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Cine de Animación y Psicología Humanista
Desde siempre el cine, como cualquier otra expresión artística, ha servido para plasmar los
grandes temas que nos preocupan, nos motivan y nos fascinan a los seres humanos. Historias
destinadas a provocar emociones en aquellos que las miran, pensamientos, reflexiones o
sentimientos compartidos. Por ello, al igual que la literatura o la pintura, está estrechamente ligado
a la psicología. Contar historias es una herramienta terapéutica muy interesante, ya que en la
narración solemos poner una parte propia muy importante, aunque no sea del todo consciente.
Detrás de un personaje, una escena o una película con la que nos identificamos especialmente hay
algo que nos resuena por dentro. Algo que es importante para nosotros, alguno de nuestros
temas principales, sea el amor, el éxito, el orgullo, la paz de espíritu, la aventura, la compasión…
De hecho, en Hylé nos gusta mucho utilizar películas como ejemplo de ciertas situaciones;
después de dedicar tiempo buscando material por la Red, hemos encontrado muchos elementos
propios de la Psicología Humanista en el cine, concretamente en el cine de animación más
reciente. Así que pensamos que es una buena manera de acercarse a nuestra forma de entender a
la persona y su mundo psicológico.
Como alguna vez ya hemos comentado, una de las ideas centrales del humanismo es el
crecimiento personal, entendido como una tendencia de los seres humanos hacia la
autorrealización mediante la adquisición de autonomía y responsabilidad. En otras palabras,
crecer implica encontrar nuevas formas, coherentes con nosotros mismos y nuestra manera de ver
el mundo, de superar bloqueos vitales y avanzar en nuestro proyecto existencial sabiendo que
somos responsables de las decisiones que tomamos. Este proyecto, sea consciente o
inconsciente, puede estar bloqueado, contaminado por creencias o pensamientos ajenos que
hemos incorporado, o incluso puede no existir. Básicamente, sería el hilo conductor que vamos
elaborando para nuestra propia “película”, y como ocurre en las películas, está muy influido por un
guión, lo que en Análisis Transaccional se conoce por “guión de vida”, como Eric Berne lo
denominó.
Un ejemplo muy claro e ilustrativo de un guión de vida aparece en Enredados (Disney, 2010). La
princesa Rapunzel es raptada siendo un bebé y criada por la bruja Gothel, a quien cree su madre.
Esta tiene como objetivo mantener a la niña encerrada para que la rejuvenezca con la magia de su
cabello. Para retenerla, adopta un estilo educativo basado en mensajes claramente negativos de
desvalorización, utilizando el menosprecio y la ironía, e infundiendo a Rapunzel un gran temor por
el mundo exterior; sólo su madre puede protegerla porque ella es un ser débil que no puede
valerse por sí misma. Estos serían lo que en Análisis Transaccional se conocen como mensajes
parentales, que se envían al niño de forma no consciente, y que son uno de los elementos
esenciales en la forja del guión: en este caso, Rapunzel recibe mensajes de “No crezcas”, “No
pienses” y “No confíes”. Estos mensajes, que resumen las creencias, actitudes y valores de los
padres (pero enviados no desde su parte Adulto, sino desde su Niño), se confrontan con las
tendencias naturales de la princesa (que en la película se nos presenta como una chica vital,
aventurera y soñadora). De este conflicto existencial aparece una “decisión de guión”; el niño
acepta o rechaza los mensajes parentales que recibe, con lo que extrae una conclusión sobre sí
mismo y su entorno. Nuestra protagonista decide (inconscientemente) hacer caso a su madre,
por lo que está en la torre hasta la adolescencia siguiendo su guión, ese patrón que parece
conducirnos por la vida y que vamos repitiendo.
Sin embargo, no se trata de un concepto determinista, y no siempre seguimos nuestro guión de
vida: en el momento en que Rapunzel desafía el mandato materno y pisa tierra firme fuera de la
torre, tiene lugar una divertida escena en la que entra en conflicto el mandato de guión con el
deseo de la chica, simbolizando en un minuto lo que se conoce como “redecisión”, y que en la
vida real puede ser un proceso largo y doloroso. En esta escena aparecen también otros
elementos de guión, los impulsores: se trata de mensajes parentales socialmente aceptables y
no perjudiciales en sí mismos que sin embargo refuerzan el guión. En el caso de Rapunzel el
impulsor es un “Complace” que le dificulta saltarse las órdenes de Gothel, por miedo a
desagradarla. Los otros impulsores posibles son “Esfuérzate”, “Sé fuerte”, “Date prisa” y “Sé
perfecto”.