Mausoleo y áreas colindantes
Eduardo Padilla
Pórtico
Dedicación
A la nebulosa legión,
a la tenue agrupación capitaneada por el fantasma amigable,
semper fidelis
de la cuna a la fosa común,
unidos en un alto arco quebradizo de palidez invernal.
A quienes han sido marcados por la duda como se marca al ganado,
vuestro tatuaje rara vez se revela frente al espejo de manera legible:
un vago rechazo a la vida,
un rencor intermitente contra los pilares y celadores del universo.
A los que oscilan imperceptiblemente entre la indecisión y el parentesco a Bartleby,
a la familia gris, a la estirpe astrosa,
propongo la inclusión de semi-nuevos bocetos.
Deberán resignarse a ser meros bocetos,
no sentirse obligados a trabajar, pulirse, subir peldaños, sentar cabeza.
Apátridas—
dispersos por el mapa como anagrama descompuesto que evita replegar su diáspora.
Saben, o intuyen, que entre lo libre y lo inútil hay una frontera falsa
y que ésta puede moverse a voluntad o quedarse quieta, a falta de ella.
A quienes hacen de su cantar obsoleto un oficio,
y de su desobligado andar un arbusto rodante,
una verdad evidente,
un giroscopio,
un axioma.
Dormitorio
Poema elemental
El sol quema,
el agua fluye,
el viento corre,
la tierra gira. Ninguno
de estos cuatro puede evitarlo,
evitarse a sí mismo,
pero nada hay que nos indique que alguno de estos actores
(en el simple sentido de “acción”)
sea capaz de desear evitarlo.
Y es evidente: el sol quema a ciegas,
el agua fluye a secas,
el viento corre a tientas
y la tierra gira linealmente,
siendo su eje un supremo desenfado.
Ninguno, queda claro, debe afeitarse por las mañanas, y sufrir, en general.
O si se quiere, en particular—
engarrotamientos frente al espejo,
por ejemplo, para qué me afeito,
cuántas afeitadas me quedan,
debo temer o anhelar la cifra decreciente de rastrillos,
debería de detenerme tal vez,
dejar de afeitarme,
dejar de crecer barba,
dejar de crecer,
dejar decrecer,
es oneroso,
peor aún que ser un animal de carga es saberse un animal de carga.
La Reserva de los Indios Muertos
Los niños del vecindario ladran frente a mi ventana;
mi pensamiento, fuego precario en el interior de una mina, oscila con cada ladrido.
Los niños aúllan cuando hay luna llena
porque los indios y los lobos están todos muertos
y alguien tiene que aullarle,
pero ahora, justo ahora
ladran
mientras los gatos, impávidos, hacen gimnasia sobre el cableado eléctrico.
Del otro lado de la acera hay una casa abandonada.
Esa es su reserva,
la Reserva de los Indios Muertos.
La reserva es una buena y cabal solución—
Los niños, contentos en su libertinaje.
Los adultos, contentos con la reserva, que mantiene a raya a los niños, que contiene
el hondo océano de su psicopatología
y los deja cansados y huecos, listos para la cama.
Los dioses del abismo, contentos con el colorido salvajismo
y el ocasional sacrificio humano.
El filósofo del vecindario, contento con paradojas y dualidades.
El recaudador de impuestos, muy contento con todos.
Y en verdad todo marcha bien, casi todo el tiempo, aunque durante la canícula
la reserva se desborda y los niños salen corriendo
a lanzar condones usados contra las aves enjauladas
que cuelgan de los hastiales.
Siempre habrá vecinos inconformes que propongan atacar el problema de tajo
y contratar a un exterminador
pero eso es demasiado costoso, y además
¿quién haría sonreír entonces
a los abismales dioses de antaño?
Se concluye que una plaga de niños es preferible a una plaga de lobos o de indios.
Ningún lugar en mente
Estaba yo
orinando desde una gran altura
después de haberme tomado todas la cervezas
que el presidente de América guarda en su maleta
junto con la llave de los infiernos.
