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Dios viene hecho hombre Adviento - A 2013 Acción Católica General Alfonso XI, 4 5º 28014 Madrid www.accioncatolicageneral.es [email protected]

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Page 1: Dios viene hecho · Otead el horizonte, vivid atentos a los susurros, a los lloros, a los gritos y risas de la humanidad entera. ¡Dios está cerca! ¡Vamos, levantaos, se acerca

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Dios

viene

hecho

hombre

Adviento - A 2013

Acción Católica General Alfonso XI, 4 5º

28014 Madrid

www.accioncatolicageneral.es

[email protected]

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CELEBRACIÓN DE LAS PRIMERAS VÍSPERAS

DE ADVIENTO

HOMILÍA DEL PAPA

BENEDICTO XVI

Sábado 27 de noviembre de 2010

Queridos hermanos y hermanas:

Con esta celebración vespertina, el Señor nos da la

gracia y la alegría de abrir el nuevo Año litúrgico iniciando con su primera etapa: el Adviento, el per-

íodo que conmemora la venida de Dios entre noso-

tros. Todo inicio lleva consigo una gracia particular,

porque está bendecido por el Señor. En este Ad-

viento se nos concederá, una vez más, experimen-tar la cercanía de Aquel que ha creado el mundo,

que orienta la historia y que ha querido cuidar de

nosotros hasta llegar al culmen de su condescen-

dencia haciéndose hombre. Precisamente el miste-rio grande y fascinante del Dios con nosotros, es

más, del Dios que se hace uno de nosotros, es lo

que celebraremos en las próximas semanas cami-

nando hacia la santa Navidad. Durante el tiempo de Adviento sentiremos que la Iglesia nos toma de

la mano y, a imagen de María santísima, manifies-

ta su maternidad haciéndonos experimentar la es-

pera gozosa de la venida del Señor, que nos abra-za a todos en su amor que salva y consuela.

Mientras nuestros corazones se disponen a la cele-

bración anual del nacimiento de Cristo, la liturgia

de la Iglesia orienta nuestra mirada hacia la meta

definitiva: el encuentro con el Señor que vendrá en el esplendor de la gloria. Por eso nosotros que

en cada Eucaristía «anunciamos su muerte, pro-

clamamos su resurrección, a la espera de su veni-

da», vigilamos en oración. La liturgia no se cansa de alentarnos y de sostenernos, poniendo en

nuestros labios, en los días de Adviento, el grito

con el cual se cierra toda la Sagrada Escritura, en

la última página del Apocalipsis de san Juan: «¡Ven, Señor Jesús!» (22, 20).

Queridos hermanos y hermanas, nuestro reunirnos

aquí esta tarde para iniciar el camino del Adviento

se enriquece con otro importante motivo: con toda

la Iglesia, queremos celebrar solemnemente una vigilia de oración por la vida naciente. Deseo ex-

presar mi agradecimiento a todos aquellos que se

han adherido a esta invitación y a cuantos se dedi-

can de modo específico a acoger y custodiar la vi-da humana en las distintas situaciones de fragili-

dad, especialmente en sus inicios y en sus prime-

ros pasos. Precisamente el comienzo del Año litúr-

gico nos hace vivir nuevamente la espera de Dios que se hace carne en el seno de la Virgen María,

de Dios que se hace pequeño, se hace niño; nos

habla de la venida de un Dios cercano, que ha

querido recorrer la vida del hombre, desde los comienzos, y esto para salvarla totalmente, en

plenitud. Así, el misterio de la encarnación del Se-

ñor y el inicio de la vida humana están íntima y

armónicamente conectados entre sí dentro del úni-

co designio salvífico de Dios, Señor de la vida de todos y de cada uno. La Encarnación nos revela con

intensa luz y de modo sorprendente que toda vida

humana tiene una dignidad altísima, incomparable.

El hombre presenta una originalidad inconfundible

respecto a todos los demás seres vivientes que pueblan la tierra. Se presenta como sujeto único y

singular, dotado de inteligencia y voluntad libre,

pero también compuesto de realidad material. Vive

simultánea e inseparablemente en la dimensión espiritual y en la dimensión corporal. Lo sugiere

también el texto de la primera carta a los Tesaloni-

censes que hemos proclamado: «Que él, el Dios de

la paz —escribe san Pablo—, os santifique plena-mente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma

y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la veni-

da de nuestro Señor Jesucristo» (5, 23). Somos,

por tanto, espíritu, alma y cuerpo. Somos parte de este mundo, vinculados a las posibilidades y a los

límites de la condición material; al mismo tiempo,

estamos abiertos a un horizonte infinito, somos

capaces de dialogar con Dios y de acogerlo en no-

sotros. Actuamos en las realidades terrenas y a través de ellas podemos percibir la presencia de

Dios y tender a él, verdad, bondad y belleza abso-

luta. Saboreamos fragmentos de vida y de felicidad

y anhelamos la plenitud total.

Dios nos ama de modo profundo, total, sin distin-

ciones; nos llama a la amistad con él; nos hace

partícipes de una realidad por encima de toda ima-

ginación y de todo pensamiento y palabra: su mis-ma vida divina. Con conmoción y gratitud toma-

mos conciencia del valor, de la dignidad incompa-

rable de toda persona humana y de la gran res-

ponsabilidad que tenemos para con todos. «Cristo,

el nuevo Adán —afirma el concilio Vaticano II— en la misma revelación del misterio del Padre y de su

amor, manifiesta plenamente el hombre al propio

hombre y le descubre la grandeza de su vocación...

El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre» (Gaudium et

spes, 22).

Creer en Jesucristo conlleva también tener una mi-

rada nueva sobre el hombre, una mirada de con-fianza, de esperanza. Por lo demás, la experiencia

misma y la recta razón muestran que el ser huma-

no es un sujeto capaz de inteligencia y voluntad,

autoconsciente y libre, irrepetible e insustituible, vértice de todas las realidades terrenas, que exige

que se le reconozca como valor en sí mismo y me-

rece ser escuchado siempre con respeto y amor.

Tiene derecho a que no se le trate como a un obje-

to que poseer o como a algo que se puede manipu-lar a placer, que no se le reduzca a puro instru-

mento en favor de otros o de sus intereses. La per-

sona es un bien en sí misma y es preciso buscar

siempre su desarrollo integral.

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El amor a todos, si es sincero, tiende espontánea-

mente a convertirse en atención preferente por los

más débiles y los más pobres. En esta línea se sit-

úa la solicitud de la Iglesia por la vida naciente, la más frágil, la más amenazada por el egoísmo de

los adultos y por el oscurecimiento de las concien-

cias. La Iglesia subraya continuamente lo que de-

claró el concilio Vaticano ii contra el aborto y toda

violación de la vida naciente: «Se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la concep-

ción» (ib., n. 51).

Hay tendencias culturales que tratan de anestesiar

las conciencias con motivaciones presuntuosas. Respecto al embrión en el seno materno, la ciencia

misma pone de relieve su autonomía capaz de in-

teracción con la madre, la coordinación de los pro-

cesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata

de un cúmulo de material biológico, sino de un

nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente or-

denado, un nuevo individuo de la especie humana. Así fue Jesús en el seno de María; así fue para ca-

da uno de nosotros, en el seno de nuestra madre.

