UNAS NOTAS EN TORNO A LA RELECTURA DE
APOCALÍPTICOS E INTEGRADOS (1964 – 2014)
Manuel A. Broullón Lozano
Universidad de Sevilla – Asociación Española de Semiótica (AES)
I
A mi padre, que me había enseñado a no creérmelo y a mi madre, que me había enseñado a
decirlo. (Umberto Eco: Il costume di casa)
El seminario permanente Comunicación y Sociedad organizado por el Grupo de
Investigación en Teoría y Tecnología de la Comunicación de la Universidad de Sevilla
(GITTCUS) con el apoyo de la Asociación Española de Semiótica (AES) y del Grupo
de Investigación “Literatura, Transtextualidad y Nuevas Tecnologías” ha tenido a bien
dedicar su quinta sesión del curso 2013/2014 a la lectura compartida de Apocalípticos e
integrados. Así, recogiendo la propuesta de la actual junta directiva de la AES, la
Universidad de Sevilla se compromete con la consolidación y difusión de las líneas de
investigación en semiótica general y aplicada y se suma a la celebración de seminarios-
homenaje por los cincuenta años de la publicación de una obra que, aunque no es en sí
misma y en rigor una obra semiótica, lo veremos más adelante, es fundamental para los
estudios en comunicación.
Por otro lado, si recordamos que Umberto Eco fue investido doctor honoris
causa en Comunicación por la Universidad de Sevilla el 17 de febrero del año 2010,
podríamos decir que era obligatorio escoger esta lectura. Más aun sabiendo que el
1
doctor Vázquez Medel, impulsor de este seminario y director del GITTCUS, actuó
como padrino en el acto solemne celebrado en el Paraninfo. En su laudatio, Vázquez
Medel (2009: 12-14) esbozó un perfil de Umberto Eco que coincide con los intereses y
planteamientos básicos de este seminario permanente:
1- Pasión por la Semiótica como ciencia sólida y metodología unificadora,
como herramienta privilegiada para el estudio riguroso y sistemático de todo
sistema de signos y también en su capacidad para la interpretación del
mundo y de la ciencia (en su dimensión metalingüística) que admite y
considera la complejidad como requisito sine qua non.
2- Pasión por la Literatura, siempre en su relación con otras artes y
actividades intelectuales. Bien es sabido que en Umberto Eco el rigor
científico y la dimensión creativa no están reñidas entre sí. Su obra teórica
encuentra el complemento perfecto en una intensa y reconocida actividad
narrativa que comprende hasta el momento los títulos El nombre de la rosa
(1980), El péndulo de Foucault (1988), La isla del día antes (1994),
Baudolino (2000), La misteriosa llama de la reina Loana (2004) y El
cementerio de Praga (2010). En ellas la complejidad en las tramas, en la
construcción de los personajes y en las referencias históricas, literarias o
sociales, no presupone dificultad en la lectura ni mucho menos plantea un
arte elitista. Prueba de ello es la presencia de estas novelas, por cierto de un
notable grosor, en las lista de libros best seller.
3- Pasión por la Comunicación como el gran fenómeno de nuestro tiempo que
exige ser analizado desde una perspectiva propia, crítica en su relación con el
mundo de la vida y rigurosa en sus métodos. En este sentido, aunque
Apocalípticos e integrados es una obra que denominaré aquí como proto-
semiótica, inaugura un acercamiento a los fenómenos comunicativos y
culturales de masas desde una postura abierta y atenta al dinamismo de los
cambios. Se diría que el posicionamiento del investigador en esta obra (y por
2
ende también del lector que participa de ella en virtud del “principio de
cooperación textual”) es el de estar en-el-mundo y con-el-mundo para
intentar comprenderlo con una mirada que se constituye como
contemporánea, que se reconoce “emplazada”, diríamos utilizando la
terminología acuñada por el profesor Vázquez Medel y su grupo de
investigación (2003)1.
