dios es una ecuación

5
DIOS ES UNA ECUACIÓN Miércoles 22 de abril, 2015 Durante siglos, las pruebas que intentaban demostrar la existencia de un Ser Supremo provinieron de la filosofía y de la teología. Pero desde la llegada de la ciencia experimental, fueron sus investigadores quienes elaboraron los más atrevidos argumentos en torno al tema. ¿Son capaces ciencias como la física o las matemáticas de demostrar definitivamente la existencia de Dios? Algunos científicos han respondido afirmativamente a la incógnita. Y estos son sus argumentos… La Real Academia de Ciencias Físicas, Exactas y Naturales publicaba recientemente un artículo del catedrático jubilado de Análisis Matemático Baltasar Rodríguez-Salinas, titulado Sobre los bigs bangs y el principio y final de los tiempos del Universo. En él, dicho científico trataba de demostrar matemáticamente nada menos que la existencia de Dios. La reacción al mencionado artículo no se hizo esperar. Tres académicos retiraron sus firmas de la revista. Otros muchos protestaron por una afirmación que a todas luces parecía un nuevo intento de los muchos que se han llevado a cabo a lo largo de la historia por revestir con el respetable ropaje de la ciencia lo que no sería sino una pura especulación teológica. LA BÚSQUEDA POSIBLE ¿Debe ser un empeño necesariamente condenado a la burla y al ostracismo el hecho de usar una herramienta como el conocimiento científico para probar la existencia de ese ser superior al que llamamos Dios? Lo cierto es que la inmensa mayor parte de los investigadores catalogan el hecho religioso simplemente como una creencia, con lo cual automáticamente lo sitúan en un terreno ubicado fuera del ámbito de la ciencia. Algunos lo resuelven de un modo elegantemente humilde. «Los Premios

Upload: bryam-landa

Post on 06-Feb-2016

11 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Filosofía y ciencia. Consideraciones religiosas y científicas. Revista Año Cero. "Tu dios no es mi dios".

TRANSCRIPT

Page 1: Dios es una ecuación

DIOS ES UNA ECUACIÓN

Miércoles 22 de abril, 2015

Durante siglos, las pruebas que intentaban demostrar la existencia de un Ser Supremo provinieron de la filosofía y

de la teología. Pero desde la llegada de la ciencia experimental, fueron sus investigadores quienes elaboraron los

más atrevidos argumentos en torno al tema. ¿Son capaces ciencias como la física o las matemáticas de demostrar

definitivamente la existencia de Dios? Algunos científicos han respondido afirmativamente a la incógnita. Y estos

son sus argumentos…

La Real Academia de Ciencias Físicas, Exactas y Naturales publicaba recientemente un

artículo del catedrático jubilado de Análisis Matemático Baltasar Rodríguez-Salinas, titulado Sobre los

bigs bangs y el principio y final de los tiempos del Universo. En él, dicho científico trataba de

demostrar matemáticamente nada menos que la existencia de Dios.

La reacción al mencionado artículo no se hizo esperar. Tres académicos retiraron sus firmas

de la revista. Otros muchos protestaron por una afirmación que a todas luces parecía un nuevo intento

de los muchos que se han llevado a cabo a lo largo de la historia por revestir con el respetable ropaje de

la ciencia lo que no sería sino una pura especulación teológica.

LA BÚSQUEDA POSIBLE

¿Debe ser un empeño necesariamente condenado a la burla y al ostracismo el hecho de usar

una herramienta como el conocimiento científico para probar la existencia de ese ser superior al que

llamamos Dios? Lo cierto es que la inmensa mayor parte de los investigadores catalogan el hecho

religioso simplemente como una creencia, con lo cual automáticamente lo sitúan en un terreno ubicado

fuera del ámbito de la ciencia. Algunos lo resuelven de un modo elegantemente humilde. «Los Premios

Page 2: Dios es una ecuación

Nobel no somos más competentes que el hombre de la calle para opinar sobre Dios y la religión», decía

el checo Vladimir Prelog, Nobel de Química 1975.

Una actitud cautelosa. Porque los científicos saben muy bien que si la ciencia no sirve para

probar la existencia de Dios, tampoco vale para negarla. «Tengo respeto al agnosticismo de los físicos –

afirma el físico nuclear polaco Jerzy A. Janik, miembro de la Academia polaca de Ciencias–, pero

cuando dicen que son agnósticos porque son científicos, están haciendo una extrapolación. Pueden

serlo, sí, pero no partiendo de la física». Y tampoco las matemáticas parece que sean aquella

herramienta todopoderosa que con ingenuidad creyeron científicos como Galileo cuando dijo que «el

libro de la naturaleza está escrito en caracteres matemáticos». Un optimismo compartido por el

caballero Pierre Simon de Laplace cuando respondió a Napoleón, al hacerle notar el emperador que

Dios no aparecía en su obra El sistema del mundo: «Sire: no he tenido necesidad de incluir tal

hipótesis». Pues para Laplace, el Universo era como un gigantesco reloj perfectamente sincronizado del

cual sólo nos faltaba conocer el funcionamiento de algunas de sus piezas.