Con el antiguo autor cristiano Tertuliano, podemos

afirmar: «Ya es un hombre aquel que lo

será» (Apologético, IX, 8); no existe ninguna razón para no considerarlo persona desde su con-

cepción.

Lamentablemente, incluso después del nacimiento,

la vida de los niños sigue estando expuesta al abandono, al hambre, a la miseria, a la enferme-

dad, a los abusos, a la violencia, a la explotación.

Las múltiples violaciones de sus derechos, que se

cometen en el mundo, hieren dolorosamente la

conciencia de todo hombre de buena voluntad.

Frente al triste panorama de las injusticias cometi-das contra la vida del hombre, antes y después del

nacimiento, hago mío el apremiante llamamiento

del Papa Juan Pablo II a la responsabilidad de to-

dos y de cada uno: «¡Respeta, defiende, ama y

sirve a la vida, a toda vida humana! Sólo siguien-do este camino encontrarás justicia, desarrollo,

libertad verdadera, paz y felicidad» (Evangelium

vitae, 5). Exhorto a los protagonistas de la políti-

ca, de la economía y de la comunicación social a hacer cuanto esté dentro de sus posibilidades para

promover una cultura siempre respetuosa de la

vida humana, para procurar condiciones favora-

bles y redes de sostén a la acogida y al desarrollo de ella.

A la Virgen María, que acogió al Hijo de Dios hecho

hombre con su fe, con su seno materno, con aten-

ta solicitud, con el acompañamiento solidario y vi-brante de amor, encomendamos la oración y el

empeño en favor de la vida naciente. Lo hacemos

en la liturgia —que es el lugar donde vivimos la

verdad y donde la verdad vive con nosotros— ado-

rando la divina Eucaristía, en la que contemplamos el Cuerpo de Cristo, ese Cuerpo que tomó carne de

María por obra del Espíritu Santo, y de ella nació

en Belén, para nuestra salvación. Ave, verum Cor-

pus, natum de Maria Virgine!

© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana

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PREGÓN DE ADVIENTO

Os anuncio que comienza el Adviento.

Alzad la vista, restregaos los ojos, otead el horizonte.

Daos cuenta del momento. Aguzad el oído.

Captad los gritos y susurros, el viento, la vida...

Empezamos el Adviento,

y una vez más renace la esperanza en el horizonte.

Al fondo, clareando ya, la Navidad. Una Navidad sosegada, íntima, pacífica,

fraternal, solidaria, encarnada,

también superficial, desgarrada, violenta...;

mas siempre esposada con la esperanza.

Es Adviento esa niña esperanza que todos llevamos, sin saber cómo, en las entrañas;

una llama temblorosa, imposible de apagar,

que atraviesa el espesor de los tiempos;

un camino de solidaridad bien recorrido;

la alegría contenida en cada trayecto;

unas huellas que no engañan;

una gestación llena de vida; anuncio contenido de buena nueva;

una ternura que se desborda…

¡Venga levantaos, alzad la cabeza

y poneros en marcha con ilusión renovada!

Otead el horizonte, vivid atentos a los susurros, a los lloros, a los gritos y risas de la humanidad entera.

¡Dios está cerca!

¡Vamos, levantaos, se acerca vuestra liberación!

Hay signos a vuestro alrededor.

¿No lo veis en el barrio, el trabajo, en la comunidad, en vuestras casas,

en vosotros mismos, sin ir más lejos? Restregaos los ojos, mirad con esperanza el horizonte,

escuchad las buenas nuevas, dejaos despertar por la brisa.

¡Dios está cerca!

Alegraos, saltad de júbilo.

Poneos vuestro mejor traje. Perfumaos con perfumes caros. ¡Que se note!

Viene Dios. Avivad alegría, paz y esperanza.

Preparad el camino. Ya llega nuestro Salvador.

Viene Dios... y está a la puerta.

¡Despertad a la vida!

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● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y,

así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

Mt 24, 37-44 37 «Como en los tiempos de Noé, así será la venida

del hijo del hombre. 38 Porque como en los días que

precedieron al diluvio comían, bebían y se casaban

ellos y ellas, hasta el día en que entró Noé en el arca, 39 y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y

los barrió a todos, así sucederá cuando venga el hijo

del hombre. 40 Entonces estarán dos en el campo; a

uno se lo llevarán y a otro lo dejarán. 41 Estarán dos

mujeres moliendo juntas; a una se la llevarán y a

otra la dejarán. 42 Estad en guardia, porque no sabéis

en qué día va a venir vuestro Señor. 43 Tened en

cuenta que si el amo de casa supiera a qué hora de la

noche iba a venir el ladrón, estaría en guardia y no

dejaría que le asaltaran la casa. 44 Estad preparados también vosotros, porque a la hora que me-

nos penséis vendrá el hijo del hombre».

Para Santa Teresa una de las dificultades que podemos encontrar en la oración es la incoherencia de vi-

da, la ruptura entre oración y vida. Cuando más profundamente vivamos la vocación cristiana tanto más

fácil resultará el ejercicio de la oración.

Pongámonos en presencia del Señor. Escucho las palabras del Señor dichas personalmente para mi y

para donde yo me encuentro.

●En este principio de año litúrgico la Iglesia me invitas a no dormirme, a estar dispuesto. Puede ello

hacer referencia a vivir la vida estando siempre vigilante, ya que el Señor se acerca a nosotros en cual-

quier momento…

¿Vivo así mi vida?

Y ante la proximidad de la Navidad hemos de estar preparados ahora para celebrar la Navidad.

¿Qué supone ello?

¿Qué me pide Dios en este tiempo de adviento para disponerme a la celebración de la Navidad?

● Llamadas.

Oro a partir de todo lo que he contemplado.

I Domingo de Adviento - A

● Isaías 2, 1-5 ● “El Señor reúne a todos las naciones en la paz eterna del reino de Dios”

● Salmo 121 ● ”Vamos alegres a la casa del Señor ”

● Romanos 13, 11-14 ● “Nuestra salvación está cerca”

● Mateo 24, 37-44 ● “Estad en vela para estar preparados”

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NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● “Hemos comenzado el tiempo del Adviento, tiem-

po de preparación a la Navidad, a la venida en car-

ne mortal del Hijo del Hombre.

● Ante la venida del Hijo de Dios, la Palabra de Dios nos presenta la otra venida, la definitiva. Y de

ahí se nos invita a estar vigilantes.

● Nos encontramos ante el discurso de Mateo so-

bre la venida del Hijo del Hombre que lo ilustra con tres parábolas:

1ª La del servidor fiel y prudente Mt 24, 45-51;

2ª La de las diez muchachas que salieron con

sus lámparas a recibir al novio Mt 25 1-13; 3ª La de los talentos 25 14-30.

● Después del anuncio de la venida del Hijo del

Hombre que se relata en un texto anterior al de

hoy se nos invita a saber leer los signos de los

tiempos con el ejemplo de la higuera que empieza a dar hojas nuevas y a continuación tenemos el

texto de hoy donde se nos invita a estar vigilantes.

● ¿Cuándo será el día del juicio final, el día de ren-

dir cuentas de nuestras vidas, el día en el que apa-recerá la superioridad de Dios, el día de nuestro

encuentro definitivo con Dios?

