APORTES DISCIPLINARES DE LOS ESTUDIOS DE LA ORGANIZACIÓN A LA ADMINISTRACIÓN Y SUS CONEXIONES Y DESCONEXIONES CON LA SOCIOLOGÍA Y LAS CIENCIAS SOCIALES.
MESA DE TRABAJO: TEORIAS DE LA ORGANIZACION
CARLOS MARIO DURANGO YEPES UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA TELÉFONO: (0574)415 90 28 EXT: 9524
MEDELLÍN COLOMBIA
XI CONGRESO INTERNACIONAL DE INVESTIGACIÓN EN CIENCIAS ADMINISTRATIVAS
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA, JALISCO, MÉXICO, 2225 MAYO 2007
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Aportes disciplinares de los Estudios de la Organización a la administración y sus conexiones y desconexiones con la Sociología y las Ciencias Sociales.
Resumen:
Este artículo producto de una revisión de la literatura, hace parte de un proceso
de investigación encaminado a responder a la pregunta sobre ¿cómo ha
incidido la fundamentación epistemológica de las ciencias sociales y de la
administración en la organización curricular de las escuelas de administración
adscritas a la Asociación Colombiana de Facultades de Administración capítulo
Antioquia?. En la primera parte, define el alcance y el cambio que ha tenido el
concepto de Teoría de la Organización al de Estudios Organizacionales, su
objeto de estudio, los diversos paradigmas que caracterizan el campo de
estudio denominado Estudios Organizacionales(EO), mencionando las teorías
que subyacen a los mismos, y mostrando cómo se está produciendo una
especie de administrativización de las ciencias sociales al lado de una sociologización de la administración, o mejor, de la gestación de una gerencia social o una sociología directiva. En la segunda parte, se miran las conexiones históricas existentes entre la Sociología y los Estudios de la Organización, y
cómo el desarrollo investigativo mediado por intereses de personas influyentes
han olvidado o desviado la pregunta sobre ¿cuál es el papel y el efecto de las
organizaciones en la sociedad? Esta pregunta enfoca las consecuencias de la
existencia de las organizaciones en la sociedad. En la tercera parte, se señalan
tres sugerencias para la orientación de las futuras agendas de investigación, y
se concluye, alrededor del futuro probable que le espera a los EO.
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Aportes disciplinares de los Estudios de la Organización a la Administración y sus conexiones y desconexiones con la Sociología y las Ciencias Sociales.
1. Introducción
Los Estudios Organizacionales (EO) han promovido una serie de
representaciones que han invadido el pensamiento administrativo, dando forma
a las acciones de los gerentes. Este escenario se ha modificado radicalmente a
lo largo del último siglo. Los gerentes, especialmente aquellos cuyas
experiencias se ubican en las décadas más recientes, han tenido que aprender
y reaprender una gran cantidad de cosas a lo largo de sus carreras. Uno podría
suponer que en las escuelas de Administración, además de otros especialistas,
estarían los profesionales de los EO conduciendo el desarrollo de nuevos
paradigmas para enfrentar las condiciones cambiantes de los negocios. Sin
embargo, como se establece en el presente artículo, los debates en torno a los
paradigmas en Estudios Organizacionales y aquellos relacionados con la
literatura sobre paradigmas gerenciales, han sido hasta ahora empresas que
permanecen separadas. A pesar de esta separación, la literatura sobre
paradigmas organizacionales tiene grandes implicaciones para la gerencia y
sus paradigmas teóricos, permitiéndonos reconocer la manera en la que los
cambios recientes afectan el trabajo en la disciplina administrativa.
2. Fundamentación epistemológica de los Estudios de la Organización
Los Estudios Organizacionales son un campo de conocimiento singular que
presenta características contrastantes frente a las tradiciones disciplinarias más
establecidas y con mayor reconocimiento institucional (Ibarra, 2000). Se trata
de un conjunto de saberes producidos por las prácticas de dirección,
organización y trabajo en las grandes corporaciones a lo largo del siglo XX. Sus
teorías representan la institucionalización de las soluciones exitosas
alcanzadas al enfrentar diversidad de problemas en distintos ámbitos, como
son el trabajo, la gestión, los mercados, la tecnología, el medio ambiente y la
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política, por citar sólo los más relevantes. Se trata de saberes de
consecuencias prácticas que ordenan/normalizan/prescriben particulares
modos de existencia; ellos actúan en el instante como resultado de la
observación y el registro de las conductas, estableciendo con ello el referente
formalizado de lo que se considerará como “un comportamiento normal”.
Además, son saberes que facilitan el diseño de tecnologías de gobierno muy
diversas, dando forma a esa caja de herramientas de la que los gerentes y
directores echan mano para enfrentar cada situación particular.
Por esta razón se les califica como “ciencias grises” o “saberes menores”
(Rose, 1993), pues su importancia pasa desapercibida, en la medida en la que
su función primordial se encuentra más en la producción de consecuencias
prácticas, que en la institucionalización de grandes discursos teóricos o la
defensa de una cierta voluntad de verdad.
Por esta razón, su objeto de estudio supone siempre la tensión entre ese conjunto de estructuras que orientan la acción y las fuerzas que las producen,
es decir, entre el orden normativo que prescriben los saberes organizacionales
y las realidades que los desmienten todo el tiempo. Aunque se asumen
siempre como teorías del orden, ellas se ven obligadas a reconocer en todo
momento el conflicto que le es inherente, produciéndose esa esquizofrenia intelectual que ha caracterizado a los Estudios Organizacionales desde su origen (Reed, 1985: 21). Así, se pregona la cooperación, pero siempre al lado
de la operación de estructuras coercitivas para garantizarla; se defiende la
racionalidad, pero se aprecian sus disfunciones y efectos inesperados; se
aboga por una toma de decisiones racional, pero se acepta el lugar de la
subjetividad y los límites cognoscitivos del ser humano; se defiende la
legitimidad de la autoridad y la jerarquía, pero se reconocen el conflicto, el
poder y la dominación. En suma, la organización representa la cooperación
humana, pero también, a la vez, un sistema de control para encauzar las
conductas asegurando el respeto y apoyo a las finalidades establecidas por la
organización (Ibarra, 2000).
Es necesario enfatizar que los cambios en la organización de la sociedad y en
sus prácticas y modos de racionalidad, van marcando los cambios en los EO;
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estos saberes muestran, desde su reconstrucción genealógica, las
transformaciones en las relaciones entre fuerzas a lo largo del tiempo,
indicando la preeminencia de ciertas prácticas y reglas de cálculo relacionadas
con el gobierno de las conductas. Los grandes problemas de cada etapa de la
“moderna sociedad organizacional” delinean las agendas de investigación de
este campo de saberes, mostrando siempre la tensión entre liberalismo
corporativo e intervención estatal. Este aspecto es cada vez más relevante, ya
que nos encontramos insertos en una época marcada por modos de acción y
reglas de cálculo asociados al mercado, los cuales devuelven a las
organizaciones, así sea solo en apariencia, un papel activo como vehículos de
expresión y movilización de las fuerzas que constituyen a la sociedad. Esta
transformación epocal, asociada a la mundialización, otorga cada vez más
relevancia y presencia a los Estudios Organizacionales, pues son estos
saberes los que dan cuenta de las formas específicas bajo las que operan los
espacios organizados como contenedores de las relaciones cotidianas de los
agentes sociales.
