domingo xii tiempo ordinario (c)

37
Texto Litúrgico Exégesis Comentario Teológico Santos Padres Aplicación Directorio Homilético Información 16 junio Domingo XII Tiempo Ordinario (Ciclo C) – 2016

Upload: santiago

Post on 07-Jul-2016

236 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

.

TRANSCRIPT

Page 1: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

Texto Litúrgico

Exégesis

Comentario

Teológico

Santos Padres

Aplicación

Directorio

Homilético

Información

16junio

Domingo XII Tiempo Ordinario (Ciclo C) – 2016

Page 2: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

Textos Litúrgicos· Lecturas de la Santa Misa· Guión para la Santa Misa

Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

(Domingo 19 de Junio de 2016)

LECTURAS

Verán al que ellos mismos traspasaron

Lectura de la profecía de Zacarías 12, 10-11; 13, 1

Así habla el Señor:

Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu

de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que ellos traspasaron, se

lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán amargamente como se llora al

primogénito.

Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el lamento de Hadad Rimón,

en la llanura de Meguido.

Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de

Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la impureza.

Palabra de Dios.

SALMO Sal 62, 2-6. 8-9 (R.: 2b)

R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.

Señor, Tú eres mi Dios,

yo te busco ardientemente;

Page 3: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

mi alma tiene sed de ti,

por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el Santuario

para ver tu poder y tu gloria.

Porque tu amor vale más que la vida,

mis labios te alabarán. R.

Así te bendeciré mientras viva

y alzaré mis manos en tu Nombre.

Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso,

y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda

y soy feliz a la sombra de tus alas.

Mi alma está unida a ti,

tu mano me sostiene. R.

Ustedes que fueron bautizados han sido revestidos de Cristo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 3, 26-29

Hermanos:

Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, ya que todos ustedes,

que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo.

Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer,

porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús. Y si ustedes pertenecen

a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud de la

promesa.

Palabra de Dios.

Page 4: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

ALELUIA Jn 10, 27

Aleluia.

«Mis ovejas escuchan mi voz,

Yo las conozco y ellas me siguen», dice el Señor.

Aleluia.

EVANGELIO

Tú eres el Mesías de Dios.

El Hijo del hombre debe sufrir mucho

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 18-24

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con Él, les preguntó:

«¿Quién dice la gente que soy Yo?»

Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros,

alguno de los antiguos profetas que ha resucitado».

«Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro, tomando la

palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios».

Y Él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.

«El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos,

los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer

día».

Después dijo a todos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo,

que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la

perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará».

Palabra del Señor.

Volver Textos Litúrgicos

Page 5: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

GUION PARA LA MISA

Guión Domingo XII Tiempo Ordinario

Ciclo C

Entrada: La Eucaristía es el memorial del sacrificio redentor de Cristo. Quien participa

en él, se une al misterio de la muerte del Señor que da la vida y se convierte en su

apóstol.

1ª Lectura Zac 12, 10-11; 13, 1

Aquel a quien traspasaron se convirtió en fuente abierta de salvación para

todos los que se acercan a Él.

2ª Lectura Gál 3, 26-29

Bautizados en Cristo Jesús, somos de Él revestidos, a él pertenecemos y con

él somos herederos de la vida.

Evangelio Lc 9, 18-24

Jesús predice sus propios dolores y muerte, y proclama que el que quiera

seguirlo, debe imitarlo en sus padecimientos a fin de participar en su vida.

Preces

El Señor, nuestro Dios, prometió un Espíritu de gracia y de súplica.

Pidamos entonces con confianza

A cada intención respondemos…

· Por el Santo Padre, los obispos y sacerdotes, para que en las dificultades

crecientes de nuestra civilización, encuentren e identifiquen los signos del Espíritu

Santo. Oremos…

· Por nuestra Patria, para que por intercesión de la Santísima Virgen redescubra

los inicios cristianos de su ser nacional y se comprometa en la gran tarea de la

evangelización. Oremos.

Page 6: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

· Por todos aquellos que sufren algún tipo de esclavitud, ya sea a través de las

adicciones, ya sea a través de la explotación personal, para que el Espíritu Santo, en

quien está la verdadera libertad, los libere y los haga hijos de Dios. Oremos…

· Por todos los que nos reunimos en esta Santa Misa, para que aprendamos a

ofrecer nuestra vida con sus alegrías y dolores, con el trabajo y el descanso, como

una ofrenda espiritual unida a la de Jesús. Oremos…

(Para los miembros de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado:

· Por los frutos del Capítulo General del Instituto de las Servidoras del Señor y la

Virgen de Matará, que comienza hoy, para que el Espíritu Santo sea el alma de esta

reunión y de ella se sigan grandes bienes para el Instituto y la Iglesia. Oremos…)

Tú conoces Señor, las dificultades que implica cargar con la propia cruz

cada día. Ayúdanos en esa misión que nos diste y alivia la carga de los que más

sufren. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Ofertorio

Contemplamos a Cristo y lo queremos seguir. Movidos por su Espíritu traemos

al altar:

* Estos cirios y en ellos elevamos el deseo de que la Palabra de Dios y la eucaristía

lleguen hasta los confines del mundo.

* Al ofrecer el pan y el vino, presentamos las necesidades de todos los que se

encomiendan a nuestras oraciones.

Comunión Cristo se nos entrega como alimento para probarnos sus ansias de

permanecer con nosotros.

Salida Contemplando a María Santísima al pie de la cruz, encontraremos la

fuerza y la alegría para seguir a Cristo, y servirle en los hermanos.

(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _

Page 7: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

Argentina)

Volver Textos Litúrgicos

Inicio

Exégesis · Alois Stöger

EL MESÍAS SUFRIENTE

(Lc.9,18-50).

1. MESÍAS Y SIERVO DE YAHVEH

(Lc.9,18-27).

a) Confesión de Pedro

(Lc.9,18-20)

18 Estaba él un día haciendo oración en un lugar aparte; y los discípulos estaban con

él. Y les preguntó ¿Quién dicen las gentes que soy yo? 19 Ellos le respondieron:

Unos, que Juan el Bautistas otros, que Elías, y otros, que algún profeta de los

antiguos ha resucitado.

Jesús oraba en la soledad antes de situar a los discípulos ante grandes decisiones.

Así lo hizo cuando la elección de los apóstoles (6,12), así lo hace también ahora que

se dispone a iniciarlos en el misterio de su misión (9,18), así lo hará también antes de

que asistan a la pasión y muerte de Jesús (22,32s). Cada uno de estos momentos

tiene un sentido de formación de Iglesia. La Iglesia está incorporada a la oración de

Jesús. La pregunta de Jesús quiere verificar el resultado de su actividad en Galilea y

a la vez sentar las bases para la acción ulterior. La doctrina sobre el reino se

concentra en su misión y en su posición en la historia salvífica. Los discípulos

conocen también las opiniones del pueblo sobre Jesús, que habían llegado hasta la

corte de Herodes. Los discípulos se las enumeran al Maestro. Jesús es tenido por el

profeta de los últimos tiempos; representa el retorno de uno de los profetas que

Page 8: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

habían de preparar para el tiempo final.

20 él les dijo: Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo? Tomando la palabra Pedro,

dijo: El Mesías de Dios.

La actividad en Galilea dividió al pueblo y a los discípulos. A los discípulos se dieron a

conocer los misterios del reino de Dios. Pudieron presenciar los grandes hechos de

Jesús en los que se manifestaba su dominio sobre la naturaleza desencadenada,

sobre los demonios y la muerte. Les fue dado cooperar en la milagrosa multiplicación

de los panes. Jesús tiene derecho a esperar de ellos un juicio distinto del formulado

por el pueblo. La pregunta que hizo Jesús a los apóstoles, se les había planteado con

frecuencia: como pregunta que a ellos mismos se les había ofrecido ya en el asombro

y en el sobrecogimiento, y en los títulos que le daban: Maestro, Señor, profeta. Hasta

aquí han dejado hablar al pueblo. La pregunta que ahora se les dirige los sitúa ante

una respuesta clara y decisiva. Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Pedro responde en nombre de los apóstoles. Su llamamiento representa en Lucas el

comienzo de los llamamientos de discípulos. Pedro ocupa el primer lugar en la lista de

los apóstoles; juntamente con Juan y Santiago, a los que es antepuesto, ha sido

testigo de la resurrección de la hija de Jairo.

