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Diego H tad CIA ARGENTINA Un proyecto inconcluso: 1930-2000

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Diego H tad

CIA ARGENTINA Un proyecto inconcluso: 1930-2000

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TEMAS DEL SIGLO XX

colección dirigida por

JUAN SURIANO

dÁk.

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DIEGO HURTADO

LA CIENCIA ARGENTINA

Un proyecto inconcluso: 1930-2000

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Hurtado, Diego La ciencia argentina : un proyecto inconcluso:

1930-2000 . - la ed. - Buenos Aires : Edhasa, 2010. 256 p. ; 19x13 cm. - (Temas de la Argentina)

ISBN 978-987-628-085-3

1. Ciencias.Historia Argentina. I. Título CDD 509.82

Diseño de colección y de tapa: Eduardo Ruiz Imagen de tapa: Colección Pablo de León Diseño de interior: Juan Balaguer y Cristina Cermeño

Primera edición: octubre de 2010

O Diego Hurtado, 2010 O Edhasa, 2009

Córdoba 744 2° C, Buenos Aires [email protected] http://www.edhasa.net

Avda. Diagonal, 519-521. 08029 Barcelona E-mail: [email protected] http://www.edhasa.com

ISBN: 978-987-628-085-3

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

Impreso por Cosmos Print S.R.L.

Impreso en Argentina

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Índice

Introducción

Capítulo 1. Una comunidad científica incipiente 33

Capítulo 2. La ciencia como política pública 73 Capítulo 3. Ciencia en tiempos de autoritarismos 127 Capítulo 4. Retorno a la democracia y recuperación

de las instituciones 169

Síntesis y reflexiones finales 217, Abreviaturas 241, Agradecimientos 245

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INTRODUCCIÓN

Sobre diagnósticos y modas académicas

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Este libro intenta ser una historia panorámica de las principales instituciones argentinas dedicadas a la investigación científica y al desarrollo tecnológico entre los años treinta y fines del siglo XX. La hipótesis que lo motiva puede formularse brevementé: la ,

debilidad crucial del complejo científico-tecnológico argentino es política e institucional. No está desconectada de esta evalua-ción la ausencia en la Argentina de una tradición de reflexión,y producción de conocimiento sobre sus actividades de investiga-ción y desarrollo desde la perspectiva de la historia política, e institucional. Llama la atención esta ausencia en un escenario académico que produjo una tradición de estudios de historia económica que sí consideró la variable tecnológica. En todo caso, el último (único) aporte comprehensivo que incluyó como variable de análisis la perspectiva de la historia institucional, la obra editada poi- Oteiza, tiene ya más de quince años.' En cuan-to a los estudios de caso sobre trayectorias de instituciones ar-gentinas de ciencia y tecnología, el panorama es fragmentario y se compone de investigaciones que no dialogan entre sí, ni sobre aspectos teóricos, ni sobre cuestiones empíricas.

Desconocer la historia de las instituciones públicas tanto de investigación y desarrollo como de promoción y financiamien-to, sobre todo la de los últimos treinta años, sugiere algunas preguntas conflictivas: ¿cómo es posible formular políticas para este sector si se desconocen las trayectorias de sus instituciones, las consecuencias del impacto que tuvieron sobre sus desempe-ños las variadas formas de inestabilidad económica y política características de la historia argentina del siglo XX, o la evolu-ción de sus contactos con otras esferas de la actividad social? La

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realidad es que hasta el presente las políticas públicas, tanto ex-plícitas como implícitas, para las actividades de ciencia y tecno-logía locales son el producto de una combinación heterogénea de prescripciones elaboradas con la mirada puesta en "casos exitosos" ocurridos en otras latitudes, indicadores estándar -es decir, diseñados para comprender las dinámicas de los países avanzados- y categorías que, como la de "sistema nacional de innovación", empleadas desde comienzos de los años noventa, apenas cuentan con una tradición de análisis y debate sobre la conveniencia de su empleo en países en desarrollo. 2 De esta for-ma, a lo largo de las décadas, tanto desde el campo académico como político, quienes se dedicaron a pensar y elaborar políti-cas de ciencia y tecnología en la Argentina fueron sucesivamen-te hipnotizados por los casos de Alemania, Estados Unidos, Ja-pón o Corea del Sur, y en los últimos años se trata de extraer alguna lección de lo que ocurre en países como Finlandia, Irlan- da o Israel.

Esta debilidad se manifestó a lo largo del tiempo como afa-sia política. Dependiendo de los modelos exitosos de referencia, lo que se observa desde los años treinta es una proliferación de clasificaciones y diagnósticos, reclasificaciones y nuevos diag-nósticos. Y a continuación, propuestas que construyen su senti-do a partir de un razonamiento fundado en la combinación de expresiones de deseo, representaciones idealizadas de la actividad científica y estrategias tomadas de los países que sirven de mo-delo ocasional. Es decir, las políticas públicas, explícitas o implí-citas, de ciencia y tecnología descansan en fórmulas "lógicas", que abstraen atributos de otros sistemas e intentan incrustarlos en los procesos institucionales locales. Pero la lógica, como se sabe, es ahistórica y asocial. Después de más de medio siglo de este tipo de práctica, el resultado es una sucesión caleidoscópica de enfoques "unidimensionales" que, entre otras limitaciones, suponen que se puede accionar sobre el complejo científico-tec-

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filológico considerando el campo institucional como "caja ne- gra": se proponen ajustes a la "entrada" para obtener un resul-

tado a la "salida". Así, en especial en los últimos años, algunas de las recomen-

daciones que suelen leerse cuando se pone el énfasis en el aspec-

to económico son:

Que el sector productivo debe comenzar a invertir en inves-

tigación y desarrollo. Que hay que inculcar en el empresariado argentino las ven- tajas competitivas que surgen del conocimiento. Que se debe formular un proyecto macroeconómico a esca- la de país que fomente certidumbre a largo plazo y la acu- mulación de competencias en los lugares de trabajo.

