Ewa Kubiak
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco:
su historia y su arte1
AbstractoEste artículo se ha dedicado a los dos beaterios de Santa Rosa, que funcionaron en Cusco desde la década de los ochenta del siglo XVIII. Originariamente, existía un único recogimiento bajo la advocación de esta Santa, que reunía tanto a españolas, como a indígenas y a mestizas (según los documentos). Sin embargo, a resultas del confl icto racial y social surgido en los años ochenta de ese siglo, el beaterio se dividió en dos instituciones, que a partir de entonces tendrían sedes separadas. En la calle de San Andrés se ubicaría el beaterio de las españolas, y en un callejón situado junto al monasterio de Santo Domingo el destinado a las indígenas y mestizas. El presente artículo recrea la historia de ambas instituciones a base de la rela-ción de José María Blanco, que data de 1834, y de varios documentos conservados, que proceden del siglo XVIII. Asimismo, se presentan datos estimativos referentes al interior de las capillas y a sus altares.
Palabras clave: beaterios, Beaterio de Santa Rosa, Cusco, época colonial, arquitectura colonial, arte co-lonial
BRIEF HISTORY OF THE TWO BEATERIOS OF SANTA ROSA DE LIMA IN CUSCOAbstractTh e article is devoted to two beaterios of Santa Rosa, which existed in Cusco from the 1880s. Originally, there was one recogimiento of the same dedication, which brought together both creole women (in this case referred to as españolas [Spanish women]) and Indian and Mestizo ones. However, as a result of a racial-social confl ict in the eighties, a division into two institutions, which from then on had their separate headquarters. Th e beaterio of ‘Spanish women’ was in San Andres Street, while the one for the Indians and Mestizos – in the nook at the Monastery of Santo Domingo. Th e article recreates the history of both institutions based on accounts by José María Blanco from 1834 and several preserved documents from the 18th century. It also discusses some random information on the decoration of the chapels and their altars.Keywords: beaterio, Beaterios of Santa Rosa, Cuzco, colonial period, colonial architecture, colonial art
Ewa Kubiak ■ Uniwersytet Łódzki / Instytut Historii Sztuki. E-mail: [email protected], https://orcid.org/0000-0002-2740-0632
Estudios Latinoamericanos
39 (2019) 215–243
https://doi.org/10.36447/Estudios2019.v39.art12
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1. El beaterio como institución
En los albores de la Edad Media, ya existían varios tipos de reclusión de
carácter religioso junto a los monasterios. Se mantenían en un aislamiento sufi -
ciente como para que las personas, que sentían tal llamada, pudieran vivir en ellas
al servicio de Dios, en silencio y devoción (Santa Teresa 1967: 230). A tenor de
esta tradición, empezaron a crearse, en las postrimerías de la Edad Media y en la
Edad Moderna, lugares de aislamiento destinados exclusivamente a las mujeres; en
la Península Ibérica y en las colonias españolas, algunos de estos lugares fueron
denominados beaterios. Se organizaban conforme a la regla religiosa elegida, eran
supervisados espiritualmente por congregaciones específi cas y, aunque no hubieran
sido considerados ofi cialmente como monasterios, debían ser aprobados por las au-
toridades locales, con lo cual gozaban, en cierta medida, de carácter formal.
El primero en bosquejar una descripción de un beaterio en Cusco fue Ig-
nacio de Castro en 1788. Escribió que “se recogen aquellas pobres, que ó por su ca-
lidad ó por su escasez de facultades son injustamente excluidas de los Monasterios
y así compensan y satisfacen los deseos de consagrarse a Dios en Religión” (Castro
1978 [1788]: 54). No obstante, fue Donato Amado Gonzales quien nos ofrecería una
defi nición más moderna, remitiéndose a las aclaraciones realizadas por Fortunata
L. Herrera. Según él, el beaterio “surgió como reconocimiento y refugio, de volun-
taria clausura, para las mujeres que querían vivir lejos de los desórdenes y excesos
mundanos, dedicadas a la contemplación de la vida espiritual” (Amado Gonzales
2003: 225; véase también: Herrera 1920: 20). Las miembros de tales congregaciones
recibían el nombre de beatas2, y llevaban una existencia muy similar a las de las
monjas, sin serlo, aunque generalmente, como estas últimas, usaban hábitos y vi-
vían recluidas formando comunidad.3 También prestaban votos de castidad, pobre-
za y obediencia, pero no eran votos perpetuos, a veces incluso solo tenían carácter
privado.4
En Lima, se fundó el primero en 1558 y fue este el beaterio de Nuestra
Señora de los Remedios, que no tardaría, –apenas tres años después–, en conver-
tirse en el monasterio agustino de Nuestra Señora de Encarnación. A mediados del
siglo XVIII, operaban en Lima cinco beaterios, al menos diez en Cusco y tres en
Arequipa (Cantuarias Vargas 2002: 65). A pesar del elevado número de dichas insti-
tuciones, el beaterio, tal y como señala Kathryn Burns, ha sido un tema marginado
por los investigadores. Hasta ahora, han aparecido escasos estudios sobre su histo-
ria, su funcionamiento organizativo y sus aspectos artísticos. La ínfi ma cantidad de
documentos surgidos en estas instituciones ha contribuido a este estado de cosas:
algunos de los que surgieron se dispersaron, y muchos de ellos, considerados insig-
nifi cantes, fueron destruidos (Burns 2002: 87). Así que, hasta el presente, solo unos
pocos autores han tratado la historia de los beaterios de Cusco.
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco: su historia y su arte 217
2. Los beaterios de Cusco
Entre el pequeño grupo de autores que se han dedicado al estudio de los
beaterios en Cusco, nos encontramos con el historiador Fortunato L. Herrera, quien
además fue el primero de todos ellos. Recopiló los datos diseminados concernientes
a su historia y al funcionamiento de estas congregaciones. En su opinión, durante
el período colonial en Cusco, se habrían fundado doce beaterios y, en los tiempos
coetáneos al artículo del autor, es decir, a principios de la década de los 20 del siglo
XX, aún seguían funcionando cinco en esa ciudad. Herrera recuerda que el primer
beaterio fue instituido en Cusco por el padre jesuita, Juan Arias Vaca, antes de su
muerte, acaecida el 29 de septiembre de 1672. El beaterio estaba destinado a muje-
res indias “nobles, pobres y honradas” (Herrera 1920: 20). Ahora ya sabemos que las
primeras beatas aparecieron en el siglo XVI: alrededor de 1550, Francisca Ortiz, una
viuda de origen del País Vasco, decidió vivir conforme a la regla franciscana y, en la
primera mitad del siglo XVII, después del año 1622, una viuda de Sevilla, Mari Díez
de la Cueva Ojeda, habitaba en la ciudad de Cusco como beata franciscana. Kathryn
Burns también menciona otros ejemplos tempranos de la existencia de beaterios en
Cusco (Burns 2007: 82-85). A su vez el primer convento femenino de Cusco, el de
Santa Clara, fue creado a resultas de la transformación del Beaterio de San Juan de
Letrán, que funcionaba con anterioridad y que había sido fundado el 30 de abril de
1551 (Van Deusen 1990: 273-2925; Burns 2008 [1999]: 39-40)6.
