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C. Castoriadis – La institución imaginaria de la sociedad
3 – Autonomía y alienación
En lo que refiere a la elucidación del concepto de autonomía, Castoriadis (de ahora en
adelante, C) precisará primero qué sucede en el plano del individuo, para luego continuar
con el análisis de esta noción en el plano colectivo, con la finalidad de entender qué es
una sociedad autónoma y qué es una sociedad alienada.
Interpretación de la máxima freudiana “Allí donde estaba el Ello, debo devenir Yo”,
entendiendo al Ello como el inconsciente en su sentido más amplio y el Yo como
conciencia y voluntad, el yo debe tomar el lugar del Ello (sin eliminarlo, sino tomando su
lugar en tanto que instancia de decisión). Esto será entendido por C. como la autonomía.
Autonomía: Dominio del consciente sobre el inconsciente: “La autonomía es mi ley,
opuesta a la regulación por el inconsciente que es una ley otra, la ley del otro que yo”
La ley otra, el otro, no es cualquier otro, sino el otro en mí, el otro en mí cuyo discurso me
domina, aquel que habla por mí.
El discurso del otro tiene el carácter de lo imaginario. El sujeto dominado por el discurso
del otro se toma por algo que no es: El sujeto no se dice, sino que es dicho por alguien. “El
sujeto está dominado por un imaginario vivido como más real que lo real, aunque no
sabido como tal, precisamente porque no es sabido como tal” (Pág. 175) Esto será
entendido por C. como la heteronomía o alienación.
Heteronomía (alienación en el sentido general): Dominio del individuo por un
imaginario autonomizado que se arrogó la función de definir para el sujeto tanto la
realidad como su deseo.
Entonces, el Ello debe ser comprendido como la función del inconsciente que inviste de
realidad lo imaginario, lo autonomiza y le confiere poder de decisión, siendo el contenido
de ese imaginario el discurso del Otro. El Yo debe advenir para tomar el lugar del discurso
del otro.
Negar el discurso del Otro significa no negar el contenido, sino negarlo en tanto es
discurso del Otro, explicitar el origen de ese discurso y su sentido. Esta actividad no
consiste en una “toma de conciencia” efectuada de una vez para siempre, sino que su
sentido es el de implicar otra relación entre consciente e inconsciente, otra actitud del
sujeto respecto a sí mismo.
“La autonomía no es, pues, elucidación sin residuo y eliminación total del discurso del
Otro no sabido como tal. Es instauración de otra relación entre el discurso del Otro y el
discurso del sujeto. La eliminación total del discurso del Otro, no sabido como tal, es un
estado no histórico” (Pág. 178)
Algunas notas sobre el Yo (no es si es super importante, pero por las dudas)
- Es actividad pero siempre sobre algo. Su actividad está co-determinada por lo que se da
como objeto. Intencionalidad: el sujeto no es sino en la medida en que se pone un objeto.
- No es sólo mirada. Es mirada y soporte de la mirada, pensamiento y soporte del
pensamiento. No sólo soporte biológico, sino soporte de todos los contenidos que pone
ante sí.
- Podemos hacer abstracción de todo contenido y ponerlo entre paréntesis, dejar al yo
desprovisto de objetos, pero este momento como tal es meramente abstracto, vacío e
inexpresable: todo pensamiento es pensamiento de algo. El sujeto está atravesado por sus
contenidos, es decir, por el Otro: “El sujeto en cuestión no es, pues, el momento abstracto
de la subjetividad filosófica, es el sujeto efectivo penetrado de parte a parte por el mundo
y por los demás” (Pág. 181)
Relación entre el Sujeto y la autonomía
El Yo de la autonomía no será, entonces, el sí mismo absoluto, mónada que elimina todo
lo externo a ella, sino que “es la instancia activa y lúcida que reorganiza constantemente
los contenidos, ayudándose de estos mismos contenidos, y que produce con un material
condicionado por necesidades e ideas, mixtas ellas mismas, de lo que ya encontró ahí y de
lo que produjo ella misma.
No puede tratarse, pues, tampoco bajo esta relación, de eliminación total del discurso del
Otro”
En conclusión, no puede existir verdad propia del sujeto en un sentido absoluto. Este estar
atravesado por el Otro dará pie a C. para introducir la dimensión social de la autonomía:
“La verdad propia del sujeto es siempre participación en una verdad que le supera, que
crea raíces y que lo arraiga finalmente en la sociedad y en la historia, incluso en el
momento en el que el sujeto realiza su autonomía” (Pág. 182)
Dimensión social de la autonomía
Habíamos dicho previamente que la autonomía no es simplemente la eliminación del
discurso del Otro, sino elaboración de este discurso. El problema de la autonomía tiene
que ver con encontrar un discurso, un sentido que no es propio y transformar utilizándolo.
