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Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 2016, Vol. XXII, No. 2 (jul-dic), pp. 121-144 DISCRIMINACIÓN RACIAL Y VIDA COTIDIANA EN AMÉRICA LATINA: EMPLEO, EDUCACIÓN Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN Esther Pineda 1 EPG CONSULTORA DE GÉNERO Y EQUIDAD Resumen: La segregación y la discriminación racial en todas sus formas han sido reconocidas por los ins- trumentos e instancias internacionales como una negación de los derechos humanos, a las li- bertades fundamentales y la dignidad humana. Estas prácticas son consideradas en la sociedad contemporánea como políticamente incorrectas, lo cual ha creado las condiciones para que el racismo se realice con manifestaciones más sutiles, casi imperceptibles, las cuales facilitan su penetración y perdurabilidad en el entramado social. En América Latina su expresión más fre- cuente ha sido y continúa siendo a través del lenguaje, chistes, refranes, apodos, los gestos, la evitación, la duda, la sospecha, la ridiculización, la condescendencia, el cuestionamiento, la omisión, la invisibilización, la desatención, la desmoralización y la minimización de los sujetos racializados; lo cual favorece que este tipo de discriminación se realice con total impunidad. Palabras claves: Discriminación racial, racismo, estigma, vida cotidiana, afrodescendientes. NOCIONES Y MANIFESTACIONES DE LA DISCRIMINACIÓN RACIAL EN AMÉRICA LATINA El racismo como bien afirma Christian Geulen en su libro Breve historia del racismo, “ni es natural ni universal ni metahistórico, sino un producto, una creación de la cultura y del pensamiento humanos, una forma de conducta y por ello un fenómeno totalmente histórico” (Geulen, 2010: 8). Es su condición socio- cultural la que lo convierte en objeto susceptible de estudio y disertación desde diversas disciplinas de las ciencias sociales y humanísticas, en un esfuerzo de comprensión y aproximación a un fenómeno de gran envergadura y complejidad que aun en la actualidad afecta significativamente a gran parte de la pobla- ción mundial. Sin embargo, con independencia de las particularidades atribuidas a cada una de estas definiciones, en definitiva, siempre remite al desprecio del otro, su descalificación, exclusión y subordinación en diversos espacios y procesos interactivos sobre la base de su origen étnico, es decir, un estigma, el cual es definido por Erving Goffman (1963) como: 1 [email protected]

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Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 2016, Vol. XXII, No. 2 (jul-dic), pp. 121-144

DISCRIMINACIÓN RACIAL Y VIDA COTIDIANA EN AMÉRICA LATINA: EMPLEO, EDUCACIÓN

Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Esther Pineda1 EPG CONSULTORA DE GÉNERO Y EQUIDAD

Resumen:

La segregación y la discriminación racial en todas sus formas han sido reconocidas por los ins-trumentos e instancias internacionales como una negación de los derechos humanos, a las li-bertades fundamentales y la dignidad humana. Estas prácticas son consideradas en la sociedad contemporánea como políticamente incorrectas, lo cual ha creado las condiciones para que el racismo se realice con manifestaciones más sutiles, casi imperceptibles, las cuales facilitan su penetración y perdurabilidad en el entramado social. En América Latina su expresión más fre-cuente ha sido y continúa siendo a través del lenguaje, chistes, refranes, apodos, los gestos, la evitación, la duda, la sospecha, la ridiculización, la condescendencia, el cuestionamiento, la omisión, la invisibilización, la desatención, la desmoralización y la minimización de los sujetos racializados; lo cual favorece que este tipo de discriminación se realice con total impunidad.

Palabras claves: Discriminación racial, racismo, estigma, vida cotidiana, afrodescendientes.

NOCIONES Y MANIFESTACIONES DE LA DISCRIMINACIÓN RACIAL EN AMÉRICA LATINA

El racismo como bien afirma Christian Geulen en su libro Breve historia del racismo, “ni es natural ni universal ni metahistórico, sino un producto, una creación de la cultura y del pensamiento humanos, una forma de conducta y por ello un fenómeno totalmente histórico” (Geulen, 2010: 8). Es su condición socio-cultural la que lo convierte en objeto susceptible de estudio y disertación desde diversas disciplinas de las ciencias sociales y humanísticas, en un esfuerzo de comprensión y aproximación a un fenómeno de gran envergadura y complejidad que aun en la actualidad afecta significativamente a gran parte de la pobla- ción mundial.

Sin embargo, con independencia de las particularidades atribuidas a cada una de estas definiciones, en definitiva, siempre remite al desprecio del otro, su descalificación, exclusión y subordinación en diversos espacios y procesos interactivos sobre la base de su origen étnico, es decir, un estigma, el cual es definido por Erving Goffman (1963) como:

1 [email protected]

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Un atributo que vuelve al sujeto diferente de los demás (dentro de la categoría de personas a la que él tiene acceso) y lo convierte en alguien menos apetecible –en casos extremos, en una persona casi enteramente malvada, peligrosa o débil. De este modo, dejamos de verlo como una personal total y corriente para reducirlo a un ser inficionado y menospreciado. Un atributo de esa naturaleza es un estigma, en especial cuando él produce en los demás, a modo de efecto, un descrédito am-plio; a veces recibe también el nombre de defecto, falla o desventaja (Goffman, 2006: 12).

Este estigma sin dudas favorece la construcción de prejuicios2 y estereotipos3 que garantizan el mantenimiento y reproducción de la racialización de los “otros” y su consecuente discriminación4 en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana. Estos prejuicios según Ashmore (1970) contienen cuatro características fundamentales, entre ellas:

- Es un fenómeno intergrupal.

- Es una orientación negativa hacia el objeto del prejuicio, y puede implicar agresión, evitación u otras conductas negativas.

- Es injusto e incurre en una generalización excesiva.

- Es una actitud.

No obstante este racismo dirigido sobre o contra el cuerpo de los “otros”, es decir, de los cuerpos disidentes, según Michel Wieviorka (1994) se desarrolla en tres grandes niveles:

2 Según Anthony Giddens (2000), el prejuicio alude a las opiniones o actitudes que tienen los miembros de un grupo respecto a otro. Las ideas preconcebidas de una persona pre-juiciosa suelen basarse en rumores más que en pruebas directas y tienden a ser reacias al cambio, aunque se acceda a más información. Las personas pueden tener prejuicios favorables a ciertos grupos con los que se identifican y prejuicios negativos contra otros. Aunado a ello, el prejuicio opera principalmente a través de un pensamiento estereotipa-do, que utiliza categorías fijas e inflexibles. 3 Macionis y Plummer (2007) definen los estereotipos como imágenes distorsionadas y cargadas de prejuicios acerca de toda una categoría de personas. Dado que en los pre-juicios se ven implicados sentimientos y emociones de simpatía o lealtad (cuando se trata de personas de nuestro grupo social), o de temor e incluso odio (cuando se trata de «los otros»), terminan convirtiéndose en imágenes distorsionadas de las personas, difíciles de cambiar aun cuando los hechos contradigan esas imágenes. 4 De acuerdo con Anthony Giddens (2000), la discriminación es la conducta real que se tiene con un grupo ajeno y puede apreciarse en actividades que le privan de las oportuni-dades que otros disfrutan.

