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DERMATOLOGIA Y ARTE. EDICION 282.
DERMATOLOGIA Y ENSAYO.
Me hace muy feliz compartir con ustedes en estas festividades este hermosísimo ensayo del maestro Inocente Carreño.
INOCENTE CARREÑO. LA NAVIDAD: ENCANTO Y MAGIA DE UNA CELEBRACION UNIVERSAL.
RESUMEN
La navidad, esa gran celebración universal, es presentada en este ensayo desde las nítidas imágenes resguardadas en la memoria del autor, quien, para iniciar, ofrece distintas remembranzas sobre la celebración de la Pascua a lo largo de su vida, a través del relato de experiencias plenas de entusiasmo y alegría, de cantos navideños, villancicos y aguinaldos a lo divino y a lo humano. Seguidamente, hace referencia al encanto y magia de la navidad, en palabras de los poetas y escritores venezolanos Alfredo Armas Alfonso, Aquiles Nazoa, Oscar Guaramato, Andrés Eloy Blanco, Francisco Pimentel, Fernando Paz Castillo, Alejandro Fernández García y Efraín Subero; culmina este artículo con unas décimas del autor.
Palabras claves: Navidad venezolana – Pascua – cantos navideños – aguinaldos venezolanos.
ABSTRACT
Christmas: Charm and Magic of a Universal Celebration
Christmas, that grand universal celebration, is presented in this essay from vivid treasured images stored in the memory of the author, who to start, offers different remembrances about the Easter celebration throughout his life, through the story of experiences full of enthusiasm and joy, of traditional Christmas carols to the divine and the human. Next, it makes reference to the charm and magic of Christmas, through words of Venezuelan poets and writers: Alfredo Armas Alfonso, Aquiles Nazoa, Oscar Guaramato, Andres Eloy Blanco, Francisco Pimentel, Fernando Paz Castillo, Alejandro Fernández García y Efraín Subero; this article finishes with some sonnets of the author.
Key words: Venezuelan Christmas – Easter – Christmas carols – venezuelan carols.
LA NAVIDAD: ENCANTO Y MAGIA DE UNA CELEBRACIÓN UNIVERSAL
De la Navidad, sólo guardo en mi memoria, escasos recuerdos de festejos
navideños que pudieron celebrarse en mi isla natal, en donde viví los primeros
doce años de mi existencia, entre ellas, las "diversiones" en la época pascual,
que forman parte del folklore oriental, las que recorrían las calles del entonces
aislado Pueblo de la Mar.
Dame los pasteles, dámelos calientes, que pasteles fríos
"empacha" a la gente...
También conservo en mi memoria el comienzo de un villancico que no sé, cuándo ni a quién se lo escuché.
Venid pastorcillos, venid a adorar
al Rey de los cielos que ha nacido ya ...
Pero fue en Caracas, mi bien querida ciudad de adopción a partir de 1932,
donde pude experimentar a plenitud el goce de los días pascuales, que en
realidad, a lo que a mi hogar respecta, los festejábamos (y todavía hoy), el 28
de diciembre, día de mi cumpleaños, y luego, claro, el 31, con su dejo de
tristeza por el año que se va, y la alegría expectante por el que ha de venir.
En cuanto al 24 de diciembre propiamente dicho, siempre ha quedado
rezagado en nuestro entorno familiar, limitándose al festejo de una cena
íntima, en la que la infaltable hallaca se convierte en la reina de la mesa,
después de los afiebrados días de su confección.
Llegada la época de los años 50, tuve la fortuna de disfrutar del júbilo
pascual cuando, bajo la dirección del maestro Vicente Emilio Sojo, nos
reuníamos en la basílica de Santa Teresa a celebrar la venida del Niño Jesús.
Allí, en ese histórico templo caraqueño, el 15 y el 28 de diciembre (al que yo
no concurría por ser día de mi cumpleaños), y el primero de enero de cada
año, Evencio Castellanos, al órgano; Antonio Lauro, al cuatro y su potente voz
de barítono; Carmen Liendo, y su angelical voz de soprano; Teo Capriles, gran
deportista y destacado tenor; Víctor Guillermo Ramos al furruco, y quien
escribe, entusiasmado con su pandero, inundábamos el sagrado recinto con la
música de tradicionales aguinaldos venezolanos, a lo "divino" y a lo "humano",
recogidos y armonizados por el maestro Sojo.
