Download - ASOCIACIÓN ENTRE LA EXPOSICIÓN AMBIENTAL Y …
UNIVERSIDAD DE ALMERÍA
Facultad de Ciencias de la Educación, Enfermería y Fisioterapia División de
Enfermería y Fisioterapia
TESIS DOCTORAL
ASOCIACIÓN ENTRE LA EXPOSICIÓN AMBIENTAL Y
OCUPACIONAL A PLAGUICIDAS Y LA EPILEPSIA
ASSOCIATION BETWEEN ENVIRONMENTAL AND
OCCUPATIONAL EXPOSURE TO PESTICIDES AND
EPILEPSY
Doctorando:
Ángeles Navarro Mena
Directores:
Raquel Alarcón Rodríguez
María del Mar Requena Mullor
Programa de doctorado en Ciencias Médicas
Abril, 2019
~ 2 ~
La doctoranda Ángeles Navarro Mena y las directoras de la tesis: Dra. Raquel Alarcón
Rodríguez y Dra. María del Mar Requena Mullor.
Garantizamos al firmar esta tesis doctoral, que el trabajo ha sido realizado por la
doctoranda bajo la dirección de las directoras de la tesis, que, en la realización del
trabajo, se han respetado los derechos de otros autores a ser citados, cuando se han
utilizado sus resultados o publicaciones, que, tras la redacción, la presente memoria
ha sido revisada por nosotras y la encontramos conforme para ser presentada y
aspirar al grado de Doctora ante el Tribunal propuesto.
Y para que conste, en cumplimiento de las disposiciones vigentes, firmamos
la presente en,
Almería a 22 de marzo de 2019.
Doctoranda
Fdo. Ángeles Navarro Mena
Directores de la Tesis
Fdo. Dra. Raquel Alarcón Fdo. Dra. Mª del Mar Requena
~ 3 ~
RESUMEN
Cada vez hay más evidencia de una asociación entre la exposición ambiental a largo
plazo a pesticidas y/o dedicarse profesionalmente al sector agrícola y los trastornos
neurodegenerativos; sin embargo, la relación con la epilepsia no se ha abordado hasta el
momento. Este estudio tuvo como objetivo determinar la prevalencia y el riesgo de
desarrollar epilepsia entre las personas de Almería que viven en áreas de alta o baja
exposición a los pesticidas y / o son agricultores, basados en datos agronómicos. La
población del estudio consistió en 6395 sujetos (1298 menores de edad y 5091 adultos)
con diagnóstico de epilepsia y 20374 sujetos de control (5755 menores de edad y 14619
adultos) ajustados por edad, sexo, sector económico y área geográfica. Los datos se
recopilaron de los registros hospitalarios del sistema sanitario español (conjunto de
datos mínimos básicos) y del centro de prevención de riesgos laborales de Almería,
entre los años 2000 y 2016. La prevalencia de epilepsia fue significativamente mayor en
los agricultores y en las áreas de mayor uso de plaguicidas en relación con las personas
que estaban involucrados en otros sectores económicos y áreas de menor uso de
plaguicidas. En general, se observó un aumento del riesgo de epilepsia en adultos y
menores de edad que viven en áreas de uso alto vs. bajo uso de plaguicidas (OR: 1.71; p
<0.001 y OR: 1.57; p <0.001 respectivamente) y un mayor riesgo de epilepsia en los
agricultores vs. personas que estaban involucradas en otros sectores económicos (OR:
1.43; p <0.001). Nuestros resultados sugieren que la exposición ambiental a pesticidas y
/ o ser agricultor podría aumentar el riesgo de tener epilepsia.
~ 4 ~
ABSTRACT
There is increasing evidence of an association between long-term environmental
exposure to pesticides and/or dedicate professionally to the agricultural sector and
neurodegenerative disorders; however, the relationship with epilepsy has not been
addressed thus far. This study was aimed at determining the prevalence and risk of
developing epilepsy among people from Almería living in areas of high vs. low
exposure to pesticides and/or they are farmers based on agronomic data. The study
population consisted of 6395 subjects (1298 underage and 5091 adults)with a diagnosis
of epilepsy and 20374 control subjects (5755 underage and 14619 adults)adjusted for
age, sex, economic sector and geographical area. Data were collected from hospital
records of the Spanish health care system (basic minimum dataset) and occupational
risk prevention center of Almería between the years 2000 and 2016. The prevalence of
epilepsy was significantly higher in farmers and areas of greater pesticide use relative to
people who were engaged in other economic sectors and areas of lesser use of
pesticides. Overall, an increased risk of epilepsy was observed in the adults and
underage population living in areas of high vs. low use of pesticides (OR:1.71; p <0.001
and OR:1.57; p <0.001 respectively) and an increased risk of epilepsy in the farmers vs.
people who were engaged in other economic sectors (OR:1.43; p <0.001). Our results
suggest that environmental exposure to pesticides and/or be farmer might increase the
risk of having epilepsy.
~ 5 ~
A mis padres
~ 6 ~
AGRADECIMIENTOS
En este apartado de la tesis doctoral me gustaría transmitir mi más sincero y profundo
agradecimiento a todas aquellas personas que han participado desinteresadamente en la
elaboración de esta tesis. Sin su ilusión y entrega nada de esto habría sido posible.
A mi directora de tesis y amiga la Doctora Raquel Alarcón la cual siempre creyó en mí
y me dio la oportunidad de llegar al último escalón académico con la realización de esta
tesis doctoral. Gracias por las interminables horas de esfuerzo con la base de datos, sin
duda eres una de las mejores en este campo, por enseñarme a amar la investigación y
por animarme a seguir en este proyecto por muy duro que fuese.
A mi directora y amiga la Doctora Mar Requena, por las incontables horas y horas de
tutorías revisando y corrigiendo la tesis, por ser mi guía en este proceso, por dejarme
aprender de ella y tener ese humor para sacar hacia adelante cualquier contratiempo.
Gracias por ser un ejemplo de constancia y entrega.
A todo el equipo de profesionales de las áreas médicas de la facultad de enfermería pues
sin vuestro granito de arena esto no habría sido posible.
A mis amigos, especialmente a Sergio por apoyarme siempre y tener esa habilidad para
reconfortarme en los momentos de incertidumbre.
A Marina, por su paciencia y su capacidad para transmitirme la tranquilidad necesaria
para elaborar esta tesis. Por ser mi compañera en este arduo y a la vez hermoso viaje
llamado vida.
A mis sobrinos, por saber transmitirme su alegría e ilusión cuando más lo necesitaba.
A mis hermanas, por ser las principales referentes en mi etapa de crecimiento, el espejo
en el que mirarme siendo adulta. Por enseñarme a no repetir sus errores y ayudarme a
superar los míos.
Por último, quiero hacer una especial mención a las dos personas más importantes de mi
vida, mis padres. Les debo absolutamente todo, ellos me dieron la vida y por ellos soy la
persona que soy en la actualidad. Gracias por vuestro apoyo incondicional, no solo en
este proyecto, sino en cualquier aventura en la que me embarco. Jamás os podré
agradecer todo lo que hacéis por mí.
~ 7 ~
A todos los que me habéis ayudado tanto personal como profesionalmente, de nuevo,
muchas gracias.
~ 8 ~
ÍNDICE
ABREVIATURAS.........................................................................................................10
I. INTRODUCCIÓN....................................................................................................12
1. Plaguicidas..................................................................................................................12
1.1 Definición de plaguicidas..........................................................................................13
1.2 Tipos de plaguicidas..................................................................................................14
1.2.1 Según el tipo de plaga que elimina...................................................................14
1.2.2 Según su mecanismo de acción........................................................................14
1.2.3 Según su grupo químico...................................................................................14
1.2.4 Según la toxicidad de los compuestos expresada en DL50.............................18
1.2.5 Por destino de aplicación..................................................................................18
1.3 Efectos de los plaguicidas sobre el medio ambiente y la salud humana...................19
1.4 Uso de los plaguicidas por sectores económicos.......................................................23
1.4.1 Distribución del sector agrícola en España.......................................................25
1.4.2 Distribución del sector agrícola en Andalucía..................................................26
1.4.3 Distribución del sector agrícola en Almería......................................................28
1.5 Factores de riesgo al manipular plaguicidas..............................................................35
1.6 Prevención y protección ante el riesgo de intoxicación por plaguicidas...................36
2. Epilepsia.....................................................................................................................38
2.1 Evolución histórica de la epilepsia............................................................................38
2.2 Evolución conceptual de la definición de epilepsia...................................................39
2.3 Tipos de epilepsia, crisis epilépticas y síndromes epilépticos...................................41
2.4 Epidemiología de la epilepsia....................................................................................46
2.5 Etiología y patogenia de la epilepsia.........................................................................47
2.6 Diagnóstico................................................................................................................49
2.7 Tratamiento................................................................................................................51
2.8 Pronóstico y morbimortalidad...................................................................................55
3. Características geográficas del área de estudio......................................................57
II. JUSTIFICACIÓN.....................................................................................................63
III. HIPÓTESIS.............................................................................................................65
IV. OBJETIVOS............................................................................................................66
V. METODOLOGÍA.....................................................................................................67
5.1 Diseño del estudio.....................................................................................................67
~ 9 ~
5.2 Población de estudio..................................................................................................67
5.3 Nivel socioeconómico de los adultos de ambos sexos por sector económico y área
geográfica de exposición a plaguicidas...........................................................................69
5.4 Variables de estudio...................................................................................................70
5.5 Análisis estadístico....................................................................................................71
VI. RESULTADOS........................................................................................................72
6. Análisis descriptivo.....................................................................................................72
7. Análisis bivariante.......................................................................................................87
8. Análisis multivariante................................................................................................106
VII. DISCUSIÓN.........................................................................................................108
VIII. CONCLUSIONES..............................................................................................120
IX. BIBLIOGRAFÍA...................................................................................................121
X. PRODUCCIÓN CIENTÍFICA DERIVADA DE LA TESIS..............................137
~ 10 ~
ABREVIATURAS
AChE: Acetilcolinesterasa o colinesterasa eritrocitaria.
ADN: Ácido desoxirribonucleico.
AHS: Agricultural Health Study.
BChE: Colinesterasa plasmática.
Ca++
: Calcio.
Cl: Cloro.
CMBD: Conjunto mínimo básico de datos
DDT: Dicloro difenil tricloroetano.
EEG: Electroencefalograma.
EPA: Encuesta de población activa.
EPI: Equipo de protección individual.
EPOC: Enfermedad obstructiva crónica.
FAEs: Fármacos antiepilépticos.
FEEN: Fundación española de enfermedades neurológicas.
FEF: Flujo espiratorio forzado.
FEV1: Volumen espirado forzado en 1 segundo.
FSH: Hormona foliculoestimulante.
FVC: Capacidad vital forzada.
GABA: Ácido gamma amino-butírico.
Ha: Hectáreas.
ILAE: Liga internacional contra la epilepsia.
IL-2: Interleucina 2.
K+: Potasio.
LH: Hormona luteinizante.
mAChR: Receptor muscarínico central de la acetilcolina.
MEG: Magnetoelectroencefalograma
MVEEG: Monitorización video-EEG.
nAChR: Receptor nicotínico de la acetilcolina.
Na+: Sodio.
NK: Natural Killer.
NMDA: N-Metil-D-aspartato.
OCs: Organoclorados.
~ 11 ~
OMS: Organización Mundial de la Salud.
OPs: Organofosforados.
PEFR: Tasa de flujo espiratorio máximo.
PET: Tomografía por emisión de positrones.
PIB: Producto interior bruto.
SNC: Sistema nervioso central.
RM: Resonancia magnética.
SPECT: Tomografía por emisión de fotón simple.
TC: Tomografía Axial Computerizada.
ºC: Grados centígrados.
I. INTRODUCCIÓN
1. Plaguicidas
Los plaguicidas se han utilizado a lo largo de la historia de la humanidad para
controlar las diversas plagas que amenazaban la salud humana. Como bien señala el
escritor Alfáu Ascuasiati (2012), ya en la época de Homero (1000 años a.C) se utilizaba
la quema de azufre como fumigante natural, aunque no es hasta el siglo pasado, en el
año 1940, cuando se industrializa la producción de plaguicidas y se crean los primeros
plaguicidas sintéticos: los productos organoclorados, los organofosforados y los
carbamatos. La elevada eficacia de estos pesticidas hizo que se extendiera su consumo
en las cosechas de todos los países. La continuidad de su uso y, por ende, la exposición
de los humanos a estos productos, sobre todo a los plaguicidas clasificados como clase I
por la Organización Mundial de la Salud (OMS), produjo daños en la salud humana
como intoxicaciones agudas que condujeron a la muerte, y por ello fueron retirados del
mercado a partir del año 1980 (Manuweera, Eddleston, Egodage y Buckley, 2008).
En la actualidad, existe el Reglamento 396/2005 en el que se exponen diversas
pautas a seguir en el uso de plaguicidas. En primera instancia, el Reglamento considera
que la salud pública debe tener prioridad sobre los intereses de la protección de cultivos,
por lo que es necesario garantizar que los residuos de plaguicidas no estén presentes a
niveles que supongan un riesgo inaceptable para los seres humanos y, en su caso, para
los animales. Para ello, los límites máximos de residuos deben fijarse en el nivel más
bajo posible que se obtenga conforme a las buenas prácticas agrícolas con objeto de
proteger a los grupos más vulnerables, entre los que destacan los niños y fetos. Para
poder fijar los límites máximos de residuos, se debe tener en cuenta los efectos
acumulativos y sinérgicos de cada grupo de plaguicidas, por lo que es necesario
establecer límites máximos de residuos sumatorios para tales grupos. Además, el
Reglamento garantiza que los consumidores estén suficientemente informados con
objeto de mejorar la transparencia. Por último, los Estados miembros deben publicar
cada año en internet los resultados del seguimiento nacional de residuos, facilitando así
todos los datos (García-García, 2016a).
A pesar de este reglamento, los acontecimientos producidos en el siglo pasado,
dieron pie a que numerosos investigadores decidiesen estudiar qué efectos tienen los
plaguicidas o pesticidas de uso común en la agricultura sobre la salud humana. Todos
estos estudios demostraron que los plaguicidas están relacionados con la aparición de
~ 13 ~
neurotoxicidad crónica, impactos inmunológicos, genotoxicidad, mutagenicidad,
carcinogénesis, toxicidad reproductiva, alteración o disrupción endocrina, entre otros
(Dabrowski, Shadung y Wepener 2015; Sugeng, Beamer, Lutz y Rosales, 2013).
1.1. Definición de plaguicidas
Los plaguicidas son productos químicos intrínsecamente tóxicos diseñados para
propagarse deliberadamente al medio ambiente para eliminar plagas (Hernández et al.,
2013). La OMS, en su último Código Internacional de Conducta para la Gestión de
Plaguicidas realizado en Roma (2014), definió a los plaguicidas como cualquier
sustancia o mezcla de sustancias con ingredientes químicos o biológicos destinados a
repeler, destruir o controlar cualquier plaga o a regular el crecimiento de las plantas
(OMS y FAO, 2014).
En los últimos años, han surgido los términos biocida y producto fitosanitario
que a menudo crean confusión con el término plaguicida. Los biocidas son sustancias
activas, preparados o microorganismos cuyo objetivo es destruir, contrarrestar,
neutralizar, impedir la acción o ejercer un control de otro tipo sobre cualquier
organismo nocivo para la salud humana o animal y los materiales naturales o
manufacturados. Son clasificados en cuatro grupos entre los que se encuentra el grupo
plaguicidas. Los productos fitosanitarios son sustancias que contienen al menos una
sustancia activa y cuyo objetivo es proteger los vegetales y sus productos de organismos
nocivos y así aumentar el rendimiento de los cultivos. Según el Ministerio para la
transición ecológica, también se consideran como productos fitosanitarios las sustancias
que destruyen las malas hierbas, regulan el crecimiento o inhiben la germinación
(Ministerio para la transición ecológica, 2015). Por lo tanto, y según estas definiciones,
los plaguicidas también pueden ser denominados tanto biocidas como productos
fitosanitarios.
Los plaguicidas se formulan en base a la mezcla de uno o más ingredientes
activos y sustancias auxiliares inertes o coadyuvantes. El ingrediente activo es el
compuesto químico que ejerce la acción plaguicida, es decir, el que combate o mata a la
plaga. Las sustancias auxiliares inertes son compuestos químicos orgánicos o minerales
que se emplean para adecuar al ingrediente activo a las concentraciones necesarias, es
decir, cumplen la función de solventes, mientras que las sustancias auxiliares
coadyuvantes son compuestos químicos que ayudan a mejorar la eficiencia y estabilidad
de los plaguicidas (Cervantes-Morant, 2010).
~ 14 ~
1.2. Tipos de plaguicidas
Los plaguicidas pueden ser clasificados de múltiples formas: según el tipo de
plaga que elimine, según su mecanismo de acción, según su grupo químico, según la
toxicidad de sus compuestos y según su destino de aplicación:
1.2.1. Según el tipo de plaga que elimina (Gunn y Stevens, 1976):
Insecticidas: Aquellos cuya función es exterminar insectos.
Nematicidas: Aquellos cuya función es exterminar nematodos parásitos de las
plantas.
Molusquicidas: Aquellos cuya función es exterminar moluscos como los
caracoles.
Rodenticidas: Aquellos cuya función es exterminar roedores.
Fungicidas: Aquellos cuya función es exterminar hongos.
Herbicidas: Aquellos cuya función es exterminar las malas hierbas.
Inhibidores del crecimiento de las plantas: Aquellos cuya función es
disminuir el crecimiento de algunas plantas.
Otros .
1.2.2. Según su mecanismo de acción (Fait y Colosio, 1998).
Por contacto: Actúan al entrar en contacto con el cuerpo de la plaga y le
provoca la muerte por asfixia o por parálisis de los centros nerviosos.
Por ingestión: Actúan al ser ingeridos por la plaga.
Por ingestión y contacto: Actúan de ambas formas.
Sistémicos: Actúan inmunizando al vegetal y por tanto aniquilan a las plagas
a través de la savia de la planta.
1.2.3. Según su grupo químico (López, 1993).
Organoclorados: Son compuestos orgánicos que tienen cloro y son
considerados muy peligrosos porque permanecen mucho tiempo en el ambiente, se
acumulan en el tejido graso y producen graves daños en la salud, por lo cual se
encuentran prohibidos o restringidos en varios países. En función de su estructura
molecular, los organoclorados se dividen en cuatro grupos:
~ 15 ~
Figura 1. Principales tipos y sus estructuras químicas de los plaguicidas
organoclorados.
Derivados clorados del etano: Entre los que destacan el DDT y el metoxicloro.
Derivados clorados del ciclohexano: Entre los que destacan hexaclorociclohexano con sus
isómeros alfa, beta y gamma (lindano).
Ciclodienos: Entre los que destacan aldrín, endrín, dieldrín, clordano, endosulfán y heptaclor.
~ 16 ~
Canfenos clorados: Entre los que destacan toxafeno y clordecona.
Organofosforados: Son compuestos orgánicos que tienen fósforo y no son
tan peligrosos como los organoclorados ya que persisten menos tiempo en el medio
ambiente. Sin embargo, de igual manera producen graves daños en la salud del ser
humano afectando sobre todo el sistema nervioso central. El mecanismo de acción de
estas sustancias se atribuye a la inhibición de la enzima acetilcolinesterasa la cual se
encarga de la reducción de los niveles de acetilcolina, que es uno de los principales
neurotransmisores del sistema nervioso central. En consecuencia, los niveles altos de
acetilcolina, conducen a una exacerbación de las respuestas parasimpáticas en el
sistema nervioso de los organismos expuestos. Algunos ejemplos de plaguicidas
organofosforados son malatión, paratión, diazinon y clorpirifós.
Figura 2. Estructuras químicas de algunos plaguicidas organofosforados.
Carbamatos: Son compuestos derivados del ácido carbámico y al igual que
los organofosforados también afectan al sistema nervioso central. Tienen una menor
persistencia y toxicidad que los dos anteriores. Algunos ejemplos de plaguicidas
carbamatos son carbaryl, carbofuran, aldicarb o mancozeb.
~ 17 ~
Figura 3. Estructuras químicas de algunos plaguicidas carbamatos.
Piretroides: Son compuestos derivados de la flor del crisantemo y pueden
producir lesiones en la piel y las mucosas. Se metabolizan y eliminan rápidamente en
el organismo. Se pueden clasificar en dos grupos:
Figura 4. Tipos y estructuras químicas de algunos plaguicidas piretroides.
Grupo I: Aquellos que carecen del grupo α-ciano en su molécula. Se incluyen por ejemplo la
aletrina o la tetrametrina.
Grupo II: Aquellos que poseen el grupo α-ciano en su molécula. Se incluyen por ejemplo la
deltametrina (figura izquierda) y la cialotrina (figura derecha).
~ 18 ~
Biperidinas: Son compuestos bipiridílicos y pueden producir daño en los
pulmones como la fibrosis pulmonar. Los más importantes son el parquat y diquat.
Figura 5. Estructuras químicas de algunos plaguicidas biperidinas.
1.2.4. Según la toxicidad de/los compuesto/s expresada en DL50 (oral o
dérmica para rata) (OMS, 2009):
Clase Ia: Extremadamente peligrosos.
Clase Ib: Altamente peligroso.
Clase II: Moderadamente peligroso.
Clase III: Ligeramente peligroso.
Productos que presentan una probabilidad baja de producir algún
riesgo durante el uso normal.
1.2.5. Por destino de aplicación. Según la Nota Técnica de Prevención 143
del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo pueden
considerarse (Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, 1983):
Plaguicidas de uso fitosanitario o productos fitosanitarios: Aquellos
destinados a su utilización en el ámbito de la sanidad vegetal o el control de
vegetales.
Plaguicidas de uso ganadero: Aquellos destinados a su utilización en el
entorno de los animales o en actividades relacionadas con su explotación.
Plaguicidas de uso en la industria alimentaria: Aquellos destinados a
tratamientos de productos o dispositivos relacionados con la industria alimentaria.
Plaguicidas de uso ambiental: Los destinados al saneamiento de locales
u otros establecimientos públicos o privados.
Plaguicidas de uso en higiene personal: Aquellos preparados útiles para
la aplicación directa sobre el hombre.
Plaguicidas de uso doméstico: Cualquier preparado destinado para ser
~ 19 ~
aplicado por personas no especialmente cualificadas en viviendas o locales
habitados.
1.3. Efectos de los plaguicidas sobre el medio ambiente y la salud humana
Los plaguicidas, como hemos mencionado anteriormente, además de producir
una función beneficiosa eliminando las plagas perjudiciales para la producción agrícola,
produce unos efectos adversos y contaminantes en las áreas donde se utilizan. Esta
contaminación afecta al agua tanto superficial como subterránea, al suelo, al propio
producto agrario, a los restos vegetales y, lo más preocupante, a los propios seres
humanos expuestos (Tolón-Becerra y Lastra-Bravo, 2010). Exposiciones prolongadas o
repetidas a los plaguicidas provocan un aumento progresivo de su concentración en el
organismo hasta producir manifestaciones clínicas. Esto puede deberse a que la
absorción del plaguicida es mayor que la capacidad de nuestro organismo para
eliminarlo o a que el plaguicida es capaz de acumularse en zonas de nuestro organismo
como el tejido adiposo (Lozano-Paniagua, 2017). Las vías de absorción por las cuales
los plaguicidas pueden penetrar en un organismo humano son principalmente tres
(Kavvalakis y Tsatsakis, 2012):
Vía digestiva: Esta vía de absorción puede producirse de dos maneras:
accidental (por consumo de alimentos o agua contaminada o por confusión) o de
forma premeditada (suicidio). El plaguicida sufre el efecto de primer paso ya que es
metabolizado por el hígado antes de pasar a la circulación general, por lo cual, el
órgano más afectado en este tipo de absorción es el hígado.
Vía pulmonar: Para que se produzca este tipo de absorción, el tóxico, en
nuestro caso el plaguicida, debe tener una presentación en forma de gas o aerosol.
Cuando el plaguicida es inhalado, es probable que cause efectos locales en las vías
respiratorias. Cuando el plaguicida accede a la circulación sanguínea, puede alterar
directamente diferentes órganos sin pasar de forma previa por el hígado, por lo que
su toxicidad será mayor, ya que no sufrirá el fenómeno de primer paso.
Vía dérmica: Este tipo de absorción es la principal a nivel ocupacional
ya que suele producirse durante la manipulación del plaguicida en el proceso de
dilución o mezcla. La absorción cutánea está determinada por diversos factores como
el pH cutáneo, las propiedades fisicoquímicas del plaguicida, el área cutánea
involucrada, la concentración del plaguicida, la temperatura ambiental, etc.
~ 20 ~
Para poder valorar los efectos adversos que produce cualquier plaguicida sobre
un organismo humano, además de conocer la vía de absorción por la cual el plaguicida
penetra en un organismo, debemos conocer el tiempo de exposición a éste y la dosis
(García-García, 2016a).
Al igual que con la exposición a cualquier otro tóxico o sustancia, la exposición
a plaguicidas puede ser aguda o crónica. Como es lógico, los efectos adversos
provocados por una exposición aguda serán diferentes a los efectos que se pueden
observar en una persona que es sometida a una exposición crónica a plaguicidas. La
exposición aguda, en dosis altas, a plaguicidas se considera como una intoxicación y la
sintomatología que típicamente presentan estas personas es: temblores, fasciculaciones,
secreción excesiva y expectoración de moco bronquial (a veces purulento), depresión de
los centros respiratorios y pérdida de la conciencia (Martín et al., 1996). En cambio, una
exposición crónica, en dosis bajas, a plaguicidas da lugar a alteraciones bioquímicas
que, en principio, no conducen a una sintomatología reconocible pero que tras un
periodo de latencia, puede desencadenar en un cuadro clínico propio de una
intoxicación crónica (López Guarnido, 2005). Los efectos adversos que se ocasionan
tras una exposición prolongada a plaguicidas son:
Problemas inmunológicos: Los compuestos inmunotóxicos son aquellos
que pueden alterar una o más funciones inmunes y que resultan en efectos adversos
para el huésped. Se pueden identificar dos efectos adversos principales: La
disminución de la inmunocompetencia, es decir, una inmunosupresión que puede dar
lugar a infecciones repetidas, más graves o prolongadas, y la inmunoestimulación,
que puede conducir a enfermedades inmunes mediadas como reacciones de
hipersensibilidad y enfermedades autoinmunes. Dentro de estos compuestos
inmunotóxicos, podemos encontrar algunos tipos de plaguicidas. Los plaguicidas
organofosforados producen una inmunomodulación sobre la producción de
anticuerpos, producción de interleucina 2 (IL-2), proliferación de linfocitos T,
incrementa la producción de células CD26 y autoanticuerpos y disminuye la
producción de células CD5 y células natural killer (NK). La exposición a plaguicidas
organoclorados también produce una disminución de las células NK, además de la
disminución de la producción de inmunoglobulina G. Sin embargo, se ha visto en
varios estudios que los niveles de inmunoglobulina A se encuentran elevados, al
igual que los linfocitos totales. También produce efectos inmunomoduladores sobre
otras células mononucleares tales como linfocitos T, linfocitos B y monocitos. Por
~ 21 ~
último, se ha demostrado que los plaguicidas organoclorados interfieren en la
cascada de coagulación. Esta afirmación fue respaldada por una prolongación del
tiempo de protrombina, disminución del conteo de plaquetas, aumento de las enzimas
hepáticas y disminución de las concentraciones séricas de vitamina K. Con respecto a
otros plaguicidas, se ha visto que tienen efecto sobre la función neutrofílica y que
hay una disminución en varias quimiocinas, interleucinas y factores de crecimiento
en aquellas personas expuestas. Todas estas alteraciones hematológicas e
inmunológicas pueden estar relacionadas con el desarrollo de otras enfermedades,
sobre todo respiratorias (Castillo-Cadena et al., 2013; Corsini, Sokooti, Galli,
Moretto y Colosio, 2013).
Problemas respiratorios: El tracto respiratorio se encuentra diariamente
expuesto a productos químicos de bajo peso molecular, entre los que se encuentran
los plaguicidas. Los aerosoles o vapores de plaguicidas pueden dañar las vías
respiratorias directamente o al interactuar con receptores irritantes en la mucosa
bronquial, causando la liberación de mediadores que finalmente conducen a una
inflamación persistente de las vías respiratorias e hiperreactividad bronquial
inespecífica (Hernández, Parrón y Alarcón, 2011). Comúnmente, las personas
expuestas a plaguicidas presentan síntomas respiratorios, tales como sibilancias,
irritación de las vías respiratorias, secreción o sequedad de la mucosa nasofaríngea,
dolor o irritación faríngea, tos, flema, disnea y opresión en el pecho. Estos síntomas
respiratorios a menudo van acompañados de otros síntomas locales o sistemáticos
como mareos, vómitos, fatiga, dolor de cabeza, dolor abdominal, temblores,
convulsiones, parestesias por ataxia y disfunción de otros órganos. Con respecto a la
función respiratoria, en diversos estudios se ha encontrado una disminución
significativa y persistente del volumen espirado forzado en 1 segundo (FEV1), de la
capacidad vital forzada (FVC), del flujo espiratorio forzado entre el 25% y el 75% de
la capacidad vital forzada (FEF 25%-75%) y de la tasa de flujo espiratorio máximo
(PEFR). Todo esto, conlleva a que las personas expuestas a plaguicidas tengan un
mayor riesgo de padecer enfermedades respiratorias crónicas como la enfermedad
obstructiva crónica (EPOC), bronquitis crónica, rinitis, sarcoidosis pulmonar, edema
pulmonar, asma o cáncer de pulmón (Ye, Beach, Martin y Senthilselvan, 2013).
Problemas neurológicos: Los plaguicidas que han sido clasificados
como organofosforados y carbamatos producen una inhibición de la
acetilcolinesterasa. La acetilcolinesterasa es la enzima responsable de hidrolizar al
~ 22 ~
neurotransmisor acetilcolina en ácido acético y colina. La acetilcolina es el
neurotransmisor responsable de la transmisión química de los impulsos nerviosos de
los sistemas simpático y parasimpático, de los nervios motores del músculo
esquelético y algunos nervios terminales dentro del sistema nervioso central. Estas
sustancias, junto con las que producen la síntesis de la acetilcolina (enzima
colinacetitransferasa, receptores muscarínicos y nicotínicos, acetilcoencimaA y
colina) forman el que es considerado uno de los más perfectos sistemas de
neurotransmisión, el Sistema Colinérgico. Cualquier defecto en este sistema, como
podría ser la inhibición de la acetilcolinesterasa por parte de los plaguicidas, puede
producir enfermedades relacionadas con el neurotransmisor acetilcolina como
polineuropatías, síntomas extrapiramidales, ansiedad, depresión, enfermedad de
Parkinson o enfermedad de Alzheimer (Androutsopoulos, Kanavouras y Tsatsakis,
2011; Parrón, Requena, Hernández y Alarcón, 2011).
Problemas dermatológicos: La exposición dérmica a los plaguicidas se
establece como la vía de exposición más importante en aquellas personas que
trabajan directamente con los plaguicidas en el sector agrícola. Además, la zona que
está más expuesta es la piel de las manos con un 50%-90% de exposición total de la
piel. Los principales síntomas mostrados son episodios de erupción cutánea, prurito y
enrojecimiento de la piel o los ojos (Hanssen, Nigatu, Zeleke, Moen y Bråtveit,
2015).
Problemas endocrinos: Los plaguicidas pueden tener la capacidad de
actuar como disruptores endocrinos, es decir, se convierten en sustancias que
suplantan a las hormonas naturales transformando cualquier proceso endocrino. Estas
sustancias tendrían efecto estrogénico sobre los seres vivos, produciendo
modificaciones endocrinas y acciones sobre órganos diana de estrógenos que
suponen cambios morfológicos de gran importancia clínica y epidemiológica. La
exposición a disruptores endocrinos puede tener como consecuencia problemas
reproductivos tales como alteraciones de la fertilidad o disfunción gonadal.
Problemas reproductivos: La exposición a los plaguicidas puede afectar
a muchos órganos del cuerpo, en el que se incluye el sistema reproductivo. Con
respecto al sistema reproductivo masculino, estar expuesto a plaguicidas puede
producir los siguientes efectos: disminución de la densidad y la motilidad
espermática, inhibición de la espermatogénesis, reducción del recuento de
espermatozoides y reducción del peso de los testículos, epidídimo, vesícula seminal y
~ 23 ~
próstata. Aunque se dispone de información limitada sobre los efectos de los
plaguicidas en el sistema reproductivo femenino, los estudios en animales han
indicado que los plaguicidas tienen efectos negativos sobre el ovario ya que reducen
su peso, el crecimiento del folículo y la viabilidad del ovocito y aumentan la atresia.
Cuando estudiamos conjuntamente los efectos de los plaguicidas para ambos sexos,
observamos también que se producen alteraciones en los niveles plasmáticos de
estrógenos, testosterona, hormona foliculoestimulante (FSH) y hormona luteinizante
(LH). Todos estos desordenes del sistema reproductivo conducen a infertilidad
(Mehrpour, Karrari, Zamani, Tsatsakis y Abdollahi, 2014; Rattan et al., 2017).
Cáncer: En los últimos años hay gran crecimiento de la incidencia del
cáncer, la cual se atribuye no solo al envejecimiento de la población, sino también a
la difusión de agentes carcinogénicos como los plaguicidas, que contaminan el medio
en el que vivimos. Varios estudios han demostrado que las personas que han estado
expuestas a plaguicidas, de forma directa o indirecta, tienen una mayor tasa de
prevalencia y de riesgo de padecer cáncer, sobre todo tumores sólidos (cáncer de
cerebro, colorrectal, mama, ovario, riñón, vejiga, próstata, testículo, pulmón, piel y
estómago), leucemia y linfoma no Hodgkin (Alavanja et al., 2004; Alavanja, Ross y
Bonner, 2013; Alexander, Weed, Mink y Mitchell, 2012; Bassil et al., 2007; Cassidy,
Natarajan y Vaughan, 2005; Eriksson, Hardell, Carlberg y Akerman, 2008; Gallagher
et al., 2011; Giannandrea, 2012; Lyons y Watterson, 2010; Merhi et al., 2007;
Parrón, Requena, Hernández y Alarcón, 2014; Sawada et al., 2010).
Genotoxicidad: Las nuevas investigaciones sobre plaguicidas van en la
dirección de examinar la toxicidad genética ya que existe una gran preocupación
sobre si las modificaciones genéticas pueden estar asociadas con la exposición a
plaguicidas a largo plazo. Se ha demostrado que los plaguicidas tienen la capacidad
para dañar el ADN, conduciendo a mutaciones de éste, que dan lugar a un aumento
de la prevalencia de enfermedades como el cáncer, efectos neurológicos y efectos
reproductivos adversos (Gómez-Martín et al., 2015).
