díptico del tiempo
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Díptico del tiempo: muerte y eternidad en Caballero Bonald y Francisco
Brines
Universidad Autónoma de Baja California Sur Literatura española contemporánea
Mehdi Mesmoudi Padinha De: Andrés Avilés Hirales
Resumen: el trabajo busca adentrarse en la Generación del 50, situar al lector en el
contexto histórico y profundizar en la concepción del “tiempo” de Caballero Bonald y
Francisco brines, utilizando como base algunos de sus poemas y textos críticos relativos
a los autores; lo anterior con el fin de brindar una idea de su postura en torno al concepto,
que servirá para, si no definir enteramente, sí bosquejar la postura generacional en torno
al mismo.
Palabras clave: Generación del 50, Poesía, Caballero Bonald, Francisco Brines, Tiempo.
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Introducción
La época de posguerra española resulta, si utilizo sólo un adjetivo para englobarla,
sombría. Los retratos literarios, tanto narrativos como poéticos, no nos dicen otra cosa; y
más palabras, más adjetivos, se van sumando conforme pasan los años: dolorosa, triste,
vacía, desesperanzadora… Y cómo no: si vemos en retrospectiva, la generación de la
anteguerra (la del 27) estaba llena de nombres que hoy son ya parte de la literatura clásica
española: García Lorca, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Dámaso Alonso, Vicente
Alexandre, entre otros; nombres que, luego de la crítica generación del 98 —que buscaba
sacar a España del marasmo en que se encontraba, producto de su actuación política y
cultural de los últimos dos siglos—, vieron en su generación ese impulso definitivo que
necesitaba España para finalmente salir del hoyo… pero la Guerra Civil estaba a la vuelta
de la esquina, y al llegar tronchó —como diría Lorca— el edificio del 27 y con ello la
esperanza de sus integrantes por ver una España renacida.
Los del 98 fueron el arco; los del 27 la flecha… la generación del 50 fue el regresar
a la honda. Pero Goliat cayó por una de ésas, dicen por ahí.
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Capítulo I: Generación del 50, momento e integrantes
José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, Manuel Caballero Bonald, Francisco
Brines, Ángel González y José Ángel Valente1; a ellos responde la etiqueta “niños de la
guerra”, “Generación del medio siglo”, “Generación del 50”, o cualquier otro mote
propuesto por la crítica; sin embargo lo más común, hasta donde he visto, es “Generación
del 50 (cuyo nombre ya representa un problema, según plantean incluso algunos de los
miembros, como es el caso de José Ángel Valente2)”. Para no abrir más el abanico de
posibilidades, me ceñiré sólo al uso de estos nombres unificadores. Decía: la Generación
del 50 es la generación de escritores (principalmente poetas) que vio sus primeras obras
publicadas a finales de la década de los cincuenta y alcanzó su madurez literaria en los
sesenta.
La línea tonal de los integrantes más o menos se confunde, sin perder la
individualidad en ningún momento; menos ya bien entrados los años sesenta. Alfredo
Pasarín Basabe dice al respecto:
[Los miembros de la Generación del 50] comparten una serie de rasgos formales,
como son el coloquialismo y prosaísmo ante la urgencia del mensaje, el
predominio de lo narrativo sobre lo puramente lírico y el rechazo de figuras como
la metáfora ante los más variados recursos de la repetición.3
Resulta dable pensar también que el antifranquismo evidenciado en todos ellos se
vuelve, de igual modo, un aglutinante natural y punto decisivo en la concepción, errada o
no, de los miembros como unidad generacional, al menos hasta cierto punto.
1 Cito sólo algunos nombres, puesto que ni la crítica se ha puesto en total acuerdo con respecto al listado final. 2 Rincón Literario Poetas Españoles contemporáneos : José Ángel Valente, Minuto 2:40 3 Alfredo López Pasarín Basabe. “La poesía de la generación española del 50”, Cuadernos Canela, Vol. XVIII, marzo de 2007, p. 3 del documento electrónico. Dirección adjunta en “Otras fuentes citadas”.