4- Pasión por la Universidad, como no puede ser de otra manera. La semiótica
encuentra su lugar natural en la Universidad Pública, aquella en la que la
libertad de cátedra (cuya expresión discursiva no es otra que el rigor
metodológico) garantiza el derecho y también el compromiso del
investigador para situarse al margen de los intereses políticos, económicos o
de las modas intelectuales coyunturales. Y es que defender un estudio crítico
de los signos y de la comunicación implica también un compromiso ético. El
verdadero rigor académico, exento de dogmatismos y de fundamentalismos,
se basa en la capacidad de autocrítica y de diálogo, en tanto que todo
lenguaje cuenta con un metalenguaje anexo que lo explica pero que también
sirve para cuestionarlo poniendo en entredicho sus reglas y hasta sus bases
más elementales. En la medida en que, como Umberto Eco, seamos capaces
de establecer en paralelo a nuestras investigaciones un análisis (auto)crítico
del lenguaje académico en lo general y del discurso propio en lo específico,
nos será posible realizar contribuciones encaminadas a consolidar la
Universidad Pública en el cumplimiento de su función esencial de hacerse
cargo del acervo social del conocimiento. Aunque este conocimiento, en
1 Afirma Vázquez Medel citando a Heidegger: “somos seres-con, nuestra realidad es inseparable del
sistema del que formamos parte (de nuestra circun-stancia). Estamos esados, pero también inter-esados,
porque nuestra vida es impensable fuera del flujo de sus relaciones” (2009: 27). Bajo esta perspectiva
relacional que debe tanto a la fenomenología husserliana y a la Teoría de la Interacción Comunicativa de
Jürgen Habermas como a la semiótica de la cultura y del texto de Yuri Lotman desde la noción de
“semiosfera”, cabe afirmar una valiosa aportación de la Teoría del Emplazamiento a la ciencia
transmoderna en lo que se refiere a los paradigmas comunicacionales como sistemas de pensamiento
complejo que requieren de la “consiliencia” o colaboración entre las áreas de conocimiento y ciencias
específicas.
3
ocasiones, no guste a los poderes y a los mercados o requiera de un espacio
mayor de 140 caracteres.
II
No hay que olvidar que la tesis doctoral de Umberto Eco, titulada El problema
estético en santo Tomás de Aquino (1954), hace algunas calas en la Estética de la
Formatividad de Luigi Pareyson2 (director por cierto de la tesis) en su pregunta
fundamental: ¿puede la obra de arte revelar de algún modo la verdad? El resultado de
este trabajo no fue poco polémico, puesto que se posicionó en contra de los
planteamientos del prestigioso teórico Benedetto Croce con base en la estética de
Baumgarten, quien sostenía que en Aquino la estética y la filosofía se diluyen en la
teología. Por el contrario, Eco estudió de forma independiente la estética medieval a
partir de algunas expresiones musicales y líricas menores que después él mismo incluso
parodiaría al más puro estilo goliardesco en “Diario Minimo”, columna habitual en el
periódico Il Verri que recogía opiniones sobre costumbres sociales, cuestiones literarias,
fantasías creativas e incluso algunas malvadas observaciones sobre autores universales3.
Y, cómo no, también utilizaría estos elementos escolásticos a modo de mosaico de citas
y referencias en su novela El nombre de la Rosa (1980).
Valga este preámbulo simplemente para indicar que la tesis de Eco es un trabajo
de teorías serias sobre problemas serios destinado a avivar el debate académico en
2 La Teoría de la Formatividad parte del siguiente presupuesto: “toda relación ontológica original es
necesariamente hermenéutica y toda interpretación tiene necesariamente una naturaleza ontológica. Esto
significa que no hay nada sino interpretaciones de la verdad y que no hay interpretación de nada sin
verdad” (2009: 161). En este proceso interpretativo en el que subyace la verdad velada, la obra de arte
cuenta con un especial poder revelador, desvelador. Ver Pareyson: 1996, 2009.
3 Estos articulitos están recopilados en una doble antología en versión original italiana editada por
Bompiani en 1975 y 1992.
4
torno a cuestiones de estética filosófica: ¿qué es la belleza? ¿Qué relación tiene con la
verdad? ¿La metafísica ha fagocitado a la estética? Se trataba en todo caso de un objeto
de estudio consagrado y de una metodología de larga tradición académica que
garantizaban el éxito de un buen trabajo de investigación predoctoral. Con la mala
fortuna de que, después, un compañero de doctorado de Eco (también estudiante de
Luigi Pareyson: nadie menos que Gianni Vattimo) ganó la plaza en la Universidad de
Turín… ¿Mala fortuna o tal vez y a la larga buena suerte? Había que vivir, y estas
circunstancias llevaron a Eco a convertirse en un escritor muy prolífico con tal de poder
reunir los avales suficientes que le permitieran concursar por una plaza en otras
universidades, al tiempo que emprendió una serie de colaboraciones en publicaciones
como Incontri musicali y Rivista Pirelli en donde apareció uno de sus primeros artículos
sobre televisión “Verso una civiltà della visione?” (Hacia una civilización visual) o la
célebre “Fenomenología di Mike Bongiorno” (Fenomenología de Mike Bongiorno)
sobre el antihéroe televisivo en su “Diario minimo” de I Verri (Eco, 2010: 356). En este
grupo de artículos Eco despliega toda su habilidad retórica a través el lenguaje escrito,
haciendo uso siempre de ese tono goliardesco que encubre un subtexto irónico.