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- El racismo inorgánico, más o menos presente en todas las sociedades, con manifestaciones aisladas.

- El racismo orgánico, en que el racismo tiene instituciones que lo postulan, discursos propios e ideología.

- El racismo oficial, cuando el Estado lo asume como ideología propia.

Por su parte Ashmore (1970) distingue:

- El racismo individual, que añade al prejuicio racial la apelación a factores biológicos justificatorios y además incluye las conductas discriminatorias.

- El racismo institucional, que se refiere a la limitación injusta de oportunidades a miembros de un grupo a través de políticas institucionales.

- El racismo cultural, que consiste en la consideración de la superioridad de la tradición cultural del propio grupo y que se puede expresar tanto a nivel individual como institucional.

Para Allport (1954), existe un racismo manifiesto o descarado, el cual comprende el rechazo de cualquier grupo étnicamente distinto al cual pertenece y su percepción como una amenaza. Este tipo de racismo según el autor, se caracteriza por:

- La inclusión en su forma más intensa la idea de la inferioridad genética del grupo en cuestión que es la que justificaría la posición del grupo en la sociedad, sin necesidad de atribuirla a la discriminación.

- La negación de la intimidad con los integrantes del grupo, es decir excluir la idea de las relaciones sexuales y del matrimonio interracial.

Pérez (1996) por su parte en su ensayo Nuevas formas de racismo, afirma que existen tres tipos de racismo, entre ellos:

- El racismo manifiesto, el cual hace referencia a los actos racistas consciente y abiertamente identificados como tales.

- El racismo latente, que se refiere a actos que, aun reproduciendo el racismo, no se hace con la conciencia de que así sea.

- El racismo aversivo, la preocupación de la persona por no aparecer racista, aunque sus sentimientos privados lo sean.

No obstante, la segregación y la discriminación racial en todas sus formas han sido reconocidas por los instrumentos e instancias internacionales como una negación de los derechos humanos, a las libertades fundamentales y la dignidad

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humana. Estas prácticas son consideradas en la sociedad contemporánea como políticamente incorrectas, lo cual ha creado las condiciones para que el racismo se realice con manifestaciones más sutiles, casi imperceptibles, las cuales facilitan su penetración y perdurabilidad en el entramado social, entre ellas:

- El racismo simbólico: Según Van Dijk (1988) esta forma de racismo se distingue por su carácter indirecto y su sutileza, así como, por la estrategia generalizada de negar la prevalencia del racismo estructural. Este racismo simbólico para Mc.Conahay y Hough (1976) no se expresa en términos de inferioridad ni segregacionismo de los miembros del grupo minoritario sino a través de símbolos ideológicos y conductas simbólicas, que transmiten los sentimientos de que los negros están violando los valores importantes o que están haciendo demandas ilegitimas de cambios en el status quo.

- El infraracismo: el cual de acuerdo a Wievorka (1994) consiste en un discurso muy cotidiano que se caracteriza por ser inconsciente. Es decir, la expresión es infraracista cuando esa característica identitaria es resaltada por encima de otras o mencionada de manera innecesaria, y comúnmente va relacionada en el discurso con una característica buena que viene a disimular el destacado racista del comentario.

- El racismo automático: el cual Rita Segato (2003) define como irreflexivo, naturalizado, culturalmente establecido y que no llega a ser reconocido o explicado como atribución de valor o conjunto de representaciones ideológicas. Para la autora la acción silenciosa del racismo automático que actúa por detrás de las modalidades rutinarias de discriminación hacen del racismo un paisaje moral natural, costumbrista y difícilmente detectable, motivo por el cual incontables gestos microscópicos y rutinarios de discriminación y maltrato moral son naturalizados como normales, aceptables y cotidianos.

- El racismo axiológico: que según Rita Segato (2003) se expresa a través de un conjunto de valores y creencias que atribuyen predicados negativos o positivos a las personas en función de su color de piel. En este caso, la actitud racista alcanza una formulación discursiva, es más fácil de identificar, pues excede el gesto automático, repetitivo y de fondo racista inadvertido.

- El racismo acostumbrado: descrito por Ramírez (2012) como todas aquellas actitudes, reacciones o comentarios basados en prejuicios o falta de información. Ideas que se creen como válidas o no, conscientes e inconscientes, de cómo somos o actuamos “los negros”. Muchos de estos estereotipos, que pueden verse como positivos, porque parecen realzar características cautivadoras de la “raza negra” son falsos constructores de identidad. Hasta el punto de ser legitimados por la propia comunidad y se vuelven características que parecen ser de autenticidad negra.

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Estas diversas manifestaciones de racismo, habrán de realizarse la más de las veces en el discurso, específicamente en el discurso racista, el cual según Eugenio Zaffaroni (1997) consiste, ante todo, en una devaluación de la víctima acompañada de una ampliación de la legítima defensa y del estado de necesidad. Son todas estas concepciones, prácticas, premisas y expresiones dirigidas a “los otros”, en este caso, afroamericanos en el contexto de racialización, las que construyen, determinan y reproducen los discursos y representaciones sobre esta población; definen sus experiencias de discriminación en la vida cotidiana, experiencias de discriminación racial de la población afrodescendiente en América Latina y El Caribe a las cuales pudimos aproximarnos a través de testimonios y consideraciones obtenidas por fuentes primarias de información, entre ellas:

1. La realización de diez entrevistas en profundidad a mujeres afrovenezolanas.

2. La aplicación de un cuestionario electrónico a cien (100) informantes afrodescendientes, corresponde a los países Venezuela (44), Colombia (31), Brasil (7), Ecuador (5), Uruguay (4), Argentina (4), Bolivia (2), México (2) y Panamá (1).

4431

7 5 4 4 2 2 1

Figura 1. Nacionalidad de los informantes

Fuente: Elaboración propia

El 56% de los informantes del cuestionario fueron mujeres, 41% hombres y 3% transgéneros, con una media de edad de 35 años.

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56%41%

3%

Figura 2. Género de los informantes

Mujeres Hombres Transgéneros

Fuente: Elaboración propia.

El nivel educativo de las personas afrodescendientes a quienes se les aplicó el instrumento del cuestionario electrónico es de Postgrado 23%, Universitario 49%, Técnico Superior Universitario (TSU) 12%, Secundaria 14%, Primaria 1% y Ninguno 1%.

23

49

12 14

1 1

Postgrado Universitario TSU Secundaria Primaria Ninguno

Figura 3. Nivel educativo de los informantes

Fuente: Elaboración propia.