La distancia de mi cabeza
a mis pies:
la catarata más fotogénica.
A continuación mi cuerpo
caía en pedazos del tamaño de pequeños continentes
sobre lo que debía ser una planicie
tan vasta como para alojar una fila india
de millón y medio de elefantes,
todos en huelga.
De cada fragmento
—se desplomaban
sin hacer ruido—
una escena mundana
aunque enigmática
se presentaba ante mí
para luego dejar de ser,
otra vez,
sin causar alboroto
o molestias de ningún tipo.
“Vaya” pensé al despertar
“si tan sólo pudiera derivar de todo esto
un sentido sistematizado, o mejor aún,
la clave mágica para un futuro sistema totalitario,
podría llegar yo
muy alto y muy lejos.”
(Evidentemente, no voy a ninguna parte
pues nadie cree en lo que digo.)
Comedor
Linaje
Godínez—
guardián del zoológico,
cabeza de tuerca atada al plexo solar con correa,
comparte sus jugos con Claudia.
Claudia—
a veces patata acéfala, a veces hidra multidireccional,
siempre ama de llaves, siempre
pulidora experta de la llave maestra y
paridora enana de nebulosas
que gobiernan la suerte
polvorienta
de un caniche
llamado Superobvio.
Superobvio—
animal tautológico,
desolación hirsuta apoyada en un barril sin fondo y
una línea recta segmentada en
ladridos,
rematada en cola limpiaparabrisas
que cuando no invita a otros perros a olerla
desinvita a las moscas
y gratifica a los hombres con la cadencia
de su sonrisa autómata.
Y luego tú, y luego yo, y luego todos
ustedes.
Digestión
Marinado en el acogedor despropósito—
salta de la cama tostadora
y es servido en el plato de un nuevo día laboral.
Ser deglutido sin embargo
abarca una larga vida de tentativas, prórrogas, esfuerzos.
La digestión de un hombre es exponencialmente más lenta que la de un cerdo.
Acaso Saturno devoró a sus hijos no tanto por locura
sino por exceso de familiaridad, distracción o
inmemorial inercia.
Ombligo o Tentáculo
a Oscar David López.
Lo que hace promiscuo a un tentáculo:
su inabarcable árbol familiar,
su diseño,
la fría y lenta vorágine en la que habita.
Además, intuye
que en la cizaña se evita la fatiga,
que en la cizaña se prospera.
Y eso lo pone caliente,
aunque de forma gélida, submarina, naturalmente.
Mausoleo
Constantinopla
Vivo en las afueras del mundo,
soy el peor histrión del vecindario.
Considero una ventaja estratégica estar a la sombra de la Puerta Dorada,
colosal atea que va siempre al grano y prefiere la desolación al adorno.
La admiro por lo mismo.
Cuando pienso que su muerte es mi muerte
me doy por satisfecho,
ya puedo anunciarle a todos que estoy en una relación sentimental.
La raza de mi querencia no es importante, lo que cuenta es su sentido del diseño.
No odio a los chinos por ser chinos, los odio
por ser incapaces de inventar la belleza trascendental de un
1950 Studebacker Champion Convertible.
La imagen de dicho auto reside en el relicario de plata que habré de arrojar desde
alguna cima
el día de mi finiquito.
Barajeando mis opciones, me inclino por la cima de aquel puente.
Hay que entender que el puente sufre el peso del tiempo
como ningún mártir jamás podría
y además sin drama o
mácula,
sin ensuciar los pantalones.
Golden Gate,
en tu nombre rutila
una grosera promesa
que ya pienso capitalizar
cuando sea hora de canjear mis fichas.
¡Tú no eres ningún vulgar puente, oh montaña servil!
Las pelirrojas me estimulan a tal grado, y entre más heladas y utilitarias,
más vivo es el rojo de mi entusiasmo.
