bien sabida por mi hermana. Todas estas an-
fibologías son consecuencia natural y lógica
del disparatado solecismo que los laistas pa-
trocinan; y el único modo de evitarlas con-
siste en imitar el uso que de las formas le, les,
de dativo , han hecho nuestros clásicos. Por
eso el insigne gramático Elío Antonio de Ne-
brija , en su gramática impresa en Salamanca
en 1492, se expresa en estos términos: «Todos
los casos se declinan por proporción de aquel
pronombre este, esta, esto. Salvo que el, la, lo,
tiene solamente en el caso tercero de singular
y plural le y les, comunes de tres géneros é en
el cuarto caso lo, la, los , las, é común de tres
géneros le é les».
Ya habrán comprendido nuestros lectores
que en estas palabras Nebrija en su tiempo,
como Bello en el suyo, consideran al artículo
y al pronombre el (no sin fundamento) como
una misma palabra , siendo el pronombre para
ellos, aparte de su valor gramatical, una va
ríante fonética del artículo. La misma doctri-
na,pero sin confundir el artículo con el pro-
nombre , sostienen D. Juan Antonio González
127
Valcés en su Gramática completa greco-latina
y castellana , 1798 ; D. Juan Manuel Calleja en
sus elementos de Gramática castellana, 18 18, yel insigne gramático y filólogo D. Vicente Sal-
va en la segunda edición de su gramática, im-
presa en 1834. Sólo D. Gregorio Garcés, en su
obra titulada Fundamento del vigor y elegancia
de la lengua castellana , dice que este dativo fe-
men.no le, puede trocarse con el oblicuo la tal
cual ve%. Bello también admite indistintamente
el uso de le y la, les y las, para las formas de
dativo. Pero nótese que ni Garcés es un gra-
mático en todo el rigor de la palabra, y que lo
que sobre la materia afirma lo afirma muytímic amenté
, y téngase en cuenta , respecto á
Bello,que era un gramático reformador
, yque su gramática , además , fué por él destina-
da al uso de los americanos , y que él mismo, en
el prólogo de su notable obra, nos dice : «Notengo la pretensión de escribir para los caste-
llano;. Mis lecciones se dirigen á mis herma-
nos los habitantes de Hispano-América». Fuera
de la Academia , los verdaderos representantes
de la ciencia gramatical en España , los que
más i fondo estudiaron nuestra lengua y con
más acierto formularon las leyes á que obede-
ce, fieron, sin duda alguna , Nebrija , Gonzá-
lez V;ildés y Salva, que en la cuestión de que
:a admiten las formas le y les masculinasse tra :,
128
y femeninas, para el dativo del pronombre él,
ella, eUo. Si, pues, el uso de los más doctos
escritores está en contra del grosero solecismo
que los laistas defienden ; si por la anfibología
que produce en la declaración del pensamiento
lo rechaza nuestra lengua,que es toda clari-
dad ; si lo condena la autoridad de nuestros
gramáticos más insignes, ¡ cómo se atreve Es-
calada á defender el solecismo de los laistas,
hoy , como siempre, tan desacreditado en el
mundo de las letras? Pues precisamente, con-
testará alguno de mis lectores,por el gusto
de contradecir el uso de los clásicos , la auto-
ridad de los gramáticos y el carácter del idio-
ma. Y no seré yo ,por cierto, quien á tan sen-
sata opinión se oponga, porque sé demasiado
á qué excesos arrastra á las vulgares media-
nías el inmoderado afán de notoriedad, pues
no he olvidado todavía que de esa crítica in-
docta , satírico-avinagrada y baratera,pero ri-
dicula y bufa en nuestro Cataclismo ,dijo ya,
en su Laurel de Apolo , el buen Lope de Vega,
que era
« Infame y loco extremo
De algunos atrevidos
Que afectan á ser hombres conocidos,
A costa del honor ajeno, y vienen
A perder e! que tienen , si le tienen».
XIV.
or ser el XXXVI el último artículo que
publica El Imparcial contra el magnífico
Diccionario de la Academia, y por ser
éste además el que parece haber dejado á su
autor más satisfecho, vamos á contestar, no á
los t'einta y seis mil disparates que contiene,
sino á aquellas afirmaciones más terminantes
y rec ondas que á los vientos de la publicidad
lanza el impertérrito Blas en el diario de la
plaza de Matute , sin duda porque sus lucu-
braciones peregrinas son el más escandaloso
matute literario de que hay memoria desde
que hay Escaladas en el mundo, según vamos
á demostrar seguidamente.
