Módulo I
Historia Antigua de Hispania
Comerciantes y colonos. Fenicios, cartagineses
y griegos en la Península Ibérica
[4.1] ¿Cómo estudiar este tema?
[4.2] Los fenicios en la Península Ibérica
[4.3] Los cartagineses en la Península Ibérica
[4.4] Los griegos en la Península Ibérica
4
TE
MA
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 4 – Ideas clave
Ideas clave
4.1. ¿Cómo estudiar este tema?
Para estudiar este tema lee el capítulo 3 “La Colonización”(pp. 143–164) del
manual de referencia de la asignatura: Plácido, D. Hispania Antigua, Crítica -
Marcial Pons, 2009.
No olvides leer las ideas clave del tema ya que en ellas se amplía información que
no encontrarás en el manual de la asignatura.
No olvides que para la correcta comprensión del capítulo resulta imprescindible
consultar los mapas da las páginas 706 y 707, y que puede ser de utilidad usar
como referencia la cronología de las páginas 652-662.
Por último, debes leer los textos de las fuentes clásicas “El viaje de Coleo de
Samos a la corte del rey Argantonio”, (pp. 746-747) y “La colonia griega
de Emporion según dos fuentes” (pp. 747-748).
4.2. Los fenicios en la Península Ibérica
Las prósperas ciudades de la costa fenicia, con Tiro a la cabeza, habían comenzado a
experimentar un agotamiento de su sistema productivo ya a finales del segundo
milenio a.C. Las crecientes exigencias de metales preciosos de los imperios emergentes
del creciente fértil, (especialmente de una Asiria en expansión), la necesidad de
encontrar grano y alimentos para unas ciudades costeras, inmensamente ricas, pero
cada vez más superpobladas, y la propia urgencia de dar salida a este exceso de
población obligaron a Tiro y al resto de las colonias fenicias a mirar hacia nuevos
lugares que pudieran satisfacer las acuciantes demandas de sus ciudadanos. Su
atención se dirigió entonces hacia las costas del Mediterráneo Occidental, donde
parecía abundar precisamente todo lo que ellos necesitaban.
En la Península Ibérica cuyas costas llevaban varios siglos recorriendo los
navegantes fenicios, Tiro podía encontrar metales (estaño, oro, plata, hierro y
plomo), alimentos (cereales, pescado y sal), y nuevos lugares donde
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TEMA 4 – Ideas clave
construir colonias a las que enviar los excedentes de población. El territorio era
relativamente bien conocido, porque los barcos fenicios lo habían surcado con
frecuencia, y los indígenas parecían dispuestos a colaborar, o al menos no presentaban
una abierta hostilidad. La costa sur, con fértiles valles fluviales bien comunicados y un
fácil acceso a las zonas mineras del interior, se prestaba especialmente a estos
propósitos.
Los historiadores romanos Estrabón y Veleyo Patérculo coinciden en identificar
a Gadir como la primera gran ciudad de origen colonial en la Península Ibérica,
atribuyendo su fundación, fechada en torno al 1100 a.C., a un oráculo fenicio.
Tanto para los fenicios como para los griegos, la intervención de un oráculo era una
parte casi indispensable de un proceso colonial, el punto de partida de todos los viajes
que tenían como objetivo la fundación de una nueva ciudad en ultramar. Antes de
partir, los viajeros consultaban siempre a la divinidad, confiando en que las oscuras
palabras del oráculo les brindaran alguna indicación de utilidad. Al parecer, en el caso
concreto de Gadir, un oráculo había dado instrucciones a los tirios de desplazarse hacia
occidente, hasta llegar a las Columnas de Hércules, y de fundar allí una ciudad.
