disciplinas auxiliares para la historia

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disciplinas técnicas para estudiar la historia, como paleografía y otras.

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PALEOGRAFA {f.} paleography (De paleo- antiguo y -grafa escritura); sust. f. 1. Ciencia que estudia las inscripciones y los textos antiguos para interpretarl os y determinar su origen, autor y otra serie de caractersticas fsicas: la paleogr afa es una disciplina auxiliar de gran ayuda tanto para historiadores como fillogo s. [Historia y Filologa] Aunque la Paleografa nace y se desarrolla como disciplina auxiliar de historiador es y fillogos en el siglo XVIII, detectamos un inters diverso por problemas paleog rficos en otros momentos histricos: no pueden tildarse de paleogrficas las pesquisa s que llevaron a que el crculo de intelectuales de Carlomagno recuperase la elega nte escritura romana por medio de la letra carolina o carolingia; en cambio, s me recen ese calificativo los desvelos de los grandes humanistas italianos y europe os del Trecento y Quattrocento, en su esfuerzo por leer los cdices supuestamente clsicos (en realidad, eran carolingios) y por interpretar las impenetrables inscr ipciones en monumentos y monedas. De hecho, la Epigrafa y la Numismtica se desarro llaron gracias a los humanistas y se constituyeron como disciplinas ancilares mu cho antes de que la Paleografa ocupase el lugar que hoy tiene; de hecho, con el l ibro impreso ven la luz los primeros repertorios de Epigrafa, Numismtica y, en men or medida, Paleografa. El primer palegrafo fue el clrigo francs Jean Mabillon, autor de un De re diplomati ca que vio la luz en 1681; para textos griegos, el primer trabajo de esta ndole f ue el del tambin francs Bernard de Montfaucon, autor de una Palaeographia Graeca e n 1708. El siglo XVIII fue decisivo para el desarrollo de distintas disciplinas cientficas y humansticas y anim la constitucin de los primeros grandes centros de tr abajo erudito, como academias y sociedades de diverso signo; ah, en sus bibliotec as y archivos, se acumularon rimeros de legajos, documentos y libros con los que haba que trabajar y que deban ser editados de un modo generalizado. Los primeros manuales paleogrficos claramente sistematizados, con una historia de las escritur as nacionales y lminas para el contraste, son de esa poca; con ellos, se sentarn la s bases para los modernos estudios de Paleografa, que se beneficiarn del impulso q ue el positivismo decimonnico dio a tales investigaciones. La Paleografa es compaera de otras disciplinas auxiliares, como la Diplomtica (que estudia la preparacin y confeccin de los documentos, aunque para la escuela france sa sta sea una disciplinal que aglutina a todas las dems relativas al estudio de l os textos antiguos), la Sigilografa (que se ocupa de los sellos en los documentos ), la Palimpsestologa (que slo se encarga de los palimpsestos o codices rescripti, en que el texto previo se ha borrado para escribir otro distinto), la Codicologa (que atiende al libro manuscrito, su encuadernacin, la confeccin de sus cuadernos , el pautado, etc.), la Papirologa (interesada tan slo en este soporte de escritur a), etc. En los estudios paleogrficos, no slo debe atenderse tan slo a la propia escritura s ino que tambin se presta atencin, aunque no sea su objeto de estudio primordial, a los elementos que la generan (penna, calamus o incluso stylus) y el soporte de copia: un buen palegrafo no lo es sino tiene una slida formacin en Codicologa (para unas nociones fundamentales, vase cdice) o, en general, en Diplomtica. El palegrafo debe tener en cuenta todas las aportaciones que se hagan desde stos y otros mbitos para ayudarse en la datacin de los documentos (en realidad, los estudios de Cron ologa constituyen una rama autnoma de las investigaciones histrico-filolgicas, como se desprende de las entradas cronologa y calendario), determinacin de amanuenses y en otros menesteres.

Aunque la escritura puede adoptar formas muy diversas de acuerdo con el cdigo o l engua correspondientes (vase escritura), cuando no se indica expresamente (hay pa leografa griega, rabe o hebrea, por ejemplo), la Paleografa se ocupa de escritos co n alfabeto latino; a veces, el trmino se extiende naturalmente sobre los caracter es griegos sin ningn aviso, para recoger no slo el periodo papirceo (la poca del pap iro, en manuscritos griegos, alcanza hasta el siglo IV de nuestra era) sino tamb in el membranceo (la poca del pergamino arranca a comienzos del siglo IV). La letra puede escribirse mayscula o minscula, para libros (hablamos, entonces, de letra l ibraria) o para documentos, redonda o cursiva (segn se levante o no la pluma al e scribir cada signo o bien stos se enlacen o encadenen). Por regla general, aunque no siempre, la Epigrafa trabaja con escrituras en letras maysculas y redondas (qu adrata); en Paleografa, es norma la tendencia general a la cursividad. Ante una escasez que es carencia casi absoluta de testimonios de poca clsica, el p unto de partida obligado es el de los cdices en letra uncial o la posterior semiu ncial, asociadas con la nueva romana: ambas formas ocupan los siglos de transicin entre la Antigedad y el Medievo (siglos IV-V); de la semi-uncial parten las letr as de las que hoy nos servimos. Tras la hecatombe del mundo antiguo, las escritu ras nacionales o regionales (en Espaa, la escritura nacional correspondiente es l a visigtica) se enseorearon del panorama hasta que el crculo cultural de Carlomagno se lanz a recuperar los clsicos latinos y, con ellos, la antigua escritura que lo s transmita. La expansin de la letra carolina fue progresiva, desde el siglo IX ha sta el siglo XII, en que an quedaban vestigios de las escrituras nacionales en la s zonas ms alejadas de la Romania. En el siglo XII, la letra carolina evolucion hacia la gtica, que es la forma de es critura ms caracterstica del Medievo; su formacin y desarrollo no se entienden sin apelar a los grandes centros culturales, estudios generales y universidades, des arrollados extraordinariamente a partir de esa centuria. La letra gtica tiene uno s rasgos caractersticos segn avanzamos desde el siglo XII hasta el siglo XV: en Es paa, de la gtica francesa caracterstica del siglo XIII, se va a la letra de albalae s del siglo XIV hasta desembocar en las cursivas y cortesanas caractersticas del siglo XV y hasta en las procesales de las cancilleras que, en el Siglo de Oro, fu sionaran a su modo la gtica con la humanstica. Por esos aos, desde Italia se estaba experimentando una gran transformacin debida al estudio de los viejos cdices carolingios: el abandono de la gtica y el nacimien to de la humanstica, una escritura que en el siglo XV dominaba toda Italia (la im prenta italiana ms madrugadora se serva ya de unos caracteres humansticos que triun faran por todas partes gracias a modelos tan elegantes como el de Aldo Manuzio) y que, desde ese momento hasta comienzos del siglo XVI, acabara por imponerse en t oda Europa. De hecho, la letra que hoy escribimos, por personal que sea, deriva directamente de esta escritura humanstica. Los historiadores y los fillogos, en su trabajo cotidiano con los documentos anti guos, han comprobado hasta qu punto es importante dominar el sistema de abreviatu ras generales (comunes para una nacin y, por lo general, para toda Europa dentro de una escritura determinada) o especiales (especficas de un individuo, de un gru po de copistas o, lo que es ms comn, de una profesin o ciencia concretas, como la f armacutica, con sus signos para dracmas, escrpulos y otras medidas). El sistema de abreviaturas desarrollado en el mundo antiguo se hered en parte, pero tambin se o lvid en esa misma medida, de ah la dificultad y a veces imposibilidad de leer las inscripciones epigrficas hasta el siglo XV. Para el conjunto de Europa, el primer til a que debe acudirse tanto para escritura en latn como para textos vernculos es el libro de A. Cappelli, Lexicon Abbreviaturarum, con numerosas ediciones desde 1912; para Espaa, hay ahora unas Abreviaturas espaolas preparadas por el Prof. Ri esco Terrero. Temas relacionados

Epigrafa. Numismtica. -------------------------------EPIGRAFA {f.} epigraphy. {f.} Ciencia cuyo objeto es estudiar e interpretar las inscripciones. Comprende e l conjunto de reglas necesarias para descifrar, traducir, explicar y deducir de ellas las enseanzas filolgicas e histricas que encierran los escritos en materiales duros. Es una de las ciencias auxiliares necesarias para el historiador junto a la Paleologa. Epigrafa. Problemas de delimitacin del concepto Ciencia que tiene por objeto el estudio integral de las inscripciones o epgrafes, tanto en su materia y forma como en su contenido. Las mltiples definiciones exis tentes para epigrafa son similares a sta, pero en muchas ocasiones el alcance de l as mismas y la definicin del objeto de estudio queda disperso en su interrelacin c on otras ciencias. Las inscripciones a lo largo de la historia de la epigrafa se han considerado por su contenido, en tanto que apoyo de la historia o de la filo loga, o por su forma, como base para el estudio de la escritura, diferencindose a veces de forma poco precisa de la paleografa por el tipo de soporte en que los te xtos aparecen escritos, o como apoyo de la arqueologa, para fechar yacimientos o documentar restos arqueolgicos y contrastar la informacin que ofrecen. Si bien tod o esto es vlido, no debe olvidarse el objeto mismo de esta ciencia: el epgrafe, su forma y contenido, y su funcin en s mismo. Es evidente que las inscripciones cons tituyen documentos de primer orden para el conocimiento de la historia y la cult ura, pero deben estudiarse como objeto fundamental en s mismas, con su propia met odologa. Escena funeraria con inscripciones egipcias. ... En la historia de la escritura juegan un papel trascendental, ya que en prcticame nte todas las civilizaciones existen inscripciones primitivas sobre diferentes s oportes: tablillas de arcilla, huesos, piedra, mrmol, bronce... De hecho, una de las caractersticas que tradicionalmente defina la epigrafa, frente a la paleografa que en su sentido ms restringido sera el estudio de las escrituras antiguas y su e volucin-, era y an es, desde un punto de vista prctico al menos, la consideracin del soporte. Mientras la epigrafa se ocupa de los textos inscritos o escritos en sop ortes duros, como los ya citados (a excepcin de las monedas, de cuyo estudio se e ncarga la numismtica, o de la sigilografa, que estudia los sellos antiguos), la pa leografa tiene como objeto el estudio de la escritura sobre los denominados mater iales blandos, como el pergamino o papel (aunque no se incluye aqu el papiro, por ser ste objeto de estudio de la papirologa), junto con otras escrituras de caract eres similares, aunque estn realizadas sobre otro soporte. Al lado de stas, la cod icologa estudia el libro, en tanto que soporte y forma especial, as como su histor ia y evolucin. Pero la distincin bsica entre materiales duros o resistentes y bland os, necesario para dividir epigrafa y paleografa, se revela insuficiente e inexact a. Tambin lo es el hecho de que la escritura fundamentalmente utilizada en las in scripciones sea la capital, frente a las minsculas, librarias o cursivas, en los cdices y documentos, o que en las primeras sea incisa y en los segundos trazadas (Vase Escritura: soportes, materiales y tcnicas). Ya desde los estudios de Paleografa de Mallon y la escuela francesa se tiende a l imar estas diferencias, un tanto artificiosas, entre soportes duros y blandos y

