CENTRO SUPERIOR DE ESTUDIOS DE LA DEFENSA NACIONAL
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DE SEGURIDAD Y DEFENSA
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VISIÓN ESPAÑOLA
DEL
Á
REFLEXIONES SOBRE MINISTERIO DE DEFENSA LA EVOLUCIÓN DEL CONFLICTO
EN IRLANDA DEL NORTE
MINISTERIO DE DEFENSA 1
DOCUMENTOS DE SEGURIDAD Y DEFENSA 12
CENTRO SUPERIOR DE ESTUDIOS DE LA DEFENSA NACIONAL
REFLEXIONES SOBRE
LA EVOLUCIÓN DEL CONFLICTO
EN IRLANDA DEL NORTE
Junio de 2007
MINISTERIO DE DEFENSA
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………………………….0 Por Gonzalo Parente Rodríguez.
LOS ANTECEDENTES DEL CONFLICTO DE IRLANDA DEL NORTE……………………...0 Por Pedro Fuentetaja Rubio y Francisco Galvache Valero.
L0S ACTORES ESTATALES A LO LARGO DEL CONFLICTO DE IRLANDA DEL NORTE………………………………………………………………………….00 Por Francisco Galvache Valero.
LOS ACTORES VIOLENTOS DEL CONFLICTO………………………………………………00 Por Pedro Muñoz Gil
LAS APLICACIONES DEL DERECHO AL CONFLICTO………………………………………00 Por José Luis González Cussac
EL ACUERDO DE VIERNES SANTO DE 1998………………………………………………..00 Por Pedro Fuentetaja Rubio
CONCLUSIONES FINALES………………………………………………………………………00 Por Gonzalo Parente Rodríguez.
ANEXOS…………………………………………………………………………………………….00
COMPOSICIÓN DEL GRUPO DE TRABAJO……………………………………………………………...00
3
INTRODUCCIÓN
La evolución del conflicto de Irlanda del Norte, como objeto de reflexión, ofrece
perspectivas múltiples de los acontecimientos que se han desarrollado a lo largo de los
más de 100 años, tiempo en cuyo centro está el siglo XX, con todas las circunstancias
históricas que han ejercido una influencia notable sobre las condiciones políticas,
económicas y sociales, con las cuales tuvieron que vivir los protagonistas del conflicto
británico-irlandés.
La Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial, el proceso de
descolonización y la guerra fría, así como los acontecimientos ocurridos durante la última
década del siglo, con la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la
reunificación alemana, son sucesos relevantes que han ejercido una poderosa influencia
en el proceso conflictivo norirlandés. Ya en este siglo, los conflictos originados por los
nacionalismos periféricos y los integrismos religiosos han dado un vuelco a la situación
internacional, en la cual conflictos regionales como el de Irlanda del Norte han perdido su
protagonismo y razón de ser. Pero posiblemente el hecho social y político que ha tenido
mayor influencia en el desarrollo del conflicto norirlandés ha sido el proceso de unión
europea que con sus diversos tratados, ha hecho desaparecer barreras, límites y
diferencias entre las naciones que conforman Europa.
Partimos de un enfoque sociológico del conflicto, tal que nos permita abordar los
aspectos políticos, económicos, jurídicos y estratégicos de los Estados involucrados, así
como las acciones armadas de los grupos irlandeses y británicos que apoyaban a los
partidos políticos enfrentados en Irlanda del Norte.
Pensamos que una reflexión múltiple sobre este conflicto debería centrar su enfoque
sobre aspectos de interés general y también sobre aquellos temas específicos que se
consideran de mayor relevancia, para obtener unas conclusiones prácticas que ofrezcan a
los estudiosos del conflicto un modelo de análisis, entre los muchos que existen.
Con este fin, el grupo de trabajo ha distribuido sus reflexiones prácticas sobre los
siguientes temas: el señor González Cussac ha hecho unas consideraciones acerca de la
influencia que la aplicación del sistema jurídico de Gran Bretaña ha ejercido sobre la
evolución del conflicto; el señor Muñoz presenta la sucesión de actuaciones de los
4
principales grupos violentos en el conflicto, con observaciones prácticas sobre las
distintas acciones armadas; por su parte el señor Fuentetaja hace un análisis del
documento que hizo posible la solución del conflicto; mientras que el señor Galvache ha
abordado un estudio del conflicto desde el punto de vista de ambos Estados y sus
particulares apoyos; estos dos vocales han elaborado conjuntamente los antecedentes del
conflicto. Finalmente el señor Parente ha rematado el trabajo con unas conclusiones
basadas en las aportaciones expuestas por los miembros del grupo de trabajo. A primera
vista destaca, en la observación sociológica del conflicto, el proceso de cómo una
sociedad dividida -la norirlandesa- al cabo del tiempo, después de casi un siglo y tras una
larga y dura lucha entre católicos y protestantes, ha tenido que adaptarse a las realidades
geopolíticas de los nuevos tiempos del siglo XXI, hasta alcanzar un acuerdo político que
le sirviera para vivir en paz y compartir el poder con sus contrincantes, a quienes durante
tanto tiempo habían tratado de eliminar. Esta situación deja un clima de incertidumbre
entre la población, de quienes están experimentando las vivencias de una paz política que
no siempre lleva aparejada la paz social. El actual escenario sociopolítico norirlandés
ofrece así numerosos temas de reflexión sobre un proceso de conflicto civil que ha
evolucionado desde el enfrentamiento de máxima violencia hasta desembocar, mediante
un acuerdo entre las partes beligerante, en una situación de paz política, no bien
comprendida y aceptada por todos los ciudadanos norirlandeses.
GONZALO PARENTE RODRÍGUEZ Coronel de Infantería de Marina (R)
y doctor de Ciencias Políticas y Sociología.
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ANTECEDENTES DEL CONFLICTO DE IRLANDA DEL NORTE
Una aproximación reflexiva a un conflicto de tan notable actualidad e importancia como
el de Irlanda del Norte, no precisa, ciertamente, una pormenorizada recapitulación
histórica que, por otra parte, resultaría fácil encontrar, en forma suficiente, en cualquiera
de las numerosas publicaciones de referencia existentes. No obstante, creemos que
conviene, al presente propósito, un pequeño esfuerzo en tal sentido, que ayude a
contextualizar y a facilitar, al lector no especialista, el acceso al marco de referencia en el
que el actual proceso de pacificación se inscribe, y en el que se deben hallar las claves
remotas y, desde luego, las más próximas, capaces de abrir paso al conocimiento de sus
elementos causales, a aquellos otros que han condicionado su largo desarrollo en el
tiempo –determinando la evolución de sus formas y manifestaciones- y, en definitiva, a
establecer los rasgos y perfiles que definen su naturaleza, y su situación actual.
Irlanda es un país de muy antigua cultura y tradición, cuya división actual es producto
de la colonización angloescocesa. Antes de esto, los celtas gaélicos que invadieron la isla
en el siglo IV antes de Cristo, a comienzos de nuestra era habían ya asimilado totalmente
a la población autóctona; y, a partir del siglo V, tras alcanzar la unidad religiosa gracias al
celo evangelizador de san Patricio, obispo (+461), experimentó un desarrollo cultural que
le llevó a convertirse en influyente referencia para la Europa Occidental de aquel
entonces. Sin embargo, su proceso de institucionalización político social, a finales del
siglo VIII, no había logrado sino alcanzar, tan sólo, un precario sistema de equilibrio entre
los cinco reinos1 que se repartían la isla, y que descansaba sobre la autoridad superior
(muy limitada, por cierto) de la figura del Aird Reig, constituida en cabeza de una débil
estructura política incapaz de superar la anarquía y de fortalecer la cohesión de los reinos
ante una eventual amenaza procedente del exterior.
La etapa colonial
A finales del siglo VIII y durante los dos siglos siguientes, la amenaza se materializó en
sucesivas invasiones noruegas que saquearon y ocuparon vastos territorios, y que apunto
estuvieron de alzarse con el dominio de la totalidad de la Isla. Finalmente no fue así. Pero
los reinos irlandeses, a pesar de lograr la victoria y de asimilar a los restos de la población
escandinava, continuando en pugna por la supremacía, abrieron un portillo al
6
expansionismo del reino de Inglaterra. Y así, Enrique II Plantagenet, aprovechándose de
las veleidades independentistas de la Iglesia de Irlanda, y apoyándose en una bula papal,
logro ser investido, en el sínodo de Casell, de la autoridad necesaria para reformarla y,
finalmente, en el Tratado de Windsor (1175) ser reconocido soberano de Irlanda.
No obstante, el dominio colonial inglés hubo de hacer frente a la constante y dura
resistencia irlandesa, que le sometió a un continuo desgaste, mientras su fuerte identidad
cultural amenazaba, incluso, con asimilar a las poblaciones de las marcas leales a la
Corona. Este proceso de deterioro, mantenido durante más de dos siglos, había
alcanzado, a la llegada al trono de la dinastía Tudor, un punto crítico. De manera que el
reino de Inglaterra hubo de empeñarse, decididamente, en recuperar y afianzar su
soberanía sobre unos territorios a los que la situación política de Europa confería un alto
valor estratégico, complementando el esfuerzo militar con una política de asentamientos
de población procedente de Inglaterra, en territorios que recibieron el nombre de
plantaciones, y que, junto a los inmigrantes escoceses que, desde tiempo, atrás, se
habían ido estableciente en el noroeste del Ulster, fueran equilibrando, allí al menos, la
superioridad numérica de la población autóctona y afianzando la posesión de la tierra y el
control de las restantes actividades productivas en manos de contrastada lealtad a la
corona.
Con tales medidas, lejos de verse favorecida la estabilidad, las diferencias
socioculturales se hicieron más evidentes para ambas partes, al tiempo que aumentaba la
animadversión y el sentimiento de agravio entre quienes se sentían despojados de su
independencia y de sus tierras; mientras que, entre los colonizadores, crecía la
desconfianza, el rechazo y el temor hacia quienes sabían dispuestos y deseosos de
sacudirse su presencia. Así las cosas, los problemas ya existentes no encontraron ni
solución ni alivio. Creció la crispación y el número de hechos violentos fue en aumento.
La ruptura con Roma de la Iglesia de Inglaterra, de la mano del rey Enrique VIII, y la
determinación de la Corona inglesa de imponer, también en Irlanda, la nueva Iglesia
reformada, vino a añadir un nuevo y trágico factor de enfrentamiento que exacerbó la
animadversión de los católicos hacia los protestantes, y aún del pueblo de irlanda hacia
Inglaterra. De manera que, durante los reinados de Isabel de Inglaterra y de Felipe II de
1 Ulster, Connacht, Munster, Norht Leinstein y South Leinster. 7
España, al estallar el conflicto bélico angloespañol, de forma abierta, el pueblo irlandés se
alineó con la monarquía española.
La sublevaciones se sucedieron primero en Munster, desde 1569 a 1573; y, luego,
once años después, en el Ulster, desde 1594 a 1603. Ambas rebeliones fueron
aplastadas y seguidas de durísimas represiones que restablecieron el dominio inglés
sobre toda Irlanda. No obstante, tan desastrosos desenlaces en absoluto habrían de traer
la paz a Irlanda. Por el contrario, todavía se habrían de suceder nuevos y dolorosos
acontecimientos que habrían de ensanchar, más aún, el tajo abierto. Pero, en cualquier
caso, los rasgos esenciales del conflicto anglo-irlandés, que habrían de permanecer luego
constantes, ya estaban claramente establecidos, definiendo las tres grandes dimensiones
en que la confrontación se proyectaba: la nacional, la sociocultural y la religiosa.
Luego, llegaría la revolución republicana de Oliverio Cronwell quien, nombrado al
efecto, gobernador de Irlanda por el Parlamento inglés, sofocaría la rebelión irlandesa de
1649-1652; y, 38 años después, en el año 1690, algo análogo habría de ocurrir, cuando el
depuesto rey Jacob II cayó definitivamente derrotado, en Irlanda, a manos de Guillermo
de Orange que le sucedería en el trono. En ambos casos, los irlandeses tomaron partido
por los depuestos monarcas católicos de la dinastía Estuardo; y, en ambas ocasiones, las
derrotas fueron seguidas de exterminios y saqueos, de nuevas y sucesivas plantaciones
de colonos procedentes de la metrópoli, y de la promulgación de un conjunto de leyes
civiles y penales, cuya aplicación redujo a la mayoritaria población autóctona a la pobreza
y a la marginalidad.
Esta durísima situación se mantuvo hasta el año 1782, en que tal legislación fue
abolida por el Gobierno británico, a instancias de los colonos ingleses y escoceses
protestantes quienes, viendo la situación de postración económica del país –tan contraria
a sus propios intereses- y constatando hasta qué punto habían contribuido a ello tales
leyes, se declararon abiertamente partidarios de una liberalización progresiva e incluso de
un régimen de cierta autonomía para Irlanda, que le permitiera incorporarse a los tiempos
de bonanza de que disfrutaba Inglaterra gracias a su imperio colonial.
Durante los años siguientes a la relativa normalidad lograda, se produjeron
sustanciales mejoras económicas que recortaron distancias respecto de la metrópoli. Pero
los vientos revolucionarios que, procedentes de Francia, muy pronto se dejarían sentir en
8
suelo irlandés, pondrían en estado de alerta a la Corona temerosa de verse afectada por
la infección revolucionaria, precisamente, por el flanco irlandés. Y no le faltaba razón;
pues el nacimiento de las corrientes nacionalistas europeas estaba en puertas; y
justamente Irlanda, sometida a tan largo y duro periodo colonial, sería uno de los primeros
lugares en que un nuevo nacionalismo arraigara.
El nacimiento del nacionalismo irlandés
El concepto y uso del término nacionalismo proviene de la Revolución Francesa que
identificó a la nación con su sujeto político. Se trata, pues, de un concepto político de
nación que la entiende como la entidad social “constituida y unificada en virtud de un
proyecto político (...) que se afirmaba contra los políticamente diferentes, no contra los
culturalmente diversos”2. Una nación, pues, fundada, básicamente, en los derechos
primordiales del hombre –que la propia Revolución proclama- y que, tras la revolución por
ella protagonizada, venía a establecer un nuevo orden político y social que habría de
liberar a los pueblos de todas las latitudes, transformando a los antiguos súbditos en
ciudadanos.
Pero las invasiones napoleónicas despertaron el fervor patriótico de los pueblos
sojuzgados, suscitando, en ellos, el rechazo al invasor, al extranjero de distinta tradición y
cultura. Un invasor que pretendía, en definitiva, imponer su identidad a la propia de los
países invadidos. Esto traería, como lógica consecuencia, el nacimiento y desarrollo de un
fervoroso turbión de sentimientos en torno a la identidad nacional herida, que,
impregnando nuevos ideales, acabaría cristalizando en una también nueva ideología: la
ideología nacionalista cultural e identitaria.
Siguiendo a Cruz Prados, tres serían los factores cuya conjunción daría a luz a este
nacionalismo: un objetivo político que motiva la acción: el rechazo a la imposición
extranjera; un nuevo clima cultural: el Romanticismo que le proporciona su estética y
sensibilidad características; y, por último, un determinado marco político: la nación como
titular de la soberanía y el Estado moderno, defensor y garante de sus intereses. En
resumen: el nacionalismo cultural e identitario al que hemos aludido, y que es «fruto de
2 CRUZ PRADOS, A., El nacionalismo, una ideología, Tecnos, Madrid, 2005, p. 17. 9
concebir, mediante las mismas categorías políticas revolucionarias, la reacción patriótica
antifrancesa, animada por el nuevo espíritu romántico»3.
Así se habría ido desarrollando el sentimiento y la ideología nacionalista que habría de
llegar hasta nuestros días, enfrentándose a los diferentes imperialismos –reales o
imaginados en ocasiones- que irían apareciendo a lo largo de los siglos XIX y XX: un
nacionalismo cultural cuyo paradigma se identifica con el modelo alemán inspirado en el
Fichte, y posterior a la caída de Prusia frente a las tropas de Napoleón en el año 1806;
pero cuyo sentimiento patriótico sacralizado, exacerbado y violento ya anticipaba Saint-
Just al exclamar:
«Hay algo terrible en el amor sagrado a la patria: es tan exclusivo como sacrificar todo
interés público, sin piedad, sin temor, sin respeto por la humanidad; lo que produce el
bien general es siempre tan terrible (...) no hay nada que se parezca tanto a la virtud
como un gran crimen»4.
El caso de Irlanda constituye un ejemplo apropiado para ilustrar un fenómeno en cuyas
sucesivas etapas, la ideología del nacionalismo cultural (en el que el aspecto religioso
tuvo y tiene una carga diferencial de primer orden) fue predominante, sin perjuicio de que,
de forma progresiva, y ya en el siglo XX, se le fueran incorporando las ideas e ideales
revolucionarios propios de la época.
La etapa de la Unión y la división de Irlanda
El influjo revolucionario procedente de Francia, contribuyó, sin duda, a dinamizar y
orientar el malestar existente en los medios rurales, inspirando la formación, en el año
1791, del movimiento de Los Irlandeses Unidos que, bajo el liderazgo del protestante
radical Wolf Tone, (muy influido por los ideales de la Revolución y de la guerra de la
Independencia de Estados Unidos) provocarían la revuelta del año 1798, cuyo fracaso
pondría fin al primer proyecto de autonomía para Irlanda, con la firma, dos años después,
del Acta de la Unión por la que Irlanda pasaría a ser miembro del Reino Unido de Gran
Bretaña e Irlanda.
3 Ibidem, p. 20. 4 En PALACIOS BUÑUELOS, L., La España plural, Editorial Universitas, Madrid, 2005, p. 33.
10
Tan sólo tres años después de que la gobernación de Irlanda pasase a depender
directamente del Gobierno británico, una nueva sublevación vendría a quebrar la paz tan
precariamente restablecida. En el mes de julio de 1803, se produciría una verdadera
recidiva de la anterior revolución, capitaneada, esta vez, por Robert Emmet; y, luego, ya
en 1848, llegaría la de los Jóvenes Republicanos, coincidiendo con el tercer año de la
Gran Hambruna que provocaría oleadas masivas de emigrantes, el progresivo abandono
de las tierras de labor y la extenuación de las pequeñas explotaciones ganaderas. Esta
nueva intentona –de escasa duración y alcance5- tuvo sin embargo la virtud de poner en
evidencia hasta qué punto iban instaurándose, en el país, los sentimientos republicanos y
nacionalistas, junto a un deseo de independencia cada vez más hondo.
El Reino Unido tardó casi dos décadas en tomar conciencia de la gravedad extrema de
la situación económica y social de Irlanda, y de hasta qué punto contribuía, esta, al
desarrollo de asociaciones –frecuentemente secretas- y de organizaciones decididas al
empleo de la violencia, en aras de los ideales republicanos e independentistas.
Y, en medio de este sombrío panorama, el día de San Patricio del año 1858, en Dublín
y Nueva York, simultáneamente, habría de nacer la Hermandad de Republicanos
Irlandeses 6, -cuyos seguidores serían popularmente conocidos como los fenianos- y que,
al estilo de otras sociedades secretas de la época como la de los carbonarios italianos, se
declararía partidaria del uso de la violencia política, incluida La más extrema de sus
formas: el terrorismo. De manera que, desde el momento mismo de su fundación, la
Hermandad comenzó a poner los medios y a sentar las bases de un nuevo alzamiento. En
este proceso, la rama norteamericana del movimiento, se encargaría de procurar
financiación, armamento e incluso mandos y combatientes curtidos en la guerra de
Secesión de Estados Unidos (1861-1865)
Nueve años después (1867), la Hermandad, a punto ya su estructura armada,
desencadenaría la rebelión que, como las anteriores, sería sofocada. Pero, a pesar de
ello, la violencia habría de continuar a lo largo de la década siguiente, en forma de oleada
de atentados perpetrados, preferentemente, con explosivos, y que alcanzaron su
momento cumbre con el cruento atentado del parque Fénix.
5 Tan sólo duró desde el 23 al 29 de julio de 1848
11
En definitiva, aquellos años estuvieron dominados por la acción de grupos y partidos
políticos –más o menos clandestinos- de los que fueron surgiendo organizaciones
paramilitares que recurrieron, con notable frecuencia, a la práctica del terrorismo
sistemático; mientras que, en las zonas rurales se iba extendiendo la contestación que,
capitalizada por la Liga de la Tierra, reivindicará la reforma agraria y provocara la Land
Ward (1880-1881), la Guerra de la Tierra, que habría de constituir un importante hito en la
lucha del pueblo irlandés por la independencia.
A partir del año 1880, la presión irlandesa en pro de la autonomía va en aumento; y,
con ella, el hostigamiento armado a las tropas británicas y a la minoría protestante que,
concentrada en el Ulster, se opone a cualquier relajamiento de lazos con el Reino Unido.
La progresiva militarización de las fuerzas políticas, de uno y otro signo, continúa
creciendo; sobre todo, después de que fracasara, por dos veces (1886 y 1893), en el
Parlamento, el proyecto de autonomía para Irlanda (home rule) elaborado por el gobierno
liberal de Gladstone.
Entre tanto, continúa aumentando el número de nuevas organizaciones nacionalistas:
culturales, políticas y sindicales, que vienen a sumarse a las ya existentes; y, entre ellas,
la fundación, en el año 1905, del Sinn Féin merece una especial referencia, por cuanto
llegará a constituir, junto con el Ejército Republicano de Irlanda (IRA), la columna vertebral
del movimiento que contribuirá, decisivamente, al nacimiento del Estado libre de Irlanda, y
que, después de la división de la isla, mantendrá, hasta la actualidad, la lucha por la
reunificación, constituido en el referente principal del nacionalismo republicano, de las dos
irlandas.
El fundador, Artur Griffith 7, en su obra La resurrección de Hungría, publicada en el
mismo año de la fundación, establecía un paralelismo entre las situaciones húngara e
irlandesa, en relación con sus respectivas luchas por la emancipación. En consecuencia,
propugnaba, para su país, un Estado irlandés dotado de poderes ejecutivo, legislativo y
judicial, propios e independientes, en el marco de una monarquía dual que, en forma
semejante al del caso de la austrohúngara, amparase, de una parte, a Irlanda, y, de otra,
al resto del Reino Unido. Con ese objetivo, pues, el Sinn Féin (SF) exigía la derogación
6 La fundación en Nueva York de la rama norteamericana del Irish Republican Brotherhood (IRB), se apoyaba en los más de dos millones de inmigrantes irlandeses que, a finales del diecinueve, ya habían llegado a Estados Unidos. 7 Artur Griffit, presidió la delegación irlandesa que negoció el Tratado de paz anglo-irlandés de 1921, y llegaría a ser Presidente del Estado Libre de Irlanda en enero de 1922, tras el fin de la Guerra Civil.
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del Acta de la Unión y la retirada, por tanto, de los diputados irlandeses del Parlamento
británico, para constituir, con ellos y con los representantes de los diferentes condados, el
que denominaba el Consejo de los 300.
Entre los años 1912 y 1914, el clima de crispación y de enfrentamiento era, otra vez,
extremadamente grave. El Gobierno británico, insistiendo en su política de
apaciguamiento, decidió intentar de nuevo la vía autonómica, y anunció, para el año 1914,
la promulgación normativa al efecto. Pero estalla la Gran Guerra, y la iniciativa, una vez
más, se vio frustrada. Y lo que fue aún peor: el Gobierno de Londres obligó a participar,
en ella, a un numeroso contingente de la población irlandesa.
Entre tanto, el Consejo Unionista del Ulster –de orientación protestante- decidió
constituir la Fuerza Voluntaria del Ulster, brazo armado de la organización; mientras que,
en noviembre de 1913, la Hermandad Republicana Irlandesa acuerda crear la
organización paramilitar Voluntarios Irlandeses Nacionales, mientras desde los sindicatos
del trasporte de Dublín, se pone en marcha la organización armada Ciudadanos Armados
Irlandeses. La espiral de violencia se agudiza, y se ven ya directamente afectadas las
poblaciones civiles de ambas comunidades. Se precipitan los acontecimientos; y, bajo la
dirección del SF, ambas organizaciones paramilitares, republicanas y nacionalistas,
provocan la revuelta del lunes de pascua del año 1916. La rebelión -que contó con el
apoyo de Alemania- fue literalmente aplastada y seguida de la ejecución de la mayoría de
sus responsables. Pero la dureza extrema de la represión –que provocó un extraordinario
eco internacional- convirtió este hecho, en inolvidable efeméride de la lucha del
nacionalismo irlandés.
La confrontación bélica ya no cesaría. A partir de las organizaciones ya citadas, se
organizaría el IRA que emprendería una larga guerra de guerrillas, en la que las acciones
terroristas estuvieron presentes hasta la la firma del Acuerdo Anglo irlandés de 6 de
diciembre de 1921, que establecería el Estado Libre de Irlanda8, no sin que, antes, tuviera
que aceptar la continuación de la soberanía británica en seis de los condados del Ulster
que, bajo la denominación de Irlanda del Norte.
8 El Tratado no entró en vigor hasta un año después y, con ello, el Estado Libre de Irlanda, constituido, no obstante, como dominio británico bajo la Corona Inglesa.
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La aceptación de tal hecho fue percibido como una claudicación, cuando no como una
traición, por los sectores más radicales del movimiento republicano, que no estando
dispuestos a renunciar a la unidad de su patria, reaccionan violentamente, y provocan el
estallido de la guerra civil de los años de 1923 y 1924 en la que el terror continuó
presente.
Tampoco desaparecería el terrorismo al finalizar la guerra civil. Por el contrario, tras la
derrota del sector irregular del IRA en la contienda, la violencia republicana volvió a brotar
en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial (1939-1940) con ataques en el Ulster
e incluso en Inglaterra. Y, después de ella, a partir de que, en 1950, el Consejo de Guerra
del IRA señalara a Inglaterra como su único enemigo, y reabriera las hostilidades en el
Ulster y a lo largo de su frontera con la República de Irlanda.
La campaña fronteriza dio comienzo en diciembre de 1956 mediante acciones
proyectadas desde la República de Irlanda, contra puestos fronterizos, cuarteles y centros
de comunicaciones de Irlanda del Norte. y terminó, en 1965, sin haber logrado ni el apoyo
popular buscado en el sector católico de su población, ni tampoco entre la población de la
República de Irlanda, donde el SF, su brazo político, tan sólo obtuvo unos resultados
insignificantes en las elecciones de 1957.
El conflicto en Irlanda del Norte
Pero en la Irlanda del Norte de mediados de los años sesenta, muchas cosas habían
cambiado. Un nuevo activismo se fue desarrollando en el seno de la minoría católica y en
torno al movimiento en pro de la igualdad de derechos civiles. Un movimiento que surgió
en protesta por la relegación política y social a la que se encontraba sometida la minoría
católica. Durante el bienio de 1968-1969, ante la falta de respuestas positivas de parte de
Inglaterra y del Gobierno norirlandés, las demostraciones, manifestaciones y actos
reivindicativos del movimiento, en un principio pacíficas, se fueron radicalizando hasta
alcanzar tintes de violencia, a medida que se iban produciendo las reacciones de los
unionistas protestantes, quienes llegarían a protagonizar violentos ataques a los barrios
católicos convertidos, ya por entonces, en auténticos guetos en los que fueron
encontrando refugio los numerosos desarraigados que huían de los barrios protestantes.
14
Por fin, la magnitud de los disturbios determinó que, el 20 de agosto de 1969, el
Gobierno del Reino Unido declarara la ley marcial; y que, accediendo a la petición del
Gobierno unionista, decidiera el envío de fuerzas armadas británicas de interposición
entre las comunidades católicas y protestantes de Irlanda del Norte.
Entre tanto, en el ámbito del nacionalismo irlandés los cambios habían sido también
muy importantes: el SF y el IRA habían sufrido profundas influencias marxistas del
comunismo europeo propio de la etapa de la guerra fría; y, en relación con la estrategia a
seguir para la liberación de los condados del Ulster en manos del Reino Unido, había
optado por una vía gradual hacia la unidad de Irlanda, que anteponía la creación de una
república de trabajadores socialistas unidos y la convocatoria de elecciones generales en
la República de Irlanda, a la lucha armada por la reunificación.
Esta estrategia –que sería formalmente aprobada por el Consejo del IRA en el otoño de
1969- determinó la ruptura de la organización. Y así, frente al sector oficialista, el sector
más tradicional se separó para constituir, en octubre del mismo año, el PIRA (Ejército
Provisional de la República de Irlanda) –más conocido, a partir de entonces, por el PIRA-
que, en el convulso escenario de estos años, fue ganándose el apoyo de los sectores
católicos de Irlanda del Norte a su opción prioritaria por la lucha armada contra la
ocupación británica, desengañados por el que consideraron ineficaz pacifismo del
movimiento católico por los derechos civiles. De esta manera, a mediados del año 1970,
desde unas pocas decenas de militantes, el PIRA consiguió ganar neta ventaja sobre los
oficialistas, en financiación, en armas y, lo que era más importante, en poder de
convocatoria en el seno de la comunidad católica de Irlanda del Norte.
En los provisionales se alineaban jóvenes que, menos ideologizados políticamente,
anteponían el ideal de una Irlanda unida a cualquiera otro, aunque, muchos de ellos,
también aspirasen a una república democrática y socialista, una vez lograda la
reunificación 9. De cualquier manera, a raíz de la escisión, un portavoz del los
provisionales dejaba esto claro de forma meridiana:
«Somos republicanos tradicionales que luchan por su pueblo. Cuando éste sea libre
podrá decidir la clase de gobierno que desea. Sin embargo, los comunistas de Dublín
quieren que el pueblo trague a la fuerza una república obrera creada de antemano»10.
9Así quedo reflejado, en 1972, cuando el IRA Provisional aprobó el Programa Eura Nuva. 10 MOSS, R., La guerrilla urbana, EN, Madrid, 1972, p. 129.
15
El IRA Oficial tampoco abandonó la violencia hasta mayo de 1972. Pero, cuando lo hizo
así, sufrió otra nueva escisión en diciembre de 1974; esta vez, la de su sector más radical
que se constituiría en el Ejercito Nacional de Liberación de Irlanda (INLA), grupo armado
aún más extremista que los provisionales, y que asumía la doctrina del marxismo
antiimperialista y la estrategia, en espiral, del trinomio provocación-reacción-represión sin
prácticas limitaciones.
A partir del año 1974 la violencia comenzó a disminuir; y, en enero de 1975, los
provisionales declararon una tregua unilateral que empleó en reorganizarse para reiniciar
su la lucha, poco después, en mejores condiciones de seguridad, y optando, ya a inicios
de los años ochenta, por el ataque prioritario a objetivos económicos de los unionistas, y,
en segundo término, por una campaña de atentados en Inglaterra.
Desde entonces, se sucedieron los atentados: en diciembre del 1983, bomba en los
almacenes Harrows de Londres; en octubre del 1984, tentativa de asesinato de Margaret
Thatcher; en el mismo año y en el siguiente, una oleada de atentados con explosivos que
sembró el terror en la City de Londres y afectó, también, a numerosos cuarteles y centros
militares del Ejército británico en el Ulster.
No obstante, desde comienzos de los años setenta, a las políticas de contención se
fueron añadiendo nuevas líneas de actuación sobre el conflicto, en las que las diferentes
fuerzas políticas y, sobre todo, el Gobierno británico y el de la República de Irlanda como
principales actores, fueron componiendo un nuevo panorama que, desde el Acuerdo de
Sunningdale de diciembre de 1973, enmarcaría el complejo proceso de negociaciones y
acuerdos que desembocaría en el Acuerdo-marco firmado el 15 de noviembre de 1985 en
Hillsborough Castle. Este nuevo e importante hito, daría paso a un intenso y enmarañado
periodo de contactos, conversaciones y negociaciones –no exento de alternativas de
riesgo -a cuyo término, 13 años después, el Acuerdo de Belfast abriría la fundada
esperanza de alcanzar una solución negociada aceptable para católicos y protestantes.
Una esperanza que, a fecha de hoy, la constitución de un Gobierno compartido por los
representantes de las fuerzas políticas de ambos bandos, ha venido a reafirmar. PEDRO FUENTETAJA RUBIO
Diplomado en Altos Estudios Militares y experto en Seguridad y Gestión de Crisis.
FRANCISCO GALVACHE VALERO Coronel del Ejército
y Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación.
16
LA ACTUACIÓN DE LOS ACTORES ESTATALES A LO LARGO DEL CONFLICTO DE IRLANDA DEL NORTE
Preámbulo
Quizá parezca una obviedad decir que todo conflicto presupone la existencia de, al
menos, dos actores cuyas voluntades se encuentran enfrentadas. Dos voluntades que
pretenden imponerse a la adversaria y que, justamente en ello, al menos en principio, ven
la vía y la satisfactoria resolución del mismo. Naturalmente, la voluntad de un actor no
pasa a la acción si no a impulsos de un motivo, de un interés o conjunto de intereses cuya
realización siempre encontrará obstáculos que superar y que, en ocasiones, consisten en
la oposición tenaz de cualquiera otra voluntad empeñada en la promoción y defensa de
intereses contrarios a los suyos y, por tanto, evidentemente incompatibles con ellos.
Con esta pequeña digresión, no pretendo otra cosa que llamar la atención sobre la
primordial importancia de los actores en la génesis y desarrollo de cualquier conflicto
humano y, consecuentemente, la especial relevancia que cobran, en sus interacciones,
los aspectos cognitivos y emocionales –que los enfoques analíticos de carácter
psicosocial sitúan en muy primer plano- desarrollados a lo largo de su historia, sin olvidar,
desde luego, la influencia –en ocasiones determinante- que los elementos estructurales
ejercen sobre la evolución y gestión de los conflictos. Y es que, unos y otros se sitúan e
interactúan en el seno de los sistemas de influencia de cada individuo, grupo social o
comunidad contendiente, y, todos ellos, en el macrosistema propio del conflicto. Con esta
perspectiva, creo que es posible evitar algo que suele acontecer en este tiempo nuestro –
ganado por la urgencia y por un apresurado sentido de lo práctico- a la hora de realizar
cualquier análisis de situación que pretenda establecer la naturaleza y etiología de una
determinada realidad, e intervenir, con sentido, en su posterior evolución y desenlace: la
tentación de excusar la búsqueda de las causas que dieron origen a un determinado
conflicto, o de reducirla al ámbito inmediato de las circunstancias que han dado lugar a
sus manifestaciones y condicionamientos más cercanos al momento de la observación.
