DESARROLLO Y EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS 1
DESARROLLO Y EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS EN LA
ADOLESCENCIA
Carlos Alberto Ramírez Noreña
Universidad Católica de Pereira
NOTA DE AUTOR
El presente documento se establece como el trabajo de grado para optar al título de
especialista en psicología clínica con énfasis en niños y adolescentes, el cual fue dirigido
por el docente Oscar Emilio Utria Rodríguez magister en educación y desarrollo social, y
aspirante a doctorando en neurociencias. El artículo se estructura metodológicamente como
una revisión bibliográfica realizando una aproximación a la temática de la función
ejecutiva, los procesos y técnicas de evaluación de esta, abordando específicamente el
control inhibitorio y la toma de decisiones.
La correspondencia en relación con este documento debe dirigirse a Carlos Alberto
Ramírez a la dirección electrónica [email protected].
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RESUMEN
El objetivo del presente artículo es realizar una revisión teórica de las funciones ejecutivas
tratando de establecer como se entiende y se define, precisando que se hará un
acercamiento enfocado principalmente en las dimensiones del control inhibitorio y la toma
de decisiones; el documento incluye una revisión sobre algunos postulados teóricos que
explican el desarrollo del concepto entendido desde una perspectiva multidimensional que
tiene como fundamento neuroanátomico al lóbulo frontal, aclarando que existe una
interrelación con diferentes partes del cerebro que posibilita desarrollar procesos complejos
que están dispuestos en la cognición y la conducta humana, de la misma forma se realizará
un abordaje a las estrategias y métodos utilizados para medir los componentes propuestos.
Siendo necesario mencionar que el control inhibitorio se concibe como la capacidad para
controlar los impulsos el cual tiene su máximo nivel de expresión en la adolescencia hacia
los 14 años de edad aspecto que es posible evaluar con instrumentos como el test de la
Torre de Hanói, Trail Making Test , Stroop y el Go-No-Go; por otra parte desde la
dimensión de la toma de decisiones se establece que entre los 9 y 12 años aún se toman
decisiones sin visualizar las consecuencias estableciendo que de ahí en adelante existe un
mayor nivel de control debido al desarrollo del control cognitivo y afectivo que permite
evaluar el riesgo beneficio de una conducta, para evaluar esta FE se ha considerado el Iowa
Gambling Task.
Palabras claves: función ejecutiva, toma de decisiones, control inhibitorio, adolescencia y
evaluación.
ABSTRACT
The aim of this paper is to perform a theoretical review of executive functions, trying to
establish as understood and defined, specifying that it will zoom focused mainly on the
dimensions of inhibitory control and decision making; The document includes a review of
some theoretical postulates that explain the development of the concept understood from a
multidimensional perspective, whose neuroanatomical basis to the frontal lobe, clarifying
that there is an interrelationship with different parts of the brain that enables develop
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complex processes that are arranged in cognition and human behavior; in the same way an
approach is made to the strategies and methods used to measure the proposed components.
It is necessary to mention that inhibitory control is seen as the ability to control impulses
which has its highest expression in adolescence to 14 years of age aspect that can be
evaluated with the test instruments such as the Tower of Hanoi, Trail Making Test , Stroop
y el Go-No-Go; on the other hand from the perspective of the decision states that between 9
and 12 years still making decisions without displaying the consequences, stating that
thereafter there is an increased level of control due to the development of cognitive control
and emotional that to assess the benefit risk behavior, to assess the FE has been considered
the Iowa Gambling Task.
Keywords: executive functions, decision making, inhibitory control, adolescence and
evaluation.
INTRODUCCIÓN
Hablar de funciones ejecutivas es referirse a un concepto complejo que implica hacer una
revisión teórica en busca de su conceptualización para establecer cuál es la dinámica que
permita abordar y proceder en la evaluación de dicho componente, de ahí que el interés
del presente documento es realizar una revisión conceptual sobre la función ejecutiva y
abordar algunos instrumentos y tareas que se utilizan para la evaluación de las funciones
ejecutivas (FE) estableciendo como elementos de abordaje únicamente el control inhibitorio
y la toma de decisiones, teniendo en cuenta una elaboración específica frente a estos
aspectos y un rastreo de algunos instrumentos que permitan dilucidar y comprender las
características y los modelos de evaluación propios en la adolescencia.
Dentro de los autores que han abordado el tema de las FE se puede destacar a Flores,
Ostrosky-Solís, & Lozano (2008) quienes realizan una perspectiva integradora desde una
visión neuropsicológica de los lóbulos frontales, vislumbrando la función ejecutiva en sus
dimensiones cognitiva y conductual, todo esto mediante un recorrido que estructura desde
un componente anatómico y la relación del mismo con el comportamiento y la cognición
humana.
