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DIRECTORIO NACIONAL DE CATEQUESIS Documento de trabajo Conferencia Episcopal de Colombia Departamento de Catequesis

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Directorio nacional de catequesis

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DIRECTORIO NACIONAL

DE CATEQUESIS Documento de trabajo

Conferencia Episcopal de Colombia Departamento de Catequesis

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DIRECTORIO NACIONAL DE CATEQUESIS

PRESENTACION I. LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA INICIACION CRISTIANA INTEGRAL A. La catequesis en el proceso de itinerario de formación del discípulo misionero B. Primera etapa: etapa de acción misionera C. Segunda etapa: etapa de acción catecumenal e iniciatoria D. Tercera etapa: etapa de acción pastoral, de presencia y de servicio E. Lo propio de la catequesis en este proceso F. La catequesis: una función o forma del Ministerio de la Palabra II. TENDENCIAS Y CAMINOS DE RENOVACION EN LA CATEQUESIS A. La misión de siempre en un nuevo contexto B. Redescubrir la misión C. Contexto misionero y transformación del sistema de transmitir la fe D. Asumir el problema de la iniciación cristiana E. Qué clase de problema es la iniciación cristiana F. Se necesita un nuevo paradigma en la catequesis G. Cómo construir y entender este nuevo paradigma de la catequesis H. Nuevos enfoques desde la misionología I. Itinerarios diversificados J. Misión, catequesis y religiosidad popular K. La opción por la catequesis de adultos L. “Los lugares” de la catequesis” desde una perspectiva misionera N. Perspectiva misionera de la acción con las familias Ñ. Renovación de la parroquia O. La parroquia debe ser comunidad misionera P. La comunidad parroquial es comunidad que inicia en la fe III. PRINCIPIOS DE RENOVACION DE LA CATEQUESIS A. Necesidad de no dar por supuesta la conversión B. Todo a partir de, en y con la comunidad C. Hacer de la iniciación cristiana un verdadero proceso D. Fortalecer la formación religiosa de la familia y en la familia E. Pastoral del bautismo para bautizados F. Unidad de los sacramentos en el proceso de iniciación cristiana G. Inspirar la catequesis en el catecumenado H. Prestar atención especial a la formación de los agentes de la iniciación I. Primer anuncio y catequesis: una relación definitiva J. Educar a una fe adulta y madura

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PRESENTACION

1. La Quinta Conferencia del Episcopado Latinoamericano, reunida en la ciudad brasileña de Aparecida, asume el compromiso de una gran misión en todo el Continente. La cual va a exigir profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero (DA 362)1.

2. El reto fundamental que afronta la Iglesia en el Continente Latinoamericano es mostrar la capacidad que tiene para promover y formar discípulos misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo (DA 14).

3. Al asumir este compromiso por la formación de discípulos y misioneros, la Conferencia de Aparecida, invita a atender con más cuidado las etapas del primer anuncio, la iniciación cristiana y la maduración de la fe (Aparecida mensaje final).

4. De hecho, Aparecida dedica gran parte de su reflexión teológico pastoral a la descripción del itinerario formativo de los discípulos misioneros. Proceso que hunde sus raíces en la naturaleza dinámica de la persona (DA 277) y en la dinámica misma del proceso de fe y de conversión (DGC 53-57)2.

5. Cinco aspectos destaca el documento conclusivo de Aparecida, como fundamentales en el proceso de formación del discípulo misionero, todos ellos presentes de diversas maneras en las etapas del camino, por lo que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí. Estos son: el encuentro con Jesucristo, la conversión, el discipulado, la comunión y la misión.

6. Mirada especial la dedica las conclusiones de Aparecida a la iniciación a la vida cristiana y a la catequesis. Reconoce que aquí se juega en mucho el rostro de una Iglesia renovada y misionera, ya que en muchas partes la iniciación ha sido pobre o fragmentada. Razón por la cual, afirma que su renovación es un gran desafío que se ha de afrontar con decisión, valentía y creatividad (DA 287).

7. De cara a la renovación y conversión pastoral en el campo de la catequesis asume como opción para todo el Continente la dinámica catequética de la iniciación cristiana, como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana (DA 294).

8. Con esta opción, se subraya algo ya dicho por el Catecismo de la Iglesia Católica y que confirma la misma historia de la catequesis: “Los periodos de renovación de la Iglesia son también tiempos fuertes de la catequesis” (CEC 8)3.

1 CELAM. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6) (13-31 mayo 2007). En adelante se citará con las letras DA. 2 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO. Directorio General para la Catequesis (25 agosto 1997). En adelante se citará con las letras DGC. 3 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO. Catecismo de la Iglesia Católica (11 octubre 1992). En delante de citará con las letras CEC.

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Pues ahora que la Iglesia del Continente es llamada a una profunda conversión pastoral en perspectiva misionera, es la oportunidad para que la acción catequística en nuestro continente y en nuestro país continué en ese profundo esfuerzo de renovación, impulsado por el Concilio Vaticano II, las anteriores cuatro Conferencias Generales del Episcopado, el actual Directorio General para la Catequesis y las reflexiones propias de nuestros pastores, escuelas de formación y agentes de la catequesis.

9. El presente Directorio Nacional quiere ser un aporte a los actuales intentos de renovación existentes en nuestro país. Hace suyas las opciones del Directorio General para la Catequesis y de Aparecida, al entender la catequesis como una función o forma del ministerio de la palabra al servicio de la iniciación cristiana integral (DGC 63 – 68). De este modo, tal como lo solicita el mensaje final de Aparecida, presta atención especial a la etapa de la iniciación cristiana, comprendiendo su relación con la etapa del primer anuncio y de maduración en la fe.

10. Acoge el llamado de Aparecida a imaginar, a ser creativos, a pensar nuevas perspectivas y formas de acción (DA 286). Por ello se apoya y asume la riqueza del Magisterio de la Iglesia sobre la catequesis, como fue dicho. Pero también, con una mirada creyente sobre la realidad social, política y eclesial, intenta reconocer las tendencias y caminos de renovación provenientes de otros contextos eclesiales, como de los nuestros.

11. Su opción fundamental para la renovación de la catequesis en nuestro país es comprenderla como una acción al servicio de la iniciación cristiana integral. Y lo hace, porque así se entiende mejor la tarea propia de la catequesis en la formación de discípulos y misioneros de Jesucristo. Dado que su tarea, en el conjunto de la dinámica evangelizadora, consiste en propiciar una viva, explicita y operante profesión de fe (DGC 66).

12. Con el actual Directorio General para la catequesis, comparte que el primero, y uno de los más graves problemas de la catequesis hoy, tiene que ver con su concepción. Que como escuela de fe, como aprendizaje y entrenamiento de toda la vida cristiana, no ha penetrado plenamente en la conciencia de los catequistas (DGC 30).

13. De esta manera de entender la catequesis trata el presente Directorio. Se coloca así en la línea de renovación de la catequesis, característica de la Iglesia universal hoy. Son muchos los documentos del Magisterio universal, de algunos episcopados y bien variados los estudios pastorales, que solicitan este modo de comprender la catequesis como el suyo propio. Recuperando así lo más original y específico de la catequesis desde los orígenes del cristianismo: estar al servicio de la iniciación cristiana a modo de un catecumenado.

14. El aporte a la misión continental por parte de la catequesis, es hacer que ella sea lo que en verdad está llamada a ser: una acción educativa al servicio de la iniciación cristiana. Por eso, ante las actuales tendencias de renovación, lo mejor

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es aprender de la Iglesia en su práctica milenaria y hacer de la catequesis hoy un catecumenado. Sea en la forma de catecumenado bautismal para los no bautizados, sea en la forma de catecumenado postbautismal para los bautizados no suficientemente catequizados (DA 288).

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CAPITULO I LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA

INICIACION CRISTIANA INTEGRAL

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15. Afirma un documento catequístico latinoamericano, escrito a la luz del actual Directorio General para la Catequesis: “Es preciso que los catequistas identifiquen adecuadamente la naturaleza de la catequesis y la de su propia misión, a fin de no confundirla con otras acciones pastorales ni pretender de la catequesis acciones que no le correspondan” (CAL 217)4. Esto significa que la catequesis, aunque es acción importante y fundamental en la globalidad del proceso de evangelización, no se identifica con todo el proceso ni se confunde con todas las acciones que lo conforman. Pero si ha de guardar relación estrecha con ellas, ya que las etapas del proceso no son estancos cerrados.

16. Es tan importante el concepto de catequesis que el mismo Directorio de Catequesis hace notar cómo su concepción “condiciona profundamente la selección y organización de sus contenidos (cognoscitivos, experienciales, comportamentales), precisa sus destinatarios y define la pedagogía que se requiere para la consecución de sus objetivos” (DGC 35)

17. Desde los conceptos de Revelación y Evangelización, la catequesis se comprende y se entiende hoy día como una etapa de la evangelización y como una función o forma del ministerio de la palabra. En ambos casos, su tarea específica es estar al servicio de la Iniciación cristiana integral. Y ello es lo que la hace diferente a las otras acciones evangelizadoras, pero al mismo tiempo complementario con ellas.

A. La catequesis en el proceso de itinerario de formación del discípulo misionero

18. El magisterio reciente de la Iglesia insiste en que la tarea propia de la Iglesia es la evangelización (EN 14)5, esto es, “llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad” (EN 18). El Directorio General para la catequesis no sólo retoma este concepto de evangelización, sino que además subraya la necesidad de que los agentes de la evangelización operemos desde una “visión global” de la misma, identificándola con el conjunto de la misión de la Iglesia (DGC 46).

19. Según esto, señala el Directorio, "hemos de concebir la evangelización como el proceso, por el que la Iglesia, movida por el Espíritu Santo, anuncia y difunde el Evangelio en todo el mundo, de tal modo que ella: a) impulsada por la caridad, impregna y transforma todo el orden temporal, asumiendo y renovando las culturas; b) da testimonio entre los pueblos de la nueva manera de ser y de vivir que caracteriza a los cristianos; c) proclama explícitamente el Evangelio, mediante el primer anuncio, llamando a la conversión; d) inicia en la fe y vida cristiana, mediante la catequesis y los sacramentos de iniciación, a los que se convierten a 4 CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. La catequesis en América Latina. Orientaciones comunes a la luz del directorio general para la catequesis ( 19 marzo 1999). En adelante se citará con las letras CAL. 5 PABLO VI. Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi (8 diciembre 1975). En adelante se citará con las letras EN.

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Jesucristo, o a los que reemprenden el camino de su seguimiento, incorporando a unos y reconduciendo a otros a la comunidad cristiana; e) alimenta constantemente el don de la comunión en los fieles mediante la educación permanente en la fe (homilía, otras formas del ministerio de la palabra), los sacramentos y el ejercicio de la caridad; f) suscita continuamente la misión, al enviar a todos los discípulos de Cristo a anunciar el Evangelio, con palabras y obras, por todo el mundo" (DGC 48).

20. El Directorio retoma así la dinámica del proceso de evangelización señalado en su momento por el Decreto del Concilio Vaticano II "Ad gentes", en los siguientes términos: a) testimonio cristiano; b) diálogo y presencia de la caridad; c) anuncio del Evangelio y llamada a la conversión; d) catecumenado e iniciación cristiana, e) formación de la comunidad cristiana, por medio de los sacramentos con sus ministerios. (AG 12-18)6.

21. Ad gentes distingue de este modo tres momentos o etapas en el proceso evangelizador: situaciones iniciales, desarrollos graduales y camino hacia la perfección. A cada una de ellas le corresponde una acción educativa propia, pues se orientan a dar el alimento adecuado al crecimiento de la fe en su situación concreta y a acompañar el proceso permanente de conversión. De modo tal que al momento de situaciones iniciales le corresponde la acción de primer anuncio; al de desarrollo gradual la acción catecumenal de iniciación cristiana; y a la de madurez las diversas acciones de educación permanente en la fe.

22. Nosotros estamos acostumbramos a ver la evangelización como algo estático. Hemos de superar esta visión y entenderla como un proceso que está al servicio de la conversión permanente y del crecimiento continuo en la fe, tanto de las personas como de las comunidades, ya sea para suscitarla, fundamentarla o alimentarla. Y ello porque la fe es un don destinado a crecer y madurar en el creyente.

23. “Los elementos de la evangelización tienen una concatenación dinámica, que viene pedida por el nacimiento y crecimiento de la fe. La fe cristiana, en efecto, es una realidad dinámica, que va madurando. La gradualidad de la acción evangelizadora corresponde a las etapas de este nacimiento, crecimiento y maduración en la fe. La gradualidad de la evangelización es signo del respeto de la Iglesia al crecimiento personal del creyente. Su amor maternal desea dar a cada uno el alimento más adecuado a su situación. En modo alguno significa camuflar o silenciar exigencias de la evangelización, sino saber respetar las posibilidades graduales del destinatario, adaptándose al momento en que se encuentra” (Conferencia Episcopal Española, Catequesis de adultos, 37)7.

24. El proceso de evangelización que es único e idéntico en todas partes y en todas las condiciones, aunque no se realice del mismo modo según las 6 CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Decreto sobre la acción misionera de la Iglesia Ad gentes (7 diciembre 1965). En adelante se citará con las letras AG. 7 COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS. Catequesis de adultos. Orientaciones pastorales. 1990

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circunstancias, se despliega, de acuerdo con lo señalado, con una dinámica particular, estructurada por etapas o momentos esenciales, a saber: a) la acción misionera para los no creyentes, para otros creyentes, para los que viven en la indiferencia religiosa y para los bautizados no convertidos de toda edad; b) la acción catequética o catecumenal, de iniciación para los que optan por el Evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación; c) la acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros, en el seno de la comunidad (DGC 49).

B. Primera etapa: etapa de acción misionera

25. El Ministerio de la Palabra es elemento fundamental de la evangelización y se ejerce de forma múltiple. En la etapa de acción misionera este ministerio se ejerce a través de la acción de convocatoria y llamada a la fe. Esta es la función que más inmediatamente se desprende del mandato misionero de Jesús. Se realiza mediante "el primer anuncio", dirigido a los no creyentes, a aquellos que han hecho una opción de increencia, a los bautizados que viven al margen de la vida cristiana, a los indiferentes, a los alejados, a los que pertenecen a otras religiones. El despertar religioso de los niños, en las familias cristianas, es también una forma eminente de esta función (DGC 51).

26. El primer anuncio tiene la función de anunciar el evangelio y llamar a la conversión. El interés por el Evangelio y la conversión, que brotan como consecuencia del primer anuncio, necesitan de un tiempo de búsqueda, para llegar a ser una opción firme. Esta conversión, así sea inicial, lleva consigo la adhesión a Jesucristo y la voluntad de caminar en su seguimiento. Como "sobre esta opción fundamental descansa todo el edificio de la vida cristiana", todo el proceso de crecimiento personal y comunitario, la catequesis de iniciación en la segunda etapa y la acción pastoral en la tercera etapa, han de apoyarse en ella. Pues como lo señala repetidamente el Directorio General para la Catequesis "sólo a partir de la conversión y contando con la actitud interior de "el que crea", la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación en la fe" (DGC 62).

27. No podemos dar por supuesta la acción de primer anuncio. Por el contrario, en el actual contexto misionero, la vinculación entre el anuncio misionero, que trata de suscitar la fe, y la catequesis de iniciación, que busca fundamentarla, es decisiva en la evangelización. Hoy la catequesis debe ser vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio misionero eficaz (DGC 277).

28. La acción de primer anuncio es una etapa insustituible en el proceso de evangelización. Si en contextos anteriores la dimos por supuesta o nos la saltamos, actualmente ha de recobrar su vitalidad e importancia. Ha de ser entendida como el primer paso pedagógico necesario en la educación en la fe. Tan importante es, que así como existen procesos institucionalizados de catequesis y de acción pastoral, han de construirse procesos institucionalizados de acción misionera. Y ello exige de parte nuestra dejar de ver la acción misionera como una acción marginal o exclusiva de algún grupo. Ha de ser entendida como

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la acción más directa del mandato misionero de Jesús. La misión es propia de la naturaleza de la Iglesia.

29. La Conferencia de Aparecida es clara al respecto. El Kerigma forma parte substancial de la iniciación cristiana. “Sólo desde el Kerigma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera” (DA 278). Es factor imprescindible del proceso de formación de discípulos misioneros (DA 279). El anuncio del Kerigma favorece el encuentro con Jesucristo y la conversión. Bases del discipulado, la comunión y la misión.

30. Recoge así la quinta Conferencia en sus conclusiones los aportes de la tercera semana latinoamericana de catequesis, celebrada en Bogotá en mayo de 2006. La cual reconoce al Kerigma como elemento medular del ser y del quehacer de la Iglesia. Con lo cual, no sólo señala su importancia, sino también los graves problemas que trae para la catequesis y la acción pastoral su vacio o ausencia. Lo que le lleva a afirmar, algo que nosotros en nuestro país, de cara a la renovación de la catequesis y de nuestras comunidades no podemos olvidar: “es necesario que las Iglesias Particulares tomen la acción misionera, el primer anuncio y el kerigma como línea programática de sus planes pastorales en orden a una auténtica renovación de toda la pastoral, especialmente de la catequesis, pues, “la renovación catequética debe cimentarse sobre esta evangelización misionera previa” (25)8.

C. Segunda etapa: etapa de acción catecumenal e iniciatoria

30. La iniciación cristiana es elemento fundamental en el proceso de formación del discípulo. De hecho, sin ella, no habría discípulos misioneros de Jesucristo, tal como lo reconoce el Catecismo de la Iglesia Católica: “Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación” (CEC 1229).