Veremos que, desde un punto de vista interpretativo, el uso de la ironía como estrategia
de comunicación multinivel es central en toda su obra ensayística.
Así, a lo largo de todo un peregrinaje por congresos y simposios, fue acercando
la estética y la crítica de la cultura hacia los fenómenos de la comunicación de masas.
Pero me parece que lo más relevante de este período es la participación de Eco en la
televisión, concretamente en la RAI, durante tres años (1955-1958). Tal vez esta sea la
clave de la profundidad analítica de sus estudios de comunicación y de cultura de la
imagen. Entiendo que el contacto con el mundo de la vida y con la praxis de la
comunicación de masas constituye el conocimiento consciente que surge en relación
con el discurso y con la semiosis, no desde la atalaya intelectual de la distancia
científica que pretende obviar la participación de todo lector en los procesos de
decodificación textual y en la elaboración social del sentido. “¿Acaso Kant sólo sirve
para estudiar a Kant?” se preguntaba Eco (2003: 11) ante las críticas que recibió en
1964 tras la primera edición de Apocalípticos e integrados. Y aun en su volumen de
5
1997 Kant y el ornitorrinco afirma que “estamos ante una galaxia en expansión, y no
ante un sistema planetario cuyas ecuaciones fundamentales se puedan dar. Lo cual me
parece una señal de éxito y de salud: la interrogación sobre la semiosis se ha vuelto
central” (Eco, 1999: 8). Efectivamente, todo intento de conocimiento semiótico para
saber qué es el mundo y si la realidad es fiable como puerta de acceso a algún tipo de
verdad, en 1960, tenía que pasar por Tomás de Aquino, por Kant y por Joyce; pero
también por Superman, por Rita Pavone y Charlie Brown:
Desde mis estudios de Joyce hasta los estudios de estética medieval, mi obsesión primaria es
probablemente ésta: yo sé que el mundo existe, pero no logro demostrarlo. Todo
razonamiento, el lenguaje, las cosas, la objetividad de la obra, etc., en el fondo creo que
son una continua tentativa para aclarar este problema. (Pancorbo, 1977: 34)
De hecho la semiótica practicada por Umberto Eco siempre ha estado interesada
por el problema de la realidad y del realismo desde una raíz puramente peirceana con
base en el concepto de semiosis ilimitada. En su propuesta en torno al “New realism”
debatida en el último congreso mundial de Filosofía de Atenas de 2013 regresa sobre
esta misma preocupación ontológica afirmando:
Remember that according to Peirce every of our enquiries, as well as for our perceptual
explorations of surrounding Word, is elicited by a Dynamical Object. We do not know it if
not throught Immediate Obiect, that are signs, either mental phenomena or translations of a
previous Immediate Objects into another which is its interpretant- so that the series of
interpretants never stops, by producing process of unlimited semiosis. (Eco, 2013: 12)
Si nos desplazamos hacia el plano metadiscursivo y consideramos la obra de Eco
como un texto más allá de su persona, entonces hay que señalarlo claramente como un
objeto dinámico, en constante revisión. A la vista de su historia efectual, ciertas ideas
persistentes a lo largo del tiempo han generado una semiosis ilimitada a causa del deseo
de rigor científico: el texto se reescribe constantemente, necesita de una reinterpretación
6
crítica constante. Tendría la forma de una Opera aperta (Obra abierta, 1962)4, como el
proyecto artístico de las vanguardias históricas, de modo que, de acuerdo con los
postulados de Los límites de la interpretación (1990) e Interpretación y
sobreinterpretación (1995), sigue insistiendo sobre las mismas cuestiones de fondo.
Mención propia se merece este volumen de 1995 puesto que parte de los principios de
“semiosis dinámica”, de “movimiento complejo” y de “tensión” a partir de la
confrontación de las ideas en el diálogo como espacio compartido y tiempo presente,
debate académico que efectivamente tuvo lugar en la Universidad de Harvard entre el
propio Eco, Richard Rorty, Jonathan Culler y Christine Broke-Rose. Bajo este punto de
vista no sólo la obra de arte, que fue el pre-texto de Opera aperta, sino todo producto de
la cultura debe ser entendido como un signo de carácter ambiguo, como una pluralidad
de significados que conviven en el mismo significante. Sin embargo, Eco acota el
potencial supuestamente ilimitado de la semiosis indicando que no todas las derivas de
interpretación (esto es, lo que, al conocerlo nos lleva a otra cosa) son igualmente
afortunadas. Las interpretaciones están en todo caso verificadas o refutadas por el
propio texto en alguna de sus partes. Del mismo modo el conocimiento aparece
perfilado como un proceso siempre inacabado, sujeto a su dimensión discursiva como
establece la ciencia transmoderna con los principios de sospecha y falsación con una
honda raíz en el método mayéutico del que dan cuenta los diálogos platónicos
actualizados -y por ello profundamente transformados- con la teoría matemática de la
información de Shannon y Weaver.