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Otro de los autores que plantea un tema relacionado es Pineda (2000) quien en su
artículo “función ejecutiva y sus trastornos” busca visualizar la dinámica y la evolución
clínica tanto desde el punto de vista cualitativo como cuantitativo y la evaluación
experimental de la misma. El autor establece como objetivo hacer una revisión de la
literatura existente con el fin de dar cuenta de los elementos propios de la función ejecutiva,
sus componentes neuroanatómicos y las alteraciones que se pueden presentar en ella
cuando existen lesiones en el lóbulo frontal, entre las cuales destaca la conducta que emite
el ser humano. Estableciendo dentro de sus conclusiones que la función ejecutiva es un
proceso que se constituye y modifica a través del desarrollo del individuo; además, su
proceso de evaluación se debe estructurar con una metodología que aborde elementos
cualitativos e instrumentos con características estandarizadas, es decir, cuantitativos con el
fin de obtener un mayor nivel de confiabilidad en los resultados.
De esta manera, es posible discernir con los antecedentes mencionados dos aspectos
principalmente; en primer lugar las implicaciones que puede tener la función ejecutiva en la
conducta humana en relación a su dimensión reguladora, en lo cual es posible nombrar
entre ellos una categoría que se denomina el control inhibitorio. En segunda instancia se
puede reconocer un primer acercamiento al modelo de evaluación en la función ejecutiva,
considerada como una instancia compleja que está sujeta a un abordaje con diferentes
técnicas e instrumentos.
De ahí que es fundamental resaltar que a través del estudio de las neurociencias se
llega a la perspectiva que los lóbulos frontales tienen una implicación especifica en los
procesos cognitivos que permiten planificar, organizar, programar y ejecutar actividades de
diferente índole, de esta forma el cortex prefrontal considerado como una de las últimas
estructuras cerebrales desarrolladas, tanto desde el punto de vista filogenético como
ontogenético, el cual ocupa aproximadamente el 30 % del total de la corteza cerebral dando
cuenta del desarrollo del funcionamiento ejecutivo en una persona que a medida que se
desarrolla va adquiriendo un mayor nivel de complejidad y eficacia en los desempeños
(Tirapu, Muñoz, & Pelegrín, 2002). Con lo cual se puede destacar que las funciones
ejecutivas le otorgan al ser humano la posibilidad de monitorear, ejecutar, proyectar y
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desarrollar actividades de forma eficaz, ello lleva a considerar estos procesos dentro de un
complejo de habilidades superiores que se pone en marcha en el ser humano para adaptarse
a las exigencias del contexto (Herreras, 2007).
Siendo necesario aclarar que en el funcionamiento ejecutivo también existe una
participación de regiones corticales y paralímbicas, denotan un proceso de integración con
diferentes áreas del cerebro que lleva a establecer un sistema de procesamiento múltiple e
independiente pero relacionado (Verdejo-García & Bechara, 2010).Según Lopera (2008)
esto se desarrolla a través de dos momentos; en primer lugar se conciben como un
principio modular de organización que da cuenta de estructuras básicas y primitivas y en
segundo lugar aparece el principio gradiental y distribuido relacionado con un proceso más
estructurado y compuesto de mayor nivel de interconexiones entre las diferentes áreas del
cerebro, haciendo alusión a un desarrollo evolucionado que trae consigo un proceso de
organización ejecutivo que se orienta a organizar e integrar los diferentes procesos
emergentes en la cognición, la emoción y la conducta humana.
De esta manera, Tirapu & Luna, (2011) proponen que “se ha ido profundizando en el
papel que juegan los lóbulos frontales y cómo su función se extiende hacia el control de los
procesos cognitivos” (p.221), con lo cual se empieza a establecer que esta parte del cerebro
tiene una fuerte implicación en el monitoreo y regulación de diferentes procesos que
implican el desempeño y el actuar de los seres humanos. Siendo importante mencionar que
la intención de realizar un acercamiento a los métodos de evaluación de la función ejecutiva
en adolescentes, específicamente en el control inhibitorio y la toma de decisiones, se
relaciona con la intención de reconocer los puntos de desarrollo en este ciclo vital, de ahí la
necesidad de vislumbrar dichos referentes en un proceso de evaluación que contemple cada
una de los factores que pueden incidir en los desempeños.
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HISTORIA Y DEFINICIÓN DEL CONCEPTO DE FE.
En este orden de ideas es importante mencionar que la aparición del concepto de
función ejecutiva empieza a visualizarse con Luria, quien se concibe como uno de los
precursores de esta noción al abordar dentro de sus disertaciones principios relacionados
como “la programación, control y verificación de la actividad”, las cuales son nombradas
con relación a una perspectiva ejecutiva; aunque es necesario aclarar que este no da cuenta
de una manera explícita del concepto, destacando que las actividades antes mencionadas se
encuentran relacionadas con el córtex prefrontal (Ardila & Ostrosky-Solís, 2008).