Dejemos para el final lo que sobre la defini-
ción déla cerca nos dice, por ser de lo más
divert do y substancioso que han abortado El
Impariial y su Escalada.
9
130
«La definición de cercén, dice el famoso Zoi-
lo, es corta, pero mala. Véase: 'Cercén, adv. m.
(adverbio modal) ant. A cercén. \ A cercén,
m. adv. (modo adverbial) A raí^.' — ¿Y la
definición de cercén, preguntarán los lectores?
Porque decir que cercén es á cercén, es un dis-
parate, pero no una definición. Es lo mismo
que decir que pulso es á pulso. Pero ¿quién les
habrá dicho á estos bar.... tolos que cercén es
adverbio y anticuado por más señas? No, sa-
pientísimos , no ; cercén no es adverbio , es sus-
tantivo y muy usado y muy popular en León
y Castilla y donde quiera que se conoce el idio-
ma. En la preciosa introducción al tomo vnr
de sus poesías (el que empieza con la leyenda
El Capitán Montoya), dice Zorrilla :
«Tajo aquí, cercén allá,
»ora á la regla , ora al gusto », etc.
«¿Creen los académicos, continúa, que cer-
cén aquí es un adverbio y no un sustantivo
igual que tajo?»
Larga es la cita,pero bien merece copiarse
íntegra,para que vean nuestros lectores que
cuando el Zoilo de El Imparcial se atreve á citar
autoridades, cita las que menos sirven para el
caso. Y no hay que escandalizarse porque re-
cusemos como autoridad la del insigne poeta
legendario, precisamente por la misma razón
que invoca Escalada; porque aún vive, y no
13*1
es , por consiguiente , uno de esos escritores
que en literatura se llaman clásicos. Además de
que podríamos decir, sin incurrir en una here-
jía literaria,que los atrevimientos de lenguaje
del ilustre poeta , dicho sea con el respeto de-
bido á su portentoso genio , no le abonan
grandemente como hablista. Ahora , si Escalada
quiere saber quién les ha dicho á los acadé-
mico > que cercén es adverbio y que significa lo
misrr.o que á cercen , tómese el trabajo de leer
á Go ízalo de Illescas, que en su Historia Pon-
tifical , I. -II. , dice : «Y curó ante todas cosas á
Malclio una oreja que le había cortado cercén el
Apóstol San Pedro». Y á Hernández de Ovie-
do e;\ el Sumario de la Natural Historia de las
ludioí , XII.,que escribió : «Y acaesce levar ( el
beorí ) un brazo con media espalda cercén de un
bocado á un lebrel; y á otro quitar un palmo
ó dos de pellejo, así como si lo desollasen ». Yá Lórez de Gomara
,que dijo en su Conquista de
Méjico: «Defendiéronse tan bien un rato de los
seis, que hirieron dos de ellos, y les mataron
dos ciballos de dos cuchilladas, y, según algu-
nos que lo vieron, cortaron cercén de un golpe
cada pescuezo con riendas y todo ». Y más ade-
lante : «Desto mesmo hacen punzones que ba-
rrenan cualquier madera y piedra, aunque sea
un diamante. Y las espadas cortan lanzas y un
pescuezo de caballo cercén». Después de esto,
132
¿querrá decirnos el inclitísimo Geroncio si en
las autoridades citadas cercén es sustantivo ó
adverbio, si por ventura es capaz de distin-
guirlo, y si equivale ó no al modo ó frase ad-
verbial á cercén?
«¿Y el cerdamen?, dice más adelante. No digo
que, como de madera se forma maderamen, no se
pudiera formar de cerda, cerdamen ; pero no se
ha formado. Como no se ha formado papelamen
tampoco. » La afirmación no puede ser más
terminante y redonda , como del ínclito Blas
;
mas es el caso, que papelamen no figura en el
Diccionario, y que de cerda podrá no haberse
formado cerdamen, pero en la Vida y hechos de
EstehaniUo Gon$ále{ , se lee : « Hallé pegado á
él todo el bigote del tal hidalgo,que era tan
descomunal, que podía servir de cerdamen á un
hisopo».