Fueron los llamados tempranos de Mouzelis (1975), Silverman (1975) y
Braverman( 1975), los que abrirían la puerta a enfoques que permitieran
apreciar el fenómeno organizacional más allá de los límites impuestos por las
estructuras y sus relaciones causales con su medio ambiente. Mouzelis
denunciaría en 1967 la excesiva preocupación de los investigadores por los
problemas de las empresas y sus directores, y la escasa atención otorgada a
los problemas organizacionales de la sociedad. Destacando los fundamentos
de las explicaciones de las características de la organización social
proporcionadas por los pensadores de la sociología clásica de manera muy
destacada Marx, Weber, Michels, propone la ampliación del objeto de estudio
para reincorporar el examen de las consecuencias sociales de las formas de
organización de la modernidad, estableciendo con ello el punto de inflexión a
partir del cual los EO experimentarán una profunda diversificación
epistemológica. El neo.Weberianismo radical se edificará desde entonces como
una alternativa a la interpretación parsonizada de Weber, al reconocer los
fundamentos de la racionalidad en las creencias religiosas asociadas a la ética
protestante (Weber, 2003). Este es un primer paso muy relevante para
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reconsiderar la validez del principio ortodoxo que señala que la racionalidad y
la eficiencia son condiciones objetivas del funcionamiento de las
organizaciones y la sociedad, cuestionando con ello la neutralidad del
conocimiento técnico y reconociendo su condición como fundamento del poder.
Por su parte, apenas tres años más tarde, en 1970, David Silverman realizará
una crítica muy fuerte al estructuralfuncionalismo parsoniano para, desde ahí,
proponer un marco de referencia accional para el estudio de las
organizaciones. Bajo la influencia de Weber, Schutz y Berger y Luckman,
Silverman reconoce la importancia de las relaciones de significado al asumir
que las acciones son resultado del sentido que los individuos otorgan a la
realidad social. Esta aproximación provocará un giro profundo en la
comprensión de las organizaciones y la interpretación del comportamiento,
destacando la relevancia de las construcciones simbólicas como artefactos a
partir de los cuales se estructuran las conductas y se posibilitan la cooperación
y un orden negociado entre las personas.
El tercer paso importante en la conformación reciente de los Estudios
Organizacionales correspondió a la obra Trabajo y capital monopolista ( Braverman, 1975), al reinaugurar el estudio del proceso laboral desde una
perspectiva marxista, con lo que se restableció el pensamiento crítico frente a
los enfoques dominantes de la sociología industrial. Desde su publicación, en
1974, el libro de Braverman generó amplios debates en el mundo anglosajón
que continúan hasta el día de hoy, dando lugar a las teorías del proceso laboral, que se han establecido ya como una disciplina independiente. Su influencia en los EO es innegable, pues propició desde finales de la década de
1970 estudios para considerar las consecuencias de la organización del
proceso de trabajo bajo los imperativos de la descalificación y el control (
Ibarra, 1991b).
Sin embargo, la propuesta bravermaniana mostró paulatinamente sus
insuficiencias y limitaciones, pues se centraba ampliamente en la esfera de la
producción sin tomar en cuenta suficientemente otros espacios y problemas de
organización. Entre ellos podemos mencionar el carácter problemático de la
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dirección empresarial, la complejidad de las relaciones sociales en la empresa
reconociendo la importancia del poder, la disciplina y la subjetividad, y la
relevancia creciente de las estrategias de las grandes corporaciones para
constituir redes de intercambio y colaboración a fin de garantizar una mayor
competitividad en mercados cada vez más abiertos (Ibarra, 1991b). Además,
estos esfuerzos se centraron en el estudio de las empresas industriales,
dejando de lado otro tipo de organizaciones que no podían ser analizadas con
el mismo cuerpo teórico. Estas insuficiencias han estimulado la formulación de
nuevas perspectivas de análisis para interpretar las relaciones sostenidas por
diversos agentes en distintos espacios estructurados de la sociedad, siempre
más allá del proceso de trabajo y de las relaciones en la producción.
La tríada MouzelisSilvermanBraverman, y su evidente confrontación con los
enfoques más convencionales, exigió un reordenamiento conceptual de los
Estudios Organizacionales que permitiera clarificar la composición y lógica
interna del campo de conocimiento, a pesar de su gran fragmentación. Fueron
Burrell y Morgan (1979) quienes agruparon las distintas propuestas
identificando cuatro posiciones “paradigmáticas”. Siendo el estructural funcionalismo, la postura dominante en los Estudios Organizacionales, que representa los principios que otorgarían a la disciplina su estatuto como ciencia
normal. Para esta postura, las organizaciones son realidades naturales que
pueden ser observadas a partir del método hipotéticodeductivo, con la
intención de descubrir las relaciones causales que explican su comportamiento,
arribando a sí a conclusiones de validez general ( Donaldson, 2001).
Esta postura se ha expresado a lo largo de las tres últimas décadas en cuatro
aproximaciones muy influyentes, el movimiento contingente, la economía de los costos de transacción, la ecología poblacional y el nuevo institucionalismo ( Ibarra, 2000: 260261). Ante esta proliferación de enfoques, algunos autores
han propuesto trabajar en la generación de un consenso en torno al estructural
funcionalismo, que permita alcanzar una integración paradigmática del campo,
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facilitando así su institucionalización 1 como parte integrante de la ciencia
normal ( Pfeffer, 1993; Donaldson, 1995).
Hasta donde sabemos, el empleo sistemático del término teoría de la
organización (TO) se inicia con la publicación, en 1948, de un artículo de Phillip
Selznick, autor que establecía la necesidad de contar con un marco de
referencia para el estudio de las organizaciones, sustentado en el estructural
funcionalismo (Selznick 1948) 2 . [Este autor recupera el término “organización”
de una serie de textos desarrollados en los años treinta, entre los que figuran
las obras ya mencionadas de Barnard y de Roethlisberger y Dickson, los
primeros escritos de Parsons y de Merton, y algunos textos importantes de
autores de la teoría administrativa ( Gulick y Urwick, Mooney y Reiley).
Los otros tres paradigmas representan posturas teóricas emergentes que se
desarrollaron, como ya se indicó, gracias a los trabajos seminales de Mouzelis,
Silverman y Braverman, conduciendo a una mayor diversidad teórica que ha
fortalecido los argumentos a favor del pluralismo paradigmático en la disciplina.
El primero de ellos, corresponde al estructuralismo radical, que es apreciado como contrabalance de las posiciones ortodoxas, al enfatizar el análisis del
conflicto en lugar de la consideración del orden, aunque estas posturas
confluyen debido a su inclinación determinista. El estructuralismo radical
encontró terreno fértil para su impulso a partir del resurgimiento de las teorías
del proceso laboral y de las reinterpretaciones de la obra de Weber centradas
en la constitución cultural de la modernidad que ha conducido a la sociedad a
su jaula de hierro (Clegg, 1994; Ibarra, 2000: 269273). Representando una
posición proteccionista muy asociada a la aceptación y defensa de la tesis de la
inconmensurabilidad paradigmática, estas propuestas abogaron por la
existencia de diferentes modos de investigación que deben ser preservados (
Burrell y Morgan, 1998; Jackson y Carter, 1991). De esta manera, las distintas
comunidades académicas estarían protegidas de cualquier pretensión
1 La institucionalización es el proceso que permitió la integración de una comunidad académica que comparte preocupaciones teóricas similares, y que asume una visión paradigmática común o visiones paradigmáticas diferentes pero compatibles. 2 En este texto, existe una referencia que indica que el uso previo del término TO se debe a John M. Gauss, quien lo utilizaba ya en 1936. Sin embargo, como ya vimos, en ese entonces no se reconocía todavía un campo de conocimiento institucionalizado referido de esa manera.
