discursos de josé pedroni

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una serie de discursos que dio el poeta argentino josé pedroni

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Discurso de Jos Pedroni, ledo en Esperanza el 25 de octubre de 1953 en ocasin de la serie de homenajes nacionales al cumplir 30 aos con la poesa.Reproducido por el semanario Propsitosde Buenos Aires en su edicin del 12/11/53

Amigos; yo tena pensado, para echarlo aqu, un discurso de ideas formales que abonaban citas apropiadas y donde haba muchas sentencias agudas, varias ocurrencias felices y hasta el grano de pimienta de algn dicho mordaz de uso comn; todo lo cual serva para daros con gravedad el informe de mi experiencia en el arte y en la vida; para agradeceros con belleza e ingenio esta gran demostracin de aprecio que no olvidar nunca, y para expresaros con eficacia aquella verdad que uno juzga nueva y que es el mensaje de la madurez. Deploro defraudaros en vuestra expectativa. El poeta ha optado por traer aqu sus versos, viejos y nuevos, donde segn l, todo est dicho con sinceridad, claridad y economa, en pies y tonos ajustados a su rudimentaria flauta de bolsillo. El verso nunca ha valido menos que la vieja y conocida prosa en la expresin de nuestro sentir y pensar. Acaso el canto del payador no acompa con su consuelo y estmulo a quienes rastrearon en esta tierra la libertad, y en las cargas de la patria la vidalita del guitarrero no supo adelantarse al toque del corneta? Repasando lo cantado, veo que es muy poco lo que tengo que agregar, porque felizmente yo nunca he hecho literatura para mi consuelo o recreo, y no he vivido de espaldas a mi pueblo, sino con l y en su drama. Enamorado del hombre y de todo cuanto l mira y toca, me he movido siempre en cuerpo y alma con la muchedumbre, como la gaviota con la nave, y de este permanente enlace de lo individual con lo colectivo, he llegado a producir, segn vosotros, una obra de contenido humano y social donde el pueblo se encuentra a s mismo y me otorga la nica gloria a que aspiro: la de verlo como se apodera de mi canto y cmo empieza a destruir mi nombre. Cules son los valores positivos que mi verso no ha exaltado, la mala causa que no ha denunciado, el llamado de amor que no ha hecho? Los poemas de la colonizacin agrcola ponderan los hechos que son punto de partida de la conquista de nuestro progreso mediante la civilizacin de la tierra, e invitan al pas a mirar con respeto a los invasores del arado y a gobernantes y empresarios que hicieron posible el advenimiento de esa ventura. Los poemas de la maternidad son un jubiloso canto a la vida en una tierra de paz y trabajo. El pan santificado por el cotidiano esfuerzo y su precio de sudor y sangre, son la sustancia de todos los poemas proletarios de la fbrica. EnLa mesa de la pazse acusa a los enemigos del hombre y se da la frmula, mi frmula, de preservar la vida. De la cobarda que supone tener un pensamiento generoso y no ponerlo en accin y de la diferencia que existe entre la teora que no arriesga nada y el acto que compromete, se alude en elCanto al muchacho muerto a puntapis, donde, a la vez se recuerda al escritor que la pluma es en su mano un arma al servicio del espritu humano y no un juguete para una literatura de evasin, inactual e infecunda. Mi pronunciamiento categrico contra la dominacin injusta y cruel que despoja al hombre de su dignidad, desata el miedo y fomenta la adulacin la hallaris en elCanto al ciudadano del mundo. Mi abandono de un mundo viejo por la esperanza tiene su certificacin en elCanto del compaero de ruta.

Mi anticolonialismo y mi amor a la patria, devotos de Mart y San Martn, estn enLas Malvinas. Finalmente, enRo SaladoySuelo santafesino, mi desbordado apego por el solar nativo, a quien declaro aqu dueo de mi canto, de mi vida y de mi muerte.

El escritor, el artista en general es un maestro. La condicin noble del maestro exige honradez, bondad de vida y moral heroica; todo lo cual se siente en su voz.