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Varios otros son los testimonios en torno a la época. El mismo Bonald lo refiere
en la introducción de su libro4:
Los que éramos niños en la guerra (o, mejor, lo primeros adolescentes de la
posguerra) atravesamos esa infancia y esa adolescencia en un clima
particularmente asfixiante, cuyos efectos sólo de una manera tangencial y nada
reflexiva podían percibirse.
Jacques Ancet, crítico literario, igualmente concuerda con respecto al franquismo
como influencia en la obra de José Ángel Valente (y, sinecdóticamente, en el grupo
entero):
…un espacio —la España provinciana— y un tiempo — el de la Guerra Civil y
los años sombríos de la posguerra— angustiosos, obsesivamente y durante largo
tiempo reaparecerán en su obra imágenes de una infancia y una adolescencia
confiscadas por la guerra y la represión.”5
Caballero Bonald se suma a la lista:
No creo necesario aducir que aquellos años finales de la década de los 40
permanecían atajados en la más sombría ruta de nuestra posguerra civil.6
Como es natural, aquella primera fase en conjunto de los protagonistas fue
cambiando con el transcurso de los años. Su evolución, en resumidas cuentas, fue la
4 J. M. Caballero Bonald. Selección natural, Madrid: Cátedra, primera edición, 1983, p. 18. 5 José Ángel Valente. Entrada en materia. Madrid: Cátedra, 2001, Colección: Letras Hispánicas, edición de Jacques Ancet, p. 15. 6 J.M. Caballero Bonald. Selección natural, Madrid: Cátedra, 1983, primera edición, p. 17 de la introducción.
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siguiente7: de un tono netamente existencialista (vertido por la generación de la preguerra,
entre quienes figuran José Hierro, Otero y Celaya) se pasó a la poesía social donde la voz
lírica refería a un plural, al “nosotros”; luego, la voz pasó a ser del “yo” que hablaba a la
vez por sí mismo pero también por el resto de la sociedad, sin incluirla de forma directa,
puesto que hablaba acerca de cosas que atañían a todos en aquel momento, directa o
indirectamente. Luego vino la separación de la unidad generacional: algunos escritores
dejan de publicar (Gil de Biedma, Eladio Cabañero8), otros se cierran en el hermetismo
esotérico (Valente) o en el tono melancólico-reflexivo (Ángel González). Sin duda, son
el silencio temporal y la reorientación estética las dos cosas que imperan en la trayectoria
de los poetas del medio siglo veintesco español.
La evolución expuesta no es plena ni mucho menos definitiva; no obstante, hay
algo que sí ha quedado claro, al menos para la mayor parte de la crítica, en torno a los
autores: el punto en común que trataron todos los hijos de la guerra y que se convirtió en
uno de los temas axiales en sus obras fue el tiempo, unidad misteriosa y materia
inagotable del pensamiento: tiempo eterno, del instante, de transición. Tiempo, al fin y al
cabo, de la literatura.
7 El resumen es mi interpretación de un pasaje que se encuentra en Op. Cit. “La poesía de la generación española del 50”, de la página 34 a la 40 del documento electrónico. 8 No mencionado antes por no ser de los poetas más emblemáticos de aquellos años.
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Capítulo II: breve aproximación a la idea de “tiempo”
Un poema, dice Gabriel Zaid, se deja leer de muchas maneras, aunque no de cualquiera:
el texto condiciona las lecturas que admite, y cada modo ayuda a ver esto o aquello que
pone de relieve.9 De tal forma, sí, limitadas, mas innúmeras, pues innúmeras las personas
hasta que no llegue el fin de los días, son las lecturas de los poemas (y realmente de
cualquier obra, literaria o no literaria: cada cabeza reconstruye el mundo).