● El momento es desconocido, no se sabe. Sólo

Dios sabe el día y la hora. Y ello no es para desen-tendernos y vivir al margen de esta realidad, sino

para estar más vigilantes, para que no nos coja

desprevenidos.

● El Señor puede volver en cualquier momento y ello nos debe empujar a no instalarnos, sino a vivir

a tono con lo que somos: cristianos, seguidores de

Jesús.

● No hemos de hacer de este mundo nuestro hogar

definitivo, aquí estamos de paso y vamos camino de nuestra patria definitiva.

● Las palabras de Jesús son una invitación a estar

vigilantes, a vivir despiertos, a no dejarnos atrapar

por las cosas de este mundo que son pasajeras.

● Esta invitación a la vigilancia y a estar perma-

nentemente despiertos Jesús lo muestra con tres

ejemplos:

El primero hace referencia a lo que aconteció antes del diluvio en tiempos de Noé, sólo Noé fue el que se salvó

metiéndose en la arca mientras el resto de la gente co-

mía y bebía, llevaba una vida normal.

El segundo habla de dos hombres y dos mujeres que

estaban trabajando a uno de lo llevaron y otro se quedó.

Y el tercero habla de la irrupción inesperada del ladrón.

Como conclusión: Hay que estar preparados.

Pienso que el mensaje de hoy bien puede ir en la

línea de invitarnos a ser responsables, de esforzar-

nos por actuar correctamente haciendo bien las

cosas y de ayudar a otros a serlo.

Todo ello no debe producirnos inquietud, ni temor,

estamos en buenas manos: Dios nos quiere y Él

vela por nosotros. Ante las dificultades que nos no

faltarán tengamos confianza

A la hora que menos penséis viene

el Hijo del hombre

Señor Jesús, empezamos hoy el tiempo de Adviento,

tiempo de preparación a la Navidad.

Yo comparo la Navidad con una buena siembra,

preludio de una buena cosecha.

Un día Dios decidió sembrar en este mundo

la buena semilla que fue tu Persona, Señor Jesús.

Fue muy importante, fue transcendental esa decisión

Y Tú viniste y te sumergiste en el surco de nuestra

historia, te enterraste en la tierra de Nazaret,

en aquella sociedad agrícola, judía,

anónima de un pueblecito desconocido

y allí fuiste creciendo en todos los aspectos

de la vida humana hasta mostrarte un día

como el enviado de Dios

pero siempre con mucha discreción

y llevado por la compasión.

Nosotros, durante este tiempo del adviento

en el que nos disponemos a prepararnos

a la celebración de tu venida,

vamos a disponer nuestro corazón a acogerte.

Tú, Señor Jesús, continúas permanentemente viniendo

a nuestras vidas por ello nos pides que hemos de estar

atentos, despiertos para reconocer tus huellas,

para descubrir los signos de tu fuerza, de tu presencia.

Ven, Señor Jesús, continúa viniendo a nuestro mundo,

a nuestros hogares, a nuestros pueblos y barrios.

Ven, Señor Jesús,

A nuestras escuelas, ven a nuestros lugares de ocio,

ven a nuestros medios de comunicación,

ven a las casas que sufren y a las que ríen.

Ven Señor Jesús a tantos hogares

que tienen sus miembros en paro y lo pasan mal.

Ven al mundo de los jóvenes y al de los niños,

al mundo de los ancianos y de los adultos.

Ven, Señor Jesús, no esperes que te invitemos.

Entra sin llamar porque todos te necesitamos.

Necesitamos tu Palabra, tu paz, tu compasión,

tu fidelidad al Padre, tu amor a la verdad,

tu entrega sincera, tu amor sin reservas.

En este comienzo del tiempo de Adviento

te pedimos que te esperamos a diario

en nuestras casas y en nuestras calles,

en nuestras iglesias y en nuestros hospitales,

en este mundo a veces tan materialista,

y tan envidioso.

Señor Jesús, no tardes

y mantén nuestra esperanza en tu venida.

Gracias, Señor Jesús.

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VER - JUZGAR – ACTUAR “Deja la luz encendida”

“Deja la luz encendida”

VER:

C uando sabemos que alguien de casa va a volver tarde por la

noche, aunque nos hayamos acostado solemos dejarle una luz

encendida para cuando llegue. Es un pequeño gesto que, sin em-

bargo, está indicando muchas cosas: que esperamos su vuelta,

que notamos y nos importa su ausencia… es un gesto de afecto y cariño, que demuestra que deseamos que al volver a casa no la

encuentre oscura y “fría”, sino que sienta “calor humano”, que

descubra que pensamos en él aunque estemos durmiendo.

JUZGAR:

E l Adviento es el “tiempo de espera y esperanza”, una oportunidad para dejar que Dios se acerque

más a nosotros. Es un tiempo que nos ofrece la oportunidad de esperarle para dejarle que entre en

nuestra vida y se encarne, para que Jesús pueda nacer en nosotros y transformarnos.

El Adviento es un tiempo de espera: esperamos a Jesús. Por eso nos avisa: estad en vela. Jesús quiere que mantengamos “encendida la luz” de la esperanza porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. E

insiste: estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre.

Jesús repite su aviso porque sabe que es muy fácil que nos despistemos o descentremos por el ritmo de

vida diario: la gente comía y bebía y se casaba… Y no lo dice porque estas actividades sean malas, sino porque corremos el peligro de dejarnos absorber por lo inmediato, adormecernos espiritualmente y no

ser conscientes del momento de su venida a nuestra vida.

Y este peligro, en estos días previos a la Navidad y en nuestra sociedad dominada por el capitalismo

ateo, nos acecha a todos, porque nos “venden” una navidad consumista hecha sólo de adornos, dulces, regalos, festejos… De ahí que san Pablo también nos previene: Nada de comilonas ni borracheras, nada

de lujuria y desenfreno… El Adviento, para los que queremos seguir a Jesús con coherencia y fidelidad,

es una llamada, en los días previos a la Navidad, para dejarnos cuestionar por las palabras de san Pablo:

Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra sal-vación está más cerca que cuando empezamos a creer. El seguimiento coherente de Jesús nos acerca a

Él y, por tanto a la salvación que “ya ahora” podemos experimentar.

La luz de la esperanza nos tiene que mover a saber interpretar los signos de los tiempos que vivimos,

que no son precisamente halagüeños en muchos aspectos. Pero ante la realidad que no nos gusta debe-

mos pertrecharnos con las armas de la luz para ir haciendo realidad ese Reino que Jesús inició y que Isa-ías profetizó, en el que de las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas. Donde no alzará la es-

pada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.

ACTUAR:

E l “hoy estarás conmigo” que Jesús dirigía la semana pasada al buen ladrón se convierte esta semana en “ya, ahora”, sin más dilaciones. Con el tiempo del Adviento comenzamos un nuevo año litúrgico,

iniciamos el Ciclo A, es un buen momento, es tiempo propicio, “ya, ahora” para revisar mi PPVC y pre-

guntarnos: ¿Qué “luz” se me está apagando o se me ha podido apagar en las distintas dimensiones a

revisar: económica, socio-política, eclesial, espiritual, profesional, afectiva, familiar, formativa…? Ante la

cercanía de la Navidad, ¿cuál es mi preocupación, o qué pensamientos y actividades me tienen más “pre-ocupado”? ¿Qué puedo hacer para no dejarme llevar por el consumismo durante estos días, para no es-

tar adormecido? ¿Qué tiempo voy a reservar para estar preparado y celebrar la Navidad como una veni-

da especial de Dios a mi vida?

