1 Aspectos psicológicos ante desastres naturales
Aspectos psicológicos de la intervención ante los desastres naturales
Narváez, M; Trujillo, S; Vergara, D.
Resumen:
El presente artículo tiene como fin realizar una revisión teórica y empírica sobre los
aspectos psicológicos relevantes para la intervención en situaciones de emergencia. Las
consecuencias psicológicas más frecuentes en una población afectada hacen referencia a
cuadros depresivos y de ansiedad, específicamente el estrés post traumático (EPT). Los
momentos de intervención del psicólogo no se limitan a un espacio, su rol es dinámico y
continuo por lo que es importante considerar que el profesional posea las competencias
para afrontar situaciones de este tipo. Por último se hace una revisión de algunos protocolos
de intervención creados por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el Comité
Permanente entre Organizaciones. La estructura del artículo sigue los lineamientos de un
estado del arte.
Abstract:
This article aims to make a theoretical and empirical review about relevant
psychological aspects for intervention in emergency situations. The most common
psychological consequences in an affected population are depressive and anxiety diagnosis,
specifically post traumatic stress (PTS). Moments of intervention by the psychologist are
not limited to space, its roll is dynamic and continuous, and that is why it is important to
consider that the professional has the skills to deal with such situations. Finally a review of
some intervention protocol was realized written by the Pan American Health Organization
and the Inter-Agency Standing Committee.
Palabras Clave:
Desastre natural, intervención, estrés post traumático, aspectos psicológicos
Debido al incremento de la población, la urbanización masiva sin planificar, el
deterioro ambiental, y el cambio climático causado por actividades humanas, se ha
aumentado la intensidad y frecuencia de algunas amenazas naturales y se ha incrementado
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la vulnerabilidad de los grupos humanos y las comunidades, especialmente de la población
de países en vía de desarrollo (Lavell, A. 2000; Martens, W. Sloof, R. & Jackson, E. 1998;
Vargas, 2002).
Los desastres naturales han sido sucesos que durante la historia de la tierra han
generado consecuencias en diferentes dimensiones y magnitudes. Con el paso del tiempo, el
hombre se ha encargado de encontrar estrategias para poder controlar este tipo de
acontecimientos (Martens, Sloof, y Jackson, 1998), pero la naturaleza es impredecible y por
más esfuerzos y logros alcanzados, no se ha descubierto la manera concreta para evitar las
manifestaciones de la madre tierra. Siendo éstas en gran medida incontrolables, el trabajo
del hombre se ha centrado en ciertos aspectos como la preparación antes del acontecimiento
y en el manejo post-desastre (Vargas, 2002).
Para entender qué es un desastre natural hay que tener en cuenta el concepto de
fenómeno natural. Un fenómeno natural se refiere a la expresión de la naturaleza producto
de su funcionamiento interno, y un desastre natural hace referencia a la correlación entre
fenómenos naturales y ciertas condiciones socioeconómicas y físicas expuestas (Romero &
Maskrey, s,f). De igual forma, los desastres naturales son considerados como una violenta
pérdida del control de fuerzas, las cuales intervienen de forma importante y masiva
produciendo graves consecuencias que afectarán a grandes comunidades en muchos
sentidos (Medina, Rizo, & Caris, 1986).
Los desastres naturales se pueden dividir en tres fases, cada una con consecuencias y
características propias.
Figura 1
Pre impacto -Hechos que preceden el acontecimiento (alarmas-avisos). - La población no le da la importancia que requiere.
Post Impacto -La población sufre de efectos inmediatos como trastornos de ansiedad del estado de ánimo
Impacto -El hecho desastroso. -Reacción común de la población es de temor y búsqueda de ayuda.
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Figura 1. Momentos que se presentan ante una situación de desastre, conductas más
frecuentes.
En un informe presentado por la oficina de Reducción de Desastres (ISDR) de las
Naciones Unidas (2010), se comunicó que en la última década se han presentado más de
3.800 desastres naturales, que costaron la vida a más de 780.000 personas. El 60% de estas
muertes ha sido provocado por terremotos. Lo cual se ha convertido en una amenaza contra
la población de algunas de las ciudades más pobladas de la Tierra, pues 8 de éstas se
encuentran situadas sobre fallas de la corteza terrestre.
Además, las consecuencias de los desastres naturales no son iguales en todas las
regiones del mundo. En los países en vía de desarrollo, los riesgos naturales actúan como
elementos de reducción de población, y generan aún mayores crisis de salud y económicas.
Son las comunidades pobres las que viven con las mayores amenazas de salud y sustento
luego de un desastre natural. Mientras que, en los países que gozan de elevadas ventajas
económicas, los daños no son tan profundos y se genera menor número de muertes y
menores pérdidas económicas (Arranz & Palacios, 2000; Pelling, 2003).