Cuando se enfoca en la comunidad científica y eh la evaluación

de sus actividades, se afirma:

- Que hay que modificar el fuerte sesgo ofertista característi-co de las universidades e instituciones públicas de ciencia,y

tecnología argentinas. Que los organismos de promoción tienen que dejar de apli- car criterios de evaluación que promueven la producción de papers en perjuicio de la resolución de problemas relevantes para la sociedad y las demandas del mercado. Que se deben concebir incentivos para la investigación apli-cada y las actividades de desarrollo tecnológico.

Cuando se pone el énfasis en la enseñanza, se dice:

- Que hay que construir un sistema educativo acorde al con- cepto moderno de innovación.

- Que se necesitan más doctores, ingenieros y tecnólogos.

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Que en las aulas y los laboratorios se debe transmitir una cultura emprendedora.

Por supuesto que este tipo de prescripciones viene acompañado de los respectivos "indicadores". El problema es que luego del diagnóstico deben diseñarse estrategias de intervención. Y para intervenir es necesario conocer el funcionamiento y las historias de los objetos de intervención, de sus componentes y de la topo- grafía de vínculos (o de su ausencia). Y lo que ocurre dentro de las instituciones, componentes estructurales primarios del com- plejo científico-tecnológico, o entre ellas se desconoce.

Con algunas pocas excepciones desde los análisis económicos, en los recursos para la formulación de políticas están ausentes los estudios cualitativos, las trayectorias de disciplinas y subdiscipli- nas, instituciones y grupos, sus formas específicas de organiza- ción. Se piensa que es posible prescribir desde la abstracción, como si la realidad fuera perfectamente maleable. Ahora bien, no se trata solo de negligencia o incomprensión. Un factor que ayuda a explicar este panorama es la dificultad para producir el conoci-miento necesario para la formulación de políticas eficaces. Dolo-witz y Marsh llaman la atención sobre la diferencia entre los pro-cesos de transferencia voluntaria y coercitiva de cambios políticos e institucionales, aunque señalan que en los márgenes ambas es-pecies se fusionan. Para los países periféricos esta variable es cru-cial. Las incertidumbres acerca de las causas que explican los pro-blemas del sistema, sobre los efectos de las decisiones previas o futuras y los altos costos de la información para preverlos motiva la búsqueda de soluciones que puedan tomarse prestadas. 3

A esto puede agregarse también que, desde el fin de la Segun-da Guerra Mundial, una motivación de relevancia creciente en la Argentina, igual que en muchos países en desarrollo, es el sen-tido político del "lugar" de la prescripción. La cruza de capital simbólico académico y visibilidad política que otorga suele ser un

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camino hacia las codiciadas consultorías internacionales. Y la captación de la "intelectualidad" y del saber experto local es una estrategia atávica de los procesos de expansión y dominación. La condición para acceder a las consultorías es no presentar pano-ramas excesivamente pesimistas, que los marcos teóricos sean compatibles con las "voces" dominantes que circulan en la arena internacional -pensar con sus categorías- y que las prescripcio-nes vayan en la misma dirección que el mainstream. Es decir, se

trata de una demanda que promueve la emulación que, a su vez, relega la necesidad de producción de conocimiento sobre las és-pecificidades locales y las categorías necesarias para pensarlas. Igual que ocurre con la producción de indicadores, el lugar de la prescripción en la Argentina merece un estudio propio.

Las modas académicas no son ajenas a esta dinámica. A modo de ejemplo, citemos la microhistoria constructivista anglo-sajona en el área de la historia social de la ciencia y la tecnología. Esta tradición se construyó sobre un sólido terreno de explo-ración metodológica y de exhaustivos (y redundantes) estudios de procesos intelectuales, disciplinarios, institucionales, políti-cos, culturales, biográficos, de contextos nacionales, etc. Alcanza con mirar la lista incluida en el apartado bibliográfico titulado "Secondary Sources" ("Fuentes Secundarias") de la obra hoy clá-

sica Leviathan and the Air-Pump de Shapin y Schaffer para enten-der la deuda que tiene esta obra con la producción de las déca-

das precedentes. 4 Estos "estratos" de historiografía y, en general de ciencias sociales, sobre los cuales se construyó la perspectiva constructivista anglosajona en el área de los estudios sociales de ciencia y tecnología están ausentes en las tradiciones historio-gráficas latinoamericanas. Una consecuencia de esta carencia es la fragmentación debida a la falta de un "fondo" historiográfico compartido -para el consenso o la controversia-, que establezca las condiciones de posibilidad para el diálogo, el debate y la pro-ducción colectiva, que es lo que finalmente da cohesión y senti-

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do a una disciplina y lo que permitiría hablar de una comunidad de historiadores de la ciencia y la tecnología, así como de la pro-ducción de conocimiento como insumo para la comprensión de las propias tradiciones y dinámicas. Esta misma discusión es vá-lida para la producción de conocimiento en el campo más am-plio de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología y de los estudios de políticas para el sector.

