discernimiento etico

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1 El Discernimiento Ético Discernir, en sentido amplio, significa buscar, a través de una lectura ética de la realidad, lo mejor para dicha realidad, con el fin de llevarlo a cabo. La pregunta central del discernimiento, puede ser formulada de la siguiente manera; ¿Qué es lo mejor para mi y para los demás?, ¿Qué es lo que me humaniza y nos humaniza más? Detrás de esto hay una filosofía de la libertad en la historia pues se trata de que el hombre y los seres humanos buscamos libremente lo mejor para nosotros mismos. En esto se parece mucho a la pregunta fundamental de la ética : “Qué tengo o debo hacer, en determinada situación, para ser mejor yo y hacer mejor mi realidad y la de los demás”. Se une de esta manera a las preguntas fundamentales del ser humano desde que tiene conciencia de si mismo: “¿Quién soy yo, o quienes somos. ¿A dónde voy y vamos? o ¿qué sentido tiene mí y nuestra presencia en el mundo? LIBERTAD Y VOLUNTAD A) VOLUNTAD 1. Introducción La VOLUNTAD es la Capacidad de elegir entre caminos distintos de acción y actuar según la elección tomada, en concreto cuando la acción está dirigida hacia un fin específico o se inspira por ideales determinados y principios de conducta. La conducta de voluntad contrasta con la conducta derivada del instinto, impulso, reflejo o hábito, ninguna de las cuales implica una elección consciente entre distintas alternativas. Hasta el siglo XX, la mayoría de los filósofos concebían la voluntad como una facultad distinta con la que toda persona nacía. Discrepaban, sin embargo, sobre el papel de esta facultad en la composición de la personalidad. Para una escuela de filósofos, notablemente representados por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer(aunque su antecedente directo sea Schelling, pero no se le reconozca), una voluntad universal es la realidad esencial y la voluntad de los individuos forma parte de ella. En su visión, la voluntad domina todos los demás aspectos de la personalidad del individuo: conocimiento, sentimientos y dirección en la vida. Una forma contemporánea de la teoría de Schopenhauer se halla implícita en algunas clases de existencialismo, como el enfoque existencialista expuesto por el filósofo francés Jean-Paul Sartre, quien considera la personalidad como el producto de opciones, y los actos como demostraciones de la voluntad encaminadas a conferir sentido al universo. B) LIBERTAD 1. ¿Somos libres? Esta pregunta no puede ser contestada con un sí o un no, más bien con un «a veces». Cabe, por tanto, reformular la pregunta de esta forma: ¿en qué ocasiones somos libres? Si entendemos por conducta humana todo cambio cuyo sujeto es el hombre, es claro que nadie se atrevería a calificar de libres los siguientes tipos de conductas humanas: a) Todas aquellas conductas humanas que están totalmente determinadas por leyes físicas. Por ejemplo, cuando nos move-mos debido a que hemos sufrido un empujón. b) Todas aquellas conductas determinadas por leyes bioquí-micas. Por ejemplo, ahora mismo la médula de nuestros huesos está fabricando eritrocitos.

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Page 1: Discernimiento Etico

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El Discernimiento Ético

Discernir, en sentido amplio, significa buscar, a través de una lectura ética de la realidad, lo mejor

para dicha realidad, con el fin de llevarlo a cabo.

La pregunta central del discernimiento, puede ser formulada de la siguiente manera; ¿Qué es lo

mejor para mi y para los demás?, ¿Qué es lo que me humaniza y nos humaniza más? Detrás de

esto hay una filosofía de la libertad en la historia pues se trata de que el hombre y los seres

humanos buscamos libremente lo mejor para nosotros mismos.

En esto se parece mucho a la pregunta fundamental de la ética : “Qué tengo o debo hacer, en

determinada situación, para ser mejor yo y hacer mejor mi realidad y la de los demás”. Se une de

esta manera a las preguntas fundamentales del ser humano desde que tiene conciencia de si

mismo: “¿Quién soy yo, o quienes somos. ¿A dónde voy y vamos? o ¿qué sentido tiene mí y

nuestra presencia en el mundo?

