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Página - 1 - DISTRIBUCIÓN, CRECIMIENTO Y DESARROLLO: Principales Aportes Teóricos que Explican su Interrelación Ana Guillermina FernÆndez 1 Universidad Nacional del Sur, Argentina Marzo 2002 Resumen Este trabajo presenta una revisin bibliogrÆfica sobre la reciente literatura econmica que analiza la relacin desigualdad-crecimiento-desarrollo. Considera en primer lugar, aquellos modelos que investigan el efecto del crecimiento sobre la distribucin del ingreso para luego concentrarse detalladamente en el anÆlisis del impacto de la distribucin sobre el crecimiento y desarrollo econmico. Los trabajos en este œltimo sentido se clasifican en cuatro enfoques atendiendo al vnculo que opera entre ambos conceptos: i) poltica fiscal endgena, ii) inestabilidad socio-poltica, iii) mercado de capitales imperfectos e inversin, iv) fertilidad endgena. Se incluyen los resultados y conclusiones de los principales estudios empricos realizados. Abstract This paper surveys the main recent theories on the relationship growth, income distribution and development. First, models that analyse the effects of growth on income distribution are reviewed. Second, it focuses on the impact of inequality on growth, classifying the existing literature into four approaches: i) endogenous fiscal policy, ii) socio-political instability, iii) imperfect capital and borrowing markets, iv) endogenous fertility. Results and conclusions from empirical studies are also included. Clasificacin JEL: I3, O1, O4, D3, H3, N3 Keywords: income distribucin, growth, development, political economy, political instability, fertility 1 Email: [email protected] () Se agradecen las crticas de Dra. Silvia London, Dr. Fernando TohmØ y Dr. Carlos Dabœs.

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Página - 1 -

DISTRIBUCIÓN, CRECIMIENTO Y DESARROLLO:

Principales Aportes Teóricos que Explican su Interrelación

Ana Guillermina Fernández1 Universidad Nacional del Sur, Argentina

Marzo 2002

Resumen

Este trabajo presenta una revisión bibliográfica sobre la reciente literatura económica que analiza

la relación desigualdad-crecimiento-desarrollo. Considera en primer lugar, aquellos modelos que investigan el efecto del crecimiento sobre la distribución del ingreso para luego concentrarse detalladamente en el análisis del impacto de la distribución sobre el crecimiento y desarrollo económico. Los trabajos en este último sentido se clasifican en cuatro enfoques atendiendo al vínculo que opera entre ambos conceptos: i) política fiscal endógena, ii) inestabilidad socio-política, iii) mercado de capitales imperfectos e inversión, iv) fertilidad endógena. Se incluyen los resultados y conclusiones de los principales estudios empíricos realizados.

Abstract

This paper surveys the main recent theories on the relationship growth, income distribution and

development. First, models that analyse the effects of growth on income distribution are reviewed.

Second, it focuses on the impact of inequality on growth, classifying the existing literature into four

approaches: i) endogenous fiscal policy, ii) socio-political instability, iii) imperfect capital and borrowing

markets, iv) endogenous fertility. Results and conclusions from empirical studies are also included.

Clasificación JEL: I3, O1, O4, D3, H3, N3

Keywords: income distribución, growth, development, political economy, political instability, fertility

1 Email: [email protected] (∗ ) Se agradecen las críticas de Dra. Silvia London, Dr. Fernando Tohmé y Dr. Carlos Dabús.

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1. Introducción El interrogante sobre cómo la desigualdad se genera y transmite en el tiempo ha sido

una de las principales preocupaciones de los científicos sociales en los últimos 100 años. Sin embargo, su compleja relación con el proceso de desarrollo y crecimiento económico está aún lejos de ser completamente develada. Este vínculo resulta de la combinación de una multiplicidad de hechos y políticas económicas, comportamientos institucionales, influencias externas y pautas culturales, históricas y geográficas. En virtud de ello, el tratamiento de este proceso en la literatura económica comprende varias líneas de análisis -excluyentes o no entre sí- tratadas a continuación.

Algunos autores sostienen que una de las razones por las cuales el estudio de la desigualdad ha resurgido en la última décadas obedece a la aparición de nuevas teorías. Como consecuencia de ello, la distribución se vuelve un aspecto importante del análisis de una economía y no sólo como un elemento adicional a considerar una vez que se ha establecido la eficiencia. Una creciente literatura desarrollada en los últimos quince años ha explorado las vinculaciones entre la desigualdad inicial y el crecimiento subsiguiente. Esta corriente ha logrado utilizar conjuntamente modelos de crecimiento endógeno, fallas de mercado y mercados de crédito imperfecto, incorporando además elementos de la economía política. En esta línea de pensamiento, estudios recientes y datos empíricos concluyen que una menor desigualdad puede aumentar la eficiencia y el crecimiento por distintos medios. Indican que sociedades con una mala distribución de la riqueza y del ingreso tienen en general pobres instituciones, problemas de inestabilidad política, fenómenos de violencia, mercados de crédito imperfectos que impiden a los pobres invertir en capital humano y físico, elementos todos que contribuyen a frenar el crecimiento a largo plazo y por ende, el desarrollo.

El presente trabajo expone los recientes aportes teóricos en el tema considerando en primer lugar, aquellos modelos que investigan el efecto del crecimiento sobre la distribución del ingreso para luego concentrarse detalladamente en el análisis del impacto de la distribución sobre el crecimiento y desarrollo económico. Los trabajos en este último sentido se clasifican en cuatro enfoques atendiendo al vínculo que opera entre ambos conceptos: i) política fiscal endógena, ii) inestabilidad socio-política, iii) mercado de capitales imperfectos e inversión, iv) fertilidad endógena. Se incluyen los resultados y conclusiones de los principales estudios empíricos realizados.

2. Antecedentes

El análisis de la relación distribución del ingreso-crecimiento ha pasado por distintas

etapas desde su consideración por los economistas clásicos como David Ricardo y Karl Marx. Sin embargo, las primeras discusiones formales se pueden atribuir a Kaldor (1960), Kalecki (1971) y Lewis (1954). La idea de que la desigualdad tiene un efecto positivo sobre el crecimiento económico se basa en las diferentes propensiones a ahorrar de las clases sociales. El argumento indica que la transferencia de recursos desde los trabajadores -quienes tienen una propensión al ahorro nula- hacia los capitalistas -con propensión positiva- aumentaría el ahorro agregado de la economía y por este medio, la tasa de crecimiento.

El modelo de Lewis (1954) difiere del anterior perteneciente a Kaldor en que el crecimiento se debe a un movimiento del factor trabajo desde un sector de baja productividad hacia otro de alta. Kuznets, observa posteriormente que si las diferencias intersectoriales son considerables (y mayores que la intrasectorial), entonces la desigualdad aumentaría mientras los individuos se mueven entre sectores y luego decrecería, cuando la mayoría de ellos se encuentran instalados en la nueva rama o la economía muestra

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rendimientos iguales para cada uno. Este autor se basó en la distribución personal del ingreso y postuló la famosa hipótesis de la U invertida: a medida que avanza el desarrollo y el ingreso per cápita aumenta, la desigualdad primero aumenta y luego decrece. El modelo sienta un precedente relevante por cuanto la distribución y el crecimiento no son ya independientes uno del otro.

En las dos décadas posteriores se prestó poca atención al estudio de la distribución. Los modelos de crecimiento de la época, tanto exógenos como endógenos1 se basan en un �agente representativo�, razón por la cual no pueden tener en cuenta la desigualdad en la distribución. En otras palabras, suponen una sociedad homogénea que toma decisiones intertemporales como si fuera un único individuo y eliminan de esa forma las diferencias que existen entre los seres humanos2. La teoría del crecimiento neoclásica se desarrolló sobre la base del modelo de Solow(1956), que a diferencia de sus predecesores no requiere de un mecanismo de distribución del ingreso para generar un sendero de crecimiento estable (Ferreira, 1999)

A partir de 1990 se evidenció un resurgimiento en el interés por estudiar la relación. En esta década la literatura explora las conexiones entre crecimiento y distribución a través del estudio de posibles vínculos causales entre la desigualdad inicial y el crecimiento subsiguiente. Se trata del nacimiento de nuevos modelos de crecimiento endógeno combinados con modelos de fallas de mercado y aspectos de la economía política.

3. Efectos del crecimiento sobre la desigualdad

Hasta hace algunos años, los efectos del crecimiento sobre la desigualdad se

estudiaban casi exclusivamente aplicando la mencionada hipótesis de Kuznets. Dados los datos disponibles en esa época, la predicción de la U invertida era compatible con los hechos y resultaba imposible refutarla. De esta forma, se convirtió en uno de los hechos estilizados del estudio de la distribución del ingreso por casi 4 décadas. A pesar de que la hipótesis de Kuznets incluye movimientos intertemporales, en ausencia de datos en series de tiempo sobre desigualdad, se la ha utilizado para obtener conclusiones a partir de información de corte transversal. De esta forma, numerosos estudios han encontrado soporte empírico para la hipótesis de Kuznets3. Sin embargo, a partir de la aparición de nuevas y más amplias series de datos e información de corte transversal, numerosos estudios han puesto en duda la validez de la hipótesis.

El estudio clásico a favor de esta posición corresponde a Ahluwalia4, quien analiza datos de 60 países desarrollados y en vías de desarrollo. En sus propias palabras, �existe fuerte evidencia para sostener la proposición de que la desigualdad relativa aumenta substancialmente en las primeras fases del desarrollo, con una reversión de esta tendencia en las fases posteriores�5. Aunque reconoce que �El uso de datos de corte transversal para el análisis de lo que son esencialmente procesos dinámicos origina un número de problemas conocidos. Idealmente, esos procesos deberían ser examinados en contextos históricos para países particulares. Desafortunadamente, datos en serie de tiempo sobre la distribución del ingreso, para períodos substanciales, no están disponibles para la mayoría de los países en desarrollo. Por el momento, en tanto, la investigación empírica en este campo debe forzosamente inspirarse en la experiencia entre países�6.

Si bien diversos modelos teóricos pueden generar una curva de Kuznets, la confirmación empírica se ve limitada por la disponibilidad de series de datos sobre distribución del ingreso. A pesar de que la información de varios países desarrollados apoya la hipótesis de Kuznets, es fácil encontrar muchos donde no se verifica y la evidencia recogida en los países en desarrollo es aún más ambigua. Como se ha anticipado oportunamente, el problema asociado a las estimaciones de la hipótesis de Kuznets es la pretensión de analizar una relación intertemporal mediante un conjunto de datos de corte

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transversal y calidad cuestionable. Observaciones de distintos países en diferentes niveles de ingreso han sido usadas para aproximar la evolución del ingreso en un solo país.

Todos los estudios realizados en los últimos 10 a 15 años con evidencia a favor de la hipótesis de Kuznets y basados en la metodología de Ahluwalia y en el conjunto de datos de Jain (1975) son sensibles a especificaciones econométricas, composición de la muestra y período de observación como lo demuestran Anand-Kanbur (1993 a,b) y Deininger-Squire (1998) en sus respectivos trabajos7.