De esta manera, desde los países en desarrollo es crucial avanzar, por ejemplo, sobre cuestiones vinculadas a la historia de las instituciones, la conformación de comunidades científicas y tradiciones de investigación; comprender las modalidades de sub-ordinación de grupos de investigación, laboratorios o institutos de países latinoamericanos a centros de producción científica de los países avanzados; analizar los vínculos entre relaciones inter-nacionales y políticas nacionales para la ciencia y la tecnología. Se trata de procesos que involucran escalas temporales, focos es-paciales y problemáticas sociales diferentes a los involucrados en, por ejemplo, los estudios de caso de la tradición constructivista anglosajona y que, en todo caso, son su condición de posibilidad. Parece legítimo preguntarse, entonces: ¿se puede ser constructi-vista en América Latina? Incluso si la respuesta fuera afirmativa, un enfoque constructivista desde América Latina, más que con-centrarse en los componentes socio-cognitivos, debería enfocar los procesos de construcción de las condiciones de posibilidad para la "recepción" de teorías, las tensiones entre innovación y "transplante" de modelos institucionales y organizacionales, la "adaptación" de tecnologías de punta frente al problema de la in-novación tecnológica (las últimas tres comillas intentan señalar la compleja polisemia encerrada en los términos aludidos).

En síntesis, como prácticas sociales, las actividades de ciencia, tecnología e innovación involucran procesos "densos" de signifi-cado, que no son susceptibles de ser aprehendidos por marcos te-óricos universales, o reorientados a partir de transferencias auto-

rnáticas de otras experiencias nacionales. La realidad social no puede pensarse como un rompecabezas compuesto de piezas mo-dulares intercambiables. La historia de las políticas científicas y tecnológicas en la Argentina conoce de estos fracasos y todavía se pregunta qué hacer con las universidades y las instituciones públi-cas de investigación y desarrollo, cómo producir conocimiento que se integre al sector productivo o resuelva problemas sociales, cómo evitar la fuga de cerebros. Es decir, sigue indagando sobre las mismas cuestiones que hace ocho décadas se planteaban los pro-pios científicos que comenzaron a promover algunos de los prime-ros estadios del proceso de institucionalización de sus prácticas.

Sólo a modo de ejemplo didáctico, un informe de evaluación de las matemáticas en la Argentina de 1942, al referirse a la ne-cesidad de crear centros de investigación, menciona "las carac-terísticas de nuestra organización universitaria y la preponde-rancia de ciertos factores burocráticos que obstaculizan seriamente toda obra de investigación". En una evaluación de 2002; encargada por la revista Ciencia Hoy a un grupo de evalua-dores internacionales, se lee: "El comité advirtió la presencia de obstáculos burocráticos significativos, especialmente la poca permeabilidad de las fronteras que separan las ramas disciplina-rias y la rigidez del sistema". En el informe de 1942, Félix Cer-nuschi, por entonces profesor de la Universidad Nacional de Tu-cumán, sostenía que "la poca matemática que se enseña está completamente divorciada de los problemas que plantea a los matemáticos la realidad de nuestro país". El informe de Ciencia

Hoy se refiere a la necesidad de "establecer conexiones entre la matemática tradicional que se practica en la Argentina y algunas áreas emergentes en las que se utiliza la matemática". El infor-me de 1942 sostiene: "En nuestro país existen diversos centros dedicados a altos estudios matemáticos, totalmente dispersos y desvinculados". En el informe de 2002 se lee que "muchos gru-pos de investigación son pequeños y se encuentran aislados". En

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1942, se habla de la necesidad de "contratar profesores extranje-ros de reconocida capacidad científica y moral, para dictar en el país cursos completos y para dirigir seminarios". En 2002 se re-comienda: "Promover visitas recurrentes de profesores extranje-ros a lo largo de varios años". 5

Sobre la fuga de cerebros, a mediados de los años cuarenta los científicos argentinos ya eran conscientes de este fenómeno. En 1946, el fisiólogo Eduardo Braun Menéndez sostenía:

Provocará vuestro asombro saber que la Argentina, ade-más de exportar carne, cereales y algunos productos ma-nufacturados, exporta también hombres de ciencia. Todos ellos fueron formados con grandes sacrificios y largos años de estudio y trabajo. Cuando se encontraban en condiciones de ser útiles a la sociedad que costeó su for-mación, fueron abandonados [...] Y así se han ido físicos, anatomistas, filólogos, químicos, histólogos, psicólogos, botánicos, etc., que tanta falta hacen al país. 6