Sin embargo, el daño no es producido sólo por los grandes desastres naturales, sino
también por los llamados pequeños y medianos desastres. Éstos abarcan inundaciones
localizadas, avalanchas, desplazamientos de tierra, contaminación de aguas, entre otros.
Nuevamente son las poblaciones en condición de pobreza las que se ven afectadas por este
tipo de desastres, pues han sido obligadas a establecer sus viviendas en áreas propensas a
experimentarlos (Vargas, 2002).
En Colombia, según el Sistema Nacional para la Prevención y Atención de Desastres
(s,f) las víctimas de desastres naturales en el cuarto trimestre del 2009 fueron: 28 muertos,
24 heridos, 6 desaparecidos y 61.780 personas damnificadas. Otro documento publicado
por la misma fuente en el 2010 como el consolidado de emergencias que se presentaron en
la emergencia invernal del año en mención, manifiesto que fueron 326 muertes, 313 heridos
y 2.457.669 personas afectadas en 905 municipios y 28 departamentos Estos datos son
evidencia del gran impacto que los desastres naturales generan. Son muchas las personas
que quedan con vida pero sin herramientas de afrontamiento ante la nueva situación. La
vulnerabilidad de los seres humanos frente a una situación de este tipo, hace replantear la
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importancia de tener un sistema estructurado y multidisciplinario de prevención y atención
de desastre. El trabajo del psicólogo es esencial, ya que las personas que se enfrentan a
pérdidas tanto materiales como afectivas, y muchas de éstas no tienen la educación y
herramientas pertinentes para resolver este tipo de inconvenientes (Vargas, 2002).
Fortalecer el periodo de prevención en la población, sería un factor protector para la salud
mental de las personas que sin saberlo se expondrán a cualquier tipo de desastre natural
(Crocq, 2002).
De ahí surge el objetivo principal del presente trabajo: identificar los aspectos
psicológicos relevantes para la intervención en víctimas de desastres naturales. Para
lograrlo, se realiza una revisión empírica y teórica sobre las principales consecuencias
psicológicas y el trabajo del psicólogo frente a una situación de desastre, y conocer los
aspectos que tienen en cuenta dos guías utilizadas como protocolos de intervención ante
dicha situación.
Inicialmente, se describe lo encontrado en la literatura acerca de las consecuencias
psicológicas generadas a partir de un desastre natural. Posteriormente, se describen los tipos
de intervención psicológica empleada en los últimos años. Finalmente se describe la guía
utilizada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la empleada por el Comité
Permanente entre Organizaciones (IASC).
Consecuencias psicológicas
Los desastres naturales, como lo son los terremotos, las inundaciones, los accidentes,
entre otros, además de causar la muerte y desmejora en la salud física, son capaces de
generar consecuencias psicológicas: Salazar, Heredia, y Pando (s,f) establecen que, los
desastres naturales desligan reacciones de estrés, cuadros depresivos y ansiedad en las
personas que estuvieron presentes u observaron el acontecimiento, pues perturba el
funcionamiento vital de cada una de las personas y ataca directamente los siguientes
sistemas: “sistema biológico de sobrevivencia (alimentación, cobijo, salud, reproducción),
sistema de orden (división del trabajo, patrones de autoridad, normes culturales, roles
sociales), y sistema de significados (valores, definiciones compartidas de realidad,
mecanismos de comunicación)” (pp 36).
Por su parte Crocq (2002), encuentra que los desastres naturales conllevan a una
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sobresaliente pérdida del control con severas consecuencias como el sufrimiento psíquico y
la infelicidad. Para explicar la reacción de los individuos, este autor identifica tres fases que
inician al instante del desastre natural. Figura 2
Figura 2
De igual manera, es importante reconocer la colectividad de la escena y no olvidar
que hay un comportamiento en conjunto; estas 3 fases también se deben tener en cuenta en
el grupo de personas, que no es solo la suma de cada individuo sino el significado de la
situación que es compartida, y a la vez resaltar que no todas las personas responden de la
misma manera ante un mismo hecho. Por lo tanto, los niños, las personas con estrés previo,
y personas con falta de redes de apoyo tendrán una mayor vulnerabilidad a afectarse
psicológicamente. En cuanto a las consecuencias específicas de los niños, se establece que
sus reacciones no dependen únicamente al terror inmediato del evento, sino también a la
alteración de la vida diaria normal, la angustia y la alarma que presentan los adultos que
cuidan de los niños, y la destrucción de todo lo que es familiar, incluida su casa, así como
estructuras físicas y sociales en las comunidades. De igual manera, los niños sobrevivientes
frecuentemente presentan una serie de problemas con síntomas de estrés postraumático
notorio, pero comúnmente comórbidos con depresión, ansiedad y trastornos de conducta
(Margolin, Ramos & Guran, 2010; Proctor, Fauchier, Ramos, Rios, & Margolin, 2007;
Desastre
Primeras horas -Adaptación -Complicaciones estado deconciencia Excitación Fisiológica
Fase post inmediata -Reacciones previas se pueden extinguir. -Se puede desarrollar periodo de latencia pata EPT
Fase Crónica -Después de un mes -Lo que mas se evidencia es la presencia de EPT
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Vernberg & Varela, 2001). Esto mismo se corrobora en Humenay, Mitchell, Witman, y
Taffaro (2010), que realizaron una investigación en la cual examinaron el estado de salud
mental de los jóvenes en St. Bernard Parish, Louisiana, 2 años después del huracán Katrina.