Antonio Alatorre enlistó, en un trabajo ejemplar10, un “ramillete de sonetos” que
van desde la Italia renacentista hasta el México del siglo XX; unidos, forman un casi árbol
genealógico (selecto, superficial y profundo) en torno al “tiempo”. Quevedo, escribió
sobre lo mismo en su poesía metafísica. Y Borges en sus laberintos. Muchos más lo han
hecho; todos acaso en algún momento de la vida, al menos de sueño o pensamiento en
fuga.
Con lo anterior no he buscado sembrar datos en la página, sino dar cuenta de algo
que ya sabemos al vivirlo día con día: el tiempo nos pertenece a todos, pues a todos y a
todo afecta por igual, ya en el ahora siglo XXI, ya desde los griegos y antes, en el corazón
de la África primera: el tiempo movió en esa tierra caliente sus arenas.
Partiendo de tal idea, ¿cómo es que desde el origen de los tiempos (la expresión
misma afirma la autoridad del vocablo) se ha podido hablar tanto y de tantas formas
diferentes con respecto a ese tema? La respuesta es sencilla: no existe un tiempo, sino,
como mínimo, dos de ellos.
Las antiguas pirámides alrededor del mundo —erguidas en nombre de Ra, de la
diosa Quilla, de Marduk o de Quetzalcóatl, por mencionar algunas— tienen, además de
su forma, algo en común: nos dicen que la humanidad empezó a construir monumentos
9 Gabriel Zaid. Leer poesía. Ciudad de México: Debolsillo, primera edición, 2009, p. 11. 10 Antonio Alatorre. “Tiempo y poesía”, El Colegio Nacional y el Colegio de México. Acta Poética Vol.32, No.1, enero-junio 2011 (19-87).
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no hace mil o dos mil años, sino ocho o diez mil. Ese conocimiento está inmerso en el
“tiempo histórico”, aquel en donde, por así decirlo, cada elemento integrante del mundo
físico existe.
Hay otro tiempo, más secreto y frágil: rosa amurallada de epidermis. Me refiero
al “tiempo individual”, mismo que se enciende con cada nacimiento, y es distinto, único
en el individuo. Lo que yo aprenda, sin importar si lo plasmo en algún medio para su
trascendencia, se irá junto con mi vida. Esto no es una pipa, dijo Magritte. La hoja, esta
hoja donde escribo, no es mi vida ni mi pensamiento, sino una limitada aproximación
infinitesimal. Mi “tiempo individual” es corto y es al “tiempo histórico” lo que este
trabajo al completo pensamiento mío.
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Capítulo III: aproximación a los poetas de la Generación del 50; Brines y Bonald
Caballero Bonald y Francisco Brines no son los dos miembros más representativos de la
Generación del 5011; sin embargo, en ellos es donde he encontrado variantes notables del
concepto “tiempo”: por un lado está la tendencia del tiempo como muerte, como río que
corre y nunca se detiene, como flor que se marchita; por otro, se presenta la del tiempo
como eternidad y salvación. Ambas posturas me parecen, guardadas las proporciones, las
caras de cada uno de los miembros de la generación.
Presento enseguida una serie de poemas de Caballero Bonald y Francisco Brines
que reflejan lo antes expuesto.
1. Francisco Brines.
Del poema “Elca”:
Porque todo va al mar
y la larga sombra cae
de los montes de plata,
pisa los breves huertos,
ciega los pozos, llega
con su frío hasta el mar.
La estrofa remite inmediatamente a las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge
Manrique, y a su metáfora del río que va a la mar como metáfora de la vida que se
encamina sin pausa hacia la muerte. La sombra (que aquí se relaciona con la muerte) de
igual forma hace un recorrido: montes, huertos breves, pozos cegados, todo en un tono
frío: campo semántico de muerte, tristeza y pesadumbre.
11 Basado en el material bibliográfico encontrado, el miembro más estudiado de la generación es José Agustín Goytisolo.
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Del poema “Todos los rostros del pasado”:
Nos hemos preguntado, y nadie sabe la respuesta,
si es más valiosa una pequeña felicidad que el dolor que
encanece los cabellos.