31. El mismo Catecismo reconoce que esta iniciación ha variado mucho a lo largo de los siglos y según las circunstancias (CEC 1230). Hoy se pide una recuperación de los procesos catecumenales, que caracterizaron la práctica iniciatoria de la Iglesia en los primeros siglos.

32. En la pedagogía catequética, afirma la tercera semana latinoamericana de catequesis, se entiende por Iniciación Cristiana el proceso extendido en el tiempo en el cual, el convertido, recibe la instrucción evangélica y se ejercita para conformar su vida al estilo del Evangelio en fidelidad a la iniciativa divina y se introduce en la vida nueva del Señor Resucitado por el bautismo, la confirmación y la eucaristía en la comunidad eclesial y también en el mundo.

33. La Iniciación cristiana integral en orden a una operante y explícita profesión de fe, es tarea de la segunda etapa de la evangelización, llamada precisamente como etapa catecumenal e iniciatoria.

8 CELAM. III Semana Latinoamericana de Catequesis (1-6 mayo 2006)

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34. La etapa iniciatoria o catecumenal, es aquella acción por la que quien se ha convertido y aceptado la fe es introducido a la Iglesia por medio de la catequesis, por la participación en los sacramentos, por los comportamientos morales, por el vínculo con la comunidad, por el servicio a los pobres y el testimonio que brotan de su incorporación. Es el momento de la iniciación cristiana, que comprende la iniciación en todo lo que la Iglesia es para adherirse plenamente a ella: la palabra, el servicio, la celebración, la vida comunitaria y la misión.

35. En esta etapa, la Iglesia ejerce la función de iniciación. Ella realiza esta función, fundamentalmente, por medio de la catequesis, en íntima conexión con los sacramentos de la iniciación, tanto si van a ser recibidos como si ya se han recibido.

36. Formas importantes de esta función son: la catequesis de adultos y jóvenes no bautizados, en el catecumenado; la catequesis de adultos bautizados que desean volver a la fe, o de los que necesitan completar su iniciación cristiana; la catequesis de los niños, adolescentes y jóvenes (DGC 51). En este sentido, toda Iglesia particular, en orden ante todo a una adecuada iniciación cristiana, debe ofrecer un triple servicio: a) un proceso de iniciación cristiana, unitario y coherente, para niños, adolescentes y jóvenes en íntima conexión con los sacramentos de la iniciación ya recibidos o por recibir; y b) un proceso de catequesis para adultos, ofrecido a aquellos que necesitan ser iniciados mediante el catecumenado de adultos; y c) un proceso de catequesis para adultos que necesitan ser reiniciados o completar su iniciación. (DGC 274).

37. La catequesis de iniciación es el eslabón necesario entre la acción misionera, que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la comunidad cristiana. No es, por tanto, una acción facultativa, sino una acción básica y fundamental en la construcción tanto de la personalidad del discípulo como de la comunidad. Sin ella la acción misionera no tendría continuidad y sería infecunda. Sin ella la acción pastoral no tendría raíces y sería superficial y confusa: cualquier tormenta desmoronaría todo el edificio. En este sentido, la catequesis debe ser considerada momento prioritario de la evangelización (DGC 64).

38. El momento de la catequesis es el que corresponde al período en que se estructura la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a esa primera adhesión. Los convertidos, mediante, una enseñanza y aprendizaje convenientemente prolongado de toda la vida cristiana, son iniciados en el misterio de salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, en efecto, de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana. (DGC 63)

39. La catequesis es, así, elemento fundamental de la iniciación cristiana y está estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación, especialmente al Bautismo, sacramento de la fe. El eslabón que une a la catequesis con el Bautismo es la profesión de fe, que es, a un tiempo, elemento interior de ese sacramento y meta de la catequesis. La finalidad de la catequesis consiste en propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe. O lo que el Papa llama en

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el documento los fieles laicos, formación de comunidades maduras y de fieles laicos maduros, “en las cuales la fe consiga liberar y realizar todo su originario significado de adhesión a la persona de Cristo y a su Evangelio, de encuentro y de comunión sacramental con El, de existencia vivida en la caridad y en el servicio" (ChL 34)9. En otras palabras, cristianos con hondo sentido de su identidad de bautizados, de creyentes y miembros de la Iglesia, abiertos y en diálogo con el mundo.

40. En la actualidad la iniciación cristiana tiene una importancia primordial, tanto del punto de vista teológico como pastoral. Y no sólo por las dificultades por las que atraviesa o por los problemas que encontramos en su aplicación concreta. Si no, y por sobre todo, porque es ella el momento en que se estructura la personalidad del discípulo misionero de Jesucristo, es la etapa en que se fundamenta la vida cristiana.

41. Además, dada la necesidad de no saltarnos y de no dar por supuesta la acción misionera, así como de llevar a cabo la acción de primer anuncio de modo institucionalizado, la iniciación cristiana y la catequesis que la acompaña, se presenta como su consecuencia y continuidad necesaria. Unida de este modo tan estrecho y en necesaria coordinación con la acción misionera previa, la catequesis será asumida por nosotros como acción de iniciación, superando de este modo la mentalidad tan común que la reduce a su tarea presacramental o a la simple instrucción.

D. Tercera etapa: etapa de acción pastoral, de presencia y de servicio

42. El término acción pastoral lo entendemos en sentido estricto, del mismo modo como lo comprende el actual Directorio General para la Catequesis. Significa la tercera etapa de la evangelización dirigida a los fieles de la comunidad cristiana ya iniciados en la fe. No se le considera, entonces, en sentido amplio: como sinónimo de la acción evangelizadora de la Iglesia.

43. La etapa de acción pastoral se dirige a los cristianos ya iniciados en los elementos básicos, que necesitan alimentar y madurar constantemente su fe a lo largo toda la vida. Es posterior a su educación básica (etapa catequético - iniciatoria) y la supone. Como etapa de educación permanente en la fe, tiene el carácter de ser alimento constante que todo organismo adulto necesita para vivir (DGC 57). Se dirige no sólo a cada cristiano, para acompañarle en el camino hacia la santidad, sino también a toda la comunidad cristiana como tal, para que vaya madurando tanto en su vida interna de amor a Dios y de amor fraterno, cuanto en su apertura al mundo como comunidad misionera (DGC 70).

44. La meta de todo el proceso de evangelización consiste en que "el bautizado, impulsado siempre por el Espíritu Santo, alimentado por los sacramentos, la oración y el ejercicio de la caridad, y ayudado por las múltiples formas de educación permanente en la fe, busca hacer suyo el deseo de Cristo: “Ustedes 9 JUAN PABLO II. Exhortación apostólica post-sinodal Christifideles laici (30 diciembre 1988). En adelante se citará con las letras ChL.

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sean perfectos como su Padre Celestial es perfecto” (Mt 5,48). Es la llamada a la plenitud que se dirige a todo bautizado" (DGC 57).

45. Tarea de la educación permanente en la fe, en la etapa de la acción pastoral, consiste en ayudar a madurar esa profesión de fe continuamente, a proclamarla en la Eucaristía y a renovar los compromisos que implica. Para favorecer tal proceso, se necesita de una comunidad cristiana que acoja a los iniciados para fortalecerlos y sostenerlos en la fe, de una comunidad en la que ellos puedan celebrar, anunciar, vivir y compartir la fe. De modo tal que el acompañamiento que ejerce la comunidad en favor del que se inicia, se transforma en plena integración del mismo en la comunidad, de modo afectivo y efectivo.

46. Es posible distinguir entonces, entre dos tipos complementarios de formación del cristiano: la formación inicial o catecumenal que es la catequesis (con sus características: orgánica, sistemática, esencial, fundamental, integral) y la formación permanente o continua.

47. La primera es la formación unida al proceso catecumenal, la que va desde la primera conversión hasta la integración plena en la vida de la comunidad. La segunda, basada en la anterior, continúa el desarrollo de la vida cristiana durante la etapa pastoral de la evangelización.

48. Hacemos esta distinción en orden a una mayor y mejor claridad conceptual de lo que se entiende por catequesis, en orden también, naturalmente, a una renovación de nuestra práctica catequética, para hacer de ella un instrumento serio al servicio de los procesos de iniciación cristiana. Y lo hacemos asumiendo lo enseñado por el actual Directorio General para la Catequesis, que señala lo siguiente: la expresión catequesis permanente es legítima siempre y cuando que no se relativice el carácter prioritario, fundante, estructurante y específico de la catequesis en cuanto iniciación básica. Este término, el de catequesis permanente, ha de ser entendido, principalmente, como un segundo grado de catequesis, posterior a la catequesis de iniciación, y no como la totalidad de la acción catequizadora.10

49. Pensar así nos permite una acción catequística que supera tanto su reducción conceptual, como si se tratara de una acción meramente presacramental, y la confusión de la catequesis con las demás acciones propias de la etapa de la acción pastoral. Nos permite, en últimas, recobrar para la catequesis en nuestro país, lo que ella verdaderamente está llamada a ser y hacer: ponerse al servicio de la iniciación cristiana integral. Favorece, además, el tomar mayor conciencia de tres problemas que aún no son tan claros entre nosotros. Ante todo, el notar los graves problemas educativos que produce la ausencia de acciones de primer anuncio. Segundo, todos aquellos relacionados con los deficientes procesos de iniciación cristiana. Y tercero, los relacionados con nuestros modos de ser y de hacer comunidad cristiana. 10Cf. nota 64 al pie de página del número 51 del DGC.

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50. A este respecto, hay que reconocer que en la etapa de acción pastoral también encontramos actualmente vacíos y dificultades. No por la variedad y cantidad de acciones, pues es un hecho que son muchas y diversas, y en ocasiones hasta desarticuladas. Los problemas se dan sobre todo en el vacío comunitario que distingue nuestra pastoral. Es un hecho que no siempre existe un claro vínculo comunitario de quien solicita catequesis. Es claro también, que la comunidad no acompaña los procesos de iniciación, así como también es un hecho que no todos los procesos, cuando los hay, desembocan en la comunidad. Característico de este fenómeno es encontrar entre nosotros creyentes sin comunidad, sin ningún vínculo ni afectivo ni efectivo con ella, con poco sentido de Iglesia y de ser Iglesia, con escaso sentido de participación en su ser y en su misión.

E. Lo propio de la catequesis en este proceso

51. La iniciación cristiana es el proceso de inserción en el misterio de Cristo muerto y resucitado y en la Iglesia, por medio de la fe y de los sacramentos. Como lo afirma el Directorio General para la Catequesis, se lleva a cabo mediante la catequesis y la liturgia íntimamente unidas entre sí: "La catequesis es el elemento fundamental de la iniciación cristiana y está estrechamente vinculada a los sacramentos, especialmente al Bautismo, sacramento de la fe" (DGC 66).

52. Palabra (itinerario catequético), sacramento, conversión como adhesión libre y sincera y la opción por los pobres, son los aspectos irrenunciables de los procesos de iniciación cristiana.

53. Mediante los sacramentos de iniciación el ser humano es vinculado a Cristo y asimilado a Él en el ser y en el obrar, introduciéndole en la comunión trinitaria y en la Iglesia. Mediante el itinerario catequético, que precede, acompaña o sigue a la celebración de los sacramentos, el catequizando descubre a Dios y se entrega a El, crece en el conocimiento del misterio de Cristo y avanza en el aprendizaje global de la vida cristiana.

54. La catequesis, de acuerdo con lo enseñado por el actual Directorio para la Catequesis, tiene como fin la iniciación cristiana integral. Es cierto que una parte de la catequesis está destinada a la preparación inmediata de los sacramentos que se van a recibir, pero ella no es su finalidad única y última, sino la plena incorporación con el Misterio de Cristo, el Misterio de Dios Trino y el Misterio de la Iglesia.

55. Lo propio de la catequesis es la iniciación global y sistemática en la fe de la Iglesia. Es un periodo intensivo y suficientemente prolongado de formación cristiana integral y fundamental. Por ser global, la catequesis está abierta a todos los aspectos de la vida cristiana y tiene que ser iniciación en todos ellos.

56. La catequesis ha de iniciar en la totalidad de la fe de la Iglesia: "La finalidad de la catequesis se realiza a través de diversas tareas, mutuamente implicadas (...). Las tareas de la catequesis corresponden a la educación de las diferentes dimensiones de la fe, ya que la catequesis es una formación cristiana integral,

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abierta a todas las esferas de la vida cristiana. En virtud de su misma dinámica interna, la fe pide ser conocida, celebrada, vivida y hecha oración. La catequesis debe cultivar cada una de estas dimensiones. Pero la fe se vive en comunidad cristiana y se anuncia en la misión: es una fe compartida y anunciada. Y estas dimensiones deben ser, también, cultivadas por la catequesis" (DGC 84).

57. Todas estas dimensiones en las que educa la catequesis deben ser tenidas en cuenta al momento de la programación de la acción. Como lo señala el Directorio: "todas las tareas son necesarias. Así como para la vitalidad de un organismo humano es necesario que funcionen todos sus órganos, para la maduración de la vida cristiana hay que cultivar todas sus dimensiones (...). Si la catequesis descuidara alguna de ellas, la fe cristiana no alcanzaría todo su crecimiento" (DGC 87).

58. Lo más característico de la catequesis en el conjunto de las acciones eclesiales, es su carácter de explicitación y de profundización, con relación al primer anuncio, al Kerigma y a la conversión inicial; y de iniciación o introducción o fundamentación, en relación con las diversas manifestaciones de la vida cristiana en la Iglesia: la diaconía (el servicio), la koinonia (la comunión y la comunidad), la liturgia y la palabra. En este sentido se pronuncia el Directorio de Catequesis: "El momento de la catequesis es el que corresponde al período en que se estructura la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a esa primera adhesión. Los convertidos, mediante una enseñanza y un aprendizaje convenientemente prolongado de toda la vida cristiana, son iniciados en el misterio de la salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, en efecto, de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana" (DGC 63).

59. Para el actual Directorio de Catequesis, las características propias de la catequesis de iniciación, como momento esencial del proceso de evangelización, que la hacen distinta a las otras formas de educación en la fe, son: a) es una formación orgánica y sistemática de la fe, por lo que no se reduce a lo meramente circunstancial y ocasional; b) esta formación orgánica es más que una enseñanza: es un aprendizaje de toda la vida cristiana, una iniciación cristiana integral; c) es una formación básica, esencial, centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana.

60. Lo propio de la catequesis es la iniciación global y sistemática en la fe de la Iglesia. Por ser iniciación global, la catequesis tiene que estar abierta a la educación de todos los aspectos de la vida cristiana y tiene que ser iniciación en todos ellos. Por ser iniciación sistemática, la catequesis tiene que estar estructurada y ordenada, con pasos definidos, como proceso metodológicamente realizado. Proceso que ha de ser inspirado y elaborado de acuerdo con los elementos más característicos del catecumenado. Pues sólo así la catequesis puede cumplir su tarea de estar al servicio de la iniciación cristiana, superando de este modo su reducción actual a la preparación presacramental.

61. El concepto de catequesis como iniciación cristiana integral o como noviciado de la vida cristiana obedece a la inspiración catecumenal de la misma, retomando así el concepto de catequesis de la Iglesia antigua, razón por la cual el Directorio

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de catequesis insistirá que toda catequesis postbautismal se inspire en esta práctica de la Iglesia de los orígenes (DGC 33.59.88-91).

62. La catequesis es una acción gradual que debe inspirarse en el catecumenado bautismal, hasta el punto que toda catequesis postbautismal debe inspirarse en el catecumenado bautismal, es decir, debe dejarse fecundar por sus principales elementos configuradores (intensidad e integralidad en la formación, gradualidad en etapas bien definidas, responsabilidad de la comunidad cristiana, su vinculación a ritos, símbolos y signos). Sin embargo, hay que decir que entre la catequesis postbautismal y la catequesis prebautismal, hay una diferencia fundamental. Esta diferencia proviene de los sacramentos de iniciación recibidos por los primeros.

63. El catecumenado bautismal o catecumenado antiguo puede ser entendido como una institución eclesial de tipo pastoral orientada a la iniciación cristiana integral en el seno de una comunidad. Se trata de un auténtico camino de conversión, de iluminación y de maduración en la fe, de lucha y crecimiento espiritual, de una progresiva inserción en Cristo y en la Iglesia. No se trata simplemente de transmitir conocimientos o de brindar una preparación previa a la recepción de algún sacramento, sino de llevar al catecúmeno a vivir una vida nueva, la vida Cristo. Por eso no es un proceso reducido ni solo informativo. Es un proceso prolongado, intensivo e integral, pues se orienta a la educación de la personalidad del creyente, a la educación de la mentalidad de fe, y esto no se logra de la noche a la mañana. Es un proceso que incluye formación, transformación e información. Y así ha de ser también nuestra catequesis actual. El reto nuestro en Colombia es hacer de la catequesis un auténtico proceso catecumenal que fundamente y estructura la personalidad de fe y de vida cristiana tanto de los creyentes como de las comunidades.

F. La catequesis: una función o forma del Ministerio de la Palabra

64. De hablar de evangelización como llevar el primer anuncio del evangelio a los que no lo conocían, por medio, ante todo, del ministerio de la palabra, la evangelización ha llegado a comprenderse como el proceso global de la vida de la Iglesia. De este modo, se habla de etapas de la evangelización en el camino hacia la plenitud creyente (acción misionera, acción catequística y acción pastoral) y se contemplan las distintas acciones que la evangelización abarca (ministerio de la palabra, ministerio del servicio, ministerio de la comunión y ministerio de la liturgia).

65. Por la acción pastoral la Iglesia actualiza la acción salvadora de Cristo, de cara a la implantación del Reino. Esta amplia tarea implica diversas acciones, denominadas funciones o mediaciones eclesiales, es decir, ministerios de la Iglesia en diferentes ámbitos de realización. Entre nosotros reciben el nombre de pastoral profética, pastoral social, pastoral litúrgica y pastoral de la comunión.