Siguiendo al pie de la letra estas instrucciones los colonos de Tiro hicieron varios
intentos en la costa sur de la Península, primero en Sexi y luego en Onuba, para
finalmente decantarse por la bahía de Gadir, que presentaba unas condiciones
inmejorables para una fundación colonial. Gadir ofrecía la posibilidad de construir un
puerto seguro en varias islas muy cercanas a la costa, a salvo de las tormentas, pero
también de posibles indígenas hostiles. La nueva ciudad se encontraría justo en una
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encrucijada de las rutas que comunicaban el Atlántico y el Mediterráneo, bien
conocidas y frecuentadas por los fenicios desde hacía siglos, y además ofrecía un
excelente acceso, a través de ríos, a las ricas tierras mineras y agrícolas del interior.
Aunque una fecha tan avanzada como el 1100 a.C. probablemente no sea cierta, y haya
que retrasar la fundación de la ciudad hasta finales del siglo IX a.C., lo que no acepta
discusión es que desde el momento de su fundación, Gadir se convirtió en una de las
ciudades más importantes de la Península, con una enorme influencia, que se
basaba no sólo en la fuerza de sus ejércitos y la altura de sus murallas, sino sobre todo
en la autoridad de su santuario de Melkart y en el enorme poderío económico de
sus comerciantes. Melkart era una divinidad fenicia que se identificaba con el
Héracles griego o el Hércules romano, y que además de características guerreras,
actuaba como un héroe civilizador, que exploraba los confines del mundo para llevar a
sus habitantes los avances de las culturas del Mediterráneo Oriental. Era, por tanto, la
divinidad más adecuada para patrocinar una ciudad como Gadir y pronto se convirtió
en un santuario de referencia para los ricos navegantes que surcaban esa parte del
océano.
Los fenicios establecieron varios emporios comerciales más a lo largo de toda la costa
sur de la Península, en torno al estrecho de Gibraltar, escogiendo siempre penínsulas,
islas cercanas a la costa o promontorios en el litoral. Desde estas nuevas ciudades
desarrollaron prósperos intercambios comerciales, basados en los metales, el
pescado, el tinte, y la importación de objetos provenientes del Mediterráneo oriental,
especialmente cerámica griega. En los primeros momentos de la fundación, es probable
que parte de los alimentos que necesitaba la colonia se obtuvieran gracias al
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intercambio con los indígenas de la zona, pero muy pronto los fenicios comenzaron la
explotación agrícola de las tierras circundantes. Recordemos que la necesidad de
encontrar nuevas zonas agrícolas para abastecer a las superpobladas ciudades de la
costa fenicia había sido uno de los motivos de la colonización.
Durante los siglos VIII y VII a.C., los enclaves fenicios en la Península prosperaron y
extendieron su influencia hacia el interior. La influencia de estos enclaves dio origen al
llamado período orientalizante en el Reino de Tarteso. Los príncipes de los
incipientes estados indígenas del sur de la Península adoptaron las vestimentas, las
costumbres y los rituales funerarios de los fenicios, y lo que es más importante,
comenzaron a difundirse por el sur y la costa mediterránea de la Península el uso del
hierro y el torno cerámico, dos importantísimos avances técnicos. Hasta tal punto
son importantes estas transformaciones tecnológicas que supondrán para los indígenas
el paso de la Edad de Bronce a la Edad de Hierro.
Sin embargo, después de dos siglos de prosperidad, a comienzos del siglo VI a.C.
comenzaron a apreciarse algunos síntomas de crisis, que culminaron en torno al 550
a.C., cuando se abandonaron algunos de los enclaves fenicios, como Toscanos,
y la población fenicia comenzó a concentrarse sólo en las ciudades más grandes:
Gadir, Malaca o Sexi . No se ha llegado todavía a definir con certeza los motivos de
esta crisis, aunque se han puesto en relación con algunos de los acontecimientos
políticos de la metrópoli. A comienzos del siglo VI a.C. (586-573 a.C.) la ciudad
de Tiro caía en manos del rey babilonio Nabucodonosor, iniciando una crisis de la que
ya nunca se recuperaría. Por otro lado, el reino de Tarteso, probablemente el
interlocutor más importante entre los indígenas de las ciudades fenicias atravesaba
entonces una profunda crisis interna cuyos motivos son oscuros.