Sus resultados revelaron que la prevalencia de síntomas de salud mental de la juventud fue
relativamente alta en comparación con las tasas que se reportaban antes del Katrina. Según
lo que los participantes informaron, la prevalencia de síntomas fue más elevada en el año
inmediato posterior al huracán, pues el 79% de los jóvenes notificó la aparición de
síntomas. Sin embargo, a los 2 años después de Katrina, el 56% de los jóvenes siguieron
presentando altos niveles de síntomas depresivos, post-traumáticos, y síntomas de ansiedad.
En otro estudio realizado luego del huracán Katrina (Osofsky, Osofsky, Kronenberg,
Brennan, & Cross, 2009), cuyo propósito fue examinar los factores relacionados con el
desarrollo del estrés postraumático, se encontró también que luego de dos años del desastre,
el 40% de los estudiantes examinados aun presentaban síntomas. Dentro de los factores
predictores encontraron que: a) la experiencia de un trauma previo, b) la pérdida de
propiedad, c) la separación del cuidador, d) importantes pérdidas personales, e) falta de
apoyo de la comunidad, y f) vivir en un refugio, eran predisponentes a un aumento en la
sintomatología después del desastre. Además, encontraron que las mujeres reportaban más
sufrimiento que los hombres. De igual manera, Weems, et al (2007) encontró que la
presencia de rasgos de ansiedad y afecto negativo en los niños antes del desastre, así como
el número de veces que han sido expuestos a un huracán, predice la aparición de síntomas
postraumáticos relacionados con estrés, depresión y los síntomas del trastorno de ansiedad
generalizada.
En cuanto a las consecuencias en poblaciones generales, en una investigación
realizada en Grecia por Livanoua, et al. (2004), también se encontró que, específicamente
la exposición a un terremoto, está asociada con el desarrollo EPT. En el estudio evaluaron a
157 sobrevivientes luego de 4 años del terremoto Parnitha de 1999, y encontraron que el
25% de los sobrevivientes presentaba al menos 10 síntomas de EPT; aproximadamente el
22% informó presentar malestar subjetivo y el 15% presentó ajuste deteriorado debido a sus
síntomas. De la misma manera Onder, Tural, Aker, Kiliç, y Erdoğan (2006), encontraron
que 3 años después del terremoto Marmara en Turkía, el perfil de salud nacional mostró
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que la prevalencia de los trastornos depresivo mayor, de pánico, obsesivo compulsivo
(TOC), de ansiedad generalizada, fobia social y fobias especiales, eran más altos en la
región afectada después del terremoto. Específicamente, el 19,2% y el 18,7% de los 683
sobrevivientes que participaron en la investigación, presentaron luego del terremoto EPT y
trastorno depresivo mayor respectivamente.
En cuanto a los criterios clínicos que se deben tener en cuenta para diagnosticar los
trastornos mencionados anteriormente, el Diagnostic and Statistical Manual of Mental
Disorders (DSM IV, 1994) establece que para diagnosticar depresión se deben presentar
cinco síntomas o más de los siguientes síntomas durante dos semanas: a) sentimiento de
tristeza la mayor parte del día, b) desinterés en la mayoría de actividades que solía disfrutar,
c) pérdida o aumento importante de peso, d) insomnio o hipersomnia a diario, e) agitación o
enlentecimiento de lo psicomotor a diario, f) fatiga, g) sentimientos de culpa, h)
disminución en la capacidad de concentración, i) pensamiento recurrente de muerte o
ideación suicida. Haciendo referencia a los trastornos de ansiedad, se necesitan de los
siguientes síntomas para diagnosticar estrés agudo: a) la persona estuvo expuesta a un
acontecimiento traumático en el que la persona ha experimentado acontecimientos que se
relacionan con la muerte o amenaza su integridad física y su respuesta fue de temor y
desesperanza; b) durante el episodio traumático la persona presenta tres o más de los
siguientes síntomas: ausencia de reactividad emocional, reducción del conocimiento de su
entorno, desrealización, despersonalización y/o amnesia disociativa; c) se re experimenta el
episodio traumático por medio de imágenes, pensamientos, sueños, ilusiones, episodios de
flashbacks y sensación de malestar al estar expuesto a objetos o situaciones que recuerden
el episodio traumático; d) evitación de ciertos estímulos que recuerden el episodio; e)
activación del arousal; f) deterioro social, laboral, familiar, entre otros; g) las alteraciones
deben durar mínimo dos días y máximo cuatro semanas y deben aparecer en el mes
siguiente al episodio traumático. Si la persona presenta estos síntomas por menos de tres
meses, la persona se verá afectada por un estrés agudo, si los síntomas insisten por más de
tres meses y se convierten en disfuncionales para su vida, se habla de EPT (DSM IV,
1994).