Decir que la historia de las actividades científicas y tecnológicas en la Argentina y, por lo tanto, la historia de sus instituciones -como espacio material, normativo e ideológico- fueron modu-ladas por las recurrentes crisis políticas y económicas es una ver-dad tan indiscutible y obvia como abstracta. Igual de indiscuti-ble, obvio y abstracto es pensar en el impacto traumático que significó la necesidad de adecuación compulsiva que padecieron estas actividades e instituciones al pasar de un régimen de acu-mulación que intentó impulsar la industrialización por sustitu-ción de importaciones orientada al mercado interno a otro régi-men de apertura de la economía, desregulación de los mercados y desindustrialización. En este complejo escenario de inestabil 4 - dades y rupturas periódicas que caracteriza la historia argentina, lo significativo -y todavía hoy desconocido- son las trayectorias

particulares de las instituciones de ciencia y tecnología, sus modos de organización, las ideologías y representaciones que promovieron sobre el significado de investigar en la Argentina, el valor social y político que dieron a esta actividad, la capacidad de adaptación a las mutaciones del contexto. Todas estas variables jugaron de forma muy diferente en, por ejemplo, las trayectorias de la Comisión Nacional de Energía Atómica y del Consejo Na-cional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

En términos generales, "ciencia" y "tecnología" son concep-tos problemáticos para los países periféricos. Mientras que para los países avanzados, como sostiene el historiador francés Pestre, "la ciencia moderna como institución, la que se organiza en los siglos XVI y XVII, fue siempre del más alto interés para los pode-res políticos, económicos y militares", para los países en desarro-llo, como la Argentina, recién en el período de entreguerras el poder político comenzó a atisbar que la ciencia y la tecnología podían ser una variable del desarrollo social y económico y que su promoción requería de políticas públicas que impulsaran, pri-mero, la consolidación de los procesos de profesionalización y la institucionalización de las prácticas de investigación y desarro-llo, y segundo, la integración de estas actividades a los procesos de producción de riqueza y valor social. El historiador de la cien-cia australiano MacLeod señala que desde los años sesenta

con el comienzo del "fin del imperio" y la progresiva des-colonización, llegó un interés creciente en la ciencia y la tecnología como instrumentos de desarrollo postcolo-nial. Con esto llegó también un creciente interés en los métodos por los cuales las potencias coloniales europeas, desde el siglo XVII -por siglos- cultivaron y emplearon exitosamente la ciencia para obtener ventajas económi-cas y control político/

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Este modo exitoso de entender el lugar político y económico de la ciencia y la tecnología, para la Argentina y, en general, para América Latina, colisiona con el lugar que la división internacio-nal del trabajo asignó en la economía global a la región.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, diversos grupos o sectores en la Argentina -principalmente los propios científi-cos y los elencos directivos de algunas instituciones públicas o, en menor medida, políticos y militares- intentaron encontrar y promover, sin mucho éxito, modos de desencadenar procesos que hagan posible la asimilación de las actividades de investiga-ción científica y desarrollo tecnológico a la realidad de país peri-férico. En este sentido, otra verdad igualmente indiscutible, obvia y abstracta es la "disfuncionalidad" que, con diferencias de grado, mostraron las instituciones de ciencia y tecnología loca-les respecto de la propia realidad económica, social y cultural. Retrospectivamente parece claro que la raíz de este desajuste fue la ausencia crónica de políticas públicas robustas para la cien-cia, la tecnología y la innovación y, como sustituto de esta au-sencia, la adopción y naturalización de sentidos, imaginarios e idealizaciones que fueron elaborados a lo largo de tres siglos en los países avanzados. En la Argentina, autores como Amílcar Herrera, Oscar Varsavsky o Jorge Sabato, durante fines de los años sesenta y comienzos de los ochenta, dedicaron parte de su esfuerzo a conceptualizar este panorama. Por ejemplo, Sabato alertaba sobre la importación ciega de tecnología:

La tecnología no es neutra: con ella se transmiten los va-lores y las relaciones de producción imperantes en la so-ciedad donde se origina. Por lo tanto, su importación sin una previa fijación de criterios -particularmente dentro del actual sistema de propiedad industrial y sin una ade-cuada legislación sobre inversión extranjera- conduce a una concentración de poder económico y político en los

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1,f países exportadores y a una alienación social y cultural

p. de los países importadores a través de la "reproducción" de los valores importados.'

Esta dependencia simbólica y cultural, necesariamente correla-cionada con las diversas modalidades históricas de dependencia económica, obstaculizó toda posibilidad de conceptualizar nue-vos sentidos para las prácticas de investigación y desarrollo que hicieran posible su integración sistémica a un proyecto de país.

Con excepciones efímeras, es en este panorama caracterizado por la ausencia de políticas públicas robustas de mediano o largo plazo y por un ethos consecuente de la "asimilación", la "copia" o el "trasplante" que, a lo largo del siglo XX, evolucionaron los espacios de producción de conocimiento y desarrollo tecnológi-co en la Argentina.