Ya terminada la misa, oficiada por el padre Hortencio Carrillo, con su voz
engolada, e invitados por éste, nos reuníamos en una pequeña sala de la
iglesia, a degustar un delicioso vino de consagrar que encrespaba el ánimo y
alegraba el corazón.
Esta hermosa costumbre se mantuvo hasta comienzos de los años 60, si
mal no recuerdo. Y más tarde, con ese bagaje a cuestas, en los años
comprendidos entre el 72 y el 79, al frente de la Coral de Seguros Caracas,
pude hacer unos cuantos arreglos de cantos navideños, tanto venezolanos
como extranjeros, que constituyeron el repertorio para nuestras
presentaciones en esa época del año. Estas actuaciones fueron tan relevantes
que, durante varios años, nos presentábamos cada 15 de diciembre en la
iglesia de El Cafetal, para interpretar un programa con aguinaldos venezolanos
preferentemente, contando con el valioso refuerzo artístico de Guiomar
Narváez al piano; Teodomiro Rivero a la guitarra; mi cuñado Cheo Alfonso con
el cuatro (éstos dos últimos ya fallecidos) y Orlando Adrián, con el furruco.
La asistencia del vecindario era masiva. Recuerdo que mi entrañable
amigo y colega Antonio Lauro, asistió más de una vez, ya que él vivía en la
calle Guanta, muy cerca de la iglesia.
Ya terminado el concierto, el inefable padre Casanova (ya fallecido), al
frente de esa feligresía, nos convidaba a una "vinada". Estas presentaciones se
mantuvieron por algunos años y llegaron a convertirse en una fecha esperada
y estimada por la comunidad cafetalense.
Y como considero que ustedes se merecen lo mejor, he recurrido a lo que
pensadores venezolanos han expresado sobre esta hermosa fiesta navideña,
porque al referirse a ella, lo harán con mayor sapiencia, galanura y escogidas
palabras que las de pudiera usar este humilde servidor. Al efecto, me he valido
de mi ilustre paisano, Efraín Subero, poeta, escritor y académico, quien en su
libro titulado La navidad en la literatura venezolana, estos mágicos días, se nos
muestran inundados de honda poesía, de sano humor y de un sutil tinte
melancólico.
Y como no va conmigo el refrán que reza El que tiene buena voz, no
manda a cantar a otro, pues mi caso es todo lo contrario, debo confesarles con
toda humildad que:
Como ya mi voz no es buena y no la puedo afinar, para no pasar la pena
a otros pongo a cantar ..
Y ya comenzamos con el canto. ¡Ojalá les agrade!
ALFREDO ARMAS ALFONZO
En un valle, donde el catuche es fruto y ojo de agua, a un costado de un
cerro que es mitad más salado y mitad mar de cerros, nido de gavilanes,
recoveco de caracol, me levanto con el alba, miro hacia arriba y digo:
Esta noche es Nochebuena Las madres velan cantando.
En las afueras la sombra tiembla en un lindo dorado. Esta noche es Nochebuena Los niños dicen soñando…
Un viento frío baja del Ávila, el cerro que es hermano del Orinoco. Ya van
a estar las hallacas. Ya va a nacer el Niño. Venezuela, que tiene los labios
espesos del negro, y el pellejo arrosquetado del indio, va a estrenar corazón
esta noche, un corazón del tamaño del mundo...
AQUILES NAZOA
Tal vez el atributo que le confiere a la Navidad tan conmovedora
significación humana, sea el trasfondo melancólico que matiza su bulliciosa
alegría. Un resplandor de inefable tristeza convoca en Navidad el corazón de
los hombres hacia la memoria de cosas muy lejanas y un tiempo amadas. Pero
es también ésa, la fiesta de la esperanza, de la fraternidad y del amor. El alma
del niño que una vez fuimos, divaga entre los olores caseros del turrón y las
ropas de estreno; la sonrisa de nuestra primera novia tiene la boca llena de
uvas…
La Navidad nos pone a vivir en dos tiempos. Nos bastaría subirnos en el
trineo de una hermosa tarjeta, para viajar con el sueño hasta el país de los
cocuyos; pero una rápida mirada por la ventana hacia el radiante cielo
nocturno de diciembre, nos restituye a la fe en que este instante del mundo es
también hermoso, puesto que aún podemos de un solo trago celeste, llenarnos
los párpados de estrellas.