Así el Trattato di Semiotica Generale (Tratado de Semiótica General, 1976)
supone una revisión y una puesta al día de los planteamientos de los trabajos
fundacionales Segno (Signo, 1973), Appunti per una semiologia delle comunicazione
visive (Apuntes para una semiología de las comunicaciones visuales, 1967), La struttura
ausente (La estructura ausente, 1968) y Le forme del contenuto (Las formas del
4 Utilizaré en este apartado las fechas de la primera edición de cada una de las obras con tal de esbozar
una pequeña cronología en la que situar a Apocalípticos e integrados. Estas fechas no deben confundirse
en ningún caso con las utilizadas para indicar la referencia bibliográfica, que, naturalmente, corresponden
a la edición consultada según figura en el apartado de bibliografía.
7
contenido, 1971). Lector in fabula (1979) es a su vez una reformulación del Trattato y
nuevamente de La struttura ausente. Igualmente, el volumen Semiotica e filosofía del
linguaggio (Semiótica y filosofía del lenguaje, 1984) surge de la reescritura de cinco
artículos semióticos publicados entre 1976 y 1984 en la Enciclopedia Einaudi a
propósito de los conceptos de Signo, Significado, Metáfora, Símbolo y Código.
Finalmente, las últimas aportaciones teóricas en volúmenes de peso continúan revisando
y precisando estos asuntos, especialmente Kant e l’ornitorrinco (1997), en donde
repasa cuestiones ontológicas en torno al ser (op. cit.: 17-68), semiósicas en relación
con la referencia (op. cit.: 323-390) y con el signo icónico (op. cit.: 391-462) o
metadiscursivas sobre el diccionario y la enciclopedia como archivos de signos (op. cit.:
264-266); o, finalmente, Dall’albero al laberinto. Studi storici sul segno e
l’interpretazione (2007), nuevamente sobre el tema de la producción, consolidación,
mutación y difusión del sentido.
Haciendo una gran síntesis y tal vez simplificando demasiado, la semiosis aparece
entendida desde los tiempos de Signo (1973) como un vasto conjunto de fenómenos
culturales y sociales que “engloba a todos los actos de la praxis, en el sentido de que
toda la praxis es comunicación global, es institución de cultura, y por lo tanto, de
relaciones sociales” (Eco, 1988: 107). Desde este punto de vista, si toda la interacción
social se establece por medio de la comunicación, ésta ha de emplear una serie de
códigos compartidos (en un sentido amplio) y/o la lengua natural (en sentido
restringido). Entonces el estudio de la comunicación, aún más, absolutamente todas las
expresiones de la interacción humana, necesitan ser enfocadas desde la semiótica, en
cuyo paradigma las aportaciones de Eco establecen que “los sistemas de acción se
puedan interpretar como sistemas de signos, con tal de que cada sistema de signos se
inserte en el contexto global de los sistemas de acción; cada uno como uno de los
capítulos (que nunca es el único ni el más importante) de la praxis como comunicación”
(op. cit.: 170). Quedan así delimitados los ámbitos y los objetos de la ciencia del signo:
1) la definición de los lenguajes y 2) el estudio de su transcendencia textual en la
generación del sentido y sus derivas (la semiosis) hacia todos los rincones del mundo de
la vida.
8
Por último quisiera insistir en dos elementos que me parecen fundamentales de la
semiótica de Eco: 1) el estudio de la imagen en un sentido amplio, como cultura de la
imagen y 2) la puesta en marcha de los mecanismos de la mentira y, contra ella, el uso
de la ironía. Creo que en esta intersección es en donde se ubica ese libro pionero que es
Apocalípticos e integrados. Pionero porque reúne por primera vez toda una serie de
estudios sobre cultura de masas e iconos de las sociedades contemporáneas pasando
revista a las estrategias del pastiche y de la parodia. Solamente el título, que constituye
uno de los ensayos centrales de la obra, ya constituye una mirada sarcástica con
respecto al estado de la cuestión. No obstante, Apocalípticos e integrados es un trabajo
que debe ser clasificado como pre-semiótico o proto-semiótico. Aunque veremos que
incluye algunos aspectos relativos a la sintaxis visual o a algunos mecanismos de
confección textual e inter-textual, en la breve cronología de publicaciones expuesta en
este apartado hemos visto que los grandes escritos semióticos son posteriores5,
entendiendo por semiótica todo un corpus teórico y un desarrollo metodológico de
negociación rigurosa y sistemática con los productos culturales.