Para que esa “luz” que queremos mantener en nuestra vida mientras esperamos a Jesús no se apague, la Eucaristía es la energía, el combustible para que nuestra esperanza nos mantenga en vela, prepara-

dos, ya que debemos “estar en vela” y mantener encendida la llama de la esperanza para recibir a Jesús

que, una vez más y de un modo especial, quiere hacerse presente en nuestras vidas y, por medio de no-

sotros, nacer de nuevo en nuestro mundo.

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Lc 1, 26-38 26 A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a una ciu-

dad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una joven virgen,

prometida de un hombre descendiente de David, llamado

José. La virgen se llamaba María. 28 Entró donde ella esta-

ba, y le dijo: «Alégrate, llena de gracia; el Señor está con-

tigo». 29 Ante estas palabras, María se turbó y se pregunta-

ba qué significaría tal saludo. 30 El ángel le dijo: «No ten-

gas miedo, María, porque has encontrado gracia ante Dios. 31 Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por

nombre Jesús. 32 Será grande y se le llamará Hijo del altí-

simo; el Señor le dará el trono de David, su padre; 33 rei-

nará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no

tendrá fin». 34 María dijo al ángel: «¿Cómo será esto, pues

no tengo relaciones?». 35 El ángel le contestó: «El Espíritu

Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con

su sombra; por eso el niño que nazca será santo y se le lla-

mará Hijo de Dios. 36 Mira, tu parienta Isabel ha concebido también un hijo en su ancianidad, y la que se lla-

maba estéril está ya de seis meses, 37 porque no hay nada imposible para Dios». 38 María dijo: «Aquí está la

esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel la dejó.

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y,

así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

María concibió en su seno al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Ese mismo Espíritu es el que nos

ayudará a conocer a Jesús y sobre todo es el que nos posibilitará cooperar en el Proyecto de Dios Padre

para este mundo. Que en nuestra oración estemos siempre dispuestos, como María, a decirle a Dios:

“Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”.

● Contemplemos la escena que nos ofrece el Evangelio: María y el ángel, María y Dios: un encuentro,

imagen de tantos encuentros que Dios realiza con los humanos. Dios, sale por medio de María, al en-cuentro de la humanidad.

¿Por qué se fija Dios en María?

¿Qué descubre en ella?

¿Cómo se sitúa María ante la propuesta de Dios?

¿Para qué quiere la cooperación de María?

● Detrás de todo encontramos el amor de Dios a la humanidad.

● Le doy gracias a Dios que ha querido venir a nuestro encuentro. ● Le doy gracias a María por su humildad y disponibilidad.

¿Qué es lo que Dios me está diciendo a mí, a mi grupo, a mi comunidad por medio de este relato?

Oro lo contemplado.

II Domingo de Adviento - Inmaculada - A

● Génesis 3, 9-15.20 ● “Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer”

● Salmo 197 ● ”Cantad al Señor u cántico nuevo, porque ha hecho maravillas ”

● Romanos 15, 4-9 ● “Cristo salva a todos los hombres”

● Lucas 1, 26-38 ● “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”

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NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Estamos en tiempo de Adviento, preparación a

la Navidad.

● Hoy nos presenta la Palabra de Dios a María pa-

ra acompañarnos en nuestra preparación a la cele-bración de la Navidad.

● Hoy la Palabra de Dios nos ofrece los orígenes

de Jesús contemplados a la luz de la fe de expe-

riencia pascual.

● Con el anuncio del ángel a María el evangelista

nos ofrece la primera presentación de Jesús y de

su misión.

● En esta primera presentación de Jesús ocupa un lugar destacado María como camino para entrar el

Hijo de Dios en el mundo.

● También aparece José, que podría ser el más

importante por ser de la estirpe de David. Junto a

José una joven María desposada con José.

● Como vemos Dios se hace presente en el mundo

por medio de su hijo en un contexto irrelevante:

Nazaret, María, José...

● El ángel saluda a María y le anuncia que Dios realizará con ella las promesas que proclamaron

los profetas.

● Aquí en la anunciación a María, como en los re-

latos del nacimiento, aparece el ambiente de gozo y de alegría. Dios lleva consigo el gozo, Dios apor-

ta alegría.

● ¡Cuánta falta tiene nuestro mundo de una buena

dosis de verdadera alegría!

● María ha cautivado la atención de Dios, ella está

por encima de todas las mujeres y de los hom-

bres, por su humildad, por su disponibilidad.

● De María decimos en este día que es purísima, que

es llena de gracia, llena de amor a Dios y a las per-sonas. María no sólo no conoció el pecado, no sólo no

cometió pecado sino que todo lo hizo bien.

● Ella, María, es nuestro modelo, por su pureza y

por su plenitud de amor a Dios y a las personas.

● Y Dios se hace presente en la vida de María para

ofrecerle una misión: ser madre del Hijo de Dios.

● María es la imagen de la Iglesia. Como María la

Iglesia es la portadora de Dios al mundo. La Igle-sia tiene la misión de dar a conocer el mensaje y

la persona de Jesús. Ella trata por medio de sus

actividades, de sus miembros de que el espíritu de

Jesús se encarne en todo ser humano.

● Como María la postura de los miembros de la Iglesia es o ha de ser de total disponibilidad al

Proyecto de Dios.

● Nosotros estamos llamados a cooperar en el

Proyecto de Dios.

● Como María estamos invitados a decirle a Dios:

Hágase en mí según tu palabra, aquí está la escla-

va del Señor. Que nuestra vida sea siempre un sí

a Dios. Gracias, Padre bueno, por María.

Aquí está la esclava del Señor,

hágase en mí según tu palabra

Señor Jesús,

Dios Padre quiso estar, convivir con nosotros,

compartir nuestra existencia

por medio de tu persona, su Hijo amado.

Dios Padre decidió mandar a su propio Hijo, a Ti,

al mundo para ser uno más de nosotros

y desde la comunión con la humanidad

ser la luz del mundo, ser el Salvador.

Dios Padre, en sus Planes,

dispuso que una joven sería la portadora

de ese Hijo al mundo

que tanto bien haría a las personas.

Gracias, Padre bueno,

porque cuanto haces siempre es en bien nuestro,

buscando nuestro provecho.

Gracias, además, por tu manera de hacer las cosas.

Escoges una joven sencilla,

disponible, sin pretensiones,

llena de amor a Dios y a la humanidad;

una mujer que desde el comienzo

de su existencia no conoció el pecado.

Gracias, María por tu SÍ total al proyecto de Dios

Tú, María, no pusisteis resistencias

al Proyecto de Dios,

sólo pediste explicaciones

para asumir con más dignidad los Planes de Dios.

Gracias María porque Tú eres, un ejemplo para nosotros.

Pero sobre todo gracias porque facilitaste

la obra de Dios en el mundo:

la entrada del Hijo de Dios en el mundo.

Tú, María, eres nuestra mejor representante.