Cuando a las personas afrodescendientes encuestadas se les consultó: ¿Sabe qué es el racismo? El 99% afirmó que Sí, y solo el 1% No sabe/No contesta. Cuando se les pidió definir el racismo, en su mayoría los informantes hicieron referencia a: Discriminación, complejo de superioridad, relación de poder, crueldad, ignorancia, distinción, dominación, exclusión, rechazo, ideología, prejuicios, humillación, degradación, intolerancia, aversión, segregación, desprecio; odio de los otros sobre la base de diferencias fenotípicas, el color de la piel y el origen étnico. Así mismo, cuando se les preguntó si consideran que existe racismo en su país, el 96% afirmó que Sí, 3% que No, y 1% No sabe/No contesta.

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96%

3%1%

Figura 4. ¿Considera que existe racismo en su país?

Si No Nosabe/Nocontesta

Fuente: Elaboración propia.

Ahora bien, una de las características fundamentales de la discriminación racial es que se realiza en el plano de las apariencias; la percepción del “otro” como diferente va a detonar reacciones que estarán determinadas por los marcos normativos de la sociedad, así como, por los procesos de socialización de cada individuo, por ello, “es probable que al encontrarnos frente a un extraño las primeras apariencias nos permitan prever en qué categoría se halla y cuáles son sus atributos, es decir, su «identidad social»” (Goffman, 2006: 12). Dando paso al estigma contra todo aquel que se aparte negativamente de las expectativas, en este caso, de las expectativas eurocéntricas de la sociedad latinoamericana y caribeña.

El estigma del “desacreditado” para Goffman (1963), se pone de manifiesto en el momento en que dicha persona se presenta ante otros pues se constituye y fundamenta en la perceptibilidad o evidenciabilidad. El afrodescendiente es una persona desacreditada, porque su estigma es visible, evidente, está en la piel, su fisionomía, no puede ocultarlo y los demás no pueden ignorarlo. Desde esta perspectiva no ha de sorprendernos que ante la interrogante: ¿Ha sido víctima de racismo?, el 70% de las personas afrodescendientes de distintos países de América Latina y El Caribe encuestadas afirmaron que Sí, 26% que No, y 4% No sabe/No contesta.

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70%

26%4%

Figura 5. ¿Ha sido víctima de racismo?

Si No Nosabe/Nocontesta

Fuente: Elaboración propia

El 95% de las personas afrodescendientes encuestadas afirma haber presenciado o sabido de algún acto de racismo; así mismo, consideran que, entre los ámbitos o lugares donde se realiza de forma más frecuente el racismo destacan: El lenguaje 19%, los medios de comunicación 15%, los espacios públicos 15%, Instituciones del Estado 8%, Escuela/Liceo 7%, Familia 5%, Universidades 2%, Transporte público 1% y Otros 23%.

19 15 158 7 5 2 1

23

Figura 6. Ámbitos o lugares de manifestación del racismo

Fuente: Elaboración propia.

EL RACISMO EN LA EDUCACIÓN

De acuerdo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (2011) en cuanto al acceso a la educación, la información demuestra que la infraestructura educativa en las zonas donde mayoritariamente habita población afrodescendiente es insuficiente, las tasas de analfabetismo son más altas, los

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índices de escolaridad son más bajos y los niños y jóvenes afrodescendientes cursan un promedio menor de años de estudio.

La CIDH ha recibido información sobre los siguientes casos:

- La vigencia de prácticas de asignación segregacionistas de alumnos, al asignar un número desproporcionado de estudiantes blancos en aulas en distritos donde predominan las minorías u otorgar premios a algunos estudiantes en función de la raza.

- Situaciones de segregación racial de facto en las escuelas.

- Limitaciones para ingresar a determinados programas universitarios.

- Políticas discriminatorias de asignación de estudiantes.

- Sobrerepresentación de estudiantes afrodescendientes en clases especiales.

- Tasas desproporcionadas de acciones disciplinarias para estudiantes afrodescendientes.

- Subrepresentación de afrodescendientes en cursos y programas avanzados y de alto nivel.

- Acoso racial.

- Subrepresentación de docentes y administradores afrodescendientes en establecimientos educativos.

- Falta de inclusión de la contribución de la población afrodescendiente en las materias de historia.

Aunado a ello, a partir de los testimonios de las personas afrodescendientes encuestadas y entrevistadas pudimos evidenciar que en el ámbito educativo es donde se hacen más frecuentes y explícitas las manifestaciones de racismo, las cuales se desarrollan principalmente durante la niñez y la adolescencia. En este contexto, la relación con los grupos de pares se presenta como hostil, los compañeros son los principales ejecutores de formas de discriminación mediante la asignación de apodos, burlas, violencia física, la evitación del contacto físico y de la interacción ya sea para la realización de actividades grupales en el aula, juegos durante el periodo de recreo, pero también en espacios como cafeterías, transporte y bibliotecas.

“En el colegio mis primeros años nadie quería compartir el asiento conmigo” (Cues-tionario: Hombre, 55 años, Colombia). “Me he sentido discriminada por ser negra, sobre todo en el liceo, creo que fue mí época más dura, séptimo año de bachillerato, mis compañeros me decían chupeta de petróleo por ser gordita y por ser negra” (Entrevista en profundidad: Mujer Afrodescendiente II).

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“Desde mi infancia he sufrido discriminación, burlas, o chistes por mi color de piel y la textura de mi cabello, en la escuela, en la universidad” (Cuestionario: Mujer, 23 años, Colombia).

Este racismo expresado por los niños y adolescentes es una reproducción de las concepciones aprehendidas en el ámbito familiar en el que hace vida, los cuales si encuentran aceptación en el ámbito escolar y el grupo de pares serán reforzados y profundizados, dado que, durante los primeros años de vida:

En el caso del racismo, la falta de esclarecimiento lleva a que, en muchas ocasio-nes y en escenarios muy variados, a veces discriminemos, excluyamos o hasta maltratemos por motivos raciales sin ninguna percepción de que estamos perpe-trando un acto de racismo (Segato, 2003: 118). “De niña siempre me excluían en la escuela, yo ni entendía por qué, siempre se bur-laban de mí, por mi pelo, pelo malo, pelo chicha, pelo lindo, me ponían sobrenom-bres, caraota, candelaria como la señora de la propaganda del café, negra mojina, maldita negra, negra de mierda, hasta que me fui acostumbrando a estar sola. En el liceo ya estaba acostumbrada, sabía lo que tenía que aguantar todos los días y me sentí mal mucho tiempo, años, hasta los profesores se unían a otros estudiantes a burlarse o lo empezaban ellos haciendo comentarios de negros. Aunque estudié en escuela y liceo público, de barrio, habían pocos niños o niñas negros, y ahora que me pongo a pensar capaz era por eso, a lo mejor por tanta burla ya no iban más” (Entrevista en profundidad: Mujer Afrodescendiente de los sectores populares I).

Pero estas formas de discriminación racial, en el ámbito educativo también son expresadas y realizadas por parte de sus profesores y profesoras quienes en oportunidades actúan como promotores de prácticas y discursos racistas en las aulas de clase, contribuyendo de este modo, como bien afirma Segato (2003) a la desmoralización cotidiana de los socialmente minorizados.