El recogimiento femenino más importante y conocido en Cusco era el
Beaterio de las Nazarenas, donde las mujeres congregadas vivían conforme a la
regla carmelita.7 El primero en describirlas fue F. L. Herrera en su artículo ya
mencionado, seguido de Jesús M. Covarrubias Pozo (1958: 280–287). K. Burns
menciona el beaterio en su libro sobre las congregaciones femeninas en el Cus-
co colonial (2008 [1999]: 162–164), así como en su artículo, en el que aborda el
tema del funcionamiento de estas instituciones (Burns 2002: 87). Por su parte,
María Viñuales incluyó en un capítulo de su libro sobre el espacio urbano en
Cusco durante el período colonial la historia del funcionamiento del Beaterio de
las Nazarenas (2004: 181–189).8 Donato Amado Gonzales también dedicó a las
“nazarenas” gran parte del artículo en que describe la historia de su segunda sede
(2003: 213–236), ubicada en la parroquia de San Blas junto a la plaza que hoy lleva
el nombre de Plaza de las Nazarenas. Otra comunidad muy importante en Cusco
fue la del Beaterio del Carmen en la parroquia de San Blas, situada frente a la igle-
sia parroquial. Se desconoce la fecha exacta de su fundación, pero se nombra por
vez primera en fuentes procedentes de los años comprendidos entre 1670 y 1690
(Cuzco 1689 1982 [1689]: 230–231; Kubiak 2020 [en imprenta]; véase también:
Kubiak, Gómez Huacso 2019: 95-126).
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3. El culto de Santa Rosa de Lima en Cusco
Rosa de Santa María fue la primera santa de América. Nació en 1586.
Provenía del linaje de los Oliva y se la bautizó con el nombre de Isabel Flores.
Fue ya como terciaria dominicana, cuando tomó los nombres de Rosa de Santa
María. Murió en 1617, fue beatifi cada en 1668 y canonizada tres años después, en
1671 (Busto Duthurburu 2016 [2006]: 19, 325, 336). Su vida de castidad y asce-
tismo, entregada en cuerpo y alma a la oración, se ha convertido en un modelo
a seguir para muchas mujeres, tanto de las clases humildes como de las pudientes.
Rosa mostró cómo alcanzar la santidad sin unirse a una orden religiosa, eligiendo
únicamente un estilo de vida modesto y dedicado a la oración. De acuerdo con
el testimonio de su confesor, Leonard Hansen, Rosa organizaba sus quehaceres
semanales de acuerdo con las instrucciones del místico y teólogo Luis de Granada.
Asimismo, para la santa americana, ideal y ejemplo a imitar fue Santa Catalina
de Siena (1347-1380), a quien la llamaba “madre” y la rodeaba de una veneración
especial (Van Deusen 2017: 25).
El culto a Santa Rosa de Lima nació en la capital del Virreinato del Perú
poco después de su muerte, incluso antes de su canonización, y como escribe Ybeth
Arias Cuba: “su devoción se extendió de manera rápida en el orbe católico y desde
luego en los territorios de la Monarquía Hispana. La creciente devoción motivó la
celebración de magnas fi estas por la beatifi cación de la santa limeña y la producción
y reproducción de numerosas representaciones escritas (hagiografías, sermones,
relaciones de fi esta, novenas, comedias de santos, entre otros) y representaciones
visuales (pinturas, grabados, esculturas, retablos)” (Arias Cuba 2016: 81). Juan Me-
léndez (1671) nos ha legado un relato muy interesante del proceso de beatifi cación
de la santa en Lima. El autor describe la procesión con la fi gura de Santa Rosa por
las calles de la ciudad, tras la imagen de San Catalina de Siena (1671: 16), además de
presentar con todo detalle el séquito que acompañaba a las fi guras: los frailes domi-
nicos ataviados con “dalmáticas de fi nissimos brocados de los mejores ornamentos
de nuestra ponderosa sacristía”, los acólitos, que marchaban junto a ellos, engala-
nados con “varios y vistosos roquetes tirados de diversas telas ricas, unas blancas,
y otras carmesíes, con fl uecos de seda, y oro co[n] q[ue] adulavan la vista”; velas
encendidas iluminaban la procesión y ante la fi gura de Santa Rosa se juntaban doce
niñas vestidas con los hábitos de las beatas dominicanas, tocadas con coronas de
rosas y ramos de fl ores en las manos (1671: 30 v.; véase también: Van Deusen 2017:
44). Según Ybeth Arias Cuba, la imagen de Santa Rosa fue paseada repetidamente
por las calles de Lima en tiempos de crisis a guisa de “persecución de temblores y
pestes” (2019: 237), y si bien es verdad que, en 1678, tras la procesión de las reliquias
de Santa Rosa, se produjo un nuevo temblor, este presentó un carácter mucho más
atenuado (2019: 354). Según Ramón Mujica Pinilla “en varias ocasiones se sacaron
sus reliquias en procesión por Lima para poner fi n a los temblores” (Mujica Pinilla
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco: su historia y su arte 219
2005 [2001]: 202; ver también Peralta 1860: 744). En México, el culto a la Santa Rosa
de Lima se remonta a los fi nales del siglo XVII (Arias Cuba 2019: 382).
Santa Rosa era limeña. Nació, vivió humildemente en la capital del virreinato
y en ella murió. Sin embargo, también en Cusco encontramos numerosas huellas de
la devoción a la santa. Los habitantes de la ciudad creen que, aunque nació en Lima,
también es una santa cuzqueña porque fue concebida en la capital andina de los In-
cas (Mujica Pinilla 2005 [2001]: 209). Incluso antes de 16889, se escribió un sermón
sobre Santa Rosa de Lima, compuesto por Juan de Espinosa Medrano y predicado en
la ciudad de Cusco (Espinosa Medrano 2011 [1695]: 249-256; Vélez Marquino 2010:
65; Perilli 2011: 19-28; Mujica Pinilla 2005 [2001]: 199). En este panegírico, el autor
no solo ensalzaba las cualidades de la santa y su posición en el panteón de los santos,
sino que también aludía a episodios individuales de su vida que habrían infl uido en la
iconografía de Rosa de Lima. Uno de los motivos más famosos es la escena del (des-
posorio místico) con el Niño Jesús, que fue poéticamente interpretado por Espinosa
Medrano. Asimismo, testimonio temprano del culto a la santa lo constituye la fi gura
de Santa Rosa presente durante la procesión del Corpus Cristi en una de las pinturas
de la famosa serie de la Iglesia de San Ana, que presenta a determinadas parroquias
y ordenes participantes de la festividad (fi g. 1). (Arias Cuba 2019: 415). En la repre-
sentación, su imagen se yuxtapone a la de Nuestra Señora de la Almudena. Según la
opinión de muchos investigadores, es harto signifi cativa la representación de estas dos
fi guras ensambladas en una procesión. Rosa vendría a representar el mundo criollo-
indio del virreinato del Perú, mientras que la Virgen de la Almudena constituiría una
evocación madrileña y recordaría la presencia de la corona española en el lejano Cus-
co. La vecindad de las dos imágenes puede interpretarse como “un contrapunto sim-
bólico entre ambas ciudades” (Wuff arden 2008: 61; véase también Wuff arden 1996:
73; Dean 2002 [1999]: 93).10 Diego de Esquivel y Navia describe otras dos procesiones
con imágenes de Santa Rosa de Lima entre 1740 y 1746 (1980 [c. 1749], II: 273, 374).
Muy tempranamente aparecieron en la región cusqueña iglesias bajo su advocación y
nombres de lugares también relacionados con la santa, así como sus imágenes y una
cofradía religiosa dedicada a su culto, establecida en la Iglesia de Santo Domingo en
Cusco. Ya en la década de 1680, las iglesias de Santa Rosa en Chuquibamba y en Nu-
ñoa son mencionadas con motivo de unas visitas eclesiásticas (Wuff arden 2008: 45).