El importante y extenso uso dado a las conclusiones de Ahluwalia motiva a Anand-Kanbur (1993a) a investigar si dichas estimaciones son robustas ante variaciones en la forma funcional y el conjunto de datos. Para solucionar deficiencias en la información construyen nuevas series de datos consistentes para los países incluidos en la muestra original, comparables en términos de cobertura (estadísticas nacionales), unidad de medida (hogar) y concepto de ingreso (ingreso por hogar). Utilizando un riguroso método estadístico concluyen que el mismo conjunto de datos se ajusta a diferentes formas funcionales, obteniéndose cada vez distintas estimaciones de la relación desigualdad-desarrollo. Además, empleando datos de alta calidad refutan la forma de logaritmos al cuadrado de la hipótesis de Kuznets a favor de una forma cuadrática simple y obtienen una U en lugar de una U invertida.

En un trabajo relacionado editado el mismo año (Anand-Kanbur, 1993b) encuentran que la elección del índice de desigualdad es crucial en el análisis. Existen evidentes diferencias en la forma y punto de giro de la relación para distintos índices considerados. Sobre esta base, no pueden concluir que la hipótesis de Kuznets no se cumple para un país individual. En un corte transversal, lo que se prueba es si todos los países siguen el mismo proceso de Kuznets. Rechazar esta hipótesis no excluye las posibilidades de que: i) El proceso funcione en cada país, estando cada uno en una relación desigualdad-desarrollo diferente (debido a diferencias en las medias sectoriales o niveles de desigualdad). ii) No exista en otras naciones. Los propios autores reconocen que sin series de datos adecuadas, el problema no se puede resolver.

El conjunto de datos elaborado por Deininger-Squire (1995-6) reúne un mayor número de observaciones para países individuales y permite investigar la existencia de curvas de Kuznets para cada país, un tipo de análisis que no era posible hasta ahora8. Su base de datos sobre desigualdad en el ingreso contiene al menos una observación del coeficiente de Gini en 108 países e información sobre participaciones de quintiles para 103 países. Hay 54 países con cuatro o más observaciones y 32 países con 8 o más datos. Excepto los trabajos de Fields y Jakubson (1995) y Ravallion (1995), casi todas las investigaciones sobre la curva de Kuznets, como se explicó anteriormente, desde Ahluwalia (1976) hasta Anand-Kanbur (1993) se han basado en el conjunto de datos compilado por Jain (1975) que, a pesar de tener 405 observaciones, contiene sólo 61 que cumplen los requisitos establecidos por Deininger-Squire para obtener series de alta calidad9.

Deininger-Squire (1998) entienden que la manera correcta de probar la hipótesis de Kuznets sería permitir interceptos para cada país y coeficientes para las variables de ingreso. Encuentran tres resultados principales. En primer lugar, obtienen evidencia de una curva de Kuznets utilizando datos de corte transversal cuando consideran promedios para períodos de 10 años. No obstante, este resultado es sensible a la adición de dummies regionales. En particular, agregar una dummy para Latinoamérica, hace desaparecer la curva10. Esto sugiere que los resultados de estudios de corte transversal pueden ser afectados por las observaciones de países (latinoamericanos) de ingreso medio con una relativa alta desigualdad. Es decir, se puede obtener una curva de Kuznets en forma aparente de U invertida simplemente por el tipo de muestra.

Segundo, los resultados sugieren la presencia de una U en lugar de una U invertida. La hipótesis de interceptos iguales entre países es rechazada, por lo tanto, se refuta la existencia de una curva de Kuznets universal. Fields y Jakubson (1994), Ravallion (1995),

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Schultz (1997) y Bruno-Ravallion-Squire (1998) también utilizan efectos fijos para cada país y llegan a iguales resultados.

Por último, la falta de confirmación de una curva universal no significa que dicha relación esté ausente para países individuales. Sin embargo, usando parámetros específicos para cada país, encuentran que en 40 de 49 naciones de la muestra no existe una relación U ó U invertida entre el nivel de ingreso y la desigualdad que sea estadísticamente significativa. En cuatro de los restantes países existe evidencia de una relación de tipo U y sólo en cinco países �10% de la muestra- se verifica la hipótesis de Kuznets. Para evitar que los resultados sean incorrectos por insuficiencia de datos, en una segunda etapa se concentran en 16 países con 10 o más observaciones. La hipótesis de Kuznets se confirma para sólo 1 de ellos, 12 países no evidencian relación alguna y sólo 3 muestran una U.

Ravallion-Chen (1997) encuentran una relación significativa y negativa entre crecimiento económico y cambios en la desigualdad. Es decir, los resultados sugieren que el crecimiento reduce la desigualdad. Sin embargo, esta alentadora conclusión desaparece cuando se eliminan los datos pertenecientes a las economías de transición de Europa del Este y Asia Central de la muestra de 64 países.

En síntesis, la evidencia reciente refuta la hipótesis de Kuznets sobre la existencia de una U invertida entre el nivel de ingreso y el nivel de desigualdad. Ravallion concluye que �el rechazo de la hipótesis de la U invertida no podría ser más convincente�11. Resultados de este tipo han llevado a muchos autores a adoptar una postura escéptica sobre la existencia de relaciones sistemáticas desde el crecimiento y hacia la desigualdad.

Estos hallazgos indican que el proceso de crecimiento por sí mismo produce una variedad de patrones de desigualdad. No existe una regla invariable y como simple muestra basta comparar la situación de distintas regiones. A pesar de exhibir niveles de desigualdad relativamente bajos, ésta ha aumentado recientemente en muchos países industrializados, como Inglaterra y EE.UU.. En Asia, los procesos de rápido crecimiento fueron acompañados por una desigualdad generalmente decreciente en los años ´70 y creciente en los ´80, exactamente al revés de lo que predice la hipótesis de Kuznets (Oshima, 1991). Los patrones han sido diferentes en los países, obedeciendo a distintos factores y mecanismos. En Latinoamérica, la desigualdad en la distribución del ingreso disminuyó durante los episodios de crecimiento y se incrementó con las recesiones, aparentando efectos benéficos del crecimiento sobre la desigualdad y la pobreza (Psacharopoulos, Morley, Fiszbein, 1993). Sin embargo, otros estudios concluyen que no existe asociación entre el crecimiento y cambios en la desigualdad en esta región particular (Londoño, Szekely, 1998). En África, donde los datos son limitados, la evidencia es inconclusa y no apoya ni refuta la hipótesis de Kuznets. En las economías en transición de Europa del Este ha habido un dramático aumento en los índices de desigualdad -hasta poco más del 20% en el coeficiente de Gini en dos casos- en todos las economías. ( Milanovic (1999), Flemming y Micklewright (1999), Kanbur y Lustig (1999)).

4. Efectos de la desigualdad sobre el crecimiento

Claramente, la sección anterior pone de manifiesto la compleja relación entre

desigualdad y crecimiento. El interés por estudiar cómo se conectan estos procesos ha llevado al análisis de los efectos de la desigualdad sobre el crecimiento. De esta forma, se buscan explicaciones alternativas para los diferentes niveles de desigualdad que presentan los países.

La reciente literatura en este campo ha sido clasificada en cuatro grupos de acuerdo a los vínculos identificados entre desigualdad y crecimiento (Perotti, 1996): i) política fiscal endógena, ii) inestabilidad socio-política, iii) mercado de capitales imperfectos e inversión,

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iv) fertilidad endógena. Los dos primeros corresponden a modelos políticos (sección A) y los siguientes a modelos no políticos (sección B).

A.1.1. Política fiscal endógena. Modelos de Votante Mediano

Las principales contribuciones a la literatura sobre el canal fiscal o redistributivo se

encuentran en los trabajos de Alesina-Rodrik (1994), Bertola (1993), Persson-Tabellini (1994), Saint Paul-Verdier (1991), y Perotti (1992). Todos ellos sostienen en principio y a nivel teórico, la existencia de una relación negativa entre desigualdad y crecimiento.

En este enfoque, el nivel de gasto del gobierno y la imposición resultan de un proceso de votación donde el ingreso es el principal determinante de las preferencias de los votantes. En una sociedad donde existe desigualdad en la distribución del ingreso y un importante número de agentes pobres, es de esperar que la mayoría vote a favor de una alta imposición a los efectos de lograr una mayor redistribución. Esto desincentivaría la inversión, y por lo tanto, el crecimiento.

A pesar de algunas diferencias en la especificación de los modelos, todos comparten una estructura común: la existencia de un mecanismo político, que describe cómo la distribución del ingreso determina la política fiscal a través del proceso de votación, y uno económico, que señala los efectos de la política fiscal sobre el crecimiento. En términos generales, los modelos discrepan en la estructura económica, y en menor medida, en el mecanismo político. Cada uno asume un tipo de gasto fiscal diferente financiado con imposición proporcional: inversión pública en servicios productivos (Alesina-Rodrik), redistribución desde capital hacia trabajo (Bertola), transferencias puramente distributivas (Persson-Tabellini) e inversión pública en educación (Saint Paul-Verdier). En todos los casos, se utiliza una versión del resultado estándar del modelo del votante mediano de Meltzer y Richard (1981).

La clave en el modelo de crecimiento endógeno de Alesina-Rodrik (1994) es la suposición de que los individuos tienen dotaciones relativas de capital-trabajo diferentes. Esa dotación determina el comportamiento del votante y por lo tanto el nivel de imposición, redistribución y crecimiento. El vínculo entre distribución y crecimiento está dado por las políticas redistributivas aplicadas.

De acuerdo al canal político, cuanto menor es la participación de un individuo en el ingreso proveniente del capital12 (relativo a su ingreso derivado del trabajo), mayor será su tasa de imposición ideal y menor su tasa de crecimiento ideal. De acuerdo al teorema del votante mediano, cuando los agentes votan sobre la tasa de imposición, el nivel deseado por la mayoría coincidirá con aquel preferido por el votante mediano en la distribución de recursos. Por otra parte, el mecanismo económico señala que cuando las tasas aumentan para financiar mayores niveles de inversión pública, disminuye el producto marginal del capital después de impuestos que puede ser apropiado por inversores privados. Esto causa una reducción en la tasa de acumulación del capital y, por lo tanto, de la tasa de crecimiento de una economía. Combinando los mecanismos económicos y políticos, cuanto más pobre es el votante mediano en relación al votante medio (cuanto mayor es la desigualdad en la distribución de ingreso y riqueza en la sociedad), mayor resulta la tasa impositiva de equilibrio y menor el crecimiento. Es decir, el modelo predice una relación negativa entre la desigualdad inicial en la distribución del ingreso y la riqueza y crecimiento.

En principio, se espera que la relación entre distribución del ingreso y crecimiento sea más fuerte en sociedades democráticas, debido a que allí la votación juega un rol importante en la adopción de políticas económicas. Sin embargo, el modelo no prevee ninguna correlación entre el tipo de régimen (dictadura o democracia) y el crecimiento debido a dos razones: i) la presión redistributiva puede encontrar una salida política en

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cualquiera de los dos sistemas. ii) la importancia dada al crecimiento depende de las preferencias del régimen13.