El maestro da luces al pueblo. Para darlas, tiene que amar a ste, mirarlo en sus ojos y pulsarlo en su alma. Tiene que conocerlo y creer en su capacidad de superacin. En el lenguaje con que el propio pueblo comenta su drama estn las voces y figuras ms eficaces para llegar a la emocin del hombre, educar sus sentimientos e iluminar su mente. El pueblo rechaza las formas misteriosas, por l desconocidas, de comunicacin. El magisterio del arte se cumple se cumple plenamente en un clima de libertad, y reclama la vinculacin de todos los maestros del espritu. La incomunicacin entre la gente de letras, y de sta con el pueblo, es una desgracia para el pas y un enemigo de su progreso. Una de sus consecuencias trgicas es la desorientacin y tristeza del artista, que no le halla sentido a su vida de mensajero porque el artista es til y es feliz en cuanto su verdad se difunde y discute en funcin de cultura. Por el dilogo, que pone en lidia las ideas, se llega al entendimiento que es confianza y alegra, y del brazo de stas es como toda la comunidad avanza. Nuestra crisis de inteligencia no ser resuelta mientras persista una literatura de soledad, hija del pesimismo, la presuncin, el desapego o la cobarda. Esta literatura es tan negativa como aquella otra que ignorando el sentido militante de la cultura, se asla en zonas de simpata que reducen el empuje del conjunto. Los intelectuales no pueden dividirse segn sus pasiones e intereses, sino que deben agruparse conforme al derecho legtimo del pueblo de ser servido, orientado y amparado por ellos. Y para el cumplimiento de este irrenunciable deber, el pueblo, que contiene todas las ideologas y creencias, ha puesto solamente dos condiciones: ser honrado y amar al hombre.

Es evidente que impera un gran silencio, parecido al que se produce en un bosque lleno de pjaros cuando se dispara un tiro. Y es tambin cierto que el artista no es el nico responsable de que el canto haya cesado en parte. El cazador est preso; pero el estupor que no reacciona en busca de una salida, seala una declinacin en la capacidad de accin de quien debe cantar para no morir. Este decaimiento de la iniciativa de defensa, qu explicacin tiene entre nosotros? Es decepcin frente a un sueo no cumplido? Es resultado fatal de un largo disfrute despreocupado y voluptuoso de la comodidad? Puede haber algo de lo uno y de lo otro; pero, a mi ver, es consecuencia de haber ignorado al pueblo. Y en su hora de prueba, el escritor, el artista, se encuentra solo y desconcertado frente a un pueblo que no lo reconforta porque no lo reconoce.

Pero hay un digno y superior camino de recuperacin. Nos seala la bandada que pasa alta y fuera de tiro, discurriendo en magnfica unidad sobre el rumbo del vuelo y el canto.

Sin que nadie renuncie a las propias convicciones, en un ambiente en que ellas puedan ser expuestas y debatidas libremente, hallaremos, con la salud y felicidad, las nuevas formas de comunicacin con el pas. Tenemos que aproximarnos y coincidir siquiera en un mnimo de colaboracin por la cultura y su desarrollo. La accin es de todos los intelectuales con conciencia histrica que consienten en la preservacin de nuestras tradiciones democrticas, y tambin de todas las personas interesadas en nuestro progreso social por la va del trabajo en comn, el canto y la paz.

Los hombres de pensamiento de otros pases que soportaron guerra y ocupacin, ya ha mucho que conversan y luchan por hallar una salida a la luz. Lo hacen en presencia de sus pueblos ansiosos de abandonar la angustia. Hagamos nosotros lo mismo en esta tierra joven y ancha, y no tardaremos en hallar nuestro maana. Para que ello sea posible, unamos nuestras voluntades y marchemos sin miedo hacia los mayores goces y derechos, porque el abismo en que la sociedad puede hundirse no est, segn la siempre vigente expresin de Victor Hugo, delante de nosotros, sino atrs hacia donde algunos nos quieren retroceder.

Jos PedroniSituacin del Escritor del interior del pasInforme y recomendacin de la comisin N1 aprobadopor unanimidad en el Primer encuentro de escritoresrealizado en Bs. As. en diciembre de 1961, organizadopor la SADE, y que fuera ledo en sesin plenaria por elpresidente de dicha comisin, el escritor Jos Pedroni.