Este poema me recuerda al soneto “Mientras por competir con tu cabello”, de
Góngora, que igual trata el tema de la vejez como aproximación a la muerte. Sin embargo,
aquí no sólo se deja en entredicho la alusión al Carpe Diem: también se pone sobre la
mesa la importancia de la felicidad a lo largo de la vida.
Cito entero el poema “El reloj y la muerte”, que parece pender en medio de
los extremos (tiempo como muerte y tiempo como eternidad) y funge como
punto de transición, aunque al final se inclina por uno de los extremos. Los
pies de página enumeran cada uno de los elementos pertinentes.
Lento voy con la tarde12 meditando un recuerdo13 de mi vida, ya sólo 14 y para siempre mío. Y en el ciprés, que es muerte, reclino el cuerpo, miro la superficie blanca de los muros, y sueño. 15 El sol da en la varilla de hierro, y una sombra señala en la pared, lentamente la mueve.16
12 La tarde guarda relación con la muerte debido a que es el fenecer del día. Se trata ésta de una tarde primera, todavía con luz. Es el vector de inicio en la concepción lineal del tiempo. 13 El “recuerdo” es algo inherente al pasado, es decir, al tiempo ya ido que busca recuperarse. 14 Al decir “ya solo” parece como si todas las personas que el yo lírico hubiera conocido ya no estuvieran a su lado, presumiblemente porque han muerto. 15 El sueño tiene connotaciones directas con el mundo de los recuerdos, puesto que no son, pero ocurren dentro de la mente. 16 Esta estrofa responde a la imagen de un reloj de sol que avanza lentamente.
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Cierro los ojos. Llega la brisa, gira las hojas17 roza mis sienes. Abro nuevamente los ojos. 18 En la pared anida la tarde oscura19. Nada visible late, rueda.20 Callan el mar y el campo. Muy despacio se mueve21 el corazón, señala las horas de la noche22. Lucen altas estrellas. Vive por él un muerto23 que ya no tiene rostro; bajo la tierra yace, como el vivo, esperando24.
2. J. M. Caballero Bonald.
17 El movimiento circular de “giran” cambia la jugada del tiempo: ya no es enteramente lineal, sino que ahora el movimiento parece ser en círculos, es decir, se repite sin un límite de finalización. Es el segundo vector, el de espiral. 18 Aquí el yo lírico se da cuenta de que el tiempo continúa incluso si no está prestando atención al resto del mundo. 19 Éste es el segundo estadio de la tarde: la luz es ya oscura. Vector lineal. 20 El mismo movimiento giratorio. Vector en espiral. 21 De nuevo es un tiempo lento, casi inanimado, próximo al estatismo (o al impulso circular). 22 El tercer estadio es la noche, el lugar a donde llega el tiempo cronológico del poema. 23 La contraposición aquí es clave para discernir el rumbo que lleva y debe tomar el poema: las imágenes que se han estado dando hasta el momento son las de un tiempo muy lento que avanza y las de cosas que giran y crean formas circulares, aludiendo de igual manera al tiempo. Ambas parecen juntarse aquí: el muerto (cuyo tiempo ya ha terminado) vive, pero no es una vida del “fluir de las aguas”, sino una vida de suspendida animación, producto del choque entre dos vectores opuestos. 24 La sentencia final es la que afirma la fuerza del poema: los vivos creemos que son los muertos quienes no disponen de tiempo, pero aquí el poeta nos está poniendo a ambos al mismo nivel; muertos y vivos esperan por la otra parte y, en ese juego dialéctico, el tiempo finalmente se anula y pierde el valor que históricamente se le ha dado en occidente, llegando a la trascendencia, aunque no plena, de la eternidad.
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Del poema “El amor es como un círculo”25: “ser memoria de un gozo”, “el
súbito reencuentro”, “¿Qué cedió, el recuerdo o la vida?”, “¿cómo borrar el
rastro de su historia?”