El profesor actúa como portavoz de la sociedad adulta indicando cómo deben ser, cómo deben comportarse, qué se espera de ellos, qué es lo que está bien y lo que está mal… actuando básicamente a través de técnicas de reforzamiento y modela-do. Al ser el profesor una figura fundamental para los alumnos, actúa como modelo siendo imitado por sus alumnos. De manera, que si el profesor muestra una con-ducta racista hacia las minorías, sus alumnos aprenderán esa conducta y se com-portarán también de forma racista con sus compañeros (Larrañaga, 1996: 120).

Este hecho no solo tiene un impacto emocional y subjetivo en las niñas y adolescentes afrodescendientes dificultando sus procesos interactivos, y creando sentimientos de inseguridad para su desempeño relacional; sino que además afecta el rendimiento académico. “Dentro de la escuela se desencadenan unos complejos procesos que actúan en prejuicio de las minorías. Diversas investigaciones han aportado pruebas que indican que el bajo rendimiento de algunas minorías étnicas está ligado a los procedimientos de dichas escuelas” (Larrañaga, 1996: 119). Así mismo, estas prácticas

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contribuyen a la deserción escolar, lo cual va a traducirse en unos bajos índices de escolaridad en la población afrodescendiente.

“Recuerdo durante una clase de historia en el liceo, la profesora de la cátedra irrum-pió en el aula de clases luego de haberse ausentado por unos minutos y exclama ai-rada: ¡Esto parece una merienda de negros!, por la algarabía natural que forman los alumnos cuando la figura de autoridad docente desaparece; acto seguido un com-pañero de pupitre vecino se me aproxima y al oído me dice: ¿No te sientes ofendida por lo que dijo?, con un tonito de burla que me llenó de vergüenza e incomodidad, inolvidable hasta estos días” (Entrevista en profundidad: Mujer Afrodescendiente Profesional I). “Estudié primaria en una escuela de mujeres negras trinitarias, de modo que sentí poco racismo explícito en la escuela y las expresiones de racismo en otros lugares eran ignoradas según aprendí en casa. Cuando cumplí 11 años pasé a estudiar en otra escuela, donde sufrí racismo violento inclusive por parte de la profesora, tuve que permanecer todo el año escolar en esa escuela y eso me marcó hasta hoy, reci-bí apodos racistas como negra mona entre muchos otros, la maestra me desprecia-ba abiertamente, en una ocasión se burló de mi por ser hija de madre soltera en medio de toda la clase, era una señora realmente despreciable e hizo mi vida un in-fierno, aún hoy tengo mucho temor de hablar en público por las cosas que viví en ese salón de clases. Llegué a ese colegio con un promedio de notas de 18 puntos con reconocimientos de la otra escuela y salí con bastante dificultad, mi promedio de notas bajó mucho y nunca quería ir a la escuela, yo no desistí pero mi hermano, que también estudiaba en esa escuela, desistió y no continuó estudiando nunca más” (Entrevista en profundidad: Mujer Afrodescendiente Profesional II).

Los maestros y profesores al dirigirse a las aulas con los prejuicios y estereotipos creados e instalados en su acervo cultural durante el proceso de socialización, crean y reproducen según Larrañaga (1996) expectativas y percepciones, los cuales en el caso que nos ocupa, pueden contribuir a legitimar y profundizar prácticas y discursos racistas en contra de sus alumnos. Según esta autora, existen cinco factores que pueden suscitar las expectativas iniciales:

- El atractivo físico, los alumnos de los grupos minoritarios suelen resultar menos atractivos al ser distintos a los demás.

- El sexo del alumno, que es el resultado de la interacción entre el rol del profesor, el rol del alumno y los roles sexuales predominantes de hombre-mujer. En el caso de los grupos minoritarios se producen discordancias con los valores sexuales mayoritarios, lo que hace que también se vean desfavorecidos en esta variable.

- La clase social y la raza, los profesores tienden a subestimar la capacidad y actitud de los alumnos de los grupos étnicos minoritarios.

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- La información acumulada en las fichas de los estudiantes. En el caso de los alumnos de grupos minoritarios suele tratarse de información negativa sobre su rendimiento y capacidad.

- El comportamiento del alumno en el ambiente del colegio destacando el problema del control de la clase, de forma que los alumnos que dificultan la marcha de la clase son considerados como poseedores de menos inteligencia y, como consecuencia, están más sujetos a una profecía que se autocumple. En general, los profesores informan que los alumnos de los grupos minoritarios les dan más problemas en la marcha de la clase por su mal comportamiento.

La percepción y las expectativas creadas van a influir en el rendimiento de los alum-nos, este es un fenómeno ampliamente estudiado desde que Rosenthal y Jacobson publicaron su trabajo “Pigmalion en la escuela” (1968). Se ha dicho que muchas pro-fesoras y profesores manifiestan actitudes negativas hacia tales estudiantes y que esperan muy poco de su futuro rendimiento académico, esto da como resultado que se les trate desfavorablemente en el aula como en el ámbito escolar más amplio, negándoseles oportunidades educativas que disfrutan los demás, llegando muchos de ellos consecuentemente a un bajo rendimiento académico, lo que hace que se restrinjan sus oportunidades de éxito en la vida (Larrañaga, 1996: 122).

Por su parte la ausencia de historia, discursos y representaciones en los libros de texto y los pensum de estudios, la poca presencia de maestros afroamericanos, así como, otros referentes positivos en el campo intelectual y científico, dificulta las posibilidades de identificación de los estudiantes con las asignaturas y autores que estudian al no poseer referentes de éxito académico.

Los libros de texto y las lecciones en la escuela son otros de los lugares privilegiados donde las ideologías académicas encuentran su –a veces distante y simplificada y, por lo tanto, menos sutilmente disfrazada– reflexión. Los autores de libros de texto y los maestros reproducen, por supuesto, tanto las creencias adquiridas durante su formación académica como las que subyacen más específicamente a la experiencia profesional característica del proceso didáctico. (…) Los libros de texto apenas pres-tan atención a la explotación colonial. Tampoco describen, en forma explícita, las condiciones económicas, las ganancias y los horrores del comercio de esclavos y de la esclavitud. De hecho, los países del Tercer Mundo reciben especial atención en tanto son parte del Imperio, mientras que su existencia política o cultural antes y después es virtualmente ignorada, a menos que sea presentada en un marco nega-tivo como el de golpes de estado, guerras civiles o violencia. Al igual que en los li-bros para niños (también escritos por intelectuales), los libros de texto todavía representan a los pueblos del Tercer Mundo, en especial a los negros, como primiti-vos, atrasados, pasivos, y a sus culturas, desde todo punto de vista, como inferiores a la civilización occidental (Van Dijk, 1988: 161-162).

Otro aspecto de gran relevancia, principalmente en los niveles de educación universitaria y de postgrado serán las dificultades de los estudiantes afrodescendientes para hallar tutores, así como, la constante exclusión de

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proyectos de investigación en los cuales los objetos de estudio sean los sujetos tradicionalmente considerados subalternos y fenómenos como el racismo. Estos ámbitos con frecuencia son desestimados por los profesores y tutores en dichas casas de estudio al no poder identificarse con estas experiencias, considerarlos desprovistos de importancia, o en casos extremos considerarlos como disertaciones opináticas y emocionales, sin fundamentación académica, politizadas, desprovistas de rigurosidad teórica, pero también generadoras de conflicto, es decir, capaces de alterar la “armonía étnico-racial” aparentemente existente en estos espacios.