Pero los clásicos aguafiestas no tardarían en llegar para fastidiar tan idílico panorama. Uno de

ellos fue el matemático alemán Kurt Gödel, con el famoso teorema que lleva su nombre: «Dado un

conjunto de axiomas cualquiera, existirán proposiciones, que no se podrán demostrar». Lástima, porque

si esta disciplina no podía servirnos para interpretar la totalidad del Universo, mucho menos sería

capaz de ayudarnos a probar (o negar) la existencia de Dios.

TU DIOS NO ES MI DIOS

Evidentemente, al decir la palabra «Dios», todos estamos dando por sentado que hablamos de

una misma entidad divina. Pero no es así. Por ejemplo, a Max Planck, uno de los padres de la física

cuántica y descubridor de los «cuantos» de energía, le gustaba decir «Siempre he sido un hombre

profundamente religioso, pero no creo en un Dios personal; mucho menos en un Dios cristiano». Dicha

postura se acerca a la de muchísimas personas que ven en las religiones tradicionales historias

mitológicas o cuentos para niños, que en último extremo pueden ser interpretados como relatos

simbólicos, pero no como representaciones de la realidad. La idea contemporánea de Dios se acercaría

más a los conceptos del panteísmo en una versión New Age. Todo es Dios. El universo entero es Dios.

El software que rige el Universo es Dios, pero igualmente el hardware, la materia misma. Y nosotros

también seríamos Dios, o parte de Él.

En este sentido cósmico se expresaba otro de los científicos más importantes de la historia:

Albert Einstein. En 1929, el rabino neoyorquino Herbert Goldstein le escribió un telegrama con una

pregunta y una respuesta pagada para 50 palabras. La pregunta era «Cree Vd. En Dios?» Einstein no

necesitó siquiera ese medio centenar de términos. «Creo en el Dios de Spinoza que se revela en la

armonía del mundo, no en un Dios que se ocupa del destino y los actos de los seres humanos»

PREGUNTAS SIN RESPUESTA

Los argumentos que se han esgrimido para probar la existencia de Dios son innumerables.

Basta recordar aquella famosa Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, quien trató de demostrarla

mediante cinco vías: la del movimiento, que presupone que todo movimiento proviene de un primer

motor; el de la causalidad eficiente, que igualmente hace remontarse las concatenaciones causa-efecto a

una primera causa única; la consideración de si las cosas existentes son posibles o necesarias,

entendiendo que debe de existir algo necesario por sí mismo que no necesite de nada más para existir; la

escala de la perfección, que parece indicar un pináculo de lo perfecto; y por último el «gobierno de las

Page 3: Dios es una ecuación

cosas» al suponer que todas las cosas naturales no actúan al azar, sino de forma intencionada para

conseguir lo que les conviene, lo cual requiere de un ser inteligente que las dirija. Todas esas cinco vías

tendrían su origen en Dios.

Por simples que parezcan, las reflexiones filosóficas de Santo Tomás se encuentran

totalmente incluidas dentro del contexto de la ciencia actual. Y constantemente las encontramos en dos

áreas científicas bajo las cuales subyace siempre la pregunta de si todo lo que conocemos obedece a

algún plan definido, o si bien se ha producido por simple azar. Desde el mismo Big Bang hasta la

evolución de las especies vivas; de la estructura increíblemente compleja de los átomos hasta el

nacimiento de nuestra inteligencia y de nuestra conciencia. Cualidades que, como decía Carl Sagan,

han permitido a los elementos químicos que componen las estrellas evolucionar durante millones y

millones de años hasta llegar a preguntarse sobre sí mismos y sobre sus orígenes. Así, nuestro interés se

centrará preferentemente en la Cosmología y en la evolución de las especies. Y una puntualización

más: a medida que se examinan las hipótesis científicas sobre la existencia o inexistencia de Dios, se

comprueba hasta qué punto incluso los más insignes investigadores se basan en unos prejuicios

firmemente arraigados, que raramente cambian con el tiempo. En la mayoría de los casos, se diría que

primero desarrollaron su creencia y luego buscaron razones que la apoyaran.