III
5 No hay que olvidar que Apocalípticos e integrados es una recopilación de artículos escritos hasta 1963,
no una obra íntegra y coherentemente compuesta en la víspera de su publicación en 1964. Sería la bisagra
entre Opera aperta (1962), de la que sería un complemento en dirección hacia la cultura de masas, y
Signo (1973), el giro semiótico definitivo.
9
Apocalípticos e integrados supuso una suerte de terremoto en el panorama
académico y científico. Como labor de archivo, resulta interesante rescatar algunos
fragmentos del debate que tuvo lugar en la prensa italiana de los años sesenta. En el
prólogo de la quinta edición en español (Eco, 2003: 12-14) aparecen recogidos los
titulares de algunos de los artículos en prensa diaria que reseñaron el polémico libro.
Del lado están los “apocalípticos escépticos” con el descenso de un académico
especialista en Tomás de Aquino y en las vanguardias históricas (Opera aperta se
publica tan solo un año antes, en 1963) al nivel de la cultura popular: “Mandrake entra
all’università” (Mandrake accede a la universidad, ABC), “Dall’estetica a Rita Pavone”
(De la estética a Rita Pavone, Paese sera), “Da Joyce a Rita Pavone” (De Joyce a Rita
Pavone, Il punto), “Anche i fumetti hanno il sangue blu (También los TBOs tienen
sangre azul, Oggi), “Passaporto culturale per Mandrake e Topolino” (Pasaporte cultural
para Mandrake y Topolino, Lo Specchio), “Anche l’hully gully diventa messagio”
(También el hully gully se convierte en mensaje, Il giorno), “Per fortuna c’è Superman
(Por fortuna tenemos a Superman, Il resto del Carlino), “I fummetti entrano nelle
università come impegnativa materia de studio” (Los TBOs entran en las universidades
como materia obligatoria de estudio, La Gazzetta del Popolo)... Encontramos incluso
(op. cit.: 12) ejercicios de rima goliardesca propios del mismísimo Eco: “La Pavone e
Superman a bracetto di Kant” (La Pavone y Superman, del bracete de Kant; Il giorno).
De la otra parte surgió otro bando, el bando de los integrados: “Di bene in meglio”
(De bien en mejor, Corriere della sera), “Apocalittici e integrati” (Rinascita), que
conectó a Eco con Gramsci y la polémica de Marx y Engels con Bruno Bauer; en
Mondo Nuovo (semanario del PSIUP) Francesco Indovina reivindicó el estudio de la
cultura de masas para no dejarlo en manos de “los manipuladores”, esto es, bajo su
punto de vista editorial, de los conservadores; “Una terra ancora vergine per gli studiosi
italiani” (Una tierra aun virgen para los eruditos italianos, Vie nuove); y hasta tres
números monográficos sucesivos de debates en Le ore libere. No faltaron posiciones
intermedias, como por ejemplo, desde Aventi!, Walter Pedulla propuso tal vez en un
tono demasiado condescendiente una tercera vía intermedia entre apocalípticos e
integrados. El más favorable, finalmente, fue Oreste del Buono con “Teorie serie su
10
problema frivoli” (Teorías serias sobre problemas frívolos, La settimana incom) quien
aun así da un tirón de orejas a Eco por ser “demasiado benévolo con Charlie Brown”,
juicio del gusto que, en todo caso, nos revela que el crítico conocía bien al personaje de
cómic. Aquí hay una clave importante. Parece que incluso los más entusiastas miraron
con recelo hacia aquellas nuevas propuestas, o tal vez nadie fuera capaz de disimular del
todo un cierto estupor ante el tratamiento académico de elementos que a pesar de todo
formaban parte de la vida cotidiana. De hecho, en el debate de Le ore libere varios de
los autores participantes confesaron con cierto sonrojo haber sido lectores adolescentes
de Flash Gordon, lo que disculpan como un a pesar de todo confesable “pecado venial”.
