dichosos los que eligen ser pobresde pobres sociológicos. un pobre sociológico, un pobre...

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1 1ª bienaventuranza Esta traducción llama la atención, pues esto se suele traducir por «bienaventurados los pobres de espíritu». Sin embargo, hemos elegido la palabra «dichosos» porque «bienaventurado» es palabra que se lee sólo en el Evangelio y no es palabra de la conversación común. Cuando nosotros queremos decir algo así decimos «dichosos»: «Me saqué la lotería... Dichoso tú». Se podría decir también «felices»... «Los pobres...» La palabra «pobre» en al A. T. tiene una tradición grandísima, y se trata de los pobres sociológicos, los que no tienen nada. Eso está claro. Pero ahora, el complemento que tiene aquí es el difícil y se suele traducir por «de espíritu». ¿«...de espíritu», «en el espíritu» o «por el espíritu»? En griego está la palabra «espíritu» y está precisamente con artículo. En latín, como tiene la dificultad de que no hay artícu- los, está sólo «espíritu». Esto de no tener artículos el latín es grave dificultad para el N. T., porque no es lo mismo decir «Mes- ías» que «el Mesías»; o decir «Hijo de Dios» que «el Hijo de Dios». Cuando dice «Hijo de Dios» da una sensación de exclusi- vidad, de primacía. No es lo mismo decir «Jesús es hijo de Dios» que decir «Jesús es el Hijo de Dios». El artículo le da mu- cha más fuerza. Y en latín no existe, por lo que en muchas de Dichosos los que Eligen ser pobres

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Page 1: Dichosos los que Eligen ser pobresde pobres sociológicos. Un pobre sociológico, un pobre corrien-te, puede tener un deseo enorme de riqueza y, si no se la consi-gue, es porque no

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1ª bienaventuranza

Esta traducción llama la atención, pues esto se suele traducir por «bienaventurados los pobres de espíritu». Sin embargo, hemos elegido la palabra «dichosos» porque «bienaventurado» es palabra que se lee sólo en el Evangelio y no es palabra de la conversación común. Cuando nosotros queremos decir algo así decimos «dichosos»: «Me saqué la lotería... –Dichoso tú». Se podría decir también «felices»...

«Los pobres...»

La palabra «pobre» en al A. T. tiene una tradición grandísima, y se trata de los pobres sociológicos, los que no tienen nada. Eso está claro. Pero ahora, el complemento que tiene aquí es el difícil y se suele traducir por «de espíritu».

¿«...de espíritu», «en el espíritu» o «por el espíritu»?

En griego está la palabra «espíritu» y está precisamente con artículo. En latín, como tiene la dificultad de que no hay artícu-los, está sólo «espíritu». Esto de no tener artículos el latín es grave dificultad para el N. T., porque no es lo mismo decir «Mes-ías» que «el Mesías»; o decir «Hijo de Dios» que «el Hijo de Dios». Cuando dice «Hijo de Dios» da una sensación de exclusi-vidad, de primacía. No es lo mismo decir «Jesús es hijo de Dios» que decir «Jesús es el Hijo de Dios». El artículo le da mu-cha más fuerza. Y en latín no existe, por lo que en muchas de

Dichosos los que

Eligen ser pobres

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las Biblias que hemos traducido al español, que estaban traduci-das del latín, no se distingue la cosa.

Y aquí está «el espíritu», con artículo. Por lo tanto, no es «de espíritu». Sería «del espíritu»; y esa preposición «de», como no hay preposición en griego, sino un dativo, se puede interpretar de dos maneras: o un dativo de aspecto –«pobres en el espíri-tu»–, o un dativo de causa –«pobres por el espíritu»–. ¿Cuál de las dos traducciones es? Esto es lo que vamos a explicar. Y lo que nos va a dar la clave es qué significa «espíritu».

¿Qué significa «espíritu»?

Aquí espíritu es el espíritu humano, pues si no Mateo diría Espíritu Santo, como antes ha hablado del Espíritu de Dios. En-tonces ¿qué significa espíritu? A nosotros nos parece claro, pero no lo está tanto, porque esto supone una antropología, la antro-pología semítica que está aquí metida, la que está en el A. T. y continúa en el Nuevo.