Ayúdanos María,

a que así como el Hijo de Dios se encarnó en tu seno,

Él también se encarne en nuestras vidas,

en cada uno de nosotros/as,

en nuestros respectivos ambientes de familia,

trabajo, estudio, convivencia, en nuestro mundo.

Ayúdanos, Maria, a decirle SÍ a Dios cada día.

Ayúdanos a que seamos buenos cooperadores

de la obra que Dios quiere realizar en nuestro mundo.

María, Tú no conociste en tu vida el pecado,

en tu vida todo fue amor a Dios y a las personas.

Ayúdanos a vivir la vida sin pecado.

Ayúdanos a trabajar por erradicar

de nuestras vidas y del mundo todo desorden,

toda ofensa a Dios y al prójimo,

toda violación de los Planes de Dios.

Tú, María eres nuestro orgullo, nuestra intercesora.

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VER - JUZGAR – ACTUAR “Desempeña tu papel”

VER:

E n un grupo del Sector de Niños de Acción Católica General deci-

dieron organizar una representación teatral con motivo de la Na-

vidad. Los acompañantes prepararon el texto y, de acuerdo con lo

que conocían de cada chico o chica, fueron concretando quién sería

el más idóneo para representar cada papel. Hace unos días se re-unieron con los niños y les comunicaron lo que habían pensado, pe-

ro que no obstante ellos podían decidir si se quedaban con ese pa-

pel o lo cambiaban por otro. Después de leer el texto, y tras algu-

nas preguntas, decidieron que el reparto estaba bien hecho, y acep-taron la propuesta que les hicieron y se alegraron de poder repre-

sentar la obra, aunque saben que les esperan unos días de trabajo:

tendrán que aprenderse las frases, cuidar la voz, elegir vestuario…

en definitiva, prepararse para que la representación salga bien.

JUZGAR:

H oy, en este segundo domingo de Adviento, celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, celebramos que Dios eligió a María para “desempeñar un papel” protagonista en esta obra

que es la Historia de la Salvación: el de ser la Madre de Dios, la madre de su Hijo hecho hombre. Dios

pensó en ella desde el principio y ante un plan tan importante cuidó al máximo todo detalle; por eso, co-

mo diremos en el Prefacio, “preservó a la Virgen María de toda mancha de pecado para que fuese digna madre de su Hijo”. Por eso el ángel la saluda como la llena de gracia y bendita entre las mujeres. Y tras

el saludo, comienza a explicarle lo que Dios ha pensado para ella: Concebirás en tu vientre y darás a luz

un hijo y le pondrás por nombre Jesús.

Lógicamente María pregunta ¿cómo será eso, pues no conozco varón? Pero Dios ha pensado en todo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va

a nacer se llamará Hijo de Dios. Y María, fiándose de Dios, “acepta su papel” en ese plan de salvación:

Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

En María, “comienzo e imagen de la Iglesia”, comprobamos que Dios también cuenta con nosotros para que aceptemos acogerle en nuestra vida y así desempeñar el papel que Él ha pensado para nosotros en

la Historia de Salvación. Como decía san Pablo, Él nos eligió en la persona de Cristo para que fuésemos

santos e irreprochables ante Él por el amor. Dios también ha pensado en cada uno de nosotros y nos ha

destinado en la Persona de Cristo a ser sus hijos. Pero Dios respeta nuestra libertad, como respetó la de

María, y nos pregunta, y también debemos responderle cada uno: hágase en mí según tu palabra.

Pero una vez hemos aceptado seguirle y desempeñar nuestro papel en su obra, debemos como María

preservar del pecado este gran don que hemos recibido, para representar bien nuestro papel. Porque

haciendo un mal uso de nuestra libertad, como hemos escuchado en la primera lectura, podemos entor-

pecer y dificultar el plan de salvación de Dios, no sólo para nosotros individualmente, sino para toda la humanidad.

ACTUAR:

L a semana pasada, al iniciar el Adviento, revisábamos nuestro PPVC y veíamos qué “luz” se me está apagando o se me ha podido apagar en las distintas dimensiones: económica, socio-política, eclesial,

espiritual, profesional, afectiva, familiar, formativa… Hoy, celebrando la Inmaculada Concepción de Mar-

ía, podemos dar un mayor contenido y sentido a esa espera activa: ¿Soy consciente de que Dios ha pen-

sado en mí, personalmente, para desempeñar un “papel” en su obra de salvación? ¿Ese plan me produce alegría o miedo? ¿Me dejo llenar por el Espíritu Santo para que Jesús pueda nacer en mi vida? ¿Cómo res-

pondo a las invitaciones a cooperar en la tarea evangelizadora? ¿De qué me tengo que preservar para no

entorpecer con mi pecado el plan de Dios?

María fue concebida sin pecado original, pero ello no anuló su libertad. Ella supo permanecer fiel a Dios en todas las circunstancias de su vida. Nosotros, para mantener nuestra fidelidad, contamos con el sa-

cramento de la Reconciliación, al que libremente acudimos para limpiar nuestros pecados. Y contamos

con la Eucaristía, que por la fuerza del Espíritu Santo hace que recibamos a Jesús en nuestro interior,

como María. Demos gracias al Señor por contar con nosotros, y pidámosle, por intercesión de María In-maculada, saber responderle y desempeñar fielmente nuestro “papel” para que su Plan de Salvación se

vaya cumpliendo en nuestro mundo.

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Mt 11, 2-11 2 Juan, que oyó en la cárcel las obras de Jesús, envió a sus discípu-

los 3 a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que es-

perar a otro?». 4 Jesús les respondió: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oí-

do: 5 los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios,

los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia el evangelio a

los pobres: 6 ¡dichoso el que no se escandalice de mí!». 7 Cuando se fueron, Jesús comenzó a hablar de Juan a las gentes:

«¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña movida por el

viento? 8 ¿Pues qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido lujosa-

mente? Los que visten lujosamente están en los palacios de los

reyes. 9 ¿Entonces, qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os lo digo;

y más que un profeta. 10 Él es de quien está escrito: Yo envío de-

lante de ti a mi mensajero para que te prepare el camino. 11 Os ase-

guro que no hay hombre alguno más grande que Juan Bautista, pero el más pequeño en el reino de Dios es más

grande que él.

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y,

así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

Para Santa Teresa la oración estaba centrada en Jesucristo. Ella dice: “Y así siempre tornaba a mi cos-

tumbre de holgarme con el Señor, en especial cuando comulgaba” “Procuraba lo más que podía traer a

Jesucristo… dentro de mi presente, y ésta era, mi manera de oración” “Procuraba representar a Jesús

Dentro de mi”.

● Me pongo en presencia de Dios. Le pido a Dios que me ayude a escucharle y a conocerle.

● En el texto de hoy vemos que Juan interroga sobre el ser y la misión de Jesús y es Jesús quien Él mis-

mo de da unas pistas para que lo descubra. Y vea cuál es su misión.

● Contemplo a Jesús y observo como lo que dice de Él mismo lo cumple a lo largo de todo el Evangelio.

● La Iglesia, los cristianos continuadores de la obra de Jesús estamos llamados a seguir sus pasos. Según lo que nos ha dicho Jesús de si mismo

¿a qué nos invita hoy?

● Le pido a Dios que me ayude en este camino de conversión.

● Llamadas.

Oro con lo que he contemplado y descubierto.