Memoria, reencuentro, recuerdo, historia; las cuatro cosas se ven abrazadas por la
nostalgia, que indudablemente guardan relación con el paso del tiempo. Sin embargo, al
final hay una recuperación: a pesar de ese fluir de los años, siguen ahí las huellas de lo
acontecido: el agua tiene memoria.
Del poema: “Un vaso: un asedio”:
Ya no hay remedio26. Nada es igual
a nada27. Sólo un hombre vacila
al borde de su propia imprecación.
Nada tampoco es semejante
al fragmentado vaso donde bulle
el zumo abominable del olvido28.
El poema responde a una cavilación interna acerca del tiempo y de la perdición de
la memoria ante los años siempre venideros.
Finalmente, un poema que, al igual que “El reloj y la muerte”, va
contracorriente del tiempo como algo negativo: “A batallas de amor, campo
de plumas”:
25 Se trata de versos sueltos del poema, con suficiente distancia entre ellos como para extraerse por separado. 26 Tono pesimista. 27 El problema se expone: nada es igual a nada. Esto se puede interpretar como la problemática del ser ante una insuficiencia del conocimiento del mundo y de sí mismo, pero el fondo se enfoca más en que, a pesar del recuerdo que guardamos de las cosas, ese recuerdo no son las cosas. 28 El zumo tiene la cualidad de ser la parte sustancial de un jugo; transportado al contexto del poema, significaría aquí la esencia del olvido. Pero no sólo eso: el verso penúltimo habla de un “fragmentado vaso”; es decir, ni siquiera el olvido se salva de olvidarse a sí mismo.
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Ningún vestigio tan inconsolable29
como el que deja un cuerpo
entre las sábanas
y más
cuando la lasitud de la memoria30
ocupa un espacio mayor
del que razonablemente le corresponde.
Linda el amanecer31 con la almohada
y algo jadea cerca, acaso un último
estertor adherido
a la carne, la otra vez adversaria
emanación del tedio estacionándose
entre los utensilios volubles
de la noche.
Despierta, ya es de día, mira
los restos del naufragio
bruscamente esparcidos
en la vidriosa linde del insomnio.
Sólo es un pacto a veces, una tregua
ungida de sudor, la extenuante
reconstrucción del sitio
donde estuvo asediado el taciturno
material del deseo.
Rastros
hostiles reptan entre un cúmulo
de trofeos y escorias, amortiguan
la inerme acometida de los cuerpos.
A batallas de amor campo de plumas.
29 Los vestigios generalmente se relacionan con ruinas o algo a punto de expirar: el tiempo como muerte. Primer vector. 30 “El flaqueo de la memoria”, se traduce como “el olvido”. 31 El amanecer como un nuevo comienzo; se contrapone en parte al tiempo del olvido y ofrece una nueva oportunidad. Vector dos.
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Y a pesar de la falta de elementos netamente temporales, el poema entero tiene
dos perfiles del mismo. El primero es el título, pues refiere a un verso de la “Soledad
primera” de Góngora; es decir, el poeta recurre al pasado, a la nostalgia del tiempo, para
la concepción de su poema. El segundo es el tema del texto: el encuentro sexual como
anulación del tiempo debido a su cercanía con la muerte.32 He aquí que el poema
analizado se empalma con “El reloj y la muerte”: al parecer sólo mediante la
aproximación a la muerte es que el tiempo alcanza una eternidad, y no como se ha creído
durante siglos, donde la prolongación infinita de la vida33 es lo más buscado por quienes
buscan la trascendencia.
32 Esta tema es interesante y extenso; trataré, aunque yo mismo lo tache de imposible, de resumirlo de la siguiente forma: el acto sexual busca llegar al orgasmo de ambas partes, y es en ese orgasmo que se alcanza la nulidad del ser, la pequeña muerte. El poema de Bonald habla de una extensa revisión del “campo de batalla”, el lecho donde la noche previa se llevó a cabo un acto sexual de este tipo. 33 Refiero al elíxir de la juventud.