Según Manga y Ramos (2011) es Luria quien introduce la relación entre el lóbulo
frontal y las funciones ejecutivas, estableciendo que esta área y en especial el córtex
prefrontal son las últimas estructuras del cerebro que se forman en el desarrollo evolutivo
del sujeto, y que no es sino hasta los 6 o 7 años que vienen adquiriendo un mayor nivel de
madurez. Es este autor el que asocia términos como planificación, intención, programación
y regulación, condiciones propias del funcionamiento ejecutivo, lo cual proporciona una
correlación entre el córtex prefrontal, el funcionamiento ejecutivo y la conducta humana.
Dentro de esto, es posible mencionar que Luria propone tres unidades funcionales,
estableciendo que la tercera es la que tiene que ver con la organización de instancias
intelectuales haciendo alusión a dinámicas de programación, ajuste y revisión de las
diferentes actividades que iría desde lo más básico a los más complejo (Delgado-mejía &
Etchepareborda, 2013; Coelho, Et Al, 2006). Lo cual anatómicamente se encuentra
dispuesta en el lóbulo frontal, interconectándose con otras áreas del cerebro que permiten:
“mantener funciones complejas, como pensar, mantener conductas organizadas y orientadas
para un determinado objetivo” (Coelho, Et Al, 2006, p.164). Con este axioma se empezó a
reconocer que la función ejecutiva regula diferentes funciones que contemplan desde las
más sencillas hasta las más complejas llevando a intervenir en procesos de carácter
cognitivo, emocional y conductual.
Así mismo, Lezak (1982)se ubica como otro de los precursores del concepto de la
función ejecutiva la cual la relaciona con la posibilidad que tienen las personas de planificar
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y alcanzar objetivos de manera eficaz, de la misma forma las aborda con la pretensión de
ofrecer una explicación sobre el comportamiento humano desde una perspectiva cognitiva,
según Tirapu & Luna, (2011) se define como: “las capacidades mentales esenciales para
llevar a cabo una conducta eficaz, creativa y aceptada socialmente” (p. 222), lo cual
implicaría que las personas puedan adaptarse y desenvolverse de acuerdo a las exigencias
del contexto en el que participan.
Por otra parte, se puede destacar que con las funciones ejecutivas es posible ofrecer
una explicación de la conducta humana relacionada con elementos tales como el
“mantenimiento de un contexto para la solución de problemas, dirección de la conducta
hacia un objetivo, control de la interferencia, flexibilidad, planeación estratégica y la
habilidad para anticipar y comprometerse en actividades dirigidas a una meta” (Ardila &
Ostrosky-Solís, 2008, p. 3)
En esta misma vía, se puede mencionar que los estudios propuestos en el siglo XX
sobre la corteza prefrontal proporcionan un acercamiento a aquello que se nombra como las
funciones ejecutivas, aunque se debe especificar que no es una cuestión exclusiva de esta
área cerebral, pues como se mencionó anteriormente se considera como un proceso de
interconexión de las diferentes áreas del cerebro que atañen entre otros aspectos a la
conducta y la cognición, lo cual referencia Ardila & Ostrosky-Solís ( 2008) como: “la
solución de problemas, inhibición de respuestas, desarrollo e implementación de estrategias
y memoria de trabajo” (p, 5). De la misma forma, es posible hacer alusión a una cuestión
que Reyes, Barreyro, & Injoque (2014) retoman como las funciones ejecutivas tienen
componentes que se denominan fríos haciendo alusión a cuestiones que implican mayor
nivel de racionalidad o no entre los que se puede destacar el control inhibitorio y calientes
en los que aparece la toma de decisiones pues involucra aspectos emocionales,
disposiciones conceptuales que se convierten en una estrategia que busca sistematizar y
ubicar los diferentes constructos del funcionamiento ejecutivo.
De manera que las habilidades que se relacionan con “la creatividad, la ejecución de
actividades complejas, el desarrollo de operaciones complejas, la conducta social, la toma
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de decisiones y el juicio ético y moral” (Tirapu & Luna, 2011, p. 211), son considerados
asuntos relevantes para regular la participación del ser humano en la sociedad. De hecho,
debe reconocerse la importancia de estos aspectos en la vida de las personas porque se
convierten en un referente determinante para revisar y abordar problemáticas que pueden
surgir en relación con esta estructura que se evidencia con o sin lesiones en el área frontal
del cerebro.
En esta misma vía, es posible mencionar que otra de las dificultades que se reconocen
es el síndrome disejecutivo que según Beddeley (1986 citado por Ardila & Ostrosky-Solís,
2008) visualiza como aspectos anormales en la FE, siendo importante especificar que esta
dificultad no se relaciona con una lesión cerebral pero tiene un impacto directo en las
emociones, conductas o cogniciones, aspecto que Tirapu & Luna (2011) definen como
“muestra dificultades para anticipar las consecuencias de su comportamiento, lo que
provoca una mayor impulsividad o incapacidad para posponer una respuesta” (p.224),
dificultando en el sujeto la forma de interactuar y regular el comportamiento en el medio
social.