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4.3. Los cartagineses en la Península Ibérica
Coincidiendo precisamente con esta crisis del siglo VI a.C. y el abandono de muchos
asentamientos fenicios, comenzaron a llegar importantes contingentes de población
púnica, procedente del norte de África, que fueron ocupando el lugar que habían dejado
los fenicios en algunas ciudades como Gadir o Sexi.
Como sus predecesores fenicios, los cartagineses se concentraron en la explotación
de las minas del interior, las factorías pesqueras, la producción de
salazones y el intercambio de productos con el Mediterráneo Oriental,
actuando como intermediarios en la importación de considerables cantidades de
cerámica griega.
Parece que fue en este momento cuando se comenzó a explotar intensivamente el
centro minero de Castulo. Este importantísimo enclave minero, uno de los más
destacados de la Península, por cuyo control llegarán a enfrentarse Roma y Cartago,
permitía enviar su abundante producción a la costa a través del valle del Guadalquivir,
pero también atravesando la cordillera en dirección este, hacia Baria o Carthago Nova.
Desde el siglo VI a.C., con la difusión de nuevos aperos de labranza, empezó a
producirse también una importante explotación agrícola del territorio, que ya
habían iniciado los fenicios, pero que con los cartagineses adquiere una dimensión
mucho más importante. En las cercanías de los grandes puertos comerciales comenzó a
extenderse una amplia red de pequeños asentamientos rurales, que se internaban cada
vez más en el interior de la Península y desde los que se empezó a exportar al resto del
Mediterráneo cantidades crecientes de aceite, cereales o lana.
Además de ocupar muchos de los asentamientos fenicios (recordemos que la propia
Cartago era una colonia fenicia) los púnicos también fundaron algunos asentamientos
en la Península, aunque muchas veces resulte difícil diferenciarlos de las fundaciones
fenicias. Uno de los enclaves cartagineses más importantes de la Península fue sin duda
Ebeussus, una nueva ciudad levantada en la isla de Ibiza. Al parecer, ya desde una
fecha tan temprana como el siglo VII a.C. algunos fenicios de Gadir habían
comenzado a establecerse en la isla, atraídos por sus posibilidades agrícolas y de
comercio. Las baleares constituían una escala obligada en los intercambios marítimos
con la costa catalana, el sur de la Galia y el norte de la Península Itálica, donde se
encontraban algunas prósperas colonias como Massalia, y pueblos muy interesados
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en el comercio mediterráneo, como los etruscos. El crecimiento de la ciudad, impulsado
por los púnicos, comenzó a finales del siglo VI a.C., entre el 540 y el 500 a.C.,
convirtiendo a Ebeussus en un gran centro urbano. Da idea de la importancia del
enclave su necrópolis, localizada en Puig d’es Molins, y que es una de las mayores de
occidente, con más de 4000 tumbas localizadas hasta el momento.
Como se ha señalado, los propósitos de la colonización púnica en esta primera
etapa eran sobre todo comerciales, aunque se comenzara una explotación de las
tierras del interior. En esta etapa, no parece que los cartagineses iniciaran una
ocupación sistemática del territorio o que buscaran el sometimiento de los pueblos
peninsulares. El considerable potencial militar del reino púnico se empleó durante los
siglos VI y V a.C. en la conquista de Sicilia y Cerdeña, que enfrentaron a los
cartagineses con las prósperas colonias griegas de la región. Tras el precedente de estas
sangrientas guerras greco-púnicas, no es de extrañar que los colonos griegos asentados
en la costa de la actual de Cataluña miraran con extrema desconfianza cualquier avance
cartaginés en la Península Ibérica, dando origen a los numerosos tratados firmados
entre los siglos VI y III a.C. entre Roma y Cartago, que delimitaban cuidadosamente
las áreas de influencia de las dos grandes potencias en expansión.