En el modelo de Bertola (1993) el mecanismo económico es diferente. Lo recaudado de la imposición sobre el ingreso de capital se distribuye entre los agentes que derivan su ingreso del trabajo. El efecto de una mayor imposición es igual que en el modelo previo. El mecanismo político opera también como se describió anteriormente. Combinando ambos mecanismos, se espera una relación positiva entre el nivel de ingreso del votante mediano y la tasa de crecimiento de la economía.

Mientras Alesina-Rodrik y Bertola estudian el conflicto sobre la distribución funcional del ingreso y se centran en la redistribución entre capital y trabajo, Persson y Tabellini (1994) ponen énfasis en la transferencia que se produce desde agentes ricos hacia agentes pobres. El punto relevante aquí es la distribución del ingreso personal. Los individuos trabajan e invierten en capital humano, los impuestos son proporcionales al ingreso y la recaudación se destina a transferencias de suma fija iguales para todos los agentes. El mecanismo económico señala que mayores tasas de imposición desincentivan la inversión en capital humano y, consecuentemente, disminuyen el crecimiento. Con respecto al mecanismo político, dada la forma en que se distribuyen los impuestos, los votantes pobres pagan relativamente menos impuestos que los votantes ricos, pero reciben el mismo beneficio que los últimos. La tasa de imposición preferida por los votantes está inversamente relacionada a su ingreso. Cuando las preferencias se agregan en el proceso de votación, se concluye que cuanto más pobre es el votante mediano en relación al votante medio, mayor resulta la tasa de imposición y menor la tasa de inversión y crecimiento: "la desigualdad daña el crecimiento".

Perotti (1992,1993) analiza el impacto que tiene la distribución del ingreso sobre el crecimiento en un modelo donde los votantes deciden el monto de las transferencias que desean. Supone que el capital humano es la fuente del crecimiento y que la forma en que se distribuye el ingreso no es una variable dada sino que puede modificarse a través del sistema impositivo. La importancia de la redistribución radica en que, al afectar el ingreso después de impuestos de los distintos agentes, define quiénes pueden invertir en capital humano y quiénes no. En consecuencia, esto afecta el crecimiento y cómo la distribución del ingreso evoluciona en el tiempo.

Al igual que los anteriores autores, coincide en que cuando se agregan las preferencias individuales en una elección colectiva a través del proceso de votación, la distribución inicial del ingreso es de suma importancia ya que determina el grado de redistribución que resultará en el equilibrio político. Cuando el votante decisivo es más pobre que el votante medio, se pronunciará a favor de las transferencias. En otras palabras, la desigualdad se asocia positivamente al nivel de imposición y de redistribución.

Sencillamente, el crecimiento y los cambios en la distribución del ingreso antes de impuestos resultan de la inversión en educación, que beneficia directamente al inversor e indirectamente a la comunidad a través de efectos derrame. En ausencia de un mercado de capitales perfecto14, los individuos que quedan con un ingreso después de impuestos menor al costo de financiar su educación no podrán invertir en ella. En el próximo período verán inalterado su ingreso antes de impuestos, perpetuando su situación inicial. Inversamente, quienes pueden financiar su capacitación recibirán un mayor ingreso en el siguiente período.

Las implicancias de estas relaciones son notables: existe una asimetría entre países pobres y ricos. En economías pobres, sólo una distribución muy desigual que concentra los recursos en la clase alta puede ser compatible con el crecimiento desde la óptica de este modelo. Como el costo relativo de la educación superior disminuye con el nivel de ingreso per cápita, sólo la clase rica puede invertir en capital humano en este tipo de sociedad. Aún cuando la redistribución sea máxima, los pobres aún no tendrían suficientes ingresos después de impuestos para educarse. La idea es que si la clase alta invierte en educación, habrá más recursos para redistribuir en el futuro. En otras palabras, este caso formaliza la

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expresión �agrandar la torta y después redistribuir�. El problema consiste en que para incentivar o permitir la inversión por parte de la clase alta, el votante mediano debe elegir un nivel de imposición menor al que desea, lo cual implica decidir entre una pérdida presente o una ganancia futura. Si prevalece la última alternativa, el modelo predice crecimiento.

El proceso anteriormente descripto requiere que el votante mediano no tenga incentivos a establecer impuestos muy progresivos y expropiar a la clase rica, dada la gran participación de ésta en el ingreso total antes de impuestos. Se necesita además, que la clase media �que contiene al votante mediano- se encuentre cerca de la alta en la escala de distribución y que ésta última sea suficientemente rica al inicio.

La situación en una economía de alto nivel de ingreso es opuesta. El crecimiento ocurre si: (i) la clase baja no es tan pobre al inicio del proceso, de manera que aún una redistribución máxima, no pudiera permitirles invertir en educación; (ii) la clase media no es mucho más rica que la baja. De otra forma, la redistribución resultaría muy costosa en términos de ganancia futura. En este caso, el votante mediano se pronuncia a favor de un mayor nivel de redistribución que el deseado a cambio de un nivel de ingreso per cápita superior en períodos siguientes.

Los párrafos precedentes ilustran un modelo de Perotti que formaliza el concepto de crecimiento como un proceso de goteo o "trickle-down", donde la inversión en capital humano de una clase social aumenta el ingreso futuro de todas las clases y posibilita que otras nuevas accedan a la capacitación a través del tiempo. Sin embargo, este proceso positivo de transmisión de externalidades puede detenerse en ausencia de un planificador central cuando resulta muy costoso al votante mediano llevarlo a cabo. Nada asegura que la clase media tenga incentivos a redistribuir recursos hacia las clases bajas una vez que ella misma ha logrado invertir en educación, especialmente cuando la segunda es mucho más pobre que la primera. Por lo tanto, el resultado político generado por la distribución inicial del ingreso determina si el proceso de goteo se realiza completamente o si se detiene antes de que la economía alcance el mayor nivel posible, esto es, donde todos los individuos han podido educarse.

Otra característica importante en este modelo de generaciones superpuestas es la propiedad de generar endógenamente una U invertida de Kuznets en cortes transversales. Como se detalló anteriormente, en una sociedad pobre, la clase alta invierte en educación sólo si la distribución es muy desigual. Esta economía llegará a un nivel intermedio de ingreso con un nivel aún mayor de desigualdad y luego permanecerá en ese nivel porque lo que se requiere allí para el crecimiento es una sociedad más igualitaria. Por su parte, economías pobres con una distribución equitativa no crecerán porque los inversores potenciales �la clase alta- no tiene suficiente recursos. Sólo los países con niveles intermedios de desigualdad lograrán éxito a través del proceso de goteo, hasta que todas las clases hayan podido educarse y el nivel de ingreso sea el mayor. La afirmación general a que arriba es muy fuerte: cualquier distribución del ingreso que amenaza la capacidad de inversión de la clase alta puede dañar el crecimiento.

A.1.2. Política fiscal endógena. Modelos de Votante No Mediano

Los modelos de la sección anterior (A.1.1) predicen una relación positiva entre

desigualdad y redistribución. Basados en el supuesto de sistemas democráticos que funcionan correctamente, la desigualdad crea presiones redistributivas que aún en los países no democráticos se traducen en políticas de este tipo. Sin embargo, varios estudios han presentado evidencia contraria: las sociedades más desiguales tienden a redistribuir menos. Bénabou (1996) y Rodríguez (1999) utilizan modelos de redistribución basados en votantes no medianos para justificar una relación negativa entre desigualdad y crecimiento.

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Rodríguez (1999) analiza la influencia política en un contexto donde la redistribución disminuye con el incremento de la desigualdad. Presenta un modelo de búsqueda de rentas donde existe desigualdad en la capacidad para ejercer influencia política sobre los funcionarios. En este marco, determinados grupos sociales contribuyen a financiar las campañas políticas a cambio de favores o tratamiento especial. Si esta actividad de búsqueda de rentas tiene un efecto negativo sobre la inversión, la desigualdad puede lesionar el crecimiento al inducir la práctica de actividades improductivas.

Se trata de un juego en el que participan votantes, políticos e influence-seekers. Los políticos tratan de maximizar el apoyo electoral combinando políticas populares con financiación de la campaña, ofrecida únicamente por individuos con dotaciones de capital a cambio de exenciones impositivas o favores políticos otorgados por el gobierno. Se supone la existencia de dos activos, trabajo y capital, distribuidos en forma igual y desigual respectivamente. Surgen dos tipos de heterogeneidad: i) entre capitalistas, que acumulan capital, y trabajadores, que no disponen de él; ii) entre capitalistas que tienen diferentes dotaciones de capital. Los asalariados no tienen capacidad para efectuar contribuciones políticas. Los contribuyentes (capitalistas), quienes financian las campañas, pagan costos fijos. Este es un supuesto esencial que captura la presencia de rendimientos crecientes de la actividad política15. El lobby en pequeña escala para obtener favores políticos casi nunca es observable y además existe evidencia empírica de una relación creciente entre participación política y niveles de ingreso. El modelo permite a los votantes controlar la tasa impositiva pero no el vector de exenciones, es decir, tienen un poder limitado. Ésta es la principal característica del análisis, que lo diferencia de los modelos tradicionales de votante mediano, los cuales asumen un total poder de los votantes para fijar políticas. Al permitir a los electores fijar una medida y dejar que los políticos diseñen el resto, introducen una desviación del contexto de votante mediano. Intuitivamente, los electores pueden decidir sobre la tasa impositiva, generalmente observada en las promesas electorales. Sin embargo no controlan las numerosas exenciones, negociadas ocultamente y sólo expuestas en escándalos. El votante enfrenta entonces un trade-off: desea mayores tasas para maximizar las transferencias recibidas pero éstas incentivan la búsqueda de rentas e incrementa el número de contribuciones a cambio de favores políticos.

El autor concluye que no debe esperarse que las sociedades desiguales redistribuyan más pues se caracterizan por la gran capacidad de sus miembros ricos para afectar las políticas del estado en su favor. Aumentos en la desigualdad se traducen en una mayor proporción de los recursos que se ponen en manos de los individuos que logran obtener favores fiscales de parte de los funcionarios y esto redunda en una disminución de los bienes que la sociedad puede dedicar a la redistribución y en actividades de búsqueda de renta socialmente improductivas.

Por su parte, Bénabou también enfatiza que no es la desigualdad en la distribución del ingreso per se lo que interesa en este contexto, sino la desigualdad en la distribución relativa de poder político. Asume que el votante decisivo tiene un nivel de ingreso superior al medio16. Si es suficientemente alto, la desigualdad aumenta el costo de la redistribución. Señala que la existencia de mercados de capital imperfectos y restricciones de liquidez sugieren que una disminución en el grado de desigualdad puede conducir a los pobres a inversiones más eficientes que las que hubieran podido realizar con bajos ingresos. Por lo tanto, la eficiencia de la inversión es mayor en presencia de igualdad.