Valga la anécdota que cuenta Eco cuando asiste en 1961 al congreso sobre
desmitificación de la imagen en Roma con su comunicación sobre Superman (incluida
entre las páginas de Apocalípticos e integrados, Eco, 2003: 219-255):
En un armario tengo doscientos o trescientos ejemplares de los tebeos originales con las historias
en colores de Superman y pienso que, en el fondo, es un mito de nuestro tiempo, no expresa
una religión sino una ideología… En resumen, que llego a Roma y doy comienzo a la
comunicación poniendo sobre la mesa un montón de tebeos de Superman. ¿Qué harán?
¿Van a expulsarme? No, señor. Se acercan a mi mesa y, con el pretexto de examinar los
tebeos, ¿creerán ustedes que aquellos abates de largas manos me los escamotean como si tal
cosa? Aparte de esto (que ya era una señal del cielo) se entabla una discusión y yo me
convenzo de que el tema da para mucho. (Eco, 2003: 18)
Tal vez eran teorías serias para problemas frívolos de adolescentes y horas
muertas durante largos viajes en tren. O quizás no fueran problemas tan frívolos ni
alejados de la crítica de la cultura. La izquierda alabó especialmente el trabajo de Eco
por acercarse a cuestiones latentes en la superestructura, asunto ya de por sí bastante
serio desde una perspectiva marxista. Pero el análisis económico o sociológico no
bastaba, al igual que la reclusión inmanentista de la tradición filosófica sobre sí misma
ya no podía seguir dando la espalda al mundo de los años sesenta en su dinámica de
vertiginosos cambios. Había que ver la comunicación de masas desde dentro, desde
aquella experiencia acumulada en el interior de un armario desde la adolescencia, en
11
una relación indisoluble, en palabras de Habermas, entre Conocimiento e interés. Tal
vez Kant y el ornitorrinco, amantes pasajeros durante algún un delirio adolescente, no
anduvieron tan lejanos cuando Eco, en busca de un empleo, reunió todos aquellos
artículos siguiendo el consejo de Bompiani…
IV
Señalar las ideas principales de Apocalípticos e integrados no es tarea fácil. Y es
que este volumen no es unitario, ni tan siquiera su escritura obedeció a un proyecto
científico. Bien al contrario, Eco explica que el editor Bompiani fue el responsable de
tal antología que le avalara como publicación para un concurso a cátedra universitaria:
Se convoca un concurso a cátedra con el absurdo título de “Pedagogía y Psicología de las
Comunicaciones de Masas” (ya que poner simplemente Teoría de las Comunicaciones de
Masas no parecía aun lo suficientemente académico) y es lógico que, luego, el concurso
fuera declarado desierto, porque no había ningún concursante que fuera a la vez psicólogo,
massmediólogo y pedagogo a la vez; pero, al fin y al cabo, pienso yo, ¿por qué no pruebo?
Y como nos piden lo publicado, reúno todos los ensayos y los artículos que tenía escritos
sobre el tema (sospecho que por ello a muchos críticos el libro les ha parecido un
batiburrillo) y se lo enseño todo a Bompiani. Perfecto, dice él, ¿cómo se titula? Bueno, digo
yo, algo así como Psicología y pedagogía de las comunicaciones de masas. Pero usted está
loco, y tenía razón, el pobre. Digamos entonces: El problema de la cultura de masas. No
me haga reír. (Es inútil, yo estaba experimentando las leyes de la industria cultural). Bien,
dice Bompiani, déjeme ver otra vez los ensayos. Y da con la última sección, la que reunía
artículos de diarios y que yo había titulado “Apocalípticos e integrados”. Helo aquí, dice
Bompiani, he aquí el título (como San José cuando el Rey Mago tropieza, cae y suelta un
juramento, y le dice ¡he aquí un bonito nombre para un niño!). Pero no encaja en absoluto
con el resto del libro, digo yo. Sí encaja, dice él. Pero no está suficientemente desarrollado,
digo yo. Pues desarróllelo, dice él. Y he aquí el por qué de la introducción, que, al fin y al
cabo, es un auténtico y verdadero ensayo y desarrolla el tema de la oposición entre
apocalípticos e integrados. Tienen razón los apocalípticos: así se “confeccionan” los libros.
(Eco, 2003: 20)
12
El autor hace en este pasaje del prólogo un brillante ejercicio de autocrítica y de
escritura irónica y autoparódica, elemento por cierto siempre presente en su discurso.