La confesión de Pedro designa a Jesús (literalmente) como ungido de Dios, que

quiere decir también Cristo o Mesías. El título empalma con la predicción de Isaías:

«El espíritu del Señor, Yahveh, descansa sobre mí, pues Yahveh me ha ungido. Y me

ha enviado para predicar la buena nueva a los abatidos...» (Isa_61:1). Jesús es el

portador del tiempo de la salud, provisto del espíritu de Dios, el que publica el año de

perdón del Señor (Isa_61:2).

b) Primer anuncio de la pasión

(Lc/09/21-22)

21 Pero él, con severa advertencia, les ordenó que a nadie dijeran esto. 22 EI Hijo del

hombre -añadió- tiene que padecer mucho; será reprobado por los ancianos, por los

sumos sacerdotes y los escribas, y ha de ser llevado a la muerte; pero al tercer día

tiene que resucitar.

Page 9: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

Jesús prohíbe severamente a los discípulos que comuniquen a nadie la confesión de

Pedro. Es que ésta reclama todavía un complemento esencial: el Hijo del hombre...

ha de ser llevado a la muerte. Jesús no insiste en el título que le ha otorgado Pedro:

ungido de Dios. Habla más bien del Hijo del hombre, como él mismo se designa. Este

Hijo del hombre tiene que sufrir mucho, tiene que ser reprobado y llevado a la muerte.

Aquí se oye el eco de oráculos proféticos sobre el siervo de Yahveh: «Tomó sobre sí

nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores» (Isa_53:4). «Despreciado,

desecho de los hombres, varón de dolores..., ante quien se vuelve el rostro,

menospreciado, estimado en nada» (Isa_53:3). «Fue arrebatado por un juicio inicuo,

sin que nadie defendiera su causa cuando era arrancado de la tierra de los vivientes y

muerto por las iniquidades de su pueblo» (Isa_53:8). En este someterse a la pasión

cumple él los designios de Dios expresados en la Sagrada Escritura; por esto debía

suceder todo así. El profeta da su profundo significado a esta pasión y a esta muerte:

es una pasión y una muerte expiatoria; el Hijo del hombre intercede por muchos, por

todos (cf. Isa_53:12). El tercer día resucitará. «Sacado de una vida de fatigas

contempla la luz, sacia a muchísimos con su conocimiento. Por eso yo le daré por

parte suya muchedumbres y recibirá muchedumbres por botín» (cf. Isa_53:1 ls).

El comienzo de la actividad de Jesús en Galilea estaba presidido por el pasaje de la

escritura relativo al salvador ungido por el Espíritu (Isa_61:1); Pedro vuelve sobre esta

profecía aplicada a Jesús. Pero Jesús la completa con Is 53, que habla del siervo de

Yahveh que sufre y expía por los pecados de los hombres. La acción y la misión de

Jesús se comprende por la palabra de Dios. Como Hijo de Dios es ambas cosas:

Salvador de los últimos tiempos y siervo sufriente de Yahveh.

c) Seguir a Cristo en la pasión

(Lc.9,23-27)

23 Decía luego a todos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,

cargue cada día con su cruz y sígame. 24 Pues quien quiera poner a salvo su vida, la

perderá; pero quien pierda su vida por mí, la pondrá a salvo. 25 Porque ¿qué

provecho saca un hombre ganando el mundo entero si se echa a perder o se daña a

sí mismo?

Page 10: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

El discípulo de Jesús va en pos de Jesús, sigue a Jesús. Puesto que él se somete a

la pasión y a la muerte, también el discípulo tiene que estar dispuesto a seguir por

amor de Jesús el camino de la pasión y de la muerte. Ser discípulo es seguirle en la

pasión. Seguir a Jesús en la pasión consiste en negarse uno a sí mismo y cargar con

la cruz. Dado que los discípulos siguen al Maestro que es entregado a la muerte,

deben estar dispuestos a no conocerse ya a sí mismos, a decir un no a sí mismos y a

su vida, a odiar su propia vida (Lc.14:26) y a cargar con la cruz como Jesús. Más aún,

a dejarse clavar en la cruz, que entonces se consideraba como la manera más

ignominiosa, más cruel y más horrorosa de morir. El seguimiento en la pasión exige

prontitud para sufrir el martirio ( Isa_6:22).

Al decir que el discípulo ha de cargar con la cruz añade Lucas: cada día. El martirio

es cosa que sucede una sola vez, mientras que el seguimiento de Jesús en la pasión

debe reanudarse cada día. «Por muchas tribulaciones tenemos que pasar para entrar

en el reino de Dios» (Hec_14:22). El que se declara por Jesús, el que vive según su

palabra y cumple la voluntad de Dios tal como él la proclamó, ha de tropezar con

oposición desde fuera y desde dentro. Los hombres odiarán y escarnecerán a los

discípulos por causa del Hijo del hombre (Hec_6:22). Hay que dar una negativa

decidida a las preocupaciones excesivas, a la riqueza y al ansia de placeres, a fin de

que no se ahogue la palabra de Dios (Hec_8:14).

Jesús da fuerzas para negarse a sí mismo y para cargar con la cruz. Con lo que

parece echarse a perder a sí mismo se logra salvar la vida. Por el camino de la

pasión y de la cruz entra Jesús en la gloria de la resurrección. También para los

discípulos, después de seguir a Cristo en la pasión viene la gloria de la vida eterna.

Una paradoja acuñada por Jesús. Quien pone a salvo la vida, la pierde;

sacrificándola, se gana. Quien se aferra desesperadamente a la vida y no quiere

perder nada de lo que hace la vida más bella y más aceptable, el que rechaza todo lo

que le resulta desagradable, éste pierde la vida en el mundo futuro y la segura

esperanza de salvación. Se salva, no el que quiere ponerse en salvo, sino el que

practica la entrega; no se pone en salvo el que se apega nerviosamente al propio yo y

a sus propios deseos, sino el que se da. No salva la vida y el propio yo el que lo

protege con ansiedad, sino el que se entrega generosamente.

Page 11: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

Con un cálculo muy sobrio, en cierto modo mercantil, invita Jesús a su seguimiento en

la pasión. El que quiera seguir al siervo sufriente de Yahveh, a Jesús, debe estar

pronto al martirio, a muchas tribulaciones, a perjudicarse a sí mismo. Tal seguimiento

plantea una decisión. Por un lado está como ganancia la preservación de la vida

terrena y la satisfacción del ansia de gozar, por el otro lado el logro de la vida eterna,

verdadera satisfacción del ansia de vivir, en el reino de Dios. El que no quiera seguir

al Cristo de la pasión, tampoco podrá entrar en el reino de Dios.

¿Cómo se ha de efectuar la elección? Lo decisivo es la salvación de uno mismo.

¿Qué provecho saca el hombre ganando el mundo entero, si se echa a perder a sí

mismo? Lucas se sirve de dos expresiones: se echa a perder o se daña a sí mismo.

También adapta estas palabras de Cristo a la vida cristiana de cada día. No todo lo

que no puede conciliarse con seguir a Jesús y con su palabra, destruye la vida eterna;

algunas cosas sólo la dañan. Aun lo que sólo la daña debe descartarse con serena

ponderación.

(Stöger, Alois, El Evangelio según San Lucas, en El Nuevo Testamento y su

Mensaje, Editorial Herder, Madrid, 1969)

________________________________

«Cargar con su cruz» lo entendió seguramente Lc en el sentido de que el discípulo

debe estar dispuesto, como Jesús, a tomar sobre sí los oprobios, los dolores y la

muerte que acompañan a la cruz. ¿Cómo se explica en labios de Jesús este «cargar

con la cruz»? En la predicción de la pasión sólo habló de que le darían muerte.

¿Quería con las palabras dirigidas a los discípulos determinar más en concreto su

muerte violenta como muerte en cruz? ¿O acaso no habló todavía de cruz, sino quizá

de «yugo» (Mat_11:29), o de una señal de pertenencia (cf. Eze_9:4-6 : tau, T),

mientras que después de la muerte de Jesús, una vez entendidas mejor las cosas, se

puso el término «cruz»? En todo caso, la antigua literatura judía no tiene ninguna

locución que corresponda a las palabras de Jesús.

Volver Exégesis

Page 12: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

Inicio

Comentario Teológico· P. José A. Marcone, IVE

Jesús, Mesías sufriente

Inmediatamente después de que Pedro confesara a Jesús como Mesías e Hijo de

Dios, Jesucristo les anuncia que va a morir asesinado por los judíos. Por lo tanto,

esto sucedió en julio o agosto del 781 U.c. El evangelio dice: “Desde entonces

comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir

mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y

resucitar al tercer día” (Mt 16,21).