El punto de partida de los trabajos de Bénabou (1996 a,b) es un rol del estado diferente. Cuando los mercados de capital son imperfectos, una variedad de políticas que transfieren riqueza desde los ricos hacia los pobres pueden tener un efecto neto positivo sobre el producto y el crecimiento. Intuitivamente, redistribuciones eficientes tienen mayor consenso en sociedades homogéneas y enfrentan mayor oposición en una desigual. Esto puede generar una correlación negativa entre desigualdad y crecimiento, tal como se encuentra en los datos, sin la prescripción habitual de que las transferencias aumentan con la desigualdad, lo cual no es corroborado empíricamente. En realidad, su modelo admite la

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existencia de múltiples equilibrios: situaciones de alta desigualdad y baja redistribución o viceversa.

En términos formales, analiza un modelo de crecimiento estocástico con mercados de capital imperfectos y agentes que votan varias políticas redistributivas17. Utiliza una variante del modelo de votante mediano, tratando de capturar la idea de que algunos agentes tienen mayor influencia sobre el proceso político que otros. Existen dos situaciones posibles: i) laissez faire, donde cada individuo consume su dotación; ii) completa redistribución, cuando se comparte todo. Los agentes a favor de la segunda son quienes poseen menos que la media. Como la distribución está sesgada a la izquierda, el votante mediano tiene menos que el votante medio. La regla de la mayoría indica que existirá redistribución. Pero en la realidad, los ricos compran influencia política, entonces el nivel relevante para la redistribución, que corresponde al votante mediano, puede dejar de serlo.

A medida que aumenta la desigualdad, también lo hace la posibilidad de que se implemente una política que disminuya el ingreso agregado. Este es en esencia el mecanismo por el cual la desigualdad reduce el crecimiento en modelos como Alesina y Rodrik y Persson y Tabellini. La idea es verificada por varios estudios de campo, sin embargo, no parece surgir del aumento en la redistribución. Empíricamente se sugiere que las sociedades más desiguales redistribuyen menos.

Cuando las políticas redistributivas como función de la desigualdad conducen a ganancias de eficiencia, el apoyo político para ello toma la forma de U. Intuitivamente, en momentos en que existe más igualdad, o menos dispersión comparada con la media, existe apoyo casi unánime para las políticas. Cuando la desigualdad aumenta, la proporción de aquellos que pierden con la redistribución también se incrementa. En niveles suficientes de desigualdad, domina el efecto de sesgo hacia la izquierda: existen tantos pobres que imponen la redistribución, sin importar cuál es el impacto agregado. Bénabou sostiene que no existe relación monotónica entre la desigualdad del ingreso o la posición relativa del agente mediano y la posibilidad de redistribución.

A.2. Inestablidad Socio-Política

Este enfoque se basa en la idea de que la desigualdad en el ingreso es un

importante determinante de la inestabilidad socio-política. Crea un escenario incierto y en consecuencia, reduce la inversión y el crecimiento.

Según Alesina-Perotti (1996), el concepto de inestabilidad política puede entenderse de dos formas: i) aquella que enfatiza la propensión a observar cambios de gobierno -constitucionales o no- y ii) la que se refiere al conflicto social y violencia política18. Una alta probabilidad de ocurrencia de la primera forma se asocia a incertidumbre en la dirección de las políticas de gobierno, especialmente económicas. Un gran número de ciudadanos empobrecidos y disconformes enfrentado a un pequeño grupo de individuos ricos tratará de cambiar la estructura socioeconómica. En este escenario de desigualdad, la aparición de fenómenos de violencia masiva son más probables que en una sociedad con una distribución del ingreso más equitativa.

La inestabilidad política afecta la inversión en tres formas. En primer lugar, puede aumentar el nivel de imposición de factores acumulables. Segundo, los fenómenos de descontento social pueden detener u obstaculizar los procesos productivos, disminuyendo la productividad del capital y del trabajo. Por último, aumenta la incertidumbre y en consecuencia, induce a los inversores a posponer sus proyectos productivos, a invertir fuera del país (capital flights) o sencillamente a reducir su consumo. Un alto índice de inestabilidad19 señala incertidumbre por dos razones básicas: i) cuando el descontento social es generalizado, la probabilidad de cambios de gobierno aumenta. ii) la ocurrencia de estos

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cambios, sean constitucionales o no, indica una tendencia a abandonar el orden legal y constituye una amenaza para la seguridad jurídica y la protección de la propiedad privada.

La redistribución fiscal, al aumentar la imposición sobre capitalistas e inversores, reduce la propensión a invertir y el crecimiento, pero al mismo tiempo, puede disminuir la tensión social y crear un clima socio-político propicio para las actividades productivas y de acumulación. Así, en este modelo, la redistribución fiscal puede aumentar el crecimiento económico. En consecuencia, el efecto neto de estas políticas sobre el crecimiento debe comparar los costos de una imposición distorsiva contra los beneficios de una reducción en la tensión social.

Tornell y Velasco (1992), Tornell (1994), Benhabib-Rustichini (1996) estudian cómo el crecimiento es afectado por conflictos distribucionales entre grupos de interés tradicionales o coaliciones. Los dos primeros analizan la habilidad del grupo de presión para extraer rentas de los otros pero no tratan directamente con la desigualdad. Benhabib-Rustichini (1996) muestran que el grado en que el conflicto social reduce el crecimiento depende del nivel de desarrollo de la economía y del grado de desigualdad.

A modo de crítica, tanto en el caso de modelos de votante mediano como de votante no mediano, resultaría interesante analizar el impacto de un fuerte y sostenido comportamiento de tipo free-rider por parte de los agentes. Es posible pensar que algunos electores o grupos voten estratégicamente a favor de una mayor redistribución para incrementar los beneficios de las transferencias que obtendrán y que a la vez, actúen como free-riders evadiendo. Si este comportamiento es suficientemente extendido, el monto a transferir dependerá finalmente de la presión impositiva ejercida sobre los contribuyentes habituales. Este hecho posiblemente reduzca el crecimiento al disminuir cada vez más el ingreso después de impuestos que puede ser utilizado.

B.1. Mercado de capitales imperfectos e inversión La característica común en estos modelos es la existencia de al menos un mercado

faltante, o por lo menos, imperfecto. La presente corriente de la literatura se concentra en el análisis de la relación entre la desigualdad en la distribución del ingreso, mercados de capital imperfectos y decisiones de inversión. Los trabajos de Galor y Zeira (1993), Banerjee y Newman (1991) y Aghion, Caroli y García Peñaloza (1999) desarrollan modelos donde imperfecciones en el mercado de capitales admiten la posibilidad de que la distribución del ingreso afecte el sendero de crecimiento de una economía.

Un punto importante a tener en cuenta es que en los modelos de Persson-Tabellini, Bertola y Alesina-Rodrik, la distribución de la riqueza está dada o es exógena. En los modelos de mercados incompletos, la presencia de una evolución endógena de la distribución de la riqueza es fundamental para el desarrollo del análisis y, en particular, para estudiar el fenómeno de movilidad social. La persistencia intergeneracional de disparidades en el ingreso y la riqueza es tan relevante como la preocupación por el nivel de desigualdad per se.

Galor y Zeira (1993) exploran un posible vínculo entre distribución y crecimiento a través de la inversión en capital humano en presencia de mercados de crédito imperfectos. Muestran que en este contexto, la distribución inicial de la riqueza afecta al producto agregado y a la inversión, tanto en el corto como en el largo plazo.

Desarrollan un modelo de equilibrio de economía abierta con generaciones superpuestas donde se admite la existencia de altruismo generacional. Consideran dos tipos de trabajo: calificado y no calificado. Los individuos viven dos períodos. En el primero, pueden invertir en capital humano y educarse, o trabajar como no calificados. En el próximo

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período trabajan como calificados o no, según su nivel previo de educación, consumen y dejan herencias a sus descendientes. Los autores asumen que los individuos son idénticos con respecto a sus habilidades potenciales y preferencias y se diferencian sólo en cuanto a la riqueza que heredan. Obligar legalmente a un prestatario a cumplir con el préstamo es costoso, a lo que se agrega los gastos de administración y supervisión de los individuos. Esto se traduce en una tasa de interés más alta para quien toma el préstamo que la que se paga a quien provee los fondos.

En este escenario, la distribución de la riqueza determina la calificación de los trabajadores, el nivel agregado de inversión y de producto, tanto a corto como a largo plazo. Los distintos niveles de inversión en capital humano originan a su vez la distribución del ingreso que gradualmente modifica la distribución de la riqueza en el tiempo.20

Dos son los supuestos claves en el modelo. Los mercados de crédito son imperfectos, por cuanto la tasa de interés activa es mayor a la pasiva, y la inversión en capital humano es indivisible. El resultado es intuitivo: si tomar un préstamo es difícil de lograr y costoso, aquellos que heredan más en el momento inicial pueden invertir en capital humano sin necesidad de asistencia financiera. Por lo tanto, la distribución de la riqueza afecta la inversión en capital humano y el nivel de producción. Si existen costos fijos en educación, los hogares pobres se encontrarán atrapados en una "trampa de pobreza" y la desigualdad persistirá generación tras generación.

Galor y Zeira muestran que la dinámica económica de las dinastías o familias depende de la riqueza inicial. Existen por un lado, dinastías ricas donde todas las generaciones invierten en capital humano, trabajan en el sector calificado y dejan mayores herencias. Y por otro lado, familias pobres que heredan escasos recursos, trabajan como no-calificados y legan poco a sus descendientes. A nivel agregado, una economía inicialmente pobre, acabará pobre en el largo plazo. Una sociedad rica en el primer momento, con una riqueza distribuida entre muchos individuos, continuará siendo rica. Sin embargo, si esos bienes son propiedad de unos pocos, la economía terminará siendo pobre en el largo plazo. Esto sugiere que un país con imperfecciones en el mercado de crédito tiene mejores perspectivas de crecimiento con una clase media relativamente mayor. En otras palabras, si dispone de una distribución de la riqueza más equitativa.

Aghion, Caroli y García Peñaloza (1999) analizan el efecto de la desigualdad sobre el crecimiento en economías donde las dotaciones de riqueza o capital humano son heterogéneas entre los individuos y los mercados de capital son imperfectos. Sostienen que la redistribución hacia los individuos de menores recursos, al reducir la desigualdad, puede promover el crecimiento.

Suponiendo una forma extrema de imperfección en el mercado de crédito -no existen posibilidades de prestar o pedir prestado-, los autores muestran que cuando la función de producción individual es cóncava, una mayor desigualdad en la distribución de la riqueza resulta en una menor tasa de crecimiento. Redistribuir tal riqueza desde individuos ricos (cuya productividad marginal de la inversión es relativamente baja debido a los rendimientos marginales decrecientes) hacia pobres (cuya productividad marginal de la inversión es relativamente alta pero no pueden invertir más de su limitada dotación) promovería la productividad y por lo tanto, el crecimiento. Este resultado se mantiene cualquiera que sea la fuente de la imperfección de mercado: problemas de incentivos (riesgo moral ex-ante) o inconvenientes para obligar al repago del préstamo (que surgen de contratos incompletos o riesgo moral ex-post).