La Sociedad Argentina de Escritores ha tenido la feliz idea de reunirnos en familia para poner por primera vez a consideracin nuestra un problema que no es nuevo, que factores de progreso econmico y social pudieron ir aliviando hasta hacerlo desaparecer, pero que persiste y se agudiza en el tiempo: el problema de la sociedad del escritor de tierra adentro. Concurrimos a esta oportunsima convocatoria con gran inters y determinacin, llenos de fe en la capacidad constructiva y las virtudes del gremio y sin reservas con nadie. Queremos trabajar para todos.

El asunto tiene para nosotros dos aspectos: uno sustantivo y principal y otro secundario e incidental. Los une una relacin de causa y efecto que son inseparables para un estudio serio.

Sin nimo de extraer de lo aparente una presuncin que no responde a nuestra confianza, cual sera la de ver reflejada en el temario propuesto una precaucin limitativa de la discusin, (pensamos que es un olvido) encontramos que aqul es ciertamente esquemtico y superficial y que si habramos de atenernos estrictamente a l que no plantea cuestiones de fondo podramos arribar a expedientes de valor momentneo con descuido de lo permanente, y a conformarnos con declaraciones que, an sin proponrnoslo, importen el reconocimiento tcito de un mal irremediable. Nuestro convencimiento y nuestra disposicin son otros. Conocemos el mal, como que estamos cerca de quienes los padecen, pero pensamos que puede ser extirpado, que debe ser extirpado. Creemos que hay un camino para alcanzar ese bien y no es aqul que deja de lado lo fundamental para slo ponernos en lucha con las manifestaciones que son su sombra.

Nuestra posicin, que se inspira en un sentimiento de amor por el colega, de respeto a su dignidad y de reconocimiento de su derecho como miembro til de la sociedad a quien sirve;admite y apoya, como recurso de urgencia, aquellos arbitrios que se propongan dar aliento y auxilio al escritor del interior; pero no siente simpata por ellos, porque atemperan y no remueven, y porque pensamos que no es con cabos arrojados como se resuelven los conflictos del hombre en este caso del hombre creador sin daarlo en su delicada esencia.

Creemos firmemente que es sembrando con riqueza y cultura las reas vacas o sofocadas del pas, de forma que lleguen ellas a tener vida propia, como se darn las condiciones llamadas a resolver no slo cualquier dificultad transitoria del hombre de letras de un lugar; sino a proteger la vocacin naciente, a fomentar la aparicin de nuevos valores y a crear a su alrededor los atractivos que den sentido a su presencia y los hagan permanecer complacidos en su suelo.

El pas est extraordinariamente dotado para nutrirse a s mismo y crecer en plenitud sin dependencia alguna interna o externa. Se le ha llamado la canasta del mundo. El desequilibrio y la contradiccin que en l se observan son un absurdo. Tenemos todo a mano para levantarnos con salud en hermosa unidad fsica y espiritual. Pero obramos como si estuviramos fuera de Dios, en una postura mendicante que nos afrenta.

El suceso de la cultura universal ayuda al buen discernimiento y sirve para alumbrar y orientar determinantes del mayor incremento y esplendor de las letras, las artes, las ciencias polticas y sociales, etc., en ciertos perodos de la historia, vemos que estos florecimientos son concurrentes y simultneos con fenmenos de expansin econmica o la culminacin de los mismos, resulten ellos del descubrimiento, la conquista, la dominacin, la revolucin, la invencin, el hallazgo de una cosa nueva para la industria del hombre. Vemos, asimismo, que la decadencia, la detencin o el retroceso son accidentes de la vejez dentro de esa ley del progreso humano; pero, como tales, transitorios y superables, porque, como anota Pi y Margall, la humanidad slo da paso atrs para tomar carrera.