tipos de escritura, y se busca desarrollar una ciencia de carcter globalizador qu e contemple el estudio y la historia de la escritura. Dentro de esta tendencia, hay una corriente de investigadores bastante nutrida que parece adscribir nicamen te a la paleografa el estudio de todo tipo de escrituras, obviando, incluso, cual quier distincin o definicin de la epigrafa. En ocasiones, las distinciones entre la s diversas ciencias encargadas de estudiar la escritura son artificiales, como l o es igualarlas en sus objetivos pues, en no pocas ocasiones, los argumentos emp leados para hacerlo estn en funcin de las adscripciones de los estudios a diferent es reas didcticas. No obstante, dentro de esta misma lnea de estudio globalizador d e la escritura, la epigrafa tiene su propio objeto y finalidad, diferente del de la paleografa, a pesar de que se sirva de sta para el estudio de la escritura util izada en las inscripciones. El conocimiento de la evolucin de los sistemas grficos es decisivo para una correcta interpretacin de la lectura del texto y para fecha rlo mediante su aspecto externo, pero ello es slo una parte del objetivo de estud io de la inscripcin, ya que el fundamento de la epigrafa es el anlisis ntegro de sta. Desde un punto de vista prctico, cabe aadir que generalmente los epigrafistas cont inan encargndose del estudio de las inscripciones, mientras que los palegrafos suel en hacerlo del de los documentos, manuscritos y libros, a pesar de que las difer encias tradicionales segn el soporte o el tipo de escritura son comnmente rechazad as. Sin embargo, como se ha indicado, sta es una situacin estrechamente relacionad a con las aplicaciones didcticas o acadmicas en muchos casos. Paralelamente a ello , las tendencias metodolgicas y conceptuales, dentro del seno de una concepcin glo bal de la escritura, se decantan por reivindicar el objetivo de la paleografa, co mo ocurre con la escuela francesa y, en buena parte, la espaola, o de la epigrafa, como muestran las escuelas italianas. civilizacin del epgrafe. Epigrafa clsica Quiz una de las caractersticas ms definitorias de la epigrafa, y muy especialmente d e la greco-latina, sea que el epgrafe o inscripcin se concibe como un todo en s mis mo, no slo como un texto en un soporte. Se entiende como un monumento -frente a u n documento o un libro-, es decir, como un mensaje material, formal y visual. No es un texto encerrado en las pginas de un libro, enrollado en un volumen de papi ro y guardado en anaqueles, bibliotecas o archivos. Ni siquiera se identifica co n stos cuando cumplen la funcin social de la lectura colectiva, tan frecuente en l a Antigedad y en la Edad Media, cuando los textos se lean de viva voz por una pers ona a un pblico, como ocurra -y ocurre- en las fiestas, reuniones, iglesias, monas terios u otros mbitos. El lector de las inscripciones es ese pblico indistinto que pasea por las calles de las ciudades y ?ve? las inscripciones, textos que ?recl aman? su presencia y que ?dicen? mucho ms que lo que los textos grabados en ellas contienen. El monumento inscrito tiene, pues, una funcin social y uso pblico, aun que el texto pueda ser de carcter pblico o privado, visible directamente por una o varias personas, ya sea en lugares fijos -templos, arcos, miliarios, edificios pblicos-, ya sea dotados de movilidad -anillos, broches, tablillas-, pero con una finalidad de mensaje de comunicacin expuesto que pretende, por otra parte, tener cierta duracin, incluso desafiar el paso del tiempo. Es una escritura destinada a ser leda en la calle, de forma annima y colectiva. En el mundo griego y, sobre todo, en el romano, la epigrafa constitua la forma de comunicacin entre el poder y la poblacin: era el mecanismo de informacin de la admi nistracin de la justicia, de la promulgacin de leyes y de los censos de la poblacin . Tambin serva para el reconocimiento popular de prestigio de personajes o el elog io de los muertos clebres; en ocasiones, simplemente exteriorizaba el sentimiento personal de dolor por los seres queridos ausentes o el amor por otra persona (c omo en el caso de los anillos, que servan para testimoniar y exteriorizar la dedi catoria, convirtindose as en regalo y mensaje a la vez). En el caso de los grafito s en la pared, su uso manifestaba la burla hacia alguien o algn guio socarrn (del t ipo de: ?tonto el que lo lea?). En las tablillas de plomo, usadas como elemento mgico para comunicarse con los espritus o divinidades, encontramos tanto maldicion

es que manifiestan el odio hacia alguien como peticiones de un bien o suerte. Se ha denominado al mundo clsico greco-latino ?la civilizacin de la epigrafa?, expr esin acuada por Robert, pues, en cierta medida, la epigrafa presida la vida cotidian a del mundo clsico. Era un producto cultural; de hecho, era el producto por excel encia de la cultura escrita del pasado y, prcticamente, el medio exclusivo -o el ms importante- de comunicacin de masas. En efecto, en el mundo antiguo las inscrip ciones supusieron, en su origen, el paso de la cultura oral, transmitida de unos a otros, de generacin en generacin, a la cultura escrita. Las inscripciones eran la alternativa a la arenga poltica, a los discursos forenses, a la poesa cantada o recitada en las fiestas y a la representacin teatral. Pocas personas tenan acceso a la literatura escrita, el aprendizaje de la escritura en las escuelas, la pos ibilidad de tener en archivos y bibliotecas, tanto particulares como pblicas, los textos literarios, los documentos, etc. Frente a esto, las inscripciones son la ?escritura de la calle?, la ?literatura de la calle?, en palabras de Sanders; e s decir, todo el mundo tiene acceso a ellas, se ven al pasar, o corren de unas m anos a otras, como en el caso de las monedas. Los signos utilizados son fciles de leer generalmente, sobre todo, en las inscripciones pblicas de carcter jurdico, de cretos, conmemoraciones de triunfos, o en las sepulcrales. Estos monumentos se d istinguen desde muchos ngulos, se ven de lejos y de cerca, con lo que la gente de la calle las advierte. Son un patrimonio cultural pblico, como indica Susini, qu e encuentra sus lmites en los niveles de alfabetizacin de la gente, pero al mismo tiempo contribuyen decisivamente a ellos. Puede afirmarse que la mayora de las pe rsonas comenzaban su aprendizaje -primero las letras, luego las palabras, finalm ente la lengua si no era la suya- con las inscripciones. De hecho, uno de los elementos ms decisivos en la expansin del mundo romano fue qu e su cultura, su poder y sus normas se transmitan -y se imponan tambin- no slo media nte las invasiones y los asentamientos, sino adems a travs de esta cultura escrita que se difunda por las ciudades, colonias y poblaciones. En lugares alfabetizado s la comprensin era rpida, como ocurri en el caso del mundo griego conquistado por Roma. En otras zonas, como el Occidente europeo, las inscripciones constituyeron el primer paso para la alfabetizacin y para la romanizacin de los pueblos. El com plejo sistema de abreviaciones usados en la epigrafa termin por ser aprendido y cl aramente reconocido por todos. Su vigencia y fuerza eran tan notables que a lo l argo de la historia de Occidente, y an en el mundo contemporneo, algunas de ellas son reconocibles por personas ajenas a la cultura latina y mucho ms al dominio de la epigrafa. Algunas de esas abreviaturas estn asociadas al mundo romano, incluso perpetuadas en pelculas de contenido histrico, en comics, etc.: S.P.Q.R. (senatus populusque romanus) o las cristianas INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum), RIP (requiescat in pace, cuya heredera contempornea en castellano es D.E.P. -descanse en paz-). Pero, incluso en el caso de que no se comprendiera bien el significad o de los textos, al margen de ellos incluso, las inscripciones eran el signo de un poder, de una comunicacin de masas, eran la imagen del prestigio y del peso de una tradicin. Esta circunstancia, que indudablemente se dio en las primeras fase s de romanizacin (durante la expansin del Imperio), es la que despus se ha venido d ando en las diferentes pocas. Por otra parte, para los antiguos, los hechos consignados en las inscripciones c onstataban realidades histricas, constituan su conocimiento del pasado, adems de se r seas de identidad que les relacionaban con la cultura a la que pertenecan. Esta circunstancia volver a repetirse con fuerza sorprendente en el Renacimiento, cuan do la bsqueda de inscripciones antiguas se convierta en la bsqueda de races cultura les que liguen las modernas ciudades y poblaciones de Europa con el prestigioso mundo antiguo. Circunstancia que en algunos casos llevar, incluso, a las falsific aciones en este campo. La evolucin de la epigrafa. Del mundo antiguo al mundo contemporneo En el mundo antiguo puede hablarse de varias fases de evolucin en la civilizacin d

e la epigrafa. Primera fase. La primera corresponde a las manifestaciones ms primitivas, cuando la cultura esc rita comienza a desarrollarse e imponerse en la vida cotidiana, siendo la epigra fa de carcter sacro la que primero se desarrolla: calendarios ligados al ciclo del tiempo, la salida y puesta del sol, las estaciones climticas o la comunicacin del hombre con las divinidades, como demuestran las primeras inscripciones del mund o oriental, los obeliscos egipcios, las aras sagradas y los templos. Es en esta fase, que al menos se prolonga hasta el siglo III a.C., cuando las inscripciones fnebres estn an de forma mayoritaria en hipogeos -como los etruscos-, y se relacio nan con el acceso a ciertos rituales. En esta poca la epigrafa va desarrollndose y difundindose, pero an no impone su presencia, caracterstica de la segunda fase. Monumento conmemorativo. Segunda fase. sta es la llamada ?revolucin cultural?, representativa del mundo clsico, especialme nte del romano. La primera aportacin es el aumento de leyes, decretos y normativa s, as como de censos de ciudadanos y, en general, de listas pblicas de todo tipo, que se exponan en las tablillas de los edificios y foros para su difusin entre la poblacin. Lgicamente este incremento va ntimamente ligado a la expansin territorial de Roma, de ah su gradual extensin espacio-temporal. La segunda contribucin, el des arrollo de las inscripciones sepulcrales, probablemente sea el elemento ms caract erizador de esta etapa, ya que da lugar a la aparicin de la literatura en este ti po de soporte. En las tumbas y mausoleos, se encuentran tanto mensajes personale s y directos, como grandes elogios (especialmente, los que encargaban las grande s familias senatoriales y aristocrticas de la Urbe), a cuyo amparo surgieron las inscripciones honorficas que ensalzaban a los personajes pblicos. Literatura y epi grafa se interrelacionan estrechamente en esta poca: la epigrafa reviste caracteres literarios en los poemas elegacos de los epitafios y, a su vez, la literatura as ume expresiones caractersticas de las inscripciones -frmulas que, conocidas por to dos, son reutilizadas por los autores literarios-. En esta etapa, tambin se siste matiza y desarrolla la norma de filiacin caracterstica de los nombres romanos, la cual perdurar hasta la transformacin del mundo antiguo, en la que se simplifica. Inscripcin funeraria. Esta fase, con naturales evoluciones, se contina hasta la llamada ?tercera edad d e la epigrafa? que puede situarse en el siglo III d.C., o finales del II. Tercera fase. La irrupcin del cristianismo, primero como religin en expansin, unas veces tolerada y otras perseguida, y despus como religin oficial a partir de Constantino (el edi cto de Miln que reconoce la religin catlica es del 313), introduce nuevas concepcio nes epigrficas: el formulario cristiano, caracterstico de las inscripciones sepulc rales, y el elogio fnebre de las de tono literario, que ya no se realiza para gra ndes personajes pblicos o militares, sino para heroes cristianos, cargos eclesisti cos, papas, etc. La citada transformacin del mundo antiguo, sobre todo despus de la crisis del sigl o III d.C., produce un empobrecimiento de las reas urbanas y un cambio en su traz