Los autores se basan en los trabajos relacionados de Banerjee y Newman(1991) y Aghion y Bolton(1997), quienes introducen consideraciones de riesgo moral como la fuente de imperfecciones de mercado y analizan luego el impacto de la redistribución sobre el nivel de producto y la tasa de crecimiento. En ambos, la causa de riesgo moral es la presencia de responsabilidad limitada, esto es, se supone que el esfuerzo individual no es observable y que la devolución del préstamo no puede superar el producto logrado por el prestatario.

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Cuanto más necesita un agente para iniciar un proyecto, menores son los incentivos a esforzarse, por cuanto debe compartir cada vez una mayor fracción de los ingresos marginales con el prestamista. Para los autores, de aquí se desprende que redistribuir riqueza hacia los prestatarios tendría un efecto incentivo positivo sobre el esfuerzo que ofrecen. Cuando compensa en más los efectos incentivo negativos sobre los prestamistas, entonces, dicha redistribución promoverá el crecimiento sólo basándose en consideraciones de incentivos.

Un punto interesante se plantea al discutir hasta qué punto una redistribución de la riqueza es sostenible en el tiempo. En este sentido, es necesario considerar si las consecuencias de una redistribución por única vez tendrán efectos permanentes sobre el producto y crecimiento, o si por el contrario, tales políticas debieran ser habituales para lograr resultados.

Banerjee y Newman (1991), por su parte, desarrollan un modelo que combina dos líneas de pensamiento, la teoría de los mercados incompletos y la teoría de crecimiento basada en el altruismo21. A diferencia de otros análisis similares, se endogeiniza la fuente de la imperfección. Se trata de un modelo de mercado de seguros incompleto debido a la presencia de riesgo moral en la producción como consecuencia de monitoreo imperfecto.

Los agentes, tienen preferencias y dotaciones de trabajo idénticas. Obtienen utilidad del consumo y de su propio legado, que luego se convierte en una herencia no derivada del trabajo (riqueza) para sus descendientes. Introducen el riesgo al suponer la existencia de dos activos disponibles, uno seguro y otro riesgoso, con una mayor tasa de retorno esperada. Este último consiste en un proyecto de inversión que paga altos retornos sólo si el agente invierte una cierta cantidad de esfuerzo no observable en él. Como los agentes son adversos al riesgo, prefieren asegurarse a sí mismos compartiendo el proyecto con otros inversores. Sin embargo, cuanto más riesgo diversifican y comparten con otros, menor es la fracción que reciben de su proyecto y, por lo tanto, se reduce el incentivo para esforzarse.

El principio común en estos modelos es la existencia de una relación negativa entre desigualdad y crecimiento producida por el agravamiento de las condiciones crediticias. En Banerjee-Newman (1993) esta relación opera a través del salario real. Una desigual distribución de la riqueza significa gran cantidad de individuos que no poseen las garantías requeridas para tomar un préstamo necesario a la hora de realizar empresas independientes. Éstas personas actúan como asalariados, deprimiendo el salario y también la herencia que dejan a sus descendientes. Por el contrario, las dinastías ricas se ven beneficiadas por un bajo salario de contratación. Esto se traduce en una baja movilidad social y persistencia en el tiempo de la desigualdad. Piketty (1996) genera una forma de trampa de la pobreza a través de la tasa de interés. Cuando la distribución de la riqueza está desigualmente distribuida hay pocos prestamistas y muchos prestatarios. Esto implica altas tasas de interés, especialmente si la riqueza total de la economía es poca. Mayores tasas agravan la situación de los prestatarios pobres y dificulta la movilidad social ascendente. La situación de baja riqueza y alta dispersión persiste en el tiempo. En el modelo de Bénabou (1996), la relación se da a través de las medidas de política económica: impuestos y transferencias de fondos públicos para educación sirven como sustitutos imperfectos de mercados de crédito ausentes. Cuando una mayor desigualdad lleva a una menor redistribución, esto reduce nuevamente la movilidad. Esta es la explicación de por qué transferencias y crecimiento pueden estar positivamente correlacionados.

En síntesis, cuando los agentes son heterogéneos, los mercados de capital imperfectos y la tecnología muestra rendimientos marginales decrecientes para el capital, una mayor desigualdad puede tener un impacto negativo sobre el crecimiento. Una aplicación particular de este modelo se refiere a la inversión en capital humano. Tomar prestado para realizar una inversión intangible como ésta resulta muy costoso, especialmente en países en desarrollo, por lo tanto, la riqueza familiar constituye el principal determinante de la inversión.

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B.2. Fertilidad Endógena El último de los canales que vincula desigualdad y crecimiento señalados por Perotti

(1996) se basa en la idea de que la inversión en capital humano está afectada por decisiones de fertilidad, que a su vez dependen de la estructura de distribución del ingreso.

Este aspecto se estudia en general en un marco de agente representativo y fue presentado con anterioridad por Barro-Becker (1988), Becker-Murphy-Tamura (1991) y Raut (1991), quien muestra cómo la relación entre educación y fertilidad se relaciona con la distribución del ingreso.

Dahan y Tsiddon (1998), por su parte, investigan las interacciones entre fertilidad, desigualdad y crecimiento. Una menor fertilidad se asocia con una disminución de la desigualdad, un aumento en la inversión en capital humano y por lo tanto en el crecimiento. Proponen un modelo donde inicialmente las dinastías pobres no invierten en educación y por ello, permanecen pobres, mientras las dinastías ricas sí lo hacen y, de esta forma, perpetúan su condición. No existe movilidad intergeneracional entre ricos y pobres. Debido a una mayor fertilidad entre estos últimos, la proporción de pobres aumenta, agravando la desigualdad. Una vez que la desigualdad en el ingreso alcanza cierto nivel, las diferencias salariales e incentivos son suficientes para que algunos individuos pobres puedan educarse. El número de personas no calificadas se reduce, aumentando sus salarios y disminuyendo la desigualdad. Se enfocan en un modelo de dinámica de transición con un único estado de equilibrio para la desigualdad mientras otros modelos predicen la existencia de múltiples equilibrios.

Kremer y Chen (2000) analizan las decisiones de fertilidad y su relación con la desigualdad. En el caso de países en desarrollo con distribuciones de ingreso profundamente desiguales, los trabajadores educados tienen una notable menor tasa de fertilidad que los no educados. Se supone que los hijos de los primeros tienen mayores posibilidades de ser capacitados. Este hecho tiende a incrementar la proporción de individuos no educados, reduciendo su salario y el costo de oportunidad de tener más hijos, creando un círculo vicioso. Un modelo que incorpora estos aspectos conduce a múltiples niveles de desigualdad. Si la proporción inicial de trabajadores calificados es suficiente, las diferencias salariales y de fertilidad entre ellos y trabajadores no calificados serán pequeñas, permitiendo a la economía converger a un nivel de equilibrio con baja desigualdad. Sin embargo, si la proporción inicial de trabajadores educados es muy baja, la desigualdad se reforzará a si misma y la economía se acercará a un nivel de equilibrio con un pequeño porcentaje de trabajadores calificados y una gran desigualdad entre los dos tipos.

Además, en los países en desarrollo, la fertilidad típicamente desciende con la educación. Una posible explicación de por qué la fertilidad declina con la educación se relaciona con los mayores costos de oportunidad que enfrentan las mujeres capacitadas que perciben mayores salarios de mercado. Si el efecto sustitución tiene más peso que el efecto ingreso, entonces, éstas mujeres tienen menos hijos.

El modelo es aplicable con mejor precisión a los países de ingreso medio. En este sentido, cuando los salarios son bajos, un aumento de éste puede incrementar el número de hijos que sobreviven �al reducir la mortalidad infantil- a la vez que disminuir la infertilidad debida a enfermedades y malnutrición. A niveles salarios altos, nuevos incrementos posiblemente reducen la fertilidad sólo levemente.

Según Perotti, estos modelos predicen que una disminución en la desigualdad causaría una reducción en la fertilidad y un aumento en la inversión en capital humano que incrementaría el crecimiento.

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5. Estudios empíricos

En líneas generales, mientras el trabajo teórico ha sido muy fecundo y provee una

gran cantidad de explicaciones para los posibles vínculos entre la desigualdad en la distribución y el crecimiento, la mayoría de los estudios empíricos consisten en estimaciones de una ecuación de crecimiento estándar �al estilo de Barro� ampliada. La tarea consiste en regresar una serie de variables, incluyendo una medida de la desigualdad, sobre el crecimiento. Se trata de determinar si existe una relación negativa o positiva entre los conceptos en esta llamada forma reducida y establecer cuál es el modo en que se vinculan. Pocas son las investigaciones que tratan de probar la existencia de relaciones estructurales descriptas en diferentes modelos teóricos (Perotti (1996) y Panizza (1999)).

El anterior proceso se ve obstaculizado por la escasa disponibilidad de datos adecuados y la dificultad para encontrar medidas de redistribución comparables internacionalmente. Como se apreciará en las siguientes líneas, la principal discusión en torno a los resultados de las regresiones aplicadas en los trabajos se refiere a la calidad de la información utilizada, a la forma de medir los conceptos bajo análisis y a la técnica de estimación.

En principio, puede establecerse como criterio de clasificación de la literatura empírica el signo de la relación entre desigualdad y crecimiento. De esta forma, existe una idea común en una gran cantidad de trabajos que analizando distintos períodos, conjuntos de datos y medidas de desigualdad obtienen idéntica conclusión: la desigualdad inicial en la distribución daña el crecimiento a largo plazo. La mayoría de los estudios obtiene una relación negativa y estadísticamente significativa entre la medida de desigualdad elegida y el crecimiento (o inversión).

Por otra parte, algunas investigaciones logran una conclusión contraria y obtienen una relación positiva entre desigualdad y crecimiento. A este resultado arriban los trabajos de Partridge (1997), Forbes (1997), Li y Zou (1997). Basados en un nuevo conjunto de datos y técnicas de estimación ponen en duda la relación negativa hallada por otros autores. Forbes (1997) utiliza efectos fijos, efectos aleatorios y el estimador de Arellano-Bond para un grupo de 35 países y muestra que es posible encontrar una relación positiva entre desigualdad y crecimiento a mediano plazo, robusta a cambios en la muestra, inclusión de otras variables y medidas de desigualdad y otros tests de especificación. Resultados similares obtienen Li y Zou (1997) quienes señalan que al considerar episodios quinquenales de crecimiento para 35 países en un contexto de panel data, la relación se vuelve positiva. Partridge (1997) utiliza datos de alta calidad para los estados americanos y encuentra una correlación positiva entre la participación en el ingreso de la clase media y el crecimiento económico para episodios de 10 años. También obtiene una correlación positiva entre desigualdad -medida por el coeficiente de Gini- y crecimiento, mostrando que la desigualdad promueve el crecimiento. Deininger-Olinto(2000) utilizan la distribución de la tierra y el estimador GMM de Arellano-Bover para examinar la robustez de la relación entre desigualdad y crecimiento que ha sido observada en diversos trabajos empíricos de corte transversal y puesta a prueba por estudios recientes que utilizan la técnica de panel data. Encuentran evidencia de que la desigualdad en la distribución de activos -pero no en la distribución del ingreso- tiene un gran impacto negativo sobre el crecimiento y reduce además la efectividad de las políticas pro-educación.