OSCAR GUARAMATO
En un momento, el asno tropezó un pedrusco y María estuvo a punto de
caer. José alzó el bordón para castigar el animal; pero María ―plumón de
brisa, rama de rocío― había mirado, y el hombre apagó su ira y sólo fustigó
con palabras: ¡Vamos, burrito, vamos!
Adelante, bajo la claridad de la luna, emergían las primeras casuchas del
pueblo.
Y por todas las callejas deambuló José en busca de albergue. Y en todos
los sitios le negaron posada.
Y sucedió que en la casa del viejo Tobías había festejos por la boda de su
hija. Y cuando llegó José y le suplicó cobijo, el viejo se enterneció y ofreció a
los forasteros los toneles inútiles, las sillas rotas y el pienso de las bestias.
Y en el pesebre nació el Niño. Y el Niño se llamó Jesús.
ANDRÉS ELOY BLANCO (1897-1955)
NOCHE DE REYES
Llegó la noche memorable. Mis zapatitos estaban en la ventana desde el
anochecer. Anduve hasta las 10 con unas alpargatas viejas. A esa hora me
acosté. Pero no podía dormir. ¡Qué iba a dormir!. A cada instante me
levantaba, corría a la ventana y allí estaban los zapatitos, echaditos,
pegaditos uno al otro, rellenos de luna. A media noche, cuando por décima
vez fui a la ventana, vi acercarse tres sombras por la calle. Venían paso a
paso, envueltos en largos mantos que la luna magnificaba ¡Los reyes! ¡Los
reyes!. El corazón se me venía a la garganta, como si quisiera salirse para
meterse en los zapatos y darles las gracias a los reyes... Pero me escondía
para no molestarlos. Llegaron frente a mi ventana; cuchichearon; oí una risita
amable. Se alejaron. Corrí a la ventana. Allí estaban los zapatitos vacíos que
daba lástima mirarlos. Empecé a llorar en silencio ¡nada! ¡No me traían nada!
¡Debería darles vergüenza!
Bajo la noche azul, frente a la calle, mis zapatitos y yo estábamos con la
boca abierta.
Pero de pronto sentí un paso rápido. ¡Hacia mí venía alguien! Saqué
fuerza de la curiosidad y atisbé valientemente.
Era un viejo tostado como los indios del Golfo; una barba le caía escasa y
brillante; andaba penosamente; los ojos, algo oblicuos, pero grandes y
aceitosos, tenían mucha luna ¡Era Gaspar! Me escondí para espiarle detrás de
la cortina. Llegó a la ventana de puntillas, cogió mis zapatitos y echó a correr.
Al día siguiente pasaron al Rey Gaspar por la calle, entre dos soldados y
con las manos amarradas atrás. Se le encontraron ¡Seis pares de zapatos! y
¡seis hijos!...
FRANCISCO PIMENTEL (JOB-PIM) (1890-1942)
Por qué no vino el Rey Negro. Sin estrellas los reyes, al ocaso
marchan a pasos vagos; no hay una luz que en el espacio irradie,
y aunque los tres son magos, nadie sospecha dónde se halla nadie.
Hay una pausa... El cielo, poco a poco
se aclara; como un foco Brota la estrella azul de la leyenda.
-¿En dónde estás, Melchor?
-Aquí, Gaspar. -¡Vaya, gracias a Dios!
Pero... sólos aquí vamos los dos... ¿En dónde se ha metido Baltasar?-
¿Acaso del "Simún" el torbellino
habría sepultado al rey hermano?. Buscaron al rey negro, pero en vano,
y al cabo continuaron su camino. Ya en Nazareth, con un fervor intenso, Le ofrendan Melchor, Gaspar, incienso.
-¿Y la mirra? - pregunta San José. Ambos dicen ¡No sé!,
Pues se nos ha perdido Baltasar. Y el Niño dijo entonces:
-Perdonad Y alegraos igual que yo me alegro:
Baltazar es un rey... pero rey negro, y está boxeando ahora en la ciudad...