Habría que seguir tu ejemplo, mi humilde giganta,
y soportar el plomo de los días
con el gris acero de tu parsimonia.
Gasparín, Jinete Frustrado
Primer arbusto a la vista:
pero nuestro héroe no sabe de horticultura. En realidad sólo sabe decir caballo.
Luego colinas
sembradíos
nubes
mujeres como picaduras de abeja,
todos caballos.
Un jodido tiovivo, según Gaspar.
(vaya esplendor escuálido,
vaya hipódromo sagrado,
vaya imbécil)
El dolor en la boca lo hace sentir menos solo, supongo.
¡Terror y fascinación ante el primer habitáculo humano!
Virtuoso en crines el desfile, de imaginar todas esas barrigas hinchadas,
todos esos cuartos traseros tan odiosamente sugestivos,
la fricción de las herraduras en el empedrado…
Ya que lo pones así la Creación es una abominable jaqueca.
Eso no es todo: Torres y agujas, tejados, adoquinados,
el moho, ubicuo en su hedor decolorado.
(Relincha, Tiempo/Espacio, sé un animal histérico, corre a lo pendejo y enséñame las
encías para poder comprarte, si fueras regalado quién se molestaría en educarte)
Años después Gasparín se codearía con la aristocracia.
Manejaría conceptos y abstracciones como quien maneja monedas de dudosa
procedencia.
Llegaría, incluso, a hablar con suma fluidez
y a encabalgar elaboradas y sorprendentes descripciones e interpretaciones del
mundo que lo encerraba.
Pero nunca añadiría nada substancial a su primer recuento ecuestre del universo.
Por otro lado, dicen que tocaba el piano maravillosamente mal.
(Nota para la pista sonora: relincha el caballo de John Wayne a la distancia mientras
un millar de indios muertos ululan)
Hablador
Rezo por un desastre masivo que nos purifique de amos y esclavos por igual.
Muerte al enemigo del hombre:
muerte a todos los hombres.
(bostezo)
Esta consigna la esgrimo en mi parachoques y la cargo en ristre cuando juego cartas
con el Coco,
que se aburre rápido de mis burdas maneras y propone mejor
una partida de backgammon.
(salto, salto, como, soy comido, bostezo)
Mi simpatía quedó eventualmente vertida sobre los desiertos glaciales
así que ahora ahorro para jubilarme
en algún valle anónimo de desolación cósmica cualquiera.
Aún me permito soñar con bosques primigenios y la posibilidad de haber nacido
una simple ave de caza.
(gorgoteo, chillo, finjo dar miedo)
Complaciéndome con fantasías modestas y orgullosamente inhumanas,
espero la noche en que mi correa, en un gesto de incalculable ternura,
se oxide hasta la médula.
¿Adivinas quién soy?
(Soy un felpudo, y mi nombre es BIENVENIDO)
Soy un cancerbero, y trabajo de medio tiempo.
Un tal Heimlich
a Pedro Mena
Un piojo despierta inquieto una mañana y se decide por la filosofía. Hace sus maletas-
su bulto atado a un palo - y elabora un mapa, basado en el recuento de otros piojos. Su
plan es emigrar a la región del Ojo, la única a la altura de sus nuevas ambiciones. El ojo
no sólo es una capilla astrofísica sino que también hace las veces de bunker y de
planta nuclear al servicio de la Imagen. Qué mejor nodo para hundir la probóscide en
las vetas de la existencia. Siendo pragmático, el piojo anticipa que el ojo, siendo
rotundo, será difícil de defender. Hablar de amurallarlo comprometería sus
funciones… ya estando en eso mejor extirparlo y usar la cuenca para el cultivo. No,
habrá que dejarlo intacto, piensa el piojo. Pros y contras, y unido al gran contra de su
estúpida vulnerabilidad viene el gran pro de su lacrimosa super-abundancia. Cada vez
que lo pinchen me dará recursos… caray, hasta podría poner una hidroeléctrica y
venderle el sobrante de luz a los chinos (el piojo naif calcula que sus ojos rasgados son
una gran desventaja).