Forbes, Li-Zou y Partridge son extensamente criticados. Para empezar, mientras la mayoría de los modelos teóricos que encuentran una relación negativa se enfocan en el largo plazo, éstos se concentran en un crecimiento de corto y mediano plazo. En segundo lugar, Székely y Hilgert (1999) sostienen que la relación entre desigualdad y crecimiento es sensible a la medida de desigualdad usada en la regresión y en consecuencia, la conclusión puede ser distinta. Además, el método de estimación utilizado pone en duda la

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significatividad de los coeficientes22. Por último, Atkinson y Brandolini (1999) muestran que el criterio utilizado por Deininger y Squire (1996) para construir un subconjunto de datos de alta calidad -usado por estos trabajos- es inapropiado.

Deininger y Squire (1996) también ponen en duda la relación negativa. Al explorar la posibilidad de una relación sistemática utilizando su base de datos de alta calidad, encuentran que la desigualdad inicial en la distribución del ingreso no es un determinante robusto del crecimiento futuro. No existe en este caso una relación negativa estadísticamente significativa. Si embargo, una desigual distribución inicial de activos, aproximada por la distribución de tierra, tiene un efecto significativo sobre el crecimiento subsiguiente.

Barro (1999) utiliza un estimador de panel data y encuentra evidencia de un efecto negativo de la desigualdad sobre el crecimiento en los países pobres mientras que la misma relación es positiva en el caso de los países ricos. De todas formas, señala que los efectos generales de la desigualdad sobre el crecimiento y la inversión son débiles. Por otra parte, la curva de Kuznets aparece como una clara regularidad empírica que no se debilita en el tiempo. Sin embargo, se reconoce su bajo valor explicativo a la hora de aclarar la variación de la desigualdad entre países.

La idea general en el caso de los modelos de economía política es que la desigualdad reduce el crecimiento. En términos teóricos, los trabajos de Alesina-Rodrik (1994), Bertola (1993), Perotti (1993), Persson-Tabellini (1992,94) preveen la existencia de una relación positiva entre desigualdad y redistribución y negativa entre ésta y el crecimiento, como se expuso anteriormente. Sin embargo, la evidencia empírica presentada en varios trabajos es adversa a esa expresión común. Varios estudios empíricos23 examinan vínculos entre desigualdad en la distribución del ingreso y distintas medidas de redistribución: (i) transferencias como porcentaje del PBI, solas o desagregadas en distintas categorías, (ii) tasas impositivas marginales promedio, (iii) gastos en educación. Otros24 analizan el efecto de estas políticas sobre el crecimiento económico o tasa de inversión. Generalmente, la medida de desigualdad utilizada es la participación en el ingreso del tercer quintil, o la participación del tercer y cuarto quintil, lo cual refleja el énfasis de los modelos sobre el votante mediano y la clase media.

Los resultados, salvo ciertas excepciones tratadas a continuación, indican que el efecto de la distribución del ingreso sobre las transferencias e imposición es raramente significativo. Además, el signo de la relación varía de uno a otro estudio. La relación entre redistribución y crecimiento es positiva y estadísticamente significativa en general. Cabe destacar que tanto Alesina-Rodrik como Persson-Tabellini argumentan que estos resultados no pueden ser interpretados como una negación de la validez de la teoría. Señalan que la redistribución puede tomar muchas formas distintas: imposición progresiva del ingreso, leyes sobre salario mínimo, legislación sobre patentes, regulaciones, protección de los derechos de propiedad.

Alesina y Rodrik (1994) encuentran una relación estadísticamente significativa y negativa entre desigualdad en la distribución de la tierra y el crecimiento económico. También concluyen que la desigualdad en la distribución del ingreso inicial está negativamente correlacionada con el crecimiento. Cuanto mayor es la desigualdad en la distribución de recursos, menor es el aumento en el producto. En este caso, el vínculo entre distribución y crecimiento está dado por las políticas redistributivas. Además, refutan la hipótesis de que la relación entre desigualdad y crecimiento es diferente en democracias y no democracias, resultado que obtienen Persson y Tabellini (1994).

Los modelos de Alesina-Rodrik y Persson-Tabellini usan el teorema del votante mediano. La redistribución y el crecimiento dependen de la distancia entre el ingreso del votante mediano y el ingreso per cápita promedio. La variable distribucional ideal en estos casos sería la posición relativa del votante mediano. Sin embargo, no es posible calcularla

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con suficiente precisión. Una medida de desigualdad que proporciona una buena aproximación es la participación en el ingreso del tercer quintil25.

Persson y Tabellini (1994) también encuentran una relación negativa entre desigualdad en la distribución del ingreso inicial y crecimiento. El coeficiente de participación en el ingreso del tercer quintil resulta positivo y muy significativo, es decir, mayor igualdad implica mayor crecimiento. Su modelo predice que la desigualdad está inversamente relacionada con el crecimiento en regímenes democráticos pero no necesariamente en sociedades no democráticas. Las democracias crecen en promedio más rápido y tienen un nivel inicial de ingreso per cápita más alto que las no democracias26.

El análisis de sensibilidad revela que los resultados obtenidos no son consecuencia de errores de medición, características de la muestra, causalidad inversa o variables omitidas. Reconocen que aún cuando los resultados son estadísticamente robustos, es posible que reflejen mecanismos diferentes a los políticos, ya que sólo se estiman formas reducidas de la relación y no los dos canales específicos: desde mayor nivel de igualdad a menor redistribución; desde menor redistribución a mayor inversión y crecimiento. Se trabaja con la forma reducida debido a la dificultad de observar datos de las políticas redistributivas relevantes.

En síntesis, las versiones de Alesina-Rodrik y Persson-Tabellini estiman la forma reducida regresando una ecuación de crecimiento estándar �a la Barro�, añadiendo la participación en el ingreso del tercer quintil en la parte derecha. La forma reducida del modelo de Perotti (1992) difiere de los dos anteriores en dos aspectos. No sólo importa el porcentaje de participación en el ingreso del tercer quintil sino también su distancia a los otros grupos de ingreso cuya inversión en educación depende de la tasa impositiva elegida por el votante mediano. Segundo, la relación entre la participación del tercer quintil y el crecimiento es diferente a distintos niveles de ingreso per cápita. En otras palabras, según la participación en el ingreso del último quintil, una mayor participación del tercer quintil incentiva al crecimiento en una economía pobre pero daña al crecimiento en una economía rica.

Perotti (1996) es el más serio intento de probar empíricamente los modelos teóricos descriptos con anterioridad a través de la estimación de formas estructurales. Al igual que sus pares concluye que existe una robusta relación negativa entre desigualdad en la distribución del ingreso y el crecimiento. Para el autor, no es posible concluir que la relación desigualdad-crecimiento es más fuerte en las democracias, por cuanto no es posible separar un efecto de democracia de un efecto ingreso. Sus estimaciones estructurales aportan evidencia que apoya el enfoque de la inestabilidad socio-política y la fertilidad endógena. Sin embargo, no encuentra soporte para el enfoque fiscal. No hay correlación entre desigualdad y redistribución y halla una relación positiva entre redistribución y crecimiento, es decir, resultados inversos a lo esperado. Esto contradice una conclusión anterior de Easterly-Rebelo (1993) que predecía una relación negativa entre estas dos últimas variables.

Panizza (1999) encuentra evidencia en apoyo de una fuerte relación negativa entre desigualdad en la distribución del ingreso y crecimiento. Su estudio es particularmente importante porque corrobora los resultados obtenidos en otros trabajos de tipo cross-country utilizando, sin embargo, un conjunto de datos cross-state. La principal crítica a los anteriores trabajos es la baja calidad de los datos sobre distribución del ingreso que utilizan. Por ello, la investigación de Panizza es muy útil al establecer que la relación negativa entre desigualdad y crecimiento es robusta al uso de mejores medidas y conjunto de datos. Estos hallazgos desafían la validez de las conclusiones de Partridge (1997), Forbes (1997) y Li y Zou (1997), que como hemos dicho, ponen en duda el signo de dicha relación.

En líneas generales, los trabajos a que se refiere Panizza tienen dos inconvenientes principales. Los diferentes métodos de recolección y agregación de información en diversos países, pequeños tamaños de muestra y el tratamiento inadecuado e insuficiente del sector informal son algunas de las causas de la poca precisión de los datos. Además, excepto

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Perotti (1996), sólo prueban formas reducidas de las ecuaciones, en lugar de tratar de identificar vínculos estructurales entre distribución del ingreso y crecimiento. La solución que aplica el autor es la de usar datos regionales de la misma forma como lo hacen Barro y Sala-i-Martín cuando estudian la convergencia de largo plazo, utilizando observaciones de los estados americanos, regiones europeas, prefecturas japonesas y provincias canadienses. La ventaja de los estudios �Cross-state� es que los datos son relevados de idéntica forma y además, son comparables entre sí. Precisamente, los estados de EEUU comparten igual legislación pero tiene distintos niveles de imposición y transferencias, lo que los hace ideales para probar el canal fiscal. Sin embargo, la baja variablilidad en la distribución del ingreso entre estados puede constituir una desventaja.

Panizza construye un conjunto de datos de distribución del ingreso para 48 estados continentales de EEUU y prueba la presencia del canal fiscal descripto por Bertola (1993), Alesina-Rodrik (1994), Persson-Tabellini (1994). Concluye que la forma reducida apoya fuertemente la relación negativa desigualdad-crecimiento. La participación en el ingreso del tercer quintil se correlaciona positivamente con el crecimiento subsecuente y esta conclusión es robusta ante cambios en la especificación del modelo y métodos de estimación. El uso de otros índices de desigualdad presenta algunos resultados no tan robustos. El stock de capital humano está positivamente correlacionado con el crecimiento mientras nivel de urbanización y estructura etaria de la población no lo afectan27.

Los resultados de la estimación de la forma estructural28 inspirada en Perotti (1996) indican que todos los coeficientes que acompañan a las variables fiscales incluidas (excepto gastos en salud) tienen el signo negativo consistente con los modelos que predicen una relación negativa entre desigualdad y crecimiento. Los resultados son relevantes porque estudios anteriores encuentran en general lo contrario: una relación positiva entre variables fiscales y crecimiento. Además, apoya la idea de Bénabou (1996) referida a la participación política como variable clave para determinar la redistribución. Tres de las variables fiscales están negativamente correlacionadas con el ingreso del tercer quintil como predice el mecanismo político, y con el crecimiento, como predice el mecanismo económico. Con la excepción de la imposición sobre la propiedad, todas las regresiones encuentran una relación negativa entre imposición o redistribución y crecimiento. En síntesis, los resultados apoyan tanto los aspectos políticos como económicos del canal política fiscal.