En cuanto al Trastorno obsesivo compulsivo (TOC), su principal característica es el
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sufrimiento de obsesiones y compulsiones, las cuales generan malestar y no hay capacidad
de evitación. Las obsesiones hacen referencia a ideas obsesivas que el sujeto tiene durante
el día de forma persistente y repetitiva limitando su vida personal, produciendo angustia a
pesar de entender su irracionalidad. Las compulsiones son acciones que se repiten
dependiendo de la obsesión y que tienen cierta finalidad (Mardomingo, 1994).
Intervención psicológica
En cuanto al papel del psicólogo ante los desastres naturales, la literatura describe
que puede estar dirigido hacia tres momentos y estrategias diferentes. Antes de ocurrir un
desastre los psicólogos pueden encargarse de generar estrategias de intervención; poco
tiempo después de ocurrir un desastre natural, se deben prestar primeros auxilios
psicológicos, y por último realizar intervención a largo plazo sobre los factores
psicológicos que se ven afectados tiempo después de sobrevivir a un desastre.
Inicialmente, se debe considerar que el psicólogo, y en general las personas que
trabajan en estas situaciones no trabajan solo en los momentos concretos o después del
evento. Hay que tener en cuenta que debido a la enormidad de las necesidades básicas en
materia de seguridad, refugio y atención médica de emergencia que se presentan luego de
un desastre, el papel del psicólogo puede ser un tanto ambiguo. La prevención hace parte de
una fase, que no ha sido nombrada anteriormente, llamada “advertencia”. En esta fase se
brinda información de los posibles desastres y las reacciones que se deben tener antes éstos.
De igual manera, se brinda información específica sobre terapias basadas en el trauma,
sobre ayuda concreta, en primer lugar psicológico, así como sobre el reconocimiento de la
carga emocional a todos los proveedores de atención de salud, y se realiza una mejor
integración interdisciplinaria con los equipos de respuesta a desastres. El objetivo aquí es
destacar el papel de los psicólogos en tres ámbitos: a) coordinar, activar, e informar a los
contextos, b) el desarrollo de programas de prevención y conocimiento, y c) la obtención de
conocimientos necesarios través de la investigación empírica (Crocq, 2002; Margolin,
Ramos, & Guran, 2010). De igual manera, McNally, Bryant, y Ehlers (2003), establecen
que la prevención debe estar dirigida a mitigar el impacto de los desastres, interviniendo
con anterioridad sobre los factores que se han encontrado como predisponentes a la
presencia de síntomas de salud mental luego de un desastre, para prevenir la aparición de
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los mismos.
También existen estrategias de intervención inmediatas al desastre natural, las
cuales se llevan a cabo a través de primeros auxilios psicológicos. Los primeros auxilios
psicológicos tienen por objetivo contrarrestar los factores de inestabilidad de cada persona,
potenciar estrategias de afrontamiento y generar procesos de autonomía y normalización
(Slaikeu, 1984 en: Benegas, J, et al, 2007). Estos primeros auxilios, se han utilizado para
proporcionar ayuda inmediata en entornos tales como refugios comunitarios, hospitales de
campo y otros centros de servicio de asistencia de desastres. Entre los aspectos para tener
en cuenta en estas intervenciones se encuentran: a) la expresión de lo vivido teniendo en
cuenta las emociones experimentadas; b) disminución del estrés derivado de amenazas
psicológicas; c) trabajar sobre expectativas; d) distorsiones cognitivas; e) potenciación de
recursos internos y externos de afrontamiento; f) disminución de anomalía; y por último g)
una preparación para las próximas experiencias como el surgimiento de síntomas
(Dyregrov, 1989 en: Benegas, J, et al, 2007).
En esta etapa se ofrece apoyo práctico, el establecimiento de vínculos con el apoyo
social y los servicios disponibles, y se debe ofrecer información sobre cómo afrontar la
situación. La viabilidad de estas intervenciones depende de la coordinación con otros
esfuerzos de rescate de desastres y el acceso a los sobrevivientes. La angustia psicológica
de alta experiencia inmediata después de un desastre sugiere la importancia de estos
procedimientos pero poco se sabe acerca de su impacto (La Greca & Silverman, 2009).
Aunque los psicólogos han aumentado su comprensión acerca de las reacciones
posteriores a los desastres y las estrategias para ayudar a los niños y adolescentes a lidiar
con el trauma, los modelos para responder a catástrofes en masa son limitados,
particularmente en comunidades geográficamente remotas y en regiones en las que
servicios de salud mental son estigmatizantes (Margolin, Ramos, & Guran, 2010).