Un piojo despierta de un sueño donde se re-inventaba de filósofo aficionado y luego
pagaba caro por su audacia. El piojo mete los pies en las pantuflas y encuentra el
depósito que su mascota (un ácaro atigrado) le ha dejado en la pantufla izquierda. La
vieja cadena de repulsión-atracción se echa a andar en las sinapsis del piojo. Le resulta
un hallazgo penoso, pero la consistencia de aquella materia le remite al sueño y al ojo
en el que había construido su Reichstag. “El amor entra por el ojo” entona el piojo
“junto con todas las otras enfermedades”. Feliz de saberse tan ingenioso aún antes de
tomar su primera taza de café, el piojo va al armario normando y saca su gabardina y
su Stetson. Es hora de proseguir con la investigación. Mete en la funda su revólver, con
cariño, bajo la axila. Baja al garaje y enciende el auto; luego espera, como todas las
mañanas, a que la temperatura del motor suba un par de grados. Mientras espera tras
el volante, da sorbitos al café y traza un plan sobrio y detallado para el resto de su
vida. La investigación no podrá tomarle menos tiempo que eso; calcula que incluso
podría llegar a necesitar una prórroga. Su cliente -un consorcio hermético del que sólo
conoce las siglas y esa cripta vertical/oficina central a la que sus colegas le han puesto
el afectuoso mote de “La Colmena”- le ha encomendado la solución de algunas
grandes preguntas. Es verdad que no son muchas preguntas, le confiesa el piojo a su
futura ex esposa en un raro momento de debilidad, pero Dios, sí que son grandes.
Mientras el piojo traza y elucubra, sentado ahí, tras el volante, el garaje se hunde en
una impenetrable niebla de monóxidos.
Un hombre despierta como náufrago arrojado a una playa rocosa.
Un hombre despierta casi ahogado, como si acabara de salvarse de las heladas aguas
de un pozo. Considera que aunque en ningún momento vio su imagen reflejarse en
ninguna superficie o espejo, todo parecía sugerirle que en el sueño el hombre en
realidad era varias clases de piojo. A pesar de esto, en el sueño sus hijos lo llamaban
por su nombre, y su esposa no oponía resistencia ni hacía ningún intento por echarlo
de la cama.
Aislacionismo
a mis tías, las Mónadas.
Desprovisto de tensión, propósito o sentido,
desperté en la tarde del último día en el calendario.
“Tengo miedo de todo, pues evidentemente,
todo me puede hacer daño.”
¿Es esta una proposición negociable?
¿Decido tener hijos por temor a la muerte
o decido no tenerlos por temor a aclarar sus dudas sobre la muerte?
Y al fracasar, oírlos llorar, luego sentir nostalgia
por los días en que yo también ponía a prueba la templanza de mis padres.
Sospecho que la gente me cuenta sus problemas por ser yo incapaz de entenderlos.
De verdad. Es como confesarle un crimen a una tapia…
separados por un callejón de distancia,
con el sonido de una ventisca comiéndoles la mitad del rostro.
Soy incapaz de entenderlos, pero tengo la mirada triste. Mi perro
también tiene la mirada triste. Pero yo sí escucho. Soy un escucha excepcional.
Pero nada entiendo. Y cuando acaban, les digo:
“Existe la posibilidad de que todos tus males sean imaginarios,
incluidos tu consciencia y el cuerpo que la apuntala. Voy por otra cerveza.”
“…que sean dos” me dicen,
acaso para sentirse unidos
al desliz incontenible de una fuerza mayor.