Mientras tanto, y durante varias centurias, los cartagineses limitaron su presencia en la
Península a las regiones costeras y los puertos de intercambio de mercancías. Sin
embargo, las cosas cambiarían sustancialmente tras la Primera Guerra Púnica, y la
pérdida de Sicilia y Cerdeña a finales del siglo III a.C.
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4.4. Los griegos en la Península Ibérica
Al igual que ocurría con las leyendas fenicias, los griegos también habían incluido a
Iberia en muchas de sus figuraciones legendarias sobre los confines del
mundo conocido. Para los griegos, la Península Ibérica constituía uno de los extremos
de la Tierra, más allá del cual se extendía solo el Océano. La Península era un lugar del
que apenas se llegaba a conocer la costa, que los marineros veían extenderse desde sus
barcos cargados de mercancías, y en el que en consecuencia eran también posibles todo
tipo de criaturas y sucesos fantásticos. A este tipo de lugares acudían con frecuencia
héroes como Heracles, que además de dar nombre a sus célebres columnas, había
recuperado las manzanas de las Hespérides y robado los rebaños del rey Gerión. Como
se ha señalado, a pesar de su aspecto fiero, los héroes como Heracles desempeñaban
una labor civilizadora, que, después de explorar los territorios desconocidos y luchar
contra las bestias que habitaban allí, llevaba las costumbres y la lengua griegas a los
pueblos bárbaros, e incluía las nuevas tierras en la órbita de lugares conocidos para el
mundo civilizado.
En el imaginario griego, este tipo de lugares situados en los confines del mundo tendían
también a albergar enormes riquezas, muy superiores a las que llegaban,
lentamente, a las regiones civilizadas, cuyos recursos, sobreexplotados, se habían
agotado hacía siglos. En el caso concreto de la Península Ibérica, estas teorías parecían
encontrar además su confirmación en la existencia de prósperos enclaves fenicios,
desde los que llegaban a las costas griegas todo tipo de metales preciosos, además de
cereales, sal, pieles, los codiciados tintes y pescados en salazón. Debió de ser
precisamente a través de las noticias de los marineros y comerciantes fenicios que los
griegos supieron de la existencia de prósperos reinos en el interior de la Península, que,
como el de Tarteso, pronto se hicieron célebres por las legendarias riquezas de sus
reyes.
Todos estos factores impulsaron muy pronto a los griegos a dirigir sus naves hacia el
extremo occidente, y los primeros contactos de comerciantes griegos con la
Península se remontan, como mínimo, a una época tan remota como las décadas
centrales del siglo VIII a.C. La cerámica griega, de extraordinaria calidad, que ya
había llegado a los puertos de la Península a través de los comerciantes fenicios,
comenzó a hacerlo en barcos fletados por los propios griegos. Al principio, la
encontramos sólo en las tumbas de los personales más destacados entre los indígenas,
pero con el tiempo comienza a aparecer también en sus casas y templos.
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En el marco de estos contactos comerciales con la Península se enmarca el célebre
viaje de Coleo de Samos, relatado por Herodoto, y que debió de tener lugar a
mediados del siglo VII a.C. Al parecer, un mercader oriundo de Samos, llamado
Coleo, que se dirigía a Egipto, fue desplazado por vientos adversos hasta llegar a la
Península Ibérica, en cuyas costas atracó la nave. Coleo y sus compañeros trabaron
pronto contacto con los indígenas, y llegaron a la corte del rey de Tarteso, con el que
intercambiaron sus productos obteniendo desorbitados beneficios por valor de sesenta
talentos.