A su vez, se hace referencia por primera vez a la “Cofradía de Santa Rosa fundada en
el Convento de Predicadores” en un documento de 1678 (ARC, 1678, f. 110). Poste-
riormente, en 1701, Don Lázaro Ramos declara en su testamento “ser cofrade” en siete
hermandades religiosas, entre las cuales “en la Cofradía de Nuestra Señora de Santa
Rosa” (ARC, 1701, f. 186 r.). Las imágenes de la santa se nombran en contratos, testa-
mentos e inventarios desde fi nes del siglo XVII. En 1694, Marcos de Rivera “maestro
pintor” de Cusco “se obliga hacer y pintar 13 lienzos de diferentes hechuras de Santos”,
entre otros también la imagen de “Santa Rosa con el niño Jesús que le quita la coro-
na de espinas y clavos y pone otra de rosas” (ARC, 1694, f. 186 r.)11. En 1716 Doña
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Agustina Choque Sisa “deja a su nieto un lienzo de Santa Rosa” (ARC, 1716, f. 314r.).
Igualmente se puede hallar información sobre las imágenes de la santa en los testa-
mentos de otras personalidades cuzqueñas: Agustín Bravo de Paredes de 1772 (“más
otro Lienzo de Sa.[n]ta Rosa”, ARC, 1772, f. 43v.) o Martina Chiguantopa de 1813 r.
(“Lámina con la representación de Santa Rosa”, ARC, 1813, f. 529). También en los
templos de Cusco había, y todavía las hay, representaciones de la santa. Por supuesto,
las series más famosas son las que se conservan en las iglesias conventuales de Santo
Domingo y Santa Catalina de Sena (fi gs. 2-3).12 Imágenes de Santa Rosa también están
incluidas en los inventarios de la iglesia el Hospital de los Betlemitas (1727 y 1738)
(ARC, 1727, f. 8v.; ARC, 1738, f.54r. y f.56v.), así como “Una reliquia de Santa Rosa
con su Peaña y sol De Platta” se halla mencionada en el inventario de la Iglesia de los
Jesuitas de Cusco de 1767 (AGN, 1767-1768, f.29r.), y en la Iglesia de San Jerónimo en
1819 llegó a existir una “una capilla de Santa Rosa” (ARC, 1819). Como se puede cole-
gir de las numerosas fuentes iconográfi cas y escritas aquí presentadas, el culto a Santa
Rosa se desarrolló en Cusco desde la década de los 80 del siglo XVII, fortaleciéndose
paulatinamente en el transcurso de los siglos XVIII y XIX.13
4. Los Beaterios bajo la advocación de Santa Rosa de Lima en la ciudad de Cusco
La primera mención acerca del beaterio dominico en Cusco data de 1709.
El 16 de enero del año en cuestión, fue fi rmado un contrato entre el superior de la
institución y el maestro ensamblador Diego Chapana con el objetivo de ampliar el
altar de la capilla perteneciente a dicha congregación. Este acuerdo ha sido referido
por Jorge Cornejo Bouroncle en su libro titulado Derroteros de arte cuzqueño (1960:
262);14 sin embargo, la posibilidad de familiarizarme personalmente con el conteni-
do de dicho documento me ha permitido mostrar el contexto de ese contrato de un
modo más amplio (ARC, 1709, ff . 436r.–437 v.).
El contrato se celebró entre Petrona Rosa, la superiora de Beaterio de Santa
Rosa y el maestro Don Diego Chipana. Del contenido del documento se deduce que
el artista era de origen indígena, que provenía de la parroquia “del hospital de los
naturales” y que estaba sometido al cacique don Francisco Paucar. Este fue el motivo
por el cual don Gerónimo de Alegría y Carvajal, que ostentaba en Cusco el cargo de
Protector de los Naturales, sería convocado como testigo del acto legal, Tomás de
Molina y Perales como traductor del quechua, la lengua de los nativos y, a su vez,
Don Joseph Corimanya “[...] ynga Maestro barbero” (ARC, 1709, f. 436r.) actuaría
como garante. En el contrato, el artista se comprometía a agrandar el altar existente
de un nicho con cuatro más, para crear así un retablo de cinco calles. Las obras
debían realizarse según el esbozo presentado adjunto. El contrato estipulaba que la
ampliación del altar estribaría en agregar un número adecuado de columnas, junto
con sus capiteles, de modo que formaran un altar completo. El contrato establecía
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco: su historia y su arte 221
un pago de 180 pesos (ARC, 1709, f.436r.). Por desgracia, el contrato no mencio-
naba ni el domicilio de la congregación ni la advocación bajo la cual se hallaba; tan
solo se especifi caba su dependencia de una orden de predicadores: “el [...] beaterio
del Convento de Santo Domingo” (ARC, 1709, f.436).
Fortunato L. Herrera identifi có en Cusco dos congregaciones bajo la advo-
cación de Santa Rosa de Lima, sirviéndose, en calidad de fuente, del diario de del
presidente Luis José de Orbegoso y Moncada Galindo del año 1834, redactado por
José María Blanco.15 A tenor de la información extraída del mismo, Herrera escribe
que el primer beaterio de Santa Rosa de Lima reemplazó una institución que había
funcionado con anterioridad en el mismo lugar, fundada en 1760 por el padre jesui-
ta Manuel Pintos. Se trataba de una comunidad femenina que se regía según la regla
carmelita. Su establecimiento en 1760 había sido posible gracias a la generosidad
del párroco de la localidad de Pisac, José Arizabalaga, y de dos residentes de Cusco,
Domingo Ledo y Agustín Arriaga. Cuando la orden de los jesuitas fue expulsada
en 1767, ante la carencia de recursos económicos para mantener la comunidad, el
beaterio se convirtió en un espacio destinado a hacer ejercicios espirituales y de
esta manera funcionaría hasta 1795. En ese mismo año, los frailes dominicos, Pedro
Mosqueira y Juan Hurtado, en apoyo del párroco de Azángaro Matías Alday, así
como los doctores Juan Munive y Moscoso, Fernando Trelles y Félix Colonga en-
viaron una solicitud al virrey del Perú, Francisco Gil de Taboada y Lemus, a fi n de
que les fuera concedido el permiso para abrir una congregación bajo la advocación
de Santa Rosa de Lima, según la regla dominicana, la cual fue concedida (Herrera
1920: 23; Blanco 1974 [1834]: 249).
