Agradecimientos y Discurso en la entrega de la Beca Gabriela Mistral del Colegio Regional de

Profesores de Talca

Señor Presidente don Cristián Eduardo de la Fuente; señores dirigentes del Colegio de Profesores de nuestra región; (si se encuentran: estimadas autoridades…) estimados padres, profesores y compañeros presentes:

Nos encontramos nuevamente aquí, con el motivo de celebrar la entrega de la Beca Gabriela Mistral que el Colegio de Profesores de nuestra región, con mucho esfuerzo, entrega año tras año a quienes ostentamos con honra la calidad de ser hijos de profesores, quienes luchamos día a día forjando nuestro futuro, y anhelando alcanzar la preciada meta de convertirnos en profesionales, tal cual lo son nuestros padres.

En lo personal, es un honor poder recibir por tercera vez –y espero no sea la última- este reconocimiento. La realidad objetiva nos demuestra todos los días qué, para quienes, como familia, nos encontramos sumergidos en el profundo abismo de la inexistente “clase media”, las ayudas honestas, voluntarias y sin intereses que luego nos atormenten, prácticamente no existen. Lamentablemente en nuestro país, nos han inculcado a través de todos los medios que quien reclama derechos esenciales, derechos básicos comunes a todos y que requieren necesariamente la tutela o el apoyo de la institucionalidad, somos en realidad personas flojas, mediocres, las cuales deseamos que nos regalen todo, entre muchas otras barbaridades que se pueden escuchar. Es grato entonces saber, que aún existen excepciones a esa triste regla general, esta instancia estimados, es una de esas excepciones, en la cual, meramente por convicción y sin responsabilidad alguna más que el genuino sentido de compromiso social para con sus pares, el Colegio de Profesores de nuestra región nos otorga este aporte, que mucho más allá de constituir un leve alivio económico acorde a las circunstancias que a cada de nosotros nos aqueja, refleja un acto de solidaridad y de compromiso hacía nuestras familias que debemos valorar por sobre todo lo demás.

Y es que, hayamos decidido o no proseguir el camino de nuestros padres como profesionales, fuimos afortunados desde nuestros inicios al contar en nuestros hogares con la experiencia y la humanidad del genuino educador, crecimos al alero de sus enseñanzas, y en la actualidad, ya siendo adultos, hemos podido ser conscientes del escaso reconocimiento que posee esta profesión en nuestro país. Cuesta imaginarse de que a pesar de la innegable labor y los beneficios que

otorga el ejercicio de la docencia a nuestra sociedad, sea considerada como una actividad de segundo orden, en comparación con otras profesiones que nuestra clasista comunidad enaltece y privilegia. Por otra parte, como ya he señalado, las ayudas y las soluciones son escasas. Es por ello que puedo destacar que ante todo, en instancias como estas, resalta la dignidad y el sentimiento de pertenencia a este gremio profesional que se niega a ser ignorado y a que sus legítimas reivindicaciones se pierdan en el olvido.

Por otra parte, es paradójico que, siendo hijos de profesionales tan ligados a la educación, recibamos este tipo de beneficios, otorgado por parte de otros educadores, con el objetivo de aligerar un poco la cargada mochila de esta nuestra “educación superior”. La primera vez que vine aquí, había estallado con fuerzas el movimiento social, y logramos ser conscientes de los problemas que nos rodeaban, pero que éramos incapaces de comprender o de enfrentar debido al largo letargo que atravesaba nuestra sociedad. Hoy hemos salido de la burbuja del conformismo que nos apaciguaba, y entendemos que la educación es mucho más que una mera prestación de servicios. Los derechos esenciales de la comunidad no son equiparables a simples mercancías, como tampoco nuestro sueño de estudiar y obtener una profesión debe estar determinado por las reglas de la oferta y la demanda, tal cual acontece actualmente. Profesores y estudiantes hemos sido víctimas directas de las consecuencias del modelo económico implantado a la fuerza que se nos ha heredado, y debemos pues mantenernos unidos en esta ardua lucha que ha sido y será prolongada por nuestros derechos. Cito una frase muy cierta que he leído en algunos lienzos durante las marchas y que es acorde a la ocasión: “el profesor luchando, también está educando”.

No quisiera despedirme sin agradecer nuevamente y a nombre de todos este significativo reconocimiento que nos entrega el Colegio de Profesores, y que indudablemente, constituye para nosotros, para nuestras familias, y para ellos, una motivación más para seguir adelante en nuestras vidas. Muchas gracias.