Por otra parte , otro de atributos que se debe considerar en la función ejecutiva es el
proceso que lleva a monitorear las conductas implicadas en estados que se relacionan con la
motivación y las emociones, lo cual puede incluir la inhibición y regulación del
comportamiento, cumpliendo una función que lleva al sujeto a contar con la posibilidad de
generar comportamientos adecuados de acuerdo a los requerimientos del contexto en el cual
participa; por ejemplo el control inhibitorio posibilita establecer pautas atencionales para
mantener la atención en una tarea específica (Tirapu & Luna, 2011).
Es posible considerar el funcionamiento ejecutivo desde dos amplios aspectos; en
primer lugar tiene que ver con las dinámicas cognitivas implicadas en la resolución de
problemas, situaciones complicadas o con un alto grado de novedad que posibilita o no un
desempeño eficaz a la hora de abordar y resolver este tipo de situaciones. La segunda
condición tiene que ver con el control de los pensamientos y las conductas, esto hace
referencia a la voluntad y conciencia que permite la autorregulación, y por lo cual le otorga
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la posibilidad de adentrase en los parámetros culturales y normativos que la sociedad
establece. Esto también tiene relación con el control inhibitorio que permite regular las
respuestas impulsivas que se producen particularmente en el sistema límbico, otorgando un
mayor énfasis en el control de la atención y de la conducta (Flores & Ostrosky, 2008).
En relación a la toma de decisiones es posible mencionar como un componente, que
se estructura con base en la posibilidad de considerar experiencias pasadas y valorar
elementos futuros que cuentan con una fuerte implicación de elementos emocionales y
sociales, los cuales se establecen como un proceso de regulación a la hora de elegir y
contemplar una elección enfocada al éxito en determinada tarea (Gordillo, Arana, Salvador,
& Mestas, 2011).
DESARROLLO DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS
En primera instancia es importante resaltar que las funciones ejecutivas son
disposiciones cognitivas y conductuales que se empiezan a desarrollar desde el primer año
de vida del ser humano y como se ha venido mencionando se relacionan con la maduración
del lóbulo frontal el cual desde la perspectiva de Manga & Ramos (2011) estable un alto
nivel de desarrollo a partir de los 6 años. No obstante otros autores, aluden que el área
prefrontal toma un alto nivel de mielinización y sustancia blanca entre el nacimiento y los
2 años, y que un segundo avance sustancial se evidencia entre los 7 y los 9 años , por
último establecen que entre los 16 y 19 años de edad se da el mayor proceso de
arborización, mielinización y sinaptogénesis en el córtex frontal (Rosselli, Jurado, &
Matute, 2008). Aspecto que guarda consonancia con el planteamiento de Delgado-mejía &
Etchepareborda (2013), los cuales proponen que el desarrollo de las funciones ejecutivas
alcanzan su mayor nivel de plenitud entre los 12 y 18 años, edades que permiten equiparar
estas funciones con la edad adulta, de esta manera es importante mencionar según los
planteamientos de Korzeniowski (2011), que el desarrollo de la función ejecutivo tiene tres
periodos vitales en los que se evidencia un cambio en la morfología y fisiología de los
lóbulos frontales especialmente en edades tempranas.
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En este orden de ideas y haciendo alusión a los planteamientos de Flores, Jiménez, &
Castillo (2014), la FE evidencia dos etapas de desarrollo que son nombradas como
temprana y tardía, las cuales cobran una tendencia secuencial, estableciendo que existen
componentes de la función ejecutiva que alcanzan su mayor nivel de expresión en la
infancia, entre ellos el control inhibitorio que se considera también como parte del primer
sistema de las FE. Por otra parte consideran que existen FE que evidencian su clímax en la
adolescencia, periodo en el que existe un proceso de reorganización en dichas funciones y
se pueden seguir fortaleciendo en relación con el proceso de formación escolar.
Según el estudio planteado por Stelzer, Cervigni y Martino (2010) haciendo alusión a
una comparación entre niños y adolescentes en el rendimiento del control inhibitorio, el
cual ha sido entendido como la posibilidad de controlar respuestas de diferente índole que
influyen dinámicas académicas, psicosociales y procesos de autorregulación, es posible
mencionar que los niños tienen un desempeño inferior al momento de colocarles tareas
específicas que se relacionan con solicitudes verbales o motrices; de la misma forma,
establecen que al momento de monitorear la actividad con imagen de resonancia magnética
funcional (FMRI) las áreas cerebrales activadas se destacaban más en los adultos que en los
niños, evidenciando diferencias sustanciales(Papazian, Alfonso, & Luzondo, 2006).