Lazlo Lozla
a Iker Vicente
Por medio de la presente otorgo libertad al señor P. para apropiarse y tergiversar a
sus anchas la materia anecdótica de mis múltiples y variadas gestas. Durante los
últimos meses el señor P. ha sido fuente de puntillosas molestias para mi persona—
sus visitas diarias y a deshoras, su infantil curiosidad sobre mis detalles biográficos,
detalles que con gran esfuerzo yo había logrado ya casi olvidar… y esas sucias huellas
dactilares que ha dejado embarradas en mis almanaques y archiveros cual grosero
chocolate sobre la santa blancura de una página en blanco. No ha sido fácil lidiar con
los efectos no deseados de mi celebridad tardía. ¡No lo suficientemente tardía! Así
pienso; el señor P. es el primer admirador que viene a mi puerta, y también será el
último. Desde mañana mi buzón gozará del anonimato y facultades negativas de todo
buen agujero negro.
Siempre fui un hombre informal. La seriedad y el esmero con los que perseguí ese
llamado sin embargo sugerirían lo contrario. Pero la evidencia es inequívoca, ninguna
de mis empresas ha derivado jamás en utilidad de algún tipo. El señor P. dice entender
este rasgo íntimo… la naturaleza esencialmente obsoleta de mis quehaceres. Me ha
asegurado que cualquier representación que elabore sobre mi vida será igual de
obsoleta. Esto creo se sobrentiende. Aun así le he pedido ser escrupuloso a la hora de
omitir todo aquello que remita a eventos concretos y demasiado específicos. Mi vida
es una larga concatenación de datos, datos que yo deseo convertir en omisiones. Si
bien el recuento está hecho de actos y fechas, el fondo del recuento es un gigante
gaseoso. Confío entonces en la fiel vaguedad de sus intentos, y en que ningún absoluto
se atreverá a emerger de la crepitante sombra de sus intuiciones.
_ _
The Incredible Shrinking Man
A mi primera esposa le dije que me fascinaban los desiertos aunque me horrorizara
vivir en ellos,
que un estacionamiento para cinco mil autos es un paradigma de belleza sólo antes
de ser abierto al público,
y que mi hobby era coleccionar crucigramas pero no llenarlos; plastificarlos, sí, pero
dejarlos siempre en blanco.
A mi segunda esposa le dije que el silencio es el regalo perfecto—
universal, maleable a toda ocasión, y más noble que la mejor madera.
A mi tercera esposa le dije, cierra ya la boca.
El tiempo todo destruye, el tiempo todo lo abrevia.
Últimos deseos del tío Bolo
Misterioso (3:11)
(Monk)
• Thelonious Monk – piano
• Milt Jackson – vibráfono
• John Simmons – bajo
• Shadow Wilson – batería
Grabada el 2 de Julio de 1948.
Esta pieza sonará en el funeral del tío Bolo, según su voluntad, nada más habrá de
sonar, pues plegarias y panegíricos le caen mal, le parecen de mal gusto. Ninguna otra
pieza será programada. Calculo que en su vida escuchó varios miles de piezas
diversas, así lo sugiere su colección de vinilos, que aquí dice que yo heredo, pero en su
funeral sólo se oye Misterioso. Si alguno de los tres invitados siente la necesidad de
bailar, le será requerido que lo haga en sincronía con los ritmos desplazados y los
acentos abruptos indicados por la música.
En cuanto al manejo de sus restos, nos pide que su cadáver sea incinerado en paralelo
a la ceremonia, en el crematorio anexo a la capilla. Las cenizas serán entonces
esparcidas ahí, en el suelo de la capilla, al ritmo patizambo de Misterioso. El primer
invitado será obligado a pasar la aspiradora. Naturalmente, las cenizas se mezclarán
con el polvo y las colillas de cigarro. Bien, una vez hecho esto, la bolsa de la aspiradora
será puesta en un sarcófago de caoba negra, el cual será también incinerado. Las
cenizas serán vueltas a esparcir en el suelo de la capilla y luego serán aspiradas por el
segundo invitado. De nuevo un sarcófago, esta vez de madera sutilmente más negra
que la anterior. De vuelta al crematorio. Lo anteriormente descrito será repetido por
el tercer invitado. Una última vuelta por el crematorio. El resultado final será
envasado y enviado por paquetería a un desconocido en algún punto remoto del
globo. La elección del lugar y el destinatario se realizarán mediante un proceso
aleatorio de simplicidad infantil (por ejemplo, cerrar los ojos y apuntar a un lugar en
el mapamundi; luego conseguir una guía telefónica de ese lugar, cerrar los ojos, y
apuntar al destinatario).