1.4. Uso de plaguicidas por sectores económicos
Los sectores económicos son los distintos grupos de la actividad económica de
una región agrupados por rasgos comunes. Clásicamente se han dividido en tres; sector
primario, secundario y terciario, pero actualmente dada la complejidad que han
~ 24 ~
alcanzado las actividades económicas, se ha definido un nuevo sector: el sector
cuaternario (Pachón, Acosta y Milazzo, 2005).
Sector primario
En el sector primario se engloban todas las actividades que están destinadas a la
extracción de recursos del medio ambiente. Estas actividades son la agricultura,
ganadería, pesca, caza, silvicultura y minería.
Sector secundario
El sector secundario integra todas aquellas actividades que transforman o
manufacturan las materias primas recogidas por el sector primario en productos
elaborados o semielaborados. Se trata esencialmente de actividades dedicadas a la
industria y la construcción.
Sector terciario
El sector terciario agrupa todas las actividades dedicadas a la prestación de servicios
como son el comercio, el transporte, la sanidad, el turismo, las comunicaciones, la
educación, las finanzas, etc.
Sector cuaternario
El sector cuaternario engloba aquellas actividades altamente intelectuales y
especializadas propias de las sociedades y economías más avanzadas. Estas
actividades son la investigación, el desarrollo y la innovación, lo que denominamos
I+D+i. En este sector incluimos la industria de alta tecnología, las
telecomunicaciones, la investigación científica, la industria de la información, etc.
La exposición a plaguicidas puede estar determinada por el sector económico al
que se dedica el individuo. Como ya hemos mencionado anteriormente, el sector
agrícola estaría enmarcado dentro del sector primario. Realizada la clasificación de los
sectores económicos, debemos centrarnos en el sector primario, y más concretamente en
el sector agrícola, ya que está en íntima relación con el uso de plaguicidas.
En el desempeño habitual de la jornada laboral, el agricultor, está expuesto a
diferentes riesgos de intoxicación durante el transcurso de la preparación del plaguicida
(mezcla y carga) y durante la utilización de los plaguicidas, bien durante la aplicación
de los mismos o al acceder a zonas fumigadas y/o tratadas. Esto se pone de manifiesto si
destacamos que además las intoxicaciones no intencionadas o accidentales ocurren
principalmente en trabajadores agrícolas y/o sus familias. Además, como hemos
señalado anteriormente, los trabajadores agrícolas están sometidos a especiales riesgos
~ 25 ~
asociados a la inhalación y contacto a través de la piel durante la preparación y
aplicación de plaguicidas a los cultivos (García-García, 2016a).
Para la población en general, las principales fuentes de exposición a pesticidas
son la contaminación ambiental y la ingestión de alimentos y aguas contaminadas por
plaguicidas. En este sentido, según el informe realizado en el año 2013 sobre residuos
de plaguicidas en alimentos, el 97,4% de las muestras de alimentos analizadas dentro
del programa europeo podían considerarse seguras (54.6% libres de residuos y 42,8%
con residuos por debajo de límites legales). En general, la prevalencia de residuos por
encima de los límites máximos de residuos era mayor para el caso de productos
importados de terceros países (5,7%) que para los de países europeos (1,4%) (European
Food Safety Authority, 2015).
Los efectos perjudiciales que producen los plaguicidas en la población general
resultan mucho más difíciles de demostrar debido a que su exposición es menor y está
combinada con otras exposiciones ambientales y estilos de vida que hacen difícil
establecer relaciones de causalidad. Sin embargo, los individuos que trabajan en el
sector agrícola presentan una exposición mucho más acusada por el uso regular que
hacen de estos productos a lo largo de su vida laboral (Lozano-Paniagua, 2017).
1.4.1. Distribución del sector agrícola en España
La distribución del sector agrícola a nivel mundial es muy dispar ya que los
países en vías de desarrollo tienen un gran impacto en este sector. Si centramos nuestra
atención en la agricultura intensiva bajo plástico, hay principalmente dos áreas
geográficas en la superficie del globo terrestre donde se encuentran concentrados la gran
mayoría de los invernaderos: en el Extremo Oriente (especialmente China, Japón y
Corea), donde se agrupa el 80% de los invernaderos del mundo y en la cuenca
mediterránea, donde encontramos cerca del 15%. En ésta última, destacan las
superficies cubiertas en España e Italia, aunque en este último país las cifras varían
mucho dependiendo de las fuentes consultadas. Los países en los que están creciendo
más las superficies destinadas a invernaderos son Marruecos y Turquía, mientras que
otros como Francia están en recesión. El crecimiento es lento en Europa, pero en África
y en Oriente Medio está siendo del 15 al 20% anual (Fundación Cotec para la
innovación tecnológica, 2009).
Al igual que en el resto del globo terráqueo, la distribución del sector agrícola en
España no es uniforme. Existen comunidades autónomas en las que el sector agrícola es
~ 26 ~
la base de su economía por lo que todo lo que está relacionado con la agricultura está en
auge. Si examinamos la agricultura intensiva bajo plástico en España, los primeros
invernaderos de plástico se instalaron en 1958 en el Archipiélago Canario y no se
extendieron a la Península Ibérica hasta pasados 7 años. El crecimiento de la superficie
invernada ha sido continuo desde entonces (Fundación Cotec para la innovación
tecnológica, 2009). La distribución de la superficie de invernaderos en la Península
presenta una mayor concentración en el Sureste, destacando principalmente la
comunidad autónoma de Andalucía (Instituto de Estudios Socioeconómicos de Cajamar,
2002). La Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos en España (ESYRCE)
del año 2010, reflejaba que más del 70% de la superficie de invernaderos de la
península Ibérica y los archipiélagos canario y balear se encontraba en Andalucía, y más
del 10% estaban distribuidos en el Archipiélago Canario y en la comunidad autónoma
de Murcia. Estas tres comunidades reunían el 92,71% del total del cultivo bajo cubierta
en España. Si le añadimos los cultivos de Cataluña y Comunidad Valenciana, el
porcentaje aumenta hasta el 96,11%, es decir, el litoral y el prelitoral mediterráneo,
junto al ámbito atlántico de Andalucía y Canarias, son los que reúnen prácticamente la
totalidad de los cultivos bajo plástico de España (Ministerio de medio ambiente y medio
rural y marino (MARM), 2010).
1.4.2. Distribución del sector agrícola en Andalucía
La producción agrícola en Andalucía registró una ligera caída en 2017, tras dos
años de aumento continuados, condicionado por la situación de sequía que caracterizó el
año. Con estas condiciones hidrológicas, el balance de la actividad agrícola en
Andalucía, según los datos de Superficies y Producciones de la Consejería de
Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural, correspondientes al mes de diciembre de 2017,
muestra descensos de producción en cultivos tan representativos como el olivar,
principal afectado por la falta de agua, así como en flores y plantas ornamentales,
viñedo y, muy ligeramente, en las hortalizas. Por el contrario, se registraron
crecimientos muy elevados en cereales y tubérculos, así como en cultivos industriales
herbáceos, cultivos forrajeros, leguminosas en grano y en frutales. La producción de
cereales aumentó un 22,9%, especialmente en cultivos tan representativos como el trigo
que, suponiendo la mitad de la producción global de cereales, se incrementó un 43,4%.
En cualquier caso, el mayor incremento correspondió a la producción de tubérculos para
el consumo humano, que se elevó un 30,4% respecto a la campaña anterior. Junto a ello,
~ 27 ~
la producción de cultivos industriales herbáceos subió un 14,9%, destacando el
incremento en girasol (37,9%) y el algodón (32,4%); la producción de cultivos
forrajeros creció un 13,7%, impulsado por el resultado del cultivo más importante, la
alfalfa (14,7%); y las leguminosas en grano se incrementaron un 13,3%. Asimismo, se
elevó la producción de frutales no cítricos, un 7,3%, destacando por su importancia
relativa el crecimiento del almendro (39,7%) y el aguacate (9,5%). (Consejería de
Economía, Hacienda y Administración Pública, 2017).
Tabla 1: Producción agrícola en Andalucía en el año 2017.
A pesar del ligero descenso de producción agrícola, los intercambios
comerciales de productos del sector primario con el extranjero se caracterizaron por un
incremento tanto de las ventas como de las compras en 2017. En concreto, las ventas al
extranjero de productos agrícolas supusieron el 97,3% del total de las exportaciones del
sector en Andalucía, y registraron un aumento del 5,4% respecto al ejercicio precedente,
alcanzando la cifra de 5.442,6 millones de euros. Un crecimiento en gran medida
impulsado por el incremento de las exportaciones de cereales, del 31,4%, en un
contexto, como se ha visto anteriormente, de notable aumento de la producción de los
mismos . Junto a ello, también crecieron de manera significativa las exportaciones de
frutas (9,3%) y, con tasas menos elevadas, las de hortalizas (1,7%), a pesar del ligero
descenso de la producción (-0,6%). Además del crecimiento económico, según los datos
~ 28 ~
de la Encuesta de población Activa (EPA), en 2017 se incrementó el mercado de trabajo
en el sector primario un 7% (Consejería de Economía, Hacienda y Administración
Pública, 2017).
1.4.3. Distribución del sector agrícola en Almería
Dentro de Andalucía debemos destacar la provincia de Almería ya que es el
ejemplo más llamativo de la alta concentración de invernaderos con una estimación de
31034 hectáreas (ha) invernadas y más del 50% de la superficie de invernaderos de
España (Instituto de Estudios Socioeconómicos de Cajamar, 2002; Consejería de
Agricultura, Pesca y desarrollo rural. Junta de Andalucía, 2017). El importante proceso
de crecimiento económico experimentado por la provincia de Almería en las tres
últimas décadas, se apoyó en sus inicios en la agricultura intensiva desarrollada en las
comarcas del litoral, especialmente en la zona de poniente almeriense. En la actualidad
constituye uno de los pilares básicos en los que se sustenta la economía de la provincia
(Diputación Provincial de Almería, 2009). Esto se pone de manifiesto al comprobar que
casi el 28% de los individuos ocupados de la provincia se encuadran en el sector agrario
y que genera aproximadamente el 15% del producto interior bruto (PIB) provincial.
Además, la últimas campañas del sector hortofrutícola almeriense han dejado patente su
fortaleza ya que han podido salvar dificultades como los bajos precios y la escasez de
agua, marcando un nuevo máximo histórico en todas sus variables: superficie,
producción, toneladas exportadas y valor de producto comercializado (Servicio Público
de Empleo Estatal, 2017). El tipo de cultivo predominante en esta zona es el de la
hortaliza. Las hortalizas cultivadas más representativas son:
Tomate: Los hay de múltiples tipos; el tomate de larga vida, el tomate en
ramo, el tomate cherry, el tomate asurcado, el tomate liso o de ensalada y el tomate
de pera.
Pimiento: Los hay de varios tipos; el pimiento california, el pimiento
lamuyo, el pimiento italiano y otros tipos de pimiento.
Calabacín: El principal es el calabacín verde aunque hay diversos tipos
menos comunes.
Sandía: Las hay de varios tipos; la sandía negra con semillas, la sandía
negra sin semillas, la sandía rayada y otras variedades.
Pepino: Podemos encontrar tres variedades; el pepino Almería, el pepino
francés y el pepino corto.
~ 29 ~
Melón: Los hay de varios tipos; el melón Galia, el melón Cantaloup, el
melón piel de sapo, el melón amarillo y otras variedades.
Berenjena: Podemos encontrar la berenjena larga, la berenjena rayada, la
berenjena redonda y otros tipos.
Judía verde: Encontramos la judía verde plana, la judía verde redonda y
otras variedades.
Por otro lado, junto a la agricultura intensiva, en la provincia existe otra de
carácter más tradicional en las comarcas del interior dedicada principalmente al cultivo
de frutos secos, cereales, olivar y viñedo (CAPMA, 2012; Diputación Provincial de
Almería, 2009).
Según la cartografía de 2017 elaborada por la Junta de Andalucía son seis las
comarcas de la provincia de Almería las que destacan por la superficie de invernaderos
detectada. Estas seis comarcas son Campo de Dalías, Campo de Níjar, Bajo Andarax,
Alto Andarax, Campo Tabernas y Río Nacimiento.
~ 30 ~
Campo de Dalías
Los términos municipales pertenecientes a Campo de Dalías son Adra, Berja, Dalías,
El Ejido, Félix, Enix, La Mojonera, Roquetas de Mar y Vícar. Al igual que en la
cartografía de años anteriores, El Ejido es el municipio en el que se concentra más de
la mitad de la superficie de invernaderos de la comarca (12.647 ha). Si realizamos
una clasificación del resto de municipios por hectáreas invernadas encontraríamos
como segundo municipio a Roquetas de Mar (1.937 ha) seguido de Vícar (1.855 ha),
Berja (1.679 ha), La Mojonera (1.403 ha), Adra (1381 ha), Dalías (383 ha) y Félix y
Enix (0 ha cada uno).
Figura 7. Distribución de invernaderos y clasificación de términos municipales en la
comarca de Campo de Dalías.
~ 31 ~
Campo de Níjar y Bajo Andarax
Los términos municipales pertenecientes a Campo de Níjar y Bajo Andarax son
Almería, Benahadux, Carboneras, Gádor, Huércal de Almería, Níjar, Pechina, Rioja,
Santa Fe de Mondújar y Viator. Al igual que en la cartografía de años anteriores, la
mayor superficie de invernaderos de la comarca se encuentra distribuida entre los
municipios de Níjar y Almería (5530 ha y 2462 ha respectivamente). Si realizamos
una clasificación del resto de municipios por hectáreas invernadas encontraríamos
como tercer municipio a Pechina (195 ha) seguido de Viator (122 ha), Santa Fe de
Mondújar (54 ha), Gádor (35 ha), Carboneras (26 ha), Rioja (24 ha), Benahadux (18
ha) y Huércal de Almería (2 ha).
Figura 8. Distribución de invernaderos y clasificación de términos municipales en la
comarca de Campo de Dalías.
~ 32 ~
Alto Andarax
Los términos municipales pertenecientes a Alto Andarax son Alcolea, Alhama de
Almería, Canjáyar, Huécija, Íllar, Instinción, Bayárcal, Paterna del Río, Láujar de
Andarax, Fondón, Beires, Almócita, Ohanes, Padules, Rágol, Bentarique y Terque.
La mayor superficie de invernaderos de la comarca se encuentra en Alhama de
Almería (39 ha). Si realizamos una clasificación del resto de municipios por
hectáreas invernadas encontraríamos en segundo lugar los municipios de Canjáyar,
Huécija e Illar (4 ha cada una), seguidos de Instinción (2 ha) y el resto de municipios
con 0 ha.
Figura 9. Distribución de invernaderos y clasificación de términos municipales en la
comarca de Alto Andarax.
~ 33 ~
Campo Tabernas
Los términos municipales pertenecientes a Campo Tabernas son Lubrín, Lucainena
de las Torres, Sorbas, Tabernas, Tahal, Uleila del Campo, Olula de Castro, Castro de
Filabres, Velefique, Senés, Alcudia de Monteagud, Benizalón y Turrillas. Al igual
que en la cartografía de años anteriores, la mayor superficie de invernaderos de la
comarca se encuentra en Lucainena de las Torres (136 ha). Si realizamos una
clasificación del resto de municipios por hectáreas invernadas encontraríamos como
segundo municipio a Tahal (73 ha), seguido por Sorbas (72 ha), Tabernas (21 ha),
Uleila del Campo (20 ha), Lubrín (1ha) y el resto de municipios con 0 ha.
Figura 10. Distribución de invernaderos y clasificación de términos municipales en la
comarca de Campo Tabernas.
~ 34 ~
Río Nacimiento
Los términos municipales pertenecientes a Río Nacimiento son Abla, Abrucena,
Santa Cruz de Marchena, Alboloduy, Alhabia, Alsodux, Fiñana, Gérgal, Las Tres
Villas y Nacimiento. Podemos observar que Gérgal es el municipio en el que se
concentra casi la mitad de la superficie de invernaderos de la comarca (95 ha). Si
realizamos una clasificación del resto de municipios por hectáreas invernadas
encontraríamos como segundo municipio a Nacimiento (38 ha) seguido de Abla (22
ha), Alboloduy (16 ha), Abrucena y Fiñana (12 ha cada uno), Alhabia (5 ha),
Alsodux (3 ha), Las Tres Villas (1 ha) y Santa Cruz de Marchena (0 ha).
Figura 11. Distribución de invernaderos y clasificación de términos municipales en la
comarca de Río Nacimiento.
~ 35 ~
1.5. Factores de riesgo al manipular plaguicidas
El hecho de que la manipulación de plaguicidas por parte de individuos
pertenecientes al sector agrario sea de mayor o menor riesgo va a depender de tres
factores principalmente: Factores que dependen del producto, factores que dependen del
ambiente de trabajo y factores que dependen del sujeto (Asaja Murcia, 2010).
1) Factores que dependen del producto:
La toxicidad del principio activo
La concentración del principio activo. A mayor concentración, mayor
toxicidad.
Las propiedad físico-químicas del formulado: el plaguicida que se
presenta en polvo será más peligroso que otro granulado, un plaguicida liposoluble
será más peligroso que uno hidrosoluble, etc.
Los excipientes e impurezas
Las mezclas con otros productos que pueden variar las condiciones de
toxicidad.
2) Factores que dependen del ambiente de trabajo
La temperatura ambiental ya que, generalmente la temperatura alta o el
trabajo en invernaderos e incluso el esfuerzo físico considerable, favorecen la
formación de vapores y la absorción cutánea.
El tipo y distribución del cultivo, ya que un cultivo denso favorece el
contacto accidental con hojas y ramas impregnadas.
La forma de empleo o aplicación, que varía según tipo de plaguicida y el
vehículo empleado para distribuirlo.
3) Factores que dependen del sujeto
La edad y el sexo, con especial atención a aquellos productos que pueden
resultar especialmente perniciosos para los niños, las mujeres embarazadas y los
ancianos.
El grado de sensibilización, debido a contactos previos con el producto y
sus alérgenos.
Las enfermedades o patologías que sufra el individuo y que afectarán a
sus niveles de respuesta ante el producto.
El uso adecuado de los equipos de protección individual (EPI).
~ 36 ~
1.6. Prevención y protección ante el riesgo de intoxicación con plaguicidas.
La utilización de plaguicidas en la agricultura conlleva riesgos en la salud como
hemos visto anteriormente. El uso indiscriminado de plaguicidas sin las precauciones
debidas, potencia el riesgo de intoxicaciones agudas y crónicas principalmente en los
trabajadores agrícolas. También existe el riesgo de residualidad en los alimentos y el
agua, lo que es igualmente peligroso para la población en general (Seefoó, 2005).
La forma más efectiva de minimizar el riesgo de intoxicación por plaguicidas es
la prevención y para ello se deben seguir una serie de pautas generales antes, durante y
después de la aplicación de un plaguicida (Vallebuona et al., 2007).
Pautas generales antes de la aplicación del plaguicida:
- Leer e interpretar la etiqueta y seguir las instrucciones que vienen en ella.
- Respetar la dosis recomendada.
- Intentar evitar los productos tóxicos y muy tóxicos.
- Realizar las mezclas en áreas bien ventiladas.
- Mantener y revisar los equipos de aplicación.
- Evitar los tratamientos en días de viento o excesivamente calurosos.
Pautas generales durante la aplicación del plaguicida:
- Disminuir el número de personas expuestas.
- Emplear las medidas de protección adecuadas.
- Permanecer el tiempo imprescindible después de la aplicación.
- No comer, beber, ni fumar en las zonas de aplicación mientras se fumiga.
Pautas generales después de la aplicación del plaguicida:
- Señalizar las zonas sobre las que se ha aplicado los plaguicidas.
- Indicar fecha de aplicación, producto empleado, dosis, incidencias, etc.
- Respetar los plazos de seguridad para el acceso a zonas tratadas.
- No reutilizar la ropa sin lavar previamente de forma separada.
- Higiene personal: Ducha y cambio de ropa.
- Mantener los productos sobrantes en sus envases originales.
- No almacenar productos alimenticios en donde haya plaguicidas.
- No emplear para otros usos los utensilios utilizados para los plaguicidas.
- Mantener los equipos de aplicación siempre limpios y en conservados.
~ 37 ~
La selección de un equipo adecuado y apropiado es esencial para el uso efectivo
y seguro de los plaguicidas. Este equipo de protección individual debe estar compuesto
por (Calderón Zaragoza y Campos León, 2016):
Guantes de goma.
Botas de goma.
Gorra.
Gafas de protección.
Mascarilla respiratoria con filtro químico.
Ropa impermeable que no deje al descubierto partes del cuerpo.
~ 38 ~
2. Epilepsia
2.1. Evolución histórica de la epilepsia
El término epilepsia procede del griego "Epilambanein" que significa "coger por
sorpresa". Los antecedentes históricos de la enfermedad se remontan a la época del
antiguo Egipto (3000 a.C) en la que la epilepsia era representada en sus jeroglíficos con
figuras que simbolizaban la entrada de una persona muerta o un demonio dentro de la
víctima. Aparecen leyes que hacían referencia a las personas que padecen epilepsia en el
código de Hammurabi (2080 a.C), e incluso en el papiro de Edwin Smith (1700 a.C) se
explica que los ataques epilépticos son producidos por la estimulación de las heridas en
el cerebro.
En la antigua Babilonia (1000 a.C), en el libro Sakikku, se hallan descritos la
mayoría de los tipos de ataques que hoy en día conocemos. La epilepsia en todo este
período y hasta muchos siglos después, sería interpretada como una expresión de
fuerzas sobrenaturales, una enfermedad misteriosa, sagrada, extraterrena y siempre con
carácter punitivo. No fue hasta la época de Hipócrates (460-377 a.C) cuando se apreció
a la epilepsia con otro enfoque; Hipócrates la consideró como una afección idiopática
del cerebro, cuyo origen estaba en una perturbación primaria de ese órgano vital. A este
nuevo enfoque, se unieron más tarde Heródoto (484-420 a.C) y Galeno (129-199 d.C).
El tratamiento que impuso Hipócrates fue desde incorporar catárticos o vomitivos,
realizar trepanaciones hasta la castración de los enfermos como recurso higiénico-
sanitario.
En Roma, cuando se celebraban los comicios electorales y se presentaba alguien
con un ataque epiléptico, éstos eran suspendidos, de ahí el término "comicial" empleado
para señalar las crisis o ataques. Durante la época cristiana y la Edad Media se retoma el
origen "demoníaco" de la enfermedad. Ya en el Renacimiento se retoma el pensamiento
"científico-filosófico" y la hipótesis demoníaca inicia su declive. (López-Martínez,
2013).
A principios del siglo pasado, concretamente en el año 1912, se empiezan a
comercializar los primeros fármacos antiepilépticos, aunque no es hasta 1939 cuando se
descubrió el primer fármaco para el tratamiento de la epilepsia. Esto fue posible gracias
a que, un década antes, el neurólogo alemán Hans Berger registró por primera vez en
papel la actividad eléctrica cerebral, lo que se conoce en la actualidad como
electroencefalograma (EEG). En el último tercio del siglo pasado, se produjo una gran
~ 39 ~
revolución en el diagnóstico de la epilepsia, ya que se descubrió la tomografía
computarizada (TC) y posteriormente la resonancia magnética (RM) (Pérez-Sempere et
al., 2005).
Actualmente, la epilepsia es la tendencia a la ocurrencia de ataques epilépticos
no provocados y se representa como uno de los trastornos neurológicos más comunes
(Sander, 2003), afectando entre el 0,5% y el 1% de la población mundial con una
incidencia de por vida del 1% al 3% (Michael-Titus, Revest y Shortland, 2010). Es una
patología crónica, con un alto impacto social y sobre la calidad de vida tanto del
paciente como de sus familiares. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte
que los pacientes con epilepsia y sus familias pueden ser víctimas de estigma social y
discriminación en muchos lugares del mundo (WHO, 2012)
2.2. Evolución conceptual de la definición de epilepsia
El concepto de epilepsia ha ido evolucionando a lo largo de las últimas décadas
sobre todo a través de la ILAE (International League Against Epilepsy, traducida al
castellano como Liga Internacional Contra la Epilepsia). En la década de los 80, la
ILAE publicó una clasificación de las crisis epilépticas (1981) (Commission on
classification and terminology of the ILAE, 1981) y una clasificación de las epilepsias y
los síndromes epilépticos (1985-1989) (Commission on classification and terminology
of the ILAE, 1985 y 1989). Aunque estas clasificaciones fueron utilizadas y aceptadas a
nivel internacional por los profesionales sanitarios, no quedó claramente desarrollado el
concepto de epilepsia. Si bien, en la clasificación de 1989 se introdujo un término muy
importante como es el de síndrome epiléptico. El síndrome epiléptico agrupa un
conjunto de signos y síntomas que pueden tener distintas etiologías y pronósticos. El
tipo de síndrome epiléptico depende de varios factores como son el tipo de crisis, el tipo
de anomalías del electroencefalograma (EEG), la edad de inicio de la sintomatología, la
respuesta del paciente al tratamiento, la existencia o no de factores precipitantes y en
ocasiones también su pronóstico. (Commission on classification and terminology of the
ILAE, 1989)
Durante la década de los 90, la ILAE publicó una
Guía para Estudios Epidemiológicos sobre Epilepsia (1993) en la que se clarificó el
concepto de epilepsia quedando como una condición caracterizada por la presencia de
crisis epilépticas que se producen de forma recurrente (dos o más), no provocadas y
separadas entre sí al menos 24 horas (Commision on Epidemiology and Prognosis of the
~ 40 ~
ILAE, 1993). Además, se distinguió entre crisis agudas sintomáticas o crisis provocadas
y crisis no provocadas. Las crisis provocadas son aquellas temporalmente relacionadas
con una alteración aguda del sistema nervioso central (incluyendo infección, accidente
cerebrovascular, traumatismo craneal, hemorragia intracerebral, intoxicación o
deprivación etílica aguda) o a nivel sistémico (incluyendo las causas tóxico-
metabólicas), mientras que las crisis no provocadas son aquellas en las que no se
encuentra una causa aguda relacionada (Commision on Epidemiology and Prognosis of
the ILAE, 1993). Dentro de las crisis no provocadas la ILAE realizó en la Guía una
pequeña clasificación:
Crisis epiléptica no provocada sintomática remota: Son aquellas que
ocurren en relación con una enfermedad previa que incrementa sustancialmente el
riesgo de sufrir crisis epilépticas.
Crisis epiléptica no provocada idiopática: Son aquellas que tienen unas
particulares características clínicas y electrocardiográficas, por lo que su etiología es
presumiblemente genética.
Crisis epiléptica no provocada criptogénica: Son crisis en las que no se
ha identificado ningún factor asociado con un aumento del riesgo de sufrir una crisis
epiléptica. En este grupo se incluyen a los pacientes que no cumplen ninguno de los
criterios para pertenecer a las categorías anteriores.
A comienzos del siglo XXI, más concretamente en el año 2005, la ILAE y el
International Bureau for Epilepsy proponen conjuntamente una definición "conceptual"
para la epilepsia considerándola una alteración cerebral caracterizada por la
predisposición permanente para generar crisis y que precisa de al menos una crisis para
su diagnóstico, por lo que si un paciente tuviera una sola crisis a lo largo de su vida ésta
sería suficiente para definir la epilepsia (Fisher et al., 2005).
Actualmente la ILAE ha realizado algunos cambios al concepto de epilepsia
añadiéndole algunas condiciones para hacerla una definición más "operativa" o práctica
para facilitar el diagnóstico clínico a los profesionales sanitarios. Así pues, la definición
quedaría de la siguiente forma: La epilepsia es un trastorno neurológico crónico
caracterizado por una predisposición del cerebro para generar crisis epilépticas
recurrentes, y por las consecuencias neurobiológicas, cognitivas, psicológicas y sociales
de esta condición. Además para realizar un diagnóstico de epilepsia se deben cumplir
alguna de las siguientes condiciones (Fisher et al., 2014):
~ 41 ~
1. Al menos dos crisis no provocadas separadas entre sí más de 24 horas.
2. Una crisis no provocada ni refleja junto con una posibilidad de recurrencia
similar a la de haber padecido dos crisis (al menos un 60% de riesgo de
recurrencia) durante los siguientes 10 años.
3. Diagnóstico de un síndrome epiléptico.
Otra de las novedades de esta definición es que la epilepsia ya es considerada
como una enfermedad. Tradicionalmente la epilepsia se ha considerado como un
trastorno o familia de trastornos ya que comprende diferentes patologías. El término
"trastorno" implica una alteración funcional no necesariamente duradera, lo cual llevaba
a que la población general minimizase la naturaleza grave de la epilepsia (Fisher et al.,
2014).
Debemos entender que una convulsión es una contracción involuntaria de la
musculatura y que puede deberse a mecanismos muy diferentes (anóxico, metabólico,
epiléptico...) por lo que no todas las convulsiones van a ser crisis epilépticas ni todas las
crisis epilépticas van a ser convulsivas (Berg et al., 2010; Fisher et al., 2014).
2.3. Tipos de epilepsia, crisis epilépticas y síndromes epilépticos
Al igual que el concepto de epilepsia, la clasificación de las crisis epilépticas,
síndromes y tipos de epilepsia, han ido evolucionando a lo largo de las últimas décadas.
Ya en el año 1969 la ILAE realizó la primera clasificación para las crisis epilépticas en
la que se hacía una distinción entre crisis parciales y crisis generalizadas (Gastaut,
1970). Con los consiguientes avances en el conocimiento de la epilepsia en años
posteriores, 12 años después de la primera clasificación, la ILAE publicó una nueva
clasificación en la que catalogaban las crisis en función de criterios clínicos y
electrocardiográficos. Esta nueva catalogación dejó divididas a las crisis epilépticas en
tres grupos (Commission on classification and terminology of the ILAE, 1981):
Crisis parciales: Aquellas en las que la primera manifestación clínica
y electroencefalográfica indica la activación de un sistema neuronal limitado a una
parte del hemisferio cerebral.
Crisis generalizadas: Son aquellas en las que la primera manifestación
clínica y electroencefalográfica indica el compromiso inicial de ambos hemisferios,
pudiendo alterarse la conciencia del paciente.
Crisis inclasificables: Aquellas que no pueden ser incluidas en ninguno
de los dos grupos anteriores por falta de datos o inexactitud de los mismos.
~ 42 ~
Tabla 2. Clasificación internacional de las crisis epilépticas (Commision on
Classification and Terminology of the ILAE, 1981).
Crisis parciales (focales o locales)
1. Crisis parciales simples (sin alteración de la conciencia)
Con signos motores
Focal motora sin marcha Focal motora con marcha
Versiva Postural
Vertiginosa Gustatoria
Fonatoria (vocalización o impedimento del habla
Con síntomas sensitivos
Somatosensorial Visual
Auditiva Olfatoria
Con signos y síntomas vegetativos o autonómicos
Sensación epigástrica, palidez, sudoración, piloerección, midriasis.
Con síntomas psíquicos
Disfásica Dismnésica
Cognitiva Afectiva
Ilusiones Alucinaciones estructuradas
2. Crisis parciales complejas (con alteración de la conciencia)
Con características de crisis parcial simple seguido de alteración de la conciencia con o sin
automatismos.
Con alteración de la conciencia desde el inicio, acompañado o no de automatismos.
3. Crisis parciales que evolucionan a generalizadas
Crisis parcial simple que evoluciona a crisis generalizada
Crisis parcial compleja que evoluciona a crisis generalizada
Crisis parcial simple que evoluciona a crisis parcial compleja y posteriormente a crisis
generalizada.
Crisis generalizadas (convulsivas o no convulsivas)
1. Ausencias
Ausencias típicas
Con alteración de la conciencia Con componentes clónicos leves
Con componente atónico Con componente tónico
Con automatismos Con componentes autonómicos
Ausencias atípicas
Cambios en el tono Comienzo/terminación no abrupto
2. Crisis mioclónicas
3. Crisis clónicas
4. Crisis tónicas
~ 43 ~
5. Crisis tónico-clónicas
6. Crisis atónicas (astáticas)
Crisis no clasificadas
Esta clasificación fue sometida a diversas revisiones y actualizaciones debido a
que prevalecían ciertas controversias y no incluía la definición y clasificación de los
síndromes epilépticos. Todo esto provocó que la ILAE en 1989 propusiese una nueva
clasificación de las crisis epilépticas, en la que incluía el concepto de síndrome
epiléptico. Aparte de la inclusión de éste concepto, la clasificación tenía otras
novedades como la recomendación de localizar y nombrar el lóbulo afectado cuando se
trataba de una crisis parcial. Como se ha citado anteriormente, es en esta clasificación
cuando se subdividen las crisis no provocadas en crisis sintomáticas, crisis idiopáticas y
crisis criptogénicas (Commission on classification and terminology of the ILAE, 1989).
Tabla 3. Clasificación internacional de las epilepsias y síndromes epilépticos
(Commision on Classification and Terminology of the ILAE, 1989).
Epilepsias y síndromes epilépticos relacionados con una localización (focal, local, parcial)
1. Idiopáticos
*Epilepsia benigna infantil con paroxismos centro-temporales
*Epilepsia benigna infantil con paroxismos occipitales
*Epilepsia primaria de la lectura
2. Criptogénicos
3. Sintomáticos
*Epilepsia parcial continua (síndrome de Kojewnikow)
*Epilepsia del lóbulo temporal
* Epilepsia del lóbulo frontal
* Epilepsia del lóbulo parietal
* Epilepsia del lóbulo occipital
Epilepsias y síndromes epilépticos generalizados
1. Idiopáticos
*Convulsiones neonatales familiares benignas
*Convulsiones neonatales benignas
*Epilepsia mioclónica benigna del lactante
*Epilepsia ausencias infantiles
*Epilepsia ausencias juveniles
*Epilepsia mioclónica juvenil
*Epilepsia con crisis gran mal o crisis tónico-clónicas generalizadas del despertar
~ 44 ~
*Otras epilepsias generalizadas idiopáticas
*Epilepsias con crisis provocadas por estímulos específicos
2. Criptogénicos o sintomáticos
*Síndrome de West *Síndrome de Lennox-Gastaut
*Epilepsia con ausencias mioclónicas *Epilepsia con crisis mioclónico-astáticas
3. Sintomáticos
*Sin etiología específica *Encefalopatía epiléptica infantil precoz con patrón de brote supresión
* Otras epilepsias * Encefalopatía mioclónica precoz
4. Con etiología específica
Epilepsias y síndromes indeterminados (tanto focales como generalizados)
1.Con crisis focales y generalizadas
*Crisis neonatales *Epilepsia mioclónica severa de la infancia
*Epilepsia con punta-onda continua en el sueño *Afasia epiléptica adquirida (Landau-Kleffner)
2. Sin características inequívocas focales o generalizadas
Síndromes especiales
1. Convulsiones febriles
2. Crisis provocadas por un factor tóxico o metabólico
3. Crisis aisladas o estado de mal epiléptico aislado
Aunque esta clasificación sigue siendo la más aceptada y la que se emplea en los
estudios epidemiológicos y clínicos, en 2010 la ILAE realizó unas pequeñas
modificaciones en las que redefinió los conceptos de crisis parciales o focales y
generalizadas. Las crisis parciales debían originarse a nivel cortical o subcortical aunque
siempre dentro de unos sistemas neuronales limitados a un hemisferio cerebral. Además
deben mostrar un comienzo ictal consistente de una crisis a otra. Por otra parte, las crisis
generalizadas debían mantener la bilateralidad de su origen, pero podían incluir
estructuras corticales y subcorticales aunque no necesariamente abarcar toda la corteza
cerebral. También se integró el concepto de espasmos epilépticos, cuya naturaleza no
está totalmente demostrada (Berg et al., 2010).