Ciencia, tecnología e instituciones

Las sociedades y academias científicas, los observatorios y los jar-dines botánicos en los siglos XVII y XVIII; los museos, el mode-lo humboldtiano de universidad, las sociedades científicas espe-cializadas y las asociaciones para el progreso a fines del siglo XVIII y primera mitad del XIX; los laboratorios industriales, los institutos públicos de regulación y estandarización de unidades de medida e instrumentación, los establecimientos militares de-dicados a la investigación en áreas "estratégicas" y las estaciones experimentales para la investigación agrícola y la extensión entre mediados del siglo XIX y comienzos del XX; los consejos nacio-nales y la compleja articulación de instituciones y sectores que trajo consigo la big science alrededor de la mitad del siglo XX, son algunos de los ejemplos más visibles de la forma en que los paí-ses avanzados fueron diseñando los espacios y los modos de or-

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ganización para las prácticas de producción de conocimiento, desarrollo tecnológico e innovación que más se adecuaban a sus realidades nacionales. Estos procesos de institucionalización es-tuvieron correlacionados con la búsqueda del lugar social, cultu-ral, económico y militar del conocimiento. Los complejos proce-sos de construcción de vínculos entre científicos, artesanos, militares y navegantes desde comienzos del siglo XVII, el discuti-do lugar del factor técnico en la revolución industrial desenca-denada a fines del XVIII, la concreción de la simbiosis entre la actividad científica y la industria y el vínculo entre investigación científica y tecnológica para uso militar desde mediados del siglo XIX, son algunos ejemplos de procesos claves en la trayectoria geoeconómica y geopolítica de los países avanzados. Como expli-ca Christopher Freeman, "la fuerte interacción entre innovacio-nes técnicas e institucionales constituye un rasgo fundamental del desarrollo económico contemporáneo, así como de olas an-teriores de cambio técnico". A modo de ejemplo de la importan-cia del factor institucional, refiriéndose a los años previos a la Primera Guerra Mundial, Freeman destaca "las innovaciones institucionales en el sistema científico y tecnológico alemán y es-tadounidense" como rasgo que hizo posible "que las industrias alemana y estadounidense explotaran los nuevos conocimientos científicos que se encontraban a disposición pública con una efi-cacia mucho mayor que la industria británica". 9

Así, mientras los países industrializados diseñaban los modos de organización y los espacios institucionales adecuados para sus sociedades, economías y sistemas políticos, en la cons-trucción de los Estados-nación latinoamericanos, durante la se-gunda mitad del siglo XIX, los vínculos de dependencia con Eu-ropa jugaron un papel protagónico en la asimilación de la práctica científica, a través de la común aceptación del "carácter universal del conocimiento científico". Este proceso decisivo de asimilación de la ciencia como práctica social se canalizó a tra-

yes de una ideología universalista, que confundió la estabilidad oie los productos finales de la actividad científica -teorías, leyes, conceptos, eficacia técnica- con el supuesto universalismo de la propia práctica de producción de conocimiento, que incluye in-tereses, hábitos, expectativas, necesidades, elecciones. Sin em-bargo, hoy resulta obvio que no es lo mismo hacer investigación y desarrollo en Rosario, Quito o Caracas que en California, Ber-lín o Tokio. Es decir, el conocimiento científico y tecnológico no nace universal. Nace local. La ciencia y la tecnología, como prác-ticas sociales, no se universalizaron (mundializaron) por el po-der de la verdad científica. Tampoco fue éste un proceso altruista y espontáneo. Entre los modos que mostraron mayor efectividad en la historia de los últimos tres siglos, podrían mencionarse la eficacia técnica derivada del modo de producción de conocimiento y sus usos económicos y militares y, en el orden simbólico, la cons-trucción de una red de significados que vincularon progreso, ra-cionalidad y naturaleza humana a la búsqueda de la verdad cien-tífica, red que acompañó el proceso de expansión colonial y las sucesivas y múltiples modalidades de imperialismo cultural y de-pendencia económica de las regiones periféricas.

En este sentido, un componente de raíz etnocéntrica de esta ideología universalista es lo que podríamos llamar "ideología de la integración sistémica". Adoptado implícitamente en las polí-ticas que los Estados periféricos concibieron para la asimilación de las prácticas de investigación, este componente ideológico su-pone que no únicamente el conocimiento científico, sino tam-bién los modos que para su producción fueron concebidos por los países centrales, son susceptibles de ser "transplantados" y "asimilados" y son compatibles con (o integrables a) las dinámi-cas sociopolíticas y las determinaciones económicas de la socie-dad periférica que se propone adoptarlas. Y como corolario de esta creencia se asume que es posible "transplantar" las condi-ciones de posibilidad -modelos institucionales, formas de orga-

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nización y trabajo, mecanismos de legitimación, tanto como va-lores, representaciones, rituales, jerarquías disciplinarias y epis-témicas- de un contexto sociocultural a otro muy diferente. Y, finalmente, también se asume que este proceso derivará en la construcción de una estructura eficaz para la producción de ac-tividades capaces de impulsar el desarrollo social y económico. Las premisas que presupone este componente que llamamos ideo-logía de la integración sistémica son:

(1) La aceptación de un estado inicial de "atraso" y subordina-ción cultural y material. Esto significa que las áreas relevantes, las jerarquías epistémicas, los criterios de validación y los modos de organización son la consecuencia de la adopción de iniciativas políticas, modelos institucionales y prácticas de evaluación y co-municación científica cristalizados en los países centrales. La construcción de esta red densa de significados, valores y espacios materiales no es independiente del campo de las relaciones inter-nacionales, como lo demuestra la frecuente intervención prota-gónica de organismos internacionales, desde la UNESCO hasta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Los mo-dos en que se reproduce y actualiza esta subordinación en las pro-pias rutinas de producción de conocimiento o en los procesos de toma de decisiones son numerosos. Algunas de las prácticas más visibles que determinan las trayectorias institucionales, y que in-volucran a los propios científicos, ingenieros y tecnólogos de paí-ses periféricos son: las estadías en instituciones o firmas de países centrales; los procesos de selección, compra e instalación de ins-trumentos; los criterios de evaluación; los procesos de construc-ción de colaboraciones científicas Norte-Sur. Algunos de los modos más visibles que involucran a los encargados de formular políticas son: los criterios de definición de líneas prioritarias o áreas de vacancia; el origen de los fondos y las modalidades de ne-

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gociación; las estrategias para la promoción de vínculos entre el sector público y el sector productivo.

(2) Un conocimiento deficiente y ahistórico del conglomerado

de instituciones, comunidades disciplinarias y grupos de inves-tigadores involucrados, tanto como de los actores políticos y económicos. Esta carencia deriva en una representación simpli-ficada del complejo campo de fuerzas que se configura alrede-dor de las actividades de producción de conocimiento, desarro-llo tecnológico e innovación. El resultado es un conjunto insuficiente de competencias para la elaboración de políticas. Ante esta pobreza conceptual, el resultado suele ser, no solo la importación de categorías, clasificaciones, valoraciones, o re-cursos para la "medición", sino también la internalización de tendencias de otras sociedades, con la consecuente confusión entre descripciones y prescripciones. Pueden servir como ejem-plos didácticos muy difundidos la rápida adopción y puesta en circulación, tanto en ámbitos académicos como políticos loca-les, del marco conceptual que acompañó a la noción de "modo 2" de producción de conocimiento, o del enfoque subyacente a la ubicua noción de "sistema nacional de innovación". Sin em-bargo, los países en desarrollo están ausentes en las representa-ciones que presuponen estos conceptos. O mejor dicho, están implícitos. Sin los países en desarrollo actuando como provee-dores de materias primas, lugar donde instalar los procesos in-dustriales más contaminantes, donde realizar ensayos clínicos de medicamentos rápidos y económicos y, sobre todo, como pa-gadores de royalties, escenarios como los sugeridos por el "mo-do 2" sencillamente no se sostienen. 1°

Sintetizando, hay un "modo de ser" histórico y contextual de las actividades de investigación, desarrollo e innovación, lo que significa que, contrariamente a lo que se acepta cuando se adop-ta lo que hemos llamado ideología de la integración sistémica,

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no existe un camino predeterminado, una "receta analítica" o una huella que se pueda seguir. En todo caso, las experiencias exitosas de otros países deben considerarse como insumos se-cundarios de naturaleza heurística. Para integrar la ciencia y la tecnología al desarrollo social y económico hay que superar el es-tadio de los diagnósticos y formulaciones de políticas genéricas y avanzar sobre políticas innovadoras. Y para innovar en el cam-po de la política es necesario producir conocimiento social, polí-tico e institucional sobre las dinámicas de producción de conoci-miento y desarrollo tecnológico propias de los países de la región, incorporando los "caracteres adquiridos" a lo largo de la historia, así como las tensiones y asimetrías que definen el lugar de los países periféricos o semiperiféricos en un campo de fuerzas que los relega a un papel subsidiario en el sistema económico mun-dial."

La construcción de instituciones, sostiene el sociólogo Offe, "constituye el problema práctico central que enfrentan las socie-dades a medida que emergen de un pasado completamente desa-creditado". Si bien su interés se concentra especialmente en las "sociedades post comunistas", sus reflexiones también son válidas para el caso de "sociedades post autoritarias". Offe destaca la "na-turaleza dual de las instituciones", vinculada a la creación de condiciones necesarias para su existencia y viabilidad, para la so-cialización interna tanto como para la eficacia externa, para la consolidación de creencias y la implementación de objetivos. De esta forma, la acción institucionalizada combina la mirada obliga-toria hacia el pasado, fundada en la "lógica de lo apropiado", y la mirada anticipatoria hacia el futuro, basada en una "lógica instru-mental o estratégica". Este autor concluye que "quienquiera que desee defender, diseñar, construir, modificar o criticar las institu-ciones tendrá que tener en mente este dualismo". Sin embargo, las sociedades como la Argentina, por lo menos desde la década de 1940, al mirar hacia atrás no suelen encontrar "lo apropiado". El

oronismo quiso ser renovador, la "Revolución Libertadora" quiso Virar el peronismo (sus instituciones), las dictaduras de 1966 y 076, cada una a su modo, quisieron ser refundacionales, así 40no la democracia de fines de 1983, en el área de ciencia y tec-

logía, buscó el modelo de una supuesta "edad de oro" que había clausurado la "Revolución Argentina". Es decir, solo queda la "ló-gica instrumental y estratégica", que finalmente debe ser, "una 16-foca de imitación, importación y transplante". En tal caso, como señala Offe, ignorar el nivel de integración social para concentrar-4t en el rediseño de las instituciones existentes o en la creación de nuevas instituciones "que supuestamente establecerían una nueva modalidad de integración sistémica" deriva en una empresa "que se vuelve fácilmente vulnerable a las inclinaciones mentales y mo-rales no reconstruidas que se heredan de los antiguos regímenes". La consecuencia es que las instituciones así fundadas no se desem-peñan de la forma esperada. 12