En la vida de nuestro pueblo y no obstante su juventud, se observan etapas en que fuerzas motoras de avance influyen en la suerte de los acontecimientos y hacen sobrevivir lo maravilloso. Detengmonos a examinar el perodo de veinte aos que corre de 1896 a 1914: la poblacin se duplica, aproximndose a los ocho millones de habitantes. Es consecuencia del aporte de sangre nueva y joven, en masa, que empieza con Castellanos en 1856 y que va aumentando en ininterrumpida corriente hasta alcanzar cifras de doscientas mil personas por ao. En la pampa hmeda, que abre sus puertas, se multiplican las colonias de las que nacen los pueblos. El crecimiento medio anual llega a treinta y cinco vidas por cada mil habitantes (rendimiento que luego declinar verticalmente y que hoy est reducido a menos de la mitad). Las poblaciones urbanas y rurales se nivelan, se contrapesan para el cultivo y la industria. En la tierra civilizada aparece el camino, el alambrado, la mquina, el rbol nuevo, la casa, la escuela, la iglesia, la comuna, el diario, y por aproximacin de los hombres, el dilogo y la sensibilidad por la funcin pblica que quera Sarmiento. Se promulga la ley de matrimonio civil (tiene su primera manifestacin en esa tierra que se puebla de hombres, de ideas y creencias), la de enseanza laica y la de sufragio secreto. Se incuba el movimiento emancipador de la inteligencia que se llama reforma universitaria. Estimulado por lo excitante del progreso, el pensamiento creador, filosfico, revolucionario e investigador se desarrolla. No es casual el florecimiento de Lugones, Payr, Rojas, Ingenieros, Joaqun V. Gonzalez, Groussac, Florencio Snchez, Ameghino, Juan B. Justo, Yrigoyen, Lisandro de la Torre, El trabajo y la riqueza producen nuestro Siglo de Oro. Lo hemos perdido y debemos recuperarlo. Somos diputados naturales del pueblo. Con conciencia histrica de esa responsabilidad contribuimos a la nueva victoria. Es Hugo quien nos amonesta: Todo escritor debe tener por objeto principal ser til.

La irrigacin del caudal inmigratorio que produce el equilibrio sealado entre las comunidades de ciudad y campo no abarca todo el territorio, se localiza en un sector de su zona frtil; pero es demostrativo de cmo un federalismo econmico de hecho puede superar las dificultades de un federalismo jurdico y de tradicin. Por obra del fat colonizador, Santa Fe, que ocupaba en el ndice demogrfico el penltimo lugar entre los estados (41.000 habitantes en 1857) pasa al segundo puesto (400.000 en 1895) y se hace realmente autnomo por el poder de su prosperidad y el consiguiente desarrollo de la cultura. DAmicis, que visita el teatro de este acontecimiento, exclama despus de atravesar la capital patriarcal que se abanica en el pasado: Santa Fe es la puerta vieja de un mundo nuevo.

Venimos de la tierra donde se ha producido eso que no es milagro, porque result de la razn severa y la voluntad de mandatarios enrgicos y de continuadores no menos progresistas. Esta es la tierra que nos enamoray protege con sus cuarenta mil kilmetros cuadrados de cultivo. No tenemos ningn motivo para dejarla. Mateo Booz la llam su pas.

Un da, pues, partiendo de Mayo que vive en Moreno y Rivadavia, fue dada por la visin proftica de Alberdi y Sarmiento que conmueven a Urquiza, para despus ser resistida por el recelo que denuncia Castellanos, mal vista por el resentimiento a que alude Oroo y desfigurada por la especulacin y el arrendamiento que anota Francisco Latzina, la frmula que labrara la grandeza del pas. Ella sigue teniendo vigencia, porque hay un innegable problema de despoblacin que persiste, y es en ella y en la experiencia que le sucede donde han de inspirarse las medidas que cada realidad fsica y social del pas necesita, sobre la base de lo que debe ser una coherencia nacional indestructible.

Hemos perdido mucho tiempo, adems de muchas oportunidades de migracin espontnea que otros aprovecharon mejor, como EE.UU.; y es un presidente de esta nacin, el gran demcrata Franklin Delano Roosevelt, quien en ocasin de su visita a la Argentina nos lo advierte: Uds. no podrn alcanzar un desarrollo acorde con los dones con que la naturaleza los ha favorecido mientras no aumenten grandemente el nmero de sus habitantes. La versin es de don Carlos Alberto Erro.