LIBERTAD Y VOLUNTAD A) VOLUNTAD

1. Introducción

La VOLUNTAD es la Capacidad de elegir entre caminos distintos de acción y actuar según

la elección tomada, en concreto cuando la acción está dirigida hacia un fin específico o se

inspira por ideales determinados y principios de conducta. La conducta de voluntad

contrasta con la conducta derivada del instinto, impulso, reflejo o hábito, ninguna de las

cuales implica una elección consciente entre distintas alternativas.

Hasta el siglo XX, la mayoría de los filósofos concebían la voluntad como una facultad

distinta con la que toda persona nacía. Discrepaban, sin embargo, sobre el papel de esta

facultad en la composición de la personalidad. Para una escuela de filósofos, notablemente

representados por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer(aunque su antecedente directo

sea Schelling, pero no se le reconozca), una voluntad universal es la realidad esencial y la

voluntad de los individuos forma parte de ella. En su visión, la voluntad domina todos los

demás aspectos de la personalidad del individuo: conocimiento, sentimientos y dirección en

la vida. Una forma contemporánea de la teoría de Schopenhauer se halla implícita en

algunas clases de existencialismo, como el enfoque existencialista expuesto por el filósofo

francés Jean-Paul Sartre, quien considera la personalidad como el producto de opciones, y

los actos como demostraciones de la voluntad encaminadas a conferir sentido al universo.

B) LIBERTAD

1. ¿Somos libres?

Esta pregunta no puede ser contestada con un sí o un no, más bien con un «a veces». Cabe,

por tanto, reformular la pregunta de esta forma: ¿en qué ocasiones somos libres?

Si entendemos por conducta humana todo cambio cuyo sujeto es el hombre, es claro que

nadie se atrevería a calificar de libres los siguientes tipos de conductas humanas:

a) Todas aquellas conductas humanas que están totalmente determinadas por leyes físicas.

Por ejemplo, cuando nos move­mos debido a que hemos sufrido un empujón.

b) Todas aquellas conductas determinadas por leyes bioquí­micas. Por ejemplo, ahora

mismo la médula de nuestros huesos está fabricando eritrocitos.

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c) Todas aquellas conductas reflejas. Si, por ejemplo, cuando estamos leyendo esto, una

nube cubre el sol, nuestro iris se agranda.

d) Casi todos los actos psíquicos, como, por ejemplo, una percepción o un deseo.

Los filósofos llaman involuntarias a todas estas conductas. No está en nuestra mano

llevarlas o no a cabo. No somos libres respecto de ellas y, por consiguiente, no tenemos que

responder por ellas. Al no ser responsables de algunos de nuestros actos, éstos no pueden

recibir calificativos morales (bueno, justo, honesto,... y sus contrarios, malo, injusto,

deshonesto,...).

Todos los actos involuntarios que realiza un hombre reciben el nombre técnico de actos del

hombre. Las conductas volunta­rias, es decir, los actos que el hombre realiza libremente se

denominan actos humanos.

2. ¿Qué significa «ser libre»?

La LIBERTAD es la capacidad de autodeterminación de la voluntad, que permite a los

seres humanos actuar como deseen. En este sentido, suele ser denominada libertad

individual.

Como es lógico, el reconocimiento de una libertad ilimitada haría imposible la convivencia

humana, por lo que son necesarias e inevitables las restricciones a la libertad individual. La

libertad se define como el derecho de la persona a actuar sin restricciones siempre que sus

actos no interfieran con los derechos equivalentes de otras personas.

«Libre» es un adjetivo ambiguo; posee varios significados distintos. Para nuestra discusión

es esencial comprender tres de estos sentidos.

a) Libertad negativa. Es la ausencia de coacciones. Las coacciones pueden ser externas (un

castigo) o internas (a veces somos esclavos de nuestras pasiones o deseos, o bien nos

sentimos dominados por el sueño o el cansancio).

La coacción nunca determina nuestras acciones. Una persona coaccionada aún es capaz de

obrar en contra de esa coacción.

Cuando se habla de que en ciertos países no hay libertades políticas, por ejemplo, no hay

libertad de manifestación, se está hablando de libertad en sentido negativo. Los ciudadanos

de ese país sufren coacción para no manifestarse (supongamos que la ley castiga con

prisión de tres años a los manifestantes), sin embargo, los súbditos de ese país no están

determinados a no manifestarse. En caso de estar determinados sería imposible que

realizasen lo contrario a lo que están determinados. Pero, en cualquier país en el que estén

prohibidas las manifestaciones, no es imposible que se produzca una, de no ser así, jamás

habría habido una sublevación popular o un motín.