“Cuando en la universidad donde realizaba mi pre grado en Biología, el día que pre-sente la propuesta o ante proyecto para mi Tesis de pregrado, una de las expertas revisoras, al leer el titulo (mi tesis fue sobre medicina tradicional afrocolombiana) dijo a viva voz, va a hacer un trabajo sobre negros, y prosiguió, esa tesis no llega a buen término, ahí no hay nada para explorar” (Cuestionario: Hombre, 32 años, Colombia).

Estas manifestaciones de discriminación racial presentes y manifiestas en los distintos niveles educativos y a los cuales se deben enfrentar las personas afrodescendientes en las distintas etapas de su vida “nunca son mencionadas en forma pública como una de las causas posibles de la ampliamente aceptada falta de motivación y del consecuente abandono de la educación por parte de los chicos de las minorías” (Van Dijk, 1988: 162-163). Por el contrario, estos son justificados por la ideología racista como consecuencia de una menor capacidad intelectual de esta población y menor voluntad para el desarrollo personal y académico.

EL RACISMO EN EL ÁMBITO LABORAL

Las personas afrodescendientes con independencia de su formación, experiencia y potencialidad encuentran mayores dificultades en lo que refiere el acceso al empleo; así como, limitaciones al ingreso a puestos de supervisión y decisión, motivo por el cual permanecen aún en la actualidad sujetos a empleos de baja estima social.

De acuerdo con el informe La situación de las personas afrodescendientes en las Américas publicado en 2011 por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en relación con el derecho al trabajo, las estadísticas indican que la población afrodescendiente ocupa los puestos más bajos de la escala laboral y mayoritariamente realiza tareas informales y de baja calificación o con una remuneración menor. Estos hechos contribuyen a una escasa movilidad económica y social en la región, lo cual según la CIDH ha contribuido a

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perpetuar la situación de desigualdad de las personas afrodescendientes desde la época de la esclavitud hasta la actualidad.

Aunque las prácticas de racismo explícito cada vez más migran a formas de racismo solapado en América Latina y El Caribe, la realidad es que el ámbito laboral sigue siendo uno de los que presenta una significativa influencia de la racialización, al respecto la CIDH ha recibido información de:

- La vigencia de pruebas diferenciadas para acceder a puestos laborales en perjuicio de personas afrodescendientes.

- La negativa de empleo a personas afrodescendientes en función de su raza.

- La utilización de exámenes de selección de empleo con impacto negativo para los postulantes afrodescendientes.

- La utilización de consideraciones raciales al momento de determinar el ganador de un concurso para un puesto de trabajo.

Esta situación se profundiza en el caso de las mujeres afrodescendientes al articularse su pertenencia étnica y los procesos de racialización con los prejuicios patriarcales. “Las mujeres afrodescendientes se desempeñan en tareas domésticas, de escasa remuneración y precarias condiciones laborales, sin ningún beneficio de la seguridad social, y tienen dificultades para acceder a los permisos de trabajo, especialmente, las mujeres migrantes” (CIDH, 2011: 37).

La discriminación que sufre la población afrodescendiente en los mercados laborales se evidencia con salarios más bajos en puestos iguales que los que reciben perso-nas blancas con los mismos niveles de educación formal y destrezas. En algunos casos reciben salarios iguales en puestos iguales pero deben de tener mayores cali-ficaciones que las personas blancas para optar por esos salarios. La discriminación constante que enfrentan los afrodescendientes en el mercado laboral conduce a una economía segmentada. Estas economías restringen el acceso a las personas afro-descendientes y de manera más aguda a las mujeres a las industrias de mayor pro-ductividad y crecimiento. Esto trae como consecuencia que las personas afrodescendientes y en particular las mujeres cuando están incorporadas al mercado de trabajo formal lo hagan en industrias con productividad menor al promedio, lo cual limita sus niveles de ingreso y acrecienta las diferencias con personas blancas con similares niveles de educación y destrezas (Campbell, 2003: 10).

En la región las mujeres afrodescendientes aún se encuentran con limitaciones en el acceso al empleo, pues “el criterio de la buena presencia [prevalece] como un mecanismo que mantiene las desigualdades y los privilegios entre las mujeres blancas y las negras” (Carneiro, 2005: 23).

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“En una oportunidad recién mudada y en búsqueda de empleo, una amiga me re-comendó, me fui, con poco dinero, con muchos deseos y angustia pues era la pri-mera vez que iba, solicitaban una recepcionista, al llegar en la entrada estaba una chica le pregunte por la vacante me miro de arriba abajo, entró, me anuncio, la per-sona me entrevisto no más de 5 minutos, le deje mis documentos y luego hablando con la chica que me recomendó me dijo: Lastima que eres negra, sino te dejan” (entrevista en profundidad: Mujer Afrodescendiente I).

“A la hora de buscar empleo, se prefiere a alguien de piel blanca o rasgos euro-peos” (Cuestionario: Mujer, 52 años, Venezuela).

Es decir, si bien el rechazo de las aspirantes a un determinado puesto de trabajo no se realiza de manera explícita por su pertenencia étnica, esta continúa siendo uno de los criterios privilegiados para la toma de decisiones respecto a la contratación de personal, principalmente en posiciones de ventas y atención al público. Pero además de estos estereotipos según lo relatado por las entrevistadas, con frecuencia se producen situaciones de desconfianza y poca credibilidad con respecto al desempeño laboral de las personas afrodescendientes, por parte de los empleadores pero también por parte de los compañeros, usuarios, pacientes y clientes con quienes los sujetos racializados se encuentran en situación de relacionarse cual sea su oficio o profesión.

“Para conseguir trabajo siempre ha costado, prefieren alguien blanco. Yo que traba-jo en casas cuidando niños y con los oficios a veces los dueños te tratan mal, o desconfían que uno te robes algo de la casa, los negros tenemos mala fama” (En-trevista en profundidad: Mujer Afrodescendiente de los sectores populares II).

Las personas afrodescendientes profesionales también se enfrentan de forma recurrente a la incredulidad de su condición profesional, con independencia de su formación académica se les atribuyen de manera apriorística roles se servicio; así mismo, se enfrentan al rechazo y amonestaciones en los espacios laborales por parte de sus empleadores al usar algún tipo de atuendo étnico o el mantenimiento del cabello natural, considerado como de apariencia “no profesional”.

“Ya me han dicho que el ascensor de servicio era otro, suponiendo que yo era una limpiadora de pisos en un edificio de ricos; ya me han confundido con serviciales en comercios” (Cuestionario: Transgénero, 30 años, Brasil). “En una ocasión una compañera de trabajo y colega me comenta a título casual: Chica, te tengo que contar lo que me dijo una de las usuarias, yo no aguantaba la risa cuando me lo estaba diciendo… Me comentó que no pensaba que esa señora era profesional y trabajaba aquí, que no se la imaginaba con un hombre encorbata-do a su lado. Esa señora a la que se refería la usuaria era yo” (Entrevista en pro-fundidad: Mujer Afrodescendiente Profesional I).