No hay que olvidar que las propias denominaciones “apocalípticos” e “integrados” no
son sino una caricatura del panorama intelectual que, como hemos visto en el archivo de
las críticas a favor y en contra en el momento de la publicación, efectivamente surgían a
un lado y al otro. Este carácter de confección entre la ironía y el análisis lúcido es un
ejercicio muy cervantino que, reflejando con el espejo de lo histriónico, permite
cuestionar la norma y lo que se da por bueno y por cierto. Estamos convencidos de que
esta mirada no desencantada sino insobornable es la clave de la lucidez de la semiótica
de Eco, y, especialmente de su contribución al método de la ciencia transmoderna: no
dar nada por cerrado ni por terminado, sino, al contrario, apostar por esa semiosis
ilimitada de Charles Sanders Peirce en todos los ámbitos de la cultura, la sociedad, la
economía, la ciencia, etcétera.
El componente de confección de Apocalípticos e integrados encuentra no obstante
algunas suturas en determinados “conceptos fetiche” que Eco mira con una actitud a la
par de escrutinio y de descreimiento. Eco empieza precisamente cuestionando esto
conceptos genéricos que, aprobados por asentimiento por el uso común son “utilizados
como cabeza de turco en polémicas estériles o en operaciones mercantiles de las que
diariamente nos nutrimos” (Eco, 2003: 27). Considero esta premisa como especialmente
valiosa, transmoderna más que moderna, en la medida en que no se da nada por sentado,
por cerrado. Como los detectives Sherlock Holmes y Dupin a los que pasa revista junto
con Sebeock en el volumen El signo de los tres (1989, en donde por cierto equipara a
los dos sagaces investigadores literarios con Peirce en la inauguración de una supuesta
“era semiótica”) o como Guillermo de Baskerville en El nombre de la Rosa, Eco trata
de mover el velo de las apariencias de aquello que se da por sentado. ¿Qué es la
cultura? Depende, claro, del concepto fetiche que rija el emplazamiento desde el que se
encuadra. De ahí el apocalipsis o el nuevo mundo por descubrir, dependiendo de la idea
solitaria y espiritual del apocalíptico (parodiado como el übermensch nietzcscheano) o
13
de la postura contraria de deslumbramiento tecnológico del integrado. En definitiva, la
noción de “cultura” vendrá dada en todo caso 1) por una tradición que conforma una
postura ante el mundo y ante la sociedad y 2) por un uso, por un valor de uso. En
consecuencia, si se define cultura tanto desde un punto de vista diacrónico (histórico)
como sincrónico (pragmático) el siguiente concepto fetiche que ha de aparecer es el de
“cultura de masas”, esto es, la paradoja por la que el sutil y sensible contacto con las
almas emplea como vehículo la capacidad de reproductibilidad técnica (noción
netamente frankfurtiana) y la sociedad de masas (conviene repasar el ensayo de Ortega
y Gasset). En este sentido concluye Eco (op. cit., 34-35) que la de “cultura de masas”
es una definición antropológica apta para indicar un contexto histórico preciso.
V
“Cada mañana, al despertar, vuelve uno sobre estos temas, y las cosas han
cambiado tanto que haría falta volver a escribirlo todo” (op. cit., 16). ¿Realmente ha
sido así? En primer lugar, si atendemos a los razonamientos orteguianos en torno a la
“muchedumbre” definida desde una perspectiva psicológica de modo que el individuo
se sienta idéntico a los demás, a lo largo de este seminario “Comunicación y sociedad”
hemos indagado propuestas que han introducido matices novedosos. Hoy por hoy
resulta ineludible incluir fenómenos como la digitalización de la sociedad y las
identidades virtuales o los movimientos participativos que al mismo tiempo y, desde
una perspectiva sociológica, ensalzan la individualidad pero desregulan el trabajo. De
esta condición se desprende la visión de Byung-Chul Han del sujeto explotado y
autoexplotado. En la sociedad del cansancio ya no es la masa, ya no es la
superestructura política, económica y social (sociedades disciplinarias), sino el mismo
individuo, el agente productor (sociedades del rendimiento), la víctima y el verdugo de
su propia autoexplotación (Han, 2012: 17 y ss.). Con todo el repertorio de enfermedades
mentales depresivas y cuadros de ansiedad que ello conlleva. En este sentido, y en
conclusión, no se trata de un cambio de paradigma sino de reformular las bases en
función de una nueva pragmática contextual. Del mismo modo que Eco introduce las
14
ideas orteguianas y frankfurtianas con matices, el trabajo que nos queda hoy por delante
consiste en introducir esas nuevas variables estructurales, en tanto que Han sienta las
bases de la violencia de la autoexplotación sobre esa violencia del consenso de la que
habla Ortega en torno a la definición del hombre masa como poderío social. Si a los
paródicos conceptos fetiche “apocalíptico” e “integrado” subyacen los tres niveles de
cultura high, middle y low prefigurados en las minorías letradas y en el hombre medio
(la cultura de masas es la cultura para todos los públicos) hoy en día habría que
diferenciar, desde mi punto de vista, entre las perspectivas política (justicia para todos
por igual, participación de todos en la res pública), económica (recursos para todos),
social (derechos para todos) y cultural, en donde una cosa es la capacidad simbólica de
interpretación del significado y del sentido (ámbito de la ciencia y de la hermenéutica en
un nivel general y de la semiótica en concreto) y otra bien distinta el acceso público
garantizado a ese acervo social del conocimiento y a las herramientas, tecnologías,
metodologías e interfaces culturales que garantizan la interacción semiósica (cuestión
que no debe ser discutida desde la ciencia del signo sino desde la política, la economía y
la sociología).