Como la intensidad de la coacción puede ser más o menos fuerte, la falta de libertad

negativa admite grados, puede ser mayor o menor.

b) Libertad positiva exterior. Es la capacidad de poder llevar a cabo lo que hemos elegido

hacer. La libertad positiva exterior puede ser eliminada. Basta atarte de pies y manos para

suprimirte tu libertad positiva exterior de movimiento. Es de sumo interés que comprendas

la diferencia entre libertad negativa y libertad positiva exterior. Si el profesor manda

guardar silencio en clase, te suprime parte de tu libertad negativa, pues te coacciona para

que estés callado. No obstante, aunque el profesor te ha coaccionado para que no hables,

por fuerte que sea el castigo que arrastras si no te mantienes en silencio, todavía tienes

libertad positiva exterior de hablar. Si decidieras hablar, podrías hacerlo. En cambio, si el

profesor te amordaza, pierdes tu libertad positiva exterior de hablar. Aunque decidas hablar,

no puedes hacerlo. Cuando careces de la libertad positiva de hablar, estás determinado a

guardar silencio, esto es, la situación opuesta a hablar (permanecer en silencio) es

físicamente imposible.

Un hombre no sólo puede eliminar la libertad positiva exterior de otro hombre hasta el

punto de que éste no pueda hacer nada (por ejemplo, anestesiándolo), sino que puede

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conse­guir que haga algo en contra de su voluntad. Y esto se puede lograr mediante la

violencia física; una madre agarra de la mano a su hijo y lo lleva donde no quiera ir.

También se consigue mediante medios psicológicos que una persona obre en contra de su

voluntad. Utilizando drogas, mediante la hipnosis o produciendo miedo en una persona, se

puede lograr, por ejemplo, que un individuo confiese aquello que quiere mantener en

secreto.

Hay que notar que obrar en contra de la voluntad propia no es lo mismo que ir contra

nuestros deseos.

Examinemos estos dos casos:

Un soldado no desea ir a la batalla, preferiría tirar las armas y marcharme a casa. Sin

embargo, sabe que a los desertores se les fusila y por esto se queda en el campo de batalla.

Este hombre no obra en contra de su voluntad. Su acto, aunque coaccionado, se realiza con

total libertad exterior. Carece de libertad negativa, pero no de libertad positiva exterior.

El segundo caso también tiene como protagonista a un soldado. Este siente tanto miedo,

cuando comienza la batalla, que se queda paralizado de terror. Aunque lo intenta es incapaz

de mover sus músculos y salir fuera de la trinchera. Este soldado carece de libertad positiva

exterior. Es cierto que ninguna fuerza externa al soldado le impide actuar. No obstante, su

voluntad no es, en ese momento, dueña de las acciones de ese sujeto.

c) Libertad positiva interior. Es una propiedad de nues­tras voliciones. Tenemos libertad

positiva interior cuando no estamos determinados a elegir lo que elegimos, sino que, por el

contrario, está en nuestra mano elegir qué hacer y no sólo hacer lo que hemos elegido (esto

último es la libertad positiva exterior). La libertad positiva interior también se denomina

libre arbitrio o libre albedrío. Es la libertad más fundamental. De carecer de ella, todas las

demás libertades carecerían de sentido.

Por último, ha de señalarse que los adjetivos «negativo» y «positivo» aplicados al

sustantivo libertad no implican en absoluto un matiz peyorativo. Hemos llamado a la

primera de las libertades distinguida «negativa» para indicar que se da cuando se presenta

una carencia o falta. Somos libres en sentido negativo cuando no hay sobre nosotros

coacciones. En cambio, la libertad positiva es una capacidad o facultad. Nuestras acciones

son libres cuando son determinadas únicamente por nuestra voluntad, y nuestra voluntad es

libre cuando ella sola se determina a sí misma.

3. De nuevo los actos humanos y los actos del hombre

Para que exista un acto humano, tienen que darse dos condiciones: nuestra voluntad ha de

dominar nuestros movi­mientos corporales y hemos de conocer perfectamente las

cir­cunstancias de la acción que estamos emprendiendo.