~ 45 ~
Tabla 4. Clasificación Internacional de las crisis epilépticas (Berg et al., Commission
on Classification and Terminology of ILAE, 2010).
Crisis epilépticas generalizadas
1. Tónico-Clónicas
2. Ausencias
Típicas
Atípicas
Ausencias con características específicas
Ausencias mioclónicas
Mioclónicas palpebrales
Mioclónicas
Mioclónicas
Mioclónico-atónicas
Mioclónico-tónicas
Clónicas
Tónicas
Atónicas
Crisis focales
Desconocido
1. Espasmos Epilépticos
Los términos idiopático, sintomático y criptogénico han adquirido una variedad
de significados y connotaciones que han resultado en una considerable contradicción y
confusión. Esto ha provocado que las epilepsias sean clasificadas con los siguientes
términos (Berg et al., 2010):
Genética: Es aquella en la cual la epilepsia es el resultado directo de un
defecto genético presumible o conocido en el que las convulsiones son el síntoma
principal del trastorno. Esto no excluye que los factores ambientales también puedan
contribuir a la expresión de la enfermedad.
Estructural-Metabólica: Es aquella en la que existe una condición o
enfermedad estructural o metabólica la cual está asociada de forma evidente a un
mayor riesgo de padecer crisis epilépticas.
Desconocida: Aquellas en las que se desconoce la naturaleza de la causa
subyacente a la epilepsia.
~ 46 ~
2.4. Epidemiología de la epilepsia
La epilepsia es uno de los trastornos neurológicos más frecuentes, presente en
todas las sociedades y grupos de edad. La Organización Mundial de la Salud (OMS)
estima que 50 millones de personas padecen o han padecido epilepsia en algún
momento de su vida en todo el mundo (WHO, 2012). La estimación en España es de
unos 400.000 pacientes con epilepsia (Asensio Vicente, 2010).
La prevalencia de la epilepsia varía según el grado de desarrollo de un país, con
tendencia a ser más baja en países desarrollados frente a los menos desarrollados, y
dentro de los países menos desarrollados, mayor en áreas rurales frente a urbanas
(Banerjee, Filippi y Hauser, 2009; Ngugi, Bottomley, Kleinschmidt, Sander y Newton,
2010). La prevalencia de la epilepsia ajustada por edad en los países desarrollados es de
4-8 por cada 1.000 habitantes (Hauser, Annengers y Kurland, 1991; Oka et al., 2006)
mientras que en los países menos desarrollados los datos fluctúan entre 0,9 hasta 74 por
cada 1000 personas (Benamer y Grosset, 2009). Las tasas de prevalencia de la
enfermedad también fluctúan dependiendo del nivel económico de la sociedad
dividiéndose en una tasa de 2,3-15,9 por 1000 habitantes en zonas con elevados
ingresos, 3,7-13,3 por 1000 habitantes en zonas con ingresos medio-altos, 2,4- 22,8 por
1000 habitantes en zonas con ingresos medio-bajos y 3,6-15,4 por 1000 habitantes en
zonas con ingresos bajos (Ngugi et al., 2010).
En Europa no hay demasiados datos disponibles pero, aunque los resultados
existentes de estudios realizados en algunos países fluctúan, la tasa que habitualmente
se tiende a adoptar es de 4-10 casos de epilepsia por cada 1000 habitantes (Sander,
2003).
Al igual que en Europa, en España son escasos los estudios epidemiológicos
realizados sobre la epilepsia. A pesar de ello, el informe de la fundación española de
enfermedades neurológicas o informe FEEN de 2011 recoge que la incidencia anual de
la epilepsia en nuestro país es de 31 a 57 casos por cada 100.000 habitantes, siendo esta
incidencia superior en niños menores de 14 años (3,7 casos por cada 1000 habitantes) y
en personas con una edad superior a 60 años (134 casos por cada 100.000 habitantes).
En Andalucía, hemos encontrado un único estudio, realizado en la provincia de Málaga,
en el que se investiga la prevalencia de la epilepsia siendo de 4,79 por cada 1000
habitantes (García-Martín et al., 2012).
La incidencia de la epilepsia es máxima en el primer año de vida, descendiendo
progresivamente durante la edad media de la vida para aumentar posteriormente a partir
~ 47 ~
de los 60 años. Esto nos indica que la mayor incidencia de la epilepsia se produce en los
extremos de la vida (Annegers, Hauser, Lee y Rocca, 1995). La población cuyo sexo es
el masculino tiene un mayor riesgo de padecer epilepsia que la del sexo femenino, no
existiendo diferencias entre grupos raciales. La diferencia entre sexos es justificada por
la mayor incidencia de factores de riesgo en varones que en mujeres, como por ejemplo
traumatismos craneoencefálicos (Russ, Larson y Halfon, 2012).
2.5. Etiología y patogenia de la epilepsia
Las crisis epilépticas pueden originarse en cualquier localización del cerebro
pero típicamente se producen por una descarga neuronal anormal localizada en la
sustancia o materia gris cortical o en el sistema límbico, aunque algunas veces la
descarga se produce en regiones subcorticales. Estas crisis pueden ser detectadas en el
electroencefalograma de superficie. Sin embargo, estructuras profundas como el tálamo,
los ganglios basales y la fosa posterior, que clásicamente se han considerado como
incapaces de generar convulsiones y que actualmente diferentes estudios encuentran
estas estructuras en el origen de las crisis epilépticas, no son detectadas por un
electroencefalograma por lo cual éste tiene una apariencia normal (Camfield, Camfield,
Gordon, Smith y Dooley, 1993).
Cualquier fallo en los mecanismos de compensación inhibitorio y excitatorio del
sistema nervioso central (SNC) puede desencadenar una crisis epiléptica. El ácido
gamma.amino-butírico (GABA) es uno de los neurotransmisores inhibitorios más
importantes del SNC y es capaz de unirse a dos tipos de receptores: El GABAa que es el
encargado de abrir los canales cloro (Cl) produciendo así una inhibición del impulso
nervioso y el GABAb que se encuentra unido a los canales potasio (K+) produciendo
también una respuesta inhibitoria pero más lenta que la anterior. Cualquier daño en
estos receptores o en el neurotransmisor en sí, podría desencadenar una crisis epiléptica
(De Cabo-de la Vega, Villanueva-Hernández y Prieto-Martín, 2006; DiNuzzo, Mangia,
Maraviglia y Giove, 2014). En oposición al GABA se encuentra el glutamato
monosódico, que es el neurotransmisor excitatorio por excelencia del SNC. El
glutamato monosódico activa el receptor M-metil-D-aspartato (NMDA) el cual
introduce sodio (Na+) y calcio (Ca
++) en el interior de la neurona y produce la salida de
K+ de la misma, lo cual da lugar a una sobreexcitación de las neuronas y por
consiguiente continuas descargas epilépticas (DiNuzzo et al., 2014).
~ 48 ~
Los factores de riesgo relacionados con la epilepsia son múltiples e incluyen
antecedentes genéticos, traumatismo craneoencefálico, tumor cerebral, alteraciones
metabólicas, infecciones, reacciones autoinmunes y exposiciones a sustancias químicas
o tóxicos (Espinosa-Jovel, Toledano, Aledo-Serrano, García-Morales y Gil-Nagel,
2018; Pauschek et al., 2016). No obstante, la epilepsia probablemente sea el resultado
de las interacciones entre el umbral convulsivo determinado genéticamente, las
afecciones médicas predisponentes subyacentes o los trastornos metabólicos y los
factores desencadenantes agudos como pueden ser un estímulo luminoso o la exposición
a un químico (Guberman y Bruni, 1999). Varios productos químicos pueden causar
convulsiones por una gran variedad de mecanismos moleculares y vías. Dentro de estos
productos químicos se incluyen químicos industriales tóxicos, toxinas naturales y
pesticidas. Además, la exposición a algunos productos químicos durante períodos
críticos del desarrollo puede interrumpir el neurodesarrollo y potenciar la respuesta a los
tóxicos a lo largo de la vida (Ramsdell, 2010). Si bien, muchos de los productos
químicos son capaces de producir convulsiones si la exposición ocurre a dosis lo
suficientemente altas, la administración repetida de éstos en dosis subconvulsivas puede
reducir el umbral convulsivo, un fenómeno conocido como inflamación química
(Mason y Cooper, 1972). Se conoce que varios plaguicidas inducen la inflamación, tal
como lindano, endosulfan, clordimeform, amitraz y clorpirifos (Wurpel, Hirt y
Bidanset, 1993; Gilbert, 1992; Gilbert y Mack, 1989; Joy, Stark y Albertson, 1982).
Estos pesticidas provocan efectos convulsivos después de exposiciones repetidas en
dosis bajas (Gilbert, 1995; Gilbert, 2001).
Según estudios epidemiológicos disponibles en la actualidad, alrededor del 30%
de las crisis epilépticas son de etiología sintomática, el resto son clasificadas como
criptogénicas o idiopáticas (Hauser et al., 1991; Hauser, 1992). Sin embargo, las causas
de la epilepsia varían significativamente dependiendo de la edad del paciente. Esto se
muestra en la siguiente tabla (Hauser, 1992):
~ 49 ~
Tabla 5. Etiología de las epilepsias según edad (Hauser, 1992).
Etiología <15 años 15-34 años 35-64 años >64años
Idiopáticas/criptogénicas 67,6% 83,9% 55,2% 48,9%
Congénitas 20% 3,4% 3,3% 0,5%
Traumatismo craneoencefálico 4,7% 4,7% 9,9% 3,3%
Accidente cerebrovascular 1,5% 1,3% 15,5% 32,4%
Neoplasias 1,5% 3,4% 10,5% 2,7%
Infecciones del SNC 4% 2,5% 2,2% 0,5%
Enf. Neurodegenerativas 0,7% 0,8% 3,3% 11,5%
2.6. Diagnóstico
El diagnóstico de epilepsia ya se puede sospechar a través de la propia historia
clínica del paciente. En la mayor parte de las ocasiones, las crisis epilépticas no son
presenciadas por los profesionales sanitarios, por lo cual la información de éstas son
obtenidas por el propio paciente o, en la mayor parte de los casos, por sus familiares. Es
importante para los profesionales sanitarios conocer todos los detalles que se recuerden
como lo que ocurrió antes, durante y después de la crisis, el tiempo que duró, la
frecuencia, cómo se desarrolló la crisis (síntomas motores, sensoriales, sensitivos o
verbales) o si se produjeron por algún estímulo (emocional, térmico, doloroso,
luminoso...) (Abad et al., 2011; Alonso et al., 2009).
Además de la historia clínica, los profesionales sanitarios realizan una
exploración física, una exploración neurológica y somete al paciente a diversas pruebas
para confirmar el diagnóstico de epilepsia. Las principales pruebas diagnósticas que se
realizan se encuentran en el siguiente cuadro (Aguilar-Andujar et al., 2015; Bargalló-
Alabart y Setoain-Parego, 2011; Setoain et al., 2014; Téllez-Zenteno, Wiebe y López-
Méndez, 2010; Téllez-Zenteno y Ladino, 2013):
Tabla 6. Principales pruebas diagnósticas de la epilepsia
1. Estudios de laboratorio
Estudio analítico: El estudio básico que se debe realizar debe incluir: hemograma, ionograma
(sodio, potasio, calcio, magnesio), glucemia, función renal y perfil hepático. No se considera
necesario estudios analíticos seriados de rutina.
2. Electroencefalografía
Electroencefalograma (EGG): Es el método diagnóstico más útil para el estudio de la epilepsia.
Con esta prueba podemos registrar la actividad bioeléctrica cerebral espontánea generada de
~ 50 ~
forma sincrónica por la corteza cerebral. Para aumentar el rendimiento de esta prueba se utilizan
diversos procedimientos de activación. Los más usados son:
Hiperventilación: Consiste en realizar una respiración regular y profunda (18-24 rpm)
durante 3 minutos. Se debe realizar a mitad o al final del registro.
Privación del sueño: El registro de vigilia y sueño tras privación de sueño aumenta la
rentabilidad diagnóstica entre un 30-70%.
Estimulación luminosa intermitente: Consiste en administrar una luz tipo flash al
paciente a una distancia de 30cm. Es recomendable empezar con frecuencias de
estimulación crecientes (1-20 Hz) y después decrecientes (60-25 Hz).
Es importante saber que un EEG anómalo no tiene que por qué indicar la existencia de la
enfermedad, ya que aproximadamente el 5% de la población tiene este tipo de EGG en
condiciones basales.
Magnetoelectroencefalografía (MEG): Es una técnica no invasiva que registra la actividad
funcional cerebral mediante la captación de campos magnéticos, permitiendo investigar las
relaciones entre las estructuras cerebrales y sus funciones. Permite una localización más precisa
del foco epileptógeno. La ventaja de esta prueba es que su señal no se distorsiona por el cráneo
o el tejido subyacente.
Monitorización vídeo-EEG (MVEEG): Con esta prueba se registra simultáneamente los
fenómenos clínicos con imagen de video y la actividad eléctrica cerebral mediante EGG. La
duración del registro puede variar desde horas hasta semanas. Esta prueba se utiliza en crisis
epilépticas de dificultad diagnóstica, cuando la evaluación clínica y los registros EEG basales
con estimulación no son concluyentes. El tipo de electrodos que se utilizan pueden ser:
Electrodos de superficie
Electrodos semiinvasivos o extracraneales basales
Electrodos invasivos intracraneales
Holter EGG: Es un dispositivo de registro EEG portátil en formato digital que permite la
monitorización prolongada del paciente en el ámbito extra hospitalario. Está recomendado en
pacientes con dificultades diagnósticas tras una evaluación clínica y electroencefalográfica
convencional. La principal ventaja de esta prueba es que podemos monitorizar y por lo tanto
estudiar al paciente en su ambiente habitual.
3. Técnicas de neuroimagen
Tomografía Axial Computerizada (TC): Es una técnica por la cual se obtienen imágenes del
paciente mediante la utilización de radiaciones ionizantes. Es la técnica de elección en
situaciones de urgencia ya que con ella se puede descartar de forma rápida calcificaciones o
hemorragias. También se utiliza cuando la RM está contraindicada para el paciente.
Resonancia Magnéticas (RM): Es una técnica que mediante campos magnéticos y ondas de
radiofrecuencia que actúan sobre el paciente, obtiene imágenes con muy buena diferenciación
tisular. La RM es indiscutiblemente más sensible que la TC a la hora de detectar y tipificar
lesiones estructurales, facilitando así la toma de decisiones terapéuticas.
~ 51 ~
4. Técnicas de neuroimagen funcional
Tomografía por emisión de fotón simple (SPECT): Es una técnica que permite visualizar
imágenes de la perfusión cerebral y de los receptores cerebrales. Para ello, es necesario
administrar al paciente un isótopo radioactivo endovenoso. En el estudio de la epilepsia esos
isótopos o radiofármacos suelen ser el Tc-hexametilpropilenamio oxima y el Tc-dímero de
etilcisteína ambos marcados con tecnecio-99. Es útil para la detección pre-quirúrgica de focos
epilépticos. Con esta técnica se muestra una hipoperfusión en la región epileptogénica.
Tomografía de emisión de positrones (PET): Es una técnica que detecta la desintegración de
isótopos inestables emisores de positrones de vida media corta y proporciona información sobre
el metabolismo cerebral , siendo esta información complementaria a la información estructural
de las técnicas radiológicas. El radiotrazador más utilizado es la fluorodesxiglucosa. Con esta
técnica se muestra una disminución del metabolismo en la región epileptogénica.
5. Otras pruebas
Determinaciones de prolactina
Electrocardiograma
Anticuerpos antineuronales específicos
2.7. Tratamiento
El principal objetivo de la administración de un tratamiento antiepiléptico a un
paciente es controlar los episodios de crisis epilépticas, con los menores efectos
adversos posibles, mejorando así la calidad de vida de los pacientes que padecen la
enfermedad y la de su familia (Abad-Castillo et al., 2011). Actualmente el tratamiento
se centra en la farmacología y la cirugía.
1) Tratamiento Farmacológico
Cuando un paciente es diagnosticado de epilepsia, el tratamiento de primera
elección es el farmacológico. Los fármacos antiepilépticos (FAEs) son agentes
neuromoduladores que incrementan el umbral de generación de las crisis epilépticas,
por inhibición de la génesis o de su propagación, pero no modifican el substrato que
genera las crisis epilépticas. Esto quiere decir que suprime las crisis o sintomatología,
pero no suprime la enfermedad (Abad-Castillo et al., 2011; Aguilar-Andújar et al.,
2015).
Dependiendo del mecanismo de acción, los FAEs se pueden clasificar en dos
grandes grupos (Aguilar-Andújar et al., 2015):
Moduladores de neurotransmisión.
- Acción agonista de receptores postsinápticos GABA.
- Incremento de la velocidad de recambios GABA en la sinapsis.
~ 52 ~
- Inhibición glutamatérgica.
Moduladores de canales iónicos.
- Bloqueo de canales del sodio.
- Bloqueo de canales del calcio.
- Activación de canales del potasio.
Además, los FAEs también son clasificados como de primera generación o
clásicos, de segunda generación y de tercera generación (estos dos últimos son
considerados como de nueva generación) (Asensio et al., 2009):
FAE de primera generación: Benzodiacepinas, Fenobarbital, Primidona,
Fenitoína, Etosuximida, Carbamazepina y Ácido Valproico.
FAE de segunda generación: Lamotrigina, Gabapentina, Felbamato,
Vigabatrina, Tiagabina, Topiramato, Leviteracetam, Pregabalina, Zonisamida,
Oxcarbacepina y Fosfonitoína.
FAE de tercera generación: Rufinamida y Lacosamida.
Esta clasificación se debe a que los FAEs de nueva generación son utilizados
principalmente en las epilepsias de difícil control y además provocan menos efectos
adversos idiosincráticos graves en el paciente, pudiéndolos administrar de forma
conjunta si fuera necesario . Aunque los FAEs de nueva generación tienen estas ventajas
sobre los FAEs clásicos, no se ha podido demostrar que los primeros sean más eficaces
que los segundos (Asensio et al., 2009). Cuando un paciente epiléptico no está bien
controlado con la administración de un solo FAE (monoterapia) se le deberán asociar
otros FAEs, iniciando así una biterapia o politerapia (Aguilar-Amat et al., 2012).
En la siguiente tabla se muestran las asociaciones de fármacos antiepilépticos
que son útiles y las que no deberían realizarse (López-González et al., 2015):
Tabla 7. Principales asociaciones farmacológicas (López-González et al., 2015)
Asociaciones de FAE potencialmente útiles
Ácido Valproico + Etosuximida
Ácido Valproico + Lamotrigina
Lacosamida + FAE no bloqueante canales Na+
Carbamazepina + Eslicarbacepina + Ácido Valproico
Tipo de epilepsia
Ausencias infantiles
Epilepsia con ausencias
Epilepsia mioclónica
juvenil
Epilepsia focal
Epilepsia focal
Epilepsia focal
~ 53 ~
Carbamazepina/Oxcarbazepina/Fenitoina/Eslicarbacepina +
Gabapentina/Levetiracetam/Pregabalina/Lacosamida/Zonisamida
Lamotrigina/Ácido Valproico +
Gabapentina/Levetiracetam/Pregabalina/Topiramato/Lacosamida/Zonisamida
Carbamazepina/Oxcarbazepina/Fenitoina + Lamotrigina
Asociaciones de FAE que se deben vigilar
Fenobarbital/Primidona + Lamotrigina/Topitamato
Fenitoina + Ácido Valproico
Carbamazepina/Fenitoina + Tiagabina/Topiramato
Asociaciones de FAE no recomendables
Fenobarbital/Primidona + Clonazepam/Clobazam
Fenobarbital/Primidona + Lamotrigina/Tiagabina/Topiramato
Carbamazepina + Fenitoina
Oxcarbazepina + Eslicarbacepina
Epilepsia focal 2º grado
Epilepsia focal
Epilepsia focal
Síndrome de Lennox-G
Epilepsia focal
Tipo de epilepsia
Epilepsia focal
Epilepsia focal 2º grado
Epilepsia focal
Epilepsia focal
Tipo de epilepsia
Epilepsia focal
Epilepsia focal 2º grado
Epilepsia focal
Epilepsia focal
Epilepsia focal 2º grado
Epilepsia focal 2º grado
2) Cirugía.
Alrededor del 20-30% de la población que padece epilepsia es resistente a
fármacos. Es la denominada epilepsia farmacorresistente o refractaria al tratamiento y
según la ILAE es aquella en la que fallan dos regímenes terapéuticos (adecuados y bien
tolerados), ya sea en monoterapia o en combinación para lograr una libertad de crisis
sostenida (Kwan et al., 2010). De este 20-30% de pacientes con este tipo de epilepsia,
alrededor del 5% son buenos candidatos para el tratamiento quirúrgico (López-González
et al., 2015). Las intervenciones quirúrgicas que se pueden realizar a un paciente con
epilepsia pueden dividirse en técnicas de resección cuyo objetivo es la extirpación de la
zona epileptógena, técnicas de desconexión y técnicas de estimulación cuyo objetivo es
el aislamiento de la zona epileptógena para evitar la propagación de las crisis epilépticas
(Sánchez-Álvarez, Serrano-Castro y Cañadillas-Hidalgo, 2002). Dentro de estas
técnicas podemos destacar (López-González et al., 2015; Sánchez-Álvarez et al., 2002):
Resección del lóbulo temporal: Es la cirugía más empleada ya que se
realiza en las epilepsias del lóbulo temporal. Ésta epilepsia es la más común y de la
que se obtiene mejores resultados de curación con la cirugía.
Resección extratemporal: Es la cirugía de elección para los pacientes
~ 54 ~
que presentan una epilepsia focal extratemporal producida principalmente por una
patología displásica o un tumor benigno.
Hemisferectomía: Consiste en la resección o desconexión de uno de los
hemisferios. Está indicada en los grandes procesos estructurales que afectan a un
hemisferio completo o gran parte del mismo y que cursan con un déficit neurológico
focal en dicho hemisferio.
Sección del cuerpo calloso: Este tratamiento consiste en la desconexión
de ambos hemisferios intentando impedir así la difusión de las crisis epilépticas que
tienen un inicio multifocal o no definido. Se trata de una intervención paliativa ya
que es muy infrecuente la supresión total de las crisis, pero sí que mejora
considerablemente la calidad de vida del paciente y los familiares.
Transección subpial múltiple: Esta técnica consiste en efectuar algunos
cortes paralelos, superficiales y perpendiculares a la corteza cerebral, produciendo
así una desconexión interneuronal horizontal, preservando las conexiones verticales
profundas.
Radiocirugía estereostáxica: Consiste en aplicar una única dosis alta de
radiación gamma de forma estereostáxica en una pequeña zona cerebral, provocando
una destrucción diferida con irradiación mínima del tejido circundante.
Estimulación del nervio vago: Es una técnica paliativa que consiste en
la estimulación del nervio vago de la rama izquierda a través de unos electrodos
bipolares helicoidales que son implantados subcutáneamente en la región
infraclavicular alrededor del nervio y puede ser graduado externamente. Su
mecanismo de acción es desconocido pero provoca una desincronización del EEG.
Se utiliza en pacientes que no pueden ser sometidos a una resección.
Un tratamiento alternativo a todos los anteriores es mantener una dieta cetónica.
La dieta cetónica consiste en sustituir los hidratos de carbono de la dieta por lípidos
reproduciendo así la situación metabólica del ayuno prolongado y produciéndose los
cuerpos cetónicos que serán la fuente de energía. Esta dieta favorece la síntesis de
glutamina, que es la precursora del GABA, produciendo la modulación inhibitoria y por
lo tanto antiepiléptica. Esta dieta es una opción aceptable para tratar a niños con
epilepsia ya que produce una mejoría en un 40-50% de éstos (López-González et al.,
2015; Sánchez-Álvarez et al., 2002).
~ 55 ~
2.8. Pronóstico y morbimortalidad
El pronóstico en epilepsia se define como la probabilidad de una remisión
definitiva una vez que se ha establecido un patrón de crisis recurrentes no provocadas
(Sander y Sillanpää, 1997). Los estudios realizados en el siglo XX estaban enfocados a
que la epilepsia era un proceso de difícil curación. Así Rodin en los años 60, revisando
la literatura disponible, concluyó que en el mejor de los casos, solo un tercio de los
pacientes que padecían epilepsia alcanzaban una remisión de la enfermedad con el
tratamiento (Rodin, 1965). Sin embargo estas afirmaciones del siglo pasado han sido
declinadas actualmente, ya que los estudios epidemiológicos más recientes han
demostrado que entre el 70-90% de los pacientes alcanzan remisiones de las crisis
epilépticas durante al menos dos años (Cockerell, Johnson, Sander, Hart y Shorovon,
1995; Collaborative group for the study of epilepsy, 1992).
El pronóstico de la epilepsia de reciente diagnóstico se puede clasificar en 3
grupos (Kwan y Sander, 2004):
Pronóstico excelente: En este grupo se clasifican aquellos pacientes que
lograrán una remisión por largo tiempo, incluso en ocasiones sin recibir tratamiento
antiepiléptico. En caso de recibir tratamiento, los pacientes quedarán libres de crisis
en la primera o segunda monoterapia, con dosis moderadas y que podrán ser retiradas
con éxito tras un período libre de crisis. Constituyen el 20-30% del total de pacientes
con epilepsia. Pertenecen a este grupo, por ejemplo, las crisis neonatales benignas, la
epilepsia rolándica o las ausencias de la infancia.
Remisión sólo con tratamiento: En este grupo podemos encontrar a los
pacientes que estarán libres de crisis sólo si mantienen el tratamiento antiepiléptico.
Es probable que requieran la combinación de varios fármacos para estar libres de
crisis. Constituyen el 20-30% del total de pacientes con epilepsia. A este grupo
pertenece la epilepsia mioclónica juvenil.
Persistencia de crisis a pesar de tratamiento: En este grupo se agrupan
aquellos pacientes que continuarán presentando crisis a pesar de recibir tratamiento.
Constituyen el 30-40% del total de pacientes con epilepsia. Dentro de este grupo se
encuentran, por ejemplo, pacientes con epilepsia asociada a esclerosis mesial
temporal, displasia cortical o las epilepsias mioclónicas progresivas.
Con respecto a la mortalidad, se estima que una persona que sufre epilepsia tiene
dos o tres veces más riesgo de morir que la población general. La mayor tasa de
~ 56 ~
mortalidad se da en pacientes con epilepsias sintomáticas siendo de hasta el 4.3%. Por
otro lado la menor tasa de mortalidad la encontramos en pacientes con epilepsias
idiopáticas, aunque ésta sigue siendo superior a la de la población general. Esto nos
indica que la etiología de la epilepsia es la causa más importante de mortalidad en los
pacientes de reciente diagnóstico (García-Ramos, García-Pastor, Masjuan, Sánchez y
Gil, 2011).
Este mayor riesgo de mortalidad de un paciente con epilepsia también está
asociado con el mayor riesgo de padecer comorbilidades y las complicaciones que esto
supone. Los pacientes que sufren epilepsia tienen mayor riesgo de padecer problemas
psiquiátricos (por ejemplo depresión/ansiedad), metabólicos, respiratorios, desordenes
cardiovasculares, entre otros como dolor de cabeza o migraña (Centers for Disease
Control and Prevention, 2013) . El estudio realizado por Nei y Bagla (2007) determina
que los pacientes epilépticos, comparados con la población general, mueren 1.8 veces
más por accidentes de tráfico, 4.6 veces más por caídas, 10.3 veces más por quemaduras
fatales, 8.2 veces más por inmersión o asfixia por cuerpo extraño y 3.5 veces más por
suicidio.
~ 57 ~
3. Características geográficas del área de estudio.
El marco geográfico en el que se ubica Almería dentro de España y la
comunidad autónoma de Andalucía, es uno de los elementos que le da singularidad y
personalidad a la provincia. Almería se encuentra ubicada en el sureste de la Península
Ibérica y tiene una superficie de 8774 km2, lo que equivale al 1.7% del territorio
español. Hacia el norte sus fronteras están limitadas con las provincias de Murcia y
Granada, ésta última también limita a la provincia almeriense por el oeste y al sur y
sureste la limita el mar Mediterráneo. Almería se caracteriza por ser uno de los
territorios más montañosos de España, ya que se encuentra atravesada de oeste a este
por diversos macizos montañosos de origen alpino, integrados en los sistemas béticos,
particularmente en la Cordillera Penibética. Con respecto a las precipitaciones la
provincia urcitana es la zona más árida de España, por lo cual no sueñe rebasar los
300mm anuales. Además, a esta escasez de precipitaciones hay que agregar su carácter
torrencial y su gran irregularidad. La latitud a la que se encuentra Almería (entre los
37º52’ y los 36º40'N) le confiere unas características climáticas muy definidas, con unas
temperaturas que tienen una media anual de 18ºC, lo cual hace que Almería sea una
zona idónea para la explotación agraria. Sus 31034 hectáreas dedicadas al cultivo bajo
plástico, hacen de Almería la provincia con mayor número de hectáreas dedicadas la
explotación agraria bajo plástico de España (Consejería de Agricultura, Pesca y
Desarrollo rural, 2017).
La agricultura predominante en Almería es la agricultura bajo plástico, ya que
con el invernadero se aprovecha más el espacio agrario para lograr una mayor
producción. Podemos encontrar diversas explotaciones agrarias, que van desde
pequeñas explotaciones a explotaciones de gran dimensión con orientación
hortofrutícola principalmente. Esta agricultura intensiva desarrollada en invernaderos se
caracteriza por una fuerte explotación de la tierra y por el incremento de la utilización
de plaguicidas.
Los principales plaguicidas utilizados en la provincia de Almería, bajo un
sistema de producción integrada con indicación de su potencial para inhibir la
colinesterasa y generar estrés oxidativo se encuentran descritos en la siguiente tabla
(García-García, 2016a).
~ 58 ~
Tabla 8: Principales plaguicidas utilizados en las áreas de estudio
Sustancia
Activa
Acción
específica Grupo químico
Inhibición
colinesterasas
Estrés
oxidativo
Abamectina Insecticida Lactona
Macrocíclica No Si
Tebuconazol Fungicida Conazol No Si
Triadimenol Fungicida Conazol No Si
Azadiractina Insecticida Tetranortriterpenoide No Si
Acetamiprid Insecticida Neonicotinoides No Si
Spinosad Insecticida Lactona
Macrocíclica No Si
Ciprodinil Fungicida Anilino Pirimidina No Si
Fludioxinil Fungicida Fenil Pirrol No Si
Miclobutanil Fungicida Conazol No Si
Clortalonil Fungicida Benzonitrilo
Halogenado No Si
Fluopicolida Fungicida Benzamida No Si
Propamocarb Fungicida Carbamato Si Si
Oxicloruro de
cobre Fungicida Sales de cobre No Si
Spiromesifen Insecticida Ácido Tetrónico No Si
Mepanipryrim Fungicida Anilino-Pirimidina No Si
Pyrimethanil Fungicida Anilino-Pirimidina No Si
Metomilo Insecticida Metil-Carbamato Si Si
Bacillus
Thruringiensis Insecticida Biológico No Si
Dimetomorf Fungicida Morfolina No Si
Azoxystrobin Fungicida Metoxiacrilato de
Estrobilurina No Si
Metil-
Tiofanato Fungicida Benzimidazol No Si
Imidacloprid Insecticida Neonicotinoides No Si
~ 59 ~
Indoxacarb Insecticida Oxadiazón No Si
Cipermetrina Insecticida Piretroides No Si
Deltametrin Insecticida Piretroides No Si
Además de éstos, Hernández et al., (2003) y Parrón et al., (2011) describen
algunos otros plaguicidas que también se usan habitualmente en la provincia de
Almería, según el tipo de plaga que elimina:
Insecticidas y nematócidos:
- Organofosfatos: Malatión, dimetoato, acefato, clorpirifós y diclorvos.
- N-Metilcarbamatos; Oxamil, formetanato.
- Piretroides: Tralomethrin, acrinatrin.
- Insecticidas reguladores del crecimiento: Tebufenozide, buprofezin.
- Organoclorados: Endosulfan.
Fungicidas:
- Ditiocarbamatos: Zineb, mancozeb, maneb, tiram.
- Benzimidazoles: Benomilo, carbendacima, tiabendazol.
- Conazol: Procloraz, triadimefon.
- Otros: Copper, cymoxanil, oxadixyl, fosetil-Al.
Herbicidas:
- Biperidilo: Parquat, diquat.
- Organofosforados: Glifosfato, glufosinato.
- Phenylurea: Lufenuron
Reguladores del crecimiento de las plantas:
- Auxinas: Ácido 4-clorofenoxiacético, 2,4-diclorofenoxiacético.
- Defoliante: Cianamida, metoxuron.
- Inhibidores del crecimiento de las plantas: Clorprofam.
- Retardantes del crecimiento de las plantas: Chlormequat, uniconazol.
Otros plaguicidas:
- Fumigantes: Fosfuro de aluminio, 1,3-dicloropropeno.