ado. El desplazamiento hacia los suburbios llev a que las inscripciones pblicas fu eran colocadas en las iglesias o en lugares ms recoletos, y se abandonaran como l ugares de emplazamiento los tradicionales foros, cuya gran monumentalidad haba qu edado obsoleta y sin su funcin primitiva de espacio para los espectculos pblicos. Tambin en esta poca hay una crisis econmica, lo que llev a la reutilizacin de aras pa ganas con inscripciones antiguas para grabar otras nuevas. Adems el cambio de la escritura, el avance de las nuevas formas cursivas, utilizadas en los cdices, y e l diseo ms simple de los campos epigrficos de las nuevas inscripciones, modifican s ustancialmente el tipo de escritura. Esta fase, con evoluciones progresivas, aba rca toda la Antigedad Tarda y Edad Media; sin embargo, a pesar de que sus formas y motivaciones han cambiado, su funcin social permanece vigente durante todos esto s siglos. Cuarta fase. En el mundo moderno y contemporneo la prctica epigrfica ha continuado, al margen de la comprensin real del texto por parte de la gente que lo ve. Es incuestionable que la tremenda revitalizacin del mundo clsico durante el Renaci miento trajo consigo no slo la recuperacin de textos clsicos, manuscritos, inscripc iones, objetos hallados en excavaciones arqueolgicas, recuperacin de monumentos, e tc., sino tambin la emulacin del mundo clsico como smbolo de perfeccin y como modelo cultural. Dentro de esta corriente fue prctica comn la produccin de inscripciones d e todo tipo, realizadas segn los modelos clsicos. Solan ser en latn, generalmente, a unque tambin en lenguas vernculas. Estas cartelas y lastras se colocaban en los mo numentos pblicos para su difusin. Tambin en los mausoleos se volvieron a escribir p reciosos epitafios en latn que, a pesar de no ser entendidos por la mayora de la g ente, pues slo unos pocos letrados humanistas conocan las lenguas clsicas, no por e llo dejaban de emitir un mensaje supratextual a los dems. Puede decirse incluso q ue los mensajes epigrficos formaban parte fundamental en la arquitectura efmera, t an representativa de la imagen del poder durante el Renacimiento y el Barroco, c onstruida para entradas triunfales de reyes, actos solemnes o cortejos fnebres. La epigrafa ha ido evolucionando con el tiempo, aunque no por ello ha perdido su funcin de ser instrumento de comunicacin entre los diferentes emisores posibles y los receptores annimos. Por eso siguen realizndose inscripciones sobre edificios pb licos, en paredes, en iglesias, etc. Es bien sabido, por ejemplo, la utilizacin c on fines propagandsticos que regmenes autoritarios de la Europa del siglo XX han h echo de la epigrafa latina, por ejemplo en Alemania, Italia o Espaa. Pero tambin se utiliza en regmenes democrticos, buscando la solemnidad y el prestigio que una im agen visual de una inscripcin latina confiere a un edificio o a una exposicin. En cualquier caso, la imagen visual que trasmite sigue plenamente vigente, con inde pendencia de la lengua en que se escriba. Un paseo por cualquier ciudad, pueblo o localidad actual corrobora la cantidad de mensajes que reclaman continuamente al viandante: desde una perfecta inscripcin anunciando el nombre del edificio pbli co en los dinteles de las puertas, a las placas conmemorativas en bronce consign ando el personaje que ha vivido o desarrollado su arte en una casa; o desde la i nscripcin honorfica en la basa de una escultura, hasta los grafitos de mltiples col ores -stos pueden ser un simple nombre, una consigna poltica, o expresar deseos pe rsonales, bromas, etc.-, que dejan los ?grafiteros? en las paredes y muros. En o tros casos, ha habido una evolucin hacia nuevos soportes y tcnicas con la incorpor acin de la imprenta, la reproduccin fotogrfica o los medios elctricos como medio par a lanzar mensajes. As, se usan rtulos luminosos, grandes vallas publicitarias o img enes acompaando al texto para llamar la atencin del pblico. A propsito de esto, posiblemente un ejemplo clarificador de la especfica funcin de la epigrafa sea el que la ?moderna? epigrafa, sobre nuevos soportes, puede ofrecer : el anuncio publicitario en una valla destinada a tal fin en las calles de cual quier ciudad -un autntico mensaje epigrfico-. Frente a este anuncio que va dirigid

o a un destinatario colectivo y heterogneo, est el que se incluye, por ejemplo, en una pgina de un peridico, que va destinado a un lector individual. El estudio de la inscripcin Al igual que las inscripciones ofrecen informacin de primera mano para el estudio de la historia poltica, social, religiosa, arqueolgica, paleogrfica, filolgica, top ogrfica, etc., la epigrafa debe servirse de ellas para la interpretacin completa de un texto o epgrafe. Anlisis externo La primera cuestin a considerar es su contexto arqueolgico e histrico para determin ar su funcin. Muchas inscripciones (tituli en el mundo romano) depositadas en mus eos proceden de excavaciones de las que se conoce su origen, otras se conservan in situ en los edificios o monumentos que han pervivido y algunas, hoy en da perd idas, han sido transmitidas a travs de copias antiguas en la tradicin de manuscrit os epigrficos, por lo que no es difcil establecer el contexto que permite conocer a qu estaba destinada. En esta lnea, tambin hay que averiguar si se trata de una re utilizacin o no y, por supuesto, si es verdadera o falsa, certeza que vendr determ inada por el anlisis de todos los dems factores. Anlisis del contexto. Dentro del contexto, son cuestiones prioritarias: averiguar el nivel de romaniza cin al que estaba sometida, determinar a qu tipo pertenece, establecer si se trata de un mbito de alto nivel cultural, econmico, etc. o no. El nmero, ubicacin de las inscripciones, as como la calidad del soporte y su ejecucin son elementos de alto valor para este cometido. Anlisis del tipo de monumento y del soporte. En segundo lugar, se ha de proceder al anlisis del tipo de monumento en el que la inscripcin aparece ya que, dependiendo de ste, se podr determinar su funcin y, en m uchas ocasiones, el mensaje que contiene, dada la estrecha relacin entre forma y contenido. Aqu hay que distinguir el tipo arquitectnico al que pertenece y el mate rial del soporte. En los edificios pblicos, como templos, construcciones del foro , circos, teatros y anfiteatros, las inscripciones solan grabarse en bloques de p iedra, bien de mrmol o de otro material ms econmico, y se colocaban en cualquier lu gar que fuera bien visible: dovelas y arcos, pilares, basas, pedestales, muros, etc. Tambin pueden aparecer en lastras o placas de piedra insertas en los muros. Las letras eran generalmente de bronce y, en ocasiones, aparecen sujetas directa mente en los bloques de piedra y no grabadas, como se hizo en las inscripciones del Acueducto de Segovia -aunque hoy estn perdidas, fueron reconstruidas por G. A lfldy gracias a los huecos realizados en las piedras para sujetar las letras-. Co nsideracin aparte merecen los denominados graffiti (tituli picti), pintadas en pa redes, muros, incisos en rocas, etc., pues son expresin de escritura espontnea y rp ida. Las lastras -en realidad placas paraleleppedas- son el soporte arquitectnico ms fre cuente en placas sepulcrales de distintos tipos, aras o altares, y las hay de mlt iples formas y tamaos. Entre los distintos tipos de inscripciones sepulcrales, de stacan las placas, placas nicho, los sarcfagos, las urnas funerarias, las estelas , las laudas y los cipos. Estos ltimos fueron utilizados para distintas funciones adems de la funeraria y, dependiendo de su forma y dimensin o del desarrollo vert ical u horizontal de la escritura, se puede saber si eran indicadores en las cal

les, funcin que compartan con los miliarios; sealizadores de acueductos, etc. Tambin cabe destacar las mensae, placas usadas para medir y pesar que, adems de la forma paralelpeda tpica de las lastras, podan tener forma circular o trapezoidal; los puteales o frentes de los pozos; adems de toda tipo de columnas, estatuas o i mgenes que tienen inscripciones en sus basas. Se ha de incluir tambin la inmensa m ultiplicidad de objetos, desde muebles a pequeos enseres como anillos, sellos, br oches, vasijas de cermica, etc., designados comnmente como instrumenta domestica, pues muchas veces eran portadores de inscripciones. Anlisis de la inscripcin en s. El tercer nivel de anlisis debe ser el estudio formal de la inscripcin misma, para proceder a su autopsia completa: medidas, caractersticas, dibujos facsmiles, foto grafas generales, y de detalle cuando sean necesarias. El procedimiento suele ser el siguiente: a) Qu tipo de material es usado (piedra, como mrmol o granito; metal, como bronce, oro o plomo; o cualquier otro, como madera o pizarra). b) Si la inscripcin est incisa o escrita. c) Cules son las fases de ejecucin de la inscripcin. d) Qu tcnica de estructura ha sido empleada: si se trata de una escritura directa sobre el soporte, como pueden ser los grafitos; o si, por el contrario, sigue lo s pasos caractersticos de una inscripcin en mrmol: trabajo de la piedra, labrado de molduras (labor realizada por el marmorarius), diseo del campo o espacio epigrfic o que se va a ocupar con la inscripcin, dibujo de las lneas de trazado, dibujo de las letras (a cargo del ordinator) y finalmente grabado con cincel u otro objeto del texto (a cargo del sculptor). (Vase Escritura: soportes, tcnicas, materiales) . Anlisis de la escritura. El cuarto nivel es el anlisis de la escritura. Sirvindose, por tanto, del estudio de la misma, se ha de determinar si se trata de escrituras capitales, monumental es, rsticas o actuarias; o si, por el contrario, es una escritura minscula, cursiv a antigua, o de tipo uncial, semiuncial, cursiva nueva, etc. El anlisis paleogrfic o del texto es uno de los factores fundamentales para establecer la datacin de la inscripcin. Junto al tipo o forma de las letras, es imprescindible -siempre que exista la pieza- el anlisis de la forma de trazado, del ductus seguido, etc. Una vez ?descifrada? la escritura y establecida su tipologa, hay que interpretar las abreviaturas y, especialmente en el caso de inscripciones tardas, los nexos y lig aduras posibles entre las letras, si estn embutidas o no, etc. Otro elemento impo rtante son los posibles signos formales de separacin de palabras y/o letras: sign os de interpuncin, marcas formales indicadoras de abreviaturas y decoraciones sup lementarias. Anlisis interno La gran variedad de inscripciones, tanto en la forma como en el contenido, dific ulta el establecimiento de una clasificacin sistemtica, pues es imposible abarcar todos los testimonios epigrficos en general, aunque slo incluyramos los de mbito gre co-latino. En muchas ocasiones, las clasificaciones establecidas por las grandes coleccione s o por estudios monogrficos suelen combinar diversos criterios. Esto se debe, fu