Reflexionemos sobre los dos casos siguientes:

Un coche atropella a un peatón que cruzaba la calle con el semáforo «en verde». El

conductor se encontraba en estado de embriaguez y, por ello, no observó el semáforo ni

tuvo suficiente rapidez en sus movimientos corporales para frenar a tiempo.

Invito a mi amigo a comer las setas que recogí ayer en un paseo campestre. Creo que son

comestibles, pero resultar: venenosas. Los dos terminamos en una clínica con una grave

intoxicación.

Ni el atropello ni el envenenamiento son actos humanos. En el primer caso la voluntad no

domina los movimientos de cuerpo; en el segundo, se desconoce una circunstancia esencia

para la acción: la toxicidad de las setas.

Ciertamente no somos moralmente responsables (puede, en cambio, que tengamos

responsabilidad legal) de los actos de hombre que realizamos. Pero podemos ser

responsables de que se dieran las condiciones que convirtieron una conducta que

nor­malmente es un acto humano en un acto del hombre. Dicho en otras palabras, podemos

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ser responsables de la incapacidad de nuestra voluntad para dominar nuestro cuerpo o de

nuestra ignorancia. Un farmacéutico prepara mal un medicamento porque lee sin prestar

suficiente atención la receta del médico. El paciente toma el medicamento y muere. El

farmacéutico no ha asesinado al enfermo. Su acto de darle el veneno no fue un acto humano

porque desconocía la naturaleza de la pócima que le suministraba. Desde el punto de vista

moral, no es responsable de su muerte. En cambio, es moralmente responsable de preparar

descuidadamente el remedio. Si esto te extraña, recapacita sobre este otro ejemplo. De la

misma forma, otro farmacéutico lee sin atención una receta y comete el mismo error que el

primer farmacéutico, sin embargo, el paciente no fallece porque pierde: el medicamento

antes de tomárselo, ¿acaso podemos decir que el primer farmacéutico tiene más culpa moral

que el segundo? Evidentemente no. Ambos son únicamente culpables de ignorar algo que,

por su profesión, deberían saber. Y esta ignorancia es la causa de que un acto que debería

ser humano se convierta en un acto del hombre.

Las mismas reflexiones pueden trasladarse al caso del conductor ebrio.

En otras muchas ocasiones no somos responsables de nuestra ignorancia o de que la

voluntad no domine los movimientos: corporales. Por ejemplo, el soldado que pisa una

mina oculta y muere no se ha suicidado (que es siempre un acto humano) aunque su acción

sea la causa de su propia muerte, porque ignoraba la existencia de la mina, su acción es un

acto del hombre y, además, tampoco tiene responsabilidad por ignorar la posición de la

mina, siempre y cuando no la haya pisado por una imprudencia. Tampoco es moralmente

responsable el soldado que, estando tres días y sus noches de guardia sin interrupción, por

necesidades de servicio, es vencido por el sueño y se duerme. En este caso él no es culpable

de que su voluntad pierda el dominio sobre sus acciones.

4. EL DETERMINISMO

Puede definirse al determinismo como la doctrina o la teoría que afirma que todos los fenómenos o acontecimientos están determinados por algún motivo. Esto implica entender la realidad como la consecuencia directa de una causa. Se puede aplicar la idea de determinismo en distintos ámbitos. En la biología, la idea de determinismo hace referencia a la explicación de la conducta de los organismos vivos según las características de sus genes. Esto quiere decir que los seres humanos y los animales actúan de acuerdo a su adaptación evolutiva y a lo que dicta la genética. El determinismo biológico, en última instancia, supondría que las personas no son libres, ya que se comportan según características innatas y hereditarias. Por lo tanto, hay individuos que tendrían conductas reprobables que no podrían modificarse aunque la sociedad se esfuerce por su readaptación. En el contexto de la religión, el determinismo afirma que las acciones de las personas son determinadas por la voluntad de Dios. La gente, en definitiva, no podría actuar de acuerdo al libre albedrío, sino que estaría sometida a la predestinación. A nivel económico, por último, el determinismo se basa en la creencia que la sociedad evoluciona según las condiciones económicas. Cualquier estructura o sistema depende de la propiedad de los medios de producción y de las características de las fuerzas productivas. El determinismo económico puede apreciarse en el marxismo, que divide la estructura social en una superestructura (formada por la política, la ideología, la legislación, etc.) y una infraestructura (las condiciones materiales y económicas) que la determina. Creemos que no estamos determinados a elegir lo que hemos elegido. Tenemos conciencia

de que somos libres para querer esto o aquello. Conocemos, mediante una intuición, nuestra

libertad positiva interior. Sin embargo, algunos filósofos han negado que tengamos libre

albedrío y han tachado de ilusoria nuestra intuición de él. Se denomina determinismo la

posición filosófica que niega que poseamos libre albedrío. Según sean las razones que se

arguyan para sostener el determinismo, nos hallaremos ante un determinismo psicológico,

físico, etc.