Más adelante dice el criticastro de El Impar-
cial: «Ceremoniáticamente. ... ¿Creían los lectores
que no había en castellano ninguna palabra
tan larga? Pues sigan creyéndolo» Y podrán
seguir creyendo á Escalada mientras en la pá-
gina 289 de las Obras de Fr. Jerónimo Gracián
no vean estas palabras : «Después que cere-
moniáticamente hicieron sus sacrificios man-
daron al niño que levantase las manos y los
ojos al cielo».
Fijémonos ahora en estas substanciosísimas
palabras del sapientísimo Blas : «¿Y están Vds.
seguros de que cerrero es el que vaguea de
cerro en cerro? Pues lo mismo se puede lla-
mar academiero al que vaguea de Academia
en Academia». ¡Vaya si estarán seguros de lo
que afirman los académicos,que por lo visto
han leído al P. Granada,que en su Escala Es-
piritual, XXVII , dice : « Mas si lo dejares ( al
pensamiento) andar cerrero y suelto por donde
quisiere , nunca lo podrás tener contigo». Yno es esto sólo , sino que , como tantas veces
hen- os demostrado , el crítico infeliz de El ¡m
parcial no ha leído el Quijote , ni debe cono
cerlo, porque, si así no fuera, no ignoraría que
en la parte I , cap. L , se lee : a Llegó el cabre-
ro . y asiéndola de los cuernos ( á la cabra )
.
coiro si fuera capaz de discurso y entendi-
mie ito , le dijo : «¡Ah cerrera , cerrera , man-
»chida , manchada , y cómo andáis vos estos
»díí.s de pie cojo ! »
—\<En cerro por en pelo, ¿dónde se dice?»
—
pregunta la ignorancia de Escalada. En cerro
por en pelo, apréndalo el malaventurado Zoilo,
y no lo vuelva á olvidar , se dice en la Nueva
Recopilación, VI. -XVII. -II., donde se lee: «De
cualesquier potros , agora los vendan ensilla-
dos ó enfrenados , ó en cerro , no se le lleve al-
cabala alguna». Y en el prólogo de la parte
terc;ra del Símbolo de la Fe , del P. Granada,
l 34
donde se ven estas palabras : «Quien quisiere
ver qué tal es un caballo que ha de comprar,
quítele los jaeces y mírele en cerro». Y en la
Historia del reyno de Chile , del P. Ovalle , que
escribió : «Los mataron á todos menos al ca-
pitán Gonzalo de los Ríos y á un negro,que
á uña de caballo en cerro escaparon» ¿Se en-
tera Escalada ahora dónde se dice en cerro por
en pelo? Pues vamos á otra cosa.
« La certinidad ( copiamos del citado artículo)
es una tontería». Y díjolo Blas , sin duda por-
que, en la Vida ae Santa Teresa , cap, II, se lee:
«Como fué breve el tiempo, aunque se enten-
diese algo, debía ser dicho con certinidad» .Y^ por-
que en la Novísima Recopilación , II. -XXII. -XX.,
se dice : «Con apercibimiento que si así no lo
hicieren, y mostrasen certinidad por testimo-
nio como se lo escribieron y avisaron,que
sean bien castigados sobre ello». Y porque
Ambrosio de Morales, en el tomo I, página 240
de sus obras , escribió : u Pusiera aquí lo que
los reyes de esto con gran sentimiento de cer-
tinidad y devoción dicen ». Y porque DonFr. Antonio de Guevara dice en una de sus
epístolas: «Los que demuestran gran senti-
miento de verse batidos , señal es que tenían
certinidad de estar siempre prósperos».
«'Cervicabra (seguimos copiando), ani-
mal que tiene propiedades de ciervo y cabra'.
.
*35
¿Y dónde está ese animal.» ¡Qué atrasado de
noticias vive el pobre Escalada! ¡Y conque
poco trabajo podría aprender lo que no sabe !
Pues aunque en realidad no existiera ese ani-
mal , sería motivo suficiente para admitir la
palabra en el Diccionario , el que Antonio de
Herrera hubiera escrito en su Historia de las
Indias, VII. -IX. -V. : «Hay diversos pájaros de
colores.... y diversos animales ,como vena-
dos , cervicabras y conejos ».