ndamentalmente, a que la inscripcin es un todo integral y existe una estrecha rel acin entre el soporte y el texto en l contenido. Pero no siempre hay una correspon dencia unvoca: un sarcfago siempre contendr una inscripcin sepulcral, pero sta puede ser un simple epitafio o, por el contrario, un elogio fnebre o un poema elegaco; u na lastra, en cambio, es el soporte ms comnmente utilizado para diversos tipos de contenidos (votivos, honorficos y sepulcrales). Algunas clasificaciones generales establecen un primera distincin entre inscripciones de carcter pblico, privado, sa grado -es decir, por su contenido-, y otras tratan de definir los tipos de sopor tes. Una clasificacin orientativa, segn el contenido, que puede dar cuenta de los epgrafes latinos y griegos, podra ser la siguiente (basada en la de Calderini): 1) Inscripciones de carcter literario. Mtricas. 2) Inscripciones de carcter sacro: a) b) c) d) e) leyes. listas de sacerdotes, actas y fastos de colegios sacerdotales, calendarios. dedicatorias. consultas y respuestas de orculos. tablillas de defixin, lminas rficas.

3) Inscripciones de contenido jurdico A) Griegas: a) b) c) e) tratados internacionales. leyes. decretos del senado, pueblo y otros. edictos, cartas, testamentos de reyes o magistrados.

B) Latinas: a) leyes (datae, rogatae, senatus consulta...). b) diplomas militares. c) documentos de magistrados. d) leyes municipales, colonias, decretos de patronato y leyes de asambleas provi nciales. 4) Catlogos y documentos administrativos: catlogos, listas, fastos, actas oficales , de organizaciones profesionales, colegios, etc. 5) Inscripciones edilicias: a) en edificios pblicos o de utilidad pblica. b) miliarios, itinerarios, cipos. 6) Inscripciones honorficas, elogios. 7) Inscripciones sepulcrales. 8) Documentos de colegios profesionales. 9) Negotia. 10) Graffiti. 11) Instrumenta (publica, domestica): inscripciones en vasijas, nforas, lingotes de metal, monedas, armas, objetos domsticos (broches, anillos, etc). Sin embargo, hay que tener en cuenta que en una clasificacin como sta hay cierta m

ezcla de elementos, dada la complejidad de los testimonios. As, por ejemplo, much as de las inscripciones mtricas y literarias son elogios fnebres y, por tanto, ins cripciones sepulcrales; o algunos tipos como los incluidos en 8 y 9, incluso los clasificados como leyes y documentos jurdicos, son promulgados habitualmente en bronce o piedra, pero, a partir de la existencia del cdice como vehculo de escritu ra universal en la Antigedad Tarda, las leyes, decretos o normativas de cualquier tipo cambiarn de mbito de difusin y pasarn a ser promulgadas en libros de leyes (de ah, precisamente, la dificultad de establecer una lnea divisoria clara entre epigr afa y paleografa, en cuanto a los diferentes soportes y tipos de escritura, segn se ha comentado). Por otra parte, algunos tipos como 10 y 11 se identifican por el soporte, aunque ste es elegido respondiendo al contenido del texto, pues cuentan con una temtica peculiar propia. El estudio lingstico del texto aporta informacin fundamental sobre la lengua del mo mento, especialmente, en sus diferentes tipos (lenguaje jurdico, religiosos, tcnic o, etc.). Las inscripciones ofrecen datos sobre las vacilaciones en la notacin grf ica, vulgarismos, arcasmos y otras particularidades lingsticas; adems de la informac in literaria que comportan las inscripciones poticas y de tono literario, denomina das Carmina (latina) epigraphica. El siguiente nivel corresponde ya al estudio ntegro de los aspectos que este cont enido revela. De este modo, se examina el sistema de filiacin y de nombres, pues s tos no slo reflejan aspectos onomsticos o valoraciones de antropnimos y topnimos, si no sociales en cuanto al establecimiento de cargos civiles y militares de los pe rsonajes, el llamado cursus honorum. Tambin muestran aspectos histricos, culturale s, etc., bien contenidos en el propio texto, bien deducibles de l. En este sentid o, es fundamental contar con la informacin obtenida del anlisis externo. Puede deducirse de lo expuesto cmo la inscripcin ofrece en s misma un importante ma terial para el estudio de la cultura. Las grandes colecciones epigrficas Ya desde el mundo antiguo se da un inters notable por coleccionar inscripciones, guardarlas, exponerlas y, sobre todo, transmitirlas a travs de recopilaciones en manuscritos. De hecho, el estudio de las colecciones epigrficas a travs de textos ha permitido, en poca moderna, su restauracin, su identificacin en algunos casos, e incluso su hallazgo, as como el conocimiento de copias, versiones, etc. Adems ha contribuido a que muchas ya perdidas puedan ser incorporadas al corpus epigrfico general gracias al conocimiento de su existencia, aunque sean irrecuperables. So n muchos los autores latinos y griegos que dan noticias de inscripciones, perdid as o no, y de la importancia que tenan. Tal vez la recopilacin ms antigua que se conoce est en un manuscrito del siglo IX o X denominado Annimo Einsiedlense, que contiene inscripciones y noticias de antige dades de Roma. Pero, a partir del Humanismo, es cuando se producen las bsquedas s istemticas de epgrafes, debido a su revalorizacin. Personas como Cola di Rienzo, Ni ccol Niccoli, Coluccio Salutati, Ciriaco de Ancona, Giovani Marcanova, Francesco Redi, Gruter, Escalgero, Lipsio y muchos otros contribuyeron de forma decisiva a la recuperacin y catalogacin de inscripciones en los siglos XIV a XVIII. Sin embargo, en los siglos XIX y XX, la ciencia epigrfica cobra su plena dimensin. Se crean las grandes colecciones que tratan de aglutinar y sistematizar las ins cripciones griegas y latinas existentes. Sin lugar a dudas, el Corpus Inscriptio num Graecarum (CIG) y el Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL), surgidos de la Ac ademia de Ciencias de Berln en el siglo pasado, y sus sucesivos suplementos son l as obras magnas y los puntos de referencia universales para el estudio de la epi grafa. En cada pas hay, no obstante, grandes recopilaciones locales. Igualmente la s inscripciones cristianas han merecido corpora propios como los de Rossi, Diehl

, Hbner o Vives (estos dos ltimos para Hispania). Por otra parte, hay que sealar las reuniones peridicas de investigadores a travs de las asociaciones internacionales de epigrafa griega y latina, junto a la creacin de revistas crticas, como L?Anne Epigraphique o Hispania Epigraphica. stas, adems, s on las publicaciones oficiales de instituciones y centros de documentacin epigrfic a al servicio de la comunidad cientfica, como CID (Centre d?Information et de Doc umentation), Fichero Epigrfico de la Universidad Complutense y Ministerio de Educ acin y Cultura, en colaboracin con la Kmmission fr Alte Geschichte und Epigraphik de l Instituto Arqueolgico Alemn en Munich, o los centros del CNRS en Pars. Bibliografa CALABI LIMENTANI, I. Epigrafia latina. 3 ed. (Miln: 1973). CALDERINI, A. Epigrafia (Turn: 1974). CAVALLO, G. "Libro e cultura scritta" en Storia di Roma IV. (AA. VV.) (Turn: 1989 ). P. 626-734. PETRUCCI, A. La scrittura: ideologia e rappresentazione (Turn: 1987). DI STEFANO MANZELLA, I. Mestiere di epigrafista. Guida alla schedatura del mater iale epigrafico lapideo (Roma: 1987). SUSINI, G.C. Epigrafa romana (Roma: 1982). SUSINI, G.C. "La scrittura e le pietre" en Storia di Roma. L?et tardoantica II. ( AA.VV.) (Turn: 1993). I. Velzquez. -------------------------------{f.} Heraldry (De herldico); sust. f. 1. Conjunto de conocimientos relacionados con los escudos nobiliarios, y arte de describirlos: su inters por la herldica le llev a descubrir la ascendencia noble d e su familia. Sinnimos Armera, nobleza. (1) [Historia] La herldica es el arte de los heraldos, oficiales al servicio de reyes y grandes seores durante la Edad Media que estaban encargados, entre otras cosas, de identi ficar a los personajes segn sus escudos de armas. Tambin puede definirse la herldic a como el conjunto de normas que regulan el uso de esas armas. Escudo tenido por figuras antropomorfas, de tradicin ... En la actualidad se entiende por herldica la disciplina que estudia todo lo relac ionado con las armeras y conocimiento del blasn, ese conjunto de emblemas y signos de identificacin aparecidos a comienzos del siglo XII, desarrollados hasta alcan zar su cenit en el siglo XV y que perduran en nuestros das. De las palabras incluidas en la anterior definicin, las armeras son emblemas de co lores, propios de una familia, una comunidad o de un solo individuo, sometidas e n su disposicin y en su forma a reglas muy concretas, las del blasn. Su funcin es l a de servir como signos distintivos a las familias o a grupos de personas unidas por lazos de sangre y, generalmente, son hereditarios. Casi siempre suelen repr esentarse en una forma de escudo.