4.1 Determinismo teológico:

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Si Dios lo sabe todo será porque él mismo ha determinado todas las cosas según su criterio,

por lo que Dios es la causa de las acciones humanas. El protestantismo calvinista mantiene

que el ser humano carece de libre albedrío y está predestinado. En contraste, el

protestantismo en general se opone al determinismo, diciendo que si Dios es omnipotente

también puede hacer al ser humano libre aunque sepa lo que vamos a hacer. Es decir, Dios

y el hombre son conjuntamente los autores de los actos humanos.

4.2. El determinismo físico

El determinismo físico consta de dos tesis:

1. El materialismo o conductismo radical. Según esta posición el universo realmente

está compuesto de átomos físicos, es decir, de diminutas partículas permanentes,

inmutables, impe­netrables, dotadas de una cierta masa y todas ellas cualitativamen­te

iguales. Estas partículas sólo difieren en la posición que ocupan y en su velocidad.

2. La mecánica newtoniana o una teoría física similar. De ser cierta la teoría física

propugnada por Newton, el estado de universo en un momento dado —esto es, la posición

y la velocidad de todas las partículas que lo componen— está deter­minado por el estado

del universo en cualquier otro momento. Por consiguiente, si dispusiéramos de una

información completa del estado del universo en un momento dado, aplicando las leyes de

Newton, podríamos predecir el estado del universo e cualquier otro instante. Al decir que

podríamos predecir, no nos referimos necesariamente a que esta predicción sea

técnicamente posible (pudiera darse el caso de que los cálculos sean de tal complejidad que

no haya computador en el mundo capaz de realizarlos), sino a que esta predicción sea

físicamente posible.

De ser cierto el determinismo físico, tal y como aquí lo hemos expuesto, evidentemente el

libre albedrío sería una mera ilusión, pues el acto de querer sería un proceso físico y estaría

totalmente determinado, como los demás procesos físicos.

El determinismo físico ha sido atacado desde dos frentes diferentes. Por un lado, se ha

señalado que la primera de las tesis, el materialismo, es falsa. Todo lo que ocurre en el

hombre no puede reducirse al movimiento de ciertos átomos. Los seres humanos no son

meras máquinas más o menos complejas.

Por otro lado, algunos pensadores han sostenido que, aun aceptado la primera de las tesis de

que consta el determinismo psicológico, no hemos de negar el libre albedrío. Alegan que

las leyes de la física no son deterministas. La mayoría de los físicos actuales, teniendo en

cuenta el principio de Heisenberg, sostie­nen que las leyes de la física cuántica (de las que

las leyes de Newton son aproximaciones groseras) no presuponen un uni­verso físico

determinista. En el fondo, si esta concepción del universo fuese acertada, todo ocurriría al

azar. A nosotros nos parece que no es así, simplemente porque observamos única­mente los

procesos macroscópicos, en los que intervienen un gran número de partículas, cuyo

comportamiento individual es aleatorio pero cuyo comportamiento global obedece a leyes

estadísticas.

Sobre este asunto hemos de decir lo siguiente. Desde el momento que hemos aceptado la

primera tesis, el materialismo, la segunda carece de importancia. Es indiferente para el

problema de la libertad humana que los cuerpos físicos se comporten según leyes

deterministas o indeterministas. Cuando se dice que el hombre es libre no se pretende

sostener, ni mucho menos, que tenga la misma libertad que los restantes cuerpos físicos. Si

la libertad humana existe, entonces no es una propiedad que posean también las piedras, los

planetas o las estrellas.