Las conclusiones obtenidas por Panizza representan un paso adelante en la literatura existente, que hasta ahora no había sido capaz de encontrar suficiente apoyo empírico para el canal fiscal. La referencia es Perotti (1996) quien encuentra apoyo para el mecanismo político aunque no para el económico. En sus regresiones, la desigualdad está débilmente asociada con el gasto en seguridad social pero la última está positivamente correlacionada con el crecimiento.

Los resultados de estudios empíricos sobre la relación entre desigualdad, débiles derechos de propiedad, inestabilidad socio-política y crecimiento indican que la estabilidad y seguridad se deterioran como consecuencia del aumento en la desigualdad29. La relación es para todos los casos positiva y en general, estadísticamente significativa. Además, tanto la inestabilidad social como la exigua protección de los derechos de propiedad disminuyen la inversión y el crecimiento, mediando entre ellas una robusta relación negativa30. La idea general de que la desigualdad exacerba el conflicto social, causando una inestabilidad que a su vez debilita los derechos de propiedad y reduce el crecimiento aparece bien apoyada por la evidencia empírica. Resta identificar con claridad cuál es el canal a través del cual opera.

Hibbs (1973), Venieris y Gupta (1986), Londregan y Poole (1990), Alesina y Perotti (1996), Alesina et al. (1996) y Perotti (1996) utilizan índices de inestabilidad socio-política (SPI) construidos a partir de distintas combinaciones que incluyen variables como protestas, huelgas, golpes de estado, violencia política, revoluciones, etc. Otro grupo de la literatura enfatiza sobre el problema de los derechos de propiedad, medido a través de varios indicadores de riesgo país -como riesgo de default soberano, riesgos de expropiación o

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nacionalización, imperio de la ley, calidad de la burocracia, corrupción, entre otros- preparados por firmas especializadas para inversores internacionales (Keefer y Knack (1995), Svensson (1993) y Barro (1996)). Barro (1996), Benhabib y Spiegel (1994), Easterly-Rebelo (1993), entre otros, agregan indicadores de inestabilidad política a regresiones donde la variable dependiente es el crecimiento o la inversión. Generalmente, encuentran que la inestabilidad política reduce el crecimiento o la inversión, pero ninguno tiene en cuenta la endogeneidad conjunta del crecimiento y la inestabilidad, o no considera explícitamente el efecto de esta última sobre las expectativas.

Barro (1991), Alesina et al. (1996) y Mauro (1993) encuentran una relación negativa entre la inestabilidad política y el crecimiento o la inversión, usando diferentes técnicas, enfoques y datos. Venieris-Gupta (1986) identifican una relación inversa entre inestabilidad política y tasas de inversión. Svensson (1993) señala que cuando se incluyen variables de inestabilidad política y derechos de propiedad en una regresión con la inversión como variable dependiente, sólo la última es significativa. Mayor estabilidad política y mayor igualdad en la distribución implican una mejor protección de los derechos de propiedad.

Alesina-Perotti (1996) concluyen que la desigualdad en la distribución del ingreso aumenta la inestabilidad política. En particular, la inestabilidad se ve intensificada por una clase media rica. Los efectos de la desigualdad sobre la inestabilidad y los de ésta última sobre la inversión son estadística y económicamente significativos. Encuentran una correlación positiva entre pobreza e inestabilidad socio-política. La inseguridad deprime la inversión y la desigualdad en la distribución del ingreso hace el ambiente socio-político más inconstante. Los coeficientes son ambos negativos (entre SPI e inversión y entre SPI y porcentaje de participación en el ingreso del tercer quintil)31.

En una muestra de 71 países para el período 1960-1985, obtienen que el SPI se correlaciona negativamente con la educación y el nivel de ingreso, aunque las dos últimas variables están altamente correlacionadas entre sí. Esto sugiere que tal vez, si la clase media está en una buena posición pueden obtener para su descendencia un nivel de educación superior al primario. (Alesina-Perotti, 1996). Cuando adicionan dummies para Asia, Latinoamérica y África �debido a razones culturales e históricas y sub-reporte de conflictos socio-políticos- el coeficiente para Latinoamérica resulta significativo, ya que estos países tienden a ser más inestables que otros en la muestra considerada.

Alesina-Özler-Roubini-Swagel (1996) concluyen que en países y períodos de tiempo con un alto nivel de inestabilidad política, el crecimiento es significativamente menor que en otros casos. Presentan una evidencia robusta de que la inestabilidad política tiene un efecto negativo sobre el crecimiento. Prueban la causalidad inversa y obtienen que el efecto del crecimiento sobre la inestabilidad política es menos claro: la influencia de un bajo crecimiento económico sobre colapsos de gobierno es fuerte en el caso de golpes de estado pero menos claro para otros tipos de cambios de gobierno32. La inestabilidad es un fenómeno persistente: la ocurrencia de cambios institucionales en el pasado aumenta la probabilidad de futuros colapsos. Al contrario que Persson-Tabellini (1994), no encuentran ninguna diferencia en la tasa de crecimiento entre gobiernos democráticos y no democráticos.

En cuanto al canal conocido como mercados incompletos de crédito, ha habido pocos trabajos que investigan sus efectos sobre el crecimiento directamente como consecuencia de la dificultad para medir la imperfección. Perotti (1994) utiliza el ratio préstamo-valor de hipótecas como indicador de la disponibilidad de crédito y encuentra que éste afecta positiva y significativamente la tasa de inversión. El efecto negativo de la desigualdad sobre la inversión aumenta con imperfecciones de crédito.

Existen resultados robustos que indican que el racionamiento de crédito y la falta de un adecuado sistema de seguros reduce las posibilidades de inversión de pobres propietarios de tierra. (Rosenzweig y Wolpin, 1993, Binswanger-Deininger 1995, Binswanger-Rosenzweig 1995).

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El canal de fertilidad endógena encuentra soporte empírico en las investigaciones de Perotti (1996). Siguiendo este modelo, Panizza (1999) encuentra una fuerte correlación entre desigualdad y embarazo adolescente, donde éste último disminuye el porcentaje de población universitaria, y por ende, impacta negativamente en el capital humano.

Para Kremer-Chen (2000) la evidencia empírica sugiere que el diferencial de fertilidad entre trabajadores calificados y no calificados es mayor es sociedades más desiguales, de la forma que predice su modelo. Corroboran que el diferencial de fertilidad entre mujeres calificadas y no calificadas es mayor en países con mayor desigualdad en la distribución del ingreso. Encuentran una relación significativa y positiva entre el diferencial de fertilidad y desigualdad para la mayoría de las especificaciones.

En síntesis, la mayoría de los estudios empíricos apoyan la idea de que la desigualdad disminuye el crecimiento. La conclusión es en general robusta a cambios en el conjunto de datos, especificación, método de estimación y en menor medida, en la forma de mensurar la desigualdad. Existe evidencia que apoya el canal socio-político y el de fertilidad endógena. El canal fiscal presenta algunos resultados contradictorios en cuanto a los signos de las relaciones descriptas por los mecanismos económico y político, aunque los últimos trabajos han logrado validar ambos mecanismos. El análisis de los efectos de la desigualdad sobre el crecimiento en presencia de mercados de crédito imperfecto es todavía insuficiente debido a la dificultad para obtener información.

6. Conclusiones

Evidencia reciente refuta la hipótesis de Kuznets sobre la existencia de una U invertida entre el nivel de ingreso y el nivel de desigualdad apoyando la idea de que el proceso de crecimiento produce por sí mismo una variedad de patrones de desigualdad. El interés por estudiar cómo se conectan estos procesos ha llevado al análisis de los efectos de la desigualdad sobre el crecimiento. En este sentido, cuatro son las posiciones teóricas más sólidas. En la perspectiva de la economía política, una mayor desigualdad induce a una mayor imposición si el votante decisivo es más pobre que el votante medio. Este hecho disminuye los incentivos a acumular y por lo tanto, reduce el crecimiento. La evidencia empírica apoya débilmente el mecanismo político y menos aún el económico. Sin embargo, con los trabajos de Perotti (1996) y Panizza (1999) el canal fiscal logra un aceptable soporte. La hipótesis de la inestabilidad socio-política es otra de las posiciones en esta línea de pensamiento. Un clima de incertidumbre que deprime la inversión y el crecimiento es corroborado por el análisis empírico. Las imperfecciones en los mercados de capitales, tanto de seguros como de créditos, son también objeto de estudio. Cuando los agentes son heterogéneos, los mercados de capital imperfectos y la tecnología muestra rendimientos marginales decrecientes para el capital, una mayor desigualdad puede tener un impacto negativo sobre el crecimiento. Debido a la falta de información suficiente e indicadores específicos, esta hipótesis ha sido poco investigada en la práctica. Por último, el canal de fertilidad endógena, sostiene que la inversión en capital humano está afectada por decisiones de fertilidad, que a su vez dependen de la estructura de distribución del ingreso. Estos modelos predicen que una disminución en la desigualdad causaría una reducción en la fertilidad y un aumento en la inversión en capital humano que incrementaría el crecimiento.

Debido a diferencias en los datos (distribución del ingreso vs. distribución de activos) y métodos de estimación (corte transversal vs. datos de panel), la literatura empírica ha proporcionado conclusiones ambiguas sobre la existencia y magnitud de un posible impacto de la desigualdad sobre el crecimiento.

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A pesar de los avances logrados en los últimos años todavía existen campos tibiamente explorados. La conexión entre desempleo y desigualdad, los efectos de la inflación33, las posibilidades de acceso al progreso tecnológico y conocimiento científico y muchos otros aspectos socio-económicos deben ser aún estudiados con mayor dedicación.

Finalmente, no existe una única explicación para la relación desigualdad-crecimiento-desarrollo así como tampoco una contrastación o verificación empírica definitiva. Los diversos modelos detallados en el cuerpo de este trabajo predicen cada cual un signo y dirección de la causalidad entre las variables. Y aunque en ciertas oportunidades sus conclusiones no se verifican empíricamente, esto no constituye un argumento final para sostener la invalidez de dichas teorías, dadas la calidad de información estadística y técnicas de estimación disponibles al momento.