El A.T. considera la interioridad del hombre en dos aspectos; interioridad del hombre es su inteligencia, su voluntad y su sentimiento. Nosotros distinguiremos más cosas, pero ellos no. Inteligencia, voluntad, sentimiento, todo eso constituye la interio-ridad humana. Y esta interioridad puede ser: activa o dinámica, y estática. Un acto de voluntad es la interioridad dinámica, o un acto de intuición, o un impulso de sentimiento. En cambio, una disposición habitual (por ejemplo, una persona que es amable) es interioridad estática, no dinámica. Y una convicción que uno tiene, que pertenece al terreno de la inteligencia, ésa es estática, no dinámica, como también lo es un propósito o un hábito que uno lleva toda la vida. De manera que los semitas distinguen muy bien las dos cosas, y a la interioridad estática (las convic-ciones, los hábitos de actuar, etc.) le llaman «corazón», mien-tras que a la interioridad dinámica le llaman «espíritu». Así, un acto de inteligencia es espíritu; un acto de voluntad, que es la decisión, es espíritu, así como un pronto de sentimiento (por ejemplo, un suspiro) es espíritu. En cambio, lo otro se llama «co-razón».

En las Bienaventuranzas aparecen los dos. Aquí dice «los po-bres por el espíritu», y después dirá «los limpios de corazón». Ser limpio o puro es una disposición habitual, por lo que no es

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«limpio de espíritu», pues eso sería un acto de limpieza, sino «limpio de corazón». Pero en la primera bienaventuranza, como es este «espíritu», no se trata de algo habitual. Y, si dijéramos «los pobres en el espíritu» -una disposición habitual del que está desprendido del dinero- no sería exacto, pues espíritu no signifi-ca eso, sino algo que nace de dentro.

Pobres por decisión

Entonces, se trata de un estado de pobre que es efecto de un acto humano («el espíritu»). «El», como nosotros decimos tam-bién, es artículo posesivo. Por ejemplo, decimos «le di con la mano»: ¿con qué mano?, ¿con la del otro o con la mía?: con la mía; pero no hace falta decir "con mi mano", pues el artículo da el posesivo. Y eso mismo pasa aquí. Este el espíritu es «por su espíritu», por el propio espíritu del hombre. De manera que nace de la interioridad del hombre, que puede crear un estado de po-breza. Tiene que ser un acto de voluntad; el conocimiento no crea la realidad, la conoce, la recibe. El sentimiento tampoco. Es la voluntad la que decide. Por lo tanto se trata de un acto de vo-luntad por el cual el hombre elige el estado de pobreza. Y enton-ces, la traducción literal sería «dichosos los pobres por deci-sión» y, puesto más elegante, «dichosos los que eligen ser pobres».

Esto es lo que significa la primera bienaventuranza. Se trata de una opción. Una opción por la cual decimos «para mí, el dinero no es el valor; el acumular dinero no es para mí ningún valor; no quiero acumular dinero». Esto se entiende mejor comparándolo con el ser rico. El que elige ser rico es el que quiere acumular y retener para sí; el que tiene y retiene para sí. El pobre tiene po-co, pero lo poco que tiene tampoco lo retiene para sí.

¿Por qué estos pobres son «dichosos»?

La pobreza tiene unos rasgos negativos muy fuertes. Pobres significa tener necesidad, no tener y, por lo tanto, depender de otros para vivir. Y esto es lo que elimina el "dichoso". De manera que esos rasgos negativos tienen que estar eliminados porque aquí dice «dichosos»... y, naturalmente, no se puede ser dichoso de esa manera. Entonces ¿cómo es posible que Jesús llame di-

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chosos a éstos, que son pobres voluntarios?: porque no se trata de pobres sociológicos. Un pobre sociológico, un pobre corrien-te, puede tener un deseo enorme de riqueza y, si no se la consi-gue, es porque no puede, pero su ideal es ser rico. Y ése no en-tra en las bienaventuranzas. El «pobre» de las bienaventuran-zas es uno que comprende que solamente mediante esta opción se elimina la injusticia del mundo y, por lo tanto, quiere hacer la opción para no ser cómplice de ninguna in-justicia. De manera que tenemos éste, que elige esa pobreza, ese estado contra la riqueza, contra el tener mucho y retenerlo para sí. El tiene poco y, lo poco que tiene, está dispuesto a compartirlo. Y ¿cómo se le dice «dichoso» a ése?: pues «porque tiene a Dios por rey»: ésta es la razón.