En un estudio realizado en México por Orozco y Bausela (2010), se diseñó un
programa de intervención psicológica para víctimas de desastres naturales y estaba
enfocado principalmente en reducir la sintomatología del estrés postraumático a través de
un enfoque psicoeducativo y cognitivo-conductual. El programa tiene como objetivos
específicos los siguientes: autoconocimiento, reducir niveles de ansiedad, cambio de
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actitudes y estrategias de afrontamiento del estrés. Como técnicas se utilizaron la plática
introductoria, escala subjetiva de ansiedad, relajación muscular progresiva, TRE y
relajación autógena.
La terapia cognitivo-conductual (TCC) y psicoterapias centradas en el trauma, o una
combinación de ambos, son las más usadas luego de un desastre. En general después de los
desastres, las intervenciones se centran en modificar los pensamientos relacionados con el
trauma con formas más adaptativas de pensar, en brindar educación acerca de las
reacciones de estrés postraumático, de relajación para reducir ansiedad, y la promoción de
estrategias activas de afrontamiento, todas ellas diseñadas para mejorar el estado de ánimo
y motivar la participación en las actividades diarias (Campillo, Rivas, Luna, & Esteban,
2004; La Greca, Sevin, & Sevin, 2008).
De igual manera, Campillo, et al. (2004), establecen que entre las funciones y
estrategias más generales que el psicólogo debe ejercer luego de un desastre natural, se
encuentra una técnica grupal llamada “debriefing”, la cual previene “secuelas psicológicas
que son altamente probables tras una experiencia crítica y que permite expresar y compartir
los sentimientos vividos, ayudando a discernir entre la parte emocional y la parte cognitiva
de la experiencia hasta llegar a comprender la normalidad de lo ocurrido” ( pp 10).
Protocolos de intervención
Diferentes organizaciones han creado guías que dan pautas de cómo manejar las
situaciones de emergencia y desastres naturales, el papel del psicólogo en cada una de estas
es principalmente de intervención y acompañamiento. Una de estas, es la creada por la
Organización Panamericana de la Salud (OPS) en el 2006. En ella se establece que la tercer
parte de la población sufre alguna manifestación psicológica, la cual no es obligatoriamente
patológica pero si requiere un acompañamiento prolongado por parte del profesional, para
evitar consecuencias graves a largo plazo. En lo anterior radica la importancia de tener
protocolos de intervención, para que se genere beneficio a la comunidad afectada.
Para empezar, lo que se plantea en la guía práctica de salud mental en situaciones de
desastre de la OPS como primer paso frente a un desastre natural, es “la evaluación de
daños y el análisis de necesidades (EDAN)”. Este es un proceso dinámico, el cual debe
hacerse de manera continua porque con el paso del tiempo que se van evidenciando las
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consecuencias de la situación. El psicólogo debe hacer un registro cualitativo y cuantitativo
de los efectos psicosociales. Las personas encargadas de esta evaluación, pueden ser
personas locales o externas. Es importante tener en cuenta que las personas del lugar tienen
un mayor conocimiento del acontecimiento, pues lo vivieron, sin embargo pueden estar
afectados emocionalmente lo que no permitiría una evaluación objetiva, por lo que se
recomienda tener instrumentos previamente establecidos. El tiempo que se tiene en cuenta
para esta evaluación son 30 días después de que sucede el evento. En la Figura 3. se
presentan las etapas del proceso y lo característico de cada una de éstas.
Figura 3
Es importante que antes del suceso, se cuente con una base de datos en la que se
evidencie la situación de salud mental del lugar. Por otra parte se debe tener la descripción
demográfica, enfocada en el aspecto sociocultural es decir la composición étnica, estructura
social, antecedentes históricos de la comunidad, estructuras comunitarias para emergencias,
entre otros aspectos. También se deben conocer los programas, instituciones, o servicios de
salud mental que existan previamente.
En el protocolo se establece que, para hacer intervención psicológica individual, se
deben conocer estrategias que permitan una mayor eficacia. Para esto la responsabilidad del
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psicólogo es generar un ambiente de confianza, en el cual la víctima sienta que el
profesional está en toda la disposición de escucharlo y ayudarlo. Siempre la buena
comunicación debe ser el principio de cualquier intervención, pues va dando la pauta de la
relación. Por otro lado, se debe respetar y tolerar las diferencias culturales y sociales, ya
que esos aspectos pasan a un segundo plano y lo realmente importante es entender y poder
apoyar al individuo que sufrió por el desastre. El psicólogo o el profesional que este
ayudando, debe dar el tiempo necesario para una ventilación emocional, debe también
indagar sobre las creencias, pensamientos y sentimientos del suceso para en un futuro
trabajar sobre éstas. La víctima con la guía del profesional debe fortalecer los aspectos
positivos para usarlos como factores protectores de la situación, hay que incentivar la
búsqueda de soluciones para que sientan y vean la importancia de una participación activa
en el proceso. Es importante la elaboración no patológica del duelo, y para eso se debe
indagar sobre cómo la persona ha reaccionado a pérdidas anteriores. Hay que dar
herramientas para que superen la negación y puedan confrontar la realidad. Si hay
fallecimiento de algún familiar apoyar en el proceso de identificación del cadáver y la
sepultura individual según sus creencias. Cada persona es única, y como tal tiene diferentes
maneras de afrontar la vida.
