dios los ha creado

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«Dios los ha creado (bara) macho y hembra» (Gn 1, 27c): Dios ha creado de la nada (bara) el gameto masculino y el gameto femenino. Y los ha creado «a Su imagen y según Su semejanza» (Gn 1, 26): la naturaleza humana no tiene un vestigio natural del Creador, sino una presencia divina en ella misma. El alma es un ser divino, no sólo espiritual, porque es imagen de Dios. Esa alma se une a un cuerpo divino, que posee una impronta divina en su ser creado. «Dios creó (bara) al hombre a Su imagen, a imagen de Dios Él lo creó (bara(Gn 1, 27a): en este pasaje se refiere tanto a la creación divina del alma como la del cuerpo. Por eso, repite la palabra imagen. Dios crea al hombre: Dios crea su alma a Su imagen. Y Dios crea el esperma y el óvulo, que unidos dan el cuerpo humano, a Su imagen. La semejanza de Dios es la gracia, la participación en la vida divina, como hijo de Dios. Pero la imagen es el hombre inteligente, que posee un alma racional para una mente en su cuerpo. El alma racional sólo puede pensar en un cuerpo apropiado. No puede pensar en un cuerpo de animal: el cerebro del animal no es un lugar apto para lo racional, para lo inteligente. El animal sólo posee un conocimiento sensible, propio de su cuerpo, que vive en la sensación,

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Page 1: Dios Los Ha Creado

«Dios los ha creado (bara) macho y hembra» (Gn 1, 27c): Dios ha creado de la nada (bara) el gameto masculino y el gameto femenino.

Y los ha creado «a Su imagen y según Su semejanza» (Gn 1, 26): la naturaleza humana no tiene un vestigio natural del Creador, sino una presencia divina en ella misma. El alma es un ser divino, no sólo espiritual, porque es imagen de Dios. Esa alma se une a un cuerpo divino, que posee una impronta divina en su ser creado.

«Dios creó (bara) al hombre a Su imagen, a imagen de Dios Él lo creó (bara)» (Gn 1, 27a): en este pasaje se refiere tanto a la creación divina del alma como la del cuerpo. Por eso, repite la palabra imagen.

Dios crea al hombre: Dios crea su alma a Su imagen. Y Dios crea el esperma y el óvulo, que unidos dan el cuerpo humano, a Su imagen.

La semejanza de Dios es la gracia, la participación en la vida divina, como hijo de Dios.

Pero la imagen es el hombre inteligente, que posee un alma racional para una mente en su cuerpo. El alma racional sólo puede pensar en un cuerpo apropiado. No puede pensar en un cuerpo de animal: el cerebro del animal no es un lugar apto para lo racional, para lo inteligente. El animal sólo posee un conocimiento sensible, propio de su cuerpo, que vive en la sensación, en la sensualidad, en la vida de los sentidos, en los instintos.

Pero, el alma racional está creada para pensar como Dios lo hace: para un pensamiento divino. Por eso, es creada a imagen de Dios, a imagen de la inteligencia de Dios, que es el Verbo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

El hombre no es creado a imagen del Padre ni a imagen del Espíritu Santo, porque estas dos Personas Divinas no son la Imagen en Dios. El Padre es la Voluntad en Dios; el Espíritu Santo es el Amor en Dios.

El Verbo es la Inteligencia en Dios, la Imagen, quien representa el Pensamiento de Dios.

El hombre ha sido creado a imagen de esta Inteligencia Divina: a imagen del Verbo Divino. A imagen de la Imagen. Por eso, toda alma

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tiene al Verbo –una imagen del Verbo, una imagen divina- en ella misma, en su interior, en su ser creado.

Es el Misterio de la creación del hombre.

Y, por eso, Jesús se Encarna para salvar sus almas, que las ha creado a Su Imagen: vive en ellas de una manera mística y espiritual.

Jesús no se Encarna para salvar el cuerpo, porque el pecado original anuló el cuerpo creado a imagen de Dios.

El demonio pudo anular la parte carnal de la obra divina, pero no la parte espiritual. Y toda la batalla del demonio es para anular el alma del hombre. Para eso necesita anular a los hijos de Dios: la humanidad que Dios ha creado con la mujer que nunca pecó.

Toda alma es imagen de la Imagen: representa a la Imagen de Dios. Representa al Verbo, a la Palabra de Dios.

Jesús, en la Eucaristía se da a Si Mismo para que las almas alcancen la imagen que tenían cuando fueron creadas de la nada.

Al estar el alma racional en un cuerpo de muerte, está prisionera con un cerebro que no es apto para tener toda la Inteligencia de Dios. Por eso, en todo hombre hay muchas oscuridades en su entendimiento humano. Por más que piense, que medite, que sintetice, encuentra un error, no la verdad plena. Y eso se debe sólo a su cuerpo mortal, que es un cuerpo hibridado, que tiene un adn que no es puro, que no es como Dios lo creó al principio. En un cuerpo mezclado el conocimiento es una mezcla entre verdad y mentira.