Notas al pie 1 Solow (1956), Arrow (1962), Uzawa (1965), Cass (1965), Romer (1986) y Lucas (1988), entre otros. 2 La desigualdad entre seres humanos surge esencialmente por distintas posiciones de posesión: de capacidades personales y/o materiales. El supuesto de �agente representativo� descarta todos los elementos individuales de desigualdad ya que implica suponer una igualdad jerárquica y una equivalencia horizontal de los sujetos. Al respecto puede consultarse Seraphim H.J., �Política Económica General� 3 Ahluwalia (1976), Papanek y Kyn (1986), Campano y Salvatore (1988), Bourguignon y Morrison (1990), Bourguignon (1994), Milanovic (1995) y Jha (1996). 4 Ahluwalia, Montek (1976), �Inequality, Poverty and Development�, Journal of Development Economics 3, pp. 307-342 y Ahluwalia et al (1979)., �Growth and poverty in Developing Countries�, Journal of Development Economics 6, pp. 299-341. 5 Ahluwalia (1976), p. 338, citado en Anand y Kanbur (1993a), p. 20. 6 Ahluwalia (1976), p. 307, citado en Fields (1999), p. 4. 7 También puede consultarse: Saith, Ashwani (1983) �Development and Distribution: A Critique of the Cross-Country U-hypothesis�,Journal of Development Economics 13, 367-382. 8 Fields (1989) también elaboró una base de datos sobre desigualdad (indice de Gini) para 35 países en desarrollo con hasta 9 observaciones para algunos de ellos. 9 Los datos deben estar basados en encuestas de hogar, tener en cuenta todas las fuentes de ingreso o gasto y ser de cobertura nacional. 10 Las naciones de América Latina tienen distribuciones altamente desiguales de tierra, riqueza y otros activos en comparación con otros países en vías de desarrollo. Por lo tanto, cuando se agregan dummies para estos países en las regresiones de corte transversal, esos coeficientes se asocian significativa y positivamente a la desigualdad, haciendo que el ingreso nacional sea estadísticamente insignificante o que tenga el signo contrario a lo que predice la hipótesis de Kuznets. 11 Ravallion (1995), p.415, citado en Fields (1999), p. 5. 12 En este modelo, el término "capital" incluye capital físico, humano y tecnología. Por su parte, "trabajo" se refiere a trabajo no calificado. 13 Un régimen tecnocrático minimizará la redistribución y maximizará el crecimiento, mientras un régimen populista hará lo contrario. (Alesina-Rodrik, 1994)

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14 Si bien el modelo de Perotti se incluye en el enfoque que analiza la relación desigualdad-crecimiento-desarrollo a través de la política fiscal y el uso de esquemas de votante mediano, incorpora elementos del trabajo de Galor y Zeira (1993) que se estudia en la siguiente sección. 15 Una de las formas posibles para justificar la presencia de este tipo de retornos se basa en las ideas de Olson (1965). Un grupo de individuos organizados para llevar a cabo acciones colectivas se enfrenta al problema del free-rider. La solución de este problema es más fácil de lograr cuando el número de miembros es pequeño y operan en él incentivos selectivos. 16 Bénabou se aparta del modelo estándar del votante mediano, donde se considera idealmente "una persona, un voto" y analiza qué sucede cuando el agente decisivo o grupo de presión se localiza en el percentil p en vez de situarse en el 50% de la distribución de la riqueza. El caso en que p>1/2, corresponde a un sistema orientado contra los pobres debido a restricciones de voto basadas en posesión de riqueza, desigual poder para realizar lobby, compra de votos o porque los individuos pobres y menos educados tienden a participar poco en las elecciones. Inversamente, p<1/2 corresponde a un régimen populista. 17 Bénabou (1996b) analiza dos modelos: i) integra la economía política con teorías de mercados de capital imperfectos. ii) analiza el conflicto social y los derechos de propiedad. Mientras gran parte de la literatura analiza la imposición proporcional, Bénabou incorpora la progresividad. 18 La inestabilidad socio-política entendida de esta forma se mide a través de índices que incluyen variables que tratan de capturar el fenómeno. Puede consultarse los trabajos de Hibbs (1973), Venieris y Gupta (1986), Venieris y Sperling (1989), Gupta (1990), Barro (1991), Ozler y Tabellini (1991), Benhabib y Spiegel (1992) y Mauro (1993), quienes han usado índices de inestabilidad social como variable explicativa en modelos donde la variable endógena es el crecimiento, ahorro o inversión. 19 Alesina-Perotti (1996) utilizan como medida de la inestabilidad el SPI (Socio Political Index) construido utilizando el método de las componentes principales. Incluye variables que miden: número de asesinatos por motivos políticos, número de muertos en protestas sociales violentas, golpes de estado exitosos/fracasados, existencia de régimen democrático o no, existencia de fragmentación étnica o lingüística (sociedades más homogéneas son más estables) y urbanización (las sociedades más urbanizadas tienden a ser más inestables porque los fenómenos violentos se producen en las grandes ciudades). 20 Un modelo que puede considerarse como antecedente es el de James Meade (1964) "Efficiency, Equality and the Ownership of Property" donde describe un modelo de transmisión intergeneracional, luego profundizado en "The Inheritance of Inequalities" (1973). Entre otros elementos, el nivel de educación logrado depende del ingreso y riqueza de los padres, elementos estocásticos (suerte) y contactos sociales. La propiedad se acumula a través del ahorro y la herencia. La tasa de retorno de ahorros se asume como función creciente de la riqueza. Esto ilustra el feedback positivo que, en palabras del autor y en su versión original en inglés, describe como: "self reinforcing influences which help to sustain the good fortune of the fortunate and the bad fortune of the unfortunate." (Mead, 1976, p.155). Citado en Atkinson, A.B. (1997) 21 Banerjee y Newman se apoyan en la teoría del crecimiento basado en altruismo de Bernheim y Ray (1987) y Kohlberg (1974). 22 Blundell y Bond (1998) señalan que el Método Generalizado de los Momentos de Arellano-Bond que utiliza Forbes (1998) puede resultar en errores estándar demasiado pequeños cuando la muestra es pequeña, poniendo en duda la significancia de los coeficientes. 23 Keefer-Knnek (1995), Lindert (1996), Perotti (1992,94,96), Persson-Tabellini (1994). 24 Devarajan et al (1993), Easterly-Rebelo (1993), Lindert (1996), McCallum-Blais (1987), Perotti (1992, 94, 96), Persson-Tabellini (1994), Sala-i-Martin (1992).

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25 Alesina-Rodrik trabajan con las medidas de desigualdad (coeficiente de Gini para el ingreso y la propiedad de la tierra) proporcionadas por la base de datos de Jain (1975) y Fields (1989) y obtienen el resto de las variables de Summersy Heston (1988) y Barro y Wolf (1989). Por su parte, Persson-Tabellini utilizan el porcentaje de participación en el ingreso del tercer quintil calculado por Paukert (1973) y las restantes variables de Summers y Heston (1988) y Banco Mundial (1984). 26 El modelo incluye como variables explicativas: (i) PBI per cápita promedio entre 1960-1985. (ii) Porcentaje de participación en el ingreso del tercer quintil, que incluye al votante mediano. Se espera un coeficiente positivo: cuanto mayor es la participación de éste en el ingreso, mayor es la igualdad en el ingreso. (iii) Porcentaje de la población que asiste a la escuela primaria. También se predice signo positivo. (iv) PBI per cápita inicial para permitir diferencias en las fases de desarrollo y posibilidad de convergencia entre países. 27 El modelo de Panizza tiene forma reducida: (1) GROWTH (t,t+n), i= αi + βyt,i + γDistrt,i + θZi +εt,i

donde αi es el intercepto específico; y es el logaritmo del ingreso inicial; Distr una variable que captura la distribución del ingreso; Z un vector de dummies para diferentes épocas; Gt es el crecimiento, medido para períodos anuales G10, G20, G30. Los signos esperados (y obtenidos) para Q3, Q3+Q4, Q1/Q5 son positivos mientras el signo de Gini es negativo. Para evitar la doble causalidad , mide la distribución del ingreso al inicio del período. Una forma de probar la existencia de efectos de otras variables correlacionadas tanto con la distribución del ingreso como con el crecimiento es probar la ecuación: (2) GROWTH (t, t+n),i= α0 + α1Yt,i + α2DISTRt,i + α3Xi + α4COLLt,i + α5HIGHt,i +α6METRt,i + α7OLDt,i + εt,i donde HIGH, porcentaje de adultos con educación secundaria y COLL, porcentaje de adultos con nivel universitario se usan como proxy del stock de capital humano. METR mide la fracción de la población que vive en áreas metropolitanas. Según Perotti (1996), debe incluirse una medida de la urbanización porque es en las ciudades donde hay más probabilidades de encontrar altos niveles tanto de desigualdad como de ingreso. OLD es una variable demográfica que mide el porcentaje de población mayor de 65 años. Dado que las personas jubiladas tienen un menor nivel de desigualdad e ingreso, es posible que esta información esté correlacionada con el crecimiento y desigualdad. Además, están positivamente vinculados con el gasto social en seguridad. 28 Panizza realiza la estimación de la forma estructural utilizando las siguientes ecuaciones: (3) GROWTH70-90i=α + βY70i + γDISTR70i + δFISC70-80i + λXi +εi (4) FISC70-80i=β0 + β1Y70i + β2DISTR70i+ β3VOTE70i + β4 METR70i + µi El supuesto clave aquí es que no existe feedback desde crecimiento hacia política fiscal. La ecuación (4) incluye el nivel inicial de ingreso para capturar la idea de que los estados más ricos pueden gastar más y redistribuir una mayor parte de su ingreso (Ley de Wagner). VOTE mide la participación política. Se incluye porque la redistribución debería estar positivamente correlacionada con la participación política. METR es considerada porque generalmente la población urbana participa más activamente en política 29 Alesina-Perotti (1996), Alesina et al (1996), Keefer-Knnek (1995), Perotti (1992,96), Svensson (1993). 30 Alesina-Perotti (1996), Alesina et al (1996), Barro (1996), Benhabib-Spiegel (1996), Easterly-Rebelo (1993), Keefer-Knnek (1995), Levine-Renelt (1992), Perotti (1992,96), Svensson (1993), Venieris-Gupta (1985). 31 Alesina-Perotti (1996) estiman un modelo de determinación simultánea con las siguientes ecuaciones: INV= α0 + α1SPI + α2 PBI + α3 PPPIDE + α4 PPPI + ε1 SPI= β0 + β1 PRIM + β2 INV + β3 MIDCLASS + ε2

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donde: INV es la inversión real doméstica como porcentaje del PBI (promedio 1960-1985); SPI es el índice de inestabilidad socio-política; PPPIDE es la magnitud de la desviación del valor PPP para el deflactor de inversión; PPPI es el valor PPP del deflactor de inversión ; PRIM es la tasa de educación secundaria y MIDCLASS el porcentaje de participación en el ingreso del tercer y cuarto quintil. Se espera que α1 y β1 sean negativos. Tanto a1 como b3 resultan negativos y significativos a un nivel del 5%. Por lo tanto, la inestabilidad socio-política disminuye la inversión y una clase media rica reduce la inestabilidad. Una clase media rica conduce a la acumulación de capital porque crea condiciones de estabilidad social. 32 Los autores distinguen entre cambios de gobierno que resultan de golpes de estado, transferencia regular del poder), variaciones en la composición del poder ejecutivo sin cambios de gobierno e intentos fallidos de cambio de gobierno. 33 Puede consultarse Beetsma y Van der Ploeg (1996), para una explicación del vínculo entre desigualdad e inflación. Bibliografía

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