Y vamos á la cerca, de la cual dice el gran-
dísimo Escalada : «Comenzando por la defi-
nición de la cerca, que dice ': 'Vallado, tapia
ó muro que se pone al rededor de cualquiera si-
tic' ...., como si aparte de lo pedestre de la cons-
trjcción, vallado fuera lo mismo que muro ó
tapia. Desde luego se entra en sospecha que
los académicos no saben lo que es vallado, y,
er efecto , evacuando la cita , se ve que dicen
que el vallado es 'cerco que se levantayforma (?)
d< tierra apisonada' . . ..
, lo cual viene á ser una
pared, y definir así el vallado, dar por las pa-
redes, destino constante de los académicos.
Porque el vallado no se levanta , sino que se baja,
imitando la académica expresión; porque es
ur a zanja ó un foso , como acaso hubieran lle-
¡ Como si la cerca fuera capaz de decir algo !|Qué re-
vuelto de seso anda Escalada 1 ¿ Y á esto llama ingenio El Im-
cial? Pues sigan Vds. leyendo.
i 36t
gado á sospechar los infelices, si el etimolo-
gista, al darles la etimología , no se hubiera
detenido á lo mejor; si les hubiera dicho que
el latín vaüatus , que él pone como raíz , viene
de vaüis, valle». Descansemos un poco, yrepongámonos del susto que nos ha produ-cido este chaparrón de desatinos. Pero ¿quién
le habrá enseñado estas cosas á Escalada? Por-
que ni vallatus es raíz , ni Escalada sabe lo
que en filología se llaman raíces , ni vallatus
viene de vaüis, sino de vaüurn. Pero, ya se ve;
el pobre lo vio verde y con asa, y lo derivó de
vaüis.¡ Valiente sabiduría la de este desventu-
rado,que así se atreve á hablar de lo que no
entiende, como si estas cosas se inventaran y el
inventarlas fuera tan fácil cosa como insultar
indecorosamente á quien sabe lo que él está
incapacitado de saber. Estudie el malaventu-
rado Blas, y aprenderá que de vaüis, valle, no
se derivan en latín más palabras que vaüestris
y vaüicula; y que de vaüum, trinchera , se de-
riva, entre otras, vaüo , as, are, avi, atum,
fortificar con trincheras, cercar ó rodear de
trincheras, cuyo participio vallatus, a, atum,
y mejor el nombre vallatus, us, derivado de
este verbo, se transformó en el castellano va-
üado, que es un cerco que no se baja, sino que
se levanta y forma de tierra apisonada, y que,
en efecto , viene á ser una pared , aunque le
137
parezca mal al crítico ignaro,que no ha leído
en el Símbolo de la Fe, del P. Granada. I. -XX. :
«Edifican una casa grande y magnífica , con-
fome á la dignidad real, y cercanía de un
vallado como de un muro». Así dijo el P. Gra-
nada en el lugar citado, y no dijo cercanía de
un vallado como de una zanja ó de un foso.
Y basta por hoy, para demostrar cómo se
escribe la crítica.... en El Imparcial.
XV.
omo una muestra de la autoridad que
el desdichado Escalada ha conquistado
9$ en el extranjero, y para que nuestros
lectores vean la opinión verdaderamente im-
parcial y desapasionada que sobre esta cues-
tión se ha formado entre las personas que cul-
tivan las letras en Francia , reproducimos á
cont nuación el artículo que, debido á la pluma
de un distinguido literato, quien además forma
parte del cuerpo universitario francés, vio la
luz pública en Le Républicain Bayonnais el
miércoles 15 de Febrero de 1887, en el núme-
ro 9:5 del citado diario.
En él se hacen afirmaciones tan concretas, yse trita de la cuestión con tal conocimiento de
causa ,que bien merece que fijen en él su aten-
ción nuestros lectores, para que vean cómo
140
en Francia se aprecian hoy en su justo valor
las obras de los ingenios españoles , á pesar de
los esfuerzos de esa soberbia y petulancia inau-
ditas, que, rebosando los límites de la necedad
humana, y sin otras armas que la más supina
ignorancia y el odio más cordial contra lo que
constituye por sí solo la honra y gloria de las
letras españolas, pretenden justificar aquellas
palabras que la frivolidad francesa,queriendo
hacer una gracia como las gracias de Escala-
da , lanzó al rostro de nuestra patria por boca
de Alejandro Dumas , cuando dijo que « El
África empieza en los Pirineos» ;palabras que
resultarían una tristísima verdad si no hubiera
más que Escaladas en España.