FERNANDO PAZ CASTILLO (1893)
LA VIRGEN Y EL PAJARITO
La Virgen mira su alma... San José mira su Niño. El Niño mira su perro Y el perro al pajarito
que tiene en la mano el Niño.
Todos están viendo algo: Un pensamiento en la hora íntima
Cuando las palabras tiernas todavía no han nacido.
Reposo limpio de estrella
Sobre la inmovilidad del río. Reposo - algo furtivo
tanta humildad en las cosas, tanto silencio en un Niño.
La Virgen - de mirar distante-
no teje ya su tejido:
entre sus ágiles dedos descansa la luz del ovillo.
La Virgen no teje, mira
-bajo el mirar del esposo- El perro, el pájaro, el Niño. Cada quien mira su obra: la Virgen mira el ovillo
en sus manos, delgadas y frágiles Como el hilo: hebra nacida entre flores.
San José mira su Niño. El Niño mira su perro
y el perro mira el pájaro que está en la mano del Niño. ¿Qué mirará el pajarito?...
ALEJANDRO FERNÁNDEZ GARCÍA
(1880 - 1939)
Noche de diciembre. La luna envía sobre la ciudad, la dulzura de la luz. La
brisa corre por las calles; mueve el ramaje de los árboles; deshoja en los
jardines los cálices de las flores, y se lleva cantarina y vagabunda su carga de
sutiles aromas.
La brisa fina y cantante, en cuyo seno invisible se rompen mil melodiosos
cristales, la luna dulce y transparente, en cuya plata ideal se desmayan mil
lirios, se mezclan, se funden en algo vibrador, etéreo y misterioso, que forma
la armonía de la noche pascual ...
EFRAÍN SUBERO (1931) POEMA DE LOS REYES MAGOS
Gaspar:
Niño Dios aquí te traigo mis corderos de algodón, para que corras con ellos hacia donde nace el sol.
Melchor:
Yo que vengo de tan lejos, de cerca lo quiero ver.
quiero tocar sus cabellos, quiero la estrella encender. yo he venido de muy lejos
sólo por jugar con él.
Baltazar: Nada te traigo, amiguito,
nada te puedo traer. Sólo tengo en el bolsillo lo que tú debes tener: un pedacito de espejo
Y un trompo con su cordel. Atrapé una mariposa
y una flor se echó a llorar. Se destiñó el arcoiris
y me dijo: ¡Eso está mal!. Nada te traje, amiguito
pero te vine a mirar..
Bajo la estrella encendida, sobre el portal de Belén, tres reyes rinden tributo
a un Niño, a un ángel, a un rey, en un palacio de paja
junto a una mula y un buey...
Y luego de este mágico recorrido, que inunda nuestras almas de milagrosa belleza y honda paz, mil felicidades les desea, quien les dice con el corazón en la mano:
Y ya por terminar digo adiós con estas décimas,
que aunque muy malas o pésimas es lo que les puedo dar.
Sin embargo es de esperar que a los amigos presentes no se les venga a la mente proporcionarme un mal rato pues soy un hombre sensato y ustedes son buena gente.
Estas fiestas navideñas de aguinaldos y hallacas, de furrucos y maracas,
de mil semblantes risueños y un "Pacheco" caraqueño
que hasta los pies nos enfría, es Jesús quien las envía para que junto a la paz
se una a la Navidad el amor y la alegría.
Que gocen de cuerpo entero
del jolgorio navideño y del cielo caraqueño
de noche con sus luceros, es mi deseo sincero;
que escuchemos siempre un canto aliviador de quebrantos, portador de amor y paz y que un sol de libertad
nos brinde de luz su manto.
Ya con un pie en el estribo, les prometo que:
En Navidad y Año Nuevo
le pediré al Redentor, nos dé a mozos y a longevos: ¡Salud! ¡Dinero! y ¡Amor!...
¡Mil felicidades¡
REFERENCIA
La Navidad en la Literatura Venezolana. (1973). Ediciones del Congreso de la República de Venezuela. Compilación Efraín Subero.
*Fotografías tomadas en la Capilla de Hogares Crea de Venezuela en Valencia. Estas imágenes pertenecieron al Pbro. José María Rivolta Ch, mi querido amigo por siempre jamás.
Colaboración de la Dra. Raquel M Ramos M: