Download - Cuaderno - Gobierno del Estado de Tamaulipas
Cuaderno 1 . o
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TRADICIONES
LEYENDAS MEXICANAS POR
VICENTE RIVA PALACIO
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JUAN DE DIOS PEZA
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MÉXICO J. BALLESCÁ Y COllPAm, EDITORES
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TRADICIONES y
LEYENDAS MEXICANAS
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DON
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Están al sonar las once, y la noche sosegada En el espacio infinito Su negro crespón desata. Cíntilando las estrellas . Sus trémulos rayos lanzan, Que si no alumbran la tierra Lejanos mundos aclaran. Entre la incierta penumbra
-8-
Indecisas se destacan Las cúpulas y las torres Como inmóviles fantasmas . En r·eposo la opulenta Capital de Nueva Espafla, Deja á la ronda el cuidado De sus calles solitarias .
La oscuridad y el silencio En las desiertas ventanas·
Muestran que temor ningu.no A los vecinos alal'ma.
Del Ol'iente al Occidente, POI' los nobles habitada ,
Se extiende la Calle N ueoa Al rumbo sU!' de la Pla;;a . .
Fórmanla ricos palacios Que ostentan antiguas al'mas,
Cón motes sobl'e las puertas ' Y cadenas á la entrada,
Estas anunciando el fl,lel'o y los otros la prosapia.
Entre las sombras que envuelven Esa calle , se recata
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Un hombre , que va embozado En negra y Hotante capa, Parece que está esperando, Pero tal vez el que aguarda Se acerca ya, que se escucha El rumor de unas pisadas .
Viene el que viene, contento, Que al son de sus pasos canta ; Con mano convulsa, el otro, Empuña la rica daga ; El que llega, la presencia Del que acecha no repara; Suspende el otro el aliento Mientras el que viene pasa, y acercándosele luego y tocándole en la espalda: -Perdone usarcé, le dice, ~ Qué horas son?
-Las once.
Dichoso usarcé que sabe -Gracias.
La hora en que muere ,-y con saña Con rápido movimiento En el corazón le clava
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-11-
Del Crimen, allá en la Audiencia
Req uisitorias despacha; Que no se descubre un rastro, Ni una sospecha se aclara, y á ,pesar de que se ordena _ La nocturna vigilancia, y de que á cada momento Cruzan las 'rondas de capa,
Siempre el sol en esas calles Nuevos cadáveres halla.
Tanto horror, tanto misterio Al vecindario acobarda, y nadie á salvar se atreve El umbral de su morada Desde que suena en los templos El toque de la plegaria.
11
Habita en la Calle Nueva,
En una soberbia casa, I)on J uan Manuel, gran amigo Del marqués de Guadalcdzar,
- 12-
Que en 'su noble comitiva
Le trajo á la Nueva España. En México radicóse El tal Don Juan, y la fama Dice, que nadie en riquezas Ni en valimiento le iguala. P ara colmo de ventura
Casóse con una dama
Singular por su belleza, Sus vir-tudes y su gracia, Joya la más escogida De la corte mexicana. Todos á Don Juan envidian; Mas nunca la envidia alcanza
Al sagrado de su dicha Ni al esplendor de su casa. Pero s iendo la flaqueza De la condición humana, En la más completa dicha Sentir algo que le falta, y como el cielo más puro
Tiene nube que lo empafla,
En medio de su ventura La vida ú Don Juan amarga El pensamiento constante
De que aiíos tJ'as a iíos pasan
- 13-
y no tiene un heredero
En tiempo que ya las canas En su negra cabellera
Brillan cual hilos de plata.
Una mañana, en los dfas
En que la ciudad contaba Tanto crimen misterioso, Tanta muerte inesperada,
Un rumor inusitado En el patio de su casa
Oye Don Juan , cuando apenas
Ha salido de su estancia, y son guardas, la justicia,
Vecinos que la acompañan,
Mozas que miran y lloran, Hombres que escuchan y callan; y en medio de aquel tumulto
Una manta ensangrentada En que un cadáver conduce La ronda de la mañana.
Suspenso Don Juan se inclina
Presa de emoción extraña,
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Sobre el balaustre de piedr'a Del corredor, y con ansia En el rostro del cadáver Los turbados ojos clava, y lanza después un grito
Tan hondo, que parte el alma,
Dici e¡:¡do : i Lope! y convulso ' En la frente una palmada Dándose, corre á ocultarse
Desesperado en su estancia.
No en la ciudad de otro asunto Nobles y plebeyos tratan , Ni en el estrado se escucha Otra cosa enh'e las damas Que la mued e de don Lope ,
.Recién llegado de Espafla, De Don Juan Mamtel sobrino, El orgullo de su raza, y á quien ofreció la vida Lisonjeras csper'anzas.
Fué de don Lope el entieno Con pompa tan extremada,
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Que iba el virrey presidiendo En su carroza de gala; Salió de la Calle N ueoa,
Tomó las de Ixtapalapa, Por el Puente de Palacio Entró el féretro á la Plaza, Recibiólo en San Francisco La comunidad formada, Sonando en todos los templos El doble de las campanas.
Así se enterró á don Lope; Pero la gente repara, Que, desde la noche misma En que á Dios entregó el alma, Noticia denuevo crimen En la calle solitaria Ni á la justicia preocupa Ni á los vecinos alarma.
III
Encerrado en su aposento ' y con la pena más honda, Pasa Don Juan, solitario,
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Lentas y amargas las horas; Ninguno se atreve á hablarle, Que la gente le incomoda,
y está tan fi ero y sombrío Que ni ver la luz soporta .. Transcurre así una semana, y una tarde, cuando asoma La tempestad á lo lejos y de la noche las sombras A levantarse comienzan, y el viento furioso azota
Las calles que á poco quedan Desiertas y pavorosas, Don Juan se envuelve en su capa, Se cala el cHambergo, toma Rico puñal florentino
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Que entre el jubón acomoda, y saliendo de su estancia Baja al patio, donde absorta La servidumbl'e lo mira, y abrumado de congojas Pisa la desierta calle y se pierde entre las sombras.
Vibra el toque de oraciones En las campanas sonoras Del templo de San Francisco, Yen las naves espaciosas Tristes resuenan los pasos De uno que llega y se postra Silencioso en el sepulcro En que don Lope reposa, y comprimiendo sollozos Con la frente el suelo toca, Mientras con amargo llanto Les negros mármoles moja; Largo tiempo permanece Sobre la fúnebre losa Sin dar muestras de si vive O de si tanta congoja
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Le a rrancó el postr'er suspiro
Helando s u sangre toda,
De s úbito aquell a escena
La pálida luz colora
De una lámpara , y un 'rra ile,
En cu yo aspecto se nota
Más que la virtud del cla ustro
La arrogancia de la toga,
Llega a l sepulcro de Lope,
Mir'a al que postrado lIol'a
y di ce :-Levante, hermano,
y la pena que le agobia
A la rf' li gión confíe,
Que ú consola l' está pl'onta,
Se alzó el oh'o, y en ei rrai le Clavó la mirada tOJ'va,
Exclamando: - Padre mío,
As í el Seii or le socon a
Cuando en trance tan amal'go
E l mundo lr'aidOI' le ponga ,
- ¿, Qué guiel'e, h ermano~
-Le ruego Que mis grandes culpas oiga
y anoje de mi conciencia
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Las sierpes que la devoran o
?o Se absuelven todas las culpas'? -j Dios, hermano, absuelve todas ! -Es, padre , que son las mías Tan gl'andes, tan hO l'l'orosa~o o o -Calle por Dios, que asf ofende La etema miseri cordi ao Lléguese á la fuente pu ra
Que todas las manchas bOl'l'a: Escucharé sus pecados y Dios , que todo perodona,
Enviará sobre nosoü'os
Su inspiración poderosa o Un sitial ocupa luego, El otro á sus piés se posü'a, y de los labios de enkambos Confuso mUl'mullo brota, Anunciando de sus almas
La plegaria fel'vorosa ;
y después, el penitente, Con voz que el llanto sofoca, Así de sus grandes culpas , Refi eroe la negl'a historia :
-Yo , padre , á Dios he debido Título's , riqueza y homa, Que nacido en la pobloeza
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y siendo del pueblo escoria,
En tal allul'a me he visto
Que deslumbraba mi pompa.
Pel'o tan ri ca rOl' tuna
No mis m6r'itos abona, Que cuanto á Dios he pedido
Todo me ha dado de sobra.
Quise un caudal, y el que tengo
A tan alt a cifl'a toca
Que ú m r, mús que á los extraflOs,
Por su magnitud me asombra.
Tuve á los g¡-andes envidia y ellos me envidian ahora ,
Que lo que mi nombl'e a lcanza Nunca sus blasones Iqgran.
Busqué en el amor la di cha ,
y amol' de di cha me colma,
Que dama discl'eta y bella Es la que tengo de esposa.
Aqur, padl'e , se comienza
Mi pena desgarTador'u, y aquí la negl'a semilla
De hOl'l'ibles cl' (menes brota ... Pasal'on alguno a ilos, A conta r' desde mis bodas,
Fugaces, que pasa el tiempo
-2l-
Rápido para el que goza; Pero una vez, no sé cómo,
Pues mi conciencia lo ignora, El aguijón de los celos
Mi corazón emponzoña. Con los celos mi amor crece, y ellos con mi amor l'edoblan
La angustia que desde entonces En silencio me devora.
Los más negros pensamientos En mi cerebro se agolpan, y cuando en Dios busco alivio
Pienso que Dios me abandona. Ciego entonces, delirando, Una noche tormentosa, Cuando la lluvia y el viento En mis ventanas azotan ...
Padre, perdón, mi alma impura
Al rey del infierno evoca ... -¡Jesús nos ampare! ¿Al Malo En trance tan fiero implora'? -Sí, padre, no me rechace En tan tremenda congoja; Sea mayor su clemencia Que la maldad de mis obras. - Prosiga, hermano, prosiga,
- 22 -
y Di oH, Cllmo yo, lo acoj a ,
- ti. ponas uy uel conju¡'o
L1 f'g6 Ú ¡;l1li/' do mi boca,
Cu n.nr! () al ¡'IJlumba/' del ¡'ayo
y on vuelt() en su lu mb/'e ¡'oj a,
V( oo ,
- I,J efi t'¡HI
- V( oo ,
- 1 Dios nos valgal
- No SÚ qu(, siniost¡ '11 fo/'ma
QI/e rtpa¡'ociondo ú mi lado,
Con u /l a voz cn ve¡'nosn
M o dijo :- « Cesen tus males,
I ,ava con sn.ng ¡'e tI/ lI om'a,
l'(l/'quo mi lJ llt./'aH t.ú padeces,
'1'1/ I1Il/je/' ,dog /'e goza loo, );
ti. I oi l' talos prtl n.lmt,..;
Su on 'i onde mi HIU1g /' t.oda ,
y m{l"'; lOl'l'i bl t's lo,..; colos
))O/lÜ 'O mi 1)LO(',1I 0 "';0 o/l COnO\l,
H ocllol'do ql/O OH (11 domonio
QI/ iOI1 ns( III i 1'11 b ia 11 1.:0,..;[\
y 0 11 pau l.o lo Ot'I 'OZCO 01 alma
Si 1\.1 q uo mo bu d a 111 0 11 0 /11 bl 'l1,
-«Qui on t.o o l'undl\, dico 11 1'0 ,
D o noch( t.1/ UI I,..;a I'onda;
- 23-
Su nombre no me pl'eguntes; P ero á las once es la hora
En que esta calle atraviesa y honor y dicha te roba.
Sal á buscarle , no en duelo. Le mates; daga traidora Corte de su vida el hilo y yo su ánima recoja, y piel'de el alma y la vida
De quien con ellas te estorba 1» Desvanecióse el espectI'o ; Yo, con mano temblorosa, Tomé mi daga y lancéme
A la calle ; estaba sola; Iban á sonar las once, y como á mi mente loca Alegraba la venganza
De mi afrenta, al ver que dobla
La esquina un hombre, me acerco, Procuro que me conozca, Porque si él es , que no ignore Quien al infierno le arroja;
y «~ qué horas son?» le pregunto; Espero que me responda, y cuando <das once» dice, Mi daga su vida corta,
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y agrego lleno de rabia : « ¡ Dichoso ucé que la hora De su m uerte sabe!»
-¡Cielos! -Dejo sobre las baldosas El cadáver, y gozando Con la venganza, á mi alcoba Me retiro satisfecho De dar fin á mi zozobra ... -¡Santo Dios! y ~cómo pudo Cometer ...
-Padre, no toda Mi maldad he revelado; Volvió el Malo, y de su boca
Supe que dí á un inQcente La muerte: entonces me acosa Un fiero remordimiento Que pronto los celos borran; Y el Malo, que me subyuga, Me lleva siempre á igual hora A perpetrar otra muerte y todas las noches otra. No sé á cuántos he matado, Ni cuándo esta sed rabiosa De sangre calmado hubiera, Si al despuntar una aurora,
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No miro entrar en mi casa Conducido por la ronda Un cadáver, que ni en sueños Ni despiel'to me abandona: El de Lope, mi sobrino Que en aquel altar reposa!. .. -~Soj s el matador de Lope~ -Sí, yo soy, yo, á quien devora Todo el fuego del infierno;~
Alma infame que rebosa De crímenes y no aguarda Encontrar misericordia ... -Mucho para merecerla Tendréis que hacer .. .
-Daré toda Mi fortuna para el culto .. . -Con vil metal no se compra La absolución ...
-Pues entonces En una orden religiosa Tomaré el hábito ...
-~y piensa Que á conciencia pecadora, Antes de lavar sus manchas, Le dé el convento su sombra? -~No hay medio para salvarme?
4
- 26 -
-El per'd6n s610 se logra '
Con la pen i teneia , y tengo
Que imponef'l a do lorosa;
P er'o antes á ruda pf'Ueba
Vuestr'o pl'op6s ito importa
Someter, y hasta cumplil'la
No absolver6 , ~,se con forma~
- &Con qu6 no ha de conlol'mal'se Quien tan negl'as culpas llora~
-1 ues por tres noches seguidas,
A las once , y en memori a y por el a lma de aquellos
Que ha matado en esa hora,
Vaya á ,'ezal' un rosar'io
Al pió mismo de la horca,
y vuelva cada mañana
A verme , y Dios le socorra .
IV
E tá desierta la plaza; El vi ento, que tri ste cOl're,
Con sOl'do I'umol' semeja Gr'itos, lamentos y voces,
Es la sombr'u tan espesa
- 27-
y tan lóbrega la noche, Que en un manto impenetrable Luna y estrellas se esconden.
Óyese un rumor de pronto Que el hondo silencio rompe, y como de aves mistel'iosas
Que agitan alas informes y emprenden á lo infinito
El vuelo cansado y torpe, Graves, lentas y sonoras Desde la elevada torre, Escápanse las siniestras Campanadas de las once. Llega hasta el pié de la horca En ese momento un hombre; Vacilante se arrodilla, La frente apoya en el roble Del patíbulo, y comienza, Invocando el santo nombre
De Dios, trémulo y convulso, A rezar sus oraciones. Apenas han transcurrido Algunos instantes, oye A lo lejos pavorosa Una voz, que sobrecoge Su espíritu, y que le deja
- 28-
De miedo yel'to é inmóvil;
y esa voz di ce y repite,
Como se usa en los pregones
De aq uellos que la justi cia
Condena á cU8l'd a ó garl'Ote: « Haced bien por hacer bien
y re.:;ad ltn Pater-Noster
Por el alma del que llega
Al patíbulo esta noche;
R e:::ad por Don J uan M anuel
Y en cuenta Dios, se lo tenga, »
Apenas Don Juan escucha
, Tan tr'i 'tes exhortaciones ,
Se desploma sin sentido Sobl'e las piedr'a, , y entonces
E l vi enlo, que tri ste muge,
A paga de los ral'oles
La luz, y lodo e piel'de En las sombras de la noche ,
A la mailana s iguiente;
y cuando apena" recoge La som bl'a su . pardas alas, y en la' cI'esta do los montes
La luz de la a Ul'ol'a tiende Sus dOI'ados an'eboles,
Llega Don Juan :í la iglesia,
-_._----------------------,
- 29-
Al fraile busca, y le expone De aquella noche espantosa Sus penas y sus terrores. Grave el confesor le escucha, y aunque su pecho responde A la compasión que inspiran Los martirios de aquel hombre, -Habrá de volver, le dice, Al patíbulo á las once. -No puedo, padre.
-Pues fuerzas Del remordimiento cobre, Haga lo que se le manda y quizá Dios le perdone.
Volvió esa noche Don Juan Al sitio, y las mismas voces Para su ánima pidiendo Bien obrar y un Pater-Noster De nuevo oyó, acompañadas De salmodias y de dobles. Va á la mañana al convento, y su confesor le acoge . Con ternura, y de sus culpas Le absuelve, de Dios en nombre;
au -
Mus lo unlenu 4 uo no d(lju Uo i,' 6 In IrrJl'cu osa nocho, y 1111 ( el ú If i fil O I'Osal';o Hoco l!o tr ll'itlJ y eonl'ol'frlo. Co nllJ ya no ti "ne dudas (lu o In euneioneia lo ttgo lJi en, PUI'quo /)i o~ lo I, a pol'tlonado y on Dios su oS jJoI'unztt pone; Cun mÚf3 vuloI' y rn Úf3 culma Lloga Dun J UlHI, Ú las onco, Al II 'islo AiU u on qu o dobo Curnplollll' AUf3 OI:U 'ionos. Puoslu do Iilnujus ad vi el'lo Lo!'! InjllnuA l'oaplllnuur'I1R, Uo u na IJI'uC 'a iún que vi ene Cun Off '(' nd Idus II tlel,unos; Con !'uao, Iu vo rtlJO I'CrU'Se 't'nnlo , qu e al tln l'OCOnUl:e (luo son lingelcs qu o ll egan SUI 'Ctlnuo el ll i, 'o vo lucos. Al In I I'LI"' OS , lo doalu rnu l'u 1':1 I'Cf'l pl ruld r)l' do mil Bolos; ~ienle luegu qu' lo elovan y que ell pi cuell u lo panoli Un duWd ; ilbl '(l 10B ojo. Un ,","nónlo , y ' ~')II llt"UC08
- 31-
Angustias espira, al punto Que se escapa de la torre Lentamente la postrera Campanada de las once.
A la mañana siguiente El pueblo asombrado corre A la plaza, pues le dicen Que han ajusticiado á un noble; y al mirar aquel cadáver Los que á Don Juan reconocen y saben el valimiento Que al vivir tuvo en la corte, Dudan que á suplicio infame Le condenaran los hombres, y comentan y aseguran Y quedan todos conformes, En que le ahorcaron los ángeles Por sus crímenes atroces.
Esta leyenda que el pueblo Desde hace tres siglos oye, Dió á la antigua Calle Nueva
De Don Juan M anuel el nombre,
¡¡~ -
y OM l'arna, '111" on rrJlle!HIM " J IIIM,
CUltndu IoII)rlltban 111 101 Ilnl;I: ,
Nltdio palol(, p OI ' lid oa llo Sin I'IIí':II,I ' Iln I 1((,lr!l'- NoMle/' ,
S3a cane beI ~ngeI
(LA PESTE EN MÉXICO)
Es la tarde apacible y sosegada; En el azul pU1'ísimo del cielo
No cruza por el viento arrebatada Ninguna nube con pausado vuelo; Del moribundo sol la luz dorada
Finge en los montes purpurino velo, y á las volubles auras dan süaves La flor su aroma y su cantar las aves .
- 36 -
En ll'o ospadttíl r"\.' , j uncias y amapolas,
1':1 agua do 1m; lago,' cr'i slali na
Hompo en espuma la' menudas olas
U III' I'i za y loj e el au r'a vesper'tina;
j ,as III Ct I'W , /:tIClS ciel'l'an su, corolas;
VII(' l vo al nido la. parda golond l'i na,
y (,1 vo lc(l,n con su manlo do o,'car'lala
)':1 lago azu l on ,'u l'xlon, i6n I'ctr'ala.
Senlilda on un a. alfombra dc vCI'dur':t,
y do IIn colindo rn la pel'd ida falda,
Sobl'o un vtl lIo qllo oscondc su hcr'mo 'Ul'a
1':111 1'0 mov i bies m u rOs do c._mel'alda,
'1"' lIi (' lldn por (\ indrm:1. l'i ca y PU 1'r"L
1)(\ ";l'cu lu,l'e,.; bosqll l's la guil'naldn,
Dohla , 'ub ierl a de p:1V01', la fl'enlo,
1,:1 eiudad do T\'noo, Il'i '10 Y doli enle.
n" "; IIS alll'''; y .. ,.; I)(' lI os ca mpanari os
() Ilt ' ,'.on (~ l'i ,.; li :l,n:l;; 1',I'IWCS ;;,' ('.01'011:1 n ,
S,, <I" ";PI'I' I1(\ I' 1I lo,.; l oquc',.; fU Ill' I'al'ios
I,)u, ' (',.;palllo y d ll l' ln sin c.r;;t\l' pl 'r¡;onnn .
1': 11 V:lIIO abl"' 1I In;; t 'lllplos ,.;olit n.l' ios
Su,.; lI aVl'S qU\1 la ,.; gl'nft'''' abandonan,
- 37-
Porque la peste fiera y despiadada Lleva doquier su sombra envenenada.
i Cuánta escena de horror! i cuántos dolores
En aquella ciudad alumbra el díal
i Cuántas agudas quejas y clamores Se alzan de noche entre la sombra fría!
Los antes sosegados moradores , Convulsos de terror ó de agonía,
Huyen de sus bogares espantados Pálidos, vacilantes y extraviados .
Nadie acorre al amigo ni al hermano;
La maternal caricia el hijo esquiva; Muere en la soledad el padre anciano; La madre , de su amor al hijo priva: La moribunda esposa llama en vano Al que la tuvo en su pasión cautiva; Nadie conoce á nadie, ni le busca, Que tanto miedo el sentimiento ofusca.
Lívidos, insepultos, haci-nados, En desnudez que hasta el pudor ofende,
Y I.WU ll pOI' donde quiol'aabandonadús
HlgidoR CUOl'pOS quo ninguno ationdo,
YIL pOI' hambl'ionl.os POI' I'OS dovor'ad oH,
Ya pOI' banda de bui U'OR . q uo dosciende
y no por'donu on RU apol.i lo inmundo
Al quo halJSpil'lldo ya, ni al mor'ibundo,
y RU pUl'ci bo on in('ol'l1l\1 coneiol'l.o
1·:1 ruido elo las ('auoos de I'ubiosos
ümoR, q 1.1 0 hftCon resUn dol CUüI'pO m uodo;
y 01 J'umor' quo los gr'njos pavQJ'OSOS
A cllda insl.anl.o con RU vu olo ineiol'l o
I":n 10R honeloR oRpacioR I.onobl'osos
A lzan , Ri los oRpan I.a 01 pr'olongndo
r ,,,.mon lo dol qllo muol'o abandonado.
Y 1\1 clllu'il' URI\R lt'igubl'oR ('scunus
l.a nogm nocho con RII donRo mn.n,lo,
Quo haoo en la Ro lüdnd Ol'UOOi' IIIR pellllR .
y ml\R amfWp;o I'nll'o la Rombl'a 01 lInnln,
Mil'l\banRo (Jt' IIZr\.l ', lonl.n>4, Rcwonn.R,
I':n m odio 1\, Ifutlo hOl'l'OI' Y duolo Innlo
r ,liS I\.nt.O\'ohns d" nobl!'R l'u ligiosoH,
Dn slI.nln ClfwirlHCl III\ I'O('R g lor'ioRo,,;.
- 39-
Dominicos, jesuitas, agustinos y franciscos con ínclita porfía,
Van por plazas y calles y caminos
Sin reparar fatiga noche y día; Presurosos y errantes peregrinos
El limpio sol de caridad los guía, y á su paso derraman el consuelo
Sin otro afán que conquistal' el cielo.
Lo mismo que en el llano en la montaña, En la ciudad lo mismo que en la aldea, Velando en largas noches la cabaña
Cuando el rayo en los aires culebrea, Sin pensar que acometen una hazaña Que digna y justa de alabanza se¡t, Al indio dan con celestial ternura Sustento y medicina y sepultura.
Es de admirar el sacrosanto empeño Conque á todos confortan á su paso; Ni el cansancio les rinde ni del sueño Ceden ante el poder; pobre y escaso Es su alimento, y siempre con risueño Semblante buscan en perdido ocaso
- 40-
La muerte prematura é ignorada Por la ruda fatiga ocasionada.
También de caridad tierno dechado, Poderosas matronas y doncellas , Dejan el propio hogar abandonado; Y en los lejanos barrios, como huellas De su afán bienhechor, queda sembrado En cada choza, por sus manos bellas, El consuelo que infunde la esperanza Adonde ya la caridad no alcanza.
Brilla entre todas juvenil y pura La hermosísima y dulce Magdalena; Negros sus ojos cual la noche oscura; Espejo de bondad su faz serena; . Lleno tiene su pecho de ternura; De caridad y amor el alma llena, y es la gala más noble y más valiosa De familia opulenta y poderosa.
Jamás tejido entre galante historia Sonó su nombre al enarrarse amores:
- 41 -
Ni al pié de su balcón hubo memoria
De. haberse visto amantes trovadores . Ningún doncel audaz buscó victoria Sobre aquel corazón, que sin rigores
Llevaba por ejida en su existencia El respeto que infunde la inocencia .
~
y allí donde la peste más estrag()s Sobre la gente miserable h~cía, El oro prodigando y los ha lagos Con empeflO constante noche y día, Sin temer del contagio los amagos Magdalena su vida consumía,
- 42-
Sin adve¡:-tir que su salud quebranta Rudo ejercicio de misión tan santa.
P ero llega á notar que adonde quiera
Que buscando el dolor ll eva el consuelo, Halla un joven de rubia cabellera, De ojos rasgados de color de cielo ; Apuesto y elegante cual si fuera Un noble mayorazgo, cuyo anhelo Se cifl'ara en partir con Magdalena Cada mal, cada llanto y cada pena.
Al lado del enfermo que espiraba; Recogiendo afanoso al tri ste niño ; Consolando á la anciana que 1I0I'aba; SiE' mpre con tierno y fraternal cariño La dama con el joven se encontraba, y así nació más pura que el armifío De Magdalena en el tranquilo seno La llama de un amor casto y sereno.
Jamás ni una mirada, ni un acento, Ni una sOll1'isa que pasión revela
- 43-
Pintan á Magdalena el sentimiento
De aquel mancebo que á su lado vela :
Siempre le mira cariñoso, atento; Siempre escucha su voz que la consuela , y siente al estrechar su franca mano El santo amor del pad l'e ó del hermano.
Cual perfumado lirio que doblega Su tallo, cuando el ábrego lo hiere, y ya marchita su corola pliega y abandonado y sin consuelo muere, Así la joven á abatirse llega, y aunque luchar con tra la pena quiere, Huellas terribles en su faz imprimen
Los hondos males que su sér oprimen.
Minando su salud hora pOI' hora, Pero lenta, constante, irresistible , Fruto de la fatiga abrumadora y del sufrir del cOl'azón sensible,
Aguda fiebre su existir devora; El humano remedio es imposible, y moribunda sobre el casto lecho
La mano del doncel lleva á su pecho .
44
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- 45-
Mas ¡ay ! que tanta di cha no merezco, Dios no lo quiso así. .. yo le obedezco,
)} Adiós , y cuando Cl'uces en la , tier'r'a, Lleno de la ventura que mereces,
Junto al sepulcro que mi cuerpo encierra, Recuerda enternecido j cuántas veces, Sin temer á la muerte, que me aterra,
Alzando al cielo nuestras santas preces, Unidos fuimos por do quier buscando Lágrimas de dolor que ir enjugando! »
No pudo proseguir; débil su acento
Trém ulo se extinguió, y en su rriirada Brilla tan sólo dulce sentimiento,
Como si el alma allí reconcentrada Diera su luz en el postrer momento; Solloza la familia consternada, y en aquel 'cuadro de tristezas lleno Sólo el noble doncel está sereno,
- 46-
Oprime entonces más la helada mano
Que la suya retiene todavía, . y con acento dulce y soberano
En que vibra celeste melodía, Logrando con esfuerzo sobrehumano Detener de la virgen la agonía, Con la luz que en sus ojos reverbera, Le responde á su vez de esta manera:
- «Alma escogida, cándida doncella, Que siempre consolando el sufrimiento
Buscó tu pié la luminosa huella
Que á la virtud conduce al firmamento; No temas á la muerte, pues por ella Alcanza¡'ás el celestial asiento Que conquista en la tierra envilecida El que ejerciendo el bien perdió su vida.
» Ya de la eternidad la blanda brisa Refresca de la fiebre los ardores, Y dibuja t.u labio una sonrisa Porque oyes de otro mundo los rumores; Tu acrisolado espíritu divisa Del sol de la verdad á los fulgores,
- 49-
Esa mansión á la que en dulce anhelo En alas de la fe levanta el vuelo.
»No soy lo que imaginas; á tu lado Siempre como guardián de tu inocencia Los años de la vida que han pasado Velé sin que sintieras mi presencia; Con esta humana forma me .has hallado
Al tocar el final de la existencia, y hoy ambos hemos de partir cruzando Juntos la inmensidad, y á Dios buscando. »
y al decir esto , las terrestres galas
Se disipan cual nube pasajera, _ y un ángel aparece que las alas
Tiende y se lanza á la azulada esfera; Veloz se pierde en las etéreas salas, y el alma de su dulce compañera Libre rompiendo los mortales lazos Hasta el trono de Dios le súbe en brazos.
Las crónicas agregan, que la gente Miró sobre el hogar de Magdalena
- 50-
Ancha estela de luz resplandeciente Que iba á perderse en la extensión serena; En kes siglbs 'el pueblo 'indiferente Ha llegado á olvidar tan grata escena, Mas del Angel llamó desde aquel día A una c~ll e que existe todavía .
~r caHejón be! ~J1uerto
(TRADICIÓN)
Está el callejon de Alzures
Muy distante de la plaza, En barrio muy sosegado, Con vecinos que en prosapia
- 54-
Ni con los condes compiten Ni á los 'plebeyos se igualan. Que son de la clase media, Numerosa en Nueva España, Nobles, porque son honrados, y honrados, porque trabajan y viven allí tranquilos; Mas de repente se cambia Tan pacífica existencia En inquieta y agitada, Pues novedades ocurren Tan terribles como extrañas. No hay vecino que se atreva, Des que suena la plegaria, Por el callejón estrecho A salir ni á la ventana; Ni hay mujer que no encomiende A la Virgen pura y santa, Lo mismo al ausente esposo Que al hijo de sus entrañas; Ni chico que no se esconda A la primer campanada De las ocho, porque todos Dicen que penando un alma En la calle, noche á noche, De un extremo á otro pasa,.
- 55-
Los hombres, aunque procuran Hacer alarde de audacia, Se observa que todos ellos Temprano buscan su casa, y tanto el temor oprime y tanto cunde la alarma, Que poco á poco la calle Va quedando abandonada, Porque los vecinos todos A distante barrio marchan, Cansados de tantos sustos y huyendo de tales ansias; Porque si en la calle solo El muerto penando vaga, La noche menos prevista Penetra en cualquier estancia y nadie quiere encontrarse Con un muerto cara á cara. No han faltado los remedios Que en tales casos demanda La religión, y que el cura En aplicarles no tarda; Mas son en vano conjuros y responsos y plegarias Que noche con noche, el mu~rto, Al dar las ocho, y sin falta,
- úll -
Viene l'l) ndando la call e
Sin l'Ur:O,I' en las pi ada,' , y dando tales s uspil'os Que al mús vulient acobardan, Dijo q u i 'n lo vi ú , que es hom bl'c J e alta e 'tatul'a y I'az pCdida, Lal'go y la io el n gl'o pelo y muy espesa la bar'ba ; y que os tan lel'l'ible el br'illo Quo lJl'ota d ' sus mir'uda ' ; Que s bl'e su pecho alumbl'a Una CI'UZ de fili gl'ana Pendi nte d una cadena y cubi rtn. do o mer'ald ::\.'; y di cen que cuando al pu o Algui n ncu nka, n voz baja, Como qui n es do Otl'O mundo, Le dil'i go la palab l'a, Sin quo haya alguno logr'ado E cuchal' lo, pOI'que , rama Que ú cuanto' lo hun pI' tendido Faltal'on l'uol'za y calma ,
El Unt , quo s hombl'o cuol'do, Ti no ytL di cho on su pláti ca Quo si íL d s ubl'il' e 1I0ga Lo quo pI' l ndo aquella ánima
- 57 -
Que anda penando, es egu 1'0
Que quien lo descubra gana ,
1 0 1' tan cl'i ti ano 'e l~ vi ' io, '
Una indulg ' ncin plena l'i a ;
P OI'que .'ati s f'ec lr o el mu 1' 1.0
Anima y bar'f'io descansan , -
P or -so muchos intentan
Dar' cima ú mpf'e, a tan a l'd ua ,
Que va en ello el amor' pr'o pio
y la conciencia cr'i. -tiana ;
Pero unos que no se a tr'ev n
y otros que a l ll egar' desma yan,
El r'e 'ultado es que nacli e
El hondo mis lel'io a 'lar'a ,
y .' igue el muel'to penando,
Las vecinas a, u tacla' ,
Mintiendo valo l~ lo, hombres ,
y la ca,]1 solita ri a
Ostentando en lo, balcones
y en las pue l~ ta de la,' ca 'a,' ,
Como nuncio.' de abandono ,
Enor'mes cédulas blanca,
Que demandan inquilino,
Mas conseguido no alcanzan,
- 68-
11
En la casa más vistosa De aquel callejón estrecho, La que en sus puertas ostenta Macizos clavos de hierro, y rejas en las ventanas Todas pintadas de negro, Vi ve don Tristán Alzures , Hijo de Tristán el viejo, Mel'cadel' muy respetado Que murió dejando ejemplo De vivil' como cristiano y de esp il'ar como bueno, y que rué , según se dijo POI' los hombres de su tiempo, La providencia del barrio y el orgullo de su pueblo. Murió en edad avánzada, Dejó á Tristán de heredero, Dándole para la vida Sobre muy sabios consejos La casa en que él habitaba, Una tienda y muchos pesos.
- 59-
Para dar á sus virtudes Un tributo duradero, Se le puso á aquella calle Su nombre como recuerdo, Pues en ella largos años Vivió siempre satisfecho, y él levantó el edificio
Sobre un solar que por premio A sus muchas caridades
Le donó el Ayuntamiento. Don Tristán, como buen hijo , Hfzole costoso entierro, Más por el amor al padre Que mirando el testamento. Sino lujoso, sí digno Alzóse en el cementerio Monumento que guardara De aquel anciano los restos; y cumplidos sus deberes y tranquilo, amante y bueno, El hijo volvió á entregarse Al trabajo y al comercio. Pasaba Tristán el día En su tienda, que en el centro De la ciudad se encontraba, Yen la noche, á paso lento
- 60-
Al sonar las oraciones Volvía á casa , y satisfecho Se entregaba á la lectura De sus libros predilectos; Cenaba dando las ocho, Íbase á la cama luego, Tornando á la mi·sma vida Del sol al primer destello : y como nunca del barrio Tomó pa...te en los enredos, y le tenían sus criados 'Inq uebl'antable respeto, Pasaron muchas semanas Sin que supiera del muerto Que andaba á deshora en penas POI' aquel callejón mesmo. Pero una vez , un vecino Le refi r'ió todo el cuento, Mosü'ándose sorpl'endido De encontrarle tan ajeno De cosa ya tan sabida y hablada por todos ellos , No era don Tristán amigo De pendencias ni de duelos; Que si nunca fué ú buscarla.s No las rechazó en viniendo,
- 61-
Que tuvo el alma serena y era robusto de cuerpo. Aquella noche acostóse y no conciliaba el sueño
Que sin saber por qué causa Tanto le labró el suceso, Que la luz de la mañana Llegó á encontrarle despierto . Pasó el día cavilando, Cerró la tienda, y resuelto A hablar esa misma noche Con el misterioso espectro, Llegó á su casa, encerróse A rezar en su aposento, y ya cerca de las ocho Colgóse devoto al cuello Reliquias y escapularios Que protegieran su pecho, Si era cosa del demonio, y bajo su ferreruelo, Por si la mano del hombre Andaba en ese misterio, ,Púsose al cinto uria daga y un estoque de Toledo, y contra el diablo y el mundo Ya preparado y di spuesto,
- 62-
Abrió la puerta , y lanzóse POI' 'el call ejón desierto, En medio de las tinieblas
Sin prisa, pet'O sin miedo. Dos veces de aniba abajo Anduvo en busca del muerto, y ya á dudar comenzaba De la vel'dad del encuentro, Cuando entre las negras sombras Algo descubre más negro y siente toda su sangl'e Tornal'se de pronto en hielo, Vacilantes las I'odillas y erizado su cabello.
En tan terribles instantes, Haciendo viril esfuerzo,
A Dios llamando en su auxilio y empuiíando con denuedo El estoque, se adelanta Hasta llegar al espectl'o:
-En nombre de Dios, exclama, Te exijo que digas luego, Si eres alma de otro mundo, Cuál es en 'éste tu empeño. Lanzó el espectro un gemido Tan hondo y tan la timero
Vacilante las rodillas y erizado su cabello ...
- 63-
Que á pesar de su entereza Dió un paso atrás el mancebo; Pero volviendo el conjuro A repetir al momento, Torna el gemido á escucharse Más profundo y más intenso. Tres veces demanda el vivo y tres veces gime el muerto.
En fin, tras hondo sollozo, Que el ánimo más sereno En tal sitio y á tal hora
Pusieran congoja y miedo, Una voz extraña, hueca, Como brotando del centro De un se·pulcro, estas palabras Lentamente va diciendo: -¡Ay de tí, que en este larice Venistes buscando, ciego, Penas que tu mano propia Ha de sembrar en tu seno 1 Mas ya que Dios lo dispone, Acatemos su decreto; Lo que yo con llanto digo Escucha tú con respeto. Si abandonar otro mundo Me permite el Juez Eterno,
- 64-
Para volver á la tie l'1'a
Donde yo mis culpas peno,
Es porque aI.'dejar la vida y exhalar mi último aliento,
Llevé callado un delito,
Un gl'an pecado , que lejos De confesar cual debfa
Al sacerdote , guardélo, y aunque de culpas me lava
Profundo arrepentimien to,
Dios manda que para darle
Descanso á mi alma, pl' imero Vuelva al mundo, y que me acuse
y que se cumpla en mi cue.'po La terrible penitencia
Que debe ser el remedio P ara que mi alma sin mancha Pueda momr en el cielo.
Serénate y cobra fu erza
En este lance supremo, Que hay pruebas que Dios envfa P ara aquilatar el mérito : Esta noche cuando llegues
A tu casa , en el silencio,
Sin ser de nad ie observado,
Al fondo de tu aposento
- 65-
y á cuatro pasos del sitio
En donde tienes tu lecho , Al pié de la gran ventana, Tres varas cava en el suelo; Encontrarás una caja Pequeña y toda de hier¡'o, Recógela sin abrirla y llévala con secreto Mañana cuando amanezca -
Al Arzobispo, que un sueño Le ha de advertir esta noche La realidad del suceso; y díle que por tu boca Mándole decir que espero Que medite y que disponga, Que Dios le dará el acierto. Despareció la fantasma; Quedóse Tristán suspenso, Que es su padre aquel que pena Con angustia comprendiendo; y después de largo rato Quitóse humilde el sombrero, y alzando al cielo los ojos Clamó con débil acento : -Señor, que todo lo puedes, Resignado me sujeto
- 66 -
y acalo lu.' voluntades
Que Tú me dal'ás cons uelo!
y con paso me.' ul'ado
Tom 6 á s u casa el ma ncebo,
y in ha b! :1I' con ning un o
E:ncel'l'6se en .' u :'1 po, ento,
III
Mu y tempr'ano el Al'zobispo
A un ramili a r' inteJ'roga,
Si no ha venido ú buscud e
Con un bullo una pel'sona ,
El ramili a l' l I'e 'ponde
Que a penas I'ayó la a uJ'Ol'u
Pre enl6, e un caball el'o
Pidi<mdo :'I udi encia, y en oh'a
Sala aguard ándole queda,
-Dale nlr'ada s in demol'a,
Di ce el pl'e ludo, qu e ae:'lso
Scr(1 negocio que importa
Despacha ... cuando me bu 'ca
Ta n a ran oso ú de hOl'a ..
Fue ' el ramili aJ', y á poco
E:ntr6 Tl'i s tftn ', en qui en nota
- 67-
El Arzobispo señales
De turbación y congoja. Después de besar la mano Con actitud muy devota Al prelado, le presenta
El cofreci llo de tosca Consü'uc'ción que halló enterrado En el piso de su alcoba.
Toma el cofre el Al'zobispo, y con voz conmovedora, Los ojos alzando al cielo,
Deja escapar de su boca Estas palabras que indican No serIe ajena la hi storia : - ¡Qué mistel'ios tan pl'ofundos La Omnipotencia atesora,
Pues el eterno descanso Aquí de una alma se logra ! ¡ Dame, S erlOr, el acierto
PaI:acumplir con tus obras. y luego, volviendo el rostro
A Tristán á quien ahogan
Los suspiros, - Vé, le dice, A descansar; que á mí toca Resolver en ·este asunto, y vén mañana á esta hora
- G8
Para qll e drcil'tc pucda
Qué Ila df' hac ' 1', o y cn qué rOl'ma.
IV
A sola. on S il orator'i o
y ('n un silial , el pl'clado
Con ¡jl'ande at(1J1ciún contempla,
Tl' ni éndola entl'e su. manos,
La cnJa q 11 1' le hn, tndd
Oon Tl'i sl(ln ; mu cho ha bu. ado
I ~ I I's(:ond ido l'OSOl'to
Pa I':t Il,b l'i d a , prJ'O r n vano;
Ni go;mo ni (',c l'l'adura
Plledo hll 11 :11' , y dd tl'abaj o
Inúlil, r n quo Ita I)(' r'd iclo
Sin ('xil o hl'go I'alo,
1 o ob. lalll o su " I'an I'm.pofi o,
Comir n:m:t scnlil ' cansnncio.
Oispu('s lo á aplnzllI' In, C' mpl'c a
Vn á 10\lanll1l'.·(' , y cll l'gn.ndo.
Sobl '() el ('orl'(' 'illo ,,1 eur l'po
I':scur. lta pi l'II1ll01' C'x tl':uio
0 (' un I'l '. 0 1'11' Y \ 'p In. tapa
Abl'il' r d:índoll' pa o
- nu -
A 01.1'(l 1:01'1'(1 nn q 1I 0 ILIJIII'Cl ctJ
Un IHiq ';/l llIillo (l 1I1'o llado ,
1':1 A I '~, fl lli s p(l In 1.0111/\
Sin 1I f.! (¡fn IJl'll l'f.!I: di:! 1:" "'11,
y (;x fr:ndi (:rrrlr, l l : l;rt f.! f:¡'; lJid lt
y vi(:nrlo Ir) mlf: l'il/J !:Im'l'
Da pl'iOf:il'ifl (1 lIt II 'f:f.IJI'n
- 70-
Que ,así dice en su relato:
« Ex~ortoá quien encontrare
Aqueste oculto 'legaJo, Que á no ser santa pel'sona
Ni en Ó1'denes consagrado No prosiga en la lectul'a
Que es confesión de un cristiano; Mas si fuere sacerdote, Le ruego que sin I'eparo Siga leyendo y que pida A Jesús, que en el Calvario Dió su sangre por nosotros Librándonos del pecado,
Que me perdone la culpa Horrible que á decir paso
Ya que en la tielTa no quiero Revelarla, pues no hallo Capaz de que la perdone Ningún sacerdote humano. En México se me estima Por religioso y honrado, Y no es religión el crimen, Ni honradez tener la mano Bañada en sangre inocente Por hecho premeditado. Yo, Tristán' Lope de Alzures,
-71-
Solemnemente declaro Haber dado muerte aleve En mi casa, hará diez años, A mi amigo y compañero Fernán Gómez, propietario De ricas minas y haciendas . Que existen en Guanajuato. Sin avisar á ninguno Llegó á México Fernando, Buscóme, y díle hospedaje y lecho en mi mismo cuarto, Donde se llevó consigo En oro, caudal muy alto. Como nadie su llegada
Supo, pues con gran recato Cuidé de tenerla oculta
Ya por el crimen cegado, En aquella misma noche Le hice salir con engaño De mi casa, mas de modo Que lo vieran los criados: Después me salí á buscarle Por un pasillo excusad,o Y sin que nadie le viera Volví á llevarle á mi cuarto; Como la noche avanzaba,
· - 72-
Rendido por el cansancio Profundamente dormido Quedóse', y yo, ap"rovechando Aquel "sueño, levantéme En la oscuridad descalzo y á tientas pude asestarle Un golpe tan acertado Con mi puñal en el pecho Que muerto quedó en el acto. Como todos en mi casa Le vieron salir, pensaron Que en esa noche estaría En otra casa hospedado. Cargué yo con el cadáver Yen un lugar solitario Donde nunca los sirvientes Entraban, con sobresalto Cavé una profunda fosa, y el cadáver enterrado Volví á mi alcoba, y las huellas Del crimen deshice raudo, De tal manera que el lecho Quedó como por si acaso En altas horas venía Para acostarse Femando: Saqué luego de sus cofres
'"
- 73-
Oro en barras y acuñado y poniéndolo en mi caja Volví al lecho, y muy temprano Al entrarme el desayuno, Cual de costnmbre el criado, Preguntéle por mi amigo A quien esperando en vano Pasó la noche el portero. Ninguno sospechó el caso Ni nadie pensó en culparme, Que era mi nombre un amparo Contra toda conjetura; Corrido el tiempo, mandaron Inquirir el paradero Del difunto, practicando La justicia diligencias Que no dieron resultado. Tomé carta en las pesquisas,
\ Fingiendo pesar amargo, y esto fué parte á que el pueblo Me viera con más agrado. Borró el tiempo hasta el recuerdo De ese crimen, pero en vano, Que yo por más que lo intento No he conseguido olvidarlo, y aunque me encuentro resuelto
10
- 74-
A no decir el pecado Al confesor, aquí anhelo Ponerlo para descargo De mi conciencia, pues juzgo Que á Dios así lo declaro · y digo: que aquel cadáver Yace en el oscuro cuarto De mi casa, en el extremo Norte del segundo patio, Y quizá cuando se lea Este escrito , cual cristiano, Yo tendré mi sepultura En algún templo, y en tanto La víctima , que merece Ser enterrado en sagrado, Como el cuerpo de un hereje Yace en el suelo profano. Que Dios perdone mi culpa, Pues en contrición me abraso, Y que ta:mbién me perdone Si en este mundo la callo.»
- 75-
v
En el callejón de Alzures U na mañana serena Cuando la luz de la auror'a Pálida á brillar comienza, Los vecinos asombrados Se informan cuando despiertan De que al frente de la casa De don Tristán, con presteza Una horca están clavando y sin que saberse pueda Por qué motivo la clavan Ni á quién destinada sea; Van y vienen y se asoman Por ventanas y por puertas, y nada ,aclaran ni saben, Pues no consiguen respuesta De los que en ello trabajan y grande ignorancia muestran, Así se pasan tres horas Para los curiosos lentas; Transcurre más tiempo, y luego, Cuando ya las once suenan,
- 76-
Un religioso francisco
Hablando en voz alta llega, y ávidos de saber algo
Los más curiosos le cercan.
A las pI'imeras pl'eguntas, Como quien sólo desea
Tenel' motivo ó pretexto
Para referir', com ienza La ya conocida historia De Alzures, y luego agrega':
-Por altas disposiciones De quien sabio nos gobierna,
y con prudente consejo De los doctos de la Iglesia,
Se abri eron las sepulturas De los dos muertos , y en ellas Sabed que se han encontrado
Los cuel'pos, como s i apenas De dar el último aliento
Acabaran, y se ordena, Visto el patente milagro, Que el de Alzures se s uspenda
En la horca levantada Para cumplir la sentencia En la casa de esta calle Que su mismo nombre lleva,
I
- 77-
y para ejemplo de todos Por tres horas permanezca
Para que el justo castigo El pueblo asombrado vea: El cadáver de Fernando, Para que reposo tenga, En sagrado se traslada A un cementerio en que pueda Alzársele un monumento Que pagará el albacea ,
Del culpable con los fondos Que forman su propia herencia. Calló el fraile, y á ese tiempo Confuso el tropel se acerca De gentes de la justicia y de clérigos qUA llegan Cercando un grupo que en hombros Conduce una caja negra. Al pié mismo de la horca El verdugo se apodera Del cuerpo que viene dentro De aquel cajón y rodea Con tosca soga su cuello, Tira después y le eleva, y en medio de un gran silencio, Que el alma oprime y aterra,
- 78-
Del patíbulo colgado
Rfgido se balancea;
Alumb~'a el 01 en s u pecho
Pendiente de una cadena
Una CI' UZ de filigrana
Con esmeraldas cubierta,
J oyel en que lo vecinos
Reconocen con sorpresa
Al muerto que por las noches
En la call e andaba en pena.
Tres horas en el supli cio
La gent ú Alzul'es contempla,
Vienen de pué alguaciles
Que le baj an y le llevan,
y con el muerto la horca,
y todo cual antes queda.
VI
De de aquell a misma noche
No volvim·on los vecinos
A mira l' aparicione
Ni á escucha r tri ·le gemidos,
y de don Tr·istán ·e ·abe
Que entrando á lo ejel'cicio
- 79-
Salió de allí tan resuelto A cam biar vida y destino, Que el hábito religioso Tomó luego en San Francisco Toda su fortuna dando Para el culto al Arzobispo, y el callejón desde entonces Del Muerto, llamarle quiso El vulgo, y desde ese día Conserva ese nombre mismo.
11
2a mujer ~erraba
LEYENDA DE LA CALLE DE LA PUERTA FALSA
DE SANTO DOMINGO
Ya, buen lector, me imagino ( Lo que, con mi actual leyenda, Vas á pensar, sospechando Que doy crédito á consejas; Mas debo de p¡'evenirte
- 84-
Que si para tí no es cierta, Autor'es muy respetables La consignan y comentan y ha salido en los sermones y se ha escuchado en la iglesia;
Que asf Fr'ancisco Sedano
Con gran seriedad lo cuenta En libr'o á que dió prefacio El señor Icazbalceta , y que se imprimió en el año Mil ochocientos ochenta, 1
Aclare el libro tus dudas,
Dándote nom bres y fechas y si buscar'lo no quieres
Por capricho ó negligencia , Escucha y estáme atento Que la relación comienza,
Un cl6r'igo, no muy viejo (Con su medio s iglo á cuestas)
I N oticias de Mémicfl J recogidos por don Francisco Sedano , vecino de es to ciudad desde el año de 1756. Coordinados. escritas de nuevo y puestus en ord en alfabético en 1800. - Prim ero impresión con un prólogo del señor do n Jooquln Gorc(a Icozbnlceto y con notos y upéndices del presbltero V. de P. A. - Edi ción de La Vo; de M¿mic:o. - México. Imprenta de J. R. Borbedillo.Escolerillos, 21.-!880.-Tomo 1, pág. ~78.
-o- 85 -
Vivió en México, en la calle Que llamamos de la Puerta Falsa de Santo Domingo, En mil seiscientos setenta. A los ataques rendido De la natural flaqueza, El clérigo empecatado Buscóse una compañera,
. y aunque el prelado se enfada y la gente le moteja, Él, á todo indiferente, En su culpa persevera, Que todos en este mundo Tienen su parte en la herencia Que el padre Adán ha dejado Por condescender con Eva.
Un herrador, grande amigo Del clérigo , y según cuentan, Cristiano viejo y honrado Como los quiere la Iglesia, Constantemente apuraba Su magín en conferencias, Demostrando al sacerdote Lo torcido de su senda,
- 86-
El escándcJJo del pueblo, y cuán espantosas penas Al que sus votos quebranta Guarda ia justicia eterna; Pero, ~qué valen sermones Tratándose de las hembras? ~Ni qué pueden los consejos Cuando el amor se atraviesa? Nada el herrador obtuvo, Porque el clérigo se empeña, y ni razones atiende Ni se ciñe á moralejas, Que así son estos achaques Cuando Dios no los remedia.
En calle á. que dieron nombre Las Rejas de Baloanera, Tuvo el herrador su casa 1
y en ella banco y hacienda,
t Dice Sedano, en lo obro. y página citadas: « En la calle de 108 Rejos de Balva Dera, bojos de la Universidad, boy uno caso de vecindad I que en el dCo cslo. del número 5, que antiguamente S8 llamaba la Coso del Pujabonte, y ten(o sobre la puerto I esculpido en la cnnterlo , un pujobonte y tenazos cruzados que yo vi varios veces, y S8 decia ser memoria de haber sucedido. nlH este CD80, porque 0.111 viv'o. el herrador. Después se compuso la caso, se le di6 otra (ormo y se borró el pujobonte y tenozas. ~
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Que fué de aquellos que ganan A medida que más hierran. Una' noche , ya muy noche, Oyó llamar á la puerta Con golpes descomunales Que á los vecinos alteran. Acude á abril' receloso, Figurándose que llegan Familiares que le busquen 6 alguacill;ls que le prendan. -l,Quién llama? espantado grita, y por única respuesta Vuelven á dar fieros golpes Que más su ánimo consternan. Abre por fin, tembloroso, y frente á frente se encuentra
Con dos negros que aparecen Llevando una mula negra. Dícenle, que un sacerdote Tiene que salir á fuera En cuanto despunte el alba, y con gran empeño ruegan Que hierros ponga á su mula Con la mayor diligencia.
"I'!@~
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Tal encargo en tales horas Tanto al herrador molesta Que á no ·ser. su grande amigo El clérigo , no lo hiciera. Per'o el cariño lo impulsa ; Al banco la mula acerca, Los fuelles mueve deprisa , Las herraduras caldea, y lo. clavos y el martillo y las tenazas apresta .
Da , en breve , cima al trabajo, Herrada la mula queda, Y al recibir'la los negros Tan duros golpes le asestan Que el herrador indignado Reprende tanta fi ereza y queda á solas diciendo : - Esa gente sin conciencia Se ha imaginado sin duda Que son esclavos las bestias .
A la mañana siguiente Muy temprano, cuando apenas
12
L'
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Los rayos del sol asoman Entre celajes y nieblas?
- / '
- -- - ( ) - --------~-- "-- ---
Marcha el herrador ligero y ansioso, por ver si acierta A hablar con el sacerdote Antes que su viaje emprenda. Llega á la casa y pl'egunta, y -sabe que á pierna suelta Duerme el clérigo tranquilo y no ve á nadie que sepa Del viaje ni del encargo. Sube veloz la escalera, y corr¡o tal confianza Goza allí, pasa y despierta A su amigo, y sin ambajes Toda la historia le cuenta.
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Soltando una cal'cajada, El clérigo le cont(ilsta:
-Ni yo he pensado en tal viaje, Ni tengo tal mula negra, Ni negros para la mula, Ni causo negras molestias ; Todo ello ha sido una broma Que en este instante festeja Algún pfcaro, que quiso Herl'ar su mula á mi cuenta ; Voy á contárselo á Juana, y porq ue más le di vierta
Venid conmigo , y veréis Cuánto rre .á costa vuestra.
Pasan juntos á la alcoba, A Juana dormida encuentran, Quiere el padre despertarla,
Le habla y no alcanza respuesta; Parece que ti ene un sueño P esado como una piedra; La mueve y sigue insensible; Toca su fl'en te , está yerta; Blancas están sus mejillas;
Su rosü'o como de cera;
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Rígidos sus miem bros todos; ¡Qué pavor! ¡Juana está muerta!
Con miedo el padre le toma Una mano, se la observa Llena de sangre, y advierte Que tiene clavada en ella Una herradura; ¡qué espa-nto! y con horrible sorpresa Am bos piés y la otra mano Herrados también contempla. Queda el padre absorto, mudo; Su amigo entonces se acerca y siente tornarse en hielo Toda la sangre en sus venas, y quiere hablar y no puede Mover de susto la lengua, Pues los hierros reconoce Que puso á la mula negra.
Llamados para tal lance Muy pronto á la casa llegan 1
t Dice Sedan o en la obra citada (página 28t. tomo 1): cEo la calle de la Puerta Falsa de Santo Domingo, que antiguamente
TI"::; 1',dil-lilJ:;'¡R muy gl':.t.VfJH
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y /"lOln'fi IIL oRpn. lrln, impr:eRn,H
lTonrlll.R sO línloH do gIJI pOH
Qll n ImUIR dn mOl'i,' lo dinl'lLlI ,
U' I/"lI"lfJ/"l du 1n.I'gIlH oxol'dillR
y 1'ldl ox ionllR muy AtJ l'iu,R,
y oi lnA dn Sanl.oR Pl1dl'I'/"l ,
y I.l lo lngilJliB /"lo nl.oncinH;
ConviniOi 'on do !\OnRUllIl,
Qlln ÜO/"ln I.n,n oR lupondn.
I':/"l Cn.Rl.igo cnnquo qUiHO
I.n, Divlnn. P ,'ov id onoil1
IUIIIII ull III Ú. II O IInll II f\O f]lIill , on frento du 111 tliohu PII IJ!' t,U It' n hlll , huldu linfa (I ¡U:Ht vioJu. slImi rln, 'lile hO~l Alil,l\ roo(lifl fl Uc!fl y 8S 'n n!hnoNl n, Oll da lu mu (lijl! IIn I'HlJ al.O mlly noll (1I080 y nmlgo do On n flil!' YUI' no1.l niu8 unl,it{IIH8, 'lil e vi vln el 80le8 11181.Ioo en I\On1pll l'tl lI dí' In muJoI'. y qll o en olln BUflod l.\ el 01180 y qllo nllf In 111111111'011 , r~1l mll~' 110gnlfll' qllo 081,11 rUOl'U In íH\flH, pll 8a 80 l'o Oe''O on In ,,¡(In (101 ¡1f1 rh'o Vl rln) I 61'11 (\Í.lI'(l(\Iln 1\ In Plll' r 0'lu ln do t::i llnln (lnhll'inu y filiO pfW oao oO IlI'l'ieron ni (11"'11 0,'1,1. , ptH'" quu nomo 11'\""000 (11 01'11 "'H ~ U ¡J o 1" 1'] 11 6 í:lO hnhln (lo Ilf\Oor on el ouao, '
I RI (1001,01' don li"'1I1\ I118110 A l\t,onl o O I\ t.I ~ I (\I 11'R do lo pnrro(11I1n de Sn nl j) Cn llllllulI , el plHh'e Jnal\ Vlclnl (le In r.om¡-H\ntll do J tlH lh~ y IIn 1'01lg101:l0 f\ RI'melilu . Oh l'lI oilll(ln , lomo 1, P¡\¡;r , 280.
- \15-
Dar' ejemplo á pecadores
Que nece itan onmienda,
y quo á la mfsol'a Juana
Dios convir't.ió en mula nogra,
y la entr'egó á dos domonios
Condenándola ú la pena
De quo la horra\'an en vida
y la despr'eciar'an muer't.a ,
Que mujel' que muel'o htll'l'ada
Tiene condición de best.i a,
y pOI' tanto sepultu\'a
En sagl'ado Se le niega ,
y pOI' fin, que s iendo el caso
De escándalo y de conciencia,
Ninguno do lo pr'esent.es
A descubl' il'lo se aü'eva,
Entel'1'<i ndoso el cadúvel'
Dentl'o do la casa mesma,
Asf lo hi ciel'on al punto,
y aq uí el nUl' l'adol' agl'ega
Que el cl6l' igo, al'¡'epcntido,
Huyó ú oculta l' s u vcr'güonza,
y uno de lo circunstantes
Quedó con tan honda huella
- 96-~
Que siendo clérig~ y cura Entró á monástica regla 1
y que cien años más tarde Predicando en La Profesa, Citó el caso un religioso Como ejemplo en la cuaresma. 2
Cuando ya de boca en boca Pasó historia tan tremenda, El pueblo tomó por cierto, y lo toma hasta la fecha, Que mujer que á sacerdote Caricias de amor acepta, La convierte el diablo en mula En otra vida ó en esta.
Hace del sermón un siglo, y escribo yo esta leyenda,
I Obra citada, lomo 1, página 280. Dice SedaDo: e El doctor Ortiz. cura de Santa Calorina, andaba movido interiormente ti entrar en religión, y con este caso acabó ae resolverse y entró en la Compañfa de Jesús. donde vivió basta la edad de 84 afios, y rué muy estimado por sus virtudes, y referfa este caso con asombro.»
2 eYo se lo of predicar á un religioso jesuita en la casa proe
fe~a. en uno de los ejemplos de las noches de cuaresma, por el . afio de 1760 .• Sedan o, página 280.
13
- 97-
Como el c'f,rioso Parlante, Diciendo de todas veras: A riesgo de que el lector Clásicamente se duerma.
~! 2!ano be! ~tafi!o
Por una extensa llanura
Cubierta de pedregales, Entre secos matorrales
Sin arbustos ni verdura,
~ Cuando ya declina el día
y triste el sanate canta,
'~-'
- 102-
y la luna se levanta Tras la agreste serranía,
Paso á paso y fatigados, Un grupo de guerri ller.os, Por los tendidos senderos En el llano dibujados,
Llegando van sin temores y como á paraje amigo, Buscando el humilde abrigo De un rancho de labradores:
Muestra el que mandando viene Seriales de hombre resuelto, Porque gallardo y esbelto En su caballo se ti ene.
Bordado con oro y plata Tendido sombrero ostenta , Que cuadra á su polvorienta y ancha blusa de escar·lata.
La pistola en la cintura Con la canana ceñida , La calzonera prendida
Muestra el que mandando viene Se6aJes de hombre resuelto ...
1-,------------ 103 -
Con rica botonadura.
De colores matizado Lleva el zarape vistoso y el duro fuste lujoso Con hierro y plata incrustado..
Flota el ancho vaquerillo . y entre su lacia guedeja Lanza la argentada teja De la montura, su brillo .
y cuando el aire de lleno Envuelve al corcel pujante, Deja en su crin ondulante La espuma que roba al freno.
y se escucha acompasado De los caballos el trote, y alguna vez un azote O el canto de algún soldado;
y flotan como las olas Por los vientos agitadas En las lanzas elevadas Las rojizas banderolas.
- 104-
De polvo tendida nube
Va quedando como estela Que al'soplo del viento vuela y se arremolina y sube.
Alegre el cOI'cel relincha, Que el rancho vecino otea, y ufano caracolea
Haciendo crujir la cincha.
y contestan, repetidos
POI' la llanura desierta , Desde la rústi ca puerta, De los perros los ladridos.
y con rostros placenteros Los moradores curiosos, Se adelantan afanosos
Por ver á los guerrilleros.
Suena el clarín, y al momento
Aquella gente que viene, Ant.e el rancho se detiene
Para recobrar aliento;
Como huéspedes amables
- 105-
Agrúpanse los soldados, Arrastrando descuidados Sobre las piedras, los sables.
Suena la tosca montura Cuando tras ruta tan larga El caballo ya sin carga Se sacude con holgura.
Comienza de las hogueras A reflejarse la lumbre En la pajiza techumbre Cubierta de enredaderas;
y con trovas de quebranto y de cariño y de lucha, De los soldados se escucha El melancólico canto.
y así entre gozo y tristeza Por fin el rumor se apaga y ya sólo el viento vaga Gimiendo entre la maleza.
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-- l 06 --
II
Está durmiendo la gente S in zozobra ni recelo, y pOI' la mi tad del cielo
C.'uza la luna esplendente .
El jefe , que s iempre aler-ta Las noches en claro pasa, Con el dueño de la casa Está charlando en la puerta .
y en un silencio profundo
En esa noche tan pUl'a , Hundida está la llanura Como s i dUl'miel'a el mundo.
Mas de .'epente del llano El 'ilencio majestoso
Lo pertul'ba un espantoso E inmenso rumor lejano .
Cl'uj e en la extensa pradera Todo el suelo conmovido ,
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- 107 -
Por el duro casco herido De un corcel á la carrera.
y se acerca á cada instante Tan raudo y precipitado, Cual va desencadenado El huracán resonante.
- i El enemigo que viene! Dice inquieto el guerrillero; Quiere alzarse, y el ranchero Por un brazo le detiene.
-No se atemorice tanto, Yo bien sé lo que le digo; Ese no es el enemigo, Tenga calma, es el espanto.
y el soldado en tal momento Puede ver frente á la casa Rápido corcel que pasa Más veloz que el pensamiento,
Destrozando los zarzales, Arrollando troncos' y hojas, y envolviendo en chispas rojas
- 108-
Los quebrados pedernales,
Al fin se pierde ligero Entre peñas encrespadas Do no arriesgan· sus pisadas El ciervo ni el lobo fiero.
- 1 Dios nos valga! con devota Expresión, dijo el soldado, Me he visto más espantado Que al salir de una derrota.
-No juzgue que le reproche Su miedo, el otro contesta, Lo que ha visto es una fiesta Que tengo noche con noche.
Mas como nunca perjuicio Nos causa tal accidente, Aquí ya lo ve la gente Con gran calma y mucho juicio;
y para que haga memoria De esta mi pobre posada, Mientras llega la alborada, Voy á ·contarle una historia.
l
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- 109 -
y al repetir este cuento A la luz de las hogueras, Hará tal vez más ligeras Las noches del campamento.
III
« Este llano eriazo y triste, Sin ranchos y sin caminos, y que tan sólo de espinos y pedernales se viste,
En donde no cruza un río Ni crecen pintadas flores, Ni pájaros cantadores Alegran en el estío,
Donde sólo entre las quiebras Sale triste y repetido El repugnante silbido De ponzoñosas culebras,
Este llano de que os hablo y que tenéis á la vista, Allá desde la Conquista
- llO-
Se llama el Llano del Diablo.
Que hay razón para tal nombre, Siempre al diablo se le aplica Lo que no entiende ni explica El pensamiento del hombre.
Narran que en mejores días Bajo un cielo azul, sereno, Ese campo estaba lleno De colores y armonías.
En bosques de limoneros Saludaban entre aromas, A la aurora las palomas y á la luna los jilgueros.
Mientras cruzaba violenta La garza entre la espadaña, Bajaba de la montaña De ciervos tropa sedienta.
Sobre las flores bermejas De pitayas olorosas Temblaban las mariposas y zumbaban las abejas,
- 111-
Los arroyos murmurando Llegaban de las colinas, Con sus olas cristalinas Tranquilos lagos formando .
y entre las verdes papayas y las palmas cimbradoras Volaban las gritadoras Bandadas de guacamayas,
y los loros repetían Ocultos en los ramfl.jes Ecos y cantos salvajes Que en los bosques aprendían;
Pero una vez, aquí vino A establecer su morada Una pareja , guiada Por la mano del destino.
El hombre, casi un anciano; La mujer, niña hechicera, De su dulce primavera Mostraba el vigor lozano.
El padre, adusto y severo;
- 112-
Ella, jovial y obediente; Negros ojos, blanca frente, Talle erguido y pié ligero.
Llegaron sin compañía, y por cierto el vulgo pasa Que el anciano alzó su casa Por obra de hechicería.
Sin pastores ni sirvientes , Sin temer del tigre daños , Se vieron aquí rebaños Ricos , mansos y obedientes.
Aquí la casa se alzaba, Acotando sus linderos Un bosque de cocoteros Que fresca sombra le daba.
En los naranjos tupidos y en las sensibles mimosas, Calandrias y chuparosas Colgaban sus blandos nidos.
Aquí pasaba un arroyo, y sus ondas recogían
- 113-
Las hojas que desprendían Las flores del chirimoyo.
y los que miráis horrores
Del llano árido y desierto, Fueron entonces concierto
De ondas, luz, aves y flores,
Mas era tan dado el viejo A diab6licas quimeras
Que con brujas y hechiceras
, Estaba siempre en consejo.
y da el pueblo testimonio
De que en noches de tormenta ,
Aquí juntaba sangrienta Toda su corte el demonio .
y jamás en noches tales Nadie audaz osó acercarse Temeroso de encontrarse Con brujas y con nahuales.
Porque contaban que luego Por el llano rebotando Iban las brujas volando
1"
- 114-
Como unos globos de fuego
y las fieras espantadas
Hacia las cuevas huían Cuando á lo lejos· oían
Infernales carcajadas,
Con extraño clamoreo
Entre las tinieblas densas Pasaban turbas inmensas
Con pere.z"oso aleteo,
Se escuchaban tras las hojas
De los altos CQ"coteros, Hondos gritos lastimeros, Alzándose llamas rojas,
Pues, según cuentan, hacían Sacrificios repetidos Cori niños recién nacidos Que aquí las brujas traían.
Así el viejo muchos años Pasó en estas soledades,
Dando vuelo á sus maldades Con manejos tan extraños ..
- 115-
Mas dicen, que la doncella
Fué tan pura y tan cristiana, Que la legión inhumana
No pudo jamás con ella.
y huyendo de noche y día
De caterva tan inmunda,
Doblegóse á una profunda y tenaz melancolía .
y era tanta su belleza
Que cuanto más la ocultaba, Más sus gracias pregonaba Su arrogante gentileza.
y encadenado y sumiso
Por rostro tan soberano Presa de su amor liviano
Hacerla el demonio quiso.
El viejo, que del demonio Iba el capricho acatando, Convino en aquel nefando Diabólico matrimonio.
y pues al diablo acomoda,
- 116-
El lugar y tiempo fija, Para entregar á su hija En tan sacrflega boda.
y va s intiendo ·en sí mismo
Que su orgullo se concentra,
Pues ya tan cerca se encuentra Del monarca del abismo,
Que no hay nada que le asombre Si por tal camino avanza, y mayor poder alcanza Que ha tenido ningún hombre.
Mas de su hija á la inocencia Todo el misterio ocultaba, Sabiendo que no contaba En esto, con su obediencia.
Contento ya con el yerno, Si la dama resistía
P ara vencerla tendría, Todo el poder del infierno.
- 111-
IV
Con pompa infernal se apresta
En noche triste y oscura be Satán la corte impura Para celebrar la fiesta.
Desde la elevada sierra Negros fantasmas bajaban,
Terribles otros brotaban De los antros de la tierra.
Alzan grita los nahuales
Al ver que duendes y brujas Retozan en las agujas Que limitan los corrales.
y con asquerosas alas De murciélagos gigantes Los dragones repugnantes Lucen sus feroces galas.
Gruñen, silban, rujen ', gritan Espantosas alimañas
- 118-
Que en nube, de las montañas Al llano s~ precipitan.
Tan grande el rum~r se extiende y á regiones tan distantes Que á sus quietos habitantes Despierta, aturde y sorprende.
Rumor del viento que zumba, Que los peñascos desgaja, y los árboles descuaja Del monte que se derrumba.
La joven en su retiro, Débil, tiembla y no se atreve A entregar al aire leve Ni una queja, ni un suspiro.
La asusta el rumor de afuera, y oprime contra su pecho La cruz humilde que ha hecho Con hojas de una palmera.
De pronto escucha el crujido De la puerta, y espantada Se siente luego arrastrada
- 122-
y cuando ya sin consuelo Medita que le da alcan~e, y no tiene en aquel trance Más esperanza que el cielo,
Un corcel rápido llega Que ante sus plantas se humilla, Salta la dama á la silla Yen manos de Dios se ent.rega.
Como estrella luminosa Que atraviesa el horizonte, Cruza el llano y salva el monte En marcha vertiginosa.
y con feroces aullidos Que espantan á la doncella, Veloces vuelan tras ella Los monstruos enfurecidos.
Terrible, espantoso, inmenso, En los espacios retruena Un rayo que el campo llena De rojo fulgor intenso,
y se abren las claras fuentes
Al oir 01 nombro to onto ...
16
- 121 -
Por brazo des·conocido.
Yal mirarse en esa hora Entre la turba precita,
Besando la cruz bendita
El nombre de Dios implora.
Al oir el nombre santo
Que de aq uellos labios brota, La legión, que se alborota, Retrocede con espanto.
y nadie acercarse intenta
Mientras empuña en su mano El símbolo soberano
Que la escuda y que la alienta.
Ella cobra la esperanza;
Mas á poco desfallece Cuando su padre aparece
A impulsos de una venganza.
Ell~ vuela á la llanura;
La sigue el viejo impaciente; y la niña dulcemente
Reza á Dios con alma pura.
Un corcel rápido llega Que ante sus plantas se humilla . .
- 1~3 -
Del cielo que se desata En tremenda catarata De piedras incandescentes.
Las infel'llales legiones Vencidas y amedrentadas Huyen lanzando irritadas Blasfemias y maldiciones.
Como de santo exorcismo Por la virtud humillado, Huye Satán aterrado A ocultarse en el abismo.
y al lucir el nuevo día Llano, arroyos, casa y huerto, Eran el triste desierto Que miramos todavía.
y refieren que, brillando En México la alborada, En un templo arrodillada Vieron á la niña orando.
Sólo por milagro pudo Ir á tan lejano templo
- 124 -
Tan pI'onto, P 1'0 e ejemplo
Que yo no afh 'mo ni dudo. »
Calla e l I'anchel'o, y la diana
Del c1m'rn , á la g uerrill a
Le vanta, pOl'que ya brilla
La tre lla de la il1Uflana.
Li s ta ' la ca ba lgad ura
Monta n , y van d filand o
Refi ri ndo y e purando
Goce , pena y aventu ra'.
POI' de la nte, el j fe ufa no,
Va, inclinada la cab za ,
Mira ndo 'on xtl'a ii za
Las n g l'a ' pi dm d I ll ano.
~a 2Iorona
Como popular conseja, Por más de doscientos años Con misterio referida y escuchada con espanto, La historia de la llorona
Por tradición ha pasado De los padres á los hijos y de los propios á extraños. Hubo tiempo en que ninguno Puso en duda el triste caso, y aunque de diverso modo
- 123 -
Los curiosos lo narraron, Todos estaban confo·rmes
En convenir que sonando En Catedl'al media noche, Desde el más di stante barrio
De la ci udad, recorría
En CUl'SO veloz y vago, De un extremo al otr'o extremo
De la gal'ita á palacio, Una mujer misteriosa, Vestida siempre de blanco,
Un alma en pena , sujeta P or sus enormes pecados A seguil' en este mundo Verti endo á gritos súllanto.
Contaban que aquel espectro Deteniendo el raudo paso Lanzaba un grito , un gemido
Tan hondo , que el más osado No le escuchó sin que en tierra
Cayera de a li ento falto. De la noche en el silencio, Como un eco funerario,
Se dila taba ese grito
De la ciudad pOI' los ámbitos, y mil veces los que en vela
17
- 129-
Por el placer ó el cuidado,
Después de .sonar las doce
La aguda queja escucharon, Santiguábanse devotos y alguna ol'ación ó un salmo.
Rezaban para aquella alma y por su eterno descanso .
Quien juraba habú la visto Cruzar veloz pOI' el atrio
De la Seo, á igual hora
Que otro la vió en San P ablo;
y quien que perdió el sentido Refería contmbado, Porque oyó el grito terrible Tan distinto y tan cercano,
Que el ropaje del espectro ' Rozó crujiendo su brazo . i Qué refl exiones tan hondas, Qué diversos comentarios ,
Qué sesudos pareceres, Qué juicios tan encontrados Hacían en los corri llos Niños, jóvenes y ancianos!
Tiempos felices aquellos Siempre llenos de milagros , Siempre en comercio directo
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- 130-
Con alguno de los santos. Siempre viendo apariciones De ánimas que andan penando y que dan mucho dinero De algunas misas en cambio. Pactos escritos con sangre En que se 'obligaba al di!).blo, A trueque de darle un alma
(Que era suya de antemano) A dar al nuevo devoto Ya la dama, como á Fausto, Ya poder, como á Roberto, Ó ya, como á san Cipriano, Los secretos de la magia Y la clave de los astros. Todo eso en aqueste siglo, Cuyo término contamos, No pasa de una conseja Que apenas en el teatro Resalta si se presenta Fray obediente forzado. Pero ya de reflexiones Los lectores no harán caso, Y á fe que razón les sobra Que el prólogo está muy largo, Y es fuerza entrar en materia
- 131 -
Refiriendo lo que antaño Acerca de La Llorona, Oyeron tontos y sabios, y el lector tenga paciencia Que está de fe perdonado, Pues basta que se divierta Aunque declare que es falso.
II
Esbelta como el palmero Que en las orillas del lago Se columpia al leve impulso De los céfiros de mayo; Blanca como la azucena Cuyo cáliz de alabastro, Con oro y púrpura vela La lumbre del sol de ocaso; Con ojos negros y ardientes, Con el cabello rizado Que baja en revueltas ondas Sobre unos hombros de mármol; Con labios rojos y frescos Como flores de granado, Luciendo como diadema, Sobre todos sus encantos,
- 13l -
El poderoso atracti vo
De los Juveniles años: Tal es Luisa, la hechicera, Que en un rincón apartado
De callejuela sombrfa, En pobre y oscuro cuarto,
Vive llena de contento y sin temer los engaños
Del mundo que siempre ha sido Para las hermosas, daño .
La fama de su belleza Se va ve loz dilatando Desde la clase más pobre
Hasta los pl'óceres altos.
No hay galán que no procure Ya de frente, ya al soslayo, Mirar el rostro hechicero De aquel arcángel humano. La desierta callej uela, Que antes infundiera espanto, Se llena de rondadores En las noches, y no es raro Escuchar trovas y endechas De galán apasionado
Que siempre acaban con riña
Y cuchilladas y escándalo,
- 133-
Que sobre las piedras deja Memoria, en sangrientos rastros.
P ero la puerta de Luisa,
Cual lápida dé un osario,
Cerrada siempre aparece ;
Ni siq uiera' rumor vago Tras ella la gente escucha, Ni de luz un leve rayo
Denuncia entre las rendijas Que alguien habita en el cuarto.
III
Al fonoo de la calleja
Hay sobre el muro un retablo,
y un farolillo que cuelga P enosamente alumbrando, A costa de algún devoto, La tosca imagen de un santo.
En largas y oscuras noches Cuando el barrio sosegado N o escucha de los galanes Ni la música ni el canto; Cuando está la calle sola y el viento corre silbando y se ocultan las estrellas,
- 134-
Y en el triste campanario Las lechuzas agoreras Callan, sintiendo azotados Por la monótona lluvia Los negr'os muros del claustro ; Entonces , entre el silencio, Se "escuchaban unos pasos Como de alguien que venía Con misterioso recato; y al mismo tiempo la puerta De Luisa, con gran cuidado y poco á poco , se abría, y una mujer con un manto Cubierta , de allfsaliendo Iba hasta al pié del retablo , Do á la luz del farolillo Estaba un doncel gallardo ; y juntos los dos pasaban Las horas , término dando A la cita, antes que el alba Dejara asomar sus rayos,
IV
Una mañana, la gente Que madruga con el gallo,
- 135 -
Comenzó á dar la noticia A los vecinos del barrio, Que á su vez de puerta en puerta Repitiéronla asombrados, De que Luisa aquella noche, Por un accidente extraño, Se había perdido, y estaban Ambas puertas de su cuarto Abiertas, y dando indicio, No de robo ni de asalto, Sino de pensada fuga y de convenido rapto . En México la noticia Corrió veloz como el rayo, Dándole más proporciones Mil diversos comentarios. Todos, para no ver nada, Iban siquiera de paso A la mísera calleja Motivo de tal escándalo. Quien se acercaba á la puerta, Quien se fijaba en el santo, Para que le diera nuevas Como testigo del caso. No faltó quien se atreviera A explicar sin gran trabajo
- 136 -
El desconocido lance Haciéndose en ello práctico . También Utulos y nombl'es De condes y mayorazgos En boca de los cUl'i oso Se escuchaban por lo bajo. y hasta' hubo algún atl'evido Que sin mosü'al' embarazo Nombl'e dijo de culpable Que pudo haberle costado 6 salil' á la picota 6 l'ecibir sobre un asno Cuando menos b'es arrobas De azotes por' temel'ario. Al fin, á las malas lenguas Refl'enó el ti empo , que plazo Tienen las murmuraciones Cual todo lo que es humano. En la ci udad, poco á poco , La gente se fué olvidando De la hel'mosul'a de Luisa, De su galán ignorado, De trovas y serenatas , De cuchilladas y rapto. y vol vió la trecha calle Como en los tiempos de antaflO,
18
- 137 -
A estar triste y en silencio
Sin concurrencia ni escándalo, y sin más luz en las noches
Que el farolillo del santo.
v
j Qué dulce pasa la vida Del amor bajo el amparo ! j Qué ligeros van los días!
i Qué fugaces van los años ! Cuéntanse apenas las horas Cuando faltan los halagos No queriendo detenerlas
Sino acelerar su paso; P ara el que vive en amores Ni hay memoria del pasado, Ni en lo porvenir hay sombras ,
Ni hay en el presente engaüo; El alma se reconcentra, y ni el tiempo ni el espacio
Tienen más que un solo punto En el que fij a su encanto. Ran transcurrido veloces De nuestra historia seis años ,
- 138-
Desde que México supo Que de un amor ig.norado ,
Cediendo sin duda alguna A impulso terrible y mágico, La bella Luisa una noche
Despareció de su barrio. Mas lo que ninguno supo
Aquí á descubrirlo vamos , Que el tiempo todo descubre, y él puso el misterio en clal·o.
Era el amante de Luisa
Un mancebo muy bizarro, DisCt'eto , de nobles prendas , De opulenta casa vástago;
Con tt'einta abriles cumplidos ; Gastador , vali ente y franco. Llamábase el tal mancebo
Don Nuño de Montes- Claros ; De estatura cOt'pulenta y de gl~andes ojos garzos.
P recavido en sus intentos Dió cima á su amOl' bastar'do Escondiendo aquel tesoro De gracia , en sitio apartado, y allí fOl'm ó el tiem o nido
Que el mundo buscaba en vano.
- 139-
Luisa fué madre tres veces, y bajo su dulce amparo Crecían aquellos niños
Siendo su constante halago. Rubios como las espigas
Que el viento mueve en el campo Cuando del sol del otoño
Las dora el ardiente rayo; Luisa en el fondo del alma, Cual de ponzoñoso dardo, Iba sintiendo una herida
Que ya tornaba en amargo
Su existir antes tranquilo, Su amor, antes sosegado. Aquella pasiÓn ardiente, Aquel anhelo, aquel ávido
Empeño conque mostraba Su intenso amor Montes-Claros,
Poco á poco, sin que Luisa Diera lugar á tal cambio, Sin que tampoco don Nuño
Lograr pudiera explicarlo, Tornándose fué en desvío De tal suerte, que hasta el hábito
De verla todos los días Vino á perder, y dejando
- 140-
Correr hasta una semana,
Llegaba, y al bl'eve rato Volvfa á salil' , s in cuidarse
De la herida del agl'avio Quc Luisa, humilde, callaba
Vert.i endo oculto su llanto.
VI
Una noche en que la luna
Iba ser·ena ::¡,] u 111 bl'ando ;
Cuando el toque de la queda Vibraba en el campanario; En su ü'anquilo aposento, Dulcemente iluminado
P or el fulgol' apacible Que inunda todo el espacio ; J unto á la abiert.a ventana y con un niño en los brazos, Con la mirada perdida
En el hOl'izonte vago, Donde apenas se dibuja El gigantesco sudar' io De nieve, que á los volcanes Les sil've de eterno manto;
- 141-
Está la amante Luisa, y pOI' su semblante pálido Resbala un rayo de luna
Que , en sus lágrimas brillando, Con ellas baja hasta el ros tro Del niño que en el regazo Maternal duerme y no siente La amarga lluvia de llanto . Así transcul'l'e una hora ; La madre sigue llorando; Del niño apenas se escucha El l'espirar sosegado ; Mas, de repente , las once
- 14~-
Se oyen sonar, y con r{lpido
Movimi onto , se alia Luisa ;
Deja con gran sobresalto En su cuna al niño, y luego
En negl'o mantón de paño Se en vuel ve y sale á la calle , y s in detener su paso
Llega frente de la casa Donde vi ve Mon tes- Clal'os ;
Mi ra que por los balcones
Un torl'en te desbOl'dado Sale de luz y se escucha
La música de un Sal'ao ; Ve que se cruzan mil sombl'as y oye ese murmullo vario
Que denuncia el I'egocijo Con fl'ases, músicas , cantos, Movimientos de parejas ,
Risas y chocar de vasos ; Todo interl' umpiendo á veces Nutr'idas salvas de aplausos . Extútica queda Luisa y duda s i está soñando;
~ PO I' qu6 tan alegl'e goza Quien la deja hundida en lIanto~
Cobra valol', se aproxima
- 143-
A la casa, y de un lacayo,
De los cien que entran y salen, Resuelta detiene el paso.
-~ Queréis decir, le pregunta,
Por qué tiene fiesta el amo'? -¡Calle! le responde el otro,
De esta pregunta me pasmo; ?, Quién en la ciudad ignora Que, con inmenso boato,
Esta mañana á las nueve En la iglesia del Sagrario
Celebró su matrimonio
Don Nuño de Montes-Clal'os'? ¡ Vaya que estáis atrasada De noticias ... nos miramos!
Se marchó aquel hombre, y Luisa
Quedóse como de mármol;
Ni ~na lágrima en los ojos, Ni un gemido entre los labios, y así, yerta, muda, inmóvil,
Estuvo en pié largo rato; Después se acercó á la puerta y entre la gente del patio Se deslizó como sombra A la escalera llegando. Subió por ella deprisa
- --------,
- 144-
U no lr'as olr'O pelda flO;
Siguió e l'g uida y m is te r'i osa
P OI' e l cO l'r'edor' más a mplio,
No , 'in que ú mucho, ' ll amal'a
La a tención ,' u pod e extr'aflO;
y en la puer'la de la ,'a la ,
Del cor'lin aje de raso ,
Oculla lr'as de los pli egues,
Mir'ó con a 'ombr'o y pasmo
A don NuiJo y á,' u dama
En un riqufs imo eslr'ado,
Hablando amor'osamente
y entl'e lazadas sus manos
Como las manos de Lui , a
y las de Nuilo olr'os a ños
Entl 'e a rdi entes jur'amentos
Convuls ivas se enlaza l'on,
Allú en la callada noche
En la c:dl ja e1el ba l'l'i o
S in mú,' luz qu o e l fa l'olillo,
Ni mús testigo que el santo!
VII
Ail'ael a. , inl1exible , fl ol'a,
Volvió Lui sa s in r'epar'o
- 145 -
A verse sola en la calle, y veloz, como del arco
P arte la fl echa, del sitio
Se aleja, y en breve espacio
Llega adonde no se escuchan Los rumores del sarao, y sin embargo, en su oído Van distiritos resonando
y delante de sus ojos
Contempla vivo aquel cuadro.
Camina y llega á la casa, Se acerca al antiguo armario,
Abre un cajón y en él busca
y halla un puñal que olvidado Dejó allí Nuño una noche;
Lo empuña, cruza un relámpago Espantoso por sus ojos; Corre al lecho en que soñando
Están sus hijos, y, loca, Arranca con fiera mano La vida á los tres, y corre,
Cubierto de sangre el manto, . Por la ciudad silenciosa
Hondos aullidos lanzando .
- 146-
VIII
Pre uro~a va la gente
A ver el tri ·te esp cttlculo
Que le ofl'ece la ju licia,
Que á garrote ha condenado
A una mujer que dió muerte
A su." tres hijos , y el caso ,
Como es natul'al , produjo
En el pueblo gran escándalo.
Desde que lució la aurora
La plazuela en que el cadalso
Se levantó, e taba ll ena
De gente del populacho,
Que a l)f aguardaba el in tante
De ver con 'umal' e el aclo;
Ni recogida ni trist e
Sino bulliciosa, y dando
Prueba de que no le impone
Temor- supli cio tan bárbaro.
Ya comienza á impacienta rse
Lit muchedumbre, que en mayo
Los I'ayos del sol abrasan
Y están las doce sonando;
- 147-
y no obstante, nadie piensa En retirarse, que hay ánimo De contemplar como espira Un tigre con rostro humano. Es en las madres más vi vo
Aquel empeño y más franco Su enojo contra la madre Indigna del dulce encargo . Por fin de una campanilla Se oye el sonido cercano; La gente se ar¡'emolina, y en medio de ella cruzando Pasa el lúgubre cortejo Que lleva á Luisa al cadalso. Los cabellos en desorden, El rostro desencajado, y sobre el desnudo pecho Reliquias y escapularios, Camina penosamente Llevada por dos hermanos De una santa cofradía Auxiliar de ajusticiados. De aquella mujer hermosa Que fué de don Nuño encanto, No se miran en el rostro Ni los más ligeros rasgos .
- 148-
Llega hasta el horr'ible s iti o
Siempr'é con los ojos bajos, Oyendo á los sacerdote. Que van por ella rezando;
Per'o al subir' al patfb ulo Alza la faz con espanto y reconoce su casa
y se yel>gue , y de sus labios
Brota un tel'r'ible alal' ido Que á todos infunde pasmo : Con un temblor convuls ivo
Levanta al cielo las manos
y se desploma en segu ida
Como cuel>po inanimado.
Las gentes de la justicia
Al ejecutar el fallo Lo hiciel'on ya en un cadáver Contrafd o y demacrado.
IX
Es fama que aquella ta rde Ll val'on al campo- san to Seguido de gl>an cortejo
- 149 -
y entre salmodias y cantos Los restos del ya famoso
Don Nuño de Montes-Claros , y agregan que desde entonces
En las noches se ha escuchado El gri to de la L lorona,
Que es Luisa, y anda penando,
Sin hallar para su alma
Un momento de descanso, Como castigo á su culpa Desde hace trescientos años .
S3a cita en la cateDral
20
La aventura tr iste y rara Que hoy mis lectores sabrán, La refiere el padre Lara
-11>4 -
En apuntes que dejara De histOl'ias de yucatán.
Tres siglos van ya pasados, y viva la tradición Guarda estos hechos legados Como recuerdos sagrados Por cada generación.
Intenta el saber humano Esta leyenda explicar, Pero hace su empeño vano Con su empuje soberano La tradición del hogar.
y cuantos refieren esto, Juran en nombre de Dios; Que pasó el lance funesto El siglo décimo sexto y el año sesenta y dos.
Como cristiano, sincero;
- 155-
Como súbdito, leal; Como noble, caballero; Era don José Campero, El capitán general.
Modelo como soldado De varonil altivez,
Fué de su rey estimado y en Yucatán respetado Por su rango y su vejez.
Su vigor, que no desmaya Bajo aquel ardiente sol, Al pirata pone á raya Si insultar viene á la playa Al pabellón español.
No empaña sus alegrías El torcedor de un desliz, y ganando simpatías, Huyen veloces los días De su gobierno feliz.
~
- 156-
JI
Al sentarse una maii a na
A la mesa, entre el mantel
y el plato de porcelana,
Halla, por mano profana,
Medio escondido un papel.
Lo toma a l punto, y ligero
Lee s in hace r reproche :
« SEÑOR DON JosÉ CAMPEHO ,
EN LA CATEDRAL TE ESPEHO
A LAS DOCE DE LA NOCHE .
Cáusale extraña sorpresa,
Desasosiego y a fán
H a llar una cai'ta impresa,
Que en la época que atraviesa
No hay impl'enta en Yuca tán .
P ero luego se figum
,----------------------------- ---------
- 157-
Que le han querido burlar
Una infantil travesura, y en tan extraña aventura
No vuelve más á pensar .
Aquel día, como tantos, Se consagra su atención
A un gobierno sin quebrantos y á los ejercicios santos
De la misa y la oración .
y en la tarde, cuando ufano
Abandonando el taller
Su hogar busca el artesano, Nuestro honrado veterano
Se llega alegre á comer.
La conciencia como espejo,
Cuerpo sano y con vigor, Fresco pan y vino añejo Que lanza vivo reflejo
A la luz del comedor.
- 158-
Sobre .los limpios manteles, Azafates de cri stal, Donde destilan sus mieles Las frutas de los verjeles De la zona tropical.
Todo con vida y provoca , Al deli cioso festín; y con la risa en la boca En la mesa se coloca Campero con grato fin.
y muy cerca de su asiento, Inseparable y fi el, A echarse ll ega contento, Arrogante y corpulento Su precioso lebrel.
Campero llega risueño El primer plato á tocar, Cuando su rostro halagüeño En rostro de torvo ceño
,"
- l59-
Súbito se ve tornar.
y es que vuelve hallar Campero y ya le inquieta el asunto, Aquel mensaje altanero: « EN LA CATEDRAL TE ESPERO
A LA MEDIA NOCHE EN PUNTO , »
Pregunta á la servidumbre, Con fiera tenacidad, Muy ajena á su costumbre, y no hay dato que le alumbre Para encontrar la verdad.
Con inútil diligencia Inquiere y vuelve á inquirir, Mas, cierto de la inocencia, Juzga caso de conciencia Que se debe discutir.
~.
La mesa deja turbado, y con creciente inquietud
- t IlO -
Só ,J 1) 1:11 " u:·;¡~ ó L di!! p,'clado,
Q 'llj Ij ll YUI:;¡!/Ln IjS I.n mó lOn
1'1'" IJI I,dul" dlJ vil'lud ,
III
N o I:on 01 IlIjo f'llslo,.;o
1)0 I'ieos olllnipolonl.'l";,
Si nn ¡, IIIll i Ido y bondadoso
Si n ILP IL I~u. l o ,' ngILllOso ,
Vivo rmy 1 ,ui,.; do Cif'uonl.os ,
- -- ----------'
21
- 161 -
De su corazón de niño Tanto la fama pregúna, Que más que mitra ó armiño Vale el inmenso cat'iño Conque el pueblo le corona.
y va con los ojos fijos Buscando entre los humanos Llantos y duelos prolijos, Que son los pobres sus hijos; Los que sufren sus hermanos.
y en donde brota el dolor y en donde la pena aclama, Allí, con dulce candor, Bálsamo consoladol' Su amante pecho derrama.
Débil su cuerpo ante el rudo Golpe, del tiempo fatal; Como en é1, hallar no pudo La virt.ud más firme escudo,
- JI)~ -
Mayo )' e ne' mi go el m:cl.
P or 'so e l g r:,ncl e y el chi co,
y el pl (:beyo y el se flO r ,
Dice n cada cu:!I :-« Me expli co
Que hn ya un ob is po mús r'i co ;
Mas no un pl'elndo mejo r ,»
Ap(' nas el fil'm amento
1':lIllIt a I:t noch(' incierta ,
Cu:wdo con golpe vi olento
1':1 o bi s po , en s u a posento,
Oye Ilnm:II' (I, la puer' t",
Sue lt a e l breviario al ins tante,
y cuando deja el sitial
Po )' ir' ú abr ir :mhelante ,
Se le pl'esenta delante
El capitún genel'al.
Algo reveln run esto
Al oh i 'po 1D exp l'esiún
- lIj3 -
De aquel rostl'O descompuesto
Donde están de manifiesto El espanto y la afli cción .
- Sin la debid a li cencia,
P erdone vuesetlOrfa,
Que me llegue á su pl'ese ncia,
Por un caso de conciencia
Que está abl'umando la mfa .
-Hágame antes el honol' De tomar cómodo asiento
El seiior gobel'O ador ,
Que aquí ti ene un servidol' Dispuesto ú escucharl e atento;
l, De qué se lt'ata'? - ¡No sé ! Asegurar sólo puedo Que en la guert'a no tembl é y esta noche, por m i fe,
JUI'ura que tengo miedo !
- 164--
-Mas lo que pasa ¿,es tan grave, Que á un hombre tan aguerrido, Que tanto del mundo sabe,
Amedrente hasta que acabe Su valol' no desmentido '?
Campero entonces habló, y con labio vacilante
Todo el caso refirió Al obispo , que le oyó Sin divagar .un instante.
Después de la relación
Tan en silencio han quedado, Que sólo en aquel salón Se oye la respi ración Del obispo y del soldado.
Fray Luís , la vaga mirada En lo infinito perdida; La fl'ente, el otro , inclinada Sobl'e la mano apoyada y entre la sombra perdida.
Después de la relac ión ...
.-------------------------------------------
-- 167 --
A los dos la pena oprime j El cirio chisporrotea, Que no hay quien su luz anime,
y por fuera el viento gime y el cielo relampaguea.
Pasa un rato, y de repente Ambos, con el mismo empeño, Vuelven, alzando la frente, El soldado á ser valiente y el obispo á ser risueño.
Dijo el prelado: - Tenemos Un caso grave en verdad j Hom bres doctos llamaremos, y aquí lo consultaremos A la ma)'or brevedad .
y ordena á sus familiares Que con recados atentos Llamen á algunos seglares y á otros sabios regulares Que escoge de los conventos.
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- 169 -
y tal discusión sostienen Sin medida ni .compás, Que los más doctos mantienen Unos , que lO's muertos vienen,
- y otros , que no vuelven más.
y salen allíSamuel, y la Sibila Cumana, Santo Tomás y Daniel, Orígenes y Ezequiel y Apolonio de Tyana.
De que tornan los difun tos Convencido hasta el más lerdo , Por citas y por barruntos, Fijan los s iguientes pun tos En que convienen de acuel'do:
Que debe asistir Campero A la augusta catedral, Confesándose primel'o , Por pasar trance tan fi ero, Tan raro y original.
- 170 -
Llevando al cuello prendidas Muchas reliquias sagradas , y en la iglesia prevenidas Las lámparas encendidas y estén las puertas cerradas .
Pero no habiendo concierto En si Campero ha de entrar, Opina un clérigo experto, Que, á no abrir la iglesia el muerto, Debe al palacio tornar .
Con tan sabias prescripciones Conforme el gobernador, Las santas congregaciones Disponen sus oraciones Para aquel lance dc honor.
IV
Cuando las doce sonaban En la santa catedral Sobre los goznes giraban
- 111 -
Sus puertas, y paso daban Al austero general.
Rumor de rezos pausados Se levanta en la ciudad, y allá, en los templos cel' rados, Lanzan los cirios sagrados Su indecisa claridad.
Todo á Campero le aterra, y si recobra la calma De aquella noche que enciena Tinieblas para la tierra y tinieblas para el alma.
Lo que debe hacer no acierta, Juzga que sueña al estar En tal sitio, y se despierta Al ver sola aquella puerta Abrirse de par en par.
Al templo penetra fi ero,
~--------------------------------------------
- 172 -
Con una mano en la gola
Y en la otra el negro sombl'el'o,
y no bien enlt'a Campel'o
La puerta se cierra so la.
v
Pasan asf en el mis tCl' io,
Una hora y luego dos . ..
¡Ay! el humano cr'itel' io
¿Qu6 vislumbr'n, en el imperio
De los al'canos de Dios ~
POI' fin con tr'iste cl'ujido
Se abl'e una puerta maciza ,
y entre las sombl'as perdido
Se mir'n, un cirio encendido
Que en el nJtal' agoniza .
y de la cita temible
- 173-
Sale tan triste y turbado Campero, que es imposible Mirar la expresión horrible De su rostro demudado.
~
De pavor el alma opresa, . Hundido en negra aflicción, Parece en la sombra espesa Un espectro que atraviesa La dormida población.
"@~
Sus inciertos pasos guía Al palacio, y en retiro, Por honda melancolía Devorado, al quinto día Exhala el postrer suspiro.
~
Fueron los años pasando, Jamás se aclaró el misterio, y el vulgo cuenta temblando, De un alma que anda penando De noche en el presbiterio.
~
I H -
y Id¡'¡ lIi l !11 lLfil 'mll '1U1! vi(.
1 111 11. IWI,III'I : II II, f'lInl !1'Il1
1.l1 11l (1, Illndill. IIlidl li hl'ill(J ;
y ' !H 111. Ini HIlI I', '111 0 u.lum lJl'ú
/ ,11 ( ' ¡II I 1' /1 11l, 1'I11f'l I/'fd ,
Salto de Alvarado
LA CALLE DEL PUENTE 6
eaIio be 2IIbarabo 1
Oscura está la noche. Negras nubes El ancho valle envuelven con su manto,
y rasgando su seno El rayo vibra difundiendo espanto.
Del pavoroso trueno
Va el eco á despertar sobre la cumbre
t En México lleva el nombre de Calle del Puente 6 Salto de Alcarado, parte de una de las principolefl avenidas en donde se ha creido que Alvorado dió el famoso salto á que se refiere esta leyenda.
- 178 -
Del enhiesto volcán, cuya alba frente
El relámpago ardiente Baña fugaz con su rojiza lumbre.
En las tinieblas con ('umor palpitan
Espumantes los lagos cri stalinos, y á impulso de encontrados torbellinos
Los seculares árboles se agitan. Se desata la lluvia, el vi ento crece, La tempestad redobla sus furores, Un mar de llamas la extensión parece Do la centella sÓl'dida revienta, y al soplo destructor de la tormenta La gigantesca Sierra se estremece.
En medio de tal cuadro y en las calles De la imperial ciudad de Moctezuma, i Qué tremendo combate! i cuál se chocan Férrea coraza y túnica de pluma! Se oprimen, se confunden, se so focan, y alientan el furor y la matanza , Labios cubiertos de rojiza espuma y alaridos de muerte y de venganza.
"'!!!i>m-
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Crujen los puentes, abren los canales
Profundas, ignoradas sepulturas, y entre angustias y gritos infernales
Españoles y aztecas confundidos,
Mueren, ni vencedores ni vencidos, En raza opuestos y en valor iguales.
¿, Quién puede ver la vengadora mano
Que pujante le hiere'? ¿,Quién distinguir el grito del hermano Que, audaz luchando, -entre las sombras muere'?
¿,Quién esquiva al guerrero que le acecha'? ¿, Quién en tan honda confusión advierte Adonde lleva silbadora flecha, Con alas de relámpago, la muerte'?
Espantoso rumor atruena y sube, y en el oscuro espacio se dilata, y la pesada nube
En lluvia, en luz y en truenos se desata.
Gritos y maldiciones y gemidos Cual de rabiosas fieras
- 180 -
y no de humanos pechos desprendidos,
y en el lago, bogando Piraguas, como enjambre turbulento,
Cargadas de guerreros , se atropellan Unas con otI'as al furol' del viento.
Suena en el templo, triste, pavol'osO Tenaz toque de guerm, y en s us tones
Sagr'adas pil'as de copa.l humean; Al fulgor del incendio Las españolas armas centell ean, y se oprime la ciega. muchedumbl'e
y de templos y casas y palacios Desplómase cl'ujiendo la techumbl'e y en tanta confusión y estruendo tanto
Sólo imperan la muel' te y el espanto.
¿, Qué osado capitán , gura arrogante A las iberas huestes? ¿, Qui6n, rompiendo
Como qu illa acer'ada Las enemigas olas, va delante Ancho camino abriendo con s u espada'?
Gonzalo Sandoval ; con él combaten Lugo, Acebedo, Ordaz y Andrés de Tapia,
- 181 -
Pechos que no se abaten, . Brazos á que no rinden las fatigas,
Almas qúe no amedrenta La voz de la tormenta
Ni el silbar de las fl echas enemigas.
En medio van de la marcial columna El fiero Hernán Cortés, Olid y Vázquez, A todos Alonso Ávila acompaña,
Que moviendo incesante la cuchilla Da valor á las huestes de Castilla Al grito de: ¡Santiago y cierr'a Espalla!
Lleva el mayor peligro encomendado Velázquez de León, á quien secunda El intrépido P edro de Al varado; Capitán ya famoso
y por el pueblo azteca proclamado Hijo del sol por rubio y por hermoso.
Allí queda perdido El oro entre la tropa repartido, Porque es pesada carga
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/\ fjui, 'n (:n lId rn fl rn onlo,
'['/t I! ¡..i(" f) IJII ¡..i{:a ali onl.o
I 'Iu 'a 111 011 111 ', "(,n In (:Hplldn (, con la adarga,
1';11 rn r:di" do la trlu ur'l.o Hldvltrnento ,
'.I'ld norno Kuul ' ul 1,01'0 ern bmvccido
(;I'IIW,I' (I n Ilt trl onlafllt,
1 'UI' la L" ITiblo Kltfll t
n o 1'/1 bi oHOH loIm'¡m¡ )J'" 'Hcgu ido j
y yll ItVIlII:t.IL li g(' l'o, ya HU vuclv ,
Ya 1:1111 I'UII (:II bl'ltlniclu
.1.11 ' , '0 1 vaK all'nll lLllrln,
Su lM'lIlll,da 1'1'0 111.11 1'0 1' dó qui (l l' I'ovuolvc
J .aH pul VfJl'UStlH l'OcaH oH':rLl'band o j
Y {U'di olltlo 1111 viva IUlllb,'o la IlIimda
IIltfl a UII la lIKpulIla quo á H1I8 rUUCOS bl'otl\
I .a IUlI gua, ya HlllIg l'iulltn y el ¡..: i.t' :t.l\du,
Y KUH ijal'u>' 1:0 11 I'UI'UI' nwta
1:"11 la ¡.(uuduja Im)in y lI lIlpolvndaj
Nu 1:1111 11l1 '" 0K I'UI'ÓI' no do oLl'a HU()I'Lo,
/\1 1I"tv(,K dI IlL IrII1Ul'l.lI,
M t'IH do 111111, vo~, HUH iI"'cio¡..: v losh 'hos
J .a ( ¡": l' ltflo ll1. log i6 11 PliI' la bnwul'l\
I)u IIIH lIu lI (IKt.l'lItllll 1'11 dl11;IIUrlOH pu 'ho
I 't '" 1'111 iell, lI l'l11 mi u ,' 11.
- 183 -
Pobre collar de piedras , mal tallado,
De ajena ó propia sangre salpicado.
y allí está Guatimoc, allí su brazo
En donde más se empeña la pelea
Más los golpes redobla; su macana
Chocando en la rodela castellana,
Como en yunque, chispea. Con varonil acento
El rumor dominando del combate, Audaz grito de guerra entrega al viento Que en sus alas ufanas Veloz lo esparce difundiendo aliento
En las altivas tropas mexicanas.
y Cuitlahuatl también, el indomable,
En la ruda batalla infatigable; El águila altanera; Con su ejemplo á los suyos enardece É invencible aparece Muerte y terror sembrando por do quiera.
Yasí, sobre cadáveres pisando,
- l8l -
Y sin dar' al combate tr'eg ua alguna, En las sangrientas charcas l'esbalando,
Debiendo á la FOl'tuna Más que á hel'óico valol', la tris te vida , Con reducido gl' UpO de guen'eros COl' lés halla salida 1,
O<@~
Como all'ompel' con la pujante prora Veler'a nave los tendidos mares, Vuel ven tras ella recias y agitadas De nuevo á unil'se las l'evueltas olas, A,;Í tras las confusas y diezmadas
Legiones españolas, Carga otra vez más fiel'a La muchedumbre indómita y guenera,
~
Ya pel'dido el corcel , l'ota la espada, Hendido el casco, suelta la lOl'iga, La gola destI'ozada;
, La noche en que aco ntecieron estos sucesos, se C('Inoce en lo historio por la Noche Tris te.
- 185-
Herido y espirante de fatiga, Cubriendo la tremenda retirada, El último de todos y el primero En bravura y tesón; pausadamente Por la guerrera multitud cercado, Va Pedro de Alvarado Ya próximo á ganar la última puente .
Llega por fin, perdida la esperanza, Al borde de la negra cortadura; La poderosa lanza, Sin reparar profundidad ni anchura, Clava en el fondo, y lup.go, vigoroso, Al asta fuerte asido, El otro borde del revuelto foso Veloz alcanza en salto prodigioso.
24
~I ~uente beI ~Iérigol
El padre don Juan de Nava, En Salamanca togado, Por el rey condecorado Con la cruz de Calatrava.
Hasta su avanzada edad Tanto en la virtud brilló, Que el pueblo le declaró
I Uno de los puentes construidos sobre la gran cortadura que en la ciudad de México, después de la Conquista, limitaba el cuadrado central en que habitaban los españoles. Fuera de ese cuadrilátero vivfan los naturales del pals. Dicha gran cortadura rué denominada La Tra; a.
- 190 -
En olor de santidad.
No hubo en México dean ,
Ni canónigo , ni oidOl' , Que buscando confesOl' , No acudiera al padl'e Juan .
De tan pobl·e , no pod (a
Vivil· cerca de la Plaza , y más allá de la TI'aza
Su alojamiento tenía.
Mas tal l·espeto al anciano Los vecinos profesaban, Que al vel·lo , se atropellaban Por ir á besa .. su mano.
En la noche más oscul'a Cruzaba calles desied as y de su casa en las puertas Jamás se vió cel' l'adura.
- 191-
y á fe -que tuvo razón,
Aunque guardaba un tesoro
De más estima que el oro En su humilde habitación.
Que es máxima de salud Y ,de cordura, poner
Por guardas de una mujer Las rejas de la virtud.
y era Beatriz de Millán
De proceder tan discreto, Que siempre infundió respeto Al más osado galán.
Veinte años contaba apenas, Viendo, cual flor escondida, Por el cielo de su vida Cruzar las horas serenas.
y de la humana maldad Oía el rumor incierto,
- 192-
Cual se escucha desde el puerto La lejana tempestad.
Muy niña, pidiendo pan A la caridad cristiana, La recogió una mañana En la iglesia el padre Juan.
y SUpO, al prestarle abrigo, Que, huerfana y mendigando, Iba su niñez pasando Al lado de otro mendigo.
El padre en su soledad Comenzó á verse feliz, Que en educar á Beatriz Cifró su felicidad.
_ y la vió, con gran contento, Joven, llena de candor, Como la encuentra el lector Al comenzar este cuento.
- 193-
II
En muy rica y noble cuna Nació Domingo Sarrasa, Galán que en México pasa Por hijo de la fortuna.
El oro gasta á torrentes, y sin rival en la corte, Es por su lujo y su porte La admiración de las gentes.
Es en cualquiera función Su séquito el más brillante; Su potro el más arrogante En la fi esta del Pendón l.
1 Durante la domilJución española celebrábase en México, cada año, el t 3 de agoeto, día de Sa n Hipólito, el aniver sario de la toma de la ciudad por Hernén Cortés.
Esta fiesta se llamaba del Pend6 n porque el que había servido al Conquistador, era llevado en triunfo por una numerosa y lucida cabalgata. desde el Palacio Municipal á la Iglesia de San Hip6lito. En esa procesión , las autoridades la nobleza y los prin_ cipales vecinos, procuraban á porfía sobresalir por la riqueza de los trajes y por lo hermosura de los caballos y de los arreos.
25
- 194--
De audacia y valor emblema ,
No hay empl'esa que no embista,
Ni dama que le res'is ta ,
Ni ronda que no le tema o
En la palaciega grey
Es por los groandes mimado,
P orque ti ene bien ganado
El a fecto del virey,
Como desarra el miedo,
Es en el empuje un toro,
y clava en una onza de oro
Su tajante de Toledoo
Mas ti ene tal condición
Que en s u tOl'pe juventud
Desconoce la virotud
y es cieno s u corazón o
No hay pesal' que le conmueva,
Ni desgloacia que le ablande,
- 195 -
Ni villanía tan grande Que á cometer no se atreva.
y fiero, con planta osada , Con igual desprecio huella . La virtud de la doncella y el honor de la casada .
Sólo de Dios al servicio Mentido respeto ensaya, Que en esto le tiene á raya El temor del Santo Oficio.
Pues cuando osó blasfemar No faltó quien le dijera: -Estas frases en la hoguera Las iréis á pronunciar.
y tomando por un hecho Tan lúgubre profec ía Andaba de noche y día Con una Cl'UZ en el pecho ..
- 196-
Con hipócrita sonrisa,
Bajos y humildes los ojos,
Rezaba, puesto de hinojos, POI' las mañanas la misa.
Por eso el virey ufano Le dijo al oidor Almasa:
-Me gusta ver en Sarrasa Un calavera cristiano.
y tanto frente al altar
Iba de renombre en pos, Que en vez de encontrar á Dios A Beatriz llegó á encontral'.
Él la mil'ó enamorado, y ante aq uella aparición
Su perverso corazón Se agitó desesperado.
Ella le vió, como ve La tórtola á la serpiente;
- 197-
Después, bajando la frente, Tembló sin saber por qué.
~
y salió del templo, huyendo Como de espantoso abismo, y él, con infernal cini.3mo,
La fúé siguiendo, s iguiendo ...
m
Luchó el galán siempre en vano; Que atajan su intensa llama La honestidad de la dama y el respeto del anciano.
~
Esa oposición salvaje Aviva la resistencia, y de Beatriz la inocencia
Es, á su soberbia, ultraje.
~
Perdida ya la esperanza, Ardiendo en negro rencor,
- 11I1l -
El ulmu 'io,'r'a ul umol'
y uhl' I P 'hó {L Ití v ngunzn,
U rm no ,hu un quo u8pl nel nlo
¡':8tll ul 'iulu y d 8POj ltdO,
S rnim {í un homl",o mbñzlld ,
Du III TI'lIZII t:lobl'u I pu nto ,
H irm I MilulI 'iu, 8 rnu y I(u'du;
Si alguno ll 'i r'llt 11 OI'UZlU'
I'or' ltd t:l ili lJ, ul uolllumpllll'
Aquul hull ll, hu yu (jÓhlLI 'du,
Pu IL UI1IL h m, y {I lo I j OR,
Ou rU OI'1.tl y violun(j iu 8 'U808,
S uy n 80 11t1I' UHn H pll808
CUIIlIU 'IUlliwLII lo vioj Ot:l,
Ya u 1(1 lI1uy " "I 'a ya I puuntu
Dl' ubil' UI1 hombr" a aLtL'
Jo: el pudr' Juan d N/LV/I
lJu '1I 111 i rIU I ' tlllltl llI lltl ,
- 199-
Al verlo Sarrasa, fi ero , Con golpe descomunal, Le clava con su puñal En la cabeza el sombrero.
El arma pasa al través Del cráneo, y queda prendida, Cayendo el cuerpo sin vida, Del matador á los piés.
y es en vano que éste agote Su esfuerzo desesperado, El puñal queda aferrado Al cráneo del sacerdote .
Entonces Sarrasa fragua Un medio para ocultar Su infamia, y sin vacilar Lanza el cadáver al agua.
Húndese el cuerpo infeliz, Él huye sin pena alguna,
,-- ----------------------------------------, ---------------------------------------------,
-- 200 --
y ve á la luz de la luna En la ventana á Beatriz.
--Allí está , dice , allí está ; y agrega, al irse alejando: -En vano estás esperando, El que esperas no vendrá.
IV
N unca alcanzó la malicia La suerte que al padre cupo. Ni la justicia lo supo. j Siempre es ásf la justicia !
y tras la fi era sorpresa, Sola Beatriz se encontró, y un año después tomó El velo en Santa Teresa.
- 201-
v
Años tras años pasaron Sobre México feliz, y de don Juan y Beatriz
Los vecinos se olvidaron .
De su funesta carrera
Sarrasa el rumbo seguía, Mientras la escarcha caía En su negra cabellera.
y más austero que un fraile
En el templo se mostraba, Mienü'as las noches pasaba Ya en el juego, ya en el baile.
Una tarde, vió garbosa A una dama recatada, Que tras el velo, obstinada, Le miraba misteriosa.
-
- 1011-
C I'UZÓ h,u¡ ella la P laza y lla su r'Osb'O tOl'nando Le ruó s in sent.ir' llovll,ndo Rusta 11 gar' 1\ lo. Tlw.Il,
---Yen nucstl'O histól'ioo puente
Dijo al fin al cabuller'O:
-Aqur 1\ Ins onco os esporo, Idos , porqu'o vi no gonte ,
..,.... Qu 'dó & 1' 1'1181\ tur'budo,
E ntro In 'ihL do amor y el invencible paVOl'
D aq uel puente malhadndo,
...... Toda In farde luchó,
y ul dar' en In catedral La cllmpunudn fo.tnl, Ai puent.e se encaminó,
1!i.
Muchas ,'ec s fué su in tento,
A P SIlI' de su osad la,
- 203-
Vol verse, mas le i m pel ía
Oculto presentimiento.
La luna y la transparencia
Del cielo , en aquella noche,
Un espantoso repl'oche
Lanzaban á s u conciencia.
y entonces, como demen t.e,
y ya la cita olvidando,
Quedóse a l canal mir'ando
In clinado sobl'e el puent e.
Con indecible tel' l'ol',
Esta!' oyendo el'eía
Bajo el agua que COI' I' ía,
Hondo y s inies tro clamor .
Al fin vacil a s u plant a ,
Un I' ugido lanza fi ero
y siente un dogfl'\ de acer'o
-
- 20!-
Que le oprime la garganta.
Todo negro en torno mira y en su agonía mortal
Oye una risa infernal, y se estremece , y espira.
Al amanecer, inquieto, El pueblo miró asombrado
. A Sarrasa estrangulado
A manos de un esqueleto:
Que unido con fuerza tanta Con el cadáver sañudo,
Ninguno apartarle pudo Las manos de la garganta.
y Gomo clara señal De horrible crimen secreto, El cráneo del esqueleto Tiene clavado un puñal.
~
~ .. ¡¡ e .. E " ;;:
- 207-
Se ignora cómo llegó La historia á sabel' la gente,
Mas desde entonces el puente Del Clérigo se llamó.
21
~a ~J1urata be ~órboóa
El hombre que del siglo diez y nueve Cuando el último tercio está espirando No haya de los antiguos pergaminos Las poivorientas hojas consultado, y en las calladas horas de la noche
De su aposento en el retiro grato, No ha medido la fe de otras edades, Ni queriendo entender á Alberto Magno Los secretos buscó del P aracelso;
- 212-
Ni al laberinto se anojó intrincado
En que Cornelio, Agripa y en que Lulio La llave de Tarod quizá encontraron; y bajo el velo de profundo enigma Poner quisieron el saber humano En fórmulas confusas que encerraban La ya borrada ciencia de los magos ;
No pod¡'á comprender cómo en el mundo, Inmenso asombro y estupor causando, Fueron por muchos siglos debatidas , POI' los que entonces se llamaban sabios , Ni entenderá tampoco, cómo en lucha Todo el influjo y el poder cristianos , Con mágicos y b¡' uj as estuvieron A Satanás batiendo palmo á palmo. P ero así fué ; lanzaban los concilios De la terrible excomunión los rayos, y edictos tras edictos desde el solio Implacables los P apas fulmina¡·on. La Inquisición llevaba por do quiem Con su enseíia la muerte y el espanto, y mientras más en perseguir se obstina Más se entroniza el sortilegio osado, y más herejes en la hoguera mueren P or celeb¡'ar el maldecido pacto
Que hacen con el demonio, y más que nunca
- 213-
Llueven denuncias y pomposos autos
De fe, prueban al mundo estremecido Que es tan grande el rigor como el pecado,
y que ni hogueras bastan ni tormentos
Para acabar con brujas y con diablos.
Por todas partes, de la pobre aldea A la ciudad formada de palacios ,
Desde la granja en que el pastor habita Hasta el rico salón del cortesano; .
La cábala, el horóscopo, el hechizo,
De oscura alquimia los secretos ral'OS, La evocación, el pacto, el amuleto, Las consultas al giro de los astros,
Supersticioso siempre al pueblo tienen
y siempre al Santo Oficio preocupado; y guardan de esa ciencia los secretos, y los transmiten con sigilo cauto,
Ya una vieja que habita en la cabaña,
Ya un fraile ad usto á quien escuda el claustro, Ya alquimista sin nombre á quien se encuentra
Viviendo en la montaña solitario En medio de retortas y de hornillos Muriendo de vejez en algún antro.
- 214 -
II
Hace más de dos siglos que vivía
En Córdoba, jardín veracruzano, Hermosa villa cuya sien adornan Del trópico los frutos sazonados, Una linda doncella que en sus ojos
Del africano sol lleva los rayos, y con su tez morena va di ciendo Que es también de la raza de los blancos. Nadie á sus padres conoció; mas todos Al mirar sus cabellos encrespados,
La mOI'bidez de sus graciosas formas y su ondulante seno y rojos labios, La M ulata la llaman, pues sospechan Que hija fu é de morena y castellano. Mil di stintos r'umores en la villa Respecto de la joven circularon, Diciendo que conoce los secretos De las ciencias ocultas, que los altos Misterios de la magia que profesa Le prestan un podel' tan soberano Que á sus ór'denes llegan obedientes Los malignos espíritus temblando.
- 215-
Que de la noche en las tranquilas horas,
Cuando la voz del vigilante gallo
Interrumpe el silencio, y de las doce El momento sei'íala con su canto ,
De la vecina selva y por los aires ,
Veloz hendiendo el insondable espacio , F antástica vis ión llega á 1:1 casa
En donde vive en si tio retirado,
Sola y sin compai'íera la Mulata, Entre un bosque de palm as y naranjos . Contábase también que algunas' veces
El labrador perdido, que á su paso Esa casa encontraba á media noche,
Separábase de ella con espanto Viendo tras la cOl·tina de verdura
Que agitaba al cruzar el viento manso,
Un torrente de luz que derramaban Las abiertas ventanas y escuchando Dulcísimos acordes de una guzla
En sone$ misteriosos é ignorados .
III
Inquieto el pueblo, inquieta la justicia, Sin cesar observando á la Mulata ,
- 216"':'"
Siempre en acecho están de sus acciones y buscando ocasión en sus palabras;
P ero ningún indicio ni una prueba Hay para la denuncia; cual cristiana
F.'ecuenta el templo ysu ademán modesto Los rumOl'es malévolos acalla.
Sólo el alcalde, que en la villa goza De mucha autoridad y buena fama, Ni quiere convencerse, ni desiste De que aquella mujer es una maga . y los que están en el secreto di cen
Que aquella obstinación y aquella rabia Ni las mueve el servicio de la Iglesi:;t
Ni la fe y la justicia los inflama . Sábese que el alcalde , aunque ya entrado En años y cubierto por las canas , Repentina pasión s intió en su pech,o Su ancianidad , turbando, so~egada. In tentó sofocar el fi ero impulso,
"-P ero fué en vano, que rebelde el alma Venciendo á la razón llevó le humilde A confesar su amor á la Mulata . y en vano fué; ni llantos, ni promesas, Ni regalos, ni empeño, ni constancia Pudieron alcanzar de la hechicera Ni una sola sonrisa de esperanza.
- 217-
Entonces el alcalde se imagina
Que aquel desdén con el desdén. se paga, y que con no insistir tendrá el remedio
Que el mismo amor le da para olvidarla. y se engaña otra vez, que en fiera lucha
Sigue su corazón y no descansa, _
Porque quiere olvidar, y más recuerda; La quiere aborrecer, y la idolatra. A pesar de sus años no se explica
Tan terrible pasión, cuando entra en calm~; y sin pensar en la mortal flaque·za,
Que siempre tiene á la razón esclava,
i Cosas de aquellos tiempos! se supone Que es víctima infernal de alguna trama, Que un encantado filtro, un bebedi~o
Tiene en tal grado su razón turbada, Que él mismo su persona desconoce
y no se siente don Martín de Ocaña; Que no hay otro remedio, el Santo Oficio
Tan sólo puede mitigar sus ansias Poniendo á la Mulata en una hoguera y de un alcalde redimiendo el alma. y no vacila, con segura mano
Escribe la denuncia, en que rela ta Los rumores que corren en la villa y la terrible situación que él guarda.
28
- 218-
IV
En medio de la calma de la noche Escucha la Mulata que á lo lejos Se alza de voces un rumor confuso
Que allegándose va, y al mismo tiempo Descubre por las calles de la villa Movedizas 'antorchas, y al reflejo Que derramando van, distintos mira Infantes y jinetes que corriendo Hacia la casa donde sola vive,
Caminan del alcalde en seguimiento. Tan próximos están que reconoce A don Martín que viene caballero En un albo corcel de luengas crines,
De anchas nal'icesy pujante cuello, Que piafa con espanto y se encabrita Volviendo en derredor sus ojos negros, Cuando vecinas siente las antorchas, y se confl).nde el humo con su aliento. Cercan la casa y llaman presurosos
y de la Santa Inquisición, cual reo, Intiman desde fuera á la Mulata
Que dándose á pl'isión les abra luego.
En medio d. la calmo d. la nocb ....
- 221 -
No obedece lajoven. Diligente
En un blanco mantón su airoso cuerpo Envuelve, y gana la excusada puerta Hallándose por fin en campo abierto . Allí está un hombre cuya faz se oculta Bajo las anchas alas de un sombrero y cuyos ojos en la densa sombra Lanzando están fosfóricos reflejos. Su elevada estatura mal dibujan Los anchos pliegues de su manto espeso y dos corceles de arrogantes formas Con altivo ademán tiene del diestro . Salta sobre uno de ellos la Mulata, Muerde el inquieto potro el duro freno, y al desprenderse en podel'oso salto De sus herrados cascos brota fuego. Levanta entonces la espantada turba Que aquella casa sitia ronco estruendo y por medio de todos, la Mulata Lanzando su corcel cruza sin miedo. . -i Hechicera, le gritan, hechicera!
i Pára! i detén tu paso! i Sus! i á ellos! Yen confuso tropel arrebatados Tras el alcalde, que se lanza ciego, Se arrojan los jinetes sin que nada Sirva de coto á su ímpetu violento.
- 22J -
A la dudosa luz de las estrellas ,
Como las hojas que hur'acán deshecho En el bosque arrebata y en terI'ible
Vertiginosa marcha , entl'e los cedl'os Arrastra y las conduce, y azotando
Del árbol secula r' el tI'onco en hiesto,
Ya cruza por los bordes del tOl'rente, Ya sobre el duro pedernal gimiendo , De confuso mmor llenan las selvas, De las monta íi as desper'tando el eco, Asf tI'as la Mulata enardecidos
Sin I' umbo fij o ni camino ciel' to Van don Martfn y cien que le acompañan
Sin desmayar en el tenaz empeño.
A veces en la sombra se descubl'e Muy cm'ca y agitado por el vi ento El manto en que se envuelve la Mulata Dando á los que la s iguen más es fu erzo. Ya piensan alcanzarla, media un paso; Van á tocarla ya , bendice al cielo El a lcalde que á todos se adelanta, Y como un torbellino , en el sendero Entl'e nubes de polvo despal'ecen Los fugitivos , y el sonido hueco
De su lejano paso oye el alcalde Y se oye de la noche en el s ilencio
- ------------- - --,
- 223-
Dos burlonas y alegres carcajadas
Que aumentan más su rabia y su despecho.
Se detiene furioso, refl exiona, Deja tomar á su corcel aliento,
y otra vez destrozando sus ijares
Tenaz le obliga á galopar de nuevo.
v
Ya del tupido bosque entre el follaje, Comienza á deslizarse por la selva
Esa azulada claridad que anuncia Que el anhelado sol deprisa llega. Comienzan á escucharse en la espesura Las cántigas del ave que despierta, Y se alzan los vapores de la noche Sobre la falda de la agreste siena.
Ya fatigado don Martín de Ocaña, Al sentir el ambiente que refresca
Su enardecida frente, se detiene Y vuelve en torno la mirada inquieta;
Solo y perdido está, no reconoce El extraño lugar en que se encuentra, Ni distingue el camino que ha llevado Ni alcanza á ver de los que van las huellas.
- 224-
Los árboles creciendo entre peñascos,
Alzándose tupida la maleza, El torrente mujiendo en la espesura, y los rayos del sol brillando apenas.
Tal es el cuadro que el perdido alcalde, Triste y cansado, ~m derredor contempla, y ni una voz humana, ni un acento
Logra escuchar en la extensión desierta.
Cubierto de sudor, lleno de polvo,
Las fauces espumosas y sangrientas, Su albo corcel se mece jadeante, y su tendida crin, que el viento ondea,
Señales da de fatigoso viaje Ostentando en sus hilos hojas secas. Pasa allí don Martín un largq rato, Y, ya confuso, á resolver no acierta Si á Córdoba se vuelve ó si prosigue Tras la Mulata y hasta dar con ella. Con la barba clavada sobre el pecho, Libre dejando á su corcel la rienda, Sigue en la incertidumbre sin cuidarse Del rumbo y del camino en que le lleva.
De repente un rumor inesperado
Y que de lejos viene, le despierta, Alza los ojos y asombrado mira Desoansando, tranquila en una peña,
- 225-
A la Mulata que á su lado tiene
Al hombre mismo de la capa negra.
Don Martín se detiene y de sus labios Se va á escapar un grito, cuando ella
Con voz vibrante y dulce y reposada
Le grita: -¡Basta ya! No tanta pena Se tome ya usarcé, que es imposibie
El llegarme á alcanzar , y aunque viniera Un año tras de mí, siempre conierido,
Jamás lograra realizar su empresa. Yo le pido perdón por el trabajo Que tan tenaz persecución le cuesta,
P ero pues nada alcanza, yo aconsejo A vuesarcé que á Córdoba se vuelva. Cuando acabó de hablar y antes que Ocaña
--Del más hondo estupor salir pudiera , Sube de un salto á su arl'ogante potro
Altiva la Mulata, y cual la piedra De la honda desprendida, rauda parte Hasta perderse en la tendida niebla.
Ya trémulo el alcalde, se descubre, Todo turbado se santigua y reza,
Aguija los ijares del caballo, Y á Córdoba otra vez vuelve la rienda.
2'
- 226 -
VI
Gran sensación en M6xi co produce
Saber' que el Santo Oficio ya di spone
En un auto de re que se a pr'oxima
Quemar' á la Mulata; y nuevas COI' I'en
De que el auto de fe se r'á gl'andi oso
y que memol'ia dejar'á en la cor te ,
~ntr'e tanto en oscur'o calabozo,
r:avado en subtCl'ráneoó; cort'edores,
Do no llega jamás la luz del día
Ni del mundo el rumor' , y desde donde
Salil' tampoco al mundo nadie puede,
La Mula ta de Córdoba r'ecoge
(,El pl'emio á sus maldade' y herejías ,»
Según dicen allí los servidor'es
Del Santo Ofi cio, que t.enaz pl'ocura ,
Vali 6ndose de sabios sace l'dotes ,
Vo l ver'la a l buen camino, y que confiese
Uno á uno s us cl'Ímenes a Ü'oces ,
Entm n y salen con tan buen designio
Al tr'is te cahbozo los doctol'eó; ,
P el'o nada consiguen; pues, alti va ,
S us consojos y máximas desoye
- 227 -
La muj el' contumaz, que audaz confiesa
Que en todo tr'ance el diablo la socorre.
Es ya la media noche; la Mulata Duerme tranquila , y olvidando entonces
Que está en la Inquisición , sueña en la villa
Donde su cuna se meció entre fl ores.
De repente un rumor que la despierta Escucha ya muy cerca , y luego voces
____ y pasos y cmjir de los cerrojos ,
y á la trémula luz de dos faroles . Ve entrar en la mazmorra un carcelero
y un viejo inquis idor á quien conoce.
Se incorpor'a en su lecho la Mulata ; El carcelero sale , y en el borde
Del mísero jm'gón se s ienta el viejo , Mirando á la hechicera con transporte .
- Escúchame, le dice , van con esta Que te vengo á buscar más de diez noches,
Siempre á ofrecerte libertad y vida
- 223-
En cambio nada más de tus amores: Sabes que desde el punto en que llegaste Del Santo Oficio á dar en las prisiones, Una espantosa llama me devora y el más intenso amor mi pecho esconde .
Te daré libertad, huirás conmigo, Yo soy ri co, muy rico, en dulce goce P asará nuestra vida donde nadie Ni tu histor· ia conozca ni tu nombl'e . Cuando á tu lado estoy, cuando te veo
Me abrasan de tus ojos los fulgores y hasta de Dios y del deber me olvido y mi alma sólo en tí su gloria pone.
Dame tu amor, consiente que mis labios De fu ego llenos á tus labios toquen, y verás convertil'se esta mazmorra En encantado templo en que te adore. - Ya os he di cho , señol', que tanto empeño Ni yo mel'ezco, ni debi era un noble En su pecho abrigar pOI' la que ha sido Desde su cuna desvalida y pobre. lo Cómo puede bajar , quien fiero ostenta De una hidalga familia los blasones, A la hechicera á quien señala el pueblo Y aguarda del suplicio los horrores?
-Pero es que yo te adoro y que tan alta
- 229-
En mi pecho estás tú, como en su code
Está la emperatriz á quien ofrecen Ricos presentes y exquisitos dones ;
Dime que me amas ... -¡No! y aunque conozca
Que os podéis indignar, y más veloces Llegarán las angustias de mi muerte, ..
Ni os pretendo engañar, ni más amores
Quiero escuchar, señor, dé vuestra boca.
I Cual por oculto y mágico resorte ·
Impelido el anciano, tembloroso, Pálido y demudado levantóse ;
y los ojos clavando en la Mulata y con voz que la rabia descompone, - Pues bien, exclama, miserable, in ten tas
Luchar conmigo y mi pasión desoyes,
~ castigo tendrás; pronto en la hoguera En medio de la angustia y los dolores Te acordarás de mí, de las promesas, Que humillado á tus piés te hice esta noche.
Dijo, y tomando en su convulsa mano
El farol, á la puerta dirigióse, Cuando la dulce voz de la Mulata
Le detiene al salir: -Aunque os enoje, Quiero antes de partir una pregunta Haceros nada más, y si responde De acuerdo vuestra voz, quizá obediente ·
- 230-
En vuestros brazos con amor me arroje. -Habla, contesta el viejo, y la Mulata,
El muro señalando, agrega entonces:
-~ Veis este barco con carbón pintado y que á partir parece se dispone'?
~Qué le falta'? decid ... -EI viejo mira y mientras más lo estudia y reconoce,
Más perfecto lo encuentra y menos halla Lo que faltarle pueda ó 10 que sobra. -~ Qué le falta'? decid , la maga insiste. - Tan sólo andar, el otro le responde.
-Ni eso, señor, responde la hechicera, y acercándose al muro, sin que logre
Detenerla el anciano; en aquel barco Que cuerpo toma y en la mar salobre
. P arece navegar, entra de un salto
Cruje la quilla que las olas l'ompe y mágica visión desaparece y el carcomido muro se recoge.
Cuenta la tradición, que algunos años Después de estos sucesos, hubo un hombre, En la casa de locos detenido, y que hablaba de un barco que una noche Bajo el suelo de México cruzaba
- 231-
Lle~ando á una mujer de altivo porte. Era el Inquisidor; de la Mulata Nada volvió á saber; mas se supone Que en poder del demonio está gimiendo. i Déjenla entre las llamas los lectores!
S3a cuna be ntebe
Por los eternos hielos
La fren te coronada, Donde la tarde prende El último arrebol, y enciende sus centellas La tempestad airada, y su carmín esparce La aurora enamorada Huyendo entre las nieves Al despuntar el sol.
- 236-
L e vanta el Yxtlacfhuatl
Su mole podC'r'osa
Que se destaca inmensa
Sobre el espacio azul,
Blanq uísimo s udario
De gigantesca di osa
Que en tálamo de arm iño
Exánime r'eposa
Bajo un dosel de nu bes
De nácar y de tul.
Refi el'en Ifls leyendas
Que en tan enor'm e a ltura
Las águ ilas que llegan
De lo in finito en pos ,
Se ad uermen escuchando
Con mfstica tel'nul'a ,
Las notas celestiales
De amor' y de ventul'a
Del himno que levantan
Los ángeles á Dios ,
Terr'ibles precipicios
Cort.ando los scndel'os
- 237-
Las misteriosas cumbres Impiden profanar,
y en vano con audacia
Lo intentan los viajeros, y en vano el ciervo busca
Los altos .ventisqueros, y el lobo en vano ensaya
Sus flancos escalar.
Desátanse en la nieve Arroyos diamantinos
Con el ardiente beso Del aura tropical, Que bajan como errantes y alegres peregrinos,
Cantando con sus ondas; Cruzando los caminos,
Quebrando entre las guijas Sus rizos de cristal.
Cual mágico contraste Entre el soberbio manto, Que deslumbrante cubre Los hombros del titán,
- 238-
Algún peñasco negro Asoma con espanto ,
Estatua de gl'anito Alzada por encanto , -En cuya frente rompe
Su furi a el hUl'acán.
Se mecen altaneros En la tendida falda Los cedros olorosos y el áspero oyamel, Formando al enlazarse Fantástica guirnalda
A cuya sombra bllscan En prados de esmeralda
La grama, los rebaños, y las abAjas, miel.
y desde allí descubre Absorta la mirada
Los lagos que retratan Montañas, nubes, luz, Las verdes hortalizas, La hacienda culti vada,
- 239 -
El valle pintol'esco, La lóbrega cañada y de lejana torre
La solitaria cruzo
y lejos entre brumas,
Cerroando el horizonte,
De pórfido y basalto Cadena secular, Contémplase la loma y el encumbrado monte ,
MUI'alla levantada
Para que el valle afronte
Las luchas que pl'ovocan Los s iglos al pasar o
y sobre aq uellos campos
De etema primavel'a Un sol de fuego cruza La sangre haciendo hervir, y en las calladas noches
Sobre la limpia esfel'a
La luna con su corte De estrellas reverbera,
-------------
- 240 -
Bogando mnnsamenle En mar'es de za fir' ,
Yal l'ayo de la lu na
Sobr'e el vo lcán se mir'a,
La nube quo circunda
Baíiada por' la luz, Con I'únebr'e mister'io La gigantesca pira, COI'tejo de I'antasma,' Que s ilencio, o gir'a Sus 1' 0 tl'OS r,ncubr'i endo Con rúnebl'e capuz ,
En la verti ente ag r'esle, Humilde y escond ido, En tI'o pefmsl:os gl'Í. 'e " y mirlos y ttl'myttn, U n pueblo, 'e levan ta Como el oculto nido
Que en las enhies tas r'ocas Deja l'an 'u:-;pondido,
-
- 241 -
Las águi las salvajes , Guardianes del volcán .
~
Entre dispersas chozas,
De pobres labmdOl'es, Modesto se di stingue El templo del Señor;
Esbelto el campanario, Ojivas de colores,
Dentro la nave incienso, En los altares flores
y atmósfera impregnada
De sencillez y amor .
~
En una casa blanca Junto á la cual murmura El apacible arroyo Que le acaricia el pié,
Vi ve la hermosa Carm en, Modelo de ternura ,
Alegre como el campo,
Como sus brisas pura, Tranquila como el lago Que en lontananza ve.
Sl
- 242-
Como el capullo tierno
Que purpurina rosa Abriga con sus hojas
Del fu ego tropical, Encanto de la madre,
Tesoro de la esposa,
Un hijo ti ene Carmen y mira en él dichosa,
La bendición del cielo
Al techo conyugal.
Cuando en la tibia noche La luna se levanta
Con su fulgor bañando La frente de los dos, La madre arrulla al niño Brotando en su garganta Las trovas cariñosas
Que toda madre canta, Que sólo saben ellas y las inspira Dios.
Bendice en su retiro Dichosa su fortuna ,
- 243-
l~n c i e rra el uni vel'SO
En su tranquilo hogal', E l cielo mira ab iel' to,
y sin zozobm alguna,
Cuando inclinada l'eza
Sobre la blanda cuna,
No s iente de la noche
Las horas resbalar.
II
Como la negl'a envidia
Su diente venenoso
Ensaya fi era y deja
Doquier honda raíz, Al ver latir de Cal'men
El corazón di choso,
Sembrando su semilla
En seno rencoroso
Cubl'ió de llanto y duelos
Aquel hogar feliz.
Muy cerca de la casa De CaI'men, y en sombría
- 241-
Caverna 4ue semeja El antro de un dl'agón,
Cavada en la montaña y que sirviera un dfa
Al lobo camicero y á la serpiente fda y al buho temeroso
De tr'iste habitación;
Terf'Ol' de las muj eres , Del mundo l'echazada,
Espanto de los niños,
Remedo de Satán, En la caver'na vive Anciana depravada
y esquivan los pastor'es Su impúdica mirada Cuando de aquella falda POI' los senderos van,
Durante lar'gas noches, Como la hambl'ienta hiena
Que al cOl'del'illo acecha, Miróse á esta muj er,
- 245-
Rondando cau telosa,
Desca lza en tr'e la arena ,
Oculta cntre las malas
De mirlo y de vCI'bena ,
Aq uella casa, nido
De calma y de placel' .
Alguna vez la madre
Con s u lo y extI'añeza ,
La sombl'a de la anciana
Desde s u estancia vi ó ,
y al l'ecOl'da r , temblando ,
Su pl'oberbi al fi ereza,
Cont m u pecho 0pl' ime
Del niiio la cabeza
Porque un peligro oculto
Adi vina r creyó ,
y desde aquella noche
La cuna ni un instante
Abandonada deja ,
Temiendo de cubl' il'
Hasla al e 'poso mismo
E l aguijón punzante
- 246-
Que ya clavado tiene Su pecho palpitante Desde que vió la sombra Fatídica surgir.
Ya cerca, una mañana, De aparecer la aurOl'a , Carmen despie..ta y siente Desfallecer su fe ; No está en su lecho el niño, Con voz conmovedora Le llama, no le encuentra, Se desespera , llora, Y abierta la ventana De su aposento ve .
Por ella huyó sin duda La que en sus brazos lleva La vida de su vida, El alma de su amor', Y en tan teni blc trance Que su pasión subleva No más al cielo acude, Su espíritu se eleva
- 247-
y así postrada y triste Exclama en su dolor:
-j Oh Madre de las madres, Que sabes mi amargura! j Oh Reina, que derramas Con tu mirada luz I Que miras en mi pecho La inmensa desventura' Que tú sentiste j oh Virgen Inmaculada y pura, Al descubrir tu hijo
En afrentosa cruz;
Tú que el dolor supremo En esta amarga vida Probaste en negras horas De luto y soledad; j Am párame, Señora! y escucha conmovida La más profunda queja Del alma dolorida, El más doliente grito Que demandó piedad,
- 248-
Devuélveme el tesoro Que en tu bondad me diste, ¿Por qué me desamparas, Venero de salud~ A tan tremendo golpe Mi pecho no resiste; Contémplame á tus plantas Atribulada y triste, Pidiéndote el consuelo,
I Muriendo de inquietud!!. ..
Cayendo sobre el duro y helado pavimento, Quedó como en un sueño Perdida la razón, y en vértigo de pena Ahogado el sentimiento, Sintiendo como extraños Su llanto y su tormento, y hasta al dolor ageno Su propio corazón.
Después escucha cerca Los pasos recatados
- 251-
De alguno que se llega Adonde inerme está, y siente sus cabellos Mecerse acariciados Por vientos apacibles
Que vagan per"fumados, Errantes mensajeros Del que ,en la,estancia va.
Levanta el rostro entonces, y con sorpresa admira
Una mujer, reflejo De la virtud y el bien; Su pecho se dilata, Con expansión suspira,
, Levántase repuesta; y la mujer la mira Y-Tén valor, la dice, Que yo te amparo; vén.
III
Siguiendo en pos de aquélla Que tierna la conduce,
- 2511"-,
Por escabrosas senda~ ' ; Comienza á caminárj ,
Misterio ihexplicable La arrastra y la seduce, y marcha sin ,recelos ','
Cuando entre nieblas luce De la naciente aurora , La luz crepusculat·.
' Se arrastra silencioso El viento leve y frío Que anuncia la llegada Del fulgurante sol, : , y la menuda niebla ;
Se tiende sobre 'el río, Sobre las hojas brillan ' Las gotas del r0cío' y esmártanse las nubes -',
Con oro y arr\:lbol.
La madre fatigada Exhausta desfallece, 1'an sólo la sostiene
Inquebrantable fe,
- 253-
y las regiones cruza Do rápida decrece Vegetación que luego Mezquina desparece y sólo arena muerta Monótona se ve.
Con lentitud terrible Hundiéndose á su planta El süelo movedizo Del árido arenal, A la elevada cima Resuelta se adelanta y llega donde el monte Magnífico levanta Hacia el azul del cielo Su manto de cristal.
Sobre el tajado muro La lumbre reverbera De los primeros rayos Del astro abrasador. i Qué'lejos se descubren La choza y la pradera!
- 254-
i Qué soledad tan muda Tan honda y tan severa!
i Hasta la luz infunde Fatídieo pavor!
De pl'onto se estremece y piensa que se engaña En su impaciencia loca
Por ilusión falaz, Pues mira en una quiebra Que hiende la montaña Oculta á la que busca Que con horrible saña Al niii.o entre sus brazos Esconde pertinaz .
Apenas lo descubre Se lanza enfurecida, Redobla la entereza
Que la llevó hasta all f ,
Y al ver por las al'enas
Su marcha entorpecida , Desesperada llora y más enardecida
- 255-
.Avanza tropezando
Con ciego frenesf. .
Ya llega, ya su pecho, Sin fuerza y sin aliento,
En tan terrible altura Se niega á respirar; La anciana sorprendida ·
Contémplala un momento y sale de la quiebra
y en raudo movimiento Subiendo entre la nieve
Comienza á caminar.
La madre la persigue y en lucha fatigosa
De fuerza y ligereza Empéñanse las dos:
Ya cruzan vacilantes Sobl'e una inmensa fosa, . Por el estrecho borde De rampa peligrosa, Y Carmen no vacila Y espera siempre en Dios.
- 256 -
y á cada nuevo instante
El áspel'o sendel'o Peligro tras peligro
Ofrece sin cesar ; El sol forma en las nieves
Brillante reverbero,
Aumentan los abismos y el ail'e es tan ligero
Que el corazón opreso No puede palpital'.
De pronto se detiene La anciana vacilando,
Al bOl'de de un bananco Que cruza de través,
y el vértigo la al'l'astra, Y, pálida y temblando, El rostro vuelve al punto Los ojos apartando De aq uella s ima oscura Abierta ante sus piés.
y Carmen lo comprende, y acongojada busca
- 257-
Al misterioso guía
Que la llevó hasta allí, y rápida registra
En la pendiente brusca
Sin acertar á verle, y su razón se ofusca
Nuevo huracán sintiendo
Rugir dentro de sí o
y se arrodilla humilde y tiende suplicante Sus manos á la anciana
Transida de dolor;
-i Por compasión, le dicE',
No sigas adelante, Ni un paso más, detente,
La muerte en este· instante Espera, si prosigues, Al hijo de mi amor!
Si todo lo que tengo A tu ambición no llena, Te viviré sumisa En dura esclavitud,
- 21)8 -
i, Q1I6 mús~ Aunque sucumba
I':n espanlosa pena , r:onse l'va al hijo mío Cons6r'vule y , 6 buena
Salvú ncl ole s iquiel'a I,a vida y la salud,
1':1 roslr'o de la ancia na
Diab61i ca sonl' isu Como de hOITible goce Violen lo di buj6, 1':1 bUl'd • del ubi ,.;mo
Sin delenerse pi a , Ruj o su plant a tiembla Endeble la cOl' ni 'u y se hunde en el abismo
Que ah'ave ' tU' pen '6,
En t. l'e su ' mano ' Carmen Oprime u cabeza, y con vi olent.o e, fu el'zo
Los ojo ' al ce ITa!' , 1': cucha el ala1'ido
D· I'Ubia y de fi ereza
- ~r,9-
Que aquella anciana odiosa, Engendro de vileza,
Lanzó cuando sus plantas Sintiera vacilar.
Privada de sentido
La madre se desploma,
y largo tiempo pasa Perdida su razón,
y luego, poco á poco, Aliento y fuerza toma
y va como de un sueño
Volviendo, cuando asoma
A su cansado pecho Más grande su aflicción.
Entonces reconoce Que está en lugar distante De aquel en que á la anciana
Miró desparecer, Se encuentra en un barranco
y cerca, horripilante, En medio de las rocas,
Sangriento y palpitante,
- 260-
Ve el destrozado cuerpo De la infernal mujer .
¡Con indecible angustia Buscar queriendo al niño
Descubre en una gruta
Tranquila claridad, y allí sobre una cuna
De nieve como armiño Duerme el objeto tierno Del maternal cariño Con la risueña calma
De su temprana edad!
~
- 261 -
Es perfumado y tibio El vagaroso ambiente, Hay flores deli cadas Del niño en dert'edol', y al fondo de la gruta
Se mira refulgente La imagen de la dama
Que la amparó clemente , La Madre de las madres·, La Madre del Señor.
~a~ ~alma~ beI te~oro
Lejos de aquí, donde en sonol'OS tumbos Las olas del Pacífico espumantes,
Como en tremenda lucha de gigantes Contra las rocas á estrellarse van. y levantando altísimos penachos De líquido zafir y blanca espuma,
Las playas del país de Moctezuma En coro eterno saludando están.
94
- 266 -
Entre robustas ceibas, y manglares Donde cerca del mar llega un estero, Abierto en la maleza va ~n sendero Por el que á nadie caminar se vió, y va á pasal' en su revuelto giro
Bajo la fresca y movediza sombra, De dos enhiestas palmas que de alfombl'a Tienen la h ierba que á sus piés nació,
~
Er'a la tar'de; en rojos co r'linajes Las fugit i vas nubes se tendfan y en púrpura las olas se encendfan
T umba ofreciendo al moribundo sol. Del ester'o rizábanse las aguas El vuelo de la brisa sefIalando,
En sus trémulas ondas refl ejando Cambiantes de escadata y anebol.
.'i!!@~
Comienzan á subir' de las calladas Las sombras de la noche lentamente y envueltas en un velo ü'anspal'ente
Las estrellas empiezan á bl'illar , Se escuchan los aull idos lastimeros
Del chacal que r'econ e la montafIa,
I
- 267-
Y la hoguera que alumbra la cabaña Triste refl eja y sosegado el mar.
~
Busca ya la bandada de zanates Sus nidos en el alto cocotero y el penacho del mangle caballero En lánguido vaivén se oye crujir. Vuela al panal la abeja retardada,
Suena el gl'ito del huaco en la espesura, y entre el follaje de la selva oscura Comienzan mil insectos á lucir.
~
Las hojas de los verdes platanares, Murmuran por el viento estremecidas, y en dulcísimas notas, no aprendidas, Arrúllanse las aves por doquier. Turbando los rumores de la sel va Se oye el rugir del tigre corpulento, y los ecos del mar, que arrastra el viento , Se van tras de los montes á perder.
~
Mirase fulgurar sobre las ondas De errante pez la luminosa estela,
- 268-
y la gaviota perezosa vuela
Hacia el abl'Upto y col05al peñón.
Misterioso concierto en el espacio
En éxtasis de fe sumerge el alma y estar pal'ecen con augusta calma
La tierra, el mar y el cielo en ol'ación.
En medio del silencio y vagamente
Del ancho remo el golpe acompasado, Al pescador recuerda que cansado Cantando llega en busca de su hogal'. y entre las pardas sombras, á lo lejos,
Se dibuja bogando una barquilla Que rauda viene á la tendida orilla
Jugando entre las olas de la mar .
Llega por fin. Veloz sobre la playa Un hombre salta y con estrecho lazo Ata la barca en el robusto brazo
De un mangle que doblara el huracán. Otro hombre al mismo tiempo en el esquife
Pesado bulto con vigor levanta, y después ambos con ligera planta Ganando tierra silenciosos van.
- 269-
Lleyando el uno la pesada carga
Mal'chando el otl'O como experto guía ,
Logl'an ll egar adonde más sombría
La noche enü'e la se lva se tend ió.
Deja cn ti cl' l'a, I'endido de fa tiga ,
Su fa l'do el uno; el OÜ'O con presteza,
Oculta entre la hiel' ba y la ma.leza,
Pl'Ofunda fosa dili gente abl'¡ó.
Blandamente s us I'ayos der l'amaba
Muy cerca de cenit la luna llena;
N ubes de a l'mdlO en la extensión sel'ena
Bañando con su pá lido fulgor .
A los vagos I'umores de la tal'de
Suceden el s il encio y el reposo;
Sólo se escucha, ü' is te y pavol'Oso,
Del mal' inquieto el tumbo atl'Onador.
Puestos a l borde , al seno de la fosa
El fa rdo aquellos hom bl'es an ojal'on
y a l cael' en el fondo se escucharon
AUI'eos sonidos de monedas mil.
El que llevó ta l cal'ga inclina entonces ,
Confiado, el CUCl'pO, y I'ápido y certel'o
- 270-
Con el rudo azan6n descarga fi ero En su cabeza, el otro , un golpe vil.
Sin lanzar una queja, el cuerpo iner te Rueda á la fosa entre la sombra oscura, y el matador , temblando, se apresura
Cuerpo y tesoro rápido á cubrir . P ronto termina la infernal tarea,
Oye un manso rumor, alza la frente, y ve que son dos palmas que el ambiente Mueve amoroso haciéndolas gemir.
Huye ligero, llega á la r ibera, Salta al esquife y con feroz pujanza La amarra corta y á la mar se· lanza
Ébrio de susto 'y ciego de pavor. En la estela fugaz que se dibuja Al deslizarse rauda la barquilla y entre la espuma de la hendiente quilla
Cree mirar un espectro acusador .
y boga presuroso, y conturbado,
Vuelve el rostro á la playa que se aleja,
y allá en el seno de la selva oscura" ,
- 273-
y el timón oscilante libre deja Volviendo siempre la mirada atrás.
Ya cerca las rompientes aparecen
Con su manto fantástico de bruma, Y coronando de brillante espuma
Rocas que nadie contempló jamás.
Vuela ligera y sin timón la barca
Al impulso del remo vigoroso,
Y en el peñón oculto y escabroso
Estréllase con lúgubre crujir; Con gran agitación hierven las olas
Un momento no más, ~ sosegada Vuelve después la mar acompasada De espuma los peñascos á cubrir.
Quiebra sus rayos la fulgente luna ,
En el inquieto manto cristalino Que la tumba al cerrar del asesino,
Con él su negro crimen ocultó. Y allá en el seno de la selva oscura
En torno á las dos palmas rumorosas,
Las luciérnagas cruzan afanosas Sobre el sepulcro del que allí quedó.
- 274-
M;uchos años pasaron, nadie supo Aquel terrible y trágico suceso y el tiempo desplegó su manto espeso
BOI'rando hasta los nombres de los dos . P ero el vulgo asombrado refería Haber visto en las palmas del estero
Un fantasma salir , que del viajero Un largo trecho caminaba en pos.
II
Extiéndese en la bóveda azulada
Como un velo de fuego transparente, y cruza en el cenit resplandeciente Olas de llamas derramando el sol.
Gimen al doblegarse desmayadas Las hojas de los verdes platanares, y lanza la calandria sus cantares Sobre la enhiesta palma del coyol.
En la fangosa orilla del estero .Dormitan los caimanes perezosos, y buscan los tropiales presurosos
Las sombras del tupido carrizal.
- 275 -
Zumba tenaz, oculta, la cigarra; El bosque cruza el gavilán en ante, Y en alta ceiba el huaco vigilante
Espera la llegada del terml.
Mansas van á morir sobre la arena
Las olas con pausado movimiento , Sin que el impulso de perdido viento Rompa de sus espumas el hervor .
No vuelan los pesados alcatraces Al pez inquieto entre la mar buscando, Que en los peftascos pasan dormitando
Las fatigosas hOI'as de ~alor.
Ni una barquilla cruza entre las olas, Ni una nube en el cielo transparente, Ni una hoja del mamey mueve el ambiente,
Ni una abeja en los midos va á zumbar. Torpe camina softoliento iguana
ETltre la red del bejucal espeso, y la hojarasca cruje con el peso Del fatigado cuerpo del jaguar.
- 276 -
A l d,.!¡II 'I4ItI' lI iI" 'I:llÍ t./I. '; u l; u l'lJ la
!i ll (¡/t.í,ilU 1I 1'1J 11lf1 ('X J¡ , tI !l la a:weena,
y J!I' I'J'II 11 IIt!l I , l i1 t l¡j " I:n I'í elt vuna
1,;1 /'/'p¡/rl11ml)(' I' víll l'l lJ !:mb l'íugltd ,)l' ,
1';1 1/" 11 I'H' y 1'1 I)/I I#(I/i l.ll I ,J OI'f);.4r¡ fj
1 ' I'ud lgl trl "u,; 1 ';.4 I ' tll; í,t~ !tI ambíun l" ,
y (11 !J l/Il!/CtlJttt ';I);j l íunu 11 0131 ígen lo
I l il 1,1 !I.til lo poiJli lul'u (In ead ,t 11 1) 1' ,
PUl' I I~ vUI'udtt kí !:! t.u y f:iu ¡ilu l'iu
{Jlí U VIL Ú l 'I!'l!LI' al li tUO dl,1 (I!:! tUI'O ,
YL~ UUI'lill du ItI !:! rm1rnu!:! , un viuj ol'o,
:-¡odionl oy J'nli grtcl tl, ViOli lJ Ú pí e J)o 140 bitu vlwi l'i y 130 tlut.í utr u
lj IJl 'tIUi' mi "li ':lIi l i ,' tl o let U!:lpUI'lUI'!1,
CO i'1 OxLl'llñl\ y Ih rl l 6!:l lÍM ngut'!1 UII 1"-1111 1,,'(\ 1111 ':(0 I'o¡.\ li t) ¡-,n 1411 Vu,
Ni 11' 11 1'I'lt vl,l ncln lI i lu u 'u ll,II,
MnA lanl ,! AIH'rdJl'l t nubltl 13 11 t:lu mbl l:1.nll '
UUu lI i el !:lu l 1I 1l' I'id iu liO y J'Ulglll'Ul'1ll' 1 ,Ilf'¡ (¡¡ ", ipa UII lrlll111 l lnto con s u lU:t,
Vi Alu 1111 Ili'lLi gu01 )' 1I lnPblvutlo tl'L~ U,
LII,. 1"111 :1.1\1'4 I'ntn¡..l , l' l jubl'lll tl t'l'I l lUoho
- '/.77-
y pendientes del cuello, sobl'e el pecho, Viejo rosario y oxidada cruz .
Más que andar en la tierI'a se desliza, Todo parece en él confuso y vago,
Ni su figura la reb'ata el lago Ni agita las malezas al andar .
Ni amedrenta las garzas que reposan
Bajo la fresca sombra de los tules, Ni hace de las campánulas azules
Al temeroso colibrí escapar.
A vanza hasta las palmas silencioso y sel'iala al viaj ero amedrentado,
Ya cubierto de orín y abandonado Entre la espesa hierba , un azadón.
Y le manda que cave, y obediente El otro al ademán fiero y terrible, Impelido por fuerza irresistible, Trabaja con febril excitación.
Y cava sin cesar, ya la fatiga Rinde su cuerpo, que en sudor se inunda,
- 278-
y cava sin cesar', y más profunda La abierta fosa descubriendo va . Un sonido metáli co , vibrante,
Produce el azadón y br'illa el oro, y el oculto y I'iquísimo tesoro
En negl'o fondo sus reflejos da.
Alza el viajero entonees la mirada Buscando al que le muestra tal secreto, y descarnado y rígido esqueleto
J unto á la fosa con espanto ve .
Lanza un grito de hOI'r'or, huil' pl'etende De las fieras visiones que le asaltan, y ¡as fu erzas de súbito le faltan y de las palmas se desploma al pi é.
La bl' isa de la mar húmeda sopla , y al I'efrpscal' el pálido semblante,
Aliento y vida vuelve al cam inante
Que toma en sí dudando si soñ6. Dir'ige á todas partes la mirada
Buscando el esqueleto, y conturbado, Lo descubre deshecho y hacinado
Sobre el tesoro que cavando halló.
- 279-
A esas palmas el pueblo desde entonces Del tesoro las llama, y con misterio
Agrega que jamás al cementerio
Fue¡'on aquellos huesos á posar .
Yacen abandonados, y por eso Dicen que hielan de pavor las almas,
A la luz de la luna, entre las palmas,
Dos fantasmas que vienen á penar.
S6
~I bi~itabor ~J1uño3
DON GASTÓN DE PERALTA
Está la ciudad de fiesta Vistiendo ropas de gala y alegre lanzando al viento El clamor de sus campanas. Flotan luciendo colores, En las torres elevadas,
- 284-
P endones y gallal'detes, Banderolas y orifi amas.
Ostentan I' icas labOl'es
Las vajillas cinceladas, Entre cortinas de soda
En balcones y ventanas. Brilla el sol entre cri stales y de la br·uñida plata
Arranca vi vo refi ejo
Que juega entre las guirnaldas De fi oros y de laul'oles
Que om an suntuosas fachadas . AtJ'aviesan de contino
Por las call es y las plazas, De lumbrantes de riqueza, Numero a cabalgata . En confusa muched umbl'e Alegl'e el pueblo o aparta
Cuando á cada instante llegan , Con gran luj o engalanadas,
Las carl'ozas que conducen A caballel'os y á dama . Alzan rumor estJ'uendoso Por todas partes las sal vas, y arcabuces, mosquetones,
y cohetes y bombardas,
- 285-
Porque México celebra Alegre en esa mañana, Como remedio á sus males, Ya crónicos, la llegada Del noble marqués de Falces, De don Gastón de Peralta, A quien manda el gran Feiipe De virey á Nueva España.
~
El nuevo virey conoce Que está la ciudad turbada; Sabe que quiere la Audiencia, A la que todo acobarda, Seguir por la senda oscura En que el rencor y la saña Pusieron á los oidores De México, por desgracia. Sabe que en prisiones gime y espera en última estancia
Una sentencia de muerte, Que la Audiencia le prepara, El rico marqués del Valle, Cuya nobleza es tan alta Que México sólo mira Más alto que él, su monarca.
-- ----------.
286 -
Desde que cruzó la nota
Del Gol ro las verde,' aguas ,
S upo el vir'e y el tras torno
Que 'n M6xi co ocas ionaba
De los hijo,' do Cor'I,6s
La pe r','ecuci(¡ n extr'a ií a ,
y como s iguió la Audiencia,
Más que el pr'ocoso la trama
Que hi zo s ubir al cada lso
A Alon,'o González Avila,
y ú Gil , u hOI'mano, que nunca
Tomó en el a,' unlo car'tas ,
P or e o vi ene di s puesto
A obr'a r' con pmdencia tanta ,
Que al or'd on la Audiencia vuelva y la ciudad á la calma,
Que al ma rqu6s le sobr'an br'Cos
y la opinión le acompaña ,
y cuando el l'ey, que no ignora
Lo que en la colonia pasa,
Le ha nombr'ado, e' por'que na
En don Gaslón do P eralta ,
-._----------------------------------,
- 287-
11
EL MARQUÉS DEL VALLE
Las tinieblas de la noche ' En que se envuelve el palacio, Rasga lejana é incierta Rojiza luz que en la mano, En un triste farolillo, Lleva un hombre, que cl'Uzando Rápidamente, atraviesa Por corredores y patios. De aquella luz al reflejo Se descubre un embozado Que, cual sombra misteriosa , Sigue del otro los pasos. Tranquilos y silenciosos , Sin que les marquen el alto Ugieres ni alabarderos, Centinelas ni lacayos; Llegan á la rica estancia Donde aguarda, acompañado El noble marqués de Falces De su diestro secretario,
- 1/88 -
¡\ 1 (;abld 10/'0 erH;U bic,'Lo
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Ou o (b~ ali unlo (11m; (,ido,'r:¡;
()u u do vOfl gan¡o;a o¡.; l(Ln (, vid 08
VIL (\ IIclLHiorm,' (JI" OH f';unlonci on
Mlly p"w,lfl (\ mll () l'to r.~
- IVillano:; 1
,IIIIII (\H on rtli IInb lo san g l'O
111I),u l,'aidol' s,
- Sois v(l¡;lugo
I)u lIo),l u lr' nuo y yo quie,'o
1'",' UHU mismo slIlvlu'oH.
¡\ IIIUUI'lIl Imnbi 611 la Audi encia.
(:olld n(, Ú LII fs, VU OH I., 'O It "mun o;
lI ov isal'6 1m; sr 111,1 lIuillS,
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Si all l', I I I'oy (lS da 111 mllOl'l 1
1I¡\I :ibidla c lI lI l Il l'iHl.illllo ,
- 289-
Que él sabrá si sacrifica
Al hijo del esforzado
Capitán que dió á Castilla Un reino como regalo;
Mas yo no quiero que caiga
Por mancha en el suelo indiano, Esa sangre, que es la mism~
Que ard ió con noble entusiasmo
En las venas de aquel héroe Que hizo de reyes vasallos Que llevaran sus tributos
Al trono de San Fernando .
-Gracias, sei'ior, lo que os debe Mi casa , no ha de olvidarlo. -Dejad, marq ués, los cumplidos Que no pretendo obligaros, Que cumplo con mi conciencia y en esto la satisfago .
Volvió don Gastón el rostro y dijo á su secretario:
-Ordenad que á los oidores Lleven al punto recado Que el real servicio exige Que se lleguen á palacio Ahora mismo, y que hasta verles En este salón aguardo.
- 290-
III
LOS OIDORES
Pasó una hora y de la puerta
Las toscas hojas crujieron, y uno tras otro en la estancia
Los oidores en silencio Entraron, y en su semblante Pintóse el terrible efecto
Que en sus ánimos causaba El inesperado encuentro Del Marqués del Valle, libre, Cuando le juzgaban preso. Calló el vil'ey esperando y callaron con empeño
Los oidores , dando muestras De extraño desasosiego. Por fin, tras un largo rato,
Andaz l'ompicndo el silencio, Con voz (l'émula y cortada,
Habló el licenciado Ceynos . -No pueden hablar los jueces Dijo, cuando se halla el reo
- 291 -
En libertad, mano á mano Con el virey departiendo_
-Pero el virey puede y quiere, Dijo el de Falces, y advierto Que aunque dirá pocas cosas A todo dará remedio;
Revisadas las sentencias
.Pongo fin á los procesos; Don Lufs saldrá desterrado·
y el Marqués marchará al puerto De Ve¡'acruz á embarcarse
Para !a corte, y espero Que uno de vosotros vaya A custodiarle, s.abiendo
Que con su vida responde De cumplir con este acuerdo_ ~No admiti¡'é tal encargo,
Dijo un oidor, ni aun teniendo
Todo el oro de las Indias ¡ Prometido como premio.
-Tiene muchos partidarios, Agrege:¡ otro oidor, y hay riesgo
De que salgan al camino Para libertar al preso _
-Pues yo tampoco admitiera, Agregó á este tiempo Ceynos,
I I I~--------------------------------
- 2\12 -
Que es comisión peligl'osa y desacel'tado empeflO,
-Yo me encar'garé de todo,
Repuso el virey coléri co;
y mir'::td cómo: -Mal'qués ,
~ Orr'ecéis cual caballel'o
11' á Espaiia y presental'os A nuestro monarca~-Orrezco
Cumplil' cuanto se me ordene,
Aunque conozca que en 0 11 0
Me va la vida ,
-Me basta , Repuso el virey, y aceplo
Vuestl'a palabra , Señores ,
El Mar'qu6s saldrá de Ml:xico,
Como he mandado, y vosotros Libres sois en el momento
De I'eti I'ar'os , s i os place , Que estái ya perdiendo el ti empo Del descanso y no es pr'udencia Robar las hOl'as al sueño,
- 293-
IV
EL VISITADOR MUÑOZ
. Quejas, informes, intrigas Tramad·as por los oidores, Producen cada momento . Más confusión en la corte. El virey en tanto calla, Pues todo esto desconoce, y en vista de su silencio
El monarca al fin supone Que en la colonia caminan Los negocios en desorden; y por buscar el remedio A tanto mal, juzga entonces Oportuno y acertado Mandar tres visitadores. Eran éstos, don Alonso De Muñoz, que fiero esconde, Tras un ceño que horroriza, Un corazón que en el molde De Satanás rué vaciado Por perverso y por innoble;
- 294-
Jarava y Carrillo, fieras
Que bajo el aspecto de hombres Ocultan todo el veneno
De sus instintos feroces. Jarava murió en el viaje y Muñoz al fin hallóse
En México dando espanto Hasta á los mismos oidores.
Era Muñoz alto, seco, Con un semblante de bronce En donde nunca asomaban Sus secretas emociones. Cenicienta y triste barba
Con poco aliño y mal corte; Pelo que cae en los hombros
Lacio, opaco, sucio y pobre; Nariz aguzada y corva, Ojos pardos que recogen Tras de las tupidas cejas
Reflejos siempre traidores; Pausado andar cauteloso, .Como hiena que en la· noche Al insepulto cadáver Temerosa reconoce. y como de todos teme
Mal' de todos se supone,
- 295-
Y de la negra ropilla Bajo los pliegues esconde Templada cota de malla, Capaz de embotar los golpes De florentinos puñales O toledanos estoques.
v
LAS PRISIONES
Una noche en que tranquila Duerme la ciudad, se notan Doquiera siniestros grupos De mal disfrazada tropa, Que cruzando por las calles y aprovechando las sombras,
Sin ser de nadie sentidos, Se separan, se colocan Todos en di versos puntos, y á un mismo tiempo, á una hora Convenida, todos ellos Cual fieros canes se arrojan Para sacar de las casas En que tranquilos reposan
- ~96-
A todos los que Muñoz Piensa mandar á la horca, Para probar al mOnarca Cómo cuida de la honra Del trono y cómo es adicto A la sagrada persona. Por todas partes se escuchan Los golpes que se redoblan; Aquí llamando á una puerta, Allí derribando la otra. y se oyen las maldiciones De corchetes y de rondas, y los llantos de los niños, y el gemir de las esposas; Brillan tras de las ventanas Resplandecientes antorchas Conque recorre las casas La soldadesca, empeñosa De encontrar á los que busca, y á los balcones se asoman, Trémulos y acongojados, Los vecinos, que de toda
I Aquella espantosa alarma El triste motivo ignoran. A penas cárceles tiene La Audiencia, donde recoja
38
- 297-
A tantos como esa noche
En la ciudad se apl'isiona.
Brilla el sol y todavía Mira la gente con honda
Aflicción, que se conducen
A las oscuras mazmorras M ás víctimas, sin que á riadü3
Se permita ni una sola Palabra hablar con aquellos
Que sus casas abandonan. Todo es confusión y asombro,
Todo es temor y zozobras, y mientras tanto en la Audiencia
Alegre Muñoz se goza y recorre á cada instante
Los apuntes en que constan Los sentenciados, buscando,
Con ansiedad rencorosa, Si estarán todos en lista Como están en su memoria.
- 298-
VI
LAS EJEC¡'CION ES
No t.ranscurre mucho ti empo
Sin que el pueblo esh'emeeido
Comience á vel' cómo pasan
Las víctimas a l supli cio.
Un as veces en s il encio,
Oll'as con pompa y ruido,
Anunciando el pregonero
En cada esquina y á gl'itos
Los nombl'es de los culpables,
Su cl' i men y su castigo ;
Mostrando como escarmiento
De tan funesto delito
Que agual'dan la misma suerte
y aquel patíbulo mismo
A cuantos le cOlnet.i el'on
y á cuantos le han cometido.
As í sucumben Oñate,
y Victori a y los dos ricos
Pcdl'o y Baltasal' Quesada ;
Arias , Gómez, Valdespino,
- 299-
Albornoz, Ruiz Castañeda, Cáceres, Soto, Garrido y otros mil de los que nad ie
Hacer la defensa quiso. Tal terror al pueblo infunne
Aquel proceder inícuo,
Que eslún las calles desiertas, y C'stán los templos vacíos, y dentl'o de los hogares
Las mujeres y los niños
Rezan y lloran temblando; Mientl'as los hombres sin bríos
En los sótanos se ocultan,
y escapan con gran sigilo
Buscando en tierras distantes Los más apartados sitios. Cunde hasta el ayuntamiento
El terror, y del peligro Espantados los alcaldes , Acuerdan en el cabildo
Hacer solemnes festejos Que den al recién venido
Muestras de que su pI'esencia Es causa de regocijo y de que todos le tienen El más profundo cal'iño.
· - 300 -
y organizan cabalgatas, y mascaradas y ci rcos, Poniendo en plazas' y calles Festones y farolillos; y m'uchas veces sucede Que cruza entre aquel bullicio El cortejo que conduce Las .víctimas al patíbulo. Muñoz con indiferencia Sigue siempre retraído, Que ni la zambra le alegra, Ni le perturba el gentío, Pues bien de aquellos festejos Juzga el oculto motivo, y embargan todo su tiempo Las causas y los escritos.
VII
DON MARTfN CORTÉS
Rabioso queda Muñoz De que á su rencor escapa El noble Marqués del Valle, Que ha salido para España,
- 1:01 -
Mucho halagó su deseo Víctima tan encumbrada y sienténo haberle hallado
Al alcance de su rabia.
Pero si al Marqués protege
La sombra de su monarca, Muñoz en Méxi'co encuentra,
Para saciar su venganza,
A don Martín, el hermano Del Marqués, á quien si faltan
Los legítimos blasones
Neg!j,dos á grey bastarda, Fué en cambio el hijo mimado De Hemán Cortés y la indiana, Doña Marina Malinche,
Como la historia la llama. Don Martín lleva en su rostro Señales de las dos razas,
La triste melancolía De la gente americana, y del capitán ibero
La penetrante mirada.
Preso en palacio y cargado De cadenas, sufrE) y calla-,
y del injusto proceso El fallo sereno aguarda.
- 302-
En vano oidores y jueces
Le interrogan, que si alcanzan Alguna respuesta, es sólo Una negativa franca. De aquella inútil faena
Terrible Muñoz se cansa, y á sus feroces instintos
Hallando ocasión tan clara Da rienda suelta, soñando
En la más dulce venganza. y puesto que el acusado Se obstina en negar ó calla,
Es fuerza que en el tormento Se le saquen las palabras. y á tormento le condenan y una noche en una sala
Escondida de palacio,
Donde la queja angustiada Se extingue envuelto en las sombras y entI'e los muros se apaga; Al noble Martín desnudan
Yen duro potro le atan, Sirviéndole de verdugos Juan Navarro y P edro Baca. Cruje el tCrI'ible instrumento A cada vuelta forzada
- 303-
De la rueda, y los cordeles Nervios y carnes desgarran,
y una y otra y tres y cuatro y seis, y nada se alcanza; Don Martín sigue callando,
Jadeante su aliento exhala, Está lívido su rostro,
El sudor su cuerpo baña,
Vuelve inciertos por doqu-iera Los ojos como dos ascuas, y de sus cárdenos labios
Blanca espuma se derrama. En medio de aquel silencio Se escucha la voz cascada
Del escribano que inquiere y que á cada vuelta exclama: -Se le amonesta que diga _ La verdad, si tiene gana De no ver en tal trabajo
y dolor su cuerpo y alma.
-Pues que tanto se resiste, Agrega Muñoz con rabia,
Seor escribano, que sufra
Luego el tormento del agua. No bien la horrible sentencia Fué por Muñoz pronunciada,
- 804-
Cuando apar'eció el ver'dugo
Con escudillas y jarras ,
A don Mal'tin se aproxima
y con espantosa calma
Una val' ill a de hierr'o
Sirviéndole de palanca,
Cual s i fu eran de un cadá vel' ,
Las mandlbulas aparta;
E xti ende d<:'spués la toca ,
Bur'clo li enzo que se adapta
Cubriendo las secas fauces
Hasta tocar la gaqjanta ,
y p OI' fuer'a con tal arte
Doblado , que en las ventanas
De la nal' iz penetrando
Dos puntas , llevan el ag ua
y hacen más fi ero el tormento
y mús horl' ibles las ansias,
Ya en tal estado , el vel'dugo El extremo de una caila
Hueca, en los labios coloca
A la vlctima y derl'ama
Por ell a , mudo, impasible,
Una tras otr'a , seis jal'l'as
En cada una requil'i endo
A l reo, á cargo de St¿ alm a,
39
- 305-
A que la rJerdad declare,
Si no quiere en pena tanta
Mirarse; mas como advierten Que don Martín se desmaya,
y que peligra su vida, y como en aquella estancia
Se encuentra como testigo, Pues así la ley lo manda,
El obispo de la Puebla Al que también acom paña
Don Francisco de Velasco, Porque el reo en esa causa Es cual ellos caballero De Santiago, se declara
Que se suspende el tormento, Hasta la entrante semana A ver si entre tanto el reo
Confiesa lo que ahora calla.
Quítanle al punto la toca; Del lívido cuello apartan
La tosca argolla de hierro
Que contra el potro le clava; Sueltan de los yertos miembros Las cuerdas ensangrentadas y exánime, agonizante, De allí á don Martín separan
- 306-
En tan las timoso estado, Que, cuando á poco le mandan
Destel' l'ado pal'a siempre Salir de la Nueva España, Tan humillado se encuentra y en salud tan quebrantada
Que antes de cumplir tres meses El último aliento exhala .
VIII
LA SORPRESA
Ya lfmites no conoce MUI-JQZ en su til'an(a ,
Desde la A udiencia á la plebe
Con su voluntad domina ; Se eslI·emecen s i le nombran Y tiemblan cuando le miran;
Que nadie tiene seguras Ni la hacienda ni la vida;
Siguen las confiscaciones
En nom bre de la justi cia, y los patíbulos siguen
Devorando nuevas víctimas.
- 307-
Muñoz, que con nadie trata , Fiero y triste se retira
A una celda que ya tiene En Santo Domingo lista,
A pasar Semana San ta
Entre los frailes, que en misa
Se turban cuando él asiste, y que en sus cantos vacilan y todas las ceremonias
Trastornan, cuando en su silla y bajo dosel bordado
Les ciava Muñoz la vista.
Una mañana, en la celda, Aunque es muy entrado el día,
Duerme Muñoz, cuando llegan A su puerta, de visita,
Tres caballeros que exigen Que al punto se les reciba, Porque asuntos de importancia Vienen á tratar. No avisan
Los pajes, pues ya conocen Del visitador las iras, y aguardan los caballeros
Más de dos horas seguidas. Consiguen por fin la entrada, y con mucha cortesía
- 308-
Al vi itado ,' saludan
Que a l mira r'le , ni se quita
La go rTa ni se levanta
De la a mpli a y cómoda s ill a.
POI' 'u a lud le pr'eguntan,
y él, con fOI'zada onr'isa,
-l' uer'a mejOl', le con testa,
Sin impo,' tuna. vi itas .
Quedan todo si lenciosos,
Mas uno con faz a ltiva
A vanza un pa o, y sacando
De un pliegue de la "opill a
Un pe"gamino , le di ce
Al Otl'O que e a proxima:
-Dad cuent a del contenido
De. de la fecha á la fh'm a
De e ta cédul a , qu e importa
Hoy mi 'mo mira r' cumplida .
Al oir ta les palabl'as
Tiembla Muíioz y ya iba
A levantar' o fUl' io o
Cuando e l otro con tranquila
Voz la lectura comienza,
y Mu,-, oz con la faz Ifvida
R c pctu o o e de cu brc ;
J.o:n pi é e pone y e inclina,
- 309-
Porque manda el soberano, En esa cédula misma, Que á Puga y á Villanueva
(Los que allí presentes mira) Obedezca y reconozca,
'1 I \
~. : \ _// -~-
y dando fin su visita
El gobierno les entregue y regrese á la península.
Terminada la lectura Dijo Puga:-Nos precisa Que esta provisión se cum pla, y advierto á su señoría
- 310-
Que en el plazo de tres horas,
Improrrogables y fij as , Deberá salir de México Para embarcarse.
-Permita, Repuso Muñoz humilde,
Que á los oficios asista. -Cumpla lo que se le ordena y mire cómo replica
A lo que del rey en nombre A buen ti empo se le avisa. Salieron sin saludarle Los tres de la com i ti va; Quedóse Muiíoz temblando, Con la faz descolol>ida; y después, cuando á buscarle
Los frailes para la misa
Vinieron sin saber nada,
Ya cerca del medio día, Vieron la cama deshecha, Y debajo de las sillas Los papeles destrozados; La celda estaba vacía, Pues Muñoz para escaparse Ganó la falsa salida Del convento, temeroso,
- 311-
y huyó á pié por la garita Llevando sólo á Carrillo Por compañero y por guía.
IX
LA JUSTICIA DEL REY·
Refieren las tradiciones Que andan en boca del pueblo, Que al llegar frente al monarca El visitador de México, Alzó Felipe segundo Altivo el rostro severo y mirando fijamente A Muñoz, con torvo ceño, -Te envié á las Indias, le dice, A gobernar como bueno No á destruir. - Y el monarca Pasó de largo; al momento
En un sitial se desploma Muñoz, su rostro cubriendo Con las manos; y así queda Inmóvil por tanto tiempo Que al fin un lacayo viene
- 312 -
A hablarle, y al ver que quieto
Sigue y sin oir, le mueve, Siente rígido aquel cuerpo y con espanto conoce Que ya Muñoz está muerto.
40
53a cane be la ~n~a 1
Lo que voy á narrar, historia ó cuento,
Que dió nombre á la calle de la Joya , En crónica, perdid&., de un convento, Dejólo escrito el provincial Montoya .
y aunque pobre de flores y de galas,
Mi numen pide á la Fortuna esquiva,
Que al extender la tradición sus alas Si el verso muere , la leyenda viva.
1 Uno de Jos co lles principales de lo ci udad de México .
- :1 111 -
E:1'11 IIn hnglLl' I'ol iz, de 111110r'OR nido,
/\ In.R inl.l'i gnR do la co l'l,o nj eno,
JI: n I.r'e (11 n. 111 OR f'J'O n el ORaR OFICO n el ido,
r ,Iono do pn.7. y do oRpel'nnz:l lIono.
/\1 In,do di ('II.HllIl.l', lLllf Vi oln,nl.u
Su cO I11JllLfiol'lL fi ol , v ivo di cl iORI1;
QIIO pal'a li mpio COf'/l,zón al11l;t,ntu,
1':1'101 hogn,l' 01 niolo do la oRposa,
Pocos mesos, mlly pocos hnn pasado
DORdo c¡ uo I n IW m io ó. su 'onstJtn I.e anh elo,
.J 11 n I.OR on ni I\ l l.n,l' han ni 'n,nzado
Pal'u RU 11,111 01' 111, bondi ci()n dol c ielo.
VillLl UIlt.onCOH Ji M úx ieo, g¡dl fll'do
D on co l , do n oblo y disti nguida cuna:
10:1 eap i l.ó,n don Diogo do Fnjn.r·clo,
Dn i\nimo g l'l1ndo y sin igunl rOl 'tuna,
Do 10n.ll.Hd y vlI IM 0\'/1. un 1.1 SO I'O,
- 317-
y nunca tuvo, en su intención discreta, Ni al ver el infortunio, oculto el oro; Ni en pro de la virtud, la espada quieta.
Una vez que en su yegua jerezana Del campo alegre á la ciudad volvía, Asomada á su rústica ventana Miró á Violan te , al declinar el día.
Detuvo el paso, la mi¡:ó extasiado,
Fuese, volviendo el rostro á cada instante, y esa noche, confuso y agitado, Soñó y volvió á soñar aquel semblante.
Desde entonce's las sombras protectoras, Rondando aquella casa, le envolvían, y unas tras otras, siempre las auroras En el mismo lugar le sorprendían.
Negra la noche está; Gaspar ausente; Violan te sola, triste, preocupada,
- alS -
Eseuchand 01 gemido que doliente
L anza c.I vi ento al c/'u ll,ar pOI' la enramada.
De ¡;úbif.o la dama se esl l'emece ,
V, ab/'i/'se una vanlana, y ú su.' oj os
Don Di ego de Faja/'do ,'o apal'oce
(luo va ú postml'.'o ante sus pi6' de hinojos.
nuegos , pr'ome.'as , ll anto que no enjuga
POI' pintal' 01 amol' en que ,'e inf1ama,
Nada al canll,a ú entibia/', nada subyuga
I ,a :dtane/'u esquivez do aquella dama.
PO/' fin, ú f:> U pe 'al' , . siente her'ido,
y do aqu ella vi /,l,udlIu ye confu 'o
Mi /'Ilndo eon dolo/' aOf:>vaneciclo
1·:1 dulco .'uoii o en quo ' U' dicll us pu.'o . ..
Pe/'o ant s do . ali .. , .' in quo VioJante
J nel ignadrt .'ospocho su el 00 ,
Doj a pl'onda quo ciogo y delil'anf.o
I ,Iuvaba el 'u amor' I Ul'lt 1,/'0 1' 'o.
Ruegos , promesas, llanto que no enjuga ...
- 321-
Un brazalete de oro cincelado, En que vierten sus vivos resplandores
Los mil diamantes conque está form ado, El escudo condal de sus mayores .
Gaspar, de aquella noche entre la sombra, Mira salir un hombre de su casa;
Se recata, se espera, hasta le nombra
Cuando á su lado, sin mirarle , pasa .
Trémulo , vacilante, loco, ciego, Al mirar á don Diego de F ajardo,
Siente del odio el espantoso fuego y de los celos el punzante dardo.
Duda ... y después , como león herido Que su melena formidable agita,
Ardiendo en furor lanza un rugido y fiero en su mansión se precipita.
Halla á Violante pálida y convulsa,
4\
- 322-
y entre sus manos á mirar' alcanza
La ri ca joya que su sed impulsa
De consumar' con sangr'e s u venganza,
Tr'émulo, ni la inquiel'e , ni la insulta, P ero en tl'emenda cólera deshecho,
Cien y cien veces su puñal sepulta De ti erna esposa en el honr'ado pecho,
y como suele la espantosa llama
Que se levanta de vOl'az hoguera
Cuando sobre ella el "agua se derl'ama Avival'se y cr'ece r más altanera ;
Así el vér'tigo fi el'O que arrebata El alma de Gaspal' , más y más crece
- 323-
Al ver que un mar de sangre se desata y ahogada en él Violan te se estremece.
Recoge luego con crispada mano, Bañado en tibia sangre el rico broche, Abandona la casa, cruza el llano
y se pierde en las sombras de la noche.
y cuando encuentra en la ciudad desierta La casa de Fajardo, ardiendo en ira Clava el rico joyel sobre la puerta
Con su agudo puñal, y luego espira.
Con creciente inquietud, á la alborada, Sale Fajardo y ve con desconcierto La acusadora joya ensangrentada Yal dintel de la puerta, Gaspar muerto.
Adivinando todo con pavura,
y víctima de atroz remordimiento, Huye á ocultar su inmensa desventura Tras de los altos muros de un convento.
- 324-
De las mundanas pompas olvidado,
Que rué un fr'ail e ejempla r', di ce Montoya,
¡ Dios le haya en s u alt.o juicio perdonado
La h istor'ia de la call e de la J oya I
, I
2a cane be la Ouemaba I
Como arroyo que entre flores · Va coronado de espuma,
Así en los cuentos de amores Sin zozobra ni temores Ligera corre la pluma.
~
I Una de )85 calles de la ciudad de México.
- lJt8 -
y eJ o 111 nocl lC som bf'fa
I~:n apaci hin vdada
A 1'I'a8tl 'll Ú la fo.n tasIa
Al pié do la colosla
Do la dama onamor'ado.,
"'f!{IJ@¡.
na'o OSCUChlll' s d uetol'a
L It tl'o va q uo on 01 j:1I'd In
Canta 01 galán {t doshont
En 111 8ombl'u pr'o toolOI'11
D o In Iliocll'l1 y dol j azmln ,
y dando IÍ lo. inspir'a' ión
Su I1r'l'obl1dor' om b loso ,
1':1 vionto on nuost.I'O balcón
N os fin go con dulco ,on
L oj ano .. umol' do un b so ,
TI'OVI I,rtcl o gr'nta (1'.1 01'0 11 11,
MinU ondo con, tnnt nfán
y Roflll ndo on 61 y n olln:
Si n C] 11 0 so ml1l'C] 11 0 RII hulla
I.IIS 11 00'I1S vi ll llon y "n.o,
42
- 329-
Hoy así, con pensamiento Alegre y entretenido, Voy á refel'ir un cuento
Sacado de un documento Entre el polvo del olvido.
De amor los pasados hechos
Cautivan siempre allectol' , y estos versos van derechos
A llamar á humanos pechos
Que entiendan cuitas de amor.
Nunca rosa más gentil Más fragante y más galana, Fueron las auras de abril
A besar, en el pensil De la tierra mexicana.
Era la noble Marina
Pura, joven y hechicera, Con la bondad peregrina Que Amor da cuando ilumina El alma, pOI' vez primera .
- (Jau -
A ril aba vo n tal pusión
Con tan pl'Orundlt tCl'nur'u ,
Que en tan viega mJOf'ltvi(¡n
G ual'dalJII. etl el vOf'az6n
Todo un mundo dc yo ntul'U,
(':rr u,rnol'Udo galán
A HU h(WItlOr,!UY'lL rcndido ,
LrL arnaba con tn.nto arún
Qll e t1 ijo úr1 vano 01 "err'án:
(INo hay altlor' co r'l'cspondido, »
y la luna Itl ir,! ter'ior,!fl
!::ji OltljJ l'o l o rni l'ó (t Ins ,'ejus
Do la Itl lLllsiún do lti horltloslI,
(':n cúnti gli melodioslt
L:lm'.llnll o al yi ollto r,¡us quojas,
M ar,! l ayl quo nunca ul afllo !'
Haba r,! ll luz ú los violoH,
Sin quo (JO II fi ol'o rigol'
Anubloll HU l'cr,!plundOl'
Lai'! t.ini ehln l'l do Ini'! (',0 101'1 ,
- 331-
La gente murmuradora;
El, fi ero y apasionado;
Ella tierna y seductora y la casa en donde mora
En rumbo muy frecuentado,
Todo al fin vino á parar,
Como es fácil advertil" Dando á los celos lugar
En él, queriendo matar En ella, ansiando m9rir.
y era fama que Leonel (Así el galán se llamaba ) Era un valiente doncel
Que alcanzó más de un laurel Cuando en Flandes militaba.
Por su arrojo sin segundo,
Probado en luenga campaña, Lo mandó del viejo mundo El rey Felipe segundo Noble y rico, á Nueva España,
- 33 ~ -
Cuando obediencia reclama
Con la ri enda al bravo potro
Sobre el cual ronda á su dama ,
Todo el que lo mi ra exclama:
- Son el uno para el otro.
Cuanto realza al caballero,
Cuanto á Marina conmueve , Ver a l trote del ove ro
La ancha pluma del sombrero
F loland o gall ar'da y leve.
¡ C6mo :l la hermosa recrea
En la noche sosegada
Ver , cuando el ga lán pasea,
La luna que cabr' ill ea
Sobr'e la cru z de la espada I
Y en la oscura noche, queda Pr'('miado su dulce anhelo,
S i en la som bra escucha leda El crujido de la seda
De s u a ir'oso f'err'eruelo.
- 333-
Él. viendo que por tan bella A muchos tiene prendados,
Dió en levantarle querella Llamándose indigno de ella, Que es cosa de enamorados.
Si al decirlo conocía
De tal frase la razón,
Más sus celos encendía y más rebelde y bravía Se alzaba su condición.
y si el tierno juramento Calmaba su pena fi era Dando tregua á su tormento,
El menor soplo del viento Tornaba á encender la hoguera.
Así el lago cristalino De aquel amor pUl'O y ti erno, Cambió de pronto el destino En torrente, en torbellino, En huracán, en infierno.
- - ------------------,
- 3M
y m illntl'lHi tef'r'ib lc y ciego ,
S(J pr'o lllnga (JRO mur'ti I'io
I';n t r-e la r¡ UI)j u y ül f'uogo,
Mús el'OCI) on amhos 01 ru ngo
Del umol'oso dolil>io,
P OI' fj n (J I la, ciorto d (a,
1 .lIego que cd gaJ(tn pas6, I'fd ida , tl'iRto, som br(a,
Con mano 1,J'{lITllll a y rda
lJ Jl a 1::wtlL lo 1L1'I'Oj(' ,
II f, pido ex ti endo Leonel,
Sil bll)vlLdo BII amor' ,pl'opio ,
1';1 pel'fllmado papol y Vil I:on ospn,nlo nn (,1
1';s 1.o ·, '1"0 :'L la lolm nopio:
« NI i r .conol idolntl'ndo: POI' n1l'IS qllo eon g l':lto mpofi o 0 1 mostl'al' lt o pl'oclll'l1do
Q II Il no en vano tn llIls llumado 1)1\ m i lun Ol' IIJlil '1l dllOfio,
- ---- -- ---------,
- 335 -
»Al enconh'arte insensible,
Ya que con ciega ternura · Darte la fe es imposible , Siendo un escollo tcrTible
Mi maldecida hermosUl'a,
»Sin recelos ni tristeza
Voy en aras de tu amor, Por pasión, no por fiereza, A convertir mi belleza
En un objeto de horror.
- ~ 36 -
»S610 as ( so sati ,fuco
Mi an 'i 'dad y no vu cilo;
Si mo amas , tu ro !'onuco;
' i 'on osto so do.' lluco
Tu amo!· .. . vivil'ás tl'anquilo.
»Y vu ul v Ít tu corazón
La C,l lma qu u lo l'ob6 ;
so apaga tu ilus iún,
O se 'ubl'u tu pa 'iún
CO II 1m; ala ' du la ('u.»
Cuando ncabú de loo!'
Aqu I o 'pt\nl o alar'do
Dul amol' do una mujo!',
J.o: 'húsu , ·i go, Ú COI'!' 1',
Bus 'úndola , p !'O o tal'do.
Yucu sobl'o 01 !'ico I 'cho
Do ·fi .... u!·udu Mt\l'ina,
Con 1m; manos sobl'o 01 pocho
y ul II(V 'o 'uti' du 'h 'ho
Do 'u I~\z a laba ,tl'ina.
43
- 337-
En rico anafre de plata
Sobre el ascua abrasadora Hunde el rostro y desbarata
El armiño y la escarlata De su faz encantadora.
P asó un año, y asombrada La gente que acudió fiel A la misa de alborada, Vió á una dama enmascarada
Casarse con don Leonel.
y cuando al pié del altar
Sellaron su eterno lazo Vióseles juntos cruzar Él, orgulloso al andar , y ella colgada á su brazo.
- ¡¡ ~ H -
y lit w 'nll:, (t J¡J. Klllid ll
1) ,,1 fl:mplfJ, 1:IHTII :nf a y Wn:1I
;\ 1I lIl:I 111, hi l-l f.lll'i:1 KI:nfi (h,
! :lI l1l nlrlpl fLn dll (jll ll movidu.
1)0 II¡K nll vilJK In eal'J 'lJZU,
Marina, (jom o dOHPOj Or:;
Un K" Ijfll :I'ifi eio alroz,
( :fIl IKIl I'V(¡ !'UK l:dJioK I'oj m. ,
1':1 IIliKIrIO bl'illo (JI 1 IOH ojrJl-l
y 01 Ini l-l lno firnlll'u en la voz,
J ,(:f Inol 1: idolal I'a eiugo;
Ni d"dm¡ ni dOHO lIguflOtl
' l 'UI'lJIII'OIl m (u.¡ !'u !'oHiego
Si " quo npn gllm HU ru ego
N i la "i ovll dI) IIIH aflotl ,
y dil :O fUI"! un Jl lU'l 'tldo l'
»0 UI'f"JI icn!' CO l' l ll :-m Jl tl "
Q IIO la IrIU ll l'l o \:J I !'U I'igo l'
1 In 1 1,', vivi endo al :lIJ1II1'
;\ la KO"I hl'a d( l'tlm¡ llaJl ll ::; ,
- 339-
Recuerdo eterno quedó De la dama enamorada. Pues la calle en que habitó Desde entonces se llamó La calle de la Quemada.
{ ,', ,'
La calle de Olmedo
LA LEYENDA DE
~a cane be Dlmebo
Si el recuerdo es oportuno y va en su cuenta acertado,
Era en el siglo pasado, El año de treinta y uno.
Ya de fijo no hay ninguno Que conserve en la memoria Esta fantástica historia Que á referir paso yo,
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Alma que sus culpas llora
¿, Dejaréis sola partir'? .. y el hombre se acercó á abrir
Una puerta ... el frail e entró y lo que entonces pasó
Miedo causa referir.
En un cuarto en que no había Más entrada que una pueda, y alumbrado por la incierta
Luz de una triste buj ía,
A una mujer que yacía Sobre un lecho sollozando El fraile miró temblando ...
y oyó á aquel hombre exclamar : -Esa habéis de confesar,
Padre, que está agonizando.
Trémulo acercóse al lecho y vió una mujer hermosa,
Triste, pálida, llorosa, Desnudo el turgente pecho; Atados con nudo 'estI'echo,
Tej ido de toscos lazos,
- 1148 -
L os blanco, ' desnudos brazos ;
Mal en vuell a su lIer'm osura
1':11 In. I'i ca ves tidu l'a ,
¡\llnqufl nlJ(~ vn" hecha perl azos,
1':1 frail e qui so inqui l'i r
y el otro con r'urlo acento
Oijo:-Cumplid al momento ,
N ada os tengo qlle rl eeil';
D, :be por' fu el'za mor'ir'
] ';"a m ujel' ; fal sentencia
Os ex plica mi pr'esencia;
De m r depende su suer'l.e ,
y habl'6 de d¡w le la m uel' tc ,
L avéis ó no su conciencia,
T l'iste 01 fl'ailo so inclinó
Sobl'o aquol locho y es fama
QU fl lo quo dijo la dama
Ningún mOI' tal descubl'ió ;
L fU'gO liolll po así pasó
Hasta quo el 0 1,1'0, impaciente ,
Rxclama al fin, bl'uscamente :
-Dad la misión pOI' cumplida ,
- 351 -
Que está sobrando la vida
A esa mujer delincuente.
y hacia la puerta, sañudo,
Arrastra al fraile de un hombro, y sin cuidar de su asombro
Le arroja de un golpe rudo
En la calle; absorto y mudo
Solo el fra ile se encontró, y tras la puerta escuchó ,
Como de un antro salido, Un estridente gemido
Que sus entrañas heló.
Vuelve, empuja , llama, implora, Se desespera, se agi ta,
--------- ---- ,
- ar,2-
Mil,ital ciclo , reza, gl'it a,
Cae do I'odi llas y 11 0m, Qlled: as( mús de una h f'a,
I'; n tan lO!'T'iblo 'lgon(a;
lIaHta qu o con faz soml)f'(a
So Ir;vanla y se santigua,
PUI'r¡ uo su pena a m 01'1 igu a
J ./\ pl'i m 'I'U luz dcl d (a,
Como un Il om lH'o que de 'pio,'lo
'(' m H lal'go suoflo espant.oso ,
UlIClando qU CdlL m dl'os
Si oHtú vivo 6 ost{L mucl'l ;
í:on pl'oru ndo de, 'on 'i ed o
CILlllÍna tan v ·Iozm nt. ,
Qu o al un 'onll'Urle 1:\ gcntr ,
y al VlJl' !::i U ox li'aim mil'Udu,
!llI yO, di ' i\l/ldo u 'pnnladu :
- 1 P IJl'u puch'·1 1 c::; lú dcmcnl
¿ A c! úndu va? no 1 sub ;
Qu izt't ni ul 'onv ,,'11.0 busca ,
QUt su volunlud ofusca
1'urt/\ liul'u y l uda. " I'av' ,
- ---------------- '
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Ya el corazón no le cabe En el pecho de dolor ... Si denuncia, es delator, Pero si sella su boca,
Sacrílego se 9010ca Entre Dios y el matador.
~
En esa duda cruel Busca con trémula mano Su rosario, pero en vano, Que no lo lleva con él. Quedó cual testigo fiel
De aquella escena sangrienta; Esto su terror aumenta y medita acongojado, Que si calla , habrá dejado Un cómplice en cada cuenta.
~
Ya no vacila, decide Poner á luz la verdad; De santa comunidad Limpio el honor se lo pide. La virtud manda que olvide, Mas la prenda porque llora
·15
- 354-
Puede ser en mala hora y de un juez en la presencia , De su nombre y su inocencia Terrible calumniadora.
Sigue con pena tan honda Más sereno y más despacio, Y en el puente de P alacio Halla de vuelta una ronda ;
Sin que el alcalde responda Su saludo , se adelanta , Le quiere hablar, mas es tanta
Su turbación, que con mengua Siente l'ebelde la lengua
Anudarse en su garganta .
Como algo grave barrunta De tal encuentro el alcalde,
Juzga experto que es en balde. Hacer alguna pregunta ; El fraile las manos junta
Con afli cción infinita , La negra historia recita ,
y confuso y trastornado,
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De la ronda acompañado Vuelve á la casa maldita.
-¡Aquí! dice , y con la mano Tr(!mula indica la puerta; Aquí dentro están la muáta y el matador inhumano. El alcalde llama en vano; Del pueblo confusa grey Mira gente de la ley, y oye que grita aquel hombr~: -Abrid esta puerta en nombre De la justicia del Rey.
Acude la gente en masa, Se abren puertas y balcones y mujeres y varones Salen á ver lo que pasa. -Nadie vive en esa casa, Dice humilde una mujer; Aquí me tocó nacer, Yo nunca de aquí me aparto y lo juro, en ese cuarto A nadie he llegado á v"er.
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R edoblando la atención
El alcalde , su mil'ada F ij a en la pued a ccrr'ada Con cr'cciente admiración, Del cal'comido armazón,
Sobl'e la. t.osca estr'uctura, Con polvorosa y oscura
Tela , de formas extra fí as , Han cubier to las a l'a rJas La ox idada cerTadura,
La gwte contempla muda Al alcalde vacilante ,
En cuyo adus to semblante Se es tá pin tando la duda ,
-¡No hay que dudar, con voz ruda El fl'a ile gl' ita, aquf fu é ! Aquf anoche confesé ,
En nombl'e de Dios lo digo ; Abr'id, y será testigo El I'osar'io que olvidé,
Crece con esto el r'umol' Que se extiende poco á poco ,
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Todos dicen: - Está loco, No hacerle caso es mejor . El alcalde, previsor, Con el puño de la espada Rompe la vieja y gastada Cerradura, que cediendo, Abre la puerta gimienao y da á la justicia entrada.
Hallan un antro vacío Que miedo y pavor inspi ra, Donde sólo se respi ra .
Un ambiente húmedo y frío . Hacia el rincón más som brío El fraile extiende la mano. Su juramento no es vano, Con asombro extraordínario Miran todos un rosario Sobre un esqueleto humano.
y advierten ros alguaciles Que en aquellos huesos queda, Algo de un traje de seda y de arreos femeniles.
,-----I~ I
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En los dorados perfiles De aquel traje recamado, Tal huella el tiempoha dejado Que nadie duda un momento Que de aquel crimen sangriento Muchos años han pasado.
¡ Muchos años I lo revela El cráneo seco, amarillo, Del cual opacan el brillo Las arañas con su tela; El frai le su rostro vela, Siente la razón perdida, y con voz estremecida
Grita, al fin, con hondo espanto: -¡He confesado, Dios santo, U na alma de la otra vida I
El alcalde consternado Acércase al religioso Que en funerario reposo Yace en la tierra postrado; Toca su rostro, está helado : Toca su mano, está yerta;
Así sucumben Oñate, y Victoria y los dos ricos Pedro y Baltasar Quesad ....
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y la gente por la pueda Huye espantada diciendo: - Se murió el padre fray Mendo Porque confesó á una muerta.
ÍNDIOE
Don Juan Manuel.
La calle del Angel (La peste en México) . .
El callejón del Muerto.
La mujer herrada.
El llano del Diablo.
La llorona.
La cita en la catedral.
La calle del Puente ó Salto de Alvarado.
El Puente del Clérigo.
La mulata de Córdoba.
La cuna de nieve.
Las palmas del tesoro.
El visitador Muñoz.
La calle de la Joya.
La calle de la Quemada.
La leyenda de la calle de Olmedo.
46
PÁos.
7
35
53 83
101
127 153
177 189 211
·
PAUTA PARA LA COLOCACIÓN DE LAS LÁMINAS AL CROMO
I
PÁOS. --
PORTADA. S _ ¡No hay medio para salvarme ? . 25
Vacilante las rodillas y erizado su cabello .. . 62
Muest~a' el que mandando viene Sefiales de hombre resuelto ... 102
l ' Un corcel rápido llega Que ante sus plantas se humilla ... 122
Y Cuitlahualt también , el indomable, En la ruda batalla infatigable ... 183
Cortejo de fantasmas-que silencioso gira Sus rostros encubriendo-con fúnebre capuz .. . 240
y así sucumben Ofiate y Victoria, y los dos ricos Pedro y Baltasar Quesada ... 298
BIBLIOTECA DE MEXICO