EL ARTE DEL CAMINO. DEL ESTILO ROMÁNICO DE VÉZELAY AL
PORTICO DE LA GLORIA
Dña. Mª Josefa Pastor
La formación del Camino de Santiago en la Edad Media es, sin duda, una de las más formidables empresas
creadas por el hombre medieval.
El hallazgo de la tumba del Apóstol ocurrido en un paraje conocido como Campus Stellae (la actual
Compostela) a principios del siglo IX por el monje Pelayo, es el final lógico de una tradición oral y escrita que
situaba a Santiago el Mayor como evangelizador de las tierras de los confines occidentales de España. El monje
avisaría a Teodomiro, obispo de Iria Flavia, y el rey del reino Asturiano, Alfonso II el Casto, viajaría desde
Oviedo al lugar, convirtiéndose en el primer peregrino del Camino. Al mismo tiempo mandaría erigir la primera
iglesia de las que se levantarían en el lugar hasta llegar a la formidable catedral románica que hoy
contemplamos.
Por supuesto que la certeza de que tal tumba albergara los restos del Apóstol Santiago hace bastante más de
un siglo que ha sido seriamente cuestionada, pero la creencia colectiva en la leyenda de Santiago y sus
reliquias ha sido la causa de hechos históricos de tal envergadura que la realidad de su sepultura ha pasado a
segundo plano.
Lo importante es que este suceso favorecerá la construcción de los reinos cristianos hispanos y la de Europa.
Servirá para afirmar la importancia del emergente reino asturiano frente a los musulmanes de Al-Andalus y
para facilitar las relaciones entre Hispania y los reinos europeos. Así pues el Camino ha servido no solo para
facilitar a los fieles el perdón de sus pecados mediante el fenómeno de la peregrinación, sino como vía de
encuentro e intercambios económicos, culturales y artísticos.
Las instituciones eclesiásticas serían las grandes impulsoras de estos caminos de redención, sobre todo la
orden benedictina que, apoyada por el Papa y los reyes cristianos crearía una vasta red de establecimientos
religiosos que unificarían la liturgia de acuerdo con el deseo del papado y, sobre todo, fomentarían, con la
introducción de modelos constructivos comunes, lo que más tarde se conocería como Arte Románico, el
primer estilo europeo.
El estilo Románico, que hunde sus raíces en la arquitectura clásica y se nutre de las experiencias
arquitectónicas de los primeros reinos medievales (carolingios, otonianos, astures), se manifestará en los
albores del año mil y tendrá su máximo esplendor en los siglos XI y XII. La Abadía de Cluny, de la potente orden
benedictina, será fundamental en su propagación con el envío de sus monjes para fundar nuevos
monasterios.
Por toda Europa encontraremos innumerables ejemplos de edificios románicos, edificios que siempre nos
producen una curiosa e irresistible atracción en esos tiempos tan impregnados de connotaciones
materialistas.
El impulso entusiasta de la basílica de Santa María Magdalena, de Vézelay, la hermosa torre de Saint Sernin, de
Toulouse, los magníficos relieves del tímpano de la Sainte Foy, de Conques, los esbeltos puentes que unen
voluntades y esfuerzos, las admirables pinturas del Panteón de los Reyes, de León, etc, etc, todo nos prepara
para emocionarnos ante el Pórtico de la Gloria, de Santiago de Compostela.
Un magnífico episodio del arte europeo lleno de espiritualidad, pero también de sabiduría constructiva en el
momento de la génesis de una Europa plagada de encuentros y desencuentros a través de los siglos.
Clase externa por determinar.