La ocasión en que Jesús anuncia su muerte tiene mucha importancia. Al hacerlo

inmediatamente después de la confesión de Pedro quería aclarar cuál era la

naturaleza del Mesías. Los judíos, y por contagio también los Apóstoles y los

discípulos, esperaban un Mesías poderoso en obras, que iba a liberar al pueblo judío

con poder humano, un Mesías espectacular y político, que con fuerzas humanas iba a

acabar con los enemigos del pueblo judío. Esta concepción estaba originada en la

corrupción teológica de los fariseos. Ellos habían falseado la interpretación de la

Sagrada Escritura y habían cercenado todo lo que en ellas se decía del Mesías

sufriente. En efecto, Isaías presenta al Mesías como el Siervo sufriente, aquel que

carga sobre sus hombros el pecado del mundo y es llevado al matadero como un

cordero manso (cf. Is 53,1-12). Pero los fariseos habían borrado de un plumazo todo

el aspecto doloroso de las profecías sobre el Mesías, para poder maquillar la

verdadera fisonomía del Mesías y presentar un Mesías más aceptable para la

sensibilidad humana, quitando de esa manera lo esencial del Mesías, es decir, su

misión de redimir al hombre del pecado a través de su sufrimiento. Esto también

estaba profetizado en Isaías: “¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba

y nuestros dolores los que soportaba! (…) Él ha sido herido por nuestras rebeldías,

molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus

Page 13: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

cardenales hemos sido curados. (…) Yahveh descargó sobre él la culpa de todos

nosotros. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó sobre sí los crímenes de ellos.

Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre, porque

se entregó a sí mismo a la muerte y fue contado entre los malhechores; él tomó sobre

sí el pecado de las multitudes e intercedió por los pecadores” (Is 53,4-6; 11-12).

Ahora que Pedro (y junto con él todos los Apóstoles) había declarado con toda

claridad cuál era la personalidad de Cristo, Dios y Mesías, era necesario aclarar qué

tipo de Mesías era. En el evangelio de San Marcos se indica las cuatro experiencias

que el Mesías debe pasar para configurarse como el Mesías del sufrimiento: padecer

mucho, ser rechazado, ser muerto y resucitar (Mc 8,31). Y esto es presentado con

una necesidad teológica: es necesario que el Hijo del hombre padezca; el Hijo del

hombre debe padecer. Esta es una expresión técnica en teología y en exégesis,

llamada pasivo teológico. La frase ‘es necesario’ está en voz pasiva, y expresa una

voluntad absoluta de Dios que no puede dejar de cumplirse. Por lo tanto, el hecho de

que Cristo la exprese de esta manera indica que se trata de una revelación divina. Al

presentar la necesidad de su sufrimiento con esa frase está expresando que es Dios

quien le ha comunicado esa verdad y Él se la manifiesta a sus Apóstoles como una

verdad divina que debe ser aceptada porque viene directamente de Dios.

Y es precisamente aquí donde Pedro muestra sus limitaciones. Si antes había

manifestado una gran delicadeza para identificar una revelación del Padre indicándole

que Jesucristo es Dios y es el Mesías, ahora equivoca el rumbo interpretando la frase

de Jesús como no venida de Dios; es decir, no acepta la palabra de Cristo acerca de

su sufrimiento como una revelación de Dios. Su concepción humana del Mesías y su

repugnancia natural al sufrimiento lo hacen rechazar el aspecto doloroso del Mesías y

lo hacen desconocer una revelación divina.

El verbo que usa Pedro para amonestar a Jesús es el verbo reprender (en griego:

epitimán); y Jesús usa el mismo verbo para reprender a Pedro. “Tomándole aparte,

Pedro, se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos,

reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Ve detrás de mí, satanás! porque tus pensamientos

Page 14: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

no son los de Dios, sino los de los hombres»” (Mc 8,32-33). Y el verbo epitimán es el

que usa el evangelista San Marcos para describir la expulsión de un espíritu impuro

(Mc 1,25; 3,12; 9,25). Por lo tanto, es como si Pedro, al escuchar las palabras de

Jesús sobre el sufrimiento y la muerte, viera en Jesús un mal espíritu que es

necesario arrojarlo de Jesús. Y Jesús lo mismo respecto a Pedro. Uno quiere liberar

al otro de su espíritu. Pero la frase de Jesús quita toda incertidumbre. Es Pedro el

que, al rechazar el sufrimiento, se ha puesto en la línea del Mesías que satanás

deseaba: un Mesías que rechazara la cruz y la muerte, tal como el mismo demonio

trató de hacer con Jesús en las tentaciones del desierto.

En ningún paso del evangelio se narra un disenso tan fuerte entre Jesús y Pedro.

Pedro no siente que esa sea la disposición de Dios, no está abierto a la revelación

del Padre que Jesús les proclama: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho

y sea matado”. Jesús no acepta la situación confidencial y privada que Pedro busca,

sino que, implicando a los otros discípulos, lo reprende abiertamente. En realidad, la

frase que usa Jesús para indicar a Pedro lo que debe hacer es, literalmente, “ve

detrás de mí” (en griego: hupáge opíso mou). Son las mismas palabras que usó Jesús

para llamarlos a su vocación de discípulos. Quiere decir que Jesús reubica a Pedro

en el lugar que le corresponde. Pedro no se había colocado como discípulo, sino

como maestro de Jesús, como maestro del Maestro. Y esto Jesús no lo acepta de

ninguna manera. Jesús ha hecho una verdadera revelación de la voluntad de Dios y

Pedro, al oponerse a las palabras de su Maestro, se contrapuso a Dios mismo, se

comportó exactamente como satanás, que es el opositor de Dios por antonomasia.

Otro aspecto que demuestra la ceguedad de Pedro y su horror por el sufrimiento es

que no capta que Jesús también está revelando y anunciando su resurrección: “El

Hijo del Hombre debe padecer mucho, ser rechazado (…), y ser llevado a la muerte y

resucitar después de tres días” (Mc 8,31). También la resurrección formaba parte de

esta revelación de la voluntad de Dios. Pero el temor al dolor y a la prueba había

enajenado completamente sus espíritus.

Page 15: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

De esta manera Jesús completa la revelación acerca del Mesías. Había aceptado

como venidas del Padre las palabras de Pedro con las que lo reconocía Dios y

Mesías. Ahora completa esa revelación precisando cómo sería el Mesías: no un

Mesías espectacular y triunfador con medios humanos, sino un Mesías sufriente, lleno

de dolor, que ofrecería su sufrimiento por la salvación del mundo.

Esto sucede casi al fin de la segunda etapa de la su vida pública, la etapa más larga,

la que Él consagra a formar a sus discípulos, a darles su doctrina, a formar la Iglesia;

en otras palabras, la etapa de Galilea. En la tercera etapa, que veremos dentro de

poco, la etapa de la subida a Jerusalén, Jesús vuelve a anunciar sus sufrimientos, su

muerte y su resurrección otras dos veces. Con el anuncio que acabamos de presentar

son tres las veces que Jesús anuncia su muerte. El número tres implica plenitud e

insistencia. Jesús quiere dejar muy claro en qué consiste su mesianidad, la

mesianidad del dolor, y de esta manera prepara a sus discípulos para el escándalo de

la cruz (cf. 1Cor 1-2).

En Mc 9,31 Jesús dice otra vez: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de

los hombres, y lo matarán, y después de muerto resucitará a los tres días”.

Y de nuevo vuelve a repetir más adelante, en Mc 10,33-34, de una manera mucho

más detallada: “Mirad, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a

los príncipes de los sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le

entregarán a los gentiles; se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán,

pero después de tres días resucitará”.

A este tercer anuncio de su muerte sigue otra incomprensión de sus discípulos; una

vez más el mensaje de la cruz crea oposición. Esta la vez la oposición se manifiesta a

través del pedido de Juan y Santiago, hijos del Zebedeo, de sentarse a la derecha del

Hijo del hombre cuando Él esté en su reino. Jesús habla de sufrimiento y ellos hablan

de poder. Esto dará ocasión a Jesucristo para enseñarles que el mensaje central del

evangelio y la actitud correcta de todo discípulo es, en todo momento, el servicio a los

más pobres y a los más necesitados: “Quien quiera llegar a ser grande entre vosotros,

Page 16: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

que sea vuestro servidor; y quien entre vosotros quiera ser el primero, que sea

esclavo de todos” (Mc 10,43-44).