Origen de la herldica El origen de la herldica data de la primera mitad del siglo XII. Aparece en la Eu ropa Occidental, y su inicio deriva del armamento defensivo del guerrero en esa p oca, irreconocible bajo su armadura y cota de malla, lo que le obligaba a identi ficarse de algn modo al entrar en batalla, para ser conocido de sus aliados y no ser atacado por ellos. Tambin influy mucho la moda de llevar insignias y emblemas identificativos fuera de la batalla, incluso como adornos de la vestimenta en fe stividades y exhibiciones. En este siglo XII se inician en el norte de Europa los torneos o encuentros "int ernacionales" de gentes de armas; se trataba de encuentros de exhibicin (no blicos ), para ganar prestigio y fama. En estas competiciones caballerescas nace la fig ura del heraldo de armas, individuo conocedor de los emblemas de cada uno de los caballeros que intervenan en los torneos, y a quienes les anunciaban en ellos, c ontando a los espectadores sus biografas, sus xitos anteriores, e incluso la expli cacin de sus armas. La descripcin de esos escudos pasa a las obras literarias, a l os relatos de epopeyas y gestas. Nace as el gusto por los emblemas y unas ciertas normas para su regimiento y descripcin, lo que se dio en llamar "arte del blasn". Incluso desde el punto de vista del arte mudjar, en Espaa, con su sistemtica de rep eticin de motivos ornamentales, es muy til el escudo para dar esa vertiente decora tiva a telas, vidrieras, pinturas murales, paramentos palaciegos, etc. Otro factor que est en el origen de la herldica es el de la necesidad de validar y autentificar los documentos expedidos por magnates, instituciones pblicas y reli giosas, concejos, cancilleras, etc. La utilizacin de sellos de cera colgantes de l os documentos por hilos de seda, y la estampacin en esos sellos del escudo de qui en otorga el documento hace que se establezcan desde ese momento muchos escudos originales. El elemento diferenciador del escudo frente a otros rangos de la jerarqua es el u so de aqul por individuos que pueden transmitirlo a sus herederos; es, precisamen te, ese signo de algo "personal" que se transforma en "familiar" lo que hace rea lmente que se desarrolle la herldica. Inicios de la herldica En Espaa, las primeras muestras herldicas se encuentran en monumentos y documentos en torno a la primera mitad del siglo XII. Alfonso VII en Castilla y Ramn Bereng uer IV, conde de Barcelona, en Aragn, son los primeros magnates en usarlos. En lo s capiteles del claustro de la catedral de Tudela aparecen unos guerreros que po rtan largos escudos jaquelados, con bandas y fajas, expresin de utilizacin del ele mento y de sus figuras ms primitivas. Alfonso VII el Emperador fue quien comenz a utilizar un len como emblema personal. Y en esta poca surgen en los enterramientos del monasterio de las Huelgas, en Burgos, mltiples escudos con guilas y leones ar ropando los cuerpos del infante Fernando y la reina Sancha, muerta en 1179. A finales del siglo XIII puede considerarse que el sistema herldico est constituid o definitivamente. Ya se haba utilizado el repertorio completo de esmaltes (color es y metales) y piezas clsicas. El carcter personal y hereditario de las armeras es taba afianzado totalmente, y se consideraba que su uso no estaba restringido a n inguna clase social, pues no existan diferencias de estructura o composicin entre las armas de los nobles y las de los pecheros. El crecimiento de la herldica contina en los siglos XIV y XV, pero se produce cier ta transformacin en este momento. Se abandona el uso de los escudos en el combate , en el que el elemento distintivo es la bandera, y slo se usan los blasones como

elementos identificativos en las justas, torneos y pasos honrosos. Se aade al ca ballero un elemento sobre el casco: la cimera, generalmente utilizando un animal espantable, como len, dragn, dromedario, etc., para asustar al caballo del contri ncante. Su eleccin como elemento "cimero" del escudo hace que las armeras se perso nalicen an ms. Conjunto de cimeras europeas (primera mitad del siglo XIV). ... En el siglo XV utilizan escudos herldicos todas las clases sociales, todos los gr upos tnicos, incluso los adoptan las instituciones, los gremios, los municipios, etc. Su funcin decorativa se ve sumada a la de representacin, an ms que la identific ativa. Y as se adornan con ellos todos los elementos de edificios (portadas, vent anas, capiteles) y mobiliario, desde cubertera hasta tapices, bancos o chimeneas. Incluso se aaden adornos, especialmente cascos con lambrequines o plumajes, tena ntes animales o humanos, incluso anglicos, que alcanzan a componer todo un mundo de significados y embellecimientos. Escudos emparejados. Crnica austriaca de Conrad ... En el siglo XV se inicia "la ciencia del blasn" como sistema que estudia las arme ras, sus leyes y su utilizacin. Se escriben as los primeros "armoriales" o libros-c olecciones de escudos de armas de familias e individuos. Los "reyes de armas" ap arecen como especialistas en el tema que dilucidan en dudas o controversias. El primer libro conocido sobre derecho herldico es el Tractatus de insignii et armii del jurista Bartolo de Sassoferrato, de 1359. En esta obra se considera que tod os los hombres, nobles o no, tienen derecho y capacidad del uso de armas persona les, de un escudo propio, heredado o creado ex novo. En Castilla es mosn Diego de Valera en su Espejo de verdadera nobleza escrito en 1441, quien afirma que exis ten cuatro modos de armas de linaje: "o por herencia de los antecesores o dado p or el prncipe o ganado en batalla o tomado por si mesmo". Al considerar algunas t endencias que las armas son exclusivamente una marca de honor, se ampla la teora d e que slo las puede conceder el monarca a quien las haya merecido por un hecho no table, o surjan de la voluntad real. Desde el siglo XVI, el nico medio de obtener armas nuevas fue el de la concesin real, a travs de las descripciones y diseos que de ellas hacan los oficiales reales denominados "reyes de armas", verdaderos esp ecialistas en herldica. Pero es a partir de este siglo en que comienza a hacerse patente la que se ha denominado "decadencia de la herldica", acentuada progresiva mente en las siguientes centurias. Aunque acceden a la nobleza nuevos individuos , y crean sus armas, lo hacen descuidando organizacin, combinacin de esmaltes y ut ilizacin de figuras, exagerando en muchos casos, y en otros tergiversando las ley es del blasn que se haban impuesto como clsicas en la Edad Media. En el siglo XVII se empieza a considerar la herldica como una materia de estudio y se elaboran una serie de tratados tericos. A finales de esta centuria se intenta en Francia conv ertir la herldica en una disciplina histrica con criterios similares a los utiliza dos en la diplomtica o sigilografa, surgidas entonces. El Marqu s de Mondjar en sus varias obras sobre historia de la monarqua castellana y su propia familia mendoci na, trata el tema de la formacin y evolucin de las armeras con un criterio histrico, pero sin alcanzar en ningn caso el rango de tratado. Ya en el siglo XVIII sern la s obras de Jos de Avils las que con su gran difusin popularicen las reglas del blasn en nuestro pas, aunque la perspectiva racionalista de ese siglo nunca apoyara el sistema herldico al negarle base racional. E incluso las reformas de tipo libera l que van surgiendo a lo largo del siglo XIX, a partir de las Cortes de Cdiz, en las que todo lo relacionado con la nobleza y la aristocracia queda radicalmente desprestigiado, harn decrecer an ms la popularidad y uso del blasonado. A partir de la Constitucin de 1837, los tribunales de justicia dejan de intervenir en los pr ocesos de hidalgua, se cierran los libros de armera que registraban las concesione s de ttulos y escudos, y cesan en su empleo los "reyes de armas", cuyo oficio se extingue. Los prejuicios hacia la herldica se hicieron en este siglo XIX ms intens

os en los pases mediterrneos (Espaa, Italia y Francia) que en los del norte (los te rritorios del Imperio Austro-Hngaro, incluyendo Alemania y Checoeslovaquia), lo q ue supone un abandono del uso de los emblemas que ha durado hasta hoy. Elementos herldicos De una manera clsica, la palabra "armas" en herldica comprende una serie de elemen tos que participan en ella: el escudo, que es el principal, y sus complementos c omo son el casco, la cimera, los soportes, los lambrequines, los mantos, las car telas, los tenantes, etc. En el comienzo de la edad herldica, el escudo era el nic o elemento, al que se fueron aadiendo los referidos complementos, que en algunos casos de herldica barroca y sobre todo novecentista llegaron a engullir y casi an onadar al escudo. Armas de los Barlett. Con cimera animal, casco y ... La esencia de las armas siempre ha sido el escudo. En la Edad Media este era sim ple, sencillo, lgico en su estructura y composicin. La parte sobre la que asienta y existe por s el escudo es el campo, que puede definirse como la superficie limi tada por los perfiles del escudo o por los de una particin del mismo. Las formas ms primitivas de los escudos derivan precisamente de su uso militar, como protecc in corporal. Vemos as cmo los escudos del siglo XII tienen forma de almendra alarga da a la que ms tarde se recorta la parte superior y origina el modelo triangular alargado. En el sigo XIII disminuye su tamao y, mientras en el rea anglofrancesa s e mantiene su forma apuntada, en la Europa mediterrnea se redondea la parte infer ior, originndose el escudo en forma de letra "U" al que se la denominado escudo e spaol, que es el ms utilizado hoy da en Espaa. Las formas y dimensiones de los escudos se transformaron segn os a criterios y disposiciones racionales; en la Edad Media se propias para mujeres y eclesisticos (habitualmente el formato ) y para los municipios el romboidal, pero en ningn caso esto gustos estticos ajen adoptaron formas elipsoidal vertical fue de uso general.

Otro elemento fundamental del escudo son los esmaltes con los que se pinta. Esta s coloraciones cubren tanto el campo del escudo como las piezas y figuras en l co locadas, y existen dos grupos: los metales y los colores. En el idioma herldico sl o cabe utilizar dos metales (oro y plata) y cuatro colores: el sable (negro), el gules (rojo), el azur (azul) y el sinople (verde). Estos esmaltes deben poseer gran intensidad cromtica y representarse de forma plana, ntida y uniforme, sin som bras ni matizaciones. Es esencial segn el lenguaje herldico no poner metal sobre m etal ni color sobre color: ello obedece en esencia a conseguir una mejor visibil idad de las formas y figuras del emblema. A veces se usan figuras "en su color", como castillos, edificios o personajes. A raz de la expansin por la Europa del si glo XV de las ideas caballerescas y cortesanas, en muchos tratados, relatos y di squisiciones seudohistricas que incluan descripciones de armeras se atribuan a los e smaltes valores representativos de determinadas virtudes, de piedras preciosas, de planetas y astros, etctera. Eran interpretaciones que nacan de la mentalidad ba jomedieval, pero que la crtica actual desecha como meras elaboraciones literarias y huecas. Segn la forma en que se divide, el escudo recibe varios calificativos: acuartelad o, el que est dividido en cuatro partes o cuarteles por una cruz; burelado, el qu e tiene cinco fajas o bandas horizontales de color y otras cinco de metal; calza do, el que est dividido por las lneas que parten de los ngulos superiores del jefe (parte superior) y van a converger en la punta; cortado, el que est dividido hori zontalmente en dos partes iguales; cortinado (o mantelado), el que est partido po r dos lneas verticales entre el jefe y los cantones de la punta; enclavado, el qu e est dividido en dos partes, una de las cuales monta sobre la otra; fajado, el q

ue tiene tres bandas horizontales de color y tres de metal; partido en banda (o por banda); raso, el que no tiene adornos o timbres; tajado, el que est dividido por una lnea diagonal que baja de izquierda a derecha; tronchado, el que est divid ido por una lnea diagonal que baja de derecha a izquierda; vergeteado, que est div idido en diez o ms bandas verticales o palos. Tambin deben mencionarse los forros como un elemento de cubricin del campo, de sus piezas y figuras. Son la representacin estilizada de determinadas pieles emplead as en el adorno de vestiduras ricas y lujosas: son los armios y veros. Figuradame nte, los armios representan el pelaje invernal de dicho animal y se dibujan como manchas negras que imitan las colas del animal, puestas a intervalos regulares s obre fondo blanco. Los veros simbolizan la piel de la ardilla o de la marta cibe lina, que tiene el lomo gris azulado y el vientre blanco, y se colocan en series de cuatro o cinco figuras semejantes a campanas que se encajan invertidas unas en otras, combinando los colores blanco y azul. Las figuras herldicas El campo del escudo se rellena de las llamadas figuras herldicas. Clsicamente, se consideran tres grupos de figuras: las particiones, las piezas y los muebles. Las particiones son divisiones del campo del escudo, semejantes en tamao. Origina riamente fueron formas herldicas en s mismas, pero con el paso del tiempo empezaro n a emplearse para reunir en un solo escudo diferentes armas. El escudo llano, de un solo color, es muy primitivo y se us poco. Baste recordar, por ejemplo, el escudo llano de oro de los del apellido castellano de la Vega. Algo ms frecuentes fueron el escudo cortado, el partido y el tronchado. Tambin se consideran particiones las resultantes de dividir el campo con mltiples lneas cruz adas diagonal o verticalmente; aparece as, en el primer caso, el losangeado, y en el segundo el jaquelado (o ajedrezado) y el triangulado (vid. supra). Las piezas son unas representaciones geomtricas que se caracterizan por ocupar si empre el mismo lugar en el campo y, en principio, un tercio de su superficie. Su origen primitivo se encuentra en el diseo del vestuario, las banderas y los elem entos de refuerzo y adorno de las planchas del escudo. Las piezas ms frecuentes s on: el jefe o cabeza, el palo, la faja, la cruz, la banda, el cabrio, el sotuer o aspa y la bordura. Menos usadas son la campaa, punta o pie, el escusn, la pila, la barra y el jirn. Estas piezas pueden sufrir ciertas modificaciones. La principal es la disminucin de la anchura por acumulacin de piezas iguales o por ir acompaadas de muebles. De esta manera, la faja da lugar a buretas y gemelas (colocadas dos a dos), la band a a cotizas y bastones, etc. Otra variacin de las piezas viene dada por las lneas que la limitan, que pueden ser ondeadas, vibradas, angreladas, denticuladas, bre tesadas etc. Aunque se podran elevar casi al infinito las variaciones que la herld ica clsica ha prestado a las piezas del escudo, cabe mencionar aqu la repeticin, en nmero par, de una misma pieza alternando esmaltes distintos, generalmente un met al y un color; entre ellos fajados, burelados, palados... Quizs el ejemplo ms repr esentativo de ello, el escudo herldico de Aragn y Catalua, el palado de oro y gules . Es muy peculiar, finalmente, la pieza llamada bloca o carbunclo, popularmente co nocido como "las cadenas de Navarra", cuyo origen se relaciona con el refuerzo m etlico que llevaban, en esa misma disposicin radiada, los escudos de guerra. Finalmente, los muebles forman el grupo de elementos herldicos que pueden colocar se en cualquier lugar del campo. Son, por lo tanto, mviles (muebles). Su nmero es inacabable. Prcticamente cualquier cosa puede figurar como mueble en un escudo. D

esde objetos naturales (animales, accidentes geogrficos o planetas) a artificiale s (objetos, mquinas, edificios y smbolos) que, en cualquier caso, deben ser reprod ucidos estilizadamente y, a ser posible, conforme a los cnones clsicos que la trad icin ha concedido a cada objeto (castillos de tres torres, ms alta la central que las laterales; perros alzados junto a un rbol, etc.) En general, los muebles debe ran adaptarse lo ms posible a las originarias formas medievales de representacin, p ara conceder mayor pureza a la herldica. La adaptacin a los contornos del campo es fundamental, as como nunca retratar personajes o edificios concretos, individual izados. La colocacin de las figuras en el campo debe hacerse adaptndose tanto a lo s lmites del escudo como a la forma de los mismos muebles. Esos muebles pueden co locarse en palo (uno sobre otro), en faja (uno junto a otro), en sotuer (cinco f iguras en aspa), en sembrado (llenando todo el campo con los muebles repartidos por l, etc.) Entre los animales que ms utiliza la herldica estn el lobo, el len, el guila, el perr o, el ciervo, y entre los mitolgicos el dragn y el grifo. Siempre han de represent arse con ademn feroz, agresivo, exagerando su fsico y en unas posiciones convencio nales que no deben alterarse. Tambin son muy utilizados como muebles el rbol, los crecientes (una media luna con la concavidad hacia la punta del escudo, las estrellas y los castillos. Pero la variedad de muebles en herldica es infinita, y adems hoy da en la creacin de nuevos escudos, especialmente de municipios, se utilizan muchos relacionados con la vi da y la civilizacin actual. Complementos herldicos Alrededor del escudo se colocan (por encima, a los lados, debajo del mismo) una serie de objetos que constituyen los que se denominan complementos, y en los que a su vez pueden considerarse dos tipos: el timbre y los ornamentos exteriores. El timbre es el smbolo que se coloca encima del escudo para conferirle un signifi cado de rango, para catalogarlo, aunque sea el mismo para varias personas del mi smo linaje, como perteneciente a uno u otro individuo, a una u otra jerarqua. Los timbres ms frecuentes son el casco (o yelmo), la corona y los capelos eclesistico s. El casco tiene el morrin (la rejilla para mirar el caballero desde su interior ) orientada hacia la derecha. Durante algn tiempo se consideraba obligado a los b astardos timbrar sus escudos con un casco cuyo morrin mirara a la izquierda. Los cascos suelen ir surmontados de una cimera, a veces sobre una corona de laurel o ramas. Y sobre el casco, o por detrs de l, a veces aparece el mantelete, pieza de tela destinada a proteger el casco y la cabeza de los rayos del sol; iba unido a la cimera y para disimular la unin se colocaba una trenza de telas conocida com o barelete. El afn decorativo hizo recortar los bordes del mantelete, y as apareci eron como grandes hojas de cardo que constituyeron los lambrequines. Sus colores eran generalmente los de las armas en su parte posterior, y el metal de las mis mas pintaba el interior o parte frontal de este mantelete o lambrequines. Las coronas son muy variadas, y existe una clasificacin que clarifica su signific ado. Los reyes portan como timbre de su escudo la corona real, que puede ser abi erta o cerrada (recubierta con tela de brocado sobre los elementos metlicos); los duques la corona ducal, etc. Y en el mundo eclesistico, el timbre es el capelo, del que cuelgan borlas a los lados, que tambin, segn su nmero, expresan con clarida d el cargo del individuo poseedor del escudo (un obispo presenta tres borlas en la parte baja de su capelo, un arzobispo cuatro, un cardenal cinco, etc.). El es cudo del Papa de la Iglesia Catlica se timbra con la tiara o gorro de San Pedro. Los ornamentos eclesisticos aparecen en el siglo XIV y se desarrollan con gran va riedad y de manera desordenada hasta su regulacin en 1832 por la Sagrada Congrega cin del Ceremonial. Adems del capelo, estos timbres son muy variados: mitras, cruc es, bculos, y otros elementos comunes a las armeras civiles. En el siglo XVI Felip e II estableci una serie de medidas que regulaban el uso de coronas, las cuales f

ueron se emplearon slo por la nobleza titulada. Hoy da el uso de las coronas como timbre queda restringido al Rey, a los ttulos del reino y a los municipios. Otro de los ms conocidos complementos herldicos son las divisas y los lemas, coloc ados en el exterior del escudo, estos emblemas tienen unas veces sentido simblico y otras valor puramente decorativo. Su uso era absolutamente individual, de tal modo que aunque las armas fueran usadas igual por una serie de hermanos o miemb ros de un linaje, cada uno poda adoptar lemas o divisas personales y distintas. S u mxima difusin se dio en Inglaterra, y en la Pennsula Ibrica se impusieron en el si glo XV. Hay que recordar, por ejemplo, la divisa de "Ave Mara, Gratia Plena" que los de la Vega pusieron sobre el campo dorado de su escudo, y luego figur ya siem pre en la ensea propia de la familia Mendoza. Tambin suelen aparecer cortas frases relacionadas con la divisa o totalmente ajenas a ella que reflejan gran varieda d de temas generalmente referentes al propietario o al linaje. A veces el lema v a colocado como bordura del escudo, pero lo habitual es que se encuentre fuera. Otro complemento, ms bien decorativo, y muy variado, es el de los soportes, que s e denominan as cuando son animales, y tenantes cuando son antropomorfos, los cual es se clasifican a su vez en humanos o anglicos. Ejemplo de escudo de armas tenido por figuras ... En la Edad Media castellana es ampliamente utilizado el modelo de tenante salvaj e, individuos fuertes, velludos y desnudos, que, como simbolismo de la pureza hu mana no contaminada por la civilizacin pecadora, sostienen las armas de los noble s de los siglos XV y XVI. El menor ejemplo se puede ver en el el escudo de los D uques del Infantado sobre la fachada de su palacio en Guadalajara. Aunque, por l o general, las dos figuras suelen ser iguales, se pueden producir combinaciones: a veces son pajes quienes sostienen el escudo, como en el del conocido Doncel d e Sigenza, y otras veces son una pareja de ngeles. Es especialmente hermoso el eje mplo tallado en madera y policromado del escudo de doa Isabel de Portugal, mujer del rey Juan II de Castilla, tallado en el retablo mayor de la Cartuja de Mirafl ores de Burgos. En Espaa fueron ms raros los soportes animales. El escudo puede ta mbin apoyarse en una nica figura: un ngel, rbol, guila, cisne y otros varios. Escudo de Don Pedro Gonzlez de Mendoza, Gran Cardenal de ... Tambin se considera complemento el manto que se pone tras algunos escudos, reserv ado nicamente para los titulares de grandeza de Espaa, adems del propio Rey. Se rep resenta como una colgadura recogida en los lados, dentro de la cual se coloca el escudo. Muy utilizados, al menos en el perodo barroco, son los complementos de tipo milit ar y guerrero, como las banderas, estandartes, lanzas, tambores, incluso arcabuc es y picas. Venan a significar los trofeos ganados en campaa que, en ocasiones, y debido a su importancia, entraron a formar parte de las armeras con carcter heredi tario. Se colocan tras el escudo, asomando por los bordes. Finalmente, son utilizadas como complementos determinadas insignias de dignidad que indican la pertenencia del propietario del escudo a alguna orden o corporacin . En Espaa son especialmente frecuentes las cruces de las rdenes militares, que se colocan "acoladas" tras el escudo, cubiertas por ste, que dejan ver solamente la s puntas de sus brazos, y que, adems de permitir una fcil identificacin de la orden , sealan al poseedor del emblema como caballero de la misma. Tambin se colocan col lares pertenecientes a rdenes, es el ms frecuente el de la Orden del Toisn de Oro, que en Espaa queda restringido prcticamente a la realeza. Ms modernamente aparecen poseedores del collar de la Orden de Carlos III, creada en el siglo XVIII. Junto a estos ornamentos existen otros puramente decorativos, muy utilizados, co

mo las cartelas, rocallas y grutescos, las guirnaldas de flores, etc. Estos ltimo s complementos son especialmente profusos en los escudos del siglo XVIII, poca de l barroco y del rococ europeo. Modificaciones herldicas