Se consideraron dos áreas geográficas con distinto nivel de exposición a
plaguicidas en función al porcentaje de superficie invernada. El área de alta exposición
coincidía con el distrito de atención sanitaria de poniente y de Almería centro. El área
geográfica de alta exposición representa el 96% de la superficie de invernadero de la
~ 60 ~
provincia de Almería, lo que conlleva a un consumo del 79% de la cantidad total de
plaguicidas vendidos en la provincia de Almería (Campaña 2016-2017). El área
geográfica de baja exposición representa el 4% restante de superficie invernada, lo que
supone un consumo del 21% de la cantidad total de plaguicidas vendidos. Los tipos de
plaguicidas en función del tipo de plaga que elimina más utilizados en cada una de estas
áreas geográficas se describen en la tabla 9.
Tabla 9: Clasificación de los plaguicidas más utilizados en las áreas
geográficas de alta y baja exposición*.
Tipos de plaguicidas Alto uso de plaguicidas
(Toneladas)
Bajo uso de plaguicidas
(Toneladas)
Total de plaguicidas 7834.97 2158.61
Insecticidas 1125.05 309.96
Nematicidas 4083.4 1125.02
Fungicidas 1437.52 396.05
Herbicidas 133.94 36.9
Reguladores del
crecimiento de plantas 873.39 240.63
Otros plaguicidas 181.67 50.05
*Fuente: http://www.juntadeandalucia.es/organismos/agriculturapescaydesarrollorural.html
~ 61 ~
Figura 12. Representación del área de alta exposición a plaguicidas del distrito
Poniente (la línea roja representa el límite del distrito y la azul el área de
invernaderos).
Figura 13. Representación del área de alta exposición a plaguicidas del distrito
Centro (la línea roja representa el límite del distrito y la azul el área de invernaderos).
~ 62 ~
Figure 14. Representación del área de baja exposición a plaguicidas del distrito
Levante (la línea roja representa el límite del distrito y la azul el área de
invernaderos).
~ 63 ~
II. JUSTIFICACIÓN
El uso de plaguicidas en agricultura, especialmente en el cultivo intensivo bajo
plástico, ha supuesto un cambio sustancial en la producción agrícola española ya que su
uso ha permitido incrementar el rendimiento de las tierras cultivadas, triplicando en
algunos casos el mismo, sin necesidad de destinar nuevas tierras al cultivo. En España,
las ventas de plaguicidas se han incrementado durante los últimos años alcanzando
durante el año 2017 una cantidad total de 72118 toneladas (Ministerio de agricultura,
pesca y alimentación, 2017). Un tercio de esa cantidad se utilizó exclusivamente en
Andalucía, más concretamente en la provincia de Almería, se utilizaron casi 10000
toneladas de plaguicidas (Tabla 9).
En las últimas décadas, el aumento de la superficie dedicada a invernaderos
agrícolas se ha observado en varias localizaciones geográficas a nivel mundial y con el
mismo objetivo, alcanzar un mayor rendimiento agrícola, lo que convierte el uso de
plaguicidas en un problema global. La provincia de Almería se ha convertido en uno de
los lugares más importantes para el cultivo bajo plástico gracias a que sus beneficiosas
características geográficas y climatológicas le han permitido construir grandes
extensiones de invernaderos para cultivo y esto ha llevado a un mayor uso de productos
fitosanitarios. Estas circunstancias hacen de la provincia de Almería un “laboratorio
natural” idóneo para el estudio de los efectos de los plaguicidas sobre la salud, tanto de
la población en general como de los de trabajadores expuestos a lo largo de su vida
laboral.
Todo lo anteriormente expuesto ha supuesto que el sector primario, y más
concretamente el sector agrícola, se haya convertido en una de las principales
actividades económicas para la provincia de Almería. Los profesionales dedicados al
sector agrícola evidentemente tienen una gran participación en la utilización de
plaguicidas, ya sea de forma directa con en el proceso de mezcla o la aplicación de los
mismos, o de forma indirecta con el acceso a zonas fumigadas o la manipulación de
vegetales. De hecho, según los datos registrados en la campaña agrícola de 2006-2007
por la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Junta de Andalucía, en las
áreas de alto uso de plaguicidas se utilizan 7834.97 toneladas de estos compuestos
(Tabla 9).
La exposición a plaguicidas parece estar asociada a efectos agudos y crónicos de
diferente índole sobre la salud humana. Algunos autores han dado a conocer que los
~ 64 ~
compuestos neurotóxicos, en los que se incluyen algunos plaguicidas, pueden alterar el
sistema nervioso afectando a diversas dianas neuronales, sin embargo los estudios que
analizan la asociación entre la exposición ambiental a los plaguicidas y la epilepsia son
escasos (Hernández, Gil y Tsatsakis, 2014; Keifer y Firestone, 2008).).
Esta información experimental respalda la hipótesis de que los pesticidas pueden
producir ataques epilépticos en humanos como resultado de la exposición prolongada a
dosis bajas y en ausencia de intoxicación aguda.
~ 65 ~
III. HIPÓTESIS
Sobre la base de los antecedentes expuestos, proponemos como Hipótesis de trabajo en
esta investigación:
1) La exposición medioambiental a productos fitosanitarios aumenta el riesgo de
desarrollar epilepsia tanto en población menor de edad como en población adulta.
2) Las personas cuyo trabajo conlleva exposición a los plaguicidas presentan mayor
riesgo de padecer epilepsias respecto a los trabajadores que no desempeñan actividades
laborales vinculadas a la exposición a plaguicidas.
~ 66 ~
IV. OBJETIVOS
4.1. Objetivo general
Determinar si existe asociación entre la exposición a plaguicidas y la presencia de
crisis epilépticas como consecuencia de desempeñar actividad laboral en
invernaderos agrícolas y de la exposición medioambiental.
4.2. Objetivos Específicos
a) Determinar la relación entre la exposición laboral a plaguicidas y
manifestaciones clínicas en forma crisis epilépticas.
b) Evaluar si las condiciones ambientales de exposición a los pesticidas se
asocian con una mayor tasa de prevalencia y un mayor riesgo de tener epilepsia
tanto en población menor de edad como en población adulta
~ 67 ~
V. METODOLOGÍA
5.1 Diseño del estudio
Estudio de casos y controles para relacionar la exposición medioambiental y
ocupacional a sustancias plaguicidas, en el que se seleccionaron casos de epilepsia y
sujetos control de la provincia de Almería (sureste de España).
5.2 Población de estudio
5.2.1 Personas menores de edad
Grupo de casos:
El grupo de los casos (n= 1298) estuvo constituido por hombres y mujeres menores de
edad diagnosticados de epilepsias en la provincia de Almería durante el periodo 2000-
2016. Se consideró diagnóstico de epilepsia el recogido en el CIE-9 con el código 345 y
en el CIE-10 con el código (G40).
Criterios de inclusión
Toda persona menor de edad que acude a los servicios de neurología del Complejo
hospitalario Torrecárdenas, residente en cualquier municipio de la provincia de Almería,
diagnosticada de epilepsia definida dentro de los códigos 345 del CIE-9 y G40 del CIE-
10, en el periodo de estudio.
Criterios de exclusión
Personas mayores de edad y menores de edad que no esté diagnosticada de epilepsia
dentro de los códigos 345 del CIE-9 y G40 del CIE-10.
Grupo control:
El grupo de los controles (n= 5755) estuvo constituido por hombres y mujeres menores
de edad que no tenían ninguna patología relacionada con la epilepsia en la provincia de
Almería durante el periodo 2000-2016.
~ 68 ~
Criterios de inclusión
Toda persona menor de edad que acuda a los servicios de atención primaria, al servicio
de pediatría (en los que se incluyen pacientes de 0 hasta 14 años) y al servicio de
médico de familia (entre los que se incluyen aquellos menores de edad comprendidos en
la franja de edad de los 14 hasta los 17 años) y que no tuvieran diagnosticada ninguna
patología relacionada con trastornos neurológicos, en el periodo de estudio.
Criterios de exclusión
Personas mayores de edad y menores de edad que esté diagnosticada con alguna
patología neurológica previa relacionada con crisis convulsivas o epilepsias.
5.2.2 Personas mayores de edad
Grupo de casos
El grupo de los casos (n= 5091) estuvo constituido por hombres y mujeres adultos
diagnosticados de epilepsias en la provincia de Almería durante el periodo 2000-2016.
Se consideró diagnóstico de epilepsia el recogido en el CIE-9 con el código 345 y en el
CIE-10 con el código (G40).
Criterios de inclusión
Toda persona mayor de edad que acude a los servicios de neurología del Complejo
hospitalario Torrecárdenas residente en cualquier municipio de la provincia de Almería,
diagnosticada de epilepsia definida dentro de los códigos 345 del CIE-9 y G40 del CIE-
10.
Criterios de exclusión
Toda persona mayor de edad que no esté diagnosticada de epilepsia dentro de los
códigos 345 del CIE-9 y G40 del CIE-10.
~ 69 ~
Grupo control
El grupo de los controles (n= 14619) estuvo constituido por hombres y mujeres adultos
que no tenían ninguna patología relacionada con la epilepsia en la provincia de Almería
durante el periodo 2000-2016, y que acuden al Centro de Prevención de Riesgos
Laborales de Almería para el reconocimiento de Vigilancia de la Salud.
Criterios de inclusión
Toda persona mayor de edad que acuda al centro de prevención de riesgos laborales de
la provincia de Almería que no tuviera diagnosticada ninguna patología relacionada con
trastornos neurológicos.
Criterios de exclusión
Toda aquella persona mayor de edad que esté diagnosticada con alguna patología
neurológica previa que no sea la epilepsia dentro de los códigos 345 del CIE-9 y G40
del CIE-10.
5.3. Nivel socioeconómico de los adultos de ambos sexos por sector
económico y área geográfica de exposición a plaguicidas.
La mayor parte de los adultos que residían tanto en las áreas de alta como de baja
exposición se dedicaba profesionalmente al sector terciario, seguido de los otros dos
sectores económicos de forma más o menos similar, por lo que hubo diferencias
estadísticamente significativas en la distribución por sectores económicos. La renta
personal disponible entre los adultos de ambos grupos es similar ya que no se
encontraron diferencias estadísticamente significativas.
~ 70 ~
Gráfico 9: Nivel socioeconómico de los adultos por sector económico y área
geográfica de exposición a plaguicidas.
Alta exposición Baja exposición p
Renta personal
€/persona 13,446 ± 1,895 14,340 ± 1,240 0,05
5.4. Variables de estudio
Edad: Variable cuantitativa discreta que muestra los años que tiene el sujeto en el
momento del diagnóstico para los casos de epilepsia y los años que tienen los controles
en el momento de la recogida de la información.
Sexo: Variable cualitativa nominal con dos categorías: hombre/mujer.
Área geográfica de exposición: Variable cualitativa nominal que indica si el individuo
reside en una zona de alta exposición a plaguicidas o en una zona de baja exposición.
Criterios de selección de las áreas geográficas de estudio
El criterio utilizado para la selección de las dos áreas geográficas de estudio fue el
porcentaje de superficie invernada. El área de alta exposición coincidía con el distrito de
atención sanitaria de Poniente y de Almería centro representando el 96% de la
~ 71 ~
superficie de invernadero de la provincia, mientras que el área geográfica de baja
exposición que coincide con el distrito de atención sanitaria de levante representa el 4%
restante de la superficie invernada. Esto conlleva a un porcentaje de consumo de
plaguicidas superior en el área de alta exposición a plaguicidas con respecto al área
geográfica de baja exposición a plaguicidas (79% y 21% respectivamente).
Sector profesional: Variable cualitativa nominal recogida para los adultos que describe
la actividad laboral a la que se dedica el individuo.
Actividad agraria: Variable cualitativa nominal recogida para los adultos que especifica
si el sujeto se dedica profesionalmente a la agricultura o no.
5.5 Análisis estadístico
Se calcularon las frecuencias y los porcentajes para las variables categóricas, y la media
y la desviación estándar para las variables cuantitativas. Además, se calcularon las tasas
de prevalencia y el riesgo de epilepsia según la zona de residencia, la profesión y la
actividad agrícola (se calcularon las razones de probabilidad -OR- y el intervalo de
confianza (CI) del 95%). La prueba U de Mann Whitney se utilizó para comparar las
diferencias en la edad de la población entre las dos áreas de estudio, ya que el uso
previo de la prueba de normalidad de Kolmogrov Smirnof indicó una distribución no
normal. La prueba de Chi-cuadrado se utilizó para las variables cualitativas. Se realizó
un análisis de regresión logística binaria para evaluar el riesgo de epilepsia ajustado por
edad, sexo y residencia para los sujetos menores de edad y añadimos la variable
actividad agrícola para los adultos, ya que se consideró que tenían una influencia en el
modelo estadístico. Los modelos también se ajustaron para el término de interacción
residencia*actividad agrícola en el caso de los sujetos adultos. El nivel de significación
estadística se estableció en p <0,05. Los datos se analizaron con los paquetes
estadísticos SPSS 22.0 y EPIINFO 7.
~ 72 ~
VI.- RESULTADOS
6.1. Análisis Descriptivo
6.1.1. Epilepsias en menores de edad
6.1.1.1.Variables sociodemográficas
Edad
La media de edad en los individuos menores de edad diagnosticados de epilepsia fue de
9.61 (4.56) años. La media de edad para los menores de edad del grupo control fue de
9.50 (4.58) años. En ambos grupos, el rango de edad estaba comprendido entre los 0 y
los 17 años.
Tabla 9: Edad media de los sujetos menores de edad en el grupo epilepsia y en el
grupo control.
N Media Mínimo Máximo Desviación Estándar
Grupo Epilepsia 1298 9.61 0 17 4.56
Grupo Control 5755 9.50 0 17 4.58
Sexo
El 58.8% de los menores de edad del grupo de los casos (epilepsias) eran hombres
frente al 41.2% que eran mujeres. En el grupo control, el 60.5% de los sujetos eran
hombres y un 39.5% mujeres.
Tabla 10: Sexo de los sujetos menores de edad en el grupo epilepsia y en el grupo
control.
Frecuencia Porcentaje
Grupo Epilepsia Hombre 763 58.8
Mujer 535 41.2
Grupo Control Hombre 3483 60.5
Mujer 2272 39.5
6.1.1.2. Variables exposición
~ 73 ~
Área geográfica de residencia
El porcentaje de individuos menores de edad que padecían epilepsia residentes en áreas
geográficas de alta exposición a plaguicidas fue del 85.6%, frente al 14.4% de los
individuos epilépticos menores de edad, que residían en áreas geográficas de baja
exposición a plaguicidas. En el grupo control, el 79.1% de los individuos residían en
áreas geográficas de alta exposición a plaguicidas y un 20.9% residían en áreas
geográficas de baja exposición a plaguicidas.
Tabla 11: Residencia de los sujetos menores de edad en el grupo epilepsia y en el
grupo control.
Frecuencia Porcentaje
Grupo Epilepsia Alta 1111 85.6
Baja 187 14.4
Grupo Control Alta 4550 79.1
Baja 1205 20.9
Distribución de los casos de epilepsia en menores de edad por años en el
periodo de estudio en función de las áreas geográficas de exposición a
plaguicidas.
La tabla 12 muestra el número total de casos de epilepsias diagnosticadas en personas
menores de edad, en cada uno de los años que conforman el periodo de estudio (2000-
2016), y distribuidos por áreas geográficas de residencia clasificadas como áreas de alta
y baja exposición a plaguicidas.
En todos los años, el número de casos de epilepsias diagnosticadas en los individuos
que residen en las áreas de alta exposición a plaguicidas es mayor que los casos de
epilepsias diagnosticadas en las áreas de baja exposición.
El mayor número de casos en el periodo de estudio se observó en el año 2016 (n=89),
seguidos de los años 2010, 2014 y 2015 (n=86). En el área geográfica de alta
exposición a plaguicidas el mayor número de casos se observó en el año 2014 y 2016
(n=75) y en el área geográfica de baja exposición a plaguicidas, el mayor número de
casos de epilepsias se observó en los años 2010 y 2016 (n=14).
~ 74 ~
Tabla 12: Distribución de los casos de epilepsia en función del área geográfica de
exposición por años (2000-2016).
Año Exposición
Alta
Exposición
Baja
Total
Total 2000
Frecuencia 55 7 62
% 88.7% 11.3% 100%
2001 Frecuencia 56 9 65
% 86.1% 13.9% 100%
2002 Frecuencia 61 10 71
% 85.9% 14.1% 100%
2003 Frecuencia 59 11 70
% 84.2% 15.8% 100%
2004 Frecuencia 60 8 68
% 88.2% 11.8% 100%
2005 Frecuencia 67 8 75
% 89.3% 10.7% 100%
2006 Frecuencia 63 10 73
% 86.3% 13.7% 100%
2007 Frecuencia 62 13 75
% 82.6% 17.4% 100%
2008 Frecuencia 64 11 75
% 85.3% 14.7% 100%
2009 Frecuencia 62 13 75
% 82.6% 17.4% 100%
2010 Frecuencia 72 14 86
% 83.7% 16.3% 100%
2011 Frecuencia 66 12 78
% 84.6% 15.4% 100%
2012 Frecuencia 67 12 79
% 84.8% 15.2% 100%
2013 Frecuencia 73 12 85
% 85.8% 14.2% 100%
2014 Frecuencia 75 11 86
% 87.2% 12.8% 100%
2015 Frecuencia 74 12 86
% 86% 14% 100%
2016 Frecuencia 75 14 89
% 84.2% 15.8% 100%
Total Frecuencia 1111 187 1298
% 85.5% 14.5% 100%
~ 75 ~
Distribución de los casos de epilepsia en menores de edad por años en el
periodo de estudio en función de las áreas geográficas de exposición a
plaguicidas y por sexo
Las tablas 13 y 14 muestran el número total de casos de epilepsias diagnosticadas en
personas menores de edad en hombres y mujeres respectivamente, en cada uno de los
años que conforman el periodo de estudio (2000-2016), y distribuidos por áreas
geográficas de residencia clasificadas como áreas de alta y baja exposición a
plaguicidas.
Tanto en los hombres como en las mujeres, el número de casos de epilepsias
diagnosticadas en los individuos que residen en las áreas de alta exposición a
plaguicidas es mayor que los casos de epilepsias diagnosticadas en las áreas de baja
exposición, en cada uno de los años del periodo de estudio.
En los hombres (Tabla 13), el mayor número de casos se observó en los años 2014 y
2016 (n=56), seguidos de los años 2010 (n=51), 2013 y 2015 (n=50). En el área
geográfica de alta exposición a plaguicidas el mayor número de casos se observó en el
año 2014 (n=50) y en el área geográfica de baja exposición a plaguicidas, el mayor
número de casos de epilepsias se observó en el año 2016 (n=9).
En los mujeres (Tabla 14), el mayor número de casos se observó en el año 2015 (n=36),
seguido de los años 2010 y 2013 (n=35). En el área geográfica de alta exposición a
plaguicidas el mayor número de casos se observó en el año 2013 y 2015 (n=30) y en el
área geográfica de baja exposición a plaguicidas, el mayor número de casos de
epilepsias se observó en los años 2003, 2015 y 2015 (n=6).
~ 76 ~
Tabla 13: Distribución de los casos de epilepsia en hombres en función del área
geográfica de exposición por años (2000-2016).
Año Exposición
Alta
Exposición
Baja
Total
Hombres 2000
Frecuencia 28 3 31
% 90.3% 9.7% 100%
2001 Frecuencia 29 4 33
% 87.8% 12.2% 100%
2002 Frecuencia 36 5 41
% 87.8% 12.2% 100%
2003 Frecuencia 37 5 42
% 88% 12% 100%
2004 Frecuencia 38 4 42
% 90.4% 9.6% 100%
2005 Frecuencia 39 3 42
% 92.8% 7.2% 100%
2006 Frecuencia 38 6 44
% 86.3% 13.7% 100%
2007 Frecuencia 39 8 47
% 82.9% 17.1% 100%
2008 Frecuencia 37 7 44
% 84% 16% 100%
2009 Frecuencia 34 8 42
% 80.9% 19.1% 100%
2010 Frecuencia 43 8 51
% 84.3% 15.7% 100%
2011 Frecuencia 38 8 46
% 82.6% 17.4% 100%
2012 Frecuencia 39 7 46
% 84.7% 15.3% 100%
2013 Frecuencia 43 7 50
% 86% 14% 100%
2014 Frecuencia 50 6 56
% 89.2% 10.8% 100%
2015 Frecuencia 44 6 50
% 88% 12% 100%
2016 Frecuencia 47 9 56
% 83.9% 16.1% 100%
Total Frecuencia 659 104 763
% 86.3% 13.7% 100%
~ 77 ~
Tabla 14: Distribución de los casos de epilepsia en mujeres en función del área
geográfica de exposición por años (2000-2016).
Año Exposición
Alta
Exposición
Baja
Total
Mujeres 2000
Frecuencia 27 4 31
% 87% 13% 100%
2001 Frecuencia 27 5 32
% 84.3% 15.7% 100%
2002 Frecuencia 25 5 30
% 83.3% 16.7% 100%
2003 Frecuencia 22 6 28
% 78.5% 21.5% 100%
2004 Frecuencia 22 4 26
% 84.6% 15.4% 100%
2005 Frecuencia 28 5 33
% 84.8% 15.2% 100%
2006 Frecuencia 25 4 29
% 86.2% 13.8% 100%
2007 Frecuencia 23 5 28
% 82.1% 17.9% 100%
2008 Frecuencia 27 4 31
% 87% 13% 100%
2009 Frecuencia 28 5 33
% 84.8% 15.2% 100%
2010 Frecuencia 29 6 35
% 82.8% 17.2% 100%
2011 Frecuencia 28 4 32
% 87.5% 12.5% 100%
2012 Frecuencia 28 5 33
% 84.8% 15.2% 100%
2013 Frecuencia 30 5 35
% 85.7% 14.3% 100%
2014 Frecuencia 25 5 30
% 83.3% 16.7% 100%
2015 Frecuencia 30 6 36
% 83.3% 16.7% 100%
2016 Frecuencia 28 5 33
% 84.8% 15.2% 100%
Total Frecuencia 452 83 535
% 84.4% 15.6% 100%
~ 78 ~
6.1.2. Epilepsias en adultos
6.1.2.1.Variables sociodemográficas
Edad
La media de edad en los individuos mayores de edad diagnosticados de epilepsia fue de
38.17 (7.62) años. La media de edad para los adultos del grupo control fue de 38.19
(7.66) años. En ambos grupos, el rango de edad estaba comprendido entre los 18 y los
65 años.
Tabla 15: Edad media de los sujetos mayores de edad en el grupo epilepsia y en el
grupo control.
N Media Mínimo Máximo Desviación Estándar
Epilepsia 5091 38.17 18 65 7.62
Controles 14619 38.19 18 65 7.66
Sexo
El 69.5% de los adultos del grupo de los casos (epilepsias) eran hombres frente al
30.5% que eran mujeres. En el grupo control, el 73.3% de los sujetos eran hombres y un
26.7% eran mujeres.
Tabla 16: Sexo de los sujetos mayores de edad en el grupo epilepsia y en el grupo
control.
Frecuencia Porcentaje
Grupo Epilepsia Hombre 3537 69.5
Mujer 1554 30.5
Grupo Control Hombre 10716 73.3
Mujer 3903 26.7
~ 79 ~
6.1.2.2.Variables de exposición
Área geográfica de residencia
El porcentaje de personas adultas que padecían epilepsia residentes en áreas geográficas
de alta exposición a plaguicidas fue del 81.7%, frente al 18.3% de los adultos
epilépticos, que residían en áreas geográficas de baja exposición a plaguicidas. En el
grupo control, el 72.3% de los individuos residían en áreas geográficas de alta
exposición a plaguicidas y un 27.7% residían en áreas geográficas de baja exposición a
plaguicidas.
Tabla 17: Residencia de los sujetos mayores de edad en el grupo epilepsia y en el
grupo control.
Frecuencia Porcentaje
Grupo Epilepsia Alta 4160 81.7
Baja 931 18.3
Grupo Control Alta 10570 72.3
Baja 4049 27.7
Sectores profesionales
En relación a los sectores profesionales a los que se dedicaron los individuos que
estaban diagnosticados con epilepsia, un 54.3% trabajaban en el sector agrícola, seguido
de un 6.2% que trabajaban en transporte y almacenamiento y un 5.6% trabajaban en la
industria alimentaria (Tabla 18). En el grupo control, el 42,5% de los individuos
desempeñaban su actividad laboral dentro del sector agrícola, un 6.4% en el sector
transporte y almacenamiento y trabajaban en el sector educación, sanidad e industria de
los alimentos 5.9%.
~ 80 ~
Tabla 18: Sector profesional de los sujetos mayores de edad en el grupo epilepsia y en
el grupo control.
Frecuencia Porcentaje
Grupo Epilepsia Agricultura 2419 54,3
Transporte y almacenamiento 318 6,2
Educación 260 4,3
Sanidad 275 4,4
Industria de los alimentos 284 5,6
Industria de la piedra 146 2,9
Administraciones públicas 236 3,6
Industria de la madera 149 2,9
Actividades jurídicas 243 2,8
Empleadora doméstica 139 2,7
Hostelería 204 2,0
Construcción 165 3,2
Empresarial 253 5,0
Grupo Control Agricultura 6613 45,2
Transporte y almacenamiento 930 6,4
Educación 863 5,9
Sanidad 866 5,9
Industria de los alimentos 865 5,9
Industria de la piedra 511 3,5
Administraciones públicas 689 4,7
Industria de la madera 400 2,7
Actividades jurídicas 727 5,0
Empleadora doméstica 408 2,8
Hostelería 559 3,8
Construcción 437 3,0
Empresarial 751 5,1
Actividad agrícola
Al agrupar los diferentes sectores profesionales en dos categorías, relacionados y no
relacionados con la agricultura, el 54.3% de los individuos que padecían epilepsia
desarrollaban actividades agrícolas, frente al 45.7% que desarrollaban actividades no
agrícolas. El 42.5% de los individuos del grupo control desempeñaban actividades
agrícolas, y un 54.8% trabajaban en actividades no agrícolas.
~ 81 ~
Tabla 19: Actividad vinculada a la agricultura de los sujetos mayores de edad en el
grupo epilepsia y en el grupo control.
Frecuencia Porcentaje
Grupo Epilepsia Agricultura 2762 54.3
No agricultura 2329 45.7
Grupo Control Agricultura 6613 45.2
No agricultura 8006 54.8
Distribución de los casos de epilepsia en adultos por años en el periodo de
estudio en función de las áreas geográficas de exposición a plaguicidas.
La tabla 20 muestra el número total de casos de epilepsias diagnosticadas en personas
mayores de edad, en cada uno de los años que conforman el periodo de estudio (2000-
2016), y distribuidos por áreas geográficas de residencia clasificadas como áreas de alta
y baja exposición a plaguicidas.
En todos los años, el número de casos de epilepsias diagnosticadas en los individuos
que residen en las áreas de alta exposición a plaguicidas es mayor que los casos de
epilepsias diagnosticadas en las áreas de baja exposición.
El mayor número de casos en el periodo de estudio se observaron en los años 2015
(n=415) y 2014 (n=414), seguidos de los años 2013 (n=351) y 2011 (n=345). En el área
geográfica de alta exposición a plaguicidas el mayor número de casos se observó en el
año 2015 (n=359) y 2014 (n=357) y en el área geográfica de baja exposición a
plaguicidas, el mayor número de casos de epilepsias se observó en los años 2008 (n=67)
y 2009 (n=62).
~ 82 ~
Tabla 20: Distribución de los casos de epilepsia en función del área geográfica de
exposición por años (2000-2016).
Año Exposición
Alta
Exposición
Baja
Total
Total 2000
Frecuencia 188 45 233
% 80.7% 19.3% 100%
2001 Frecuencia 197 53 250
% 78.8% 21.2% 100%
2002 Frecuencia 199 43 242
% 82.2% 17.8% 100%
2003 Frecuencia 215 58 273
% 78.8% 21.2% 100%
2004 Frecuencia 202 45 247
% 81.8% 18.2% 100%
2005 Frecuencia 187 53 240
% 77.9% 22.1% 100%
2006 Frecuencia 167 59 226
% 73.9% 26.1% 100%
2007 Frecuencia 221 60 281
% 78.6% 21.4% 100%
2008 Frecuencia 234 67 301
% 77.7% 22.3% 100%
2009 Frecuencia 220 62 282
% 78% 22% 100%
2010 Frecuencia 262 61 323
% 81.1% 18.9% 100%
2011 Frecuencia 293 52 345
% 84.9% 15.1% 100%
2012 Frecuencia 276 53 329
% 83.9% 16.1% 100%
2013 Frecuencia 295 56 351
% 84% 16% 100%
2014 Frecuencia 357 57 414
% 86.2% 13.8% 100%
2015 Frecuencia 359 56 415
% 86.5% 13.5% 100%
2016 Frecuencia 288 51 339
% 85% 15% 100%
Total Frecuencia 4160 931 5091
% 81.7% 18.3% 100%
~ 83 ~
Distribución de los casos de epilepsia en adultos por años en el periodo de
estudio en función de las áreas geográficas de exposición a plaguicidas y
por sexo
Las tablas 21 y 22 muestran el número total de casos de epilepsias diagnosticadas en
personas mayores de edad en hombres y mujeres respectivamente, en cada uno de los
años que conforman el periodo de estudio (2000-2016), y distribuidos por áreas
geográficas de residencia clasificadas como áreas de alta y baja exposición a
plaguicidas.
Tanto en los hombres como en las mujeres, el número de casos de epilepsias
diagnosticadas en los individuos que residen en las áreas de alta exposición a
plaguicidas es mayor que los casos de epilepsias diagnosticadas en las áreas de baja
exposición, en cada uno de los años del periodo de estudio.
En los hombres (Tabla 21), el mayor número de casos se observó en los años 2015
(n=289) y 2014 (n=253), seguidos del año 2013 (n=240). En el área geográfica de alta
exposición a plaguicidas el mayor número de casos se observó en el año 2015 (n=242) y
en el área geográfica de baja exposición a plaguicidas, el mayor número de casos de
epilepsias se observó en el año 2015 (n=47).
En los mujeres (Tabla 22), el mayor número de casos se observó en el año 2014
(n=134), seguido de los años 2013 (n=126) y 2015 (n=121). En el área geográfica de
alta exposición a plaguicidas el mayor número de casos se observó en el año 2014
(n=117) y 2015 (n=112) y en el área geográfica de baja exposición a plaguicidas, el
mayor número de casos de epilepsias se observó en los años 2005, 2009 (n=20) y 2008
(n=19).
~ 84 ~
Tabla 21: Distribución de los casos de epilepsia en hombres en función del área
geográfica de exposición por años (2000-2016).
Sexo Año Exposición
Alta
Exposición
Baja
Total
Hombre 2000
Frecuencia 161 40 201
% 80.1% 19.9% 100%
2001 Frecuencia 123 45 168
% 73.2% 26.8% 100%
2002 Frecuencia 155 36 191
% 81.2% 18.8% 100%
2003 Frecuencia 160 39 199
% 80.4% 19.6% 100%
2004 Frecuencia 170 35 205
% 82.9% 17.1% 100%
2005 Frecuencia 120 24 144
% 83.3% 16.7% 100%
2006 Frecuencia 108 43 151
% 71.5% 28.5% 100%
2007 Frecuencia 168 44 212
% 79.2% 20.8% 100%
2008 Frecuencia 160 43 203
% 78.8% 21.2% 100%
2009 Frecuencia 149 40 189
% 78.8% 21.2% 100%
2010 Frecuencia 176 41 217
% 81.1% 18.9% 100%
2011 Frecuencia 183 29 212
% 86.3% 13.7% 100%
2012 Frecuencia 185 41 226
% 81.9% 18.1% 100%
2013 Frecuencia 195 45 240
% 81.3% 18.8% 100%
2014 Frecuencia 216 37 253
% 85.4% 14.6% 100%
2015 Frecuencia 242 47 289
% 83.7% 16.3% 100%
2016 Frecuencia 194 43 237
% 81.9% 18.1% 100%
Total Frecuencia 2865 672 3537
% 81% 19% 100%
~ 85 ~
Tabla 22: Distribución de los casos de epilepsia en mujeres en función del área
geográfica de exposición por años (2000-2016).
Sexo Año Exposición
Alta
Exposición
Baja
Total
Mujer 2000
Frecuencia 47 5 52
% 84.4% 15.6% 100%
2001 Frecuencia 54 8 62
% 90.2% 9.8% 100%
2002 Frecuencia 44 7 51
% 86.3% 13.7% 100%
2003 Frecuencia 51 17 68
% 74.3% 25.7% 100%
2004 Frecuencia 54 19 73
% 76.2% 23.8% 100%
2005 Frecuencia 57 20 77
% 69.8% 30.2% 100%
2006 Frecuencia 59 18 77
% 78.7% 21.3% 100%
2007 Frecuencia 63 17 80
% 76.8% 23.2% 100%
2008 Frecuencia 65 19 84
% 75.5% 24.5% 100%
2009 Frecuencia 73 20 93
% 76.3% 23.7% 100%
2010 Frecuencia 89 19 108
% 81.1% 18.9% 100%
2011 Frecuencia 96 18 114
% 82.7% 17.3% 100%
2012 Frecuencia 101 14 115
% 88.3% 11.7% 100%
2013 Frecuencia 112 14 126
% 90.1% 9.9% 100%
2014 Frecuencia 117 16 133
% 87.6% 12.4% 100%
2015 Frecuencia 112 14 121
% 92.9% 7.1% 100%
2016 Frecuencia 101 14 115
% 92.2% 7.8% 100%
Total Frecuencia 1295 259 1554
% 83.3% 16.7% 100%
~ 86 ~
Distribución de los casos de epilepsia en adultos por años en el periodo de
estudio en función de si desarrollan actividades agrícolas.
La tabla 23 muestra el número total de casos de epilepsias diagnosticadas en personas
mayores de edad, en cada uno de los años que conforman el periodo de estudio (2000-
2016), y distribuidos en base a si desempeñan o no actividades agrícolas.
En todos los años, excepto en el año 2000 y 2010, el número de casos de epilepsias
diagnosticadas en los individuos que trabajan en la agricultura es mayor que los casos
de epilepsias diagnosticadas en trabajadores no agrícolas.
El mayor número de casos en los trabajadores agrícolas se observaron en los años 2015
(n=224) y 2014 (n=212), seguidos de los años 2013 (n=202) y 2011 (n=183).
Tabla 23: Distribución de los casos diagnosticados de epilepsia en función de la
actividad agrícola desarrollada.