Y con este motivo Jesucristo dirá una frase que es esencial para entender todo el

evangelio y para entender el tipo de Mesías que será Jesús: “Porque el Hijo del

Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención de

muchos” (Mc 10,44). ¿A qué redención se refiere? A la redención del pecado. Ya lo

había dicho Juan Bautista: “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del

mundo” (Jn 1,29). De esta manera Jesucristo completa toda su doctrina respecto a sí

mismo: es Dios hecho hombre y es el Mesías, pero un Mesías que morirá en la cruz

para salvar a los hombres de sus pecados; su sangre será el precio de nuestra

redención. La misión del Mesías es una misión espiritual, ordenada a la consecución

de la vida eterna; no es una misión temporal, circunscripta a esta tierra. Y esa misión

encuentra su culmen y su núcleo más importante en su pasión, muerte y resurrección.

Con esto Jesucristo completa todo aquello que quería revelarles a sus discípulos

sobre sí mismo: es Dios, es el Mesías y un Mesías sufriente por el perdón de los

pecados. Nos acercamos al final de esta segunda e importante etapa. Sólo queda

considerar el misterio de su Transfiguración, que será el ápice de esta segunda etapa

y la preparación para la tercera.

__________________________________

Cf. Stock, K., Vangelo secondo Marco…, p. 139 – 140.

Volver Comentario Teológico

Inicio

Santos Padres· San Ambrosio

Testimonio de Pedro

Page 17: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

93. Y díjoles: ¿quién decís vosotros que soy yo? Respondió Simón Pedro: El Cristo

de Dios.

La opinión de las masas tiene su interés: unos creen que ha resucitado Elías, que

ellos pensaban que había de venir; otros Juan, que reconocían había sido decapitado;

o uno de los profetas antiguos. Pero investigar más sobrepasa nuestras posibilidades:

es sentencia y prudencia de otro. Pues, si basta al apóstol Pablo no conocer más que

a Cristo, y crucificado (1 Co 2, 2), ¿qué puedo desear conocer más que a Cristo? En

este solo nombre está expresada la divinidad, la encarnación y la realidad de la

pasión. Aunque los demás apóstoles lo conocen, sin embargo, Pedro responde por

los demás: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Así ha abarcado todas las cosas al

expresar la naturaleza y el nombre, en el cual está la suma de todas las virtudes.

¿Vamos nosotros a solucionar las cuestiones sobre la generación de Dios, cuando

Pablo ha juzgado que él no sabe nada fuera de Cristo Jesús, y crucificado, cuando

Pedro ha creído no deber confesar más que al Hijo de Dios? Nosotros investiguemos,

con los ojos de la debilidad humana cuándo y cómo Él ha nacido, y cuál es su

grandeza. Pablo ha reconocido en esto el escollo de la cuestión, más que una utilidad

para la edificación, y ha decidido no saber otra cosa que Cristo Jesús. Pedro ha

sabido que en el Hijo de Dios están todas las cosas, pues el Padre lo ha dado todo al

Hijo (Jn 3, 35). Si dio todo, transmitió también la eternidad y la majestad que posee.

Pero ¿para qué ir más lejos? El fin de mi fe es Cristo, el fin de mi fe es el Hijo de Dios;

no me es permitido conocer lo que precede a su generación, pero tampoco me está

permitido ignorar la realidad de su generación.

94. Cree, pues, de la manera en que ha creído Pedro, a fin de ser feliz tú también,

para merecer oír tú mismo también: Pues no ha sido la carne ni la sangre la que te lo

ha revelado, sino mi Padre que está en los cielos. Efectivamente, la carne y la sangre

no pueden revelar más que lo terreno; por el contrario, el que habla de los misterios

en espíritu no se apoya sobre las enseñanzas de la carne ni de la sangre, sino sobre

la inspiración divina. No descanses tú sobre la carne y la sangre, no sea que

adquieras las normas de la carne y de la sangre y tú mismo te hagas carne y sangre.

Pues el que se adhiere a la carne, es carne el que se adhiere a Dios es un solo

espíritu (con El) (1 Co 6, 17). Mi espíritu, dice, no permanecerá nunca más con estos

hombres, porque son carnales (Gn 6, 3).

Page 18: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

95. Más ¡ojalá que los que escuchan no sean carne ni sangre, sino que, extraños a

los deseos de la carne y de la sangre, puedan decir: No temeré qué pueda hacerme

la carne! (Sal 55, 5). El que ha vencido a la carne es un fundamento de la Iglesia y, si

no puede igualar a Pedro, al menos puede imitarle. Pues los dones de Dios son

grandes: no sólo ha restaurado lo que era nuestro, sino que nos ha concedido lo que

era suyo.

96. Sin embargo, podemos preguntarnos por qué la multitud no veía en Él otro más

que Elías, Jeremías o Juan Bautista. Elías, tal vez, porque fue llevado al cielo; pero

Cristo no es Elías: uno es arrebatado al cielo, el otro regresa; uno, he dicho, ha sido

arrebatado, el otro no ha creído una rapiña ser igual a Dios (Flp 2, 6); uno es vengado

por las llamas que él invoca (1 R 18, 38), el otro ha querido mejor sanar a sus

perseguidores que perderlos. Mas ¿por qué lo han creído Jeremías? Tal vez porque

él fue santificado en el seno de su madre. Pero Él no es Jeremías. Uno es santificado,

el otro santifica; la santificación de uno ha comenzado con su cuerpo, el otro es el

Santo del Santo. ¿Por qué, pues, el pueblo creía que era Juan? ¿No será porque

estando en el seno de su madre percibió la presencia del Señor? Pero Él no es Juan:

uno adoraba estando en el seno, el otro era adorado; uno bautizaba con agua, Cristo

en el Espíritu; uno predicaba la penitencia, el otro perdonaba los pecados.

97. Por eso Pedro no ha seguido el juicio del pueblo, sino que ha expresado el suyo

propio al decir: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo. El que es, es siempre, no ha

comenzado a ser, di dejará de ser. La bondad de Cristo es grande porque casi todos

sus nombres los ha dado a sus discípulos: Yo soy, dice, la luz del mundo (Jn 8, 12); y,

sin embargo, este nombre, del que Él se gloría, lo ha dado a sus discípulos cuando

dijo: Vosotros sois la luz del mundo (Mt 5, 14). Yo soy el pan vivo (Jn 6, 51); y todos

nosotros somos un solo pan (1 Co 10, 17). Yo soy la verdadera vid (Jn 15, 1); y Él te

dice: Yo te planté de la vid más generosa, toda verdadera ( Jr 2, 21). Cristo es piedra

—pues bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo (1 Co 10, 4)—,

y Él tampoco ha rehusado la gracia de este nombre a su discípulo, de tal forma que él

es también Pedro, para que tenga de la piedra la solidez constante, la firmeza de la

fe.

Page 19: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

98. Esfuérzate también tú en ser piedra. Y así, no busques la piedra fuera de ti, sino

dentro de ti. Tu piedra es tu acción; tu piedra es tu espíritu. Sobre esta piedra se

edifique tu casa, para que ninguna borrasca de los malos espíritus puedan tirarla. Tu

piedra es la fe; la fe es el fundamento de la Iglesia. Si eres piedra, estarás en la

Iglesia, porque la Iglesia está fundada sobre piedra. Si estás en la Iglesia, las puertas

del infierno no prevalecerán sobre ti: las puertas del infierno son las puertas de la

muerte, y las puertas de la muerte no pueden ser las puertas de la Iglesia.

99. Pero ¿qué son las puertas de la muerte, es decir, las puertas del infierno, sino las

diversas especies de pecados? Si fornicas, has pasado las puertas de la muerte. Si

dejas la fe buena, has franqueado las puertas del infierno. Si has cometido un pecado

mortal, has pasado las puertas de la muerte. Más Dios tiene poder de abrirte las

puertas de la muerte, para que proclames sus alabanzas en las puertas de la hija de

Sión (Sal 9, 14). En cuanto a las puertas de la Iglesia, éstas son las puertas de la

castidad, las puertas de la justicia, que el justo acostumbra a franquear: Ábreme, dice,

las puertas de la justicia, y, habiendo pasado por ellas, alabaré al Señor (Sal 117, 19).

Pero como la puerta de la muerte es la puerta del infierno, la puerta de la justicia es la

puerta de Dios; pues he aquí la puerta del Señor, los justos entrarán por ella (ibíd.,

20). Por eso, huye de la obstinación en el pecado, para que las puertas del infierno no

triunfen sobre ti; porque, si el pecado se adueña en ti, ha triunfado la puerta de la

muerte. Huye, pues, de las riñas, disensiones, de las estrepitosas y tumultuosas

discordias, para que no llegues a traspasar las puertas de la muerte. Pues el Señor

no ha querido al principio ser proclamado, para que no se levantase ningún tumulto.

