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B R E V I R I O S
del
FONDO
D E C U L T U R A E C O N Ó M IC A
3 8 4
E L H O M B R E Y L A N A T U R A L E Z A
E N E L R E N A C I M I E N T O
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E l hombre y la
naturaleza
en el Renacimiento
por
A L L E N G.
D E B U S
Traducción
de
SERGIO LUGO RENDÓN
C ONAC YT
F O N D O D E C U L TU R A E C ONÓ MIC A
MÉXICO
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Primera
edición
en
i n g l é s ,
1978
Primera
edición
en e s p a ñ o l , 1985
Este
libro se publica con el patrocinio del
Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología
Titulo
original:
Man
and
Nature
in the
Renaissance
®
1978, Cambridge University Press, Cambridge
I S B N
0-521-29328-6
D. R. © 1985,
F O N D O
O L
C U L T U R A
E C O N Ó M I C A , S. A. DI; C . V .
Av. de ¡a Universidad 975;
03100 M é x i c o ,
D. F .
ISBN
968-16-1823-8
Impreso eg México
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A
M I M A D R E Y A M I P A D R E
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PREFACIO
N i n g ú n periodo de la historia de la ciencia ha
sido
estudiado más detalladamente que la Re
v o l u c i ó n c i e n t í f i c a y, no obstante, é s t a sigue sien
do
un enigma, incluso por lo que
respecta
a sus
l í m i t e s c r o n o l ó g i c o s .
Algunos
hablan de un pe
riodo
de trescientos
a ñ o s ,
que se extiende de
1500 a 1800, mientras que otros consideran ú n i c a
mente los
avances
impresionantes del
siglo
xvn.
L a r e l a c i ó n del Renacimiento con la Revolu
c i ó n c i e n t í f i c a
es sin duda un factor decisivo
para cualquier intento de d e l i m i t a c i ó n semejan
te ,
pero en
este
volumen hablaremos ^del renaci-
miento
c i e n t í f i c o
que se produjo aproximada
mente eTtrrre" mediaá?ís-^eWigte^y^xTtlS^ÍKlPX
d e l xvn. En este lapso podremos observar los
efectos diversos y perdurables que tuvo el huma
nismo en la medicina y en las ciencias, y ad
vertir,
asimismo, el prolongado debate en tor
n o
a una
c o n c e p c i ó n m í s t i c a
de la naturaleza,
sustentada
con entusiasmo lo mismo por los
alquimistas que por los h e r m é t i c o s .
U n a obra que versa sobre la ciencia del Re
nacimiento p o d r í a basarse
en muchas fuentes
y
reflejar
seguramente muchos puntos de vista.
E l
tema es tratado por lo regular en
f u n c i ó n
del
progreso de las ciencias exactas como las ma
t e m á t i c a s
y la
a s t r o n o m í a .
En el
pasado,
los es
tudios de este tipo prestaron generalmente poca
a t e n c i ó n
a un contexto más
amplio:
el ambiente
social
e intelec tual del periodo. Los autores que
9
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10
P R E F A C I O
h a n hecho h i n c a p i é en esto ú l t i m o , con frecuencia
h a n
restado importancia a los adelantos
t é c n i
cos y c i e n t í f i c o s . En
este
volumen nuestro en
foque
s e r á
el
tradicional,
por cuanto habremos
de destacar la verdadera ciencia del periodo, pero
a menudo nos referiremos a la
r e l i g i ó n
y a cier
tos conceptos
f i l o s ó f i c o s
que casi no intervienen
en la ciencia del siglo xx. Por consiguiente, in
tentaremos examinar con cierta amplitud el efec
t o
que tuvieron la alquimia y la
q u í m i c a
en el
desarrollo
de la ciencia y la medicina modernas,
pues este tema no ha sido debidamente integra
d o
a las exposiciones que hasta ahora se han
hecho de la R e v o l u c i ó n c i e n t í f i c a . De h e c h c ¿ _ l a s .
controversias que
s u s c i t ó
la
q u í m i c a
al iniciarse
Tae ra moderM_enj¿ejidrar.on_ m á s textos p o l é m i -
CTS-uueTTáVíelacionadas con
la
a s t r o n o m í a
y la
f í s i c a del movimiento. Por tanto, debemos pres-
- t a T ^ a ~ ^ 5 t o s - í l e b a t © & H a a t e n c i ó n
que merecen, la
misma
que damos a aquellos que conducen de
u n
modo más directo a
Galileo
—y, finalmente,
a los Principia mathematica de Isaac Newton.
Ciertamente, en
esta
obra no pretendimos pre
sentar un estudio exhaustivo del periodo com
prendido entre 1450 y 1650. E l presente volumen
forma
parte de una serie destinada al
investi
gador de la c i v i l i z a c i ó n occidental, y nuestro
p r o p ó s i t o
ha sido ofrecer una
v i s i ó n
general exa
minando algunos de los problemas y temas f un
damentales. Así, nuestra
a t e n c i ó n h a b r á
de
d i r i
girse preferentemente al efecto que tuvo el huma
nismo
en las ciencias, a la
b ú s q u e d a
de un nuevo
m é t o d o c i e n t í f i c o , y al d i á l o g o constante entre
lo s
defensores de una
c o n c e p c i ó n m í s t i c a
y
o c u l -
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P R E F A C I O 11
tista del mundo y quienes buscaban un nuevo
enfoque para estudiar la naturaleza
basado
en
las matemáticas y en la
observación.
E l
autor
está
especialmente agradecido con la
Biblioteca Newberry y la
Fundac ión
Nacional
para las Humanidades, las que hicieron posible
que esta obra fuera terminada en Chicago en un
a ñ o
(1975-1976) como pr imer
paso
para un tra
tamiento más
extenso
del tema. E l acervo de la
Biblioteca
Newberry és particularmente valioso
para el investigador de cualquier
aspecto
de
la
historia intelectual del Renacimiento; W i l l i a m
Towner, Richard H.
Brown
y John Tedeschi co
laboraron
siempre conmigo en mi búsqueda de
libros
e
información
y me ayudaron en tantos
aspectos que en vano in tentar ía ser más
especí
fico. La Universidad de Chicago me
concedió
l i
cencia por un a ño —y, como siempre, conté con
el
apoyo generoso del Centro
Morris
Fishbein
para el Estudio de la Historia de la Ciencia y la
Medicina.
Los compiladores de
esta
serie, George
Basalla, de la Universidad de Delaware, y W i l l i a m
Coleman, de la Universidad de Wisconsin, contri
buyeron
con útiles sugerencias, y el autor reco
noce su deuda especial con W i l l i a m R. Shea, de
la
Universidad M c G i l l , por los valiosos comenta
rios que hizo al primer borrador del manuscrito.
E n
las etapas finales de la preparación de este
libro, John Cornell y Russell H. Hvolbek
redac
taron el índice y revisaron cuidadosamente el
texto.
ALLEN
G.
DEBUS
Deerfield, Illinois
Mayo de 1978
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PREFACIO A LA EDICIÓN E N ESPAÑOL
Gracias a la favorable recepción que ha tenido
la edición original
en
inglés,
de
El hombre y la
naturaleza en el Renacimiento, he hecho relati
vamente pocos cambios al texto para su traduc
ción al español. Se han corregido algunos erro
res tipográficos y se han escrito de nuevo ciertos
pasajes breves, para darles mayor claridad. La
bibliografía
se ha puesto al corriente,
añadién
dole algunas referencias nuevas. Y, además , so
bre todo por causa de las importantes investiga
ciones que hoy se es tán haciendo de todos los
aspectos de la ciencia y la medicina en el mundo
de habla hispana, he
añad ido
un breve
apéndice
a la bibliografía relacionada con obras recientes
en español , sobre el Renacimiento y los comien
zos de la Época Moderna.
Agradezco al profesor Enrique Bel t rán , de la
Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y
de la
Tecnología,
su
in terés
y aliento con
respec
to a esta obra. Deseo añad i r mi agradecimiento
a la señora A l i c i a Hammer, del Fondo de Cul
tura Económica , que tanto nos ha ayudado re
solviendo
los múl t ip les detalles relacionados con
la publicación
de la obra, y a Sergio Lugo Ren-
dón, por su excelente t raducción . Por últ imo,
deseo agradecer a mi esposa, Brunilda López
Debus, su minuciosa lectura del original y su
ayuda en la revisión
f i n a l .
Deerfield Illinois ALLEN G. DEBUS
7
de junio de J982
13
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Valiosa, y por lo mismo bienvenida a la litera
tura en
español
sobre
temas
de historia y
f i l o
sofía de la ciencia, es la t raducción del libro Man
and Nature in the Renaissance (1978), escrito
por el doctor A l i e n G. Debus, profesor de His
toria
de la Ciencia y de la Medicina en la
U n i
versidad de Chicago, autoridad indiscutible en
el Renacimiento, como ha demostrado en obras
anteriores: The
English Paracelsians,
1965; The
Chemical
dream of the Renaissance, 1968; Science
and education on the Seventeenth Century, 1970;
y Science, Medicine and Society in the Renais
sance,
excelente obra
aparecida
en 1972, de la
que fue editor.
Los ocho
capítulos
del
presente libro
son
otras
tantas visiones panorámicas de los principales
temas a considerar en el periodo cubierto, y
constituyen
excelentes
puntos de partida
para
los estudiosos de cada uno de ellos.
Como
acertadamente
dice Debus en el párra
fo i n i c i a l : "Ningún periodo de la historia de la
ciencia ha sido estudiado más detalladamente
que la Revolución científica y, no obstante, ésta
sigue siendo un enigma, incluso por lo que
res
pecta a sus límites cronológicos." Y nada es más
atractivo de leer que lo relacionado con los
enigmas.
ENRIQUE BELTRXN
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I T R A D I C I Ó N Y REFORMA
Pocos acontecimientos en la historia del mundo
han tenido más trascendencia que la
R e v o l u c i ó n
c i e n t í f i c a . E l periodo comprendido entre me
diados del siglo xv y fines del x vm p r e s e n c i ó la
creciente influencia
cultural
y p o l í t i c a de Euro
pa occidental en todas partes del mundo. La
nueva ciencia y la nueva t e c n o l o g í a de Occidente
fueron
un factor decisivo de esa
influencia,
hecho
que fue reconocido por la mayor parte de los
eruditos de la é p o c a . Francis Bacon (1561-1626),
p o r ejemplo, observaba en el
Novum organum
(1620):
. . .
conviene observar la fuerza, la
v i r t u d
y las
consecuencias de los descubrimientos, y en n i n
guna otra parte p o d r á n observarse é s t a s con
mayor
evidencia que en aquellos tres que eran
desconocidos para los antiguos . . . a s a be r l a -
imprenta,
la p ó l v o r a y la b r ú j u l a . Pues
estos
" ~ T r g s ~ 1 i á h t r S ñ ^ o t m a d o ' p c T ^ c b m p l e t o
la
apa
riencia y la c o n d i c i ó n de las cosas en todo el
mundo;
el pr imero en la li teratu ra , el segundo
en el arte de la guerra y el tercero en la na
v e g a c i ó n ; de donde se han derivado innume
rables cambios, de tal modo que n i n g ú n Impe
r i o ,
secta
q astro
parece
haber
e j é r c l d t ^ i s v u i . :
^pooMLe influencia en los asuntQsJiiimanos que
estos descubrimientos m e c á n i c o s .
1
'
• - • • •• s —
1
Francis Bacon, The Works of Francis Bacon, comps.
James
Spedding, Robert Leslie E l l i s y Douglas Dennon
Heath
(7 vols., nueva ed.,
Londres,
Longmans, 1670; ed.
original,
1857), 4, p. 114.
15
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16 T R A D I C I Ó N Y R E F O R M A
Para Bacon estos descubrimientos eran de
o r i
gen occidental y relativamente recientes. No fue
e l primero ni el ú l t i m o en hacer una d e c l a r a c i ó n
semejante, pero
pocas
obras eran
l e í d a s
con más
avidez que las suyas por quienes deseaban fun
dar una nueva ciencia en el siglo xvn .
Pero aunque todos reconocemos de inmediato
la importancia de la R e v o l u c i ó n c i e n t í f i c a , mien
tras más estudiamos sus
o r í g e n e s
menos segu
ros estamos de comprender sus causas. En este
"volumen nos referiremos principalmente a los
dos siglos que median entre 1450 y 1650; la
p r i
mera de estas fechas coincide aproximadamente
con el despertar del nuevo i n t e r é s h u m a n í s t i c o
p o r
los textos
c i e n t í f i c o s
y
m é d i c o s
de la
A n t i
g ü e d a d y la segunda con los a ñ o s que anteceden
a la
a c e p t a c i ó n
general de la ciencia mecanicis-
ta de Descartes (1596-1650), Galileo (1564-1642),
B o r e l l i
(1608-1679), Boyle (1627-1691) y
Newton
(1642-1727).
Estos dos siglos ofrecen un laberinto de inte
reses casi desconcertante y rara vez encontrare
mos en ellos un
individuo
cuya m e t o d o l o g í a cien
t í f i c a pudiese parecer del todo aceptable a un
c i e n t í f i c o moderno.
Para
algunos de sus sabios,
cuya
obra contribuyo~a~nuestra era
c i e n t í f i c a
moderna, la magia, la
alquimia
y la as t r o
logia
fueron no menos estimulantes que el nuevo in
t e r é s por la a b s t r a c c i ó n m a t e m á t i c a , la observa
c i ó n y la e x p e r i m e n t a c i ó n . En nuestros d í a s pen
samos que es f ác i l —y necesario— separar a la
"ciencia" de la a f i c i ó n por el ocultismo, pero en
esa é p o c a muchos no
estaban
en posibilidad de
hacerlo. Y no podemos atr ibuir esa c o n c e p c i ó n
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TRADICIÓN Y
R E F O R M A
17
mística
del mundo a unas cuantas figuras se
cundarias actualmente olvidadas, salvo por los
anticuarios. Los escritos de
Isaac
Newton y
Johannes
Kepler (1571-1630) revelan un genuino
interés
en la
t ransmutac ión
de los metales y las
armonías
universales, tanto como la obra de Pa
racelso (1493-1541), Robert Fludd (1574-1637) o
John Dee (1527-1608). En general, los historia
dores de la ciencia han considerado
tradicional-
mente el tema en forma retrospectiva, es de
cir,
ignorando aquellos aspectos de una
filosofía
natural anterior que no tiene ya cabida en nues
tro
mundo
científico.
Pero, si así
procediéramos,
no
podríamos
arribar a una
comprensión
contex-
tual
de
este
periodo. Por tanto, nos proponemos
tratar este
período
en sus propios
términos
y no
en los nuestros. A medida que avancemos, des
cubriremos que las controversias sobre la magia
natural y la
analogía
macrocosmos-microcosmos
eran entonces tan importantes como los mejor
recordados
debates
sobre el sistema
heliocéntri
co o la
circulación
de la sangre.
p ^ ^ i /
1
1
LA CIENCIA Y LA
EDUCACIÓN
EN EL
RENACIMIENTO
Los términos
"Renacimiento" y "humanismo"
han sido utilizados con tantas y tan variadas
connotaciones que
difícilmente podríamos
satis
facer a dos eruditos con una sola definición. Por
nuestra parte, no vemos la necesidad de
inten
tarlo. Sin duda, el Renacimiento implicaba una
especie de "renacimiento" del conocimiento —a
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18
T R A D I C I Ó N
Y R E F O R M A
la
vez que un renacimiento del arte y la
litera
tura. Y, efectivamente, en este periodo se de
s a r r o l l ó
una nueva ciencia. Pero, una vez
admi
t ido
lo anterior, debemos ser cautos para no
i n c u r r i r
en
simplificaciones.
E l nuevo amor a la
naturaleza que expresaron Petrarca (m. hacia
1374)
y otros humanistas del siglo xiv
tuvo
más
de una consecuencia. Aceptamos sin vacilar que
c o n t r i b u y ó
a la
a p a r i c i ó n
de un nuevo
m é t o d o
para estudiar los
f e n ó m e n o s
naturales
basado
en
la
o b s e r v a c i ó n ,
pero advertimos
t a m b i é n
que
Petrarca y algunos humanistas posteriores
des
confiaban
profundamente de la importancia que
tradicionalmente
h a b í a dado el escolasticismo a
l a f i lo so f ía
y a las ciencias. La preferencia de es
tos hombres por la r e t ó r i c a ~ y la historia era una
r e a c c i ó n
consciente contra los estudios "aristo
t é l i c o s " , de c a r á c t e r más t é c n i c o , que por mu
cho tiempo
h a b í a n
sido la piedra angular de la
universidad medieval. Los humanistas p e r s e g u í a n
e l
perfeccionamiento
'moral
3el hombre y
desde
ñ a b a n las disputas l ó g i c a s
~~y
e s c o l á s t i c a s que
caracterizaban los estudios superiores
tradicio
nales.
Este cambio de valores d a r í a por resultado
u n
nuevo
i n t e r é s
en los problemas educativos.
L os programas de reforma educativa de los si
glos
xiv y xv
iban
a
estar
encaminados, no a las
universidades,
sino a la e n s e ñ a n z a elemental. E l
educador humanista
V i t t o r i n o
da Feltre (1378-
1446) fundó una escuela donde los alumnos prac
ticaban
ejercicios
militares
y eran exhortados a
sobresalir en los deportes. En las aulas estudia
b a n r e t ó r i c a , m ú s i c a , g e o g r a f í a
e
historia
—y,
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T R A D I C I Ó N
Y
R E F O R M A
19
poniendo de ejemplo a los antiguos, se les en
s e ñ a b a a anteponer los pr incipios morales y la
actividad
p o l í t i c a a los principios b á s i c o s del
triviürtp
( ¡g r a m á t ic a , r e t ó r i c a
y
lógicjS)
o al estu
d io de las asignaturas f i l o s ó f i c a s y c i e n t í f i c a s
tradicionales.
Muchos de los más renombrados sabios huma
nistas iban a sentirse afectados por
este
m o v i
miento de reforma educativa. E l resultado puede
verse claramente en la obra de Erasmo (1466-
1536). É s t e pensaba que, para conocer la natu
raleza, al alumno le bastaba con seguir el curso
normal de estudios que c o m p r e n d í a la lectura
de los autores literarios de la A n t i g ü e d a d . A su
j u i c i o ,
las
m a t e m á t i c a s
no
t e n í a n
mucha
impor
tancia
para un hombre educado. Y Juan L u i s
Vives (1492-1540), indudablemente el más ins ig
ne de los educadores del Renacimiento, concor
daba plenamente con él cuando, al impugnar el
estudio de las m a t e m á t i c a s , argumentaba que
é s t a s t e n d í a n
a "desviar la mente de los fines
p r á c t i c o s de la
vida"
y la h a c í a n "menos apta
para f u n d i r las realidades concretas y las mun
danas".
Pero ¿ p o d e m o s decir entonces que las univer
sidades
s e g u í a n
siendo los centros de
i n s t r u c c i ó n
c i e n t í f i c a ? En general, lo eran t o d a v í a , mas cada
vez era mayor el n ú m e r o de los investigadores
de la medicina y las ciencias que rechazaban el
exagerado conservadurismo de muchas —proba
blemente la m a y o r í a — de las instituciones de
e n s e ñ a n z a
superior.
Peter
Ramus (1515-1572) re
cordaba su f o r m a c i ó n a c a d é m i c a con gran de
sencanto:
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20
T R A D I C I O N
Y
R E F O R M A
D e s p u é s de haber dedicado tres a ñ o s y
seis
meses a la f il o so f ía e s c o l á s t i c a , de acuerdo con
las reglas de nuestra universidad;
d e s p u é s
de
haber
l e í d o ,
discutido y meditado sobre los
distintos tratados del Organon (pues, de los
libros
de
A r i s t ó t e l e s ,
aquellos que trataban de
l a d i a l é c t i c a eran l e í d o s y r e l e í d o s especial
mente en el curso de tres a ñ o s ) ; aun d e s p u é s ,
digo, de haber
invertido
todo ese tiempo, consi
derando los
a ñ o s
en que me
o c u p é
por entero
en el estudio de las artes e s c o l á s t i c a s , quise
saber,
en consecuencia, a qué
p r o p ó s i t o p o d í a
aplicar
el conocimiento que con tanto esfuer
zo y
fatiga h a b í a adquirido.
Pronto
d e s c u b r í
que toda esa
d i a l é c t i c a
no me
h a b í a
vuelto
m á s
docto en la historia y el
saber
de la
A n t i
g ü e d a d ,
ni más diestro en la elocuencia, ni
mejor
poeta n i más sabio en nada. ¡Ah, qu é
e s t u p e f a c c i ó n , qu é dolor ¡ C ó m o deploraba mi
malhadado destino, la esterilidad de mi mente
que, tras tanto trabajo, no
p o d í a
recoger ni
percibir siquiera los frutos de esa s a b i d u r í a
que,
s e g ú n
se afirmaba, se hallaba con tanta
abundancia en la
d i a l é c t i c a
de
A r i s t ó t e l e s
2
Ramus no era el ú n i c o que experimentaba esa
d e s i l u s i ó n
—y sus lamentaciones no
c a r e c í a n
de
fundamento. P a r í s , por ejemplo, fue conside
rada como un baluarte de la medicina
g a l é n i c a
durante los siglos xvi y xvn mientras que, en
Inglaterra,
los estatutos isabelinos de Cambridge
(1570)
y el c ó d i g o laudiano* de O x f o r d (1636)
2
La
cita
de Ramus e s t á tomada de F r a n k Pierrepont
Graves,
Peter Ramus and the Educational Reformation
of
the Sixteenth Century
(Nueva Y o r k ;
Macmillan,
1912),
p p . 23-24.
* C o d i f i c a c i ó n
de los estatutos llevada a cabo por
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Y
R E F O R M A
21
m a n t e n í a n
oficialmente la autor idad de los
a n t i
guos. Y las pr imeras asociaciones profesionales
no eran necesariamente mejores. E l Colegio de
M é d i c o s
de Londres desconfiaba de toda
inno
v a c i ó n . Así, en 1559, cuando el doctor John Gey-
nes se a t r e v i ó a sugerir la posibilidad de que
Galeno (129/130-199/200 d.c.) no fuera i n f a l i b l e ,
l a r e a c c i ó n fue inmediata y d r á s t i c a . Se o b l i g ó
a l buen doctor a f i r m a r una r e t r a c t a c i ó n para
ser readmitido en la
a g r u p a c i ó n
de sus colegas.
N o
obstante, el conservadurismo que se obser
va en muchas de las principales universidades
en los siglos xvi y xvn , puede compensarse en
parte con una t r a d i c i ó n c r í t i c a que h a b í a sido
aplicada a los textos
c i e n t í f i c o s
de la
A n t i g ü e
d a d en O x f o r d y en P a r í s en el siglo xiv. Esta
obra,
asociada con el escolasticismo,
v e n d r í a
a
ser particularmente beneficiosa para el estudio
de la
f í s i c a
del
movimiento.
Como
t r a d i c i ó n
eru
dita, t o d a v í a
estaba
vigente en la Universidad
de
Padua
y otras universidades del norte de
I t a
l i a en el siglo x v i .
Para
muchos, sin embargo, la
c r í t i c a c i e n t í f i c a era una
especie
de curioso jue
go h u m a n í s t i c o , y al erudito d e b í a e l o g i á r s e l e
p o r eliminar las vulgares anotaciones y enmen-
daturas de origen medieval que adulteraban los
textos antiguos. M ás que la verdad c i e n t í f i c a ,
su meta era la pureza textual.
E n suma, la e d u c a c i ó n que se i m p a r t í a a p r i n
cipios del Renacimiento t e n í a dudoso valor para
e l desarrollo de las ciencias. La e d u c a c i ó n u n i
versitaria
de
este
periodo puede caracterizarse,
W i l l i a m L a ú d (1573-1645) cuando fue canciller de esa
universidad. [T.]
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T R A D I C I O N Y
R E F O R M A
en su mayor parte, como conservadora. Y en
cuanto a la reforma de la educación primaria
que se llevó a cabo en los siglos xiv y xv, era de
claradamente
anticientífica.
E L HUMANISMO
Y LA LITERATURA CLASICA
La veneración de los antiguos es una caracter ís t i
ca familiar del humanismo renacentista. La bús
queda de nuevos textos clásicos se intensificó
en el siglo xv, cuando cada nuevo descubrimien
to era celebrado como una verdadera proeza. E l
caso más conocido es el de Jacopo Angelo (hacia
1406).
Su barco
naufragó
cuando
regresaba
de
un viaje que había hecho a Constantinopla en
busca
de manuscritos, pero logró salvar su más
preciado descubrimiento: una copia de la Geo
grafía de Ptolomeo, obra desconocida
hasta
en
tonces
en Occidente. Poco después , en 1417,
Poggio
Bracciolini
(1380-1459)
descubr ió
la que
sería reconocida más tarde como la única copia
de De rerum natura de Lucrecio (¿99?-55 a.c.)
"que hab ía sobrevivido de la Antigüedad. Este
l ibro obraría dos siglos más tarde como un po
deroso
es t ímulo
del renovado
in terés
por el ato
mismo.
Y , apenas nueve años después de la
recuperación del texto de Lucrecio, Guarino da
Verona (1370-1460) descubr ió un manuscrito del
tratado enciclopédico
sobre
medicina escrito por
Celso, autor del siglo n . Esta obra . De medici
na,
ejerció
gran influencia, la que tal vez no se
debió tanto a su contenido médico como a su
lenguaje y su estilo. Era la única obra impor-
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23
tante que se conservaba del periodo de mayor
esplendor de la prosa la tina, y los humanistas
m é d i c o s iban a e s c u d r i ñ a r l a en busca de la ter
m i n o l o g í a
y la
f r a s e o l o g í a
latinas apropiadas.
Esa b ú s q u e d a de nuevos textos —y nuevas tra
ducciones— hizo que se reconociera la
impor
tancia del idioma griego.
Bien
es verdad que en
e l siglo x n i Roger Bacon ( ¿1214P-1294) hab ía in
sistido
ya en la necesidad de aprender el griego,
pero un siglo d e s p u é s la s i t u a c i ó n no h a b í a me
jorado notablemente. Por ese tiempo Petrarca
lamentaba su deficiente conocimiento de esa
len
gua. En realidad, él no era el ú n i c o que lo lamen
taba. Pocos eruditos occidentales dominaban el
griego
cuando el maestro Manuel Crisoloras (m.
en 1415)
l l e g ó
a
I t a l i a
con el emperador bizan
tino Manuel P a l e ó l o g o en 1396. Mas, por ú t i l que
haya sido Crisoloras, mayor entusiasmo desper
t ó otro bizantino, Gemistio Plethon, cuando a r r i
b ó
a Florencia para asistir al
concilio
de 1439.
L a r e s t a u r a c i ó n
de los estudios griegos iba a
afectar todos los campos del
saber
en el cur
so del siglo xv. En medicina, Thomas Linacre
(¿1460P-1524)
tradujo al
l a t í n
a Proclo (410-485)
y
varias obras de Galeno. Pero,
pese
a la impor
tancia
de
esas
traducciones, sus planes
— s ó l o
realizados en parte— eran t o d a v í a más ambicio
sos. Sus proyectos
i n c l u í a n
una
t r a d u c c i ó n
al
l a t í n de las obras completas de Galeno —y, en
c o l a b o r a c i ó n
con un grupo de eruditos, una tra
d u c c i ó n al l a t í n de las obras completas de A r i s
t ó t e l e s .
No menos industrioso fue
Johannes
Guinter
de Andernach (1505-1574), cuyas traduc
ciones de Galeno lo colocan entre los humanistas
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m é d i c o s
más
destacados.
Como profesor de me
dicina en
P a r í s ,
Guinter fue uno de los
maestros
m á s
eminentes del joven Andreas Vesalio (1514-
1564).
Esa b ú s q u e d a de la verdad i m p l í c i t a en la b ú s
queda de manuscritos fieles, no se limitaba al
estudio de los m é d i c o s de la A n t i g ü e d a d . Georg
v o n Peuerbach
(1423-1461)
r e c o n o c í a
la necesi
dad de contar con un manuscrito f i e l del Alma-
gesto
de Ptolomeo al escribir su
l i b r o
de texto,
las Theoricae novae planetarum. Pero Peuerbach
m u r i ó
cuando proyectaba un viaje a
I t a l i a
para
cumplir su p r o p ó s i t o . Su d i s c í p u l o , Johann
M ü l l e r
—llamado el Regiomontano (1436-1476—,
r e a l i z ó
el viaje que
h a b í a
planeado su maestro y
p u b l i c ó
un Epítome del Almagesto.
' Pero el humanismo del Renacimiento no pue
de reducirse simplemente a la
r e c u p e r a c i ó n
de
los textos originales de
A r i s t ó t e l e s ,
Ptolomeo o
Galeno.
Igual
influencia tuvo en el desarrollo de
la
ciencia moderna —y cier tamente fue par te del
movimiento h u m a n í s t i c o —
el retorno a los textos
l e o p l a t ó n i c o s , c a b a l í s t i c o s
y
h e r m é t i c o s
de la
a n t i g ü e d a d t a r d í a . É s t o s p a r e c í a n
tener tanta
importancia que Cosme de
M é d i c i s i n s t ó
a Mar-
s i l i o
Ficino (1433-1499) a que tradujera el
Corpus
hermeticum,
recientemente descubierto (hacia
1460), antes que las obras de
P l a t ó n
y Plotino.
Estas obras, de
c a r á c t e r m í s t i c o
y religioso —y
que más adelante examinaremos con más aten
c i ó n — , p a r e c í a n justificar
la
p r á c t i c a
de la magia
natural,
que iba a ser uno de los
temas
favoritos
r
de
los
sabios
de los siglos xvi y xvn . Dentro de
'esta t r a d i c i ó n , se exhortaba a emprender una
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TRADICIÓN
Y R E F O R M A 25
nueva i n v e s t i g a c i ó n de la naturaleza basada
en nuevos
datos
tomados de la
observación.
Casualmente, esa búsqueda de los textos fieles
y
originales de la
Antigüedad ocurría
cuando
existía ya un nuevo medio para difundir ese co
nocimiento; la imprenta. Es interesante señalar
que el primer l ibro impreso en Europa occidental
data de 1447, al iniciarse precisamente el periodo
a que nos referimos. Por primera vez era posible
producir textos en serie que los eruditos podían
obtener a precios módicos . En los campos de la
medicina
y las d e m á s ciencias
esos
incunables
eran, en su mayor parte, impresiones de los anti
guos textos escolásticos de la Edad
Media
des
preciados por los humanistas. Así, la pr imera ver
sión
que se
impr imió
del
Almagesío
de Ptolomeo
fue la antigua t raducción medieval (1515). Des
pués apareció
una nueva
t raducción
al
latín
(1528)
—y finalmente el texto griego (1538), justo cinco
años antes
de que se publicara el
De revolutio-
nibus
orbium
de
Copérnico.
La
edición
de las
obras de Galeno y
Aristóteles seguiría
el mismo
proceso.
E L
DESARROLLO
DE LAS
LENGUAS VERNACULAS
E l la t ín y el griego eransin duda las-llaves
indis-
pensab'Iés para penetrar en el mundo del-erudito;
^j^ro_£L_mundo del Renacimiento se caracterizó
también por la tendencia a utilizar cada, vez más
las lenguas vernáculas en los campos de la cul
tura. Lo anterior se advier te con mayor evidencia
-CTPIÓS panfletos religiosos de la Reforma, cuyos
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T R A D I C I Ó N
Y R E F O R M A
autores s e n t í a n la necesidad inmediata de comu
nicarse con sus lectores. Pero en el curso del
siglo
xvi las lenguas v e r n á c u l a s t a m b i é n se u t i l i
zaron,
cada
vez con más frecuencia, en la
medici
na y las d e m á s ciencias. E l l o puede atribuirse en
parte al consciente orgullo nacionalista que se
observa en ese periodo. En esa é p o c a los escrito
res expresaban francamente su amor al suelo
natal
y a la lengua materna. Un segundo factor
s e r í a
la necesidad que muchos
s e n t í a n
de romper
definitivamente con el
pasado.
Este sentimiento
parece acentuarse
a medida que nos adentramos
en la segunda mitad del siglo xvi.
Investigaciones recientes indican que el uso de
las lenguas
v e r n á c u l a s
en los textos
m é d i c o s
se
e x t e n d i ó r á p i d a m e n t e a fines de la Edad Media.
Esta tendencia se
i n t e n s i f i c ó
en el siglo
xvi,
cuan-
da una guerra de panfletos m é d i c o s d i v i d i ó a los
galenistas de los
q u í m i c o s m é d i c o s
seguidores de
Paracelso. El
debate
a l c a n z ó niveles universita
rios en 1527, cuando
Paracelso
e n s e ñ ó
medicina
en Basilea en su lengua materna, un dialecto
g e r m á n i c o
que se hablaba en Suiza. Fue objeto
de numerosos
ataques
de parte de la facultad de
medicina,
no
s ó l o
por el contenido de sus
c á t e
dras, sino por el idioma que h a b í a escogido para
dictarlas.
Este ú l t i m o
punto
c o n t i n u a r í a
siendo
motivo de controversia para sus seguidores por
varias generaciones. E l paracelsiano
i n g l é s
Tho-
mas M o f f e t t (1553-1604), por ejemplo, e s c r i b í a en
1584 (en
l a t í n ) :
"es cierto que
Paracelso
a menu
do
p r e f e r í a
hablar en
a l e m á n
que en
l a t í n ,
pero,
¿ a c a s o H i p ó c r a t e s
no hablaba en griego? ¿Y por
q u é no h a b r í a n de expresarse ambos en su len-
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TRADICIÓN Y
R E F O R M A
27
gua materna?
¿Debe
ser
motivo
de
reprensión
en
el
caso de Paracelso y pasado por alto en el caso
de
Hipócrates,
Galeno y los
demás
griegos que
hablaban en su propio id ioma?"
La situación
no era notablemente distinta en el
campo de las
matemáticas
y las ciencias
físicas.
Las obras de Galileo publicadas en italiano se
siguen considerando
clásicas
de la literatura
ita
liana y, en Inglaterra, muchos autores
exponían
temas, tanto populares como
técnicos,
en el
inglés
de la
época
de los Tudor. Especialmente intere
sante es el
caso
de John Pee, quien se
encargó
de
redactar el prefacio para la primera
t raducción
al
inglés
de
los Elemeñfós degeometría de Euc lides-
ü n
ese prefacio
creyó
necesario explicar que esa
t raducción
no
entrañaba ningún
peligro para ~tss~
universidades. Más
bien,
por primera vez mu
renas personas comunes
podr ían-
"inventar
yT3la~
near nuevos artefactos,
extrañas máquinas
e ins*
Tfumentds: para cumplir diversos
propósitos
en
.bien
de la comun idad, por propio placer o para
el
mejor mantenimiento de sus haciendas".
Apo
log ías
similares de la
publicación
de textos cien
tíficos
y
médicos
en lenguas
vernáculas
pueden
encontrarse en los principales idiomas modernos
de ese periodo.
OBSERVACIÓN Y
EXPERIMENTACIÓN
Toda evaluación
general de la ciencia del Renaci
miento
deberá
comprender el examen de una se
rie
de aparentes paradojas. Un tema recurrente
en la literatura del siglo xvi es el rechazo de la
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28 T R A D I C I Ó N Y R E F O R M A
A n t i g ü e d a d .
Mas, como ya antes hemos
obser
vado,
se trata principalmente de un rechazo de
las traducciones y los comentarios
e s c o l á s t i c o s .
Algunos
eruditos
e x i g í a n
la
c r e a c i ó n
de una
f i lo
so f í a
y una medicina radicalmente nuevas, pero
muchos se a d h e r í a n a la f i l o so f í a antigua —des
p u é s
de asegurarse de que sus textos eran fie
les y no estaban modificados. Unos, entre ellos
W i l l i a m Harvey (1578-1657), encomiaban abierta
mente la herencia
a r i s t o t é l i c a .
Otros —y la
act i
t u d
de Robert Fludd es un buen ejemplo de
e l l o—
combatíajL.ígJOimierite__a los; antiguos sin dejar
~-p6r~elícTde_incorporar
muchos, conceptos
an t i ^
„ g u o s
a su_.propia obra.
C a r a c t e r í s t i c a s
de
este
periodo son
t a m b i é n
una
creciente confianza en la
o b s e r v a c i ó n
y una ten
dencia gradual hacia lo que entendemos actual
mente por
e x p e r i m e n t a c i ó n ,
es decir, una
v e r i f i
c a c i ó n
rigurosamente planeada —y repetible—
de la
t e o r í a .
Los
sabios
del Renacimiento reco
n o c í a n
y elogiaban a los
c l á s i c o s
de la ciencia y el
m é t o d o basados
en la
o b s e r v a c i ó n ,
y
v e í a n
en
ellos un ejemplo a seguir. Por lo mismo, muchos
de los que rechazaban la
f í s i c a
de
A r i s t ó t e l e s
consideraban su obra sobre los animales como un
texto
de importancia capital. Y debido a que
h a b í a
recurrido a la evidencia fundada en la
o b s e r v a c i ó n , A r q u í m e d e s
(287-212 a.c.) gozaba de
gran autoridad, mientras que, de los autores
medievales, se citaba a Roger Bacon, Pedro
el
Peregrino
(de
M a r i c o u r t )
hacia 1270) y
W i t e l o
(Teodorico
de Friburgo) (siglo xm) por sus es
tudios "experimentales".
C on todo, si bien Roger Bacon y otros habla-
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T R A D I C I O N
Y R E F O R M A
29
b a n de servirse de la o b s e r v a c i ó n como de un
nuevo fundamento para comprender el universo,
p r e v a l e c í a la costumbre de dar c r é d i t o a los re
latos fabulosos de
P l i n i o
el
Viejo
(23-79 d.c.) y
otros enciclopedistas antiguos. Hasta la
brillante
c r í t i c a
de la antigua
f í s i c a
del
movimiento
que
se
h a b í a
realizado en
O x f o r d
y en
P a r í s
en el
siglo xvi se h a b í a basado más en razonamientos
deductivos
y en las reglas de la
l ó g i c a
que en los
resultados de nuevas observaciones.
L o s c i e n t í f i c o s
del siglo xvi no a rr iba ron in
mediatamente a una c o n c e p c i ó n moderna de la
e x p e r i m e n t a c i ó n ,
pero en su obra es indudable
que r e c u r r í a n a la evidencia fundada en la ob
s e r v a c i ó n
con más regularidad de lo que se
h a b í a
acostumbrado hasta entonces. Así, Bernardino
Telesio
(1509-1588)
f u n d ó
en Cosenza su propia
l icTt r fémla , "destinada al estudio^de la f i l o s o f í a na
t u r a l .
Rechazando a
A r i s t ó t e l e s ,
cuya obra- no
^ j a r e c í a concordar ni con la B i b l i a nt~con~hrex--
p e r í e n c i a ,
Telesio
r e c u r r i ó
en cambio a los sen-
tidos como una llave para estudiar la naturaleza.
Igualmente
interesante es la
f i g u r a
de John Dee,
quien
i n c l u y ó entre las ciencias m a t e m á t i c a s a la
Archemastrie, la cual
" e n s e ñ a b a
a hacer
presente
en
la experiencia actual y sensible todas las con
clusiones importantes propuestas por las
artes
m a t e m á t i c a s . . . Y , porque procede mediante las
experiencias
y busca las
causas
de las conclu
siones, y a estas mismas en la experiencia, es
llamada
por algunos
scientia experimentalis.
La
ciencia
experimental .
En
este
caso
la palabra
"experimental" debe
entenderse más
bien
como
"observacional". E l concepto moderno de expe-
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TRADICIÓN Y R E F O R M A 31
independientes de
Leibniz
(1646-1716) y
Newton.
Todas estas innovaciones
fueron
adoptadas
rápi
damente por los científicos de la época como ins
trumentos
de su labor.
Si p regun tá ramos por las
causas
que conduje
ron
a esa
apl icación
de las
matemáticas
en el
siglo xvi, p o l l r í a m o s á m b a r a "muchas y diversas
respuestas. Una de ellas
sería
seguramente el he
cho de que ahora se contaba con la obra de Ar-
químedes ,
el autor griego cuyo
m é to d ó ~m á s
sé"
"aproximaba al de la nueva ciencia. En realidad
sus textos no se
hab ían
perdido nunca del todo,
pero es evidente que la nueva influencia que
ejerció Arquímedes
a mediados del siglo
xvi
se
debió
a una serie de reediciones de su obra.
Otro
factor
importante
ser ía
el persistente
in terés
por
el estudio del movimientoJinglado en el siglo_xiv
por
los eruditos de
Oxford
y
Par ís .
Todo parece
indicar que Galileo, en sus días de estudiante, se
benefició
de esa
t radición.
U n tercer factor fue
seguramente el resurgimiento de las doctrinas
platónicas, neopTáTóllicas
y
pi tagóricas .
Su i i i -
ñueneia reves t ía a m e t lú d ó aspectos místicos,
pero,
en cualquiera de sus formas,
ob ró
sin duda
como
un poderoso es t ímulo en muchos científicos
de la
época.
Y , por
úl t imo, podríamos señalar
la
necesidad que hab ía de una ma te má ti ca práct i ca
asociada con las
artes mecán icas
y la
tecnología.
LA
TECNOLOGÍA
Conviene
hacer una pausa para examinar ese nue
vo interés
por la
tecnología.
Aunque el grado de
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T R A D I C I O N Y R E F O R M A 33
n o c í a n sin reservas que el hombre de ciencia de
b í a aprender del lego. Paracelso
aconsejaba
a sus
lectores:
no todo lo que el m é d i c o necesita
saber
se en-j
s e ñ a
en las academias. De vez en cuando
deba
consultar a las ancianas, a esos t á r t a r o s llama
dos gitanos, a los magos itinerantes, a los can:
pesinos ancianos y a muchos otros a los qu :
habitualmente se desprecia. De ellos adquirir
su conocimiento, pues
esta
gente sabe más d<
tales
cosas
que todos los colegios superiores.
Y Galileo comienza candidamente sus memo
rables Diálogos y demostraciones concernientes a
dos ciencias
nuevas
(1638) con la siguiente de
c l a r a c i ó n :
L a
constante actividad que
d e s p l e g á i s
vosotros
los venecianos, en vuestros famosos arsenales,
s e ñ a l a al entendimiento estudioso vasto campo
de indagaciones, en particular aquella
p o r c i ó n
de las
obras
que exigen m e c á n i c a ; porque en
dicha s e c c i ó n de continuo fabrican toda suerte
de
aparatos
y
m á q u i n a s
numerosos
artesanos,
entre los cuales debe de haber quienes, en parte
p o r la experiencia heredada y en parte merced
a sus propias observaciones, han adquirido gran
pericia e inteligencia en la e x p l i c a c i ó n de las
cosas.*
3
* F. R. Moulton y J. J. Schifferes, Autobiografía de la
ciencia,
t r a d . de Francisco A. Delpiane, M é x i c o , F C E , 1947
( S e c c i ó n
de
C i e n c i a
y
T e c n o l o g í a ) .
[T.]
3 Galileo G a l i l e i ,
Dialogues Concerning Two New Scien
ces, t r a d .
de Henry
C r e w
y Alfonso de Salvio (Nueva
Y o r k ,
Dover, 1954), p. 1.
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34
T R A D I C I O N Y R E F O R M A
Nuestra lista
podr ía
alargarse considerablemen
te si
tomásemos
en cuenta los
grandes
tratados
de
miner ía
de
Agrícola
(1494-1555) y Biringuccio
(hacia 1540), las opiniones de Francis Bacon so
bre la
finalidad
prác t ica de la ciencia y los fines
prác t icos
que
perseguían
expresamente las p r i
meras asociaciones científicas. Es indudable que
ciertos
campos
de la ciencia progresaron porque
la contribución de los
artesanos
y los científicos
fomentó
el estudio de los procedimientos
práct i
cos. Johann Rudolf Glauber (1604-1670) se entu
siasmó
tanto con los
avances
que
había
presencia
do que p ronos t icó la supremacía de Alemania so
bre toda Europa occidental, a
condición
de que
sus
gobernantes
siguieran el plan que él
había
esbozado en su
Prosperidad
de Alemania. Y , no
obstante, aun cuando admitamos este ta rd ío re
conocimiento
de la
tecnología
de parte de los
científicos, lo cierto es que la pequeña comuni
dad
científica
no
cor respondió
con ninguna apor
tación
notable a la
tecnología
hasta
bien entrado
el
siglo
x v i n .
MISTICISMO
Y
CIENCIA
Un
cuarto elemento en la
formación
de la nueva
ciencia —y el más
insólito
desde nuestra ventajo
sa
posición
posterior a Newton— es el renovado
in terés
renacentista por una
concepción mística
de la naturaleza.
Ello puede
atribuirse en gran
parte al
in terés ,
que
renace
con una intensidad
inusitada, por los textos
platónicos, neoplatónicos
y hermét icos .
Es instructivo
señalar
que esa in
fluencia
se manifiesta primero en las
matemát icas
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T R A D I C I Ó N
Y R E F O R M A 35
y luego en un
i n t e r é s
generalizado por la magia
natural.
Desde nuestro punto de vista, las m a t e m á t i c a s
d e l
Renacimiento tuvieron el efecto de una
espa
da de dos f i l o s . Por un lado, ese nuevo i n t e r é s
en las
m a t e m á t i c a s f o m e n t ó
el desarrollo de un
enfoque m a t e m á t i c o de la naturaleza y el desarro
l l o
interno de la
g e o m e t r í a
y el
á l g e b r a ;
por otro,
ese mismo i n t e r é s dio origen a investigaciones
ocultistas de toda
especie
relacionadas con un
misticismo de los n ú m e r o s . Los estudios c a b a l í s
ticos del Renacimiento alentaron un
a n á l i s i s
nu-
m e r o l ó g i c o y m í s t i c o de las
Sagradas
Escrituras
p o r el que se esperaba descubrir
verdades
tras
cendentales.
A n á l o g a m e n t e ,
los cuadrados má
gicos y las proporciones a r m ó n i c a s p a r e c í a n
ofrecer la posibilidad de penetrar los misterios
de la naturaleza y la d i v i n i d a d . En la A n t i g ü e d a d
esta
tendencia h a b í a encarnado ya en la t r a d i c i ó n
p i t a g ó r i c a anterior a P l a t ó n . Las especulaciones
n u m e r o l ó g i c a s
que
é s t e h a b í a
expuesto en el
Ti-
meo
h a b í a n seguido influyendo en el mundo de
lo s eruditos a lo largo de la Edad Media , y ahora,
c o n el retorno a los textos de la A n t i g ü e d a d tar
d í a que se h a b í a iniciado en el siglo xv, esos
mismos
temas
cobraron nuevamente actualidad.
Es conveniente, sin embargo, que no intentemos
separar lo " m í s t i c o " de lo " c i e n t í f i c o " cuando am
bos e s t é n presentes en la obra de un autor . Ha
cerlo s e r í a deformar el ambiente intelectual de
ese periodo. Por supuesto, no es d i f í c i l
destacar
las leyes m a t e m á t i c a s que rigen los movimientos
planetarios formuladas por Kepler o la descrip
c i ó n m a t e m á t i c a del movimien to expuesta por
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36 T R A D I C I Ó N Y R E F O R M A
Galileo: fueron hitos fundamentales en el desarro
l l o
de la ciencia moderna. Pero no debemos
o l v i
dar que
Kepler
i n t e n t ó encuadrar las ó r b i t a s
planetarias en un esquema
basado
en los cuerpos
s ó l i d o s
regulares y que Galileo nunca
d e j ó
de
sostener el
movimiento circular
de los planetas.
"Ambos
autores a r r iba ron a conclusiones que es
taban influidas profundamente por su creencia
en
la
p e r f e c c i ó n
de los cielos. En nuestros
d í a s
l l a m a r í a m o s " c i e n t í f i c o s "
a los primeros ejem
plos,
mas no a los segundos. Pero imponer nues
t r a d i s t i n c i ó n al siglo xvn s e r í a i n c u r r i r en un
anacronismo.
E l
caso
de Robert
Fludd
ofrece un ejemplo exce
lente
de un enfoque
h e r m é t i c o - q u í m i c o
de las
m a t e m á t i c a s . Pocos h a b r í a n insist ido más que él
en
que las
m a t e m á t i c a s
eran esenciales para
cualquier
estudio del universo. Pero
Fludd
h a b r í a
agregado que el verdadero
m a t e m á t i c o d e b í a
apuntar más alto. Su
mira
d e b í a ser mostrar las
a r m o n í a s
divinas de la naturaleza mediante la
c o r r e l a c i ó n de c í r c u l o s , t r i á n g u l o s , cuadrados y
otras figuras
g e o m é t r i c a s . É s t a s i n d i c a r í a n cla
ramente las conexiones que u n í a n al "mundo ma
y o r "
con el hombre.
Fludd i n t e n t ó
encontrar un
nuevo
acceso
a la naturaleza y, al
i g u a l
que
Kepler
y
Galileo,
quiso
u t i l i z a r
a las
m a t e m á t i c a s
como
una
llave,
pero la c u a n t i f i c a c i ó n era para él
algo
enteramente distinto de lo que era para los
otros dos.
Fludd
c r e í a que el m a t e m á t i c o d e b í a
emplear
este
instrumento para escrutar el
plan
general del universo. No
d e b í a
interesarse —como
Galileo—
por
f e n ó m e n o s
tan
triviales
como el
movimiento de un cuerpo al caer.
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T R A D I C I O N
Y R E F O R M A
37
E l
caso
de las
m a t e m á t i c a s
muestra especial im
portancia debido a la s i g n i f i c a c i ó n que tuvo el
m é t o d o
cuan ti ta tivo en la
a p a r i c i ó n
de la ciencia
moderna, pero la
influencia
ocultista y
m í s t i c a
de
l a f i l o so f í a
del helenismo
t a r d í o tuvo
un efecto
a ú n más profundo en el pensamiento del siglo
x v i . I m p l í c i t a
en el neoplatonismo y las
tradi-"
ciones cristianas
estaba
la creencia en la unidad",
de
la
naturaleza, una unidad que abarcaba
a~DToT
y
a los
á n g e l e s
en un extremo y al hombre y ai;/
mundo
terrenal en el
otro.
Asociada a
é s t a ,
sub
s i s t í a
la creencia en la
r e l ac ió n "" m á c r o c o s m O S -
ñ l í c r o c o s m o s ,
la creencia én
qüT~éJ Kpmbr£ ^ a B r á
~sido
creadoi.,,a"
r m á g e h
del mundo mayor y que*
e x i s t í a n
verdaderas correspondencias entre el
hombre
y el macrocosmos.
L a a c e p t a c i ó n general de que gozaban la ana
l o g í a
macrocosmos-microcosmos y la gran cadena
d e l ser justificaba la creencia en las correspon
dencias que
e x i s t í a n
en todos los
aspectos
entre
e l
mundo celeste y el sublunar. E n el mundo
antiguo
tales creencias
p a r e c í a n
servir de
s ó l i d a
base
a la astrologia.
P a r e c í a
razonable suponer
que los astros
i n f l u í a n
en la humanidad
a q u í
en
la Tierra.
En el Renacimiento muchos compar
t í a n esa o p i n i ó n : en verdad, las influencias astra
les afectaban por i g u a l a la
Tierra
y al hom
b r e . Los textos h e r m é t i c o s agregaban un nuevo
elemento a esa
v i s i ó n
del mundo.
B a s á n d o s e
principalmente en ellos, se consideraba ahora al
hombre como un
e s l a b ó n
privilegiado de la gran
cadena
del ser. Dado que parti cipaba de la gracia
d i v i n a ,
el hombre era algo más que un receptor
"pasivo de las influencias astrales. Y, dado que
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38
T R A D I C I Ó N Y R E F O R M A
e x i s t í a una s i m p a t í a universa l entre todas las
partes que integraban el universo, el hombre po
d í a i n f l u i r en el mundo sobrenatural y ser
i n f l u i
d o
por
é s t e .
Este concepto
tuvo
una
a p l i c a c i ó n
inmediata
en la medicina con la doctrina de las
"signaturas". De acuerdo con
é s t a ,
se afirmaba
que el verdadero m é d i c o
estaba
facultado para
descubrir en el reino vegetal y el mineral aquellas
sustancias que c o r r e s p o n d í a n con los cuerpos
celestes
y, en ú l t i m o grado, con el Creador.
Todo lo anterior e s t á estrechamente relaciona
d o
con los fundamentos de la magia natural del
Renacimiento. E l verdadero m é d i c o
deLtipo
de
Paracelso o de
Ficino
era a la vez un mago que
c o n c e b í a
a la naturaleza como una fuerza
v i t a l
o
m á g i c a . É s t e
observador de la naturaleza
p o d í a
aprender a adquirir poderes naturales desconoci
dos para los
d e m á s
y asombrar de ese modo al
populacho,
aun cuando se supiera que
esos
po
deres
eran dones divinos y estaban al alcance de
todos los hombres. Ciertamente, para muchos
é s t e p a r e c í a
ser uno de los
aspectos
más
atracti
vos de la magia. Así , en las p o s t r i m e r í a s de su
vida,
John Dee recordaba sus
d í a s
de estudiante
en Cambridge, donde h a b í a inventado un
escara
bajo
m e c á n i c o
que volaba para una representa
c i ó n de La paz de A r i s t ó f a n e s que h a b í a tenido
lugar
en el
T r i n i t y
College, "donde
c a u s ó
gran
a d m i r a c i ó n , y se difundieron muchos infundios
en
todas partes respecto a los medios por los
cuales se h a b í a efectuado". E l escarabajo de Dee
c a í a
dentro de la
t r a d i c i ó n
de las maravillas me
c á n i c a s del helenismo, pero él t a m b i é n
estaba
plenamente consciente de que la verdadera magia
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T R A D I C I Ó N
Y
R E F O R M A
39
significaba el estudio, basado en la o b s e r v a c i ó n ,
de las fuerzas inexplicables y ocultas de la natu
raleza. En efecto, Giambatti sta d e l í a Porta (1540-
1615)
h a b í a
explicado en su
Magia
natural
que
l a magia era esencialmente la b ú s q u e d a de la sabi
d u r í a
y que su
ú n i c o
objeto era "la
i n v e s t i g a c i ó n
de todo el curso de la naturaleza". Ya
antes
Cor-
nelio A g r ip a ( ¿14867-1535 )
la
h a b í a
llamado el
m á s perfecto de los conocimientos, y Paracelso,
por su parte, la identificaba con la naturaleza
misma y hablaba de ella como de una b ú s q u e d a
religiosa que
p o d í a
conducir a quien la
e m p r e n d í a
a un mayor conocimiento de su Creador.
Para tales hombres, la magia natural estaba
m u y
alejada de la nigromancia y sus aberraciones.
Antes bien, la magia estaba
í n t i m a m e n t e
ligada
a la r e l i g i ó n en la medida en que buscaba las
verdades
divinas en la naturaleza
creada.
No obs
tante, el c i e n t í f i c o que aceptaba el t í t u l o de "ma
g o "
se
e x p o n í a
al peligro. John Dee
puede
ser
virnos una vez más de ejemplo. Encarcelado en
su juventud debido a su
i n t e r é s
activo en la
a s t r o l o g í a , su vasta biblioteca fue destruida más
tarde por una
m u l t i t u d
enfurecida. Apelando a
l a s i m p a t í a de sus lectores, preguntaba si real
mente lo
c r e í a n
tan tonto como para "renunciar
a la luz de la s a b i d u r í a celestial y encerrarse
en el calabozo del
p r í n c i p e
de las tinieblas".
Pese
a las acusaciones que se le h a b í a n hecho, él se
consideraba "inocente, en obra e
i n t e n c i ó n ,
de
haber transgredido la ley de Dios o la de los hom
bres
en alguno de mis estudios de ejercicios
f i l o
s ó f i c o s o m a t e m á t i c o s " .
E n
realidad , la magia natu ral del siglo xvi sig-
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40
T R A D I C I O N Y
R E F O R M A
nificaba un nuevo intento de unificar la natura
leza y la r e l i g i ó n . Para los h e r m é t i c o s y los magos
naturales, lasj3bras 3e
A r i s t ó t e l e s ^ estaban
plaga-
~~3as
dejjdeas
h e r é t i c a s ,
y
h a b r í a n
de
r e c ó r d á í u n a
y otra vez que los concilios de la Iglesia h a b í a n
"condenado muchos de
estos
errores a r i s t o t é l i c o s .
E n
ta l
caso, ¿ p o r
qué
A r i s t ó t e l e s
y Galeno
s e g u í a n
siendo la base de la e n s e ñ a n z a universitaria
~ " c ü a n d ó ~ e x i s t í a otra i n t e r p r e t a c i ó n de la natura
leza que se apoyaba en la magia natural y en" la
f i lo so f í a ocultista —disciplinas cuya misma exis
tencia
d e p e n d í a
de las Sagradas Escrituras?
¿ C ó m o era posible que un cristiano prefiriera el
ateo A r i s t ó t e l e s
a esta nueva y piadosa doctrina?
A
decir verdad, argumentaban, el conocimiento
p o d í a
ser adquirido
ú n i c a m e n t e
merced a la gra
c ia divina; ya sea por medio de una experiencia
como la
i l u m i n a c i ó n divina
de San
A g u s t í n ,
ya
sea por medio de un experimento en el cual el
adepto alcanzara su
p r o p ó s i t o
con ayuda de la
r e v e l a c i ó n
divina.
E l contenido religioso del her
metismo de principias.dgjL_siglo xvn es
patente
en la obra de Thomas Tymjlne (m. en 1620), quien
e s c r i b í a (1612): —
y
e l
Creador todopoderoso de los cielos y de la
I T ier ra . . . ha puesto ante nuestros ojos los dos
libros principales: uno, el de la naturaleza, el
|
otro, el de su palabra escri ta .. . A la
s a b i d u r í a
> del l i b r o de la naturaleza la llaman c o m ú n m e n
te los hombres f i l o so f í a natural, la cual sirve
para guiarnos a la
c o n t e m p l a c i ó n
de ese grande
:
e incomprensible Dios a f in de que podamos
g l o r i f i c a r l o en la grandeza de su obra. Porque
los movimientos regulados de las
esferas...
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T R A D I C I O N Y R E F O R M A 41
l a c o n e x i ó n ,
la
a r m o n í a ,
la fuerza, la
v i r t u d
/
y la belleza de los elementos .. . son
tantas
y tan diversas naturalezas y criaturas en el
mundo, son tantos
i n t é r p r e t e s
para
e n s e ñ a r n o s
que Dios es su causa eficiente y que Él se
manifiesta en ellas y por ellas como su causa
f i n a l , a la cual ellas
t a m b i é n
tienden.
E s c r i b i ó lo anterior para explicar por qué h a b í a
redactado un
l i b r o
en el cual trataba de la natu
raleza, la g e n e r a c i ó n de los elementos y otros te
linas de
c a r á c t e r
esencialmente
c i e n t í f i c o .
Para
y u n autor como Tymme, la ciencia y la observa
c i ó n
de la naturaleza eran una forma de servicio
d i v i n o , uh verdadero v í n c u l o con la divinidad. En
cierto
sentido, la
i n v e s t i g a c i ó n
de la naturaleza
era una b ú s q u e d a de Dios.
Por tanto, el investigador de la ciencia del
Renacimiento no
debe
concretarse a examinar
la
obra de
C o p é r n i c o
y sus
consecuencias,
o las
investigaciones
a n a t ó m i c a s
que condujeron al
descubrimiento de la
c i r c u l a c i ó n
de la
sangre.