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Conclusión
Tras analizar los textos de Caballero Bonald y Francisco Brines, además del cronotopo
ceñido a su vida y del “tiempo” como elemento indisociable del pensamiento humano, he
llegado a lo siguiente: La Generación del 50, al igual que el resto de generaciones previas
en la tradición española, aportó una cuenta más al racimo histórico de la poesía,
abordando el tema del tiempo como axialidad. Los autores analizados muestran, a lo
menos, dos posturas en torno al tiempo: uno decadente y otro esperanzador, eterno, pero
sin estar inundado de una felicidad plena; es decir, un tiempo y el otro no se contraponen
en iguales proporciones, sino que se tocan en la base y su geometría es autónoma.
De Heráclito al lector de estas palabras, el tiempo es presente. La Generación del
50 lo sabía, y sin duda por la crisis histórica, política y social durante la vida de sus
integrantes, éstos escribieron sin parar acerca de ello. No innovaron en ese sentido (el
tema): lo que se les agradece es más bien haber continuado con la tradición eterna de ese
enorme pilar dentro de la cosmogonía del universo.
15
Fuentes bibliográficas
Principal (citada):
VALENTE, José Ángel. Entrada en materia. Madrid: Cátedra, 2001, Colección:
Letras Hispánicas. Edición de Jacques Ancet.
ZAID, Gabriel. Leer poesía. Ciudad de México: Debolsillo, primera edición,
2009.
CABALLERO BONAL, José Manuel. Selección natural. Madrid: Cátedra.
Primera edición, 1983.
Complementaria (consulta):
STRELTSOVA, Yekaterina. “El análisis del campo semántico <<tiempo>> en
la poesía metafísica de Quevedo”, Universidad Estatal Lomonosov de Moscú.
Consultado por última vez el 02 de noviembre de 2015 en:
http://hispanismo.cervantes.es/documentos/streltsova.pdf
ALATORRE, Antonio. Tiempo y poesía, El Colegio Nacional y el Colegio de
México. Acta Poética Vol.32, No.1, enero-junio 2011 (19-87).
Consultado en http://www.journals.unam.mx/index.php/rap/article/view/23182
Referencias alternativas (videos, pdfs, tesis):
MORA CONTRERAS, Francisco Javier. “Corrientes submarinas: las poéticas del
50 española e hispanoamericana (o viceversa).” Universidad de Alicante, Revista
América sin Nombre, año 2002, No. 3, “Relaciones entre la literatura española e
hispanoamericana…”
Consultado por última vez el 02 de noviembre de 2015 en:
16
http://rua.ua.es/dspace/handle/10045/6033
PASARÍN BASABE, Alfredo López. “La poesía de la generación española del
50”. Cuadernos Canela, Vol. XVIII, marzo de 2007.
Rincón Literario: Poetas españoles contemporáneos: José Agustín Goytisolo.
Consultado en:
https://www.youtube.com/watch?v=7aYED0ZCNzA
Rincón literario: Poetas españoles contemporáneos: José Ángel Valente.
Consultado en:
https://www.youtube.com/watch?v=nhZf-vKco_g
Jaime Gil de Biedma, retrato de un poeta.
Consultado en:
https://www.youtube.com/watch?v=snnjfIVgJ5M
Rincón literario: Poetas españoles contemporáneos: Manuel Caballero Bonald.
Consultado en:
https://www.youtube.com/watch?v=ZeYgy4U4Ug0
17
Índice
Introducción ............................................................................................................................. 2
Capítulo I: Generación del 50, momento e integrantes .............................................................. 3
Capítulo II: breve aproximación a la idea de “tiempo” ............................................................... 6
Capítulo III: aproximación a los poetas de la Generación del 50; Brines y Bonald ....................... 8
Conclusión .............................................................................................................................. 14
Fuentes bibliográficas ............................................................................................................. 15