66. El Ministerio de la Palabra (pastoral profética), en coordinación y articulación con el ministerio del servicio (pastoral social), el ministerio de la liturgia (pastoral

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litúrgica) y el ministerio de la comunión (pastoral de la comunión), es uno de los elementos fundamentales de la evangelización en su etapa de acción pastoral, entendida como la etapa dirigida a los fieles de la comunidad cristiana con el propósito de alimentar continuamente su fe, el don de la comunión y la misión.

67. Las principales funciones del ministerio de la palabra son las siguientes: convocatoria y llamada a la fe, mediante el primer anuncio; la función de iniciación, por medio de la catequesis en íntima conexión con los sacramentos de iniciación cristiana; y la función de educación permanente en la fe.

68. Esta última se realiza a través de formas muy variadas, en las cuales sobresalen, entre otras, la litúrgica en la homilía, el estudio y profundización de la Sagrada Escritura, la lectura cristiana de los acontecimientos y de la sociedad, la profundización sistemática del mensaje cristiano, distintas formas de catequesis ocasional y el estudio de la teología.

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CAPITULO II TENDENCIAS Y CAMINOS DE

RENOVACION EN LA CATEQUESIS

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69. Para Aparecida el reto fundamental que afrontamos es “mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo” (DA 14).

70. Lo cual pide transformar y repensar de modo creativo los actuales procesos de formación de los discípulos misioneros, como darle continuidad a las experiencias exitosas de renovación y conversión pastoral presentes en nuestro país.

71. Pero es también un llamado a transformar la vida de muchos, ambiguamente llamados, bautizados culturales, tradicionales y sociológicos, en discípulos misioneros de Jesucristo. Pide superar las condiciones de muchos bautizados sociológicos, y dar el paso a bautizados por convicción. Asunto que preocupa a Aparecida desde la misma introducción, cuando se pregunta acerca del tipo de fe de los cristianos hoy, y su poca fortaleza y pertinencia para la sociedad de hoy: “No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos y crispados que no convierten la vida de los bautizados” (DA 12). Razón por la cual, señala de nuevo en la introducción, en América Latina y el Caribe, la Iglesia se encuentra ante el desafío “de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor (DA 13).

72. Como quedó dicho, la catequesis es factor de primer orden en la formación seria y autentica de los discípulos misioneros de Jesucristo. Lo que explica la urgencia de revisar en forma constante el modo como la entendemos y la hacemos. Revisión que ha de ir acompañada por una mirada desde la fe de los actuales contextos socioculturales, como de los distintos esfuerzos de renovación de la catequesis, común a la Iglesia universal. Porque los problemas pastorales en torno a la iniciación cristiana no son hoy exclusivos de determinado contexto o lugar, sino que cubre a la Iglesia entera. Lo común para todos son los contextos misioneros de evangelización.

73. Lo que explica el llamado reiterativo en las conclusiones de Aparecida a una evangelización mucho más misionera, a robustecer en todos la conciencia misionera, a organizar un proyecto misionero de evangelización (DA 168 – 169).

74. Para el caso especifico de la catequesis, los llamados a buscar un nuevo paradigma. Que le permita a la catequesis responder de modo adecuado, desde el respeto de su naturaleza en el proceso de evangelización, que como quedó dicho es ser acción educativa al servicio de la iniciación cristiana integral, a los desafíos del momento. Llamado a un nuevo paradigma, que recoge Aparecida cuando dice: “se impone la tarea irrenunciable de ofrecer una modalidad operativa de iniciación cristiana que, además de marcar el qué dé también elementos para el quién, el cómo y el dónde se realiza” (DA 287).

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A. La misión de siempre en un nuevo contexto

75. La Iglesia está llamada a evangelizar. El fin de la evangelización es la formación de discípulos misioneros. Cada una de las etapas del proceso evangelizador con sus acciones especificas, se orientan a este mismo propósito.

76. Hoy las condiciones de evangelización son novedosas. Ya desde hace tiempo hemos sido conscientes de esta realidad. En la Iglesia universal y particular resuena el llamado del Papa Juan Pablo II a una nueva evangelización.

77. La tercera semana latinoamericana de catequesis asume el llamado a vivir el momento con una mirada renovada y esperanzadora, como es característico del discípulo de Jesús. La actual situación misionera “plantea un desafío a la Iglesia católica, a sus pastores y agentes de pastoral, quienes hemos de percibir que América Latina ya no está en una sociedad de cristiandad y, por lo tanto, necesita con urgencia hacer un cambio radical hacia una Iglesia más testimonial y misionera en un continente aún sociológicamente clasificado como de matriz cultural cristiana”.

78. El contexto actual es un contexto de evangelización misionera. Contexto misionero que no es propio y exclusivo de un lugar geográfico, de una región o de un continente. Es común y abarca todos los actuales contextos sociales y eclesiales, también los latinoamericanos. Novedad que solicita y urge un nuevo tipo de presencia de la Iglesia en la sociedad y en la ciudad secular, global, democrática, laica y plural.

79. Dado el contexto de pluralismo religioso, aparece también el desafío de formar cristianos con identidad. Surge también la pregunta por la nueva forma de presencia social del cristianismo, debido a una nueva forma de ser Iglesia sin medio confesional.

80. Hoy el reto es la sociedad urbana, postindustrial y postmoderna, ajena a los modelos tradicionales, de transmisión de la fe. Sociedad profundamente marcada por la competitividad, el consumo, la cultura tecnocrática, científica y crítica; por espacios sociales igualitarios y asimétricos, heterogéneos y eclécticos. Sociedad que exalta la individualidad y la privacidad. Caracterizada por la pérdida a las referencias últimas. Que desconfía de los sistemas de creencias y cuestiona la pretensión de realidades o verdades absolutas. Marcada por la creatividad y la capacidad de innovación, volcada hacia el futuro. No es la sociedad la que ofrece un sentido y unos valores, sino que cada persona opta y se da significado a sí misma. Surge un mundo policéntrico, para algunos sin centro, y complejo.

81. Muchos piensan que no son suficientes los retoques, ni las reformas, ni las adaptaciones. Se requiere una conversión pastoral.

B. Redescubrir la misión

82. El anuncio cristiano ha de darse con esta sociedad, en esta sociedad y para esta sociedad. Situación que le plantea a la Iglesia los problemas básicos de la

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misión cristiana. Contexto que pide, ya no solo un esfuerzo por la nueva evangelización, sino una pastoral misionera, que se construye y se piensa desde el paradigma de la misión ad gentes. Pide una nueva comprensión de la “misión ad gentes”, más allá del criterio geográfico.

83. Aparecida habla de repensar profundamente, de relanzar, de “renovar y de revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros”. (DA 11). Va a insistir en “una evangelización mucho más misionera” (DA 13), de una pastoral misionera, de parroquias misioneras, de comunidades misioneras, de una espiritualidad misionera. Pide procesos constantes de renovación misionera (DA 365). Coloca a la Iglesia Latinoamericana en estado de misión (DA 551). No tanto porque convoque a una gran misión continental (DA 362), sino, y por sobre todo, porque recuerda que el ser de la Iglesia es ser misionera, que en ella todos los bautizados somos discípulos misioneros (DA 347). 84. La misión de la Iglesia es la misión de Jesús. La misión no es un asunto de coyuntura, de los desafíos del momento. La Iglesia no tiene misiones, ella es misionera por naturaleza. “La misión, señala el documento, no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia todos los confines del mundo” (DA 145). 85. Todos estos llamados hacen de la misión el paradigma síntesis del documento de Aparecida. Las razones para ello pueden ser: a) las novedades del contexto; b) asumir las primeras comunidades cristianas como modelo paradigmático de renovación (DA 369); c) la eclesiología del Vaticano II (DA 369); d) abrir la misión ad gentes a nuevas dimensiones. La cual, tomando unas palabras del Papa Benedicto XVI, no se puede seguir definiendo a partir de consideraciones geográficas o jurídicas. Requiere abrirse y ampliarse a las dimensiones sociales, culturales, personales, relacionales. Es decir, a dimensiones más antropológicas. (DA 375).

86. A partir del decreto Ad Gentes del Vaticano II comienza una nueva forma de hacer misionología. Las misiones se comprenden dentro de la única y común misión de toda la Iglesia. Se destaca así el carácter misionero de toda acción eclesial.

87. Se pasa así de una Iglesia que ponía el acento en tener misiones, a una Iglesia que pone el acento en ser toda ella misionera. Y la misionología que era un anexo optativo en el campo pastoral, se trasladó al campo de la teología fundamental. La misionología como teología fundamental se convirtió en el núcleo central del Vaticano II.

88. Con la misión ad gentes como paradigma, se busca hacer realidad el hecho de la profunda transformación del cristianismo: de la superación efectiva del modelo histórico de la cristiandad y de la búsqueda, no utópica sino real, de un modo

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nuevo de ser Iglesia y de ser creyente. Siempre en la fidelidad a la persona de Jesús y a su Evangelio.

89. Es darse cuenta que está desapareciendo un modo de ser Iglesia, de ser cristianos, de hacer cristianos, de hablar de Dios, y que están surgiendo otros modos, cada vez en la dinámica de mayor fidelidad al Evangelio. Asume el problema de fondo y desde la raíz. Responde a las preguntas sobre qué tipo de Iglesia, qué tipo de creyente, hacen falta para esta sociedad.

90. La pastoral en misión desde Ad gentes como perspectiva, no es simplemente un cambio de estrategia. Es un cambio en el modo de pensar, de pensarse como Iglesia, de pensar su misión evangelizadora, de pensar su presencia en el mundo.

91. No se trata de repetir modelos del pasado inmediato, tanto de Iglesia como de creyente. Más bien ha de asumir el fin de un modo particular del cristianismo, que no es para nada el fin del cristianismo. Encontrar un modo nuevo de ser y de pertenecer, según modelo de Jesús y de la Iglesia de los orígenes. De ahí, que la acción misionera en esta nueva situación tenga como destinatarios a bautizados, bautizados alejados y no bautizados de toda edad. Pero no solo para seguir creyendo o para volver a creer, sino para creer de otra manera.

C. Contexto misionero y transformación del sistema de transmitir la fe

92. En América Latina y en Colombia, como en contextos más secularizados, es cada vez más difícil evangelizar a través de las estructuras, cultura y familia: “Los cambios culturales dificultan la transmisión de la fe por parte de la familia y de la sociedad” (DA 100). 93. Para Aparecida, dicha situación hace parte de un problema social y cultural más grande, relacionado con las dificultades de todo el proceso de socialización: “Nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado. Ello afecta, incluso, a ese núcleo más profundo de cada cultura, constituido por la experiencia religiosa, que resulta ahora igualmente difícil de transmitir a través de la educación y de la belleza de las expresiones culturales, alcanzando aun a la misma familia que, como lugar de dialogo y de solidaridad intergeneracional, había sido uno de los vehículos más importantes en la transmisión de la fe” (DA 39). 94. A ello se suma el apego de la parroquia a la pastoral rutinaria, poco comunitaria y misionera, no obstante los esfuerzos de renovación característicos hoy en el mundo y en nuestro país. Apegos que “se notan en actitudes de miedo a la pastoral urbana; en las tendencias a encerrarse en los métodos antiguos y de tomar una actitud de defensa ante la nueva cultura, de sentimientos de impotencia ante las grandes dificultades de las ciudades” (DA 513). 95. Razón por la cual, la transmisión en la fe ha de asumir una lógica nueva, o hacerse a partir de un nuevo paradigma. No se puede seguir con actitudes y planteamientos propios de otro tiempo. Como lo señalan diversos estudios, no se

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puede continuar evangelizando como si todavía estuviésemos en una sociedad cristiana, usando procedimientos de transmisión de la fe que eran válidos sobre todo en aquella sociedad.

96. La crisis de socialización cristiana o de transmisión de la fe pide un replanteamiento radical del proceso mismo de la transmisión religiosa. “El punto álgido está en dejar una forma de evangelización que cuadraba bien para una sociedad cristiana, y reemprender o volver a una actitud de evangelización misionera”. Asumir formas nuevas y plurales que son respetuosas del proceso de secularización y de la personalización y libertad que debe caracterizar el acto de fe. 97. La Iglesia ha de asumir un modo nuevo de anunciar la fe; modo nuevo que un documento del episcopado francés resume en la formula “de lo heredado a lo propuesto”. La fe ya no se transmite de forma automática.

98. Todo ello explica el interés actual en campo de la pedagogía religiosa por la conversión, el primer anuncio, el Kerigma, el catecumenado, la iniciación cristiana. La conversión es considerada, junto con la fragilidad de las comunidades, una de las piedras de toque de toda nuestra acción pastoral. Pues los fracasos pastorales, tienen que ver mucho con el no edificar sobre la conversión. La conversión es la raíz sin la cual todos los demás esfuerzos resultan artificiales.

99. Se puede decir que Aparecida puede llevar a la Iglesia del continente a superar un supuesto con el cual se ha trabajado hasta ahora y que impide que la pastoral sea auténticamente misionera: el dar por supuesta la conversión. A asumir lo ya pedido en su momento por el Directorio General para la Catequesis: “Hoy la catequesis debe ser vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio misionero eficaz” (DGC 276). Pues, “sólo a partir de la conversión, contando con la actitud interior de “el que crea”, la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea de educación en la fe” (DGC 62)

100. Todo lo anterior explica el llamado de Aparecida a la conversión pastoral. Conversión pastoral que ha de realizarse desde una perspectiva misionera. Perspectiva que incide en todos los campos de la evangelización. Para el caso de la catequesis, pide que ella se entienda como una acción educativa al servicio de la iniciación cristiana integral. Y para lograrlo debe inspirarse en los criterios del catecumenado. A saber: ser consecuencia del anuncio misionero, explicitar la conversión y realizarse en un ambiente comunitario. D. Asumir el problema de la iniciación cristiana

101. Toda esta realidad de transformación que pone en crisis los procesos de socialización incluyendo los religiosos y de fe, exige de parte nuestra un esfuerzo sincero y serio de renovación de la catequesis presacramental, hacia procesos de iniciación cristiana. Pues la iniciación cristiana, está en el origen no sólo de la vida

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de la fe personal de cada uno de los cristianos, sino también de la vida de la comunidad de fe.

102. Son muchos los factores de orden social, cultural y eclesial que exigen de nosotros revisar la forma como llevamos a cabo actualmente la catequesis. Somos conscientes que el proceso de iniciación se presenta entre nosotros más como un ideal a alcanzar, que como realidad pastoral.

103. Nuestra realidad nos muestra que hacemos una serie de acciones diversas pero no implicadas entre sí. Si bien es cierto que en su gran mayoría son acciones propias de la función de iniciación, como catequesis presacramentales, formación de padres y padrinos, generalmente no existe articulación entre ellas.

104. Limitándonos al campo de la catequesis, varias afirmaciones de Aparecida invitan a las comunidades cristianas a renovarla en profundidad, a asumir con creatividad e imaginación nuevas formas y posibilidades (DA 286), que superen la situación pobre y fragmentada de la iniciación cristiana, considerando todos los elementos de la misma: el qué, el para quién, el cómo y el dónde se realiza (DA 287).

105. Opción de base y fundamental en este sentido es la iniciación cristiana, el catecumenado y la inspiración catecumenal de la catequesis. Aparecida es reiterativa en este sentido: “Es necesario asumir la dinámica catequética de la iniciación cristiana” (DA 291); “sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de iniciación cristiana que comience por el kerigma” (289), “proponemos que el proceso catequístico formativo adoptado por la Iglesia para la iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y como la catequesis básica y fundamental” (DA 294).

106. Con esta opción, Aparecida coloca a la Iglesia del Continente a la par con la búsqueda común de la Iglesia universal en el campo de la catequesis. También la invita a recuperar y a estimular, el modo como la Iglesia de los orígenes entendía y hacia la catequesis y hacía cristianos: a modo de un catecumenado. 107. La reflexión universal en torno a la iniciación cristiana y la catequesis, gira alrededor de aspectos como el redescubrimiento de la misión, la primacía de acciones de primera evangelización y primer anuncio, el catecumenado bautismal, la inspiración catecumenal de la catequesis, kerigma e iniciación cristiana, educar y acompañar la conversión, la renovación comunitaria de la catequesis, la renovación misionera y comunitaria de las parroquias, y la diversidad, apertura y flexibilidad de los procesos, catequesis descompartimentada y catequesis intergeneracional. Elementos todos que han de entrar en consideración a la hora de pensar en un nuevo paradigma para la catequesis hoy, en los esfuerzos de renovación iniciados o por iniciar y en la formación de agentes.

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E. Qué clase de problema es la iniciación cristiana

108. En la actualidad, la iniciación cristiana y la catequesis que la acompaña, revisten gran importancia pastoral en la tarea de la Iglesia, tanto que toda opción por la pastoral misionera se juega no sólo en la necesidad de articular primera evangelización y catequesis, sino también en la urgencia de realizar procesos articulados de iniciación cristiana, tal como lo señalamos antes asumiendo las enseñanzas del Directorio General para la Catequesis.

109. La renovación de la pastoral de la iniciación cristiana, es pues necesaria en la Iglesia de hoy. En ámbitos teológicos y pastorales de distinta índole se advierte y se señala esta necesidad. Las razones que se aducen son de distinto tipo: cambio del entorno sociocultural, deficiencias de la familia en la educación cristiana de los hijos, la reducción de la catequesis a la mera instrucción, la falta de auténticas comunidades de fe y la desarticulación de los procesos. A pesar de los muchos y variados intentos de renovación de la catequesis, en muchos casos no se llevan a cabo verdaderos procesos de iniciación cristiana integral.