Y es que la historia cuenta y mucho. Y es, a lo largo de toda ella donde cabe detectar la
latencia de los elementos causales de origen, las líneas de tendencia que derivan de ellos
y la influencia de los sucesos capaces de definir las sucesivas etapas evolutivas de un
conflicto que, como el que nos ocupa, cuenta ya con algo más de ochocientos años de 17
existencia. Desde esta perspectiva, pues, he tratado de reflexionar sobre la que puede ser
su última etapa; y, dentro de ella, centrándome, preferentemente, en el nivel de análisis
que se refiere a las actuaciones de los actores estatales y de las instancias de poder a
ellos subordinados, ordenadas a poner término a la violencia política y al terrorismo, y a
sentar las bases de un proceso multidimensional y multidireccional capaz de abrir puertas
a la esperanza, en un futuro de cooperación y de convivencia pacífica, para dos
comunidades tan trágicamente enfrentadas durante siglos.
La etapas y los modelos de gestión del conflicto angloirlandés
El desarrollo del conflicto angloirlandés ha discurrido, desde sus comienzos, a lo largo
de diferentes etapas definidas por sucesos cuyo especial significado y relevancia
explican la orientación y el alcance de los sucesivos periodos de escalada y desescalada,
la evolución de los elementos y de las dimensiones de la confrontación y aún los cambios
habidos en el número e incluso en la naturaleza de los actores del conflicto. Y todo ello,
acaecido en el cambiante escenario en el que discurre la historia de Europa, desde la
Edad Media hasta comienzos, ya, del tercer milenio.
Del análisis del capítulo dedicado a resumir sus antecedentes se pueden extraer, con
facilidad, la naturaleza y los elementos causales y diferenciales de un conflicto que, tras la
promulgación de las Penal Laws después del triunfo de la Revolución Orangista (1689
1652), había quedado perfectamente dibujado: un conflicto colonial en el que la población
se halla asimétricamente dividida y enfrentada en torno a la cuestión principal que se
dirime: independencia versus dependencia del poder británico, en el que los intereses que
se oponen son: la libertad política y la defensa del patrimonio material, histórico, cultural y
religioso de los irlandeses, frente a la seguridad y la defensa de Inglaterra, en el juego de
las relaciones de poder y de los enfrentamientos que se suceden en el panorama
internacional; lo que presupone, naturalmente, de esta parte, la promoción y defensa de la
seguridad y hegemonía de la población importada de angloirlandeses que, generación
tras generación, se mantienen leales a la Corona inglesa. Y, en tales términos, y dadas
las circunstancias y características de la época, el modelo de gestión que habría de
seguir el único actor estatal existente, no podía ser otro que aquel que hoy llamamos
competitivo, propio de los juegos de suma cero, y que consiste en derrotar al contrincante
e imponer los intereses propios a costa de impedir la realización de los contrarios.
18
Tras la abolición, en el año 1782, de las leyes represivas (Penal Laws), la posterior
llegada a Irlanda de los ideales procedentes de la Francia prerrevolucionaria y de los que
orientaron e impulsaron el nacimiento y la independencia de Estados Unidos, seguidos del
subsiguiente arraigo del nacionalismo cultural y étnico provocado por el imperialismo
napoleónico, la situación irlandesa evolucionaría, en rápida escalada, hacia un escenario
en el que el reparto del drama sufre cambios relevantes. El Reino Unido sigue siendo el
único actor estatal que interviene en el conflicto; pero junto a él y en pugna con él, en el
seno de las dos comunidades –católica y protestante- radicalmente enfrentadas entre sí,
se han desarrollado procesos de convergencia interna que han determinado la aparición
de organizaciones intermedias de carácter social, cultural y, sobre todo, político, que ya
son capaces de agitar, movilizar, concitar adhesiones e, incluso, hostigar y provocar
alzamientos –para los que, con frecuencia, se buscan y alcanzan apoyos extranjeros-
dotados de creciente carga revolucionaria. Y así las cosas, en el seno de la población
autóctona, el movimiento feniano, implantado, desde su fundación, en Irlanda y en
Estados Unidos, induciría una nueva deriva revolucionaria en la que la violencia política y,
con ella, el terrorismo, amen de intensificar la escalada del conflicto, adquiriría, en él,
carta de naturaleza.
Con el nuevo siglo (1905) surge un nuevo partido nacionalista y republicano, el Sinn
Féin (SF) 11, heredero de la tradición feniana, que denuncia el Acta de la Unión y que,
casi de inmediato, se convertirá en el conductor y columna vertebral del movimiento que,
16 años después, alumbraría el Estado libre de Irlanda 12, tras la firma del Acuerdo Anglo
irlandés de 6 de diciembre de 1921. Pero tal cosa no ocurrió sin que, a cambio, el nuevo
Estado tuviera que aceptar que seis de los condados del Ulster que, desde 1920 13,
gozaban de gobierno y Parlamento autónomos, permanecieran formando parte del Reino
Unido, bajo la denominación de Irlanda del Norte. Con ello, la soberanía británica sobre la
totalidad de la isla había llegado a su fin; pero los republicanos irlandeses no habían
logrado plenamente su objetivo: una Irlanda unida e independiente. Y así las cosas, tras la
firma del Tratado de Paz –aprobado en el nuevo Parlamento irlandés por muy escasa
mayoría- llegaría la guerra civil que enfrentaría a las dos facciones en que el SF y el
Ejército Repúblicano Irlandés (IRA) quedaron divididos: la posibilista, liderada por Michael
11 Nosotros solos. 12 El Tratado entró en vigor un año después y, con ello, el Estado Libre de Irlanda quedó constituido en dominio británico. 13 El Acta del Gobierno de Irlanda de 1920, fue aceptada como un mal menor por los unionistas del Ulster. En junio de 1921, quedó constituido el Parlamento de Irlanda del Norte.
19
Collins, responsable máximo de la resistencia armada durante la guerra, y la maximalista
que, reunida en torno de Eamon de Valera, se negaba a aceptar la partición de Irlanda14,
y que sería derrotada. Pero con ello, el conflicto angloirlandés no había quedado
definitivamente cerrado pues, como dijera Michael Collins, los nacionalistas irlandeses tan
sólo habían alcanzado una libertad para alcanzar la libertad. Y, partir de entonces, el
conflicto, transformado en contencioso, continuará girando en torno al ideal de la
reunificación de Irlanda recogido en los artículos segundo y tercero de la Constitución de
la República, pero en un nuevo escenario en el que dos Estados: el Reino Unido de Gran
Bretaña e Irlanda del Norte y la República de Irlanda, estarán llamados a asumir sendos y
determinantes papeles en el reparto de un drama cuya trama irá evolucionando hacia el
nuevo y único contexto en el que podría llegar a ser posible la conciliación: un contexto de
negociación, de acuerdo y de cooperación que, dos décadas después, recibirá nombre: la
dimensión irlandesa.
El conflicto en Irlanda del Norte
En el año 1932, con el regreso al poder de Eamon de Valera, al frente de su nuevo
partido Fianna Fail, y de la aprobación de la Constitución de 1937, comienza en la
República de Irlanda un serio programa de desarrollo económico que, desde el
pragmatismo, reconoce la estrecha relación existente entre los interese económicos del
nuevo Estado y los del Reino Unido presentes, de un modo especial, en Irlanda del Norte.
Con ello, comienza un largo periodo de distensión entre ambos estados que, tras del
ingreso de Irlanda en Naciones Unidas en el año 1956, conducirá a la firma, en el año
1965, del importante Acuerdo Angloirlandés de Libre Comercio; y, ocho años después, al
ingreso de la República de Irlanda, junto al Reino Unido, en la Comunidad Económica
Europea.
Cuando esto último sucede (1 de enero de 1973) Los Problemas (the trubles) ya
habían hecho aparición en Irlanda del Norte con toda su virulencia. Y es que la violencia y
el terrorismo no había desaparecido por completo del panorama irlandés; pues, aunque el
IRA irregular había sido derrotado y prácticamente desarticulado durante y después de la
14 Elegido Presidente de la República proclamada unilateralmente por el Sinn Féin, constituido en Dáil
Eireann (Parlamento irlandés), tras las elecciones de1919. Estos hechos determinaron el comienzo de la
Guerra de Independencia.
20
guerra civil, e incluso ilegalizado, posteriormente, por el gobierno del Fianna Fail, desde
sus rescoldos y en la clandestinidad, logró poco a poco reorganizarse en torno a sus
ideales tradicionales a los que el creciente peso de los elementos revolucionarios, de
orientación marxista, dotaba de un nuevo perfil altamente incómodo para el Gobierno del
centrista Fianna Fail; ya que, en 1950, el Consejo de Guerra del renacido IRA había
señalado a Inglaterra como su único enemigo y, seis años después, desde el territorio de
la República de Irlanda, había comenzado a desarrollar una campaña de ataques, a lo
largo de su frontera con Irlanda del Norte, dirigidos, fundamentalmente, contra objetivos
militares; a lo que se añadía el giro ideológico y político experimentado por el SF, en
aquellos años, y que le llevaría a dar prioridad a la instauración en Irlanda de una
república socialista, y la aproximación del IRA a los objetivos políticos de su partido
matriz. Este cambio de orientación política provocaría, catorce años después, la escisión,
en ambas organizaciones, de los sectores más tradicionales y fieles al ideal de la
reunificación de Irlanda. En el caso del IRA, el sector escindido constituyó, en 1970, el
IRA Provisional (PIRA) que, ya, en adelante, se constituiría en el protagonista de la lucha
armada del frente republicano en Irlanda del Norte.
LOS SISTEMAS DE INFLUENCIA EXTERNA
Pero, para entonces, en el panorama internacional ya se encuentran en pleno
desarrollo procesos de extraordinaria importancia e influencia que, en el marco de la
guerra fría, irían evolucionando entre el juego de equilibrios y de conflictos regionales que
tienen, como referentes, a uno u otro de los dos bloques enfrentados a escala global. Es
un nuevo panorama, en el que se encrespan y encuentran apoyos los movimientos
liberacionistas que originan o aceleran violentos procesos de descolonización,
movimientos revolucionarios y reacciones contrarrevolucionarias que desembocan,
frecuentemente, en dictaduras de muy distinto signo; mientras que, en los países
desarrollados de Occidente, el llamado pensamiento débil pone en cuestión las ideas y los
valores de la modernidad. Los ejemplos son numerosos: la revolución cubana –que pronto
proyectará su influencia sobre el cono sur americano-, la guerra de Corea tras el triunfo de
la Revolución maoísta en China; la de Indochina luego, y, más tarde, la guerra de
Vietnam; los procesos de descolonización en África y Oriente Medio –origen, este último,
del irresoluto conflicto entre palestinos e israelíes, entre Israel y el mundo árabe- y, en
Occidente, el resurgimiento de un extremismo revolucionario –trufado frecuentemente por
la lógica del terror- que, junto a las corrientes ideológicas del marxismo-leninismo más o
21
menos ortodoxo, encontrarán, también, los exasperados referentes ideológicos
procedentes de Berkely y del Mayo Francés de 1968. Todos ellos contribuyeron a
configurar un complejo conjunto de elementos que, en mi opinión, definieron una etapa de
profundos y acelerados cambios en los sistemas de influencia estructural y psicosocial a
los que ningún fenómeno, ya fuera de naturaleza política, económica, sociocultural o
incluso religiosa, pudo mantenerse ajeno. Y el conflicto norirlandés no podía ser una
excepción, aunque en él continuaran actuando, sin aparentes cambios, los elementos
causales que le dieron origen, junto a las heridas y secuelas de tan largo y trágico
enfrentamiento.
LOS FACTORES DESENCADENANTES
En la década de los años sesenta, la marginación y aun la exclusión a la que el
Gobierno unionista venía sometiendo a la comunidad católica de Irlanda del Norte desde
el año 1921, negándole, de facto cuando no de jure, los más elementales derechos
civiles, habían provocado en ella cotas máximas de crispación. Y es que, cuando se
produjo la partición, dos tercios de la población de Irlanda del Norte eran protestantes; y,
como era de esperar, la arquitectura del nuevo Estado se constituyó de manera que
pudiera quedar garantizado su control por parte de tan amplia mayoría. A partir de
entonces, pues, la secular discriminación sufrida por la población católica no haría sino
acentuarse; y, de manera especial, en materia de vivienda, educación, trabajo y
actividades económicas; y, sobre todo, de participación política mediante un sistema
electoral arbitrariamente dirigido a perpetuar la hegemonía protestante. La denuncia y
desaparición de tales situaciones de desigualdad sería el objetivo principal de los
movimientos y marchas por los derechos civiles de finales de la década de los sesenta15.
Derechos civiles que, justamente desde 1956 –no hay que olvidarlo- venían siendo
reivindicados en otras regiones del mundo, por modos y maneras que seguían la estela
de las acciones desarrolladas por el movimiento no violento que, en Estados Unidos,
lideró Martin Luther King, hasta morir asesinado en el año 1969: el mismo año,
precisamente, en que darían comienzo Los problemas (trubles), la más sangrienta etapa
del conflicto en Irlanda del Norte.
Así que, en 1967, se funda la Asociación por los Derechos Civiles en Irlanda del Norte
(NICRA), y a lo largo del año 1968, las marchas, pacíficas al comienzo, exacerbaron el
22
temor de la comunidad protestante que vio pronto en ellas el comienzo de un amplio
movimiento subversivo dirigido a desalojarlos del poder, como paso previo hacia la
unificación de Irlanda. Sus temores no carecían de fundamento. Lejos quedaban ya los
años de su absoluta hegemonía demográfica. Al comienzo de los trubles, la comunidad
católica ya supone el 45% de la población Irlanda del Norte. De manera que la reacción
protestante no se haría esperar -traducida en provocaciones y disturbios cada vez más
violentos- mientras el Gobierno unionista demostraba su más absoluta renuencia a
satisfacer las reivindicaciones de la comunidad católica tan radicalmente rechazadas por
los unionistas. En esta tesitura, algunos sectores católicos llegaron a la convicción de que
la igualdad no sería posible sin antes subvertir las estructuras de gobierno y lograr la
unión con la República de Irlanda; y, así las cosas, el número y la gravedad de los
choques fue en aumento; también la represión policial –claramente sesgada a favor de los
partidarios de la unión16- creció en intensidad sin con ello conseguir garantizar,
mínimamente, el orden y la seguridad de una situación que amenazaba con llegar a ser
ingobernable. Así lo estimaría el Gobierno unionista de Stormont cuando, en 1969,
después de los graves disturbios de Derry, solicitó el envío de tropas británicas a Irlanda
del Norte.
Hacia un nuevo modelo de gestión
Pronto percibió el Gobierno de Londres que la explosiva situación norirlandesa
requeriría su intervención directa, para el restablecimiento del equilibrio roto por la
concatenación de una serie de acontecimientos capaces de poner en pie los fantasmas
de un trágico pasado, que tan sólo parecía adormilado desde pocas décadas a tras. Pero
la etiología del conflicto, los nuevos perfiles que mostraba y el también distinto panorama
que ofrecía Irlanda, Europa y el marco global de las relaciones internacionales –en el que
también debía ser preservada la seguridad, la estabilidad y la credibilidad y prestigio del
propio Reino Unido- obligaban a adoptar un modelo de gestión que de ningún modo podía
quedar reducido a un esquema que sólo contemplara el empleo de la fuerza y el
desarrollo de políticas de contención y apaciguamiento que, no obstante, deberían ser
también contempladas y desarrolladas muy en primer lugar. Urgía, pues, reforzar los
sistemas de seguridad y de defensa frente al desorden y la violencia desatada; y, al
tiempo, desactivar los factores desencadenantes y enervantes del conflicto, para poder
15 Cfr. FITZDUFF, M., Mas allá de la violencia, Genika Goratuz, 1998, p. 22-23. 16 Sólo un 6% de los integrantes de las fuerzas de seguridad era católico.
23
ganar el tiempo, el sosiego y la capacidad de iniciativa necesarios para proyectar los
cambios estructurales convenientes, y para establecer el clima de confianza
imprescindible que permitiera una solución duradera que, sólo a través de un acuerdo
negociado entre las partes más directamente implicadas, tendría expectativas de futuro.
Un acuerdo en el que el Reino Unido deseaba asumir –sin dejación de las funciones
inherentes a la soberanía que ejerce- un papel directivo e impulsor para el que pronto
buscará la cooperación de la República de Irlanda. De manera que, a abordar la
complejidad de las dos tareas iniciales, se dedicaría el Reino Unido desde prácticamente
el comienzo de Los Problemas.
Las políticas de apaciguamiento y de contención
Y es que el sentimiento de la comunidad católica de ser objeto de una sistemática e
injusta discriminación por parte de las políticas del gobierno protestante de Stormont, no
carecía, en absoluto, de fundamento, como acreditaron los resultados de la encuesta
encargada por el Gobierno británico en el año 1969 17, un año después de comenzados
los disturbios. Más aún: el propio informe llegó a afirmar que tales situaciones de
marginación e injusticia constituyeron el factor fundamental desencadenante de la
violencia. De manera que, a la vista de las conclusiones del citado informe, el 29 de
agosto del mismo año, el Gobierno británico forzó una declaración conjunta con el
Gobierno de Stormont, en la que se afirmaba, solemnemente, que “todo ciudadano de
Irlanda del Norte tiene derecho a la misma igualdad de tratamiento y ausencia de
discriminación que disfruta el resto del Reino Unido”; aprobándose, acto seguido, medidas
dirigidas a paliar las situaciones de precariedad más acuciantes de la población católica y
un amplio programa de reformas legislativas orientadas a poner término a la desigualdad
en el trabajo, educación, vivienda y de representación política, así como para eliminar los
abusos de parte de las Fuerzas de Seguridad y, en definitiva, cualquier tipo de
discriminación por razones culturales y religiosas 18, que, de no erradicarse, harían
ineficaz cualquier esfuerzo dirigido a restaurar la confianza entre dos comunidades
separadas por la incomprensión, el odio y la violencia.
17 Cameron Report, Disturbances in Northern Ireland:Report of a Commissission Appointed by the Gobernor of Northern Ireland, Her Majest´s Stationery Office, Belfast, 1969. 18 Comunicado conjunto de los gobiernos británicos y de Irlanda del Norte, de 29 de agosto de 1969. Disponible en http://cain.ulst.ac.uk/hmso/bni290869.htm, y FITZDUFF, M., Más allá de la violencia, bakeaz, Bilbao, 1998, p. 81.
24
La llegada de las tropas se produjo aquel mismo año con el optimista designio de
actuar como fuerzas de interposición entre ambas comunidades, cuando ya había
quedado meridianamente claro que el esfuerzo policial era incapaz de poner coto a los
violentos enfrentamientos y de procurar el más mínimo sentimiento de seguridad y
confianza entre la población católica. Y, ciertamente, su llegada fue recibida con alivio e
incluso con cierta esperanza por los sectores católicos que más duramente venían siendo
objeto de las agresiones de los unionistas radicales y de la sesgada actuación de las
fuerzas policiales 19. Pero esta situación no habría de durar mucho: el toque de queda, los
registros, abusos e incidentes derivados de su inadecuada actuación en los barrios
católicos, acabaron por convertir en abierta hostilidad la inicial percepción de neutralidad
con que fueran recibidas las tropas. Y esto motivó que el PIRA, recientemente constituido,
convirtiera a las fuerzas británicas de ocupación en el objetivo preferente de sus acciones
y atentados. La escalada de la violencia fue en aumento a lo largo de 1971, y tomó un
nuevo sesgo cuando apareció en escena la Asociación de Defensa del Ulster (UDA) y
comienzan, a iniciativa del Gobierno unionista, los internamientos sin juicio previo. Y, en
esta tesitura, llegaría el Domingo sangriento de Derry en el que morirían nueve civiles a
manos del Ejército británico, durante los disturbios de una accidentada marcha. De
manera que, en 1972, constatada la incapacidad –cuando no la falta de voluntad- del
Gobierno unionista, a la hora de abordar los problemas de desigualdad que alimentaban
el conflicto, ni de garantizar mínimamente el orden público, el Reino Unido decidió asumir
directamente el gobierno de Irlanda del Norte.
A partir de entonces, el Gobierno británico impulsó decididamente, desde el Parlamento
de Westminster, las reformas legislativas dirigidas a superar discriminaciones, agravios y
desigualdades: en 1973, se creó la Comisión Asesora Permanente sobre Derechos
Humanos; en 1994, el Gobierno puso en marcha la iniciativa PAFT (Policy Apparisal an
Fair Treatmenr) dirigidas a garantizar el trato equitativo e igualitario de los ciudadanos; se
actuó eficazmente sobre los procesos de construcción, de adjudicación de viviendas
públicas y de reacondicionamiento y rehabilitación de un elevado número de las ya
existentes; y se hizo hasta el punto de que, en 1992, las encuestas mostraron un alto
grado de satisfacción por las mejoras logradas sobre la penosa situación denunciada, en
el año 1969, por el informe Cameron.20 Algo análogo habría de ocurrir con la reforma
electoral abordada, ya en el año 1969, por el Gobierno británico. Reformas que
19 La Comisión Cameron, señalaba a los abusos policiales como uno de los factores fundamentales generadores de los problemas, en especial los cometidos por los B Specials, caracterizada por su tradicional sectarismo anticatólico.
25
suprimieron requisitos que, aplicados a la población católica, llegaban a impedir su
derecho al voto, o el llamativo privilegio que proporcionaba a los empresarios (de absoluta
mayoría protestante) el derecho a voto múltiple 21. Y semejante sería lo que ocurriría en el
campo de la educación, en el que las diferencias entre ambas comunidades eran también
del todo clamorosas: fuertes diferenciales de fracaso escolar, de capacidad de oferta de
plazas en enseñanzas básicas y guarderías, limitado acceso, consecuentemente, a las
enseñanzas medias y superiores, regímenes discriminatorios en materia de
subvenciones. En este campo, las políticas igualadoras, en el año 1992, habían
alcanzado notables progresos que incluyeron la revisión de los planes de estudio en
orden a lograr la homogeneidad de las capacidades y de los apoyos requeridos, tanto por
las escuelas públicas como por las privadas, mayoritariamente católicas. Las
intervenciones sobre las políticas de empleo 22 corrieron en paralelo con las restantes,
impulsadas por iniciativas legislativas que desde el año 1971 se fueron sucediendo. Pero
en este caso, los esfuerzos desarrollados no se vieron coronados por el éxito: las bolsas
de paro católicas continúan, aún hoy, siendo absolutamente mayoritarias, como también
es muy inferior la probabilidad de obtener empleo de los católicos. La exclusión directa y
su menor capacitación profesional son factores difícilmente superables a medio y aun a
largo plazo, en un país cuyas heridas aún tardarán en restañar quizá generaciones.
El protagonismo de los estados: la cooperación bilateral
Mucho habían cambiado, también, para entonces, las percepciones del conflicto por
parte de sus dos actores principales: los gobiernos del Reino Unido y de la República de
Irlanda. Los dos antiguos contrincantes compartían ya un amplio colchón de intereses
reflejado en el Tratado de Libre Comercio firmado por ambos en el año 1965; y percibían,
con justificado recelo, cómo las veleidades revolucionarias de los republicanos irlandeses
se proyectaban sobre las dos irlandas, orientados por las corrientes marxistas que,
alentadas desde la Europa del Este, recorrían todo Occidente. Ciertamente, la Irlanda del
Sur mantenía, en su Constitución y en Naciones Unidas, su reivindicación de la soberanía
sobre los seis condados del Ulster; mientras que el Reino Unido creía avalada su
permanencia en ella, no sólo por razones de prestigio si no, también, por razones de
seguridad y, sobre todo, por un principio que fue tomando cuerpo desde el momento
20 Cfr. Cfr. FITZDUFF, M., op. cit.p. 82. 21 Para ejercer el derecho a voto, había que acreditar poseer vivienda, mientras que el voto de los empresarios equivalía a seis. 22 En 1971, la tasa de paro de la población católica era del 17,3%, frente al 6,6% de la población protestante.
26
mismo de la partición, hasta quedar firmemente asentado a finales de la década de los
sesenta: Inglaterra no abandonaría a quienes fueron, durante siglos, el bastión de su
presencia y de su dominio en Irlanda, ni rechazaría su explícita voluntad de seguir
formando parte del Reino Unido. No obstante, el escenario del desencuentro es
sustancialmente distinto al del pasado, en la medida en que ambos actores estatales,
ambos países, son ahora, de hecho, aliados que, poco después, pasaran juntos a
incorporarse al proceso de convergencia que dará a luz a la Unión Europea. En
consecuencia, ambos optarán por un modelo basado en la cooperación y el compromiso,
para gestionar, conjuntamente, un conflicto que pronto quedará reducido a los límites y a
los niveles en que se desarrolla la división y el enfrentamiento: las comunidades católica y
protestante; los partidos que las representan: nacionalistas, republicanos y unionistas; y
las organizaciones terroristas de ambos bandos que protagonizan la sangrienta danza de
la muerte. Y, en relación con ello, cada uno de los estados comenzará a asumir, a partir
de entonces, sus responsabilidades y a ejercer, de forma coordinada, sus respectivas
capacidades de intervención e influencia.
El marco básico, los principios, las dimensiones y las líneas generales de la
cooperación, las condiciones que debería cumplir las estructuras de gobierno a arbitrar
para Irlanda del Norte, quedarían recogidas en el Acuerdo de Sunningdale 23 de 9 de
diciembre de 1973, que fueron hechas públicas al término de la conferencia mantenida
por los gobiernos del Reino Unido y de la República de Irlanda, en presencia de los
representantes de los partidos unionistas que venían sosteniendo al gobierno de
Stormont. Tres declaraciones de principio obtuvieron el asenso de ambos Gobiernos, y
pasaron a convertirse, desde entonces, en los tres pilares básicos sobre los que
gravitarían las declaraciones y los acuerdos que se habrían de alcanzar posteriormente,
hasta la firma de la Paz de Belfast: la declaración solemne del Gobierno irlandés
reconociendo que sólo podría cambiar el estatuto de dependencia de Irlanda del Norte
cuando así lo deseara la mayoría de su población, y el no menos solemne
pronunciamiento del Gobierno británico afirmando que era y sería siempre su política
apoyar los deseos mayoritarios del pueblo norirlandés; y que, por tanto, apoyaría una
posible reunificación de Irlanda si la población noirlandesa consentía en ello. En segundo
lugar, el reconocimiento de la existencia de una dimensión irlandesa de la que
inevitablemente formaba parte Irlanda del Norte, y que exigiría armonizar sus políticas de
gobierno con las de la República de Irlanda, a través de una instancia institucionalizada
27
(el Consejo de Irlanda), participada por los actores principales: el Gobierno británico, el
irlandés y el de Irlanda del Norte. Y, por último, para superar la división existente y
garantizar el principio de consentimiento en uno u otro sentido, la constitución de un futuro
Gobierno autónomo sustentado por los representantes de ambas comunidades, y en
proporción a los resultados obtenidos por sus diferentes formaciones políticas, en las
elecciones a una cámara legislativa que pasaría a llamarse Asamblea de Irlanda de
Irlanda del Norte. Y, todo ello, en un escenario en el que, previamente, la violencia política
hubiera desaparecido, y a la que, entre tanto, ambos estados combatirían política, policial
y judicialmente, de forma coordinada y en cualquiera de los territorios sujetos a sus
soberanías respectivas.
La frontal oposición de los unionistas y la escalada de la violencia protagonizada por el
PIRA a lo largo de 1974, impidió el desarrollo del proyecto. Tan poco prosperó la
propuesta del Gobierno de Londres, de constituir una nueva Asamblea que consiguiera el
respaldo de ambas comunidades, y que sería seguida por un proceso gradual de
devolución de competencias al Gobierno que se constituyese en base al juego de los
equilibrios que acordaran las fuerzas políticas. Ni hubo acuerdos esta vez, ni progresos
significativos salvo la constatación, a lo largo del cuatrienio 1982-1986, de que la vía de la
negociación seguía abierta, que era real y firme la decisión del Gobierno británico de
permanecer en ella, de ensancharla, de aproximarse progresivamente a un papel de
mediador y de impulsor de futuros acuerdos intercomunitarios, y de procurar que así fuera
percibido por las restantes partes. Pero los acuerdos de principio reseñados, definidores
del modelo de gestión del conflicto, estaban ya, firmemente asentados para el futuro y,
por tanto, informando las iniciativas negociadoras de ambos estados con las fuerzas
políticas norirlandesas de sus respectivas áreas de influencia.
En tal sintonía, en el año 1983, el Gobierno de la República de Irlanda puso en marcha
el que se llamó el Foro Nueva Irlanda que, dentro de las coordenadas establecidas por el
Acuerdo de Sunningdale, estudió posibles fórmulas estatutarias para Irlanda del Norte; y
al término de sus trabajos, el Gobierno irlandés ofreció al Reino Unido tres alternativas: la
integración de Irlanda del Norte en la República de Irlanda, la constitución de una nueva
república federal a partir de ambos estados y, en tercer lugar, un estatuto de soberanía
compartida. No obstante, de no ser aceptadas por el Reino Unido ninguna de estas
posibles soluciones, el Gobierno irlandés proponía conversaciones y negociaciones
23 Disponible en http://cain.ulst.ac.uk/events/sunningdale/agreement.htm. 28
bilaterales en busca de puntos de acuerdo sobre los que construir una alternativa
negociada por todas las partes afectadas. Esta última opción sería la aceptada por el
Gobierno de Margaret Thatcher, y la que habría de llevar, a ambos gobiernos, a la firma
del Acuerdo Angloirlandés de 1985 24 que, a pesar de la terca oposición de los unionistas
que se dicen traicionados, y del rechazo por parte del SF que veía en ella la ratificación de
la división de Irlanda, formalizó la cooperación interestatal a través de una Conferencia
intergubernamental para el conocimiento y debate de políticas sobre Irlanda del Norte, y
para solventar las diferencias que entre ambos gobiernos pudieran plantearse en orden a
la gestión y a la resolución del conflicto. El nuevo acuerdo firmado el 15 de noviembre de
1985 en Hillsborough, por el Taoiseach (primer ministro irlandés) Garret Fitz Gerald y la
primer ministro británica Margarita Thatcher, venía, en definitiva, a reafirmar y a
desarrollar, de forma más afinada, los acuerdos sustanciales establecidos en
Sunningdale. Pero esta vez, aquellas declaraciones no forman parte de una mera
declaración conjunta sino de un verdadero tratado internacional que, como tal, sería
registrado, a petición de ambas partes, en Naciones Unidas.
Este aspecto, aparentemente sólo formal, habría de tener una enorme trascendencia
en el futuro. En primer término, supuso el reconocimiento por parte del Reino Unido y a
nivel internacional, de la legitimidad de la aspiración de irlandeses, nacionalistas y
republicanos a la reunificación de Irlanda y, consecuentemente, del derecho de la
República de Irlanda a participar de manera algo más que consultiva, en un proceso y en
una realidad política en los que necesariamente habría de verse concernida por
desarrollarse en una dimensión insoslayable: la dimensión irlandesa. Y, en segundo lugar,
la aceptación del principio de consentimiento de la población norirlandesa por parte de
Irlanda, suponía, de hecho, el abandono de su reivindicación de soberanía sobre los seis
condados del Ulster, mientras que, para las sensibilidades nacionalistas moderadas del
Partido Socialdemócrata y Laborista (SDLP), permitía, a cambio, una formulación
aceptablemente próxima al concepto de autodeterminación. Como los posteriores
acontecimientos habrían de confirmar, estos aspectos acabarían siendo fundamentales
para el progreso de las negociaciones con republicanos y unionistas, para el abandono de
la lucha armada por parte de las organizaciones paramilitares y, en definitiva, para la
sucesión de negociaciones, declaraciones y acuerdos que concluirían el Viernes Santo de
1998.
24 Texto disponible en http://cain.ulst.ac.uk/events/aia/aiadoc.htm 29
Cuatro años después, los partidos norirlandeses que, a excepción del SF, habían ya
rechazado explícitamente el recurso a la violencia política, aceptaron la invitación del
secretario de Estado para Irlanda del Norte a iniciar una serie de encuentros con el fin de
debatir, entre ellos, posibles vías de acuerdo para el futuro de Irlanda. Un acuerdo de
partida determino, por unanimidad, las cuestiones fundamentales a discutir: futura
estructura política de Irlanda del Norte, posibilidad, entidad y alcance competencial de la
institución que debiera materializar la Dimensión irlandesa y, por último, los términos en
los que la relación británico-irlandesa habría de participar en las cuestiones de Irlanda del
Norte. A lo largo de los debates que se sucedieron hasta el verano del año 1992, se
produjeron evidentes aproximaciones. Las más importantes fueron, probablemente, el
rechazo de la violencia y la aceptación de la vía constitucionalista como la única por la
que debería discurrir el proceso hacia la resolución del conflicto; y, de otra parte, la
favorable opinión de todos sobre la utilidad de aquellas conversaciones, en tanto que
permitieron constatar la posibilidad del diálogo y de la negociación, a pesar de las
profundas diferencias aún existentes entre las posiciones de unionistas y nacionalistas 25.
Mientras se celebraban las negociaciones previas al Acuerdo Angloirlandés, El SF
venía desarrollando intensos esfuerzos dirigidos a mantener conversaciones con el SDLP
en orden a establecer:
«Una política común para lograr una solución justa y duradera”26 lo que, a todas luces
implicaba la constitución de un frente pannacionalista que, desde su perspectiva,
neutralizase los esfuerzos de un nuevo realineamiento unionista forzado por Londres
para conseguir aislar a los republicanos, y que impidiera una solución del conflicto que
respondiera exclusivamente a los dictados del Gobierno británico» 27.