Exhorta a sus discípulos que a nadie digan: El Hijo del hombre ha de padecer mucho,

ser rechazado de los ancianos y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas,

ser muerto, y resucitar al tercer día (Lc 9, 22).

100. Tal vez el Señor ha añadido esto porque sabía que sus discípulos difícilmente

habían de creer en su pasión y en su resurrección. Por eso ha preferido afirmar El

mismo su pasión y su resurrección, para que naciese la fe del hecho y no la discordia

del anuncio. Luego Cristo no ha querido glorificarse, sino que ha deseado aparecer

sin gloria para padecer el sufrimiento; y tú, que has nacido sin gloria, ¿quieres

glorificarte? Por el camino que ha recorrido Cristo es por donde tú has de caminar.

Esto es reconocerle, esto es imitarle en la ignominia y en la buena fama (cf. 2 Co 6,

8), para que te gloríes en la cruz, como El mismo se ha gloriado. Tal fue la conducta

Page 20: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

de Pablo, y por eso se gloría al decir: Cuanto a mí, no quiera Dios que me gloríe sino

en la cruz de nuestro Señor Jesucristo (Ga 6, 14).

101. Pero veamos por qué según San Mateo (16, 20), nosotros encontramos que son

avisados los discípulos de no decir a nadie que Él es el Cristo, mientras que aquí se

les increpa, según está escrito, de no decir a nadie que Él ha de padecer mucho y

que ha de resucitar. Advierte que en el nombre de Cristo se encierra todo. Pues Él

mismo es el Cristo que ha nacido de una Virgen, que ha realizado maravillas ante el

pueblo, que ha muerto por nuestros pecados y ha resucitado de entre los muertos.

Suprimir una de estas cosas equivale a suprimir tu salvación. Pues aun los herejes

parecen tener a Cristo con ellos: nadie reniega el nombre de Cristo; pero es renegar a

Cristo no reconocer todo lo que pertenece a Cristo. Por muchos motivos. Él ordena a

sus discípulos guardar silencio: para engañar al demonio, evitar la ostentación,

enseñar la humildad, y también para que sus discípulos, todavía rudos e imperfectos,

no queden oprimidos por la mole de un anuncio completo.

102. Examinemos ahora por qué motivo manda callar también a los espíritus impuros.

Nos descubre esto la misma Escritura, pues Dios dice al pecador: ¿Por qué cuentas

tú mis justicias? (Sal 49, 16). No sea que, mientras oye al predicador, siga que yerra;

pues mal maestro es el diablo, que muchas veces mezcla lo falso con lo verdadero,

para cubrir con apariencias de verdad su testimonio fraudulento.

103. Consideremos también aquí: ¿Es ahora la primera vez que Él ordena a sus

discípulos no digan a nadie que Él es el Cristo? ¿O lo ha recomendado ya cuando

envió a los doce apóstoles y les prescribió: No vayáis a los gentiles, ni entréis en

ciudad de samaritanos; id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel; curad a

los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, arrojad a los demonios,

e informaos de quien hay en ella digno y quedaos allí hasta que partáis (Mt 10, 5ss).

No se ve en esta ordenación que predicasen a Cristo Hijo de Dios.

104. Hay, pues, un orden para la discusión y un orden para la exposición; también

nosotros, cuando los gentiles son llamados a la Iglesia, debemos establecer un orden

en nuestra actuación: primero enseñar que sólo hay un Dios, autor del mundo y de

todas las cosas, en quien vivimos, existimos y nos movemos, y de la raza del cual

Page 21: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

somos nosotros (Hch 17, 28); de tal modo que debemos amarle no sólo por los

beneficios de la luz y de la vida, sino, más aún, por cierto parentesco de raza. Luego

destruiremos la idea que ellos tienen de los ídolos, pues la materia del oro, de la plata

o de la madera, no puede tener una energía divina. Habiéndoles convencido de la

existencia de un solo Dios, tú podrás, gracias a Él, mostrar que la salvación nos ha

sido dada por Jesucristo, comenzando por lo que Él ha realizado en su cuerpo y

mostrando el carácter divino, de modo que aparezca que Él es más que un hombre,

habiendo vencido la muerte por su fuerza propia, y que este muerto ha resucitado de

los infiernos. Efectivamente, poco a poco es como aumenta la fe: viendo que es más

que un hombre, se cree que es Dios; pues sin probar que Él no ha podido realizar

estas cosas sin un poder divino, ¿cómo podrías demostrar que había en Él una

energía divina?

105. Más, si, tal vez, esto te parezca de poca autoridad y fe, lee el discurso dirigido

por el Apóstol a los atenienses. Si al principio Él hubiera querido destruir las

ceremonias idolátricas, los oídos paganos hubieran rechazado sus palabras. El

comenzó por un solo Dios, creador del mundo, diciendo: Dios que ha hecho el mundo

y todo lo que en él se encuentra (Hch 17, 24). Ellos no podían negar que hay un solo

autor del mundo, un solo Dios, un creador de todas las cosas. El añade que el Dueño

del cielo y de la tierra no se digna habitar en las obras de nuestras manos; puesto que

no es verosímil que el artista humano encierre en la vana materia del oro y de la plata

el poder de la divinidad; el remedio para este error, decía, es el deseo de arrepentirse.

Luego vino a Cristo y no quiso, sin embargo, llamarlo Dios más que hombre: En el

hombre, dice, que Él ha designado a la fe de todos resucitándole de la muerte. En

efecto, el que predica ha de tener presente la calidad de las personas que le

escuchan, para no ser burlado antes de ser entendido. ¿Cómo habrían creído los

atenienses que el Verbo se hizo carne, y que una Virgen ha concebido del Espíritu

Santo, si se reían cuando oían hablar de la resurrección de los muertos? Sin

embargo, Dionisio Areopagita ha creído y creyeron los demás en este hombre para

creer en Dios. ¿Qué importa el orden en que cada uno cree? No se pide la lección

desde el principio, sino que desde el principio se llegue a la perfección. Él ha instruido

a los atenienses siguiendo ese método, y éste es el que nosotros debemos seguir con

los gentiles

106. Más cuando los apóstoles se dirigen a los judíos, ellos dicen que Cristo es Aquel

Page 22: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

que nos ha sido prometido por los oráculos de los profetas. Ellos no lo llaman desde

el principio y por su propia autoridad Hijo de Dios, sino un hombre bueno, justo, un

hombre resucitado de entre los muertos, el hombre del que habían dicho los profetas:

Tú eres mi hijo, yo hoy te he engendrado (Sal 2, 7). Luego también tú, en las cosas

difíciles de creer, acude a la autoridad de la palabra divina y muestra que su venida

fue prometida por la voz de los profetas; enseña que su resurrección había sido

afirmada también mucho tiempo antes por el testimonio de la Escritura —no aquella

que es normal y común a todos—, a fin de obtener, estableciendo su resurrección

corporal, un testimonio de su divinidad. Habiendo constatado, en efecto, que los

cuerpos de los otros sufren la corrupción después de muertos, para éste, del cual se

ha dicho: Tú no permitirás que tu Santo vea la corrupción (Sal 15, 10), reconocerás la

exención de la fragilidad humana, muestras que El sobrepasa las características de la

naturaleza humana y, por lo tanto, ha de acercarse más a Dios que a los hombres.

107. Si se trata de instruir a un catecúmeno que quiere recibir los sacramentos de los

fieles, es necesario decir que hay un solo Dios, de quien son todas las cosas, y un

solo Jesucristo, por quien son todas las cosas (1 Co 8, 6); no hay que decirle que son

dos Señores; que el Padre es perfecto, perfecto igualmente el Hijo, pero que el Padre

y el Hijo no son más que una sustancia; que el Verbo eterno de Dios, Verbo no

proferido, sino que obra, es engendrado del Padre, no producido por su palabra.

Luego les está prohibido a los apóstoles anunciarlo como Hijo de Dios, para que más

tarde lo anuncien crucificado. El esplendor de la fe es comprender verdaderamente la

cruz de Cristo. Las otras cruces no sirven para nada; sólo la cruz de Cristo me es útil,

y realmente útil; por ella el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo (Ga

6, 15). Si el mundo está crucificado para mí, yo sé que está muerto; yo no lo amo; yo

sé que él pasa: yo no lo deseo; yo sé que la corrupción devorará a este mundo: yo lo

evito como maloliente, lo huyo como la peste, lo dejo como nocivo.