Año Agricultores No agricultores Total
Total 2000
Frecuencia 111 122 233
% 47,6% 52,4% 100,0%
2001 Frecuencia 147 103 250
% 58,8% 41,2% 100,0%
2002 Frecuencia 149 93 242
% 61,6% 38,4% 100,0%
2003 Frecuencia 160 113 273
% 58,6% 41,4% 100,0%
2004 Frecuencia 158 89 247
% 64,0% 36,0% 100,0%
2005 Frecuencia 129 111 240
% 53,8% 46,3% 100,0%
2006 Frecuencia 138 118 256
% 52,2% 47,8% 100,0%
2007 Frecuencia 142 119 261
% 57,7% 42,3% 100,0%
2008 Frecuencia 149 147 296
% 47,8% 52,2% 100,0%
2009 Frecuencia 147 145 292
% 48,6% 51,4% 100,0%
~ 87 ~
2010 Frecuencia 158 165 323
% 48,9% 51,1% 100,0%
2011 Frecuencia 183 147 330
% 57,4% 42,6% 100,0%
2012 Frecuencia 172 157 329
% 52,3% 47,7% 100,0%
2013 Frecuencia 202 149 351
% 57,5% 42,5% 100,0%
2014 Frecuencia 212 202 414
% 51,2% 48,8% 100%
2015 Frecuencia 224 191 415
% 54,0% 46,0% 100%
2016 Frecuencia 181 158 339
% 53,4% 46,6% 100%
Total Frecuencia 2762 2329 5091
% 54,3% 45,7% 100%
6.2. Análisis Bivariante
Previo test de normalidad de Kolmogorov-Smirnov, se observó que todas las variables
cuantitativas seguían una distribución no normal, por lo que se aplicaron test no
paramétricos para su tratamiento estadístico.
6.2.1. COMPARACIÓN DE LAS VARIABLES DE ESTUDIO EN
FUNCIÓN DE LOS CASOS (EPILÉPTICOS) Y CONTROLES
1.2.1.1.Epilepsias en menores de edad
Comparación de la media de edad.
La media de edad de los individuos del grupo epilepsia fue de 9.61 (4.56) años,
mientras que la del grupo control fue de 9,50 (4.58) años, no observándose diferencias
estadísticamente significativas entre la media de edad de ambos grupos.
~ 88 ~
Tabla 24: Comparación de la media de edad entre los individuos del grupo epilepsia y
grupo control.
N Media Desviación Estándar Valor de p
Grupo Epilepsia 1298 9.61 4.56 0.41*
Grupo Control 5755 9.50 4.58
*p valor obtenido por U de Mann Whitney.
Comparación de la media de edad en función del sexo.
La media de edad de los varones con epilepsia fue de 9.78 (4.46) años y la de las
mujeres de 9.38 (4.70) años. La media de edad para los hombres del grupo control fue
de 9.68 (4.47) años y la de las mujeres de 9.22 (4.75) años. No observándose diferencias
estadísticamente significativas entre la media de edad de ambos sexos en ninguno de los
dos grupos.
Tabla 25: Comparación de la media de edad por sexo entre los individuos del grupo
epilepsia.
Sexo N Media Desviación Estándar Valor de p
Grupo Epilepsia Hombre 763 9.78 4.46 0.60*
Mujer 535 9.38 4.70
Grupo Control Hombre 3483 9.68 4.47 0.46*
Mujer 2272 9.22 4.75
*p valor obtenido por U de Mann Whitney.
Comparación por sexo.
El 58.8% de los individuos del grupo epilepsia eran hombres, mientras que el 41.2%
estaba representado por mujeres. En el grupo control, el 60.5% fueron hombres,
mientras que el 39.5% fueron mujeres. No se hallaron diferencias estadísticamente
significativas por sexo entre ambos grupos.
~ 89 ~
Gráfico 1: Comparación por sexo entre los casos de epilepsia y el grupo control.
Comparación por área geográfica de exposición.
Del total de individuos que padecían epilepsia el 85.6% residían en áreas geográficas de
alta exposición a plaguicidas mientras que el 14.4% lo hacían en áreas de baja
exposición a plaguicidas. Las personas del grupo control residían en un 79.1% en áreas
de alta exposición a plaguicidas mientras que el 20.9% restante lo hacía en áreas de baja
exposición a plaguicidas. Estos resultados fueron estadísticamente significativos.
Gráfico 2: Comparación de las áreas geográficas de exposición entre los casos de
epilepsia y el grupo control.
~ 90 ~
Comparación por sexo y área geográfica de exposición.
El 86.4% de los hombres que estaban diagnosticados de epilepsia residía en áreas
geográficas de alta exposición a plaguicidas, mientras que el 13.6% lo hacían en áreas
de baja exposición. El 77.6% de los varones del grupo control residía en áreas de alta
exposición a plaguicidas, mientras que el 22.4% vivía en áreas de baja exposición a
plaguicidas. Estos resultados fueron estadísticamente significativos.
Con respecto al total de mujeres que padecían epilepsia, el 84.5% residía en zonas
geográficas de alta exposición a plaguicidas, mientras que el 15.5% vivía en zonas de
baja exposición. El 81.3% de las mujeres del grupo control vivían en áreas de alta
exposición a plaguicidas, mientras que el 18.7% residía en áreas geográficas de baja
exposición. No observándose diferencias estadísticamente significativas.
Gráfico 3: Comparación por sexo y área geográfica de exposición entre los casos de
epilepsia y el grupo control.
HOMBRES
~ 91 ~
MUJERES
1.2.1.2.Epilepsias en menores de edad
Comparación de la media de edad.
La media de edad de los individuos del grupo epilepsia fue de 38.17 (7.62) años,
mientras que la del grupo control fue de 38,19 (7.66) años, no observándose diferencias
estadísticamente significativas entre la media de edad de ambos grupos.
Tabla 26: Comparación de la media de edad entre los individuos del grupo epilepsia y
grupo control.
N Media Desviación Estándar Valor de p
Grupo Epilepsia 5091 38,17 7.62 0.86*
Grupo Control 14619 38,19 7.66
*p valor obtenido por U de Mann Whitney.
Comparación de la edad por sexo.
La media de edad de los hombres con epilepsia fue de 38.10 (7.59) años y la de las
mujeres fue de 38.33 (7.69) años. En el grupo control, la media de edad para los
hombres fue de 38.17 (7.67) años y para las mujeres fue de 38.25 (7.66) años. No se
~ 92 ~
observaron diferencias estadísticamente significativas entre la media de edad por sexos
en ambos grupos.
Tabla 27: Comparación de la media de edad por sexo entre los individuos del grupo
epilepsia y grupo control.
Sexo N Media Desviación Estándar Valor de p
Epilepsia Hombre 3537 38,10 7.59 0.33*
Mujer 1554 38,33 7.69
Controles Hombre 10716 38,17 7.67 0.54*
Mujer 3903 38,25 7.66
*p valor obtenido por U de Mann Whitney.
Comparación por sexo.
El 69.5% de los individuos del grupo epilepsia eran hombres, mientras que el 30.5%
estaba representado por mujeres. En el grupo control, el 73.3% fueron hombres,
mientras que el 26.7% fueron mujeres. Estos resultados fueron estadísticamente
significativos.
Gráfico 4: Comparación por sexo entre los casos de epilepsia y el grupo control.
~ 93 ~
Comparación por área geográfica de exposición.
Del total de individuos diagnosticados de epilepsia el 81.7% residían en áreas
geográficas de alta exposición a plaguicidas mientras que el 18.3% residían en áreas
geográficas de baja exposición a plaguicidas. En el grupo control, el 72.3% vivían en
áreas geográficas de alta exposición a plaguicidas y el 27.7% vivían en áreas
geográficas de baja exposición. Siendo estos resultados estadísticamente significativos.
Gráfico 5: Comparación de las áreas geográficas de exposición entre los casos de
epilepsia y el grupo control.
Comparación por actividad agrícola.
En el grupo de los casos (epilepsias), el 54.3% trabajaban en actividades agrícolas,
mientras que el 45.7% trabajaban en actividades no relacionadas con la agricultura. En
el grupo control, el 45.7% de los individuos se dedicaban a la agricultura mientras que
el 54.8% desarrollaban otras actividades laborales. Siendo estos resultados
estadísticamente significativos.
~ 94 ~
Gráfico 6: Comparación por actividad agrícola entre los casos de epilepsia y el grupo
control.
Comparación por sexo y área geográfica de exposición.
El 81% de los hombres con epilepsia residían en áreas de alta exposición a plaguicidas,
mientras que el 19% de ellos residían en áreas de baja exposición. El 72.1% de los
hombres del grupo residían en áreas de alta exposición a plaguicidas, mientras que el
27.9% vivían en áreas de baja exposición a plaguicidas. Estos resultados fueron
estadísticamente significativos.
En el grupo de los casos (epilepsias), el 83.3% de las mujeres vivían en zonas
geográficas de alta exposición a plaguicidas, mientras que el 16.7% residían en zonas
geográficas de baja exposición. El 72.9% de las mujeres del grupo control, vivían en
áreas geográficas de alta exposición a plaguicidas, mientras que el 27.1% residían en
áreas de baja exposición. Se encontraron diferencias estadísticamente significativas en
función del área geográfica de exposición.
~ 95 ~
Gráfico 7: Comparación por sexo y área geográfica de exposición entre los casos de
epilepsia y el grupo control.
HOMBRES
MUJERES
Comparación por sexo y actividad agrícola.
El 65.1% de los hombres con epilepsia eran agricultores, mientras que el 34.9%
desempeñaban otras actividades no relacionadas con la agricultura. El 54.9% de los
hombres del grupo control se dedicaban a la agricultura, mientras que el 45.1%
~ 96 ~
trabajaban en actividades no agrícolas. Se encontraron diferencias estadísticamente
significativas en relación a trabajar o no en el sector agrícola.
El 29.5% de las mujeres diagnosticadas de epilepsia desempeñaban tareas agrícolas,
mientras que el 70.5% se dedicaban a otras actividades profesionales. El 18.8% de las
mujeres del grupo control trabajaban en el sector agrícola, mientras que el 81.2%
trabajaban en actividades no relacionadas con la agricultura. Se observaron diferencias
estadísticamente significativas en función de trabajar o no en tareas agrícolas.
Gráfico 8: Comparación por sexo y actividad agrícola entre los casos de epilepsia y el
grupo control.
HOMBRES
~ 97 ~
MUJERES
6.2.2. FACTORES DE RIESGO ENTRE LOS CASOS Y CONTROLES
6.2.2.1.Epilepsias en menores de edad
En la siguiente tabla se muestran los valores de OR, intervalos de confianza y de
significación estadística “p”, resultantes de comparar los casos y los controles para el
sexo y el área geográfica de exposición.
Tabla 28: ORc e intervalo de confianza al 95% para el sexo y para las áreas
geográficas de exposición entre los casos de epilepsia y los controles.
Parámetros ORc IC95% p valor
Sexo
Hombre
0.93 0.82-1.05 <0.24 Mujer
Exposición
Alta
1.57 1.33-1.86 <0.001 Baja
Al comparar la variable sexo y área geográfica de exposición (Alta/Baja) entre los
individuos diagnosticados de epilepsias (grupo de los casos) y los individuos sin
epilepsia (grupo control), se obtuvo una OR: 1.57 para los casos de epilepsias que
~ 98 ~
residían en áreas de alta exposición a plaguicidas (p<0.001) y una OR: 0.93 para los
hombres con epilepsias (p>0.05).
Hombres.
La Tabla 29 muestra los valores de OR, IC95% y valor de “p” para los varones al
comparar el área de exposición a plaguicidas en el grupo de los casos y en el grupo
control, obteniéndose una OR: 1.82 para los hombres que residían en áreas de alta
exposición a plaguicidas, siendo estos resultados estadísticamente significativos
(p<0.001).
Tabla 29: ORc e intervalo de confianza al 95% en hombres por áreas de exposición
entre los casos de epilepsia y los controles.
Parámetros ORc IC95% p valor
Exposición
Alta
1.82 1.46-2.28 <0.001 Baja
Mujeres.
La Tabla 30 muestra los valores de OR, IC95% y valor de “p” para las mujeres al
comparar el área de exposición a plaguicidas en el grupo de los casos y en el grupo
control, obteniéndose una OR: 1.25 para las mujeres que residían en áreas de alta
exposición a plaguicidas, no siendo estos resultados estadísticamente significativos
(p>0.05).
Tabla 30: OR e intervalo de confianza al 95% en mujeres por áreas de exposición
entre los casos de epilepsia y los controles.
Parámetros ORc IC95% p valor
Exposición
Alta
1.25 0.96-1.62 0.08 Baja
~ 99 ~
6.2.2.2.Epilepsias en adultos
En la siguiente tabla se muestran los valores de OR, intervalos de confianza y de
significación estadística “p”, resultantes de comparar los casos y los controles para el
sexo, área geográfica de exposición y actividad agrícola.
Tabla 31: OR e intervalo de confianza al 95% para el sexo, para las áreas de
exposición y para la actividad agrícola entre los casos de epilepsia y los controles.
Parámetros ORc IC95% p valor
Sexo
Hombre
0.82 0.77-0.88 <0.001 Mujer
Exposición
Alta
1.71 1.58-1.85 <0.001 Baja
Actividad agrícola
Si
1.43 1.34-1.53 <0.001 No
Al comparar la variable sexo, área geográfica de exposición (Alta/Baja) y actividad
agrícola (si/no) entre los individuos diagnosticados de epilepsias (grupo de los casos) y
los individuos sin epilepsia (grupo control), se obtuvo una OR: 1. 17 para los casos de
epilepsias que residían en áreas de alta exposición a plaguicidas y una OR: 1.43 para los
casos de epilepsias que trabajaban en la agricultura. Para el sexo, se obtuvo una OR:
0.93 para los hombres con epilepsias. Observándose diferencias estadísticamente
significativas en todos los casos (p<0.001).
Hombres.
La Tabla 32 muestra los valores de OR, IC95% y valor de “p” para los varones al
comparar el área de exposición a plaguicidas y trabajar en la agricultura, en el grupo de
los casos y en el grupo control, obteniéndose una OR: 1.65 para los hombres que
residían en áreas de alta exposición a plaguicidas y una OR: 1.53 para los hombres que
se dedicaban a la agricultura, siendo estos resultados estadísticamente significativos
(p<0.001).
~ 100 ~
Tabla 32: OR e intervalo de confianza al 95% en hombres por áreas de exposición y
actividad agrícola entre los casos de epilepsia y los controles.
Parámetros ORc IC95% p valor
Exposición
Alta
1.65 1.50-1.81 <0.001 Baja
Actividad agrícola
Si
1.53 1.41-1.66 <0.001 No
Mujeres.
La Tabla 33 muestra los valores de OR, IC95% y valor de “p” para las mujeres al
comparar el área de exposición a plaguicidas y el desarrollar tareas agrícolas, en el
grupo de los casos y en el grupo control, obteniéndose una OR: 1.85 para las mujeres
que residían en áreas de alta exposición a plaguicidas y una OR: 1.81 para las mujeres
que se dedican a la agricultura, obteniéndose en ambos casos diferencias
estadísticamente significativas (p<0.001).
Tabla 33: OR e intervalo de confianza al 95% en mujeres por áreas de exposición y
actividad agrícola entre los casos de epilepsia y los controles.
Parámetros ORc IC95% p valor
Exposición
Alta
1.85 1.59-2.16 <0.001 Baja
Actividad agrícola
Si
1.81 1.58-2.07 <0.001 No
Agricultores.
La Tabla 34 muestra los valores de OR, IC95% y valor de “p” para los agricultores al
comparar el área de exposición a plaguicidas en el grupo de los casos y en el grupo
control.
Los agricultores que residían en áreas de alta exposición a plaguicidas presentaron una
OR: 1.86 Al analizar los resultados por sexo, los hombres agricultores que residían en
áreas de alta exposición presentaron una OR: 1.75 y las mujeres agricultoras que
~ 101 ~
residían en áreas de alta exposición presentaron una OR: 2.68. Siendo estos resultados
estadísticamente significativos en todos los casos (p<0.001).
Tabla 34: OR e intervalo de confianza al 95% en agricultores por sexo y áreas
geográficas de exposición entre los casos de epilepsia y los controles.
Población Parámetros ORc IC95% p valor
Total de agricultores Exposición
Alta
1.86 1.66-2.09 <0.001 Baja
Hombres
agricultores Exposición
Alta
1.75 1.55-1.98 <0.001 Baja
Mujeres agricultoras Exposición
Alta
2.68 1.96-3.67 <0.001 Baja
No agricultores.
La Tabla 35 muestra los valores de OR, IC95% y valor de “p” para los trabajadores no
agrícolas al comparar el área de exposición a plaguicidas en el grupo de los casos y en
el grupo control.
Los trabajadores que desarrollaban su actividad laboral en tareas no relacionadas con la
agricultura que residían en áreas de alta exposición a plaguicidas presentaron una OR:
1.55. Al analizar los resultados por sexo, los hombres no agricultores que residían en
áreas de alta exposición presentaron una OR: 1.46 y las mujeres no agricultoras que
residían en áreas de alta exposición presentaron una OR: 1.64. Siendo estos resultados
estadísticamente significativos en todos los casos (p<0.001)
Tabla 35: OR e intervalo de confianza al 95% en individuos no agricultores por sexo
y áreas geográficas de exposición entre los casos de epilepsia y los controles.
Población Parámetros ORc IC95% p valor
Total de no
agricultores Exposición
Alta
1.55 1.38-1.73 <0.001 Baja
Hombres no
agricultores Exposición
Alta
1.46 1.26-1.70 <0.001 Baja
Mujeres no
agricultoras Exposición
Alta
1.64 1.38-1.95 <0.001 Baja
~ 102 ~
~ 103 ~
Tasas de prevalencia de epilepsias por 1000 habitantes para ambos sexos y estratificados por áreas de estudio.
Las tasas de prevalencia de epilepsias por 1000 habitantes en los adultos que residían en áreas geográficas de alta exposición a plaguicidas
se han incrementado a lo largo de los años de estudio llegando a su máximo en los años 2014 y 2015 con un tasa de 0.84. Las tasas de los
adultos que residen en áreas de baja exposición se han mantenido a lo largo del periodo de estudio teniendo su máximo en el año 2009.
Las tasas de prevalencia de epilepsias por 1000 habitantes en los menores de edad que residían ambas áreas geográficas de exposición fueron
aumentando a lo largo del periodo de estudio, coincidiendo la máxima tasa de ambos en el año 2016.
Tabla 36: Tasas de prevalencia de epilepsias por 1000 habitantes para ambos sexos y estratificados por áreas de estudio (alta y baja
exposición a plaguicidas.
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016
Epilepsias en
adultos
Alta
exposición 0.44 0.46 0.47 0.51 0.48 0.44 0.39 0.52 0.55 0.52 0.62 0.69 0.65 0.69 0.84 0.84 0.68
Baja
exposición 0.37 0.44 0.35 0.48 0.37 0.44 0.49 0.49 0.55 0.51 0.50 0.43 0.44 0.46 0.47 0.46 0.42
Epilepsias en
menores de edad
Alta
exposición 0.46 0.47 0.51 0.49 0.50 0.56 0.53 0.52 0.54 0.52 0.60 0.55 0.56 0.61 0.63 0.62 0.63
Baja
exposición 0.23 0.30 0.33 0.37 0.27 0.27 0.33 0.43 0.37 0.43 0.47 0.40 0.40 0.40 0.37 0.40 0.47
~ 104 ~
Tasas de prevalencia de epilepsia en varones por 1000 habitantes y estratificadas por áreas de estudio.
Las tasas de prevalencia de epilepsias por 1000 habitantes en los varones adultos que residían en áreas geográficas de alta exposición a
plaguicidas se han incrementado a lo largo de los años de estudio llegando a su máximo en el año 2015 con un tasa de 1.10. Las tasas de los
varones adultos que residen en áreas de baja exposición se han mantenido a lo largo del periodo de estudio teniendo su máximo en el año
2015. Las tasas de prevalencia de epilepsias por 1000 habitantes en los varones menores de edad que residían ambas áreas geográficas de
exposición fueron aumentando a lo largo del periodo de estudio, coincidiendo la máxima tasa de ambos en el año 2016.
Tabla 37: Tasas de prevalencia de epilepsia en varones por 1000 habitantes y estratificadas por áreas de estudio
(alta y baja exposición a plaguicidas).
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016
Epilepsias en
adultos
Alta
exposición 0.73 0.56 0.71 0.73 0.78 0.55 0.60 0.66 0.73 0.68 0.80 0.83 0.84 0.89 0.99 1.10 0.89
Baja
exposición 0.65 0.73 0.58 0.63 0.57 0.39 0.69 0.71 0.69 0.65 0.66 0.47 0.66 0.73 0.60 0.76 0.69
Epilepsias en
menores de edad
Alta
exposición 0.45 0.47 0.58 0.60 0.62 0.63 0.62 0.63 0.60 0.55 0.70 0.62 0.63 0.70 0.81 0.71 0.76
Baja
exposición 0.19 0.26 0.32 0.32 0.26 0.19 0.39 0.52 0.45 0.52 0.52 0.52 0.45 0.45 0.39 0.39 0.58
~ 105 ~
Tasas de prevalencia de epilepsia en mujeres por 1000 habitantes y estratificadas por áreas de estudio.
Las tasas de prevalencia de epilepsias por 1000 habitantes en las mujeres adultas que residían en áreas geográficas de alta exposición
a plaguicidas se han incrementado a lo largo de los años de estudio llegando a su máximo en el año 2014. Sin embargo, las tasas para
las mujeres adultas que residían en áreas de baja exposición sufrieron un incremento hasta el año 2008 y a partir de éste año comenzaron
a descender hasta llegar a una tasa 0.13 en 2016. Las tasas de prevalencia de epilepsias por 1000 habitantes en los mujeres menores de
edad que residían ambas áreas geográficas de exposición se mantuvieron relativamente estables a lo largo del periodo de estudio.
Tabla 38: Tasas de prevalencia de epilepsia en mujeres por 1000 habitantes y estratificadas por áreas de estudio
(alta y baja exposición a plaguicidas).
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016
Epilepsias en
adultos
Alta
exposición 0.13 0.36 0.21 0.27 0.16 0.33 0.29 0.26 0.36 0.35 0.42 0.53 0.44 0.49 0.69 0.57 0.46
Baja
exposición 0.08 0.13 0.12 0.32 0.17 0.49 0.27 0.27 0.40 0.37 0.34 0.39 0.20 0.18 0.34 0.15 0.13
Epilepsias en
menores de edad
Alta
exposición 0.47 0.47 0.43 0.38 0.38 0.48 0.43 0.40 0.47 0.48 0.50 0.48 0.48 0.52 0.43 0.52 0.48
Baja
exposición 0.28 0.34 0.34 0.41 0.28 0.34 0.28 0.34 0.28 0.34 0.41 0.28 0.34 0.34 0.34 0.41 0.34
~ 106 ~
6.3. Análisis Multivariante
La tabla 39 y la tabla 40 muestran el análisis de regresión logística binaria de los
factores de riesgo estudiados sobre el desarrollo de la epilepsia. Se ha tomado como
variable dependiente tener o no epilepsia y como independientes, en menores de edad:
sexo, edad y área geográfica de exposición; y para los adultos: sexo, edad, área
geográfica de exposición y actividad agrícola.
Regresión logística binaria en menores de edad
En los menores de edad, el modelo final de regresión logística binaria estaba formado
por la variable exposición (Alta/Baja), excluyendo del modelo las variables sexo y edad.
Los menores de edad que residían en un área geográfica de alta exposición a plaguicidas
presentaban 1.57 veces más riesgo de ser diagnosticados con epilepsia que los menores
de edad que residían en áreas de baja exposición (p<0.001).
Tabla 39: Análisis de regresión logística binaria para las epilepsias en menores de
edad para las variables de estudio.
ORa IC 95% Valor p
Inferior Superior
Exposición 1.57 1.33 1.86 <0.001
Variables: Exposición (0: Baja, 1:Alta).
Regresión logística binaria en adultos
En los adultos, el modelo final de regresión logística binaria estaba formado por la
variable sexo (Hombre/Mujer), exposición (Alta/Baja), actividad agrícola (Si/No) y la
interacción Agricultores*exposición, excluyendo del modelo la variable edad.
Los hombres presentaban 1.42 veces más riesgo de desarrollar epilepsia que las mujeres
(p<0.001). Las personas que residían en un área de alta exposición a plaguicidas
presentaban 1.53 veces más riesgo de ser diagnosticados con epilepsia que las personas
que residían en áreas de baja exposición (p<0.001), los individuos que se dedicaban
~ 107 ~
profesionalmente a la agricultura presentaban 1.36 veces más riesgo de padecer
epilepsia que los que se dedicaban a otros sectores profesionales (p<0.001). Las
personas que vivían en un áreas de alta exposición a plaguicidas y que además se
dedicaban a la agricultura presentaban 1.21 veces más riesgo de tener epilepsia que los
que vivían en áreas de baja exposición y que no eran agricultores (p<0.01).
Tabla 40: Análisis de regresión logística binaria para las epilepsias en adultos con las
variables de estudio.
ORa IC 95% Valor p
Inferior Superior
Sexo 1.42 1.32 1.53 <0.001
Exposición 1.53 1.37 1.72 <0.001
Agricultura 1.36 1.18 1.57 <0.001
Agricultores*exposición 1.21 1.03 1.42 0.01
Variables: Sexo (0: Hombre, 1: Mujer); Exposición (0: Baja, 1:Alta), Agricultura (0: No, 1: Si); Agricultura*Exposición
~ 108 ~
VII. DISCUSIÓN
Los plaguicidas se han utilizado desde su descubrimiento hasta la actualidad
propagándolos deliberadamente al medio para controlar las diversas plagas que
amenazan las cosechas y la salud humana. A nivel mundial existen decenas de miles de
formulaciones comerciales de plaguicidas que incluyen algo más de mil ingredientes
activos (Lozano-Paniagua, 2017). El uso de estos productos intrínsecamente tóxicos
lleva asociado una gran preocupación sobre los efectos en la salud humana y
medioambiental, ya que no sólo actúan sobre los organismos diana a los que están
destinados, si no que afectan a la tierra, el agua y a otros organismos no diana como los
seres humanos. La creencia errónea y generalizada durante las últimas décadas en el
sector agrícola de que a mayor dosis de plaguicida mayor es el rendimiento de la
cosecha, ha supuesto una exposición adicional a la estrictamente necesaria tanto a los
agricultores como a la población en general, lo cual exacerba aún más si cabe la
problemática de salud pública a medio y largo plazo (Lozano-Paniagua, 2017).
Todos los efectos adversos sobre la salud humana son muy complejos de
identificar ya que, por su carácter inespecífico, pueden ser atribuibles a otras muchas
causas. Además, no todas las exposiciones a plaguicidas dan como resultado un efecto
adverso objetivable a nivel clínico o bioquímico. Los efectos adversos producidos por
estos agentes tóxicos más fáciles de identificar son aquellos causados tras una
exposición aguda a altas dosis, ya que aparecen tras un breve periodo de tiempo y la
sintomatología producida es fácilmente identificable. Las reacciones locales tras una
exposición aguda también son reconocibles de forma simple ya que son muy llamativas
visualmente (prurito, eritema, rinitis, conjuntivitis...) (Kishi et al., 1995; López, Obiols
y Subias, 1998). Por el contrario, es difícil establecer los efectos a largo plazo sobre la
salud humana tras una exposición crónica a plaguicidas a dosis bajas (inferiores al
umbral que origina la sintomatología aguda). Además, el uso combinado de estas
sustancias es cada vez más común en las prácticas agrícolas, lo cual añade más
dificultad a la identificación de efectos adversos, ya que las manifestaciones tóxicas no
son específicas para los diferentes compuestos químicos y además, con estas mezclas
que hace el propio agricultor o que ya vienen en los formulados actuales, pueden darse
fenómenos de interacción, adición o efectos independientes según las características
toxicodinámicas y toxicocinéticas de los pesticidas utilizados (Hernández et al., 2013).
~ 109 ~
Asimismo, los individuos expuestos a plaguicidas también suelen estarlo con
otros contaminantes químicos ya sea por la propia contaminación ambiental,
exposiciones ocupacionales previas, ingesta de sustancias tóxicas a través de los
alimentos o el agua o derivados de sus estilos de vida (consumo de tabaco, alcohol o
drogas).
A pesar de lo anteriormente expuesto, en la actualidad existen varios estudios en
los que se describen las consecuencias sobre la salud humana por el uso de plaguicidas.
Todos estos estudios demostraron que los plaguicidas están relacionados con la
aparición de neurotoxicidad crónica, impactos inmunológicos, genotoxicidad,
mutagenicidad, carcinogénesis, toxicidad reproductiva, alteración o disrupción
endocrina, entre otros (Dabrowski et al., 2015; Hernández et al., 2011; Parrón et al.,
2011; Sugeng et al., 2013).
En el presente trabajo de investigación se planteó un estudio epidemiológico de
casos y controles con la finalidad de determinar si existe asociación entre la exposición
a plaguicidas y la presencia de crisis epilépticas como consecuencia de desempeñar
actividad laboral en invernaderos agrícolas y de la exposición medioambiental.
Mecanismos de acción de los plaguicidas y epilepsias
El mayor uso de pesticidas para la protección de cultivos determina que, además
de los aplicadores y los trabajadores agrícolas, la población en general también esté
expuesta a estos productos químicos. En nuestro estudio, aunque la superficie total de
los invernaderos fue 40 veces mayor en el área geográfica de alto uso de pesticidas con
respecto a la de bajo uso, una estimación relativa del uso de estos compuestos tóxicos
indica que es solo 3.6 veces mayor (7835 vs. 2159 toneladas en las áreas de alto y bajo
uso de plaguicidas, respectivamente). La razón por la que esto ocurre, es la gran
cantidad de cultivos leñosos (cítricos, olivos, almendros y árboles frutales) en el área
geográfica de bajo uso de plaguicidas, ya que estos cultivos requieren una menor
aplicación de estas sustancias para mantener y alcanzar niveles altos de productividad y
rentabilidad (Tabla 9).
Esta diferencia en el uso de plaguicidas podría sugerir posibles diferencias en el
estado ocupacional y socioeconómico entre las dos áreas geográficas estudiadas. Dado
que en estudios epidemiológicos previos se ha reportado un estado socioeconómico más
bajo como factor de riesgo para la epilepsia (Heaney et al., 2002), comparamos la
~ 110 ~
distribución de la población empleada en los sectores primario, secundario y terciario de
la actividad económica entre áreas con alto y bajo uso de pesticidas. Aunque se
observaron diferencias estadísticamente significativas, estas fueron impulsadas por el
hecho de que el sector primario predominó en el área geográfica de alto uso de
plaguicidas, mientras que el sector secundario fue más prevalente en el área geográfica
de bajo uso de pesticidas. El sector terciario, que tiene un gran impacto socioeconómico,
tuvo una distribución similar entre las dos áreas de estudio. Sin embargo, no se
observaron diferencias entre los ingresos personales desechables de los individuos que
residían en las áreas geográficas de alta y baja exposición a plaguicidas. En general, se
puede considerar que los factores socioeconómicos no tienen un impacto diferencial
sobre el riesgo de epilepsia en nuestro estudio. Los datos por sectores se obtuvieron de
la base de datos del instituto de estadística de Andalucía del año 2001 y los datos de la
renta personal se obtuvieron a través de la agencia tributaria española. Lo anteriormente
expuesto se puede observar en la tabla 51.
Tabla 51: Distribución de la población ocupada por actividad económica e
ingresos personales medios disponibles.
Alto uso de
plaguicidas
Bajo uso de
plaguicidas
P
Sector primario 30.40% 22.43%
<0.001 Sector secundario 17.22% 28.30%
Sector terciario 52.37% 49.25%
*Renta personal
€/persona 13,446 ± 1,895 14,340 ± 1,240 0,05
* Disponible en: http://www.agenciatributaria.es/AEAT/Contenidos_Comunes/La_Agencia_Tributaria/Estadisti
cas/Publicaciones/sites/irpfmunicipios/2014/jrubik4e93d46e7e85aa3dd4296c3fb35c28a0723d 87a0.html
Los factores de riesgo reconocidos para el desarrollo de la epilepsia son
múltiples e incluyen la lesión en el nacimiento, las convulsiones febriles, las
alteraciones metabólicas, la lesión cerebral traumática, el tumor cerebral, la infección
intracraneal, las reacciones autoinmunes, los antecedentes familiares o genéticos de
epilepsia y la exposición a sustancias químicas o tóxicos tanto prenatal como
postnatalmente (Espinosa-Jovel et at., 2018, Pauschek et al., 2016). Hasta donde
tenemos conocimiento, no existen estudios epidemiológicos previos que examinen la
exposición a los plaguicidas como un factor de riesgo para la epilepsia más allá de los
~ 111 ~
casos de intoxicación aguda. Sin embargo, tenemos constancia de que los compuestos
neurotóxicos, en los que se incluyen algunos plaguicidas, pueden alterar el sistema
nervioso afectando a diversas dianas neuronales como pueden ser las membranas, la
señalización intracelular, el transporte axonal o el aporte de energía (Hernández, Gil y
Tsatsakis, 2014). Las sustancias neurotóxicas pueden actuar de cuatro formas posibles
(Moser, Aschner, Richardson y Philbert, 2013):
Pueden producir una neuropatía lo cual significaría la afectación el soma
celular de las neuronas, dando lugar a necrosis o apoptosis.
Pueden producir una axonopatía por la degeneración del axón.
Pueden producir una mielopatía si afectan a la mielina de las neuronas.
Pueden interferir directamente en la neurotransmisión, bien por inhibir la
liberación de neurotransmisores, por actuar como agonista o antagonista de
receptores específicos o por interferir con los procesos de transducción de señales.
Los plaguicidas, y en especial los insecticidas, actúan de una manera directa
sobre el sistema nervioso, aunque en determinados casos originan una disrupción
celular generalizada debido a la alta actividad metabólica del sistema nervioso, que
provoca efectos tóxicos tanto en el sistema nervioso central como en el periférico
(Keifer y Firestone, 2008). Los plaguicidas pueden ejercer su acción sobre al menos
once dianas del sistema nervioso, entre las que destacan la acetilcolinesterasa (AChE)
para los insecticidas organofosforados (OPs) y N-metilcarbamatos, el receptor
nicotínico de la acetilcolina (nAChR) en el caso de los neonicotinoides, el
receptor/canal GABA/cloruro para los policlorociclohexanos y fipronil, y el canal de
sodio dependiente de voltaje para piretroides y algunos organoclorados (OCs) como el
ditiotreitol (DDT). Otras dianas adicionales son el canal de sodio, el canal de cloruro
regulado por glutamato, el receptor de octopamina y el canal de calcio (Casida y
Durkin, 2013; Lozano-Paniagua, 2017).