J. M. Blanco también hace referencia a la división de la institución. Según él,
hubo confl ictos internos entre las integrantes españolas e indígenas de la comunidad,
en razón de los cuales se produciría su separación “para cortar esta estúpida antipatía
[...]”, que no coincidía con la moral de la vida monástica. Las beatas españolas perma-
necieron en la antigua sede de la congregación en la calle de San Andrés, mientras que
las beatas indígenas se mudaron a la calle Mutcapuquio, en cuya nueva sede, estuvieron
bajo un monasterio dominico (Blanco 1974 [1834]: 249). Podemos mantener ciertas
dudas en cuanto a las fechas que Blanco nos proporciona, en la década de 1830, en
relación con el siglo XVIII, pero los datos concernientes a la división de la institución
y al domicilio de los beaterios son del todo fi dedignos. Blanco incluso podría haberlos
visitado en persona. El domicilio de dichos beaterios también se ve confi rmado por
un mapa incluido en el “Atlas geográfi co del Perú”, publicado en París en 1865, bajo la
dirección de Mariano Felipe Paz Soldán. En el plan topográfi co de Cusco, elaborado
por el ingeniero del estado Federico Hohagen, ambos beaterios estaban marcados: en
el número 17, nos encontramos con el Beaterio de Santa Rosa (con capilla) y, en el
número 19, con el Beaterio de Ahuacpinta ó Mutcapuccio.16 (fi g. 4)
La historia de los beaterios dominicos, basada en el relato de Blanco, se
ha convertido en lectura obligatoria dentro de la modestísima bibliografía (Cosio
Ewa Kubiak222
1918: 49; Zárate 1921; 46–47; Viñuales 2004: 180-181; Viñuales 2019: 90) sobre este
tema, aunque, como ya se dijo, las fechas proporcionadas por este autor carecen de
precisión. Cabe, por ende, establecer que ambos beaterios habían funcionado antes
de ese tiempo, lo cual se vería corroborado por un documento, hasta ahora inédito,
de 1788. Muestra una fecha anterior al momento del fraccionamiento de la insti-
tución indicado por Blanco; por lo tanto, la disgregación y posterior creación del
primer beaterio de Santa Rosa debería haber tenido lugar antes de 1788, o incluso
de 1780, según se colige del contenido del documento (AAC, 1788, pp. 1-4).
Este escrito no es otra cosa que la solicitud de la superiora del beaterio de
Santa Rosa, la hermana Juana del Sacramento, para realizar el traslado de la fi gura
de San Juan Bautista junto con su altar del “[...] Beaterio del Callejón del Convento
de Santo Domingo” al “[...] Beaterio de mi Patrona de Santa Rosa, en la calle de San
Andrés, donde ha fundado el Beaterio de las Españolas” (AAC, 1788, p. 1).
Este documento viene a confi rmar, igualmente, la discordia surgida en-
tre ambas instituciones. En él, Juana del Sacramento relacionaba cómo, ocho años
atrás, había encargado hacer una renovación por su propia cuenta y cómo después
trasladó la fi gura del “Glorioso Patriarca Señor San Josef ” al beaterio que se halla-
ba junto al monasterio dominico. La labor artística fue ejecutada por el maestro
escultor Don Romualdo Xara, lo que este mismo confi rmaba en una declaración
adjunta. A saber: que, aproximadamente nueve años antes, había tallado una fi gura
de San José de un metro y medio de altura más o menos17 para el beaterio de Santa
Rosa, por la cual la hermana Juana del Sacramento le pagó 7 pesos. La superiora
de la congregación declaró que ella misma había corrido con los gastos y que, ni
las “monjas” del beaterio para las cuales estaba destinada la escultura, ni los padres
dominicos contribuyeron a ellos, ni ayudaron de manera alguna a la renovación de
la imagen del santo. También hacía alusión a que la fi gura fue traída por una mujer
indígena llamada Juana, quien la había encontrado en una pequeña capilla, donde
se la veía tratada con desprecio, desidia y abandono. Además, el altar, en el que se
había instalado la imagen de San José, habría sido adquirido por el padre Francisco
Juan Hurtado y por el doctor Don José Quintanilla,18 quienes pertenecían al grupo
de fundadores del beaterio español (Santa Rosa) en la calle de San Andrés. El re-
tablo era pequeño y de calidad mediocre, por lo que Juana del Sacramento habría
encargado la ampliación del altar con el pago adicional de 7 pesos. En el momento
de escribir la petición, según Juana del Sacramento, la fi gura de San José no gozaba
del culto debido, ni de misas celebradas en su honor, motivos por los cuales la beata
solicitaba el traslado inmediato de la imagen al nuevo beaterio dedicado a Santa
Rosa (AAC, 1788, pp. 1–4). Por desgracia, ignoramos cómo se resolvió el caso.
Es evidente que la superiora del beaterio de españolas de Santa Rosa no se
había formado una buena idea sobre la congregación terciaria de muchachas indíge-
nas con sede cercana al convento de los frailes dominicos. Les reprocha su negligencia
en la dispensa del culto debido a la imagen de San José, por lo que exige que le sea
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco: su historia y su arte 223
devuelta la estatua renovada por ella. En el lado opuesto de la balanza, cabe recordar
que Rosario Zarate alude brevemente a una de las hermanas de la congregación de in-
dias y mestizas, la madre Ángela, quien se distinguía por sus excepcionales virtudes y
sabiduría y con quien, no solo personas simples, sino también dignatarios de la iglesia
se aconsejaban. Al parecer, la Madre Ángela era muy apreciada y recababa su fortaleza
espiritual gracias a la adoración del Santísimo Sacramento (Zárate 1921: 47).
El último documento que hallé, donde se vierte alguna información sobre el
beaterio de Santa Rosa, es un fragmento de la visita, llevada a cabo en cuatro beaterios,
en el año 1826: Nazarenas, Carmen de San Blas, Belén y, precisamente, Santa Rosa.
La visita de este último fue descrita en una página entera. Por lo visto, la superio-
ra, la hermana Tadea del Santísimo Sacramento, informaba en una carta dirigida al
administrador de la iglesia (gobernador eclesiástico) que la congregación carecía de
cualquier recurso estable de subsistencia: “le pase una razón individual de las Rentas
de este Recogim.[ien]to digo a V.S. que son ningunas absolutam.[en]te pues las Beatas
q.[u]e que quieren recogerse, lo mismo q.[u]e algunas Seglares, todas se mantie-
nen a expensas de su labor, sin que el Beaterio pueda ministrarles el mas pequeño
auxilio por carecer de fondos ó principales. Y si bien se recogen Sesenta p.[eso]s de
una obra pía Cituada en el Barrio del Hospital” (AAC, 1826). Al parecer, el dinero
recaudado se gastaba en misas por las almas de mujeres de la comunidad, que se
celebraban todos los jueves. La liturgia era acompañada de un escenario apropiado,
por lo que se compraba cera, se pagaba a los músicos y “demás necesidades”. En
1826, se agrupaban en el beaterio diez hermanas, y treinta y una mujeres y niñas sin
profesar (AAC, 1826).
5. Fin de la existencia de los beaterios: el terremoto de 1950
El terremoto que sacudió Cusco el 21 de mayo de 1950 pondría punto fi -
nal a la existencia de los edifi cios del siglo XVIII pertenecientes a ambos beaterios.
Sus capillas y los edifi cios tenían una forma simple, estaban hechos de adobe y,
ante semejante cataclismo, sufrieron una total devastación. En el antiguo beaterio
situado junto al convento de los frailes dominicos, se estableció una congregación
de dominicas de Santa Rosa de Lima, en la primera mitad del siglo XX (1919), que
existió durante 8 años sin la aprobación ofi cial, la cual recién la recibieron tan solo
en 1927. Las hermanas abrieron en ella un centro educativo; y esta escuela, inaugu-
rada a la sazón, sigue en activo bajo el nombre de Colegio de Santa Rosa de Lima en
Cusco (https://www.santarosa.edu.pe/institucion/nuestra-historia [fecha de acceso:
24.08.2019]).
