domingo ordinario xxvii ciclo c

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Ciclo C

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Ciclo C

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Hoy las lecturas de la misa nos hablan de la fe. La fe puede considerarse en diversos aspectos. Puede considerarse como un conjunto de creencias; pero hoy lo consideramos principalmente como una vida, algo que caracteriza a quien tiene fe. No se trata sólo de creencias, pues los demonios también creen. Se trata de una vida.

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El Concilio Vaticano II dice que por la fe “el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela”. No es sólo aceptación de verdades, sino que es aceptación de la voluntad de Dios, es entrega de la mente y del corazón a lo que Dios quiere.

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Comenzaremos con la primera lectura por una frase muy famosa del profeta Habacuc que dice: “El justo vivirá por su fe”. Dice así esta 1ª lectura:

Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4

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¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré: "Violencia", sin que

me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos,

violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?

El Señor me respondió así: "Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se

lea de corrido. La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará;

si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada,

pero el justo vivirá por su fe."

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El profeta Habacuc vivía en tiempos difíciles por el año 615 a.C. Había algunas personas buenas, que vivían según la fe, pero otros muchos que sólo tenían tendencias terrenales, buscaban sólo los placeres, el dinero, el poder. Ante esto preveía desolación, ruina y destierro.

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El profeta reflexiona: ¿Cómo puede ser esto? Como tantas veces nos preguntamos: ¿Porqué existen tantos males? Y Dios le responde que los sucesos son repercusión de la vida íntima: Los impíos viven con el alma “hinchada”, es decir, vacía; pero el justo vive por la fe.

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La fe no es algo externo, algo que se tenga, como se puede tener: un trabajo, dinero o la familia. La fe es una vida. La fe nos va llenando, nos va acercando a Dios hasta una entrega total que nos une a Dios. No lo podemos probar, pero lo podemos vivir. Podemos decir que la prueba es la misma vida.

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La fe da sentido a la vida en este caminar. La fe nos da alegría en medio de las dificultades. La fe nos puede dar una respuesta adecuada a tantas injusticias.

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No lo podemos probar por acciones externas, como por el hecho de asistir a misa. Ni se puede medir por horas de oración o visitas a la iglesia. Es algo que se lleva dentro, algo vital, experimental, que se expresa, pero quizá de diferente manera a como algunos creen. Por eso:

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No me creas si me viste rezando

Automático

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No me creas si de unión yo te hablé,

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no me creas si me ves dar limosna, que todo eso se puede

hacer sin fe.

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no me creas si en mi pecho una cruz ves.

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entonces créeme.

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porque es muy fácil hablar;

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pero querer de verdad a veces hace llorar.

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porque es muy fácil hablar;

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Hacer CLICK

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La fe es una unión con Jesús, unión que es por medio del amor. Nadie tiene una verdadera fe en Jesús, si no tiene amor. Y el amor va unido a la esperanza.

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La fe iba entrando en los apóstoles a través de la enseñanza de Jesús; pero les era difícil entender: Debían dejar todo lo material confiados en la misericordia de Dios, debían buscar los últimos puestos, amar a los enemigos, poner la otra mejilla, servir y no dominar, perdonar siempre.

Para que esta enseñanza se hiciera vida, necesitaban la luz que Dios nos puede dar. Esa luz hecha vida es la fe.

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Hoy el evangelio comienza con una petición de los apóstoles a Jesús, muy propia para nosotros antes de que se termine “el año de la fe”. Jesús les estaba enseñando actitudes importantes para quien quiera ser su discípulo, como la actitud de perdón.

Los apóstoles, viendo que no llegaban a comprender las grandiosas enseñanzas de Jesús, le dicen: “Señor, auméntanos la fe”. Así comienza el evangelio de hoy.

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En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor contestó: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar.” Y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “En seguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.”

Lc 17, 5-10

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Alguno creería que la fe tiene que ser “grande”. La fe no se mide por kilos o metros. No se trata de cantidad sino de calidad. No se mide por extensión sino por grados de intensidad.

Los apóstoles pidieron un aumento de la fe. Jesús les contesta señalando algunas cualidades de la fe. La fe es como un granito de mostaza.

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La fe no sería fe si no es viva. Una simiente puede ser pequeña, como un granito de mostaza; pero tiene valor si está viva, porque puede hacer que de ese granito salga un árbol. Por eso la importancia de que esté viva en nuestro interior. Y, si está viva, podremos hacer maravillas.

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Si tuvieras fe como un granito de mostaza

Automático

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como un granito

de mostaza,

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Muévanse,muévanse,muévanse.

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Muévanse, muévanse, muévanse.

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Y las montañas se moverán, se moverán, se moverán.

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Y las montañas se moverán, se moverán,

se moverán.

Hacer CLICK

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Hasta ese extremo debe llegar la confianza en Dios. Y hasta ese extremo llegan los que viven de la fe. Y aunque hay personas con esa fe, no es fácil verlas.