En diversos estudios realizados en animales, se ha mostrado el comienzo de un
estado epiléptico (actividad convulsiva ininterrumpida durante al menos 30 minutos)
después de la exposición del animal a plaguicidas organofosforados y carbamatos
(Todorovic, Cowan, Balint, Sun y Kapur, 2012; Shrot et al., 2014).
La exposición a los OP produce convulsiones que progresan a estado epiléptico
y que pueden causar daño cerebral o la muerte. Cualquier fallo en los mecanismos de
~ 112 ~
compensación inhibitorio y excitatorio del sistema nervioso central (SNC) puede
desencadenar una crisis epiléptica (DiNuzzo et al., 2014). Uno de los neurotransmisores
que están involucrados en estos mecanismos de compensación es la acetilcolina. La
función principal de este neurotransmisor es la de estimular sus receptores muscarínicos
y nicotínicos causando potenciales excitatorios postsinápticos que derivan en la
generación de un potencial de acción sobre la fibra muscular correspondiente y también
genera acciones excitatorias neuronales. Las convulsiones pueden ser el resultado de la
sobreestimulación de los receptores de acetilcolina muscarínicos centrales (mAChR)
como resultado de la inhibición de la acetilcolinesterasa, ya que ésta es la enzima
encargada de catalizar la hidrólisis de la acetilcolina y es una diana típica de los
plaguicidas OPs y N-metilcarbamatos. En presencia de éstos, la acetilcolinesterasa se
fosforila o carbamila respectivamente provocando la acumulación del neurotransmisor
acetilcolina y el consiguiente incremento de su acción. (Miller et al., 2017). La
determinación de la actividad de la acetilcolinesterasa en sus dos formas, colinesterasa
eritrocitaria (AChE) y colinesterasa plasmática (BChE), nos ayuda de forma plausible a
la confirmación de intoxicación por plaguicidas neurotóxicos.
La desactivación de la acetilcolinesterasa y el ulterior incremento de la
acetilcolina en el espacio intersináptico de las neuronas colinérgicas, es seguido por la
hiperactividad glutamatérgica debido a la liberación excesiva de glutamato monosódico.
Esta sustancia es el neurotransmisor excitatorio por excelencia del SNC y es producido
por las neuronas glutamatérgicas. La liberación excesiva del grutamato monosódico
conlleva a un sobrecarga de calcio y sodio intracelular en las neuronas postsinápticas
junto con estrés oxidativo y un aumento de las respuestas neuroinflamatorias. Estos tres
factores pueden dar lugar a lesiones neuronales y lo que es más grave, a la muerte
neuronal (Chen, 2012; DiNuzzo et al., 2014; Jett, 2012). Tal liberación excesiva de
calcio provoca una lesión excitotóxica en las neuronas afectadas que sostiene y refuerza
la actividad convulsiva como resultado de la excitotoxicidad neuronal (Jett, 2007). Esta
disfunción neural podría causar posteriormente daño neuronal secundario y
consecuencias neuropsiquiátricas crónicas que van desde el deterioro cognitivo sutil
hasta los déficits sensoriales y motores (Chen, 2012; Jett, 2012). Existe evidencia de
que la concentración elevada de calcio intracelular y los mecanismos homeostáticos de
calcio alterados pueden desempeñar un papel en el desarrollo de la epilepsia adquirida
(Raza et al., 2004).
~ 113 ~
La exposición crónica de bajo nivel al diclorvos OP en ratas adultas indujo la
neurodegeneración apoptótica al elevar los niveles de calcio mitocondrial, alterando los
complejos mitocondriales I, III y IV, y aumentando el estrés oxidativo. Además,
también se ha demostrado que la exposición repetida de bajo nivel a otros OP (por
ejemplo clorpirifos o acefato) induce respuestas inflamatorias in vitro y regulación al
alza de citoquinas inflamatorias in vivo (Terry, 2012). Es importante destacar que estos
productos químicos OP se utilizaron como insecticidas en nuestras áreas de estudio lo
que ofrece plausibilidad biológica para este estudio.
Los insecticidas organoclorados y piretroides también ejercen efectos
neurotóxicos causando un estado hiperexcitable en el cerebro que provoca convulsiones
y temblores (Stanojlović et al., 2013). Todos los piretroides y el Dicloro difenil
tricloroetano (DDT) crean una condición de hiperexcitabilidad como resultado de la
interacción con el canal de sodio. Además, la mayoría de los plaguicidas organoclorados
y los piretroides de tipo II bloquean el receptor GABAa y reducen el flujo de calcio
hacia el interior hiperpolarizante inducido por el neurotransmisor GABA. Si tenemos en
cuenta que el ácido gamma amino-butírico es uno de los neurotransmisores inhibitorios
más importantes del SNC y que, además, concretamente el receptor GABAa es el
encargado de abrir los canales cloro produciendo una potente inhibición del impulso
nervioso, la actividad en modo de bloqueo que producen los plaguicidas organoclorados
y piretroides de tipo II inducen un síndrome de hiperexcitabilidad en los mamíferos
acompañado de convulsiones (Costa, 2015; De Cabo-de la Vega, et al., 2006; DiNuzzo
et al., 2014). En nuestras áreas de estudio, los piretroides tipo II (Cipermetrina,
tralometrina, acrnatina) y el plaguicida organoclorado endosulfán fueron insecticidas
comúnmente utilizados.
Por otro lado, los plaguicidas OP, N-metilcarbamatos, organoclorados,
piretroides, triazinas, neonicotinoides, paraquat y ditiocarbamatos los cuales, como
hemos indicado anteriormente, fueron utilizados en nuestras dos áreas geográficas de
estudio (Hernández et al., 2013), pueden inducir estrés oxidativo como resultado de una
mayor producción de moléculas altamente reactivas y/o una disminución de las defensas
antioxidantes contra el daño oxidativo, ya que las mitocondrias son el lugar primario de
producción de moléculas altamente reactivas y son vulnerables al daño oxidativo
(Abdollahi, Ranjbar, Shadnia, Nikfar y Rezaie, 2004). Además, las mitocondrias juegan
un papel clave en la excitotoxicidad y la apoptosis (Waldbaum y Patel, 2010). Se ha
~ 114 ~
sugerido que el estrés oxidativo mitocondrial y la disfunción son factores contribuyentes
de la epilepsia. Los estudios in vivo han demostrado que el estrés oxidativo
mitocondrial puede reducir el umbral convulsivo, por lo que el estrés oxidativo no
puede considerarse solo como una consecuencia de las convulsiones, sino también un
contribuyente activo de las convulsiones y de la epileptogénesis (Waldbaum y Patel,
2010). Esta afirmación se ratifica en que la epilepsia probablemente es el resultado de
las interacciones entre el umbral convulsivo determinado genéticamente, las afecciones
médicas predisponentes subyacentes o los trastornos metabólicos y los factores
desencadenantes agudos (Guberman y Bruni, 1999). Por lo tanto, la exposición a largo
plazo a dosis ambientales bajas de plaguicidas, en particular insecticidas neurotóxicos,
puede causar estrés oxidativo e hiperactividad en el sistema nervioso y así contribuir a
la epileptogénesis. Esto, como hemos citado anteriormente, podría estar facilitado por
un fondo genético particular u otros factores desencadenantes que haría a las personas
más propensas a sufrir ataques epilépticos. Esta hipótesis proporciona una verosimilitud
biológica a los resultados de nuestro estudio y, de confirmarse con otros estudios
epidemiológicos, respaldaría la exposición a largo plazo a los plaguicidas como un
nuevo factor de riesgo ambiental para la epilepsia.
Exposición a plaguicidas y epilepsia
Los invernaderos permiten al sector agrícola la obtención de cosechas de una
manera precoz y con un alto rendimiento ya que se consigue alargar el ciclo de las
plantas y la obtención de cosechas fuera de temporada. Las características de los
invernaderos juegan un papel clave en esta alta productividad y rendimiento ya que son
espacios cerrados y generalmente estrechos, con una elevada temperatura y humedad, y
donde la circulación de aire es mínima. En estos singulares espacios agrarios es
necesario emplear programas de control de plagas entre los que se incluyen los
plaguicidas. Todas estas peculiaridades hacen que los invernaderos sean un lugar de
trabajo donde se alcanza una elevada concentración de sustancias volátiles procedentes
de la aplicación de los plaguicidas. En este ambiente con las condiciones descritas
anteriormente, el trabajador agrícola debe realizar esfuerzos físicos para ejecutar sus
tareas, lo que a veces puede resultar en un mal uso de las medidas preventivas tales
como los equipos de protección individual, lo cual aumenta de forma exponencial la
posibilidad de una intoxicación por exposición a plaguicidas tanto aguda como crónica.
~ 115 ~
En un estudio reciente realizado por Park et al., (2018) se evaluó la ocurrencia
de convulsiones en pacientes con intoxicación aguda a plaguicidas y encontraron la
mayor incidencia en aquellos que ingirieron glufosinato de amonio (31.5% de los
pacientes), seguidos por aquellos que ingirieron piretroides (5.9%) y derivados de
glicina (5.4%). El Agricultural Health Study (AHS) analizó el riesgo de exhibir una
combinación de síntomas neurológicos asociados con la exposición a pesticidas y
descubrió que los agricultores con exposición moderada a largo plazo a plaguicidas OP
e insecticidas organoclorados tenían entre 1.2 y 1.5 veces más riesgo de síntomas
neurológicos, como mareos, debilidad, pérdida de equilibrio, espasmos musculares,
temblores, dificultad para hablar, pérdida del conocimiento, etc. (Kamel et al., 2007).
Con aproximadamente el mismo riesgo de sufrir síntomas neurológicos que el
Agricultural Health Study encontramos el estudio de García-García y colaboradores
(2016b) que al igual que el anterior se focalizó en las personas agricultoras.
Curiosamente, este estudio se realizó en la misma área geográfica que el presente
estudio pero el riesgo de padecer epilepsia que obtuvimos nosotros fue algo superior
(1.43). Ninguno de los estudios señalados anteriormente consideraron el área de
residencia del agricultor como factor de riesgo para desarrollar epilepsia. Con los
resultados obtenidos en nuestro estudio podemos afirmar que los agricultores que
además de estar expuestos a los plaguicidas por su profesión también lo están por residir
en áreas geográficas de alto uso de plaguicidas tienen un mayor riesgo (1.86) que
aquellos que solo están expuestos a los plaguicidas ocupacionalmente. En este mismo
sentido, no existen estudios en los que se relacione la epilepsia con aquellas personas
que solo están expuestas a los plaguicidas por su área geográfica de residencia y no por
su ocupación laboral. Por lo que, a través de nuestros resultados podemos afirmar que
una persona que resida en un área considerada de alta exposición a plaguicidas tiene
más riesgo de padecer epilepsia que una que resida en un área geográfica de baja
exposición.
Por otro lado, no se han encontrado investigaciones que relacionen el riesgo de
padecer epilepsia con estar expuesto a los plaguicidas por sexo. Sin embargo dado los
resultados obtenidos en nuestro estudio, podemos concluir que las mujeres tanto las
estaban expuestas ocupacionalmente a los plaguicidas como aquellas que estaban
expuestas a los plaguicidas por su área de residencia tenían un mayor riesgo de padecer
epilepsia que los hombres en las mismas circunstancias de exposición a plaguicidas.
~ 116 ~
Los individuos menores de edad son más vulnerables que los adultos a la
exposición a plaguicidas ya que sus órganos, el sistema nervioso y el sistema
inmunológico están todavía en desarrollo. Además, sus mayores tasas de división
celular también aumentan la susceptibilidad de los niños a los riesgos asociados con la
exposición a plaguicidas.
La exposición de la población menor de edad a plaguicidas y a productos
derivados de la elaboración o fabricación de éstos como las dioxinas o los bifenilos
ploriclorados tienen consecuencias en el neurodesarrollo tal y como mantiene el estudio
realizado por Boersma y Lanting (2000). Estos autores estudiaron los efectos a largo
plazo producidos sobre los menores de edad expuestos prenatal y postnatalmente a estas
sustancias. La exposición prenatal se midió a partir los niveles de estas sustancias en
sangre materna y en la del cordón umbilical, y la exposición postnatal se midió por los
niveles de ambos tóxicos en la leche materna, en la leche de fórmula y la sangre de los
niños. Los resultados que obtuvieron evidencian que la exposición prenatal a estas
sustancias tiene efectos negativos sutiles en el desarrollo neurológico y cognitivo del
niño hasta la edad escolar. Estas consecuencias en el neurodesarrollo, como hemos
expresado anteriormente, son uno de los factores predisponentes al desarrollo de
epilepsia. Por otro lado, en el estudio realizado Khanna Arora et al., (2013) se evaluaron
los niveles séricos de plaguicidas organoclorados en niños sanos y con convulsiones
idiopáticas con una edad entre los 2 y los 12 años. Descubrieron que existía una
asociación entre los niños que sufrían convulsiones idiopáticas y unos niveles séricos
más altos de plaguicidas organoclorados. En este sentido, hemos comprobado como al
igual que en los anteriores estudios, la probabilidad de riesgo existente de padecer
epilepsia en menores de edad expuestos residencialmente a los plaguicidas es mayor
(1.57) que los menores de edad que no están expuestos a plaguicidas.
Prevalencia de la epilepsia
La mayoría de los estudios realizados sobre la prevalencia de la epilepsia han
obtenido resultados dispares, aunque la mayoría de ellos informaron una tasa de
prevalencia de 5-10 por cada 1000 habitantes, que pueden extrapolarse a un nivel global
(García-Martín et al., 2012, Josipovic-Jelic, Sonicki, Soljan, Demarin, Collaborative
group for study of epilepsy epidemiology in Sibenik-Knin County, Croatia, 2011;
Sander y Shorvon, 1996). En nuestro estudio, encontramos una tasa de prevalencia en
adultos de 6.74 y de 7.67 por 1000 habitantes en áreas de alto uso y bajo uso de
~ 117 ~
pesticidas respectivamente. Esta cifra es algo más baja que la tasa reportada por
Josipovic-Jelic y colaboradores (2011) y por Sander y Shorvon (1996) para la población
general, pero es más alta que la tasa de prevalencia reportada por un estudio realizado
en la provincia de Málaga, cerca de nuestra área de estudio, la cual fue de 4.79 por cada
1000 habitantes (García-Martín et al., 2012) y también es más alta que las tasas de
prevalencia reportadas para algunos países europeos como Italia, Noruega, Islandia o
Reino Unido (Sander y Shorvon, 1996). En los EE. UU Helmers et al., (2015)
encontraron una tasa de prevalencia mayor que la de nuestro estudio siendo de 8.5 por
1000 individuos. Otros estudios informaron diferencias de las tasas de prevalencia de
epilepsia entre los países desarrollados y en desarrollo, con una cifra de 4-7 por cada
1000 habitantes en los países desarrollados y de 5-74 por cada 1000 habitantes en los
países en desarrollo (Preux y Druet-Cabanac, 2005). Sin embargo, existen resultados
contradictorios como los Pickrell et al., (2015) ya que encontraron una tasa de
prevalencia de 7.7 por 1000 habitantes en los países desarrollados y 5.6 por cada 1000
habitantes en los países en desarrollo (Pickrell et al., 2015). Con respecto a residir en un
área rural o urbana, un estudio encontró tasas de prevalencia constantes en áreas rurales
y urbanas (12.8 y 12.2 por cada 1000 personas, respectivamente), aunque las diferencias
no fueron estadísticamente significativas (Gaitatzis, Carroll, Majeed y Sander, 2004).
Sin embargo, Ngugi et al., (2010) informaron de una tasa de prevalencia similar al
estudio anterior en las zonas rurales (12,7 por cada 1000 habitantes) pero una menor
prevalencia en las zonas urbanas (5,9 por cada 1000 habitantes).
La literatura existente sugiere que los hombres tienen una mayor prevalencia de
padecer epilepsia que las mujeres (Al Rajeh, Awada, Bademosi y Ogunniyi, 2001;
Bash, Cruz, Tapia y Cruz, 1997; Giuliani et al., 1992; Haerer, Anderson y Schoenberg,
1986; Hauser et al., 1991; Keränen, Riekkinen y Sillanpää, 1989; Linehan et al., 2010;
Picot, Baldy-Moulinier, Daure`s, Dujols y Crespel, 2008), algunos estudios lo justifican
por la mayor incidencia de factores de riesgo de epilepsia en hombres, pero en muchos
de los trabajos las diferencias no son significativas (Burneo, Tellez-Zenteno y Wiebe,
2005; De Graaf, 1974; Forsgren, 1992; Gallitto et al., 2005; Giussani et al., 2014;
Joensen, 1986; Maremmani, Rossi, Bonuccelli y Murri, 1991; Syvertsen, Nakken,
Edland, Hansen, Hellum y Koht, 2015). Existen algunos estudios en los que se encontró
una prevalencia mayor en mujeres como el trabajo realizado en Inglaterra por
Goodridge y Shorvon (1983) o el realizado en Bolivia por Nicoletti y colaboradores
(1999). Curiosamente, en nuestro estudio en las áreas de alta exposición a plaguicidas
~ 118 ~
los hombres tienen una menor tasa de prevalencia que las mujeres (5.91 y 6.30 por 1000
habitantes respectivamente), mientras que en las áreas de bajo uso de plaguicidas son
los hombres los que tienen una mayor tasa de prevalencia que las mujeres (10.86 y 4.35
por 1000 habitantes respectivamente).
Con respecto a la edad, la prevalencia de la epilepsia generalmente aumenta con
la edad, alcanzando un nivel estable a la edad madura y volviendo a aumentar más tarde
en la vida. Este patrón se observa con mayor frecuencia en los países desarrollados,
mientras que en los países en desarrollo la prevalencia no tiende a aumentar (o incluso
disminuir) después de los 60 años (Banerjee et al., 2009; Ngugi et al., 2010). En
estudios realizados en países europeos, la prevalencia de epilepsia en menores de edad
fue de 6.3 y de 6.9 por 1000 habitantes (Benavente, Rubio, Morales, Tajada y Tamargo,
2009; Josipovic-Jelic et al., 2011), que coinciden aproximadamente con las tasas de
prevalencia de la epilepsia en los menores de edad que residían en áreas de baja
exposición a plaguicidas de nuestro estudio (6.24 por cada 1000 habitantes). Sin
embargo, encontramos que la tasa de prevalencia para los menores de edad que residían
en áreas geográficas de alta exposición a plaguicidas fue bastante superior alcanzando
unas cifras de 9.31 por cada 1000 habitantes.
Limitaciones y fortalezas del estudio
Una de las principales limitaciones que nos hemos encontrado a la hora de
obtener los resultados fue que no pudimos discernir los principios activos incluidos en
las mezclas de plaguicidas utilizadas por los agricultores de nuestra zona de estudio.
Como hemos expuesto anteriormente, los agricultores cada vez más hacen un mayor uso
combinado de estas sustancias lo cual nos imposibilita a los investigadores conocer las
interacciones de principios activos que se producen con la mezcla.
En relación con los menores de edad solo dispusimos de los datos de exposición
ambiental ya que no pudimos acceder a la información relacionada con sus progenitores
tanto antecedentes familiares y personales así como la actividad profesional desarrollada
antes y durante el periodo de gestación de dichos progenitores.
La principal fortaleza de este estudio es que, hasta donde nosotros conocemos,
no existe ningún otro estudio en el que se asocie la exposición a plaguicidas y el
desarrollo de una enfermedad neurológica como la epilepsia.
Otra fortaleza es que ningún otro trabajo ha considerado la exposición a
plaguicidas y el riesgo de padecer epilepsias en menores de edad.
~ 119 ~
Por último, hasta ahora solo se han realizado estudios de exposición ambiental a
plaguicidas, ya que era difícil evaluar la exposición ocupacional y en la presente
investigación se ha podido compaginar tanto exposición medioambiental como laboral.
Futuras líneas de investigación
Como futuras líneas de investigación se podría proponer la medición sérica de
biomarcadores en los mismos individuos de este estudio, ya que nos aportarían una
mayor información acerca de las cantidades de plaguicidas medibles captadas por el
cuerpo humano tras la exposición a estos tóxicos y además, podemos evaluar las
alteraciones bioquímicas, fisiológicas y de comportamiento producidas por la
exposición a plaguicidas.
Por otro lado, conocer la profesión de los progenitores de los menores de edad
de este estudio puede conferir una información valiosa con respecto al posible riesgo de
estos menores a ser diagnosticados de epilepsia.
Otra interesante línea de investigación sería conocer la influencia de los
polimorfismos genéticos de enzimas implicadas en el desarrollo de las epilepsias.
~ 120 ~
VIII. CONCLUSIONES
1) Los menores de edad que residían en áreas geográficas con un alta exposición
a plaguicidas tuvieron un mayor riesgo de desarrollar epilepsia con respecto a
los menores que residían en áreas geográficas con una baja exposición a
plaguicidas.
2) Los hombres menores de edad tienen un mayor riesgo de padecer epilepsia
que las mujeres menores de edad.
3) Los adultos que trabajaban en el sector agrícola presentaron un mayor riesgo
de padecer epilepsia que los adultos que se dedicaban profesionalmente a
otros sectores económicos.
4) Los adultos que trabajaban en el sector agrícola y que además residían en
áreas de alta exposición a plaguicidas tenían más riesgo de desarrollar
epilepsia que los adultos que trabajaban en el mismo sector económico pero
que residían en áreas de baja exposición a plaguicidas.
5) Los adultos que residían en áreas de alta exposición a plaguicidas y que no
eran agricultores tenían más riesgo de tener epilepsia que los adultos que
laboralmente se dedicaban a la misma actividad económica pero que residían
en áreas de baja exposición a plaguicidas.
6) Las mujeres adultas tienen un mayor riesgo de padecer epilepsia que los
hombres adultos.
~ 121 ~
IX. BIBLIOGRAFÍA
Abad-Castillo, F., Bellido-Vivas, G., Camino-León, R., Cañadillas-Hidalgo, F.,
Fernández-Pacheco, L., Martínez-Quesada, C., et al. 2011. Guía Ápice de
Epilepsia. Algunos la padecen, entre todos la tratamos. 1ª ed. Sevilla: Ápice,
Asociación Andaluza de Epilepsia.
Abdollahi, M., Ranjbar, A., Shadnia, S., Nikfar, S., Rezaie, A., 2004. Pesticides and
oxidative stress: a review. Med. Sci. Monit. 10, 141-147
Aguilar-Amat Prior, M.J., Álvarez-Linera Prado, J., Bargalló-Alabart, N., Becerra-
Cuñat, J.L., Blanco-Hernández, T., Cañadillas-Hidalgo, F., et al. 2012. Guías
diagnósticas y terapéuticas de la Sociedad Española de Neurología 2012. Guía
oficial de práctica clínica en epilepsia. Madrir: Luzán 5.
Aguilar-Andújar, M., Alonso-Luengo, O., Arenas-Cabrera, C., Arrabal-Fernández, L.,
Blanco-Martínez, B., Busquier-Hernández, H., et al. 2015. Guía Andaluza de
epilepsia Sade. Diagnóstico y tratamiento de la epilepsia en niños y adultos.
Madre: EMISA.
Al Rajeh, S., Awada, A., Bademosi, O., y Ogunniyi, A. (2001). The prevalence of
epilepsy and other seizure disorders in an Arab population: a community-based
study. Seizure, 10(6), 410-414.
Alavanja, M.C., Dosemeci, M., Samanic, C., Lubin, J., Lynch, C.F., Knott, C.,... Blair,
A. (2004). Pesticides and lung cancer risk in the agricultural health study cohort.
Am. J. Epidemiol, 160, 876–885
Alavanja, M.C., y Bonner, M.R. (2012). Occupational pesticide exposures and cancer
risk: a review. J. Toxicol. Environ. Health B Crit. Rev, 15, 238–263.
Alexander, D.D., Weed, D.L., Mink, P.J., y Mitchell, M.E. (2012). A weight-of-
evidence review of colorectal cancer in pesticide applicators: the agricultural
health study and other epidemiologic studies. Int. Arch. Occup. Environ. Health,
85, 715–745.
Alfáu-Ascuasiati, A. (Ed). (2012). Plagas domésticas. República Dominicana, Santo
Domingo: Palibrio.
Alonso Luengo, O., Bauzano Poley, E., Busquier Hernández, H., Camino León, R.,
Cañadillas Hidalgo, F., Galán Barranco, J.,... Serrano Castro, P.J. (2009). Guía
~ 122 ~
Andaluza de epilepsia Sade. Diagnóstico y tratamiento de la epilepsia en niños y
adultos. Madre: EMISA.
Androutsopoulos, V.P., Kanavouras, K., y Tsatsakis, A.M. (2011). Role of paraoxonase
1 (PON1) in organophosphate metabolism: Implications in neurodegenerative
diseases. Toxicol. Appl. Pharmacol, 256, 418-424.
Annegers, J.F., Hauser, W.A., Lee, J.R., y Rocca, W.A. (1995). Incidence of acute
symptomatic seizures in Rochester, Minnesota, 1935-1984. Epilepsia, 36, 327.
Asaja Murcia. (2010). Uso y manejo de productos fitosanitarios: Manual de buenas
prácticas. Recuperado de:
http://www.infopreben.com/index.php/recursos/recursos-
agroganaderos/item/333-uso-y-manejo-de-productos-fitosanitarios-manula-de-
buenas-pr%C3%A1cticas.
Asensio, M., Bonet, M., Beltrán, A., Castillo, A., Blanco, T., Conde, R.R.,...Villarroya-
Pastor, M.T. (2009). Guía práctica de Epilepsia de la Comunidad Valenciana.
Madrid: Springer Healthcare.
Asensio Vicente, C. (2010). La epilepsia, la enfermedad de la que nunca se habla. Rev
ROL enferm, 33(10), 694-702.
Banerjee, P.N., Filippi, D., y Hauser, W.A. (2009). The descriptive epidemiology of
epilepsy-A review. Epilepsy Res, 85, 31-45.
Bargalló-Alabart, N., y Setoain-Parego, X. (2012). Imagen en epilepsia: estudios
funcionales. Radiologia, 54(2), 124-136. doi: 10.1016/j.rx.2011.05.018.
Basch, E.M., Cruz, M.E., Tapia, D., y Cruz, A. (1997). Prevalence of epilepsy in a
migrant population near Quito, Ecuador. Neuroepidemiology, 16(2), 94-98.
Bassil, K.L., Vakil, C., Sanborn, M., Cole, D.C., Kaur, J.S., Kerr, K.J., y Sanin, L.H.
(2007). Cancer health effects of pesticides. Can. Fam. Physician, 53, 1704-1711.
Benamer, H.T.S., y Grosset, D.G. (2009). A systematic review of the epidemiology of
epilepsy in Arab countries. Epilepsia, 50(10), 2301-2304.
Benavente, I., Rubio, E., Morales, C., Tajada, N., y Tamargo, P. (2009). Prevalence of
epilepsy amongst adolescents in Huesca, Spain: a community-based study. Eur J
Neurol, 16(10), 1138-1143. doi: 10.1111/j.1468-1331.2009.02659.x.
Berg, A.T., Berkovic, S.F., Brodie, M.J., Buchhalter, J., Cross, J.H., Van Emde Boas,
W.,...Scheffer, I.E. (2010). Revised terminology and concepts for organization
of seizures and epilepsies: report of the ILAE Commission on Classification and
Terminology. Epilepsia, 51(4), 676-85. doi: 10.1111/j.1528-1167.2010.02522.x.
~ 123 ~
Boersma, E.R., y Lanting, C.I. (2000). Environmental exposure to polychlorinated
biphenyls (PCBs) and dioxins. Consequences for longterm neurological and
cognitive development of the child lactation. Short and long term effects of
breast feeding on child health, 478, 271-287.
Burneo, J.G., Tellez-Zenteno, J., y Wiebe, S. (2005). Understanding the burden of
epilepsy in Latin America: A systematic review of its prevalence and incidence.
Epilepsy Res, 66, 63-74.
Calderón Zaragoza, E., y Campos León, M.B. (2016). Protección del operario en la
aplicación de productos fitosanitarios. Consejería de Agricultura, Pesca y
Desarrollo Rural, Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera.
Junta de Andalucía. Recuperado de: http://www.juntadeandalucia.es/export/cdn-
micrositios/documents/71753/320238/Equipos+de+Protecci%C3%B3n+del+Op
erario+en+la+Aplicaci%C3%B3n+de+Producots+Fitosanitarios.pdf/912a8126-
5a71-49ae-b420-a05ed4026b07.
Camfield, C., Camfield, P., Gordon, K., Smith, B., y Dooley, J. (1993). Outcome of
childhood epilepsy: a population based study with a simple predictive scoring
system for those treated with medication. J Pediatr, 122(6), 861-868.
Casida, J.E., y Durkin, K.A. (2013). Neuroactive Insecticides: Targets, Selectivity,
Resistance, and Secondary Effects. Annu. Rev. Entomol, 58, 99-117.
Cassidy, R.A., Natarajan, S., y Vaughan, G.M. (2005). The link between the insecticide
heptachlor epoxide, estradiol, and breast cancer. Breast Cancer Res. Treat, 90,
55–64.
Castillo-Cadena, J., González-Mercado, A.L., Hernández-Caballero, N., Juan, E.R.S.,
Álvarez-González, I., y Madrigal-Bujaidar, E. (2013). Immunotoxic damage in
floriculturists exposed to pesticide mixtures. J. Environ. Sci. Heal. - Part B
Pestic. Food Contam. Agric. Wastes, 48, 33-39.
CAPMA. 2012. «Fichas de productos. Campaña 2011/12»; Sector hortícolas protegidos.
Observatorio de precios y mercados. Consejería de Agricultura Pesca y Medio
Ambiente. Junta de Andalucía, Andalucía (España).
Centers of Disease Control and Prevention. (2013). Comorbidity in adults with
epilepsy--United states, 2010. Morbidity and Mortality Weekly Report, 62(43),
849-853.
~ 124 ~
Cervantes-Morant, R. (2010). Plaguicidas en Bolivia: sus implicaciones en la salud,
agricultura y medio ambiente. Revista Virtual REDESMA, 4(1), 27-38.
Chen, Y. (2012). Organophosphate-induced brain damage: mechanisms,
neuropsychiatric and neurological consequences, and potential therapeutic
strategies. Neurotoxicology, 33, 391-400.
Cockerell, O.C., Johnson, A.L., Sander, J.W.A.S., Hart, Y.M., y Shorvon, S.D. (1995).
Remission of epilepsy: results from the National General Practise Study of
Epilepsy. Lancet, 346, 140-144.
Collaborative group for the study of epilepsy. (1992). Prognosis of epilepsy in newly
referred patients: a multicenter propective study of the effects of monotherapy
on the long-term course of epilepsy. Epilepsia, 33, 45-51.
Commission on classification and terminology of the international league against
epilepsy. (1981). Proposal for revised clinical and electroencephalographic
classification of epileptic seizures. Epilepsia, 22, 489-501.
Commission on classification and terminology of the international league against
epilepsy. (1985). Proposal for classification of epilepsies and epileptic
syndrome. Epilepsia, 26, 268-278.
Commission on classification and terminology of the international league against
epilepsy. (1989). Proposal for classification of epilepsies and epileptic
syndrome. Epilepsia, 30, 389-399.
Commission on epidemiology and prognosis, the international league against epilepsy.
(1993). Guidelines for epidemiologic studies on epilepsy. Epilepsia, 34, 592-
596.
Consejería de Agricultura, Pesca y desarrollo rural. Junta de Andalucía. (2017).
Cartografía de invernaderos en Almería, Granada y Málaga. Recuperado de:
https://www.juntadeandalucia.es/export/drupaljda/Cartografia%20_inv_AL_GR
_MA_SEE.pdf.
Consejería de Economía, Hacienda y Administración Pública. Junta de Andalucía.
(2017). Informe económico de Andalucía. Recuperado de:
https://www.juntadeandalucia.es/export/drupaljda/InformeEconomico2017.pdf.
Corsini, E., Sokooti, M., Galli, C.L., Moretto, A., y Colosio, C. (2013). Pesticide
induced immunotoxicity in humans: A comprehensive review of the existing
evidence. Toxicology, 307, 123-135.
~ 125 ~
Costa, L.G. (2015). The neurotoxicity of organochlorine and pyrethroid pesticides.
Handb Clin. Neurol, 131, 135-148. doi: 10.1016/B978-0-444-626271.00009-3.
Dabrowski, J., Shaudung, J., y Wepener, V. (2014). Prioritizing agricultural pesticides
used in South Africa based on their environmental mobility and potential human
health effects. Environment International, 62, 31-40.
De Cabo-De la Vega, C., Villanueva-Hernández, P., y Prieto-Martin, A. (2006).
Neuroquímica de la epilepsia, neurotransmisión inhibitoria y modelos
experimentales: nuevas perspectivas. Rev Neurol, 42(3), 159-168.
De Graaf, A.S. (1974). Epidemiological aspects of epilepsy in northern Norway.
Epilepsia, 15(3), 291–299.
DiNuzzo, M., Mangia, S., Maraviglia, B., y Giove, F. (2014). Physiological bases of the
K+ and the glutamate/GABA hypotheses of epilepsy. Epilepsy Research, 108(6),
995-1012. doi: 10.1016/j.eplepsyres.2014.04.001.
Diputación provincial de Almería. 2009. Descripción de las principales actividades
económicas. Recuperado de:
http://www.dipalme.org/Servicios/Anexos/Anexos.nsf/E46CBFE5155013C1C12
5756F0029C419/$file/Cap_14_Actividad_economica.pdf.
Eriksson, M., Hardell, L., Carlberg, M., y Akerman, M. (2008). Pesticide exposure as
risk factor for non-Hodgkin lymphoma including histopathological subgroup
analysis. Int. J. Cancer ,123, 1657–1663.
Espinosa-Jovel, C., Toledano, R., Aledo-Serrano, Á., García-Morales, I., y Gil-Nagel,
A. (2018). Epidemiological profile of epilepsy in low income populations.
Seizure, 56, 67-72. doi: 10.1016/j.seizure.2018.02.002.
European Food Safety Authority. (2015). The 2013 European Union report on pesticide
residues in food. EFSA Journal, 13, 4038.
Fait, A., y Colosio, C. (Ed). (1998) Recent advances and current concepts in pesticide
hazards. The year book of occupational and environmental medicine. St. Louis,
Misuri: Mosby.
Fisher, R.S., Acevedo, C., Arzimanoglou, A., Bogacz, A., Cross, H., Elger, C.,... Wiebe,
S. (2014). A practical clinical definition of epilepsy. Epilepsia, 55(4), 475-482.
Fisher, R.S., van Emde Boas, W., Blume, W., Elger, C., Genton, P., Lee, P., y Engel J.