El terremoto de 1950 resultó ser extremadamente destructivo para este lu-
gar. Tal y como George Kubler lo describe, los edifi cios del antiguo beaterio de la
calle Ahuacpinta se vieron reducidos a ruinas, “[...] los humildes edifi cios de adobe
de la iglesia y del convento quedarán totalmente destruidos por el terremoto. Sólo se
Ewa Kubiak224
salvaron el altar, el púlpito y las puertas de la iglesia” (Kubler 1953: 28). Al principio,
se erigió un edifi cio destinado a la residencia de las monjas, y debido a la falta de
capilla, para la liturgia y oración se utilizaba una de las celdas para esos fi nes. En los
planes de reconstrucción relacionados por Kubler, se presenta el proyecto de cons-
trucción de un nuevo edifi cio escolar (Kubler 1953: 28), que se implementaría con
éxito como se ha comentado anteriormente.
La capilla fue reconstruida en 1954 (fi gs. 5-6) (dicha fecha aparece encima del
portal). En el interior de la nueva capilla, se pueden admirar tanto el altar conservado
del siglo XVIII (fi g. 7) con cinco fi guras que representan a los santos (entre ellos San
José y Santa Rosa de Lima) como una colección de pinturas coloniales. Existen tam-
bién varios lienzos, en posesión del colegio, que representan a la patrona del antiguo
beaterio, Santa Rosa de Lima, en los cuales se ven trazadas imágenes individuales de la
santa, así como escenas que muestran episodios de su vida, por ejemplo, su desposorio
místico con el Niño Jesús (fi g. 8). La capilla también está decorada con imágenes de
María, representaciones de Cristo y otros santos. Se trata tanto de advocaciones que
gozaron de difusión universal en el siglo XVIII bajo la égida de la iglesia católica, por
ejemplo, la Virgen Dolorosa (fi g. 10) o la Tota Pulchra (o Inmaculada Concepción)
(fi g. 11), como de imágenes típicas de Hispanoamérica, el Señor de Burgos (fi g. 12),
o de representaciones completamente locales como el Señor de los Temblores (fi g. 13).
Entre los santos puedes encontrar: a Santo Domingo, a Santa Catalina de Siena (Des-
posorio místico de Santa Catalina o Estigmatización de Santa Catalina, fi g. 14), a San
Cristóbal, a San José, a Santa Juliana, a Santa Gertrudis o a San Juan Bautista. Asimis-
mo, podemos observar que la pintura que representa el desposorio místico de Santa
Rosa del beaterio de Cusco tiene una composición similar a la de otro lienzo instalado
en el Monasterio de Santa Rosa de Santa María en Lima. La representación de Lima
proviene del siglo XVIII, es anónima, pero también se incluiría en el marco artístico
de la escuela cusqueña. (fi g. 9). De igual modo, en la estigmatización de Santa Catali-
na de Siena del beaterio de Santa Rosa de Cusco no se hace difícil hallar paralelismos
con otras obras pictóricas del Virreinato del Perú. Es una composición recurrente en
casi todos los ciclos episódicos de la vida del santo; por ejemplo, entre los lienzos del
Monasterio de Santa Catalina de Siena de Córdoba (fi gs. 15-16) o en el Monasterio de
Santa Catalina de Siena de Arequipa (fi g. 17). En este último caso, es posible indicar
las fuentes gráfi cas que inspiraron las representaciones pictóricas. Me refi ero a dos
grabados en cobre: el primero salió del taller de Jean Leclerc (activo 1573-1627) y fue
utilizado como una de las ilustraciones del libro titulado D. Catharinae Senensis Vir-
ginis SSmae Ord. Praedicatorium Vita ac miracula selectiora formis aeneis expressa
(1607)19 (fi g. 18); el segundo fue elaborado por Pedro de Jode I (1565-1639), según
idea y dibujo de Francesco Vanni (c. 1563-1610), (fi gs. 19-20), convirtiéndose en una
de las representaciones del ciclo gráfi co de la vida de Santa Catalina en una serie de
estampas sueltas publicado bajo el título Vita, mors, et miracula quaedam selecta B.
Catherinae Senensis (1597).20
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco: su historia y su arte 225
Donde un día estuviera el segundo beaterio de Santa Rosa, en la calle de
San Andrés, hoy se encuentra el Instituto Superior Pedagógico Público Santa Rosa,
una institución secular que reemplazó a la escuela dirigida hasta principios de la
década de 1940 por las Hermanas Misioneras Dominicas del Rosario (http://www.
portalweb.santarosacusco.edu.pe [fecha de acceso: 24.08.2019]). Los edifi cios del
antiguo beaterio también fueron destruidos durante el terremoto de mediados del
siglo XX. La evidencia de las antiguas funciones del beaterio se conserva parcial-
mente en el interior de la antigua capilla. En 1920, Rosario Zarate ya describía su
mobiliario: “[...] existe en esta Capilla la bella imagen de la Santa Patrona, de anó-
nimo artista cuzqueño” (1921: 46). El autor también mencionaba dos lienzos, que
le parecieron más interesantes o más valiosos: “[...] lienzos: Virgen del Carmen y la
Eucaristía de Santo Tomás de Aquino rodeado de los Doctores de la Iglesia” (Zárate
1921: 46). Tras el terremoto en 1950, se escribieron inventarios para ambos beate-
rios de las imágenes rescatadas de la catástrofe, catalogándose un total de 73 imá-
genes pertenecientes al antiguo beaterio de Santa Rosa de la calle San Andrés y 80
descripciones de lienzos de la capilla de la congregación terciaria de Santo Domingo
la calle Ahuacpinta. Desafortunadamente, solo algunas de las obras enumeradas en
los inventarios han sobrevivido hasta nuestros días.21
Conclusiones
La sociedad del Cusco siempre se ha visto dividida en un sector criollo y un
sector mestizo-indígena. Si bien se han dado momentos en la historia de la ciudad
donde la existencia de ambos grupos confl uye, por lo general la fragmentación ha
sido muy clara. No es de extrañar entonces que las españolas y las indígenas que
vivían bajo un mismo techo no fuesen capaces de entenderse. En una relación de
1689 leemos que los beaterios estaban destinados a un grupo social específi co; por
ejemplo, en la parroquia de San Blas dos de ellos eran asignados a “españolas” y
tres a “indias”. Las postrimerías del siglo XVIII fueron un momento especial en la
historia de Cusco y todo el Perú. Debe recordarse que la rebelión de Tupac Amaru
(1780) tuvo lugar en el contexto de la vida religiosa cotidiana y que la élite de la
nobleza indígena de Cusco no apoyaba al líder del levantamiento. En el caso de los
beaterios de Santa Rosa, el confl icto racial infl uyó defi nitivamente sobre la división
de las instituciones. La convivencia entre “españolas” e “indias” se hizo imposible.
En 1793, cuando Joseph Hipólito Unanue describe los beaterios de Cuzco, a este de
Santa Rosa asignado a las criollas le denomina conforme a la advocación de “Santa
Rosa”; en cambio, a este destinado a las indígenas le llama beaterio de “Santo Do-
mingo de Naturalas” (Unanue 1793: 246).
traducido por Pilar Gil Canova
Ewa Kubiak226
Fig. 1. Cofradías de Santa Rosa y “La Linda” o Virgen de Almudena, anónimo, serie del Corpus Chris-ti, c. 1675-1780, óleo sobre el lienzo, Museo de Arte Religioso, Cusco, Perú, fot. Ewa Kubiak 2018.
Fig. 2. Virgen del Rosario con Santa Catalina de Sena y Santa Rosa de Lima, anónimo, fi nales del siglo XVIII, la sala capitular del Convento de Santa Catalina del Cusco, fot. Ewa Kubiak 2018.