El interés de los republicanos claramente derivaba de su convicción –alcanzada
bastante tiempo a tras- de que la lucha armada no depararía la victoria absoluta a ninguno
de los dos bandos, ni mucho menos determinaría la retirada de los británicos; con lo que,
en el mejor de los casos, la situación acabaría entrando en un punto muerto, en el que el
proceso de desgaste y de aislamiento al que se verían sometidos los contendientes, no
25 Tales diferencias gravitaban sobre los artículos 2 y 3 de la Constitución irlandesa, cuya remoción era considerada indispensable por los unionistas, y sobre la propuesta de los nacionalistas del SDLP que defendían competencias ejecutivas para las instancias Norte-Sur, y la constitución, entre ellas, de un organismo-gabinete en el que debería participar Bruselas. FITZDUFF, M., Más allá de la violencia, Bakeaz, Bilbao, 1998, p.126 26 ADAMS, G., Memorias políticas, Aguilar, Madrid, 2005, p. 73. (Una política común diseñada y desarrollada por los republicanos y los nacionalistas moderados, con la anuencia y a poyo del Gobierno de la República de Irlanda, para lo cual, la intermediación del SDLP resultaba del todo imprescindible.
30
correría precisamente a favor de sus intereses. La renuencia del SDLP a entablar
conversaciones antes de la firma del Acuerdo puso en evidencia su posición (y la del
Gobierno de Irlanda) contraria a tal estrategia. Con lo que los contactos entre ambas
formaciones no dieron comienzo hasta el año 1988.
Una vez establecidas, las conversaciones sufrieron diferentes alternativas; pero, a lo
largo de ellas, el SF –que, a través de contactos indirectos y secretos con Londres,
exploraba fórmulas dirigidas a lograr un alto el fuego del IRA, como condición previa para
que se le permitiera (al SF, claro está) participar en las negociaciones políticas que
hubieran de tener lugar- lejos de lograr su ansiado frente nacionalista, fue moderando sus
posiciones hasta el punto de reconocer la aceptabilidad del principio de consentimiento, e
incluso instar al Reino Unido a que ejerciera su influencia en orden a que el unionismo
radical lo aceptara igualmente. En definitiva, John Hume por el SDLP, y Gerry Adams, por
el SF, acordaron tan sólo una serie de aspectos no exentos de importancia, y que, en
buena parte, serían tenidos en cuenta en las negociaciones angloirlandesas saldadas con
la Declaración de Dwning Street 28. En tal declaración, los Gobiernos británico e irlandés,
reafirmaban los principios y acuerdos claves “articulados por los dos Gobiernos durante
los 20 años pasados, junto con la adaptación de otros principios extensamente aceptados,
que constituyeron el punto de partida del proceso de paz diseñado en el acuerdo político
de 1985”, añadiendo que, si tras la devolución de poderes al Gobierno de Irlanda (poderes
proporcionalmente compartidos por ambas comunidades), la población de Irlanda del
Norte diera su consentimiento, su plausible opción por su futuro status se sometería a
refrendo al norte y al sur de la frontera, ejerciéndose, así, el derecho de
autodeterminación “del pueblo de la isla de Irlanda”; y, por último, anunciaba que el
Gobierno irlandés pondría en marcha un Foro para la Reconciliación que, constituido en
plataforma de diálogo, incluiría a todos los partidos políticos de la isla, incluido el SF, una
vez hubiese desautorizado explícitamente la violencia 29.
La declaración fue recibida de forma desigual. El unionismo radical dirigido por Ian
Paisley, Afirmó que la Declaración “extendía al IRA una alfombra roja”, mientras el SF, a
pesar de oponer numerosas objeciones, no rechazó de raíz el Documento, y decidía
estudiarla y someterla a discusión en el seno del partido y en un foro abierto de debate,
27 Ibiden. P.74. 28 Declaración de 15 de diciembre de 1993, firmada por el Taoiseach, Mr. Albert Reynolds, y por el Primer Ministro del R.U. John Major. Disponible en http://cain.ulst.ac.uk/events/peace/docs/dsd151293.htm 29 Cfr. Declaración de Dwning Street. Ibidem.
31
denominado Foro para la Paz, en el que se valorase lo que de positivo contenía el
documento, y en el que se debatiese, desde el punto de vista crítico de su estrategia
global, las condiciones y vías a seguir hacia un posible acuerdo negociado que
comprometiera a las partes en la superación de las causas y secuelas del conflicto,
mediante el establecimiento de políticas de igualdad, y que aceptase la necesidad de la
liberación de los presos políticos. El foro en cuestión –que estaría abierto a la ciudadanía-
podría trasladar a la opinión pública de las dos irlandas las conclusiones alcanzadas,
gracias a la derogación, en enero de 1994, de la legislación que censuraba la presencia
del SF en la radio y en la Televisión de la República de Irlanda 30.
A lo largo del año 1994, la situación comienza a experimentar cambios acelerados y
significativos a impulso de acontecimientos ciertamente relevantes: la violencia que aún
seguía cobrándose víctimas a manos de los terroristas de ambos bandos, experimenta
una desescalada que sin duda se vio favorecida –si no determinada- por la ya evidente
opción de sus fuerzas políticas afines por la negociación y el compromiso, y que
consiguen ir persuadiéndolos de la necesidad del cese de la violencia como condición
previa de comienzo de contactos públicos y negociaciones con los actores estatales;
máxime después –en el caso del IRA y del SF- de que la mediación de Estados Unidos, si
bien parecía haber flexibilizado algo las posiciones del Reino Unido a favor de los
republicanos, condicionara su apoyo al cese de la violencia, y prohibiera, entre tanto,
cualquier financiación procedente de sus organizaciones de apoyo en aquel país 31.
El alto el fuego declarado por el IRA en el año 1994 y, algo después, por los
paramilitares unionistas, permitió que, en los primeros meses de 1995, comenzaran los
contactos del Gobierno británico con los partidos políticos afines a los paramilitares de
uno y otro bando, y que continuaran celebrándose a creciente nivel, en la medida en que
estos iban dando pruebas de la sinceridad de sus intenciones de paz y de su voluntad de
entregar las armas 32, verificadas, ambas, a lo largo de un periodo de descontaminación
en cuyas dinámicas, amén de los papeles desarrollados por los gobiernos británico e
irlandés, el de Estados Unidos y del propio presidente Clinton cobraría, sin duda, especial
relieve e importancia en relación con el proceso de negociación y con el momento y modo
30 AADAMS, GERRY, Memorias, op. cit. p. 211. 31 NORAI, organización de apoyo al IRA, Fondo Internacional y Fondo de Irlanda 32 En marzo de 1995, comenzaron contactos, de nivel ministerial, con los paramilitares unionistas tras recibir garantías sobre su compromiso de entregar las armas; y en mayo del mismo año, con el Sinn Féin bajo análogas condiciones respecto al IRA.
32
en que debería llevarse a cabo el desarme de las organizaciones paramilitares y, muy
especialmente, de la organización terrorista IRA. Tal proceso negociador dio comienzo
inmediatamente después de la visita a las dos irlandas del presidente Clinton 33, con la
constitución de la Comisión Internacional de Desarme 34, más conocida como Comisión
Mitchell, que, el 23 de enero de 1996, daría a conocer las condiciones que, en un marco
de ausencia de violencia, deberían cumplir los partidos para tener opción a formar parte
de las negociaciones para un acuerdo que pusiera fin al conflicto, y que sentara las bases
de una paz justa y duradera.
Resumidamente, tales condiciones fueron las siguientes: suscribir los principios
fundamentales de la democracia, renunciar expresamente a la violencia y apertura del
proceso de desarme de las organizaciones terroristas. Y, en base a tal informe-propuesta,
las alternativas ofrecidas por los gobiernos británico e irlandés fueron las siguientes: inicio
de la entrega de las armas antes del comienzo de las negociaciones o, en caso contrario,
apertura de las conversaciones multilaterales de carácter democrático garantizadas por
medio de unas elecciones convocadas expresamente al efecto. Esto suponía –y así fue
entendido por los republicanos- la exclusión de quienes no aceptaran el comienzo previo
del desarme; y, en tales condiciones, la respuesta del IRA no se hizo esperar: el 9 de
febrero de 1996, hizo público un comunicado que ponía fin al alto el fuego; y, poco
después, reanudaba la violencia terrorista con una cadena de atentados en Londres con
víctimas mortales. No obstante, ni el retorno de la violencia del IRA ni las intensas
gestiones del SF dirigidas a evitar la imposición de condiciones previas, consiguieron
modificar la postura acordada por los actores estatales con la anuencia de Estados
Unidos 35, de los partidos unionistas e incluso del SDLP: el 28 de febrero, ambos
gobiernos anunciaron la fecha del 10 de junio como fecha de comienzo de las
conversaciones, con la participación de los delegados de los partidos que hubieran
aceptado las condiciones ya establecidas en el Informe Mitchell, y de forma proporcional a
los resultados que arrojasen las elecciones a dicho Foro de delegados, que luego serían
33Noviembre de 1995. 34 Iniciativa tomada por los gobiernos británico e irlandés, y que, junto a la decisión de abrir negociaciones entre
partidos norirlandeses, fue hecha pública mediante el Comunicado Conjunto conocido cómo Acuerdo Marco. La
Comisión sería presidida por el ex senador demócrata George Mitchell. British and Irish Governments. Joint
Communiqué, 28. 11. 1995, disponible en http://cain.ulst.ac.uk/events/peace/docs/com281195.htm 35 Las posiciones del Gobierno de Irlanda y de las de Estados Unidos al respecto, las explica así Gerry Adams: “La Administración Clinton sólo intervendría cuando tuviera que escoger, porque las partes se lo planteásemos, entre una parte irlandesa y otra británica. El problema radicaba en que, en demasiadas ocasiones, Jhon Bruton adoptaba
33
convocadas, tras numerosas consultas multilaterales, para el día 30 de mayo. A pesar de
todo ello, Animado por la administración Clinton, el SF decidió manifestar su aceptación
de los Principios Mitchell y concurrir a las elecciones para el Foro de Delegados, en las
que se alzaría con el 15,5% de los sufragios, equivalente al 42% del voto nacionalista.
Hasta el momento mismo del comienzo de las sesiones, esgrimiendo el apoyo popular
obtenido, el SF trató, sin éxito, de ser admitido en las negociaciones. Sólo lo lograría,
mucho después, tras el cese de la violencia que supuso la reanudación del alto el fuego
del IRA.
La llegada al Gobierno de los laboristas, tras las elecciones parlamentarias de 1997, a
decir de los republicanos –que reconocieron ciertos avances cualitativos- no produjo
cambios sustanciales ni deterioró el clima de acuerdo existente entre el Reino Unido e
Irlanda: el desarme se debería ir produciendo, bajo la supervisión de la Comisión
Internacional de Desarme, en paralelo a las conversaciones políticas, en las que no
tendría cabida debate alguno sobre las causas originarias del conflicto, y en las que el
resto de las cuestiones se abordarían entre las coordenadas ya establecidas en el
Acuerdo-Marco 36; y, en todo caso, el SF sólo participaría en un escenario en el que
hubiera cesado la violencia del IRA. Pero, en tales avances, cuestiones como la mejora
de las perspectivas penales de los presos republicanos, las políticas de igualdad, de
reconocimiento y defensa de la identidad irlandesa: educación, lengua y tradiciones, y
garantías de respeto de su dignidad y derechos, permitieron articular, al SF, un discurso
dirigido a conseguir un nuevo alto el fuego del IRA que le abriera la puerta de las
conversaciones multipartidarias:
«Nuestro objetivo era lograr un paquete de medidas que pudiéramos presentar al IRA y
a los republicanos en general. [...] Aunque no quisimos admitirlo, éramos conscientes
de que estábamos permitiendo que un alto el fuego del IRA se convirtiera en condición
previa para nuestra incorporación a las conversaciones»37.
El alegato –apoyado, sin duda, por los excelentes resultados electorales obtenidos por
los republicanos, habría de surtir efecto rápidamente: el 19 de julio de 1997, el IRA
anunciaba la reanudación del alto el fuego y su aceptación de la vía abierta a la paz por
planteamientos idénticos a los de los británicos y, a veces, a nuestro juicio, ¡más británicos que los de los propios británicos! ADAMS, G., op. cit. p. 338 36 British and Irish Governments. Joint Communiqué, 28 Noviembre 1995, disponible en
http://cain.ulst.ac.uk/events/peace/docs/com281195.htm 37 ADAMS, G., Memorias políticas, op.cit. p. 400.
34
las conversaciones de Stormont. En tales condiciones, se produjo, al fin, la incorporación
del Sinn Féin a las negociaciones que desembocarían en el histórico Acuerdo del Viernes
Santo, firmado el 10 de abril de 1998 38, por el Gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña
e Irlanda del Norte y por el gobierno de Irlanda; y el 22 de mayo, el Acuerdo de paz recibe
la masiva adhesión de los irlandeses de las poblaciones de las dos irlandas convocadas a
referéndum.
En la recta final
Pero los largos 21 meses que duraron las conversaciones no estuvieron exentas de
incertidumbre y sobresaltos. Las tensiones internas suscitadas por la reanudación del alto
el fuego del IRA y su aceptación del proceso de paz, provocaría su escisión y la fundación
del IRA Auténtico. Una serie de atentados de los que se culparía al IRA y a la Asociación
de Defensa del Ulster (UDA), traerían como consecuencia que el Partido Demócrata del
Ulster (UDP) y el Sinn Féin fueran excluidos temporalmente de las conversaciones. De
manera que, aún con el acuerdo en vigor, no cesaron las dificultades: el 15 de agosto de
1998, el IRA Auténtico demostraría su rechazo cometiendo el absurdo y sangriento
atentado de Omagh, que causaría 29 muertes (dos de ellas de españoles) y más de 200
heridos, para, acto seguido, declarar el alto el fuego. El 17 de noviembre, el IRA pública
su disposición a discutir el desarme; y el 1 de diciembre, se constituye el primer gobierno
compartido por católicos y protestantes. Sólo duraría dos meses y once días. Las
profundas desavenencias y el airado rechazo unionista a los escasos avances en la
cuestión del desame del IRA, obligan de nuevo a Londres, el 11 de febrero de 2000, a
suspender la asamblea.
La cuestión del desarme, continuaba enrareciendo y obstaculizando las negociaciones.
Frente a la exigencia unionista de entrega de las armas, el IRA ofrece permitir tan sólo su
inspección. El tira y afloja prosigue: justamente el día en que vence el plazo en que los
partidos han de dar respuesta al plan de paz anglo-irlandés, el IRA, a través de la
Comisión Internacional Independiente para el Desarme (IIDC), ofrece inutilizar sus armas
por completo y de manera verificable. El 10 de agosto de 2001 continúa el desacuerdo, y
las instituciones autonómicas vuelven a ser suspendidas por el Gobierno británico. El 22
de octubre, el SF pide oficialmente al IRA que comience su desarme, según lo previsto en
el Acuerdo de Paz del 98, y, al día siguiente, la organización terrorista afirma haber
38 Disponible en: http://cain.ulst.ac.uk/events/peace/docs/agreement.htm 35
comenzado a hacerlo “para salvar el proceso de paz”. En las elecciones generales de
mayo de 2002, el SF se convierte en la cuarta fuerza política de Irlanda del Norte. La
asamblea restablecida el 30 de mayo, incapaz de alcanzar acuerdos, vuelve a ser
disuelta, junto con el Gobierno norirlandés, el 14 de octubre de 2002. La situación del
proceso había entrado en una situación crítica, de la que, una vez más, deberían sacarla
la acción concertada de los actores estatales. Pero el acuerdo entre ellos, en marzo de
2003, aún no había llegado.
Por fin, ambos Gobiernos estuvieron en condiciones de lograr, de forma conjunta, que
se reanudaran las negociaciones interpartidarias que, a su término, en septiembre de
2004, si bien no consiguieron un acuerdo absoluto, si se constataron aproximaciones
esperanzadoras que reforzaron la determinación de ambos gobiernos de continuarlas y de
intensificar los contactos, las conversaciones y las presiones sobre las fuerzas políticas
norirlandesas de sus respectivas áreas de influencia. De manera que, aunque en octubre
de 2002, el IRA había rechaza do la expresa petición de Blair de que se disolviera, e
incluso rompiera sus contactos con la Comisión de desarme, el disenso y la división
existentes en su seno, fueron cobrando fuerza a lo largo de 2004; y, el 28 de julio de
2005, atendida su demanda de excarcelación de su militante, Sean Kelli, anunció su
decisión de abandonar definitivamente la lucha armada y deponer las armas, al tiempo
que pedía, a todos sus miembros, el máximo apoyo a la vía política de solución del
conflicto asumida por el SF. Algo más de un año después, el 26 de septiembre de 2006, el
general canadiense John de Chastelain, presidente de la IIDC, pudo confirmar, en Belfast,
la completa inutilización del arsenal de la banda terrorista.
No obstante, no todo estaba concluido. Aun quedaba pendiente el espinoso asunto de
la aceptación, por parte de los republicanos, de las jurisdicciones e instituciones judiciales
y policiales del Estado norirlandés, y el no menos vidrioso problema del sistema
proporcional al que debería someterse la formación del nuevo Gobierno autónomo que
saliera de las urnas. El primero quedaría superado 30 de diciembre de 2006, en el
congreso extraordinario del SF en el que sería aprobada la propuesta que, en tal sentido,
presentara su presidente Gerry Adams. Pero para solucionar el segundo, los gobiernos
del Reino Unido y de Irlanda, decididos a no tolerar más dilaciones, hubieron de lanzar un
ultimátum fijando la fecha del 26 de marzo de 2007, como termino del plazo improrrogable
en que deberían formar gobierno las fuerzas que resultasen vencedoras en las elecciones
convocadas para el 7 de marzo del mismo mes. Alcanzado, en plazo, dicho acuerdo, el 8
36
de mayo quedó constituido el primer gobierno autónomo de Irlanda del Norte, a cuya
cabeza figuran, juntos, dos viejos e irreconciliables enemigos: el reverendo protestante
Ian Pasley líder del DUP y el antiguo comandante del IRA, hoy dirigente del SF, Martin
McGuinness, como primer ministro y viceprimer ministro respectivamente. Y así relataba
el histórico evento una conocida y vistosa revista prorrepublicana:
«Hoy ha sido un día para la Historia. Un ejemplo para la historia de la resolución de los
conflictos a través del diálogo. Hoy ha culminado un largo proceso de paz en el norte
de Irlanda. Nueve años después del Acuerdo de Viernes Santo, once años después del
alto el fuego del IRA y casi dos años después de su desarme definitivo, hoy se ha
producido la foto de la reconciliación. Antiguos enemigos van a gobernar juntos. El
reverendo protestante Ian Paisley, furibundo antipapista (que llegó a proclamar en el
Parlamento Europeo que Juan Pablo II era el anticristo), líder del intransigente DUP,
conocido como ‘Dr. No’, ya es el primer ministro del gobierno autonómico de Stormont y
compartirá el poder con el jefe negociador del SF y antiguo comandante del IRA, Martin
McGuinness, que ya es el viceprimer Ministro» .39
Reflexiones finales
Tratar de reflexionar críticamente sobre la actuación de los actores estatales en un
proceso tan complejo, tan dilatado y cuya resolución total aún está sujeta a la superación
de retos importantes y a riesgos ciertos, no deja de ser un arriesgado ejercicio. Pero, en
fin, una vez aceptada la tarea, unas cuantas conclusiones me atrevo a extraer de ello.
La primera de ellas hace referencia al predominante y determinante papel de los
actores estatales: los sucesivos gobiernos (laboristas y conservadores) del Reino Unido
en cooperación con los de la República de Irlanda, fieles a un consenso fruto de una
realista relación bilateral que, aunque sufriera algunas oscilaciones y eventuales
desacuerdos, desde Sunningdale, se mantuvieron firmes en el mantenimiento de unos
principios fundamentales que, una vez aceptados por todas las partes, habrían de
constituir, las condiciones previas de todo el proceso negociador y los contenidos básicos
del acuerdo final: el reconocimiento de la soberanía del Reino Unido sobre los seis
condados del Ulster; la constitución de un Gobierno compartido por ambas comunidades
con criterios justos de proporcionalidad; el reconocimiento de la posibilidad de la
39 Disponible en: http://innisfree1916.wordpress.com/2007/05/08/jornada-historica-ya-gobiernan-juntos-los-antiguosenemigos/
37
reunificación de Irlanda a través de un nuevo estatuto de dependencia/independencia
para Irlanda del Norte, siempre y cuando fuera respaldado por el constatado
consentimiento de la población de ambas comunidades (Principio de Consentimiento),
como modo de ejercitar el formalmente reconocido derecho de autodeterminación (lo cual
poco o nada tenía que ver con el derecho de autodeterminación ejercido directamente por
la totalidad de la población de la Isla y sin posibilidad de veto alguno por parte del reducto
mayoritario protestante de Irlanda del Norte, que reivindicaban los republicanos) y, por
último, la aceptación de un hecho a todas luces real: que el conflicto tenía lugar y se
enraizaba en todas las dimensiones de la realidad histórica de Irlanda: de un país y de un
pueblo cuyo caminar hacia la unidad les habría conducido, de forma natural, a constituirse
en reino y, luego, en Estado-Nación, a semejanza de su vecina Inglaterra, de no haber
sido invadidos por esta, y reducidos a la condición de primera de sus colonias; y que, por
tanto, su solución exigía la existencia de una dinámica de concertación y cooperación
Norte-Sur, que materializara tal dimensión irlandesa. Esta firmeza cooperativa, unida a la
racionalidad de los moderados nacionalistas del SDLP, frustró el intento de formación de
un frente pannacionalista, perseguido tan insistentemente desde el año 1972 40 por el SF
al que, por otra parte, conseguiría, más tarde, en buena medida, conducir a la vía
constitucionalista tan contraria al sentir republicano.
La segunda sería constatar la unidad y firmeza de los sucesivos gobiernos del Reino
Unido, en el mantenimiento –al menos en sus rasgos esenciales- del modelo de gestión
del conflicto y, consecuentemente, en torno a las políticas dirigidas a restablecer la
igualdad y la seguridad en Irlanda del Norte.
En relación con esto último, una cuestión directamente relacionada con la lucha
contraterrorista ha sido siempre muy críticamente debatida: la decisión de enviar tropas a
Irlanda del Norte, en misiones que acabarían siendo de carácter policial más que otra
cosa. En este asunto creo que hay que tomar en consideración varios aspectos. En primer
lugar, cuando tal decisión es adoptada, los sistemas de seguridad del gobierno de
Stormont habían sido ampliamente desbordados y, a demás, estaban integrados, en su
práctica totalidad, por protestantes visceralmente hostiles, en la mayoría de los casos, a la
población católica que, naturalmente, les pagaba con análoga hostilidad y absoluta
desconfianza. Abordar un proceso urgente de reforma y de renovación (que sería más
40 Cfr. Reid, Alec, Siempre se puede hacer más. Conferencia pronunciada en el Palacio Euskalduna, el 29 de junio de 2000, recogida en el Documento nº 1, del Instituto Manu Robles-Arangiz, 2001, pp. 13-14.
38
tarde desarrollado) de las fuerzas policiales –especialmente del Guardia Real del Ulster
(RUC)- hubiera sido prácticamente imposible amén de disparatado. Ya se ha hecho notar
que el alivio que sintiera la comunidad católica a la llegada del Ejercito, duró bien poco;
pero el hecho de que se produjera, ya da idea de hasta qué punto la situación de
inseguridad en que vivía le resultaba insoportable. A esto hay que añadir que la mayoría
de los excesos y abusos en que incurrieron las tropas no fueron cometidos por las
unidades procedentes de la metrópoli, sino por efectivos del Regimiento de Defensa del
Ulster (UDR), unidad militar creada, en el año 1970, para sustituir a los denostados y
desacreditados B Specials (hecho pocas veces aireado que, sí constituyó un error de
incuestionable trascendencia que hubo de ser enmendado con su posterior disolución),
que estaba integrada, mayoritariamente, por norirlandeses protestantes a dedicación
parcial y carentes, en su mayoría, de la necesaria formación e instrucción castrense. De
manera que el cambio no pudo ser más desfavorable: muchos de sus miembros
resultaron culpables de graves delitos perpetrados contra la población católica y de
excesos intolerables en la ejecución de sus misiones. Así que no es de extrañar que tales
actuaciones contribuyeran, decisivamente, a terminar con cualquier atisbo de credibilidad
acerca de la imparcialidad de los restantes dieciséis mil efectivos que, de media,
permanecieron en Irlanda del Norte hasta el término del conflicto 41.
Pero, en cualquier caso, aún se pueden plantear estas preguntas: ¿hubieran sido
menores los niveles de violencia y menos complicado el proceso de resolución del
contencioso si no se hubiese recurrido al Ejército? ¿No resultó decisiva su presencia y
actuación para que el SF e incluso el IRA llegasen a la convicción, ya a finales de los
setenta (como ellos mismos reconocieron), de que no lograrían derrotar al Ejército
británico y expulsar al Reino Unido por medio de la lucha armada? La primera de estas
preguntas sólo admite respuestas especulativas de imposible verificación. La segunda, en
mi opinión, que creo avalada por los hechos, admite una respuesta afirmativa. Otra
cuestión diferente sería analizar y aún condenar los medios y procedimientos empleados
y la adecuación de unos y otros a las misiones que le fueron asignadas y a los fines
perseguidos. Pero eso supondría entrar en disquisiciones técnicas o en otras de
naturaleza ética ajenas al objeto de estas reflexiones.
Una tercera es, más que una conclusión, un interrogante que deriva de un hecho
constatable: tras dos décadas de maximalismo republicano del IRA, su trayectoria alcanza
41 Cfr. RYDER, C., De Ulster Defence Regiment, Methuen, Londres, 1991. 39
un punto de inflexión a partir de los primeros años noventa, mientras dos hombres salidos
de sus filas: Gerry Adams y Martin McGuinness lideran el SF, ya desde tiempo atrás, por
derroteros que apuntan a una solución negociada del conflicto. ¿Qué influencia pudo
tener en que esto se produjera, la caída del muro de Berlín seguida del rápido proceso de
implosión de la Unión Soviética? ¿Qué hubiera ocurrido si aquello no se hubiera
producido? Es posible que la influencia de tales hechos no alcanzaran importancia
decisiva; pero es imposible ignorar que el fin de la guerra fría determinó un cambio radical
del panorama geopolítico que sí aceleró la rápida disolución de la política de bloques y la
pérdida de influencia de la Unión Soviética en las zonas de conflicto. En cualquier caso, lo
cierto es que, a partir de entonces, la derrota que tomaría el conflicto condujo, a que, bajo
el liderazgo del SF y no del IRA, ambas organizaciones aceptaran, por la vía de la
negociación y en ausencia de violencia, los mismos principios, esquemas y condiciones
que, para su resolución, rechazaron en el año 1972.
En cuanto a las influencias exteriores, en mi opinión, el papel desempeñado por
Estados Unidos y, muy especialmente a través del Partido Demócrata y de la
administración Clinton, aunque siempre en un segundo plano, tuvo notable influencia en
tanto que influyó –de forma probablemente decisiva- en el proceso de moderación del SF,
yugulando la financiación y rearme del IRA por parte de sus organizaciones de apoyo en
aquel país, contribuyendo a generar confianza en el proceso de paz y entre las partes, y
participando, además, activa y positivamente, en el azaroso desarrollo del proceso de
desarme. También ha sido importante la contribución de la Unión Europea en materia de
fondos dirigidos a la recuperación económica de Irlanda del Norte; pero sobre todo, por
que facilitó y favoreció las relaciones angloirlandesas, en tanto que marco de
partenariado, y garantizó la no injerencia de sus miembros frente a los intentos –que
ciertamente los hubo por parte republicana 42- de internacionalizar del conflicto, amén de
su cooperación en la persecución de las actividades terroristas en suelo europeo.
Aún existe una doble cuestión que merece ser examinada con algún detenimiento,
desde la perspectiva de los acuerdos alcanzados, y, muy especialmente, desde el
contenido y alcance del llamado Principio de Consentimiento: la evolución demográfica de
Irlanda del Norte, desde la partición hasta el comienzo de los problemas, y el empinado
crecimiento de los resultados electorales del SF que, desde la práctica irrelevancia de los
40
comienzos, no hicieron sino crecer –cabría decir- espectacularmente. En el momento de
la partición, la comunidad católica de Irlanda del Norte tan sólo suponía un tercio de su
población; mientras que, en el año 2001, alcanzaba ya el 44% del total, frente al 53%
perteneciente a la comunidad protestante. No especularé sobre las consecuencias futuras
de estos hechos; pero si me atrevo a opinar que la tendencia marcada por tales
acontecimientos hubieron de contribuir, de forma muy importante, a reforzar la opción
posibilista del SF y la capacidad persuasiva del discurso de sus líderes –ante su militancia
y ante el IRA- a favor de la aceptación de las condiciones y términos de una negociación
y de un acuerdo que permitiría alcanzar, en un futuro quizá no muy lejano, el ideal que
orientó tan larga lucha: la reunificación de Irlanda.
Por último, quisiera subrayar que, en el largo proceso de resolución del complejo y muy
peculiar conflicto anglo-irlandés cuya etapa final quizá concluye ahora, aún no se ha
alcanzado la paz, porque la paz no se reduce a la ausencia de violencia explícita. Quedan
aún por restañar, más allá de los daños materiales, las heridas del alma producidas por la
violencia cruel fruto del miedo, de la incomprensión, de la injusticia que ignora el derecho
ajeno, del odio irracional y, tantas veces, del particularismo egoísta e ignorante que se
enroca y rechaza al diferente, en defensa de una identidad que siente o imagina
amenazada. Las victimas olvidadas de todos los conflictos, son mudos testigos de todo
esto.
FRANCISCO GALVACHE VALERO Coronel del Ejército
y doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación.
42 El Sinn Féin buscó repetidamente el apoyo de los países no alineados a su lucha anticolonialista; y, en cierta medida, también el SDPL lo intentó, en su momento, a través de su propuesta de dar entrada a la Unión Europea en un organismo-gabinete de control y cooperación Norte-Sur con poderes ejecutivos.
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LOS ACTORES VIOLENTOS DEL CONFLICTO
Antecedentes
Cuando el pasado ocho de mayo Ian Paisley, líder del Partido Democr´tico del Ulster
(DUP), y, Martin McGuiness dirigente del Sinn Féin (SF), juraron con idéntica formula
como primer y viceprimer ministro de Irlanda del Norte, teóricamente se ponía fin a un
conflicto iniciado casi un siglo antes y que a partir del año 1969, se había mostrado
particularmente virulento causando más de 3.600 víctimas mortales.
Para poder entender datos tan alarmantes y la permanencia en el tiempo de este
conflicto, hay que tener en cuenta, tanto las razones históricas que lo avalaron, analizadas
en otro capítulo, como, las circunstancias que a finales de la década de los sesenta del
pasado siglo provocaron una reactivación, que, con diversas fases ha pervivido durante
casi cuarenta años.
Este trabajo pretende analizar los hitos que han jalonado el camino de los dos actores
violentos que han protagonizado esta confrontación, y para ello, empezaremos por
identificarlos.
Por una parte y articulados de una forma mas o menos estructurada entorno a partidos
marginales unionistas y bajo un denominado Mando Militar Combinado Lealista se
agrupaban, el Luchadores por la Libertad del Ulster (UFF) y la Fuerza de Voluntarios del
Ulster (UVF) y algunos otros de la misma tendencia.
Por otra, el Ejército Republicano Irlandés (IRA) y sus sucesivas escisiones apoyadas
políticamente por el SF con el que forman el movimiento republicano. Tanto unos como
otros, tienen sus raíces en los años que precedieron a la sublevación de Pascua del año
1916 y han subsistido y actuado con mayor o menor intensidad durante más de 90 años.
Mientras los primeros, de inspiración protestante, han pretendido que Irlanda primero e
Irlanda del Norte después sigan formando parte del Reino Unido, los segundos católicos
se opusieron inicialmente a la partición de la isla y tras esta, defendieron la reunificación
con la República de Irlanda, que debía de ir precedida de la expulsión de los ingleses.
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Desde la partición de Irlanda en el año 1921, en diversas ocasiones el IRA, se hizo
presente de forma violenta levantando la bandera de la reunificación, pero contando con
escaso apoyo popular, circunstancia que favoreció el fracaso de su proyecto, lo que,
acabó dejándole en la primera mitad de los sesenta en una posición de debilidad y con
una capacidad de acción limitada.
Por su parte el Gobierno de Irlanda del Norte, controlado desde la partición por los
unionistas había conseguido mediante la introducción de medidas diversas, garantizar su
control del poder traducido en una discriminación de la minoría nacionalista y católica
especialmente patente en: elecciones, empleo, vivienda y policía, que generó un evidente
y justificado malestar en esa comunidad, sin que el Gobierno inglés hiciese nada por
modificar esa situación.
Esas discriminaciones, llevaron en el año 1967 a los católicos a crear la Asociación por
los Derechos Civiles en Irlanda del Norte (NICRA), en un contexto internacional de
profundos cambios que favorecía estas reivindicaciones (procesos de descolonización,
movimientos proderechos civiles en Estados Unidos, Mayo Francés, etc.) para promover
una serie de reformas como, la obtención del sufragio universal, igualdad en el empleo,
justa asignación de viviendas o la modificación de la Policía, y en el año 1968 de
organizar manifestaciones pacificas para conseguirlas bajo el slogan derechos británicos
para ciudadanos británicos.
Como respuesta se organizaron contramanifestaciones lealistas que desembocaron en
confrontaciones que transformaron las reivindicaciones pro derechos civiles, en un reflejo
de las históricas disputas sobre identidades nacionales y religiosas, favoreciendo que
agentes extremistas desplazaran a aquellos que hasta entonces habían convocado, y
moderado las protestas. La espiral de violencia callejera, no se detuvo, pese a la
concesión de un hombre un voto hecha en abril de 1969 pasando a ser controlada por el
IRA al que estos enfrentamientos, proporcionaron abundantes voluntarios, que asumieron
el papel de defensores de la comunidad.
Simultáneamente, una parte del SF y del IRA, propuso el abandono de la política de no
participación en las instituciones, anteponiendo la creación de una republica de
trabajadores socialistas a la reunificación de la isla y la expulsión de los ingleses,
propuesta que al ser aprobada, provocó la disensión de aquellos que no la aceptaron, en
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base a interpretar que el estallido de violencia reforzaba la ventaja del empleo de la lucha
armada. El grupo escindido adoptó el nombre de IRA Provisional (PIRA) y se convirtió en
la fracción más importante y violenta del IRA.