El hecho de estar bajo el Reinado de Dios, de estar en esa es-fera donde Dios muestra su amor, evita las consecuencias negativas de la pobreza. No hay miseria y no hay dependencia, que son los dos aspectos negativos de la palabra "pobre".

El que está contra la injusticia está con Dios

Cuando es un pobre voluntario, cuando hace una opción contra la injusticia del mundo, podemos afirmar que Dios le dice: «tú eres de los míos». Porque Dios está contra la injusticia del mun-do, está claro. Por eso es justo. Dios es justo porque no puede soportar la injusticia y, a uno que hace esa opción, le dice: "tú eres de los míos; yo cuido de ti; yo soy tu rey; tú estás en mi Re-ino". Pero ¿cómo reina Dios?: Dios reina comunicando su espíritu. Por eso es lo mismo decir "Dios rey" que "Dios pa-dre". En el Padre nuestro se dice "venga tu Reino". Y ¿a quién se le dice?: al Padre. De manera que Dios rey se traduce por Dios padre y los dos significan lo mismo: el que comunica su vida y su amor. El reinado de Dios es la actividad de Dios por la que él comunica su amor. De manera que los que están bajo su Reinado o forman ese Reinado están en la atmósfera del Espíritu de Dios. Ahí se forma una sociedad nueva, un grupo humano nuevo, donde la relación es la del amor y la entre-ga, y no habrá nunca miseria ni dependencia.

Ahí se encuentra la verdadera libertad, porque ya no está uno sujeto al hilo del dinero, y ya no es uno esclavo del capital. Se encuentra la verdadera libertad, la verdadera alegría y, además, sin las connotaciones negativas de la dependencia y de la mise-

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ria. No hay miseria. Donde Dios reina no puede haber mise-ria, donde Dios reina no puede haber falta de libertad, que es la dependencia de otro. Por eso Jesús dice «dichosos...».

La puerta de entrada en el reino

Ésta es la primera bienaventuranza. Se trata, por tanto, de una opción que se tiene que hacer para entrar en el Reinado de Dios. Ésta es la puerta de entrada. Una opción que hace cada uno, porque la opción es personal, y esa opción es contra la ri-queza «como valor».

Siendo esto la primera bienaventuranza y siendo –digamos– el código de la Nueva Alianza, está en paralelo con el de la Antigua Alianza, cuyo primer mandamiento decía: «No tendrás otro dios junto a mí. Yo soy el Señor tu Dios, y amarás al Señor tu Dios con todo tu ser». Amar significa ser fiel. Y aquí dice que ese dios, frente al Dios verdadero, es el dinero. Hay que optar con-tra el dios falso por el Dios verdadero. De manera que es la renuncia a la idolatría, la manifestación de la fidelidad al verdadero Dios, porque el verdadero Dios es el Padre, el que quiere ser Padre de todos los hombres y quiere comu-nicar a todos vida y felicidad, el que quiere suprimir toda in-justicia. Y, con esta opción, el hombre personalmente se libera de toda complicidad con la injusticia del mundo, que nace siem-pre de la acumulación del dinero, que es lo que produce el pres-tigio social, la diferencia de clases, el poder o dominio de unos sobre otros. Y el dominio basado en el temor porque, claro, si uno depende de otra persona para comer, tiene que someterse, tiene que decir "sí" a todo. En el dinero están los tres falsos valores: el dinero, el prestigio y el poder, y, el que renuncia al dinero, renuncia a los tres, que son los falsos valores de la sociedad, los que crean injusticia e infelicidad en el mun-do.

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Jesús mismo explica la 1ª bienaventuranza

Esto es lo que dice la primera bienaventuranza. Pero, si no está claro, Jesús lo explica en el mismo Sermón de la Mon-taña. En el capítulo 6, después del Padre nuestro, hay cua-tro pasajes donde explica esta primera bienaventuranza. En los tres primeros explica el primer miembro –qué significa ser pobre por opción–, y en el cuarto explica el segundo miembro –dichosos, porque ellos tienen a Dios por rey–. De manera que él mismo nos ha dejado la explicación.