Muy similar a la narración de Coleo de Samos es otra historia relatada también por
Herodoto, y protagonizada por navegantes oriundos esta vez de Focea. Según el
historiador griego, los foceos también habían llegado al reino de Argantonio, y
habían conseguido establecer relaciones tan estrechas con el legendario rey de Tarteso,
que éste les pidió con insistencia que en lugar de regresar a su patria se instalaran en
las tierras más fértiles de su reino, que el monarca ponía a la entera disposición de los
griegos. Sin embargo, los foceos se negaron a instalarse en el reino de Tarteso e
insistieron en su idea de regresar a Focea. A pesar de que estaba apenado por su
partida, el rey les colmó de tal cantidad de regalos, que las ganancias que obtuvieron a
su regreso sirvieron para pagar los gastos del amurallamiento de la propia ciudad de
Focea.
Sin embargo, a pesar de estos tempranos contactos comerciales, la llegada de
contingentes significativos de colonos griegos a la Península fue paralela a los
asentamientos púnicos, y no se produjo hasta el siglo VI a.C., en la última etapa de la
colonización griega del Mediterráneo, una vez que los helenos ya habían fundado
colonias por todo el Mediterráneo Occidental, Sicilia y el sur de la Península Itálica.
La primera colonia fundada en territorio peninsular, a la que se le pueda dar con
certeza el calificativo de griega, fue Emporion (Ampurias, cuyo nombre en griego
significa, precisamente, “centro de comercio”).
La mayoría de los autores coinciden en afirmar que fue fundada por colonos llegados
desde Marsella en torno al 600 a.C., aunque otros se inclinan por considerarla
directamente una fundación focea (recordemos que los foceos habían sido
precisamente los fundadores de Marsella). La cuestión del origen de los colonos es
importante, porque tradicionalmente los habitantes de la nueva ciudad mantenían una
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relación muy estrecha con su metrópoli. La colonia se regía por leyes y magistraturas
muy similares a las de su metrópoli, y con frecuencia tendía a mantener, al menos
durante un tiempo, las mismas alianzas y enemistadas que la ciudad de origen. En
cualquier caso, independientemente de que hubiera sido fundada por masaliotas o por
colonos foceos, Emporion estaba indudablemente ligada a Marsella desde su
fundación, y no es de extrañar que varios siglos después ambas ciudades todavía
presentaran un frente común en las negociaciones con Roma y Cartago.
El asentamiento ocupaba una isla (hoy San Martín de Ampurias, unida al continente
por un brazo de tierra) en una bahía con condiciones óptimas para el atraque de naves
comerciales, fácil de defender, pero al mismo tiempo cercana a enclaves indígenas
con los que establecer relaciones, en este caso, el poblado íbero de Indike. Este primer
asentamiento recibía normalmente el nombre de palaiopolis, “ciudad vieja”. Una vez
que el enclave estaba consolidado, y si sus relaciones con los indígenas del entorno eran
buenas, ese pequeño primer enclave se extendía a los territorios colindantes de la costa,
más difíciles de defender, y recibía el nombre de neapolis, “ciudad nueva”. La
palaiopolis, donde se había construido el primer santuario del dios principal de la
ciudad, quedaba entonces dedicada a actividades de culto o de gobierno, mientras que
las actividades económicas se trasladaban a la nueva ciudad. En esta nueva extensión
de la ciudad era fácil encontrar como habitantes no sólo a los colonos griegos, sino
también a comerciantes o artesanos procedentes de otros lugares del Mediterráneo y,
sobre todo, a un número creciente de indígenas, que acudían a la nueva ciudad atraídos
por las posibilidades económicas del enclave. En el caso de Ampurias, parece que el
traslado a tierra firme tuvo lugar muy pronto, transcurrida apenas una generación
desde la fundación de la palaiopolis.
Tras Ampurias se fundó la segunda colonia de seguro origen griego en la Península:
Rhode-Rosas, cuya creación se sitúa normalmente en algún momento difícil de
determinar a mediados o finales del siglo VI a.C.