108. Más, ciertamente, no pueden creer inmediatamente que la salvación ha sido

dada a este mundo por la cruz. Muestra, pues, por la historia de los griegos que esto

fue posible. También el Apóstol, con ocasión de persuadir a los incrédulos, no rehúsa

los versos de los poetas para destruir las fábulas de los poetas. Si se recuerda que

muchas veces legiones y grandes pueblos han sido librados por el sacrificio y la

muerte de algunos, como lo afirma la historia griega; si se recuerda que la hija de un

Page 23: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

jefe ha sido ofrecida al sacrificio para hacer pasar los ejércitos de los griegos; si

consideramos, en nosotros, que la sangre de los carneros, de los toros y la ceniza de

una ternera santifica por su aspersión para purificar la carne, como está escrito en la

carta a los Hebreos (9, 13); si la peste, atraída a ciertas provincias por tales pecados

de los hombres, ha sido conjurada, se dice, por la muerte de uno solo, lo cual ha

prevalecido por un razonamiento o resultado por una disposición, para que se crea

más fácilmente en la cruz de Cristo, estará propenso a que los que no pueden

renegar su historia confirmen la nuestra.

109. Mas como ningún hombre ha sido tan grande que haya podido quitar los

pecados de todo el mundo —ni Enoc, ni Abrahán, ni Isaac, que aunque fue ofrecido a

la muerte, sin embargo, fue dejado, porque él no podía destruir todos los pecados, ¿y

qué hombre fue bastante grande que pudiese expiar todos los pecados? Ciertamente,

no uno del pueblo, no uno de tantos, sino el Hijo de Dios, que ha sido escogido por

Dios Padre; estando por encima de todos, Él podía ofrecerse por todos; Él debía

morir, a fin de que, siendo más fuerte que la muerte, librase a los otros, habiendo

venido a ser, entre los muertos, libre, sin ayuda (Sal 87, 5), libre de la muerte sin

ayuda del hombre o de una criatura cualquiera, y verdaderamente libre, puesto que

rechazó la esclavitud de la concupiscencia y no conoció las cadenas de la muerte.

SAN AMBROSIO, Tratado sobre el Evangelio de San Lucas (I), L.6, 93-109, BAC

Madrid 1966, pág. 334-44

Volver Santos Padres

Inicio

Aplicación· P. Alfredo Sáenz, S.J.· San Juan Pablo II . P. Jorge Loring, S.J.

P. Alfredo Sáenz, SJ..

Page 24: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

EL VERDADERO MESÍAS

El evangelio que nos propone la Iglesia en este domingo contiene la reveladora

"confesión de Pedro". Tras ella, el Señor declaró cuál era la condición para poder

seguirlo: cargar cada uno su propia cruz.

1. La confesión de Pedro

Vayamos a lo primero. Es el mismo Cristo quien interroga a aquellos que son sus

más allegados, acerca de su persona y de la opinión que la gente tenía de El:

"¿Quién dice la gente que soy yo?".

Los apóstoles respondieron dando cuenta de las opiniones más benévolas que del

Señor se escuchaban: que era Juan el Bautista, o el profeta Elías, u otro de los

profetas que había resucitado.

Es verdad que también se oían otros comentarios sobre la persona de Jesús: unos

decían que "estaba loco", o "endemoniado"; para otros era "un glotón y un borracho",

un "impostor", un "blasfemo", etc. De tales apodos, los apóstoles no dicen ni una

palabra. Eran las opiniones, que sus contemporáneos se habían formado del Señor.

Todas ellas nos confirman lo que dice San Juan en el prólogo de su evangelio: "El

mundo no lo conoció". El pueblo elegido, el pueblo de la Alianza y de las promesas,

no sólo no quiso recibir a su Mesías sino que incluso falsificó su imagen.

Los judíos soñaban con un Mesías mundano, rodeado de gloria terrena, un gran

conquistador, y sobre todo un liberador del sometimiento al yugo romano. Esperaban

al que iba a "restaurar el reino de Israel", al Mesías victorioso.

He aquí la gran tentación: fabricarse un mesías propio, a gusto de cada cual. A partir

de ello se seguiría todo lo demás. Si no era el Mesías esperado, era un borracho, un

loco, un endemoniado, etc. Es ésta una tentación que no ha dejado de tener vigencia,

Page 25: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

prolongándose a lo largo de los siglos. No sólo los fariseos, los sumos sacerdotes o lo

contemporáneos de Jesús se equivocaban. Muchos erraron asimismo en las filas de

la Iglesia católica, no sólo durante los primeros siglos, como los herejes Arrio,

Nestorio, y otros, negando la divinidad o la humanidad de Jesucristo, sino también en

nuestros propios tiempos, como aquellos que ven en Cristo "un profeta más", "un

guerrillero", "un gran moralista", "el flaco", "el buscado", etc.

Según la imagen o el concepto que tengamos de Cristo, así será la imagen del

cristianismo y de Iglesia que daremos al mundo. Actualmente existe la tendencia a

dejar de lado la divinidad del Señor. A la idea de un Cristo meramente hombre

corresponde la idea de una Iglesia humana, compuesta por empleados y funcionarios.

Ello es gravísimo, ya que si Cristo no fuese Dios, aún no habríamos sido redimidos, ni

la Iglesia tendría el poder de "santificar". Si Cristo fuese un guerrillero, o un político

más, la Iglesia serviría esencialmente a fines terrenos e Intramundanos. Sería una

Iglesia secularizada.

Si nos quedamos solamente con la humanidad de Cristo, estamos mutilando la figura

del Señor. Hagamos nuestra la ardorosa confesión de Pedro: "Tú eres el Mesías de

Dios", es decir, el Verbo encarnado, el Dios hecho hombre.

2. Cargar la Cruz

Inmediatamente de la confesión de Pedro, el primero en confesar pública y

certeramente la humanidad y la divinidad de Cristo, el Señor ordenó a sus apóstoles

que guardasen el "secreto mesiánico".

Los judíos no entendían las Escrituras. Esperaban, como dijimos, otro tipo de mesías.

No estaba en sus planes un Salvador que naciese en un pesebre y que muriese en

una cruza No se equivocaban, por cierto, cuando pensaban en un mesías victorioso,

triunfante y glorioso. Pero ignoraban que para llegar allí tendría que pasar por el dolor;

no podían concebir a un Mesías paciente, sacrificado, humillado y traspasado.

Page 26: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

Todavía hoy, muchos que se dicen cristianos creen que seguir a Cristo es participar

de sus misterios gozosos y gloriosos. ¡De los dolorosos... ni mencionarlos! Lo terrible

es que habiendo pasado tantos años persista la misma tentación: un Mesías sin Cruz.

Leamos nuevamente el texto evangélico: "El Hijo del hombre –les dijo– debe sufrir

mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser

condenado a muerte y resucitar al tercer día".

El Mesías en cruz no debe escandalizamos: así las profecías lo habían anunciado y

así se cumplió. La Cruz es la "hora del Señor", es la salvación de la humanidad, es la

revelación del amor que Dios tiene a los hombres. Lo que sí debe llenarnos de

asombro es la dificultad que tenemos para entender este misterio de la Cruz y cuánto

nos cuesta tomar sobre los hombros la propia cruz. El Señor nos lo ha dicho de

manera categórica: Si quieres seguirme, es decir, si quieres ser "cristiano", "carga tu

cruz".

Bien decía Tomás de Kempis que "muchos son los que siguen a Jesús en la última

cena, pero cuán pocos son los que los acompañan hasta el Calvario".

La Cruz es el misterio central de nuestra redención y todavía hoy le tenemos miedo;

frente a ella sentirnos repulsión, asco. De todas las maneras posibles tratamos de

evacuada. Cuando asoma en el horizonte de nuestra vida decimos como San Pedro:

"Eso no sucederá". Al igual que los judíos, queremos que Jesús baje de la Cruz. Que

no nos exija tanto. Pretendemos la resurrección sin pasar por la muerte, la mística sin

transitar por la ascética. ¡Nada de noches oscuras! Hoy la Cruz sigue escandalizando,

como a los fariseos de ayer, y para muchos es aún una locura. ¡Nada nuevo bajo el

sol!

No nos engañemos. De la misma manera que resulta imposible pensar en un Mesías

sin la Cruz, tampoco existe un cristianismo sin Cruz. Cristo no nos impele a seguirlo

de manera coercitiva. Se dirige a nosotros a modo de invitación: "El que quiera venir

Page 27: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

detrás de mí...". Dice San Juan Crisóstomo que "el Señor usó esta fórmula para darle

más fuerza a sus propias palabras; cuando se nos impone algo doloroso, nos

rebelamos interiormente. Pero cuando se nos invita con súplica y con amor, eso nos

atrae, nos conquista".