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco: su historia y su arte 227
Fig. 3. Santa Rosa de Lima, escultura, interior de la iglesia del Convento de Santa Catalina de Sena, Cusco, fot. Ewa Kubiak, 2018.
Fig. 4. El mapa de Cusco elaborado por Federico Hohagen incluido en el “Atlas geográfi co del Perú” (Paz Soldán 1865) adaptado por Ewa Kubiak y Bartek Smoczynski.
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Fig. 5. Fachada de la nueva capilla del Colegio de Santa Rosa de Lima en Cusco, que sustituyó la antigua capilla del Beaterio de Santa Rosa “Ahuacpinta”, 1954, fot. Ewa Kubiak 2018.
Fig. 6. Interior de la nueva capilla del Colegio de Santa Rosa de Lima en Cusco, que sustituyó la anti-gua capilla del Beaterio de Santa Rosa “Ahuacpinta”, 1954, fot. Ewa Kubiak 2018.
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco: su historia y su arte 229
Fig. 7. Altar del antiguo Beaterio de Santa Rosa “Ahuacpinta”, actualmente en la Capilla del Colegio de Santa Rosa de Lima en Cusco, anónimo, el siglo XVIII, fot. Ewa Kubiak, 2018.
Fig. 8. Desposorio místico de Santa Rosa de Lima con el Niño Jesús, anónimo, segunda mi-
tad del siglo XVII, Capilla del Colegio de Santa Rosa de Lima en Cusco, fot. Ewa Kubiak, 2018.
Fig. 9. Desposorio místico de Santa Rosa de Lima con el Niño Jesús, anónimo, siglo XVIII,
Monasterio de Santa Rosa de Santa María, Lima (Mujica Pinilla 1995: 121).
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Fig. 10. Virgen Dolorosa, anónimo, siglo XVIII, Capilla del Colegio de Santa Rosa de Lima en
Cusco, fot. Ewa Kubiak, 2018.
Fig. 13. Señor de los Temblores, anónimo, siglo XVIII, Capilla del Colegio de Santa Rosa de Lima
en Cusco, fot. Ewa Kubiak, 2018.
Fig. 11. Inmaculada Concepción (Tota Pul-chra), anónimo, siglo XVIII, Capilla del Cole-gio de Santa Rosa de Lima en Cusco, fot. Ewa
Kubiak, 2018.
Fig. 12. Señor de Burgos, anónimo, anónimo, siglo XVIII, Capilla del Colegio de Santa Rosa
de Lima en Cusco, fot. Ewa Kubiak, 2018.
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco: su historia y su arte 231
Fig. 14. Estigmatización de Santa Catalina, anónimo, siglo XVIII, Capilla del Colegio de Santa Rosa de Lima en Cusco, fot. Ewa Ku-
biak, 2018.
Fig. 15. Estigmatización de Santa Catalina, anónimo, el siglo XVII, escuela cusqueña, Monasterio de Santa Catalina de Siena de Córdoba, Argentina (Barbieri 2006: 159).
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Fig. 16. Estigmatización de Santa Catalina, anónimo, el siglo XVIII, escuela cusqueña, Monasterio de Santa Catalina de Siena de Córdoba, Argentina (Barbieri 2006: 167).
Fig. 17. Estigmatización de Santa Catalina, anónimo, segunda mitad del siglo XVII (con la inscripción del siglo XIX o XX), Monasterio de Santa Catalina de Siena, Arequipa, Perú,
fot. Ewa Kubiak 2015.
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco: su historia y su arte 233
Fig. 18. Taller de Jean Leclerc IV, imagen 23 de 33 del libro: D. Catha-rinae 1607 (Biblioteca Nacional de
España).
Fig. 19. Vida y milagros de Santa Catalina de Siena, Fran-cesco Vanni y Pedro de Jode, 1597 (Biblioteca Nacional de
España).
Fig. 20. Estigmatización de Santa Catalina, detalle de Vida y milagros de Santa Catalina de Siena, Francesco Vanni y Pedro de Jode, 1597 (Biblioteca Nacional de
España).
Ewa Kubiak234
Notas1 El estudio de la autora sobre el arte colonial en Cusco se llevó a cabo gracias a su estancia en Cusco
(Perú) en el Centro de Estudios Andinos de la Universidad de Varsovia en el Cusco (CEACUV), que en 2018-2019 abarcaría en suma más de medio año. Me gustaría agradecerle al jefe del centro, profesor Mariusz Ziółkowski, por su apoyo, que me ha permitido continuar con mi labor de in-vestigación, así como también a Dominika Sieczkowska, quien me ha prestado su ayuda en todos los asuntos relacionados con la organización.
2 Se hace difícil precisar el signifi cado del término “beata”, debido a la naturaleza no del todo formal de las comunidades a las que pertenecían. La entrada “beata” la encontramos en el diccionario de Girolamo Vittori (1609) con la explicación “devota, pia, religiosa” (1609: 97). Defi niciones que se relacionan más cercas a nuestras investigaciones aparecen dos años más tarde. Dos términos “beata” y “beaterio” se encuentran en el diccionario de Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española. Según esta publicación “beata” es “muger en abito religioso, que fuera de la comunidad en su casa particular professa el celibatu, y vive con recogimiento, ocupán-dose en oración, y en obras caridad” y “beaterio” es “la casa donde se recogen las beatas” (1611: 254-255). También un siglo más tarde, en el primer diccionario de la Real Academia Española podemos leer las defi niciones parecidas, aunque más amplias: “Beata. f.f. Muger que viste hábito Religioso y professa celibato, y vive con recogimiento, ocupándose en oración y obras de chari-dád, y siguiendo la regla que más se acomoda a su genio, aunque no en Comunidad. En algunas partes como en Madrid, en la Casa que llaman de San Joseph, no solo viven estas Beatas en Comu-nidad, sino también guardan clausura. En otros, aunque viven en la Comunidad no la guardan, como en Alcalá. Llámanse Beatas por ampliación del Latino Beatus, a, um.” Y “Beaterio. […] La casa o lugar donde viven la[s] Beatas que forman comunidad, y tienen regla”. (1726: 582-583). Actualmente, en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española aparecen numerosas defi niciones bajo este mismo vocablo. La más obvia es la referida a una persona beatifi cada por el Papa. Sin embargo, también se dan defi niciones relacionadas con el funcionamiento de agru-paciones informales de mujeres. Beata es por lo tanto: “persona que lleva el hábito religioso sin vivir en comunidad ni seguir regla determinada”, o “mujer que vive con otras en clausura o sin ella bajo cierta regla” o “mujer que con hábito religioso se emplea en pedir limosna o en otro tipo de menesteres en nombre de la comunidad a la que está agregada”, DRAE Diccionario de la Real Academia Española, 23ª edición, contraseña: “beato / beata”, www.dle.rea.es, fecha de acceso: 24.10.2019].
3 Los beaterios fueron opciones más libres si los comparamos con los monasterios. Estas institu-ciones ostentaban también funciones sociales muy importantes. Nancy E. van Deusen escribe: “Como práctica institucional, el recogimiento involucraba a un número signifi cativo de mujeres y niñas llamadas recogidas, que vivían voluntaria o involuntariamente en conventos, beaterios, hospitales y colegios. Fundados en toda España y América Latina, los recogimientos cumplieron múltiples funciones como colegios, asilos o centros de depósito legal, respaldados por el Estado español, pero a menudo bajo la tutela de una orden religiosa. Ellos albergaban a mujeres y niñas de distinta condición social, desde huérfanas hasta colegialas criollas, desde prostitutas hasta las hijas mestizas de los conquistadores, desde mujeres indigentes hasta mujeres remediadas. Los recogimientos actuaban también como depósitos de mujeres llamadas divorciadas, que buscaban una anulación matrimonial o un divorcio —una separación permanente, sin que ninguna de las partes pudiera volver a casarse. También servían como residencia temporal durante la ausencia del marido, como cárceles o centros correccionales. Algunos funcionaban como colegios” (Van Deusen 2007 [2001]: 16).