110. De lo que se trata es de revisar y de replantearnos todo el proceso de hacerse cristiano en su conjunto, en lo que respecta a su planteamiento, sus diversas fases, articulaciones y exigencias. Pues como lo señalan distintos estudios, es vana ilusión pensar que basta añadir algo a la catequesis para que vuelva a ser eficaz, o que es suficiente la puesta al día en algunas técnicas y algunos textos. Lo que hemos de volver es a plantearnos es todo el proceso de hacer cristianos.

111. Lo que pide asumir en todas sus implicaciones pastorales el reconocer que “el cristiano no nace, se nace”11. Principio que evita reducir el problema de la catequesis y de la iniciación cristiana a una revisión de los programas y textos de las catequesis presacramentales o a un pequeño cambio en el tiempo.

112. Muchas Conferencias Episcopales ya se han pronunciado al respecto. Sus documentos hablan de cambios radicales y estructurales. En términos suyos, pasar de los cursos a los itinerarios, fortalecer la inspiración catecumenal de la catequesis hoy y de darle la verdadera importancia y protagonismo a la comunidad. En síntesis, como los problemas relacionados con la iniciación cristiana son más de fondo que de forma, se trata de pensar y elaborar un nuevo paradigma para la catequesis, tal como lo sugirió la tercera semana latinoamericana para la catequesis del año 2006.

F. Se necesita un nuevo paradigma en la catequesis

113. Los estudios dicen que un paradigma catequético es una manera global de concebir, pensar y de practicar la catequesis de una manera adaptada a un contexto sociocultural y eclesial particular. Un paradigma catequético es un

11 TERTULIANO. El Apologético, apología 18,4. Madrid: Ciudad Nueva, 1988. p.193

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modelo fundamental de catequesis que vale en un conjunto sociocultural y religioso determinado.

114. Estamos hoy en un tiempo de transformación cultural, a nivel local como también a escala mundial, que nos conduce hacia un nuevo paradigma catequético. Que responda a las profundas novedades del momento en lo religioso, lo cultural, lo social, lo económico, lo político.

115. Un cambio de paradigma catequético se produce en un contexto de cambio global, cuando aparecen nuevos retos sociales y religiosos en una sociedad en plena transformación. Retos y transformaciones descritas de modo genérico a lo largo de este Directorio, y que deben ser reconocidas en la particularidad de situaciones propias de un país multicultural como el nuestro.

116. El nuevo paradigma catequético hoy es –a la vez-, misionero, iniciático y comunitario. Con ello no se dice que abarca todas las etapas de la evangelización descritas. Se dice que la catequesis de iniciación es consecuencia del anuncio misionero eficaz, dando continuidad y explicitación a lo suscitado en el anuncio del Kerigma y al proceso de conversión y de adhesión. Y se dice que la iniciación y la catequesis que la acompaña de modo pedagógico, necesita de un ambiente comunitario, pues de lo que se trata es de vivir una profunda experiencia de encuentro con Jesús y de transformación personal. Ambiente comunitario, característico de los procesos catecumenales, tal como lo enseña la práctica de hacer cristianos de las comunidades primitivas. 117. El nuevo paradigma catequístico, además de subrayar los elementos propios de la catequesis, también habla de la importancia hoy de realizar una acción articulada, coherente y unitaria entre las distintas etapas de la evangelización. De hecho, la situación actual de la evangelización exige que el anuncio misionero y la catequesis de iniciación, se conciban coordinadamente y se ofrezcan, en la Iglesia particular, mediante un proyecto evangelizador misionero, catecumenal y comunitario (DGC 277). 118. Aparecida da las razones para asumir este nuevo paradigma en sus distintos elementos, en los que sobresale el comunitario: “Es necesario asumir la dinámica catequética de la iniciación cristiana. Una comunidad que asume la iniciación cristiana renueva su vida comunitaria y despierta su carácter misionero” (DA 291). 119. La catequesis está al servicio de la iniciación cristiana. Para ello, se inspira en el catecumenado. Para lo cual pide una acción misionera previa, en forma de primer anuncio o de kerigma, y una comunidad viva que sea origen, lugar y meta. G. Cómo construir y entender este nuevo paradigma de la catequesis 120. Lo misionero: “Hoy la catequesis debe ser vista como la consecuencia de un anuncio misionero eficaz” (DGC 277). “Ad gentes sitúa el catecumenado en el contexto de la acción misionera. Más que hablar de catequesis misionera, se dice

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que la catequesis es consecuencia del anuncio misionero: “Sólo a partir de la conversión, y contando con la actitud interior de “el que crea”, la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación en la fe” (DGC 62). 121. Catecumenado sí, pero no es suficiente. Se necesita también acciones de primer anuncio de modo institucionalizado y regular, que susciten la conversión y el deseo de seguir a Cristo haciéndose discípulo suyo. No se puede seguir educando en la fe dando por supuesta esta conversión inicial. Esto lleva a repensar de modo profundo el modo como hacemos y entendemos la catequesis hoy. 122. Lo iniciático o catecumenal: Inspirada en el catecumenado debe favorecer la experiencia, la inmersión, el aprendizaje global de la vida cristiana. 123. Lo comunitario: Consiste en considerar que las comunidades, como tales, son el lugar, el origen y la meta de la catequesis. H. Nuevos enfoques desde la misionología 124. La misionología hoy no es un anexo optativo en el campo pastoral, es campo de la teología fundamental. Se pasa de una teología de la misión a una teología misionera. Lo cual comporta transformaciones de hondo calado para la comprensión de la Iglesia y de la misma catequesis. 125. En este campo, como en todos en la Iglesia hoy, la misionología ejerce una función crítica y renovadora. Ahondar en ellos es lo que va a permitir que en nuestro país se comprenda en el campo de la catequesis la conversión pastoral solicitada por Aparecida como exigencia de la misión. Pues no puede haber misión sin renovación de la Iglesia. 126. Por otro lado, permitirá comprender el aporte específico de la catequesis a la misión permanente de la Iglesia, que aunque implica, trasciende el llamado a la misión continental, que en ocasiones es asumida más como un asunto de coyuntura, que de siempre.

127. Resulta obvio que la misionología nos incite a pensar modos nuevos de transmitir el Evangelio, modos diferentes. De este modo pueden interpretarse varias frases de Aparecida, en particular cuando invita a “imaginar y organizar nuevas formas de acercamiento” (DA 286), a afrontar los desafíos de la iniciación cristiana “con decisión, valentía y creatividad” (DA 287), a solicitar la “renovación de la modalidad catequística de la parroquia” (DA 294). El camino que lleva a la Iglesia a recobrar su rigor misionero pasa por la seriedad con que se plantee y se realice la catequesis.

128. Una catequesis pensada en perspectiva misionera y en situación de contexto misionero, ha de pensarse y hacerse de un modo tan distinto, múltiple y diverso a

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los modos homogéneos como aún continuamos haciéndolo. Debe hacerse con mayor seriedad y rigor. 129. Un indicio de que las cosas cambian, será el dedicar a la formación un tiempo suficiente. La catequesis no tiene como meta la celebración de los sacramentos, sino la confesión de fe consciente y responsable: “La finalidad de la catequesis consiste en propiciar una viva, explicita y operante profesión de fe” (DGC 66).

130. Otro indicio es el respeto hacia los que se forman. Acogerlos y acompañarlos en la situación de fe en que realmente se encuentran. No es nada provechosa la precipitación por introducir en catequesis a quien todavía no tiene ningún motivo para cambiar de vida y hacerse discípulo de Jesucristo. La catequesis es sencillamente inútil cuando falta una mínima atracción hacia Jesucristo, cuando no se ha recibido aún la gracia de la conversión. Si no hay conversión inicial, debe ofrecerles acciones de primer anuncio y de Kerigma. O dicho en otros términos por el mismo Directorio, “frecuentemente, las personas que acceden a la catequesis necesitan de hecho, una verdadera conversión”. (DGC 62).

131. Con que facilidad olvidamos hoy este hecho tan contundente: “Solo a partir de la conversión, y contando con la actitud interior de “el que crea”, la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación en la fe”. (DGC 62).

132. Lo que significa que esta conversión es el presupuesto, el punto de partida de la catequesis. La catequesis se dirige al convertido, a la gente que ha recibido, aceptado, entendido el Kerigma. Es por lo tanto realmente desafortunado y equivocado presentar la catequesis a aquellos que no han recibido el Kerigma. Sin Kerigma, la catequesis corre el peligro de no ser más que mera enseñanza religiosa la cual no penetra realmente en el corazón del creyente, ya que no hay punto de entrada en una fe que todavía no existe. Con el Kerigma, al contrario, la catequesis adquiere su verdadero lugar.

133. Sin conversión no puede haber iniciación cristiana, la incluye, es la que asegura el paso al catecumenado. Debemos a acostumbrarnos a esta mirada. Porque si bien es cierto que se ha hecho cada vez recurrente hablar de Kerigma, lo es menos hacerlo de la conversión. Así como somos sensibles al anuncio del Palabra, especialmente a los contenidos del Kerigma, hemos de ser también sensibles al itinerario humano de la conversión. Lo cual nos ayudará también a dejar de ver el kerigma como una fórmula mágica, que se repite incansablemente y que produce resultados inmediatos. Y dejar de ver la conversión también como un acto mágico, como una cuestión automática. 134. La actividad de la Iglesia no puede reducirse a responder sin más a la demanda sacramental, ni a exigir con ocasión de los sacramentos una catequesis que será soportada como un mero requisito de admisión a los ritos que se pretenden. La catequesis es sencillamente inútil cuando falta una mínima atracción hacia Jesucristo, cuando no se ha recibido la gracia de la conversión.

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135. Aparecida nos invita a ser conscientes de esta realidad. A no dar más por supuesta la conversión inicial o de base, la propia de la opción fundamental, la de la adhesión a Jesús. De ahí su repetido llamado a tomar en consideración el momento kerigmatico del proceso formativo del discípulo. Se siente la urgencia, concluye, de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de iniciación en la vida cristiana que comience por el kerigma (…) que conduzca al encuentro personal, cada vez mayor con Jesucristo (…) y que lleve a la conversión, al seguimiento en una comunidad eclesial y a una maduración de fe en la práctica de los sacramentos, el servicio y la misión (DA 289).

I. Itinerarios diversificados

136. Aparecida invita a asumir “itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales” (DA 281). Con esto, invita a dar a cada uno el alimento adecuado, a acompañarlo de modo de acuerdo a su situación frente a la fe y al evangelio. Ha llegado el momento de que asumamos el reto de ofrecer acciones de primer anuncio para unos, de catecumenado para otros, de educación permanente para otros. O de un ir y venir. Hemos de superar así la pastoral homogénea y lineal que nos caracteriza.

137. No es posible hoy hablar de destinatarios uniformes. La realidad plural diluye la frontera que se había trazado la Iglesia entre creyentes y no creyentes, y que más bien invita a asumir la complejidad de lo religioso, en donde no existen clasificaciones y tipologías claras y precisas. La Iglesia se encuentra hoy día frente a una gran variedad de situaciones. En mundo pluralista, dinámico, heterogéneo e incierto, la Iglesia ha de transmitir la fe o anunciar el Evangelio conforme a las necesidades de cada uno, deseos y disposiciones, de un modo personalizado. Personas diversas han de encontrar caminos diversos, abiertos y plurales, respetuosos de su situación, de su ritmo, de su caminar y de su proceso. 138. La atención a la variedad de situaciones de los destinatarios impone la correspondiente variedad de modulaciones en la propuesta de la fe para su transmisión. Se imponen actitudes llenas de paciencia que acepten que la transmisión es un proceso extraordinariamente lento, siempre inacabado; que asuman, como una de las tareas de la comunidad que transmite, el acompañamiento de los sujetos en sus diferentes situaciones interiores y de respuesta personal. 139. Lo que va a pedir igualmente repensar, el modo de comprender el tiempo y las fechas en la catequesis y las catequesis presacramentales. Nada de afanes, superar de una vez por todos el dominio de las fechas preestablecidas que no respetan los procesos, y hacer de la catequesis presacramentales catequesis desde la fe y ya no más cuestiones sociales o por tradición. 140. Revisar incluso nuestra postura que liga algunos sacramentos a edades determinadas: bautismo para los recién nacidos, la eucaristía para los niños y la

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confirmación para los adolescentes y jóvenes. Sin desconocer la importancia de la catequesis según las edades, la participación en los sacramentos obedece más a procesos de conversión y de crecimiento en la fe, que a una edad determinada. Es un asunto teológico de grandes consecuencias pastorales: Los sacramentos tienen que ver, efectivamente, con una transición, pero esta es la de la conversión a una nueva manera de vivir en virtud de un ahondamiento en la fe. Por su naturaleza intrínseca, sin embargo, ninguno de los sacramentos corresponde a una etapa concreta de la existencia humana. 141. Hacer itinerarios diversificados y flexibles, significa respetar los procesos de conversión y de respuesta personal, acompañada por una comunidad, representada en muchos casos por un grupo de catequesis. No es individualizar la catequesis, sino acompañar los procesos de conversión en las diferentes edades. 142. Aparecida señala cinco aspectos que deben hacerse presente en todo proceso de formación de los discípulos misioneros: el encuentro con Jesucristo, la conversión, el discipulado, la comunión y la misión. Son ellos, elementos comunes a todo itinerario formativo. No son acciones lineales, sino elementos que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí, en cada etapa del camino (DA 226. 278).

J. Misión, catequesis y religiosidad popular

143. Preguntarse por la relación entre primer anuncio, iniciación cristiana y religiosidad popular es clave para comprender la importancia de un nuevo paradigma en la catequesis. Porque incluye un modo distinto de hablar de Dios, lejos de cualquier forma de magia o de superstición, y en fidelidad al Dios de la revelación. Del mismo modo, un modo de acompañar los procesos de renovación de la catequesis hacia el paradigma de la iniciación cristiana. Pues permite aproximarse a los motivos que mueven a muchos a solicitar sacramentos.

144. La motivación explicita de esta práctica sacramental presenta, en la mayoría de los casos, los valores y las ambigüedades típicos de la religiosidad popular: razones socio-religiosas propias del sustrato de nuestra cultura.

145. No se trata de un juicio negativo y de rechazo de la religiosidad popular. Se reconoce la riqueza cultural, espiritual, religiosa y evangélica que posee. Pero también se constata una realidad de hecho, que no puede pasar desapercibida en orden a la conversión pastoral, y personal, a una adecuada pastoral misionera y la renovación de los procesos de iniciación cristiana. Que la religiosidad popular es una realidad de contraste, recargada a menudo de ambigüedades y portadora de valores.

146. Lo anterior debe llevarnos a asumir el siguiente principio pedagógico – pastoral: “No hay catequesis valida sin previa observación y análisis de la religiosidad popular”. Desde el cual, han de surgir unas adecuadas actitudes pastorales señaladas en su momento por el documento de orientaciones comunes para la catequesis de América Latina.

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147. Primero, pide “que la catequesis no pretenda eliminarla, sino que le proporcione elementos para un mejoramiento en calidad, que le acerque a Jesús y a su Evangelio”. Segundo, adoptando una sana actitud de discernimiento, el catequista “busca en la religiosidad popular los auténticos valores cristianos, sabiéndolos distinguir de los que no lo son. Abre cauces para una vivencia más profunda de la fe; aprende a discernir entre lo que se puede cambiar y lo que no es posible, entre lo que se cambia a corto, mediano y largo plazo, entre lo que es de origen cultural, cristiano o pagano” (CAL 125 – 129).

148. Aparecida, por su parte, valora y aprecia la religiosidad popular. Recordando las palabras del Papa Benedicto, la llama “el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina” (DA 258). Razón por la cual, invita a protegerla y promoverla.

149. A los pastores, les sugiere no devaluarla, ni a considerarla un modo secundario de vida cristiana. Pues en ella “se contiene y expresa un inmenso sentido de trascendencia, una capacidad espontánea de apoyarse en Dios y una verdadera experiencia de amor teologal” (DA 263). “Es una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe” (DA 264). “Con su religiosidad característica se aferran al inmenso amor que Dios les tiene y que les recuerda permanente su propia dignidad” (DA 265)

150. Sin quitarle su riqueza evangélica, que Aparecida reconoce abiertamente como quedó dicho, invita a “evangelizarla o purificarla” (DA 262), sin dar muchas razones para ello. Quizás una razón, habría que buscarla de modo indirecto en la introducción del documento, en la que sugiere para el mundo de hoy una forma nueva de concebir la fe cristiana, más arraigada en Cristo, una fe más de adhesión y de conversión, que de tradición. Por eso dice: “No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados” (DA 12).

K. La opción por la catequesis de adultos

151. Hoy es común en la Iglesia al hablar del nuevo paradigma en la catequesis, hablar de catequesis de adultos como opción prioritaria. Se asume cada vez, no son dificultades, uno de los principios claves de renovación de la catequesis señalados por la investigación catequética actual y por el Directorio General para la Catequesis: “la catequesis de adultos, al ir dirigida a personas capaces de una adhesión plenamente responsable, debe ser considerada como la forma principal de catequesis, a la que todas las demás, siempre ciertamente necesarias, de alguna manera se ordenan. Esto implica que las catequesis de las otras edades debe tenerla como punto de referencia, y articularse con ella en un proyecto catequético coherente de pastoral diocesana” (DGC 59). 152. Una forma prioritaria de catequesis de adultos, y que con el paso del tiempo se volverá más común, es la del catecumenado bautismal. En su desarrollo, ha de

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asumir las inspiraciones del RICA y por lo mismo se modela según los principios del catecumenado antiguo. Se estructura según sus etapas, se vincula con la liturgia, y busca que la comunidad cristiana sea efectivamente el origen, lugar y meta de la catequesis. Esta experiencia, con variedad de procesos, empieza a dar muestras de renovación del cristianismo, de la Iglesia y de las comunidades cristianas. 153. La forma de catecumenado postbautismal para bautizados no convertidos o no suficientemente catequizados o evangelizados, tiene un ámbito de realización específica que es el mundo de la catequesis de adultos, siempre y cuando se entienda ella más relacionada a procesos de iniciación o de volver a la fe y la Iglesia. Para que ella exista, no ha de confundirse la catequesis de adultos con la educación permanente en la fe, y ha de ser consecuencia de un adecuado anuncio misionero que convoque a muchos adultos bautizados, y algunos hasta con eucaristía y confirmación, pero alejados o indiferentes a dar comienzo a verdaderos procesos de volver a la fe.