Las medidas especiales
Por parte unionista, los disturbios y la escalada de violencia de los republicanos, se
percibieron como parte de una estrategia encaminada a destruir Irlanda del Norte,
percepción que creció a medida que el IRA iba implicándose de forma cada vez mas
activa en el control de los disturbios, y que se vio incrementada cuando el primer ministro
norirlandés, solicitó a la Organización de Naciones Unidas (ONU) el envío de una fuerza
de mantenimiento de la paz ante la incapacidad del Guardia Real del Ulster (RUC) de
controlar la violencia, a esa solicitud se sumo una petición a Gran Bretaña de envío de
tropas, que fueron desplegadas en Derry y Belfast los días 14 y 15 de agosto de 1969.
Las unidades militares desplegadas, no estaban capacitadas desde el punto de vista
operativo para controlar disturbios callejeros como los que estaban sucediendo en Irlanda
del Norte, pues si bien, habían actuado con análoga misión en las colonias, nunca lo
habían hecho en una sociedad teóricamente regida por las leyes del Reino Unido y no por
las coloniales. En este contexto, el armamento, los métodos y los instrumentos legales
resultaban inadecuados para convertirse en fuerzas antidisturbios. La carencia de una
apoyatura legal, y las implicaciones constitucionales, que, se derivaban de la asunción
por el mando militar de la responsabilidad de la seguridad, suponían de facto una
intromisión en las competencias del Gobierno norirlandés.
Los ingleses, argumentaban que la actuación del Ejército iba a ser limitada, en cuanto a
duración y funciones asumidas, al considerar reconducido el conflicto tras el anuncio de
algunas concesiones en materias de vivienda, discriminación y gobiernos locales, que
fueron bien acogidas por los católicos, pero el descontento, que las concesiones
provocaron en los unionistas hizo que pidieran una mas activa participación del Ejército en
los barrios católicos, y el hecho de que la aceptación inicial de las concesiones, fuese
diluyéndose ante la lentitud de su puesta en práctica hicieron imposible un repliegue. Las
cordiales relaciones entre nacionalistas y soldados que existieron en los primeros meses
del despliegue, se rompieron a partir de la primavera, ante las actuaciones de estos en
barrios católicos, y la respuesta violenta por parte de los nacionalistas. La abierta
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hostilidad llegó a su culmen en julio cuando tras unos registros en busca de armas se
organizaron disturbios que acabaron con cinco muertos y el establecimiento del toque de
queda.
El deterioro de la situación, hizo que el RUC, volviese a patrullar armado, ya que tras el
despliegue militar había dejado de estar presente con armas, al tiempo que se
incrementaba la presencia de soldados. Estas medidas, no lograron que la situación
mejorara y en agosto de 1971, se puso en marcha el libre internamiento sin juicio para los
sospechosos de cometer actos de terrorismo, que si había sido positivo cuando estuvo en
vigor entre los años 1956 y 1962, en esta ocasión, tuvo consecuencias desastrosas para
el Gobierno británico ya que las facultades concedidas a las Fuerzas de Seguridad eran
muy amplias, y susceptibles de abuso, propiciando, que fuese denunciado por la
República de Irlanda, ante la Comisión Europea de Derechos Humanos donde se
dictaminó, que el Reino Unido había violado la Convención Europea de Derechos
Humanos al incurrir en torturas, calificación que la Corte Europea de Derechos Humanos
rechazó, sustituyéndola, por la de tratos inhumanos y degradantes.
En cualquier caso el internamiento sin juicio, constituyo un serio fracaso en todos los
ordenes, las cifras son elocuentes en el año 1971 el IRA asesinó a casi 100 personas, de
ellas algo menos de 30, lo habían sido antes de la entrada en vigor de esta normativa, o
sea en siete meses, en los cinco meses siguientes a su puesta en funcionamiento, los
asesinatos superaron los 70, las cifras fueron aun mas elevadas el año siguiente.
Desde su entrada en vigor, el libre internamiento se había convertido, en todo un
símbolo del conflicto para el conjunto de la comunidad nacionalista, pues la mayoría de
los internados pertenecían a esta comunidad, aunque prácticamente ninguno era miembro
del IRA, lo que llevo al NICRA, a organizar manifestaciones de protesta, como ya había
hecho en los años de 1968 y 1969. En una de ellas convocada en Derry el 30 de enero
del año 1972, los soldados abrieron fuego contra los manifestantes, causando trece
muertos todos ellos civiles desarmados, el Bloody Sunday «Domingo Sangriento», que
consolidó un gran deseo de venganza en toda la comunidad católica, privando a los
moderados de cualquier influencia sobre el IRA, que en los días posteriores recibió
numerosas adhesiones al ser percibido por la comunidad como luchadores por la libertad
y no como terroristas.
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Estos sucesos provocaron un fortalecimiento del IRA, que le permitió alcanzar una
intensidad tal en su campaña terrorista que no ha vuelto a repetirse, permitiéndole pasar a
la ofensiva con el fin de forzar al Gobierno británico a negociar, y en este sentido el 10 de
marzo de 1972 declaro una tregua de setenta y dos horas pidiendo a cambio:
1. La retirada de las tropas británicas de las calles.
2. El reconocimiento del derecho del pueblo irlandés en su conjunto a determinar su
propio futuro, sin la interferencia del Reino Unido.
3. Abolición del Parlamento de Stormont.
4. Amnistía para los presos políticos.
Para los unionistas Bloody Sunday era simplemente un episodio lamentable
distorsionado por la propaganda republicana y en respuesta a la violencia del IRA
formaron un movimiento radical llamado UV (Ulster Vanguard) que en unión de otros
grupos lealistas que ya venían actuando respondieron con asesinatos indiscriminados de
católicos, sin alcanzar en ningún momento los niveles que había alcanzado el IRA.
El gobierno directo
El descontrol de la situación y el imparable avance de los asesinatos por ambos
bandos obligaron a Londres a asumir el Gobierno directo, Direct Rule que con algunas
interrupciones no demasiado largas ha llegado hasta el 8 de mayo.
Tras la entrada en vigor del Direct Rule, el ministro para Irlanda recién designado,
señaló que la solución del conflicto no se encontraría solo por medios militares, y lo
acompañó con la liberación de algunos internados sin proceso previo, el levantamiento
de la prohibición de las marchas orangistas y el anuncio de una amnistía para los
acusados de participar en las manifestaciones ilegales de los últimos meses.
Ante esta actitud, el IRA, instó al ministro a mantener conversaciones condicionadas
entre otras cosas al reconocimiento del status de presos políticos para los miembros del
IRA encarcelados. Todas las condiciones fueron aceptadas y el IRA anunció que
declararía un alto el fuego si este era reciproco a partir del 26 de junio. También esta
condición fue aceptada.
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A la reunión que tuvo lugar el 7 de julio los representantes del IRA acudieron con unas
demandas taxativas que eran una reproducción de las formuladas durante la tregua de
marzo. Exigencias evidentemente imposibles de cumplir. Una semana después puso fin a
la tregua y provocó el asesinato de once personas mediante la explosión simultánea de
una veintena de bombas, en lo que se denomino Bloody Friday, Viernes Sangriento. La
respuesta del Ejército británico se materializó en acciones militares mas directas que
causaron 19 muertos, que, sumados a los 50 asesinados por el IRA y a los 25 que lo
fueron por los lealistas convirtieron a ese mes en el mes más violento, en el año mas
violento del conflicto.
Fracasadas las conversaciones y sin poder controlar el avance de la violencia el
Gobierno británico quiso salir de la situación creada con medidas diversas recogidos en
los Acuerdos de Sunningdale entre los Gobiernos de Londres y Dublín y con los partidos
unionistas presentes y que venían a recoger el principio del consentimiento la dimensión
irlandesa y el sistema de poder compartido por las dos comunidades, como rechazo los
unionistas convocaron una huelga rota por el Ejército que intervino ordenado por el
ministro para Irlanda del Norte. Esta intervención provocó la dimisión del Gobierno de
Belfast y el retorno al Direct Rule, sin que por ello la violencia del IRA decayera, lo que
obligo a mantener rígidas medidas antiterroristas aunque intentando presentarlas a la
opinión pública de una manera más aceptable, con la legislación de emergencia.
El rigor legislativo y represivo no impidió los contactos oficiosos con el IRA que
llevarían a conversaciones con dirigentes del SF, fruto de ellas el IRA decretó el 9 de
febrero de 1975 un alto el fuego indefinido que se rompió el 22 de septiembre por la
frustración que los miembros del IRA estaban experimentando ante lo que consideraban
escaso progreso que se apreciaba, a pesar de que en este periodo se produjeron
numerosos atentados que el Gobierno atribuyo mayoritariamente a enfrentamientos entre
facciones terroristas o a atentados lealistas y que por tanto no suponían una ruptura del
alto el fuego.
La normalización del conflicto
Simultáneamente a las modificaciones legislativas y a los contactos oficiales u oficiosos
con el IRA, el Gobierno inglés puso en marcha iniciativas que pretendían normalizar el
conflicto entre otras las siguientes:
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1. La criminalización despolitizando el conflicto y llevándolo al terreno de la problemática
de orden público.
2. Dotar a la policía de preeminencia en materias de seguridad.
3. Aumentar el perfil local de las Fuerzas de Seguridad sin que ello supusiese el repliegue
del Ejército a sus bases inglesas.
4. Supresión del status de presos político a los encarcelados por motivos de terrorismo.
A las que habría que añadir el despliegue en enero de 1976 del Servicio Especial del
Aire (SAS), que, aunque contradecía la pretendida primacía de la Policía en la lucha
antiterrorista, constituyó una medida simbólica de presión militar contra los republicanos,
que se materializó en un aumento de las labores de inteligencia; de realización de
operaciones encubiertas y de emboscadas fruto de la información que, permitía la
anticipada neutralización de los terroristas. Estas practicas, constituyeron la base de las
acusaciones de que la política seguida era la de disparar a matar. Esta táctica supuso una
disminución de la violencia en los años 1977 y 1978 y un aumento de las detenciones. A
pesar de esta reducción, el informe Glover de noviembre del 78 de la inteligencia militar
preveía, que el IRA continuaría atentando mientras los británicos permanecieran allí, sin
que ningún acontecimiento político pudiera minar seriamente su postura, también recogía
la facilidad de recluta y el suficiente apoyo popular en las zonas bajo su control.
Resulta difícil determinar el verdadero efecto que las actuaciones del SAS tuvieron, ya
que, las opiniones sobre el particular van, desde la crítica porque no consiguió erradicar la
violencia, hasta los que consideran que sin esas actuaciones hubiera alcanzado cotas
mucho más altas. En cualquier caso la política de disparar a matar consiguió menoscabar
la legitimidad del Gobierno británico ante la comunidad nacionalista y en el exterior, sin
poder evitar que en el año 1979 el IRA volviera por sus fueros con atentados gravísimos,
tanto por el número de muertos, como por la relevancia de las personas contra las que
atentó.
La influencia americana
Es en esta época cuando Estados Unidos comienzan a mostrar interés en las
cuestiones norirlandesas. Personajes influyentes como el senador Edward Kennedy, o
Hugh Carey que luego seria gobernador de Nueva York, condenan la política británica
hacia Irlanda del Norte, y, exigen la retirada de las tropas y la unificación de la Isla. Por su
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parte, Jimmy Carter entonces candidato a la Presidencia, solicitó el envio de una
Comisión Internacional de Derechos Humanos al norte de la Isla, y, declaró que su
partido apoyaba la unificación, reivindicando un papel mas activo para el Gobierno
norteamericano en los asuntos norirlandeses, a lo que había que añadir que el lobby
irlandés era en esos años una de las principales fuentes de financiación del IRA a través
de la organización NORAID.
Los representantes del nacionalismo moderado, ante el respaldo que tanto los
pronunciamientos como la ayuda económica citados suponían para el IRA, iniciaron,
apoyados por la Republica de Irlanda una ofensiva diplomática con dos objetivos básicos:
1. Contrarrestar la influencia del IRA.
2. Que el Gobierno de Estados Unidos insistiera ante el Reino Unido para que se
implicase más en el conflicto.
Los resultados de las presiones, hicieron rectificar a Kennedy y su grupo (Los Cuatro
Jinetes), de sus anteriores declaraciones poniendo especial énfasis en que los actores
violentos renunciaran a ella, seguido de un explicito y duro ataque al IRA y un respaldo
claro al Partido Socialdemócrata y Laborista (SDLP). Jimmy Carter por su parte,
pronunció un discurso en el que apoyaba a los moderados y condenaba la violencia del
IRA, al tiempo que ofrecía a los británicos que si se conseguía un acuerdo el Gobierno
estadounidense haría inversiones para crear empleo, al tiempo que respaldaba un
sistema de gobierno compartido entre las dos comunidades.
Las huelgas de hambre
La política de criminalización puesta en marcha, fue contestada por los presos
mediante protestas exigiendo el reconocimiento del estatus político, que acabaron en una
huelga de hambre que costó la vida de 10 personas. Aunque durante la huelga se intentó
negociar de forma secreta su conclusión, el intento fracasó por la posición de firmeza del
gobierno de Margaret Tatcher de no hacer ninguna concesión mientras durase.
Las huelgas de hambre, tuvieron el inmediato efecto de revitalización del IRA, y
generaron una amplia solidaridad con la causa republicana en la opinión pública
internacional, que provocó una critica generalizada a la política del Gobierno británico,
favorecida por la mediación efectuada por un enviado del Papa y representantes de la
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Comisión Europea de Derechos Humanos que no lograron convencer a los huelguistas de
que abandonaran el ayuno.
También contribuyeron estas huelgas, a que el SF pusiera en marcha una ambiciosa
estrategia en la que se debían combinar la política con la acción armada, que
coloquialmente paso a denominarse del fusil y la urna que podría reportar considerables
beneficios en el terreno político y favorecer la republicanización involucrando la mayor
base social posible en las actividades de apoyo al movimiento republicano.
El eje anglo-irlandés
Los éxitos de la huelga en el terreno político, pudieron cuantificarse tras las elecciones
de 1982 y 1983. Los resultados obtenidos por el SF hicieron temer a Londres y Dublín que
a corto plazo conseguirían superar a los moderados del SDLP, lo que provoco que la
política británica a partir de entonces aumentase la cooperación intergubernamental con
Irlanda, reactivando el eje anglo-irlandés y que culminaría con la firma del Acuerdo Anglo
irlandés del año 1985 que venia a reconocer:
− La existencia de dos comunidades.
− El rechazo total de la violencia.
− El derecho de nacionalistas y unionistas a proseguir sus aspiraciones por medios
pacíficos.
− El compromiso de que ambas comunidades participaran en el sistema de gobierno.
− Que cualquier modificación en el status de Irlanda del Norte se produciría sólo con el
consentimiento de su población si así lo deseaba.
− Creaba una conferencia Intergubernamental.
En definitiva se trataba de dar rango normativo internacional a lo acordado 12 años
antes en Sunnindale con ligeras modificaciones de forma. La ambigüedad del texto
obedece a querer equilibrar las antagónicas aspiraciones de unionistas y nacionalistas,
pero tanto unos como otros la rechazaron por motivos diferentes, los primeros por
considerarlas un decidido paso, hacia una reunificación de la Isla, y, que se tradujo en un
incremento del terrorismo lealista y los segundos por considerarlo un intento de aislar la
lucha republicana.
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La aceptación por la administración Reagan del Acuerdo, indica la incidencia de
Estados Unidos en la política norirlandesa en la década de los 80, en la cual el interés de
Estados Unidos, coincidió con una creciente implicación de la Comunidad Económica
Europea, intensificada tras las huelgas de hambre, culminando en el año 1983 con la
designación de un Comité, encargado de presentar al Parlamento Europeo un Informe
sobre la situación económica y política de Irlanda del Norte. Informe que reconocía la
extraña naturaleza constitucional del país y la necesidad de que la dimensión irlandesa
del conflicto fuera incluida en cualquier acuerdo político sobre la región en forma de
Instituciones conjuntas con la República de Irlanda.
El escenario surgido tras el Acuerdo agrandó las diferencias entre católicos y
protestantes. Para tratar de paliar este alejamiento, el ministro para Irlanda del Norte puso
en marcha una nueva iniciativa política basada en la celebración de negociaciones entre
partidos constitucionalistas.
Con esta iniciativa se pretendía trasmitir al IRA que era más útil el uso del diálogo que
el de la fuerza, promoviendo para lograrlo lo que se llamó proceso de mutua educación
que permitía hacer llegar a los republicanos copia de algunos discursos que contuvieran
declaraciones significativas, antes de ser pronunciados.
Por su parte el IRA en una convención celebrada en el año 1986, aprobó el abandono
del abstencionismo en las instituciones de la República de Irlanda, aprobación ratificada
por el SF con la garantía de que las campañas del IRA no se verían mermadas, sino
potenciadas y que permitirían llevar a cabo la gran ofensiva. Gracias a este juego se
evitaron escisiones importantes, siendo muy reducidos los abandonos que se agruparon
en torno al SF republicano.
Paralelamente a las negociaciones multipartitas se reabrió el canal secreto entre el
Gobierno y el movimiento republicano. La existencia de este canal, fue desvelado por The
Observer de 28 de noviembre del año 1993, sólo semanas después que el premier
británico hubiera negado tales contactos de forma taxativa, afirmación que también había
hecho el ministro para Irlanda del Norte. La credibilidad de las autoridades quedó
seriamente dañada, y se las critico por haberlas mantenido pese a los gravísimos
atentados cometidos, tanto en Irlanda cono en Inglaterra. La razón dada por el ministro
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para justificarlo fue, que, no se mantenían para negociar sino para oír lo que se decía a
uno y otro lado.
Simultáneamente con los contactos anunciados, el IRA mantuvo en estos años otros
con el Gobierno de Dublín, y, con los nacionalistas moderados tendentes a presentar un
frente nacionalista común, que fracasaron. Tras el fracaso tanto del Acuerdo del 1985,
como de las conversaciones con los partidos constitucionalistas que la siguieron, el
Gobierno británico centró sus esfuerzos en negociar una declaración anglo-irlandesa que
sedujese a los republicanos sin provocar a los unionistas lo que se tradujo en la
Declaración de Dowing Street del año 1993, en la que se reconocían por primera vez de
forma conjunta y explicita el derecho de autodeterminación de los irlandeses, matizado
por la exigencia de mayoría absoluta de la población norirlandesa, también recogía el
principio de neutralidad.
La tregua de 1994
El SF lo consideró un documento ambiguo y pidió su clarificación, la respuesta de
Major fue clara:
«si la violencia termina y si el SF se compromete con el proceso democrático estamos
dispuestos a entrar en un dialogo preliminar en un plazo de tres meses; pero primero
debe acabar con la violencia para siempre» respuesta calificada de frustrante por
Adams.
A pesar de ello, el IRA decretaba el 31 de agosto de 1994:
«el cese completo de sus actividades militares al tiempo que afirmaba que la
Declaración no es la solución que solo vendrá como resultado de conversaciones
inclusivas».
A esta decisión los terroristas lealistas respondieron con el cese de sus operaciones a
partir del 13 de octubre.
El gobierno de Major, recibió el alto el fuego del IRA con cautela al no hacer alusión a
su duración, y, pidió garantías de que no se trataba de una medida temporal, el Gobierno
irlandés por su parte lo considero como permanente.
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Aun dudando de lo permanente del cese el 21 de octubre, Major, autorizó el inicio de
conversaciones preparatorias antes de Navidad, este pronunciamiento hecho una semana
después del alto el fuego lealista, parece indicar que era parte de una estrategia, en la
que el Gobierno británico se embarcó para mediante concesiones mantener en el
proceso a ambas comunidades.
Para los republicanos esta política era insuficiente tanto por el poco rango de los
interlocutores como por la exigencia del desarme considerada fundamental para el
progreso de las conversaciones con la consiguiente paralización. Los presos ofrecían la
posibilidad de compensar esta paralización pero no hubo excarcelaciones, aunque si se
produjeron acercamientos desde el Reino Unido a Irlanda. A diferencia de los británicos,
el Gobierno irlandés, si impulsó las excarcelaciones. También se reactivo un sistema de
reducción de penas que permitía la libertad tras cumplir el 50% de la condena, que ya
había estado en vigor entre los años 1976 y 1989. Pero la debilidad del gobierno Major
que necesitaba los votos unionistas impedía atender en mayor medida las demandas
republicanas que tampoco quedaron satisfechas con un documento llamado Franmeworks
for the future, en el que se establecían en forma de documento marco una serie de
propuestas, que, constituían las líneas generales de un posible acuerdo para Irlanda del
Norte desde la perspectiva anglo-irlandesa.
La paralización de estos procesos se superó con la prevista visita a Irlanda del Norte
del presidente Clinton, que hizo, que los primeros ministros, acordaran el día antes de su
llegada un comunicado que suponía la apertura de la estrategia de cursos paralelos que
pretendía que el proceso de paz avanzara mediante el progreso simultaneo del desarme y
de las negociaciones multipartitas. Paralelamente se creaba la Comisión Internacional del
Desarme presidida por el senador estadounidense John Mitchell.
El comunicado, hizo, que la visita de Clinton fuese un éxito propagandístico para el
proceso de paz, a pesar de que sus contenidos reflejaban la incapacidad de ambos
Gobiernos para salvar el obstáculo del desarme como condición previa al comienzo de las
conversaciones multilaterales.
Por su parte, la Comisión Mitchell, elaboró un informe global y pragmático, centrado en
buscar fórmulas que permitieran poner en movimiento un proceso que estaba en punto
muerto. Para que su evolución facilitara la creación de confianza, planteaba una solución
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de compromiso. Las partes deberían considerar que algo del decomiso tendría lugar
durante las negociaciones. Esto permitiría construir paso a paso la confianza, ya que a
medida que se avanzase en las cuestiones políticas se facilitaría el inicio del decomiso y
esto ayudaría a dar pasos más importantes en el terreno político dentro de una mayor
confianza.
La verificación del desarme en todo caso correría a cargo de una comisión
independiente. Además proponía que los participantes en las negociaciones multipartitas
suscribieran su adhesión absoluta a seis principios básicos de no violencia.
Reanudación de la violencia
Días después de la presentación del Informe Mitchell, el IRA rompió la tregua,
argumentando que consideraban inaceptable la demora de la inclusión del SF en las
negociaciones y la exigencia de la entrega previa de las armas, y lo hizo atacando con
explosivos la zona financiera de Londres.
Tanto ingleses como irlandeses suspendieron los contactos que a nivel ministerial
venían manteniendo con el SF condicionados a un nuevo alto el fuego, e hicieran público
un documento en el que fijaban el 10 de junio como fecha en la que debían comenzar las
negociaciones días después de la celebración de unas elecciones convocadas ad hoc
para determinar la composición de las delegaciones en la mesa de negociaciones y en las
que el SF obtuvo el 15,5% de los votos.
Este Documento que pretendía que el IRA decretase un nuevo alto el fuego suponía un
importante giro al permitir la entrada del SF en las conversaciones sin la exigencia previa
del desarme, lo que suponía una aceptación del Informe Mitchell y en cuanto al alto el
fuego, no exigía que fuera permanente.
A pesar de ello el IRA, días antes de la fecha de inicio de las conversaciones, afirmó,
que las posibilidades de un alto el fuero eran remotas, así que el SF no estuvo presente
en ellas, aunque la posibilidad de hacerlo quedaba condicionada a la declaración de alto
el fuego por parte del IRA.
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También la incorporación a las negociaciones fue motivo de conflicto, ya que, no existía
consenso sobre cuando podría producirse, si inmediatamente, o después de trascurrido
un periodo de tiempo desde la declaración de cese de la lucha armada. Para Major
dependería de las palabras y los hechos del IRA y el SF, ya que, necesitaba ver una
restauración inequívoca del alto el fuego y juzgar de forma convincente de que era
duradero y transcurrir el tiempo suficiente para verificarlo. Ante el difícil avance de las
negociaciones, por la exclusión del SF, se decidió aplazarlas hasta finalizar los procesos
electorales que iban a tener lugar tanto en Irlanda como en el Reino Unido.
Tras la victoria de Blair por amplia mayoría en mayo de 1997, para la inclusión del SF
en las conversaciones se exigió, que primero el IRA declarara un alto el fuego inequívoco
que quedara demostrado a través de hechos y palabras, que de producirse iría seguida
de la reanudación de contactos entre funcionarios británicos y representantes
republicanos y la posibilidad de inclusión seis semanas después del alto el fuego. En
cuanto al decomiso, se comprometía a cumplir el Informe Mitchell, condicionando la
entrega de las armas a los avances en el terreno estrictamente político. Días después, el
IRA asesinaba a dos miembros del RUC. Ante la inminencia de los desfiles protestantes,
este doble asesinato, hace pensar en que fue deliberada la fecha de comisión, para
provocar represarías lealitas reactivando la confrontación, a pesar de ello el Ministerio
para Irlanda de Norte remitió una carta a Martin McGuiness el ocho de julio en la que
además de insistir en lo ya ofrecido se añadía que el SF no podría ser expulsado de las
negociaciones si no se producía el decomiso, y solo podría serlo, si se incumplía alguno
de los puntos Mitchell, lo cual se interpreta como una respuesta directa a las exigencias
republicanas.
Los acuerdos de Viernes Santo
El 20 de julio el IRA anuncio el alto el fuego, pese a que en días anteriores algunas
marchas protestantes atravesaran barrios católicos apoyados por la Policía y el Ejército.
La incorporación del SF a las negociaciones provoco la salida de dos formaciones
unionistas Partido Democrático Unionista (DUP) y Partido Unionista del Reino Unido
(UKUP) por considerar el proceso una traición a su causa lo que obligo a que los dos
gobiernos hicieron un comunicado conjunto en el que consideraban el decomiso como
“una parte indispensable del proceso de negociación” pero que en la practica no podía
imponérseles como precondición o como una obligación absoluta” sin embargo, les
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gustaría que parcialmente se materializase durante las negociaciones. A pesar de ello
hasta la finalización de las negociaciones en abril del 98, no se produjo entrega alguna.
En mayo de 1998 el SF tomo la decisión de modificar su constitución para permitir que
sus miembros aceptasen sus escaños en la Asamblea para Irlanda del Norte, este
abandono del abstencionismo suponía la aceptación de una política particionista. A pesar
de ello los provisionales lo presentaron a sus simpatizantes como un significativo avance
y como una etapa de transición hacia la reunificación.
Este planteamiento permite deducir que en esos momentos la violencia no reportaba
beneficios políticos por lo que debía prescindirse de ella ya que el Acuerdo en opinión de
Adams:
«aunque lejos del objetivo último de unificación e independencia es ahora una
posibilidad potencial de acercase a él».
Teniendo en cuenta el daño que las víctimas civiles del IRA causaban a la opción
republicana, la política debe reconducir la lucha armada y en un momento en que existe
un consenso casi unánime hacia el proceso de paz el instrumento militar de ser usado
perjudicaría la imagen republicana y haría mayor su marginación, que había que evitar a
toda costa.
La firma de los Acuerdo de Viernes Santo demuestra que en la evolución del
pensamiento republicano mayoritario, los factores políticos se impusieron a los
ideológicos. Los orígenes de este cambio pueden situarse a mediados de la década de
los ochenta cuando diseñaron una estrategia destinada a consolidar su imagen como
“pacifistas” frente al concepto “terrorista” difundido por los británicos.
El cambio de actitud de los provisionales ante el Acuerdo de 1998 puede atribuirse a un
proceso de educación que permitió la evolución desde una posición en que el
componente armado constituía un factor utilizado para mantener su influencia política a
otra que suponía el triunfo de los sectores mas políticos convencidos de que la lucha
armada no llevaba a ninguna parte.
La estrategia republicana reconocía la incapacidad para imponer violentamente sus
aspiraciones tradicionales y conseguir una amplia involucración por parte de la comunidad
56
y aunque se habían producido avances electorales estos habían sido limitados al no
permitir al SF convertirse en la primera fuerza racionalista y por tanto en la ausencia de un
apoyo popular masivo a largo plazo la violencia se convertía en contraproducente y por
tanto inevitable.
El Acuerdo de Viernes Santo en su intento por reconciliar las antagónicas posturas de
los bloques en conflicto recurre a menudo a la ambigüedad del lenguaje lo cual permite
interpretar el texto de forma totalmente contrapuestas y así los unionistas moderados lo
presentaron como un fortalecimiento de la Unión de Irlanda del Norte con el Reino Unido
y Gerry Adams subrayó su valor como instrumento de transición hacia la consecución de
su objetivo de unificación de la Isla.
Se trata de una estructura abierta sin un final predeterminado, y que no excluye, la
materialización de ninguna de las aspiraciones tradicionales defendidas por las dos
comunidades norirlandesas. En definitiva, es un paso más, aunque muy importante, en un
proceso en constante trasformación, que se va construyendo gradualmente permitiendo
posponer su finalización en tanto que los objetivos de unionistas y republicanos sigan
siendo inaceptables. Si bien se han fijado plazos para cuestiones fundamentales, como la
reestructuración policial, la modificación de las legislaciones inglesa e irlandesa, la
entrega de armas, o el problema de los presos que al irse cumpliendo han permitido
cerrar etapas, que permitían avanzar. A este avance ha contribuido la flexibilidad en los
plazos que garantizaba que su incumplimiento no supondría la finalización del proceso,
aunque si originaria graves tensiones.
El texto acordado, constituye el marco en el que los agentes en conflicto dilucidan sus
desacuerdos, ya que, ninguno de los bandos renuncia a sus intereses, y, confían que la
evolución del proceso garantice en el futuro su satisfacción. Este modelo, no elimina la
fuente de las disputas, pero introduce un método que favorece la transformación del
carácter del conflicto, mediante la creación de confianza, permitiendo en una atmósfera
menos violenta superar los obstáculos derivados de las contradicciones ideológicas. A
pesar de ello, deja en manos del Gobierno británico resortes como la actuación con los
presos o la interrupción de la autonomía que han sido utilizados sin ambages para evitar
la paralización. Tal vez las grandes olvidadas en el Acuerdo son las víctimas, a las que
nadie ha tenido la deferencia de pedir perdón, de reconocer culpas o de ofrecer
reparaciones.
57
El desarme y la reestructuración policial, han sido dos grandes problemas en el
desarrollo de los Acuerdos. En cuanto al desarme, ya los unionistas pusieron graves
reparos a que no hubiera sido previo a la firma, pero confiaron en las garantías del
premier británico de que llegaría en menos de tres años, pero los republicanos lo han
utilizado como herramienta de chantaje político. La primera gran crisis por este tema llegó
en el verano de 2001, cuando David Trimble primer ministro del Gobierno norirlandés,
amenazo con bloquear las instituciones si el IRA no se desarmaba. Meses después se
produjo un primer acto de desarme, a petición del SF y solo un mes después del 11 de
septiembre de 2001 (11-S), pero no se supo ni que armas ni cuantas habían sido puestas
fuera de uso, lo cual provocó el escepticismo de los unionistas.
El cambio de modelo policial, contemplado en los Acuerdos se cumplió en la forma,
pues el RUC fue sustituido por el Servicio de Policía de Irlanda del Norte, pero el cambio
no satisfizo a los republicanos que continuaron dudando de la imparcialidad del nuevo
Cuerpo Policial con lo cual este contencioso continuo abierto varios años más.
A estos dos problemas se ha unido la persistencia de la llamada violencia de baja
intensidad, ya que si bien es cierto que desde los Acuerdos de Viernes Santo no ha
habido mas atentados por parte del IRA salvo el de Omagh protagonizado por un grupo
disidente el IRA Auténtico, y condenado rotundamente por Gerry Adams, no es menos
cierto que ha seguido habiendo asesinatos y palizas en los barrios más conflictivos.
Otros elementos también han contribuido a sembrar la duda acerca de la sinceridad del
abandono de la violencia por los republicanos, como la detención en Colombia de tres
miembros del IRA acusados de instruir a la guerrilla de aquel país, o el, asalto al cuartel
general de la Inteligencia policial o las escuchas telefónicas detectadas en despachos de
diputados unionistas y del ministro para Irlanda del Norte en el Parlamento de Stormont.
Por su parte, los lealistas, han evolucionado desde el terrorismo político a la delincuencia
común, convirtiéndose en matones de barrio que disparan a las rodillas o dan palizas para
castigar a los desviados.
Como consecuencia de todo ello, Londres decidió suspender la autonomía en octubre
de 2.002, porque de lo contrario, se habría visto forzado a expulsar del Ejecutivo
autonómico al SF poniendo en peligro la continuación del proceso, pero a pesar de ello la
58
actividad criminal del IRA continuó, y, en unas declaraciones del responsable de la policía
en Belfast, hechas en el verano del año 2005 se afirmaba:
«el IRA lleva ocho años sin romper formalmente la tregua pero en este tiempo sus
voluntarios se han movido hacia un terreno mafioso y están involucrados en la
distribución de artículos de marca falsificados, contrabando de carburante y ganado,
robo de vehículos de lujo, blanqueo de dinero y trafico de drogas» y aunque la policía
no tiene pruebas que sustancien sus sospechas, sus investigaciones, sirven de base a
los informes periódicos de la Comisión Independiente de control.
A partir de finales de julio de 2005, y tras el anuncio del desarme total, parecen haberse
reducido estas actividades ilícitas, y así se recoge en el informe de la comisión de febrero
de 2.006, Peter Hain ministro para Irlanda del Norte decía sobre este informe:
«el IRA se esta moviendo en la buena dirección ya no hay asesinatos ni robos de
bancos, si comparamos la situación actual con la que teníamos hace diez años el
cambio es abismal».
El Informe además aconsejaba la anulación de las sanciones económicas impuestas al
SF tras diversos incidentes provocados por el IRA.