Misterioso habrá de sonar a lo largo no solamente del funeral, sino también de sus
preámbulos (etapa de planeación y ensayos) y molestosas postrimerías. Si su
razonamiento le es fiel, la melodía quedará firmemente inscrita en la dúctil memoria
de los asistentes. Habrá pues, de acompañarnos durante años, de importunarnos en
momentos misteriosamente oportunos, de hacernos trastabillar con la pasmosa
precisión de su destiempo, y, finalmente, según los cálculos del tío Bolo, de
perseguirnos con la tonada atonal de un inclemente insomnio.
Salón Heráldico
1.
¡Silbando tu bala
Oh patriota pistola!
Con huesos has hecho
Una alegre rocola.
Deviene la rola
En un camino maltrecho
Ahí viene la bola
Con agujero en el pecho.
¿Qué dices que has hecho
Con el rico hacendado?
Una tumba al acecho
Con olor a pescado.
Es laico el estado
Es laxo el escroto
Escruta el pasado
Pagano y remoto.
2.
Bruto y astroso el jamelgo
del lúgubre hidalgo
(no aquel Hidalgo sino el genérico, el de noble abolengo)
renquea cual oblea, tose cual tren
y sangra escorbuto
parodia tísica de locomoción clásica
que de la sedición es el fruto.
Un calambre lo tuerce y le trunca
la carrera castrense
(la carrera de un gato y su ovillo de estambre)
y ahora lo tienen paseando a aquel fiambre
en carroza, también a su esposa, la momia canalla.
Tú espera en la esquina y seguro te tira
confeti circense
desde el asiento de alambre
de esta seca antigualla.
3.
Quiero un sombrero
que no sea Beanie o Stetson.
Me cae mal John Wayne
y me exaspera Elroy Jetson.
No quiero un diploma,
me vería mal de birrete.
Soy malo en la escuela
prefiero que hable el machete.
El mejor sombrero es ranchero,
de ala ancha y cono enorme.
Rompo vidrios, hago sombras…
soy abajeño de cabeza deforme.
Mañana me voy a Hollywood
a la tumba de Pancho Villa.
Quiero exhumar su cadáver
y cobrar rescate por su rabadilla.
4.
Doroteo, arenga a las tropas,
hazlas subir por el filo de Marte;
da la orden, que rasguen las ropas
y a usar los jirones para un nuevo estandarte.
Ya encarriladas en demás rasgaduras
las huestes valientes violentan los lechos,
rasgando las faldas de nenas maduras
los muertos vivientes se arrogan derechos.
Feroz centauro, cazador de la enagua,
bigote y carisma de fatal rabble-rouser,
aunque ayer gobernabas Chihuahua
hoy en Texas subastan tu Mauser.
Observatorio
Guiño
Todo objeto contiene a otro objeto en su virtualidad
R. Magritte
El abuso de la metáfora lleva a la bancarrota del sentido
Swankipants the Banker
Un epígrafe bien empleado es la mejor sirvienta de todas
E. Padilla
En cada escena del crimen una catedral azul
ultraligera
superior a los ríos calinosos desde la boca
de la pipa
de la conjetura que a tientas el detective,
asaltado por una visión que ni siquiera coagula del todo antes de ser archivada.
En cada catedral azul, con paso terso,
gatuno,
con desdén y
finísima desidia,
una burbuja de jabón hace plop.