154. El volver pide de medios específicos y de una seria voluntad eclesial. La situación de estas personas de un “volver a empezar”, de un “recomenzar”, no de un profundizar en la fe. Tampoco son personas cuya iniciación está en curso o cuya iniciación tenga que ser completada, pues estas son personas que conservan un vínculo con la Iglesia. La de los “recomenzantes” es la de aquellos que suelen llamarse “alejados” de la Iglesia, la de ese “grupo entero de bautizados que han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio” (DGC 58). Donde cabe incluso preguntarse, si aunque bautizados, con eucaristía y confirmación, han tenido alguna vez el sentido vivo de la fe, es decir, si han hecho en algún momento de su vida una conversión a Jesús. 155. Se puede llegar a decir que un indicador de una comunidad misionera, consiste en el hecho de encontrarse con muchos adultos interesados por procesos de reiniciación. No solo adultos en grupos pastorales o en reuniones. También con adultos que quieren “volver a creer” y a creer de un modo nuevo. Volver a encontrar a Dios. Y de una forma novedosa.

L. “Los lugares” de la catequesis” desde una perspectiva misionera

156. Se ha dicho que en este contexto misionero, la misión ad gentes se vuelve la perspectiva de comprensión de la realidad y de la toma de decisiones pertinentes de evangelización. La incidencia de la mirada misionera sobre la Iglesia, el contexto y la catequesis es lo que se ha intentando abordar en este apartado del documento. Perspectiva misionera que incide no sólo en su comprensión: la catequesis a modo de catecumenado al servicio de la iniciación cristiana integral. Pero que además ha de incidir en el modo de comprender los lugares de la catequesis. Sin lo cual, no va a ser posible que se piense un nuevo paradigma catequístico en nuestro país.

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157. En los documentos sobre la catequesis se habla de lugares de la catequesis. Tradicionalmente se menciona dentro de ellos a la familia, la parroquia, la escuela católica, las comunidades de base y los movimientos y asociaciones de fieles (DGC 264).

158. Aparecida no reduce estos “lugares” a la catequesis. Los llama “lugares de formación para los discípulos misioneros”. Por eso, además de hablar de la familia, la parroquia, las pequeñas comunidades, los movimientos eclesiales y nuevas comunidades, habla también de los seminarios y casas de formación religiosa, la educación católica, los centros educativos católicos y las universidades y centros superiores de educación católica (DA 301 – 346).

159. Para el caso de la catequesis de iniciación destaca a la familia y a las parroquias, sobre todo cuando se trata de la iniciación cristiana de los niños: “la familia, pequeña Iglesia, debe ser junto con la parroquia, el primer lugar para la iniciación cristiana de los niños” (DA 302). Recuerda el compromiso de los padres de educar en la fe a sus hijos y de introducirlos en el camino de la iniciación cristiana. Tarea en la cual deben recibir todo el apoyo de las parroquias por medio de la pastoral familiar, ofreciendo “espacios formativos, materiales catequéticos, momentos celebrativos, que le permitan cumplir su misión educativa”.

160. Sobre la parroquia, afirma que es lugar donde ha de asegurarse la iniciación cristiana. En este sentido, tareas suyas irrenunciables son: “iniciar en la vida cristiana a los adultos bautizados y no suficientemente evangelizados; educar en la fe a los niños bautizados en un proceso que los lleve a completar su iniciación cristiana; iniciar a los no bautizados que, habiendo escuchado el Kerigma, quieren abrazar la fe”. En la realización de cada una de estas tareas ha de inspirarse en el RICA12. (DA 293). Documento que puede animar la renovación catequética de la parroquia. Para que ella asuma en todas las edades el proceso formativo propio del catecumenado, sea en la forma de catecumenado bautismal o en la forma de catecumenado postbautismal (DA 288.294). Es el modo como la parroquia afronta con decisión, creatividad y valentía, la pobreza y la fragmentación de la iniciación cristiana tan común entre nosotros (DA 287). Modo que incluye el Kerigma en la iniciación cristiana (DA 288), en el que considera tanto el qué, como el para quién, el cómo y el dónde se realiza la iniciación cristiana (DA 287).

161. Con ello, no es que Aparecida desconozca las dificultades tanto de la familia como de la parroquia hoy, en los procesos de transmisión en la fe. Aparecida reconoce la crisis de la transmisión de la fe en la familia y en la parroquia como un síntoma de los problemas actuales de socialización. Ve que la familia, dados los profundos cambios sociales y culturales, encuentran serias dificultades para la transmisión de la fe (DA 100). Tanto, que las parroquias deben, conscientes de este problema y de la crisis de la familia, brindar a los niños y a los jóvenes un espacio comunitario para formarse y crecer comunitariamente (DA 304).

12 COMISIÓN EPISCOPAL ESPAÑOLA DE LITURGIA. Ritual de la iniciación cristiana de adultos (18 abril 1976). En adelante se citará con las letras RICA.

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162. Para el caso de la familia Aparecida no solo reconoce la crisis de transmisión de la fe, sino que es consciente de la misma crisis de la familia en América Latina. Razón por la cual siente que la Iglesia está llamada a anunciar la “buena nueva de la familia” (DA 103. 114-119). La problemática de la familia en su generalidad, y no solo el asunto especifico de educar en la fe de los hijos, es para Aparecida un asunto de particular relevancia hoy. Por eso, afirma, “en nuestra condición de discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a trabajar para que esta situación sea transformada, y la familia asuma su ser y misión en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia” (DA 432).

163. Sobre la parroquia, insiste en su llamado a la renovación misionera de la misma, tanto de la rural como de la urbana (DA 170. 173). Renovación que parte del principio que la parroquia ha de ser entendida como “comunidad de comunidades”, en las que viven y se forman los discípulos misioneros.

164. Uno y otro, tanto el servicio más amplio que la Iglesia presta a la familia, y no sólo la preocupación por la transmisión de la fe en familia, como la invitación a la renovación misionera y comunitaria de la parroquia, sugieren un repensar estos dos lugares de catequesis desde una perspectiva misionera. Así se podrá salir de lugares comunes, de miradas estrechas y simples, sobre la problemática familiar y parroquial.

165. Lo que pide además reconocer que detrás de la doctrina o del pensamiento acerca de los lugares de la catequesis, esta el principio que acepta y reconoce en la comunidad cristiana, una función particular en relación con la catequesis. Principio que afirma que la comunidad cristiana es el origen, el lugar y la meta de la catequesis. Y todos estos lugares, de alguna u otra forma, han de cumplir y cubrir ese principio. Ya sea porque lo explican por sí mismas y de modo “autosuficiente” como el caso de la parroquia pero sin caer en el parroquialismo, o ya sea porque hacen referencia a la comunidad cristiana más amplia y de referencia, como en el caso de los otros, particularmente la familia.

166. Los cambios culturales del momento exigen, no el cambio del principio, sino la asunción del mismo de un modo más acorde y quizás menos conservador, en el sentido de “mantenimiento” o de conservación”. Pues es un hecho que estos lugares, con las particularidades de cada uno y en el respeto de su especificidad en relación con la catequesis y la evangelización, han de ser repensados y revisados, si queremos hacer de ellos lugares de una auténtica iniciación cristiana, tal como lo sugiere un documento del episcopado alemán: “En las condiciones de nuestra sociedad diferenciada y secularizada, cada vez es más infrecuente una educación orgánicamente continua y basada en la aportación mutua – que duramente mucho tiempo era obvia – en los ámbitos de la familia, la escuela y la comunidad. Pero ello no quiere decir que los lugares tradicionales de aprendizaje de la fe hayan quedados superados. Siguen teniendo hoy también un valor irrenunciable, pero han de ser pensados de forma nueva e integrados, con sus posibilidades y límites en el conjunto de la transmisión de la fe de la Iglesia”.

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167. Es un hecho que en nuestro país la escuela católica tiene una función social reconocida en la preparación a los sacramentos de iniciación. Son muchas las familias que acuden a ella como una forma de preparación presacramental. Pero ella, como los otros lugares de socialización, se encuentra en procesos de profunda transformación y de crisis. Ha de replantearse, por ello, la pertinencia de una catequesis de iniciación propiamente dicha en la escuela católica. Tanto más, cuando las tendencias hacia el futuro, muestran que ella se orienta a ser un lugar con un carácter más misionero que estrictamente catecumenal y de educación permanente en la fe, para la mayoría de quienes estén vinculados a ella. Por lo que la pastoral en ella debe pensarse bajo los parámetros de lo que se conoce hoy como la pastoral educativa académica, y no replicar en su interior esquemas más ligados a la parroquia o a la comunidad cristiana.

168. De acuerdo con lo señalado por el Directorio General para la Catequesis, debemos avanzar en nuestro país en la aplicación del principio de distinción y de complementariedad entre Educación Religiosa Escolar (ERE) y catequesis de iniciación en las comunidades cristianas (DGC 73 – 76). La ERE debe ser vista, como la generalidad de la escuela católica, bajo las orientaciones de la pastoral educativa académica, por lo que no cabe suplirla o reemplazarla por la catequesis presacramental.

169. En este Directorio Nacional, como se ha hecho la opción por la catequesis al servicio de la iniciación cristiana integral, se pone el énfasis en la familia y en la parroquia como lugares prioritarios y originantes de la iniciación cristiana, comprendiendo la escuela católica como un lugar más de acción misionera que de catequesis propiamente dicha. Este ámbito, de manera especial lo relacionado con la ERE, ha sido tratado por el Episcopado Colombiano en otros espacios y debe ser regulado por otras orientaciones, relacionadas con la pastoral educativa académica, y no con los que tiene que ver con la catequesis de iniciación propiamente dicha.

N. Perspectiva misionera de la acción con las familias

170. Desde Aparecida dos hechos han llamado la atención: la crisis de la familia y la crisis de transmisión en la fe de la familia cristiana. Juntos pide una perspectiva misionera y comunitaria de nuestra acción con las familias. Para que lo humano y lo cristiano de la familia se respete, y para que las familias cristianas en comunidad sean ellas familias cristianas y los padres acompañen a sus hijos en la fe, especialmente en la infancia por medio del despertar religioso.

171. Hasta el presente nuestra acción con los matrimonios y familias se limita a ciertos breves contactos, a modos de cursos o de encuentros con padres, con ocasión de la preparación a un sacramento, bautismo, eucaristía y matrimonio. Con contadas excepciones, que permiten mayor vínculo con la comunidad y mayor acompañamiento, como el favorecer que familias enteras o algunos miembros de las mismas participen en pequeñas comunidades o en movimientos especializados en el matrimonio y la familia. Lo que puede llevarnos a concluir que no hemos tomado en serio el hecho de que la sociedad de hoy es distinta (plural,

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secular, laica, democrática), que la familia de hoy no es lo mismo que antes, así como de los problemas y limitaciones que encuentra hoy la familia para educar a sus hijos en la fe desde pequeños.

172. Esta nueva situación pide que consideremos y que asumamos la pastoral matrimonial y familiar desde una perspectiva más misionera. Pero no solo el contexto lo pide. También lo exige la misma identidad de la familia cristiana, que ha de ser evangelizada y evangelizadora. Y esto es lo que algunos llaman “pastoral familiar en misión”. Pues de lo que se trata es de asumir, en este caso de la familia y de la educación en ella de los hijos a la fe, el primer anuncio del evangelio como el horizonte de nuestra acción hoy día.

173. La exigencia misionera de la pastoral matrimonial y familiar lleva a profundizar y considerar en la realidad social de la familia en su conjunto. Es decir, que parte no de la familia idealmente constituida, sino de la realidad familiar en nuestro país y sus dificultades.

174. La pastoral familiar en misión asume el criterio “no se puede evangelizar sin familia cristiana y no hay familia cristiana sin evangelizar”. Aunque suene un poco extraño, se trataría para lo concreto de nuestra acción, no solo hacer reuniones de padres de familia con ocasión de alguna preparación presacramental o de quienes se van a casar previas a la celebración del sacramento, sino, y ante todo, de hacer familias cristianas. O en otras palabras: dichas reuniones y encuentros toman sentido desde un horizonte más amplio que el puntual ligado a lo presacramental: el horizonte de hacer cristianos que a su vez hacen familias cristianas y que viven como familias cristianas. De este modo también se podrá hacer realidad este otro principio: “la familia es evangelizada y evangelizadora al mismo tiempo”. 175. Si se cambia el modo de pensar y de hacer las cosas, ya los padres no solo se sentirán invitados a una que otra reunión, sino a crecer en su fe, a ser verdaderamente Iglesia, a participar de modo efectivo y afectivo en la Iglesia. Y de este modo, unos adultos llamados a crecer de modo permanente en su fe, a su vez cumplirán la tarea de acompañar y de educar en la fe a sus hijos. Se cambia así la mentalidad de los cursos a los procesos, de una catequesis solo en la comunidad, a una catequesis en la, de la, para la comunidad.

176. Se trata de pensar en la aplicación de este principio: en la familia, con la familia y en la comunidad. Principio que reconoce primero el papel primordial de la familia; segundo, el compromiso de la comunidad cristiana por acompañar y apoyar a los padres y adultos en general en su propio crecimiento en la fe, así como en el modo de educar a sus hijos; y tercero, reconocer que la comunidad debe ofrecer a la par de la educación familiar que tiene características más experienciales y vivenciales, catequesis sistemática a los niños desde la más tierna edad con pedagogías adecuadas a las distintas edades. Catequesis en las cuales, se favorezca, al mismo tiempo, la vivencia y la celebración de la fe por parte de los distintos miembros de la familia. Y en la cual, se realizan adecuados procesos de catequesis de adultos en su modo de reiniciación o de educación permanente. No se trata ni de desvalorizar la educación familiar a favor de la

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catequesis parroquial, ni tampoco de su contrario: valorizar la catequesis parroquial sobre la educación familiar. Lo que se busca más bien es su complementariedad, articulación e integración.

177. Lo que se busca es “implicar” verdaderamente a las familias a la comunidad. Y no solo porque “participen” de una que otra reunión con ocasión de lo que hace la parroquia con sus hijos. Sino que “participen” en la vida de la Iglesia. Y de dos maneras: porque hacen parte de una comunidad y porque la comunidad se compromete con ellas y con los que quieren hacer familia, a hacer de unos y otros familias cristianas que viven la fe en comunidad. La familia encuentra su identidad y su misión en la comunión y para la comunión, en la apertura a la comunidad.

178. El trabajar por la familia cristiana en comunidad y para la comunidad, va a permitir que sus miembros en la diversidad de sus edades se encuentren en los mismos temas del anuncio cristiano. Lo que va a favorecer que así como los adultos acompañen en la fe a sus hijos, estos también, con su vida, con su testimonio, con sus preguntas y con sus palabras, despierten la fe de muchos adultos adormecida con el paso del tiempo. También los niños son de esta manera, despertadores de la fe de los adultos y de la comunidad. Lo que significa que la prioridad por la catequesis de adultos, no ha de entenderse como un descuido, abandono o menosprecio de la catequesis de niños.

179. Todo lo anterior significa continuar, donde ya existe, o comenzar, donde no hay, experiencias intergeneracionales e interfamiliares de catequesis. Sin dejar lado la catequesis según las edades que, para el caso de los niños, los adolescentes y los jóvenes, lo recuerda el Directorio General para la Catequesis, tienen un carácter específicamente iniciatorio.

Ñ. Renovación de la parroquia

180. Aunque el tema de la renovación de la parroquia es mucho más amplio que el tema de la renovación de la catequesis desde la perspectiva misionera, no puede desconocerse la estrecha relación que existe entre renovación de la parroquia y renovación de la catequesis. Aparecida lo afirma sin temor: “una comunidad que asume la iniciación cristiana renueva su vida comunitaria y despierta su carácter misionero” (DA 291). Algo que también subrayan las actuales investigaciones en el campo de la catequesis: “No sirve de nada andar discutiendo sobre la renovación de la catequesis si no se da a la vez una reflexión sobre la vida parroquial. El nuevo proyecto no puede ponerse en marcha sin tener en cuenta las exigencias intrínsecas de la evangelización y de la vida comunitaria parroquial”.

181. Se exige pensar ambas renovaciones de manera integrada y articulada. Porque en principio, los énfasis de renovación de las dos son comunes: misionero, catecumenal y comunitario. La relación se hace más estrecha si se comprende desde un principio catequístico olvidado con demasiada frecuencia: la Iglesia hace la catequesis, la catequesis hace la Iglesia.

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En Colombia este hecho se hace más exigente, dado los variados y diversos intentos de renovación diocesana y parroquial existentes, algunos desde el SINE13, y otros desde el PDRE14.

A la par reconoce el “anhelo”, que se sintió desde el instante mismo de la preparación de la V Conferencia, de “una valiente acción renovadora de las parroquias” (DA 170). Renovación que “exige reformar sus estructuras” (172). Renovación que debe caracterizarse por ser misionera (DA 173).