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imperialista que, como la representada por el estructuralfuncionalismo,
desearía imponer un consenso sobre sus propias bases metateóricas, que
excluyera de los espacios instituidos de la ciencia a todos los demás. Esta
postura conoció un gran auge durante la década de 1980, el cual se vería
abruptamente interrumpido debido, por una parte, a los efectos que tuvo la
caída del muro de Berlín sobre la legitimidad académica de las interpretaciones
marxistas, y por la otra, gracias a la creciente influencia ejercida por el post
estructuralismo foucaultiano y el postmodernismo francés.
Los otros dos paradigmas considerados por Burrell y Morgan representan
opciones que recuperan una postura subjetivista. De un lado se encuentra el paradigma interpretativo que, anticipado por el aporte de Silverman (1975), ha dado lugar a una amplia variedad de enfoques que recuperan la dimensión
simbólica para explicar la construcción de la “realidad” organizacional. Como
parte de este paradigma, es posible distinguir aproximaciones que han
trabajado en el campo de la cultura en las organizaciones, incorporando
propuestas de orden etnometodológico, interaccionista y constructivista, y más
recientemente, las aproximaciones que han interpretado a las organizaciones a
partir del análisis del uso del lenguaje y el discurso, como modos desde los que
las personas construyen el sentido de la realidad social en la que participan.
Asumiendo una posición pluralista, estas propuestas sostienen la existencia de discursos abiertos caracterizados por su indeterminación o relativismo, lo que
facilita diálogos y conversaciones entre aproximaciones distintas, como modo
fructífero de construcción intersubjetiva de la realidad (Morgan, 1983; Hassard,
1995; Willmott, 1990).
Finalmente, el humanismo radical, más preocupado por la comprensión de las implicaciones de una forma de organización que impone la alineación y la
irracionalidad en nombre de la racionalidad, se ha erigido poco a poco como
una vía muy fructífera para repensar los problemas de administración y
dirección en su dimensión social. De lo que se trata es de interpretar las
consecuencias prácticas de la racionalización, explorando vías alternativas de
organización que posibiliten la eliminación de la alineación y, por tanto, la
emancipación del ser humano (Alvesson y Willmott, 1992, 2003). Bajo la
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influencia de Lukács, Gramsci y la Escuela de Frankfurt, estas aproximaciones han posibilitado a lo largo de los tres últimos lustros, reconceptualizar los
problemas de organización de la economía y la sociedad, considerando la
naturaleza política de la tecnología. Sin embargo, no ha sido sencillo resolver la
paradoja que envuelve a estas aproximaciones críticas, que denuncian
prácticas opresivas de dirección y administración, sin haber tenido mucho éxito
en la formulación de nuevas formas de organización, que logren superar
efectivamente la estructura opresiva, alienante y explotadora de la sociedad.
Sin duda, resulta complejo rebasar el nivel de la crítica para intentar influir en el
cambio progresivo de la sociedad, tanto como enseñar en las escuelas de
negocios a alumnos que esperan recibir conocimientos y técnicas ya validados
en la práctica, para incorporarse al mundo de los negocios y el trabajo a hacer
aquello que tanto se critica.
Esto es sólo un esbozo de la compleja contradicción que mantiene a los Critical Management Studies en el filo de la navaja. Se trata de un problema ético que se ha visto profundizado debido a los escándalos relativamente recientes que
han ubicado nuevamente a las grandes corporaciones, como Enron o
WorldCom, Arthur Andersen, en las primeras planas de los periódicos. Sin
duda se ha producido un efecto de rebote en las escuelas de negocios, en
donde las preocupaciones por el diseño efectivo de las organizaciones
empiezan a ser acompañadas de discusiones en torno al papel social de la
empresa, a los fundamentos éticos de la administración y a la responsabilidad
de la enseñanza como acto reflexivo ante un mundo que está provocando
graves daños a la sociedad. En otros términos, esta visibilización de las
consecuencias negativas de las acciones de las empresas está transformando
esa preocupación por la eficiencia en una preocupación por sus efectos, bajo la
pregunta ¿eficiencia para quien? De este modo, las viejas inquietudes en torno
al papel y los efectos de las organizaciones en la sociedad, y a los privilegios y
el poder que el control de las organizaciones otorga a ciertos grupos, están
recuperando presencia. Para una discusión al respecto, véase Fournier y Grey
(2000), Parker (2002), Ibarra(2002), Zald et al.( 2002) y Clegg (2002). Este
último autor destaca la ceguera de los enfoques más ortodoxos de los Estudios
Organizacionales, que se han ocupado esencialmente del diseño eficiente de
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las organizaciones, pero sin considerar nunca sus implicaciones sociales. Las
limitaciones de tales aproximaciones se aprecian con claridad si recordamos
experiencias históricas tan ominosas como la del holocausto durante la
segunda guerra mundial, “empresa” que implicó el diseño y operación de un
aparato muy eficiente técnicamente hablando, pero de graves implicaciones
para la existencia humana ( Bauman, 1998).
El modo de ordenamiento propuesto por Burrell y Morgan aclaró a grandes
pinceladas el panorama general de los Estudios Organizacionales a finales de
la década de 1970, reconociendo con acierto las aproximaciones que habrían
de desarrollarse en los siguientes años. Su mayor limitación se aprecia en esa
clasificación rígida que ubica a cada enfoque en un solo cajón, cuando
sabemos que los límites entre éstos son relativos y que las aproximaciones no
guardan una posición fija pues, con el paso del tiempo, van modificando sus
propuestas. No obstante ello, este esfuerzo permitió clarificar el contenido de
un campo de conocimiento diverso y fragmentado a partir de la identificación de
las posturas de cada paradigma frente a los debates ontológico,
epistemológico, en torno a la naturaleza humana y metodológico ( Burrell y
Morgan, 1998:37).
Pero la historia no concluye aquí. La última década del siglo XX supondría
cambios importantes en los Estudios Organizacionales, que rebasarían
ampliamente la propuesta de ordenamiento en cuatro paradigmas. En primer
lugar, por que la fragmentación se ha ampliado con el arribo de los enfoques
posmodernos, que han dado lugar a un conjunto muy diverso de esfuerzos
centrados en la deconstrucción de los textos y los contextos de la organización
(Calás y Smircich, 1999; Linstead, 2003); pero también, debido a la hibridación
de las aproximaciones que en las décadas de 1970 y 1980 conservaban su
pureza y defendían su identidad. En esta nueva diversificación han jugado un
papel muy relevante el pluralismo paradigmático y cierto pragmatismo en la
construcción del conocimiento, pues se otorga a la teoría cada vez más un
carácter instrumental, que auxilia a los consumidores de tales saberes a
generar sentido en torno a los problemas que enfrentan en sus espacios más
específicos de actuación ( Hassard y Keleman, 2002). El desplazamiento de las
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metanarrativas por las micronarrativas locales muestra esta tendencia,
reafirmando, como ya lo sabemos, que vivimos en una realidad igualmente
diversa y fragmentada en la que cada pieza particular de conocimiento
representa la solución exitosa a algún problema local.