E n cuanto al m é t o d o c i e n t í f i c o , el historiador
d e b e r á
considerar el renovado
i n t e r é s
en las ma
t e m á t i c a s y los m é t o d o s cuantitativos, procu
rando siempre no
divorciarlo
de
temas
tan ajenos
a la ciencia moderna como la doctrina de las
signaturas o la magia natu ral. Sin duda, la cien
c ia de nuestros d í a s
debe
mucho a esa b ú s q u e d a
(de una nueva
s í n t e s i s
del hombre, la naturaleza
j y la r e l i g i ó n que hace cuatro siglos c a r a c t e r i z ó la
obra de muchos
c i e n t í f i c o s
y
m é d i c o s .
L a
medicina y las
d e m á s
ciencias del Renaci
miento estuvieron profundamente influidas por
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I I
L A
L L A V E
QUÍMICA
A FINES
del Renacimiento es muy notable un nue-_
vo In te r é s
por la
química.
Antes de 1550, en ese
—
periodo se
hab ían
publicado relativamente pocos
libros
de química , mas en el curso del siglo si
guiente
se
impr imi r í a
un verdadero
diluvio
de
textos químicos y médico-químicos. Quienes es
cribían esos libros
o
im p r im ía n
textos más
anti
guos
insis t ían
en la importancia de su labor. No
sólo
hablaban del gran
n ú m e r o
de aquellos que
hab ían abandonado las enseñanzas de los antiguos
para abrazar su
filosofía química,
sino que a me
nudo citaban las autoridades
qu ímicas
a las cua
les
podían
recurr i r
sus lectores en busca de la
verdad
en la
filosofía
y en la medicina. Todos
ellos
confiaban en que pronto ser ían derrotadas
las doctrinas de los antiguos y
t r iunfar ía
su "nue
va filosofía" de la naturaleza. Por otra par te,
científicos
tan prominentes como Johannes
Kepler
y los primeros mecanicistas como
Marin
Mersenne y Pierre Gassendi
escr ibir ían
extensa
mente en contra de la filosofía mística de la na
turaleza
elaborada por los
químicos .
Mas,
¿por
q u é ^ r a j a . _ q u ím ic a el centro de talesdebates ? La
espuesta inmediata puede encontrarse en los es
critos polémicos de Paracelso, pero para com
prender a
és te
necesitamos examinar brevemente
los antecedentes químicos de su obra.
43
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44
L A
L L A V E
Q U I M I C A
LA
QUÍMICA DEL
OCCIDENTE
LATINO
Los
textos
químicos,
ju n to con otros tesoros de
la ¿iencia,
la
filosofía
y la medicina griegas, fue-
— r o n introducidos en Europa occidental en el si-
— glo x n en forma de traducciones y compendios
de obras escritas (en su mayor parte) en
árabe.
Las primeras traducciones caracterizan ya a la
química
como un arte secreto, tan secreto que a
menudo es
difícil,
cuando no imposible,
identifi
car los textos originales. Mas, a medida que de
jamos
a t rás
el escenario
indistinto
del siglo x n ,
advertimos un creciente
interés
por
esta
ciencia,
que
aumentará rápidamente
a lo largo de los dos
siglos siguientes,
antes
de decaer en la cantidad
—y
la calidad— de los nuevos textos del siglo xv.
Existen numerosas referencias a la
alegoría alquí-
mica en la literatura medieval, y "Canon Yeo-
man's Tale",* de Chaucer, escrito a fines del si
glo
xiv, sigue siendo la mejor
descripción
del
charlatán
fabricante de oro.
La
alquimia medieval
tomó
mucho de la doc-
-
tr ina
aristotélica.
Los cuatro elementos (t ier ra,
agua, aire y fuego) no
sólo habían
servido de
base
a la
física aristotélica
sino que, en forma
de los cuatro humores correspondientes (sangre,
flema,
bilis
amarilla y
bilis
negra),
habían
ser
vido
también
de
sólido
fundamento a la
teoría
médica galénica.
Las cualidades asociadas a estos
elementos (calor,
frío,
humedad y
sequedad)
eran
intercambiables,
lo cual
permitía
la transmuta-
* E l cuento de E l paje del canónigo . [T.]
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L A
L L A V E Q U Í M I C A
45
c i ó n de un elemento en otro. En el siglo v m los
sabios musulmanes h a b í a n agregado a é s t a una
nueva t e o r í a de los metales. H a b í a n e n s e ñ a d o
que los metales
estaban
compuestos por unos
h i p o t é t i c o s mercurio y azufre
(filosofales,
no rea
les) . Cuando estos dos se presentaban en perfecta
p r o p o r c i ó n , el metal resultante era el oro.
Pero, junto con la t e o r í a a r i s t o t é l i c a e i s l á m i c a
de los elementos, la
alquimia
llevaba consigo un
aura de misterio y
misticismo.
En parte,
é s t a
era
t a l vez un vestigio de la a t m ó s f e r a en la que ha
b í a n operado los primeros metalistas de Egipto.
M a s t a m b i é n p o d í a tener su origen en la t r a d i c i ó n
ocultista de las religiones m í s t i c a s de las postri
m e r í a s
de la
A n t i g ü e d a d .
Los elementos
g n ó s t i
cos, n e o p l a t ó n i c o s y n e o p i t a g ó r i c o s c o n t r i b u í a n
en gran medida a distinguir a
esos
alquimistas
de los investigadores de la ó p t i c a , la a s t r o n o m í a
y
la m a t e m á t i c a . Y, ciertamente, las corrientes
religiosas impregnaban la literatura a l q u í m i c a .
L a
"gran obra" misma era concebida como una
experiencia religiosa, y los procesos y las sustan
cias eran explicados con t é r m i n o s como "alma",
"cuerpo" y " e s p í r i t u " .
Junto con esa a l e g o r i z a c i ó n y ese
misticismo,
el
alquimista
h a c í a
ahora
h i n c a p i é
en la evidencia
fundada en la o b s e r v a c i ó n . Ya hemos mencio
nado la e x h o r t a c i ó n que h a c í a Paracelso al adepto
para que aprendiera de la naturaleza
antes
que
de los l i b r o s , pero el mismo mensaje es evidente
en textos anteriores. Bonus de Ferrara, a l q u i
mista
del siglo xiv,
e s c r i b í a :
S i deseas
saber
que la pimienta es caliente y
e l vinagre refrescante; que la c o l o q u í n t i d a y el
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L A
L L A V E Q U Í M I C A
ajenjo son amargos, la
m i e l
dulce y el
a c ó n i t o
venenoso; que el i m á n atrae al acero, el a r s é
nico blanquea al l a t ó n y la a t u t í a lo torna de un
color
anaranjado; en
cada
uno de
estos
casos
d e b e r á s verificar la a s e r c i ó n por medio de una
experiencia. Lo mismo vale para la g e o m e t r í a ,
l a a s t r o n o m í a ,
la
m ú s i c a ,
la perspectiva y otras
ciencias que tienen una
finalidad
y un campo
de a c c i ó n p r á c t i c o s . Una regla
similar
se a p l i
ca con doble
r a z ó n
en la alquimia , la cual pre
tende transmutar los metales comunes en oro
y plata... La verdad y la
justicia
de esta aseve
r a c i ó n , como todas las proposiciones de natu
raleza p r á c t i c a , tiene que ser demostrada me
diante un experimento p r á c t i c o y no puede ser
demostrada satisfactoriamente de otr a manera.
1
Relacionado con
esta
insistencia en la observa
c i ó n , h a b í a en el alquimista un i n t e r é s por los
procedimientos de laboratorio. En el Medievo se
h a b í a n producido grandes avances en las t é c n i c a s
de d e s t i l a c i ó n . Se construyeron hornos mucho
m á s eficientes que los que se h a b í a n utilizado
hasta entonces. Ahora, cuando se d i s p o n í a de
temperaturas más elevadas y mejor condensa
c i ó n , fue posible agregar al laboratorio q u í m i c o
nuevos reactivos (principalmente el alcohol y los
á c i d o s
minerales). E l Geber latino (principios del
siglo
x i v ) , nombre supuesto con el que se conoce
a Y á b i r ibn H a y y á n , autor del siglo vm, produjo
l a obra más notable de este g é n e r o , obra donde
se d e s c r i b í a n el equipo y los procedimientos q u í
micos.
1
Bonus de F e r r a r a , The New Pearl of Greaí Price, trad.
de A. E . Waite (Londres , James Elliott, 1894; reimpreso
en
Londres,
Vincent Stuart, 1963), p. 138.
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L A L L A V E Q U Í M I C A 47
Geber
apenas s i se re f i r ió a la medicina, pero
s u r e l a c i ó n c o n é s t a s e r í a u n
aspecto
importante
de la
alquimia medieval.
L a b ú s q u e d a de pro
ductos
q u í m i c o s de u t i l i d a d f a r m a c é u t i c a
aparece,
en la
obra
de los
autores
musulmanes, en los
escritos d e a l - R á z i ( R h a z é s ) ( ¿ 8 5 4 7 - 9 2 5 / 9 2 6 ) y
lue
go , frecuentemente, en sus
seguidores.
En Occ i
dente Roger Bacon
observaba
en la Opus tertium
(1267)
que s i bien muchos m é d i c o s utilizaban
procedimientos
q u í m i c o s
para preparar
sus m e
dicinas,
m u y pocos s a b í a n c ó m o realizar
aquellas
"obras" que prolongaban la v id a . S u c o n t e m p o r á
neo mfis joven, A r n a u de V i l l a n o v a ( ¿ 1 2 3 5 7 - 1 3 1 1 ) ,
y
Juan de Rupescissa, autor d e l
siglo
xiv,
siguie
r o n
subrayando
la
importancia
d e l a q u í m i c a e n
la medicina. A
principios
d e l
siglo
xvi
esta
forma
de
li teratura
c i e n t í f i c a h a b í a florecido en los nu
merosos libros sobre la d e s t i l a c i ó n t an c a r a c t e r í s
ticos
de ese periodo. Todos
ellos
c o n t e n í a n
des
cripciones d e l equipo q u í m i c o necesario
para
pro
ducir
aceites
y
bebidas
a l c o h ó l i c a s
derivadas
de
sustancias vegetales de'toda especie. L os benefi
cios
de estas
"quintaesencias"
p a r e c í a n ser t a n
grandes que en las
ediciones
que se hicieron en el
siglo
xvi
d e l antiguo
herbario
d e D i o s c ó r i d e s se
i n c l u í a u n a p é n d i c e q u í m i c o c o n
objeto
de ac
tualizarlo.
Este
saber
q u í m i c o n o s e consideraba de n in
g ú n
modo
opuesto a la
ciencia
de lo s a r i s t o t é l i c o s
o a la medicina de los galenistas. S i n duda, algu
nos se quejaban d e l
conservadurismo
de las
escuelas,
pero
la
alquimia
h a b í a
llegado
a Occi
dente
c o n todo e l cuerpo d e l a s a b i d u r í a
antigua.
H a b í a sido cultivada en e l Cercano
Oriente
junto
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L A
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c o n
la
f i l o so f í a
y la medicina
c l á s i c a s
—y no ha
b r í a de divorciarse inmediatamente de esa a n t i
gua
u n i ó n .
Nada indica tampoco que la
q u í m i c a
fuera vista como una disciplina
r i v a l
y peligrosa
por los
m é d i c o s
o los
f i l ó s o f o s
naturales.
L a t r a d u c c i ó n
que hizo Ficino en 1463 del Cor
pus hermeticum fue un factor más que iba a
,afectar a la
q u í m i c a
del Renacimiento. A l fomen
tar estudios ocultistas de toda especie, la a l q u i
m i a
atrajo pronto la
a t e n c i ó n
de todos los hom
bres
cultos, quienes v e í a n en ella un campo de
i n v e s t i g a c i ó n
al que no se
h a b í a dado
la debida
a t e n c i ó n en el
pasado.
Tanto Enrique Cornelio
A g r i p a
de Nettesheim como Giambattista della
Porta
h a b r í a n
de considerar a la alquimia como
una ciencia fundamental para la
c o m p r e n s i ó n
de la naturaleza. John Dee, aplicando el " m é t o d o
g e o m é t r i c o " , f o r m u l ó
venticuatro teoremas para
construir
su
" m ó n a d a j e r o g l í f i c a " ,
una
f i g u r a
que
se aproximaba mucho al
s í m b o l o a l q u í m i c o
del
mercurio.
En el curso de esa
c o n s t r u c c i ó n ,
Dee
s i n t i ó
que
h a b í a
repetido las primeras fases de
l a C r e a c i ó n .
Se
p r o m e t í a
al lector la
r e v e l a c i ó n
de grandes misterios y se
p r e t e n d í a
que la obra,
en su conjunto, era
nada menos
que una repre
s e n t a c i ó n
velada del proceso
a l q u í m i c o
mismo.
Pero esa
p r e t e n s i ó n
de Dee concordaba claramen
te con las
m a t e m á t i c a s
espirituales preconizadas
por aquellos
p i t a g ó r i c o s renacentistas
que bus
caban en el misticismo y en el
a n á l i s i s
de los
n ú m e r o s
una llave para explicar la
C r e a c i ó n .
Se
a d m i t í a n
las
verdades
de la magia, mientras que
las demostraciones
m a t e m á t i c a s
más convencio
nales, las t é c n i c a s del laboratorio q u í m i c o y las
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49
aplicaciones p rác t icas de la medicina despertaban
relativamente
poco in terés . Fue así como Dee
llegó a pensar que la alquimia podía ser recono
cida
como la
disciplina
fundamental del
filósofo
natural.
Casi
medio siglo antes, Paracelso
hab ía
encon
trado un nuevo fundamento de la teor ía de la
medicina
en la
alquimia. És ta ,
a su vez,
sería
desarrollada hasta culminar en una filosofía uni
versal
de la naturaleza, validada por las corres
pondencias naturales que ligaban al hombre con
el mundo que lo rodeaba. Y si la alquimia mística
y "matematizada" de Dee tuvo poca repercusión,
fuera de un c írculo de devotos alquimistas, las
opiniones
de Paracelso
h a b r í a n
de provocar en
Europa
debates
relacionados tanto con la medi
cina como con la filosofía natural.
PARACELSO: LA BÚSQUEDA DE TODA UNA
VIDA
Nacido en la aldea de Einsiedeln, cerca de Zurich,
en 1493, Felipe Aureolo Teofrasto Bombast von
Hohenheim
ser ía conocido más tarde como
"Para
celso", o " más grande que Celso". E n su infan
cia
estuvo expuesto a una mezcla embriagadora
de ideas renacentistas. Su padre era un médico
rural
aficionado a la
alquimia,
y el hijo no per
dería nunca su in terés por la medicina y el labo
ratorio
químico . E l
joven
Paracelso iba a estu
diar con el famoso abad y alquimista Johannes
Tritemio
(1462-1516), y
conocería
la
vida
de las
minas trabajando como aprendiz en las minas de
los Fúcar en Villac, donde su padre se hab ía es-
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L A
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tablecido
en 1500. Esta experiencia h a b r í a de
f r u c t i f i c a r
más ta rde en sus especulaciones sobre
e l crecimiento de los metales, así como en su
l i b r o
sobre las enfermedades de los mineros, el
primer l i b r o escrito sobre un problema de pato
l o g í a
ocupacional.
Cuando
t e n í a
catorce
a ñ o s ,
Paracelso
a b a n d o n ó
e l hogar para dedicarse a sus estudios y por es
pacio
de más de dos
d é c a d a s v i a j ó
extensamente.
V i s i t ó
muchas universidades y es probable que se
haya graduado como
m é d i c o
en Ferrara, pero, de
ser así, al parecer p r e f i r i ó ocupar el mucho
menos prestigioso puesto de cirujano de los
e j é r
citos
que se trasladaban constantemente de un
lugar
a ot ro por toda Europa. Los viajes que
realiza
en la tercera d é c a d a del siglo son más
f á c i l e s
de reconstruir.
Pasaba
ahora de los treinta
a ñ o s y l i m i t ó sus viajes a Europa central, donde
peregrinaba de pueblo en pueblo escribiendo y
ofreciendo
sus servicios como m é d i c o . Tuvo mo
mentos ocasionales de
gloria,
como cuando fue
nombrado m é d i c o municipal de Basilea en 1527,
pero
é s t o s
siempre
fueron e f í m e r o s
debido a su
temperamento irascible. No se esforzaba por
ocultar
el desprecio que
s e n t í a
por las universida
des y sus c í r c u l o s a c a d é m i c o s . Y en cuanto a los
m é d i c o s ,
era poca la
c o n s i d e r a c i ó n
que le mere
c í a n :
, No necesito portar cota de malla o escudo para
l
enfrentarme a vosotros,
pues
no sois lo
su f i -
i cientemente sabios ni experimentados para re-
futar una sola de mis palabras. .. Vosotros
• d e f e n d é i s
vuestro reino con servilismo y adu-
•
l a c i ó n . ¿ C u á n t o c r e é i s
que
d u r a r á es to?. . .
Yo
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L A L L A V E QUÍMICA
51
qs lo aseguro: cualquiera de los vellos que ten
go en la nuca sabe más que vosotros y todos
vuestros autores, y las hebillas de mis zapatos
\ i
saben
más que vuestro Galeno y vuestro
Avice-
< na, y mi barba tiene más experiencia que todas
vuestras grandes escuelas.
2
Semejantes arrebatos de cólera iban a ocasio
nar que perdiera un puesto tras otro, pues ofen
dían
incluso a quienes más
deseaban
ayudarlo.
A
causa de ello, vagaba constantemente de un lu
gar a otro; m u r i ó en 1541 en Salzburgo, donde
poco antes lo hab ía llamado el obispo sufragáneo
Ernesto de Wittelsbach.
LA FILOSOFÍA QUÍMICA PARACELSIANA
Cuando muere Paracelso nada parec ía indicar que
su obra llegaría a ser el foco de las controversias
de los eruditos por más de un
siglo.
Es cierto,
había sido en vida una figura polémica, pero re
lativamente pocos de sus voluminosos escritos
habían sido publicados mientras vivía. Sólo des
pués comenzó a f l u i r de las prensas el torrente de
textos paracelsianos.
La leyenda de las curaciones casi milagrosas
de
este
hombre surge en los años posteriores a
1550 y pronto se emprende una b ú s q u e d a intensa
de sus manuscritos, los que a menudo son publi
cados con notas y comentarios. Al finalizar el si-
2
Paracelso,
Selected Writings, trad.
de Norbert
Guter-
man, comp. Jollande
Jacobi
(Nueva Y o r k , Bollingen
Series
X X V I I I , Pantheon Books , 1951), pp. 79-80.
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52
L A
L L A V E Q U Í M I C A
g lo se i m p r i m í a n vastas ediciones de sus
obras
completas y toda una
escuela
de paracelsianos
c o n t e n d í a con los a r i s t o t é l i c o s y los galenistas
sobre el curso que la
f i l o so f í a
natu ral y la medi
cina
d e b í a n seguir.
Dada la p u b l i c a c i ó n t a r d í a de los textos, es tan
v á l i d o hablar de la f i l o s o f í a de los paracelsianos
como de la de Paracelso. Pero aun cuando haga
mos
esta
c o n c e s i ó n ,
es
d i f í c i l
reconstruir la
f i lo
s o f í a q u í m i c a , en parte porque no se publicaron
simples libros de texto y en parte porque las
opiniones de estos hombres son contrarias a
las del c i e n t í f i c o del siglo xx.
E n realidad, mucho en la obra de los paracel
sianos
recuerda a otros
f i l ó s o f o s
naturales del
Renacimiento. Más que nada, intentaron derrotar
a l
ar istotelismo tr adicional que predominaba en
las universidades/ A r i s t ó t e l e s era para ellos un
autofnereje cuya
f i l o s o f í a
y cuyo sistema de la
naturaleza eran incompatibles con el cristianis
m o ,
un punto de suma importancia durante la
JLeforma.
Afirmaban que su influencia en la medi
cina
h a b í a
sido
c a t a s t r ó f i c a ,
pues Galeno
h a b í a
aceptado su obra sin cuestionarla y, subsecuen
temente, el sistema a r i s t o t é l i c o - g a l é n i c o se h a b í a
convertido
en la
base
de la
e n s e ñ a n z a m é d i c a
en
toda Europa. En su o p i n i ó n , las universidades
agonizaban sin remedio, obstinadas en su adhe
s i ó n a la A n t i g ü e d a d .
L os paracelsianos p r e t e n d í a n remplazar todo
ese sistema con una f i l o s o f í a cristiana, n e o p l a t ó -
nica
y h e r m é t i c a que e x p l i c a r í a todos los f e n ó
menos naturales. E l verdadero m é d i c o , s o s t e n í a n ,
p o d í a encontrar la verdad en los dos libros d i v i -
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L A
L L A V E
Q U I M I C A
53
nos: el
l i b r o
de la
r e v e l a c i ó n d i v i n a
—la
B i b l i a —
y
el l i b r o de la c r e a c i ó n d i v in a —la naturaleza
(figura HA).
De
esta
manera, los paracelsianos'
se aplicaban por un lado a una
especie
de
exége- ,
sis
b í b l i c a
y, por
otro,
postulaban una nueva
f i l o so f í a de la naturaleza,
basada
en nuevas obserJ
vaciones y experimentos. Encontramos un exce
lente ejemplo de
esta
acti tud en la obra de uno
de los primeros sistematizadores importantes del
corpus
paracelsiano,
Peter
Severinus (1540-1602),
m é d i c o
del rey de Dinamarca, quien
d e c í a
a sus
lectores que necesitaban vender sus propiedades,
quemar sus
libros
y comenzar a
viajar
para que
pudieran efectuar y recoger observaciones sobre
las plantas, los animales y los minerales.
Con
cluida
su Wanderjahren,
d e b í a n
"comprar
c a r b ó n ,
construir hornos, v i g i l a r el fuego y operar con
é s t e
sin
descansar.
Por
este
camino, y no por
otro, a r r i b a r é i s a un conocimiento de las cosas
y
sus propiedades".
Percibimos
una gran confianza en la observa
c i ó n y en la e x p e r i m e n t a c i ó n en la obra de estos
hombres, aun cuando su concepto de lo que es
uur experimento y c u á l es su f u n c i ó n sea a menudo
enteramente distinto del nuestro. Notamos, a la
vez,
una latente desconfianza de la
a p l i c a c i ó n
de
las
m a t e m á t i c a s
al estudio de la naturaleza.
Ellos
p r e f e r í a n hablar, como buenos p l a t ó n i c o s , de las
a r m o n í a s m a t e m á t i c a s
y divinas del universo.
Paracelso, a d e m á s , al refer irse a las verdaderas
m a t e m á t i c a s ,
las
h a b í a
identificado expresamente
c o n
la verdadera magia natural. Los paracelsianos,
s in
embargo,
s o l í a n
reaccionar con disgusto ante
e l m é t o d o de a r g u m e n t a c i ó n l ó g ic o y " g e o m é t r i -
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54
L A
L L A V E
Q U I M I C A
F I G U R A I I . 1 . E l verdadero f i l ó s o f o q u í m i c o aprende por
r e v e l a c i ó n divina, así como por los estudios q u í m i c o s .
D e
Heinrich
K h u n r a t h ,
Amphitheatrum sapientiae ( 1 6 0 9 ) .
C o l e c c i ó n del autor.
c o "
que empleaban los
a r i s t o t é l i c o s
y los galenis-
tas. Condenaban ese " m é t o d o m a t e m á t i c o " junto
c o n
la importancia que tradicionalmente
h a b í a n
dado los e s c o l á s t i c o s a la g e o m e t r í a y, e s p e c í f i
camente, impugnaban el uso de abstracciones ma
t e m á t i c a s para estudiar los f e n ó m e n o s naturales
—particularmente
para estudiar el
movimiento
l o c a l . Las razones que a d u c í a n para ello eran
fundamentalmente
de c a r á c t e r religioso y por eso
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L A
L L A V E Q U Í M I C A
55
s e n t í a n
especial
a v e r s i ó n
por la
Física
de
A r i s t ó
teles. En é s t a — a p o y á n d o s e en un estudio del
movimiento—
se
d e c í a
que el Dios creador
d e b í a
ser
i n m ó v i l .
Los
q u í m i c o s
paracelsianos de la
Reforma
declaraban
c a t e g ó r i c a m e n t e
que
cual
quier
argumento que impusiera semejante res
t r i c c i ó n
al Ser Supremo todopoderoso era inacep
table —y por esa sola r a z ó n los textos de los
antiguos eran sacrilegos y
d e b í a n desecharse.
La
f i l o s o f í a q u í m i c a s e r í a
una nueva ciencia
basada
firmemente
en la
o b s e r v a c i ó n
y en la
r e l i g i ó n .
Pero quienes r e c u r r í a n a los m é t o d o s cuantitati
vos recordaban tal vez que Dios
h a b í a
creado "to
das las cosas en n ú m e r o ,
peso
y medida". E l l o se
interpretaba
como un mandato que iba
d i r i g i d o
a l m é d i c o , a l q u í m i c o y al f a r m a c é u t i c o —hom
bres que pesaban y
m e d í a n
regularmente en el
curso de su labor
(figura I I . 2 ) .
Pero si los paracelsianos rechazaban lo que l l a
maban el
m é t o d o " l ó g i c o - m a t e m á t i c o "
de las es
cuelas, ellos se a c o g í a n a la q u í m i c a con la
c o n v i c c i ó n
de que
esta
ciencia era la
base
de una
nueva i n t e r p r e t a c i ó n de la naturaleza. Era
una ciencia
basada
en la
o b s e r v a c i ó n
y su campo
era universal. Afirmaciones semejantes iban a en
contrarse en los textos tradicionales de
q u í m i c a .
S e g ú n Paracelso, la
alquimia
h a b í a ofrecido una
" e x p l i c a c i ó n
adecuada de los cuatro elementos",
lo cual significaba literalmente que la
alquimia
y
l a q u í m i c a p o d í a n
ser utilizadas como claves para
descifrar el cosmos, ya sea mediante la experi
m e n t a c i ó n
directa o mediante la
a n a l o g í a .
Para
celso explicaba la C r e a c i ó n misma como una
r e v e l a c i ó n q u í m i c a
de la naturaleza. Los paracel-
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F I G U R A
I I . 2 . La i l u s t r a c i ó n más antigua de una balanza
a n a l í t i c a
encerrada se encuentra en
este
grabado de un
laboratorio a l q u í m i c o . Del Theatrum Chemicum Britan-
nicum, comp. E l i a s Ashmole (1652). C o r t e s í a del Depart
ment
of Special Collections, The University of Chicago
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57
sianos posteriores adoptaron y desarrollaron ese
tema. Gerhard
D o r n
(1565-1585)
h a c í a
una
des
c r i p c i ó n
"minuciosa
de los dos p n m é r o s ' c a p í l ü l ó s
d e l G é n e s i s
a la luz de la nueva
f í s i c a q u í m i c a ,
y
T h ó m ' a s T y m m é declaraba que la C r e a c i ó n no
h a b í a
sido sino una
" e x t r a c c i ó n , s e p a r a c i ó n ,
su
b l i m a c i ó n y c o n j u n c i ó n a l q u í m i c a " .
L a i n t e r p r e t a c i ó n q u í m i c a del G é n e s i s ayudaba
a enfocar la
a t e n c i ó n
en el problema de los ele
mentos considerados como el
f r u t o
pr imero y
necesario de la
C r e a c i ó n .
Y si
bien
los
tria prima
de los paracelsianos (sal, azufre y mercurio) eran
una
m o d i f i c a c i ó n
de la antigua
t e o r í a
de los me
tales (azufre-mercurio) y otras
t r í a d a s
elementa
les,
tuvieron
especial importancia en la
a p a r i c i ó n
de la ciencia moderna. Los elementos
a r i s t o t é
licos (tierra, agua, aire y fuego) s e r v í a n de fun
damento al sistema
c o s m o l ó g i c o
aceptado. Eran
utilizados
por los alquimistas como un medio
para explicar la
c o m p o s i c i ó n
de la materia, por
l o s m é d i c o s
(en
forma
de humores) como un
sistema para interpretar las enfermedades, y por
lo s f í s i cos como la
base
para entender adecua
damente el movimiento natural. Por lo mismo,
c o n la i n t r o d u c c i ó n de un nuevo sistema de los
elementos, se
c o r r í a
el riesgo de cuestionar toda
la
estructura de la medicina y la
f i l o s o f í a
natural
de la
A n t i g ü e d a d .
Pero, aunque los nuevos principios pueden in
terpretarse propiamente como parte de una im
p u g n a c i ó n de la f il o so f ía e s c o l á s t i c a , es evidente
t a m b i é n
que
dieron origen
a muchas confusio
nes. Paracelso no h a b í a definido claramente es
tos principios y, ciertamente,
fueron
de poca
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u t i l i d a d para el desarrollo de la q u í m i c a a n a l í t i c a
moderna, ya que, al d e s c r i b í r s e l e s , se d e c í a que
d i f e r í a n cualitativamente en los distintos mate
riales.
Paracelso tampoco
h a b í a
propuesto
espe
c í f i c a m e n t e estos
prin cipios para remplazar con
ellos
a los elementos a r i s t o t é l i c o s . En realidad,
é l h a b í a utilizado
ambos sistemas —y a menudo
de un modo aparentemente contr adictor io. Ha
c ia
el
ú l t i m o
cuarto del siglo xvi encontramos a
l a t e o r í a
de los elementos en un estado de
f l uc
t u a c i ó n :
los
q u í m i c o s a c u d í a n
a la evidencia
f u n
dada en la o b s e r v a c i ó n o a los textos paracelsia
nos como juzgaban conveniente. Con todo, cuan
do examinamos los textos de ese periodo vemos
que cada vez eran más los
m é d i c o s q u í m i c o s
que
adoptaban los tres pr incipios como un medio ex
p l i c a t i v o .
Algunos lo
h a c í a n a t r a í d o s
por la ana
l o g í a t r i n i t a r i a de cuerpo, alma y e s p í r i t u , mien
tras que otros
r e c u r r í a n
a ellos en busca de un
sustituto para los humores.
Para
los t e ó r i c o s
q u í m i c o s
representaban
sustancias
f i l o s ó f i c a s
que
en realidad no se p o d í a n aislar, mientras que para
e l f a r m a c é u t i c o p r á c t i c o no eran sino los pro
ductos de su d e s t i l a c i ó n . No era raro que una
hierba medic inal produjera una flema
acuosa,
un
aceite inflamable y un
s ó l i d o ,
y se
pensaba
que
é s t o s indicaban al menos la presencia de los p r i n
cipios
primigenios: mercurio, azufre y sal.
M as el concento, de un^universo q u í m i c o reba
saba
l a~ T f f fe r p re ta c ió n q u í m i c a
d'éTia
C r e a c i ó n y
io s problemas de la t e o r í a de. los elementos.
Aquellos autores qué se interesaban en_la me-
~ t e o f ó l ó g í a explicaban él trueno y - e l " r e l á m p a g o
como
una c o m b i n a c i ó n de azufre y salitre en
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5 9
l a a t m ó s f e r a , una exp los ión an_á lpga__a la pro
ducida
~p^~et~azaffe y el sa litre contenidos eoja
'jxSJvbia. De modo similar, los autores paracel
sianos fueron los primeros que ofrecieron una
h i p ó t e s i s significativa para el desarrollo de la
a g r o q u í m i c a . E n busca de una e x p l i c a c i ó n de los
efectos b e n é f i c o s de los abonos en la agricultura,
postularon
correctamente que los abonos conte
n í a n sales solubles esenciales para el suelo.
Para,
los paracelsianos, en efecto, Ja .T ier ra era
u n vasto
.laboratorio
q u í m i c o , y ello explicaba el
""erigen de los volcanes, las fuentes termales, los
""manantiales de las m o n t a ñ a s y él crechnientcrde
" l o s metales., S e > ~ r e c u r r í a al antiguo concepto
" d é
un fuego
interior
para
e x p l i c á r j a ^ e x i s t e n c i a
de
lo s volcanes, los que eran c o n c é b i d o s Cómo erup-
- - e i t í h e s de materia fundida a t r a v é s de grietas en
" l a superficie terrestre (figura I I . 3 ) . Los manan
t i a l es que f l u í a n de las m o n t a ñ a s se explicaban
en forma a n á l o g a . En este
caso
se d e c í a que las
reservas
de agua
s u b t e r r á n e a
eran destiladas por
e l calor de ese fuego cen tral. A medida que ese
vapor
a s c e n d í a a la superficie, las m o n t a ñ a s ac
tuaban como alambiques q u í m i c o s , dando por
resultado el manantial "destilado" que brotaba
de la m o n t a ñ a . Sin embargo, algunos rechazaban
la posibilidad de ese fuego, alegando que en el
interior de la Tierra no h a b í a el aire necesario
para que se diera semejante c o n f l a g r a c i ó n . Hen-
r i de Rochas (1620-1640) s u g e r í a que el calor de
lo s manantiales de agua mineral era producido
p o r
la
r e a c c i ó n
del azufre y una sal nitrosa en el
seno
de la
Tierra.
E l m é d i c o i n g l é s Edward Jor-
den (1569-1632) o f r e c í a otra e x p l i c a c i ó n q u í m i c a
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I I . 3 . Diagrama que muestra la i n t e r r e l a c i ó n de
los volcanes y el
fuego
central. De Atanasio K i r c h e r
Mundus
subterraneus
(1678).
C o r t e s í a
del Department ol
Special
Collections, The University of Chicago.
m á s amplia. V i t a l i s t a cabal, como la mayor
parte
de los q u í m i c o s de ese periodo, Jorden s o s t e n í a la
n o c i ó n , c o m ú n m e n t e
aceptada,
del crecimiento de
los metales, pero explicaba é s t e en forma nove-
^dosa. Se v a l í a
para
ello del proceso a l q u í m i c o de
l a " f e r m e n t a c i ó n " , " á r - q t r e d e f i n í a como üha reac-
- c i ó n generadora de calor qué no r e q u e r í a de aire.
É s a , afirmaba, d e b í a ser la
causa
del crecimiento
de la materia
i n o r g á n i c a .
Esta
nueva fuente de
—calor p e r m i t í a entender los volcanes y los ma
nantiales que n a c í a n en las m o n t a ñ a s , sin tener
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61
que recurrir a la noción problemática de un fue
go central.
E L MICROCOSMOS Y LA TEORÍA MÉDICA
La filosofía química paracelsiana era considerada
como uña nueva concepción, fundada en la ob
servación de toda la naturaleza, pero
desde
un
principio
atrajo especialmente la
a tención
de los
médicos. Paracelso había insistido en que había
sido
Dios,
y no las constelaciones; el que lo había
creado médico; sus seguidores repe t ían sus pala
bras y añad ían que, en v i r tud de su origen divino,
la
medicina era superior a las
d e m á s
ciencias. En
este punto,,tanto él como ellos reflejaban el con
cepto de sacerdote-médico del neoplatonismo re
nacentista, aunque es probable que la última
fuente de
esta
idea se encuentre en el Eclesiásti
co, 38:1: "Da al médico , por sus servicios, los
honores que merece, que
t ambién
a él le
creó
el
Señor ." Para Paracelso, en efecto, el papel áeh
médico podía
compararse propiamente con el del
verdadero mago natural. —
Paracelso y sus primeros seguidores
creían f i r
memente en la analogía macrocosmos-microcos
mos. E l hombre era una
pequeña réplica
del gran
mundo
que lo rodeaba, y en su
interior estaban
representadas
todas las
partes
del universo
(figu
ra
I I . 4 ) . En todas las épocas se había considerado
provechoso descubrir las correspondencias que
exist ían
entre los mundos mayor y menor, y se
había
acudido a la
teoría
de la
s impat ía
y la
anti
pat ía para explicar la in teracc ión universal. En
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I I . 4 . E l hombre como microcosmos unido a su
Creador por las cadenas de la naturaleza, representada
como una joven mujer. O b s é r v e n s e los retratos de Her-
mes y Paracelso, así
como
los diagramas de los cuatro
elementos y los tres principios. De
T o b í a s S c h ü t z , Har
monía macrocosmi cum microcosmi
( 1 6 5 4 ) .
C o r t e s í a
del
Department of Special Collections, The University of
Chicago.
contraste con los
a r i s t o t é l i c o s ,
quienes
i n s i s t í a n
en la a c c i ó n mediante el contacto, los paracelsia
nos no
v e í a n n i n g ú n
inconveniente en
aceptar
la
a c c i ó n a distancia. Por tanto, se comprende fá
cilmente por qué los
h e r m é t i c o s paracelsianos
fueron de los primeros que defendieron las inves
tigaciones experimentales que
r e a l i z ó
W i l l i a m
Gil-
bert sobre el i m á n . En el campo de la medicina,
la
discutible
c u r a c i ó n
por medio de un
b á l s a m o
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63
que se aplicaba a las armas ( m é t o d o curativo
basado en la
s i m p a t í a
que implicaba tratar el
arma en lugar de la persona herida) p r e s u p o n í a
s i n
duda la posibili dad de obrar a distancia.
Para el paracelsiano, la t e o r í a de los humores
de la medicina
g a l é n i c a h a b í a
dejado de ser vá
l i d a . La e x p l i c a c i ó n tradicional de la enfermedad,
como un desequilibrio interno de los humores,
era rechazada por Paracelso. É s t e p r e f e r í a subra
yar aquellos trastornos locales dentro del cuerpo
que se a t r i b u í a n a alguno de los
tres
principios.
E n
su
o p i n i ó n ,
una de las causas principales de
las enfermedades se encontraba en factores ex
ternos que, a semejanza de semillas, se
i n t r o d u
c í a n
en el cuerpo por medio del aire, los alimen
tos o las bebidas.
É s t o s
arraigaban y se desarro
llaban d e s p u é s en ó r g a n o s e s p e c í f i c o s . De ello
p o d í a
inferirse una
a n a l o g í a
entre el macrocos
mos y el microcosmos. Así como las "semillas"
m e t á l i c a s
causaban el crecimiento de
vetas m e t á
licas en la Tier ra, las "semillas" de la enfermedad
c r e c í a n
dentro del cuerpo a medida que minaban
la fuerza v i t a l l o c a l de ó r g a n o s e s p e c í f i c o s . Esta
fuerza
v i t a l
separaba la sustancia pura de los de
sechos
de modo a n á l o g o a como el alquimista
in tentaba aislar en su laborator io las quintaesen
cias puras de la materia bruta.
L a r e l a c i ó n
entre el macrocosmos y el hombre
t e n í a otras implicaciones q u í m i c a s . El paracel
siano
f r a n c é s Joseph
Duchesne
(¿15447-1609)
era
u n ejemplo de esa b ú s q u e d a persistente de ana
l o g í a s q u í m i c a s
de los
paracelsianos
cuando, al
referirse a las enfermedades respiratorias, se ser
v í a
de la misma
a n a l o g í a
de la
d e s t i l a c i ó n
que
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64 L A L L A V E Q U Í M I C A
empleaban otros y a t r o q u í m i c o s (o m é d i c o - q u í m i
cos) para explicar el origen de los arroyos que
f a c í a n en las m o n t a ñ a s . Especial importancia se
a t r i b u í a
al aire, al que se consideraba esencial
para la
p r e s e r v a c i ó n
del fuego y de la
vida.
Si,
p o r una parte, el azufre y el salitre p o d í a n com
binarse en la
a t m ó s f e r a
para producir el trueno
y
el r e l á m p a g o en el
cielo,
o fuentes termales en
l a Tierra,
por otra, al ser inhalados,
p o d í a n
reac
cionar
dentro del cuerpo para provocar enferme
dades
que se caracterizaban por cualidades ca
lientes y ardientes (figura I I . 5 ) . Para principios
d e l
siglo xvn se
h a b í a
asociado al salitre
a é r e o
co n una fuerza v i t a l indispensable para el hombre.
E n
efecto, esa fuerza
v i t a l
se identificaba en
ocasiones con el
spiritus
mundi. Se postulaba
que, una vez que
h a b í a
sido
separada
del aire
impuro en los pulmones,
esta
sustancia era trans
formada
en sangre arterial. En vista de que
sos
t e n í a n este concepto —o sus modificaciones—
no
debe
e x t r a ñ a r n o s
que los paracelsianos del
siglo xvn rechazaran la p r á c t i c a c o m ú n de la
s a n g r í a . Esta o p e r a c i ó n , argumentaban, no h a c í a
sino mermar la fuerza v i t a l y esencial del pacien
te . Su rechazo de la s a n g r í a s e r v í a al mismo tiem
po para manifestar^su
o p o s i c i ó n
a la
p a t o l o g í a
humoral tradicional. —
S i la f il os o fí a q u í m i c a de la naturaleza de los
paracelsianos proporcionaba un sistema concep
tual al y a t r o q u í m i c o , lo p r o v e í a t a m b i é n de una
base
para su actividad p r á c t i c a . Debido a la im
portancia
que se
a t r i b u í a
al calor y al fuego, tan
to el nuevo a n á l i s i s q u í m i c o de la orina como
la nueva doctrina q u í m i c a de las signaturas se
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6 5
F I G U R A
II .5. E l hombre sitiado en su castillo de la salud.
D e
Robert
F l u d d ,
Integrum morborum mysterium (1631).
C o l e c c i ó n del autor.
caracterizaban por procedimientos destilatorios.
Similarmente,
en busca de los ingredientes de
las aguas medicinales de los manantiales de agua
mineral, los paracelsianos contr ibuyeron al des
arrollo de la q u í m i c a a n a l í t i c a . Una larga tra
d i c i ó n medieval en este terreno h a b í a f r u c ti f i c a -
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do en el desarrollo, no s ó l o de pruebas aisladas,
sino de a u t é n t i c o s procedimientos a n a l í t i c o s y,
como es f ác i l comprender, los paracelsianos asi
m i l a r o n r á p i d a m e n t e
esa
t r a d i c i ó n
y la continua
r o n . Para 1571 Leonard Thurneisser (¿15307-1596)
y a empleaba m é t o d o s cuanti ta tivos, pruebas de
solubilidad, a n á l i s i s c r i s t a l o g r á f i c o s y pruebas
c o n mechero, y a
principios
del
siglo
siguiente
Edward Jorden p r o p o n í a el cambio de color (de
r o j o a azul) de
la
"tela de
color
de escarlata"
como una prueba regular para aquellos l í q u i d o s
que actualmente p o d r í a m o s clasificar como á c i
dos y bases. La obra de estos hombres suminis
t r ó
la
i n f o r m a c i ó n b á s i c a necesaria para la in
v e s t i g a c i ó n a n a l í t i c a
que
e m p r e n d e r í a
más tarde
Robert
Boyle
en ese mismo siglo.
A los resultados de los nuevos a n á l i s i s q u í m i
cos se les dio una a p l i c a c i ó n p r á c t i c a .
Ahora
los
q u í m i c o s p o d í a n dar instrucciones para la pre
p a r a c i ó n
de
aguas
minerales
artificiales
a
quie
nes no p o d í a n viajar a los balnearios de aguas
minerales;
al mismo tiempo, esa i n f o r m a c i ó n
a n a l í t i c a c o n s t i t u í a un argumento más en fa
v o r del uso de medicamentos preparados q u í
micamente.
Los paracelsianos s o s t e n í a n vehe
mentemente que la suya era una
é p o c a
nueva y
violenta
—una é p o c a que h a b í a engendrado en
fermedades devastadoras desconocidas para los
antiguos. (E n parti cular, estaban consternados
p o r las enfermedades v e n é r e a s . ) En consecuen-
c ia , necesitaban medicinas nuevas, más poten
tes
que los medicamentos
g a l é n i c o s
tradicionales
preparados a base de hierbas. Lo que q u e r í a n
decir
era evidente: esas nuevas medicinas eran
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L A L L A V E Q U Í M I C A
67
lo s metales y los minerales que ellos preparaban
q u í m i c a m e n t e . En este campo, los paracelsianos
no eran innovadores. No obstante, como decla
raba R. Bostocke en 1585, el verdadero para-
c e l s i a n b - ' s é ' d i s t i n g u í a de los d e m á s m é d i c o s por
e t " C ü i d a d o y ía a t e n c i ó n que p o n í a en la d o s i f i -
' d a c i ó n , y por su empleo del arte de la q u í m i c a
^ ' p á r a extraer ú n i c a m e n t e la
esencia
b e n é f i c a de
" los minerales peligrosos. A d e m á s , en su defensa
de
estas
medicinas (1603), Duchesne se apoyaba
en los a n á l i s i s de las aguas minerales para de
mostrar que los minerales t e n í a n efectos medi
cinales b e n é f i c o s .
Mas tales a p o l o g í a s de los medicamentos q u í
micos no
s a t i s f a c í a n
de ninguna manera a los
defensores de la materia medica trad ic ional y, a
decir verdad, el temor que inspiraban las nuevas
drogas no era infundado. Paracelso h a b í a ab
jurado de la m á x i m a g a l é n i c a que d e c í a que "los
contrarios se curan con los contrarios", y se
h a b í a
vuelto en cambio a la medicina popular
g e r m á n i c a ,
la que
i n s i s t í a
en que "los semejan
tes se curan con los semejantes". Se recomen
daba
al
m é d i c o
que investigara los venenos en
lugar de las inocuas mixturas vegetales. E l ve
neno que
causaba
una enfermedad —aplicado
en forma apropiada— d e b í a convertirse ahora en
su remedio. Y si bien los
q u í m i c o s
procuraban
suprimir sus propiedades t ó x i c a s , sus intencio
nes no tranquilizaban a los
m é d i c o s
ortodoxos.
Para é s t o s , muchos de los que preconizaban las
nuevas
drogas eran charlatanes ignorantes. En
u n texto g a l é n i c o hasta el t é r m i n o "paracelsia-
n o " t e n í a
una
c o n n o t a c i ó n
peyorativa.
T o m á s
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68 L A L L A V E Q U Í M I C A
Erasto (1524-1583)
acusaba
a Paracelso de pro
mover
el uso interno de venenos letales
(1572).
John Donne (1573-1631), al comparar las innova
ciones respectivas de
C o p é r n i c o
y Paracelso, re
c l u í a
al
ú l t i m o
en el antro más
r e c ó n d i t o
de la
guarida
de
S a t a n á s
y lo nombraba gobernador
de la
" l e g i ó n
de
m é d i c o s
homicidas". En res
puesta, los q u í m i c o s d e f e n d í a n cada vez con más
e n e r g í a
sus medicamentos y sus
m é t o d o s .
A me
diados del siglo xvn se propuso que varios cen
tenares
de enfermos pobres fueran
sacados
de
lo s hospitales y los campamentos militares. Se
les
d i v i d i r í a
en dos grupos; uno
s e r í a
tratado
p o r los galenistas y el otro por los q u í m i c o s . E l
n ú m e r o
de defunciones
d e t e r m i n a r í a c u á l
de las
dos medicinas h a b í a triunfado, si la q u í m i c a o
la tradicional.
E l experimento nunca se
l l e v ó
a
cabo, pero el hecho de que haya sido propuesto
indica
lo acalorado de la controversia.
A
principios del siglo xvn las nuevas drogas
se
convirtieron
en tema de intensas controversias
en las universidades. Los panfletos más exalta
dos aparecieron en
P a r í s
en la primera
d é c a d a
d e l
siglo,
pero pronto fueron traducidos y pu
blicados
en otras partes de Europa, y existen
versiones del
c o n f l i c t o
escritas ya en 1606. En
Londres,
los miembros del Real Colegio de Mé
dicos v e n í a n planeando,
desde
h a c í a varias dé
cadas,
la
p u b l i c a c i ó n
de una farmacopea
o f i c i a l .
Cuando el m é d i c o q u í m i c o f r a n c é s Theodore Tur-
quet de Mayerne (1573-1655) se
e s t a b l e c i ó
en
Londres
como
m é d i c o
del rey Jacobo I ,
a u m e n t ó
e l i n t e r é s
de los primeros por los nuevos
medi
camentos q u í m i c o s . Y en 1618, cuando al fin
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L A L L A V E Q U I M I C A 69
se p u b l i c ó la farmacopea, se vio que se h a b í a
llegado a un prudente compromiso. Mientras
que la mayor parte del volumen
estaba
dedicada
a los medicamentos
g a l é n i c o s
tradicionales, va
rias secciones
estaban
reservadas a los nuevos
medicamentos preparados q u í m i c a m e n t e . Se les
daba s a n c i ó n o f i c i a l lo mismo en esas secciones
que en el prefacio, donde se s e ñ a l a b a su efica
c ia para tratar enfermedades d i f í c i l e s .
Por tanto, podemos hablar propiamente de una
creciente p o l a r i z a c i ó n de los m é d i c o s h e r m é t i
cos y los galenistas. Pero, al mismo tiempo,
l a p o s i c i ó n del Colegio de M é d i c o s de Londres
muestra la tendencia f i n a l hacia un compromiso
respecto a la
d i f í c i l c u e s t i ó n
del uso interno de
lo s nuevos medicamentos. Y en cuanto a los
m é d i c o s q u í m i c o s , u n sector cada vez más nu
meroso de ellos t r a t ó de mantener a la q u í m i c a
como la base de una nueva f i l o s o f í a de la natu
raleza, pero despojada de sus
aspectos
más m í s
ticos
y menos experimentales.
Y a t r o q u í m i c o s
ta n influyentes como Daniel Sennert (1572-1637)
y
Andreas Libavius (1540-1616) c o n v e n í a n con Pa
racelso en que la q u í m i c a era un fundamento
i d ó n e o de la medicina y era, consiguientemente,
la ciencia
principal.
Pero se o p o n í a n a que las
obras de
A r i s t ó t e l e s ,
Galeno e
H i p ó c r a t e s
fue
r a n
desechadas
y quemadas en el mercado. En
lugar de recurrir a p o l é m i c a s , el verdadero mé
dico d e b í a examinar tanto la antigua como la
nueva medicina y aceptar lo mejor de ambas.
Para
muchos
y a t r o q u í m i c o s
del siglo xvn la
f i lo
s o f í a q u í m i c a p o d í a practicarse con entera con
fianza, pues
p a r e c í a suministrar a las ciencias
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70
L A L L A V E Q U I M I C A
u n nuevo fundamento
basado
en la o b s e r v a c i ó n .
Pero a muchos de estos mismos hombres les
inquietaba,
tanto como a los galenistas —o, pos
teriormente,
a los
f i l ó s o f o s
mecanicistas—, la
c o s m o l o g í a m í s t i c a
y
a l q u í m i c a
de algunos de
sus colegas. Por
esta
r a z ó n , el lector e n c o n t r a r á
en
esta
li teratu ra una desconcertante gama de
opiniones m é d i c a s y q u í m i c a s . Estos libros y
panfletos lo abarcan todo,
desde
la
alquimia
ale
g ó r i c a
tradicional
hasta las farmacopeas
q u í m i
cas de
c a r á c t e r p r á c t i c o .
Y, como veremos más
adelante, esos
debates
interesaron profundamen
te tanto a los
m é d i c o s
como a los
c i e n t í f i c o s ,
hasta bien entrado el siglo xvn .
Conviene hacer una pausa para reflexionar en
la
importancia que
tuvieron
la
q u í m i c a
y las
controversias m é d i c a s a fines del Renacimien
t o . ¿ Q u é h a b í a n
conseguido los paracelsianos?
¿ C ó m o h a b í a n i n f l u i d o en la medicina y en la
ciencia
de ese periodo?
Sobre todo, la medicina paracelsiana represen
t ó una r e a c c i ó n en contra de la v e n e r a c i ó n t r a
:
dicional que se t e n í a por la A n t i g ü e d a d . Los p r i
meros paracelsianos se expresaban severamente
de
A r i s t ó t e l e s
y Galeno (aunque no siempre de
H i p ó c r a t e s ) y a c u d í a n , en cambio, a los textos
h e r m é t i c o s , a l q u í m i c o s y n e o p l a t ó n i c o s recien
temente traducidos. Un universo
vitalista
f u n
dado en la a n a l o g í a macrocosmos-microcosmos,
y
el o f i c i o d i v i n o del m é d i c o , s e r v í a n de
base
a una nueva i n t e r p r e t a c i ó n cristiana de toda la
naturaleza. Llevados por su a f á n de reforma,
los paracelsianos procedieron a atacar los cimien-
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L A
L L A V E Q U Í M I C A
71
tos mismos del antiguo sistema. Se cuestiona
r o n tanto los elementos a r i s t o t é l i c o s —sobre los
que
descansaba
la antigua
c o s m o l o g í a —
como
sus humores correspondientes —de los cuales
d e p e n d í a
la medicina
g a l é n i c a .
Los
q u í m i c o s
adoptaron entonces los tres principios como un
recurso
explicativo,
y los
m é d i c o s
paracelsianos
n o hablaban ya de un desequilibrio de f l u i d o s ,
sino
de focos locales de enfermedad regidos por
archei
internos.
L a
respuesta de los paracelsianos a la
A n t i g ü e
d a d
tuvo su mejor
e x p r e s i ó n
en su insistencia
en
la
o b s e r v a c i ó n
y la experiencia, como una
nueva
base
para estudiar la naturaleza. Cierta
mente, los paracelsianos no eran los
ú n i c o s
que
s o s t e n í a n esta
tesis, pero su
i n t e r é s
especial por
l a q u í m i c a , a la que consideraron una g u í a para
e l
estudio del hombre y el universo, los
d i s t i n
gue de otros f i l ó s o f o s de la naturaleza del Rena
cimiento.
Su uso extensivo del equipo
q u í m i c o
en
experimentos de
d e s t i l a c i ó n
y su constante
referencia
a las
a n a l o g í a s q u í m i c a s ,
como un
medio
para comprender todos los f e n ó m e n o s na
turales,
los
s i t ú a n
indiscu tiblemente en la tra
d i c i ó n h e r m é t i c o - a l q u í m i c a .
L a
medicina de los paracelsianos
estaba
pro
fundamente
imbuida
de
q u í m i c a ,
mas no de ma
t e m á t i c a s .
Pues,
aunque aceptaban en p r i n c i p i o
l a
certeza de la prueba
m a t e m á t i c a ,
su concepto
de la c u a n t i f i c a c i ó n
estaba
de hecho más cerca
d e l misticismo n e o p i t a g ó r i c o
y las mediciones
p r á c t i c a s
basadas
en el
peso
de los cuerpos. Las
abstracciones
m a t e m á t i c a s
de los
f e n ó m e n o s
na
turales y las demostraciones
g e o m é t r i c a s
recor-
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72
L A L L A V E
Q U I M I C A
daban al escolasticismo, algo que, evidentemen
t e , d e b í a evitarse. Se sospechaba
hasta
de la
misma
l ó g i c a , a la que se v e í a como una
forma
de la ciencia y la medicina
" m a t e m á t i c a "
de la
A n t i g ü e d a d . Por tanto, la m é d i c o - c i e n c i a de los
paracelsianos t e n d í a a ser un enfoque de la na
turaleza menos "matematizado" que el de la
ciencia anterior.
Estos
m é d i c o s q u í m i c o s e x p o n í a n
sus
opinio
nes con c o n v i c c i ó n , mas a menudo con poco tac
to .
Censuraban la excesiva confianza que se te
n í a c o m ú n m e n t e en la A n t i g ü e d a d . P r o p o n í a n
una nueva medicina y una nueva
f i l o s o f í a
na
t u r a l , fundadas en observaciones y experimen
tos relacionados con la
q u í m i c a . E x i g í a n
tam
b i é n reformas educativas para que se permitiera
e n s e ñ a r
su
c o n c e p c i ó n
"cristiana" de la natura
leza en las universidades. En estos puntos en
traron
en franco
conflicto
con la
t r a d i c i ó n .
Entre
ellos, sin embargo, d i s c u t í a n con no menos ve
hemencia. En
este
caso
se
d e b a t í a n
cuestiones
tales como el lugar que d e b í a ocupar la mate
m á t i c a
en la
f o r m a c i ó n
de la nueva
f i l o s o f í a ,
la
t e o r í a de los elementos, la a n a l o g í a macrocos
mos-microcosmos y el significado de las emana
ciones astrales. Desde luego, podemos
atribuir
a los paracelsianos el m é r i t o de avances e s p e c í
ficos —su concepto de la enfermedad y su reco
nocimiento de la importancia de la q u í m i c a para
l a medicina (tanto como una
base
para enten
der los procesos f i s i o l ó g i c o s , como una nueva
fuente de preparaciones medicinales) sirven de
excelentes ejemplos. Y es indudable que algu
nos de los conceptos "modernos" de fines del
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L A
L L A V E
Q U I M I C A
73
siglo
xvn tienen su origen en los conceptos "no
modernos" de los
y a t r o q u í m i c o s
del siglo
ante
r i o r . Sin embargo, fue principalmente al d e f i n i r
su c o n c e p c i ó n de una nueva ciencia
basada
en
la medicina e interpretada a la luz de la q u í m i
ca
cuando
se v i e r o n envueltos en una controver
sia que i n f l u i r í a sobre la d e f i n i c i ó n de aspectos
importantes de la ciencia moderna.
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I I I E L
ESTUDIO
DE LA N A T U R A L E Z A
E N U N M U N D O C A M B I A N T E
CON
nuestro breve examen de los paracelsianos
esperamos haber demostrado que, por lo que
respecta al Renacimiento, s e r í a e r r ó n e o separar
e l estudio de la naturaleza i n o r g á n i c a del de la
o r g á n i c a . Los a r i s t o t é l i c o s , los p l a t ó n i c o s y los
paracelsianos del siglo xvi c o n c e b í a n al mundo
como
un ser
v i v o
—y
ello
en todos los niveles.
N o es raro leer descripciones t e ó r i c a s de la fe
c u n d a c i ó n de la Tierra por semillas astrales y
d e l consiguiente crecimien to de los metales en
vetas. Muchos consideraban este proceso
com
parable-al
crecimiento del
feto
humano.
A n á l o
gamente, se argumentaba que, así como los gra
nos se cosechaban en los campos de c u l t i v o , los
metales que c r e c í a n t a m b i é n p o d í a n cosecharse
una y otra vez en las e n t r a ñ a s de la Tierra. Ta
les creencias fueron comunes entre los mineros
de Europa central hasta
principios
del
siglo
xx.
Para los eruditos del Renacimiento era induda
b le que en el aire e x i s t í a un e s p í r i t u v i t a l nece
sario para todos los seres vivientes. En su Phi-
losophical Key
(hacia
1619),
Robert
Fludd
se
basaba
en ese
spiritus
mundi
para
explicar
la
g e n e r a c i ó n e s p o n t á n e a ; a la b ú s q u e d a de u n mé
todo para aislar
esta
sustancia d e d i c a r í a gran
parte de su
vida.
Y, aunque muchos h a b r í a n des
aprobado las tendencias m í s t i c a s de Fludd, otros
h a b r í a n aceptado sus supuestos f i l o s ó f i c o s sobre
e l
particular.
74
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L A
N A T U R A L E Z A E N U N MUNDO C A M B I A N T E 75
Pero, hecha esa advertencia, seguimos consi
derando conveniente
separar
la obra del minero
y del meta lúrg ico de la del botánico , el zoólogo
y
el
biólogo.
Cuando observamos sus respectivos
campos, encontramos que en los siglos xvi y
x v n
se produjeron cambios
d ramá t icos . Adver
timos que el saber popular medieval de las plan
tas y los animales es remplazado por la
crítica
humanís t ica de los textos y posteriormente
por
una
búsqueda
intensa de nueva
información
basada en observaciones, con las cuales se
inten
taba sustituir tanto a la
t rad ic ión
antigua como
a la crí t ica literaria.
E L
REINO
ANIMAL
E l conocimiento que se
tenía
en la Edad
Media
de los animales, se derivaba en gran parte de
la
Historia natural
de
Plinio
el Viejo,
escri ta en
el siglo pr imero de nuestra era. En esa obra,
junto con mucha otra
información,
se presenta
ba una abundancia de datos y folklore relativos
a los animales de Europa,
Africa
y
Asia.
Para
Plinio eran importantes los háb i to s de todos los
animales, por fabulosos que pudieran parecer.
Describía asimismo su apariencia, el uso
medi
cinal
que se daba a sus
órganos
y, especialmen
te, mencionaba cuándo se les había visto por
primera
vez en Roma. Las descripciones que
hizo
Plinio de monstruos de toda especie se re
pitieron
en los bestiarios medievales que
heredó
también el erudito renacentista. Mas el texto de
Plinio
era tan vulnerable a la
crí t ica huma nís t i-
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76 LA
N A T U R A L E Z A
E N UN
M U N D O C A M B I A N T E
ca como los textos -de otras autoridades de la
A n t i g ü e d a d .
Ermolao
B á r b a r o
(1454-1493) se en
f r e n t ó a los treinta y siete libros de la
Historia
natural
para producir una obra que
rivalizaba
c o n ella
en
e x t e n s i ó n .
En sus Castigationes pli-
nanae
(1492-1493)
B á r b a r o
erradicaba los erro
res
a r t í c u l o
por
a r t í c u l o .
Pero, en una actitud
t í p i c a m e n t e
humanista, casi no se
c u i d ó
de apor
t a r
nuevas observaciones sobre las plantas y los
animales descritos por el almirante romano; en
cambio,
se
d e d i c ó
a investigar las fuentes
a n t i
guas en que se h a b í a apoyado P l i n i o . De este
modo,
rechazaba la
a f i r m a c i ó n
de
P l i n i o
de que
los elefantes v i v í a n de doscientos a trescientos
a ñ o s .
La
c i f r a
correcta —y ci taba a
A r i s t ó t e l e s
como la fuente respectiva— no eran trescientos,
sino
ciento veinte
a ñ o s .
L a t r a d i c i ó n e n c i c l o p é d i c a de P l i n io c o n s e r v ó
su
fecundidad en los siglos xvi y xvn . Los escri
tos de Conrad Gesner'(1516-1565) abarcaban to
dos los
aspectos
del conocimiento y, en efecto,
su
Bibliotheca
universalis (1545) es la pr imera
gran
obra
b i b l i o g r á f i c a
anotada de la era de los
libros impresos. No menos importante es su
Historiae animalium
(^551-1621), obra que cons
taba de cinco
v o l ú m e n e s
e
i n c l u í a
todos los
ani
males a los que se
r e f e r í a n
tanto las autoridades
antiguas como las modernas. C o n t e n í a
informa
c i ó n
sobre cada bestia con respecto a su
habitat,
f i s i o l o g í a , enfermedades, h á b i t o s , u t i l i d a d y die
ta .
Gesner
e x p o n í a
muchas observaciones nuevas
y
d i v i d í a al reino animal en p á j a r o s ,
peces,
in
sectos
y otras
c a t e g o r í a s b á s i c a s ,
mucho a la ma
nera de A r i s t ó t e l e s . Den tro de estas divisiones.
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L A N A T U R A L E Z A
E N U N M U N D O
C A M B I A N T E
77
s e g u í a
un orden
a l f a b é t i c o
de
c l a s i f i c a c i ó n .
Más
ambicioso t o d a v í a era Ulises A l d r o v a n d i (1522-
1605),
quien, poco
antes
de
m o r i r , p u b l i c ó
tres
v o l ú m e n e s
en
f o l i o
sobre los
p á j a r o s
y los insec
t o s . B a s á n d o s e
en sus notas, sus
d i s c í p u l o s
pu
blicaron más tarde otros once v o l ú m e n e s —y se
conservan otros manuscritos suyos que no han
sido
editados hasta la fecha.
E l
contenido de las obras de Gesner y
A l d r o
vandi era exhaustivo. Y aunque en ocasiones se
cuestionaban los relatos de monstruos, en gene
r a l
se
o f r e c í a
al lector cuanto
á p i c e
de
informa
c i ó n se h a b í a podido encontrar. Un reflejo de
l o
anterior puede observarse en las obras
d e r i
vadas de Edward
Topsell
(1572-1625), cuya
His
torie of Four-Footed Beastes
(1607) y su
Historie
of
Serpents (1608) presentaba al lector de la
é p o c a
de Jacobo I descripciones de los animales
d e l mundo en dos grandes v o l ú m e n e s en fo l io .
A j u i c i o
de
Topsell,
cierto
i n t e r é s
por los anima
les era esencial para el c l é r i g o , quien necesitaba
identificar
correctamente a las bestias mencio
nadas
en la B i b l i a . Esa misma i n f o r m a c i ó n era
n o
menos importante para el
m é d i c o ,
porque los
animales
s e r v í a n
de alimento al hombre, por
las enfermedades que causaban sus venenos y
p o r
el uso medicinal que se daba a sus
ó r g a n o s .
Para sus
p r o p ó s i t o s , Topsell
consideraba que
bastaba con seguir un simple orden a l f a b é t i c o .
S in
embargo,
introdujo
subdivisiones dentro de
lo s apartados principales. Así, por ejemplo, la
m a n t í c o r a
monstruosa, con cabeza humana y su
t r i p l e hilera de dientes, a p a r e c í a en la s e c c i ó n de
las hienas. La
m a n t í c o r a s ó l o
era uno de los mu-
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78 LA
N A T U R A L E Z A
E N UN MUNDO
C A M B I A N T E
F I G U R A
I I I . 1 .
La verdadera imagen de la lamia , de E d -
ward Topsell. De
The Historie of Four-Footed
Beastes
(Londres,
1 6 0 7 ) .
Cortesía
de la Newberry
Library,
Chicago.
chos animales mít icos
incluidos.
Se invocaba la
autoridad de la Escritura para aceptar la existen
cia
del
unicornio,
y se incluían muchos otros
ani
males porque se hacía referencia a ellos en los
textos antiguos (tales como los
s á t i r o s ,
la esfinge
y
los dragones). De
estas
bestias fabulosas, una
de las más ex t rañas era la lamia
(figura
I I I
1) ,
cuya existencia aceptaba Topsell porque en la
B i b l i a
se hacía alusión a
ella
(como
L i l i t h ) .
Do
tadas
de bellos rostros de mujer y "formas muy
grandes y hermosas en sus pechos",
estas
bestias
representaban un grave peligro para los viajeros,
pues, "cuando ven a un hombre, le muestran sus
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L A N A T U R A L E Z A E N U N
MUNDO
C A M B I A N T E 79
senos y,
s e d u c i é n d o l o
con la hermosura de
é s t o s ,
l o invitan
a que se
acerque
a conversar, y así,
cuando lo tienen a su alcance, lo matan y lo
devoran".
Topsell
estaba enterado t a m b i é n de la existen
c ia
de animales que no
h a b í a n
conocido los
anti
guos, o h a b í a n sido redescubiertos en el siglo
anterior. De esta manera,
i n c l u í a
a varios anima
les de A m é r i c a (como el "cocodrilo terrestre del
Brasil",
que era realmente una iguana o
a l g ú n
otro lagarto) y de Oriente. Entre los animales de
l a
Ind ia
s o b r e s a l í a
el rinoceronte, "la
segunda
ma
r a v i l l a de la naturaleza", al cual se c o n o c í a , no
s ó l o
por la autoridad de los antiguos, sino tam
b i é n
por un
e s p é c i m e n
que se
h a b í a
exhibido en
Lisboa (1513-1515). Pero, si no vacilaba mucho
en admitir la existencia de la lamia, la m a n t í c o r a
y los dragones, el rinoceronte era un animal tan
e x t r a ñ o para Topsell, que c r e y ó necesario asegu
rar a sus lectores que no se
a t r e v e r í a
a mentirles:
" N o e s t a r í a
dispuesto a escribir ninguna
cosa
falsa o incierta, fruto de mi propia
i m a g i n a c i ó n ;
y
la verdad es algo tan preciado para mí , que no
m e n t i r é
para despertar en
a l g ú n
hombre amor y
a d m i r a c i ó n por Dios y sus obras, pues Dios no
necesita las mentiras de los hombres."
Especial
i n t e r é s
tienen los estudios
m o n o g r á
ficos
que comenzaron a aparecer a mediados del
siglo
xvi. Destacan entre
é s t o s
los estudios de
peces, p á j a r o s y animales marinos escritos por
Pierre Belon (1517-1564) y Guillaume Rondelet
(1507-1566). E l pr imero,
v i a j ó
por el Cercano
Oriente recogiendo
i n f o r m a c i ó n ,
misma que pre
s e n t ó en La nature & diversité des poissons
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80 LA N A T U R A L E Z A E N U N MUNDO C A M B I A N T E
(1551)
y en sus
Portraits
(1557) de animales,
ser
pientes, hierbas, á r b o l e s , hombres y mujeres. Be-
I o n i n c l u í a
entre los poissons a todos los anima
les que
v i v í a n
en o cerca del agua. Su
i n c l u s i ó n
de los
c e t á c e o s
lo
l l e v ó
a representar el parto de
una orea con la c r í a unida t o d a v í a a la placenta,
lo
cual
p e r m i t í a
demostrar que ese grupo perte
n e c í a a los m a m í f e r o s
(figura
I I I . 2 ) . Igualmente
importante
es el ensayo de
a n a t o m í a
comparada
de B e l o n donde d i b u j ó , uno al lado del otro, los
F I G U R A
I I I . 2 . E l nacimiento v i v í p a r o de una orea. De
Pierre
Belon,
La nature & diversité des poissons ( P a r í s ,
1555).
C o r t e s í a
de la Newberry
L i b r a r y ,
Chicago.
esqueletos de u n hombre y un p á j a r o , s e ñ a l a n d o
h o m o l o g í a s v á l i d a s
entre ambos
(figura
I I I . 3 ) .
D i b u j ó asimismo el pico de un p á j a r o " a c u á t i c o "
o r i g i n a r i o
del Nuevo Mundo (se trataba en
r ea l i
d a d
de un
t u c á n ) ,
mas no
d u d ó
en presentar a
la
vez ilustraciones de serpientes voladoras del
S i n a í y un pez monstruoso que t e n í a
forma
de
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L A N A T U R A L E Z A E N UN MUND O C A M B I A N T E 81
monje y fue copiado más tarde lo mismo por
Gesner que por Rondelet.
La obra de Rondelet estaba inspirada, en parte
al
menos, en su
deseo
de confi rmar las observa
ciones de A r i s t ó t e l e s . Su obra
contenía
una minu
ciosa descr ipción de la vida marina del Medite
r r á n e o ,
pero, al
igual
que
Belon, incluía
a otros
animales asociados con el agua, tales como las
tortugas y las focas. Tampoco
veía ningún
incon
veniente en reproducir monstruos como el pez
F I G U R A
I I I . 3 .
Comparación
de los
esqueletos
de un hom
bre y un pájaro. De Pierre Belon, Portraits d'oyseaux,
animaux, Serpens, Herbes, arbres,
hommes
et
femmes
d'Arable & Egypte (París,
1557).
Cortesía
de la Newberry
L i b r a r y ,
Chicago.
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82 LA N A T U R A L E Z A E N UN M U N D O C A M B I A N T E
monje
y el pez obispo, los que h a b í a copiado de
Gesner y
Belon.
A
fines del siglo xvi se publicaron o termina
r o n
de escribir varias
m o n o g r a f í a s .
Gesner le
h a b í a encargado un l i b r o sobre perros a John
Caius (1510-1573) y otro sobre insectos a Edward
Wotton
(1492-1555) y Thomas Penny (1530-1588).
E l primero a p a r e c i ó en Londres en 1570; el segun
do ,
basado
en las notas de W o t t o n , Penny y otros,
fue recopilado por el m é d i c o paracelsiano isabe-
l i n o Thomas M o f f e t t y publicado finalmente en
1634.
Significativas fueron t a m b i é n las descripciones
cada vez más minuciosas de la f l o r a y de la fauna,
resultado de las exploraciones realizadas en el
siglo xvi. Al concluir ese siglo, las figuras de
algunos de los animales más sorprendentes eran
bastante
comunes en las publicaciones europeas,
mas, en el siglo siguiente h a b r í a n de producirse
c a t á l o g o s , cuidadosamente elaborados, de anima
les originarios de las regiones del mundo r e c i é n
descubiertas. Las descripciones que hizo W i l l e m
Piso (1611-1678) de
peces,
p á j a r o s , reptiles y ma
m í f e r o s de A m é r i c a del Sur o f r e c í a n i n f o r m a c i ó n
precisa de animales tan
e x ó t i c o s
como el capiba
r a ,
el tapir, varias
especies
de monos y perezosos,
e l
jaguar y los
osos
hormigueros sudamericanos.
Jacob Bondt (1592-1631) p r e s t ó un servicio s i m i
l a r
respecto a las Indias Orientales.
C o r r i g i ó
descripciones anteriores de la p i e l del rinoceronte,
semejante a una armadura, y afirmaba que, aun
que pocos europeos
h a b í a n
visto a
esta
bestia, él
h a b í a
visto miles de ellas
(figuras I I I . 4
y
I I I . 5 ) .
De modo similar, h a c í a una d e s c r i p c i ó n del tigre
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84
L A
N A T U R A L E Z A E N UN
M U N D O
C A M B I A N T E
F I G U R A I I I J j . Un rinoceronte más realista dibujado del
natural. De Jacob Bondt, Historiae naturalis & medicae
Indiae
orientalis
(Amsterdam, 1658).
C o r t e s í a
de la New
berry L i b r a r y , Chicago
toria de las plantas, cuyas secciones más impor
tantes trataban de la g e n e r a c i ó n de las plantas.
Esta obra, impresa primeramente en l a t í n (1483)
y
más ta rde en griego (1497), iba a ser una de las
fuentes fundamentales de la t r a d i c i ó n a r i s t o t é
l i c a en
este
campo.
N o
obstante, el
i n t e r é s h u m a n í s t i c o
por la obra
de Teofrasto era menor ciertamente al que
e x i s t í a
p o r los herbarios p r á c t i c o s , donde se d e s c r i b í a n
las plantas y se enumeraban sus
usos
medicinales.
D e é s t o s , el p r i n c i p a l vestigio de la A n t i g ü e d a d
era la obra sobre
materia medica
de Pedanio
Dios-
c ó r i d e s de Anazarbeo, cirujano m i l i t a r del siglo i
de nuestra era.
É s t e d e s c r i b í a
e ilustraba
unas
quinientas plantas, haciendo h i n c a p i é en su uso
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L A
N A T U R A L E Z A E N U N MUNDO
C A M B I A N T E
85
F I G U R A I I I . 6 . E l
o r a n g u t á n ,
de Jacob Bondt. De la Hislo-
riae naturalis & medicae Indiae orientalis
(Amsterdam,
1658). Cortes ía de la Newberry L i b r a r y , Chicago.
como drogas. Las ilustraciones que empleaba
sólo
eran originales en parte, ya que algunas de
ellas pertenecen a una
t radición
más antigua que
se remonta a Cratevas (siglo I a.c). La excelente
calidad de las ilustraciones antiguas de plantas se
aprecia mejor en la copia manuscrita que, se
gún
se presume, fue hecha para Juliana
Anicia
(principios del siglo vi), hija del emperador Fia-
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8 6 LA N A T U R A L E Z A E N U N
MUNDO
C A M B I A N T E
F I G U R A I I I . 7 .
Un ejemplo de la ilustración de las plantas
en las
postrimerías
de la
Antigüedad.
Stratiotes , del
Codex Aniciae Julianae
(Dioscórides) ,
hacia 500 d.c. De
Agnes Arber, Herbáis.
Their Origin and Evolution. A
Chapter in the History of Botany
1470-1670 (Cambridge:
Cambridge University Press, 1912).
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L A
N A T U R A L E Z A
E N UN M U N D O
C A M B I A N T E
89
F I G U R A
I I I . 8 .
La mandragora, del
Herbarius a l e m á n
( 1 4 8 5 ) .
C o r t e s í a
de la Newberry
L i b r a r y ,
Chicago.
piedades medicinales y el descubrimiento de nue
vas variedades de plantas contr ibuyeron a la
f un
d a c i ó n de c á t e d r a s de b o t á n i c a en las escuelas de
/
medic ina de Europa (la pr imera se
f u n d ó
en Pa-
dua, en 1533). Los mismos factores i n f l u y e r o n
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9 0 LA N A T U R A L E Z A E N UN MUNDO C A M B I A N T E
para que se establecieran jardines
botánicos
pú
blicos en Florencia, Bolonia, Par ís y Montpellier
al
finalizar el siglo xvi .
Los
nuevos estudios
sobre
las plantas y el cre
ciente reconocimiento de sus propiedades activas
medicinales hicieron que se diera más
a tención
a
su
descr ipción
exacta.
Para
mediados del siglo
x v i , n i los textos fieles de los humanistas, n i los
antiguos grabados medievales en madera
parecían
satisfactorios. Una nueva era de herbarios se
inicia
con los libros de Otto Brunfels (1489-1534)
en 1530, Jerome Bock (1498-1554) en 1539, y
Leonhard
Fuchs (1501-1566) en 1542
(figura I I I . 9 ) .
Éstos
presentaban nuevas ilustraciones de la na
turaleza
(figura
I I I . 1 0 ) .
Aunque
adolecían
de al
gunos errores (como la insistencia de Brunfels en
identificar
las plantas
alemanas
con las descritas
F I G U R A I I I . 9 . Artistas preparando las ilustraciones para
el libro de Fuchs, De historia
stirpium
(Bas ilea, 1542).
Cortesía de la Newberry L i b r a r y , Chicago.
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L A
N A T U R A L E Z A E N UN MUND O C A M B I A N T E 91
F I G U R A I I I . 1 0 .
Rosa
silvestre.
De Leonhard Fuchs,
De
historia stirpium
(Basilea,
1542).
Cortesía de la Newberry
Library,
Chicago.
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92 LA
N A T U R A L E Z A
E N UN M U N D O
C A M B I A N T E
p o r D i o s c ó r i d e s , o el uso que h a c í a Fuchs de un
sistema a l f a b é t i c o de c l a s i f i c a c i ó n ) , sus ilustra
ciones v i n i e r o n a revoluc ionar el estudio de la
vida
vegetal. Los textos eran menos satisfactorios
y
muchos opinaban que no se h a b í a mejorado
la obra de D i o s c ó r i d e s . Por lo tanto,
esta
obra
antigua sobre materia medica s i g u i ó siendo el
herbario más popular durante el siglo xvi. E l l o
se d e b i ó en gran parte a los esfuerzos de Pierre
M a t t i o l i (1501-1577), cuya
e d i c i ó n
y comentario de
la
obra de
D i o s c ó r i d e s
(1544)
p o n í a
al día el an
tiguo texto, al i n c l u i r ilustraciones
precisas
y nue
vas plantas descubiertas en el siglo
xvi.
En
é s t e
y
el siguiente siglo iban a impr imirse cerca de
cien
ediciones de los comentarios de
M a t t i o l i ,
por
separado o a c o m p a ñ a d o s del texto de D i o s c ó r i d e s .
Pero
M a t t i o l i
no se
l i m i t ó
a convertir la obra
de D i o s c ó r i d e s en una g u í a p r á c t i c a para el m é d i c o
botanista. Plenamente consciente del nuevo inte
r é s de los m é d i c o s por los procesos q u í m i c o s , en
ediciones posteriores de su obra
i n c l u y ó
un
a p é n
dice donde d e s c r i b í a el equipo y los procedimien
tos destilatorios. Consideraba que esta informa
c i ó n era indispensable, pues para entonces la
b ú s q u e d a de las "quintaesencias" se h a b í a exten
dido
y se
s a b í a c o m ú n m e n t e
que tales
m é t o d o s
no se h a b í a n conocido en la A n t i g ü e d a d . Cierta
mente, en esto M a t t i o l i s e g u í a una t r a d i c i ó n me
dieval que puede
observarse
en la obra de Arnau
de Vilanova ( ¿12357-1311 ) , Juan de Rupescissa (si
g lo
xiv)
y algunos autores del siglo xv y p r i n
cipios
del
xvi
como Hieronymus Brunschwig
(¿14407-1512) y P h i l i p Ulstad (hacia 1525).
De esos libros sobre la d e s t i l a c i ó n , uno de los
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L A N A T U R A L E Z A E N U N MUNDO
C A M B I A N T E
93
m á s notables fue escrito por Conrad Gesner. Su
Thesaurus
Euonymi
(1555, 1569) fue traducido
r áp idamen te a los principales idiomas europeos.
Gran
parte del
l ibro
versaba sobre las
técnicas
para la desti lación de hierbas, y Baker, su traduc
tor inglés, aconsejaba a sus lectores "aprender la
manera de aislar, por medio del arte, la sustan
cia pura y verdadera, tan manifiesta como oculta,
la cual es en la medicina una gran ayuda para
eliminar
las enfermedades
difíciles
y rebeldes a
la curación . . . [Entonces] vemos claramente ante
nuestros ojos que las virtudes de las medicinas
producidas mediante desti lación química son más
beneficiosas, mejores y más eficaces que las de
aquellas medicinas que hoy
es tán
en uso y se
acostumbran".
Tales remedios,
insist ía
Baker,
podían
curar
la parálisis, la epilepsia, el asma, las enfermeda
des del bazo, el
gálico,
la gota, la
disenter ía ,
el mal
de piedra, los cólicos y hasta la lepra. Baker,
Gesner y
M a t t i o l i ,
inclusive,
hab r ían
estado
de
acuerdo en que la desti lación química permitía
aislar eficazmente la parte pura y activa de las
hierbas medicinales.
BUENAS NUEVAS DE UN MUNDO NUEVO
Las deficiencias de los antiguos herbarios se pu
sieron
gradualmente de manifiesto en el curso del
siglo
xvi debido a sus ilustrac iones anticuadas, su
omisión
de plantas comunes en las regiones de
Europa al norte de los Alpes, y su falta de infor
mación química. A esta lista debe agregarse el
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94 LA
N A T U R A L E Z A
E N UN
M U N D O C A M B I A N T E
caudal de nueva i n f o r m a c i ó n sobre las plantas,
llevado a Europa por
personas
que
h a b í a n
viaja
do a las Indias Orientales y Occidentales. En
sus
obras
hablaban de la riqueza de las tierras
r e c i é n descubiertas. No s ó l o e s c r i b í a n de sus bes
tias
e x t r a ñ a s ,
sino que
d e s c r i b í a n
asimismo sus
riquezas minerales y su f l o r a e x ó t i c a . Uno de sus
mayores
tesoros
era la gran variedad de hierbas
que utilizaban los nativos como medicinas. É s t a s
o f r e c í a n
nuevas
posibilidades para tratar enfer
medades que en Europa se consideraban incura
bles. Las descripciones de
estas
plantas
apare
cieron primeramente en e s p a ñ o l y p o r t u g u é s , pero
pronto fueron traducidas, resumidas e incorpo
radas
a los nuevos herbarios. Hasta la obra de
D i o s c ó r i d e s
tuvo que ser actualizada con esa
i n f o r m a c i ó n . Amato Lusitano (1511-1568) aclara
ba en su comentario (1553) que
h a b í a
buscado
e s p e c í m e n e s de plantas orientales. Y M a t t i o l i
mostraba
t o d a v í a
mayor
e m p e ñ o
en su
b ú s q u e d a
de
nuevas
y mejores descripciones de plantas
a s i á t i c a s .
L a p r i n c i p a l
fuente de
i n f o r m a c i ó n
sobre las
plantas medicinales de la India era la obra de
G a r c í a
de Orta (1501-1568). Sus
Coloquios dos
simples
e drogas e cousas medicinaes da
India,
donde
d e s c r i b í a
cerca de sesenta plantas, fueron
publicados en Goa en 1563. Cristiano de ascen
dencia
j u d í a ,
Orta
h a b í a e n s e ñ a d o
medicina en
Lisboa
antes
de embarcarse para Goa en 1534 con
e l
fin de estudiar las
nuevas
drogas.
A d m i t í a :
"Si
y o
estuviera en
E s p a ñ a ,
no me
a t r e v e r í a
a hablar
en contra de Galeno y los griegos"; pero
é s t e
era
u n mundo nuevo donde no d e b í a prevalecer ya la
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L A N A T U R A L E Z A E N UN M U N D O C A M B I A N T E 95
autor idad de los antiguos. En efecto, e s c r i b í a , "no
i n t e n t é i s espantarme
con
D i o s c ó r i d e s
ni con Ga
leno,
porque s ó l o voy a decir lo que sé que es
cierto".
1
Su obra muestra poca paciencia para la
t e o r í a m é d i c a en general. En cambio, describe
enfermedades
desconocidas hasta entonces
en Eu
ropa Occidental (como el c ó l e r a a s i á t i c o ) , así
como las plantas que empleaban los
m é d i c o s
nativos. Coleccionaba y cultivaba esa clase de
plantas en su propio
j a r d í n b o t á n i c o ,
donde
h a b í a á l o e s , alcanfor, s á n d a l o y betel. En su l i b r o
identificaba
y
d e s c r i b í a
las plantas antes de se
ñ a l a r sus
usos
f a r m a c é u t i c o s .
Igualmente importante fue
N i c o l á s
Bautista
Monardes (1493-1588), quien en su primera obra
publicada
h a b í a
impugnado el uso de las plantas
medicinales del Nuevo Mundo. No obstante, en
su obra principal, Dos libros, el uno que traía
de todas las cosas que traen de nuestras Indias
Occidentales
(1565; dos partes adicionales fueron
publicadas en 1571 y 1574),
d e f e n d í a e n é r g i c a
mente la materia medica americana. Esta obra
pronto fue traducida al
i n g l é s
por John Frampton
(1577) con el
t í t u l o :
Joyfull Newes Out of the
Newe Found World.
Monardes nunca
v i a j ó
fuera de
E s p a ñ a
y se re
s i s t í a
más que su
c o n t e m p o r á n e o
De Orta a
dese
char la antigua medicina. Con todo, se
daba
cuen
ta de que otros se
h a b í a n
impresionado tanto con
las propiedades de
esas
plantas, las
cuales
pro-
1
Las citas de De
O r t a e s t á n
tomadas de C. R. Boxer,
Two Pioneers of Tropical Medicine: Garcia
d'Orta
and
Nicolás Monardes (Londres, The His panic and L u s o -
B r a z i l i a n Councils, 1963), p. 14.
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96 LA N A T U R A L E Z A E N UN M U N D O
C A M B I A N T E
m e t í a n
ser "un remedio para toda suerte de enfer
medades y heridas", que muchos "se han apartado
en gran medida de las antiguas reglas y procedi
mientos de la med ic ina . .. "
E n las p á g i n a s de Monardes se encuentran nu
merosas
plantas y animales desconocidos
hasta
entonces por los europeos. Se examinan m i n u
ciosamente el
cacao,
el
s a s a f r á s
y la zarzaparrilla,
y
el m e c h o a c á n , el "ruibarbo de las Indias", que
ahora sabemos no es sino un ligero purgante, se
ofrece como remedio para una gran variedad de
padecimientos. Se
presenta
a la madera de gua
yaco como el a u t é n t i c o remedio que utilizaban los
indios contra las enfermedades v e n é r e a s y se des
cribe
detalladamente al tabaco como una
medici
na, junto con numerosos u n g ü e n t o s y mixturas
derivados (figura I I I . 1 1 ) . No obstante, Monardes
observa que los indios "inhalan el humo del taba
co para embriagarse y ver las visiones y las cosas
que se les
aparecen
y en las
cuales
hallan deleite".
Las
obras
de Orta y Monardes fueron popula
rizadas ampliamente en toda Europa por Charles
l'Ecluse (1526-1609), quien las r e s u m i ó y tradujo
a l l a t í n . Las traducciones a otros idiomas se su
cedieron r á p i d a m e n t e . Ya hemos mencionado la
t r a d u c c i ó n
al
i n g l é s
de John Frampton; el para-
celsista f r a n c é s
Jacques
Gohory (1520-1576) fue
uno de los primeros que ponderaron las grandes
propiedades curativas que Monardes a t r i b u í a al
m e c h o a c á n .
E x i s t í a a d e m á s una afluencia constante de
nueva i n f o r m a c i ó n . Juan Fragoso (siglo xvi ) des
c r i b í a las sustancias a r o m á t i c a s y los á r b o l e s
frutales de la India en un l i b r o impreso en 1572.
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L A
N A T U R A L E Z A
E N UN MUN DO C A M B I A N T E 97
F I G U R A
I I I . 1 1 .
La planta del
tabaco.
De Nicolás Monar
des,
Joyfull Newes Out of the Newe Found World,
trad.
de John Frampton (Londres, 1577). Cortesía de la New
berry
Library,
Chicago.
E l Tractado de las drogas y medicinas de las In
dias Orientales (1578), de
Chris taváo
da Costa
(¿
15407-1599), se derivaba en parte del texto ante
rior
de Orta, pero
contenía
mucho material nuevo,
así
como ilustraciones que él mismo
hab ía
rea-
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98 LA N A T U R A L E Z A E N U N MUNDO
C A M B I A N T E
lizado. Similar importancia tenía De medicina
Indorum
(1642), de acob_Bondt, dónde se descri
bían las plantas y las enfermedades de las Indias
Orientales con una minuc iosidad inusitada. La
obra de Bondt tuvo gran difusión, no sólo en v i r
tud de sus propios méritos, sino porque a media
dos del siglo xvn fue publicada conjuntamente
en varias ediciones con un libro de Prospero Al-
p i n i (1553-1617) sobre medicina egipcia (1591). En
De
plantis
Aegypíi
(1592), otro de sus
libros,
A l-
p i n i describía cincuenta y
siete
plantas egipcias.
Y en cuanto a Norteamérica, A
Briefe
and
True
Report of the New Found Land of Virginia (1588),
de Thomas
Hariot
(1560-1621), ofrecía al lector
algunos
grabados
extraordinarios, pero no pre
sentaba una información tan detallada como la
recogida por los exploradores, natura listas y mé
dicos españoles,
holandeses
y portugueses. "
OBSERVACIÓN Y
ORDEN
Los
herbarios se contaban indudablemente entre
los libros más populares que se
imprimieron
en los siglos xvi y xvn . No necesitamos examinar
los con mucho detenimiento para convencernos
del rápido
avance del conocimiento en ese campo.
Basándose en la obra de Dioscórides (donde se
describían
unas quinientas plantas) y en la
tradi
ción medieval (en el texto de Macer se describían
ochenta plantas), los
botánicos
renacentistas
des
cubrieron
rápidamente miles de plantas que
has
ta entonces no se
conocían
o no
habían
sido
descritas adecuadamente. Era necesario ilustrar-
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L A N A T U R A L E Z A E N UN M U N D O
C A M B I A N T E
99
las, redactar descripciones precisas y, sobre todo,
recoger i n f o r m a c i ó n respecto a sus propiedades
medicinales.
M a t t i o l i y otros transformaron ra
dicalmente
la obra de
D i o s c ó r i d e s
para que
este
antiguo texto siguiera siendo
ú t i l
en una nueva
era. Mas ello no satisfizo a muchos y se o f r e c i ó
a l púb l i co^
un verdadero
d i l u v i o
de nuevos herba
rios. É s t o s s o n l a ñ t o s que en vano i n t e n t a r í a m o s
enumerarlos a todos, pero merecen mencionarse
e l
herbario (1551-1568) de
W i l l i a m
Turner
( ¿ 1 5 1 0 ? -
1568),
que abundaba en nuevas observaciones y
cuidadosas descripciones (particularmente de
plantas inglesas);
Pemptades
(1583), de Rember t
Dodoens (1517-1585), con cerca de novecientas
ilustraciones;
y los numerosos
libros
sobre plan
tas de Mathias Lobelius (1538-1616). E l Herball
(1597)
de John Gerard (1545-1612) aún se consi
dera interesante en Inglaterra por su minuciosa
d e s c r i p c i ó n
de las plantas de
j a r d í n
inglesas, así
como del tomate y la patata "virginiana", pero se
basaba
en gran parte en la
t r a d u c c i ó n
que Henry
L y t e ( ¿ 1 5 2 9 7 - 1 6 0 7 ) h a b í a hecho en 1578 del l i b r o
de Dodoens. La obra de Gerard s i r v i ó a su vez de
base
a la más extensa de John Parkinson, Paradi-
sus (1629). En toda
esta
actividad se acostum
braba copiar ilustraciones y descripciones de
cuanta obra se tuviese a mano.
Las obras más amplias de este g é n e r o fueron
compuestas por los hermanos
Bauhirt
La
His-
toire universelle des plantes (publicada postuma
mente en 1651), de
Jean
Bauhin (1541-1613), des
c r i b í a cinco mi l plantas e i n c l u í a tres mil q u i
nientas ilustraciones. Su hermano Gaspard (1560-
1624) era t o d a v í a más industrioso, y su famoso
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100 LA NATURALEZA EN UN MUNDO CAMBIANTE
Pinax
(1623), que contenía información relativa a
seis mi l plantas y, según se aseguraba, seiscientas
descripciones originales, hab r ía de ser una de las
fuentes fundamentales para los
botánicos
durante
los dos siglos siguientes.
Ese cúmulo de nueva información iba a plan
tear un problema de organización que difícilmen
te habrían soñado los botánicos de la Edad
Media
o de
principios
del
siglo
xvi. Ellos se habían
preocupado primordialmente por satisfacer la ne
cesidad de señalar las propiedades medicinales
de las plantas. Por ese tiempo eran pocos los
autores a quienes inquietaba el problema de la
clasificación. Para muchos bastaba con seguir un
orden
alfabético
y
éste parecía
satisfactorio to
davía a Leonhard Fuchs (1542) y Wil l iam Turner
(1568). John Parkinson (1629) dividió a los vege
tales en plantas "de aroma dulce"; purgantes;
venenosas, somníferas , nocivas y sus ant ídotos
respectivos;
hierbas para curar heridas; refres
cantes; picantes y de sabor acre; cardos, y así
por el estilo hasta sumar un
total
de diecisiete
categorías . No sabiendo qu é hacer con algunas
plantas que no parec ían encajar en ninguna par
te, agregó otra categoría, a la que denominó "la
t r ibu
sin orden".
Pero si el orden alfabético
tradicional
aún sa
tisfacía a Fuchs, no ocur r ía lo mismo con su
con temporáneo Jerome Bock (1539). Siguiendo
la tradición aristotélica, dividió su material en
hierbas, arbustos y árboles , pero observaba: "He
colocado
juntas, pero sin
confundirlas,
todas
aquellas plantas que es tán emparentadas y rela
cionadas entre sí o, en todo caso, que se asemejan
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L A N A T U R A L E Z A E N U N M U N D O C A M B I A N T E 101
y pueden compararse, y he
desechado
el antiguo
método o d i s p o s i c i ó n basado en el alfabeto que
se observa en los antiguos herbarios.
Pues
la
colo
c a c i ó n
por orden
a l f a b é t i c o
ocasiona mucha dis
paridad y error."
E l
b o t á n i c o
bohemio Adam Zaluziansky von
Zaluzian (1558-1613) p r e s c i n d i ó de los antiguos
sistemas para ordenar su
Methodi herbariae
(1592)
de un modo novedoso, partiendo de las
formas más simples de la
vida
vegetal para
pasar
a las más complejas. Su obra tiene un i n t e r é Y
adicional,
pues
s o s t e n í a
que se
d e b í a separar zj
l a b o t á n i c a
de la medicina:
*~y /
Se acostumbra relacionar la medicina con la
b o t á n i c a . Sin embargo, el tr atamien to c i e n t í
f i co
exige que las consideremos por
separado.
Pues es un hecho que en todo arte la t e o r í a
debe estar desligada y separada de la p r á c t i c a ,
y
ambas
deben tratarse singular e
i n d i v i d u a l
mente en su propio orden
antes
de
u n í r s e l e s .
Y
p o r esta r a z ó n , con objeto de que la b o t á n i c a
(que es, por así decirlo, una rama especial de
la medicina) pueda formar una unidad en sí
misma antes de que se le relacione con otras
ciencias, se le debe disociar y emancipar de la
medicina.
2
T a l d e c l a r a c i ó n d i f í c i l m e n t e se h a b r í a hecho un
siglo antes.
L os problemas de la c l a s i f i c a c i ó n preocuparon
-
Las citas de Bock y Zaluziansky
e s t á n
tomadas de
Agnes A r b e r , Herbáis,
Their Origin and Evolution. A
Chapter in the History of Bolany
(Cambridge, C a m b r i d
ge University Press, 1912), pp. 136 y 151.
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1 0 2 LA
N A T U R A L E Z A
E N UN MUNDO
C A M B I A N T E
a muchos b o t á n i c o s y z o ó l o g o s de los siglos xvi
y
xvn , y se expusieron varios sistemas. De
Lobel
propuso la
forma
de las hojas como un
criterio
de
c l a s i f i c a c i ó n ;
su sugerencia fue rechazada por
Fabio Colonna (1567-1650), quien a r g u m e n t ó que
otras partes de la planta —tales como la f l o r , el
r e c e p t á c u l o y la semilla— eran
esenciales
para
cualquier sistema semejante. Andrea Cesalpino
(1519-1603), intentando restablecer la autoridad
de
A r i s t ó t e l e s e n. e l
estudio de la
f i l o so f í a
natural,
e s c r i b i ó su
De plantis
(1583), donde propugnaba
p o r un sistema basado en las flores y los frutos.
Gaspard
Bauhin,
i n f l u i d o en parte por la
clasi
f i c a c i ó n de Cesalpino, u t i l i z ó un sistema binario
de nomenclatura para ordenar las plantas. Ba
s á n d o s e en sus c a r a c t e r í s t i c a s comunes, d i v i d i ó el
Pinax en doce libros, y a é s t o s , a su vez, los sub-
d i v i d i ó en secciones. Los pr imeros correspon
d í a n , aproximadamente, a nuestros genera; las
ú l t i m a s , a las
species.
Las plantas se i n c l u í a n en
las distintas secciones de acuerdo a sus propie
dades
comunes. Bauhin a c e r t ó en algunos casos
—como cuando r e u n i ó un grupo de plantas que
c o m p a r t í a n propiedades ( q u í m i c a s ) n a r c ó t i c a s — ,
pero en otros no fue tan afortunado —como
cuando
f o r m ó
un
e x t r a ñ o
grupo de plantas que
t e n í a n poco en c o m ú n , salvo que todas ellas pro
d u c í a n
especias
ú t i l e s . A l igual que Zaluzians
k y , avanzaba de las formas más simples de la
vida vegetal (hierbas) a las más complejas (ár
boles).
L a obra de Bauhin fue continuada por Joachim
Jung (1587-1657) y John Ray (1627-1705). E l
ú l t i m o
o r d e n ó a las plantas y a los animales en grupos
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L A N A T U R A L E Z A E N UN M U N D O
C A M B I A N T E
103
s i s t e m á t i c o s —vestigios de los cuales subsisten
en la c l a s i f i c a c i ó n actual. Por tanto, si bien la
obra de K a r l von Linneo (1707-1778) es conside
rada actualmente como el fundamento de la cla
s i f i c a c i ó n moderna tanto de las plantas como de
lo s animales, los problemas que presentaba ese
gran
c ú m u l o de tipos conocidos h a b í a n dado por
resultado más de un siglo de intentos de siste
m a t i z a c i ó n ,
base
sobre la cual f u n d ó su propia
obra.
T a l vez en ninguna esfera de la ciencia son más
evidentes los cambios de los siglos xvi y xvn que
en la b o t á n i c a y la z o o l o g í a . Cuando examinamos
lo s
pr imeros libros impresos, nos encontramos
primeramente con los herbarios del siglo xv, los
que reflejan t o d a v í a el mundo medieval con sus
crudos
grabados
en madera de plantas y animales
y
su f o l k l o r e . La influencia del humanismo rena
centista se advierte en las Castigationes que
i n f l i g i ó B á r b a r o a P l i n i o , en los esfuerzos por
modernizar a
D i o s c ó r i d e s
y en la esmerada
c r í t i c a
de los textos. Mas, pese al e m p e ñ o de los eruditos
humanistas, ni el
m é d i c o
ni el
b o t á n i c o
pudieron
beneficiarse de tales estudios
hasta
que no mejo
raron
las ilustraciones y descripciones de las_
plantas. Ésa fue la c o n t r i b u c i ó n de los
padres
alemanes de la
b o t á n i c a : ¡ B r u n f e l s ,
Bock, Fuchs
y
sus seguidores de fines del siglo x v i . La mayor
p r e c i s i ó n
iba
a c o m p a ñ a d a
de un enorme incre
mento del n ú m e r o de plantas conocidas. Este
desarrollo se
d e b i ó ,
por una parte, al nuevo inte
r é s por las plantas europeas y, por otra, a la
f a s c i n a c i ó n
que
e j e r c í a n
la
f l o r a
y la fauna de las
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104 LA N A T U R A L E Z A E N U N M U N D O
C A M B I A N T E
regiones del mundo r e c i é n descubiertas. Las q u i
nientas plantas descr i ta s originalmente en la
obra
de D i o s c ó r i d e s h a b í a n aumentado en 1623
a
seis
mil en el
Pinax
de
Bauhin.
Y si la
organi
z a c i ó n de unos cuantos centenares de plantas
p a r e c í a
un problema de poca importancia a los
primeros b o t á n i c o s , al
finalizar
el siglo siguiente
surgieron
controversias en torno a su clasifica
c i ó n —controversias que s ó l o h a b r í a n de resol
verse hasta
bien
entrado el siglo
x v i n .
E l conocimiento del reino animal a v a n z ó para
lelamente
al del reino vegetal. En el curso de los
siglos xvi y xvn, la i n f o r m a c i ó n dispersa en
lo s
herbarios medievales, los relatos de
P l i n i o
y
los antiguos herbarios
dieron
paso
a los estu
dios e n c i c l o p é d i c o s
de animales debido a Gesner
y
A l d r o v a n d i . Esos esfuerzos fueron complemen
tados con
m o n o g r a f í a s
de
p á j a r o s , peces,
insectos
y
otros animales realizadas por autores que obser
vaban la naturaleza y trataban de divorciarse de
las
e n s e ñ a n z a s
de la
A n t i g ü e d a d .
En
este
caso,
como
en el de las plantas, el entusiasmo por las
nuevas formas de vida fue estimulado grande
mente por los viajes que efectuaron los europeos
a A m é r i c a y
Asia
(particu larmente las "Indias
Orientales").
Pero si en esos siglos cruciales presenciamos
una verdadera
e x p l o s i ó n
del conocimiento sin
precedente, s e r í a e r r ó n e o in terpretar la simple
mente como un
t r i u n f o
de la ciencia moderna. La
obra
de Edward Topsell revela una arraigada
creencia en las bestias
m í t i c a s ,
mientras que en
las obras de Gesner, Belon y Rondelet aparecen
formas
monstruosas al lado de
especies
vivas.
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L A N A T U R A L E Z A E N UN M U N D O C A M B I A N T E 105
T a l vez nada refleja mejor ese periodo que la
obra de Bondt, quien
c r e y ó
encontrar en el oran
g u t á n
una prueba de la existencia de los
s á t i r o s
de la
A n t i g ü e d a d .
En efecto, la
b ú s q u e d a
de
monstruos de toda
especie
es manifiesta aun en
las
p á g i n a s
de los primeros
n ú m e r o s
de las Trans-
actions
de la Real Sociedad de Londres a fines
d e l
siglo xvn.
Es posible que en la
t r a d i c i ó n
de los herbarios
hayamos visto una
c o n t i n u a c i ó n
de la antigua
doctrina de las signaturas.
S e g ú n
esta doctrina,
la
correspondencia del nombre o la forma de una
planta con los de un
ó r g a n o
humano indicaba el
uso medicinal apropiado de tal planta. En ese te
rreno los paracelsistas intentaron implantar una
reforma, pero en lugar de negar en
p r i n c i p i o
la
doctrina, introdujeron los
m é t o d o s q u í m i c o s .
La
i d e n t i f i c a c i ó n
correcta de un "signo", alegaban,
s ó l o
era posible mediante la
d e s t i l a c i ó n ,
por la
cual se separaba la
esencia
pura de la planta de
su impura sustancia exterior. Fuera de
e l l o ,
es
evidente que la
r e l a c i ó n
de la
a s t r o l o g í a
con el
conocimiento
de las plantas no estaba ciertamen
te en decadencia en el periodo a que nos hemos
referido.
Se puede observar un avance similar del cono
cimiento
en el estudio del cuerpo humano que se
l l e v ó a cabo en el Renacimiento, tema del si
guiente
c a p í t u l o .
Pero, como veremos,
t a m b i é n
en ese campo encontramos una r e l a c i ó n entre el
misticismo
y la
t é c n i c a
rigurosa basada en la
o b s e r v a c i ó n .
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I V .
E L ESTUDIO D E L
H O M B R E
LA
NUEVA comprens ión
del cuerpo humano a que
se
llegó
en el Renacimiento fue el resultado de
estudios
anatómicos
realizados con una intensi
dad que probablemente no tiene paralelo en nin
guna
época
anterior. A l respecto, conviene exa
minar una serie de profesores de
Padua
y sus
discípulos:
Andreas Vesalio, Realdo Columbo
(¿15107-1559),
Gabriele Falloppio
(¿15337-1562),
Hieronymus Fabricius de Acquapendente
(¿15337-
1619) y Wi l l i am Harvey. No obstante, en el perio
do intermedio entre la
publicación
del De
fabrica
(1543) de Vesalio y el De motu coráis (1628) de
Harvey
se dieron
también
las aportaciones de
otros cuya obra no siempre se ajusta tanto como
la
de los primeros a las pautas de la ciencia mo
derna. Así, por ejemplo, Miguel Servet (¿15117-
1553) describió
la
circulación
pulmonar de la san
gre en un tratado teológico (1553) y, como vere
mos más adelante, en su obra
reaparecen
la
ana
logía y la correlación entre el macrocosmos y el
microcosmos, como un es t ímulo tanto de la inves
tigación como de la especulación. Tal vez nada
revela mejor la complejidad de las corrientes
intelectuales de principios del siglo xvn como el
hecho de que la mayor parte de las figuras
desta
cadas
de esta hi storia profesaban abiertamente
su
fidelidad
a Aristóteles y Galeno, mientras que
el médico-alquimista inglés Robert
Fludd
fue el
primero
que defendió en un libro (1629)"Táleor ía
de la
circulación
de la
sangre
de Harvey, movido
106
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E L E S T U D I O D E L H O M B R E 107
por
las que él consideraba sus profundas conno
taciones místicas.
LA HERENCIA MEDIEVAL
Como en los demás campos de la ciencia, la ana
tomía y la fisiología del Renacimiento se basaron
inicialmente
en textos y conceptos que
subsistían
de épocas anteriores. En parte, ello implicaba
una
aceptac ión
de
la~~añálbgía
macrocosmos-mi
crocosmos, tal como la había entendido" Aristó
teles, y
e n t r a ñ a b a
asimismo una
concepción vita-
listá de la naturaleza, la cual ser ía objeto de los
ataques
de los mecanicistas del siglo xvn .
Pero, además de la pervivencia de antiguos con
ceptos
filosóficos, existía
un imponente cuerpo de
información anatómica y fisiológica que había
sido
heredada
de la
Antig üedad. Alcmeón
de Cro-
tona (hacia el a ño 500 a.c.) y Aristóteles (384-322
a.c.) se
hab ían
interesado en la
descr ipción
de las
partes del cuerpo del hombre y los animales, y en
Alejandría Herófilo
y
Eras í s t r a to
(hacia 280 a.c.)
hab ían presidido una p róspe ra escuela de anato
mía.
Se
decía
que para llevar a cabo sus obser
vaciones
hab ían
practicado la
vivisección
de
c r i
minales que les
hab ían
suministrado los Ptolo-
meos; pero, sea cierto o no lo anterior, todo
parece
indicar que, en efecto, los anatomistas
alejandrinos disecaron cadáveres humanos. Los
resultados
h a b r í a n
de
verse
en sus detalladas
des
cripciones
ana tómicas
de las
partes
del cuerpo
humano y su
comparac ión
con partes
análogas
de animales. Además, sus investigaciones fisioló-
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108
E L
E S T U D I O D E L H O M B R E
gicas iban a ser tema de
d i s c u s i ó n
por casi dos
m i l a ñ o s .
Pero, si bien los estudios
a n a t ó m i c o s
alejandri
nos se siguen considerando actualmente como uno
d é
los puntos culminantes de la ciencia antigua,
sus textos í n t e g r o s se perdieron en siglos sucesi
vos debido a la influencia arrolladura de Galeno.
Originalmente
cirujano de los gladiadores de Pér-
gamo, su ciudad natal, Galeno
v i a j ó
por todo el
Imperio y e s c r i b i ó sobre todos los aspectos de la
f i lo so f ía
y la medicina.
S e r í a
su obra, y no la de
sus predecesores, la que h a b r í a de ser recopilada
y compendiada por los autores
m é d i c o s
de las
p o s t r i m e r í a s de la A n t i g ü e d a d y el Islam. Y en
contra de la influencia continuada de su obra
reaccionaron Paracelso y sus seguidores en el
siglo
xvi. En vano
i n t e n t a r í a m o s
resumir los ex
tensos escritos de Galeno; sin embargo, creemos
necesario
s e ñ a l a r
ciertos puntos de su doctrina
que impugnaron particularmente los anatomistas
d e l
siglo xvi .
Los trabajos a n a t ó m i c o s y f i s i o l ó g i c o s de Ga
leno eran voluminosos y minuciosos. Su obra tie;
ne singular importancia por su examen de la
m é d u l a espinal, el mecanismo de la r e s p i r a c i ó n
y
el sistema cardiovascular. Pero sus conclusio
nes estaban
basadas
s ó l o hasta cierto punto en la
d i s e c c i ó n del cuerpo humano. Él h a b í a recurrido
principalmente a animales f á c i l e s de conseguir:
ovejas, bueyes, cerdos, perros y, especialmente,
macacos. Por tanto, no debe sorprendernos que
haya incurr ido en notables errores. Así, como
parte de la a n a t o m í a del cuerpo humano, descri
b í a un h í g a d o de cinco l ó b u lo s ( b a s á n d o s e en la
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E L E S T U D I O D E L H O M B R E
109
d i s e c c i ó n de un perro) y la
rete
mirabile (un
complejo sistema de vasos s a n g u í n e o s que no
existe en el hombre). Estos y otros errores ha-^
b r í a n
de formar parte de la
e n s e ñ a n z a
de la
a n a t o m í a hasta el siglo xvi.
Especial
s i g n i f i c a c i ó n tiene la d e s c r i p c i ó n que
hace Galeno del sistema cardiovascular (figu
ra
I V . l ) . En
este
caso, el descubrimiento de erro
res fundamentales en sus textos durante el Re
nacimiento
condujo a un concepto radicalmente
novedoso del torrente s a n g u í n e o . S e g ú n Galeno,
la sangre se originaba en el h í g a d o y de a l l í , era
conducida por las venas a todas las partes del
cuerpo. Rica en e s p í r i t u s naturales, la sangre
venosa
c u m p l í a
la
f u n c i ó n
de
n u t r i r
los tejidos
d e l cuerpo y
eliminar
a la vez las
sustancias
de
desecho. Esa
sangre
viciada llegaba finalmente
a l v e n t r í c u l o derecho del c o r a z ó n . La mayor par
te de ella era enviada primeramente a los p u l
mones y d e s p u é s al h í g a d o , luego de que h a b í a
sido
depurada de las impurezas acumuladas. No
obstante, Galeno postulaba la existencia de poros
que comunicaban los v e n t r í c u l o s derecho e iz
quierdo
del c o r a z ó n y a t r a v é s de los cuales una
parte muy p e q u e ñ a de la
sangre
venosa
pasaba
a la cavidad izquierda.
Al l í
se combinaba con
aire, proveniente de los pulmones, para formar
l o s e s p í r i t u s vitales necesarios para la vida y
é s t o s eran distribuidos d e s p u é s por las arterias.
U n a t r a n s f o r m a c i ó n f i n a l t e n í a lugar en el cere
b r o , donde los e s p í r i t u s animales eran prepara
dos y
encauzados
por medio de los nervios. La
clave de este sistema r e s i d í a en los poros inter-
ventriculares, o r i f i c i o s
que no
e x i s t í a n .
Una vez
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110
E L E S T U D I O D E L H O M B R E
F I G U R A
I V . l . Diagrama del sis tema f i s i o l ó g i c o de Galeno.
D e Charles Singer,
The
Discovery
of the Circulation of
the Blood
(Londres, Wm. Dawson and Sons , Ltd . , 1956).
C o r t e s í a de A. W. Singer.
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E L E S T U D I O D E L H O M B R E
111
que se
d e s c u b r i ó
lo anterior fue preciso revisar
todo el sistema.
N o obstante, la r e v i s i ó n de la f i s i o lo g í a g a l é n i c a
ib a
a tardar más de un
milenio.
E l l o
se
d e b i ó
en
parte al hecho de que Galeno h a b í a sido la ú l t i m a
figura prominente de la a n a t o m í a y la f i s i o l o g í a
griegas. Mas, t a m b i é n , al hecho de que los m é d i
cos posteriores de la A n t i g ü e d a d se aplicaron me
nos a realizar nuevas investigaciones que a com
pendiar y codificar los escritos de Galeno. Y si
m á s tarde la medicina musulmana iba a
estar
in
f l u i d a profundamente por Galeno, el é n f a s i s pues
t o en los textos á r a b e s r e c a e r í a más en las
causas
y
la c u r a c i ó n de las enfermedades que en la ana
t o m í a
y la
f i s i o l o g í a .
El mundo de la cultura
occi
dental h a b r í a de reflejar los textos orientales a
parti r de sus traducciones
hechas
en el siglo x i n
y , dado el c a r á c t e r de los intereses i s l á m i c o s , los
eruditos
occidentales de la Edad
Media
conocie
r o n relativamente poco las obras a n a t ó m i c a s de
Galeno.
Los
m é d i c o s
del siglo x n i
s ó lo d i s p o n í a n
de una v e r s i ó n abreviada de Sobre el uso de las
partes.
E n contraste con el n ú m e r o limitado de textos
a n a t ó m i c o s
disponibles, los primeros
pasos
dados
para restablecer las disecciones
p ú b l i c a s c o n s t ¿ _
t u í a n un buen presagio del futuro. Durante el si-y
g lo xn se v o l v i ó a disecar animales en Salerno,
y
a principios del siglo xiv Bolonia se c o n v i r t i ó
en el centro de los estudios a n a t ó m i c o s . A ll í el
e s t í m u l o
provino,
no de la facultad de medicina,
sino
de la escuela de derecho, cuyos miembros-*
vieron
la necesidad de practicar autopsias. E l
texto a n a t ó m i c o escr ito en esa ciudad por Mon-
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112 E L
E S T U D I O D E L H O M B R E
diño de Luzzi (¿12757-1326) en el año 1316 sería la
pauta a la que hab r ían de ajustarse las diseccio
nes públ icas hasta bien entrado el siglo xvi (fi
gura
I V . 2 ) .
En ese
l ibro,
Mondino
descr ibía
p r i
meramente los órganos de la cavidad abdominal
y luego, procediendo siempre de dentro hacia
afuera, proseguía en dirección de la cabeza y las
extremidades. Este orden daba prioridad a aque
llas partes del cuerpo que más tendían a descom
ponerse, un
aspecto
de suma importancia en una
época en la cual se carecía de preservativos ade
cuados.
Las escuelas de medicina medievales no tarda
ron en reconocer el alcance de tales demostracio
nes, y pronto se
obligó
a los estudiantes de
medi
cina
a asistir a un
n ú m e r o
determinado de anato
mías públicas. Para 1400 la an at om ía públi ca
•¡
formaba parte regular del programa de estudios
/ en la mayor ía de las universidades. Con todo,
, debe
aclararse que
esas
demostraciones
ten ían
el
propósi to
de
familiarizar
a los estudiantes con
las
partes
del cuerpo humano y no
p re tend ían
ser
nuevas investigaciones.
U N RENACIMIENTO
ANATÓMICO
La persistencia de la tradición influía para que el
texto ana tómico de Mondino se siguiera publi
cando a fines del siglo xv, pero los médicos huma
nistas de ese periodo mostraban mayor interés
por los textos de la Antigüedad. Pronto se supo
que las obras ana tómicas más importantes de
Galeno no habían
estado
al alcance de los
erudi
tos, y se hicieron decididos esfuerzos para prepa-
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114 o * E L E S T A D I O D E L H O M B R E
rarlas con objeto de publicarlas, tanto en griego
I como en_ l a t í n .
J a r a
1500 hab ían aparecido varias
.traducciones al
la t ín
de
Sobre el uso de las partes
jde Galeno, y el
médico
humanista
inglés
Thomas
iLinacre, fundador del Colegio de
Médicos
de
Londres (1518), soñó con publicar una edición en
griego de las obras completas de Galeno. De
hecho, él fue
responsable
de la edición de una
serie de obras individuales de medicina, entre
ellas
Sobre las facultades naturales
de Galeno
(1523). Más industrioso a ú n fue Johannes Guin-
ter de Andernach, profesor de medicina de
P a r í s ,
quien
dedicó
muchos de sus primeros
años
de
actividad profesional a la p reparac ión de textos
médicos
griegos. No
sólo
tradujo la mayor
parte
de la obra de Galeno, sino que p r e p a r ó edicio
nes de otros
médicos
de la
Antigüedad t a r d í a :
Pablo de Egina (fines del siglo vn ) , Caelius Aure-
lianus (siglo vn), Oribasio
(¿325?-¿400?)
y Alejan
dro de Tralles (siglo
v i ) .
Escr ibió asimismo libros
sobre
la
peste,
los manantiales de
aguas
medicina
les y obstetricia —y, en su vejez, una
defensa
de
los medicamentos
químicos
de los paracelsistas.
Es
verdaderamente
significativo el
hecho
de
que Guinter acababa de terminar su traducción
de
Sobre los procedimientos
anatómicos
de Ga
leno (1531) cuando un nuevo alumno, Andreas Ve
salio,
iniciaba sus
estudios
de medicina en
P a r í s .
Reconociendo el talento de ese joven, Guinter lo
empleó como su asistente en la p reparac ión de su
propio texto, las
Instituciones
anatómicas según
la opinión de Galeno para los estudiantes de me
dicina (1536). Si bien más
tarde
Vesalio habría
de
expresar
sus dudas
respecto
a la pericia de su
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E L E S T U D I O D E L H O M B R E 115
maestro, subsiste el hecho de que de él
r e c i b i ó
la
p r e p a r a c i ó n
más avanzada que por ese entonces
se
p o d í a
adqu ir i r en ese campo en toda Europa
— a d e m á s
de heredar su profunda
i n c l i n a c i ó n
ga
l é n i c a .
Perspicaz observador, Vesalio pronto se dio
cuenta de los muchos errores en que
h a b í a i n c u
r r i d o
Galeno —y de la necesidad de representar ¡
adecuadamente
las
partes
del cuerpo. En
e s i i -
aspecto
su obra puede considerarse
a n á l o g a a
la
de Brunfels, Bock y Fuchs, quienes advirtieron
la
importancia de las nuevas ilustraciones en el
campo de la
b o t á n i c a .
Sin embargo,
sería injifgTJfr
atribuir a VesaliaJpdq el
c r é d i t o
de la
i l u s t r a c i ó n
a n a t ó m i c a
moderna^Los dibujos
a n a t ó m i c o s
que
h a b í a
" r e á l i z á d o ^ a n t e s ^ L e i p j i ^ d c ^ 3 a - J ü r i e i
(1452-
1 5 1 9 ) e í á l T m a g i s t r a l e s ,
mas, desgraciadamente, ha-
:Wan
r
4etridu'Trtfca
r e p e r c u s i ó n ,
pues
no H a b í a n
sido
publicados.
Pero otros
h a b í a n
precedido
a
Vesalio
-•n-ese"Campo, muy notablemente Berengario da
Carpi,
de
Bolonia
(¿1460?-¿
1530?) "quien
h a b í a
encargado nuevos dibujos
a n a t ó m i c o s
para su
"comentario al texto de
M o n d i n o .
E l camino que condujo a De humani corporis
fabrica
fue relativamente corto.
D e s p u é s
de aban
donar
P a r í s ,
Vesalio
e j e r c i ó
la docencia en
L o v a i
na por espacio de un año (1536) y luego se
g r a d u ó
de
m é d i c o
en
Padua,
donde inmediatamente fue
nombrado profesor de
c i r u g í a
(1537).
A d e m á s
de
viajar
y
e n s e ñ a r ,
Vesalio
e s c r i b í a
constantemente.
E n
1538,
a p e t i c i ó n
de sus alumnos de
a n a t o m í a ,
aparecieron sus
Tabulae sex
—seis
hojas de texto
e ilustraciones. Tres de
esas
hojas
h a b í a n
sido
ilustradas por Jan Stephen van Calcar (1499-
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116
E L
E S T U D I O D E L
H O M B R E
¿ 1 5 5 0 ? ) , d i s c í p u l o de Tiziano. En 1541 Vesalio
fcolaboró en una e d i c i ó n de Galeno y dos a ñ o s
más tarde se p u b l i c ó su obra maestra sobre
e l
cuerpo humano
(figura
I V . 3 ) .
Poco
d e s p u é s
de
su p u b l i c a c i ó n fue nombrado m é d i c o del empe
rador Carlos V, y posteriormente de su h i j o , F e l i
pe I I de E s p a ñ a . Hombre de gran e n e r g í a , Vesa
l i o
se preparaba para retomar a Padua cuando
m u r i ó en 1564, al regresar de una p e r e g r i n a c i ó n
que
h a b í a
hecho a
J e r u s a l é n .
L a
mayor
r e p e r c u s i ó n
de
De fabrica
se
d e b i ó
^principalmente a sus l á m i n a s (que posiblemente
í h a b í a n
sido dibujadas
t a m b i é n
por Jan Stephen
Ivan Calcar) (figura
I V . 4 ) .
Pero cuando examina
dnos el texto encontramos el
esperado
fundamen
to
g a l é n i c o . Como otros m é d i c o s humanistas,
Vesalio h a b í a
buscado afanosamente hasta los
m á s nimios errores en los textos antiguos. Ésa
era la
e r u d i c i ó n aceptada
y no afectaba la estima
c i ó n general en que se t e n í a a los m é d i c o s de la
A n t i g ü e d a d .
No obstante, Vesalio
s e g u í a
el mé
todo g a l é n i c o cuando c o n d u c í a al lector primera
mente al esqueleto, luego a los
m ú s c u l o s
y el
sistema cardiovascular y, por ú l t i m o , al cerebro
y los ó r g a n o s de las cavidades abdominal y t o r á
cica.
Este orden era opuesto al
m é t o d o p r á c t i c o
de d i s e c c i ó n de Mondino.
Nuestra
a t e n c i ó n h a b r í a
de concentrarse en el
tratamiento que da Andreas Vesalio al c o r a z ó n y
a los sistemas arter ial y venoso. En
este
punto
su actitud es indiscutiblemente conservadora.
N o
cuestiona los
e s p í r i t u s g a l é n i c o s
(naturales, vi
tales y animales) y no existe un verdadero viraje
respecto de Galeno en su examen del torrente
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F I G U R A I V . 3 . Portada del De fabrica (Basilea,
1 5 4 3 ) .
Ad
v i é r t a s e que es el propio Vesalio quien diseca el cuerpo
—una escena muy distinta de la
i l u s t r a c i ó n
de Mondino
de 1493. C o r t e s í a de la Newberry L i b r a r y , Chicago.
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118
E L E S T U D I O
D E L
H O M B R E
F I G U R A
IV.4. Una de las
l á m i n a s
que ilustran los
m ú s c u l o s
humanos. De Andreas Vesalio, De humani corporis fa
brica (Bas ilea, 1543).
C o r t e s í a
de la Newberry
L i b r a r y ,
Chicago.
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E L E S T U D I O D E L H O M B R E
119
s a n g u í n e o . Y , en cuanto al c o r a z ó n , Vesalio se
resiste tanto a rechazar la
p o s i c i ó n g a l é n i c a
con
respecto a los poros in terventr iculares del sep
tum
que escribe:
E l septum e s t á formado por la sustancia más
densa del c o r a z ó n . Existen en sus dos lados
abundantes
o r i f i c i o s . Ninguno
de
é s t o s ,
hasta
donde pueden percibir los sentidos, penetra del
v e n t r í c u l o
derecho al
izquierdo.
Nos
maravi
llamos
ante el arte del Creador que
hace pasar
l a sangre del v e n t r í c u l o derecho al izquierdo a
t r a v é s
de poros
invisibles.
1
A q u í
se rechaza la
o b s e r v a c i ó n
en favor de la
autoridad,
lo que nos da una idea de la prepoten
c ia
que
e j e r c í a
Galeno a mediados del siglo xvi .
E n 1555 Vesalio p u b l i c ó una segunda e d i c i ó n del
De fabrica.
En
é s t a
regresaba al problema de los\
poros interventriculares del septum. Pero ahora
observaba que "aunque algunas
veces
estos
o r i
ficios
son notorios, ninguno, sin embargo, hasta
donde pueden percibir los sentidos,
pasa
del ven
t r í c u l o derecho al izquierdo". Ahora se rechaza
a Galeno, pero el lector siente que arribar a esa
d e c i s i ó n fue doloroso: "Hasta hace poco no me
h a b r í a
atrevido a apartarme de Galeno ni siquiera
e l ancho de un cabello. Pero me parece que el
septum del
c o r a z ó n
es tan macizo, denso y com
pacto como el resto del c o r a z ó n . Por lo tanto,
no
veo
c ó m o
hasta la
p a r t í c u l a
más
p e q u e ñ a
po-
1
Las citas de Vesalio e s t á n tomadas de Charles S i n
ger,
A History of Biology
(Nueva Y o r k , Henry
Schuman,
1950, ed. rev.), p. 103.
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120
E L E S T U D I O D E L H O M B R E
dría ser transferida del ventrículo derecho al
¡izquierdo
a
través
del
septum.
Esa
decisión,
con-
]
firmada por anatomistas contemporáneos, iba a
dar por resultado una completa
reconsideración
j
del torrente sanguíneo.
Vesalio
no era insensible a las cr í t icas que reci
bía
de
quienes
eran más
conservadores
que él:
"En verdad, merezco algo mejor que las calum
nias de aquellos que
están
furiosos contra mí
porque sus estudios no han sido tan afortunados
como los
míos,
porque no acepto a Galeno y
rehíí
so dudar de mis ojos y mi razón por su
causa."
5
A
pesar
del gran respeto que
sentía
por las obras
de Galeno, rechazaba las sugerencias mal inten
cionadas que se le
hacían
para que se
limitara
a
publicar
obras de comentarios galénicos a la
usanza
humanista, más
apegada
a la
tradición.
E L TORRENTE SANGUÍNEO: DE
VESALIO
A HARVEY
Es posible que Vesalio no haya sido un innovador
tan grande como alguna vez se
sugirió,
pero es
indudable que el De
fabrica
se convirtió casi
inmediatamente en el texto
anatómico
de mayor
influencia.
Se copiaban el
libro
y sus ilustracio
nes, y su importancia se pone de manifiesto en
una sucesión de relaciones maestro-discípulo que^
se
inician
con Vesalio y su sustituto en
Padua.
Su
sucesor
fue Realdo Columbo, quien había sidoi
-
La s citas de Vesalio sobre sus
críticos
galenistas es
tán tomadas de C. D.
O'Malley,
Andreas Vesalius of Brus-
sels 1514-1564 (Berkeley y Los Á n g e l e s ,
University
of Ca
lifornia Press,
1964), p. 222.
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E L E S T U D I O
D E L
H O M B R E
121
su asistente. É s t e , a su vez, fue sucedido por Ga-
briele
Falloppio, famoso por su estudio del oviduc
t o humano y en cuyo honor se llaman las trompas
que
llevan
su nombre. Falloppio fue remplazado
p o r Hieronymus Fabricius, cuya obra sobre las
v á l v u l a s de las venas era conocida ampliamente
p o r su d i s c í p u l o W i l l i a m Harvey. Esta notable,
s u c e s i ó n indica la r e l a c i ó n estrecha y directa que
e x i s t í a entre Vesalio y Harvey.
M a s ,
si la obra de Vesalio
h a b í a
determinado
la
estructura del
c o r a z ó n ,
ciertamente no
h a b í a
establecido su f u n c i ó n . La f i s io l o g í a b á s i c a s e g u í a
siendo
g a l é n i c a
y se derivaba de Sobre
el uso de
las partes. En efecto, por lo que toca al c o r a z ó n ,
los
pulmones y las arterias,
pocas
modificaciones,
se h a b í a n hecho a la doctrina de Galeno.
N o obstante, los seguidores de Vesalio comeif'
zaron a profundizar en seguida en el estudio de la
c o r r e l a c i ó n que e x i s t í a entre
estas
partes del cuer
po humano, así como en el estudio de los fines
de la
r e s p i r a c i ó n .
E l pr imero en hacerlo fue
M i g u e l
Servet, cuya
f o r m a c i ó n i n i c i a l
guarda-
cierta s i m i l i t u d con la de Vesalio. Es cierto, con el
tiempo h a b r í a
de convertirse en una mezcla de
a s t r ó n o m o , m a t e m á t i c o y t e ó l o g o , pero él tam
b i é n h a b í a
estudiado
a n a t o m í a
con Guinter en
P a r í s y, al i g u a l que Vesalio, h a b í a sido su asis
tente. Volvemos a encontrar en él a un galenista,
como puede apreciarse en su Descripción de los
jarabes... según
el
juicio
de
Galeno (1536). Pero
en una obra anterior de medicina se h a b í a atacado
y a
a Leonhard Fuchs
a c u s á n d o l o
de hereje y, sin
duda, el propio Servet era u n radical religioso,
en una é p o c a en que era peligroso ser disidente.
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1 2 2 E L E S T U D I O D E L H O M B R E
U n
unitario
que no toleraba n i a l o s c a t ó l i c o s n i
a los protestantes,
antes
de c u m p l i r lo s 2 1 a ñ o s
h a b í a
publicado
dos
libros donde
s e ñ a l a b a lo s
errores
de la
doctrina
d e l a T r i n i d a d .
Acosado,
a d o p t ó e l
nombre
de Villanovus y se e m p l e ó c o n
unos editores. Para 1546 hab ía escrito su Resti
tución del cristianismo, cuyo manuscrito e n v i ó
—junto co n otra
obra
suya sobre la T r i n i d a d —
a Juan Ca lv ino , en Ginebra. V i é n d o s e obligado a
h u i r d e l a
Francia
c a t ó l i c a , e m p r e n d i ó u n
viaje
a I t a l i a , d e t e n i é n d o s e e n Ginebra. En esa ciudad
fue reconocido como e l hombre q u e h a b í a atacado
a Calvino y fue arrestado cuando se encontraba
en la iglesia.
Juzgado
p o r sus errores, fue sen
tenciado
a
muerte
y
quemado
en la
hoguera
con
su l ibro en 1553.
D e l a s m i l
copias
de la
Restitución del cristia
nismo impresas
en 1553 sólo se conservan tres.
p.1
l i b r o es u n a e x p r e s i ó n d e la s convicciones re
ligiosas
de Servet, pero tiene
importancia para
i
nosotros principalmente
p o r su c a p í t u l o
quinto,
donde
trata
d e l E s p í r i t u Santo y l a d i s p e n s a c i ó n
d e l e s p í r i t u d i v i n o a l
hombre.
Al l í Servet exami
naba l a r e s p i r a c i ó n y l a r e l a c i ó n
entre
e l e s p í r i t u
y e l aire. E l e s p í r i t u v i t a l q ue r e s i d í a e n e l cuer
po e r a , en su op in ión , e l
resultado
de una
mezcla
de
sangre
s u t i l y
aire
inspirado —y no se formaba
4 n e l v e n t r í c u l o
izquierdo
d e l c o r a z ó n , como pos-
' tu laba Galeno, sino en los pulmones. Rechazan
do el concepto g a l é n i c o d e u n "sudor" de sangre
q u e transpiraba d e l v e n t r í c u l o derecho a l izquier
d o ,
Servet
d e s c r i b í a
acertadamente
l a c i r c u l a c i ó n
pulmonar: es decir, la
sangre
d e l v e n t r í c u l o de
recho es
bombeada
p o r
medio
de la arteria p u l -
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E S T U D I O
D E L
H O M B R E
123
monar a los pulmones. En
és tos
ocurre un cam
bio de color, pues la sangre venosa se aclara al
entrar en contacto con el aire inspirado. De
allí
la
sangre
viaja
al
ventr ículo
izquierdo por la
vena pulmonar y es
distribuida después
por el
sistema arterial. Se sabe ahora que esta fase de
la circulación
de la sangre ya
había
sido descrita
correctamente por Ibn an
Nafis
en el siglo XI I I ,
pero no hay
indicios
de que
algún
anatomista del
siglo xvi haya conocido su obra.
Conviene insistir
en que la
descr ipción
de SeT^
vet
debe
situarse en su contexto. Cabe señalar que
entonces, como en todo ese periodo, se realiza
ron observaciones
significativas
en contextos que
hoy
no
ser ían
considerados
científicos.
Conside
raciones similares a p ropós i to del espír i tu aéreo y
su relación
con la sangre
h a b r í a n
de
llevar
a
Robert
Fludd, setenta
años
más tarde, a des
cr ib i r una circulación mística de la sangre —y a
escribir asimismo la pr imer a defensa del
De
motu coráis de Harvey.
Pero aunque las opiniones de Servet sobre la
circulación
pulmonar eran conocidas un siglo
más tarde, es dudoso que su obra haya ejercido
alguna influencia
a mediados del siglo xvi. No
obstante, en la segunda
mitad
de ese
siglo
se
acep tó ráp idamente
la idea de un
septum
no
poroso, hecho que exigía una nueva explicación
del
origen de la sangre arterial. Realdo Columbo
llegó al mismo resultado que Servet —y proba
blemente de modo independiente— en su texto
de a n a to m ía (1559). A l leer lo —y ocurre lo con
t rar io
cuando leemos a Servet— sentimos que
estamos dentro de la sólida tr adi ció n an atóm ic a
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124
E L E S T U D I O D E L H O M B R E
de Vesalio. De nuevo encontramos la influencia
g a l é n i c a , pues el h í g a d o es el encargado de
per
feccionar la sangre nutriente que es distribuida
d e s p u é s
a todo el cuerpo. De modo similar, es
e l v e n t r í c u l o izquierdo el que distribuye la san
gre vitalizada por medio de la aorta. Sin
embar
go, la precisa d e s c r i p c i ó n que h a c í a Columbo del
c o r a z ó n y sus v á l v u l a s r e q u e r í a de la circula
c i ó n pulmonar
para
explicar el
paso
de la sangre
de derecha a izquierda. D e s p u é s de Realdo Co
lumbo
esa " c i r c u l a c i ó n menor" g o z ó de general
a c e p t a c i ó n .
. ,£1 nexo f i n a l que l iga a Harvey con la escuela
y'de Padua puede hallarse en la obra del que fue
¡
su
maestro
de
a n a t o m í a ,
Hieronymus Fabricius,
j quien estuvo vinculado a esa universidad durante
|
sesenta
y cuatro a ñ o s . Aunque tal vez se cita a
Fabricius más a menudo por su obra sobre ana-
)
t o m í a comparada, su importancia como
predece
sor de Harvey se debe particularmente a su des
cripción de las v á l v u l a s de las
venas.
R e a l i z ó su
i n v e s t i g a c i ó n en este campo cuando Harvey es
tudiaba en
Padua
y p u b l i c ó sus
resultados
en
1603. Pero, galenista cabal, Fabricius i n s i s t í a
en que la f u n c i ó n de
esas
v á l v u l a s era prevenir
dilaciones peligrosas. Las
v á l v u l a s
actuaban para
evitar la i n a n i c i ó n que pudiesen sufrir
otras
par
tes del cuerpo en
caso
de que un sitio requiriera
de un exceso de alimento. Su ausencia en las
arterias se explicaba por el f l u j o y reflujo normal
de la
sangre
arterial. Para Harvey las v á l v u l a s
iban
a ser la prueba de que la
sangre
circulaba
en un solo sentido. —¿
Aunada al avance acelerado del conocimiento
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E S T U D I O D E L
H O M B R E
125
a n a t ó m i c o ,
al
finalizar
el
siglo
xvi
e x i s t í a
en al
gunos sabios la tendencia a hablar en
t é r m i n o s
generales de la
c i r c u l a c i ó n
de la sangre en todo el
cuerpo. Esto
o b e d e c í a
a varias razones. Algunos
de ellos —como Cesalpino— eran a r i s t o t é l i c o s
militantes. —
A r i s t ó t e l e s h a b í a hablado acerca de la
p r i
m a c í a
que
t e n í a
el
c o r a z ó n
sobre las
d e m á s
partes
d e l
cuerpo, y Cesalpino iba a adoptar la
t e o r í a
de la
c i r c u l a c i ó n
de la sangre, porque
é s t a
pare^
c í a dar más importancia al c o r a z ó n . Otros pen
saban en
f u n c i ó n
de influencias
celestes
y
m í s
ticas que obraban conforme a las corresponden
cias existentes entre el macrocosmos y el
micro
cosmos. Una vez aceptado lo anterior,
p a r e c í a
d e l
todo razonable suponer que un
circuito micro
c ó s m i c o d e b í a
imitar
las revoluciones planetarias,
(o
solares). En efecto, Roch le
B a i l l i f e s c r i b i ó
u n l i b r o sobre el hombre y su " a n a t o m í a esencial"
donde,
d e s d e ñ a n d o
las
a n a t o m í a s f í s i c a s
de las
escuelas, subrayaba las a n a l o g í a s que e x i s t í a n en
t r e
ambos mundos. Y, finalmente, algunos para-
celsistas s o s t e n í a n que todas las partes del cuer
p o
actuaban como las piezas de un equipo
q u í
mico.
E n este caso, se afirmaba que la sangre circula
ba en el cuerpo de un modo similar a la
"circula-
ridad" de la d e s t i l a c i ó n . Aunque todas esas teo
rías no
eran sino meras especulaciones, revelan
s in embargo las tendencias de la é p o c a y son una
muestra de la diversidad de opiniones que
h a b í a
en torno al torrente s a n g u í n e o en el periodo
inmediatamente
anterior a Harvey.
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126
E L
E S T U D I O D E L H O M B R E
W I L L I A M
HARVEY Y
LA CIRCULACIÓN
DE
LA SANGRE
Como
muchas
de las figuras prominentes de la
ciencia del Renacimiento, Harvey se basó en
la
obra de sus
predecesores
y
concilio temas apa
rentemente dispares. Educado en Cambridge via
jó
en 1597 a
Padua,
donde
estudió
con Fabricius
cuando este profesor preparaba su obra sobre
las
válvulas
de las
venas.
Luego de
graduarse
en medicina, Harvey regresó en 1602 a Inglaterra,
donde
ingresó
como
médico
al Hospital de San
Bartolomé y fue nombrado médico extraordinario
de
Jacobo
I . Elegido miembro del Real Cole
gio
de
Médicos
(1607),
perteneció
a una de las
sociedades médicas
(y
científicas)
más prestigia
das de Europa. Allí habría de impartir las Lum-
leian Lectures*
sobre
anatomía
(1615),
cuyas
no
tas revelan su antiguo interés por el tema del
torrente
sanguíneo.
Para
nuestra
comprensión
de Harvey es funda
mental la educación que recibió en Padua. Debido
a su
formación,
admiraba tanto a
Aristóteles
como a Galeno. E l grado de esa admiración se
puede
apreciar en De motu
coráis
(1628), donde
Harvey
parece
más que dispuesto a atribuir a
Galeno el descubrimiento de la
circulación pul
monar, así como en el análisis del método cien
tífico
que
hace
en De generatione animaliwn
(1651),
que está basado en gran medida en los
Analíticos
y la
Física
de
Aristóteles.
Pero
el descubrimiento de la
circulación
de la
* Cátedras
de
anatomía
fundadas por
lord Lumley
en
1581. [T.]
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E L E S T U D I O D E L H O M B R E 127
sangre se b a s ó en algo más que en la v e n e r a c i ó n
p o r
los genios de la
A n t i g ü e d a d
y la
c o n v i c c i ó n
de que la obra de é s t o s d e b í a servir de fundamen
to
a una nueva era
c i e n t í f i c a .
La obra de Harvey"
refleja el i n t e r é s de su é p o c a por las nuevas ob
servaciones, las
a n a l o g í a s m í s t i c a s .y
hasta por el
uso de ejemplos m e c á n i c o s . [ T ' ¡
E l De motu coráis es un p e q ü e ñ c r 'v o l u m e n , pero
muestra un profundo conocimiento de la
litera
tura
a n a t ó m i c a ,
así como la evidencia de las
observaciones del
propio
Harvey. Trata en
p r i
m e r lugar del c o r a z ó n , al que Harvey h a b í a exa
minado, junto
con el movimiento de la sangre,
en
unas
cuarenta especies. H a b í a notado que en
todos los
casos
el
c o r a z ó n
se
e n d u r e c í a
cuan
d o se c o n t r a í a y que, a medida que o c u r r í a
esta
c o n t r a c c i ó n ,
las arterias se
e x p a n d í a n . Esas
ex
pansiones p e r i ó d i c a s p o d í a n sentirse en la m u ñ e c a
en forma
de pulsaciones y, acertadamente, supuso
que
ello
o c u r r í a porque la sangre era bombeada
en
las arterias. Entonces, la
a c c i ó n
del
c o r a z 5 ñ 7 \
observaba Harvey, era comparable a la de unj
fuelle h i d r á u l i c o .
R e f i r i é n d o s e al c o r a z ó n de los animales de san
gre
f r í a ,
cuya actividad era más lenta, Harvey
h a b í a
observado que primero se
c o n t r a í a n
las
a u r í c u l a s
y
d e s p u é s
los
v e n t r í c u l o s .
Este proceso
e s t á descrito minuciosamente. La sangre penetra
primeramente
en la
a u r í c u l a
derecha por la vena
cava. A medida que é s t a se contrae, la sangre es
transferida
al
v e n t r í c u l o
derecho, donde las
v á l
vulas
impiden
que retroceda. E n seguida se con
trae el
v e n t r í c u l o
derecho, enviando la sangre a
lo s
pulmones por la arteria pulmonar. Una vez
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128 E L E S T U D I O D E L H O M B R E
m á s
las
v á l v u l a s
impiden que
invierta
su direc
c i ó n . Y, como no existen poros en el
septum,
toda
esa
sangre
es enviada a t r a v é s de los pulmones.
E n
el lado izquierdo del
c o r a z ó n ,
la
sangre
prove
niente de los pulmones penetra primero en la
a u r í c u l a
izquierda por la vena pulmonar. Luego,
a medida que este vaso se contrae, la
sangre
avan
za al v e n t r í c u l o izquierdo. Posteriores contraccio
nes expulsan la sangre arterial hacia la aorta y el
sistema arterial.
; Todo ello t e n í a un enorme i n t e r é s como des
cubrimiento
f i s i o l ó g i c o , pero Harvey fue aún más
lejos. Reflexionando en las
v á l v u l a s
de las venas,
d e c l a r ó que el torrente s a n g u í n e o no só lo f l u í a
hacia el
c o r a z ó n
en una
d i r e c c i ó n ,
sino que reco-
j r r í a continuamente todo el cuerpo en una sola
j d i r e c c i ó n
(figura I V . 5 ) . En este punto Harvey
{expuso un contundente argumento cuantitativo.
Suponiendo que el v e n t r í c u l o izquierdo alojara
ú n i c a m e n t e dos onzas de sangre, y que el pulso
fuera
de 72 pulsaciones por minuto, en una hora
e l v e n t r í c u l o
izquierdo
h a b r í a
inyectado en la
aorta aproximadamente 540 libras de
sangre.
Mas
los animales tienen, cuando mucho, unas
cuantas
libras
de sangre en el cuerpo; h a b í a que pregun
tarse,
entonces, de
d ó n d e p r o v e n í a
toda esa
san
gre —y a d ó n d e iba. Harvey l l e g ó a la conclu
s i ó n de que la
sangre
expelida por la aorta s ó l o
p o d í a provenir de las venas:
C o m e n c é
a pensar si no
e x i s t í a
un movimiento,
p o r as í decirlo, ci rcular . M ás tarde d e s c u b r í
que ello era cierto; y finalmente vi que la
san
gre, expelida por la a c c i ó n del v e n t r í c u l o iz-
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129
F I G U R A
I V
5 .
La circulación de la
sangre
según William
Harvey. De Charles Singer, The Discovery of the Circu-
lation of the Btood
(Londres, Wm.
Dawson
and
Sons,
L t d . , 1956). Cortesía de A. W. Singer.
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130 E L E S T U D I O D E L H O M B R E
quierdo hacia las arterias, era dist r ibuida en
todo el cuerpo y en sus distintas partes, de la
misma forma en que es enviada a t r a v é s de los
pulmones, impelida por el
v e n t r í c u l o
izquierdo
hacia la arteria pulmonar; y que luego
pasaba
a t r a v é s de las
venas
y a lo largo de la vena
cava, y así, dando un rodeo, llegaba al
v e n t r í c u
lo izquierdo en la manera ya indicada. A este
movimiento
nos hemos permitido llamar lo c i r
cular,
del mismo modo en que A r i s t ó t e l e s dice
que el aire y la
l l u v i a i m i t a n
el movimiento
c i r
cular de los cuerpos superiores; pues la tierra
h ú m e d a , cuando es calentada por el sol, se eva
pora; los vapores, al ser a t r a í d o s hacia arriba,
se condensan y, descendiendo en forma de l l u
v i a , humedecen de nuevo la tier ra . . .
E l c o r a z ó n , cuya importancia es plenamente
evidente, juega un papel
t o d a v í a
más importante
cuando se le interpreta en t é r m i n o s c ó s m i c o s
mediante la a n a l o g í a macrocosmos-microcosmos:
E l
c o r a z ó n ,
en consecuencia, es el
p r i n c i p i o
de
la
vida,
el Sol del microcosmos; aunque el Sol,
a su vez, p o d r í a ser denominado con justicia el
c o r a z ó n
del mundo, pues es por la
v i r t u d
y
e l latido-del c o r a z ó n que la sangre se mueve, se
perfecciona, se hace apta para n u t r i r y es pre
servada de la
c o r r u p c i ó n
y la
c o a g u l a c i ó n ;
es
l a d i v i n i d a d tu telar que, cumpliendo con su
f u n c i ó n , alimenta, acaricia, anima todo el cuer
po y, ciertamente, es el fundamento de la vida,
la fuente de toda a c c i ó n .
Volviendo
finalmente a sus observaciones sobre
las
v á l v u l a s
de las venas, Harvey demostraba que
la
sangre
f l u í a siempre en d i r e c c i ó n al c o r a z ó n
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E L
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H O M B R E
131
y
nunca en sentido opuesto. Así pues, su
conclu
s i ó n
estaba
bien fundada, porque
Puesto que todo, tanto los argumentos como
las pruebas
-
oculares, demuestra que la sangre
pasa
a
t r a v é s
de los pulmones y el
c o r a z ó n ,
de
bido
a la
a c c i ó n
de (las
a u r í c u l a s
y) los ven
t r í c u l o s , y es enviada para ser distribuida a to
das las partes del cuerpo, donde se introduce en
las venas y los poros de la carne, y
f l u y e
luego
p o r las venas desde todos los puntos de la
circunferencia
hacia el centro,
desde
las venas
m á s p e q u e ñ a s hasta las más grandes, y es
des
cargada finalmente por é s t a s en la vena cava y
l a a u r í c u l a
derecha del
c o r a z ó n ,
y
ello
en tal
cantidad, y con un f l u j o y r e f l u j o tales, a l l á por
las arterias,
a q u í
por las venas, que no
p o d r í a
ser suministrada por los alimentos ingeridos y
es, con mucho, más que la que se requiere para
cumplir los fines de la n u t r i c i ó n ; es absoluta
mente necesario
concluir
que la sangre en el
cuerpo animal es
impelida
circularmente y se
encuentra en un
estado
de incesante
movimien
t o ;
que
é s t e
es el acto o
f u n c i ó n
que realiza el
c o r a z ó n por medio de su latido y que é s t e es
e l ú n i c o
fin del
movimiento
y la
c o n t r a c c i ó n
d e l c o r a z ó n .
3
E L
V E R E D I C T O
Aunque
el descubrimiento de la c i r c u l a c i ó n de
la
sangre es considerado actualmente como el
ú n i
co avance f i s i o l ó g i c o de principios del siglo xvn ,
3
W i l l i a m Harvey, The Circulation of the Blood and
Other Writings
(Londres, J. M. Dent/Nueva Y o r k , E . P.
Dutton, ed. E v e r y m a n , 1952), pp. 56, 57 y 85.
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132
E L
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H O M B R E
comparable a los adelantos c o n t e m p o r á n e o s de
las ciencias
f í s i c a s ,
la
r e a c c i ó n
inmediata que
p r o v o c ó
De
motu coráis fue variada. Pero si al
gunos
autores
conservadores rechazaron
c a t e g ó
ricamente el l i b r o , nos interesa más examinar la
gama de opiniones de los que apoyaron a Harvey.
/ E l pr imero en defender a Harvey fue su amigo
y
colega Robert Fludd. Interesado desde h a c í a
mucho tiempo en un
e s p í r i t u v i t a l a é r e o
y su
a s i m i l a c i ó n
al cuerpo humano,
Fludd
h a b í a
des
crito
en 1623 una
c i r c u l a c i ó n m í s t i c a
de la
sangre
arterial como una consecuencia necesaria de la
a n a l o g í a
macrocosmos-microcosmos. Testigo de
las demostraciones a n a t ó m i c a s de Harvey, él ha
b í a
intervenido para que el
l i b r o
de su amigo fue
ra publicado en Francfort por su propio editor.
E n
el
l i b r o
que él mismo
e s c r i b i ó
sobre el pulso
(1629), Fludd menciona a su "estimado compa
triota", quien
h a b í a
confirmado la
c i r c u l a c i ó n
de
la
sangre
tanto con argumentos f i l o s ó f i c o s como
co n
demostraciones
basadas
en la
o b s e r v a c i ó n .
Pero para Fludd era evidente que las demos
traciones a n a t ó m i c a s ofrecidas por Harvey no
h a c í a n sino confirmar
verdades
m í s t i c a s más
^profundas. Esto lo comprendieron perfectamen
te
M a r i n
Mersenne (1588-1648) y Pierre Gassendi
(1592-1655), c o n t e m p o r á n e o s de
Descartes
y Ga l i
leo . En una detallada r é p l i c a a
Fludd
(1631),
Gassendi
atacaba
tanto a Fludd como a Harvey a
causa
de la c i r c u l a c i ó n de la sangre; ello se d e b í a
a que Gassendi h a b í a declarado en una o c a s i ó n
haber presenciado una
d e m o s t r a q i ó n
de la exis
tencia de (íos_ poros del septum. Y si los poros
estaban a l l í , argumentaba, a l g ú n p r o p ó s i t o de-
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E L E S T U D I O D E L H O M B R E
133
b í a n tener. Su verdadera f i n a l i d a d era la forma
c i ó n de la sangre arterial y, por tanto, la doctrina
g a l é n i c a del torrente s a n g u í n e o se m a n t e n í a en
p i e .
No era así ,
r e s p o n d i ó
Fludd
(1633);
las di
secciones de Harvey le h a b í a n demostrado la im
permeabilidad del septum y, por ot ra parte, las
v á l v u l a s del c o r a z ó n indicaban que el torrente
s a n g u í n e o f l u í a del lado derecho al lado izquier
d o del c o r a z ó n , a t r a v é s de los pulmones. Para
é l
la
c i r c u l a c i ó n
de la sangre era un hecho, pero
é s t e p o d í a postularse sobre la
base
de verdades
c ó s m i c a s , como él mismo lo h a b í a hecho
antes
de
que Harvey aportara sus pruebas f i s i o l ó g i c a s
—pruebas menores, es
cierto,
pero no menos con
vincentes.
Y
si la obra de Harvey era interpretada como
una prueba de la c o s m o l o g í a m í s t i c a de Fludd e
impugnada
por los mecanicistas por
esta
misma
r a z ó n , no debe sorprendernos que t a m b i é n Rene
Descartes haya admitido con ciertas reservas la
e x p l i c a c i ó n
de
Harvey.
E n su
Traite de Vhomme
(1632)
aceptaba la c i r c u l a c i ó n general de la san
gre , pero s ó l o para explicar al c o r a z ó n como
una unidad m e c á n i c a de d e s t i l a c i ó n . S u p o n i é í s .
do una temperatura del c o r a z ó n superior a la def
cuerpo,
y una
a c c i ó n
refrescante inherente a
losj
pulmones, hablaba de una c o m b i n a c i ó n de conj
d e n s a c i ó n y r a r e f a c c i ó n , y s o s t e n í a que el torrentq
s a n g u í n e o estaba determinado por las v á l v u l a s
C on
ello
Descartes intentaba convertir al sistema
vitalista de Harvey en uno enteramente m e c á n i c o .
Igualmente
interesante es la
r e a c c i ó n
de Johan-
nes Walaeus (1604-1649), quien d e f e n d i ó la c i r c u
l a c i ó n de la sangre y a l a b ó el genio de Harvey en
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134
E L
E S T U D I O D E L
H O M B R E
dos
cartas
publicadas en 1641. Concibiendo una
serie de experimentos con perros a los que se les
h a b í a n practicado ligaduras vasculares, contribu
y ó
a ampliar el conocimiento del torrente
s a n g u í
neo. Su obra t e n í a peso suficiente para i n f l u i r
hasta
en el propio Harvey. No obstante, la
r e p u t a c i ó n de Harvey m e r m ó considerablemente
a los ojos de Walaeus cuando
é s t e
se
e n t e r ó
de
que el verdadero autor de ese descubrimiento ha
b í a
sido el estadista veneciano Paolo Sarpi (1552-
1623). Tras una intensa i n v e s t i g a c i ó n , Walaeus
q u e d ó
convencido (1645) de que, en efecto, ba
sando
su obra en la de otros
autores
que se
remontaban a la
A n t i g ü e d a d ,
Sarpi
h a b í a
descu
bierto
la
c i r c u l a c i ó n
de la
sangre.
Posteriormen
te,
e s c r i b í a
Walaeus, Sarpi
h a b í a
comunicado su
hallazgo a Harvey, quien h a b í a procedido a di
f u n d i r
la doctr ina con su propio nombre.
E n
las dos
d é c a d a s
posteriores a la
p u b l i c a c i ó n
de
De
motu coráis, Harvey tuvo que soportar las
constantes
injurias de
James
Primerose (m. en
1659),
Jean Riolan
(1580-1657), Gui Patin (1601-
1672)
y otros autores, pero
t a m b i é n
es cierto que
su obra no p a r e c i ó satisfacer plenamente a todos.
S e g u í a n en pie las
dudas
respecto a la r e l a c i ó n
que
e x i s t í a
entre el sistema venoso y el arterial,
lo s distintos aspectos de las dos clases de
sangre
(venosa y arterial) la f u n c i ó n de los pulmones y
e l papel que d e s e m p e ñ a b a el aire en la forma
c i ó n de la sangre arterial. Harvey no h a b í a p o d i
do resolver
esas
cuestiones, pero v i v i ó lo suficien
te para recibir los elogios de la
m a y o r í a
de sus
c o n t e m p o r á n e o s . Poco d e s p u é s de su muerte, en
1659, Marcello M a l p i g h i (1628-1694) d e s c u b r i ó la
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E L E S T U D I O D E L H O M B R E
135
anastomosis de las arterias y las venas cuando
examinaba el torrente s a n g u í n e o en el p u l m ó n de
una rana con ayuda de un microscopio. Catorce
a ñ o s
más tarde,
A n t o n i
Leeuwenhoek (1632-
1 7 2 3 ) c o n f i r m ó
las observaciones de
M a l p i g h i
c o n lentes de alta potencia . E l problema de la
r e s p i r a c i ó n
fue investigado por miembros de las
primeras academias c i e n t í f i c a s , especialmente la
Real
Sociedad de Londres, y si los malogrados ex
perimentos de
t r a n s f u s i ó n
de la
é p o c a
parecieron
posibles fue gracias a la
c o m p r e n s i ó n
que se te
n í a del torrente s a n g u í n e o . En cuanto a la p r á c
tica m é d i c a ,
la decadencia de la
t e o r í a
de los
humores d e s p e r t ó un nuevo i n t e r é s por los com
ponentes
q u í m i c o s
de la sangre. A fines del si
g lo xvn h a b r í a n de realizarse numerosos experi
mentos para curar las enfermedades mediante la
i n f u s i ó n de sustancias q u í m i c a s .
C on todo, al
finalizar
ese siglo el descubrimien
t o de Harvey s e g u í a interesando profundamente
a quienes buscaban una e x p l i c a c i ó n m í s t i c a de la
naturaleza. Johann Rudolph Glauber, uno de los
ú l t i m o s paracelsistas que c o n t r i b u y ó mucho al
desarrollo del equipo q u í m i c o en gran escala,
s o s t e n í a
que la
c i r c u l a c i ó n
de la sangre
h a b í a
demostrado concluyentcmente la
r e l a c i ó n s i m p á
tica
que
e x i s t í a
entre el macrocosmos y el
micro
cosmos (1658). En Inglater ra John Webster
(1610-1682) juzgaba tan importantes los descu
brimientos
de los misterios de la sangre debidos
a Robert
Fludd
y
W i l l i a m
Harvey, que
p r o p o n í a
fuesen adoptados como parte de una reforma
necesaria al programa de estudios en
O x f o r d
y
Cambridge (1654). Y hasta el alquimista Elias
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136 E L E S T U D I O D E L H O M B R E
Ashmole (1617-1692), uno de los miembros más
antiguos de la Real Sociedad, se
r e f e r í a
a Harvey
como al hombre "que por sus muchos y eminentes
descubrimientos se ha hecho merecedor de que se
le erija una estatua, no de m á r m o l , sino de oro"
(1652).
L a historia del descubrimiento de la c i r c u l a c i ó n
de la
sangre p o d r í a
escribirse
f á c i l m e n t e desde
el punto de vista del avance progresivo del cono
cimiento.
P o d r í a m o s
mencionar toda una serie
de descubrimientos en el periodo que va de Ve
salio a Harvey. No obstante, esos descubrimien
tos se s i t ú a n en un contexto de
temas
familiares.
E l
renacimiento
a n a t ó m i c o
del siglo xvi se
b a s ó
en varios siglos de
a n a t o m í a s p ú b l i c a s
practica
das en las universidades de Europa. Y en este
caso,
como en el de la
b o t á n i c a ,
podemos apreciar
la
eficacia de la nueva
u n i ó n
del
arte
con la
obser
v a c i ó n .
Y en cuanto al humanismo, en
n i n g ú n
otro campo
e j e r c i ó
mayor influencia. Las
nuevas
ediciones de la obra de Galeno en
l a t í n
y en
griego despertaron un nuevo
i n t e r é s
por la inves
t i g a c i ó n a n a t ó m i c a
y
f i s i o l ó g i c a .
Hemos notado
ese
i n t e r é s
en Londres, con Thomas Linacre, en
P a r í s ,
con Guinter de Andernach, y en toda esa
serie de
maestros
de
Padua
que se inspiraron en
la
obra del
m é d i c o
griego del siglo I I
L a nueva a n a t o m í a y todos los antecedentes del
descubrimiento de la
c i r c u l a c i ó n
de la
sangre
es
t á n vinculados principalmente a la Universidad
de
Padua.
En
é s t a
se dio gran importancia a la
obra de
A r i s t ó t e l e s
y Galeno, y la influencia
de
é s t o s
es manifiesta en las figuras
destacadas
de
este desarrollo. Todas ellas aprobaban la corree-
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138
E L
E S T U D I O D E L H O M B R E
rias mayores. Pero
todas
las explicaciones que se
h a b í a n propuesto p r e s u p o n í a n la existencia de un
vasto sistema de i r r i g a c i ó n cuya f u n c i ó n era Ja
c o n s t r u c c i ó n de los tejidos. Y si alguien h a b í a
hablado
antes
de una c i r c u l a c i ó n m í s t i c a de la
sangre,
Harvey se r e f e r í a ahora a a u t é n t i c o s expe
rimentos
y
a d u c í a un irrefutable argumento cuan
t i t a t i v o . Se ha sugerido que la obra de Harvey fue
la
primera
e x p l i c a c i ó n adecuada
de un proceso
corporal, el punto de partida del camino que con
dujo
a la
f i s i o l o g í a
moderna. A decir verdad,
des
p u é s
de él
c a m b i ó
la actitud
ante
los
procesos
vitales. Las antiguas referencias a un indefinible
calor innato, una fuerza n e u m á t i c a , los e s p í r i t u s
animales y los archei internos iban a ser rempla
zadas por una nueva b ú s q u e d a de conceptos f ís i
cos más simples.
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V .
U N N U E V O S I S T E M A D E L M U N D O
Los
debates
q u e
hemos
examinado en la medicina,
l a b o t á n i c a y l a f i s i o l o g í a d e
fines
d e l
siglo
x v i
y
principios d e l x v n
tienen notables
paralelos en
los campos d e l a a s t r o n o m í a y l a f í s i c a . Nueva
mente observamos
e l efecto de los
estudios
huma
n í s t i c o s dando p o r
resultado
u n a s i g n i f i c a t i v a ,
r e v i s i ó n (Vesalio, 1 5 4 3 ; C o p é r n i c o ,
1543).
Y , un a
v e z m á s , u n
largo periodo
d e a s i m i l a c i ó n y
con
troversias q ue d a r í a origen a
nuevos
descubri
mientos
e
interpretaciones,
esenciales
para
f u t u
ro s avances (Harvey, 1628; Kepler y Galileo, 1609
y
1632).
Resolver
lo s
problemas relacionados
co n e l m o
vimiento
de la Tierra r e q u e r í a n o s ó l o u n a rees
t r u c t u r a c i ó n d e l o s
cielos,
sino t a m b i é n e l des
a r r o l l o d e u n a
nueva
f í s i c a de l
movimiento
— é s t a ,
u n a meta q u e s ó l o h a b r í a d e alcanzarse plena
mente
hasta
1687 , con l a publ icac ión de los Prin-
cipia mathematica
de
Isaac
Newton.
L a
histo
r i a í n t e g r a d e este ú l t i m o desarrollo
pertenece
propiamente a otro volumen de
esta
serie. Mas la
a c e p t a c i ó n d e l sistema copernicano
implicaba
factores que rebasaban l a m e c á n i c a d e l m o v i
miento
y la c o s m o l o g í a . T a m b i é n en
este
caso
e l
misticismo i n f l u y ó e n l a m o t i v a c i ó n d e l a s figuras
centrales; no menos
importantes
fueron los
pro
blemas
t e o l ó g i c o s q u e
causaron
profundas d i v i - \
siones.
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140 UN N U E V O S I S T E M A D E L M U N D O
L A A N T I G Ü E D A D Y LA A S T R O N O M Í A D E L R E N A C I M I E N T O
Como en los
d e m á s
campos, la
a s t r o n o m í a
del
Renacimiento se b a s ó en la obra de los antiguos.
Dos
sistemas c o s m o l ó g i c o s
dominaban en la
l i t e
ratura a s t r o n ó m i c a . E l pr imero de ellos, el de
Eudoxio,
Calipo y
A r i s t ó t e l e s ,
se
v a l í a
de una
i
serie de esferas c o n c é n t r i c a s para explicar la
1
r o t a c i ó n
diurna de las estrellas y los movimientos
,del Sol, la Luna y los planetas (figura V . l ) . Para
¡ e x p l i c a r
la variedad de los movimientos observa-
idos, se asignaron
hasta
cuatro esferas a cada uno
ide los planetas. Con un
n ú m e r o adecuado
de
esferas,
debidamente
ordenadas,
era posible ex
plicar
movimientos tan complejos como la prece
s i ó n de los equinoccios y la r e t r o g r e s i ó n de los
planetas contra el fondo de las estrellas. No obs
tante, este sistema, aunque gozaba de populari
dad, no explicaba el hecho de que el Sol, la Luna
y
los
planetas
p a r e c í a n
hallarse
p e r i ó d i c a m e n t e
a
distintas distancias de la Tierra, ya que variaban
¿ u b r i l l o y sus dimensiones aparentes.
I —
Para resolver ese problema y eliminar las in
exactitudes de la c o s m o l o g í a a r i s t o t é l i c a , los as
t r ó n o m o s
alejandrinos de los siglos
11
y n i a.c.
(especialmente A p o l o n i o de Perga e Hiparco)
refundieron los
datos
disponibles en un nuevo
sistema. Este sistema, a su vez, fue revisado y
ampliado para integrar el sistema complejo, ver
daderamente m a t e m á t i c o , que c o n s t r u y ó Claudio
Ptolomeo en el siglo
I I
de nuestra era. Fue al
sistema tolemaico, tal como lo h a b í a expuesto su
autor en su
l i b r o
Almagesto, al que guardaron
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142
U N
N U E V O
S I S T E M A D E L M U N D O
f i d e l i d a d la mayor parte de los a s t r ó n o m o s
hasta
e l siglo xvn.
• L a a s t r o n o m í a de Ptolomeo conservaba las an
tiguas
esferas,
pero
a ñ a d í a
una serie de
c í r c u l o s
j (preservando así el movimien to "perfecto" de los
cielos) para explicar con mayor
p r e c i s i ó n
los fe
n ó m e n o s observados. En el
caso
más simple, un
planeta
p o d í a
localizarse en un
c í r c u l o
deferente
o mayor —si p a r e c í a moverse alrededor de la
Tierra
con perfecta circularidad. Sin embargo,
semejante p e r f e c c i ó n —salvo en lo que se r e f e r í a
a las estrellas— no existia. En vista de e l l o , se
introdujo otra serie de c í r c u l o s . E l epiciclo, con
su centro situado en la circunferencia del defe
rente, giraba mientras avanzaba con el movimien
to
del deferente.
Este
movimiento dual explicaba
tanto las variaciones aparentes de las distancias
como las retrogresiones planetarias (figuras V.2
y
V.3). Otras ir regularidades obligaron a Ptolo
meo a situar a la Tierra a cierta distancia del Sol
y
a
u t i l i z a r c í r c u l o s e x c é n t r i c o s
("fuera del cen
t r o " ) y c í r c u l o s ecuantes. Con ayuda de estos
ú l t i m o s se explicaban los aparentes cambios de
velocidad de los planetas. En este
caso,
los á n g u
los iguales (que se originaban en un punto situa
do fuera del centro del c í r c u l o ) se localizaban en
periodos iguales de tiempo. Combinaciones de
todos estos a r t i f i c i o s produjeron un sistema as-
j
t r o n ó m i c o complejo (aunque no perfecto) que
' p e r m i t í a explicar y predecir con
bastante
exacti
t u d los movimientos
celestes.
Pero si Ptolomeo y
A r i s t ó t e l e s
eclipsaban a otros
sabios
de la A n t i g ü e d a d , sus sistemas c o s m o l ó
gicos no representaban toda la gama del pensa-
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UN N U E V O S I S T E M A D E L MUNDO 143
miento as t ronómico de ese periodo. En el siglo v
a.c.
algunos
seguidores de
Pi tágoras
(especial
mente Filolao) hab ían propuesto un universo en
cuyo centro
a rd ía
un fuego central y alrededor
del cual giraban todos los cuerpos celestes, i n c l u
yendo la Tierra, el Sol y una antitierra. Poste
riormente, Aristarco de
Samos
(siglo m a.c.)
a r g u me n t a r í a
que, en caso de que la Tierra girase
diariamente sobre su eje y al mismo tiempo gira
se
anualmente
alrededor del Sol, no se
percibir ía
n ingún
cambio. No obstante,
este
sistema
"coper-
i
• • í 1
a u r o
F I G U R A
\2,
Un ejemplo de la aparente retrogradación
de Marte
visto
contra el fondo de las estrellas fijas . De
Thomas S.
K u h n ,
The Copernican Revolution
(Cambridge,
Mass.,
Harvard University Press, 1957), p. 48. Copyright
1957, por el rector y los profesores asociados de Harvard
College.
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 139/280
144 UN N U E V O
S I S T E M A
D E L MUNDO
r ú c a n o " no fue formulado m a t e m á t i c a m e n t e , y de
Aristarco s ó l o se conserva su c á l c u l o de las dimen
siones del Sol y la Luna y las distancias de é s t o s
respecto
de la Tierra. Mayor influencia
e j e r c e r í a
la obra de H e r á c l i d e s de
Ponto
(siglo iv a.c),
quien afirmaba que nada explicaba mejor el D I O
F I G U R A V.3.
P a r a
explicar la
r e t r o g r a d a c i ó n
en el sistema
tolemaico, un planeta se
m o v í a
en un epiciclo
cuyo
cen
tro estaba en un punto de la circunferencia de un
c í r c u l o
mayor,
deferente
y
m ó v i l
(izquierda). Las
m ú l t i
ples
rotaciones
p r o d u c í a n una serie de rizos o movimien
tos aparentemente r e t r ó g r a d o s cuando se observaban
contra las estrellas. De Thomas K u h n , The Copemican
Revolution
(Cambridge, Mass. ,
H a r v a r d
University Press,
1957), p. 68. Copyright 1957, por el rector y los
profesores
asociados
de
H a r v a r d
College.
vimiento de las
estrellas
que la r o t a c i ó n diurna
de la Tierra, y que el
hecho
de que Mercurio y
Venus no se vieran nunca
alejados
del Sol indica
ba que estos planetas giraban
alrededor
del Sol.
Marciano Capella y Macrobio
(ambos
del siglo v
d.c.) repitieron las opiniones de H e r á c l i d e s en las
p o s t r i m e r í a s de la A n t i g ü e d a d , en
textos
que so-
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U N N U E V O S I S T E M A D E L M U N D O 145
brevivieron a los embates de los b á r b a r o s y fue
r o n
utilizados hasta que en los siglos x n y x m
se recuperaron obras c i e n t í f i c a s más completas^-
L o s a s t r ó n o m o s
musulmanes hicieron sus pro
pios comentarios y revisiones de Ptolomeo, y és
tos —junto con los textos originales— fueron
transmitidos a Europa occidental en el siglo x n .
Se escribieron tratados introductor ios de astro
n o m í a (el más popular de é s t o s fue el de John de
H o l l y w o o d —Johannes Sacrobosco—, hacia 1230)
y los traductores elaboraron versiones kn l a t í n de
las obras c o s m o l ó g i c a s de Ptolomeo y A r i s t ó t e l e s .
Aunque más tarde s e r í a n criticadas por sus in
exactitudes, esas traducciones mantuvieron su
influencia
hasta
el siglo xvi .
E n el curso del siglo x m se c o n d e n ó a A r i s t ó
teles por razones
t e o l ó g i c a s ,
pues en sus libros
de f i l o s o f í a natural e x p o n í a juicios que entraban
en
c o n f l i c t o
con el dogma cristiano. Se alegaba
que la a c e p t a c i ó n l i t e r a l de su obra p o d í a condu
c i r
a la
n e g a c i ó n
de la
c r e a c i ó n d i v in a ,
la verdad
de la E u c a r i s t í a , la posibilidad de los milagros y
l a
inmorta lidad del alma. Una vez rechazadas
como textos d o g m á t i c o s , las obras que integraban
e l
corpus
a r i s t o t é l i c o
fueron objeto de controver
sias.
De hecho, varias de las cuestiones discutidas
a fines del siglo x m y el xiv estaban relacionadas
co n la a s t r o n o m í a y la c o s m o l o g í a , tales como la
posibilidad
de una pluralidad de mundos
y_el
i
movimiento de la Tierra. Temas semejantes iban|
a interesar especialmente a N i c o l á s de Cusa (1401-1
1464),
quien
e s c r i b i ó
acerca
de un universo
i l i m i -
]
tado (aunque no i n f i n i t o ) cuyas partes se hallabanj
todas en movimiento. Y si bien es d i f í c i l deter-
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146 UN
N U E V O
S I S T E M A D E L MUNDO
minar
qu é en tendía exactamente por movimien to
de la Tierra, seguramente
habr ía
rechazado mu
chas
de las opiniones de los a s t rónomos contem
p o r á n e o s .
E l renacimiento humanís t ico afectó a la astro
nomía
en varias formas. El Cusano es un ejemplo
de la nueva influencia que ejerció el platonismo
en los
sabios
del siglo xv. Marsilio
Ficino
es otro.
Los
intereses míst icos de Ficino se reflejan en su
t raducción
del
Corpus hermeticum
y en la rap
sodia que compuso al Sol (en su obra
De
Solé ,
donde imitaba los antiguos textos h e r m é t i c o s :
Nada revela la naturaleza del Bien [que es
Dios]
con más plenitud que la [luz del Sol]. En
primer lugar, la luz es el más brillante y el más
claro de los objetos sensibles. En segundo lu
gar, nada se extiende con tanta
facilidad,
am
p l i t u d y rapidez como la luz. En tercer lugar,
al
igual que una caricia, penetra
todas
las
cosas
sin dañar las y con la mayor suavidad. En cuar
to lugar, el calor que la
acompaña
anima y
nutre
todas
las
cosas
y es el generador y motor
universal.. .
De modo similar, el
Bien
se extien
de a todas partes y cautiva y
atrae
todas las co
sas. No obra por
c o m p u l s i ó n ,
sino en v i r t u d
del amor que lo a c o m p a ñ a , como el calor [que
acompaña
a la luz].
Este
amor
seduce
a todos
los
objetos para que libremente abracen el
B i e n . . .
Y en cuanto a la luz, ésta es tal vez
el sentido de la vista del
espír i tu
celestial, o su
acto de ver, que obra a distancia y une
todas
las cosas con el cielo, aunque j a m á s abandone
el
cielo ni se mezcle con las
cosas
externas...
Basta que
contempléis
los cielos, os lo ruego,
ciudadanos de la patria celestial... El Sol pue-
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U N
N U E V O
S I S T E M A D E L MUNDO 147
de ser
para
vosotros un signo de Dios y, ¿ q u i é n
o s a r í a decir que el Sol es falso?
1
Ficino
afirmaba que el Sol h a b í a sido lo p r i
mero que se
h a b í a
creado
y que se le
h a b í a
colo
cado en el centro de los cielos.
M u y distinta era la obra de Georg Peuerbach,
de la Universidad de Viena, quien, en sus
Theori-
cae novae planetarum (publicado hacia 1473), des
c r i b í a
con
t é r m i n o s t é c n i c o s
un
sistema
planeta
r i o perfeccionado basado en el de Ptolomeo. Con
vencido de la
necesidad
de contar con un texto
m á s f i e l de Ptolomeo, p l a n e ó un viaje a I t a l i a en
c o m p a ñ í a de su d i s c í p u l o y asistente
Johannes
M ü l l e r {el Regiomontano). A l mori r , Peuerbach
h a b í a
terminado los primeros
seis
libros de un
Epítome del Almagesto, y el Regiomontano a c a b ó
su obra, la que s e r í a publicada por primera vez
veinte a ñ o s d e s p u é s de su propia muerte (figu
ra WA).
La p u b l i c a c i ó n del texto í n t e g r o del
Almagesto
t e n d r í a
que
esperar hasta
1515, cuan
do a p a r e c i ó en la v e r s i ó n que h a b í a
hecho
Ge
rardo de Cremona en el siglo x m . Una nueva
t r a d u c c i ó n del griego no h a b r í a de
aparecer
im
presa
hasta
1528.
C
O P É R N I C O Y U N
S
O L E S T A C I O N A R I O
Y a hemos dicho que la primera
fase
de la Revo
l u c i ó n c i e n t í f i c a i m p l i c ó un retorno al estudio
1
Las citas de Ficino y Melanchton e s t á n tomadas de
Thomas S.
K u h n ,
The Copernican Revolution:
Planetary
Astronomy
in the
Development
of
Western
Thought
( C a m
bridge, Mass., H a r v a r d University Press, 1957), p á g i
nas 129 y 191.
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F I G U R A V.4. Ptolomeo y el Regiomontano —frontispicio
d e l Epítome que el segundo hizo del
Almagesto
(1496).
C o r t e s í a de la Newberry L i b r a r y ,
Chicago.
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U N N U E V O S I S T E M A
D E L MUNDO
149
de las fuentes antiguas.
Ello significaba
para
algunos un regreso a Aristóteles y para otros un
regreso a Galeno. Un tercer grupo
perseguía
la
verdad
en la
búsqueda
del conocimiento
divino
que
había poseído Adán
(la
prisco,
theologiá),
mediante el estudio de los textos herméticos. La
influencia
del hermetismo en la
cosmología
del
Renacimiento es evidente en los escritos de Fi
cino,
mientras que Girolamo Fracastoro
(¿1478?-
1553) describía en 1538 un renovado sistema aris
totélico
de
esferas concéntr icas.
A
juicio
de
éste,
el
antes
difícil problema de explicar la variación
de las distancias se
resolvía fácilmente
con supo
ner que variaba la transparencia de las esferas
cristalinas,
lo cual provocaba en el observador
terrestre la ilusión de que variaban las distancias.
Mas,
a pesar de la
influencia
de
Aristojtfil.es
y
Hermesr^s^indtídable....que Ptolomeo reinaba so--
'bera'rib sobré
los
as t rónomos
humanistas,, y era
a~
Pt7Jtomee
''TTpien jn ás debía
:
-<iopérnico.
s
—-Copérnico nació en
Thorn,
Polonia, en 1473,
fecha
en que probablemente apareció la primera
edición del texto as t ronómico de Peuerbach. A
los dieciocho años se matr iculó en la Universidad
de Cracovia, donde inició su extensa colección de
libros
astronómicos
y
matemáticos.
En 1496
—año en que apareció la primera edición del Epí
tome del
Almagesto
preparada por
el Regiomon
tano— se t ras ladó a
Bolonia
para estudiar dere
cho
canónico.
Tras una breve
visita
al hogar
(1501), regresó a estudiar a Padua, y en 1503 se
graduó
de doctor en derecho
canónico
en Ferrara.
En
Bolonia
y en Padua Copérnico había manteni
do
contacto con doctos
ast rónomos.
E n
Bolonia
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150 U N
N U E V O
S I S T E M A D E L M U N D O
h a b í a conocido a Domenico Maria da Novara
(1454-1504)
y en Padua r e s i d í a Girolamo
Fracas-
toro. Este ú l t i m o , a d e m á s de a s t r ó n o m o , era fi
l ó s o f o
y
m é d i c o ,
y
C o p é r n i c o
se
d e d i c ó
a la medi
cina
d e s p u é s de doctorarse en derecho. En a ñ o s
posteriores h a b r í a de aplicar sus conocimientos
de medicina como parte de sus
deberes
regulares
en Polonia.
E n 1506 r e g r e s ó a su tierra natal, donde se
e s t a b l e c i ó
en forma permanente y
f o r m ó
parte
d e l
gobierno del
p e q u e ñ o estado
de Ermeland,
participando frecuentemente en decisiones de ca
r á c t e r m é d i c o
y
e c o n ó m i c o .
En
I t a l i a , C o p é r n i c o
h a b í a aprendido griego, y se le p o d r í a i n c l u i r
entre los literatos menores del humanismo, ya
que en 1509 p u b l i c ó una t r a d u c c i ó n de los poemas
de Teofilacto Simocatta, escritor bizantino del
siglo
vn. Pero aunque ello ciertamente no cons
t i t u y ó
un acontecimiento memorable en los
c í r c u
los humanistas, ese volumen tiene i n t e r é s por un
poema in troductorio donde se elogia al traductor
p o r sus investigaciones a s t r o n ó m i c a s . Ya enton
ces
C o p é r n i c o
comenzaba a ser conocido como
a s t r ó n o m o ; en 1514, cuando se consideraba la
reforma del calendario, fue invitado a Roma (in
v i t a c i ó n
que
d e c l i n ó )
para participar en las
de l i
beraciones.
A
pesar
de que aún no h a b í a publicado nada,
salvo su breve t r a d u c c i ó n , muchos de sus amigos
de Polonia e I t a l i a c o n o c í a n sus intereses. A l g u
nas de las observaciones publicadas en su obra
De
revolutionibus orbium coelestium
(1543) da
t a n de sus d í a s de estudiante en I t a l i a . Pero para
1512 su c o n c e p c i ó n de un universo h e l i o c é n t r i c o
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U N N U E V O S I S T E M A D E L M U N D O 151
( " h e l i o s t á t i c o " s e r í a la palabra más apropiada,
pues
C o p é r n i c o no s i t u ó al Sol exactamente en el
centro) ya h a b í a sido desarrollada plenamente
en el manuscrito que se conoce
c o m ú n m e n t e
como el Commentariolus. En é s t e h a c í a un' es
bozo de su t e o r í a y apuntaba algunas de sus
consecuencias —informando al lector que, a la
s a z ó n , se ocupaba en un estudio más amplio del
tema.
L a
idea de una
Tierra
en movimiento
p a r e c í a
contraria al sentido c o m ú n y h a b í a presentado
innumerables dificultades a los antiguos. Ptolo
meo h a b í a advertido que, si se m o v í a , la Tierra
h a b r í a dejado a t r á s a todos los objetos que no
hubiesen
estado
afianzados a su superficie. Un
caso
especial era el de una piedra dejada
caer
desde una altura considerable. Si la
Tierra
se
m o v í a , la piedra s e r í a llevada varias
millas
lejos
en los pocos segundos que durara su c a í d a . E l
hecho de que para el observador la piedra cayera
en
l í n e a
recta
p a r e c í a
ser una prueba concluyente
para quienes s o s t e n í a n que la Tierra estaba en
reposo. C o p é r n i c o h a b r í a de argumentar que la
Tierra llevaba consigo el aire que le rodeaba (y,
p o r
esta
r a z ó n , la piedra en c u e s t i ó n s e r í a arras
trada por
é s t e ) ,
pero su argumento
p a r e c i ó
de
leznable a muchos de sus c o n t e m p o r á n e o s .
¿ P o r qu é r e c u r r i ó entonces a un sistema helios
t á t i c o ? Se ha dicho que de no haberlo hecho se
h a b r í a visto obligado a aceptar la i n t e r s e c c i ó n de
las
esferas
de Marte y el Sol en el curso de sus
revoluciones.
Ciertamente,
ello
h a b r í a
sido ina
ceptable para quien se aferraba t o d a v í a a la exis
tencia de las esferas cristalinas. Pero existen
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152 UN
N U E V O
S I S T E M A D E L M U N D O
otras consideraciones, q u i z á s menos racionales,
que no pueden pasarse por alto. En el De revolu-
tionibus
C o p é r n i c o afirmaba que su obra no ha
c í a
sino
r e v i v i r
las doctrinas
p i t a g ó r i c a s
de la
A n t i g ü e d a d . Mas, d e s p u é s de describir el orden
que guardaban los planetas, c o n c l u í a :
e l
Sol reside en el centro de todo.
¿ Q u i é n ,
en
j verdad, en este templo que es la suma magni-
.
ficencia,
h a b r í a
puesto la luz en otro o mejor
/ s i t io
que aquel
desde
el cual pudiese
i l u m i
narlo todo a un mismo tiempo? Por tanto, no es
impropiamente que algunos lo llaman la l á m
para del mundo, otros su mente, otros su sobe
rano. Trismegisto [lo llama] el dios v i s i b l e ; la
Electra
de
S ó f o c l e s ,
el que todo lo ve. Así, deci
didamente, por cuanto reside en la
sede
real, el
S ol gobierna a la f a m i l i a de las estrellas que le
rodean.
2
Cualquiera
que haya sido la causa, C o p é r n i c o
y a h a b í a
establecido su sistema cuando
t e n í a
cuarenta a ñ o s de edad, si no
antes.
¿ P o r qué espe
r ó entonces otras tres d é c a d a s para publicarlo?
E n el prefacio al De revoluíionibus, dedicado al
papa, comentaba que su renuencia o b e d e c í a a su
temor de provocar la r e a c c i ó n de los ignorantes.
L a a s t r o n o m í a era un asunto para los m a t e m á t i
cos, no para el v u l g o . Y, en efecto,
nada
indica
que
deseara
publicar cuando un sabio luterano de
la Universidad de Wittenberg, Georg Joachim
Rheticus (1514-1574), l l e g ó a Ermeland en 1539
2
La cita de
C o p é r n i c o e s t á
tomada de Alexandre
K o y r é ,
From the Closed World to the Infinite Universe (Nueva
Y o r k ,
H a r p e r Torchbook, 1957), p. 33.
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U N N U E V O S I S T E M A D E L M U N D O 153
c o n
un solo
p r o p ó s i t o
en mente: aprender más de
esa nueva t e o r í a , de la cual hasta entonces no
h a b í a
escuchado sino rumores.
C o p é r n i c o ,
genero
so con su tiempo, le dio a conocer los frutos de la
i n v e s t i g a c i ó n que h a b í a llevado a cabo en los' úl
timos
cuarenta a ñ o s , y en doce meses Rheticus
h a b í a escrito un breve manuscrito donde descri
b í a el sistema copernicano. Esa Narrado prima
c o n t ó con un n ú m e r o relativamente grande de
lectores y a l c a n z ó dos ediciones
(M540
y 1541).
Alentado por esa
respuesta,
Rheticus i n s t ó a Co
p é r n i c o a que publicara toda su obra.
F i á n d o s e de la promesa que le h a b í a hecho
Rheticus,
de que él se e n c a r g a r í a de
llevar
su l i b r o
a las
prensas,
C o p é r n i c o
le
c o n f i ó
el manuscrito.
E n
realidad Rheticus no
v i v i ó
para
cumplir
su
promesa y, al publicarse, el volumen —que l l e g é a
las manos de
C o p é r n i c o
poco
antes
de su muerte—
1
i n c l u í a un prefacio sin f i r m a redactado por An
dreas
Osiander (1498-1552),
c l é r i g o
luterano que
s u g e r í a
que el sistema expuesto en el
l i b r o
era
fundamentalmente un
a r t i f i c i o m a t e m á t i c o des
tinado
a f a c i l i t a r los c á l c u l o s a s t r o n ó m i c o s . Ésa
no
h a b í a
sido de ninguna manera la
i n t e n c i ó n
de
C o p é r n i c o , pero el hecho de que él no h a b í a sido
e l
autor del prefacio fue ampliamente conocido
m á s tarde en ese
siglo.
L os
conceptos
b á s i c o s
de
C o p é r n i c o
se encuen
tran en el primer l i b r o del De revolutionibus (fi
gura V . 5 ) .
En
é s t e
se traza el orden de los plane
tas y t a m b i é n percibimos de inmediato la pro
funda influencia
de Ptolomeo. A decir verdad,
C o p é r n i c o no es' conocido por sus pjropias obser
vaciones, que en general fueron más
escasas
—y
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154 U N N U E V O S I S T E M A D E L
M U N D O
F I G U R A V . 5 . E l sistema copernicano del mundo con un
S o l
central rodeado por las
ó r b i t a s
de los planetas,
inclu
yendo la T i e r r a con su s a t é l i t e lunar. De C o p é r n i c o , De
revolutionibus orbium coelestium
( 1 5 4 3 ) ,
sig. ci
v
.
ciertamente menos precisas— que las de algunos
de sus
predecesores. C o p é r n i c o
tampoco
s i m p l i
f i có significativamente la antigua a s t r o n o m í a (fi
gura V . 6 ) . S i g u i ó
aceptando los
c í r c u l o s
deferentes
y
los epiciclos de Ptolomeo, y
d e s c u b r i ó
que no
p o d í a
situar al Sol precisamente en el centro,
como tampoco los a s t r ó n o m o s anteriores h a b í a n
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156 UN
N U E V O
S I S T E M A
D E L
MUNDO
podido situar a la Tierra en ese sitio. Y si bien
se el iminó uno de
esos
recursos, el círculo ecuan-
te,
por considerar que no
tenía
sentido
f í s ica
mente, pocas
cosas
más
fueron desechadas
por
completo.
¡ En suma, se trataba de una refundición del sis
t ema de Ptolomeo. E l Sol, ahora en reposo, es-
¡taba
cerca (pero realmente no en él) del centro
•matemático del universo y circundado por los
planetas (entre los cuales se consideraba a la
Tierra, con su Luna girando en un epiciclo) in
crustados en sus
esferas
cristalinas. El sistema
incluía la tradicional esfera de las estrellas fijas.
|
A
Copérnico
le
parecía
que
este
sistema era más
''simple y más armonioso que los anteriores —y,
según s e ñ a l a b a , daba al majestuoso Sol un
sitio
más apropiado. Pero si el sistema copernicano
conservaba mucha de la
complejidad
del univer
so ptolemaico, en cierta medida lo simplificaba.
No
sólo
se eliminaban los
círculos
ecuantes,
sino
que también se consideraban superfluos los epi
ciclos, con los que se explicaba el movimiento
re t rógrado de los planetas (figura V.7). Este mo
vimiento
de los planetas contra el fondo de las
estrellas
fijas,
en
forma
de
rizo,
podía
explicarse
ahora como el resultado de las posiciones y velo
cidades relativas de la
Tierra
y los planetas obser
vados. Por otra parte, el sistema copernicano de
mostraba ser útil para determinar las distancias
relativas
de los planetas respecto del Sol, por
medio
de simples
métodos t r igonométr icos
(figu
ra V
.8).
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U N N U E V O S I S T E M A D E L M U N D O 157
la
Tlam
F I G U R A V.7 E n el si stema copernicano, el movimiento
r e t r ó g r a d o se explica en f u n c i ó n de los movimientos de
l a T i e r r a y el otro planeta observado. T a m b i é n en
este
caso se observan aparentes retrocesos en las trayectorias
planetarias
—vistas contra el
fondo
de las estrellas.
D e
Thomas S.
K u h n ,
The Copernican Revolution
( C a m
bridge,
Mass.,
H a r v a r d University
Press,
1957), p. 165.
Copyright
1957, por el rector y los profesores asociados
de H a r v a r d College.
L A P A R A L A J E E S T E L A R Y E L T A M A Ñ O
D E L U N I V E R S O
Pero si la nueva e x p l i c a c i ó n de la r e t r o g r e s i ó n '
c o n s t i t u í a
un
t r i u n f o
de la
t e o r í a
copernicana,,
otros problemas siguieron preocupando a
losj
a s t r ó n o m o s
de fines del siglo
x v i .
Las leyes
f í s i c a s
de una
Tierra
en movimiento s ó l o h a b r í a n de
descubrirse
hasta
el
siglo
siguiente, mas la
cues
t i ó n de la paralaje estelar iba a ocupar la a t e n c i ó n
de muchos
a s t r ó n o m o s
del
siglo x v i .
Si la
Tierra
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158
UN
N U E V O
S I S T E M A D E L M U N D O
F I G U R A V.8. E l sistema copernicano
p e r m i t i ó
determinar
realmente las distancias relativas de los planetas. E n él,
e l valor m á x i m o del á n g u l o alfa s ó l o puede darse cuando
l a l í n e a visual de la T i e r r a a Venus es tangencial a la ór
bita de Venus. Conociendo los tres á n g u l o s no es d i f í c i l
determinar
el radio orbital de Venus (o de cualquier otro
planeta) c o m p a r á n d o l o con el de la T i e r r a . De I. B e r n a r d
C o h é n , The Birth of a New Physics. Copyright 1960, E du-
cational
Services, Inc. Reproducido con la a u t o r i z a c i ó n
de Doubleday & Company, Inc.
giraba anualmente alrededor del Sol, se razonaba,
e l
observador
d e b í a
experimentar un cambio
cuantificable en su v i s i ó n de una estrella
dada,
por lo
menos
en el caso de que la magnitud del
universo fuera del orden sugerido por los
anti
guos. Pero no se
p e r c i b í a
ninguna
v a r i a c i ó n
an-
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U N N U E V O S I S T E M A D E L M U N D O
159
guiar semejante en intervalos de seis meses. Por
consiguiente, a muchos les p a r e c í a que la Tierra
d e b í a estar en reposo, y los partidarios de C o p é r
nico
tuvieron que replicar que el universo era
sumamente mayor de lo que los a s t r ó n o m o s se
h a b í a n imaginado
antes (figura
V.9). Aceptar
las t e o r í a s de C o p é r n i c o implicaba asimismo
asu
m i r una p o s i c i ó n respecto a las dimensiones del
universo.
Esta
d i s c u s i ó n t e n í a
sus antecedentes.
El Cu-
•
sano
h a b í a
descrito un universo infinitamente ex-'
F I G U R A V . 9 .
E n el siglo xv i no se pensaba generalmente
que las estrellas pudieran hallarse a una distancia i n c r e í
blemente grande de la T i e r r a . Por tanto, si el centro de
nuestro sistema era el Sol, al ocupar la T i e r r a distintas
posiciones en intervalos de seis
meses
las estrellas se
v e r í a n necesariamente en distintos á n g u l o s de e l e v a c i ó n .
E l
á n g u l o anual de la paralaje no se d e t e r m i n ó r e a l
mente has ta 1838. De Thomas S. K u h n , The Copernican
Revolution
(Cambridge, Mass. ,
H a r v a r d
University Pres s,
1 9 5 7 ) ,
p. 162. Copyright 1957, por el rector y los profe
sores asociados de H a r v a r d College.
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160 UN N U E V O S I S T E M A D E L MUNDO
tenso, y Giordano Bruno ( ¿1548P-1600 ) , quien
h a b í a
escrito acerca de un mundo
i n f i n i t o
y
des
centralizado, h a b í a propuesto un sistema similar.
De
esta
manera "se
magnifica
la excelencia de
Dios y se manifiesta la grandeza de su reino; Él es
glorificado,
no en uno, sino en incontables Soles;
n o en una sola
Tierra,
sino en miles de ellas, qué
digo,
en un
i n f i n i t o
de mundos". Bruno
s e n t í a
que h a b í a elevado a la
Tierra
a un nuevo n ive l ,
e l
de las estrellas. Pero agregaba que nuestra
Tierra
giraba alrededor de nuestro Sol y, de un
modo similar,
un
n ú m e r o i n f i n i t o
de Tierras
h a c í a n lo mismo en un n ú m e r o i n f in i to de siste
mas solares.
Las opiniones temerarias de Bruno se
i n s c r i b í a n
en un contexto de misticismo n e o p l a t ó n i c o y her
m é t i c o .
Y si sus opiniones se mezclaban con
especulaciones t e o l ó g i c a s , igualmente discutibles,
que
iban
a ser la
causa
de que muriera en Roma
en la hoguera, su rechazo de la esfera i n m ó v i l de
las estrellas fue recibido por otros con reacciones
mucho
menos
adversas.
En Inglaterra, Thomas
Digges ( ¿ 1 5 4 3 7 - 1 5 9 5 ) p a r a f r a s e ó
el primer
l i b r o
del
De
revolutionibus, el que a ñ a d i ó a guisa de a p é n
dice
a una nueva
e d i c i ó n
que se hizo en 1576 de
u n
almanaque perpetuo
(figura
V . 1 0 ) .
Es la suya
l a e x p o s i c i ó n
más importante del nuevo sistema
c o s m o l ó g i c o que se hizo en Inglaterra en el siglo
x v i ,
y es importante
t a m b i é n
porque Digges
e l i
minaba
la esfera i n m ó v i l de las estrellas, s e ñ a l a n
do
que el "orbe de las estrellas"
e s t á
" f i j o i n f i n i
tamente arriba" y "se extiende en
altitud
e s f é r i
camente". Por tanto, es
i n m ó v i l
ese "palacio de
la felicidad
adornado con luces perpetuas, bri-
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UN N U E V O
S I S T E M A D E L MUNDO
161
A
perfic dcfcripc'on
ofáie C^kíball Orbes,
tjAájfmmi. &t.
a
*>
* * '
F I G U R A
V.10. E l infinito universo copernicano de Thomas
Digges. De Francis R. Johnson,
Astronomical Thought in
Renaissance England: A Sludy of the English Scientific
Writings from 1500 to 1645, p. 166. Copyright 1937, The
Johns Hopkins University Press.
liantes y gloriosas", las
cuales
son innumerables
y
"aventajan con mucho a nuestro Sol tanto en
cantidad
como en calidad". Ésa es "la corte mis-
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UN N U E V O
S I S T E M A
D E L MUNDO 163
F I G U R A V . l l . William Gilbert —al igual que Digges— re
chazaba
la esfera tradicional de las estrellas
fijas.
De su
libro.
De mundo sublunari philosophia nova,
publicado
postumamente en Amsterdam (1651). Cortes ía de la New
berry
L i b r a r y ,
Chicago.
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64 U N N U E V O S I S T E M A D E L M U N D O
universidades del norte de Europa y p a r e c í a des
tinado
a una carrera p o l í t i c a . Pero, a t r a í d o in i -
cialmente por la q u í m i c a , m o n t ó un laboratorio,
solopara ser confundido en 1572 por la
a p a r i c i ó n
de una "nueva" estrella (se trataba en realidad de
una supernova). Esa supernova t e n í a una im
portancia capital para todos los a s t r ó n o m o s eu
ropeos,
pues
su a p a r i c i ó n significaba claramente
que h a b í a ocurrido un cambio en los cielos. Los
a s t r ó n o m o s
tradicionalistas se apresuraron a de
clarar que ese acontecimiento d e b í a haber suce
dido necesariamente en las imperfectas regiones
sublunares, ya que el cambio era inconcebible en
las regiones superiores de nuestro mundo. Mas,
si
esa nueva estrella
e x i s t í a
realmente en las
regiones inferiores (y
estaba
relativamente cerca
de la Tierra), entonces d e b í a ser posible localizar
su paralaje. Tycho, observador br illante y siste
m á t i c o , i n t e n t ó determinar esa paralaje, mas no
l o c o n s i g u i ó .
Entonces, esa nueva estrella
d e b í a
hallarse a una distancia enorme de la Tier ra. Y,
p o r
consiguiente, contrariamente a la
o p i n i ó n
aceptada, el cambio era posible en las regiones
supralunares.
N o menos importante para la c o s m o l o g í a fue
la
serie de cometas que
o b s e r v ó
Tycho entre 1577
y 1596. En ninguno de los casos pudo encontrar
la paralaje, lo cual p o n í a en entredicho una vez
m á s la doctrina de la inmutabili dad de los cielos.
M á s p r o b l e m á t i c o a ú n para la a s t r o n o m í a t r ad i
cional era el hecho de que
esas
observaciones
e x i g í a n
aceptar
el movimiento de
esos
cometas'a
t r a v é s de un espacio que anteriormente se h a b í a
c r e í d o ocupado por
esferas
cristalinas. Por lo
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UN N U E V O S I S T E M A D E L M UN DO 165
mismo,
cada vez era más difícil aceptar la exis
tencia
de
esas esferas
como realidades
físicas.
Pero, si bien sus observaciones cont r ibuían al
debilitamiento
de la antigua
cosmología,
Tycho se
resist ía a aceptar la teor ía copernicana. Sobre
todo,
la ausencia de paralajes
estelares
hacía ne
cesario suponer una distancia entre las órbitas
planetarias y las estrellas demasiado grande para
que él la aprobara. En vista de ello, y adoptando
una
posición
conciliatoria,
mantuvo estacionaria
a la Tierra con su satél i te lunar girando a su alre
dedor, pero sostuvo el movimiento circular del
Sol alrededor de la Tierra —y el movimiento cir
cular
de los d e má s planetas alrededor del Sol (fi
gura
V.12).
De ese modo se conservaba la esfera
de las estrellas fijas a la que parec ía ser una
distancia razonable de la Tierra, el Sol y los pla
netas. Matemá t i camen te , ese sistema era similar
al de Copérnico y, para
asegurar
la exactitud de
su sistema, Tycho seguía utilizando los distintos
artificios
circulares de Ptolomeo. No obstante,
Tycho
había esquivado la dificultad de enfren
tarse al problema de una nueva física del movi
miento
—problema que se tornaba cada vez más
difícil al
finalizar
ese
siglo.
• > • •- ' ''
D E S E N T R A Ñ A N D O L O S M I S T E R I O S D E L A S Ó R B I T A S
P L A N E T A R I A S
Tycho
Brahe fue reconocido u n á n i me me n t e como
el principal astrónomo
experimental de Europa.
No sólo realizó observaciones regulares de los
planetas y
p r e p a r ó
el camino para un conjunto de
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166 UN N U E V O S I S T E M A D E L M U N D O
F I G U R A
V . 1 2. E l sistema c o s m o l ó g i c o de Tycho B r a h e ,
mostrando una T i e r r a central alrededor de la c u a l giran
l a L u n a y el Sol. E l Sol, a su vez, e s t á rodeado por las
ó r b i t a s
de los
d e m á s
planetas. De Thomas S.
K u h n , The
Copernican
Revotution (Cambridge, Mass ., H a r v a r d U n i
versity Press,
1 9 5 7 ) ,
p. 202. Copyright 1957, por el rector
y los profesores asociados de H a r v a r d Collcge.
tablas estelares más exactas que las que se h a b í a n
redactado
hasta
entonces, sino que i n v e n t ó y
p e r f e c c i o n ó instrumentos de o b s e r v a c i ó n que su
peraban
en dimensiones a los construidos en cual
quier é p o c a anterior. Este equipo fue instalado
en un castillo-observatorio construido en Hveen
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U N N U E V O S I S T E M A D E L
MUNDO
67
p o r el rey de Dinamarca. Al l í un cuerpo de
ayudantes observaba las estrellas por las noches
mientras otros estudiaban
" a s t r o n o m í a
terrestre"
( q u í m i c a )
en los grandes laboratorios
q u í m i c o s
situados en los pisos inferiores.
Reconociendo su preeminencia en ese campo,
en 1596 un joven a l e m á n e n v i ó a Tycho una copia
de su pr imera obra. Ese
joven
era
Johannes
Ke
pler, quien con el tiempo h a b r í a de ser el heredero
y
el más
c é l e b r e d i s c í p u l o
de
Tycho.
Kepler
h a b í a
abrazado las t e o r í a s copern^canas desde muy tem
prana edad. Enviado a estudiar a Tubinga,
h a b í a
asistido a las c á t e d r a s de a s t r o n o m í a de M i g u e l
Maestlin (1550-1631). Aunque
esas
c á t e d r a s esta
ban
basadas
en
t e o r í a s
tolemaicas, Kepler conta
ba más tarde que Maestlin t a m b i é n h a b í a discu
t ido la obra de C o p é r n i c o . La nueva a s t r o n o m í a
atrajo al estudiante; cuando se t r a s l a d ó a Graz
(1594)
para ocupar un puesto como m a t e m á t i c o
( y a s t r ó l o g o ) , h a b í a iniciado ya una obra sobre la
a s t r o n o m í a
copernicana.
e
Ese primer l i b r o de Kepler era el que más)
tarde h a b r í a de enviar tanto a Tycho como a u n
t o d a v í a oscuro profesor de m a t e m á t i c a s italiano,]
Galileo G a l i l e i .
Dicha
obra mostraba el gran taJ
lento
m a t e m á t i c o
de Kepler y su persistente
intej
res por las relaciones m í s t i c a s . Int i tulada
Myste-
rium cosmographicum (1596), en ella Kepler en
contraba su primera respuesta en su b ú s q u e d a
de un orden m a t e m á t i c o universal. Convencido de
que d e b í a existir una c o r r e l a c i ó n consistente en
t r e
las
ó r b i t a s
planetarias,
c a l c u l ó
una y otra vez
sus distancias respecto del Sol. L l e g ó a la con
c l u s i ó n de que todos los planetas guardaban una
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168 U N N U E V O S I S T E M A D E L M U N D O
F I G U R A
V . 1 3 . E l modelo de K e p l e r de las ó r b i t a s plane
tarias
limitadas por los
s ó l i d o s
regulares. De
Mysterium
cosmographicum ( 1 5 9 6 ) . C o r t e s í a
de The Joseph Regens-
tein L i b r a r y , The University of Chicago.
clara
r e l a c i ó n
con los cinco
s ó l i d o s
regulares. Por
l o tanto, p e n s ó , el universo p o d í a
representarse
exactamente con el Sol en el centro y las esferas
planetarias de Mercurio, Venus, la Tierra, Marte,
J ú p i t e r
y Saturno separadas entre sí sucesivamen-
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U N
N U E V O
S I S T E M A D E L MUNDO
169
te por un octaedro, un icosaedro, un dodecaedro,
u n tetraedro y un cubo (figura V . 1 3 ) . Este resul
tado refleja claramente el
i n t e r é s
que
h a b í a
en
esa
é p o c a
por el misticismo
n u m é r i c o n e o p i t a g ó -
r i c o .
Para Kepler ese descubrimiento era funda
mental,
pues mostraba el orden m a t e m á t i c o del
universo.
Kepler
y su
l i b r o
impresionaron favorable
mente a Tycho, tanto, que é s t e o f r e c i ó al primero
u n
puesto en Hveen. Kepler
d e c l i n ó
la
i n v i t a c i ó n ,
prefiriendo permanecer en Graz, pero en los a ñ o s
siguientes el ambiente religioso se
v o l v i ó cada
vez
m á s peligroso para un protestante como él y, f i
nalmente, en 1600
d e c i d i ó
abandonar Graz. Para
entonces
Tycho se
h a b í a
trasladado de Dinamar
ca a Praga, sede de la corte del emperador Ro
dolfo
I I (que r e i n ó de 1576 a 1612). Ese lugar se
h a b í a
convertido en un centro para los intelectua
les europeos.
Desde
que
h a b í a
subido al trono,
Rodolfo
h a b í a
fomentado el estudio de
todas
las
ciencias (incluyendo la alquimia y la
a s t r o l o g í a ) .
John Dee
h a b í a
residido mucho tiempo en esa
corte, y siempre
h a b í a a l l í
numerosos alquimistas
y
a s t r ó l o g o s .
Aunque Tycho
h a b í a
sido nombrado
m a t e m á t i c o imperial,
probablemente
h a b í a
sido
tan bien recibido como
q u í m i c o
que como
a s t r ó
nomo.
Su
p o s i c i ó n
le
daba
el
p r i v i l e g i o
de contar
c o n
asistentes, y fue justamente
entonces
cuando
Kepler
le
e s c r i b i ó
preguntando si aún
deseaba
emplear su talento.
D e s p u é s
de recibir confirma
c i ó n
de que
s e g u í a
en pie la oferta anterior de
Tycho,
Kepler
e m p r e n d i ó
el viaje a la corte
imperial.
E n Praga Kepler tuvo
acceso
al c ú m u l o de
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170 UN
N U E V O
S I S T E M A D E L MUNDO
observaciones planetarias realizadas por Tycho,
y antes
de que é s t e muriera en 1601 h a b í a comen
zado a estudiar los datos relativos a la ó r b i t a de
Marte
con la esperanza de reducir esa
informa
c i ó n a una regla m a t e m á t i c a regular. En sus
p r i
meros intentos e m p l e ó los artificios tolemaicos
tradicionales,
tales como los epiciclos y los c í r c u
l o s e x c é n t r i c o s . No obstante, los resultados no
fueron tan buenos como los que esperaba obtener
de los datos exactos de
Tycho.
Abandonando
ese enfoque, Kepler a b o r d ó en
tonces el problema del movimiento planetario.
L os recientes estudios de los cometas h a b í a n
mostrado la necesidad de desechar las esferas
cristalinas
y, en consecuencia,
d e b í a
existir
otra
e x p l i c a c i ó n . I n f l u i d o por las fuerzas m a g n é t i c a s
de Gilbert, Kepler p o s t u l ó un anima motriz solar
similar al magnetismo de Gilbert, un alma mo
t r i z que emanaba del Sol que m o v í a a los planetas
en el curso de su
propia
r e v o l u c i ó n
axial.
Esta
fuerza,
c r e í a
él,
o b e d e c í a
una ley
s e g ú n
la
cual
actuaba en r a z ó n inversa del cuadrado de la dis
tancia —pero s ó l o en el plano de la e c l í p t i c a .
E l resultado de esas especulaciones puede encon
trarse en la que hoy se conoce c o m ú n m e n t e como
la
segunda ley del
movimiento
planetario de
Kepler, la que establece que una l í n e a que parte
de l Sol a un planeta barre á r e a s iguales en
tiem
pos iguales. Procediendo luego a estudiar mate
m á t i c a m e n t e esa anima motrix, c o n c l u y ó que la
ó r b i t a de Marte no era un c í r c u l o —una ruptura
,
fundamenta l con la
t r a d i c i ó n ,
por cuanto el
m o v i -
¡
miento
circular
h a b í a expresado hasta entonces
¡el concepto de la p e r f e c c i ó n de los cielos. E l
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U N
N U E V O
S I S T E M A D E L MUNDO 171
estudio extenso de otras curvas posibles d io f i
nalmente por resultado que esa trayectoria
o r b i
t a l fuese descri ta como una elipse (pr imera ley).
Estas
dos conclusiones, expuestas primeramente
en la
Astronomía
nova (1609), se basaban en pos
tulados
f í s i c o s
que
implicaban
un universo
v i t a -
lista. Sin embargo, Kepler c o n f i r m ó la validez de
esos
resultados y
p r o c e d i ó
a aplicarlos a los
d e m á s planetas.
L a
tercera ley de Kepler, que
a p a r e c i ó
en 1619
en
su Harmonices mundi,
t a i ü b i é n
era resultado
de su b ú s q u e d a tenaz de las a r m o n í a s universa
les de la naturaleza. En
t é r m i n o s
modernos,
esta
ley establece que los cuadrados de los tiempos
empleados por dos planetas en su
r e v o l u c i ó n
al
rededor del Sol son proporcionales a los cubos
de sus distancias medias respecto del Sol. Des
cubrimiento
brillante,
desde nuestro punto de
vista,
pero para
Kepler
esa
r e l a c i ó n t e n í a
un sen
tido t o d a v í a más profundo. Buscando literalmen
te una
e x p r e s i ó n m a t e m á t i c a
de las
a r m o n í a s
del
mundo,
i n i c i a
esta
obra con el e s t u d i ó de los
cinco
s ó l i d o s
regulares y sus proporciones
a r m ó
nicas. De ahí pasa a considerar las a r m o n í a s mu
sicales y su
r e l a c i ó n
con el universo. El
l i b r o
octavo
e s t á
dedicado al estudio de las cuatro
cla
ses de voces emitidas por los planetas (soprano,
contralto,
tenor y bajo), y la tercera ley del mo
vimiento
planetario
forma
parte de un
l i b r o
que
trata
de la e x p r e s i ó n de las claves de la escala
musical
y los
g é n e r o s
de consonancia mayor y
menor.
En suma, las leyes del
movimiento
pla-1
netario
de
Kepler fueron
desarrolladas por uní
m a t e m á t i c o magis tral, pero si
deseamos
consi-\
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172
U N
N U E V O
S I S T E M A D E L MUNDO
.derarlas en su verdadero contexto, deberemos
'examinarlas en
r e l a c i ó n
a la
c o n c e p c i ó n
del mun
d o de Kepler en su totalidad.
D o s a ñ o s
más tarde,
Kepler
r e d a c t ó
un
Epí
tome
de la
a s t r o n o m í a
copernicana, donde tuvo
oportunidad
de reafirmar los resultados
obteni
dos en su anterior Mysterium cosmographicum.
D e d i c ó sus ú l t i m o s a ñ o s principalmente a termi
nar las tablas planetarias de
Tycho,
las cuales
aparecieron finalmente en 1627, tres
a ñ o s
antes
de su muerte.
E L
PROBLEMA FÍSICO
Mucho
de lo más
significativo
de la obra de
Kepler estaba oculto,
mezclado con sus especu
laciones
f i l o s ó f i c a s ,
y
s ó l o hasta
mediados del
siglo xvn encontramos a muchos sabios
r e f i r i é n
dose a las leyes de Kepler como fundamentos de
l a t e o r í a
planetaria . Mientras tanto, una serie
de nuevos adelantos —asociados principalmente
c o n
la obra de Galileo
G a l i l e i —
apresuraron la
a c e p t a c i ó n de la t e o r í a copernicana.
Nacido
y educado en Pisa, Galileo se i n t e r e s ó
m u y
pronto por las
m a t e m á t i c a s
y la
a s t r o n o m í a .
U n a
profunda
influencia
e j e r c i ó
en el
joven
sa
b io
la obra de
A r q u í m e d e s ,
cuya
e x p r e s i ó n
mate
m á t i c a de los f e n ó m e n o s f í s ic o s le p a r e c i ó muy
alejada de los escritos de
A r i s t ó t e l e s . C r i t i c ó
las
soferas de este ú l t i m o por su ausencia de mate-
m á t i c a s
y por su confianza
incondicional
en la
experiencia
sensorial. Al menos en su
juventud,
Galileo no
t e n í a n i n g ú n
reparo en considerar a
t a a n a l o g í a macrocosmos-microcosmos como una
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U N N U E V O S I S T E M A D E L
MUNDO
173
e x p r e s i ó n f i e l de un mundo en el cual el Sol
era el rey y el
c o r a z ó n
de sus subditos planeta
rios. Y, al igual que Kepler, Galileo i n t e n t ó in
terpretar
m a t e m á t i c a m e n t e
todo el universo, lo
mismo la naturaleza que el mundo sobrenatural^
E n
1592 Galileo fue nombrado profesor de ma
t e m á t i c a s de la Universidad de Padua, pero aún
no se le
c o n o c í a
como
a s t r ó n o m o
cuando
r e c i b i ó
una copia del Mysterium cosmographicum. Pero
mientras que Tycho
h a b í a l e í d o
atentamente
el
l i b r o y le h a b í a ofrecido a Kepler un puesto en
Hveen,
Galileo se
l i m i t ó
a
acusar
recibo del mis
m o , comentando que él t a m b i é n estaba conven
cido
de la verdad de la
e x p l i c a c i ó n
copernicana
d e l
mundo. Nada indica que Galileo haya sido
i n f l u i d o
de alguna manera por Kepler y, pese a
su
i n t e r p r e t a c i ó n m a t e m á t i c a
del movimien to lo
c a l , s e g u í a
aferrado a los
c í r c u l o s
para describir
los movimientos del Sol, la Luna y los planetas.
S i bien existen var ios tratados anteriores de
Galileo,
incluyendo una conferencia
sobre
el co
meta aparecido en 1604, no e s c r i b i ó nada de ver
dadera importancia
hasta
1610, cuando su Side-
reus nuncius, o "E l mensajero sideral", un folleto
de veintinueve
p á g i n a s , s o r p r e n d i ó
a la comuni
dad intelectual de Europa.
Estaba
escrito en la
t í n
y
o f r e c í a
el primer informe que se
h a b í a
pu
blicado
de la o b s e r v a c i ó n de los cielos con ayuda
d e l
telescopio. Su escrito
v e n í a
a apoyar podero
samente
a quienes preconizaban el sistema coper
nicano.
Aunque hay
datos
que indican que el telescopio
h a b í a
sido
bastante
conocido por la
g e n e r a c i ó n
anterior a la
p u b l i c a c i ó n
del Sidereus nuncius
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174 UN N U E V O
S I S T E M A D E L M U N D O
—e incluso que an teriormente se h a b í a n realizado
algunas observaciones a s t r o n ó m i c a s — , es i n d u
dable que Galileo fue el primero que d e s c r i b i ó
sus descubrimientos en un impreso. En
é s t e
exa
minaba
y dibujaba el paisaje lunar
(figura
V . 1 4 ) .
Y aun cuando su telescopio era poco potente, de
acuerdo a nuestras normas, era lo suficientemen
te preciso para que, conociendo las dimensiones
de la Luna, pudiera medir las sombras proyec
tadas
por las
m o n t a ñ a s
lunares y calculara su
altura. A d e m á s , o b s e r v ó que el telescopio h a c í a
visibles gran n ú m e r o de estrellas que nunca
antes
se h a b í a n
visto.
Y es especialmente interesante
su descubrimiento de los s a t é l i t e s de J ú p i t e r , a
los
que
l l a m ó
las estrellas "mediceas", en honor
de la f a m i l i a de gobernantes florentinos. É s t a s
giraban
alrededor de ese planeta como un siste
ma solar en miniatura. Posteriores observacio
nes realizadas en los a ñ o s siguientes h a b r í a n de
revelar a Galileo el hecho importante de que
Venus presentaba
fases
similares a las de la Luna.
É s t o s ó l o p o d í a ocurrir si ese planeta giraba
alrededor del Sol. La doctrina de la
p e r f e c c i ó n
de los cielos se d e b i l i t ó aún más cuando d e c l a r ó
que en la superficie del Sol
e x i s t í a n
manchas que
giraban,
lo cual indicaba el movimiento axial de
ese cuerpo celeste.
E l Sidereus nuncius tuvo el efecto deseado. En
recompensa por haber bautizado a los s a t é l i t e s
de J ú p i t e r en honor de Cosme de M é d i c i s , h a b í a
sido nombrado f i l ó s o f o del gran duque y ahora
p o d í a
regresar a Florencia . Pero
t a m b i é n
se
h a b í a
vuelto una celebridad de la noche a la m a ñ a n a ,
alguien
a quien se comparaba con C o l ó n y Vespu-
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F I G U R A V . 1 4 . Ilustraciones de la L u n a , de Galileo. Del
Sidereus nuncius
(1610).
C o r t e s í a
de The Joseph Regen-
stein
L i b r a r y ,
The University of Chicago.
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176 UN
N U E V O
S I S T E M A D E L M U N D O
c i ó por haber descubierto un nuevo mundo. Es
cribiendo
acerca de los nuevos descubrimientos,
Kepler se extasiaba: "¡Oh, telescopio, instrumento
de tanto conocimiento, más preciso que cualquier
cetro Quien te tiene en su mano, ¿no es hecho
acaso
rey y s e ñ o r de las
obras
de Dios?"
Las observaciones t e l e s c ó p i c a s de Galileo ha
b í a n revelado la existencia en J ú p i t e r de un sis
tema de
s a t é l i t e s similar
al sistema planetario
de
C o p é r n i c o
y
h a b í a n
demostrado concluyentc
mente que Venus giraba por necesidad alre
dedor del Sol. Estas observaciones, junto con
la
franca defensa que
h a c í a
Galileo de la
t e o r í a
h e l i o c é n t r i c a , o c u r r í a n en tiempos d i f í c i l e s para
la
Iglesia
c a t ó l i c a
romana y
h a b r í a n
de
desatar
l a c ó l e r a de é s t a sobre su
cabeza.
Hasta entonces
la
Iglesia
h a b í a
guardado si lencio; pero ahora, en
medio de su propio movimiento de reforma, co
m e n z ó
a reaccionar ante las peligrosas
i m p l i c a
ciones t e o l ó g i c a s del sistema h e l i o c é n t r i c o del
universo.
Un siglo
antes,
C o p é r n i c o h a b í a
sido
invitado a parti cipar en la proyectada reforma
d e l
calendario —y en 1551 sus
m é t o d o s m a t e m á
ticos de c o m p u t a c i ó n h a b í a n servido de base a
u n
nuevo conjunto de tablas
a s t r o n ó m i c a s
elabo
radas por Erasmo Reinhold (1511-1553). Mucho
menos prometedora
h a b í a
sido la
r e a c c i ó n
inme
diata del campo protestante. M a r t í n Lutero (1483-
1546)
se
r e f e r í a
a
C o p é r n i c o
como a un tonto
que deseaba "trastornar toda la ciencia de la as
t r o n o m í a "
(1539). Lo secundaba
P h i l i p
Melanch-
t o n
(1497-1560), quien citaba profusamente la
B i b l i a en defensa de la
c o n c e p c i ó n
tradicional
d e l mundo (1549):
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U N N U E V O
S I S T E M A D E L MUNDO 177
Los ojos son testigos de que los cielos giran
en
el espacio de veinticuatro horas. Pero cier
tos hombres, ya sea por amor a la novedad, ya
sea para hacer o s t e n t a c i ó n de su ingenio, han
concluido que la
Tierra
se mueve; y sostienen
que ni las ocho
esferas
ni el Sol
giran
. . .
Aho
r a bien, es una falta de honestidad y decencia
afirmar tales nociones
p ú b l i c a m e n t e ,
y el ejem
p lo
es pernicioso. El deber de una mente sana
es aceptar la verdad tal como ha sido revelada
p o r
Dios
y regirse por
ella.
E n
1616 el Santo
Of i c io ca l i f i có
a la
t e o r í a
helio
c é n t r i c a de "necia y absurda f i l o s ó f i c a m e n t e , y
1
formalmente
h e r é t i c a ,
por cuanto expresamente
contradice
las doctrinas de las
Sagradas
Escritu
ras en muchos puntos, tanto conforme a su sen
t i d o l i t e r a l como conforme a la c o m ú n e x p o s i c ió n
e
i n t e r p r e t a c i ó n
de los santos Padres y Doctores".'
Semanas más tarde, el De revolutionibus fue in
cluido en la lista de
libros
prohibidos, y se ad
v i r t i ó
a
Galileo
que se abstuviera de defender
l a t e o r í a
copernicana como una
d e s c r i p c i ó n
de la
verdadera c o n s t i t u c i ó n f í s i c a del mundo.
Posteriores investigaciones de
Galileo
en torno
j
a la t e o r í a de las mareas lo convencieron de que'
ahora
t e n í a
pruebas del
movimiento
de la
Tierra.
Obrando en conformidad, p l a n e ó y e s c r i b i ó su
obra capital, el Diálogo sobre los áos sistemas
principales áel mundo (1632), donde contrastaba^
los
sistemas de Ptolomeo y
C o p é r n i c o .
Se le
otó
' rV
g ó
permiso para publicarla, a
c o n d i c i ó n
de que^
discutiera
el sistema copernicano exclusivamenJ
te en calidad de
h i p ó t e s i s .
Eso fue lo que hizo,
s ó l o
que su
d i s c u s i ó n
no fue del todo impar-
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178
U N N U E V O S I S T E M A D E L
MUNDO
c i a l . En su d i á l o g o , el exponente del sistema
copernicano
representaba a
Galileo
y a cada
paso
d e m o l í a
uno tras otro los argumentos del defen
sor de la antigua
a s t r o n o m í a .
Y aunque al
f i na l
d e l l i b r o
Galileo, obedientemente, aclaraba que
todo lo que h a b í a dicho t e n í a un sentido hipo
t é t i c o ,
ciertamente
h a b í a d e s o í d o
la advertencia
que se le h a b í a hecho en 1616. Así, no debe ex
t r a ñ a r n o s
que fuera enjuiciado por la
I n q u i s i c i ó n
y
obligado a abjurar de su creencia en las tesis
condenadas de
C o p é r n i c o
(1633). Confinado por
e l resto de sus d í a s a su v i l l a de A r c e t r i , s i g u i ó
trabajando en su obra y en 1638
fueron p u b l i
cados en Holanda sus Discursos y demostraciones
matemáticas
concernientes a dos ciencias nuevas.
Estos dos
ú l t i m o s v o l ú m e n e s
versaban
p r i n c i
palmente sobre el problema del movimiento, al
cual
Galileo acertadamente consideraba insepa
rable de los sistemas c o s m o l ó g i c o s que compa
raba. No examinaremos en
este
lugar las
opinio
nes de
Galileo
sobre, el
movimiento;
basta
s e ñ a l a r
que
desde
la
é p o c a
de
C o p é r n i c o
se
h a b í a
com
prendido la necesidad de resolver los problemas
í q u e
representaba el movimiento
local
sobre una
'Tierra
en movimiento. La i n v e s t i g a c i ó n que rea
l i zó
Galileo
de las leyes de la
c i n e m á t i c a
y la
d i n á m i c a no tuvo el é x i t o que a l c a n z ó Newton
en
los
Principia,
pero se
a p r o x i m ó
bastante al
concepto moderno de inercia y l o g r ó explicar
p o r
qu é una piedra dejada caer
desde
una torre
cae al pie de é s t a , por qu é una pelota lanzada
verticalmente
hacia arriba por un sujeto en mo
vimiento vuelve a caer en su mano y por qué
dos jinetes cabalgando uno al lado del otro po-
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U N
N U E V O
S I S T E M A D E L M U N D O
179
d í a n lanzarse pelotas el uno al otro sin que é s t a s
cayeran hacia a t r á s a muchos pies de distancia.
S i esas explicaciones eran correctas, quedaba in
validado
entonces uno de los argumentos más
convincentes en contra del movimiento diurno
de la Tierra. La f o r m u l a c i ó n m a t e m á t i c a que
l l e v ó a cabo Galileo de las leyes del movimiento
fue esencial para el desarrollo de la m e c á n i c a
moderna y s i r v i ó de
base
a la obra de Isaac
Newton.
^
E n 1642, cuando muere Galileo, el sistema coper
nicano aún no h a b í a sido aceptado umversalmen
te . Muchos autores europeos se a d h e r í a n t o d a v í a
a l
sistema de
Tycho,
p o s i c i ó n
que ciertamente
s e g u í a siendo la más segura en los p a í s e s c a t ó
licos. Con todo, el escenario a s t r o n ó m i c o h a b í a
cambiado radicalmente desde la é p o c a de Georg
Peuerbach. É s t e h a b í a reconocido la necesidad
de contar con un texto más
f i e l
de Ptolomeo y
e l
resultado
h a b í a
sido el
Epítome
de 1496. Y el
cuidadoso estudio que h a b í a hecho C o p é r n i c o de
Ptolomeo h a b í a conducido a su vez a una refun
d i c i ó n de la a s t r o n o m í a tolemaica en
forma
helios-
t á t i c a . No obstante, ello h a b í a t r a í d o consigo
una nueva serie de problemas tanto para los
a s t r ó n o m o s como para los f i l ó s o f o s naturales,
problemas cuya s o l u c i ó n s e r í a objeto de p o l é
micas en el siglo posterior a la muerte de Co
p é r n i c o . La b ú s q u e d a de una paralaje estelar
mensurable s e g u i r í a siendo infructuosa hasta el
siglo
xix, pero quienes se inclinaban por el sis
tema copernicano en el siglo xvi no parecen
haber tenido mucha
d i f i c u l t a d
para aceptar un
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180 UN
N U E V O S I S T E M A D E L M U N D O
universo
sumamente agrandado y, para algunos,
i n f i n i t o .
Tycho sostuvo un sistema g e o s t á t i c o con
una esfera de estrellas
f i j a s ,
pero hasta él
tuvo
que ordenar a los
d e m á s
planetas en un sistema
h e l i o c é n t r i c o .
i
El poder de la
m a t e m á t i c a q u e d ó
demostrado
claramente por los c i e n t í f i c o s que hemos exami-
í a d o
en
este c a p í t u l o . C o p é r n i c o
dio
v e r o s i m i l i
t u d
a su obra cuando
t r a t ó m a t e m á t i c a m e n t e
los
datos recogidos por Ptolomeo, e
i n s i s t í a
en que
toda la a s t r o n o m í a era un asunto propio de ma
t e m á t i c o s .
Tycho
r e c o n o c i ó
inmediatamente el
genio
m a t e m á t i c o de Kepler , y é s t e y Galileo de
mostraron
su capacidad de
a n á l i s i s
en sus enfo
ques
m a t e m á t i c o s .
Y, sin embargo, es en
Kepler
donde encontramos el mejor ejemplo de la pa
radoja c i e n t í f i c a del Renacimiento —el excelente
m a t e m á t i c o
cuya
i n s p i r a c i ó n
se derivaba de su
creencia en las a r m o n í a s m í s t i c a s del universo.
Esa mezcla embriagadora de
misticismo
y mate
m á t i c a s e s t á muy lejos de la ciencia moderna,
pero
c o n s t i t u y ó
un ingrediente esencial de su
nacimiento.
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182 N U E V O S M É T O D O S Y UNA
N U E V A C I E N C I A
/pales corrientes c i e n t í f i c a s y m é d i c a s del hele
n i smo,
la otra preconizaba la
r e c u p e r a c i ó n
de la
prisca theologia que presumiblemente h a b í a co
nocido
el hombre
antes
de la
C a í d a .
La obra de
A r i s t ó t e l e s , Galeno y sus seguidores no inspiraba
sino
desconfianza a los
h e r m é t i c o s .
La verdade
r a ciencia, s o s t e n í a n , solamente p o d í a encontrar
se en los escritos de aquellos magos y
alquimis
tas posteriores que h a b í a n percibido las verdades
eternas
i m p l í c i t a s
en sus esfuerzos. En el
caso
de Paracelso, para arribar a una verdadera f i lo
s o f í a de la naturaleza era menester destruir la
autoridad de los antiguos y r e m p l a z a r í a con el
conocimiento d i v i n o que p o d í a obtenerse median
te una nueva
i n v e s t i g a c i ó n
—inspirada en gran
parte en la q u í m i c a — del universo creado por
Dios.
En suma, si bien la obra de muchos astral
i
nomos, m a t e m á t i c o s y f í s i c o s del Renacimiento
se
basaba
en los autores h e l e n í s t i c o s del periodo
que va de
A r i s t ó t e l e s
a Ptolomeo y Galeno, para
otros la posibilidad de alcanzar la verdad se halla-'
ba ú n i c a m e n t e en una derrota total de la ciencia
y la medicina e s c o l á s t i c a s .
A
pesar
de que algunos r e c o n o c í a n el valor
de la obra de los antiguos, al
finalizar
el siglo xvi
era cada vez más
c o m ú n
que los eruditos pen
saran en f u n c i ó n de una nueva f i l o so f í a . Ya en
1536 Pedro Ramus h a b í a sostenido la tesis de
que "todo lo que declara A r i s t ó t e l e s ... es
fa l
so". En a ñ o s posteriores h a b r í a de dedicar sus
mayores esfuerzos al desarrollo de un nuevo sis
tema de l ó g i c a que iba a tener una gran i n f l u e n
cia —una obra que iba d i r i g i d a contra los
cimien
tos mismos del escolasticismo. Y ya hemos
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N U E V O S
M É T O D O S
Y UNA N U E V A C I E N C I A 183
visto
c ó m o ,
a fines de ese
siglo,
Bernardino Te
lesio
impugnaba el aristotelismo medieval en su
academia de Cosenza.
I n s i s t í a
en que, en lugar
de repetir meramente a
A r i s t ó t e l e s , d e b í a n
em
prenderse nuevos estudios de la naturaleza como
una
base
para fundar el conocimiento. Hemos
visto
t a m b i é n
que el estudio del
i m á n
era para
W i l l i a m Gilbert la
base
de una e x p l i c a c i ó n del_
sistema del mundo^
Gilbert
estaba
plenamente
consciente de la novedad de su obra, la cual
era "algo nuevo, casi desconocido
hasta
[en
tonces] . . . Por tanto, nosotros no citamos para
nada ni a los antiguos ni a los griegos en nues
t r o apoyo". Y hasta W i l l i a m Harvey,
pese aT]
profundo
respeto que
s e n t í a
por
A r i s t ó t e l e s
y
Galeno,
r e c o n o c í a : "Aprendo y e n s e ñ o a n a t o m í a , ,
no de los libros, sino de las disecciones, no de
las posiciones de los f i l ó s o f o s , sino de la f á b r i c a
de la naturaleza."
¡
~~\' }
M a s , ¿ c ó m o
se
d é b í a ^ r o c e d e r ? ¿ D e b í a l i m i t a r
se el sabio a recoger, sin di scr iminar, una m u l
t i t u d
de nuevos datos, o se
d e b í a
concebir un
nuevo plan y un nuevo m é t o d o de a n á l i s i s para
fundar
una nueva
f i l o s o f í a
de la naturaleza? Har
vey no v e í a n i n g ú n inconveniente en resumir los
Segundos
analíticos
de
A r i s t ó t e l e s
para orientar
a sus lectores, pero muchos h a b r í a n desaproba
do su actitud. La gama de las ideas expuestas
en esa é p o c a puede ilustrarse con la obra de
tres hombres: Bacon y Descartes, quienes expre
samente
buscaban una "nueva
f i l o s o f í a " ,
y
G a l i
l eo ,
cuya
m e t o d o l o g í a
habremos de mostrar me
j o r con ayuda de un ejemplo.
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184
N U E V O S M É T O D O S
Y UNA N U E V A
C I E N C I A
F R A N C I S B A C O N
L a
obra de Francis Bacon ha
a t r a í d o
siempre la
a t e n c i ó n
de los historiadores. Canciller de In
glaterra, fue el principal arquitecto p o l í t i c o del
programa de
Jacobo
I en el Parlamento
hasta
que en 1623 se d e s c u b r i ó que r e c i b í a sobornos.
H a
sido
sumamente
apreciado por los
c r í t i c o s
literarios por sus Essays y sus obras h i s t ó r i c a s ,
pero sus mayores
esfuerzos
estuvieron encami
nados
a reformar nuestro conocimiento de la
naturaleza. En efecto, su inconclusa "Gran
res
t a u r a c i ó n " e j e r c i ó tanta influencia en la segunda
mitad
del siglo xvn que, sin
exagerar,
p o d r í a m o s
caracterizar a mucha de la labor desarrollada en
tonces por las incipientes
sociedades
y
academias
c i e n t í f i c a s como "baconiana" en e s p í r i t u .
Pero aunque Bacon fue s e ñ a l a d o por mucho
tiempo como el
abanderado
del
m é t o d o
inductivo
en la ciencia, recientes investigaciones han pues
to
de manifiesto su profunda
deuda
con fuentes
inesperadas. Versado en la literatura de la magia
natural y la alquimia, Bacon deploraba el mis
terio que tradicionalmente h a b í a envuelto a esos
temas
y
s o s t e n í a
que el verdadero mago
d e b í a
hacer p ú b l i c o s sus descubrimientos. Mas, agre-
Igaba, la magia natural no es una
p r á c t i c a
ociosa
'sino "ciencia que aplica el conocimiento de las
(formas ocultas a la
p r o d u c c i ó n
de operaciones
maravillosas; y al unir (como dicen) lo activo
con
lo pasivo revela las obras maravillosas de
la naturaleza". ¡ C u a n semejantes son sus pala
bras
a las de John Dee o Paracelso
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N U E V O S
M É T O D O S
Y UNA N U E V A
C I E N C I A
185
Por otra parte, Bacon concordaba con muchos
de sus c o n t e m p o r á n e o s alquimistas y h e r m é t i c o s
co n respecto a la b ú s q u e d a y posible recupera
c i ó n
del conocimiento
p r í s t i n o
que
h a b í a p o s e í d o
A d á n . Por
esta
r a z ó n , estudiaba detenidamente los
mitos
de la A n t ig ü e d a d , en los que v e í a un v í n c u
l o con las tradiciones
humanas
más antiguas.
A s í , interpretaba a l e g ó r i c a m e n t e la leyenda de
Saturno desde el punto de vista del atomismo
de
D e m ó c r i t o
y
d e s c r i b í a
la
b ú s q u e d a
funesta de
E u r í d i c e por Orfeo como un s í m b o l o de la pre
mura
infructuosa de quienes abandonan la expe
r i m e n t a c i ó n en su b ú s q u e d a del conocimiento. Y
e l mito de Cupido (la materia) se v o l v í a en sus
manos un
a n á l i s i s
de los
sistemas
de los preso-
c r á t i c o s , fundados en los elementos.
L a creencia de Bacon en la s a b i d u r í a a d á n i c a
estaba asociada con otra c a r a c t e r í s t i c a paracel-
sista, igualmente reconocible: el rechazo absoluto
de A r i s t ó t e l e s . Convencido de que se inauguraba
una nueva era
h i s t ó r i c a ,
impugnaba el escolasti
cismo por su esterilidad y su e m p e ñ o en- man
tener, a toda costa, la autoridad de los textos
establecidos en lugar de buscar el indispensable
progreso que tan admirablemente se v e í a en las
artes
m e c á n i c a s .
E l culpable era
A r i s t ó t e l e s ,
pues
é s t e h a b í a combatido y rechazado la obra de los
primeros f i l ó s o f o s , rompiendo así el ú l t i m o v ín c u
l o con ese conocimiento p r í s t i n o tan necesario
para la humanidad. A d e m á s , h a b í a subordinado
la ciencia a la l ó g i c a y h a b í a realizado experi
mentos con el
ú n i c o
fin de avalar conclusiones
preconcebidas. Y , finalmente, su f i lo s o f í a h a b í a
sido incorporada a la r e l i g i ó n y utilizada para
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186 N U E V O S M É T O D O S Y UNA N U E V A C I E N C I A
apoyar a la Iglesia romana. Apenas p o d í a creer
se que se siguiera dando tanto c r é d i t o a la obra
de ese hombre y que tan pocas cosas se hubieran
descubierto
desde
su
é p o c a .
¿ Q u é d e b í a hacerse? E l primer
paso
era dese
char el
corpus
griego acumulado
junto
con sus
m á s recientes comentarios o, por lo menos, co
menzar a examinar esas obras sin la ciega reve
rencia que tan a menudo mostraban los e s c o l á s
ticos.
Luego, los eruditos
d e b í a n
comenzar a
integrar
un nuevo c a t á l o g o de hechos, observa
ciones y experimentos. Todo
ello d e b í a hacerse
c o n sumo cuidado,
pues
s ó l o hasta que se hubie
se concluido esa tarea p o d r í a n abstraerse con
relativa
facilidad
las verdaderas
t e o r í a s
y leyes
naturales.
Pero en esa empresa
d e b í a
seguirse un plan de
f i n i d o . Para Bacon los empiristas puros eran se
mejantes a las hormigas, hombres que no
h a c í a n
sino acumular
vastas
colecciones de datos. Los
f i l ó s o f o s
no eran mejores y eran comparables a
las a r a ñ a s que con su l ó g i c a , t e j í a n intrincadas
t e l a r a ñ a s e x t r a í d a s
de sus propios cuerpos. Los
verdaderos c i e n t í f i c o s , explicaba, se asemejaban
a las abejas, que extraen el n é c t a r de las flores
para transformarlo en
m i e l , ú t i l
para todos. La
nueva f i l o so f í a que p r o p o n í a Bacon s e r í a experi
mental,
pero sus experimentos t e n d r í a n que es
cogerse con todo cuidado y registrarse con todos
sus detalles. Enumerando más de ciento treinta
temas
y procesos importantes dignos de examen,
i n s i s t í a
en la necesidad de contar con un gran
agregado de datos clasificados rigurosamente.
Para
cada uno de ellos h a b r í a una lista de casos
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N U E V O S MÉTODOS Y UNA N U E V A C I E N C I A 187
positivos
(donde se presentaba el
fenómeno),
una
lista
de
casos
negativos (donde
estaba
ausente)
y una
lista
de grados de comparación (donde el
fenómeno
variaba de acuerdo a otros factores).
Bacon
pensaba
que con ayuda de
es s
listas i n i
ciales se
podría
arribar al conocimiento,
exclu
yendo las hipótesis improbables y verificando el
resto.
E l
concepto de
método científico
de Bacon era
esencialmente experimental y
cualitativo
y ente
ramente
inductivo.
A l
igual
que los paracelsistas,
desconfiaba de las
matemáticas.
Y aunque sos
tenía
que la
matemática debía
aplicarse a la
física
j
para obtener mejores resultados en la
investiga-í
ción
de la naturaleza,
también
se quejaba de que:
su empleo
solía
conducir a
excesos
y,
efectiva-j
mente,
sentía
que los
matemáticos
comenzaban'
a dominar —indebidamente— ese campo. i
Anunció
su obra proyectada en
The Advance-
ment
of Learning (1605). Esta obra
serviría
de
int roducción
general a su "Gran
res tauración
del
conocimiento",
la cual iba a
comprender-además
un análisis
exhaustivo del
método científico
(el
Novum Organum, 1620) y una vasta enciclopedia
de conocimientos
empíricos
y datos experimen
tales cuyo volumen,
según
estimaba,
sería
seis
veces
mayor que el de la Historia natural de
Plinio.
Las secciones finales
incluir ían
un exa
men
de las
teorías científicas
anteriores y contem
poráneas, además
de la nueva
filosofía
natural
que
habría
de surgir de los materiales acumu
lados.
Sobra
decirlo,
el proyecto era demasiado ambi
cioso para que él —o
algún otro—
pudiera ni
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188 N U E V O S M É T O D O S
Y
UNA
N U E V A
C I E N C I A
remotamente realizarlo. Y si
The Advancement
of Learning
y
el
Novum Organum
se
terminaron,
muchas otras secciones n i siquiera se intentaron
— o
existen cuando mucho
en
forma
de
materia-
Tes
introductorios
o secciones breves. Con
todo,
e l s u e ñ o de una ciencia surgiendo de una p l é t o r a
de datos iba a inspirar a muchos autores del si
g lo x vn que consideraban a Bacon como su g u í a .
-Para
muchos de esos "baconianos", una obra pos
tuma,
Sylva silvarum
(1627),
era su
legado
má s
preciado.
A llí p o d í a
encontrarse
u n c ú m u l o de
datos ordenados por "siglos", una mezcla de ob
servaciones personales
y
notas
e x t r a í d a s de las
m á s diversas fuentes. E l resultado recuerda extra
ñ a m e n t e
a u n
" l i b r o
de los
secretos" renacentis
ta , dentro de la t r a d i c i ó n de la magia na tu ra l. N i n
guna
otra obra suya muestra
con
tanta
claridad
e l c a r á c t e r esencialmente impracticable del mé
todo de
Bacon.
Y , no
obstante,
ese l i b r o a l c a n z ó
n o menos de quince ediciones en i n g l é s en el si
g lo
x vn e
indujo
nada menos
que a
Robert
Boyle
a tratar de continuarlo.
Puede decirse
que la
idea
que t e n í a
Bacon
de
una nueva ciencia daba muy poca
importancia
a
las
m a t e m á t i c a s
y
demasiada
a la
experimen
t a c i ó n .
Él
mismo
p a r e c í a
incapaz
de
valorar
co
rrectamente
la
ciencia
de su
tiempo. Cuestionaba
e l valor del microscopio y el telescopio, si bien
a menudo mencionaba
los
descubrimientos
de
Galileo expuestos en el Sidereus nuncius. C r i t i
caba
a
W i l l i a m Gilbert
por
haber intentado e r i
g i r
toda
una
f i l o so f í a
sobre
la base de un
ú n i c o
f e n ó m e n o ,
y
rehusaba aceptar
el
sistema coper
nicano porque en su o p i n i ó n no h a b í a pruebas
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N U E V O S M É T O D O S Y UNA
N U E V A C I E N C I A
189
suficientes de la
r e v o l u c i ó n
diurna de la Tierra.
Y aunque impugnaba frecuentemente las
obras
de Paracelso, cuando
i n t e n t ó
construir su propia
c o s m o l o g í a
se
b a s ó
en gran medida en las
t e o r í a s
q u í m i c a s
en boga. Así, interpretaba los cielos
s e g ú n la teoVía azufre-mercurio y relacionaba el
movimiento
estelar con las propiedades del fue
go celestial. Sin embargo, cuando consideramos
a l m é t o d o c i e n t í f i c o
de Bacon dentro de todo el
contexto intelectual de su
é p o c a ,
vemos que estu
v o i n f l u i d o
no
s ó l o
por el gran descontento que
h a b í a a la s a z ó n por el uso del m é t o d o e s co l á s
tico en las ciencias, sino
t a m b i é n ,
y
e s p e c í f i c a
mente, por la magia natural, la alquimia y la
f i l o s o f í a q u í m i c a
paracelsista.
R
E N E
D E S C A R T E S
L a influencia de Descartes d i f í c i l m e n t e fue me
n o r que la de Bacon. Nuevamente encontramos
e l intento de establecer una f i l o s o f í a nueva y u n i
versal que remplazara a la de los antiguos. Edu
cado en un colegio j e s u í t a de reciente f u n d a c i ó n ,
Descartes relataba d e s p u é s que se h a b í a "sentido
t a n confundido con tantas dudas y errores, que
me
p a r e c í a
que mis esfuerzos por instruirme no
t e n í a n más efecto que aumentar mi propia igno
rancia". Q u i z á s no era necesario reformar todo
e l conjunto de las ciencias, agregaba, "mas, en
cuanto a todas las opiniones que
hasta
entonces
h a b í a abrazado, p e n s é que lo mejor que p o d í a
hacer
era tratar de
arrasar
con ellas de una vez
p o r
todas, de modo que fueran remplazadas más
ta rde . . . "
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190
N U E V O S M É T O D O S
Y UNA
N U E V A C I E N C I A
E n
1618
Descartes a b a n d o n ó
Francia para alis
tarse como o f i c i a l en la academia m i l i t a r del p r í n
cipe
Mauricio
de Nassau. A l año siguiente, en
Alemania,
el 10 de noviembre de 1619, mientras
se hallaba absorto en profunda m e d i t a c i ó n , s o ñ ó
c o n una ciencia universal de la naturaleza cuyo
fundamento s e r í a n las m a t e m á t i c a s y el m é t o d o
m a t e m á t i c o . Su rela to del incidente recuerda los
s u e ñ o s tan c a r a c t e r í s t i c o s de la literatura a l q u í -
mica
de la
é p o c a .
Y, de hecho,
sabemos
que Des
cartes
ya estaba enterado entonces de las refor
mas educacionales y c i e n t í f i c a s que p r o p o n í a n
esos escritoras neoparacelsistas que e s c r i b í a n con
e l nombre de "rosacruces". Más aún , cuando
r e g r e s ó
a
P a r í s
en 1623, sus amigos expresaron
a Descartes su temor de que se hubiese vuelto
rosacruz cuando h a b í a estado en el extranjero
—temor que c r e y ó necesario desvanecer. A
este episodio no se le concede tal vez sino una
nota al pie de la p á g i n a en la m a y o r í a de las
exposiciones de la obra de Descartes, pero
i l u s
t r a una vez más la d i f i c u l t a d a que se enfren
tan los historiadores que intentan deslindar de
u n modo absoluto lo "racional" de lo "irracio
n a l " al referirse a los inicios del siglo xvn.
E n
1628
Descartes
se
e s t a b l e c i ó
en Holanda,
donde se
d e d i c ó
a la
i n v e s t i g a c i ó n .
Desde
a l l í
m a n t e n í a constante correspondencia con sabios
de
todas
partes de Europa, en especial con el
padre M a r i n Mersenne, cuya celda monacal de
P a r í s s e r v í a
como una
especie
de centro de
i n f o r
m a c i ó n
para los
c i e n t í f i c o s
europeos
de ese pe
riodo. En 1633
Descartes
se
d i s p o n í a
a publicar
su
Le monde,
pero, al
enterarse
de que Galileo
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N U E V O S M É T O D O S Y UNA
N U E V A
C I E N C I A 191
h a b í a
sido condenado,
s u s p e n d i ó
la
p u b l i c a c i ó n
de esa obra debido a su c a r á c t e r copernicano-J
Las principales obras de
Descartes
no
h a b r í a n
de
aparecer
sino
d e s p u é s .
En 1637
p u b l i c ó
su
Dis
curso del yiétodo, que
s e r v í a
de
i n t r o d u c c i ó n
a
sus tratados más extensos sobre Dióptrica (don
de trataba de las lentes, la
v i s i ó n
y la ley de la
r e f r a c c i ó n ) , los
Meteoros
(que i n c l u í a su estudio
d e l
arco
i r i s )
y Geometría (donde
e x p o n í a
su des
arrollo
de la
g e o m e t r í a a n a l í t i c a ) .
Tras
é s t o s
aparecieron las Meditaciones de prima philoso-
phia
(1641) y los
Principia philosophiae
(1644).
E n
1647
Descartes r e g r e s ó
a Francia,
s ó l o
para
trasladarse a Suecia dos a ñ o s más tarde invitado
p o r
la reina Cristina.
M u r i ó
en ese
p a í s
en 1650.
Descartes c o m p a r t í a con Bacon el deseo de
fundar una nueva f i l o s o f í a desembarazada de las
opiniones antiguas. No obstante, él fue mucho
m á s lejos que Bacon en su d e s d é n por la t r a d i
c i ó n . Descartes consideraba imperativo desechar
p o r
completo todo el
saber
anterior y comenzar
de nuevo, aceptando como a x i o m á t i c o s ú n i c a m e n
te a Dios y la realidad de la propia existencia
(Cogito, ergo sum).
En su concepto, la
divinidad
era conocida por la mente —en efecto, la verdad
de
Dios,
aprehendida de esa manera, era mucho
m á s evidente que cualquier cosa que se pudiera
percibir por medio de los ojos. Una vez
esta
blecido este fundamento. Descartes estaba prepa
rado para deducir de él todo el universo y las
leyes que lo r e g í a n . C r e í a que cada uno de los
pasos
de ese
m é t o d o ,
inspirado en la
m a t e m á t i
ca, s e r í a tan cierto como las pruebas de la geo
m e t r í a euclidiana. Por e l l o , no es de e x t r a ñ a r
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1 9 2 N U E V O S M É T O D O S Y U N A N U E V A C I E N C I A
que tuviera tanto
é x i t o
en su estudio de la
ó p t i
ca, el arco i r i s y la g e o m e t r í a a n a l í t i c a . Estos
temas eran esencialmente m a t e m á t i c o s y ésa era
la
forma
má s adecuada de trata rlos.
E n su c o s m o l o g í a , Descartes iba de
Dios
a la
materia y el movimiento. S e n t í a tal confianza en
lo s resultados a que h a b í a llegado, que estaba
convencido de que, por numerosos que fueran
los distintos universos que hubiesen sido crea
dos,
é s t o s t e n d r í a n
que
haberse
desarrollado a
semejanza del nuestro. Estaba satisfecho de que
su sistema, esencialmente deductivo, lo hubiese
conducido directamente a una c o n f i r m a c i ó n de
los elementos de la materia, mas, cuando la de
d u c c i ó n c o n d u c í a
a una variedad de
posibilida
des, consideraba necesario idear experimentos
para tomar la d e c i s i ó n d e f i n i t iv a .
E l universo de Descartes era " m e c á n i c o " , y él
rechazaba las explicaciones vitalistas que priva
b an entre sus c o n t e m p o r á n e o s . P o s t u l ó una can
tidad
constante de
movimiento
en el universo;
é s t e era inherente a tres
clases
de p a r t í c u l a s de
diferente magnitud que c o r r e s p o n d í a n a los a n t i
guos elementos: la tierra, el aire y el fuego. Las
primeras, las más grandes, explicaban las
pro
piedades
q u í m i c a s
y
f í s i c a s
de la materia. Las
segundas, más p e q u e ñ a s y más veloces, p o d í a n
encontrarse entre los á t o m o s de la tierra. F i n a l
mente,
las p a r t í c u l a s del fuego, dotadas de un
movimiento muy
violento,
se hallaban en los
o r i
f i c ios que aún pudiesen existir. De esa manera,
todo
el espacio
estaba
ocupado. Por consiguien
te , Descartes (siguiendo a A r i s t ó t e l e s ) rechazaba
e l espacio v a c í o y la posibilidad de la a c c i ó n a
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N U E V O S
MÉTO DO S Y U N A
N U E V A C I E N C I A
193
distancia.
Era el suyo un intento de explicar
todas las cosas por medio de v ó r t i c e s o t o r b e l l i
nos de la materia. Las agregaciones locales
for
maban los planetas y el Sol, y procesos
a n á l o g o s
t e n í a n luga^
-
alrededor de las estrellas distantes.
E l resultado f i n a l era un vasto sistema de v ó r t i
ces con ayuda del cual se explicaba toda la ma
teria del universo (figura V I . 1 ) .
La f i l o so f í a mecanicista de Descartes, cuando se
aplicaba
al hombre y la
b i o lo g í a , p r e s c i n d í a
de las
fuerzas "vitales" que h a b í a n predominado ante
riormente. Su obra iba a jugar un papel
s ign i f i
cativo en el desarrollo de la escuela ya t ro f í s i ca^
de fines del siglo xvn. Ya hemos visto su enfo
que en las "enmiendas"
m e c á n i c a s
que
hizo
a la
t e o r í a
de la
c i r c u l a c i ó n
de la sangre de Harvey.
E n su o p i n i ó n , el hombre era la u n i ó n de un alma
c o n
un cuerpo animal semejante a una
m á q u i n a ,
y
no t e n í a n i n g ú n reparo en comparar el func io
namiento del cuerpo humano con las obras de
i n g e n i e r í a h i d r á u l i c a
que tan frecuentemente os
tentaban los jardines de los ricos al
principiar
el siglo xvn:
los
nervios de la
m á q u i n a
animal que he des
c r i t o
pueden compararse con
r a z ó n
con los tu
bos de las
m á q u i n a s
de
esas
fuentes; sus
m ú s c u l o s y tendones con los distintos artefac
tos y resortes que
sirven
para moverlas; y sus
e s p í r i t u s
animales, de los cuales el
c o r a z ó n
es
la fuente y los v e n t r í c u l o s del cerebro los de
p ó s i t o s ,
con el agua que mueve a
esos
artefac
tos .
Más aún , la
r e s p i r a c i ó n
y otras funciones
similares, que son usuales y naturales en la
m á q u i n a
animal
y dependen del f l u j o de los
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19 4 N U E V O S M É T O D O S
Y UNA N U E V A
C I E N C I A
^TTurbíLUm^
Q>e CDe<r Cartea
¡msm
V
í
J~egniuJ
UrUant a limos 7i
¿miJ¡ra.
per aurej '
\_uasn qua
Junt ouUu
.fubjecla. fítleltbus
F I G U R A VI.1. La
c o s m o l o g í a
cartesiana representada en
u n
texto
del
siglo
xvm.
O b s é r v e s e
el sistema solar en el
centro. De Traite de Vopinion, ou méntoires pour servir
a Vhistoire de 1 esprit humain ( P a r í s , C h a r l e s O l i v e r ,
1733), vol. 3, l á m i n a 2. C o l e c c i ó n del autor.
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
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N U E V O S MÉTO DO S Y U N A
N U E V A C I E N C I A
195
e s p í r i t u s , son semejantes a los movimientos de
un
reloj o un molino, a los cuales el f l u j o o r d i
nario
del agua puede hacer continuos.
1
Por lo tanto, los objetos externos provocaban
reacciones en el cerebro de un modo a n á l o g o al
del
visi tante que penetra en una gruta y, al pisar
las placas del piso, activa las figuras en
exhibi
c i ó n . Así, el cuerpo humano era concebido como
una pieza de maquinaria cuyos reflejos eran con
trolados
por un vasto sistema tubular dotado
de v á l v u l a s que se a b r í a n y se cerraban, permi
tiendo que los fluidos se movieran en distintas
direcciones
y con diversos p r o p ó s i t o s .
Descartes iba a ejercer una
influencia
en la
ciencia
continental que no
h a b r í a
de declinar
hasta mediados del siglo xvm. Pero si el defecto
de a nueva ciencia de Bacon era su exagerado
é n f a s i s en la e x p e r i m e n t a c i ó n , la de Descartes
fracasaba a causa de la excesiva importancia que
daba a la d e d u c c i ó n . Verdaderamente eficaz só lo
cuando se aplicaba a temas que se prestaban
efectivamente
al tratamiento m a t e m á t i c o , pocas
de las especulaciones c o s m o l ó g i c a s y
b i o l ó g i
cas de Descartes
tuvieron
valor perdurable para
el futuro
desarrollo de la ciencia.
G
A L I L E O
G A L I L E I
Pese a su
influencia,
Bacon y Descartes estaban
ligados a m e t o d o l o g í a s que a d o l e c í a n de graves
i
La cita de Descartes es tá tomada de A. Rupert H a l l ,
From Galileo to Newton 1630-1720 (Nueva
Y o r k ,
Harper &
R o w , 1963). p. 193.
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196
N U E V O S M É T O D O S
Y UNA
N U E V A C I E N C I A
deficiencias
desde el punto de vista del
c i e n t í f i c o
moderno. Lo que se necesitaba más bien era una
verdadera c o n j u n c i ó n de los
procesos inductivo
y
deductivo. Donde mejor apreciamos
este
enfo
que es en la obra de Galileo —y no en forma de
una d i s c u s i ó n del m é t o d o c i e n t í f i c o , sino en su
desarrollo de
temas
e s p e c í f i c o s . Para nuestro
p r o p ó s i t o , su obra más digna de examen son los
Diálogos y demostraciones matemáticas concer
nientes a áos ciencias nuevas
(1638). No necesi
tamos resumir a q u í su contenido, pues no es nues
t r a i n t e n c i ó n analizar la f í s i c a del movimiento
d e l siglo xvn en todos sus detalles. No obstante,
e l tratamiento que da Galileo al problema de la
libre
c a í d a
de los cuerpos ofrece un ejemplo exce
lente de su procedimiento m e t o d o l ó g i c o .
Partiendo de la o b s e r v a c i ó n de que en el estu
d io de los f e n ó m e n o s naturales se acostumbra
i n q u i r i r por sus causas, Galileo rechaza esa acti
t u d y dice:
L a
presente
no parece ser la o c a s i ó n más apro
piada para investigar la causa de la a c e l e r a c i ó n
de l movimiento na tura l, acerca de la cual han
expresado su o p i n i ó n varios f i ló s o f o s , e x p l i c á n
dola
algunos mediante una
a t r a c c i ó n
hacia el
centro, otros mediante una r e p u l s i ó n entre las
partes más p e q u e ñ a s del cuerpo, mientras que
otros la atribuyen a cierta p r e s i ó n del medio
circundante que se forma
tras
el cuerpo que
cae i m p u l s á n d o l o de una a otra p o s i c i ó n . A h o
ra bien,
todas
estas
f a n t a s í a s ,
y otras semejan
tes,
d e b e r í a n
examinarse; pero en realidad no
vale la pena. A l presente el p r o p ó s i t o de nuestro
autor consiste meramente en investigar y de-
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N U E V O S
M É T O D O S
Y UNA N U E V A C I E N C I A 197
mostrar algunas de las propiedades del m o v i
miento acelerado (cualquiera que sea la
causa
de esa a c e l e r a c i ó n ) . . .
L a
pregunta fundamental ha cambiado de
" ¿ p o r
q u é ? " a " ¿ c ó m o ? " y, obrando en conformidad,
Galileo recurre a una
d e s c r i p c i ó n m a t e m á t i c a
de
l o s f e n ó m e n o s naturales.
E n el curso de su i n v e s t i g a c i ó n , Galileo escri
b i ó
el equivalente de una
m o n o g r a f í a c i e n t í f i c a
moderna. Primeramente declaraba su i n t e n c i ó n
—presentar una nueva ciencia que versaba sobre
u n antiguo tema: el cambio del movimiento.
Examinando
la
libre c a í d a
de los cuerpos pro
piamente dicha, Galileo observaba que era bien
conocido
el hecho de que los cuerpos se acelera
ban al caer. Lo que h a b í a que determinar era
justamente
c ó m o o c u r r í a
esa
a c e l e r a c i ó n .
En
este
punto d e f i n í a los t é r m i n o s que pensaba utilizar
(tales como "movimiento
un iforme",
"velocidad"
y
"movimien to uniformemente acelerado"). Se
informaba
en seguida al lector que Galileo
l i m i
t a r í a su e x p o s i c i ó n a la c a í d a de los cuerpos:
"Hemos decidido considerar el
f e n ó m e n o
de los
cuerpos que caen con a c e l e r a c i ó n ta l como ocu
r r e
realmente en la naturaleza."
N ó t e s e
cuan
distinto es su m é t o d o al de Bacon, quien h a b r í a
reunido
todos los ejemplos de movimiento
antes
de determinar las leyes c i e n t í f i c a s respectivas.
Antes de continuar, Galileo introdujo una regla
de simplicidad: " ¿ P o r qué no he de creer que ta
les incrementos [de velocidad] tienen lugar de un
modo
extremadamente simple y más bien
obvio
para todo el mundo?" Es decir, si los cuerpos se
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198
N U E V O S M É T O D O S
Y UNA N U E V A
C I E N C I A
aceleran al
caer
libremente, podemos suponer que
se
aceleran
en la forma más simple: uniforme
mente. Ahora p a r e c í a imponerse una
demostra
c i ó n ,
y
Sagredo,
que en el
d i á l o g o
es el amigo
de Galileo, a d m i t í a : "No puedo oponer ninguna
o b j e c i ó n
racional a
é s t a
o, a decir verdad, a
n in
guna otra d e f i n i c i ó n . . . sin embargo, y sin á n i m o
de ofender, me permito
dudar
de que una
def i
n i c i ó n como la
antes
enunciada corresponda a y
describa esa
clase
de movimiento
acelerado
que
hallamos en la naturaleza en el
caso
de los cuer
pos que caen libremente."-
E n respuesta,
Galileo
d e d u c í a
una
serie
de teo
remas necesarios siempre que la libre c a í d a de
los
cuerpos
fuese
realmente
un
caso
de
acelera
c i ó n uniforme. Se i n c l u í a n las ecuaciones f a m i
liares s — 1/2 vi y s i-, donde
5
era distancia, v
velocidad y t tiempo. Se o f r e c í a una prueba ex
perimental con ayuda del plano inclinado, el cual
p e r m i t í a retardar el movimiento descendente de
ta l
suerte
que se
p o d í a n
medir tanto la distancia
como el tiempo. Empleando una clepsidra
para
medir el tiempo, Galileo obtuvo resultados que
sustentaban
su f ó r m u l a derivada, s
t'
c
. Enton
ces, ése era un caso de movimiento uniformemen
te
acelerado,
aun
cuando
él
a d m i t í a
de buen gra
do que no se trataba de una libre c a í d a .
Prosiguiendo, Galileo supuso luego que un cuer
po que
c a í a desde
lo alto de un plano inclinado
alcanzaba la misma velocidad que uno que se
deslizaba
a su largo.
D e s p u é s
de presentar argu-
- Galileo G a l i l e i ,
Dialogues
Concerning Two New Scien
ces, trad. de Henry C r e w y Alfonso de Salvio (Nueva
Y o r k ,
Dover, 1954), pp. 166, 160 y 162.
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N U E V O S M É T O D O S Y U N A N U E V A
C I E N C I A
199
m é r i t o s l ó g i c o s en apoyo de lo anterior, r e c u r r i ó
nuevamente a una prueba experimental. En este
caso u t i l i z ó un p é n d u l o , observando que é s t e osci
laba de una altura
dada
en un extremo, a la mis
ma altura en el otro (tomando en cuenta cierta
v a r i a c i ó n debida a la resistencia del aire). Pero
el movimiento de un p é n d u l o describe el arco
de un c í r c u l o y, por consiguiente, puede consi
d e r á r s e l e como un descenso a lo largo de una
serie de planos inclinados de distinta
i n c l i n a c i ó n
(figura V I . 2 ) . Para representar aproximadamen
te esos planos h i p o t é t i c o s , se f i j a r o n clavos en el
tablero situado d e t r á s del p é n d u l o . En todos los
casos,
el
peso
del p é n d u l o estuvo a punto de al
canzar la altura o r i g i n a l (alcanzando, por tanto,
casi la velocidad
o r i g i n a l
en el descenso). De ese
modo, p a r e c í a posible deducir que los tiempos
F I G U R A
V I . 2 . E l experimenlo del p é n d u l o . Tomado de
Galileo
G a l i l e i ,
Discorsi e dimostrazioni
matematiche,
in-
torno á due nuove scienze
attenenti alia
mecánica & i
movimenti
locali
(Leyden.
1 6 3 8 ) .
C o r t e s í a de The Joseph
Regenstein L i b r a r y , The University of Chicago.
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N U E V O S M É T O D O S
Y UNA
N U E V A C I E N C I A
201
ofrecen en forma de experimentos mentales; es
decir,
se sugieren experimentos sin ninguna prue
ba de que efectivamente se han realizado. Pero
la
importancia de todo
ello
es que vemos
c ó m o
u n c i e n t í f i c o investiga en la p r á c t i c a un proble
ma e s p e c í f i c o mediante la constante i n t e r a c c i ó n
1
'
de la h i p ó t e s i s y el experimento. E l procedimien
to sugerido p o d r í a aplicarse actualmente. En
efecto muchos estudiantes universitarios h a b r á n
de recordar que el plano inclinado y el
p é n d u l o
de
Galileo
se siguen ut ilizando en los laboratorios
como una i n t r o d u c c i ó n a la f í s i c a del movimien to.
Bacon y
Descartes h a b í a n
propuesto la destruc
c i ó n de las f i l o s o f í a s antiguas. Nadie p o d r í a negar
l a r e p e r c u s i ó n
que ellos tuvieron en el mun
do c i e n t í f i c o a fines del siglo xvn, pero es muy
probable que a la larga la influencia de Galileo
haya sido mayor en el desarrollo del m é t o d o cien
t í f i co
moderno. Los miembros de la Real Socie
dad de Londres no vacilaron en proclamarse "ba-
conianos", pero su herencia galileana no es menos
evidente.
LOS
EXPERIMENTOS
MENTALES,
LAS OBSERVACIONES
Y
LA TEORÍA
ATO
MISTA
E l
estudio que
h a b í a
hecho Galileo de la libre
c a í d a de los cuerpos implicaba dos experimentos
fundamentales: el del
p l a ñ ó
inclinado y el del
p é n d u l o . Sin embargo, tal como se presentaba al
lector, la obra de Galileo
p o n í a
más
é n f a s i s
en
l a l ó g i c a de las conclusiones que en su base ex
perimental. Por consiguiente, los
versados
en la
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202 N U E V O S
M E T O D O S
Y UNA
N U E V A
C I E N C I A
obra galileana han discutido ampliamente si Ga
l i l e o e f e c t u ó realmente esos experimentos. Si
bien no podemos demorarnos en
esta
c u e s t i ó n ,
cabe
decir que el propio Galileo se expuso clara
mente a la c r í t i c a , c r í t i c a que es evidente en su
examen del movimien to de la Tier ra . Una pre
gunta que frecuentemente se h a c í a al respecto
era la siguiente: ¿ d ó n d e c a e r í a una piedra dejada
caer desde el m á s t i l de un barco que navegara
velozmente? Si el barco estaba anclado, era obvio
que la piedra c a e r í a en l í n e a paralela al m á s t i l ;
mas, si se hallaba en movimiento, h a b í a r a z ó n
para suponer que la piedra c a e r í a a t r á s y lejos
d e l m á s t i l , puesto que el barco h a b r í a avanzado
durante el tiempo transcurrido en la
c a í d a .
Este
problema
interesaba hondamente tanto a los aris
t o t é l i c o s como a los copernicanos, ya que ambos
bandos v e í a n en ese ejemplo una posible a n a l o g í a
co n la Tierra en movimiento. V a l i é n d o s e del tér'~\
mino medieval ímpetus, Galileo d e c l a r ó c a t e g ó r i - |
camente que, aun cuando el barco se hallara en
movimiento, la piedra c a e r í a paralelamente al ¡
m á s t i l , explicando que la piedra p a r t i c i p a r í a del j
í m p e t u que impulsaba al barco hacia adelante.\
E n el d i á l o g o , Simplicio, el portavoz del a f í s f o l e -
lismo,
replicaba: "No
s ó l o
no has hecho cien
pruebas de e l l o , ni siquiera has hecho una". De
acuerdo, contestaba el
representante
de Galileo,
"estoy seguro, sin necesidad de n i n g ú n experimen
to , de que el hecho s e r í a tal como te he dicho;
pues así
debe
ser". La
c o n c l u s i ó n puede
haber
sido correcta, pero en 1638 ese argumento no era
de l
todo convincente.
E l estudio del movimiento local no s ó l o estaba
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N U E V O S
M É T O D O S
Y UNA N U E V A
C I E N C I A
203
relacionado con el destino del sistema coperni
cano, sino asimismo con el resurgimiento de la
t e o r í a alomista . Al examinar el movimiento, A r i s
t ó t e l e s h a b í a
supueslo que la velocidad era inver
samente
proporcional a la resistencia del medio.
Por lo mismo, en el
caso
del v a c í o (donde no
h a b r í a resistencia), un m ó v i l p o d r í a alcan/.ar una
velocidad
i n f i n i t a . E l l o era inconcebible y, en con
secuencia, "la naturaleza a b o r r e c í a el v a c í o " . Y
puesto que el
v a c í o
era imposible,
t a m b i é n
era
necesario rechazar las explicaciones atomistas
propuestas por los f iló s o fo s p r e s o c r á l i c o s .
A r i s t ó t e l e s t a m b i é n h a b í a sugerido que los cuer
pos de diferente
peso
se m o v í a n en el mismo me
d i o
con velocidades que
estaban
en la misma
p r o p o r c i ó n
que sus respectivos
pesos. Para
quien
hubiese observado a los objetos caer dentro de
l o s l í q u i d o s
y los aceites —o una piedra y una
pluma
dejados caer s i m u l t á n e a m e n t e en el aire—
é s a p a r e c í a
ser ciertamente la respuesta más ape
gada al sentido
c o m ú n .
Mas,
¿ q u é o c u r r i r í a
en
e l v a c í o ,
suponiendo que
é s t e
se pudiera produ
cir?
Galileo s e ñ a l a b a que mientras menos denso
fuera
el medio, más aproximadas
s e r í a n
las velo
cidades de los cuerpos al caer, sin importar su
peso. Por lo tanto, argumentaba, en el
v a c í o
to
dos los cuerpos c a e r í a n con la misma velocidad.
Consecuentemente, la
d i s c u s i ó n
de las velocida
des relativas de los objetos de distinto
peso
al
caer, estaba
asociada a la
c u e s t i ó n
de la existen
c ia del v a c í o y, lo que era aún más importante, a
la
posibilidad
de que la
c o m p o s i c i ó n
de la ma
teria
fuese a t ó m i c a .
E n la b ú s q u e d a de una f i l o so f í a mecanicista.
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204 N U E V O S M É T O D O S Y UNA
N U E V A
C I E N C I A
divorciada de concepciones vitalistas y
t e o l ó g i c a s ,
se comprende que resultara atractiva una e x p l i
c a c i ó n
naturalista de los
f e n ó m e n o s
que
a t e n d í a
exclusivamente al
t a m a ñ o ,
forma y movimiento
de las
p a r t í c u l a s .
Hemos mencionado ya el sis
tema anterior de Descartes basado en las p a r t í c u
las; pero, por diferentes razones
f i lo s ó f i c a s , é s t e
h a b í a rechazado la posibilidad del v a c í o . Y, por
e x t r a ñ o
que parezca, al
principiar
el siglo xvn
hasta
los alquimistas
r e c u r r í a n
a una mezcla de
atomismo y
vitalismo
en sus explicaciones. Pero
s e r í a la creencia de Galileo en una estructu ra a t ó
mica de la materia y la existencia del
v a c í o
la
que más h a b r í a de i n f l u i r sobre el particular. En
efecto, Evangelista
T o r r i c e l l i
(1608-1647), amigo
y
d i s c í p u l o de Galileo, d e s c r i b í a el b a r ó m e t r o de
mercurio poco
d e s p u é s
de la muerte de su
maes
t r o . Posteriormente, al estudio del v a c í o que se
formaba en el extremo superior de ese tubo dedi
c a r í a n muchas
horas
los miembros de la Acade
m ia
del Cimento florentina, en las
d é c a d a s
inter
medias del siglo xvn. En Alemania, Otto von
Guericke (1602-1686) c o n s t r u y ó su m á q u i n a neu
m á t i c a y en 1657 d e m o s t r ó sus efectos en los
hemisferios de Magdeburgo. Y en esa misma dé
cada Robert Boyle e n c a r g ó a Robert Hooke (1635-
1703)
el
d i s e ñ o
de una bomba
n e u m á t i c a ,
con el
f i n de realizar experimentos
in vacuo,
los que pro
c e d i ó a explicar con arreglo a una f i l o s o f í a cor
puscular.
Obviamente, la d i s c u s i ó n del v a c í o de Galileo
h a b í a
conducido a investigaciones experimenta
les que confirmaban sus conclusiones. Pero halla
remos la misma c o m p r e n s i ó n de la necesidad de
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N U E V O S M É T O D O S
Y UNA
N U E V A C I E N C I A
205
contar
con pruebas experimentales si regresamos
a l
experimento del barco. E l del barco
h a b í a
sido
u n o
de los argumentos más poderosos
esgrimi
dos por los opositores de
C o p é r n i c o ,
y, aunque
Galileo
h a b í a
refutado el argumento
a r i s t o t é l i c o
de é s t o s , ciertamente no h a b í a efectuado n i n g ú n
experimento
para demostrar su tesis. La exposi
c i ó n de Galileo h a b í a aparecido en 1632 en su
Diálogo
sobre los dos
sistemas
principales del
mundo.
Antes de que se publicara
esta
obra
h a b í a
hecho circular su manuscrito, y es evidente, por
la correspondencia resultante, que entre los más
interesados se encontraban Mersenne y Gassendi.
Inmediatamente, en 1633, Mersenne t r a t ó de de
terminar
la velocidad de las piedras dejadas caer
desde la torre de una catedral. Mas, seriamente
interesado
t a m b i é n
en el experimento del barco,
e s c r i b i ó a un amigo que a menudo cruzaba el
canal
de la Mancha. En 1634, durante una de sus
t r a v e s í a s , el corresponsal de Mersenne c o n s i g u i ó
que un marinero trepara al
m á s t i l
y dejara
caer
piedras. Los resultados confirmaron la tesis de
Galileo, pues
las piedras cayeron al pie del
m á s
t i l .
Pero la obra donde se consignaba el hecho
n o
fue publicada, y fue Gassendi quien
i n t e n t ó
d e s p u é s el experimento del barco. Convencido de
su
importancia,
d e c i d i ó
realizarlo
p ú b l i c a m e n t e
para que no cupieran dudas acerca de los resul
tados.
E n c o n t r ó
un patrocinador en el nuevo go
bernador de la Provenza, quien se interesaba en
las ciencias.
Gassendi
p l a n e ó
una serie de pruebas comple
jas sugeridas por Galileo, las que l l e v ó a cabo en
octubre
de 1640. Hombres a caballo y en ca-
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206 N U E V O S M É T O D O S Y UNA
N U E V A
C I E N C I A
nozas arrojaron piedras al aire y se lanzaron
piedras unos a otros, y se
o b s e r v ó
que los pro-
j yectiles s e g u í a n el avance de los caballos y el
movimiento
transversal de los lanzamientos. Se
d e s c u b r i ó que los objetos dejados caer desde un
caballo a todo galope
c a í a n
en
l í n e a
recta desde
el punto de vista del jinete. Estas y otras prue
bas confirmaron lo
asentado
en la obra de
Ga l i
leo, pero las demostraciones más espectaculares
tuvieron lugar, indudablemente, a bordo de un
trirreme naval. Cuando la nave hubo alcanzado
su
m á x i m a
velocidad, se
c o m p r o b ó
que. ya sea
que la piedra se dejara caer desde el m á s t i l ,
o que
fuese
lanzada hacia arriba, en ambos
casos
c a í a
al pie del
m á s t i l
y no
a t r á s
de
é s t e ,
en la
popa. Al comunicar los resultados, Gassendi in
dicaba la velocidad del barco y d e s c r i b í a m i n u
ciosamente todos los experimentos. Luego suge
r í a que el lector p o d í a efectuar pruebas seme
jantes como arrojar una pelota al aire mientras
se
paseaba
en su
b a l c ó n
—o internarse en el río
en un p e q u e ñ o velero para comprobar los hechos,
como lo h a b í a hecho él a bordo del trirreme.
E n
Galileo encontramos un caso muy distinto del
de Kepler. La obra de
é s t e
no fue conocida am
pliamente sino una g e n e r a c i ó n d e s p u é s de su
muerte, mientras que las
obras
de Galileo eran
buscadas y l e í d a s á v i d a m e n t e por un gran nú
mero de sus c o n t e m p o r á n e o s . Así, cuando admi
t i ó que no h a b í a ensayado el experimento del
barco, algunos pensaron que d e b í a intentarse —y
que d e b í a hacerse ante testigos.
E n la quinta d é c a d a del siglo xvn se percibe
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N U E V O S
M E T O D O S
Y U N Í A N U E V A C I E N C I A 207
un
ambiente muy distinto del que
h a b í a
en sus
a ñ o s iniciales. Con Bacon,
Descartes
y Galileo,
l a c r í t i c a
de
A r i s t ó t e l e s
y la
t r a d i c i ó n e s c o l á s t i c a
se
h a b í a
vuelto mucho más refinada. Y,
aunque
p o d r í a m o s s e ñ a l a r
deficiencias en sus resultados
y en sus m é t o d o s , es evidente que sus conside
raciones
acerca
de la necesidad de fundar una
nueva ciencia, la f u n c i ó n del experimento, el uso
apropiado de las
m a t e m á t i c a s
y la
c o n j u n c i ó n
de
los
m é t o d o s
inductivo
y deductivo para arribar
a nuevos descubrimientos, afectaron directa y dra
m á t i c a m e n t e el desarrollo de la ciencia.
Su estudio del movimiento
local
convierte in
discutiblemente a Galileo en una figura capital
para el surgimiento de la ciencia moderna, no
s ó l o por su m e t o d o l o g í a , sino por las repercusio
nes de su obra.
H a b í a
impugnado un
aspecto
fundamental de la f i l o so f í a natural a r i s t o t é l i c a y
desarrollado en su lugar una nueva ciencia del
movimiento, fundada rigurosamente en la expe
r i m e n t a c i ó n
y las
consecuencias
que
p o d í a n
de
rivarse de su evidencia. Por ot ro lado, su recha
zo del movimiento
local a r i s t o t é l i c o h a b í a
abierto
una vez más la posibilidad de una c o n c e p c i ó n
atomista de la materia . Era
é s t e
un resultado
sumamente
favorable para los que
rechazaban
tanto las explicaciones vitalistas como las
m í s t i
cas. En efecto, las explicaciones corpusculares y
atomistas iban a ser parte integral de la
f i lo so f ía
mecanicista. Se comprende que fuera un sacer
dote, Pierre Gassendi, quien se diera a la tarea
de borrar el estigma del
a t e í s m o
que
p e r v i v í a
como un vestigio de los antiguos textos atomistas.
E l
historiador
p o d r í a contentarse f á c i l m e n t e
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210
L A N U E V A F I L O S O F Í A
tas
c o n t e m p o r á n e o s
es un testimonio de la auto
r idad
continuada de que gozaban los
f i l ó s o f o s
h e r m é t i c o s
y
q u í m i c o s
en el mismo periodo en
que se publicaron las
obras
más importantes de
Galileo,
Descartes, Bacon y Kepler.
\
i •— ^ • .
L A S
U T O P Í A S C I E N T Í F I C A S
La nueva Atlántida fue escri ta por Bacon en los
ú l t i m o s a ñ o s de su vida (hacia 1624) y publica
da postumamente en 1627 por su amigo W i l l i a m
Rawley ( ¿15887-1667) , quien explicaba que el pro
p ó s i t o
de esa obra era trazar "un modelo o des
c r i p c i ó n
de un colegio inst i tu ido para la inter
p r e t a c i ó n
de la naturaleza y la
p r o d u c c i ó n
de
grandes y maravillosas
obras
en beneficio de la
humanidad". Es una obra breve —consta de me
nos de cuarenta
pag iné i s
en la
e d i c i ó n
de 1664—
y
fue muy
l e í d a
en el siglo xvn. Fue indudable
mente una de las principales fuentes de inspira
c i ó n
de los fundadores de la Real Sociedad de
Londres.
E n su forma, La nueva Atlántida guarda una
marcada
s i m i l i t u d
con otras obras de ese
g é n e r o .
U n
grupo de viajeros que navegan de
P e r ú
a
J a p ó n
arriban
casualmente
a un
p a í s
desconocido
hasta
entonces, cuyos habitantes demuestran es
tar extraordinariamente bien informados
acerca
de la naturaleza y todos los aspectos del mundo
exterior.
D e s p u é s
de proporcionar asistencia mé
dica
a aquellos viajeros que se encuentran en
fermos, los habitantes de ese
p a í s ,
Bensalem, re
husan todo pago por sus servicios, y más adelante
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L A N U E V A F I L O S O F I A
211
proceden a informar a sus visitantes de la obra
que realizan y-Jos secretos de su p a í s .
S u principal i n t e r é s consiste en la b ú s q u e d a
d e l
conocimiento del
cielo,
pero, en la
p r á c t i c a ,
é s t a
asume
la' forma de un estudio del mundo
circundante —un claro reflejo de la b ú s q u e d a
c o n t e m p o r á n e a de Dios en la naturaleza crea
da. Esas investigaciones tienen lugar en la
"Casa de S a l o m ó n " , y se nos dice que "el fin que
persigue nuestra i n s t i t u c i ó n es el conocimiento
de las causas y los movimientos
secretos
de las
cosas,
así como el ensanchamiento de las fronte
ras del imperio humano, para llevar a efecto to
das las cosas posibles". E l lugar e s t á provisto
de las instalaciones
necesarias
para
hacer
toda
clase de observaciones. Existen cuevas profundas
donde se pueden imitar procesos de m i n e r í a y
practicar experimentos encaminados a la produc
c i ó n de nuevos metales. Mientras unos investi
gan nuevos m é t o d o s para curar las enfermedades
y
prolongar la
vida,
otros se dedican a investiga
ciones relacionadas con el enriquecimiento de la
tierra. Hay torres de 800 metros de altura don
de se practican experimentos sobre
r e f r i g e r a c i ó n ,
a s í como lagos artificiales, pozos, z o o l ó g i c o s y
parques
habitados por animales y
aves
de toda
especie. Una gran variedad de hornos, equipo
ó p t i c o , m á q u i n a s
e instrumentos
a s t r o n ó m i c o s
permite realizar toda suerte de observaciones so
bre
q u í m i c a ,
perspectiva,
i n g e n i e r í a m e c á n i c a
y
a s t r o n o m í a .
Se describe a los viajeros el
m é t o d o
empleado
p o r los sabios de la Casa de S a l o m ó n . Primera
mente se
r e ú n e n
y cotejan las observaciones. Lúe-
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L A N U E V A
F I L O S O F Í A
go se asigna a varios grupos la tarea de derivar
conclusiones y aportar sugerencias para estudios
ulteriores.
Cuando se ha completado ese proce
so complejo, intervienen
"tres
que, por medio de
experimentos, elevan los descubrimientos ante
riores al rango de mayores observaciones, axio
mas y aforismos. A é s t o s los llamamos ' i n t é r p r e
tes de la naturaleza '". Desde luego, todo ese
proceso no es sino el sistema baconiano llevado
a la p r á c t i c a . B á s i c a m e n t e es cuali tativo y expe
rimental, y da poca importancia a la interpreta
c i ó n m a t e m á t i c a . En vano b u s c a r í a m o s directivas
para estudiar la f í s i c a del movimien to y, en efec
to , todo el programa da
prioridad
a los que por
entonces
se consideraban estudios
q u í m i c o s
y la
forma
b e n é f i c a de la magia natural.
U n a ño
antes
de que Bacon escribiera
La nue
va Atlántida,
h a b í a
aparecido en Alemania otra
u t o p í a c i e n t í f i c a ,
La ciudad del Sol,
de Tommaso
Campanella. Esta obra, escrita en 1602, refleja
la antigua d e v o c i ó n que s e n t í a Campanella por
Bernardino Telesio en su insistencia en que el
entendimiento p r o c e d í a originalmente de los sen
tidos. Pero refleja asimismo el hermetismo que
era parte esencial de todos sus escritos.
La ciu
dad del Sol
c o n t e n í a t a m b i é n
alusiones
p o l í t i c a s .
Deseando establecer una comunidad ideal, Cam
panella se
h a b í a
visto envuelto en 1600 en una
conjura para emancipar Ñ a p ó l e s del dominio es
p a ñ o l .
E l fracaso resultante iba a acarrearle más
de veintisiete a ñ o s de p r i s i ó n y torturas. En su
celda
e s c r i b i ó
un
n ú m e r o
impresionante de libros
y
manuscritos —donde d e s c r i b í a la ciudad del
S o l
ideal.
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L A N U E V A
F I L O S O F Í A 213
L a ciudad d éí Sol era una m e t r ó p o l i construida
sobre una colina, con siete murallas c o n c é n t r i c a s
y
un templo central. En muchos aspectos, este
plan
recuerda las antiguas descripciones del tem
p lo del conocimiento o la J e r u s a l é n celestial des
crita en el Apocalipsis. Esos muros eran impor
tantes para todos los ciudadanos, ya que en ellos
estaba plasmada la s a b i d u r í a del mundo. Cada
uno de ellos
estaba
dedicado a un tema distinto.
E l
pr imero, de dentro hacia fuera, mostraba en
u n lado todas las figuras m a t e m á t i c a s y en el
otro un mapa completo del mundo y una descrip
c i ó n de todos los p a í s e s y pueblos de la Tierra.
E l segundo muro estaba dedicado a los metales,
las piedras y los minerales, así como a los
l í q u i d o s
naturales y artificiales en todas sus formas, des
de los o c é a n o s hasta los vinos. Siempre que era
posible se incrustaban
muestras
en los muros
c o n objeto de que el vulgo comprendiera mejor
las ilustraciones y los diagramas. En los cuatro
muros siguientes
estaban
representadas
todas
las
formas de
vida
animal y vegetal, y el ú l t i m o es
taba dedicado a las artes m e c á n i c a s , dando
espe
c i a l a t e n c i ó n a los grandes inventores. Al l í , en
medio
de los legisladores, se hallaban figuras re
ligiosas:
M o i s é s ,
Osiris,
J ú p i t e r ,
Mercurio y Maho-
ma —y Cristo y sus a p ó s t o l e s .
E l
templo central de la ciudad t e n í a un enorme
domo donde se h a b í a trazado un mapa de los
cielos,
complementado con versos que d e s c r i b í a n
los poderes individuales de los astros. La ciudad
estaba
gobernada por una camarilla de sacerdo
tes h e r m é t i c o s que guiaban al pueblo con sabi
d u r í a y eficacia, gracias a su conocimiento de los
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L A N U E V A
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astros
y la magia natural. Como
a u t é n t i c o s
ma
gos naturales, s a b í a n utilizar el poder de los as
tros en beneficio de los moradores de la Tier ra.
S i
no
e s t u v i é s e m o s
tan familiarizados con esa
mezcla
t í p i c a m e n t e
renacentista, la ciudad de
Campanella p o d r í a
parecemos
una e x t r a ñ a con
fluencia
de magia y
o b s e r v a c i ó n .
De hecho, el
i n t e r é s de Campanella en la magia y la a s t r o l o g í a
es indiscutible. En su Metaphysica (1638), Cam
panella
a d m i t í a
de buen grado su
a d h e s i ó n
a la
magia de
Ficino,
cuyo origen
a t r i b u í a
en
ú l t i m o
t é r m i n o a los textos de Hermes Trismegisto. Por
otra parte, existen
pruebas
de que practicaba la
magia.
Pero
si es posible que Bacon haya conocido la
obra de Campanella, t o d a v í a es más probable que
conociera las obras anteriores atribuidas a los
rosacruces. Los dos breves textos que iniciaron
l o
que se ha denominado el
"furor
rosacruz" fue
r o n la Fama
fraternitatis
y la Confessio (1614 y
1615). En
é s t o s ,
formulado en un formato
u t ó
pico, se reiteraba el llamamiento paracelsista a
instaurar una nueva ciencia. Se informaba al lec
t o r que el fundador de la orden, un tal y fabuloso
Christian
Rosenkreuz,
h a b í a
viajado como pere
grino
al Cercano Oriente y en Damasco y Fez
h a b í a
encontrado comunidades de sabios. De
seando establecer
en Europa un grupo similar
de
sabios
dedicados al conocimiento y al servicio
de sus
semejantes, h a b í a regresado
a Occidente
y congregado a su alrededor un grupo reducido
de
adeptos
inspirados en sus ideales.
H a b í a n
tra
bajado en
secreto
durante la vida de su fundador
y mucho
d e s p u é s
de que
é s t e
muriera, pero sus
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F I L O S O F I A
2 5
sucesores
consideraban que
h a b í a
llegado el mo
mento de anunciar p ú b l i c a m e n t e sus p r o p ó s i t o s .
E n
la
Fama fraternitatis
se exhortaba a fundar
u n
nuevo
saber
que remplazara al de las
u n i
versidades. E n lugar de
A r i s t ó t e l e s ,
Galeno y sus
comentadores más recientes, los sabios d e b í a n
indagar
las verdades de
Dios
y la naturaleza. A
l a manera de los paracelsistas, se elogiaba a la
medicina
y se la consideraba el fundamento de
toda
la
f i l o s o f í a
natural. Para los rosacruces era
u n
arte
d i v i n o
cuyos beneficios
d e b í a n
dispen
sarse sin esperar pago alguno. Y aunque Chris-
tian
Rosenkreuz
h a b í a
conocido la verdadera me
dicina,
los rosacruces
d e c í a n
a sus oyentes que
s a b í a n
de la existencia de grandes
m é d i c o s , f i l ó
sofos y magos que
v i v í a n
y trabajaban en Euro
pa. En los ú l t i m o s tiempos, el más grande de
ellos h a b í a
sido Paracelso, cuyas obras se conser
vaban al lado de las de Christian Rosenkreuz en
l a b ó v e d a
secreta de la hermandad.
E n
el "manifiesto rosacruz" alienta un
e s p í r i t u
misional.
Se
s u g e r í a
que
p o d r í a n
lograrse gran
des maravillas si los
a u t é n t i c o s
sabios de Europa
u n í a n
sus fuerzas para
bien
de la humanidad. No
obstante, si
esos
sabios no se hallaban en las
u n i
versidades,
¿ d ó n d e
estaban y
c ó m o
se
p o d í a
en
t rar
en contacto con ellos? E l autor contestaba
que p o d í a n darse a conocer por escrito y sumar
se a la hermandad en la reforma del
saber
que se
avecinaba. Por esa r a z ó n , los sabios europeos
d e b í a n e s c u d r i ñ a r
sus almas y "manifestar su
pensamiento, ya sea
communicatio
consüio,
ya
sea singulatim y en
forma
impresa". La Fama
y la Confessio s e r í a n publicadas s i m u l t á n e a m e n t e
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216
L A N U E V A
F I L O S O F I A
en cinco idiomas para que nadie pudiera
discul
parse
alegando que no
h a b í a
recibido el mensaje
— y ,
aunque los cofrades rehusaban por ese en
tonces dar sus nombres y anunciar sus reuniones,
aseguraban que las obras de quienes contestaran
a su llamado no
p a s a r í a n
inadvertidas.
P o d r í a pensarse
que textos tan breves —y
a n ó n i
mos—
pasaron inadvertidos, mas ése no fue el
caso. En realidad, entre 1614 y 1617 se
publicaron
nueve ediciones de la Fama en cuatro idiomas, y
en
1652
a p a r e c i ó
una
t r a d u c c i ó n
al
i n g l é s .
En las
bibliotecas
europeas aún existen cartas de per
sonas
ofreciendo ingresar a la orden, y un bi
b l i ó g r a f o ha localizado varios centenares de l i
bros y tratados que aparecieron en una
d é c a d a
debatiendo los m é r i t o s de ese grupo secreto. Las
ciudades principales eran visitadas por gente que
se d e c í a miembro de la hermandad y p r o m e t í a
revelar
sus secretos a quienes desearan iniciarse.
E n un relato publicado en 1619 leemos:
Q u é c o n f u s i ó n
creaba entre los hombres la no
t i c i a de este hecho, qué conflictos entre los
doctos,
qué inquietud y zozobra entre los im
postores y los charlatanes, sobra decirlo . . .
h a b í a quienes,
presas
de ese ciego terror, de
seaban
retener y defender a toda costa sus
negocios antiguos, anticuados y fraudulentos.
Algunos se apresuraban a deponer la fuerza de
sus opiniones y, luego que
h a b í a n
denunciado
e l yugo tan severo de su servidumbre, se apres
taban a abrazar su libertad.
Puesto que no hay
n i n g ú n i n d i c i o
de que ese
grupo haya existido realmente, la r e a c c i ó n es ad
mirable.
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L A N U E V A
F I L O S O F I A 2 7
U n notable producto de esa
inquietud
inte
lectual
fue la
Christianopolis
(1619)
u t ó p i c a
de
Andreae,
quien probablemente fue el verdadero
autor de la
Fama.
La
Christianopolis
tiene nota
bles semejanzas con La nueva Atlántida y e j e r c i ó
una
influencia
casi tan grande como la de
esta,
y a que i n f l u y ó profundamente en los grupos ingle
ses que fueron los
antecesores
de la Real Socie
dad. T a m b i é n en
esta
obra hallamos la denuncia
f a m i l i a r
de la decadencia del
saber
y la
r e l i g i ó n
europeas, aunada a la sugerencia de que d e b í a f o r
marse una comunidad de
a u t é n t i c o s
sabios. El
ejemplo
que ofrece Andreae es la ciudad ideal
de Christianopolis, cuyos ciudadanos se dedican
a l
estudio de las
Sagradas
Escrituras y la natu-j
raleza. A e x c e p c i ó n de la B i b l i a , los libros les'
parecen sumamente i n ú t i l e s a los habitantes de
esa ciudad, pues es el estudio de la naturaleza
e l que conduce a una mayor c o m p r e n s i ó n del
Creador. "Un detenido examen de la Tierra t r a e r á
consigo una cabal
a p r e c i a c i ó n
de los cielos, y
cuando se haya comprendido el valor de los cie
los , se d e s p r e c i a r á la
Tierra." [
> - r -
r
^
E n consecuencia, el laboratorio tiene suma im
portancia para los ciudadanos de esa
m e t r ó p o l i
u t ó p i c a .
Y, como es de
esperarse,
es en el labora
t o r i o q u í m i c o ,
provisto del equipo más completo,
donde "las propiedades de los metales, minerales
y
vegetales, y hasta la vida de los animales, son
examinadas, purificadas, incrementadas y u n i f i
cadas
para uso de la raza humana y en beneficio
de la salud". Con todo, es más importante el
hecho de que
a l l í
"se
desposan
el cielo y la
Tie
r r a " y "se descubren los misterios divinos impre-
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2 8 L A N U E V A F I L O S O F Í A
sos en la tierra". É s t a s son claras referencias a
l a a n a l o g í a macrocosmos-microcosmos y la doc
tr ina de las signaturas.
L a
importancia que atribuye Andreae a la
q u í
mica es más evidente t o d a v í a cuando se la com
para con su tr atamien to de otras ciudades. En
e l s a l ó n destinado a la f í s i c a , los ciudadanos de
Christianopolis contemplan
escenas
pintadas del
cielo,
los planetas, animales y plantas que recuer
dan en cierto modo los muros
c o n c é n t r i c o s
de
Campanella. A l l í t a m b i é n se pueden examinar
muestras de gemas y minerales raros, venenos
y
sus a n t í d o t o s , así como toda suerte de cosas
b e n é f i c a s y nocivas para el cuerpo. En cuanto a
las
m a t e m á t i c a s ,
el
a u t é n t i c o
investigador de
Christianopolis puede elevarse por encima de la
a r i t m é t i c a y la g e o m e t r í a vulgares para contem
plar
las a r m o n í a s n u m é r i c a s y m í s t i c a s de los
cielos que conocieron los p i t a g ó r i c o s de a n t a ñ o .
E n todas partes se subraya la c o r r e l a c i ó n que
existe entre el cielo y la
Tierra
y, por consiguien
te , se eleva a la a s t r o l o g í a al sitio eminente que
merece.
Para
Andreae, "quien desconoce el valor
de la a s t r o l o g í a en los destinos humanos o necia
mente lo niega, me g u s t a r í a que tuviera que cavar
la
t ierra,
cultivar
y labrar los campos, todo el
tiempo que fuese posible, en un clima adverso".
1
L a i m p l i c a c i ó n era obvia. Se r e q u e r í a un nuevo
saber,
y si é s t e no t e n í a cabida en el sistema u n i
versitario
vigente, era preciso fundar una acade-
1
Las citas de Andreae
e s t á n
tomadas de J . V. Andreae,
Christianopolis. An Ideal
State
of the Seventeenth Centu-
ry,
trad.
de F . E . Held (Nueva Y o r k , Oxford University
Press,
1916), pp. 137-138, 187, 196-197.
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L A N U E V A
F I L O S O F Í A
219
m i a o colegio independiente. Las propuestas de
Andreae h a b r í a n sido secundadas por cualquiera
de los f i l ó so f o s q u í m i c o s .
R
O B E R T
F L U D D Y L A Q U Í M I C A M Í S T I C A E N
U N N U E V O S I G L O
Entre la
m u l t i t u d
de respuestas impresas que
p r o v o c ó el manifiesto rosacruz se encontraban
dos folletos de considerable
i n t e r é s :
uno escrito
p o r A n d r é s Libavius y el otro por Robert
Fludd.
Y a
antes nos hemos referido a Libavius
( c a p í
tulo n ) como a un y a t r o q u í m i c o que se o p o n í a
a los paracelsistas y
detestaba
las interpretacio
nes m í s t i c a s de los f e n ó m e n o s naturales. Estaba
convencido de la importancia de emplear sus
tancias q u í m i c a s en la medicina, pero se negaba
a participar de la
f il o so f ía q u í m i c a
paracelsista
que interpretaba el universo s e g ú n la a n a l o g í a
macrocosmos-microcosmos. Por lo mismo, aun
que en 1606 h a b í a apoyado a los m é d i c o s q u í m i
cos parisienses en su lucha contra la facultad de
medicina dominada por los galenistas, nueve a ñ o s
m á s tarde condenaba los textos rosacruces. Juz
gaba
que
é s t o s
eran de
i n s p i r a c i ó n m í s t i c a
y
paracelsista y, peor aún,
amenazaban
con des
t r u i r el
saber
antiguo en todos sus aspectos.
E l ataque
de Libavius contra los
rosacruces
fue
e l motivo de las primeras publicaciones de
Fludd,
hombre noble y acaudalado que
h a b í a
estudiado
en
O x f o r d
y visi tado los principales centros de
e n s e ñ a n z a
del Continente. Elegido miembro del
Real Colegio de M é d i c o s en 1609, posteriormente
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220 L A N U E V A F I L O S O F Í A
mantuvo contacto con muchos de los c i e n t í f i c o s
ingleses más prominentes de su é p o c a . En el
fondo Fludd
era un
m í s t i c o
y,
d e s p u é s
de leer
la
Fama
y la
Confessio,
e s c r i b i ó
una
r é p l i c a
a
Libavius
(1616) donde impugnaba el estudio de
los antiguos en las universidades y postulaba una
nueva ciencia fundada en verdades religiosas. Ar
gumentando que el a u t é n t i c o conocimiento h a b í a
d e c a í d o desde
los tiempos de
M o i s é s , Fludd op i
naba
que, en lugar de
A r i s t ó t e l e s
y Galeno, las
escuelas d e b í a n
adoptar la
alquimia,
la magia
natural y una nueva medicina. M e t ó d i c a m e n t e
criticaba
las
artes
liberales y,
e s p e c í f i c a m e n t e ,
censuraba la preeminencia que t e n í a la l ó g i c a en
e l curriculum e s c o l á s t i c o . E l l o , pensaba,
se
refle
jaba en el enfoque a c a d é m i c o de las m a t e m á t i
cas,
basado
en definiciones, principios y discu
siones de operaciones t e ó r i c a s . Más bien, e s c r i b í a
Fludd,
el
m a t e m á t i c o d e b í a
acudir a las
e n s e ñ a n
zas m í s t i c a s de los p i t a g ó r i c o s , los que h a b í a n
arribado
a la certidumbre de su fe en Dios me
diante su estudio de los n ú m e r o s y sus propor
ciones. Por ese camino l l e g a r í a al concepto de
las a r m o n í a s universales y a la esencia misma
d e l mundo.
E n
su
a p o l o g í a
de los rosacruces,
Fludd
insis
t í a en que d e b í a m o s emprender esa nueva cien
c ia
con un plan
definido.
Enumeraba una serie
de cuestiones fundamentales que d e b í a n servir de
base
a futuras investigaciones.
D e b í a m o s
consi
derar el acto de la C r e a c i ó n , e s c r i b í a , a la luz
divina
del
S e ñ o r . É s t a ,
afirmaba, era
nada
menos
que ese e s p í r i t u v i t a l indispensable para toda for
ma de
vida
y movimiento. D e b í a m o s indagar
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L A N U E V A F I L O S O F I A
221
todos los
aspectos
de su a c c i ó n y prestar aten
c i ó n
a otros conceptos interesantes —y entre és
tos i n c l u í a las opiniones atomistas de D e m ó c r i -
t o .
Y cuando
p a s á b a m o s
del macrocosmos al
microcosmos, e s c r i b í a
Fludd,
d e b í a m o s enfocar
nuestra
a t e n c i ó n
en la
forma
en que ese
e s p í r i t u
v i t a l
era asimilado por el cuerpo. En
este
punto
subrayaba que
este e s p í r i t u r e s i d í a
en el aire y
penetraba en nuestros cuerpos por medio de la
i n s p i r a c i ó n .
Para
determinar
c ó m o n u t r í a
ese es
p í r i t u nuestros cuerpos, s e r í a necesario un nue
v o
estudio del
propio
cuerpo.
D e b í a m o s
explicar
c ó m o se
separaba
ese e s p í r i t u del aire impuro
y
era dispersado en el cuerpo por los sistemas
arterial
y venoso. Basta con lo dicho para
com
prender el
á v i d o i n t e r é s
que
h a b r í a
de mostrar
Fludd
por el descubrimiento de la c i r c u l a c i ó n de
l a
sangre de Harvey.
E n
1617 se
p u b l i c ó
una segunda
e d i c i ó n
de
l a a p o l o g í a de los rosacruces de
Fludd
y el
p r i
m e r volumen
de su
historia
del macrocosmos
y
el microcosmos. La ú l t i m a es probablemente
l a e x p o s i c i ó n
más completa que se ha escrito de
ese universo integrado por dos mundos, y con
ella Fludd c r e y ó cumplir
su promesa de inaugu
r a r
una nueva ciencia. E l autor consideraba que
su
obra, en la que predominaban las citas
b í b l i
cas y h e r m é t i c a s , era una
f i e l
e x p o s i c i ó n de la
f i l o s o f í a q u í m i c a .
Empezando por los
f e n ó m e n o s
m a c r o c ó s m i c o s , examinaba la C r e a c i ó n , los ele
mentos y el orden del universo.
Fludd
se aferraba
tenazmente a la
t e o r í a g e o c é n t r i c a
del univer
so, pero hablaba
t a m b i é n
de una "centralidad"
d e l Sol, alegando que é s t e
estaba
situado a medio
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L A N U E V A F I L O S O F I A
222
pies: en nuestros t é r m i n o s , las que e x i s t í a n entre
u n " c i e n t í f i c o "
y un
" m í s t i c o " .
Kepler calificaba
su propio concepto de a r m o n í a universal de "ma
t e m á t i c o " ;
las explicaciones de Fludd, por el con
trario, eran " e n i g m á t i c a s , e m b l e m á t i c a s y h e r m é
ticas".
¿ C ó m o p o d í a
un
c i e n t í f i c o
comparar el
simbolismo de Fludd con sus diagramas a u t é n t i
camente m a t e m á t i c o s ?
Y si Fludd se recreaba
en sus oscuros enigmas, Kepler h a b í a rescatado
esos
mismos
f e n ó m e n o s
de las tinieblas y los
h a b í a sacado a la luz. Fludd, agregaba, h a b í a
plagiado las
f á b u l a s
de los antiguos, mientras
que él se h a b í a basado en los fundamentos mis
mos de la naturaleza con certidumbre
m a t e m á
tica.
Asimismo, Fludd
h a b í a
confundido
cosas
que no
h a b í a
comprendido
adecuadamente
mien
tras
que Kepler h a b í a procedido de un modo or
denado
como
c o r r e s p o n d í a
a las leyes de la natu
raleza.
Se nos r e c o r d a r á , q u i z á s , que en realidad Kepler
c o m p a r t í a
muchas
de las convicciones
m í s t i c a s
de Fludd. Mas, aun admitiendo lo anterior, lo
cierto es que las
m a t e m á t i c a s
significaban algo
m u y dist in to para Kepler que para Fludd. Este
buscaba
misterios en los
s í m b o l o s
conforme a
una creencia preconcebida en un plan
c ó s m i c o .
Consecuentemente, sus proporciones y
a r m o n í a s
d e b í a n
amoldarse por fuerza a sus
s í m b o l o s .
Ke
pler,
igualmente obsesionado tal vez con su pro
p i a c o n c e p c i ó n e s f é r i c a
y
s i m b ó l i c a
del mundo,
procuraba que sus
h i p ó t e s i s
estuvieran fundadas
en premisas cuantitativas y
m a t e m á t i c a m e n t e
de
mostrables. Si una
h i p ó t e s i s ,
por satisfactoria
que
fuese desde
un punto de vista
s i m b ó l i c o ,
no
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L A N U E V A F I L O S O F Í A
225
das de opiniones t e o l ó g i c a s peligrosas— h a b í a n
sido sustituidas por el m é t o d o más exacto del
q u í m i c o , basado en la o b s e r v a c i ó n .
Mersenne rechazaba
e n é r g i c a m e n t e
las
o p i n i o
nes del
alquimista.
Para el " f i l ó s o f o
cristiano"
la
reciente
condena de la Sorbona h a b í a sido justa.
Esos sabios doctores h a b í a n cuestionado correc
tamente las implicaciones t e o l ó g i c a s de las tesis
a l q u í m i c a s . Entre é s t a s i n c l u í a la adherencia de
lo s
alquimistas al atomismo,
p o s i c i ó n
que por
ese tiempo Mersenne juzgaba endeble. Y en cuan
to al tan alabado sistema de elementos y p r i n c i
pios de los alqu imista s, basado en la "observa
c i ó n " , Mersenne apuntaba la probabilidad de que
lo s
principios
paracelsista
>
pudieran descompo
nerse
artificialmente
en elementos más simples.
E n
caso de que ello llegara a suceder, esos
p r i n
cipios ya no p o d r í a n considerarse elementales.
Y ,
sin embargo, p r o s e g u í a Mersenne, si bien la
alquimia
era censurable en algunos puntos, no
d e b í a
rechazarse por completo. Más
bien,
d e b í a
encontrarse un
m é t o d o
de
control
para evitar los
errores peligrosos en que h a b í a n incurrido con
tanta
frecuencia los alquimistas en el pasado.
Mersenne s u g e r í a establecer en cada reino aca
demias
a l q u í m i c a s ,
las que
t e n d r í a n
por
m i s i ó n
mejorar
la salud de la humanidad. Estas aca
demias
v i g i l a r í a n
ese campo y no
s ó l o
se encar
g a r í a n de castigar a los charlatanes, sino que
p a r t i c i p a r í a n
activamente en la reforma de la
ciencia. Los t é r m i n o s a l e g ó r i c o s y e n i g m á t i c o s
s e r í a n
desechados y remplazados por una
t e r m i
n o l o g í a clara,
basada
en las operaciones q u í m i
cas practicadas en el laboratorio.
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226
L A N U E V A
F I L O S O F I A
Esa
alquimia
reformada,
d e c í a
Mersenne, de
b e r í a mantenerse enteramente al margen de cues
tiones religiosas,
f i l o s ó f i c a s
y
t e o l ó g i c a s .
Le pa
r e c í a que esa ciencia s e r v í a como una especie de
"contra-Iglesia"
a quienes
s o s t e n í a n
que con su
ayuda se explicaban mejor la t e o l o g í a , la magia
y
las
f á b u l a s
más antiguas. Muchos, en efecto,
sustentaban una i n t e r p r e t a c i ó n q u í m i c a de la
C r e a c i ó n . Esos s u e ñ o s
y especulaciones
d e b í a n
abandonarse si se
q u e r í a
que la Iglesia
c a t ó l i c a
aprobara esa
disciplina.
E n sus obras, Mersenne se r e f e r í a a varios q u í
micos cuyas publicaciones consideraba peligrosas.
Entre los nombres mencionados destacaba el de
Robert Fludd,
a quien tildaba de hereje y mago
de la peor ralea. Profundamente ofendido,
Fludd
r e s p o n d i ó
al monje
f r a n c é s
en dos obras donde
reafirmaba su p o s i c i ó n respecto a la f i lo so f ía
q u í m i c a .
En ellas
d e s c r i b í a
nuevamente la analo
g ía entre el macrocosmos y el microcosmos, la
a r m o n í a
de
estos
dos mundos, la
s i g n i f i c a c i ó n
del
e s p í r i t u v i t a l y su d i s p e r s i ó n mediante el sistema
arterial. La verdadera
alquimia, i n s i s t í a Fludd,
t e n í a como meta establecer toda la f i lo s o f í a q u í
mica
como una
base
para explicar al hombre y
a l universo.
Obviamente, ese concepto de alchemia vera de
Fludd
era precisamente el que objetaba Mersenne.
L o que inquietaba a
Fludd,
sobre todo, era la
advertencia
de Mersenne de que los alquimistas
d e b í a n mantenerse apartados de los asuntos re
ligiosos.
Por el contrario, él
s u p o n í a
que los
q u í
micos y los t e ó l o g o s t e n í a n un campo de inves
t i g a c i ó n c o m ú n ,
a
saber,
esa parte de la
t e o l o g í a
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L A N U E V A
F I L O S O F Í A 227
p r á c t i c a q u e "nosotros pensamos no es otra
cosa
q u e l a q u í m i c a m í s t i c a y oculta". Esta disciplina
aspiraba
a comprender l a C r e a c i ó n y e l e s p í r i t u
de la v id a . La
naturaleza
y la
supernaturaleza
estaban vinculadas
de un modo
manifiesto
—y la
q u í m i c a s e r v í a como u n a clave
para
descifrarlas
a ambas.
A fines
de 1628 Mersenne e n v i ó u n a c o l e c c i ó n
de las obras de F ludd a su amigo Pierre
Gassen
d i ,
solicitando
su
ayuda.
E n
poco
m á s de dos
meses é s t e h a b í a terminado s u c r í t i c a .
Como
era
de
esperarse, Gassendi
rechazaba l a e x p l i c a c i ó n
que daba F ludd de l o s
principios
elementales
y
la C r e a c i ó n q u í m i c a . Y a l
enfrentarse
a l rechazo
d e C o p é r n i c o y G i l b e r t , s e l i m i t ó a
concluir:
"é l
entiende
p o r
Tierra
no vo l á t i l y So l
central algo
m u y
distinto
de lo que nosotros entendemos co
m ú n m e n t e p o r e l lo " . R e f i r i é n d o s e a la d i s t i n c i ó n
q u e h a c í a F l u d d entre alquimia falsa y verdade
r a ,
Gassendi
se
quejaba
de u n a i n t e r p r e t a c i ó n
q u e c o n v e r t í a a l a
"alquimia
e n l a ú n i c a r e l i g i ó n ,
a l
alquimista
e n l a ú n i c a
persona religiosa,
y al
t i r o c i n i o d e l a alquimia e n e l ú n i c o catecismo
de la fe" .
N o entraremos e n m á s detalles acerca de
esta
p o l é m i c a ,
salvo
para recordar
que en el
curso
d e s u i m p u g n a c i ó n
Gassendi
d e s c r i b í a y rechaza
ba las
opiniones
de
Harvey sobre
la c i r c u l a c i ó n
de la sangre, y que é s e s e r í a e l m o t i v o de que
F l u d d saliera en
defensa
de su
amigo.
L a r é p l i c a
d e F l u d d a
Gassendi (1633)
p r o v o c ó q u e Mersen
ne
redoblara
sus
esfuerzos
para desacreditarlo
a é l y a l a f i l o so f í a qu ímica . Su
correspondencia
—mucho
d e s p u é s
incluso
de que F ludd
muriera
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228
L A N U E V A
F I L O S O F Í A
en 1637— revelaba su e m p e ñ o constante por con
seguir
el apoyo de los sabios de Europa en su
lucha contra esa "nueva f i l o s o f í a " que h a b í a so
ñ a d o
Fludd
y tanto se
o p o n í a
a la suya.
L
A
N U E V A F I L O S O F Í A
D E
J
E A N
B A P T I S T E
V A N H E L M O N T
E n
busca de apoyo para combatir a Robert Fludd,
Mersenne h a b í a escrito a muchos sabios euro
peos. Uno de ellos h a b í a sido Jean Baptiste van
Helmont, que más tarde iba a mantener corres
pondencia con el sabio f r a n c é s . E n una de sus
primeras
cartas, Van
Helmont
contestaba a una
pregunta pidiendo su o p i n i ó n sobre la r é p l i c a
que recientemente h a b í a hecho
Fludd
a Gassendi.
E l f í s i c o - q u í m i c o belga r e s p o n d í a c a t e g ó r i c a m e n
te que
Fludd
era un mal m é d i c o y un peor a l q u i
mista —un hombre superficialmente docto en el
que Gassendi no
d e b í a
perder su
tiempo.
Este
j u i c i o es muy interesante porque gran parte de
la obra de Van Helmont se caracterizaba por
conceptos y actitudes que Mersenne h a b í a conde
nado. No obstante, por ese entonces la obra de
V a n
Helmont
p a r e c í a
ser muy
distinta
de la que
h a b r í a de ser la
base
de una nueva escuela yatro-
q u í m i c a del
siglo
xvn.
L a b ú s q u e d a de la verdad de Van Helmont era
intensamente personal. Lo h a b í a llevado a recha
zar una m a e s t r í a de
Lovaina
porque consideraba
que en esa universidad no
h a b í a
aprendido nada,
y
más tarde iba a rehusar ofrecimientos de em
pleo de p r í n c i p e s , prefiriendo dedicarse a la in-
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L A N U E V A
F I L O S O F I A
229
v e s t i g a c i ó n
en su propia pa tr ia . Poco interesado
en su fama personal, Van Helmont s ó l o p u b l i c ó
hasta 1621, cuando un jesuita lo
indujo
a una
controversia
acerca de un
u n g ü e n t o
que se
ap l i
caba a las armas. La creencia de que tratando
e l arma que h a b í a causado una herida se cura
r í a
a la persona herida era muy
c o m ú n
en el si
g lo xvn y se
basaba
en el concepto de una a c c i ó n
s i m p á t i c a
universal que obraba en la naturaleza.
E n
su tratado sobre
este
tema, Van
Helmont
atacaba a todos los que h a b í a n intervenido en la
p o l é m i c a .
No negaba la eficacia de ese remedio,
pero cr iti caba a quienes lo h a b í a n descrito en
t é r m i n o s
sobrenaturales. Insist iendo en que se
trataba de un
f e n ó m e n o
meramente natu ral, Van
Helmont declaraba: "La naturaleza... no ha pe
dido a los t e ó l o g o s que
sean
sus i n t é r p r e t e s y
s ó l o
ha querido tener por hijos a los
m é d i c o s . "
S i n duda, p o d r í a pensarse que era Galileo y no
V a n
Helmont el que
a d v e r t í a
a su adversario je
suita:
"deja al
t e ó l o g o i n q u i r i r
acerca de
Dios
y
a l
naturalista acerca de la naturaleza".
L a a c c i ó n
del
u n g ü e n t o
en
c u e s t i ó n
se explicaba
cuando se e n t e n d í a adecuadamente la a r m o n í a
que
e x i s t í a
entre el mundo mayor y el menor,
porque "en todas las
cosas
particulares
e s t á
de
lineado
todo el universo". En cuanto a Paracel
so, sus obras eran dignas de elogio y sus tres
principios
d e b í a n aceptarse
sin reservas. La ma
g ia era "el conocimiento innato más profundo
de las
cosas"
y su fundamento era siempre el
mismo,
ya sea que se
utilizara
para
bien
o para
m a l .
En efecto, una vez que se
h a b í a
compren
dido correctamente esa a c c i ó n s i m p á t i c a de la
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230 L A N U E V A F I L O S O F I A
naturaleza, se
a d v e r t í a
que el efecto de las r e l i
quias sagradas no d i f e r í a mucho de ese u n g ü e n t o
m a g n é t i c o que se aplicaba a las armas. Sobre
este
punto, Van Helmont
expresaba
una
p o s i c i ó n
potencialmente peligrosa para un c a t ó l i c o ro
mano.
Ese tratado no h a b r í a podido publicarse en un
momento más inoportuno. El
ataque
de Van H e l
mont
a un jesuita prominente y su defensa de
la
magia y Paracelso,
sumados
a su
i n t e r p r e t a c i ó n
d e l poder milagroso de las reliquias, no p o d í a n
pasar inadvertidos. En 1623 la facultad de medi
cina
de Lovaina lo d e n u n c i ó , y poco d e s p u é s fue
llamado a comparecer ante un tribunal de la
I n q u i s i c i ó n e s p a ñ o l a .
Se declararon
h e r é t i c a s
mu
chas de las proposiciones de su obra y se le con
d e n ó a p r i s i ó n y, posteriormente, a arresto d o m i
c i l i a r i o . Se le p r o h i b i ó publicar nada que no
contara con el consentimiento de la Iglesia. A u n
que fue liberado en 1636, la Iglesia p r o s i g u i ó el
proceso en su contra casi
hasta
su muerte, ocu
rrida en 1644.
V an Helmont l e g ó a su h i j o una gran cantidad
de manuscritos para su eventual p u b l i c a c i ó n . E l
Ortus medicinae,
sus
obras
completas, a p a r e c i ó
cuatro
a ñ o s d e s p u é s
de su muerte, y para 1707
se h a b í a editado doce veces en cinco idiomas. En
esta
obra, que e j e r c i ó gran influencia, encontra
mos
planteadas e n é r g i c a m e n t e
una serie de re
formas. Era necesario "destruir toda la f i lo so f ía
natural de los antiguos y renovar las doctrinas
de las
escuelas
de
f i l o so f í a
natu ra l". Van Helmont
caracterizaba a la ciencia y la medicina de la
anti
g ü e d a d como " m a t e m á t i c a s " y l ó g i c a s , y s o s t e n í a
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L A N U E V A
F I L O S O F Í A
231
que d e b í a n ser sustituidas por una c o n c e p c i ó n
de la naturaleza que realmente estuviera basada
en la o b s e r v a c i ó n . No era mejor el antiguo con
cepto de movimiento. El movimiento
local
aris
t o t é l i c o h a b í a conducido a la creencia en un mo
t o r i n m ó v i l .
Una
d e f i n i c i ó n
cristiana, replicaba
V a n Helmont. no h a b r í a de permitir que se im
pusiera al Creador una
r e s t r i c c i ó n
semejante. En
realidad, el movimien to era inherente a la vida
y
h a b í a
sido implantado en la simiente
original
p o r el Creador. Si la a b s t r a c c i ó n m a t e m á t i c a po
d í a
conducir a una
c o n c l u s i ó n
tan
e r r ó n e a ,
era
evidente que la i n t e r p r e t a c i ó n a r i s t o t é l i c a de la
naturaleza era "una doctrina pagana derivada de
la
ciencia
m a t e m á t i c a ,
que reduce al primer mo
t o r
a una perpetua movilidad para que, sin cesar,
mueva todas las cosas . . . Por tan to, haced
saber
a las escuelas que las reglas de las
m a t e m á t i c a s
y
el
saber
basado en la d e m o s t r a c i ó n no hacen
justicia
a la naturaleza.
Pues
el hombre no mide
a la naturaleza, sino
é s t a
a él." Obviamente, la
nueva
f i l o s o f í a
que Van Helmont vaticinaba ha
b r í a de rechazar todo concepto de la naturaleza
que la interpretara fundamentalmente por medio
de las m a t e m á t i c a s .
E n
toda la obra de Van Helmont advertimos
una estrecha a s o c i a c i ó n entre naturaleza y r e l i
g i ó n . De nuevo se nos exhorta a consultar prime
ramente la historia de la C r e a c i ó n narrada por
e l G é n e s i s . Luego, como en la obra de Fludd, se
presentan el orden de la C r e a c i ó n y los verdade
ros elementos. No se menciona al fuego y se con
sidera a la tierra como un producto del agua. En
cuanto a los principios paracelsistas, eran ú t i l e s
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232
L A N U E V A
F I L O S O F Í A
ya
que se
o b t e n í a n
por la
d e s t i l a c i ó n
de muchas
sustancias, pero en su madurez Van Helmont
d e j ó
de creer que se hallaban en la naturaleza
en
estado
elemental. La clave de la naturaleza es
taba en las nuevas observaciones, y era la
q u í
mica la que nos o f r e c í a mayores oportunidades
para alcanzar la verdad
(figura
V I I .1 ) . Combina
do con é s t a , el uso de la c u a n t i f i c a c i ó n —enten
dida
más como
pesos
y medidas de laboratorio
que como abstracciones
m a t e m á t i c a s — o f r e c í a
la
posibilidad
de arribar a nuevos conocimientos.
Tratando de demostrar la naturaleza elemental
de l
agua, Van
Helmont p e s ó
un
sauce
en varias
fases
de su desarrollo. Asimismo, i n t e n t ó deter
minar
la gravedad
e s p e c í f i c a
de los metales y
c o m p a r ó el
peso
de v o l ú m e n e s iguales de orina
en
busca de una
g u í a
para diagnosticar las enfer
medades. P r o c u r ó dar mayor exacti tud a una es
cala de temperaturas, y sus estudios lo
llevaron
a insistir en la
indestructibilidad
de la materia
y
la
invariabilidad
del
peso
en los cambios
q u í
micos.
Cabal vitalista,
Van Helmont p r o c e d i ó a
des
arrollar
una
e x p l i c a c i ó n
de todas las
cosas
ba
sada
en su sistema de los elementos y sus ciclos
vitales.
A l respecto,
e x a m i n ó
las fuentes y si
mientes de la
vida,
cuyos resultados eran tan di
versos como los minerales y las enfermedades
humanas. Su medicina
refleja
su
f i l o so f í a
gene
r a l . Aunque se negaba a aceptar la autor idad de
los
textos
m é d i c o s
de la
A n t i g ü e d a d ,
le molesta
ba la
actitud
de aquellos que estaban dispuestos
a aceptar todo lo que se
a t r i b u í a
a Paracelso. Así,
en sus ú l t i m a s obras Van Helmont rechazaba la
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http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 228/280
F I G U R A V I I . 1 .
E l
f i l ó s o fo q u í m i c o
como
un imitador e
i n t é r p r e t e
de los
f e n ó m e n o s
naturales.
De J. B. van Helmont, Opera Omnia (1682).
C o l e c c i ó n
del autor.
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
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234
L A N U E V A
F I L O S O F Í A
doctrina
del microcosmos que postulaba que el
hombre
era una
miniatura,
una
r é p l i c a
exacta
del mundo mayor. Sin embargo, ello no le impe
d í a s e ñ a l a r
las numerosas semejanzas que
h a b í a
entre el hombre y la naturaleza en su totalidad.
Tampoco estaba Van
Helmont
menos interesado
que
Fludd
en el e s p í r i t u v i t a l que animaba a la
naturaleza. Fludd
h a b í a
intentado aislar ese es
p í r i t u del
trigo
por medio de un experimento
a l q u í m i c o ;
Van
Helmont
t r a t ó
de hacer lo mismo
mediante
la d e s t i l a c i ó n de la sangre. Movido por
su profunda creencia en la existencia de esa fuer
za v i t a l en la sangre, fue uno de los primeros
m é d i c o s que se opusieron a la p r á c t i c a de las
s a n g r í a s .
. )
P o d r í a m o s citar muchos otros ejemplos para mos
t rar los intereses de Van Helmont, pero nos im
porta más subrayar que aunque Fludd y Van
Helmont estaban igualmente influidos por las
ideas
h e r m é t i c a s
y paracelsistas de su
é p o c a ,
exis
t í a n profundas diferencias entre estos dos f i l ó so
f o s q u í m i c o s . El
primero,
inspirado en el mani
fiesto
u t ó p i c o de los rosacruces, h a b í a buscado
u n nuevo m é t o d o para estudiar la naturaleza que
descansaba
en las verdades espirituales, la verda
dera r e l i g i ó n y una alquimia m í s t i c a . Es posible
que el segundo no discrepara sustancialmente
en estos puntos, pero iba a dar mucho más im
portancia a las nuevas observaciones.
Pese al hecho de que c o m p a r t í a n muchas creen
cias,
Fludd
y Van
Helmont fueron
considerados
como dos f i l ó s o f o s muy dis tintos por la mayor
parte de los sabios del siglo xvn. Para muchos7
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L A
N U E V A
F I L O S O F I A 235
en las
d é c a d a s
intermedias del siglo. Van
Hel-j
mont
o f r e c í a
el plan de una nueva
f i l o so f í a
tan
prometedora como la de los
f i l ó s o f o s
mecanicis^
tas. Era la suya una
c o n c e p c i ó n
"cristiana" de
la
naturaleza, basada en la
o b s e r v a c i ó n ,
que pare
c í a
rechazar el misticismo de los paracelsistas
p r i m i t i v o s ,
pero
s e g u í a
validando las compara
ciones que
s o l í a n
hacerse entre el hombre y la
naturaleza. En Inglaterra, la obra de Van
H e l
mont
i n s p i r ó
a Walter Charleton (1619-1707) a
t raducir en 1650 varios de sus tratados y, en
The
Sceptical Chymist, Robert Boyle
r e p e t í a
los ar
gumentos de Van Helmont en contra de los
p r i n
cipios paracelsistas. Thomas W i l l i s (1621-1675)
se
b a s ó
en el
Ortus medicinae
para elaborar su
nueva f i l o s o f í a q u í m i c a , y
hasta
Isaac Newton
l e y ó
cuidadosamente su obra y
r e d a c t ó extensas
notas
sobre su contenido.
L o s debates en torno a la obra de Fludd y el
gran
i n t e r é s
que
d e s p e r t ó
en esa
é p o c a
la obra
de Van Helmont indican la gran inquietud que
s u s c i t ó
la
f il o so f ía q u í m i c a
en el siglo
xv . i i .
Las
confrontaciones de Fludd con Kepler, Mersenne
y
Gassendi se
i n i c i a r o n
con las primeras publica
ciones del primero (1616 y 1617) y continuaron
por
espacio
de veinte
a ñ o s .
Los problemas de
V a n Helmont t a m b i é n empezaron con su primera
p u b l i c a c i ó n
(1621), mas, a causa de la persecu
c i ó n o f i c i a l de que fue objeto, sus opiniones fue
r o n
relativamente poco conocidas
hasta
que sus
obras completas fueron publicadas postumamen
te en 1648. Así, la comunidad ilustrada de Euro
pa se e n f r e n t ó de pronto a una nueva f i losof ía
q u í m i c a
que
t e n d í a
más a la
o b s e r v a c i ó n
justa-
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236
L A
N U E V A
F I L O S O F I A
mente cuando comenzaba a asimila r las obras de
Descartes y Bacon. De ese modo, la reforma edu
cacional
propuesta por Van Helmont, su rechazo
de la
f i l o so f í a
antigua y sus numerosas observa
ciones fueron conocidas por un amplio sector de
los
sabios europeos de la
é p o c a .
Las referencias a los
f il ó s o fo s q u í m i c o s
ocu
rren frecuentemente cuando menos se
espera.
No
obstante,
ello
es casi
inevitable,
ya que los
f i ló
sofos
q u í m i c o s
no concibieron su obra simple
mente en
r e l a c i ó n
a la
q u í m i c a
o la medicina. El
suyo fue más bien un intento declarado de fun
dar una
philosophia nova
que explicara todo el
cosmos. S ó l o cuando se le enfoca de
esta
manera
podemos explicar por qué Mersenne y
Kepler
creyeron ver una amenaza a la
f i l o so f í a
natu
r a l
en las
m a t e m á t i c a s
de
Fludd
o el gran
i n t e r é s
que p r o v o c ó la obra de Van Helmont y la i n f l u e n
c ia
que
e j e r c i ó .
En efecto,
s ó l o
cuando la situa
mos en el contexto del siglo xvn —como un es
bozo de la "nueva ciencia"— podemos
confiar
en
descubrir en la obra de
estos
hombres algo que
haya podido interesar al
Isaac Newton
con el
que estamos más familiarizados.
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V I H . EPÍLOGO E I N D E C I S I Ó N
P
ODRÁ parecer
a algunos una incongruencia con
cluir
una obra
sobre
la ciencia y la medicina del
Renacimiento con un análisis de Robert Fludd y
Jean Baptiste van Helmont. En estos autores en
contramos menos "progreso" científico de lo que
pudiésemos esperar. Pero si nos hemos ocupado
en ú l t imo término de Fludd y de Van Helmont
ha sido para
destacar
la naturaleza compleja de
ese periodo.
En épocas
anteriores los historiadores concen
traron
toda su a tención , justificadamente, en el
surgimiento de la
filosofía
mecanicista del si
glo
xvn , pero el fracaso para explicar al mismo
tiempo las causas de la
a t racc ión
que ejercieron
entonces el paracelsismo y la magia natural, con
frecuencia ha dado por resultado una
valoración
incompleta del periodo en su totalidad. Y, una vez
m á s ,
sólo
recientemente se ha dado toda su im
portancia al hecho de que algunos de los
héroes
tradicionales de la nueva
filosofía
se adhirieron
firmemente no sólo a ciertos
aspectos
de la ma
gia
y el misticismo, sino
también
a ciertos
prin
cipios
fundamentales de la filosofía antigua. Si
los
sabios
del siglo xvn no hubieran considerado
importantes las obras de
Fludd
y Van Helmont,
éstas jamás habrían
sido foco de controversias.
E l mismo argumento vale en el caso de Paracelso
un
siglo
antes.
237
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E P Í L O G O E I N D E C I S I Ó N ^ ^ V»
s e r í a n lis excepciones más notables), es innega
ble que para entonces las primeras academias
c i e n t í f i c a s y las agrupaciones locales de eruditos
d e s e m p e ñ a b a n
un papel más
significativo
que los
centros educativos tradicionales. Las voces que
clamaban por una nueva ciencia y una nueva fi
l o s o f í a se escuchaban ahora con más fuerza, ex i
giendo un sustituto para la e d u c a c i ó n aristo
t é l i c a y g a l é n i c a que p a r e c í a i n ú t i l , mentalmente
asfixiante y (en ocasiones) sospechosa desde el
punto de vista t e o l ó g i c o .
Todo estudio de la historia intelectual del Re
nacimiento —y tanto la historia de la ciencia
como
la de la medicina deben ser comprendidas
p o r
este
t é r m i n o
general—
d e b e r á
tomar en cuen
ta la influencia del humanismo. Ya hemos s e ñ a
lado que el humanismo l l e g ó tarde a las cien
cias. S ó l o hasta la segunda
mitad
del siglo xv
encontramos en los c í r c u l o s c i e n t í f i c o s esa b ú s
queda afanosa de textos c l á s i c o s que h a b í a sido
parte del
á m b i t o
literario
por más de un
siglo.
Así , en las d é c a d a s finales del siglo xv, Peuerbach
y
él Regiomontano a ún buscaban un texto í n t e
g ro en griego del
Almagesto
de Ptolomeo. En
medicina, los esfuerzos a n á l o g o s de Linacre y
Guinter
de Andernach son incluso posteriores. La
obra de estos c i e n t í f i c o s y m é d i c o s humanistas
j u g ó un papel capital para el desarrollo d é l a
ciencia moderna. C o p é r n i c o fue en realidad ur7
producto de la r e s t a u r a c i ó n de la obra tolemaica
y , en la misma medida, Vesalio y Harvey reflejan
el
galenismo del siglo xvi.
_J
Esa forma de humanismo fue un elemento esen
c i a l del ambiente
cultural
que dio origen al De
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E P Í L O G O E I N D E C I S I Ó N
241
monde
de las
manos
de su impresor. Aunque por
ese tiempo el fundamentalismo religioso prescri
b í a
una
i n t e r p r e t a c i ó n l i t e r a l
de las Sagradas Es
crituras, los
c i e n t í f ic o s r e s p o n d í a n
que la
B i b l i a
no se
h a b í a
escrito para servir de
g u í a
al estudio
de la naturaleza. E l d e í s m o era aún cosa del
f u t u r o ,
pero sus semillas ya se
h a b í a n
sembrado.
E l humanismo del Renacimiento fue mucho
m á s
complejo de lo que pudiera
parecer
a
sini=-
pie vista. No
s ó l o
se recuperaron los textos
c lá
sicos de la medicina y la
f í s i c a
antiguas;
t a m b i é n
se recobraron los textos
m í s t i c o s
de las postrime
r í a s
de la
A n t i g ü e d a d ,
y su influencia iba a ser
tan grande como la de Galeno y Ptolomeo.
í M a F -
s i l i o
Ficino
tradujo y
e s t u d i ó
los misterios del
corpus h e r m é t i c o
y el
Timeo
de
P l a t ó n
en un
esfuerzo por descubrir las ocultas relaciones del
macrocosmos y el microcosmos. E l resultado fue
u n
renovado
i n t e r é s
en la magia natural y todos
sus
campos
afines. Los
estudiosos
de la astro-
logia, la alquimia, la cabala y la
n u m e r o l o g í a
pi
t a g ó r i c a c o m p e t í a n
entre sí en su
b ú s q u e d a
de
una nueva clave para descifrar los misterios del
universo.
Esta corriente del humanismo,
h e r m é t i c a ,
má
gica
y
a l q u í m i c a ,
estaba
profundamente arraigada
en la ciencia de ese periodo.
Esos m í s t i c o s
y
eruditos reiteraban constantemente su creencia
en que el hombre
d e b í a e s c u d r i ñ a r
la
c r e a c i ó n
de Dios para comprender mejor a su Creador.
Para
ellos la ciencia y la medicina verdaderas no
eran sino el conocimiento de los
secretos
—y los
poderes
ocultos— de la naturaleza. La ciencia
y la medicina eran consideradas, en suma, como
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242
E P I L O G O E I N D E C I S I O N
aspectos
de la magia natural. Si
deseaba
apren
der, el hombre
d e b í a
observar
esas a r m o n í a s
esenciales que vinculaban a todos los elementos
de la naturaleza.
A g r i p a ,
Porta y Dee
p a r t i c i
paron en esa b ú s q u e d a m í s t i c a de la verdad en
la
naturaleza. Pero quienes más
i n f l u y e r o n fue
r o n los paracelsistas, los que abiertamente ex i
g í a n
la
d e s t r u c c i ó n
de la autoridad de los
a n t i
guos. Eran ellos —y no los anatomistas de Padua
o los copernicanos— los que
v e í a n
la necesidad
inmediata
de una ciencia y una medicina nuevas
y
diferentes. Y su
c o n v i c c i ó n
de que
é s t a s
de
b í a n basarse en su sistema m é d i c o - q u í m i c o pro
v o c ó
controversias tan
acres
como trascendentes.
A s í ,
uno
debe
comenzar por reconocer que los
sabios de ese periodo no
s ó l o
estaban
f a m i l i a r i
zados con Euclides, A r i s t ó t e l e s , H i p ó c r a t e s , Pto
lomeo
y Galeno, sino asimismo con el
cor pus
h e r m é t i c o y las obras de los alquimistas y los
a s t r ó l o g o s .
Cier tamente, eran muchos los que de
mandaban una nueva
f i l o s o f í a ,
mas, nuevamen
te ,
si ése era el
s u e ñ o
de Paracelso, Campanella
y
los rosacruces, t a m b i é n lo era de Bacon, Des
cartes y
Galileo.
Y si nosotros consideramos
esen
c i a l
para el desarrollo de la ciencia moderna el
surgimiento
de la
a b s t r a c c i ó n m a t e m á t i c a
y la
c u a n t i f i c a c i ó n , este
hecho no
p a r e c í a
ser tan
sig
n i f i c a t i v o entonces como ahora. Por ese tiempo,
e l
retorno al "verdadero" misticismo y la magia
natural p a r e c í a a muchos más importante. En
ninguna otra parte es más patente ese "otro ca
mino"
que
c o n d u c í a
a la nueva
f i l o so f í a
que en
las
u t o p í a s c i e n t í f i c a s
de principios del siglo xvn .
Esa constante
i n t e r a c c i ó n
entre lo "r acional" y
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E P I L O G O
E I N D E C I S I Ó N 243
l o
"irracional"
hace
que nuestra
a t e n c i ó n
recaiga
constantemente en las p o l é m i c a s de
Fludd
y las
reformas
propuestas por Van
Helmont.
La obra
de
Fludd,
descendiente
espiritual
de los
h e r m é
ticos
renacentistas del
siglo
xvi , iba a ser
foco
de airadas controversias. Los
ataques
más serios
provinieron
de Kepler, Mersenne y Gassendi, eru
ditos
que fundamentalmente eran m a t e m á t i c o s ,
a s t r ó n o m o s
y
f í s i c o s .
Por tanto, las
p o l é m i c a s
de
Fludd
y sus opositores pueden entenderse como
una
e x p r e s i ó n t a r d í a
del enfrentamiento de dos
tradiciones
renacentistas, el humanismo
literario
y
el humanismo
h e r m é t i c o .
E n
cuanto a Van Helmont,
é s t e estaba
tan em
p e ñ a d o
en remplazar a la antigua
f i l o so f í a
con
una nueva ciencia como muchos de sus contem
p o r á n e o s , pero se o p o n í a francamente a las obras
m á s
ocultistas de Paracelso, las obras completas
de
Fludd
y aquellos autores a l q u í m i c o s y yatro
q u í m i c o s
que más
p r o p e n d í a n
al
misticismo
y la
magia.
Pese
a que ambos
r e c o n o c í a n
en general
la
necesidad de una
f i l o s o f í a q u í m i c a , Fludd
y
V a n Helmont d i f e r í a n notablemente en sus en
foques.
Es interesante
s e ñ a l a r
que si los prime
ros mecanicistas combatieron encarnizadamente
a l
primero, leyeron al segundo con
a t e n c i ó n
y es
t i m a c i ó n . Hombre profundamente religioso. Van
Helmont
h a b í a
exigido, sin embargo, una nueva
f i l o s o f í a emancipada del control de la Iglesia. En
efecto.
Van Helmont
s e r í a
reconocido más tarde
como el fundador de un nuevo m é t o d o para in
vestigar
la naturaleza que iba a
rivalizar
con el
de los f i l ó s o f o s mecanicistas en el tercer cuarto
d e l
siglo xvn. Procesado por la
I n q u i s i c i ó n
y
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244
E P I L O G O E I N D E C I S I Ó N
condenado a arresto
domiciliario,
su caso es pa
ralelo al de Galileo en varios aspectos impor
tantes.
E L M E J O R A M I E N T O D E L H O M B R E : L A E D U C A C I Ó N ,
L A A G R I C U L T U R A Y L A G U E R R A
A
mediados del siglo xvn muchos hablaban ex
presamente
de una
o p o s i c i ó n
entre los antiguos
y
los modernos, pero
c o m p r e n d í a n
perfectamente
toda la complejidad del problema. Como hemos
sugerido, las controversias más
c r í t i c a s
fueron
q u i z á s las que protagonizaron los mecanicistas
y
los
q u í m i c o s .
Nada ilu str a mejor
este
hecho
que la literatura inglesa en las d é c a d a s interme
dias del siglo xvn. La guerra
c i v i l
y el interregno
h a b í a n fomentado en la R e p ú b l i c a el planteamien
to
de reformas de la más variada
especie.
Entre
los planes propuestos se hallaban varios relacio
nados
e s p e c í f i c a m e n t e
con la reforma educacio
n a l . En ellos se e x i g í a una t r a n s f o r m a c i ó n com
pleta de los planes de estudio de las universida
des. Los seguidores de Van Helmont reclamaban
una
e d u c a c i ó n
superior basada en
nuevas obser
vaciones de la naturaleza, que
fuese
compatible
co n
las reformas religiosas resultantes de la re
v o l u c i ó n p o l í t i c a .
T a l
vez la más interesante de
esas
reformas
fue la propuesta por John Webster en 1654. O r i
ginalmente un puritano y má s tarde min ist ro di
sidente, Webster
h a b í a
estudiado alquimia en su
juventud
y
s a b í a
suficiente medicina para servir
como cirujano —y c a p e l l á n — en los e j é r c i t o s de
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E P Í L O G O E I N D E C I S I Ó N 245
O l i v e r C r o m w e l l . Convenc ido de la necesidad
de las reformas religiosas implantadas en los p r i
meros a ñ o s de la R e p ú b l i c a , cada vez
estaba
me
nos satisfecho con la
e d u c a c i ó n
que se
i m p a r t í a
a los sacerdotes en las universidades. Obrando
en conformidad, e s c r i b i ó una
Examination,
don
de demandaba una reforma educacional en t é r
minos que recuerdan las palabras de Fludd y
V a n Helmont.
Reaccionando contra los escritos e s t é r i l e s y, a
su j u i c i o ,
ateos
de A r i s t ó t e l e s que se estudia
ban en las universidades, Webster f a v o r e c í a en
cambio la "muy iluminada fraternidad de la Rosa
Cruz". Como afi rmaban los paracelsistas, el ver
dadero conocimiento de la naturaleza, el cristia
n o , d e b í a e n s e ñ a r s e mediante demostraciones ocu
lares y aprenderse metiendo "las manos en las
brasas y en el horno". De ese modo compren
d e r í a m o s
la importancia de los
tres
principios
mientras s e g u i r í a m o s indagando los secretos de
l a
magia natural y la "ciencia
c a b a l í s t i c a " .
En ge
neral,
si d e s e á b a m o s reformar debidamente el co
nocimiento sobre la base de principios cristianos,
d e b í a m o s elaborar tablas de axiomas, como h a b í a
sugerido Bacon, pero
t a m b i é n
—como
a u t é n t i c o s
cristianos—
d e b í a m o s
procurar ese conocimiento
de la naturaleza "que se funda en principios
sen
satos, racionales, experimentales y b í b l i c o s ; y esa
obra tan completa que versa sobre todos los as
pectos principales del
saber
humano... son los
escritos elaborados de ese hombre profundamen
te sabio,
Fludd,
al lado de los
cuales
(por todos
lo s
aspectos antes mencionados) . . . no hubo nun
ca obra más rara, excepcional y perfecta".
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
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246
E P I L O G O E
I N D E C I S I O N
A d e m á s , quienes profesaban la nueva f i lo so f ía ,
recomendaba Webster, d e b í a n evitar a A r i s t ó t e l e s
y
acudir a las obras de Ficino, P l a t ó n , Gilbert y
Hermes Trismegisto, tal como eran interpretadas
p o r los paracelsistas. La q u í m i c a experimental
s e r í a la clave de la naturaleza, y la medicina de
Paracelso y Van Helmont r e m p l a z a r í a a la de
Galeno.
E l
tratado de Webster es especialmente
inte
resante porque fue criticado severamente por
Seth Ward (1617-1689) y John W i l k i n s (1614-
1672), los que actualmente son venerados como
fundadores de la ciencia moderna. E l pr imero
e n s e ñ a b a a s t r o n o m í a en O x f o r d desde 1649 y
h a b í a
in troducido en Inglaterra la doct rina de las
ó r b i t a s e l í p t i c a s de Kepler. W i l k i n s t a m b i é n era
m u y conocido como autor de una a p o l o g í a del
sistema copernicano, a d e m á s de la Mathematical
Magick (1648) y una obra s e m i u t ó p i c a ,
Discovery
of a World in the Moone (1638). Ward y W i l k i n s
colaboraron en una
Vindication
de las
universi
dades. En é s t a Ward subrayaba el alto n i v e l de
la labor c i e n t í f i c a que desarrollaban las univer
sidades y la impropiedad e inconsistencia de las
insinuaciones de Webster. En una pormenoriza
da
r e f u t a c i ó n
de la obra de Webster,
Ward admi
t í a
que la calidad de las
m a t e m á t i c a s
que se
ense
ñ a b a n en las universidades p o d í a mejorarse, pero
d i f í c i l m e n t e
mediante el examen de las
a r m o n í a s
m í s t i c a s que p r o p o n í a Webster. Dudaba de la
conveniencia
de
desechar
por completo la
medi
cina
g a l é n i c a
y afirmaba que Webster era injusto
en su
a c u s a c i ó n
de que la
q u í m i c a
era descono
cida
en las universidades. Y si Webster consi-
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247
deraba que los escritos de Francis Bacon eran
b á s i c o s
para reformar el estudio de la natura
leza, Seth Ward concordaba con él, mas, ¿ c ó m o
s e g u í a
Webster su propia sugerencia? Acudiendo
a l "rac ional" y "experimenta l" Robert
Fludd.
¡En
verdad,
eso era demasiado
" ¡ Q u é
poca honesti
d a d hay en un v i l l a n o " Si un momento
antes
elogiaba
a Francis Bacon "por el
m é t o d o
de la
estricta
y exacta i n d u c c i ó n " , ahora "ha c a í d o en
e l m é t o d o m í s t i c o de la
Cabala y
los n ú m e r o s
formales;
en todo el mundo no hay dos m é t o d o s
m á s
opuestos que los de
l o r d Verulam
y el doc
t o r Fludd, fundado el uno en la e x p e r i m e n t a c i ó n ,
e l
otro en
razones
ideales y
m í s t i c a s ; hace
poco
estaba
a
favor
de
é s t e ,
ahora a
favor
de estotro,
y
todo
ello
en un
abrir
y cerrar de ojos. Oh, la
celeridad
del cambio y el movimiento del v ien
t o . "
Y si Webster se
h a b í a
referido a
P l a t ó n ,
D e m ó c r i t o , Epicuro,
Filolao
y
Gilbert,
c o n c l u í a
Ward, ¿ q u é
necesidad
h a b í a
de
ello?;
pues, "si
De
Fluctibus
es tan perfecto,
¿ p a r a
qué necesi
tamos ir más lejos?"
L a p o l é m i c a
entre Webster y
Ward
suele inter
pretarse e r r ó n e a m e n t e . Se ha acusado a Webster
de proponer imprudentemente una rara mezcla de
ciencia
y
s u p e r s t i c i ó n — q u í m i c a
y magia— como
la base
de una reforma universitaria. Se elogia
a Ward por haber reaccionado con justa i n d i g
n a c i ó n .
Mas, como hemos
visto,
el concepto que
t e n í a Webster de la q u í m i c a no corresponde a lo
que actualmente entendemos por
q u í m i c a cien
t í f i c a ,
y su "magia"
estaba
muy alejada de la
magia
negra que ese nombre
p o d r í a implicar
para
nosotros. A l respecto, p o d r í a m o s convenir con
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E
I N D E C I S I Ó N
Bacon
en que el t é r m i n o "magia natural" h a b í a
sido mal aplicado por mucho tiempo y que en
realidad significaba " s a b i d u r í a natural o pruden
c ia
n a t u r a l . . .
l i m p i a
de toda vanidad y supersti
c i ó n " . A esa complejidad se agrega el hecho de
que cuando Thomas H a l l (1610-1665) d e c i d i ó en
ese mismo año salir en defensa de la p o s i c i ó n
a r i s t o t é l i c a en otra r é p l i c a a Webster, d e c l a r ó
que no era necesario discutir el estado de las
ciencias, ya que
Ward
y
W i l k i n s h a b í a n
aclarado
admirablemente la
s i t u a c i ó n .
De esta manera, el
c a m p e ó n de los antiguos se aliaba con los meca
nicistas —o "modernos"— en contra del
f i l ó so fo
q u í m i c o .
Ese
a f á n
de reformas educacionales era
c o m ú n
a los q u í m i c o s y los mecanicistas, pero a media
dos del siglo xvn ambos grupos
v e í a n
sus
respec
tivas posiciones como fundamentalmente opues
tas. De las dos facciones, la de los
q u í m i c o s
estaba indudablemente má s interesada en i n t r o
ducir
cambios radicales. Pero, por otra parte,
todos ellos c o m p a r t í a n el deseo de u t i l i z a r la
nueva
f i l o so f í a
en beneficio de la humanidad y
l a R e p ú b l i c a . Este deseo se derivaba ciertamen
te de las
metas
de la magia natural —en la me
dida
en que se
o p o n í a
a la magia negra. E l
mago natural deseaba descubrir los
secretos
re*
c ó n d i t o s de la naturaleza para aplicarlos a un fin
p r á c t i c o .
En el
n i v e l m i c r o c ó s m i c o
ello
h a b í a
servido de e s t í m u l o a los paracelsistas en su b ú s i
queda de una nueva medicina, si bien
é s t a h a b í a
dado resultados en otros campos.
Para
Francis
Bacon la magia natural, más que todo, era de
naturaleza p r á c t i c a . H a b í a insistido en la n e c é -
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I N D E C I S I O N
249
sidad de revisar las artes y los oficios para mejo-
jrarlos
con estudios ulteriores. Su anhelo de llegar
a escribir por separado la "historia" de cada uno
de ellos iba a caracterizar el programa de la Real
Sociedad de Londres en sus
inicios
y el de las
d e m á s
academias
c i e n t í f i c a s
del
siglo
x v i i .
L os p r imeros n ú m e r o s de las Philosophical
Transactions of^the Royal Society of hondón
(cuya p u b l i c a c i ó n se i n i c i a en 1665) reflejan los
fines p r á c t i c o s de Bacon. A l lado de a r t í c u l o s
estrictamente c i e n t í f i c o s se publicaban in formes
m é d i c o s de i n t e r é s para los m é d i c o s . En 1665 se
e s t a b l e c i ó un c o m i t é especial con el fin de exa
minar el estado de la agricultura y sugerir
posi
bles mejoras.
Sus integrantes daban especial a t e n c i ó n a los
productos a g r í c o l a s normales, pero la Sociedad
alentaba a sus d e m á s miembros y corresponsa
les a comunicar sus observaciones sobre
plan
tas e x ó t i c a s que c r e c í a n en otras regiones del
mundo. Fomentaba asimismo las relacionadas con
l a n a v e g a c i ó n . Así, encontramos descripciones mi
nuciosas de nuevos instrumentos c r o n o m é t r i c o s
(para determinar la
longitud)
y observaciones
sobre la v a r i a c ió n m a g n é t i c a en diversos puntos^
d e l
globo
terrestre. La
m i n e r í a
se consideraba
v i t a l ; existen numerosos informes sobre minas y
minerales de todas las partes de Europa. S i m i -
larmente, se examinaba toda clase de nuevos
pro
ductos y procesos industriales. Un arado perfec
cionado, una trompeta que hablaba, piedras para
l a c o n s t r u c c i ó n ,
la manufactura del
hierro,
la
f u n d i c i ó n de los metales, la e l a b o r a c i ó n de la cer
veza y muchos otros temas de
esta
í n d o l e eran
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expuestos detalladamente. E l l o , sin duda, habr ía
sido aprobado por Bacon.
E s t a tendencia
p r a g m á t i c a
ha sido considerada
por
mucho tiempo como una de las
c ar ac ter í s t i
cas principales de la nueva ciencia. Mas, en cuan
to a los fines que p e r s e g u í a n , ¿ e r a n distintos los
f i l ó s o f o s q u í m i c o s
de los baconianos? No era
as í . Su medicina se basaba en la p r á c t i c a y no
ocultaban su desprecio por los
m é d i c o s t e ó r i c o s
e s c o l á s t i c o s . Van Helmont d e s a f i ó a los galenis
tas a una prueba que
d e c i d i r í a
el curso futuro
de la medicina: Saquemos de los hospitales, de
los campamentos o de cualquier otra parte a 200
o 500 en l e í m o s pobres que padezcan fiebres, pleu
res ía ,
etc.
D i v i d á m o s l o s
en dos grupos iguales;
echemos suertes de modo que una mitad me
toque a mí. la otra a vosotros; yo los
c u r a r é
sin
s a n g r í a s y sin purgas severas . . . [y] ya veremos
q u i é n
tiene más funerales. Sus seguidores
repi
tieron ese reto por d é c a d a s , pero nadie r e c o g i ó
el
guante.
Otros v e í a n en la q u í m i c a un salvador poten
c ia l del Estado, en forma de una reforma agraria
y una nueva forma de guerra, la q u í m i c a . E n
efecto, Pavacelso h a b í a escrito de una sal vivifi
cante que se hallaba en el
e s t i é r c o l
y era la causa
de que é s t e se utilizara como abono. E l tema
pronto fue recogido por el paracelsista f r a n c é s
Ber n ar d Palissy (¿1510P-1589) en un a n á l i s i s del
uso de ia marga como fertilizante. Al finalizar
el siglo, Hugh Plat (1552-1608) h a b í a publicado
en Inglaterra una extensa
e x p o s i c i ó n
de las
téc
nicas a g r í c o l a s que empleaban los nuevos fertili
zantes. En su o p i n i ó n , los beneficios que p o d í a n
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251
rendir
a la
n a c i ó n
eran incalculables. En su tra
tado r e c u r r í a constantemente al e s p í r i t u v i t a l y
l a t e o r í a q u í m i c a
paracelsista para examinar los
problemas de la
g e n e r a c i ó n
y el crecimiento. Más
tarde, encontramos experimentos similares en la
obra
de Francis Bacon —y, por lo mismo, no nos
s o r p r e n d e r á
demasiado
saber
que una de las
p r i
meras "historias" baconianas que intento la Real
Sociedad fue la de la agricultura. Si
bien
los
resultados a que
l l e g ó
el
c o m i t é
encargado de esa
empresa nunca se
publicaron,
los informes que
se conservan indican una vez más que el tema
fue
abordado con el
criterio q u í m i c o tradicional.
Donde mejor apreciamos el i n t e r é s de los q u í
micos
por una guerra
q u í m i c a
es en la obra de
Johann R u d o l f Glauber, cuya autor idad, para mu
chos
q u í m i c o s
de la segunda
mitad
del siglo xvn ,
s ó l o era i n f e r i o r a la de Van Helmont. Profunda
y
personalmente afectado por los
t r á g i c o s
acon
tecimientos de la Guerra de los T re in t a A ñ o s
(1618-1648),
Glauber hablaba en sus escritos de
la necesidad de preservar la ley y el orden, pero
i g u a l
importancia
t e n í a
para él que
Alemania
se
erigiera
en "monarca del mundo".
Para
alcanzar
este
fin
s e r í a n
menester, por una parte, una nue
va
prosperidad
e c o n ó m i c a
y, por otra, una nueva
t e c n o l o g í a m i l i t a r .
Ambas
s e r í a n
el resultado de
una adecuada a p l i c a c i ó n de conocimientos q u í
micos obtenidos merced a la
f il o s o fí a q u í m i c a .
Para
lograr esa prosperidad
e c o n ó m i c a s e r í a
necesario prestar a t e n c i ó n nuevamente a la f i lo
s o f í a q u í m i c a .
Aquellos
agricultores que se
h a b í a n
arruinado
en a ñ o s de sobreabundancia y a ñ o s de
escasez
d e b í a n
aprender a concentrar sus granos
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252
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E I N D E C I S I O N
excedentes, en los
a ñ o s p r ó s p e r o s ,
en
forma
de
una malta l í q u i d a que más tarde p o d r í a trans
formarse en cerveza. Los vinicultores
p o d r í a n
beneficiarse
del mismo procedimiento. En
este
caso, el mosto
d e b í a
evaporarse hasta alcanzar
la consistencia de la m i e l , conservarse así tanto
tiempo
como se
deseara
y agregarle agua
antes
de que alcanzara el estado de f e r m e n t a c i ó n . E l
vinatero
no
s ó l o
se
a h o r r a r í a gastos
de transpor
te si hubiese necesidad de embarcarlo, sino que
p o d r í a
ret i rar su producto del mercado hasta que
escaseara, obteniendo así una ganancia conside
rablemente mayor.
De ese modo, evitando el desperdicio, los a g r i
cultores
a s e g u r a r í a n
su propia prosperidad. Pero
l a ú l t i m a guerra h a b í a demostrado que una bue
na
a d m i n i s t r a c i ó n a g r í c o l a
de nada
s e r v í a
contra
los estragos
causados
por los e j é r c i t o s en guerra.
E l
Estado
d e b í a
proteger al pueblo, sus tierras
y
sus propiedades. Y si entonces reinaba la paz,
nadie
p o d í a
predecir
c u á n t o
iba a durar. Aun
mientras e s c r i b í a , Glauber se h a b í a enterado de
que los turcos se
h a b í a n movilizado
—y las
tor
mentas y temblores anormales que recientemente
h a b í a n
ocurrido,
junto
con la
a p a r i c i ó n
de un
e x t r a ñ o
cometa
(1662),
eran claras
s e ñ a l e s
del
descontento
d i v i n o .
Para Glauber todo
ello
i n d i
caba la inminencia de otra guerra
desastrosa.
Por
lo
tanto, el Estado
d e b í a
armarse con las nuevas
armas que él h a b í a inventado. D e s c r i b í a largas
" c a ñ a s militares" capaces
de arrojar
á c i d o s
en
forma
de niebla o
r o c í o .