Otro trabajo importante del psicólogo es conocer los riesgos psicosociales de las
personas afectadas y que están en riesgo. Por lo tanto se debe evaluar en qué circunstancias
ocurrió el hecho traumático, conocer los antecedentes personales, hacer una evaluación
estricta de los signos y síntomas, ver la manera en que la persona accede a la ayuda
humanitaria y cómo es su cotidianidad. Cuando el profesional se encuentra frente alguno de
los siguientes casos se debe prestar más atención, pues los siguientes factores dificultan el
proceso: a) existencia de una dificultad física o mental, b) encontrarse en un duelo
patológico, c) que haya de base una psicopatología, y c) si hay una historia de dificultad de
adaptación a situaciones inesperadas o nuevas.
Es importante rescatar la utilidad de trabajar con grupos en situaciones de desastre,
las principales razones son: la cantidad de personas que son víctimas de una situación de
este tipo no permite ni da tiempo de hacer intervención individual, muchas de las personas
afectadas no necesitan intervención individual y por último, se ha demostrado que los
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trabajos grupales mitigan de manera más útil los efectos psicológicos. Los objetivos
principales en el trabajo con grupos son informar y orientar de manera clara, también
estabilizar y mejorar las condiciones psíquicas de las víctimas, dar o potencializar
herramientas de afrontamiento para la situaciones posteriores del evento, y por último
favorecer a un ambiente de normalidad.
Dependiendo del propósito del grupo, se pueden identificar los siguientes tipos: de
información y orientaciones, encargado de la psicoeducación y apoyo emocional en donde
se encuentran personas con necesidades más especificas, otro dirigido a una ayuda mutua
en el cual se encuentran las personas que no tienen la autonomía suficiente para enfrentar la
situación y requieren de apoyo, y por último el grupo más especializado en el que se trabaja
con personas que tienen trastornos psíquicos y que deben recibir terapia.
El grupo que se encarga de dar información y orientar, debe conocer estrategias de
comunicación que permitan cumplir con el objetivo de reducir consecuencias psicosociales.
Existen fases para la planificación de la comunicación (171) y son las siguientes; el
diagnóstico se basa en la evaluación de daños y análisis de necesidades, además hay que
identificar los medios de comunicación existente. Luego identificar los objetivos del plan
de comunicación, los cuales deben divulgar información para que se disminuyan los riesgos
psicosociales, también deben permitir un cambio positivo de actitud y mejoramiento de
hábitos en la comunidad y por ultimo facilitar el diálogo para que las tensiones vayan
desapareciendo. La siguiente fase, es la implementación de estrategias las cuales deben ser
dinámicas siempre guiadas por las características propias de la comunidad. Y por último, se
debe generar un cronograma el cual permita delimitar funciones para evaluar y mejorar
oportunamente el proceso.
Por otro lado, el grupo que se encarga de la psicoeducación y el apoyo emocional
tiene dos objetivos; el primero es manejar de manera adecuada los sentimientos de miedo,
tristeza y otras manifestaciones psicológicas y el segundo es dar información sobre lo
sucedido y los efectos de este. Las personas que hacen parte de este grupo, comparten
sintomatología o problemas, principalmente el uso se le da en el periodo poscrítico
inmediato, es decir hasta 3 meses.
Otra de las organizaciones que ha creado guías para este tipo de situaciones, es el
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Comité Permanente entre Organizaciones (IASC) en el 2007. IASC está conformada por
diferentes organismos de ayuda humanitaria que pertenecen a las Naciones Unidas y otras
independientes. El objetivo principal de esta herramienta es “planificar, establecer y
coordinar un conjunto mínimo de respuestas multisectoriales para proteger y mejorar la
salud mental y el bienestar psicosocial de las personas que atraviesan por situaciones de
catástrofe”. El contenido de la guía, da las herramientas necesarias para que el psicólogo
pueda suplir las principales necesidades en salud mental y bienestar psicosocial, de las
victimas que se enfrenta a un desastre.