Por otra parte, la presencia del denominado efecto Foucault ha permitido acercar enfoques que surgieron separados, al mostrar la importancia de
considerar, en su unidad compleja, las relaciones de producción y las de
significado. El reconocimiento de las articulaciones entre saberes, poderes y
constitución de la subjetividad, ha dado lugar a modos de indagación más
complejos a lo largo de la última década (Mc Kinlay y Starkey, 1998; Ibarra,
2001; Rowlinson, Carter y Mac Kinlay, 2002). Una de ellas, centrada en la
gubernamentalidad, ha resultado especialmente relevante al permitir apreciar,
el imperativo organizacional de la sociedad neoliberal y sus implicaciones.
La diversidad y fragmentación de los Estudios Organizacionales se ha visto
reforzada por su cosmopolitalismo disciplinario y geográfico, pues si algo se ha
ido diluyendo, son las fronteras del conocimiento, y si algo se ha
universalizado, es la condición organizacional de la sociedad moderna como
sociedad gubernamentalizada. El cosmopolitalismo disciplinario puede ser
ejemplificado a partir del acercamiento paulatino de las ciencias sociales y la
administración. Si bien los Estudios Organizacionales surgieron al amparo de
las disciplinas como la sociología y la antropología, la investigación
organizacional se ha ido desplazando crecientemente hacia las escuelas de
negocios; pero se observa también una modificación importante en los centros
que cultivan las ciencias sociales, al reorientar sus esfuerzos hacia el diseño de
políticas y acciones de gobierno, rebasando así el tradicional trabajo
interpretativo que las mantenía alejadas de la práctica. Esto se puede explicar,
tentativamente, debido a la creciente vinculación de la universidad con la
industria y la sociedad, con lo que las consecuencias de naturaleza crítica,
como son por ejemplo el análisis de las consecuencias sociales que
acompañan a la industrialización, fueron opacadas por las preocupaciones de
carácter técnico, como pueden ser las de diagnóstico, diseño y toma de
decisiones para apoyar el desarrollo de programas que impacten a algún sector
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industrial o atienden algún problema social. Sin embargo, esta tendencia no ha
cambiado sola, pues la ya comentada visibilización de los excesos de las
grandes corporaciones y de los gobiernos de las naciones, ha acercado
nuevamente los problemas de eficiencia y diseño organizacional con aquellos
que tiene que ver con las implicaciones sociales que se desprenden de las
formas de organización de la sociedad de control. Esta unidad en tensión
muestra que los dispositivos y tecnologías de organización no pueden ser
comprendidos adecuadamente al margen de sus consecuencias, y que la
consideración de tales consecuencias determinará, cada vez más su diseño y
aplicación. En suma, pareciera estarse produciendo una especie de administrativización de las ciencias sociales al lado de una sociologización de la administración, o mejor, de la gestación de una gerencia social o una sociología directiva, en la medida en la que los investigadores se ven obligados crecientemente a integrar sus esfuerzos interpretativos a sus capacidades de
intervención, con la finalidad de incidir en los problemas que analizan. En ello
empiezan a jugar un papel muy relevante los nuevos modos de organización
del conocimiento y la investigación, que articulan, sobre bases más colectivas y
transdisciplinarias, la capacidad reflexiva a las necesidades de diseño, para
favorecer prácticas que alienten formas de organización social más eficaces y
legítimas. Este problema requiere de un tratamiento más sistemático que nos
permita explicar, en primer lugar, el desplazamiento paulatino de la
investigación organizacional de la sociología y la antropología a las escuelas de
negocios, y en segundo, la reconversión en curso de las universidades para
posibilitar una mayor integración y colaboración de sus facultades,
departamentos y centros, a partir de la operación de programas y proyectos
conjuntos, sustentados en preocupaciones compartidas muy vinculadas con las
exigencias del medio.
Por su parte, es necesario apreciar el creciente cosmopolitanismo geográfico
de los Estudios Organizacionales. Si bien es cierto que este campo de
conocimiento ha estado dominado ampliamente por autores del centro
anglosajón, desde la década de 1970 se ha observado una tendencia
creciente hacia su internacionalización, incorporándose cada vez más las
voces de las orillas, que hacen ver con mayor claridad los límites del anglo
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centrismo y su colonialismo organizacional. Estas voces discordantes han
mostrado el fracaso de muchas de las recetas de moda de supuesta validez
universal, pues las realidades locales no siempre se ajustan a los modos de
racionalidad que operan en el centro (Ibarra,1991a); al mismo tiempo, nuevas
voces muestran las posibilidades de formas de organización localmente
construidas, que han dado lugar a experiencias exitosas en países de reciente
industrialización. Las experiencias de los países del este asiático, o más
recientemente el caso de china, resultan buenos ejemplos (Clegg, Ibarra y
Bueno, 1998). Así, la internacionalización de los Estudios Organizacionales
marca fin definitivo del one best way, abriendo las puertas a la consideración
de realidades locales que muestran que, más allá de las formas
estadounidenses de organización, siempre hay alternativas.
3. Conexiones y desconexiones entre la sociología de las organizaciones y los estudios de la organización
Si miramos las raíces históricas de los Estudios de la Organización, un aspecto
central, una pregunta, o tema definido fue "¿Cuáles son las consecuencias de
la existencia de organizaciones?" Esta pregunta fue desarrollada
profundamente en el trabajo del padre fundador de nuestra disciplina, Max
Weber (1964) . Se puede encontrar también, históricamente, en el trabajo de
Michels (1962) y Burnham (1941). En los '50s y '60s, en particular, había varios
escritores que tomaron este asunto en una variedad de maneras, inclusive
Selznick (1949), Boulding (1953), Presthus (1962) y Gouldner (1954),entre
otros. La pregunta de las consecuencias de la existencia de organizaciones se
dirigió en dos niveles: primero, cómo las organizaciones afectan el modelo del
privilegio y la desventaja en la sociedad; segundo, cómo el privilegio y la
desventaja se distribuyen dentro de las organizaciones. La pregunta anterior
desapareció de la discusión en la revista Administrative Science Quarterly en
los '80s y '90s, y más tarde ha recibido tratamientos sólo espasmódicos.
En los '40s, '50s, y '60s, realmente no existía la teoría de la organización como tal. Existía la sociología de organizaciones, con algunas influencias de la administración pública/ la ciencia política, tal como el trabajo de Herbert Simon
(por ejemplo, 1960). La figura relevante era Max Weber , cuyo trabajo en los
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últimos años del siglo diecinueve y primeros del veinte fijó la agenda para
nuestra comprensión de las organizaciones. En los '40s y '50s, fue Philip Selznick un afamado sociólogo, quien llegó a ser una figura crítica, con su
clásico “TVA and the Grass Roots” (1949) y «Leadership in Administration»
(1957) son reconocidas por los estudiosos de la organización como
inspiradoras de la escuela neoinstitucional (DiMaggio y Powell, 1991). El
primero de estos libros se centra en la historia administrativa de la Tennessee
Valley Authority (TVA), su evolución temporal y los cambios que, en sus metas
y estructura, respondieron a amenazas externas. El segundo libro formula
principios referentes al desarrollo organizativo y a la formación del carácter en
el marco de una teoría institucional del liderazgo. Las generalizaciones de
Selznick derivaron de las observaciones que el autor había hecho de distintas
experiencias organizativas, como la de la citada TVA, la de un partido político
de tipo bolchevique y las de toda una serie de organizaciones militares y
empresariales. Comparada con otras teorías del liderazgo, Philip Selznick
conceptualizó una visión mucho más amplia de la organización como
institución, y de la correspondiente función del líder consistente en promocionar
y proteger los valores institucionales. No obstante, este autor no fue capaz de
proponer explicaciones más profundas de las acciones de liderazgo, debido a
su planteamiento estrictamente sociológico 3 .