Con
estas
armas los de
fensores de una ciudad sitiada
p o d í a n
cegar a
sus adversarios. O bien, si las fuerzas cristianas
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25;
se hallaban a la ofensiva,
p o d í a n
emplearse pe
quenas granadas de mano llenas de ese mismc
á c i d o
para cegar a los defensores apostados er
las atalayas del fuerte enemigo. Se
a b r i r í a n
en
tonces las puertas de la ciudad para que penetra
r a el e j é r c i t o cristiano.
Glauber
estaba
plenamente consciente de que
ello e n t r a ñ a b a una c u e s t i ó n
moral.
Algunos ha
b í a n rechazado su obra con repugnancia, alegan
do que por su causa otros s e r í a n mutilados. Glau
ber contestaba que h a b í a una gran
diferencia
entre la p ó l v o r a y sus á c i d o s . Con la pr imera se
p o d í a "destruir y matar a una m u l t i t u d de hom
bres". "Pero con m i invento no muere n i n g ú n
hombre
y, no obstante, se arrebata la
v i c t o r i a
de
manos del enemigo. Y a los enemigos, apresados
vivos y reducidos a la cautividad, se les puede
obligar a trabajar y, en mi o p i n i ó n , s e r á n de más
provecho que si se les mata ." De cualquier ma
nera, "¿no es l í c i t o acaso que castiguemos con
la
ceguera a nuestros principales enemigos, los
turcos, y defendamos nuestras personas,
esposas
e
hijos?"
Es igualmente interesante el hecho de que Glau
ber p r e v e í a la posibilidad de que las nuevas ar
mas fuesen vendidas al enemigo por traidores o
cayeran en manos de é s t e en el curso de una
batalla. Le
p a r e c í a
que era casi inevitable que,
c o n el tiempo, se perdiera el secreto de su f a b r i
c a c i ó n .
Por esta
r a z ó n ,
era esencial que
"hom
bres de á g i l y penetrante ingenio" se encargaran
de mejorar las armas existentes e inventaran nue
vas. De instituirse tal programa de i n v e s t i g a c i ó n ,
" n o
dudo de que en el
futuro
las guerras se
h a r á n
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2M
E P Í L O G O E I N D E C I S I O N
de manera distinta a como
hasta
ahora se han
hecho y que la fuerza
c e d e r á
ante el arte.
Pues
el arte supera algunas veces a la fuerza."
Los
ejemplos de reforma educacional y
a g r í c o
la
y de guerra
q u í m i c a
son
muestras
fascinantes
de los fines
p r á c t i c o s
que
p e r s e g u í a n
los
f i l ó so
fos
q u í m i c o s .
Pero
esos
mismos ejemplos tienen
t o d a v í a
mayor importancia por cuanto indican
que, si bien los
q u í m i c o s
se
h a b í a n
enfrentado
en duelos verbales a los mecanicistas y los p r i
meros miembros de las
academias c i e n t í f i c a s
(a
las que rara vez
p e r t e n e c í a n ) ,
estaban tan inte
resados en aplicar sus conocimientos en beneficio
de la humanidad y sus estados como sus adver
sarios
c i e n t í f i c o s
y
m é d i c o s .
E x i s t i ó
sin duda una
R e v o l u c i ó n c i e n t í f i c a .
Pero
como
r e v o l u c i ó n
fue un proceso a largo plazo.
Los
cambios monumentales que hemos relatado
tuvieron
lugar en un periodo de siglos y no de
d é c a d a s .
Y a lo largo del periodo que hemos re
s e ñ a d o
existieron un
d i á l o g o
y una
i n t e r a c c i ó n
constantes entre los descendientes intelectuales
de
Ficino
y
Paracelso,
por una parte, y los de
G u i n í e r de Andernach y Peuerbach, por otra. El
h e r m é t i c o
y el alquimista siguieron debatiendo a
sus adversarios galenistas y tolemaicos (o coper-
nicanos)
hasta
bien entrado el siglo xvn.
Este
constante enfrentamiento es tal vez el que mejor
s e ñ a l a
los
l í m i t e s
de la ciencia del "Renacimien
t o " . Otros aspectos de las ciencias cambiaron, es
verdad, pero ese cambio no
a f e c t ó
tanto a esa
controversia. Así, el desarrollo de las nuevas aca
demias
c i e n t í f i c a s
en las
d é c a d a s
posteriores a
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E P I L O G O
E I N D E C I S I Ó N
255
1660 puede entenderse como una m a t e r i a l i z a c i ó n
de los
s u e ñ o s
de los primeros utopistas
c ien t í f i
cos. Y aunque los baconianos y los mecanicistas
iban
a predominar como miembros de
esas
orga
nizaciones, la Real Sociedad no e x c l u y ó a un al
quimista
tan prominente como Elias Ashmole; en
cuanto a John Webster, é s t e se r e f i r i ó en sus es
critos
a la maravillosa labor que desarrollaba la
Real Sociedad, la cual, en su concepto, v e n í a a
realizar
los
s u e ñ o s
de los
f i l ó s o f o s q u í m i c o s .
C r o n o l ó g i c a m e n t e ,
hemos examinado el periodo
que va de mediados del siglo xv a mediados del
x v n
—es decir,
desde
la
t r a d u c c i ó n
del
corpas
h e r m é t i c o
y la obra de Peuerbach a la obra de
V a n
Helmont
y los primeros mecanicistas. Pero
s e r í a
incorrecto suponer que el hermetismo rena
centista
d e s a p a r e c i ó
sin dejar rastro en el curso
d e l
tercer cuarto del siglo xvn. La obra de Boyle
estuvo profundamente i n f l u i d a por los primeros
escritos de Van Helmont y, de su
g e n e r a c i ó n ,
el
suyo es
s ó l o
uno de los muchos nombres que po
d r í a m o s
mencionar. E l ejemplo más notable es
t a l vez el de Isaac Newton, quien estuvo tan seria
mente interesado en los estudios
a l q u í m i c o s
que
algunos eruditos sostienen actualmente que la
verdadera
base
de sus
t e o r í a s q u í m i c a s
fue la al
quimia. Este j u i c i o no ha sido demostrado; los
Principia
(1687) de
Newton e s t á n ausentes
de
i m á g e n e s y especulaciones a l q u í m i c a s . La obra de
Newton
representa la
c u l m i n a c i ó n
de dos siglos
de controversias acerca de la verdadera estructu
ra
del universo y sigue siendo el fundamento de
las ciencias f í s i c a s modernas. Pero a nosotros
nos interesa la
f i g u r a
de
Newton
por una segunda
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256
E P I L O G O E
I N D E C I S I Ó N
r a z ó n : p u b l i c ó su obra experimental sobre ó p t i c a
y su tratamiento
m a t e m á t i c o
de las leyes
f í s i c a s ,
pero a r c h i v ó sus manuscritos a l q u í m i c o s .
E l
acto de Newton es un
s í m b o l o
de la histo
r i a
posterior de la ciencia. E l siglo x vm fue el
siglo
de la I l u s t r a c i ó n , la Edad de la R a z ó n . Su
ciencia fue "newtoniana" en la medida en que
fue una ciencia experimental caracterizada por la
c u a n t i f i c a c i ó n
y el uso de la
a b s t r a c c i ó n
mate
m á t i c a
para describir y explicar los
f e n ó m e n o s
naturales. Ésa fue la ciencia de las
academias
y
las
sociedades
c i e n t í f i c a s , una ciencia que recha
zaba
y denigraba el misticismo y la magia que
h a b í a n sido tan comunes durante el Renacimien
to .
Pero, de hecho, los textos
a l q u í m i c o s
siguie
r o n
apareciendo en el siglo x vm a un
r i t m o
que
rivalizaba
con el de fines del siglo xvi y
p r i n c i
pios del xvn. Pese a e l l o , la antigua controversia
p e r d i ó v i t a l i d a d
cuando sus
temas
dejaron de
formar parte de las principales corrientes c i e n t í
ficas.
En efecto, la
p o l é m i c a
se
i n t e r r u m p i ó
y no
s e r í a reanudada —en distinta forma— sino con
e l
surgimiento de la
Naturphilosophie
en los al
bores de un nuevo siglo.
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 252/280
B I B L I O G R A F I A COMPLEMENTARIA
L A
B I B L I O G R A F Í A relacionada exclusivamente con la
ciencia
y la medicina del Renacimiento se ha
vuelto copiosa y sumamente especializada. Por
esta
r a z ó n ,
el presente ensayo se refiere p r i n c i
palmente a estudios editados en inglés y en for
ma de l i b r o . Existen varias excepciones, sin em
bargo, y el lector ha l la rá mencionados muchos
ar t ículos
e incluso obras más
extensas
en otros
idiomas.
Si bien hemos dado especial atención
a estudios recientes en este campo, nos hemos
esforzado realmente por mostrar la riqueza de
fuentes originales que existe en lengua inglesa.
Sería
imposible redactar un ensayo como
éste
sin rendir homenaje a Die Cultur der
Renaissance
in Italien
(Basilea, 1860), de Jacob Burckhardt.
Existen
muchas y asequibles traducciones al in
glés de
esta
obra con el t í tulo de
The Civilization
of the
Renaissance
in Italy. Quienes se interesen
por
los
antecedentes
filosóficos
de la ciencia del
Renacimiento deben consultar asimismo las obras
de Paul Oskar Kristeller: Eight Philosophers of
the
Italian
Renaissance
(Stanford, 1964),
Renais
sance Thought I : The Classic, Scholastic, and
Humanist
Strains
(Nueva
Y o r k ,
1961) y
Renais
sance Thought II: Papers on Humanism and the
Arts (Nueva Y o r k , 1965). Frederick B. A r t z ha
hecho una breve
exposición
del humanismo rena
centista en
Renaissance Humanism 1300-1550
(Oberlin, Ohio, 1966), mientras que el antiguo,
pero vasto estudio de Henry Osborn
Taylor,
257
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 253/280
258 BIBLIOGRAFÍA
C O M P L E M E N T A R I A
Thought and Expression in the Sixteenth Cen-
tury (2 vols., 1920; 2a. ed. rev., Nueva Y o r k , 1959),
intenta
abarcar todos
los
aspectos
de la vida
intelectual de ese periodo.
Quienes
se
interesen
en la ciencia y el ocultismo, a
veces
extravagan
tes, que se practicaron en la corte de Rodolfo I I
en
Praga,
hal larán
provechosa
la lectura del l i b r o
de R. J. W. Evans, Rudolf I I and His World: A
Study in Inteílectual History 1576-1612
(Oxford,
1973).
Entre los
estudios
generales relacionados con
la
ciencia del Renacimiento
deben
incluirse las
obras
precursoras de E. A. Burtt, The Metaphy-
sical Foundations of Modern Physical Science
(ed. rev., Londres, 1932), y E. W. Strong,
Proce-
dures
and Metaphysics: A Study in the Philo-
sophy of Mathematical-Physical Science in the
16th and 11 th Centuries
(Berkeley, 1936). Ambas
a ú n se siguen citando con frecuencia. La obra
colosal de L y n n Thorndike,
A History of Magic
and Experimental Science
(8 vols., Nueva
Y o r k ,
1923-1958), se refiere más a la magia que a la
ciencia, pero puede servir como una rica fuente
bibliográfica
para
cualquiera que esté
interesado
en ese periodo. La no
menos
monumental his
toria
cronológica
de la ciencia de
George
Sarton
no llegó nunca al Renacimiento, pero dos
breves
obras suyas, Appreciation of Ancient and Medieval
Science During the Renaissance (1450-1600) (Nue
va
Y o r k ,
1961) y Six Wings: Men of Science in the
Renaissance
(Bloomington, Ind., 1957), presentan
una cantidad
considerable
de
información
con un
criterio
ca rac te r í s t i camente positivista. La obra
de W. P. D. Wightman, Science and the Renaissan-
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 254/280
BIBLIOGRAFÍA C O M P L E M E N T A R I A 259
ce. An Introduction to the Study of the Emer-
gence of the Sciences in the Sixteenth Century
(2
vols., Edimburgo y Londres, 1962), es un
estu
d io
magistral de la ciencia y la medicina, y uno
de sus
volúmenes
constituye un registro de fuen
tes originales. E l Octavo Congreso Internacional
de la Historia de la Ciencia
celebrado
en Tours es
tuvo dedicado a la ciencia del Renacimiento y sus
act*s
fueron publicadas bajo el nombre del con
greso
como Sciences de la Renaissance, comp.
Jacques Roger ( P a r í s , 1973). Se incluyen textos
de autoridades, muy conocidas sobre una gran
variedad de temas. E l
l i b r o
de Richard Foster
Jones, Ancients and Moderns: A Study of the
Rise
of
the Scientific Movement in Seventeenth-Cen-
tury England (1936; 2a. ed., St. Louis, 1961), es
algo anticuado en su enfoque,
pero todavía
con
tiene muchos datos interesantes.
Como
l i b r o
de texto
sigue siendo útil
Herbert
Butterfield, The Origins of Modern Science (Nue
va
Y o r k ,
1952), que se
originó
en una
serie
de
conferencias dictadas por el autor en Cambridge
en los primeros
años
de la posguerra. Un perio
do más extenso explora The Scientific Renaissan
ce 1450-1630 (Nueva
Y o r k ,
1962), de Marie Boas.
Quienes
se interesen por los
vínculos
más amplios
de la ciencia con la sociedad y
otras
esferas de
la actividad intelectual durante el Renacimiento
deben consultar Science in a Renaissance Society
(Londres, 1972) de W. P. D. Wightman. E l Dic-
tionary of Scientific Bibliography, dir igido por
Charles
C. Gillispie (14 vols., Nueva
Y o r k ,
1970-
1976), es una obra de consulta indispensable para
quienes busquen información b i b l i o g r á f i c a .
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http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 255/280
260 BIBLIOGRAFÍA C O M P L E M E N T A R I A
En
Phüosophy, Technology and the Arts in the
Early
Modern Era, trad. de Salvator Attansio,
comp.
Benjamín
Nelson (Nueva
Y o r k ,
1970), Pao-
Io
Rossi analiza las relaciones de la
tecnología
con la
filosofía
y la ciencia en los siglos xvi y
x v n ; Bertrand G i l l e considera la ingeniería en
Engineers of the Renaissance (Cambridge, Mass.,
1966). E. G. R. Taylor ha escrito una amena his
toria de la
navegación
en The Haven Finding Art
(Londres, 1956); un estudio más completo al
res
pecto se encuentra en D. W. Waters, The Art
of Navigation in Tudor and Stuart England
( L o n
dres, 1959). Los
ma temá t i cos
y los fabricantes
de instrumentos son el tema de E. G. R. Taylor,
The
Mathematical Practitioners of Tudor and
Stuart England 1485-1714
(Cambridge, 1968). En
Ballistics in the Seventeenth Century: A Study in
the Relations of Science and War with Reference
Principally to England (Cambridge, 1952), A. R.
H a l l
t ambién
ha dedicado considerable
espacio
a material anterior al siglo xvn.
Además
del trabajo de Taylor, el investigador
de las ma temá t i cas del Renacimiento q u e r r á leer
la obra reciente de Paul Lawrence Rose, The
Italian
Renaissance of Mathematics: Studies on
Humanists and Mathematicians from Petrarch
to Galileo
(Ginebra, 1975). Para estudiar la re
percus ión
de
Nicolás
de Cusa, importante por su
neoplatonismo y la influencia de su cosmología
y su
m a t e m á t i c a ,
lo más conveniente es remitirse
a las fuentes. Germain Heron ha traducido Of
Learned Ignorance
(Londres, 1954); y una intere
sante
a n t o l o g í a ,
donde se incluyen los experimen
tos sobre el peso de El Idiota, ha sido preparada
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http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 256/280
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262 BIBLIOGRAFÍA C O M P L E M E N T A R I A
astrología
y el espiriti smo. £1 estudio má s recien
te es el de Peter J. French, cuyo l i b r o , John Dee:
The World
of an Elizabethan Magas (Londres,
1972),
examina suficientemente el misticismo de
Dee, pero no trata
adecuadamente
su concepto
de "ciencia verdadera". The Mathematicall Prae-
face
to the Elements of Geometrie of Euclid of
Megara (1570), obra de Dee que
ejerció
gran in
fluencia,
ha sido reimpresa con una
introducción
de
A l i e n
G. Debus (Nueva
Y o r k ,
1975), y sus dia
rios
secretos,
donde describe su
asociación
con
el alquimista John K e l l y y sus intentos de entrar
en contacto con el mundo de los
e s p í r i t u s ,
se
han publicado con el
t í tulo
de A
True
and Faith-
ful
Relation of What
Passed
for Many
Years
Bet-
ween Dr. John Dee ... and Some Spirits ... with
a
Preface
by Meric Casaubon (Londres, 1659; re
impreso en Glasgow, 1974).
No
existe una historia satisfactoria de la astro
logía
de
este
periodo, pero el lector
ha l la rá
mu
cha
información
interesante referente a los
deba
tes que
suscitó
la
astrología
en Inglaterra en Don
Cameron A l i e n ,
The
Star-Crossed
Renaissance:
The Quarrel About Astrology and its Jnfluence
in England (1941;
reimpreso en Nueva
Y o r k ,
1966).
Por el contrario, la alquimia ha sido tra
tada
por muchos autores. E l volumen de E. J.
Holmyard editado por Penguin, Alchemy (Har-
mondsworth, 1957),
servirá
como una fascinante
in t roducción
al lec tor no especializado. Quienes
se interesen en la
relación
de esta disciplina con
las creencias populares pr imitivas y las
técnicas
de la
elaboración
de los
metales desearán
conti
nuar con Mircea Eliade, The
Forge
and the Cru-
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http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 258/280
BIBLIOGRAFÍA C O M P L E M E N T A R I A
263
cible, trad. de Stephen Corrin (Nueva Y o r k , 1962).
A l i e n
G. Debus ha
hecho
una breve exposición
del tema en su ar t ícu lo "Alchemy", incluido en
el
Dictionary of the History of
Ideas,
comp. Phi-
lip^P.
Weiner (4 vols., Nueva Y o r k , 1973), I , pá
ginas 27-34.
Para quienes deseen
consultar los tex
tos originales, la compilación de Elias Ashmole es
la
fuente más completa y conveniente que exis
te en i n g l é s :
Theatrum Chemicum Britannicum
(1652;
reimpreso con una in t roducción de
A l i e n
G.
Debus, Nueva
Y o r k
y Londres, 1967).
E l estudio de la tecnología química del Rena
cimiento en su relación con las técnicas de la
miner ía y la metalurgia se ha facilitado con una
serie
de traducciones importantes
aparecidas
en
este siglo.
De re metallica,
de Georgious A g r í c o l a ,
fue traducido en 1912 por Herbert Clark Hoover
(a la sazón ingeniero de minas y más tarde presi
dente
de los
Estados
Unidos) y su
esposa,
Lou
H .
Hoover (reimpreso en Nueva
Y o r k ,
1950).
Igualmente importante es la serie de traduccio
nes realizadas por C y r i l Stanley Smith.
Aquí
ci
taremos
ún icamen te Vannochio Biringuccio,
Pi-
rotechnia,
trad. y comp. de C. S. Smith y M . T.
Gnudi (1942; reimpreso en Cambridge, Mass.,
1966),
y Lazarus Ercker,
Treatise on Ores and
Assaying, trad. de A. G. Siseo y C. S. Smith (Chica
go, 1951). Todas
estas
traducciones van acom
p a ñ a d a s de valiosas introducciones.
Los
antecedentes
esenciales
de la rebelión ya-
t roqu ímica de Paracelso se encuentran en Owsei
Temkin, Galenism: Rise and Decline of a Medical
Philosophy (Ithaca, N . Y., 1973). E l estudio f u n
damental de Paracelso se debe a Walter Pagel,
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264
B I B L I O G R A F I A
C O M P L E M E N T A R I A
Paracelsus:
An Introduction to Philosophical Me
dicine
in the Era of the Renaissance (Basilea y
Nueva
Y o r k ,
1958). Su lectura puede comple
mentarse
con la de
Paracelso,
Selected Writings,
comp. Jolande Jacobi, trad. de Norbert Guterman
(Nueva
Y o r k ,
1951), y Paracelso, Volumen Medi-
cinae
Paramirum, tr ad. y prefacio de K u r t F.
Leidecker (Baltimore, 1949).
A l i e n
G.
Debus
examina la
concepción
del mun
do de los
paracelsistas
en The Chemical Philo-
sophy: Paracelsian Science and Medicine in the
Sixteenth and Seventeenth Centuries (2 vols., Nue
va
Y o r k ,
1977). Otros estudios
pertinentes
de
Debus son: "The Chemical Philosophers: Chemi
cal Medicine
f r o m
Paracelsus
to Van Helmont",
History
of Science,
12 (1974), pp. 235-259;
The
English
Paracelsians (Londres, 1965); "Mathema-
tics and Nature in the Chemical Texts of the
Renaissance", Ambix, 15 (1968), pp. 1-28, 211;
" M o t i o n in the Chemical Texts of the Renais
sance",
Isis,
64 (1973), pp. 4-17; y
"Renaissance
Chemistry and the Work of Robert Fludd", en
Alchemy and Chemistry in the Seventeenth Cen-
tury: Papers Read at a Clark Library Seminar,
March 12, 1966 (Los Á n g e l e s , 1966). Quienes pre
fieran
una de las primeras exposiciones de la
filosofía química
deben remitirse a Oswald C r o l l ,
"Discovering
the Great and
Deep
Mysteries of
Nature", prefacio admonitorio a la Basílica Chy-
mica (1609) que fue traducido por H. Pinnell e
incluido en su Philosophy Reformed and Impro-
ved
in
Four
Profound Tractates
(Londres, 1657).
Una
re impres ión
de
esta
obra,
acompañada
de
una
in troducción
de A l i e n G. Debus, se proyecta
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B I B L I O G R A F Í A
C O M P L E M E N T A R I A
265
para u n futuro p r ó x i m o . Owen Hannaway i n
vestiga
l o s o r í g e n e s d e l a disciplina d e l a q u í m i
ca cuando
estudia
las opiniones contrarias de
C r o l l
y
Andreas
Libavius
en
The Chem isís and
the Word: The Didactic Origins of Chemistry
(Baltimore y
Londres, 1975). Para
formarse una
idea d e c ó m o c o n c e b í a n l o s q u í m i c o s renacentis
tas lo s f e n ó m e n o s g e o c ó s m i c o s , v é a s e
Frank
D a w -
son Adams, The Birth and Development of the
Geological Sciences
(1938;
reimpreso en Nueva
Y o r k , 1954).
L a poderosa influencia d e l o s m é t o d o s q u í m i
c o s e n l a b o t á n i c a tradicional se percibe en la
r e i m p r e s i ó n d e J e r ó n i m o
Brunschwig,
Book of
Distillation
(trad.
inglesa,
hacia
1530), introduc
c i ó n d e H a r o l d J . Abrahams (Nueva Y o r k , 1971).
Pocos
de los herbarios
principales
h a n
sido
re
impresos í n t e g r a m e n t e . U n a de las
excepciones
es
John
Parkinson,
Paradisi in Solé, Paradisus
Terrestris, or a Garden of All Sorts of Pleasant
Flowers Which Our English Ayre Will
Permit
(1629;
Nueva Y o r k , 1975). L a
gran
calidad de
las
ilustraciones
b o t á n i c a s en las p o s t r i m e r í a s
d e l a A n t i g ü e d a d puede apreciarse e n l a m a g n í
f ica y gigantesca e d i c i ó n e n f o l i o d e l
Codex
Iulia-
nae picturis illustratus
( D i o s c ó r i d e s ) (2 v o ls .,
Leyden, 1906).
L a
mejor
m o n o g r a f í a d e l a literatura herbaria
sigue siendo la de
Agnes
Arber, Herbáis: Their
Origin and Evolution. A Chapter in the History
of Botany (Cambridge, 1912), pero C. E. Ra-
v e n , English Naturalists
from
Neckham to Ray
(Cambridge, 1947), es i l u s t r a t i v o . U n trabajo
fundamental
es el reciente de Karen M . Reed,
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 261/280
266 B I B L I O G R A F I A
C O M P L E M E N T A R I A
"Renaissance
Humanism and Botany",
Annals of
Science,
33 (1976), pp. 519-542. Jerry Stannard
ha escrito muchos ar t ículos relacionados con
la
botánica
de la Edad Media y principios de la
Era Moderna. E l lector encon t ra rá especialmen
te instructivos: "The Herbal as a Medical Docu-
ment",
Bulletin of the History of Medicine,
43
(1969), pp. 212-226; "P. A. M a t t i o l i : Sixteenth
Century Commentator on D i o s c ó r i d e s " ,
Univer
sity of Kansas Bibliographical Contributions,
1
(1969), pp. 59-81; y "Medieval Herbá i s and their
Development",
Clio
Medica, 9 (1974), pp. 22-33.
Para un enfoque más popular, véase Eleanour S.
Rohde, The Oíd
English
Herbáis (1922; reimpreso
en Nueva
Y o r k ,
1971).
La influencia de los nuevos descubrimientos
geográficos en la historia natural europea forma
parte prominente de la obra monumental de
Donald F. Lach, i4sía
in the Making of Europe
(hasta la fecha, 2 vols. divididos en 5 partes,
Chicago, 1965-1977). Es
especialmente
importante
el estudio de A l f r e d W. Crosby,
The Columbian
Exchange:
Biological
and
Cultural
Consequences
of
1492
(Westport, Conn., 1972). E l trabajo de
C. R. Boxer,
Two Pioneers of Tropical Medicine:
García
d'Orta and
Nicolás
Monardes
(Londres,
1963),
es breve pero iluminador. Tanto la obra
de Orta,
Colloquies on the Simples and Drugs
of India,
trad. e in t roducción de sir Clements
Markham
(Londres, 1913), como la de Monardes,
Joyfull Newes Out of the Newe Founá Lana ( L o n
dres,
1925), pueden
leerse
en
i n g l é s .
Existen menos fuentes
originales relacionadas
con la
zoología
del Renacimiento que con los
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
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B I B L I O G R A F I A C O M P L E M E N T A R I A 267
herbarios. No obstante, las obras de Edward
Topsell,
Historie of
Four-Footed
Beastes (1607)
y Historie of Serpents (1608) —ambas basadas
principalmente en la obra de Conrad
Gesner—
se l i a n reimpreso dos veces en a ñ o s recientes
(Nueva
Y o r k ,
1967; Norwood, N . J., 1973). Tam
b i é n son ú t i l e s E. Callot, La Renaissance des
sciences
de la vie au XVI'
siécle ( P a r í s ,
1951) y
E. J. C o l é , A History of Comparative Anatomy
(Londres, 1944).
Sigue
siendo admirable por su
s e l e c c i ó n de material, aunque no por su enfoque
positivista, la obra de Charles Singer, A History
of
Biology: A General Introduction to the Study
of
Living
Things (ed. rev., Nueva
Y o r k ,
1950).
E l
descubrimiento de la
c i r c u l a c i ó n
de la
sangre
ha sido
tratado
por numerosos autores, pero la
que se cita con más frecuencia es la breve r e s e ñ a
de Charles Singer, The Discovery of the Circula-
tion of the Blood (1922; reimpreso en Londres,
1956). Se h a l l a r á un valioso a n á l i s i s en Mark
Graubard, Circulation and Respiration: The Evo-
lution of an Idea (Nueva
Y o r k
y Burlingame,
Calif.,
1964). Una breve e x p l i c a c i ó n que s i t ú a a
Harvey en un contexto más amplio de la historia
de la medicina es la de W. P. D. Wightman, The
Emergence of Scientific Medicine
(Edimburgo,
1971).
Sobre
temas
más
e s p e c í f i c o s ,
L u d w i g Choulant
es autor de la importante History and Biblio-
graphy of Anatomic Illustration, ^rad. y comp. de
Mortimer Frank (Chicago, 1920). El l i b r o de
C. D. O'Malley, Andreas Vesatius of Brussels 1514-
1564 (Berkeley y Los Angeles, 1964), es la bio
g r a f í a más autorizada de Vesalio en lengua in-
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268
B I B L I O G R A F I A
C O M P L E M E N T A R I A
glesa, y su Michael Servetus. A Translation of
His
Geographical, Medical and Astrological Writ-
ings (Filadelfia, 1953), ofrece los
textos
más inte
resantes
de
este
autor
e n i g m á t i c o .
El
estudio
más importante de Harvey es el de Walter Pagel,
William Harvey's Biological Ideas: Selected As-
pects and
Historical
Background (Basilea y Nue
va Y o r k , 1967), que ha complementado con un
segundo
volumen titulado New Light on William
Harvey (Basilea, 1976). E l lector
también querrá
leer
los libros de Kenneth David Keele,
William
Harvey: the Man, the Physician, and the Scien-
tist
(Londres, 1965), y Gweneth Whi tter idge,
Wil
liam Harvey and the Circulation of the
Blood
(Londres y Nueva
Y o r k ,
1971).
A l i e n
G.
Debus
ha analizado la reacción de Robert Fludd ante
la
obra de Harvey en dos
a r t í c u l o s :
"Robert
Fludd
and the Circulation of the Blood", Journal
of the Historv of Medicine and Allied Sciences,
16 (1961), pp.'374-393; y "Harvey and Fludd: The
Irrational
Factor in the Rational
Science
of the
Seventeenth
Century", Journal of the History of
Biology,
3 (1970), pp. 81-105. Se han publicado
diversas
traducciones de la obra de Harvey. N i n
guna es
considerada
impecable por los especia
listas,
pero
cualquiera de
ellas
da rá
al lector una
idea del estilo y el talento de Harvey. La versión
más asequible es la de Robert W i l l i s (1847), edi
tada
en la
serie
Everyman:
W i l l i a m
Harvey,
Circulation of the
Blood
and Other Writings
(Nueva
Y o r k
y Londres, 1952). La
deuda
de
Harvey con
Aristóteles
y
Galeno
se
puede
apre
ciar
claramente
en la sección
dedicada
al
m é t o
do científico que sirve de in troducción a los
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 264/280
B I B L I O G R A F I A
C O M P L E M E N T A R I A
269
Anatomical E.xercises on the Generation of Ani
máis, en The Works of William Harvey M. D.,
t rad. de Robert W i l l i s (Londres, 1847),
páginas
151-167.
E x t r a ñ a m e n t e , poco se ha publicado sobre la
influencia de Harvey en la medicina, a
pesar
de
que
u n á n i me me n t e
se reconoce el
ca rác te r
ín-
damental de su descubrimiento. Dos notacles
excepciones son Audrey B. Davis, Circulation Phy-
siology and
Medical
Chemistry in England 1650-
1680 (Lawrence, Kan., 1973), y
Pedro Laín
En-
tralgo,
"La obra de W i l l i a m Harvey y sus
conse
cuencias", en P.
Laín
Entralgo (comp.), Historia
universal de la medicina (Barcelona, 1973).
L a
figura más impresionante de la
cirugía
del
Renacimiento es Ambroise P a r é . Su autobiogra
f ía
se encuentra en The Apologie and Treatise
of Ambroise Paré Containing the Voyages Made
unto Divers
Places,
with Many of his Writings
on Surgery, ed. con una
in troducción
por Geof-
frey Keynes (Chicago, 1952). Una
t raducción
del
siglo
xvn de sus obras voluminosas se ha reim
preso
recientemente como The Collected Works
of Ambroise
Paré,
trad. de Thomas Johnson
(1634; Pound Ridge, N . Y., 1968).
Todos los investigadores
interesados
en la Re
volución científica han tenido que abordar el
tema de la nueva
a s t ronomía
y sus
consecuencias
para
las ciencias f í s i c a s . No
obstante,
ninguna
de las exposiciones generales ha desplazado por
completo a J. L. E. Dreyer,
A History of Plane-
tary Systems from Thales to Kepler (Cambridge,
1906). De los trabajos más
recientes,
es esencial
el
de Alexandre K o y r é , The Astronomical Revo-
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 265/280
270
B I B L I O G R A F I A C O M P L E M E N T A R I A
lution: Copernicus, Kepler, Borelli, trad. de R.
E . W. Maddison (Ithaca, N . Y., 1973). En un
nivel
m á s
elemental se
encuentran
las obras excelen
tes de Thomas S. Kuhn,
The Copernican Revolu-
tion, Planetary Astronomy in the Development
of Western Thought (Cambridge, Mass, 1957), e
I Bernard
C o h é n ,
The Birth of a New Physics
(Garden C i t y , N . Y., 1960). Un estudio precursor
relacionado con la
aceptación
de la
tesis
coper
nicana en un contexto nacional es el de Francis
R. Johnson, Astronomical Thought in Renais
sance
England: A Study of the English Scientific
Writings
from 1500 to 1645 (Baltimore, 1937).
E l l i b r o
de Angus Armitage, Copernicus: The
Founder
of Modern Astronomy
(Nueva
Y o r k ,
1962), constituye una út i l introducción a la vida
y
a la obra de
C o p é r n i c o ;
el Commsntariolus se
puede leer en las versiones al inglés de Edward
Rosen (Nueva
Y o r k ,
1939) y Noel M . Swerdlow
(Filadelfia, 1973). La edición de Rosen incluye,
además
del
Commentariolus,
una
t raducción
de
la Narratio prima de Rethicus. En cuanto al De
revolutionibus,
ha sido traduc ido
recientemente
por A. M . Duncan (Londres, 1977).
Para entender el cambio que sufrió la concep
ción
medieval del mundo al iniciarse la Era Mo
derna es fundamental Alexandre K o y r é , From
the Closed World to the Infinite Vniverse (Nue
va Y o r k , 1958). Francés A. Yates ha analizado
la concepción
del mundo de Bruno en su Gi'or-
dano Bruno and the Hermetic Tradition (Chica
go, 1964),
l i b r o
que ha tenido
enorme
influencia
al señalar
la necesidad de considerar los
temas
hermét icos
y
míst icos
en
relación
al surgimiento
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 266/280
BIBLIOGRAFÍA C O M P L E M E N T A R I A
271
de la ciencia moderna.
Críticas
recientes a esta
posición
se encuentran en Robert S. Westman,
"Magical Reform and Astronomical Reform: The
Yates Thesis Reconsidered", en Robert S. West
man y J. E. McGuire, Hermeticism an the Scien
tific
Revolution (Los
Á n g e l e s ,
1977), pp. 5-91;
Brian Vickers,
"Francés
Yates and the W r i t i n g
o f
History",
Journal of Modern History, 51 (1979),
pp. 287-316; y A l i e n G. Debus, "The 'Pseudo-Scien-
ces' and the History of Science", The University of
Chicago
Library
Society
Journal,
3 (1978), pp. 3-20.
Quienes se interesen en la gama de opiniones
sobre el magnetismo sustentadas por W i l l i a m
Gilbert
pueden consultar D. H. D. Roller, The De
Magnete
of William
Gilbert
(Amsterdam, 1959).
Su lectura
puede
complementarse con la del tex
to de Gilbert, De magnete, trad . de P. Fleury Mot-
telay (1893; reimpreso en Nueva
Y o r k ,
1958).
A l igual que su obra más general sobre las
teor ías
planetarias, el
l i b r o
de J. L. E. Dreyer,
Life
of Tycho Brahe: A Picture of Scientific
Life
and
Thought in the Sixteenth Century
(Edim
burgo, 1890), sigue siendo
c l á s i c o .
En cuanto a
Kepler, véase
el reciente estudio de la literatura
al
respecto en E. J.
A i t ó n ,
"Johannes Kepler in
the
L i g h t
of Recent
Research",
History of
Scien
ces, 14 (1976), pp. 77-100. La
biografía
más acredi
tada
es la de Max
Caspar,
trad. y comp. de C. Do-
ris Hellman (Londres y Nueva
Y o r k ,
1959), pero
t ambién
es recomendable la de Angus Armitage,
John Kepler (Londres, 1966). Quienes se intere
sen particularmente en la
conjunción
de
m i s t i
cismo y ciencia en la obra de Kepler, pueden
leer la popular semblanza de Arthur Koestler,
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 267/280
272
BIBLIOGRAFÍA C O M P L E M E N T A R I A
The Watershed: A Biography of Johannes Kepler
(Garden C i t y , N . Y., 1960).
La
bibliografía
sobre Galileo es vasta y mucha
de ella de gran calidad. La obra
sobre
este
autor
que ha tenido más influencia en este siglo es tal
vez la de Alexandre
K o y r é ,
Etudes Galiléennes
(3 vols., P a r í s , 1939); ésta aún no ha sido tradu
cida al
i n g l é s , pero
en la
serie
de textos reunidos
en Galileo: Man of Science, comp. Ernán M c M u l -
l i n
(Nueva
Y o r k ,
1967), el lector
ha l la rá expues
ta la variedad de actitudes
recientes
hacia este
autor. Entre los estudios recientes
destacan
los
de W i l l i a m R. Shea, Galileo's Jntellectual Revolu-
tion Middle Period, 1610-1632 (Nueva
Y o r k ,
1972),
y
Maurice Clavelin,
The Natural Philosophy of Ga
lileo: Essay on the Origins and Formation of
Classical Mechanics, trad. de A. J. Pomerans
(Cambridge, Mass., 1974). Stillman Drake, Galileo
Studies:
Personality, Tradition, and Revolution
( A n n
Arbor, M i c h . , 1970),
presenta
una
colección
de
ensayos
escritos
por una autoridad reconoci
da en la materia.
Muchas de las obras más importantes de G a l i
leo han sido traducidas al i n g l é s . Discoveries
and
Opinions of Galileo, trad.,
in troducción
y no
tas de Stillman Drake (Garden
C i t y ,
N . Y., 1957),
incluye el Sidereus nuncius (1610), Letters on
Sunspots (1613), Letter to the
Grand
Duchess
Christina (1615) y ext rac tos de The Assayer
(1623). The Dialogue Concerning the Two
Chief
World Systems (1632) se consigue en las traduc
ciones de Stillman Drake (Berkeley y Los Ánge
les, 1953) y Giorgio de Santillana (Chicago, 1953).
Similarmente, Mathematical Discourses and De-
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 268/280
B I B L I O G R A F I A C O M P L E M E N T A R I A 273
monstraíions Concerning Two New Sciences
(1638) se puede leer en dos traducciones, la de
Henry
Crew y
Alfonso
de Salvio (1914; reimpre
so en Nueva
Y o r k ,
1954) y la de
Stillman
Drake
(Madison,
Wis., 1974).
)E1
estudio reciente de Francis Bacon que se
cita con más frecuencia es el de Benjamin Fa-
rrington,
The
Philosopliy
of Francis Bacon (L i
verpool, 1964), pero
esta
exposición
puede com
plementarse con el examen que
hace
Paolo Rossi
de la influencia
hermét ica
que se percibe en los
tratados menos conocidos de Bacon en Francis
Bacon:
From Magic to Science, trad. de
Sacha
Rabinovitch
(Chicago, 1968). La
relación
de Ba
con
con
Paracelso
ha sido examinada por Gra-
ham Rees en "Francis Bacon's Semi-Paracelsian
Cosmology", Ambix, 22 (1975), pp. 81-101. Casi
todas
las obras
filosóficas
y
científicas
de Bacon
fueron traducidas por Spcdding y
E l l i s
para la
edición
de sus obras completas (1857), traduc
ciones que fueron reunidas en un volumen por
John M . Robertson: The
Philosophical
Works of
Francis Bacon (Londres y Nueva
Y o r k ,
1905).
Descartes
ha tenido siempre un
interés
espe
cial
para los
f i l ó s o f o s ,
pero
hasta
ahora han sido
relativamente pocos los historiadores de la cien
cia
que han considerado detenidamente su obra.
U na de las
pocas
obras de este tipo es la de J.
F.
Scott,
The Scientific Work of Rene Descartes
(1596-1650)
(Londres, sin fecha).
.También
es in
teresante
el trabajo de
Henri
Gouhier,
Les pre
mieres pensées de Descartes: contribution á
l'histoire de l'anti-renaissance
( P a r í s , 1958). Las
opiniones de Scott y Gouhier deben compararse
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 269/280
274 B I B L I O G R A F I A C O M P L E M E N T A R I A
con las que expone W i l l i a m R. Shea en "Descar
tes añd the Rosicrucians",
Annali
de.IV
Jstituto
e Museo della Scienza di Firenze, 4 (1979), pá
ginas 29-47. Del
Discurso
del
método
existen va
rias traducciones aceptables. Una de las más
convenientes es la de F. E.
Sutcliffe,
publicada
por Penguin (Balt imore, 1968).
Para quienes
se interesen particularmente por
el
triunfo
de la
filosofía
mecanicista, es indispen
sable
la lectura de E. J. Dijksterhuis,
The Me-
chanization of the World Picture, trad . de C.
Dikshoorne (Oxford,
1961). Más
difícil
es el
valioso
l i b r o
de Rene Dugas, Mechanics in the
Seventeenth Century,
trad. de J. R. Maddox (Neu-
c h á t e l ,
1958). R. S. Westfall ha escrito una breve
reseña
del
triunfo
de la
filosofía
mecanicista en
los principales campos de la ciencia en The Cons-
truction of Modern
Science:
Mechanisms and Me
chanics (Nueva
Y o r k ,
1971). Robert Lenoble, Mer
senne ou la naissance du
mécanisme
(1943; re
impreso en
P a r í s ,
1971), estudia con
bastante
detalle los debates de Mersenne, su correspon
dencia y su desarrollo intelectual. De las muchas
obras que tratan del resurgimiento del atomismo
en el siglo xvn, el lector probablemente
hallará
má s
interesantes
las de Andrew G. Van Melsen,
From Atomos to Atom (Nueva
Y o r k ,
1960), y
Robert H. Kargon, Atomism in
England
from
Hariot to Newton (Oxford, 1966). A l i e n G. Debus
describe el intento de Gassendi de llevar a cabo
los experimentos sugeridos por Galileo en "Pierre
Gassendi and His 'Scientific Expedition ' of 1640",
Archives internationales d'histoire des sciences,
16 (1963), pp. 129-142.
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 270/280
BIBLIOGRAFÍA C O M P L E M E N T A R I A 275
Las utopías científicas de principios del si
glo xvn son analizadas por Nell Eurich en Science
in Utopia: A Mighty Design (Cambridge, Mass.,
1967).
La
li teratura
rosacruz
ha
sido
examinada
p o |
Paul
Arnold en
Histoire des Rose-Croix et
les origines de la Franc-Magonnerie (Par ís , 1945),
y
m á s
recientemente
por Francés A. Yates en
The Rosicrucian
Enlightenment
(Londres y Bos
ton,
1972). Todas
las
obras sobre
los rosacruces
deben
leerse
con
cautela.
Una
tendencia persis
tente
en la exposición de Yates es la de a t r ibui r
la mayoría de las características
principales
de la
Revolución científica a un
origen
mí st ic o. La
t raducción
inglesa
del siglo xvn de los textos
básicos de los
rosacruces
fue
reimpresa
en Már
gate en 1923 con el título de The Fame and Con-
fession of the Fraternity of R:C: Commonly of
the Rosie Cross, y Félix Em i l Held
tradujo
la su
mamente interesante obra
de
Johann
Valentín
Andreae,
Christianopolis: An Ideal State of the
Seventeenth
Century
(Nueva
York ,
1916).
La única
obra importante
que Fludd es cr ib ió
en inglés es su Mosaicall Philosophy (Londres,
1659),
pero el
estudio
de J. B. Craven,
Doctor
Robert Fludd (Robertus de Fluctibus) The En
glish Rosicrucian.
Life
and Writings
( K i r k w a l l ,
1902), aunque antiguo, sigue siendo út i l . Los ar
tículos de Alien G.
Debus, "Robert
Fludd and the
Use of Gilbert's De magnete in the
Weapon-Slave
Controversy", Journal of the History of Medicine
and Allied Sciences, 19 (1964), pp. 389-417, y "The
Sun in the
Universe
of
Robert
Fludd",
Le soleil
á la Renaissance —sciences et mythes, Travaux
de l'Institut pour l étude de la Renaissance et de
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 271/280
276
BIBLIOGRAFÍA C O M P L E M E N T A R I A
l'Humanisme,
2 (1964), pp. 257-278, versan sobre
aspectos significativos del pensamiento de Fludd.
Wolfgang Pauli ha escrito un estudio perspicaz
de la controversia entre Kepler y
Fludd
en "The
influence
of Archetypal Ideas on the Scientific
Theories of Kepler", en C. G. Jung y W. Pauli,
The
Interpretador of Nature and the Psyche,
trad. de Priscilla Silz (Nueva
Y o r k ,
1955),
p á g i
nas 147-240. Por lo que se refiere a Van Helmont,
véase
A l i e n
G. Debus, "The Chemical
Debates
of
the Seventeenth Century: The Reaction to Robert
Fludd and Jean Baptiste van Helmont" , en M .
L .
Righini
Bonelli
y W i l l i a m R. Shea, comps.,
Reason, Experiment and Mysticism in the Scien
tific
Revohttion
(Nueva
Y o r k ,
1975), pp. 1847,
291-298.
Los textos de 1654 de John Webster, Seth
Ward, John W i l k i n s y Thomas
H a l l
relacionados
con la reforma educativa han sido reproduci
dos por
A l i e n
G. Debus en
Science and Educa-
tion in the Seventeenth Century. The
Webster-
Ward Debate (Londres y Nueva
Y o r k ,
1970), y
los planes
agrícolas
de los
químicos
son exami
nados
por Debus en "Palissy, Plat and English
Agricultural Chemistry in the 16th and 17th Cen-
turies",
Archives internationales d'histoire des
sciences,
21 (1968), pp. 67-88. Los planes q u í m i
cos y
económicos
de Glauber para Alemania son
analizados por Debus en
The Chemical Philo-
sophy, 2, pp. 425-441. La
relación
de la ciencia
con la sociedad en Inglaterra a mediados del si
glo
xvn ha sido tratada muy bien por Charles
Webster en
The Great Instauration: Science, Med
icine and Reform 1626-1660 (Nueva
Y o r k ,
1976).
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 272/280
BIBLIOGRAFÍA
C O M P L E M E N T A R I A
277
Y , finalmente,
para
quienes se
interesen
espe
cialmente en la alquimia y el hermetismo de
Isaac Newton como una prueba de la influencia
continuada
de
temas
ca rac te r í s t i camente
rena
centistas,
mencionaremos
J. E . McGuire y P. M .
Rattansi, "Newton and the
'Pipes
of
Pan'",
Notes
and Records of the Royal Society of
hondón, 21
(1966), pp. 108-143, y
A l i e n
G.
Debus,
"Van H e l
mont and Newton's T h i r d Law", en
Paracelsus,
Werk und Wirkung. Festgabe für Kurt Goldam-
mer zum 60. Geburtstag,
comp.
Sepp
Domandl,
Salzburger Beitrage zur Paracelsusforschung, 13
(Viena, 1975), pp. 45-52. B. J. T. Dobbs ha
escrito
The
Foundations of Newton's Alchemy, or The
Hunting of the Greene hyon
(Cambridge, 1975),
que
debe
leerse junto con la reseña sustancial
de Karin Figala, "Newton as Alchemist",
History
of
Science,
15 (1977), pp. 102-137.
N O TA S O B R E O B R A S R E C I E N T E S E N E S P A Ñ O L A C E R C A
D E L
R
E N A C I M I E N T O
Y LOS I N I C I O S D E LA C I E N C I A
Y L A M E D I C I N A M O D E R N A S
E l in terés por el desarrollo de la ciencia y la
medicina en el mundo de
habla
española es muy
antiguo, pero es principalmente en las últimas
décadas
cuando se ha acumulado un
cuerpo
con
siderable de bibliografía en este campo. En
esta
nota
sólo
mencionaremos algunos
títulos de in
t e r é s ,
pero esperamos que éstos conduzcan al
lector a otras
fuentes.
La guía más conveniente se hallará en el pro
fusamente anotado "Apéndice b i b l i o g r á f i c o " pre-
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 273/280
278 BIBLIOGRAFÍA C O M P L E M E N T A R I A
parado por José María López Pinero
para
su
Ciencia y técnica en la sociedad española de los
siglos xvi
y
xvii
(Barcelona,
1979),
pp. 457-507.
Más
completas
son todavía la
Bibliografía his
tórica de la medicina española
de L. S. Granjel
(2 vols.,
Salamanca, 1965-1966)
y la
Bibliografía
histórica sobre la ciencia y la técnica en España
de J. M. López
Pinero,
M .
Peset
Reig, L. García
Ballester y M. L. Terrada (2 vols., Valencia-Gra
nada, 1973).
Quienes requieran
exposiciones
detalladas
de
la historia completa de la ciencia
deben
recurrir
a la
obra
reciente de
Desiderio Papp, Ideas re
volucionarias en la ciencia (3 vols., San Francis
co,
1975).
La
historia
más
amplia
de la
medicina
es la de Pedro Laín
Entralgo,
Historia universal
de la medicina
(7 vols.,
Barcelona, 1972-1975).
Esta obra monumental
incluye contribuciones de
casi
todas
las
autoridades internacionales
en la
materia.
La
literatura escrita
en español y
otros idiomas
por investigadores españoles es particularmente
abundante
con
respecto
a los
avances
científicos
y
médicos realizados en España y las áreas suje
tas a l a . influencia española . Así,
para quienes
busquen
una visión
general
del ámbito español,
J.
Vernet
ha escrito una
Historia de la ciencia
española
(Madrid,
1976).
Por lo que se refiere
al
periodo
de la Revolución científica,
pueden
consultarse
dos
obras
complementarias. La
p r i
mera,
Materiales para la historia de las ciencias
en España:
S.
xvi-xvii
(Carcagente,
1976),
pre
parada
por J. M. López
Pinero,
V.
Navarro
Bro-
tóns y E. Pórtela Marco, ofrece al
lector
textos
8/18/2019 Debus_El Hombre y La Naturaleza en El Renacimiento
http://slidepdf.com/reader/full/debusel-hombre-y-la-naturaleza-en-el-renacimiento 274/280
B I B L I O G R A F Í A C O M P L E M E N T A R I A 279
fundamentales que versan
sobre todos
los
aspec
tos de la ciencia, la medicina y l a t e c n o l o g í a e s
p a ñ o l a s d e
este importante periodo.
De la se
gunda,
Ciencia y técnica en la sociedad española
de los siglos xvi y xvii, d e L ó p e z
Pinero,
y a
antes
se ha
hecho
referencia. M á s q ue u n a i n
v e s t i g a c i ó n e n este campo, es u n a c o n t r i b u c i ó n
capital
para nuestra
c o m p r e n s i ó n d e l a Revolu
c i ó n c i e n t í f i c a . U n a n á l i s i s
anterior, pero
a ú n
ú t i l , d e
este
tema
se
encuentra
en
La introduc
ción de la ciencia moderna en España (Barcelo
n a , 1969), de L ó p e z Pinero.
Para
lo s antecedentes de la medicina e s p a ñ o l a
d e l Renacimiento, v é a s e L u i s G a r c í a Ballester,
Historia social de la
medicina
en la España de
los siglos xiii a l xvi. V o l . 1 : La minoría musul
mana
y morisca
( M a d r i d ,
1976).
H a y u n c a p í t u l o
de Walter Pagel y A l i e n G . Debus sobre "Para
celso
y los paracelsistas" en e l l i b ro de La ín
Entralgo, Historia universal de la medicina, 4,
p p .
107-129.
J . M . L ó p e z
Pinero
h a
examinado
e l paracelsismo e s p a ñ o l e n muchas de sus obras.
A d e m á s d e l o s t í t u l o s
antes
mencionados, debe
consultarse su " Q u í m i c a y medicina en la E s p a ñ a
de los siglos x v i y x v n : L a influencia de
Para
celso",
Cuadernos
de la Historia de la Medicina,
2
(1972), p p .
17-54,
a s í
como
su r e i m p r e s i ó n d e l
primer texto paraceisiano
escrito
p o r u n e s p a ñ o l
en
El Dialogus (1589) del paracelsista Lloreng
Cogar y la cátedra de medicamentos químicos de
la Universiáaá áe Valencia (1591)
(Valencia,
1977).
A L . A l b e r t i L ó p e z se
debe
u n estudio de La
anatomía y ¡os
anatomistas
españoles áel Rena-
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2 8 0 B I B L I O G R A F Í A
C O M P L E M E N T A R I A
cimiento
( M a d r i d , 1948), y J . M . L ó p e z Pinero
ha
examinado
e l
saber
a n a t ó m i c o en E s p a ñ a en
varios
a r t í c u l o s ,
incluyendo
los siguientes: " L a
d i s e c c i ó n y e l
saber
a n a t ó m i c o en la E s p a ñ a de
la
primera
m i t a d d e l siglo x v i " ,
Cuadernos
de His
toria de la Medicina Española,
13 (1974), p á g i
nas 51-110; "Harvey's Doctrine o f t he C i r c u l a t i on
o f
t he B lood in
Seventeenth Century
Spain",
Jour
nal of the History of Medicine and Allied Scien
ces,
28 (1973), p p . 230-242; y (e n c o l a b o r a c i ó n
c on L . G a r c í a Ballester) "Francisco Valles y los
comienzos
d e l a a n a t o m í a p a t o l ó g i c a
moderna",
Archivo
Iberoamericano
de la Historia de la Me
dicina, 14, p p . 129-131. Entre los estudios de
figuras principales
merecen citarse
los de F.
Gue
r r a , "Juan Valverde de Amusco", Clio medica, 2
(1967), p p . 339-362, y L . B a r ó n F e r n á n d e z , Miguel
Serveto, su vida y su obra ( M a d r i d , 1970). El es
tudio m á s
importante
de l a c i rug ía se encuentra
en L. S. Granjel, Cirugía española del Renaci
miento
(Salamanca,
1968).
E n cuanto a las ciencias f í s i c a s , esperamos la
p u b l i c a c i ó n d e V . Navarro B r o t ó n s , La revolución
científica en España. Tradición y renovación en
las ciencias físico-matemáticas (tesis de V alen
c ia ,
1977),
aunque
de él se han
publicado
ya va
rios textos
importantes
[ v é a n s e especialmente sus
a r t í c u l o s : " L a r e n o v a c i ó n d e l a s ciencias f í s i co -
m a t e m á t i c a s e n l a Valencia pre-ilustrada", As-
clcpio, 24 (1972), p p . 367-379, y " C o n t r i b u c i ó n a
la historia de l
copernicanismo
en E s p a ñ a " , Cua
dernos Hispanoamericanos,
283, p p .
3-24].
J . Vcr-
net ha estudiado a C o p é r n i c o e n " C o p é r n i c o i n
Spain", Colloquia Copernicana, I , p p . 217-291, y
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B I B L I O G R A F Í A C O M P L E M E N T A R I A 281
en
Astrología
y
astronomía en el
Renacimiento.
La revolución copernicana
(Barcelona,
1974).
E . P ó r t e l a h a terminado u n a
tesis
sobre Los
orígenes de la química moderna en España
( V a
lencia,
1977, i n é d i t a ) . L o s antecedentes a l q u í m i
cos de la q u í m i c a e s p a ñ o l a so n examinados po r
J. R. de
Luanco
en
La
alquimia
en España
(2 vo
l ú m e n e s , Barcelona, 1889, 1897), y p o r F . R o d r í
guez
M a r í n en
Felipe I I
y
la alquimia
( M a d r i d ,
1927).
M . B a r g a l l ó h a escrito
varios estudios
i m
portantes
sobre la metalurgia en los siglos x v i y
x v n —recientemente La amalgamación de los mi
nerales
de plata en Hispanoam érica colonial
( M é
x i c o ,
1969). Entre
las
fuentes
importantes en
este
campo se encuentran Diego de
Santiago,
Arte
separatoria (1598), i n t r o d u c c i ó n d e E . P ó r t e l a
(Valencia, en prensa), y A l v a r o
Alonso
Barba,
Arte de los
metales
(1640)
( f a c s í m i l e d e l a e d i c i ó n
de 1770) (México ,
1925).
Se han
hecho
muchos
estudios
d e l efecto de l
Nuevo Mundo en Europa. Entre l o s m á s recien
tes de
;
n t e r é s
especial,
merecen citarse F . Gue
r r a , Nicolás Bautista Monardes. Su viáa y su obra
(ca. 1493-1588)
( M é x i c o ,
1961),
E .
Alvarez
L ó p e z ,
" L a historia natural d e F e r n á n d e z d e Oviedo",
Revista de Ináias, 17 (1957), p p . 541-601, y la
elegante r e i m p r e s i ó n de J o s é de Acosta, Historia
natural
y
moral
áe las Indias (1590), i n t r o d u c c i ó n
de B .
Beddall (Valencia, 1977).
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I N D I C E
Prefacio 9
Prefacio a la edición en español 13
I T r a d i c i ó n y Reforma . . 15
L a
ciencia y la
e d u c a c i ó n
en el
Renacimiento 17
E l humanismo y la l i teratura c l á
sica 22
E l
desarrollo de las
lenguas
ver
n á c u l a s 25
O b s e r v a c i ó n
y
e x p e r i m e n t a c i ó n
27
Las m a t e m á t i c a s y los f e n ó m e
nos natu rales 30
L a t e c n o l o g í a
31
Mist ic ismo y ciencia 34
I I La llave q u í m i c a 43
L a q u í m i c a
del Occidente
l a t i n u
. 44
Paracelso: la b ú s q u e d a de toda
una
vida
49
L a f i l o s o f í a q u í m i c a
paracelsiana 51
E l microcosmos y la t e o r í a m é d i c a 61
I I I
E l estudio de la natu raleza en u n
mu n d o cambiante . . . . . 7 4
E l reino an ima l . . 75
283
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284 Í N D I C E
E l reinu
vegetal y la
t r a d i c i ó n
me
dica
83
Buenas
nuevas de un mundo
nuevo . . 9 3
O b s e r v a c i ó n y orden 98
I V .
E l estudio del hombre 106
L a
herencia medieval . . . . 107
U n
renacimiento
a n a t ó m i c o
. . . 112
E l torrente s a n g u í n e o : de Vesalio
a Harvey
120
W i l l i a m
Harvey
y la c i r c u l a c i ó n
de la sangre . . 126
E l veredicto . . 131
V . Un nuevo sistema del mundo . 139
L a A n t i g ü e d a d y la a s t r o n o m í a del
Renacimiento 140
C o p é r n i c o
y un Sol estacionario . 147
L a paralaje estelar y el
t a m a ñ o
del
universo 157
D e s e n t r a ñ a n d o los misterios de
l a s ó r b i t a s
planetarias . . 165
E l problema Tís ico . 172
V I . Nuevos m é t o d o s \ un;) nueva
ciencia 181
F r a n c i s
Bacon 184
Rene
Desearles 189
Galileo
G a l i l e i 195
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Í N D I C E 285
L o s experimentos mentales, las
observac iones y la
t e o r í a
ato-
mista 201
V I L La nueva f i l o s o f í a . Un
debate
q u í
mico
. . . 209
Las
u t o p í a s c i e n t í f i c a s
. . . . 210
Robert Fludd y la q u í m i c a m í s t i
ca en u n nuevo siglo . . . . 219
L a r e a c c i ó n
contra Fludd: Kepler,
Mersenne y Gassendi . . . . 222
L a
nueva
f i l o s o f í a
de Jean Bap
tiste van Helmon t . . . . 228
V I I I .
E p í l o g o
e
i n d e c i s i ó n
. . . 237
L a
ciencia y los dos humanismos 238
E l mejoramiento del hombre: la
e d u c a c i ó n ,
la agricultura y la
guerra . . . . . 244
Bibliografía complementaria . 257
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