Es evidente que esta invitación debe ser escuchada con los oídos de la fe.

Humanamente hablando no es alentadora Todo lo contrario. No es frecuente que

alguien invite a sus amigos a tomar la cruz, al dolor, al sufrimiento, a la burla, a la

soledad, a la entrega de la propia vida. Estamos acostumbrados a escuchar promesas

de felicidad, soluciones para todo, proyectos que nos aseguran el paraíso en la tierra,

etc. Nuestro Señor es muy diferente: pone ante nuestros ojos un programa arduo y lo

hace sin engaños. A la gloria, pero pasando por la cruz. A la vida, pero por la muerte.

Vista con los ojos de Dios, la Cruz se convierte en el tesoro más grande que puede

poseer una persona. Cristo no nos quiso coaccionar a que la carguemos porque,

como afirma San Juan Crisóstomo, “¿dónde se vio que se obligue a alguien a aceptar

un tesoro que se le ofrece?”

En todos los tiempos y en todas las espiritualidades que enriquecen a la Iglesia, el

seguimiento de Cristo crucificado ha implicado que el cristiano se niegue a sí mismo.

Lo hemos oído del mismo Señor: "El que quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí

mismo". No podemos seguir a Cristo, esto es, amarle e imitarle, si no nos negamos a

nosotros mismos, si no renunciamos al espíritu del mundo, si no aceptamos

plenamente su voluntad.

San Ignacio encabeza el libro de los Ejercicios con la siguiente fórmula: "Ejercicios

espirituales para vencer el hombre a sí mismo". De lo que se trata es de renunciar a

toda afición desordenada, a dejar de lado los caprichos dela propia voluntad,

disponiéndonos así a conocer y seguir la voluntad divina.

Lo mismo enseña San Juan de la Cruz en su subida al Monte Carmelo. Allí nos

Page 28: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

exhorta a vaciar nuestros sentidos, potencias, afectos, etc., de todo lo que no sea

Dios.

Cristo crucificado nos da la gran lección del amor que se hace renuncia. "Amar es el

don de sí mismo", decía Mons. Adolfo Tortolo. No hay amor sin don, sin renuncia, sin

negación, sin entrega. Si quiero saber cuánto amo a Dios o al prójimo debo

preguntarme a cuántas cosas soy capaz de renunciar, si estoy dispuesto a negarme

por el Otro o por los otros. La pregunta más revelante sería: ¿Cuánto soy capaz de

sufrir por el otro? Porque la medida del amor es el sufrimiento.

(SAENZ, A., Palabra y Vida, Ciclo C, Ediciones Gladius, Buenos Aires, 1994, p. 204-

208)

Volver Aplicación

Juan Pablo II

«¿Quién dice la gente que soy yo?» (Lc 9, 18).

Jesús planteó un día esta pregunta a los discípulos que iban de camino con él. Y a

los cristianos que avanzan por los caminos de nuestro tiempo les hace también esa

pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo?

Como sucedió hace dos mil años en un lugar apartado del mundo conocido de

entonces, también hoy con respecto a Jesús hay diversidad de opiniones. Algunos le

atribuyen el título de profeta. Otros lo consideran una personalidad extraordinaria, un

ídolo que atrae a la gente. Y otros incluso lo creen capaz de iniciar una nueva era.

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Lc 9, 20). Esta pregunta no admite una

respuesta «neutral». Exige una opción de campo y compromete a todos. También hoy

Cristo pregunta: vosotros, católicos de Austria; vosotros, cristianos de este país;

vosotros, ciudadanos, ¿quién decís que soy yo?

Page 29: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

La pregunta brota del corazón mismo de Jesús. Quien abre su corazón quiere que la

persona que tiene delante no responda sólo con la mente. La pregunta procedente

del corazón de Jesús debe tocar nuestro corazón. ¿Quién soy yo para vosotros?

¿Qué represento yo para vosotros? ¿Me conocéis de verdad? ¿Sois mis testigos?

¿Me amáis?

Entonces Pedro, portavoz de los discípulos, respondió: Nosotros creemos que tú eres

«el Cristo de Dios» (Lc 9, 20). El evangelista Mateo refiere la profesión de Pedro más

detalladamente: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Hoy el Papa,

como sucesor del Apóstol Pedro por voluntad divina, profesa en nombre vuestro y

juntamente con vosotros: Tú eres el Mesías de Dios, tú eres el Cristo, el Hijo de Dios

vivo.

A lo largo de los siglos, se ha buscado continuamente la profesión de fe más

adecuada. Demos gracias a san Pedro, pues sus palabras han resultado normativas.

Con ellas se deben medir los esfuerzos de la Iglesia, que trata de expresar en el

tiempo lo que representa para ella Cristo. En efecto, no basta la profesión hecha con

los labios. El conocimiento de la Escritura y de la Tradición es importante; el estudio

del catecismo es muy útil; pero, ¿de qué sirve todo esto si la fe del conocimiento

carece de obras?

La profesión de fe en Cristo invita al seguimiento de Cristo. La adecuada profesión de

fe debe ser confirmada con una vida santa. La ortodoxia exige la ortopraxis. Ya desde

el inicio Jesús puso de manifiesto a sus discípulos esta verdad exigente. En efecto,

apenas había acabado Pedro de hacer una extraordinaria profesión de fe, él y los

demás discípulos escuchan de labios de Jesús lo que él, el Maestro, espera de ellos:

«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y

sígame» (Lc 9, 23).

Ahora todo es igual que al inicio: Jesús no busca personas que lo aclamen; quiere

personas que lo sigan.

Queridos hermanos y hermanas, quien reflexiona sobre la historia de la Iglesia con los

Page 30: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

ojos del amor, descubre con gratitud que, a pesar de todos los defectos y de todas las

sombras, ha habido y sigue habiendo por doquier hombres y mujeres cuya existencia

pone de relieve la credibilidad del Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas, «¿vosotros quién decís que soy yo?

Dentro de poco haremos la profesión de fe. Además de esta profesión, que nos

inserta en la comunidad de los Apóstoles y en la tradición de la Iglesia, así como en la

multitud de santos y beatos, debemos dar nuestra respuesta personal. El influjo social

del mensaje depende también de la credibilidad de sus mensajeros. En efecto, la

nueva evangelización comienza por nosotros, por nuestro estilo de vida.

La Iglesia de hoy no necesita católicos de tiempo parcial, sino cristianos de tiempo

completo.

(Plaza de los Héroes de Viena, Domingo 21 de junio de 1998)

Volver Aplicación

P. Jorge Loring, S.J.

Décimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario - Año C

Lc. 9:18-24 - «Toma tu cruz»

1.- El camino del cielo es estrecho y cuesta arriba: hay que esforzarse.

2.- El camino facilón es el del infierno: basta dejarse llevar cuesta abajo.

3.-Dios quiere que el cielo lo sudemos. Lo que nos cuesta trabajo conseguir lo

estimamos más. Un amigo mío consiguió el Primer Premio Internacional de

Chapistería en Bruselas. Era una estatuilla de metal que él enseñaba con orgullo a

sus amigos. Tuvo que superar los torneos local, provincial, nacional e internacional. Si

su padre, porque le ha tocado la lotería, le regala una réplica en oro macizo, para

consolarle de que ha quedado el último en el torneo local, no lo disfrutaría tanto.

Page 31: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

4.-Dios quiere nuestra colaboración con Él en todo.

5.- Incluso en cosas que exceden nuestras posibilidades, como es la concesión de la

gracia, quiere nuestra colaboración: así es en el sacramento del bautismo y en la

confesión.

6.-Lo mismo en todas las cosas en que nos ayuda. En una ocasión oí esta frase:

«Dios pone casi todo, nosotros ponemos casi nada; pero Dios no pone su casi todo si

nosotros no ponemos nuestro casi nada».

7.- Es inútil que el estudiante pida a Dios aprobar, si no estudia; ni que una señora

pida que le toque la lotería, si no juega.

8.- Si no pongo lo que está de mi parte, lo más probable es que Dios no escuche mi

oración. Dios no suele suplir lo que nosotros podemos hacer.