Selznick puede ser clasificado como un neo Weberiano porque su trabajo tomó
las mismas clases de preguntas, pero hay un sentido en que él se preocupó
por el lado oscuro de las organizaciones. En TVA y Grass Roots, Selznick demostró cómo la autoridad formal y racional de una organización podría ser
subvertida por modelos informales e ilegítimos de toma de decisión y autoridad;
3 Selznick no trató las preocupaciones buscando explicaciones en el plano de los procesos internos que subyacen al comportamiento humano, debido a su formación en una escuela particular dentro de la sociología llamada funcionalismo. Habiendo sido un estudioso de la burocracia, junto a Robert Merton, en Columbia, Selznick es un funcionalista (DiMaggio y Powell, 1991; Scott, 1992) cuyos intereses intelectuales residen en comprender las estructuras particulares que constituyen una organización en términos de las funciones que desempeñan para asegurar la supervivencia del sistema. En consecuencia, el planteamiento del liderazgo de Selznick refleja una orientación funcionalista respecto de las consecuencias, más que una preocupación por descubrir las causas últimas de los fenómenos organizativos.
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él mostró que los grupos externos pueden luchar por el control de una
organización. El uso de sus conceptos de cooptación formal e informal trajo consigo las ideas de legitimidad e ilegitimidad en la toma de decisiones. En el
texto «Leadership in Administration», Selznick resumió la base del valor de las organizaciones, demostrando cómo el Liderazgo se entrelaza ineluctablemente con asuntos de por qué y para qué, así como también el cómo. Como un
precursor de la teoría institucional moderna, él indicó que las organizaciones
son difundidas ineluctablemente con valores. El trabajo de Etzioni (1961) tuvo
también un énfasis neo Weberiano, las organizaciones clasificadas con base
en modelos de la conformidad, a saber, el utilitarista, normativo, o coactivo. El
énfasis, con Weber, estaba en las razones organizacionales de los miembros
para obedecer las órdenes dadas a ellos. Él argumentó que esa coerción era
mucho más basada en algunas organizaciones como autoridad. Similarmente,
Gouldner (1954) examinó las consecuencias imprevistas del funcionamiento
burocrático, introduciendo, entre otras cosas, la idea de una burocracia
centrada en el castigo. Gouldner describió las condiciones bajo las cuales
aquellos con poder intentan imponer los procedimientos burocráticos en otros.
Blau y Scott (1962), en uno de los primeros textos sistemáticos en
organizaciones, clasificó las organizaciones en términos de quienes se
benefician, viendo esto como una manera de pensar crítica acerca de las
organizaciones. En este período, la sociología y el estudio de organizaciones eran sinónimos.
La agenda de Weber era claramente sociológica, en el sentido que su interés
estaba en la naturaleza de las organizaciones en la sociedad y las
justificaciones para la evolución y la existencia de formas particulares. Así, él
resumió y analizó el desarrollo de la autoridad legal racional y, tradicional,
carismática, con sus formas de organización asociadas (Weber, 1964). Su
genio cayó al relacionar estos modelos de la autoridad a creencias religiosas, al
poder, y a la posición. Al establecer el alcance de la autoridad legal racional y
su forma de la organización asociada, la burocracia, Weber definió dos puntos
particularmente importantes. El primero, fue que no sólo era esta forma
asociada con niveles más altos de la eficiencia en la producción de bienes y
servicios, sino a causa de su base particular de la autoridad, una consecuencia
17
fue el cambio en la naturaleza de clase y la posición en la sociedad. Este tema
fue retomado por escritores subsiguientes, tal como Burnham (1941), quien
enfatizó el surgimiento de una clase Gerencial y las consecuencias societales
de la separación de la propiedad del control. El segundo punto de Weber se
refiere a las bases del funcionamiento de la organización, en la legitimidad y la
autoridad. La frase del Weber (1964) era "coordinación imprescindible,"
indicando que ciertos grupos dentro de las organizaciones tienen el derecho de
coordinar, controlar, y dirigir, precisamente porque ellos han logrado legitimidad
en la sociedad. Debido a los fundamentos cambiados de legitimidad de la
autoridad, las pautas de privilegio dentro de las organizaciones son diferentes;
realmente, para Weber, en la organización moderna el privilegio es distribuido
racionalmente.
Antes de la década de los años 50´s existían dos corrientes distintas de teoría
sobre las organizaciones: una administrativa, la otra sociológica. La teoría
administrativa se enfocó más o menos exclusivamente en las estructuras y
operaciones internas de las firmas. Taylor (1911). Fayol (1949), Barnard
(1938), Follett, (1920), y otros que escribieron principalmente para que los
gerentes lo fueran a la manera de sus antepasados. Afincados en las
tradiciones de ingeniería mecánica y el experimentalismo, el propósito de la
teoría administrativa fue casi siempre optimizar la eficiencia de la producción o
la efectividad de la toma de decisiones gerenciales.
La corriente sociológica fue parte de una rama de la sociología conocida
entonces como “organización social”. La mayor parte de este trabajo estaba
informado por una tradición intelectual que los modernos teóricos de la
organización llaman el “viejo” institucionalismo (Scott, 1987). A diferencia de
los “neoinstitucionalistas” de hoy, quienes conciben las instituciones como
sujetos de normas gratuitas (Zucker, 1977; Tolbet, 1988) o como estructuras
dispuestas por la cultura o los detentadores de poder (Meyer y Scott, 1983).
Los eruditos de la organización social definieron las instituciones como
sectores de la sociedad analíticamente distintos. El objeto del análisis social
fue comprender cómo estaba estructurada cada esfera institucional, sea
religión, educación, la familia, la economía o la ciencia –y cómo los avances en
18
una esfera afectaban otras. El interés por las interacciones interinstitucionales
suministró un terreno común para escuelas de pensamiento tan diversas como
la microsociología de la Escuela de Chicago (Park y Burgess, 1921; Blumer,
1990) y los vastos panoramas de los estructural – funcionalistas, quienes
fueron influenciados por la teoría general de sistemas. (Parsons, 1951; Merton,
1970).
Al finalizar la década de los 50´s, la distancia entre las dos corrientes de teoría
y de investigación se había reducido. De una parte, un número de sociólogos
para quienes el trabajo de Weber era cada vez más importante, empezaron a
concentrarse en las operaciones internas de las organizaciones en un esfuerzo
por explicar los patrones y dinámicas de la burocracia. (Selznik, 1949;
Gouldner, 1954; Blau, 1955; Merton, 1957). Los teóricos de la administración,
de otra parte, habían dado pasos tentativos hacia el análisis de sistemas, y
también estaban empezando a obtener inspiración de la teoría burocrática, la
psicología social y la economía (Simon 1957). Quizá no haya una mejor
estimación de cuándo convergieron las dos líneas de pensamiento, ni mejor
predicción de la subsiguiente trayectoria de la teoría de la organización, que la hallada en la revista Administrative Science Quarterly (ASQ) en 1956. Los
contenidos de la primera publicación de ASQ son a la vez simbólica y
sustancialmente instructivos.