III Domingo de Adviento - A

● Isaías 35, 1-6a.10 ● “Dios viene en persona y os salvará”

● Salmo 145 ● ”Ven, Señor, a salvarnos ”

● Santiago 5, 7-10 ● “Manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca”

● Mateo 11, 2-11 ● “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”

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NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Estamos próximos a la Navidad. Como prepara-

ción a este gran acontecimiento y disponernos a

celebrarla, la liturgia nos ofrece el testimonio de

Juan Bautista.

● Juan, como tantos profetas, concluyó su vida co-

mo uno más de los profetas, en la cárcel y murien-

do martirizado. Todo por decir la verdad. El Bautis-

ta no tenía pelos en la lengua, como decimos.

● Estando él en la cárcel manda a algunos de sus

discípulos a preguntar a Jesús si era el Mesías es-

perado o si debían esperar a otro. Posiblemente

Juan pudo llegar a tener dudas sobre la persona de Jesús, ¿Jesús es el que tenía que venir y por tanto

mi misión la he cumplido debidamente?

● Muchas preguntas también nos hacemos nosotros

y muchas personas, preguntas fundamentales para

nuestras vidas. Buscamos respuestas a esos inter-rogantes en la Palabra de Dios, en la doctrina de la

Iglesia, en personas que nos pueden iluminar.

● El envío de algunos de sus discípulos a Jesús pa-

ra preguntarle por su identidad nos puede inducir a pensar que en su soledad de la prisión pudo llegar

a ver su vida como una vida fracasada, Juan tendr-

ía sus dudas: ¿De qué ha valido lo que he hecho?

¿He perdido el tiempo, podría llegar a pensar? ¿estaré equivocado?...

● Tal vez Juan más rigorista al escuchar lo que le

decía de Jesús que comía con los pecadores, que

hablaba de perdón y misericordia etc. pudo llegar a dudar de la persona de Jesús.

● Por ello envía a dos de sus discípulos para que le

pregunten a Jesús sobre su misión.

● Jesús escucha la inquietud de Juan y le ofrece

una respuesta no teórica sino real, una respuesta que es su persona y su misión. No les dice ni sí, ni

no, Jesús simplemente les indica a los mensajeros

de Juan cual es su estilo de vida, cuales son sus

obras para que el mismo Juan vea si es o no el Mesías que tenia que venir.

● Jesús les presente algunos datos de sus señas de

identidad: que todo el mundo puede verificar: gra-

cias a su persona, a su acción los ciegos ven, los inválidos caminan, los sordos oyen, los muertos

resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena

Nueva. O sea su Proyecto es de amor y por los

cuatro costados.

● Esas son algunas de las escenas de Jesús y por tanto esas deben ser algunas de las señas de sus

seguidores que estamos llamados a hacer realidad

en nuestro mundo el Proyecto de Jesús: anunciar

la Buena Nueva, de una manera especial a los po-bres y ser portadores de vida, de esperanza… lu-

chando contra lo que hace sufrir al ser humano.

● Bueno es escuchar estas palabras, este anuncio

de Jesús en víspera de estas fiestas navideñas donde a veces lo que se oye en comprar, gastar,

rodearse de muchas cosas como solución para ser

y hacer felices a las personas.

¿Eres Tú el que ha de venir o

esperamos a otro?

Señor Jesús,

el pobre de Juan estaba encerrado prisionero

por el terrible Herodes, todo por los celos de su mujer,

todo porque Juan denunciaba las injusticias.

A algunos de sus seguidores les encarga que vayan a

Jesús para preguntarle

si Él era el Mesías o si había que esperar a otro?

Tal vez Juan dudaría y a lo mejor,

privado de libertad y sufriendo en la prisión,

lamentaría su situación.

La duda es humana, pero también lo es

buscar la solución a los interrogantes.

Señor Jesús,

ayúdanos a buscar repuestas a nuestras dudas.

Ayúdanos a ir a Ti

para solventar nuestros interrogantes.

Tú Señor Jesús,

les escuchas pacientemente y te haces cargo de lo que

ello supone para Juan preso.

Y en tu respuesta

no te pierdes en argumentaciones

más o menos convincentes.

Tú para solucionar sus interrogantes

les presentas tu vida, lo que haces:

buscar el bien de los necesitados, te desvives por ellos, das vida donde hay sufrimiento y muerte

y anuncias la Buena Nueva a los pobres.

Eso, Señor Jesús,

te basta y con esa carta de presentación

los discípulos de Juan se vuelven

para entregársela a su maestro.

Gracias, Señor Jesús, por tu claridad,

por tu elocuencia tan concreta

y por nada del mundo teórica.

Gracias por tu vida, por tus gestos tan expresivos

del ser de Dios.

De alguna manera nos estás diciendo

que donde hay misericordia, solidaridad,

ayuda, amor… allí está Dios.

Tal ves nosotros, como Tú hiciste,

deberíamos ir más al grano,

apoyarnos más en los hechos,

hacer lo que Tú hacías según nuestras posibilidades

para demostrar al mundo que tu camino

es el verdadero, que Tú eres el enviado de Dios Padre.

que Tú eres el Hijo de Dios.

Ayúdanos a ser, como Tú,

manifestación del amor de Dios.

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VER:

C ada año se adelanta más el inicio de la parafernalia que rodea las fiestas navideñas: en verano ya podía

adquirirse la lotería de Navidad, a primeros de diciembre ya se encienden luces en las calles, edificios públicos y comercios, se adornan las casas, se anticipan las com-pras… Externamente podría pensarse que hay una gran impaciencia por celebrar la Navidad y por eso “no se pue-de esperar” a mostrar esos signos externos. Pero si re-flexionamos, llegaremos a la conclusión de que la gran mayoría no siente impaciencia por la Navidad en sí, por lo que realmente significa. Si preguntásemos “A punto de celebrar la Navidad, ¿qué esperas?”, veríamos que la ma-yoría de las respuestas harían referencia a los festejos, folclore variado, sentimentalismo, regalos, etc. con que

se ha rodeado la celebración de la Navidad. Y desde este punto de vista se entendería en cierto modo esa an-ticipación mayor cada año en los signos externos, como un modo de dejar de lado la rutina y los problemas habituales. Pero “la Navidad” en sí, no se espera.

JUZGAR:

P recisamente porque los signos externos pueden distraernos hasta el punto de hacernos olvidar lo que es-tamos a punto de celebrar, la pregunta que, como cristianos, debemos hacernos no es “A punto de celebrar

la Navidad ¿qué esperas?”, sino: “¿A quién esperas?”. Porque los festejos de la Navidad no se hacen “porque sí”, sino porque esperamos a Alguien, y por eso el primer domingo de Adviento dijimos que dejábamos encen-dida la luz de la esperanza. En Adviento esperamos a Jesús; y si Él no está en el centro, estamos de vaciando completamente de sentido la Navidad y todos los festejos con que la hemos “adornado”, dejándolos como una cáscara vacía.