Jr. (2005). Epileptic seizures and epilepsy: definitions proposed by the
~ 126 ~
International League Against Epilepsy (ILAE) and the International Bureau for
Epilepsy (IBE). Epilepsia, 46(4), 470-2.
Forsgren, L. (1992). Prevalence of epilepsy in adults in Northern Sweden. Epilepsia,
33(3), 450-458.
Fundación Cotec para la innovación tecnológica. (2009, Julio 21). La agricultura bajo
plástico en España. Interempresas.net Agricultura. Recuperado de:
http://www.interempresas.net/Agricola/Articulos/32915-La-agricultura-bajo-
plastico-en-Espana.html
Gaitatzis, A., Carroll, K., Majeed, A., y Sander, J. (2004). The epidemiology of the
comorbidity of epilepsy in the general population. Epilepsia, 45, 1613- 1622.
Gallagher, R.P., Macarthur, A.C., Lee, T.K., Weber, J.P., Leblanc, A., Mark Elwood,
J.,... Spinelli, J.J. (2011). Plasma levels of polychlorinated biphenyls and risk of
cutaneous malignant melanoma: a preliminary study. Int. J. Cancer, 128, 1872–
1880.
Gallitto, S., Serra, S., La Spina, P., Postorino, P., Laganà, A., Tripodi, F.,... Musolino,
R. (2005). Prevalence and charasteristics of epilepsy in the Aeolian Islands.
Epilepsia, 46:1828-1835.
García-García, C.R. (2016a). Repercusión clínica y analítica de la exposición
ocupacional a plaguicidas. Tesis Doctoral. Universidad de Almería.
García-García, C.R., Parrón, T., Requena, M., Alarcón, R., Tsatsakis, A.M., y
Hernández, A.F. (2016b). Occupational pesticide exposure and adverse health
effects at the clinical, hematological and biochemical level. Life Sci, 145, 274-
283.
García-Martin, G., Perez-Errazquin, F., Chamorro-Muñoz, M.I., Romero-Acebal, M.,
Martin-Reyes, G., y Dawid-Milner, M.S. (2012). Prevalence and clinical
characteristics of epilepsy in the South of Spain. Epilepsy Res, 102(1-2), 100–8.
García-Ramos, R., García-Pastor, A., Masjuan, J., Sánchez, C., y Gil, A. (2011).
Informe sociosanitario FEEN sobre la epilepsia en España. Neurología, 26(9),
548-555. doi: 10.1016/j.nrl.2011.04.002.
Gastaut, H. (1970). Clinical and electroencephalographic classification of epileptic
seizures. Epilepsia, 11(1), 102-113.
~ 127 ~
Giannandrea, F. (2012). Long-term pesticide exposure and the risk of testicular cancer.
Occup. Med. (Lond.), 62, 309–310.
Giussani, G., Cricelli, C., Mazzolieni, F., Cricelli, I., Pasqua, A., Pecchioni., L.F, Begui,
E. (2014). Prevalence and Incidence of Epilepsy in Italy Based on a Nationwide
Database. Neuroepidemiology, 43(3-4), 228-232.
Gilbert, M.E. (1992). A characterization of chemical kindling with the pesticide
endosulfan. Neurotoxicol Teratol, 14, 151-158.
Gilbert, M.E. (1995). Repeated exposure to lindane leads to behavioral sensitization and
facilitates electrical kindling. Neurotoxicol Teratol, 17, 131-14.1.
Gilbert, M.E. (2001). Does the kindling model of epilepsy contribute to our
understanding of multiple chemical sensitivity? Ann. NY. Acad. Sci, 933, 68-91.
Gilbert, M.E., y Mack, C.M. (1989). Enhanced susceptibility to kindling by
chlordimeform may be mediated by a local anesthetic action.
Psychopharmacology (Berl), 99, 163-167.
Giuliani, G., Terziani, S., Senigaglia, A.R., Luccioni, G., Foschi, N., y Maffei, C.
(1992). Epilepsy in an Italian community as assessed by a survey for
prescriptions of antiepileptic drugs: epidemiology and patterns of care. Acta
Neurol Scand, 85(1), 23–31.
Gómez-Martín, A., Altakroni, B., Lozano-Paniagua, D., Margison, G.P., de Vocht, F.,
Povey, A.C., y Hernández, A.F. (2015). Increased N7-methyldeoxyguanosine
DNA adducts after occupational exposure to pesticides and influence of genetic
polymorphisms of paraoxonase-1 and glutathione S -transferase M1 and T1.
Environ. Mol. Mutagen, 56, 437-445.
Goodridge, D.M.G., y Shorvon, S.D. (1983). Epileptic seizures in a population of 6000.
I: Demography, diagnosis and classification, and role of the hospital services. Br
Med J (Clin Res Ed), 287(6393), 641-5.
Guberman, A.H., y Bruni, J. (1999). Essentials of ClinicalEpilepsy (seconded.). Butter
worth Heinemann, Boston, 3–10.
Gunn, D.L., y Stevens, J.G.R. (Ed). (1976). Pesticides and human welfare, Oxford,
Inglaterra: Oxford University Press.
Haerer, A.F., Anderson, D.W., y Schoenberg, B.S. (1986). Prevalence and clinical
features of epilepsy in a biracial United States population. Epilepsia, 27(1), 66-
75.
~ 128 ~
Hanssen, V.M., Nigatu, A.W., Zeleke, Z.K., Moen, B.E., y Bråtveit, M. (2015). High
Prevalence of Respiratory and Dermal Symptoms Among Ethiopian Flower
Farm Workers. Arch. Environ. Occup. Health, 70, 204-213.
Hauser, W.A. (1992). Seizure disorders: The changes with age. Epilepsia, 33(suppl 4),
S6-S14.
Hauser, W.A., Annegers, J.F., y Kurland, L.T. (1991). Prevalence of epilepsy in
Rochester, Minnesota: 1940- 1980. Epilepsia, 32, 429.
Heaney , D.C., MacDonald, B.K., Everitt, A., Stevenson, S., Leonardi, G.S., Wilkinson,
P., y Sander, J.W. (2002). Socioeconomic variation in incidence of epilepsy:
prospective community based study in south east England. BMJ, 325. 1013. doi:
10.1136/bmj.325.7371.1013
Helmers, S., Thurman, D., Durgin, T., Kalsanka, A., y Faught, E. (2015). Descriptive
epidemiology of epilepsy in the U.S. population: A different approach.
Epilepsia, 56, 942-948.
Hernández, A.F., Mackness, B., Rodrigo, L., López, O., Pla, A., Gil, F.,... Mackness,
M.I. (2003). Paraoxonase activity and genetic polymorphisms in greenhouse
workers with long term pesticide exposure. Hum Exp Toxicol, 22, 565-574.
Hernández, A.F., Parrón, T., y Alarcón, R. (2011). Pesticides and asthma. Curr. Opin.
Allergy Clin. Immunol, 11, 90-96.
Hernández, A., Parrón, T., Tsatsakis, A., Requena, M., Alarcón, R., y López-Guarnido,
O. (2013). Toxic effects of pesticide mixtures at a molecular level: Their
relevance to human health. Toxicology. 307, 136-145.
Hernández, A.F., Gil, F., y Tsatsakis, A.M. (2014). Biomarkers of chemical mixture
toxicity, en: Gupta RC (Ed.), Biomarkers in Toxicology. Academic Press
Oxford, UK, 655-669.
Instituto de Estudios Socioeconómicos de Cajamar. (2002). La agricultura mediterránea
en el siglo XXI. Recuperado de:
http://www.publicacionescajamar.es/pdf/publicaciones-periodicas/mediterraneo-
economico/2/2-1.pdf.
Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el trabajo. (1983). NPT 143: Pesticidas:
Clasificación y riesgos principales. Recuperado de:
~ 129 ~
http://www.insht.es/InshtWeb/Contenidos/Documentacion/FichasTecnicas/NTP/
Ficheros/101a200/ntp_143.pdf.
Jett, D.A. (2007). Neurological aspects of chemical terrorism. Ann. Neurol, 61, 9-13.
Joensen, P. (1986). Prevalence, incidence, and classification of epilepsy in the Faroes.
Acta Neurol Scand, 74, 150–155.
Josipovic-Jelic, Z., Sonicki, Z., Soljan, I., Demarin, V., y Collaborative Group for Study
of Epilepsy Epidemiology in Sibenik-Knin County, Croatia. (2011). Prevalence
and socioeconomic aspects of epilepsy in the Croatian county of Sibenik-Knin:
Community-based survey. Epilepsy Behav, 20, 686-90.
Joy, R.M., Stark, L.G., y Albertson, T.E. (1982). Proconvulsant effects of lindane:
enhancement of amygdaloid kindling in the rat. Neurobehave Toxicol. Teratol,
4, 347-354.
Kamel, F., Engel, L.S., Gladen, B.C., Hoppin, J.A., Alavanja, M.C., y Sandler, D.P.
(2007). Neurologic symptoms in licensed pesticide applicators in the
Agricultural Health Study. Human & Experimental Toxicology, 26, 243-250.
Kavvalakis, M., y Tsatsakis, A. (2012). The atlas of dialkylphosphates: assessment of
cumulative human organophosphorus pesticedes' exposure. Forensic Science
Internacional, 218(1-3), 111-122.
Keifer, M.C., y Firestone, J. (2008). Neurotoxicity of Pesticides. J. Agromedicine, 37-
41.
Keränen, T., Riekkinen, P.J., y Sillanpää, M. (1989). Incidence and prevalence of
epilepsy in adults in eastern Finland. Epilepsia, 30:413-421.
Khanna Arora, S., Batra, P., Sharma, T., Dev Banerjee, B., y Gupta, S. (2013). Role of
organochlorine pesticides in childen with idiopathic seizures. ISRN pediatrics.
2013, 5. doi: 10.1155/2013/849709.
Kishi, M., Hirschhorn, N., Djajadisastra, M., Satterlee, L.N., Strowman, S., y Dilts, R.
(1995). Relationship of pesticide spraying to signs and symptoms in Indonesian
farmers. Scand J Work Environ Health, 21, 124-133.
Kwan, P., Arzimanoglou, A., Berg, A., Brodie, M.J., Hauser, W.A., Mathern, G.,...
French, J. (2010). Definition of drug resistant epilepsy: consensus proposal by
the ad hoc Task Force of the ILAE Commission on Therapeutic Strategies.
Epilepsia, 51(6), 1069-77.
~ 130 ~
Kwan, P., y Sander, J.W. (2004). The natural history of the epilepsy: an epidemiological
review. J Neurol Neurosurg Psychiatry, 75(10), 1376-81.
Linehan, C., Kerr, M.P., Walsh, P.N., Brady, G., Kelleher, C., Delanty, N., Dawson, F.,
y Glynn, M. (2010). Examining the prevalence of epilepsy and delivery of
epilepsy care in Ireland. Epilepsia, 51(5), 845-52.
López, C.L. (Ed). (1993). Exposición a plaguicidas organofosforados. Perspectivas en
Salud Pública No 18, México: Instituto Nacional de Salud Pública.
López, F., Obiols, J., y Subias, P.J. (1998). Plaguicidas agrícolas y salud. En I Morell y
Candela L (Ed) 1998. Plaguicidas Aspectos ambientales analíticos y
toxicológicos Castelló Universitat Jaume I.
López-González, F.J., Rodríguez-Osorio, X., Gil-Nagel Rein, A., Carreño Martínez, M.,
Serratosa Fernández, J., Villanueva Habla, V.,... Mercadé Cerdá, J.M. (2015).
Epilepsia resistente a fármacos. Concepto y alternativas terapéuticas.
Neurología, 30(7), 439-446.
López Guarnido, O. (2005). Influencia de la exposición crónica a plaguicidas sobre
diversos marcadores bioquímicos (Esterasas y Enzimas Antioxidantes) en
trabajadores de invernadero de la costa oriental de Andalucía. Tesis Doctoral.
Universidad de Granada.
López-Martínez, M. (2013). El Dr. Manuel González Echeverría en la historia de la
epilepsia. Rev Cubana Neurol Neurocir, 3(1), S2-S10.
Lozano-Paniagua, D. (2017). Evaluación de la toxicidad de plaguicidas mediante
biomarcadores moleculares y enzimáticos. Tesis Doctoral. Universidad de
Granada.
Lyons, G., y Watterson, A. (2010). A review of the role pesticides play in some cancers:
children, farmers and pesticide users at risk? CHEM Trust report. Recuperado
de: http://www.chemtrust.org.uk.
Manuweera, G., Eddleston, M., Egodage, S, y Buckley, N. (2008). Do targeted bans of
insecticides to prevent deaths from self-poisoning result in reduced agricultural
output?. Environmental Health Perspectives, 116(4), 492-495.
Maremmani, C., Rossi, G., Bonuccelli, U., y Murri, L. (1991). Descriptive
epidemiologic study of epilepsy syndromes in a district of northwest Tuscany,
Italy. Epilepsia, 32(3):294–298.
~ 131 ~
Martín, J.C., Yélamos, F., Laynez , F., Córdoba, J., Díez, F., Lardelli, A., y Vicente,
J.R. (1996). Intoxicaciones por insecticidas organofosforados. Estudio de 506
casos. Rev Clín Esp, 196, 145-149.
Mason, C., & Cooper, R. (1972). A permanent change in convulsive threshold in normal
and brain-damaged rats with repeated small doses of pentylenetetrazol.
Epilepsia, 13: 633-674.
Mehrpour, O., Karrari, P., Zamani, N., Tsatsakis, A.M., y Abdollahi, M. (2014).
Occupational exposure to pesticides and consequences on male semen and
fertility: A review. Toxicol. Lett, 230, 146-156.
Merhi, M., Raynal, H., Cahuzac, E., Vinson, F., Cravedi, J.P., y Gamet-Payrastre, L.
(2007). Occupational exposure to pesticides and risk of hematopoietic cancers:
metaanalysis of case–control studies. Cancer Causes Control, 18, 1209–1226.
Michael-Titus, A., Revest, P., y Shortland, P. (2010). Epilepsy. In: The Nervous
System. Basic science and clinical conditions (2nd ed), Elsevier, Edinburgh,
237–250.
Miller, S.L., Aroniadou-Anderjaska, V., Pidoplichko, V.I., Figueiredo, T.H., Apland,
J.P., Krishnan, J.K., y Braga, M.F. (2017). The M1 Muscarinic receptor
antagonist VU0255035 delays the development of status epilepticus after
organophosphate exposure and prevents hyperexcitability in the basolateral
amygdala. J. Pharmacol Exp. Ther, 360, 23-32.
Ministerio de agricultura, pesca y alimentación. (2017). Encuesta de Comercialización
de Productos Fitosanitarios 2017. Recuperado de:
https://www.mapa.gob.es/es/estadistica/temas/estadisticas-
agrarias/publicacion_2017web_26_12_2018_tcm30-500303.pdf.
Ministerio de medio ambiente y medio rural y marino (MARM). 2010. Encuesta sobre
Superficies y Rendimientos de Cultivos, 2010 (ESyRCE). Madrid. Recuperado
de: http://www.mapa.es/es/estadística/pags/encuestacultivos/resultados.htm.
Ministerio para la transición ecológica. (2015). Fitosanitarios. Recuperado de:
https://www.miteco.gob.es/es/calidad-y-evaluacion-ambiental/temas/productos-
quimicos/fitosanitarios/.
Moser, V.C., Aschner, M., Richardson, R.J., y Philbert, M.A. (2013). Toxic responses
of the nervous system., en: Klaassen C (Ed.), Casarett and Doull’s Toxicology:
The Basic Science of Poisons. McGrawHill Professional, New York, 733-766.
~ 132 ~
Nei, M., y Bagla, R. (2007). Seizure-related injury and death. Curr Neurol Neurosci
Rep, 7, 335-41.
Ngugi, A.K., Bottomley, C., Kleinschmidt, I., Sander, J.W., y Newton, C.R. (2010).
Estimation of the burden of active and life-time epilepsy: A meta-analytic
approach. Epilepsia, 51(5), 883-890.
Nicoletti, A., Reggio, A., Bartoloni, A., Failla, G., Sofia, V., Bartalesi, F.,... Hall, A.J.
(1999). Prevalence of epilepsy in rural Bolivia: A door-to-door survey.
Neurology, 53(9), 2064–2069.
Oka, E., Ohtsuka, Y., Yoshinaga, H., Murakami, N., Kobayashi, K., y Ogino, T. (2006).
Prevalence of childhood epilepsy and distribution of epileptic syndromes: a
population-based survey in Okayama, Japan. Epilepsia, 47, 626.
OMS., y FAO. (2014). Código Internacional de Conducta para la Gestión de
Plaguicidas. Recuperado de: http://www.fao.org/3/a-i3604s.pdf
Organización mundial de la salud. (2009). The WHO Recommended Classification of
Pesticides by Hazard and Guidelines to Classification. Recuperado de:
http://www.who.int/ipcs/publications/pesticides_hazard_2009.pdf?ua=1.
Pachón, E., Acosta, F., y Milazzo, M. (2005). Economía y política 1. Colombia. Grupo
Editorial Norma.
Park, S., Kim, D.E., Park, S.Y., Gil, H.W., y Hong, S.Y. (2017). Seizures in patients
with acute pesticide intoxication, with a focus on glufosinate ammonium. Hum.
Exp. Toxicol, 37, 331-337.
Parrón, T., Requena, M., Hernández, A.F., y Alarcón, R. (2011). Association between
environmental exposure to pesticides and neurodegenerative diseases. Toxicol.
Appl. Pharmacol, 256, 379-85.
Parrón, T., Requena, M., Hernández, A.F., y Alarcón, R. (2014). Environmental
exposure to pesticides and cancer risk in multiple human organ systems.
Toxicol. Lett, 230, 157-165.
Pauschek, J., Bernhard, M.K., Syrbe, S., Nickel, P., Neininger, M.P., Merkenschlager,
A.,... Bertsche, A. (2016). Epilepsy in children and adolescents: Disease
concepts, practical knowledge, and coping. Epi.Behav, 59, 77-82. doi:
10.1016/j.yebeh.2016.03.033.
Pérez-Sempere, A., Sánchez-Álvarez, J.C., Martín-Moro, M., Sancho-Rieger, J.,
Forcadas-Berdusan, M., Casas-Fernández, C.,... López-Trigo, J. (2005). Cómo
afrontar la epilepsia. Una guía para pacientes y familiares. Madrid: Entheos.
~ 133 ~
Picot, M.C., Baldy-Moulinier, M., Daure`s, J.P., Dujols, P., y Crespel, A. (2008). The
prevalence of epilepsy and pharmacoresistant epilepsy in adults: a population-
based study in a Western European country. Epilepsia, 49(7), 1230-8.
Preux, P.M., y Druet-Cabanac, M. (2005). Epidemiology and aetiology of epilepsy in
subSaharan Africa. Lancet Neurol, 4, 21-31.
Pickrell, W.O., Lacey, A.S., Bodger, O.G., Demmler, J.C., Thomas, R.H., Lyons,
R.A.,... Kerr, M.P. (2015). Epilepsy and deprivation, a data linkage study.
Epilepsia, 56, 585-591.
Ramsdell, J.S. (2010). Neurological disease rises from ocean to bring model for human
epilepsy to life. Toxins (Basel), 2, 1646-1675.
Rattan, S., Zhou, C., Chiang, C., Mahalingam, S., Brehm, E., y Flaws, J.A. (2017).
Exposure to endocrine disruptors during adulthood: Consequences for female
fertility, J.Endocrinol, 233(3), 109-129. doi: 10.1530/JOE-17-0023.
Raza, M., Blair, R.E., Sombati, S., Carter, D.S., Deshpande, L.S., y DeLorenzo, R.J.
(2004). Evidence that injury-induced changes in hippocampal neuronal calcium
dynamics during epileptogenesis cause acquired epilepsy. Proc. Natl. Acad. Sci.
U S A, 101(50), 17522-17527. doi: 10.1073/pnas.0408155101.
Requena, M. (2009). Estudio andaluz de prevalencia de diversas patologías en áreas con
distinto nivel de utilización de plaguicidas. Tesis Doctoral. Universidad de
Granada. Recuperado de: https://hera.ugr.es/tesisugr/18145371.pdf.
Rodin, E.A. (1965). The prognosis of patients with epilepsy. Journal of occupational
medicine, 11(7), 560-563.
Russ, S.A., Larson, K., y Halfon, N. (2012). A national profile of childhood epilepsy
and seizure disorder. Pediatrics, 129, 256.
Sánchez-Álvarez, J.C., Serrano-Castro, P.J., y Cañadillas-Hidalgo, F. (2002). Epilepsia
refractaria del adulto. Rev Neurol, 35(10), 931-953.
Sander, J.W. (2003). The epidemiology of epilepsy revisited. Curr. Opin. Neurol, 16,
165–170.
Sander, J.W., Sillanpää. (1997). Natural history and prognosis. In Epilepsia. A
comprensive textbook. Engel J and Pedley TA. Eds. Lippincot-Raven, 69-86.
Sander, J.W., y Shorvon, S.D. (1996). Epidemiology of the epilepsies. J. Neurol.
Neurosurg. Psychiatry, 61, 433-443.
~ 134 ~
Sawada, N., Iwasaki, M., Inoue, M., Itoh, H., Sasazuki, S., Yamaji, T.,... Tsugane, S.
(2010). Plasma organochlorines and subsequent risk of prostate cancer in
Japanese men: a nested case–control study. Environ. Health Perspect, 118, 659–
665.
Seefoó, J.L. (2005). La calidad es nuestra, la intoxicación... ¡de usted! Atribución de la
responsabilidad en las intoxicaciones por plaguicidas agrícolas, Zamora,
Michoacán, 1997-2000. (Ed. rev). Zamora, Michoacán: El colegio de
Michoacán. ISBN: 970-679-161-2.
Servicio público de empleo estatal. (2017). Observatorio de las ocupaciones. Informe
del mercado de trabajo de Almería. Recuperado de:
https://www.sepe.es/contenidos/observatorio/mercado_trabajo/3022-1.pdf.
Setoain, X., Carreño, M., Pavía, J., Martí-Fuster, B., Campos, F., y Lomeña, F. (2014).
PET y SPECT en la epilepsia. Rev Esp Med Nucl Imagen Mol, 33(3), 165-174.
Sugeng, A. J., Beamer, P. I., Lutz, E. A, y Rosales, C. B. (2013). Hazard-ranking of
agricultural pesticides for chronic health effects in yuma county, arizona. The
Science of the Total Environment, 463-464, 35-41. doi:
https://doi.org/10.1016/j.scitotenv.2013.05.051.
Shrot, S., Ramaty, E., Biala, Y., Bar-Klein, G., Daninos, M., Kamintsky, L.,... Yaari, Y.
(2014). Prevention of organophosphate-induced chronic epilepsy by early
benzodiazepine treatment. Toxicology, 323, 19–25.
Stanojlović, O., Nikolić, T., Hrnčić, D., Radonjić, N., Rašić-Marković, A., Mladenović ,
D., y Petronijević, N. (2013). Ontogenetic influence on rat susceptibility to
lindane seizure after pretreatment with phencyclidine. Environ Toxicol.
Pharmacol, 35, 161-170.
Syvertsen, M., Nakken, K.O., Edland, A., Hansen, G., Hellum, M.K., y Koht J. (2015).
Prevalence and etiology of epilepsy in a Norweian county- A population based
study. Epilepsia, 56(5), 699-706.
Téllez-Zenteno, J.F., Wiebe, S., y López-Méndez, Y. (2010). Epilepsia extratemporal.
Aspectos clínicos, diagnósticos y de tratamiento. Rev Neurol, 51(2), 85-94.
Téllez-Zenteno, J.F., y Ladino, L.D. (2013). Epilepsia temporal. Aspectos clínicos,
diagnósticos y de tratamiento. Rev Neurol, 56(4), 229-242.
Terry. A.V. Jr. (2012). Functional consequences of repeated organophosphate exposure:
potential non-cholinergic mechanisms. Pharmacol. Ther, 134, 355-365.
~ 135 ~
Todorovic, M.S., Cowan, M.L., Balint, C.A., Sun, C., y Kapur, J. (2012).
Characterization of status epilepticus induced by two organophosphates in rats.
Epilepsy Research, 101, 268-276.
Tolón-Becerra, A., y Lastra-Bravo, X. (2010). La agricultura intensiva del poniente
almeriense. Diagnóstico e instrumentos de gestión ambiental. Revista electrónica
de medioambiente UCM. 8, 18-40. Recuperado de
http://revistas.ucm.es/index.php/MARE/article/view/MARE1010120018A/1504
2.
Vallebuona, C., Solar, O., Grau, P., Suarez, S., Concha, C., Winser, M.L.,... Giuliano, J.
(2007). Norma técnica de Vigilancia de intoxicaciones agudas por plaguicidas.
Recuperado de: http://www.asrm.cl/archivoContenidos/normarevep.pdf.
Waldbaum, S., y Patel, M. (2010). Mitochondria, oxidative stress, and temporal lobe
epilepsy. Epilepsy Res, 88, 23-45.
WHO 2012. (2012). World Health Organization: Epilepsy. WHO Fact sheet Nº999
October. Recuperado de:
https://www.roadsafetyobservatory.com/Evidence/Details/10592.
Wurpel, J.N., Hirt, P.C., y Bidanset, J.H. (1993). Amygdala kindling in immature rats:
proconvulsant effect of the organophosphate insecticide-chlorpyrifos.
Neurotoxicology, 14(4), 429-436.
Ye, M., Beach, J., Martin, J.W., y Senthilselvan, A. (2013). Occupational pesticide
exposures and respiratory health. Int. J. Environ. Res. Public Health, 10, 6442-
6471.
~ 136 ~
~ 137 ~
X. PRODUCCIÓN CIENTÍFICA DERIVADA DE LA TESIS
Artículo.
Comunicaciones tipo póster en congresos internacionales.
~ 138 ~
ARTÍCULO
Accepted Manuscript
Title: Association between environmental
exposure to pesticides and epilepsy
Authors: Mar Requena, Tesifón Parrón, Ángela
Navarro, Jessica García, María Isabel Ventura, Antonio F. Hernández, Raquel Alarcón
PII: S0161-813X(18)30247-X
DOI: https://doi.org/10.1016/j.neuro.2018.07.002
Reference: NEUTOX 2359
To appear in: NEUTOX
Received date: 16-1-2018
Revised date: 22-6-2018
Accepted date: 2-7-2018
Please cite this article as: Requena M, Parrón T, Navarro A, García J, Ventura
MI, Hernández AF, Alarcón R, Association between environmental exposure to
pesticides and epilepsy, Neurotoxicology (2018),
https://doi.org/10.1016/j.neuro.2018.07.002
This is a PDF file of an unedited manuscript that has been accepted for
publication. As a service to our customers we are providing this early
version of the manuscript. The manuscript will undergo copyediting,
typesetting, and review of the resulting proof before it is published in its
final form. Please note that during the production process errors may be
discovered which could affect the content, and all legal disclaimers that
apply to the journal pertain.
~ 139 ~
Association between environmental exposure to pesticides and epilepsy
Mar Requenaa*
[email protected], Tesifón Parróna,b
, Angela Navarrod, Jessica García
c,
María Isabel Venturad, Antonio F. Hernández
e+, Raquel Alarcón
a+
aUniversity of Almería School of Health Sciences, Almería, Spain.
bAndalusian Council of Health at Almería Province, Almería, Spain.
c Rafael Mendez Hospital, Lorca, Murcia, Spain.
d Torrecárdenas Hospital, Almería, Spain.
e Dept. Legal Medicine and Toxicology, University of Granada School of Medicine, Granada,
Spain
+Equally contributing authors
*Corresponding author at: MARIA DEL MAR REQUENA MULLOR
C/MONTESQUIEU, 8. 04230 HUERCAL DE ALMERÍA, ALMERIA (SPAIN)
Telephone number: (+34) 660767288
Highlights
• The relationship between environmental exposure to pesticides and epilepsy is unknown
• 4007 subjects diagnosed with epilepsy over the years 1998 and 2010 were examined
• Areas of high vs. low pesticide used were defined based on agronomic data. • High prevalence rate of epilepsy was found in areas of greater pesticide use. • Environmental exposure to pesticides might increase the risk of having epilepsy.
Abstract
There is increasing evidence of an association between long-term environmental
exposure to pesticides and neurodegenerative disorders; however, the relationship with
epilepsy has not been addressed thus far. This study was aimed at determining the
prevalence and risk of developing epilepsy among people from South-East Spain living
in areas of high vs. low exposure to pesticides based on agronomic data. The study
population consisted of 4007 subjects with a diagnosis of epilepsy and 580,077 control
~ 140 ~
subjects adjusted for age, sex and geographical area. Data were collected from hospital
records of the Spanish health care system (basic minimum dataset) between the years
1998 and 2010. The prevalence of epilepsy was significantly higher in areas of greater
pesticide use relative to areas of lesser use. Overall, an increased risk of epilepsy was
observed in the population living in areas of high vs. low use of pesticides (OR:1.65; p
<0.001). Although this study was exploratory in nature, the results suggest that
environmental exposure to pesticides might increase the risk of having epilepsy.
Keywords: pesticides; environmental exposure; epilepsy.
1. INTRODUCTION
Epilepsy is the most common severe neurological disorder (Sander, 2003)
affecting 0.5–1%, of the world population, with a lifetime incidence of 1–3% (Michael-
Titus et al., 2010). It is estimated that 70 million patients around the world are
diagnosed with epilepsy at any stage of life (O S, 2015) as the disease can occur at any
age, from birth to childhood and also among adults, including the older age groups
(Rados, 2005). However, the occurrence, prevalence, and burden of epilepsy vary
widely throughout the world (Banerjee et al., 2009), showing higher rates in developing
countries than in developed countries (Perucca et al., 2001; Preux and Druet-Cabanac,
2005) as 90% of patients are thought to live in Africa, Asia, and Latin America
(Houinato et al., 2013). In Spain, there are around 400,000 diagnosed epilepsy cases
with 12,400 to 22,000 people showing symptoms for the first time every year. The
majority of them are children, between 6 and 14 years old, with a rate of 3.7 cases per
1000 inhabitants (SEN, 2009).
Risk factors for epilepsy are multiple and include genetic background, trauma, brain
tumor, metabolic disturbances, infections, autoimmune reactions, and chemical
~ 141 ~
exposures (Jovel et al., 2018; Pauschek et. al. 2016). Nevertheless, epilepsy likely result
from interactions between the genetically-determined seizure threshold, underlying
predisposing medical conditions or metabolic disorders, and acute triggers (Guberman
and Bruni, 1999). Acquired epilepsy usually develops in three phases: injury (brain
insult), epileptogenesis (latency) and chronic epilepsy (spontaneous recurrent seizure)
(Raza et al., 2004).
A number of chemicals may cause seizures by a variety of molecular
mechanisms and pathways. In addition, exposure to some chemicals during critical
periods of development can disrupt neurodevelopment and potentiate the response to
toxicants later in life (Ramsdell, 2010). In this regard, animals have shown to be more
prone to generate seizures when stimulated in critical developmental periods
(Stanojlović et al., 2013).
Seizurogenic chemicals are quite diverse and include toxic industrial chemicals,
pesticides and natural toxins. While many of them are capable of producing seizures if
exposure occurs at high enough doses, repeated administration of chemo-convulsants in
subconvulsive doses may reduce the seizure threshold, a phenomenon referred to as
chemical kindling (Mason and Cooper, 1972). A number of pesticides have been
reported to induce kindling, such as lindane, endosulfan, chlordimeform, amitraz and
chlorpyrifos (Wurpel et. al. 1993; Gilbert 1992; Gilbert and Mack 1989; Joy et. al.
1982). These pesticides elicit convulsant effects following repeated exposure at low
doses (Gilbert 2001; Gilbert 1995).
The European Food Safety Authority (EFSA) grouped pesticide active
substances according to their toxicological profiles in the so-called cumulative
assessment groups (EFSA, 2014). To this end, regulatory studies were scrutinized to
collect information on toxicological effects of authorized pesticides on the nervous
~ 142 ~
system. Convulsions were taken into account only if they were considered as a true
specific effect, but not as a result of general toxicity following exposure to high doses.
A number of pesticides belonging to different chemical classes were considered to
produce convulsions as chronic effects (e.g., λ-cyhalothrin, fipronil, glufosinate,
lufenuron and mepiquat). Interestingly, none of these pesticides were classified as
producing convulsions as a result of acute exposure (the only pesticides eliciting this
effect were zeta-cypermethrin, dimethoate, chlotianidin and pirimiphos-methyl) (EFSA,
2014). This experimental information supports the hypothesis that pesticides can
produce epileptic seizures in humans as a result of long-term exposure to low doses and
in the absence of acute poisoning.
In the last 50 years, pesticides have been widely and increasingly used
throughout the world because of their benefits to agriculture and public health.
According to the US-EPA, in 2011-2012, the amount of pesticides used around the
world was approximately 2,7 million tons (Atwood and Paisley-Jones, 2017). However,
the inadequate use of these substances may affect the health of applicators, farmers and
consumers, as well as may impact the environment (Jabłońska-Trypuć et al., 2017;
Pimentel et al., 1996). In fact, exposure to these substances has turned into an important
issue of public health concern throughout the world.
The objective of this study was to assess whether environmental exposure to
pesticides is associated with a greater prevalence rate and a higher risk of having
epilepsy. To the best of our knowledge, this hypothesis has not been addressed so far.
2. MATERIAL AND METHODS
2.1. Design
A population-based case-control study was conducted wherein epilepsy cases
and control subjects were selected from the province of Almeria (South-East Spain).
~ 143 ~
This province consists of three geographic areas (Centro [Center], Levante [East], and
Poniente [West]), each of which corresponds to an administrative land division centered
by a hospital of reference. Because the primary health care system is organized
according to this organizational structure, the three areas mentioned above are also
known as ‘health care districts‘.
2.2. Criteria for the selection of study areas 2. 2. Crit eri a f or t he sel ecti on of s t udy areas
The three health care districts of Almeria province were categorized into two groups with different
pesticide use according to agronomic criteria, which was considered as a surrogate for pesticide
exposure (Table 1). The areas of high exposure included two health care districts: West
Almeria (Poniente) and Center Almeria ( Centro), whereas the low exposure area consisted
of the health district of East Almeria (Levante). Up to 96% of the greenhouse surface of the
province of Almería is located in the health districts of Poniente and Centro (Cartografía de
Invernaderos de Cartografía de Almería, Granada y Málaga for 2017;
http://www.juntadeandalucia.es/export/drupaljda/Cartografia%20_inv_AL_GR_MA_S
EE.pdf).Accordingly,bothhealthdistricts were categorized as areas of high pesticide use, since
79% of the total amount of pesticides sold in Almeria province was used in these districts. The
remaining 21% was used in the health district of Levante, which contains only 4% of the
total area of greenhouses in Almería province. Therefore, this district was categorized as of
low pesticide use (see Supplementary material).