No hay que romperse la cabeza. Y esta explicación que hemos visto es la que se ha dado en la Iglesia, por lo menos, hasta el siglo XV; por tanto, no es ninguna cosa nueva. Es después cuando han empezado a liarlo. Además, este significado de espíritu que hemos visto, que es la interioridad del hombre en cuanto es activa, es un significado hebreo, pero no era el signifi-cado de los griegos y, sin embargo, éstos, cuando lo leen, aun-que no entienden bien lo que dice Mateo, comprenden que aquí se trata de una pobreza real. Por eso, Clemente de Alejandría, que es un autor griego de hacia el año 200, fundador de la es-cuela de Alejandría, explica las bienaventuranzas; pero claro, espíritu, para un griego, ya no es la interioridad del hombre en cuanto es activa, sino que es una parte del hombre, lo que de-cimos alma, porque tiene una antropología distinta; y, entonces, él dice: «Bueno, sí, pobres de espíritu, pero también de dinero, también pobres de verdad». De manera que, a pesar de no en-tender la antropología de Mateo, él comprende el sentido de Ma-teo. Es decir, que estaba claro. Y vemos cómo todos los fun-dadores de órdenes religiosas siempre han entendido que lo primero es la pobreza. Que lo hayan practicado luego según el Evangelio es otra cuestión, pero desde luego han entendido que el punto fundamental es la pobreza. Y el campeón de la po-breza es San Francisco de Asís.

Aquí hay que hacer una aclaración: esto no es para «salvar el alma». Jesús no viene a salvar las almas. Recordemos el episo-dio del hombre rico (Mt 19,16-29), que se acerca a Jesús an-gustiado y le dice: «¿Qué tengo que hacer para obtener la vida eterna?» O sea, para salvar el alma, como se ha dicho después, para encontrar el cielo después de la muerte. Y Jesús le dice: «Eso ya te lo han dicho. Moisés te lo dijo. Dios te lo enseñó por medio de Moisés: ser honrado». Y, al enumerarle los manda-

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mientos, Jesús se salta los tres primeros, que se refieren a Dios. El toma sólo desde el cuarto en adelante, empezando por el quinto –no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, etc. –, y luego pone el cuarto: sustentarás a tu padre y a tu madre. Por-que es más importante la Humanidad que la familia, y porque, además, con pretexto de la familia, uno esquiva los deberes que tiene hacia la Humanidad. Por eso el cuarto, que es el de la fa-milia, lo pone al final. Primero, lo que se refiere a todos los hom-bres, como principio general; por eso se dice en Mt: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". O sea, pórtate honradamente.

El que se porte honradamente, en cualquier religión, o sin religión, éste tiene la vida futura. Por eso Jesús le dice: «¿Pa-ra qué me preguntas a mí eso, si ya lo sabes?». Jesús no viene a eso. Eso está dado desde siempre. Ser honrado, portarse bien con los demás, es el mínimo; y ese mínimo basta. De manera que aquí, en la primera bienaventuranza, no se trata de que, si no se cumple eso, vaya uno a condenarse. Nada de eso.

Es que Jesús viene a otra cosa: a hacer que el hombre sea feliz desde aquí. Que experimente ya en la tierra lo que es el amor a Dios, que pueda desarrollarse plenamente según el pro-yecto creador, el plan de Dios. Y, en una sociedad donde el hombre no es libre, donde el hombre está oprimido, donde está ahogado, como está, no puede desarrollarse, está mutilando su propia vida. Y esto va contra lo que Dios quiere. Por lo tanto, lo que Jesús viene a fundar es una sociedad nueva.