182. Aparecida no se queda en enunciados generales sobre la renovación de la parroquia. Señala también los propósitos de dicha renovación. La renovación debe buscar que las parroquias sean: a) “casas y escuelas de comunión” (DA 170); b) “espacios de la iniciación cristiana, de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertos a los proyectos pastorales y supraparroquiales y a las realidades circundantes (DA 170); c) “red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo” (DA 172); d)lugar de “convocatoria y formación de laicos misioneros” (DA 174); y e) a modo de Jesús se convierta en una Iglesia samaritana, concretando en “signos solidarios su compromiso social en los diversos medios en que ella se mueve, y así dejar de ser ajena a los grandes sufrimientos que vive la mayoría de nuestra gente y que, con mucha frecuencia, son pobrezas escondidas” (DA 176).

La renovación de la parroquia lleva a que se supere “cualquier clase de burocracia” (DA 203). Y dejar atrás “una evangelización con poco ardor y sin nuevos métodos y expresiones, con énfasis en el ritualismo sin el conveniente itinerario formativo, descuidando otras tareas pastorales” (DA 100, c).

183. “La renovación de la parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos y en los sacerdotes que están al servicio de ella. La primera es que el párroco sea un auténtico discípulo de Jesucristo (…) Pero al mismo tiempo, debe ser un ardoroso misionero que vive constantemente el anhelo de buscar a los alejados y no se contenta con la simple administración” (DA 201).

184. Con todo ello, Aparecida se coloca en comunión con los intentos de renovación parroquial comunes en la Iglesia hoy. Esfuerzos que surgen desde los llamados a una pastoral misionera, a una evangelización misionera, a comunidades misioneras. Búsquedas que insisten en varios aspectos: en lo comunitario, en lo iniciatorio, en lo misionero, en lo estructural y en lo parroquial.

185. Varios movimientos han incidido en los intentos de renovación. De modo particular el litúrgico y el misionero. Uno y otro inciden para que la parroquia se oriente a recuperar su dimensión comunitaria. Otro elemento que ha marcado los

13 Sistema integral de nueva evangelización 14 Plan diocesano de renovación y evangelización

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intentos de renovación ha sido la eclesiología del Vaticano II, especialmente la teología de la Iglesia local, particular o diocesana.

186. Con todo y sus limitaciones y sus faltas de renovación, la parroquia se sigue mostrando como una realidad importante en la vida de la Iglesia hoy, aunque insuficiente. Como se dice “necesaria e insuficiente”. Sobre todo en las gran ciudades, y en la cultura urbana de hoy. Ya que la parroquia sigue aferrada a una mentalidad rural y a prácticas rurales. Pensada aún desde el territorio y desde el párroco. Como que no se es consciente que la parroquia ha perdido su “función de encuadramiento”, elemento que explica también el modo habitual de hacer la catequesis presacramental por edades, como las dificultades que este modo de pensar encuentra hoy día.

187. La parroquia se mueve hoy día entre la acusación y la renovación. Entre los que piden que desaparezca, y los que solicitan su renovación, partiendo del presupuesto que ella no es suficiente, ni mucho menos autosuficiente. Solo así puede convertirse en “comunidad de comunidades”.

M. La parroquia debe ser comunidad misionera

188. Principio asumido por Aparecida: “la diócesis, en todas sus comunidades y estructuras, está llamada a ser una comunidad misionera” (DA 168); “La Quinta Conferencia es una oportunidad para que todas nuestras parroquias se vuelvan misioneras” (DA 173). La parroquia misionera asume el concepto renovado de misión, hace de la misión ad gentes perspectiva de la acción pastoral. La parroquia misionera es una parroquia comunitaria e iniciática, dialogante y servidora, abierta a todos, en dialogo con todos.

189. Y para ser misionera, se subraya su aspecto comunitario como el propio y más especifico. Lo cual no es encerramiento, replegarse en sus servicios y acciones. Necesita abrirse comunitaria y misioneramente a los problemas de su entorno más cercano. Se necesita recuperar la razón comunitaria de la parroquia como su elemento fundamental, sin suprimir, pero si asumir de modo distinto, el criterio territorial. Recordando, además, que la vida comunitaria sólo es posible si los miembros tienen una fe personal y madura, tarea de la catequesis de iniciación.

190. No podemos seguir dando por supuesto la existencia de la comunidad parroquial. Más aún en una situación como la nuestra donde sigue primando lo jurídico, lo administrativo, lo clerical, lo cultual, el párroco, sobre lo comunitario. La renovación de la parroquia y de la catequesis pide ser conscientes que durante siglos “se nació en la Iglesia, pero no se optó por ella”. Hay que pensar que “las comunidades, como los creyentes convertidos, no nacen; se hacen a través de los procesos de iniciación cristiana”.

191. Podrán existir discrepancias a este respecto, acentos particulares según los contextos, pero lo que siempre aparece como elemento común de la dimensión misionera de la parroquia es lo comunitario que debe caracterizarla. Porque precisamente los acentos misioneros e iniciáticos “fracasan” por la ausencia o

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fragilidad de lo comunitario en la Iglesia, no solo en las parroquias. Es necesario insistir en este punto como primer paso hacia toda posible evangelización, al haber tomado conciencia de la debilidad de la fe de las comunidades cristianas en todas sus formas de vida, estados y ministerios.

O. La comunidad parroquial es comunidad que inicia en la fe

192. Aparecida lo asume: “la parroquia ha de ser el lugar donde se asegure la iniciación cristiana” (DA 293). Iniciar y reiniciar en la fe es la tarea más urgente de nuestras parroquias. Hay que recordar que hacer cristianos, pide la existencia de comunidades misioneras. Y hacer cristianos en comunidad y comunidades, va de la mano de hacer misión y catecumenados. Lo cual pide que se active en las parroquias un “nuevo paradigma” de catequesis: “asumir la iniciación cristiana exige una renovación de modalidad catequística en la parroquia” (DA 294).

193. Toda catequesis es inevitablemente misionera y ha de considerar su relación con el anuncio misionero. Esta exigencia misionera de la catequesis pone de relieve el acompañamiento catecumenal de los nuevos creyentes que caminan hacia el bautismo, como también al acompañamiento de aquellas personas que, a pesar de haber sido bautizadas, descubren o redescubren la fe en otras edades de la vida.

194. Con todo, no hay que descuidar el reto de la iniciación de los niños, adolescentes y jóvenes, que sigue siendo, por supuesto, una exigencia esencial, pero concibiéndola de un modo renovado. Inspirada en el catecumenado debe favorecer la experiencia, la inmersión, el aprendizaje global de la vida cristiana. En este sentido, los procesos iniciáticos involucran todo el ser, haciéndole experimentar una vivencia mediante la inmersión en la realidad que se va a vivir: inmersión comunitaria, inmersión litúrgica, inmersión en el compromiso por los pobres y un mundo mejor.

195. El reto es hacer nuestras comunidades diocesanas y parroquiales “comunidades de aprendizaje”, a modo de lo que pide hoy la educación. Que en términos nuestros llamamos misioneras, catecumenales y de crecimiento continuo. Comunidades que asumen el “dialogo de saberes” como una realidad en su interior.

196. Dos caminos pueden ir ayudándonos a ello. Dejar atrás el dominio de las fechas preestablecidas para todos por igual en las catequesis presacramentales. Y dejar de pensar como algo natural la relación entre sacramentos y edades. Ello produce actividades homogéneas, artificiales y separadas, no procesos diversos, múltiples, atentos a las necesidades y situaciones comunitarias y personales como lo solicita Aparecida. Procesos que están al servicio de conversión permanente, y que evitan ver los sacramentos y la catequesis que lo acompaña como momentos obligatorios en cada una de las edades estipuladas, sino que hace de ellos experiencias de inmersión catecumenales.

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CAPITULO III

PRINCIPIOS DE RENOVACION DE LA CATEQUESIS

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197. Entre nosotros la iniciación cristiana, en términos de la Conferencia de Aparecida, es “pobre y fragmentada” (DA 287). Hecho que pide su profunda revisión y renovación. Propósito de este Directorio Nacional de Catequesis es ofrecer principios y criterios que orienten esta acción. El punto de partida de los mismos es asumir el concepto de catequesis que hoy enseña la Iglesia. Entender la catequesis como una etapa del proceso evangelizador y una forma o función del ministerio de la palabra que está al servicio de la iniciación cristiana integral. Reconociendo así que hay acciones que la preceden y acciones que son su consecuencia: la acción misionera y la acción pastoral. Lo que pide necesaria coordinación y articulación entre ellas.

198. Los principios y criterios que se ofrecen a continuación buscan que en nuestro país la catequesis sea cada vez lo que esta llamada a ser. Para ello también se consideran como referentes de su construcción las actuales tendencias en el campo de las catequesis, destacadas de modo general y sucinto en la segunda parte de este documento. El estudio y reconocimiento de las mismas, permite a todos comprender que los problemas y el llamado a la renovación de los procesos de iniciación cristiana, es algo común a la Iglesia hoy en su conjunto, lo que abre la posibilidad de aprender unos de otros.

199. A partir de este llamado de atención, identifiquemos algunos elementos de renovación en nuestra forma de llevar a cabo el proceso de iniciación cristiana; elementos que han de ser aplicados en la particularidad de cada caso en las distintas diócesis, en el respeto de sus especificidades. Además, como las notas que siguen son apenas unas breves indicaciones de carácter general, se hace necesario que en cada diócesis, a partir de los presupuestos y opciones de este documento nacional, se determinen y elaboren decisiones más particulares orientadas al mismo fin: renovar la catequesis colocándola al servicio de los procesos integrales de iniciación cristiana. Por último, señalemos, que el orden en el que aparecen las opciones tomadas por este Directorio Nacional de Catequesis, no son de carácter jerárquico, sino que más bien han de leerse, interpretarse y realizarse en la globalidad de su conjunto.

A. Necesidad de no dar por supuesta la conversión 200. El contexto actual, marcado por el pluralismo y la secularización, exige que no demos por supuesta la conversión, tal como lo señalan las siguientes afirmaciones del Directorio General para la Catequesis, al tratar sobre la coordinación entre anuncio misionero y catequesis de iniciación: a) "En la situación actual que requiere una nueva evangelización, la coordinación se hace más compleja, puesto que, a veces, se pretende impartir una catequesis ordinaria a jóvenes y adultos que necesitan, antes, un tiempo de anuncio en orden a despertar su adhesión a Jesucristo. Problemas similares se presentan en relación a la catequesis de los niños y a la formación de sus padres" (DGC 276); y b) "El primer anuncio, que todo cristiano está llamado a realizar, participa del ID que Jesús propuso a sus discípulos: implica por tanto, salir, adelantarse, proponer. La catequesis, en cambio, parte de la condición que el mismo Jesús indicó, "el que

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crea", el que se convierta, el que se decida. Las dos acciones son esenciales y se reclaman mutuamente: ir y acoger, anunciar y educar, llamar e incorporar. En la práctica pastoral, sin embargo, las fronteras entre ambas acciones no son fácilmente delimitables. Frecuentemente las personas que acceden a la catequesis necesitan, de hecho, una verdadera conversión. Por eso, la Iglesia desea que, ordinariamente, una primera etapa del proceso catequizador esté dedicada a asegurar la conversión (...) Sólo a partir de la conversión, y contando con la actitud interior de “el que crea”, la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación de la fe" (DGC 62).

201. Es importante que al pensar en la renovación de los procesos de iniciación cristiana, no perdamos de vista esta realidad descrita por el Directorio General para la Catequesis. Es necesario que tengamos presente que el primer anuncio del Evangelio y la conversión producto del mismo, son elementos integrantes de la iniciación cristiana. Es más, el primer anuncio del Evangelio es el primer momento educativo necesario en la formación de la personalidad de un creyente o de una comunidad. Por eso hemos de institucionalizarlo en nuestra acción evangelizadora, tal como tenemos institucionalizada la catequesis y las acciones de formación permanente en la etapa de acción pastoral.

202. La educación de la conversión es algo que no debemos dejar pasar de largo de ninguna manera, en ningún proceso catequístico. Esto implica la toma de conciencia de que se vive en una cultura escasamente cristiana, en la que la pertenencia de la mayor parte de la gente a la Iglesia no está ya asegurada o favorecida por la misma cultura, y donde el hecho de pertenecer a la Iglesia no es algo natural sino un asunto de decisión y de convicción. La actual situación invita a examinar el papel decisivo del anuncio del Evangelio de cara a la conversión a Dios y a la adhesión a Jesucristo. Por esto, destinatarios de este tipo de acción son también los bautizados de toda edad, incluyendo los niños pequeños que reciben el bautismo en la primera infancia.

203. En otro tiempo era suficiente con un mínimo de conocimientos del mensaje cristiano y de elección personal y consciente para permanecer en unión vital con la Iglesia. Pero hoy esto ya no es posible. En este mundo pluralista y secularizado sólo se puede ser cristiano sobre la base de una elección personalizada de la fe. Por eso, además de la necesidad de reconocer la necesaria dimensión misionera de la catequesis, hay que poner énfasis en la predicación del mensaje cristiano en vistas a la conversión a Dios y de la adhesión al Evangelio de Jesucristo. Lo que en otras palabras significa que optar por la iniciación cristiana es optar por asegurar la conversión, es optar por no pasar de largo la etapa misionera.

204. De ahí igualmente la insistencia, asumiendo lo subrayado por el Directorio General para la Catequesis, de "promover una intervención institucionalizada del primer anuncio, como la actuación más directa del mandato misionero de Jesús" (DGC 62). Pues como lo afirma el mismo Directorio "la renovación catequética debe cimentarse sobre la evangelización misionera previa" (DGC 62), razón por la cual "la catequesis ha de ser vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio misionero eficaz" (DGC 277).

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B. Todo a partir de, en y con la comunidad 205. Sin la existencia de comunidades cristianas vivas la iniciación cristiana, será igualmente superficial, pobre y hasta inexistente. No sólo porque ella no aparece como el origen y el lugar de la iniciación cristiana, sino, y por sobre todo, porque nos encontramos ante la triste realidad de cristianos sin comunidad, sin pertenencia afectiva y efectiva a la comunidad de fe; cristianos para quienes la comunidad de fe es una simple estación de servicios religiosos; cristianos sin sentido de pertenencia y sin sentido de corresponsabilidad en la misión de la Iglesia. Cristianos que así y todo, gran paradoja pastoral, solicitan a la comunidad algunos sacramentos para sí o para los suyos.

206. Por eso la insistencia del Directorio para la Catequesis sobre la necesidad de hacer realidad el siguiente principio teológico - pastoral: "la comunidad cristiana es el origen, lugar y meta de la catequesis. Pues de la comunidad cristiana nace siempre el anuncio del Evangelio, invitando a los hombres y mujeres a convertirse y a seguir a Jesucristo. Y es esa misma comunidad la que acoge a los que desean conocer al Señor y adentrarse a una vida nueva. Ella acompaña a los catecúmenos y catequizandos en su itinerario catequético y, con solicitud maternal, les hace partícipes de su propia experiencia de fe y les incorpora a su seno" (DGC 253).

207. La acción comunitaria es, al mismo tiempo, el fin y la raíz del proceso de evangelización, tal como lo señala el Papa Juan Pablo en el documento "Los fieles laicos": "La comunión genera comunión, y esencialmente se configura como comunión misionera (...). La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es la para la comunión" (ChL 32).

208. Un principio subrayado con suficiencia por la catequesis actual debe animarnos en esta opción: " La catequesis corre el riesgo de esterilizarse si una comunidad de fe y de vida cristiana no acoge al catecúmeno en cierta fase de su catequesis. El acompañamiento que ejerce la comunidad a favor del que se inicia, se transforma en plena integración del mismo en la comunidad" (DGC 69).

209. Lo comunitario en la catequesis a veces también se da por supuesto como lo que sucede con la conversión. Nos acostumbramos a pensar que una y otra son algo natural y espontáneo, cuando la verdad son producto de una decisión, de una elección. Así como cristiano no se nace sino que se hace, también en la comunidad no se nace sino que se opta por ella.

210. La catequesis de iniciación inspirada en el catecumenado pide de parte de quien la solicita, fe y vida comunitaria. Solo así los sacramentos y la catequesis que la acompaña será educación en la fe. De lo contrario, podría más bien presentarse motivaciones ajenas a la fe y a la práctica de la misma en la Iglesia. Quienes soliciten con otras motivaciones, incluso las del peso de la tradición, han de ser ayudados a convertir sus motivaciones sociológicas por motivos de fe y de

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vida cristiana, como un proceso previo a la catequesis y al catecumenado propiamente dicho.

211. No podemos seguir dando los sacramentos y haciendo cursos presacramentales sin sentido de pertenencia a la comunidad de quien solicita. Es cierto que esto no es fácil de determinar en un contexto como el nuestro donde el peso de la tradición católica sigue estando presente en la mente y en el corazón de muchos. Lo que puede llevar a pensar que lo religioso es asunto de herencia y de cultura, y no de convicciones y de libertad. Lo que alimenta la mentalidad común que separa la relación que existe entre la conversión, los sacramentos de iniciación y la comunidad.

212. El vínculo con la comunidad debe ser punto de partida, ambiente formativo y punto de llegada en la pastoral de la iniciación cristiana. Si no existe de modo inicial, o si existe con las ambigüedades del momento, el anuncio del Kerigma con el cual comienza todo proceso de iniciación cristiana, debe conducir también a una decisión de base por la comunidad de creyentes. Luego del cual, si puede comenzar el catecumenado propiamente dicho. En otras palabras, la conversión a Cristo y la adhesión a Él y a la comunidad son opciones de base sin las cuales la catequesis no puede realizar de modo adecuado su tarea de iniciar en la fe.