4 También existían congregaciones semejantes cuyas mujeres miembros vivían en sus propios ho-gares.
5 Las publicaciones de Nancy E. van Deusen relacionadas al tema: 1987, 1990, 1997, 1999, 2007[2001], 2017; véase también Josefi na Muriel (1974).
6 El Monasterio de Santa Clara no fue la primera fundación monástica de Cusco. Dominicanos, mercedarios y franciscanos ya habían funcionado con anterioridad en esta ciudad. Sin embargo, mientras que los conventos masculinos fueron fundados por grupos de religiosos enviados por sus respectivas sedes en España, el convento femenino de Santa Clara lo fue por iniciativa local. En muchos conventos peruanos de fi nales del siglo XVI, tanto mujeres españolas como mestizas
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco: su historia y su arte 235
hallaron refugio, pero dentro de la comunidad reinaba por lo general una división estricta entre las monjas españolas y mestizas. Estas últimas no tomaban los votos monásticos y, sobre todo, dicha institución les proporcionaba cuidado y educación. (Burns 2008 [1999]: 23). Por ende, la fundación de un convento de monjas en Cusco, destinada a crear una comunidad religiosa para mestizas, debería considerarse como una situación de índole excepcional. No solo constituía un lugar de atención para las mestizas, sino que también les ofrecía la posibilidad de avanzar del noviciado a la orden religiosa, para por fi n sellarlo todo con los votos perpetuos. En 1560, la ma-yoría de las que “ingresadas” en el monasterio eran de origen mestizo (Burns 2008 [1999]: 23-25). Aproximadamente la mitad de ellas se quedarían en el convento y tomarían los votos, en tanto que las restantes únicamente permanecerían temporalmente en la comunidad, donde recibirían instrucción, para decantarse más tarde por la vida secular; aunque, a decir verdad, fueron sus propias familias las que decidieron por ellas y las derivaron hacia la vida en el mundo (Burns 2008 [1999]: 28). Por supuesto, la situación se vería sometida a cambios con el tiempo. Para empezar, en 1565, se introdujo la norma por la cual “ninguna hija ilegítima de un hombre español y una india, u otra mujer no blanca, podría ser elegida abadesa durante veinticinco años, esto es hasta el 31 de diciembre de 1590” (Burns 2008 [1999]: 31).), si bien en 1590 ya era impensable que una mestiza fuese elegida superiora de un monasterio. Asimismo se estableció cierta división dentro de la orden: en una primera estructura monástica, la de más bajo nivel, se encontraban las “monjas de velo blanco”, que podían ser españolas y mestizas; en cambio, un segundo grupo lo conformaban las “monjas de velo negro”, que detentaban los cargos del monasterio y entre las cuales se elegía la abadesa, nivel accesible solo para las criollas (Burns 2008 [1999]: 35; véase también: Burns 1998: 5-44 y Navarro Linares 2012).
7 En Cusco durante la época colonial la regla carmelitana fue muy popular en la organización de los beaterios. Vale la pena mencionar, que en 1592 fue editado en España por Diego Martínez de Coria Maldonado Manual de las beatas y hermanos terceros, de la horden de la Siempre Virgen, y madre de Dios, Sancta María del Monte Carmelo (Sevilla). La mayoría de los beaterios estuvieron vinculados a las reglas carmelitas y franciscanas. Los recogimientos de las beatas dominicas no se crearon hasta el siglo XVII y se asociaron con la fi gura de la primera santa dominica: Santa Rosa de Lima.
8 La autora también recuerda los beaterios de Cusco en su artículo de 2019 (Viñuales 2019: 88–90).9 Esta es la fecha de la muerte del autor.10 Sobre el criollismo relacionado con la fi gura de Santa Rosa de Lima y su culto véase: Luis Miguel
Glave (1993).11 Mesa, Gisbert 1980, I: 128; Flores Araoz 1995: 249; véase también: Cornejo Bouroncle 1960: 103-104.12 Sobre las representaciones de Santa Rosa de Lima: Mesa, Gisbert 1980, I: 91, 97, 252; y la pintura
mural en la sala capitular del convento de Santa Catalina en Cusco: 13 Con la relación al siglo XIX es importante el documento del año 1853 titulado “Comunicación
enviada al Señor Gobernador Eclesiástico, Provisor y Vicario General del Obispado, indicando, concurrir y cumplir con los requisitos de la Fiesta de Santa Rosa de Lima” (AAC, 1853). Quiero agradecer a Donato Amado Gonzales, quien me anima a continuar con los estudios cusqueños y siempre encuentra tiempo para ayudarme, explicarme las dudas que tengo y orientarme en las fuentes de estudios. En este caso me ayudó encontrar una parte de los documentos del Archivo Regional del Cusco.
14 El libro es una recopilación de documentos hallados entre protocolos notariales en el Archivo Re-gional del Cusco (anteriormente Archivo Departamental del Cusco) relacionados con interven-ciones artísticas, ampliamente entendidas, en la ciudad y su región durante el período colonial. También se las menciona Covarrubias Pozo (1958: 69).
15 Durante el siglo XVIII en el mundo hispanoamericano surgieron muchos beaterios bajo la advo-cación de Santa Rosa. Se podrían mencionar los recogimientos de mujeres en Puebla (México) (Neff 2017: 54-62)), Antigua Guatemala (Guatemala) (Valenzuela Morales 2013) y Manila (Filipi-nas) (Manchado López 1999: 485-512; Santander 2020: 189-204).
16 La división de beaterio en dos instituciones separadas refl eja la estructura social del Cusco y los detalles del funcionamiento de los recogimientos en la ciudad andina.
17 Calculado a partir de la medida peruana: una vara y tres cuartos de vara. Una vara tiene unos 0,83 m de largo.
Ewa Kubiak236
18 J. M. Blanco recuerda al fundador del beaterio, Juan Hurtado, pero no a José Quintanilla (1974 [1834]: 249).
19 Esta fuente de inspiración está referida en la página del proyecto PESCA: https://colonialart.org/archives/subjects/saints/individual-sAaints/catherine-of-siena#c2914a-2914b, fecha de acceso: 24.10.2019].
20 La serie componen las estampas con varias escenas simultáneas de la vida de santa Catalina de Siena. La correspondencia entre el grabado y la composición pictórica es mencionada por Ser-gio Barbieri (2006: 159); véase también PESCA: https://colonialart.org/archives/subjects/saints/individual-saints/catherine-of-siena#c3115a-3115b, fecha de acceso: 24.10.2019].
21 Cada una de las instituciones posee la documentación mecanografi ada en un único volumen. He podido leer las copias guardadas en la Biblioteca del Gobierno Regional de Cusco (Biblioteca del Gobierno Regional – Cusco), con sede en el Colegio Inca Garcilaso de la Vega en Cusco.