4.3. El determinismo psicológico

Aceptamos, aunque sólo sea a modo de hipótesis, que el materialismo es falso, esto es, que

en el hombre, además de procesos físicos, ocurren hechos psíquicos no reductibles a

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fenó­menos fisiológicos. En este caso, ¿podemos todavía mantener que en el hombre no

haya libre albedrío? Algunos filósofos han respondido que sí.

«Se puede, pues, admitir la verdad de la afirmación según la cual podríamos calcular de

antemano y con certeza —como lo hacemos con los eclipses lunares o solares— el

comportamiento futuro de cualquier hombre, si tuviéramos un conoci­miento tan profundo

de sus modos de pensar como para conocer todas sus fuentes de acción más íntimas y

también todas las circunstancias externas pertinentes.»

(KANT, Crítica de la Razón Práctica, Primera Parte, Libro I, cap. III.)

Los deterministas psicológicos argumentan del siguiente modo. En toda volición existe un

motivo. Para elegir entre la opción A y la opción B, antes hemos de examinar ambas y

sopesar sus respectivos atractivos. Ahora bien, la conexión entre el atractivo (el motivo)

que presenta una situación y nuestra decisión de hacerlo real obedece a leyes rígidas.

«Parece que la conexión entre motivos y acciones volunta­rias es tan regular y uniforme

como en cualquier otra forma de la naturaleza.»

(HUME, Tratado de la Naturaleza Humana, Libro II, Parte III.)

De la misma manera que, si se dan ciertas circunstancias, una piedra no puede no caer,

cuando se dan otras ciertas circunstan­cias (una determinada personalidad, un cierto estado

fisiológico, la representación de un acontecimiento posible, etc.), un indivi­duo no puede no

querer lo que quiere. Está tan determinado a querer lo que ha querido como la piedra a caer.

Ciertamente la conexión entre los motivos y las voliciones es muy compleja. Para

establecer la ley psicológica que describa dicha relación habrán de tenerse en cuenta

muchísimos más factores que los que es necesario observar para establecer cual­quier ley

física. Por eso la psicología todavía no ha logrado realizar predicciones tan precisas como

las de la física, pero, en la medida en que progrese el conocimiento psicológico, se irán

logrando dichas predicciones. Al fin y al cabo, la psicología actual ya consigue realizar

algunas predicciones. Por ejemplo, de un neurótico puede decirse que es probable que

realice tales y cuales actos.

Los críticos del determinismo psicológico no están de acuerdo con esta argumentación. En

primer lugar señalan que las condi­ciones de la psicología no son en absoluto equiparables

a las de la física. Los psicólogos nos pueden llegar a decir que una persona por padecer una

determinada enfermedad psíquica, intentar suicidarse. Aparte de que las predicciones de

este tipo suele fallar, son, en todo caso, predicciones muy vagas. Una predicción para

merecer el calificativo de científica ha de poseer mucha mayor precisión. Sería científica la

predicción que anunciase que un determinado enfermo intentará suicidarse tirándose por la

ventana a las diez de la mañana del día 22 de abril del próximo año. No hay psicólogo que

se atreva a semejante predicción. Y lo que es aún peor ni siquiera saben los psicólogos qué

datos deberían conocer para poder realizar una predicción con esa exactitud.

En segundo lugar, prosiguen los críticos del determinismo psicológico, para sostener este

género de determinismo no sólo hay que admitir que la psicología puede ser matematizada

(la matematización de una ciencia es condición indispensable para poder realizar

predicciones exactas), esto es, que, por ejemplo, el dolor o el miedo pueden ser medidos,

sino que hemos de suponer que los seres humanos no son únicos.

Para obtener leyes naturales tenemos que experimentar numerosas veces. Para establecer

como válida una ley como la de Boyle (en todos los gases se cumple que PV = RT), hemos

tenido que medir la presión, el volumen y la temperatura del mismo gas en distintas

condicio­nes. No se puede hacer lo mismo en psicología. No podemos repetir un

experimento, porque si utilizamos dos o más sujetos, éstos no serán iguales (y en caso de

que lo fueran, al menos respecto de los factores relevantes para la situación, no podríamos

saberlo) y si utilizamos siempre la misma persona,- el sujeto del experimento no sería

idéntico, pues una persona cambia según las experiencias recibidas. Cada vez que hagamos

el mismo experi­mento con la misma persona, ésta lo hará o mejor o más aburrido, pero

jamás conseguiremos que lo realice dos veces en las mismas condiciones.