Algo que caracteriza plenamente a la herldica es la capacidad de los emblemas per sonales para generar otros a partir de la combinacin de armeras previas. Poda darse en herencia, y eran manifestaciones ms que de una persona, de un linaje. La tran smisin de las armeras se hizo tambin por otras vas: compra de seoros, enlaces matrimo iales, conquistas, etc. Si alguien haba alcanzado el derecho a tener dos o ms embl emas, poda presentarlos unidos, formando a su vez un nuevo emblema, un escudo dis tinto del que traan sus antepasados o antecesores. De ah que el desarrollo de la h erldica se hiciera tambin en el camino de la combinacin de armeras. A comienzos del siglo XIII se empieza a usar en la Pennsula Ibrica la posibilidad de combinar las armeras de los linajes paterno y materno en uno solo y nuevo. Los varios sentidos con que se empleaban los distintivos: personal, familiar o t erritorial, o su condicin paterna o materna, influyeron en la ordenacin de las ram as, por lo que el linaje paterno sola colocarse en el campo predominante, de mayo r jerarqua, cual es el derecho en un partido, o el superior en un cortado. La forma ms antigua de combinar las armeras fue partiendo el escudo, transformando su campo, de forma vertical, en dos juntos. Al tener luego que unir ms de dos, o bien dos armeras ya previamente presentadas en partido, se tuvo que recurrir al cuartelado, formato surgido en el rea castellana a principios del siglo XIII, que poco despus alcanz un gran auge, y se extendi por toda la cristiandad. Una autntica moda del cuartelado se impuso por Europa, hasta el punto de que los monarcas hu bieron de conceder nuevos emblemas a algunos nobles para que pudieran presentarl os en cuartelado con las anteriores. Esta moda se ha extendido hasta hoy mismo, pues las armas simples, sin cuartelar, son hoy escasas en el conjunto europeo. E l primer cuartelado se encuentra en los sepulcros de doa Sancha de Len y don Ferna ndo de Navarra, labrados entre 1215 y 1220. Esta novedad castellana aprovech la p articin en cuartelado, ya utilizada como emblema, para exhibir unidas dos armeras existentes en un solo escudo. En el reinado de Alfonso X el Sabio, tras su difus in por Castilla, esta norma trasciende por Europa y llega incluso a Suecia, pasan do antes por Aragn, Navarra, Foix, Francia, Inglaterra, Hungra y Polonia. Durante el siglo XIII, la forma ms habitual de distribuir estas armas cuarteladas es la c ombinacin de las armas paternas y maternas, pero hubo otros sistemas, como el emp leado por las mujeres casadas para unir sus armas a las del marido. Tambin para u nir las armas de dos territorios diferentes. Desde el siglo XIV se empiezan a ut ilizar otros modos de cuartelado: los terciados en pal, con dos trazos divisorio s verticales y uno horizontal, son el origen de esta ltima frmula, muy de moda en el rea aragonesa a mediados del siglo XV. En la casa real de Aragn, procedente del cuartelado en cruz castellano, aparece la divisin en aspa que los heraldistas ca talanes del siglo XV denominaron franje, como es la clsica disposicin de las armas de los Mendoza y de la Vega. Otra forma de combinacin es el mantelado, como derivacin del cuartelado, que emple a una particin triangular en el campo del escudo para combinar dos armeras. Y fina lmente la bordura, como posibilidad de exponer en el escudo unas segundas armas de menor rango que las principales. Puede que el origen de este uso se encuentre en las placas funerarias toledanas del siglo XIII cuya leyenda estaba enmarcada por una franja con una hilera de emblemas repetidos. Esta idea fue tomada por l a herldica para combinar unas armas secundarias, generalmente las maternas, con l as principales. Se us esta frmula tambin para poder disponer las armas de la mujer en torno a las de su esposo y, ms adelante, para unir a las armas propias, del li naje, otras con sentido territorial o de homenaje a un superior jerrquico. Armas de Robert Gladstone. Lleva un campo con bordura, ...

Muchas otras formas de combinacin de armeras se utilizan a lo largo de los siglos de la herldica clsica. Por ejemplo, la llamada "fusin de armeras" que propona present ar, en un solo campo, las figuras y muebles de dos escudos previos o linajes dif erentes, creando un nuevo emblema. La jerarqua de una pareja de armas se dilucida a veces poniendo las principales en la particin superior y estrecha a la que lla man "jefe" del escudo. Otras veces se coloca como un pequeo escudo justo en el ce ntro del escudo principal. A esto se le llama "escusn". Finalmente, cuando tras varias generaciones ocurran cambios en la titularidad de una casa, herencias bastardas, variaciones en la jerarqua de los linajes, etc., d eba recurrirse a lo que se llama la "brisura" o diferencia con las armas originar ias. Las brisuras son las alteraciones de unas armas para poder diferenciarlas de las originarias o "armas plenas". Como las armas son, por una parte, un distintivo personal, y por otra un signo de pertenencia a un determinado grupo familiar, es tos dos conceptos generaron desde un principio una lgica tensin en sus usos. En el rea espaola, y debido al sentido netamente familiar de las armeras, el uso de bris uras no alcanz un uso amplio. Estas brisuras se aplicaron fundamentalmente en rel acin con variaciones territoriales o de legitimidad/bastarda de las "armas plenas" u originales de algunos solares/linajes. Un ejemplo se puede ver en la familia real castellana: a mediados del siglo XIII, los hijos de San Fernando diferencia n sus armas de diversas maneras: combinan las armas paternas con las maternas o cambian la figura manteniendo los esmaltes. En la casa real aragonesa aparecen d iferenciadas a finales del siglo XIII entre los hijos de Pedro III. Se pueden co nsiderar brisuras estas modificaciones, aunque con tcnicas diferentes a las clsica s europeas. En poca moderna, incluso hoy da dentro de las familias que mantienen vigentes sus armas (especialmente la nobleza titulada), el uso ms extendido para portar armas consiste en combinar los cuatro primeros linajes, con lo que todos los hermanos las tienen iguales; la diferencia se establece sucesivamente en cada generacin qu e mantiene el cuartel del primer linaje paterno combinando los otros tres; ahora bien, en el caso de ttulo nobiliario, quien lo ostenta aade en escusn las armas de l ttulo que corresponden al primero que lo recibi. La ciencia del blasn Se denomina "ciencia del blasn" al conjunto de reglas, figuras y trminos que se ut ilizan para la descripcin las armas herldicas, pero no a su representacin. Nunca de be utilizarse la palabra blasn para referirse a un escudo figurado (pintado o esc ulpido) sino para un escudo descrito en lenguaje herldico. As pues, la ciencia o a rte del blasn es la capacidad de realizar una correcta y completa descripcin herldi ca. Esta ciencia posee un lenguaje propio, imprescindible para obtener una exactitud y precisin en la descripcin de las armas. Nace, como es lgico, al mismo tiempo que las armeras, y ya en el siglo XIII estaba totalmente desarrollada. Como en Espaa no existi el arte de blasonar hasta el siglo XV o incluso ms adelante, las palabra s que en esta lengua se refieren al mismo estn en su mayor parte adoptadas del fr ancs o del ingls medieval, lo que da a la herldica un cierto tono de ciencia oculta , con su lenguaje extrao a los profanos, y que a veces hace caer en la pedantera a determinadas personas. En esencia, el blasn es el lenguaje utilizado por los her aldos para describir las armas existentes y definir las nuevamente creadas. La tcnica de blasonar requiere la utilizacin de un lenguaje muy sencillo, muy prec iso, y expuesto con brevedad. Hay que evitar efusiones lricas en cualquier caso, y dar en frases escuetas, con las palabras exactas, la descripcin del escudo. Hay que tener en cuenta, en primer lugar, que los escudos se describen a la inversa

, como si el lector se pusiera el escudo bordado sobre su pecho. De esta manera, cuando al escudo lo miramos de frente, su lado derecho queda a nuestra izquierd a y su siniestro a nuestra derecha. Y pasando a describir el escudo, a blasonarlo, lo primero que debe hacerse es ex presar de qu forma es el referido escudo (espaol, italiano, ovalado, romboidal, et c.) y a continuacin el esmalte del campo, que puede referirse simplemente con su calificativo, as: de oro. Despus se describen las figuras con su esmalte propio, p rimero las piezas y luego los muebles, si los hay. Si el escudo es compuesto se indica la particin, describindose las distintas partes como si fueran escudos dife rentes, empezando siempre por el primero de la derecha (recurdese que queda a nue stra izquierda). As debera decirse de un escudo partido: escudo espaol, partido, pr imero de gules, un castillo de oro; segundo de plata, un len rampante de gules. S i sobre el conjunto va alguna pieza, como por ejemplo un escusn, sta se blasonar al final. La ltima parte de la descripcin se reserva para el timbre, los ornamentos exteriores, las cartelas, etctera. Herldica de los municipios Escudo de armas de Albarracn (Teruel). En la actualidad est muy de moda que cada ayuntamiento tenga y utilice, con profu sin, su escudo de armas. Es lgico que as sea, pues qu mejor forma que exponer la pre sencia de una institucin que con su emblema al frente. Existen pases europeos en l os que todos y cada uno de los municipios del pas tienen su escudo de armas, much os de ellos de antigua solera. Ocurre esto especialmente en Chequia, en Eslovaqu ia, y son tambin muy abundantes en Polonia, Alemania, Holanda, Blgica, Inglaterra, etc. En Espaa va aumentando su nmero progresivamente, y aunque muchos municipios poseen armas legalizadas y reconocidas desde la Edad Media, muchos otros han acc edido a su smbolo herldico en tiempos muy recientes. La herldica concejil se inicia en los sellos de cera y plomo propios de los conce jos, y utilizados por estas entidades locales al menos desde finales del siglo X II. En la clasificacin habitual de los escudos herldicos municipales, se consideran cu atro tipos fundamentales: histricos, parlantes, religiosos y descriptivo-geogrfico s, aunque puede haber muchos otros. Entre los primeros se contabilizan aquellos que han adoptado como armas municipales las propias del linaje que ostent durante siglos el seoro del lugar o villa. Es muy frecuente este caso. Se ve en los puebl os de las provincias de Madrid, Guadalajara o Burgos con las armas de los Mendoz a, que durante siglos seorearon amplias zonas de estas tierras. Los parlantes son aquellos que llevan algn elemento que hace referencia al nombre del pueblo. Torr elaguna, en Madrid, aunque sus armas son de muy antiguo uso, muestran una torre sobre las ondas de agua de una laguna: sera un ejemplo de armas parlantes. Los re ligiosos ofrecen las imgenes de vrgenes y/o santos protectores y patrones. Y en fi n, los descriptivo-geogrficos, que son los elementos que ms se adoptan modernament e para la composicin de los nuevos escudos, pueden ser variadsimos, pues mientras Getafe, en Madrid, utiliza un campo sembrado de aviones para simbolizar su dedic acin a la aviacin, Azuqueca de Henares, en Guadalajara, ofrece una torre de chimen ea (alusin a la de la fbrica de vidrio que cambi hace 25 aos el rumbo de su historia ) y dos espigas de trigo que simbolizan la produccin de sus campos. En otros pases, como Alemania o Suiza, las armas municipales han permanecido inva riables desde la Edad Media, excepto aquellos acrecentamientos o cambios realiza dos por los reyes en premio a diversos servicios y acciones. Aunque tambin la herl dica municipal espaola puede presumir de gran antigedad, est necesitada siempre de supervisin e incluso alguna que otra reforma no le vendra mal para eliminar los im