El Reinado de Dios, en el lenguaje actual, es una sociedad al-ternativa, y el Evangelio es una contracultura, en el sentido en que niega los valores en que se funda esta cultura y propone otros. Y cultura, en el más profundo sentido de la palabra, no en el sentido de música y poesía. Una cultura se basa sobre un sis-tema de valores, y sobre eso se construye un modelo de socie-dad. Y, entonces, lo de Jesús es una contracultura, para usar los términos a los que estamos acostumbrados. El propone otro sis-tema de valores, los únicos verdaderos, y que son: el compartir, la igualdad entre todos y el servicio en lugar del poder. Estos son los valores que forman la nueva sociedad. Sobre eso pode-mos organizar la nueva sociedad. Para eso ha venido Jesús. Por ello, esta opción es necesaria para empezar la nueva sociedad. Sin ella, podemos ser muy buenos, podemos –por supuesto– salvarnos, podemos hacer mucho bien en este mundo perso-

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nalmente, pero no cambiaremos la sociedad. Como tantos san-tos que ha habido, que eran personas muy respetables y mu-chos de ellos muy buenos y han hecho mucho bien, pero no han cambiado la sociedad, que es lo que Jesús pretendía. Por eso, santos, en ese sentido, hay también en otras religiones, y no han cambiado tampoco la sociedad.

Jesús lo que pretende es formar una nueva sociedad, que él no propone como una utopía para el futuro -como Marx o Bakunin-, sino como una utopía para el presente. Hay que empezar hoy, haciendo eso hoy. ¿Qué somos cuatro gatos?: pues cuatro ga-tos. Pero seremos más, porque la entrada es libre. Esto es op-ción libre. Aquí no se obliga a nadie, ni se le mete a nadie un li-bro rojo por las narices para lavarle el cerebro.

Y no es de puro futuro, sino de presente y futuro, porque desde estos pequeños grupos donde se vea otro modo de vivir, donde la persona puede ser libre, y estar alegre, y ser her-mano de todos, y tener plena confianza de que nadie le va a poner una zancadilla y de que, cuando le haga falta, todos van a echarle una mano, cuando se vea esa nueva posibili-dad, habrá otra mucha gente que se "anote". Por eso es una utopía realizada. En pequeño, pero realizada. Jesús quiere que empecemos hoy.

Además, es una utopía por realizar el que eso se extienda a to-da la Humanidad. De manera que, cuando se habla de la prime-ra bienaventuranza como opción necesaria para el Reinado de Dios, se trata de una sociedad nueva, que esto no es para sal-varme yo. Por eso, al rico aquel que, cuando Jesús le recordó los mandamientos, le dijo: «Ya los he cumplido todos», Jesús le dice: «Pues, entonces, te falta una cosa. Si quieres lo del Reina-do de Dios, es otra cosa. Ahí hay que dar un paso más. Tú no puedes ser rico». Son dos cosas distintas, una cosa es ser bueno, que se puede ser muy bueno y salvarse, y otra es de-cir: «Aquí vamos a construir una sociedad nueva».

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1. El texto griego de Mt 5,3 se presta a dos interpretaciones: 1ª pobres en cuanto al espíritu que, a su vez, puede significar:

a) «los de pocas cualidades» b) «los interiormente despegados del dinero», aunque lo posean en

abundancia.

2ª pobres por el espíritu (= por decisión).

¿Por qué hay que descartar la interpretación “1ªa” (pobres de espíri-tu = los de pocas cualidades)?

¿Por qué hay que descartar también la 1ª b (los interiormente des-pegados del dinero) aunque sea la que ha tenido más fortuna? (A) = de acuerdo; (D) = en desacuerdo; (?) = en duda. (Señalar con un + el argumento decisivo) En la tradición judía el término anawim designaba a los pobres reales

que ponían su confianza en Dios por no encontrar apoyo ni justicia en la sociedad. Jesús recoge este sentido e invita a elegir la condición de pobre (opción contra el dinero y el rango social), poniéndose en ma-nos de Dios.

Jesús mismo propone esta interpretación en Mt 6,24 (la opción entre dos señores: Dios y el dinero). Intentar conciliar la confianza en Dios y en la riqueza era la nota característica de los «fariseos que son ami-gos del dinero» (Lc 16,14a).

El significado de «espíritu» (acto) en la antropología semítica contra-puesto al de «corazón» (disposición/estado) basta para excluir la in-terpretación pobres en cuanto al espíritu.

2. ¿Qué significa para mí «elegir ser pobre»? (SÍ) (NO) (?) (Subrayo las 2 mejores respuestas marcadas con SÍ) a. Contentarme con lo necesario para vivir. b. Aceptar las penurias y la estrechez de los que son marginados y care-

cen de recursos, por solidaridad con ellos. c. Renunciar a la „seguridad‟ del dinero para poner toda mi confianza en

Dios. d. Renunciar a toda ambición de acaparar riqueza, buscar prestigio y

ejercer dominio. e. Renunciar a todo interés egoísta para dedicarse a procurar el bien de

todos. f. Reemplazar la opción del poseer con la del compartir.