Pero no es solo el IRA el que participa de las actividades delincuenciales también lo
hacen las milicias lealistas que además son responsables de la mayoría de los asesinatos
muchos de ellos en enfrentamiento entre miembros de los distintos grupos que forman el
entramado lealista, no debemos olvidar que en total desde abril de 1998 se ha asesinado
entorno a 70 personas. Este tipo de delincuencia fue considerado por el Gobierno
británico como aceptable, siempre y cuando no rebasase el umbral del asesinato, esta
tolerancia perseguía mantener al SF dentro del proceso.
En ese contexto y con la autonomía suspendida, en 2003 tienen lugar nuevas
elecciones que dan la mayoría a los partidos mas radicales tanto en el bando republicano
como el nacionalista, desplazando a los partidos moderados que habían sido los más
votados en las sucesivas consultas electorales desde el comienzo de la escalada de
violencia en 1969.
En contra de lo sucedido, tras la celebración de las primeras elecciones posteriores a
los Acuerdos de Viernes Santo que permitió tras largas negociaciones entre unionistas y
59
nacionalistas la formación de un Gobierno compartido por ambos, pese a no haberse
iniciado la entrega de las armas por el IRA, en esta ocasión no llego a constituirse el
Gobierno de concentración que exigían los Acuerdos, y por tanto siguió el Direct Rule.
Las razones aducidas por Ian Pausley para no aceptar la formación de un Gobierno con el
SF, como exigía la normativa se basaba en que el desarme no se había producido, pese a
los tres gestos de hacerlo, ya que ninguno de ellos se realizo de forma que permitiera tal y
como se requería que fuera realmente eficaz. Postura ratificada por Blair al afirmar:
«que no debía tolerarse una situación en la que representantes de la voluntad popular
se vieran obligados a compartir el Gobierno de Irlanda del Norte con un partido como el
SF asociado a un grupo terrorista activo».
A finales de julio de 2005, y curiosamente casi inmediatamente después del atentado
de los islamistas en Londres, el IRA anuncio el adiós a las armas en un comunicado, en el
que textualmente se decía:
«Se ha ordenado a todas las unidades del IRA abandonar las armas, se han dado
instrucciones a todos los voluntarios para que ayuden al desarrollo de programas
puramente políticos y democráticos a través de medios exclusivamente pacíficos. Los
voluntarios no deben iniciar ninguna otra actividad».
Este texto, es interpretado como signo inequívoco de que no mantendrán un terrorismo
encubierto, actividades ilegales o amenazas soterradas de violencia. En el comunicado, la
cúpula del IRA autoriza contactos con la Comisión Internacional Independiente para el
Desarme (IICD) para completar el proceso de abandono de las armas, de modo que
impulse la confianza de la opinión pública y concluya lo más rápidamente posible. El
comunicado reconoce la voluntad de la reunificación de la isla según la proclamación de
1916 y reitera la legitimidad de la lucha armada pero no recoge la disolución del IRA.
Tras este comunicado, todos los actores del conflicto, consideraron que faltaba la
referencia a una cuestión considerada necesaria para facilitar el avance del proceso, me
estoy refiriendo a la aceptación de la nueva Policía. Para salir al paso de estas
objeciones, Gerry Adams se comprometió, a que tal punto sería resuelto ya que era
crucial. Pasado algo más de un año, este compromiso que reconocía la legitimidad de la
policía irlandesa y del sistema judicial se cumplió el 28 de enero de 2007 días después de
la presentación de un informe sobre el comportamiento del RUC y sus relaciones de
connivencia con los terroristas lealistas elaborado por la propia Policía.
60
Era este el paso previo indispensable para la realización de las elecciones anunciadas
para unas semanas después. Los resultados de la consulta electoral confirmaron la
tendencia al alza de los dos partidos que ya habían sido los vencedores en 2.003, la DUP
del Reverendo Ian Paisley y el SF de Gerry Adams.
En esta ocasión y pese a las reticencias iniciales de Paisley se ha constituido un nuevo
Gobierno ante las advertencias de las consecuencias que se derivarían de no hacerlo. Se
abre con la toma de posesión de los Ministros y la constitución del nuevo Gobierno una
etapa que el paso del tiempo se encargara de determinar si el fin del conflicto ha llegado
de forma definitiva.
En cualquier caso los únicos objetivos conseguidos por el IRA han sido la liberación de
los presos y la modificación del modelo policial, y ello previa renuncia a los considerados
fundamentales, la reunificación de la isla al quedar condicionada al principio del
consentimiento y el abandono de Irlanda del Norte por los ingleses, pues los derechos
civiles motivo de las primeras movilizaciones ya fueron reconocidos muchos años atrás.
Escaso resultado para tan elevado precio, aunque es cierto que el abandono pactado
de la violencia ha permitido al SF convertirse en la segunda fuerza política de la isla y la
primera en el campo nacionalista lo que les reporta importantes cuotas de poder.
Los grupos armados lealistas tampoco han conseguido logros, sino más bien, se han
visto obligados a hacer cesiones muy alejadas de sus pretensiones iniciales
Conclusiones
Como resultado de lo expuesto se pueden extraer las siguientes conclusiones:
1. El conflicto ha sido fundamentalmente un enfrentamiento entre irlandeses, lo cual ha
dificultado su resolución al tener los británicos que tratar de satisfacer a unionistas y
republicanos adoptando acuerdos y medidas de una gran ambigüedad para no vulnerar
el principio de neutralidad.
2. La política británica con relación a Irlanda del Norte desde la partición de la isla hasta
1.969 no quiso hacer frente a los procedimientos utilizados por las autoridades
unionistas para perpetuarse en el poder y favorecer la discriminación de los católicos.
61
3. Si en el año 1969 cuando se desplegó el ejercito británico en Irlanda del Norte el
Gobierno inglés hubiese asumido el Direct Rule en lugar de hacerlo tres años después,
tal vez se podría haber evitado que el IRA resurgiera en condiciones tan favorables
como las que tuvo. Las concesiones que se hicieron en 1972 de haberse producido en
1969 habrían permitido por el contrario el fortalecimiento de los republicanos
moderados facilitando el avance de las reformas pedidas. También se hubiese evitado
que el IRA interpretase el Gobierno directo como fruto de los éxitos de sus atentados y
le llevase a pasar a la ofensiva para forzar unas negociaciones desde una posición de
fuerza con exigencias inaceptables.
4. El empleo del Ejército en funciones policiales no pudo evitarse so pena de una
internacionalización del conflicto, ya que ante la intensidad de la violencia, el Reino
Unido carecía de una fuerza policial adecuada para asumir los cometidos de
interposición que inicialmente se le asignaron.
Cuando pasó a cumplir tareas represivas en los barrios católicos favoreció una
involuntaria legitimación del IRA como defensor de la comunidad católica.
Tampoco el empleo del SAS años después con la mayor eficiencia en sus actuaciones
solucionó el conflicto, pues a la reducción inicial de los asesinatos en los años 1987 y
1988 siguió en repunte importante en el año siguiente y lo que si logro fue mermar la
credibilidad del Gobierno británico.
5. La represión del terrorismo utilizando normativas especiales como el internamiento sin
juicio, o el dotar a los fuerzas policiales y al Ejercito de facultades extraordinarias,
facilitan los excesos y en el caso irlandés favorecieron la recluta de voluntarios por
parte del IRA y permitieron la espiral de la violencia en aplicación del principio acción
reacción-acción al tiempo que llevaron a la publicitación del conflicto y a la condena al
Reino Unido por la Comisión Europea de Derechos Humanos.
6. La intervención norteamericana fruto de la presión ejercida por la importantísima
colonia irlandesa, se tradujo en importantes apoyos económicos y un claro respaldo a
las tesis del IRA, que posteriormente evolucionaron hacia posiciones de condena de la
violencia pasando a convertirse en unos grandes impulsores de los sucesivos acuerdos
que se fueron firmando a lo largo de los años para solucionar el conflicto llegando a
implicarse el propio Presidente en la creación de la Comisión Mitchell y en la puesta en
marcha de la IICD.
7. Los Acuerdos de Sunningdle de 1973 sentaron las bases que los Gobiernos de
Londres y Dublín han seguido manteniendo al establecer el principio del
consentimiento, la dimensión irlandesa y el Gobierno compartido como elementos
62
indispensables para poner fin al enfrentamiento, aunque en ellos se han introducido
modificaciones no sustanciales. La firmeza de los Gobiernos en que se cumplieran ha
sido básico para poder llegar a la situación actual a pesar de la gravedad de los
atentados, tanto por el número de víctimas como por la relevancia de algunas de ellas,
sin importar que los atentados se cometieran en Irlanda del norte o Inglaterra.
8. A lo largo de los últimos cuarenta años los conservadores y los laboristas han
mantenido una política que no ha variado sustancialmente fuese el que fuese el que
detentase el Gobierno.
9. La flexibilidad de los británicos a la hora de interpretar el cumplimiento de los plazos
establecidos en el Acuerdo de Viernes Santo y su benévola interpretación de los
hechos violentos ocurridos después de su firma, unida en los momentos clave al rigor
con que se aplicaron sus competencias han permitido que lo acordado en 1998 llegase
a feliz término.
10. El contexto internacional ha favorecido la culminación feliz de lo pactado, al igual
que favoreciera su iniciación. Dos ejemplos significativos al respecto; el primer anuncio
de desarme días después del 11-S y el definitivo comunicado de abandono de las armas
y la violencia en el verano de 2005 tras el atentado islamista del 7 de julio en Londres.
11. Los únicos objetivos conseguidos por el IRA tras casi cuarenta años de violencia
han sido tan sólo la liberación de los presos y la modificación del modelo policial, pues
los derechos civiles motivo de las primeras movilizaciones ya habían sido reconocidos
muchos años atrás; escaso resultado para tan elevado precio, aunque es cierto que la
violencia y su abandono pactado ha permitido al SF convertirse en la segunda fuerza
política de Irlanda del Norte y la primera de los nacionalistas desplazando de esa
primacía a los moderados del SDLP.
Tal vez por ello para convencer a sus bases de lo adecuado de la decisión la hayan
justificado como una etapa para la consecución de los objetivos tradicionales.
PEDRO MUÑOZ GIL General de división de la Guardia Civil (R).
63
APLICACIÓN DEL DEREHO AL CONFLICTO
El punto de partida (1968)
Dentro del centenario conflicto entre británicos e irlandeses, este análisis arranca en el
año 1968, en concreto y por situarlo en una fecha exacta, desde el tristemente conocido
domingo sangriento. Como es de sobra conocido, las iniciales marchas por los derechos
civiles fueron desproporcionadamente reprimidas por la Policía, lo que generó una
contestación popular que dio lugar a continuos disturbios. Pues bien, a raíz de las
manifestaciones e incidentes violentos protagonizados por la población católica en Irlanda
del Norte, el gobierno británico aplicó severas medidas represivas. Entre ellas destaca el
envío de unidades del Ejército, en principio con la finalidad de proteger a la minoría
católica y en cierta forma como una fuerza de interposición neutral. Sin embargo, muy
rápidamente, su intervención derivó hacia graves enfrentamientos contra este segmento
de la población, lo que comportó una escalada del conflicto y la transformación de su
original misión pacificadora en una auténtica función represora. Justamente en este
contexto, en paralelo, surge el nuevo Ejército Republicano de Irlanda (IRA) con sus
acciones clandestinas, el uso de la violencia y con los mismos objetivos históricos: una
Irlanda unida independiente de Gran Bretaña.
Puede decirse que estos acontecimientos alumbraron lo que se ha llamado el
“moderno” conflicto norirlandés, sin que ello suponga desconocer los hitos de este
conflicto tras la Segunda Guerra Mundial, con especial referencia a los atentados aislados
de la década de los años cincuenta. Pero en puridad, el conflicto como lo conocemos
todavía hoy, con sus mismos protagonistas políticos, renace en estas fechas. Y para
situarlo con una mejor perspectiva baste ahora recordar dos aspectos fundamentales. El
primero, relativo a las causas que motivaron el estallido popular que cristaliza en estas
revueltas del año 1968, y que ya fueron descritas en el Informe de lord Cameron (1969):
fraudes electorales a favor de la mayoría protestante; discriminación social, política,
económica y jurídica de la minoría católica; abusos y desmesura de los cuerpos policiales;
mantenimiento de una tan vieja como abusiva legislación, en particular la Ley de Poderes
Especiales de 1922 y otras leyes antiterroristas, etc. El segundo aspecto, que la
reaparición de las siglas IRA, con su escisión de 1969 en el IRA Provisional PIRA,
corresponde ya a una organización armada que emplea la violencia en la forma a la que
64
se denomina terrorismo, con una estrecha vinculación al movimiento político, también
renacido, del Sinn Féin.(1969) 43.
Pues bien, desde estas fechas y hasta la actualidad, deteniéndonos en el trascendente
Acuerdo de Viernes Santo de 1998, se extienden estas reflexiones acerca de los modelos
y estrategias jurídicas empleadas, así como sobre su eficacia en la normalización del
conflicto.
Nivel máximo de emergencia: un modelo legal de excepción (1969-1998)
EL CONTEXTO DE LA VIOLENCIA
A lo largo de este periodo el conflicto vive sus momentos de máximo enfrentamiento,
violencia y radicalización. Un recuerdo telegráfico de los mismos resulta indispensable
para poder valorar la estrategia legal seguida.
La década de los años setenta es sin lugar a dudas la más sangrienta de todo el
periodo: 213 víctimas entre 1969 y 1971; 1581 de 1972 a 1976; y, 506 desde 1977 hasta
1981. Se ha estimado una media de 177 muertos por año, causados por acciones del
IRA, paramilitares unionistas o lealistas, o por la represión de Policía y Fuerzas Armadas
británicas. Al final de esta década la estrategia terrorista comienza a variar, con la
selección de víctimas entre personalidades relevantes y con el traslado de los atentados
también a territorio británico, más allá del Ulster. Se aprecia así mismo un descenso
progresivo aunque desigual del número de víctimas: 382 entre 1982 y 1986; 454 de 1987
a 1991; y 268 desde 1992 hasta 1996, estimándose en una media anual de 85 muertos.
Desde entonces hasta el año 2006, se han registrado 169 víctimas. Estas cifras expresan
por si mismas la magnitud de la violencia y el grado de enfrentamiento alcanzado, que no
se producía desde los levantamientos de Pascua de 1916, la independencia de 1921 y la
posterior guerra civil de 1922. Se habla de 3.523 muertos desde 1969 hasta 2001.
Junto a estas cifras, y al margen de importantes avances políticos, interesa destacar el
recurso a las huelgas de hambre por los activistas del IRA y la contundente gestión del
Gobierno británico de las mismas, que se resolvió con diez huelguistas fallecidos en 1981.
43 Cfr. GARCÍA SAN PEDRO, J.: “Terrorismo: aspectos criminológicos y legales”, Madrid (Centro de Estudios Judiciales) 1993, pag. 99.
65
Si bien ya existían antecedentes en este conflicto del procedimiento de la huelga de
hambre, incluso con idéntico desenlace fatal, la huelga de 1981 tuvo una trascendencia
singular por varias razones.
En primer lugar, porque aunque se iniciara a título individual, después se transformó en
una auténtica acción colectiva. En efecto, la huelga vino a culminar un largo proceso de
reivindicaciones iniciado en 1976 por los presos del IRA en el bloque H de la prisión de
máxima seguridad de Long Kesh (Maze para los británicos) y en la prisión para mujeres
de Armagh. Los internos reclamaban el estatuto de prisioneros políticos y otros derechos,
como el célebre de vestir su propia ropa frente al uniforme, lo que les llevó a aparecer
cubiertos de mantas. Ante las protestas el Gobierno británico reaccionó endureciendo
todavía más su régimen penitenciario: restricciones en el uso de las instalaciones,
prohibición de ejercicio, deportes, y lectura. Entonces los presos subieron el nivel de la
protesta con la negativa al cumplimiento de obligaciones de naturaleza higiénica (lavado,
afeitado, etc). Y ante la inflexibilidad de las autoridades, finalmente optaron por la huelga
de hambre encabezados por el comandante Bobby Sands, al que siguieron otros nueve
internos.
Una segunda razón que explica la trascendencia de esta huelga es que los presos, por
primera vez, y por decisión propia, en principio desvinculada de órdenes de la
organización, pasaron a protagonizar la lucha abriendo un nuevo frente, mediante el uso
de sus propias vidas y cuerpos como otro instrumento más. Y con ello, además, iniciaban
un significativo giro estratégico del grupo, al mostrar que junto a la lucha armada también
era posible una reivindicación no violenta de sus objetivos. Con otras palabras,
destaparon un nuevo camino de acción política.
En tercer lugar, lograron una repercusión social sin precedentes, tanto en el ámbito
nacional como internacional, con múltiples adhesiones y manifestaciones públicas. Pero
es más, su protesta tuvo eco directo en las elecciones anticipadas, con un auge del voto
republicano y con la elección de alguno de los huelguistas como diputados en el
Parlamento británico e irlandés. Finalmente, sus funerales, en especial el de Bobby
Sanders, se convirtieron en multitudinarias manifestaciones de solidaridad y defensa de la
causa republicana. De modo que podría decirse que este pulso tuvo mayor impacto que
las sangrientas acciones militares de la época.
66
Pero el desafío de esta huelga de presos también descubrió la inflexibilidad del
Gobierno británico presidido por la conservadora Margaret Thatcher, que lejos de mostrar
cualquier voluntad de diálogo que pudiera interpretarse como debilidad política, optó por
no ceder a lo que calificó de chantaje terrorista al Estado. De este modo dejó morir a los
diez huelguistas, sin intervención humanitaria de cualquier índole. Así, ante el conflicto de
intereses planteado, entre el sacrificio de las vidas de los presos, puesta en peligro desde
luego por su propia voluntad, y el mantenimiento de una idea de seguridad y autoridad,
eligió esta última hasta sus últimas consecuencias. Y sin lugar a dudas, esta decisión
política estaba cargada de graves consecuencias jurídicas y morales: el Gobierno
británico había elegido sacrificar diez vidas humanas que tenía en custodia mediante el
sospechoso recurso a otorgar una suerte de derecho al suicidio en establecimientos
penitenciarios públicos.
Para concluir este esquemático resumen del conflicto, también deben recordarse los
varios intentos de negociación entre las partes implicadas, así como las treguas
declaradas aunque después rotas (1972, 1975, 1994 y 1997). Resulta interesante
subrayar el proceso generalmente seguido. Tomemos como ejemplo el iniciado en
diciembre de 1993: conversaciones de paz en las que el Gobierno británico ofrece al Sinn
Féin (SF) participar en las conversaciones siempre que finalice la violencia terrorista. A
continuación, en septiembre de 1994 el IRA decreta un alto el fuego, al que se unen
después las milicias lealistas o unionistas. El IRA rompe la tregua en febrero de 1996 con
la colocación de explosivos en Docklands con el resultado de dos muertos y cientos de
heridos. Continúan las conversaciones entre partidos políticos pero con la exclusión del
SF. Después, se suceden otros atentados: asesinato de dos policías norirlandeses
atribuido al IRA (junio de 1997); el asesinato de dos protestantes atribuido a grupos
escindidos (febrero de 1998) y el más sangriento de los últimos años se produce en
Omagh, donde la explosión de un coche-bomba mata a 29 personas e hiere a decenas;
es reivindicado por otra escisión llamada IRA Auténtico, pero al día siguiente se suma a la
declaración de alto el fuego. Sin embargo, el IRA había anunciado el regreso a la tregua
de 1994 ya el 19 de julio de 1997, que luego mantiene dando ya lugar a una nueva etapa:
comienza el tortuoso proceso de desarme y entrega de armas.
FRENTE A LA VIOLENCIA TERRORISTA EL ARMA DE UN DERECHO EXCEPCIONAL
67
Este análisis jurídico se limita, como es natural en supuestos de terrorismo, al examen
de las leyes y medidas penales. Comenzaré primero con una exposición de los principales
textos aplicados, así como de sus sucesivas reformas, para después pasar a comentar
algunas de las instituciones jurídicas más importantes en ellas contenidas. La rúbrica de
las mismas, la simple lectura de sus contenidos y las continuas modificaciones, son ya en
si mismas expresivas de su naturaleza excepcional.
Cuando se reabre el conflicto en 1969, la legislación aplicable es todavía la vieja Ley de
Poderes Especiales para las Autoridades Civiles en Irlanda del Norte de 1922 (Civil
Authorities Special Powers Act Northern Ireland). Como consecuencia del aumento de las
acciones terroristas, esta norma es sustituida por las Disposiciones de Emergencia para
Irlanda del Norte de 1973 (Emergency Provisions, Norther Ireland, Act). Obsérvese que
ambas leyes eran de aplicación exclusiva en el territorio norirlandés. Este dato ya permite
avanzar su comprensión como un ordenamiento excepcional, no solo por el contenido
sino también por su ámbito territorial, de suerte que en gran parte reproduce disposiciones
del clásico Derecho colonial británico. Ahora bien, no deja de sorprender que esta clase
de normas fueran aplicadas durante tanto tiempo en Europa y en precisamente suelo
británico.
Como quiera que los actos de terrorismo del IRA comenzaron a extenderse, saltando
desde Irlanda del Norte hasta alcanzar objetivos en territorio indiscutidamente británico, el
Gobierno de Londres impulsó una nueva legislación, que el Parlamento aprobó en 1974
bajo el título de Ley de Prevención del Terrorismo y con vigencia en todo el Reino Unido
(Prevention of Terrorist, Temporary Provisions, Act).
Ambas leyes han coexistido durante mucho tiempo y han sido los dos instrumentos
normativos esenciales aplicados al conflicto, una con ámbito sólo en Irlanda del Norte y la
otra en todo el Reino Unido. Naturalmente han sufrido diferentes reformas en la medida
que la acción terrorista evolucionaba, siendo las más importantes de la primera, las
reformas de 1978 y 1987; y de la segunda, las modificaciones de 1976, 1984 y 1989. Pero
junto a estas dos leyes, durante este periodo, también han desempeñado una función
igualmente importante en esta materia, otras disposiciones normativas en cierta forma
especiales, que refuerzan la idea de un Derecho excepcional. Baste enumerar ahora las
siguientes: Orden de Detención de Terroristas de 1972 (Detention of Terrorist Northern
Ireland Order); Ley de Policía y Prueba Penal de 1984 (Police and Criminal Evidence Act);
68
Ley de Orden Público de 1986 (Public Order Act); y, Ley de Justicia Penal de 1988
(Criminal Justice Act). De nuevo encontramos legislación general aplicable en todo el
territorio del Reino Unido y disposiciones exclusivamente vigentes en el territorio de
Irlanda del Norte, como la Orden de Detención de Terroristas de 1972.
Todo el sistema de justicia británico, y en particular el aplicado en Irlanda del Norte, así
como sus reformas, traen causa en revisiones e informes de expertos constituidos a
instancias del Gobierno o del Parlamento. Los más importantes informes en este periodo
son, el Diplock (1972), el Gardiner (1975) y el Baker (1978).
Ahora corresponde examinar algunas de las instituciones jurídicas aplicadas a este
conflicto, y más exactamente aquéllas que resultan fundamentales para hacer frente al
terrorismo y que en cierta forman permiten captar un sistema jurídico en situación de
emergencia. En concreto me centraré en las medidas penales más decisivas para
arrostrar el conflicto y que como inmediatamente comprobaremos se apartaron del
Derecho y procedimiento penal común, esto es, que ha prevalecido la aplicación de un
Derecho penal excepcional en detrimento del Derecho penal general o común.
DELITOS DE TERRORISMO
De las dos grandes leyes antiterroristas puede desprenderse que el concepto legal de
terrorismo se construye desde tres elementos: violencia, temor y finalidad política. De
modo que sobre el uso de la violencia como un elemento objetivo, la definición legal
requiere además un elemento subjetivo de finalidad: bien porque se persigue influir sobre
las instituciones públicas, o bien la intimidación de personas o colectivos sociales. Así
pues, mantiene un modelo mixto objetivo-subjetivo, en donde este último elemento
desempeñaba un papel nuclear en su definición normativa. Por ejemplo, en el Informe
Diplock (1972) y en relación a Irlanda del Norte, se definen como delitos de terrorismo los
que son objeto de asociaciones terroristas cuya finalidad persigue conseguir cambios
políticos empleando para ello medios violentos44. Sin embargo, a continuación se matiza
que estas organizaciones pueden atraer a delincuentes comunes que actúen sin
motivación política, movidos por venganza o lucro personal, pero el terror colectivo y el
44 Sobre el concepto de terrorismo y los clásicos problemas de su definición legal, pueden verse varios trabajos contenidos en la obra “Terrorismo y proceso penal acusatorio” (coord. J.L. Gómez Colomer y J. L. González Cussac), Valencia (Tirant) 2006; y, ASÚA BATARFRITA, A.: “Concepto jurídico de terrorismo y elementos de
69
daño a la seguridad colectiva es idéntico. Esta precisión es muy importante como
inmediatamente se comprobará 45.
En términos generales se proscriben las asociaciones terroristas y los calificados como
delitos de terrorismo. En concreto, pueden distinguirse tren grupos de delitos susceptibles
de ser calificados de terrorismo. En el primer grupo estarían los delitos estrictos de
terrorismo, así calificados expresamente en las leyes especiales de la materia. Por
ejemplo, la pertenencia a organizaciones terroristas, retención de información relativa a
esta clase de actos; secuestros, etc. En segundo lugar se encuentran aquellos delitos que
siendo inicialmente actos de terrorismo, pueden ser descalificados como tales por la
decisión del ministro de Justicia (Attorney General). Y por fin, delitos comunes, descritos
en leyes ordinarias, pero también incluidos en listados finales de las leyes terroristas, que
en circunstancias especiales pueden ser considerados delitos de terrorismo 46.
Advertir que tradicionalmente el derecho anglosajón no contiene un delito de asociación
criminal, excepto justamente la pertenencia a organizaciones terroristas. Sin embargo si
contempla en Derecho ordinario la figura de la conspiracy, consistente en la
exteriorización conjunta de dos o más personas de una intención de cometer delitos, sin
que precise la realización de actos preparatorios o tentativa 47.
INTERNAMIENTO, EXPULSIÓN, ARRESTO, DETENCIÓN, RECOPILACIÓN Y OBTENCIÓN DE DATOS E INFORMACIÓN
Dentro de este apartado se analizan toda una serie de medidas privativas o restrictivas
del derecho fundamental de libertad ambulatoria, de circulación o movimientos adoptadas
por el poder ejecutivo y sin control judicial. En efecto, aunque en el Derecho británico los
términos detención, arresto y custodia no son tan precisos como en los sistemas
continentales, obviamente existe una serie de regulaciones contenidas en el
procedimiento ordinario y que en términos generales se ajusta a las reglas generales:
evidencias o indicios racionales de participación en un hecho delictivo y no simples
sospechas, plazos, asistencia letrada y derecho de defensa y recurso, y sobre todo
finalidad. Fines políticos últimos y fines de terrorismo instrumental”, en Estudios Jurídicos en Memoria de José María Lidón, Universidad de Deusto, Bilbao 2002. 45 VERCHER NOGUERA, A.: “Antiterrorismo en el Ulster y en el Pais Vasco (legislación y medidas)”, Barcelona (PPU) 1991, en particular pags.241 y ss., y bibliografía allí citada.
46 Cfr. SMITH, J. and HOGAN, B.: “Criminal Law”, London (Butterworths) 1996, p. 761 y ss.
70
control judicial (habeas corpus). Pero no son estas medidas las que se van a examinar,
sino que el análisis tiene por objeto un conjunto de facultades administrativas o policiales
especiales. Su naturaleza excepcional se predica precisamente porque prescinden de
todas estas garantías y su justificación descansa en la necesidad de luchar contra el
terrorismo norirlandés con medios eficaces que no posibilita el procedimiento común.
Comenzaré con la medida de internamiento, tanto por su honda tradición como por su
controvertida aplicación. Históricamente se trata de una medida privativa de libertad con
duración indeterminada, adoptada por la Policía y sin control judicial alguno. Sin embargo,
su uso normal ha quedado reducido a tiempos de guerra en territorio inglés, en particular
durante las dos guerras mundiales, y a las colonias en ciertas situaciones de emergencia
en los que se apreciaba un grave peligro para el Estado. Pero como ya se ha advertido, a
lo largo del conflicto, primero en Irlanda y luego sólo en Irlanda del Norte, el Gobierno de
Londres siempre optó por aplicar un conjunto de reglas propias del Derecho colonial. Y
entre ellas la aquí estudiada. Inicialmente la aplicó en estado puro, en el marco de la Ley
de Poderes Especiales de 1922, tal como se ha descrito, pero ante los graves problemas
que plateó, decidió otorgarle una regulación expresa dentro de la Orden de Detención de
Terroristas en Irlanda del Norte de 1972. Para intentar esquivar las críticas recibidas,
modificó ligeramente su régimen, y hasta su clásica denominación por la de “detención”.
La duración máxima se establecía en 28 días, aunque prorrogables conforme a la
decisión, acordada siempre sin presencia del sospechoso y a puerta cerrada, de un
comisionado especial; el presupuesto para su aplicación consistía en cualquier sospecha
de implicación en acciones terroristas; asistencia letrada restringida y apelación ante una
comisión extrajudicial 48.
En realidad, la medida de internamiento se empleó en Irlanda del Norte para distintos
fines: desde medida represiva extrajudicial a medida preventiva dentro de las campañas
terroristas del IRA. También como una especie de procedimiento paralelo a uno judicial,
para capturar sospechosos de terrorismo de los que se carecía de evidencias o pruebas
suficientes o éstas se habían obtenido ilícitamente vulnerando derechos fundamentales. E
47 Cfr. SÁNCHEZ GRACÍA DE PAZ, I.: “La criminalidad organizada”, Madrid (Ministerio de Justicia), 2005, pag. 10948 Ampliamente en VERCHER NOGUERA, A.: “Antiterrorismo en el Ulster y en el Pais Vasco (legislación y medidas)”, Barcelona (PPU) 1991, pags. 47 y ss., y bibliografía allí citada.
71
incluso se usó como mecanismo de presión en las negociaciones con el IRA, ofreciendo
la liberación de los internados.
Pero todos estos intentos de maquillar el internamiento llamándolo detención, así como
de aparentar un control por un órgano superior imparcial pero extrajudicial, no lograron
impedir el cuestionamiento de su acomodo al artículo 6 del Convenio Europeo de
Derechos Humanos. Esta tendencia al maquillaje se observa en reformas posteriores de
las Leyes de Emergencia de 1973, 1975 y 1978, pero manteniendo en esencia el régimen
extrajudicial, la competencia exclusiva de la policía y el fundamento en la simple
sospecha. Ante el evidente “fraude de etiqueta” de este instrumento legal, finalmente, en
el año 1980, el Gobierno británico decidió no prorrogar su vigencia. Para ello siguió las
recomendaciones del Informe Gardiner que no encontraban justificación para su uso en
tiempos de paz.
No deja de sorprender el papel desempeñado por el poder judicial en este tema. Es
verdad que en muy pocas ocasiones se solicitó formalmente la revisión de internamientos
ante jueces y tribunales, lo que ya denota cierta resignación y una escasa confianza en su
intervención efectiva. Pero en todo caso, su actuación siempre se ciñó a la tradicional
“cortesía judicial” con el poder ejecutivo en materia de seguridad nacional. Es decir, se
cuestionó si realmente tenían competencia sobre estos temas, al considerar que el
internamiento tenía una naturaleza política y por tanto era inmune al control judicial. Todo
lo más en algunas resoluciones se plantea el problema de determinar hasta donde llegan
sus competencias 49.
Justamente esta discusión la considero fundamental para poder comprender el
fundamento último de esta y las demás medidas excepcionales aplicadas en el Reino
Unido e Irlanda del Norte. En la misma late la jerarquía de las ideas de soberanía,
seguridad nacional, interés público, necesidad de secreto y confidencialidad, por encima
de cualquiera otro valor. Así, históricamente, la llamada “cortesía judicial” se explica por el
entendimiento de que la competencia en seguridad nacional ante situaciones de guerra o
emergencia y de grave amenaza para el Estado, corresponde exclusivamente al poder
ejecutivo. Y esta exclusión judicial responde a su vez a un doble aspecto de la idea de
competencia: en un primer sentido porque las decisiones sobre seguridad nacional van
49 En la tradición anglosajona, en especial en EEUU, se alega la exclusión del control judicial por tartarse de una “political question”.
72
anudadas al concepto de soberanía, o sea, a decisiones exclusivamente políticas. Pero
además, en un segundo sentido, que complementa al primero, porque se considera que
los procedimientos jurídicos, esto es, formalizados ante jueces, resultan completamente
ineficaces para hacer frente a situaciones de emergencia, entre ellas, el terrorismo. El
cierre de este sistema descansa en la inexistencia de una Constitución escrita, en el peso
de la tradición y en la hegemonía del Parlamento, condensada en la célebre expresión de
que el Parlamento británico lo puede todo menos convertir a un hombre en mujer. Por
tanto, si lo puede todo, también puede delegar en el gobierno amplias facultades en casos
de emergencia y fuera del control judicial. Naturalmente este tan peculiar como antiguo
modelo presenta serias dudas de acomodo con la Convención Europea de Derechos
Humanos, al menos en lo que respecta al régimen de los derechos fundamentales.
Como complemento, alternativa o reforzamiento de la medida de internamiento,
durante el transcurso del conflicto se utilizaron en Irlanda del Norte un conjunto de
medidas de naturaleza análoga e igualmente de larga tradición en periodos de
emergencia o guerra. Se trata las denominadas órdenes de exclusión, expulsión,
deportación o restricción. Nuevamente su origen se encuentra en una delegación del
Parlamento a favor del Gobierno para hacer frente a situaciones de emergencia o
terrorismo. Se trata igualmente de medidas aplicadas por la Policía, con máxima
discrecionalidad administrativa (secretario de Estado). En cuanto al contenido, permitía la
expulsión del territorio británico, la prohibición de entrada o permanencia en el mismo, o la
restricción de movimiento y residencia a un área limitada. El presupuesto de apreciación
residía en la mera sospecha de terrorismo. En síntesis, poseía el siguiente régimen
jurídico: sin posibilidad de recurso judicial, admitía la presentación de un pliego de
descargo pero sin derecho de contradicción ni derecho de audiencia pública, y no era
aplicable, salvo casos excepcionales, a ciudadanos británicos 50.