VI
Hasta aquí hemos enumerado una serie de elementos más sociológicos que
semióticos de acuerdo con las raíces filosóficas que Apocalípticos e integrados
mantiene en Ortega y en la Escuela de Frankfurt. Sin embargo, se ha dicho que esta es
una obra proto-semiótica. La ciencia del signo y del sentido ha definido su objeto de
estudio en el texto y en sus relaciones discursivas e interdiscursivas (Vázquez Medel,
1995). De ahí que el trayecto de Eco tuviera que pasar necesariamente por esta antesala
sociológica, puesto que el texto de la cultura todo lo toca, todo lo llena, afecta a todos
los rincones a los que llega la interacción social a través de la comunicación. En el
fondo, toma todo su sentido el titular de Oreste del Buono: “Teorie serie su problema
frivoli”. Lo interesante de Apocalípticos e integrados es que entiende a Superman como
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un texto, como una construcción textual compleja, multinivel, estratificada, que sirve de
vehículo sígnico a una cierta ideología:
No puede existir una enunciación ideológica eficaz que no resuelva el material temático en un
modo de formar. Las historias de Superman constituyen un ejemplo mínimo pero exacto de
fusión entre varios niveles, homogeneizados en un sistema de relaciones en el que cada
nivel reproduce, a diferente escala, límites y contradicciones de los otros. Si la ideología
ética de Superman representa, como así es, un sistema coherente, y la estructura de las
historias otros sistema, la “saga” de Superman se nos aparece como un calibradísimo
sistema de sistemas, del que no sería inútil examinar también la naturaleza del dibujo, las
cadencias del lenguaje o la caracterización de los diversos personajes. (Eco, 2003: 255)
Este párrafo trasluce las corrientes estructuralistas que definen al sistema como un
constructo establecido a partir de las relaciones solidarias entre sus partes, pero lo que
nos da la clave del giro hacia la semiótica es la necesidad de delimitar los distintos
lenguajes y de estudiarlos por separado, a saber: el dibujo, el lenguaje escrito en su
decurso o los aspectos de caracterización y “puesta en escena”. Se trata en último
término de estudiar con rigor las expresiones culturales que están recorridas por
discursos y que son portadoras de ideologías y cosmovisiones. Evidentemente, no existe
semiosis, generación de significado y de sentido, fuera del texto enunciado. Nada puede
existir fuera del texto, sin perder de vista que este incluye tanto lo dicho (el discurso)
como las zonas de silencio e indeterminación, como bien demuestra el propio Eco
analizando la sintaxis entre viñetas a lo largo de las páginas en las que pasa revista a los
fumetti de Steve Canyon, en donde esas fisuras, esos silencios entre cuadros son los que
generan la continuidad:
El hecho de que la entrega acabe aquí no es casualidad. Las once viñetas han constituido un
crescendo de indiscutible maestría, que ha conducido al lector hasta el clímax de la última
escena. En sólo el espacio de una página, Caniff ha logrado delinear un grupo de personajes
y dar comienzo a una historia. Nada ha ocurrido todavía, pero a partir de este momento el
lector está persuadido de que todo puede ocurrir. (Eco, 2003: 154-155)
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Si son Superman y el cómic los objetos de Eco en 1964, ¿será posible hoy trazar
una fenomenología de Alberto Chicote que tenga en cuenta la nueva situación del
individuo como sujeto de explotación y un análisis de la discrecionalidad de los 140
caracteres en Twitter o de los emoticonos de Whatsapp como interfaces culturales? Sin
duda, este esfuerzo exige la utilización de las desarrolladas herramientas que ha
generado en estos cincuenta años la ciencia semiótica y que nos permiten dar cuenta del
modo por el que los niveles social, político y económico se filtran en el texto a través de
las expresiones discursivas, sean cuales fueren.
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