En cada ciudad como ésta
siglos de infamia y tibia misericordia se afanan,
como la proverbial telaraña,
de los párpados de algún dios paleolítico
mientras la burbuja es traspasada por todo aquello nacido de ingle o salido de fábrica,
una enciclopedia de bólidos, centellas, efectos punzo-cortantes,
rayos que asesinan abierta o discretamente, que orbitan sienes olímpicas,
que espían revueltas celulares y venden la información al bisturí más artero…
una vida de alfiletero la nuestra.
La física cuántica así lo dice: por todos lados los bárbaros,
cómo pararlos si son más pequeños que un cabrón pigmeo y tanto más negros,
la luz la usan de hilo dental, y los hoyos negros, me mortifican,
sobre todo los que tengo en el cuerpo: porteros corruptos,
por una tapioca le entregarían el reino al invasor.
Y la Anti-Materia: ubicua, necia, musulmana, cercándonos con superioridad numérica,
y no hay forma de afrancesarse y limpiar las botas del enemigo,
así que uno comienza a entrar en pánico,
y a sudar frío bajo el espectro de una repugnancia tanto espiritual como física,
como la que uno siente por aquella tía abuela que se mantiene ignota
pues vive en el Norte pero amenaza con venir a restregar su odioso anecdotario
en nuestra consciencia, tan asediada por narizotas
y masas épicas de pelo pubiano, articuladas en supercarreteras de Comercio y
Misterio.
Y así hasta llegar a los astringentes cuartetos del maestro húngaro—
te quiero mucho Bela,
gracias por el bello jardín de crecimiento y decrecimiento instantáneo
hecho a partir de alfileteros humanos
y perros nudosos persiguiendo al camión de la basura.
Buena música al menos. Mi favorito es el quinto.
La burbuja, entonces, traspasada como santo de estampita, pero que no expira,
aún.
In the blink of an eye, decían los ingleses, antes de prenderle fuego a las chozas.
Si algo me conmueve hasta la piedad religiosa
es ver a una mujer poniéndose pestañas postizas.
Entre más fea mejor.
Filip, en la calle Hoza (Polonia).
Disperso, Caótico, Inútil
poema dedicado a la invención del telescopio.
Atmósfera
El cielo es rojo esta noche,
cuánta sangre corre gorgoteando
por escalones ascendentemente hoscos e inconquistables
… la pirámide de nuestras Inversiones.
Denuncia
Apostamos a ciegas, sobornamos en grande, y pensamos en cuantos (quantum)
y con cuantas.
Hacemos lo posible, excepto arrogarnos algo de dignidad y renunciar antes de tiempo.
Silogismo
La energía es tiempo, el tiempo es dinero, el dinero es
el escapista mágico en el vacío de tu billetera.
Una vez más, la segunda ley de la termodinámica
La sentencia de las ganancias que disminuyen
es ecuánime. Si viviera entre nosotros un verdadero Nihilista,
no habría Buda o Cristo que dejara pasar semejante oportunidad
para salir en la foto con un ser tan devastadoramente justo.
Excepto que la foto es imposible, no hay luz para tomarla. El Ángel Negativo
es coronado por la fusión de dos hoyos negros, que para los cosmólogos equivale
a pornografía lésbica inter-dimensional cuyo orgasmo es el colapso de su propia
adicción a meterse cosas por donde el sol no brilla, todo tipo de cosas,
de hecho, todos los objetos imaginables por todas las civilizaciones de la galaxia
o soup du jour.
Escatología del Turismo
Al tomar esa última curva
supe que estaba en la vecindad del burdel más temible,
y que durante el siguiente tramo de eternidad no habría más opción
que coger con Enanas Rojas.
“Es la Era de Degeneración” dije al entrar,
asumiendo la sublime Neutralidad
de un pingüino asexuado. “Mi nuevo hogar bajo la configuración elíptica de mil
millones de estrellas muertas, antes llamado Cielo”.