Una valoración básica sobre este conjunto de medidas debe comenzar por su extrema
arbitrariedad, otra vez sin control judicial y su justificación en la necesidad de combatir el
terrorismo con medidas eficaces que no proporcionaba el procedimiento judicial común y
por recaer sobre información confidencial relevante a la seguridad nacional Sin embargo,
durante el tiempo en que se empleó no disminuyeron las acciones terroristas, aumentaron
las críticas por vulneración de derechos fundamentales y provocó el apelativo de
50 VERCHER NOGUERA, A.: “Antiterrorismo en el Ulster y en el Pais Vasco (legislación y medidas)”, Barcelona (PPU) 1991, pags. 67 y ss.
73
“basurero de terroristas” para Irlanda del Norte, puesto que todos los presuntos terroristas
eran allí confinados. Por todas estas razones arreciaron las recomendaciones para su
derogación.
Debemos referirnos ahora a un tercer grupo de instrumentos legales próximos a la
detención. Bajo la denominación genérica de poderes especiales de arresto encontramos
habilitaciones de privación de la libertad a favor de la policía (hasta 72 horas) o de las
Fuerzas Armadas (hasta cuatro horas), diferentes al arresto y detención regulado en el
procedimiento ordinario y previstas en la Ley de Disposiciones de Emergencia para
Irlanda del Norte de 1978 y en la Ley de Prevención del Terrorismo de 1989. El
presupuesto del arresto es la simple sospecha policial de participación en actos de
terrorismo, con una previsión muy limitada de revisión judicial, justificada en la necesidad
de salvaguardar las fuentes de información y de preservar datos confidenciales para la
seguridad nacional. Se toleraba el artificio de un primer arresto hasta el límite temporal y
posteriores arrestos sucesivos, siempre bajo la misma sospecha y sin presentar una
acusación formal. Tampoco debe olvidarse que mediante esta medida se abrían también
los registros domiciliarios y una larga cadena de medios de obtención de informaciones 51.
Con cierto parentesco con estos arrestos especiales, encontramos, con antecedentes
en el Derecho colonial británico, las detenciones gubernativas para obtener información.
Así, ante la imposibilidad de encontrar pruebas de ninguna clase, ni en particular testigos
ni confesiones, se articulaban dos mecanismos excepcionales para obtener información.
Se distinguía entre la “entrevista”, orientada a lograr datos para poder incriminar al
detenido, y el “interrogatorio”, destinado exclusivamente a la recopilación de información
para la inteligencia. Naturalmente se construían como procedimientos extraordinarios,
secretos, no judiciales y con una enorme indefinición de los presupuestos para su
aplicación. Se justificaba en razones de seguridad nacional, manejo de información
confidencial e ineficacia del procedimiento judicial ordinario Con posterioridad se
formalizó su uso en la Ley de Policía y Prueba Penal de 1984. No obstante, sufrió duras
críticas, entre ellas de Amnistía Internacional, Comisión de Derechos Humanos de la
51 Ampliamente en VERCHER NOGUERA, A.: “Antiterrorismo en el Ulster y en el Pais Vasco (legislación y medidas)”, Barcelona (PPU) 1991, pags. 97 y ss
74
Organización de Naciones Unidas (ONU) 52 y del Tribunal Europeo de Derecghos
Humanos (TEDH) 53, por brutalidad, abusos y torturas 54.
OTRAS EXCEPCIONES PROCESALES
Son numerosas las especialidades o excepciones al procedimiento penal común
aplicadas al conflicto norirlandés por delitos de terrorismo. Muy resumidamente, y
ateniéndonos por ejemplo al Informe Diplock de 1972, debían introducirse estas
modificaciones procesales para facilitar la acusación y condena de terroristas. Para ello se
propuso en concreto, combatir la intimidación a testigos y miembros del jurado; la
supresión del juicio con Jurado para evitar las absoluciones “perversas”, esto es, los
jurados parciales y en particular una batería de medidas destinadas a posibilitar la
obtención de pruebas y en especial la confesión.
Dentro de estas medidas, destacan a su vez, con una práctica constante, el uso de
agentes provocadores o “conspirador-informador”: personas incentivadas
económicamente por la policía, que bajo sus órdenes pueden cometer ciertos delitos, a
cambio de acusar a otros delincuentes. Actúan con total protección de su identidad e
inmunidad penal. Otra práctica de gran calado, igualmente discutida por su escaso
control, es la delación a cambio de inmunidad o de una atenuación de la pena 55. Se trata
del testigo o acusado arrepentido, que con gran discrecionalidad de la policía, presentaba
su declaración, en calidad de uno u otro estatuto procesal y gozaba de amplias facultades
para concederle inmunidad. Se justificaba también en que servía de ejemplo para otros
delincuentes, además de la valiosa información suministrada.
En ocasiones llegó a permitirse la validez del testimonio de estos delatores, como
prueba de cargo, sin ser sometida a contradicción. Es decir, generalmente bastaba con la
declaración en fase preliminar y sin corroboración para fundar la condena. Naturalmente
este extremo fue muy criticado, apareciendo ciertas correcciones, como la exigencia de
52 Puede verse “Observaciones finales del Comité contra la Tortura: United Kingdonm of Great Britanian and Northern Ireland- 09/07/96. A/51/44, paras. 58-65. (Concluding Observations/Comments). 53 Ya desde la STEDH 5310/1971, Ireland vesus United Kingdom. 54 VERCHER NOGUERA, A.: “Antiterrorismo en el Ulster y en el Pais Vasco (legislación y medidas)”, Barcelona (PPU) 1991, pags. 115 y ss55 Las dificultades de trasladar esta figura, históricamente denominada como “testigo de la Corona”, ya fueron agudamente puestas de relieve por U. Klug en “El disparo mortal”, en “”Problemas de la Filosofía y de la Pragmática del Derecho” (trad. J. M. Seña), Barcelona (Alfa) 1989. En la literatura española ver CUERDA
75
fiabilidad del delator, o la existencia de otras pruebas independientes. Sin embargo, el
interés para la justicia o para la seguridad nacional; o la valoración de otros medios de
obtener esa información, determinaron una amplia discrecionalidad para el Ministerio
Público y la Policía 56.
El resumen de este periodo es a la vez claro y desolador. El empleo de la violencia
terrorista no condujo a ninguna conquista política. Y el empleo de medios excepcionales,
ya sean legales u operativos, como por otra parte es conocido, suele aportar resultados
inmediatos –a corto plazo- en la disminución de víctimas y acciones terroristas, pero sin
embargo, a medio y largo plazo los efectos son muy negativos: deslegitimación, aumento
de la recluta y recrudecimiento del conflicto y la violencia. Es decir, las partes del conflicto
se comportaron conforme al clásico patrón de acción, represión, reacción.
Inicio y desarrollo del proceso de normalización del conflicto: el Acuerdo de Viernes Santo de 1998. Alto el fuego, desarme, excarcelaciones de presos, reformas legales
Tras largas negociaciones y treguas luego rotas, el 10 de abril de 1998 se firma el
célebre Acuerdo de Viernes Santo, entre los gobiernos británico e irlandés y ocho partidos
políticos. El 22 de mayo se aprueba en referéndum y el atentado de Omagh del 15 de
agosto no es suficiente para detener el proceso. Así, el 17 de noviembre de 1999 el Ira
anuncia su intención de discutir un desarme, y el 1 de diciembre Irlanda del Norte logra su
propio gobierno, una coalición de protestantes lealistas y de católicos republicanos. A
partir de aquí, y en lo que nos interesa, se desarrollan largas disputas para verificar el
desarme completo del IRA y la entrega o destrucción de sus arsenales, en medio de
diversas negociaciones políticas que incluyen la puesta en libertad de presos. De gran
importancia el comunicado del IRA de 28 de julio de 2005, en el que ordena a sus
militantes deponer las armas, declara la finalización de la lucha armada y la defensa de
sus objetivos mediante la vía política.
Los textos legales donde se plasman estos significativos avances son los siguientes:
El Acuerdo de 1998 (The Agreement) y la Norhern Ireland Bill de 15 de julio de 1998; la
Terrorism, Northern Ireland, Act 2006 y los Replacement Arrangements for the Diplock
ARNAU, Mª. Lª: “Atenuación y remisión de la pena en delitos de terrorismo” , Madrid (Ministerio de Justicia) 1995. 56 VERCHER NOGUERA, A.: “Antiterrorismo en el Ulster y en el Pais Vasco (legislación y medidas)”, Barcelona (PPU) 1991, pags. 141 y ss
76
Court System (august 2006), que definitivamente suponen la desaparición de la
legislación especial de emergencia para Irlanda del Norte como consecuencia de la
normalización del proceso político.
Pues bien, a lo largo de este proceso de institucionalización del conflicto y de la
progresiva desaparición de la violencia y su represión, se han producido notables cambios
normativos en materia constitucional (sólo en Irlanda del Norte), de seguridad, justicia y
policía, todos ellos consecuencia del Acuerdo de Viernes Santo. Igualmente el desarme,
entrega y destrucción de armas del IRA y de otros grupos paramilitares unionistas se ha
desarrollado conforme a lo dispuesto en el citado Acuerdo, pero dentro de un clima de
cierta tensión, numerosas cautelas y una gran controversia para su verificación final.
Íntimamente condicionado al desarme efectivo se negoció una suerte de “indulto bajo
licencia” de los reclusos. Sin embargo, desde una perspectiva política y jurídica, por su
gran carga simbólica, merece destacarse este proceso de excarcelación de presos.
Desde el comienzo, el Gobierno británico reconoció que no podía existir una resolución
del conflicto mientras los presos siguieran encarcelados. Finalmente hay que destacar el
alto nivel de consenso alcanzado entre gobiernos y partidos en esta materia. Sin esta
voluntad de consenso, difícilmente se podría haber avanzado tanto en un terreno tan
complicado.
Dentro del punto 10 del Acuerdo de Viernes Santo de 1998 se contenía un programa
de excarcelación anticipada de presos. Conforme al mismo, iniciado pocos meses
después de su firma, en sus dos primeros años de aplicación se beneficiaron 194 reclusos
republicanos y el mismo número de unionistas. Dentro de este contingente se
encontraban 166 condenados a cadena perpetua por delitos de asesinato. Hasta el año
2005 la cifra de “amnistiados bajo licencia” alcanzó un total de 447 presos de ambos
grupos.
A pesar de la opinión de las víctimas de uno y otro lado, de las dudas o rechazo moral
de estas medidas, o de la justificación de las condenas, todas las partes comprendieron
que sin un compromiso claro sobre los presos no podría avanzarse en la solución política.
En cierta forma este proceso obligaba a que los grupos extremos y violentos se implicaran
en la negociación, pues a fin de cuentas, eran ellos los que protagonizaban el uso de la
violencia. Precisamente la participación, influencia e incidencia en el proceso de paz de
los colectivos de presos sigue siendo una cuestión discutida.
77
A juicio de unos los presos fueron clave en la puesta en marcha y desarrollo del
proceso de paz y nada hubiera sido posible sin este apoyo desde dentro de las cárceles.
Así los debates y resoluciones adoptadas, principalmente en la cárcel de Maze, fueron
acompañando los avances que el movimiento republicano y las organizaciones lealistas
estaban alcanzando en las mesas de negociación política. Su apoyo era considerado por
los sectores más reacios a los cambios como la garantía necesaria, el plus de autoridad,
que impedían una traición a los principios por los que habían padecido y generado tanto
sufrimiento. Desde esta opinión fue de suma importancia la agrupación de los presos por
motivos humanitarios pero también prácticos, pues conforme a los criterios
internacionales en esta materia los presos deben estar en las cárceles más cercanas a
sus lugares de origen o residencia. De esta forma, los debates internos cobraron gran
importancia, apoyados en reclusos ahora titulados universitarios que utilizaron su
capacidad para forzar el cambio. Contribuyeron a producir una suerte de “efecto cascada”
por la influencia que ejercían sobre sus respectivas comunidades.
Sin embargo, esta visión no es compartida por otros analistas, para quienes
precisamente la influencia de los presos fue nimia en el desenlace del proceso. En
realidad, sus opiniones y manifestaciones fueron con frecuencia silenciadas e ignoradas
por los dirigentes del IRA, sobre todo cuando desde hacía tiempo ya muchos reclusos
cuestionaban desde las cárceles la utilidad de continuar con la lucha armada. Esta
corriente considera que los presos fueron meros instrumentos al servicio de los cálculos
estratégicos de los líderes de una organización terrorista que no han tenido reparo alguno
en manipular a sus activistas y a los familiares de éstos. Así pues, desde esta otra óptica,
los presos en Irlanda del Norte no fueron tanto la clave para la solución antes y después
del proceso de paz, sino más bien el instrumento con el que los dirigentes terroristas
afianzaron su control del grupo. Esta interpretación cuestiona la necesidad de cambios y
la incidencia de las políticas penitenciarias en la resolución del conflicto 57.
En todo caso, parecen tener razón los que relativizan la influencia de los presos, al
menos en el plano político, pues en el trasfondo de las negociaciones se observa que el
control decisivo del proceso, desde el inicio y hasta el final, lo han dominado los Estados
(el Gobierno irlandés y el británico), ambos muy presionados, con diferentes impulsos
57 Esta opinión ha sido defendida por Rogelio ALONSO en todos sus trabajos sobre el conflicto norirlandés, entre los que destacan sus tres monografías: “La paz de Belfast” , Madrid (Alianza) 2000; “Irlanda del Norete: una historia de guerra y búsqueda de paz”, Madrid (Complutense) 2001; y, “Matar por Irlanda: el IRA y la lucha armada”, Madrid (Alianza) 2003.
78
temporales, por la sociedad y gobierno norteamericano, en especial tras los atentados del
11 de septiembre de 2001 (11 S).
Al margen de este inconcluso debate, sí conviene poner de relieve los aspectos
jurídicos esenciales del proceso de excarcelación. Se creó una comisión independiente,
presidida inicialmente por el ministro de Justicia, llamada Comité para la Revisión de
Sentencias, integrada por juristas y psiquiatras o psicólogos, que estudiaba y resolvía
caso a caso las solicitudes de excarcelación o de licenciamiento definitivo. Su control
posterior es competencia del secretario de Estado. Las condiciones básicas para proceder
son las siguientes: presos condenados a más de cinco años o de cadena perpetua por
alguno de los delitos señalados (terrorismo); pertenecer a alguna de las organizaciones
firmantes del Acuerdo; que el preso haya abandonado el apoyo a la organización
terrorista; garantía de vida honrada en libertad; no representar un peligro público; haber
cumplido al menos un tercio en condenas de tiempo determinado o cumplimiento de dos
tercios si es cadena perpetua, aunque en todos los casos de puede obtener la libertad en
el plazo de dos años desde la entrada en vigor de la norma; y para los no condenados
todavía en esa fecha se exige un periodo de cumplimiento efectivo de dos años. Desde
luego, el incumplimiento de alguna de estas condiciones permite la revocación de estas
resoluciones. Por ello se han denominado como “amnistía bajo licencia”, al quedar su
eficacia sujeta al cumplimiento de ciertas condiciones futuras. Su naturaleza es
administrativa, sin intervención judicial.
Debe subrayarse que no se exigía la renuncia personal a la violencia, ni el compromiso
con vías democráticas, ni haber pedido perdón expresamente a las víctimas. Estas
manifestaciones fueron hechas, en términos genéricos, por los dirigentes de las
organizaciones o por representantes de las instituciones públicas.
Por último, destacar que este sistema ha funcionado satisfactoriamente al menos
desde la consideración del escaso número de revocaciones: 13 de un total de 447 presos
liberados.
La paradoja de la eventualidad del Derecho: el ocaso del viejo terrorismo y el auge del nuevo terrorismo (2001-2007)
Con independencia del proceso de normalización del conflicto norirlandés, el gobierno
británico presentó al Parlamento toda una serie de reformas de la legislación terrorista 79
ahora dirigidas a hacer frente al nuevo terrorismo internacional. En esta dirección,
inmediatamente después del 11-S, se inscriben, entre otros, el Proyecto de Ley sobre
Antiterrorismo, Crimen y Seguridad de 2001 (Anti-terrorism, Crime and Security Act 2001).
Fue aprobada finalmente por la Cámara de los Lores el 13 de diciembre, pero con ciertas
modificaciones y reducidas algunas de sus medidas exclusivamente a los delitos de
terrorismo. Posibilitaba una restricción de derechos fundamentales por sospecha de actos
de terrorismo actuales o futuros: detención por la policía sin puesta a disposición judicial,
pudiendo ser indefinida en caso de extranjeros; derecho a una única apelación; limitación
a los abogados defensores a conocer todas las pruebas de la acusación; acceso a los
números de teléfono y direcciones de correo electrónico; solicitud a las entidades
financieras de datos económicos y facultades para intervenir cuentas y fondos. La
vigencia de esta Ley concluía el 24 de marzo de 2004, pero fue declarada contraria a la
Convención Europea de Derechos Fundamentales (CEDH) por el Tribunal de los Lores,
puesto que permitía detenciones de sospechosos de terrorismo de forma discriminatoria
por la nacionalidad o el estatuto de inmigrante (ver artículos 5 y 15 CEDH).
Posteriormente, el 11 de marzo de 2005 sería aprobada La ley de Prevención del
Terrorismo (Statutory Instrument 2006 No 512. The Prevention of Terrorism Act
(Continuance in force of sections 1 to 9). Order 2006). Ya no discrimina entre ciudadanos
británicos y extranjeros para su detención policial por sospecha de terrorismo. E introduce
las “órdenes de control” sobre extranjeros, pero que han de ser ratificadas posteriormente
por un juez. Sin embargo, tras los atentados del 7 de julio, el Gobierno impulsa una nueva
legislación, la Terrorism Act 2006, que de nuevo amplia las competencias del Ministerio
del Interior para aumentar los controles, expulsar o deportar a extranjeros, retirar la
nacionalidad, o disolver asociaciones que favorezcan ideas o mantengan vínculos con
grupos terroristas58. Pero los mayores debates siguieron centrándose alrededor del
tiempo máximo de detención y de su control judicial. Finalmente pasó de 14 a 28 días sin
la presentación de cargos, aunque con competencias judiciales de supervisión. La
necesidad de una respuesta temprana y preventiva, junto a la comprobación de que la
inmensa mayoría de presuntos terroristas se acoge al derecho a permanecer en silencio y
decide no hablar, terminaron por convencer al legislador.
58 ÁLVAREZ CONDE, E. y GONZÁLEZ, H.: “Legislación antiterrorista comparada después de los atentados del 11 de septiembre y su incidencia en el ejercicio de los derechos fundamentales”, Real Instituto Elcano, ARI nº 7/2006 de 19/01/2006.
80
Justamente la irrupción del nuevo terrorismo en paralelo a la desaparición de la
violencia en el conflicto norirlandés, expresa mejor que nada una cierta paradoja: mientras
este último se reconduce finalmente a la escena política, el radicalismo y
fundamentalismo islamista comienza a golpear en el plano internacional, alcanzando el 7
de julio objetivos en territorio británico. Pero la amenaza continua, como claramente se
conoce por las operaciones antiterroristas de los servicios de inteligencia británicos a lo
largo del verano de 2006 59. En consecuencia, la emergencia frente al terrorismo persiste
y corrobora la célebre sentencia italiana sobre nuestras sociedades: “la emergencia
permanente”. Así se expresa la eventualidad del Derecho, que aunque cambia conforme a
las modificaciones del mundo, lo que siempre permanece es la excepcionalidad.
No obstante, hasta la fecha, los terrorismos domésticos o de ámbito estrictamente
estatal, como el norirlandés, son fenómenos de violencia que, junto a la gravedad extrema
de sus manifestaciones y efectos, presenta un cierto rasgo de temporalidad que lo
distingue de lo que usualmente se conoce como “delincuencia común”. De aquí que uno
de los interrogantes habituales gira alrededor de esta dimensión temporal. En efecto, se
discute si la temporalidad del fenómeno debe y puede proyectarse también sobre la
legislación antiterrorista. Por ejemplo, se plantea si una vez decrece o desaparece la
violencia, su intento de atemorizar e influir políticamente, tiene sentido mantener un
conjunto de medidas legales excepcionales, gravemente restrictivas de los derechos
fundamentales y con una orientación represiva a ultranza. Pero sin lugar a duda la mayor
complejidad se encuentra no en el momento de su desaparición definitiva, sino cuando
únicamente ha comenzado un proceso que puede conducir a la resolución pacífica del
conflicto. La conciliación de intereses y su reflejo en las normas, a lo largo de estos
procesos sigue constituyendo un delicado problema.
Pero ahora, en nuestro tiempo, como muestra la experiencia británica, quizás el debate
sea más bien cómo conciliar la sustitución de aquellas normas por otras de menor
singularidad represiva con la eventualidad, que ya es una realidad, en la que junto a un
movimiento terrorista que ya ha renunciado a la violencia, surge otro nuevo que amenaza
con el ejercicio de una violencia aún mayor en extensión e intensidad.
59 Ver por ejemplo GRAGORY, F.: “Operaciones antiterroristas basadas en la inteligencia en el reino Unido durante el verano de 2006. Análisis de sus consecuencias”, Real Instituto Elcano, ARI nº 106/2006 de 18/10/2006.
81
La segunda cuestión sería entonces determinar si aquéllas viejas normas
antiterroristas, previstas para un determinado lugar y tiempo, con sus agentes muy
definidos, en el que se cruzaban características propias de un conflicto civil y a la vez
colonial, siguen siendo válidas para otro terrorismo, con sujetos, modos, tiempos y
espacios completamente diferentes. Pero seguramente la sucesión solapada de los dos
terrorismos abre dos reflexiones claves: ¿de qué ha servido tanta violencia, represión y
sufrimiento si finalmente todas las partes han tenido que sentarse a dialogar? Esto es,
invita a una reflexión sobre la utilidad y eficacia de la violencia en la resolución de los
conflictos políticos y sociales. En este contexto, la excepcionalidad normativa aplicada,
repleta de excesos y abusos, tampoco presenta un balance positivo ni tan siquiera en lo
referente a su efectividad en la solución final.
El otro análisis, que ahora cobra todavía mayor protagonismo por la clase de amenaza
del nuevo terrorismo, es la que de forma un tanto solapada ya latía en la respuesta
británica al viejo terrorismo: si el Derecho, y en particular si los procedimientos legales
comunes y ordinarios, son el instrumento idóneo para hacer frente a situaciones de
emergencia que comprometan la seguridad nacional. Con otras palabras, si el terrorismo,
como táctica política que usa la violencia para conseguir sus objetivos, debe ser
considerado como una forma grave de delincuencia común. Probablemente en la mala
conciencia histórica europea en relación al clásico delito político, se encuentra parte de la
respuesta a este secular debate. Desde luego la solución no parece pasar por la
aplicación de un vetusto Derecho de Guerra pensado para militares combatiendo en
conflictos simétricos.
JOSÉ LUIS GONZÁLEZ CUSSAC Catedrático de Derecho Penal
Universidad Jaime I (Castellón).
82
EL ACUERDO DE VIERNES SANTO DE 1998
Introducción
El conflicto de Irlanda del Norte, tras varias décadas de existencia, parece haber
llegado a su fin the war is over, si bien todavía llevará mucho tiempo superar
definitivamente la desconfianza mutua que existe entre las comunidades protestante y
católica.
El pasado día 8 de mayo, después de jurar sus cargos y aceptar las condiciones
recogidas en las llamadas Obligaciones del Cargo 60, se constituía el nuevo Ejecutivo
autonómico con Ian Paisley, como ministro principal, y Martin MacGuiness, como
viceministro. El acto contó con la presencia de los jefes de Gobierno del Reino Unido y de
Irlanda, Tony Blair y Bertie Ahern, y de importantes invitados, entre ellos el senador
estadounidense Edward Kennedy.
La ceremonia, que conciliaba a enemigos acérrimos, duró el tiempo suficiente para que
sus protagonistas realzasen el día “histórico” que estaban viviendo. Ian Paisley aseguró
que “a Irlanda del Norte había llegado una época de paz, en la que ya no sería el odio el
que gobernará”, mientras que para Gerry Adams “el diálogo, la perseverancia y la
tenacidad habían acabado produciendo resultados”. Paradójicamente, en la resolución
final de este conflicto han ganado los partidos políticos más radicales sobre los
moderados.
Uno de los artífices del proceso, el primer ministro británico, Tony Blair, que en el acto
parecía cumplir un propósito testamentario 61, hizo un llamamiento a la reflexión
asegurando que:
«Todavía algunos piensan que los compromisos que se hicieron a lo largo del camino
fueron inaceptables, pero el proceso del Ulster encierra una lección para los conflictos
en todas las partes del mundo, y es que a través de la política se puede llegar a una
paz duradera».
60 Las “Obligaciones del Cargo” obligan, entre otras cuestiones, a reconocer la autoridad de la Policía (PSNI) y la Justicia de Irlanda del Norte. 61 Declaraciones del Primer Ministro del Reino Unido, Tony Blair (08-05-07), que, además, anunció que el día 27 de junio de 2007 dejaría los
cargos de Primer ministro y de líder de su partido. 83
Los representantes de los principales partidos políticos norirlandeses, con
responsabilidades de Gobierno 62, se pronunciaron en el mismo tono esperanzador. Para
el Partido Democrático Unionista (DUP), la situación a la que se había llegado, sin ser
perfecta, era de avance por parte del Sinn Féin (SF). Este último, aseguraba que la única
solución ante los problemas era el dialogo entre todas las partes.
Algo más críticos se mostraron los dirigentes del Partido Socialdemócrata y Laborista
(SDLP), que consideraban que los errores en el desarme habían estimulado una
prolongación innecesaria del proceso. Al igual que el DUP, entendían que los atentados
del 11 de septiembre en Estados Unidos habían sido la clave para acabar con la
financiación del “activismo republicano”. Mientras que, para el Partido Unionista del Ulster
(UUP) acaecía un nuevo capítulo hacia la resolución del proceso político, ya que el
proceso de paz hacía tiempo que estaba asegurado.
Como preludio a esta jornada, unos días antes, la Fuerza de Voluntarios del Ulster
(UVF) ordenaba a sus militantes y al grupo asociado Comando Mano Roja el cese de
todas las actividades paramilitares 63.
Objeto del estudio
Sería largo y pretencioso analizar los pormenores del conflicto de Irlanda del Norte, sin
embargo hay elementos del proceso de paz que son merecedores de considerar por su
utilidad para otros conflictos. En el presente documento se pretende mostrar la
importancia y el alcance de:
1. Algunos de los principales factores que permitieron alcanzar el Acuerdo. Analizaremos,
igualmente.
2. Determinados mecanismos utilizados desde el punto de vista de la gestión del conflicto,
tanto en el campo de la mediación como el de la negociación y, finalmente.
3. Los aspectos principales del Acuerdo y su complicada implementación.
Factores que posibilitaron el acuerdo
62 Declaraciones de miembros de la Asamblea Legislativa de Irlanda del Norte: Eoin O´Broin (SF), Alban Magines (PSDL), Danny Kennedy (PUU) y Mervyn Storey (DUP), que indicó que el SF había terminado por aceptar sus exigencias, incluida la de apoyar a la policía y sistema judicial del Ulster, y el IRA ha entregado armamento.
63 Comunicado del Ulster Volunteer Force UVF (03-05-07), en el que consideran que “la guerra del IRA ha finalizado” y que el Ulster va
a permanecer en el Reino Unido (“the constitutional question has now been firmly settled”). El UVF es responsable de unos 500
muertos desde los años 70, de ellos una veintena en los diez últimos años.
84
La sociedad de Irlanda del Norte ha evolucionado y se encuentra en mejores
condiciones objetivas para alcanzar la normalidad que hace una década. Sin embargo,
políticamente, no ha sido fácil avanzar, debido a que todavía persiste una fuerte influencia
del pasado que limita el comportamiento presente, de manera que como indica Rogelio
Alonso 64:
«La interacción entre historia y política se convierte en un elemento clave e
imprescindible para entender el proceso» .
Para que se llegaran a concretar unas condiciones políticas y sociales que permitiesen
una solución democrática del conflicto con suficientes garantías de futuro, tuvieron que
transcurrir años en los que el estancamiento político, social y económico fue lo más
destacado.
En esta coyuntura, la sociedad civil, cansada de los efectos del terrorismo, constituyó
un pujante «tejido social de paz» 65 que con el tiempo ha logrado, no sin esfuerzos,
traspasar las fronteras entre las dos comunidades y crear un lecho no sectario para
impulsar nuevas alternativas y promover una participación social más amplia en el
proceso de paz. La consecuencia inmediata se reflejó en el ámbito político, donde algunos
de sus líderes comenzaron a dar pasos para allanar el camino hacia una interacción y
diálogo fructífero entre todas las partes implicadas 66.
Mientras tanto, el Reino Unido e Irlanda, superando recelos anteriores, decidieron
trabajar de forma conjunta para acabar con el conflicto. Para el Reino Unido, como en su
momento fue toda Irlanda, esta región ya no representaba un problema geoestratégico y
para Irlanda hacía ya tiempo que sus pretensiones territoriales habían ido perdiendo
importancia. En esta estrategia común había influido la amenaza que representaba para
la seguridad de ambos países y para Europa Occidental el viraje hacia el marxismo
revolucionario de los republicanos la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)
nunca hubiera consentido una victoria terrorista” dentro de su territorio-.
No obstante, el proceso no hubiera podido llevarse a cabo, al menos en la forma
que lo conocemos, sin el impulso político del premier británico Tony Blair que, en mayo
64 ALONSO R. Irlanda del Norte: Una historia de guerra y la búsqueda de la paz. Editorial Complutense, 2000. 65 Integrado por mas de cien organizaciones dedicadas al pacifismo, reconciliación, victimas, etc. 66 John Hume y David Trimble, supieron sacrificar la situación privilegiada de sus partidos en aras de lograr un acuerdo político que a la postre ha
reportado mayores réditos electorales a sus rivales directos. 85
de 1997, tras años de Gobierno conservador alcanzaba el poder al frente del nuevo
laborismo británico 67 con una holgada mayoría, que le permitió liberarse del apoyo de los
parlamentarios unionistas que tanto condicionaron a su predecesor, John Mayor, después
de la firma de la Declaración de Downing Street. A esta circunstancia hay que añadir que,
en junio de 1997, en unas inesperadas elecciones en Irlanda, alcanzaba el poder el
Fianna Fáil 68, tras la caída del gobierno de coalición de John Bruton (cercano a las tesis
unionistas y considerado una “pesadilla” para los republicanos).
Huelga decir que en este complejo y delicado camino Tony Blair siempre contó con el
apoyo unánime de los conservadores británicos, en consideración a una nueva situación
mutuamente beneficiosa para la nación a la que representaban. Una actitud similar se
registró en Irlanda.
Otra de las claves del proceso fue la mediación, como apuesta personal sin
precedentes, del entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton 69, que no solo
influyó sobre la importante comunidad irlandesa en su país, el SF, y los gobiernos del
Reino Unido e Irlanda, sino que, además, designó al ex senador George Mitchell (uno de
los promotores del proceso de paz) como asesor especial para las iniciativas económicas
americanas en Irlanda, como fuerza para la paz en Irlanda del Norte y los países
fronterizos.
Tradicionalmente Estados Unidos ha sido uno de los principales receptores de
emigrantes irlandeses (unos 40 millones de norteamericanos se consideran de esta
ascendencia), donde han llegado a constituir uno de los lobbie más importantes en este
país. Los americanos-irlandeses fueron la principal fuente de financiación de los
republicanos irlandeses 70. Su influencia en la política de Estados Unidos ayudó, hasta
cierto punto, a fomentar una idea de fortaleza y legitimidad del nacionalismo republicano
67 El resultado fue: 43% laboristas frente al 30% de los conservadores. 68 Un partido tradicionalmente asociado a las ideas del republicanismo. 69 Clinton se convirtió en Presidente de EE.UU. en 1993 con el apoyo del importante “ lobby” irlandés-americano. La llamada “ relación especial” con EE.UU. fue cuestionada, tras el apoyo de los conservadores británicos al Presidente Bush [padre], durante la campaña electoral.
70 El IRA-P (1.969), llegó a depender del apoyo financiero de los norteamericanos irlandeses. El PIRA (años 70) fue el beneficiario de los fondos de más de 5.000 socios a través de NORAID. El dinero provenía de americanos irlandeses de la clase trabajadora, de sindicalistas conservadores y de anticomunistas que se sentían emocionalmente unidos a la causa republicana. El asesinato de Mountbatten (1979), los ataques a Harrods (1983) y, sobre todo, el cambio del PIRA y del SF hacia una ideología revolucionaria, provocó un descenso en los fondos de EE.UU. y un cuestionamiento de ciertos sectores a los republicanos irlandeses, que provocó el endurecimiento de la política de control de armas por Gobierno americano.
86
que estaba apoyado por el país más liberal del mundo y, además, trataron de convencer
al Gobierno estadounidense de que el dominio británico en Irlanda se asemejaba al
colonialismo, que padecieron los mismos Estados Unidos en su momento.
Sin embargo, uno de los aspectos más transcendentales para el proceso ha radicado
en la evolución del movimiento republicano 71, que desde el nacionalismo católico pasó al
agit prop de los años setenta a la conversión de una fuerza electoral sin dejar el
terrorismo armalite y urna de los años ochenta para finalmente transitar hacia una
estrategia de paz.
El abandono de la ética revolucionaria y la lucha armada (hechos de enorme
trascendencia para una organización terrorista) sólo pudo producirse por el fracaso de la
estrategia de este movimiento 72. A ello contribuyó la falta de avances en la “lucha
armada”, a pesar del sofisticado arsenal importado de Libia 73, y un mayor grado de
eficacia de las fuerzas de seguridad británicas (cuatro de cada cinco operaciones
paramilitares estaban siendo interceptadas).
Este cambio de estrategia, sin poner en riesgo la unidad del movimiento, se produjo por
al liderazgo de Adams y MacGuiness que, desde el núcleo duro de la organización
terrorista, tomaron el control del Ejército Republicano Irlandés (IRA) y del SF en 1986,
poniendo el énfasis en la acción política y persuadiendo a la “gente armada de que podían
avanzar por otro camino”74.