La matriz que presenta el IASC en el 2007, se compone de 11 acciones pertinentes
que se deben desarrollar en las diferentes funciones y esferas de acción humanitaria. Las 11
acciones mencionadas anteriormente, se agrupan en funciones intersectoriales, esferas
básicas de salud mental - apoyo psicosocial (SMAPS) y consideraciones sociales en
determinados sectores. Para lo que corresponde en este trabajo, se describirá
específicamente la segunda agrupación, es decir SMAPS. Para empezar, se debe organizar
la comunidad y el apoyo humanitario es decir, facilitar la movilización de la comunidad y
empoderarlos del control sobre la respuesta de emergencia en todos los sectores. También
se deben considerar las prácticas terapéuticas religiosas y culturales, para que los
individuos de la población puedan acceder a ellas si lo consideran pertinente. Como paso a
seguir en el aspecto de servicios de salud, se deben identificar las personas con graves
problemas mentales y permitirles el acceso al servicio indicado, es necesario que los
profesionales que atienden la emergencia estén capacitados acerca de las diferentes terapias
que usan los lugareños. Hay que identificar los daños que puedan generar el consumo de
alcohol y otras sustancias. Con respecto a la educación, hay que mejorar el acceso a ésta
para que sirva como fuente de apoyo. Por último, el paso que se debe seguir es la difusión
de información la cual debe incluir los derechos legales, las acciones que se están llevando
a cabo en pro del bienestar de la población, el contexto y la emergencia como tal.
Conclusiones
Según las investigaciones y los textos revisados, los síntomas psicológicos que más
se presentan luego de un desastre natural son los depresivos y los de ansiedad,
específicamente del estrés post traumático (Crocq, 2002; Humenay, et al. 2010; Salazar,
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Salazar, Heredia, y Pando, s,f; Onder, et al. 2006; Osofsky, et al. 2009). Se puede establecer
que las categorías planteadas en el Manual de la OPS (2006), para compilar los trastornos
mentales, abarcan todas las patologías que pueden presentarse ante un desastre natural, y
adicionan el consumo indebido de sustancias psicoactivas y los cuadros orgánicos. Es decir,
en cuanto a las consideraciones de las consecuencias que se generan luego de un desastre
natural, el manual está estructurado.
De igual manera, se encontró concordancia entre las fases que establece en Manual de
la OPS y las establecidas por Croq (2002), así como con las necesidades que deben ser
suplidas en cada una de ellas. Sin embargo, durante la etapa inicial se debe hacer un mayor
énfasis en la ventilación emocional. En Ampudia-Blasco, Girbés, Martín, y Marco, (2007),
se establece que en momentos de crisis se debe realizar ventilación emocional para prevenir
trastornos futuros debido a la inhabilidad para expresar las emociones. De igual manera,
Velasco, Campos, Iraurgui, y Páez (2004), encontraron que cuando se presenta
afrontamiento directo, reevaluación positiva, apoyo social y expresión emocional, las
estrategias de afrontamiento son más funcionales en comparación con la evitación, el
aislamiento y la rumiación. Es decir, es necesario que en los protocolos se establezca como
primer objetivo de ayuda psicológica, la movilización de la dimensión emocional para
propiciar una expresión adecuada de las emociones, así la movilización de los recursos
internos de los individuos para lograr un afrontamiento adecuado a la situación y una
adaptación lo más rápido posible, y así evitar la aparición de futuros síntomas psicológicos
(Ancinas, 2007).
Por otro lado, McNally, Bryant, y Ehlers (2003) establecen que, el psicólogo tiene un
papel fundamental en la fase de prevención, antes de que ocurra un desastre, y ninguno de
los dos protocolos apunta o brinda estrategias para trabajar en dicho momento. Se considera
importante tener en cuenta la historia de salud mental de cada individuo, e identificar
quiénes son los más susceptibles a reaccionar de manera inadecuada ante una situación de
desastre, sin embargo ese trabajo no se puede hacer después del hecho pues el tiempo y la
situación no lo permitirían. Lo que propone el Manual de la OPS (2006) de contar con un
banco de datos que posea una descripción personal de cada habitante del lugar, basado en
un tipo de censo que se pueda realizar anualmente para mantenerlo actualizado, se
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considera de mucha utilidad. Indagar sobre estos datos debe ser un trabajo del sistema de
salud, el cual cumpla unos lineamientos rigurosos para que la información que se obtenga
sea verídica, además se debe contar con la opción de actualización para que en caso que se
presente una situación de desastre natural efectivamente se tenga la información real. No
debe ser una descripción superficial sobre la población, por el contario debe permitir que el
profesional establezca factores protectores y de riesgos, para trabajar sobre estos dándole
herramientas como charlas, cartillas, simulacros (entre otras actividades) a los habitantes
del área en el que se puede presentar el desastre. Este banco de datos es una herramienta
que permite ampliar el campo de acción del psicólogo ya que le da la información necesaria
de manera más acertada para que en el momento de la intervención los profesionales
puedan conocer que las características de la población se van a encontrar, así como los
predisponentes para determinar quiénes se encuentran en mayor riesgo de presentar alguna
de las patologías mencionadas anteriormente.