REFLEXIONAR/COMPARTIR

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g. No considerar lo que poseo como exclusivamente propio (Hch 4,32); estar siempre dispuesto/a a compartir generosamente lo que soy y lo que tengo.

3. ¿Quiénes son los pobres que Jesús llama dichosos? ¿Los pobres sociológicos? (SÍ) (NO)

¿Los pobres voluntarios? (SÍ) (NO)

4. Señalar con un + la traducción más acertada; y con un - la más equivoca-da de «porque de estos es el reino de los cielos» a. Porque ellos tendrán el premio del paraíso. b. Porque de ellos es el reino de Dios. c. Porque de ésos (no de otros) es el reinado de Dios. d. Porque tienen a Dios por Rey. e. Porque sólo sobre esos actúa Dios como Rey.

5. ¿Tener a Dios como Rey significa tener a Dios como soberano o como Padre? ¿Cómo reina el Padre: imponiendo su ley o comunicando su vida? ¿El Padre quiere súbditos que se sometan y le obedezcan ciegamente o

hijos que se parezcan a él dando vida con y como él?

6. ¿Por qué Jesús los llama dichosos, si ser pobre significa tener necesidad y depender de otros para vivir? (A) = de acuerdo (D) = en desacuerdo (?)

= no sé.

La buena noticia del reinado de Dios que Jesús anuncia a los pobres es el fin de su miseria (Is 6,1; Mt 11,5).

Cuando Dios reina sobre los hombres, se produce la felicidad. Los pobres que tienen a Dios como rey no van a carecer de lo necesario ni

van a tener que someterse a otros para obtener el sustento. La pobreza a la que Jesús invita no significa miseria, necesidad, dependen-

cia, sino una renuncia a acumular y retener bienes, a considerar algo como exclusivamente propio y a estar siempre dispuesto a compartir lo que se tenga. (Así lo explica en el episodio de los panes: Mt 14,13-23; 15,32-39).

6b. Leer subrayar y comentar lo subrayado. Lo que Jesús dice es que aquellos que libre y voluntariamente (por amor) deci-den compartir lo que son y lo que tienen con quienes no son y no tienen, son dichosos.

¿Por qué? Porque de ellos cuida Dios mismo. Y no mañana sino hoy. Si yo decido hoy reorientar mi vida para el bien de los demás y me empeño para que esto sea realidad, inmediatamente

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comienza a actuar Dios en mí y mi vida cambia. Me doy cuenta que Dios es un Padre que cuida aun los mínimos detalles de mi existencia. Ya no debo pensar en mis necesidades, sino en las de los demás. Más pienso en las necesidades de los demás, y más permito al Padre entrar en mi vida y pensar en las necesidades mías. He aquí por qué en los evangelios dar no significa empobrecerse y perder sino enriquecerse y ganar. Quien se da y se comunica, da vida a los demás y fortalece y desarrolla tam-bién la propia. Puesto que la persona se realiza solamente mediante el don de sí a los demás. Esta dinámica de la donación es la úni-ca que permite ingresar en la plenitud de la vida definitiva. Apocalipsis 14,13 dice: «Dichosos desde ahora los que mueren en el Señor... pues sus obras los acompañan». Al terminar esta exis-tencia terrena todo tendremos que de-jarlo, los títulos, los bienes... todo lo que hemos reunido lo dejamos aquí. Lo úni-co que nos acompaña es el bien que hemos hecho a los demás, lo que hemos dado. Todo lo que no comparti-mos lo perdemos para siempre. Más la persona se da y más se realiza y se vuelve madura, libre e independien-te. La infancia se caracteriza por: «todo para mí»; las personas que no dan

permanecen en la condición infantil porque todo lo que tienen es para ellas. La madurez de una persona se mide por su capacidad de darse y compartir-se. El vivir para los demás no es sólo ga-rantía de tranquilidad en esta existen-cia, pues permitimos al Padre cuidar-nos; es también garantía de que, cuan-do esta existencia termine, viviremos en plenitud la vida definitiva. El mensaje de Jesús es que se puede ser plenamente feliz aquí en esta vida. ¿Y cómo alcanzamos esta felicidad ple-na? Dando, no recibiendo. «Hace más felices dar que recibir» (Hch 20,35).