Esta segunda ciudad se fundó muy cerca de Ampurias, al norte del mismo golfo de
Rosas. Es probable que los fundadores de la nueva colonia también provinieran de
Marsella, y que se hubieran decidido a trasladarse a la Península Ibérica tras el rápido
éxito de Ampurias. De hecho, las dos colonias mantuvieron activos contactos
comerciales con el sur de la Galia, hacia donde exportaban los productos
peninsulares.
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TEMA 4 – Ideas clave
Con la fundación de las dos colonias comienza la etapa de mayor influencia griega
en la Península, que se manifiesta primero en la importación de objetos griegos,
especialmente cerámica ática, pero que pronto se extiende a otros ámbitos, como la
lengua, la religión o la cultura. Los indígenas de la región tomaron de los griegos el uso
de la moneda, tal vez el alfabeto (que también podía haber llegado a través de los
fenicios o los púnicos), y numerosos gustos y técnicas artísticas que pueden rastrearse
en la cerámica y la escultura íberas.
Por lo que respecta a la integración de los indígenas en la política exterior de estas
colonias, está bien documentada la presencia de mercenarios ibéricos en los
ejércitos cartagineses que se enfrentaron a las ciudades griegas de Sicilia, pero también
se conocen mercenarios peninsulares luchando, junto a los griegos, en la
Guerra del Peloponeso.
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Clases magistrales
La fundación de una colonia
Clase dedicada a explicar las razones que
motivaron la colonización de la Península
Ibérica por parte de fenicios, cartagineses y
griegos.
No dejes de leer…
Panorama general de la presencia fenicia y púnica en España
VV.AA. (eds.) Atti del I Congresso Internazionale di Studi Fenici e Punici. Roma 1979.
Roma 1983. pp. 311-373.
En este artículo Blázquez Martínez hace un revisión de lo que fue la presencia fenicia y
púnica en España y de los restos arqueológicos que han permitido acreditar su
presencia en distintas regiones.
El artículo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/35727230101250942976613/013250.pdf
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TEMA 4 – Lo + recomendado
Las colonizaciones púnica y griega en la Península Ibérica
VV.AA. IV Congreso Internacional de ciencias Prehistóricas y Protohistóricas,
Madrid, 1954.
En este artículo García y Bellido hace un repaso de la huella dejada por la colonización
púnica y griega en España.
El artículo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/68094918212376610754491/026660.pdf
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Colonizaciones fenicias y griegas de la P. Ibérica
En este breve vídeo se recogen las
motivaciones que trajeron a griegos y fenicios
a la Península Ibérica y qué aportaciones
dejaron en diversas ciudades del sur de
España.
El vídeo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://www.youtube.com/watch?v=0E9nNv0mdy0
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 4 – Lo + recomendado
Los fenicios - 1
Documental dedicado a los fenicios que
muestra la gran capacidad de estos para la
navegación, la pesca y el comercio.
El vídeo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://www.youtube.com/watch?v=XweUVighqwM
Los fenicios – 2
En este vídeo se plasma la gran habilidad de
los fenicios en el ámbito naval y sus
aportaciones a otros pueblos.
El vídeo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://www.youtube.com/watch?v=fERf5BhMTXc
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TEMA 4 – + Información
+ Información
A fondo
Los griegos en la Península Ibérica, s. VII-V A.C.
Homenaje a García y Bellido 5. Anejos de Gerión vol. 1. Madrid. 1988. pp.9-18
Este artículo de José María Blázquez Martínez hace una analogía entre la colonización
griega de la Península Ibérica y la colonización griega del Mar Negro.
El artículo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12159067558098298532624/014763.pdf
Los griegos en la Península Ibérica: de la leyenda a la Arqueología
Anales de Prehistoria y Arqueología, 5-6. 1989. pp. 89-94.
Este artículo de Flores Arroyuelo repasa las aportaciones arqueológicas que sustentan
el estudio del paso de los griegos por la Península Ibérica.