En una tierra donde impera la bestia suelta, de riqueza escondida o de encanto detenido, el imn metropolitano hace escorar peligrosamente el barco. Hay que corregir la vieja estructura del inversor monopolista que hizo tributario del puerto de sus intereses a todo el pas, y que acab por deformar a ste.

Es Erro, un escritor, quien propone soluciones: Que se establezcan dice normas autoritativas para conceder las ms amplias franquicias a aquellas industrias que se implanten lejos de los grandes centros y cerca de los sitios de la produccin de la materia prima, a fin de evitar el doble flete, limitndolo al del artculo facturado. Dicho de otro modo contina, esto quiere significar habilitar los medios jurdicos para la descentralizacin de las industrias. Propone asimismo la subdivisin de la tierra en reas tcnicamente racionales y el fcil acceso a la propiedad o a su posicin tranquila y estable por quienes la trabajan, ms los complementarios auxilios de crdito, asistencia y cultura, todo a fin de dar autenticidad y vigor a esculidos fragmentos condenados a dependencia y sumisin por su intrnseca flaqueza.

Igual postulacin se infiere de la protesta que Sociedad Rural de Tostado (Departamento 9 de Julio, de Santa Fe), elev en fecha cercana al presidente del Banco de la Nacin respecto de ciento ochenta y siete mil hectreas de campo que se sacaban a subasta en condiciones no sugeridas por el propsito de dar una oportunidad a los numerosos productores que estn sobre esa tierra. Dijo dicha Sociedad y dijo bien que se estaba desvirtuando el principio bsico de la colonizacin, y que se expona a un riesgo a esa tierra, el de que el actual latifundio fiscal pasara a ser en el futuro inmediato un latifundio privado, malogrndose todas las esperanzas que existan de que ello se hubiera hecho con sentido de promocin econmica y social, de subdivisin en escalas pequeas como una manera de progreso para el norte santafecino.

Existe el principio cientfico y el testimonio histrico de lo que tenemos por una certidumbre econmica. Hemos recurrido para abonar nuestra meditacin sobre el caso argentino a la impresin de un estadista experto plantado framente frente a la geografa estupenda de otro pas, al planteo de un escritor conmovido por el conflicto de su pueblo y a la reaccin de quienes son actores y testigos del drama de la tierra. Todos tres coinciden en el postulado progresista de aparcelar y poblar el campo vaco. Ello pone en evidencia una rmora paralizante: la estancia como bien de renta y no de produccin, y una anacrnica poltica impositiva que permite la especulacin, el precio venal y el trfico del suelo. Denuncia asimismo como despoblante, asfixiante y anticultural la novsima tendencia del King Ranch de las grandes explotaciones pastoriles en las que son las mejores tierras del mundo.

Para llegar al fin propuesto se impone el regreso al ensayo-clave de 1956, esta vez orgnicamente planificado y abarcativo de todo el territorio. Nuestro problema es de geografa econmica, poltica y social. Lo resolver un pacto de argentinos para el progreso.

Aparte del afloramiento de la riqueza por obra del trabajo, de la descongestin industrial, de la reactivacin de los puertos interiores, de la nivelacin de las masas humanas, del mejoramiento de la salud pblica, del cese de la dependencia que humilla y neutraliza, del abandono de expedientes desnacionalizantes, qu otro bien, que hace a la cultura, ha de esperarse de esa reforma ordenada y pacfica?: La alfabetizacin en que todos estamos de acuerdo porque hace apto al individuo.

El mbito rural, segn la Unesco, es precisamente el medio en Latinoamrica que ms necesita del maestro y el libro. Tenemos diseminados en la soledad un milln quinientos mil analfabetos y otro tanto o ms de semianalfabetos. Recordemos a Oroo, nuestro pequeo Rivadavia: Necesitamos, para garantirnos contra las eventualidades del porvenir, que nuestros hijos sepan leer y escribir, que conozcan los medios de utilizar las ventajas de la tierra, aplicando a su cultivo los conocimientos que han hecho de otros pases una maravilla de ciencia y de fuerza. El lazo embrutece y el arado civiliza.