2.3. Study population
Cases were collected from computerized records of the Andalusian Public
Health Service, referred to as Minimum Dataset, over a period of 13 years. The
Andalusian Minimum Dataset (AMD) collects public hospital discharge information,
including coded clinical data for inpatients. AMD is recorded when a patient is
~ 144 ~
discharged from a hospital after staying for at least one night or more. The main cause
for admission (major diagnosis) and other secondary medical diagnoses are routinely
recorded in AMD as are also age, gender, race and place of residence. Subsequent
hospital admissions of a same patient would not count as a new case because that
patient has been previously identified. Accordingly, there is no possibility for duplicate
cases. The validity of the data gathered in AMD is determined by the quality of the
discharge report with respect to the collection of the principal and secondary diagnoses
and procedures, and by exhaustiveness in the coding of hospital discharges.
A total of 4007 subjects having their place of residence in Almeria province and
with a diagnosis of epilepsy were collected from the study areas between the years 1998
and 2010 (see distribution for adult and children epilepsy in the districts with high and
low use of pesticides in Table 2). The diagnosis of epilepsy was defined according to
the International Disease Classification, Ninth Revision, Clinical Modification (ICD-
9CM) of the World Health Organization (code 345, epilepsy and recurrent seizures).
Since the ICD-9CM was in force in Andalusia until January 2016, it was used for the
data collection over the study period (1998-2010). The control group consisted of
general population living in the same health care districts and over the same time
period, but who were not diagnosed with epilepsy. The total number of participants
included in the control group was 580,077, which was proportional to the number of
epilepsy cases in each health care district of residence and matched by age and sex to be
comparable (the distribution of the control population between areas of high and low
pesticide use is shown in Table 2). Control subjects were taken from the 2004 census,
which corresponds to the middle of study period.
2.4. Statistical analysis
~ 145 ~
Frequencies and percentages were calculated for categorical variables, and mean
and standard deviation for quantitative variables. In addition, prevalence rates and risk
of epilepsy were calculated in areas with high and low pesticide use (Odds Ratio –OR–
and 95% confidence interval –95% CI– were calculated). The Mann Whitney U test was
used to compare differences in age of the population between the two study areas as the
prior use of Kolmogrov Smirnof’s normality test indicated a non-normal distribution.
The Chi-square test was used for qualitative variables. Multiple logistic regression
analysis was conducted to assess the risk of epilepsy adjusted for age, gender and
exposure to pesticides, as these were considered to have an influence on the statistical
model. Models were also adjusted for the interaction term exposure X sex, and exposure
X age. A mixed-model (multilevel) analysis was performed to examine the associations
between epilepsy rates and pesticide exposure at the level of health district (districts of
high vs. low use of pesticides). The level of statistical significance was set at p<0.05.
The data was analyzed with the statistics packages SPSS 22.0 and EPIINFO 7.
3. RESULTS
The average age of the study subjects was 36.4 years with a standard deviation
of 21.8 years. The group with higher exposure to pesticides had a mean age of 35.6
years and the lower exposure group 39.4 years, with the differences being statistically
significant (p<0.001). Regarding gender, no statistically significant differences were
observed between the two groups.
The total prevalence rate of epilepsy per 1000 inhabitants and for both sexes was
significantly higher in areas with greater use of pesticides relative to those with lesser
use (p<0.001). Regarding pediatric epilepsy, a higher number of cases was observed in
areas with high use of pesticides as compared to those with low use; however, the
differences were not statistically significant. Among adults, prevalence rates per 1000
~ 146 ~
inhabitants were significantly higher in areas of high vs. low pesticide use (p<0.001)
(Table 3). Overall, a statistically significant higher risk of having epilepsy was observed
in areas of greater use of pesticides (OR: 1.49, 95%CI: 1.36-1.62). When stratifying by
sex, males showed a somewhat lower risk of epilepsy than females (OR: 1.43 and 1.56,
respectively). However, when the adult population was considered, similar ORs were
found for males and females and for both sexes together, with differences being
statistically significant. Concerning pediatric epilepsy, girls had a significantly higher
risk than boys (p<0.001) in areas of high vs. low pesticide use (OR: 1.69; 95%C : 1.20-
2.39).
Because of the hierarchical structure of the data (individuals were embedded in
health districts to which a distinct level of pesticide use was assigned), a multilevel
analysis was performed with epilepsy rates as the dependent variable and districts with
high vs. low use of pesticides as the variable corresponding to the first level, treated as
fixed effects. Since no statistically significant differences were found (p=0.12), we
assumed that variables other than residing in districts with high vs. low use of pesticides
did not influence the baseline model.
Table 4 shows the results of the multiple logistic regression models to assess the
risk of epilepsy in relation to the different parameters included in the study. Hosmer and
Lemeshow’s goodness-of-fit test were found to be statistically significant (p<0.001). An
increased risk of having epilepsy was observed both in the pediatric and adult
populations living in areas of high vs. low exposure to pesticides (OR: 3.37 and 2.60,
respectively). For the total population, a significantly increased risk of having epilepsy
was observed in the population living in areas of high vs. low pesticide use (OR: 1.65).
4. DISCUSSION
~ 147 ~
The current study was conducted to assess whether living in areas with high
pesticide use is associated with the occurrence of epilepsy. Results indicate that the
prevalence and risk of having epilepsy is higher among populations living in areas of
high pesticide use than in those of low pesticide use (Tables 3 and 4).
The increased use of pesticides for crop protection determines that, apart from
applicators and agricultural workers, the general population is also exposed to these
chemicals. In our study, although total greenhouses surface was over 40 times greater in
the area of high pesticide use than in the one of low use, a relative estimate of pesticide
use indicates that it is only 3.6 times greater (7835 vs. 2159 tons in the areas of high and
low pesticide use, respectively) (Table 1). The reason behind this is the large number of
woody crops (citrus, olive, almond and fruit trees) in the area of low pesticide use, as
these crops require a lesser pesticide application.
This difference in the pesticide use might suggest potential differences in
occupational and socioeconomic status among the three health district studied. Since a
lower socioeconomic status has been reported as a risk factor for epilepsy in previous
epidemiologic studies, we compared the distribution of the employed population across
primary, secondary and tertiary sectors of the economic activity between areas with
high and low pesticide use ( Table 5). Although statistically significant differences were
observed, these were driven by the fact that the primary sector predominated in the area
of high pesticide use whereas the secondary sector was most prevalent in the area of low
use of pesticides. The tertiary sector, which has a major socioeconomic impact, had a
similar distribution between the two study areas (Table 5). However, no differences
were observed between the disposable personal incomes between the areas of high and
low pesticide use. Overall, socioeconomic factors can be considered as having no
differential impact on the risk of epilepsy in our study.
~ 148 ~
Recognized risk factors for the development of epilepsy include birth injury,
febrile seizures, traumatic brain injury, intracranial infection and family history of
epilepsy (Jovel et al., 2018; Pauschek et. al. 2016). However, given the nature of this
study it was not possible to account for all these potential factors as they were not
included in the computerized hospital medical records (basic minimum data set).
Despite this, and due to the relatively large size of the study population, the
aforementioned factors are expected to be equally distributed in the population living in
the study areas with distinct pesticide use.
To the best of our knowledge, there are no previous epidemiological studies
examining pesticide exposure as a risk factor for epilepsy beyond cases of acute
poisoning. However, various studies conducted in animals have shown status
epilepticus (uninterrupted seizure activity for at least 30 minutes) after treatment with
organophosphates (OPs) and carbamates (Todorovic et al., 2012; Shrot et al., 2014).
Exposure to OPs produces seizures that progress to status epilepticus, which can
cause brain damage or death. Seizures may result from overstimulation of central
muscarinic acetylcholine receptors (mAChRs) as a result of inhibition of
acetylcholinesterase (Miller et al., 2017). This is followed by glutamatergic
hyperactivity because of excessive release of glutamate from glutamatergic neurons,
leading to intracellular calcium overload in postsynaptic neurons along with oxidative
stress and increased neuroinflammatory responses (Chen, 2012). Such excessive
calcium release causes excitotoxic lesion to the affected neurons which sustains and
reinforces seizure activity as a result of neuronal excitotoxicity (Jett, 2007). This neural
dysfunction could subsequently causes secondary neuronal damage and chronic
neuropsychiatric consequences (Chen et al, 2012). There is evidence that elevated
~ 149 ~
intracellular calcium concentration and altered calcium homeostatic mechanisms may
play a role in the development of acquired epilepsy (Raza et al., 2004).
Chronic low-level exposure to the OP dichlorvos in adult rats induced apoptotic
neurodegeneration by raising mitochondrial calcium levels, impairing mitochondrial
complexes I, III and IV, and increasing oxidative stress. In addition, low-level repeated
exposure to other OPs (e.g., chlorpyrifos, acephate) has also been shown to induce
inflammatory responses in vitro and upregulation of inflammatory cytokines in vivo
(reviewed in Terry, 2012). Importantly, these OP chemicals were used as insecticides in
our study areas (see Table 1), thus affording biological plausibility to this study.
Organochlorine and pyrethroid insecticides also exert neurotoxic effects causing
a hyperexcitable state in brain leading to seizures and tremor (Stanojlović et al., 2013).
All pyrethroids and DDT create a condition of hyperexcitability as a result of interacting
with the sodium channel. Furthermore, most organochlorines and type II pyrethroids
block the GABAA receptor and reduce the GABA-induced hyperpolarizing inward Cl−
flux, thus inducing a hyperexcitability syndrome in mammals accompanied by
convulsions (Costa, 2015). In our study areas, type II pyrethroids (e.g., cypermethrin,
tralomethrin, acrynathrin) and the organochlorine endosulfan were insectides commonly
used (Table 1).
On the other hand, pesticides can induce oxidative stress as a result of an
increased production of highly reactive molecules and/or a decrease in the antioxidant
defenses against oxidative damage (Abdollahi et al., 2004). These included OPs, N-
methylcarbamates, organochlorines, pyrethroids, triazines, neonicotinoids, paraquat and
dithiocarbamates (Hernández et al., 2013), all of which were used in our study areas
(Table 1), Since mitochondria are the primary site of production of highly reactive
molecules, they are vulnerable to oxidative damage. Furthermore, mitochondria play a
~ 150 ~
key role in excitotoxicity and apoptosis (Waldbaum and Patel, 2010). Mitochondrial
oxidative stress and dysfunction have been suggested to be contributing factors of
epilepsy. In vivo studies have shown that mitochondrial oxidative stress can reduce the
seizure threshold, so that oxidative stress cannot be considered only a consequence of
seizures but also an active contributor to seizures and epileptogenesis (Waldbaum and
Patel, 2010). Therefore, long-term exposure to low-environmental doses of toxic pesticides, in
particular neurotoxic insecticides, may cause oxidative stress and hyperactivity in the nervous
system and thus contribute to epileptogenesis. This pathomechanism might be facilitated by a
particular genetic background that would make individuals more prone to undergo epileptic
seizures. his hypothesis provides biological plausibility to the results of our study and, if
confirmed with further epidemiological studies, would support long-term exposure to
pesticides as a new environmental risk factor for epilepsy.
The Agricultural Health Study (AHS) looked at the risk of exhibiting a
combination of neurological symptoms associated with exposure to pesticides and
found that farmers with long-term moderate exposure to OP and organochlorine
insecticides had a higher risk of neurological symptoms, such as dizziness, weakness,
loss of balance, muscle spasms, tremors, difficulty speaking, loss of consciousness, etc.
(Kamel et al., 2007). However, such study did not find significant differences between
long-term and short-term exposure. A further study carried out in South-East Spain
found that agricultural workers who applied pesticides had a higher likelihood of
suffering from neurological symptoms lasting more than two days, such as cramps,
tremors, muscle fatigue, loss of consciousness, and seizures (García-García et al., 2016).
Park et al. (2018) evaluated the occurrence of seizures in acutely intoxicated patients
and found the highest incidence in those who ingested ammonium glufosinate (31.5% of
~ 151 ~
patients), followed by those who ingested pyrethroids (5.9%) and glycine derivatives
(5.4%). General grand mal seizures were the most frequent type (85.7% of cases). The
majority of studies on the prevalence of epilepsy have found large differences, although
most of them reported a prevalence rate of 5-10 per 1000 inhabitants, which can be
extrapolated to a global level (Sander and Shorvon, 1996). In our study, we found a
prevalence rate of 7.38 per 1000 inhabitants in areas of high pesticide use. This figure is somewhat
higher than the rate reported by Sander and Shorvon (1996) for the general population and also
higher than those reported for Southern European countries. A study conducted in the province
of Malaga, near our study area, showed a prevalence rate of 4.79 per 1000 inhabitants
(García-Martín et al., 2012). In the US, Helmers et al. (2015) found a prevalence rate of 8.5
per 1,000 individuals. Other studies reported differences between developed and
developing countries, with a figure of 4-7 per 1000 inhabitants in developed countries and
5-74 per 1000 inhabitants in developing countries (Preux and Druet-Cabanc, 2005).
However, there exist contradictory results as Pickrell et al. (2015) found a prevalence rate
of 7.7 per 1000 inhabitants in developed countries and 5.6 per 1000 inhabitants in
developing countries (Pickrell et al., 2015).
Another study found consistent prevalence rates in both rural and urban areas
(12.8 and 12.2 per 1000 people, respectively), although differences were not statistically
significant (Gaitatzis et al., 2004). However, Ngugi et al. (2010) reported a similar
prevalence rate in rural areas (12.7 per 1000 inhabitants) but a lower prevalence for
urban areas (5.9 per 1000 inhabitants). Regarding age, the prevalence of the disease
typically increases with age, reaching a plateau at middle age and raising again later in
life. This pattern is more frequently observed in developed countries, whereas in
developing countries the prevalence does not tend to increase (or even decrease) after
the age of 60 (Banerjee et al., 2009; Ngugi et al., 2010). In our study, we found a lower
~ 152 ~
prevalence rate of pediatric epilepsy cases in areas with a greater use of pesticides.
However, in areas of low use of pesticides the rate of epilepsy in children was higher
than that observed in adulthood (Table 3).
This study has a number of limitations. This is a mixed study where the outcome
(epilepsy) and some individual confounders (age, sex) were assessed at individual level
while pesticide exposure was assessed at ecological level, based on indirect proxies such as
quantitative agronomical criteria. The study design used poses major problems of
interpretation when making ecologic inferences and especially when making biologic
inferences (i.e. due to ecologic bias). Ecologic bias was to some extent reduced because
relatively small geographical units (health districts) were used, such that they were more
homogeneous with respect to pesticide exposure. Additionally, a potentially greater
migration between groups was not expected because no relevant socioeconomic
differences were found between the districts of high and low pesticide use). A less
precise estimation of disease rates across health districts can be ruled out because of the
quality assessment of disease coding and registry aforementioned. Furthermore, the
proportion of non-hospitalized cases of epilepsy was expected to be similar in the areas
of high and low pesticide use. Likewise, it is possible that some of the other risk factors
for epilepsy may vary by health district since social circumstances would be related to
some of these; however, this potential bias would be non-differentially between the
districts of high and low pesticide use. On the other hand, potential confounding factors
(other than age and gender) could not be considered as the only available variables from
the dataset examined were sex, age and place of residence. Therefore, the lack of
adjustment for potential extraneous risk factors may not reduce the ecologic bias
produced by these factors.
~ 153 ~
In our study there was no potential for differential health care seeking or
recourse to hospitalization between health districts with distinct use of pesticides. The
three districts studied (and their respective reference hospitals) had the same health
resources and provided the same kind of medical assistance to their reference
population. In addition, the patients’ hospital medical record (and therefore the basic
minimum dataset) was the same for the three hospitals as they used identical disease
coding criteria.
5. CONCLUSION
While numerous studies have shown an association between acute pesticide
exposure and further development of seizures, no study addressed the relationship
between long-term low-dose exposure to pesticides and epilepsy. This study indicates
that hospital-diagnosed epilepsy prevalence was higher in those health districts where a
higher pesticide use was made in intensive agriculture under plastic greenhouses.
However, the limitations inherent to the study design warrant further research to as
certain whether there exists a true causal association.
6. CONFLICT OF IN ERSTS STATEMENT
The authors declare that they do not have conflict of interest.
7. KNOWLEDGEMENT
This study was funded by a research grant of the Council of Health of the Autonomous
Community of Andalusia (ref 141/05).
References
~ 154 ~
Abdollahi, M., Ranjbar, A., Shadnia, S., Nikfar, S., Rezaie, A., 2004. Pesticides and
oxidative stress: a review. Med. Sci. Monit. 10, 141-147.
Atwood, D., Paisley-Jones, C., 2017. Pesticides Industry Sales and Usage. 2008 – 2012
Market Estimates. U.S. Environmental Protection Agency, Office of Pesticide
Programs, Washington.
Banerjee, P.N., Filippi, D., AllenHauser, W., 2009. The descriptive epidemiology of
epilepsy-areview. Epilepsy Res. 85, 31- 45.
Bielen, I., Cvitanovic-Sojat, L., Bergman-Markovic, B., Kosicek, M., PlanjarPrvan, M.,
Vuksic, L.,Miketek, G., Matek, P., 2007. Prevalence of epilepsy in Croatia: a
population-based survey. Acta Neurol. Scand. 116, 361–367.
Chen, Y., 2012. Organophosphate-induced brain damage: mechanisms, neuropsychiatric and
neurological consequences, and potential therapeutic strategies. Neurotoxicology. 33,
391-400
Costa, L.G., 2015. The neurotoxicity of organochlorine and pyrethroid pesticides. Handb
Clin. Neurol. 131, 135-148. https://doi.org/10.1016/B978-0-444-626271.00009-3
EFSA (European Food Safety Authority) Panel on Plant Protection Products and their
Residues (PPR), 2014. Scientific Opinion on the identification of pesticides to be
included incumulative assessment groups on the basis of their toxicological profile
(2014 update). EFSAJ.11(7),3293.
Espinosa-Jovel, C., Toledano, R., Aledo-Serrano, Á., García-Morales, I., Gil-Nagel, A., 2018.
Epidemiological profile of epilepsy in low income populations. Seizure. 56, 67-72
Gaitatzis, A., Carroll, K., Majeed, A., Sander, J., 2004. Theepidemiology of thecomorbidity
of epilepsy in the general population. Epilepsia. 45, 1613- 1622
García-García, C.R., Parrón, T., Requena, M., Alarcón, R., Tsatsakis, A.M., Hernández, A.F.,
2016. Occupational pesticide exposure and adverse health effects at the clinical,
hematological and biochemical level. Life Sci. 145, 274-283
Garcia-Martin, G., Perez-Errazquin, F., Chamorro, M.I., Romero, M., Martin-Reyes, G.,
Dawid, M.S., 2012. Prevalence and clinical characteristics of epilepsy in the South
of Spain. Epilepsy Res. 102, 100-108
Gilbert, M.E., Mack, C.M., 1989. Enhanced susceptibility to kindling by chlordimeform
may be mediated by a local anesthetic action. Psychopharmacology (Berl) 99, 163-
167.
~ 155 ~
Gilbert, M.E., 1992. A characterization of chemical kindling with the pesticide endosulfan. Neurotoxicol Teratol. 14, 151-158.
Gilbert, M.E., 2001. Does the kindling model of epilepsy contribute to our understanding of multiple chemical sensitivity? Ann. NY. Acad. Sci. 933, 68-91
Gilbert, M.E., 1995. Repeated exposure to lindane leads to behavioral sensitization and facilitates electrical kindling. Neurotoxicol Teratol. 17, 131-14.1
Guberman, A.H., Bruni, J., 1999. Essentials of Clinical Epilepsy (second ed.). Butter worth
Heinemann, Boston, pp. 3–10
Helmers, S., Thurman, D., Durgin, T., Kalsanka, A,Faught, E., 2015. Descriptive epidemiology of epilepsy in the U.S. population: A different approach. Epilepsia. 56, 942-948
Hernández, A.F., Mackness, B., Rodrigo, L., López, O., Pla, A., Gil, F., Durrington, P.N.,
Pena, G., Parrón, T., Serrano, J.L., Mackness, M.I., 2003. Paraoxonase activity and
genetic polymorphisms in greenhouse workers with long term pesticide exposure.
Hum Exp Toxicol. 22, 565-574
Hernández, A.F., Lacasaña, M., Gil, F., Rodríguez-Barranco, M., Pla, A., López-Guarnido,
O., 2013. Evaluation of pesticide-induced oxidative stress from a gene-environment
interaction perspective. Toxicology. 307, 95-102
Houinato, D., Yemadje, L.P., Glitho, G., Adjien, ., Avode, G., Druet-Cabanac, M., Preux,
P.M., 2013. Epidemiology of epilepsy in rural Benin: prevalence, incidence,
mortality, and follow-up. Epilepsia. 54, 757-763
Jabłońska-Trypuć,A.,Wołejko,E.,Wydro, U., Butarewicz, A., 2017. The impact of
pesticides on oxidative stress level in human organism and their activity as
anendocrinedisruptor. J. Environ. Sci. Health B. 25, 1-12
Jett, D.A., 2007. Neurological aspects of chemical terrorism. Ann. Neurol. 61, 9-13
Josipovic-Jelic, Z., Sonicki, Z., Soljan, I., Demarin, V., 2012. Prevalence and socioeconomic aspects
of epilepsy in the Croatian county of Sibenik-Knin: Community-based survey. Epilepsy
Behav. 20, 686-90
Joy, R.M., Stark, L.G., Albertson, . ., 1982. Proconvulsant effects of lindane: enhancement of
amygdaloid kindling in the rat. Neurobehave Toxicol. Teratol. 4, 347-354.
Kamel, F., Engel, L.S., Gladen, B.C., Hoppin, J.A., Alavanja, M.C., Sandler, D.P., 2007. Neurologic
symptoms in licensed pesticide applicators in the Agricultural Health Study. Human &
Experimental Toxicology. 26, 243-250
Miller, S.L., Aroniadou-Anderjaska, V., Pidoplichko, V.I., Figueiredo, T.H., Apland, J.P., Krishnan,
J.K., Braga, M.F., 2017. The M1 Muscarinic receptor antagonist VU0255035 delays the
~ 156 ~
development of status epilepticus after organophosphate exposure and prevents
hyperexcitability in the basolateral amygdala. J. Pharmacol Exp. Ther. 360, 23-32
Michael-Titus, A., Revest, P., Shortland, P., 2010. Epilepsy. In: The Nervous System. Basic
science and clinical conditions (2nd ed), Elsevier, Edinburgh, pp 237–250.
Ngugi, A.K., Bottomley, C., Kleinschmidt, I., Sander, J.W., Newton, C.R., 2010. Estimation of the
burden of active and life-time epilepsy: a meta-analytic approach. Epilepsia. 51, 883-890
Park, S., Kim, D.E., Park, S.Y., Gil, H.W., Hong, S.Y., 2017. Seizures in patients with acute
pesticide intoxication, with a focus on glufosinate ammonium. Hum. Exp. Toxicol. 37: 331-
337
Parrón, T., Requena, M., Hernández, A.F., Alarcón, R., 2011. Association between
environmental exposure to pesticides and neurodegenerative diseases.Toxicol.Appl.
Pharmacol. 256, 379–385.
Pauschek, J., Bernhard, M.K., Syrbe, S., Nickel, P., Neininger, M.P., Merkenschlager,
A., Kiess, W., Bertsche, T., Bertsche, A., 2016. Epilepsy in children and
adolescents: Disease concepts,practical knowledge, and coping. Epi. Behav. 59, 77-
82.
Perucca, E., Arroyo, S., Baldy-Moulinier, M., Dulac, O., Eskasan, E.,Halasz, P., Kramer, G.,
Majkowski, J., Nikaronova, M., Tomson, T., Johannessen, S., 2000. ILAE commission
report: evaluations and awards at the 4th European Congress of Epileptology, Florence.
Epilepsia. 42, 1366-1368.
Pickrell, W.O., Lacey, A.S., Bodger, O.G., emmler, J.C., Thomas, R.H., Lyons, R.A.,Smith, P.E.,
Rees, M.I., Kerr, M.P., 2015. pilepsy and deprivation, a data linkage study. Epilepsia. 56,
585-591.
Pimentel, D., 1996. Green revolution agriculture and chemical hazards. Sci. Total Eviron. 188,
86-98
Preux, P.M., Druet-Cabanac, M., 2005. Epidemiology and aetiology of epilepsy in subSaharan
Africa. Lancet Neurol. 4, 21-31
Raza, M., Blair, R.E., Sombati, S., Carter, D.S., Deshpande, L.S., DeLorenzo, R.J., 2004. Evidence
that injury-induced changes in hippocampal neuronal calcium dynamics during
epileptogenesis cause acquired epilepsy. Proc. Natl. Acad. Sci. U S A. 101, 17522-17527
~ 157 ~
Sander, J.W., 2003. The epidemiology of epilepsyrevisited. Curr. Opin. Neurol. 16,
165–170
Sander, J.W., Shorvon, S.D., 1996. Epidemiology of the epilepsies. J. Neurol. Neurosurg.
Psychiatry. 61, 433-443
Shrot, S., Ramaty, E., Biala, Y., Bar-Klein, G., Daninos, M., Kamintsky, L.,
Makarovsky, I., Statlender, L., Rosman, Y., Krivoy, A., Lavon, O., Kassirer, M.,
Friedman, A., Yaari, Y., 2014. Prevention of organophosphate-induced chronic
epilepsy by early benzodiazepine treatment.Toxicology.323,19–25
Stanojlović O, Nikolić T, Hrnčić D, Radonjić N, Rašić-Marković A, Mladenović D, Petronijević
N, 2013. Ontogenetic influence on rat susceptibility to lindane seizure after pretreatment
with phencyclidine. Environ Toxicol. Pharmacol. 35, 161-170
Terry. A.V. Jr., 2012. Functional consequences of repeated organophosphate exposure:
potential non-cholinergic mechanisms. Pharmacol. Ther. 134, 355-365
Todorovic, M.S., Cowan, M.L., Balint, .A., Sun, C., Kapur, J., 2012. Characterization of
status epilepticus induced by two organophosphates in rats. Epilepsy Research. 101,
268-276
Waldbaum, S., Patel, M., 2010. Mitochondria, oxidative stress, and temporal lobe
epilepsy. Epilepsy Res. 88, 23-45
Wurpel, J.N., Hirt, P.C., Bidanset, J.H., 1993. Amygdala kindling in immature rats:
proconvulsant effect of the organophosphate insecticide-chlorpyrifos.
Neurotoxicology. 14(4), 429-436.
Table 1: Agronomic criteria used to categorize health districts as areas with high or low
use of pesticides in Almeria (South Spain).
Agronomic Criteria High use of pesticides Low use of pesticides
Hectares of plastic greenhouse a
26264 632
Total pesticides (tons used) a
7834.97 2158.61
Insecticides b
1125.05 309.96
~ 158 ~
Nematocides c
4083.4 1125.02
Fungicides d
1437.52 396.05
Herbicides e
133.94 36.9
Plant growth regulators f
873.39 240.63
Other pesticides g
181.67 50.05
a Source: Consejería de Agricultura, Ganaderíay Pesca
http://www.juntadeandalucia.es/organismos/agriculturapescaydesarrolloruralMANUSCRIPT.html.Datafor the agricultural season 2006-2007.
b,cOrganophosphates (malathion, dimethoate, acephate, chlorpyrifos, dichlorvos), -
methylcarbamates (methomyl, oxamyl, formetanate), pyrethroids (cypermethrin, tralomethrin,
acrynathrin,), neonicotinoids (imidachloprid), growth regulators insecticides (tebufenozide,
buprofezin), organochlorine (endosulfan), others (abamectin, thuringiensin).
d(Di)thiocarbamates (zineb, mancozeb, maneb, thiram), benzimidazole (benomyl,
carbendazim, thiabendazole), conazole (prochloraz, tebuconazole, triadimefon), others (copper, cymoxanil, oxadixyl, fosetyl).
eBipyridyl (paraquat, diquat), organophosphonates (glyphosate, glufosinate), phenylurea
(lufenuron).
fAuxins (4-chlorophenoxyacetic acid, 2,4-dichlorophenoxyacetic acid), defoliants (cyanamide,
metoxuron), plant growth inhibitors (chlorpropham), plant growth retardants (chlormequat, uniconazol),
gFumigants (aluminium phosphide, 1,3-dichloropropene).
Data for individual pesticides most often used in greenhouses of the study areas are based on Hernández et al. (2003) and Parrón et al. (2011).
Table 1: Agronomic criteria used to categorize health districts as areas with high or low
use of pesticides in Almeria (South Spain).
Agronomic Criteria High use of pesticides Low use of pesticides
Hectares of plastic greenhouse a
26264 632
Total pesticides (tons used) a
7,834.97 2,158.61
Insecticides b
1,125.05 309.96
~ 159 ~
Nematocides c
4,083.4 1,125.02
Fungicides d
1,437.52 396.05
Herbicides e
133.94 36.9
Plant growth regulators f
873.39 240.63
Other pesticides g
181.67 50.05
a Source: Consejería de Agricultura,GanaderíayPesca
http://www.juntadeandalucia.es/organismos/agriculturapescaydesarrollorural.html. Data for
the agricultural season 2006-2007.
b,c Organophosphates (malathion, dimethoate, acephate, chlorpyrifos, dichlorvos), -
methylcarbamates (methomyl, oxamyl, formetanate), pyrethroids (cypermethrin, tralomethrin, acrynathrin,), neonicotinoids (imidachloprid), growth regulators insecticides (tebufenozide, buprofezin), organochlorine (endosulfan), others (abamectin, thuringiensin).
d (Di)thiocarbamates (zineb, mancozeb, maneb, thiram), benzimidazole (benomyl,
carbendazim, thiabendazole), conazole (prochloraz, tebuconazole, triadimefon), others (copper, cymoxanil, oxadixyl, fosetyl).
e Bipyridyl (paraquat, diquat), organophosphonates (glyphosate, glufosinate), phenylurea
(lufenuron).
f Auxins (4-chlorophenoxyacetic acid, 2,4-dichlorophenoxyacetic acid), defoliants (cyanamide,
metoxuron), plant growth inhibitors (chlorpropham), plant growth retardants (chlormequat, uniconazol),
g Fumigants (aluminium phosphide, 1,3-dichloropropene).
Data for individual pesticides most often used in greenhouses of the study areas are based on Hernández et al. (2003) and Parrón et al. (2011).
~ 160 ~
Table 2: Distribution of the study population as a whole and stratified by the geographical areas studied
(high and low pesticide exposure).
Epilepsy Total Population Area of high pesticide use Area of low pesticide use
Cases Controls Cases Controls Cases Controls
Pediatric 731 102,907 608 82,913 123 19,994
Adults 3,276 477,170 2,768 370,793 508 106,377
Total 4,007 580,077 3,376 453,706 631 126,371
Table 3: Prevalence (rate per 1000 inhabitants), odds ratio (OR) and 95% confidence interval (95% CI)
for epilepsy in the population living in areas of high pesticide exposure relative to areas of low exposure.
Epile High exposure Low exposure ORc 95% CI p value*
sy
Mal Fem Tot Ma Fema Tot Ma Fem Tot Male Fem Total Mal Fem Tot
es ales al les les al les ales al s ales es ales al
Pedi 8.15 6.35 7.28 8.71 3.88 6.3 0.9 1.69 1.19 0.76- 1.20- 0.98- 0.80 0.002 0.07
atric 4 7 1.23 2.39 1.44
Adul 7.96 6.84 7.40 5.01 4.41 4. 7 1.5 1.54 1.56 1.38- 1.34- 1.42- <0.0 <0.00 <0.0
ts 2 7 1.79 1.77 1.71 01 1 01
Tota 7.99 6.75 7.38 5.58 4.33 4.9 1.4 1.56 1.49 1.28- 1.37- 1.36- <0.0 <0.00 <0.0
l 6 3 1.60 1.78 1.62 01 1 01
*Pearson’s Chi Square test
Table 4: Stepwise multiple logistic regression analysis of pediatric, adult and total epilepsy adjusted for
exposure to pesticides, gender and age.
Pathology Risk factor OR*
95% CI p value
Age 1.15 1.09-1.21 <0.001
Pediatric Epilepsy
Sex 2.12 1.44-3.13 <0.001
Exposure 3.37 1.79-6.33 <0.001
~ 161 ~
Age x Exposure 0.92 0.87-0.98 <0.001
Exposure x Sex 0.59 0.39-0.90 <0.05
Age 1.04 1.03-1.04 <0.001
Adult Epilepsy
Sex 1.30 1.22-1.40 <0.001
Exposure 2.60 1.89-3.57 <0.001
Age x Exposure 0.99 0.98-0.99 <0.05
Exposure 1.65 1.51-1.79 <0.001
Total Epilepsy
Sex 1.28 1.20-1.36 <0.001
Age 1.02 1.02-1.03 <0.001
* Models were adjusted for the following variables: age, gender (0: female; 1: male),
environmental pesticide exposure (1: areas of high pesticide use; 0: areas of low
pesticide use), and the interaction terms exposure x gender and exposure x age.
~ 162 ~
Table 5. Distribution of employed population by economic activity and average disposable
personal income
High use of Low use of p
pesticides pesticides
Economic sectors*
Primary sector
(agriculture and livestock, forestry
and fishing)
Secondary sector
(manufacturing industry and
construction)
Tertiary sector
(service industries, private and
public activities)
Disposable personal
income**
(Euros/person)
*Data obtained from the 2001 database
from the Institute of Statistics of Andalusia
**Source: Spanish Tax Agency
[Accessed on 26 may 2017] Available at: http://www.agenciatributaria.es/A AT/Contenidos_Comunes/La_Agencia_Tributaria/Estadisti cas/Publicaciones/sites/irpfmunicipios/2014/jrubik4e93d46e7e85aa3dd4296c3fb35c28a0723d 87a0.html
<0.001
55,411 9,980
(30.40%) (22.43%)
31,396 12,590
(17.22%) (28.30%)
95,464 21,908
(52.37%) (49.25%)
13,446 ± 1,895 14,340 ± 1,240 0,056
163
COMUNICACIONES TIPO POSTER EN CONGRESOS INTERNACIONALES
164
165