Algunos psicólogos deterministas admiten estas objeciones y, sin embargo, mantienen su

determinismo psicológico. Induda­blemente —afirman nunca seremos capaces de predecir

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la conducta de una persona. No obstante, siempre que elegimos, se nos presentan como

mínimo dos alternativas. ¿Cuál elegiremos? Sin duda alguna, aquella que nos presente el

motivo más fuerte (el más atractivo). Para cada hombre será un motivo distinto y jamás

podremos predecir cuál será para un hombre concreto el motivo más fuerte en una situación

dada. Pero, como no está en nuestro poder que una situación nos motive más que otra, pues

eso es algo que nos encontramos dado, siempre estamos determi­nados a elegir lo que

hemos elegido.

Expuesta así la tesis del determinismo psicológico, deja de ser científica porque no puede

ser contrastada por la experiencia. Pase lo que pase el determinista puede seguir

sosteniendo que lleva razón.

Que una tesis no sea científica no significa que carezca de sentido. El determinismo

psicológico en su versión no científica representa un problema de primera magnitud para

aquellos que quieran afirmar la existencia del libre albedrío.

Fatalismo

Es la Doctrina que afirma que todos los acontecimientos ocurren de acuerdo con un destino

fijo e inexorable que no está ni controlado ni influido por la voluntad de los individuos.

Suele confundirse con frecuencia con el determinismo, doctrina que afirma que los hechos

están determinados por otros acontecimientos precedentes. Para el fatalismo los

precedentes no guardan una conexión causal con los sucesos subsiguientes. Un hecho

predeterminado no ocurre de acuerdo con una concreta ley natural, sino de acuerdo con

algún enigmático designio proveniente de algún misterioso poder que hasta puede ser de

otros tiempos. El determinismo sostiene que cualquier acontecimiento se da en unas

condiciones determinadas por sus antecedentes inmediatos, y éstos pueden incluir la

voluntad humana; esta teoría cree en la eficacia de la voluntad de los individuos en la que el

fatalismo, como es lógico, no cree.

En cualquier caso, tanto el fatalismo como el determinismo tienen en común su rechazo de

la predestinación. Quienes creen en la predestinación creen al mismo tiempo en un poder

sobrenatural que ha establecido una determinada secuencia de causas. El fatalismo acepta

un poder sobrenatural preexistente, pero sin tener que recurrir a ningún orden natural.

Una Posible respuesta contra el determinismo y el fatalismo

Libertad y Compromiso.-

El hombre está condenado a ser libre. Pero para encontrar sus valores fundamentales, debe

asumir acciones de compromiso y responsabilidad. Ser, es escogerse en libertad para un

compromiso. La actividad humana es libre y esa autonomía de elección que le otorga su

libertad no depende de leyes objetivas por lo que entonces, como lo afirma Sartre, el

hombre es lo que él hace de sí mismo, o mejor aún, para la realidad humana ser es elegirse,

siendo el hombre, él mismo, el único responsable de su ser. Lo que Sartre proponía era que,

al elegirse el hombre a sí mismo dentro de la libertad, estaba implicada en esa elección la

libertad de todos los hombres, y que la libertad individual es también un compromiso

social. Sartre racionaliza la libertad individual a través del compromiso. Una vida sin

compromiso es una vida desarraigada, afirma, lo que le permitiría al hombre convertirse en

ser histórico y, de paso, así lo quiso, no solamente haría del existencialismo un humanismo,

sino que eventualmente podría llegar a fusionarlo con el marxismo, como se lo propuso en

la Crítica de la Razón Dialéctica. Como dice Sartre en El Existencialismo es un

Humanismo: “No se nace héroe o cobarde, al héroe siempre le es posible dejar de serlo,

como al cobarde superar su condición. Estamos condenados a ser libres: condenados

porque no nos hemos dado a nosotros mismos la libertad, no nos hemos creado, no somos

libres de dejar de ser libres”. Aunque todo hombre está en una situación, nunca ella le

determina, antes bien, la libertad se presenta como el modo de enfrentarse a la situación (al

entorno, el prójimo, el pasado). Esta idea sartreana tiene dos importantes consecuencias:

hace al hombre radicalmente responsable y hace del Existencialismo una Filosofía de la

Acción.-

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