Estos autores referencian que el menor desempeño de niños y adolescentes en el
control inhibitorio se encuentra asociado con un menor compromiso de las áreas cerebrales
relacionadas; una situación que estaría asociada con el estado inmaduro de las áreas
cerebrales implicadas (Stelzer et al., 2010). Los autores destacan que el desarrollo del
cerebro se asume como un proceso lento y en una trayectoria continua, lo cual se relaciona
con la interacción en el contexto y los aprendizajes que allí se adquieren, así se puede
resaltar que la autorregulación en los primeros años de vida es una cuestión que depende
de terceros, aspectos que se van trasformando en la medida que el sujeto adquiere las bases
neurofuncionales necesarias para asumir y dar cuenta de su comportamiento (Mas, Risueño,
& Motta, 2003). En esta misma vía Flores, Jiménez, & Castillo (2014), hacen referencia
que aproximadamente a partir de los 9 y 10 años de edad el desempeño del control
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inhibitorio sobre las respuestas automatizadas de las personas alcanza su máximo nivel de
control, considerando que de ahí en adelante mantiene una estabilidad consistente .
Otro elemento que es fundamental retomar tiene que ver con la toma de decisiones, la
cual es definida como la habilidad para elegir entre una serie de alternativas buscando
obtener el mayor nivel de beneficio (Acuña, Castillo, Bechara, & Godoy, 2013). De esta
forma también es posible plantear que a la hora de evaluar esta dimensión en los niños
existe una correspondencia directa en tomar decisiones que no los benefician, lo cual
empieza a transformarse en el transcurso de la adolescencia, estableciendo que en esta etapa
contarían con la posibilidad de reconocer las consecuencias de los actos y por tanto regular
el comportamiento de acuerdo con el premio y el castigo; de esta forma también se puede
resaltar que la toma de decisiones riesgosas en adolescentes evidencia una baja activación
de las zonas cerebrales implicadas y en un desarrollo desigual en el control cognitivo y
afectivo (Stelzer et al., 2010; Acuña et al., 2013)
El desarrollo temático anterior permitirá inferir que el fenómeno madurativo se da
progresivamente, es decir, cuando la maduración no se ha desarrollado, el sujeto no ha
alcanzado su máximo potencial y por ende la actividad cerebral será difusa, pero cuando se
ha alcanzado dicho estado se convierte en algo especializado en el cerebro y por tanto la
actividad será más definida. En consideración a este planteamiento Stelzer, et al (2010) lo
aborda de la siguiente forma “el refinamiento de las conexiones neuronales de las regiones
frontales, parietales y el estriado, posibilitarían mejoras en la capacidad de memoria de
trabajo, atención, control inhibitorio y toma de decisiones durante la niñez y la
adolescencia” (p. 182).
Considerar la adolescencia como un periodo álgido en el control de pensamientos y
conductas refiere la posibilidad de comprender de una manera más clara las dinámicas
propias de este ciclo vital, evidenciando en algunos momentos dificultades para el control
del comportamiento, llevándolos desde tempranas edades a perder el vínculo normativo
representado en la cultura y la sociedad, lo que evidencia conflictos que atañen al control e
inhibición de la conducta. Papazian, et al ( 2006) dan cuenta de este proceso como:
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La mejoría del proceso de inhibición con la edad se debe a la maduración
secundaria de la corteza prefrontal (lateral dorsal y medial orbital), parte
anterior del cíngulo y cuerpo estriado y el tálamo. El proceso de maduración
de esta operación mental es evidente. (p.47)
En relación con esto se propone la siguiente matriz, elaborada según los
planteamientos de Rosselli, et al (2008), Korzeniowski (2011) y Acuña, et al (2013) para
reconocer algunas cuestiones relacionados con el desarrollo de la función ejecutiva en la
dimensión propia del control inhibitorio y la toma decisiones.
Edad o etapa Control inhibitorio Toma de decisiones
Primer año
El niño empieza a controlar la
emisión de conductas
automáticas, por lo cual puede
inhibir su comportamiento y
realizar acciones planificadas en
conductas exclusivamente
motoras.
Entre los tres y los cuatro
años
Muestra dificultades para inhibir
respuestas verbales.
Empieza a desarrollar uno de los
mecanismos del control del
control inhibitorio; los impulsos.
Entre los seis y los siete
años
El niño empieza a realizar un
control inhibitorio sobre las
manifestaciones verbales.
La toma de decisiones no
está orientada
conscientemente a
alcanzar beneficios.
Entre los 9 y los 12 años
Se evidencia un control
significativo y general del
Aún se toman decisiones
arriesgadas sin anticipar
DESARROLLO Y EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS 13
control inhibitorio. las consecuencias.
Entre los 12 y 14 años
El control inhibitorio alcanza su
techo de desarrollo.
Se evidencia control
cognitivo sobre la
conducta, siendo posible
razonar y considerar las
consecuencias de una
decisión, pero aún se
toman decisiones
arriesgadas.
Entre los 14 y 18 años
Se evidencia un mayor
nivel de control afectivo
por lo cual los
adolescentes muestran la
capacidad de evaluar las
consecuencias de una
decisión.