Para muchos de nosotros la felicidad consiste en lo que los demás tienen que hacer por nosotros, y siempre queda-mos desilusionados porque esa perso-na no nos llamó, no nos vino a visitar, no nos hizo el regalo que esperábamos, etc. Si mi felicidad depende de lo que los demás hacen por mí, pasaré la vida de una desilusión a otra, de una amar-gura a otra.

Jesús me dice que NO, que la felicidad no consiste en lo que los demás hacen por mí. La felicidad plena, completa y desbordante consiste en lo que yo hago por los demás. Por eso puede lograrse aquí y puede ser completa. En la medi-da en que te das a los demás eres feliz.

(Alberto Maggi: «Dios y la felicidad del hom-bre» - Conferencia en Rovigo - Italia 23-25 de noviembre del 2007)

7. ¿Por qué es ésta la opción básica e insoslayable que es preciso tomar personal y comunitariamente y es la primera condición para seguir a Jesús en la realización de su proyecto de humanidad y sociedad nuevas? (Nume-ro las razones por orden de importancia)

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a. “La raíz de todos los males es el amor al dinero” (1Tim 6,10). La ambición lleva a la acumulación de riquezas y, como secuela, a la búsqueda del pres-tigio social y del dominio sobre otros, produciendo unas relaciones humanas basadas en la desigualdad, la opresión y la rivalidad. El reinado de Dios, incompatible con la opresión, el sometimiento y la injusticia que la ambición de riqueza produce (Mt 19, 24), se ofrece como una alternativa a la socie-dad donde reina el dinero.

b. Quien alimenta el deseo de medro personal a costa de los demás, antes que contribuir a la creación de una sociedad justa, fomenta la injusticia. “La miseria no la crea Dios; la creamos tú y yo porque no sabemos com-partir” (M. TERESA). C. Extirpar de raíz la ambición es el único modo de acabar con la injusticia y establecer relaciones humanas basadas en el amor.

c. La opción por la pobreza, inspirándose en el amor a la humanidad y el deseo de justicia, quita el obstáculo que impide la existencia de una socie-dad justa y constituye la base indispensable para construirla.

d. De ella nacen la generosidad del compartir (Mt 6,22s), la igualdad, la li-bertad y la hermandad de todos.

e. Si no se acaba con el modelo de relación hostil, rival e injusta, y no se crean las nuevas relaciones humanas de hermandad, igualdad, solidaridad y ayuda, es imposible la relación auténtica con Dios.

8. Todo hombre se encuentra abocado a una opción entre Dios y el dinero, el amor y el egoísmo, el ser para los demás y el tener para sí. ¿Cuál es la opción de la mayoría? ¿Cuál es la mía?

9. ¿Considero que soy „rico/a‟ o que soy „pobre‟? ¿En qué sentido y por qué? Sinceramente, ¿cuál es mi deseo?

10. Puedo decir que: (SÍ) (NO) a. No hago nada por dinero ( ) b. No malgasto el dinero, soy austero y moderado por solidaridad con los po-

bres ( ) c. Lo que tengo y adquiero es para compartirlo ( ) d. Pongo mis cualidades al servicio de los demás ( )

11. ¿Trato de ser feliz a costa de los demás? (SÍ) (NO) ¿Creo que puedo serlo sin hacer feliz a nadie? (SÍ) (NO) ¿En qué busco el éxito de mi vida?

12. ¿Conozco a alguien que no busca enriquecerse, que sólo vive y trabaja para el bien de los demás y se siente muy feliz por ello?

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13. ¿Tengo alguna experiencia de la felicidad de que habla Jesús? (Hch20,35: “Hace más felices dar que recibir”).

14. «Si quieres realizarte plenamente, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, que Dios será tu riqueza; luego ven y sígueme a mí» (Mt 19,21). Si como Francisco de Asís y otros, sintiera dirigida a mí esta pala-bra del Señor, ¿qué haría? Qué significa, para mí:

vender todo lo que tengo: renunciar a.....

darlo a los pobres: ¿Quiénes necesitan de mí? ¿Cómo puedo ayudar-los?

seguir a Jesús: ¿Qué hacer, concretamente, para continuar la obra li-beradora y vivificante de Jesús?