Fuentes manuscritas
AAC Archivo Arzobispal del Cusco
1788 AAC, Periodo Colonial, Sección órdenes religiosas, Signatura: LIV, 2,
25, La Hermana Juana del Sacramento de Santa Rosa, pide se ordene al
Padre Predicador Hermenegildo Enríquez Camargo le entregue la ima-
gen de San Josef y su retablo que están en el Beaterio de Callejón del
Convento de Santo Domingo, para llevar a su Beaterio, dado que ella
pago su hechura y allá no lo cuiden ni veneran, pp.1-4.
1826 AAC, Periodo Colonial, Sección visitas, Signatura: XVII, 4, 66, Razón
de las rentas y número de religiosas de los Recogimientos de Nazarenas,
el Carmen de San Blas, Beaterio de Belén Santa Rosa, pedida por el go-
bernador eclesiástico, 1826, [sin paginación].
1853 AAC, Época Colonial, Correspondencia, Signatura: XII, 5, 82, Comu-
nicación enviada al Señor Gobernador Eclesiástico, Provisor y Vicario
General del Obispado, indicando, concurrir y cumplir con los requisitos
de la Fiesta de Santa Rosa de Lima.
ARC Archivo Regional del Cusco
1678 ARC, Sección Notarial, el siglo XVII, Escribanos varios, Legajo 315,
1677-1705, Obligación de Francisco Guari Lloclla, natural de la Parro-
quia de Santa Ana, f. 110.
1694 ARC, Sección Notarial, el siglo XVII, Escribano Joan de Saldaña, Le-
gajo 303, 1694, Concierto. Marcos de Rivera maestro pintor residente
en esta ciudad, se obliga hacer y pintar 13 lienzos de diferentes hechu-
ras de Santos que irán declarados a satisfacción del padre Joseph Ma-
nuel de Elguita de la Comania de Jesus, rector del Colegio de San Borja,
f. 186 r.
1701 ARC, Sección Notarial, el siglo XVIII, Escribano Cristóbal de Busta-
mante, Legajo 61, 1701, Testamento de Don Lázaro Ramos maestro ce-
dero, residente en la Ciudad del Cuzco, f. 1191.
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco: su historia y su arte 237
1709 ARC, Sección Notarial, el siglo XVIII, Escribano Gregorio Basquez Se-
rrano, Legajo 59, 1709, Concierto y oblig.[aci]on Don Diego Chipana con
Petrona Rossa, ff . 436 r.-437 v.
1716 RC, Sección Notarial, el siglo XVIII, Escribano Felipe Arevalo y Ayala, Le-
gajo 21, 1707-1713, Testamento de Doña Agustina Choque Sisa, f. 314.
1727 ARC, Colegio de Ciencias, Legajo 5, Cuaderno 3, Libro de Imventtarios
de este nuestro Convento Hospital de Nuestra Señora de la Almudena
formado de Nuestro Merced Reverendísimo Padre […] Prefecto Generral
Fray Miguel de la concepción, ff . 2r.-13v.
1738 ARC, Colegio de Ciencias, Legajo 5, Cuaderno 3, En este nuestro con-
vento Betlemico Hospitalidad de Nuestra Señora de la Almudena de esta
ciudad del Cusco en quince días del mes de enero de este presente año de
mill cetecientos treinta y ocho (…), ff . 53r.-87v.
1772 ARC, Sección Notarial, el siglo XVIII, Escribano Juan Bautista Gama-
rra, Protocolo núm. 153, 1772-1774, Testamento de Don Agustín Bravo
de Paredes, ff . 36v.- 48 v.
1813 ARC, Sección Notarial, el siglo XIX, Escribano Mariano Meléndez
Páez, Protocolo núm. 184, 1812-1813, Imbentario extrajudicial de los
bienes que quedarin por fi n y muestre de D.[oñ]a Martina Chihuantupa
y de la Paz, ff . 529r. -531r.
1819 ARC, Asuntos Eclesiásticos, Legajo 14, Exped.[ient]e dela Fabrica dela
Iglesia dela Parro.[qui]a de S.[a]n Geronimo, Inventario de ornamentos.
(4 enero 1819), sin foliación.
AGN Archivo General de la Nación, Lima
1767-1768 AGN, Temporalidades Inventarios, Legajo 1, Cuaderno núm. 13. Testi-
monio de los autos i diligencias que se siguieron para ocupar el colegio de
la Transfi guración de los padres de la Compañía de Jesús, e inventarios
que entonces se hicieron de los muebles y enseres del dicho Colegio, alta-
res y ornamentos de su iglesia. 69 ff .
Fuentes impresas
Blanco
1974 [1834] Diario del viaje del presidente Orbegoso al sur del Perú editado, prólogo
y notas por Félix Denegri Luna. vol. I-II. 319 pp. y 201 pp. Pontifi cia
Universidad Católica del Perú. Instituto Riva-Agüero.
Castro, Ignacio de
1978 [1788] Relación del Cuzco editado por Carlos Daniel Valcárcel Esparza. 191
pp. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.
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1960 Derroteros de arte cuzqueño. Datos para una historia del arte en el Peru.
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Ewa Kubiak238
Covarrubias, Sebastián de
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1982 [1689] Cuzco 1689: documentos editado por Horacio Villanueva Urteaga. 508
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D. Catharinae
1607 D. Catharinae Senensis Virginis SSmae Ord. Praedicatorium Vita ac mi-
racula selectiora formis aeneis expressa. Apud Ioannem le Clerc via S.
Ioa: lateranensis ad insignem Salamandrae Regiae, Parisijs.
Diccionario 1726
1726 Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sen-
tido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de
hablar, los proverbios o refrenes y otras cosas convenientes al uso de la
lengua […] Compuesto por la Real Academia Española. Tomo 1 (A-B).
723 pp. Imprenta de Francisco de Hierro, Madrid.
DRAE
2019 [2014] Diccionario de la Real Academia Española 23ª edición, contraseña:
“beato / beata”, www.dle.rea.es, fecha de acceso: 24.10.2019].
Espinosa Medrano, Juan de
2011 [1695] Oración panegírica a la Gloriosa Santa Rosa, Patrona de los Reinos del
Perú, en el Convento de Predicadores de esta gran Ciudad de el Cuzco,
patente el Santísimo Sacramento. En Juan de Espinosa Medrano La
novena maravilla con estudio preliminar Luis Jaime Cisneros y edita-
do por Luis Jaime Cisneros y José A. Rodríguez Garrido pp. 249-256.
Fondo Editorial del Congreso del Perú. Fondo Editorial del Banco de
Crédito del Perú, Lima.
Esquivel y Navia, Diego de
1980 [c.1749] Noticias cronológicas de la gran ciudad del Cuzco editado por Félix
Denegri Luna. Vol. II. 473 pp. Fundación Augusto N. Wiese, Banco
Wiese Ltdo, Lima.
Martínez de Coria Maldonado, Diego
1592 Manual de las beatas y hermanos terceros, de la horden de la Siempre
Virgen, y madre de Dios, Sancta María del Monte Carmelo. s.p. Fernan-
do de Lara, Sevilla.
Meléndez, Juan
1671 Festiva Pompa, culto religioso, veneración reverente, fi esta aclamación,
y aplauso a la feliz beatifi cación de la bienaventurada virgen Rosa de S.
María, tercera del Orden de Predicadores, segunda Catalina Senense de
la Iglesia. 120 ff . [sin editorial e imprenta] 1671.
Dos beaterios de Santa Rosa de Lima en Cusco: su historia y su arte 239
Paz Soldán, Mariano Felipe
1865 Atlas geográfi co del Perú. 81 pp. Librería de Fermin Didot Hermanos,
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