Dentro de las condiciones que se tornan fundamentales resaltar de acuerdo a los
postulados de Rosselli et al., (2008), es que el desarrollo de la funciones ejecutivas se
considera como un proceso que inicia en el primer año de vida y va alcanzando su nivel de
plenitud en la adolescencia; los autores resaltan que se muestra un progreso significativo en
la precisión y velocidad de tareas no verbales que exigen un carácter inhibitorio de la
conducta, pero hay que destacar que el funcionamiento ejecutivo es un proceso con unas
características disimiles, el desempeño de los sujetos en las metodologías de evaluación
depende en gran medida de su maduración, lo cual puede generar un alto nivel de variedad
en los registros desarrollados en las pruebas aplicadas en cada persona, por lo cual, se torna
fundamental considerar un proceso de evaluación de la función ejecutiva que implica los
procesos involucrados en el control consciente sobre el pensamiento y la conducta (control
inhibitorio), de igual forma aquello que tiene que ver con la toma de decisiones con el fin
DESARROLLO Y EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS 14
de comprender y abordar estas dinámicas desde criterios específicos, para ello a
continuación se retoma la evaluación de estos componentes.
EVALUACIÓN DE LA FUNCIÓN EJECUTIVA
En primera instancia es necesario resaltar, que los test neuropsicológicos enfocados a la
evaluación de la función ejecutiva aparecieron como instrumentos ajenos a dicho objetivo,
pero luego se estructuraron y se adaptaron para este fin. De esta manera, se puede
referenciar que existe una clasificación de los test de acuerdo a su origen siendo posible
estructurar cuatro categorías entendidas como: los test clásicos que se orientaron al inicio
para evaluar otros aspectos distintos a las FE pero luego fueron utilizados para esto, otro de
los aspectos da cuenta de tareas construidas en contextos experimentales que se construyen
para un tipo de investigación específica, seguidamente se consideran los paradigmas que se
centran particularmente en las tareas para evaluar componentes del FE, entre las que se
puede destacar el test Go- No Go, por último es posible mencionar los test que se diseñan
desde un modelo teórico fundamentando y estructurando la posibilidad de operacionalizar
esto en un test especifico (Marino, 2010).
Por otra parte, también es importante mencionar que los instrumentos de evaluación de
las funciones ejecutivas pueden ser utilizados en diversas poblaciones y grupo de edades
pues se orienta a medir el nivel de desempeño de la función ejecutiva evaluada,
contemplando el desarrollo que se establece a través de la ejecución de la tarea propuesta
(Flores et al., 2008).
En esta misma vía y de acuerdo a Soprano (2003), es posible mencionar que se torna
complejo el proceso de evaluación de las funciones ejecutivas ya que es un componente
multidimensional que teóricamente no está unificado por lo cual no es posible centrarse en
aspectos únicamente cognitivos o conductuales, siendo necesario establecer que por este
motivo se han implementado diferentes tipologías de evaluación (Korzeniowski, 2011;
Guadalupe, 2010), de ahí que los instrumentos de evaluación se ubiquen en medir ciertos
componentes que no permiten elaborar un perfil completo del funcionamiento ejecutivo en
las personas (Buller, 2010). Esto lleva a establecer también, que al momento de evaluar el
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control inhibitorio se abordan cuestiones de la atención y la memoria, situación que
complejiza aún más el proceso de evaluación y la utilización de los test referidos para tal
fin. Más allá de eso, el funcionamiento y el desempeño ejecutivo dependen de otras
circunstancias que se empiezan a vislumbrar en relación a la maduración de los circuitos
neuronales del lóbulo frontal, las características y familiaridad con la tarea, así como
elementos que involucran la formación académica o la disposición para realizar el ejercicio
solicitado, cuestiones que indispensablemente se tienen que tener en cuenta para desarrollar
el proceso de evaluación (Trujillo & Pineda, 2008).
De ahí que según Verdejo-García & Bechara (2010), la evaluación deberá abordar tres
elementos fundamentales; en primer lugar será necesario considerar tareas novedosas e
inesperadas, en segundo lugar las pruebas deberán estar pensadas con características que no
se desarrollen cotidianamente y por tanto se puedan mecanizar. Por último se establece que
el objetivo se orientará a la tarea y no en la forma de alcanzarlo promoviendo el uso de
diferentes estrategias en la solución del ejercicio propuesto.
De la misma manera, es necesario considerar la evaluación de la FE tanto desde el
punto de vista cualitativo en el cual se enfoca en observar y analizar como la persona
desarrolla el instrumento aplicado, como desde una perspectiva cuantitativa que se enfoca
en los resultados y principalmente en los desempeños obtenidos (Buller, 2010). Así según
Climent-Martínez et al., (2014)establecen que la evaluación de la FE, desarrollada por
medio de instrumentos que ellos mencionan de papel y lápiz no es efectiva pues no
comprende cada uno de los elementos que se deben considerar en la vida real como las
distracciones o estresores que se presentan, por lo tanto dentro de las limitaciones se
reconoce la generalización de dichas evaluaciones en la vida cotidiana entrando en una
dinámica de invalidez ecológica.