El artículo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=112584
Webgrafía
Aunque la mayoría de los textos necesarios para seguir la asignatura aparecen en la
última parte del manual, puede ser útil saber que hay algunas páginas en internet que
ofrecen una excelente recopilación de textos clásicos, griegos, latinos e incluso
altomedievales.
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TEMA 4 – + Información
The Latin Library
Una de las mejores páginas en este sentido, que tienen el inconveniente, eso sí, de estar
en inglés.
http://www.thelatinlibrary.com
Biblioteca Augustana
Otra de las páginas de recopilaciones de textos clásicos más consultadas. En este caso,
la navegación por la página es un poco más confusa, pero a cambio incluye muchos más
textos que la Latin Library, remontándose más en el tiempo y llegando también a
épocas más recientes, pues incorpora muchos textos medievales.
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TEMA 4 – + Información
http://www.hs-augsburg.de/~harsch/augustana.html
Bibliografía
AUBET, M. E. (ed.) Tiro y las colonias fenicias de Occidente. Crítica. Barcelona. 1994.
BLÁZQUEZ, J. Mª. “Últimas aportaciones a la presencia de fenicios y cartagineses en
Occidente”. Gerión 25. 2007. pp. 9-70.
CABRERA BONET, P., SÁNCHEZ FERNÁNDEZ, C. (eds.) Los griegos en España. Tras
las huellas de Heracles. MEC. Madrid. 2000.
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TEMA 4 – Test
Test
1. Los autores griegos sitúan la fundación de Gadir:
A. Inmediatamente después de las Guerras Médicas.
B. Poco después de la Guerra de Troya.
C. Unos años antes de la celebración de la primera olimpiada.
D. Mientras tenía lugar la 1ª Guerra Púnica.
2. Ebeussus es una colonia fundada por:
A. Griegos.
B. Romanos.
C. Fenicios.
D. Cartagineses.
3. El garum es:
A. Una salsa realizada con tripas de pescado.
B. Un tipo de cerámica a torno.
C. Una clase de aceite.
D. Una medida para los lingotes de plata
4. Para varios autores griegos, Eritía “la isla roja” del crepúsculo, se identificaba con:
A. La isla portuguesa de Madeira.
B. Las Columnas de Hércules.
C. Un lugar indeterminado situado en la costa de Málaga.
D. La isla de Gades.
5. Los viajes de Coleo de Samos le llevaron hasta:
A. Galaecia.
B. Las tierras de los cántabros.
C. Tarteso.
D. Gades.
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TEMA 4 – Test
6. Según Herodoto, las riquezas más apreciadas se encontraban:
A. En las alturas de los montes.
B. En las tierras habitadas por salvajes.
C. En las regiones extremas del mundo conocido.
D. En las zonas habitadas donde prosperaba el comercio.
7. Un pentecóntero es:
A. Una nave griega de cincuenta remos.
B. Un molusco del que se extraía tinte púrpura.
C. Un tipo de arma empleada por los púnicos.
D. Una moneda griega realizada con una aleación de plata y oro.
8. La primera fundación de Emporion se situó:
A. En una bahía rodeada por colinas.
B. En una zona llana apta para la agricultura.
C. En un islote cerca de la costa.
D. En una colina rodeada por un río.
9. Los indígenas y los griegos que habitaban en Emporion:
A. Constituían dos comunidades diferentes separadas por una muralla.
B. Vivían juntos en la ciudad sin distinciones de origen.
C. A los indígenas no les estaba permitido ser habitantes de Emporion.
D. Tenían derecho a elegir gobernantes de la ciudad en años alternos.
10. A partir de los siglos V y IV aumenta enormemente:
A. La exportación de garum.
B. La importación de cerámica ática.
C. La importación de joyas y objetos de adorno personal.
D. La exportación de lana, aceite y pescado en salazón.