Las dos corrientes predominantes en los Estudios de la Organización (EO), la
administrativa y la sociológica, confluyen en la primera publicación de ASQ
(1956) donde aparece un artículo de Talcott Parsons titulado “Sugerencias para una aproximación Sociológica a la Teoría de Organizaciones” en el que
propone tres focos analíticos para una teoría organizacional: el primero,
“Adaptación de una organización a la situación en la cual tiene que operar”
(1956:80) para estudiar la adquisición de recursos y la economía de
intercambio, tópicos que hoy se asocian con las teorías de sistemas abiertos,
dependencia del recurso y costotransacción; el segundo, “Mecanismos de implementación y logro de objetivos operativos” (p.74) para referirse a estructuras, procesos y toma de decisiones al interior de la empresa; y el
tercero era “Mecanismos mediante los cuales la organización se integra con
19
otras organizaciones y otros tipos de colectividades en el sistema social total “ (p.80). Parsons creía que los teóricos organizacionales tenían un mandato
consistente en atender el papel de las organizaciones en el sistema
sociocultural mayor. Nos referiremos a la tercera agenda de Parsons como la
perspectiva de “Sistemas sociales”.
En retrospectiva, es significativo que el artículo de Parsons estuviera
emparedado entre un ensayo titulado “Notas sobre una teoría General de Administración” Edward Litchfield, quien fuera decano de Cornell’s Graduate School of Business and Public Administration, y otro ensayo “Sobre la construcción de una ciencia Administrativa”, de J.D. Thompson, primer editor de la revista ASQ. Las diferencias simbólicas y sustantivas entre los tres
artículos son notorias desde sus títulos. Mientras Parsons avizoraba una
“teoría organizacional” distinta del estudio de la organización social, Litchfield y
Thompson proponían una “Ciencia Administrativa” basada en investigación de
tipo científico. Sus ensayos deploraban la naturaleza ad hoc del pensamiento
gerencial.
Litchfield (1956) argumentaba a favor de una teoría sistemática y fuertes
generalizaciones alrededor de la práctica administrativa efectiva. Creía que
las ciencias sociales tenían mucho que aportar a este objetivo e ilustraba la
suerte de teoría que tenía en mente proponiendo un modelo racional de toma
de decisiones administrativas, cuyos componentes podemos recitar
mecánicamente la mayoría de nosotros, aunque nunca hubiéramos leído a
Litchfield. El mensaje de Thompson era principalmente epistemológico.
Aconsejaba a los académicos rechazar la inclinación de la Teoría
Administrativa por la narración de historias y adoptar, en su lugar, las creencias
de la investigación científica. Thompson (1956: 103) argumentaba que la “ciencia administrativa debería ser una ciencia aplicada, erigida aproximadamente en relación con las ciencias sociales básicas, así como la ingeniería se erige con respecto a las ciencias físicas o la medicina a las biológicas.”
20
Cuál de los tres ensayos era más instrumental para establecer la agenda del
campo está fuera de discusión. La primera revista dedicada al estudio de las
organizaciones se llamó Administrative Science Quarterly, no Organizational
Theory Quarterly. Es un hecho registrado históricamente que otros teóricos de
la organización rápidamente hicieron eco de la llamada de Thompson al rigor
científico. Con la excepción del trabajo relacionado con el instituto Tavistock
(Woodward,1958), la mayor parte de la investigación organizacional en los
años 50 y 60 se enfocó casi completamente en la segunda agenda de Parsons,
la preferida de Litchfield: la estructura interna y las dinámicas de las
organizaciones. Los otros enfoques de Parsons, y el ensayo mismo, pasaron
a una oscuridad casi tan impenetrable como su lenguaje.
Como Scott (1981) ha dicho (con otras palabras), la historia subsiguiente de la
corriente principal de la teoría organizacional, ha girado alrededor de
redescubrir la primera agenda de Parsons, el análisis de relaciones
instrumentales de la organización con su ambiente. La teoría de la contingencia retomó el ambiente pero interesada primordialmente en cómo el ambiente conforma los procesos organizacionales. La teoría de dependencia de recursos, con su sensibilidad política, dirigió su atención al hecho de que la casualidad podría igualmente ir en la dirección opuesta. Pero todavía hoy, los
estudios sobre cómo las organizaciones manipulan sus ambientes son más escasos que los estudios de cómo se adaptan a ellos. Cuando los teóricos
atienden a cómo las organizaciones configuran sus contextos sociales, la
atención usualmente permanece centrada en el bienestar de la organización y
su ambiente próximo. Tobert y Zucker (1996) observaron que aún la teoría institucional, que prometía estudiar los ambientes sociales más grandes,
adoptó gradualmente una imagen instrumental de la dinámica institucional.
Igualmente, los analistas de redes cuyas técnicas, en principio, lo llevan a uno a estudiar campos organizacionales completos, usualmente son constreñidos
al análisis de egoredes. Aunque los teóricos organizacionales mencionan
algunas veces la importancia de la perspectiva de sistemas sociales,
típicamente delegan su desarrollo a otros. Comentarios como los siguientes
condimentan la literatura:
21
“Creemos que las tendencias descritas antes sobre el uso cada vez mayor de trabajo por contrato tienen importantes implicaciones para sindicatos, para el tamaño y distribución de las empresas, para la distribución de pensiones y otros beneficios adicionales, y para la distribución social de ingresos, y algunas de esas implicaciones ya las hemos mencionado. Queremos concentrarnos... sin embargo, en algunas implicaciones potenciales de la externalización de trabajo y empleo para las organizaciones y el desarrollo de la teoría organizacional ”. (Pfeffer y Baron, 1988: 293).
El mensaje implícito en tales pasajes parece ser explorar dichas temáticas lo
lleva a uno a apartarse del desarrollo de la teoría organizacional. El objetivo es
definir la teoría organizacional de tal manera que implícitamente excluya el
tercer objetivo de Parsons.
A través de este período se pueden ver las siguientes dos preguntas y focos:
(1) ¿cuál es el papel y el efecto de las organizaciones en la sociedad? Esta
pregunta enfoca las consecuencias de la existencia de las organizaciones en
la sociedad; y (2) ¿Quienes controlan las organizaciones?. Esta pregunta
enfoca el privilegio y el ejercicio del poder dentro de organizaciones. Desafortunadamente, estos asuntos han desaparecido del discurso intelectual
sobre las organizaciones. Algunos escritores sostienen esta tradición, pero
ellos son una minoría. Dos escritores, en particular, son Charles Perrow (1986)
y Stewart Clegg (1989, 1990), el formador de aquellos que permanecen
resueltamente en ambas la disciplina y la institución de la sociología, y el que
posteriormente, mientras trasladó la sociología a una escuela de negocios, se
describiría indudablemente como un sociólogo de organizaciones antes que
como un teórico de la organización. Y, por supuesto, hay la tradición entera de
la teoría crítica que es particularmente bien representada en Europa pero
menos en Norteamérica. Los otros, Stern and Barley (1996), han lamentado la
falta de atención a las consecuencias sociales y han instado ellas ser
reincorporados dentro de la investigación en teoría organizacional.