Así mismo, la psicoeducación que los programas plantean que se debe realizar luego
de un desastre, podría también brindarse antes del desastre a las poblaciones que se
encuentran en riesgo. De la misma forma, la intervención sobre los problemas psicológicos
de los individuos en riesgo, disminuye la probabilidad de que luego del desastre se
presenten mayores de salud mental. Es decir, desde la psicología se podría trabajar en
estrategias de prevención de factores de riesgo y promoción de factores protectores, desde
el mismo momento en que una población queda expuesta a un evento desastroso.
Como se estableció previamente, no todas las personas responden de la misma
manera ante un mismo hecho, y tanto las consecuencias como los predisponentes son
distintos según factores como la edad y el sexo (Margolin, Ramos & Guran, 2010; Proctor,
et al. 2007; Vernberg & Varela, 2001; Weems, et al. 2007). Se encontró que ninguno de los
dos protocolos revisados tiene en cuenta las diferencias a la hora de realizar un plan de
intervención. Como se establece en Méndez, Orgilés, López-Roig y Espada (2004), la
intervención en la población infantil difiere de aquella en la población adulta. Con los niños
es importante realizar psicoeducación tanto a ellos como a los padres explicando la
situación en la que se encuentran. Sin embargo, el lenguaje empleado en ambos casos es
diferente, pues debe ir dirigido para ser comprendido según la etapa del desarrollo en la que
17 Aspectos psicológicos ante desastres naturales
se encuentren. De la misma forma, el trabajo con la población infantil debe realizarse con el
acompañamiento cercano de sus padres o cuidadores, pues éstos juegan un papel
fundamental en la adherencia y la mejora de los síntomas.
Humenay, Mitchell, Witman, y Taffaro (2010), y Osofsky, Osofsky, Kronenberg,
Brennan, & Cross (2009) exponen que luego de dos años de un acontecimiento desastroso,
ciertas víctimas siguen presentando altos niveles de síntomas depresivos, de ansiedad y
EPT. Lo que indica que éstos se han convertido en algo disfuncional para sus vidas, pues el
DSM IV (1994), expone que si los síntomas insisten por más de tres meses, se convierte en
patología y ya se estaría hablando de un EPT luego de haber pasado por un estrés crónico.
Por lo tanto, en los protocolos se debería dar la importancia del rol del psicólogo aquí
dirigiéndolo hacia la mitigación de los síntomas en primera instancia para que éstos no se
conviertan luego de un tiempo en patologías.
En las situaciones de desastres los daños se pueden identificar en un nivel individual
y en otro colectivo. Como lo establecen las cifras del Sistema Nacional para la Prevención
y Atención de Desastres (s,f), la proporción de victimas es mucho mayor que las muertes,
los heridos y las desaparecidos. Esto hace reflexionar sobre el trabajo en la comunidad
como una sola dependencia, y no de manera individual y fragmentada. Es mucha gente la
que se convierte en víctima y el trabajo en grupo ofrece una mayor eficacia que el trabajo
individual. Así, como lo plantea el manual de la OPS (2007) en la cual tienen como razones
de intervención en grupos: el poco tiempo y la efectividad de la intervención grupal en la
mitigación de efectos psicológicos. Se considera, que socializar la experiencia del desastre
permite crear una realidad colectiva en la que todos participan de manera activa, le permite
ver a las víctimas que hay una oportunidad de vida por la cual se debe luchar y trabajar de
manera ardua. Sin embargo, es importante resaltar que existen algunos casos en los cuales
la intervención debe ser individual ya que existen psicopatologías de bases.
Como grupo, durante la realización de esta revisión teórica, notamos que Colombia
es vulnerable a este tipo de situaciones, por tal motivo es de vital importancia que el
sistema de atención de desastres se siga apoyando en los profesionales de psicología para
lograr efectividad y buenos resultados ante los desastres naturales. Aun es necesario
avanzar y realizar investigaciones mas profundas para lograr establecer un sistema mas
18 Aspectos psicológicos ante desastres naturales
eficaz. Sin embargo, es notable el esfuerzo por parte de las entidades de salud. Los dos
protocolos revisados están dirigidos a alcanzar lo que muchos investigadores han
establecido que se debe realizar ante dichas situaciones. En general quedamos satisfechas
con saber que al menos existen guías que faciliten el abordaje de las problemáticas que se
presentan luego de un desastre natural. No obstante, quedamos con la duda de si dichos
protocolos se realizan al pie de la letra, y si realmente están aportando a la disminución de
problemas de salud mental.
Finalmente, se recomienda la realización de investigaciones que permitan comparar la
efectividad de las diversas intervenciones propuestas, para determinar si el uso de estas
cubre todas las necesidades que se presentan antes, durante y después de un desastre
natural.
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