Cmo podemos nosotros contribuir a este cambio fundamental, si lo encontramos bueno? Organizndonos con sentido de comunidad para la accin esclarecedora y la defensa, de forma de poder dar nuestro testimonio sin transigir. Es propio de nuestra naturaleza la disposicin a la verdad y tenemos el poder moral de la palabra y el canto que hace unir a los hombres. Slo nos falta amparar con la costumbre obrera de la disciplina nuestro noble destino.

El Mayo de superacin a que aspiramos necesita, como en sus albores, la invocacin y el sostn coral de sus poetas.

No estamos sugiriendo un tema. Hemos dicho en pasada ocasin que nadie est obligado a escribir sobre lo que no le interesa. El verso se hace slo en la emocin y la discusin con l lo desfigura. Pero tambin dijimos que hay una moral del trabajo esttico y que es un pecado que se paga con amargura interna y que el recuerdo del hombre no perdona, el renunciamiento del artista al desahogo de lo que es hermoso porque se siente como verdadero. Estamos invitando a una unin de voces a quienes sufren el drama argentino, para facilitar el propio mensaje. La suerte de la patria es nuestra propia suerte. Pongmonos al servicio de este bien. Que la amonestacin de Heine nos alumbre: Nadie sabe si un da no tendremos que dar cuenta de nuestras palabras.

Un estudio concienzudo de la realidad nacional y de lo que sta afecta a la cultura, seguido de una declaracin creadora de una conciencia popular, puede ser el comienzo de la lucha. Creemos que ha llegado la hora de poner manos a esta obra. Queremos dejar en Uds. esta preocupacin. En cuanto a lo relativo e inmediato, pensamos que nuestra sociedad, adems de una constante labor de aproximacin afectiva, de confraternidad, debe intervenir en la fijacin del salario de nuestro trabajo; abogar por la edicin del libro nacional; hacer conciencia en las publicaciones de todo orden radio, diario, televisin, etc. que el interior del pas existe y que hay que salir a la busca de sus valores, conseguir que una y otra cosa se legislen; gestionar de los poderes pblicos el trnsito y el hospedaje gratuitos para quienes estn destinados a hacer el documento de la realidad argentina; fundar una caja de ayuda mutual. La recomendacin y el favor deben ser abandonados.

Actuando de esta manera daremos a la juventud las afirmaciones con las que ganaremos su respeto. Tambin de nosotros depende que esta juventud se ponga en el camino del optimismo.

Jos PedroniMOCIN Ubicar al pas en las reas de su realidad geogrfica y humana, a saber: La metrpoli, la pampa hmeda, la menos hmeda que linda con aquella, la chaquea, la andina y la patagnica.

Comisionar a los escritores de cada regin a que produzcan el informe de su tierra.

Someter estos informes a una comisin especial de la SADE. Dirigirse al pas con una declaracin que contenga la verdad econmica, social, poltica y cultural argentina.

Dar cuenta de lo actuado al prximo Congreso de Escritores, previsto para mediados de 1962 en Resistencia (Chaco).

Revista UNIVERSIDAD, publicacinde la Universidad Nacional del LitoralN 51; trimestre enero-marzo de 1962.El congreso de escritores de Paran y el escritor provincianoEditorial de LT 9 RadioSanta Fe 30 / 11 / 64