Aunado a ello, los hombres y mujeres afrodescendientes en América Latina y El Caribe:

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También son discriminadas cuando intentan entrar en instituciones de élite, cuando intentan encontrar un trabajo. Y si entran o lo encuentran, tienen dificultades para obtener promoción. Es decir, también desde el interior son incapaces de cambiar las rutinas, actitudes y criterios dominantes (blancos, de clase media, occidentales) (Van Dijk, 1999: 34).

No obstante, estas formas de discriminación son continuamente motivadas y reforzadas por los discursos y representaciones de los sujetos racializados transmitidos por los medios de comunicación y difusión masiva.

DISCRIMINACIÓN RACIAL EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN E INFORMACIÓN

Los medios de comunicación, información y difusión masiva, son sin dudas uno de los principales agentes de socialización de niños y adultos en la sociedad contemporánea, constituyéndose como el principal instrumento para la construcción, reproducción y difusión de prejuicios, estereotipos y formas de discriminación; estos se hacen manifiestos a través de sus diversos contenidos, entre los cuales –de acuerdo a la categorización hecha por Daniel Bougnoux (1998)– podemos distinguir:

La información, que nos propone conocimiento.

- La diversión, las ficciones o los juegos que nos proponen simple entretenimiento.

- Las emisiones relacionales, que pretenden sacudir la apatía del público y rehacer el vínculo social, es el caso del telethon, de los reality shows, en-tre otros.

- Los mensajes directivos, por medio de los cuales una cantidad de anunciantes que van desde los políticos hasta los simples mensajes publicitarios pregonan o prescriben acerca de lo útil y bueno.

En estos medios según Teun A. Van Dijk, la mayoría de los discursos y representaciones construidas en torno a los sujetos racializados, en este caso, la población afrodescendiente, se circunscriben a tres categorías temáti- cas principales:

- Ellos son diferentes

- Ellos son perversos

- Ellos son una amenaza

Las minorías étnicas están representadas más o menos regularmente, pero a menudo en forma negativa en las notas periodísticas, y con características especiales en medios de noticias como los diarios, la televisión o la radio. Pero

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también las películas, las historietas, los anuncios publicitarios, los libros de texto, las novelas policiales y otros tipos de ficción, entre otras formas de mensajes de los medios, contribuyen a la construcción de un consenso ideológicamente fundamentado, que asegura el status quo étnico o racial (Van Dijk, 1988: 144).

Además de ello, en los medios de comunicación es frecuente:

- La exclusión de las personas afrodescendientes en los espacios de toma de decisiones y puestos directivos.

- La poca presencia de personas afrodescendientes en los roles de productores, ejecutivos, jefes y editores.

- La ausencia de crítica o cuestionamiento de la discriminación racial en los contenidos transmitidos.

- El mantenimiento de una reducida presencia de personas afrodescendientes ya sea como sujetos de la noticia o como periodistas.

Así, en los media las rutinas de la elaboración de noticias caracterizan a los grupos minoritarios como de menores importancia y credibilidad. Se los ve poco «noticia-bles», salvo si son percibidos como causas de problemas o como responsables de crímenes, violencias o desviaciones. Se los invita, entrevista y cita menos, incluso en las noticias sobre ellos mismos. La prensa descuida sus organizaciones (si exis-ten), tiende a desplazarlas hacia las «páginas de la basura» en lugar de ponerlas en las primeras, y sus conferencias de prensa (si se dan) son ignoradas por la co-rriente principal de los periodistas blancos (Van Dijk, 1999: 34).

Ahora bien, en el caso específico de la población afrodescendiente en América Latina y El Caribe, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (2011), estos medios contribuyen a reproducir y perpetuar estereotipos sobre la población afrodescendiente mediante su limitada participación e intervención, la aplicación de calificativos peyorativos e irrespetuosos a su dignidad como personas, así como, mediante representaciones de “folklorización” y “exotización”. Al respecto cuando se les consultó a las personas encuestadas y entrevistadas sobre la imagen que de ellos se muestra en los medios de comunicación afirmaron no sentirse representados ni identificados, la población afrolatinoamericana y caribeña se encuentra excluida, invisibilizada, y cuando menos subrepresentada en los medios de comunicación.

“Los medios transmiten la imagen de que no existimos, los medios muestran un país donde no hay negras, y si existen son servidumbre, y si no son servidumbre parecen blancas. La representación de la comunidad afro además de ser mínima, se reduce a clichés culturales o a imágenes blanqueadas” (Entrevista en profundi-dad: Mujer Afrodescendiente Joven II).

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“En películas, series y programas los negros son prácticamente inexistentes, no tienen representación, es como si no existieran, y cuando sí aparecen se les aso-cia con aspectos negativos como la delincuencia” (cuestionario: Mujer, 45 años, Venezuela).

“No recuerdo haber visto nunca una mujer afrodescendiente en la televisión que se parezca a mí, ni físicamente, ni intelectualmente, ni socialmente. Nunca vi una mu-jer afrodescendiente de cabellos crespos, universitaria dictando una conferencia, tampoco vi una mujer afrodescendiente médica veterinaria como mi prima, o una mujer afrodescendiente diseñadora gráfica, entonces definitivamente no me repre-senta, no nos representa. Los medios transmiten la idea de que en el país todo el mundo es blanco, hay unos poquitos negros haciendo trabajo doméstico, robando, prostituyéndose o sirviendo de payasos” (entrevista en profundidad: Mujer Afrodes-cendiente Profesional II).

Esta presencia casi nula o inexistente de la población afroamericana en los medios de comunicación no es azarosa, por el contrario, entre las estrategias esenciales que el racismo ofrece sobresalen:

La magnificación de lo propio mediante la difamación y marginación del otro, del ex-traño, del extranjero; la conversión exagerada de la diferencia entre colectividades en jerarquías de «superior» e «inferior»; y el odio colectivo hasta la exclusión o in-cluso la voluntad de aniquilar al otro (Geulen, 2010: 12).

Este aniquilamiento del “otro” racializado no es necesariamente físico, en la región, con frecuencia se manifiesta en el aniquilamiento simbólico, es decir, a través de la ausencia de representaciones o de la construcción de un discurso en el cual se les invalida, anula reiteradamente, y que:

Refuerzan constantemente imágenes prejuiciadas y deformadas de las y los afro-descendientes. Estos representan toda una institución transmisora y reproductora de mensajes, en sus diferentes modalidades, prensa escrita, radio y televisión, siendo este último medio el de mayor impacto para la población, sin embargo refleja poco las imágenes afrodescendientes y cuando lo hacen, es en roles de menor im-portancia, de descalificación, de burla, etc. A través de la televisión, se transmiten generalmente imágenes distorsionadas que solo logran reforzar permanentemente los prejuicios sobre esta población, mensajes que penetran en la mente de millones de niñas, niños, jóvenes, hombres y mujeres que inocentemente se les conduce a asumir los valores de una clase con la cual no se identifican sino se alienan (Cama-cho, 2006: 53-54).