De esta forma es necesario mencionar que la categoría de control inhibitorio está sujeta
a tres mecanismos fundamentales que es necesario evaluar, entendidos como: el control de
espera, el control de impulsos y el control de interferencia (Delgado-mejía &
Etchepareborda, 2013). Por ello, se puede mencionar que la evaluación de la FE está
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relacionada con una dinámica propuesta desde diferentes tipos de instrumentos
psicométricos estandarizados , entre ellos se destaca: el test de clasificación de cartas de
Wisconsin (WCST) que contiene 128 cartas que entre otros aspectos busca evaluar
“estrategias cognitivas alternativas en respuestas a cambios en las contingencias
ambientales” (Buller, 2010, p. 77), permitiendo evaluar el control inhibitorio que tienen las
personas.
Otro instrumento que se puede utilizar es el test de Stroop diseñado para evaluar la
capacidad de suprimir respuestas automáticas con características verbales esto se realiza
mediante tres laminas; en la primera se solicita a la persona que lea las palabras que se
encuentran allí, en la otra lamina se pide a la persona que diga el color de la tinta en el que
se encuentra plasmados los símbolos y por último se solicita al evaluado que diga el color
en el cual está escrito la palabra. En esta misma línea, pero con la intención de evaluar la
supresión de respuesta motoras, se puede mencionar la subprueba del Go- No Go, que
establece como instrucción que se golpee un lugar cuando el que evalúa desarrolle la misma
acción, no obstante cuando el evaluador golpee dos veces se debe inhibir la conducta
solicitada inicialmente, prueba que hace referencia a reconocer las respuestas inhibitorias
que puede alcanzar una persona (Buller, 2010).
El test de la Torre de Hanói, dentro de los componentes que evalúa es la
autorregulación conductual, la tarea consiste en pasar tres discos en tres diferentes pilares
sin colocar encima un disco más grande que otro. También es posible hacer referencia al
Trail Making Test, el cual consta de dos partes: la primera (A), se encuentra compuesta por
25 círculos que van del 1 al 25 los cuales la persona evaluada debe unir sin levantar el
lápiz, la segunda parte (b) se le solicita a la persona que una de forma alterna una números
y letras igualmente sin levantar el lápiz y entendiendo que la prueba está dividida en los 25
círculos que van como números del 1 al 13 y como letras de la A hasta la L, esta segunda
parte se orienta a que el evaluado inhiba estímulos de diferentes categorías (Buller, 2010).
En cuanto a la acción intencional, en la que se busca iniciar, mantener, cambiar o
detener una conducta, mediante un proceso ordenado e integrador, se evalúa con pruebas de
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flexibilidad que llevan necesariamente a que el sujeto cambie su patrón de pensamiento y
de conducta (Soprano, 2003). Así para evaluar el control inhibitorio en los sujetos se ha
mencionado anteriormente el test de Stroop y el Go- No go, ambos contribuyen con la
posibilidad de visualizar la capacidad del sujeto para inhibir conductas automáticas (Tirapu
& Luna, 2011) Sin embargo de manera general Tirapu & Luna (2011) plantean que “estos
test se llevan a cabo de una forma un tanto asistematizada, producto de la falta de un
modelo previo de partida sobre los procesos cognitivos implicados en el funcionamiento
ejecutivo” (P. 239), lo cual en primera instancia da cuenta de una dificultad para
direccionar la evaluación de la FE en los adolescentes y en cualquier población.
De esta manera, es importante resaltar que el reto se mantiene al momento de realizar
un proceso de evaluación neuropsicología de la función ejecutiva, de ahí que Lezak (1995)
tal como se retoma en Soprano (2003), propone un modelo de evaluación que se estructura
con unas condiciones que cuentan con un mayor nivel de especificidad, entre los cuales se
destaca la volición, ejecución efectiva, planificación y acción intencional; estos dos últimos
en su orden hacen referencia a la capacidad de estructurar los elementos necesarios para
alcanzar un objetivo o la consecución de una intención previa; en esto se ve implicado un
proceso de prospección que contempla las diferentes posibilidades para alcanzar lo que en
algún momento se ha planteado, siendo necesario mencionar que el proceso es complejo y
sujeto a los diferentes perspectivas que se han planteado que implica no solo la evaluación
sino la definición del concepto.
Por otro lado a la hora de evaluar la toma de decisiones, es necesario hacer una alusión
a que este componente ejecutivo está vinculado con aspectos subjetivos que marcan el
momento de elegir entre las opciones propuestas, algo que se relaciona con el
funcionamiento ejecutivo pues vislumbra la capacidad de iniciar, supervisar y evaluar las
manifestaciones conductuales, lo cual se pone en consideración en la toma de decisiones al
establecer recuerdos de las diferentes experiencias y las valoraciones de las consecuencias
futuras, que están directamente relacionados con elegir o no entre dos o más situaciones
aspecto que complejizaría el proceso de evaluación(Gordillo et al., 2011). No obstante se
han utilizado pruebas que permiten desarrollar un acercamiento a este componente,
DESARROLLO Y EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS 18
planteando como objetivo de evaluación discriminar entre varias opciones cual puede
ofrecer un mayor nivel de ventaja a la hora de alcanzar una meta en relación a varias
alternativas propuestas (Verdejo-García & Bechara, 2010).