Estos desajustes no inhabilitan los dos ejes de análisis que aporta la dualidad señalada. En el ámbito de las instituciones de ciencia y tecnología, el primer eje, que tiene un ojo en el pasado -siempre problemático en el caso de la Argentina-, por su carác-ter marcadamente histórico y cultural, remite a tradiciones e ideologías vinculadas con el lugar social del conocimiento y la tecnología, formaciones que componen la razón de la cohesión interna de una institución, de la mayor o menor unidad de ob-jetivos y de los sentidos políticos y culturales imaginados por una comunidad institucional para su propia institución, en armonía o en colisión con el contexto sociopolítico amplio. En el caso ideal, aquellas instituciones que logran construirse un "pasado apropiado" son capaces de configurar tradiciones de investiga-ción y desarrollo que, al funcionar como subculturas, logran una estabilidad relativa mayor que el resto de las instituciones. Como excepciones, estas tradiciones enfrentan problemas de identidad política y de representación de su función social.

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El segundo eje de análisis, que tiene una raíz política y estra-tégica, se enmarca en los modos de acción más o menos eficaces concebidos para alcanzar los objetivos que, como tales, también son rasgos definitorios de la institución -la autonomía tecnoló-gica, el impulso del proceso de industrialización, la transferencia de tecnología agraria al pequeño productor, la imposición de es-tándares internacionales a la comunidad científica local, etc.- y enfrentan el desafío de concebir formas de organización y proce-sos de trabajo, modos de vinculación y comunicación o de adap-tación a cambios del escenario económico y político. La gama de prácticas que surge de una concepción estratégica está relaciona-da con el modo en que se concibe la trayectoria futura de la ins-titución y enfrenta el problema de adecuarse a su ethos, que a su vez padece las torsiones y cuestionamientos de los propios modos de acción.

Ambos ejes de análisis aparecen mediados por rutinas, con-venciones y hábitos, por las numerosas "limitaciones informa-les" de las que habla North, que se transmiten como pautas culturales. Rasgos como la estabilidad de una institución, su "inercia", su capacidad de cambio, o de aprendizaje están deter-minados por estos componentes. 13

Entre la gama de torsiones propias de la dupla ethos-modos de acción eficaz, pueden mencionarse como ejemplos visibles: la persecución de objetivos "estratégicos" (defensa, por ejem-plo) en instituciones civiles y su inversa, la persecución de ob-jetivos socioeconómicos en una institución militar; la colisión de valores propios de la perspectiva mertoniana -comunalis-mo, universalismo, desinterés, originalidad y escepticismo-, presentes en la comunidad científica argentina, con la realidad local (no universal) de país pobre; la elección de sectores so-cioeconómicos -en ciencias biomédicas, por ejemplo-, o de sectores de la estructura productiva -empresas pequeñas y me-dianas versus empresas grandes, nacionales o trasnacionales-

en la definición de la "demanda" de investigación y desarrollo;

las tensiones entre lo público y lo privado en los procesos de apropiación de los resultados de la investigación. Todas estas problemáticas están determinadas, en diferentes grados, por fenómenos que pueden inscribirse en la escala de país y del Estado nacional, como los regímenes políticos de gobierno, los regímenes económicos de acumulación, o las políticas exterio-res, pero también por fenómenos que tienen lugar en la escala media de las propias dinámicas institucionales, de los grupos

de investigación o del campo de interacción interinstitucional

o intersectorial. Al poner el foco en una posible caracterización de las trayec-

torias de las principales instituciones de investigación y desarro-llo de la Argentina, este libro asume que las principales debilida-des de las actividades de ciencia y tecnología deben buscarse, o bien en la capacidad insuficiente de sus instituciones para perse-guir y concretar los objetivos que, de forma explícita o implícita, le fueron asignados por los contextos sociopolíticos que las con-cibieron, o bien en el inadecuado "ajuste" entre la identidad (y la autorepresentación) de la institución, por un lado, y el contexto sociopolítico, por otro, o bien una combinación de ambas razo-nes. Este libro también intenta dar cuenta de la persistencia de "lógicas" institucionales que fueron capaces de sostener comuni-dades de científicos, ingenieros, técnicos, administradores y elen-cos directivos alrededor de conjuntos de representaciones, ideolo-gías y objetivos que de alguna forma explican, en un ámbito de inestabilidades y discontinuidades, los diversos grados de conti-nuidad; así como de los quiebres en estas representaciones, ideo-logías y objetivos, en aquellos casos en que las instituciones fue-ron drásticamente reestructuradas, clausuradas o reemplazadas.

Finalmente, como motivación adicional de este escrito, tam-bién está presente una convicción: no es posible elaborar políticas para las actividades de investigación y desarrollo tecnológico aptas

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para la resolución de problemas sociales o capaces de desen-cadenar un proceso perdurable de integración al desarrollo eco-nómico sin un conocimiento exhaustivo de las trayectorias ins-titucionales, de los intentos previos de consolidación de un "sistema" institucional y de las razones que los obstaculizaron. Se trata de un conjunto de conocimientos que aún no existe en la Argentina y, peor aún, sobre el que todavía no parece haber conciencia clara de su necesidad.