Pero fue la aplicación de cien (100) cuestionarios electrónicos, aunado a la realización de diez (10) entrevistas en profundidad para esta investigación, lo que nos permitió aproximarnos a la percepción –entendida como los argumentos, descripciones y categorizaciones referenciadas por las personas afrodescendientes sobre los puntos de vista de carácter individual (representaciones simbólicas) o colectivas (imaginario colectivo)– que de ellas

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se tienen en los medios de comunicación, información y difusión masiva. Los encuestados consideran que cuando aparecen en los medios, las representaciones que se hacen de la población afrodescendiente se caracteriza por los estereotipos, una imagen anacrónica, distorsionada, discriminatoria, negativa, ridiculizada, marginalizada, criminalizada. Otros encuestados consideran que cuando los sujetos racializados y estigmatizados aparecen en los medios de comunicación será desde una perspectiva folklorizada, además de que en los únicos ámbitos en los que parecen contar con representatividad y reconocimiento es el deportivo.

“Son siempre pobres y marginales, por un lado. Luego, por otro, las mujeres son prostitutas, son las buenas cama” (cuestionario: Transgénero, 30 años, Brasil). “Transmiten una imagen de falta de seriedad, en los hombres de holgazaneria, de faltos de conocimientos, borrachines, en las mujeres de prostitutas, sirvientas, pan-dilleras” (cuestionario: Mujer, 23 años, Colombia). “Es una imagen pauperizada, banal, folcklorizada y estereotipada; cuando no está asociada a la violencia o hipererotizada” (cuestionario: Hombre, 42 años, Uruguay). “Siempre nos muestran como ladrones, asesinos y brujos” (cuestionario: Mujer, 30 años, Venezuela). “Según los medios, la imagen que se trasmite es de un ser inculto, desaseado, or-dinario” (cuestionario: Hombre, 33 años, Colombia). “No me siento identificada... con las campañas de las ongs que siempre ponen un niño negro sucio para pedir colaboración” (cuestionario: Mujer, 38 años, Brasil). “En los medios el negro se muestra como el analfabeta, es feo (desde los cánones de belleza occidentales normalmente aceptados), es grosero, sucio, mal educado, criminal, perezoso, tramposo, ruidoso, esclavo, cantante, bailarín, grafitero, alegre y fiestero, etc... La mujer negra es: afrodisiaca, ardiente, caliente, todas tienen un enorme trasero, todas usan extensiones o se alisan porque tienen el “pelo malo”, cocinera, empleada del servicio, etc... El hombre negro es: un macho, viril, mandin-go, obrero, albañil, electricista, pescador, etc... A los actores y actrices negros sólo les darán el papel si necesitan a la empleada o el obrero, y si la historia tiene a un personaje negro específico en cuestión, o si actuarás como esclavo, etc....” (Cues-tionario: Mujer, 21 años, Colombia).

Estas representaciones prejuiciadas, prejuiciosas y estereotípicas sobre la población afrodescendiente construidas, reproducidas y masificadas principalmente a través de la televisión, al ser repetidas de forma constante en los medios, ante la ausencia de diversidad en los discursos y representaciones, así como, de información alternativa; es de esperar que estas sean asumidas e internalizadas en el imaginario colectivo como realidades universales y conductas innatas de este grupo poblacional históricamente estigmatizado.

La mayoría de los miembros del grupo blanco en sociedades multiétnicas tienen conocimiento de hechos étnicos solo a través de historias de diferentes tipos como

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por ejemplo, las de los libros de texto, la ficción o las películas, las conversaciones o las noticias en los medios. Si se distorsionan esos relatos, también se puede lle-gar a representaciones cognitivas distorsionadas y se pueden volver a usar esos modelos para formar actitudes prejuiciosas que a su vez constituyen las ideologías racistas (Van Dijk, 1988: 153).

Ahora bien, en el caso de los niños, adolescentes y personas afrodescendientes jóvenes al encontrarse en un periodo de definición de la identidad, esta se dificulta al no contar con referentes con los cuales identificarse, así como, no verse representados en los modelos e ideales de la sociedad en los diferentes ámbitos, educativo, profesional, amoroso, familiar, artístico, entre otros. En nuestras sociedades latinoamericanas y caribeñas el éxito no se encuentra representado por afrodescendientes, sus logros en pocas oportunidades son reconocidos o difundidos, y menos aún son exaltados como modelos a emular.

“Jamás ves como un ejecutivo de una gran empresa a un actor negro, el negro es chófer, vigilante, ladrón, vendedor. El rol de la mujer aun peor: Prostituta, ama de llaves, sirvienta” (Cuestionario: Hombre, 32 años, Colombia). “En las novelas suelen ser los pobres, maleducados, malandros: la cocinera, el mo-torizado, el ladrón. Nunca o pocas veces vemos que el doctor de la novela es ne-gro” (Cuestionario: Mujer, 52 años, Venezuela).

En el caso de las mujeres afrodescendientes, la imagen de ellas transmitidas en los medios generalmente evocan la marginalidad, la pobreza, la miseria, la prostitución, la servidumbre o la criminalidad; este hecho ha creado las condiciones para que las mujeres afrodescendientes no se sientan representadas o identificadas. Este ha sido uno de los aspectos abordados en los cuales encontramos mayor consenso, y donde en su totalidad las mujeres afrodescendientes entrevistadas con independencia del perfil de la informante y sus experiencias concretas, afirmaron no sentirse cómodas, representadas, identificadas o convocadas en la imagen que de ellas se muestra en los medios. Así mismo, fue unánime el rechazo a dichas manifestaciones al considerarlas como uno de los elementos más nocivos y que más han contribuido a legitimar su experiencia de discriminación, exclusión e invisibilización social.

“No me siento para nada representada ni identificada en ningún medio de comuni-cación, ni siquiera en los del Estado, salvo algunas excepciones. Los medios transmiten una imagen negativa, distorsionada y desvalorizada de la mujer afrodes-cendiente” (Entrevista en profundidad: Mujer Afrodescendiente II). “Siempre se presenta una imagen exótica y hasta foránea cuando se trata del área cosmética y de belleza; o una imagen degradada, empobrecida, marginal, cuando se trata de nuestras mujeres locales” (Entrevista en profundidad: Mujer Afrodes-cendiente Profesional I). “En los medios las únicas mujeres negras que aparecen son las negras finas, que parecen extranjeras, las mujeres negras comunes, como yo, como las mujeres de mi

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familia, como mi vecina, como las mujeres de los barrios no salen, solo en las noti-cias de sucesos porque le mataron a alguien, o si no en las novelas como cachifas” (Entrevista en profundidad: Mujer Afrodescendiente de los sectores populares I).