Para ello se utilizan una serie de tareas que cuentan con diferentes niveles de
complejidad e implementado a través de ensayos (Martínez-Selva, Sánchez-Navarro,
Bechara, & Román, 2006). Entre estos instrumentos se encuentra el Iowa Gambling Task
(IGT), test que surge en relación a un modelo teórico propio de la neuropsicología
propiamente del marcador somático de Damasio (Marino, 2010), considerada como una
tarea que busca evaluar la toma de decisiones, en la cual se tiene que elegir entre cuatro
grupos de cartas, en las que dos de ellas el evaluado será beneficiado dentro del ejercicio,
recibiendo dinero a nivel simbólico, destacando que en los otros dos grupos por el contrario
el evaluado tendrá perdidas, estableciendo que dentro de las opciones a largo plazo en la
tarea propuesta se estará sujeto a elegir opciones buenas y malas, vislumbrando
posibilidades de acuerdo a las categorías de riesgo- beneficio y perdida ganancia, lo cual se
empieza a considerar mediante el aprendizaje a través de las experiencias anteriores , en lo
que visualizar que opción es menos beneficiosa y por tanto incrementar el desempeño
positivo está relacionado con las ganancias, que de manera general mide el nivel de
competencia de las personas para alcanzar el éxito en dicha tarea discriminando la
posibilidad de tomar de decisiones (Flores et al., 2008; Gordillo et al., 2011).
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
En primera instancia es necesario mencionar que el concepto de función ejecutiva no
está claramente delimitado abordándose desde diferentes perspectivas y autores, es así que
se torna complejo dar cuenta de este, destacando que existen multiplicidad de definiciones
como funciones ejecutivas que representan los diversos procesos de la cognición y la
conducta humana, siendo esto una dificultad para abordar la evaluación de la misma,
estableciendo que las funciones ejecutivas se entienden como componentes que interactúan
entre sí y no siendo posible evaluar una dimensión únicamente
DESARROLLO Y EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS 19
Frente a esto es necesario mencionar que los avances en el desarrollo de la
neuroimagen se han convertido en un punto de referencia para establecer anatómicamente
como se relaciona una FE con una parte del cerebro que implica principalmente el lóbulo
frontal, esto y en relación a los diferentes procesos de evaluación ha tenido repercusiones a
la hora de reconocer las diferentes dimensiones del funcionamiento ejecutivo. Destacando
que las funciones ejecutivas se conciben como un componente de alta complejidad, tanto
desde una perspectiva anatómica, como en las implicaciones que tiene a nivel emocional,
cognitivo y conductual (Korzeniowski, 2011).
En este orden de ideas hablar del desarrollo del funcionamiento ejecutivo implica
comprender aspectos de orden anatómico y fisiológico que se estructura en las personas
paulatinamente, aspecto que permite desarrollar habilidades propias del funcionamiento
ejecutivo, siendo posible establecer que en relación al control inhibitorio se inicia alrededor
de los 4 años de edad encontrando su máximo nivel de desempeño hacia los 14 años. En
esta misma vía Se torna importante mencionar que en la literatura revisada en torno a la
toma de decisiones no es posible estructurar de manera específica el inicio, los picos y el
techo de esta dimensión no obstante es importante mencionar que para ambos casos existen
instrumentos que miden dichos componentes.
Finalmente al abordar el proceso de evaluación de las funciones ejecutivas implica
considerar múltiples condiciones, que se establecen desde la metodología de evaluación
hasta la exigencia de la prueba, en la cual se debe tener como referencia un proceso
rigoroso que implica una dinámica estructurada para poder referenciar el nivel de desarrollo
del elemento que se quiere evaluar. Específicamente en lo que tiene que ver con la
evaluación del control inhibitorio El test de la Torre de Hanói y los test Stroop y Go- No
Go, entre otros funcionan como instrumentos para reconocer el desempeño de las personas.
En lo referente a la toma de decisiones se puede dar cuenta de las tareas dispuestas en la
prueba IGT, esto como punto de referencia para reconocer como una persona puede
desarrollar elecciones que en determinado caso pueden estar sujetas a éxito pero también al
fracaso, denotando a la experiencia como punto clave para tomar decisiones.
DESARROLLO Y EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS 20
Con estas consideraciones se torna importante abordar con un mayor nivel de
detenimiento el constructo teórico sobre la toma de decisiones, pues aunque existen
estudios que abordan esta categoría lo relacionan principalmente con su componente
anatómico y no con los focos de desarrollo dispuesto en el ser humano lo cual genera un
vacío desde la perspectiva que se abordó en este artículo, pues no permite escalecer
criterios para considerar en qué nivel de desarrollo se encuentra en los diferentes rangos de
edades dispuesto en la adolescencia, elemento que podrá ser considerado como un punto
para profundizar en estudios posteriores.
DESARROLLO Y EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS 21
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