portantes defectos formales de los que adolece y as le permita ser un recuerdo vi vo que enlace con el pasado. Heraldos, cronistas de armas y armoriales Un aspecto muy interesante de la herldica son los personajes que a lo largo de la historia hicieron de definidores de armas y creadores de simbologa para las mism as: los heraldos y los Cronistas Reyes de Armas. Y aquellos libros, la mayora man uscritos muy antiguos de hermosa y venerable apariencia, que ofrecan dibujados, c oloreados y explicados en colecciones los escudos de personajes, linajes e insti tuciones: los armoriales. El heraldo es el protagonista principal de la herldica a lo largo de muchos siglo s. Las ms antiguas referencias los presentan en el ambiente juglaresco con un pap el ms ceremonioso que prctico, pues se dedicaban a llevar mensajes de guerra y a e laborar relaciones de caballeros presentes en una hueste para establecer la prec edencia entre los nobles. Su fama se fragu, sin embargo, gracias al papel que jug aron en la escenografa y ceremonial de los torneos. Los heraldos reconocan a los c ombatientes por sus armas, los anunciaban al entrar en las lizas y proclamaban a los valientes adems de actuar ocasionalmente como jueces. En sus comienzos, esto s personajes no estaban al servicio de ningn seor, sino que vagaban de torneo en t orneo buscando quien les pagase por sus servicios. A finales del siglo XIII e in icios del XIV los heraldos empezaron a formar parte de las casas de los reyes y grandes seores y, aunque todava eran considerados como ministriles, su posicin se e stabiliz. En esta situacin de oficio estable, los heraldos se encargaban de la org anizacin y estructura de los torneos, controlando el derecho de los asistentes a participar en las justas; tambin ejercan de mensajeros en tiempo de guerra, embaja dores en tiempo de paz, traductores..., un poco como modernos diplomticos y "rela ciones pblicas". Sin duda muchos de ellos alcanzaron a ser expertos genealogistas , registrando las armas de los caballeros de su reino, las de las instituciones reales y estatales, y las de los municipios. Servan, incluso, para reconocer con detalle a las tropas enemigas en batalla, a sus jerarquas, e incluso para hacer l a identificacin de los muertos tras las batallas. Muchos de estos heraldos, espec ialmente en la Baja Edad Media, fueron los autores de los ms importantes tratados del blasn y colecciones de armeras (armoriales) algunas veces trascendidas en ver daderas joyas literarias en las que se cantan las hazaas de personajes y linajes. Cabe mencionar, a modo de breve ejemplo, los libros del valenciano Zapata, quie n con su Carlos Famoso de mediado el siglo XVI hace un recuento y descripcin deta lladsima de la herldica de los principales linajes de Espaa. Los sac -dice el autor en su prembulo- de los que estaban pintados en los techos (hoy desaparecidos) del Palacio del Infantado de Guadalajara. Y tampoco es posible olvidar los tratados de Blasn de Pedro Gratia Dei, heraldo y rey de armas de los Reyes Catlicos, de lo s que se hicieron miles de copias a lo largo de los siglos modernos. Respecto a los Cronistas Reyes de Armas, cabe traer a colacin que todava existe en la legislacin espaola la figura del Cronista Rey de Armas, dependiente del Minist erio de Justicia. Lo cierto es que hoy en da carece de contenido, y apenas tiene atribuciones, traspasadas en gran modo a las Comunidades Autnomas. En toda Europa existen estas figuras: en Gran Bretaa acta por delegacin regia, y en otros pases ti enen una funcin de asesora herldica, con la expresa misin de registrar las armas de modo oficial. Debido al creciente inters por lo herldico, tanto particular como institucional y municipal, y teniendo en cuenta la tradicin espaola en este apasionante campo de l a herldica occidental, sera importante promover en Espaa el resurgimiento, si no de esta figura, al menos de sus funciones. Los armoriales o libros manuscritos en los que se dibujaban coloreados los escud os de armas de linajes e instituciones fueron generalmente redactados, y a veces ejecutados materialmente, por los Reyes de Armas o heraldos. En Espaa han existi

do estos armoriales desde la Baja Edad Media, y en este sentido podemos recordar , como los ms famosos, y antiguos, el Libro de la Cofrada de los caballeros de San tiago de la Fuente de Burgos, empezado a redactar y ofrecer sus dibujos en 1338, y la lista de cofrades de la Cofrada de San Pablo de Tarazona de 1361. Los mejor es armoriales espaoles son del siglo XVI: concretamente el debido a Pedro de Torr es, el Armorial de Aragn, hecho en Zaragoza en 1534, y el Libro de Armera de Navar ra, de finales del siglo XVI, conservado hoy en el Archivo General de la Diputac in de Navarra. Pero despus se hicieron muchos otros libros, con dibujos o sin ellos, que tuviero n tal extensin que muy pocas bibliotecas que se preciaran carecan de ellos. Herald os castellanos como Diego de Urbina o Pedro Gratia Dei; heraldos aragoneses y ca talanes como Jacquet de Portaubert, Jean de Bar, Joan de Mon y Garci Alonso de T orres, adems de autores diversos, como Ferrand Mexia con su Nobiliario Vero se en cargaron de propagar a muy amplios niveles de la sociedad la informacin veraz y r igurosa sobre la ciencia herldica. Los armoriales espaoles (en Europa tambin existe n, y hay verdaderas maravillas) suelen ser de variados tipos: unos se limitan a blasonar las armas, otros slo dibujan los escudos y algunos incluyen elementos co mplementos (cimeras, soportes, etc.) que aaden belleza a la representacin. Algunos ejemplares se hallan redactados en verso. La herldica en la actualidad Aunque no es posible decir que la herldica viva hoy un momento de esplendor, ni s iquiera de renacimiento, s que es evidente que es una materia muy comnmente utiliz ada, y que su conocimiento, aunque sea superficial, conviene a cualquier persona culta. Muchas personas poseen y utilizan sus escudos legtimos en cartas, tarjeta s, estandartes. Los Ayuntamientos espaoles, poco a poco, van adoptando sus emblem as herldicos, y aunque muchos los tienen ya perfectamente descritos desde la remo ta Edad Media, otros los crean hoy como un elemento diferenciador y definitorio de un lugar concreto. El inters cientfico, como autntica ciencia auxiliar de la his toria, hace del estudio de la herldica tambin un paso imprescindible para alcanzar un conocimiento exacto de muchos temas de mbito humanista. Pero ocurre tambin que el hecho de ser utilizada la herldica por muchas personas, con variedad de formaciones y multiplicidad de intenciones, a veces no legtimas, supone una tergiversacin de su significado, y un cmulo de errores que a muchos pue den confundir. Existen adems un importante nmero de prejuicios, fuertemente arraig ados, que son inconsistentes y conviene desde aqu ayudar a erradicar. Es por ello que se debe insistir en las siguientes ideas: - La herldica no sirve para la vanagloria de un grupo privilegiado; se trata fund amentalmente de una ciencia auxiliar de la Historia. - Las armas no son signo de nobleza excepto en muy contados casos. Actualmente e n la legitimacin de un ttulo no se contempla la posesin de escudos. - Todo el mundo tiene derecho a ostentar emblemas herldicos, siempre que respeten en su estructura las costumbres herldicas y la legislacin de uso vigente en la ac tualidad. - Las armeras no corresponden a apellidos, sino a linajes, y as las armas de dos p ersonas que llevan el mismo apellido, pueden ser diferentes, y viceversa. - No existe un valor simblico ni para los esmaltes ni para las figuras herldicas, excepto en la literaria imaginacin de algunos autores. Hoy en da, en Espaa, existen tres formas de obtener armas propias: por concesin rea l, por herencia o por propia y personal atribucin. La primera es muy restringida

y escasa, pero las otras dos son ms fcilmente alcanzables. En cualquier caso, y a pesar de la relacin legislativa sobre estos temas en la actualidad, debe tenerse clara conciencia de que los escudos de armas son emblemas de identificacin y de p ropiedad personales, y por ello no pueden usarse por otro que no sea el titular o los autorizados por l. Si alguien desea -lo cual es posible-, realizarse un escudo de armas para utiliz arlo como de su propiedad, debe tener en cuenta algunas normas elementales, que las hagan ser correctas y que renan esa correccin en los mbitos tcnico y legal. Bajo el punto de vista tcnico, la regla de oro de la herldica, vigente desde los o rgenes es la de no tomar las armas de otro. Y, por supuesto, seguir en su formacin , composicin y descripcin, las correctas reglas de la ciencia del blasn, que resumi das se han expuesto en prrafos anteriores. En lneas generales, en toda composicin h erldica debe buscarse la sencillez, la claridad y la visibilidad, alejndose de la complicacin que estuvo tan de moda en la poca barroca; con pocas figuras, escaso u so de la figura humana y de los colores naturales y bsqueda siempre de la estiliz acin se obtendrn escudos de gran calidad plstica. No se deben olvidar los elementos de la vida moderna que, debidamente estilizados y con colores apropiados, tiene n perfecta cabida en el actual sistema herldico (tan de uso cotidiano era en el s iglo XIV una rueda de molino como hoy lo es un ordenador). En cualquier caso, y para asegurarse de que todo es correcto, lo mejor es investigar sobre libros de herldica, y consultar con algn especialista que tenga acreditados conocimientos de la materia. Desde el punto de vista legal, cualesquiera armas que se creen, tanto desde el p unto de vista personal como institucional, deben ser legalizadas para su uso pbli co e impedir as la apropiacin indebida. Hoy en da, la legislacin vigente es diferent e para cada comunidad autnoma. En algunas, como la de Castilla y Len, existe todava la figura del Cronista de Armas, experto que examina todas las peticiones y dic tamina acerca de la posibilidad de su autorizacin, que siempre queda reservada al poder ejecutivo, generalmente en el rea de la Justicia. ---------------------------------GENEALOGA La herldica en la actualidad Aunque no es posible decir que la herldica viva hoy un momento de esplendor, ni s iquiera de renacimiento, s que es evidente que es una materia muy comnmente utiliz ada, y que su conocimiento, aunque sea superficial, conviene a cualquier persona culta. Muchas personas poseen y utilizan sus escudos legtimos en cartas, tarjeta s, estandartes. Los Ayuntamientos espaoles, poco a poco, van adoptando sus emblem as herldicos, y aunque muchos los tienen ya perfectamente descritos desde la remo ta Edad Media, otros los crean hoy como un elemento diferenciador y definitorio de un lugar concreto. El inters cientfico, como autntica ciencia auxiliar de la his toria, hace del estudio de la herldica tambin un paso imprescindible para alcanzar un conocimiento exacto de muchos temas de mbito humanista. Pero ocurre tambin que el hecho de ser utilizada la herldica por muchas personas, con variedad de formaciones y multiplicidad de intenciones, a veces no