Acaba de clausurarse en Paran, el Quinto Congreso de Escritores argentinos organizado por la SADE. El congreso, que empez bajo los mejores auspicios, con abundante copia de discursos protocolares pronunciados en tono enftico y trascendental y, adems, muy cordial, justo es consignarlo de parte de las autoridades provinciales, nacionales y organizadoras del mismo, cont con la presencia de un grupo bastante representativo de las letras nacionales, aunque se notara la ausencia de los principales valores. Estos, posiblemente, ya fueron a los otros y seguramente estarn escamados Los escritores porteos fueron huspedes del Estado entrerriano desde que tomaron el vapor en Buenos Aires. El programa de cenas fue muy copioso; las ironas y las stiras amables, en que descollaban los ms conocidos humoristas, muy celebradas; y todos trataron de hacerse notar por ingenio, versacin y alacridad intelectual. Todo anduvo muy bien durante las primeras sesiones. Hasta que, de pronto, de un grupo no muy numeroso, pero s ruidoso y joven, de asamblestas provincianos, apoyados por un buen sector de la concurrencia profana que asista a las sesiones desde los palcos, o barra, se dio un nuevo giro a los debates que se desarrollaban casi exclusivamente entre los porteos, por su mayor prestigio intelectual y su mayor conocimiento en el pas. El debate dio un brusco vuelco. Los jvenes provincianos iracundos tomaron la palabra y arremetieron contra los que ellos llamaron monstruos sagrados de la Capital Federal, y los pusieron, a algunos de ellos, como nunca digan dueas. Era, en realidad, la reaccin de los jvenes poetas, novelistas y cuentistas de tierra adentro, que se ven siempre postergados por los porteos, que disponen de todos los premios y de todos los medios para hacerse conocer. El meollo de la cuestin era ese: El aprovechamiento excluyente, por los escritores capitalinos, de todas las ventajas que da un mbito de gran resonancia, de todas las recompensas literarias, con el consiguiente cierre para los de provincia de todos los sitios en que poder publicar sus elucubraciones, las Editoriales, etc., etc. Las palabras subieron de tono, la polmica se convirti, en cierto momento, en una verdadera pelagra, se abund en agresividades verbales y hasta hubo arremolinamientos amenazadores en las salas, con el retiro espectacular y sollozante de alguna escritora naturalista, injustamente agraviada. El episodio trascendi el mbito nacional, a esta reaccin de un grupo de jvenes provincianos en Paran ya se la ha bautizado como el grito de Paran Vamos a hacer algunas reflexiones sobre este problema y este grito. No es de ahora. Es viejo. En realidad en todos los congresos nacionales, celebrados, hasta la fecha, por la SADE, ha habido esta protesta de los escritores provincianos contra los porteos, por la indiferencia con que estos los tratan. No hay para ellos los porteos ms compromisos que con los del interior. Eso es cierto. Lo que ocurri antes, es que estas recriminaciones de los provincianos no pasaron de los trminos de la moderacin y la sindresis en el lenguaje. En cambio aqu, en Paran, lleg a una verdadera contumelia en la que prometieron hasta cachetadas. Pero vayamos a la cuestin. Es cierto que al escritor provinciano, al que reside y escribe en provincias, no se le presenta un panorama muy halageo, no digamos ya para vivir de su pluma, pero ni siquiera para poder publicar un libro. Los editores, en el interior, apenas existen, y los de Buenos Aires no se interesan por descubrir annimos. Y unos y otros cobran al pobre autor el precio de sus ediciones, si llegan a hacerles el honor de darlas a la prensa. En cambio, es evidente que los escritores capitalinos tienen muchos ms recursos para darse a conocer. Tienen los rganos de publicidad que publican sus artculos, poemas y cuentos; tienen a mano a los jurados de los grandes premios nacionales para trabajarlos sutilmente; tienen toda la crtica que se endilgan los unos a los otros, como en una cofrada de compinches: hoy por m, maana por t; tienen el favor de los funcionarios pblicos que conceden representaciones y medios para viajar; tienen las embajadas, que tambin les ayudan, y a menudo pecuniariamente por lo que escriben a favor del pas respectivo; tienen los marchand que les pagan muy bien las crticas, ya sea de sus libros o de sus cuadros, en los grandes diarios y revistas; tienen la ayuda material del Fondo Nacional de las Artes, que pueden trabajar mucho ms fcilmente los radicados en la Capital Federal sin que dejemos de reconocer que este organismo oficial tambin suele ayudar a los escritores y artistas e instituciones de este gnero en el interior; lo tienen todo, en suma. En cambio para los provincianos, su provincia suele ser una madrastra; pero esto ha sido siempre los corriente y natural, y no debe desanimarlos. La agresividad contra los que tienen la fortuna de vivir en mbitos donde son ms conocidos, pagados y aplaudidos, no revela en quienes as proceden, sino bovarismo intelectual, resentimiento y aldeanismo. As no se supera esa injusticia o desventaja.