Volver Aplicación

Inicio

Directorio Homilético

Duodécimo domingo del Tiempo Ordinario

CEC 599-605: la muerte redentora de Cristo en el diseño divino de la salvación

CEC 1435: tomar la propia cruz, cada día, y seguir a Jesús

CEC 787-791: la Iglesia en comunión con Cristo

CEC 1425, 1227, 1243, 2348: “revestirse de Cristo”; el Bautismo, la castidad

II LA MUERTE REDENTORA DE CRISTO

EN EL DESIGNIO DIVINO DE SALVACION

Page 32: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

"Jesús entregado según el preciso designio de Dios"

599 La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada

constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo

explica S. Pedro a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés:

"fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios" (Hch 2,

23). Este lenguaje bíblico no significa que los que han "entregado a Jesús" (Hch 3,

13) fuesen solamente ejecutores pasivos de un drama escrito de antemano por Dios.

600 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por

tanto establece su designio eterno de "predestinación" incluyendo en él la respuesta

libre de cada hombre a su gracia: "Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad

contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las

naciones gentiles y los pueblos de Israel (cf. Sal 2, 1-2), de tal suerte que ellos han

cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría, habías predestinado" (Hch 4, 27-28).

Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera (cf. Mt 26, 54; Jn 18, 36; 19, 11)

para realizar su designio de salvación (cf. Hch 3, 17-18).

"Muerto por nuestros pecados según las Escrituras"

601 Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is

53, 11;cf. Hch 3, 14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de

redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del

pecado (cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). S. Pablo profesa en una confesión de fe que

dice haber "recibido" (1 Co 15, 3) que "Cristo ha muerto por nuestros pecados según

las Escrituras" (ibidem: cf. también Hch 3, 18; 7, 52; 13, 29; 26, 22-23). La muerte

redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53, 7-8

y Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz

del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación

de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios

apóstoles (cf. Lc 24, 44-45).

"Dios le hizo pecado por nosotros"

Page 33: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

602 En consecuencia, S. Pedro pudo formular así la fe apostólica en el designio

divino de salvación: "Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de

vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como

de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo, predestinado antes de la creación del

mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa de vosotros" (1 P 1, 18-20). Los

pecados de los hombres, consecuencia del pecado original, están sancionados con la

muerte (cf. Rm 5, 12; 1 Co 15, 56). Al enviar a su propio Hijo en la condición de

esclavo (cf. Flp 2, 7), la de una humanidad caída y destinada a la muerte a causa del

pecado (cf. Rm 8, 3), Dios "a quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros,

para que viniésemos a ser justicia de Dios en él" (2 Co 5, 21).

603 Jesús no conoció la reprobación como si él mismo hubiese pecado (cf. Jn 8, 46).

Pero, en el amor redentor que le unía siempre al Padre (cf. Jn 8, 29), nos asumió

desde el alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado hasta el punto de poder

decir en nuestro nombre en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has

abandonado?" (Mc 15, 34; Sal 22,2). Al haberle hecho así solidario con nosotros,

pecadores, "Dios no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos

nosotros" (Rm 8, 32) para que fuéramos "reconciliados con Dios por la muerte de su

Hijo" (Rm 5, 10).

Dios tiene la iniciativa del amor redentor universal

604 Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio

sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por

nuestra parte: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios,

sino en que El nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros

pecados" (1 Jn 4, 10; cf. 4, 19). "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo,

siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (Rm 5, 8).

605 Jesús ha recordado al final de la parábola de la oveja perdida que este amor

es sin excepción: "De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial

que se pierda uno de estos pequeños" (Mt 18, 14). Afirma "dar su vida en rescate por

Page 34: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

muchos" (Mt 20, 28); este último término no es restrictivo: opone el conjunto de la

humanidad a la única persona del Redentor que se entrega para salvarla (cf. Rm 5,

18-19). La Iglesia, siguiendo a los Apóstoles (cf. 2 Co 5, 15; 1 Jn 2, 2), enseña que

Cristo ha muerto por todos los hombres sin excepción: "no hay, ni hubo ni habrá

hombre alguno por quien no haya padecido Cristo" (Cc Quiercy en el año 853: DS

624).

1435 La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación,

la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Am 5,24;

Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección

fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la

aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia.

Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf

Lc 9,23).

II LA IGLESIA, CUERPO DE CRISTO

La Iglesia es comunión con Jesús

787 Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida (cf. Mc. 1,16-20; 3,

13-19); les reveló el Misterio del Reino (cf. Mt 13, 10-17); les dio parte en su misión,

en su alegría (cf. Lc 10, 17-20) y en sus sufrimientos (cf. Lc 22, 28-30). Jesús habla de

una comunión todavía más íntima entre él y los que le sigan: "Permaneced en Mí,

como yo en vosotros ... Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Jn 15, 4-5). Anuncia

una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi

carne y bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en él" (Jn 6, 56).

788 Cuando fueron privados los discípulos de su presencia visible, Jesús no los dejó

huérfanos (cf. Jn 14, 18). Les prometió quedarse con ellos hasta el fin de los tiempos

(cf. Mt 28, 20), les envió su Espíritu (cf. Jn 20, 22; Hch 2, 33). Por eso, la comunión

con Jesús se hizo en cierto modo más intensa: "Por la comunicación de su Espíritu a

sus hermanos, reunidos de todos los pueblos, Cristo los constituye místicamente en

su cuerpo" (LG 7).

789 La comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre la

Page 35: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

relación íntima entre la Iglesia y Cristo. No está solamente reunida en torno a El:

siempre está unificada en El, en su Cuerpo. Tres aspectos de la Iglesia-Cuerpo de

Cristo se han de resaltar más específicamente: la unidad de todos los miembros entre

sí por su unión con Cristo; Cristo Cabeza del Cuerpo; la Iglesia, Esposa de Cristo.

“Un solo cuerpo”

790 Los creyentes que responden a la Palabra de Dios y se hacen miembros del

Cuerpo de Cristo, quedan estrechamente unidos a Cristo: "La vida de Cristo se

comunica a a los creyentes, que se unen a Cristo, muerto y glorificado, por medio de

los sacramentos de una manera misteriosa pero real" (LG 7). Esto es particularmente

verdad en el caso del Bautismo por el cual nos unimos a la muerte y a la

Resurrección de Cristo (cf. Rm 6, 4-5; 1 Co 12, 13), y en el caso de la Eucaristía, por

la cual, "compartimos realmente el Cuerpo del Señor, que nos eleva hasta la

comunión con él y entre nosotros" (LG 7).

791 La unidad del cuerpo no ha abolido la diversidad de los miembros: "En la

construcción del cuerpo de Cristo existe una diversidad de miembros y de funciones.

Es el mismo Espíritu el que, según su riqueza y las necesidades de los ministerios,

distribuye sus diversos dones para el bien de la Iglesia". La unidad del Cuerpo místico

produce y estimula entre los fieles la caridad: "Si un miembro sufre, todos los

miembros sufren con él; si un miembro es honrado, todos los miembros se alegran

con él" (LG 7). En fin, la unidad del Cuerpo místico sale victoriosa de todas las

divisiones humanas: "En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de

Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos

vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Ga 3, 27-28).

Volver Direc. Homil.

Inicio

iNFO - Homilética.ive Función de cada sección del Boletín

Page 36: Domingo XII Tiempo Ordinario (C)

¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?

Función de cada sección del Boletín

Homilética se compone de 7 Secciones principales:

Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así

como el Guion para la celebración de la Santa Misa.

Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado deespecialistas, licenciados, doctores en exégesis, así como en ocasiones de Papaso sacerdotes que se destacan por su análisis exegético del texto.

Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos

Padres de la Iglesia, así como los sermones u escritos referentes al texto del

domingo propio del boletín de aquellos santos doctores de la Iglesia.

Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los

cuales pueden facilitar la ilación o alguna idea para que los sacerdotes puedan

aplicar en la predicación.

Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir

alguna reflexión u ejemplo que le permite desarrollar algún aspecto del tema

propio de las lecturas del domingo analizado.

Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que

ayudarían a realizar un enfoque adecuado del el evangelio y las lecturas del

domingo para poder brindar una predicación más uniforme, conforme al

DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto

Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.

¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética? El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en SanRafael, Mendoza, Argentina. El 8 de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto devida religiosa de derecho Diocesano en Segni, Italia. Siendo su Fundador el SacerdoteCatólico Carlos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene como carismala prolongación de la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones delhombre, y como fin específico la evangelización de la cultura; para mejor hacerloproporciona a los misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como unaherramienta eficaz enraizada y nutrida en las sagradas escrituras y en la perennetradición y magisterio de la única Iglesia fundada por Jesucristo, la Iglesia CatólicaApostólica Romana.