«... Y LA LUZ SE HIZO»

Pues sin duda, la luz fue protagonista de aquel aterrador estallido cósmico que hizo surgir el

Universo entero de un punto más pequeño que la punta de un alfiler, que un átomo o incluso que el

núcleo de un átomo. De ahí nació una inimaginable sopa compuesta de tiempo, espacio, materia y

energía... Los creyentes inmediatamente trataron de asimilarlo a lo relatado en el Génesis bíblico,

cuando Dios hace surgir de la nada toda la creación. Claro que a los teístas tampoco les desagradaba

demasiado la idea propuesta por el astrofísico Fred Hoyle en 1948: la Teoría del universo estacionario.

Si la materia huía por los bordes del cosmos, pero éste presentaba un aspecto tan homogéneo, para

Hoyle sólo podía deberse al hecho de que en ciertas regiones se estuviera creando hidrógeno... de la

nada. Pero tampoco tanto: apenas un átomo por metro cúbico cada 10 10 años. Una velocidad de

creación a la cual, como comentó otro científico jocosamente «el genio creador no debería fatigarse

mucho» Pero no; fue descubierta la radiación cósmica de fondo, la teoría de Hoyle falleció de muerte

natural, y el Big Bang quedó como único ganador de la contienda.

¿Teníamos, pues, una creación perfecta que satisfacía por igual a científicos, creyentes y

agnósticos? Pues casi sí, aunque a Einstein no le agradaba mucho pese a que constituía una derivación

natural de su Relatividad el hecho de que el Universo hubiera surgido de una singularidad del espacio-

tiempo. Pero aquello de un Cosmos en expansión no le gustaba, quizá porque, al igual que a los

antiguos, le gustaba pensar en unos cielos inmutables. Y tampoco le hacía muy feliz aquella maldita

mecánica cuántica que él mismo había contribuido a crear y pese a lo cual, no dejaba de odiarla

cordialmente. ¿Qué significaba aquello de que a niveles subatómicos toda esa aparentemente sólida

materia fuera apenas una borrosa nube de probabilidades? «Dios no juega a los dados», solía decir con

una clara vocación determinista. «Vaya si juega. –afirmaba mucho tiempo después otro ilustre

cosmólogo llamado Stephen Hawking– Y además los lanza donde no podamos verlos».

Un personaje curioso el tal Hawking. Sus conclusiones en torno al tema que nos ocupa

parecen a veces contradictorias. «La teoría cuántica gravitatoria –dice el genio de Cambridge– ha

abierto una posibilidad en la que (...) el Universo sería completamente auto-contenido y no afectado por

algo fuera de sí mismo. No sería creado ni destruido. Simplemente, sería». Sin embargo, Hawking

vuelve a la idea de una divinidad cósmica cuando concluye que «si descubrimos una teoría completa,

Page 4: Dios es una ecuación

todos podremos tomar parte en la discusión de por qué existimos nosotros y el Universo. Si

encontramos la respuesta a eso, sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces

conoceríamos la mente de Dios».

De nuevo la mecánica cuántica... pero sus «padres» intelectuales no eran precisamente ateos.

Así los recuerda Henry Margenau, un profesor de Yale poseedor de 8 doctorados honoris causa por

distintas universidades: «Pienso en gente como Wigener, un buen amigo mío; en Heisenberg, al que

conocí personalmente; en Schrödinger, que venía a verme a mi casa, o en Einstein. Por lo que yo

conozco, los científicos que han contribuido decisivamente al gran desarrollo científico de los últimos

cincuenta años son todos personas de creencias religiosas».

¿SOMOS PORQUE ESTAMOS O ESTAMOS PORQUE SOMOS?

Hablando de Cosmología, tarde o temprano debemos enfrentarnos al Principio Antrópico.

Hawking lo definió sencillamente al decir que «vemos el universo de la forma que es porque si fuese

diferente no estaríamos aquí para observarlo». Según el físico John A. Wheeler «no es únicamente que

el hombre esté adaptado al universo, sino que el universo está adaptado al hombre. ¿Imagina un

universo en el cual una u otra de las constantes físicas fundamentales sin dimensiones se alterase en un

pequeño porcentaje en uno u otro sentido? En tal universo el hombre nunca hubiera existido. Este es el

punto central del principio antrópico. Según este principio, en el centro de toda la maquinaria y diseño

del mundo subyace un factor dador de vida».