Esto no pasa solamente en la Argentina, repetimos; es universal. No vamos a citar el ejemplo de Cervantes; que tuvo que ir a Madrid y a Roma, a los 21 aos, para empezar a hacerse conocer, porque en Sevilla era completamente desconocido. No. Nos basta con los infinitos ejemplos que tenemos en estos tiempos que vivimos. Ningn gran escritor se hizo conocer viviendo y escribiendo en su pueblo. Tuvo siempre, de una u otra manera, que ir a hacerse conocer en alguna gran capital, o centro intelectual de gran resonancia. Eso es lo cajonario. En Francia hay que vivir y publicar en Pars para ser alguien en las letras; en Inglaterra hay que hacerlo en Londres; en Espaa, en Madrid; en Italia, en Roma; en Irlanda, en Dubln; en Rusia, en Mosc; en Estados Unidos, en Nueva York. El famoso premio Goncourt se digita en Pars, en una comida en que los miembros de esa Academia, que no han ledo ninguno de los libros presentados al concurso, premian al Editor de turno; el premio Nobel se da tambin por turno a un escritor que ninguno de los miembros de la Academia Sueca la ledo ni piensa leer jams, para lo cual tiene a los embajadores repartidos por todo el mundo que le dicen cul es el que est en el candelero en la Nacin que se quiere honrar. Unamuno no era nadie en Bilbao: tuvo que ir a Madrid para hacerse conocer; Baroja, el hombre malo de Itsea, era un mdico de pueblo en vasconia. Tuvo tambin que ir a Madrid y poner una panadera para poder publicar sus primeras novelas; y Antonio Machado tuvo que abandonar su ctedra de francs en un colegio secundario de Segovia e irse a Madrid para que lo tomaran en cuenta, y as todos los dems y en todos los pases de la tierra. Por eso, los escritores provincianos no tienen que desanimarse; tienen que ir a Buenos Aires y desalojar all a los monstruos sagrados de que hablan. Pero aqu viene el problema principal con el escritor argentino No se anima de salir de su casa si no tiene para el tranva. Tiene miedo de la aventura. Ninguno hara lo que Espronceda, que tir al Tajo las nicas dos pesetas que tena cuando hua de Espaa hacia Lisboa, porque le pareca muy poca plata para entrar en una capital tan bella. El escritor argentino se siente atado a su familia, al medio que le rodea en el que se siente seguro de no perecer, por lo menos. No har jams lo que Hilario Ascasubi, que se embarc de grumete en el primer bergantn que encontr y se fue a Las Guayanas, y a Estados Unidos y a Europa. Ni lo que los escritores como Echeverra, que se fue a Francia con su guitarra, y all se la ingeni no sabemos cmo para asistir a la Sorbona, estar cuatro aos y medio en Europa y visitar Londres y Berln, adems de concurrir a los salones de Lamartine y Vctor Hugo. Ni lo de Paul Groussac, que se embarc en Brest en el primer barco que sala sin saber cual era su destino. El escritor de raza tiene que cortar amarras con todo lo que le rodea y detiene. Si no lo hace estar perdido, jams llegar a ser un gran artista por ms que consiga premios y ctedras en Buenos Aires; porque Buenos Aires tampoco debe ser su meta. Su destino debe llevarle ms lejos: a otras capitales, a otros mundos. As se hicieron famosos los grandes ingenios que honran a la humanidad. El escritor no es un animal de tierra firme: es un ave alcinica que vuela por encima de todos los mares y continentes. Con ir a Buenos Aires, a disputar a los porteos aprovechados las prebendas, crticas y premios de que gozan, no habr hecho nada. El problema es mucho ms vasto y ms ambicioso. Pero para eso, decimos, hay que tener el espritu de aventura, el coraje de largarse sin ningn bagaje a un mundo desconocido; el escritor argentino actual no tiene ese coraje. Es un introvertido y un tmido. Solamente va de viaje intelectual y artstico a otro pas cuando lo mandan en misin oficial y a cubierto de todas las penurias econmicas. Y as no viajaron no pudieron viajar nunca ni Cervantes, ni Quevedo, ni Balzac, ni Joyce, ni Daro, ni Chocano, ni Montalvo, ni Hemingway

Jos Pedroni