213. Lo dicho pide en la práctica superar la “privatización” de los sacramentos tan común entre nosotros. Cualquier petición en este sentido debe ser transformada bajo el principio de “todo a partir de, en y con la comunidad”.

214. El problema comunitario es mucho más que un problema de territorialidad, aunque lo implique. Es cierto que va de la mano de los esfuerzos de renovación de la parroquia y de la necesidad de unidad de criterios pastorales, sobre todo en la pastoral urbana. Sin dicha unidad y comunión diocesana, el principio de la comunidad no se ve favorecido, alimentando más la privatización y el consumo de lo religioso.

C. Hacer de la iniciación cristiana un verdadero proceso 215. La renovación de la pastoral de cada uno de los sacramentos de iniciación separada de los otros, no tiene mucho sentido, ya que es insuficiente. Es necesario que busquemos elaborar un proceso unitario, articulado y coherente de iniciación cristiana para niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Así como también es necesario elaborar procesos de catequesis para adultos, ofrecido tanto a aquellos que necesiten fundamentar su fe completando su iniciación cristiano, o reiniciando a aquellos que lo necesitan después de una adecuado anuncio misionero para adultos, o iniciando, como en el caso específico del catecumenado de adultos (DGC 274).

216. Esta opción pide que respetemos las cualidades fundamentales de todo proceso, señaladas por el Directorio General para la Catequesis: la unidad, la articulación y la coherencia (DGC 274). Tanto al interior de la catequesis misma, entre las diversas formas de catequesis dirigidas a las diferentes edades y

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ambientes sociales, como de la catequesis con las otras formas del ministerio de la palabra y con las otras etapas del proceso global de evangelización.

217. Para el caso concreto de los procesos mismos de catequesis, abarca estos otros aspectos: a) entre los elementos catequéticos, bíblicos, sacramentales y litúrgicos, propios de la iniciación cristiana; b) entre los tres sacramentos de iniciación, pues debe mantenerse siempre su unidad orgánica y su ordenación mutua; c) entre los distintos ambientes y "lugares" (familia, parroquia) en los que se realiza, de hecho, la iniciación cristiana, de modo se produzca entre ellos una adecuada interacción; y d) entre los agentes: párroco, padres de familia, adultos responsables, catequistas y catequizandos.

218. Las características de todo proceso deben llevarnos a pensar de modo adecuado lo que significa en catequesis itinerario de formación. Pues es mucho más que un listado de temas a seguir, aunque se guarde entre ellos unidad y coherencia teológica. Por itinerario hemos de entender, más bien, el acompañamiento educativo que se hace al proceso de conversión permanente en el respeto conceptual, de metodología y de contenidos de cada una de las etapas de la evangelización. De ahí la insistencia del Directorio General para la Catequesis acerca de la necesidad que la catequesis entre en coordinación, y así sea realizada, con las demás etapas, tanto con aquella que le precede (acción misionera), como con aquella que es su consecuencia natural (acción pastoral). En este sentido, ha de quedar claro entre nosotros la necesidad, lo recordamos, de elaborar un proyecto misionero, catecumenal y comunitario unitario.

219. Lo anterior exige, que al momento de proyectar la catequesis de iniciación, tengamos en cuenta tanto lo que ha sucedido antes (acción misionera, primer anuncio, conversión inicial, vinculo con la comunidad), como lo que ha de venir después (acción pastoral, vida comunitaria, educación permanente, misión). Y al hacerlo tengamos bien presente los siguientes principios señalados por el Directorio General para la Catequesis: a)La catequesis de iniciación es el eslabón necesario entre la acción misionera y la acción pastoral; b) Sólo a partir de la conversión, y contando con la actitud interior de “el que crea”, la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación en la fe; c) Hoy la catequesis debe ser vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio misionero eficaz; y d) la educación permanente en la fe es posterior a su educación básica y la supone.

220. En definitiva, hacer de la catequesis de iniciación un verdadero proceso nos invita a superar el esquema meramente presacramental existente y a inspirar la catequesis en el catecumenado postbautismal, tanto en su dinamismo como en sus objetivos. En donde además de la importancia y responsabilidad de la comunidad cristiana, de la centralidad de la pascua de Cristo, de la intensidad e integralidad de la formación, hemos de asumir y aplicar su carácter gradual y procesual, con etapas bien definidas. Esto sería lo que entendemos por proceso al interior de la etapa catecumenal iniciatoria. Pero también nos invita, y esta es otra consecuencia de la inspiración catecumenal de la catequesis, a entender el

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proceso de iniciación y la catequesis y los sacramentos en ella, como un momento clave o una etapa esencial del proceso global de evangelización.

221. Cuando hablemos de proceso en catequesis hemos de entenderlo, entonces, en este doble significado: la catequesis como etapa de la evangelización con acciones y metas propias y definidas, que guarda relación, apertura y continuidad con la etapa misionera y la etapa pastoral; y como un proceso llevado a cabo bajo la inspiración de las etapas del proceso catecumenal. En este doble sentido de la palabra proceso, la catequesis ha de ser considerada como momento prioritario en la evangelización.

222. Todo lo anterior pide un cambio radical en nuestro modo de pensar y de hacer. Algo que ya en muchos otros contextos vienen experimentando: pasar de los cursos a los itinerarios. Opción que toma la Iglesia en América Latina en Aparecida: “Llegar a la estatura de la vida nueva en Cristo, identificándose profundamente con El y su misión, es una camino largo, que requiere itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales” (DA 281).

D. Fortalecer la formación religiosa de la familia y en la familia 223. "El despertar religioso infantil en el ambiente familiar tiene un carácter insustituible" (DGC 226). Sabemos que en la realidad este hecho es una de nuestras deficiencias en el campo de la evangelización. Si "la educación religiosa en la familia precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis" (DGC 226), esta opción implica los siguientes aspectos: a) acompañar y apoyar a los padres realizado el Bautismo de los niños; b) reconocer el despertar religioso de los niños pequeños como una acción misionera prioritaria; c) desarrollar acciones encaminadas a la formación religiosa de los padres cristianos; y d) fortalecer y renovar los procesos de formación prematrimonial.

224. Teológica y pastoralmente, nadie puede negar la importancia de la familia en los procesos de catequesis al servicio de la iniciación cristiana y en todos los procesos de evangelización, sobre todo en el caso de los niños pequeños. Pero en la práctica, no se puede desconocer que en su labor propia de evangelización, son muy pocas las familias que lo cumplen.

225. La familia también se ha fuertemente secularizado, lo que igualmente ha debilitado, e incluso hasta dejado de lado, su labor de socialización religiosa. Y ello debido a que diferente a otras épocas, lo religioso deja de ser relevante o se convierte en un asunto privado y poco regulado por la institución religiosa. En este contexto, son muchas las familias para quienes el vínculo con la comunidad cristiana es casi nulo, incluso hasta conflictivo. Pero lo paradójico es que así y todo no dejan de solicitar, e incluso hasta exigir a la Iglesia preparación sacramental para sus hijos, particularmente con ocasión del bautismo y la primera comunión, así como, no tanto como en el pasado, la celebración del matrimonio mediante el sacramento.

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226. De lo que resulta que la primera evangelización en la familia cuando se es niño no es suficiente por sí sola, aunque sea absolutamente necesaria y determinante. En otras edades de la vida, a medida que la persona va creciendo en autonomía y libertad, se presenta la urgencia de realizar una y otra vez la primera evangelización en orden a la opción libre, madura y responsable por el ser cristiano en la Iglesia. La opción por la catequesis de adultos se entiende, no sólo como una opción por determinada edad o edades, sino, y ante todo, como entender que tarea de la catequesis es que todos aquellos que pasen por procesos de iniciación cristiana lleguen a ser adultos en la fe. En términos de Aparecida, lleguen a ser discípulos y misioneros de Jesucristo.

227. Por lo demás permite hacer otra opción: realizar la pastoral matrimonial, familiar y las acciones educativas en la fe de la familia (despertar religioso, catequesis familiar y educación permanente), desde una clara óptica y orientación comunitaria. La función socializadora y educadora de la familia no puede hacerse hoy día aislada de la comunidad, como tal vez si era posible hacerlo y mantenerlo en otros contextos y circunstancias.

230. Se trata de superar la mentalidad de delegación imperante, que conlleva a alimentar el poco o nulo sentido de pertenencia en la comunidad cristiana. En el pasado era la Iglesia la que delegaba a los padres esta función, y dada la poca complejidad de la situación bastaba con alguna iniciación familiar y con la asistencia a la preparación presacramental. Era como si la familia se bastase sola para esta función. Luego ha sido la familia, la que al verse cada vez más incapacitada y desbordada para el cumplimiento de esta tarea, debido a la complejidad y pluralidad de la sociedad de hoy, ha delegado esta tarea a agentes expertos en la escuela o en la parroquia.

Pero ni lo uno ni lo otro favorece que la familia se sienta miembro vivo y activo de una comunidad cristiana, así como tampoco hace que la comunidad cristiana, fuera de una que otra reunión de padres en los momentos presacramentales (bautismo, eucaristía y matrimonio), se preocupara por hacer familias cristianas. Si bien es cierto que algunos movimientos familiares y matrimoniales alivian en mucho esta crisis de pertenencia y de educación, el hecho es que son muchas las familias las que viven bajo la mentalidad de la delegación, otras más las que quedan por completo fuera de cualquier vinculo con la Iglesia en razón de sus situaciones particulares. El camino, además de la dimensión misionera ya señalada, es que la catequesis sea de toda la comunidad, para todos y por todos.

231. Es una opción que invita a las comunidades cristianas a prestar una atención especialísima a los padres. Ya sea, mediante contactos personales, encuentros, cursos e, incluso, mediante una catequesis de adultos dirigida a los padres, todo ello con el fin de ayudarles a asumir la tarea, hoy especialmente delicada, de educar en la fe a sus hijos" (DGC 227).

232. También solicita una atención cuidadosa y dedicada al despertar religioso de los niños pequeños en familia y en comunidad. En efecto, los niños bautizados de pequeños, aunque bautizados, han de ser llevados a la fe, a la conversión, a la

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adhesión de Cristo. En definitiva, han de ser educados en el don de la fe que han recibido en el sacramento del bautismo como modo de desarrollarlo. Por eso esta acción debe ser considerada como acción prioritaria dentro de los procesos de acción misionera institucionalizada y organizada, en cada una de nuestras parroquias y comunidades. Ha de ser comprendida como forma privilegiada del primer anuncio.

234. El despertar religioso no es un asunto exclusivo del niño. Pide necesariamente una atención especial sobre el adulto (padres de familia) que presentan los niños a los sacramentos (Bautismo y Eucaristía). Es un hecho que si los padres no son despertados ellos, en primera persona, en su fe, no llevarán a cabo el cometido de despertar a sus hijos en la fe. Y esto es tarea de primer anuncio, de conversión y adhesión a Cristo. Lo que significa que tampoco en los padres podemos dar por supuesta la conversión. El despertar religioso de los niños como acción prioritaria del primer anuncio exige y pide, igualmente, el despertar religioso de los padres y de nuestras comunidades de fe. Toda comunidad cristiana debe apoyar a las familias en el desarrollo de su tarea educativa. Una acción de este tipo, es signo de una parroquia auténticamente misionera y evangelizadora. De una parroquia verdaderamente "despierta" y "despertadora", tanto de la fe de los adultos, como de los niños.

235. Lo anterior exige replantearnos el modo como tratamos y nos aproximamos al adulto al momento de la catequesis presacramental. Puede acontecer que a muchas formas de encuentros con adultos con ocasión del bautismo o de la primera comunión de los niños, los llamemos catequesis de adultos cuando en verdad no lo son, porque ni son catequesis, ni el adulto es tratado como adulto, ni conducen a que muchos adultos se interesen por “volver a la fe” en los términos de reiniciación expresados con anterioridad.

E. Pastoral del bautismo para bautizados 236. Es urgente y necesario llevar a cabo en nuestras comunidades de fe una pastoral de reiniciación cristiana y una pastoral del bautismo para los bautizados, de cara a que todos los creyentes, y no sólo los que van a ser bautizados a través de algunos de los procesos existentes entre nosotros (niños pequeños, niños en edad escolar, jóvenes y adultos), tomemos mayor conciencia del hecho del bautismo en nuestras vidas. Pues como lo afirma el Papa Juan Pablo II: "No es exagerado decir que toda la existencia del fiel laico tiene como objetivo el llevarlo a conocer la radical novedad cristiana que deriva del Bautismo, sacramento de la fe, con el fin de que pueda vivir sus compromisos bautismales según la vocación que ha recibido de Dios" (ChL 10).

237. La necesidad de una pastoral del bautismo para los bautizados, es un llamado urgente sobre todo en este contexto social de pluralismo, secularismo y complejidad, como lo afirma el Directorio General para la Catequesis: “se hace indispensable una catequesis evangelizadora, es decir, una catequesis llena de savia evangélica y con un lenguaje adaptado a los tiempos y a las personas. Esta tiene por objetivo educar a los cristianos en el sentido de su identidad de

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bautizados, de creyentes y de miembros de la Iglesia, abiertos y en diálogo con el mundo. Les vuelve a proponer los elementos fundamentales de la fe, los impulsa a una conversión auténtica, los ayuda a profundizar en la verdad y en el valor del mensaje cristiano ante las objeciones teóricas y prácticas, los anima a discernir y a vivir el Evangelio en lo cotidiano, los capacita para dar razón de la esperanza que hay en ellos, los fortalece en su vocación misionera con el testimonio, el diálogo y el anuncio” (DGC 194).

238. Urge también, a la luz de este mismo principio y bajo la consideración del Bautismo como sacramento que sirve de fundamento a la vida cristiana, revisar y potencializar la pastoral del Bautismo de niños, en orden a responder lo que señala la Iglesia al respecto: " lo más antiguo que tiene la Iglesia, lo más propio de ella, es hacer que todos, catecúmenos, padres de los niños que van a ser bautizados y padrinos, sean reavivados en aquella fe verdadera y activa, mediante la cual, al adherirse a Cristo, entran en el pacto de la nueva alianza o lo confirman. A esto se ordenan, en realidad, tanto la instrucción pastoral de los catecúmenos y la preparación de los padres, como la celebración de la Palabra de Dios y la profesión de fe bautismal"15.

239. Dadas las fallas en la forma como realizamos la iniciación cristiana, es necesario que impulsemos también procesos educativos ordenados a la maduración de los iniciados. Es un hecho que hoy día podemos encontrar cristianos mal iniciados, iniciados incompletamente, o cristianos iniciados con una fe inmadura, sin sentido de pertenencia a la Iglesia.

Esta situación ha sido objeto de preocupación de distintos documentos del Magisterio, especialmente por la Conferencia Episcopal de Santo Domingo, que la expresa en los siguientes términos: " Sin embargo se comprueba que la mayor parte de los bautizados no han tomado aún conciencia plena de su pertenencia a la Iglesia. Se sienten católicos pero no Iglesia. Pocos asumen los valores cristianos como un elemento de su identidad cultural y por lo tanto no sienten la necesidad de un compromiso eclesial y evangelizador. Como consecuencia, el mundo del trabajo, de la política, de la economía, de la ciencia, del arte, de la literatura y de los medios de comunicación social no son guiados por criterios evangélicos. Así se explica la incoherencia que se da entre la fe que dicen profesar y compromiso real en la vida" (SD 96)16. De ahí el llamado urgente de este mismo documento de hacer "que los bautizados no evangelizados sean los principales destinatarios de la nueva evangelización".

240. Aparecida no es ajena a esta situación. Por el contrario reconoce que es un problema que se ha agudizado. Por lo cual invita de modo reiterativo la urgencia de formar discípulos misioneros de Jesucristo (DA 276), “que respondan a la

15 CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA. Ritual del Bautismo de niños n 3 16 CELAM. IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Nueva evangelización, promoción humana, cultura cristiana. “Jesucristo ayer, hoy y siempre” (Hb 13,8). (12-28 octubre 1992). En adelante se citará con las letras SD.

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vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo” (DA 14)

F. Unidad de los sacramentos en el proceso de iniciación cristiana 241. La catequesis hay que entenderla como iniciación cristiana integral. Como tal ha de ser comprendida y realizada dentro del proceso global de evangelización e inspirándonos en el modelo catecumenal. En este contexto global, es en el que hay que comprender la celebración de los sacramentos de iniciación.

242. El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía guardan entre sí una íntima unidad en el proceso de iniciación cristiana. Es preciso que esta unidad y ordenación mutua de los sacramentos de iniciación cristiana se ponga de manifiesto tanto en la catequesis como en la pastoral. Dicha unidad proviene del Misterio Pascual. El anuncio del Misterio Pascual de Cristo y nuestra participación en El debe ser el anuncio central y fundamental, pues es el anuncio que funda nuestra identidad como creyentes en la Iglesia. Por ello debe ser el tema central en nuestras catequesis, debe ser un anuncio repetitivo y reiterativo a lo largo de todo el proceso de iniciación.

243. Para conservar en la práctica la unidad orgánica de los sacramentos de iniciación, debemos reconocer que la relación primaria entre ellos es el Misterio Pascual, lo que significa que la unidad de los tres sacramentos de iniciación, antes que ser de orden cronológico, es de orden teológico. Muchas dificultades pastorales hoy día provienen del no reconocimiento de esta unidad orgánica y por haberlos aislado uno de otros. Entre otras, no ha contribuido a mostrar con claridad la centralidad del misterio eucarístico en la vida de la Iglesia.

G. Inspirar la catequesis en el catecumenado 244. El catecumenado recuerda constantemente a toda la Iglesia la importancia fundamental de la función de iniciación, con los factores básicos que la constituyen: la catequesis y los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía. También nos recuerda la importancia del primer anuncio en orden a la conversión y a la fe como primer paso pedagógico necesario en la educación de un creyente y en la conformación de una comunidad.