Todo esto, no obstante, hubiera resultado estéril si los republicanos no hubiesen
obtenido el refrendo electoral de los ciudadanos norirlandeses durante todos estos años
71 El Movimiento Republicano esta constituido por el SF y su brazo armado el IRA. 72 En 1987, el SF publicó el documento “Un Escenario de Paz” donde reconocía, de forma discreta, que no existía una expectativa real
de llegar a obtener la victoria militar sobre el Reino Unido y que cualquier esperanza de futuro residía en llegar a un acuerdo con la
mayoría unionista de Irlanda del Norte.
73 Apoyados por la Libia del general Gadhaffi y otros gobiernos de los países del “ Telón de Acero” , el IRA recibió numerosos envíos de armas entre 1985 y 1986. Las autoridades francesas interceptaron al carguero “ El Eksund” en octubre de 1987 con toneladas de munición con destino al IRA. En las investigaciones averiguaron que era la quinta travesía del buque, desde agosto de 1985, y que en las anteriores había transportado a Irlanda unas ciento cincuenta toneladas de armamento, donde se incluían subfusiles AK-47, pistolas, ametralladoras pesada, lanzallamas, lanzamisiles y misiles tierra-aire. Y lo mas importante de todo es que también habían surtido al IRA de toneladas de Semtex un explosivo plástico poderosísimo y casi indetectable . FEENEY B. Sinn Féin. Un siglo de la historia irlandesa . 2005.
74 Entrevista de Adams en TVE, tras la ruptura del “alto el fuego permanente” de ETA (09-06-07) 87
que, en las últimas elecciones 75, situaron al SF como segunda fuerza política de Irlanda
del Norte, figura 1.
EVOLUCION ELECTORAL EN IRLANDA DEL NORTE Años 1969-2007 (partidos políticos)
2007 Asamblea
2005 Westminster
2003 Asamblea
2001 Westminster
1998 Asamblea
1997 Westminster
1994 Europeas
1992 Westminster
1989 Locales
1981 Locales
1983 Westminster
1981 Locales
1979 Westminster
1975 Convencion
1974 Westminster
1973 Locales
1969 Asamblea
0% 20% 40% 60% 80% 100%
DUP UUP APNI Otros no confe. Otros Otros nacio. SDLP SFOtros unio.
A esta revalidación contribuyó la moderación ideológica del discurso, que ha transitado
desde el marxismo a un aparente centrismo 76 y ha proporcionado a este Partido una
imagen inmejorable para mejorar sus posiciones electorales.
Si se analizan los resultados electorales registrados en Irlanda del Norte, sin diferenciar
por tipo de comicios (locales, Asamblea, etc.) desde el año 1969 hasta las últimas
celebradas a la Asamblea en 2007, se puede comprobar cómo los dos bloques de
partidos mayoritarios, unionistas (DUP +UUP + otros unionistas) y nacionalistas (SF
+SDLP +otros nacionalistas) han ido manteniendo con el paso de los años un peso
específico similar: entre el 50-60% de los votos para los unionistas y entre el 25-40% para
los nacionalistas, existiendo un pequeño bloque (no confesionales), que vienen a obtener
en todos los procesos electorales entre el 5 y el 15% de los sufragios.
Dentro de cada uno de los grandes bloques, sin embargo, los apoyos obtenidos por
cada uno de los partidos son muy diferentes según la ocasión electoral de que se trate,
fluctuando de manera significativa de unos comicios a otros.
75 En las elecciones (07-03-2007) alcanzó el 26,26% de los sufragios. 76 En su programa, y frente a antiguas reivindicaciones a favor de la reunificación de Irlanda, ahora hacen mas hincapié en las preocupaciones
diarias de los ciudadanos, como las condiciones laborales, las mejoras económicas para los trabajadores y la ampliación de prestaciones sociales. Incluso ya no insisten en su viejo proyecto de endurecimiento fiscal para empresas y familias acomodadas.
88
No menos importante, también, en la solución del conflicto ha sido la pertenencia al
denominado contexto comunitario. La adhesión de Irlanda y del Reino Unido a la
Comunidad Europea, en 1973, no solo sirvió para realizar transformaciones
socioeconómicas en la región, sino que modificó las relaciones entre ambos países,
aliviando el tradicional complejo irlandés con los ingleses, sobre todo en lo referente a la
dependencia económica, aunque Irlanda diste mucho aún de ser un país con alma
europeísta.
En el año 1986, se constituyó el Fondo Internacional para Irlanda (IFI) con objeto de
poner en práctica el Acuerdo Anglo-irlandés, que disponía que:
«los dos Gobiernos cooperarán para promover el desarrollo económico y social de
aquellas regiones de ambas partes de Irlanda que habían sufrido las consecuencias de
la inestabilidad de los últimos años y considerarán la posibilidad de obtener apoyo
internacional para ello»77.
Tras las contribuciones iniciales de Estados Unidos y de otros países, la Unión
Europea, reconociendo los objetivos del IFI como propios, complementó las acciones
llevadas a cabo mediante los Programas para la Paz y la Reconciliación en Irlanda del
Norte y en la región fronteriza de Irlanda 78.
Por otra parte, parece razonable proponer que otra derivada del conflicto, su coste en
términos de bienestar económico, constituye otro factor relevante a considerar por su
influencia directa en las condiciones de vida de la población.
Tal y como se muestra en el gráfico, durante el periodo 1995-2004 la divergencia en la
evolución de la magnitud de referencia contemplada, el Producto Interior Bruto (PIB) por
habitante, es sustancial, figura 2.
77 Acuerdo entre los gobiernos del Reino Unido e Irlanda en relación con el Fondo Internacional para Irlanda, de 18 de septiembre de 1986 (modificado por última vez el 10 de octubre de 2000); UK Treaty Series N°58 (1987) Cm 266 / Republic of Ireland N°1 (1986) Cmnd 9908.
78 Programas «PEACE I» 1995-1999, «PEACE II» 2000-2006 y «PEACE III» 2007-2013. 89
PIB per capita. Índice UE-25 = 100
80
90
100
110
120
130
140
150
1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004
UE-25 Reino Unido Irlanda Irlanda del Norte
Mientras que Irlanda del Norte, que parte de un índice ligeramente inferior al de Irlanda,
tan solo crece siete puntos en el periodo considerado, no alcanzando aún al final del
mismo la renta media europea, la tasa de crecimiento del PIB por habitante en la
República de Irlanda ha sido espectacular. Si en el año 1995, el índice de referencia era
ya ligeramente superior a la media europea, diez años después es un 40% superior
ampliando considerablemente la brecha de partida (el mismo fenómeno se produce,
aunque con menor intensidad, si hacemos la misma comparación con el Reino Unido).
La comunidad empresarial de Irlanda del Norte, que sufría las causas del conflicto, ya
había denunciado este “lento crecimiento” e incluso para ver su final “estaba dispuesta a
pagar un precio político por la paz, siempre que no fuera demasiado alto” 79.
Finalmente, Irlanda del Norte se ha visto beneficiada, en el ámbito geoestratégico, con
el fin de la guerra fría, la emergencia de las nuevas democracias en Europa Central y en
la ex Unión Soviética, la reunificación de Alemania, la transición política en Suráfrica, así
como las conversaciones de paz en Oriente Medio, que han contribuido a crear un nuevo
contexto internacional que promueve mas activamente el fin negociado de la violencia en
los conflictos regionales.
El proceso de paz
79 MARTIN MANSERGH. Primeras fases del proceso de paz. 2001 pag. 22 90
Todavía no existe un acuerdo sobre el momento del inicio del proceso de paz80.
Algunos analistas lo sitúan en el cese de la acción militar del IRA, el 31 de agosto de
1994. Otros, sin embargo, lo relacionan con las conversaciones entre John Hume y Gerry
Adams. Algunos de los aspectos de estas conversaciones Documento Adams y Hume
fueron asumidos por los primeros ministros británico e irlandés, John Major y Albert
Reynolds, en la Declaración de Downing Street de 15 de diciembre de 1993.
Esta Declaración contenía una serie de principios y gestos simbólicos con los que
ambos Gobiernos pretendían garantizar los intereses de las dos comunidades de Irlanda
del Norte. La aceptación por parte del Gobierno británico del principio de
autodeterminación (sujeto a consentimiento acordado), su renuncia a intereses
estratégicos o económicos egoístas en Irlanda del Norte81, el compromiso asumido, junto
con el Gobierno irlandés, de ser garantes del proceso y, por último, la promesa de aceptar
la incorporación del SF al diálogo político, siempre que cumpliera ciertas condiciones,
estimularon al IRA a declarar el cese completo de operaciones militares citado
anteriormente82.
Mientras tanto, el unionismo, que durante años había detentado el poder político y
económico en Irlanda del Norte, de forma casi absoluta, se negó a participar en el proceso
hasta que IRA no entregase las armas y rechazó los Documentos-Marco Frameworks for
the future de febrero de 1995.
El asunto del desarme de los grupos paramilitares, especialmente del IRA, fue una
cuestión clave en todo el proceso y uno de los principales obstáculos para el diálogo. Esta
80 Los antecedentes hay que buscarlos en los numerosos intentos anteriores que sirvieron para ir introduciendo en el debate político algunos de los temas más sustantivos. En 1973, los Gobiernos británico e irlandés firmaron el Acuerdo de Sunningdale, donde ya figuraban los cambios en el estatus de la región por medio del consentimiento, la influencia irlandesa sobre el ejecutivo de la isla o la creación de un Consejo con representantes de los Gobiernos irlandés y norirlandés. En 1985, los Gobiernos de Margaret Thatcher y de Garret FitzGerald firmaron el Acuerdo Anglo-Irlandés, donde se avanzaba aún más en los puntos anteriores. En 1987 el padre Alex Reid elaboró un documento en el que planteaba los principios de autodeterminación y consentimiento que fue avalado por la iglesia católica irlandesa.
81 Ambos aspectos fueron anunciados por el Secretario de Estado para Irlanda del Norte, Peter Brooke, a principios de los años 90 y solucionaron una de las principales discrepancia entre el SDLP y el SF.
82 La respuesta del IRA, en modo de tregua, tardo casi ocho meses. La decisión fue difícil debido a que dentro del movimiento
republicano todavía persistían los temores a que se reprodujera una situación similar a la de la tregua de 1974-1976, durante la cual
la organización estuvo a punto de desaparecer. En este clima, resultó muy complicado para Gerry Adams convencer a los
republicanos de que esta nueva situación suponía un avance con respecto a su posición anterior y, a la vez, garantizar en todo
momento la unidad y cohesión del movimiento.
91
cuestión, fue resuelta por los gobiernos británico e irlandés con la decisión83 de establecer
dos procesos paralelos uno sobre las negociaciones multipartitas (All-Party) y otro para el
desarme. Para este último, decidieron crear una Comisión Internacional Independiente
para el Desarme (IICD) presidida por el ex senador Mitchell. En su informe de enero de
1996, propuso al Gobierno británico:
1. Plantear el desarme del IRA en paralelo a las negociaciones en las que participaría el
SF, en lugar de establecer esta condición antes del inicio de las negociaciones, tal y
como exigían los unionistas.
2. Convocar unas elecciones para la creación de un denominado Foro de Irlanda del
Norte para el Diálogo Político, del cual se nutriría cada partido político para componer
sus equipos negociadores para las conversaciones multipartitas.
Ambas propuestas fueron aprobadas por el Gobierno británico.
En las elecciones para el Foro los ciudadanos respaldaron mayoritariamente al UUP de
David Trimble, seguido del SDLP de John Hume (los dos partidos políticos que más
habían arriesgado hasta ese momento para alcanzar un acuerdo negociado). A corta
distancia, el DUP de Paisley y el SF de Adams, que logró su mejor resultado hasta ese
momento.
El sistema electoral estaba diseñado para asegurar que los partidos políticos mas
pequeños pudieran estar representados en las conversaciones84. Este sistema,
discriminatorio con los grandes partidos, contribuyó a reforzar a los sectores pacifistas
dentro de las facciones radicales unionistas, que eran las mas proclives a buscar
conceptos compartidos de legitimidad 85, a la vez que contribuyeron a que las
negociaciones fueran las más incluyentes de las que se habían realizado hasta ese
momento, figura 3.
83 Comunicado de 28 de noviembre de 1995. 84 La legislación británica estableció que los partidos con mayor apoyo electoral tuvieran tres puestos y los menores dos. . 85 ERVINE, DAVID 2005.
92
Elecciones para el Foro de Irlanda del Norte para el Diálogo Político (30 de mayo de 2006)
(% de los10 partidos mas votados)
22%
19%
16%
24%
7% 4%4%2%
1%
1%
DUP SF SDLP UUP Alliance UKUP PUP UDP NIWC Labour (LAB)
Para poder participar en las negociaciones, todas los partidos políticos tuvieron que
aceptar previamente los seis principios propuestos por la IICD, conocidos como los
«Principios Mitchell» 86, que, en síntesis, trataban de utilizar métodos democráticos
(obviamente no violentos) para dirimir las diferencias.
LAS NEGOCIACIONES
Las conversaciones de todos los partidos (All-Party) comenzaron en el castillo de
Stormont el 10 de junio de 1996, con un trasfondo de violencia. La participación del SF
quedó pendiente de la «restauración inequívoca del alto el fuego de 1994» 87 por parte del
IRA.
Durante el tiempo que duraron (22 meses) hubo tiempo de ensayar diferentes
procedimientos y mecanismos con el fin de conseguir que los partidos llegasen a
acuerdos viables y consensuados sobre los temas sustantivos. En algunos casos, los
procedimientote o mecanismos utilizados no eran nuevos en si mismo, pero los
participantes tuvieron ocasión de utilizarlos de forma innovadora, cuando las
conversaciones se estancaban. Junto a las de otros procesos de paz las experiencias de
86 Consistía en utilizar medios democráticos y pacíficos para resolver asuntos políticos; el desarme total de todas las organizaciones
paramilitares; aceptar que dicho desarme debe ser verificable a entera satisfacción de una Comisión Independiente; renunciar por
si mismo y oponerse por parte de otros al uso de la fuerza o la amenaza para influir en las negociaciones; respetar los términos de
cualquier acuerdo alcanzado y recurrir a métodos democráticos y pacíficos para intentar modificarlos, en caso de estar en
desacuerdo y urgir a que se suspendan los asesinatos y palizas de “castigo” dando pasos efectivos para prevenir esas acciones. 87 Declaración conjunta de los gobiernos británico e irlandés al comienzo de las negociaciones (10-06-1996).
93
estas negociaciones han pasado a constituir parte del cuerpo normativo para la resolución
de conflictos.
A diferencia de ocasiones anteriores, el diseño del proceso de negociación se había
planeado con una amplia participación de partidos políticos (10)88, incluidos los vinculados
con grupos terroristas. Tras la entrada en las conversaciones del SF, quedó reducida a
ocho partidos, por el abandono del DUP y del Partido Unionista del Reino Unido (UKUP).
Las prenegociaciones, conocidas por los irlandeses como conversaciones acerca de
conversaciones, tenían por objeto establecer las condiciones para el diálogo (sin dificultar
las oportunidades para llegar a las negociaciones reales), sin embargo, debido a la
obstinación de los unionistas, no fueron mas allá de una simple discusión procedimental
sobre el decomiso de armas y los términos de admisión del SF. Con un escaño por debajo
de la mayoría parlamentaria, John Mayor tenía muy poco poder sobre el grupo
parlamentario del UUP, cuyos parlamentarios (10) mantenían el equilibrio en el
Parlamento de Wensminster.
Para tranquilizar a las partes y construir confianza hubo que fomentar un clima
adecuado. En este contexto, se planteó el marco en el que se abordarían las materias del
proceso de negociaciones (procedimientos, estructuras, funciones y agenda). Los
unionistas pusieron tantas condiciones previas que llegaron a ser un obstáculo para el
diálogo. Rechazaron las normas de procedimiento y los nombramientos de las tres
presidencias independientes, no permitiéndoles asumir sus funciones.
Sin embargo, en este periodo no todo fue negativo. En estas largas discusiones, las
decisiones debían tomarse de manera que todas las partes aceptaran la legitimidad y la
naturaleza vinculante del acuerdo, lo que resultaba muy complicado. Para avanzar y a
propuesta de UUP se adoptó la fórmula del consenso suficiente para asegurar que habría
decisiones por acuerdo allí donde el consenso se demostrase imposible. La formula
adoptada establecía que una decisión podía darse por buena si una mayoría de los
representantes de cada comunidad estaban de acuerdo con ella.
88 Tras abandonar las negociaciones el DUP y el UKUP, quedaron: UUP, SDLP, SF, además de PUP y UDP, vinculados a los principales grupos paramilitares lealistas, así como, el NIWC y el Lab.
94
Con la llegada del primer ministro británico, Tony Blair, con una holgada mayoría
parlamentaria, la paz se vislumbró una vez mas. Las primeras medidas estuvieron
dirigidas a despejar la mesa de negociaciones de los restos de desastres de
negociaciones anteriores y, además, privar a los republicanos de justificaciones para
seguir con la violencia, al aceptar una investigación independiente del Domingo
sangriento y promover un cambio profundo en la política del Ejecutivo británico sobre el
desarme. Además, Blair estableció cuatro principios para el buen funcionamiento de las
negociaciones: que fueran claras, equilibradas, participativas y sin manipulaciones.
El proceso salió del “punto muerto” en el que se encontraba y continuaron las
conversaciones con el formato denominado proceso en tres ejes. Su denominación
derivaba de la practica de negociar cuestiones o ejes, independientemente unos de otros,
para después lograr un acuerdo final del resultado de todos ellos.
El eje primero estaba relacionado con las estructuras de poder compartido en Irlanda
del Norte (tenía el fin de establecer un marco político nuevo en el que todos pudieran
encontrarse cómodos), participaban los partidos políticos norirlandeses y el Reino Unido.
El eje segundo, dedicado a mejorar las relaciones entre las dos partes de Irlanda,
participaban además de los partidos políticos norirlandeses y el Reino Unido, la República
de Irlanda.
El eje tercero se dedicó a la negociación de un nuevo Tratado Anglo-Irlandés, que
reemplazase al existente. Las negociaciones eran exclusivas de los dos gobiernos, pero
se permitió la entrada a los otros grupos únicamente como observadores. Desde el primer
momento los unionistas pretendieron fundir el eje segundo y tercero, en un intento de
participar en las conversaciones entre el Gobierno británico y el irlandés, mientras que el
SDLP y los gobiernos querían preservar el concepto de toma de consideración de cada
eje por separado y de forma igualitaria.
Las tres partes de la agenda fueron concebidas para ser abordadas simultáneamente,
contando cada una de ellas con un presidente diferente e independiente de las otras y
enviando informes periódicos al Plenario para su evaluación. El Plenario estaba presidido
por el ex senador Mitchell, que también participaba en el las reuniones del eje segundo y
el Comité de Materias, ambos presididos por el general De Chastelain, e implicaba a
todos los partidos y a ambos Gobiernos.
95
A pesar del esfuerzo de los mediadores, las negociaciones tuvieron momentos de
estancamiento que fueron superados por medio de la creación de subgrupos para discutir
el punto determinado lejos de las conversaciones oficiales, con viajes de mediación, o en
los casos donde las partes no querían verse cara a cara89 y los mediadores promovieron
discusiones individuales, transmitiendo mensajes con intermediarios. Este procedimiento
pasó a denominarse conversaciones de proximidad, y que permitía a las partes participar
en las conversaciones hasta que los obstáculos fuesen superados y se reanudaran
bilateralmente.
Los intentos de los partidos políticos de avanzar hacia sus propios objetivos mediante
el control de la Agenda provocaron que el Plenario de Apertura se prolongara mas de un
año90. La insistencia unionista de que no se podían abrir las negociaciones sustantivas
hasta que ellos se dieran por satisfechos en la asunto del desarme, estaba en el fondo del
desacuerdo. Durante este tiempo, una táctica compartida para evitar dificultades al
abordar temas sustantivos específicos, fue repasar por encima todos los temas, es decir
surfear la Agenda 91.
Los encuentro, primero bilaterales, entre el UUP y el SDLP y, posteriormente, con el
Partido de la Alianza consiguieron plasmar un documento sobre el desarme, según el
UUP con el 90% de aceptación, pero no se llevó a cabo. Entre ambos partidos elaboraron
una Agenda completa para las negociaciones sustantivas. En los encuentros se pudo
comprobar la mas potente manifestación de la geometría variable92.
En ocasiones, ante la imposibilidad de resolver los asuntos que mantenían divididas a
las partes involucradas, se utilizó, de forma deliberada, un lenguaje ambiguo con el objeto
de que la discusión fuese aceptable para el resto de las partes y permitir el avance de las
discusiones políticas. Este tipo de imprecisiones en el ámbito diplomático y en el de la
resolución de conflictos ha pasado a denominarse de ambigüedad constructiva o el arte
de la indefinición (the art of fudge). Tal sería el caso del desarme decommissioning, que
cada parte lo entendió a su manera en el Acuerdo.
89 Este fue el caso de los primeros encuentros entre UUP y el SF. 90 Desde junio de 1996 hasta septiembre de 1997. 91 MARK DURKAN del SDLP fue miembro en las negociaciones del Acuerdo de Viernes Santo. 92 Concepto de flexibilidad en la forma y tamaño de las reuniones.
96
A finales de marzo de 1998, Mitchell anunció un plazo de dos semanas para finalizar
las negociaciones (la fecha limite era las 24,00 horas del día 9 de abril). Todo se había
discutido. Ahora solo faltaba el último paso: demostrar la voluntad política para firmar el
acuerdo. Sin embargo, de nuevo surgía el vértigo fuertemente influenciado por el pasado
para adquirir compromisos. Los Gobiernos de Londres, Dublín y Washington tuvieron que
dar un ultimátum a los negociadores y tanto el primer ministro británico como el irlandés
se desplazaron a las negociaciones. Además, se tuvo que instalar una línea directa con la
“Casa Blanca”, lo que da una idea de la implicación personal del entonces presidente de
Estados Unidos, Bill Clinton, en el proceso.
La fecha límite pasó, pero las conversaciones continuaron toda la noche y, finalmente,
tras 32 horas ininterrumpidas de negociaciones y, previsiblemente de presiones, el 10 de
abril de 1998 se anunció la consecución del Acuerdo.
Inmediatamente después de la firma, tal y como advirtieron sus propios
protagonistas:
«los 20 meses de arduas negociaciones no debieran ser confundidos con la idea de
una paz automática y duradera para Irlanda del Norte».
Más elocuente fue en este sentido el primer ministro británico Tony Blair. Este acuerdo,
dijo en las afueras del castillo de Stormont, cuando su texto aún estaba siendo revelado al
público, funcionará sólo si la gente realmente lo incorpora a su voluntad y a su corazón.
Por eso era tan importante controlar las expectativas y asegurarse de que los
partidarios de las partes en conflicto eran conscientes de la orientación adoptada, del
ritmo del proceso y de los resultados esperados; pero esto desgraciadamente no se hizo.
El Acuerdo fue ratificado en referéndum, el día 22 de mayo del mismo año, por una
abrumadora mayoría de ciudadanos de Irlanda del Norte y del Sur (71 y 94%
respectivamente). Sin embargo, desde el mismo momento del inicio de la campaña tuvo
que superar numerosos obstáculos provenientes de los sectores más intransigentes.
En el movimiento republicano, el IRA no se oponía al Acuerdo pero enrarecía el
ambiente al manifestar públicamente de su negativa a la entrega de armas, mientras que
97
el escindido y minoritario Ejército de Liberación Nacional de Irlanda (INLA), lo rechazaba.
De la misma forma, el SF, que había firmado el Acuerdo, tardó muchos días en apoyar el
“sí” en el referéndum, probablemente por las reticencias de algunos de sus dirigentes que
no terminaban de asumir las consecuencias del proceso en curso. A pesar de las dudas
de muchos, a ambos lados de la frontera, finalmente se aceptó el Acuerdo93 con la
esperanza puesta en la “reunificación de la isla”, el fin de la “ocupación militar” y la mejora
de la situación económica. Sin embargo, para complicar la situación aún más, el 8 de
mayo, una escisión del IRA denominada Legítima anunciaba el fin del “alto el fuego” y la
reanudación de las “acciones armadas”.
En el lado unionista, a pesar de que el Acuerdo superó su primera prueba al ser
aprobado por 55 miembros de la Ejecutiva del UUP y 23 en contra, continuaron las
divisiones protagonizadas por los enfrentamientos personales entre Trimble y Pasley.
Este último constituyó la “Campaña de Unionistas Unidos”, compuesta por el DUP, UKUP,
y por miembros del Parlamento disidentes del UUP, para oponerse al Acuerdo. La Orden
de Orange, con una influencia considerable dentro del UUP, si bien inicialmente decidió
no rechazar el Acuerdo, durante la campaña del referéndum apeló a sus miembros (entre
60.000 y 80.000) para votar “no”.
En este panorama también hubo señales positivas. grupos paramilitares (entre ellos la
UVF) mostraron su apoyo al contenido del texto, pero no abandonaron las armas.
Mientras que la Asociación de Defensa del Ulster (UDA) y los Guerreros de la Liberación
del Ulster (UFF) hicieron pública una declaración a favor del Acuerdo.
El acuerdo
El Acuerdo94 representa un esfuerzo para abordar los problemas que afectan a las
situaciones de conflictos entre comunidades. Es suficientemente flexible y, en algunos
aspectos, tiene un cierto grado de ambigüedad, reflejo del largo y complejo proceso de
elaboración. En el se mantienen las ideas “fuerza” que durante muchos años han ido
modelando los gobiernos de diferente signo político del Reino Unido, con la aquiescencia
de Irlanda, por lo que en los aspectos sustantivos no hay nada que antes no se hubiera
dicho o propuesto.
93 El día 10 de mayo de 1998 en un Congreso extraordinario del SF celebrado en Dublín los delegados republicanos ratificaron de forma mayoritaria el Acuerdo.
94 El Acuerdo para los católicos se denomina de Viernes Santo y para los protestantes de Belfast. 98
La idea central del Acuerdo gira en torno al diseño y puesta en funcionamiento de un
conjunto de estructuras políticas, acompañado de una serie de reformas constitucionales
(con fechas límite para su establecimiento). En síntesis, se propone la creación de un
sistema de autogobierno, bastante limitado, para Irlanda del Norte, basado en la garantía
del Reino Unido y de la Republica de Irlanda, apoyado en sólidos mecanismos de
cooperación y, todo ello, en el marco de la Unión Europea.
En el pacto, se percibe un claro esfuerzo de los negociadores para buscar fórmulas
para resolver el difícil problema de las identidades nacionales en conflicto, (cuando la
identidad y la lealtad comunitaria no coincide con el Estado) 95, tratando de dar
satisfacción a los intereses de las diferentes comunidades, pero sin hacer concesiones a
los principios internacionales fundamentales.
Uno de los capítulos mas interesantes del Acuerdo es el dedicado a abordar el tema de
las minorías96, la cuestión de los derechos humanos, la división de un grupo homogéneo
por fronteras estatales y el reconocimiento de las fronteras territoriales. En el Acuerdo
incluye aspectos como:
1. Carta de Derechos, que incorpora a la legislación de Irlanda del Norte la Convención
Europea sobre Derechos Humanos, lo que permitirá a sus ciudadanos acudir al
Tribunal de Estrasburgo.
2. Se establece la Comisión de Derechos Humanos por separado en Irlanda Norte y Sur y
la creación de un Comité Conjunto que actuará de enlace.
3. Se establece una Comisión de Igualdad que incluirá temas de empleo, oportunidad
racial y minusvalías.
4. Se dará apoyo a la Comisión Norirlandesa de Víctimas en el desarrollo de iniciativas y
provisión de fondos constitutivos.
5. Además, el Gobierno británico suscribirá la Carta de Lenguas regionales o Minoritarias
del Consejo de Europa.
6. El Gobierno británico diseñará una nueva estrategia de desarrollo económico para
Irlanda del Norte.
95 CURRIE AUSTIN, antiguo miembro del SDLP. Indicaba que“el rompecabezas irlandés es básicamente uno de identidades nacionales en conflicto, entre quienes se creen irlandeses y quienes se creen británicos. El problema tiene dimensiones religiosas, sociales, culturales, políticas y de otra índole, pero solo son ramificaciones de esa cuestión central”.
96 El Consejo de Europa ha descrito la minoría nacional como un grupo humano dentro de un Estado que “muestra rasgos étnicos, culturales, religiosos o lingüísticos diferenciados y que se siente motivado por la preocupación de conservar unido todo lo que constituye su identidad común”
99
En el ámbito constitucional, no quedan dudas de que Irlanda del Norte continúa siendo
parte del Reino Unido, aunque se admita, como reivindicaban los republicanos, el ejercicio
del derecho a la autodeterminación para proceder a la creación de una Irlanda unida, si
bien condicionado a la aprobación de una mayoría de ciudadanos norirlandeses. Para
ello, Irlanda ha reformado la Constitución97 y los británicos han modificado la Ley
Constitucional que reivindica su jurisdicción sobre los norirlandeses. Además, ambos
Gobiernos aceptan el derecho de los ciudadanos norirlandeses a declararse irlandeses o
británicos, para lo que se proporcionará la doble ciudadanía a quien así lo desee.
En este capítulo, el aspecto que siempre más llama la atención es el relativo a la
posibilidad de ejercer de forma condicionada el derecho de autodeterminación, una de las
grandes ideas de la política del pasado siglo XX 98. Sin embargo, el citado derecho, que
ha sido reconocido de forma clara en el derecho internacional, ha ido acompañado y
limitado por condicionantes, que lo han reducido en la practica a algo insignificante desde
el punto de vista político 99.
En la parte dedicada a Irlanda del Norte, conocida como eje primero, el Acuerdo
persigue encontrar una representación política proporcional en los nuevos Ejecutivo y
Legislativo de autogobierno, con el fin de dar confianza a cada Comunidad. Los aspectos
mas importantes son:
1. La creación de una Asamblea autónoma con poderes legislativos para gobernar Irlanda
del Norte con 108 miembros, elegida por sufragio universal, con medidas correctoras
para evitar una mayoría mecánica de una comunidad, en este caso la unionista que es
la mayoritaria. Las medidas se asientan en el consenso suficiente (un mecanismo a
veces cuestionado pero políticamente imprescindible), y en un sistema de mayorías
cualificadas.
2. La Asamblea elegirá un Ejecutivo multipartidista con un ministro principal y un
viceministro principal, que serán nombrados en función de la representatividad de los
partidos en la Asamblea. La Presidencia y Vicepresidencia del Ejecutivo alternarán la
vinculación a una u otra comunidad. El nivel de competencias, por el momento, es
97 Retirando los artículos que reivindicaban explícitamente la soberanía sobre los seis condados de Irlanda del Norte y reconociendo oficialmente que esta región es parte legitima del Reino Unido desde 1920,
98 El “principio” o, en su caso, “derecho” de autodeterminación de los pueblos surgió a comienzos del siglo pasado en el ámbito de la teorías marxistas (Lenin) como en el mundo occidental (Woodrow Wilson), la idea de la autodeterminación de los pueblos ha venido configurándose como uno de los mitos políticos contemporáneos. A pesar de haber finalizado prácticamente la era de descolonización, y contra todo pronostico, los últimos años del siglo XX han sido testigos del resurgimiento de esta idea, con fuerza renovada a lo largo y ancho del mundo.
99 El Reino Unido viene aceptado una reivindicación de esta naturaleza desde el Acuerdo de Sunningdale, donde ya figuraban los
cambios en el estatus de la región por medio del consentimiento.
100
modesto al asumir únicamente las de la Oficina de Irlanda del Norte y no disponer de
capacidad fiscal, sin perjuicio de ulteriores transferencias.
3. El Ejecutivo será fiscalizado por Comités constituidos por representantes de todos los
partidos.
4. Se da participación a la sociedad civil por medio de un Foro Ciudadano que será
consultado en materia de índole social, económica y cultural.
Sobre las Estructuras Norte-Sur (eje segundo), la República de Irlanda, tiene un cierto
papel en el gobierno de la provincia a través de una institución intergubernamental,
denominada Consejo Ministerial Norte-Sur, que se establece para desarrollar la
cooperación y está formado por representantes de los ejecutivos de Dublín y Belfast en
áreas especiales.
Informará de sus acuerdos a los Parlamentos respectivos, y se ocupará, en particular,
de cuestiones transfronterizas. La principal característica, es que es un órgano de perfil
claramente internacional pero que equipara el nivel de representación de un gobierno
estatal con un ejecutivo de un órgano subestatal, de rango netamente distinto.
En lo relativo al eje tercero (Estructuras Este-Oeste), sobre las Instituciones británico-
irlandesas, es interesante la voluntad federalista que deja entrever el Consejo Británico-
Irlandés de las Islas, al estar formado por representantes de los parlamentos de Irlanda,
del Reino Unido, de las asambleas de Irlanda del Norte, Escocia, Gales, y las islas de
Man y del Canal. Intercambiará información, debatirá, consultará e intentará alcanzar
acuerdos sobre cooperación en materias comunes de ámbito sectorial, y tendrá la
posibilidad de pronunciarse sobre las relaciones con la Unión Europea. De nuevo, es un
órgano que agrupa representantes de instituciones de rango y naturaleza muy distintas en
el derecho constitucional tradicional, pero que otorgan una dimensión innovadora al
proceso.
También esta previsto crear una Conferencia Intergubernamental Británico-Irlandesa,
de carácter permanente, para promover la cooperación bilateral y para que tanto Londres
como Dublín supervisen y sean garantes del proceso en su totalidad. Esta conferencia
asume la continuidad de sus predecesores de los años ochenta, el Consejo
Intergubernamental anglo-irlandés y la Conferencia Intergubernamental.
101
También se aborda el tema del desarme (uno de los puntos mas conflictivo del
proceso). Los firmantes se comprometen a impulsar el desarme de todos los grupos
paramilitares en un plazo de dos años a partir del referéndum 100. Entretanto, el Reino
Unido reducirá sus fuerzas militares en Irlanda del Norte, desmantelando instalaciones de
seguridad, poniendo fin a los poderes de emergencia y dando los pasos necesarios para
volver lo antes posible a las medidas de seguridad normales en tiempos de paz.