Un alma racional, que es imagen de Dios, necesita un cerebro apropiado a esa inteligencia divina.

Por eso, «… modeló (itzr) Dios al hombre con arcilla del suelo» (Gn 2, 7a): Dios es un alfarero (iutzr), que plasma (itzr), que da forma ordenada y funcional a lo que ha creado de la nada (bara).

Dios modela (itzr) el gameto masculino y el gameto femenino del polvo de la tierra, con la arcilla del suelo, en el vientre de una especie animal inferior a la especie humana.

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Dios modela (itzr) lo que crea de la nada (bara): luego, no existe el evolucionismo, el transformismo mitigado. La naturaleza humana sale de la nada: del gameto masculino y femenino que Dios creó de la nada. La naturaleza humana no viene por evolución de un animal, al cual Dios lo prepara para que tenga un cuerpo apropiado a un alma racional.

El cuerpo del hombre, de todo hombre, viene de la unión de los dos gametos, que Dios ha creado de la nada.

Dios modela, une, lleva a su perfección natural la concepción de ese cuerpo humano, dentro del vientre de un animal.

Ese animal no pone sus genes: es Dios quien pone los gametos, al crearlos de la nada. Dios no transforma los gametos de ese animal para que evolucionen a los gametos del hombre, para que se cambien en los propios del hombre. Dios crea de la nada, no transforma algo que ya ha creado de la nada. Dios modela lo creado de la nada. Y modelar no es transformar sustancialmente la esencia creada, sino darle la forma natural que posee en su ser creado.

Si Dios ha creado los gametos de la nada, a imagen y semejanza suya, el cuerpo concebido es también de acuerdo a esa imagen divina.

Es un cuerpo de vida: para una vida divina. Es un cuerpo espiritual, glorioso y divino, que tiene la imagen y la semejanza de Dios. Dios crea los gametos masculino y femenino para modelar una vida divina.

El alma racional es para un cuerpo de vida divina. El alma racional no es para un cuerpo de muerte, incapaz de engendrar un hijo de Dios. Dios ha creado un alma que representa la inteligencia divina. Esa alma es una vida divina, no para una vida humana, natural, carnal, material. Y, por eso, necesita un cuerpo que tenga esa vida divina y el poder de dar esa vida divina.

Dios modela al hombre para que tenga un cuerpo con el poder de engendrar hijos de Dios. Dios no engendra un cuerpo sin ese poder divino. Dios no crea un cuerpo animal, no modela al hombre para que tenga un cuerpo que venga del animal. Dios crea un cuerpo divino.

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Por eso, cuando Dios crea a Adán lo hace con ese poder en su sexo: Adán está revestido del Espíritu Divino en su sexo. Adán, en su creación, tiene el poder de engendrar un hijo de Dios, con un cuerpo espiritual, con un alma en gracia y con una vida divina en todo su ser.

«Y construyó (banah) Dios a la mujer con la costilla» (Gn 2, 22): Dios ya no es el alfarero que da forma natural a lo creado de la nada. Dios se presenta como el arquitecto de la vida divina en una mujer.

La mujer es la cima de la creación de Dios: es algo más que el hombre varón.

Al hombre varón, Dios lo deja con una sexualidad en la carne, incapaz de engendrar, con su sexo, un hijo de Dios.

Dios pone todo el poder para engendrar un hijo de Dios en la mujer. Y, por eso, la Mujer, la Virgen María pudo engendrar el Hijo de Dios sin el esperma del varón. Porque no hace falta el hombre varón para tener un hijo de Dios.

En el plan de Dios, la mujer es el camino para el hombre, para el placer del hombre, para que el hombre resuelva su placer en ella.

Pero, la mujer es la vida divina que el hombre no es capaz de ofrecerla en su esperma.

El hombre sólo tiene que poner su esperma para que la mujer dé al hijo toda la vida de Dios.

Con el pecado original, la mujer no puede hacer esto: vive en un cuerpo hibridado, que impide actuar al espíritu que reviste su sexo femenino.

El pecado original no anula la obra de Dios en la mujer: la mujer sigue estando revestida del espíritu, con el cual fue construida. Pero es difícil para toda mujer entender que tienen este espíritu y seguirlo.

Con la gracia y con el Sacramento del matrimonio se puede acercar; pero con su cuerpo hibridado nunca podrá engendrar un hijo de Dios por generación.

Dios ha creado un alma racional y un cuerpo de vida. El pecado del hombre varón hizo que el alma racional se uniera a un cuerpo de

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muerto. Las consecuencias son palpables, obvias: la maldición está en toda la Creación.