245. El concepto de catequesis como iniciación cristiana integral o como noviciado de la vida cristiana obedece a la inspiración catecumenal de la misma, retomando así el concepto de catequesis de la Iglesia antigua, razón por la cual el Directorio de catequesis insistirá que toda catequesis postbautismal se inspire en esta práctica de la Iglesia de los orígenes (DGC 33.59.88-91).

246. El catecumenado bautismal o catecumenado antiguo puede ser entendido como una institución eclesial de tipo pastoral orientada a la iniciación cristiana integral en el seno de una comunidad. Se trata de un auténtico camino de conversión, de iluminación y de maduración en la fe, de lucha y crecimiento espiritual, de una progresiva inserción en Cristo y en la Iglesia. No se trata

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simplemente de transmitir conocimientos, sino de llevar al convertido a vivir una vida nueva.

247. El catecumenado fue y sigue siendo una pieza fundamental en el proceso de iniciación cristiana. La Iglesia nos invita a recuperarlo, adaptándolo a las circunstancias sociales y pastorales de hoy. No se trata de un catecumenado análogo (igual al que se hacía en el pasado), sino hacer que la catequesis de iniciación se inspire y construya a partir de los elementos fundamentales del catecumenado: protagonismo de la comunidad, educar a partir de la conversión, vinculación con el año liturgia, la relación biblia – liturgia, el servicio a los pobres, el padrinazgo comunitario, la integralidad y gradualidad del proceso (DGC 91). Todos estos elementos han de estar presentes de uno u otro modo en nuestras catequesis. Sólo así ella podrá ser en verdad “escuela de aprendizaje de la vida cristiana”.

248. El catecumenado ha de entenderse hoy día como la generación de un ambiente comunitario de educar en la fe. Aparecida señala algunas de las preguntas que han de orientar su configuración: “Se impone una modalidad operativa de iniciación cristiana que, además de marcar el qué, dé también elementos para el quién, el cómo y el dónde se realiza” (DA 287).

H. Prestar atención especial a la formación de los agentes de la iniciación 249. Labor primordial en los procesos de renovación de la pastoral de iniciación cristiana, consiste en organizar adecuadamente la formación de los agentes (obispos, párrocos, formadores de catequistas y catequistas). Ello nace de la convicción de que cualquier actividad pastoral que no cuente para su realización con personas verdaderamente formadas y preparadas, pone en peligro su calidad (DGC 234). 250. Se trata que en nuestro país, como lo subraya el Directorio General, formemos todos los agentes de la catequesis para las necesidades evangelizadoras de este momento histórico, con sus valores, sus desafíos y sus sombras. La formación tendrá también presente, naturalmente, el concepto de catequesis que hoy propugna la Iglesia, entendida ésta, como iniciación cristiana integral, como escuela y noviciado de la vida cristiana.

251. Es muy importante procurar la maduración de la fe de los propios catequistas, a través del cauce normal con la que la comunidad educa en la fe a sus agentes de pastoral y a los laicos más comprometidos. Cuando la fe de los catequistas no es todavía madura (no han sido convenientemente iniciados), es aconsejable que participen de un proceso de tipo catecumenal para jóvenes y adultos (DGC 247). La formación de los catequistas laicos no puede ignorar el carácter del laico en la Iglesia. Su formación ha de tener en cuenta su índole secular y el respeto a su propia espiritualidad (DGC 230 y 237).

252. A la anterior solicitud, la tercera semana latinoamericana de catequesis responde sugiriendo que la formación de los catequistas tenga una clara

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dimensión catecumenal: “Este modelo implica una educación en la fe que lleve a un encuentro vivo con Jesucristo a través del testimonio del catequista y de la comunidad, de la lectura orante de la Palabra de Dios, de la experiencia litúrgica y de la profundización en la doctrina evangélica con la Biblia como texto por excelencia de la educación en la fe, superando la catequesis como mera enseñanza y transformándola más en mistagogía que conduzca a la interiorización del misterio, valiéndose del lenguaje de los símbolos, de los ritos y de las celebraciones”.

253. Esta formación en el proceso de la experiencia catecumenal, continua la tercera semana latinoamericana de catequesis, se verá enriquecida si los mismos catequistas conocen y aprenden la estructura pastoral del RICA, y lo asumen como un proceso de iniciación Cristiana integral que comienza desde el anuncio kerigmático y la conversión, conduce a la vida comunitaria, a la Eucaristía en la comunidad adulta y a la acción de presencia y transformación en el mundo.

254. Además de la atención por la selección de los catequistas y su formación, el párroco ha de comprender que para que la parroquia cumpla con eficacia la tarea de la iniciación cristiana, debe complementarse con otras instancias educativas, especialmente con la familia, pues la educación en la fe en la familia (con las características que les son propias), debe preceder, acompañar y enriquecer toda otra forma de catequesis (DGC 226). Lo que implica necesariamente el acompañamiento y la formación de los padres de familia para el cumplimiento adecuado de la misión de ser los primeros educadores en la fe de los hijos (DGC 227). Como lo afirma el reciente sínodo de América "hay que acompañar al niño en su encuentro con Cristo, desde su bautismo hasta su primera comunión, ya que forma parte de la comunidad viviente de fe, esperanza y caridad" (EA 48). Por ello, no podemos dejar abandonados ni a los padres ni a los niños, sino brindarles procesos educativos adecuados de crecimiento en la fe, después de realizado el bautismo. Si no lo hacemos, no cumplimos con nuestra labor de ser signo de la maternidad de la Iglesia.

255. Labor importante en la formación de los catequistas es la formación de los formadores de los catequistas, presbíteros y laicos, ya que de ellos depende la renovación de la catequesis y de construcción de su nuevo paradigma.

I. Primer anuncio y catequesis: una relación definitiva

256. Durante mucho tiempo la catequesis y la catequética se han ocupado casi de modo exclusivo de la enseñanza del Evangelio a quienes ya son cristianos o viven en cierto modo en la óptica del evangelio. Los catequistas, los agentes de pastoral y los sacerdotes estamos formados desde esta perspectiva. De ahí la dificultad que encontramos para plantearnos los problemas relacionados con el primer anuncio y los relacionados con la transmisión de la fe en el mundo moderno.

257. Hablar hoy de primer anuncio o de su sinónimo anuncio del Kerigma se ha vuelto en la Iglesia “un objeto de moda”. Pareciera que para estar “al día” hay que incluir el “kerigma” como prioridad pastoral. Desde distintos ambientes, lugares y

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escenarios, nos convocan a entrar en misión o hacer misiones. Incluso existen grupos de evangelización especializados en este tipo de acción, los cuales, a su vez, aplican unas metodologías propias, que por lo demás han ido ganando espacio en mayor número de parroquias.

258. Son muchos los que hablan de hacer el anuncio del Kerigma. Otros prefieren hablar de hacer una catequesis kerigmatica. Otros, por su parte, hablan mejor de dimensión kerigmatica de toda la acción pastoral. Todos estos modos de ver son igualmente válidos. Lo son porque expresan, cada uno a su modo, el problema de evangelización y educación de fondo al que debe hoy responder a la Iglesia en todo el mundo: La falta de una acción misionera propiamente dicha. Consecuencia de este tipo de acción es la debilidad de la catequesis y la fragilidad de las comunidades de fe. Porque trabajamos sobre un presupuesto que no existe: la conversión, producto de la acción misionera y del primer anuncio.

259. El supuesto sobre el cual equivocadamente venimos trabajando es de la existencia de la conversión. Esta ha sido muy descuidada entre nosotros. Y lo ha sido porque hay casi una ausencia absoluta de esa acción educativa llamada primer anuncio, propia de la primera de etapa del proceso de evangelizador, la etapa de la acción misionera.

260. En la iglesia primitiva aparecía claro que la catequesis y la vida comunitaria (segunda y tercera etapa del proceso de evangelización) eran consecuencia clara de la primera: la acción misionera. Quien recibía el primer anuncio y decidía convertirse, pasaba luego a un serio proceso de iniciación en el catecumenado, luego del cual, celebrados los sacramentos de iniciación, pasaba a crecer y alimentar la fe de modo permanente y continuado en los procesos de vida comunitaria.

Con el paso del tiempo no sólo se abandonó por completo el catecumenado, sino que además desapareció también el primer anuncio como acción necesaria previa. La catequesis se redujo a catecismo, y se empezó a dar por supuesta la conversión. Pues en una “sociedad cristiana”, la misma sociedad era la encargada, se suponía, de educar. La Iglesia perdió ese ímpetu misionero de los primeros tiempos. Mejor aún: el anuncio misionero se pensó que era exclusivo para aquellos que no vivían en contextos cristianos. Es decir, para los que estaban lejos, para los no creyentes. No se pensó que destinatarios del mismo fueran también los bautizados, y de toda edad. El “catecumenado social y cultural”, como se le conoce, se encargaba de “hacer” los cristianos.

261. Hasta hace poco tiempo, antes del Concilio Vaticano II, la preocupación por el primer anuncio tomó un aire inusitado. Ya no se trataba sólo de evangelizar a los no creyentes, a los infieles, sino de evangelizar a los mismos creyentes. Es decir, ante el hecho de que muchos bautizados vivían como si no lo fueran, perdieron la fe o se alejaron de la Iglesia, apareció claro que ellos eran también destinatarios del primer anuncio. Y este es el contexto actual, del cual nosotros tampoco escapamos.

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262. Lo afirma claramente el Directorio de Catequesis, siguiendo a Redemtoris Missio, al explicar en qué consiste el contexto de nueva evangelización. Afirma: “En muchos países de tradición cristiana, y a veces también en las Iglesias más jóvenes, se da una situación intermedia, ya que en ella grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio. Esta situación requiere una nueva evangelización. Su peculiaridad consiste en que la acción misionera se dirige a bautizados de toda edad, que viven en un contexto religioso de referencias cristianas, percibidas sólo exteriormente. En esta situación, el primer anuncio y una catequesis fundante constituyen la opción prioritaria” (DGC 58).

263. En la situación de hoy “el primer anuncio y la catequesis fundante (al servicio de la iniciación cristiana), constituyen la opción prioritaria” (DGC 58). Razón por la cual, “la situación actual de la evangelización postula que las dos acciones, el anuncio misionero y la catequesis de iniciación, se conciban coordinadamente y se ofrezcan, en la Iglesia particular, mediante un proyecto evangelizador misionero y catecumenal unitario. Hoy la catequesis debe ser vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio misionero eficaz” (DGC 277).

264. La acción misionera ha de dejar de ser entre nosotros una acción esporádica y extraordinaria. Ha de convertirse en algo natural y ordinario. Y ha de ser tarea de todos en la Iglesia, no es cuestión exclusiva de un grupo o movimiento de especialistas. También como lo afirma el Directorio, ha de ser una acción “institucionalizada” como tantas otras en la Iglesia: “El hecho de que la catequesis, en un primer momento, asuma estas tareas misioneras, no dispensa a una Iglesia particular de promover una intervención institucionalizada del primer anuncio, como la actuación más directa del mandato misionero de Jesús. La renovación catequética debe cimentarse sobre esta evangelización misionera previa”. (DGC 62).

265. Institucionalizar la acción misionera requiere que en las diócesis se cree un departamento o una delegación para la acción misionera, en estrecha relación con la delegación o departamento de catequesis. Tarea de esta delegación será de la animar la acción misionera en la diócesis, favoreciendo programas orientados a la realización del primer anuncio, formando agentes, abriendo espacios de diálogo y ayudando a tomar conciencia de la importancia de este primer paso en el proceso de evangelización.

J. Educar a una fe adulta y madura

266. La catequesis de iniciación tiene como destinatarios a aquellos que acogen la invitación de Jesús a hacerse como un niño. Son los pequeños en el sentido bíblico, los que puestos en relación con Dios, a través del contacto con el texto bíblico o litúrgico, y un ambiente revelador y constructor, son capaces de encontrar los grandes anuncios de su misterio. Aquellos que, llamados por Jesús a ser sus discípulos, tienen hambre de Dios, de profundizar de un modo contemplativo en la experiencia de su misterio revelado en la persona de Jesús. Es el pequeño que a

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modo de Jeremías, se deja “seducir” (Jr 20,7), sorprender, se enamora y goza de la relación. Los humildes que se han encontrado con Dios y se han convertido a Dios y están listos para recibir sistemáticamente de iniciación cristiana.

267. El fin de la catequesis es llevarlos, luego de un adecuado proceso de iniciación a modo de un catecumenado, a una viva, explícita y operante profesión de fe. Por eso, la catequesis de adultos ha de entenderse como el llamado a llevar a todos los que participen en un proceso de iniciación a una fe adulta.

268. Tarea de la catequesis es poner los cimientos del edificio de la fe. Terminada la iniciación, otras funciones del ministerio de la palabra, en el momento de la educación permanente de la fe, irán construyendo las demás plantas del edificio (DGC 64). Como iniciación cristiana integral, tarea de la catequesis es educar la fe en todas sus dimensiones. Educa en la acogida y escucha contemplativa del mensaje, la celebración, la oración, la comunidad, el testimonio, el servicio, la vocación cristiana, la opción por los pobres y la misión.

269. La catequesis de iniciación cristiana es la etapa siguiente a la adhesión a Jesucristo, y por tanto de respuesta obediente de fe a El. Es la etapa de escuchar su voz después de la adhesión personal y de iniciarse en conocer su voz. Es el inicio del conocimiento del estilo de vida de Jesús – Evangelio – para dar una fundamentación a esa primera adhesión.

270. La iniciación tiene dos implicaciones: por un lado el cambio profundo del ser, de relación, de identidad; y, por otro, es una iniciación global. Abarca la totalidad de las dimensiones de la persona humana, por la que se verifica un proceso de construcción para la reconstrucción de la propia vida. Se hace entonces necesaria para el tercer milenio, una catequesis que conduzca a la transformación de la vida personal y a su orientación según los principios del Evangelio, para que contribuya según Cristo – Trinitario – al desarrollo del proyecto de comunión de la historia del Reino.

271. Una catequesis cristocéntrica – trinitaria, que ofrezca un cambio de mentalidad y de vida. Consciente de que sin la presencia viva de Cristo en cada ser no es posible la vida cristiana. Una catequesis que anuncie la biblia unida a la liturgia, y estimule meditación contemplativa en el catequizando para que sea este quien coloque su vida y la unifique al mensaje de Cristo por su fe. Una catequesis que construya comunidad eclesial unida por la adhesión a la persona de Cristo y de su Iglesia.

272. Todo lo dicho puede ayudar a entender cuando se dice que la catequesis debe educar a una fe madura y adulta. Una fe arraigada en la persona de Jesús, con un fuerte sentido comunitario y misionero. El término acuñado de la Escritura que utiliza Aparecida para definir una fe de este tipo, es el de discípulos misioneros.

273. Toda la acción evangelizadora, en su riqueza y dinamicidad, está al servicio de la formación de discípulos misioneros de Jesucristo. La catequesis, momento

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de la iniciación, es un momento de suma importancia en la formación del discípulo misionero, pues es el momento en que se estructura la personalidad del discípulo.

274. Diversas circunstancias, hacen que no siempre se alcance este propósito. Las distintas Conferencias del Episcopado Latinoamericano han tocado la situación de los bautizados sociológicos o no convertidos. Aparecida no es ajena a este fenómeno. Por el contrario, reconoce que es algo que está en aumento: “Tenemos un alto porcentaje de católicos sin conciencia de su misión de ser sal y fermento en el mundo, con una identidad cristiana débil y vulnerable”. (DA 286).

275. Esto constituye, continúa Aparecida, un gran desafío que cuestiona a fondo la manera como estamos educando en la fe y como estamos alimentando la vida cristiana (DA 287). Tanto más, si se acepta en nuestro país como lo hizo Aparecida, que “no resistiría los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados” (DA 12).

276. Si se asume en Colombia el llamado a renovar la catequesis para hacer de ella un servicio a la iniciación cristiana integral, hay que revisar la fe que decimos educar. Necesitamos formar una fe crítica, motivada, autónoma, libre, eclesial, encarnada, solidaria, dialógica y ecuménica. Debemos educar a una fe que pueda ser significativa en el mundo de hoy, complejo, plural, científico, técnico, democrático y del crecimiento de diversas formas de marginación y de pobreza.

277. Hemos de evitar caer en la tentación del facilismo en lo que a la educación en la fe respecta. Pues esto conduce no a una seria formación de la fe, sino más bien a su malformación. Ya que se educa una fe que raya en lo supersticioso, lo mágico o lo irracional. Una fe aparejada a una vaga espiritualidad. Una fe desviada hacia el integrismo, el fanatismo y el fundamentalismo. Una fe más cercana a una sensación sicológica e individual, que a la propia del discípulo misionero.

278. La catequesis tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión de fe., dice el Directorio General para la Catequesis (DGC 82). La fe entendida, desde una comprensión bíblica, como conversión a Jesucristo, adhesión plena y sincera a su persona y decisión de caminar en su seguimiento. Esto exige el compromiso permanente de pensar como EL, de juzgar como EL y de vivir como El lo hizo. La fe lleva consigo un cambio de vida, una verdadera conversión, una profunda transformación de la mente y del corazón. Y este cambio de vida se manifiesta en todos los niveles de la existencia del cristiano (DGC 53 – 55).

279. De este modo una catequesis renovada en nuestro país, como la descrita en este Directorio, asume el reto señalado por Aparecida para la Iglesia del Continente, y por el invita a la misión continental: mostrar la capacidad que tiene para promover y formar discípulos misioneros que respondan a la vocación

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recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo (DA 14).