Así mismo, la estética afrodescendientes ha sido desestimada, criticada y excluida al no coincidir con los cánones eurocéntricos de belleza establecidos. Además de ello, los medios de comunicación al reproducir y bombardear constantemente a las mujeres afrodescendientes con imágenes de mujeres eurodescendientes y su imposición como canon de belleza único y valido, han contribuido a mermar la autoestima de las mujeres afrodescendientes, han creado complejos, inseguridades, así como, han promovido el pensamiento endorracista y la necesidad de modificación estética.

“No me siento representada, sigue el estereotipo europeo, cabellos lisos, rasgos fi-nos, mujeres preparadas para ser mostradas y nada más, ellos marcan si una mu-jer es bella o no, aunque para mí la belleza no se mide, ni se ve, se vive y se siente, y de eso la mujer afro si sabe, seguimos invisibilizadas, uno que otro intento pero no más, estoy segura que yo con mi cabello espelucado, de mi herencia africana no soy aceptable para ellos, en ese campo hay todavía muchísimo por hacer” (Entre-vista en profundidad: Mujer Afrodescendiente I). “Muestran muy pero muy poco nuestra belleza, haciendo ver que sólo lo bello es tener el cabello alisado, sin hacer ver la versatilidad que tiene nuestro cabello riza-do, una semana si quiero lo puedo llevar natural y otro día secármelo sin necesidad de un tratamiento químico; o simplemente llevar peinados que cuiden mis rizos. No me siento tampoco representada en esas publicidades de productos para el cabe-llo, para promocionar productos para cabello rizado mayormente sólo muestran a mujeres blancas con un rizo de tipo liviano o con rizos falsos” (Entrevista en profun-didad: Mujer Afrodescendiente Joven I). “En la televisión no hay mujeres negras, porque como dice el dicho, negro no es bonito, negro no vende. Y eso también hace mucho mal, porque te confieso algo, yo nunca me he sentido bonita, me alisé el pelo porque me volvía loca, siempre veía esas mujeres con ese pelo largo y liso y veía el mío horrible, yo también quería tener el pelo liso, pero ahora lo tengo peor que antes de echarme tanta vaina” (En-trevista en profundidad: Mujer Afrodescendiente de los sectores populares II). “Como mujer negra he sentido que soy menos atractiva que otras mujeres blancas, o con rasgos físicos no tan afro, hecho además reiterado por los patrones de belle-za establecidos” (Entrevista en profundidad: Mujer Afrodescendiente Joven II). “Empieza una también a sentir vergüenza, a sentirse fea, que es una la que está mal, que hay que cambiarse y una empieza a odiarse completa, no me gusta el pe-lo, no me gusta la nariz” (Entrevista en profundidad: Mujer Afrodescendiente de los sectores populares I).

Por su parte, las mujeres afrodescendientes visibilizadas, reconocidas y valoradas social y mediáticamente serán aquellas que se han apegado a los patrones eurocéntricos, que han renunciado a su identidad y herencia africana mediante modificaciones corporales y otros artilugios que facilitan la tecnología y

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la industria cosmética. Este hecho se presenta como uno de los principales obstáculo para el empoderamiento de las mujeres afrodescendientes, así como, para la superación del sexismo, el racismo y el endorracismo en América Latina y El Caribe.

CONCLUSIONES

En América Latina y El Caribe ser afrodescendiente, como consecuencia de los prejuicios e ideología racista constituida en el periodo de colonización, ha sido y continúa siendo un estigma; desde la perspectiva goffmaniana considerado en el menor de los casos un defecto, en el mayor de ellos, un oprobio, un descrédito, algo que convierte en alguien de menor valor y estima social.

Este proceso de racialización, estigmatización e inferiorización de las personas africanas y sus descendientes nacidos en las Américas tuvo una génesis de carácter económica, posteriormente justificada y legitimada a través del discurso religioso, filosófico y científico. Además de ello, lograría su mantenimiento y continuidad al naturalizarse en el entramado sociocultural mediante su incorporación en el proceso de socialización y su cotidianización en las diferentes instituciones sociales y espacios de sociabilidad.

Sin embargo, es frecuente encontrarnos en diversos espacios y ámbitos de la vida social, -principalmente aquellos de carácter académico y mediático- ante la desestimación y negación de la existencia de racismo en América Latina y El Caribe pues, en los países de la región no se han dado experiencias de discriminación en su forma extrema como las conocidas experiencias segregacionistas de las Leyes de Jim Crow en los Estados Unidos de Norteamérica, las Leyes de Núremberg en la Alemania nazi, y el Apartheid afrikáner en Sudáfrica. Pese a ello, en América Latina y El Caribe con independencia de las particularidades e idiosincrasia de cada país, es posible encontrar múltiples y diversas manifestaciones de racismo, intencionales o no, al haberse constituido en parte de las rutinas, costumbres y hábitos de los procesos interactivos.

Ahora, si bien el racismo latinoamericano en ocasiones puede instrumentalizarse de forma explícita, su expresión más frecuente ha sido y continúa siendo la solapada; es decir, a través del lenguaje, chistes, refranes, apodos, los gestos, la evitación, la duda, la sospecha, la ridiculización, la condescendencia, el cuestionamiento, la omisión, la invisibilización, la desatención, la desmoralización, la minimización; entre otras prácticas, discursos y representaciones estereotípicas naturalizadas y cotidianizadas que

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en ocasiones pasan inadvertidas, lo cual favorece que este tipo de discriminación se realice con total impunidad.

El estigma racial forma parte de la vida cotidiana en América Latina, sin embargo, parece ser visible solo para quienes lo experimentan. De acuerdo a la encuesta realizada para esta investigación fue posible hallar que el 99% de las personas afrodescendientes encuestadas sabe que es el racismo, el 96% considera que existe racismo en su país, el 95% ha sabido o presenciado algún hecho de racismo y el 70% lo ha experimentado en algún momento de su vida. Esta racialización y discriminación es experimentada por los sujetos en casi todos los ámbitos de su vida, sin embargo, esta se realiza con mayor énfasis en los medios de comunicación donde son continuamente invisibilizados, aniquilados simbólicamente. Si aparecen, será en discursos y representaciones estereotípicas, en las cuales se les asocia de forma recurrente y continua al conflicto, el delito, la pobreza, la marginalidad, la ignorancia, y la violencia.

Estos estereotipos afectan el desenvolvimiento y desarrollo de las personas afrodescendientes en los distintos espacios de la vida social, no obstante, las manifestaciones de racismo más frecuentes se realizan en el ámbito educativo y el empleo, donde continuamente están expuestos a la evitación del contacto físico y la interacción, el rechazo, la burla, la hostilidad, la desconfianza, la desaprobación, y la humillación por parte de compañeros, maestros y empleadores. Estos hechos tienen un significativo impacto en la vida de las personas afrodescendientes en América latina y El Caribe pues han contribuido a la deserción escolar y dificultado el desarrollo laboral, lo cual limita las posibilidades de movilidad social de esta población, la mejora de su calidad de vida, y por tanto, favorece el mantenimiento y reproducción de círculos de pobreza y precarización; situación que se profundiza en el caso de las mujeres.

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