Vean ahora nuestros lectores el artículo á
que nos referimos
:
«LETTRES D'ESPAGNE
» Correspondance particuliere du Républicain
Bayonnais.
»I1 ne faut pas toujours parler de politique;
les lettres ne doivent pas étre oubliées.
»I1 y eut un temps oú l'Espagne oublia pres-
que sa littérature et se mit á traduire servile-
ment tout ce qui se publiait á l'étranger ; cette
mauvaise habitude avait été poussée si loin,
I 4 I
que l'on croyait déjá un peu partout que
l'inspiration s'était éteinte chez les Espagnols
et par conséquent qu'ils n'étaient capables de
produire aucun travail de l'esprit.
»Aussi, la patrie de Cervantes et de Calderón
a été délaissée par lesérudits desautres nations,
et ceux d'entre eux qui se sont donné la peine
d'étuiier quelque ouvrage Castillan modeme,l'ont fait tres superficiellement sans pouvoir
comprendre le vrai génie espagnol.
»Mayansy Sisear avaitdéjá prévu audixhui-
tiéme siécle l'engouement exotique qui débor-
derail tót ou tard sur la péninsule lorsqu'il
s'écriait dans son Exhortación al ejercicio de la
elocuencia española :
«S'il a existe un temps oü l'on ait écrit en
»Esp£gne avec quelque succés , et il a existe
«cerüinement, aucun n'a été plus favorable
»poui écrire avec la plus grande perfection
»que :elui que nous traversons.
»Lí manie des traductions n'est plus á son
»paroxysme heureusement ; on traduit bien
»enco"e les chefs-d'oeuvre franjáis, italiens,
wangliis ou allemands, afín de suivre l'esprit
«humiin dans toutes ses manifestations ; mais
»on s'est rappelé que la littérature espagnole
«avait brillé jadis et qu'elle pouvait revivre
»avec plus d'éclat que jamáis.»
»Al:alá Galiano le dit ainsi dans sa Doclrina
14-
Crítica: «Puisque l'Espagne est l'Espagne et
»non pas la France, l'Italie , l'Angleterre ou
»l'Allemagne, et que l'Espagne du XIXesié-
»cle, n'est pas l'Espagne des ages passés, ses
» écrivains doivent se conformer en tout an
«génie national, le mettant d'accord avec le
»gout de notre époque, sans emprunter pour
,)>cela le leur aux étrangers, ni copier ou re-
»produire les anciens».
»L'Espagne et les républiques Hispano-Amé-
ricaines ont compris la vérité de ees préceptes
et l'on voit depuis longtemps des ouvrages pu-
rement Castillans qui font grand honneur á
leurs auteurs.
)>Nous n'entrerons pas dans de longs détails
a ce sujet car il faudrait bon nombre d'articles
pour rendre compte du mouvement intellec-
tuel tel qu'il s'y produit maintenant ; nous
nous contenterons seulement de donner une
idee de la poUmique littéraire qui a lieu aujour-
d'hui dans la presse madrilégne.
wL'Académie espagnole a publié il n'y a pas
longtemps, une nouvelle édition de son Dic-
tionnaire de la langue castillane , édition tres
savante, tres complete, et en parfaite harmonie avec
les progres de la philologie.
»Des critiques se sont mis tout de suite á ychercher des erreurs, de fausses définitions,
des redites, et ils en ont trouvé en si grand
1 43
nombre suivant eux, que ce chefd'ceuvrede lin-
güistique ne serait bon que pour mettre en évi-
dence la grossiére ignorance des académiciens.