Magnitud Límite
Veo óxido en tu futuro,
montañas olímpicas de herrumbre. Tu manto infinito
infinitamente horadado por ojos de desagüe
en donde la sangre de Janet Leigh hace bellísimas espirales
y borra nuestros pecados.
A la tumba glacial nos acompañan himnos aleatorios,
fluctuaciones interminables de cuyo caos a veces un nuevo Bach emerge, reconocible
como el álgebra de un posible universo.
Tributo, Reverencia, Asombro
Se sabe de dos Indestructibles:
la silente caja de música (a nivel sub-atómico)
y la mesa del crupier invisible que nunca, nunca descansa.
La esperanza, se infiere,
es una joya de altísima improbabilidad, pero destinada por ley a materializarse.
¡Pero soy tan impaciente! Debo de ir a Plutón y preguntarle a los muertos
si a ellos les pasa lo mismo.
Lucy BPM 37093
La risa de mi hermana
es una pelota de goma,
roja como la sangre del mundo,
llena de plasma, tintineo
y partículas jaspeadas.
Cuando corre, corre a caudales
y cuando estalla contra las rocas
las rocas también ríen,
subdividiéndose en diamantes y rubíes.
Calculo que el vapor de su risa podría solucionar
las necesidades energéticas de incontables empresas;
calculo también que esa risa podría seguir creciendo
y devenir en una masa elipsoidal de ruido blanco
columpiándose en la corona del sol.
Espero entiendas,
su risa en verdad es una cosa magnífica
pero yo a veces estoy durmiendo
o intentando dormir
y ella arroja esa risa inclemente contra mi puerta
y entonces yo desearía
que uno de los dos estuviese muerto.
Capilla
El paraíso era un baluarte circular
El paraíso era un baluarte circular,
sus habitantes felizmente parapetados en la certeza binaria
de un estado de sitio.
Nosotros o Yo
adentro;
Ellos o Él
afuera.
Él circundaba la muralla,
su voluntad siempre idéntica a si misma…
al ritmo de un caracol sus jinetes
circundaban la muralla
afilando en ella sus dagas
como después el agua
cuando erosiona las rocas.
Su nombre es multitud
pero entre ellos brilla la hélice
espiral
el remolino abismal
y el viejo escargot que deja su baba en el álbum de la familia.
Adentro, Nosotros
en unísono de serpentina
pre-serpentina
circulábamos el único signo posible,
y esto Nosotros
lo hacíamos sin manos o sin bocas.
Hoy con justa razón sentimos repugnancia y buscamos no hundirnos en ninguna
pantanosa monomanía
pero en aquel entonces todo era simplonamente divino.
El primer portero
corrupto
fue el primer agujero
amoroso.
El primer agujero corrupto
fue el primer portero amoroso.
Hoy reina la Moneda, la Rueda y el Fuego.
El fuego es la manifestación visible de una rueda invisible.
La rueda rueda con la simplona divinidad de la moneda.
La moneda es el baluarte circular en el que la rueda existe y es consumida por el
fuego.
Y lo que queda fuera de la moneda,
o todo lo que no es moneda,
es lo único que habilita y sostiene la existencia de la moneda.
Y
amén
entonces
o etcétera
pues.
Ático
Sendai
Tengo un sismógrafo junto a la silla giratoria,
un globo terráqueo traspasado de agujas
donde las placas tectónicas se ahorcan;
tengo un mirador cónico donde el fin del mundo es un diorama
con partes móviles y exquisitas réplicas de trenes
y cochecitos a escala.
La aguja brinca y baila con el trompo.
La gran ola se mueve y devora a velocidad insólita.
Los muertos fluyen, se revuelven
en un caldo piroclástico.
No hay defensa. Todo corre
menos las piernas,
los relojes…
…las moscas son moscas desde siempre.
De su errar derivo
una lección pasmosa
una modesta constante
un frugal ultraje
y un prismático
temblor-abismo.