Download - 4. #Compasión por los Imperdonables
Desde el punto de vista humano, llegamos a considerar que hay
personas que definitivamente no
merecen compasión. Hay asesinos, ladrones,
secuestradores, violadores, terroristas,
pedófilos, etc.
SIMÓN, EL LEPROSO
Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa
del fariseo, se sentó a la mesa.
Lucas 7:36
Eran los fariseos quienes certificaban las enfermedades
transmisibles de los ciudadanos y
determinaban su expulsión; también ellos
podían ordenar su reincorporación en la
sociedad.
Al reconocerse leproso, Simón sabía lo que tenía que hacer. La lepra era
una enfermedad incurable, contagiosa y
mortal. Él era un hombre muerto, por tanto tenía que auto expulsarse de
la comunidad.
No se describe el momento de la curación de Simón; sin embargo,
la Biblia registra la curación de varios
leprosos. Los tocaba, pasaba cerca de ellos, desafiaba su fe. Cristo tenía una manera de ayudar a cada caso.
Simón organizó un banquete para celebrar
su retorno a la sociedad. El gran
invitado era Jesús, su sanador.
“Simón estaba agradecido pero no le había aceptado
como Salvador. Su carácter no había
sido transformado; sus principios no habían cambiado”
(DTG 511:1).
Compasión es preocupación por las necesidades físicas, y también interés por la
salud espiritual. Dios no solo quiere sanidad,
también quiere salvación.
LA MUJER PECADORA
Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la
mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;
Lucas 7:37
Todo estaba preparado para ser una noche memorable, para un
retorno triunfal de Simón a la vida en sociedad;
sin embargo, algo alteró definitivamente el
ambiente y el programa. Fue el ingreso de una
mujer que se lanzó a los pies de Jesús.
“Cuando vio esto el fariseo, dijo para sí:
‘Este, si fuera profeta, conocería quién y qué
clase de mujer es la que le toca, que es
pecadora’.
“Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una
cosa tengo que decirte. Y él le dijo: di,
Maestro”.
La mirada de Cristo le mostró que él sabía
todo. Entonces entró en pánico. Cristo lo
podía delatar delante de la sociedad. Fue en ese punto cuando el
Señor relató una historia.
¿Ves a esta mujer?, le dijo, es una pecadora.
“Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son
perdonados, porque amó mucho. Mas
aquel a quien se le perdona poco, poco
ama”.
Ahora comenzó a verse a sí mismo desde un
nuevo punto de vista. Vio que su religión era solo
un manto farisaico. Había despreciado la compasión de Jesús.
En esas circunstancias,
Jesús se volvió a la mujer y luego de perdonarla, le dijo:
“Tu fe te ha salvado, ve en paz” (ver. 50).
Cuando a la vista humana un caso
puede ser desesperado y una
persona es considerada
imperdonable, Cristo ve en ellos aptitudes para lo
bueno.
El fariseo hipócrita, y corruptor de
muchachas, descubre avergonzado que Dios conoce su corazón, y
aun así está dispuesto a ir más allá de solo
sanar su lepra, sino de limpiar la lepra de su
alma.
A las almas que se vuelven a él en busca de refugio, Jesús las eleva
por encima de las acusaciones. Ningún hombre ni ángel malo puede acusar a estas
almas, pues están de pie junto al gran abogado,
delante del trono de Dios.