Hay un sentido en que la migración a escuelas de negocio y el surgimiento de
una disciplina separada de teoría de la organización es un reflejo de cuán
22
importantes son las organizaciones en nuestra sociedad. Max Weber tenía
razón de prestar mucha atención a las organizaciones como el fenómeno
central de la sociedad moderna. ¡Verdaderamente, había probablemente un
tiempo breve en los '60s cuando eruditos de la organización pensaron que si
estudiamos todas las instituciones de la sociedad desde una perspectiva de la
organización (por ejemplo, la educación, la religión, la salud, la política),
entonces nosotros podríamos tener rápidamente la mayor parte de las
respuestas a la comprensión del funcionamiento de la sociedad!. Diferentes
libros han aparecido con títulos como la Sociedad Organizacional. Un
pensamiento asociado era que si el estudio de organizaciones es tan
importante, entonces no puede lo más abarcante ser dejado a grupos
pequeños, posiblemente marginales, tal como sociólogos localizados en
facultades de la ciencia social. Esto requiere un cuadro de eruditos
especializados en, y fiel a, el estudio de las organizaciones.
El crecimiento rápido de investigadores de la organización localizados en
escuelas de negocios incrementó el volumen de la indagación empírica. Pero,
así como Stern and Barley (1996) notaron, esto también cambió el esquema de
las preguntas teóricas centrales. Proclamar una disciplina de la teoría de la
organización y localizarla dentro de escuelas de negocios dirigió a un foco algo
diferente del que habría ocurrido dentro de facultades de la ciencia social,
principalmente la sociología. El foco sociológico fue reemplazado por una
orientación más gerencial. Caracterizaríamos un enfoque sociológico para
estudiar las organizaciones como siendo relacionado con quiénes controlan y
con las consecuencias de ese control. La pregunta central que procede de una
escuela del negocio, por contraste, se inclina más hacia la comprensión para
cómo entender y así diseñar las organizaciones eficientes y efectivas. Estas
preguntas diferentes dirigen las diferentes subpreguntas y aspectos de
investigación. En particular, la pregunta de las consecuencias, en otras
palabras, eficiente y efectivo para quién?. Efectivamente, la teoría de la
organización llegó a ser desconectada de una de sus disciplinas primarias.
El asunto de las consecuencias ahora es manejado típicamente de tres maneras dentro de la teoría de la organización. Una manera deberá ignorar
23
completamente la pregunta, enfocando sobre la comprensión de las dinámicas
de la organización descontextualizadas de los asuntos del poder y privilegio.
Un segundo enfoque deberá trabajar con la suposición implícita de que los
intereses del accionista deben prevalecer, en otras palabras, que las organizaciones operan para los intereses de accionistas, y que los beneficios "chorrean un poco hacia abajo" a empleados y al resto de la sociedad. Esto
puede ser visto como un regreso basado sociológicamente, el sistema abierto,
el modelo de sociedad que examina ambos aspectos externos e internos del
poder y el privilegio. Por supuesto, este modelo se ha debatido vigorosamente
tanto histórica como contemporáneamente. Históricamente, fue vinculado con
las nociones de élite de clases y poder (Berle and Means, 1937; Burnham,
1941; Mills, 1956; Florence, 1961). Se postuló que una clase directiva nueva
surgía, reemplazando las viejas élites de poder en la sociedad. Estas son las
preguntas grandes ahora raramente seguidas por eruditos (una excepción es
Mizruchi, 1992). En su lugar, el problema del poder y el control es visto por el
lente de la teoría de la agencia, buscando los estímulos que "disciplinan" a
directores para servir a los accionistas. ¿Así principalmente no ha llegado a
ser el tema del gobierno corporativo un asunto de “a quienes beneficia?”(Con la
pregunta adicional latente de "por qué deben ellos? "), pero de la eficiencia y la
eficacia de sistemas alternativos de estímulo. Son los editores de las revistas
quienes se han adherido a los asuntos de la negligencia (laxity) del gobierno
corporativo y quienes han tomado los temas viejos de la manera en la que los
accionistas y directores son hostiles a la sociedad debido al egoísmo y la
concentración de poder.
Un tercer enfoque en las consecuencias está por los modelos de grupos de
interés (stakeholder models). Estos modelos reconocen que las organizaciones
sirven una variedad de intereses, pero el énfasis es generalmente en cómo las
organizaciones pueden ser más efectivas y productivas analizando
sistemáticamente dichos grupos de interés y sirviendo sus necesidades. El
concepto de grupos de interés nos permite concentramos en las entradas y
salidas de una organización y en la centralidad de la organización así misma,
en lugar que en sus efectos.
24
Un número muy reducido de estudios que han aparecido recientemente en la
ASQ, reconoce explícitamente las consecuencias profundas, económicas y
políticas de las acciones de la organización. La influencia de las organizaciones
en la distribución del poder y el privilegio dentro de la sociedad se tratan
apenas con algún enfoque (por ejemplo, Zuckerman, 2000; Ingram y Simons,
2000), pero de manera tentativa e incompleta. Igualmente, pocos estudios
revelan un interés en la dinámica del poder intraorganizacional, ya que la
mayoría de las contribuciones sólo insinúan en sus consecuencias. Raramente
es examinada la estructura ideológica de las organizaciones (por ejemplo, la
asunción de control del accionista como apropiado) o cómo las estructuras de
control afectan o pueden afectar diferentes intereses dentro de la organización.
Por ejemplo, Hayward y Boeker (1998) estudiaron cómo la distribución del
poder dentro de los bancos de inversión afecta el comportamiento de los
analistas, mostrando cuándo y por qué ellos proporcionan las estimaciones
infladas en la valoración de las acciones. Pero estos autores no completaron el
estudio examinando cómo esta conducta de la organización puede afectar el
funcionamiento de los mercados financieros y sus implicaciones y
consecuencias para inversionistas, empleados, etc.
Recientemente, Galbraith (como informó Steele, 2002) planteó que las
instituciones democráticas son vulnerables a la habilidad de organizaciones,
especialmente las grandes organizaciones, para influir en la toma de
decisiones públicas. Ellas pueden hacerlo ingeniosa o deliberadamente. Ellas
afectan el funcionamiento de los procesos de la sociedad cuyas consecuencias
reverberan extensamente. Un ejemplo es el asunto de Enron, en que las
acciones y las interacciones de varios tipos de organizacionescomercializó
públicamente las corporaciones, las firmas de contabilidad pública, la profesión
de contador, y las armas regulativas del estado afectaron individuos y
organizaciones. Debemos, por lo tanto, pensar acerca de los efectos y
consecuencias de organizaciones, individual y colectivamente, sobre individuos
y colectivos. Debemos volver a un examen de, y teorizar acerca de, los efectos
en el nivel de una sociedad y, en cuanto a eso, el papel de la teoría de la organización en la política bajo el área discutida. Y estas preguntas, quizás, deben formar parte del diálogo de la corriente principal.
25
Las organizaciones no son ni uniformemente benignas en sus efectos, ni son
separables del contexto sociocultural que ellas forman y al que ellas
responden. Las respuestas a preguntas de las consecuencias, y para quienes,
seguidas de diseños de organizaciones más efectivos y eficientes no son auto
evidentes.