La autonomía así definida lleva a su condición social, que conduce a la definición de que
no se puede querer la autonomía sin quererla para todos. Su realización sólo puede
concebirse como empresa colectiva. Sin embargo, esta dimensión colectiva no es mera
intersubjetividad, sino lo social-histórico.
Social-histórico: No es ni la adición indefinida de las redes intersubjetivas (aunque
también es esto) ni tampoco su producto. Es, por un lado, unas estructuras dadas, unas
instituciones y unas obras “materializadas” (sean materiales o no) y por otro lado, lo
que estructura, instituye, materializa. En una palabra, es la unión y la tensión de la
sociedad instituyente e instituida, de la historia hecha y de la historia que se hace.
A partir de las definiciones dadas (autonomía, heteronomía, sujeto, social-histórico)
podemos ahora definir la dimensión de la heteronomía instituida, o alienación como
fenómeno social, donde ya no es meramente el discurso del Otro individual, sino del
anonimato colectivo, de la impersonalidad, de las instituciones.
Heteronomía instituida: La alienación aparece pues, como instituida, en todo caso
pesadamente condicionada por las instituciones.
Se presenta como doble: 1) las instituciones como alienantes en su contenido específico.
Expresan y sancionan una estructura de clase. 2) Todas las clases se confunden con las
instituciones. La institución parece autonomizarse de la sociedad, supera en su
supervivencia y efectos su función, sus fines, su razón de ser “Lo que podía ser visto ‘al
comienzo’ como un conjunto de instituciones al servicio de la sociedad, se convierte en
una sociedad al servicio de las instituciones” (Pág. 189)
La heteronomía instituida, las instituciones, frenan toda decisión individual autónoma, la
nota al pie en relación a la frase de Rosa de Luxemburgo “Si toda la población supiese, el
régimen capitalista no aguantaría ni 24hs” lo detalla: “El saber y el querer no son puro
asunto de saber y de querer, no tratamos con unos sujetos que no serían más que
voluntad pura de autonomía y responsabilidad de parte a parte; de ser así no habría
problema alguno en ningún terreno (…) Se trata de que las instituciones están ahí, en la
larga lucha que representa cada vida, para poner a todo instante topes y obstáculo,
canalizar las aguas en una única dirección, obrando a fin de cuentas con severidad contra
lo que podría manifestarse como autonomía” (pág. 187)
Esto social instituido supone siempre lo social instituyente, es imposible no tratar el tema
de las instituciones o considerar que existe sociedad sin instituciones (crítica al marxismo
en su dimensión “mística” sueño irrealizable) Tenemos una relación de inherencia (y no de
dependencia) con lo social y los histórico (su despliegue en el tiempo). No podemos
pensarnos por fuera de ello. Lo social-historico es el terreno donde puede darse tanto la
alienación como la libertad.
La institución y lo imaginario: primera aproximación
Crítica a la visión económico-funcional de las instituciones, esto es, la interpretación que
entiende la existencia y las características de la institución en función de su función.
Pretende reducir la sociedad únicamente a su aspecto económico. Según C. está visión no
daría cuenta de las “necesidades reales” de una sociedad. Para C. debemos entender que
lo que está operando siempre por debajo de toda institución es lo simbólico.
La institución y lo simbólico
Todo lo que se presenta a nosotros en el mundo social-histórico está atravesado por lo
simbólico. Todo acto individual o colectivo es imposible por fuera de la red simbólica.
Las instituciones constituyen lo simbólico en segundo grado. Es decir, no se reducen a lo
simbólico pero no pueden existir sin un simbólico:
“Una organización dada de la economía, un sistema de derecho, un poder instituido, una
religión, existen socialmente como sistemas simbólicos sancionados. Consisten en ligar a
símbolos (significantes) unos significados (representaciones, órdenes, etc.) y en hacerlos
valer como tales, es decir hacer este vínculo más o menos forzado para la sociedad o el
grupo considerado” (Pág. 201)
C. le criticará al funcionalista no reconocer el papel del simbolismo en la vida social, y a las
instituciones como inscriptas dentro de este universo.