En el ámbito policial y judicial se establece:
1. Una Comisión Independiente que elabore recomendaciones sobre disposiciones
futuras en materia de policía en Irlanda del Norte, con objeto de garantizar que dicha
fuerza actué dentro de los limites de los derechos humanos e igualdad de
oportunidades y goce de la confianza de los ciudadanos.
2. También se realizará una amplia revisión de la justicia penal, para asegurar un sistema
judicial justo e imparcial, que cuente con la confianza de todos lo sectores de la
comunidad.
En el ámbito de los presos, ambos Gobiernos se comprometen a poner en marcha
mecanismos para la pronta liberación de todos lo reclusos relacionados con
organizaciones que mantengan una tregua completa e inequívoca en el plazo de dos
años, tras la entrada en vigor del Acuerdo. El aspecto más interesante en esta cuestión es
que la liberación de los reclusos está vinculada a un código de comportamiento de los
actores.
Implementación del Acuerdo
«Hemos puesto el avión en el aire, ahora es necesario que se mantenga volando»101
La euforia que envolvió a algunos sectores de la población tras la firma del Acuerdo se
fue desvaneciendo en los meses siguientes por los problemas que surgieron en su
desarrollo. En ese tiempo, según el presidente de Irlanda, «supuso un enorme reto
superar la falta de confianza»102. Es incuestionable que la enemistad y la violencia había
tenido un impacto muy importante sobre los norirlandeses y había polarizado a ambas
comunidades, dejando muy poco espacio para superar las diferencias.
100 El día 22 de mayo de 1998. 101 HUME JOHM 102 AHERN, BERTIE (El País 07-05-07)
102
Pero, además, los partidos políticos presentes en las negociaciones y los Gobiernos,
no habían dedicado un solo minuto a preparar suficientemente a la población para asumir
los compromisos derivados del Acuerdo (hay que tener en cuenta que algunos sectores
todavía estaban muy influenciados por los efectos de la violencia terrorista). Ni estuvieron
ágiles a la hora de neutralizar a los grupos y medios que tenían especial interés en
cercenar el proceso, lo que facilitó sus actividades.
Los problemas que ahora se estaban planteando venían de lejos. Hume y Adams, por
un lado, y Trimble por otro, habían hecho posible un acuerdo de mínimos que fue
“aceptado” pero no “entendido” por sus respectivas comunidades. La fractura mas
importante se produjo en la Comunidad Unionistas103, que durante el proceso fue
interiorizando un rechazo al acuerdo por problemas de seguridad y más exactamente por
el desarme del IRA, que no acababa de producirse. Situación que había sido aprovechada
por Pasley que, desde que abandonaron las conversaciones (DUP y UKUP), no había
dejado de combatir el Acuerdo y fustigar a Trimble, lo que, como veremos, a la postre le
produjo importantes resultados electorales en detrimento de UUP.
Problemas, pero de menor envergadura, se estaban produciendo, también, en algunos
sectores republicanos que daban un sentido “muy particular” a algunos aspectos del
contenido del Acuerdo (para algunos cumplía su programa máximo y era un paso más en
el camino hacia la unificación de la Isla, mientras que para los mas radicales suponía una
traición a las ideas republicanas que habían defendido y por las que muchos compañeros
habían muerto). En definitiva, los elementos mas conservadores de ambas Comunidades
consideraban que se había cedido demasiado.
En este contexto, aunque las esperanzas de paz eran altas, los problemas sometieron
al proceso a un esfuerzo innecesario, que fue aprovechado por los mas extremistas, en
algunos casos de forma violenta, para colapsar el proceso.
De las numerosas dificultades que se estaban produciendo dos de ellas, al menos,
fueron las mas controvertidas y difíciles de resolver: el desarme de las organizaciones
paramilitares y la reforma de la Policía del Ulster.
103 El 11 de febrero de 2000, el Reino Unido suspendió la administración para evitar la rebelión unionista contra Trimble. El 1 de julio de 2001,
ante las crecientes críticas protestantes, Trimble presentó su dimisión condicionada a la entrega de armas del IRA. El 3 de noviembre
Trimble era reelegido por estrecho margen ministro principal en una segunda votación.
103
El decomiso de los arsenales del IRA y de los grupos paramilitares unionistas, desde el
comienzo de las conversaciones empezó a dominar el panorama político y a representar
un impedimento para encontrar una salida definitiva al proceso104. Los unionistas exigían
como medida previa a compartir el Gobierno autónomo con los republicanos la entrega de
las armas del IRA, como medida esencial de “confianza”, pero los republicanos se
negaban a dar este paso hasta que no se produjesen avances en la implementación del
Acuerdo y en la desmilitarización del Ulster.
En junio de 1998, el secretario de Estado para Irlanda del Norte divulgó un «Plan de
desactivación». El incumplimiento impidió el traspaso de poderes de Londres al Gobierno
autónomo y no se pudo formar el Ejecutivo, previsto para el 31 de octubre de ese año.
Los intentos posteriores durante el año 1998 y gran parte del año 1999 también fallaron.
Sin avances en el desarme, el Gobierno británico comenzó a afianzar legalmente el
acuerdo105 y presentó en el Parlamento de Westminster el proyecto de ley que, dos años
más tarde, dejaría las cárceles británicas sin apenas ningún recluso “político”. La
legislación introdujo "salvaguardas rigurosas" en la amnistía "bajo licencia" de los
acusados de delitos terroristas que «rechazasen genuinamente la violencia»106. La Ley se
aprobó con el voto en contra de los conservadores (seis diputados del UUP y la
abstención de Trimble). Fue la primera vez en cinco años que la principal fuerza de la
oposición parlamentaria rompía el consenso que tradicionalmente impera en la política
antiterrorista británica107.»
Pocos meses después recobraron la libertad un total de 447 convictos de terrorismo,
incluidos 116 por delitos de sangre, pertenecientes al IRA y a las organizaciones
paramilitares unionistas de Irlanda del Norte. El programa de excarcelaciones funcionó en
tanto que las reincidencias fueron mínimas -únicamente 13 personas perdieron
temporalmente su licencia de excarcelación-. El proceso duró dos años y, en la práctica,
los presos salieron a la calle sin renunciar personalmente a la violencia, sin
104 Antes de las negociaciones el Gobierno británico había dicho públicamente que no hablaría con los representantes de los grupos terroristas
mientras estos estuviese comprometidos con la violencia. En esencia esas condiciones representaban la desactivación previa de las armas del IRA
antes de las conversaciones, aunque el Gobierno británico mantuvo comunicaciones confidenciales con el IRA. 105 El Gobierno británico reconoció que, no podía haber una resolución del conflicto mientras los presos siguieran encarcelados. En enero de 1998, la
entonces ministra de Irlanda del Norte, Mo Mowlam, se entrevistó con presos unionistas y, en una segunda visita, con reclusos republicanos para "explicarles que las medidas que persigue el colectivo, incluidas las liberaciones anticipadas, se tratarían dentro del contexto de un acuerdo negociado”.
106 El ministro de Irlanda del Norte se reservaba la potestad de reencarcelar a los reincidentes o a aquellos que incumplieran las condiciones de su excarcelación.
104
comprometerse con la vía democrática y sin pedir perdón a las víctimas. Para evaluar
cada caso, se creó un órgano independiente, el Comité para la Revisión de Sentencias.
A finales del año 1999, los poderes fueron traspasados al Parlamento de Stormont y se
establecieron las instituciones, al aceptar entrar en el Ejecutivo Trimble, tras varios
intentos fallidos, a causa de la falta de acuerdo sobre el desarme. En febrero del año
2000, el proceso entró en una fase de “revisión”. El IRA aceptó que la IICD inspeccionará
una serie de depósitos de armas108, lo que permitió a Trimble que había presentado su
dimisión el 1 de julio como ministro principal del Ejecutivo autónomo norirlandés, por la
resistencia del IRA a entregar sus armas, reiniciar las labores de Gobierno. Trimble incidía
en la importancia del suceso: Este es el día que nos dijeron que jamás llegaría, el día que
nunca veríamos».
Sin embargo, estaba claro que su reelección como jefe del Gobierno de Irlanda del
Norte, tras haber dimitido del cargo por la tardanza del IRA en iniciar su desarme, iría
acompañada de la consiguiente polémica en las filas unionistas. La semana anterior,
Trimble, no logró el apoyo necesario para ser nombrado ministro principal, al votar dos
miembros de su propio partido en contra de su reelección109, por haber dado crédito al
desarme del IRA sin estar al corriente del número de armas de las que se había
desprendido ni el método empleado para inutilizarlas. En su campaña para deteriorar a
Trimble, el DUP decidió retirar del Gobierno autónomo a los dos ministros con los que
contaba. Así, el Ejecutivo de Irlanda del Norte quedó sin un solo miembro protestante y
los siete ministros que quedaban en el Ejecutivo autonómico eran todos católicos: cinco
pertenecen al SDLP y dos al SF.
Nuevamente el proceso de paz pareció estar al borde del abismo. La situación
obligaba al Gobierno británico a intervenir con una nueva suspensión de la autonomía o
proceder a convocar elecciones en la región. Pero la decisión de los dos mayores partidos
107 MOWLAM MO. “Acepto que es un asunto difícil y penoso para muchos, particularmente para las víctimas y sus familiares. Pero, al mismo tiempo, muchas víctimas aceptan que es necesario resolver el capítulo de los presos para evitar nuevas víctimas en el futuro".
108 En los años que dura ya la lucha armada, ningún grupo terrorista republicano había dado el paso de desprenderse de sus armas.
"Llevamos a cabo esta acción sin precedentes para salvar el proceso de paz y para convencer a los otros de que nuestras
intenciones son genuinas". El desarme era la gran asignatura pendiente del grupo terrorista. Sin embargo se desconoce la cantidad
de armas entregadas ni el método utilizado para ponerlas fuera de uso. 109 Para sacar adelante su nombramiento, sus partidarios tuvieron que recurrir a una triquiñuela política: 3 diputados del independiente
Partido de la Alianza se pasaron por unas horas a los unionistas, para sumar así los votos protestantes necesarios que permitieran
la designación de Trimble como Ministro principal. Los 3 ministros con que contaba el UUP en el Ejecutivo en octubre presentaron
su dimisión, por que el IRA seguía sin hacer entrega de sus armas.
105
unionistas de salir del Ejecutivo también aumentaba de forma considerable la presión
sobre el IRA para cumplir su compromiso.
Cuando por fin el IRA anunció el desarme, los tres ministros del UUP volvieron a
ocupar sus respectivas carteras. En menos de 24 horas, el Reino Unido, en respuesta al
anuncio del IRA, comenzó los trabajos de demolición de cuatro instalaciones militares en
Irlanda del Norte consideradas como clave 110. El 23 de octubre de 2001, la IICD confirmo
que el IRA había entregado una cantidad indeterminada de armas, realizándose dos
repeticiones posteriores111.
El anuncio del desarme del IRA se produjo justo 43 días después de los atentados del
11 de septiembre en Estados Unidos y aunque McGuinnes aseguró que ambos hechos no
guardaban relación entre sí, lo cierto es que desde los atentados la influyente comunidad
irlandesa en Estados Unidos apremiaba al IRA para que comenzara el desarme112.
Para resolver el otro asunto clave del proceso, la reforma de la Guardia Real del Ulster
(RUC), en cuya composición figuraba una gran mayoría de agentes protestantes, el
Ministro británico para Irlanda del Norte, John Reíd, presentó un plan113 basado en las
recomendaciones del documento elaborado por el Comité presidido por Chris Patten, en
el que se incluía una reducción de fuerzas, un incremento de efectivos católicos para
lograr una policía más neutral, que tuviese la confianza de las dos comunidades.
En lo que algunos analistas consideraron una decisión histórica, el líder del SDLP,
Hume, cuyo partido siempre había rechazado al RUC114 aceptó la propuesta y pidió a los
jóvenes católicos que se unieran a la nueva fuerza policial. El SF consideró el plan
insuficiente mientras que políticos protestantes señalaron que las reformas significarán la
ruptura de la fuerza policial.
110 Se demolieron las instalaciones de Newtownhamilton Police, la base del ejercitote Magherafelt y las torres de observación de Sturgan y Camlogh. El Secretario de Estado para Irlanda del Norte, John Reid, había advertido que el Gobierno británico respondería con generosidad al histórico paso dado por el IRA. Además de las instalaciones del Ejército, Londres se propone reducir la presencia de efectivos en el Ulster, que ascienden en la actualidad a 13.000 soldados.
111 Las entregas fueron el 8 de abril de 2002 y 21 de octubre de 2003 112 El IRA reconoció que esta iniciativa respondía a la petición formulada por Adams, de desbloquear un proceso que estaba al borde
del colapso. Blair, subrayó que “hasta hace muy poco tiempo muchos no hubieran creído nunca que el grupo terrorista sería capaz
de dar tal paso”. 113 El 17 de agosto de 2001, 114 La Royal Ulster Constabulary (RUC)114 era la policía de Irlanda del Norte, odiada por el SF
106
En marzo de 2005, Adams rechazaba los crímenes recientes del IRA y, poco después,
en abril, pedía públicamente al IRA que se uniese de forma definitiva al proceso político.
Esta llamada fue correspondida a finales de julio con el anuncio del IRA del final de la
lucha armada y la aceptación de la vía política como única forma de conseguir su principal
y único objetivo: la reunificación de la isla irlandesa. A finales de septiembre, la IICD
confirmaba que el IRA había entregado las armas.
Aunque nos pueda parecer anecdótico, nuevamente se producía un avance en el
proceso, en este caso el final de la “lucha armada”, veintiún día después de que cuatro
explosiones en el transporte público de Londres, que dejaron 56 personas fallecidas y
cerca de 700 heridos115.
En mayo de 2006, el Reino Unido restablecía la Asamblea de Stormont, y daba de
plazo hasta el 24 de noviembre, para alcanzar un acuerdo para compartir el poder. Sin
embargo, ante las complicaciones que se estaban produciendo en octubre de 2006 116, los
primeros ministros Blair y Ahern, elaboraron una nueva “hoja de ruta” para permitir
definitivamente la constitución de un gobierno compartido por unionistas y republicanos y,
por tanto, permitir la restauración de la autonomía de Irlanda del Norte.
El proceso de paz entró en su fase decisiva en enero de 2007, después de que el SF
aceptase por primera vez en su historia 117 la autoridad de la Policía (PSNI) y la Justicia
norirlandesa, aunque condicionado a la restauración de las instituciones del Ejecutivo
autónomo y de completar las transferencias de Justicia e Interior previstas para mayo de
2008. El resultado del Ard Fheis 118 fue otro ejemplo de la habilidad de Adams y de su
estrecho grupo de colaboradores.
Las elecciones del 7 de marzo de 2007 creaban un nuevo mapa político en Irlanda del
Norte. El DUP y el SF, siguiendo la tendencia de las elecciones del año 2003, resultaban
vencedores, mientras que el UUP y SDLP eran los grandes derrotados. Los dos primeros
115 Este atentado fue el acto de terrorismo más sangriento en el Reino Unido desde que murieran 270 personas en el atentado de Lockerbie (Escocia) en 1988, y el atentado más mortífero en Londres desde la Segunda Guerra Mundial.
116 El 13 de octubre de 2006, se firmaba el Acuerdo de St. Andrews que incluía un calendario de trabajo para resolver el rechazo del
SF a la policía norirlandesa y la negativa del DUP a compartir el poder con el SF. Una vez aceptada la Policía (PSNI) el DUP
aceptaría el principio del “poder compartido” y la designación de Paisley como ministro principal antes del 24 de noviembre. El 22 de
mayo Gerry Adams nombraba a Paisley como Ministro principal, pero el líder unionista rechazó la oferta “hasta que el SF acepta la
ley y el orden”. 117 Eliminase uno de los pilares ideológicos de los republicanos desde 1921. 118 Ard Fheis es la denominación de la Asamblea del SF.
107
habían conseguido arrinconar a sus principales rivales y alzarse como la principal
referencia política en cada una de sus comunidades, figura 4.
AÑ O 2 0 0 7 AÑ O 2 0 0 3
ALLIANCE ALLIANCE 7 - 5,2% OTHERS 6 - 3,7% OTHERS
DUP 36 - 30,1%
UUP 18 - 14,9%
SDLP 16 - 15,2%
SINN FEIN 28 - 26,2%
3 - 8,0%
DUP 30 - 25,6%
UUP 27 - 22,7%
SDLP 18 - 17,0%
SINN FEIN 24 - 23,5%
3 - 7,5%
El SF que es el único partido con representación naciona”,119 tras su extraordinaria
evolución política (de ser hasta hace poco un “relegado político” asociado al IRA pasaba
ahora a formar parte del Gobierno de Irlanda del Norte) necesitaba ahora tener un cierto
protagonismo en el nuevo Ejecutivo autonómico norirlandés, para proyectar su influencia
en las elecciones de Irlanda del 25 de mayo y mejorar su apoyo en el Parlamento de
Dublín. Sin embargo y contra pronostico, el Fianna Fáil de Ahern revalidó su mayoría120,
mientras que el SF perdió un parlamentario de los cinco que tenía, aunque ha
incrementado su voto en casi un punto, por encima del 7%.
A modo de resumen y visto con una perspectiva razonable de tiempo, el proceso de
paz en Irlanda del Norte, a pesar de los numerosos problemas por los que ha atravesado,
ha logrado hacer realidad el fin definitivo de la violencia, aunque la resolución del proceso
político haya tardado mas tiempo en resolverse.
En este tiempo, se han dado algunos pasos hacia la reconciliación, entre ellos, la
revisión de acciones polémicas del Ejército británico, la reapertura de casos policiales, la
investigación de posibles colusiones entre la RUC y los paramilitares unionistas e, incluso,
la disculpa pública del primer ministro Tony Blair por algunos fallos judiciales del pasado.
Por su parte, el IRA ha admitido errores en su lucha armada y ha pedido disculpas a los
civiles inocentes, que fallecieron en sus acciones.
119 Es el único partido que tiene diputados en el Parlamento de Stormont y en el de Dublín. 120 Los resultados de las elecciones en la República de Irlanda del día 25 de mayo han tenido la siguiente distribución: De los 166 escaños que
dispone el Parlamento, el Fianna Fail del Primer ministro Bertie Ahern ha consiguido 78 diputados, el Fine Gael (conservador) 51, el Partido Laborista 20 y el SF 4.
108
Sin embargo, los efectos del Acuerdo han tardado mucho tiempo en hacerse visibles,
aunque se ha avanzado en cuestiones sociales y económicas. El escollo más importante
ha sido el ámbito de la seguridad, que ha provocado que el camino no haya estado exento
de violencia, así como, de diversos incidentes121 que, en algunos momentos, llegaron a
constituir un obstáculo para el proceso122. Sin embargo, las acciones de los terroristas han
ido remitiendo hasta su desaparición en el año 2001, registrándose únicamente actos
residuales relacionados con ajustes de cuentas entre los propios terroristas o su entorno,
o con actos relacionados con la criminalidad organizada.
PEDRO FUENTETAJA RUBIO Diplomado de Altos Estudios Militares
experto en Seguridad y Gestión de Crisis.
121 El 4 de octubre de 2002, la Policía registró las oficinas del SF y detuvo al jefe de personal, Denis Donaldson, por el presunto
espionaje del IRA en la Asamblea de Stormont. El Reino Unido suspendió de nuevo la Administración para salvar a Trimble. El 20
de diciembre de 2004 el IRA fue acusado de robar en un banco de Belfast 38 millones de euros. 122 Desde el 16 de septiembre de 1997 hasta el 15 de agosto de 1998, el IRA-R fue el responsable de al menos 10 atentados, siendo los mas
importantes el coche bomba en el condado de Banbridge con mas de treinta heridos y pocos días mas tarde el atentado en Omagh donde
resultaban veintinueve personas muertas, entre ellas dos de nacionalidad española.
109
CONCLUSIONES FINALES
Se ofrecen al lector unas reflexiones de carácter académico sobre un conflicto de larga
duración, pero que su proceso de finalización para lograr el acuerdo entre las dos partes
enfrentadas, es contemporáneo nuestro, y por tanto, son hechos vividos y suficientemente
conocidos de todos.
El conflicto de Irlanda del Norte puede ser así sometido a la consideración de un grupo
de expertos capaces de extraer lecciones que sirvan de utilidad para quienes en distintos
ámbitos, como la enseñanza, la gestión de conflictos, la investigación histórica o
sociológica, puedan encontrar rasgos característicos de aplicación a sus respectivos
casos.
Así pues, considerando que “la paz es le resultado de un conflicto bien gestionado“,
hemos reflexionado sobre los diversos aspectos del conflicto y se ofrecen suficientes
puntos de interés sobre su evolución, para llegar a esta parte final como resumen y
conclusiones de lo expuesto. Haremos especial hincapié en aquellas partes del proceso
que conducen a la finalización del conflicto, hecho histórico que justamente acaba de
ocurrir cuando estábamos debatiendo y redactando esta trabajo.
Dado que los estudios del conflicto son propios de la Sociología, como ciencia que
según Ralf Dahrendorf trata de la solución de los conflictos, seguiremos la metodología de
Emile Durkheim para extraer conclusiones y resumir el conflicto, teniendo en cuenta que
no han existido condicionantes previos y buscando un orden lógico para presentar el
resultado de nuestras reflexiones.
Empezaremos por identificar el tipo de conflicto que estamos tratando. Después de
haber debatido esta cuestión ampliamente, hemos decidido que el conflicto de Irlanda del
Norte es un conflicto histórico en sus raíces que ha evolucionado a lo largo de varios
siglos, para convertirse en un conflicto irredentista y que ha terminado por ser un conflicto
internacional, solucionado por los dos Gobiernos involucrados, es decir, Irlanda y Reino
Unido. Pero nuestras reflexiones han ido dirigidas al proceso de finalización del conflicto.
Por eso los expertos reunidos en trabajos a lo largo de tres meses ofrecen el fruto de sus
reflexiones, precedentes a estas conclusiones, siguiendo el orden siguiente:
antecedentes, actores, derecho y documento.
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Antecedentes
LEJANOS
Irlanda ha sido objeto de influencias exteriores desde el siglo IV hasta que los ingleses
en el siglo XII la pusieron bajo su soberanía colonial. En su carácter destaca el factor
religioso, como reducto del catolicismo predicado por San Patricio y roto por Enrique VIII
al imponer la iglesia anglicana. El sentimiento nacionalista irlandés, fomentado por las
corrientes derivadas de la revolución francesa, sirvió para dar alas al independentismo,
deseoso de liberarse del yugo anglo –escocés y organizarse en movimientos de acción
política que derivarían a organizaciones armadas para luchar por la independencia de
Irlanda-.
PRÓXIMOS
El conflicto de Irlanda del Norte se estratificó en el momento (1921), cuando Irlanda
consiguió la independencia de todos los condados, excepto de los seis que en el Norte
formaban el Ulster. El terrorismo fue el medio de acción utilizado por las organizaciones
armadas para luchar contra Irlanda primero, por haberlos abandonado, y contra Inglaterra
después, declarada en 1950 como el único enemigo.
En los años sesenta, el conflicto anglo-irlandés adquiere proporciones de guerra civil
irredentista, motivada por sentimientos como la unión con la República de Irlanda, pero
también por la defensa de la población católica y la exigencia de igualdad de derechos
civiles con los protestantes.
A partir del año 1968, los disturbios populares fueron en aumento y la violencia de los
atentados terroristas llevaron al Gobierno británico a decretar la ley marcial con la
intervención del ejercito en el Ulster, al año siguiente. El conflicto norirlandés entraba así
en una fase de crisis que duraría toda la década de los setenta y daría lugar a los
posteriores acuerdos de los años 1985 y 1998 que facilitarían su finalización, con los
avatares de todos conocidos.
CONCLUSIONES
111
El conflicto de Irlanda del Norte hunde sus raíces en la guerra para la independencia de
Irlanda, cuando el Reino Unido reconoció la separación de 20 condados, pero
manteniendo bajo su soberanía a los seis condados del norte, de la región conocida como
el Ulster. Esta fue la causa de que la población católica se iniciase con la resistencia civil,
primero, y con la práctica del terrorismo, después.
Los actores del conflicto
En este apartado hemos tratado de distinguir entre los actores principales, con
capacidad para tomar decisiones políticas importantes, y los secundarios, quienes actúan
para influir en la evolución del conflicto, pero no pueden tomar decisiones porque no
tienen autoridad política reconocida. Por ello distinguiremos como actores principales a
los gobernantes de los dos Estados implicados, Irlanda y Reino Unido, mientras que le
asignaremos un papel secundario, no por eso de menor importancia para el desarrollo del
conflicto, a quienes han actuado a través de acciones violentas, políticas y terroristas.
LOS ACTORES ESTATALES
Debemos reconocer desde el principio la asimetría en la influencia de los dos Estados
implicados, porque este conflicto se originó mucho antes de la existencia de Irlanda. Así
pues, a efectos de la actuación de los dos Estados en la gestión del conflicto, podemos
partir del año 1921, cuando se reconoce la independencia de Irlanda dividida. Así, el
conflicto se divide también, pues mientras que la república de Irlanda comenzó su
desarrollo económico que le relacionaba con el Reino Unido, Irlanda del Norte quedaba
como un problema común que afectaba a los dos Estados por lo que decidieron buscar
una solución conjunta, lo que consiguieron con el acuerdo de Sunningdale de 1973.
LOS ACTORES VIOLENTOS
Empezaremos destacando que quienes ejercieron la violencia han sido todos
irlandeses, los unionistas y los republicanos, pero con la diferencia de que los unionistas
defendían el poder establecido, mientras que los republicanos luchaban por conseguir
unos derechos históricos y sociales que no se le reconocían.
112
Es de destacar que el Ejército Republicano Irlandés (IRA) actuó como catalizador del
conflicto, al intensificar sus acciones armadas en los momentos críticos de los años
setenta, en los que se produjo la intervención del Ejército británico y el aumento de la
violencia del conflicto que alcanzó sus máximos niveles de víctimas. Parece que esta
situación forzó al Gobierno británico a iniciar unas negociaciones en los años ochenta.
CONCLUSIONES
Del examen de las actuaciones de los protagonistas del conflicto, se deduce que los
gobiernos, una vez conseguido el acuerdo para cooperar en la búsqueda de una solución,
emprendieron un plan conjunto para llevar a las partes contendientes al convencimiento
de que solo podrían conseguir sus objetivos a través de la negociación política, primero y
de las decisiones democráticas alcanzadas por el libre ejercicio del voto mayoritario de la
población norirlandesa, después. Esta postura exigía el abandono de la violencia por
parte de los grupos armados, con el apoyo de los partidos políticos, tal como sucedió.
Aplicación del Derecho
Hemos considerado que el respeto a la ley, dentro de lo que se conoce como Estado
de Derecho que observan las democracias avanzadas, constituye un factor fundamental
en la evolución de un conflicto a nivel estatal. Es por ello que se ha dedicado un capítulo a
reflexionar sobre los aspectos jurídicos de la evolución del conflicto norirlandés.
Los dos instrumentos legales utilizados por el Gobierno británico para enfrentarse a la
violencia terrorista fueron: La Ley de Disposiciones de Emergencias para Irlanda del Norte
de 1973, y la Ley de Prevención del Terrorismo de 1974, que tuvo ya su aplicación a todo
el territorio del Reino Unido. Es de destacar que ambas leyes constituyeron un régimen
legal de excepción, en el primer caso también colonial que tuvieron vigencia entre los
años de mayor virulencia del conflicto, los treinta años que van desde los años 1968 a
1998. Posteriormente, a medida que se reducía la violencia terrorista y las tensiones
sociales disminuían, el conflicto se institucionalizaba con cambios legales que afectaban
a la Seguridad, a la Justicia y a la Policía.
113
El Acuerdo del año 1998 dio lugar a cambios importantes de la normativa legal para
Irlanda del Norte, a pesar de los nuevos atentados terroristas, no consiguieron paralizar el
proceso que entraba definitivamente en la fase de finalización del conflicto.
CONCLUSIONES
El Gobierno británico, siempre en colaboración con el Gobierno irlandés, fue
gestionando el conflicto con una serie de medidas de distinta índole, como el empleo del
ejército en los momentos de máxima violencia terrorista pero, también aplicando medidas
de emergencia que rallaban en la situación extralegal, aunque fueran aplicadas con
carácter excepcional.
Pero es importante resaltar que, tras el Acuerdo de Viernes Santo de 1998, el
Gobierno británico llegó al convencimiento de que no podía llegar a la solución del
conflicto con los presos en la cárcel, por lo que procedió a poner en práctica un amplio
programa de excarcelaciones con el sistema de amnistías condicionadas.
Es de destacar el interés que tiene para los gestores del conflicto el llegar a conocer el
momento en que este ha entrado en su fase final, lo que debe ser confirmado a través de
diversas pruebas, cosa que valoró adecuadamente el Gobierno británico con medidas de
firmeza y flexibilidad, pero en todo momento actuando con transparencia legal e
informativa.
El Acuerdo de Paz
El Documento que hizo posible la paz en Irlanda del Norte fue el fruto de un amplio
empeño de políticos de distintos niveles que a lo largo de los años persistieron en la
posibilidad de encontrar una solución al difícil conflicto. Así, el 10 de abril de 1998 los
Gobiernos de los dos Estados, junto a ocho partidos norirlandeses firmaron el Acuerdo de
Viernes Santo que supuso el inicio del último tramo del conflicto que aún tendrían que
recorrer los distintos actores durante nueve años y salvar los obstáculos que les
permitieran llegar al final.
El Acuerdo es un modelo de consenso que comprende, en un esfuerzo múltiple, los
deseos de todos los firmantes. El aspecto más destacado es que contempla la posibilidad
114
de ejercer en forma condicionada “el derecho de autodeterminación” propio de los
territorios coloniales, pero siempre que fuese aprobada su realización por la mayoría de la
población norirlandesa. También en la línea con las concesiones británicas se aceptó la
doble nacionalidad para que los ciudadanos pudiesen elegir el ser británicos o irlandeses,
todo ello dentro del marco de la Unión Europea.
En el Acuerdo se desarrollan compromisos políticos, sociales y económicos que
obligan a ambos Gobiernos a la reconstrucción de Irlanda del Norte, tantos años
castigada por los avatares del conflicto. Igualmente se establece el régimen de
excarcelaciones sometido a diversos controles sobre el abandono de la violencia y las
reinserciones.
CONCLUCIONES
El Acuerdo de Viernes Santo constituye un modelo de documento logrado con el
consenso de las parte enfrentadas, a base de una larga negociación en la cual todos
cedieron para lograr fórmulas de compromiso de los distintos objetivos políticos, en un
clima favorable de fin de siglo XX:
− Reino Unido: consiguió pacificar un territorio bajo su soberanía y demostrar su
capacidad de gestión y diálogo con sus ciudadanos, en un tiempo en el cual el proceso
de Helsinki había dado fin a la guerra fría.
− Irlanda: aceptó colaborar en la pacificación de una parte de su isla y quedarse con
las manos libres para abordar el desarrollo económico y social de los irlandeses.
− Grupos Unionistas y Republicanos: pudieron acceder al poder político compartido sin
tener que renunciar a sus aspiraciones que quedaban pendientes de la voluntad futura
de los ciudadanos norirlandeses.
Tony Blair, el verdadero responsable de conducir el proceso conflictivo de Irlanda del
Norte en su fase final, con ocasión de la constitución del nuevo Gobierno norirlandés, dijo:
“El proceso del Ulster encierra una lección que sirve para los conflictos en todas partes
del mundo”. Pero no podemos olvidar que cada conflicto tiene su propia solución.
GONZALO PERENTE RODRÍGUEZ Coronel de Infantería de Marina (R)
Y doctor en Ciencias Políticas y Sociología.
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ANEXOS
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CONFLICTO DE IRLANDA DEL NORTE VÍCTIMAS / ORIGEN AÑOS 1969 - 2006
300 69 - 1971191969 - 1971 1972 - 19761972 - 1976 77 - 1981191977 - 1981 1982 - 9861982 - 11986 1987 -1987 - 19199191 1992 - 19961992 - 1996 1997 - 011997 - 202001 2002 - 20062002 - 2006 TOTAL TOTAL TOTAL TOTAL TOTAL TOTAL TOTAL TOTAL 213 1581 506 382 454 268 120 49
250
200
150
100
50
0 1969 1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006
CIVILES F. S. R. UNIDO PARAMILITARES REPUBLICANOS PARAMILITARES LEALISTAS F. S. IRLANDA
CON FL ICTO DE IRLAN DA DEL N ORTE RES PON SABLES DE LOS AS ESIN ATOS AÑ OS 1 9 6 9 - 2 0 0 6
11969 - 19711 1972 - 197 66 191977 - 1981 1982 -- 1986 1987 - 1991 199 22 - 1996 11997 - 200 11 2002 - 20066969 - 197 1972 - 197 77 - 1981 1982 1986 1987 - 1991 199 - 1996 997 - 200 2002 - 200300 TOTAL TOTAL TOTAL TOTAL TOTAL TOTAL TOTAL TOTAL 213 1581 506 382 454 268 120 49
250
200
150
100
50
0 1969 1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006
F. S. R. UNIDO PARAMILITARES REPUBLICANOS PARAMILITARES LEALISTAS DESCONOCIDOS F. S. IRLANDA
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COMPOSICION DEL GRUPO DE TRABAJO
Presidente: D. GONZALO PARENTE RODRÍGUEZ Coronel de Infantería de Marina (R) y doctor en Ciencias Políticas y Sociología.
Secretario: D. FERNANDO RODRÍGUEZ MONTÓN. Coronel del Ejército de Tierra y profesor de la EALEDE.
Vocales: D. PEDRO FUENTETAJA RUBIO Diplomado en Altos Estudios Militares y experto en Seguridad y Gestión de Crisis.
D. FRANCISCO GALVACHE VALERO. Coronel del Ejército de Tierra. Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación.
D. JOSÉ LUIS GONZÁLEZ CUSSAC. Catedrático de Derecho Penal en la Universidad Jaime I (Castellón).
D. PEDRO MUÑOZ GIL General de división de la Guardia Civil (R).
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