Concebido como un libro de historia panorámica de las ins-tituciones públicas de investigación y desarrollo en la Argen-tina, este libro intenta mostrar algunos indicios a favor de la hi-pótesis de que las razones del subdesarrollo científico y tecnológico, como manifestación de su carácter de país semipe-riférico, deben rastrearse en el nivel de la falta de competencias para la formulación y ejecución de políticas y, como consecuen-cia, de instituciones poco adecuadas a las necesidades extremas determinadas por un campo de fuerzas de dependencia estruc-tural. Digamos también que una limitación de este relato es no haber incluido, por un lado, las actividades de investigación y desarrollo en las universidades y, por otro, la historia de las ins-tituciones dedicadas a producir conocimiento en ciencias socia-les. Estas dimensiones escapan al más modesto objetivo de este libro, que intenta hacer un aporte al notable vacío historiográ-fico vinculado a las instituciones públicas de ciencia y tecnolo-gía durante el siglo XX.

El relato se inicia en los primeros años de la década de 1930. Si bien esta elección, como ocurre inexorablemente en historia, puede resultar arbitraria, hay dos razones que la mo-tivan: (1) en ese momento se pone de manifiesto la existencia de una comunidad científica consciente de la necesidad de construir un lugar de visibilidad social e influencia política para su actividad; (2) por esos años los historiadores de la eco-nomía suelen ubicar el inicio de la industrialización en la Ar-

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gentina, proceso que tendrá alguna influencia en la construc-ción de un sentido económico para las actividades de investi-gación y desarrollo. El libro se cierra a fines de los años noven-ta, con las primeras consecuencias de la creación, en 1996, de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, como institución que buscó integrarse, al comienzo de forma confrontativa, a la estructura institucional de base que sostie-ne el complejo científico-tecnológico argentino. Finalmente, en la última sección intentamos obtener algunas conclusiones que surgen de esta visión panorámica.

Notas

Enrique Oteiza (ed.), La política de investigación en ciencia y tecnología. His-

toria y perspectivas, Buenos Aires, CEAL, 1992.

2 Véase, por ejemplo, Rodrigo Arocena y Judith Sutz, "Looking at National

Systems of Innovation from the South", en Industry and Innovation, vol. 7, n.°

1, 2000, pp. 55-75. 3 David Dolowitz y David Marsh, "Who Learns What from Whom: a Review

of the Policy Transfer Literature", en Political Studies, vol. 54, 1996, pp. 346-347.

4 Steven Shapin y Simon Schaffer, Leviathan and the Air-Pump, Princeton, Princeton University Press, 1985, pp. 404-426.

5 L. Caffarelli; H. Foellmer; P. Griffiths; y W. Pulleyblank, "La matemática

en la Argentina", en Ciencia Hoy, vol. 12, n.° 67, 2002, pp. 8-16; AAPC, Qué debe

hacerse para el adelanto de la matemática en la Argentina. Encuesta promovida por la

Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, Buenos Aires, Estableci-

miento Gráfico "Tomás Palumbo", 1942.

6 Eduardo Braun Menéndez, Bases para el progreso de las ciencias en la Argen-

tina, Buenos Aires, Ateneo del Club Universitario, 1946, pp. 27-28.

Dominique Pestre, Ciencia, dinero y política, Buenos Aires, Nueva Visión, 2005

[2003], p. 26; Roy MacLeod, "Introduction", en Osiris, vol. 15, 2001, p. 1.

8 Jorge Sabato y Michael Mackenzie, La producción de tecnología. Autónoma o

transnacional, México, D. F., Nueva Imagen, 1982, p. 220.

9 Christopher Freeman, "Instituciones formales científicas y técnicas en el sistema nacional de innovación", en B. A. Lundvall (ed.), Sistemas nacionales de

innovación. Hacia una teoría de la innovación y el aprendizaje por interacción, Buenos Aires, UNSAM Edita, 2009 [1982], pp. 192-193, énfasis en el original.

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M. Gibbons; C. Limoges; H. Nowotny; S. Schwartzman; P. Scott; y M. Trow, The new production of knowledge, Londres, Sage Publications, 1994; Diego Hurtado y Ana M. Vara, "Investigación en las universidades argentinas. Nuevas demandas y contradicciones", en S. Araujo (comp.), La Universidad como objeto de investigación. Democracia, gobernabilidad, transformación y cambio de la educa-ción superior universitaria, Tandil, Universidad Nacional del Centro de la Provin-cia de Buenos Aires, 2008, pp. 235-237.

11 Llamamos estados semiperiféricos a aquellos que poseen recursos sustan-ciales suficientes como para influir sobre algunos pocos sectores primarios del mercado mundial, pero carecen de influencia suficiente para jugar un papel de liderazgo en el sistema mundial.

12 Claus Offe, "El diseño institucional en los procesos de transición de Europa del Este", en R. Goodin (comp.), Teoría de diseño institucional, Barcelona, Gedisa, 2003 [1996], pp. 251-255 y 266-267.

Dougiass North, Instituciones, cambio institucional y desempeño económico, México D.F., FCE, 2006 [1990], pp. 54-58.