Algunos investigadores creen que ese cuidado extremo con el cual parecen haber sido

diseñados los valores que reúne el Universo para permitir la existencia humana, es la mejor prueba de

que Dios existe. Para otros mucho, sin embargo, dicha proposición no es sólo una tautología, es decir,

un razonamiento que se explica a sí mismo. Pero aun así, el asunto resulta llamativo. Por ejemplo, el

doctor Hugh Ross, profesor de astronomía en la universidad canadiense de Toronto, ha elaborado una

lista de 26 parámetros que abarcan desde la estructura atómica a la del Universo en su conjunto,

demostrando que existen unas medidas tan sumamente exactas que cualquier mínima desviación de

ellas habría imposibilitado por completo nuestra existencia sobre este planeta. Hasta tal punto que un

personaje como el escritor y científico Paul Davies, en tiempos promotor del ateísmo, ha acabado por

pensar que parece haber «una evidencia poderosa de que algo está pasando detrás de todo esto. Parece

como si alguien hubiera hecho un ajuste fino de los números de la naturaleza para construir el

Universo. La impresión de un diseño es apabullante...». Pero no todos están de acuerdo. Así, el físico y

Premio Nobel Steven Weinberg, en un artículo titulado ¿Un universo diseñado? dijo no ver ninguna

evidencia de diseño o designio en el universo, ni que las «constantes de la vida» fueran «ajustadas» con

el fin de ofrecer las condiciones perfectas para el surgimiento de la vida.

«Y SI TODO ELLO FUERA CIERTO, QUE NO SE DIVULGUE...»

Así dijo el arzobispo Samuel Wibelforce al enterarse de la Teoría de la Evolución de Darwin.

Finalmente no éramos seres salidos directamente de la mano del Creador, sino la suma evolutiva final

de una serie de cambios movidos únicamente por el ciego azar. Por eso, científicos como nuestro ilustre

paleontólogo codirector de las excavaciones de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, ha repetido varias veces

que «Darwin fue el Edipo que sacó a la Humanidad de las tinieblas de la ignorancia. Gracias al él,

descubrimos la verdad liberadora de que no existe en la naturaleza ni un propósito ni una finalidad

última»... Y sí, hasta el diseño mismo parece ser un poco chapucero, hecho con una notable economía

de medios indigna de la divinidad. Nos maravillamos de un proceso que ha dado como resultado

Page 5: Dios es una ecuación

estructuras tan fantásticamente complejas y perfectas como un ojo o el cerebro humano. Pero tampoco

olvidemos que compartimos la mayoría de genes con especies como el gusano, lo pasamos mal por

residuos evolutivos tan incómodos como las muelas del juicio, o los sufrimientos del parto porque para

nacer debemos atravesar un canal que la evolución aún no ha tenido tiempo de hacer más ancho para

ese cerebro que, ese sí, ha crecido más que el del resto de los mamíferos.

Resulta que, pese a todo, el buen sir Charles no renegó en ningún momento de la religión. «Jamás he

negado la existencia de Dios. Pienso que la Teoría de la Evolución es totalmente compatible con la fe en

Dios. El argumento máximo de la existencia de Dios me parece la imposibilidad de demostrar y

comprender que el Universo inmenso, sublime sobre toda medida, y el Hombre, hayan sido frutos del

azar».

Pero algunos resultan ser «más papistas que el Papa». Pues desde hace años, algunas

universidades norteamericanas han llegado a imponer las teorías creacionistas sobre las evolutivas. Sin

embargo, no llegará la sangre al río. Como dice el conocido divulgador y conocido escéptico Martín

Gardner «no conozco ningún teólogo protestante o católico fuera de los círculos fundamentalistas, que

no haya aceptado el hecho de la evolución, aunque quizá insistan en que Dios ha dirigido el proceso e

infundido el alma en los seres humanos».

En bioquímica nos tropezamos con una argumentación general muy parecida a la

cosmológica, aunque los parámetros a discutir varían sustancialmente. ¿Azar o plan predeterminado? Si

bien un genio como Francis Crick, codescubridor del código genético junto a James Watson puede decir

que, tras descubrimientos como el suyo «la hipótesis de Dios está más bien desacreditada», otros se

deshacen en exclamaciones de asombro ante las hebras de ADN que han dado lugar a una tan amplia y

compleja variedad de seres. Las conclusiones, también en biología, distan mucho de estar claras.

Las espadas continúan en alto. Tal vez siempre permanezcan así. Porque, no lo olvidemos, todo cuanto

los científicos exponen aquí, y en un sinfín de declaraciones, siguen siendo creencias, no evidencias

verificables científicamente. Pero la búsqueda continúa. Tal vez sea en ese ardiente deseo de

comprender donde radique la chispa divina del hombre.

Fuente:

http://www.xn--revistaaocero-pkb.com/secciones/fronteras-ciencia/dios-ecuacion-0