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El deseo de Tomás
Berta Hiriart
Guadalupe Sánchez Sosa • Ilustración
Dirección editorial: Ana Laura DelgadoCuidado de la edición: Sonia ZentenoDiseño: Julieta Ojeda y Ana Laura Delgado
© 2004. Berta Hiriart Urdanivia, por el texto© 2004. Guadalupe Sánchez Sosa, por las ilustraciones
Primera edición, 2004Segunda edición, septiembre de 2010
D.R. © 2004. Ediciones El Naranjo, S. A. de C. V. Cerrada Nicolás Bravo núm. 21-1, Col. San Jerónimo Lídice, C. P. 10200, México, D. F. Tel./fax (55) 5652 1974 [email protected] www.edicionselnaranjo.com.mx
ISBN 978-607-7661-21-4
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, porcualquier medio, sin el permiso escrito de los titulares de los derechos
Impreso en México • Printed in México
El deseo de Tomás
Textos
Berta Hiriart
Ilustración
Guadalupe Sánchez Sosa
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El deseo de Tomás
Todo empezó el día en que las dos viejitas que vivían en el piso
de abajo decidieron partir a conocer mundo, y en su lugar se
instaló la academia de danza Rudolf Nureyev. Desde entonces,
nuestra casa dejó de ser la que había sido. Se llenó de música, de
ritmos marcados por el tamborcito de la maestra, y otras tantas
sorpresas.
“Y uno y dos y tres. Amplios los brazos. Y uno y dos y tres. La
vista en alto. El cuello largo. Y uno y dos y tres. Son cisnes, son
gaviotas, son garzas. Y uno y dos y tres. Quinta posición…”
Mamá me inscribió de inmediato. Dos tardes a la semana ba-
jaba a la academia, vestida con un traje y unas mallas de lo más
ridículos, siempre con el pendiente de encontrarme a algún amigo
de la escuela. Pero no, los únicos que aparecieron por ahí fueron
Tomás y su amigo Carlitos. Noté que espiaban la clase.
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Una de esas tardes, de regreso a la casa, encontré a los dos
tontos burlándose a sus anchas. Daban de saltos y hacían toda
clase de aspavientos. Carlitos era el más payaso. Decía: “Y uno y
dos y tres. Son patos, son guajolotes, son gallinas. Y uno y dos y tres
y cuatro y cinco y seis…”.
Arrojé las zapatillas por los aires y me eché en el sillón, sin
poder dejar de reír ante semejante espectáculo. Mi hermano y su
amigo rodaban por el piso, se subían en las sillas aleteando como
aves de corral, y ahí trepados copiaban las piruetas de la maestra.
Tomás no lo hacía mal; a pesar de las chistosadas, no lo hacía
nada mal. Arriba de la mesa, extendió los brazos, alargó el cuello
y, por unos instantes, pareció una verdadera gaviota.
Se oyó girar la cerradura de la puerta. Antes de que nadie
abriera, los bailarines ya estaban muy sentados con cara de “no
rompo un plato”.
Era mamá, cargada de bolsas de mandado.
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—¡Hola, niños! Hoy va a venir el abuelo, y… adivinen qué.
Tomás y yo protestamos. El abuelo siempre salía con lo mis-
mo. Tenía una colección de películas de cuando papá y el tío Neto
eran chicos que a él le parecían divertidísimas, pero a nosotros
habían acabado por aburrirnos. Una o
dos podían verse, pero más ya era
una exageración. Aparecía la mis-
ma gente y no hacía nada más
interesante que sonreír y salu-
dar a la cámara. Sólo variaban
los escenarios: Acapulco, el
día de campo, el cumpleaños
del tío Neto.
—¡No, otra vez no! Ya
las hemos visto todas
—protestamos.
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—Creo que el abuelo encontró unas que no… ¡Ay, niños!
No sean aguafiestas, a él le encanta verlas con nosotros, ¿qué les
cuesta darle ese gusto?
—Se nos gastan los ojos, ¿no te importa?
—Y no podemos hacer la tarea —añadió Tomás, dando un
mejor argumento, que le valió a mamá un comino.
—Bueno, no está a discusión. Échenme una mano en la
cocina.
Al poco rato llegaron papá, el
abuelo y las películas. Tomás era
el encargado oficial del proyec-
tor. Mientras él preparaba
el equipo, los demás nos
sentamos a comer boca-
dillos de frente a la pared
blanca.
Tomás espía las clases de danza que dan en la academia recién abierta en el piso de abajo de su casa. Las piruetas y la música parecen llamarlo. El deseo de acercarse a ellas se hace cada día más intenso, pero no toda su familia lo com-prende. Sin embargo, cuando uno aprende a escuchar sus propios deseos, éstos cobran fuerza y pueden volverse realidad.
Berta Hiriart nació en la Ciudad de México, en tiempos de Cachirulo. Desde niña le ha hecho al cuento y al teatro, y en dichas tareas continúa ocupada hasta el momento. Escribe y dirige obras dramáticas, inventa relatos y coordina talleres de escritura creativa. Ha publicado alrededor de veinte títulos, algunos de ellos han recibido premios, pero ella asegura que no hay mayor fortuna que contar con jóvenes lectores dispuestos, como se dice, a hincarles el diente.
Guadalupe Sánchez decidió mudarse muy joven de su natal Córdoba, Veracruz, para estudiar Artes Plásticas y Diseño en la Ciudad de México. No hay nada que le guste más que dibujar, hacer cómics, animar personajes y construir escenografías para películas por las que ha obtenido algunos premios y becas. Cuando ilustra un cuento siente que está construyendo un mundo real o fantástico para que lo conozcas cuando abras el libro y recorras sus páginas.
Para lectores que empiezan
www.edicioneselnaranjo.com.mx 6612147860779
ISBN 978-607-7661-21-4