Selznick (1949), Gouldner (1954), y Perrow (1986) señalaron que el
comportamiento actual de los miembros de la organización es determinado
más por el conflicto entre intereses faccionarios opuestos dentro de una
organización, o entre esos grupos faccionarios y tales grupos fuera de una
organización, que por cualquiera de las metas unificadas, las estructuras
legítimas. Realmente, tales metas y estructuras son el trabajo de miembros de
la organización poderosos que tienen la habilidad de diseñar las estructuras y
los sistemas y manipular sistemas de estímulo. Las organizaciones son arenas
del conflicto, con la alta gerencia capaz de lograr la dominación.
Las respuestas a las preguntas que enfocan el papel y el efecto de las
organizaciones en la sociedad requieren las perspectivas a largo plazo, un
alcance de la historia, un foco en la comprensión. Para entender los intereses y
el privilegio, es necesario saber acerca de trayectorias e historias, los contextos
en que ellos nacen, disipan, y decaen.
4. Implicaciones para las agendas de investigación
Al señalar las direcciones futuras de la investigación, podrían hacerse al menos
tres sugerencias:
Primero, hay ciertas áreas progresivas de investigación que intentan probar las
preguntas mencionadas arriba, tales como, la compensación ejecutiva, nuevas
formas organizacionales, globalización, el género y la diversidad de la
organización, y las organizaciones y el ambiente. La cosa es tomar cada una
de estas áreas de investigación y desarrollar los programas que examinen
tanto los efectos en la sociedad como los impactos en la distribución interna
del poder y el privilegio.
Un área de investigación que llegará a ser de mucha importancia es la que
surge de las nuevas formas de la organización. ¿Las nuevas formas de la
26
organización que han surgido en las pasadas dos décadas y que continúan
surgiendo tienen algunas implicaciones semejantes para la distribución del
poder y el privilegio internamente y externamente? ¿Qué diferencias hay entre
las fusiones, los riesgos compartidos, las alianzas estratégicas, y los diversos
mecanismos de asociación entre organizaciones?
Segundo, se propone un reenfoque de la atención. Muchos análisis de la
organización se enfocan en la organización individual como la unidad de
análisis o en una población de organizaciones. Recientemente, ha habido un
cambio enfocado al nivel de campos de organización. Una manera de abrir el análisis de organizaciones en la sociedad podría ser estudiando los campos
como procesos institucionales. Estos incluirían, por ejemplo, sistemas
financieros, el sistema legal, el sistema político, el sistema de la salud, etcétera.
De interés serían los roles que dentro de estos sistemas juegan las
organizaciones de diferentes clase y la persuasión y las consecuencias de
ellos. Los procesos institucionales centrales dentro de la sociedad, tales como
éstos, son secuencias interconectadas de organizaciones. Las preguntas sobre
poder y sus consecuencias llegarían a ser más notables.
Tercero, muchos de los argumentos antes mencionados sugieren que la teoría
de la organización tiene un rol tanto como "ciencia política" que como ciencia
de la administración. Con frecuencia, las preguntas de los autores y las
conclusiones de los artículos, comentan sobre la relevancia de los resultados y
argumentos para los gerentes.
Los EO tienen mucho que decir acerca de la naturaleza de la sociedad
contemporánea, cómo se desarrolla (o se puede desarrollar), y cómo la manera
en que diseñamos, operamos, y cambiamos las organizaciones producen
ventajas colectivas a algunos miembros y desventajas para otros. Los eruditos
en una corriente de la teoría de la organización, siguiendo a Stinchcombe (1965), argumentan que como las organizaciones evolucionan, reflejan la
impronta de su fundador (Kimberly, 1987; Aldrich, 1999). Pero parece que esto
es cada vez menos cierto en la teoría organizacional por que las raíces
27
disciplinares de la sociología y sus grandes temas corren peligro de
desaparecer.
5. Conclusiones
Una de las preocupaciones más relevantes de la investigación organizacional
sigue siendo el impacto de los cambios globales en las realidades locales
(Clegg, Ibarra y Bueno 1998). A pesar de la retórica de la globalización, no hay
razón para suponer que habrá soluciones universales a problemas
organizacionales más de lo que había en el pasado. Las soluciones a los
nuevos problemas —la globalización, la producción sustentable, la
incorporación de los nuevos grupos de interés, la formulación estratégica bajos
escenarios de inestabilidad y creciente incertidumbre, la digitalización y la
flexibilización del trabajo, entre otros— seguirán dependiendo en buena medida
de las condiciones locales en las que se producen. La globalización económica
ha producido un nuevo medio ambiente en el que la competencia es
internacional en un número creciente de industrias, y en donde sólo los
estándares de clase mundial satisfacen a los consumidores. Los paradigmas
locales tenderán a desaparecer en la medida en la que un paradigma de las
mejores prácticas mundiales se constituya como universal. Aunque tal visión
parece negar la capacidad para reconocer las diferencias, ello apunta a su
creciente irrelevancia desde el punto de vista de los negocios. Desde esta
perspectiva, aquellas disciplinas administrativas que sean incapaces de
presentar un frente unido, como lo ha sugerido Pfeffer (1993), serán
paulatinamente desplazadas. Se incorporarán nuevos participantes al mercado
académico, despachos de consultoría en alianza con empresas de
comunicaciones y de software global, ofreciendo paquetes de glosarios y
versiones al minuto del funcionalismo para el consumo y el entrenamiento
masivos. Por supuesto, en tal mercado global habrá pequeños nichos para
jugadores que ofrezcan soluciones paradigmáticas no estandarizadas, desde
posiciones paradigmáticas poco convencionales, pero ellos serán marginales
literalmente hablando. Desde esta perspectiva es desde la que se observa un
futuro sombrío para los Estudios Organizacionales, que pudieran marchitarse
28
en la vid de la creciente irrelevancia, si no se incorporan crecientemente a los
espacios de las prácticas sociales de la administración.
Para dar cuenta de estos nuevos escenarios, los Estudios Organizacionales
deben recorrer aún un largo camino. Se puede ser escéptico, pues la disciplina
continúa atrapada en los juegos de la mercadotecnia de sus productos [aunque
sean productos intelectuales], más que en la dinámica de la comprensión de
las nuevas realidades. Sus propuestas no están construidas para enfrentar una
realidad cambiante, pues permanecen ubicadas fuera del tiempo. Ellas se
relacionan con una era en la que los teóricos determinaban las agendas de
investigación, tanto como sucedía con la mercadotecnia más simplista para
otros productos. Más aún, los mercados cambian no sólo como un efecto de la
mercadotecnia sino también como una consecuencia de la innovación de los
productos; y las innovaciones más importantes en el campo de los paradigmas
gerenciales, han sido menospreciadas y desdeñadas por los Estudios
Organizacionales. Mientras los académicos construyen teorías que poco se
relacionan con las prácticas de los gerentes, los gerentes conducen las
empresas mediante procedimientos probados por su efectividad, aunque se
encuentren poco fundamentados teóricamente. Se invocan más los saberes
prácticos de personalidades (Gurúes) de gran capacidad e ingenio, que las
verdades probadas de la academia. Por ello se puede considerar que es
tiempo de abrir nuestra disciplina al mundo de los saberes y las prácticas
gerenciales, tanto como incorporar a estos saberes y prácticas la capacidad
reflexiva de la que aún carecen. Las realidades cambiantes que enfrentamos
aguardan impacientes esta reunión.
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