Y en este punto, nos tendríamos que volver a preguntar: ¿Y cómo es ese Jesús al que esperamos? ¿Cómo le reconoceremos? ¿Es un Ser superior, impersonal? ¿Es un personaje impactante que arrastra multitudes? ¿Se parece a un hombre de aspecto bonachón, vestido de rojo, que reparte regalos y buenos sentimientos? Ante tanta confusión acerca de la Navidad y de Jesús, también nosotros, como Juan y sus discípulos, aprender a reconocer a Jesús, en este tiempo de Adviento, preguntándole en nuestra oración: ¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro? Y dejar que Él nos responda, indicándonos los signos por los que reconocere-mos que Él ha venido: los ciegos ven… los inválidos andan… y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. Los signos de Jesús, que los profetas anunciaron, como hemos escuchado en la 1ª lectura, no son los que esperar-íamos de un Mesías liberador al estilo humano; por eso Jesús avisaba: ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí! El Jesús a quien esperamos se caracteriza por la humildad, la sencillez, la cercanía a los que humanamen-te son excluidos, a los que por cualquier motivo sufren en su cuerpo o en su espíritu. Y el cumplimiento de esos signos en ellos es lo que nos va a dar a todos la salvación.

Adviento es el tiempo de prepararnos para clarificar nuestro conocimiento de Jesús, porque si no sabemos cómo es Él, puede pasarnos desapercibido y no encontrarle. Y en el conocimiento de Jesús y de sus signos no cabe el apresuramiento: Tened paciencia, hermanos…manteneos firmes, porque la venida del Señor está cer-ca, nos decía el apóstol Santiago. Ante la impaciencia de la sociedad consumista, con mayor determinación debemos procurar no entrar en la rueda de las prisas y los agobios, sino aprender del labrador, que aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, para cuidar la oración y aprender a distinguir los signos de la presencia del Señor, y celebrarlo en Navidad.

ACTUAR:

E n esta recta final del Adviento podemos hacer el esfuerzo de contemplar con paciencia, desde la oración, nuestra vida y nuestra sociedad, teniendo presente nuestro PPVC, para distinguir los signos de Jesús:

¿Cuándo me he sentido “ciego” o “sordo” y he vuelto a ver o a oír? ¿Qué “lepras” van quedando limpias? ¿Qué situaciones personales, familiares, laborales, sociales… aparentemente “muertas” han vuelto a la vida? ¿Qué tipo de “buenas noticias” se anuncia hoy a los “pobres” de todo tipo?

Seguramente encontraremos más signos de los que imaginamos a primera vista; unos signos pequeños, humildes, que incluso otros pasarían por alto o despreciarán, o se burlarán y escandalizarán por lo que deci-mos… pero que para nosotros serán claras señales indicadoras de que el Señor está cerca.

Ante la deformación de la Navidad y su pérdida de sentido, el Señor espera de nosotros que, como Juan, de-mos un testimonio creíble de su cercanía. Démosle gracias por contar con nosotros, y fuertes con la fuerza de la Eucaristía, sintámonos llamados a cumplir lo que nos pide: Id a anunciar lo que estáis viendo y oyendo, siendo profetas que preparen, y enseñen a preparar, el camino ante Él.

VER - JUZGAR – ACTUAR “¿A quién esperas”?

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Mt 1, 18-24 18 El nacimiento de Jesucristo fue así: María, su ma-

dre, estaba desposada con José, y, antes de que vivie-

ran juntos, se encontró encinta por virtud del Espíritu

Santo. 19 José, su marido, que era un hombre justo y no quer-

ía denunciarla, decidió dejarla en secreto. 20 Estaba

pensando en esto, cuando un ángel del Señor se le

apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no

tengas ningún reparo en recibir en tu casa a María, tu

mujer, pues el hijo que ha concebido viene del Espíri-

tu Santo. 21 Dará a luz un hijo, y le pondrás el nombre

de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus peca-

dos». 22 Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había dicho por medio del

profeta: 23 La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emanuel, que

significa «Dios con nosotros». 24 Cuando José despertó del sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió

en su casa a su mujer.

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y,

así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

● Invocamos al Espíritu Santo para que nos ayude a comprender el contenido de este fragmento de la

Palabra de Dios. Como en el caso de María, es por obra del Espíritu Santo que Dios nos hará conocer

mejor la Encarnación de su Hijo.

¿Qué nos descubre este relato de la persona de Jesús y del Proyecto de Dios Padre?’

¿Qué nos quiere decir Dios en este pasaje de la palabra de Dios?

● Protagonismo del Espíritu Santo en la Encarnación. Protagonismo del Espíritu en la vida de la Iglesia.

¿Sé reconocerlo? ¿Cuándo?

● El Emmanuel, el Dios-con-nosotros eso es la Navidad que vamos a recordar y a celebrar. Motivo de

gratitud. Y por otra parte también de compromiso para que sea así percibida por la gente de hoy.

¿Soy consciente de ello? ¿Cómo facilitar este anuncio? ¿Cómo lo vivo?

● Hago oración de todo ello.

● Le doy gracias y veo las llamadas que me ha hecho, lo que me pide

Oro con lo que he contemplado y descubierto.

IV Domingo de Adviento - A

● Isaías 7, 10-14 ● “Mirad: la virgen está en cinta”

● Salmo 23 ● ”Va a entrar el Señor, él es el Rey de la Gloria ”

● Romanos 1, 1-7 ● “Jesucristo, de la estirpe de David, Hijo de Dios”

● Mateo 1, 18-24 ● “Jesús nacerá de María, desposada con José, de la estirpe de David”

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NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● La concepción de María fue por obra del Espíritu

Santo.

Con ello se nos está diciendo que Jesús es el

Hijo de Dios desde el principio de su concepción.

Es la Palabra de Dios quien nos lo dice, no la

lógica de la razón: Jesús concebido por obra y

gracia del Espíritu Santo.

Este hecho supone un camino de fe que han de

realizar tanto José como María.

José es la imagen del creyente. Él es prototipo

de nuestra fe. José, como Abraham, cree, acepta

la propuesta que va más allá de las apariencias,

de la razón.

Ese es también el camino que se nos propone a

nosotros para seguir a Jesús, para implicarnos

en su proyecto, para descubrirlo presente en

nuestro mundo: camino de fe.

● María concibió al Hijo de Dios, nosotros somos

también somos portadores de Dios en nuestras vidas.

José, por tanto, no es el padre biológico de

Jesús, pero sí el que le da el nombre, o sea el

padre ante los ojos del mundo, comprometiéndo-se así en la causa de Dios.

Importancia del Espíritu que se verá también

en la vida pública de Jesús y que continúa su tra-

bajo en la comunidad de seguidores de Jesús y

en cada uno de los cristianos.

● Jesús, el hijo de María, no vino al mundo para

condenarlo sino para salvarlo. Dios vino en Jesús

al mundo para liberarlo de tantas ataduras que le

esclavizan.

Ahora en Navidad, por ejemplo, somos cons-

cientes que una de esas ataduras que se dan en

nuestro mundo de los países ricos es el consu-

mismo.

● Y ese hijo de María, nos ha dicho el texto, que es el Dios-con-nosotros, el Emmanuel, la presencia

de Dios en medio de nosotros.

Motivo de gratitud permanente porque Dios que

ha querido compartir nuestra historia.

● Lo desconcertante es la manera como el Dios-con-nosotros ha querido hacerse presente entre

nosotros de una forma tan humilde, sencilla, aus-

tera, casi se podría decir anónima… totalmente

diferente a lo que nosotros, las personas, lo hubié-semos planificado si lo hubiesen dejado en nues-

tras manos.