Jesús a veces usa ejemplos extremosos para que se les quede grabado el mensaje, como es el caso de la morera que se planta en el mar.

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Desgraciadamente hay muchas personas que tienen el alma vana, porque están llenas de egoísmo, del demasiado afán por el dinero, por el culto al cuerpo, por el afán del triunfo, con desprecio a los débiles, con amor tibio en la familia, sin diálogo constructivo.

La fe se prueba con las obras

hechas con

amor.

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Jesús sigue explicando en el evangelio lo que es vivir con la fe o vivir de la fe con un ejemplo que, como todas las parábolas, tiene frases algo desconcertantes. Nos habla de un amo que parecería tener una actitud demasiado tiránica con el criado que, después de trabajar en el campo, debe preparar la cena y servir a su señor.

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Jesús no está hablando de unas relaciones laborales ni está alabando al que explota al labrador. Jesús quiere subrayar con un ejemplo la actitud que deben adoptar sus discípulos ante Dios, que no es tirano ni nos trata despóticamente. Nosotros somos siervos que debemos estar contentos con cumplir nuestro compromiso.

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Nosotros debemos ser como aquel que, después de haber trabajado, sin darlo demasiada importancia, puede decir:

Esto lo decía Jesús especialmente contra la actitud de los fariseos que se creían autosuficientes, que se presentaban ante Dios como exigiendo el premio.

“Señor, soy un pobre siervo, he hecho lo que tenía que hacer”.

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Para tener fe hay que ser sencillos, sin grandes pretensiones. Esto es lo que significa: «hacer lo que debemos hacer», que es cumplir la voluntad de Dios, que al fin y al cabo es nuestra mayor felicidad. Es ponernos en las manos de Dios en acto de servicio. Este “servicio” nos engrandece y da sentido a nuestra vida, hasta ver que el mismo Dios se pone a servirnos.

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Y Dios, que es más bueno de lo que nosotros pensamos, nos dará el premio precisamente por haber hecho “lo que tenemos que hacer”.

Vivir así es vivir en la fe.

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Pero vivir en la fe no es sólo para vivirla en nosotros. La fe no es como para disfrutarla, aunque la podemos disfrutar, sino que, como toda vivencia auténtica, debe manifestarse externamente. Vivir de la fe es tener un espíritu misionero.

Vivir de la fe induce a que otros conozcan lo que nosotros conocemos. De esto le habla san Pablo a Timoteo en la 2ª lectura:

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Querido hermano:Reaviva el don de Dios, que recibiste cuando te

impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y

buen juicio.No te avergüences de dar testimonio de nuestro

Señor y de mí, su prisionero.Toma parte en los duros trabajos del Evangelio,

según la fuerza de Dios.Ten delante la visión que yo te di con mis palabras

sensatas y vive con fe y amor en Cristo Jesús.Guarda este precioso depósito con la ayuda del

Espíritu Santo que habita en nosotros.

2Timoteo 1, 6-8. 13-14

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Al creyente, que vive de la fe, le tiene que salir al exterior. Deberá manifestarla sin vergüenza. No debe tener miedo a dar la cara por Nuestro Señor. A veces nos avergonzamos de la fe y así nos va. No debemos ocultar que somos personas de fe, de modo que, cuando hay que opinar, opinemos de manera cristiana ante los demás.

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La fe, nos dice san Pablo, nos debe hacer personas valientes, una valentía que va unida a la alegría. Ciertamente que hay que respetar la libertad de los demás; pero tengamos la valentía de invitar a participar en la fe. La primera y principal invitación es con el testimonio de nuestra vida.

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Recordemos el mensaje de Jesús. Dios nos pide que cumplamos con nuestras obligaciones. Eso es en primer lugar hacer lo que tenemos que hacer. Por eso es muy importante o es vital el ir aprendiendo y asimilando cuales son nuestras obligaciones.

Para ello normalmente no tenemos que hacer cosas extraordinarias.

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Por eso constante-

mente debería salir de nuestros

labios la oración de

los apóstoles:

«Señor, auméntanos

la fe».

Aunque Dios no nos pida cosas extraordinarias, sí nos pide que lo ordinario, las pequeñas cosas de cada día las hagamos con mucha fe.

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Si es así, no sólo daremos testimonio de Jesús con nuestra fe, sino que con alegría pasaremos

por el mundo cantando nuestra fe.

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Pasaré por el mundo

cantando a todos mi fe.

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Pasaré por el mundo gritando qué bueno es creer.

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Cuando todo me sonría, cuando todo vaya mal,

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apoyado en su

palabra, yo mi fe

he de cantar.

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Pasaré por el mundo cantando a todos mi fe.

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Pasaré por el mundo gritando qué bueno es creer.

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En la lucha de la vida y en la paz

de la oración,

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siempre unido a los hermanos cantaré esta canción.

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Pasaré por el mundo

cantando a todos mi

fe.

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Pasaré por el

mundo gritando

qué bueno es

creer.

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La fe aparece esplendorosa

en María.

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AMÉN