ORACIÓN

Quiero seguirte, Señor.

A pesar de las incomprensiones de los demás. A pesar de mis

momentos débiles y de las horas de cansancio.

Quiero ser dichoso con los que han reemplazado la opción del po-

seer y dominar con la del compartir y servir.

Con los que se afanan para suprimir de las relaciones humanas

todo lo que hace posible el sometimiento, la opresión, la injus-

ticia...

Con los que no buscan para nada su propio interés, están siempre

prontos a ayudar a otros, y trabajan para la felicidad de todos.

Señor, quiero optar por ti y por tu Evangelio. Por desterrar de

mí la hipocresía, la ostentación, el lujo...

Por atesorar en el cielo, gastando mi vida por los demás en la tie-

rra.

Que tu Espíritu nos mueva a compartir para que nadie sufra por

culpa nuestra y podamos construir la verdadera fraternidad en

este mundo.

Que nos empuje a salir de nuestro escondrijo sacramental y ritua-

lista para ir al encuentro de los que sufren y necesitan nuestra

ayuda.

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Tu presencia y tu aliento nos liberen de nuestros temores y nos

den la seguridad que nada ni nadie podrá quitarnos la vida si la

entregamos por tu amor.

Que nos sintamos responsables ante ti de todos los bienes que nos

has confiado; que, para nosotros, el bien social prevalezca sobre el

derecho de propiedad y el bien común sobre el interés particular.

Que seamos austeros y moderados en el uso de los bienes de

consumo, reservando la mejor parte al huésped, al enfermo o al

pobre.

Tú, Jesús, después de repartir los panes a la multitud hambrienta

explicaste que el pan que habías dado significaba tu misma entre-

ga.

Esta misma es tu exigencia para tus discípulos: deben conside-

rarse a sí mismos como pan que hay que compartir y deben

compartir su pan como si fueran ellos mismos quienes se com-

parten.

Pues el don total de sí a los demás es el fundamento de tu reino, la

nueva comunidad humana. Todo el que quiera seguirte ha de darse

a sí mismo por el bien del hombre, sin detenerse ni siquiera ante la

muerte.

Queremos estar contigo, Jesús; queremos ser de los tuyos y co-

laborar contigo en tu actividad liberadora y vivificante.

Danos el valor de no echarnos atrás por miedo a las consecuencias.

Que tu Espíritu nos haga capaces de parecernos más a ti y llegar

hasta el fin como tú. Amén.

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CANTOS ____________________________

/Cómo es posible que sea imposible

cambiarlo. (Oh, oh, oh) oh, oh, oh/

(2).

Cómo es posible que mueran millo-

nes de hambre y yo sin sufrirlo.

Cómo es posible que sufran millo-

nes de frío y yo sin sentirlo.

*Cómo es posible que el mundo

esté tan callado o yo esté tan sor-

do. /Cómo es posible que sea impo-

sible cambiarlo/ (2).

Cómo es posible que gasten millo-

nes en armas y yo sin gritarlo.

Cómo es posible que tiren comidas

al mar y yo sin llorarlo.*

/Donde dos o tres reunidos en mi

nombre estén, allí yo estaré en me-

dio de ellos/ (2).

/Donde dos o tres.../ (3). Simultánea-

mente con: /No es imposible que sea

posible cambiarlo. Oh, oh, oh/ (6).

(CÓMO ES POSIBLE QUE SEA IMPOSIBLE: L.

Alfredo: "Solidaridad")

Compartir, hay que

compartir, para ser

feliz, hay que com-

partir. Compartir,

hay que compartir,

que no te falte a ti lo

que me sobra a mí.

¿Qué te puedo dar,

que no me hayas da-

do tú? ¿Qué te puedo

decir que no me

hayas dicho tú?

¿Qué puedo hacer

por ti, si yo no puedo

hacer nada, si yo no

puedo hacer nada si

no es por ti? (2).

Todo lo que sé, todo

lo que soy, todo lo

que tengo es tuyo, es

tuyo, es tuyo.

(Compartir - L. Alfredo)