¡Qué distintos son los Planes de Dios de nues-

tros proyectos!

¡Cuán lejos, con frecuencia, nos encontramos

de la manera de hacer de Dios!

Esperaba un hijo,

por obra del Espíritu Santo

Tu venida entre nosotros fue obra del Espíritu Santo y de

María.

Así el ángel se lo anunció a José:

“No tengas ningún reparo en recibir en tu casa a María, tu

mujer, pues el hijo que ha concebido viene del Espíritu

Santo”.

Así el ángel se lo dijo también a María:

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo

te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será

santo y será llamado Hijo de Dios”

Por obra del Espíritu Santo

nosotros también somos seguidores tuyos y apóstoles.

Por obra del Espíritu Santo

pertenecemos a la Iglesia y en ella a la Acción Católica.

Hoy, Señor Jesús,

queremos reconocer la presencia del Espíritu Santo

en cada uno de nosotros y en el movimiento.

El que fecundó el seno de María,

fecunda también a la Iglesia y en ella a la Acción Católica

y cada una de nuestras vidas.

Por obra del Espíritu Santo,

también nosotros somos lo que somos:

hacemos las reuniones, los retiros,

nos comprometemos en la transformación de nuestro mun-

do en sus múltiples aspectos y estamos implicados en dis-

tintas actividades de la parroquia.

Danos, Señor Jesús,

fe en la acción del Espíritu en la Iglesia,

en la Acción Católica y en cada uno de nosotros.

Gracias, Señor Jesús, porque no nos has dejado solos.

Gracias porque tu Espíritu nos acompaña.

¡Señor Jesús!

te pedimos que tu Espíritu Santo

se haga presente en nosotros y en la Iglesia

para la evangelización del mundo según tu Proyecto

y para que la Iglesia sea, toda ella, portadora de paz,

justicia, amor y esperanza a nuestro mundo.

Señor, Jesús, de todo corazón te rogamos que nos dejemos

fecundar por tu Espíritu como lo hizo María.

María,

Tú ocupas estos días del Aviento protagonismo

ofreciéndonos, presentándonos a tu Hijo.

¿Cuáles fueron tus sentimientos

en aquellas vísperas de la primera Navidad?

¿Qué le dirías a Dios y qué comentarías con José?

El Evangelio nos deja una imagen muy interpelante de tu

vida: “María guardaba todas esas cosas en su corazón”.

María, enséñanos a guardar en nuestro corazón,

como Tú lo hacías, tantas cosas:

de nuestro mundo de la Iglesia, de nuestras comunidades

eclesiales, de nuestras familias, de nuestro barrio,

de nuestro pueblo, de la Acción Católica… Así sea.

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VER - JUZGAR – ACTUAR

“Con nosotros y en nosotros”

VER:

L as personas somos seres sociales, necesitamos relacionar-

nos con otras personas. Y no sólo relacionarnos externa-

mente; necesitamos crear lazos de amistad, de intimidad, sa-

bernos y sentirnos acompañados por otros. Lo experimenta-

mos en los momentos de alegría, porque queremos compartir-los y celebrarlos con los demás: qué triste es no tener con

quién celebrar una buena noticia, un gran acontecimiento. Y lo

experimentamos aún más en los momentos de dolor, ante las

crisis y las etapas de sufrimiento: qué duro es tener que afron-tar los momentos difíciles en soledad, y cómo cambia la pers-

pectiva si hay alguien con nosotros, acompañándonos.

JUZGAR:

E n este último domingo de Adviento, la Palabra que Dios nos dirige nos muestra el sentido último, pro-fundo, de lo que significa la Navidad. Celebrar la Navidad es celebrar al «Dios-con-nosotros», como

hemos escuchado en la primera lectura y en el Evangelio. Celebramos que Dios quiere acompañarnos en todos los momentos y circunstancias de la vida de un modo profundo, vital, encarnándose para ello en lo más profundo de nosotros mismos para estar siempre no sólo “con” nosotros, sino “en” nosotros.

Y para entrar en la Historia, para encarnarse en nuestra realidad, Dios no lo hizo de un modo triunfalista y avasallador, sino de un modo humilde y discreto, para que todos, fuera cual fuese su condición perso-nal y social, pudieran recibirle. Pero a la vez, el modo en que se hizo hombre tenía que trascender lo pu-ramente humano, para que quedase patente su divinidad. Y por eso eligió a María, que estaba desposa-da con José, y antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. Dios Padre elige la concepción de Jesús por obra del Espíritu Santo como la señal que muestre su divinidad, una se-ñal que ya había sido anunciada por Isaías: la virgen está encinta y dará a luz un hijo… Una señal que, debido a la voluntad de Dios de encarnarse plenamente en la realidad humana pero sin forzarla, puede prestarse a equívocos, como le ocurrió a José, que se sintió “engañado” por María y decidió repudiarla en secreto. Pero precisamente por la ambigüedad de esa señal, por la contraposición con lo que él conocía a María, José, que era bueno, no se cierra sino que deja que le llegue la explicación del plan de Dios por medio de un ángel: José, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo…

Dios nos pone señales suyas en nuestro caminar, incluso nos indica que se las pidamos (Pide una señal al Señor tu Dios). Sin embargo, debemos reconocer que a veces no queremos ver esas señales, pone-mos excusas como Acaz (no la pido, no quiero tentar al Señor); preferimos no darnos por enterados, porque si aceptamos esa señal tendremos que seguir sus indicaciones y eso a veces contraría nuestros propios planes y proyectos, y deberemos cambiar lo que habíamos decidido, como José, que hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Pero si aceptamos la señal, se convertirá para nosotros en “Evangelio”, Buena Noticia. Un Evangelio que debemos recibir con agradecimiento, porque como decía san Pablo, es un don, un regalo de Dios. Pero a la vez, es misión, porque estamos llamados a ser apóstoles, escogidos para anunciar el Evangelio de Dios, y hacer que los gentiles respondan a la fe, dando testimonio de las señales de Dios.

ACTUAR:

A punto de celebrar la Navidad, reflexionemos: ¿sé distinguir las señales de Dios en la vida diaria?

¿Acepto las señales de Dios, aunque de entrada no me gusten, o prefiero no verlas? Ante las señales de Dios, ¿me siento acompañado por Él? ¿Qué personas o acciones me ayudan a sentir su presencia? ¿El

Evangelio es “Buena Noticia” para mí, que se encarna en mi vida para transformarla, o lo veo como una

especie de “código de conducta”, unas normas y preceptos a seguir? ¿Qué estoy haciendo para anunciar

el Evangelio del «Dios-con-nosotros»?

María y José nos muestran las actitudes que debemos asumir para que Dios se encarne en nuestra vida. Él viene a nosotros, por obra del Espíritu Santo, en la Eucaristía, que también es una “señal” ambigua: para unos, es sólo un rito externo, pan y vino; pero para los que, como José, queremos prestar oídos a Dios y responderle con la fe, es la presencia real de Jesús, el Hijo de Dios, que así también se encarna en nuestra vida, como se encarnó en el seno de María, para ser «Dios-con-nosotros», “en” nosotros, en todo momento y, por nuestro testimonio de fe, traer la salvación a nuestro mundo.