:> Miguel de Escalada est un des plus ardents
ennemis desimmortels espagnols; il a su éveil-
ler la curiosité publique avec ses saillies et
ses hardiesses et surtout avec son langage vif,
tranchant et désordonné , dans ses articles de
El ,'mparcial, mais, il a dü courber la tete, bien
qu'il ne veuille pas le reconnaitre,devant l'éru-
ditijn déployée par Quintilius de El Liberal,
lequel se posant en défenseur de l'ouvrage
académique , a réduit a néant les fallacieux
arguments de Escalada
» C'est égal: sans les attaques injustes de
Migjel de Escalada, on n'aurait pas eu occa-
sion peut-étre de lire les solides et savantes
disscrtations de Quintilius, qui, de la maniere
avec laquelle il fouille les textes et trouve des
arguments doit étre un homme ferré sur la
grammaire et la littérature.
»Nous sommes bien loin de suivre en poli-
tiqu< la plupart des académiciens espagnols;
nous savons qu'ils ont tous ou presque tous
des idees contraires a nos idees démocratiques
;
nous respectons cependant leur autorité litté-
raire ; leur ceuvre appartient á tous les peuples
qui parlent l'espagnol et á ceux qui cultivent
les lettres.
i 44
»Par conséquent, si Escalada a de l'imagina-
tión,Quintilius a beaucoup d'érudition , et si
le collaborateur de El Imparcial a divagué , ce-
lui de El Liberal lui a donné une bonne lecon,
lui montrant que. ... le Dictionnaire de la langue
Castillane, ouvrage de l'Académie Espagnole,
restera comme un monument national aussi
bien en Espagne qu'en Amérique. — ¡béricus.»
ÍNDICE
Páginas.
Al que leyere ,
.
5
I.
—
Aii, partícula inseparable castellana 7
II.—Abalanzar,—Abaldonar — Aballar 13
III. — Abremntio.—Caramillo.—Carantamaula , Ca-
ránt ala , Carátula. — Carbaso. — Carduzador. —Ech; rse con la carga.—Caridad 21
IV.— \ lacerse aire .— Abatido.—Abella , Abellar, Abe-
llero, Abeya , Abeyera 31
V.—C irnecería.—Carnerear.— Llevar la pena.— Car-
nero.— Carpeño , ña.— Carlanca 39
VI.— Abigarrar.— Abigotado.— Beber las acciones,
los ; centos 49
VII.— \cademia.—Adorar.— Respeto.— Acatamien-
to.—Acatar.—Obedecer 57
VIH.— Acogollar.— Adelante.— Aderezo.— Adobe.
— Aladrar.—Acalandar 67
IX.— A cibarrar.—Adquisitr-. —Adunco.—Adunia.—Afo. — Afrisionado. —Aho. —Ajobar.—Albengala.
—Albórbola. — Alcaller.— Aleto. — Alfana.— Al-
homhra.—Alhombrar.—Almalafa. —-Almarada. —Almcfrej.— Almuédano. — Amurcar.— Andábata.
IO
146
Andorra.— Andularios.— Andulencia.— Aparír.
—
Apetite y Aquistar 77
X.—Cativo.— Cartapel.— Cal.— Igreja y Paracleto.
—Estar en carrera de salvación.—A carrera abier-
ta.— Carrerilla.—Poras.— Cas.— Carretón.— Ca-
rdóla 89
XI.—Blasmar.—Benino.—Amicicia.—Agro 99
Xll y XIII.—Sobre el uso del dativo femenino del pro-
nombre él , ella , ello 1 1 1 y 1 2
1
XIV.—Cercén.- Cerdamen. — Ceremoniáticamente.
—Cerrero.
—
Encerró por en pelo. — Certinidad.—
Cervicabra.— Cerca 1 29
XIV.— Conclusión 139
OBRAS DEL MISMO AUTORI HALLAN DE VENTA EN LAS PRINCIPALES Ll
Autores Sagrados y Profanos: Ejercicios de tra-
ducción ¡atina , elegidos . ordenados y gradualmente dis-
puestos.—Cuarta edición.
Gramática de la lengua t-;t»i<-ilana. compuesta
con arreglo ampian y rrjétoSCmás tier.¿ralniente seguidos
en la enseñanza de! latín . y para Taciütar á los alumnos de
unda enseñanza el estudio de este ¡dioma.—Tercer?
ion.
Gramática elemeatalde la Icngiiaaaatellaaa
I>. Podro Calderón de la Barca: Estudio bit
fico-criticc
EN PRENSA
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Commeleran y Gómez, Francisco4617 AndrésA4VC24 El diccionario de la lengua
castellana por la AcademiaEspañola